Ferrante 2009

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    El habitusde la discapacidad: la experiencia corporal de la dominacin enun contexto econmico perifrico1

    Carolina Ferrante(CONICET / Universidad de Buenos Aires, [email protected])

    Miguel A. V. Ferreira(Universidad Complutense de Madrid, [email protected])

    Introduccin

    Como seala Colin Barnes en su aportacin al presente monogrfico, durante muchotiempo se ha entendido la discapacidad a partir de categoras y experiencias occiden-tales y se ha presupuesto que dichos criterios eran aplicables de modo universal.

    Ahora sabemos que en un mundo socio-econmico globalizado ningn fenmenosocial puede ser comprendido de modo adecuado si no se toma en consideracin elcontexto especfico del mismo y su posicin relativa en ese marco global. La realidadsocial de la discapacidad se configura de modo muy distinto en las sociedades occi-dentales avanzadas y en aquellas otras que ms bien se sitan en la periferia, y enposicin subordinada, de la nueva economa informacional (Castells, 1998). Tal es elcaso de la sociedad argentina. El modelo social de la discapacidad, surgido en EEUUy Gran Bretaa como perspectiva crtica y con pretensiones emancipatorias, ha pres-tado escasa atencin a la situacin de las personas con discapacidad en Amrica La-tina y es probable que el marco analtico sobre el que se erige no sea del todo ade-

    cuado para su anlisis.

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    No obstante, en Argentina se ha dado una produccin terica crtica que s ha toma-do como punto de partida la lnea de los Disability Studies. Skliar (2000) y Vallejos etal(2005) son un buen ejemplo. Estos ltimos autores sostendrn que, en el campode la rehabilitacin y la pedagoga, la falta de problematizacin terica en torno a ladefinicin de deficiencia y discapacidad y la aceptacin acrtica de categoras mdicasy pedaggicas anula la posibilidad de un punto de vista ms complejo, reafirmando y

    1Este trabajo surge de la revisin, ampliacin y actualizacin de un texto an indito (Ferrante y Fe-rreira, 2007); se utilizan, adems de las fuentes etnogrficas originales, algunos fragmentos de lasque se incluyeron en Ferrante y Ferreira (2008).2Ms an, la imposicin de las categoras dominantes a los dominados contribuye a la reproduccinde la lgica de la dominacin, naturalizndola: La violencia anexionista () puede ejercerse en lasrelaciones de dominacin simblica entre los Estados y las sociedades con acceso desigual a las con-diciones de produccin y recepcin de lo que las naciones dominantes estn en disposicin de impo-nerse a s mismas (y, por lo tanto, a sus dominados), y de imponer a los dems, como universal enmateria de poltica, derecho, ciencia, arte o literatura. () [L]a manera de ser dominante, tcitamenteerigida en norma, en realizacin cabal de la esencia de la humanidad (todos los racismos son esencia-lismos), tiende a afirmarse con apariencias de naturalidad mediante la universalizacin que erige cier-tas particularidades fruto de la discriminacin histrica (las masculinas, blancas, etctera) en atributosno marcados, neutros ()Y mediante una mera inversin de las causas y los efectos, se puede as

    culpar a la vctima imputando a su naturaleza la responsabilidad de las desposesiones, las mutilacio-nes o las privaciones a las que se la somete (Bourdieu, 1999:98-99).

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    legitimandoprcticas normalizadoras de las personas con discapacidad.Otra aporta-cin crtica, que se apoya en el marco conceptual de la teora de los campos deBourdieu, la constituye la produccin de Katz y Danel (2008). Y tambin hemos dedestacar la brillante contribucin de Sosa (2007), que problematiza la relacin entrecuerpo, discapacidad, deporte y poder.

    De lo que se trata es de situar el anlisis en el marco contextual al cual se va a apli-car.En primer lugar, hay que considerar que la situacin de las personas con disca-pacidad en Argentina es significativamente peor que la que se da en las sociedadeseuropeas occidentales o en EEUU, tal como lo refleja el trabajo de Carolina Ferrante(2007), basado en los datos de la Encuesta Nacional de Discapacidad 2002/3, ENDI(INDEC, 2003).3En Argentina la gran mayora de las personas con discapacidad noposeen el certificado que lo acredita: slo el 14.6 % del total lo ha obtenido, alcan-zando entre las personas con discapacidad motora un porcentaje todava menor, tanslo el 12.8%. Esta ausencia de certificacin oficial supone la imposibilidad de acceso

    a todo tipo de recursos especficos. En relacin con el nivel educativo, por ejemplo,entre las personas con discapacidad motora la amplia mayora (el 80%) no ha llega-do a completar estudios secundarios, mientras que en la poblacin total del pas esteporcentaje desciende a algo menos de la mitad del total. Otro dato relevante lo su-ministran los indicadores relacionados a autovalimiento, haciendo manifiesta la si-tuacin de vulnerabilidad de las personas con discapacidad motora: la mitad de ellasdice salir tres veces o menos por semana de su casa y, dentro de stas, el 26,6%sale slo excepcionalmente o nunca. stos y otros indicadores recogidos por Ferrante(2007) expresan claramente que el colectivo de personas con discapacidad en Argen-tina est en una situacin mucho ms precaria de lo que sucede en las sociedades

    occidentales avanzadas.Dada esta situacin diferencial, sera adecuado proponer un marco de anlisis quetomase en consideracin las caractersticas especficas del contexto argentino. LilianaPantano (2005) ha tratado de llevar a cabo esa tarea. Segn esta autora, la discapa-cidad poseera dos dimensiones: por una parte, la que denomina situacin de disca-pacidad, es decir, ciertas condiciones generales tanto cuantitativas como cualitati-vas que la discapacidad incorpora como atributos objetivos en un contexto particu-lar, y, por otro lado, una condicin de discapacidad, que evidenciara la experienciaindividual de esas condiciones generales objetivas como vivencia subjetiva de la per-sona. As, situacin y condicin han de ser entendidas como dos caras o aspectosinseparables de la discapacidad: la cara objetiva y la cara subjetiva de la misma(Ferrante, 2007). Esta distincin, en principio, nos permitira adecuar al contexto es-pecfico del que se tratase la experiencia concreta de la discapacidad de la persona y,adems, estara en consonancia con la nueva definicin de la Clasificacin Interna-cional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud, CIF (OMS, 2001).

    Segn dicha definicin, la discapacidad se entiende como las limitaciones en la acti-vidad y las restricciones en la participacin, derivadas de una deficiencia en el ordende la salud, que afectan a un individuo en su desenvolvimiento y vida diaria dentro

    3Se prestar atencin especial a un tipo particular de discapacidades, las motoras, puesto que sobreellas se ha desarrollado, y desarrolla, el trabajo de investigacin de Carolina Ferrante.

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    de su entorno fsico y social. Con esta nueva definicin, que reemplaza a la previade la Clasificacin Internacional de las Deficiencias, la Discapacidad y la Minusvala,CIDDM (1980), a partir de un modelo bio-psico-social, se busca establecer una snte-sis superadora, que integra elementos del modelo mdico rehabilitador (que inter-preta la discapacidad como un mero hecho biolgico, resultado de una deficiencia del

    organismo), y del modelo social (para el cual la discapacidad es la resultante de lascondiciones opresoras que el medio social impone a quienes la poseen). Atendiendoa las variables medioambientales se podra determinar la situacinde discapacidadespecfica, al tiempo que el grado de limitacin particular de la persona expresara suespecfica condicinde discapacidad.

    Sin embargo, creemos que ese marco analtico reproduce algunos de los dficits quea nuestro entender posee el modelo social: establecer la distincin entre situacin ycondicin de discapacidad no significar perpetuar la lgica del dualismo cartesianocuerpo/ mente, proyectada en este caso aunque no, obviamente, de manera me-

    cnica en la oposicin individuo/ sociedad? Al plantearnos esta cuestin surgenotras interrogantes asociadas: Podemos reflexionar en torno a la experiencia delcuerpo discapacitado sin pensarlo conjuntamente al cuerpo legtimo? Por qu elcuerpo discapacitado es un cuerpo socialmente descalificado? Es pertinente tomarcomo indicador de la precariedad de la situacin de discapacidad la ausencia de cer-tificacin estatal? No estaremos perpetuando la concepcin segn la cual el cuerpodiscapacitado es un sujeto desvalido que requiere ser curado y objeto de asistencia?No estar la clave para entender la falta de integracin, ms bien que en la ausen-cia de credenciales, en la ausencia de autonoma de las personas con discapacidad(Ferreira, 2007)?

    A partir de estas interrogantes, podemos intuir el peligro de caer en un doble error:por un lado, el del intelectualismo vaco de contenido real, matriz productorade con-clusiones falsas o, como poco, inconsistentes; por otro, el de la pura estrechez anal-tica, al no percibir ciertos datos que potencialmente el anlisis de la encuesta men-cionada poda ofrecer: entre ellos, por ejemplo, el rol del Estado en la elaboracindel mundo social. Intelectualismo y obcecacin que, ahora, queremos paliar en ciertamedida mediante la recuperacin de fuentes imprescindibles: la primera, la vozsingular que quienes experimentan la realidad que nos ocupa utilizan para narrar suexistencia (una voz exigua, de momento en nuestro anlisis, pero que ir ampliandosu margen de decisin); la segunda, la evidenciacin de la dialctica encarnacin/desencarnacin que se produce, a nivel estructural, en la experiencia que esa voznos narra: el cuerpo que experimenta, vive, la discapacidad, lo hace con ajenidad deintenciones y con abundancia de constricciones (su condicin vital y sus determinan-tes contextuales juegan un juego en el que ese cuerpo es la pieza que se mueve).

    Por lo tanto, trataremos de hacer ver desde esa doble ptica, la de un contexto so-cial distinto de aqul en el que se ha producido las categoras interpretativas de ladiscapacidad desde una ptica sociolgica, y la de una mirada que rehuye los reduc-cionismos intelectualistas que tienden a producir versiones dicotmicas de la reali-dad, cmo la experiencia de la discapacidad cobra entidad a la luz de categoras al-

    ternativas que, desde una teora crtica, sitan el fenmeno en el marco de una ex-

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    periencia encarnada expresada de manera prctica en forma de habitus (Bourdieu,1999).

    Adems, a nuestras consideraciones previas hemos de agregar ahora nuevas interro-gantes que nos han suscitado las experiencias vitales narradas por tres personas con

    discapacidad. Esas narrativas anticipan las carencias sobre las que se haba definidopreviamente nuestro anlisis de la discapacidad; evidencian una necesidad metodo-lgica que habr de orientar nuestro trabajo ulterior, la de proyectar la vozde losprotagonistas sobre nuestros ejes interpretativos.

