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Publicado en Revista Cruce: Crítica social cultural contemporánea. Jul.2021: Dossier- Campos discursivos, pp.94-113 Feminicidios y estados de emergencia en Puerto Rico: un reporte a tres voces Madeline Román Iris Rosario Lina M. Torres Rivera Resumen El trayecto de los imaginarios y políticas criminales en materia de los asuntos de género en Puerto Rico constituye el objeto de esta conversación a tres voces. Nuestra reflexión sobre estas políticas iniciará con la puesta en vigor de la ley de violencia doméstica en 1989 (Ley 54), hasta la propuesta en tiempo presente de tipificar el feminicidio y el transfeminicidio como lo que esencialmente es un asesinato estatutario (felony murder) cuya pena sería de 99 años de prisión. Partimos, además, de la preocupación que nos genera el reclamo, desde ciertos sectores, de la declaración de un estado de emergencia. I. Del feminismo carcelario al estado de emergencia: punitivismo por todas partes Madeline Román En un sentido podríamos decir que la violencia como significante recorre transversalmente todo el campo de teorización sobre asuntos de género y el campo discursivo feminista. 1 Como sabemos, el sistema de dominación masculina ha producido una máquina de dominio que opera activando diversidad de rostros de la violencia: violencia estructural, violencia social amplia, violencia simbólica, violencia psíquica, cuyo efecto de conjunto ha sido la histórica subordinación de las mujeres. Al decir de Rossi Braidotti (2000), las feministas son las mujeres “postmujer”. Su presencia marca el momento en que las mujeres, habiendo registrado lo avasallador de este régimen de dominación, toman la palabra para denunciar esas violencias centrándose, más recientemente, en una de sus expresiones más extremas: los asesinatos a mujeres. Hay en el horizonte político del 1 En la medida en que la problemática de género remite a todo un sistema de dominación, hay una violencia que le es constitutiva, desde aquella tramitada en el operar de la violencia objetiva (en el ámbito económico, político, educativo y social amplio) hasta el operar de la violencia simbólica (violencias epistemólogicas y psíquicas).

Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

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Publicado en Revista Cruce: Crítica social cultural contemporánea. Jul.2021: Dossier-Campos discursivos, pp.94-113

Feminicidios y estados de emergencia en Puerto Rico: un reporte a tres voces

Madeline Román

Iris Rosario Lina M. Torres Rivera

Resumen

El trayecto de los imaginarios y políticas criminales en materia de los asuntos de género en

Puerto Rico constituye el objeto de esta conversación a tres voces. Nuestra reflexión sobre estas

políticas iniciará con la puesta en vigor de la ley de violencia doméstica en 1989 (Ley 54), hasta

la propuesta en tiempo presente de tipificar el feminicidio y el transfeminicidio como lo que

esencialmente es un asesinato estatutario (felony murder) cuya pena sería de 99 años de prisión.

Partimos, además, de la preocupación que nos genera el reclamo, desde ciertos

sectores, de la declaración de un estado de emergencia.

I. Del feminismo carcelario al estado de emergencia: punitivismo por todas partes

Madeline Román

En un sentido podríamos decir que la violencia como significante recorre transversalmente

todo el campo de teorización sobre asuntos de género y el campo discursivo feminista.1 Como

sabemos, el sistema de dominación masculina ha producido una máquina de dominio que opera

activando diversidad de rostros de la violencia: violencia estructural, violencia social amplia,

violencia simbólica, violencia psíquica, cuyo efecto de conjunto ha sido la histórica subordinación

de las mujeres.

Al decir de Rossi Braidotti (2000), las feministas son las mujeres “postmujer”. Su presencia

marca el momento en que las mujeres, habiendo registrado lo avasallador de este régimen de

dominación, toman la palabra para denunciar esas violencias centrándose, más recientemente, en

una de sus expresiones más extremas: los asesinatos a mujeres. Hay en el horizonte político del

1 En la medida en que la problemática de género remite a todo un sistema de dominación, hay una violencia que le es constitutiva, desde aquella tramitada en el operar de la violencia objetiva (en el ámbito económico, político, educativo y social amplio) hasta el operar de la violencia simbólica (violencias epistemólogicas y psíquicas).

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feminismo un anhelo y una propuesta de una otra figuración del mundo de libertad para las

mujeres.

No obstante, el optar por hallarle una solución penal al asunto de la violencia contra las mujeres,

esto es, al cabildear por que se creara un estatuto que criminalizara la violencia contra las mujeres,

el feminismo optó por promover una respuesta punitiva de difícil conciliación con las coordenadas

de la criminología crítica y del imaginario abolicionista en general (Román, 1994). La hoy llamada

Ley 54 en Puerto Rico,2 Ley para la Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica, marcó

el emerger del feminismo carcelario en Puerto Rico (ampliamente celebrado por ese feminismo) y

la generalización de las subjetivaciones punitivas al punto de que, la implantación, en tiempo

presente, de un estado de emergencia por violencia de género es la expresión de un trayecto

discursivo que se fue intensificando con los años, el cual se coloca en abierta tensión con la

denuncia- ya global – en torno a la generalización y los peligros que encarnan las formas

excepcionales de Estado (Agamben, 2005).

Sin duda, el trayecto del activismo feminista local se configura alimentado también por un

entretejido denso entre ese campo discursivo y el imaginario criminológico local dominante en las

últimas tres décadas, caracterizado por la ampliación del lado punitivo y represivo del Estado, la

criminalización ampliada y la intensificación de las subjetivaciones policiales: la mirada carcelaria

arropa la subjetividad contemporánea.

El feminismo carcelario en Puerto Rico ha tenido y tiene una pretensión hegemómica.

Fortalecido por su conexión con la formación del feminismo de Estado en Puerto Rico,3 la

preeminencia de los abordajes legalistas y la promoción del victimismo como “identidad” o bien

como subjetivación soberana,4 se ha conformado casi como una univocidad, como un pensamiento

único y sin fisuras, tachando, excluyendo e invisibilizando otras lecturas y posicionamientos de

2 Ley Núm. 54 de 15 de agosto de 1989, según enmendada.

3 Cuando hablo de feminismo de Estado me refiero a todo un trayecto del feminismo caracterizado por una inserción progresiva en las estructuras y agencias de estado. En Puerto Rico esto se fue expresando a partir de la creación de la Comisión para los asuntos de la mujer, oficina del gobernador (énfasis suplido) a principios de la década del 70, hasta la actual Procuradoría de las Mujeres. Como he señalado en infinidad de ocasiones, la formación del feminismo de Estado en Puerto Rico ha tenido como efecto el circunscribir muchas de las luchas de y por las mujeres a aquellas susceptibles de ser tematizadas al interior de los espacios estatalistas, la preferencia por las medidas de control estatales/penales y la solidificación de un activismo que orbita alrededor del Estado. Véase Estado y criminalidad en Puerto Rico: un abordaje criminológico alternativo. 4 El victimismo se constituye en una identidad soberana. Esto es, en el imaginario de que hay un sujeto que es, todo todo víctima. Evidentemente, esta contención va amarrada al reconocimiento de que se hace necesaria una lectura más compleja de la persona humana, la crítica al mundo de las identidades sólidas (no hay tal cosa como un sujeto toda-toda mujer) y al reconocimiento de que el sujeto es muchas personas.

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respuesta posibles frente a la violencia de género.5 El mismo pretende dominar el debate público,

el espacio mediático y los espacios profesionistas y académicos proyectando las opciones penales

como únicas alternativas viables y/o deseables. En ese sentido, el activismo feminista tiende a

operar más como un partido político (nadie se puede salir de “la línea de partido”) que como un

movimiento social.6 Lo anterior se hace políticamente transparente en su manejo de casos de alta

cobertura mediática que envuelven asesinatos a mujeres. El asesinato de (IC), apuñalada en

múltiples ocasiones y desmembrada por su vecino a la fecha del 15 de noviembre del 2013

(Hernández, 2013), constituye un buen ejemplo de las complejidades aquí discutidas. El activismo

feminista condenó que los tribunales no le adjudicaran la pena máxima al acusado si bien le

adjudicaron un total de 84 años de cárcel: A (IC) la asesinaron dos veces. El 15 de noviembre de 2013, la asesinó Ramos Álamo. Hoy la asesinó el país que

no supo hacerle justicia', expresó … en un comunicado de prensa (Noticel, 2014).

Contención que expresa las formas en que la justicia se ha equiparado con la cárcel al punto de

que se entiende que no hay justicia si la persona no termina en la cárcel.

El tránsito de violencia doméstica a violencia de género y, finalmente, a feminicidio expresa

las maneras en que este activismo va produciendo una lectura totalizante en la que la violencia está

remitida a las mujeres (anatomicamente hablando) víctimas y en la que, eventualmente, todo

asesinato de una mujer queda subsumido bajo el significante feminicidio.7

Cabe destacar que, cuando Jacques Lyotard convoca a una justicia de multiplicidades8 (1994,

p.100) lo hace reconociendo la necesidad de conferirle valoración jurídica a la diferencia. En este

sentido, el concepto de feminicidio sería cónsono con esa aspiración si no fuera por el hecho de

5 Cabe destacar aquí, que los últimos años del feminismo en Puerto Rico también se ha caracterizado por sus esfuerzos en promover la implantación de una educación con perspectiva de género confrontando la feroz oposición de los diversos fundamentalismos. Este trayecto también exhibe sus complejidades pero los mismos desbordan la temática abordada en este texto. 6 Como en todo partido político, las discusiones en torno a los diferendos, la diferencia, la diversidad, se entiende que deben ser asumidas al interior del movimiento (en discusiones dentro de las organizaciones) mientras, en el debate público, hay una tendencia a representarse como un ente monolítico y sin fisuras, como si existiera un pensamiento único. Es un imaginario en el que prima la distinción política clásica amigo/enemigo y en donde se entiende que “si no estás conmigo, estás contra mí”. Sigue imperando también el entendido de que todo diferendo es divisivo. 7 Cabe señalar que, desde un inicio y en el cabildeo para la creación de un estatuto que criminalizara la violencia contra las mujeres, el significante, (entonces) femicidio formaba parte del campo discursivo producido por el activismo feminista. En ese sentido, siempre la intención ha tenido como norte atender la violencia contra las mujeres pensadas principalmente en tanto factualidad anatómica.

