184
 

Felipe González Toledo, 20 Crónicas Policíacas

Embed Size (px)

Citation preview

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    2

    20 crnicas policacas Felipe Gonzlez Toledo

    Presentacin de Rogelio Echavarra

    Editorial Planeta Bogot, 1994, 190 pp. Edicin y revisin: emm

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    3

    Con afecto y gratitud, dedico este trabajo, a Juanita Gonzlez Mario, sin cuya generosa y eficaz ayuda no

    hubiera podido realizarlo.

    F.G.T.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    4

    INDICE

    Este libro, 7 La muerte llam tres veces, 13 El cadver viajero, 28 Cuerpo de mujer por libras, 38 El crimen del prebendado, 46 Los zapatos amarillos, 57 El Doctor Mata, 66 El Perro Lobo, rcord criminal, 81 Barragn, enemigo pblico, 89 La vida y la suerte de don Manuel, 95 Coronel, a prisin perpetua, 102 Los misterios gozosos y dolorosos del 301, 110 El caso de la peluca, 116 La fritanguera y el retratista, 122 Cartas del ms all, 131 Jirones de un famoso proceso, 144 La muerte de Uriel Zapata, 155 Cmo nos lleg la marihuana, 160 Ojo por diente y diente por ojo, 165 Huesos ante el jurado, 171 Cuando la crnica roja tena que ser inventada, 179

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    5

    Felipe Gonzlez Toledo

    Felipe Gonzlez Toledo naci en Bogot el 27 de julio de 1911 y falleci en la misma ciudad el 31 de agosto de 1991. Fue redactor en los diarios El liberal, La razn, El Espectador, El Tiempo y la revista Sucesos. Permaneci al frente de la mquina de escribir an a avanzada edad, cuando escriba las columnas hace 25 aos y hace 50 aos del peridico El Tiempo.

    En 1973 Colcultura edit el libro Trece Crnicas, una antologa de los trabajos de Gonzlez Toledo publicados en la prensa. Otras de sus crnicas figuran en la antologa de grandes reportajes realizada por Daniel Samper Pizano (Intermedio Editores) y en Crnicas de otras muertes y otras vidas, seleccin de textos de sucesos (Universidad de Antioquia).

    Dos aos antes de su deceso, Gonzlez Toledo recibi la orden Guillermo Cano del CPB, entidad de la cual fue presidente en alguna ocasin. Felipe haba contrado matrimonio con Doa Elvira Mario, con quien tuvo cinco hijos.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    6

    Uno de los maestros de la reportera policaca fue Felipe Gonzlez Toledo. Los lectores no se perdan sus crnicas sobre casos que escandalizaron al pas, como el de Teresita la descuartizada, el cadver enmaletado, el asesinato de Gaitn, el juicio al Doctor Mata, los suicidas del Salto de Tequendama, los misterios del apartamento 301... Esta es una antologa de aquellos crmenes. La hizo el mismo Gonzlez Toledo.

    Sin embargo, en un acto de creatividad las volvi a escribir, cuando estaba a punto de cumplir los 80 aos. Se trata de las nicas pginas escritas por l de manera deliberada para un libro. Las incluidas de el crimen del prebendado, ms que una crnica, un relato magnfico, uno de los mejores que se haya escrito ltimamente en Colombia.

    El tristemente clebre Doctor Mata, Nepomuceno Matallana (de sombrero de corcho), conversa con Felipe Gonzlez Toledo (extremo derecho), durante la reconstruccin en el pramo de Calderitas de uno de los crmenes que se atribuy el Doctor Mata. Tambin aparecen Hiplito Herrera (a pie), colaborador de Matallana, e Ivn Arvalo, funcionario de la Seguridad.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    7

    Este libro... Cuando Felipe Gonzlez Toledo empez a disfrutar de

    su precaria pensin de retiro, despus de ms de cincuenta aos de trabajo sin ms tregua que la que exige el agotamiento fsico, en los ms importantes peridicos capitalinos, quise estimularlo en uno de sus frecuentes momentos de escepticismo ratificndole una propuesta que, desde cuando fundamos el semanario Sucesos, le vena haciendo sin xito: que escribiera sus memorias profesionales, ni ms ni menos la resea del proceso y progreso de la delincuencia bogotana en nuestro siglo, basndose en los principales casos que l haba cubierto como se dice en la jerga periodstica y descubierto, ya que Felipe muchas veces iba en sus pesquisas ms lejos que los investigadores oficiales y llegaba a proponerles alternativas que ellos no haban supuesto.

    Quin, pues, mejor que Felipe para tal empresa? Es ms, le di una especie de ttulo y subttulo tentativos y tentadores para el libro: Sesenta aos de crnica roja: de Pap Fidel a Carlos Lehder. El primero fue el ms famoso de los capos de la fabricacin clandestina de licores en los alredores de Bogot y el ltimo el personaje principal, en el momento en que los carteles de la droga empezaban a ser descubiertos internacionalmente. El contraste entre la delincuencia pueblerina de los cafuches y el crimen organizado de los narcoterroristas internacionales de ahora.

    Yo saba que Felipe haba tomado aguardiente con Pap Fidel en alguna trastienda de barrio, pero dudaba que hubiera conocido a Lehder.

    Claro que lo conoc! me asegur. Desde cuando l era casi un nio he seguido su carrera muy de cerca. No recuerdas a una seora muy discreta y distinguida que a veces vena a buscarme a la oficina y con quien sala a la cafetera,

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    8

    pues ella no quera que ustedes se enteraran de nuestra conversacin? Era la seora madre de Lehder, que quera hablarme, angustiada, de las precoces conductas delictivas de su hijo en Estados Unidos y de sus frecuentes detenciones. Me peda consejo...

    Pero... cmo es que no escribiste ese gran reportaje humano, con tal oportunidad?

    No, no hay que confundir la oportunidad con el oportunismo, y en realidad en ese momento no vala la pena. Adems, las confidencias no deben ser utilizadas, y menos en detrimento de terceros inocentes, en este caso una madre. El periodista es un colaborador de la justicia en su lucha en defensa de la sociedad, pero la tica le impone obligaciones humanas. No se puede correr a publicar cuanto chismecito se oye por ah... No todo es noticia, como piensan si es que piensan los afanosos reporteros de hoy. La gran crisis de nuestro periodismo es la falta de criterio para escoger entre lo que se debe y no se debe, y cmo y cundo publicar!

    (Al reproducir este dilogo no s si todas las palabras son suyas. Algunas pueden ser mas, pero de todas maneras interpretan su pensamiento. Entre maestro y alumno pueden presentarse estas confusiones...).

    Lo triste es que, aunque se entusiasm con la idea del libro, ms por alimentar nostalgias que por cualquier otro motivo, no lo comenz. Entonces le abr una nueva posibilidad, alentado por haber aceptado encargarse de las secciones Hace 50 aos y Hace 25 aos en El Tiempo, lo que 10 obligaba a consultar las colecciones de los diarios: que recogiera los textos de sus propias pginas publicadas desde su uso de La Razn. Le promet, contra toda posibilidad de mi parte pero con la ms entraable buena voluntad, ayudarlo en el copiado y la edicin (como lo hice para el libro Crnicas de

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    9

    otras muertes y otras vidas con su histrico trabajo sobre el proceso Gaitn), siempre y cuando l me orientara en las fechas de las selecciones. Lo nico nuevo que deba hacer era algunas notas muy breves para aclarar nombres y explicar locuciones o procedimientos incomprensibles para la inteligencia del lector actual, o para contar alguna ancdota al margen, no divulgada en su oportunidad, como la de su amenaza de muerte por parte de los sicarios de Pap Fidel...

    Su disculpa final fue la de que no poda desplazarse como el proyecto lo requera y que, lo real y tristemente cierto, estaba perdiendo la vista. Lo poco que poda sacar en limpio ya, se deba a que siempre fue un magnfico mecangrafo que poda escribir a ciegas (unos impolutos originales, as se sentara a la mesa de redaccin despus de una alcoholizadamente larga charla con sus informadores en la viciada y peligrosa penumbra de un caf de extramuros) pero sin una letra, una palabra o un concepto en falso.

    Me prometi pensarlo, pero cuando yo ya haba perdido toda esperanza me comunic que para quitarse de encima mi suplicante insistencia haba resuelto reconstruir de memoria Felipe Gonzlez Toledo sin tomar notas para no molestar a nadie algunos de los ms famosos casos, lo que me sorprendi inocultablemente aunque yo saba que su memoria era infalible. l, que repar en ello, me convenci de inmediato:

    Detalle que se me olvide es porque no vale la pena...

    Fue as como inici y fue llenando lentamente pues l meda y pesaba siempre las palabras antes de escribirlas y aun de pronunciarlas estas cuartillas que, puedo asegurarlo, fueron las nicas que Gonzlez Toledo escribi para ser publicadas en libro. No siguieron una pauta previa ni guardan un orden cronolgico. No s si el ttulo sugerido por l para el libro, el mismo de su crnica La muerte llam tres veces,

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    10

    sea en definitiva el que aparece, aunque yo se lo critiqu no slo por parecerse al muy famoso del cartero que slo llam dos, sino porque acababa de aparecer en las carteleras una pelcula con nombre igual al del cuento de Felipe.

    Ya la muerte lo llamaba a l, que la cortej tantas veces...

    Fueron diecinueve captulos. Acabo de cumplir 80 aos... Y no doy ms!, nos dijo a Juan Leonel Giraldo y a m en una de las ltimas entrevistas que tuvimos en su casa, de tan grato y familiar ambiente chapineruno (que l llevaba en el alma). Entonces, por qu aparecen aqu veinte? Por mi mana de redondear las cosas. Y porque, al seleccionar las pginas publicadas por nuestro semanario con destino al libro que edit en 1993 la Universidad de Antioquia, encontr y la traslad a ste una que se refera a aquella dichosa edad y siglos dichosos (Gonzlez Toledo era, naturalmente, quijotesco y cervantino) cuando en Bogot eran tan escasas las noticias de polica que los peridicos tenan que inventarlas para satisfacer la ansiedad de los lectores de misterios (lo que despus vino a llamarse suspenso, tal vez porque las historias se prolongaban por entregas...).

    El ms tremendo de aquellos inventores fue Porfirio Barba-Jacob quien, cuando era jefe de redaccin del vespertino de los Canos, cre un tenebroso personaje cuya mano apareci impresa en la pgina ya que no haba el retrato de la vctima que era el gancho del pregn de los voceadores para infundir verosimilitud al infundio. Mano que denunciaba de haber existido en ese tiempo tal recurso investigativo de identificacin las huellas dactilares de Miguel ngel Osorio, el maestrico de Angostura que se convirti en compulsivo fundador de peridicos y a quien tantos folletones acreditan tambin como precursor del amarillismo ... (aunque en blanco y negro ).

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    11

    Caso aparte es el de otros cronistas policacos, como Jos Joaqun Ximnez, de El Tiempo, quien dedicaba versos suyos a las annimas vctimas de tragedias tan frecuentes en los aos 40, como suicidios en el Tequendama (el salto, porque el hotel entonces no exista).

