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"U I |l"l" FAUNA IBÉRICA / I Por el Dr. Rodríguez de la Fuente LOS CAZADORES OEL ESPACIO WfBfp'-K. •"t— ^^- ^ ^ •• ' I A FIRMAN los sabios que las p!antas aparecieron aníes que los animales en nuestro planala. Los primitivos ve- getales, conftnadoi durante millones d& años en aquel inmenso laboraíorio de \& vida que fue el mar primigenio, des- cubrieron ef maravilloso secreto que les permitía sobrevivir de una manera au- lónama- Aprovechando las sales mine- rales disuellas en el agua, el oxígeno y el anhídrido carbónico, aclívado lodo el proceso par la energía solar, las plan- las podfan transformar la materia inor- gánica en orgánica, lo ineríe en vivo. Esta prodigiosa conquista —quizás la más decisiva en la historia de la vida— hubiera permitido a los vegetales mul- tiplicarse de una manera incontrolada, colonizar los mares y las tierras, con- vJrtiendo el planeta en un inmenso e imperecedero vergel, si casi al mismo Eiempo que dios no hubieran apareci- do orros seres que^ carentes de estas complejas capacidades para la bioquí- mica, se limitaron a comérselos, sin tomarse más molestia que asimilar sus valiosos elementos orgánicos, prefabri- cados. La historia de estos animales, da es- tricto régimen vegetariano, se presen- taba apacible y próspera, pero temibles competidores, incapacitados a su vez para digerir los vegetales, resolvieron el problema de la supervivencia, matando Las á^Uas, ma^nEfícamente dotadas para el vuelo <ca vela^, san cazuderes medio- cres en el espacio. Liebre'r, ratas y otros pequeños mainiFero^ cun^lkujeD su dieU- y devorando a los herbívoros que ateso- raban en sus tejidos el disperso comple- jo de slemenlos nutritivos ya elaborado por el mundo vegetal. Compartiendo ios avatares del caza- dor y las angustias de la presa, fueron medrando los omnívoros, capacitados para alimentarse tanto de animales como de plantas. Han transcurrido centenares de millo- nes de años, el reino vegetal, pese al insaciable apetito de los animales vege tarianos, ha proliferado y se ha diversi- ficado hasta constituir una fueníe apa- rentemenre inagotable de alimentos. En el reino animal, el duelo ancestral y cada día renovado entre carnívoros y Los biíloeos han clasificado a las aves entre loa anímales dp cerebro óptico —como el homhre mismo—. porque los estimulo^ más numcfüHos c importantes para sus reacciones ingresan en su mente por via óptiea. La estructura histológica de los ojos de Jas aves de presa, así como su capacidad visual, su brillo y colorido, son. sin duda, los mus perfectos en todo el reino animal. ia

Félix Rodríguez de la Fuente - Fauna Ibérica - 01 - Los cazadores del espacio

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Félix Rodríguez de la Fuente - Fauna Ibérica - 01 - Los cazadores del espacio (ABC: Blanco y Negro - 01/04/1967)

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FAUNA IBÉRICA / I

Por el Dr. Rodríguez de la Fuente

LOS CAZADORES

OEL ESPACIO

WfBfp'-K. • " t —

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•• ' I

AFIRMAN los sabios que las p!antas aparecieron aníes que los animales

en nuestro planala. Los primit ivos ve­getales, conftnadoi durante millones d& años en aquel inmenso laboraíorio de \& vida que fue el mar primigenio, des­cubrieron ef maravilloso secreto que les permitía sobrevivir de una manera au-lónama- Aprovechando las sales mine­rales disuellas en el agua, el oxígeno y el anhídrido carbónico, aclívado lodo el proceso par la energía solar, las plan-las podfan transformar la materia inor­gánica en orgánica, lo ineríe en vivo.

Esta prodigiosa conquista —quizás la más decisiva en la historia de la v ida— hubiera permitido a los vegetales mul­

tiplicarse de una manera incontrolada, colonizar los mares y las tierras, con-vJrtiendo el planeta en un inmenso e imperecedero vergel, si casi al mismo Eiempo que dios no hubieran apareci­do orros seres que^ carentes de estas complejas capacidades para la bioquí­mica, se l imitaron a comérselos, sin tomarse más molestia que asimilar sus valiosos elementos orgánicos, prefabri­cados.

La historia de estos animales, da es­tr icto régimen vegetariano, se presen­taba apacible y próspera, pero temibles competidores, incapacitados a su vez para digerir los vegetales, resolvieron el problema de la supervivencia, matando

Las á ^ U a s , ma^nEfícamente dotadas para el vuelo <ca vela^, san cazuderes medio­cres en el espacio. Liebre'r, ra tas y otros pequeños mainiFero^ cun^lkujeD su dieU-

y devorando a los herbívoros que ateso­raban en sus tejidos el disperso comple­jo de slemenlos nutrit ivos ya elaborado por el mundo vegetal.