8 Esta frase discursiva, “justicia de multiplicidades” supone conferirle valoración jurídica a las diferencias desde la diferencia misma y no desde la igualdad. En este sentido, se trata de un proyecto y de una disposición que se coloca en abierto conflicto con la semántica del derecho positivo que supone que no se puede legislar para un solo sector sino que hay que legislar para todos por igual. Esto es, un derecho positivo que se ancló en la valoración de la igualdad.

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que, la valoración jurídica de la diferencia, tendría que ir acompañada de un imaginario de mayor

justicia social y no uno centrado en el aparato penal.9

Iris Rosario

Es importante dar cuenta de todas las violencias que nos atraviesan como mujeres

puertorriqueñas. Ese ha sido quizás la gran problemática ausente en el discurso del sector del

feminismo que tiene mayor visibilidad en Puerto Rico (llamémosle, feminismo tradicional). Es

decir, no ha sabido reconocer o, a lo mejor, no ha prestado el énfasis que requiere, realizar un

análisis interseccional de las violencias que nos aquejan. Al respecto, el feminismo tradicional ha

abordado la violencia interpersonal desde la dependencia de un sistema de justicia que es clasista,

sexista y racista; es decir, no ha reflexionado en torno a todas las opresiones que se intersecan

(Levine & Meiners, 2020) cuando se utiliza la justicia penal como mecanismo de reivindicación.

A pesar de que, en ocasiones, intentan incluir en sus discursos, algunas consignas que podrían

alejarlas del feminismo carcelario o punitivo, la realidad es que siguen apelando a la justicia penal

como: Un terreno de lucha..el instrumento de cambio con el que se pretende contrarrestar el discrimen en contra de

las mujeres. Se le concede, por tanto, al ordenamiento jurídico “una función eminentemente ideológica en el

accionar social” (Oficina de la Procuradora de las mujeres, 2002, pág 8).

En esa dinámica, el feminismo tradicional se ha insertado en la corriente político criminal que

desde la mitad de los años 80 del siglo XX ha hecho de las víctimas del delito las protagonistas de

la llamada guerra contra el crimen. Claro está, con ello, el conservadurismo nos convirtió en niñas

que necesitamos tutelaje. Y lo peor, esto no ha supuesto, tal como Wendy Brown lo ha

manifestado, “la emancipación para los agraviados o los subordinados, sino la venganza del

castigo, haciendo que el perpetrador sufra como sufre la víctima…” (Brown, 2019, p. 89).

En cambio, la acentuación en proyectarse como víctimas ha provocado que el feminismo

tradicional haya asumido el típico discurso, catalogado por David Garland (2005, p. 46) como

juego suma cero, en el que los perpetradores son los otros, los monstruos o los terroristas a los que

9 Conferir valoración jurídica a las diferencias ciertamente supone la producción de legislaciónes cada vez más diferenciadas y legislaciones que atiendan a la singularidad de las diversas sujeciones. No obstante, esta disposición es animada por la posibilidad de seguir expendiendo nuestro imaginario democrático lo cual se coloca en abierto conflicto con los imaginarios punitivos.

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hay que expulsar del Derecho, si es que defender las víctimas es lo que se pretende. De ahí, el

llamado del feminismo tradicional puertorriqueño a la declaración del estado de emergencia.

Este posicionamiento también supone que, en ocasiones, se asuman discursos totalmente

paradójicos. Al respecto, conviene mencionar que recientemente el Tribunal Supremo de Estados

Unidos rechazó aplicar retroactivamente – a casos ya finiquitados- el derecho a que el veredicto

de culpabilidad de un jurado sea por unanimidad (Edwards v. Vannoy, Warden, decidido el 17 de

mayo de 2021). En Puerto Rico, existía legislación para otorgar dicha protección retroactivamente.

Sin embargo, luego de la norma enunciada por el juez asociado del Tribunal Supremo de Estados

Unidos, Brett Kavanaugh, una senadora local feminista e independentista expresó: “la discusión

se acabó” (Caro, 2021). Esa manera de dictar cuándo ya no debe existir más deliberación política

es la que califica Madeline Román como pretensión hegemónica. Y en este caso, implica, además

dos cosas: (1) legitimar como correcta la sentencia del tribunal de la metrópoli, cuando se es

independentista; y (2) validar la limitación de un derecho procesal constitucional, según dictado

por un juez que fue repudiado por el progresismo estadounidense y los distintos sectores

feministas, luego de haber sido señalado como un ofensor sexual en las vistas públicas de su

confirmación. En palabras sencillas, se ha anclado tan duramente el discurso feminista tradicional

puertorriqueño en el victimismo que, desconoce cualquier ampliación de derechos, en general, aun

cuando podría afectar positivamente a las mujeres privadas de su libertad. Quizás, por eso, desde

el feminismo tradicional no se alzó la voz lo suficientemente alto cuando en diciembre de 2020 se

solicitó el indulto de una joven víctima de la violencia machista de su compañero, y que, envuelta

en un conflicto entre su hermano y su esposo fue acusada y condenada como adulta a los 16 años

por el asesinato de su hermano (López, 2020).

En este escenario, siempre me encuentro en esa encrucijada que Rita Segato ha dicho también

sufre: ser feminista y anticarcelaria (Peyró, 2017).

Lina M. Torres Rivera

Nuestra mirada a lo criminal y a las diversas manifestaciones de la violencia, parte de un análisis

desde la criminología crítica por entender que la misma nos permite trascender la perspectiva

tradicional, positivista y de corte clínico. Nos referimos a ese grupo de corrientes que busca

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denunciar las falacias e injusticias que se ocultan bajo los procesos de criminalización y que analiza

la ley penal dentro de un contexto macro-sociopolítico.

Lo antes expuesto nos lleva a examinar cómo se ha abordado en las últimas décadas el asunto

de las violencias doméstica, machista y de género en Puerto Rico. Resulta imprescindible analizar

la contraposición que se ha pretendido establecer entre los derechos de las personas

acusadas/convictas (victimarias) y los de las víctimas de delitos.10 De igual modo, constatamos

que el punitivismo influenciado por las tendencias de políticas de ley y orden expresadas en los

discursos de mano dura contra el crimen y castigo seguro, entre otras, han sido abrazadas no solo

por sectores conservadores sino por aquellos que parten de entendidos más liberales y progresistas,

incluso dentro de los feminismos.

Lucía Núñez Rebolledo (2019), al citar a Tamar Pitch indica que “hay que analizar las

demandas de criminalización, las circuntancias y modalidades en que los problemas y conflictos

sociales ameritan o no una respuesta penal” (p. 31). En esta dirección nos advierte que: Es verdad que la opresión y la discriminación con frecuencia se manifiestan en actos que pueden ser

considerados violentos. Sin embargo, de acuerdo con Pitch, centrar el discurso en el lenguaje de la violencia

obscurece la situación de opresión social que sufrimos las mujeres y conduce a respuestas que se reducen al ámbito

de la justicia penal, limitando nuestra perspectiva y conduciéndola a entender dicho fenómeno como monocausal,

el cual se supondría que puede ser prevenido y enfrentado exclusivamente desde el ámbito del castigo y del poder

simbólico del derecho penal (p. 32).

Ese derecho penal cuya aplicación suele ser selectiva y cuya legitimidad y eficacia han sido

cuestionadas, ha llevado a proponer un derecho penal mínimo así como su máxima contracción e

incluso, su abolición. Desde algunos sectores feministas, se ha planteado que es absurdo pensar

“que la justicia penal pueda ayudarnos a derribar el patriarcado, porque se trata de una de las

instituciones más patriarcales que existen” (Heim, 2019, p. 51).

10 La discusión se ha concentrado mayormente respecto a cuáles son los derechos que deben ser protegidos o defendidos: ¿los de la parte “acusada/imputada/condenada” o de la parte ofendida/víctima? Otros/as indican que en algunas jurisdicciones, como por ejemplo, en México, “se deben de respetar los derechos tanto de la víctima y ofendido, como del imputado porque ambas partes se encuentran en igualdad procesal, partiendo de la presunción de inocencia para el imputado, lo cual fortalece el debido proceso y el pleno respeto a los derechos humanos de todos aquellos involucrados en una investigación o procedimiento penal”. Veáse el texto de Porfirio Luna Leyva, “Derechos fundamentales del imputado y la víctima en el procedimiento penal”. Véase además el texto de Orlandin Cabrera Valentín, “Los derechos de las víctimas de delito en Puerto Rico y en Estados Unidos Mexicanos en el sistema de justicia penal”.

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Como indicamos en un trabajo anterior,11 es preciso profundizar en el estudio de las condiciones

históricas, económicas y políticas que de una forma u otra tienen que ver no sólo con la

criminalidad y la violencia, sino también con las estrategias de control del mismo, propuestas o

implantadas en Puerto Rico. En este sentido debemos percatarnos de que el sistema de justicia

criminal (penal) interviene sobre un limitado sector de la violencia, considerando sólo algunos

tipos de violencia individual y dejando fuera la violencia estructural como expresión del conflicto

social (Baratta, 1989). Un sistema que suele estar caracterizado por un control penal que interviene

sobre los efectos y no sobre las "causas" de la violencia; sobre las personas y no sobre situaciones.

