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 Experiencia cristológica de Teresa de Jesús  Padre Maxi miliano Herráiz OCD Teresa de Jesús nos ofrece una larga y detallada experiencia de Jesús. De acuerdo al carácter introductorio del presente escrito, me parece conveniente centrar la atención del lector en la experiencia y palabra de la doctora mística. Su testimonio es de una claridad y envergadura extraordinarias. Fácil de captar por cualquier lector atento de sus libros. Testimonio impactante, de principio a fin. Como por instinto certero y profundo la joven Tere sa se ab ra za a Jesús enam ora dame nt e. Si gu e un co rt o y er ti co aleja mien to de la “sac ratís ima Huma nidad ”, que lloró ama rgame nte toda su vida. Las gra cias místicas confirman su opc ión pri me ra, convirtiéndola en una lumino sa y apasionada defensora de la presencia obligada de Jesús-hombre en todo el proceso espiritual. En la exposición, partiendo de un hecho histórico que golpea su espíritu  profundamente, sigo el esquema que ella misma nos ofrece en las dos vertientes, la anterior y la posterior a ese hecho decisivo en su camino espiritual. .1  Jesús, “libro vivo” Podemos abrir el discurso con un par de expresiones teresianas en las que nos revela su alma: “Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo... y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en especial cuando comulgaba” 1 . Subraya e insiste en su vuelta a la opción primera: “comencé a tomar de nuevo amor a la sacratísima humanidad”. Confesión a la que sigue otra que indudablemente engancha con la exp eri en cia pri me ra que pre sen tar é más adelante: “Come nzó se a asentar  la ora ció n com o edificio que ya lle va ba cimiento” (V 24, 3). “Asentarse” la oración significa en Teresa “asentarse la vida”, la amistad con Jesús. Años más tarde, cuando redacta el libro de las  Moradas, gritará con fuerza su convicción cristológica: “y cuando  pudiera [recibir algo de Dios sin la mediación de Jesús], no quiero ningún bien, sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes” (6M 7, 15). El epígrafe de este apartado tiene un marco histórico que conviene presentar  brevemente. Significa, también, un arranque decisivo en el camino espiritual de Teresa. Las dos cosas, sin duda, están muy unidas cronológicamente. El año 1559, cuando la carmelita sumaba ya 44, en plena escalada de las gracias místicas en los últimos cinco, la inquisición española publicó uno de los índices de libros prohibidos de más largo y  profundo alcance: había que mandar a la hoguera muchos libros espirituales que, al  parecer de los inquisidores, podían poner en peligro la fe de los cristianos. Este hecho histórico golpeó duramente a la ferviente lectora Teresa: “Cuando se quitaron muchos libros de romance [castellano], que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba harta recreación leerlos” (V 26, 6). La reacción de Jesús no se hizo esperar: “Me dijo el Señor: no tengas pena, que Yo te daré libro vivo”. No es la primera vez ni será la última que Teresa experimente que el Amigo se le presenta deshaciendo entuertos, corrigiendo decisiones de “los ministros que él tenía puestos en su iglesia” (V 29, 6). Mujer ingenua, primitiva, de entrada no calibra el alcance de las palabras que acaba de oír en su interior. Continúa: “Yo no podía entender por qué se me había dicho esto...; después, desde a bien pocos 1 V 22, 4. Esta solemne confesión se enmarca en un contexto de defensa acérrima de la humanidad de Jesús en todo el proceso espiritual, sobre el que volveré. La santa sale de un breve paréntesis de “abandono” de “holgarse” “siempre” “con este Señor”.