Compartiendo ios avatares del caza­dor y las angustias de la presa, fueron medrando los omnívoros, capacitados para alimentarse tanto de animales como de plantas.

Han transcurrido centenares de millo-nes de años, el reino vegetal, pese al insaciable apetito de los animales vege tarianos, ha proliferado y se ha diversi­ficado hasta constituir una fueníe apa-rentemenre inagotable de alimentos. En el reino animal, el duelo ancestral y cada día renovado entre carnívoros y

Los b i í loeos han clasificado a las aves en t re loa anímales dp cerebro óptico —como el homhre mismo—. porque los estimulo^ más numcfüHos c impor tantes para sus reacciones ingresan en su mente por via óptiea. La estructura histológica de los ojos de Jas aves de presa, así como su capacidad visual, su brillo y colorido, son. sin duda, los mus perfectos en todo el reino animal.

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Las rapacpfi nocturnas, vaítíndosp de FU vista pfoitígiosa, &u vutlo s i leodoso y. parliculurmenl^H (le su OÍÍÍO rintsLmo, se han csp^iaJÍTado pii ta. caza de raedores , desde el conejo a lit mu­saraña, por to que soa sumamente útiJes para [a agricultura.

Los aut ínt icos eazadnrpfí del espíicJo, como el halcón peregri-no, son esencialmente omilófagos, c* decir, comedores de p i -jaroji, que capturan cu pleno vuelo, sfacias a sus portentosas facultades para la persecución y a ía fuena de su presa.

herbívoros^ ha estimulado los mecanis­mos para la defensa y la reprcducción de estos últirrios, de taf modo que, iras alcanzar todas las formas y tamaños ¡maginablesx han llegado & agruparle en inconlablfis r&baños. Sin embargo, has­ta el présenle, no se ha modificado un ápice ía sencilla e implacable ley que de­termina la supervivencia de las especies

' y de los individuos en nuestro planeta: comer y no ser comido.

LOS BUENOS Y LOS MALOS

^ Durante muchos siglos de cultura emi­nentemente aniropocénlrica. los seres humanos habían venido juzgando a tos animales mediante leyes quizá justas y adecuadas para su propia sociedad, pero absolutamente falsas para las sencillas criaturas silvestres. En inf inidad de fá­bula? y rclatot se ha presentado al lobo, al tigre y al lialcón, como a fríos asesi­nos sedJenios de sangre^ mientras el cor­dero, la gacela y la paloma eran el síni-Ixrlo de Ja bondad y \a inocencia.

Han tenido que llegar las nuevas ge­neraciones de biólogos para demostrar, -con sus eíiperíencjas, lo erróneo de las •antiguas concepciones.

Br\ una amplia reserva de Norteami-rica^ dond3 algunas familiar de hsrmo-soí ciervos vivfan constanlemente acosa­dos por los pumas y los lobo^, un grupa de científicos ordenó eliminar a todos

estos carniceros, prohibiendo incluso la entrada a los cazadores humanos. Du­rante diez añas fue censada y observada rigurosamente la población de ciervos.

Durante e! primer lustro, el aumento de las manadas fue ininterrumpido. Los animales estaban gordos y lustrosos, va­gaban tranquilamente y tenian acceso a lodos los pastos sin temor a las fieras. A part i r del sexto año, las cosas comen­zaron a cambiar. El -número de ciervos se había hacho tan grande, que el as­pecto del paisaje se modif icó totalmiín-te. La hierba apenas tenía tiempo para crecer. Las 7onas má^ expuestas a los vientos y las lluvias habían perdido ya su capa de tierra vegetal y ofrecían todo el aspecto de un desierto. La pervivencia de reproductores vie¡os y tarados, que hubieran sido eliminados por los carní­voros, dio lugar a generaciones débiles, que difícilmente podían afrontar la es­casea de pastor. Antes de terininar el plazo para Ja eJtperjencia, un gigantesco rebaño de famélicos moribundos hubo de ser exterminado por piedad, porque el, en afro tiempo, bello terr i tor io que les albergaba, apenas si ofrecía ya una brizna de hierba o una corteza para ali­mentarles. La sombra de la muerte se cernía sobre un paraje que estuvo lleno da vida. Precisamente, cuando fas temi­bles íieras a quienes el hombre había venido considerando como símbolo de eíterminÍD, habían impuesto sus leyes implacables^ pero necesarias.

Los animales predalores, que son to­dos los que para sobrevivir han de ma­

tar B Oíros, están considerados hoy día como imprescindible; elementos para ©1 maníenimienio del equil ibrio biológico y la selección de las especies. Es preciso reconocer que las leyes humanas no son aplicables a los animales; en la narura-Jeza no hay buenos ni malos, Y aunque resulte paradójico, los lobos y los pu­mas pueden ser los mejores guardianes de los ciervos, como quedú plenamente demostrado en la experiencia norteame­ricana.

