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15413 Sección Humanidades 28 JUl{.zflr¡! Henri Focillon: El año mil El Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid

Focillon Año Mil

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15413Sección Humanidades

28 JUl{.zflr¡!Henri Focillon:

El año mil

El Libro de BolsilloAlianza Editorial

Madrid

Título original: L,an milTraductora: Consuelo Berges Nota preliminar

El año m7I, segundo ttolumen de la ColecciónHenri Focillon o, se publica, como Fiero dellaFrancesca, con Ia generose colaboración de laFoci-ilon Society of Arnerica. Es este eI último escritode Henri Focillon, interrumpido por su muerte, ylos capítulos arqueológicos, de los que estas pági-nas serían Ia introducción, quedaron sin terminar.Sin embargo, no creemos traicionar eI pensamien-to del autor publícdndolas solas, privadas de sucontinuación lógíca, pues et)occLm armptiamente Ioshombres y los problemas de una época crucial deIa Edad Media occidental a la que Henri Focillondedicó siempre una extensa parcela de sus traba-jos y a Ia que consagró sus últimos años de em-

señanza en Francia y en los Estados Unidos. Estaobra írd seguida, en la. mísma colección, de umaserie de estudios, debidos al grupo de sus antiguosalurnnos, sobre los monumentos det año mil

't Además de las dos obras citadas, en la nColecciónHenri FocillonD han aparecido, J. Baltrusaitis, Le MoyenAge Fantastique (antiguités et exotismes dans I'Art Go-thique), L. Grodechi, L' Architecture Ottonienne, y Ll.Focillon, L'Art d'Occident, obra publicada también porLibrairie Armand Colin, en su Colección "Livre dePoche>.

@ Ljbrairie Armand Colin, parís. 1952O F-d. Cast.: Alianza Fiitbriat, 5. Á.,nIu¿rid,, tg66Mártires

-Concepcionistas, Il,.S Z5'O jS-52Depósito Legal: M. 12.617-196,6Cubierta: Dániel Gilfgrpreso en España por Ediciones Castilla, S. A.Maestro Alonso-, 21, Madrid

IntroducciónEl año mil como momento histórico

lrl

i

A menudo hemos pensado que convendríaa nuestros estudios y al conocimiento delhombre situarnos en un punto determinadodel tiempo, no sólo para escudriñar estepunto en sí mismo, sino para captar la am-pntua de las perspectivas que en torno a élse extienden: en otras palabras, para estu-diar minuciosamente un lugar, un terreno, ypara servirse de él como de un observatorio.Nos parecía deseable y posible elegir unaño, un año climatérico Y, Por lo pronto, va-ciarlo de su contenido. Tarea más difícil delo que a primera vista puede parecer y queha de encomendarse al esfuerzo de un equi-po más bien que a la investigación de unsolo historiador. Cada período, por cortoque sea, del tiempo histórico está constitui-do por gran número de etapas o, si se quie-

Introducción El año mil como momento histórico t1

re, de estratos. La historia no es ei devenirhegeliano. No es corno un río que se lievaráa igual velocidad y en la misrna direcciónlos acontecimientós y los d.espojos de losacontecimientos. Es más: lo qüe"ilarnajnoshistoria Io constituyen precisárnente tra di_versidad y la desigualdad de las corrientes.Tendrían-ros que perisar rnás bien en unasuperposición de capas geológicas con dife_rente inclinación, a vecei bruicamente inte_rrumpidas por falias y que, en un misrno lu_gan', en un rnismo rnomento, nos permitenc_aptar varias edades de Ia tierra, cle tal mo_do que cada fracción del tiempo transcurri_do_"r alavez pasado, presentl y futuro.---

Basta decir que este análisis estratigráfi_co rlos lleva necesariamente a plantearn-os lacuestión del antes y del después, o rnás biena buscar en el momento que hemo,

"l"gid;la perrnanencia de un puádo más o menosremoto y Ia promesa bien definida de un fu_turo. De suerte que, procediendo por son_deos y por cortei, llegamos necesariamen_te a considerar nuestro observatorio, nocomo una arquitectura pasiva, sino, en surntsma estructura, corno una combinaciónde rnovimientos desiguales: ese punto desdecrrya cima intentamos definir r-in horizontees él mismo una opulenta perspectiva.

_iQué es un año? Astnonbmióamente, unvalor absoluto. Itristóricarnenté, ya es otracosa. Los acontecimientos no se instalan en

él con la misma regularidad, con la mismafrecuencia que los santos del calendario. Vi-vido por el hombre y por fuerzas colectivas,participa de su desigualdad. Su -respiraciónés lenia a veces y a veces jadeante. Tanpronto de ondas cortas como de ondaslargas. Aquí parece como vacío, allá cornodernasiadó lleno. Se desborda, rebasa sus lí-rnites, o bien se concentra pobrernente entor:no a algunos puntos, con márgenes de-sérticos qué pueden ser inrnensos. Gran ideade la lglésia cristiana esa de haber queridoestabilizarse en torno a cierto número depuntos fi.jos, para ella los únicos elernentosde ia historia verdadera, los acontecimien-tos de Dios, repercutidos a través de losacontecirnientos humanos y conmemoradospor tras fiestas: el ciclo de Navidad, ei ciclode Pascuas, los grandes aniversarios, las pe-regrinaciones periódicashistoria transfigurada, puesta en orden parasiempre, vivida puntualrnente por los fie-les-. Pero los hombres y Los hechos des-bordan por todas partes ese rnaravillosoempleo del tiempo. El año histórico es cornoel año de una vida huinana, que no es el añoreligioso, aunque intente ajustarse a éstecon estricto rigor. Un año no se corta, neta-mente, como no se corta un siglo, en la ma-teria del tiempo. No diré que cada uno tienesu propia dimensión, su densidad, su fisono-rnía. Es simplemente un marco, pero este

12 Introducción

marco encierra un contenido de vario podery de diversa intensidad. En este sentiáo, ."puede decir que hay años críticos, verdáde_ros nudos de acontecimientos.

Esto se verá fácilmente interrogando a lahistoria moderna, y, ala vez, se vérá mejorcómo una fecha puede no sólo tener en símisma su peso y su valor, con todas suscapas cronológicas superpuestas, sino, ade_más, ss¡

-l¡sistiendo en la expresión queantes empleé- como un observátorio desdeel que se domina una dilatada región histo-rica, un extenso paisaje humairo: 1793,1899, 1848, por ejemplo.-Son grandes fechaspolíticas, netamente definidi, oo, revolu_ciones, es decir, por el aconteciriiento tipo.Pero son además otra cosa. Son fechas^d,ela historia del hombre, de su vida intelec_tual y moral, los puntos salientes de cierta.sgeneraciones. No ignoro que tendemos acristalizar abusivamente en torno a estospuntos clave más de un hecho que puede,en rea-lidad, ser anterior o posterior á eilos.Casi diré que es m.ty raró que la historiasea absolutamente y iigurosañrente contem_p,oránea en sí misma, porqLre, como he di_cho, es sin duda ,rná süperposición decorrientes muy dispar"s en iniensidad, enverocrctad- y en duración. pero, al evocar alhombre de 1848, al estudiar el ,,nudoo delos acontecimientos en los que se debate,al analtzar su vida social, ,"iigior", econó_

El año mil como momento histórico

mica, intelectual, nos hallamos en presen-cia no de una ficción cronológica, sino deunos hechos positivos y concretos. Se diráque el hombre de 1848 es también el hom-bre de 1858: estoy profundamente con-vencido de ello, pero es aquel año, conside-rado a lavez como complejo súbito y comomilésimo el que lo sitúa y lo define en eltiempo. En la vida de los pueblos como enla de los individuos, hay momentos de tomade conciencia y de iluminación, períodos deparoxismo y de alta frecuencia. Hay tam-bién fechas que se pueden considerar comolíneas divisorias y en las que, en cierto mo-do, se ve doblar el tiempo.

Sería, desde luego, un gran error conside-rar la historia como una discontinua colec-ción de fechas o de años sensacionales, perono lo sería menor interpretarla como unamonótona secuencia de hechos. Ni es unacurva ni un plano liso: tiene un relieve des-igual. La elección es difícil y arriesgada; launidad, al menos aparente, de una vida hu-mana autoriza el principio y el método dela biografía,y eI examen del carácter y de lainfluencia de una gran obra se funda enla razón; pero hacer la biografia de un añohistórico, y, en primer lugar, determinarla,es empeño mucho más delicado.

La época que nos interesa, tan importan-te en la historia de Europa que ella ha he-cho, y que no es en modo alguno un término

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15l4 Introducción Ill año mil como mornento histórico

trional y rústica. Es la huella profunda quelos carolingios dejan en la Europa occiden-tal y en la Europa central lo que define, parasiglos, su futuro. Con los carolingios co-mienza la Edad Media. El período que losprecede no es más que el último capítulo dela historia de las grandes culturas medite-rráneas. Cerrando el rnar, la invasión mu-sulmana empujó la civilización europea ha-cia el Norte y la separó del solar rnarítimode donde, aún no hacía rnucho, sacaba to-dos sus recursos materiales y rnorales. Laabundancia de los hechos y la belleza desu exposición nos inclinarían a adoptar lasconclusiones del gran historiad<lr si su obrano se detuviera bruscamente en el momen-to preciso en qu.e la cuestión se plantea auna luz diferente, cuando, de la descompo-sición del imperio carolingio, comienza anacer un orden nuevo.

Mas, para entender bien el sentido denuestra investigación, es necesario volver alas bases. Esto nos dará más de una ocasiónde hacer justicia a la considerable obra dePirenne, hasta el punto en que nos vemosobligados a separarnos de é1. Nadie ha pues-to mejor de manifiesto lo que hay de inse-guro, de precario y, para decirlo todo, desurnamente pobre en la aportación de lospueblos que, instalados de grado o por fuer-za erl el interior del imperio romano, pros-peraron en la descornposición del misrno, a

medio, una especie de punto oscuro entrela antigüedad clásica y los tiempos moder-nos, no se presenta corno un bloque absolu-tamente homogéneo. Es, por el-contrario,rnuy diversa y muy articulada, tanto en elaspecto-geográfico como en el cronológico.Se queden distinguir en ella dos períoáos:la edad rnedia germánicay laedad media oc-cidental. La edad media germánica es por sísola muy compleja: se inicia en las invasio-le-s, a las qrre suceden unas formaciones po-Iíticas bárbaras, coronadas por

"ru o6.umaestra de fragilidad, su punto culminante,su ex,presión decisiva: el imperio carolingio.La edad rnedia occidental es, corno he int=en-tado demostrar en otro lugar, una toma deconciencia de Occidente como nuevo focode civilización, a la vez que una reaccióncontra el germanismo, barbarie amorfa obarbarie organizada.

Ilenri Pirenne, en su excelente libro Ma-homet et Charlemq.gne,, taÍr rico en apre-ciaciones nue\Ias, justas y profundas, esta-blece de otro modo la céniura. para é1, laEdad Media propiamente dicha comienza eldía en que las rutas comerciales del Medite-rráneo occidental quedan cortadas por elfslarn, cuando el oeste de Europa se vb obli-gado a vivir de su propio fondó, renuncian-do a la economía de intercarnbio, cuando latonalidad urbana y mediterránea de la civi-lización abre paso a una tonalidad septen-

17l6 Introducción F.l año mil como momento histórico

la que contribuyeron con nuevos fermentos.Desde el siglo rrr, el imperio se ve reducidoa la defensiva, pero la energía de los empe-radores ilirios mantiene sólidamente lasfronteras contra las incursiones de los me-rodeadores. Los movimientos que se produ-cen a finales del siglo rv y que óontiniran enel transcurso del siglo siguiente tienen mu-cha más-amplitud. Bajo la formidable pre-sión de las inmensas hordas nómada, lrrecaen sobre el imperio desde el fondo áelAsia central, hay que entrar a todo tranceen la Romania en busca de seguridad, perosobre todo de qué vivir. No eJcosa debus-car en los textos nada que se parezca, ni delejos, a la teoría del espacio vital: los he-chos son diferentes, las poblaciones de quese trata son numéricamente débiles, pero elprincipio es el mismo: hacednos sitio sopena de muerte, para nosotros o para vos-otros. A pesar del carácter desastroso de losresultados, hemos de reconocer la buenavoluntad e incluso la prudencia política delos emperadores que; en diversas formaslegales ,los acogieron en el territorio roma-no, bien como "huéspedesr, adjudicándolesuna porción variable de buena tierra, biencomo "federadosr, asignándoles una solda-da que se _entregaba glóbalmente a los jefesy formando para el imperio unos cuerposde tropas auxiliares. Estas disposicionesfueron precedidas, acompañadas y sin duda

f'avorecidas por lo que los viejos historiado-res llaman la infiltración de los bárbaros.En los más elevados puestos de la adminis-tración civil y del ejército, tenían herrnanosde raza qi-le, a veces ya convertidos en ciu-cladanos romanos, de corazón y de derecho,se veían en el caso de combatirlos, pero quetambién podían servirles de puntos de apo-

.yo. En uña sociedad refinada, extenuada detultura, dividida y a menudo desgarrada porla intriga polírica, y que, sobre todo, ef,a yade rnanera menos dura, de tejido menosfuerte que antaño, el mito de "el hombreprimitivorr, del buen salvaje, abierto a lasvías profundas de la naturaleza y adornadode rudas virtudes, actuaba a su favor, desdeTácito hasta Salvion. Hasta que expresaronsu descontento por los atrasos de la solda-da, por la lentitud de los subsidios o por lamala calidad cle ias tierras, no con murmu-llos y diputaciones, sino con la matanza, elsaqlleo y el incendio, los rornanos miraban¿r los federados sin sorpresa y sin antipatía;según palabras de Lot, como unos alojadosturbulentos.

Lo neás notable es que no se mezclan conla población. I-ot y Pirenne lo han demos-trado de rnodo irrefutable. Incluso cuandoya han constituido reinos, se mantienen alrrrargen, forman lo que hoy llamaríarnos mi-norías. Quizá es una ley irnpuesta por suproporción numérica, sumamente baja. Pe-

Focillon.-2

t9XB Introducción El año mil como momento histórico

ro hay tarnbién en esto una constante de lainmigración germánica. En la mayor partede las regiones donde se instala, iñcluio enlos tiempos modernos, forrna masa aparte,masa compacta: en los mercados de Tran-silvania, en el país de los Siete Burgos, co-lonizado por renanos en el siglo xrri en IaRusia meridional, en el Sr-lr de Chile, en al-gunos Estados del Brasil. Debemos añadirque, er] los cornienzos de la Edad Media, erapara los jefes Lrrla rlecesidad absoluta rnan-tener la unidad de sus cuerpos, sus institu-ciones propias, sus tradiciones, su espíritu,y prohilrir eI comnubium, principio de dis-gregación étnica, pues los hijos adoptan laf9 V la e.rlucación de Ia madre. Es tal ól pres-tigio del imperio, aun destruido en Occiden-te, son tan resistentes las instituciones ad-mini-s1¡¿1ivas y morales de la vieja sociedad,que l,os jefes bánbanos, reyes ya, se consicle-ran durante mucho tiempo como generalesacampados en país amigo y hasta como go-bernadores qué deben iu "autoridad

a u"nadelegación. El caso típico es el de Teodo-5!co, rly de los godos. Verdad es que reci-bió la fuerte impronta de una educáción bi-zantina,- que conoce de cerca la máquinaimperial y lo que en Oriente subsiste áe sugrandeza; en fin, que este bárbaro ejercesu poder en un territorio en que la soci"edades, rnás que en otros y por excelencia, unasociedad rornana. Fero, en general, se pue-

de decir que, con matices a veces muy mar-cados, ocurre lo mismo en la Galia franca

-excepto en el extremo ¡e¡fs- y en la Es-

paña visigoda.Este hecho ayuda a entender por qué la

romanidad, es decir, el acento de la vida yJas forrnas principales de la civilización, semantuvo viva, si no próspera, en la Eurotrlade Occidente, al menos en las primeras eta-pas de aquellas formaciones políticas. tr-a

ádministración municipal sigue encuadnadaen la tradición romana. I-a explotación agrí-cola prosigue a la rornana. I-a libra rornanaes todavía el patrón de un cornercio activoque trabaja en toclo el Mediterráneo, domi-nio todavía intacto, toclavía libre del viejoirnperio, zana, como antes, cle las comunica-ciones entre todas sus provincias que, aho-ra reinos distintos, corrservan en ella, porsus riberas, por su tráfico, una unidad geo-gráfrca, una unidad económica. Pero el trro-

rizonte local de los romanos no está cerradopor un rnuro: los romanos dan condes yobispos a las monarquías bárbaras. El latínno e1 solamente la lengua de las cancille-rías: 1o es también de las transacciones yde la vida corriente. Es, por excelencia, len-gua viva, y es también lengua del espíritu.Lengua que da poetas y prosistas: SidonioApolinar, Fortunato, Gregorio de Tours enlas Galias, Boecio, Casiodoro en Italia. Algu-nos príncipes bárbaros fueron no solo hom-

20 Introducción

bres de letras, sino elocuentes oradores la-tinos. Y el movimiento que, desde tantasgeneraciones atrás, fecunda a Occidente conlas aportaciones de Oriente, no se interrum-pe. No es solamente Bizancio, son Egipto,Siria y Anatolia, países que las compáñía.de navegación sirias y judías ponen en co-municación con las costas de llalia, de pro_vertza, de la España oriental, del Africa delNorte, llevando, como en el pasado, hom_bres y mercancías, monjes, négocianies, te-Ias, especias, objetos de"arte. Corro si nadahubiera cambiado. La Romania no ha muer-to. Su configuración es otra, pero su vidaparece levantarse sobre las mismas basesfundamentales.

Iil año mil como momento histórico

cdades. La vida moral de los príncipes notiene freno: sus anales son una larga seriede vioiencias, de asesinatos, de rapiñas, deincumplimientos de la fe jurada, de cruel-clades perpetradas sobre los débiles. El con-cepto de la realeza en la Galia merovingiacs el concepto de un jefe de tribu y de uncaudillo de guerra, y ro el de un magistra-clo o de un príncipe cuyo poder, aunque ab-soLuto, aunque tiráirico, está cercado portodas partes, como en Roma, de una red deleyes o de tradiciones jurídicas. Vendad queen los últirnos siglos del imperio se registróel asalto de los aventureros militares, el pro-cedimiento sr-lmario

-que mantenía, sin

crnbargo, una especie de regla- de la inves-tidura por acclamatio, y tarnbién abomina-bles golpes de Estado y tragedias de palacio.Verdad que, bajo la ínfluencia de Oniente,la rnonarquía irnperial había llegado poco apoco a ser una especie de despotismo teo-crático; pero los juristas y los burócratas,rícos en experiencia secular, rnantenían através de los más turbulentos tiempos lanoción y la tradición de la cosa pública, pro-fundamente ajenas a los jefes bárbaros,A su muerte, su herencia se repartía cornoun botín, sin otro principio que dividirtra enlotes aproximadamente equivalentes, po-niendo en el mismo saco, para hacer lacuenta, las ciudades más distantes u.nas deotras. Como en las sociedades prirnitil'as,

Y, sin embargo, hay una modificaciónprofunda. Los bárbaroj, yuxtapuestos a losromanos y ahora sus jefes, proyectan su vi_da sobre un horizonte mly distinto. Elhecho capital, y nunca puesto suficiente_rnente en claro, es que, por su estatuto mo_ral,.por su organiiación política, por susinstintos, por su arte, pertenecen J Iu pre_historia o, si se quiere, a la protohistoria.Tienen su derecho propio que, ni aun escri_to en latín, tiene nadá de latino y, por eIcontrario, formula cierto orden dé rélacio_nes entre los hombres diametralmentegpuesto a Ia concepción humana y cívicade la antigua Ronaa, un sistema de rescatesy de ordalías transmitido desde rernotas

Introducción lil año mil como rnomento histórico

de la forma viviente a la forma ornamentaly, al menos en su origen, combina dos esté-ticas que cometemos el error de considerarsucesivas para definir, en lo posible, unosencuadres cronológicos: Ia que se basa enla observación de la naturaleza y la que selirnita a los vaiores decorativos. Desde la erapaleolítica, trabajan de concierto. En todocaso, el arte de los goclos viene a ser comoun endurecimiento esquemático de estosprocedimientos, mientras que el arte de Losfrancos es como un academicismo industrialque produce en serie para una clientelaconsiderable. La irremediable declinaciónde la figura humana en beneficio de combi,naciones geométricas, la desaparición de lacscultura en piedra y, como ha dernostradotsréhier, la prirnacía de lo ornamental, quese va a imponer sobre las demás artes, son,rasgos indiscutibles de este capítulo de lahistoria. Fero podernos, desde ahora, decirque en lo que nos queda de la arquitecttLractrel tiempo de los bárbaros

-criptas y bap'

tisterios de la Galia, por ejemplo- se echade ver, mucho más que la intrépida super-vivencia de la R.omania, en un aspecto esen-cial de su genio, una fatiga, un envejeci-miento. He aquí la característica esencial,Sobre cubas funerarias, en losas de presbi-terio, como en fíbulas y en las hebillas decinto, la figura del hombre, en torno a lacual gravitaba toda la civilización antigua,

en Ia sociedad bárbara hay familias de je-fes que tienen el privilegio exclusivo delmando: los Anales entre los godos, los des-cendientes de Meroveo entre los francos. Elprincipio dinástico, la regla de la herencia,en oposición flagrante,con el principio de laelección, son esencialrnente prehistóricos.Prehistórico también el géneio de vida deesos jefes de tribu que conservan costurn-bres nórnadas, trasladándose de uno a otrode sus palacios de madera, pasando el tiem-po entre la guerra y la caza. Costumbres tanprofundamente arraigadas en la monarquíafrancesa, que el mismb Luis XIV, habituádoa los grandes bosques de la región parisien-se, apasionado por la caza como sus mayo-1es, yend-o de Versalles a Fontainebleau,'deFontainebleau a Marly, puede decirse quees, aI menos en este aspecto, un príncípemerovingio.

Por últirno, los bárbaros tienen un artec,uyas fuentes y cuyos caracteres han sidodiscutidos durante rnucho tiempo. De su ori-ginalidad ya no se habla: rebibiO ciertasinfluencias rnediterráneas y, más aún, in-fluencias orientales. pero es, sobre todo, unadegeneración de un gran arte prehistórico,rnuy complejo tarnbién, cuya tradición pu-dieron recoger los godos durante su están-cia en la Rusia meridional, en el país de losescitas ;t de los sárrnatas. g,l esfilo anima-Iista, que le caracteriza, es una adaptación

Introducción año mil como momento 25

es sustituida_por un geometrismo prehistó-rico. El vestíbulo inmediato de la Edad nne-dia-es la prehistoria, y, pasado el tiempo, laprehistoria la seguirámárcando todavíb consu sello monótono, hasta en sus creacionesmás originales, más gloriosas.

Según Pirenne, este arte era sobre todopopular, y, además, hecho por indígenas, esdecir, p_or romanos. Dernüestra, por estomisrno, la amplitud de su difusión y el granalcance de su conquista en detrinientó delas forrnas y de las técnicas mediterráneas.Pero los príncipes permanecerían fieles algusto de los bellos objetos mediterráneos.No es esto lo que parece demostrar el teso-ro de Tornai ni el_de Guarrazar, donde lagcoronas con arambeles correspondían ine-quívocarnente a prototipos cirnérios. F{emosde recolocer que, de punta a punta de lasociedad bárbara, incluidos en éila los pro-pios ,.romanos)), la moda, el estilo de lá vi-da, cierta manera de ver las cosas, ciertoarte de pensar, afectaron a la estructuraqor1l.4q tgl poblaciones del antiguo impe-rio. El Mediterráneo continúa abiérto, pénoen sLrs riberas, donde se sigue hablandb la-tín, se han producido, indiscutiblemente,fenórnenos nuevos. El primer estatuto clelos bárbaros, el campam-ento o, si se quiere,la yuxtaposición, se ha ido modifi"anáo po-co a poco. La estanqueidad absoluta es unaparadoja histórica, contraria a la vida. Ftru-

bo intercambio, si no fusión, hubo impreg-nación recíproca y, en consecuencia, un mo-vimiento dé báscula

-báscula de la cultura

hurnanística en beneficio de las artes sun-tuarias, de las viejas formas latinas en be-r"reficio del orientalisrno de pacotilla, de lavida urbana en benefi.cio de la vida seminó-macla, del concepto de la dignidad humanainscrita en las leyes en beneficio de la jerar-quía fu,ndada en la conquisfs-; en otraspalabras, báscula cle la historia, es decir, deia rnás alta consciencia, en beneficio de laprehistoria. No debernos desconocer Iaénorme aportación de los bárbaros: apor-taban Ia decadencia, la suya propia, suGótterdd.mmerung, y Ia decadencia de laRomania occidental. La mejor prueba es queel lrnpenio de Oriente, exento de forrnacio-nes trárbaras internas, no sólo sobrevivió,sino que añadió a la historia del hombreuna página esencial.

{Jna civilización no se define solarnentepor elernentos, por caracteres, por ciertosienómenos de mayor entidad: se define, so-i¡re todo, por un nivel -nivel

en el conceptode la vidá, nivel de las instituciones, niveldel pensamiento y de la obra de arte-. Aho-ra bien, el nivel que el germanismo impusoa la Europa occidental es un nivel suma-mente bajo, aunque se sigan haciendo ver-sos latinos, aunque unos honestos y activosnavegantes levantinos lleven sacos de espe-

26Introducción El año mil como momento histórico

cias a los muelles de Marsella. Se dirá quela romanidad no era ya capazde sostenerse:yo no lo sé, no lo .a6" na^die. En todo cáso,se sostuvo con esplendor en el Mediterráneóoriental, mantuvb en él un gran imperio,una tradición viva, hasta *"áiudo, d"i-;;:glo xv. En la otra parte de Europa se pro_duce el derrumbariiento, Ia-seniiidad. Tosactos d"e fuerza I Iu., qygr{a! p;"a;;;"g;:

ñ-ar en cuanto a la vita]idad de^un medio"enetr que encontramos juntas, ;;-i;";ir;;territorios, dos razai igualmente gastadas,trna, quizá, por un exceso de refinárnil;;;ryl:l largo cansancio histórico, por crisispolrrlcas de una, amplitud sin ejemplo; otrapor la monotonía dduna

""itlr'u,"iimuriu_"l* y sin horizonte, proseguida'¿"ru"J"-ri_glos en el plano de ia húiliá;d primitiva.Esta. no aporra al mundo a" ó""i¿L;üf;;;_zas jóvenes, fuerzas frescas, siná una espe_cie de rnediocridad bruta yí,irii"u, un falsovigor. Basta leer a .r, urrálirt* pu"u darsectrenta. Mundus senescit, dice unt d; ;túr.llrlundo envejece, putuUiu, t"..iUi*r, ¿i"_ra_das por un sentirniento que oprirnirá Ioscorazones hasta el despertár de^ Occidente.Los últimos merovingibs ,"-"á"" de sueñoen sus carretas de bueye-s.-El recurso supre_mo. del germanism, ui dobti, üLorr"rquía9: J:: ^" l:f-"s holgazanes >, cuyo principio di_nasrrco respeta, p-or un jefe qué asume lasfunciones de aquélla sin átro iít.rlo que una

dignidad doméstica, la de alcalde de pala-ció. Pero el genio anárquico de la raza in'rpulsa a unos alcaldes contra otros, comoántaño enfrentaba a los reyezuelos que se

disputaban villas y abadías. Y, sin embar-go, por un alcalde de palacio, instalado enliotü¿ de un golpe de Estado en el trono delos reyes francoi, y después por derecho deconquista en el de los reyes lombardos, se

llegó a la resurrección del imperio de Occi-deñte. ¿Fue más o menos secundada -por esa

nostalgia vaga, difusa, que más tarde llevóa los puebloi a considerar la época irnperialcomo la edad de oro de la sociedad huma-na? No, seguramente no, Y, Por lo dennás,fue en un tiempo y en unas circunstanciasen que los fenórnenos de opinió-n influíanescasarnente en la orientación de la cosa pú-blica. Pero lo cierto es que los hombres deletras, los hornbres de Estado, del tipo deAlcuino, por ejernplo, pensaban así, 19 rn!s-rno que lós clénigos eruditos que,-en el pala'cio de l-etrán, rodeaban al papado, agrade-cido a la donación de Pepino. Ya no se admi-te la doctrina según la cual el acontecimien-to del año 800 era una obra maestra de laastucia pontificia, pero es justo aún decirque, en ésta operación de,alta política, losromanos de R.oma y de Italia veían una pro-tección contra el retorno ofensivo, siernpreposible, de las herejías orientales y contraál despertar de la tormenta lombarda'..

