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¿Feminismo radical versus trans-feminismo queer? Lola Robles Activista feminista, pacifista y queer Marzo 2017 Prefiero ser un ciborg que una diosa Donna Haraway, Manifiesto para cyborgs Este artículo se dirige a feministas y a cualquier persona interesada en el tema de las identidades de género no normativas y en la teoría queer. No al colectivo trans, pues saben mucho más que yo, aunque si lo leen les agradeceré cualquier aportación que consideren oportuna. Me disculpo por la larga extensión del texto. No se trata de un escrito académico sino de reflexiones personales, aunque trataré de incluir referencias a otros artículos o libros para quien desee profundizar más en la cuestión. Al final del texto aparece el vínculo a una Bibliografía de lecturas que recomiendo sobre transexualidad, transgenerismo, intersexualidad y teoría queer, que incluye tanto ensayos y testimonios como obras literarias (realistas y no realistas). Para todo lo que yo no sea capaz de explicar bien, me remito a ella. Posverdades posmodernas Doña Emilia Pardo Bazán, una de los escritores más ilustres de la historia de la literatura española, con una extensísima obra literaria y ensayística, firme defensora de los derechos de las mujeres, publicó en 1890 el cuento «Un destripador de antaño». En él muestra con cuánta profundidad están arraigadas las supersticiones, las falsedades y el pensamiento irracional y mágico en muchas personas. Se trata de un relato de terror donde lo que más asusta es precisamente la credulidad ante la mentira y el empecinamiento en ella. Aunque ahora lo llamemos posverdad ya que vivimos en una época posmoderna (por mucho que pese a quienes no gustan de los post), me temo que se trata de lo mismo: las mentiras se mezclan con datos auténticos y crean una especie de engendros que circulan por las redes sociales a velocidad vertiginosa. No siempre es fácil distinguir lo verdadero de lo falso y hay demasiadas opciones de encontrar un texto que nos dé la razón aunque no tenga fundamento. A veces creemos que basta con leer un par de artículos para estar informados sobre un tema.

¿Feminismo radical versus trans-feminismo queer? · pensamiento queer considera los géneros como neutros y no tiene en cuenta la jerarquía entre ellos que posibilita la opresión

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¿Feminismo radical versus trans-feminismo queer?

Lola Robles

Activista feminista, pacifista y queer

Marzo 2017

Prefiero ser un ciborg que una diosa

Donna Haraway, Manifiesto para cyborgs

Este artículo se dirige a feministas y a cualquier persona

interesada en el tema de las identidades de género no normativas y

en la teoría queer. No al colectivo trans, pues saben mucho más

que yo, aunque si lo leen les agradeceré cualquier aportación que

consideren oportuna. Me disculpo por la larga extensión del texto.

No se trata de un escrito académico sino de reflexiones personales,

aunque trataré de incluir referencias a otros artículos o libros para

quien desee profundizar más en la cuestión. Al final del texto

aparece el vínculo a una Bibliografía de lecturas que recomiendo

sobre transexualidad, transgenerismo, intersexualidad y teoría

queer, que incluye tanto ensayos y testimonios como obras

literarias (realistas y no realistas). Para todo lo que yo no sea capaz de explicar bien, me

remito a ella.

Posverdades posmodernas

Doña Emilia Pardo Bazán, una de los escritores más ilustres de la historia de la literatura

española, con una extensísima obra literaria y ensayística, firme defensora de los derechos de

las mujeres, publicó en 1890 el cuento «Un destripador de antaño». En él muestra con cuánta

profundidad están arraigadas las supersticiones, las falsedades y el pensamiento irracional y

mágico en muchas personas. Se trata de un relato de terror donde lo que más asusta es

precisamente la credulidad ante la mentira y el empecinamiento en ella.

Aunque ahora lo llamemos posverdad ya que vivimos en una época posmoderna (por mucho

que pese a quienes no gustan de los post), me temo que se trata de lo mismo: las mentiras se

mezclan con datos auténticos y crean una especie de engendros que circulan por las redes

sociales a velocidad vertiginosa. No siempre es fácil distinguir lo verdadero de lo falso y hay

demasiadas opciones de encontrar un texto que nos dé la razón aunque no tenga fundamento.

A veces creemos que basta con leer un par de artículos para estar informados sobre un tema.

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La vieja costumbre de buscar en libros suficientemente documentados ya no parece ser la

opción prioritaria.

Algunas preguntas

─ ¿Hay cerebros femeninos y masculinos? ¿Sexo y género dependen de la biología o son

construcciones culturales y sociales?

─ ¿Existe el síndrome de Harry Benjamin? ¿Y el síndrome de alienación parental? ¿Somos

las mujeres las peores enemigas de otras mujeres?

─¿Las personas transexuales gustan de comportarse según los roles de género tradicionales?

¿Ser transgénero se determina por usar vestimenta y preferir juegos y conductas atribuidas al

sexo contrario al de nacimiento?

─ ¿Quiénes son o pueden ser sujetos políticos del feminismo?

El objetivo de estas preguntas es que nos planteemos hasta qué punto conocemos las

cuestiones tratadas, y por qué damos distintas respuestas (caso de hacerlo) a interrogaciones

similares.

Algunos problemas

La campaña que ha hecho estos días la organización ultraderechista y fundamentalista

religiosa Hazte Oír sobre transexualidad y contra la llamada «ideología de género», mediante

un autobús en el que se afirma: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te

engañen», ni me sorprende ni me quita el sueño, porque esa actitud y

argumentos son esperables en tal entidad. Sin duda hay que destacar la

reacción mayoritaria en contra de la campaña.

Lo que sí me preocupa, me duele como feminista y no llego a comprender

es la postura frente a la transexualidad que mantiene cierto sector del

feminismo, que se presenta cómo «feminismo radical».

No es una cuestión solo de ahora, aunque se ha recrudecido tras la

polémica en las redes a raíz del cierre de la página de la Plataforma Anti

Patriarcado por denuncias de transfobia, polémica en la que no voy a entrar, diré únicamente ,

según lo que he leído, que me parece ha habido mucha violencia verbal por las dos partes

enfrentadas, como suele suceder en estos casos, y, como resulta habitual también, cada bando

ve solo la agresividad contraria y no la propia, justificando si acaso esta última y mostrando

en exclusiva los ataques ajenos.

Por otra parte, en lo que atañe al enfrentamiento entre estos dos bandos, feministas radicales

versus colectivo trans, lo que yo conozco y acerca de lo que opino se refiere a nuestro país y

no a otros como Estados Unidos.

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Lo cierto es que leyendo, a raíz de este conflicto, artículos de una y otra parte, me he

encontrado, con gran pesar y asombro por mi parte, con una serie de opiniones de algunas

feministas radicales que no puedo obviar, por el grado de desinformación, prejuicios e incluso

falsedades que he encontrado en ellos al hablar de transexualidad, transgenerismo,

intersexualidad o teoría queer. Voy a mencionar algunos de ellos.

Haciendo de antemano un poco de historia: fue sobre todo a partir de las Jornadas Feministas

Estatales celebradas en Granada en 2009 cuando el colectivo trans inició un vínculo mucho

mayor que antes con el Movimiento Feminista español y planteó su deseo y necesidad de

formar parte por pleno derecho de él. Muchas mujeres feministas que asistimos al Encuentro

fuimos conscientes de que presenciábamos un momento histórico, crucial, de cambio, la

llegada de algo nuevo, que podía ser muy beneficioso para todo el feminismo y liberador en

lo personal para algunas de nosotras, y nos alegramos. Por supuesto que hubo presencia de

mujeres trans en anteriores Encuentros, pero no de modo tan notable e intenso. Y también, sin

duda, ha habido hombres trans «escondidos» como lesbianas masculinas en el feminismo,

reprimiendo incluso su propia condición porque pensaban que no era la «correcta».

Escondidos, igual que en el resto de la sociedad. En Granada se comenzó a hablar de

transfeminismo y nos animamos a leer sobre teoría queer.

Sin embargo, ya en el propio Encuentro y los días posteriores empezó a darse también una

reacción por parte de algunas mujeres feministas contra esa presencia trans y su intento de

pertenecer al Movimiento. De 2009 hasta ahora he podido escuchar opiniones y comentarios

como los siguientes:

─ Que el colectivo trans, minoritario estadísticamente, intenta sin embargo liderar el

Movimiento Feminista.

─ Que las mujeres trans, por haber sido socializadas como varones en su infancia, mantienen

la interiorización de los privilegios del género masculino y eso se hace evidente en su postura

frente a muchas cuestiones, por ejemplo la prostitución.

─ Que las reivindicaciones trans no son las propias del feminismo y pueden alejarnos o

distraernos de nuestra lucha, con objetivos no prioritarios para nosotras.

─ Que ahora se considera «transgénero» a niñas y niños o personas adultas solo porque

manifiestan predilección por vestimenta, juegos o roles atribuidos socialmente al sexo

opuesto.

─ Que las personas transexuales se ajustan con beneplácito y sin cuestionamiento alguno a los

roles de género más tradicionales, aquellos con los que el feminismo intenta acabar. Por todo

lo cual, lo trans reforzaría el sistema tradicional de género, jerárquico y opresivo para las

mujeres («biológicas»).

