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UNIDAD 6 EXPLICACIONES SOBRE POLÍTICA EXTERIOR 18. Otro "gran debate": el interés nacional de los Estados Unidos HANS J. MORGENTHAU . .. El problema que plantea el presente debate concierne a la naturaleza de la política en gene- ral y, de manera más específica, a la naturaleza de la tradición norteamericana en el ámbito de la política exterior. La historia del pensamiento político moderno es de una contienda entre dos escuelas que ostentan diferencias fundamentales en su concepción de la naturaleza del hombre , de la sociedad y de la política. Una de ellas sos- tiene que es factible concretar, aquí y ahora, un orden político racional y moral, derivado de principios abstractos de validez universal. .. La otra escuela afirma que el mundo, imper- fecto como es desde el punto de vista racional, es producto de fuerzas inherentes a la naturaleza humana .. . Dado que por inmanencia este es un mundo de intereses contrarios y en conflicto, es imposible aplicar totalmente los principios morales; sin embargo, es posible satisfacerlos en Condensado de "Another 'Great Debate': The National Interest of the United States" , a cargo de Hans J. Morgenthau, Am e rican Political Science Review, 46 (1952), pp. 961-978. Reim- preso bajo licencia del editor. Notas al alcance suprimidas. la medida de lo posible mediante un equilibrio de intereses, invariablemente temporal, y una conciliación de conflictos, siempre precaria .. . Pero, ¿qué es el interés nacional? ¿Cómo po- demos definirlo y proporcionarle el contenido necesario para que se erija en guía de acción? He aquí una de las interrogantes pertinentes a las que ha dado origen el debate actual. Con frecuencia se ha' atacado a la concepción realista de la política exterior argumentando que su concepto medular, es decir el interés nacio- nal, no ofrece una norma aceptable para el pro- ceder político . Este argumento se fundamenta principalmente en dos razones: la del concepto y su condición susceptible a ciertas in- terpretaciones, tales como fa de imperialismo sin límites y nacionalismo cerrado, que no concuer- dan con la tradición norteamericana de política exterior. Considerando los motivos que refiere, el argumento se puede calificar de sólido, pero no logra invalidad la utilidad del concepto. En dos aspectos, el concepto de interés nacio- nal guarda similitud con las "grandes generalida- des" de la Constitución, entre las que destacan el bienestar general y el proceso establecido. Con- tiene un significado residual inherente al concepto 167

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UNIDAD

6 EXPLICACIONES SOBRE POLÍTICA

EXTERIOR

18. Otro "gran debate": el interés nacional de

los Estados Unidos

HANS J. MORGENTHAU

. .. El problema que plantea el presente debate concierne a la naturaleza de la política en gene­ral y, de manera más específica, a la naturaleza de la tradición norteamericana en el ámbito de la política exterior. La historia del pensamiento político moderno es de una contienda entre dos escuelas que ostentan diferencias fundamentales en su concepción de la naturaleza del hombre, de la sociedad y de la política. Una de ellas sos­tiene que es factible concretar, aquí y ahora, un orden político racional y moral, derivado de principios abstractos de validez universal. ..

La otra escuela afirma que el mundo, imper­fecto como es desde el punto de vista racional, es producto de fuerzas inherentes a la naturaleza humana .. . Dado que por inmanencia este es un mundo de intereses contrarios y en conflicto, es imposible aplicar totalmente los principios morales; sin embargo, es posible satisfacerlos en

Condensado de "Another 'Great Debate' : The National Interest of the United States" , a cargo de Hans J. Morgenthau, American Political Science Review, 46 (1952), pp. 961-978. Reim­preso bajo licencia del editor. Notas al alcance suprimidas.

la medida de lo posible mediante un equilibrio de intereses, invariablemente temporal, y una conciliación de conflictos, siempre precaria .. .

Pero, ¿qué es el interés nacional? ¿Cómo po­demos definirlo y proporcionarle el contenido necesario para que se erija en guía de acción? He aquí una de las interrogantes pertinentes a las que ha dado origen el debate actual.

Con frecuencia se ha' atacado a la concepción realista de la política exterior argumentando que su concepto medular, es decir el interés nacio­nal, no ofrece una norma aceptable para el pro­ceder político. Este argumento se fundamenta principalmente en dos razones: la v~edad del concepto y su condición susceptible a ciertas in­terpretaciones, tales como fa de imperialismo sin límites y nacionalismo cerrado, que no concuer­dan con la tradición norteamericana de política exterior. Considerando los motivos que refiere, el argumento se puede calificar de sólido, pero no logra invalidad la utilidad del concepto.

En dos aspectos, el concepto de interés nacio­nal guarda similitud con las "grandes generalida­des" de la Constitución, entre las que destacan el bienestar general y el proceso establecido. Con­tiene un significado residual inherente al concepto

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mismo pero, fuera de estos requisitos mínimos, su contenido puede recorrer toda la gama de significados que ofrezcan una compatibilidad ló­gica con el mismo. Tal contenido es determina­do por las tradiciones políticas y por el contex­to cultural total en el que una nación formula su política exterior. Por ende, el concepto de interés nacional incluye dos elementos: uno de ellos es requisito lógico y, en ese sentido, necesario, y el otro es de carácter variable y está determinado por las circunstancias.

Toda política exterior que opere bajo la nor­matividad del interés nacional debe compor­tar, obviamente, cierta relación con la entidad física, política y cultural que conocemos con el nombre de nación. En un mundo donde va­rias naciones soberanas compiten entre sí y ri­valizan por el poder, las políticas exteriores de todas las naciones, por necesidad, deben refe­rirse a su supervivencia como requisito mínimo. Así, toda nación realiza aquello que no le queda más remedio que llevar a cabo: proteger su iden­tidad física, política y cultural contra la invasión de cualquier otra nación . . .

La supervivencia de la identidad de una uni­dad política, llámese nación, representa el míni­mo irreducible, el elemento indispensable de sus intereses frente a otras unidades. De mane­ra aislada, es relativamente sencillo determinar su contenido en una situación concreta; éste ' engloba la integridad del te~ritorio de la naGión, de sus institucionl!s políticas y de su acervo cul­tural. Así, el bipartidismo en la política exterior, particularmente en tiempos de guerra, ha sido un factor de fácil consecución con la promo­ción de estos requisitos mínimos del interés nacional. Sin embargo, por lo que respecta a los elementos variables del interés nacional, la si­tuación cambia. Todas las corrientes opuestas de personalidad, opinión pública, intereses sec­toriales, política partidista y tradición política y moral del pueblo son convocadas a hacer va­ler su determinación. En consecuencia, la con­tribución que la ciencia puede aportar a este campo -y a todas las disciplinas de formación política- es limitada. La ciencia puede identi­ficar a los distintos organismos gubernamenta­les que contribuyen a la determinación de los

elementos variables del interés nacional, yeva­luar su peso relativo. Puede trazar una división entre los objetivos a largo plazo de la política exterior de aquéllos a corto plazo que represen­tan el medio de consecución de los primeros y, de manera tentativa, puede establecer sus re­laciones racionales . Finalmente, le es factible analizar los elementos variables del interés na­cional en función de su legitimidad y compati­bilidad con otros valores nacionales y con el interés nacional de otras naciones . . .

La legitimidad del interés nacional se debe determinar a la luz de una posible usurpación por parte de intereses subnacionales, suprana­cionales, o ajenos al ámbito nacional. En el nivel subnacional encontramos intereses de grupo, re­presentados específicamente por grupos étnicos y económicos que tienden a identificarse con el interés nacional. Charles A. Beard ha desta­cado, aunque de manera unilateral, la medida en que los intereses económicos de ciertos grupos se han enarbolado como intereses de los Esta­dos Unidos. Por supuesto, los intereses grupales ejercen presión permanente sobre la conducción de nuestra política exterior, aduciendo su enor­me identificación con el interés nacional. No obstante, con la excepción de contados casos espectaculares, sería arriesgado afirmar que han logrado definir el curso de la política exterior norteamericana. Dada la naturaleza de la políti­ca interna del país, resulta mucho más proba­ble que la política exterior norteamericana -en la medida en que se encuentra sujeta a presio­nes de intereses sectoriales- adopte la forma de compromiso entre intereses sectoriales di­vergentes. El concepto de interés nacional, al surgir en medio de esta contienda como guía real de la política exterior, corre el riesgo de carecer de aquello que los intereses globales de los Estados Unidos pudiesen requerir de ma­nera racional. Pese a lo anterior, el concepto de interés nacional que brota de esta contienda de intereses sectoriales en conflicto goza de ma­yor relevancia que cualquier interés sectorial específico o la suma de todos ellos. El mínimo común denominador donde los intereses sec­toriales y el interés nacional confluyen en in­cómodo compromiso, como en el pasado, es lo

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que puede dejar mucho que desear en vista de toda la gama de intereses relacionados ...

El problema más severo surge en la actuali­dad, dada la importancia que tanto funcionarios públicos como gubernamentales -al menos en sus declaraciones públicas- atribuyen a los va­lores representados por las organizaciones in­ternacionales, así como a las políticas que éstas ambicionan, como alternativas o complemen­tos de aquellos valores y políticas que el gobier­no nacional defiende. Se suele afirmar que la polít:ca exterior de los Estados Unidos no pre­tende ningún objetivo ajeno a los que se han trazado las Naciones Unidas; en otras palabras, que la política exterior de los Estados Unidos es idéntica a la que ejercen las Naciones Unidas. Tal aseveración, empero, carece de todo funda­mento político real que la pueda sustentar. Lo anterior en razón de que la estructura constitu­cional de las organizaciones de carácter inter­nacional - como las Naciones Unidas- y sus procedimientos impiden por completo que és­tas puedan enarbolar intereses ajenos a los de los estados miembros que ejercen do dominio en sus cuerpos de elaboración de políticas .. .

El meollo del asunto que aquí nos ocupa no es dilucidar si los llamados intereses de las Na­ciones Unidas, que son inexistentes fuera de aquéllos de sus miembros más influyentes, han reemplazado a los intereses nacionales de los Es­tados Unidos; el punto es descifrar en favor de que tipo de intereses los Estados Unidos han ase­gurado el respaldo de las Naciones Unidas. Aun­que tales intereses no pueden ser los de las Naciones Unidas, tampoco son necesariamente intereses nacionales. Nos encontramos ante ese fenómeno de la era moderna al que se ha dado en llamar con diversos sustantivos: "utopismo", "sentimentalismo", "moralismo", "enfoque legalista-moralista". Dentro del pensamiento político moderno, el común denominador de todas estas tendencias radica en la substitución de una norma supranacional de acción que ge­neralmente se identifica con una organización internacional, como la ya citada de las Nacio­nes Unidas, por el interés nacional. En este ca­so, el interés nacional no se ve usurpado por otros de índole subnacional o supranacional. . .

Otro "gran debate" 169

Aquí, el desafío al interés nacional estriba en un simple engaño de la imaginación, producto de vanas ilusiones, que se postula como norma vá­lida de conducta internacional, aunque carezca de toda validez aquí y allá. En este punto llega­mos al meollo de la actual controversia entre las corrientes de pensamiento utópico y realis­mo dentro de las relaciones internacionales . . .

Es necesario defender al interés nacional, co­mo tal, en contra de toda usurpación por parte de intereses no nacionales. Sin embargo, aun cuando se logre la culminación de este objeti­vo, será indispensable establecer un orden ra­cional entre aquellos valores que integran el interés nacional y entre los recursos que les sean asignados. Aunque los intereses que persigue una nación en su relación con otras son de di­versidad y magnitud infinitas, los recursos dis­ponibles para la consecución de los mismos son necesariamente limitados tanto en cantidad co­mo en variedad. No existe nación alguna que posea todos los recursos para impulsar la gama­completa de sus objetivos con igual vigor. La condición indispensable para esta distribución racional es un entendimiento preclaro de la di­ferencia que separa a los elementos necesarios del interés nacional de aquellas variables. To­mando en cuenta el proceder contencioso que generalmente se emplea en las democracias para determinar los elementos variables del interés nacional, los adalides de una concepción ex­haustiva del mismo presentarán inevitablemente algunos elementos variables del interés nacio­nal, como si su consecución fuese indispensa­ble para la supervivencia de la nación. En otras palabras, los elementos de índole necesaria del interés nacional tienden a devorar a aquéllos de índole variable con objeto de que al final todo tipo de objetivos, reales o potenciales, se justi­fiquen en aras de la supervivencia nacional. . .

El concepto de interés nacional no da por sentado un mundo pacífico y armónico por na­turaleza, ni la inevitabilidad de la guerra como consecuencia directa de la lucha de cada nación en pro de su interés nacional. Muy por el con­trario, este concepto presupone un estado conti­nuo de conflicto y amenaza de guerra, que es factible disminuir mediante una concertación

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perenne de intereses contrarios por la vía diplo­mática. Jamás se podría garantizar la veracidad de este tipo de conjetura si, siempre todas las nacio­nes concibieran su interés nacional en términos exclusivos de supervivencia y si, a la vez, defi­nieran su interés de supervivencia en términos restrictivos y racionales. En su estado actual, su concepción del interés nacional se encuentra sujeta a todo riesgo de interpretación falsa, usur­pación y juicio erróneo, ya mencionados ante­riormente. La primera empresa que debe acome­ter una política exterior que procura la defensa de su interés nacional valiéndose de medios pa­cíficos es la reducción de los citados riesgos a

su mínima expresión. Su segunda empresa se re­fiere a la defensa del interés nacional, definido de manera restrictiva y racional, contra los inte­reses de la misma índole de otras naciones, que podrían o no definirlos bajo los mismos térmi­nos. Si no los definen así, compete a la diplo­macia armada llevar a cabo la tarea de convencer a las naciones involucradas de que sus intereses legítimos no tienen nada que temer de una polí­tica exterior restrictiva y racional, y de que sus intereses de carácter ilegítimo no pueden abrigar esperanza alguna ante un poderío armado y ad­ministrado bajo los cánones de lo racional. ..

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19. La "seguridad nacional" como símbolo ambiguo

ARNOLD WOLFERS

Los estadistas, publicistas y estudiosos que desean se les reconozca como realistas -como muchos hoy en día-, tienden a insistir en que la política exterior que defienden es dictada por el interés nacional, de manera más específica, por el inte­rés de la seguridad nacional. No sería nada sor­prendente que así fuera. Actualmente, cualquier referencia en torno a la búsqueda de la seguridad pulsa hábilmente las cuerdas de la simpatía.

No obstante, cada vez que las fórmulas polí­ticas de "interés nacional" o "seguridad nacio­nal" cobran popularidad, se impone realizar un severo escrutinio al respecto. Es muy probable que no conlleven el mismo significado para in­dividuos distintos. De hecho, pueden carecer de un significado preciso. Así, bajo la apariencia de brindar una guía y una base de amplio con­senso, pueden dar a cualquiera la facilidad de etiquetar a toda política de la que sea partidario con un título sumamente atractivo y posiblemen­te engañoso.

Reimpreso del Political Science Quarterly 67 (diciembre, 1952), pp. 481-502, con autoriza­ción del editor. Notas al calce suprimidas.

Efectivamente, aunque de manera imprecisa y muy general, el "interés nacional" sugiere una dirección política que puede distinguirse entre varias más que se ostentan como alternativas. El interés nacional significa que dicha política ha si­do creada para promover demandas adscritas a la nación y no a los individuos, o a los grupos sub­nacionales o a la humanidad en su conjunto. Ade­más recalca que la política somete otros i!1tereses a los de la nación. Fuera de estos puntos, tiene muy poco significado ...

. . . En consecuencia, el tema de discusión es si esta fórmula de seguridad nacional, aparen­temente más precisa, realmente ofrece a los esta­distas una guía de acción de mayor significado. ¿Se puede esperar que los estadistas conozcan el significado de la seguridad nacional? ¿Es facti­ble distinguir y juzgar la poiítica con base en su actuación en pro o en contra de este interés?

Dentro del léxico político de las relaciones internacionales, el término de seguridad nacio­nal, al igual que el de interés nacional, ha que­dado perfectamente establecido para designar un objetivo político distinguible de otros. No sabemos con exactitud lo que la gente tiene en mente cuando se queja de que su gobierno está

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descuidando la seguridad nacional, o exigiendo sacrificios inhumanos para acrecentarla. Por lo general, aquellos que se manifiestan en favor de una política exclusivamente orientada hacia di­cho interés temen que su país subestime los pe­ligros externos que acechan a su nación, o que divague por sendas idealistas sin pensar en tales riesgos. Por otra parte, el símbolo de seguridad nacional sugiere la protección' mediante el po­der y, por tanto, se le encuentra con mucha mayor frecuencia en los discursos de' aquellos que sustentan la dependencia en el poder nacio­nal que en los de quienes cifran su confianza en que una conducta modelo, la cooperación in­ternacional o las Naciones Unidas conducirán a su país a salvo de las tempestades del con" flicto internacional. Por las razones ya enuncia­das, sería exagerado afirmar que el símbolo de seguridad nacional no es más que un estímulo para la confusión semántica, aunque si se le ana­liza de manera más detallada, se descubrirá que su empleo indiscriminado puede dar lugar a una confUsión de tal envergadura que ni la aseso­ría política congru~nte ni el' uso científico po-drían solucionar. /''¡ , • )

La demanda de una política de. seguridad n:k io­nal es, functamentalmente, de índole normatIva. Supues'ramente'lfdel)e señalar el tipo de política que una nación debe seguir para adoptar un cur­so de acción cónveniente -un medio racional con miras a un fin de aceptación común- o mo­ral, el mejor o el menos pernicioso. Los juicios ! de valor implícitos en dichas' exhorta'cicmes nor­mativas serán sometidos a 'discusión. '

Antes de pasar a este punto, cabría centrar la atención en una afirmación de hecho que se en­cuentra implícita,'cuando no explícita, en la gran mayoría de las demandas de una política encau­zada por la seguridad nacional. Generalmente, dichas demandas presuponen que las naciones ' efectivamente han hecho de la seguridad1su me-' ta principal, con excepéión 'de aquellos casbs en que la postura idealista o utópica, de sus tí! deies'ha provoc~do qúe'se desvíen de~ camino tradicional. Si en tealidad existiera tal conformi­dad' de conducta, 'ho 'sería natl~ ( descabellado ¡ inferir que un país qué se apárüira' 'del patrón de conducta 'establecido correría el riesgo de

ser sancionado. Ello contribuiría en gran medi­da a fortalecer los argumentos normativos. Sin embargo, el problema con el argumento de he­cho es que el término "seguridad" cubre una gama tan amplia de objetivos que es factible conferir a políticas muy divergentes el título de políticas de seguridad.

La seguridad señala cierto grado de protec­ción de valores previamente adquiridos. Para­fraseando a Walter Lippmann, una nación goza de seguridad en la medida en que no corre el peligro de tener que sacrificar valores esenciales si desea evitar una contienda bélica y, ante un de­safío, posee la capacidad de preservarlos mediante la victoria en tal contienda. El contenido implí­cito de esta definición es que la seguridad queda sujeta a altas y bajas en función de la capacidad de una nación para refrenar un ataque, o para de­rrotarlo. Lo anterior armoniza perfectamente con el empleo común del término.

En consecuencia, la seguridad constituye un valor que una nación puede Roseer en menor o mayor medidál,r'y ~l qUe puea8'a'Spirarf:i lograr I en proporciones mafMnsid rabIes o'IDferiore's?? Eh'este sentido~ gua,r(!a1 efforhí' ! imilitud coH I

el pOderlo con la' riqtreza;/otf0s1tlós valores de ' fundarhental irri~ortanciarrefl" e aínb~iro r de' )lo~n asuiltos intern:iciooales,. Sihf'ehi8argo, 'en! talito)] que la'bqueza mitle' el 'éaÚdillll'e ¡laSU¡D'ós~sibhe{J materiides de odd fla~dí5 ' , y el~oaefSu :capacijr dad para corltrdar lbS ~ctos dérot'H{lr~Í1tidades; jla " seg\lridad por su)p~rfé?y'ei14h seritit1óJ~~jetivo, mide la ausencia de ameriázáSifos valores ;¡C1qu¡l" ridos; en.'un s'enti€ld scibjeÚvo}íniqe la~alisenda de 'temor a que1dichbsválores'se' :véá'fllatacaaós. En ambos sentidbsi'lá¡ §regúridadcre' ~fi':i h~eiónl' puede recorrer ünfuaqíp'lísÍri# gama 'c[ue eresert­ta en 'uno de su'slpdlo.s tIna"inseguritlach:as,i1 ab! soluta o la sensación de itiSégutictad, y . W el otro extremo la seguridad caSi absónlta 'O' Hl)á'usenci~J; de 'tenior,c'. . 1I { l. 1';(1 ' ,.,'" ." I .

Sin embargo, no es conveniente dar u'n én­fasis exagerado a este punto. Es imposible es­tar en desacuerdo con la generalización de que la mayoría de las naciones, en casi toda época -sobre todo las superpotencias-, han mostra­do con toda razón una preocupación activa por cierta falta de seguridad, y' han estado prepa-

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radas para realizar sacrificios con el fin de aumen­tarla . Tanto el peligro como la conciencia del mismo se han expandido, y continúan expandién­dose, lo suficiente para garantizar un grado de uniformidad al respecto. No obstante, una gene­ralización que da cabida a la lucha frenética por mayor seguridad que caracterizó a la política francesa en algunas ocasiones, así como al des­cuido de la seguridad manifiesto en la política exterior norteamericana después del fin de am­bas guerras mundiales, arroja muy poca luz en el análisis del comportamiento de las naciones. La demanda de conformidad tendrá sentido sólo si se pudiera decir -come se logró bajo las con­diciones postuladas en la hipótesis funcional de política de poder pura- que normalmente las naciones subordinan a la maximización de su seguridad todos los demás valores, lo cual ob­viamente no es así en este caso.

Hay un sinnúmero de ejemplos de pugnas por un mayor nivel de seguridad que han adoptado la forma de carreras armamentistas desenfrena­das, alianzas, fronteras estratégicas, ete., etc.; sin embargo, valdría la pena recordar los incontables y acalorados debates parlamentarios en torno a la distribución de armamento para percatarnos de la enorme incertidumbre que hay en torno al grado en que los pueblos accederán a sacrificar­se por lograr incrementos adicionales de seguri­dad. Incluso en los momentos en que no hubo duda alguna de que los armamentos equivaldrían a mayor seguridad, los costos representados en impuestos, en reducción de prestaciones socia­les o en el descontento general fueron factores que actuaron de manera efectiva en contra de mayores esfuerzos ...

Se podría objetar que, a la larga, las naciones no gozan de plena libertad para elegir la cantidad de esfuerzos que destinarán al rubro de segu­ridad. ¿Acaso no se encuentran bajo el efecto de una especie de compulsión de no escatimar esfuerzo alguno con tal de sobrevivir? Nueva­mente, esta objeción sólo tendría sentido si la hipótesis de política de poder pura fuese una imagen realista de los asuntos mundiales tal y como son. No obstante. bastará lanzar una mi­rada a la historia para comprobar que sólo en ocasiones excepcionales la supervivencia se ha

visto seriamente comprometida, y de manera muy particular entre las superpotencias. Si efec­tivamente las naciones no se interesaran en la protección de otros valores, aparte dI.: su super­vivencia como estados independientes, la mayo­ría de ellas no habrían tenido que preocuparse seriamente por su seguridad, pese a todos los argumentos opuestos que pudieran haber esgri­mido los manipuladores de la opinión pública comprometidos con la expansión de los esfuer­zos de seguridad. En consecuencia, el grado de "compulsión" que existe se da en función no sólo del deseo ajeno -real o imaginario- de destruir la independencia de la nación, sino tam­bién de los deseos y ambiciones nacionales de preservar la riqueza que representan otros valores, tales como rango, respeto, posesiones materiales y privilegios especiales. Cabría suponer, sin te­mor a errar, que los esfuerzos de seguridad que lleva a cabo una nación en particular tienden a variar -sin afectar a otros factores- según la ga­ma de valores que se pretende proteger.

Por lo que respecta a dicha gama, aparen­temente impera un considerable grado de uni­formidad. ... Sin embargo, existe una desviación en dos sentidos . Algunas naciones también intentan proteger valores de índole más marginal. Hubo una época en que la política de los Estados Uni­dos se pudo dar el lujo de ostentar como inte­rés primordial la protección de las inversiones o mercados extranjeros de sus ciudadanos, al encontrarse sus "valores esenciales" fuera de peligro; asimismo hubo un tiempo en que la Gran Bretaña se preocupó por expander su in­terés nacional e incluir enormes "regiones de interés especial", de circunscripción incierta. Es un fenómeno por demás conocido y portento­so que se puedan exigir y adquirir bases, zonas de seguridad y similares, con el fin de proteger valores previamente adquiridos, y que a su vez se conviertan en valores nacionales nuevos que también requieren protección. Forzando una conclusión lógica, tal extensión de espacio que presenta la gama de valores podría saciarse con la dominación mundial. . .

La ausencia de uniformidad, empero, no con­cluye en ese punto. Una política no se caracte-

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riza exclusivamente por el objetivo que persigue, es decir la seguridad, en este caso. Para que una política se pueda considerar como ejemplo a seguir, también se deben tomar en cuenta los medios que conducirán a la cristalización del ob­jetivo. De tal manera, si dos naciones lucharan por aumentar al máximo su seguridad, pero una de ellas cifrara toda su confianza en armamentos y alianzas, y la otra en una neutralidad rigurosa, el político que pretendiera emular su comporta­miento no sabría por cuál de las dos decidirse ...

Después de todo lo expuesto, poco resta por decir de esa contundente generalización que dic­ta que, en la práctica real, las naciones -guiadas por su interés de seguridad nacional- tienden a ambicionar una política de seguridad uniforme y, por ende, imitable ...

El comportamiento real de las naciones, pa­sadas y presentes, no afecta a la proposición normativa, a la que ahora dirigiremos nuestra atención. De acuerdo con dicha proposición, se convoca a las naciones para que otorguen prioridad a la seguridad nacional y que a su vez, accedan a realizar cualquier sacrificio de valores que conlleve un incremento adicional en el gra­do de seguridad. Podría resultar conveniente o moral, o ambas cosas, que las naciones actuaran de esa manera aun cuando en el pasado hubie­sen hecho caso omiso de tal recomendación, y aun cuando no la lleven a cabo actualmente al pie de la letra.