    Gabriel Garca Mrquez llam a Felipe Gonzlez el inventor de la crnica roja, pero la connotacin que le dio es la misma si no estamos tan alejados de la realidad maravillosa que se advierte en la ltima frase del primer captulo de Cien aos de soledad sobre la llegada del hielo a Macondo: Es el gran invento de nuestro tiempo.

    Cuando conoc a Felipe, en 1945, ya no se inventaban noticias. Sobraban. Otros dos grandes de la crnica policial actuaban entonces: Ismael Enrique Arenas, quien al servicio del diario de los Santos se mova como pez en el agua en los altos estrados judiciales, y Rafael Eslava, quien alimentaba con innegable habilidad Felipe Gonzlez Toledo las calderas subversivas de El Siglo. La polica y no slo el cuerpo mismo sino la informacin producida en esa rama se politiz. No puede ser de otro modo cuando el estatuto de moda es el cdigo penal. El enfrentamiento entre los partidos llev a Colombia a una violencia consuetudinaria y la crisis de los valores a una degradacin social que ya devalu tanto la vida que no son noticia de primera pgina ni las masacres cotidianas.

    La primera crnica que F. G. T. me entreg para este libro, como cosa rara, no se refiere a un caso notable. Su tema lo mantuvo indito hasta cuando se sinti liberado, cuando estoy ms all del bien y del mal, es decir, sin compromisos laborales ni con uno ni con otro. l siempre fue un ejemplo de nobleza y lealtad. No haba querido molestar a sus queridos amigos y compaeros de siempre al describir, eso s, en la forma ms delicada y elegante para no herir susceptibilidades,

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    12

    una ancdota que revela la competencia profesional entre El Tiempo y El Espectador: Es la que cuenta el trgico enfrentamiento de dos fotgrafos de cajn y trapo negro, pioneros de la reportera grfica callejera, y cuyos suprstites hacen parte del tpico ambiente de los parques colombianos.

    Este es, pues, un libro incompleto para quienes exigamos ms cantidad de su autor, pero suficiente, plenamente satisfactorio, para sus lectores viejos y los cada vez ms nuevos. Es su nico libro original y exclusivo y, finalmente, su obra testamentaria.

    Y aqu, despus de haber soslayado tantos recuerdos personales para quitar a este prembulo la peligrosa expresin de sentimientos tan profundos como los que consolidaron vidas paralelas y familiarmente sin secretos, la infidencia final:

    Como Felipe haba pedido a su admirable esposa Elvira y a sus queridos hijos que no lo depositaran en el mausoleo de los periodistas porque quera que sus cenizas hicieran parte del aire bogotano, ellos cumplieron al pie de la letra tal voluntad irrevocable. Silenciosa, discreta y lentamente las fueron derramando al aire helado de los cerros en el ms triste descenso del funicular de Monserrate.

    Rogelio Echavarra Bogot, mayo de 1994

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    13

    La muerte llam tres veces

    l hombretn entr al cafecito con pasos duros, ech una mirada panormica al recinto casi vaco y se acomod en una mesita arrinconada. Llevaba botas,

    pantaln de dril, camisa de cuadros, chaqueta de cuero y un sombrero de anchas alas. La copera, una mujeruca de aspecto humilde, casi insignificante, se haca tener en cuenta por su embarazo, ya cercano a los siete meses.

    Qu le sirvo?

    A esta pregunta de la mujeruca, el hombre respondi escuetamente, pero con un acento que bien podra calificarse de amable:

    Treme una cerveza fra. Puede ser de una marca cualquiera.

    De una vez consumi vidamente la mitad de la botella, y con golpes en la mesa llam de nuevo a la muchacha, para preguntarle:

    Quieres tomar alguna cosa?

    Tras falsa vacilacin, la copera acept una gaseosa, la trajo enseguida y ocup un asiento al frente del hombre. Para reanudar el dilogo, el hombre de marcado aspecto rural pregunt:

    Cmo te llamas t?

    Mi nombre de pila es Lucinda, pero aqu me dicen Lucy respondi tmidamente la muchacha. Y agreg anticipndose al interrogatorio: Yo soy de Sutatausa.

    E

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    14

    Yo me llamo Antonio Corts y he simpatizado mucho contigo. Dame otra cerveza bien helada. Tanta simpata me has despertado, que estoy pensando en hacerte una propuesta que posiblemente te parecer buena.

    Varias mesas del cafetn haban sido ocupadas y el trabajo de la muchacha impeda la continuacin de la charla.

    En una breve oportunidad, el hombre la llam:

    Lucinda. Yo prefiero llamarte Lucinda...

    Como guste, seor Corts...

    Yo vuelvo maana a despedirme dijo o el hombretn porque el viernes me voy para mi finca de los Llanos y demoro unas dos semanas.

    A la misma hora de la vspera, diez de la maana, lleg Corts al cafetn, en busca de Lucinda. La salud dicindole mi amor y le reproch cuando ella le respondi llamndolo don Antonio. Y entr en materia:

    Pas la noche pensando en ti y acariciando mi proyecto. T me gustas mucho y he pensado en casarme contigo. Yo vivo muy solo en la finca y quiero que me acompaes.

    Pero es que usted no se ha fijado en el estado en que me encuentro?

    Claro que s contest Corts con una expresin indulgente y algo alegre y, como si esta benevolencia no fuera suficiente, agreg en un tono melifluo:

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    15

    Esa situacin tuya es una ventaja para m. Me he dado cabal cuenta de que ests esperando un hijo para muy pronto, y pienso que l ser tu compaero mientras yo paso el da lidiando el ganado. Ser algo as como tu juguete y tu alegra de la vida durante mis ausencias. Pero, para hacerme estas ilusiones, debo preguntarte algo muy importante: T ests enamorada del padre de tu hijo? Mantienes con l alguna relacin?

    No, seor. Ese es un sinvergenza que no he vuelto a ver. Casi le digo que si hoy lo veo, no lo conozco. Creo que as son todos los hombres...

    No, Lucinda, yo no soy as. Yo soy sincero y mis intenciones para contigo son las de darte un poco de la felicidad que mereces.

    La mujer, enternecida, le bes una mano, y Corts prosigui el esbozo de sus planes:

    Quiero casarme contigo, pronto. Este propsito se me ha metido en la cabeza, y el matrimonio debe ser cuanto antes. Anoche me ech al bolsillo mi partida de bautismo que estaba en casa de una hermana, y ahora necesitamos la tuya. Como yo me voy para la finca y demoro dos semanas, tienes tiempo para conseguirla.

    Tengo que ir hasta Sutatausa a buscarla anot Lucinda, cuyo aparente tropiezo significaba una aceptacin de la inesperada e inslita propuesta matrimonial.

    Corts pag las tres cervezas heladas que haba consumido y dej el sobrante del billete en manos de la muchacha, a manera de propina. Adems, le entreg cincuenta pesos con la advertencia:

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    16

    Esto es para que, mientras yo estoy en la finca, t vayas a tu pueblo y saques la partida.

    Gracias, Antonio se atrevi por primera vez y aunque escapadizamente por parte de ella, se besaron boca aboca.

    Dentro de quince das nos encontramos aqu. No me falles fueron las ltimas palabras de despedida, y Lucinda qued tan risuea y atontada que no acert a prestar la debida atencin a la clientela del cafecito que ya haba invadido las mesas.

    Corts regres puntualmente, y ocho das ms tarde, en el templo parroquial de Las Aguas, cumplidamente, se celebr el matrimonio.

    Una hermana del contrayente y un amigo fueron los padrinos.

    Yo hubiera querido dijo Antonio Corts que mi hermano mayor fuera el padrino, pero l es representante a la Cmara y ahora anda en gira poltica. Es tan difcil cuadrarlo...

    Efectivamente, el hermano de Antonio era representante. Primero fue guerrillero en los Llanos y ms tarde, habiendo contabilizado unos votos, se lanz a la poltica y pesc una suplencia de congresista que por temporadas fue efectiva. Y al perodo siguiente lleg a principal.

    Contrayentes y padrinos tomaron el desayuno en una chocolatera de la Puerta Falsa, y Corts y su hermana acompaaron a Lucinda hasta la miserable vivienda para que recogiera el bal de sus cosas. Transitoriamente, la pareja se instal en la casa de la hermana del llanero, vivienda que no era mucho ms lujosa que la de Lucinda. Y una vez all,

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    17

    Antonio y su esposa tuvieron amplia oportunidad de planear el desenvolvimiento de su vida inmediatamente futura.

    La temporada propia de lo que se llama luna de miel fue absorbida por las incomodidades del embarazo y la proximidad del parto.

    As no podemos viajar observ Antonio, y es mejor que aqu, a pesar de la desagradable instalacin, nazca el nio. Despus, cuando te repongas un poco, haremos juntos unas importantes diligencias antes de irnos para la finca.

    Como a usted le parezca respondi Lucinda sometidamente.

    El nio se present, con un poquito de anticipacin, y en el trance la parturienta fue asistida por Lucrecia, la hermana de Corts.

    Es un varn! exclam el llanero, con el mismo entusiasmo de un verdadero padre. Se llamar Antonio y llevar mi apellido.

    Transcurri poco ms de una semana y la pareja inici sus preparativos de viaje. Llevada en taxi, Lucinda acompa a su marido a unas diligencias que ella no entendi. Solamente se dio cuenta de que la sometieron aun examen mdico que ella interpret como un detalle de consideracin y amor.

    Con su autoridad inapelable, el hombre dispuso:

    Es peligroso que llevemos al nio tan recin nacido, porque el clima caliente puede sentarle mal. Lo dejaremos al cuidado de Lucrecia, que se ha portado tan bien y le ha tomado tanto cario. Cuando cumpla unos dos meses, volveremos por l.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    18

    Me parece que me he extendido mucho en estos preludios pero los creo muy necesarios para captar en su integridad este noveln de la vida real que supera a la fantasa.

    Ahora, la pareja de recin casados est en Puerto Lpez, en pleno Llano. Tan provisionalmente como ya es costumbre, Corts y Lucinda estn hospedados en una pieza ciega, con derecho a servicios en la vecindad, en las afueras de la poblacin, de paso para la finca de que hablaba con mucha propiedad el seor Corts.

    Por la muy reciente maternidad de Lucinda y las circunstancias anteriores al parto el matrimonio no se haba consumado, y la pareja dorma en camas separadas que estrechamente caban en la piecita ciega. Pero Lucinda, una madrugada, not que Antonio se estaba levantando y escuch cuando l trajinaba en un rincn de la minscula habitacin. Adormilada, escuch que se despeda porque deba atender a sus quehaceres, pero que estara de regreso antes del atardecer. Luego oy que cerraba la habitacin y le pareci que haba ajustado un candado.