─ Que el simple deseo de pertenencia a un sexo o género no resulta un criterio válido para

reconocer esa pertenencia sin más, pues entonces valdría igualmente desear ser una niña

pequeña o una persona de otra raza (o un gato, añado yo).

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─ Que la teoría queer considera el género como algo innato y no cree en la necesidad de

abolirlo, objetivo por el que luchan las feministas radicales. A veces también se dice que el

pensamiento queer considera los géneros como neutros y no tiene en cuenta la jerarquía entre

ellos que posibilita la opresión de las mujeres. Que la teoría queer propone que el género es

algo que se elige voluntariamente, que puede cambiarse, quitarse o ponerse en cualquier

momento, de una manera, parece, un tanto caprichosa.

─ Que la causa de la opresión de las mujeres y de las violencias contra ellas (feminicidio,

ablación, prostitución…), es biológica: el cuerpo de las mujeres, hembras, es el que ataca y

quiere someter el patriarcado.

─ Que solo se puede considerar «mujeres» con derecho a pertenecer al feminismo como

sujetos políticos del mismo a aquellas trans a quienes mediante una intervención quirúrgica de

reasignación de sexo les han sido extirpados sus genitales masculinos y se les ha practicado

una vaginoplastia.

─ Que ha habido casos de varones que se hacen pasar por mujeres trans sin operar para acosar

sexualmente a mujeres y niñas. Que asimismo se han producido violaciones por parte de

presuntas mujeres trans no operadas, ya que siguen teniendo pene. Y que existen individuos

que voluntariamente no modifican en absoluto su apariencia física, atuendo o genitales

masculinos pero exigen ser considerados mujeres trans (el ejemplo que se suele poner es el de

Danielle Muscato).

─ Que debe haber espacios seguros para mujeres, como los baños o vestuarios, donde no

puedan acceder las mujeres trans no operadas, es decir, que sigan manteniendo sus genitales

de nacimiento.

─ Que el colectivo trans plantea exigencias lingüísticas inasumibles para el feminismo

radical, como por ejemplo la petición de que se diga «personas menstruantes» o «personas

embarazadas» en vez de «mujeres menstruantes» o «mujeres embarazadas».

─ Asimismo, que es inadmisible que el colectivo trans denomine como «cis» a las mujeres no

trans, o como «terf» a determinadas feministas.

Algunos artículos como muestra

Voy a poner vínculos a varios artículos donde aparecen algunos de los argumentos anteriores.

Citaré fragmentos, quien lo desee puede consultarlos completos. La lectura de todos ellos

exige tiempo, pero lo creo necesario para informarse al menos de un modo básico. De

cualquier manera, también pueden leerse una vez acabado este artículo, ya que aquí mismo

incluyo algunos extractos de dichos textos.

Artículo nº 1:

«Feminismo radical vs transfeminismo. Comunicado de Plataforma Anti Patriarcado», (12 de

febrero de 2017).

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Este artículo, publicado por las administradoras de la página Plataforma Anti Patriarcado, que

fue cerrada por denuncias de transfobia, explica el conflicto y además contiene casi todos los

argumentos que he mencionado. El problema es que mezcla opiniones y definiciones

correctas con interpretaciones del transfeminismo bastante cuestionables y habría que ir frase

por frase dando una versión diferente de lo que dice. Más abajo en este artículo y de manera

general trataré de plantear una interpretación diferente y creo que más ajustada a la realidad

transfeminista.

Cito:

Hay una violencia específica asociada a la biología femenina […]. Cuando hablamos de violencia específica

por ser mujeres-hembras de la especie humana, nos referimos a temas como: ablaciones de clítoris,

criminalización del aborto, aborto selectivo de fetos femeninos, rituales de desfloramientos, matrimonios

infantiles, inanición por haber nacido niñas, vientres de alquiler, etc. Poner de manifiesto esta realidad y el

hecho de que millones de niñas y mujeres están siendo violentadas y asesinadas por haber nacido

hembras de la especie humana NO ES TRANSFOBIA. Tampoco es transfobia diferenciar estas opresiones

[…] de la exclusión y la violencia que sufren las mujeres trans.

Para el transfeminismo el género es una cualidad personal e individual que posee cada persona. La

identidad de género sería aquella percepción subjetiva de la posición que cada cual tendría dentro de un

espectro que se mueve entre lo femenino y masculino. Es importante resaltar que estas categorías:

“femenino” y “masculino”, son neutras.

El género se performaría externamente a través de la elección de una serie de características como el

lenguaje corporal, la estética, elegir si llevar o no maquillaje, la ropa o cómo peinarse. Estas características

estereotípicas externas serían las que hacen que la sociedad te reconozca como mujer u hombre.

Cada persona tiene una identidad de género innata (masculina, femenina, independiente de su sexo

biológico). Cada persona nace con un sexo biológico (masculino, femenino, intersexual). Algunas personas

transfeministas sostienen que el sexo no es biológico sino una construcción social.

¿De dónde viene la opresión según el transfeminismo? La opresión viene de un sistema binario rígido que

obliga a la persona a identificarse como un hombre o una mujer y castiga a toda persona que no se ajuste a

lo preestablecido (esta opresión no sólo la padecen mujeres sino también hombres, especialmente

aquellos que no se identifican completamente con el modelo prescrito para su género).

¿Cómo luchar contra esta opresión? Pues rechazando el sistema binario e identificándose como proscritos

de género y demandando el reconocimiento de una amplia gama de identidades de género. Según esta

perspectiva, el número ideal de identidades de género podría ser infinito.

Feminismo radical (radical de ir a la raíz de la opresión de la mujer)

El feminismo radical distingue claramente entre sexo y género. Mientras que el sexo se refiere

exclusivamente a nuestra categoría biológica como machos y hembras de la especie humana, sin ninguna

otra connotación a nivel psicológico o de identidad; el género es una construcción social que consiste en

una serie de normas, roles y aspectos identitarios que se atribuyen a uno y otro sexo y que conducen a la

subordinación de la mujer con respecto al hombre.

Así, mientras que el transfeminismo da un valor neutro a los géneros, el feminismo radical analiza los

géneros como una jerarquía.

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Por lo tanto, el género es un sistema jerárquico que subordina a la mujer como clase frente a los varones,

un sistema de poder que utiliza la violencia, la cultura y la coerción psicológica para explotar el trabajo

femenino, el sexo, la reproducción y el apoyo emocional, entre otros, en beneficio de los hombres.

El género sería la opresión de clase de las nacidas hembras humanas.

El género, por lo tanto, NO ES NATURAL NI VOLUNTARIO ya que ninguna persona desea libremente estar

subordinada a otra. El sexo biológico es una característica física de cada persona, y aquellas nacidas

hembras son socializadas, a través de la cultura, en la feminidad.

[…] Para las feministas radicales el número ideal de géneros ¿sería? NINGUNO. Sin la existencia del

patriarcado, no habría necesidad de género.

Una de las consecuencias que se deriva de considerar el género como una cualidad personal individual, y

no como un sistema de opresión colectivo, es que no se analizan las opresiones que sufren las mujeres

como clase. […] Nos aventuramos a afirmar que ésta es la razón por la que tantas/os transfeministas son

firmes defensorxs de la prostitución, de la pornografía y de los vientres de alquiler.

Para el transfeminismo el género no es sólo una cualidad a abolir sino una cualidad a celebrar y

reivindicar ya que no entienden el género como un sistema de opresión donde las mujeres son las

subordinadas. Una y otra visión de género chocan frontalmente ya que para las feministas radicales la

opresión de la mujer es sexual y el vehículo para oprimirla es el género que el patriarcado le impone. Por

lo tanto, las feministas radicales no desean reivindicar el género sino ABOLIRLO ya que es el medio que se

utiliza para OPRIMIRNOS.

Se acusa muchas veces al feminismo radical de ser esencialista. Nosotras pensamos que esencialismo es

defender la idea de que el género es biológico, no construido socialmente.

[…]

Ahora bien, nos resulta muy ofensivo escuchar que las mujeres trans han sufrido las mismas opresiones

que cualquier hembra humana socializada como mujer, ya que no es cierto. Y esto no quiere decir que no

hayan sufrido otro tipo de opresiones, ni que cuando son reconocidas como mujeres no sufran

transmisoginia.

“Explicado todo lo anterior, rechazamos el prefijo “cis”. Se denomina “cis” a una persona cuya identidad

propia coincide con el género que le corresponde a su sexo biológico. El atributo “cis” es tremendamente

opresivo hacia la mayor parte de las mujeres.

Entendemos que el concepto “cis” existe basado en creer que hay algo INNATO en el género, cuestión que

rechazamos por completo. Por ello no podemos autodenominarnos basándonos en un concepto que tiene

su origen en una manera innata de entender el género. Las feministas radicales somos abolicionistas del

género, ya que para nosotras el género es construido socialmente con el fin de someternos, y por lo tanto,

susceptible de ser abolido.