Por tanto, la primera interrogante que se im­pone es la siguiente: ¿Existe alguna política de seguridad definible que se pueda difundir bajo la categoría de "conveniente" de manera gene­ral? Dado que la selección de objetivos no es un asunto de conveniencia, aparentemente sería insensato el preguntar si es conveniente que las naciones se preocupen por el objetivo mismo de seguridad; parecería que sólo los medios emplea­dos para tal fin pueden ser juzgados en función de su aptitud -de su racionalidad operativa­para promover la seguridad. Y sin embargo, no es así. La seguridad, al igual que otros objeti­vos, puede ser una meta de carácter intermedio y no precisamente final, en cuyo caso se le puc­de juzgar como un medio para los objetivos de carácter realmente final.

Por tradición, la protección y la preservación de valores esenciales nacionales han sido conside­radas como objetivos de por sí, al menos por aquellos que siguieron los pasos de Maquiave­lo ...

Cuando uno se propone definir en términos de conveniencia el nivel de seguridad al que una nación debería aspirar, le puede asaltar la tenta­ción de suponer que el único límite es la bóve· da celeste. ¿Acaso la inseguridad, de cualquier especie, no es un flagelo del que todo político ra­cional desearía rescatar a su país! Existen razo­nes obvias, empero, que dictan todo lo contrario.

. En primer lugar, cualquier aumento de la se­guridad debe ser saldado por sacrificios adicio­nales de otros valores que, por lo general, son mucho más importantes que los preciosos mi­nutos que les pudieran dedicar los señores po­líticos. En consecuencia, llega un momento en el cual, por algún factor como la ley económica de utilidad decreciente, la ganancia obtenida en seguridad ya no logra justificar los costos adi­cionales que implicó. Tal como en el caso de comparaciones y preferencias de valor econó­mico,.suele imperar el desacuerdo entre distin­tos estratos de políticos en lo que se refiere a dónde trazar los límites. Lo anterior es particu­larmente exacto, dado que la seguridad absoluta íqueda por completo fuera de contexto salvo que un país cuente con la capacidad de dominar al mundo; en este último caso, sin embargo, la in­seguridad y los temores se "absorberían" y, muy probablemente, crecerían en proporciones gigan­tescas. Tomando en cuenta que las naciones de­ben "vivir bajo el peligro", hasta cierto punto no importa lo que accedan a llevar a cabo en fun­ción de tal peligro, pues para aquellos que deben soportar la carga principal un ápice de seguri­dad adicional pero exclusivamente relativa ca­recerá de atractivo. Dentro de una democracia, no existe fa ctor alguno que dificulte en mayor grado la labor de los estadistas que la renuen­cia de su pueblo a apoyarlos en una prolonga­da carrera hacia niveles de seguridad elevados \' costosos. . En segundo término, cuando las políticas de seguridad nacional se basan en la acumulación de poder. se vuelven contraproducentes si se

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encumbra demasiado el nivel anhelado. La causa de lo anterior es que resulta imposible distinguir inequívocamente al "poder de resistencia" del "poder de agresión" . Toda acción que un país realice con objeto de aumentar al máximo su propia seguridad mediante el poder puede ser interpretada por otras naciones como una ame­naza a su seguridad. Cuando esto ocurre, entra en funcionamiento ese círculo vicioso de lo que John Herz describió como el "dilema de la se­guridad": los esfuerzos realizados por un bando provocan el establecimiento de medidas contra­rias por parte del otro, mismas que, a su vez, tien­den a arrasar con los logros del primero. Aparen­temente y desde un punto de vista teórico, no existe forma de escapar de tan frustrante con­secuencia; sin embargo, en la práctica se cuenta con algunos medios para convencer a quienes podrían sentirse amenazados de que la acumu­lación de poder no tiene como objetivo el ata­que, y de que jamás la aplicará a tal fin. De en­tre estos medios ce convencimiento sobresale el de mantener el nivel deseado dentro de límites moderados y evitar una posición que obligue a elevar de manera súbita y drástica dicho ni­vel. El deseo de escapar de dicho círculo vicioso presupone una política de seguridad con un al­to grado de autorrestricción y moderación, muy especialmente en lo que. se refiere a la selección del nivel deseado. Nunca será conveniente per­seguir una política de seguridad que, por el he­cho de provocar o de alentar a otros, fracase en su propósito de incrementar la posición de poder relativo de la nación y su c"apacidad de resisten­cia .. .

El "poder de resistencia" no es en realidad la panacea universal que algunos creen y la ra­zón de ello estriba en la naturaleza misma de la seguridad. Si la seguridad -al menos en el sen­tido estrictamente objetivo del término- expe­rimenta altas y bajas ante la presencia o la au­sencia de propósitos de agresión por parte de otros países, tanto la actitud como el comporta­miento de aquéllos de donde emana la amenaza son de primordial importancia. Tal actitud y comportamiento no tienen que rebasar la esfe­ra de influencia del país que procura aumentar su nivel de seguridad. Siempre que la amenaza

no esté fuera de los límites de dicha esfera, la política de seguridad más efectiva y menos one­rosa consistirá en inducir al oponente a aban­donar sus propósitos de agresiórl.

Por supuesto, no existe un procedimiento sencillo para determinar cuándo se puede y se . debe usar un medio que no se encamine hacia I(~ resistencia sino a evitar los propósitos de ata­que de otras naciones; sin embargo, ayudaría el bosquejar el tipo de hipótesis que unirían polí­ticas de seguridad específicas, consideradas con­venientes, con algunas de las más características constelaciones políticas.

Se puede trazar una línea imaginaria en la que las naciones estarían distribuidas entre los polos de "propensión máxima y mínima al ataque". En uno de los polos estarían aquellas naciones que ostentan un compromiso inalterable con el ata­que, siempre y cuando éste prometa el triunfo; en el otro polo estarían aquellas otras que no empren­derían ataque alguno, sin importar cuántas opor­tunidades de éxito tuvieran. En tanto que para el primer grupo la seguridad puede sobrevenir como resultado exclusivo de "posiciones de fuerza" suficientes para disuadir o derrotar ata­ques, por lo que respecta al segundo grupo nada podría socavar en mayor medida su seguridad que una súbita acumulación de poder que pu­diese provocar temor y ataque contrarios.

Desafortunadamente, en la práctica jamás se logra saber con certeza cuál es la posición real que nuestro oponente ocupa en la línea conti­nua. Por otra parte, es imposible culpar a los es­tadistas si éstos, movidos por la precaución y la sospecha, asumen una ubicación de mayor proximidad con el primer polo que el análisis retrospectivo no justificaría plenamente. Con­sideramos que actualmente -y contamos con muchas pruebas- la Unión Soviética se ubica en eí primer polo o muy próxima al mismo, en tanto que los políticos canadienses probable­mente ubican a los Estados Unidos, en cuan­to a sus propósitos hacia Canadá, en el segun­do polo.

Cabe suponer, con toda justicia, que donde­quiera que el tema de la seguridad se convierta en una preocupación grave, los estadistas ten­drán que enfrentarse a oponentes potenciales

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que ocupará una posición entre los dos polos aunque, indudablemente, mucho más cercana al primer polo. Lo anterior significa que se debe tener la posibilidad de un ataque, aun cuando la intención de llevarlo a cabo no haya cristalizado hasta un punto que impida dar marcha atrás. Si éste fuese el caso, la política de seguridad no podría evitar la acumulación de poder de resis­tencia para que se le calificara de conveniente y, sin embargo, no podría admitir que se llegara a tal extremo. Sería necesario realizar esfuerzos simultáneos con objeto de anular los incenti­vos de ataque. Esto no es sino otra manera de expresar que la política de seguridad debe pro­curar que los oponentes adopten una postura tan cercana al segundo polo como las condicio­nes y los niveles de capacidad lo permitan.

Dicha política, tan ambigua, presenta uno de los mayores dilemas conocidos, dado que los esfuerzos que se emprendan por modificar las intenciones de un adversario pueden obrar en contra de un fortalecimiento en contra del mis­mo. No es posible subestimar los riesgos que ofrecen las políticas de concesión, simbolizadas en conjunto por el caso de "Munich". No obs­tante, si se ha de lograr una política de seguridad conveniente, resulta imperativo hacer fren!e a la paradoja planteada por esta situación. Esta implica que una política de seguridad nacional -salvo cuando se dirija en contra de un país que esgrima un compromiso inalterable con el ataque- adquiere mayor racionalidad cuando más toma en consideración los intereses del ban­do contrario, incluidos los de seguridad. Sólo di­cho procedimiento le puede brindar la esperanza de reducir la disposición violenta del contrario a su mínima expresión. En consecuencia, en vez de enfatizar que bajo toda circunstancia se debe procurar la seguridad mediante la dependencia ex­clusiva del poder defensivo, animada por un espí­ritu de egocentrismo nacional en pro de las metas más elevadas, es necesario recalcar que en la ma­yoría de los casos los esfuerzos por satisfacer las demandas legítimas de los demás suelen prometer resultados mejores en términos de seguridad .. .

Ahora podemos centrar nuestra atención en el problema moral, si es que existe. Aquellos que se ocupan de defender una política destinada

exclusivamente a la seguridad nacional no siem­pre están conscientes -cuando no lo niegan de manera explícita- de que están realizando un jui­cio moral cuando recomiendan a una nación que abrigue el objetivo de seguridad nacional , o cuan­do insisten en que se valga de medios tales como la acumulación de poder coercitivo -o que lo ejerzan- para la consecución de ese fin.

Las naciones, al igual que los individuos u otros grupos, pueden valorar algunos elemen­tos no porque los consideren benéficos, o menos perniciosos que la alternativa disponible, sino porque satisfacen su orgullo, enaltecen su sen­tido de amor propio o aminoran sus temores. Sin embargo, no existe política alguna, ni acto humano en general, que pueda escapar a con­vertirse en blanco del juicio moral -de la pro­pia conciencia del actor o de otros- que exige el sacrificio de otros valores, situación a la cual queda suje~a toda política de seguridad. En este punto se imponen la comparación y la ponde­ración de valores, con objeto de dilucidar cuáles de ellos representan beneficios suficientes co­mo para justificar el mal de sacrificar otros en sus aras. Cuando alguien insiste en que su país debería emprender mayores medidas con el fin de incrementar su poderío, está dando a entender -a sabiendas o no- que un grado de seguridad más elevado es lo suficientemente deseable como para justificar males tan flagrantes como recortes a los presupuestos para obras de beneficio social muy necesarias, o la prolongación del periodo de servicio militar. ..

El problema moral se resolverá en una de va­rias formas dependiendo del código de ética que se emplee para fundamentar la decisión. Desde una perspectiva extremista se argumenta que to­do sacrificio resulta justificable -en particular aquel que se impone a otras naciones- siempre y cuando contribuya de alguna manera a la segu­ridad nacional. Evidentemente, lo anterior im­plica una posición que coloca a la seguridad na­cional en la cúspide de la pirámide de valores, y da por sentado que dicha seguridad constituye un bien absoluto al cual se deben subordinar todos los demás valores. No son muchos quie­nes adoptan esta posición, dado que existe un alto riesgo de que , al abrigar una ética naciona-

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La "seguridad nacional" como símbolo ambiguo 1 77

lista tan conwndente, rebasen el objetivo mismo de la seguridad -la preservación de los valores­y clamen que la nación está plenamente justifi­cada en la conquista de todo aquello que pueda emplear como Lebensraum o algo similar. El ex­tremo opuesto lo integran los pacifistas puros, quienes sustentan que la utilización del poder coercitivo representa una perversión total, y por ende condenan toda política de seguridad que se apoye en ese tipo de poder.

Por su parte, aquellos que no comparten nin­guno de los dos puntos de vista extremistas con­sideran que la problemática moral que plantea la pugna por la seguridad nacional es todo me­nos clara y sencilla. No ponen en tela de juicio el derecho de la nación de proteger y de preser­var aquellos valores que le son legítimos por na­turaleza, ni tampoco su deber moral de adoptar una política destinada a contribuir a dicha pre­servación. Sin embargo, no pueden considerar a la seguridad como ley suprema, al estilo en que Maquiavelo hizo percibir a los estadistas la ra­gione di stato. En algún lugar está trazada una línea -que el observador debe tratar de descu­brir a toda costa- que separa al reino del aban­dono, de la "casi nulidad", de ese otro reino del exceso, de la "exageración". El propio Hans Morgenthau, quien exalta el deber moral de la autopreservación, parece dar por sentado que el despliegue de la fuerza en pro de la seguri­dad sólo puede darse en reacción a un ataque violento, y no como una guerra preventiva.

En consecuencia, los encargados de adoptar decisiones deben enfrentarse a la problemática moral: en primer lugar, al problema de seleccio­nar los valores que merecen protección, entre los cuales destaca principalmente la indepen­dencia nacional, no por mérito propio sino por la garantía que puede ofrecer a la preservación de valores tales como la libertad, la justicia y la paz. Por otra parte, deben decidir cuál será el nivel de seguridad que se fijarán como objeti­vo. Con frecuencia, ésta será la tarea moral que les presente mayores obstáculos, aunque algu­nos términos tales como conveniencia o parti­cipación justa les indicarán cuál es el tipo de lineamientos que les pueden servir de guía. Fi·

nalmente, deben elegir los medios que emplea­rán y luego, mediante un análisis escrupuloso de los valores, comparar los sacrificios que im­plicará dicha selección de métodos, con el grado de seguridad que prometen alcanzar.

De lo anterior se desprende que las políticas de seguridad nacional, lejos de poseer una natura­leza totalmente benéfica o totalmente perjudicial, pueden resultar dignas de encomio o condenables desde un punto de vista moral, dependiendo de su carácter específico y de las circunstancias par­ticulares del caso. Pueden ser encomiables por su moderación y por la consideración que ello impli­ca hacia valores ajenos a la seguridad; por el con­trario, pueden ser condenables al no brindar una protección adecuada a los valores nacionales. Nuevamente, en algunos casos se les puede elo­giar por el miramiento que muestren hacia los intereses de otros, en especial de los países me­nos poderosos, pero también reprobar por la manera imprudente con que se arriesgan los va­lores nacionales en aras de alguna quimera. El nivel del objetivo cae bajo el juicio moral por resultar demasiado ambicioso, egoísta y desa­fiante, o por ser inconvemente: y los medios empleados por provocar el sacrificio innecesa­rio de otros valores, o por ser ineficaces. Esta amplísima variedad que surge de la multitud de variables que afectan al análisis de valores tor­na imposible, y de hecho inútil, el realizar un juicio moral, sea positivo o negativo, de la "po­lítica de seguridad nacional en general".

En materia de políticas de seguridad, es esa falta de homogeneidad moral la que justifica los ataques que se emprenden contra el llamado moralismo, aunque no contra la evaluación mo­ral. Se adopta el "enfoque moralista" para es­grimir una condena absoluta contra cualquier interés por la seguridad nacional --como expre­sión del egoísmo nacional- o conm cualquier política de seguridad que se sustente en el po­der coercitivo, y por tanto nocivo. En aparien­cia, el exponente de tal "moralismo" sostiene que actualmente se puede lograr la seguridad de todos los pueblos mediante el empleo exclu­sivo de medios "bondadosos" v altruistas, tales como la conducta modelo y lá persuasión , un

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espíritu de conciliación, una organización inter­nacion:ll o un gobierno mundial. Si en realidad existen idealistas utópicos que se aferren a esta noción, y que ejerzan influencia en el ámbito político, resulta indispensable continuar con nuestra labor de desengañarlos de tan riesgosas ilusiones.

Sin embargo, cabe enfatizar que la línea con­traria del debate, misma que sin tomar en cuenta ninguna circunstancia especial alabaría cualquier acción que sirviera a la seguridad nacional o, de manera más precisa, cualquier medida que con­tribuyera a aumentar el poder nacional de resis­tencia, es igualmente culpable de la aplicación de principios morales simples y abstractos, y de no juzgar cada caso de modo realista con base en sus méritos.

En conclusión, puede decirse que las adver­tencias normativas referentes a la conducción de una política exterior guiada exclusivamente por el interés de seguridad nacional no son me­nos ambiguas ni engañosas que la afirmación de hecho concerniente al comportamiento en el

pasado, discutida en líneas anteriores. Para que tales advertencias comporten cierto significado, deben especificar el grado de seguridad al que una nación debe aspirar, así como los medios pertinentes para su consecución de acuerdo con las circunstancias imperantes. En algún caso, se­ría recomendable convocar a la suma de esfuer­zos y a la adquisición de más armamento; en otros, resultaría igualmente conveniente y acon­sejable desde un punto de vista moral el lanzar un llamado a la moderación y a una mayor de­pendencia de medios ajenos al poder coerciti­vo. Dado que el péndulo de la opinión pública se desliza con demasiada facilidad de la compla­cencia extrema al recelo exagerado, de la confian­za utópica y desmedida en la "buena voluntad" hasta la fe traicionada en el empleo de la fuerza absoluta, es muy importante permanecer aler­tas ante cualquier simple panacea incluso aquella que se ostenta bajo el disfraz realista de una po­lítica guiada exclusivamente por el interés de se­guridad nacional.

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20. Simulación y "realidad": en busca de validez

HAROLD GUETZKOW Y JOSEPH J. VALADEZ

.. . Una construcción simulada no es sino teo­ría. No ofrece ninguna clase de atajo o de vere­da mágica hacia la "comprobación" de la validez de los componentes verbales y matemáticos que la integran. Por tanto, es necesario un análisis sistemático del grado de congruencia que exis­te entre los estudios empíricos de los procesos mundiales y las simulaciones de relaciones in­ternacionales. Este ensayo pretende realizar un examen de este tipo.

Condensado de Simulated International Processes: Theories and Research in Global Mo­deling, de Harold Guetzkow y ]oseph J. Val a­dez, editores. (Beverly Hills, California: Sage Publications, 1981), pp. 253-327. Copyright © 1981, Sage Publications, lnc. Reimpreso con autorización del editor y de los autores . El pre­sente ensayo es versión actualizada y revisada

.de "Sorne Correspondences hetween Simula­rions and 'Realities' in lnternational Relations" de Harold Guetzkow, editada por Morton A. Kaplan. en Ne/(' ApproClcbes ill IlIterllCltiolla/ Re/atioll.\' (Nueva York: Sr. Martin's Press, 1968), pp. 202-269. Este extracto contiene únicamente algunos de los hallazgos emitidos por el INS . y ninguno lk' los más recientes reportados por el IPS y por

, el SIPER. Notas al calce y referencias seleccio­nadas suprimidas .

Inclusive es conveniente emplear la defini­ción de simulación de los procesos conductua­les publicada tiempo atrás: "representación operativa, en forma reducida y/o simplificada, de las relaciones existentes entre unidades socia­les (o entidades) mediante partes componentes simbólicas y/o réplicas" (Guetzkow, 1959:184).

Dentro de esa perspectiva de que la simula­ción es teoría operativa, emprendamos nuestra tarea medular: ¿Hasta qué punto se verifican las simulaciones de los procesos internacionales? ..

SIMULACIÓN INTERNACIONES

"Los responsables de la toma de decisiones y sus naciones"

Al someter a consideración a los" responsables de la toma de decisiones y a sus naciones" , cabe analizar en primera instancia a aquellos indivi­duos que dentro de la simulación internaciones, fungen como substitutos de los responsables de la toma de decisiones a nivel mundial. Ensegui­da, se centrará la atención en estos seres hu­manos congregados en grupos, a la par con los

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programas políticos, económicos y militares que, en conjunto, funcionan como organismos re­presentativos de la nación-estado.

Seres humanos como substitutos. Dadas las numerosas dificultades en la programación de la toma de decisiones dentro de una nación, así como el desarrollo alcanzado en la actualidad por lo que respecta a la "inteligencia artificial" ... se emplean humanos en la simulación internacio­nes para que ellos se ocupen de estas acti­vidades ...

Características personales. Michael]. Driver (1965, 1977) expone lo que se podría calificar de prueba más centrada y disponible sobre el impacto del estilo personal en los resultados ge­nerados por los seres humanos que integran las unidades de toma de decisiones incluidas den­tro de la simulación inte,rnaciones ... Richard ., A. Brody (1963) y Driver seleccionaron a 336

. participantes para sus dieciséis series de simu­laciqn, bas~ndose ek la ,s~mplicidad/~omplejidad bolgnosb tiva de cada indiv·duo. Dr,iyer descu­

'Dri6~gW:J ¡'9~ JresultaHbs obteniClos de, estudiaÍl.-, tl~~ de¡pIHPl?;_añqs g,rf~uados ,die p're'p~rajpria que desempenaron el papel de responsables'de tom (de rdecisidn~s erl sJ jnves'tigación e¡an ;., VJ j' (1 l I , . ) "

copgruen es rw n los hallazgos,obtem,dos ,yc¡. n}l-merosas si uaciones de otra mdole (Har,,¡ey y

; coiagóradores, i961;) chroder y. colabbrádQres, 1'967). p( river (19 7; tabla 13:1';"342) ¡observó

.. J ll~~ ~ '" 1

que los substitutos que poseían estructuras con-ceptuales menos complicadas -determinacIas en un examen previo- tendían a involucrar a sus naciones en un c0mpo~tamiento de carác­ter más agresivo que aquéllos con estructuras conceptuales más complejas y abstractas (X 2 = 7.1 ~ * P < .005; clasificación de .~orresponden­cia: considerable).

¡Heqnann y colaboradqre~ (1~74) investiga­ron esta misma característica durante un estudio

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de t,ama ge d.ec~siones e,f\ reacción a un ataque no, identificado. Los simuladores plantearon la hipótesis de que I~ co~pl~jid~,d¡ cogñ9s~itiva de los 325 oficiales participantes d,e la Arn}ada de los EE.L'L'. se relacionaría a la inver:sa con la deci-

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sión de contraatacar a un supu~sto enemigo. Tal

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predicción demostró congruencia con la con­clusión de Driver de que aquellos individuos con estructuras cognoscitivas menos complejas tienden a mostrar una conducta más agresiva que los pensadores capaces de elucubraciones más complejas. La correlación, aunque resulta en la dirección predicha (~ = - .13 , b = - .12 , s = .15, t = ,84,df= 11/27),fuedébil'(c1asifi­cación de correspondencia: escasa). '

El éxito alcanzado por Suedfeld y sus asoCia­dos en lo referente a la adaptaCión de conceptos y técnicas de complejidad a mateiiales históri­cos y de archivo '(Suedfeld y 'TetIock, 1977; Suedfeld y Rank, 1976), ofrece-una base mayor de confianza ep la homoll)orfía de la simulación y los matedales de referencia"aportados por Dri­ver y PQr los Henna'nn. "La complejidad de los mensajes emitidos p_or líderes gubernamentales fue considerablemente inferior en el tranScurso de,aquel as crisÍs ~u Aesecibocaron en conflic­to {bélico" (SuedfelO -y' rétlóck, '1977; 169),

Asimismo, es factible identificar con precisión el funcionamientO l~e las ~aracterísticas persona-les ~~' lo~ iJ,g~,d~e(?<~~?t~9~i~ff',\á~·J.!tPHI~t¿o~Fs,

,..t?n.to en teh1i\~9~ ' ~r up,.. ~\gnJHq;to,5fpefl~~~g.de j~a g~sll~~ g .r~pr~t\ª~O, .. ep..t,1<r~9;1,s,erA~ 'i'1 ~n;?r preplO'¡ y ~e; ,~;.~,c.yfp~jl~ffm~rq, ~ ~91~r9 ~,9 tG,r-ml~9~ '?~ i~qa !~llmf(<;lQ~ ;e~ p,~f\t C;VI¡tF~ ,q~l~~.da-

.,\S,f;. ~n~l~ " .H~(l ~l~r~~itensp\~)s. i l?er~I0p.~1~~ ')~e f~laCl?nR~ ~n!!!A.;u,r¡.rl~~~1 ERR-r l,qs. ~ro.pe~J~wn­to~ ~u~ .!OS.m~l~l¡;t o~ laqopt~n¡p~r~\ tV:~n,~}W lí1s cnSlS .. . Margaret G. lIerm¡mn (19?5) ,repro­dujo algunos aspectos de dithós fenómenos (La­zarus y Baker, 1956) gue se vinculan con el

.a.mq~\ p~9Pio .Y'.I~~i~ti~4~\9~t~n,~iyá: L,b ~ante,rior es patente en la. observa0ión. que realizó de 163 'oficiales de la Armada de los RE. UD-. (emad Pf0-tnedib, 32:5 ands), quiéneS se encargaron de la tOIll~; de decisi.on~s' ~n once réFIi~as, dé una simu­laCiol1·de ela,boracion de pohticas en ~stado de crisis (c. F. Herman(l, 1969: capítul@ 3). Entre muchos ottos resultados, Hermann descubrió que a medida que se acrecentaba el sentimien­to negativo producido por la crisis simulada, los responsables de toma de decisiones con altos índices de amor propio y de actitud defensiva ("evasores") reducían sus intentos de procurar apoyo de otras naciones, así como su búsqueda

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Simulación y "realidad "; en busca de validez 181

de información en torno a la amenaza. De ma- en el manejo de información realizado por 185 nera inversa, aquellos que presentaban bajos ín- estudiantes universitarios, agrupados en cator­dices de amor propio pero un elevado grado de ce equipos a los cuales se les asignó la responsa­actitud defensiva ("afiliadores") redoblaban tanto bilidad de tomar decisiones. Asimismo, mediante sus esfuerzos de asociación como su búsqueda el uso de las mismas mediciones de personali­de información (M. G. Hermann, 1965: 73). .. dad empleadas por Driver en sus operaciones de Los resultados tienen importancia estadística simulación internaciones con la colaboración (F = 43.7 * *; clasificación de correspondencia: de Brody, los investigadores obtuvieron dife­considerable). renci;¡s contundentes e importantes, desde el

Se ha descubierto que el amor propio, inde- punto de vista estadístico, de los efectos que pendientemente de la actitud defensiva, se en- ejerce la crisis en la forma en que los substitu­cuentra vinculado con una conducta evasi-;a tos de estilo estructural complejo manejan la (Hermann y Hermann, 1967; Bldek y Thomas, información en comparación con aquéllos de 1955; Cohen, 1959; Leventhal y Perloe, 1962; , estilos estructurales simples ( ... clasificación Silverman, 1964). Hermann y colaboradores de correspondencia: considerable). (1974) analizaron dicha característica de la perso- ,,- En consecuencia, en el marco de dos simu­nalidad en un grupo de oficiales de la Armada de laciones que ofrecían tanto situaciones comu­los EE.UU., en relación con la determinación nes y corrientes como críticas, los responsables de contestar un ataque simulado no identifica- substitutos de la toma de decisiones se condu­do, con un contraataque nuclear. Ante la predi- jeron de modo similar al de otros individuos en cción de que el amor propio se relacionaría de estudios de campo y de laboratorio. Al final, em­manera inversa con tal decisión, los simulado- pero, puede resultar conveniente el empleo de res monitorearon aproximadamente diez series substitutos que presenten las mismas caracterís­de simulación internaciones que se llevaron a ticas de actores internacionales específicos, pa­cabo en el Centro de Entrenamiento Naval de ra que trabajen en los esfuerzos de la simulación los Grandes Lagos. Los resultados estadísticos internaciones. M. G. Hermann llevó a cabo una ofrecieron un apoY() contunelentl' a esta hipl')· tentantiva de abarcar absolutamente toelos los tesis (~ = - . .1 '). b = -.:i). s = . 1.1 . t = 2. ')(). rasgos de personalidad de los participantes (Her­df = 6/)2 . P < .OS; clasificación ele correspon- mann y Hermann, 1967), mediante el empleo dencia: considerahle; Herl11ann y colaborado- de un instrumento semántico diferencial y del n:s . 1<.)"'-1: HH). California Psychological Inventory (CPI) -In-

Por lo que respecta al trabajo de campo y de ventaría Psicológico de California-, mismo que laboratorio reportado por Harold M. Schroder proporcionó un perfil de aproximadamente trece y colaboradores (1967), se han obtenido hallaz- rasgos en una simulación disfrazada de las activi­gas similares a los descritos por los Hermann dades emprendidas dentro de y entre aquellas en una "situación de jugada táctica" -que cier- naciones que participaron en la Primera Guerra tamente resulta menos rica en matices que la si- Mundial durante el verano de 1914. Hermann, mulación internaciones- donde se creó una quien trabajaba como psicóloga clínica, preparó condición Lle crisis mediante un incremento perfiles de personalidad por cada uno de los diez considerable en las cargas de información. Va- actores que destacaron en la crisis de 1914, con tiéndase de tres distintas mediciones de manejo base en correspondencia personal, materiales de información (búsquedas de información de- autobiográficos y biografías. Posteriormente, legadas; búsquedas de información iniciadas por comparó dichos peífiles con aquéllos de los par­cuenta propia ... y utilización de información ticipantes potenciales; así, seleccionó a diez de investigada, integrada en tomas de decisiones entre 101 graduados de estudios superiores dis­subsecuentes), Streufert y colaboradores (1965) ponibles para servir de substitutos. Los hallaz­obtuvieron un impacto de fuerte significación gas obtenidos a partir de este estudio piloto son estadística dt los niveles ele carga inform;:ti\'a por demás significativos: El trahajo realizado

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con los participantes más semejantes a los actores (operación M) se aproximó más a un resultado similar al desarrollo de los acontecimientos his­tóricos descritos por el historiador Luigi Al­bertini (1953) que el trabajo con un segundo grupo (operaCión A), que conjuntaba a otros diez substitutos seleccionados con menor seme­janza comparativa que aquéllos de la operación M (clasificación de correspondencia: regular). Un estudio de validación de carácter más defi­nit~vo, que comprenda todas las características personales cruciales y clave de los políticos que actúan en el escenario internacional, aguarda a la producción de investigación comparativa en los materiales de referencia ....

