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157 LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812 Y SUS CONSECUENCIAS FERNANDO MARTÍNEZ Historia del Derecho Universidad Autónoma de Madrid Índice Histórico Español, ISSN: 0537-3522, 125/2012: 157-193 RESUMEN Este trabajo actualiza el estado de la cuestión sobre la Constitución de Cádiz. En primer lugar, repasa la historia de la historiografía sobre este objeto desde los años cincuenta. En segundo lugar, expone los principales rasgos del debate historiográfico en los últimos veinte años. Estos rasgos son: la internacionalización de este objeto, la asunción de una perspectiva comparada y la extensión de estudios basados en el rechazo de las cate- gorías que los especialistas de Derecho Constitucional utilizan para si- tuar los orígenes de la España contemporánea en la Constitución de 1812. SUMMARY This work updates the state of art on the Constitution of Cadiz. In the first place, it reviews the history of the historiography on this object from the 50s. Secondly it exposes the main characteristics of the debate among historians in the last twenty years. These characteristics are: the inter-

Fernando Martínez Pérez. La Constitución de Cádiz de 1812 y sus consecuencias

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Este trabajo actualiza el estado de la cuestión sobre la Constitución deCádiz. En primer lugar, repasa la historia de la historiografía sobre esteobjeto desde los años cincuenta. En segundo lugar, expone los principalesrasgos del debate historiográfico en los últimos veinte años. Estos rasgosson: la internacionalización de este objeto, la asunción de una perspectivacomparada y la extensión de estudios basados en el rechazo de las categoríasque los especialistas de Derecho Constitucional utilizan para situarlos orígenes de la España contemporánea en la Constitución de 1812.

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    LA CONSTITUCIN DE CDIZ DE 1812 Y SUS CONSECUENCIAS

    FERNANDO MARTNEZHistoria del Derecho

    Universidad Autnoma de Madridndice Histrico Espaol, ISSN: 0537-3522, 125/2012: 157-193

    RESUMEN

    Este trabajo actualiza el estado de la cuestin sobre la Constitucin de Cdiz. En primer lugar, repasa la historia de la historiografa sobre este objeto desde los aos cincuenta. En segundo lugar, expone los principales rasgos del debate historiogrfi co en los ltimos veinte aos. Estos rasgos son: la internacionalizacin de este objeto, la asuncin de una perspectiva comparada y la extensin de estudios basados en el rechazo de las cate-goras que los especialistas de Derecho Constitucional utilizan para si-tuar los orgenes de la Espaa contempornea en la Constitucin de 1812.

    SUMMARY

    This work updates the state of art on the Constitution of Cadiz. In the fi rst place, it reviews the history of the historiography on this object from the 50s. Secondly it exposes the main characteristics of the debate among historians in the last twenty years. These characteristics are: the inter-

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    nationalization of this object, the assumption of a compared perspective, and the coming out of studies based on the rejection of the categories used by the specialists of constitutional law in order to locate the origins of contemporary Spain in the Constitution of 1812.

    FERNANDO MARTNEZ PREZ

    Es profesor titular de Historia del Derecho en la Universidad Au-tnoma de Madrid. Especialista en Historia Constitucional y de la Justicia. Forma parte, desde su fundacin, del grupo investi-gador en Historia cultural e institucional del constitucionalismo en Espaa y Amrica (HICOES). Entre sus publicaciones en este tema destacan: Entre confi anza y responsabilidad. La justicia del primer constitucionalismo espaol 1810-1823 (Madrid, 1999), Ley expresa, clara y terminante. Orden normativo y paradigma juris-diccional en el primer constitucionalismo espaol. Historia Cons-titucional, 3 (2002); Constitucin en Cortes. El debate constituyente. 1811-1812 (Madrid, 2011); y su participacin en Historia y Consti-tucin. Trayectos del constitucionalismo hispano (Mxico, 2010) y en El momento gaditano. La constitucin en el orbe hispano (1808-1826) (Madrid, 2012).

    Introduccin

    19 de diciembre de 2011, el candidato a la Presidencia del Go-bierno de Espaa expone su discurso de investidura en el Con-greso de los Diputados. En esa intervencin se menciona espe-cfi camente el tema que es objeto de estas pginas. En sede de las propuestas de la accin exterior del Estado del nuevo go-bierno, el candidato propone aprovechar el Bicentenario de la Constitucin de Cdiz para estrechar los lazos del vnculo iberoamericano y el papel de la lengua espaola como nexo de unin e instrumento econmico de primer orden, trasladando al mismo tiempo el mensaje del valor de la cultura en espaol y la calidad de nuestra democracia.

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    No ha de extraar que, en un contexto donde la crisis econ-mica condiciona cualquier poltica, la conmemoracin de la efe-mride constitucional gaditana se ponga en valor como marco para el reforzamiento de una identidad hispanoamericana, y esta, a su vez, como instrumento econmico. Obviamente, las efem-rides existen porque quienes las conmemoran encuentran una utilidad de presente a hechos pasados que, de esta manera, son construidos para servir a esa determinada utilidad. Pues el he-cho es hoy notable precisamente por el sentido que le apor-ta un historiador al que le merece la pena, por las razones que sean, conceptuarlo as. Resulta banal recordar esto, y tambin las consecuencias consistentes en la enorme contingencia de las interpretaciones resultantes sobre los hechos califi cados de no-tables. Pero cuando referimos estas consideraciones al objeto que aqu interesa, la Constitucin de Cdiz, la contingencia y pluralidad de interpretaciones se multiplica exponencialmente, y la disputa metodolgica e historiogrfi ca sobre su estudio de-viene irreductible.

    Resulta evidente que cualquier examen de las consecuen-cias de la Constitucin de Cdiz no puede desentenderse ya del contexto en el que se produce ese examen, ya de la opcin his-toriogrfi ca por la que se decante cada especialista. De manera que cualquier enunciacin de unas consecuencias de la Cons-titucin de Cdiz, para su momento, para la historia contem-pornea y aun como legado para el presente, supondra inme-diatamente una toma de posicin tan contingente como la que est en la base del discurso de investidura del presidente del go-bierno de Espaa.

    Por todas estas razones, se proceder aqu, en primer lu-gar, a recordar la historia de las historiografas sobre la expe-riencia constitucional gaditana desde los aos cincuenta has-ta la actualidad, tratando de sealar sus principales etapas y sin entrar en el detalle de los motivos de sus consensos y dis-crepancias. Se har, adems, muy someramente, por razn de espacio y porque con motivo del Bicentenario tambin se mul-tiplica la publicacin de estados de la cuestin y balances

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    historiogrfi cos.1 Solo despus se presentarn los que me pare-cen los puntos de debate fundamental sobre la valoracin de la experiencia gaditana en los ltimos veinte aos. Pues, desde en-tonces, no han variado sustancialmente los trminos de la dis-cusin, salvo en algn aspecto relevante que tiene que ver, pre-cisamente, con la dimensin americana de esta Constitucin.

    Historia de la historiografa constitucional gaditana

    La experiencia constitucional gaditana estaba ciertamente lla-mada a convertirse en mtica desde el momento en que se pro-dujo. Los artfi ces de la revolucin constitucional hispana eran conscientes de estar asistiendo a la divisoria de aguas en un tiem-po histrico. Las tribulaciones posteriores del texto gaditano con-tribuyeron a convertir el conjunto de la experiencia constitucional

    1. Y se remite aqu a algunos de estos trabajos para quien se interese en un mayor desarrollo de las refl exiones sobre el propio quehacer, y en mayor informa-cin de las referencias bibliogrfi cas que sirven de soporte a este repaso de histo-riografa. Esta remisin es obligada porque algunos de sus autores son adems representantes seeros de las diversas sensibilidades que se han tomado en cuen-ta en la elaboracin de estas pginas. Cindome a los aparecidos en los ltimos diez aos FLAQUER MONTEQUI, Rafael. Las Cortes de Cdiz diez aos despus: historiografa y balance. En ARTOLA, Miguel (ed.): Las Cortes de Cdiz. Madrid: Marcial Pons, 2003, pgs. 249 ss.; LORENTE, Marta. Cultura constitucional e his-toriografa del constitucionalismo en Espaa. Istor, Revista de Historia Interna-cional, nm. 16, 2004, pgs. 113-135; FERNNDEZ SEBASTIN, Javier. Cdiz y el primer liberalismo espaol. Sinopsis historiogrfi ca y refl exiones sobre el bicente-nario, y LORENTE, Marta. mbitos constitucionales e historiografa de la Cons-titucin: la nacin doceaista. En LVAREZ JUNCO, Jos; MORENO LUZN, Ja vier (eds.): La Constitucin de Cdiz: historiografa y conmemoracin. Homenaje a Fran-cisco Toms y Valiente. Madrid: CEPC, 2006, pgs. 23-58 y 143-154, respectivamen-te; CLAVERO, Bartolom. Cdiz en Espaa: signo constitucional, balance historio-grfi co, saldo ciudadano. En GARRIGA, Carlos; LORENTE, Marta. Cdiz 1812. La Constitucin jurisdiccional. Madrid: CEPC, 2007. As pues, con algunas excepcio-nes sealadas porque se cite o aluda expresamente a la obra en texto, reservar las notas a las obras aparecidas desde 2006, pues entiendo el balance de Clavero sufi cientemente informativo para las publicadas anteriormente.

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    en mito y a comenzar la historia de la interpretacin constante de su signifi cado. El restablecimiento del sistema en 1820 fue uno de los primeros ejemplos de la fractura de la familia liberal en torno a una diversa lectura del texto constitucional (y, como se dijo entonces, de su espritu). La quiebra del absolutismo, tras la desaparicin de Fernando VII, sigui propiciando relec-turas de la obra gaditana (algunas de ellas debidas a algunos de sus ms destacados protagonistas, como es el caso de las memo-rias de Argelles o del conde de Toreno)2 hasta el punto de que el proceso constituyente que se abri en 1836 se present como una reforma del texto gaditano. Desde entonces, en Espaa, la experiencia constitucional pudo asociarse a una versin progre-sista del constitucionalismo. Y en la misma medida, esta experien-cia se minusvalor por un pensamiento reaccionario que concep-tu el texto gaditano como una copia del texto revolucionario francs, ajeno por ello a la tradicin espaola, y de una aplicacin y efi cacia limitadas en tiempo y espacio. Ni la Restauracin, ni mucho menos la dictadura franquista fueron contextos polticos que favorecieran la conmemoracin de la experiencia gaditana. Y tambin por estas razones resulta pacfi co para la historiogra-fa constitucional espaola, cualquiera que sea el mbito profe-sional o disciplinar en que se incardinen sus autores, reconocer en Los Orgenes de Miguel Artola la obra del pionero que abra camino en un contexto nada propicio.3 Obra no sufi cientemente

    2. Son dos de los ejemplos ms conocidos de esta literatura retrospectiva que los protagonistas del primer constitucionalismo formaron sobre los acontecimien-tos de los que ms o menos fueron testigos. Representantes adems de una visin liberal, han merecido ms de una reciente reedicin. Tal es el caso del CONDE DE TORENO. Historia del Levantamiento, Guerra y Revolucin de Espaa. Madrid, 1839 (VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaqun (ed.): Madrid: CEPC, 2008); (HOCQUELLET, Richard (ed.): Urgoiti: Pamplona, 2008). Tambin ARGELLES, Agustn de. Exa-men histrico de la reforma constitucional que hicieron las Cortes Generales y Ex-traordinarias desde que se instalaron en la Isla de Len..., Londres: Imprenta de Carlos Wood e hijo, 1835 (Bibliolife, 2008).