Por otro lado, no creemos que añadir categorías extras entre los dos polos mujer-hombre conduzca a

deshacer el sistema patriarcal ya que nos seguimos basando en el binarismo, en los mismos estereotipos

patriarcales para crear esas subcategorías.

[…] El hecho de que la lucha por los derechos de las mujeres transexuales y la lucha feminista tengan en

común a la mujer como sujeto de la teoría y movimiento feminista, puede dar lugar a que se confundan las

luchas, por eso es importante recordar que la lucha del colectivo de personas trans tiene a la mujer como

sujeto de reivindicación de su identidad y la lucha feminista tiene a la mujer como el sujeto de opresión al

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que liberar. Unas quieren ser reconocidas como mujeres, otras se saben oprimidas por ser reconocidas

como mujeres. Aquella que sea reconocida como mujer, si quiere participar de la lucha feminista, deberá

reconocer las opresiones sufridas por el colectivo en general, aunque a ella en particular no le afecten”.

Artículo(s) nº 2:

Aquí hago referencia a tres artículos. El primero es «Cuando lo trans no es transgresor», por

Laura Lecuona, (16 de febrero de 2017). El segundo, «Cuando lo trans sí es transgresor», por

Siobhan Guerrero McManus, (19 de febrero de 2017), es la réplica al anterior, y por último la

contrarréplica de Lecuona: «Si osas hablar de lo trans y no piensas igual que yo eres

tránsfoba», (22 de febrero de 2017).

Sería conveniente leer los tres textos y echar un buen vistazo a los comentarios. El problema

de los dos artículos de Lecuona es que la autora mantiene una actitud a la vez victimista y

agresiva, muy poco abierta a las críticas (basta leer los títulos de sus escritos). En su segundo

artículo, explicará que ha recogido opiniones ajenas sobre la cuestión, pero el problema es que

casi todas estas tienen un sesgo muy claro y se supone que la autora las comparte. Opiniones

como que el transgenerismo es una moda según la cual si un niño o una niña muestra

preferencias por juegos, vestimentas o actitudes atribuidas al sexo contrario entonces de

inmediato se la o lo define como transgénero.

Dice Lecuona por ejemplo:

Tenía como seis años y mi madre nos llevó a mi hermana y a mí a regalarles juguetes a un niño y una niña

que vendían chicles en el camellón de Barranca del Muerto. En mi memoria los dos se alejan corriendo,

felices, el niño abrazando una muñeca. Se lo comenté extrañada a mi madre, que me explicó que a los

niños también podían gustarles las muñecas. ¡Claro! Yo misma prefería jugar futbol que a la comidita.

[...] En 2017 lo progresista sería declararnos "transgénero" a ese niño y a mí [...].

Se supone que debemos regocijarnos, pero primero analicemos un poco más a fondo. ¿Por qué Avery

Jackson y Joe Maldonado son transgénero? Ah, pues porque no les gustan la ropa y los juguetes

tradicionalmente asociados con su sexo. Recordemos, no obstante, que, como el feminismo ha sostenido

desde hace décadas, el género es un constructo social; los roles de género no son naturales, y es de esperar

que muchas criaturas no encajen en ellos.

[...]

A mí, ganas no me habrían faltado, y tampoco me habría costado trabajo sentirme niño en un mundo que

clasifica los juegos, los gustos, la ropa, los intereses, las aptitudes y los rasgos de personalidad como

"femeninos" o "masculinos". Los juegos "de niños" me divertían más que los "de niñas", y de hecho llegué a

decir que quería ser niño... Es que prefería andar de shorts, playera y tenis que de vestido, ¡mil veces! Mis

padres, un pelín preocupados, me llevaron con una psicóloga, que les aclaró que yo no necesitaba terapia:

tan solo percibía y resentía la manera como esta sociedad insiste en separar lo "propio de hombres" y lo

"propio de mujeres" y en valorar lo primero por encima de lo segundo.

Solo que ahora cabe que mi preferencia por juegos con pelota no se considerara algo normal, sino un

desorden que, para mi realización plena, debía tratarse con hormonas que retardan la pubertad (aunque

pueden tener serios efectos secundarios), y a la larga quizá con cirugía de cambio de sexo. Algunas

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pensadoras afirman que esta nueva práctica de transgenerar a diestra y siniestra es una forma de

eugenesia contra quienes no encajan en los estereotipos y, a fin de cuentas, contra gays y lesbianas.

[...]

A feministas que afirman que el sexo es biológico las tachan de "TERF" ("feminista radical que excluye a

los trans”, el nuevo feminazi), censuran sus conferencias y en Twitter las amenazan de muerte o de

violación (con "penes femeninos", eso sí). Hace unas semanas atacaron la web española Plataforma

Antipatriarcado con el pretexto de que es "transfóbica" (a pesar de sus numerosas muestras de apoyo al

colectivo trans). [...]

Entonces ¿es transgresor ese activismo? ¿Es liberador? Veamos: sus activistas son dogmáticos, pretenden

callar toda crítica, destruyen libros, atacan espacios de mujeres, creen que un niño que no se conforma con

lo que la sociedad quiere de él es "transgénero" ipso facto, les disgusta que a las mujeres se les diga

mujeres (para ellos lo indicado es "personas menstruantes"), consideran anatema decir que una mujer

transexual "nació niño" o siquiera preguntar en qué consiste según ellos ser mujer o sentirse mujer. Lo

más preocupante: al sostener que el género es algo así como una esencia innata y que no está en las

estructuras sociales sino en la mente, les están diciendo a niños y adolescentes que el problema no es la

sociedad sexista sino su propio cuerpo. Es su cuerpo lo que tiene que cambiar y "corregirse".

[...]

Al negar la distinción feminista entre sexo y género se está cambiando una teoría muy clara, coherente y

con un gran poder explicativo por una doctrina que tergiversa los significados de las palabras, es

contradictoria y, lejos de explicar nada, confunde todo. Pero eso sí, nos lo pinta de los colores del arcoíris,

y algunos simpatizantes de los derechos LGBT se la tragan casi por reflejo. Pero, ojo, este nuevo activismo

por la "identidad de género" no solo es antifeminista y hasta cierto punto antigay, sino que trivializa la

experiencia de la misma gente transexual y muchos transexuales se le oponen.

Algunos jóvenes creen que la moderna teoría queer detrás de todo esto es más liberadora que el viejo

feminismo. [...] Defender los derechos de las personas transexuales y la diversidad humana es compatible

con los principios feministas básicos y la libertad individual, pero asegurar que una niña es "transgénero"

porque le gusta subirse a los árboles, no.

Y en la respuesta a una pregunta que se le hace en los comentarios de su segundo artículo,

escribe, en lo que me parece la mejor explicación que da de su propio pensamiento:

«Lo que yo pienso es que hay que respetar los derechos humanos de la gente transexual, pero ese respeto

es compatible con criticar cierta doctrina que ahora está de moda y consiste en creer que las niñas con

gustos e intereses que tradicionalmente se consideran "masculinos", así como los niños con gustos e

intereses que en esta sociedad se asocian con "lo femenino" (y que no son sino una construcción social),

no son simplemente niños que no se amoldan a los estereotipos sino "niños transgénero", y ahora está de

moda (y por alguna extraña razón se considera progresista) someter a esos niños a tratamientos con

hormonas, e incluso hay quienes proponen que se permitan cirugías de reasignación de sexo antes de los

dieciséis años. De acuerdo con mi postura, a todos los niños, independientemente de su sexo, debe

dejárseles explorar sus propios intereses, jugar a lo que quieran y vestirse como quieran. De acuerdo con

la postura que critico, si a un niño le gusta jugar con muñecas eso es señal de que en el fondo es una niña, y

si a una niña le gusta disfrazarse de superhéroe eso es señal de que en el fondo es un niño. Mi postura es la

llamada feminista "radical", pues busca cambiar de raíz las opresiones sociales a las mujeres y las

imposiciones de género y que a la larga desaparezcan esas convenciones limitantes. La postura de Siobhan

Guerrero es la de la llamada "teoría queer", que tiene mucho de antifeminista (aunque trata de

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disimularlo). En resumen, […] creo que la idea de que "el género está en la mente" (que Guerrero suscribe

en cierta medida) definitivamente refuerza los roles de género tradicionales y patriarcales».

No deja de tener razón la autora en algunas de esas argumentaciones, pero en absoluto se

puedan generalizar al pensamiento de todo el colectivo trans. En lo tocante a la teoría queer,

muestra una notable desinformación: por supuesto no es lo mismo transexualidad que

transgenerismo, pero considerar la primera condición como un asunto serio y digno de respeto

mientras que la segunda es solo una moda caprichosa y conservadora en cuanto al género

supone cuanto menos un prejuicio.

En cuanto al tema de las y los menores y si tienen capacidad suficiente para saber si son

transgéneros o transexuales, y si pueden decidir al respecto o hay que protegerlos, parecería

deducirse de los dos artículos de Lecuona que en cuanto un/a menor manifiesta un

sentimiento trans se procede a hormonarle o a orientarle hacia una intervención quirúrgica de

manera irremediable porque esa es la moda. Nada más lejos de la realidad.