    El fenmeno de la discapacidad: un marco analtico alternativo

    La precariedad en la que se encuentra el colectivo de personas con discapacidad mo-tora en Argentina (situacin) se evidencia, tal como se ha anticipado, por el hecho de

    que la gran mayora de quienes lo integran no posee el certificado oficial de discapa-cidad, as como por las sustanciales diferencias con respecto a la poblacin sin disca-pacidad en lo tocante al nivel educativo alcanzado. Cabe describir esa situacin comode vulnerabilidad social (Castel, 1997). No obstante, tal situacin no es homog-nea: la experiencia de vivir la discapacidad (la condicin) variara de acuerdo a latrayectoria socialdel agente y, especialmente, al carcter ascendente o descendentede la misma. Tener una discapacidad implica la posesin de un cuerpo no legtimo,lo que parece significar una desposesin en trminos de capital simblicoque atra-vesara al conjunto de las clases sociales; en el caso de las personas con discapaci-dad motora, las condenara a una especie de muerte social que se expresara en la

    experiencia de un cuerpo encerrado en su casa (Bourdieu, 1998).Las significativas diferencias en cuanto a nivel educativo entre las personas con dis-capacidad motora y las personas sin discapacidad en Argentina son un dato significa-tivo; no slo porque la simple deficiencia fisiolgica no sirve como argumento expli-cativo, dado que la discapacidad motora no implica impedimentos intelectuales parala asistencia a establecimientos de enseanza formal, sino, ms an, lo es por elhecho de que el capital cultural institucionalizadoes uno de los principales factoresque determinan la posicin de los individuos en el espacio social.

    Los datos de la ENDI nos permiten, adems, comprobar que existen tambin nota-bles diferencias en la experiencia prctica de vivir con una discapacidad motora quepueden ser asociadas a la posicin en el espacio social ocupada por el agente, posi-cin que depende del capital global acumulado por ste (Bourdieu, 1987): en unasociedad dividida en clases todos los productos de un agente hablan inseparable-mente por una sobredeterminacin esencial de su clase (o mejor de su posicin enel espacio social y su trayectoria ascendente o descendente) y su cuerpo, o ms pre-cisamente de todas las propiedades, siempre socialmente calificadas, de la que esportador, propiedades sexuales por supuesto, pero tambin fsicas, alabadas, comola fuerza o la belleza, o estigmatizadas (Bourdieu, 1991: 135).

    As, la posesin de capital econmico condiciona la vivencia de la discapacidad pueses fundamental para la posibilidad de recibir tratamientos (en gran parte financiados

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    con presupuesto del hogar) o de adquirir ayudas tcnicas externas. Entre quienes noreciben actualmente tratamientos de rehabilitacin, un porcentaje muy significativodeclaran que la causa es, precisamente, la falta de recursos econmicos4.

    En la suma de capitales disponibles para las personas con discapacidad motora, junto

    al capital econmico, el capital social es a su vez fundamental: como se acaba demencionar, gran parte de los tratamientos son financiados por el grupo familiar, loque no slo implica recursos econmicos, sino la movilizacin de los afectos y la acti-vacin de los recursos derivados de las relaciones prximas. Pero donde la relevanciadel capital social posedo resulta ms evidente es en el nivel de autovalimiento reco-gido por la encuesta: gran parte de las personas con discapacidad que pueden hacertareas cotidianas con ayuda, como son las tareas domsticas, baarse, hacer lascompras, viajar en transporte pblico, lo hacen, en la amplsima mayora de los ca-sos, con el apoyo de la familia. De cada diez personas con discapacidad motora,ocho dicen poder baarse por s mismas, seis pueden realizar las tareas domsticas,

    cinco hacer las compras y cinco viajar por s mismas en transporte pblico (mientrasque, por ejemplo, entre las personas con discapacidad auditiva, a quienes las barre-ras arquitectnicas pareceran influir menos, dadas las particularidades de la defi-ciencia, nueve de cada diez pueden viajar solas en transporte pblico).

    Tener una discapacidad supone la experiencia de un cuerpo alienado, pero dichaexperiencia variar de acuerdo a la posicin ocupada en el espacio social (Bourdieu,1988). Ahora bien, ese cuerpo dista mucho de ser, simplemente, un substrato fisio-lgico neutro, un depositario o continente natural de la experiencia; muy al contra-rio, se trata de un cuerpo para el otro que es un producto social: por un lado, sus

    propiedades distintivas se deben a las condiciones sociales de produccin que laspropician o no y, por otro lado, la mirada social que se le aplica lo define y conformade acuerdo a determinadas categoras perceptivas y evaluativas; dicha mirada no esun poder abstracto y universal sino un poder social, que siempre debe una parte desu eficacia al hecho de que encuentre en aqul a quien se aplica el reconocimientode las categoras de percepcin y apreciacin que dicho poder le aplica (Bourdieu,1988:204).

    Entonces, si la experiencia (o en trminos de Pantano, la condicinde discapacidad)vara de acuerdo con las trayectorias sociales (y sobre todo dependiendo de su ca-rcter ascendente o descendente), el sujeto no acta con una completa libertad, sinoque existen ciertas limitaciones estructurales que parecen atravesar al conjunto delas clases sociales y que tendran que ver con las dificultades para su movilidad en elespacio pblico. Las limitaciones que indican los datos sobre autovalimiento, limita-ciones en la actividad, pareceran estaran ligadas a las barreras estructurales, perostas, lejos de ser simples obstculos materiales, no seran sino expresin de barre-ras culturales, el resultado de unas condiciones sociales de produccin de la corpora-lidad y de un conjunto de categoras de percepcin y apreciacin del cuerpo que no

    4Entre los que no declaran explcitamente la falta de recursos econmicos se aducen otras causas

    tales como que el tratamiento no lo cubre la obra social, o que el lugar en el que hay que realizarloest situado lejos de casa (lo que, obviamente, supone un gasto de desplazamiento), que tambinestn vinculadas con el capital econmico posedo.

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    toman en consideracin a ese cuerpo alienado, no legtimo, condenndolo a desapa-recer de la escena pblica.

    Si consideramos que todas las manipulaciones simblicas de la experiencia corporal,empezando por los desplazamientos en un espacio simblicamente estructurado,

    tienden a imponer la integracin del espacio corporal, el espacio csmico y del espa-cio social, pensando segn las mismas categoras (Bourdieu, 1991: 131), se puedeasumir que esa ausencia en el espacio pblico de un gran nmero de personas condiscapacidad motora dara cuenta de un cuerpo socialmente descalificado, encarna-cin del estigma o del rechazo5. En ltima instancia, la posesin de un cuerpo nolegtimo conducira a una desposesin de capital simblico en trminos generales, yaque, an cuando las experiencias de poseer un cuerpo discapacitado variarn deacuerdo a las trayectorias sociales, la poblacin con discapacidad en su conjunto sesita por debajo de la media en cualquier indicador que se tome en consideracin.

    Previamente, nuestra indignacin ante los reduccionismos objetivistas y subjetivistas,que impiden pensar ser y mundo en su constitucin recproca, nos llevaba a afir-mar que discapacidad y deficiencia deban ser concebidas como categoras que deri-van de un mundo cultural en el que las actividades humanas se entienden comoaqullas que llevan a cabo las personas normales en un marco social y econmicogeneral que las estructura(Ferreira y Rodrguez Caamao, 2006), y que dichas cate-goras se inscribiran en un cuerpo doliente, cuerpo que no estara escindido, sin em-bargo, de un mundo particular (Bourdieu, 1999) en su experiencia concreta. Al notener en cuenta el sentido vivido de la experiencia de la discapacidad (que no puedeser captado a travs de una encuesta cerrada, sino que debe incluir la voz de los

    agentes implicados y la observacin de sus cuerpos y sus prcticas en la vida real),esa propuesta no lograba restituir en un sentido prctico el anlisis objetivo.

    Bourdieu sealar que slo puede describirse realmente la relacin entre los agen-tes y el mundo a condicin de situar en su centro el cuerpo, y el proceso de incorpo-racin que tanto el objetivismo fisicalista como el subjetivismo marginalista ignoran(Bourdieu, 1999:241). El cuerpo est socialmente marcado y jerarquizado: el habi-tus, como metfora del mundo, hace referencia a una geografa corporal. La relacincon el propio cuerpo es una forma de experimentar la posicin en el espacio socialmediante la comprobacin de la distancia existente entre el cuerpo real y el cuerpolegtimo (Bourdieu, 1982). A partir de ciertas condiciones de existencia, el mundo sehace carne en el sujeto estableciendo un habitus (Bourdieu 1991), como sistema dedisposiciones que en l se sedimentan y que, en trminos de Maurice Merleau-Ponty,

    5El concepto de estigma ha sido considerado de manera negativa en su aplicacin a las personascon discapacidad por parte de algunos autores adscritos al modelo social, particularmente, a su ver-sin ms materialista: el concepto (Goffman, 1986) traducira, segn estos autores, en trminos demera evaluacin perceptiva, psicolgica, una realidad que en su constitucin est eminentementedefinida por evidencias prcticas y culturales que determinan una calificacin estructural del colectivo

    de las personas con discapacidad (Oliver, 1990). A nuestro modo de ver, la utilizacin de tal conceptoes til siempre y cuando se enfatice la intrnseca relacin entre estigma y divisin del trabajo, relacinsegn la cual el estigma adquiere la condicin de un coeficiente simblico negativo (Bourdieu, 2000).

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    no cierran la experiencia, sino que permiten recrear al nivel de la experiencia corpo-ral o individual un mundo particular entre todos los posibles (Merleau-Ponty, 1975)6.

    Se nos ha hecho manifiesta la necesidad de repensar la concepcin bourdiana delcuerpo, no porque no sea en s misma adecuada, sino debido al uso que le estba-

    mos dando y a las cuestiones que, a travs de ella, estbamos dejando de observar.No ser que el cuerpo vivido, en el mundo capitalista, es experimentado homlo-gamente a partir de la inculcacin por el Estado de unos esquemas de percepcinque se guan por las categoras impuestas mediante un lenguaje en tercera persona,el lenguaje de la medicina tradicional de occidente (portadora de la ortodoxia delcampo de la salud)? no ser que las taxonomas, propias de ese lenguaje, ancladasen la oposicin normal/ patolgico, se traducen en pautas que anudan, a su vez, loesttico (oposicin bello/ feo) y lo tico (oposicin bueno/ malo)? Y en aadidura,no ser que tal imposicin encuentra un doble plano de manifestacin: el del cuerposingular dicotomizado, cuya voz naufraga entre las prescripciones, prcticas y simb-

    licas, y el del cuerpo colectivo, que en extensin proyecta sobre las experiencias sin-gulares estructuras histricas, econmicas y societales?