Un control penal que es más bien reactivo y no “preventivo” y que parece proteger más la validez

de la norma que a la parte ofendida o al llamado “bien común”.

Sobre este aspecto se afirma que la parte más exclusivamente masculina es tal vez el sistema

de la Administración de la Justicia Penal. Aún cuando hoy día existe mayor representación

femenina que en el pasado en las esferas del sistema de justicia penal (juezas, abogadas, fiscales,

policias, oficiales de custodia, etc.), no debemos olvidar que al sistema de justicia criminal lo

conforman preceptos y procedimientos que han sido desarrollados fundamentalmente a partir de

visiones y prácticas cónsonas con el patriarcado. Por algo se dice que el sistema penal es el que

mejor radiografía la estructuración de valores e intereses de un sistema social, político y económico

determinado.

Gwenola Ricordeau,12 nos lleva a cuestionarnos si la lucha contra la violencia hacia las mujeres

debe ir, forzosamente, acompañada de un endurecimiento de las sanciones penales. De ahí que

señale lo siguiente: Pienso que es importante que, como feministas, nos neguemos a instrumentalizar nuestras luchas y a permitir

que estas sirvan de pretexto para el endurecimiento de las políticas penales. Esta posición no significa que

debemos tolerar las violencias contra las mujeres, sino que, en mi opinión, endurecer las penas y las leyes es

una solución simplista ( Prison Insider, 2020, parr.14).

Ricordeau sostiene que, “el sistema de justicia penal no puede ser un instrumento para la

emancipación de las mujeres ─ni de nadie más─, ya que este hace parte de un aparato estatal y

participa en el orden capitalista, racista y patriarcal” (parr. 13).

11 Me refiero a “Mujer, crimen y sociedad”, artículo escrito por la que suscribe y publicado en el Semanario Claridad, 5 al 11 de marzo de 1993, pp.24-25. 12 Feminista y activista por la abolición del sistema penal, Gwenola Ricordeau es autora de Pour elles toutes. Femmes contre la prison (Lux, 2019) .

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II. Del feminicidio como categoría onmicomprensiva

Madeline Román

La teorización contemporánea sobre asuntos de género y el campo discursivo feminista ha

hecho grandes esfuerzos por deconstruir, al tiempo que complejizar, nuestros entendidos de

género: sustituyó el singular por el plural (de mujer a mujeres), adoptó una perspectiva

interseccional concediendo a la complejidad de sujeciones múltiples en su horizontalidad (suma

de todos los posicionamientos identitarios13) y acogió la problemática transgénero en aras de

reconocer el infinito combinatorio de posibilidades de las relaciones entre sexo, género y deseo

Butler, 1990). Sin embargo, estos esfuerzos se colocan en abierta disonancia con la frase recurrente

del activismo feminista (ya adoptado también en el espacio mediático y en las políticas públicas)

de que se trata de “asesinatos a las mujeres por ser mujeres”: En general se entiende que el femicidio es el asesinato intencional de una mujer por el hecho de ser mujer, pero

las definiciones más amplias abarcan todo asesinato de una niña o una mujer (OMS, n.d.)

Esta frase discursiva conforma una lectura metafísica/esencialista del significante mujer. No

solamente parte del entendido de que existe una suerte de esencia del ser mujer, un irreducible,

sino que presupone que existe el ser como fundamento (Vatimmo, 1992).14 Esta esencia del ser

mujer queda diferida inevitablemente a las factualidades anatómicas o bien a la inexorabilidad del

binarismo hombre/mujer. En este sentido, el significante feminicidio carga con esta impronta

esencialista.

El giro semántico promovido por el feminismo (de homicidios a feminicidios) propició una

distinción inicial de carácter nominal entre asesinatos a hombres y asesinatos a mujeres. Más

adelante, se produce un uso más restrictivo, pero sociológica y feministamente significativo, en el

que el significante feminicidio es equiparado a los asesinatos por violencia de género. Más

13 El problema con este entendido-generalizado- de la interseccionalidad es que la misma se circumscribe a un sumatorio de las “identidades” de la persona (mujer, negra, feminista, socialista…etc) dejando intacto el entendido de que existe el ser como fundamento y el mundo de las identidades sólidas.

14 Se requiere de una lectura más compleja de la persona humana. El pensamiento metafísico pone el acento en el ser activando los atributos de trascendencia e inmutabilidad. Parte de la premisa de que, si nos despojamos de todos los ropajes lingüisticos y culturales, queda algo de eso llamado “sujeto”. Por oposición, reconocemos que el sujeto es un efecto de superficie, que el sujeto humano es un sujeto arrojado a su finitud histórica. El acento está puesto no en el ser sino en el devenir siempre cambiante de las cosas.

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recientemente, se promueve un uso ampliado de este significante que parecería moverse en la

dirección de adecuar la distinción nominal (de homicidios a feminicidios) a una lectura sustantiva

en la que se propone el feminicidio como categoría omnicomprensiva que contempla todos los

asesinatos de mujeres a partir del entendido de que todo asesinato de una mujer expresa siempre

una violencia de género.

A mi modo de ver, sería necesario deslindar asesinatos a mujeres por violencia de género de

asesinatos a mujeres remitidos a otras modalidades de la violencia (narcotráfico y/o criminalidad

callejera, por ejemplo) y sería necesario ponderar hasta qué punto el incremento en los niveles de

crueldad en la violencia de género (desmembradas, calcinadas, baleadas en tiroteos de carro a

carro) esté vinculado a la emulación de prácticas de otras modalidades de la violencia (narcotráfico

y criminalidad callejera, nuevamente). No obstante, este deslinde-si bien es un deslinde

complejo15- resulta problemático para un feminismo anclado en los efectos totalizadores

propiciados por el uso generalizado del significante feminicidio (Román, 2021) Más

recientemente, la aprobación de un proyecto de ley en Puerto Rico que constituye mecánicamente

a los feminicidios y tranfeminicidios en asesinatos en primer grado es, sin duda, la cristalización

en el plano de lo jurídico de este cuadro de tendencias (Díaz Rolón, 2021).

Iris Rosario

Es importante reflexionar, por un lado, sobre una problemática que se relaciona

directamente con la conformación de los sujetos pasivos en las políticas criminales y con el

objetivo de dar cuenta de los “múltiples posicionamientos identitarios”. Cuando Pat O’Malley

(2006) analiza las implicaciones que tuvo la profundización del discurso del riesgo 16 en la justicia

15 Pues hay traslapos de todo tipo. 16 En su obra La sociedad del riesgo, Ulrich Beck señaló cómo determinadas tecnologías utilizadas en nuestras sociedades globalizadas ponen en peligro nuestra propia existencia. En ese escenario, lo que no ha ocurrido y su potencialidad se convierten en “el objeto de la acción presente”. Partiendo de la teoría de Beck, Jesús María Silva Sánchez, en su texto “La expansión del Derecho Penal: Aspectos de la política criminal en las sociedades postindustriales,” manifiesta que asistimos a un expansionismo penal en donde el riesgo asume un rol determinante en la exigencia de la ciudadanía de mayores protecciones. Tomando la prevención y la seguridad como norte, afirma Silva, el riesgo se pretende reducir al punto en que se coloca toda la carga que esto supone sobre la persona, que se califica como peligrosa, en conflicto con la ley penal. José Luis Diez Ripollés, en su texto “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfocado,” también reconoce en el riesgo el motor para el impulso de una política criminal que tiene la prevención como norte. Sin embargo, a diferencia de Silva, que pone énfasis en su análisis en los riesgos tecnológicos identificados por Beck en sus trabajos, Diez Ripollés observa en el riesgo de la delincuencia común o clásica por parte de la ciudadanía, las causas para una ampliación de la intervención penal. El

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penal luego de los 70, reconoce que las políticas criminales actuariales17 también han sido

moldeadas por el conservadurismo. En lo que atañe a la trayectoria de las políticas sobre violencia

de género en Puerto Rico, el análisis de la influencia del conservadurismo en las mismas es

determinante. Adviértase que, a pesar de que la Ley 54 fue impulsada desde el feminismo

tradicional con la intención de develar las dinámicas de dominación machista que habían sido

históricamente percibidas como privadas por ocurrir en el ámbito doméstico, el resultado fue la

puesta en vigor de una ley que, desde su título, seguía relegando al ámbito de lo privado la violencia

de género.

Con el transcurso de los años, la Ley de Violencia Doméstica ha continuado enmendándose

y en esa dinámica ya no parece tener como único objetivo la protección de las mujeres en una

relación de pareja, sino la protección de cualquier persona, incluyendo a los hombres. Como

resultado, no es extraño para las y los defensores públicos puertorriqueños defender a acusadas

señaladas por hombres como sus agresoras. Ese resultado tan paradójico, puede uno decir, es

consecuencia de cómo el conservadurismo ha moldeado las políticas criminales que se han

impulsado desde el feminismo tradicional. Y es que, en la medida en que se ha cabildeado por

incluir en la categoría de víctima a todos los “posicionamientos identitarios”, las autoridades

policíacas y los operadores judiciales han asumido que puede procesarse a las mujeres cuando se

les imputa haber agredido a sus parejas hombres.