En cuanto a la conveniencia de una terapia, desde luego estas son de gran utilidad y hasta

necesarias en algunos casos, pero recordaré que la patologización de lo trans ha sido uno de

los problemas mayores a los que ha tenido que enfrentarse el colectivo. No hay garantías de

que las y los psicólogos en general estén bien formados al respecto y sin prejuicios que

puedan perjudicar más que ayudar.

Artículo nº 3:

«Las últimas perversiones del feminismo», por Lidia Falcón, (8 de marzo de 2017).

Un ejemplo del solapamiento de temas del que hablaré más tarde. Valorativo desde el título y

con frecuencia hiperbólico cuando menos, hay inexactitudes y sesgos al hablar de lo queer.

También se buscan casos extremos para justificar la presunta «perversidad » de las contrarias

ideológicas de la autora. Pongo aquí algunos fragmentos. Si se quiere ir al original y leer

además los comentarios al texto, conviene tomar antes un protector estomacal, dada su

extrema violencia.

Pero lo que desconcierta y desanima es comprobar cómo en este Primer Mundo, que disfruta de los

avances que los movimientos sociales han alcanzado en siglos de cruentas batallas, un sector del MF, más

desinteresado hoy de la lucha por la subsistencia, está derivando a defender reclamaciones que

contradicen la esencia misma del feminismo.

[...]

Federica Montseny, nuestra primera ministra de Sanidad durante la contienda, creó los liberatorios de

prostitución, ofreciéndoles a las mujeres acogida, mantenimiento y formación profesional. Y 80 años más

tarde un sector del feminismo ve con complacencia la explotación de las víctimas, haciendo una infame

campaña a favor de legalizarla, montando incluso una Escuela de Prostitución en Barcelona, que permiten

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tanto ese Ayuntamiento del cambio, como la independentista Generalitat ─que no sabemos si la financia─,

que sólo se ocupa de separarse del resto de España. Supongo que si consiguen la independencia, el

gobierno catalán podrá convertir Cataluña en el prostíbulo de Europa.

[...]

Pues todavía tenemos que conocer nuevas tendencias que vienen a perturbar aún más la ideología

feminista.

¿Ustedes saben lo que son las TERF? No se sientan ignorantes, yo tampoco lo sabía hasta hace dos días.

TERF, acrónimo de trans exclusionary radical feminist, resulta que somos nosotras. Sí, las feministas de

siempre, las que reclamamos desde hace 200 años libertad, igualdad, solidaridad. Ese término se lo han

inventado un grupo de transexuales, apoyadas al parecer por otro grupo de LGTB, que siguiendo la teoría

queer ─aquella que dice que no nacemos con una pretedeterminación de sexo sino que a lo largo de la

vida escogemos variablemente el que queremos─ han decidido que ni el sexo, ni la edad, pueden ser

definitorios.

Para resumir lo que está llenando páginas de webs, de Facebook, de WhatsApps, incluso de libros: una

puede ser mujer u hombre, según lo decida en el momento en que así lo desee, y una y uno, igualmente. Y

si esta transformación ya era conocida, e incluso amparada por las leyes, pero implicaba someterse a los

cambios físicos que acompañan a las características de cada sexo, ahora no. Ahora todo el mundo es un

transformista y puede serlo por la mañana o por la tarde, este fin de semana o el mes que viene. Y del

mismo modo escoge en cada momento la edad que desea. No es preciso tener, o pretender, la apariencia

física correlativa al sexo que se desea.

Una foto de un señor con unos bigotazos negros lleva la leyenda: “Soy una niña de cinco años”. Tal es la

transformación que ha escogido. Y, en consecuencia, se ha sentido con derecho a acosar sexualmente a un

niño de seis. Porque él se siente niña pequeña, y en consecuencia no es un pedófilo ni un pederasta sino un

transgender, y por ello tiene derecho a violar niños. Y quienes nos opongamos a semejantes desquiciadas

fantasías, somos TERF, homofóbicas, transfóbicas y perseguidoras de la libre elección de sexualidad y de

edad.

Lo peor es que algunas conocidas activistas del movimiento LGTB están dando cobertura a tales

peligrosos disparates, y cuando se les lleva la contraria difunden toda clase de críticas, trufadas de

insultos, contra las TERF, que somos nosotras. Incluso se preguntan si no podrían agruparnos a todas y

tirarnos al mar.

Una doctora de EEUU está haciendo campaña a favor de la pederastia, acusando a los TERF de penalizar la

sexualidad infantil como antes se penalizó el amor libre y la homosexualidad. Y en estas polémicas, que

llegan más allá de las palabras puesto que se ponen en práctica abusando sexualmente de niños y niñas,

invierten su tiempo ─alguien también pagará─ las otrora activistas del feminismo.

Y yo pienso, las que a tal campaña se dedican sin duda pocos sufrimientos padecen y menos son capaces

de observar y emocionarse por los de las demás mujeres del mundo. Esas feministas no sólo invierten su

tiempo y su capacidad mental en discutir qué sexo van a llevar hoy, como si fuera el vestido que se

cambian, sino que están siendo el soporte de la campaña que han desencadenado los pederastas para

violar impunemente niños y niñas.

Artículo nº 4:

«La dialéctica de la Teoría Feminista: lo que nos une, lo que nos separa», por Ana de Miguel,

2014.

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Un artículo mucho más elaborado y racional que los anteriores y desde el cual se puede

debatir. Expone ideas similares pero sin caer en falacias de mostrar solo algunos casos

absurdos, estúpidos o terribles. Notable la ironía de la autora. Pese a ella, me ha encantado su

referencia a los «constructos», así que me apropio del término.

Artículo nº 5:

«Por qué es peligrosa la polémica sobre la participación de las trans en espacios feministas»,

por Beatriz Gimeno, (2 de marzo de 2017).

Aquí se explica también la polémica que ha habido, sobre todo en las redes sociales, a raíz del

cierre de la página de la Plataforma Anti Patriarcado (que ha vuelto a funcionar después).

Gimeno da una opinión sobre las relaciones entre feminismo y colectivo trans que me parece

abierta y enriquecedora. Lo incluyo como contrapunto a los demás.

Artículo nº 6:

«Síndrome de Harry Benjamin», por Charlotte T. GA (?), (2006).

Un buen ejemplo de posverdad, es decir, de falacia, mentira, lo que por supuesto no

necesariamente supone que todo lo que se dice sea incierto, sino que lo es la parte

fundamental del escrito. Harry Benjamin (1885-1986), endocrinólogo alemán que vivió y

trabajo en EEUU, fue uno de los primeros médicos que abordó y profundizó en el tema de la

transexualidad. Pero el «síndrome de Harry Benjamin» no existe, es un invento

pseudocientífico, pues no está demostrado en absoluto que la transexualidad sea un tipo de

intersexualidad en el que hay un cerebro masculino en un cuerpo femenino o viceversa. El

artículo además no está firmado convenientemente ni remite a fuentes fiables, solo insiste de

manera machacona en el nombre del supuesto síndrome, parece que como recurso para que se

nos grabe en la memoria. Se trata de textos que se hacen pasar por científicos y quizás

engañen a determinadas personas.

Artículo nº 7:

«Las feministas que no amaban a las mujeres», por Susana Giménez Díaz, (11 de marzo de

2017).

Un artículo lleno de estereotipos sobre las feministas y sobre las relaciones entre mujeres en

general. Desde el principio hay comentarios que muestran una notable desinformación, por

ejemplo la referencia al 8 de marzo como «Día Internacional de la Mujer Trabajadora»

cuando ya hace mucho que es oficialmente el «Día Internacional de la Mujer». Lo pongo para

mostrar un tipo de opiniones que seguramente nos pondrán los pelos como escarpias a las

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feministas, por lo que deberíamos evitar hacer lo mismo cuando nos referimos a otros

colectivos como el trans.

De constructos subversivos y biologías peligrosas.

Estas opiniones las doy desde el activismo feminista, en el que estoy desde hace más de

treinta años. También porque me interesa mucho la cuestión trans y la

teoría queer, ya que me considero en muchos aspectos una persona no

binaria, algo que he aceptado en los últimos años precisamente tras

conocer el pensamiento queer.

Recomiendo ante todo escuchar a las personas trans, pues son las que

más saben de este tema, y leer artículos y libros con cierto rigor, no lo

primero que encontremos en Internet.

Dentro del colectivo trans, incluyendo no solo a las personas

transexuales sino a las transgéneros, no binarias, de género fluido o

cualquier otra posibilidad1, hay muy diversas posturas respecto a casi todos los temas,

empezando por la propia cuestión de la identidad de género. Hay trans regulacionistas y

1 Algunas notas necesarias:

Aunque casi todos estos términos tienen diversas definiciones y están todavía en proceso de reelaboración, se suele considerar transexual a la persona cuya identidad de sexo/género no es la que le fue asignada al nacer sino la opuesta, y por ello se somete a una intervención quirúrgica de reasignación de sexo y a hormonación, o bien puede solo hormonarse ya que no siempre se extirpan por cirugía los genitales de nacimiento, sobre todo en los últimos tiempos. En la mayoría de los casos hay una modificación corporal.