    Buscando una radicalizacin de las hiptesis previas, sostenemos ahora que no espertinente, para el caso argentino, mantener la dualidad y oposicin determinadaspor los conceptos de condiciny situacinde discapacidad propuestos por Pantano,ya que si intentamos pensar la misma desde una perspectiva sociolgica como unarelacin de dominacin sera ms adecuado incorporar trminos sociolgicos, antesque mdicos y, sobre todo, eludir la transposicin de una experiencia integral enforma de una representacin binaria que fractura y escinde lo que, en su naturaleza

    constitutiva, es una realidad dialctica. Dicha dicotomizacin, adems, impide consi-derar la discapacidad como una relacin de dominacin cuya raz se encontrara en ladefinicin mdica de la deficiencia, definicin que ha de ser cuestionada para hacerevidentes todaslas implicaciones sociales del fenmeno de la discapacidad.

    Con ello, tratamos de evitar, segn ya hemos anticipado previamente, caer presa deldualismo cartesiano7para poder ver en el cuerpo, y en lo que tiene de ms hondo,las emociones, la clave del establecimiento de una relacin de dominacin duradera.Y adems, podremos conectar esa experiencia con las marcas supra-corporales quelos contextos socio-histricos determinan en ella: el cuerpo, el cuerpo de la discapa-6Consideramos que el reconocimiento por parte de P. Bourdieu de la tradicin fenomenolgica permi-te desarrollar un estudio paralelo entre su nocin de habitus(Bourdieu. 1987) y la de cuerpo habitualde Maurice Merleau-Ponty. En trminos de M. Merleau-Ponty, en virtud de la naturaleza temporal dela existencia en el cuerpo propio se constituye un cuerpo habitual, existencia adquirida o cristalizadaen los esquemas de accin que desaparecen en el cuerpo actual, existencia abierta y personal conti-nente de movimientos virtuales.7La dicotoma cuerpo/ mente, de filiacin cartesiana, marca la transicin moderna, lectura en clavecientifista, de las categoras de pensamiento propias de nuestra herencia cultural greco-judeo-crisitana: hay un cuerpo y un alma, un hombre y un dios, una esencia y un accidente, una materia yuna forma (o idea), un pensamiento y un acto, etc., etc., etc. En ciencias sociales, como no poda sermenos, esa tradicin secular ha tenido una profunda implantacin: el individuo frente a la sociedad,

    las normas en oposicin a la accin, el sentido subjetivo frene a la evidencia observable, la esttica yla dinmica, la estructura y el cambio, etc., etc., etc. Es toda una tradicin cuya quiebra no resultasencilla.

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    cidad, encarna un habitus que expresa cotidianamente la incorporacin de los patro-nes de referencia, tanto simblicos como prcticos, que han marcado la trayectoriasocial de su portador o portadora; o dicho de otra manera, mediante el habitus seopera la conjugacin de situacin y condicin de discapacidad: es un dispositivo demediacin que, atravesando al cuerpo, lo fuerza a ser expresin encarnada de las

    determinaciones tanto objetivas como subjetivas del campo en el que se desenvuel-ve. Pero, a su vez, ese habitus encarnado es expresin de una historia colectiva en laque las estructuras econmicas e ideolgicas determinan las condiciones de posibili-dad para su expresin: si es el Estado el que, en gran medida, sanciona con susprescripciones las condiciones en las que se ejerce la violencia simblica8, a su vez,como institucin, el propio Estado no es sino uno de los mltiples engranajes de undeterminado modelo histrico de organizacin colectiva. Un modelo de organizacinen el que, pese a todas las transformaciones que se han dado desde sus orgenes,mantiene en su estructura y funcionamiento ciertos ejes rectores o determinantesobjetivos que expresan su razn de ser: el mercado, la lgica del beneficio, la prima-

    ca del inters individual9

    ; este modelo socio-histrico es un modelo econmico eideolgico, la sociedad capitalista de mercado regulada por, pero tambin reguladorade, la ideologa liberal-individualista, cuya configuracin especfica en cada caso par-ticular, fundamentalmente a nivel nacional, habr que tomar en consideracin.

    Podemos plantear, entonces, situacin y condicin de discapacidad en trminos deun habitus de grupo, el habitus de la discapacidad:como estructura estructurada, esun producto histrico a travs del cual el Estado inculca la concepcin del cuerpo nolegtimo definida por el campo mdico; y como estructura estructurante determina ellmite de lo pensable y lo no pensable y genera unas prcticas y unos juicios sistem-

    ticos. Sobre esa imposicin, el colectivo queda marcado con las seas de la exclu-sin social (marca que no era tan evidente, al menos, en las sociedades tradiciona-les pre-capitalistas); y ello es as porque resulta funcional para la estructura socio-histrica: la lgica del beneficio demanda fuerza de trabajo productiva y consumo(individual) egosta; se trata de la permanente maximizacin econmica de indivi-duos en competencia. La exclusin de las personas con discapacidad, articulada entorno a ese habitus de grupo inducido, elimina excedentes improductivos: mano deobra poco rentable, individuos poco competitivos (Oliver, 1990).

    8La violencia simblica es una coercin que se instituye por medio de una adhesin que el dominadono puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominacin) cuando slo dispone parapensarlo y pensarse o, mejor an, para pensar su relacin con l, de instrumentos de conocimientoque comparte con l y que, al no ser ms que la forma incorporada de la estructura de la relacin dedominacin, hacen que sta se presente como natural; () los esquemas que [el dominado] pone enfuncionamiento son fruto de la incorporacin de las clasificaciones que as quedan naturalizadas,cuyo fruto es su ser social (Bourdieu, 1999:224-225).9A lo cual habra que agregar, a su vez, las tecnologas aplicadas en el ejercicio del poder poltico quesegn Foucault se instaruran cuando el poder poltico tradicional, detentador de la amenaza potencialdel ejercicio de la violencia, pasa a convertirse en un poder disciplinario y normalizador, que aplica sus

    mecanismos sobre los cuerpos individuales y sobre el cuerpo colectivo gracias a la incorporacin dediscursos cientficos que dictaminan las normas a las que esos cuerpos han de supeditarse (Foucault,1992, 1994).

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    Dada esta contextualizacin socio-histrica, marcada por ese doble eje econmico eideolgico, el fenmeno de la discapacidad no puede ser asumido desde una pers-pectiva universalista10: su constitucin, en trminos socio-culturales, variar segnlos patrones especficos de desarrollo de las distintas sociedades. La discapacidad enGran Bretaa ser diferente de la discapacidad en Argentina. En ambos casos pode-

    mos partir de un esquema interpretativo genrico que asume la existencia de uncampo especfico, el campo de la discapacidad, regulado por la inculcacin y encar-nacin de un determinado habitus, pero cada campo y cada habitus asociado seconstituirn en la forma especfica que determine la evolucin histrica particular. Lasociedad britnica se encuentra en una posicin central, dominante, dentro del mar-co general de una economa globalizada, en tanto que la sociedad argentina est enuna posicin perifrica, subordinada. El campo de la discapacidad en Argentina sersustancialmente distinto al britnico. Y, precisamente, la forma de captar las especi-ficidades de uno y otro ser el acceso a las experiencias concretas y singulares de laspersonas que experimentan los efectos de esos campos. Slo la experiencia encar-

    nada de la discapacidad puede dotar de contenido al marco analtico.

    Adems, el habitusno es un destino sino un dispositivo de potenciales destinos: lasvariaciones en un habitus de grupo podran ser explicadas como variaciones en lastrayectorias de clase; es por esto que los modos de vivir la discapacidad variarn deacuerdo a las singularidades de la biografa de cada agente en particular. En conse-cuencia, el habitus de la discapacidad slo puede ser pensado en relacin con elcampo de la salud,dado que se es el espacio de lucha por la imposicin de la defi-nicin del cuerpo legtimoy elcuerpo no legtimo; ese campo es, a su vez, un pro-ducto social e histrico, resultado de la lucha entablada por la ciencia mdica con

    otros saberes expertos, que si bien no puede ser pensado de modo separado del es-pacio social, posee una lgica propia. Y decimos campo de la salud, y no campo m-dico, dado que la definicin del cuerpo legtimo, es decir, el cuerpo saludable, sano ybello necesario para desenvolverse en la vida social, en el capitalismo actual, y en suparticular constitucin en el caso argentino, se ha ampliado incluyendo en l no slola oferta de bienes de curacin del cuerpo sino tambin de almas 11. Lo que se da, dehecho, es una disolucin del campo de la salud en la que los lmites de la oferta debienes de tratamiento de la enfermedad se encuentra en constante puja entre siste-mas de expertos y en donde el pensamiento mdico-cientfico cumple el papel deortodoxia (por su antigedad en el campo y su acumulacin de capital global), peroque se encuentra en estado permanente de cambio (Giddens, 1995). En la lucha porla imposicin de la buena manera de vivir y de ver la vida y el mundo, los saberes

    10 La pretensin de universalismo es uno de los rasgos definitorios de los modelos interpretativosdominantes, tanto como un mecanismo que garantiza la perpetuacin de dicha dominacin: Multitudde profesiones de fe universalistas o de prescripciones universales son fruto de la universalizacin(inconsciente) del caso particular (). Otorgar a todos, pero de manera meramente formal, la huma-nidad significa excluir, con apariencia de humanismo, a todos aquellos que carecen de los mediospara realizarla (Bourdieu, 1999:90). Toda pretensin de universalidad surge de un privilegio, de unascondiciones de existencia que no estn al alcance de todos.11

    En analoga con la disolucin del campo religioso que formula P. Bourdieu (1990), podemos consi-derar que en las sociedades capitalistas avanzadas se da una disolucin del campo mdico, que quedasubsumido en la esfera ms amplia del campo de la salud.

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    expertos se amparan en la ciencia para imponer verdades y valores, y esta imposi-cin se establece a travs del cuerpo (Bourdieu, 1990).

    El estado homologa los habitus al inculcar la percepcin de la medicina como con-cepcin legtima. La incorporacin de los habitus, por tanto, es ejercida por el Esta-

    do, que es el detentador de las nominaciones oficiales12; stas funcionan como es-tructuras estructurantes, previas a todo orden conciente, que oponen cuerpo sano acuerpo discapacitado, salud a enfermad, normal a anormal, bueno a malo, bello afeo, independencia a dependencia, y estructuran los principios prcticos a partir delos cuales se determinan, y se juzgan, las prcticas.

