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Fábulas Universales En original Fábulas en sus escritos originales y por sus reales autores CONTRIBUIDO Por ser fábulas en español antiguo y de autores originales hay palabras que no son comunes actualmente en nuestro idioma y por lo cual habrá que buscarla en algún diccionario para comprender mejor la fábula

Fabulas Universales

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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE OROÉrase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día.Aun con tanta ganancia mal contento, quiso el rico avariento descubrir de una vez la mina de oro, y hallar en menos tiempo más tesoro.Matóla; abrióle el vientre de contado; pero, después de haberla registrado, ¿qué sucedió? que muerta la gallina, perdió su huevo de oro y no halló mina.Este es solo un ejemplo, por ser fábulas en español antiguo y de autores originales hay palabras que no son comunes actualmente en nuestro idioma y por lo cual habrá que buscarla en algún diccionario para comprender mejor la fábula

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Fábulas

Universales

En original

Fábulas en sus escritos originales y por sus

reales autores

CONTRIBUIDO

Por ser fábulas en español antiguo y de autores originales hay

palabras que no son comunes actualmente en nuestro idioma y por lo cual habrá que buscarla en

algún diccionario para comprender mejor la fábula

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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO Samaniego

Érase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día.

Aun con tanta ganancia mal contento, quiso el rico avariento descubrir de una vez la mina

de oro, y hallar en menos tiempo más tesoro.

Matóla; abrióle el vientre de contado; pero, después de haberla registrado, ¿qué sucedió?

que muerta la gallina, perdió su huevo de oro y no halló mina.

LAS MOSCAS GOLOSAS *

Samaniego

A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron que, por golosas murieron presas de

patas en él. Otra, dentro de un pastel, enterró su golosina.

Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que los

domina.

EL TORDO, LA LOICAY EL JOTE Barros Gres

Dijo a una loica un tordo: ¡Quién tuviera tu plumaje tan lindo tan vistoso!

Pero ella replicó: yo si que fuera feliz con tu elegante talle airoso.

Esto miraba un jote y con voz fuerte a las dos aves grita de esta suerte: pues yo ni envidio

al uno su elegancia, ni al otro envidio su color variado; porque al fin ¿Cuál sería mi ganancia?

nada mas que vivir mortificado.

Acábese la envidia, y al intento, ¡cada cual con lo suyo esté contento!

EL ZAGAL Y LAS OVEJAS Samaniego

Apacentando un joven su ganado gritó desde la cima de un collado: « ¡favor! que viene el

lobo, labradores».

Estos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan que es una chanza

solamente.

Vuelve a clamar, y temen la desgracia; segunda vez los burla. ¡Linda gracia!

Pero, ¿qué sucedió la vez tercera? Que vino en realidad la hambrienta fiera.

Entonces el zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la gente

escarmentada, y el lobo le devora la manada. ¡Cuántas veces resulta de un engaño, contra el engañador el mayor daño!

EL CAZADOR Y LA PERDIZ Samaniego

Una perdiz en celo reclamada vino a ser en la red aprisionada.

Al cazador la mísera decía: «Si me das libertad, en este día te he de proporcionar un gran

consuelo. Por ese campo extenderé mi vuelo; juntaré a mis amigas en bandadas, que guiaré a tus

redes, engañadas, y tendrás, sin costarte dos ochavos, doce perdices como doce pavos.

¡Engañar y vender a tus amigas! ¿Y así crees que me obligas? Respondió el cazador; pues no, señora; muere, y paga la pena de traidora».

La perdiz fue bien muerta; no es dudable. La traición, aun soñada, es detestable.

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EL ZANGANO Y LA HORMIGA Barros gres

“¿Por qué goza de clara nombradía la abeja, y para mí sólo hay ultraje? Soy su igual, -

pues que soy de su linaje” lleno de orgullo, un zángano decía.

Replicóle una hormiga, que le oía: “¿Quiere usted valer algo? Pues, trabaje; Porque si siempre ha de vivir ocioso, no será más que un zángano orgulloso”.

LA CIGARRA Y LA HORMIGA Samaniego

Cantando la cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno.

Los fríos la obligaron a guardar el silencio y acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Viose desproveída del precioso sustento, sin moscas, sin gusanos, sin trigo y sin centeno.

habitaba la hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y

respeto le dijo: Doña hormiga, pues que en vuestros graneros sobran las provisiones para

vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste cigarra que, alegre en

otro tiempo, nunca conoció el daño, nunca supo temerlo.

No dudéis en prestarme, que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que

tengo.

La codiciosa hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del

granero:

¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana: ¿qué has hecho

en el buen tiempo?

Yo —dijo la cigarra—, a todo pasajero cantaba alegremente sin cesar ni un momento.

¡Hola! ¿Con que cantabas cuando yo andaba al remo? ¡Pues ahora que yo como, baila,

pese a tu cuerpo!

LA CIGARRA Y LA HORMIGA La Fontaine

Todo el verano cantó la cigarra, pobre artista, y estaba muy desprovista cuando el invierno

llegó.

Sin la más leve porción de mosca ni de lombriz, a llamar fue la infeliz de la hormiga a la

mansión.

Ruego a usted -dijo a la hormiga— me preste un poco de grano hasta que llegue el verano, cara

* vecina y amiga; antes de agosto, sin duda, pagaré, a fe de animal, réditos ** y capital; venga,

señora, en mi ayuda.

La hormiga, dura y mezquina. (Es su defecto mayor): ¿Qué hizo durante el calor? dijo a la triste

vecina.

¿Qué hice señora? cantar respondió la interpelada.

¿Cantó entonces la cuidata?* pues hoy váyase a bailar. * Querida.

** Intereses.

* Afligida

EL EGOISTA AFORTUNADO Rafael Pombo

Viajando Luís con Justino un gran bolsón de dinero toparònse en el camino.

Alzòlo Luís muy ligero, y el otro habló: ¡Nos aviamos!** Estamos bien, compañero.

Estoy, no digas estamos repuso Luís con gesto de no esperes que partamos.***

Y lo guardó. Mas en esto aparecieron dos bandidos intimándoles arresto.

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¡Ayuda! ¡O somos perdidos! clamó Luís con tanta boca y ojazos despavoridos. No, amigo, usted se equivoca—le replicó el camarada—, diga soy, que a usted le toca. Y como cierva espantada libróse de los bergantes, y Luís quedó en la estacada

.Con lo cual, en dos instantes, se halló cual vino a la cuna, más limpio y mísero que antes.

El que en la buena fortuna con otros “no parte astilla”, pida socorro a la luna al volverse la tortilla

* Versión en prosa (segunda parte).

** Procurar lo necesario, especialmente dinero.

*** En el sentido de repartir, dividir.

LOS DOS AMIGOS Y EL OSO Samaniego

A dos amigos se apareció un oso: el uno, muy medroso, en las ramas de un árbol se

asegura; el otro, abandonado a la ventura, se finge muerto repentinamente.

El oso se le acerca lentamente. Mas como este animal, según se cuenta, de cadáveres

nunca se alimenta, sin ofenderlo lo registra y toca, huélele las narices y la boca; no le siente el

aliento, ni el menor movimiento; y así se fue diciendo sin recelo: “está tan muerto como mi

abuelo”.

Entonces el cobarde, de su grande amistad haciendo alarde, del árbol se desprende muy

ligero, corre, llega y abraza al compañero, penderá la fortuna de hallarle sin lesión alguna.

Y al fin le dice: “sepas que he notado que el oso te decía algún recado. ¿Qué pudo ser?”