Hasta este momento, nuestro estudio del fun­cionamiento de las características personales en la simt.:lación internaciones se ha centrado en el efecto que éstas tienen en los resultados obte­nidos con los substitutos. Cabe mencionar que también será interesante saber hasta qué grado los procesos mismos que producen las conse­cuencias son de índole homomórfica en rela­ción con aquellos que crean los resultados en el sistema de referencia. ¿Acaso se están pro­duciendo resultados "correctos" por razones "equivocadas"? Existen tres investigaciones fun­damentales que examinan el modo en que los procesos de percepción intervienen en el efec­to de las características personales sobre los.re­sultados de la simulación .

1. MichaelJ. Shapiro, a través de algunos es­tudios realizados por diversos investigadores en torno al presidente Woodrow Wilson y al se­cretario de estado John Foster Dulles, dedujo que sus estilos personales ejemplificaban las re­laciones que frecuentemente se dan entre la ri­gidez cognoscitiva y una tendencia a percibir los conflictos en términos más morales que fun­cionales, ya ser relativamente renuente al cam­bio. Haciendo uso de las mediciones de estilo cognoscitivo trazadas por Driver y derivadas de la Escala F de Adorno/California y del Situational Interpretations Test (SIT) -Test de interpreta­ción de situaciones- de Schroder/Streufert (1966: tabla 1; 10), Shapiro procedió a verificar si esos mismos procesos comportaban validez

dentro de estas simulaciones Brody-Driver. Des­cubrió que la rigidez cognoscitiva mostraba una correlación significativa (r = .51 * * para la Es­cala F; r = .69* * para el SIT) con la forma en que 336 estudiantes de segunda enseñanza -en cali­dad de participantes- evaluaron los estímulos ambientales en categorías morales, tal como lo revela la codificación de mensajes generados en el transcurso de la simulación. Sin embargo, también descubrió que ninguna medición de ri­gidez mostraba correlación con la firmeza de creencias y de actitudes sobre los responsables de toma de decisiones en otras naciones (las r dieron - .01 Y .12 respectivamente; clasificación de correspondencia: regular, 1966: tabla 2; 12).

2 .. . Driver (1977) logró medir los cambios registrados en la dimensionalidad de la per­cepción de los encargados de tomar decisio­nes, cuando pasaban de una situación común a situaciones tensas y hasta peligrosas en la si­mulación de 112 naciones, dentro de la inves­tigación que realizó en colaboración con Brody (1963). En correspondencia con los hallazgos de situaciones de laboratorio y de campo, en­tre los cuales se incluyeron aquéllos analizados en los estudios de desastres naturales (tales co­mo brotes de pánico en incendios e inundacio­nes), Driver observó que la dimensionalidad de

. las percepciones de los 336 estudiantes de pre­paratoria que se emplearon como substitutos cambiaba siguiendo un parámetro curvilíneo. de simple a más complejo a menos complejo, a me­dida que la situación internaciones se desplazaba de la interacción cotidiana hacia el conflicto, pa­ra desembocar en guerra (Schroder y colabora­dores, 1967: 66-81 ; Driver, 1977: 353). Driver descubrió que incluso el contenido de la estruc­tura, en términos de cuál de las otras naciones era percibida como similar o diferente de las de­más, variaba a medida que se trazaban las dis­tinciones entre naciones en razón de dos a tres dimensiones, luego de tres a cinco, para ser reducidas nuevamente a dos o tres. Por ejem­plo, Driver (1962 : 243) observó que "en primer lugar, las dimensiones del poder económico se transforman en poderío militar, y finalmente el conjunto es sustituido totalmente por intereses

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de alianza a medida que se condensan los nu­barrones de guerra" (clasificación de correspon­dencia: considerable).

3. Siguiendo un procedimiento totalmente distinto, C. F. Hermann obtuvo resultados que convergen con los hallazgos de Driver, yobser­VÓ que tanto en la situación de crisis como en ausencia de ésta persistía una tendencia entre sus oficiales de marina -leve, pero importante desde un punto de vista estadístico- a "perci­bir todo acontecimiento como si éste implicará varias alternativas distintas, o sólo una o dos" .. . pese a que la codificación de contenido no reveló tales diferencias en la frecuencia de alternativas encontradas en los mensajes y las declaraciones realizadas en conferencias que se intercambia­ron durante el transcurso de la simulación (Her­mann, 1969: 171). Hermann, en los ejemplos que extrajo de la literatura que versa sobre la conducta de los políticos responsables de la toma de decisiones en estados de crisis internacional, emitió una lista de observaciones (1969: 161-165) que también son congruentes con los hallazgos de Driver (clasificación de correspondencia: re­gular).

En cada una de estas tres series de hallazgos, hay pruebas convergentes en alguna medida so­bre el modo en que los procesos de percepción funcionan en los responsables substitutos de la toma de decisiones dentro de las actividades de la simulación internaciones. Se revelan dos pro­cesos: la correlación que presenta la rigidez cog­noscitiva con el grado en que los participantes evalúan los estímulos ambientales en categorías morales, y la tendencia a reducir la riqueza per­cibida de la situación en crisis. Los datos de referencia que se emplearon para trazar las com­paraciones con las simulaciones consistieron en materiales de casos y observaciones anecdóticas. La evidencia ejemplifica aspectos muy limitados de los fenómenos de percepción, pese a que los responsables de la toma de decisiones, tanto de categoría común y corriente como política, fue­ron comparados con los su bstitutos. Jervis (1976) integró una codificación de percepciones y de percepciones equivocadas en el ámbito de la política internacional, tan pronto como se em­prendieron los estudios recientemente citados.

Su empleo tanto de experimentos de laborato­rio como de casos internacionales resume prue­bas valiosas de la manera común en que los "procesos de percepción" funcionan en el ser humano, ya sea que el individuo se encuentre en el laboratorio (de simulación) o en el servi­cio exterior. Dentro de tales confines, parece ser que los resultados derivados de las caracte­rísticas personales se producen cuando menos por algunas de las razones "correctas" . . ..

Grupos y programas substitutos como "naciones". Al realizar una evaluación de los "responsables de la toma de decisiones y de sus naciones", es útil no sólo considerar a estos individuos per se sino también explorar simul­táneamente la forma en que operan los substi­tutos cuando se les reúne en grupos de toma de decisiones, así como la forma en que las con­secuencias de sus decisiones se programan como resultados de sus naciones. "Los componentes individuales y de grupo de la simulación interna­ciones se entrelazan en un modelo de operación mediante procesos interactivos, autoevolutivos, tanto estructurados como libres. En general, se emplean conjeturas programadas para sentar las bases de la simulación, mismas que ofrecen a los responsables de la toma de decisiones lineamien­tos de operación mediante los cuales pueden ma­nejar aspectos políticos, económicos y militares de sus naciones" (Guetzkow, 1981b: 64). Ahora procedamos a examinar algunos aspectos de la validez de los procesos qt:e se registran en di­chas "naciones" dentro la simulación ....

Características de organización: Gru­pos de toma de decisiones y sus respectivas funciones. Crow y Noel (1977: 400-401), en su East Algonian Exercise, demostraron los efec­tos que produce un contexto organizativo en los responsables de las decisiones, al menos en un experimento relacionado con un resultado -el nivel de respuesta militar que se emplea para con­trolar una insurrección militar simulada. Aqué­llos con preferencias de alto riesgo, respondieron a lo largo del experimento en un grado más ele­vado que aquéllos con preferencias de bajo ries­go (F = 9.27**, df = 1/24). Sin embargo, en ambas instancias, a medida que el individuo se

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desplazaba de una toma de decisión privada ha­cia una situación en la que había altas probabi­lidades de ganar la guerra, pero donde debía entrar en consenso con otros tres "líderes su­premos de Algo, todos ellos con igual rango de autoridad y de responsabilidades" (1977: 387), se verificaba una reducción en el nivel de res­puesta (F = 4.29 * , df = 1/24). Algunos autores dedicados al ámbito político (por ejemplo Ache­son, 1960; Neustadt, 1960) sostienen que un sistema de comité tiende a "inhibir la innova­ción, la audacia y la creatividad, lo cual da por resultado que toda decisión se convierta en un consenso o en un compromiso fundamentado en el mínimo común denominador de concer­tación" (Crow y Noel, 1977: 396). Henry Kis­singer (1962: 356) especula al respecto que: "el sistema da prioridad a la evasión del riesgo y no a la audacia de concepción".

En otros dos experimentos de Crow y Noel incluidos en el East Algonian Exercise, donde se compararon los niveles de respuesta militar obtenidos mientras se sometían a consideración los juicios "pregrupo" individuales con los re­sultados del consenso de grupo, no se registra­ron efectos preclaros procedentes del contexto organizativo, pese a la similitud que guardaban estos experimentos con el anteriormente deta­llado. En uno de ellos, se presentó un efecto de interacción entre la situación simulada y el con­texto organizativo, pero en dirección contraria. Cuando a los responsables de tomar decisiones se les presentaba un oponente de característi­cas altamente agresivas, los primeros adoptaban súbitamente una respuesta militar de mucho ma­yor nivel (F = 11.1 * , df = 1/20) como resultado de una decisión de grupo -en el experimento que nos ocupa, se elevó de 7.4 a 9.2 (1977: tabla 15.4; 401)-, resultado diametralmente opuesto a la especulación verbal que impera en­tre los estudiantes de política. No obstante, tales hallazgos son congruentes con los resultados de los experimentos sociopsicológicos realizados por M. A, Wallach y N, Kogan (1965), donde las discusiones de grupo permiten los cambios ha­cia la aceptación de mayores riesgos, dado que "cada individuo puede sentirse culpable, fuera de proporción alguna, del posible fracaso de una

decisión arriesgada" (Crow y Noel, 1977: 396; clasificación de correspondencia: incongruen­te). Ambos resultados pueden ser sometidos a evaluación, aunque las limitantes de ambos cri­terios crean cierta incomodidad: es decir, la na­turaleza no sistemática de la observación de campo, y la falta de "riqueza" en el laboratorio.

Los resultados de simulaciones reportados por Hermann y colaboradores (1974: 89) tienen ma­yor congruencia con los de estos experimentQs sociopsicológicos, De acuerdo con los hallaz­gos de Kogan y Wallach (1967), los simulado­res esperaban que quienes tomaban decisiones en grupo presentaran menor disposición a reac­cionar con agresividad a un ataque no identifi­cado, y que aceptaran el riesgo de la demora. El análisis estadístico de los resultados de la simu­lación no contradijo la hipótesis de que los gru­pos mitigan una toma de decisiones de carácter agresivo({J = -,32,b = .31,s = ,12,t = 2.61, P < .05; clasificación de correspondencia: con­siderable, , ,),

En su estudio de simulación de crisis en la elaboración de políticas externas, C. F, Hermann (1969) sondeó la evolución del consenso dentro de sesenta y seis grupos de toma de decisiones en once series de una simulación internaciones, donde los participantes fueron elegidos entre oficiales de la Armada de los EE.UU. (véanse las páginas 314-321). Adoptando un "procedimiento de suceso y decisión", Hermann (1969: 206-207) se dirigió en varias ocasiones a sus partici­pantes inquiriéndoles si consideraban que alguna crisis que ellos "hubieran experimentado en el pasado reciente o en el presente" había provo­cado que los objetivos de la nación fuesen "más fáciles o más difíciles de alcanzar", clasificados los objetivos bajo los rubros de "ejercicio de un cargo", "creación de alianzas" y la capaci­dad para "preservar a la nación como unidad separada" , Aunque el citado experimentador no exigió que se realizara una decisión de grupo tras un debate exclusivamente centrado en el rcma. como SlIlTdi{l cn el EaSI AIgonian Excr­cisc conducido por Crow y Noel (1977), la crisis indujo a un consenso significativamente mayor, lal como lo demostró el acuerdo al que llegaron tres o cuatro funcionarios ele cada nación, según

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el cual "se habí:1 dificultado la consecución de una o más metas" (1969: 159). Dentro de un conjunto de cuarenta y ocho ejemplos de cri­sis opuestos a otros tantos de sucesos no críti­cos, el consenso reinó en dos terceras partes de las situaciones no críticas; el consenso experi­mentó un incremento considerable (X 2 = 7.2, p. = .(04) por lo que respecta a ];¡s situaciones críticas, llegando al 100 por cient( l (1969: tabla 18; 159). Hermann, al argumentar sobre su hi­pótesis que dicta que "En la crisis, al contrario de lo que sucede en ausencia de crisis, se incre­menta la frecuencia de consenso entre los en­cargados de tomar decisiones en cuanto a los objetivos nacionales que resultan afectados por dicha situaci(l!l" (Hermann, 1969: 15~-157), se-11ala que la literatura general en torno a los con­flictos , (Mack y Snyder, 1957: 234) documenta dicha tendencia hacia el incremento del consen­so, lo mismo que la literatura que versa sobre desastres (Thompson y Hawkes, 1962: 278) y los estudios de casos específicos ele la toma de decisiones de los EE.llll. en las crisis de CO("(~: I (Snyder y Paige, 19~8 : 375) y Cuba (Larson, 1963: 225) (clasificación de correspondencia: regular).

La relación entre condiciones de crisis y pro­cesos de comunicación intragrupos fue inves­tigada de manera Inás exhaustiva por Robinson \' colaboradores (1969), en su estudio de varia­hles intercurrentes que ejercían influencia en el consenso de grupo, realizado en dos escenarios de simulación internaciones -en la Estación de Entrenamiento Naval de los Grandes Lagos y en el Instituto Occidental de Ciencias de la Con­ducta -yen el juego político MIT, integrado en su totalidad por individuos. Lis acciones <.k búsqueda de información y de alternativas son típicamente características de la toma de deci­siones ... ; los simuladores csperahan que la pre­sión de tiempo que awmpai'la a 1;ls situaciones de crisis pudiera inhihirlas \. contrihuir a acele­rar la decisi()n de grupo. Se sugirió que esta to­ma de decisiones quiz:í Sl' fundamenl:lr:¡ en UI1

sistema de inteligencia deficiente. 11l\Tstigal'io­nes pre\'ias han llegado a la wnclusiún de que una de las ramlll's por las cuales se limiu la b(¡squed;¡ de proccdimientos altern:lIims lk

acción en las situaciones críticas es tri ha en que los encargados de las decisiones tienden a una satisfacción más prematura que en épocas de es­tabilidad (Simon, 1957; March, 1962). Pese a que el juego MlT produjo resultados carentes de im­portancia (Xl = .10, n.s.), ambos estudios de simulación internaciones rindieron hallazgos co­rrespondientes a la investigación empírica, que sugirieron que en tiempos de crisis se reduce la búsqueda de procedimientos alternativos de acción (Grandes Lagos: Xl = 4.22, P < .05; IOCC :x2 = 13.60 P < .01; clasificación de co­rrespondencia: considerable). En medio de una situación de crisis, los líderes nacionales perci­ben menor número de alternativ:ts disponibles (Snyder y Paige, 1958; Holsti, 1956). Esa mis­ma reducción se registró en los estudios de si­mulación (Grandes Lagos: X2 = 5.62, P < .01; IOCe: X2 = 9.77, P < .01). Al igual que en los resultados previos, el juego MIT expuso ha­llazgos carentes de importancia (X 2 = .10, n.s .; clasificación de correspondencia: considerable).

Como parte de las condiciones de puesta en marcha dentro de la simulación internaciones, se designan papeles a desempeñar en cada grupo responsable de la toma de decisiones que afec­tan a la nación - procedimiento que contrasta con la acostumbrada práctica del RAND/MIT, en donde cada "equipo" opera sin asignar activi­dad alguna a los participantes de sus ejercicios políticos militares. De esta manera , en la simu­lación internaciones se lleva a cabo un intento de inducir a una " división del trabajo" entre los participantes, con el fin de que cada posición cobre su propia perspecth'a , tal como sucede ordinariamen te entre los funcionarios de las burocracias (I\atz y Kahn, 1966: capítulo 7, 1-1 -108). En consecuencia, el grupo -en su cali ­dad de substitlltq- tiende a adoptar en menor medida esa función de grupo reducido, "cara :1 cara" y, por d contrario, adopta algunas de las características de una organización (Guctz­km\' \' Bm\TS , 105-').

El 'estudio dc etnoccntrismo realizado por I)ruckman (1 %~, 1 t)H() l, indio') que aquellas telldenci:ls a los" sesgos" cllcontradas en estu­ditlS de I:Ihor:ltorio \. de campo (I{osenhlatl. It)(H) se rl'gistr:lI1entre los distintos rll!ts que

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186 Explicaciones sobre política exterior

integran la simulación. Por ejemplo, se descu­brió que aquellos que desempeñaban los pape­les de nivel inferior dentro de los grupos ejecutivos simulados de toma de decisiones en el WINSAFE 11 (Raser y Crow, 1964) -y parti­cularmente el tomador de decisiones marginal que aspiraba a un cargo público- eran los que "mostraban disposición más favorable hacia el grupo interno, así como una disposición menos favorable hacia grupos totalmente externos, alia­dos y enemigos por igual" (Druckman, 1968: 62). Siguiendo el mismo tono, y guiado por ob­servaciones trazadas por Gordon Allport, Leo­nard Berkowitz, Robert Hamblin y George Homans, Druckman (1.968: 61) expuso la teo­ría de que "el rol con mayor número de con­tactos internacionales con miembros contrarios del mismo nivel. .. debería ser el menos etno­céntrico". Así, Druckman descubrió que "el mi­nistro del exterior o el líder de decisión externo era el papel menos etnocéntrico (1965: 124-125; cf. Druckman, 1968: 62). El líder de decisión externo confería a su propio grupo un rango menos favorable y, por el contrario, a los alia­dos y enemigos de grupos exteriores, el rango más favorable (clasificación de corresponden­cia: considerable). Por ende, las diferenciaciones de papel en la simulación internaciones pueden ser homomórficas en relación con aquellas que se registran en los organismos gubernamenta­les que se encargan de la toma de decisiones concernientes a países que integran el sistema internacional, pese a que un estudio (Argyris, 1967) realizado dentro del Departamento de Es­tado de los EE.UU. no arroje ninguna prueba directa al respecto ...

EPílOGO

Dado lo escueto de nuestras evaluaciones de co­rrespondencia entre los resultados de las simu­laciones y los materiales de referencia, se llega fácilmente a la conclusión de que nuestra lista de congruencias no es sino un primer paso en la empresa de realizar estimaciones adecuadas de la "alidez ilwolucrada. Bajo la perspectiva de un análisis filosófico sofisticado . .. nos reconforta

observar que " .. ,Estas hipótesis se fundamen­tan en una generalización inductiva en bruto, pero constituyen el punto de partida lógico, La naturaleza de cada una de ellas es bastante in­cierta, por lo poco convincente que resulta la inducción por ennumeración que la sustenta, pero es factible que las inferencias más elabo­radas que se darán en el futuro estén mejor fun­dadas . A medida qUe se acumula la evidencia y que se llevan a cabo más inducciones, los re­sultados se establecen de manera cada vez más firme" .(Salmon, 1967: 131 -132). Podemosabri­gar la esperanza de que otros entusiastas se unan a nosotros para hacer frente a los sorprenden­tes desafíos que nos ofrecen nuestros proble­mas de validez, y rompan las barreras de la simple ennumeración.

Ahora que aparentemente hemos entrado en una era en que la construcción y la aplicación de simulaciones florecen, ¿"caso no ha llegado tam­bién la hora de refinar métodos que contribuyan a que nuestros modelos -aún rudimentarios­incrementen su validez? Una vez que concluyó el proyecto de Procesos Internacionales Simu­lados (véase Guetzkow, 1981 a), la Northwestern University dio inicio a un segundo proyecto, llamado Computer Simulations for Decision Making in International Affairs (CSDMIA) -Si­mulaciones Computarizadas para la Toma de Decisiones en Asuntos Internacionales-, cuyo objetivo es precisamente lograr ese refinamien­to. Mediante la construcción de simulaciones modulares, es factible formular y refinar de ma­nera individual los diversos componentes que integran los procesos de las relaciones interna­cionales, "Una vez analizados, estos 'minimódu­los' reciben la especificación de módulos de simulación computarizada operables tanto de ma­nera independiente como dentro del contexto de un marco de simulación más integral, es decir, el SIPER de Bremer" (Guetzkow y colaborado­res, 1977: 6). Cada minisimulación constituye una mini teoría; mediante la experimentación, se puede refinar cada una de ellas de manera individual. ¿Será posible que dicho esfu erzo in­cremente la validez genera! de la simulación en su totalidad, pese a la dificultad planteada por Bre­mer en su empleo de una estrategia comparable

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Simuiación y "realidad"; en busca de validez 187

hasta cierro punto en el ámbiro económico del SIPER?

No obstante, roda mejora y extensión de las simulaciones existentes depende de la maestría con la que nuestros colegas asuman la responsa­bilidad de validar su obra. Hasta la fecha, los constructores de simulaciones han dado mayor énfasis a la empresa de elaborar modelos -en la que el investigador hace las veces de artista-, en vez de participar más en la verificación de correspondencia entre las simulaciones y sus res­pectivos sistemas de referencias, como incumbe de hecho al estudioso que funge como científico social, o como centro de influencia política. Di­cha obligación, empero, no recae exclusivamente en el simulador. Tal como señaló Morton Gorden (1967), el teórico verbal comparte las mismas obligaciones. El día en que simulador y teórico verbal fundamenten su trabajo en materiales em­píricos, estarán en posibilidades de conjuntar fructíferos esfuerzos con teóricos matemáticos y de simulación para la construcción de mode­los homomórficos del sistema internacional que guarden cabal fidelidad con la realidad. Enton­ces sus construcciones representarán al mundo de manera más adecuada, como es actualmen­te y como puede evolucionar mediante futuros alternativos simulados, desentrañando las "rea­lidades" de las décadas por venir.

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• Las obras marcadas con asterisco indican es­tudios relacionados con el proyecto de Proce­sos Internacionales Simulados de la Northwestern University .

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21. Cómo aprenden de la historia quienes toman las decisiones

ROBERT JERVIS

¿Cómo influyen los acontecimientos del pasado en la percepción actual? Algunos han manifesta­do que no ejercen influencia alguna. A. J. P. Tay­lor dice que "los hombres se valen del pasado para apuntalar sus propios prejuicios". Stanley Hoffmann concuerda con John Fairbank, con respecto a que los norteamericanos tienden a usar la historia como un "paquete sorpresa del que cada defensor extrae una 'lección' que le permita confirmar su teoría". Herbert Butter­field, por su parte, argumenta que "Aquellos que [en 1919] hablaron de 'evitar los errores de 1815', estaban esgrimiendo la historia para rati­ficar los prejuicios que ya manifestaban" . Desde tal perspectiva, las experiencias internaciona­les no afectan a la percepción de los estadistas. Por el contrario, sólo se hace referencia a las analogías para reforzar creencias y preferencias

Condensado de Perception and Misperception in International Politics, de Robert Jervis, pp. 217,228,230-233,238-239,253,261,266-269, 281-282. Copyright © 1976, Princeton Uni­versity Press. Reimpreso con autorización de la Princeton University Press y del autor . Notas al calce suprimidas .

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preexistentes . El presente capítulo se dedica a exponer la falsedad de dicho argumento. Aque­llo que uno aprende de los sucesos clave de la historia internacional se convierte en un factor fundamental para determinar las imágenes que conforman la interpretación de la información que se recibe. Si la historia exclusivamente re­forzara las creencias establecidas, los individuos -de diversos pareceres- no extraerían las mis­mas lecciones de los acontecimientos, la gente no emplearía indiscriminadamente como ana­logías aquellos sucesos que vivió en carne pro­pia, y las experiencias históricas no alterarían los puntos de vista de quienes toman las deci­siones.