    En tanto estructura estructurada, el habitus es una forma histricamente constitui-da, arbitraria, en el sentido de Saussure y Mauss, cuya gnesis social puede recons-truirse (Bourdieu, 1999:227). As, en el contexto de una sociedad capitalista como laargentina, el Estado, como detentador de la violencia simblica, contribuye a la pro-

    duccin y reproduccin de los habitus. stos se articulan sobre esquemas relaciona-les, por ello, as como no se puede pensar lo gordo sin referencia a lo flaco (Scriba-no, 2007), no es posible pensar al cuerpo discapacitado si no es en funcin del cuer-po legtimo (sano-bello-bueno): a partir de la incorporacin en los esquemas de per-cepcin, sentimiento y accin de la discapacidad como lo opuesto a la capacidad,como cuerpo enfermo intil por oposicin al cuerpo sano til (como enfermedad mala por oposicin a salud buena), se adquiere antes de todo orden concienteuna valoracin negativade la discapacidad. La sociedad capitalista, como resultadode la relativa arbitrariedad histrica de su constitucin (esto es, ms all de las de-terminaciones objetivas que causalmente han propiciado su aparicin), se basa en

    un secuestro corporal(Scribano, 2007) y en la expropiacin experiencial, con lo que,a partir de la incorporacin de esquemas de percepcin, pensamiento y accin quehacen que un cuerpo sano sea percibido como un cuerpo normal y un cuerpo enfer-mo como anormal, se da un proceso de interiorizacin en los sujetos segn el cual lanormalidad (bondad, belleza, salud, capacidad) es incorporada como naturalezadevenida virtud.

    El Estado, como estructura organizadora e instancia reguladora de las prcticas, im-pone a travs de la accin permanente unas disposiciones duraderas en los agentes;impone en las instituciones y en las cuerpos, en la realidad y las mentes, unos prin-cipios prcticos de clasificacin, por medio de la divisin en categoras sociales tales como activos/ inactivos, capacitados/ discapacitados que son fruto de la apli-cacin de categoras cognitivas que acaban siendo, como resultado de dicha imposi-cin, cosificadas y naturalizadas, constituyendo el fundamento de la eficacia simbli-ca de la dominacin (Bourdieu, 1999).

    12uno de los poderes ms importantes del Estado [es] el de producir y de imponer (en particularmediante la escuela) las categoras de pensamiento que aplicamos a todo lo que en el mundo hay, yal propio Estado (Bourdieu, 2007:91); La concentracin del capital simblico, bajo sus diferentes

    formas, constituye la base de la autoridad especfica del detentador del poder estatal y en particularde su poder, harto misterioso, de nombrar () se constituye poco a poco una instancia central denombramiento (Ibd.:111).

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    Pero reiteremos, en este mapa en el que el campo de la salud sea, probablemente,el terreno en disputa en el que debamos centrar nuestra atencin, se conjugan latotalidad de campos que definen la estructura social, en su conjunto, en la que setrazan las trayectorias vitales de los grupos y los sujetos singulares. La pertinenciade considerar el campo de la salud, como ampliacin del campo mdico originario, se

    deriva de que ha sido en l donde se ha impuesto la ortodoxia respecto a la discapa-cidad, y ello ha sido as como resultado de la evolucin histrica de la sociedad capi-talista: la medicina se erigi como saber experto respecto de la discapacidad trasoperarse el mecanismo de exclusin econmico-ideolgica que mencionbamos; laspersonas con discapacidad, apartadas del discurrir central del orden social, fueronsometidas a un progresivo proceso de internamiento. Se crearon instituciones es-pecializadas de reclusin y tratamiento; puesto que la imposicin simblica era la dedesviacin respecto de la norma (de utilidad, de belleza, de bondad, de independen-cia), se gener la prctica de la rectificacin; en el nuevo orden social ya no tenacabida la asuncin de una causa divina (el pecado o un destino desgraciado) como

    origen de la discapacidad, pues el declive de lo religioso daba paso al auge de locientfico. El origen de la desviacin estaba en una anomala fisiolgica, y sta podaser tratada clnicamente (esto es, cientficamente; esto es, mdicamente). Este pro-ceso de exclusin econmico-ideolgica y de medicalizacin de la discapacidad hasido comn a toda sociedad capitalista; lo que ha variado es la cronologa en cadacaso.13

    A fecha actual se est produciendo, en las sociedades occidentales avanzadas, undesplazamiento en la estructura: el campo de la salud es invadido por nuevosagentes que amenazan su hegemona. El movimiento por una Vida Independiente

    iniciado en EEUU en los aos 70 est desplazando desde entonces el terreno de ladisputa hacia el campo de la poltica (los derechos civiles); el modelo social britni-co, afincado en la institucin universitaria y en los departamentos de sociologa pug-na en el mismo sentido ideolgicamente, pero, adems, incorpora en la disputa unnuevo saber experto en condiciones de dictaminar ortodoxias: la Ciencia Social esten disposicin de definir patrones legtimos con los que reconfigurar las presuposi-ciones que articularan el habitus de la discapacidad (no es sino sa nuestra intencincon el presente trabajo). Ese desplazamiento no se ha dado en Argentina, dondetodava las prescripciones preponderantes siguen el patrn de ese modelo histricoen el que la medicina (hoy, ampliadamente, la salud) dictamina el sentido de las tra-yectorias de los sujetos. Todava estamos vinculados a la lgica de la subordinacin(expresada en la inculcacin de predisposiciones duraderas en los agentes tanto co-mo en la configuracin del marco estructural que las define).

    Pero no todo est dado de antemano: la competencia por la acumulacin global decapitales, en cualquier campo en disputa, es un proceso dinmico sometido a cons-13El discurrir histrico que propicia la exclusin de las personas con discapacidad de la corriente prin-cipal de la vida social (Abberley, 1987, 1998; Barnes, 1991a, 1991b, 2007; Finkelstein, 1980; Morris,1991; Oliver, 1990, 2002; Shakespeare, 1993) se inscribe en una fase de institucionalizacin: secrean las instituciones especializadas en el tratamiento y la cura de la discapacidad, con sus profesio-

    nales expertos. El cuerpo de la discapacidad pasa a ser objeto tratamiento: restituirle la salud; si noes posible, suplir su deficiencia; si no es posible, tratar teraputicamente la psique de su poseedorpara que asuma su deficiencia, para que se adapte (Finkelstein, 1980).

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    tantes reajustes y a reestructuraciones de conjunto. En esa dinmica dialctica, losagentes actualizan los esquemas y predisposiciones heredados a travs del habitus,pero esa actualizacin es a su vez un mecanismo perturbador, pues sus esquemasadelantan expectativas que pueden no corresponderse con el estado actual del cam-po en cuestin (los esquemas heredados se definen en funcin de la situacin ante-

    rior del campo); condiciones objetivas y expectativas subjetivas confluyen siempre enun permanente estado de equilibrio inestable y la herencia del habitus no garantiza,en ningn modo, el mantenimiento de las primeras a costa de las segundas (Bour-dieu, 1988).

    La dialctica de las expectativas subjetivas y de las oportunidades objetivas operapor doquier en el mundo social y, si bien en la mayora de los casos tiende e asegu-rar el ajuste de las primeras a las segundas, sin embargo, surgen los desfases, en loscuales las conductas se vuelven sin razn, emergen los sntomas (Freud, 1998)que evidencian que tras la aparente naturalidad de las cosas se encierran conflictos y

    pugnas que son cristalizacin de procesos en permanente riesgo de catstrofe; todolo evidente es evidentemente asumido como tal hasta que se hace evidente que po-dra ser radicalmente distinto a como es.

    Narrativas de la discapacidad: voz, cuerpo y habitus

    Hemos de observar la violencia invisible que se ejerce de modo cotidiano y continuoen la familias, la calle, los hospitales, la facultad, los tribunales, las escuela; una ma-nifestacin que es el producto de la violencia inerte de las estructuras econmicas

    y los mecanismos sociales (Bourdieu, 1998). Podemos observarla a travs de lasvoces de la discapacidad, que indicarn la especfica experiencia que dicha violenciaimplica en el caso argentino.

    Esas voces expresan la experiencia de la institucionalizacin: la reclusin en institu-ciones especializadas en el tratamiento y la cura de la discapacidad, con sus profe-sionales expertos; el cuerpo de la discapacidad pasa a ser objeto de tratamiento cl-nico:

    Mi pap no saba cmo hacer para que yo estudiara. () Encontr un colegio en Lans. Ah es-tuve internado de los 12 a los 18, ah hice el primario y el secundario. Era para todo discapaci-

    tado. () Va, no lo termin porque me escap a los 18 aos () vos sabs lo que era a los 18aos estar internado?!, a las 7 a la cama (Enzo)

    Yo estuve 6 meses en cama y las piernas se vuelven locas, y () te empiezan a dar biorrelajan-tes o te dan el Valium, () Hacen un equipo el kinesilogo, la psicloga, el fisiatra, el fisiatra esel que manda, y te dan biorrelajantes para que las piernas se queden duras. () Te empiezan aempastillar, empastillar y no, yo dije hasta ah, eh!. Hay pibes que tomaban 5 Valium por da.() Es todorobticamente, no es que vas a poder volver a caminar, es para que lleves una vi-da mejor (Pablo)

    Cuando ese cuerpo incumple el principio de la institucionalizacin, accediendo al es-pacio pblico, se encuentra con que en ste todo es visible, primordialmente visible

    y no, simultneamente, visible, audible y palpable; aquel que no ve, es desplazado:

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    El otro da me llev puesto un cesto, no puede haber cestos a la altura de la cabeza, cuando lefui a decir al kiosquero me dijo pero ya est ah (Laura).

    En ese espacio pblico no todo est inconscientemente pensado para cuerpos nor-males; hay, por ejemplo, servicios especiales para personas con discapacidad; pero

    en este caso lo que est ausente es la conciencia de que muchas personas necesitanesos servicios, lo cual se traduce en su diseo:

    En la facultad tuve que esperar cuarenta y cinco minutos para que me trajeran la llave del ba-o de discapacitados, cuarenta y cinco minutos! (), y el bao tena un escaln de cincuentacm., no puede tener un escaln de cincuenta cm.! (Laura)

    Y esa falta de conciencia, de hecho, va ms all del diseo de esos servicios especia-les; implica un ideario colectivo que, lejos de sensibilizado frente a las personas condiscapacidad, las percibe como blancos ms fciles para el engao:

    Ahora ando siempre con cambio chico, porque al no ver la gente se abusa, antes siempre mecagaban, me metan billetes de diez pesos por billetes de veinte, deberan tener rombos, perono se sienten, hasta en los tribunales de San Martn me metieron el perro (Laura).