Introducción año mil como momento histórico

misrno puede decirse de la tonalidad rústicade la vida carolingia: un comercio suma-mente reducido, una industria propiamentef eudal, la profunda declinación de la activi-dad urbana. Pero ¿no es la decadencia delas ciudades un fenómeno específicarnenternerovingio? La investigación de Lot sobresu población parece decisiva. Los carolin-gios, al crear numerosos monasterios, esasforrnaciones híbridas, intermedias entre laciudad y la villa, al menos en los casos degrandes abadías corno Saint-Riquier y Saint-Gall, no innovaban. Bajo una estructura deinstituciones administrativas más firmes,mejor centralizadas, más despiertas y, encierto modo, más "modernas>, fuertementeapoyadas en el prestigio de la denominaciónimperial y en la majestad de las titulacio-nes de cancilLería, eÍaÍt continuación de losbárbaros. Hasta puede decirse que el equi-librio entre lo que quedaba de romanidaden las costurnbres, en la cultura, en los mo-nurnentos, y, por otra parte, el nivel inferiorcle las sociedades gerrnánicas, no padecíasensiblemente ni por la restauración impe-rial ni por la instalación del Islam en Oc-cidente.

iQué es, pues, un mar como el Mediterrá-neo? En sí mismo, nada más que el desiertode las olas, pero también un camino para eltráfico. Lo qr.le cuenta son los países que esemar baña. Cortadas las rutas marítimas, ¿se

,.,I_":1tf,",r1go que ver en este asunto el pe_Ilgfo del Islarn, dueño del Mediterráneo -oc-

cidental? I-os textos no nos Io dicen." Como quiera que sea, el imperio de Car_lomagnopresentá una notable óontradiccióninterna. Es un intento de restauración de larornanidad en Ia administración y en la atiácultura académica, un "r"ru"i*íentoo arti_ficial, pe_ro bien trarnado, árto-q"" se podíacaptar del espíritu romano a tiavés cie losautores. Al mismo tiempo, es profund;*;;:te aqs|1a¡i?lo y gerrnánico. d""o ¿es el cie_rre del A4editerráneo al tráfico comercial lo?:11" lleva a fijar en el norre su capital y álcentro de su actividad? No olvidérnos

''los

orígenes rnosianos de los pipínidos. E" i;región del Mosa, en Renaniá, tuvieron sLlsvastos dorninios, pedestal de su poder:;";;alcaldes Austrasiá.. por oi.L- párte, Aquis_grán era el centro de una estraiegia'political,ug habia de poner fin-, p_or átgñ" ii"*po,at [argo antagonismo de los ge]rnanos del1les,te,con los germatlos de la-Europa Cen_tral,.de.los países francos rnás o rnenos ro_manizados con la Gerrnania propiarnentedicha, que perrnanecía U"rriu,'f"irnitiva vpagana en sus selvas, arnenaza ño rnenor yacaso rnás terrible_que la de las <<¡szzias, ila piratenía rnusul*urru.. H;ü"; pues, enesto una consecuencia natural de.la hist;ri;del germanismo, rnás que il;;t;"grtñ á;la invasión del Islam. ir, .in-¿-u¿u-.É;;;,1;

Introducción corno momento histórico

l)lano de dos ábsides opuestos es un antiguo¡rlano iatino que se encuentra tarnbién enAl'r'ica. ¿Cómo explicar, en fin, que en elrnismo momento en que I.a Europa occiden-tal, al cerrarse el Mediterráneo, es ya defi-rritivamente gerrnánica y,,nórdica", Teapa-razca en la pintura de los manuscritos,jrlnto a los juegos de lacerías, la representa-ción de la figura humana que ernpieza a re-L:upetrar la majestad perdida?

La cuestión resulta, pues, más cornplejaclc lo que al principio parecía. Yo no creoc¡ue el l\{editerráneo haya salvado a Europacle la barbarie en los siglos que siguieron alas invasiones y precedieron a las conquis-tas del Islarn. No creo tampoco que el cierredel Mediterráneo confirmara la germamíza-ción de la mitad de Europa. ,{ lo surno, lasituación del imperio carolingio en los co-rnienzos del siglo rx no es peor, desde elpunto de vista mediterráneo, que la situa-ción de toda Europa en la segu.nda mitaddel siglo xv, y la caída del Imperio bizanti-no, por la que el Mediterráneo oriental pasaa ser un lago musulmán, es, sin duda algu-na, más grave que la pérdida de Españadespués del año 7tr 1. Se dirá que la torna deGranada por los Reyes Católicos corona lareconquista de este país, pero las incursio-nes de los berberiscos en el occidente me-diterráneo, donde continúan espumandosin tregua las costas italianas, siguen siendo

31

encuentran por eso absolutamente aisla-dos? Aparte de que Venecia sigue siendouna puerta abierta al Mediterráneo orientaly a Bizancio, las vías terrestres, las vías deacceso continentales siguen libres y frecuen-tadas. ¿Cómo, si flo, exptricarsé los nu-rnerosos elementos meditenráneos y orien-tales_ que entran en el cornplejo áel artecarolingio ? Italia continúa sienáo la inspi-radora de ciertas formas típicas, por eje-rn-plo en Fulda; y, si hemos áe dar-crédito alas investigaciones tan minuciosarnente rea-lizadas por Crosby en Saint-Denis, la criptaanular, bajo el ábside de la basílica .o-nr-truida por Fulrad en el último tercio delllglo vrrr, es esencialmente latina, y la capi-lla, añadida ala cabecera de esta iglesia pbrel abad Hiiduino en el siglo rx, es en Occi-dente uno de los más antiguos ejemplos d.eesas nervaduras triples, separadás por nlu-ros continuos que el arte bizantino nos ofre-ce y cuyo prototipo fue descubierto por Bal-trusatis en Georgia.La iglesia de Teodulfo,en GerrnignyJes-Pris, es, una iglesia arme-nia, que corresponde a la parte caracterís-tica de la catedral de Etschmiadzin, y no setrata de un caso aislado, pues el mismo mo-delo se encuentra, siglo y medio después, enAsturias, lo que autoriza a pensar, conPuig i Cadafalch, que nos encontramos an-te_ los vestigios de un tipo comúnmenteadoptado por los arquitectós carolingios. El

32 Introducción

un peligro, hasta la toma en Argel por losfranceses en 1830.

F.l año mil como momento histórico

Pero es el caso que el imperio carolingio,bajo forrnas imperiales y rómanas y mante-niendo contactos no sólo con los vibjos paí-ses de_la antigua R.omania, sino con el pró-ximo Oriente, es, al menos durante algünasgeneraciones, una fuerte consolidación delgermanismo. ¿Marcó con un sello imborra-ble a la Europa del Oeste y especialmente aFrancia, a Italia y a Alemaniá? En cuantoa ésta, difícilmente se puede poner en duda.Por lo pronto lahizo, incorpórándola por lafuerza a la civilización criitiana, arrancán-dola, mediante guerras atroces, del paganis-mo ^y d,el caos. Dejó en ella, ademásl unaprofunda huella moral, la obsesión del im-perio universal, la tendencia a las empresasdesmesuradas y a los edificios colosalbs. Nohay que olvidar nunca que Alemania es tar-día, que data sólo del slglo rx y que es aúnrnás tardía como cuerpo políficó distinto,que entra, en fin, en la vida europea bajo elsigno del imperio, el cual le impuso ,.ré d.-marcaciones, sin que ella haya hecho, nisiquiera intentado, sus experiencias autóno-mas. A través de las recaídas en Ia anarquía,permanecería durante mucho tiempo fiel alos principios sobre los que, iniciálmente,levantó su organizacióny iu estructura. Es-to explica en parte que, en el desarrollo ge-neral de la gran civilización medieval, Afe-

rnania sea más lenta, menos originatr, menoscreadora que los otros pueblos. En plenosiglo xln, continúa edificando basílicas ca-rolingias, y adopta rnuy tardíamente el esti-lo góiico. Se agarra en todo a su pasado. Ene1].á se mantiene casi intacto el feudalisrrrohasta el umbral de la época moderna, en iaque se prolonga con el régimen de castas.i precisamente en su arcaísmo radica srlgrándeza. Su función política es doble: au-téntica en su lucha contra los eslavos y laspoblaciones del nordeste europeo; artificia-len su esfuerzo, eternamente vano, por apo-derarse de Italia y por hacer clel imperiogermánico un Sacro Imperio roniano, unapotencia universal. El fraccionamiento de laherencia cle Carlos la separó de las tierrasdel Oeste, que la coronación de Otón I no tre

restituyó. La unidad germánica había sidorealtzada para varias generaciones por unapoderosa familia austrasiana. Había puestoiin a las largas guerras que, desde Clodoveo,enfrentaron a los germanos cristianizados,instalados en tierra romana, con los bárba-r"os de la Europa Central. Y esa unidad se

rompe en el siglo x, no sólo en el orden polí-tico, sino en el orden espiritual. Es enton-ces, y no en el 800, cuando comienza laEdad Media, reacción contra el germanismocanolingio y definición originaria de Oc-cidente.

Geográficamente, Occiclente forma parteFocillon.-3

Introd-ucción

de la Europa bañacla por el ,Atlántic¡r y porel mar del Norte. Por sus orillas ineridic,-natres, en Francia, en España, tiene talnbiénuna fachada mediternánea, peno Cccidenteda a un horizonte inucho rnás vasto y másabierto, a la inrnensiclad de los rnares fríostras de ios cuales se pone el sol. MientrasIa cívilización europea es obra casi exctru.-sivamente de los inediterráneos, se mueve,con adr¡rira'[rle firmeza, en un círcuio estre-cho. Por io demás, sería inexacto _-y estoetravía deurasiado frecuen{s- 66rlsidenareste rnar corno un lago interior, corno unaespecie de Caspio, situado era medio de unterritorio homogéneo: es el punto de en-ci-tentro y el eslabón de tres continentes,Eirlroi:a, Africa y Asia: de aquí una riqueza.y una concent;:ación de etrernentos qLle aca--so explican, al ffieÍios en parte, la inccut-paral:le calielad humana de las grandescutrtr-lras clásicas. Pero, a pesar de tras car&-vanas, Xas navegaciones y los trreriplos; apesar de la amplitud de r-ln tráfrca que seextiende de Ofrr a las Casitéridas; a pes;arde la expedición de Atreiandro a la trndia;a pesar de las carnpañas cie ,4grícola en laGran tsretaña-; a pesar de todo esto, el n{e-diterráneo, esa rnaravillosa encrucijada, es¡"in lírnite. Las fuerzas que corivergen eir elcentro son rnás poderosas que la-s fuerzasque de éi irradián. Los pueblos d"e la vidv del olivo, esas cultura-s de artistas, favo-

ill año rnil corno momento histórico

recidos por la constancia del clima, pon laclernencia de ias estaciones, por la purezacle su. cielo, han podido coronar ttna proezahistórica sin par, y hasta se puede creerque, acercando las fronteras de su univer-¡lo, hubieran comprofiletido el verdaclerosentido de su o'[-tra. Era bueno que, paracllos, el río Ckeanos fuera eI infnanquea.blecinturón de tra Tierra. ¿Qué dieron de esen-cial. a la civilización los navegantes feniclosque se atrevían a afrontan ios rnares renxo-tos, a rebasar las colurnnas de F,{éi:cules, acostean el continente negno? Qttizá, la r¡en-rlaeiera fi.iosofía de las guerras púnicas ladefinen, más que el conflicto enire Roma yCantago, entre latinos y semitr.as, las gran-ctes líneas de un drarna entre el conceptopurarnente mecliterráneo de ]a acción, con-cepto de legistas, de soldados, de agróno-ll1os y de escultores, y, por otra parte, uriconcepto rnucho rnás arnplio y rnás di.fuso,el que convenía a unos mercaderes conti-nuamente en viaje por los carnirrcs dellnundo. Fon lo dernás, desde el clía en quecl límite se corre hacia el Este, en que Lrncxceso de asiatisr:lo invade el pensamientogriego, 5r el pensarniento rornano despu.és,el pensamiento griego y el pensamiento ro-ricano pierctren no sólo su pureza, sino sel

nervio.De todos rnodos, durante i.rna clecena de

siglos hubo aquí, eir tonno al ma¡ aforüu-

35

Introducción como Lnomento histórico

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n¿rdo, ¡-tn paisaje histórico adrnirablementeirrstal_ado, Ltn teul:itorio ideal para el másalto desarrollo de la vida humana. Es po-sibie_ eu€, en otras circunstancias, háyapodido continuar prodigando inagotabie-rnente sus dones. Fi fenómeno, tan óomple-jo, que se,llarna etr R.enacirniento

-y en elque, por lo demás, entra tanta Eclád me-dia- tendería a hacernos creer en unanueva vocación rnediterránea; pero coinci-de precisamente con inrnensos aconteci-rnientos transoceánicos, y, aun sin estosdescubrimientos, la secle de la civilizacióneuropea había carnbiado ya desde hacíatiernpo. No fue la Europa Central la que sir-vió de base a un nuevo paisaje de la civi-lización. Basta una ojeadá

^ .m rnapa par:a

verlo. El viejo dorninio continentri dé lougeriltanos, enttre los Alpes, el R.in, et Bál-tico y los países eslavos, sin cornunicaciónnatural con el Atlántico y el Mediterráneo,par:ece condenado a una especie de provin-ciaiismo inmenso, a las altérnativas

-de una

vida ya lenta, ya frenética. En la historiade Ia evolución, de Alemartia, hay que te-nerle en cuenta no sólo su tardía incorpo-ración a la comunidad europea, sino- ellugar geográfico, muy especial, que en ellaocupa desde el tratado de Verdún. Tieneuna visión imperial porque nació violenta_rnente de las guerras carolingias y del im-perio carolingio. f,leva la marca dél fórceps

que la parteó en el dolor. Conserva de lapretraistoria el instinto de las guerl:as sinóuartel, Ia nostalgia de los bosques y delas migraciones de pueblos, la creencia enel valor absoluto de una supenpoblaciónqLle pesa sobre las tribus vecinas. Exportaa zanas lejanas colonias rnasivas qlne con-servan ;:eligiosamente el tono irror¡incianode sus orígenes. Con su rnodesto batrcón a

un rnar dé aguas bajas, el BáItico, es la-

parte rnenos aireada de Eilropa. Es naturalque se concentre en un stleño r-acial, quebusque una escapatoria en la filosofía y enla música, donde es tan grande: que el uni-verso sea objeto de su avidez, no de unacuriosidad humana. Estas o"lrservaciones nose proponen disrninuir sistemáticarnente iaaportación y el valor de una nación, sinoexplicar, a la luz de cornprobaciones pcsi-tivas tomadas en la historia y en tra geopo-\itica, por qué ei cuerpo gerffrano propia-mente dicho, aunque tan irnportante en laE,ciad &{edja, no hizo ni siquiera dat coXora la Edad iMedia" No fue allí, no fue siquie-ra en el lWediterráneo clonde tur¡ieron lugarias experiencias esenciales.

La historia está hecha de un triple hazde fuerzas operantes

-tras tradicitxles, Ias

influencias, las experiencias-, ]¡ cada civi-lización, y acaso cada época cle cad,a civili-zación, se caractetiza especialm.ente porLlrfas o por otras. La tradíción es como una

Introducción Ir.! año mi1 como momento histói--ico

fuerza vertical qtre asciende desde el fondode 1as edades, pero que, a veces, sin inte-r:mrnpitise en absoluto, pierde sll !'lnidad,si-x chorro vital, y es sustiiuida por frccionesy por mitos cieforrnadores; acaso es nece-sario adaptarse así a la novedad ctre lostieinpos. F"ara vez uÍta tradición es algopur:o. Hasta hay tradiciones iri-¿entadas áeanriba a ba3'o para las necesjdades de tal ocual causa, y su intenés no es desdeñable.Pero, por grancle que sea la diversidacl deaspectos de este mlovirniento inLer:no, re-preseieta la colaboración del pasado con traactuaiidad histórica. I-as influencias, porsu pante, representan Xa técnica cle los inter-cambios ;v de la innigación. por ellas, trospuetrlos se col1trLrlrican con los otros pue-blos, y estas aportaciones a3'enas son acep-n.a.das rnás o menos pasivarrente, ya porchoque, ya porque respondan a una necési-dacl _profr-lnda de los rnedíos, }:ien porq.uelos desconr:lertan. Son como t na ruperfiilelíquida neconrida por: corrientes ctrlversasque estabtrecen una especi.e de acuerdo catrr-biante, de cor-lsenso irnás o menos estableen la cornunida,á laumana. Pe;:o es claro que

-soir las experiencías, estim¡¡-lladas por elinstinto de la búsqurecla )' de la créación,las que enriquecen y renireva.n na histor-jn.Son las experiencias las c¡Lxe, sí así puerln:decirse, inícian el futuro. E,stáil hechas dcrtanteos, de falta dre wtatización, de enrores,

no sierarpre son afort¡.rnadas, pero sin etrlas

la rnatenia histórica se ago'raría rápidaffIen-tc, sin elias no hat¡ría historia, sino cane-

l¡ios estériles entre formas inertes de con-¡;ervadunismo" A los períorlos que ca]:ecenc'lel genio del intento y del riesgo se aplicala tlreve y terrible frase del escritol: ltlero-viragio, mwrcdus senescit. Contra este en've-jcci"rniento, contra esta senilidad se hace laEdad L'{erJia, y a Occidente, a los "paísesdel fleste)r, s€ dei¡en las experiencias qu-e

!e dieron no sólo su grandeza, sil-Lo su rica;rptiiud para unxa vida joven.

Estos países son Nonuega y sus vecinos.:scandinávos, cofrtro eltra navegantes por Los

v¿lstos rilares, por las trslas Británicas, pol:la GaXia, por España. Las dos últiiaras tie-nen el privilegio Ce una dobtre fachada, unanl Atiántico, otra al funediterráneo. Fenoctesde el siglo vlr E,spaña está ocupac{a po-r,,1 {slarn; st'. trabajo histórico, hasta quellcga el ei.escutrrimiento y tra colonización del;rs-grandes Xnrlias, tiene dos asp,ectos: pri-rr.rer¿:'o, la reconqttista cle Xa tierra cristiana,\,, potr otra parte, la transrnisión a Occiclen-lc cle los elenr¡eiltc,s asimitrairles de la culturanlo¿sulmana. For su pante del nordes"ie, lavieja .,fu[arca Fnispánicar, el conel.ado deilaicelona, e$a cuña rnetida por Canlolr.lagno{.)n tierra clel trslam, propaga a pa::tin detr

:;igtro x, jarnto cotl una ctlittlra refrnada,r.:xperiencias constructivas de irnportancia

4A Introducción

considerable para el porvenir de la EdadMedia; pero lo esencial es su apontaciónmediterránea. Durante largo tiernio, sobresu duro suelo, una de las forrnaci'ones geo_lógicas rnás antiguas de Europa, presentael espectácuio de una especie

'de'Afri.u "r,el que, tanto en la vicla moral corno en los

rrtonurnentos, cruzan sus arrnas tres cultu_ras: una cultura oriental, que desarrollaaquí sus más hermosos dones y crea un pri_mer tipo, de humanisrno rnedievai poi elacue.rdo del pensamiento islámico, dél pen_samiento griego y del pensamiento juiío;una vieja cultura mediterránea, que da loslatinistas delicados y los constructores debóvedas en los monasterios de Catatuñ,á;por ú-ltirno, una cultura propiamente occi_dental, irnportada primeio por Cluny, d.r_pués por Citeaux, posteriorrnente pbr losarquitectos de las grandes catedralei, y quehace florecer sucesivarnente en tierra ibéri_c.a,las iglesias de ,Aquitania, de Borgoña yd,el dominio real. pero el fenórneno mes no_table es que estas cutrturas tan diversas nose yuxtaponen solarnente, no se lirnitantampoco a sucederse, cotrno las decoracio-nes de un drarna en varios actos: intercarn_bian sus recursos, crean experimentalmentehíbridos de una extraña belleza: un arrerománico del Islam, eI arte mozárabe; ungótico islamizante, el arte mucléiar. iuan_do estudiamos, siguiendo a Gómez Moreno,

El año rnil como momento histórico 4l

las iglesias rnozárúes del siglo x, nosasom6ra, pese a la constancia de cierta re-gla litúrgiia, de cierto e,spíritu, la variedadáe los tipos y la capacidad inventiva. Cual-quiera que ftlese la profundidad de }a hue-lla árabe, la importancia de las aportacio-nes septentrionáles, España ha creado untonc aiquitectónico, un tono hurnano suyo.Con todos los elementos que le dio el ex-trao;:dinario choque de pueblos de que fuecscelrario , se lanza a búsquedas que son, 1serán siernpre, originales. En la época enqr-re nos situamos, finatres detr siglo x, no se

trra despertado aún su vocación "atlántica>;pero, nada más poner fin a su propio deba-te entre el Norte y el Sur, o más bien entreel Occidente mecliterráneo y Africa, sabidocs con qué ímpetu se lanza a las rutas rna-rítirnas para ir a organizar rnuy lejos unnlrevo mundo.

La Galia de la E,dad Media es doble, apesar de su homogeneidad teruitorial y hu-ffrana. Neustria y Austrasia no correspon-clen solarnente a dos formaciones políticas,sino a dos direcciones de su genio' La luchar.le los alcaldes de palacio de Neustria con-tra los alcaldes de palacio de Austrasia ter-rnina provisionalmente a

imperio caroiingio eslrirsta se puede decir queuffi¡füfidá'cioilirnpcrio carolingio es el ffiltado y la"oürurnaestra de la política¡l3ust6eqi@p,. PP*tr¡do el futuro históric$:de lzutc{f?,ñra taza

^a+¿ Introriucción como momento histórico

tiene por hase_ y, por centl:o de expansiónetr dominio real, lirnítrofe de los cóndadosmarítimos. La función histórica de Farís iadefine en gran parte la activid*á d" los nau_tas, navegantes. del alto y del bajo Sena.X-a región parisiense

"s urrb de los nudos cle

l-i?? *ár imporranres de Europa o.oidenrátr,

rncluso el más importante. Aquri, no lejosde Ia Mancha, comienza a áistalizar"lalirancia rnodenna, con largas luchas ñ "*conquistar L¡n acceso dirácto atr rnar y porx"ecrnflerar los territorios cedidos a loi nor_ryqn{o¡ por Carlos etr Simptre a principiosclSX siglo x. Anrnórica había sldo poblad; ;;el sigtro vr-_por gentes del país A;

-é;ü-;ctre Cornualles, que huían de las invasioneide la Gnan tsretáña por los g*oÁ*uror, y esevíejo rnacizo rJe grareito, eriuartro .{e iiono;_Teltos megalíticos, ia punta ext¡:ema cleOcciclente h¿rndida un *l mar c¡céano, con_tinuaba sus relaciones de pesca, Au *á*lr-cio o- de glrlerra con las isias, fiel a--esavocacióil de oleajel,qug lc imponía la guo_grafía. Esto es uaUl¿o descle loi tiernprí d*la guer::a de las Gatrias,

"*o*áá-Cesar lrablade la rnarina de los vénetos, de s*s pesadase,r.nl¡arcaciones maniobnadás con ingeniosde híerro. Al sur clel Loira se- áxtiende unlango litora"l que sinve d* margen a ¡_rna c{ct-as

- t:egrones rnás activas, rnás prósperas

de Ia Edad Media: . ia de Éoi;;;, b"müorifi.'iy, en general, Aquitania, etxe, en su pr:lrlc

rrr..'r'iclional, podríarnos llarnar Entre dosMrrrcs, pues participa aLavez de su posiciónt,t'c,¿iniá y áe las aportaciones rnecliterrá-n(':rs. Mieñtras que Eretaña sigue siendo du-lr¡rrle rnucho tiérnpo excéntrica y cerracla,('xccpto a las influencias norrnandas, eiliuroeste ostenta en sus rnonufilentos el tes-tirrronio de las extremadas diversidades de,,u vida histórica; en la época rornánica, laIucrte ffIarca del constr¡lctor romano se

rrurnifiesta todavía en el ernpleo de las be-ll;r:; colurnnas dispuestas contra las facha-,lrs y contra los ábsides; Ia anquitectura del,r,i lróvedas es meditertánea; el tratamieiltorkr la escultura decorativa recueneJ'a el del,¡s marfiles árabes; las arquetas con esce-

nirs de caza relacionadas con Ia ctwzada d'e

l;,s;paña. Así se irnpone a nosotros la fecun-,liciad de los contactos en Occidente, y,'r;¡leciahnente erl Francia, por su doble,,rientación, corno en Espa.ña, pero con el

¡rr"ivilegio de haber seguiclo siendo tierra,'r'istiaria, país tribre. No se puedeir negarni por un

^solo instante los orígenes rnedi-

tcriáneos de la arquitectura rornánica, nisiqiliera subvaloran las consecuencias del,'.,iroc"ro del {slarrr en las importaciones det:icrtos elementos dei Próxirno Oriente enlas; Galias. Es esencial saber que los árabes

¡lcrdieron su trase de 1;¡ Garde-Fr'eir':'et enilz3 y que los pisanos colTrenzaron a lirn-piar el iViediterráneo occidental en lcs co-

44 Introducción

mienzos del siglo xr. Debernos añadir, porotr-a parte, esta coincidencia o, ,ne, 'bi"",este sincronisrno: por este mismo tiernpo,los príncipes Bagrátid;, ;;;i"", ...rrt.rr._::"?: Í:^i9.1".t:s, crlya irrrí"""oiu reaparece1,.i4 arqurtectura- y en la escultura -de

lasGalias, Iiberaban el iernitorio á.*""io. peroios rnonumentos no viajan en

-ca3as nllme_radas a bordo de navíos'Ui"" p"lregidos. Lac-uestión es rnás compleja, ,irau *ut izada.

T::tr puerJe decirse ú" i;d;llitacion pa_slva, como toda. irnportación, son rnás omenos estériles si no ," prrdr.en en me_clÍos que las rechaq"g, q,iá^ lJr*pi"r.run denuevo, que las modelan^ron u.i*gi" ^-r",propias exigencias.

_Es perfectámente inrltilinsistir en Ia ^ro*broJu l".i-¿_¿ del arterománico francés: ha sido lurg"*""te es_tudiado^ _por las oescuelas",

-ié?*irro ésteenvejecido, pero que tiene

"i *?,.it" á";;:ner de retrieve Ia diversidud;*l;s e>iperien_cias-y la riqueza de las sol".iJ"".. Hastaen el interioi de-un grupo muy hornogéneo,como el de las basíIicár-¿"í"rlgrinación,huy diferencias profundas -rrio* iglesiascorno Saint-l\t[artial, de LimoSLr; Sainte_Fo,rz, de Conques, y Saint_Serñr";_ Toulou-se. Pero etr carácrer experim";;ui t f" ;;deros-a invenriva d" ";;;;"r" ,-3pf"nctrecencuando se cornDara una i¡"r;irr:gofronade tipo clunjacánse con otra, de Ia misrnaregión, del tipo d.e Vézclay. ffi; aún si se

lll año mil como rnomento histórico

pasa de Normandía a Provertza o dei Sur-oeste a Aurzernia. Mientras que las colosalesiglesias del Rin, magníficos mastodontes ca-rolingios, parecen encalladas en las riberasclel tiempo, como testigos de un arte quepasó, el arte románico de Occidente vivecon una intensidad, con una variedad inago-table de recursos. Esto se siente mejor si-Luándose en los orígenes de esta evolución,viendo córno se inicia en el siglo xr y córnose va precisando a través de las búsquedas,de los intentos que, partiendo de sugeren-cias o de prototipoJ lejanos, acaban porcristalizar en formas nuevas.

Así llega la experiencia occidental a mo-delar con originalidad el fondo mecliterrá-neo. Una lógica arquitectónica y una lógicahumana que nos son propias llama ai orden¿rl Oriente que hormiguea en la esculturarománica. Con mayor razótt, el arte góticocs para nosotros una experiencia propia deOccidente. Cierto que existen, como tanbien se ha dernostrado, ojivas armenias,textualmente imitadas en ltalia y en algtl-rros edificios militares de Francia. Ciertoque hay ejemplos antiguos de ojivas lom-bardas, que quizá corresponden a procedi-rnientos empleados por los romanos. Perocl arte gótico no tiene nada de mediterrá-neo. Su elemento técnico se intentó concliversidad en más de un punto del territo-rio francés y, cuando se defrne cofito un

I

I

II

Introducciónmodo sistemático y nuevo clel arte de cons_truir, es en Ng"¡rráldía y en-Inglaterra;'Jsp" L".u-1yj-en Saint_Faul á" no"url, en Dur_ham (10934rcq. V "**rrát;;'u tuz un es_tilo, es decir, un siste¡n*."n"ü*te, originaly compieto, lo d3 u luz en il oorazan deFrancia, en lle_de_Fra"o",^-.ár, una seriecle experiencias tan rigurosarrrente encacie-*adas qr.re se ]as xra ñáiá;;;;parar conel desarrollo cle un teorema. Atribuir a este

'11n"_ "riqunes

germánicos u. r"rn ur"or al c¡ute

111," t^:"ro9 que renunciar l-rasta la mismaurerncla atetrTlana, pues, de toda,s las nacio-nes, fue precisaménte Gerrnr"iá lu q";;;".

1art'0 en adoptarlo. ,En ;il;;'a interpre-tanlo corno ensueño de las ";;; gerrnánicassonrre Ia naturatreza y lr;Iil*; es una vieiaficción romántica; lu"-r:urá",'iu ur*rnía, lamedida que,se io*po"r*",

"*^ir. ""*UÍnacio_nes naás audaces 4*.1u opus farancigerc**-lucondenan sin rernisión. '

,^!l arte gótico es, pues, Ia exprcsión purade- un pensamiento y .de una dJrqu"dá "._cictrenraies. tr{asra p*éd" d;;;;r;;"e, por suc-una,_pertenece esencialrnente a i^

"i*il"r_ción del Atlántico. n-as relác;orü quu* uníar¡a la Gran Bretaña y u f'ru*á* l" "l ter¡:enoeconórnico, el carni"o-q,1. ib; e; no"rágiii,por Noyon a las ci¿rdádes mer"cantiles clc.Chanapagne marcaron con aportaciol-lasnuevas y apreciables cl fondo gético cle Occidentc y rétorzaroi.r Jo q"", "Jl" época in

lfll año mil como mornento histórico 47

rreediatarr¡eiele anterior, nos habían dado lasr"elaciones pclíti.cas ent¡:e Nlormandía e nn-¡¡laterra.