¿En dónde pueden encontrar los estadistas aquellos conceptos que les son indispensables para interpretar la conducta ajena y encaminar sus propias acciones? .. Los encargados de to­mar las decisiones aprenden lecciones genera­les y extensas a partir de la historia, pero este tipo de aprendizaje obstaculiza al pensamiento productivo, en vez de estimularlo. Los líderes de decisión suelen aplicar una analogía sin ana­lizarla a fondo a un sinnúmero de casos diferen­tes. Impera la generalidad -de hecho, en grado

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extremo- tanto en el tipo de situaciones que se consideran similares a otras anteriores como en la gama de aspectos que ofrece el caso y que también se consideran semejantes entre sí. Sin embargo, como dicho aprendizaje no ha incluido la comprensión cabal de numerosas relaciones causales de importancia, pierde esa generalidad en el sentido de saber captar las característi­cas cruciales de la situación, así como aquellos patrones que probablemente se vuelvan a pre­sentar en el futuro. Habitualmente, quienes to­man las decisiones no distinguen aquellas facetas del acontecimiento pasado que dependieron ex­clusivamente de un contexto efímero. Suelen confundir factores altamente específicos, yes­trechamente vinculados con la situación, con características más generales, dado que presu­ponen que los aspectos más sobresalientes de los resultados fueron causa directa de los aspec­tos más sobresalientes de la situación precurso­ra. El ser humano centra más su atención en aquello que sucedió, y no en por qué sucedió. En consecuencia, el aprendizaje resulta super­ficial, generalizado en exceso y fundamentado en un razonamiento post boc ergo propter boc. Como resultado, toda lección aprendida será aplicada a una variedad infinita de situaciones, sin que se emprenda un cuidadoso esfuerzo por determinar si los casos presentan semejanzas reales en dimensiones cruciales . ..

La tendencia a menospreciar la importancia de las circunstancias y condiciones bajo las que se gestó un resultado se desprende de una bús­queda desordenada de las causas, así como de su ubicación en medio de sucesos de gran en­vergadura. Cada vez que alguien elabore un re­cuento de los acontecimientos, enfatizando la abrumadora importancia de unas cuantas varia­bles y de las conexiones simples que las entre­lazan, aprenderá sólo un conjunto de rígidas normas que fracasarán como guía en un mundo cambiante. Por otra parte, si dicho individuo ha logrado identificar una causa principal de mane­ra correcta, y si el resto de los factores carecen de importancia o se puede hacer caso omiso de ellos dada su presencia constante en todos los casos que estudiará, ciertamente puede emplear un acontecimiento como analogía de muchos

más. Sin embargo, si el resultado previo depen­dió de la interacción de una serie de factores, el hecho de aplicar las lecciones sin que medie un análisis meticuloso de ambas situadones pro­vocará serias confusiones. En consecuencia, esta persona percibirá al mundo con menos cambios que los que en realidad tiene, y asimilará lec­ciones excesivamente generalizadas ...

Un exceso de generalización semejante -pro­vocado por el aprendizaje de una norma incondi­cional- fue responsable del error que cometió el almirante Halsey durante la batalla por Ley te Gulf: envió a la totalidad de sus fuerzas en per­secución de una flota señuelo japonesa, con lo cual las fuerzas de invasión norteamericanas quedaron expuestas al ataque de otra flota japo­nesa. Halsey percibió que la flota señuelo era poderosa porque incluía portaaviones; sin em­bargo, con excepción de uno solo, los demás eran barcos pequeños y transformados, de "in­significante valor militar" . La segunda flota ja­ponesa, aunque no tenía portaaviones, tenía buques de guerra modernos que representaban la mayor amenaza. El problema fue que Halsey se dejó guiar por "dos axiomas ... a) 'las fuer­zas principales del enemigo se encuentran junto a sus portaaviones' .. . y b) 'jamás dividas a la flota en presencia del enemigo'''. Ambos axio­mas fueron válidos en etapas previas de la gue­rra, pero perdieron validez en cuanto los porta­aviones japoneses dejaron de ser importantes y la flota norteamericana creció lo suficiente como para luchar contra dos fuerzas simultá­neamente. Ni Halsey ni su equipo habían apren­dido la razón por la que se debían respetar tales axiomas; no comprendieron los vínculos cau­sales en detalle; así, sin percatarse de la tras­cendencia del cambio de circunstancias, aplica­ron los axiomas cuando ya resultaban obsole­tos ...

Al categorizar los resultados bajo los rubros contundentes de "éxito" o "fracaso", surgen nuevos problemas. Por lo general, dicha deter­minación proviene de la aplicación de una norma escueta, por ejemplo, si el actor salió mejor li­brado al final de la contienda que al principio. Cuando se presenta un resultado de éxito, se presta muy escasa atención a los costos que sig-

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nificó la política, a la posibilidad de que otras quizá hubiesen funcionado mejor, o a la proba­bilidad de que e! triunfo haya sido producto, en gran medida, de un golpe de suerte, y de que la política hubiera podido fracasar de la misma manera. Es un hecho inusitado que quienes to­man las decisiones se pregunten a sí mismos si ese resultado favorable se pudo gestar pese a, y no gracias a, sus decisiones. El producto de lo anterior es que, tal como analizaremos en líneas posteriores, aquellas políticas que dieron lugar al éxito, se repetirán con demasiada presteza en e! futuro . La otra cara de la moneda nos muestra que, en situaciones de fracaso, por lo general se cree que las alternativas rechazadas podrían haber generado mejores resultados. Sin embargo, casi nunca se somete a consideración la posibili­dad de que dicho resultado, aunque indeseable, quizá haya sido más conveniente que aquel que la mayoría de las alternativas habrán garantiza­do. Además, se suele llegar a una conjetura ex­tremista: no sólo la mayoría de las alternativas habría producido efectos más favorables, sino que los líderes de decisión deberían haberlo sa­bido. En otras palabras, la información dispo­nible en dicho momento debería haber guiado a los estadistas para reconocer cabalmente la si­tuación y tomar las medidas adecuadas. De esta manera, las lecciones aprendidas no dejan lu­gar a la posibilidad de que, aunque la política adoptada no haya sido tan benéfica como las alternativas, tal vez haya sido la mejor dada la información disponible . Se puede argumentar, por ejemplo, que aunque el intento de apaciguar a Hitler fue una pésima política, en ese momento no había forma de saberlo. El comportamien­to de Alemania no sólo era compatible con el de un estado revisionista promedio, sino que además e! propio Hitler constituía una rara ex­cepción -eran contados los líderes de decisión que estaban dispuestos a intentar una expansión despiadada como la que él emprendió. Si lo an­terior es cierto, no sería nada prudente que los estadistas posteriores adoptaran sus predisposi­ciones de percepción de modo tal que estuvie­ran más prestos a considerar a los agresores y no a otros como revisionistas controlables . . .

No es posible en estas líneas tratar de mane­ra exhaustiva e! tema, pero sí debemos obser­var que, cuando un acontecimiento afecta las predisposiciones de percepción de un nutrido número de miembros de una organización, po­demos hablar de aprendizaje organizacional. Las lecciones se pueden institucionalizar en libros de texto, en normas e incluso en e! lenguaje mis­mo- por ejemplo, e! establecimiento de la conno­tación peyorativa de! término' 'apaciguamiento", después de 1939. Las lecciones se convierten en premisas operativas, y sientan las bases Je la pla­nificación futura. En e! aspecto militar, no sólo abarcan e! pensamiento estratégico y táctico, sino también la conducción de maniobras, la instruc­ción formal y los reglamentos vigentes .. .

Los triunfos y los fracasos de! pasado, se re­flejan en los cambios que se registran en las ruti­nas y en los principios de las organizaciones ... El triunfo coadyuva a consolidar e! poder de aque­llos que defendieron la política; la derrota contri­buye a ~ocavarlo, ya reforzar el poder de aquellos que tenían distintas perspectivas. Así, el triunfo inicial que de Japón durante la Segunda Guerra Mundial fortaleció la postura del grupo dominan­te de ese país, mismo que consideraba que era factible lograr una victoria limitada, y dificultó más aún que los disidentes preguntaran qué me­didas tomaría elJapón si los Aliados se negaran a aceptar el veredicto de una lucha corta. Un acon­tecimiento ejercerá una influencia especialmente poderosa en la memoria de una organización, si la estructura de ésta se ve alterada de modo tal que una parte de ella (quizá de reciente crea­ción) muestre un interés particular en que el acontecimiento previo se adopte como mode­lo para e! futuro .

SUCESOS QUE DEJAN MAYOR HUELLA EN LOS INDIVIDUOS

Las cuatro variables que influyen en la medida en que un acontecimiento afecta predisposiciones de percepción posteriores, son: si la persona ex­perimentó en carne propia el suceso o no; si éste ocurrió en los inicios de su vida adulta o de su

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carrera; si tuvo consecuencias trascendentales para él o para su nación; y si el individuo está familiarizado con una gama de acontecimientos internacionales que faciliten percepciones alter­nativas. Sólo podemos realizar dos observaciones en torno a la importancia relativa de dichas va­riables, y al modo en que interactúan. En primer lugar, cuando varias de ellas resultan positivas (por ejemplo , participación directa en el trata­miento de un problema nacional de peso), el acontecimiento será particularmente sobresa­liente. Sin embargo, sería demasiado aventurado tratar de señalar con precisión si el efecto de las variables es de índole aditiva o multiplicativa. En segundo lugar, aquellos acontecimientos que son tremendamente importantes para la nación (por ejemplo, las guerras) pueden tener un efec­to de tal envergadura que las predisposiciones de percepción de quienes no participaron en la elaboración de la política se verán afectadas ca­si en la misma medida de aquellos que sí parti­ciparon . ..

EFECTOS GENERACIONALES

. .. Tomando en cuenta que los intereses y los acontecimientos que adquirieron relevancia es­pecial en una época penetran indefectiblemente en la sociedad, todos aquellos que llegan a la mayoría de edad en dicha época se ven afectados de manera semejante. Dado que, como analiza­mos previamente, no es nada sencillo substituir la orientación que se establece en primera ins­tancia, sino que por el contrario, ésta tiende a estructurar la interpretación de acontecimientos posteriores, el resultado se refleja en un efec­to generacional, o de cohorte. Tal como señaló Karl Mannheim, aquellos individuos "que com­parten el mismo año de nacimiento son dotados, en tal medida, de un emplazamiento común en la dimensión histórica del proceso social", he­cho que los predispone a "un cierto estilo ca­racterístico de pensar y de experimentar, y que [crea] un tipo característico de facción de per­tinencia histórica" . ..

Con frecuencia, para descubrir el origen de la ideología política que posee una persona, es necesario realizar una retrospección hacia aque-

llos sucesos que la afectaron en sus primeros años de existencia. En ocasiones, el individuo empleará dichos sucesos de manera explícita como analogías de acontecimientos actuales es­pecíficos. Por lo general, servirán como apoyo de una perspectiva global. En consecuencia, y para ilustrar el concepto, hacia fines de la década de 1870, dos generaciones rivalizantes de diplo­máticos franceses propusieron políticas encontra­das con relación a Gran Bretaña tomando como base los distintos climas políticos que permea­ron durante su juventud: aquéllos de la genera­ción más antigua, que asimilaron la política in­ternacional durante el periodo en que Francia se recuperaba de la derrota infligida a Napoleón estaban en favor de una política de conciliación, "basada en la aceptación de la debilidad france­sa", en tanto que la generación más joven, "que se educó en la tradiciól1 de la oposición repu­blicana a Napoleón 1Il", demandaba una actitud más agresiva e independiente.

... Un modelo de generación puro implicaría que los sucesos no ejercen un efecto inmedíato en la imagen de aquellos que detentan el poder; sin embargo, la realidad demuestra todo lo contrario. La analogá de Munich se aplicó tanto a fines de la década de 1940 como en ¡as postrimerías de la década de 1950. Son tres los factores que ex­plican lo anterior. Primero: los sucesos trascen­dentales suelen modificar el liderazgo político de un estado, y llevan al poder a aquellos que sus­tentan opiniones congruentes con el aconteci­miento inmediato anterior. Así, después de la Segunda Guerra Mundial, aquellos que manifes­taron una decidida postura en contra de los so­viéticos resultaron electos y ocuparon cargos gubernamentales. Segundo: estos trastornos sue­len refrescar al sistema gubernamental con ele­mentos más jóvenes, con gente que encontró en los sucesos recientes una experiencia formati­va. Tercero: tal como analizaremos más adelan­te, aquellos sucesos de gran importancia, como las guerras de grandes magnitudes, pueden mo­dificar las predisposiciones cognoscitivas de aquéllos con una experiencia formativa distinta .

La amalgama de efectos inmediatos y retar­dados puede dar origen a ciclos generacionales en la política. Se engendra una nueva política u orientación general en reacción hacia un suceso

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traumatizante, habitualmente hacia una guerra o a un estruendoso fracaso de los viejos concep­tos. Tanto la nueva política como las ideas que la sustentan reciben el apoyo no sólo de quienes detentan el poder en ese momento, sino tam­bién de los jóvenes que gobernarán 20 años más tarde. Por supuesto, este último grupo habrá asi­milado las lecciones especialmente bien pero, por ia naturaleza accidentada del proceso de aprendizaje de las mismas, habrá una exagerada simplificación y generalización de las lecciones, por lo que resultará altamente probable que se apliquen a situaciones inadecuadas. Además, da­do que sus predisposiciones de percepción ha­brán sufrido un severo impacto, estos individuos tardarán mucho en abandonar sus conceptos de formación. Tal situación garantizará que, si se apli­can las lecciones erróneamente, el fracaso de la política que esgdmían será tan rotundo y dramá­tico que abrirá paso a una nueva generación.

LA lJLTIMA GRAN CONFLAGRACIÓN

... Dada la naturaleza dramática y penetrante de un:! contienda bélica y sus consecuencias, las experiencias relacionadas con la guerra -la ac­tividad diplomática que la precedió, las estrate­gias, las alianzas que se integraron y la manera en que culminó- repercutirán profundamen­te en la predisposición de percepción del grue­so de la ciudadanía. Las grandes conflagraciones adquieren tal predominio sobre la vida de un país que, en un scmiclo real, se puede decir que todos aquéllos con edad suficiente para recordar los hechos, las experimentan en carne propia. Así, tanto los miembros del gabinete británico que no habían ingresado en la política antes de la Segunda Guerra Mundial como aquéllos que fungieron durante dicho periodo aplicaron con Nasser el moJelo ele pacificación. La dipl()n~;! ­cia de esa época engendró consecuencias dé tal magnitud para los Estados Unidos -que no par­ticipó activamente- quc la analogía de Municll resulte) t;1O conTlll1clt'nte para este país como lo fue para Gran Bn.: ta:'Ia \. Fr:mcb.

~tuy prohahlemente. ¡;(' considerará que aqutlln mis!llo qUl' Suplll:stamentt prm'oc{J I:!

pesada guerra mundial podría ser la causa de la siguiente. El efecto que causaron las dos confla­gr~ciones mundiales en las percepciones más re­cientes demuestra que así como los generales se disponen a librar la última guerra, los diplomá­ticos se preparan para evitarla. La Liga de las Na­ciones se erigió con el fin de que se ocupara del tipo de sucesos que supuestamente fueron res­ponsables del conflicto precedente. Así, dado que aparentemente la Primera Guerra Mundial eMalló de manera abrupta, se dedicó mucha aten­ción a mecanismos para forzar un periodo de ., en­friamiento". Sin embargo, dichos mecanismos no lograron preservar la paz en la década de 1930. "La querella ítalo-abisinia, que culminó en guerra abierta en octubre de 1935, se inició en diciem­bre de 1934. Los procedimientos de enfriamiento que se llevaron a cabo en el periodo intermedio sólo operaron en favor de Italia, dado que ésta no tenía la menor intención de 'enfriarse', y sí por el contrario, empleó esos meses para redondear los preparativos de guerra. La maquinaria de la Li­ga se materializó en acción real contra el agresor hasta que estalló la guerra." Desde una perspecti­va más general, la política de apaciguamiento de la década de 1930 se originó en la creencia de que la Primera Guerra Mundial pudo haberse evilado mediante una actividad diplomática inteligente y conciliatoria. Por ende, los estadistas adoptaron una decidida actitud de alerta hacia el peligro impuesto por las espirales de hostilidad, y toma­ron muy en cuenta la posibilidad de que la falta de compatibilidad fuese un elemelllo engañoso. De modo semejante, las creencias en torno a los orígenes de la Segun<.h Guerra Mundial hicieron que el Occidente conceptuara más fácihTIente a los rusos y a los cbinos como agresores, a quie­nes sólo se podían dar unas cuantas concesiones sin exponerse a algún riesgo. Sin embargo, !0S lí­deres occidentales poclríall haber considerado a RlIsia agresiva con mayor presteza aún si el perio­do post<:rior a la ¡'rimera (;Ut:!:,l Munclial hubie­se estado marcado por un con nieto feroz entre los eX aliados, y no por un resurgimiento de amena­za por parte d(:1 enemigo vencido. Ya h;,¡hía que­dado muy atr{¡s el Congre"o de Viena como para que éste pudicr:l configurar las !x:rccpciones de quienes tomaban las dtc isiollcs.

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Cómo aprenden de la historia quienes toman {as decisiones 195

La percepción norteamericana de la naturale­za de la amenaza comunista se ha modificado de mao.:r;] similar a raíz del conflicto armado más reciente. La Segunda Guerra Mundial contribu­yó a la creación de una sensibilidad de percep­ción hacia un ataque totalmente exterior. Los umbrales de percepción se vieron alterados por la Guerra de Corea, lo que provocó la expectati­va de una posible recurrencia de guerras limi­tadas, semejantes a la de Corea tanto en sus cau­sas como en sus manifestaciones militares. En consecuencia, DulIes y orros más llegaron a la con­clusión de que era indispensable ampliar el siste­ma de alianza norteamericano, con objeto de reducir el riesgo de que los comunistas pudiesen interpretar equivocadamente los compromisos de la nación. Por su parte, numerosos funciona­rios militares no sólo se pronunciaron en favor de entrenar a los ejércitos de nuestros aliados asiáticos para que fueran capaces de rechazar ataques convencionales, sino que además se afe·· rraron a esta opinión a pesar de la guerra de guerrillas en ascenso en Vietnam del Sur. Una vez que se esclareció totalmente la naturaleza de la pasada guerra, ésta se convirtió en mode­lo para el futuro. Algunos casos ambiguos -por ejemplo, el conflicto en Camboya- se califica­ron de ataques guerrilleros y de subversión

. cuando, de haberse registrado en la década de 1950, se les hubiera considerado como una in­vasión convencional, similar a la de Corea.

Asimismo, la guerra más reciente nos ha lega­do lecciones específicas. Por ejemplo, en 1939, la demanda soviética de una base naval en la costa norte del Golfo de Finlandia se originó en la memoria de las batallas libradas durante la guerra civil rusa. Stalin advirtió a los finlan­deses que el triunfador de la Segunda Guerra Mundial: "surcará el Golfo de Finlandia. Yude­nitch lanzó ataques a lo largo riel Golfo, y po,-;­teriormente los británicos hicieron lú mismo" . Los zares, señaló, habían poseído una base en Porkkala para cerrar el golfo a naves de guerra enemigas. La Unión Soviética presentaba la mis ma necesidad, Sin embargu, Stalin no se detu\'() a analizar las razones por las que había resul[;l­do ventajoso pertrechar ambos flancos dI'! gol­fo para '.'el' si los cambios registr;¡d(\~ . tanto en

circunstancias como en tecnología, habían alte­rado las tácticas de ataque y defensiva. Pese a que los finlandeses señalaron que e! golfo era dema­siado estrecho para dar cabida a un ataque naval en condiciones modernas, siempre que se de­fendiera una de las dos costas, los soviéticos no cedieron un ápice. Por otra parte, como los fran­ceses esperaban que la Primera Guerra Mundial sería breve, enviaron al frente a cuanto hombre disponible encontraron, y sólo dejaron a un re­ducido grupo a cargo de su producción indus­trial. Asimismo, como creían en la supremacía de la ofensiva, lanzaron ataques deficientemente preparados. En el periodo interbélico, modi­ficaron su doctrina y estructura militares con objeto de corregir las fallas de! pasado y, así, produjeron una fuerza mal equipada para las cir­cunstancias cambiantes. En otro caso semejante, dado que todo el ejército norteamericano se hallaba emplazado en un solo sitio durante la Primera Guerra Mundial, los planes interbélicos en torno a las relaciones entre Washington yel campo "dieron por sentado Uf} esfuerzo de gran envergadura en un escenario principal - un fren­te único- en ultramar. Cabe señalar con espe­cial énfasis que jamás se concibió un despliegue de fuerzas monumentales en una conflagración mundial librada en numerosos e'scenarios·' . Y como Francia no fue capturada durante la Pri­mera Guerra Mundial, hasta el mes de junio de 1940 "los estrategas siguieron planificando en términos de instalaciones portuarias, tales como las de Cherburgo y Le Havfe, para facilitar e! ac­ceso de las fuerzas terrestres norteamericana~ ha · cia el continente europeo" . Finalmente, como a la Alemania Nazi se le consideró no sólo un agre­sor sin provocación sino además débil en un inicio y fácil de refrenar si ¡os aliados hubiesen actuado con presteza, tanto soldados como diplomáticos aprendieron no sólo que es indispensable mante­ner una postura firme, sino además que es posible r conveniente contraatacar antes de que el ofen­sor logre poderío pleno. En consecuencia, los pl;¡­IlCS de posguem de la fucrz:J ;¡{rea de los Esta(~( JS

l:nidos enf3!izaron b necesidad ele crear UJ1 POdl'f militar "capaz de ejercer acción inmediata p:tí:, interceptar cualquier amenaza armada «,:1tf:l e.¡­te país antl'S de que cohre impulso" .

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196 Explicaciones sobre política exterior

Este efecto sólo contribuirá a la toma de de­cisiones si la próxima confrontación se asemeja realmente a la anterior. Es por demás razonable que los estados adopten muchas de las tácticas militares y de las formas de organización des­plegadas por el triunfador del conflicto bélico más reciente; sin embargo, en función de nume­rosos aspectos básicos -por ejemplo, las inten­ciones de otros actores, los costos y beneficios de alianzas, las posibilidades de mantener una actitud neutral- generalmente no hay razón al­guna para que el pasado reciente se constituya en una guía más efectiva que el pasado remo­to, o para que aquello que sucedió en el país propio sea más informativo que los aconteci­mientos registrados en otras naciones. Antes de 1914, los estadistas se percataron de que una sobreestimación de la hostilidad de otros países podía conducir a una guerra innecesaria. Antes de 1939, los estadistas estaban conscientes de que no era nada prudente realizar concesiones a un lider que pretendiera derrocar al sistema. Por otra parte, a menos que uno crea firmemente que el suceso reciente representa una tendencia (por ejemplo, que el comportamiento de Hitler no sólo demuestra los peligros del apaciguamien­to, sino también que las condiciones modernas engendran estados agresivos), la ocurrencia de otro caso de un fenómeno bien conocido no de­be demandar un gran cambio en la percepción del líder de decisión en cuanto a la probabilidad de que dicha situación se vuelva a presentar. Sin embargo, tal ocurrencia produce cambios drás­ticos, con lo cual se reduce el grado de exactitud de percepciones posteriores.

Por lo general, la conflagración mundial más reciente ejerce el mayor impacto, y no las an­teriores, dado que las contiendas de tales dimen­siones rara vez se suscitan más de una vez por generación y que la mayoría de la gente guarda una memoria directa sólo de la más reciente. La información sobre las guerras anteriores se ob­tiene de los libros, por lo que no da origen a predisposiciones tan contundentes. Sin embar­go, cuando las guerras se suceden con mayor frecuencia, y el individuo no sólo recuerda las lecciones de la más reciente sino también aqué-

llas de la anterior, de naturaleza contradictoria y que marcaron su juventud temprana, el impac­to de ambas se diluye ...

RESUMEN

La historia internacional reciente constituye una poderosa fuente de creencias en torno a las re­laciones internacionales, así como de imágenes de otros países. Aquellos acontecimientos que se experimentan de manera directa, que se re­gistran en las etapas tempranas de la vida adul­ta de una persona y que repercuten tanto en ella como en su país, ejercen un impacto enorme en sus predisposiciones de percepción posteriores. Pese a que tales sucesos contienen de hecho va­liosa información, el proceso de aprendizaje es­tá plagado de tres deficiencias eslabonadas que afectan seriamente a la calidad de la toma de de­cisiones. En primer lugar, por lo general se care­ce de fundamentos para que los acontecimientos que sirven de analogía se erijan en guías insu­perables para el futuro. ¿Por qué la guerra más reciente se debe tomar como modelo de la situa­ción contemporánea, y no otras que ocurrieron en fechas más lejanas? ¿Por qué los aconteci­mientos que han marcado la existencia de quien toma las decisiones y de su estado deben com­portar mayor relevancia que los destinos de otros seres? En segundo lugar, las lecciones re­sultan superficiales y excesivamente generaliza­das porque se aprenden los efectos sin prestar cuidadosa atención a los detalles causales. Se aplican analogías a una gama infinita de acon­tecimientos, sin sensibilidad alguna hacia las va­riantes que presenta cada situación. Más aún, la gente se vale de las lecciones legadas por un acontecimiento principal para explicar una situa­ción general, en vez de tratar de dilucidar cuá­les son los aspectos menos evidentes y frecuen­temente más sutiles de ese caso del pasado que se pueden emplear para comprender con ma­yor precisión los sucesos contemporáneos. En tercer lugar, los líderes de decisión no se detie­nen a examinar una serie de analogías antes de seleccionar aquella que, a su juicio, ofrece una

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perspectiva mis cabal de la situación en curso. Por el contrario, a causa de sus predisposicio­nes, ven al presente del mismo modo que a los acontecimientos dramáticos recientes, sin some­ter meticulosamente a consideración los mode-

los alternativos o las implicaciones de ese mo­do de percepción. En consecuencia, no logran hacer plena gala de su inteligencia en algunos de los problemas fundamentales a los que de­ben enfrentarse.

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22. Política burocrática: un paradigma y algunas implicaciones políticas

GRAHAM T. ALLISON y MORTON H. HALPERIN 1

En 1968, durante las vacaciones del Año Nue­vo Lunar, las tropas de Vietnam del Norte lan­zaron ataques masivos sobre un gran número de ciudades sudvietnamitas. (Por qué?