De otro lado, entiendo la posición asumida desde el feminismo tradicional respecto al valor

simbólico que tiene el hecho que el estado dé cuenta sobre cuántos asesinatos son motivados por

el odio o consecuencia de una relación asimétrica de poder que se tolera o se normaliza en la

comunidad política para poder atender la problemática. No obstante, eso no debería implicar la

legitimación de todo el aparato punitivo y mucho menos, la aplicación de una pena de cárcel de 99

años. Pero no es en el expansionismo del aparato punitivo que supone la tipificación, tal cual como

el feminismo tradicional lo propone, en lo que me quiero detener. Después de todo, ese tipo de

asesinato, aun sin llamarle como tal, ya había sido codificado en nuestro Código Penal desde 2014

como un delito de primer grado cuya pena es de 99 años.

riesgo se traduce, por tanto, en la justicia penal en la neutralización del sujeto peligroso. Su neutralización supone un beneficio para la seguridad ciudadana en tanto y en cuanto se evita la comisión de un delito futuro. 17 La justicia actuarial se caracteriza por la adopción en el ámbito de lo penal de las técnicas de “risk management” vinculadas a la industria de los seguros. Así, se maneja el riesgo de determinados sujetos mediante su identificación y clasificación de perfil de riesgo. Ver texto de Jonathan Simon, “Actuarial justice: The emerging new criminal law”.

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Es más importante reflexionar en cómo catalogar como feminicidio un asesinato por el solo

hecho de que la víctima sea mujer también puede invisibilizar otras violencias en las que el estado

asume una actitud de temeridad (reckless). Un ejemplo da cuenta de este fenómeno: Isadora Marie

Nieves (Pinky Curvy) fue ultimada con armas automáticas en una persecución automovilística en

la que también resultó herido el que en ese momento era su compañero sentimental. La joven

asesinada había sido vinculada con el tráfico de drogas ilícitas en la jurisdicción federal

estadounidense en Puerto Rico (¿Quién era Pinky Curvy, la joven que fue asesinada en Hato Rey?,

2020)

En el Observatorio de Equidad de Género de Puerto Rico18, este asesinato ha sido

catalogado preliminarmente 19 como un feminicidio indirecto porque “se entiende que dentro del

mercado ilícito de drogas también existe discriminación y vulnerabilidad de las mujeres por ser

mujeres”.20

En cambio, si se catalogara este asesinato como feminicidio solo porque la víctima es una

mujer, no se aborda la posible motivación, en este caso, de la lucha por el control del tráfico de

sustancias ilícitas en Puerto Rico y toda la violencia que ello genera en nuestra población. Eso

conlleva, en mi opinión, otorgarle impunidad a un estado que, por puro conservadurismo e

intransigencia, continúa combatiendo una guerra en contra de las drogas que solo ha dejado

sufrimiento en las poblaciones más precarizadas en este país.

Lina M. Torres Rivera

Se ha cuestionado si la ampliación de las políticas carcelarias y el endurecimiento de

medidas punitivas iniciadas a mediados de la década de 1970 hasta el presente, que resultaron en

la era del encarcelamiento masivo, representan la justicia de género. Más aún, indagaciones sobre

el asunto apuntan que ciertos feminismos “se han entretejido de forma intrincada con los intereses

punitivos de la política estadounidense contemporánea (y, por extensión, de las políticas

mundiales)” (Bernstein, 2014, p. 282).

18 https://observatoriopr.org/ 19 Desde esta entidad se insiste en la necesidad de que toda muerte de una mujer se cataloga desde su inicio, aunque luego pueda ser modificada, para evitar los prejuicios que, de ordinario, afectan las investigaciones de la policía. Entrevista de Iris Rosario a Debora Upegui Hernánez, colaboradora del Observatorio. Para reacciones: [email protected] 20 Ibidem.

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12

Así, surge un espacio fértil para la criminalización ante las manifestaciones de violencia

hacia las mujeres en distintas sociedades. Por lo general, la primera respuesta suele ser la penal,

es decir, la tipificación de “nuevos” delitos como puede ser el feminicidio.21 Se cae en lo que ha

sido denominado como superstición de la ley al creer que con una ley que castigue de manera

severa y contundente la conducta no deseada, se cumplirán las funciones fundamentales de la

prevención especial y general. O se asume el carácter retributivo de la pena como castigo.

Esta parece ser la tendencia en Puerto Rico con la aprobación del Proyecto del Senado 130,

que propone enmendar el Código Penal de Puerto Rico para incluir el feminicidio y el

transfeminicidio como asesinato en primer grado. Sin embargo, para algunos sectores estas

categorías tienden a ser vagas e imprecisas.

Sonia Zavala López (2021) advierte que “ningún país, de cualquier continente, ha

demostrado que describiendo y colocando un delito específico entre los contemplados en sus

legislaciones penales haya disminuido el fenómeno delictivo respecto a dicha conducta” (p. 129).

Situación que se ha venido manifestando principalmente en México en donde las cifras demuestran

que la tipificación del feminicidio no ha disminuido los asesinatos de mujeres y que incluso, en

algunos momentos, han aumentado (p. 129). En general, los países que han aprobado modificando leyes para incorporar el delito de feminicidio/femicidio

pretenden desarrollar una política criminal con perspectiva de género, ello aunque su funcionalidad revele serias

dificultades culturales y operativas en su aplicación.... (p. 132).

Entonces, ¿queda articulada la intención política de tipificar el feminicidio como expresión

simbólica del derecho penal? ¿Una forma de enviar el mensaje de que criminalizando y

penalizando ciertos comportamientos, se obtendrá seguridad y tranquilidad?

A escasas semanas de iniciar su incumbencia, el gobernador Pedro Pierluisi, emitió la Orden

Ejecutiva OE-2021-213 que declara “un estado de emergencia debido a la violencia de género que

experimenta Puerto Rico” (Bezares, 2021, p. 2). Se pretende con ello promover una política

pública que confiera prioridad a la prevención y atención de la violencia de género a tenor con

reclamos de organizaciones que ofrecen apoyo a sobrevivientes de violencia de género y de

determinados sectores feministas.

21 Diversos sectores han propuesto tipificar el delito de feminicdio como se ha heho en más de una veintena de países del mundo. La ONU define el feminicidio como el “asesinato de una mujer a manos de hombre por machismo o misoginia” pero incluye otras características y condiciones. Según el Observatorio Equidad de Género de Puerto Rico, en 2020 se reportó un aumento de feminicidios en comparación con los reportados en 2019.Véase en el periódico El Vocero, artículo titulado “El año cierra con aumento de feminicidios en la Isla”.

Page 13: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

13

A su vez, nombró el Comité de Prevención, Apoyo, Rescate y Educación de la Violencia de

Género (Comité PARE)22, con el propósito de recomendar medidas y políticas establecidas para

cumplir con los objetivos de la Orden. De igual modo, se ordenó revisar los protocolos de

investigación para los casos de muertes violentas contra las mujeres.

A solicitud del Comité PARE, el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (Bezares, 2021, p. 13),

preparó un primer informe sobre la situación de violencia de género en el país con fecha del 20 de

marzo de 2021. En el mismo indica lo siguiente: Los procesos de evaluación de los sistemas estadísticos requieren de tiempo y recursos necesarios, además de

un minucioso proceso científico. Debido a la urgencia que el estado de emergencia requiere, este informe se realizó

de forma expedita, con muy pocos recursos y en un tiempo relativamente corto. Por lo tanto, lo expuesto en este

escrito no pretende servir de un diagnóstico completo, final y definitivo del sistema estadístico sobre el tema de la

violencia de género en Puerto Rico. Se recomienda que en un futuro cercano se realice un estudio más completo

sobre este tema, que le brinde continuidad a lo aquí expuesto (p. 2).

En el informe se señala, que la violencia es un problema de salud pública 23 y que a pesar de

los esfuerzos gubernamentales, comunitarios y sociales para prevenirla, “continuamos

experimentando una crisis de violencia y de violencia de género” (p. 4). Se indica además, que

ante la urgencia de desarrollar estrategias y políticas públicas dirigidas a su prevención y

mitigación existe la necesidad de “asegurar el monitoreo de las estadísticas sobre violencia” (p. 4).

El informe presenta un inventario de estadísticas sobre violencia de género rendida por varias

agencias u organismos, a saber: Negociado de la Policía de Puerto Rico, Departamento de Justicia,

Cuerpo de Emergencias Médicas, Administración de Tribunales y de la Oficina de la Procuradora

de la Mujer. Dicho inventario se realizó a través de la recopilación de la información disponible

en los portales cibernéticos de las agencias o por solicitud mediante correo electrónico o llamada

telefónica a las correspondientes entidades.

Luego de describir el marco legal estadístico y de manera sucinta algunos programas sobre

violencia de género en Puerto Rico, el Instituto concluye que existe la necesidad de personal

22 Integrado por representantes de las siguientes agencias gubernamentales, personas del sector privado y organizaciones sin fines de lucro: Departamento de la Familia; Departamento de Justicia; Departamento de Educación; Oficina de la Procuradora de la Mujer; Departamento de la Vivienda; Departamento de Desarrollo Económico; Departamento de Salud; Departamento de Corrección; Negociado de la Policía; Instituto de Ciencias Forenses; Instituto de Estadísticas; una persona representante de la Academia; una persona representante de los medios de comunicación; tres representantes de organizaciones sin fines de lucro dedicadas a la lucha contra la violencia de género en Puerto Rico o de servicios a sobrevivientes de violencia de género; y la persona oficial de cumplimiento designada por el gobernador. 23 Aquí se plantea una contradicción entre el modelo salubrista del que dice partir el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico y el asumido por cierto feminismo (tradicional) que busca la validación del modelo penal.