Fero las Islas tsritánicas habían contri-buido desde más antiguo, con elementosoriginales, a definir el genio de Occitiente-.--r1o en Inglaterna del Sur, donde la misión<.te Agustín en Escocia había introducido eicnistianisrno a ia rotrntraÍr.a, sino en Northum-bria, en Escocia y, sobre todo, en lrtran-6l¡x-. Esta úrltirna hal¡ía conservado, eltr urlr¡redio céltico trernoto, ricos yacimientos dela civilización del ?:::once: después eie un:;uleño de más de quince siglos, es asornbro-so vetr r:enacer allí, con vigor v exi:berancia"srltrnos, la cultura de la espirai y de las tra-('c¡:ías, rnientras que el cristianisrno irlan-tlós toina su acerato propio, se obstina, enr'orltrovel:sias farnosas, en conservar slls¡rosiciones personales en la. liturgia y eir eln'alendario eclesiástico y prolraga Llira hagict-p,r'atía. llena cle rnaravillas en La que se nlez-,'frrrn epopeyas prehistóricas. Cualesquiera(lrrc seaxt las aportaciones rnediterráneas al;r civilización irlandesa ---por ejerraplo, la.solt:bidas a los rnorejes coptos de algr-lnosnlonastel:ics-, no se puede negar que allí,,'rr n-rlcno Atlántico, hubql un f,oco rnuy anti-:'uo "y' mr-ry original, una especie de celtlsmcn¡;rr-ítirno cuvo pensarniento y cuyos inten,tr¡:; :;c] of)onen al hun-lanismo clásico no l:)or,rzírrr' () por .juego, sino en r¡irtud de una

4948 Introducción ai.ro mil como momento histórico

L:oran las cruces publicadas por FrangoiseItenry' se hayan podido copiar ciertos rnar-liles carolingios, no son éstos, ni muchornenos, los que dan su caráctet a tales mo-numentos, sino el antiguo disco solar com-binado con el crucifijo, los paneles de lace-rías, las escenas de caza y de guerracsculpidas en los plintos y que provienencle los antiguos cantos épicos insulares. Fi-nalmente, de este medio sale el pensadorrlás extraño y acaso el más profundo detoda la Edad Media, Escoto Erigena, cuyateología visionaria, de rico contenido meta-f'ísico, tan vivamente contrasta en el siglo rxcon el academicismo del pensamiento bizan-tino y sus vanas disputas.

En cuanto a los escandinavos, llevan elcspíritu a otras reflexiones. Se olvida condemasiada frecuencia que hay dos clases degermanos: los germanos continentales y lospueblos del mar. Mientras que los priine-ros encontraron desde mucho tiempo atrássu sede territorial en la región de la Euro-pa Central que ha tomado su nombre, ydespués del fraccionamiento del imperiocarolingio, pero sobre todo después de lafundación del Sacro Imperio romano ger-mánico, su acción se dirige sobre todo ha-cia el Este, contra los eslavos, y hacia el Sur,contra ltalia, las incursiones de los nor-mandos se propagan en un espacio inmenso,principalmente en el Atlántico, hasta la gran

Focillon.-4

estructura intelectual que no es ni la delMediternáneo ni la de Germania. Sin duda,fue allí donde se realizaron las experienciaémás audaces sobre la forma ddl hornbreconsiderada como tema ornamental, conlos hornbres-paimetas, los hombres-laóeríasde los antiguos evangeliarios. Fue cle alií dedonde salieron no sólo San Colombano, fun-dador de Luxeuil y de Bobbio, sino aquellosperegrini Scotti, peregrinos de toda lá cris_tiandad occidental qué iban a enseñar a to_das- partes sus extráños secretos, la rnagiade las combinaciones lineales, o el arte ?ela miniatura carolingia yuxtapuesta

-bajoencuadernaciones en que los iabujo.r", "1s-tán rnontados todavía corno lo hácían los

orfebres bárbaros-, un renacimiento de lafigu_ra hurnana tratada según los principiosrnediterráneos, y, por otra part", irrururrllio-sos jardines abstractos, párterres de lace_rías donde la forma pura delectándose con-sig_o misma ofrece un pretexto ilimitado atodos los caprichos de la imaginación. Esel despertar,de algunas de lal viejas for-mas, especialmente la contracurva, que, aprincipios del siglo xrv, contribuire ai eátilo flarnígero. En otro aspecto que no seael de la decoración, ¿qué hay de común,por^ejemplo, entre las torres-finas y altasde Glendalough, que son como cirios de pie-!r., y la maciza arquitectura carolingiafY aunque en algunos de los relieves qrrJd"-

Introducción lil año mil como momento histórico 51

gpoca de los vikingos, en la que Canutofulda un imperio que engloba Inglaterra,a la espera de la conquista definitiva deésta por otro vikingo cuyos padres habíanpasado a ser, un siglo antes, terratenientesvasallos de Francia: Guillermo el Conquis-tador. Unos y otros eran contrapuestoi nosólo en el área de sus migracionés, que lle-varon a los normandos hasta la Italia rne-ridional y hasta Sicilia, sino en los aarac-teres propios de sus culturas. Si alguna vezt_uvieron los germanos continentales aptitu-des originales, puede decirse que, en todocaso, las perdieron por completo en los si-glos rx y x, pues el complejo de la civiliza-ción carolingia, enterannente artificial porlo demás, era esencialmente rnediterráneo,con aportaciones irlandesas y algunas su-pervivencias bárbaras. Es, en cambio, laépoca de mayor esplendor de la cultura es-candinava, desde las estelas de Gotlandhasta las embarcaciones de guerra de Vet-sfold. No podemos entrar en tra difícit cues-tión de sus relaciones con la civilización delas Islas Británicas, con trrland,a; para nues-tro estudio irnporta poco saber lo que die-ron, lo que recibieron. Por otra parte, nodejaron de ejercer cierta influenlia en elOccidente continental. No es necesario re-cordar los monstruos de las mochetas deBayeux. Fero tampoco hay que subestirnarestas aportaciones. La teoria según la cual

el arte gótico debe ciertos eler¡rentos fun-damentiles a las iglesias de rnadera de No-rLrega se basa en una interpretación crono-lógica rnás que dis,cutible y el una asimi-laóión inexaóta de la técnica de Ia rnaderay de la técnica de la piedra. No; lo quecuenta es que en esas regiones tenernos unacultura de un írnpetu y de una vitalidaclextraordinarios que, sobre la rnonotonía deciertos ternas prehistóricos, multiplicó lasexperiencias créadoras, trenovó el estiio ani-*át y demostró la riqueza de sus aptitudes,ya rnanifestadas en obnas notabies duranteia Edad del tsronce. La gtandeza de Gerrna-nia hay que buscarla en estos países, fecun-daclos pdr et rnar, última etgP? del hornbrede Occidente antes de los hielos del polo.De estas riberas partió para avanzar haciaetr extrerno oeste, hasta Groenlandia, has-ta el continente americano, mucho antes delos grandes descr.lbrimientos.

Ei notable, pero no sorprendente, que lacristianización de los escandinavos fueraneutralizando poco a poco esta originalidady que el arte rnediterráneo, en su forrnao**átti"u, acabara por supLantar a aquellasencantadoras y extrañas fachadas de lace-rías que representan la últirna fase, la fasebarroca, de la cultura escandinava. Este noes más que uno de los aspectos del conflictoque, en él drama de la Edad IVIedia, contra-pon" el Mediterráneo con el Atlántico, los

5352 trntroducción El año mil como momento histórico

dra angular de lanea, como Grecia,neo, es la piedraantigua.

civilización conternporá-bañada por el Mediterrá-angular de la civilización

pueblos de Occidente con los pueblos dela Europa Central, los germanoi continen-tales con los germanos marítimos. Acaba-mos de ver algunos episodios de este anta-gonisrno

-la posición de los bárbaros ante

las grandes construcciones históricas delMediterláneo, la creación de Alemania porlos carolingios y la impronta que le dé¡a-ron, y, por último, el despertar de Occidén-te que realiza sus experiencias propias, sinrornper, ni mucho menos, con el Medite-rráneo, pero definiendo un nuevo solar, unnuevo territorio para ia civilización huma-na. La Edad Media no es esencialmente nimediterránea, ni germánica, ni ,.nórdicao.Es occidental. No sólo erigió iglesias: eri-gió una sociedad. Se esforzó por sustituirlos escombros acurnulados pof la caída delimperio carolingio, el feudalisrno naciclo clesu descomposición y que es propiamente elestatuto de las organizaciones primitivas,como algunos ejemplos que nos ofrece to-davía el Africa negra a finales del siglo xrx,por un nuevo orden público, por la CartaI\,fugr?, por la liberación de las villas, porlos esfuerzos que, durante siglos, hacen^losreyes cristianos, esos señores feudales, poraniquilar a los otros señores feudales y pordar a Francia esa unidad profunda, eie-ca-rácter de nación moderna que Alemania eItalia no adquirieron hasta hace poco. Oc-cidente, bañado por el Atlántico, és la pie-

Si insisto en estos hechos, no es paraextender detrás y clelante del año 1000 uninútil panorama de consideraciones gen-e-

rales. Es porq,te esta fecha me ha parecidouna de lai feóhas sobre las que se articuiafuertemente la Edad Media. Veremos quéacontecimientos se producen entonces enel Islam, con la declinación del Califato deCórdoba; en Escandinavia, con las guerrasdecisivas y la conversión al cristianismo;en el império y en Roma, donde Gerbertoy Otón III instauran una monarquit tll-versal muy precaria, símbolo de la fragilidad de las aspiraciones italianas de Alema-nia; por últirno, en Europa Oriental, dondelos húngaros, después de arrasar durantemucho tiempo a Occidente, se erigen en de-fensores de Occidente y hacen de la monar-quía apostólica una frontera contra los6árbarós de las estepas. Por otra parte, lasiglesias del mismo período nos, rlll"lestrart,cón la poderosa continuidad de la arquite-c-tura cárolingia en el norte de Francia, laadopción y ia propagación de ciertos tiposmediterráneos de una fórrnula rnu3r ¿n¡i-gua, pero con una novedad ¡:evolucionaria,

54 Introducción

la bóveda, mientras qLre en las regiones me-dias, en el Loira, se desarrolla rápidamenteun nuevo tipo de cabecera, llamado a serun elemento característico de la arquitec-tura occidental, en la época románica y enla época gótica. Se combinan tradiciones,influencias, experiencias: Oriente, el Medi-terráneo, Occidente trabajan de concierto.Falta deterrninar su parte respectiva. FaltaanalTzar y dibujar, sobre un fondo todavíaoscuro, ci.ertas figuras cuyo relieve no esmediocre. Fues la historia no se hace sólode corrientes, de acontecimientos y de es-cenarios: se hace esencialrnente de valoreshumanos.

Capítulo 1

El problerna de los terrores

¿Tenemos derecho a hacer intervenir eneI Lstudio de la historia los fenómenos depsicología colectiva? Son, sin duda, lo,s másbmi"il"J de captar con precisión. Podemosllegar directamente al sentido y a la vidade"una institución, a las causas y a los re-sultados de un hecho militar, a un pactopolítico. Podemos hasta reconstituir los rnó-,ril". qn" han actuado sobre una concienciahumaña. Pero no estarnos tan bien pertre-chados para abordar la vasta e indetermi-nada región de los instintos, de las creen-cias y de los movimientos que ponen en*a"cit. no al individuo, sino a las multitu-des. Ahora bien, ¿se puede prescindir de

este elemento cuando se trata, por ejemplo,de la fe religiosa o de la fe revolucionaria?Sería peligróso eliminar este dato funda-

Capítulo I

mental de la sociología, incluso cuando pre_senta, como ocurre a menudo, un caráóterfantástico. Estas grandes orrduu ,f".ti"ur,como el amor y el miedo que agitan a todoun pueblo, no son forzosámenie ilusionesnovelescas. El quid está en comprobartras,por lo pronto, en los textos, en analizarlas,en calibrar su amplitud y su intensidad re_Iativas según los tiempos, según los lugarés.. A^l er-n-nrender el estudio de ,rn grañ año

de Occidente, acaso fuera más oportuno co_menzar por establecer sus bases más fir_pel, y no entrar en él por esta puerta di_fícil e incierta. pero, ^por

más que loshistoriadores serios hayian formuládo lasreservas más categóricas y más fundadasen cuanto a los terrores del año 1000, estasdos nociones -el año 1000, los terrores-están todavía fuertemente unidas en buenasrn_entes, sobre todo en ciertos arqueólogos.Ello se explica no- sólo por un concepto ro_mántico de la Edad Media propio del si_glo xrx, sino también como un prbcedimien-,to cómodo para la clasificalión de ioshechos: en el año 1000 llega el hombre deOccidente al colmo de las áesventuras queIe habían perseguido durante todo el'si-glo x; la proximidad de la fecha fatídicadespierta la creencia en el fin del mundo,los prodigios la estimulan; un pavor indes-criptible, se apodera de la humánidad; hantrlegado los tiempos predichos por el'após-

El problema de los terrores

tol... Pero pasa el año, el mundo no haperecido, la humanidad respira, se tranqui-liza, entra agradecida en nuevas vías. Todocambia, todo mejora. En primer lugar laarquitectura religiosa. El monje Raúl Gla-ber escribe en un texto farnoso, al cual vol-verernos: "Fasados unos tres años del año1000, la tierra se cubría de una blanca túni-ca de iglesias. .. r"

Si algunos historiadores de otro tiempocedieron a la tentación de pintarnos convigorosos contrastes este período de la EdadMedia, acumulando alternativamente lassombras y las luces, insistiendo con la com-placencia del talento en el carácter convul-sivo de la crisis, ¿debemos nosotros, porreacción, volatilizar la leyenda de los terro-res y atenernos exclusivamente a los hechosconstructivos que se pueden destacar enesta época y a representarla, con optimis-mo, como uno de los momentos felices, ensuma, de la historia del hombre? ¿O adop-tar, como lo hacen algunos, una prudenteposición intermedia, equidistante de uno yde otro exceso, neutralizar en cierto modoel año 1000 y verlo como un año cualqr.rieraentre tantos otros?

La cuestión es rnás complicada. En pri-mer lugar, tenemos que eliminar del proble-ma los terrores y las calamidades, peroteniendo en cuenta varios hechos. Las creen-cias milenarias no son palabra vana. ¿Cuá'

5958 Capítulo 1 El problema de los terrores

les son-sus orígenes, su desarrollo -ffruydesigual- en Oriente y en Occidente, sü

sentido en la evolución del pensamientocristiano? ¿No actuarían en algún momen-to del siglo x, en algunas regiones, en algu-nas clases de la sociedad? ¿Qué parte pudotener en esto el despertar de los estudiosapocalípticos? ¿Cómo se llegó a localizarlos terrores en el año 1000, lo que, a pri-mera vista, parece muy natural, pero quees inexacto? Por último, ¿qué papel desern-peñan todavía esas creencias en el estudioarqueológico de la Edad Media? Sólo des-pués de responder a estas preguntas podre-mos analizar objetivamente nuestro tema.

1

La idea dei fin del mundo aparece en casitodos los antiguos pueblos Lomo un ele-mento fundamental de su religión o de sufilosofía, lo mismo que la ideá de la resu-rrección gloriosa, lo mismo que el tema detra periodicidad milenaria: así, en el maz-deísmo iranio, al cabo de once mil años, seabaten sobre el mundo el invierno v la no-che, pero del reino de Yima desóienden,resucitados, los muertos para repoblar latierra. Análogas creencias se encuentran enla antigua mitología germánica, en algunascomunidades musulmanas. La filosofía deHeráclito y la filosofía estoica estaban ya

rnás o menos impregnadas de doctrinas se-

*uluttt"t. En el be natura deorum, Cicerón

""p'fü "omo el ryu^ndo perecerá por el fue-

so. Detro como el fuego es alma-, como-eiil¿ó-;; di;s, el munJo renacerá tan bellocomo antes.--S"n-t" el milenarismo cristiano, Cristo¿"Uá"goU"rnar el mundo durante u-r-r perío-

áá- ¿"" mil años -en latín, eI millenium;

"n gti"go , e! chiliasme-' Esta idea es esen-

"i"i""it cristianismo primitivo, en el que

"á"ti",iu una vieja tradición judaica' Har-

nack' ha dilucidado rnuy bien la trayecto-;;^d"-está idea y la córnplejidad de los

"iu**"tot que la

"b*pott-"ttl la suprema lu-

"ñu-é"tt" Iós enemigós de Dios, el retorno

.1"- Ctiuto, el Juicio Final, la fundación en

ü ti"*u á" ,tt reino glonioso' En la litera-it t^ apocalíptica judía, en Jeremías' en

tr"qttiit, en baniel, así como. en.los Salmos'

"fi"i". rnesiánico no es limitado en su du-

ración. Aparece además una ide,a nueva: se

di;;i"g*":la venida del Mesías y la aParicióná*i oi6t iuez.De aquí una duración lirnitadaen la ""iLru

rnesiálnica propiamente dicha:

li*itud^, pero no preóisada por Baruch'pátu qtí"ñ esta teáleza durará hasta que

acabe'lu .""t.tpción del rnundo -texto pre-

cioso, pues nos irnpid,e confundir el reinomesián^ico, en el qúe la humanidad se de-

bate aúrn contra ei pecaclo, con el reino de

áiotl"-. Segúrn el Apocalipsis de Ezta y

El problema de los terrores

mo y cristianismo, Justino, por ejemplo, laretienen como un elemento esencial de éste.

Puede decirse que es el período más flo-reciente de los conceptos milenaristas. Loque hay a la vez de fulgurante y de oscuroen el Apocalipsis juánico favorecía, a tra-vés de las diversas intenpretaciones, ese sen-timiento de espera, esa fe en alerta, en ex-pectativa, que es 1o propio del mesianismo.El Señor había venido. El Señor había devolver. El Señor juzgaría a los vivos y alos muertos. ¿Cómo calcular los tiempos?Ese día formidable, el día último y la edadúltima del mundo, ¿se estaba ya en é1, es-taba a punto de cumplirse, iba a aparecerya el Anticristo? Desde rnediados del siglosegundo comienza ya la larga controversiaentre la interpretación literaria y la inter-pretación mística. El viejo milenio judíocae en el descrédito después del montanis-mo, que lo había adoptado. La Iglesia griegadesconfía cada vez más de lo que consideraun sueño de visionarios, hasta el punto deexcluir el Apocalipsis del número de losescritos canónicos. Los intentos de conci-liación, como el de Dionisio de Alejandría,sólo provisionalmente atenúan un debateque en el interior del cristianismo enfrenta,a propósito del rnilenio, el genio judío conel genio griego, la ansiedad de un mesia-nismo eterno con el misticismo helenístico.Los teólogos de Alejandría y de Bizancio

61CapÍtulo I

según el Talmud, la duración del reino me-siánico es de cuatrocientos años. pero laque se le asigna más frecuenternente es deun milenio, es decir, un día de Dios, un díade mil años. En el transcurso de la EdadMedia vemos aparecer este concepto deuna sernana inmensa, cuyos siete días re_presentan las siete edades del mundo, co-rrespondiente la última al reinado del Me-sías y con un valor sabático. Harnackobserva sagazmente que el principio de unalimitación de duración no ápur"ó" ni en laliteratura evangélica ni en la literaturaapostólica. Fero el Apocalipsis de San Juan,ese extraño testimonio de la supervivenciadel pensamiento judío en los ciistianos deAsia, es categórico en este punto: el reinornesiánico debe durar mil años. Despuésaparecerá Satanás por poco tiempo y serádestruido. Entonces saldrán de sus túrnbaslos muertos para ser juzgados y, como enel mazdeísmo, un nuevo universo, reino degloria, será creado por los elegidos. Un ju-dío-cristiano, Cerinto, se lo representaÉa,según Eusebio, lleno de sensuatidad orien-tal: después del apocalipsis de la destruc-ción y dei castigo, el apocalipsis de las de-licias humanas. Como quiera que sea, enuna o en otra forma, esta idea, en sus gran-des líneas, queda ya como idea ortodoia, ylos doctores que intentan conciliar paganis-

Capítulo I EI problema de los terrores

rechazan el Apocalipsis; las viejas comuni-dades orientales, más o menos irnpregnadasde judaísrno, lo conservan. Se puedé creeren un fenómeno cle tradicionalismo estre-cho que se ejerce en medios confinados: enel Egipto copto, en Arabia, en Etiopía, enArrnenia. Pero en Occidente, donde el pen-sarniento teológico es tan activo y tan rico,no se encuentra el rnismo conservadurismoen rnaestros corno Tertuliano, Lactancio,Sulpicio Severo. Es extraordinario compro-bar no ya un sirnple rnatiz de tono, iinouna oposición de doctrina.

Estos maestros no tienen ninguna dudasobre la autenticidacl y sobre el carácterapostólico de Juan. Ninguna duda sobre lavenida futura o pnóxirna de Cnisto, que ins-taurará su reino y la trglesia de los santospara rnil años. Ninguraa duda sobre el re-torno de Nerón corno ,{nticnisto. No es de-rnasiado aventurado afirmar que el rnile-nario apocalíptico, con su innpresionantevisualidad, corf sus especulaciones judaicassobre los núrnetros, con su jacleantó irnprc-cisión sobre el rnornento en que los díasserán curnplidos, rnantiene a la Iglesia enesa alarma dramática a la que tan bien scprestan los cnistianos orientales y que rc,pugna al helenismo cristiano._ ¿Es esta influencia de los Padnes griegosla que, a través de doctores corno San lc-rónimo, acabó en el siglo rv por atenuar-,

por embotar las conviccionesapocalípticas?2Er un fenómeno de ese descaecimientoque suele producirse después de altas ten-siones moiales y de la prirnera virulenciade las doctrinas? ¿Es, en fin, la interpreta-ción del milenio por San Agustín, que pa-rece cortar el estado de trance del almacristiana o, más bien, que lo aquieta exteir-diéndolo en largos siglos? Pata Agustín, laIglesia es el reino de Jesucristo y el mileniocórnenzó el año de la Encarnación. ErnileGebhart, en un artículo, por cierto valiosoy oportuno, ptresenta tra cuestión -de- muydiferente manera'. Supone que el obispoafricano, en el hundimiento del irnperio deque él es testigo, cree ver el primer actode un drama entrevisto por Daniel, predi-cho por San .h-lan, confrrmado por San Pa-blo: el duelo entre el Anticristo y Jesús,que, al principio, parecerá vencido... Encuanto al último acto, no vendrá, según é1,

hasta pasados los rnil años del reinado tern-poral de la trglesia y de Cristo,. Siendo elhundirniento del imperio, añade Gebhart,el "prólogo obligado" del milenario, habiaque añadir por Lo menos cuatrocientos añosál período cuyo prirner día no fue visto nipor el propio San Agustín... Teoría rnuyáiscutible, desde luego, la de ese "prólogoobligado" de cuatro siglos. Si el rnilenioaguJtiniano, si el reinado terrestre cle Cris-tó comienza corT [a lglesia cristiana, es cla-

Capítulo 1 El probiema cle los terrores ó.5

ro que coincide con el nacimiento de Jesús.Se comprendería, en rigor, que se tomecomo punto de partida el reconocimientooficial del cristianismo por Constantino,pero no la caída del irnperio, que, por otraparte, se extiende en varias generaciones yque, propiamente hablando, no es una .,fe-chao. Cuando Glaber cla el año 1000 comotérmino del milenio, no merece la críticade Gebhart: tiene razón. Pero, se dirá, ex-traño reinado de Cristo ese que se ejerceen un mundo cargado de tantos pecados,de tantos crímenes. Esto es cierto, pero elApocalipsis de Baruch lo señalab'a ya: Do-nec- finiatur corruptio mundi. La Iglesiarnilitante actíra, pues, en la corrupción delmundo y para acabar con ella, hasta el díaen que, después de una últirna convulsiónde Satán, después del Juicio universal, laIglesia triunfante, la Iglesia de la comuniónen Dios, se instaurará en un mundo nuevo.El reinado terrestre no es, pues, el reinadode la virtud y de la paz, sino el desarrollodel drama, caída y redención, drama llenode catástrofes y de derrumbarnientos.

Si, después de San Agustín, el milenaris-mo parece haber desaparecido de la doctri-na de la Iglesia de Occidente, que habríaasí acabado por adoptar la actitud de losPadres griegos, conservaba una extraña vi-talidad en ciertas regiones del pensamientoreligioso. Se puede pensar que hay contra-

dicción flagraaete, entre el humanismo evan-pélico. q,rJ du Ia paz, y el judaísrno apoca-

iipii"o, que da la^alarma. En realidad, uno

v otro corresponden a ciertas necesidadesdei alrna, y hasta puede clecirse que se com-

pt"tá". úáa soclé¿a¿ TtY qtt,ada v, fre-cuenternente, muy desdichada es natural-rnente propensa no sólo a la lectura literaiJ* i"u "gxá*d"t textos cXe los ,que satrió el

rnilenarlsrno, sino, en ¡-rn sentido más gene-

;;1, ;la interpretación apocalíp-tica de laftiitoriu, al crlito del Dios terrible, a la es-

;;; ;-i Juicio. ¿Cuándo será? ¿A los miláños de la encarnación, o a los rnii cuatro-cientos? No, rnañana por la mañana, pues-

;; a;" ,vo puedo morir esta misn'ra nochey, €rr ese rnornento, mi suerte está fallada'bué me irnporta la espera,más o rnenoslarsa en la ñoche cle la tl'lmba, puesto qule

iutZ ¿**asiado tarde para rnodificar la sen-

i*""iu del soberano -iuez. El Apocalip-sis

;l;;t que esté dispuesto, y, atr-fin y al cabo,

ir *rpt"tosa rniselia del rnundo no es nadacomparada con las plagas que an'lnciaráns¡r fin.-

X{e aquí por qué, milenarista o no, laEdad Média'en Olcidente continuó leyendola rerrelación de San Juan y hasta los Apo-

"áfiptlt de Ezra y de He¡rnas, que se inclu-

G;;" ciertas níbhas. He aquí por-qué loscomentari.stas y las ilustraciones del 'A'po-

"uiiptlt de San Juan tuvieron un papel tan

Focillon.-5

66 Capítulo 1

importante en su '/ida moral' El comenta-

rio de Victorlno fue seguido de otros fiitl-

chos. No **"ou^*d* cl"iecinueve hornilías

;;"";; san ce"'ar"t sobre la obra de san

Juan, a la que -ibi;*-nturado Arnbrosio

Antpert .o"'ug'* á;;;lib;;s' En la línea de

ffi'ilili;;'i"ff';;;;s figuran Beato de Lié-

bana, Ilaimon oJ ll"tUát"Jad*- Bérenger de

Ferriére, Rémi,-*.":-- a'" Saint-Gerrnain

d'Auxerre, gü€, ""itáJl siglo vrlr y etr s'lglo x

;';;;;*; fl i*iiiá'ioso f,ibro' Habría que

detenerse ",p*uiáiáu"n" en .B3ato

__San

Beato_-, porque su cornentario ejerció una

;"{il;"tiJe;áil"d. v d'rradera' en etr pen-

sawriento v "" "ilñe'de tra elqd Media du-

#ü;id";i;d; itÁa"i"'. Sobre é1 cono-

;;;t -algunos

datos biográficos interesan-

ü."Ñ;;l"Jt rtuóit el año 710-v -ffruertoen 798, to," *u"tor espirituatr de la reina

Osinda, estr)osa ¿"titu'"te'v de Oviedo {774'

783). R.epresenta, pues' una expresión' de

acueLla .trltrrot- "tiitiana que los príncipes

á;T#t;-^*; t;is"" visi'fodo' contri|:uían

a manten", "o"ái";;t;; áe'Esnaña' Al¡ad

de Liébanu, p"oiá"Étit-1.*uiéá a aquella

cristiandad *t;;;üá-inftrt:ida por el Islam

oue es ,nt. d"'"ú'J'"o"il*tt híbridos de la

3*iru..li" iüárlca' Parece ser-que fue uno

d.e los rtu"'t'os'á" Áit"i"o.y de- Ernerio de

osrna. Pero ;,*;tb;; lgui' el autor cle

\ss Cometotariá's;;; cl Apacaldpses' del

año776.p*o"*Já [ti*"t* visla que etr atrcan-

El Protrlema de los terrores

ce doctrinal de -esta obra se Lirnita a u11a

controverul* t""fá!i"u-*bt" pttll"u de dog-

]na que habían 'üit4u" v ,tü" ¡;nuían agi-

tandó a tra lglesü"e'i"eui Iá-s le$"ci:-1"i^*:

;"#;;.i";; á"'r H;:J:' clel Padre' Desempencr

un sran papel -r{U l""ft-" contra Félix de

ü11*:i ;'iri'"¿á'al r;i;J9' partidarios del

aclopcionir*o c, ááopcianltryo' herejía se-

ffitl'i;ár á ut:t Y el Fadre'no son con-

f,,el ^nciat*,, ot'*''""f ruio fue etr'egida'"adap'

ffi;'ü'J"i'ü;i; óu'u i" p-errección '' Fero

*T h"i;;t" h*'"*"t-to.qye ábatca el comen-

tario del Beato'"Já rléU*na es rnucho más

;?i*rf ,' ;: il:,S;'*T.::' ii:'::?: ;ili? .'"t.A*"

j:ilt#1"",""#"'u"^u-'' .Á¿l'il' á" la

r¡intura de los ;;;ñ¿"tos de aqueila cris-

ir'^iiá"á *¡-slaml"a.la

que aqyí representan

i;';i"t- -igiuttut

del "Apocalipsis' tenemos

ui-r cuadro de Ttt?íti"i* díis detr m"-rndo

con todo A *ui"tt*io horror de la catás-

ffif", ; h*"r"-óátt i*ry":::ar a las irna-

ginaciones oe l'a rnanera rnás convincente'

En é1 u" *,'"t*"1tt-"* grado surno la singtl-

laridad a* u'u'uul';;;""á; orientalisrno de

occid-ente q"; ;;í{'-i-^qui' con las cornbi-

iraci.ones x,t"pl;t;;f I;i;;' el encanto a la

"")^"".p1í.;:-;t.";; y slrave de1 color' Los

rcxtos están tü;il;;á"s a los que leen' tr-as

t;;;;*' d"';'l;i admirables libros' a

i;;';;;o iaben leer' Y rnás aún su i'rasPo-

sición en La p;;;t; d; ias basíxicas' No hav

El problerna de los terrores 6968 Capítulo 1

qr.le olvidal: nunca que, fuera del mundo delos clérigos, la cuitura de la Edad tVlediaes una cultura r¡isual y que las enseñanzasde la fe se propagan a las multitudes porlos ojos. Nunca se insistirá dernasiad"o enla irnportancta de los Cormentarios y de susilustraciones. Considerable en la época ro-rn/le-lica, coxno lo ira demostrado Mále .-apesar de las diferencias de estilo, rnuy pro-fundas-, carecernos d.e etrernentos de apre-ciación positivos sobre sus efectos en lossiglos rx y x. Fero no cabe duda de que es-tos bellos rnanuscritos tuvieron que impre-siona¡: a numerosos fieles ni de qlle comerl-zatoÍr a influir en etr arte n:rolluraentatr antesdel renacimiento de la gt:an escultura.