Experiencia Cristologica St

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Cristologia Teresiana

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  • Experiencia cristolgica de Teresa de Jess

    Padre Maximiliano Herriz OCD

    Teresa de Jess nos ofrece una larga y detallada experiencia de Jess. De acuerdo al carcter introductorio del presente escrito, me parece conveniente centrar la atencin del lector en la experiencia y palabra de la doctora mstica. Su testimonio es de una claridad y envergadura extraordinarias. Fcil de captar por cualquier lector atento de sus libros. Testimonio impactante, de principio a fin. Como por instinto certero y profundo la joven Teresa se abraza a Jess enamoradamente. Sigue un corto y errtico alejamiento de la sacratsima Humanidad, que llor amargamente toda su vida. Las gracias msticas confirman su opcin primera, convirtindola en una luminosa y apasionada defensora de la presencia obligada de Jess-hombre en todo el proceso espiritual. En la exposicin, partiendo de un hecho histrico que golpea su espritu profundamente, sigo el esquema que ella misma nos ofrece en las dos vertientes, la anterior y la posterior a ese hecho decisivo en su camino espiritual.

    .1 Jess, libro vivo

    Podemos abrir el discurso con un par de expresiones teresianas en las que nos revela su alma: Haba sido yo tan devota toda mi vida de Cristo... y as siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Seor, en especial cuando comulgaba1. Subraya e insiste en su vuelta a la opcin primera: comenc a tomar de nuevo amor a la sacratsima humanidad. Confesin a la que sigue otra que indudablemente engancha con la experiencia primera que presentar ms adelante: Comenzse a asentar la oracin como edificio que ya llevaba cimiento (V 24, 3). Asentarse la oracin significa en Teresa asentarse la vida, la amistad con Jess. Aos ms tarde, cuando redacta el libro de las Moradas, gritar con fuerza su conviccin cristolgica: y cuando pudiera [recibir algo de Dios sin la mediacin de Jess], no quiero ningn bien, sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes (6M 7, 15).

    El epgrafe de este apartado tiene un marco histrico que conviene presentar brevemente. Significa, tambin, un arranque decisivo en el camino espiritual de Teresa. Las dos cosas, sin duda, estn muy unidas cronolgicamente. El ao 1559, cuando la carmelita sumaba ya 44, en plena escalada de las gracias msticas en los ltimos cinco, la inquisicin espaola public uno de los ndices de libros prohibidos de ms largo y profundo alcance: haba que mandar a la hoguera muchos libros espirituales que, al parecer de los inquisidores, podan poner en peligro la fe de los cristianos. Este hecho histrico golpe duramente a la ferviente lectora Teresa: Cuando se quitaron muchos libros de romance [castellano], que no se leyesen, yo sent mucho, porque algunos me daba harta recreacin leerlos (V 26, 6).

    La reaccin de Jess no se hizo esperar: Me dijo el Seor: no tengas pena, que Yo te dar libro vivo. No es la primera vez ni ser la ltima que Teresa experimente que el Amigo se le presenta deshaciendo entuertos, corrigiendo decisiones de los ministros que l tena puestos en su iglesia (V 29, 6). Mujer ingenua, primitiva, de entrada no calibra el alcance de las palabras que acaba de or en su interior. Contina: Yo no poda entender por qu se me haba dicho esto...; despus, desde a bien pocos

    1 V 22, 4. Esta solemne confesin se enmarca en un contexto de defensa acrrima de la humanidad de Jess en todo el proceso espiritual, sobre el que volver. La santa sale de un breve parntesis de abandono de holgarse siempre con este Seor.

  • das, lo entend muy bien... que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad [Jess] ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. Y exclama: Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar! (V 26, 6). Comienzan en este momento las grandes gracias msticas cristolgicas. Retomar este discurso. Ahora, desde esta cresta de la vida de Teresa, descendemos a su pasado, como nos asomaremos despus a su futuro. Tendremos algo as como una breve biografa teresiana de su praxis y de su experiencia de vivir o estar con Jess, buscando y disfrutando el calor de su presencia amiga. Biografa cristolgica de esta mujer a la que va a humanizar todava ms, y ms verdadera, profundamente, el encuentro con el Hombre-Dios, Jess de Nazaret.