“dísete lo que ha sido; estas dos palabritas al oído:

Aparta tu amistad de la persona que si te ve en el riesgo, te abandona”. * Hay versión en prosa (Segunda parte).

LOS DOS CONEJOS Iriarte

Por entre unas matas, seguido de perros (no diré corría), volaba un conejo.

De su madriguera salió un compañero, y le dijo: —Tente, amigo, ¿qué es esto?

¿Qué ha de ser? —Responde—. Sin aliento llego... Dos pícaros galgos me vienen

siguiendo.

Sí —replica el otro—, por allí los veo... Pero no. son, galgos.

Pues ¿qué son? —Podencos.

¿Qué? ¿Podencos dices? Sí, como mi abuelo. Galgos y muy galgos: bien visto lo tengo.

Son podencos; vaya que no entiendes de eso. Son galgos, te digo. Digo que podencos. En esta disputa llegaron los perros, pillan descuidados a mis dos conejos.

Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo.

LA LECHERA Samaniego

Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado con aquella presteza, aquel aire

sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo el que lo advierte ¡yo sí que estoy contenta con mi

suerte!

Porque no apetecía más compañia que su pensamiento, que alegre „la ofrecía inocentes

ideas de contento, marchaba sola la feliz lechera, y decía entre „sí de esta manera:

«Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero, y con esta partida un canasto de

huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío me rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza,

castaña engordará sin tino; tanto, que puede ser que yo consiga ver cómo se le arrastra la

barriga.

Llevarélo al mercado; sacaré de él sin duda buen dinero: compraré de contado una

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robusta. Vaca y un ternero, que salte y corra toda la campaña, hasta el monte cercano a la

cabaña»

Con este pensamiento enajenada, brinca de manera, que a su salto violento el cántaro

cayó. ¡Pobre lechera! ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y

ternero.‟

¡OH, loca fantasía, qué palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría no sea que

saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza, quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa de mejor o mas prospera fortuna; que vivirás ansiosa sin que pueda

saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro.

EL VIEJO Y LA MUERTE Samaniego

Entre montes, por áspero camino, tropezando con una y otra peña, iba un viejo cargado

con su leña, maldiciendo su mísero destino.

Al fin cayó, y viéndose de suerte que apenas levantarse ya podía, llamaba con colérica

porfía una, dos y tres veces a la Muerte. Armada de guadaña, en esqueleto, la parca* se le ofrece en aquel punto; pero el viejo,

temiendo ser difunto, lleno más de temor que de respeto, trémulo le decía y balbuciente:

«Yo... señora... os llamé desesperado; pero... —Acaba; ¿qué quieres, desdichado?—que

me cargues la leña solamente».

Tenga paciencia quien se cree infelice; que aun en la situación más lamentable es la vida

del hombre siempre amable: el viejo de la leña nos lo dice.

* La muerte

EL RATON DE CORTE Y EL RATON DE CAMPO Samaniego

Un ratón cortesano convidó con un modo muy urbano a un ratón campesino. Diole gordo

tocino, queso fresco de Holanda, y, una despensa llena „de vianda era su alojamiento, pues no

pudiera haber un aposento tan magníficamente preparado, aunque fuese.‟en Ratópotis buscado

con el mayor esmero, „para alojar a Roepan Primero

Sus sentidos allí se recreaban; „las paredes y techos adornaban, entre mil ratonescas

golosinas, salchichones, perniles y cecinas.

Saltaban de placer, ¡OH, que embeleso! de pernil en pernil, de queso en queso.

En esta situación tan lisonjera llega la despensera. Oyen el ruido, corren, se agazapan,

pierden el tino, más al fin se escapan atropelladamente por cierto pasadizo abierto a diente.

« ¡Esto tenemos! dijo el campesino; Reniego yo del queso, del „tocino y de quien busca

gustos entre los sobresaltos y los sustos».

Volvióse a su campiña en el instante y estimó mucho más de allí adelante, sin zozobra,

temor ni pesadumbres, su casita de tierra y sus legumbres.

EL CUERVO Y EL ZORRO La Fontaine

Maese cuervo, de un árbol en la rama estaba, según fama, en el pico teniendo con cuidado

un queso delicado.

Al husmo, * maese zorro luego vino, y díjole ladino, con grande cortesía:

—Tenga el señor don cuervo muy buen día.

De belleza es usted raro portento, y en verdad, si su acento corresponde al primor de su

plumaje, de este bosque salvaje el. Fénix debe ser. — El cuervo vano quiso mostrar ufano su

voz; el pico abrió, y en tal anhelo el queso cayó al suelo.

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El zorro lo tomó con mucho brío, diciendo: —Señor mío, sepa que todo lisonjero vive de

quien le oye y recibe; y esta lección, sin que parezca exceso, vale muy bien un queso.

Entonces juro el cuervo avergonzado, confuso y acuitado., que nadie otra ocasión lo

atraparía; pero tarde, a fe mía. * De husmear: rastrear, olfatear.

EL CUERVO Y EL ZORRO Samaniego

En la rama de un árbol bien ufano y contento, „con un queso. En el pico, estaba el señor

cuervo.

Del olor atraído un zorro muy maestro, le dijo estas palabras, a poco más o menos: «Tenga usted buenos días, señor cuervo, mi dueño; vaya que estáis donoso, mono,* lindo

en extremo; yo no gasto lisonjas, y digo lo que siento; que si a tu bella traza corresponde el

gorjeo, juro a la diosa Ceres, siendo testigo el cielo, que tú serás el fénix de sus vastos imperios”.

Al oír un discursó tan dulce y halagüeño, de vanidad llevado, quiso cantar el cuervo.

Abrió su negro pico, dejó caer el queso;‟ el muy astuto zorro, después de haberle preso, le dijo:

((Señor bobo, pues sin otro alimento, quedáis con alabanzas tan hinchado y repleto, digerid las

lisonjas mientras yo como el‟ queso ». Quien oye aduladores, nunca espere otro premio.

* Bonito, lindo, bello.

EL PERRO Y EL COCODRILO

Samaniego

Bebiendo un perro en el Nilo, al mismo tiempo corría.

«Bebe quieto», le decía un taimado cocodrilo.

Díjole el perro prudente: «Dañoso es beber y andar; pero ¿es sano el aguardar a que me

claves el diente?»

OH; qué docto perro viejo! Yo venero su sentir‟ en esto de no seguir del enemigo el

consejo.

EL LEON Y LA CABRA Samaniego

Un señor león andaba, como un perro, del valle al monte, de la selva al cerro, a caza, sin

hallar pelo ni lana, perdiendo la paciencia y la mañana. Por un risco escarpado ve trepar una cabra a lo encumbrado, de modo que parece que se

empeña en hacer creer al león que se despeña.

El pretender seguirla fuera en vano; el cazador entonces cortesano le dice: «Baja, baja, mi

querida; no busques precipicios a tu vida:

En el valle frondoso pacerás a mi lado con reposo».

“¿Desde cuándo, señor, la real persona cuida con tanto amor de la barbona? Esos halagos

tiernos no son por bien, apostaré los cuernos» Así le respondió la astuta cabra, y el león se fue

sin replicar palabra. Lo paga la infeliz con el pellejo si toma sin examen el consejo.

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EL HACHA Y EL MANGO Samaniego

Un hombre que en el bosque se miraba con un hacha sin mango, suplicaba a los arboles

diesen la madera que mas sólida fuera para hacerle uno fuerte y muy durable. Al punto la arboleda innumerable le cedió el acebuche,* y él, contento, perfeccionando

luego su instrumento, de rama en rama va cortando a gusto del alto roble al brazo mas robusto.