LAS AVES DE PRESA

La conquista del cielo no l ibró a las aves de las duras condiciones para la su­pervivencia que imperan en la tierra. Es más, podríamos afirmar que tas exacer­baron. Porque, entre las importantes modificaciones que la adaptación al vue­lo exigió del organismo de los pájaros^ deslaca fa elevación de su metabolismo. cuya principal característica ss el des­proporcionado aumento del apetito,

Efecilvamenie, las extremidades ante­riores de las aves, que alargadas y pro­fundamente modificadas constituyen las alas, son accionadas por los músculos pectorales, para originar la propulsión, Eslas fuertes masas musculares, inser­tas en la quilla enlernal, consumen una elevada cantidad de calorías, que ha de ser compensada medíante el adecuado aporte alimenticio. Todos los pájaros de vuelo rápido son insaciables comedores.

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En r] parodún de esta roca solitaria han anidado lo? halcones percj;iLii>íi desde tiempos inmemoriales. Las nechas indican el tlddv* que instalamos tras penosa escalada, y el nido en El que hicJmoK las observaciones que relatamos en el reportaje.

El halcón hembra ^caba de po^ar^^e frente al nido y KG dispon? a nutrir a los poljuclos con una palnma recién capturatía- La sombra proyectada por nuestra tienda-escondite ea aprovecha­da por uno de lo^ Júvenes halcones para librarse del Fuerte flol.

picado a 400 Km. por hora

Algunos M&gan a ingerir el equivateníe a su propio peso al día.

DoEadas de gran movil idad, las avss se han cjilendjdo por todo el orbe y, en busca de su a limen ío, han Invadido lo-do3 los medios. En el asno de las aguas, con las alas transformadas en aletas na-tatorias. las acuáticas compilen en rapl^ daz con lo^ p^ces y se nutren a su^ a\-pensas. En tierra f i rme, han aprendido a aumentarse de toda suerte de materias vegetales. La Enagotabfe fuente d& los in­sectos mantiene a un buen número de pequeños pájaros, F(n3lment&, un gran grupa de aves, necesitado de alimenta­ción cárnea, forma el orden de las avsí de presa.

El pico curvo y acerado, las garras fuertemente desarrolladas y prensiles, la vista penetrante, Ja recia estructura y el vuelo sostenido destacan entre las ca-racierfsticas de esta poderosa estirpe.,

Sin embargo^ no todos IQS pájaros do­

tados de estos atribuios poseen el arro­jo y la destreza da un auténtico calador-Algunos son perezosos comedores de inmundicias, muchos atrapan insectos o acechan pacientemente a los reptiles y otros torpes animalillos que se arrastran sobre la t ierra. Sólo unos pocos son ca­paces de alcanzar a los seres dotados, como ellos mismos, de vuelo rápido. Únicamente estas rapaces merecen el tr-tula de cazadores del espacio.

EL PROYECTIL VIVIENTE

En otoño, cuando el viento del Norte sopla con fuerza, silbando entre los ca­ñaverales y arremolinando las hojas se­cas, las cerradas formaciones de los pa­tos salvajes surcan el cielo con vuelo tenso y rectilíneo, rumbo a los cuarteles do invierno. Rígidos los cuellos, batiendo ias breves alas con r i tmo isócrono, los adulones se desplazan a más de 100 ki­lómetros por hora.

Quien contemple su paso sentirá, se-guramente, nostalgias viajeras / podrá pencar que solamente un proyectil daría alcance a los veloces emigrantes. Y, fue­ra de la vista del observador, como si su pensamiento se hubiera materializado, el proyectil víala en solitario desde la Tundra Ártica, nutriéndose a e^ípen^as de la bandada.

Si pudiéramos verlo de cerca, en vue­lo de crucero, tal vez no llamaría mucho

nuestra atención. Es un ave de formas recias, corto cuello, cuerpo fusiforme, cuyas alas afiladas se mueven a un rit­mo semejante al de los patos, produ­ciendo un ligero zumbido, como de fric­ción. Sus garras van tan recogidas bajo la cola que no podríamos apreciar su desproporcionado tamaña y robustez. Su velocidad es la misma que la da la ban­dada que avanza algunos centenares de metros más abajo.

De pronto, el ave solitaria acelera el r i tmo de su aleteo, su trayectoria se hace oblicua; vertical. Con las alas ce­rradas, es ahora el auténtico proyectil que cae sobre los patos a más de 400_ kilómetros por hora.

Las palmípedas, apercibidas, enfilan desesperadamente hacia los cañaverales salvadores, conservando la compacta for­mación.