    La voz de Laura expresa, sin resquicio para las ambigedades, que el habitus de ladiscapacidad se consolida cotidianamente como la vertiente negativa de esas dico-tomas que hemos anticipado: los cestos la golpean, los baos no estn a su disposi-cin y la gente trata de engaarla; por qu? Porque es portadora de un cuerpo ile-gtimo cuya razn histrica de ser lo sita en una institucin especializada, no en lacalle. Tambin su voz nos expresa la importancia del capital disponible en la trayec-toria singular de cada persona con discapacidad; nos confirma lo que anticipbamosa travs de las cifras de la ENDI, la importancia del capital social en la experienciaconcreta de la discapacidad:

    "Yo tuve un accidente en el 99 ah muri mi mam, () Tuve que aprender a ser una ciega pro-fesional, o sea: no saba manejarme, y en eso mi pap fue fundamental () Convencimos a mipap para no ir ms a la escuela comn e ir slo a la escuela de ciegos. Ah aprend braille, es-tuvo buensimo, aprend actividades de la vida cotidiana en eso mi pap me ayud muchsimo,si me hubieran criado mis abuelos hubiese sido una intil porque son miedosos, no sabra salira la calle sola, prender el horno pero mi pap me estimul que aprendiera todo, mi pap meense a cocinar (Laura)

    La importancia del capital disponible tambin se manifiesta en los casos de Enzo yPablo, por ejemplo, en el modo en el cual cada uno accede habitualmente al ServicioNacional de Rehabilitacin (SRN) para realizar prcticas deportivas. Enzo (con secue-las de polio) tiene la posibilidad de desplazarse solo sin inconvenientes en el espaciofsico (va en su automvil importado, y adaptado), en el cual su discapacidad no espercibida por los otros y, a su vez, dispone de tiempo para el ocio, el cuidado y elmantenimiento del cuerpo. (Bienes accesibles gracias a que la suya ha sido una tra-yectoria social ascendente).

    Yo hace 50 aos que vengo ac. Ahora la mayora viste vienen ac acompaados,con la madre, yo vengo en el auto solo. Ahora estn muy protegidos, son boludos

    grandes. Mis hijos laburan, mi seora tambin, si se queda el auto llamo al AutomvilClub, y ya est! (Enzo)

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    Por el contrario, Pablo, de 30 aos, parapljico a raz de un accidente, miembro deuna familia subproletaria (hijo de padres con primario incompleto y baja categoraocupacional, y empleos informales), no posee la capacidad para manipular el espa-cio fsico y el cuerpo propio. A diferencia de Enzo, que en unos pocos minutos puede

    llegar en automvil al SRN (con el privilegio de pasar desapercibido por los dems),Pablo (al no tener medios econmicos para comprar un coche) circula en transportepblico. Para llegar al Servicio tiene que realizar un viaje de dos horas en colectivo[autobs] y necesita la ayuda de otros para subir y bajar de l. Lo cual implica estarpermanentemente expuestoa que las personas invadan su intimidad, invasin quepuede llegar a niveles de agresividad extremos:

    tengo que subir al colectivo y tren. Tengo que hacer 20 cuadras en silla para tomarteel 15 que me deja en Libertador () A la gente le choca la silla, pero es cuestin como lollevs vos, sino te peleas con todos si yo me pongo a decir que mirs? Tens que decir

    ey loco cmo va? Y te ests mirando. Vos llegs a un lado y es ademsllegs a chocartobillos, hola, qu tal?... permiso. A la sociedad le vas a echar la culpa? Al colectivo mesuben. El rengo14tiene que enfriarse. Te dicen yo si estuviera en tu lugar me pegara untiro, y qu le vas decir? Pegtelo vos! (Risas). (Pablo)

    Aprenderlo todo de nuevo, dice Laura, aprender a ser ciega profesional; es decir,reestructurar su existencia como consecuencia de las prescripciones impuestas sobreun cuerpo, ahora, no legtimo. Laura pudo ir a una escuela especial, pudo no caerbajo la subordinacin de los miedos de sus abuelos, pudo aprender de pap a salira la calle, a encender el brasero, a cocinar. Su experiencia particular, como la de Pa-blo, est marcada por su condicin de clase (por la trayectoria social de su grupo de

    pertenencia, eminentemente ascendente), que le dio acceso a determinados recursosy capitales, en particular, el capital social que su padre puso a su disposicin. Pese alo cual, cestos, bibliotecas y aseos pblicos siguen atestiguando lo exiguo, en lascondiciones sociales generales en las que se desenvuelve, de su logro, un logro queen el espacio pblico la descalifica y la sita como vctima.

    La aceptacin de las limitaciones impuestas por una cultura discapacitante apareceen estas narrativas, y lo hace, decamos, en forma de resignacin; una resignacinque implica la interiorizacin de las limitaciones constantes y cotidianas impuestaspor la experiencia prctica. As mismo se comprueba como el cuerpo discapacitado

    est desigualmente expuesto al medio de acuerdo a la posicin en el espacio socialde su poseedor. Pablo encarna uno de esos tantos cuerpos superfluos (Scribano,2008) inscritos en la cultura del no:

    Yo quera venir a la pileta. El agua me haca bien, a la espalda, a las piernas, o los bra-zos. Y bueno te dan el alta y entonces yo le dije a la doctora mire yo quiero un rems[taxi] para venir a kinesiologa y para venir a la pileta. Vine una sola vez a la kinesilogade externos te miran con esas caras de fif que no s que como que no vine nunca ms.

    Asquerosas, no s como decirte. Yo lo que veo en Ramsay [el Servicio Nacional de Reha-bilitacin, SRN] es que es un grupo muy selecto (Pablo).

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    La palabra rengo, que vendra a ser, ms o menos, en castellano espaol cojo (ms propiamen-te, renqueante) es el concepto genrico para calificar a las personas con secuelas de polio por sumodo de andar.

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    Ahora bien, la vctima no lo es con completa pasividad, sino que llega a expresar demanera contradictoria sa su condicin como manifestacin del la poderosa inculca-cin a la que est sometida.

    En el caso de Pablo, se cuestiona abiertamente el habitus de la discapacidad y l seniega a asumir su identidad como la de una persona enferma. As, posee una miradamuy crtica de los mdicos (seala de ellos que no te dicen nada de tus derechos yque no fomentan tu independencia). Pablo reconoce la arbitrariedad que implica lanaturalizacin de la discapacidad como enfermedad: a todo pibe que veo en silla yole digo si sabe sus derechos.

    Mir esa mam cmo va con la espalda echa pedazos porque no sabe que le tiene quepedir al mdico que le den una silla mejor. El Estado se tiene que hacer cargo, te tieneque dar una buena silla. Porque si no vas a andar 10 cuadras, un da y despus novas salir ms, te vas a resignar a lo que sos, un enfermo (risas). Es lo que te

    quieren poner en la cabeza, que sos un enfermo, que no servs para nada, note integran.

    () Yo tena la obra social de mi mam porque trabajaba bajo relacin de dependencia yeso es una ventaja porque el Estado no te da nada. Le peds una silla de ruedas y teda cualquier cosa, te da una que despus te rompe la espalda, se te rompe lasilla,no pods andar por la calle. (Pablo).

    Se pueden constatar los efectos trgicos que la exposicin a la violencia simblicaejercida sobre un colectivo marginado, y que lleva a los propios dominados, en algu-nos casos, a reproducir las mismas categoras que son la condicin de su domina-

    cin. Los dominados, al haber estado y estar sometidos continuamente a malos tra-tos, tienen mayores posibilidades de ejercer la violencia sobre los dems (sobre todo,los propios compaeros de desgracia), o sobre s mismos (Bourdieu, 1999).

    Rompo todo, qu se le va a hacer, no veo Yo me digo sos tonta [] Un imbcil el otro da leped que me ayude a cruzar, me estamp contra el poste de luz, sos imbcil, no ves que soyciega (le deca llorando) Si sos intil no ayudes porque no podes ayudar [] Lamentablemen-te, como mi pap no saba nada fui a la escuela 502, que es de discapacitados, no de ciegos,fue un horror, ramos dos los chicos ciegos y eran todos chicos con toda clases de discapaci-dades diferentes, y el otro ciego incluso, no era normal, tena retrasos mentales, entonces erauna tortura esa escuela para m. Yo no tena clases con ellos, tena el recreo () no sabs loque era una hora con esos chicos, llegabas a tu casa con la cabeza hecha mierda (Laura)

    El dominado utiliza las mismas categoras de sancin que son producto de su condi-cin de dominacin. Deberamos repudiar, por discriminadores, eso que podramoscalificar como los mitos urbanos15 sobre las personas con discapacidad, pero no

    15Resulta imposible no citar el relato de Roberto Arlt sobre el bizco que se enamora, el amor no escompatible con la bizquera () Hay personas que tienen cierta prevencin contra los cojos. Los creenmalos, incapaces de una buena accin. Sin embargo, hoy he descubierto que un cojo es torta y panpintado junto a un bizco, sobre todo si es un bizco que est enamorado () El amor no es compatiblecon la bizquera. No puede serlo. No lo ser jams. Un bizco comienza por ver torcidas todas las cosas,menos las que efectivamente lo estn. () Un tuerto puede ser alegre o no, un bizco no. Un bizco es

    siempre suspicaz. Un bizco no puede ser amado, porque por insensible que una mujer sea, se resisteante ese espectculo de un ojo atravesado que la espa como un foco infernal () Indudablemente unbizco enamorado es un espectculo melodramtico y tragicmico, sobre todo si se las tira de senti-

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    deberamos dejar de analizarlos sociolgicamente y, quizs, est ah la clave de labase de la dominacin de las personas con discapacidad: tal vez nos revelen verda-des socialmente reprimidas (Bourdieu, 1999), elaboraciones ms o menos fantasma-gricas que forman parte de la verdad, y son del mismo orden de importancia de loque intentan ocultar (Ibd.). El cuerpo con discapacidad encarna un destino social-

    mente no deseado al cuestionar el principal valor de la sociedad capitalista: el valordel cuerpo legtimo; una de cuyas mximas manifestaciones es la esttica. Evidenciade su constitucin dialctica, el cuerpo con discapacidad se escinde entre su condi-cin marginada y excluida y su inclusin en la imposicin general de los cnones dela normalidad (dialctica de las expectativas subjetivas y las condiciones objetivas):

    PR: Y te gusta arreglarte?R: Si, pero soy gorda pasa que tomo corticoides, pero siempre me maquillo, hoy llegaba tar-de ac y me maquill en el colectivo no s si estoy bien pintada, se nota la sombra en losojos?, () para m lo ms importante en una persona es estar bien perfumada. Me encantanlos perfumes, en un varn es lo ms importante. (Laura)

    Esa mirada social (burguesa) es la misma que le negaba a Enzo, segn su relato, lacapacidad de ser un hombre amado (porque cuestionaba su productividad econmicay sexual); y ser, paradjicamente, la que l mismo aplique para percibir a las ren-gas.

