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 1 EL PROBLEMA DE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN El primer contacto entre cristianismo con la filosofía no fue, claro está, con Aristóteles. De hecho, en lo que conocemos como  filosofía patrística encontramos entre los Padres de la Iglesia diversas actitudes: desde el repudio de la filosofía como serie de errores -así, por ejemplo, Tertuliano- hasta la aceptación conciliadora al estilo de San Justino. Podemos decir que en el  primer periodo (hasta el 200) predomina la actitud defensiva de la revelación contra los enemigos paganos y las herejías nacidas dentro del seno de la Iglesia bajo el influjo de las diversas clases de  gnosis. En un segundo período (200-400) se atiende a la estructuración del dogma, aprovechando materiales filosóficos, pero sin plantearse en conjunto el problema de armonizar ambas tradiciones. Esto es labor del tercer período, que va del 400 hasta el final de la patrística y encuentra su máxima expresión en San Agustín. Sólo entonces se puede hablar de una filosofía cristiana, en sentido histórico. Una filosofía que acepta fundamentalmente toda la tradición griega, inyectando en ella algunos conceptos que no los había llegado a  barruntar el pensamiento heleno: creación, contingencia metafísica, providencia libre y amorosa de Dios, etc. Es, entonces, cuando el problema de las relaciones entre la fe y la razón entra en el escenario intelectual. En cualquier caso, para San Agustín, así como el hombre es elevado por la gracia, la filosofía es elevada por la revelación. Por ello, la conciliación que San Agustín hace de filosofía y revelación es en verdad una teologización de la filosofía, hasta tal punto que llega a afirmar que la verdadera filosofía es la verdadera religión: un  saber de Dios. Una tesis, ésta, que se repetirá hasta el siglo XI. San Agustín jamás se preocupó de trazar límites entre fe y razón. No puede comprender como puede llamarse filósofo al que no reconoce la existencia de Dios, (Filosofía sin Dios no es filosofía).  Filosofía no designa para él un modo de conocer racional sino de vida espiritual, “filosofar es dialogar con Dios, hacer vida contemplativa” ( Ciudad de Dios,VIII, 4). De ahí que fe y razón sean elementos complementarios para el conocimiento de la verdad (  Intellige ut credas, crede ut intelligas); explicitemos la afirmación de Agustín de Hipona: si es cierto que la razón reclama la ayuda de la autoridad, la fe, a su vez, requiere el ejercicio de la razón. Debe, en efecto, antecederla, acompañarla y seguirla.  Nadie puede cre er si antes no sabe lo que debe cre er. ¿ Qué otra cosa es creer sino pensa r con asentimiento? No todo el que piensa, cree; pero si, todo el que cree piensa; y creyendo piensa y pensando cree. La razón debe seguir a la fe. La fe nos sirve para filosofar mejor . Es en el siglo XI cuando el problema de las relaciones entre razón y fe, entre Filosofía y Teología, o mejor dicho entre Dialéctica y Teología, empieza a tomar cuerpo, sobre todo como consecuencia de que el conocimiento y uso de este “arte” hacía sacrificar los estudios teológicos en aras de las ciencias humanas y de la filosofía (Dialéctica). Como era de esperar, ante el desmesurado empleo de la Dialéctica en todos los órdenes surgieron quienes se opusieron a todo lo que supusiese estudios lógicos o filosóficos en los problemas teológicos. No querían otro método teológico distinto de la interpretación literal de las Escrituras.

Fe y Razón

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  • 1EL PROBLEMA DE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZN

    El primer contacto entre cristianismo con la filosofa no fue, claro est, con Aristteles. De hecho, en lo que conocemos como filosofa patrstica encontramos entre los Padres de la Iglesia diversas actitudes: desde el repudio de la filosofa como serie de errores -as, por ejemplo, Tertuliano- hasta la aceptacin conciliadora al estilo de San Justino. Podemos decir que en el primer periodo (hasta el 200) predomina la actitud defensiva de la revelacin contra los enemigos paganos y las herejas nacidas dentro del seno de la Iglesia bajo el influjo de las diversas clases de gnosis. En un segundo perodo (200-400) se atiende a la estructuracin del dogma, aprovechando materiales filosficos, pero sin plantearse en conjunto el problema de armonizar ambas tradiciones. Esto es labor del tercer perodo, que va del 400 hasta el final de la patrstica y encuentra su mxima expresin en San Agustn. Slo entonces se puede hablar de una filosofa cristiana, en sentido histrico. Una filosofa que acepta fundamentalmente toda la tradicin griega, inyectando en ella algunos conceptos que no los haba llegado a barruntar el pensamiento heleno: creacin, contingencia metafsica, providencia libre y amorosa de Dios, etc. Es, entonces, cuando el problema de las relaciones entre la fe y la razn entra en el escenario intelectual.