Como un rayo destructor, girando so­bra SI mi imo, el halcón peregrino atra­viesa sus filas. La geometría de la ban-dada apenas se descompone. El rumbo vuelve hacia el invariable Sur. Solamen­te una nubecllla de plumas queda atr ís, como marcando el punto del impacto, mientras un pato cae pesadamente con ef cuello fracturado. Antes de que llegue a fierra, el halcón lo recogerá limpia-^ mente, para devorarlo en un lugar segu­ro y proseguir el viaje hacia las lejanas llanuras africanas.

Entro las falcónidas, aves de presa que se caracterizan por sus desarrolladas facultades para la caza, tanto en tierra

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Flsccnas üe amor maternal y ¡solícitos cuidados raramente cnn-templsdos por el ojo humano* nos hacían olvidar el calor sofíí-canie y la incomodidad de nuestro pequeño ^ddde». Por ngu-roso tumo, la. madre reparte la presa entre sus pequeños.

como en el aire, destaca el har¡:ón pere­grino. EsU rapaz- extendida por todo el orbe, salvo Australia y la Antárt ida, es de régJmen ornitófago, en otras pala­bras, se alimenta eiLclusívamentG de pá­jaros- Tal especial¡zación ha marcado profundamente su anatomfa con las for­mas compactas, vigorosas y aerodinámi­cas que adornan a la criatura que osten­ta el «record* de velocidad ^obre la faz de ia tierra- El ornUófogo americano, Thomas Gil l iard, ha f i jado esta cifra en 480 kilómetros por hora, en el picado.

Desde las razas de peregrinos más corpulentas^ generalmente nórdicas, que

aba ten gansos salvajes, hasta los más pequeños representantes de la especie^ de í hab i t a i * meridional, que se alimen­tan de pajanlba, es riquísima la gama de presas sobre la que actúan estos hal­cones- Como mas tarde comprobaremos, su influencia sobre la avifauna as alta­mente beneficiosa para su selección y mantenimiento del equi l ibr io biofógico-

UN CAZADERO POR PAREJA

Los naturalistas llaman biotopo al te-j r i t o rEo que un animal ocupa espontá­neamente por adaptarse a sus necesi­dades vitales. El peregrino se establece en las cortaduras de origen fluvial que dominan amplias vegas, en los paredo­nes inaccesibles que flanquean ciertos páramos y, en particular, en los cantiles

marít imos. Desde estas atalayas natura-íes, ios halcones vigilan su terrUorío de caza, en ellas SQ albergan durante la no­che y esconden su nido en primavera, solamente en casos de máxima densidad los halcones habitan en terr i torios bos­cosos o quebrados^ poco aptos para su género de caza.

Cuando una pareja de peregrinos toma posesión de un cazadero, no permite la presencia de otros congéneres en sus do-minios- La extensión de estos territorios suele ser de 2 a 5 kilómetros, según la densidad de caía que encierran.

LA CAZA EN PLENO CtELO

El halcón peregrino saca el máximo partido de sus desarrolladísimas aptitu­des para la persecución, cazando en ple­no cíelo. Si sus victimas lleaan a cobi­jarse en el arbolado o a posaría en tie­r ra, difícilmente puede darlas aicance sin que peligre su propia integridad fí­sica.

En el aire, lejos de cualquier obstácu-Eo que ¡nterfj-era su picado fulgurante, puede afirmarse que ningún pájaro logra escapar af ataque del peregrino. Los ffsprlnlers» del vuelo recti l inio, como las gangas y cercetas, los acabados acróba­tas, como las zuritas y loa mismos ven­cejos, terminan en sus garras Tras una huida más o menos prolongada.

Sí tiene altura suficiente, el halcón

La mayoría de las rapaces, eomo las iguilos^ c:raadcN planeadoras, esUn dotadas de alas larcas y an­chas. Incapaces para realizar perse­cuciones horizontales o ascendentes-

Solamente los halcones, que presen­tan alas estrechas y afUada^, non capaces de reaGíar persccodones rápidas en todos los án;^os> me­diante ima patente prepulfíiiín.

:.,J.M1^ Los azores y ^vil^nes, con sti$ alas codas y redondeadas, pueden volar a vela o a remo, en cortas y rápidas persecuciones.

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Elementos selectores de la avifauna

Acabamos de capturar al joven halcón peregrino y nos mira con serenidad, como si supiera que sólo permanecerá en nuestras manos unos instantes; los precisos para colocarle una anilla en el tarso, anotar algunos datos anatómicos y devolverle la libertad. Los guantes nos protegen de sus afiladas garras.

suele matar por choque, golpeando a la presa en la pasada con sus garras exten­didas. Si el picado falla, se remonta nue­vamente, aprovechando su gran inercia, y repite Jas bajadas y las subidas con tai destreza y tenacidad que aturde a su víctima, terminando por agarrarla en pleno vuelo. En estos casos, remata rá­pidamente al ave apresada, rompiendo de un picotazo su columna cervical.