    3. ARTOLA, Miguel. Los Orgenes de la Espaa Contempornea. Madrid: IEP, 1959. Del carcter revolucionario era consciente el propio autor en aquel tiempo cuando decida utilizar el trmino para titular las separatas de unos escritos que

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    valorada en su tiempo, este libro es hoy considerado por todos un clsico. Esto es, la obra de Artola inaugur la disciplina de la historia constitucional moderna en Espaa: tena a su favor la distancia con el tiempo gaditano, y en contra un contexto pro-fesional y poltico en el que la Constitucin, siempre en sentido moderno, no estaba ni se la esperaba. El trabajo de Artola, como tambin es de sobra conocido, suscit la reaccin de unos histo-riadores agrupados en torno a la fi gura de Federico Surez que haban tomado como objeto de su actividad la experiencia gadi-tana y las tribulaciones de una historia poltica espaola en las primeras dcadas del sigloXIX. Resulta tambin banal aqu abun-dar en los presupuestos y posiciones de uno y otro autor, y en las razones de sus discrepancias que tenan que ver, fundamental-mente, con las consecuencias que, para su presente, pretendan extraer de los episodios que conformaban aquella historia pol-tica. El primero reivindicaba, en una palabra, la modernidad de la experiencia constitucional gaditana, situando en este momen-to los orgenes de la Espaa contempornea. El anlisis del se-gundo enlazaba con aquella visin tradicional sobre esa misma experiencia que la denostaba como copia francesa, ajena a una tradicin poltica espaola, que se supona, a su vez, que no tena que ver con un constitucionalismo de derechos y separacin de poderes. La disparidad de intereses en la reconstruccin del epi-sodio gaditano condicionaba asimismo las perspectivas, las he-rramientas, pero tambin los mtodos de seleccin y aprovecha-miento de fuentes de uno y otro.

    El advenimiento en 1978 de un rgimen constitucional en Es-paa alter sustancialmente el contexto poltico y profesional de los estudiosos que podan llegar a estar interesados en extraer unas nuevas consecuencias de la experiencia constitucional ga-ditana. Como era de esperar, este hecho oblig inmediatamen-

    estn a caballo entre Los afrancesados y Los Orgenes, y que recupera ahora Julio Pardos, ARTOLA, Miguel. La Revolucin espaola (1808-1814) (=Estudios preli-minares en los volmenes de Memorias de tiempos de Fernando VII, Biblioteca de Autores Espaoles, vols. XCVII y XCVIII). Madrid, 1957 (Madrid: UAM, 2010).

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    te a reinventar una cultura constitucional asociada a un tipo de fuente muy particular. El 6 de diciembre de aquel ao se inaugu-raba un sistema poltico establecido a partir de un texto funda-mental, pero no se contaba previamente con una historiografa que, por diferentes motivos, tuviera a la norma y al texto cons-titucional como objeto central de su atencin. En efecto, en las vsperas del advenimiento del rgimen constitucional en el lti-mo tercio del siglo pasado, exista ciertamente una disciplina de Historia del Derecho espaol, de la que hubiera podido supo-nerse la responsabilidad y competencia para hacerse cargo del objeto. Sin embargo, entre fi nales de los setenta y principios de los ochenta la etapa constitucional quedaba por estos lares, sal-vo alguna excepcin, todava lejos de la atencin del historiador ubicado en las Facultades de Derecho. La Historia del Derecho, que haba hecho un gran esfuerzo para incorporar la Edad Mo-derna a los contenidos de los que entenda que deba responsa-bilizarse, solo muy marginalmente se adentraba en el terreno de la Edad Contempornea. Para la Historia del Derecho de pro-fesin ese era an un tiempo que tocaba analizar, sectorialmen-te, a cada uno de los especialistas de derecho positivo. De esta manera, tras la recuperacin de la democracia en Espaa, el es-tudio del momento gaditano qued confi ado a estos juristas de derecho positivo, o a los especialistas de un viejo Derecho po-ltico reconvertidos en politlogos o constitucionalistas. Pero esta dejacin de responsabilidad a favor de los juristas historia-dores tuvo otros motivos tambin de sobra conocidos. En aquel entonces no corran buenos tiempos en el seno de la historiogra-fa profesional para la valoracin del fenmeno jurdico como factor principal de causalidad en la quiebra revolucionaria del Antiguo Rgimen y en el surgimiento del Estado Liberal. La Re-volucin se caracterizaba entonces de burguesa ms que de liberal, y sus etiologas y ritmos ms determinantes poco te-nan que ver con la historia poltica institucional, y an menos con los efectos de una enunciacin normativa, aunque fuera de rango constitucional. Por estas razones la Constitucin de Cdiz devena evento, acontecimiento o episodio que tena, a juicio de

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    aquella historiografa, alcance limitado en la transformacin de la sociedad poltica espaola. Esta transformacin se ubicaba, antes bien, en otros tiempos, como eran, por ejemplo, los aos treinta del Ochocientos. A esta dcada se atribuan algunos pro-cesos que entonces se conceptuaban como mucho ms pertinen-tes, relevantes o determinantes, como por ejemplo los cambios en el rgimen jurdico de la propiedad de la tierra. As, a fi nales de los ochenta poda cundir entre algunos estudiosos incluso la sensacin y preocupacin de que no exista una historia del constitucionalismo. Esto es, que faltaba historiografa que se tomase el fenmeno constitucional en serio, empezando por la pieza gaditana.4

    Los estudiosos del fenmeno constitucional gaditano termi-naron conformndose con leer la Constitucin de Cdiz a travs de las categoras forjadas y proyectadas desde 1978 a 1812 por constitucionalistas necesitados de construir los antecedentes his-tricos de una (para Espaa) nueva dogmtica jurdica.5 La pre-suncin de encontrarse a partir de la crisis de 1808 ante un tiem-po nuevo o, mejor dicho, ya en nuestro tiempo y en nuestro espacio facilitaba, y sigue facilitando, esta labor de identifi cacin y proyeccin. La identifi cacin tambin liberaba, y sigue libe-rando, al especialista de aplicar en el anlisis del fenmeno cons-titucional las reglas del ofi cio que se utilizaban respecto de otros tiempos, que ms claramente se tenan como ajenos, como por ejemplo el cuidado y rigor en la seleccin y tratamiento de las fuentes. La coincidencia con la conmemoracin del Bicentenario de la Revolucin Francesa y sus consecuencias constitucionales, proporcionaba a los constitucionalistas que hacan historia un

    4. CLAVERO Bartolom. Materiales primeros para una historia constitucio-nal de Espaa. AHDE, 59, 1989, pgs. 841-857.

    5. El ms afortunado de los ejemplos de este tipo de literatura es el caso de la obra de VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaqun. La teora del Estado en los or-genes del constitucionalismo hispnico. Las Cortes de Cdiz. Madrid: CEC, 1983. Esta interpretacin sigue vigente y goza de no poco predicamento, de lo que es muestra su recientsima reedicin, Madrid: CEPC, 2011.

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    motivo adicional para seguir centrando el foco en la caracteriza-cin de ese proceso de constitucionalizacin de la sociedad po-ltica espaola, a la luz de los modelos de cultura constitucio-nal que se haban producido en toda Europa.

    Ahora bien, a fi nales de los aos ochenta y principios de los noventa, desde una perspectiva no solo espaola, varios fenme-nos se reunieron y conspiraron para fomentar la atencin hacia la Constitucin y la cultura constitucional. A partir de entonces, no es que no hubiera historia del constitucionalismo. Ms bien, y en esto la situacin espaola no resultaba particular, la histo-ria constitucional apareca como un cruce de caminos donde se encontraban o ms bien se desencuentran especialistas mo-vidos por diversos intereses en su tarea de investigacin. En pri-mer lugar, la historia profesional y contempornea que se haca fuera de las Facultades de Derecho haba desechado ya la po-sibilidad de construir una historia total sobre un paradigma historiogrfi co marcado por la prevalencia estructural y expli-cativa de lo social y lo econmico. Estos especialistas, aunque seguan desconfi ando de la formalidad y artifi ciosidad del dato normativo, reconocan, sin embargo, el carcter estructural de la cultura y las mentalidades, lo que permita entonces empe-zar a dar juego al estudio de un constitucionalismo, entendido como cultura constitucional del tiempo contemporneo. En se-gundo lugar, los historiadores del derecho se hacan eco de esta tendencia y as lo refl ejaba un sector preocupado cada vez ms por el estudio del pensamiento jurdico, de categoras culturales, y menos por una dimensin estrictamente institucional o dema-siado confi ada en la efi cacia de la enunciacin normativa. En esta lnea poda comenzar a entreverse una recuperacin de una his-toria poltica e institucional que no poda dejar de tener el fen-meno constitucional por objeto. Adems, despus de una dcada de rgimen constitucional en Espaa, en el conjunto de la histo-riografa jurdica ya se asuma abiertamente el tiempo y la expe-riencia constitucional como propios de su competencia acadmi-ca y de investigacin.