Ya los árboles todos recorrían; y mientras los mejores elegían, dijo la triste encina al fresno. Amigo: infeliz del que ayude a su enemigo.

*Olivo silvestre

EL GATO GUARDIAN Rafael Pombo

Un campesino que en su alacena guardaba un queso de nochebuena oyó un ruidito

ratoncillesco por los contornos de su refresco, y pronto, pronto, como hombre listo que nadie

pesca de desprovisto, trájose al gato, para que en vela le hiciese al pillo la centinela. E hízola el

gato con tal suceso que ambos marcharon: ratón y queso. Gobiernos dignos y timoratos, donde haya queso no mandéis gatos. *El número alude a las divisiones temáticas señaladas ene! Índice.

PREVISION Trilussa

Un gato se encontró con un amigo: ¿Cómo te va? —“Se vive”. — ¿Por dónde andas?

dice: —“Trabajo en un palacio antiguo. ¡Uh..., los ratones que hallo no te digo! ¡Cuánta

carnicería!

Es casi de no creerlo el gusto que da verlo.

Pero en el techo del mismo edificio está la mujer de un ratón con su hija... A ellas sí que

no las mato..., mi vicio no ataca a una familia tan prolija como ésa... ¡No está bien hacerle daño

a quien me da dos mil lauchas al año! ...“¡En ciertos casos es muy necesario un poco de sentido

humanitario! * *Penoso es reconocer que el ratón de esta fábula demuestra el más sentido ecológico que

el mismo hombre, incapa2 de asegurar la supervivencia de especies animales y vegetales que le son indispensables.

LOS DOS CALVOS

Florian

Dos calvos, en una esquina llegaron a un tiempo a ver medio peine, y con mohína, sobre

quién le ha de coger se enzarzó una cachetina: pero el que de ellos ganó la alhaja por que

lidiaban, en la batalla perdió, según que después se vio, los pelos que le quedaban.

¿A qué tan necios porfían?* ¿Qué disculpa nos darán? ¿Por qué el triunfo pretendía?

¿Para qué el peine querían si calvos los dos están? *Estas mismas preguntas deberíamos hacer a quienes pretendan iniciar una disputa

nuclear por un mundo que resultara “pelado”, asolado.

EL LOBO Y EL PERRO

Samaniego

En busca de alimento iba un lobo muy flaco y muy hambriento.

Encontró con un perro tan relleno, tan lucio, sano y bueno, que le dijo: «Yo extraño que

estés de tan buen año como se deja ver por tu semblante, cuando a mi, más pujante, más osado y

sagaz, mi triste suerte me tiene hecho retrato de la muerte ».

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El perro respondió: «Sin duda alguna lograrás si tú quieres, mi fortuna. Deja el bosque y

el prado; retírate a poblado; servirás de portero a un rico caballero, sin otro afán ni más

ocupaciones que defender la casa de ladrones».

“Acepto desde luego tu partido, que para mucho mas estoy curtido. Así me libraré de la

fatiga, a que el hambre me obliga, de andar por montes sendereando peñas, trepando riscos y

rompiendo breñas, sufriendo de los tiempos los rigores, lluvias, nieves, escarchas y calores2.

A paso diligente marchaban juntos amigablemente, varios puntos trabajando en confianza,

pertenecientes a llenar la panza.

En esto el lobo, por algún recelo, que comenzó z turbarle su consuelo, mirando al perro,

dijo: “He reparado que tienes el pescuezo algo pelado. Dime: ¿Qué es eso? nada. Dímelo, por tu

vida, camarada”. “No es mas que la señal de la cadena; pero no me da pena, pues aunque por inquieto a ella

estoy sujeto, me sueltan cuando comen mis señores, recábenme a sus pies con mil amores; ya

me tiran el pan, ya la tajada, y todo aquello que les desagrada; éste lo mal asado, aquél un hueso descarnado; y aun un glotón, que todo se lo traga, a lo menos me halaga, pasándome la mano

por el lomo; yo meneo la cola, callo y como».

“Todo eso es bueno, yo te lo confieso; pero por fin, y postre tú estás preso: Jamás sales de

casa,-ni puedes ver lo que en el pueblo, pasa.

Es así. —Pues, amigo, ~ la amada libertad que yo consigo no he de trocarla de manera

alguna por tu abundante y próspera fortuna.

Marcha, marcha a vivir encarcelado; no serás envidiado de quien pasea el campo

libremente, aunque tu comas tan glotonamente pan, tajadas y huesos; porque al cabo, no hay

bocado en sazón para un esclavo”.

EL MUCHACHO Y LA FORTUNA Samaniego

A la orilla de un pozo, sobre. La fresca hierba, un incauto, mancebo „dormía a pierna

suelta.

Gritóle la Fortuna: „... «Insensato, despierta. ¿No ves que. Ahogarte puedes a poco que.

Te muevas‟?

Por ti y otros canallas a veces me motejan, los unos de inconstante y los otros. De adversa.

„Reveses de Fortuna llamáis a las miserias; ¿por qué, si son reveses de la conducta

necia?» *Esta y las tres fábulas anteriores se reproducían en el ya citado Silabario Matte („El ojo”)

de 1902.

EL PAJARO Y EL NIÑO Hartzenbusch

Un pajarillo dieron a Blas, niño travieso, buen perillán. * Átale un hilo, le echa a volar, y

el prisionero quieto está. Blas le decía: Torpe animal, goza el permiso que hoy, se te‟ da. Largo

de sobra es el torzal: vuelos bien altos puedes echar.

—No —dice el ave—, que en realidad ese bien, luego, tornase mal. Tú, de la pata me

tirarás siempre que el vuelo quiera yo alzar.

No hay servidumbre que aflija más que una con visos de libertad.

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RESIGNACION Calderón de la Barca

Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, qué sólo se sustentaba de‟ unas yerbas

que cogía. ¿Habrá otro (entre sí decía) más pobre y triste que yo? Y cuando el rostro volvió, halló la

respuesta, viendo qué iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó.

EL CASCABEL DEL GATO Lope de Vega

Juntáronse los ratones para librarse del gato, después de largo rato de disputas y

opiniones, dijeron que acertarían ponerle un cascabel, que andando el gato con él guardarse

mejor podrían.

Salió un ratón barbicano, colilarga, hociquimorro, y encrespando el grueso lomo dijo al

Senado romano después de hablar culto un rato; “Quién de todos ha de ser el que se atreva a

poner ese cascabel al gato?” * *También los humanos, chicos y grandes —desde el Consejo de Curso a las

Naciones Unidas, malgastan mucho tiempo discutiendo soluciones impracticables.

EL BORRICO Y EL TRARO Barros Grez

—Muy mal lo hace, compadre —dijo un al oír rebuznar a un buen borrico—; levante la

cabeza; abra el hocico; tenga el pescuezo recto. Esa postura darále a su persona más decoro.

Alce la voz con gracia y con finura. Y saldrá su rebuzno más sonoro. Riéndose entonces el asno

del descaro del pájaro, así dice: —Que esta ave me venga a mí a enseñar lo que no sabe! Y yo,

oh burro. Te digo: no te asombres que esto mismo se observa entre los hombres.

EL BURRO FLAUTISTA Iriarte

Esta fabulita, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad.

Cerca dé unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad.

Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad.

Acercóse a olerla el dicho animal, y dio un resoplido por casualidad.

En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad.