Page 14: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

14

especializado “asignado exclusivamente a los sistemas estadísticos” (Bezares, 2021, p. 11). Por

lo tanto, recomienda que se aumenten los fondos requeridos a estos efectos. Para garantizar la respuesta eficaz y oportuna ante esta crisis se debe priorizar la asignación de recursos humanos,

financieros y técnicos a los organismos gubernamentales para asegurar la atención adecuada a las víctimas y a la

implementación y mejoramiento de los sistemas estadísticas del Gobierno tal y como lo estableen la OE-2021-013

y el Plan de Acción para la Ejecución e Implantación del Estado de Emergencia decretado por el Gobernador (p.

11).

Esto conllevaría mayor inversión en tecnología, crear una página web con estadísticas

actualizadas provistas por diversas agencias que atienden el asunto de la violencia y la necesidad

de una Plataforma Centralizada de Estadísticas, es decir, la creación de un Dashboard para el

Comité PARE (p. 12).

Lo antes expuesto, nos plantea la dificultad de que podríamos concluir que se está legislando

sin contar con los datos e información necesarios previo a establecer alguna política o legislación

en materia penal. En un trabajo anterior,24 hemos puntualizado que es imperativo analizar con

detenimiento no sólo el contenido de las diversas políticas en materia criminal, sino además, sus

contradicciones, límites y costos sociales. Especialmente, cuando las mismas se presentan como

la “única” alternativa posible al problema que se desea enfrentar. Es necesario abrirnos a otras

posibilidades y entendimientos. Reitero, la criminología crítica advierte que es preciso profundizar

en el estudio de las condiciones históricas, sociales, económicas y políticas que de una forma u

otra tienen que ver no sólo con el crimen sino también con las estrategias de control del mismo,

propuestas o implantadas en las sociedades contemporáneas.

Para finalizar esta sección, me permito citar nuevamente a Zavala López, cuando recalca lo

siguiente: Si verdaderamente se aspira a fomentar la cultura del respeto de los géneros a partir de la comprensión cabal de

los derechos de equidad y no discriminación la primera tarea apunta al rediseño de programas educativos desde su

nivel básico (Zavala López, 2021, p. 170).

Aunque menciona también otras alternativas, más adelante, añade que: …la respuesta es simple y contundente: mientras más educada una sociedad menos leyes requiere, en el caso del

derecho penal, menos necesidad de tipos penales en las partes de los códigos estatales y federal (p. 171).

24 Me refiero a nuestra participación en el Primer Congreso de Política Pública y Criminología, celebrado el 10 de noviembre de 2010 en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.

Page 15: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

15

III. La intensificación de los imaginarios punitivos

Madeline Román

Plantea M. Bakhtin en su libro The Dialogic Imagination (1994) que el espacio que cubre una

palabra desborda la palabra misma. En ese sentido, los significantes “castigo”, “culpa”, “penal”

irradian el espacio político, social y cultural en Puerto Rico. En el contexto de la implantación de

un estado de emergencia por violencia de género, otras iniciativas se han venido produciendo las

cuales, con independencia de las buenas o no buenas intenciones de sus proponentes, tienen el

efecto de alimentar, todavía más, disposiciones afectivas de corte punitivo. Entre estas iniciativas,

privilegio el Proyecto del Senado 130 para tipificar como delito el acoso callejero25, la declaración

del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico para crear una “Comisión de la verdad” sobre

asuntos de género26 y la circulación en las redes sociales de un listado en construcción denominado

como “La lista”,27 compuesto de nombres de hombres que son denunciados como “ofensores de

género” de manera anónima, sin explicitar el tipo de actos cometidos, ni la fecha de los mismos.

Si bien, y paradojalmente, el texto del Proyecto del Senado 326 exalta que la intención del mismo

no es que los infractores cumplan pena de cárcel sino más bien instar a una labor de prevención y

educación, la pregunta que habría que hacerse es ¿por qué la misma se tramita bajo el derecho

penal? De otro lado, y como es de conocimiento general, las Comisiones de verdad han sido un

recurso jurídico/político utilizado como parte de la justicia transicional en sociedades que han

atravesado situaciones de violencia extrema y contextos donde, el uso del binomio error/verdad

(mentira/verdad) es, hasta cierto punto, susceptible de ser utilizado dada la polarización extrema

de los conflictos28. Sin embargo, la utilización de este recurso para atender las conflictividades y

violencias asociadas a asuntos de género en sociedades formalmente supeditadas al estado de

derecho, se constituye en una medida que abona al binarismo político clásico “amigo/enemigo”29

25 Ver https://aldia.microjuris.com/wp-content/uploads/2021/01/proyecto-del-senado-130.pdf 26 Documento del 15 de mayo del 2021 del Año de sesiones 2020-2022 del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. 27 Ver https://www.facebook.com/105825338352587/posts/106299858305135/ 28 Esto es, conflictos en los que hay claramente un sistema de dominación absoluto (encarnado en un Estado o un sector poblacional) y una población (civil) absolutamente víctima donde el reclamo de que hay una única verdad de la cosa es mucho mas fácil de esgrimir. 29 Que se traduce en este caso en el binarismo hombre/mujer.

Page 16: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

16

en contextos sociales de mucha mayor densidad, complejidad e hibridez en la que los actos de

violencia de género pueden exhibir una mayor opacidad.30 Finalmente, el problema mayor de listas

donde una cantidad de hombres son denunciados en anonimato y sin explicitación alguna de lo

que se entiende fue su ofensa, es que las mismas se constituyen automáticamente en una suerte de

cacería y/o satanización de las personas sin que medie ningún proceso de dilucidación de estas

denuncias partiendo del entendido (no susceptible de ser cuestionado) de que la mujer dice

“verdad” o bien de que lo que sale por la boca de la mujer es “la verdad de la cosa” . El solo

cuestionamiento de esta premisa es susceptible se ser denunciada como un posicionamiento “no

feminista”.

Iris Rosario

Durante las pasadas semanas, se ha experimentado entre la población mucha tensión luego de

que un sujeto confesase extrajudicialmente el feminicidio de su excompañera, tras ella haber

intentado sin éxito, iniciar un proceso criminal y obtener una orden de alejamiento en los tribunales

de país (Maldonado & Torres, 2021). A este hecho, se añade la muerte de otra mujer a manos,

presuntamente, de su compañero y un cómplice. El móvil habría sido, la negativa de esta a

interrumpir su embarazo (Ayala, 2021). Las dos muertes ocurrieron consecutivamente y los

medios de comunicación no dudaron en explotar ambas noticias. El llamado desde los sectores

feministas tradicionales a la declaración del estado de emergencia se intensificó (Quiles, 2018).

Desde esas organizaciones se responsabilizó al gobierno por su inacción en cuanto a la declaración

de la emergencia. Además, en el caso en el que no se procedió a la expedición de una orden de

alejamiento, se alzaron las voces que responsabilizaron directamente a la juez involucrada por la

muerte de la joven (Telemundo, 2021). En reacción a lo acontecido, la Juez Presidenta del Tribunal

Supremo de Puerto Rico, Maite Oronoz emitió un comunicado en cuyo contenido expresó que “el

rol de la rama judicial era frenar la violencia, brindar seguridad a sus víctimas, y sancionar a los

agresores” (Comunicado de prensa, 2021). Varias organizaciones de defensores públicos y

privados cuestionaron el rol que la Juez Presidenta entendía tenía la rama judicial y enfatizaron el

derecho a un juicio justo e imparcial que debe tener toda persona acusada de delito (Metro, 2021).

Un grupo de abogadas del Colegio de Abogados y Abogadas cuestionó que desde esa institución

30 Es decir, el binarismo dominante/dominado no está tan claro pues ese espacio llamado “sujeto” puede estar atravesado por multiplicidad de posicionamiento identitarios, subjetivaciones, inserciones estructurales distintas, etc.

Page 17: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

17

se hubiesen reprochado las declaraciones de la Juez presidenta (La Perla del Sur, 2021). La

situación se complejizó cuando en el asesinato de la chica embarazada, la fiscalía federal presentó

cargos, elegibles a la pena de muerte, al presunto agresor.

En este clima, el Gobernador firmó una orden ejecutiva y declaró el estado de emergencia por

la violencia de género. A eso, se le suma la lista “Yo te creo” creada en las plataformas de

Instagram y Facebook para que cualquiera que quisiese hacer una denuncia contra un agresor así

lo hiciese. Además, se siguen sumando proyectos de ley como el de la vigilancia constante de

personas acusadas de violencia de género por medio de brazaletes electrónicos (Microjuris, 2021).

De todas las reacciones a los asesinatos ya reseñados, se destaca la responsabilización de la

juez que no otorgó la orden de alejamiento del feminicidio ocurrido. En las redes sociales se

viralizó un “meme” en el que una juez desde el estrado gritaba “no ha lugar” a una mujer que

estaba siendo acuchillada por la espalda por un hombre. La responsabilidad del feminicidio era de

la juez, de acuerdo con la percepción de algunos.

Ese razonamiento, no obstante, presupone que la otorgación de la orden de alejamiento o la

colocación de un brazalete electrónico hubiese evitado la muerte. Sin embargo, la denegatoria por

parte de la juez a la mujer asesinada ocurrió un mes antes de la muerte. Es decir, difícilmente existe

un nexo temporal entre una cosa y la otra. A pesar de lo anterior, se asume con toda convicción

por parte del feminismo tradicional el discurso preventivo: si la juez hubiese otorgado la orden de

alejamiento, Andrea no estaría muerta.