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    Presente de la historiografa constitucional gaditana: algunos rasgos

    Ahora bien, a partir de mediados de los noventa era posible cues-tionarse todo lo anterior por una razn que es, adems, el pri-mero de los grandes rasgos que informa la produccin cientfi ca sobre este objeto en los ltimos aos. Este rasgo puede enunciar-se como la desvinculacin o autonoma de la historiografa pro-fesional respecto de las categoras, pero tambin respecto de los intereses y motivaciones que hasta entonces haban monopoli-zado la recuperacin de una historia constitucional en el ltimo tercio del siglo pasado. Fue entonces cuando, a pesar de que la literatura sobre la Constitucin de Cdiz no era precisamente es-casa, y que proliferaban en el mercado no pocas historias y evoluciones del constitucionalismo espaol, algunas voces re-clamaban que todava no sabamos muchas cosas del Estado li-beral. Puede incluso llegar a sealarse un momento, un autor y una obra en que se explicitaba esta denuncia. En 1994, Toms y Valiente participaba en el libro homenaje a Miguel Artola con un trabajo titulado Lo que no sabemos del estado liberal, en el que pona de manifi esto que el hecho de contar con abundan-te bibliografa no siempre era garanta de conocimiento de una experiencia constitucional como la gaditana.6 El socrtico reco-nocimiento se concretaba en iniciativas de investigacin. Solo un ao ms tarde, siendo el mismo Toms y Valiente su director, el Anuario de Historia del Derecho Espaol, suerte de rgano de expresin de la historiografa jurdica espaola, haca cuentas con aquella experiencia constitucional. Aquel nmero dedicaba su seccin de estudios a la Constitucin de Cdiz. Cotjese este volumen con el que, apenas cuatro aos antes, inaugur la revis-

    6. TOMS Y VALIENTE, Francisco. Lo que no sabemos del Estado liberal. En FERNNDEZ, E. et al. Antiguo Rgimen y liberalismo. Homenaje a Miguel Artola. Madrid: Alianza Editorial, 1994-1995, vol. I: Visiones Generales, pgs. 137-145.

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    ta Ayer, tambin dedicado monogrfi camente a las Cortes de C-diz.7 El cambio era ms que sustancial.

    Pero la novedad y fortuna o, si se quiere, la diversidad res-pecto del paradigma historiogrfi co existente de algunas de las contribuciones contenidas en el volumen 65 de aquella revis-ta, no obedeca a razones formales de adscripcin discipli-nar.8 Pues, como ponan de manifi esto otras tantas contribu-ciones contenidas en aquel nmero, la historiografa jurdica poda seguir (e incluso sigue) mayoritariamente ubicada en un paradigma interpretativo an tributario de las categoras y conceptos formulados en el seno de la ciencia de derecho p-blico y constitucional.9 Quiere signifi carse con esto que la distinta manera de abordar la interpretacin (y sus conse-

    7. ARTOLA, Miguel (ed.): Ayer, 1, 1991 (=Las Cortes de Cdiz...).8. En cuanto a la fortuna, parece pacfi co entre la historiografa destacar la

    importancia del propio trabajo del director del nmero, que abra el volumen, TOMS Y VALIENTE, Francisco. Gnesis de la Constitucin de 1812. I. De muchas Leyes Fundamentales a una sola Constitucin. AHDE, nm. 65, 1995, pgs. 13-125. Sobre la que hubo traduccin italiana al hilo de ese proceso de internacionali-zacin al que se ha hecho referencia ms arriba, con un ttulo, adems, que ya sealaba la oportunidad de adaptar una perspectiva comparatista, que inclu-so elevaba Cdiz a modelo de constitucionalismo, TOMS Y VALIENTE, Francis-co. Genesi di un costituzionalismo Euro-americano. Milano: Giuffr, 2003. Re-cientsimamente este trabajo, ya de referencia para todos los estudiosos, vuelve a editarse de forma exenta, con prlogo de Marta Lorente, Urgoiti: Pamplo-na, 2012.

    9. En este sentido, vase el nmero extraordinario de la Revista de la Fa-cultad de Ciencias Sociales de la Universidad Miguel Hernndez, nm. 5, 2009, dedicado a la Constitucin de Cdiz, que, en principio, debera haber acogido las intervenciones en el Congreso Vigencia y repercusiones de la Constitucin de Cdiz, segn noticia aparecida en Historia Constitucional, nm. 10, 2009, pero que ahora encontramos en la obra colectiva ESCUDERO, Jos Antonio (dir.): Cortes y Constitucin de Cdiz. 200 aos. Madrid: Espasa Fundacin del Pino, 2011. En el mismo sentido MORENO ALONSO, Manuel. La Constitucin de Cdiz. Una mirada crtica. Sevilla: Alfar, 2011, que incorpora una edicin del texto constitucional glosada por el autor. En la misma lnea se mueve, con alguna excepcin, la obra colectiva de significativo ttulo El legado de las Cortes de Cdiz. GARCA TROBAT, Pilar; SNCHEZ FERRIZ, Remedio (coords). Valencia: Tirant, 2011.

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    cuencias) de la experiencia constitucional gaditana, no tena (ni tiene) que ver con la adscripcin disciplinar o acadmica de los estudiosos.10

    Porque los autores que protagonizan la operacin de rein-terpretacin de la experiencia constitucional gaditana vienen a coincidir con los que practicaban, desde los aos sesenta, una historia de las instituciones de la Edad Moderna guiada por un modo de mirar diferente al entonces dominante en el seno de la historiografa jurdica. Esto es, son algunos de los especialistas incardinados en lo que Hespanha ha denominado historiogra-fa jurdica crtica los que afrontan la historia cultural e insti-tucional del constitucionalismo espaol, trasladando a este tiem-po de ruptura las herramientas forjadas en la reconstruccin de las experiencias jurdicas medievales y modernas.11 La apuesta por una lgica de la discontinuidad y la utilizacin de un pa-radigma interpretativo no estatalista en la reconstruccin del pasado jurdico son dos postulados de esta forma alternativa de hacer historia que, ensayados hasta entonces para tiempos y es-pacios indubitadamente tenidos por ajenos como el medieval o el moderno, se predican ahora de otros que la dogmtica jurdi-co constitucional quera (y sigue queriendo) hacer pasar ya como propios. Veremos en el siguiente epgrafe que la utilizacin de esta metodologa ha sido rica en consecuencias para una rein-terpretacin sustantiva del primer constitucionalismo hispano. Pero en este momento conviene apuntar que la desvinculacin de una historiografa profesional respecto de las categoras, ob-jetivos e intereses de la fundamentacin histrica de la dogm-tica jurdico-constitucional, de entrada ha generado una nueva

    10. Un ejemplo del reconocimiento de diversas orientaciones en el seno de la historiografa jurdica es el ltimo nmero publicado del Anuario de Historia del Derecho Espaol, nm. 81, 2011, dedicado tambin a la conmemoracin del Bicen-tenario de la Constitucin de Cdiz, y en el que entran a partes iguales las apor-taciones que pueden incardinarse en las corrientes de una historia constitucional tradicional o crtica.

    11. HESPANHA, A. M. Cultura jurdica europea, Sntesis de un milenio. Madrid: Tecnos, 2004, caps. 1-3, pgs. 15-57.

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    preocupacin por una distinta lectura de las fuentes ms transi-tadas, y ahora ms reeditadas.12

    Tambin otros historiadores no juristas han comenzado a abor-dar el estudio de una cultura constitucional, que poda tener la Constitucin de Cdiz por objeto. Desemboca esta tendencia en una historia de los conceptos como heredera de esa historia que tomaba las mentalidades y la cultura como elemento estructural entonces, y explicativo ahora, de las sociedades pretritas.13 Esto es, la historia profesional y un sector de los historiadores juristas tratan de reconstruir los sentidos locales de unos signifi cantes que resultan hoy familiares, intentando desentraar con ello las claves estructurales de la mentalidad de la sociedad poltica hispana para unas coordenadas espacio-temporales, que no tienen ya que regir-se ni estar delimitadas por acontecimientos polticos ni por eventos normativos. De manera que han aparecido propuestas como la de Portillo que concepta el constitucionalismo gaditano como el punto de llegada de un itinerario cultural que arranca en el ltimo tercio del sigloXVIII y que abarca ms espacio que el peninsular.14

    12. Porque, en efecto, a partir de los aos ochenta un contexto de nuevo cons-titucional invitaba a la recuperacin y reedicin de fuentes normativas y doctri-nales (principalmente impresas) del constitucionalismo espaol. En esta empresa no se ha cejado desde entonces. Pero son fundamentalmente reediciones o reim-presiones, de materiales ms o menos conocidos, que sirven a la generalizacin del mito. En este sentido, ha de citarse la coleccin de Clsicos del Centro de Es-tudios Constitucionales, ahora Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, que tiene continuidad en el muy meritorio esfuerzo editorial en coleccin dedicada especialmente a la conmemoracin del bicentenario. Pero, adems, la renovacin o, por mejor decir, la incorporacin de una historiografa constitucional no de-pendiente de dogmtica jurdico constitucional, ha llevado a un inters por recu-perar textos ms escondidos, pero tambin las ediciones originales de las fuentes ms emblemticas, como la propia constitucin, la de su proyecto y la del discur-so preliminar al mismo; o ahora la de su debate constituyente.

    13. Ejemplo de los resultados que cabe esperar de esta historia conceptual son los que resultan de las investigaciones promovidas por FERNNDEZ SEBASTIN, Javier, responsable ahora del Diccionario poltico y social del mundo iberoameri-cano. Madrid: Fundacin Carolina, SECC/CEPC, 2009.

    14. PORTILLO, Jos Mara. Revolucin de nacin. Orgenes de la cultura consti-tucional en Espaa, 1780-1812. Madrid: CEPC, 2000.

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    El segundo rasgo que, a mi modo de ver, caracteriza y aco-muna las distintas propuestas historiogrfi cas sobre la Consti-tucin de Cdiz en los ltimos aos consiste en la internacio-nalizacin del objeto y del esfuerzo de investigacin. A partir de los aos noventa se comenz a cuestionar la insercin de la ex-periencia gaditana en el contexto europeo pero tambin en el ame-ricano. Concurren varios fenmenos que propiciaron este efec-to. Adems del sealado de la conmemoracin de la Revolucin Francesa, existi entonces un inters por empezar a identifi car los rasgos esenciales de las tradiciones constitucionales europeas. En este sentido, los estudiosos de la Constitucin de Cdiz parti-cipan de un debate europeo avivado por la efemride de un cons-titucionalismo atlntico, pero tambin por la reaccin surgida en mbitos como el italiano al encasillamiento de su constitu-cionalismo como derivado del modelo revolucionario francs. As, por ejemplo, se ha empezado a discutir que los rasgos del primer constitucionalismo para un mbito mediterrneo puedan explicarse casi exclusivamente con la referencia a ese modelo.15 De manera que ha comenzado a valorarse la posibilidad de que esas experiencias constitucionales pudieran obedecer o tomar caracteres de otros modelos o incluso constituir un modelo es-pecial de constitucionalizacin, como se haba afi rmado para la esfera germnica ya desde el sigloXIX.16

    El tercer rasgo, por fi n, de la historiografa constitucional que se prctica en los ltimos aos sobre la Constitucin de Cdiz, y que a su vez est relacionado con los dos anteriores, tiene que ver precisamente con el hecho de que la perspectiva estrictamen-te del presente nacional en la valoracin de la importancia

    15. Il modelo costituzionale inglese e la sua recezione nellarea mediterrnea tra la fi ne del 700 e la prima met dell800 (=Atti del Seminario Internazionale di studi in Memoria di Francisco Toms y Valiente). ROMANO, Andrea (ed.). Milano: Giuffr, 1998.