    Lucinda quiso entregarse de nuevo al sueo, pero cuando en su soledad pensaba en s misma y en las rarezas de su nueva vida sinti un dolor agudo, horrible, en l antebrazo izquierdo. Como pudo, se incorpor, encendi la luz y vio que una serpiente comparta su camastro. Horrorizada, de un salto superior a sus precarias fuerzas, quiso abrir la puerta que Corts haba dejado asegurada con candado, y sin ms qu hacer profiri gritos en demanda de auxilio:

    Una culebra! Me mordi una culebra!

    Los vecinos no tardaron en acudir y Lucinda, con sus agudas voces, explic lo que le pasaba.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    19

    EI brazo me est doliendo muchsimo! Estoy sola. Antonio madrug a irse.

    Con una llave de mecnica alguien abri el candado, y tres o cuatro personas entraron pero retrocedieron al ver la serpiente enchipada en la cama.

    Es una cuatronarices conceptu el nico vecino que se acerc, y despus de identificar al animal se quit el cinturn y le asest un violento lapo por el extremo de la hebilla. La culebra, visiblemente quebrantada, trat de defenderse, pero nuevos golpes la dominaron del todo.

    S. Es una cuatronarices, que es tan venenosa confirmaron los vecinos que de nuevo entraron a la habitacin cuando supieron que la serpiente haba sido completamente dominada. De dnde pudo haber salido ese animal?

    S. Es muy raro, porque esos bichos no arriman por aqu coment otro de los curiosos.

    El hombre que tom la iniciativa y comenz por darle muerte a la temible culebra, pas a ocuparse de la salud de la vctima. y abundaron las opiniones sobre los mejores remedios regionales indicados para estos casos.

    Los contras y los medicamentos llaneros parecen increbles, pero los ms escpticos, entre quienes han atestiguado sus efectos, acaban por creer en ellos con la fe ms firme e incondicional. Por esto, todos los presentes, cuyo nmero ya casi era un tumultuario, prorrumpieron en exclamaciones aprobatorias, cuando alguien expres en tono inapelable:

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    20

    Debemos salvar a esta pobre muchacha. Hay que rezarla. Busquemos a don Jacinto.

    Buena parte de la gente se moviliz en busca del rezandero, y correspondiendo a la urgencia don Jacinto lleg. Era un hombre de cara ptrea, bien maduro sin pisar todava la ancianidad. Con pocas palabras orden despejar el recinto. En posicin de cuclillas observ el cadver de la serpiente que permaneca en el piso y luego tom en sus manos la cabeza de Lucinda, y en voz muy baja y confusa susurr sus oraciones rituales, envueltas en el silencio fervoroso y expectante de las pocas personas que permanecan en el cuarto y de la multitud que se agolpaba a la puerta de la pieza ciega.

    El brujo asperj con un misterioso lquido el cuerpo semidesnudo y exclam en voz un poco ms fuerte que la de las oraciones:

    Ests salvada!

    Cuando Corts regres, se inform del contratiempo; mir atentamente la culebra muerta, cuyo entierro ya haba sido ordenado por don Jacinto, y se limit a comentar:

    Por dnde pudo haber entrado este animal?

    Agradeci los oportunos auxilios y anunci, dirigindose a Lucinda:

    Gracias a Dios, ests salvada, pero todava necesitas un tratamiento.

    La muchacha, con mediano apetito, recibi de una vecina unas cucharadas de caldo y enseguida se qued dormida, apaciblemente .

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    21

    Te dije que todava necesitas un tratamiento le record Corts a la muchacha cuando amaneci al da siguiente, y agreg:

    Quedaste muy dbil y voy a llevarte donde un curandero que sabe mucho de estas cosas.

    Todava tengo dolores en el brazo respondi Lucinda, y las cucharadas de caldo me provocaron vmito.

    Pero ya ests al otro lado y creo que el viernes podemos ir donde el curandero. Es un viaje corto y cmodo concluy Corts.

    Pasadas las nueve de la maana del viernes sealado, la pareja abord una rudimentaria canoa. l, con los remos, ocup puesto en una tabla atravesada en la popa. Ella busc acomodo en el asiento que cierra el ngulo agudo de la proa, de espaldas a la corriente, y echaron aguas abajo en direccin dijo Corts a la vivienda del curandero. De pronto, la canoa dio un vuelco y ambos cayeron al agua.

    Corts, que llevaba ropa muy ligera, en pocas braceadas de buen nadador fcilmente gan la orilla. La muchacha sigui a merced de la corriente.

    Por segunda vez, a Lucinda la toc la muerte. Pero unos vaqueros que pasaban por la orilla del ro vieron una cabellera que flotaba y una cabeza que de cuando en cuando emerga del agua.

    Es una mujer que se est ahogando dijo uno de los del grupo de jinetes, a tiempo que alistaba su rejo y lanzaba el chambuque con habilidad profesional.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    22

    Est llena de agua, pero viva dijo otro de los jinetes, y se desmont mientras su compaero, que con precisin la haba enlazado, la sacaba a la orilla.

    La colocaron en posicin de boca abajo y con tracciones rtmicas la hicieron arrojar todo el lquido. Slo fueron necesarios unos pocos minutos para que la muchacha recobrara plenamente el sentido y explicara lo ocurrido:

    Fue un accidente. bamos ro abajo en una canoa que se nos volc. No s por qu pas esto, ni s qu le pasara a mi marido.

    Lucinda inform a los vaqueros que vivan en Puerto Lpez, y les pidi que la llevaran all.

    Cuando los vaqueros llegaron con la mujer, a quien uno de ellos, muy cuidadosamente, haba acomodado en la grupa de su cabalgadura, Corts dorma profundamente, y al ver a su mujer lanz una expresin sin duda subconsciente:

    Y esa vaina?

    Despus, con melifluas palabras, agradeci a los jinetes la salvacin de su esposa, y agreg, acaso sinceramente:

    Esto es un verdadero milagro... Yo tambin me salv de milagro.

    Y explic a los vaqueros:

    Esta muchacha se par dentro de la canoa para cambiar de puesto: dio un traspi y, para estabilizar el equilibrio, apoy un pie en el lado contrario al que se haba inclinado. As comenz el hamaqueo de la canoa, hasta que se volc. El ro estaba bravo y la corriente me domin sin que yo hubiera podido hacer algo para salvarla. Gracias a Dios, ustedes le

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    23

    salvaron la vida y me la trajeron. Dios es muy grande y yo no tengo con qu pagarles a ustedes el incomparable beneficio con que me han favorecido...

    Hemos perdido mucho tiempo sentenci el dueo del paseo y yo tengo urgencia de ir a la finca. Ya han pasado ocho das desde el accidente de la canoa, y maana nos podremos ir. T qu tal eres para montar a caballo?

    Pues yo creo que no muy buena, pero como iremos despacito.

    De paso llegaremos donde el curandero, que est sobre el camino, y luego seguiremos para la finca.

    Apareci, entonces, un nuevo personaje que al da siguiente llev las bestias a la vivienda de la pareja. Era Campo Elas Zamudio, un hombre pequeo, dicharachero y ladino, apodado Gorgojo, que montaba en un macho de buena alzada, inquieto y pajarero.

    En mi finca, Gorgojo es el encargado. Lo conozco hace mucho tiempo y le tengo mucha confianza dijo Corts a manera de presentacin. Puedes decirle Gorgojo, porque l no entiende por otro nombre.

    Las otras dos monturas: y el caballo era acuerpado y moro, y la yegua, baya y pequeona. Corts acomod a Lucinda en la tercera bestia, y para tranquilizarla le advirti:

    Este es un animal muy mansito, especial para ti.

    Cuando todos tres estaban montados, Corts y Lucinda se despidieron por ltima vez de los vecinos que haban salido a sus puertas a presenciar la partida. Abri la marcha Corts y cuando la cabalgata se haba alejado unos pocos pasos las

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    24

    vecinas, posiblemente bajo una indefinida prevencin, favorecieron a la viajera con distantes y repetidas bendiciones...

    Hola, mija dijo Corts cuando atravesaban un paraje solitario, apareando su caballo con la yegua de su compaera, la noto a su merc como incmoda, y todava nos falta camino. Es mejor que cambies de bestia. El macho de Gorgojo es de paso muy fino y te llevar cmodamente.

    Seguidamente Gorgojo recibi instrucciones de su jefe para hacer el cambio de monturas, y mientras tanto Lucinda se ape con la solcita ayuda de su esposo. Como el macho era cascarillas y asustadizo Gorgojo lo encegueci con su ruana de hilo o mulera, a manera de tapaojos, para ejecutar la maniobra de desensillar y ensillar la bestia con la montura de la yegua. Y cuando montaron a la muchacha en el pajarero con su habitual acento sentencioso, Corts le dijo a su compaera:

    T eres muy novata para todo esto. Te falta mucho para convertirte en toda una llanera. He notado que tratas de perder el equilibrio, y por precaucin voy a asegurarte.

    Y la amarr por el tobillo izquierdo a la accin del estribo. Ya asegurada, le quit al macho la mulera y la sacudi frente al hocico de la bestia. Pero el macho, peligroso y asustadizo, no se mosque siquiera. Permaneci esttico, mientras Lucinda, con silenciosas lgrimas de fatal presentimiento, semejaba un monumento ecuestre a la resignacin.

    Maldita sea! exclam Corts fuera de s.

    Deshizo el nudo del tobillo y desmont a la muchacha, la tom de la mano y camin unos pocos pasos.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    25

    Vea a ver, seor Corts musit Lucinda, y fueron estas sus ltimas palabras.

    Corts, armado de un bordn, le asest un garrotazo en la cabeza, y como enloquecido la moli a palos. Ya medio muerta la arrastr hasta el lugar donde permaneca el esttico macho. Gorgojo le puso de nuevo la mulera a la bestia. Corts volvi a atar el pie izquierdo de la moribunda; le destap los ojos al animal, y violentamente le azot las ancas. El macho se llev en rastra el cuerpo de Lucinda y, ahora s, todo qued consumado.

    El mdico local, improvisado de legista, practic la necropsia y habiendo conocido la explicacin del esposo de la difunta certific la muerte accidental de Lucinda Rodrguez de Corts.

    Provisto de este documento, el jayn llanero viaj a Bogot y se present en la compaa de seguros dispuesta a recaudar la por entonces cuantiosa suma de 500 mil pesos. Este era el valor del seguro de beneficio mutuo tomado por la pareja de recin casados en la primera salida que Lucinda pudo realizar, sin saber lo que haca, pocos das despus de su parto.

    Las aseguradoras, por la naturaleza misma de sus servicios, son desconfiadas.