Sin embargo, ios halcones no atacan deportivamente a cualquier ave que cru­ce al alcance de su vista. Solamente ac­túan cuando tienen hambre y hasta en este caso, seleccionan cuidadosamente sus presas. Como todos los predatores poseen un fino instinto que les permite reconocer cualquier deficiencia física en sus víctimas y, siguiendo Ja ley del me­nor esfuerzo, dirigen sus ataques hacia las aves peor dotadas. Este extremo, comprobado minuciosamente por los or­nitólogos y por nosotros mismos, con­fiere a los ¡halcones peregrinos un gran papel como elementos selectores en la avifauna, ya que al eliminar a los indivi­duos enfermos y tarados, evitan la apa­rición de. epidemias y la pervivencia de reproductores degenerados.

LAS PARADAS NUPCIALES

Los chopos que flanquean el estre­cho riachuelo se recortan en su triste desnudez invernal. A la sombra de la enhiesta roca de los halcones aún no se ha fundido la. escarcha que atenaza los juncos. Pero los finos instintos de~ los peregrinos ya presagian la Prima­vera. Macho y hembra se persiguen en el aire, parodiando un acalorado lance de caza. Ingrávidos, ascienden en círcu­los perfectos, para caer como bólidos y levantarse de nuevo, dibujando en el cielo de febrero el arabestpo de sus in­terminables acrobacias.

Durante algunas semanas la actividad de la pareja será incesante. El macho, sobre todo, recorre incansable su terri­torio, para expulsar violentamente a cualquier invasor. Los milanos, cuervos y grajillas son atacados sin piedad y obligados a buscar otras rocas para ni-" dificar. La acción beneficiosa de los hal­cones en esta temporada es muy 'nota­ble, al interferir la reproducción de los perniciosos córvidos.

Los halcones peregrinos no constru-

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Al doblar la solapa sobre sí misma, la anilla metálica quedará sujeta al tarso del halcón. Si un día el ave es abatida y la anilla retorna al Centro Ornitológico, proporcionará interesantísimos datos acerca de las rutas migratorias de la especie.

Las águilas, cazadoras habitua­les de mamíferos, están armadas de dedos cortos y fuertes, termi­nados en uñas largas y aceradas.

Los halcones, especializados en la caza de aves, tienen grandes manos, dedos finos, con protube­rancias al nivel de las articula­ciones, para facilitar la presa. Las uñas son menos fuertes que las de las águilas.

Los azores, cazadores de mamí­feros y de aves, presentan garras mixtas en su constitución entre las águilas v los halcones.

yen n ido alguno para deposi tar los huevos, el igen una cornisa resguardada, una pequeña oquedad, o arrebatan a los cuervos, ingeniosos albañiles, sus confor tables p la ta fo rmas de palos y ba­r ro . Es el macho quien elige el empla­zamiento. La hembra pone tres o cuatro huevos y apenas se ausenta del n ido du­rante la incubación que dura 35 días. El macho la a l imenta y la sust i tuye en la incubac ión, cuando abandona la roca para tomar su baño.

Nacidos los pol luelos, son al imentados copiosamente con presas palpi tantes que caza el macho. La hembra se ocupa ahora de la crianza de los pequeños y la defensa del n ido. Es fo rm idab le la .audacia con que expulsa a rapaces, zorros e i'ncluso animales mayores de las cercanías de su feudo.

En muchas ocasiones he observado desde muy cerca—escondido en el in­ter ior de un «hide», instalado previa­mente—^el compor tamien to de los hal­cones dura'nte la crianza y educación de los jóvenes. Es asombrosa la ternura de estos poderosos pá jaros , el m i m o con que la hembra va in t roduc iendo los bocados elegidos de las presas en e! pico de los pequeños.

A las cuat ro semanas de edad, los polluelos abandonan el -nido y son ins­t ru idos en la caza por sus padres du­rante todo un mes. En estas práct icas, traen presas heridas que sueltan en el

El esqueleto de los cazadores del espa­cio es recio a la par que ligero, per­fectamente adaptado a las exigencias de las persecuciones aéreas.

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El halcón peregrino está extinguiéndose

aire para que ios pol.luelos se vayan ejercitando paulatinamente. Mediado el verano, los jóvenes halcones emprenden la existencia errática característica de la especie.

AL BORDE DE LA EXTINCIÓN

La densidad de la población mundi'al de balcones peregrinos ha sufrido un descenso tan marcado en los últimos diez años, que los especi^alistas, te­miendo su total desaparición, se reunie­ron en septiembre de 1965 en Madison (Wi'sconsin, USA), bajo los auspicios del «Department of Wildlife Manage­ment of the University». Los datos que allí se presentaron son aterradores. En los países nórdicos, en otro tiempo, manantial ¡inagotable de peregrinos, la

Idisminución ha sido vertical. Concreta-rnente en Finlandia, cuya población to­tal se estimaba hace diez años en unas 1.000 parejas, apenas si quedan 15 ó 20. En Suecía y Noruega las condiciones se presentan, asimismo, fatales. En Ingla­terra (el descenso ha sido del 60 por 100; en Alemania, del 77 por 100; en Suiza, del 45 por 100. En los Estados Unidos, los famosos «Duck-hawks (hal­cones da los patos) apenas si pueden hallarse en amplísimas zonas donde hace unos años eran :numerosos.