    16. Una sntesis de modelstica constitucional segn una visin clsica, con indicacin adems de bibliografa en VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaqun. Lhis-toire constitutionnelle compare: tapes et modles. Historia Constitucional, nm. 12, 2011, pgs. 31-43.

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    de aquella experiencia constitucional comparte el espacio con otras perspectivas que, hace tiempo, han dejado de estar al ser-vicio de proyectos (ms o menos compartidos, interiorizados y con ello ms o menos explicitados) de invencin de tradiciones nacionales. Porque, ciertamente, el mismo concepto de nacin ha sido uno de los que ms se ha puesto en cuestin desde me-diados de los noventa. La inminencia de la conmemoracin de los Bicentenarios de la Constitucin de Cdiz, pero tambin de las Independencias americanas, ha servido para reforzar los discursos de construccin retrospectiva de nacin.17 Pero, para-djicamente, tambin la efemride es ocasin para el encuentro y la colaboracin entre especialistas que han venido interpre-tando el fenmeno de la crisis del Antiguo Rgimen, los procesos de Independencia y la constitucionalizacin de sus respectivas sociedades polticas de una manera harto diferente. Un ejemplo (no el nico)18 de este postrer y actual rasgo del quehacer histo-riogrfi co de perspectiva no nacionalista sobre la Constitucin de Cdiz es el que se concreta, en primer lugar, en la necesidad sentida por la historiografa espaola de contemplar el escenario americano como parte del estudio de esta Constitucin. Y vice-versa, pues siguiendo la senda abierta por Franois Xavier Gue-rra, la historiografa americana (o americanista) se ha conven-

    17. Un ejemplo de este oportunismo historiogrfi co es el volumen de actas Las Cortes de Cdiz, la Constitucin de 1812 y las Independencias Nacionales en Amrica. COLOMER VIADEL, Antonio (coord.). Valencia: Ugarit, 2011.

    18. Pues otro ejemplo es el de valoracin de la Constitucin de Bayona. En la actualidad se da por supuesta la espaolidad del texto, aunque con matices segn orientacin y perspectiva historiogrfi ca. Sobre el particular, puede contrastar-se el acercamiento de FERNNDEZ SARASOLA, Ignacio. La Constitucin de Bayona (1808). Madrid: Iustel, 2007; con el de BUSAALL, Jean Baptiste. Le spectre du ja-cobinisme. Lexprience constitutionnelle franaise et le liberalisme espagnol (1808-1814). Madrid: Casa de Velzquez, 2012. Las razones del contraste que tienen con la valoracin de mayor o menor alcance de la transferencia de un modelo napo-lenico en BUSAALL, Jean Baptiste. El reinado de Jos Bonaparte. Nuevas pers-pectivas sobre la historia de las instituciones. Historia constitucional, nm. 9, 2008, pgs. 439-448, nmero adems dedicado monogrfi camente a La Constitucin de Bayona y el reinado de Jos Bonaparte.

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    cido de integrar la experiencia constitucional gaditana como parte del estudio de los procesos y del carcter de la constitucio-nalizacin de los Estados surgidos de las Independencias.19 Es lo que se ha denominado comprensin bihemisfrica de la Cons-titucin de Cdiz.20

    19. GUERRA, Franois Xavier. Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas. Madrid: Mapfre, 1992.

    20. Sorprender acaso que se sostenga como nota caracterstica de la histo-riografa sobre la Constitucin de Cdiz de los ltimos aos esta ampliacin de rbita, que implica la toma en consideracin del componente americano, cuando desde los aos ochenta no faltan en el panorama espaol aportaciones referidas, por ejemplo, al papel de los diputados americanos en las Cortes de Cdiz, o a la infl uencia de la Constitucin de Cdiz en la formacin de los primeros textos cons-titucionales americanos. Ahora bien, conviene advertir que estos trabajos, que en todo caso hay que reconocer que suponan un avance respecto de posiciones para las que Amrica era invisible, seguan, y siguen, lastrados por un punto de vista nacional. Pues se viene a connotar una visin en cierto grado todava metropoli-tana segn la cual el Texto de 1812 es un producto espaol (por mucho que para su elaboracin se tuviera o no en cuenta la voz de la diputacin ultramarina) que se proyecta y aplica en Amrica, y es su recepcin en aquel continente la que comienza a desplegar efectos constitucionales de aplicacin, asimilacin o imita-cin. Esta observacin puede, de alguna manera, tambin predicarse de los auto-res que son ms sensibles a tomar en consideracin ese carcter bihemisfrico y a quienes se debe reconocer el carcter de pioneros en esta integracin y visibili-dad de esta dimensin ultramarina, como son, desde la orilla peninsular, Manuel Chust y Marta Lorente. Una buena y reciente introduccin a la profusa obra del primero, dando cuenta de una revisin historiogrfi ca sobre este tema y una puesta al da bibliogrfi ca, se contiene en CHUST, Manuel. Las Cortes de Cdiz y su tras-cendencia americana. En El legado de las Cortes de Cdiz, op. cit., pgs. 467-484. De la ltima, vase la reedicin y reunin de sus trabajos de temtica americana referida al constitucionalismo gaditano, LORENTE, Marta. La Nacin y las Espaas. Representacin y territorio en el constitucionalismo gaditano. Madrid: UAM, 2010. Contribuciones relevantes para la superacin de este resabio de lectura metropo-litana han sido, por seguir citando la orilla peninsular de esta historiografa, las de Bartolom Clavero, y ahora la de PORTILLO VALDS, Jos Mara. Crisis atln-tica. Autonoma e independencia en la crisis de la monarqua hispana. Madrid: Mar-cial Pons Fundacin Carolina, 2006. A partir de aqu, ms recientemente ya se habla de un constitucionalismo hispano que tendra varias manifestaciones o ex-periencias constitucionales, siendo la gaditana la ms infl uyente, pero no por ello la primera. Y, por tanto, antes de modelo gaditano habra que hablar de mo-delo hispano como gnero y experiencias gaditana, neogranadina, riopla-

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    Consecuencias de la Constitucin de Cdiz

    En resumidas cuentas, hoy por hoy pueden reducirse las inter-pretaciones que se efectan sobre la Constitucin de Cdiz a una alternativa: el empleo de una lgica de continuidad o disconti-nuidad en el quehacer historiogrfi co. Por ello, las consecuencias que cabe extraer del episodio constitucional gaditano dependen de una opcin sobre si dicho acontecimiento nos es hoy ms o menos ajeno. Esto es, sobre si se considera que dicha experiencia forma parte, o no, de nuestro mundo. Si utilizamos una afor-tunada expresin que se ha predicado del estudio de la historia del derecho, y que se ha aplicado ya a los mtodos conforme a los cuales habra de abordarse el estudio de aquella experiencia constitucional, la alternativa que acaba de mencionarse se tra-ducira en hacer historia en una tradicin de constitucionalismo en el que se confunden y fusionan objetos, instrumentos y fuen-tes para la reconstruccin de un mundo; o hacer historia de esa tradicin, esto es, considerando aquel mundo ajeno al nuestro, respecto del cual, como nos recuerda Garriga, podemos ser ob-servadores pero no participantes.21 En este ltimo caso, debemos conformarnos con elaborar explicaciones sufi cientemente con-gruentes y coherentes obtenidas a travs de mtodos ajustados a los estndares reconocidos por la comunidad cientfi ca en ge-neral, y por los profesionales de la historia en particular.22

    tense, etc., como sus especies. Esta ltima perspectiva es la que ya se contiene en los trabajos que integran el volumen GARRIGA, Carlos (dir.): Historia y Constitu-cin. Trayectos del constitucionalismo hispano. Mxico: Instituto Mora, 2010; tam-bin gran parte de los que integran ANNINO, Antonio (coord.): La revolucin no-vohispana 1808-1821. Mxico: FCE, 2010, y ms recientemente todos los captulos de LORENTE, Marta; PORTILLO, Jos Mara (dirs.). El momento gaditano. La cons-titucin en el orbe hispano (1808-1826). Madrid: Congreso de los Diputados, 2012.

    21. GARRIGA, Carlos. Continuidad y cambio del orden jurdico. Historia y Constitucin. Trayectos del constitucionalismo hispano, op. cit., pgs. 59-140.

    22. Y en el debate ms reciente, pueden citarse dos exponentes seeros de es tas opciones historiogrfi cas. El primero, representativo de una historia en la tradi-

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    Consciente de que ello implica un tremendo ejercicio de sim-plifi cacin, creo que las cuestiones sobre las consecuencias, tras-cendencia, o importancia de la Constitucin de Cdiz pueden reducirse a dos tipos de problemas. El primero tiene que ver con la consideracin de los sujetos implicados en el constitucionalis-mo gaditano. El segundo tipo de problemas, que no puede des-entenderse del primero, se cifra en la defi nicin del carcter de la revolucin constitucional resultante de una u otra compren-sin sobre la soberana, la separacin de poderes, la concepcin de los derechos y la gestin del poder poltico, que se deducen del texto y contexto gaditanos.