Fon otra parte, no eran únicos. Al ladode los Apocalipsis rnozárabes, hay los Apo-calipsis carotringios, cuya tnaciición pervivebajo los Otones y hasta rn"ás tarde, y entrelos que se puede considerar el Apocalipsisde tsamirerg, pol'ejemplo, como un monu-mento tardío. A una o a otra de estas co-r::ientes correspondelr, rnás o menos, lasgrandes escenas apocatrípticas pintadas enlos muros de las iglesias en el siglo xr y enel siglo xrr. Tenemos la descripción en ver-so de la de Saint-Benoit-sur-Loire y el tiem-po ha respetado en parte las escenas apo-calípticas que figuran en la planta baja yen la ptranta del porche de Saint-Savin-sur-Gartemue, que Yoshilcawa ha estudiaclo re-

cientemente u, después de Elisa Mailiard' Nosá trata de trn epiiodio pasajeno ni lirnitadoa España , a la Francia R{eridional -y al im-perid, pues un manuscrito de Carnbrai nospermité restituir una filiación francesa ygOtit^ a una rama angLonormutq"' La ideaáel Apocalipsis escoltá toda la Edad Media,,ro

"ti los rbpiiegues de la herejía, en -el-se-

creto de laé páqueñas sectas escondidas,sino bien a trá vista y para enseñanza de

todos. Así lo prueban no sólo Los tírnpanosdel Juicio Final, esculpidos en el siglo xru,sino ios tapices detr Apocalipsis de Angersdibujados por Jean de Bruges y ejeculadosoor Ñicolái Bataitle hacia BTA. AñadirernosL,r. "t todos los rnornentos agudos de la'

fL, por ejernplo, cuando se prepara la Re-

forrna, a" fi.náles detr siglo xv, el despertarde la idea del ,{pocalipsis tiene algo de ex-

plosivo: inspira las maderas de Durero' Se

podría uug,tit su rastro mucho rnás tarde,y puede décirse que cada vez que la hurna-ii¿a¿ es sacudidá en sus profundidades porun cataclisrno político, rni'litar o rn'oral de

inusitada amplitud, piensa en el lnal de-lostiempos, evoca el Apócalipsis. En l<¡s rnedi'osdond^e arde el fervbr de un catolicisrno vi-sionario, el genio de Claudel interpreta ycomenta a su vez, para nuestra época ate-rrorizada, el Libno-ql-le predice v describeel drama de tros días Postreros.

Si el ,A.pocalipsis y los comentarios apo-

71Capítlrlo i El problema de los terrores

calípt-icos presentan a través de los siglosesa vigorCIsa continuidad, si es cortejo deI3s grpn{es-in_quietudes del hombre, ui-r"r_tiene la fe de los reforrnadores *rr"rrgéli"ou,desde J'oaquín de Flore hasta ei protestan_tismo, puede considerarse, pues, corno unelernento esencial del pensárnlento r"ligio;;en Occidente. Fero no está forzosarnenteunido ai rnilenanisrno o, más bien, tiendeforzosanrente a desprenáerse de é1,'trjGsedel miienio agustillíano o de un milenioprorrogado, pues la fecha detr fin del mundosigue siendo ambigua después clel año 1000"¿No será que en núnrero f .OCO se interpretácorrlo un nírrnero sírnbólico? Corno qLieraque sea, en la doctrina de la nglesia sóloDios puede determinar ei terrible trnotrnento,sótro Díos sabe cuánclo vencerá

"l pú;;.-i;cuestión está en averiguar si los

^hornbres

del siglo x tornaban uií las cosas y si, envíspenas de los días en que se iba" a

""*_plír el nailenio agustiniado, trIo sentían pe_sa;: sobre ellos la amenaza directa de esteplazo.

El sentírniento difuso de la .,noche delrnundo,, se rnanífiesta en la Edad Media enCIccidente rnucho antes de Xa fecha fatídicá.I-a frase mundus semescit no expresa sola_rnente Ia tristeza de un espíritu d'esalentador;ne asiste a una progresiva caída de la ci_i rlizacíón, a urtr constante baiar detr nivell.i.irnano desde ias invasiones germánicas,

no significa uD pllro pesimismo intelectual'Obedece ciertamente a una convicción reli-

;*;. nl m*"do es cofi¡o tln ser vivo qtle'9p;"r*i" ;f-periodo de tra madurez, ha en;

;;.á; en 1á veiez Y 9u€, como Predijo .eiApóstol, tiene que morir' Análog,t

"t11otl;"ión

encontrarnos, más Íirme aún' en ei

;ñi; ñ;;;; la viáa de san Fardoux (787)'

5e expres a categóticarnente.":" ."1 formula-

rio de las escrituras de cancilierÍa compues-

ir p". "t inonje Marculfo en el siglo vn:

A,4 tin di t er rmimurn r wini s c r e s c ent ib w s ap p r Ú.-';;;;;"";;"* indi"¡o certs ma-nif estarLi "' 6'

ilr d;; ñrece dernostrar que 11 cronología¿ut'*nf"io sigue siendo muy incierta' Err

ior t¿i*1"o, ,riir*"s se observa una rnezcla

á" t"g,r"idad y de imprecisión' Vol"vernos a

"rr.ifttutlos én más de una escritura de do-

;;;i¿;-d"l siglo rx. Y es curioso comprobarq.r"

"tt el siglo x son ya rnás raros' Sin ein"

d*rgo, se encuentran ejemplos en el oeste -'¡

;; ;t iur de Francia, entre otros en una do-

,r^"i¿" de Annaud, cánde de Carcasona y de

Cornminges, en Ia abadia de T-ézat Oaa):nlincl¡ tírm.¡n¡ appropinqwante" ', y-en la.es-

""it,rtt de fundáCión del priorato de Saint-

Gerrnain de Muret (9aB): AppropinqueÍ'Lteetenin+ nnwndi termüto et ruinis crescenti';;;...1 ¿S" trata de sirnples cláusulas de

estilo, exiraídas maquinalrnent-e de un anti'gno formulario? En cierta rnedida, sí; pel'o

5u contenido, aunque se ernplee por costurn-

7t,72 Capítulo 1 lr,l ¡rroblema de los terrores

bre-secular, no es menos auténtico eue el dcla fórmuia: "En el nombre ciel padre, delI-Iijo y ciel E,spíritu Santo.> En todo caso, re-telgarnos estas fechas. En el segundo terciodel sigtro x encontramos otros hechos quecoriviene tener en cuenta al estudiar lacreencia en el fin del mundo. ya antes cteesta é¡roca, en el año 909, el Concilio deTrosly invitaba a los obispos a que estuvie-ran preparados para dar cuenta de sus ac-tos, pues el día del Juicio estaba próxirno.tsero es a rtlediados del siglo x cuando pare_ce haberse producido un movimiento iñten-so, Ltrna crisis.

- A _esta época corresl-¡onden, en ef,ecto,dos. hechos que cuenta Abbon de Fleury,nacido hacia 940. En su primera juventu"dhabía oído en Farís r .rñ predicádor queanunciaba para el año 1000-el fin del *i.,-do, seguido de rnuy cerca por el Juicio F.i-nal. Reiata también un ,:.rnnor difundido enLonena: el irrundo terminaría el año en quecoincidieran l¿ ,Anunciación y el VierñesSanto. Estos rumores corrían hacia elaña 975. Fero la coincidencia, que se habíaproducido ya en el siglcl l, se ?epetinía en992. La Apafogía, de Abbon, es

-clel g9g u.

El futuro abad de Fleury, al neanif,estarsecontra el preclicador pa.risíense y contra laagitación lorenesa, aplica, como todos losauto]:es eclesiásticos posteriores a éX, hasiaIt¡s modernos, la sabñ y prudente dóctrina

rk: la Igiesia: no pongamos fecha al 'luticirrliinal, ño lorcernos el secreto de la l'rol'i-nlt'ncia" Su tribro, escrito dos años anxcs clcl

:rrro X000, era quizá de actuatridad. El ca:;c)

t'S eu€, *átt" ió años 940 y 970, aproxim¿r",lamente, ciertas cartas, un sermón' tln l^Ll '

r rnor F,opllXan atestiguan irrefutablerrrcrltc lrr

t'rceCciá y la proximidad del fin del nrLrnclq-r'

A pesar del carácter sospechoso de [a crcl-rrica de Jean Trithérne, qlne no es prropia-nlente hablando una fuente original, pttestcrr¡ue data del siglo xvr, la histori-a dc Bcr-,iardo de Turingia, que él sitúa en cl;tño 960, no es absolutarnente desdeñable:tiene una especie de conflrmación en loshechos que hemos evocado y qlle son apro-xirnadamente conternpráneos: según el cro-nista, ese eremita compareció ante una jurl-L;; de barones para anllnciarles qtle Dios lehabía revetrado la proxirnidad del último día.

No es, pues, vano afirrnar que, a media-dos y a piincipios de ia segunda ruritad delsiglo x, se produjo en Francia, en Lorena,cii Turingiá una recrudescencia de la deic-

Lri.na de la noche del rnundo y acaso delrnilenarisneo. Se rnanifiesta no sólo en lasca.ncillerías, sino en la Iglesia y en }a con-ciencia popr-rlar. Pero llega adernás a otrosinedios" en los que se siente la necesic{acl¡le cornbatiria. En el aña 954 Adso, a ]:uegocle la reina Gerberga, esposa de Luis de IJI*

tramar, coirtpltso st. Libellus de Antechris-

Y75i4 Capítulo 1 E,i problema de los terrores

to, tan farnoso que se liegó a atribuirlo oraa San Agustín, ora a Raban &4aur o. Estoera descorfocer una personaiidad conside-rable, el vígoroso reforrnador de la gnanabadia de l\4ontiérender, en la Charnpagne,que fue el constructor, o al menos el inicia-dor, de Ia l¡ella iglesia consagrada a finalesdel sigtro x por el abad que le sucedió, Eé-renger. El interés político de este escritono pasó inadvertido para los historiadoresde la Edacl Media, que ven en é1, con razórt,una prueba de la permanencia de la ideairnpeníal eil Occidente después de la des-composición detr imperio carollngio

-y nosólo cle la idea imperial, s rec' de la idea im-perial franca-. Kleiirclauu"'o y, despr.rés deé1, Fliche " han tenicio el acierto de ponende relieve este aspecto del Trataclo de Adso.Fero interesa no rnenos directamente an¡.restra investigación. No hay por qué te-rner el fin del rnundo y la aparición del ,A.n-iicristr¡ inie¡.rtras los reinos no se separendel irnperio romano, del que forrnaban par"te integrante. No han llegado aún nos tiem-pos. Cierto que el irnperio romano h;r que-ciado destruicio en gran parte. Fero rnlentraslos f,rancos tengan reinos q¡je sostenganeste irnperio, sr.l dignidad rio se derrurnbárácompletarnente: se rnanteiedrá en sus re-yes... Sabernos, en ef,ecto, por nuestros doc-t_orgs que, en los postreros tiempos, Lln reyde los francos será dueño y señ-or de tocló

r:l irnperio romano y el rerás grande y-e1.ú1-

;ir"" i; t.¿ot los r"eyes' Desp-ués de haber

óL"rtudo con sabid"r'lría , acabatá yendo eJerusalén a depositar su ceLro y sL1 corona

en el Monte de los Olivos'Fáginas melnoral-lles en tras que vernos la

do.iuTi*u d,e la lglesia unida 3 una idea -po-ii;i"^. i; docriña de la trgtresra: el hoinbret * pttud* poner fecha al fin del rnundo, se-

;;-;; de 1á d,iviraa providencia. Idea polrtí-ca: la vocacióia imperiaL de los francos no

ha t*o*inado; cierfo qtle el imperio ha que-

áá¿o clestruido y que los re-inos se haniupá"ud", pero siguen existiendo reyes itSt-o.i qr* c\'eben neantener el imperio, privi-i*gl"^V rnisión que les corresponde taxati-.,u"*uátu. Se puede pensar que el hábil Adso

irá olvida qub escribe pala la esqosa de unrey carotringio y que en la dignidad misrnade s!,1 d-estinatario encuentra un ra'zarra'

miento capaz de tranquilizanle sobre ei des-

ii"" a"t mtn,lo aX rnilrno tiempo que sobreál p.i"""ir de su raza. En vísperas de losdías en que, en efecta, se iba a reconstituir

"f i*p*.io, sobre otras bases y en beneficio

áL-lá""rtu de Saionia, esta confianza de urr

;b;J de tas Galias en la función imperiaiáe ta rnonarquía f,tanca tiene algo de pa-

téiico.No ofrecen rnenor interés las partes es-

pecialmente consagradas al Anticristo, pol-

f,n" ti*toau" también a luchar contra l'a

{

no76 Capít!-110 I

creencia en la nCIche del rnundo. No sólo noes posi.ble el fin de los tiernpos mientraslos reyes francos mantengan etr irnperio,sino que no podrá llegar antes de la granapostasía preclicha por San Pablo. En cuan-to atr Anticristo rni.smo, al que Aclso tiendea confundir con ia Bestia del Apocalipsis,nos da tocXa su historia, que es en parte lacontrapnreba de Xa vida de Cristo. Debe na-cer de la tribu de Daxr, erl Babilonia, yreconstruir ei ternplo de Jerusatrén. Su rei-nado dura.rá tres años y medio -|s5 s¡1¿-renta y dos rrreses previstos por el Apocalip-sis y cr-rya señalación cronológica, en elrnitrenio, había sido estudiarla por San Agus-1.ín--. ,Aunque estos acontecirnientos seanaplazados a un indiscernible futuro, el A.n-ticristo ha tenido y tendrá siernpre creyen-tes. Cada rlez que vernos aparecer un mons-truo de irnpiedad, guardér.nonos de creeren la venida clel Anticristo. Recomendaciónque ayuda a comprender ciertos textos de las:egunda n'ritad del siglo x en los que losdesórdenes del tiernpo están pintados alservicio de cierta causa y que no se debentoillar al pie de la letra, a pesar de su tonoapocalíptico" Pon ejernplo, el farnoso após-trofe de Arnulfo, obispo de Orleáns, en elConcilio de San Basilio, tan irnportante en}a hi.storia de las Galias y de la carrera clelfnturo Sil.¿estre trtr ": "Dijérase que nos go-

ll,l problema de los terrores

bierna el Anticri.sto.."" Dijérase' pero

hav tal cosa.'"'ó"-á^, n"*t, dernostrado que a mediados

dcl sielo x hubo un movirnie-nto y-coryg

-". ái"á¿l l* iu """"tt"ia en tra noche cletr

nlundo, ya vlsibie, peJo más vagalrlente' efi'

il;i;l;; ttr y vrrr'^ I{asta podemos fijar su

cronoiogía. Entre 940 y 950, algunas cartas

á!i i"" ?e Francia resucitan las frases des-

á1""iáá"u clel formulario de iMarculfo' caí-

das más o rnenos en desuso en el siglo an'

t*i.i, ti" duda bajo la influencia de la;;;;;";;ián det imPerio Por los carolin-

eiát. g" el año 954 Je esperaba la próxirnai""l¿* de1 Anti.cristo, puesto qtle Adso es-

*iiü* u"t Libeltrus para iefutar esta idea' En958 Abbon era nóvicio en Ftreury, y fue en

;E;;;;,r.l, "u decir, hacia ese año, crra-ndo

"yd u" París predicar sobre etr fin detr mun-

áL, **V próxirnc,. En 960 Bernardo, etrerni-

ta'de lás-rnarcas cle Turingia, anuncia que

ñloi r* 1o ha reveLado. Fasados diez o-quin-*"-tntu, circ¡.rla todavía esta idea, -y la e9-

conirariros, ltna vez rnás, en la Apología' de

ALbr;r "M* he opuesto con-todas nnis

f¡-renzas a esta opinión lla venida del 'A'nti-cristo tlna vez crlmplidos los mil años-l' lrlel¿lu*tu los Evang*iiot, el Apocalipsis v.eLnjbt; de Daniel;" el abad R'ichard, cle feliz*"*t"iu, qtle había recibido cartas de Lo-

*na sobre este asunto, rne ordenó que las

contestara'rs. Todo nos rnclina a creer que

Capítulo I78 Capítulo 1

este rnovimiento va subiendo corno una fita-rea a rr'¡.edida que el siglo va acercándosea su fin, y que el año i000 es el punto cul-rninante de estos terrores.

2

Es curioso que no encontrem.os trazas deeste hecho en ios escritos oficiales o en loscronistas conternporáneos. Tanto rrrás ex-tnaño cuanto que la creencia en el fin delrnundo, ur,a\tez pasado el plazo del mitrenio,recuperó su vigon en el transcurso del si-glo xl. Ni en el pnotocolo ni el texto de losdiplomas de Roberto el Piadoso, rey deFrancia en el año mil, reaparecen las viejasfórrnulas sobre la noche del rnundo, y Pfis-ter 1a señala solarnente "neflexiones trivialessobne la necesidacl de socorrer a las iglesias,a las abadías, a los servidores de Dios, deayudar a los pobres y a los débiles. El reyexpresa la espenana cle que, a carnbio de es-tas buenas obras, Dios protegerá a su reino3r después concedená ia vida eterna a él 5r ¿los suyos". Xgual silencio en rnás de cientocincuenta bulas pontificias prornuXgadas en-tre 970 y el año 1000. trgual silencio en losanalistas de }a época, vanios de los cualesni siquiera hacen rnención d,el año fatídico,por ejernplo Aimoin de Fler:ny, Cld.oran deSens, .Aclhérnar de Chabannes. Lo neisrnoocurr e en las biografías de AXrbon y cle San

El problema de los terrores

iVIayeul, escritas en los años 1000 y- 1040.por ¿intlireo, Raúl GXaber, qnre, por lo dernás,cree que el fin d.e los tiernpos y el reinadode Satanás están próximos y que pi.nta elaño 1000, cotrno ha pintado toda su época,con los colores rnás sornbríos, no señaiamovirnientos análogos aL que hernos coml-

probado a rnediados del sigLo, rnás exacta-rnente en el período 94A-970. Es más: paraThietrnar de Mersebourg el año 1000 es todolo contrario de una fecha de espanto, puesla interpreta como el gozoso mrilenario delnacimiento de Cristo: "Llegado el milésirnoaño desde el salvador alurnbrarniento de tra

Virgen sin pecado, viose brillan sobre elmuñdo una aurora radiante,r'u' lVIe niego a

ver en este texto la pura y sirnple connpro-bación de un herrnoso día. Tenernos dere-cho a preguntarnos si no debemos ver aquímás bien una reacción cal.culada contra tros

rniedos difusos, tln ejernplo más de la acti-t¿ld de la Iglesia ante el rnilenarisrno, quizátambién tra expresión de un optimisrno polí-tico en el cronista de los emperadores sa-jones...

Se podría pensar que la creencia en losdías postreros ha muerto y qile la hurnani-dad ie ha tranquilizado. Expirado el plazofatal, el munclo continúa, se puede, pues, vi-vir en paz. Fero la vieja ansiedad conservatc¡do su irnperlo y, si nada indica que hubie-ra terrores en el rnorriento c¡:ítico, sí tene-

Capítulo tr

mos datos positivos sobre el miedo al findetr mundo que se rnanifestó poco después.En escritos mencionados por Jules Roy'o yrelativos a Ia misma región a la que se refie-ren Las cartas de los años 944 y 948 -unarestitución hecha en la Ñadía de Lézat en1030 y un desamparo sufrido por tra mismaabadía en 1048-, volvemos a encontrarla frase del forrnulario de Marcu\fo: Apro'ppinquante etenim mwndi ternoino et ruínisbiesientibus, qtrizá repetida, después de to-do, como una iirnple fórmula convencionalestereotipada en una cancitrlería lejala, peroque conrésponde también, indudatrlelTlente,á cierto estado de tras creencias. Jerusalénparece haben sido, a este resXlecto, lo que

,lodríarnos liaman un eje de cristaliz.ación.blub*r, al relatar eX viaje que hizo Odolrico,obispo ctre Orleáns, a los Santo,s Lugares- en102& nos dice que La extraordinaria soh-ci-

tud detr pueblo de Jerusalén era, según losrnismos

-peregrinos, señal anunciadcra den

infame Anticristo, al que los hombres -espe-ran, etr1 ef,ecto, al final-de los tiernposrT. Se-

gún el rnonje lernosín Guillermo Godel", €flJu retrato dé los acontecirnientos de los años1009-1010, rnuchas gerites, atr ocurrir la to-rna de Jerusalén, créyeron que llegaba el findel mundo. En los últimos años del siglo xl,cuando reinaban el emperador Enriqtle IVen Occidente y el ernperador Alexis en Bi-zanclo, se multiplicaban por doquier -_así

El problema de los terrores 81

dice el analista sajón- las calamidades:guerras, harnbres, epidemias, ? la vez queIos pr"sagios funestos, y, en todas las nacio-n"ril^ trómpeta celestial anunciaba la llega-da del soberano iuez.

Nos hallamos en presencia de una situa-ción paradójica: a mediados del siglo x ydurante tod-o el siglo xr tenemos pruebascategóricas o señales importantes de lacreeñcia en el fin del mundo: en los añosinmediatamente anteriores al año mil y du-rante el año mil ya no las hay. Al parecer,el momento decisivo dejó indiferentes a loshombres. ¿Debemos creer, con Pfister, que1o que yo he llamado, con palabra un pocofueite, un poco dramática, la crisis del si-glo x no era más que una pequeña y o-scur?herejía, combatida con éxito por la Ig^lesia?

¿De6emos creer que la obsesión del fin delirundo o más bien el miedo al Juicio Finalhabía acabado por separarse del cálculoagustiniano del rnilenio, en fin, que se podíay-hasta se debía seguir leyendo el-ApocaliP-sir d" Juan y temiendo su terrible cumpli-miento sin ádherirse a las doctrinas mile-naristas? No creo que los terrores delsigio x se puedan interpretar como una he-rJ;ia propiamente dicha. La Iglesia ha po-dido tratarlos como tales, pero correspon-den a un estado de espíritu más o menosconstante en ciertos estamentos de la EdadMedia, mientras que otros estamentos de la

Focillon.-6

olOL Capítulo I

mistna época pensaban, sentían y obrabande otro modo. En la historia hay elernentosracionales y eiernentos irracionales. A losprimeros corresponden los fenómenos deestructura, las grandes combinaciones po-líticas y económicas, ciertos movimientosbien definidos del pensamiento. I-os segun-dos nos hacen penetrar en regiones de lavida humana mucho menos definidas, mu-cho rnenos fáciles de analizar, porque losvalores afectivos viven en el eterno cre-púsculo de los instintos. Se diría que dosrazas de hombnes trabaian al mismo tiem-po, en los rnismos lugares, por las vías másdiferentes. Los últimos años del siglo x, in-cluido el año mil, y ios primeros del siglo xrnos muestran en acción a los rnás vigorososconstructores de Occidente, cabezas sólidasy claras, llenas de ideas alavez bastas y de-finidas, incluso cuando están imbuidas deciertos sueños imposibles, grandes prínci-pes, grandes prelados, jefes de órdenes, mu-jeres de acción, observadores históricosexcelentes que ven y hablan claro, comoRicher, el discípulo de Gerberto: en suma,toda una superestructura humana bien ar-mada. Por debajo se extienden zonas desombra, fuerzas y flaquezas inmensas, on-das de fe, de valor, de desánimo, de miedo.El año mil nos ofrece, como veremos, uncuadro con fuertes contrastes. Aunque nin-gún texto nos permita afirmar que, en sus

El problema de los terrores

caoas oscuras, estuviera agitado por el mie-

;J;iil-J"-t á,"'¿o, la veidad.e: q¡,q lo do-

*"1". "i *i"¿o -un miedo mal definido' un

;ilJ" ;6do-. Este miedo rebasa la estric-

;';;;";i;Já ¿"funo mil, es anterior a é\ Yno se extingue con él' Cierto que no abatió

;i ñ;;bt;-de occidente, -que continúa su

;;r;;:úüó un cielo lleno de presasjos'-Pero

ia .,eíoriósa aurora" de Thietmar de Merse-

ü;;;;-ut áat cierta que la. terrorífica;;;h; de los historiadores románticos'"-f;;;*ot u ciáber' que sigue siendo la

t"qái f""nte sobre esta- ép-oca extraña y cu-

,ro 'int"r¿s está lejos de ^haberse agotado'

iár" .á*á d".t *uttto sobre los hechos' Pel

." "ui" iu-Uién lomo documento personal

". "*ot"undo una expresión rnanoseada' co-

ár át'."*""ro humáno' No cabe duda que

." i"fot*ación es considerable' La tomó

;; ói;;t,- q.t" lo sabía todo' Pero ningúnt""ti¿" Lríúco, ningún principio de orden'.r-ásto -lo Que "t

tñát grave para los histo-

ii.át."t rnod"tttos- cón dotes de artista'J" urti.tu visionario, una especie de rudo;;"i"

- apácalíptico que pintá, no sólo los

fi;;it;t ; lot üombrds, sino su.halo de pro-

disios. A veces, en su latinidad rústica' tan

;iF;;;;;; d" iu'elegancia ciceroniana de los

serbertianos, surgá una expresión muy afor-

íunada, que hace efecto de imagen V ilerecomperisa al lector' Es curioso ver a Pfls-

;;;:;útable de claridad en sus estudios

sobre el reinado de Roberto el Piadoso, enlos que todo está situado bajo la luz másjusta, excepto quizá la humanidad de aqueltiempo- luchar con la imprecisión naturalde nuestro autor y dejar ver, a través de sulengua impersonal y severa, la punta de suirritación 'n. Gebhart se sitíra en otro terreno

-un terreno que conoce bien, que apreciay que siente- cuando, a través del monjedel año mil, sin descuidar absolutamente losdemás aspectos, los demás ejemplares deéste, pero dándoles, a mi juicio, demasiadopoco alcance.

La biografía de Glaber ha sido puesta enclaro, sobre todo en lo que se refiere a loscomienzos de su carrera monástica, que seinicia temprano, pues a los doce años yallevaba hábito, por el erudito borgoñón Er-nest Petit'0. Precisarnente la vida de Glabertranscurrió en las diversas regiones de Bor-goña, primero en Saint-Germain d'Auxerre,en tiempos del abad Helderico, entre 997 y1004 ó 1005, con una breve estancia enSaint-I-éger de Champeaux. Al dejar Auxerrereside cinco o seis años en Moütiers-Saint-Jean. De 1015 a 1030, es rnon.je en Saint-Bénigne de Dijon, bajo el abad Guillermo,5z pasajeramente en otras abaclías, en Béze yen Suze. de 1030 a 1035 lo encontramos enCluny, ba3'o San Odilón. Por último, vuelvea la abadía de sus prirneros años, a Saint-Germain d'Auxerre, que sólo deja ya, por

de los terrores

poco tiempo, para ir a Moütiers-en-Puisa-ye, donde termina sus días. A lo largo de suslia¡es de abadía en abadía, conoció por lomenos a dos grandes figuras, Guiilermo deVolpiano, abad de Saint-Bénigne, y San Odi-lón, abad de Cluny. Su vida transcurre enuna región donde por entonces tienen lugaracontecimientos importantes: la conquistade Borgoña por Roberto el Piadoso. Por ú1-

timo, fue huésped de más de una casa céle-bre y tuvo el privilegio de circular por losgrandes caminos y de conocer el mundo"Ño es en modo alguno el hombre de celda, elhornbre que trabaja en el silencio de unavida solitaria: anduvo de un sitio a otro,trató a los hornbnes vivos de la tierra, cono-ció el año mil, no por los textos: 1o vivió,respiró su atmósfera. Por otra parte, pasólas fronteras de su provincia: en 1028 elabad Guillermo le ltrevó a ltalía. Hay norna-dismo en esta existencia.

En realidad, le expulsaron, por su turbu-lencia, de varios monasterios. Parece serque, en su juventud, estuvo poseído por ese

demonio de las buenas y de las malas bur-las y por ese instinto de sembrar la discor-dia del que no siempre están exentos suspaisanos. El mismo confiesa sus defectoscon una ingenuidad que los hace simpáticos.No estamos ante un místico clevorado porlos fervores del claustro, sino ante un buenmuchacho al que un tío suyo nnetió en el

itil

vCapítulo I

convento al salir de la in_fancia. En otrostiernpos, R.aúl Glaber hubiera sido uno deesos curas rurales típicarnente franceses,cordiales, campechanos, excelentes sacerdo-tes y letnados a la antigua usanza. I-etradolo era seguramente, y cuando le echaban dealgún convento lo tomaba con filosofía, con-vencido de que sus conocimientos le abri-rían siempre alguna otra abadía. Le encar-gaban trabajos, moclestos por lo dernás, co-rno la restauración de los epitafios gastadospor el tiempo en Saint-Gerrnain d'Auxerre.¿Un irregular? Sí, pero hay rnucha diferen-cia entre este borgoñón, un tanto despabi-lado, y los monjes bandidos de Farfa que,después de una primera subversión en 936,acabaron por envenenar a su abad Dagoben-to y continuaron su bacanal hasta el reina-do de Otón III. Gran diferencia también conaquellos monjes errantes del siglo xr queiban celebrando en un latín muy elegante iamisa del dios Baco. La latinidad de Glaber,que cornpone aquí unos pequeños textos fu-nerarios, allí unos capítulos de su crónica,no se parece en nada a ese paganismo dia-bólico

-primera sacudida del Renacirtien-

to en los clérigos oscuros-. Fara ser decidi-darnente un rnal fraitre, un rerum novarurnstudiosus, tiene dernasiado miedo.