    El problema de las chicas siempre fue vos ponete en el lugar de hombre y vos de dis-capacitada Cmo te ibas a tirar el lance con una renga?...Era medio medio Y las pi-bas siempre estaban medio en bolas, nadie les daba nunca mucha bola (risa) El hombrecomo la parte activa ms audaz y claro la piba, la mujer tiene que esperar, y entonces laspibas se quedaban (baja la voz) y haba pibas lindas

    PR. Quedaban muchas solteras?R. Si solteronas, un problema. Ahora hay pocas que vienen pero hay muchas soltero-nas, es un tema difcil. Algunas se han casado entre discapacitados, entre rengos y ren-gas. Yo siempre dije no! Para rengo estoy yo! (risas). Qu guacha, no te reas! Yo he sa-lido con alguna renga, pero aventuras, hasta ah no ms, nada serio Adems era me-dio te vean los otros muchachones, los otros rengos que salas con una renga y te de-can dale che, no sos capaz de levantarte una mina como la gente que sals con unarenga, (Enzo)

    Tanto Laura como Enzo expresan una doble condicin cuya conjugacin anuda laambivalencia de su existencia. Laura, siendo conciente de las ganancias en trminosde capital simblico que genera la belleza, afirma, primero, su condicin de mujer,segundo, su pertenencia social, definida por los patrones estticos propios de la pe-quea burguesa16; su condicin de persona con discapacidad ha sido, naturalmente,relegada al trasfondo de sus expectativas. Reconoce el ideal dominante en materiade excelencia corporal y la dedicacin de tiempo al cuidado de la apariencia fsica

    mental y gasta gafas y se peina con gomina. () Y no haba un solo pasajero en el tranva que nopensara: Te adornar la frente querido bizco Roberto Arlt (2001: 35, 36,37), El bizco que seenamora enAguasfuertes Porteas,Losada, Buenos Aires.16

    Laura tiene 20 aos, qued ciega en el 1999; su mximo nivel educativo alcanzado es universitarioincompleto, no trabaja ya que vive de una renta. Su padre es comerciante, con un nivel educativo desecundario completo.

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    que ello requiere (Bourdieu, 1988). Su creencia en el valor de la belleza y del esfuer-zo para embellecerse asocia un valor esttico con otro de naturaleza moral (Bour-dieu, 1998:204). Se trata del mismo valor que Enzo aplica, en negativo, en su eva-luacin de las rengas. El cuerpo, en lo que tiene de ms profundo e inconsciente,es el depositario de toda una visin del mundo social, de toda una filosofa de la per-

    sona y del cuerpo propio (Bourdieu, 1988).

    Para Enzo, a su vez, la encarnacin del habitus de la discapacidad implicaba una va-loracin del desarrollo, a travs de la rehabilitacin, de esos imperativos propios delcuerpo legtimo: la virilidad, la fuerza, la salud (nunca alcanzada plenamente) y eltrabajo. Este acercamiento al cuerpo legtimo permita el acercamiento a bienesdistintivos (o una especie de capital social) preciados: las mujeres no discapacita-das.

    PR. y tenan xito con las mujeres?

    R. Si! Yo no s por quYo no s fue suerte. Yo tena pelo rubio ahora estoy pela-do, ojos celestes, llamaba mucho la atencin ac haba siempre estudiantas viste, ysiempre una amistad, habr salido con dos, tres, algn romance algo fugaz, pero eso esasunto aparte. Pero si, nos venan a ver jugar al bsquet, nos babamos, nos cambi-bamos, cada uno para su lado, poca linda (Enzo).

    Se hace evidente la imposicin de los sistemas de clasificacin del cuerpo legtimo, apartir de los cuales es percibido el cuerpo discapacitado: cuerpo improductivo, eco-nmica y sexualmente. Con otras palabras, como una encarnacin de un destino so-cialmente rechazado y, por ello, despreciado: la frase rengo hijo de puta rene unjuicio esttico y moral del portador de esa cojera.

    Sabs cul era el miedo de mi suegro?, que l los tuviera que mantener a los dos. Lanena se casaba y haba que mantenerlos y resulta que poco ms tengo que yo mante-nerlos a ellos. Queran tener un arquitecto, un ingeniero y viene un rengo hijo de pu-tay se lleva a la nena, por ah yo lo entiendo al viejo Me da bronca uno tiene unahija y quiere darle lo mejor, y se vino con un rengo. ()

    PR. Pero esa hostilidad en el resto no la encontraste

    R. No, est mal que lo diga, pero muchos hasta me admiraban y yo tena dos laburos,en una fbrica de plsticos, guita juntaba, me compr mi departamento, mi casa, mi au-to, tuve mis hijos, mi mujer no trabajaba. (Enzo)

    La dominacin es efectiva gracias a la illusio que genera, una fe prctica en el campoque hace del cuerpo, sobre todo a partir de la creencia en actos, inculcada en la pri-mera infancia por un lenguaje de mimsis, incorporacin de las condiciones de domi-nacin en forma de afecto, sumisin y, agregaramos, deseo. Ese saber corporaltiende a desear, sin mediacin de reflexin consciente ni voluntad expresa, aquellascondiciones objetivas que le han sido inculcadas: el cuerpo legtimo de la medicinaque ha sido inscrito a travs de la incorporacin del habitus de la discapacidad comoradiografa en negativo. Por eso, Laura, mujer, de condicin pequeo-burguesa, hacemanifestacin de la negacin de su condicin de persona con discapacidad cuando

    habla de los hombres:

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    Marcos, es del departamento de alumnos, es dulce, tiene rico perfume, es morocho de ojosverdes, me dijeron las chicas, aunque eso no tendra que importarPR- l es ciego?R- No, no. (Laura)

    La mujer ha de traducir, no slo en aroma (sensacin pertinente para una personacon discapacidad visual como mecanismo de atraccin), sino en visin, la raznde laseduccin; y aunque eso no tendra que importar... el caso es que s importa. Loque dijeron las chicas, como lo que dice el Estado o lo que dice el campo de la sa-lud es el discurso de las prescripciones que se imponen al sujeto, por encima, inclu-so, de sus capacidades efectivas de apreciacin. No es de extraar que, casi autom-ticamente y sin elaborar asociacin alguna, a la hora de hablar de afectos, Lauratienda a soar con volver a ver, con recuperar el cuerpo sano:

    PR- Te gustara casarte, formar una familia?R- Si y volver a ver, aunque salga dos millones de dlares yo los junto, como sea, los

    junto; pasa que para lo que yo tengo no hay operacin, pero si hay los junto y me opero.(Laura)

    Encontramos, pues, una aceptacin, de modo tcito por anticipado, de los lmitesimpuestos; aceptacin que se expresa en forma de emocin corporal y que contribu-ye a la reproduccin de la relacin de dominacin (Bourdieu, 1999). De lo que resul-ta la imposicin de una identidad heternoma: en el caso de Enzo y Pablo se traduceen la bsqueda de la normalidad, implica el querer estar en regla, como algo quecala hasta lo ms hondo del cuerpo, en forma de emocin y de deseo:

    PR. Y tu sueo cul sera?

    R. Ser un chico normal, tener una familia, un hijo (ahora con el viagra sepuede)que sea un caballero. Antes de la silla yo no pensaba eso. Me daba alergia loschicos, no quera saber nada. Yo tena la cabeza re podrida, no me comprometa nada() (Pablo)

    PR. Cules son tus sueos?

    R. Que mis hijos fueran sanos,que no tuvieran nada raro, que no anduvieran enfalopa, que pudieran seguir estudiando ya estn recibidos. Slo pido salud para poderseguir aguantando, una vida sana Tengo una buena jubilacin, tengo renta delcampo, mis hermanos lo trabajan los dos solteros, cuando se vende algn animal ligo al-go, mi mujer trabaja 6 horas pero tiene un buen sueldo. () Yo he visto ac tipos que

    son unos pobrecitos, tipos que se han criado con los padres, que los llevan de ac paraall, que los llevan a la facultad, y no saben hacer nada a mi nunca me di nada nadie,labur y tengo todo lo que pude hacer (Enzo)

    Pero ese reconocimiento prctico, corporal de las limitaciones impuestas que contri-buye a la reproduccin de la relacin de dominacin a travs de la illusiopropia delcampo no la explica por completo. La dependencia de las personas con discapacidadse ver reforzada, tambin en la prctica cotidiana, porque el contexto social no estadaptado a sus necesidades, sino a las necesidades de los no discapacitados (Ferrei-

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    ra, 2007)17. Es decir, la incorporacin de ese habitus de la discapacidad, en el queconfluyen la situacin objetiva y la condicin subjetiva de la misma, se produce enun contexto ms amplio en el que el campo de la salud despliega slo una parte delas prescripciones.

    Es a partir de esta consideracin que, una vez expresas las narrativas de la discapa-cidad en cuanto experiencia vivida y sentida de la misma, hemos de ir ms all deesas voces para enfatizar que ese habitus est histricamente situado, inscrito en elconjunto de condiciones operativas, estructurales y funcionales, de una organizacinsocial regida por la lgica, a la par, reiteremos una vez ms, econmica e ideolgica,del mercado. No hemos de perder de vista esta dimensin ms amplia que es en laque, en realidad, se definen las reglas del juego a las que est sometido tanto elcuerpo discapacitado como el cuerpo legtimo. En ese marco de referencia, precisa-mente, adquiere sentido tomar en consideracin las caractersticas propias y distinti-vas del caso Argentino, sus diferencias y distancias respecto de las sociedades euro-

    peas avanzadas. Es aqu donde el habitus se traduce, objetivamente, en forma deexclusin social, opresin, marginacin, ausencia de derechos reales, discriminacin;es aqu donde las personas con discapacidad adquieren la condicin de colectivohomogneamente clasificable por su posicin relativa en la estructura social.