    .1.1.Yo slo poda pensar en Cristo como hombre(V 9, 6)

    De este modo nos presenta su modo de proceder en la oracin desde el principio, por imperiosa necesidad de presencia de un t y por la no menor incapacidad confesada reiteradamente de meditar, agravada por la guerra que le da la imaginacin2: Procuraba lo ms que poda traer a Jesucristo..., dentro de m presente3. Recojo tres toques de Cristo irrumpiendo en la vida de Teresa para centrarla y recogerla en l. El primero se refiere al momento ms difcil y preocupante de su larga y profunda crisis afectiva. As lo interpreta ella misma: quiso el Seor darme a entender que no me convenan aquellas amistades y avisarme y darme luz en tan gran ceguedad. Presenta el hecho de experiencia de una presencia: Representseme Cristo delante con mucho rigor, dndome a entender lo que de aquello le pesaba. Despus del impacto primero afirma: no quera ver ms a con quien estaba. Pero viene la reaccin en clara y fra progresin para justificar su vuelta a las andadas: el demonio me ayud... a hacerme entender que era imposible [ver nada] y que se me haba antojado.... Aunque no puede menos de reconocer esta apasionada, lcida buscadora de la verdad que libera: siempre me quedaba un parecerme era Dios y que no era antojo; mas, como no era a mi gusto, yo me haca a m misma desmentir4.

    Esta sinuosa reflexin de Teresa le lleva a la conclusin sorprendente de aprobar su conducta desmintiendo la gracia que la despierta a terminar con aquella amistad: es virtud, gana honra volviendo a un comportamiento que empez rechazando con fuerza. Puede ayudar a cualquiera a desenmascarar zonas oscuras del inconsciente: Yo misma me haca desmentir. Todo tuvo que suceder en un espacio apretado de tiempo. La lucha puso a prueba el recio temple de Teresa. En una ocasin nos revela que el esfuerzo por liberarse de esclavitudes, por romper amarras, me costaba harto de mi salud (V 24, 10). Una violencia no madurada todava por la gracia, sino efecto de un voluntarismo que rompe a la persona.

    El segundo texto se refiere al primer toque que comienza a enderezar definitivamente su vida: Mi alma andaba cansada y, aunque quera, no la dejaban

    2 Ya en pleno discurso mstico estampa esta confesin sobre la imaginacin: A m cansada me tiene, y aborrecida la tengo. Experiencia de rompimiento interior: veo deshacerse mi alma por verse junta donde est la mayor parte y es imposible, sino que le da tal guerra la memoria e imaginacin que no la dejan valer (V 17, 5.6). La mayor parte es la voluntad, el amor que est con Dios.

    3 V 4, 8; acompaa a Jess en el huerto de los olivos (3, 6; 9, 4). Vuelve a la meditacin de la pasin despus de su conversin (V 23, 17). Confiesa: De mi os confieso que nunca supe qu cosa era rezar con satisfaccin hasta que el Seor me ense este modo (C 29, 9). Por eso lo propone con conviccin: C 26, 1; 28, 4-5. Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos los estados, etapas (V 12, 3).

    4 Termina confesando: asegurndome que no era mal ver persona semejante, ni perda honra, antes que la ganaba, torn a la misma conversacin amistad (V 7, 6-7).

  • descansar las ruines costumbres que tena. As inicia el captulo 9 del Libro de la vida, continuando la narracin con la conmocin que le produjo una imagen de Cristo muy llagado: en mirndola, toda me turb de verle tal... Fue tanto lo que sent... arrojme cabe l con grandsimo derramamiento de lgrimas. Dice algn testigo en los Procesos de beatificacin y canonizacin que cuando Teresa contaba esta gracia, sola repetir: Porfi y valime. En el relato que ella nos ha dejado escrito explica con tanta brevedad como certeza: estaba ya muy desconfiada de m y pona toda la confianza en Dios. Parceme le dije entonces que no me haba de levantar de all hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovech, porque fui mejorando mucho desde entonces5.