Miedo al fin del mundo que se aproxima.El año rnil no es para él una fecha indife-rente: "Cumplidos los mil años, pronto

El problema de los terrores

Satanás será desencadenads." El demonioronda desde siernpre en torno al hombre,pero más que nunca en los años revueltos''Glunr"t lo vio más de lrr.Lavez, una de ellas a

la cabecera de su cama. Es un pequeñomonstruo negro de forma humana' Es nece-

sario que los enfermos se guarden de sus es-

tratagérnas y desconfíen mucho de él' Elpríncípe de trás rnetarnorfosis tiene el don cle

ia ub,icuidad y de la multiptricidad' Acechaprincipalm.tti" "tt

los árboles y en las fuen-i"r. ;Óó*o no ver en esta advertencia uneco t"errorífi.co de las viejas creencias célti-cas relativas no sótro a los árboles y a lasfuentes, sino a las piedras, a los rnonurnen-tos megalíticos, contra las que se pronuncia-ron numerosos concilios de la alta EdadIVIedia y un edicto de Carlomagno de finalesdel sigio vrrr? En estos estratos hurnanosrnás profundos, el año rnil conserva, plles,si asi puedo decirlo, yacimientos de prehis-toria, interpretados por los c1érigos con unaespecie de rnaniqueísrno mal definido, peropresente.' Miedo a Satanás, Qü€, "cumplidos los milaños, pronto apatecetá>>, pero-tarnbién mie-do al bios terrible, su viejo adversario, que

multiplica los presagios y los signos de rnal-dición. En el cielo del año mil surge un es-

pantoso meteoro: .,Apareció en el rnes de

septiernbre, al fiIo de la noche, perrnaneció.riáible cerca de tres meses. Su resplandor

I

I

T--Capítul<-r I I El problema de los terrores

era tal clue parecía llenar la rnayor parte delcielo, hasta que desapareció al sonar el can-to del gallo. Pero decidir si se trata de un¿restrella nueva que Dios lanza al espacio, o sies sólo que aumenta el resplandor naturalde otro astro, cosa es que corresponde alque sabe prepararlo todo en los arcanosmisterios de su sabiduría. Lo que parecemás probado es que este fenómeno no semanifiesta jamás a los hombres, en el uni-verso, sin anunciar con certeza algún acon-tecimiento misterioso y terrible. Así, prontosobrevino un incendio que consumió la igle-sia de San Miguel Arcángel, construida so-bre un prornontorio del océano y que fuesiempre objeto de particular veneración enel mundo entero>> 2t. Sin duda con ocasiónde este cometa o de un prodigio análogo,los Miracles de Saint Aile nos pintan ejérci-tos de fuego cornbatiendo en el cielo. Paraconjurar este presagio, la abadesa Jouarre,Ermengardu, y el abad de Rebais, Renardo,pusieron en marcha Llna procesión. ¡Quécuadro de una humanidad angustiada, aque-llas rnonjas, aquellos frailes, clesfilando enrogativas conducidos por sus jefes espiri-tuales, bajo el incendio celestial! No debededucirse de aquí la autenticidad de los te-rrores milenaristas, puesto que el texto nomenciona el fin del rnundo. En todo caso,debe agregarse a esos archivos del miedo,tan ricos en la época de que estamos tratan-

do. Pero decir que el cometa del año mil no

"t "i ri"i"o ejeriplo de prodigio celestial en

este período"e iñvocar la carta del rey-Ro-Ulit,i a su hermanastro Gauzlin, abad de

Saint-Benoit-sur-Loire a propósito de otrometeoro aparecido en 1022 ", es débil argu-mento. Apárte de que la bumaniclad no Pt-er-

á" """"u la costuilbre de temblar ante los

fenómenos extraordinarios, ni siquiera

"lu"¿" se repiten, los acontecimientos fu-

it .ot no efedtaban a los hombres del año

Áit, pn"t, evidentemente, no sabían aún 1o

;;; ib. . putut veinte años después' Es laierrorifica evidencia de lo que tienen delan-

i"-¿" los ojos lo que les conmueve p-rofun-

darnente. Fbr otra-parte, en cuanto al acon-

i".i*i""t o de 1022] t* "otto"e

clararrrente ladifát*tt"iu de las mentes según los medios'iá á"ititud tiene miedo, se pone a rezar, el;taá Gauzlin se pone a releer el Libro de

Ios prodigios de Valerio Rufo y la trIisto'riaictisitistiZa de Eusebio. Como es natunal, su

explicación nos parece sumatrnente cándida,p"io, de todos rirodos, es un intento de in-terpretación.

Á esta psicología del miedo,-impresionan-te en los tontemporáneos de Glaber y en elmismo Glaber, en el que resulta más nota-ble aún porque se tratá no de un iluminado,ri"" á" tttt üotgoñón sólido y duro, añacli-

r"*ot el cuadrJde las calamidades que afli-gen al final del siglo x, las epidemias, como

9l9u Capítulo l

el mal de los ardientes, que azota con fflor-tal furor en 997; la herejía de Lieutard,que se ad"scribe quizá, como un caso es-porádico y hasta espontáneo, a la doctri-na de los cátaros; por riltlmo, las grandeshambnes, que, en realidad, habían toma-do un carácter casi endérnico en aqueliossornbríos tiempos. Pero la manera comoGlaber datala rnás terrible de todas da quepensar. Nos dice: .,Se creía que el orden delas estaciones y las leyes de los elernentos,que hasta entonces habían gobernado elmundo, habían caído en el caos eterno, y setenaía el fin del género humano.,, Es la te-rrible hambre de 1033 ". Glaber nos diceque se produjo el año mil después de laPasión. Señal inequívoca, a mi parecer, delo que yo llamaría el milenarismo retarda-do. EI mundo no acabó el año mil de la Crea-ción. Fero hay un año mil de la Pasión, .,yse temía el fin del género humano... " Eidecir, que el miedo oscila de una a otra fe-cha, según los diversos cálculos del milenio.Aquí le cogemos in fraganti, según un textoirrefutable. Verdad es que terner que mue-ran de harnbre todos los hornbres no esexactarnente terner el fin del rnundo, perono anda muy lejos, sobre todo si pensamosen la fórmula de la fecha. Y añado que te-nernos otras señales del milenarismo perso-nal de Glaber, que me parece fuera de duda.El año mil le sirve, en cierto modo, de pivo-

te o de ialón para situar los hechos en eI

;i;ñ. 'E;-;;-;l "t"t""t año del año mil"

""""¿" la tierra se cubre de la blanca túni-

"" áL rgfásias. For otra parte, nunca el honr-

bre fue rnás perverso, rnás malvado' jamás

;;;;;"*den¿ el vicío con más apocalípti-

"á fr'ttlu. Y no es sólo esto'o'"-li"""lit"lemos iiu uu' más todos los ele-

*;;-t"; de tra cuestión' El afio 954' envía

Adso a la reina Gerberga un tratado desti-

;;; á "á*uutir la creéncia en la oróxima

anarición clel A.ntiJñ;il*1"dto dét fin del

"il;a;. Ett goo, el eremita Bernardo anun-

;;ifr" del mund'o: lo sabe por revelación'

lÁúa se extiená" pot Loreña el rurnor de

;;;-;;;"; el fin^del mundo' En looe se

il""in"ttu en Jerusalén esta rnisma creen-

;i;. E" 1033 se cree en Galia que la hurna-

"idud va a perecer' En el año mil' un 'pro-

üigit "*i*stÉ, interpretado t",*.t seña1 de la

ira de Dios, p""*giu ca-Xamidades terribles'Éi;;itr" á"r añ"o mil, Glaben' vive en el

t*üt; "l reinado de Satanás no está lejos'

liii ét,"1 un. rnil no es el año 999 rnás uno'

ii;.-il;""ii¿t misterioso' o' más bien' el

#;;;ii; ;1 milenio, Ya Parta de la En-

;;;;i¿* áe'Cristo' o de Ia Pasión' Sin ern-

táieá, "i"gún texto mencion'a en esta fecha

iJ.-oi"u "o"lectivos,

oleadas de. espanto' !re-

"itu**"t" en el momento -crítico' -precr"sa-

;Lii;; el ventimiento del Plazo fatal' los

hombres q.r" utti"t ternían él final de los

lil problema de los terrores

92 Capítulo I El problema de los terrores

tiempos y que clespués iban a manifestar elmismo rniedo se sienten tranquilizados, col-rnados de esperanza. }iray en esto algo ex-traño.

¿Debemos creer que los años inmediata-mente anteriores al año mil fueron comopara disipar tocla ansiedad? No se trata denuestra propia opinión, de nuestra propiainterp_retación de historiadores objétivos,sino del estado de ánimo de los conternpo-ráneos. Volvamos a la arenga de Arnuffo,obispo de Orleáns, en el concilio de Saint-Basle. Estoy autorizado para ello, despuésde haber demostrado que la alusión teimi-nal del Anticristo no tenía un valor positivo,qUe era Un .,moVimiento>>, Un "efeCto)>, na-turatr en una diatriba dirigida contra el pa-pado. Pero su resurnen áe las desdichasde la humanidacl conserva todo su valor:.,,¡gh tiempo de calamidades! ¿A qué ciu-dacl acudiremos en busca de amparó ahoraque Roma, la reina de las naciones, está des-pojada de sus f,uerzas humanas y divinas?Hernos de confesarlo resueltarnente, hernosde decirlo envoz alta: Roma, después d,e lag3ída d_el Imperio, ha perdido la iglesia deAlejandría, ha perdido la lglesia le Antio-quia, v testigos sornos de que hoy, Europaqurere separarse de Roma, por no hablarde ,Africa y de Asia. La Iglesia de Constan-tinopla se ha sustraido a su jurisdicción, laEspaña interior no reconoce sus juicios, es-

tatnos todos ante la rebelión de que habla eI

Apóstol, rebelión no sóIo de los- pueblos, si-.tó d" las iglesias. Los agentes del papa que

vienen a la-Galia nos oprimen con todas sus

fuerzas. Dijérase que ños gobierna el Anti-cristo> ". Ño es nécesario repetir aquí misreservas sobre el sentido puramente alegó-

rico y sobre la intención potítica de la últi-ma frase. Ni siquiera insisto en ésta: "Es-tamos todos anie la rebelión de que hablael Apóstol.r, Pero resulta claro que el estadode lá cristiandad, v especialmente el estadode la Iglesia, era deplorable a fi-nales del si-glo x iqn" las mentes más esclarecidas te-ñian triJternente conciencia de ello: Arnul-fo ni siquiera vacila en aludir a los tiempospredichos por el Apocalipsis. En cuanto a

Francia, se hallaba afligida por las mayorescalamidades. Acaso no es históricamenteexacto, pero es moralmente un hecho' Gla-ber nos^dice que, en Francia, plagas espan-

tosas, anuncia?as por señales ciertas en loselementos, cayeron sobre la Iglesia de Cris-to, pero que é1 rey, asistido por la-protec-ciOn divin^a, las detuvo. Estas "señales cier-tas>> se muitiplican el año mil: al cometa deque habla Ráúl Glaber, hay que añadir, se-

glin Sigeberto de Gembloux y la crónica de

6an lvtJdardo de Soissons,la aparición de undragón celestial y un terremoto. Todo coin-cide-, todo conoeige en el terror,- en el esta-

do de la cristiandad, en el estado de Fran-

Capítulo 1

cia, en la multiplicidad de presagios funes-tos. El año mil no fue, pues, una treguaentre dos crisis.

Quiere decirse que tenernos que truscaren otra parte la explicación de esa aparentepaz de las aknas y del silencio

-relativo-de los textos contemporáneos. Sólo se pue-de encontrar en la prudente política de laIglesia, que ya se había manifestado en elLibellus de Adso y en la misión confiada porAbbon al abad Richard. Había en esto, ade-más de mucha hurnanidad, una insigne pru-dencia canónica, pues la lglesia no teníainterés en ver desmentido por los hechosun texto revelado. Para las mentes superio-res e incluso para las mentes simplementelúcidas, el valor del Apocalipsis seguía es-tando fuera de toda posible discusión, peroera un valor incorporal en cierto modo, unaespecie de calendario perpetuo de esas gran-des ansiedades del alma, de ese miedo alJuicio sin el cual la fe cristiana pierde unapoesía formidable y también una aÍnenazade gran eficacia. Parece, pues, que esta doc-trina del a'plazamiento sine die, que cornien-za en el segundo tercio del siglo x, dio susfrutos.

De todos modos, quedan huellas singula-res en la condición de las almas ,y la herejíade Lieutard, a la que hemos aludido, es unade ellas entre otras muchas. Esa especie dedesesperación religiosa, acompañada de la

El problerna de los terrores

negativa a pagar el diezmo, ese -crucifijo pi-soíeado, es propio de un hombre que noouede va con tanto sufrirniento y qLre nofrp"tu

"ya mada del destino. ¿No será tam-

bien quL algún vago sentirniento milenaris-ta agitaba los comienzos de ese puri'srno*rrunáéli"o, la doctrina de los cátaros? LaáUi"íio" is *la noche del mundo', de "lagran noche) penetra en toclos los reforma-áot"t religiosos -hasta

en esos pod-erosos

organlzadóres de una civilizacióm en I'os de-

il*-rt"r del Oeste, en tr'os Estados Unidos,los ,.Santos de los Días Postreros>>'

Para intentar definir y clasificar con cla-

ridad estos datos huidizos, conviene quizárecordan, corno sugeríamos en nuestra intro-ducción, qrr" ,rtu-época, que una sociedadno está'hécha de uña pieza, que la formanvarios estratos de humanidad, o, si se quie-

t", ,rttu especie de geología moral' En el

"ií"1 más ántiguo, eñcontramos el hombre

de la prehistorla, siempre presente y siem-.r.e oóulto, a veces bruscamente reveladoior las convulsiones de la época -el carni-iero de carne humana que desentierra porla noche los cadáveres de los cementeriospara venderlos en eL mercado' Y en las re-giottes más pacíficas, más misteriosas, pe-rg

óertenecienfes también a las lejanías del

iasado, los fieles de los antiguos cultos secu-

iares que no mueren jamás y qu9 conservancasi hásta nuestros días las tradiciones fol-

q

klóricas, la religión de los árboles, de lasfuentes y de las piedras. Más arriba, tene-mos las zonas medias de la cristiandad, ri-cas en valores afectivos y en poderosos ins-tintos de masas, los fieles espantados porlos prodigios, enloquecidos por los sermo-nes, arrastrados por la oleada de las creen-cias colectivas, esas multitudes movidasprofundar-nente por la revelación de las co-sas secretas que están en las Escrituras y alas que siempre asombrará con su falsa cer-tidurnbre, la conjunción de los números. Suidea d,e la naturaleza es todavía una ideaanimista y dramática, más cerca de la viejaBiblia judía que de los Evangelios. Mezcla-dos con estas multitudes, descreídos espo-rádicos, pero furibundos, y seguramentemás numerosos de lo que se piensa, hastaen las clases altas, como aquel Aimon, con-de de Sens, al que llamaban rey de los ju-díos porque los amaba, mientras que profe-ría los más groseros dicterios contra lossacerdotes y hasta contra los prelados. Porúltimo, hay las fuerzas orgánicas, las quemantienen, las que construyen: participanmuy escasamente de los errores de las ma-sas y, ya en esa época, se encuentran en ellasno sólo lo que se llama espíritus claros, sinoalgunas inteligencias elevadas y luminosas.Tienen el justo sentido del valor absoluto,es decir, metafísico, de algunos artículos defe, pero también de su carácter relativo en

la dirección de los asuntos humanos. Acasola historia no es más que una serie de in-tercambios y de acomodamientos entre esas

diversas esfratificaciones, con los fenóme-nos de ruptura que ponen al descubierto lossecretos de las profundidades. Así interpre-to yo el año mil-. No,podemos afirmar abso-lutámente que en él se produjera la agit'a'ción de los terrores colectivos que cornpro-bamos treinta años antes y qu-e no volvemosa encontrar después, pero esto no nos son:-

prende. En todo caso, el esfuerzo realizado

|ara organizar Occidente en esta época se

desarrolló ciertarnente, en otras regioneshumanas muy diferentes de aquellas en que

hubiera podido actuar esa psicología atar'mentada.

El problema de los terroresCapítulo 1

Focillon.-7

Capitulo 2Construcción de Occidente

Occidente, tal corno 1o he definido, es de-cir, los pueblos que miran al Atlántico, delos cuales E,spaña y Francía rniran tarnbiénal Mediterráneo, presenta a finales del si-glo x y a pnincipios del xr cierto núrrnero deaspectos, algunos de los cuales correspon-den al mu.ndo carolingio rnientras que otrosanuncian y preparan el mundo románico.Todo período histórico e incluso cada mo-mento de la historia está constituido porun encllentro del pasado con el porvenir, yes acaso la medida cle la dosificación lo quedefine eso que llamamos presente. El npre-sente>> del año rnil ofrece a la vez formasmuy antiguas y forrnas llarnadas a ur] arn-pio desarrollo futuro, fenómenos de estruc-tura que renuevan la vida histórica y fenó-xtrrenos de ctrisolución que hacen desapanecer

Construcción de Occidente 99

el pasado. Pero, al emplear estos térrninos

-fenónaenos de estructura, construcción de

Occidente-, flo subentiendo una voluntadsisternática, un plan de conjunto. Si el honn-bre tiene probabilidad de actuar sobre ellosy de modificar su curso, es por una especiede acuerdo rnuy sutil, rnuy matizado, conlos acontecirnientos. Las obras de puro espí-ritu, metidas a La fuerza en la materia rno-vediza del tiempo, tratra vez son duraderas,porque tienen muy poco en cuenta la vida.El año rnil nos ofrece un significativo ejern-plo de esto en el intento de rnonarquía uni-versal debido a Otón III y a Gerbento"

Fara el futuro del mundo y, especialmen-te, para los destinos del mundo rornánico,es un hecho esencial el netroceso d,el Islamy la declinación del Califato de Córdoba afinales del siglo x. La cristiandad, asediadapor los infieles, invadida por los bárbaros,cornienza a recuperar en este lado la ven-taja, lo rnismo que en Oriente, donde lospníncipes Bagratidas proceden a la recon-quista de Armenia, ala vez que en las mar-cas de la Europa central, donde los húnga-tros, qL1e, en pleno siglo x, venían a incendiarlos rnonasterios de la Galia, son dirigidoscontra los pueblos de la estepa por la fi.rnda-ción de la monanquía apostólica en el añomil y se convierten en defensores de laEurotra cristiana. El retroceso, el carnbiode fnente y la estabilización de los bárbaros

t01100Tcapítulo 2 I

construcción de occidente

-iniciada por Carlos el Simple con la cesión

de los condados marítimos del bajo Senaa un jefe de los piratas normandos- i¡¿s-guran la Edad Media propiamente dicha,como las invasiones gerrnánicas inauguranla alta Edad Media. Nunca se insistirá áema-siado en estos fenómenos exactamente in*versos. En el Norte, los pueblos del marestán, sin duda, en pleno auge de la granexpansión vikinga, pero por su con\Iersión,acaban de entrar o están entrando en lacomunidad cristiana. Los segundones deNormandía, ladrones de caballos, irán a fun-dar un reino en la Itaiia del Sur y en Sicilia;el duque Guillermo será el conquistador deInglaterra después del vikingo Canuto, yhasta rnediados del siglo xrv los piratas déGotland irán a espumar las ciudádes de laF{ansa. Fero las grandes fundaciones potríti-cas de los normandos, establecidas én losmismos solares que las de Occidente y larnás importante de las cuales, que todavíaclura, dio por resultado dominaf o sorne.üera los gerffranos continentales instatrados enInglaterra, no tienen ya el carácter de incur-sión- y,de saqueo: tienden a la posesión, a laestabilidad, a la constittición de un orden.Y tamb¡ién acaban en una organización esta-ble, a finales del siglo x, sobre los escom-bros del Imperio óarolingio, dos nuevaspotencias: el Sacro lrnperio Romano Gen-rnánico, que subsistirá hasta 1804, y la n-ro-

narquía de los Capetos, que no termrnarahasta la Revolución.

Tenemos, pues' motivos parq decir que la

o"giót "tottológica

del año rnil y, el mismo

añ"o mil son un gran rnornento de la historiail;;;;. Á.rt"u?e estudiar sus principales

"pitodi.t, es indi-spensable examinar rápi-

ááÁ""t" las condiciones de la vida y los

ááiot g"t"ralet en los que se desenvuelve

la activiclad histórica.

1

Etr paisaje histórico del año 1000 es toda-

"iu "" paiáaje forestal, como en el siglo x'en *1 que la"gran selva europea cubre una

pátt" óonside-rable d"e Europa, los dos ter-

ii"t ¿" la Galia y de Inglaterra, Irlanda' los

Países Bajos, el centro de Alernania' No es

tan seguro que ocurriera 1o rnisrno en cuan-

to a lá España del l{ordeste, si es cierto'cotrno cree Puig i Cadafalch, qu-e la preco-

cidad de la .or*trr,"tión de las bóvedas de

;;;á;^ ;" cataluña se explica, en parte.alilu"áu, por la abundancia de estos materia-les v pór la escasez de bosques, rnientrasque"la^,.zona de la carpintetía", inrnensa en

.1 ,inlo x, presenta numerosas iglesias te-

chadás de madera por la tazón justamente

inversa. Se puede discutir este punto g"

"itü,-p*"o ui" rechazarle por completo' Es

-.tlr

102 Capitulo 2

verdad que la Italia del Norte, de donclepartían para trabajar trejos equipos de atrba-ñiles reputados por su habilidad, nos ofre-ce el rnismo fenómeno, y, potr otra parte,sabernos que también Italia era país debosques. Lo rnisrno Escandinavia, sobretodo Noruega, donde la construcción deiglesias íntegrarnente de rnadena sobrevivióa la penetración roffiana

-corno en las ne-

giones del este y del sureste europeos, porejemplo, en Poionia, en Galicia y en la par-te central de Transilvania, el rnacizo delEihon, donde la madera constituye el mate-rial de las iglesias ruraies, en plena edadbarroca.

El período de la disolución del irnperiode Carlornagrlo recuerda a este respecto lostiernpos merovingios. En esta Europa delos bosques hubo acaso una .,civilización dela madera" análoga a otra de la que se en-cuentran no solarnente vestigios, sino ejem-plos todan¿ía vivos en las regiones remotasde los Cárpatos. Strzygowski, recogiendociertas ideas de Coura3'od, ha querido veren lo que yo llamo la "crlización de la ma-dera" el onigen misnao de las grandes cultu-ras medievales. Esto es un error, pues pre-cisamente por un retorno a la piedra, a losmateriales duraderos, comienza a definirse,en la segunda mitad del siglo x, corno vere-rnos más adelante, una nueva expresión dela vida, un nue\ro arte de pensar la forrna,

el hombre y el rnundo. Esta nueva forma

"r -u"á-p

añada, un poco más tarde, de lalucha c"ntoa la selva, que, con la rotura-ción y el desecarniento de tierras, fue unade lai grandes tareas del -siglo xr' Es la con-quistaáe la tierra para el ttigo, tan intensaen etr siglo xr.

El es"tatuto de la propiedad agraria está

rodávía d.eflnido, en la mayor parte de loscasos, por el gran latifundio carolingio' Es-

te repliegue de la propiedad agraria es urlode tot cáractereu t*náu*entales de los útr-

tirnos tiempos de la Edad lVledia: tiene por

"rrrr""rr*tia la desaparición, no total, pero

casi completa, de la econornía de trueque'Se vive de ia tierra, de sus recutrsos, y son

tarrbién las industrias de la tierra las qr'ee

Droveen a las necesidades de una técnicailemental y de una vida sin refinarnientos'Cuando leérnos en los textos carolingios- laáeicripción de las grandes cornunidadesrnoná.sticas, confrrrnada por un docurnento;;;" el próyecto cle plaño par? Saint-Gatrl,

o"i tru áil*t*u y las oficinás donde traba-¡^tt lou obreros

-rnonjes, tenernos ejemplos

oatentes de un género de vida que se pro-iongó por Io ménos hasta el año 1000 yque no era exch-l"sivo de los monasterios'É.io ut notable que la pequeña propiecladse mantuviera a órillas del Atlántico y delNtrecliternáneo, en la antigua Neustria, en

Áquitania, en Provenza, sin que se pueda

Constmcción de Occidente

Y104 Capítulo 2

alegar, para explicar el hecho, una razóntomada de la historia de las civilizacionesanteriores. A lo sumo, podemos permitir-nos observar que, en lo que se refiere a laGalia, es en el centro, en el norte y en elnordeste donde ia frecuencia de los gran-des dorninios del régimen señorial es másacusada, mientras que la propiedad quedadividida a orillas del rnar. Pero el hecho novaría en nada la condición del campesino.Ya no hay o casi no hay labradores propie-tarios libres. Los derechos señoriales quepesan sobre etr hombre de la tierra sonaplastantes. En la Francia de mediados delsiglo x se creería que acababa de producir-se una conquista: de una conquista se tra-taba en efecto, la del suelo, la de los bienes,la del hombre mismo, por los antiguos al-tos funcionarios imperiales, convertidos enposeedores hereditarios del oficio y del be-neficio, sin el freno de un poder regulador.Tal es el caos de la Edad l\dedia germánica,en la disolución de un irnperio, con las te-rribles consecuencias de una rapacidad que,para hartarse de beneficios inmediatos, secala fuente de sus bienes; por ejemplo, lamultiplicidad de los peajes y otras gabelasque esquilman al comercio en los caminos,e! los puentes y en los puertos. Richer yFlodoard nos informan, por otra parte, so-bre los carnpos asolados por las campañas,las invasiones y las guerr?S, y Raúl Gabler

Construcción de Occidente 105

sobre las hambres: cuarenta y ocho añosde rniseria entre 970 y I04O; las más terri-bles, las del año 1000 y las del 1033, fueronpara el género humano, según nuestro cro-iristu, uña amenaza de muerte. Sobre loshombres agotados se abate la epidemia co-

mo un fuego celestial -ignis sqs¿t-' ls

extraño es que, en estas condiciones, nofueran más riumerosos y más violentos losrnovimientos sociales- He hablado del he-

iJtlot Lieutard, que se negaba a pagar eldiezmo y pisoteaba el crucifi-jo. Pero no pa-

r"c" qr.té un año antes (99]), en la insurrec-ción áe los campesinos de Normandía, in-terviniera ninguna clase de sentimiento re-

ligioso.-He aquí un aspecto del cuadro. No está

ensornbiecido pór la imaginación de unmilenarista d.elirante o de un historiadorio*át ti"o. Richer, por ejemplo, testigo de

los últimos años del siglo x en la Galia, es

una cabezabien firme, y no un carnpesinoáeslurnbrado, abierto a t<lda credulidad'Hombre de buena familia, hijo de un con-iejero cle Luis IV y, sobre .todg, discípulode Gerberto, es nuestra mejor fuente parala historia de la revolución de 987, que, en

lá persona de Hugo Cap-eto,.sustituyó a-loscaiolingios por los robertianos. No haypot qrré ponér en duda lo que nos dice, noáe to¿a ia condición humana, pero sí delestado del campo hasta 998, fecha en la

---- ---'1rr

106 Capítulo 2

que se detiene su Historia. En otro tono,con menos color, confirma en gran medidalo que nos dice Glaber sore el mismo terna'.

Pero, por otra parte, la verdad es que nohubo continuidad ni universalidad en ia rni-seria del mundo en esa época. Ffister com-bate la idea de que Francia, bajo Robertoel Piadoso, estuviera abrumada por las ca-lamidades y critica severamente la falta demétodo en Glaber, su credulidad, la rnane-ra de dar crédito a todos los rumores sincomprobarlos'. Le reprocha especialmentehaber situado rnal sus descripciones de lasgrandes harnbres, la de 1002-1003 y, unaspáginas más adelante, la de 1033. A iuiciodel sabio historiador, todo esto adolece defalta de precisión. Fero, en todo caso, loshechos ahí están. Cierto que hay que tenertarnbién en cuenta la relativa prosperidadde las ciudades. Glaber, sospechoso encuanto a la situación del carnpo, vuelve aser una ft;ente digna de crédito cuando haceel elogio d,e algunas ciudades: "Orleáns escélebre por su trrelleza, por la af{uencia dehabitantes, por la fertilidad de su suelo, porla henrnosura de su río, que facilita los rie-gos." A mi juicio, estos diversos textos noson contraclictorios. Es posible, y larnenta-ble, que se pase harnbre en una ciudad bienconstruida, bien situada, rica y populosa,rodeada de un terreno fértil. Y es verdadque Bernardo de Hersfeld pondera la pros-

neridad de F'rancia en esta época: <Entre

;;á;üt ti"tiát, la Galia es más fértil por

i; ;iláu""1" ¿* sus Productos; es' ade-

rnás, ávida de artes liberales y observa pun-'t-^ñ;ie-la disciplina rnonástica'3o Esto es

poco, pero 1o suficiente para darnos a el:l-

i"nd"r que en este p,aís tan du.rarnente cas-

;;;;;; iái i"¿"daüles calamidades había

;;"";;t;;ás abundantes que 9n otros Paí-

;;; t que le Permitieron resistir'Por otra parte, ya en esta época -eI rei-

.rudá^ J"-nóu"otái- tiende a precisarse el

".ta"n.t urbano de la monarquía de los Ca-

oetos. Que st-ls piíttoip*t fueron señones de

i""*der latifunáios, cazadores y guerreros'

:;;i"#á" utl una tradición secular' es

;;";F;;; áiscutible, Pe{o ,se aP.oYaban

;;*t tá ;r, luu buenas úudades' Ciudades

;;;;;;;^,, d" uY"t' En esto sobre todo se

H;t"g;-lo *uYtn Parte de occidente' Y

*át" uLi" la Gal'ia, de la Europa Central'

"""áot. la parte del R'in, cLlyas riberas es-

;;ü;il";;blááus cle colonias rornanas' En

;-r*#il" --átlomugno y suq- sucesores in-

Á!áiátot tuvieron {tt" hu""tlo. todo' En la

A'ili" ñ*u"i ¿"t eáp-obrecimiento v li -9.:

cadencia de las ciudades bajo tros merovln-

áiJt I ülá tot "utolingios,

aqueltras colonias

ñ"""iu""Éía.n en pie sábre sr'rs antiguos ci-

rnientos y eran rnuy numerosas no sólo en

etr domini" poopiuáente dicho' sino en los

;.*i;;';JtJá"; f;;dales: en el sur Y en el

Construcción de Occidente

108 Capítulo 2

suroeste, Arles, Marsella, Toulouse, Bur-deos, Saintes, Poitiers; en el norte, Bou-logne, Noyon, Soissons, Laon, la acrópolisde los últimos carolingios, Reims; en la re-gión rnedia, las grandes ciudades norman-das y las ciudades del Sena; en Borgoña,I-angres encaramada en su rnontaña, ciudaddesde los tiempos más remotos, Auxerre,Dijon, todavía circunscrito a los límites delcastrum, Autum la romana y, acá y allá,otros muchos centros, entre los cuales hayque reanudar Ia red de la actividad france-sa. Su papel es triple: son plazas de armas,puntos de apoyo militares, lugares de refu-gio; son también metrópolis religiosas,cuando son sede de un obispado o, cornoDijon, de una gran abadía; son, finahnente,rnercados. Seguramente, en una época enque la economía de intercambios es todavíatan débil, el círculo de las transaccioneb ur-banas es muy lirnitado. La actividad seríacomo la de nuestras pequeñas ciudades r.nuestros pueblos de hoy, mercados agríco-las de regiones mínimas, tan característicosde un aspecto de la vida francesa. Pero, aun-que el régimen patrimonial pesó durantemucho tienepo sobre su desarrollo, no de-jaban de estar pobladas, por escasamenteque fuera, de núcleos de densidad humana,de concentraciones de hombres. Hay unhecho esencial para la civilización: allf don-de el hombre está disperso, separado de sus

Construcción de Occidente 109

sernejantes por la soledad o formando sólop"q,réñor gt:upos, muy débilmente irrigadospor aportaciones nuevas, la civilización se

encuentra en regresión.Es lástima que no tengamos todavía so-

bre las ciudades del año 1000 algo análogoa los excelentes estudios de Lot sobre lasciudades merovingias y de Pirenne sobrelas ciudades a partir del siglo xr. Corrernosel riesgo de exagerar o de atenuar tra irnpor-tancia de los textos, segrín el rnovimientode nuestro pensamiento. Pero la arqueolo-gía no nos es iníltil, pues nos rnuestra elnúmero y el interés de las fundaciones denuestros reyes en las ciuclades. Hay algoimpresionante hasta en el r:nás seco resu-men de las que se deben a Roberto el Pia-doso, de las que citarernos sólo unos ejem-plos: En Orleáns, su patria, su ciudadpredilecta, regia wrbis, regum Francoruwtprincipalis sedes regia, fundó Saint-Aignan,clos iglesias dedicadas a Nuestra Señora y,no lejos cle ellas, Ia gran prisión de Estado,donde estuvo encerrado Carlos, dr.lque dela Baja Lorena; en París, cuyo condado fuela primera base de Ia fortuna histórica delos robertianos, un palacio considerable,palatium insigne, con una capilla dedicadaá San Nicolás, y las dos iglesias de Saint-Germain-des-Prés y de Saint-Germain-l'Au-xerrois; en Etarnpes, otro palacio y la aba-día de Notre-Dame; en Melun, la abadía de

rf

u0 Capítulo 2 Construcción de Occidente

lla." Esta frase puede servir de modelo atodos los historiadores que se sientan ten-tados a apresurar sus conclusiones. Suscita,sin embargo, algunas observaciones. No esfalso, como hemos visto, que ciertos gruposesperaran el fin del mundo para el año 1000,pero es exacto que la trglesia refrenó aque-llos terrores y es verosírnil que las clasesilustradas no los sintieran. No obstante, lascosas ocurren como si hubiera habidonopresión)>, (<angustiarr, y después "desper-tar>. De aquí una oposición flagrante entrelas dos vertientes del año 1000. Pero seríapoco histórico no tener en cuenta las fuer-zas qrne, antes de esta fecha, a finales delsiglo x, contribuyen a la construcción deOccidente y de las cuales nos ofrece intere-santes ejemplos la vida cle la lglesia.