—10h! —Dijo el borrico—, ¡qué bien sé tocar! ¿Y dirán que es mala la música asnal?

Sin reglas del arte borriquitos hay que -una vez aciertan por casualidad

EL OSO, LA MONA Y EL CERDO Iriarte

Un oso con que la vida ganaba un piamontés la no muy bien aprendida danza ensayaba a

dos pies.

Queriendo hacer de persona, dijo a una mona: “Qué tal?” Era perita la mona, y

réspondióle: “Muy mal”.

“Yo creo”, replicó el oso, “que me haces poco favor. ¡Pues qué! ¿Mi aire no es garboso?

¿No hago el paso con primor?”

Estaba el cerdo presente, y dijo: “Bravo! ¡Bien va! Bailarín más excelente no se ha visto

ni verá”

Echó el oso al oír esto sus cuentas allá entre sí, y, con ademán modesto, hubo de exclamar

así: “Cuando me desaprobaba la mona, llegué a dudar; mas, ya que el cerdo me alaba, muy mal

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debo de bailar”.

Guarde para su regalo esta sentencia un autor: si el sabio no aprueba, malo, si el necio

aplaude, peor.

EL BUEY Y LA CIGARRA Iriarte

Arando estaba el buey, y a poco trecho la cigarra, cantando, le decía: “¡Ay, ay! ¡Qué surco

tan torcido has hecho!” Pero él le respondió: “Señora mía, si no estuviera lo demás derecho,

usted no conociera lo torcido.

Calle pues la haragana reparona; que a mi amo sirvo bien, y él me perdona entré tantos

aciertos un descuido”. ¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil! ¡Una cigarra, el animal más

útil!

Más, ¿si me habrá entendido el que a tachar se atreve en obras grandes un defecto leve?

EL BURRO DEL ACEITERO Iriarte

En cierta ocasión, un cuero lleno de aceite llevaba un borrico que ayudaba en su oficio a

un aceitero.

A paso un poco ligero de noche en su cuadra entraba, y de una puerta en la aldaba se dio

el porrazo más fiero.

¡Ay! clamó. ¿No es cosa dura que tanto aceite acarree y tenga la cuadra oscura?

Me temo que se mosquee de este cuento quien procura juntar libros que no lee.

¿Se mosquea? bien está. Pero este tal, ¿por ventura mis fabulas leerá?

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO Esopo

Vivió en tiempos de Esopo un hombre tan ambicioso como afortunado, que tuvo una ga-

llina que ponía un huevo de oro cada día.

Viendo esta maravilla, dio en pensar que su gallina debería tener una mina de oro en el

vientre.

Ambicioso como era, no estaba dispuesto a esperar su cuota diaria y quiso hacerse rico de

la noche a la mañana.

Así pues, tomó a la pobre gallina de las patas y le estiró el pescuezo.

Luego, la abrió y la examinó prolijamente.

Y según informan los fabulistas de todos los tiempos, * no encontró mina alguna, que-

dándose sin gallina y sin huevos de oro, pero con una fama de gran tonto que llega hasta

nuestros días. *versión literaria de Floridor Pérez **Léase este tema escrito en verso, por Samaniego (Primera parte).

EL BROMISTA CASTIGADO Esopo

Un muchacho travieso pastoreaba diariamente su rebaño cerca de un campo en que varios

labradores cultivaban sus huertos.

Pensando jugarles una broma, cierta vez se puso a gritar haciéndose el desesperado:

! Auxilio... que viene el Lobo. ! Auxilio!

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Abandonando su faena, los campesinos corrieron hacia: él con azadas y hachas en mano.

Pero sólo hallaron al pastor que se divertía con el “éxito” de su “broma”.

Algún tiempo después, cuando ya nadie recordaba el hecho, repitió sus angustiados gritos

— ¡E! lobo... el lobo!

Aunque algunos campesinos dudaron, temiendo un nuevo engaño, muchos corrieron en su

ayuda.

Al verse de nuevo burlados, regresaron ofendidos a sus labores.

Y sucedió que días más tarde apareció veras el lobo, atacando a las mejores ovejas

Entonces el muchacho gritó lleno de terror... lloró... imploró, pero nadie vino. Vencidos

de que era un nuevo engaño, ni quiera detuvieron su faena, mientras el se hartaba de sangre y

carne.

Y aunque esta historia se contaba va un antiguo silabario chileno,* hasta faltan niños y

adultos que confunden mas con la burla.

* De Claudio Matte, ya citado, y que continua hoy usándose en las escuelas de la sociedad

de instrucción primaria.

EL CUERVO Y EL ZORRO Esopo

Un cuervo robó un gran trozo de carne y voló a un árbol seco donde engullírselo a gusto.

Olfateando la presa, el astuto zorro pensó como conseguir aquel banquete.

Se instalo bajo el árbol y luego de saludar con simulado respeto al pájaro, comenzó a

elogiarlo:

Buenos días, señor cuervo. Que bien luce hoy usted, y que apuesto se ve en esa rama. Yo

pienso que si usted no careciera de voz, merecería, como ninguno, ser el rey de las aves.

Halagado el cuervo, quiso demostrarle que también podía cantar como los otros pájaros,

para lo cual abrió el pico como un jilguerillo.

Pero antes que se oyera trino no graznido, cayó la carne, que el zorro agarró al vuelo.

Y según cuentan testigos presénciales el pícaro animal dijo al vanidoso pájaro: ¡Adiós,

señor cuervo! ahora veo que sólo le falta tener seso para ser el rey de las aves.

YO Y NOSOTROS Esopo

Dos hombres hacían un largo viaje por un desolado camino.

De pronto, uno se hallé una bolsita de cuero que resulté contener muchas monedas de oro.

—Estamos con suerte hoy, le dijo contento su compañero de viaje.

— ¿Por qué dices estamos? Di estás, le corrigió altanero el otro, guardándose el hallazgo.

No habían avanzado gran trecho cuando se vieron rodeados por unos salteadores de

camino. . -,

—Si no nos defendemos, estamos perdidos, dijo el hombre de buena suerte.

—Por qué dices estamos? Di estoy, le ¿Por qué dices estamos? di estoy, le

aclaro el otro, pues yo no tengo nada que perder y nada podrían quitarme.

Los que estando en buena situacion olvidan a sus amigos, no deben contar con éstos si se

encuentran en apuro.

EL LOBO Y EL PERRO ESOPO

Un lobo flaquísimo y un robusto perro se encontraron en el bosque una noche de luna.

Sin ocultar su admiración, el hambriento lobo preguntó: ¿Cómo es que en ninguna estación del

año te falta la comida, primo perro? **

Muy sencillo —respondió el perro— yo le trabajo al hombre y. él se preocupa de mi

alimentación.

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El lobo se manifestó muy interesado y quiso saber en qué consistía ese trabajo.

—Todo lo que tengo que hacer —le informé el perro— es cuidar la casa del hombre. De

día ahuyento a los intrusos y por la noche alejo a los ladrones.

Le aseguro que, si el lobo quería, estaba dispuesto a presentarle al amo y compartir con él

sus obligaciones y su ración.

Acepté gustoso. El lobo hambriento y se encaminaron hacia la casa del hombre. Pero en

un claro del bosque la luz de la luna iluminé algo brillante en el cuello del perro.

El lobo se detuvo, intrigado: ¿Qué es lo que brilla en tu cuello, primo?

— ¡Ah...! Eso —exclamó el perro— no es más que la hebilla del collar.

¿Y qué significa collar?

Es una pieza de cuero artísticamente confeccionada, para que no me moleste la cadena.