Asistimos a una inmersión total por parte del feminismo tradicional en el discurso de la sociedad

de la prevención y el riesgo. Eso tiene implicaciones políticas importantes porque se espera que se

anticipen acciones que no necesariamente son anticipables. Lo que predomina es una obsesión

con la certidumbre: “en caso de duda sigue el principio de precaución – evade los pasos que crearán

un riesgo de daño hasta que la seguridad esté establecida, se cauto en cuanto a ser cauto, y no

requieras evidencia clara antes de actuar” (Hebenton & Seddon, 2009, pág345). Dicho de otro

modo, y enlazándolo con la reacción de la Jueza presidenta y el llamado del feminismo tradicional

a responsabilizar del feminicidio de Andrea a la jueza que no concedió la orden de protección, se

espera que los operadores judiciales procedan siempre como si estuviesen ante un asesino potencial

para eliminar cualquier riesgo, aunque eso conlleve la privación de la libertad anticipada de un ser

humano y el desdibujamiento del derecho a la presunción de inocencia.

Page 18: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

18

Lina M. Torres Rivera

Garantizar a las víctimas un equitativo acceso a la justicia y una justa representación participativa dentro

de los diversos tribunales, más allá de una versión meramente retributiva en la que queda relegada y

restringida a simple testigo, debe ser uno de los pilares del nuevo orden penal. Su valor no sólo se expresa

cuantitativamente a través del número de delitos denunciados y las posibilidades de éxito en el juicio; es

todavía más valioso el potencial restaurativo de la participación de las víctimas en el sistema penal,

oportunidad con frecuencia destruida por los procesos de victimización secundaria y los altos niveles de

impunidad que persisten en la región, situación que afecta también a las familias.

Verónica Martínez-Solares (2009)

International Organization for Victim Assistance (OVA)

La cita de marras, nos presenta lo que podría entenderse como el otro lado del asunto cuando

hablamos de violencia o crimen. Sabemos que ha habido una mayor activación de grupos u

organizaciones que se han enfocado en aspectos relacionados con la protección, atención y

asistencia de personas víctimas de delitos. En esta dirección, algunos sectores en Puerto Rico

auscultan la posibilidad de “elevar” a rango constitucional la Carta de Derechos de las Víctimas

de Delitos. Esto no es novel toda vez que en algunas jurisdicciones tales derechos son

constitucionalmente reconocidos.31

De igual modo, a nivel internacional diversas organizaciones que han trabajado la temática

victimológica han cabildeado en diversos foros y congresos a favor de un proyecto de Convención

de las Naciones Unidas sobre Justicia y Apoyo a las Víctimas del Delito y Abuso de Poder que

vincule a cada Estado signante (Lima Malvido, 2015, pp. 544-562).

Ante lo que consideran la inercia y falta de compromiso del gobierno con el cumplimiento de

la justicia, el discurso de mano dura, cero tolerancia y mayor punitividad en contra del delito, se

reflejan en diversas estrategias promovidas por la misma ciudadanía. Por tanto, resulta necesario

“reflexionar acerca de la sociedad civil en el ámbito de las políticas públicas del sector seguridad”

(Martínez Solares, 2009, p. 82).

31 “Algunos ejemplos son los artículos dos 50.4 de la Constitución política de Colombia; 83 de la Constitución política de la República de Chile; 20-C de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos; 30 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”. Ver texto de Verónica Martínez-Solares, “Víctimas: una aproximación”. p. 79.

Page 19: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

19

La percepción de inseguridad no sólo está dada por las variaciones en las tasas de criminalidad o las experiencias

de victimización, sino responde también a una dimensión subjetiva sobre la manera en que la ciudadanía y el

Estado hacen frente al problema” (p. 82).

Esto es importante considerarlo a la hora de evaluar las políticas propuestas o implantadas para

encarar la violencia machista y de género.

Otro aspecto relacionado es el papel de los medios de comunicación en la política en materia

criminal y victimal. Sobre este asunto en un Manual de Victimología, se ha señalado lo siguiente: En el estado actual de los medios de comunicación, la falta de análisis en profundidad no favorece opiniones

críticas informadas. Los medios de comunicación pueden tender a la sobrerrepresentación, la infrarrepresentación

y la contribución a los estereotipos sobre algunas víctimas según el tipo de delito, el lugar (país, región) donde se

produce, y los factores personales, interpersonales, contextuales y sociales de víctimas y agresores. (Varona

Martínez, 2015, p. 52).

En ese mismo escrito se plantea la necesidad de examinar el significado, difusión e

interpretación de términos relacionados con la justicia y cómo inciden en la vida cotidiana (p. 53).

Citando un estudio etnográfico sobre el lenguaje utilizado por diferentes agentes de control,

realizado por Michael J. Coyle (2013), se evidencia cómo esas palabras pueden fomentar la

legitimidad de una creciente punición. Para ello pueden valerse, por ejemplo, de la construcción de la víctima ideal y, correlativamente, del "otro" criminal

que merece una tolerancia cero y políticas duras. En este sentido podemos pensar en cómo los medios suelen

transmitir que la justicia que demandan las víctimas está únicamente unida al mayor castigo para el culpable, sin

considerar que, en muchas ocasiones, ni siquiera es detenido o condenado. De esta forma, la palabra víctima se

asocia necesariamente a "mano dura" contra el delincuente (Fuentes 2005), sin que se ponga énfasis en los medios

preventivos, de persecución o de reparación (pp. 53-54).

La rápida intervención y movida de la esfera federal en Puerto Rico en uno de los casos de

violencia de género más connotados y publicitados en el país, con posibilidad de certificacion

como uno que pueda conllevar la aplicación de pena de muerte, da cuenta de lo que aquí se señala.32

Hay que tener presente, que muchas veces lo publicado en los medios no solo afecta a las

personas acusadas de delitos sino que también puede producir victimización secundaria. Sobre

esto último, en su Manual sobre Justicia para las Víctimas, Naciones Unidas ha recomendado

desarrollar una política pública de comunicación social que no vulnere los derechos humanos de

32 Véase noticia de Telemundo, “Féliz Verdejo permanecerá preso sin fianza” y noticia en Univisión “Comisión de Derechos Civiles pide evitar pena de muerte a Felix Verdejo por asesinato de Keishla Rodríguez” . En esta última, el director de la Comisión de Derechos Civiles planteó que la violencia no se resuelve con violencia al pedir que se evite la pena de muerte a Félix Verdejo por la muerte de Keishla Rodríguez.

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20

las víctimas de delitos y exhorta a las y los profesionales de los medios de comunicación masiva

“para que adopten un código ético específico para la cobertura del delito y la victimización”

(International Victimology Website, n.d., p. 85).

Es pertinente puntualizar, que en la la Parte II. Derechos y Obligaciones del proyecto de

Convención de las Naciones Unidas sobre Justicia y Apoyo a las Víctimas del Delito y Abuso de

Poder, Artículo 5- Acceso a la justicia y trato justo, se reitera que los Estados Miembros deben

asegurar que los procedimientos judiciales y administrativos sean sensibles a las necesidades de

las víctimas “sin prejuzgar o rejuzgar al acusado” Lima Malvido, 2015, pp. 548-549).33

IV. Del estado de emergencia como paradoja jurídico/política

Madeline Román

Como es mencionado en la introducción de este texto, el reclamo de un estado de emergencia

sobre asuntos de género es el resultado del trayecto histórico del feminismo carcelario en Puerto

Rico en el contexto del operar del feminismo de Estado y de los imaginarios y políticas punitivas

33 En el campo de la Victimología al igual que en otros campos de los saberes, existen tendencias, perspectivas u orientaciones. Por eso se habla también de victimología tradicional, victimología crítica y victimología feminista, entre otras. De igual modo, la victimidad es analizada e interpretada de manera diversa, como revela esta extensa cita de Myriam Herrera Moreno. “En mitad del debate político-criminal, las víctimas seguirían varadas en una identidad que las marca como incapaces de progresión autónoma, dependientes de los recursos de cierre o desvictimización que el sistema les arroje. La etiqueta de víctima operaría así como «profecía que se cumple a sí misma», invalidando a las víctimas como agentes activos de resistencia y auto-recuperación, y oficializando factores de vulnerabilidad pre-existentes. La victimidad, en tal sentido, en lugar de plataforma de empoderamiento, estaría destruyendo en la víctima sus reservas de resiliencia Por ello, de frente a esta invocada naturaleza debilitante asociada a la condición de víctima, se observan crecientes posiciones de desafío por parte de grupos que, con credenciales vulnerables, rechazan o desafían la victimidad (entre ellos, mujeres, discapacitados, ancianos o víctimas del colonialismo). En especial, la femenina condición de víctima, elevada a arquetipo, ha terminado propiciando una significativa huida de la victimidad de ciertos sectores feministas. Tales sectores entienden que el masivo contacto de la mujer con la etiqueta victimal rinde a ésta un flaco servicio, en términos de empoderamiento social. La quejumbre de la mujer-víctima ante la justicia la estaría exponiendo, bien a ser victimizada por el descrédito, bien a ser victimizada por la condescendencia. Así, el primer paso de esta fuga feminista, se basó en la consigna «from victim to survivor» tendente a la redirección del discurso de la victimidad hacia uno, más enérgico basado en la idea de supervivencia. El proceso se culminaría por la negativa de cierto feminismo a abrazar la victimidad, aspirando, así, a la total liberación de las connotaciones de opresión, mediante una orientación a la autonomía y el emprendimiento”. Véase el ensayo de Herrera Moreno, “¿Quién tema a la victimidad?: El debate identitario en Victimología”, p. 294. Véase también el texto de Jorge Gracia Ibañez, “En nombre de la víctima. Representación social de las víctimas, victimología y deriva punitivista”.

Page 21: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

21

promovidos al interior de la forma en que aparece representada la problemática de la violencia y

de la criminalidad.