    Y ste era un caso de excepcin, que permita alentar la duda. Un seguro cuantioso, tan recientemente negociado y cobrado por causa de una muerte accidental, no se poda pagar sino mediante una minuciosa averiguacin. Contra sus clculos, el llanero sali con las manos vacas y con la notificacin de que el pago del jugoso seguro slo se efectuara mediante la plena aclaracin de la muerte de la esposa del reclamante.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    26

    La compaa design a uno de sus ms hbiles investigadores, Arnold Haupt, quien correspondi al deber que le impusieron. Haupt viaj a Puerto Lpez; averigu por los oscuros antecedentes de Antonio Corts; descubri la vivienda de la pareja; entr en contacto con los vecinos, supo lo de la culebra y lo del naufragio, e informado acerca del ltimo viaje, tuvo noticia de la participacin de Gorgojo, sujeto muy conocido en la regin por sus malas andanzas. No fue difcil localizar a Gorgojo, y Haupt, provisto de estos datos, crey llegada la hora de hacer una exposicin ante las autoridades de polica.

    Cuando fue capturado, Gorgojo, a quien su jefe se neg a pagarle sus servicios, ech por el camino de la confesin, al menos de los hechos que l presenci. Se dispuso una ampliacin de la autopsia, diligencia cientfica que practic un patlogo forense, y quedaron a la vista las huellas de lesiones diferentes a las atribuidas al arrastre del cuerpo por una bestia, y con base en estos logros investigativos el funcionario de instruccin decret la detencin de Gorgojo y del reo ausente, Antonio Corts.

    Corridos los trminos de rigor, el caso pas al conocimiento del juez superior de Villavicencio, quien despus de algn tiempo, sin que Corts hubiera aparecido, dict el auto de llamamiento a juicio de ambos sindicados por el delito de homicidio, en lo relativo al autor principal agravado con las ms atroces caractersticas de asesinato.

    El defensor de oficio del reo ausente apel ante el Tribunal de Villavicencio con un desganado memorial, pero poco importaban los flacos argumentos de la defensa, porque en ese estado del proceso entraron en juego los compadrazgos y las influencias del hermano mayor de Corts, parlamentario y popular jefe poltico.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    27

    Y fue as como triunfaron las tesis de la defensa, y el Tribunal revoc el llamamiento a juicio y decret el sobreseimiento definitivo en favor de ambos acusados.

    Hasta aqu, todo muy normal. Pero ocurri que la compaa de seguros se vio obligada a pagarle a Corts el valor de la pliza cuando se present con su absolucin, y adems tuvo que reconocer el valor de los intereses de los 500 mil pesos durante los dos aos que dur el proceso y el pago estuvo retenido.

    Y debo sealar otra pequea falla de la justicia: la suerte del nio de Lucinda jams fue investigada.

    Nota necesaria. Vale anotar, sin perjuicio de la veracidad de este relato, que como las influencias son las influencias y la capacidad criminal no se corrige, me he permitido disfrazar los nombres de los protagonistas de esta repulsiva ocurrencia que ocupa principalsimo lugar entre mis recuerdos de medio siglo de periodismo

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    28

    El cadver viajero

    l rompecabezas policiaco ms envuelto en misterio, entre los que hayan dado trabajo a la polica y ms se hayan apoderado de la atencin del pblico, es el

    caso llamado del "bal escarlata". El bal de esta historia no era de color escarlata, pero a algn bromista de la poca se le ocurri llamarlo as, y todos aceptamos la denominacin.

    El ferrocarril del norte era de propiedad de la familia Dvila y tena su terminal en Nemocn, aunque se proyectaba llevar la lnea hasta la Costa Atlntica. Cuando la empresa pas a poder del Estado el ferrocarril se prolong hasta Barbosa, Santander, y ah qued. Tena su estacin en Bogot, en la carrera 15 con la calle 17, y dispona de un gran patio destinado a bodega de exportacin. Por la orilla de este patio pasaba un ramal y algo ms de veinte columnas tenan en su orden los nombres de las estaciones de toda la lnea. La ltima columna, pues, estaba distinguida con el nombre de Barbosa. La rutina del servicio de carga comenzaba por el pesaje y papeleo de cada remesa. Una vez diligenciado todo esto la carga era colocada al pie de la columna correspondiente a la estacin de destino.

    Cierto da el personal de trabajadores de la bodega not un mal olor hacia el puesto de Barbosa. En principio se atribuy este olor a unos cueros crudos de res que haban sido remesados para una de las estaciones cercanas a la terminal. Pero el mal olor sigui y cada da era ms intenso. Alguien cay en la cuenta de que un bal colocado en el puesto de Barbosa desde das atrs, y en relacin con el cual no se haba diligenciado la remesa, era el foco del insoportable olor. Un bodeguero propuso abrir el bal, y fue as como a pareci en el interior un cuerpo humano doblado y cubierto de cal.

    E

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    29

    De inmediato se dio aviso a la polica, y de esta manera se estableci que el cadver forzadamente tronchado corresponda a una nia de aproximadamente 15 aos. Encima del cadver y de la cal haba un sobre destinado a Mercedes Garca de Ariza-Barbosa. Ya me ocupar del contenido de la carta hallada en el sobre.

    Primeramente, es necesario ver que el bal era de los que por esa poca tenan las antiguas criadas para guardar su ropa, y tal vez para esconder los objetos que de cuando en cuando tomaban furtivamente. Era una caja de madera recubierta con latas de estridentes y variados colores, desde luego, provista adems de una cerradura. Los colores de los cuales el bal de esta historia estaba recubierto, ya se dijo, no eran escarlata. Pero, bueno. Desde el da del hallazgo, a comienzos de 1945, los peridicos se ocuparon del caso policiaco de una manera tan amplia, como se poda en aquellos tiempos, edad de oro del folletn. Los cronistas urdieron en torno al bal diversas hiptesis y se esforzaron por adelantarse a los investigadores. Dos detectives, reputados como los mejores, un Prez y un tal Bernal, apodado Chocolate, asumieron el caso. Correspondi dirigir la investigacin a un veterano y respetable juez de instruccin criminal, el doctor Vicente de J. Senz. El equipo investigativo as integrado se entreg del todo al empeo de descifrar el enigma.

    Dos o tres lneas burdamente trazadas contena el sobre hallado en el bal, Gurdelo en el caidizo de Luisa. Investigadores y periodistas viajaron a Barbosa, pero no dieron con la destinataria de la macabra remesa. Ni tuvieron noticia del caidizo de Luisa. Sin embargo, las averiguaciones se extendieron a Puente Nacional, Cite y creo que hasta Vlez. La pista contenida en el sobre no dio ningn resultado positivo. Los reporteros policacos trajinaron por sus propias pistas, pero su actividad fue nula. Recuerdo que un

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    30

    colega se dedic a visitar las tiendas de la carrera 11, donde vendan bales, pero a ninguna conclusin pudo llegar.

    Madres cuyas hijas quinceaeras haban desaparecido, Dios lo sabe cmo y con quin, al plantearse este enigma, tuvieron el plpito de que se iba a acabar su angustia, y venciendo el humanismo terror visitaron el anfiteatro de Medicina Legal, pero salieron con la misma inquietante duda porque el cadver estaba irreconocible. Un clculo cientfico indicaba que la muerte debi sobrevenirle a la muchacha no menos de 17 das antes. Contribuy adems a la desfiguracin la postura en que haba estado empacada durante todo ese tiempo, Sin ms qu hacer, algunos reporteros entrevistaron a las mujeres llorosas que deseaban entrar a la morgue. Total: cero.

    Los mdicos forenses le calcularon a la vctima del oscuro crimen una edad oscilante entre los 14 y los 15 aos, y anotaron algunos detalles de relativa utilidad para una remota identificacin. Ejemplo, la longitud promedio del cabello, la estatura y el tamao de las orejas, de los pies y de las manos, adems de que realizaron una reproduccin de la dentadura. Por el examen de las uas de pies y manos, burdamente cortadas, llegaron a la conclusin de la categora social de la muchacha, algo menos que mediana. En fin, se hizo en medicina forense cuanto fue posible, pero los conceptos contenidos en el informe de la necropsia no prestaron utilidad a la investigacin. Los reporteros especializados les seguamos los pasos a los detectives para saber por dnde iban, pero todo fue en vano.

    El caso del bal escarlata, con hiptesis renovadas, apareci en los peridicos de Bogot hasta el final de 1945 y poco a poco el despliegue de prensa vino a menos. Despus, slo de cuando en cuando, los periodistas se ocuparon del indescifrable enigma.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    31

    Tan agotadas estaban las averiguaciones que el investigador Vicente de J. Senz acab por caer en una tentacin propuesta por el detective Chocolate. El hbil sabueso, como solan llamarlo algunos reporteros de la poca, en tono confidencial inform al investigador que por los lados de Las Cruces tena sus reuniones un grupo de espiritistas que contaba con una mdium maravillosa y desconcertante. Y acab por convencer al doctor Senz de asistir con l a una sesin de espiritismo. El veterano juez, funcionario ejemplar, reposado y serio, accedi a la invitacin de Chocolate, y no hay para qu decir que al salir de la reunin de Las Cruces, adems del fracaso del recurso, el juez de instruccin criminal se llev un sentimiento de disgusto consigo mismo. El paso que acababa de dar estaba reido con las normas investigativas y lo dejaba un poco untado de ridculo. Para auto consolarse, segn indiscrecin de Chocolate, el severo juez dizque dijo:

    La peor diligencia es la que no se hace...

    En fin, hubo de todo a lo largo del esforzado empeo de solucionar el rompecabezas. Por mi parte, debo confesar una ocurrencia que, aunque nada tiene qu ver con el caso del bal escarlata, s vale recordarla, aun apelando al mismo atochonzuelo del juez Senz. Una noche me cay al peridico un visitante que me llevaba una revelacin. En un hotelito de San Victorino, del cual haca parte una cantina con puerta sobre la calle, estaba hospedada una santandereana que deca poseer el secreto del oscursimo caso en investigacin. Con alguna frecuencia la visitaban Chocolate y otro detective, y dizque ellos le pagaban el hospedaje. De noche, la mujer la pasaba en la cantina, siempre hablando del mismo tema del bal. Era fcil verla e identificarla. Hacia las 8 de la noche siguiente fui a la cantina indicada por mi visitante y lentamente me tom una cerveza. En una mesita cercana

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    32

    estaba acodada una mujer algo madura y de marcado acento santandereano; sta es, me dije, y le prest toda mi atencin. En efecto, no tard en hacer referencia al caso que me interesaba. Le formul alguna pregunta ms o menos vaga, y as se inici el dilogo. La invit a tomar unas cervezas conmigo y ella acept sin vacilaciones, tres o cuatro cervezas consumimos y tuvo sobrado tiempo de hablar sobre su tema preferido. Muy fcil fue darme cuenta de que su versin era banal, aunque urdida con alguna inteligencia. Algo ms me ocurri en esa ocasin. Fue que la cerveza, ya sobre los dos litros, comenz a presionarme, y como la cantinera me dijo que el sanitario estaba adentro, en el hotel, prefer satisfacer mi urgencia en un poste cercano, y ya para terminar, fui atacado, de verdad, verdad, por un perro feroz. Me arruin la pierna derecha del pantaln y la huella de la dentellada me qued en la flaca pantorrilla. Tras la apenas confesable aventura regres a la tienda a pagar el consumo.