Condensado de "Bureaucratic Politics: A Pa­radigm and Sorne Policl' Implications", de Gra­ham T. Allison y Morton H. Halperin, World Politics 24 (Primavera, 1972), Suplemento. Pa­sajes reimpresos con autorización de la Prince­ton University Press. I La presentación de este enfoque de política bu­rocrática de la política exterior se ha elaborado con base en obras previas de ambos autores . En especial, se toma como punto de paltida el en­sayo Allison "Conceptual Models and the Cuban Missile Crisis", American Political Science Re­I'iew, LXIII (septiembre, 1970) y Essence 01 De­cisiol1: Explain ing the Cuban Missile c/-isis (Bos­tOn, 1971); Y Bureaucratic Politics and Foreigll Policy (1974), de Halperin . Aquí, nos concen­tramos en el desarrollo ulterior del "modelo lII" . reconociendo que las organizaciones pueden in­cluirse como participantes en el juego de la polí­tica burocrática, tratando como restricciones los factores destacados por el enfoque de proceso or­ganizacional, desarrollando la idea de actitudes COl11p;lrtidas e introduciendo un;¡ diferenciación l'llt re " tomas de det'isiún" y " planes de acción " .

Il)H

En diciembre de 1950, los comunistas chinos intervinieron en la Guerra de Corea. Hoy, algu­nos senadores levantan nuevamente el espectro de la intervención de China Comunista en la Gue­rra de Vietnam. ¿Intervendrá, pues, China Comu­nista en Vietnam? ..

A mediados de la década de 1960, los Esta­dos Unidos pusieron restricciones a las armas estratégicas norteamericanas: 1000 Minutemen, 54 Titans, 640 Polaris, y limitaron además el nú­mero de bombarderos. Los funcionarios de la Administración anunciaron estas medidas, y reco­nocieron que los soviéticos seguirían constru­yendo hasta lograr equipararse, pero confiando en que Moscú no iría tras la superioridad. Si a mediados de la década de 1960 un secreta­rio de la Defensa hubiera querido persuadir a la Unión Soviética de no desplegar una escua­dra de ICBM que amenazara seriamente a las fuerzas de los Estados Unidos, ¿cómo habría procedido aquél?

La primera interrogante demanda una expli­cación; la segunda, una predicción, y la tercera un plan. Estas son tres actividades centrales a las que se dedican tanto analistas de la política inter­nacional como creadores de la política exterior.

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En respuesta a la primera pregunta, la mayoría de analistas comienzan por considerar varios oh­jetivos que los vietnamitas del Norte podrían ha­ber tenido en mente: por ejemplo, conmover a la opinión pública norteamericana y, por tan­to, afectar la~ elecciones presidenciales; derribar al gobierno de Vietnam del Sur; provocar, tam­bién en esta región, un levantamiento masivo de militares y de civiles, para lograr así una vic­toria total; o tomar las ciudades y retenerlas. Al examinar los problemas que afrontaba ganoi y la índole de acción que ellos escogieron, los analistas eliminan algunas de estas metas por ser plausibles. La explicación consiste, pues, en ela­borar un cálculo que nos permita comprender por qué, en esa situación particular, con ciertas objeciones, uno habría decidido lanzar la ofen­siva del Año Nuevo Lunar. Al intentar predecir si China Comunista intervendrá en la Guerra de Vietnam y, de ser así, en qué forma lo hará, en su mayoría los analistas considerarían: 1) los in­tereses chinos de seguridad nacional, en Viet­nam, 2) la probabilidad del derrocamiento de los vietnamitas del norte, ante la ausencia de la inter­vención de China Comunista, 3) la contribución de las tropas chinas comunistas a los esfuerzos de los norvietnamitas y 4) los indicios de las inten­ciones de los comunistas chinos; por ejemplo, advertencias a los Estados Unidos, garantías a Vietnam del Norte, declaraciones acerca de los intereses chinos, etc. Tales consideraciones se combinarían entonces en alguna modalidad intui­tiva para producir una predicción. Al recomendar las acciones de los Estados Unidos para persua­dir a los soviéticos de frenarse en una escasa pa­ridad y no empeñarse en lograr la superioridad, muchos analistas se habrían concentrado en los intereses sovi~ticos de seguridad nacional. Des­pués considerarían las acciones norteameriC1-nas que afectarían a dichos intereses en forma tal que el desplegar mayores fuerzas estratégi­cas resultaría contraproducente.

Lo característico de cada una de estas tres respuestas es un enfoque básico: un conjunto fundamental de premisas y categorías para refle­xionar acerca de asuntos extranjeros. Este enfo­que depende principalmente de la idea de que los acontecimientos de la política internaciunal

Política burocrática 199

consisten en actos más o menos deliberados de los gobiernos nacionales unificados, y de que la conducta gubernamental puede entenderse a través de la analogía con los actos inteligentes y coordinados de los seres humanos. Siguiendo este enfoque, los analistas se concentran en los intereses y las metas de una nación, en los cur­sos alternativos de acción asequibles y en los costos y beneficios de cada alternativa. Un acon­tecimiento queda esclarecido en el momento en que el analista demuestra, por ejemplo, cómo es que la ofensiva del Año Nuevo Lunar fue una opción razonable, dados los objetivos estraté­gicos de Hanoi. Las predicciones se generan al estimar cuál sería el procedimiento racional en determinada situación, ante objetivos específi­cos. Los planes recomendados se concentran en analizar los intereses estratégicos de otras nacio­nes y la forma de afectar sus estimaciones de las consecuencias de las acciones.

Dejemos al lector considerar por ejemplo, có­mo explicaría la invasión soviética a Checoslova­quia en 1968, y la actividad de los norvietnamitas en Laos o en Camboya. Por lo general, uno se coloca en c1lugar de la nación o del gobierno nacional que afronta un problema de asuntos exteriores, y trata de deducir cómo podría ha­ber seleccionado la acción correspondiente. Si yo hubiera sido la Unión Soviética encarada a la amenaza de la liberación checa, o la amena­za checa hacia la economía del Bloque, ¿qué ha­bría hecho? Por otra parte, ésta no es simple­mente la forma en que reaccionamos ante los acontecimientos en curso. Es la forma en que numerosos analistas, casi siempre, estructuran sus más cuidadosas explicaciones y prediccio­nes de importantes sucesos del ámbito de los asuntos exteriores.

Pocos lectores encontrarán convincente la simple afirmación de este punto. Obviamente, existen múltiples variantes de este enfoque bá­sico; obviamente, el enfoque no abarca todo el análisis de quienes lo emplean y, obviamente también, no todos los analistas se apoyan en este enfoque todo el tiempo. Pero, como uno de no­sotros ha afirmado con mayor amplitud en otra parte, este marco de referencia, etiquetado ca· mo "modelo 1", ha sido el enfoque dominante

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200 Explicaciones sobre política exterior

del estudio de la política exterior y la política inter­nacional. (Incluso, los analistas interesados prin­cipalmente en descubrir las relaciones causales entre variables -por ejemplo, factores del me­dio o intranacionales- y resultados específicos, cuando se enfrentan a la obligación de explicar o predecir, revelan una tendencia a confiar en la premisa de naciones unidas por un próposito que salen adelante dentro de las restricciones es­tablecidas por estas relaciones causales.)

Este enfoque tradicional de la política inter­nacional es digno de recomendación: como un "lente", reduce las complicaciones organizacio­nales y políticas del gobierno a la simplificación de un actor único. El conjunto de detalles rela­tivos a un suceso se apiñan en torno a los ras­gos principales de una acción. A través de esta lente, los factores confusos y contradictorios que influyen en algún hecho se convierten en una sola dinámica: la selección de la alternati­va que logró cierta meta. Este enfoque permite una rápida e imaginativa resolución del problema de explicar o predecir; sirve como una fecunda taquigrafía que requiere un mínimo de informa­ción. Puede producir un resumen de tendencias, por ejemplo, mediante la identificación de los costos y beneficios estratégicos.

Pero esta simplificación, como todas las de su especie, oculta a la vez que revela. En particu­lar, oculta el descuido persistente de la realidad de la burocracia: el "creador" de la política gu­bernamental no es un fabricante de decisiones calculador, sino más bien un conglomerado de grandes organizaciones y de actores políticos que difieren substancialmente acerca de lo que sus gobiernos deberían hacer en relación con algún asunto en particular y que ~ompiten en el intento de influir tanto en las decisiones como en las acciones de sus gobiernos .

El propósito de este trabajo es presentar un enfoque alternativo que se centre en factores intranacionales -en particular, en la política burocrática- para explicar la conducta nacio­nal dentro de las relaciones internacionales. Se argumenta que estos factores son muy impor­tantes y, aunque han recibido poco énfasis en los ensayos actuales, son decisivos cuando uno se interesa en la planificación de políticas. En la

primera sección de este ensayo se presenta el enfoque alternativo: un modelo de política buro­crática. Nuestra esperanza es que el marco teórico sea lo suficientemente general como para apli­carse a la conducta de la mayoría de los gobier­nos modernos de las naciones industrializadas, aunque será obvio que nuestra base principal es el gobierno de los Estados Unidos. La segun­da sección sugiere cómo puede aplicarse este enfoque para comprender la forma en que in­fluye una nación en la conducta de otra ... .

UN MODELO DE POLíTICA BUROCRÁTICA

Nuestro propósito aquí es esbozar un marco teó­rico aproximado para centrarnos principalmente en los individuos que laboran en un gobierno, yen la interacción de los mismos, como deter­minantes de las acciones de un gobierno dentro de la política internacional. Lo que un gobier­no realiza en cualquier caso en particular pue­de entenderse principalmente como resultado de las negociaciones entre los actores ubicados por jerarquías en dicho gobierno.' 'Tanto la nego­ciación como los resultados se ven afectados fundamentalmente por varias restricciones; en particular, por procedimientos organizaciona­les y valores compartidos.

En contraste con el modelo l, este modelo de política burocrática no considera a un solo actor sino a muchos actores como ejecutantes, mismos que se concentran no en una sola materia es­tratégica sino en muchos y diversos problemas intranacionales. Dichos actores no deciden en términos de un conjunto congruente de objetivos estratégicos, sino más bien en función de varias concepciones de intereses de seguridad nacional, organizacionales, internos y personales. Toman las decisiones gubernamentales no mediante una selección individual y racional, sino al estira y afloja. (Esto, de ningún modo implica que los ejecutantes individuales no actúen de manera racional dados sus respectivos intereses.) .. .

,. La negociación sigue caminos ordenados .

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Proposiciones interesantes sobre decisiones

1. Las decisiones de un gobierno reflejan rara vez un conjunto único coherente y congruente de estimaciones acerca de los intereses de segu­ridad nacional.

2. Las decisiones , por definición, asignan ac­ciones específicas a actores específicos; pero nor­malmente dan considerable libertad de acción en lo que respecta a aquello en que los subordina­dos deben participar a las acciones específicas que deben emprenderse.

3. Las decisiones reflejan normalmente un gran compromiso. El compromiso es resultado de la necesidad de ganar adhesión, de evitar da­ñar los intereses sentidos con más intensidad (incluidos los de índole organizacional) y de pro­tegerse contra las abrumadoras predicciones de otros participantes.

4. Las decisiones casi nunca están hechas de modo que faciliten el monitoreo. Como resul­tado, los actores de mayor jerarquía afrontan graves dificultades para verificar que las deci­siones se lleven a cabo como debe ser.

5. Las decisiones que ordenan cambios de acción substanciales reflejan normalmente una coincidencia en: a) el límite de tiempo para un presidente o actores de alta jerarquía que los con­centra en un problema y los impulsa a la búsqueda de una solución, y b) los intereses de actores de rango menor comprometidos en la solución espe­cífica y en la indagación de determinado pro­blema.

Acerca de las acciones

1. Las decisiones presidenciales serán fiel­mente llevadas a cabo si: la participación de un presidente es precisa, sus palabras exactas, su orden recibe amplia publicidad, si los hombres que reciben la orden tienen control sobre cada uno de los aspectos necesarios para cumplir­la, y si estas personas no revelan duda alguna sobre la autoridad del presidente respecto a la decisión.

2. Los nuevos rumbos de la política exterior surgen normalmente de alguna decisión de los

Política burocrática 2 01

actores centrales. Pero los detalles específicos de la acción emprendida están determinados en gran parte por procedimientos operativos re­glamentarios y por programas vigentes en ese momento en las organizaciones.

3. Tanto embajadores como jefes del área se sienten menos obligados a cumplir fielmente las decisiones, porque generalmente no se han involucrado en la toma de las mismas. Creen sa­ber mejor qué tipo de acciones debe uno de­mandar de otro gobierno, y en qué forma lo­grarlas .

4. Entre mayor sea el número de actores que puedan proceder independientemente en algún asunto, menor será el grado en que la acción del gobierno reflejará las decisiones de éste sobre el asunto.

5. Siempre que una decisión dé libertad pa­ra actuar a la organización que la está llevando a cabo, ésta procederá a fin de maximizar sus intereses aun dentro de las restricciones .. .

LA INTERACCiÓN ENTRE NACIONES

¿Cómo afecta la conducta de una nación a la conducta de otra?

La mayoría de los analistas de la política in­ternacional abordan esta interrogante aplicando a la conducta de cada nación una versión del modelo 1. Este enfoque los lleva a tratar la inte­racción entre naciones como si fuera resultado de una competencia entre dos propósitos indi­viduales. Las acciones de cada una de las nacio­nes se consideran como un intento de influir en las acciones de la otra mediante la alteración de sus cálculos estratégicos. La conducta de cada nación se explica entonces como una reacción hacia la conducta de la otra.

Considérese cómo explican la carrera arma­mentista los analistas que emplean este enfoque: la nación A instrumenta una fuerza militar con el propósito de influir en la nación B. Si aquélla teme que la nación B sea más fuerte y que, por tanto. pueda verse tentada a atacar o a impo­ner su superioridad militar, dicha nación A au­mentará la magnitud de sus fuerzas. La nación B, al observar este incremento, y temerosa de

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202 Explicaciones sobre política exterior

la expansiva fortaleza de la nación A, aumenta a la vez sus propias fuerzas.

El modelo de política burocrática sugiere una respuesta alternativa a la interrogante de cómo afecta la conducta de una nación a la conducta de otra. La explicación se centra principalmente en los procesos internos de cada nación. Las ac­ciones de una nación no son resultado de un acuerdo en la estimación de intereses estraté­gicos, sino más bien de un estira y afloja entre individuos con diferentes percepciones e intere­ses. Las acciones surgen no sólo de ideas encon­tradas respecto al interés de seguridad nacional sino, también de interese~ internos, organiza­cionales y personales divergentes. La influencia de las acciones de una nación sobre otra resul­ta del efecto que tienen tales acciones sobre las opiniones o el poder de quienes participan en la toma de decisiones o los planes de acción de la otra nación.

Desde esta perspectiva, la explicación de una "carrera armamentista" se encuentra principal­mente dentro de cada nación -en particular en el proceso mediante el cual cada una se procu­ra fuerzas militares y realiza el despliegue de las mismas. En un momento dado, algunos acto­res de la nación A se pronunciarán en favor de aumentar el gasto para la defensa y de obtener exclusivos sistemas de armas. Los intereses que los lleven a adoptar estas posturas serán diver­sos. Los oficiales de carrera dentro de las fuerzas armadas, por ejemplo, buscarán fondos adicio­nales para las fuerzas controladas por sus respec­tivos servicios. Las opiniones de otros actores se verán afectadas por su percepción de cómo decisiones específicas habrán de afectar la influen­cia de actores también específicos. Las acciones emprendidas por otra nación serán interpretadas por aquéllos en busca de armamento adicional como justificación para intensificar sus dispu­tas y su influencia. Dichas acciones afectarán las decisiones de incrementar los gastos para la de­fensa, si logran influir en la percepción de los actores principales respecto a lo que es necesa­rio para la seguridad nacional, o ingente para promover otros renglones de su interés.

El análisis del modelo 1 puede apoyar la predic­ción de que un amplio incremento en el presu-

puesto para la defensa de la nación A produci­rá un aumento en el gasto para la defensa de la nación B. Sin embargo, la proporción de tal incremento y -lo que es más importante- las características específicas de las armas que se compren con él se explican o predicen mejor mediante el modelo de política burocrática. En general, el modelo 1 es más útil para explicar acciones donde dominan los intereses de la se­guridad nacional, donde los valores comparti­dos llevan a un consenso sobre lo que exige la seguridad nacional, y donde las acciones fluyen directamente de las decisiones. El modelo de política burocrática es más útil cuando existen datos sobre los intereses de los actores, cuando predominan los intereses organizacionales e in­ternos, o cuando uno desea tratar los detalles de la acción.

El modelo de política burocrática sugiere va­rias proposiciones acerca del modo en que las acciones de una nación afectan a las acciones de otra. Nosotros intentaremos formular estas pro­posiciones de manera explícita. Pero antes de presentarlas, sería útil considerar, en forma más general, el proceso de interacción nacional co­mo éste aparece a través de la lente de la políti­ca burocrática.

El énfasis dell11odelo de política burocráti­ca en los procesos intranacionales se deriva no sólo del hecho de que son los individuos de una nación los que realizan las acciones, sino tam­bién de la observación de que la satisfacción de los intereses procederá de manera abrumado­ra del ámbito interno. Los líderes políticos de una nación surgen y caen, dependiendo de si satisfacen o no las necesidades internas. Los indi­viduos avanzan en la burocracia cuando cumplen con los parámetros establecidos por los grandes estadistas o por los escalafones de carrera. Las organizaciones prosperan o declinan, según el apoyo interno que logran en esa burocracia, y aun más al!a de ésta -pero dentro de la nación misma. Son estas pugnas las que preocupan a quienes actúan dentro de la burocracia de la política ex.! terior. Las amenazas a intereses, provenientes de organizaciones rivales o de grupos políticos con­trarios, resultan más reales que las amenazas del exterior.

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Esto no significa que los actores no tengan intereses en cuanto a la seguridad nacional. Nin­gún líder quiere ver agredida a su nación, y po­cos desean enviar a sus soldados a luchar en una guerra distante. Algunos líderes están compro­metidos con una cierta concepción del orden mundial , y algunos otros tienen una amplia gama de intereses más allá de las fronteras de su na­ción. Sin embargo, incluso cuando los actores estén preocupados por los intereses de seguri­dad nacional , es probable que vean las batallas como ganadas o perdidas principalmente den­tro de su propio país. Esto se ha convertido en un truismo de la guerra de Vietnam, pero tam­bién resulta cierto respecto a otras políticas. Para el presidente Harry S. Truman el problema del Plan Marshall estribaba en cómo lograr que el Congreso estableciera el programa y votara en favor de los fondos , y no en cómo lograr que los gobiernos europeos aceptaran el dinero o lo emplearan con inteligencia. Para el presidente Dwight D. Eisenhower, el problema del control armamentista consistió en obtener propuestas imaginativas por parte de sus colaboradores. Pa­ra los planificadores que laboraban en el Pentá­gono, el impulso para obtener las fuerzas nece­sarias a la defensa de la nación se ve obstruido no por los gobiernos extranjeros, sino por los servicios rivales, el secretario de la defensa y el presidente.

y no es que las actividades de otras naciones no importen sino que , más bien, importan siem­pre y cuando influyan en las luchas internas. Los esfuerzos desplegados por un actor para cumplir con sus objetivos -ya sea llevar adelante los in­tereses de la política interior; los de índole orga­nizacional, personal , o los relativos a la seguridad nacional- en ocasiones se ven afectados por lo que él y otros actores llegan a opinar acerca de las actividades de otras naciones. Un canci­ller alemán cuya posición nacional dependa de su reputación por la capacidad para lograr aque­llo que la República Federal precisa de los Esta­dos Unidos, se preocupará por aquellos actos de Norteamérica que lleven a sus propios colegas ya sus opositores a la cl)nclusión de que Was­hington no quiere ya escucharlo más . lln secre­tario de la Defensa o un presidente que , en los

Política burocrática 203

Estados Unidos, desea recortar los gastos de de­fensa, sentirá que su postura requiere de acciones del Sóviet que le permitan argumentar que la seguridad de la nación puede ser protegida con fuerzas reducidas ... Puesto que las actividades de otras naciones pueden afectar a las posturas que adoptan los actores y, por tanto, influir so­bre decisiones y acciones, debemos considerar en qué forma las actividades de otras naciones entran en el proceso de negociación de decisiones, y cómo afectan a otras acciones.

Muchas naciones realizan múltiples acciones en un momento dado. Pero no todas estas acti­vidades extranjeras resultan importantes para la toma de decisiones o los planes de acción de una nación. Aquellas que sí lo son, son las comuni­cadas directamente por la oficina de asuntos ex­teriores, por las organizaciones de inteligencia o por los actores de mayor jerarquía de la nación. Las organizaciones de inteligencia no son canales perfectos y neutrales de transmisión, pues se dan cuenta de que aquello que su imagen del mun· do las lleva a pensar resultará importante para los actores principales. Informan, así, sobre he­chos y opiniones, según procedimientos y mé­todos establecidos para proteger sus propios intereses organizacionales. A su vez, los acto­res principales advierten aquello que los pue­de apoyar a ellos mismos o a sus oponentes, y lo adoptan como fuente de referencia. Si algu­na nueva interpretación de las acciones de una nación llega a ser aceptada entre los actores principales, otros verán en ello nuevas opor­tunidades para buscar decisiones o acciones. Al­gunos más advertirán amenazas a las actividades en curso o a las nuevas que desean se realicen. Habrá, incluso, quienes permanezcan indife­rentes.

Los informes de los actos de otras naciones nunca constituirán más que una de muchas in­fluencias sobre decisiones y acciones. Sin em­bargo, cuando los actores se encuentren equi­tativamente divididos, o una nueva acción les sugiera a muchos un cambio radical en expecta­tivas de actos futuros, estos informes relativos a las acciones de otra nación pueden ser decisi­vos. El ataque japonés sobre Pearl Harhor. sólo por tomar un ejemplo extremo. afectó la per-

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204 Explicaciones sobre política exterior

cepción de un gran número de norteamericanos que intentaban dilucidar si la seguridad nacional realmente exigía que las fuerzas de los Estados Unidos emprendieran la guerra contra elJapón. El despliegue soviético de ABM (proyectiles an­tibalísticos) bien pudo haber inclinado la balanza en la fuerte controversia norteamericana en cuan­to al hecho de desplegar o no una operación ABM. Los cálculos del presidente Lyndon B. Johnson en relación al efecto que tendría en su proyecto de reelección no desplegar un sistema ABM norteamericano pudieron haber cambiado substancialmente por la posibilidad de ser acusa­do de un "vacío de ABM".

Cuando las acciones de una nación resultan eficaces para transformar la conducta de una se­gunda, la nueva acción no suele reflejar la in­tención original de ninguno de los actores de la primera nación. Los cambios de opinión pro­ducirán los cambios de acción deseados que, a su vez, provocarán los cambios deseados en los actos de otra nación, sólo: sí se envía una señal clara, si un miembro de la otra nación quiere ya poner en práctica la acción deseada, y ésta con­tribuye a aumentar la influencia del actor. Con mayor frecuencia, los efectos son marginales o no deliberados.

Proposiciones sobre la interacción nacional

1. Las acciones de la nación A que, a juicio de un observador externo, parecen diseñadas para influir en aquéllas de la nación B, serán -de hecho- una combinación de: a) patrones de conducta rutinarios; b) maniobras en las to­mas de decisión que resultan incidental o deli­beradamente visibles para las otras naciones, ya que para ser efectivas, deben aparecer como "señales"; c) acciones realizadas por los acto­res, en ausencia de decisiones; d) acciones que siguen a una toma de decisión no encaminada a influir en la nación B; e) acciones que siguen a una toma de decisión encaminada a influir en la nación B.

2. Los informes y las interpretaciones de di­chas acciones, entregados a los actores princi­pales por los participantes de la nación B (en la

Oficina de Asuntos Exteriores e Inteligencia) encargados de la observación, información, ex­plicación y predicción de las acciones de otras naciones, se verán afectados por a) las tenden­cias de percepción de todos los individuos; b) el empleo del análisis del modelo I, o c) aun cuando no se den los casos anteriores, por la falta de datos y comprensión requeridos, así como d) por los procedimientos de operación reglamentarios y los intereses de tales organi­zaciones.

A. Estos actores comparten las tendencias de percepción de todos los individuos. Ello signi­fica, por ejemplo, que:

1. La información nueva se adecuará a las correspon­dientes actitudes e imágenes vigentes:

2. Los informes que deberían conducir a un cambio en los planes, serán tergiversados para "salvar su esencia teórica";

3. Los indicios que comuniquen un cambio signifi­cativo en la probabilidad de los acontecimientos se perderán dentro del ruido circundante.

Ejemplos: Se trató de justificar con explica­ciones la evidencia de un ataque japonés contra Pearl Harbor. Un alto oficial del ejército apre­mió para que los Estados Unidos procedieran a invadir Cuba, incluso después de que los so­viéticos aceptaron retirar sus misiles.

B. Dado que estos actores emplean el mode­lo I, tienden a suponer que las acciones fueron: 1) proyectadas y ejecutadas, en efecto, por un solo individuo; 2) cuidadosamente proyectadas pa­ra influir en la nación de aquéllos; 3) trazadas con una concepción del mundo semejante a la de ellos, y 4) ideadas sin referencia alguna a las políticas internas y burocráticas de la nación A.

Ejemplos: Khrushchev previno a Kennedy so­bre la dificultad que tuvo durante la crisis cubana de misiles para convencer a sus colaboradores aliados de que el hecho de que un U-2 nortea­mericano hubiera cruzado el territorio soviético no era indicio de que los Estados Unidos estu­vieran a punto de atacar. La comunidad de la inteligencia norteamericana persiste en prede­cir la estructura de las fuerzas soviéticas con base en el análisis del modelo l. . .

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6. Los cambios en las acciones de una nación conseguirán modificar las acciones de una se­gunda nación en una determinada dirección, sólo en la medida en que a) las acciones de la primera envíen una señal clara, coherente y con-

Política burocrática 205

cisa; b) algunos participantes de la otra nación quieran, en favor de sus propios intereses, cam­biar de conducta en el sentido deseado, y c) es­ta señal sirva para aumentar influencia de tales participantes.