    En la tarea de la defi nicin del sujeto, o sujetos protagonista/s de la Constitucin de Cdiz, es inevitable toparse con la cuestin

    cin constitucional, es el integrado por la escuela de los constitucionalistas de la Universidad de Oviedo, Joaqun Varela Suanzes e Ignacio Fernndez Sarasola. Un manifi esto metodolgico de esta posicin es el que se encuentra en VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaqun. Algunas refl exiones metodolgicas sobre la his-toria constitucional. Historia Constitucional, nm. 8, 2007, pgs. 245-259, que se concreta en obra sustantiva, VARELA-SUANZES CARPEGNA, Joaqun. Poltica y Cons-titucin en Espaa (1808-1878). Madrid: CEPC, 2007. El segundo exponente de una historia de aquella tradicin constitucional lo constituye la obra del grupo HICOES, integrado, entre otros, por Bartolom Clavero, Carlos Garriga, Marta Lorente, Carmen Muoz de Bustillo, Jos Mara Portillo, Carmen Servn, Julia Solla, Jess Vallejo, Jean Baptiste Busaall y quien suscribe estas lneas, y que tambin tiene una traduccin sustantiva en la ya citada GARRIGA, Carlos; LORENTE, Marta. C-diz 1812. La Constitucin jurisdiccional, op. cit. Al hilo de la conmemoracin del bicentenario, ambos grupos han publicado confesadas reediciones o actualizacio-nes de sus respectivas tesis: VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaqun. La teora del Estado en los orgenes del constitucionalismo hispnico. Las Cortes de Cdiz, op. cit.; 2. ed., Madrid: CEPC, 2011; FERNNDEZ SARASOLA, Ignacio. La Constitucin de Cdiz, Origen, contenido y proyeccin internacional. Madrid: CEPC, 2011; GARRI-GA, Carlos (coord.): Historia y Constitucin. Trayectos del constitucionalismo his-pano, op. cit.; LORENTE, Marta, La Nacin y las Espaas. Representacin y terri-torio en el constitucionalismo gaditano. op. cit.; LORENTE, Marta; PORTILLO, Jos Mara (dirs.): El momento gaditano. La constitucin en el orbe hispano (1808-1826), op. cit., obra esta ltima que incorpora a otros autores que comparten perspectiva como Antonio Annino o Beatriz Rojas. Salvo otra referencia especfi ca que se haga en su lugar, podr encontrarse en estos trabajos el soporte de las afi rmaciones que se vertern a continuacin sobre las consecuencias de la Constitucin de Cdiz.

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    nacional. En este sentido hemos de entender hoy defi nitivamen-te clausurados algunos debates y determinadas posiciones que no pueden sostenerse ya de un modo solvente. Hoy est fuera de discusin la hispanidad del texto gaditano como puede tambin estarlo la del Estatuto de Bayona. Antes bien, lo que conforma en la actualidad el centro del debate sobre el sujeto nacional concernido en la experiencia gaditana, tiene que ver con la defi -nicin que en el propio texto se formula del territorio de las Es-paas, y a partir de ah, con la muy diversa lectura que se reali-za del reconocimiento del alcance, tambin americano, de este constitucionalismo.

    En este punto, para una historiografa en la tradicin cons-titucional, que celebra el momento gaditano como origen de la Espaa contempornea, la dimensin ultramarina de la Cons-titucin gaditana se expresa en trminos de proyeccin en un mbito internacional. Esto es, se observa la fortuna del texto constitucional en Amrica de la misma manera que se aborda su proyeccin en algunos de los procesos revolucionarios y de cons-titucionalizacin de Europa. Curiosamente, en esta lnea tam-bin se mueve una parte de la historiografa americana, que ha superado el prejuicio nacionalista de considerar la irrelevancia de la experiencia gaditana en la formacin de las Constitucio-nes decimonnicas.23 Pero la consideracin sobre los sujetos con-cernidos en la experiencia constitucional gaditana no se resuelve solo en la geografa de la nacin, sino tambin en su composi-cin. Para esta historiografa ya se encuentra enunciado en este tiempo el sujeto individual como unidad de medida de orden jurdico y poltico hispano, sin que a ello obste, lo que adems es percibido como circunstancia que puede ser predicado de cualquier tipo de constitucionalismo moderno (dejando acaso

    23. Vase en el mismo sentido el ttulo de la ltima seccin de Cortes y Cons-titucin de Cdiz. 200 aos, op. cit., tomo III, pgs. 459 ss., al que dedicamos una resea en este mismo nmero: La proyeccin internacional de la Constitucin de Cdiz con dos partes: A. Infl uencia en Europa, pgs. 459-549, y B. Infl uen-cia en Amrica, pgs. 550-766.

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    a un lado el jacobino expresado en el texto de la Constitucin republicana de 1793), el hecho de que tal comprensin del in-dividuo deje fuera a esclavos, mujeres, menores y trabajadores dependientes. Pero es en el reconocimiento de los derechos de participacin poltica donde esta corriente abunda en sealar la modernidad y aun el carcter democrtico del primer cons-titucionalismo. La amplitud de este reconocimiento, que se ha conceptuado incluso como el primer establecimiento de un su-fragio universal, tendra solo algunos lunares como es el caso de las castas. Ahora bien, precisamente la encendida defensa que los diputados americanos hicieron de estos espaoles que traan un origen africano, sera manifestacin de la interioriza-cin en aquel tiempo de un concepto individual de la titularidad de los derechos.

    No solo: puede incluso enunciarse que los derechos recono-cidos por la Constitucin operaran como fundamento del orden poltico que se inauguraba entonces. En este sentido, se hace hin-capi en la existencia de declaraciones como las contenidas en sede de garantas del proceso penal que, a lo largo del texto constitu-cional, enunciaran el sentido contemporneo de los derechos y de su atribucin individual.24 Estas declaraciones se acompaaran de unas reformas emprendidas por las Cortes (libertad de impren-ta y de industria; abolicin de seoros, de la tortura y de la In-quisicin) que, ms all de su efectiva puesta en vigor y su alcan-ce, se dicen manifestacin clara del carcter revolucionario del proceso abierto en Cdiz. En este panorama no es bice el hecho de que el propio texto incluyera otros aspectos, como la intole-rancia religiosa. Este tipo de falencias obedecera a las necesarias concesiones a un sector reaccionario. El lenguaje historicista con el que se present el texto, o el hecho de no incluir una declara-cin de derechos, seran otras concesiones para con un contexto adverso a una revolucin constitucional de inspiracin francesa.

    24. Vase ALONSO ROMERO, M. Paz. Orden procesal y garantas entre Antiguo Rgimen y Constitucionalismo gaditano. Madrid: CEPC, 2008.

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    Tambin para estos autores, los decretos de septiembre de 1810 marcan un momento fundacional de reconocimiento de los dog-mas de soberana nacional y la separacin de poderes. La arqui-tectura de poderes se caracterizara adems por el papel central y hegemnico que desarroll el Congreso que se arrog, bajo diversos ttulos, facultades de intervencin sobre todo tipo de autoridades. Esta asuncin de funciones exorbitantes por parte de las Cortes y su carcter unicameral son motivos que justifi can el que se parangone el rgimen gaditano con una suerte de r-gimen asambleario o de Convencin. La concentracin de los poderes en el seno de las Cortes, la limitacin de las facultades del monarca y la inexistencia de una segunda cmara son ade-ms argumentos que inhabilitaran la comparacin y la infl uen-cia del modelo de constitucionalismo ingls, y permitiran re-afi rmar el carcter liberal radical de la Monarqua diseada en 1812. Cdiz supondra as el primer hito de un modelo de orga-nizacin poltica en Espaa que, con difi cultades, pudo fi nalmen-te abrirse paso a lo largo de la centuria. Pues ya podran ras-trearse en la obra gaditana las huellas de la construccin de una Administracin contempornea y el arranque de un programa codifi cador que considera la ley en un sentido formal (esto es, expresin de la voluntad de la nacin, general, escrita, publicada uniformemente, etc.) como continente de los derechos y herra-mienta para la transformacin de la sociedad poltica. Aunque es cierto que en el desarrollo de estas dos grandes innovaciones se advierten algunas quiebras, estas habra, de nuevo, que atri-buirlas a un contexto de fortaleza de elementos ms reacciona-rios. Y en fi n, la imagen de que Cdiz crea un Estado califi -cado incluso de unitario que obra con instrumentos nuevos, lleva tambin a algunos de estos autores a sostener que uno de los rasgos defi nitorios del diseo constitucional es el de su cen-tralismo.25

    25. As por ejemplo, ahora, POLO MARTIN, Regina. Los municipios y el te-rritorio en la obra gaditana. AHDE, nm. 81, 2011, pgs. 437-468.

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    La interpretacin de las consecuencias de la Constitucin de Cdiz es asaz distinta para otra historiografa que observa esa experiencia como especie de un constitucionalismo ilustrado pro-pio de un Imperio que se haba quebrado con la crisis abierta en 1808, y que trataba de recomponerse apelando a nuevos lenguajes y viejos sentidos. Para estos autores asumir la dimensin bihe-misfrica del constitucionalismo entraa y despliega problemas ms complejos. Estos tocan de entrada al poder constituyente que estara en la base del texto (y que no puede reducirse al exa-men del papel que tuvieron los diputados por Amrica en el tea-tro de las Cortes Generales y Extraordinarias), o a la conside-racin de ese mismo texto gaditano como parte de una familia de constituciones y no como su modelo.26 En lo que se refi ere a la composicin de esa nacin, estos otros autores parten del pre-supuesto de la persistencia de un modelo de sociedad corpora-tiva que, aunque en crisis desde el XVIII, no habra desapareci-do en el orbe hispano. Es ms, las propias circunstancias de una triple crisis, dinstica, de soberana y constitucional, abierta con las renuncias de Bayona, no hara sino reforzar esa dimensin corporativa, muy presente en los procesos de constitucionaliza-cin en todo este orbe.27 En el caso gaditano, esa matriz corpo-rativa se podra apreciar, por ejemplo, en el mismo proceso cons-tituyente, en la articulacin ascendente de la representacin, pero tambin en la ratifi cacin de los textos resultantes mediante un

    26. Algunos de los rasgos de este constitucionalismo hispano se individuali-zan en PORTILLO, Jos Mara. La constitucin en el Atlntico hispano (1808-1824). Fundamentos. Cuadernos monogrfi cos de teora del Estado, Derecho Pblico e His-toria Constitucional, nm. 6, 2010, FERNNDEZ SARASOLA, Ignacio; VARELA SUAN-ZES-CARPEGNA, Joaqun (coords.), pgs. 123-178.

    27. DYM, Jordana. From Sovereign Villages to National States: City, State and Federation in Central America, 1759-1839. Albuquerque: University of New Mexico, 2006; VERDO, Genevive. Lindpendance argentine entre cites et nations (1808-1821), Paris: Sorbonne, 2006; GUTIRREZ ARDILA, Daniel. Un nuevo reino. Geografa poltica, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816). Bogot: Universidad del Externado de Colombia, 2010; CALDERN, Mara Teresa; THIBAUD, Clement. La Majestad de los Pueblos, Nueva Granada y Venezuela, 1780-1832. Madrid: Taurus, 2010.