    Le destrozaron el pantaln dijo la santandereana, y eso fue el perro que anda por ah, que dicen que est rabioso.

    La mujer se interes en apreciar el mordisco, y exclam:

    Ay, Virgen Santa! Si el perro est rabioso, la cosa es grave.

    Al da siguiente las revelaciones de la santandereana aparecieron en el peridico, con el nombre del autor de la informacin. Sorpresivamente la mujer me hizo una llamada telefnica; brome por el engao de que la hice vctima al no advertirle los motivos de mi interrogatorio. Me cont que los detectives la haban regaado por la infidencia y me pregunt cmo segua del mordisco. Me inform que el perro ya haba mordido a varias personas que estaban en tratamiento y acab por recomendarme que tuviera cuidado. Dos o tres noches despus, con el toquecito de preocupacin que me dej con lo

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    33

    del perro, volv a la tienda. No la encontr, pero la cantinera me cont que un polica haba matado al perro y que lo haba llevado no saba a dnde, para que lo examinaran. Que le quitaron la cabeza y el examen comprob que tena rabia. Sin pensarlo ms, a la maana siguiente fui al Instituto Samper y Martnez, nica entidad encargada de estas cosas de la hidrofobia o mal de rabia. Tuve que someterme a las 21 inyecciones antirrbicas de rigor en esos tiempos. Recuerdo que le correspondi aplicarme las inyecciones a una gentilsima enfermera, hermana del inolvidable Fray Lejn. Y por mi habitual temor a la aguja, aquellas inyecciones fueron 21 mordeduras de perro rabioso.

    Un perodo relativamente largo transcurri sin que los diarios volvieran a ocuparse del caso del bal, y de pronto, un domingo, uno de los ms prestigiosos peridicos de Bogot destac en primera pgina y bajo gruesos titulares una noticia que nos dej fros a los reporteros policacos. Nada menos que la solucin del misterio. El autor anunciaba la publicacin de cinco crnicas con minuciosos detalles de su verdad. La solucin, muy resumidamente, era la siguiente: en una casa campesina de Mesitas del Colegio haba ocurrido un accidente. Una lmpara de gasolina estall, el combustible se reg y le caus quemaduras a una muchacha, especialmente en la cabeza. La trajeron a Bogot y la hospitalizaron en San Juan de Dios. La muchacha muri y como nadie reclamara el cadver lo enviaron a la facultad de medicina para las experiencias morfolgicas de los estudiantes. Deca la versin que el cadver no era utilizable para las finalidades didcticas, y agregaba que un grupo de alumnos urdi un rompecabezas para la polica y, maosamente, los despojos empacados en el bal fueron llevados a la estacin del ferrocarril del norte y colocados en la columna que sealaba el lugar para el cargamento destinado a Barbosa.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    34

    Recuerdo que esta chiva me puso en trance de controversia y de rebelda con mi jefe de entonces, Alberto Galindo. Confieso que el caso me golpe duramente, pero alegu: No creo en esta versin, pero no dispongo de argumentos para refutarla, ni estoy dispuesto a uncirme a la revelacin.

    Yo estaba totalmente despistado. Haba pasado el fin de semana fuera de Bogot, y acababa de llegar al peridico, ya entrada la noche. No haba nada qu hacer y no escrib nada, a pesar de haber sido enrgicamente coaccionado para producir algo.

    El lunes, muy preocupado, me fui al Hospital de San Juan de Dios. Por fortuna, encontr que el administrador era amigo mo, y esta circunstancia favoreci mis averiguaciones. El funcionario me puso en comunicacin con la religiosa que directamente atendi a la muchacha quemada. Esa misma maana se haba publicado, A paso de vencedores, la segunda parte de la serie anunciada, y en el hospital estaban siguiendo con inters el relato. La religiosa, a quien yo le deca unas veces madre y otras hermana, me result muy amable. Minuciosamente me explic el proceso de la atencin hospitalaria y, de pronto, me dijo algo sumamente importante. Cuando la muchacha fue recibida en el pabelln de quemados, la monja procedi a atusarle la cabeza con el mayor cuidado, para poder hacerle las curaciones que requera. Me inform, adems, que cuando la nia muri la depositaron en la morgue y le avisaron telefnicamente a un pariente de la familia campesina que trabajaba en Bogot y se interesaba por la salud de la muchacha quemada. El pariente se aperson del entierro, y hasta ah supieron en el hospital. No sobra agregar que, de acuerdo con las informaciones de San Juan de Dios, la muchacha acababa de cumplir 18 aos, edad bien distinta de la calculada por los mdicos forenses. El primer dato planteaba un interrogante incontestable: si la nia fue atusada,

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    35

    por qu el cadver embaulado tena una cabellera de 17 centmetros, segn el informe mdico legal? Este solo detalle derrumb las revelaciones en serie. Para sostener la caa, desvi la serie preparada para refutar a su contradictor, con la afirmacin de que yo ignoraba que el cabello crece despus de la muerte.

    Realmente, nunca tuve oportunidad de peinar el cadver del bal, pero me confiaba en los mdicos forenses. Es cierto que el cabello, cuyo crecimiento es vegetativo, despus de la muerte aumenta unos dos o tres milmetros, pero las clulas donde se originan las races tambin mueren y se paraliza el crecimiento capilar, y ni estando muy vivo, a nadie le crece el cabello 17 centmetros en tres semanas. Arguy el cronista en referencia que los mdicos legistas incurren en errores garrafales, y los mdicos legistas se pusieron furiosos.

    Vanidosamente, el detective Chocolate estaba convencido de su gran prestigio por las alusiones que solan hacerle en la prensa, y para disfrazar su fracaso en lo del bal escarlata acomod el cuento y le hizo la revelacin exclusivamente al periodista que se la trag entera.

    Creo que a todos los periodistas de mi especialidad, sin excluir a los que se desempean actualmente en esta tarea, nos han sobrevenido pequeas adversidades que ms merecen el calificativo de funestas que el de contratiempos, pero que a pesar de su insignificancia nunca se olvidan. Ya citar un caso. Las averiguaciones cuya conclusin me permiti refutar la leyenda construida sobre la nia de la cabeza atusada no se limitaron al Hospital de San Juan de Dios, llamado tambin de la Horta por el nombre de los terrenos donde fue construido. Mis averiguaciones se extendieron a la Facultad Nacional de Medicina que por aquel entonces funcionaba en la calle 10, frente al Parque de los Mrtires. Deseaba agotar el seguimiento del cadver de la embaulada. A sabiendas del fuerte impacto que recibe el profano al entrar a una sala de

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    36

    anatoma, me arriesgu a pasar por entre dos filas de mesas que sostenan cadveres humanos completos o medio desintegrados. Me atendi un profesor a quien le expliqu mis empeos.

    El cadver embaulado del que habla la prensa dijo el profesor nunca estuvo aqu.

    Y me llev hasta un escritorio donde se asentaba la contabilidad de entradas y salidas de cadveres a la sala de anatoma. Efectivamente, entre las fechas bsicas no figuraba ningn caso que acusara semejanza, siquiera remota, con el objeto de mis averiguaciones.

    Mientras dialogbamos con el profesor fue formndose un grupo de estudiantes que fcilmente adivinaron el motivo de mi visita, y juguetonamente desbarraron contra la prensa. Cautelosamente trat de mantenerme a distancia de los estudiantes, pero algunos de ellos, con expresin burlona se me acercaron demasiado y me invitaron a que presenciara el trabajo que estaban ejecutando.

    No me interesa respond con cobarde negativa, con expresin falsamente alegre y fingida camaradera. Sin ms que un ademn me desped y sal de aquel macabro mbito.

    La baja calle 10 era transitada por gente ordinaria, de la que pululaba en los contornos de la plaza de mercado de la Concepcin. Y todos los transentes parecan vivos. Ninguno estaba despresado. Los que iban y venan slo parecan ensordecidos por el rodar del tranva municipal. Todo era vida. Vida sucia, pero vida, y para ahuyentar el recuerdo de la visin macabra de minutos antes, quise fumarme un cigarrillo. Me lo puse en los labios y busqu los fsforos en el bolsillo derecho del saco, donde encontr un cuerpo extrao. Hago mal en decir cuerpo, porque era slo un dedo. Un dedo humano. Confirm que era un dedo, por la ua con mugre.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    37

    Crispado de terror lo arroj a la calle. Si su hallazgo hubiera generado otro misterio, yo lo habra descifrado.

    Nunca la prensa volvi a ocuparse del bal.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    38

    Cuerpo de mujer por libras

    n una fraccin de San Antonio de Tena, el municipio ahora llamado San Antonio del Tequendama, a alguna distancia de la poblacin

    tenan una parcela los padres de Teresa Buitrago, ms comnmente llamada Teresita, cuya vida y cuya muerte dieron para mucho. En su lugar de nacimiento pas Teresita su niez y su primera juventud. A los 15 aos ya se haba revelado como una mujer de admirables atractivos. Despus de terminada la escuela rural, dio en bajar de la montaa al pueblo los domingos y das festivos, para asistir a la misa mayor, y se dice que la feligresa juvenil, y tambin la madura, desatenda el ritual de los oficios religiosos para mirar y admirar a la bella campesina.

    Andando el tiempo, cuando Teresa ya haba cumplido los 18 aos de edad, se fug con un forastero a Bogot. En esta primera experiencia, Teresita no encontr lo que buscaba. La ciudad la recibi no muy bien. Le correspondi vivir la misma suerte adversa que tantas mujeres del campo han sufrido. Primeramente, debo hacer notar que la transicin de los alpargates del campo a los zapatos de la ciudad le origin inconvenientes y calamidades que le duraron por el resto de su vida. Los pies se le avejigaron y se le encallecieron. La pobre mujer era muy hermosa, pero caminaba muy mal. Sus andares, en todo sentido, eran muy descalificables.

    Otra de las calamidades iniciales que sufri Teresita en Bogot fue la fuga de su compaero de viaje, como tambin compaero de hotelito durante breves das. Sin ms que hacer, poco a poco se entreg a la prostitucin. Ech a merodear por San Victorino, parndose en las esquinas a descansar y a esperar al que hubiera de venir. Bien pronto se dio cuenta de que esto no era lo que ella esperaba encontrar en Bogot, y

    E

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    39

    para tentar suerte traslad sus hermosos atractivos a los anocheceres de la carrera Sptima. No le faltaron los admiradores, pero ella dio en preferir a los que pasaban en automvil y le lanzaban miradas lujuriosas pero que parecan de gula. Pronto se relacion bien. Frecuentemente, se economizaba el hotel, yndose a pasar la noche con el que la invitara. En esta vida pecadora, pero ya un poquito por lo alto, pudo hacer sus ahorros y compr en Chapinero, en la calle 59, pocos pasos abajo de la Avenida Caracas, una casa pequeita. Instal all un bar y en el interior acomod su dormitorio, que en poco tiempo lleg a ser relativamente lujoso. En el bar venda licores y cervezas a precios relativamente altos, y de esta manera pudo seleccionar su clientela y lograr un amplio margen de utilidad. Se sabe de varios personaje es que la visitaban con relativa frecuencia, y al fin de las veladas el ltimo de los consumidores se encargaba de trancar bien la puerta...