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23. Preteorías y teorías sobre política exterior

JAMES N. ROSENALJ

3

, , , La evolución de la teoría de política exterior presenta dos deficiencias que la obstaculizan: una de índole filosófica y la otra conceptual. Analicemos en primera instancia la deficiencia filosófica , Si se pretende el florecimiento del de­sarrollo teórico de una disciplina, se debe dis­poner de los materiales empíricos que han sido procesados de manera semejante, Tan impro­bable resulta construir modelos de conducta hu­mana a partir de información en bruto como edificar moles de concreto a partir de árboles apoli llados y arcilla cruda, , , Lo mismo sucede con la elaboración y el empleo de las teorías so­ciales, Es necesario que exist:l, como en el pa­sado, una preteoría que convierta a la materia prima en un elemento comparable y dúctil a la

Condensado c!e ApfJl'Oaches (o C07nparati­l'!! amI Inl!!rllafiollal Polifies, editado por R, BalT\' Farcll (E\':mston, JIIinois: Norrhwesrcrn l 'nh:<:rsil\ ' Pn:ss , 19(6), pp 27 95, Copyrighl © 1966, North\\'l'SIl'rn l 'nh'ersity Press , Reimpre ­so con :luloril.;ICiún del edilor \' del :tu to!". No­las :t1 ctln' suprimid:ls t'n su nla\'()ria ,

teorización, Los materiales pueden servir de base a todo tipo de teorías -abstractas o empíricas, tnfocadas a una o a múltiples naciones, puras o aplicadas-; sin embargo, es indispensable so­meterlos a un proceso semejante para poder teo­rizar resultados útiles,

A diferencia de otras áreas de las ciencias po­líticas, de la economía y de la sociología, la in­vestigación que se ha llevado a cabo dentro del campo de la política exterior no ha sometido sus materiales a dicho procesamiento preliminar, Por el contrario -como selialé anteriOrmente- a ca­da situación nacional e internacional en la que' participa un país se le trata normalmente com@' única y no recurrente, lo cual da como ('esul· tado qllC la mayoría de los análisis disponibles no enfoquen los fenómenos de la política extt:rior bajo un marco de comparación, En conseCUl'll­cia, un observador interpreta d mismo conjullto de datos rel,nivos a la conducta exterior ele la Unión Soviética como ilustrativo de la flexibili­dad de Khushchev; otros, como un reflejo de exi, gencias consumistas reprimidas; otro más, ('(l:llO

indicativo del conflictu sino-soviético, , -Cabe recalcar que el procedimiento prelimi­

nar el<: los materiales de política exterior imph(;l

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Preteorías y teorías sobre política exterior 207

mucho más que nitidez metodológica. Con es­to no nos referimos a las técnicas de recopila­ción y manejo de datos, aunque cienameme la necesidad de uniformarlas se prestaría a una am­plia disertación. Tampoco nos referimos a la conveniencia de oriemar la investigación en el campo de la política exterior hacia el empleo de materiales cuamificados y de conceptos ope­racionalizados, pese a que también en este caso podríamos esgrimir convincentes argumentos en favor de tales procedimientos. En realidad, el procesamiento preliminar al que se deben so­meter los materiales de política exterior es de carácter mucho más elemental. Implica la ne­cesidad de desarrollar una concepción explíci­ta acerca de la ubicación precisa del factor causal dentro de los asuntos internacionales. ¿Acaso los investigadores de la política exterior deben pro­ceder con base en la idea de que los agentes cau­sales son seres humanos identificables? ¿O acaso deben tratar los cargos políticos, las estructuras gubernamentales, los procesos sociales o los sistemas internacionales como origen mismo del comportamiento hacia el exterior? Además, en el caso de que presupongan que el proceso causal está en todas estas fuentes, ¿hasta qué punto y bajo qué circunstancias cada una de ellas resulta más o menos causal que las otras? 'Son escasos los investigadores de la disciplina 'que procesan sus materiales en función de algún tipo de respuesta explícita a tales interrogantes. IEp' otras palabras, la mayoría de ellos no ha co­lbrado conciencia de la filosofía del análisis de \P.Qlítica exterior que utilizan o, en términos más r~~frales, ignoran sus preteorías de política ex­¡tClr!or. ~.Indudablemente, los investigadores del cam­~~~d~ la política exterior poseen la sutileza ne­t<,~~;ma para reconocer que el proceso causal se 1\ ~tIe atribuir a una amplia gama de actores y ¡;¡~I{ntidades . Hace ya varios años que impera J:.¡;¡~~~tu~bre de eludir explicaciones determi­.®!~Ja:s'unlcausales, y de proclamar la legitimidad ~~¡,na.serie de explicaciones diversas en torno '~~~~1 ~1S~? acontecimiento. Este mayor nivel de ,.~O~~~caclon, empero, ha dado rienda suelta a ~ ¡ lri~9agación indisciplinada, en vez de contrihuir .1 1 ~Ji!,~IJ~vestigación disciplinada . Actualmente.

se ha convertido también en un lugar común el suponer que uno, como investigador, queda exo­nerado de sus obligaciones mediante el simple planteamiento de la premisa de que el (ompor­tamiento externo es producto de la combina­ción de factores múltiples, tanto externos como im 'rnos, pero sin señalar el modo en que los diversos factores se amalgaman bajo distintas circunstancias. Para ser más explícitos, una vez anuladas las explicaciones unicausalcs, la mayo­ría de los investigadores de política exterior pa­recen sentirse en libertad de no ser congruentes e:l sus imputaciones de causas. El grueso de la investigación en materia de política exterior pa­rece indicar que las teorías deterministas poseen raigambre filosófica, por lo que al desechar las teorías se impone asimismo dejar de lado la prác­tica de ubicar la labor personal en un contexto preteórico .. .

Nada podría estar más alejado de la verdad . . . Quizá el mejor procedimiento para indicar

con exactitud aquello que implica una preteoría de política exterior consiste en subrayar los in· gredientes principales de cualquier preteoría e indicar, posteriormente, el modo en que el autor los integró a su propia preteoría. Aunque este planteamiento es susceptible de modificaciones y de mayor elaboración, no parece nada des­cabellado afirmar que todas las preteorías de política exterior son traducibles en cinco dimen­siones. Es decir, todos los analistas de política exterior explican la conducta exterior de las sociedades en función de cinco conjuntos de variables, o proceden de manera tal que sus ex­plicaciones pueden ser reconstruidas en térmi­nos de esos cinco conjuntos. Estos, que hemos enumerado siguiendo un orden de distancia crc­ciente en tiempo y espacio con relación a aque­llas conductas externas de las que son origen, los denominaremos: variables de idiosincrasia, de función, gubernamentales. sociales y sistémicas.

El primer conjunto abarca las idiosincracias de quienes toman las decisiones que determinan y aplican las políticas exteriores de una nación. Las variables de idiosincracia incluven todos esos aspectos de la personalidad de un líder de deci­sión -SllS valores, talento . y experiencias pre­vias-· que distinguen a su c()nducta ti (lpciones

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de política exterior de las de todos los demás líderes de decisión. Frecuentemente se mencio­nan como ejemplos de variables de idiosincracia, los valores religiosos de John Foster Dulles, la ambición de De Gaulle de erigir una Francia glo­riosa, y la habilidad política de Khrushchev. El segundo conjunto de variables se relaciona con la conducta externa de los funcionarios, gene­rada por los cargos que detentan y que, muy probablemente, podría darse independiente­mente de las idiosincracias mismas de los ocu­pantes de los cargos. Por ejemplo, sin importar quién sea, el embajador de los EE. UU. en las Na­ciones Unidas con toda seguridad defenderá las pdsiciones norteamericana y occidental en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea Gene­ral. Las variables gubernamentales se refieren a aquellos aspectos de la estrucrura de un gobierno que restringen o que facilitan la plena realiza­ción de las opciones de política exterior que se­leccionan los líderes de decisión. El impacto que ejercen las relaciones ejecutivolegislativas en la política exterior norteamericana ejemplifica el modo de operación de los valores gubernamen­tales. El cuarto conjunto de variables consiste en aquellos aspectos no gubernamentales de una sociedad que influyen en su comportamiento externo. Las principales tendencias de valores de una sociedad, su grado de unidad nacional y su nivel de industrialización no sólo unas cuantas de las variables sociales que pueden contribuir a la integración de las políticas y aspiraciones externas de una nación. L,ªs variables sistémi­cas comprenden todos los aspectos no huma­nos del ámbito externo de una sociedad, o todas aquellas acciones que se verifican en el extran­jero y que condicionan o influyen de alguna ma­nera en las decisiones de sus funcionarios. Tanto las "realidades" geográficas como los desafíos ideológicos de los agresores potenciales cons­tituyen ejemplos obvios de' las variables sisté­micas que pueden determinar las decisiones y los actos de los funcionarios que tienen la polí­tica exterior a su cargo.

Todas ellas, empero, son exclusivamente los ingredientes de una preteoría de política exterior.

Con el fin de formular la preteoría en sí, es ne­cesario evaluar la fuerza relativa de las varia­bles. Es decir, uno tiene que decidir cuál es el conjunto de variables que contribuye en mayor medida a la conducta exterior, cuál de ellos ocu­pa el lugar subsecuente en términos de influen­cia, y así sucesivamente hasta abarcar todos los conjuntos. No es necesario, de ninguna mane­ra, especificar con exactitud el grado en que in­fluye cada conjunto de variables; ese tipo de especificaciones tan precisas son características de las teorías, y no del marco general donde se organizan los datos disponibles. De hecho, en este nivel preteórico, basta con formarse una idea de la fuerza relativa de las fuentes princi­pales de conducta exterior ... .

Resulta complicado en extremo el asignar prioridades causales a los distintos conjuntos de variables. La mayoría de nosotros preferiría tra­tar al proceso causal como, algo ideográfico, en vez de aplicarse a formular una preteoría con­gruente que determine la fuerza relativa que ca­da variable tiene bajo distintas condiciones. Un procedimiento para superar dicha tendencia y obligarse uno mismo a diferenciar las variables consiste en adoptar el ejercicio de manipular mentalmente las variables con base en situacio­nes reales. Consideremos, por ejemplo, la inva­sión de Bahía de Cochinos, Cuba, registrada en abril de 1961 y patrocinada por los EE. UU. ¿Has­ta qué punto esa instancia de conducta exterior fue producto de las características de la idiosin­cracia de John F. Kennedy (por citar, en aras de la simplicidad, a uno solo de los actores que de­cidieron la invasión)? ¿Acaso su juventud, su sed de acción, su afiliación al Partido Demócrata, su confianza en sí mismo, su cerrada victoria en las elecciones -y así sucesivamente en una lista interminable- fueron factores decisivos para llevar a cabo la invasión y, si así fue, hasta qué punto? ¿Acaso cualquier presidente se habría empeñado en derrocar el régimen de Castro en 1961, casi inmediatamente después de haber asumido el cargo? En dicho caso, ¿qué tanta fuerza se debe atribuir a las variables que se des­prenden de tal cargo o función? Supongamos

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que en ese mes de abril de 1961 Warren Har­ding o Richard Nixon estaban al frente de la Casa Blanca, sin modificar ninguna de las cir­cunstancias restantes; ¿se habría llevado a cabo la invasión? Ahora, dejemos todo intacto con excepción de la forma de gobierno. Dejemos aflorar la imaginación y concibamos a los EE. UU. de ese entonces, con un sistema de gobierno de gabinete, con Kennedy como primer minis­tro: ¿habría cobrado un matiz distinto la acción contra Cuba? ¿Acaso la presión legislativa en­gendrada en un sistema de toma de decisiones políticas descentralizado creó el impulso de "ha­cer algo" con relación a Castro y, si tal fue el caso, hasta qué punto contribuyeron dichas va­riables gubernamentales a la conducta exterior? De manera semejante, a fin de poder preteorizar en torno a la fuerza de las variables sociales, pensemos nuevamente en la forma de gobier­no presidencial. Imaginemos a Kennedy en el poder varios meses después de una reñida vic­toria electoral, y que la situación de Cuba se hubiese suscitado en 1921, 1931 o 1951; ¿esa Norteamérica de los bulliciosos años veinte, de la depresión, o de la era de McCarthy habría "permitido", "alentado", o participado de otro modo en una invasión montada por refugiados? De ser los Estados Unidos una sociedad cerrada y autoritaria, en vez de abierta y democrática, ¿en qué medida habría sido distinta la acción emprendida en contra de Cuba? Finalmente, mantengamos constantes las variables de idio­sincracia, de función, gubernamentales y socia­les en nuestra imaginación, y concibamos que la isla de Cuba se encuentra a 9 000 millas -y no a 90- de distancia de la costa de Florida; ¿se habría realizado la invasión pese a la lejanía? Si se llega a la conclusión de que no se habría realizado el menor esfuerzo por salvar esa dis­tancia, ¿significará esto que las variables sistémi­cas deben considerarse siempre abrumadoras, o acaso su fuerza disminuye bajo ciertas condi­ciones?

Resulta factible estimular aún más la formula­ción de una preteoría de política exterior me­diante la extensión de este ejercicio mental para

incluir otros países y otras situaciones. En vez de Kennedy, la presidencia y los EE.UU. de 1961 que emprendieron acción contra Cuba, intro­duzcámonos en un proceso similar de mantener variables constantes con relación a las acciones llevadas a cabo por Khrushchev, a la estructura monolítica de toma de decisiones en Rusia, y a la reacción de la URSS del 1956 hacia la rebe­lión de Hungría. O bien, apliquemos el ejerci­cio a las acciones de Eden en torno al Canal de Suez, al sistema ministerial, y a la Inglaterra de 1956. Podemos incluso reflexionar acerca de otra situación: el ataque que lanzó contra Goa el carismático Nehru y la India de 1961 que en­traba en la era de modernización. En los cuatro casos, una nación más poderosa inició la acción militar en contra de un vecino carente de tan amplios recursos pero que había llegado a re­presentar valores antagónicos a los intereses del atacante. En consecuencia, ¿debemos concluir que el comportamiento externo de los EE.UU., de Rusia, de Inglaterra y de la India surgió de la misma combinación de fuentes internas y ex­ternas? ¿Acaso se debe interpretar el hecho de la cercanía geográfica existente entre sociedad atacante y atacada -en los cuatro casos- como indicativo de que las variables sistémicas tienen siempre mayor fuerza relativa que las demás? ¿O sería más razonable atribuir mayor fuerza a fac­tores de idiosincracia en un caso y a factores sociales en otro? Si es así, ¿cuál es el motivo razonado para someter dichas situaciones apa­rentemente similares a distintos tipos de análisis?

La reflexión en torno a interrogantes similares a las planteadas en los dos párrafos anteriores ha abierto las puertas a este autor hacia una pre­teoría aún sin depurar de política exterior, donde se evalúa la fuerza relativa de los cinco conjun­tos de variables en función de distinciones en­tre países grandes y pequeños, entre economías desarrolladas y subdesarrolladas, así como en­tre sistemas políticos abiertos y cerrados. Tal como se puede apreciar en la tabla 6.1, estos tres elementos continuos dan origen a ocho ti­pos de países y a ocho ordenamientos distin­tos de fuerza relativa. En este momento no es

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TABLA 6.1 Exposición abreviada de la preteoría de política exterior del autor, donde se ordenan cinco conjuntos de variables que influyen en el comportamiento externo de las sociedades de acuer­do con su fuerza relativa en ocho tipos de sociedades.

Geografía y recursos PAÍS GRANDE PAÍS PEQUEii¡o físicos

Estado de la eccnomía

Desarrollado Subdesarrollo Desarrollado Subdesarrollo

Sistema Abierto Cerrurio Abierto Cerrado Abierto Cerrado ,Ibierto Cerrado político

De función De Función De idiosin· De idiosin· De función De función De idiosin· De h.Jiusin· Sociales De idiosin· eracia eracia Sistémicas Sistémicas naria eracia Guberna- eracia De función De función Sociales De Idiosin· Sistémicas SistémicJ!ot

OrdenamiJmto mentales Guberna· Sociales Guberna · Guberna· eracia De función De función

de tas "ariables Sistémicas mentales Sistémicas mentales mentales Guberna· Sociales Guberna· De idiosin· Sistémicas Gubern.· Sistémicas De idiosln- mentales Guberna- mentales eracia Sociales mentales Sociales eracia Sociales mentales Sodalc.-s

EjemPlos EE.UU. U.R.S.S. India China Holanda Checos· Kenya Ghana

ilustratiavos Comunista lovaquia

necesario abundar sobre el razonamiento que sustenta a cada uno de esos ordenamientos. I No se trata de demostrar la validez de los orde­namientos; más bien se quiere señalar lo que im­plica la elaboración de una preteoría de política exterior, y por qué constituye un prerrequisito

1 Baste señalar lo siguiente: que se considera que la fuerza de una variable sistémica varía de manera inversa al tamaño de un país (dado que los países más grandes cuentan con más recursos y, por tanto, dependen en menor grado del sis­tema internacional, caso contrario de los países más pequeños), que se supone que la fuerza de un factor de idiosincracia es mayor en econo­mías menos desalrolladas (al existir menor nú­mero de las restricciones que tanto burocracias como organizaciones en gran escala imponen a economías más desarrolladas); que por esa misma razón se concede mayor fuerza a una variable de función en economías más desarrolladas; que se considera que una variable social tiene más fuerza en las políticas abiertas que en cerradas (al existir en estas últimas una menor necesidad que en las primeras de que los funcionarios atiendan demandas no gubernamentales); y que, por esa misma razón, las variables gubernamen­tales tienen más fuerza que las de índole social en las políticas cerradas que en las abiertas.

indispensable para el desarrollo de una teoría. De hecho, como el estado actual de la disciplina es poco avanzado, resulta imposible confirmar o refutar los citados ordenamientos. Reflejan el modo en que el autor organiza sus materiales para llevar a cabo una inspección fiel, mas no las inspecciones de por sí. Tales ordenamien­tos, para poseer una naturaleza teórica, debe­rían especificar qué tanta más fuerza tiene cada conjunto de variables en comparación con los que le siguen en cada escala; además, las varia­bles mismas deberían presentar vínculos causa­les con formas específicas de comportamiento externo.

Indudablemente, como en todo, cabe la po­sibilidad de extraer tanto preteorías de política exterior deficientes e inconsistentes como otras ingeniosas y congruentes. Es factible que la pre­teoría del autor exagere la fuerza de algunas va­riables y subestime la de otras, en cuyo caso las teorías que esta preteoría genere o apoye a la larga serán menos productivas y esclarecedoras que aqueIlas que adopten como fundamento preteorías que se aproximen más a la realidad empírica. No obstame, y repitiendo algo que ya señalé anteriormente, la preteoría que aquí

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expongo no pretende ser más que una orienta­ción y, por el momento, no se encuentra suje­ta a verificación.

Cabe la sospecha de que muchos analistas de política exterior quizá rechacen esta preteoría, no por el hecho de que conciban ordenamien­tos distintos o incluso diferentes conjuntos de variables, sino por que la sola idea de esclare­cer una preteoría se les antoja prematura, o aun imposible . . .

Sin embargo, la verdad es que nadie puede prescindir de una preteoría de política exterior cada vez que se aplica a la tarea de rastrear el elemento causal. Hasta el analista de contunden­te orientación histórica parte de la premisa ini­cial de que todo acontecimiento es producto de un orden subyacente, que toda conducta exte­rior de cada una de las sociedades proviene de alguna fuente y que, por tanto -al menos des­de un punto de vista teórico- es susceptible de ser explicada. Suponer de otra manera -el ca­lificar los comportamientos externos de las so­ciedades como productos del azar o de impulsos espontáneos, como si no ocurrieran por algu­na razón, descartando así la posibilidad de ras­trear sus orígenes- equivale a considerar inútil el análisis y a condenar al analista al fracaso per­petuo. Puesto que no es posible ignorar la pre­sunción de un orden subyacente, tampoco es factible prescindir de cierta concepción de su naturaleza. Sin embargo, el elemento causal no se descubre automáticamente. El orden subya­cente no se manifiesta abiertamente al analista aplicado que recopila cada pizca de pruebas para después consagrarse a una observación acucio­sa y prolongada de todo aquello que ha logra­do acumular .. .

Así como resulta imposible prescindir de una preteoría de política exterior, es muy sencillo no darse cuenta de la existencia de la preteoría personal y proceder como si se partiera de la nada en cada situación. El explicar la concep­ción individual del orden subyacente que es la razón del comportamiento externo de las socie­dades puede convertirse en un proceso casi tor­mentoso . ..

No obstante, podría surgir la siguiente pre­gunta: si toda esta indagación espiritual y esta

angustia tiene como objetivo allanar la elabo­ración de la teoría general, ¿cómo contribuirá el tímido empleo de estas preteorías de política exterior a que la disciplina supere su actual po­sición? Tal como se dejó entrever previamen­te, la respuesta está en la hipótesis de que el difundido uso de preteorías explícitas provocará la acumulación de materiales suficientemente procesados como para ofrecer una base de com­paración del comportamiento externos de las sociedades. Si la mayoría de los investigadores se aplicaran a recopilar y a exponer sus datos den­tro del contexto de sus perspectivas acerca del grado en que individuos, funciones, gobiernos, sociedades y sistemas internacionales actuan como agentes causales en los asuntos exteriores, entonces incluso cuando dichas perspectivas pudiesen representar una variedad de preteo­rías, cabría la posibilidad de discernir patrones y señalar contrastes entre diversos tipos de po­líticas y de situaciones. De ninguna manera de­pende el desarrollo teórico del surgimiento de un consenso relativo a la prcteoría más deseable en materia de política exterior. Tanto la com­paración como la teorización resultan factibles, siempre que cada investigador deje en claro cuáles son las variables que él considera centra­les en el proceso causal, así como la fuerza re­lativa que atribuye a dichas variables. Así, aun cuando un analista atribuya la mayor fuerza a las variables de idiosincracia, otro les adjudique una fuerza relativamente inferior, y otro más las considere totalme:1te irrelevantes, todos ellos habrán aportado datos que justifiquen sus res­pectivas afirmaciones, y al hacerlo, habrán pro­porcionado al teórico aquellos materiales que le son indispensables para elaborar proposicio­nes "si-entonces" y ascender a niveles aún más f.levados de generalización.

4

Sin embargo, la explicación de preteorías no va a ofrecer soluciones mágicas. Se trata de una condición necesaria para progresar hacia la teo­ría general, mas no suficiente. Aparentemente, la investigación en el campo de la política exterior

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se ve obstaculizada por deficiencias de carácter tanto conceptual como filosófico, por lo que to­do avance resultará improbable en tanto no se superen estos impedimentos más específicos. Si la teoría general ha de florecer, no sólo se de­berá disponer de materiales procesados de ma­nera similar, sino que los investigadores deberán contar también con conceptos adecuados para compilarlos en patrones realmente útiles. Los materiales, pese a ser considerados de manera semejante a través de la explicación de las pre­teorías, no caen en e! sitio que les corresponde por su propio peso. Los conceptos son indis­pensables para conferirles una estructura sólida, y facilitar así la formulación de proposiciones "si-entonces" ...

Son dos los problemas conceptuales -re­lacionados entre sí- que parecen frenar e! de­sarrollo de teorías generales de la conducta exterior. Uno de ellos se refiere a la tendencia de los investigadores a preservar una distinción rígida entre sistemas políticos nacionales e inter­nacionales, pese al continuo incremento de prue­bas de que tal distinción se desmorona. En el segundo problema interviene la tendencia a igno­rar lo que implican las claras indicaciones de que el funcionamiento de los sistemas políticos puede presentar variaciones considerables de un tipo de asunto a otro. Adelantemos gran parte de la discusión siguiente con la observación de que la interrelación de ambos problemas es tan es­trecha que se precisa de un nuevo tipo de sistema político, sistema penetrado, para comprender la fusión de sistemas nacionales e internacionales en ciertos tipos de asuntos o áreas de interés.

.. . La sociedad nacional, actualmente, se en­cuentra tan penetrada por e! mundo exterior que ha dejado de constituir la única fuente de legitimidad, o incluso de empleo de técnicas coercitivas. Ha decrecido la probabilidad de que la mayoría de los ~rocesos sociales culminen en e! ámbito nacional y, por el contrario, aquellas estructuras "altamente inclusivas" mediante las cuales algunos grupos se esfuerzan por conse­guir una serie de objetivos adquieren cada vez más e! carácter de órdenes compuestos por ele­mentos subnacionales, nacionales y supranacio­nales.

Cabe subrayar que dichos cambios implican mucho más que un incremento significativo de la influencia de quienes no pertenecen a socie­dades nacionales. No estamos afirmando sim­plemente que el mundo exterior se inmiscuye de manera cada vez más penetrante en la vida de las sociedades nacionales, aun cuando difícilmen­te se podría refutar dicha proposición. Tampo­co estamos disertando exclusivamente acerca de la mayor interdependencia de los sistemas po­líticos nacionales. En realidad, nuestro argumen­to expone que, en ciertos aspectos, los sistemas políticos nacionales se infiltran y dependen entre sí en la actualidad, y que en su funcionamiento participan actores que no pertenecen de mane­ra formal al sistema. Estos no miembros ejercen infuencia en los sistemas nacionales, pero además participan activamente en los procesos mediante los cuales dichos sistemas asignan valores, coor­dinan esfuerzos dirigidos hacia ciertas metas y emplean la coerción de manera legítima. No só­lo emprenden negociaciones con el sistema, sino que de hecho negocian desde el interior de! sis­tema, asumiendo posturas en favor de uno u otro de sus componentes. Pero lo más impor­tante es que tanto los organismos oficiales co­mo la ciudadanía aceptan la participación de no miembros de la sociedad en procesos de asig­nación de valores y de consecución de metas; de tal manera que las deciciones a las que esos seres ajenos a la comunidad contribuyen tienen la misma autoridad y legitimidad que aquéllas otras en las que no participan. Quizá los fun­cionarios y los ciudadanos de una sociedad no siempre acepten tal penetración externa de bue­na gana, pero lo que hace que dichas decisio­nes sean legítimas y autorizadas es que se les considere obligatorias, independientemente de! hecho de que se les acepte con pesar o volun­tariamente ...

Las consideraciones previas no sólo llevan a la conclusión de que "un análisis político con­vincente precisa de una disposición real para menejar el funcionamiento de los sistemas na­cionales como un elemento que depende cada vez más de acontecimientos y tendencias exter­nos; de hecho, también sugieren la necesidad de identificar un nuevo tipo de sistema político

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que se esclarezca fenómenos tales que ni el em­pleo menos estricto de distinciones entre lo na­cional y lo internacional podría dilucidar. A este sistema se le denominaría sistema político pe­netrado, y sus características esenciales se defi­nirían de la siguiente manera: Un sistema político penetrado es aquél en el cual los no miembros de una sociedad nacional participan de mane­ra directa y autorizada, mediante acciones que se emprenden conjuntamente con los miembros de la sociedad, sea en la asignación de sus "a­lares o en la movilización de apoyo en favor de sus objetivos, Se piensa que los procesos po­líticos de un sistema penetrado son estructural­mente diferentes tanto de aquéllos de un sistema político internacional como de los de un siste­ma político nacional. En la primera instancia, los no miembros influyen de manera indirecta y no autorizada en la asignación de los valores de una sociedad y en la movilización de apoyo en favor de sus objetivos, mediante acciones autónomas y no conjuntas. En la segunda, los no miembros de una sociedad no dirigen acción alguna hacia la misma, y por ende, no contri­buyen de ningún modo a la asignación de sus valores ni a la consecución de sus metas.