Transgénero se refiere a la persona que vive en el género opuesto al asignado en el nacimiento, pero sin modificar necesariamente su cuerpo.

Es frecuente que se englobe a uno y otro grupo bajo el término general de «personas trans», dado que no siempre es fácil hacer la distinción anterior y ni siquiera puede resultar adecuado.

Una persona «no binaria» sería aquella que se identifica en parte tanto con el género masculino como el femenino. Una persona «agénero» es la que no se identifica con ningún género. El «género fluido» puede referirse a quien cambia de un género a otro.

Tanto estos casos como los anteriores se pueden denominar asimismo de modo general «identidades de género no normativas» (por cierto que muchas feministas entrarían también en este concepto, por su no adecuación a los roles tradicionales y patriarcales de género) hay muchos más términos, igualmente sujetos a continua elaboración y redefinición, así como a diferentes clasificaciones en conjuntos y subconjuntos. Nada extraño en movimientos que se encuentran en proceso de definición también, y en una sociedad que gusta de múltiples etiquetas. Es fácil ridiculizar esta tendencia, pero es fácil ridiculizarlo todo.

Travestido o travesti se refiere a las personas que ocasional o incluso habitualmente se visten con ropa del género opuesto, pero se identifican principalmente con el género asignado al nacer.

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abolicionistas en cuanto a la prostitución. Hay quienes están a favor y quienes se expresan en

contra de legalizar la gestación subrogada. Unxs piensan que la condición transexual tiene un

origen biológico y otrxs no lo creen así. Existen personas trans que se ajustan gustosamente a

los roles femeninos y masculinos más tradicionales, y otras que no lo hacen en absoluto, igual

que entre las personas cis.2

Que yo sepa, ni las mujeres ni los hombres trans lideran los colectivos feministas de nuestro

país. Tampoco he observado que nos hayan impedido dedicarnos a los temas que desde

siempre ocupan al feminismo

Una «terf» no es una feminista «de toda la vida» como se dice en el artículo 3, sino que esa

palabra es un acrónimo de la expresión en inglés « TransExclusionary Radical Feminists», es

decir, una feminista que se muestra excluyente hacia las mujeres trans como sujetos políticos

del feminismo con las mismas condiciones y derechos que las mujeres cis.

Hay feministas radicales que sí admiten a las mujeres trans que han pasado por una

intervención quirúrgica de reasignación de sexo y por ello ya no tienen genitales masculinos,

y sí vagina (mediante una vaginoplastia). Al respecto puedo decir que dentro del colectivo

trans se ha luchado durante mucho tiempo porque la cirugía de reasignación de sexo no sea

imprescindible (sino voluntaria) para conseguir un cambio oficial de identidad.

Es importante tener en cuenta que para hablar de las personas transexuales, al mencionar a un hombre o varón transexual nos referimos a la persona a la cual al nacer se le ha asignado el sexo y género «mujer» pero que se considera varón, y por «mujer transexual» debe entenderse la persona a la que se define como «varón» al nacer pero que se considera mujer. Es decir, hay que nombrar a estas personas de acuerdo con su propia identidad sentida y decidida.

La identidad de género es diferente de la orientación sexual, que puede ser bisexual, homosexual, heterosexual, asexual, etc. Ni las personas trans ni las cis tienen una orientación sexual determinada debido a su identidad de género.

2 «Cis» es un prefijo que se usa como palabra independiente, igual que «trans», para referirse a las personas que se identifican con el sexo y género que les ha sido asignado al nacer. «Cis» significa «en el lado de acá», como por ejemplo en «Cisjordania» o «cismontano». Por «identidad de género» entiendo la autoconciencia de pertenecer a un género (un «yo soy »). «Identidad» no es igual a «género», pues hay otras identidades, y tampoco supone que se asuman unos roles tradicionales o una opresión: se puede luchar contra esta y por transformar o abolir esos roles, como hacen muchas feministas, sin cuestionarse la pertenencia a la identidad de sexo/género en la cual se ha sido asignada al nacer (las feministas por ejemplo no dejan de identificarse mayoritariamente como mujeres, pero intentan subvertir esos roles tradicionales).

Ofenderse por ser llamada «cis» me hace pensar en lo sorprendidas que debieron quedarse algunas personas heterosexuales, quizás incluso mujeres feministas, cuando se les denominó «heterosexuales». Pensar que por ser mujer cis no se tienen privilegios frente a las mujeres trans es como creer que las mujeres blancas no los tienen frente a las de otras razas, ni las nacionales frente a las migrantes, ni las de una clase acomodada frente a las mujeres sin recursos económicos, por mucho que haya opresiones comunes.

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Para mí en efecto una «terf» es una feminista que muestra actitudes excluyentes, transfóbicas

o que repite tópicos sobre el colectivo trans iguales a los que usan los machistas contra las

feministas.

Respecto de los casos que se mencionan de trans violadores, de pederastia o de personas con

una total apariencia masculina, la cual no quieren cambiar aunque desean sin embargo ser

considerados mujeres, creo que utilizar casos aislados o excepcionales, no es un recurso serio

y refuerza el estigma y la marginación de las personas trans, de igual modo que se hizo

durante mucho tiempo con homosexuales y lesbianas acusándoles de múltiples perversiones.

Algunas feministas radicales opinan que las mujeres trans no han sufrido la misma opresión

que las cis y por tanto la lucha no puede ser la misma. En ese sentido recuerdo que, por

mucho que el feminismo radical crea que todas las mujeres forman una sola clase oprimida

por el patriarcado, tendrán que reconocer que la opresión es diferente si es una mujer pobre,

migrante, refugiada, en un país en situación de guerra, lesbiana o perteneciente a una etnia

discriminada, o por el contrario blanca, nacional de un país rico o de clase social acomodada.

En cuanto a la opinión de que las mujeres trans luchan por «ser reconocidas» como mujeres

mientras que las feministas lo hacemos por terminar con la opresión que sufrimos,

simplemente decir que el colectivo trans tiene diversos frentes de lucha y para las mujeres

trans también está el no sufrir violencia machista.

Que algunas feministas radicales se opongan de manera tan rotunda y ridiculicen peticiones o

incluso exigencias lingüísticas del colectivo trans cuando nosotras mismas hemos sido las

primeras en demandar de modo constante (y por cierto muy ridiculizado) cambios en el

idioma, el diccionario y un lenguaje inclusivo, por caminos que a veces se han convertido en

callejones sin salida, es algo que me resulta muy difícil de entender. Cualquier cuestión puede

ser debatida y negociada pero sin caer en las actitudes que tanto nos desagradaron al

recibirlas.

El tema de los baños y vestuarios necesitaría un texto aparte porque tiene mucha más

importancia de lo que parece.

Podría ocurrir en efecto que considerarse transgénero se convirtiese en una moda en este

mundo donde nos dejamos llevar por los criterios impuestos por los medios de comunicación.

A lo mejor empezamos a denominar así a las chicas y mujeres masculinas a las que se

acostumbraba a llamar «marimachos» o «chicazos». Pero en ningún caso la teoría queer o el

activismo trans plantea que eres transgénero masculino porque te guste subirte a los árboles o

jugar al fútbol, o femenino porque prefieras las muñecas. Tampoco se es transgénero

masculino porque una niña haya deseado los privilegios del varón. Y salvo extrañísimas

excepciones, las madres y padres no deciden hormonar u operar de inmediato a sus hijxs

cuando estxs les cuentan que les encanta el fútbol o las cocinitas. Por favor. Esa

simplificación resulta un tanto desatinada. La transexualidad y el transgenerismo, así como

cualquier otra identidad de género no normativas, son condiciones mucho más complejas y

duraderas, aunque se repriman durante años. No afectan solo a la querencia de unos roles o

actividades, ropa o conductas, sino a la relación con los demás, el propio cuerpo, la

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autoconciencia y la autoimagen. Desde luego, no se trata de algo caprichoso ni las gentes

trans se plantean «qué sexo van a llevar hoy, como si fuera el vestido que se cambian».

Otra cosa es que a veces se expliquen de manera simple para una sociedad que no es capaz de

entenderlo de otro modo (un ejemplo: la idea del cerebro, mente o alma de un sexo atrapada

en un cuerpo equivocado, que ya está en desuso). También habría que discutir sobre el porqué

de la dificultad en ocasiones de los discursos trans para hablar sobre su propia experiencia.

Conviene leer el excelente artículo de Sandy Stone «El imperio contraataca: un manifiesto

postransexual» (1981), donde la autora explica cómo el miedo a no ser «aprobados» para la

transición de sexo ha hecho que muchas personas trans prepararan un discurso al gusto de

quien va a oírlo y hasta mintieran.

Debe tenerse en cuenta también que ahora salen a la luz casos que antes se ocultaban,

autorreprimían o se confundían con una orientación sexual no normativa, que es otra cosa.