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    juramento prestado por el conjunto de los cuerpos que compo-nan el conjunto (y no solo una parte) de esa Nacin Espaola, trasunto constitucionalizado de Monarqua catlica.28 Para la historiografa que sostiene este presupuesto, la reunin de las Cortes Generales y Extraordinarias no supuso la desaparicin de entidades que aspiraron siempre a tener un papel decisivo en la aprobacin e interpretacin del texto, y que retuvieron, so-bre la base de un fundamento representativo, un papel de garan-te de ese mismo orden constitucional. Pero tambin para estos autores la peculiaridad de la nocin del poder constituyente ga-ditano no tendra solo que ver con la difcil consecucin de su exclusividad situada en un determinado rgano, sino con el propio concepto de lo que para esta experiencia signifi c constituir. Ciertamente, en Cdiz se concluy una revolucin constitucional consistente en encerrar en un solo documento el conjunto de re-glas que deban regular la organizacin de los poderes y la ga-ranta de los derechos de los espaoles. Y en ese sentido, la Cons-titucin pudo pensarse como instrumento para la reunin de una familia hispana hurfana por la crisis de Bayona. Pero, en su fac-tura, desde el primer momento, para estos autores tambin se plan-te como una labor que deba resultar ms de un debate jurdi-co para el que se invit a gentes de fuera del congreso a que

    28. Y este es un punto que distingue la interpretacin de Marta Lorente de las de otros autores que se han ocupado del juramento constitucional gaditano. Estos o bien cien el inters del juramento a solo un mbito americano, o foral (por ejemplo, FRASQUET, Ivana. Se obedece y se cumple: La jura de la consti-tucin de Cdiz en Mexico. En Visiones y revisiones de la independencia ameri-cana: la independencia de Amrica, la Constitucin de Cdiz, y las Constituciones iberoamericanas [=V Coloquio Internacional de Historia de Amrica: La Inde-pendencia de Amrica, Salamanca, noviembre de 2004]: Salamanca: Universidad de Salamanca, 2007); o bien lo consideran fundamentalmente en su faceta cere-monial y no en su dimensin jurdica, lo que permite asimilarlo a otras tradi-cionales juras, o compararlo con la fi esta revolucionaria francesa. Una sntesis y estado de la cuestin de las interpretaciones de una y otros en MARTNEZ, Fernan-do. La dimensin jurdica del juramento constitucional doceaista. En 1808-1812. Los emblemas de la libertad. RAMOS SANTANA, Alberto; ROMERO, Alberto (eds.). Cdiz: Universidad de Cdiz, 2009, pgs. 379-394.

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    contribuyeran con sus luces que de la realizacin de un pro-grama poltico. Esta lgica consultiva respondera al arraigo en la sociedad poltica hispana de unas maneras muy tradicio-nales de gestin de la decisin poltica, que eran adems cohe-rentes con el mantenimiento de su carcter estructuralmente cor-porativo.

    La afi rmacin de la persistencia de una lgica corporativa no individualista, como presupuesto de primer constitucionalis-mo hispano, contrastado en el examen de los discursos y de las prcticas institucionales de este momento gaditano, se eleva a clave explicativa de otros rasgos de la experiencia constitucional gaditana. El propio texto constitucional podra refl ejar este pre-supuesto subjetivo cuando mantena privilegios jurisdiccionales a favor de clero y milicia, o cuando no incorporaba la igualdad como derecho de los espaoles.29 En este sentido, para estos autores, adems, el recurso a una argumentacin historicista, la distincin entre potestades y poderes o las invocaciones religio-sas no conforman mera concesin ni un artifi cio retrico.30 An-tes al contrario, conformaran, de entrada, soporte de validez de lo que tambin se consideraban soluciones revolucionarias des-tinadas a transformar la sociedad poltica hispana de arriba aba-jo. Pero, adems, la religin administrada por un clero cuyos componentes eran empleados pblicos bien poda operar como criterio efectivo de inclusin y reconocimiento de ciudadana ga-ditana. As aconteca especialmente en un mbito americano, en el que la terica consideracin del indgena como ciudadano de-ba salvar mltiples requisitos, como el de comulgar con la fe catlica, el de su tradicional asimilacin con un menor y, antes que todo (para la misma condicin de espaol), el de estar ave-

    29. Vase la puesta al da de estos postulados en SERVN, Carmen. Los de-rechos en la Constitucin de 1812: de un sujeto aparente, la nacin, y otro ausen-te, el individuo. AHDE, 81, 2011, pgs. 207-226.

    30. Para esto y para lo que sigue, vase CLAVERO, Bartolom. El orden de los poderes. Historias Constituyentes de la Trinidad Constitucional. Madrid: Trotta, 2007.

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    cindado, o, mejor dicho, de ser reputado por vecino. La imagen entonces de un sufragio universal puede cuestionarse si se toma en consideracin que el sistema electoral se articulaba en diver-sos grados, comenzando por el de las parroquias, en cuyo seno la normativa bien podra seguir amparando un tipo de repre-sentacin natural, ms que poltica. En fi n, la Constitucin de la Monarqua dejaba a salvo (es ms se apoyaba sobre) todo el tejido corporativo que compona todava la sociedad hispana.31 En consecuencia, y siempre segn esta lectura, la Constitucin bien poda coexistir con otras concreciones que se apellidaban constituciones militares o eclesisticas, pero tambin con las entidades de menor mbito que trataron de mantener el vncu-lo con la Monarqua y afi rmar al tiempo su autonoma o inde-pendencia.32

    Estos autores sealan tambin otras consecuencias relativas al juego de los poderes gaditanos y de la conceptuacin de sus funciones polticas. El constitucionalismo gaditano, aunque for-mulase el propsito de codifi car, desconocera un concepto formal de ley como expresin de voluntad general. Para quien sostiene esta interpretacin, no se encuentran en la experiencia gaditana los mecanismos de proteccin de ley propios del constitucio-nalismo revolucionario francs (casacin, motivacin de senten-cias, rfr legislatif ).33 Antes bien, en la defi nicin y alcance de su actividad las Cortes seguiran obrando conforme a las ma-

    31. En este sentido, vase la seccin monogrfi ca de Iura Vasconiae, Revis-ta de derecho histrico y autonmico de Vasconia, 8, 2011, nmero que recoge las contribuciones del Simposio dedicado a Vasconia y el primer constitucionalismo espaol (1808-1814).

    32. PORTILLO, Jos Mara. Crisis Atlntica, op. cit. 33. Es Marta Lorente quien viene sosteniendo desde hace ms de una dca-

    da este argumento, que prueba adems con el examen de mecanismos como la publicacin de las normas. Vase tambin LORENTE, Marta. La doctrina legal y el silenciamiento de los juristas en una Espaa sin Cdigo (1810-1889). Qua-derni Fiorentini, nm. 50, 2011, pgs. 135-176; Inconsistencia de un principio y de-bilidad de un Estado (Una refl exin sobre el estado de la publicacin de las normas y el acceso a su conocimiento en el Ochocientos espaol). AHDE, nm. 80, 2010, pgs. 243-268.

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    neras de gestin del poder propias del rgimen polisinodial de la Monarqua catlica. Como soberano, pero al tiempo tambin su-brogado en el papel de centro de autoridad, la actividad de las Cortes recordara ms bien la actuacin de los viejos Consejos que la de una Convencin revolucionaria. Por estas y otras ra-zones, esta historiografa constitucional habla de jurisdiccio-nalismo para caracterizar el constitucionalismo hispano. Cdiz, en este sentido, cerrara el ciclo de un constitucionalismo ilus-trado en el que todava la gestin del poder poltico se expresaba en trminos jurisdiccionales. Esto es, era un constitucionalis-mo en el que legislar todava era concretar el derecho conforme a un orden que se supone trascendente.34 Pero tambin era un constitucionalismo en el que la soberana se expresaba en la ca-pacidad de someter a responsabilidad a todo tipo de agentes p-blicos sin estar sometido a responsabilidad.

    Pero el fundamento corporativo del constitucionalismo ga-ditano, y su manifestacin de gestin jurisdiccional del poder, tuvo, para estos autores, un alcance mayor que se sita ahora en el terreno del legado de esta experiencia. La Constitucin de C-diz contendra un diseo territorial que salvaba e incluso propi-ciaba un alto grado de autonoma de pueblos y provincias como partes integrantes de la Monarqua.35 La conservacin de facul-tades jurisdiccionales y de autogobierno tenidas por originarias en manos de estas entidades, la facilidad para la creacin de ayun-tamientos constitucionales, sobre todo en Amrica, la dejacin de la interpretacin sustantiva del derecho en manos de los tri-bunales territoriales, la atribucin a las Diputaciones del papel de garantes del orden constitucional, incluso por las armas de

    34. GARRIGA, Carlos. Cabeza moderna, cuerpo gtico: la Constitucin y el orden jurdico. AHDE, nm. 81, 2011, pgs. 99-162.

    35. LORENTE, Marta. Esencia y valor del constitucionalismo gaditano (Nue-va Espaa 1808-1821). Todos en ANNINO, Antonio (coord): La revolucin novo-hispana 1808-1821. op. cit. ROJAS, Beatriz. El municipio libre. Una utopa perdi-da en el pasado. Los pueblos de Zacatecas 1786-1835. Mxico DF: CIDE/Instituto Mora, 2010.

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    una Milicia urbana, etc., son para estos autores argumentos que, en primer lugar, contestan una imagen de la Constitucin de C-diz promotora de un Estado unitario y centralista. En segundo lugar, son rasgos de un diseo que habilit y permiti la insos-pechada consecuencia de una sncresis de cultura constitucional y cultura indgena, que fue entonces posible porque, en defi niti-va, el modelo de organizacin se pens para que fuera sufi cien-temente dctil para intentar mantener un Imperio plural.36 Y, ya en clave de legado, aquellos son tambin argumentos que per-miten formular explicaciones alternativas para fenmenos como el federalismo, el cantonalismo, la debilidad de los Estados ame-ricanos y del liberalismo espaol.

    El fundamento corporativo y la gestin jurisdiccional del cons-titucionalismo gaditano permitiran asimismo aportar una ex-plicacin a algunos de los rasgos de la Administracin espao-la contempornea en el siguiente sentido: Cdiz no clausur una concepcin tradicional de la burocracia hispana. La departa-mentalizacin, la falta de identifi cacin nacional del funcionario espaol, la patrimonializacin del empleo e incluso la difcil im-plantacin, o la inexistencia para un mbito americano, de una jurisdiccin contencioso-administrativa, son fenmenos que tie-nen que ver ms con el mantenimiento de una tradicional plu-ralidad de fueros que con una separacin entre lo gubernativo y lo contencioso.37

    36. CLAVERO, Bartolom. Hemisferios de ciudadana: Constitucin espao-la en la Amrica indgena. En LVAREZ JUNCO, Jos; MORENO LUZN, Javier (eds.): La Constitucin de Cdiz: historiografa y conmemoracin. Homenaje a Francisco Toms y Valiente, op. cit., pgs. 101-142, con abundante bibliografa comentada para ir ms lejos. PORTILLO, Jos Mara. Jurisprudencia constitucional en espa-cios indgenas. Despliegue municipal de Cdiz en Nueva Espaa. AHDE, nm. 81, 2011, pgs. 181-205. CLAVERO, Bartolom. Nacin y naciones en Colombia entre Constitucin, Concordato y un Convenio (1810-1820). Revista de Historia del De-recho Seccin Investigaciones, nm. 41, INHIDE, Buenos Aires, enero-junio de 2011, pgs. 79-137.