    Por eso es precisamente ah, tambin, donde surgen las condiciones de posibilidadpara el cambio, para la reestructuracin de los campos y la redefinicin de los habi-tus en ellos inscritos. El movimiento por una vida independientemoviliza una redefi-nicin del habitus de la discapacidad que no opera, propiamente, en el campo de lasalud, pero que tiende potencialmente a afectarlo y, con ello, alterar las relaciones

    de poder vigentes. Si llega a alcanzar el rango de ortodoxia implicar, automtica-mente, la prdida de vigencia, tambin en el campo de la salud, de las ortodoxiasactuales en torno al cuerpo sano, pues las nuevas reglas de juego se articularn entorno a la ciudadana, los derechos civiles y las legislaciones antidiscriminatorias; noobstante, el arrastre de las herencias culturales nos hace ver ese momento comoalgo lejanamente incierto (pero reiteramos: el movimiento se ha iniciado, los desfa-ses son potencialmente crecientes). Precisamente la ausencia de ese movimiento poruna vida independiente en Argentina marca una de las distancias fundamentales res-pecto a los marcos de referencia bajo los que podemos entender la realidad social dela discapacidad en las sociedades europeas avanzadas.

    De hecho, el movimiento por una vida independiente supone la introduccin de undesfase en la lgica de funcionamiento del campo de la discapacidad. Como dispo-sitivo de potenciales destinos, a partir del habitus surgen los desajustes y, con ellos,las llamadas al orden. Las personas con discapacidad que procuran, pese a las hosti-

    17El cuerpo discapacitado, en el contexto de una sociedad capitalista, encarna un habitus no ajusta-dos a la situacin, un ciego no ve: ha de desenvolverse en un espacio social determinado fundamen-talmente por referencias visuales (carteles, seales, anuncios, escaparates, luces, fotografas), unsordo no oye: ha de desenvolverse en un entorno orientativamente auditivo: las voces de las perso-nas, los clxones de los coches, un grito de advertencia, un parapljico ha de desenvolverse en un

    espacio diseado para piernas giles: escaleras, escalones, bordillos, anchuras de marcos y puertasinadecuadas para sillas de ruedas, ascensores insuficientes; no podemos escenificar los espacios coti-dianos, en este plano, de las mltiples discapacidades psquicas posibles (Ferreira, 2007: 4).

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    lidades del mundo social, circular por el espacio pblico, luchar por una vida inde-pendiente(Ferreira, 2007), integrarse a la vida social, poseen un habitus desfasado:sus expectativas subjetivas se encuentran desactualizadas en relacin con las posibi-lidades objetivas pero, en la medida en que ponen en cuestin la definicin ortodoxade la discapacidad, expresan la posibilidad de un cambio en las leyes del campo de la

    salud (Bourdieu, 1999). De lo que se trata precisamente, entendemos, es de propi-ciar esa lucha, que se da en el campo de la salud, para redefinir la concepcin decuerpo legtimo.

    Un nuevo habitusde la discapacidad?

    El cuerpo discapacitado se encarna, simblica18y materialmente, en un cuerpo so-cialmente excluido que llevar a sus poseedores a una depreciacin en trminos de

    capital simblico, que es lo que ms efectivamente determina los lmites reales de suinsercin social. Las voces de la discapacidad indican efectivamente esa desposesiny la expresan en la forma encarnada de un deseo que es, a la par, mecanismo desujecin y de reproduccin de la relacin de dominacin que implica.

    La ausencia de certificacin estatal observada en el anlisis estadstico indica unadiferencia fundamental del caso argentino respecto a lo que sucede en las socieda-des europeas avanzadas. Puede atribuirse a la falta de solidaridad y a la hostilidaddel medio, manifestacin del grado de violencia al que se ve expuesto el agente en eltraspaso por la vida cotidiana y su interaccin con los otros y con el mundo; violenciasegn la cual la persona con discapacidad es un ser para el cual no hay espacio. Dehecho, y en trminos objetivos, las barreras arquitectnicas son infinitamente mayo-res en Argentina que, por ejemplo, en Espaa.

    La desposesin en trminos de capital simblico se manifiesta tanto en el cuerpo condiscapacidad encerrado como en las llamadas al orden que sufren cotidianamente loscuerpos discapacitados que s pueden circular. Las personas con discapacidad queprocuran cuestionar tal exclusin y se enfrentan, de hecho, a la definicin del cuerpodiscapacitado como no legtimo, son portadoras de un habitus desfasado que lesaboca a sufrir la exposicin, en carne y hueso,a la violencia simblica ejercida sobreel colectivo en su conjunto. Ese habitus desfasado todava es poco menos que inci-

    piente en Argentina, en donde las expectativas subjetivas de las personas con disca-pacidad tienden casi sistemticamente a su ajuste con las condiciones objetivas, loque se expresa en las narrativas por ese ineludible deseo de normalizacin queindica una aceptacin implcita de la depreciacin de la que se es objeto.

    En ltima instancia, la discapacidad en tanto condicin que excluye, margina y su-bordina (condicin de dominacin), en este contexto social unificar la existencia de

    18La belleza puede ser as simultneamente un don de la naturaleza y una conquista del mrito, una

    gracia de naturaleza, justificada por ellos mismos y una adquisicin de la virtud, justificada por segun-da vez, que se opone tanto a los abandonos y a las facilidades de la vulgaridad como a la fealdad(Bourdieu, 1998:204).

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    los agentes con diferentes discapacidades, al someterlos a similares condiciones deexistencia; por ello, podemos entender que existe unhabitus de la discapacidad, co-mo condicin actual, y en negativo, que afecta al conjunto de sus portadores. Lahiptesis viene avalada por el hecho de que tres discursos, el de una persona ciega,el de una con secuelas de polio y el de una con paraplejia manifiestan, pese a las

    diferencias significativas que marcan sus experiencias cotidianas, una homologacinen cuanto a percepciones, apreciaciones y expectativas.

    Sin embargo, en el interior del mundo de la discapacidad es muy probable que existauna jerarqua moral segn la cual las diferentes deficiencias, segn el alejamientorelativo del cuerpo legtimo, se ordenan en gradacin. Retomando nuestras conside-raciones previas (Ferrante, 2007), antes que hablar simplemente de condicin y si-tuacin, para expresarlo en trminos ms estrictamente sociolgicos, podemos en-tender que dicha dualidad se conjuga en un habitus de la discapacidad segn el cual,a partir de la posesin de unas condiciones de existencia similares derivadas de la

    imputacin mdica de una deficiencia, que funcionarn como estructuras estructura-das y estructurantes, las variaciones singulares (que no individuales) de tal experien-cia estarn condicionadas por las diferentes trayectorias sociales y su carcter as-cendente o descendente. Esto tambin puede apreciarse en los discursos recogidos:Laura y Enzo han experimentado trayectorias ascendentes, mientras que la de Pabloes descendente; as, los primeros incorporan las imposiciones del campo de un modoprcticamente acrtico, mientras que el segundo expresa claramente su rechazo a lasmismas. Ello supondra la asuncin de un mayor grado de aproximacin sentida alcuerpo legtimo en Laura y Enzo que en Pablo. Habra que tener en cuenta tambin,claro est, que Pablo es el nico de los tres que necesita silla de ruedas.

    Es decir, el habitus articula un marco estructural que define la situacin de disca-pacidad (condicionantes objetivos derivados del campo de la salud o estructura es-tructurada) y un marco funcional en el que dicha estructura determina la vivenciasingular o condicin de discapacidad (ejecucin subjetivamente orientada de lasprescripciones estructurales en virtud de la trayectoria social, o estructura estructu-rante); el habitus es, diramos, la conjugacin dialctica de ambas componentes, quecomo tal indica su inscripcin en un marco de referencia socio-histrico. Esa conju-gacin es la que vendra indicada, no ya en las regularidades de los discursos recogi-dos (manifestacin de los condicionantes homogeinizadores del campo), sino en lasdivergencias particulares de cada uno.

    As, la discapacidad en tanto que habitus, como dispositivo de potenciales destinos,hace expreso cmo el sujeto no acta en completa libertad, hace expresa la existen-cia un a-priorihistrico que condicionar el lmite de lo pensable y lo no pensable. Enel contexto actual podemos observar que la discapacidad significara una diferenciaque, lejos de ser neutra, se convierte en una desigualdad en tanto que priva alagente de la capacidad de darse mundos y, por tanto, su existencia ser acotada. Yaqu, nuevamente, habra que tomar en consideracin las condiciones particularesque han constituido histricamente la sociedad argentina actual y sus diferenciasrespecto de los marcos de referencia europeos. Cabe hablar, fundamentalmente, de

    un conjunto de restricciones mucho ms amplio debido a la situacin dependiente dela economa argentina en el mbito internacional, puesto que indicara, entre otras

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    cosas, una tensin mucho ms fuerte entre ideologa y economa, un mbito decompetencia, digmoslo as, ms primario en el que se agudiza la tensin entre ladimensin estrictamente productiva del cuerpo y la esttico-consumista.

    No podemos reflexionar en torno al cuerpo discapacitado sino es siempre ponindolo

    en dilogo con el cuerpo legtimo pero, a su vez, habra que retroceder en el anlisis,hacia el origen de unos principios ordenadores y de clasificacin que, a travs delcuerpo, tienden a generar la fe prctica en el juego. La creencia es la base de la do-minacin. Para poner en cuestin un estado del campo hay que poner en duda lasreglas del juego. El campo de la salud, gracias a la legitimidad otorgada por el saberexperto de la ciencia mdica y el poder del Estado para nominar lo normal y lo pato-lgico y con ello imputar la responsabilidad o no responsabilidad del desvo, im-pone una concepcin del cuerpo saludable: se trata, como observa P. Bourdieu, noslo de un saber sobre el cuerpo sino sobre el alma, un saber a partir del cual, a tra-vs de estos sistemas de expertos, es leda la conducta del cuerpo propio. En las so-

    ciedades capitalistas la experiencia del dolor en primera persona es medicalizada eindividualizada19. As, si Maurice Merleau-Ponty sealaba que la experiencia del cuer-po propio no puede ser descrita como una experiencia en tercera persona, tal vez lamxima alienacin que provoca el orden capitalista, y que se encarna en forma deviolencia simblicaen el cuerpo discapacitado, es que el horizonte de nuestra con-ciencia se establece siempre a partir de un saber experto. De este modo, la expe-riencia de la discapacidad es leda de acuerdo a categoras mdicas: aprendemosdesde nios, tanto quienes tenemos discapacidad como quienes no la tenemos, queestar enfermo es malo (que la salud es una prescripcin moral), y lo aprendemos apartir de la asociacin del dolor con la angustia de nuestros padres; con el miedo al

    doctor; con la firmeza de nuestra madre ante la orden del deber que supone seguirlas prescripciones de la cura, lo que el doctor dijo; con las cosas que no se puedencomer o hacer cuando se est enfermo, como jugar (enfermedad es dolor, postra-cin, inactividad, pasividad, carencia, dependencia... condiciones negativas del cuer-po traspuestas casi mecnicamente a la discapacidad).