    Pero tuvo que producirse otro encuentro con Cristo, unos dos aos ms tarde, para romper definitivamente amarraras y desplegar las alas de su libertad. Nos lo cuenta en V 24: precisa que se trata de dejar algunas amistades a las que tena mucha aficin y me pareca a m era muy ingratitud dejarlas (6). De nuevo el campo dbil de la afectividad, por parte de Teresa, y nuevamente Jess que irrumpe con fuerza en su conciencia: Entend estas palabras: ya no quiero que tengas conversacin (= amistad) con hombres, sino con ngeles6. Eficacia fulminante: Dios quiso, en aquel momento... dejar otra a su sierva dndole libertad y gracia para ponerlo por obra7 (9). Entre estos dos ltimos textos, haba apuntado Teresa un cambio significativo y de largo y profundo alcance: Acaecame en esta representacin que haca de ponerme cabe Cristo..., venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera poda dudar que estaba dentro de m, o yo toda engolfada en l (V 10, 1). Dios reivindica el protagonismo en la relacin mutua. Juan dice tuteando al lector: te va Dios librando de ti misma, quitndote de tus manos la hacienda8. Empieza la gran jornada mstica de Teresa. Y esto ya salta a la otra vertiente del hecho histrico que nos ha servido para establecer un antes y un despus en la relacin de esta mujer con su gran amor Jess.

    .1.2.Gracias msticas cristolgicas

    Con una extraordinaria agudeza Teresa conecta estas gracias msticas con lo que ha sido desde siempre su praxis cristiana y su postura frente a los que se oponan a la presencia del Dios-hombre, Jess, en la etapa mstica. Despus de la clara y ardiente defensa que ha hecho de la necesaria presencia de la humanidad de Jess en los estados contemplativos y msticos, introduce as la serie de gracias msticas de Jess resucitado: Para que ms claro veis, hermanas, que es as lo que os he dicho y que mientras ms adelante va un alma ms acompaada va del buen Jess, sera bien que tratemos de cmo, cuando su Majestad quiere, no podemos sino andar siempre con l9. Aparte de otras cosas, Teresa ve en las gracias msticas cristolgicas la respuesta aprobatoria de Dios a su manera de proceder y a su posicin doctrinal frente a los telogos que propiciaban dejar la humanidad de Cristo cuando empieza la contemplacin, la vida mstica, y quedndose slo con la divinidad.

    5 V 9, 3. Bastar que el lector contraste este texto con el que Teresa finaliz el captulo precedente, ocho, para descubrir la diferencia esencial: de la autosuficiencia a la prdida de confianza en s para salir de su atolladero y poner toda la confianza en la gracia.

    6 7. ngeles son, como claramente aparece en el texto, las personas amigas de Dios.7 V 24,9. Los ngeles, dice Teresa son las personas que tienen un amor particular a Dios (ib. 8).8 2N 16, 7.9 6M 8,1. Aqu comienza, como hizo en Vida 27-29, el relato de las gracias msticas cristolgicas. Como 6M 7 haba vuelto, a doce

    aos de distancia, sobre lo que ya expuso de la humanidad de Cristo en V 22.

  • Basta leer alguna de las descripciones de sus gracias msticas cristolgicas: Vi cabe m o sent..., que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecame estaba cabe m Cristo... (V 27, 2). Insiste: no hombre muerto, sino Cristo vivo, y da a entender que es hombre y Dios, no como estaba en el sepulcro, sino como sali de l despus de resucitado (V 28, 8), cuerpo glorificado (V 28, 2.3). Pero carne, hu-manidad inseparablemente unida a su divinidad. Por tanto, tambin necesariamente presente en nuestra relacin con l, en cualquier momento de nuestra vida.