Obviamente, será complicado en extremo el operacionalizar tales distinciones. ¿Cuándo la in­teracción entre dos actores consiste en actos autónomos, y cuándo genera una acción con­junta? ¿Cuándo participan los no miembros de una sociedad en su maquinaria política, y cuándo se concretan a ser no participantes influyentes? Por otra parte, ¿hasta qué punto deben participar los no miembros para que un sistema político penetrado cobre existencia? , ,

. , , Resulta indispensable abarcar un punto final con relación a los sistemas penetrados. En su estado actual, nuestra formulación padece de una falta de diferenciación. Aunque el análisis apunta a la conclusión de que todas las socie­dades nacionales del mundo moderno son sus­ceptibles de una vertiginosa transformación hacia los sistemas penetrados, a estos los conceptúa como si pudiera ser similarmente transformados y estructurados, Sin embargo, existe una obvia v enorme diferencia entre los sistemas penetrados que ha surgido en Vietnam y en el Congo \' aque-

llos que se han desarrollado con relación a los sistemas de defensa de Gran Bretaña o de la In­dia. En los dos primeros casos, la penetración es absoluta, en tanto que en los dos últimos la penetración se limita a la asignación de un con­junto de valores altamente restringido .. . En consecuencia, con el fin de diferenciar los gra­dos de penetración y de señalar las diferencias estructurales a las que aquéllos dan origen, pa­rece conveniente distinguir entre sistemas pe­netrados en áreas o asuntos múltiples y en una sola área; tal distinción se hará considerando si los no miembros participan en la asignación de diversos valores o sólo un selecto conjunto de los mismos.

5

La conclusión de que las sociedades nacionales se pueden organizar como sistemas políticos pe­netrados con relación a ciertos tipos de asuntos -o áreas de interés- y como sistemas políti­cos nacionales con relación a otros, es con­gruente con las pruebas cada vez más numerosas que demuestran que el funcionamiento de cual­quier tipo de sistema político puede variar de manera significativa de un área de interés a otra. Una serie de datos descriptivos de sistemas lo­cales, partidistas, legislativos, nacionales e inter­nacionales convergen en torno al hallazgo de que distintos tipos de áreas de interés producen diferentes conjuntos de motivos por parte de diversos actores de un sistema político; que por tanto, distintos miembros del sistema se ocupan en diversas áreas de interés; y que los diferentes patrones de interacción resultantes de tales va­riaciones producen distintos grados de estabili­dad y de coherencia en cada una de las áreas de interés donde operan los procesos sistémicos. , ,

. , . Asimismo, en el campo de la política exterior hay incontables indicios de que la na­turaleza del asunto en cuestión constituye una variable crucial en los procesos mediante los cuales se genera el comportamiento externo de las sociedades nacionales , En los Estados Cnidos , por ejemplo. el complejo de influencias internas empleado para la rati ficación ele tratados , parece

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diametralmente opuesto a aquel subyacente en la asignación de ayuda económica o militar a otros países. Lo anterior de la impresión de que se podría decir casi lo mismo de otras socieda­des que mantienen programas de ayuda al ex­terior.

En resumen, no importa si los datos dispo­nibles con relación a las áreas de interés poseen características impresionistas o sistemáticas; el hecho es que son demasiado notorios como para ignorarlos. Si ha de florecer la teorización en la disciplina de la política exterior, se les debe otorgar cierta concesión conceptual. De hecho, el surgimiento de áreas de interés equivale en énfasis y relevancia al desmoronamiento de la distinción entre lo nacional y lo internacional. De manera conjunta, ambas tendencias apuntan a la conclusión radical de que se deberían trazar las fronteras de los sistemas políticos siguiendo un orden vertical en términos de áreas de in­terés, y un orden horizontal en términos de áreas geográficas ... Por tanto, avoquémonos a la tarea de especificar con mayor precisión la naturaleza de las áreas de interés, y la ubi­cación de los sistemas verticales dentro de las mismas.

De acuerdo con una descripción formal, se considera que un área de interés consiste en 1) un conjunto de valores, cuya asignación o asig­nación potencial 2) provoca que los actores afectados, o potencialmente afectados, difie­ran en grado tan elevado con relación a) al·mo­do en que se deben asignar tales valores, o b) a los niveles horizontales en los que se deben autorizar tales asignaciones, que 3) adoptan un comportamiento distintivo ideado para mo­vilizar apoyo en favor de la consecución de sus valores particulares. Si un conjunto de valores no provoca diferencias entre aquéllos a quienes afecta, entonces no se considera que el área de interés exista entre dicho grupo de actores y, por tanto, tampoco se piensa que las relaciones que guardan con dichos valores integren un sis­tema vertical. . .

Se observará que las fronteras de los siste­mas verticales no están delineadas por la mem­bresía común de los actores que los sustentan (como en el caso de los sistemas horizontales),

sino por el carácter distintivo de los valores y por la conducta que implican. Los actores de­terminan la condición de un sistema vertical-si es activo, latente o inexistente-, pero las fron­teras del sistema son independientes de la iden­tidad de los actores que funcionan dentro de él. ..

Por supuesto, con lo anterior no deseamos dar a entender que sea sencillo identificar a los actores , los valores o el comportamiento que configuran los parámetros de un sistema verti­cal. Será necesario dar solución a una serie de problemas operacionales antes de que la inves­tigación empírica en torno a fenómenos verti­cales rinda valiosos resultados. En especial, se debe dar respuesta a tres interrogantes: ¿cómo se agruparán en áreas de interés aquellos valo­res en los que el hombre difiere? ¿En qué nivel de abstracción se les debe agrupar? ¿Cuáles son las características que hacen que el comporta­miento que emana de un grupo de valores se distinga del que otros grupos alientan?

La línea general de respuesta a las dos prime­ras interrogantes parece ser de una claridad ra­zonable. La tipología de las áreas de interés debe ser algo más que la mera catalogación de aque­llos asuntos que suscitan divisionismo entre los hombres en un momento dado. Para que los sis­temas verticales tengan una utilidad analítica, es necesario que persistan más allá del periodo vi­tal de los actores que los sustentan. Tal como se señaló anteriormente, no se lograría nada impor­tante si al "área de interés" no se le confiriera más que el sentido convencional, donde el "in­terés" equivale a cualquier conflicto histórico en concreto que se genera entre individuos o grupos plenamente identificables. En una palabra, se de­be plantear una tipología de áreas de interés en términos lo suficientemente abstractos como pa­ra poder abarcar conjuntos de valores pasados y futuros , pero también presentes. Además, y ob­viamente, el nivel de abstracción debe ser sufi­cientemente elevado para abarcar conjuntos de valores que t\'oquen el comportamiento en tOdo tipo de sistemas horizontales, desde comuni­dades locales hasta la población mundial. Simul­táneamente, se debe guardar buen cuidado de no generalizar la tipología a tal grado que se difu-

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minen los rasgos distintivos del comportamien­to que caracterizan a los sistemas verticales en cada una de sus áreas .

En la actualidad, por supuesto, cualquier tipo­logía debe ser de índole bastante arbitraria. No será sino hasta que se acumulen datos suficien­tes y sistemáticos en torno a la naturaleza dis­tintiva de ciertas áreas de interés cuando las líneas que los dividen se puedan trazar con cer­teza. Sin embargo, con objeto de sugerir dimen­siones más amplias del concepto, adoptemos l!!1a tipología sencilla que aparentemente cumple con los criterios antes enunciados. Imaginemos que todo comportamiento ideado expresamen­te para acarrear la asignación autorizada de va­lores se genera en cualquiera de estas cuatro áreas de interés: es decir, el área territorial, de posición, de recursos humanos y de recursos no humanos, cada una de las cuales engloba los motivos, acciones e interacciones distintivos y evocados por los conjuntos de valores que se encuentran vinculados, respectivamente, con la asignación de jurisdicción territorial, la asigna­ción de posiciones dentro de sistemas políticos horizontales o dentro de sistemas no políticos, al desarrollo y la asignación de recursos huma­nos, y el desarrollo y a la asignación de recursos no humanos .. .

En otras palabras, según esta concepción, cada una de las cuatro áreas de interés abarca varios sistemas políticos verticales y, a su vez, se piensa que las fronteras de cada uno de es­tos últimos son determinadas por el alcance de la interacción que se gesta dentro de ellos. De tal manera, como se sugirió anteriormente, al­gunos sistemas verticales pueden operar exclu­sivamente en niveles horizontales de índole local; otros pueden tener una cobertura nacio­nal; otros más pueden verse restringidos a la in­teracción a nivel internacional. . .

... Sin embargo, cabe preguntar: ¿satisface esta tipología específica el criterio que dicta que los conjuntos de valores de cada área deben evocar motivos, acciones e interacciones carac­terísticos de parte de los actores afectados? Dan­do por sentado que los propios valores difieren entre sí, ¿por qué se debe suponer que tales di­vergencias son suficientes de por sí para producir

una diferenciación en el funcionanllento de los sistemas que asignan los valores en cada área de interés? . . En el caso de la üpología en cuestión, las cuatro áreas de interés se engen­draron en la impresión de que los motivos, ac­ciones e interacciones de los actores políticos se relacionan de manera crucial con el grado de tangibilidad tanto de los valores que deben ser asignados como de los medios que se deben em­plear a efecto de realizar la asignación. Por lo que respecta a motivos y a acciones, se llegó al razonamiento de que los actores afectados es­tarían más motivados y tendrían una actividad más persistente cuanto mayor fuese el grado de tangibilidad del medio (dado que es probable que sean más claros para el actor tanto las retri­buciones como los costos de asignar un conjunto específico de valores cuanto más comprensibles sean los medios necesarios para concretar los valores); y de que a mayor número de actores afectados y activos menor sería la tangibilidad de los fines (dado que la tangibilidad implica especificidad; por lo que es más probable que las aspiraciones de un mayor número de actores queden incluidas en asuntos donde estén en jue­go metas intangibles). En lo tocante a la interac­ción, se presupuso que entre mayor fuese la tangibilidad tanto de fines como de medios impli­cados en un proceso de asignación, mayor será la tendencia a la negociación entre los actores afectados. En resumen, entre las características distinti vas de un área de interés se cuentan el número de actores afectados, la intensidad de sus motivaciones para actuar, la frecuencia con la que actúan, y su grado de disposición a ne­gociar entre sí.

Resulta por demás evidente que cuatro áreas de interés principales se desprenden de lo an­terior. Los procesos de asignación de valores tangibles a través del empleo de medios tangi­bles diferirán considerablemente de aquellos que impliquen fines y medios intangibles; a su vez, ambos procesos se distinguirán de aqué­llos donde se asignen valores tangibles a través del empleo de medios intangibles; e incluso se generará un cuarto patrón de moüvos, accio­nes e interacciones distintivos; cada vez que se empleen medios tangibles para alcanzar fines

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216 Explicaciones sobre política exterior

~ MEDIOS

I Intangibles Tangibles n t a n

F g Área de i Área de recursos

I b posición humanos I

N e s

E T a

S n g Área de i Área recursos b territori al no humanos I e s

FIGURA 6.1

intangibles. Resumiendo, hemos diseñado una matriz de 2 x 2, donde cada celdilla corresponde con mayor o menor exactitud a uno de los cuatro tipos de valores que, supuestamente, respaldan al proceder político (véase la figura 6.1).

Pese a su naturaleza indefinida e impresionis­ta, la presente deducción del carácter distintivo del área de interés se mantiene firme cuando-se emprende el ejercicio de ubicar hallazgos em­píricos en la matriz. Adoptemos como ejemplo los datos de Dahl, y supongamos -para efectos de i1ustración- que la escala de fines tangibles/ intangibles se operacionaliza en función de si es o no posible fotografiar con una cámara los va­lores implicados, y que la tangibilidad de los me­dios se mide por el grado en que es necesario erogar dinero para poder adquirir los valores. No es posible fotografiar los valores representados por la educación, aun cuando se precisa de re­cursos monetarios para construir los planteles educativos y remunerar a los maestros -prcrre­quisitos éstos para la realización de los valores educativos. De ahí que los sistemas verticales ideados para procesar los asuntos educativos

correspondan a las áreas de recursos humanos de la matriz. De manera similar, tampoco es facti­ble fotografiar las nominaciones en New Haven y, a diferencia de la construcción y del mante­nimiento de un sistema escolar, en esta instancia se prescinde del factor monetario para asignar­las de la manera deseada. Por tanto, se les clasi­ficaría en el área de posición. La reurbanización de New Haven -o la necesidad de realizarla, sí se puede fotografiar fácilmente, y se requie­ren de enormes recursos financieros para llevarla a cabo, por lo que se le ubica en el área de re­cursos no humanos. Puesto que Dahl no ofrece dato alguno con relación al área territorial, con­cluyamos este ejercicio tomando a Berlín como ejemplo de sistema politico vertical. En este caso, la historia reciente -específicamente a partir de que se erigió el Muro, en agosto de 1961- da viva fe de la cualidad fotografiable de los valo­res implicados. Sin embargo, y obviamente, de­berá ser la persuasión diplomática, y no el dinero y la capacidad militar que éste pueda ad­quirir, el medio que logre cristalizar un arreglo en Berlín.

Existe otra consideración que refuerza la im­presión de que la concordancia que ha surgido entre la presente formulación y los fenómenos empíricos basta para garantizar un mayor desa­rrollo de la tipología. La premisa de que la tan­gibilidad de los fines y de los medios determina el número de actores afectados y el grado en que éstos están dispuestos a negociar entre sí, permite que se extraigan conclusiones especí­ficas en cuanto a las características distintivas de por lo menos dos de las áreas de interés. Por una parte el área de posición, compuesta de fi­nes y de medios intangibles, presenta mayores posibilidades de suscitar un proceder político más inflexible por parte de un mayor número de actores que cualquiera de las otras tres; por otra parte, el área de recursos no humanos, com­puesta de fines y de medios tangibles, puede . suscitar un mayor grado de negociación por par­te de un menor número de actores que cualquie­ra de las otras áreas. Es factible demostrar sin mayor problema que ambas conclusiones corres­conden a las diferencias existentes entre los , verticales concretos de cada área. Comparemos,

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Preteorías y teorías sobre política exterior 217

TABLA 6.2 Exposición má detallada de la preteoría de polftica exterior del autor, donde se ordenan ci nco conjun tos de variables que influyen en el comportamiento externo de las sociedades de acuer­do con su fuerza relativa en dieciséis t ipos de sociedades y en tres tipos de áreas de interés.

PAís G RA~DE

Economia desarrollada Economía subdesarrollada

Sistema polít ico abierIo Sistema político cerrado Sistema político abierto Sistema político cerrado

Penetrado No penetradu Penetrado No penetrado No penetrado Penetrado No penetrado

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si so so si so si g so g g g g so so si so so

i . \'a riables de idiosincrasia r = variabil:s tic (unción g = variables gubernamentales

por ejemplo, los procesos mediante los cuales se asignan los valores pertenecientes a los derechos civiles con aquellos que señalan la asignación de valores en el campo de la transportación (es decir, el desarrollo de ríos, puertos y carrete­ras). Por supuesto, el primer conjunto de valo­res atrae la atención de un grupo mucho más considerable de personas que el segundo; asi­mismo, es patente que las posturas inflexibles son tan características de los asuntos de dere­chos civiles como las negociaciones astutas con concesiones recíprocas lo son de las asignacio­nes relativas a ríos y puertos.

De hecho, cabe mencionar que tales carac­ierísticas del área de posición parecen tener tal poder que dan origen aun a otra caracterís­tica distintiva del área en cuestión: Aparente­mente, las fronteras de los sistemas verticales correspondientes al área de posición tienen ma­yor capacidad de expansión que aquéllas de cualquier otra área. Dada su capacidad de moti­var a un mayor número de/actores y de suscitar un conjunto de orientaciones más in flexibles,

los asuntos relativos a la posición pueden des­plazarse velozmente, una vez activados, hacia lati tudes más elevadas o inferiores, o expanderse hacia los costados. Algunos acontecimientos que ilustran el dinamismo vertical de los asun­tos de posición serían: la demanda de derechos civiles en Angola; los esfuerzos de James Mere­dith por ingresar a la Universidad de Mississippi, y el reconocimiento de la China Comunista. Su dinamismo horizo~tal -es decir, su capacidad para inmiscuirse en otras áreas de interés- que­da ejemplificado en el debate sobre derechos civiles que actualmente se verifica en los Esta­dos Unidos ...

6

Las implicaciones de los antes citados aj ustes conceptuales para la elaboración de una teoría de política exterior son por demás claras. Si la formulación antes expuesta posee algún grado de va lidez, existe la enorme probabilidad de que el

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218 Explicaciones sobre política exterior

TABLA 6.2 Continuación

PAís PEQUEÑO

Economía desarrollada

Sistema político abierto Sistema político cerrado

Penetrado No penetrado Penetrado No penetrado

si si si r r r si si si r r r

so r r so si si r r r si si si r g so si g so i i i i i i g so g g so g so g g so g g i i i i i i g so so g so so

50 = variables sociales si = variables sistémicas

proceder hacia el exterior de los sistemas hori­zontales a nivel nacional varíe tanto en lo que se refiere a alcance, intensidad y flexibildad en cada una de las cuatro áreas de interés que to­da teoría de política exterior deberá incluir, sin excepción alguna, proposiciones "si-entonces') que reflejen cabalmente tales variaciones. Igual­mente, se deberá llevar un recuento teórico de la conducta hacia el exterior por parte de los sistemas penetrados. Obviamente, las relaciones que estos guarden con el resto del mundo se­rán, en parte, un resultado de las diferencias en el grado y la naturaleza de la penetración de la que sean objeto. Más aún, dada la enorme po­sibilidad de que tanto el grado como el modo de penetración varíen de un área de interés a otra, toda teoría se verá obligada a abarcar di­chas diferencias adicionales.

En realidad, los conceptos de sistemas ver­ticales y penetrados deberían comportar la re­levancia suficiente para garantizar una revisión a nivel preteórico. Se antoja por demás razonable suponer, por ejemplo, que la fuerza relativa de las variables sistémicas sería más contundente en los sistemas penetrados que en aquéllos estric-

Economía subdesarrollada

Sistema político abierto Sistema político cerrado

Penetrado No penetrado Penetrado No penet rado

si si si i i i si si si i i i i i i si si si i i i si si si so r r so r r r r r r r r

r g so r g so so g g so g g g so g g so g g so so g ~o so

tamente nacionales. Por tanto, el alcance de la preteoría resumida en la tabla 6.1 podría du­plicarse fructíferamente con la subdivisión de cada una de las ocho columnas en las siguientes categorías: "penetrado" y "no penetrado", y la introducción de ocho nuevos ordenamientos que elevaran las variables sistémicas, digamos, un nivel en cada uno de los ocho sistemas pene­trados. Asimismo, si se han calculado correcta­mente las características distintivas de las áreas de posición y de recursos no humanos, es fácil prever otra extensión más de la preteoría -una expansión doble, donde las variables sociales se eleven en un nivel por lo que respecta a los ordenamientos de las áreas de posición (dada la mayor probabilidad de motivar a un número más nutrido de miembros del sistema para que realicen demandas más inflexibles), y disminu­yan un nivel en lo tocante a aquéllos de las áreas de recursos no humanos (dada la probabilidad de que un número menor de miembros del siste­ma realicen demandas menos rigurosas) . La ta­bla 6.2 expone las posibles extensiones de la preteoría que facilitan los conceptos de sistemas verticales y penetrados.

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Preteol"ías y teorías sobre política exterior 219

Pese al hecho de que estos conceptos com­plican en gran medida la empresa de edificar una teoría, no dictan ni restringen el tipo de teoría que es factible elaborar. Tal como he subraya­do a lo largo de este ensayo, sólo nos hemos concretado a identificar y a ampliar los mate­riales que deben servir como base para la ela­boración de cualquier teoría de política exterior.

Se puede crear una gama extensa de teorías con base en estos materiales, y nada inherente a es­tos últimos determinará el diseño, la elegancia y la utilidad de las primeras. Es el analista quien debe aportar dichas cualidades: el! ello radica la naturaleza imponente y desafiante de la cons­trucción teórica.

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24. Relaciones exteriores de los EE.UU.: conflicto, cooperación

y distancias cualitativas

R. J. RUMMEL

Las relaciones exteriores de los Estados Unidos, como parte de una rutina diaria, consisten en un sinnúmero de acciones diversas. Algunas de ellas se emprenden como parte de la política ex­terior gubernamental con plena conciencia; en­tre éstas puede citarse la advertencia lanzada contra la Unión Soviética en razón de su patente intervención militar en el Medio Oriente, antes de que se anunciaran públicamente las pláti­cas con el ministro israelí del exterior a raíz de la petición de aviones de caza norteamericanos planteada por el propio Israel. Otras acciones no forman parte de las consideraciones de la po­lítica exterior inmediata, y son distintas entre sí, tales como un embarque de automóviles nor­teamericanos a Dinamarca, o el envío de veinti­cinco educandos norteamericanos a la India para estudiar un año en el extranjero. También hay

Reimpreso a partir de una edición de Bruce Russett. Peace, War, and Numbers (Beverly HiJls, Calif. : Sage Publications. 1972), pp. 72-84, 94-96, 98 , 100- I 06, 109. Copyright © 1972 Sage Puhlications, lnc. Reimpreso con autori­zación del editor \' del autor. Notas al calce v c itas suprimidas ~en su mayoría . .

220

otro tipo de acciones que son de tal relevancia y trascendencia que afectan inmediatamente la ma­yor parte de las relaciones internacionales de los EE.UU.; entre éstas se cuentan el repentino ata­que norteamericano contra el Vietcong y contra los santuarios norvietnamitas en Camboya.

Es obvio que las relaciones internacionales de cualquier país -particularmente de uno que go­za de desarrollo económico y poderío semejantes a los de Estados Unidos- son de índole diver­sa y multidimensional. ¿De qué modo podemos esclarecer todas estas acciones, tanto para el es­tudioso como para el practicante de las relacio­nes internacionales?

De acuerdo con la tradición, el estudioso sue­le depurar un esquema conceptual de relaciones internacionales, donde traza conexiones entre dichas acciones, las ordena siguiendo una jerar­quía de causa-efecto, y sopesa su trascenden­cia en la práctica y la comprensión de la política internacional .

El estudioso divide los actos de una nación en públicos y privados, los relaciona con objetivos de política exterior inmediatos, a corto plazo y a largo plazo, los imbuye de las consecuencias que pudieran comportar para el poderío y el interés

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nacional de una nación, y los clasifica en catego­rías de causa, efecto, condiciones o procesos. Por su parte el practicante, de carácter menos teóri­co y abstracto, suele entablar las relaciones in­ternacionales en una base cotidiana, reacciona a los actos de otras naciones cuando lo requiere el cumplimiento de exigencias burocráticas y políticas, renueva y da inicio a acciones desti­nadas a hacer frente a contingencias, a la vez que restringe o canaliza otras según el curso de los acontecimientos.

El mundo conceptual del practicante está in­tegrado por individuos: tomadores de decisio­nes, élites y personas influyentes . El desarrollo económico de una nación, su sistema político, S\l cultura y su historia son hechos dados. La ley y las organizaciones internacionales, el núme­ro y variedad de las naciones y su separación geográfica, así como la configuración del poder y las alianzas, conforman el contexto dentro del cual los seres humanos comercian, intercambian, querellan, negocian y cooperan. . . En resumen, el practicante conceptualiza y comprende las diversas relaciones internacionales en un nivel individual, como una interacción rutinaria de se­res humanos. Los eruditos, por el contrario, suelen interesarse en la comprensión teórica de las mis­mas acciones pero en un nivel colectivo . Es de­cir, desean teorizar acerca de tales acciones en conjunto, y relacionarlas con los hechos dados de los practicantes de las relaciones internaciona­les; pretenden aislar las fuerzas y los indicadores, delinear los patrones y las tendencias presentes en las acciones conjuntas, así como estipular o des­cubrir las leyes sociales y políticas de las relacio­nes internacionales .. .

En el nivel individual, las acciones parecen surgir del azar, provocadas por la idiosincracia de las personalidades involucradas, por circuns­tancias específicas, o por acontecimientos inusita­dos. Se considera que sucesos extraordinarios -como un asesinato (magnicidio)- desatan ese tipo de acciones, aunque también se les puede calificar de juegos del destino. Así, la conducta de las naciones, integrada por los actos de los se­res humanos, cobra un matiz impredecible, ilíci­to y, en ocasiones, irracional.

Relaciones exteriores de los EE. uu. 221

Sin embargo, en el nivel colectivo, la mayoría de las acciones cuentan con una estructura; pre­sentan un elevado índice de correlación, orden y esquematización. Cobran un aspecto lícito, y se encuentran sujetas al estudio científico y a la predicción. De manera global, las relaciones internacionales en conjunto parecen más uni­formes que azarosas, más susceptibles de expli­cación mediante ecuaciones deterministas que por estadísticas de probabilidad . . .

Por supuesto, tanto la perspectiva individual como la colectiva se pueden complementar y suplementar entre sí. La investigación que se lle­va a cabo en el nivel colectivo ofrece una com­prensión y un esquema conceptual del contexto dentro del que se verifican las acciones indi­viduales. Es capaz de definir la dirección del com­portamiento en conjunto, la gama de direcciones alternativas (mundos alternativos) y las varia­bles cruciales (tales como el consumo de ener­gía o el ingreso público), cuyo cambio de valores podría brindar aguas más pacíficas a la nave del estado.

Según el estudioso, el mundo del practicante debe ser el terreno de ensayo de la investigación y de la teoría colectiva. Aunque el nivel colectivo puede constituir la base de estudio, las relacio­nes internacionales después de todo, consisten en los actos y los problemas del ser humano. Las pruebas cruciales de la perspectiva colectiva se deben aplicar al nivel del practicante, puesto que ¿de qué servirían los conceptos de integra­ción y de distancia social, las correlaciones entre comercio y desarrollo económico, las dimen­siones territorial y de conducta ante el conflic­to exterior, así como las correlaciones múltiples casi perfectas, si todos estos elementos no guia­ran los asuntos humanos, si no resolvieran pro­blema alguno, si no brindaran propuestas de solución?

Me he valido de esta prolongada introduc­ción para preparar el terreno y poder exponer y someter a prueba la teoría desarrollada por la disciplina en lo que respecta al conflicto y a la cooperación de los EE.UU., pues en este ensa­yo se emplea una perspectiva del nivel colectivo que resultará desconocida para la mayoría . Se

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222 Explicaciones sobre política exterior

considerará a las relaciones internacionales como un sistema determinista, y dentro de la represen­tación que se hará se planteará una proposición fundamental de relaciones exteriores. Tal como se indicó previamente, pese a que a partir de este punto de discusión abordará una teoría co­lectiva, se reconoce plenamente que existe un mundo individual de actos y de decisiones co­tidianos, y que a final de cuentas, la capacidad para resolver algunos de los problemas que afli­gen a este mundo será la prueba de fuego.