—cadena! ¿De modo que no eres libre?

—Bueno -explicó el perro- siempre me dejan libre por la noche, pero de día suelen

Ponerme la cadena...

— ¡A tiempo me lo dices, primo esclavo!— interrumpió el lobo, dándose media vuelta—.

Prefiero sufrir hambre en libertad, que engordar encadenado.

** Perro y Lobo pertenecen a la misma familia zoológica de los cánidos.

EL RATON AGRADECIDO Esopo

Un travieso ratoncillo correteaba despreocupadamente a la sombra de unos árboles, donde

sesteaba él león.

Viéndolo dormido, no se cuidé de pasar una y otra vez sobre la fiera. En una de ésas,

despierta malhumorado el león y lo atrapé de un zarpazo.

¡Perdóneme1 usted! —Rogó el ratoncillo—. Piense que si me deja en libertad, algún día

yo podré devolverle este favor.

Le hizo gracia al león la ocurrencia de aquel débil animalejo, y lo dejé ir.

Y sucedió que tiempo después, no lejos de allí, el rey de los animales cayó en la bien

disimulada red de los cazadores.

En vano se debatía el león, enredándose cada vez más, cuando el curioso ratoncito salió a

ver qué ocurría.

Como los ratones son expertos en trampas, comprendió de inmediato la situación, y se dio

con entusiasmo a la tarea de roer la cuerda clave de la red. Rota ésta, otros nudos cedieron y se

abrió un espacio por donde el gran león salió de la red, sin salir de su asombro. Es que nadie es tan fuerte que alguna vez no necesite una pequeña ayuda...

LOS DOS AMIGOS Y EL OSO Esopo

Uno de ellos trepé ágilmente al árbol más cercano. El otro, viéndose sin defensa, opté por

echarse a tierra haciéndose el muerto.

El oso se detuvo junto a él, lo olfateé detenidamente, poniéndole el hocicó en la cara, en la

nuca, en las orejas... Pero él aguantaba la respiración, porque sabía que estos animales no

prueban cadáveres.

Convencido de que se trataba „de un muerto, el oso se alejó por fin. Entonces el amigo

bajó del árbol y luego de celebrar la valentía del otro, .Le dijo:

—Te puso el hocico en el oído, como si te hablara en secreto...

—Sí —respondió el otro— me dijo que para otra vez no viajara con amigos que me

abandonen en el momento de peligro.

Page 13: Fabulas Universales

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LOS CAZADORES, EL ZORRO Y EL LEÑADOR Esopo

Perseguido por los cazadores, un zorro llegó a la choza del leñador. Sin fuerzas para dar

un paso más, no le quedó otro remedio que rogarle, con la lengua afuera:

—Escóndeme de los perros —imploré----no dejes que me maten, ni me delates a los

cazadores.

El leñador no quiso indisponerse con el zorro y le dijo que entrara a su choza.

No bien el animal ocultó su cola tras la puerta, cuando aparecieron los perros.

—Viste pasar al zorro? —preguntaron los cazadores.

Pensando en lo que el zorro le había pedido, el leñador les respondió que no, pero al

mismo tiempo —con un disimulado gesto del dedo pulgar— les indicaba la puerta de su propia

choza.

Sin embargo, los cazadores no comprendieron la señal secreta y pasaron de largo.

Cuando desaparecieron, el zorro salió de la choza y se marchó sin decir palabra.

—No son agradecidos los zorros de quien les salva la vida —comentó el leñador.

El zorro se detuvo y respondió: —Te habría dado las gracias si tu mano no hubiera

negado a tu lengua. El que actúa variablemente para quedar bien con todos, termina sin el respeto ni afecto de

nadie.

DICHO Y HECHO Esopo

Andando de caza, una mañana el lobo pasó junto a la casa del hombre.

Un niño lloraba de una vez, hoy mismo te doy al lobo. Si no te callas de una vez, hoy mismo te doy al lobo.

Complacido, el lobo pensó que a la vuelta pasaría por él.

Oscurecía cuando el lobo se detuvo ante la puerta de la casa del hombre, sentándose sobre

sus patas traseras. Adentro denuevo lloraba el niño, y la madre le decía: no llore lindo. Si viene el lobo,

mamita lo matará sin piedad…

¡Vaya! dijo el lobo, poniéndose en marcha sin demora, la gente por aquí dice una cosa y piensa otra.

LOS HERMANOS DESUNIDOS Esopo

Un padre sufría mucho porque se veía envejecer en medio de sus hijos poco hermanables y

peleadores.

En vano aprovechaba toda oportunidad para reprenderlos por sus constantes riñas y

aconsejarle que fueran amantes y unidos entre sí.

Un día en que, como de costumbre, ellos se peleaban con gran alboroto, el padre recogió

varias‟ varillas secas y llamó a sus hijos.

Llegaron temerosos ellos, y el padre, haciendo un atado con las delgadas varillas, se las

pasó diciéndoles:

—Intenten quebrarlas.

Uno por uno fueron tratando de cumplir el encargo, sin conseguirlo. Entonces el padre deshizo el atado y se las pasó separadas. Los hijos no tuvieron

inconvenientes en quebrarlas en mil pedazos.

Ustedes dijo el padre son como estas varillas. Si viven separados, serán débiles y cualquiera los destruirá. Pero si logran unirse y son inseparables, nadie podrá vencerlos.

Page 14: Fabulas Universales

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LA HERENCIA OCULTA Esopo

Un campesino tenía varios hijos que no demostraban ningún apego por el cultivo de

la tierra.

Temía por eso el hombre, que a su muerte ellos venderían la viña y saldrían a vagar

por el mundo.

Sintiéndose morir, llamó a sus hijos y les habló de esta manera:

—Quiero que sepan que en la vida fui acumulando un tesoro que les dejo en heren-

cia. Sólo puedo decirles que él se encuentra escondido en la viña. Pueden venderla si no les

agrada el trabajo de la tierra, pero antes encuentren esa herencia que les dejo, y re-

pártansela como buenos hermanos.

No bien murió y enterraron al viejo, los hermanos se dieron a la tarea de encontrar su

herencia oculta en la viña.

Comenzaron por una punta y cavaron la viña ** sin dejar un centímetro de tierra sin

remover. No encontraron tesoro alguno. Pero como ya maduraba la uva, no quisieron

vender todavía la viña.

Y la viña, que había sido mejor cavada que nunca, produjo en tal abundancia, que los

hermanos ganaron un dineral.

Entonces los hijos comprendieron que lo que su padre les había dejado era la inagotable

riqueza que esconde la tierra, y que sé lo entrega a los que año tras año se curvan sobre la azada. ** Cavar la viña: cultivo que equivale a levantar la tierra, en la hortaliza.

ESOPO Y EL ATLETA Fedro

Celebraba desmesuradamente un atleta su triunfo en los Juegos Olímpicos,** jactándose de la facilidad con que había vencido a sUs rivales.

Cansado de tanta vanidad, Esopo, que le oía, le preguntó inocentemente: — ¿Y los

competidores eran más diestros o fuertes que tú?

—! Ni pensarlo! —Replicó el atleta— más fuerte y hábil que todos ellos. — ¿De qué te vanaglorias, entonces? —Le dijo airadamente el fabulista— Soportaría con

gusto tus alardes si dijeras que con astucia y constancia habías vencido a otros más fuertes o

dotados que tú. Y aunque esto ocurrió, en el milenario Olimpo griego, todavía en los estadios modernos

ciertos deportistas hacen declaraciones que, más que ensalzar sus méritos, menosprecian al rival.