    En cualquier caso, para San Agustn, as como el hombre es elevado por la gracia, la filosofa es elevada por la revelacin. Por ello, la conciliacin que San Agustn hace de filosofa y revelacin es en verdad una teologizacin de la filosofa, hasta tal punto que llega a afirmar que la verdadera filosofa es la verdadera religin: un saber de Dios. Una tesis, sta, que se repetir hasta el siglo XI.

    San Agustn jams se preocup de trazar lmites entre fe y razn. No puede comprender como puede llamarse filsofo al que no reconoce la existencia de Dios, (Filosofa sin Dios no es filosofa). Filosofa no designa para l un modo de conocer racional sino de vida espiritual, filosofar es dialogar con Dios, hacer vida contemplativa (Ciudad de Dios,VIII, 4). De ah que fe y razn sean elementos complementarios para el conocimiento de la verdad (Intellige ut credas, crede ut intelligas); explicitemos la afirmacin de Agustn de Hipona: si es cierto que la razn reclama la ayuda de la autoridad, la fe, a su vez, requiere el ejercicio de la razn. Debe, en efecto, antecederla, acompaarla y seguirla. Nadie puede creer si antes no sabe lo que debe creer. Qu otra cosa es creer sino pensar con asentimiento? No todo el que piensa, cree; pero si, todo el que cree piensa; y creyendo piensa y pensando cree. La razn debe seguir a la fe. La fe nos sirve para filosofar mejor.

    Es en el siglo XI cuando el problema de las relaciones entre razn y fe, entre Filosofa y Teologa, o mejor dicho entre Dialctica y Teologa, empieza a tomar cuerpo, sobre todo como consecuencia de que el conocimiento y uso de este arte haca sacrificar los estudios teolgicos en aras de las ciencias humanas y de la filosofa (Dialctica). Como era de esperar, ante el desmesurado empleo de la Dialctica en todos los rdenes surgieron quienes se opusieron a todo lo que supusiese estudios lgicos o filosficos en los problemas teolgicos. No queran otro mtodo teolgico distinto de la interpretacin literal de las Escrituras.

  • 2Frente a este cmulo de disputas unas veces fundadas, pero la mayora de las veces vacuas, el desenvolvimiento histrico de la Teologa comienza en la segunda mitad del propio siglo XI con la consigna fides quaerens intellectum de San Anselmo de Canterbury. La gran idea de San Agustn es ahora desarrollada en un programa que pretende iluminar los contenidos internos de la fe de un modo racional, para tratar de elaborar y dar moldes lgicos a los datos revelados. No es que se comprenda para creer sino que se cree para entender. Entre la fe y la visin beatfica a la que aspiramos todos hay en el mundo terrenal una etapa intermedia, que es la inteligencia de la fe.

    Ahora bien, el credo ut intelligam anselmiano lo que esconde en realidad es una confusin entre razn y revelacin. Si, segn la frmula, ha de creerse algo antes de entenderse y no al contrario, ninguna investigacin podr realizarse partiendo de la mera especulacin, pues estara abocada al error. No slo la Filosofa ha quedado, por ello, enmascarada tras la cortina de la fe, sino que incluso sta corra el peligro de llevar a su propia supresin situada en el mismo nivel de lo cognoscible por la razn natural; en ltima instancia, corra el peligro de caer en un racionalismo teosfico.

    Sin olvidar los intentos de separar los campos de la fe y de la razn de Pedro Abelardo, Hugo de San Vctor y Pedro Lombardo hay que esperar al siglo XIII para resolver la confusin agustiniana.