    37. MUOZ DE BUSTILLO, Carmen; MARTNEZ PREZ, Fernando. Justicia y administracin en el primer experimento constitucional; y MARTNEZ PREZ, Fer-nando. De la pluralidad de fueros al fuero de la Administracin (1834-1845). En

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    A da de hoy, estas dos posiciones estn sufi cientemente per-fi ladas, e incluso se reconocen entre s,38 aunque, como veremos inmediatamente, no siempre existe una adecuada interpretacin de sus respectivas lecturas. Ejemplo signifi cativo de esta incom-prensin es el que tiene que ver con la valoracin del historicismo de la experiencia constitucional gaditana. Para uno de los repre-sentantes ms seeros de la corriente actualizadora, que al me-nos se presta a entrar en un debate historiogrfi co, la perspec-tiva que sostiene la llamada perspectiva jurisdiccionalista niega el carcter revolucionario de la experiencia constitucional.39 No solo: la identifi cacin entre el constitucionalismo gaditano y el actual orden constitucional contextual al investigador, lleva a que el cuestionamiento de esta equiparacin metodolgica se in-terprete como la negacin del carcter revolucionario de estos procesos e incluso la adhesin a posiciones ideolgicas reaccio-narias.40 Ahora bien, frente a esta lectura, puede contestarse que nada tiene que ver el relativismo metodolgico que emplea la llamada historiografa jurdica crtica con un relativismo tico ni, an menos, con un compromiso con tesis o posiciones reac-cionarias, o nostlgicas de un Antiguo Rgimen preconstitucio-nal. Por todo ello, entre quienes sostenemos esta tesis se viene introduciendo un matiz, que siempre estuvo presente desde un inicio, y que tiene que ver con el mayor o menor grado de rele-vancia que en la reconstruccin de la experiencia constitucional

    LORENTE, Marta. La jurisdiccin contencioso administrativa. Una historia de sus orgenes. Madrid: CGPJ, 2008, pgs. 187-222 y 223-266.

    38. Una ltima puesta al da de las perspectivas contrapuestas, pero tambin de los nuevos temas y cuestiones en torno a la experiencia gaditana, es la que se contiene en la seccin de debate Teora y Derecho, Revista de pensamiento jurdico, nm. 10, diciembre de 2011, que lleva el ttulo La Constitucin de 1812: miradas y perspectivas.

    39. FERNNDEZ SARASOLA, Ignacio. La Constitucin...., op. cit., Prlogo, pgs. 11-15.

    40. Ibdem, pg. 12. Otro ejemplo es el de la crtica contenida en PALTI, Elas. Halperin Dongui y la paradoja de la revolucin. Revista de Historia Intelectual, nm. 15, 2011, pgs. 161-164.

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    gaditana se concede a su dimensin cultural o a su dimensin institucional y poltica.41

    Otro ejemplo de esta lectura distorsionada es la crtica que se formula por parte de la historiografa actualizadora del mtodo empleado por la historiografa alternativa. Se viene a achacar que esta adolece de apriorismo o incluso de un acercamiento dogmtico. En cierto sentido, la crtica es de recibo: los auto-res que hemos popularizado y generalizado el apellido jurisdic-cional para califi car el constitucionalismo gaditano corremos el riesgo de elevar el presupuesto del jurisdiccionalismo a suerte de quod erat demostrandum. Pero no es tan de recibo cuando lo que se pretende es la naturalizacin de una dogmtica jurdi-co-constitucional que s que opera como apriorstico obstculo epistemolgico para el historiador del derecho.

    RESEAS

    ESCUDERO, Jos Antonio (dir.). Cortes y Constitucin de C-diz. 200 aos. Introduccin de Jos Antonio ESCUDERO. Pre-sentacin de Jos BONO MARTNEZ. Presentacin de Tefi la MARTNEZ SAIZ. Madrid: Espasa Libros. Fundacin Rafael del Pino, 2011. 3 volmenes (vol. I: LXXII + 636 pgs., vol. II: 709 pgs., vol. III: 773 pgs.). 24 cm. [18 24].

    41. Y este matiz de diferenciacin interna que contiene la propuesta de la ca-lifi cacin de la Constitucin de 1812 como una constitucin jurisdiccional se aprecia en dos de los autores que han intitulado con esta expresin su mirada sobre Cdiz, Carlos Garriga y Marta Lorente. En la obra del primero puede observar-se una mayor inclinacin a sostener la prevalencia del factor cultural como estruc-tural y determinante de soluciones constitucionales, que le lleva, en mayor medida, a destacar la persistencia de un orden jurdico y como consecuencia poltico. La segunda es, sin embargo, ms sensible a apreciar la trascendencia de factores polticos, institucionales y materiales, que son decididamente revolucionarios, como determinantes de la conservacin y reproduccin de discursos e institucio-nes antiguas, pero que se ponen al servicio de un proyecto poltico de transfor-macin de la sociedad poltica hispana.

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    En la vspera de la efemride de la Constitucin aparece esta obra dirigida por el Historiador del Derecho y mltiple acad-mico Jos Antonio Escudero y auspiciada por la Fundacin del Pino. El propsito es ambicioso, lo que termina explicando la extensin del trabajo compuesto por tres volmenes, integrado por ciento quince voces, precedidas de una introduccin que no es solo tal, sino adems aportacin sustantiva de la mirada del director sobre la Gnesis y principales reformas de la Cons-titucin de Cdiz. La introduccin cumple la funcin de mani-fi esto de los presupuestos historiogrfi cos a partir de los cuales se ha planeado este gran edifi cio. Pues, en efecto, se connota aqu ya una perspectiva de continuidad entre aquel pasado y nues-tro tiempo como presupuesto metodolgico de la reconstruccin de la experiencia constitucional gaditana. En este sentido se ha de interpretar el ttulo de un trabajo que hace referencia a los doscientos aos pasados desde la promulgacin del texto cons-titucional, y tambin en este sentido se explican las protocolarias presentaciones que preceden esa introduccin.

    Esa lgica de la continuidad que preside toda la obra es la que precisamente le aporta coherencia interna, operando como un no explcito denominador comn de casi todas las aportaciones. La apuesta por la que hoy solo es una manera (si se quiere la ms tradicional) de mirar la experiencia constitucional gaditana es, por un lado, un requisito necesario para la confeccin de una obra colectiva en que se ha implicado a tan variopinta nmina de autores, pero, por otro lado, supone la negacin de la plura-lidad como un confesado objetivo que ha animado este traba-jo. El director de la obra hace protesta de esa pluralidad cuando viene a afi rmar que ni la ideologa, ni el centro o institucin aca-dmica o de investigacin, ni la nacionalidad de los auto res ha pesado en la seleccin de los nombres de quienes habran de re-dactar las aportaciones. Ahora bien, esa pluralidad en el origen de las personas o de las disciplinas no es garanta de pluralidad en los planteamientos. Existe hoy en da un planteamiento muy distinto de abordar el primer constitucionalismo hispano, en el que desde hace lustros vienen trabajando especialistas pertene-

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    cientes a las mismas disciplinas que vertebran esta obra (histo-riadores contemporneos, del derecho, americanistas y consti-tucionalistas), y con los que no se ha podido o querido contar en esta ocasin. Esta opcin no es merecedora de crtica (pues de haber contado con estos otros nombres, el resultado probable-mente no hubiera sido tan coherente). Diverso s es, en cambio, el formato, estilo y la profundidad de anlisis del conjunto de las aportaciones que componen este inmenso fresco del primer cons-titucionalismo espaol. Existen algunos trabajos que suponen una aportacin al progreso del conocimiento sobre la experien-cia constitucional gaditana, pero tambin aparecen contribucio-nes que no aspiran a pasar de ensayo. En todo caso, la vocacin enciclopdica de la obra impide presentar los resultados y las con-clusiones de investigaciones recientes.

    La obra se divide en dos partes, dedicadas respectivamente a los argumentos que evoca su ttulo: Cortes y Constitucin de Cdiz. La primera parte, que ocupa el primero y parte del segun-do de los volmenes, se subdivide, a su vez, en cuatro secciones. La primera seccin, Antecedentes polticos e institucionales, es en realidad una mezcla de contribuciones que responden a este ttulo (como son las de F. Barrios, P. Molas o J. M. Vallejo He-via), junto a los ensayos de los pioneros de la historiografa cons-titucional espaola (M. Artola y F. Surez). En esta sede debera adems haberse trado el trabajo de S. de Dios, que aparece en otra seccin, y que no solo responde a este enunciado, sino que parece sumamente interesante, porque se hace eco de esa histo-riografa constitucional alternativa a la que no se ha recurrido en esta obra. La segunda seccin (Convocatoria y composicin de las Cortes) integra algunos trabajos dedicados al proceso de convocatoria a Cortes que no van ms all en fuentes y conclu-siones a las habilitadas y alcanzadas por uno de aquellos pione-ros. Junto a estos, hay otros captulos dedicados a anlisis de los diputados, segn el criterio del lugar de procedencia de su dipu-tacin, que es tambin donde prestan servicios los historiado-res del derecho que fi rman cada uno de los estudios. Este criterio de atribucin, que es lgico en cuanto puede facilitar el acceso

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    a fuentes de primera mano, pierde sentido, sin embargo, cuan-do la fuente prioritaria, sino nica, es la edicin de los Diarios de Sesiones. Excepcin a lo que acaba de decirse es el docu-mentadsimo trabajo de G. Monreal sobre los diputados vascos y navarros, y el de J. M. Vallejo sobre los diputados castellanos y asturianos, este ltimo porque en realidad funge como una muy sensible introduccin a las grandes reformas de las Cortes. Pre-cisamente a este objeto (tras una seccin miscelnea dedicada al contexto cultural y social de las Cortes) se dedica la ltima seccin de esta parte. Aqu se individualizan esos logros de las Cortes de Cdiz, que marcan su carcter revolucionario: aboli-cin de seoros (Galvn), libertad poltica de imprenta (Senz Berceo/Prez Juan), abolicin de la tortura y garantas en el pro-ceso penal (Sainz Guerra), abolicin de la Inquisicin (Escude-ro). Merece aplauso, en todo caso, la decisin de haber dedicado una seccin a una labor constituyente de las Cortes que no se reduce al texto de 19 de marzo de 1812.