** Los juegos olímpicos se realizaron en Grecia unos 700 años A.C. las modernas olimpiadas comenzaron en 1986. Esta fabula constituye un homenaje a Esopo

LA AVISPA QUE ACTUO DE JUEZ Fedro

En el tronco hueco de un árbol del bosque las abejas habían construido su panal y lo

habían llenado, de miel. Los zánganos, que se habían pasado la vida sin hacer nada, decidieron

apoderarse de la miel.

—Nosotros somos los que hemos recogido esa miel „—dijeron—. Somos nosotros los que

hemos ido volando de flor en flor y, por lo tanto, es justo que el panal nos pertenezca.

Entre las abejas y los zánganos se entablé un juicio, y apelaron a la avispa de mucha

experiencia, para que actuase como juez.

La avispa conocía muy bien a las abejas a los zánganos.

—No hay gran diferencia entre abejas y zánganos — les dijo—. Por lo tanto, es difícil

Decidir quién tiene razón. Pero, por mi calidez de juez, tengo un deber sagrado que

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cumplir, y. no quisiera, por ignorancia mía, pronunciar una sentencia equivocada.

Así, pues, que cada uno de los grupos en litigio acuda a una colmena; construyan panales y

llénenlos de miel. „Aquel de los dos grupos que‟ construya los panales más parecidos a los que

están en el roble, y cuya miel tenga el mismo sabor que la que hay allí, ése será el dueño

verdadero.

Los zánganos rechazaron, al punto, esa proposición; pero las abejas se mostraron Muy contentas con la sentencia del juez

Entonces dijo la avispa: ¡el caso está resuelto! se ve de un modo bien claro quien es capaz

de producir miel, y quien no lo es. ¡Abejas, ya pueden volver a tomar posesión de lo que es

suyo! ¡Gocen del dulce fruto de su trabajo!

EL BUEY QUE SIGUIO LOS CONSEJOS DEL BURRO Anónimo Árabe

Érase un rico agricultor que tenía extensas tierras y abundantes ganados. Tanto o más

notable que su riqueza lo hacía el don de entender el lenguaje de los animales. Y las aves.

En uno de sus establos se albergaban un buey y un asno. Todos los días, al atardecer,

después de haber trabajado en el campo, volvía el buey cansado y hambriento. Encontraba el

establo en orden y aseado, con el abre-~ vadero lleno de agua y el. Pesebre provisto de paja y

grano.

Viendo que el asno disfrutaba a pata suelta de estas comodidades, le dijo un día:

—qué feliz eres! -Yo tengo que esforzarme‟ todos los días y .me encuentro agotado por el

trabajo, mientras que tú puedes estarte echado en el establo, descansando. Comes todo, lo‟ que

deseas, y sólo de tarde en tarde llevas sobre tu lomo a nuestro amo. En verdad, nada te falta.

¡Mírame a mí, en cambio!

Mi vida es un continuo ajetreo, tirando del arado o la carreta.

El asno respondió:

—Cuando mañana vengan a buscarte para ponerte el yugo, hazte el enfermo Déjate caer al

suela y no te levantes aunque te azoten. No pruebes bocado; „ayuna durante uno o dos días, y

verás que nadie te enyuga.

Pero el dueño había escuchado todo lo que el buey y el asno hablaron Al poco rato llegó

el criado y trajo comida para los animales. Pero el buey apenas si probé bocado.

A la mañana siguiente, cuando el criado vino para llevarse el buey al campo, el animal „se

quedó echado; „sin que hubiera modo de moverlo ni de que se pusiera en pie. Mugía lastimero y

se‟ mostraba débil y extenuado... Por fin, el criado avisé a su amo, que‟ el buey se había

enfermado. ,

El labrador ordenó a su criado:

—Llévate el asno al campo y engánchalo, al arado, para que sustituya al buey.

Después de un penoso día de, trabajo regresó el asno, al establo. El .buey le- expresó su

agradecimiento por el buen consejo que le había dado. Pero el asno no le respondió. Se

arrepentía amargamente de su irreflexión al darle aquel consejo al buey.

A la mañana siguiente volvió a llevarse el criado al asno al campo. Desde la mañana hasta

el atardecer tuvo que tirar el asno del arado.

Ni siquiera en el ardor del mediodía pudo descansar. Cuando, al fin regreso a su establo,

daba pena verlo. Su piel, antes lustrosa, aparecía hirsuta y polvorienta, y tenía el pescuezo

herido por el roce de las correas.

En el establo le aguardaba el buey que, bien descansado y de buen humor, le dio

cordialmente las gracias, como el día anterior, por el buen consejo, alabando la astucia del asno.

“!ojala hubiese guardado mi saber para mi solo!”, pensó, para sí, el asno. Y luego,

volviéndose hacia el buey, le dijo: hoy podré hacerte un favor mayor, pues oí que nuestro amo le

decía a su criado: “si el buey no se cura pronto, llévalo al matadero, pues si no sirve ya para el

trabajo, ¿para que lo queremos?”.

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Y el asno, cuando vio como se asustaba el buey, continúo diciendo: yo me preocupo por

ti. No quisiera que te sucediera nada malo, por algo eres mi amigo.

El buey se levantó de un brinco, le dio las gracias al asno y exclamo:

— ¡Mañana volveré al campo de muy buena gana!

Y devoro su ración recogiendo cuidadosamente con la lengua hasta el último grano del

pesebre.

Al día siguiente, tan pronto como salió el sol, se dirigió al establo el labrador con su

mujer, para ver cómo estaba el buey. El criado lo sacó afuera. Y el buey, apenas vio a su amo, se

puso, a brincar y a retozar como un potrillo, para que vieran lo sano que estaba.

El labrador, su mujer y el criado rieron de buena gana.

EL COLEGIAL QUE RECOBRO LA MEMORIA Tolstoi

Después de estudiar el año en la gran ciudad, un muchacho campesino regresó a la casa

paterna en vacaciones.

Como el clima estaba amenazante y debían apurar la cosecha, el. Padre le dijo una Mañana:

—Toma el rastrillo y ven a trabajar con los demás.

— ¿Qué‟ es un rastrillo? -dijo malhumorado el muchacho—. Me he enfrascado tanto en el

estudio que olvidé muchas, palabras campesinas.

Al salir al patio, pisé descuidadamente „los dientes metálicos del rastrillo, alzándose el

mango que vino a golpearlo en la frente.

Y el golpe debe haberle refrescado la memoria, pues exclamó indignado:

— ¿Quién será el torpe que deja el rastrillo tirado en el patio?

LAS CUATRO HACHAS Tolstoi

A un leñador se le cayó su hacha al río y se puso a llorar desconsoladamente. El Espíritu

del Agua se apareció ante él presentándole un hacha de‟ oro, le preguntó: — ¿Es ésta tu hacha?

Respondió el leñador: —No, no es la mía.

El Espíritu del Agua le mostró una de plata.

—Tampoco es ésa -dijo nuevamente el leñador.

Entonces el Espíritu del Agua le mostró su propia hacha de hierro. Cuando la vio, dijo el

leñador:

— ¡Esa es la mía!

Como recompensa por. Haber dicho la verdad, el Espíritu del Agua le‟ regaló las tres

hachas.

De vueltas a su casa, el leñador mostró sus regalos y conté aquella aventura a los amigos.

Un envidioso quiso hacer lo mismo: se fue a la orilla del río, dejé caer el hacha y rompió a

llorar

El Espíritu del Agua le presentó un hacha de oro y le preguntó:

— ¿Es la tuya?