    Por breve tiempo Teresa sucumbi a la presin del entorno doctrinal. Pero la experiencia negativa le hizo volver pronto sobre sus pasos: en comenzando a tener algo de oracin sobrenatural, digo de quietud, procuraba desviar toda cosa corprea..., ya no haba quin me hiciese tornar a la Humanidad, sino que en hecho de verdad, me pareca era impedimento. Manifiesta, a rengln seguido, su dolor, el rechazo frontal de este comportamiento y la vuelta a su proceder primero (V 22, 3-4). Sus afirmaciones son contundentes: hasta en las 7M es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro Seor por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su compaa (6M 7, 9). As nos transmite tambin su experiencia trinitario-cristolgica de los ltimos das: Lo de las visiones imaginarias ha cesado; mas parece que siempre anda esta visin intelectual de las tres Personas y de la Humanidad, que es, a mi parecer, cosa muy subida (CC 66, 3). A quienes de industria se aparten de todo nuestro bien y remedio que es la sacratsima humanidad de nuestro Seor Jesucristo, yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras (6M 7, 6); es muy buena compaa el buen Jess para no nos apartar de ella (13); no quiero ningn bien, sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes (15).

    Subraya, particularmente, la fuerza liberadora que la presencia de Jess desat en su vida, encauzndole y potencindole definitivamente su desbordante riqueza afectiva. Sobre el trasfondo de su fragilidad afectiva una grandsima falta de donde me vinieron grandes daos, recuerda que despus que vi la gran hermosura del Seor..., he quedado con tanta libertad10. Esta fuerza liberadora se extiende tambin a las estrechas y raquticas concepciones moralistas, que tienen su raz en un Dios, digamos por el momento en gracia al contexto, poco o nada humano: Comenzme mucho mayor amor y confianza de este Seor... Vea que aunque era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas cadas... Puedo tratar como con amigo, aunque es Seor11. De mucha mayor libertad personal habla ya en 1562, cuando est gozando los primeros encuentros msticos con Jess: hllole amigo verdadero, tanto ms cuanto que ahora entiende que los amigos del mundo son todos unos palillos de romero seco, y que asindose a ellos no hay seguridad (CC 3, 1). Y repite constantemente que el amor de este amigo purifica el alma en gran manera, y quita la fuerza casi del todo a nuestra sensualidad... Aniquila todos los deseos de la vida...; un enseamiento grande para levantar los deseos en la pura verdad12.

    Desde muy temprano comenz a recurrir al texto paulino de Glatas 2,20: escribiendo esto estoy y me parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podra decir lo que san Pablo, aunque no con esa perfeccin, que no vivo yo ya, sino que Vos vivs en m13. Con esta evocacin abro otro apartado de excepcional importancia en la experiencia teresiana de Cristo y, por consiguiente, de su doctrina espiritual y mstica.10 V 37, 4. Y se refiere en el nmero siguiente, entre irnica y compasiva, a su nueva relacin con los temerosos confesores:

    temanse que me asiera a ellos.11 V 37, 5. En idntico contexto ya habl anteriormente: no ejecuta [no juzga]Dios como las gentes, que entiende nuestras

    flaquezas (26, 1).12 V 38, 18; cf. 29, 13; 39, 17.19.

  • .1.3.Soporte bblico de la experiencia teresiana de Jess

    La Biblia, sobre todo los evangelios (C 21, 4), ha sido la fuente en la que Teresa ha querido saciar su sed de verdad y de seguridad de su vivencia espiritual. Fue el Seor servido oyese algunas cosas de los Cnticos [Cantar de los Cantares], y en ellas entendi ir bien guiada su alma (MC 1, 6); buscaba y gustaba que le asegurasen con cosas de la sagrada Escritura (F 30, 1), que vaya conforme a la sagrada Escritura (V 25, 13). Teresa tiene la certera intuicin que la Palabra de Dios, leda por la comunidad de fe que es la iglesia, es norma de toda experiencia cristiana. Porque es el mismo Espritu el que acta en los autores bblicos y el que obra en las personas la multiplicidad de sus dones. Por eso, la experiencia del cristiano tiene que filtrarse y discernirse por la palabra revelada.