Los estados de emergencia son parte de formas excepcionales las cuales se caracterizan por

apartarse del Estado de derecho, en el sentido de que el Estado no tiene que supeditarse a sus

propias leyes. Puede operar fuera del ámbito de la ley so pretexto de estar atendiendo una

emergencia y casi siempre hace uso de las llamadas órdenes ejecutivas. Son formas de Estado que

se salen de la legalidad con permiso de la legalidad misma. La denuncia en torno a cómo estas

formas excepcionales de Estado se han vuelto la norma ha recorrido el planeta entero. En este

sentido, los estados de emergencia son una suerte de cheque en blanco que otorgamos y en la que

el Estado se arroga la decisión final sobre la naturaleza de sus ejecutorias e intervenciones en

nombre de la seguridad.

El hecho de que, tendencialmente, estas formas excepcionales de estado se hayan vuelto la

norma es una expresión del alerta político planteado por Giorgio Agamben en torno a la

contigüidad democracia-totalitarismo en el trayecto de la Modernidad. Para Giorgio Agamben,

esta contigüidad es el paradigma moderno que tendremos que aprender a reconocer (2005, p.1).34

Si bien es plausible pensar que el activismo feminista ha reclamado la implantación de un estado

de emergencia, desde una lectura común y silvestre del significante “emergencia”. Esto es, desde

el sentido de urgencia a la que las difíciles cuestiones de la violencia nos convocan, lo cierto es

que también este reclamo es la consecuencia ‘lógica” de un feminismo que gravita alrededor de la

figura del Estado. Ciertamente, el precio político de esta opción todavía está por verse pero ya

podemos adelantar uno de ellos: la supeditación de cualquier otro lugar de observación a la

primacia de las opciones estatalistas.

Para el profesor de derecho William Vázquez Irizarry, parecería ser que la gente no le importa

la legalidad o no de las ejecutorias del Estado cuando éstas se corresponden a sus intereses y quizás

por eso el feminismo no ha sido capaz de conectar su reclamo con los peligros que éste conforma,

pero como es planteado por Vázquez Irizarry: La legalidad, reclamar que la actuación gubernamental descanse de forma clara en una ley aprobada por

nuestros representantes democráticamente electos y dentro de lo permitido por la constitución, no es un capricho

34 Es decir, contrario al entendido de la teoría política clásica donde “el otro” de la democracia sería el totalitarismo,

Agamben plantea que, ambos, democracia y totalitarismo operan como dos habitaciones contigüas (una al lado del otro) y el tránsito entre uno y otro es más fácil de lo que hemos pensado justo por la capacidad del Estado de operar fuera de la ley con el permiso del propio sistema legal.

Page 22: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

22

de abogados y abogadas. Es un mecanismo básico de control para que el gobierno no abuse de su poder. Ese control

debe existir para cuando no estemos de acuerdo con lo que el gobierno hace. Pero, nunca va a funcionar

correctamente si no lo exigimos también cuando aplaudimos las acciones del gobierno (Vázquez Irizarry, 2020).

Es decir, si bien es igualmente urgente reconocer la violencia constitutiva de la ley, la legalidad

(que el Estado sea capaz de supeditarse a sus propias leyes) es central cuando lo que está del otro

lado son las formas excepcionales de Estado o bien, justamente, cuando la legalidad queda

suspendida y esta suspensión de la ley (Derrida, 1992) no tiene como horizonte la justicia sino un

reforzamiento del imaginario penal.35

¿Será posible darle otros contenidos al Estado de emergencia? Quizás, pero al costo de una

fiscalización agotadora e interminable que condena a los distintos movimientos sociales a orbitar

alrededor del Estado de manera perpetua. Ciertamente, y como ha sido reconocido ya por el

feminismo abolicionista, el Estado no será feminista. ¿Cómo producir sentido entonces de este

reclamo del lado del feminismo? ¿Cómo producir sentido de las maneras en que, un sector

históricamente subordinado (las mujeres), busca resarcirse a partir del fortalecimiento de una

instancia de poder -la ley, el derecho penal- la cual ha sido históricamente utilizada precisamente

para afianzar su propia sujeción? En conversación con una colega del sistema de la Universidad

de Puerto Rico, ésta me plantea que, para ella, todo está vinculado a los fondos que se asignan con

la declaración del estado de emergencia. Pero, si este fuese el caso, la pregunta entonces es, ¿a qué

precio?

Es pertinente también destacar lo que aparece como una suerte de mimetismo mecánico en el

reclamo de un estado de emergencia por violencia de género y reclamos similares. Si bien estamos

al interior de la sociedad globalizada y reconocemos que la mundialización de los problemas

requiere de respuestas globales, prima una suerte de reproducción mecánica e irreflexiva de

reclamos y consignas sin que medie una ponderación detenida de la singularidad y elementos

idiosincráticos de las sociedades en que se activan: en el país “X” se llevó a cabo un “plantón”

feminista, procede el plantón feminista aquí; en “X” lugar se celebró un cacerolazo, viene el

cacerolazo aquí; en “X” lugar se reclama un estado de emergencia, se activa el reclamo aquí.

35 Esta cualificación es importante porque, hay en la obra de Jacques Derrida, una convocatoria a la suspensión de la

ley, pero es una atada a la búsqueda de un juicio “fresco” por parte del juez, a la búsqueda de lo que éste denomina “la justicia como ley”, una suspensión que tiene como finalidad reorientar la ley a partir de la justicia como horizonte. Esto es muy distinto de lo que parece animar el presente reclamo.

Page 23: Feminicidios y estados de emergencia-sometido a revista

23

Al decir de Bahktin (1994), hay palabras (añado, y frases discursivas) que marcan el momento

sociopolítico de una un día, de una hora. El sábado 1ro de mayo del 2021, las personas en Puerto

Rico transitamos por lo que fue la transmisión de 12 horas de noticia ininterrupida en torno a la

indagación pública/mediática del paradero de K.R. (desaparecida y embarazada), la identificación

del hombre que se convirtió en el principal sospechoso y el hallazgo de un cuerpo en la laguna San

José, posteriormente identificado como el de K.R. El despliegue policíaco y de las fuerzas de

seguridad dominan la escena política y mediática cuando de los estados de emergencia se trata.

Capitalizando sobre lo que aparenta ser una sintonía entre Estado y sociedad civil en materia

criminal, como si todos cantáramos en el mismo coro, la atención se vuelca contra los que se

entienden son los perpetradores de crímenes y los juicios mediáticos sustituyen la labor de las

cortes. El FBI, personal de la Policía de Puerto Rico de las distintas unidades, Cuerpo de

Investigaciones Criminales, Unidad marítima de las fuerzas unidadas de rápida acción (FURA)

comandancias, reporteros, redes sociales, ciudadanos en jet skis, familiares y personas en su

carácter singular, se personaron al lugar de los hechos mientras sectores considerables de la

población (toda una observación masiva) recorrieron virtualmente todos los espacios y personas

que fueron objeto de investigación, transmisión que ocluyó toda otra noticia del día (BBC, 2021).

Ciertamente, la conmoción provocada por este trágico suceso, no está remitida exclusivamente

al asesinato de K.R. sino al fenómeno intersubjetivo producido por el combinatorio

policíaco/medios que, solo un momento después, quedó condensado en la frase discursiva “justicia

para K.”, significada invariablemente desde los códigos punitivos. Al final de este día singular, me

pregunté, ¿acaso este será el estado de emergencia en operación? ¿Se reproducirá este mismo

fenómeno cada vez que aparezca una mujer asesinada?¿Es éste el manejo que deseamos? No creo

estar sola en la ponderación de estas interrogantes.

Iris Rosario

Cuando el feminismo tradicional en Puerto Rico comenzó a solicitar la declaración de un estado

de emergencia por violencia de género plantée mis reservas en cuanto a la utilización de ese

discurso (Rosario, 2019). Del mismo modo, alerté sobre las repercusiones que tiene en la praxis el

uso de términos como terrorismo y guerra contra el machismo porque los mismos están demasiado

vinculados con un estado de excepción en cuyo contexto se le permite todo al estado en aras de la

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protección de una parte de la población; se suspenden garantías y derechos y las vidas quedan, de

acuerdo con Agamben (1998) despojadas, desnudas ante el poder del estado.

Desde hace una década, el estado de emergencia ha sido utilizado en Puerto Rico para justificar

la suspensión o la eliminación de derechos constitucionales a través de la implementación de leyes

que supuestamente buscan estabilizar la crisis económica y, por ende, asegurar la gobernabilidad.36

De la misma forma, la emergencia declarada a través de múltiples órdenes ejecutivas por la

pandemia del Covid-19, ha servido para que el estado se empeñe en suspender la utilización de

ciertos escenarios que se conforman como pilares en la tradición jurídico-penal adversativa y oral

puertorriqueña. En medio de esta emergencia, por ejemplo, la Oficina de Administración de

Tribunales de Puerto Rico validó la negativa del Departamento de Corrección de trasladar de las

prisiones a las personas privadas de su libertad a los tribunales para la celebración de los procesos

o para entrevistarse con sus defensores. Lo que se impulsó, en cambio, fue la celebración de

entrevistas y videoconferencias para llevar a cabo vistas judiciales y demás cuando las personas

estuviesen en detención preventiva.

En ese escenario, la emergencia sirvió de pretexto para restringir las dinámicas orales de los

procedimientos penales que en Puerto Rico gozan de jerarquía constitucional. Adviértase que,

contrario a como se hizo en otras latitudes, ni siquiera se contempló por parte del estado la

liberación de personas privadas de su libertad para evitar los contagios por coronavirus. Tampoco

se utilizó de manera adecuada por parte de los tribunales el derecho constitucional a la fianza cuyo

propósito es evitar la detención preventiva que afecta el derecho a la presunción de inocencia.37

Ahora, vacunada la población privada de su libertad, los operadores judiciales y empleados del

Departamento de Corrección, no se ha observado una disminución por parte del estado en el uso

de las videoconferencias.