    Teresita tuvo un amante permanente, que toleraba las visitas nocturnas, porque las crea o quera creerlas ocasionales. Este amante era Pacho Daz, un vago perteneciente a acomodada familia de la provincia del Guavio. Como todas las personas intiles, Pacho Daz tena su gracia. Era un esplndido jinete, condicin a la cual le sac algn provecho, pues los criadores de caballos de paso lo mandaban a las exposiciones de la regin sur de los Estados Unidos. Un caballo colombiano montado por Pacho Daz ofreca un verdadero espectculo y se valorizaba la bestia en negocio.

    Pacho, para evitarse malos momentos, visitaba a Teresita de da, y si alguna vez lo dominaba la tentacin de ir de noche y encontraba cerrada la puerta, no se animaba a golpear y segua su camino. El chaln quera mucho a Teresita. Ella tambin lo quera, pero no mucho. Lo trataba con ternura y le soportaba sus necedades. En ocasiones, Pacho participaba en las reuniones nocturnas, aunque no despus de las 10.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    40

    Rigurosamente, pagaba el valor de sus consumos y alguna participacin tomaba en la tertulia. Desde luego, siempre observaba una discrecin irreprochable. De aquellas reuniones era muy asiduo un personaje que fue muy popular en Bogot: El Loco Zamorano. Este personaje, frustrado mdico, era valluno, pero por el muy amplio crculo de sus amistades era ms bogotano que todos los bogotanos. Dueo de un ingenio junto al cual los de su tierra vallecaucana eran slo matecaas. Era inagotable el ingenio de El Loco Zamorano, y, generalmente, su charla se apoderaba de la tertulia donde Teresita. Su gusto por el aguardiente lo haca cliente diario del bar de la 59, y se oy decir que Teresita le haca descuentos especiales.

    Por los tiempos que recuerdo, poco despus de finalizar la Segunda Guerra Mundial, lleg a Bogot un italiano, veterano de las tropas de Mussolini. Se llamaba ngelo Lamarcca, y un da cualquiera la casualidad lo llev al bar de Teresa Buitrago. La duea del establecimiento haba entrado ya en sus 40 aos y conservaba su hermosura, y todos sus atractivos. Mientras no tuviera que caminar todo estaba bien. El italiano, en su dulzarrn idioma, le dijo a Teresa quin sabe cuntas cosas, y ella qued prendada. En una segunda o tercera visita el inmigrante le propuso matrimonio a Teresita. Casarse era lo nico que le quedaba por hacer. Pens en la importancia de ser la seora de alguien, y acept la propuesta.

    Pacho Daz supo lo del matrimonio y abrum a su amante a consejos en contra del descabellado propsito.

    Muy importante resulta ver que un buen tiempo antes, mucho antes de la llegada del italiano a Bogot, Teresa Buitrago tuvo un contratiempo de extrema gravedad. Ella tena unos vecinos que en un lote de la cuadra guardaban zorras de tiro. Eran gente ordinaria. Al fin y al cabo, carreteros. Los Ballesteros, que as se llamaban, nunca

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    41

    entraban al bar de Teresa, porque los precios y el ambiente los rechazaban. Un anochecer, por los comienzos de 1946, uno de los malos vecinos entr con su acostumbrada ordinariez, de overol grasiento, psima estampa, ms mal encarado que nunca. Era, precisamente, el ms patn de todos. Con expresiones soeces pidi una cerveza, y Teresa le respondi:

    A usted no le vendo nada.

    La reaccin de Ballesteros a la negativa fue una serie de ultrajes, y hasta trat de darle a Teresita un puetazo por encima del mostrador. Como la escena tom alcances de violencia, Teresa abri la gaveta y sac un revlver. Un pequeo revlver de esos de calibre 22, que son ms juguete que arma, y le hizo un disparo al vecino amenazante. Pero fue un disparo certero, pues el proyectil le dio en el centro del ojo derecho, y esos proyectiles que pegan en el ojo se van directamente a los centros nerviosos y causan la muerte inmediata. Ballesteros cay y su cadver qued tendido frente al mostrador del bar. Un transente que justamente pasaba por el frente oy la detonacin, contempl durante un par de segundos la trgica escena y corri para llamar a un polica. En este mismo momento yo me encontraba a poco ms de una cuadra del lugar de los acontecimientos. Vi que un polica corra y, animado por la certidumbre de que por ah haba una noticia, tambin corr. Cuando llegu, en el andn haba una media docena de curiosos que estiraban el cuello para mirar hacia adentro. Pas por entre los curiosos hasta el mostrador, y fue as como conoc, en tan memorable ocasin, a Teresa Buitrago. Presenci una escena verdaderamente impresionante. A mis pies estaba tendido el cadver de un hombre rudo, y en el puesto de ventera estaba una mujer de hermoso rostro, en actitud extraa y con el semblante intensamente plido. Tanto que pareca una estatua de mrmol. Cuando la interrogu, slo me dio su nombre, porque el polica intervino y le prohibi que hablara. Cuando

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    42

    observaba el cadver, el polica, con bolillo enarbolado, me orden salir. Entre los curiosos supe el nombre del difunto, y me di por suficientemente informado.

    Poco ms tarde se iniciaron las primeras diligencias judiciales, pero a esa hora yo ya estaba en el peridico. El proceso tom su curso normal, Teresa demostr abundantemente que a su actuacin la haba impulsado la legtima defensa, y bien pronto la justicia la dej en libertad.

    Afortunadamente, un viejo amigo me haba hablado del bar de Teresa y me haba contado toda su historia, desde su niez en la parcela de San Antonio.

    Al salir de su corta prisin, Teresita reabri su bar y se reanudaron las tertulias de amigotes, inclusive con la asistencia de Pacho Daz, as como tampoco poda faltar El Loco Zamorano.

    Por estos tiempos lleg el italiano; su rpida propuesta matrimonial fue aceptada por Teresita con la misma celeridad. La celebracin del matrimonio cambi las costumbres en el bar de la 59. Los contertulios, exceptuado El Loco Zamorano, se ahuyentaron poco a poco. Pacho Daz y Lamarcca, el nuevo amo de casa, se miraban muy mal. Cierta vez, pasado de copas el italiano insult a Pacho con las expresiones que tan rpidamente aprenden los extranjeros, y Pacho le respondi con un puetazo que puso en fuga al ex combatiente hacia el interior de la casita. Desde entonces, para referirse a Pacho Daz, Lamarcca deca: Ese animale feroche.

    El italiano dio en tratar muy mal a Teresita. La causa ms sealada de este malestar domstico eran los celos por la relacin de su esposa con Pacho Daz, a quien ella, realmente, le dedicaba una no disimulada deferencia. Teresa sala a la

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    43

    defensa de Pacho, y la casita de la calle 59 se convirti en un verdadero infierno. Frente al templo de San Francisco me encontr con Pacho Daz, quien con expresin de angustia me cont que Teresita haba desaparecido desde haca por lo menos cuatro das. Inclusive me rog que publicara algo en el peridico, relativo a la misteriosa desaparicin, y agregara que Pacho la buscaba afanosamente. El antiguo amante de Teresa se dispuso a denunciar ante las autoridades el extrao caso y, efectivamente, aquel mismo da, ante el juez de permanencia del norte formaliz la denuncia.

    La peticin que me formul Pacho Daz fue atendida, y lo de la desaparicin se public inmediatamente. Poco tiempo despus, algo menos de una semana, en el lecho fangoso del ro Fucha fueron halladas dos maletas, cuyo pestilente olor aconsej a los autores del hallazgo a pedir la intervencin de la polica. Un breve examen fue suficiente para comprobar que las maletas contenan los despojos mortales de una mujer. En una de ellas encontraron las piernas, los brazos y la cabeza y en la otra, el tronco.

    Publicado el macabro encuentro, Pacho Daz fue a la morgue, y en los despojos reconoci a Teresita. Por las sospechas que contra el italiano formul Daz en su denuncia, el investigador llam a declarar a Angelo Lamarcca. Tambin Lamarcca reconoci en los despojos a su esposa, y este primer enfrentamiento con la justicia lo sobrellev con una pasmosa serenidad. Con la misma frescura que le era habitual, y fingindose desconcertado, el italiano rindi ante el investigador una amplia declaracin. Tanto que el juez lo dej en libertad con la sola condicin de presentarse al juzgado dos veces por semana.

    El informe de los mdicos forenses incluy una observacin que dio una pista a los investigadores. Los cortes realizados para separar los brazos, las piernas y la cabeza

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    44

    debieron ser hechos por un experto. Algo as como un mdico o un matarife de ganado.

    Como el ltimo de los contertulios habituales de la 59 fue El Loco Zamorano, y este caballero, en su frustrada carrera de mdico, curs las experiencias de anatoma, sobre l recayeron sospechas de haber colaborado, cuando menos, en el despresamiento de Teresa. Sin vacilar el juez investigador, el popular personaje fue a pasar malos das y peores noches en los calabozos de la Seguridad, calle 12 con carrera. Como resultado del interrogatorio a que fue sometido el seor Zamora no se transparent su absoluta inocencia.

    Vale recordar que cuando Zamorano fue dejado en libertad, despus de cuatro das de abstencin etlica, entr a una tiendita de la carrera 3a, la primera que encontr a su paso, y pidi:

    Mi seora, dme ya una cerveza.

    Amablemente la duea del tenderete le pidi una aclaracin:

    Quiere Bavaria o Germania?

    Lamarcca no importa respondi El Loco Zamorano con su habitual repentismo.

    El mismo da y en los inmediatamente siguientes, Zamorano deleit a sus amigos del histrico Caf Automtico con el relato de su aventura judicial, salpicado de ancdotas divertidsimas.

    El proceso sigui su lento curso y, abrumado por indicios, Lamarcca fue llamado a juicio por el juez superior. En la audiencia pblica, los abogados aprovecharon los vacos de la

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    45

    investigacin para ahondar las dudas, y en esta etapa se produjo la absolucin del jurado, veredicto que acogi el juez de la causa al dictar la correspondiente sentencia. La determinacin absolutoria dio lugar a comentarios, casi todos adversos, en el ambiente jurdico de Bogot, y los observadores afirmaron que el fallo sera revocado por el tribunal superior. Sin embargo, de acuerdo con las decisiones pertinentes, se le concedi a Lamarcca la libertad condicional, mediante una fianza mnima. El preso, al quedar libre, se constituy en el nico heredero de la esposa asesinada, vendi sus derechos sobre la casita y con esos recursos desapareci.