2

Por el discurso de Arnulfo en el Concilic¡de Saint-tsasle hemos visto curán divididaparecía la cristiandad a los conternporá-neos, y debemos apresurarnos a decir quelo estaba en realidad. No solarnente la trgle-sia griega tenía su vida aparte, su ortodoxia,su papel político distinto, sino que la auto-ridad de Rorna, debilitada por los pnolon-gados escándalos de los papas de Tusculurn,era discutida y cornbatida en otros lugaresindependientes de los medios mozárabes de

Í1Notre-Dame y_ otra iglesia; en Senlis, losmonasterios de Saint_pierre y de Saint_Rieul; en Autun, Saint-Cassien í. Todavía sepodría alargar esta lista, pero estos ejem_plos bastanpara probar no sólo q"" lu.'.ir'r_dades contaban,,sino qu-e erar] eldgidas parafundaciones civiles y iehgiosá, ;;y impor_tanle.s. que suponen una población y Lrruactividad 5.

Verdad es-que estas rnisrnas fundaciones,que se escalonan en todo un reinado,

"óaclanan la cuestión de saber que ul ano-iotjóy sus vecindades cronológiCas inrnediatasconstituyen uno de esos nridos, una de esasprotuberancias a que hemos atrudido. Vol-veremos sobre este punto cuando estudie_rnos la historia de ja arquitectura, en elmomento^preciso de su desarrollo. En Ioque se refiere al .,¡sn¿sirniento,, de las tii_dades y ai despertar económico, tornenloscorno guía a Pirenne, pues en este puntono encontrarernos otro mejor: "La fárnosaIeyenda de los terrores del"año 1000 no de_jará de tener un significado sirnbólico. E;,desde lg*gq,falso q-ue los h.*bi", espera_ran el fin del mundo en el año 1000, b**el siglo que ernpieza en esta fechá se carac_teriza, contrariarnente al que te poecede, pornrn renacimiento de actividad fan acentua_do que _podría interpretarse cofilo el des_pertar de ¡.lna sociedad oprimida durantemucho tiernpo por una angustiosa pesadi-

il3112 Capítulo 2 Constmcción de Occidente

que Lrn episodio, de mayor alcance que losdemás, en una serie de crisis más o menoslargas, más o menos violentas, que se pro-ducen en la vida de los rnonasterios duran-te la Edad Media. Puede decirse que, en eltranscurso de este período, la instituciónmonástica se deshace y se rehace continura-mente. La reforma es parte integrante delsistema: por ella se recupera y se mantiene.Tómese un monasterio de Italia clel siglo x

-Bobbio, p'¿¡f¿-, o un monasterio de las

Galias -Saint-Bénigne,

Saint-Denis, Ton-tiérender-, se va de la extrerna relajaciónde la regla a la extrema severidad de suenderezamiento. La reforrna cluniacense delsiglo x corresponde a la reforma benedicti-na bajo Carlornagno. Si hemos de creer aBernardo de Ehersfeld, antes citado, logróimponer en la Galia la estricta observanciade la disciplina rnonástica.

La dirigía un hombre singular, San Odi-lón. Para comprenderle es necesario quitar-le con cuidado las vendas en que le ha en-vuelto la hagiografíaé. Sucedió a San Ma-yeul, nacido en la diócesis de R.iez haciael año 90ó, abad de Cluny en 948 y muertoen 994 después de reformar la abadía deSaint-Denis a ruego de Hugo Capeto. Odi-lón era originario de Auvernia, donde nacióen 962. Elegido al morir San Mayeul, fue,como é1, durante su larga vida (que terminaen lA49), un hornbre de alta política, y has-

Focillon.-8

Fspaña. Entre la vieja cristiandad célticade Irlanda y la Iglesia <romana) de Ingla-teÍra, subsistían no solamente divergenciassobre puntos de dogma y de liturgá, sinouna oposición sorda y profunda en cuantoa las costumbres, el estado de espíritu, lastradiciones de los estarnentos. Eñ Francia,los debates de Saint-Basle nos dan idea delas dilatadas amarguras acumuladas contrael papado. Hasta más tarde no registrarnosIa herejía de los cátaros, sobre tódo en elrnomento en que, por primera vez en nues_tra historia, es requerido el brazo secularcontra los canónigos de Sainte-Croix de Or-leáns, pero ofrece pocas dudas que fermen-tó antes del año 1000. por úlfirno, en elinterior mismo del cuerpo eclesiástico, in-discutiblemente unido én materia de fe,había

- profundas divergencias de espíritu

entre los regulares y los seculares, entie losf-railes y los obispos. Unos y otros son feu-dales, y pueden chocar sus intereses tern-porales: de aquí las luchas a mano armadaentre la gente del obispado y la gente de laabadia, deseosos de sirstraérse á Ia juris-dicción ordinaria. Más aún, un conceptocompletamente opuesto de los deberes-dela vida cristiana.

La reforrna rnonástica del siglo x, ernpre-sa impulsada por Cluny, es siñ duda ulgtr_na una obra importante que los historiaáo-res hicieron bien en valorár, pero no es rnás

115114 Capítulo 2

ta puede decirse que un hombre de Estadono sólo por sus relaciones con todos lossoberanos de su tiempo, sino por la parteque tornó en lo que llamamos la construc-ción de Occidente, especialmente por slrsreiaciones con los reyes de Navarra, San-cho y García. Con San Odilón torna cuerpola gran obra cluniacense de organización dela España cristiana por la introducción delmonarquisrno occidentan en el rnedio rno-zárabe. Después vendrá la preparación deios caminos, jalonados de iglesias, que con-ducen a la lejana peregrinación de Galicia,a Compostela. Sin CLuny, acaso España hu-biena conservado por más tiernpo y rnásfuerternente su tonatridad africana. No es,pues, un oscuro episodio de los anales rno-násticos la rnisión del monje Paterno, en-viado a C1uny por Sancho el Grande yencargado, a su vuelta, de establecer la re-gla en el monasterio de San Juan de la Feña.Es uno de los hechos considerables quenos permiten apreciar la actividad europeade San Odilón, como sus relaciones con Es-teban de Flungnía, con Casirniro I de Polo-nia, con el emperador Enrique II: asistióa la consagración cte éste en 1014. En larnisma Francia, llevaba él la obra de la re-forma con intrepidez y habiliclad incansa-bles no sóio en Saint-Denis, sino en Paray-le lVlonial, cedido a Cluny por el conde cleChálon en 999; en Saint-Flour, en Thiers,

Construcción de Occidente

en Saint-Sauveur de Nevers, en CharJ.ieu, enNantua, por citar sólo algunos ejernplos.

Era uno de esos hombres de pequeña es-tatura, de apariencia enclenque, pero deinquebrantable fuerza y con alma de h.ierro.Y no es que fuera insensible: todos coinci-den en ver en él un (<nervioso>, €o todoslos sentidos de la palabra, y hasta un cora-zón rebosante de misericordia, si hemos decreer estas bel"las palabras: "Si me he decondenar, prefiero condenarme por rni míse-ricordia a condenarme por mi severidad."Pero ha nacido para ias grandes capitanías,aspira imperiosarnente a un poder omní-rnodo. Las lágrirnas suavizan a veces la ar-diente vivacidad de su mirada. Fero estecristiano es ante todo un jefe. En este pe-ríodo que auenta en las monarquías tantasaltas figu¡¿s _-l6s Abbon, los Gt-rillerrno,los Gauzlin, los Morard-, el abad de Cltlnyes en el año 1000 la más enérgica, ia queemprende una obra apostóiica que interesade Ia rnanera más directa y más efrcaz a lanueva estructura de Europa, al paso delmundo carolingio al rnundo rornánico.

La obra de su auxiliar, Guillerrno de Vol-piano, abad de Saint-Bénigne cle Dijon, obe-dece a los rnisrnos principios y es tambiénde un alcance europeo t. Es un italiano qtt"e

se rodea de nun'lerosos cornpatriotas y queacaso acudió a un equipo lornbardo paraneconstruir su iglesia y la bella rotonda

t17116 Capítulo 2

adosada a su cabecera. Su actividad se re-conoce sobre todo en Lombardía, dondeintrodujo la reforma en Saint-Ouen deR.ouen, en Fécamp, €r el Mont-Saint-Michel,pero esta reforrna se extendió tarnbién aLorena y a ltalia, en San Ambrosio de Mi-lán, en San Apolinar de Rávena, en la aba-día de Fructuaria. El hornbre es extraño, deuna duneza qlue da miedo, con un fasto deausteridad y trazas vanidosamente humil-des que chocaban a algunos de sus contem-por'áneos. Este santo inflexible no les pasa-ba la menor cosa a sus frailes. Por eso lellamaban Guillermo Supra reg\a. Glaber,que no es sospechoso de mala voluntad ensu Vita Guillelmi, nos pinta en pocas pala-bras la vida de sus compañeros en Saint-Bénigne: mortificatio carnis et ab jectiocorporis ac vilitas uestium, cíborumque ex-tremitas vel parcimonia. Algunos huían,extenuados por las privaciones, vestidos deharapos, aterrorizados por la brutalidaddel superior. ¿Sería necesario este trata-miento tan duro para dominar a los sober-bios y a los rebeldes? Pero el fraile Her-mangaud, que huyó por los caminos parair a pedir consuelo y protección a Fulberto,obispo de Chartres y antiguo discípulo yamigo de Gerberto, nos parece sobre todoun pobre hombre alerrorizado y que nopuede más. Sería un error tener'en cuentasólo detalles como éstos para pintar la re-

forma cluniacense, y hay que pensar en laefervescencia que, con crisis periódicas,agitaba a los monjes de Occidente.-La reforma cluniacense se hizo contra laindisciplina, pero tarnbién contra las curio-sidadei de la inteligencia, puede decirseque contra la vida del espíritu. Durante elsiglo x y la mayor parte del xr, son execra-dos los autores antigtlos. San Odilón ve ensueños un jarrón adrnirable del que salenculebras: es la poesía antigua. Saint-Ntra-yeul, en su juventud en la escuela episcopalde Lyon, leyó a los filósofos de la antigüe-dad, las ,,mentiras de Virgilio>. Con cono-cimiento de causa, las desterró de Cluny.Mutila los manuscritos cortando, para des-truirlos, los pasajes profanos' Si los terro-res del año 1000 son rnás o menos unaleyenda, Pfister nos advierte que debemosrehunciar a la de los monjes pasándose lasnoches copiando a los autores antiguos ysalvándolos así para la posteridad: .,Losúnicos escritos que copian son Los de losPadres. En los siglos x y xr, los autores an*tiguos no tuvieron peores enemigos que losfráiles, sobre todo los que habían pasadopor la reforma de Cluny.8r, Por lo demás,éste odio no es exclusivo de los cluniacen-ses. Hay que oír, en Saint-Basle, al legadodel Papa, a quien reprocharán que ignoraraa Juan XVI, contestar que Ptratón, Terencioy demás ganado de filósofos son corno ma-

Construcción de Occidente

118

gos, hábiles para robar, para lanzarse a laspg_ua:, para trepar. Este singular intercam_bro de puntos de vista nos sirve al menospara cornprobar que en la Iglesia existen a

Construcción de Occiclente 119

serán honradas las letras y la mt'rsica. Peroentonces aparecerá otro reforrnador que,ateniéndose al ritmo de la institución mo-nástica, se elevará violento contra esos va-nos lujos del espíritu. San Berna,rdo y lgsfrailes" de Citeaux volverán la trglesia a laseveridad más escueta, al purismo del re-nr.lnciarniento cristiano.

No es que en las cercanías detr año 1000no existan islotes monásticos donde se con-ser\¡a el respeto a las buenas letras. Abbonde Fleury, al que hemos visto luchar contrala ola de terror milenarista de 970 en Lo-rena, padecía las limitaciones y la insufi-cienciá de la enseñanza en la escuela de surninasterio, donde se contentaban con lasdos primeras artes del triviwm,la gramáti-ca. f la dialéctica, y la prirnera parte delquadriviwm, Ia aritmética. Se fue a Parísy a Reirns a pedir a maestros farnosos, aca-so al propio Gerberto, el cornplelnento ne-cesarió. Seguramente fue allí donde apren-dió a conocer a los poetas latinos, a los quea veces cita en sus cartas, y donde adquirióesa elegancia de latinidad que le hizo céle-bre y nociones de astronornía, que consignóen un tratado, y aquella práctíca del ábaco vde las nueve cifras árabes que le inspiróeste verso inocente donde juega con com-placencia la hornofonía:

trIic nbbas cLba.ci doctor dat se Abbo qwietie-

Capítulo 2

este respecto varias corrientes, y que no to_d.os consideran a los autores ¿é tá antigüe-dad corno_ganado, como rnagos satánicos ocomo cule'[:ras saliendo de un hermoso vaso,{,gg.general, según palabras del propio SanOdilón, corno seres ponzoñosos.'

Es decir, que, considerand,o solamente elconjunto, de la vida monástica y, en susgrandes líneas, el rnovirniento clúniacense,po_dríamos creer.en una regresión respectoa tra cultura carolingia y haita en una reac-ción sistemática contra ella. Añadiremos9".9- 91 Cluny del año 1000, el Cluny de SanOditrón, no es el Cluny de San Ftrugo, y me-nos aún el de Pedro el Venerabtre, ésa"alrnaexquisita, tan rica en matices, una de lasfiguras más respetables, más profundamen-te simpáticas del siglo xrr. Llégará un tiem_po en que, en la gran basílica donde Urba_lo II c,onsagró el altar mayor en 108g, losfrailes harán esculpir las figuras de laÁ ar-tes liberales y las notas def canto llano enlos capiteles del santuario. Entonces naceráun lujo adrnirable de irnágenes, de ornarnen-tos,- de representaciones vivas en la piedrade l_as iglesias de Borgoña, r"..rr"iliudu.con la antigüedad por lás proporciones, lasmasas y la decoración arquitéctónica. Aquí

!r

t2t120 Capítulo 2 Construcción de Occidente

El abad Abbon, doctor en ábaco, es asíseñalado como un discípulo de Gerberto,que, bajo la influencia dé la cultura árabede España, había renovado estos estudios"Esta gran fi-gura, de la que nos ocuparemosluego rnás detenidamenie, conduce natural-menle nuestro pensamiento a aquel mediocatalán del que fue huésped en sü juventudy que tiene en el siglo x una notáble vita*lidad. Los monjes_ que construyeron las pri-rneras iglesias abovedadas de Occideñte,Santa Cecilia de Monserrat, Santa María deAmer, San Esteban de Banyoles, San Mar-tín del Canigou, dernostrarbn tarnbién do-tes p-ara las grandes capitanías y los ardo-res del espíritu.

Conocido es el considerable papel quedesempeñó aquella vieja marca iaioli"giafundada por Carlornagño y a cargo, en unprincipio, de condes beneficiarioi, funcio-narios imperiales que, como en el resto deOccidente, aprovecharon la decadencia yluego el hundimiento del imperio para erí-girse en condes he¡editarios y adquirir pocoa poco una completa independencia, hastanegarse a rendir homenaje a Luis V. El con-dado de Barcelona permanecerá más decuatro siglos en la casa del fundador de ladinastía, Wifredo el Velloso, primero entrelos cuatro condes de la regién, sus pares,el conde de Besalú, el conáe de Ceid,aña',por ejemplo. En el año 1000, Cataluña sale

de una terribie tempestad, Llna de tras últi-mas carnpañas victoriosas de Al-Mansur'La toma

^de Barcelona y la conquista de

gran parte de la tierra catalana no habían

[n"rtó fi.n a la brillante civilización monás-^ti"a y feudal que conocemos por los exce-

lentei trabajos de Nicolau d'Olwer; ni si-quiera ia habían afectado gravemente. Antesy después de esta fecha, tenernos noticiaáe la. áctividad que reinaba en las abadías delas montañas, y

"tt tiernpos de Gerberto,

cle los excelentes amigos que perrnanecie-ron aclictos a su persona dr'rrante su vida ya su memoria después de su mtlerte' Enun documento firmado Por Ermengol I,conde de Urgel, hijo de su prirner, patrón,tsorrel II, conde dé Barcelona, se le ilarna(1004), conservándole su nombre del siglo,Gloriosum sapientissirnunque paparn Ger-bertum. Por stl inapreciable corresponden-cia conocefilos a uno de sus fiies, Miro Bon-fitrl, obispo de Gerona y conde de Eesalú,prirno dé tsorrell. En el año 984, Gerbertoie pide un libro sobre la rnultiplica-ción yur6"" la clivisión de los números. En la mis-ma época se dirige a Llobet, ,archidiáconode Bárcelona (975-992) pidiéndole un tnata-do de astrología traducido del árabe, que,lesirvió para componer su propio tratado,tratado del astrolabio. Basta con estos he-chos para dernostrar la impor-tancia de losinterclrnbios intelectuales de los ql:,e Cata-

122 CapÍttrlo 2 Constrncción de Occidente 123

Esos abades latinistas, aparenternenteperdidos en sus paisajes rocosos, son, enéfecto, unos literatos preciosistas. Se podíaesperar que nos dejaran algunas bellas^ yrulosau .ridas de santos, una hagiografíaéplca rústicarnente tallada: nada de eso,són los rnás delicados enamorados de voca-blos y hacen gran uso de los giosarios-p-aradescúbrir en

-ellos bonitas palabras difíciles. En surna, literatos de cenáculo. Talesfueron Césari, o Cesario, abad de Monserraty seudo arzobispo de Tarragona, esa espe--cie

de abad Tigrano del siglo x. Nicolaud'Olwer cita una de sus cartas a Juan XItrIen 970: se habla en ella de rosas, de pal-rnas, de esplenclor sideral, de luminarias dela virtud, de los Lazos de la dulzura, del tro-no del éter12. Cabe preguntarse si no habráen esto alguna inflilencia-o algún eco dellirismo árabe conternporáneo _-lo que nodisminuiría en nada, muy al contnario, el in-terés de esta extraña literatura-. En reali-dad se trata de tlna manera característicade ciertos virtuosos que hicieron escuela.Algunos de ellos llegan a parecer helenizan-tes-, pero de una especie muy singular: ensus léxicos eligen las palabras de origengriego, o rnás bien en prisciano, esa fuen-ie del primer htlneanismo rnedieval, y enlas glosas. .A,sí se explica la fonma cle dosimpórtantes actos de consagración, los deCuia (947) y de Ripoll (977), debidos arn-

luña pudo ser intermedi aria, a finales delsiglo x, entre la ciencia ,rnrrll-una y Occi_dente, y habremos de lrollre, ,áUo* árt" áestudiar la fuerte personalidad de d;b;to. Pero hemos de-evocarlos ahora rnismopara formarnos una idea cornpleta d"i ñ;_samiento y de la cultura rn'onásti"as, "r,cuya historia se omite generalmente estepunto 10.

Mas tenemos otros indicios, nuraterosos,convincentes. La enseñanza que se dub;;;Ripoll, de Ia que dan testimoirio los *;;;;_criros 46 y T4 de la Biblioteca d" ts;;;;il_flá, era rnucho

-más completa que la deSaint-Benoit-sur-Loire en tii*po, ii" ¿UUüp_l"rt".que comprendía el ciClo íntegro délas siete artes liberales. Nicolau d;Olwerdestaca justamente la i*poit-r"cia de iosg,to:gig:. virgilianos y de los comentariosoe-vlrgllro existentes en la Biblioteca de R.i_¡:ollrt. Qué iejos estamos aquí de San Ma_yeul 3' de San Odilón, de loJ vasos que vo_mitan culebras, de los autores ponzoñosos.Nos encontramos no en Ia noché que sucedeal breve ..renacimiento> caroliñgio, sinoep el alba del mundo románico.-prr" en lasabadías de las montañas donde por prirneravez se puso sobre las nervadurás la UOve¿árománica y donde comienza a definirse iacultuna románica no sólo manteniendo unatraclición, sino creando una liteiátura muyr¡iva y refinada hasta la suma ,irrg,rluriáuá.

125l1A

Capitulo 2 Consti-ucción de Occidente

los a la pluma excesivarnente erudita deMiró Bomfill. Este gusto enteramente arti_ficial por el griego Ió atestigua también untal Pedro, subdiácono, quJ en l0l0 firmaen griego, pero nos adviérte con honradezque ignora esta lengua: petrus droüwxovoqscripsit, quamvis incultus graeco sermo_tte ". Entre 989 y 1009, sabemos de un juezde tsarcelona qtié se llamaba Orr,rg el GriÉlo.¿Sobrcnombre debido a sus conocimienloso a sus viajes? Lo ignoramos._ Se trata, desde luego, de datos ligeros.Fero no son desdeñabtés. Acaban de pJrflarIa pintura de un rnedio !lue, en *rrdho, ur_pectos, se distingue profundarnente del me_dio monástico óluniacense y se anticipa,preparándolo, al próxirno désarrolto de lacultura románica. La vida monástica pre_senta profundas diferencias en sus traditio_nes, en su espíritu, según que se la estudieen las cornunidades de Trlanda, en el con_tinente a través de la reforrna cluniacenseo, por últirno, en los condados de la MarcaHispanica, donde se habían definido va al_gunas formas muy irnportantes para

"i por_

venir de la civilización rornánióa y dondeXos abades de las montañas seguían _consimpáticos excesos de verbalismo litera_rio- vías tan opuestas a Ia destrucción clu_niacense. Pero ¿había muerto la gran civi_lización monástica de los carolinlios? pa_rece, por el contrario, gue la restauración

del imperio por Otón el Grande le insuflónuevas fuerzas. Para los otonianos, comopara Carlomagno, el imperio no es sola-mente una estructuna política: es un inten-to de despertar dei pasado y del espírituromanos. Este rnovimiento llega a su ápicebajo Otón III, en el año 1000, pero es an-teiior a esta fecha en algunos rnedios co-mo San Gall y Reichenau y en conventosde mujeres como Gandersheim y Quedlirn-bourg, que tenían de abadesas a princesaslmpeiiales. En Gandersheim comenzó lamonja Hroswitha su epopeya D: gestis- Ot'tonii I imperatoris (962) y escribió tarnbiéncornedias latinas más o rnenos inspiradasen Terencio -el

nombre de Terencio apa-rece a menudo en esta época, con el nom-bre de Virgilio, como el de un temiblepríncipe de los magos, Y, sin embargo, fueleído y entendido, en un convento de Ger-mania por una mujer inteligente, escritorade talehto ella también 1a-. $sguramenteeste teatro de convento no deia de teneranalogía con nuestras tragedias de colegio.Pero hay algo más: Hroswitha conoce lavida, el mundo, el amor, hasta en los des-órdenes y en los extravíos de la sensualidad.En Gandersheim se hacía también política,en relación con un litigio famoso. En resu-men, tenemos aquí unos medios muy vivosque las Consuetidines de CluqV no llegaroná sumir en la monotonía de la observancia

126 Capírutro 2

estricta. Bien podernos decir con pirenneque Carlopas"g dejó una l"Lff" pr;ffi#,pero en Alernania, pues O..ia"rrtu se buscay, se constr]lye.con- otras fórrnulas, ;";;;;;otras experienciS¡. Un uUuá "áüo Bernwardes un abad carolingio, i."r-r;esias en HiI_desheirn son rigurosar¡rénte cáohngias.Cometeríarnos un error estabtreciendo unaclemarcación infránq;;;b _*re los r:egu_Iares y los ,"."1u""i;;"*";;s entre losabaCes v Jos obl.spos. puede un gran abadilegar al eoiscop"a".-E]

""}áUj.p, de Lyonfue propuésto a qan_o;lórl';;, por lo de_más, Io rechazó. C*rb""t" i"Jril.¿ de Bob_bio antes de ser arzobispo^á! n*ui*s y pos_teriormente de nu1""u.-ó;;il, abad deSainr - Benoit _ su.r _ Loiru,;;;;;zobispo deBourges. EI abad B;;;rj"f,i" obirpo d*tr{il desheim. Foctría*.;-;l;; jr;, e3. empf osyañadir que, hastu n"áiáu-úT rrtigoro ré_glrnei? en Francia,, algunos benefici;;-;;násricos seguían

"ár".liá, " Jüi_p^¿os. L,oscapítutos de canónis.;;;";;; pequeñascongregaciones. a_veces rnuy fuertes, unidaspor !a coinunida¿ ¿á 1."'irit;;;;". y hasra.,en cienta rnedida, por Ia "t*,i"i¿ud de lavida. En una éooca en que el relimen seño_riat está en todo .":-;ü-;i,';ü;8i". y capí_tulos sc_n señoriru-]""áá*rl"ñiJoo, de Iatier-r'a, dueños de los. ,i"rrrÁ,-Jñ posesiónj:"on::n"f: g" nrivitegi,c, ;;;' inmunida_ues' rero, cuarquiera que fuése Ia actividad

Construcción cle Occidente 127

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política de los abades de Cluny, tln obispodel año 1000 inter-viene rnás directarnenteen la vida del siglo y en los asuntos delmundo. Es casi un gran señor laico, sobretodo si pertenece a una farnilia ilustre,corrro suele ocurrir, y si, en sus relacionescon los otros prelados, asume las prete-n-siones, tras exigéncias, el irnperio de esa fa-rniiia iiustre. Ún o'oispo del año 1000 puedeser un santo, pero es sobre todo un barón.Basta recordár los nombres de los dosarzobispos de Reims, Flincrrrar, Adalbéron,para dárse cuenta del inmenso-papel-queáesempeñaron en la historia política de laantigrá Francia, el segilndo en Ia revolu-cl¿n din¿stica que, en el año 987, arcebatóla corona a tros carolingios para poirerlaen la cabeza de un duqtie de Francia, HugoCapeto. Fero hay que dedicar un ltigar es-

pecial a tros obispos que, a veces con concep-tos rnny diferentes y hasta opuestos, otg?-nizaron los tenritorios recientemente ad-quiridos para la cristiand.ad: Pilgrirn dePassau, organizadon del germanisrno enBohemia, y San Adalberto, una de las rnáspoéticas, una de las rnás heroicas figuras deia IgLesia en aquel tiempo y que encontra-r:ernos nuevarnente después c{e Otón III.