En el caso de la declaración del estado de emergencia por violencia de género, la orden ejecutiva

que firmó el gobernador de Puerto Rico, permite, por ejemplo

36 Véase Ley Especial Declarando Estado de Emergencia Fiscal y Estableciendo Plan Integral de Estabilización Fiscal para Salvar el Crédito de Puerto Rico, Ley Núm. 7 de 9 de marzo de 2009, 3 LPRA § 8804 (2011) (suspendiendo por dos años la negociación de nuevos convenios colectivos y desconoció ciertos derechos patronales de los trabajadores en Puerto Rico). Adviértase también, y más aún luego del paso del huracán María por Puerto Rico, cómo desde el Departamento de Educación se ha implementado un plan que conlleva el cierre de unas 167 escuelas públicas. 37 La Sección 11 del Art. 2 de la Constitución de Puerto Rico expresa que los acusados tendrán derecho a carearse con los testigos- dinámica que se afecta por las videoconferencias- y a salir en libertad bajo fianza, mientras se celebre el juicio.

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[e]stablecer procesos expeditos para el manejo de casos de violencia de género en los que se garanticen los

derechos de todas las partes y se garantice la seguridad de la persona que sufrió la violencia (Ayuda Legal Puerto

Rico, 2021). Sin embargo, no debemos llamarnos a engaño, los procedimientos expeditos supondrán para

las personas acusadas por violencia de género que los operadores judiciales tomen decisiones, en

cuanto a la otorgación de una orden de protección ex parte, por ejemplo, contemplando sólo los

derechos de la víctima, sin escuchar a la otra parte en un procedimiento adversativo. Expedito

quiere decir, eliminar los llamados tecnicismos o burocracias que protegen a la ciudadanía frente

al poderío del aparato punitivo. En esta atmósfera, el riesgo de un delito pretende llevarse a 0. Ante

la duda, el operador judicial tendrá que conceder una orden de protección, imponer una detención

preventiva, negar el derecho a la fianza, aplicar brazaletes electrónicos y encontrar culpable a todas

las personas acusadas. El estado de emergencia es a todas luces un estado de excepción; supone

erradicar cualquier riesgo para las potenciales víctimas; es darle entera credibilidad a todas los

testigos; y, por tanto, declarar a toda persona acusada como un potencial asesino porque después

de todo, en este discurso, cualquier violencia desemboca en un feminicidio.

Lina M. Torres-Rivera

Como advierte Alessandro Baratta, la respuesta penal tiende a ser, ante todo, una respuesta

"simbólica" y no una respuesta "instrumental".38 Instrumental en el sentido de la teoría utilitaria

de la pena que considera este tipo de intervención como una forma de controlar las situaciones

socialmente dañinas en una sociedad, proteger los bienes jurídicos y los derechos de la mayoría de

los ciudadanos y ciudadanas. Baratta puntualizó, que el control penal: 1) tiende a intervenir sobre

los efectos y no sobre las "causas" de la violencia, o sea, sobre determinados comportamientos con

38 Esta referencia fue extraída de la conferencia ofrecida por el Dr. Alessandro Baratta cuyo título fue “El sistema penal y la reproducción de la realidad social: Violencia estructural y violencia penal” en ocasión del Primer Simposio Internacional sobre políticas criminológicas conteporáneas: Visiones Alternas, celebrado durante los días 25 al 27 de marzo de 1992, en la Universidad del Sagrado Corazón en Puerto Rico. (Trabajo inédito). Participaron también en calidad de conferencistas la Dra. Lolita Aniyar de Castro (Venezuela), la Dra. Christina Jacqueline Johns (Estados Unidos), la Profa. Ana Josefina Álvarez Gómez (República Dominicana) y el Dr. Fernando Tenorio Tagle (México). De Puerto Rico, la Dra. Madeline Román López, socióloga-criminóloga; Dr. Víctor I. García Toro, Trabajador social y criminólogo; Dra. Nitza Hernández López, socióloga y comunicóloga; Lic. Lorenzo Villalba Rolón, administrador de corrección en aquel entonces y la Dra. Lina M. Torres Rivera, socióloga-criminóloga. Es pertinente señalar que la conferencia del Dr. Alessandro Baratta está basada además en su artículo, “Derechos humanos: entre la violencia estructural y la violencia penal: por la pacificación de los conflictos violentos”.

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los que se manifiestan los conflictos, y no sobre los conflictos mismos; 2) interviene sobre las

personas y no sobre situaciones; 3) interviene de forma reactiva y no preventiva, es decir, cuando

las consecuencias de las infracciones se han producido, más no para evitarlas.39 A tenor con esta

línea de pensamiento, vemos por lo tanto, que el sistema de justicia criminal (penal) pretende

proteger la validez de la norma más que a la víctima. Las teorías sociológicas de la pena que han colocado en el centro de atención esta función simbólica, como

la clásica teoría de Durkheim retomada hoy en forma de la llamada teoría de la prevención general positiva,

llamada también de la prevención-integración, reconocen implícita o explícitamente que las penas no

cumplen la función instrumental de eliminar o reducir los delitos. Durkheim incluso, consideraba que los

delitos son "funcionales" dentro de ciertos límites para la realización de la función simbólica de la pena: si

no hubieran infracciones- parece una paradoja- no se confirmarían las normas y los valores vigentes a través

de las reacción social contra ellas (Baratta, Ibidem, p. 449; “El sistema penal…” Op. Cit.) .

Estas concepciones de las funciones simbólicas de la pena desembocan en lo que Baratta

denomina la teoría del neo-retribucionismo “especialmente en los Estados Unidos, es decir, de la

teoría absoluta de la pena, la pena como finalidad en sí misma, la pena ‘justa’ no por los efectos

útiles que puede llevar a cabo en la sociedad, sino por restablecer el orden jurídico violado”

(Baratta, 1992). De esta manera, “la respuesta penal se presenta efectivamente, se legitima, se

utiliza políticamente, no tanto como un manejo real del problema de la criminalidad, sino como

una respuesta, por ende, simbólica a la demanda de pena y seguridad por parte del público de la

política” (Baratta, 1992). De igual modo, resalta que el funcionamiento del sistema de justicia

criminal se presenta como violencia institucional que a su vez reproduce la violencia estructural

expresada en la injusticia y la desigualdad social.

Pero por otro lado, Baratta menciona que existen situaciones en las cuales hay que defender

y rescatar la importancia de la respuesta simbólica. En este sentido, hace referencia a reformas

sobre las normas (leyes) sobre violencia sexual promovidas por ciertos movimientos feministas en

algunos países y a la demanda civil de eliminar la impunidad de grupos militares o paramilitares

que violentaron derechos humanos fundamentales durante el tiempo en que estuvieron en el poder

39 Sobre este aspecto, Baratta señaló que “cualquier progreso que se pueda lograr sobre la ampliación de los derechos de las víctimas, los sujetos destinados a soportar lo peor en las situaciones conflictivas de las que la justicia penal se ocupa, aparecerán frente a esta solo cuando se han transformado en víctimas y no antes de serlo; las consecuencias de la violencia no pueden ser eliminadas efectivamente, sino simbólicamente a través de la pena. Por tal razón, el sistema de la justicia punitiva se presenta como una forma institucional y ritual de venganza. Así como la venganza, dicho sistema interviene en forma de violencia con la pena para compensar simbólicamente un acto de violencia que ya ha sido realizado”. Véase “Derechos humanos: entre la violencia estructural y la violencia penal…”, op. cit., p. 448.

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en determinados países. En estos casos se piensa que la función simbólica constituye una especie

de mensaje para la defensa de los derechos humanos.

Ahora bien, no debemos pasar por alto que el derecho penal ha sido visto también “como

instrumento para articular la protección de las mujeres y sus derechos” (Bodelón, 1998, p. 128).

Por lo tanto, la criminalización se considera una forma de materializar la existencia del problema

de la violencia contra las mujeres y hacerlo reconocible, aunque no así, la solución del mismo. Es decir, lo que los movimientos de mujeres buscaron en muchos casos en el derecho penal fue lo que se

puede denominar como el potencial simbólico del derecho penal, su capacidad de hacer reconocibles como

problemáticas ciertas situaciones (p. 129). Se ha señalado además, que la violencia contra las mujeres es un concepto amplio, que no

se limita a la violencia sexual y que no puede ser tampoco confundido con el feminicidio pues

existen otras formas, como la violencia simbólica, estructural y económica (Benavides, 2015, p.

89). Pero, ¿atiende de manera efectiva e instrumental el derecho penal esta situación? ¿Resuelve

estos conflictos? ¿Qué nos toca como sociedad hacer en contra de la violencia de género?

Relacionado con este y otros temas, al interior de la criminología crítica se disputan actualmente

dos orientaciones o visiones sobre las funciones del derecho penal: la minimalista y la

abolicionista.

V. Comentario final

Como feministas y como estudiosas en el campo de la criminología, el derecho y la ciencia

penal hemos abrazado el abolicionismo como horizonte y como opción teórico/política. Ha sido la

propia trayectoria del abolicionismo lo que ha forzado al reconocimiento de que el sistema de

justicia criminal y las opciones estatalistas son incompatibles con el horizonte político y social

propuesto por el feminismo. Solamente una sociedad fortalecida y profundamente respetuosa de

las diferencias será capaz de superar el estrecho horizonte del punitivismo. Contribuir a producir

esa sociedad es el deseo que anima este reporte a tres voces.

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