    Evidentemente, el fallo fue revocado por el tribunal superior, entidad que dispuso la tramitacin de un nuevo jurado. Pero el reo ya estaba muy lejos. Ao y medio despus se supo que Lamarcca haba muerto en una crcel de Caracas, vctima de un cncer atroz. Teresita Buitrago vivi de su cuerpo, vendindolo o alquilndolo a altos precios. Pas una buena vida, pero acab descuartizada. Casi para vender el cuerpo por libras, aunque Pacho Daz habra sido el nico comprador.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    46

    El crimen del prebendado

    No estoy muy seguro de si esta crnica, relativa a hechos registrados hace muy cerca de 200 aos, encaja dentro de la presente serie. Pero es

    necesario ver que se trata de un caso policiaco muy interesante, que muestra la investigacin penal de hace siglos.

    or extrao que parezca, al cannigo Armendriz no lo designaban por apodo alguno. Ms extrao an si se tiene en cuenta que fue contemporneo del cannigo

    don Manuel de Andrade, a quien merecida o inmerecidamente, pero muy a sabiendas suyas, llamaban El Buey, y no es que Armendriz fuera ms acreedor a respeto que su compaero de Captulo Catedral. Por el contrario, El Buey Andrade aventajaba al prebendado Armendriz en riqueza, de la cual dio muestras al costear ms de la mitad de la obra del acueducto de San Victorino.

    Armendriz fue un clrigo opaco. Interinamente desempe la dignidad de sochantre o paborde, o algo as. Pero era retrado y casi srdido. Si nos parece raro que no se le distinguiera por apodo alguno es porque Armendriz sufra de una muy visible particularidad. Tena tan larga la primera muela bicspide superior de la derecha, que cuando cerraba la boca, por ms que apretara los labios, la horrible pieza dental se le quedaba por fuera. Quienes lo vieran de perfil, por el lado izquierdo, acaso lo pasaran inadvertido. Pero quienes lo vieran por la derecha, subconscientemente deban asociar a su distrado transcurrir la imagen de un elefante. Porque, adems de la saliente bicspide, la nariz prominente y de base cada contribua a la semejanza. Sin embargo, no se le recuerda por ningn apodo. La muela aquella, para qu decirlo, debi influir sumamente en las maneras y la vida del prebendado.

    No tendra importancia la muela, por s misma, a pesar de su tamao, si no estuviera asociada a un hecho extraordinario

    P

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    47

    registrado en Santa Fe al finalizar el siglo XVIII, que sin lugar a dudas se puede reputar como el que origin la primera investigacin criminal de carcter cientfico. No porque entonces se tuvieran nociones de lo que ahora llaman tcnica policial, sino merced a la intuicin de un ladino barbero que se llamaba Bernab, que viva en la calle de San Hilario y que era muy amigo de meterse en todo lo que no le importaba.

    El hecho verdico que ahora nos ocupa ocurri en los mediados de agosto de 1797, por los das de la muerte del arzobispo Martnez Compan y bajo el virreinato de don Pedro Mendinueta. Pero sus consecuencias, un tanto borrosas, se extienden hasta los dos o tres primeros aos del siglo XIX.

    Dejemos por ahora al prebendado y a su muela para ascender por las empedradas y fatigantes callejuelas de Beln, donde habremos de hallar a Rosa Tabares, otro de los ms importantes personajes de esta historia policaca. Rosa era una rolliza mulata que viva en una pieza ciega, arriba de la Piedra Ancha. Tena 30 aos, poco ms, poco menos, y ganaba la vida en el arreglo de ropas de estudiantes. Pero ganaba ms, segn las malas lenguas, prescindiendo de las ropas. Se quera decir que no todo el tiempo lo destinaba a remendar calzones y a alisar camisas y que la pieza ciega, a ratos, permaneca sospechosamente trancada por dentro.

    Era muy graciosa la mulata, y a distancia la reconocan por sus estridentes carcajadas.

    De Bernab, el barbero de la calle de San Hilario, el tercero y quizs el ms importante de los personajes de este relato, nadie recuerda el apellido. Pero no hace falta. Bernab, como todos los barberos, era dicharachero y ladino, saba mucho de la vida de los dems y no solamente manejaba las tijeras y la navaja sino que ejerca la exodoncia. Agobiados por el reuma, con abultado cachete sostenido por pauelo

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    48

    anudado en la coronilla, muchos santafereos llegaron a la barbera de Bernab resueltos a dejarse arrancar no slo la muela sino las carracas, y su destreza en el manejo del gatillo le dio a Bernab un prestigio superior al que disfrutaban los dems barberos.

    Por aquella poca, no sobra decirlo, no exista la anestesia. Pero Bernab, que indudablemente era superior a su tiempo, en la prctica la empleaba. Porque con sus historiones y chismes anestesiaba a los pacientes, y si bien no lograba insensibilizarlos contra el violento tirn del gatillo, en cambio les ahorraba el inquietante y angustioso prlogo de la operacin. Y como la historia quedaba pendiente, interrumpida por la sacadura de la muela, Bernab la continuaba, a manera de atencin posoperatoria, mientras el paciente escupa sangre y haca buches de agua de amapola.

    Conocidos los tres principales personajes de esta verdica historia, poco a poco debemos ir penetrando en los detalles de lo ocurrido y estableciendo relacin entre ellos y los hechos. En la misma calle de San Hilario, entre San Juan de Dios y el ro San Francisco, es decir, en lo que ahora es la Avenida Dcima entre la calle 12 y la Avenida Jimnez de Quesada, en los altos de una colchonera, viva el cannigo Martn Armendriz.

    Por extrao designio, pues, se hicieron vecinos la gigantesca muela y el hombre adiestrado en la exodoncia. Cualquiera habra jurado que Bernab le tena ganas a la saliente bicspide del cannigo. Sin embargo, ocurra al contrario. Le tena miedo. As lo demostr cuando una tarde, en son de charla, a la puerta de la barbera, se acerc el prebendado y tras de algunos rodeos le dijo a su vecino:

    Hombre, Bernab: a veces me dan ganas de que me arranque esta muela que ha dado en dolerme.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    49

    Sobrada cuenta se dio el ladino barbero de que la muela no le dola al cannigo. No tena por qu dolerle. Sencillamente, le estorbaba, porque lo afeaba mucho, y lo del dolor era slo un pretexto para buscar una ventaja fisonmica, y con fingida reverencia, Bernab se excus de practicar la operacin. Dijo que el gatillo estaba un poco averiado, pero que un amigo, ferretero de Cartagena, deba traerle de Espaa uno nuevo, y con este consolador embuste se excus de aceptar el duelo a muerte con la muela.

    Desde luego, Bernab aprovech para hacerle un breve examen a la dentadura del prebendado, ms por satisfaccin de su curiosidad que por sincero deseo de complacerlo. La muela era muy respetable y resultaba mejor dejarla quieta.

    Semanalmente, cuando menos Bernab se daba una vuelta por el barrio de Beln, y de oraba en la pieza ciega de la Piedra Ancha. Ninguno de los mal pensados vecinos de por all pudo decir que las visitas del barbero a la mulata coincidieran con el sospechoso empleo de la tranca tras de la puerta. Aunque nada raro habra tenido porque Bernab era un cuarentn, soltero, alegre y entrador. Es evidente, en cambio, que la mulata Rosa Tabares arreglaba la ropa del barbero, porque as se demostr cuando sucedi el extrao caso del que ahora nos ocupamos.

    Fue por los das de la muerte del arzobispo Martnez Compan, cuyo fallecimiento conmovi a los santafereos. Se cuenta que el 14 de agosto de 1797, a los seis aos y cinco meses de su gobierno espiritual, el seor Compan enferm tan gravemente que en esa misma fecha le llevaron los Santos Sacramentos. El 17 muri y el 19, dice el cronista Jos Mara Caballero, lo sacaron en una magnfica procesin, por el contorno de la plaza, con asistencia de todas las

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    50

    corporaciones, tribunales y multitud del pueblo que iba muy triste y lloroso.

    Entregado al duelo estaba todo Santa Fe cuando ocurri una gravsima novedad en el barrio de Beln. El caso habra causado una extraordinaria conmocin, pero la muerte del seor obispo y las imponentes ceremonias fnebres lo eclipsaron muy explicablemente, y el acontecimiento de Beln pas casi inadvertido.

    La puerta de la pieza, arriba de la Piedra Ancha, no estaba abierta, pero tampoco estaba trancada, como otras veces. Eran las 11 de la maana y as haba estado la puerta desde temprano, segn lo apreciaron varios de los vecinos cuando pasaron con rumbo a la Plaza Mayor para participar en las ceremonias fnebres. Algn curioso vecino de Beln, despus de haber pasado repetidas veces por all, en trance de observacin, se detuvo frente a la puerta, se arriesg a tocar y, finalmente, seguro de que nadie haba en el interior, empuj una hoja con suavidad.

    Tendida a la diagonal en la cama y con las ropas en desorden, estaba la mulata Rosa Tabares. Su absoluta quietud no dejaba dudas. Estaba muerta. La noticia cundi, y las pocas personas que no haban ido a la plaza grande invadieron la habitacin de la desdichada mujer.

    La ahorcaron, exclamaron los que ms arriesgadamente se metieron hasta el rincn de la cabecera. En efecto, la mulata tena atadas unas tiradillas al cuello, y de su boca, desmesuradamente abierta, emerga la lengua congestionada.

    Quin matara a la mulata Rosa? Esta pregunta jams tuvo respuesta clara. Porque la nica persona que despej la incgnita gozaba de muy poco crdito. El secreto del ahorcamiento de Rosa lo descubri el barbero Bernab, pero

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    51

    como era tan hablador nadie se lo crey. Porque Bernab era chismoso y por meterse en lo que no le importaba, aos ms tarde, el 19 de enero de 1805, lo mataron en el mismo barrio de Beln.

    Pero volvamos a la muerte misteriosa de Rosa Tabares. El mismo da, cuando no haba pasado una hora a partir del momento en que un vecino curioso abri la puerta y vio el cadver, por la calle de la Piedra Ancha subi el barbero, y grande extraeza debi experimentar al ver a ms de veinte personas amontonadas contra la puerta de Rosa, pugnando por mirar hacia el interior y con inconfundible expresin, mezcla de terror y expectativa.

    Se abri paso el barbero cuando lo enteraron de lo que haba ocurrido, y con los aires de superioridad que le eran peculiares desaloj a los fisgones que rodeaban la cama. Resueltamente procedi a examinar el cadver, y al tomarle una de las manos crispas para tratar de separar del cuerpo el brazo rgido, observ que tena desgarrada una de las mangas de la blusa de lienzo.

    Anot Bernab, y as se demostr ms tarde, que era suya la prenda empleada para el ahorcamiento. Efectivamente, eran sus mejores tiradillas. Y entre una canasta de caa vio sus propias camisas listas, como que ese da, precisamente, haba ido por ropa limpia para asistir al entierro del seor obispo.

    Los ms cercanos vieron cuando el barbero, con especialsima atencin, mientras mantena levantado el jirn de la manga, examinaba el brazo izquierdo del cadver. Nada dijo Bernab. Asumi una actitud cavilosa, pero nada dijo al final. Quienes lo tenan por hablador no eran justos con l.