    La segunda parte de la obra sobre el anlisis del texto de la Constitucin de 1812 se subdivide, a su vez, en tres secciones. La primera, Caracteres generales, agrupa contribuciones de diver-so sentido y factura. En todo caso, la lgica historiogrfi ca de la continuidad entre aquella Espaa y nuestro tiempo sigue presen-te. Signifi cativo es en este sentido el trabajo que abre la seccin de P. Lucas Verd dedicado a poner de manifi esto las ensean-zas de Cdiz para nuestro presente. Bajo este epgrafe de carac-teres generales no falta tampoco la contribucin sobre Bayona como antecedente (Fernndez Sarasola) ni la inevitable mencin a la infl uencia del constitucionalismo revolucionario francs en la elaboracin del texto gaditano (Perona). Como si se tratase de la exgesis actual de una norma pretrita, la segunda seccin de esta segunda parte tiene ya la naturaleza de una suerte de unos retrospectivos Comentarios a la Constitucin de 1812. Las aporta-ciones van pegadas a los ttulos y captulos del texto gaditano, y en ellos se reafi rma en trminos generales una lectura acorde con una visin de una historiografa constitucional que, en resumi-das cuentas, gira en torno a cuatro ejes: el carcter voluntarista

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    y revolucionario de la Nacin espaola, como sujeto poltico so-berano titular exclusivo del poder constituyente; la comprensin actualizadora de las funciones y poderes polticos diseados en la Constitucin; la presuncin de la toma en consideracin del individuo espaol como titular de unos derechos humanos; y el sobrentendido, sobre el diseo del texto constitucional, del carc-ter centralista del texto gaditano. Sin embargo, existen algunas aportaciones que vienen a introducir quiebras en esta compren-sin. As, solo por ejemplo, al hilo de la defi nicin del territorio, R. Garca se hace eco de la discusin historiogrfi ca sobre la di-fcil caracterizacin de una polidrica nacin gaditana. En sede de Tribunales y Administracin de justicia, los artculos de Ayer-be y Galn sobre uniformismo jurdico, recepcin y reaccin del texto en los territorios vascos y navarros evocan el cuestionamien-to reciente de la afi rmacin de una concepcin exclusiva y ex-cluyente del poder constituyente de la Nacin espaola. En sede Gobierno y Administracin, el trabajo de A. Bermdez matiza justamente la perspectiva centralista que se desprende de la con-tribucin inmediatamente anterior de Santana; y, en fi n, el ar-tculo sobre el mecanismo de responsabilidad por infracciones a la Constitucin como garanta para su observancia sirve a M. Lorente (la nica reconocida representante de esa otra historio-grafa constitucional que ha sido incluida en esta acadmica en-ciclopedia del constitucionalismo hispano) para traer a colacin sus refl exiones sobre la clave jurisdiccional que permea y explica el diseo y gestin de los poderes, o mejor, de las potestades po-lticas en el constitucionalismo gaditano.

    Se cierra esta parte y esta obra con una seccin dedicada a la proyeccin internacional de la Constitucin de Cdiz, que se subdivide, a su vez, en dos epgrafes titulados Infl uencia en Europa e Infl uencia en Amrica. Estos enunciados que no parecen historiogrfi camente problemticos referidos a una geo-grafa europea, s lo son cuando Amrica es la destinataria de la proyeccin y la infl uencia. Porque, de nuevo, el presupues-to historiogrfi co de la continuidad entre la nacin de hoy y la gaditana lleva a considerar internacional la entonces Espa-

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    a ultramarina. Por ello, la procedencia de los ilustres estudio-sos americanos que fi rman las contribuciones en esta parte del volumen, no garantiza, sin embargo, la superacin de una com-prensin eurocntrica del signifi cado de la Constitucin de C-diz. Pues estas aportaciones hacen algo ms que superar las tesis que negaban papel alguno al constitucionalismo gaditano en la constitucionalizacin de los nuevos Estados independientes: son trabajos que reproducen ahora la imagen de que la Constitucin gaditana fue de factura peninsular y aprovechamiento ultrama-rino. No hay rastro aqu de una reciente historiografa ameri-canista y constitucional que, en lugar de hablar de infl uencia de Cdiz en Amrica o de modelo gaditano de aplicacin ultra-marina, comienza a formular la existencia de un constitucio-nalismo hispano que pudo tener en Cdiz su manifestacin ms importante, pero ni nica ni primera.

    FERNANDO MARTNEZ Historia del Derecho

    Universidad Autnoma de Madrid

    BUSAALL, Jean-Baptiste. Le spectre du jacobinisme. Lex p-rience constitutionnelle franaise et le libralisme espagnol (1808-1814). Madrid: Casa de Velzquez (Biblioteca de la Casa de Velzquez, vol. 55), 2012. XII + 446 pgs. [17 24].

    Este libro es un buen ejemplo de los cambios que ha registrado la historiografa sobre el primer constitucionalismo espaol en los ltimos aos. La sede de publicacin, el origen y formacin acadmica de su autor, su adscripcin disciplinar, la acotacin de su objeto, su planteamiento y sus conclusiones, ponen de mani-fi esto a primera vista la internacionalizacin de la investigacin en esta materia. Lo que tambin quiere decir que no podr ha-llarse en esta obra prejuicio o precomprensin nacionalista es-paola, pero tampoco francesa. Porque, contra lo que podra deducirse de su subttulo, este libro no se escribe desde un ob-

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    servatorio ultrapirenaico, ni trata de abundar en la infl uencia del constitucionalismo revolucionario y napolenico galo en los or-genes del constitucionalismo espaol. Antes al contrario, el pro-psito de la obra es precisamente revisar este clich extendido en la historiografa constitucional espaola y gala. Aparece esta obra, por tanto, en un momento oportuno para terciar en un de-bate sobre la insercin de liberalismo espaol en los modelos de constitucionalismo moderno, para discutir dos tesis: que el Estatuto de 1808 es meramente la versin espaola de un nico modelo de constitucionalismo napolenico, y que el texto gadita-no es una versin del modelo constitucional revolucionario fran-cs de 1789.

    El autor, que se ha signifi cado como especialista de referen-cia internacional en el anlisis de la Constitucin de Bayona, for-ma tambin parte del grupo de estudiosos que, desde hace algu-nos aos, sostiene una visin alternativa sobre los orgenes del constitucionalismo hispano basada en presupuestos no tribu-tarios de las categoras de la actual dogmtica jurdica. En este sentido, para el autor los imaginarios, las representaciones y los mitos del pensamiento poltico y de las prcticas institucionales presentes y circulantes en el seno de la sociedad poltica hispa-na operan como denominadores comunes de un mismo proceso de constitucionalizacin que tiene dos momentos, uno josefi no y otro gaditano. En consecuencia, se examinan en la obra cada uno de estos momentos adoptando una doble mirada que abor-da, de un lado, el proyecto napolenico para Espaa, o las ini-ciativas de los que denomina los jacobinos espaoles, y, de otro lado, se contrapone esta mirada con el anlisis de las manifesta-ciones doctrinales, pero tambin institucionales de una cultura poltica endgena que hizo fracasar las pretensiones del empe-rador y su hermano, pero tambin que dotaron de un peculiar sentido al primer liberalismo hispano.

    La estructura y contenido de la obra cumple solventemente con este propsito. El libro se divide en dos grandes partes. La primera de ellas se dedica a la Constitucin franco-espaola de Bayona como origen de un liberalismo moderado. Esta parte

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    se divide a su vez en tres captulos. En el primero da cuenta del proceso constituyente del Estatuto; el autor se toma en serio el fundamento declaradamente pactista para sealar la diferencia entre este texto y otras cartas otorgadas del constitucionalismo napolenico de exportacin. En el segundo captulo se describe el diseo institucional contenido en el estatuto, pero poniendo especial atencin en la adaptacin de algunos de sus elementos ms importantes (por defi nitorios de ese constitucionalismo na-polenico, como es el Consejo de Estado o el Cdigo Civil) a las circunstancias del modelo de organizacin y gestin del poder y a la cultura jurdica circulante en la Monarqua catlica. Esta parte se completa con la califi cacin de la actitud de quienes apos-taron por la solucin josefi na a la crisis de la Monarqua, revi-sando de paso el dictado cargado de sentido peyorativo de la voz afrancesado.

    La segunda parte de la obra (Rvolution, Constitution de Cadix et nation: la voie espagnole et le prcdent franais) est dedicada al examen de la experiencia constitucional gaditana, a su cali-fi cacin y a la revisin de su identifi cacin con el modelo revo-lucionario francs. Dividida en tres captulos, los dos primeros estn dedicados a dar cuenta de un difcil proceso constituyente, que viene determinado por desarrollarse en un, hasta entonces, indito espacio pblico generado por la crisis abierta en 1808. El autor presenta en este sentido un itinerario sinuoso, en el que, ms que detallar la gnesis del texto, recupera y clasifi ca multitud de materiales, proyectos, folletos, memorias, etc., en lo que de-nomina una reconstruccin emprica de la cultura patria so-bre la idea de Constitucin. All encontramos, ciertamente, fuen-tes doctrinales de sobra conocidas y tratadas por la historiografa constitucional, pero tambin otra literatura, si se quiere, menor, que el autor rescata ahora del Archivo y de la publicacin peri-dica. Todos estos materiales, adecuadamente aprovechados, le permiten formular un elenco de las corrientes y opciones sos-tenidas en aquel tiempo, y que bien pudieron operar como fer-mento de la solucin constitucional gaditana a la crisis de la Monarqua. Precisamente un captulo dedicado a caracterizar esa

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    solucin constitucional cierra esta parte y la obra. Aqu se asu-men los postulados de la corriente historiogrfi ca que ha apelli-dado este constitucionalismo de jurisdiccional. De entre es-tos, se destaca la composicin corporativa de la nacin, y una defi nicin de las Cortes que no soporta ya la asimilacin con la Asamblea francesa revolucionaria. La comparacin entre el di-seo institucional gaditano con el supuesto precedente francs, permite, en fi n, formular la siguiente conclusin: Lenjeu ntait pas de crer un gouvernement reprsentatif et de rpartir les pou-voirs de la souverainet des organes institus par la Constitution, mais de dlimiter la juridiction des organes constitutionnels et des corps qui formaient une nation tendue sur deux hmisphres. Ahora bien, justamente este ejemplo de una nueva historiogra-fa constitucional descuida, sin embargo, este importante fl anco. Aunque el autor tiene bie