Las causas de esta desaparición ma­siva son numerosas. Quizá la pri^ncipal recaiga sobre los insecticidas letales usa­dos -para combatir las plagas forestales y agrícolas. Estos productos -intoxican a las aves granívoras, que a! ser devoradas por los halcones envenenan a éstos, cau­sándoles, iprimero, la esterilidad, más tarde, la muerte. Los anillamientos ma­sivos que se han realizado en Finlandia demuestran que la población de este país ha sido prácticamente destruida por los cazadores, que actúan en las rutas migratorias de estas aves, donde la re­cuperación de a-nillas arroj-a un altísimo porcentaje.

0E PROSCRITO A PROTEGIDO

Las decisiones de los congresistas de Wisconsin han movido a Jos pocos paí­ses que ya no lo habían hecho a prote­ger férreamente a esta 'notable especie

La caza por percusión. Esquema del picado de un halcón peregrino sobre un azulón. Para darle muerte, le golpea con la uña posterior en la base del pico.

que, sin duda, se halla al borde de la extinción.

Podemos afirmar con satisfacción que aquí no fue necesario el aldabonazo de los ornitólogos americanos para estudiar el problema del 'halcón peregri'no. Pese a que nuestra pobl-ación no había sufri­do un descenso apreciable, desde hace diez años, siguiendo el programa de la Estación de Cetrería y Aves de Presa del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y

Caza, venimos censando y estudiando la alimentación de los peregrinos españoles y su posible repercusión en nuestra avi-fauna.

Este estudio, publicado en el boletín técnico número 2 del citado Servicio, fue la aportación española al Congreso Internacional de Caen (Francia), en 1963, para la protección de las rapaces europeas. Sus conclusiones, que trans­cribimos a continuación, determinaron

Si

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la total protección del halcón paregrino en iodo nueslro terr i ior lo nacional.

EL HALCÓN ES 'AVE BENEFICIOSA

1, Un halcón F>eregr¡no adulto v\ñ-n© ü consumir al día una cantidad de comida equivalente a una paloma. / ja-mé^ taza un^ vez saciado.

3. El 75 por 100 del régimen alimen-licío def halcón peregrino en España está constituido por palomas^ en sus di-versas ra^as, particularmente domésti­cas y bravias.

3. Enrrfl fos pequeños volátiles c ue compiementan la dieta del halcón pere­grino se encuentran, sobre iodo, estor­ninos, tórtolas y, en menor cuantía, alon­dras, Terreras, calandrias, etc,

4. Los halcones peregrinos capturan muy pocas perdices, porque están inca­pacitados para caíar en tierra. Solamen­te en primavera malan algunos machos y poflos. En esle sentido, debe tenerse en cuenta lo beneFicio^a que resulta la influencia del peregrino para la repro­ducción de la perdiz, al eliminar a fos machos enloquecidos por ef celo.

5. Las grajillaSn que constituyen una verdadera plaga, son muy combatidas por los peregrinos, no solamente por las que malan en los vuelos nupciales y de aprendizaje de los jóvenes, sino porque expulsan de las rocas a colonias enteras, obligándolas s anidar en arboledas y pa­rajes accesibles para los alimañero^.

ó. La densidad de la p^ l ac i ón de halcones peregrinos en España está de­terminada por las buenas condiciones orográficas y cUmálicas de la Península y por el gran número de palomas do­mésticas y salvajes que Ea pueblan- Los peregrinos evitan la excesiva prolifera­ción de estas especies marcadamente gra­nívoras, que, sin su concurso, se trans­formarían en una verdadera plaga.

7, Ef halcón peregrino debe ser con­siderado en España como un ave benefi­ciosa para la caza y la agricultura.

EL PIRATA DE -LA ESPESURA

La voz metálica de los mirlos indica, como cada tarde, que ha llegado la hora de albergarse. Desde el fondo del valle asciende el concierro gárrulo de las pica­zas, que se reúnen en los dormideros. Laj bandadas de torcaces cr'uzan velo­ces hacia las encinas de la abrigada so­lana. En la rama de un árboi seco per­manece Inmóvil un gran pájaro. Su as-pecio es tan atractivo como inquietante. Llaman la atención sus oJDSj de mirada afilada y penetrante, que ie clavan en cada ser que pasa a su alcance. Sus co-

> lores, claros en el pecho y vientre, fina­mente rayados, pizarra oscuro en el dor­so, se conjugan perfectamente en el cla-rOícuro del bosque y descomponen su 5ilueia. Su5 uñaSn negras y afiladas, br i ­llan como dagas en el atardecer-