El leñador, lleno de gozo, respondió:

— ¡Sí, sí, es la mía!

Y porque había mentido, el Espíritu del Agua no le dio ni la de oro ni la suya de hierro.

EL ALDEANO Y LOS INGENIEROS Tolstoi

En medio de la plaza de una ciudad había una piedra muy grande que impedía la libre

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circulación de los carruajes.

Se llamó a los ingenieros y se les pregunto si podrían sacar de allí aquel estorbo, y cuanto

costaría.

Uno dijo que seria preciso volarla con dinamita y después transportar los pedazos, todo lo

cual costaría unos cien mil pesos. Otro dijo que arrastrándola se podría rebajar el costo a unos

cincuenta mil.

Un aldeano dijo entonces: si me dan tres mil, yo haré desaparecer la piedra.

Le preguntaron como lo haría.

Y el respondió: cavaría un gran hoyo al lado de la piedra, y luego harìala caer dentro del

hoyo, rellenándolo con tierra, para dejar el suelo finalmente parejo.

Le dijeron que lo hiciera.

Y recibió seis mil pesos: la mitad como pago y la otra mitad en premio a su ingeniosa

idea.

EL BUEN JUEZ Tolstoi

Un príncipe quiso averiguar si era verdad que en un lugar de sus dominios había un juez

extraordinariamente hábil y justo, que descubría siempre la verdad basta el punto que nadie

había logrado engañarle nunca.

Se disfrazó de comerciante y se-presentó

El lugar donde habitaba el juez.

A la entrada del pueblo se encontró con un mendigo que le pidió limosna. El príncipe le

dio unas monedas, e iba a proseguir su camino cuando el mendigo se aferr6 a un estribo.

— ¿Qué quieres? —le preguntó entonces—. ¿No te he dado ya limosna?

—Me has dado limosna —respondió el‟ mendigo—. Pero „quiero que me hagas el favor de

llevarme sobre tu caballo hasta la plaza, porque los demás caballos podrían pisotearme si tratase

de llegar hasta allí por mí mismo.

El príncipe subió al anca al mendigo y le condujo hasta la plaza.

Allí detuvo el caballo, pero el mendigo no bajaba.

¿Por qué no te mueves? —le dijo—. Baja hemos llegado.

¿Por qué he de bajar? —Le replicó el mendigo—. Este caballo es mío. Si por las

No me lo dejas, el juez decidirá.

Muchas personas los rodeaban, escuchan-discusión.

Vayan a casa del juez —les gritaron—. El pondrá de acuerdo.

El príncipe y el mendigo fueron en busca juez.

Había mucha gente en la sala; el juez llamaba por turno a los que ante él debían com-

parecer

Antes que al Emir le llegara el turno, el llamó ante sí a un sabio y a un campe-Disputaban

por una mujer

El campesino afirmaba que „era la suya; sabio sostenía lo contrario y la reclamaba que

decía que le pertenecía.

El juez, después de oírles, guardó un monto de silencio. Después dijo: -

Dejad la mujer en mi casa y volved mañana.

.Cuando aquéllos partieron, entraron un carnicero y un vendedor de aceite.

El carnicero llevaba dinero en la mano y el aceitero estrechaba la mano del carnicero.

Este decía: he comprado aceite a este hombre y sacaba mi bolsa para pagarle cuándo me

tomó la mano para robarme el dinero, y ante ti hemos venido, yo con la bolsa y él sujetando mi

mano. ¡El dinero me pertenece y él es un ladrón!

¡No es cierto! replico el aceitero. El carnicero quiso comprarme aceite y me rogó que le

cambiase una moneda de oro; tomé el dinero y lo puse sobre el mostrador. El se apoderó

entonces de la bolsa y quiso huir, pero yo le cogì de la mano y aquí estamos.

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Después de una pausa respondió el juez: dejad el dinero en mi casa y volved mañana.

Cuando llegó el turno al mendigo y el príncipe, este refirió como había ocurrido el hecho.

Le oyó el juez y cuando termino pidió al mendigo que le diera su versión.

Nada de lo que ha dicho es cierto replico. Yo atravesaba el lugar montado en mi caballo,

cuando el me pidió que lo llevase a la plaza de la ciudad. Lo hice subir sobre las ancas del

animal y le conduje a donde quería ir, pero una vez llegados no quiso bajar, diciendo que el

caballo era suyo, lo cual no es cierto.

Después de una pausa, dijo el juez: dejad el caballo en mi casa y venid aquí mañana.

Al día siguiente, una gran multitud se reunió para conocer las decisiones del juez.

Llegaron el sabio y el campesino.

Llévate la mujer dijo el juez al sabio, y que den cincuenta azotes al campesino.

El juez llamó al carnicero.

Tuya es la bolsa le dijo. Y designando al vendedor de aceite.

Que le den cincuenta azotes añadió. Llego la vez al príncipe y al mendigo.

¿Reconocerías a tu caballo entre otros veinte? preguntó el juez al príncipe. Lo reconocería.

¿Y tu? también dijo el mendigo. Sígueme dijo el juez al príncipe. Fueron al establo; el reconoció

a su caballo entre los otros veinte.

El juez llamó enseguida al mendigo y lo ordeno que dijese cual era su animal.

El mendigo reconoció al caballo y lo mostró. Volvieron todos a la sala y el juez dijo al

príncipe: tuyo es el caballo. Ve por el.

—Tuyo es el caballo. Ve por él.

E hizo dar cincuenta azotes al mendigo.

Después de esto, el juez se volvió a su casa. El príncipe le siguió.

¿Qué quieres? —Le preguntó el juez—. ¿Te desagrada mi sentencia?

—Estoy muy satisfecho de ella —le dijo—. Sólo que quisiera saber cómo supiste que la

mujer era del sabio y no del mujik; que la bolsa era del carnicero y no del mercader; que el

caballo me pertenecía.

—He aquí cómo supe que la mujer era del sabio: por la mañana la llamé y le dije:

«Echa tinta en mi tintero». Ella lo cogió, lo limpió apresuradamente y lo llenó de tinta.

Esto quiere decir que estaba acostumbrada a hacerlo. Si hubiera sido la mujer de un campesino

no hubiese sabido cómo arreglárselas. De ahí deduje que e! sabio tenía razón.

En cuanto al dinero, he aquí cómo supe la verdad: anoche puse la bolsa en un cubo de

agua, y por la mañana fui a ver si en el agua flotaba aceite. Si el dinero hubiera sido del aceitero,

el roce de sus manos aceitosas debió haber manchado la bolsa y algo de aceite hubiera quedado:

como el agua estaba clara, el dinero pertenecía al carnicero.

Respecto al caballo, era más difícil de resolver. El mendigo lo reconoció tan pronto) como

tú. Mas yo no los había sometido a la

Misma prueba. Los hice ir al establo para ver a quién de los dos reconocía el caballo.

Cuando tú te acercaste volvió la cabeza hacia ti, mientras que cuando se acercó el mendigo.

Sólo movió la oreja y levantó la pata. He aquí cómo comprendí que tú eras el dueño del caballo.

El otro dijo entonces:

—Yo no soy mercader, soy el príncipe, y he venido solamente para saber si lo que de ti se

hablaba era cierto. Ahora veo que eres un sabio y hábil juez. Pídeme lo que quieras y te lo

concederé.

—Ninguna recompensa necesito —respondió el juez—. Me basta con oír tus alabanzas.