En cuanto a los comentarios que afirman que si la transexualidad es un deseo de «ser alguien

que no se es» entonces podría compararse a desear por ejemplo ser sueco en vez de español,

niña pequeña en vez de un adulto o lobo en vez de humano… dado que este argumento es

complicado de valorar sin caer en la exasperación. Recordaré que las identidades

heterosexual, homosexual, lésbica o bisexual se definen por sentimientos y deseos además de

por prácticas, y que esas «identidades», por cierto, no tienen por qué ser estables durante toda

una vida. Y no está demás acordarse asimismo de aquella gente heterosexual que cuando

estaba a punto de aprobarse en matrimonio gay decían que por qué no podía casarse de igual

manera una persona con su perro o con su maceta.

Solo añadir: que alguien no pueda entender a las personas trans solo muestra su incapacidad

de comprensión, no que la cuestión sea ininteligible.

Otro aspecto a tener en cuenta es que en esta polémica se solapan diversos temas de tal modo

que eso lleva a la creación de dos bandos con posturas irreconciliables no solo sobre lo trans

sino sobre otras cuestiones. Las feministas radicales serían así abolicionistas de la prostitución

y del género, estarían en contra de legalizar la gestación subrogada, de la pornografía o del

uso del velo por parte de las mujeres musulmanas, mientras que el otro bando (con

denominación confusa, como explicaré de inmediato) sería partidario de legalizar la

prostitución (que no la trata) y la gestación subrogada, y no se opondría a toda la pornografía

ni al uso del velo (evidentemente estoy hablando muy en general). El problema es que

entonces si te manifiestas a favor o en contra de cualquiera de estas cuestiones se supone que

estás en uno de los dos bandos por completo. No es así. Yo siempre he tenido serias dudas

sobre el tema de la prostitución (y me parecería necesario abrir una «tercera vía» al respecto),

no tengo una opinión suficientemente formada sobre la pornografía, no me gusta que ninguna

mujer use un atuendo por obligación (pero tampoco quiero liberar a nadie a la fuerza ni voy a

decirle lo que se tiene que poner o no poner, ya que nunca me ha gustado que me lo digan a

mí) y por último estoy en contra de la legislación que se promueve para la gestación

subrogada, por las muchas trampas que veo en ella, tema del que escribiré cuando esté

dispuesta para recibir pedradas verbales de partidarios del asunto.

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Hacia el fondo del tema

Lo masculino y lo femenino son correlativos que se contienen y se complementan. Sé que es así: la cualidad y la negación de la cualidad están indisolublemente entrelazadas. Pero no sé en cambio en qué consiste la naturaleza de lo masculino y la naturaleza de lo femenino, si involucran al macho y a la hembra […] Aunque he sido hombre y mujer, no conozco todavía la respuesta a estas preguntas. Todavía me dejan perplejo.

Angela Carter, La pasión de la nueva Eva.

He tratado de llegar al fondo de esta polémica porque desde luego hay

una serie de cuestiones que son de interés para debatir. No ha sido fácil,

porque buena parte de los artículos que he encontrado en Internet me

han parecido confusos, con opiniones contradictorias y hasta falsas,

además de bastante agresivas en general. No voy a ir desmontando una a

una estas opiniones porque entonces este texto sería interminable.

Estos son los puntos que me parecen más importantes:

Qué es la teoría queer y el transfeminismo.

La «teoría queer», no es lo mismo que el «transfeminismo». Tampoco

coinciden necesariamente con lo que piensan las personas que integran el colectivo trans. En

cuanto a «ideología de género» es una denominación muy cuestionable. Resulta importante

distinguir todos estos conceptos.

La teoría queer es compleja y diversa. Según lo que yo he leído y entiendo, el pensamiento

queer propone que tanto «sexo» (no «sexualidad») como «género» son construcciones

humanas, sociales y culturales, pero no en el sentido de que sean «inventadas» o se elijan de

manera caprichosa. Lo que ocurre es que nuestra mirada, lenguaje, pensamiento, sociedad,

cultura, religiones, estructuras de poder, dan forma y categorizan y clasifican lo natural o

biológico, y en nuestra sociedad occidental esto se hace en una dicotomía o binarismo de

sexo/género, con dos polos excluyentes, estancos y considerados naturales, esenciales y

permanentes: macho/hembra, varón/mujer, femenino/masculino. Frente a ello, lo queer

propone la existencia no ficticia ni utópica sino real de una mayor flexibilidad y diversidad,

un espectro más amplio.

Ello no quiere decir que deban «anularse» las categorías «varón» y «mujer», del mismo modo

que la homosexualidad, lesbianismo, bisexualidad y otras orientaciones de género no tienen

por qué promover la desaparición de la heterosexualidad.

Tampoco quiere decir que se mantengan las categorías o identidades de género tal como las

conocemos ahora, con la jerarquía entre ellas derivada de la opresión patriarcal. Por supuesto

creer esto depende de que se confíe asimismo en que otro modo de ser mujer o varón es

posible.

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El transfeminismo, que se incardina dentro de las últimas corrientes del feminismo, tiene

influencias no solo de la propia teoría feminista sino del movimiento LGTBI y de la teoría

queer. Propone por una parte ampliar el sujeto político del feminismo a aquellas personas

(como las trans) que también han sufrido la opresión patriarcal. Asimismo, el transfeminismo

enfoca las intersecciones que atraviesan el sujeto «mujeres»: clase social, nacionalidad, etnia,

desde una perspectiva anticapitalista, antirracista y decolonial, que había sido olvidada por

parte del feminismo más institucional y (parece) por parte también del radical.

Y por último encontramos la llamada «ideología de género», denominación donde se mezclan

confusamente el transfeminismo, lo queer y lo trans, y en la que se usa la palabra «ideología»

con intención peyorativa, como si cualquier planteamiento sobre esta cuestión no fuera

también ideológico.

La división sexo/género. ¿La opresión de las mujeres en el patriarcado tiene razones

biológicas?

Empecemos con la distinción sexo/género, aunque simplificando mucho porque se trata de un

tema muy complejo. Es frecuente que el «sexo» se haya entendido como una categoría

biológica, genética, los caracteres sexuales primarios y secundarios de cada individuo y el

«género» como las características psicológicas, sociales y culturales (entre ellas, los «roles» o

estereotipos) asociadas al sexo.

Ahora bien, esta distinción ha sido cuestionada en efecto por la teoría queer (la seria) y por

autoras como Anne Fausto-Sterling (2000, Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la sexualidad). Por una parte, debido a la existencia de cuerpos intersexuales

3,

cuya frecuencia es mucho mayor de lo que se acostumbra a creer. Por otra, porque la división

tradicional en dos sexos puede implicar una construcción, o por lo menos interpretación

cultural de los datos y hechos biológicos (esa «materia» que según las feministas radicales se

nos olvida a las feministas queer).

Fausto-Sterling dice por ejemplo:

«…el sexo de un cuerpo es un asunto demasiado complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia. […] … etiquetar a alguien como varón o mujer es una decisión social. El conocimiento científico puede asistirnos en esta decisión, pero sólo nuestra concepción del género, y no la ciencia, puede definir nuestro sexo. Es más, nuestra concepción del género afecta al conocimiento sobre el sexo producido por los científicos en primera instancia». (Fausto-Sterling, 2000: 17).

3 El término «intersexual» (o «hermafrodita», que no suele usarse ya por haber adquirido connotaciones

peyorativas) se aplica a aquellos individuos que nacen con genitales ambiguos, más o menos predominantes hacia lo masculino o lo femenino. Existen diversos tipos de intersexualidad y no se trata de un fenómeno tan excepcional como podría parecer, aunque resulta muy difícil establecer datos estadísticos seguros a nivel mundial, pues es frecuente aún en muchos lugares su ocultación por parte de las familias. Hasta no hace demasiado tiempo, la solución que se empleaba de manera sistemática cuando la criatura era todavía bebé era asignarle rápidamente uno de los dos sexos (en la mayor parte de casos el femenino, porque resultaba más fácil para la cirugía), a través de una intervención quirúrgica irreversible, lo que provocaba un buen número de errores al crecer la persona y manifestarse en desacuerdo con el género que le habían impuesto.

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Y en otro lugar de la misma obra:

«Nuestros cuerpos son demasiado complejos para proporcionarnos respuestas definidas sobre las diferencias sexuales. Cuanto más buscamos una base física simple para el sexo, más claro resulta que «sexo» no es una categoría puramente física. Las señales y funciones corporales que definimos como masculinas o femeninas están ya imbricadas en nuestras concepciones del género». (Fausto-Sterling, 2000: 19).

El problema es que muchos textos feministas radicales muestran una clara confusión al

enfrentarse a estas dos categorías. Dicen por ejemplo que la teoría queer cree que el género es

innato, cosa incierta, pero en otras ocasiones señala justo lo contrario, que lo queer defiende

una variabilidad un tanto caprichosa de géneros. El feminismo radical sí cree en el sexo como

categoría biológica (la hembra/el macho) y considera el género una jerarquía no innata y la

base de la opresión patriarcal, por lo que pretende su abolición (objetivo muy interesante, sin

duda). Ahora bien, ¿cuál es entonces el sujeto político del feminismo, la «hembra» biológica

o la «mujer» social», o ambas, indisolublemente unidas, coincidentes? Parece que esto

último..