    Tres factores importantes llevaron a la Teologa a su sistematizacin definitiva: la fundacin de la Universidad de Pars; la fundacin de las dos grandes rdenes mendicantes, franciscana y dominica, y el conoci-miento de una copiosa bibliografa aristotlica, arbigo-juda y neoplatnica. Sin duda, ste ltimo fue el acontecimiento ms fabuloso de este siglo. No slo fueron conocidas las obras aristotlicas, hasta entonces reducidas al Organon, sino que se conocieron los famosos comentarios de Alejandro de Afrodisia, Juan Filpono, Ammonio Saccas y Simplicio, sin olvidar tampoco las ideas de Avicena, Algazel, Averroes, Avempace, Abentofail, etc. La filosofa cristiana se encontr as con la necesidad de aceptar amplia y generosamente la filosofa aristototlica e islmica, pero rechazando todo aquello que no era armonizable con el dogma y el elemento tradicional agustiniano. Es lo que hizo Santo Toms al procurar la sntesis entre Aristteles y Agustn, distinguiendo claramente el campo de la razn y el de la revelacin o la fe, pero intentando su armonizacin.

    LA ARMONIZACIN DE FILOSOFA Y TEOLOGAToms de Aquino parte de una idea bsica: la fe es obediencia y confianza en la

    Palabra de Dios; pero no es un impulso ciego de la sensibilidad y menos an un sacrificium intellectus. Tampoco el papel de la razn humana en la enseanza de la doctrina sagrada no es probar las verdades de la fe, ya que entonces la fe perdera todo su mrito, sino explicar el contenido de dicha enseanza.

    Pero la revelacin contiene no slo verdades sobrenaturales que la razn no puede encontrar ni demostrar, sino tambin un cierto nmero de verdades que conciernen a Dios y son directamente accesibles a la luz natural de la razn. Estas verdades, cuya adquisicin y demostracin no exceden el poder de la razn humana, convena que fueran reveladas porque, buscadas por la razn, sin la ayuda de la fe, slo llegaran a ser muy pocas, logradas a costa de prolongados esfuerzos, y mezcladas con numerosos errores. El conjunto de estas verdades constituye lo que se llama revelable. La

  • 3revelacin de estas verdades, aunque no aporta un conocimiento superior al de la razn, resulta prcticamente necesaria, porque la fe en estas verdades asegura el equilibrio interior sin el que la naturaleza humana se vera incapaz de usar de la razn correctamente. As, lejos de alienar la razn, la fe le ayuda a encontrar su integridad natural. La fe es a la razn -dice Santo Toms (De Veritate, q. 14, a. 9, ad. 8; a. 10, ad. 9- lo que la gracia es a la naturaleza: no la destruye, sino que la perfecciona.

    A la inversa, tambin la razn es de algn modo indispensable a la fe. La fe -sigue diciendo Santo Toms (Suma Teolgica, 1, q.2, a. 2, ad. 1)- presupone el conocimiento natural, como la gracia presupone la naturaleza, y la perfeccin lo perfectible. As, aunque la razn slo se perfecciona con la ayuda de la gracia y a la luz de la fe, existe un conocimiento natural de Dios, que es como el prembulo de la fe. La posibilidad de conocer algunas verdades concernientes a Dios es realmente inherente a la naturaleza de la razn humana.

    El mrito del tomismo consiste precisamente en mantener esta armona: la fe y la razn se distinguen sin separarse, estn unidas sin confundirse. Ni la fe est subordinada a la razn, ni la razn a la fe, y sin embargo viven la una de la otra en pleno acuerdo y armona, enriquecindose mutuamente con la ayuda que se prestan. Es tambin lo que sucede en las relaciones que mantienen la filosofa y la teologa dentro del tomismo. La especulacin teolgica depende directamente de la fe, la reflexin filosfica es esencialmente obra de la razn. Por eso, cuando ambos saberes versan sobre las mismas realidades, no se puede decir que tengan propiamente el mismo objeto. El filsofo considera las criaturas en s mismas, mientras el telogo las estudia en su relacin con Dios. De ello resulta una diferencia de puntos de vista: el filsofo se apoya en las causas segundas, el telogo parte de la Causa primera. Esto implica un cambio de rumbo en el pensamiento: mientras que la reflexin filosfica pasa de la observacin de las criaturas a la afirmacin de Dios, la teologa parte de su conocimiento de Dios para luego examinar las criaturas en su referencia a l.