Entra las copas de los árboles, con

• ^ ^ ^

El halcún peregrino es un especialista en la caza aerea. La gran velocidad d t su iiicado > sus pobres facultades de acróbata !r incapacitan para caplu-t a r una pieía en t i t r r j , Sin cmbarjíO, sn ¡ncreiblt audacia le lleva, en oca-fliones. al a taque a una de las aves que mejor se defiende en el ras t rojo: ta perdií . En esta serie de fotofirafías, extraídas de la película «El maravilloso mundo de los pdjarosT., U cfimara ha robado a la aaturaleza uno de sus preciosos secrelos: la mecánica de frenaje del pereerlna en pleno picado. En veinte metros ha de reducir su velocidad de 4U0 a 100 kilómetros a la hora . Solamente una Ucnlca aerodinámica períet l is ima puede permitir a lo5 tejí' dos de un ser vivo soportar el impacto originado por estos cambios de veloci­dad. Y en esto* el halcón peregrino supera a lodas laí maquinas del homhre.

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Organización óptica de las aves

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1A disposkíóD de los OJOÍ» es de vital firiportancLa en las tácticas de caza de las rapaces. La becada pasa gran parte de su vida posada en tierra, buscando ^ ^ n o s . En un proceso evnlutívo admirablet sus ojos han Ido emigrando bacía lo al(o del cráneo, con lo que este pájaro disfruta de un campo visual mu3' amplio» para descubrir cualiiuter ^taque desde arriba. En contrapartida» cuando vutía no puede ver la 2ona que queda delri^ y debajo de su cuerpo-

vuelo silencioso y ondulante se desfiza Id becada. Va en bu^ca de la i húmedas urnbrías, donde pasará la noche buscan­do gusanos y lombrices con su largo y SEn^itivD p k o . Sus oi05, negros y ater-cíopalados, situados muy allos en la ca-heza, lienen un amplísimo campo de vi­sión. Todo lo que se mueve en el cielo, incluso a su^ espaldas, será descubierto a tiempo para escapar. Sólo un ángulo de mala visibilidad vulnera este notable periscopio, concretamenie lodo lo que queda detrás y debajo, en una tfnea ima­ginaria que paríiendo de la cabera pa­sara por el vientre. Y jusiamenie en ese pequeño ángulo de deficiente visibilidad ha quedado el árbof seco que esconde al aiorn cuando la becada pasa volando so­bre el bosque.

La rapaz ha sabido espera^ í^ual un experto en ópLica, el momento adecuado para el ataque, Y saltando como un re­sorte desde su rama, vuela pegado ai te-

Caraclerfstfco biotopo del azor: laderaa suaves, cubiertas de monte bajo, cerca de Impot-^antes masas forestales. El pano­rama pertenece al -Robledo de TMoníalbáii'», finca en la que realizamos observaciones sobre la alinieolacirtn de estas aves.

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Sobre una rama, el pirata de la espesura monta la guardia. La mirada brillanle y afilada del azor expresa perfectamente La audacia y salvaje acomelWdad del ave mejor dotada para La caza en el bosque. Captura, sobre todo> avea y roedores.

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El azor es el gran cazador del bosque

i EsUs sorpfíndcnlcs rotografíaR muestran el momento suprcmi) dtl ataqne del halcón a una perdji posada. La veloddad del peregrino C5 tan srande qup aparece Irreal, como un mítlcu rayo dcstruclor. El dibujante ha reconHlmido nelmeotc IH nnalomia dt-l ave para ayudamos a captar todos los detalles del laDcc.

rfeno, siempre en el ángulo de la desen­fi lada. Cuando ha adquirido la inercia suficiente se^dispara hacia arr iba como un dardo, agarrando a su presa exacta­mente en el punto de iu vientre, por donde pasa la línea d& visibitidad nula.

La becada ha muerto víctima de su propia especia I J;:aci6n. {Habituada a per­manecer en tierra, buscando su comida entre la hojarasca, sus ojos har^ ido emi­grando hacia la parte superior del crá­neo, a lo largo de milenios de evolución. Para descubrir a cualquier enemigo que ataque desde arriba, su organización óp­tica es perfecta. Sin embargo, cuando vuela 3 derla altura tiene un punto te­rriblemente vulnerable. Y el azor, tam­bién en milenios de evolución de su psí-quismo de caíacbr, ha llegado a com­prender la técnica suCJiíaima del ataque a esta presa.

Este episodio retrata perfectamente al gran calador del bíisque. El azor es en la espesura lo que el halcón en el aire; el más acabado y temible pirata. Su es­tructura anatómica corresponde ^ sus necesidades vitales- Las alas cortas y re­dondeadas le permiten volar entre el ra­maje; la larga cola facilita los súbitos cambios de dirección; las garras, des­arrolladísimas, fe capacitan para matar en el acto, antes de que la presa pueda esconderse en lo más profundo del ma­torra l .