Pero ¿cuál es la causa de nuestra opresión, nuestro sexo o nuestro género, o es que en el

patriarcado no eresultaw posible separar tampoco ambas cosas?

Vayamos al «sexo». ¿Qué define a la hembra-mujer, único sujeto político posible del

feminismo para las radicales? Los roles no, supongo, ya que son impuestos por ese mismo

patriarcado, ni, por la misma razón, ninguna esencia o identidad.

¿Son los cromosomas XX? Pero no se hacen ese tipo de pruebas a todas las personas y, de

hacerse, lo mismo nos llevábamos un buen número de sorpresas al descubrir más casos de

intersexualidad de los que creíamos. ¿Las hormonas, andrógenos y estrógenos que en el

período prenatal conforman cerebros «masculinos» y «femeninos»? Por fortuna, el feminismo

radical no cree en ello y está lejos de haberse demostrado realmente. En todo caso,

suponiendo que se probara que las hormonas determinan algo semejante a una «esencia» o

«identidad» masculina y femenina, esta no tendría por qué suponer por ejemplo que a los

varones les gustara el fútbol y a las mujeres las películas románticas, y menos una jerarquía y

la dominación de una parte de la humanidad sobre la otra. También en el caso de la

homosexualidad se han querido encontrar diferencias cerebrales. ¿Se trata del útero y los

ovarios? ¿El clítoris? ¿Los senos? Habrá que tener en cuenta que ninguna mujer deja de serlo

si los pierde, por cirugía debido a una enfermedad o por una clitoridectomía. ¿Los genitales?

Sin duda, está entre lo primero que se observa en un recién nacido. ¿La vagina? Ah, quizás

sea eso, pero si es solo eso, si identificamos a las mujeres como sujetos políticos del

feminismo por sus vaginas, y en el otro lado de la jerarquía a los varones por su pene,

entonces estamos al mismo nivel que la campaña de Hazte Oír.

Con todo esto quiero señalar no que no se puedan y deban tener en cuenta las características

biológicas que suelen darse en las hembras de la especie humana, sino que la «materia» de los

cuerpos es muy diversa y dividirla en dos únicas categorías sexuales no tiene por qué

corresponder a una realidad «natural» sino a una «construcción» social y cultural.

Vayamos ahora a la cuestión de si son las características biológicas de las mujeres/hembras

las que han condicionado la opresión de estas bajo el patriarcado, tal como indican algunas

feministas radicales para explicar entre otras cosas que las mujeres trans no han padecido la

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misma opresión y por tanto no pueden ser consideradas sujetos políticos del feminismo de

igual manera.

Por supuesto que hay una opresión y violencia específicas sobre las mujeres (feminicidio,

maltrato, ablación de clítoris, violación, acoso sexual, prohibición del aborto y

lamentablemente un largo etcétera), que además continúan hoy y contra las que seguimos

luchando las feministas (supongo que las radicales no pretenderán considerarse las únicas en

hacerlo). Sin embargo ¿hasta qué punto están determinadas esas violencias y opresión por las

características biológicas de las hembras/mujeres? ¿Ha sido determinante la biología?4 ¿Qué

tipo de violencia se ha ejercido sobre las hembras/mujeres que no pueda realizarse sobre otro

cuerpo humano? Hay una: la vinculada al control de la reproducción de la especie, de la que

únicamente son capaces las hembras (fértiles). Controlarla ha sido y sigue siendo, uno de los

objetivos principales del sistema de poder patriarcal, y ha constituido un factor determinante

según muchas pensadoras feministas5. Ahora bien, no excluiríamos de ningún modo a las

mujeres no fértiles de la opresión.

La categoría «mujer» no es solo biológica ni cultural o social, sino un conjunto de diversos

factores 6. De este modo lo biológico es un criterio indudablemente a tener en cuenta,

pero no único ni tampoco válido para excluir a las mujeres trans.

Asociar nuestra opresión fundamentalmente a lo biológico es además un planteamiento muy

peligroso, porque nos vincularía a esa condición oprimida convirtiéndola en un «destino

natural».

Si comparamos el género con la raza, categoría que por cierto ya no es válida científicamente,

podríamos preguntarnos si ha sido esa supuesta condición «natural» o biológica la causante de

la esclavitud o del racismo. Pero la esclavitud no se ha ejercido solo sobre la «raza negra», ni

el racismo está causado por ser blanco, pues realmente fue la situación socioeconómica más

precaria y vulnerable lo que determinó que gran parte de pobladores de África se convirtieran

en esclavos y aunque el racismo y la xenofobia son ideas y sentimientos que se dan en

muchas personas de muchas etnias, suelen ser los factores económicos y sociales asimismo

los que llevan a su triunfo.

¿Significa todo lo que he dicho que la lucha feminista no tiene sentido y no tiene «sujeto»?

Por supuesto que no, pero ese ««sujeto» no es exclusivamente biológico, se trata una

«posición» en una estructura de poder que es posible ocupar por diversos cuerpos

«femeninos» (entendiendo la femineidad no como esencia sino como construcción social,

mezcla de diversos factores dados por la biología y por la cultura). De ese modo no tendría

por qué haber ningún problema para que una mujer transexual, operada (es decir, no solo

después de una intervención quirúrgica con castración de genitales7) o no, formara parte del

feminismo como sujeto político.

4 Ni siquiera la tantas veces mencionada menor fuerza física de las mujeres se puede considerar determinante, sobre todo a partir del momento en que no es la fuerza corporal la que permite el poder en una sociedad.

5 De Lidia Falcón en La razón feminista (1981-1982) a Silvia Federici en Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004). 6 Léase a Fausto-Sterling, Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la sexualidad (2000). 7 Exigir que las mujeres trans estén operadas no para poder ser incluidas en el feminismo es una violencia, y contradictorio con nuestra lucha contra la ablación de clítoris, otra castración. Amputaciones que por cierto se han realizado con impunidad en los casos de cuerpos intersexuales, véase por ejemplo el artículo

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Las estructuras y sistemas de poder buscan categorías donde encarnarse: género, raza, edad,

orientación sexual, nacionalidad, y si es necesario crean y conforman esas categorías a su

gusto, siguiendo esquemas como superior/inferior, dentro/fuera. Y utilizan mecanismos muy

semejantes, por ejemplo la exclusión, el dentro/fuera, yo/lo otro. Es lo que, paradójicamente,

está sucediendo en este caso al excluir a las mujeres trans. Mientras no desvelemos y

transformemos los mecanismos de poder, que están desde luego en el patriarcado, en el

racismo, la homofobia, la transfobia, el capitalismo, pero que se dan igualmente en cualquier

otra estructura, grupo o persona, incluido el Movimiento Feminista (y la excusa de echarle la

culpa a la educación patriarcal ya no es válida) no lograremos acabar con ese poder ni con la

violencia.

¿Hay transexuales que creen que la identidad de género es innata, biológica, que existen

cerebros masculinos y femeninos determinados por ejemplo por las hormonas? Sí. Para una

parte del colectivo transexual, o para las madres y padres de niñxs que muestran sentimientos

trans, la creencia en lo innato puede resultar tranquilizadora, o útil a la hora de solicitar

intervenciones quirúrgicas u hormonación8. Yo no sé si tienen razón o no. En todo caso,

reitero que lo que dice la teoría queer (la seria) no es incompatible con la condición de

aquellas personas trans que se sienten plenamente mujeres u hombres, del mismo modo en

que cuestionar la heterosexualidad obligatoria no obliga a no ser heterosexual.

Abolición del género versus diversidad y flexibilidad de géneros. ¿Qué sería más

liberador?

El planteamiento del feminismo radical en cuanto a la abolición de los roles y del género

mismo es una propuesta muy sugerente y creo que convencería a la mayor parte de las

feministas. Pero hay un problema. Se dio ya con el lesbianismo. La visión tradicional de la

sociedad sobre las parejas lesbianas era que en ellas había una integrante que cumplía el papel

femenino y otra que llevaba el papel masculino (la lesbiana «butch» o «camionera»). El

feminismo criticaba estos roles (por repetir la jerarquía patriarcal), negando su supuesta

existencia en todas las parejas y por supuesto también su inexorabilidad. Hasta aquí, bien.

Pero el feminismo no logró «convencer» a las lesbianas para que no fueran masculinas, y no

me refiero solo a aquellas mujeres lesbianas no feministas, sino a las feministas también. No

lo consiguió pese a imponer unas normas de conducta que consideraba iban a liberar a esas

mujeres lesbianas. He escrito «imponer» con toda intención. Únicamente logró que

determinadas mujeres feministas y lesbianas reprimiéramos nuestra masculinidad por

considerar que no estaba bien vista o incluso que no era «correcta» desde el feminismo, o que

era un problema psicológico nuestro, un sentimiento a transforma Pero lo reprimido sale a la

luz, más temprano o más tarde. Recomiendo sobre esta cuestión el ensayo de Judith (Jack)

Halberstam Masculinidad femenina (1998).