    Cualquier lector podr constatar el rimero de textos teresianos referentes a la persona de Jess. Son muchas las hablas msticas en las que Jess le dice: Yo soy para asegurarla: No hayas miedo, hija, que YO SOY y no te desamparar; no temas (V 25, 18), YO SOY, no hayas miedo (6M 3, 5), el mismo soy, no dejes de hacer estas dos fundaciones14. Destaca siempre la eficacia liberadora de estas hablas: Las ms ciertas seales que se pueden tener [para un discernimiento siempre necesario]..., son stas: la primera y ms verdadera es el podero y seoro que traen consigo, que es hablando y obrando (6M 3,5). Le impactan igualmente las palabras con las que Jess se presenta como el camino: ninguno subir al Padre sino por m, quien me ve a m, ve a mi Padre (2M 1, 12). De aqu sus encendidas confesiones: l es nuestro dechado (V 15, 13); hemos menester mirar a nuestro dechado (6M 7, 13).

    Reveladora es tambin su sintona con algunos personajes bblicos por su relacin con Jess. As, la samaritana: Seor, dame de beber15, y que deja al mismo Seor porque ganen y se aprovechen los de su pueblo (MC 7, 6). Mara Magdalena, con la que se identifica a los pies de Jess (V 9, 2): considerbase a sus pies y lloraba con la Magdalena (C 34, 8); la admira porque con brevedad da del todo con todo en el suelo, abandona totalmente su vida anterior (V 22, 15). La familia de Betania, con la que compara sus comunidades (C 17, 6). Pablo, a quien no se le caa de la boca siempre Jess, como quien lo tena bien en el corazn (V 22, 7), que no se esconde para gozar las mercedes de Dios, antes bien no tuvo da de descanso (7M 4, 5). A l y a la Magdalena los presenta como prueba de la transformacin que produce el amor, que no puede esconderse. Es imposible! Mirad un san Pablo, una Magdalena; en tres das el uno comenz a entender que estaba enfermo de amor; ste fue san Pablo. La Magdalena desde el primer da (C 40, 3).

    .1.4.Apunte doctrinal

    Con facilidad, y sin romper la lgica de su discurso, pasa Teresa de su experiencia a la doctrina. Para que el lector primerizo perciba su proceder, dejo aqu alguna muestra. Tiempo tendr de exponerlo con ms detenimiento en los captulos siguientes, tambin conducido de la mano de Juan de la Cruz. A quien, inmediatamente despus, quiero ceder la palabra sobre su experiencia de Jess antes de cerrar este captulo.

    13 V 6, 9; 18, 14; CC 3, 10; CC 42. Volver sobre esto cuando hable del matrimonio espiritual como plenitud de nuestra filiacin divina, o de nuestra comunin trinitaria como hijos en el Hijo.

    14 F 31, 4. Hablas, palabras dirigidas a Teresa en V 25, 1, nota 2; 6M 3, 5, nota 3; F 1, 8, nota 7.15 V 30, 19; C 19, 2; 6M 11, 5.

  • Apremia Teresa en todos los tonos a sus lectores a poner los ojos en Cristo: all aprenderemos la verdadera humildad (1M 2, 11), traerle siempre presente (V 12, 2), cabe s, es compaa (V 22, 10). Este modo de traerle [en la oracin] aprovecha en todos los estados (V 12, 3); ponerse en soledad y mirarle dentro de s y no extraarse de un tan buen husped (C 26, 2). De una visin de Cristo en el centro del alma se me represent Cristo, saca la siguiente conclusin: Parceme provechosa esta visin para personas de recogimiento, para ensearse a considerar al Seor en lo muy interior de su alma (V 40, 5-6). Aun cuando reconozca que hay muchas almas que aprovechan ms en otras meditaciones que en la de la sagrada pasin, exhortar con encarecimiento que no se deje muchas veces la pasin y vida de Cristo (V 13, 13). Brindar tambin la perspectiva de la lectura de la vida de Jess: siempre que se piense de Cristo nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes, l, que es la prenda que el Padre nos ha dado su amor (V 22, 14).

    Experiencia cristolgica de Teresa de Jess.1 Jess, libro vivo.1.1. Yo slo poda pensar en Cristo como hombre(V 9, 6).1.2. Gracias msticas cristolgicas.1.3. Soporte bblico de la experiencia teresiana de Jess.1.4. Apunte doctrinal