Tomemos uno de estos obispos en el si-glo, uno de esos hornbres de acción de queh**rot hablado. Brunon de R.oucy, o:bispode Langres, es bien conocidc de los arqueó-

128Capítulo 2 Construcción de Occidente t29

logos., porque- las fechas de su episcopadonos dan una base,cronológi.á-puru una in_teresante iglesia del año 1000,'la de Sái"iVorles, en Chátillon_."r_S"i.,L. Fero porotros títulos ha pasado a la historia en etrmomento en que el rey de Francia, Robertoer ftadoso, emprende la conqr-rista de Bor_goña, a la muerle (1002) de su tío, el d;q;Enrique, para so_stener su.s derechos á;:;Dnno y su derecho contra las pretensionesdel conde de Magon, Otto Guill'ermo, adop-lSqg e"L Enrique ". La ;"Ji;" es sabersr rorgona seguirá siendo tierra capetianao pasará a ser, rnás o menos, tierra bel irn_i¡erio. Otto Guillermo es un'aventurero deqr.at- estilo, de orig_en italiano po" ,, padreAdalbcrto,.guya

"Tí*".a iiÁJÁ de Italiarue oestruida por Otón el Grande. No estárgacto a lJorgcña más que por su madre,que descendía del antigut .ó"á"d" á. M;:gon..Con grandes poseiiones en el pru""áCondado, sólidamente establecido en su feu_do rnaterno, tiene, a su fuoo, á hombrescomo Guillermo de Volpiano t como elobispo Brunon. E, ,rat,rrál-q"á &t" sea ad_versario del rey. Es cuñado áe Otto Guiller-mo por su herrnana Ermengarda, l,-';;,^otra parte, los obispos p"ruñ poco en Iamano de Roberto, qüq j"é-e?

"á,i "tto. pu.usu tráfico político. é"rize dZU"Á", recordarl.,T.bjéi,que "Brunon-es,un

príncipe caro_nngro. una de sus abuela.s iue Glrberga,

hija de Enrique I, rey de Alemania y esposaen segundas nupcias de Luis IV de Ultra-mar, áquella reina de Francia ala que Adso,abad dé Montiérender, dedicó su Libellusde Antechristo. En realidad, su diócesis es

uno de esos grandes Estados feudales que,junto al dominio ducal propiamente dichoy bajo la soberanía del duque, constituyenel ducado de Borgoña. Cuenta con impor-tantes pagi, no sólo el de Langres, sino losde Dijón, Tonerre y otros muchos, en losque a veces están establecidos condes be-neficiarios, vasallos suyos. Tal es la pode-rosa armazónterritorial que, en el año 1000,domina el obispo de Langres desde su pe-ñasco, entre el alto valle del Marne y latriste meseta donde tan duro es el invierno,hasta el alto valle del Sena, alegre, fértil,humano en el país de Chátillon. Langres,sobre su estribo, es hoy la punta avanzadade Borgoña; pero, en aquella época, si he-mos de atenernos a la división por diócesisy por archidiaconados, Troyes, Sens y Pro-vins eran todavía territorios borgoñones.En todo caso, el hombre que mandaba enLangres, extendiéndose hasta Dijon poruna parte y, Por Ia otra, hasta Tonerre, noera un señor de tres al cuarto. Brunon deRoucy resistió mucho tiempo. Según un di-ploma de 1006 citado por Pfister, la autori-dad real era reconocida en Borgoña, peroel obispo de Langres no se había sometido

Focillon.-9

131130 Construcción de OccidenteCapítulo 2

y el abad de Saint-Bénigne le era fiel a pe_sar de las apremiantes iástancias ¿e noU'ár_

1"-., lo" otra,parte,.parece _ser que el ,arg"

domrnante del carácter del abad no habíapasado inadvertido al obispo, el ."ui, *una- junta, hizo notar .n ,br'baja al'queestaba a su lado que aquella ostentaciónde_humildad y de virtud éru,rrn pr""bu áedebilidad. El"31 de "r"iá-¿" iorO murióB1uno. y, mediante _un pacto que ad;uJi_gubu- Dijon al rey de Francia,'le ."""áiáT-ambert, que fue con_sagrado án la igl"ri;de Saint-Bénigne el 3 de áorriernbre deímis_mo año.

No todos los obispos del año 1000 sonde estirpg r9al, cornó Brunon de Lan¡¡res,nieto-de Gerberga, o como Gauzlin de fjárr"_ges, bastardo de Hugo Capeto. No tocl<¡stienen ese rudo templé. y vdremos cómo unfrailecico de Saint-Géraud ¿ A".iffu.,- ""aquitanio sin linaje y sin nombre, thárá"Gerberto, debe su prodigioso aicenso a las-uperioridad de su espíritu y a la flexibili_dacl de su carácter. Clibnte de los ttonianos,que Ie favorecieron hasta elevarle

"i t;;;:fic_ado, Ie encontramos como sucesor deAdalbéron en la sede de R.eims, lue le serápor cierto violentamente disputáda, urri".de. ocupar la de Ravena, q"d-;; tardó endeiar por el trono pontifici,o. No es un ba-rón: es un-gran señor del espíritu, un arni_go de aquellos (magos> de otro tiempo que

horrorizaban a San Odilón, un cerebro po-lítico en el que se armonizan todos losdones: Ia audacia de las perspectivas, elsentido de la verdadera grandeza, unidos auna especie d.e astucia filosófica y a eseamor fati propio de los héroes o de los sa-bios".. Es la línea de encuentro de dos mun-dos, el Oriente islárnico y la cristiandad, yde dos edades, la Edad Media carolingiay la Edad Media románica. Merece un de-tenido estudio. Fero no podíarnos dejar deevocar aquí su nombre y su lugar, no lejosde sus arnigos de Cataluña, no lejos delobispo de Gerona, lVIiro Bonfill. Si es ciertoque una civilización vale por la diversidadde los ejemplares humanos que produce yque pone en acción en el rnismo momentoen el plano más alto, no son ciertarnentetiernpos rnediocres los que dan a la IglesiaSan ,Adalberto, Brunon de Roucy y Gerben-to de Aurillac.

Pero si las personalidades son ftlertes,¿no le faltó al cuerpo episcopal la poderosaunidad de propósitos que distingue al mo-narquisrno cluniacense? ¿No está clivididoen sus intereses? ¿No fragmenta su cohe-sión el sentirniento baronial limitando el al-cance de su acción? ¿Qué papel pudo des-empeñar en la construcción de Occidente?Entre todos los hechos que nos ofrece lahistoria de los concilios a finales del siglo x,se han destacado claramente los que tien-

Capítulo 2 Construcción de Occidente

tean a los pueblos: tal es el principio deesas uAsociaciones paralapaz> proyectadasen el año 997 por el Concilio de Lirnogesy en el año 1000 por el Concilio de Foitiers.En el año 1027, el sínodo de Tuluges, Ro-sellón, prohíbe batirse en domingo, prohi-bición que da origen a la "tregua de Dios".Pero tenemos la impresión de que los de-signios del año 1000 iban rnucho más alláde esa tregua dominical, que, después detodo, no es más que una transacción amis*tosa. Y no deja de ser interesante observarque ese rrrovirniento constructivo que reac-ciona contra uno de los fenórnenos cle ladisolución carolingia, parte del centro deFrancia para extenderse al suroeste y al sr.lr,a Aquitania, a Cataluña; es decir, a las re-giones donde se asienta Ia civlLización ro-mánica.

Así, pues, mientras la reforma monásticarestablece el orden en los claustros con elrigor de la disciplina y con el renunciarnien-tod al lujo de la cultuna, el episcopado, pcnotras vías y en otro terreno, intenta por suparte restablecer el orden construyendola paz.

a-1

No son de menor alcance para el futurode Eunopa los acontecimientos políticosdel año 1000 en Occidente. Presentan una

133

den a refrenar, o al rnenos a limitar, lasguerras señoriales. puede decirse que Iaguerra es el estado normal de este sigló, gue_rra no sólo de poder a poder, sino íe i"?o,a señor. Como no está garantizado el ordenpúblico por un poder iegulador, cada cuaisostiene sus pretensiones o satisface ,"iapetitos. El régimen dominial implica laguerra dominial: se matan entre vécinos yesto se llama la guerra. Una parte considé_rable de la obra de los Cup"to, es la re_ducción del bandolerismo señorial -__*if"""_zo secular sobre el que, en pleno siglo

"uri,arrojan una luz extraña los Granls Jouride Auvernia-. La Iglesia del año 1000 tra_bajó en el mismo sentido con notable con_tinuidad de acción. En 9g9 y en 990, losconcilios de Charroux y de NJrbona apenashicieron otra cosa que condenar en princi_pio las- guerras señóriales. pero, el mismáaño del Concilio de Narbona, el sínodo deLe Puy fue muchg más lejos: el obispoGuy de ^A-njou instituyó uná técnica de'larepresión creando una policía .,destinada aimpedir.la irrupción en-las iglesias, el robooe caballos, el empleo de mano de obraextranjera en el beneficio o en el alodiopara construir castillos, etc.>> Reanirrrar laidea del derecho, pero, además, crear unatuerza al servicio -de

este derecho, unirsepara imponer la paz a los bandidos feuda_les que se destroian entre ellos y que piso_

T135134 Construcción de OccidenteCapítulo 2

car:acterística cornún: alumbran, corno pun-tos luminosos, amplios fenórnenos de ex-pansión y de rnovirniento. En el noroeste,estos movirnientos recuerdan tras grandesinvasiones del siglo v, van acompañad.os dela conversión de los gerrnanos marítirnosque eran aún paganos; en el sur, la R.econ-quista_ y la occidentalización de Españaproceden pon etapas rnás lentas, pero, a par-tir de este rnomento crítico, con una cohti-nuicJacl que ya nada interrumpirá. En Fran-cía,Ia monarquía de los Capetos inicia, conuna técnica feudatr, la obra secular de uni-dad que está llarnada a proseguir contralos feudales. Pon último, Átemania esboza,de acuerdo con un gran Papa, un sueño deirnperio universal que cornienza y acaba co-mo una novela, en plena irrealic{ad.

Cornencernos por las regiones del Atlán-tico Norte, de donde tantás inquietudes ytantos desastres vinieron a la Eunopa con-tinental y a las Islas tsritánicas, durante elsiglo rX, con ias i.ncursiones norrnandas.A esta prirnera oleada wiicinga sucede unasegunda, de formicLable amplitud, en el si-gio siguiente. Les vale a los daneses el irn-perio en ei tsáltico, que no tarda en exten-derse a Xnglatema. De Harald Dent tsleuea Svend y de Svend a Canuto, el avance escontinuo. En la segunda rnitad del siglo x,di'iérase que los daneses están en todai par-tes; cien años antes (859) los encontrarnos

en Paneplona, corazótt de Navartra, y enotros muchos lugares; en tiernpos de FIa-rald (950-936) fundan esa potencía a Ia vezestable y movida que, apoyada en basesmarítirnas arrancadas a la debilidad de losreyes sajones de Inglaterray aLa anarquíade los jefes irlancleses, tiene sujetas por lagarganta a esas formaciones políticas po_co

óohérentes. Un cinturón de posiciones da-nesas que ocupan numerosos p¡iertos, pe-queñas y medianas islas, Xas desernbocadu-rás de los ríos, paraliza la actividad ocornparte los beneficios. Son bases para laguenra y para la piratería, a La espera dellegar a ser depósitos de comercio. Más queIa necesidad d"e vender su pescado y susespadas de hierro, lo que llevaba lejos aaqueilos crueles navegantes era el instintode un nornadismo rnarino, la furia de in-cendiar, de rnatar y de robar. Fero, de larnisrna manera que habían pasado del pe-ríodo de los raids al de las posiciones fijas,pasaban ahora de tln estatuto fragmentario,de una organización de jefes de banc{as yde reyezuelos del,*?t, dispersos en un in-nlerlso espacio, a la fundación de una espe-cie de irnperio. Por otra parte, es curiosoque su aparente engrandecirniento coincidacon su decadencia y que su nueva inclina-ción a la posesión del suelo neutralice s¡.rs

ímpetus...El cristianismo avanzaba entre Los dane-

136 Capítulo 2

ses desde mediados- del siglo x. El 2 deenero del año 94g eI pupu-fjupito trI ads_cribe a Hambrpd", ;;;;;:"f:.::#&i.'J?.ti tres obis-

I, g: i ;üi., ru-o_ con ocerno ji "r?fl"h.j"l?ra converrto"

1"^,T1rald, pero d;J;I;;;fue l¡autizad.o,as-í corno sü esposa Gunhildy su.hijo sven{, 4;j; .*"ifu de R.ost<il_de, dedicada a la r.i"iauálñIi g,r.ruría co_nocer rnejor este cristianlsÁL"d*i ;;r;;,superpuesto a una cultur" O" -tu-p¿;d

;;íBronce, a sus vleios;l"r* J;res, a Ia reli_gión primitiva deior;;;;;;r.ir "ntra, "nla sociedad cri srianr, j;;ñf;'es.andina,ros

no de.jan sus creen"iur y".rl-.r"üstintos a lapuerta de los santuario.. f"*Uiin aquí sub_siste duranre mucil ;i;;;., ur:" una slr_perficie moderna y cristiáná,-,r.ru espesa.capa de arcaís*" h"*u";.t;*" en l{or_thurnbria rnuchos años antes, fue desenca*denado qor e_l propio Sr;;J;;r,iolento re_tori'ro a los dióses de antaáo]'b.ro no poreso dejan de entrar en nuevos marcos estoscristianos tan inseguros. eue Ia estructurade la Iglesia se superponga a Ia orga niza_:ló: d: la vieja u"ii"áu¿?. i,.,"t".ho irn_portante para los danes"r. .üio para losnoruegos: la conversión d; itl# rryggves_son dara aproxirna¿u*""ü¿ái?n"

995; Iade.los r.r".br, d"l ano iótió: *"' ''

En el verano d?;rr,".;;; ," Iibra en Hel_singborg la gran u"üi, "á".1 ;;" asesura

Constr-ucción de Occidente 137

IrIrlr

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a los daneses el dominio del Báltico Y, almismo tiempo, la tranquilidad de su reta-guardia para el desenvolvimiento de susóperaciones en Inglaterra. Por un lado, losdáneses y los suecos; por otro, los norue-gos y un pueblo eslavo, los wendos. Svenctr

manda a los primeros, Olaf las fuerzas ad-versarias. Durante algún tiempo había ser-vido a los daneses en Inglaterra, de dondehabía vuelto a Noruega para reinar en lugarde }Iaakon. Fue vencido y muerto en elcornbate. En el reparto de los despojos lestoca a los daneses la Noruega meridionaly a sus aliados los condados del país deTrondjhem. A prirnera vista, esto par,eceser solarnente un episodio, muy sonado, des-de luego, pero lejano y relegado a las gue-rras de tribus. En realidad, ese aconteci-rniento clel año 1000 hizo posible la con-quista de trnglaterra por los daneses y lasgrand,es expediciones que acabaron poriomp"r Ia resistencia del rey sajón Ethel-red: la de 1009, dirigida por los wikingosde Jorn, la de 1010, señalada por la victoriaclanesa de Ringmere y el pago de un enor-me tributo, la de 10X3-1014, que terminacon la toma de Londres y Ia huida de Ethel-red a Normandía.

¿Por qué se libró lrlanda de la suerte deInglaterra y no pasó a ser danesa? La anar-qula era allí casi endémica. El espíritu declan fragmentaba hasta el máximo extremo

139138 Capítulo 2 Construcción de Occidente

la autoridad. A rnediados del siglo x, losescandinavos ocuparon Cork, fñ¡ut"oioiá,I-imerick, doncle fundaron pequeños princi_pados muy sóliclos, con éxcólentes basesrnarítirnas. Es d_e suponer que el procesoÉe la conquista bárbara habia de áesarro_ilarse allí con éxito. Fero un jefe energicoy afortunado logra

-conjurarla". Bnían y" suherm_ano rnayor, Mahonl reyes del fuIunsteidel Norte, ei Thoniond, sostuvieron duranternucho tiernpo luchas épicas por afianzarsey rnantenerse contra los daneses y sus par_tidarios irlandeses. En el ano 9í6 ¿"rápu_rece Mahon. En el año 1000, Brian ha co_ronado casi slr obra. A los cincuenta ynueve años es dueño d,e toda Irlanda délSur, después de haber derrotado a los da_neses y a sus aliados. Es jefe reconocido detodos,aquellos,jefes indiiciplinados, *j¿";;ei poder de ta.[ y, €n j"002, toma el títulocorrxo sucesor del ard-ri, h¡ialachi IL Enton_ces comienza urt herrnoso reinado de doceaños que acaba, con su rnuerte, en una nue_va victoria sobre una coalición de jefesescoceses y escandina\Ios en Clontarf (tót+).Por sus disensiones interiores, más q.r" po,n¡levas ernpresas de los piratas, de los ira_ficantes o de los colonos] Irlanda pierde suindependen_cia, pero no la piercle'hasta eisrg.to xrr, después de una invasión anglo_normanda.

Si intentamos entender los acontecimien_

tos, que en cierto modo Parten de losaRos i000-1,AA2 en el noroeste de Europa,i* ".*p"ueba

que la anarquíafundamentalde los

-bátbutoi tiende a fundaciones más

niá"t que en el pasado..I-a prirnera oleada.rritittgu, en el siglo rx,-lleva muy lejos, en

t;tgÑ érnbarcaclott"t del tipo de oseberg,a urlos aventureros del mar sin grandes de-

iisnios políticos. La segunda, en el siglouiE"i""té, los lleva a la óonquista de trngla-

teira, y en prirner trugar,- corno condicióng.*1u,"^ "tJ obra cle unidad en el Báltico'i,-roo dominio ganan los daneses en la bata-itru" Huttuinbolg. Los ayudan dos fuerzasdiu*"to*lmenté opuestas: en primer lug-ar,

el manteniinientc¡-de las tradiciones y de las

virtudes bárbaras en toda su pureza; pa-

r"t* u"t que el centro de conservación y de

;;;";*"iiento fue Ia fanaosa fortaleza de

Jorn o de Jomsbourg; en las cil'cunstancias¿lii"if*i se a-cud,ía a los vikingos de Jorn; allí,"-"ttd*t""ció Ia juventud de Canuto, alií se

mantenía el vigbn impetuos" 4" la gente'For otra parte, el cristianisrno iba acostum-biá"d" pb"o a poco a otras formas que las

de un féudalismo de piratas' Cristianisrnoá"ttuno y combatido: ya h-e aludido a lareacción pagana bajo Svend' A los- quince

años de 1á muerte de Tryggvesson, baut-iza-

Jo "t trnglaterra, ottro catecúmeno del cleroit glét, Oiaf el Sqnt-o, quiso. irnponer su fe. io, noruegos, de los que había trIegado a

141140 Construcción de OccidenteCapítulo 2

1". J"y, aprovechando ciertas dificultadesde Canuto en los comienzoi á" ," reinado,y su absolutismo provocó una insurrección.La _catedral de ñidaros "o fruUiu ;;;l;;en la sombra a los dioses-áe lntaño. Feroes sabido lo oue Canuto hizá-pár fu igf"ri*Estas dos tueizas unidas;;ljá;"ru vil<ingoy el_ poder constructirro' d"i--."rirtirrrirÁñ

ayudaron a su.genio au .on[liJta_dor a fun_qar un lmoerio. pero este irnperio, exten_dido por lá ¡"*.r,ri¿áj;; i;t-ares fríosy sin unidad interio-r, se d;igreg¿ a"up"J,de é1. La verdad*"a f,r*dá"i¿ri;;r.dera fuela con_quisra de Inglater;;pr. é"iffermo elaño tr066. Estaba reservadb a l,os norrnan-dos de Normandiu, p*f""au*É"r" impreg_nados,de disciptrjna. .o"ti"á"iá1". po, sigloy medio de vida francesa, i"riitiri, párásiempre en Inglatert:a un orden occidental.I""" con,la t"pi.g¡1á ;; ñ;;x, que con_rnemora la expedición de '|OOO,, i"briiiepara-nosotros, corno un substrato históri-ccrcasi borrado, el recu,errJo á¿-i;;*" batalladel año 1000 en ffekingUár;. ''. Vayamos ahora al otñ

"*t "_o de Occi-dente, hacia ese _mundo iU¿riJ donde seestá desarrollando desde fi"áI". del si_glo vrrr otra lucha que -""rrüiá)

Ios "rir_tianos contra los inñeler,

"l-i.ü* del Mo_g:*:l]11 n"g"*R.os reino, .f"utorios quese nan agarrado a los montes de Astur-iasy a la vertiente meridionaf á" f., pirineos.

I-a cuestión que plantea el año L000 en elnorte es saber si los pueblos del mar soncapaces de unirse para fundar, estableci-mientos duraderos entrando en la comuni-dad cristiana. La cuestión que se planteaen el sur es saber si España será tierra deAfrica o tierra de Europa. No hubo nuncamomento tan crítico como el que va de 997a tr002. Se puede creer que los cristianosvarr a ser definitivamente barridos de laFenínsula por las victorias de Atr-MarrsLlr.Era un árabe del temple más fino Y másduro, jefe de guerra y hombre de Estado,y, corr. el título de Haddyib, el verdaderodueño del califato de Córdoba en el reinadode Hisham II, el débil sucesor de Al Hakam.En 985, o en 986, se apodera de Barcelona,que diez años después es reconquistada qorel conde Borrell. En el transcurso de losaños 987-9BB caen Coimbra, Zarnota y León.En 997 repercuten lejos la caída y destruc-ción de Compostela. La oleada que empujaa Al-Mansur parece que debe sumergir a lacristiandad de España y para siempre. En1002 es más terrible que nunca, con la cam-paña de .,Canales en la Riojau, que se llevaotras fortalezas, otros monasterios, entreellos San Nlillán. Pero Al-Mansur está can-sado, y estas son las últimas llamaradas desu deitino. Cuentan que, debilitado por laenfermedad, se hacía llevar en litera al cam-po de batalla. El misrno año muere en Me-

142 Capítulo 2 Construcción de Occidente 143

dinaceli, no sabemos si de una herida reci-bida. en una- problemátlca victoria de loscristianos o del mal que le aquejaba.

En este momento parece que"la historiaca¡nbia bruscamentel Nun", frr" tan evi_dente que el hombre cuenta

"., lo. ur""i""hurnanos. El que ahora desapárece llevabasobre sus fuertes hombros ei fardo de unimperio. Cae é1, y el imperio se duu*o.ó_na. Las vastas edificaciónes políticas ¿efIslarn son más frágiles q"" ,.r'd"ti"uáL á"_quitectura de eb_anigtas y de alfarerás,-;;bierta de una redecilla oírrurrr"rrtul uUri"á"_t1l l{" g? que el sucesor de l{isham II fueradébil. Al contrario, es su dureza, llamuáutiranía por los bereberes, lo que provoca lainsurrección de éstos. Con a5rudj¿"t

"orr¿"de Castilla, conquistan COrdobL "n 1009.A partir de aquí, el califato ," dirsr"gu á"principados secundarios, siguiendo"#;;_ceso análogo a Ia descoinpósición .u.éh"_gia. Ciert_o que el Islam tendrá aún brillan_tes triunfos en la península, y hasta perío_d.og de esplendor. Resistir a' íeria de cincosiglos más. Pero a partir de 1002 uu puráabajo, y los cristianós de Espana p.o""d"r,,con una fuerza acrecentada por lós contin-gentes del norte, a la reconQuista iniciadaen,la segunda_mitad del siglo vrrr por unosnobles visigodos que escaparon ¿ff ¿"rur_tre de su monarquía. A Iá rnuerte de AI_Mansur, aparece otro hombre que pone su

rnarca en los acontecimientos: el rey deNavarra en el año mil, Sancho García III,Sancho el Grande. La rnisma debilidad delos reyes de León sirve a sus designio-s tan-to como la del Califato. Se aprovecha deella para acrecentar y esboza-r una unidadque parece consagrar el ambicioso títuloque tbrna en ciertos actos: imperator lbero-rLUn, pero que qtledará deshecha por elrepartb de su heréncia. Sobre su vecino ul-trápirenaico, Sancho Guillermo, duque delos- gascones, ejerce una influencia másfueré que los sob"tuttos nominales de esteseñor feudal, el duque de Aquitania y etr

rey de Francia' Y ya hemos vt:'to-córno acu-dib a Cluny, poniendo a los frailes de estaregla en San Juan de la Peña. Con esto y

"oit suu victorias, sus estados llegan a ser

un peclestal para la civilización románica norneños importante que la vieja Marca His-panica, cuyo conde del año 1000, R.amón,que sucedé a Borrell el año 993, es tambiénun gran batallador.

Pódemos ya vislurnbrar las perspectivasde la gran obra histórica que, en diversosplanes, se está realizando entre España ybccidente. El año 1000 los jefes de los pe-queños reinos rnontañosos, nacidos de laresistencia de Pelayo y de sus compañeros,conservan viejas tradiciones visigóticas, Pe-ro no sin ciertas relaciones con el mediocarolingio, como tienden a demostrarlo al-

144 Capítulo 2

gunas-iglesias de un tipo común a Ia Fran_cfa d.e] Loira (Germigny_des_prJs) y; Ar;;Iu. (9utt Mieuel de riiro). r¡r U il;; d"l¡arcelona, fundada -por_ Carlomagno, sedesarrolla durante et^sifo I una civiliza_ción original y brillanté, que conocemospor sus refinados latinistas y po. sus cons_t¡uctores; estos constructoi"j ponen bóve-das sobre muros decoradár-á*i"rio.mentecon arquerías y bandas heredadas de unFr*. pasado mediterrá""o.

^pri" arte estáttamado a extenderse al norte de los piri_

neos, mientras que el resto de Españ" O;rece haberlo ignorado absoluiamente. En_tre estos medios tan diferentes, es probá_blemente en la cultura -r"LráruU"

dondehabrá_que buscar un principio de unidad-unidad, por lo demás, *üy- f.agü;Jrlque los monumentos de esta" cutti;á, -;iglesias y sus manuscritos son yu

"r, sí muyvariados; pero abarcan un urr"Éá territorio,que comprende hasta Ia rnisma CataliÁá',y expresan, unos y otros, cierto acuerdó

::f" la Esp_aña crisriana y la España mu_sulmana-. h,sto -es sin duda Io mái notable

q lo 1l1as original en la "rirtiá"áua iUeri"á

gel srglo x. pasado el año 1000, esa culturahíbrida no sobrevive más-á;;'"" "fg""",casos aislados. y, por otra plrt", ," d"ib,.riuentonces un doble Tovimiento: Ia ErpuiiuOriental propaga allende los

-pirineos lasexperiencias por ella realizadas precozmen_

Construcción de Occidente l4:)

te; la España de Sancho el Grande Y desus slrcesores acoge a los monjes de Cluny,a los caballeros de Poitiers y de Borgoñay, en la segunda mitad del siglo xv, a loséquipos nómadas y heterogéneos de arqui-tectós y de escultores que trabajan a amboslados de los Pirineos. Esta comunidad deaportaciones igualmente ricas realiza elaóuerdo del mundo ibérico y el mundo ro-mánico. Pero si es importante señalar iaregresión del Islam y el progresivo avancede sus adversarios, no lo es menos recor-dar que España, definitivamente incorpora-da a Europá, conserva sus contactos con elIslam, que el Islarn le imprime profunda-mente su sello y que, a través de ella, ex-tiende sus influencias. Como los pueblosdel mar, que mezclan a Odín con Cristo, lasSagas con el cristianismo, la cultura de laEdad del Bronce con las culturas recientesde la Germania otoniana y de la fnglaterrasajona, la civilización ibérica tiene una to-nalidad doble, pero la conserva mucho mástiempo. Sobre sus poderosos cimientos ibé-ricos, fenicios, griegos, grecorromanos y vi-sigodos es, a la vez, el cabo de Occidente ylipunta extrema de una gran oleada orien-tal. En la economía de la Edad Media y delos tiempos modernos, esta contribución es

su título de grandeza.Entre estos campos de batalla, el Báltico

y el Mar del Norte, la vertiente meridionalFocil1on.-10

r47146 Construcción de OccidenteCapítulo 2

de ios Firineos, el resto de la Europa occi_dental en el año rnil y sobre todo la pranciá{g lo-s Capetos, pareien gazar de una estabi_lidad definitiva.-Verdad é, qrr" la revoluciónp.olítica que -en el año 9g7- sustituyó a loiúltimos carolingios por la raza d" nobeiióde Fort iba a asegurar a este paÍs una nota-ble continuidad dinástica a la que podía cá_rresponder una continuidad de acóión polí-tica. Pero el sist,erna de enajenación dej te_rritorio real reduciría progresivamente elpoder del soberano, hasfa el-día en que otra(reconquista" sobre los grandes señoresfeudales restituya a los Cipetos una auto_ridad basada en'los bienes á" i; Corona. I_aFrancia del año mil, como la Francia de losreyes,carolingios del siglo x, cornprend.e tresducados, que son casi tres reinos, tanto que,a veces, se les da este nombre: regna, en^lostextos conternporáneos, y cada uño áe eloscomprende a su vez, adernás de los dominiospropios del duque que en ellos ejerce direc_tamente su autoridad, condados que son asLl vez Estados feudales cuya irnportanciaaumenta o disminyye_ según las aáquisicio_nes territoriales debiclas a ia guerra, a inter-cambios, a herencias, a matrirnonios. Es unsisterna de fusión_ complejo, en el que launidad ducal implica encláves y traélacio-nes. Si recordarnos que, en esta época, dosducados y hasta los tres pueden a"p""á",de una autoridad única, q*r"

"o es Ia áutoii_

dad real, se comprende el drama de la mo-narquía carolingia en el sigio x. E: que lospríniipes carohágios, pese

-a la evidencia de

ios tiernpos, reciben estas divisiones y estas

subdivislones como una especie de sistemaadministrativo heredado de la otganizaciónimperial (carácter que conservórnás tiem-po

"rrlJ"*unia, mientras que los duques y los

condes no sort ya funcionarios, sino pose-

sores, siendo el duque un conde de jerarquíasuperior a la de los dernás y que interponesu^ soberanía feudal entre sus vasallos y elrey. Por eso el término regnum expresa, noun énfasis vano, sino una realidad histórica'Los carolingios perecieron, aun siend'o enér-gicos y háb1les, porque y-a no. les quedabatierra bajo los pies. De la misrna maneraque los Capetos, en el-siglo xt, pusieron enpeliero la inonarquía francesa porque frag-men"taron o deiaion fragrnentar sus domi-nios feudales.