El feminismo radical lucha por la abolición del género porque cree que este conlleva una

jerarquía opresiva. La teoría queer piensa que lo opresivo es la dicotomía tanto de sexo como

de género, considerada como la única posible y «natural» (léase a Donna Haraway y su

Manifiesto para cyborgs, por favor), y propone una mayor diversidad y flexibilidad de ambas

de Cheryl Chase «Hermafroditas con actitud: cartografiando la emergencia del activismo político intersexual» (1998). 8 Añado que el debate entre lo innato y adquirido, lo natural y lo cultural o construido, es viejo como el

mundo y todavía no se ha resuelto.

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categorías, de hecho piensa que ya existen. El colectivo trans tal vez crea en lo innato o lo

adquirido, oponerse a la exclusión que pretende el feminismo radical de las mujeres trans no

operadas (de los hombres trans apenas he hablado, pero imagino que no van a ser

considerados sujetos políticos del feminismo pese a haber sido socializados como mujeres, y

en cuanto a otras posibles identidades de género, no binarias o queer, no sé si no seremos algo

más que un simple objeto de ridiculización por parte de algunas de esas feministas radicales).

¿Y saben lo que yo creo? Que ninguna de estas posturas sería incompatible si fuéramos

capaces de ver nuestras propias posturas y las ajenas no como verdades absolutas y

excluyentes. Disolver la opresión patriarcal aboliendo el género para que no haya ninguno, es

decir, 0, o dinamitarlo con muchas otras posibilidades subversivas que rompan la dicotomía

(los «infinitos géneros» que se dice en uno de los artículos que he vinculado) pueden

conseguir el mismo objetivo (quizás porque si hay algo semejante al infinito es la nada):

llegar a ser soluciones muy semejantes, porque el transfeminismo y la teoría queer también

luchan por acabar con el patriarcado, no solo se dedican a hacer disquisiciones sobre

presuntas entelequias y constructos.

El porqué de la transexualidad (si lo hay)

No tengo la respuesta a esta pregunta y creo que no la hay, todavía, no hay una respuesta

suficientemente válida y comprobada, si es que eso llega a ser posible. Podemos encontrar sin

duda un buen número de artículos y opiniones supuestamente científicos donde se nos plantea

que la transexualidad tiene un origen biológico, innato, por ejemplo se debe a una influencia

de las hormonas (andrógenos o estrógenos) en el embrión o feto durante el período prenatal,

conformando un supuesto «cerebro masculino» en un «cuerpo femenino» o viceversa, pero

esto no se ha demostrado científicamente. Eso sí, como ya he dicho, esta hipótesis puede

resultar tranquilizadora para gran parte de la sociedad e incluso para parte también del

colectivo trans, que así verían «justificada» su condición por razones totalmente ajenas a su

voluntad, logrando una mayor aceptación. Otra parte del colectivo trans sin embargo

rechazará este planteamiento del «cuerpo equivocado respecto al cerebro». Es importante

señalar que la teoría queer (la seria) no plantea en ningún caso que la identidad de género sea

una «opción» como elegir una carrera universitaria. Algo «construido», «cultural» o «social»

no quiere decir eso, sino que no deviene de la «naturaleza» quizás porque no queda muy claro

qué es eso de lo «natural» o «innato» más allá de nuestra interpretación de ello.

La Antropología nos hablará de culturas diferentes a la occidental, en otros lugares o tiempos,

en las que no se ha dado nuestra rígida dicotomía de sexo/género sino otras posibles

variantes9.

La Psiquiatría ha considerado la transexualidad como una patología, una enfermedad mental,

y todavía hoy se habla de «disforia de género» y es necesario un informe psicológico para

poder cambiar la identidad en los documentos oficiales. La psicología o el psicoanálisis, sin

patologizar la transexualidad de la misma manera que lo hace la psiquiatría tradicional,

pueden considerar que se debe a factores de crianza, de relaciones con los padres, etc. Hay

activistas transexuales como Kim Pérez que hablan de casos de transexualidad biológica y

otros de transexualidad «biográfica», denominación esta última que me parece muy acertada.

La religión explicará que a veces hay un alma femenina en un cuerpo de varón y viceversa10

.

Una espiritualidad alternativa o místicas diversas diría que la identidad trans es un deseo de

9 Véase por ejemplo la obra de Nieto Piñeroba Transexualidad, intersexualidad y dualidad de género

(2008).

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alcanzar la androginia primordial y mítica, anterior a la división en dos sexos, de la que

hablaba Platón en El banquete.

Para cierto feminismo radical, la transexualidad y el transgenerismo son un «deseo» de

adaptarse a los roles del género opuesto sin cuestionarlos y sin plantearse que esos roles son

jerárquicos y opresores. Por ejemplo, una persona con genitales femeninos que «desea»

convertirse en hombre en realidad lo que quiere son sus privilegios y su libertad. Y propone

como alternativa la abolición de los géneros y que cada persona pueda desarrollarse como

libremente desee.

En cuanto a la comunidad trans, a la que pongo en último lugar de manera simbólica, porque

pareciera que sigue teniendo menos voz que nadie, aunque en los últimos años

afortunadamente la va tomando y convirtiéndose en sujeto del discurso sobre su propia

situación, remito a ellxs, señalando tan solo que tienen distintas opiniones, como era de

suponer.

Me planteo también hasta qué punto se les puede demandar a las personas trans que expliquen

su propia condición y que hagan un relato aclaratorio para el resto del mundo (que las cis no

hacen). Digo esto porque las personas trans tienen también derecho al respeto, a su propia

intimidad y a contar solo lo que quieran, pues no es problema suyo que no se las pueda

entender.

Tal vez haya más de un factor que explique la transexualidad, dependiendo de los casos,

porque cada persona es diferente. Ahora mismo, la cuestión sigue teniendo mucho de enigma,

igual que muchas otras facetas de la vida humana.

Quizás la literatura sirva para ayudarnos tanto como los ensayos o testimonios. Por eso he

incluido en la bibliografía una serie de obras literarias. Y pondré aquí mismo un ejemplo: la

novela Las sombras (2015) de Juana Cortés Amunarriz. La protagonista de la historia es una

mujer transexual, de quien durante una buena parte de la narración podemos pensar que ha

llegado a convertirse en tal debido a una cuestión de crianza. Tal vez nos enfadará esa

presunta visión, porque la consideremos estereotipada. Pero hay que llegar al final,

sorprendente e impactante. Ahí nos enfrentaremos al misterio que supone toda vida humana y

que en ocasiones nos es tan difícil de aceptar, precisamente porque no podemos comprenderlo

ni controlarlo.

¿La transexualidad refuerza los roles de género tradicionales, jerárquicos y patriarcales,

y por tanto opresores para las mujeres?

Es una idea de la que feministas radicales (ignoro en qué porcentaje) parece que están

convencidas. Creen que las personas trans desean los roles tradicionales, las identidades de

género que según ese feminismo radical son una creación del patriarcado, y que creen en una

«esencia» identitaria masculina y femenina. Pero dentro del colectivo trans hay personas que

se adaptan a los roles tradicionales, igual que por parte de las cis, y otras que no. Sería muy

10

De hecho, en países como Irán, las intervenciones de reasignación de sexo están perfectamente admitidas, mientras que la homosexualidad se penaliza.

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bueno en todo caso que quieran acercarse al feminismo, para reinventar los géneros y vivirlos

de una manera no patriarcal. Tal vez consista en no confundir género con jerarquía.11

Suponer que las personas trans van a repetir lo establecido y a luchar solo por su

reconocimiento y no contra la opresión patriarcal es, como mínimo, prejuicioso.

Y a esta mezcla de miedos, prejuicios e ignorancia que muestran una serie de mujeres

feministas solo se le puede llamar transfobia. Como ha escrito un amigo de Facebook, Helmut

André Melgar: «Falta información, falta leer, falta salir de la ignorancia, falta respeto y falta

amor al prójimo».

Por un feminismo inclusivo para personas trans

Considero que limitar el sujeto político feminista a las mujeres «biológicas» es empobrecedor

y peligroso. Creo en un feminismo inclusivo y no en un territorio a defender a toda costa,

donde cualquier intento de entrada o participación se siente como una amenaza, pues así se

podría llegar a un feminismo profundamente reaccionario y carca, temeroso de cualquier

cambio o presunta intrusión.

Por el contrario como feminista me siento muy orgullosa del deseo de las mujeres trans de

formar parte de este movimiento, ya que eso quiere decir que hemos logrado el objetivo de

convencer de lo beneficioso de nuestras ideas, ni que decir tiene que creo que las mujeres y

hombres trans (un recuerdo especial para ellos) que lo deseen, forman parte con pleno derecho

del Movimiento Feminista.

Me gustaría terminar haciendo una llamada al razonamiento, la escucha y a no empecinarnos

en nuestras ideas como muletas necesarias para caminar. Y que seamos capaces de conversar

sin violencia, por favor (o al menos, sin ver solo la ajena).

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA SOBRE TRANSEXUALIDAD,

TRANSGENERISMO, INTERSEXUALIDAD Y TEORÍA QUEER.

http://escritorasfantastikas.blogspot.com.es/2017/03/bibliografia-sobre-

transexualidad.html

11 Identidad no es = género, jerarquía no es = género, dicotomía no es = género. Hay otras identidades, jerarquías y dicotomías.