Pero lo más notable de este pájaro no es el cuerpo; es la mente. Cuando un calador—un verdadero cazador—cree conocer su coto, cuando ha localizado los barbechos preferidos de las perdi­ces, los encames de las liebres, las que­rencias de las torcaces y sus bebederos, el dormidero de las pícalas, los matorra­les de los mirlos y malvises, y cada ve­reda, cada paso, cada comedero.,,, no sabe nada si so compara con un viejo azor. El pirata de la espesura otea y

-•escucha desde el amanecer hasta que anochece; nada le pasa desapercibido. Y cada dato queda almacenado en su prodigiosa memoria; sabe dónde apos­tarse para alcanzar a la perdiz antes de que llegue a los matorrales; el seto, tra^ el que ha de surgir de improviso para sorprender a la picaza; la hora exacta en que acuden las torcaces al bebedero y toda fa cronología vital de fos habitan­tes de su monte. Nada le es indiferente; para él no hay más que presas o enemi­gos. Su ley es matar o escapar a la muerte.

La perdiz aeaba de dejarse caer en IIC' i ra y cooserva las alas aún entreablcT' tas. El tialeón co­mienza a adelantar sus garras.

La perdiz se ha pega­do materialmente al terreno, tratando de evitar el chaqué. El halcún ha desplegado sus armas compíeU-mente.

Volviéndose hada su derechOn el halcón ha e o n s e ^ d o g o l p e a r lleeramente a la pcf'

El impacto ha voltea­do a la perdiz, f^xe aparece tendida so­bre la espalda. El balcún se aleja para elevarse de nuevo y r e p e t i r el a t a q u e . Dcapui^s de t e. pa-sadaíL cnrmpcutivas, abandonar i la caza sin c o n s e g u i r dal muerte a la perdiz.

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Las recatadas costumbres del azor har-convertido a este pájaro en.un ser mis­terioso y casi desconocido. Construye su enorme 'nido en el árbol más alto y es­condido. Defiende ferozmente su territo­rio de cualquier rapaz competidora. Es cauto, silencioso. Ataca, generalmente, por sorpresa. Emplea todas las técnicas para matar. Puede lanzarse en picado desde la copa de un árbol sobre un co­nejo o una liebre. Sus excelencias de «s'printer» le permiten alcanzar a cuer­po limpio a la torcaz o al pato. Surge, inesperadamente, tras un matorral, al paso de la perdiz o de la urraca. Ataca y da muerte al milano, al buteo y el águila calzada. Es el Tndiscutible señor de la espesura. Los cazadores y guarda­bosques sabían poco de los 'hábitos del azor, pero a cada paso 'hallaban los res­tos de sus festi'nes: un desplumadero da perdiz, un pellejo de liebre, las plumas de un pato. Y así se descubrió al azor como un incansable destructor de la ri­queza cinegética, se le puso a la cabeza de las listas de alimañas. Se premió su destrucción más que la de cualquier otra rapaz.

Pero un hombre de ciencia,r^experto halconero, por otra parte, el Ordenmeis-ter del Deuftcher Falken Orden, doctor Brüll, se propuso desvelar de U'na vez para siem'pre el mi'sterio del azor. Du­rante años de pacientes observaciones fue recogiendo las plumas de muda de una pareja de estas aves, para determi-, nar la extensión de su territorio. Con la ayuda 'de un 'buen número de colabora­dores, recolectó sistemáticamente todos los restos de las presas que mataban es­tas aves. Finalmente, observó sus mo­vimientos, f i lmó la cria-nza de sus po-lluelos y dio por terminado un trabajo realmente -notable, que vino a demostrar la beneficiosa acción selectora y equ¡li­bradora del azor en la naturaleza.

Estas aves mantienen una justa pro­porción de las rapaces que pueblan el bosque, exterminándolas cuando proli-feran en exceso. Combaten incansable­mente a las urracas, cornejas y cuervos, inveterados ladrones de huevos y de crías. Atacan preferentemente a las pre­sas enfermas o mal dotadas. En prima­vera cazan, sobre todo, machos de per­diz, con lo que contribuyen a mantener la justa proporción entre los sexos. Un elevadísimo porcentaje de su dieta está constituido por roedores perjudiciales para la agricultura.

La exposioión de estas experiencias, que hace tan sólo algunos meseshubiera llam'ado a escándalo a ciertos expertos en zoología, hoy no puede considerarse como una novedad. De su minucioso es­tudio ly comprobación han surgido los oportunos decretos que protegen actual­mente a todas las aves de presa en Es­paña. Con ello podemos alegrarnos de ir a l'a ca'beza de ios países civilizados en el esfuerzo para la conservación de la fau­na espontánea.

Félix R. DE LA FUENTE

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