    Con aire preocupado, el barbero abandon la habitacin de la difunta. Ni siquiera se detuvo a hablar con los alguaciles

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    52

    que llegaban en el mismo momento en que l daba por concluido su examen.

    Sin cambiarse de camisa, el barbero se dirigi a la Plaza Mayor y entr a la Catedral. Sin respetar obstculos, lleg hasta el pie mismo del catafalco. Para los clrigos que rodeaban el cadver del obispo no debi pasar inadvertida la actitud del intruso. No era una actitud reverencial. Por el contrario, pareca impertinente. Y su inquietud era la de quien busca algo que se le ha perdido. Despus anduvo por la plaza y se detuvo en cada uno de los altares dispuestos para la fnebre procesin que se preparaba, siempre mirando en torno suyo, como buscando a alguien.

    Al anochecer, Bernab volvi a la calle de San Hilario, pero no se dirigi de inmediato a la barbera. Su objeto era otro. Atenta, pero cautelosamente, se mantuvo mirando hacia la habitacin del prebendado, en los altos de la colchonera. Haba luz, seal inequvoca de que su vecino el cannigo Armendriz se encontraba all.

    Muy preocupado, actitud rara en l, y como si vacilara y no acabara por decidirse a adoptar una determinacin trascendental, el barbero se dirigi hacia San Juan de Dios y en una tiendecita que hall abierta se ech a la garganta un buen trago de aguardiente.

    Durante los das que transcurrieron entre la muerte y el entierro del arzobispo Martnez Compan, en plena mitad de agosto, poca de verano, sobre Santa Fe llovi torrencialmente y este capricho meteorolgico se tuvo por significativa asociacin de la naturaleza al duelo de los fieles. El acoso de la lluvia y el estmulo del aguardiente, por igual, contribuyeron a que el barbero saliera de su vacilacin y adoptara una actitud definida.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    53

    Resueltamente, Bernab toc a la puerta del cannigo. Nadie respondi. Pero como la luz segua encendida, el barbero insisti en los golpes. La luz se apag, y esta rara ocurrencia estimul al barbero para golpear la puerta con mayor fuerza. Arriba, se abri un postigo de la habitacin a oscuras, y la voz del prebendado se dej or con acento de impaciencia. Quin era y qu buscaba a aquellas horas? y eran ms de las 7 de la noche. Bernab tena a la mano el pretexto, pero no contaba con la resistencia, y para no echarlo todo a perder se reserv para el da siguiente y se desliz en la oscuridad, hacia la orilla del ro San Francisco. Y por aquella noche qued entre el tormento de dos incgnitas: Por qu el cannigo no estaba presente en las ceremonias fnebres? Por qu haba apagado la luz?

    A la maana siguiente el barbero puso en juego su pretexto y volvi a tocar a la puerta de Armendriz. Que el cannigo no poda atender, fue la demorada respuesta que dio un muchacho mestizo que corra por recogido y que ayudaba a la cocinera en los menesteres domsticos. As, para justificar la inslita visita como para interesar a Armendriz, el barbero le mand decir que le haban trado de Cartagena el gatillo nuevo. Pero el prebendado, por el mismo conducto, respondi que tena fiebre y que ahora no estaba para esas.

    Y como el mestizo agreg de su cuenta que efectivamente su seor estaba indispuesto y que desde el da anterior no sala de su habitacin, la inquietud y la curiosidad del barbero estuvieron apunto de estallar.

    Dos mujeres de la colchonera que se hallaban en la puerta mientras iban y venan los recados, algo le preguntaron a Bernab en relacin con el entierro del obispo, y el barbero aprovech la oportunidad para hacer algn comentario acerca de la salud del seor Armendriz. Acogieron las mujeres el comentario como cosa sabida, y agregaron, sin demostrar un

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    54

    evidente inters por la salud de su vecino, que realmente, el da anterior, el mestizo haba estado en carreras, como en busca de remedios.

    No poda dejar el barbero a medio recorrer el camino por el cual se haba aventurado, y acicateado por los resultados que iba logrando decidi escarbar en otro frente. Al efecto, se dirigi a la botica de don Juanito Aguiar y con el pretexto de una pequea compra promovi el tema de conversacin obligado, la muerte del seor arzobispo, y de manera muy intencionada se refiri a los quebrantos del cannigo Armendriz.

    Al parecer, nada grave le ocurra al cannigo, porque el muchacho mestizo haba estado all la vspera y slo haba comprado, segn el boticario, unas hojas de rnica. Para qu rnica? Quizs se haba dado algn golpe.

    El sagaz barbero, no siempre llevado por el maligno sentimiento de meterse en las vidas ajenas, dio por concluida su investigacin al confirmar las sospechas que tan difcil, tan resistentemente, tan temerosamente haba acogido. No se estaba metiendo en las vidas ajenas sino en las muertes. Y l tena la clave del ahorcamiento de Rosa Tabares. Porque al examinar el brazo izquierdo del cadver, bajo la manga desgarrada, haba descubierto la seal de un mordisco. Y la huella de la primera bicspide derecha era muy profunda. As pareciera absurdo o increble, esa huella slo haba podido dejarla la muela del cannigo. Por qu? Qu ocurri entre el retrado eclesistico y la mulata? Nunca se supo. Pero all qued, inconfundible, la huella de la monstruosa bicspide.

    La explicacin del crimen qued en el campo de las habladuras, pero los santafereos que le prestaron alguna atencin a la misteriosa ocurrencia atribuyeron el chisme de la muela al barbero.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    55

    Es lo cierto que desde los das de la muerte del arzobispo ningn santafereo volvi a ver al cannigo Armendriz, y que en el ambiente sacristanil se dijo que el prebendado, seriamente indispuesto, se haba marchado para Tocaima. Pero el cabildo eclesistico guard inalterable reserva.

    Del terreno de las habladuras se sali la versin de la muela cuando el clrigo Munar, de quien dice el cronista Caballero que predicaba casi todos los das por las calles, reprimiendo los vicios pblicos, y lo mismo haca de noche cuando sala, pidiendo castigo para el pecado mortal, y por esto los currutacos lo burlaban y lo tenan por loco, hizo alusiones bastante directas al crimen de Beln. Quienes oyeron al celoso clrigo referirse a la muerte de la mulata comprendieron que los chismes atribuidos al barbero tenan un slido fundamento.

    En torno al final de Armendriz, a quien nadie volvi a ver, se tejieron leyendas diversas. En marzo del ao siguiente, un hombre fue ajusticiado en la Plaza Mayor, pero la fnebre ceremonia de la ejecucin transcurri casi secretamente y el cadver del reo fue sepultado all mismo, frente al lugar que ahora ocupa la torre norte de la Catedral. Se generaliz entonces el rumor de que Armendriz haba permanecido en un convento mientras cursaba un juicio reservadsimo, como resultado del cual lo ajusticiaron en las condiciones ya dichas. Y se agreg, en el interpretativo, que habindosele negado el derecho a sepultura en la Catedral, correspondiente a su condicin de prebendado, transaccionalmente se haba dispuesto el sepulcro frente al templo pero por fuera de su rea.

    En noviembre de 1802, cuando se discuta el lugar para la sepultura de un desequilibrado santafereo llamado Felipe Campos, quien se suicid en una bveda de la capilla del

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    56

    Sagrario, encontraron el cadver de un desconocido, envuelto en paos negros. Nadie supo quin meti all ese cadver slo pocas horas antes, o si fue que el desconocido se meti entre la bveda para morirse all. Era un sujeto de buen aspecto y decencia, cuya identidad qued en blanco.

    Los despojos del desconocido, sacados de la capilla, muy reservadamente fueron sepultados en la esquina nororiental de la Plaza Mayor, frente al lugar que hoy ocupa la torre izquierda. En torno al extrao caso circularon rumores variadsimos, pero predomin la sospecha de que el cadver corresponda a Armendriz y que la muerte se la haba causado al enigmtico cannigo su propio arrepentimiento.

    Mucho ms deba saber el barbero de la calle de San Hilario, quien seguramente no cancel su empeo investigativo. Pero Bernab, tenido por hablador y mentiroso, no volvi a referirse a la muerte de la mulata Rosa Tabares. Y en el mismo barrio Beln, en enero de 1805, en una ria, mataron al barbero y sacamuelas, precursor de la tcnica policial.

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    57

    Los zapatos amarillos

    n muchacho santandereano, descarriado y andariego, emigr de su tierra y lleg a Bogot hacia finales de 1945. Su familia, de regular posicin, estaba

    acostumbrada a las andanzas del dscolo adolescente, y poco y nada se ocup de su suerte. En Bogot, el recin llegado fue un varado ms. Ni siquiera intent buscar trabajo. Con pequeos hurtos atenda su sustento, y casi siempre pasaba la noche en un parque o en la compaa de otros vagabundos que se entretenan viendo jugar billar en las cantinas trasnochadoras.

    En su ir y venir sin rumbo, el desprotegido forastero conoci a un joven vendedor de helados. Ese conocimiento se convirti en amistad, y el muchacho de los helados abundaba de la mejor buena fe en consejos a su nuevo amigo. Cuando se enter de que el vagabundo pasaba las noches a la intemperie, lo invit a dormir bajo techo en una piecita que tena al sur del bajo San Victorino. En un junco que le compr el amigo se acomod el vagabundo, y sola llegar a la piecita de inquilinato bien pasada la noche. El que pudiera llamarse el dueo de la casa madrugaba a sacar el rudimentario carrito que empleaba en su negocio. Lo dejaba a guardar en la vivienda de un amigo que tambin venda helados, para luego ir hasta la fbrica a proveerse de mercanca.

    El husped del joven vendedor de helados comenz a abusar en las horas de llegada y a fastidiar con su desorden y su desaseo. Esta situacin dio lugar a que Pedrito, que as se llamaba el vendedor, le confiara sus cuitas a Cafin, un vendedor de helados, ya bien entrado en aos, y este Cafin fue el que inici a Pedrito en el negocio. Entre los dos vendedores haba gran diferencia de aos, fcilmente Cafin triplicaba la edad de Pedrito, y esta distancia

    U

  • Felipe Gonzlez Toledo, 20 crnicas policacas

    58

    cronolgica dio pbulo a decires, que bien o mal podran ser verdades, pero eso no viene al cuento. All ellos, aunque ese all no se sabe dnde es. Porque Pedrito muri trgicamente, siendo muy joven, y Cafin debe haberse muerto de viejo.

    Hola, Pedrito, tiene que darme mi remojo.

    As le dijo Cafin a su joven amigo cuando not que estaba estrenando un par de zapatos amarillos. Con cumplidos y chanzas, los dos vendedores de helados celebraron la novedad, de la cual Pedrito estaba muy satisfecho. Tambin le gustaron mucho los zapatos al indeseable husped de Pedro, quien los contempl mientras haca mentalmente una comparacin con los suyos propios, desastrosamente deteriorados.

    El forastero de esta historia e