La mayoría de las tentativas de . desarrollar una teoría colectiva de los actos de las naciones se han realizado en un nivel conceptual, no muy alejado de aquél en que se mueven diplomáti­cos, políticos y periodistas. . . Algunas décadas atrás, Arthur Bentley (1954) se percató de que el estudio de los asuntos humanos podría bene­ficiarse a partir de la reflexión en términos de un espacio social-como un espacio físico pro­visto de dimensiones, movimientos, ubicacio­nes y relaciones de espacio. No obstante, ese espacio social definiría al mundo social del in­dividuo no en términos de ubicación física, si­no de sus propias características y comporta­miento . ..

Quincy Wright, quién recibió la influencia de los trabajos teóricos del sociólogo Parsons y del psicólogo Thurstone, fue el primer teórico que representó a las relaciones internacionales como un espacio social en el sentido enunciado por Bentley, mismo que Wright (1955:543) de­nomina "campo analítico":

El enfoque del campo analítico en el estudio de las relaciones internacionales .. . implica que cada orga­nización internacional, gobierno nacional, asociación, 'sistema de acción' individual o de otra índole o cada 'encargado de tomar decisiones' se puede ubicar en un campo multidimensional. Dicho campo se puede definir mediante coordenadas, cada una de las cuales mide un continuo político, económico, p~icológico , sociológico, ético o de otro tipo que influye en las alternativas, decisiones y acciones importantes para las relaciones internacionales.

Wright procedió a especificar lo que serán dichas coordenadas ya ubicar a las naciones dentro del espacio resultante, con base en cálculos subje-

tivos . Gran parte de la labor analítica de facto­res dentro de las relaciones internacionales, tal como Wright la sugirió, ha estado llenando de manera implícita el campo analítico de Wright mediante coordenadas (dimensiones) basadas en datos colectivos.

La representación de las relaciones interna­cionales como espacio social es poderosa. Per­mite la sistematización de las observaciones, el desarrollo de una teoría matemática ligada a mé­todos de prueba, así como la reflexión en tor­no a las relaciones que implica. El primer concepto colectivo que emplearé para representar los ac­tos hacia el exterior por parte de los Estados Unidos será el de un espacio social de relacio­nes internacionales.

Al plantear esta noción de espacio social, cabe sefialar la importancia de una premisa metasocio­lógica. Supongamos que, al explicar el compor­tamiento de las naciones, funciona el prinCiPiO de valores relativos. Es decir, tanto el compor­tamiento como los atributos de las naciones son de carácter relativo. Por ejemplo, no se deber. tomar en consideración el desarrollo económico absoluto ni el poder de una nación (hoy en día, la gran mayoría de las naciones cuentan con un desarrollo y un poderío superior a los de cualquier nación de hace dos siglos), sino el poder relativo que ésta despliegue cara a cara con otra nación específica. Además, las acciones que una nación dirija hacia otra se deben medir en función de sus demás actos, así como en razón de la conducta del objetivo y de todas las demás naciones. Tal como observaremos posteriormen­te, el concepto de espacio social permite que se incorpore de manera sencilla el principio de va­lores relativos.

En primer lugar, consideremos que tanto las acciones hacia el exterior como los atributos de los Estados Unidos son parte integrante del es­pacio social de las naciones. De tal modo, los Estados Unidos, como país, se ubica en dicho espacio en términos de las acciones que ejerce hacia otras naciones y de sus atributos relativos. En segundo lugar, dividamos conceptualmente al espacio social en subespacios de conducta y de atributos. El subespacio de atributos, que a partir de este momento denominaremos espacio

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Relaciones exteriores de los EE. uu. 223

(BASES DE PODER) 52 EE.UU.

Burma

( I

'. FIGURA 6.2,

1

de atributos, define la ubiqc,ión de los Estados Unidos -y de otras naciones- en función de los valores relativos que el país concede a, to­dos sus atribU[os, , ~s~ .como de la intercorrelación que existe entre estos atributos en todas las na­cion~s. El origen ,del espacio radica en lGls valo­res promedio, de los atributos. Así el! P.I.B., el áre1a, la población, el presup\Jesto d~ defensa,J,a censur'l, el número de partidos políticos, el nú­mero de, r~v'udtas, la l cifra ·de católicos f(j)'ma­nos, etc. ,de los Estado~ Unidos .ubi~~rán al país en este espaciGl I ~ri relación ,con los valores que otras nacionesl, obje,tivoslpotenciales de sus ac-, tOS j concedan a ,dichos atributos. , ,.\ ' , Del mismo modo en que dentfG del espaci@ físico se definen todos lQS movimientos y rela­ciones de espacio entre las cosas en. razón de

(DESARROLLO ECONÓMICO) 51

Irr, r\,1 tt/.,{,r . j '0.1". ". l l-'"

I .~. . 11 I

tres dimensiones físicas (haciendo caso omiso del ~lemento tiempo),' la relación que existe en­tre atributos y ubicación,relativa de las naciones dentro del espacio del atributos se define a tra­vés cl,e una serie de> dimensione,s. En la figura 6.2 se muestra a los Estados Unidos y a cinco objetiN'os ,potenciales de ,sus actos libiGados en el espacio de atributos dentro de dos dimensio­nes, llamadas desarrollo económico y bases de pod~r. jEn repetidas ocasiones se han delirreado ambas .dimensiones con objeto de .d~finir el es­pacio de atributos de las naciones, tal como lo . ha demostraclo el cotejo de varios estudios. Los atrib\ltos que se correlacionan en grado más ele­vado con la dimensión de desarrollo económico son: ~onsumo de energía per cápita, número de aparatos telefónicos per cápita y producto inter-

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224 Explicaciones sobre política exterior

no bruto per cápita. Los elementos que se co­rrelacionan más con la dimensión de bases de poder son: ingreso público, población, área, efectivos del ejército y lo cuantioso que sea el presupuesto de defensa. Aunque no aparece en la figura 6.2, una tercera dimensión principal y valiosa en la definición del espacio de atribu­tos es la orientación política, misma que guarda una estrecha correlación con la censura, la liber­tad de oposición al gobierno y la proporción de miembros del partido comunista. El conjun­to de las tres dimensiones citadas -desarrollo económico, bases de poder y orientación polí­tica- integran más del 40% de la variación de las naciones con respecto a sus atributos.

Sin olvidar por el momento el espacio de atri­butos, abordemos un segundo concepto básico (el espacio social es el primer lugar): la díada. Una díada representa la unión o conexión de dos naciones en función de sus actos recípro­cos. Es, en sí, un par de naciones actor-objeti­vo. Tales díadas, en términos de los actos de los Estados Unidos, se pueden representar así: EE. uu. -- China, EE.UU. -- U.R.S.S ., EE.UU. -- Grecia; en ellas, cada uno de los países objetivo forma pareja con los Estados Unidos, en función de los actos de este último país hacia ellos.

Ahora, el concepto de díada permite la defini­ción del subespacio de la conducta de una nación, que a partir de este momento denominaremos espacio conductual. El espacio conductual ubica a todas las díadas en relación con cada una de las otras, en función de sus actos. En ese caso también interviene el principio de valores re­lativos; el origen del espacio conductual radi­ca en los valores promedio de cada conducta (por ejemplo amenazas) ...

Hasta este punto, he propuesto una repre­sentación de los actos y de los atributos de los Estados Unidos en un nivel colectivo, como si existieran dentro de un espacio social subdivi­sible, desde una perspectiva conceptual, en los espacios de atributos y conductual, y que inclu­ye tanto el principio de valores relativos como el concepto de díadas . Ahora se puede emplear esta representación para conjuntar seis hipóte­sis en torno a las relaciones internacionales de un país.

La primera de dichas hipótesis dicta que la con­ducta exterior de una nación está ligada a ciertas características de una nación, específicamente a su desarrollo económico, área territorial y siste­ma político (es decir, si éste es abierto o cerrado). Tal hipótesi~ procede del bloque estructural de Rosenau (1 %6), mismo que el autor bautizó como enfoque "preteórico" de enlace de las relaciones internacionales y la política comparativa. Según Rosenau , las tres características son fundamen­tales para la comprensión de los resultados que ofrece una nación. En especial, el perfil que ten­ga una nación de dichas características determi­nará el ordenamiento de las variables de idiosin­cracia, de función, gubernamentales, sociales y sistématicas para el esclarecimiento de los re­sultados .. .

La segunda hipótesis se relaciona con el con­cepto de distancia, tal como se le ha aplicado en las ciencias sociales para explicar la conduc­ta. La i0.ea básica es que las semejanzas presentes entre los individuos en actividades tanto socieco­nómicas como culturales determinan la conduc­ta; que el prejuicio es el resultado de la discre­pancia entre características, y que la interacción aumenta en razón de una mayor semejanza en­tre los individuos.

Quincy Wright empleó dicho concepto de distancia para definir las relaciones entre nacio­nes (1955: 127) y, de manera más específica, para desarrollar un modelo de probabilidades de gue­rra. Wright propone que las relaciones existentes entre dos naciones son el resultado o producto de ocho distancias: tecnológica, estratégica, psicoló­gica, política, social, intelectual, legal y de expec­tativas (1965:332). El citado autor combinó dichas distancias en una ecuación diferencial, realizó un cálculo subjetivo de las ocho distancias que impe­raban entre las grandes potencias en julio de 1939, y llegó a la conclusión de que " en esa fecha, la pro­babilidad relativa de guerra era más elevada con respecto aJapón-U.R.S.S. (.96), Alemania-U.R.S.S. (.86), y Alemania-Francia (.82)" (1965:348). Tanto la referida obra de Wright como las conexiones generales entre conducta y distancias sugieren la hipótesis de que los actos de las naciones son el producto de una variedad de distancias existen­tes entre las mismas.

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La tercera hipótesis se ocupa de la estratifi­cación social. Johan Galtung (1964) y sus cole­gas, con base en el trabajo realizado en torno a las clases y la estratificación en el campo de la sociología, definieron al sistema internacional como un sistema de posiciones donde las nacio­nes se ubican en dimensiones de posición. En consecuencia, proponen que la conducta reCÍ­proca de las naciones es un producto de sus respectivas posiciones. Por ejemplo, si la rique­za, el poder y el prestigio son dimensiones de posición dentro de las relaciones internaciona­les, entonces el comportamiento de los Estados Unidos hacia la U.R.S.S. será una consecuen­cia de los perfiles relativos tanto de los Estados Unidos como de la U .R.S.S. a lo largo de esta tercia de dimensiones de posición. Por ende, la tercera hipótesis dicta que los actos que una nación emprende hacia otra son el resultado de sus respectivas posiciones relativas.

La cuarta hipótesis tiene que ver con la tesis central de la disciplina de las relaciones interna­cionales: la configuración del poder entre las naciones determina tanto su política como su conducta. Tanto estudiosos como practicantes de este campo han dado fe de que las conside­raciones de poder estructuran la política inter­nacional. La importancia del poder es un hecho en la experiencia práctica y en el estudio erudi­to. Sin embargo, aún no ha quedado establecido fehacientemente que se pueda medir y constre­ñir en ecuaciones al poder, o que constituya un concepto que. permita predicciones verificables de la conducta de una nación.

A. F. K. Organski (1968) ofreció una de las teo­rías más explícitas en torno al poder. Organski expuso que las naciones se encuentran dispuestas en una pirámide de poder, y que principalmente aquellas que ocupan la cúspide configuran el or­den internacional. Por ende, el conflicto interna­cional surge cuando una de las naciones de ni­veles inferiores modifica su capacidad de poder de modo tal que amenaza con superar a la siguien­te nación predominante, y cuando existen es­casos vínculos de unión entre las dos naciones en cuestión. Según Organski, la política inter­nacional está determinada por el poder relativo y cambiante entre las naciones, y por los lazos

Relaciones exteriores de los EE. uu. 225

de unión existentes entre las mismas. Así, esta teoría sugiere la cuarta hipótesis: el conflicto y la cooperación de una nación con otra son el resultado del poder relativo de ambas y de sus nexos de cooperación.

La siguiente hipótesis comprende la orienta­ción general de quienes se ocupan de la inte­gración a nivel internacional y regional. La noción fundamental es que la interacción y la coopera­ción que dan origen a la integración política son resultado, entre otros factores, de un elevado nivel de homogeneidad social y cultural, de la semejanza en actitudes y valores políticos y de la proximidad geográfica. Valga un metáfora al respecto: novios que se parecen se casan. Con base en dicha perspectiva, la sexta hipótesis es que la cooperación relativa entre naciones se re­laciona con el grado de semejanza existente en­tre ellas y con su distancia geográfica.

Resulta trillado aseverar que la distancia geo­gráfica condiciona las relaciones internaciona­les. No es nada sencillo especificar la manera en que lo hace. ¿Acaso la distancia geográfica in­fluye en las relaciones entre naciones del mis­mo modo en que la distancia astronómica entre los planetas y su gravedad mutua influyen en el movimiento relativo de los mismos? ¿Acaso la distancia geográfica se concreta a establecer fronteras conductuales? ¿O la distancia ofrece un gradiente de conducta? En vez de adoptar en este punto cualquiera de las referidas funcio­nes alternativas, haré más explícita la hipótesis general: las relaciones entre las naciones se ven condicionadas por la distancia geográfica que las separa.

A modo de recapitulación, puntualizaré nue­vamente las seis hipótesis fundamentales de las relaciones internacionales:

1. La conducta en la política exterior es producto del desarrollo económico, de las dimensiones territo­riales y del sistema político.

2. La conducta de una nación hacia otra es producto de las distancias.

3. La conducta de una nación hacia otra es producto de la posición relativa.

4. El conflicto y la cooperación de una nación con otra son el resultado de su poderío relativo y de sus nexos de cooperación .

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226 Explicaciones sobre política exterior

5. La cooperación relativa entre naciones está ligada a su homogeneidad y distancia geográfica.

6. Las relaciones que se dan entre las naciones se ven condicionadas por la distancia geográfica que las separa.

Ni el espacio ni la prudencia permiten el análisis cabal de los métodos empleados para verifi­car las proposiciones antes enunciadas -puesto que esto ya se hizo en otra parte. Baste decir que el abordar la conducta y los atributos dentro de un espacio lineal permite que el coeficiente de impor­tancia del producto y los modelos de regresión múltiple, de análisis de factores componentes y de análisis canónico se integren a la estructU!a teórica de la teoría de las relaciones internacio­nales. Así, estos modelos se convierten en técni­cas de operacionalización y de verificación de las deducciones originadas en la teoría y de las proposiciones incluidas en ella.

En un estudio previo, la ubicación de 13 día­das que incluian a los Estados Unidos como ac­tor. .. en el espacio conductual de 195 S, se re­lacionó (mediante el análisis canónico) a las distancias (diferencias) existentes en 1955 entre los Estados Unidos y las 13 naciones objetivo ... Sin embargo, la dificultad para generalizar los citados resultados estriba en lo reducido de la muestra. Por tanto, se han recopilado datos en torno al comportamiento de los Estados Unidos hacia 81 naciones distintas en el año de 195'5, ya continuación reportaremos los resultados del análisis consiguiente ...

[En] el análisis de factores ... se encontró que 19 acciones díadicas de los Estados Unidos se agruparon en seis patrones distintos e indepen­dientes. Estos seis patrones de comportamiento diádico de los EE.UU. -europeo occidental, angloamericano, de disuasión, de guerra fría, de sanciones negativas y de ayuda- deben de­pender, si la teoría de la disciplina es correcta de las distancias de atributos de otras naciones con respecto a los Estados Unidos. Tal como se muestra en la tabla 6.3, abajo, se pueden emplear 13 indicadores de las dimensiones del espacio de atributos para determinar estos vectores de dis­tancia . . .

TABLA 6.3

a) Dimensión

l. Desarrollo econó-mico

2. Bases de poder 3. Orientación política

4. Comportamiento ante el conflicto exterior

5. Densidad

6. Cultura católica

7. Conflicto interno

8. Cultura oriental

9. (sin nombre)

10. Comerciantes 11 . Igualdad

12 . Diversidad

13 . Suficiencia

b) Indicador ... 1

consumo de energí~ per cápita 1

ingreso público libertad a grupos de

oposición número de amena,

zas

población/área de territorio nacional

católicos romanos/ población

número de ciudada­nos muertos

número de grupos religiosos

estudiantes universi­tarios extranjeros/ estudiantes uni ­versitarios

exportaciones/PIB gasto gubernamen­

tal en educación gas tos gu berna­mentales

número de grupos lingüísticos

proteínas/calorías

Por el momento, nuestro interés se centra en la relación global entre la conducta de los EE. UU. y las distancias de atributos de los EE. UU., dado que esta relación sería elevada si los re­sultados son congruentes con el axioma de la teoría de la disciplina que dicta que los vecto­res de distancia son fuerzas determinantes de la conducta. , .

De manera específica, nos interesa el grado de dependencia del espacio conductual con respec­to al espacio de atributos .. . El resultado real de­muestra que la correlación (traza) entre [los] dos espacios es de .. 68, lo cual significa que casi el SO por ciento de la variación de las díadas de los EE .UU. en el espacio conductual se puede explicar mediante vectores de distancia ... y fi­nalmente, nos interesan las seis proposiciones

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" _referentes a vínculo, posición, distancia, poder, homogeneidad y proximidad geográfica- eslabo­nadas dentro de la teoría de la disciplina por el

~ toncepto de vector de distancia. ¿Cómo apoyan los resultados canónicos .. . a estas proposiciones?

Nuestro primer hallazgo de importancia reve­la que la conducta tipo europeo occidental y de disuasión de los EE.UU . se explican mediante la paridad de poderes, en un 88 por ciento de la va­riación (correlación de .94). La ecuación respec­tiva es la siguiente:

.81(OC) + .66(DI) == - .81(PO),

donde OC significa conducta tipo europeo oc­cidental , DI significa patrón de disuasión, y PO representa el vector de distancia de poder an­terior.

He aquí una confirmación rotunda de la pro­posición [#3], misma que se desprende de las teo­rías que señalan que una posición igual da origen a un alto nivel de cooperación, y que el desequi­librio de posiciones provoca conflicto. El referido hallazgo confirma ambas nociones de posición, y sugiere la forma en que el poder, de por sí, puede explicar la conducta de los EE.UU .; el desarro­llo económico como indicativo de posición se elimina por tener efectos contrarios.

La ecuación antes citada ofrece un conjunto de cálculos de conductas, la combinación de OC y de DI, a partir de la distancia (diferencia) de po­der. La figura 6.3 esquematiza los cálculos de esta combinación conductual a partir de la paridad de poder. Las díadas se alinean sin mayor pro­blema a lo largo de la perfecta línea de predic­ción, tal como se espera de una correlación de .94. Según se muestra, los actos de EE. UU. hacia Francia en esta conducta combinada (europeo occidental más disuasión) se podrían predecir casi a la perfección a partir de la distancia de poder, en tanto que la predicción en torno a los actos de EE.UU. hacia la India sería por demás deficiente; el comportamiento de los EE.UU. ha­cia la India es relativamente poco cooperativo y disuasivo, cIado el grado de poder de la India con respecto al de los Estados Unidos. En los Estados Unidos impera una percepción de orien­tación occidental que tiende a subestimar a toda

Relaciones exteriores de los EE. uu. 227

nación ajena a Europa, lo cual puede explicar la situación con la India.

El segundo hallazgo relevante indica que el 68 por ciento de la variación del comportamien­to diádico de los EE.UU. en el patrón de guerra fría se explica por la distancia (diferencia) en la orientación política y en la cultura católica. La ecuación es:

.79(GF) == .56(DP)) + .48 (CC),

donde G F representa el patrón de guerra fría, DP equivale a distancia política, y CC significa cultura católica. La ecuación revela que la con­ducta de guerra fría se incrementa a mayor dis­tancia política de la nación objetivo y a menor grado de cultura católica en la misma .. .

El hallazgo expresado en dicha ecuación in­dica que las bases de poder son irrevelantes en la explicación de la conducta de guerra fría de los EE.UU. (cuando se entiende que tal comporta­miento consiste en aquellas actitudes que se agrupan en el patrón que he denominado gue­rra fría). En realidad, dicho comportamiento es en gran parte un resultado de la distancia política y religiosa -es decir, de la ideología. El hallaz­go previo, en conjunción con éste, representa la sobreposición de dos esferas de acción de los EE .UU. Las naciones incluidas en una esfera son aquellas que tienen una relativa paridad de po­der con los Estados Unidos, hacia las cuales es­te último país dirige su comportamiento tipo europeo occidental o la disuasión. La otra esfe­ra la ocupan aquellos países distantes de los Es­tados U nidos en términos de sistema político y los no católicos; por lo que respecta a dichas naciones , los EE.UU. dirigen hacia ellas el com­portamiento de guerra fría. Tanto la U.R.S.S. como China se encuentran en ambas esferas, lo cual significa que la paridad de poder y la dis­tancia ideológica, son fuerzas que influyen en el comportamiento de los EE.UU. hacia los suso­dichas naciones.

El patrón de guerra fría es casi un continuo de cooperación-conflicto, con la salvedad de que en un extremo de la guerra fría no hay nece­sariamente un comportamiento de conflicto, sino más bien una ausencia de comportamiento. Se

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228 Explicaciones sobre política exterior

LÍNEA DE PREDICCiÓN

EE.UU. - Alemania Occidental .

EE.UU. - India .

EE.UU. - Egipto .

Disuación y cooperación tipo Europeo occidental

FIGURA 6.3

ignora sistemáticamente a las naciones con un elevado índice dentro de es te patrón -existe una situación de conflicto entre ellas y los Estados Unidos. En el otro extremo de este continuo destacan una serie de acciones de cooperación, tales como el consenso de votos de las Nacio­nes Unidas y los compromisos militares. Si este extremo del continuo, o patrón, de guerra fría se considera como un tipo de cooperación, ¿en­tonces cómo se relaciona el citado hallazgo con las seis proposiciones que nos ocupan? El hallaz­go que revela que aproximadamente 2/3 de la variación en el comportamiento de guerra fría se explican por las distancias política y de cultura católica confirma parcialmente la proposición

de homogeneidad (#5). Dicha proposición afirma que a mayor similitud de desarrollo económico, sistema político, distancia sociocultural y proxi­midad geográfica, mayor grado de cooperación (o de integración) entre dos naciones. Descu­brimos que sólo las distancias políticas y socio­culturales son sobresalientes, mas no las relativas a lo económico y a lo geográfico .

El tercer hallazgo de importancia revela que el 53 por ciento de la variación en el grado de com­portamiento europeo occidental sobre el compor­tamiento disuasivo se explica por la distancia geográfica y la diferencia de densidad. Es decir, los Estados Unidos propenden a suavizar tanto el comportamiento europeo occidental como la

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disuasión, si la nación objetivo se ubica en un pun­to geográfico lejano y si cuenta con una elevada densidad demográfica; si, por el contrario, es cer­cana en términos geográficos y su población es relativamente escasa, se da mayor énfasis a la di­suasión que al comportamiento europeo occiden­tal. La ecuación relativa es:

.540C - .S2DI == - .60DS + .61DG

donde DS representa la densidad y DG la dis­tancia geográfica. Al substraer la disuasión del comportamiento europeo occidental se origina una escala: en un extremo de la misma aparecen aquellas naciones objetivo de los EE.UU. que reciben un alto grado de comportamiento euro­peo y disuasión nula por parte de los Estados Unidos; en el otro extremo están aquellas na­ciones que reciben un alto grado de comporta­miento disuasivo y nulo comportamiento euro­peo occidental. .. no se ha podido dilucidar la razón de que la densidad demográfica produz­ca en gran medida dicho comportamiento.

El cuarto hallazgo indica que es posible ex­plicar aproximadamente 1/3 de la variación en el comportamientO angloamericano de los EE. UU. mediante la semejanza en el desarro­llo económico, la discrepancia en el comporta­miento hacia el conflicto externo, la naturaleza católica del país objetivo y la proximidad geo­gráfica del mismo. La ecuación resultante es:

.82AA == - .7SDE + .80CE + .64CC - .46DG,

donde DE equivale a desarrollo económico, CE a conflicto externo, y AA a comportamiento an­gloamericano.

La relación final descubierta gracias a este análisis canónico, revela que es factible explicar casi 1/3 de la variación en la ayuda que prestan los Estados Unidos, a través de la similitud en el sistema político y el grado de cultura orien­tal. La ecuación respectiva es:

.78(AYU) - .S3(DP) - .84(CO),

donde CO equivale a cultura oriental. Si un país posee diversidad religiosa y un crisol de nacio­nalidades, una proporción relativamente eleva­da de budistas y de orientales y ha sido miembro

Relaciones exteriores de los EE. uu. 229

previamente de la Comunidad Británica de Na­ciones, tiene enormes probabilidades de recibir apoyo por parte de los EE.UU.

En resumen, se ha visto que la teoría de la disciplina puede explicar una porción conside­rable del comportamiento diádico de los EE.UU. Una vez que la teoría de posición queda integra­da a la teoría de la disciplina y que se interpretan las diferencias de posición como distancias vec­toriales, la posición relativa con respecto a las dimensiones de desarrollo económico y de poder explica la mayor parte del comportamiento euro­peo occidental más disuasión por parte de los EE. UU. En el nivel colectivo, la posición y la ho­mogeneidad aparecen como conceptos más rele­vantes en el esclarecimiento del comportamien­to de los EE.UU. que los conceptos de poder o de distancia, este último establecido por Wright.

El comportamiento diádico de los Estados Uni­dos se esquematiza en el nivel colectivo, y una proporción considerable de dicha conducta es consecuencia directa de las distancias de atributos con relación a otras naciones, en especial por lo que respecta a desarrollo económico, bases de po­der, orientación política y distancia geográfica. Las consideraciónes de posición explican mejor la di­rección del efecto que tiene la distancia de poder en el comportamiento de los EE. UU. que el énfasis tradicional circunscrito exclusivamente al poder.

REFERENCIAS BIBlIOG RÁFICAS

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ROSENAU,]. 1966. Pre-Teorías y Teorías de Política Exterior. En ed. de R. B. Farrel, Approaches to Comparative and Inter­national Polities . Evanston, Ill.: North­western University Press.

WRIGHT, Q. 1955. The Study of Internatio­nal Relations . Nueva York : Appleton­Century-Crofts.

__ 1965. A Study of War. 2a. edición. Chicago: University of Chicago Press.