BELLEZA Y FEALDAD Gibran

Belleza y Fealdad se encontraron cierto día en la playa, y, se dijeron.

—Bañémonos en el mar.

Desnudáronse ambas, y fueron a nadar en el agua.

Después de un rato, Fealdad regresó a la orilla, - se vistió con las ropas de Belleza y

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Partió.

Cuando Belleza salió del agua no encontró sus ropas, pero como era demasiado tímida

para andar desnuda, se vistió con las ropas de Fealdad y siguió su camino.

Así es como hasta el día de hoy hombres y mujeres las confunden.

Sin embargo, algunos hay que han visto el rostro de la Belleza, y la reconocen‟ a pesar de

sus vestiduras. Y otros hay que descubren el rostro de la Fealdad a través de sus Ropajes.

LA HERIDA Gibran

Dijo una ostra a su vecina

—Siento un gran dolor dentro como un peso que me lastima.

— ¡Alabados sean cielo‟ y mar! -dijo altaneramente la ostra vecina— porque yo no siento

mal alguno. Me hallo buena y sana por dentro y por fuera.

Un cangrejo que en ese momento pasaba le dijo: —Claro que te sientes buena y sana por

dentro y por fuera, pero ignoras que el dolor que lleva tu vecina es una perla de incomparable

belleza.

OTRAS VIDAS Gibran

Dijo un pez a otro: —Más allá de nuestro mar hay muchos mares, con criaturas que nadan

en ellos y viven del mismo modo que nosotros en éste.

El otro pez respondió: ¡Pura fantasía! Si sabes que todo aquel que deja nuestro mar,

aunque sea por un instante, muere: ¿qué pruebas puedes darme de la vida en otros mares?

EL BIEN Y EL MAL Gibran

En la cumbre de la montaña se encontraron un día el Dios del Bien y el Dios del Mal.

—.Buenos días, hermano! -dijo el Dios

Bien.

El otro no respondió.

—Hoy pareces malhumorado —siguió el Dios del Bien.

¡Sí! —replicó el Dios del Mal, porque últimamente me han confundido varias veces

contigo, llamándome por tu nombre, y eso no me gusta nada.

Y el Dios del Bien dijo.

El Dios del Mal se alejó maldiciendo la estupidez humana.

LAS RANAS FILOSOFAS Gibran

Cuatro ranas sentáronse sobre un madero a la orilla del río.

De pronto, el madero fue alcanzado por la corriente, flotando aguas abajo. Las ranas

quedaron felices y. sorprendidas, pues jamás habían navegado hasta entonces. Al fin habló la

primera.

—En realidad estamos sobre un madero mágico; se mueve cómo si tuviera vida propia.

¡Nunca existió madero igual!

La segunda rana dijo:

—No, amiga mía, -el madero es igual a los demás, y no se mueve. Es el río que camina

hacia el mar quien nos lleva a nosotras, y también al madero.

Y habló la tercera rana:

No‟ son ni el río ni el madero los que se mueven: el movimiento está en nuestro pen-

samiento y, fuera de él, nada se mueve.

Las tres ranas disputaron largamente acerca de qué era en realidad lo que se movía.

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La discusión fue subiendo de tono sin que consiguieran ponerse de acuerdo.

La única que conservaba la calma era la cuarta rana, que había escuchado atentamente,

aunque sin intervenir. Las otras le pidieron su opinión.

Y la cuarta rana dijo: cada una de ustedes tiene la razón, y ninguna está equivocada: el

movimiento está en el madero, en el agua y también en nuestro pensamiento.

Esto enfureció a las tres ranas, pues ninguna quería admitir que no tuviera toda la razón, y

que las otras tres estuvieran totalmente equivocadas.

Y al fin ocurrió algo extraordinario.

Las tres ranas se unieron y arrojaron a la cuarta rana del río.

EL LEON BIONICO Relatado por Floridor Pérez

Hace aproximadamente dos mil ciento cuarenta y siete años vivían en la India cuatro

sabios que eran muy amigos entre si, pues dedicados a sus trabajos científicos no tenían tiempo

ni interés de hacer amistad con la gente común.

Tres de ellos habían acumulado el máximo de conocimientos de su tiempo y el cuarto,

aunque sabía algo menos, los aventajaba en cordura.

Charlando en casa del sabio cuerdo, decían cierta vez:

—~,De qué nos valdrá toda nuestra sabiduría, cuando seamos viejos, si no hemos hecho

fortuna ni logrado fama, ni conseguido las comodidades que da el favor de los reyes?

Ante todo —dijeron--- salgamos a recorrer el mundo en busca „de diversión, fama y

riqueza.

A mí me gustaría navegar por el mar cuyas profundidades he calculado con exactitud

—dijo el primero.

Yo -dijo el segundo— quisiera bajar a las minas y subir a las montañas cuyos minerales

he clasificado prolijamente.

En las noches del otro lado del mundo —dijo el tercero, clavando su dedo en el mapa que,

estaba dibujando en el mantel— me gustaría mirar las estrellas a la hora en que el sol esté sobre

esta casa.

Al sabio cuerdo no le pareció una mala idea.

Pronto la expedición se hizo al camino, y no habían recorrido gran trecho cuando surgió la

primera disputa.

Uno de nosotros no es suficientemente sabio -dijo el primero— y sin sabiduría no se

consigue el favor de los reyes.

—No debiéramos llevarlo con nosotros —dijo el segundo— pero el tercero, que era el

mayor, no acepté abandonar a ese antiguo amigo de la infancia, y continuaron su camino.

En medio de un bosque atrajo su atención una osamenta tan seca, que parecía de yeso.

— ¡Es la osamenta de un león! —les advirtió el hombre cuerdo, mirando recelosa-mente

en todas direcciones. Pero los otros ni lo oyeron, entusiasmados con la idea de poner a prueba el

poder de su ciencia, reviviendo a la fiera.

¡Yo he reparado esqueletos de fósiles!

-dijo el primero, experto en arqueología.

—Y yo llevo sangre como para fundar un banco —exclamó el segundo— y puedo hacerle

una transfusión de urgencia.

—Modelaremos su cuerpo con la carne de nuestras provisiones.

—Y lo meteremos en la piel que llevamos de regalo a los reyes...

El tercero —que era el mayor— se había sentado a la sombra de un gran castaño de la India

—De poco os valdría todo eso, si no estuviera yo que he inventado el pulmón artificial

Asombrado por la increíble operación que se realizaba ante sus ojos, el sabio cuerdo no

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consiguió articular palabra hasta que todo estuvo casi listo

— ¡Es un león! —Les dijo— silo resucitan, los matará.

Los tres sabios imprudentes lo miraron con una mezcla de ira y lástima.

— ¿Hemos de perder esta oportunidad de

Probar el poder de nuestra ciencia? —preguntaron a coro, y volvieron a su trabajo,

mientras el sabio cuerdo trepaba penosamente al árbol.

Desde el árbol —que no movía ni una hoja— el hombre cuerdo y un pajarillo del bosque

vieron el momento en que los sabios imprudentes revivieron la fiera...

Y vieron también cuando el león, en una súbita explosión de furia, cayó sobre ellos,

devorándolos sin piedad.

El pajarillo voló, y el hombre cuerdo esperó que el león se fuera, bajó del árbol y volvió a

su casa. A

Llegó de noche. Cuando prendía la lámpara de aceite supo —sin necesidad de cálculo

alguno— que en algún lugar del mapa y dibujado por su amigo, los niños se estarían

levantando para ir a la escuela.

Y como era un hombre piadoso, oró por la cordura de los sabios futuros.