    Todo esto va aparejado con la incorporacin de una percepcin del cuerpo bello, deacuerdo a la clase social pero, sobre todo, a las ganancias asociadas a la posesindel mismo (justamente la paradoja de la dominacin se debe a que produce illusio,es decir, creencia en el juego; y as la dominacin encadena doblemente: en la eje-cucin de un habitus que expresa las prescripciones a las que se est sujeto, y en laimaginacin ilusoria de poder ser lo que no se puede ser; como Laura, que es tonta,dice, que tropieza con los cestos y no puede ser usuaria de los servicios pblicos,pero que suea bajo la regulacin de los cnones estticos de su condicin de cla-

    19Nancy Scheper-Hughes y Margaret M. Lock (1987:27) rescatan un pasaje de Pierre Bourdieu, en elque una anciana mujer cabil le explica al socilogo la experiencia de la enfermedad antes y despusde la medicalizacin, que resulta esclarecedor: En los viejos tiempos, el pueblo no saba qu era laenfermedad. Se iban a la cama y moran. Es ahora cuando aprendemos palabras como hgado, pul-mn... intestino, estmago, y qu s yo! La gente slo estaba acostumbrada al dolor de vientre; lagente que se mora, se mora de eso, a no ser que fuera de fiebre Ahora todo el mundo est en-

    fermo, todo el mundo se queja de algo Quin est enfermo hoy da? Quin est bien? Todos sequejan, pero nadie se queda en la cama; corren al doctor. Todos saben ahora qu es lo que no lesfunciona bien (Bourdieu, 1977:166; traduccin nuestra).

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    se y se arregla y evala a los hombres por el color de los ojos y el pelo evaluacinprescrita por una norma comn de la que ella est excluida y entonces pagara,sabiendo que para lo suyo no hay operacin, por volver a ver).

    El acercamiento al cuerpo legtimo en el contexto de una sociedad capitalista genera

    ganancias en trminos de capital simblico (y tambin en trminos de capital eco-nmico, pues hay mercados cuya mercanca es la esttica de ese cuerpo legtimo), yes por esto que deseamos un cuerpo saludable y no un cuerpo enfermo. Si no de-seamos ese destino es porque aplicamos, a partir de la homologacin de los esque-mas de percepcin impuestos por el Estado a un juicio esttico, el cuerpo bello, unjuicio moral o tico, el cuerpo saludable. Si bien es cierto que esta percepcin delcuerpo vara de acuerdo a las clases sociales y no es una verdad universal, desvela elcarcter paradjico del cuerpo discapacitado: por un lado es percibido como un des-tino lastimoso y que requiere cuidado, pero por otro genera rechazo en tanto repre-senta un destino no deseado.

    No hay que dejar de observar como, pese a todo, los agentes consiguen oponer a lasubordinacin impuesta por unas condiciones degradantes unas defensas, individua-les y colectivas, puntuales o duraderas, inscritas de modo perdurable en los habitus:el humor, la irona, el empecinamiento obstinado; formas menospreciadas de resis-tencia (Bourdieu, 1999):

    Recin un seor que me ayuda a cruzar me dice, qu feo estar as, cmo? le pregunt yo,gorda o ciega?(Risas), No as no poder ver me dijo, por qu no te opers... Me puede repe-tir?, porque adems de ciega soy sorda (Risas) (Laura).

    El diagnstico de la situacin de discapacidad nos puede servir como una evaluacinpreliminar, que nos indica la probabilidad de que a cierta posicin en el espacio socialest asociada la preponderancia de ciertas disposiciones. Lo que posee de rico laENDI como encuesta es que nos permite pensar en trminos relacionales y esbozarun modelo interpretativo mediante el cual, de manera relativamente econmica yeficaz, podemos abordar ciertos fenmenos sociales; un modelo que, en cualquiercaso, no es la realidad (Bourdieu, 1991). La experiencia del cuerpo discapacitado noes un destino (dictado, en este caso, estadsticamente), sino que, dadas ciertas con-diciones objetivas, supone un dispositivo de potenciales destinos, cada uno de ellosvariacin de la tendencia general dictada por el modelo y que, fundamentalmente,

    depende de las trayectorias sociales singulares de quienes viven esa experiencia.

    No podemos caer en un reduccionismo objetivista que suponga que los datos apor-tados por una media estadstica explican los mltiples modos de vivir la discapacidad.Pero sera igualmente reduccionista entender la condicin de discapacidad descon-textualizada y no tomar en consideracin la situacin de discapacidad que la encues-ta refleja. Para que la discapacidad dejase de ser percibida como una enfermedad,con todas las connotaciones negativas que esto trae aparejado, sera necesaria unaciencia mdica que, sin intenciones de normalizacin normativa, aceptase que la en-fermedad, como el sufrimiento y las prdidas, forman parte de la vida; la enferme-

    dad, en lugar de ser considerada en oposicin a la salud, podra ser asumida comouna condicin de superacin, una potencialidad de la propia salud, una cualidad adi-

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    tiva; entendida la salud como la capacidad de caer enfermo, su superacin nos dota-ra de un cuerpo ms vlido (Canguilhem, 1943), gracias, precisamente, a la enfer-medad20. Para que esto fuese posible tendra que haber lugar real para los cuerposdiferentes, sera necesario un nuevo a priorihistrico (Esteban Garca, 2007).

    Esa posibilidad pasa por una reestructuracin general de los campos que articulan elconflicto en la sociedad capitalista actual, pues no ser del campo de la salud dedonde provendr la posibilidad del cambio. Las personas con discapacidad necesitanreapropiarse del capital simblico del que han sido desposedas y ello implica, en pri-mera instancia, su implicacin en los campos de la poltica y del conocimiento. Enuno, cuestionando y modificando las capacidades impositivas y prescriptivas del es-tado (el movimiento asociativo de base que reivindica el derecho a una vida inde-pendiente y digna, el derecho a la ciudadana plena, el derecho a una ampliacin dela cobertura legal que garantice su plena integracin social); en el otro, impulsandola promocin de saberes expertos crticos frente a la ortodoxia de la ciencia mdica

    (apelando a tradiciones que pueden construir una nueva definicin de la discapaci-dad como realidad, entendida, no ya en base a las taxonomas fisiolgicas, sino a lascondiciones reales de existencia de las personas, entre ellas, sus condiciones socia-les). No es nada aleatorio que en Gran Bretaa, donde esta transicin est msavanzada, se haya constituido un ncleo de resistencia que opera simultneamenteen ambos mbitos: el modelo social, por oposicin al modelo mdico-rehabilitador, se nutre de socilogos que, adems, son activistas polticos que lide-ran el movimiento asociativo y se constituyen en grupo de presin con capacidad deinfluencia sobre las decisiones polticas. Por lo tanto, una apuesta para la modifica-cin del estado actual de cosas en Argentina ser la promocin acadmica de estu-

    dios sociales, crticos, sobre discapacidad, como plataforma que suministre herra-mientas tericas al propio colectivo para enfrentarse a las ortodoxias de las que sur-gen las imposiciones que las condenan a su posicin subordinada. Cabe decir que eneste aspecto la situacin en Espaa es anloga: no existe a fecha actual una corrien-te consolidada de estudios sociales crticos sobre discapacidad.

    Como conclusin, anticipamos una hiptesis que slo podr ser confirmada a travsde la investigacin emprica. Ese habitus de la discapacidad, homogeinizador imposi-tivo del colectivo de los portadores de un cuerpo no legtimo, desparecer, se frac-cionar, bifurcar, multiplicar en la diversidad de habitus que potencialmente pue-den desplegar las personas con discapacidad; ello ser posible porque se habr des-articulado el campo de juego que condiciona fundamentalmente sus trayectorias ac-

    20Canguilhem (1943) propone entender la salud como la capacidad de tolerar las infidelidades delmedio: estar sano, ms que vivir en conformidad con un medio externo, es la capacidad de instituirsenuevas normas. Nuestro mundo es un mundo de accidentes posibles: las adversidades del medio, losfracasos y los errores forman parte constitutiva de nuestra vida. As, la salud debe ser pensada, msque como un equilibrio, como esa capacidad de instaurar nuevas normas en situaciones que nos re-sultan adversas. Si fuera posible una medicina no normalizadora, segn la cual el mdico ayudara alenfermo a ponerle voz a los sntomas de sucuerpo en lugar de imputarle una etiqueta en el lenguajeen tercera persona de la ciencia, podra acompaarle en ese proceso de recuperar la salud, entendida

    como respuesta a la exigencia de un cambio (Caponi, 1997). Aplicando la terminologa de Merleau-Ponty, la existencia del enfermo se ampliara pues sera capaz de dotarse de nuevos mundos, es decir,nuevos hbitos.

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    tuales y stas podrn ser definidas en planos ms amplios y diversos de la vida social(la exclusin actual implica homogeinizacin; la inclusin futura supondr diversifica-cin). Si hoy podemos afirmar que es pertinente entender la experiencia de la disca-pacidad en virtud de un habitus que la modela, estamos convencidos de que la su-presin de las condiciones estructurales que lo hacen posible desvelar una diversi-

    dad interna que, al menos en potencia, ya est presente en el conjunto de las perso-nas que integran ese colectivo.

    Es, por tanto, en la diferencia, en su reconocimiento, donde reside la clave cara alfuturo. Esto ya ha sido puesto en evidencia por autores que, si bien inscritos en elmodelo social anglosajn, pretenden ir un paso ms all y superar ciertas limitacio-nes de dicho modelo. Es el caso de Corker cuando afirma:

    la teora de la discapacidad al igual que la teora social en general se resiste a laconceptualizacin de la diferencia en cuanto eje central y cada vez ms importante de

    la subjetividad y la vida social. () Sugerir que ciertos argumentos y experiencias par-ticulares estn mal es crear una postura en la que la teora rige la experiencia de laspersonas con discapacidad en lugar de una en la que la teora crece a partir de nuestraexperiencia y, lopor tanto, es lo suficientemente flexible como para responder a ella(2008: 127, 139)

    Esto torna ms difcil la tarea pues, tratndose de una lucha por la transformacin delas condiciones de existencia vigentes, es probable que, ms all del poder unificadory homogeneizante de las prescripciones impuestas, no existan condiciones materialesque puedan constituir a las personas con discapacidad en un colectivo unificado poruna y la misma identidad social, una identidad unificada a partir de la cual empren-

    der en la prctica la lucha contra su opresin. Quiz la tarea sea, entonces, la de unaemancipacin en la que esas personas puedan estar en condiciones de constituir demanera autnoma sus diversas identidades en un contexto prctico no excluyente.

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