Bajo Roberto el Piadoso no ocurre toda-vía e"sto. De los tres ducados

-ducado de

Francia, ducado de Borgoña, ducado de

Aquitania-, la casa real posee hereditaria-ménte el de Francia, con dominio, que per-tenece al dr.lque y al rey, en torno a Ia te'sión que llevá el nombre de Isla de Francia

! condado de París. R.esulta, pues' que lahrancia del año rnil es a Ia vez, y en mf iydiferentes planos, un reino, un d'ucado y

una región condal.

ltot4E Capítulo 2 Construcción de Occidente

El ducado de Francia se extiende entre elEscaida y el Loira, en tierras de la anti-gua Neustria franca, cuyo nombre se recuer-da a veces en los textos. Los Estados feuda-les que lo constituyen y sobre los que elduque tiene derecho de soberanía soh nu-merosos y poderosos: el condado de Flan-{es, en el que actúan con desigual fortunala influencia germáníca, ios Condados deArras, de Arniens, de Chartres, de Tours, deBiois y el condado de Anjou, cuyo titularen el año mil es el terrible Foulque Nerra,un bandido de rnucha astucia y de granaudacia, hombre de estratagemaé y de-gol-pes de rnano, que se pasa el tiempo entré elcrimen y el rniedo al infierno. El conde deNormandía y el conde Rennes comienzan aostentar el título de duque

-duque de Non-

mandía, duque de Bretaña-. En torno alcondactro de Troyes se va desarrollando otraformación importante, designada con elnombre de "condado charnpenoisr. Pero es-te repaso no pretende, ni mucho menos,exponer toda la complejidad de los conda-ctros secunclarios y del feudalismo episcopal,con la red intercticiut de los vizcóndaáos,de los vicarios y de las castellanías con losque el duque de Francia, como los demásduques y como los condes, sr.ls vasallos enFrancía, multiplican o refuerzan sus pun-tos cle apoyg. El rey, como duque, mañejaesta diversidaci. Se sostiene mediante la pb-

iítica y mediante la guerra. Su fuetza radica

"" qrre, con este tí1ulo, está investido de

una^autoridad antigua y tradicional, ante-rior hasta Flugo el Grande y fundada en elprestigio de lo1 robertianos. No debe enga-hur*ti la palabra Neustria, empleada paradesignar el ducado. Pero es, sitl ernbargo,.rn récuerdo que se funda en algo auténtico,en cierta cornunidad de los pueblos bajolas divisiones de los señores, y Felipe Augus-to, después de un período de disgre-gación,tre restiiuirála pteñitud de su sentido polí-tico. De la Isla de France remacerá Francia,si no el ducado, y de Francianacerá France,restableciendo el equilibrio de Occidente,destruido por la expansión anglonormanda.Desde eX año mil, se ve ya qtle el Loira, fron-tera meridional del ducado, es un eje delreino. Así se explica la irnportancia de Or-Ieáns, y la arqueología nos confirma este he-cho pór la rapidez con que, a-finales detr si-glo i se propaga a 1o largo del río un nuelrotipo de iglesia.-F{emoi

aludido ya a la estructura territo-rial del ducado de Borgoña, que escalonasus condad.os a orilias del Sena y del Yonne ,

a orillas del Loira y del Saona. Es una for-rnación política absolutamente distinta delcondado de Borgoña, del Franco Condado,y del reino de Bórgoña, supervivencia de laantigua parte de Lotario, y que entonces se

extiénde, con enclaves, por la orilla izquier-

r5t150 Construcción de OccidenteCapítulo 2

da del,Saona y del R.ódano, englobando elJura y la parte occidental de la aótud Suiza.Este rico ducado, abundante en ciudades yen abadías, está constituido por un país dódos vertientes, una de las cu^ales se lnclinahacia las:egiones rnediterráneas y ta oiiáhacia la Francia ducal. Cuando se pasa deuna a otra hacia el Sur, al llegar a iá diviso_ria de ias aguas en Blaisy, sé entra en unmundo diferente, se mira ya a otro rnar, aotros cieios. En esa época, rnanda en el ári_cado de Eorgoña un príncipe Capeto, Enri_qltg, herrnano de FIugo

-Capeto, tío deRoberto ei Piadoso. Criando itr""r" aquelpríncipe, en 1002, las pretensiones d" OttoGuillerrno imponen la luerra a nobe.to, in_vocaredo el clolile título de rey y de herejeránatural. Guerra larga y difi"cii, hábilrnenteconducida por el Cápeio y que no terminaverdaderamente hastá la muérte de Brunonde Roucy, obispo de Langres. Entonces elducado pasa sucesivamente al dorninio dedoq hljo_s del rey, primero Enrique y des_pu.és Roberto. Desde entonc.u,

"í ,.íd"d,de Dljon, sustraído al obispadó d" Lrrrgo"u,,es centro y sede de una nueva potencia'quéacabará por: poner en mlry graves pufigr",a la monarquía francesa.

Lo rnismo ocurre con Aquitania cuandoLr¡is,VII repudia a Eleo-nora, hija d"l J;A;;Guillerrno X; extraña obra *u""rtr. politicáque asignó a los ingleses por algún ii"*po

la mitad de Francia. EI ducado de A-qr'rita-

"iu"

-itá*"¿o a veces <(monarquía de los

aquitanos>, merece este título por su amptri-

ilJ ; ptt su uniclacl. Verdaci es que, "",,"1

Sur, el duque de ios gascones es un vasallomuy insegüro, separado del resto de Aqui-;;;1" y aé ntu*"iu po" una profunda dife-i"""it ¿" origen, de óosturnbres-y de lengua-

le, La hostiliclad llega a veces hasta la vio-i;;;;,-.o*o tro deriuestra etr asesinato de

Abbon de Fleury, que acababa de tomar po-

;;¿; áe la aaáaiá de Réol, dependiente de

Saint-Beno?t-sur-X-oire (1004)' R'ecordernoslu*UiJ" las relaciones que r'rnían a Sancho

é;ii;;t"" con el rey de-Navarra Sancho ex

Grande. For otra parte, etr condaclo de Bar-celona depencle directamente de la Corona'v vemos a'Borrell, en el rnornento de la gr-an

í""urio" de Al-Mansur, llarnar en su auxilioá H.tgt Capeto, qr-re exige^ -cgryo

condicióniu gá"?"tiu fot*uf de una fidelidad de la que

Li ñ"""" rey tenía alguna razón para dudar'Con estas dos reservas: la intransigente r9-d.eza gascona y la condición especial de iannuo"J Hispánica -que

se orienta cada vez

mát hacia España-, Aquitania se extiendeáuia" el Loir-a hasta loi Pirineos, con loscondados de Toulouse, de Poitiers, de Limo-ges, de la Alta y de la Baia Marcn, de At'rver-

ñiu, ¿* Périgord y de otros rnr-rchos que.hanriJá t.lur ie ilustres casas. El año mil, elduque de Aquitania es Guillerrno V el Gran-

152Capitulo 2 Construcción de Occidente 153

de, sucesor de Guillermo IV Fier_á-Bras,conde de poitiers- Es un senor poderosísi_mo, digno de ceñir oo.oru ,"ái v el aro deo-r_o que recibió.en Ia ceremonia áe," irrrrÁ_tidura, celebrada en Saini+narJid ¿" Lirno_ges. Dicen_ que

-a veces se se sintió t"uriá¿opor,la realeza de ltalja, p"ro i*o la cordu_1a de renunciar a ella. Éri" áft. barón dedu,rísimos puños p_arece haber sido un va_sallo prud""tu y fiJiA;-lá;;;;q" ía capeta,accesible a Ia dulzura de T^

"ñirrrd, amigof"l.* lerras y de los U"il"r-Tiü.os. Canutore dro una gran.alegnía enviándol" du fngla_terra un soberbio manuscrito. Es un inriiciode esas relaciones que, afianrada, por aiian_zas dinásticas, nos explican-iu

"o".rrr-lcciónde Saint-Hilaire ¿" É"ltiÁ;;; un arqui_tecto inglés, Gautier coorlanj-(1ó4ti..i;Aquitania del siglo *r,

"rriiltrJ"iau .oí ü.aportaciones del Oeste y sobre t.¿. a"l S"i;en relación, por Lagruzád,aa"b.funu, con lacir¡ilización rnusuimana; en co-ntacto conBorgoña, como lo prueÉa lu fll¿u.ión delpriorato de Tournüs Sainte_¿;;i, de Lou_dun, será uno de 1"" g"á"áÁ-"*"rrrro, de lacultura románica, corúo lo atestigua ya enel gn9 mil Ia importancia de sus abadías..trsre retno de los tres ducados, uno de loscuales pertenece al sobeiá;;;;?. a su tío

L1"_:.!:é' a su pr9pi" hij;; ;; ;; "" princi_l1..^::1 especie de estructura imperial co_nerente, con Ia ventaja de dar a dos rnares,

rnientras que Germania para salir atr lMedi-terráneo, necesita, bien del reino de Borgo-fia,largarnente codiciado bajo su débil prín-cipe Ródolfo III, ya de ltalia, que le dispu-tan los propios italianos. Mas para sostenerel edificio hace falta un jefe, continuado poruna dinastía de jefes, y hace falta tambiénuna doctrina monárquica. ¿Qué era el reyde Francia en el año mil? Era no solamenteun conde de París y un duque de Francia, loque ya es rnucho, sino el soberanc¡ feudalteórióamente reconociclo en todo el reinode los francos. Su poder es electivo e indivi-sible. Pero, al asociar a sus hijos a }a reale-za,haciendo que sean reconocidos y consa-grados viviendo aun él,los primeros Cape-ios aseguraban la corona para su raza sincompartir la autoridacl. Es decir, que la re-voluiión de los Capetos tendía, como todaslas demás , a la herencia dinástica. En juliodel 987, Hugo Capeto, elegido por la asam-blea de Senlis, es coronado en Noyon. Elmismo año es coronado en Orleáns, el díade Navidad, su hijo Roberto, asociado a larealezatu.

El año mil, Roberto tiene treinta años. Hasucedido a su padre, con plenos derechos, enel año 996. Ignoramos si, en esa fecha, harepudiado ya a Berta, su esposa, hecho queerrel año 1001 aparece consumado. Antes lehabían hecho casarse con la que él llamaba

"la vieja italiana" y ala que detestaba: Su-

1.54 Capítulo 2 Ccnstrucción de Occidente r.55

o3rg, Iriju de ,Berenger, rey cie ltalia. vviuda de Arnould, conáe de riander;;;rt"ÉhabÍa que r.rnir más estreofru*""t" a la Co_rona este feudo amenazado por I"r;;;;;;_tas alemanas. Triste enlace poiili"o, que, porio dernás, se rompe al cabé;;;" año. pa_

lec:se,r que su casamiento con Berta, viudade -bude, concle de Chartres, de Tours y deBlois, fue un casarnient" pó, u*""; y que,por un carnbio de alianzai, se vio óUíigááüa sostener los intereses de esta casa contraFoulqué,Nerra. Fero Bertu .ru-pariente su_y?. y,- adernás, R_oberto era pad^rino de ¡:nhijo de Berta. Doble pecado ¿i-láf .r.r*i""_to, no-para el episcopado francés, p""o-rípara el papa _alemán, fr¡Iartín V, que ffum¡náet anatema. Si Berta fue repudiad,a,lo fuesegurarnente pcr el motivo de no dar here_qero a la dinastía. ¡Cuántas leyendas sobre,:il-l excornuigado. v sobné

"l'.ui"o prohi_btcio! Pero tra realidad histórica es otraCOSA.

Roberto el piadoso merece este nombre,pero, como otros muchos soberanos de sutiempo, lto cree cumplir sus debeies de cris_tiano con sólo seguir- los oficio, V f""áu,igXe_sias. Habia en él .rrru .uiürJ v """ cafn_pechanía que le hacían m,ry.impático, peiáE:9-g olvidar que esre amig" aé lo, F"fif"r,durante las campañas en Borgoña, trajo amal traer al abaá á" é"i",-éáilain d,Auxe_rre, al abacl de Saint-Bénigne y qr" hirt

irente a San Odilón? ¿Córno olvidar que

Áaneiaba al episcopado con una hábil polí-tica, vendiendó los obispados por cesionesterritoniales? Nadie tuvo un sentido rnás ele-

vado de sus derechos de señor y de sus de-

beres de rey. Uno rnás que ha sido incen-sado por s,t biégrafo, el monje -Helgaud, yat qué tenernos que restitl'rir a la dtlreza yal írnpetu de su vida. I{ugo, para ser rey, se

vio quizá obligado a renunciat ala políticaloreriesa de sus antecesores car:olingios' Ro-

berto la reanuda. No se limita a rnantenerguerreando Ia inestabtre y complicada arqui-fectura de su so'beranía feudal: mira másallá de sus inmediatos intereses de señorío'En rnás de una cincunstancia es verdadera-mente un rey.

Tal es el príncipe que aigunos historiado-res, engañaáot por relatos pi'adosos -en

losque, por Xo demás, se encuentran cosas mtlylir*áttau y simpáticas-, no vaciian en ca-

lificar, tritéralmente, de onulidad"' I::nportapoco q¡-re no siempre lograra dorninar a sui*o"u"á esposa, Cónstancia de Arles, con lacue casó in 1CI03' Era altiva, vana' autorl-taria. Le clio hijo y grandes amarguras' Estcneustriano intéXigeñte y bueno trurlaba latiranía cLoméstica de la mediterránea' Ladeiaba dar el tono en la Corte. Al pueblor, á1 .l"to les chocaba rnucho. Los meridio-iales, sobre todo los aquitanios, Qge lleva-ba con ella contrastaban con los hornbres

156

del Norte. En esrr" m^r^¡^ - r capÍtulo 2

i"! ;á' ;#Í ;:,?:flff*ul:' ;,r ;,,i",":-reina llamaba Ia al,enciáñ. ..ñ".¿"naban lasarmas y los caballos _Ji"í'claber_; secorraban el pelo u-*"¿#i'i.ru; iban ra_

#JX':i,'"'j:3 l": hi;;il;;i il",,ubu,, uo-

f# flxT'.* ig:, ln*J:{?,* ;,:

aqueiios d"r*ttAot borgoñones, ;mltaráí

Guillermo rr"il"?l*-| gjegrnlo''"; üi';b;d.t ;;;;:;*,;;"" a capítulo a tos señores, y

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Construcción cle Occidente

vos, convertidos en Normandia en terrate-nientes, feudales y cristianos, vayan a esla-blecer en Gran Bretaña la dominación fuer-te y duradera que los sajones y los danesesno-habían logrado rnantener. Ya el año milpreludia nuevas construcciones con Svenclen el Eáltico y en el rnar del Norte, con San-cho el Grande en España y con Roberto enFrancia. For precario que entonces puedaparecer su porvenir, estos intentos y estoscombates nos conducen a lo que los mile-naristas hubiesen llarnado una nueva edaddel mundo -la

Eclad lMedia-. ¿Qué partetuvo en esto el papado? ¿Qué parte tuvo elImperio?

1.57

rCapítulo 3El papa y el año mil

Cu.alquiera qlle sea la constancia de cier-tos fenómenos generales en la vida históri-ca, el poder de las instituciones y de las lí-neas heredadas del pasado; cualquiera guesea la importancia de ciertos rnor¡irnientoscolectivos en los que el indivíduo pierde pie,es necesario etr conocirniento del hornbrepara las investigaciones del historiador. Elhombre no sólo tnatíza los acontecirnientossegún sus aptitudes, sus deslgnios y sus dis-posiciones personales, sino que puede im-primirles una dirección y un perfil, e inclu-so puede deterrninarlos. Lo que hace par-ticularrnente difícil la historia de la Edadi\{edia en este período, todavía incierto, quesepara ei rnundo rornánico del niundo ca-rolingio, incluso en una región qrle, como elcorazón de Occidente, aparece ya como un.

medio consciente, animado por fuerzas re-flexivas, es que el hornbre es aquí difícil de

ver y que, al intentar definir su carácter,.orté*bt siernpre eI riesgo de rebasar o de

alrerar la verdád. Las biografías más abun-dantes requieren, en primer lugar, la ctíttcadel propio biógrafo. Y, en rnuchos casos, no.onóc"mos a lós hombres sino por algunasacciones exteriores aisladas por grandes in-tervalos de oscuridad.

Pero hay cierto número de personalida-des del año mil que podemos interpretarcomo algo más qué como sirnples nornbres'Un Sancho el Grande, un Guillermo de dqui-tania,un Odilón, un Roberto el Piadoso, porno citar más que primeras figuras, aparecenante nosotros no colrlo sornbras proyecta-das en una pared por una luz vacilante, sinocomo seres vivos y complejos, hasta cuan-do, corno el reformador de Cluny, los clirigeun pensaffriento único que-orienta todos sus

esfuerzos hacia el mismo fin. Así verrios que'aunque contemporáneos entre ellos, perte-n"."it a dirtersas edades del tiernpo: el da-nés Svend, organtzador de la unidad bálti-ca; el noruego OIaf el Santo, que quierehacer entrar a la fuerza a su país en la co-munidad cristiana, y hasta Brian, el jefeirlandés, parecen ernerger de las profundi-dades de un pasado muy renaoto. Los otrosson .,modernosrr, quiero decir, muy de sutiertpo, cuyos trabajos y cuyos deberes asu-

El papa y el año mil 159

t6t1ó0 Capítulo 3 El papa y el año

El hecho de que triunfara sobre ella -y deque dominara hasta su suerte- da la medi-da de su alma. Comenzó por hacer un rey deFrancia después de haber sido maestro desu hijo. Para coronar su destino, encontróun joven emperador, un héroe y un santo,muerto a los veinte años. Un frailecico aqui-tanio que llegó a Papa y el hijo de la beilaemperatriz gríega soñaron juntos en arran-car el Sacro trmperio de su estricta domina-ción germánica y en recomenzar Silvestre Iy Constantino. ¿Lo habrían logrado de ha-ber vivido Otón III? Es poco probable. Pe-ro su mismo fracaso realza la nobleza de susdos grandes vidas.

L

Ge¡:berto tiene las cualidades de su paísde origen, Aquitania: un substrato de lati-nidad humana que no se había borrado en-teramente, la vivacidad, el ardor y todo esoque se llarna disposiciones felices. De su fa-milia sólo sabemos que era oscura: obscuroloco natum, dice la crónica de Aurillac, tex-to que confirma una carta de Gerberto alobispo de Strasburgo Wilderod, en la quedice que no tuvo la ayuda ni del nacimientoni de los bienes de fortuna: nec genere necdit¡itiís adjutus, aunque una interpretaciónabusiva de otras cartas ha querido hacerlepasar por pariente de Ebrard, abad de San

Focillon.-11

Ten, organizadores de monarquías, de ór-denes rnonásticas, de sociedadés de corner-cio o de asociaciones por la paz. Otros, enfin, anuncian ei futuro de cieito tipo hurna-no todavía muy raro y de una nueva forrna<ie espíritu.

Tal fue el papa del año mil, Gerberto deAurillac, que eligió para su elevación al pon-tificado el nombre de Silvestre XI 1. Ésta-mos perfectamente enterados de su vida y99 r,, obra,por él mismo, un poco por suslibros, mucho por sus cartas, éspejo fiel desus clesignios, incluso los secreloi, de susideas, de su humor, de sus amistades. Suelegante latinidad no es sólo la de un granprof_esor

-lo fue-, sino que expresa conmucho encanto y naturalidad los movimien-tos de una inteligencia de primer orden yde un alma exigente, impulsada, más quópor la ambición, por la nostalgia de la grán-deza. Maestro de toda una generación,éjer-ció sobre su época una influencia profunda.Tuvo ideas políticas de extraordiñaria am-plitud. Y su misrna leyenda, gu€ lo presentacomo un príncipe de los magos que hizopacto con el demonio, acaba por mostrár-noslo no como un vago precursor, sino comoun hombre del R.enacimiento, una cabezaen_ciclopédica, tan bien organizada para elsaber como para la acción y las grandes em-presas. En las dificultades de su vida, dijéra-se que tropieza con su propia expatriación.

T162 Capítulo 3

Martín de Tours. Era uno de esos niños po-bres e_inteligentes buscados por las abar*asY- p-or las escuelas -episcopales y a veces ayu-dados en sus estudios por partict¡iares g**"-rosos: posteriorrnente, encontranía más der.lno de éstos en tonno a su sede de R.eines. Seeducó desde su infancia en el rnoreasteriode Saint-Géraud d'Auritrlac, corno tantosotros escolanes de aquel tiempo, corno trosalumnos de Abbon en Saint-Bénoit-sur Loi-re, cotrno R.aoul Giaber en Saint-Gerrnaiird'Auxerre. I-a abadía de Auritrlac era una delas casas importantes de Aquitania. Cono-cenros sus discordias en el siglo xr con"Sainte Fo¡- de Conques, que la eólipsó. Fue_ron sus maestros los abades Géraud y R"ai_mond, a ios_ que peumaneció siernpre tierna-mente unido. En esta alma elegante, losnecuerdos de una juventud rnonáitica colx*servan urla gran dulzura. pasado etr tiempo,en R.eirns, ya en ia alturas, les testiono*iugr_af_ afecto. En nornbre de su arzobispoAda.trbéron, les envía regalos y, en. tra cartaque los acompaña, no ollida jnadie, salurJaa Rair¡rond, a Airard y * todos sus herma-nos. ft,{ás adelante, alumno ya en el episco-pr4r, les pide s_us oracionei. tsajo sui fóo-irrulas un poco lisonjeras

-dulcissime -fra_

ter, ctrnü?xtissirne...-, h*y la constancia deun afecto que-no se clesmiente. I-e gursta de-cir que todo lo qr.le sabe se lo deñe a R.ai_rnond: R.aimond le enseñó la grarnática, es

EI papa y el año neil "!63

decir, el latín, que ya no se habla co¡:riente-rnente, pero que no ha dejado de se¡: la len-gua del espíritu y de los grandes interesespúnrhcos. T{ugo Capeto, que la ignoraba, ne-cesitaba un intérprete en ciertas negociacic-nes políticas. El conocirniento del latín eratodavía la llave del destino de un letrado.Rairnond fue un rnaestro excelente, a juzgarpor ia latinidad de su discípulo, uno de losescritores rrrás brillantes de la Edad lWedia.

Nos encontrarnos ante un clima hurnanorni.ry cliferente de los rigores de Saint-tsé-nigne y de la nuda disciplina de Fleury, 3l soecha de ver que no es ind.ifenente para unGerberto haber pasado sus tiernos años enese medio y en ese suelo de ,A.quitania queiba a definir y presidir la primera civiliza-ción rornánica. No menos irnportante fi.lesr..r. viaje a la fufarca de España. En el año967, Bowell, hi'io cle Sunyer, concle de Un-gell, sucede a Seniofredc¡, conde de Earce-lona. Con rnotivo de su boda, hizo un viaiea Francia, se detuvo erl Salnt-Géraud y, ainstancias slxyas, le confiaron el discípulodel que rnas orguilosos estaban, un cniscípar-io que era ya su hermano mnry arnado. F,lconctre envió a Gerberto atr obispo de Vich,.F{atto.

Hernos visto antes io que era la culturacatalana y su refinamiento literario, un po-co complicado, un poco tr'ágíI, un poco depnestad,o. Esos latinistas v esos h.elenizan-

Capitulo 3 papa y el año 165

tes nos conmueven, en el ocaso del siglo x,porque representan un vivo contraste conlos cluniacenses, con un antihumanismo dehierro. Pero esto es sólo un aspecto de strvida intelectual. Con San Isidoró de Sevilla,conservaban Lln contacto con la ciencia an-tigua. Cerca de ellos y bebiendo en esta fuen-te, Gerbe_rto vigorizó su filosofía y su teo-Logia. Se ha observado que su defiñición dela filosofía

-divinarum et humanarum re-rum comprehensio veritatis 2- ss comple-tamente isidoriana. Además se nutrió eñ ¿lde lo que llamaríamos ciencias

-en aqueltiempo, la aritmética, una geometría de agri-mensor, la astronomía-. ¿Conoció la cién-cia árabe?- ¿Estuvo en Córdoba? Este viajees uno de los elementos principales de la lé-yenda de Gerberto mago. Adhémar de Cha-bannes dice que se sintió arrebatad o cau-sa so,phiae, para la ciencia, paÍa la filosofía.Ascelin de Laon da a Gerbeito el nombre deun rey de Egipto, país de la hechicería:Neptanabus. Hacia el año 108CI, Bennon leacusa de maleficios; Sigeberto de Gembloux(muerto en 1113), de necromancia. OrclericoVital (muerto en 1141) relata su coloquiocon el dernonio. Por últirno, Guiller*o d"Malmesbury da la novela cornpleta. Gerber-to fue a Córdoba a estudiaf tras cienciasmalditas, se enamoró allí áe la hija de suanfitrión sarraceno y se fugó con

"ella. En

esta historia romántica se mezclan las es-

tratagemas del Malo y los encantamientos'Peroiodas estas anécdotas están burdamen-te tramadas. Queda Ia alegación pura y sim-ple de Adhémar de Chabannes. Pero ni Ger-terto ni su discípulo Richer, que abunda endetalles preciosós sobre las enseñanzas desu maestro, hacen la menor alusión a esos

extremos. Debemos añadir que, en el si-glo x, un viaje a Córdoba no era cosa tanfá"il, como 1o demuestran las tribulacionesde Juan de Gorze, enviado a la Corte deAbd-al-Rahman en el tiempo en que éste en-viaba también una embaiada a Otón I (952)-Pero ¿era absolutamente necesario que Ger-berto fuera a Córdoba para entrar en con-tacto con la cultura musulmana? Desde lue-go no era ni en esta época ni -en el Mogrebóuando y donde esa cultura llegó a su ma-yor espléndor: no había llegado aún el-granperíodo de los Avicena y de los-Avicebron.^P"ro

Córdoba eraya un centro de estudios.Los judíos habían traducido algunos textosimportantes o interesantes. La correspon-deñcia de Gerberto con sus amigos de Cata-luña habla de un tratado cle astrología acuyo autor no nombra. Desea también unaobia de León el Sabio o León de España. Escasi imposible determinar con precisión loque debe a estas fuentes jgdeoárabes, perono creo que, entre los cuentos de Guillermode Malmésbury, haya que rechazar rotunda-mente lo que este autor nos dice sobre los

-lrtt)tlbf) Capítulo 3 t'r[ ¡rapa y ei año mil

órganos, el reloj y tros globos celestes queGerbento sabía constr¡.rii o Jracer construir.Es posible que, en ia decadencia de las artesrnecánicas en Ocaidente, Gerbento adqr.lirie_ra el conocimiento y la práctica de lai rnis_mas por el Xslarn, heredero de los ..rnecáni_cos', bizantinos. Eil todo caso, debernos se_ñatrar por lo pronto, eri ese siglo en el queia abstracción seca siernpre el fiensamienio,uraa inclinación a ia cosá conóreta, LlÍla es-pecie de gelio al:tesano que lo elnparentacon los hor¡rtrrres del Renaóirniento. Se c**_prende la acción que, n:lás tarde, e.ierceríaun rnaestro cor-xLo éste con un est¡-rdio de laastronornía que hacía uso cte la esfera paraexplicar los rnovirnientos del cielo. Si d;bióo no a los árabes sugerencias o ejemplos aeste respecto, difícil es afirinarlo ó negarlo.Pero esa afición a Ia obra de las rnanos quele distingug de los filósofos de su tiernpdsela debe solarnente a sí rnisrno. Corno e^l usociel ábaco y la difusión de tras cifras arábigas

-qqe no Io son en su origen, pero que seemple-aban corrientenlentJ en^ ia EiparÍamusulrnana.

- En toclo caso, GerLrerto conservó una pro-funda irnpresión de su estancia en Catailñay perrnaneció tan fie} a las arnistades quehizo allí como a sus n-raestros de Saint-bé-raud. A estas arnistades se dirigía para ob-tener-algunos rnanuscritos: rogabá a Adir.oBonfill, obispo de Geron" y ."ñd" de Besa-

trri, prirno del conde Eorrell, ql're tre enviaracl dbno cXe León el Sabio sobre la rnr"rltipli-cación y la división (984), 3t a tr-iobet, archi-diáconó de Barcelona (975-992), tre pedía eltrataclo de astrología del que quizá se sirvió]lara componer un tratado ctretr Astrolabio.Mr-rchos años después, ctlando tuvo que sa-

lir de Bobbio, sLI pensamiento va haciaaquel rnedio que le era querido y donde te-nía fieles. Estuvo tentado a establecerse enél (a finaies del 984 o a pnincipios ctrel 985);Guarin, abad del monasterio neozárabe de

San ft4iguel de Cuxa, le instal¡a a que 1o hi-ciera. En una carta que revela su indecisión,sotricita el consejo desinteresado del aba'd

Géraud 3: .,Ora pienso en trasXadarrne juntca los príncipes españoXes, corno rne aconse-ja el ábad Guarin, ora n-re hacen desistir de

ótrlo ]ar cartas de la ernperatriz Teófana. ". "En rnarzo del año 986 toclar'ía vacila en-

tne la corte irnperial y F,spaña, colTlo lo ates-

tigua ¡-Ina carta al abad Nithard. Por otrapánte, sabemos que a la m¡'lerte del rey Lo-iario fue nornbrado secretario de la reir'aErnrna. Espaila le ofrecía entonces el retirode la saXriduría, con rnagnífi.cas arnistades yaqueilos libros que éi codiciaba tanto. Cuxa,rnás tarde refugio de San Romualdo- y deldogo Orseolo, nb hmbiera sido un asilo dig-*ot" Gerberto. Pero su destino, de acuerdocon sus inclinaciones más o menos confesa-

t69ló8 CapÍtulo 3 El papa y el año mil

da_s, le reservaba para las grandezas y lospeligros de la vida activa.

En suma, los lazos que le unían a Catalu_ña seguían siendo muy fuertes, inclusocuando- la dejó. Tres años permaneció enella, del 967 aL970. Antes ddque volviera aFrancia, pero no a Aurillac, bl conde Bo_rrell y el obispo Hatto le llevaron a Roma.Iban a Roma a pedir al papa que erigiera aV_ic! en obispaáo, para inaepenaiza"rlo deNa^rbona, de donde- el obispó ¿" Vich erasufragáneo. Este intento eitá en relacióncon e-l emp_eño de los condes de Barcelona,vasallo_s del rey de Francia, por ser más in_dependientes de la Corona. Ásí, pues, cuan_do Borrell, en el momento de la gran inva_sión de Al-Mansur, pidió ayuda y ploteccióna Hugo Capeto, éste exigió-al coide que, porsu parte, reconociera sus deberes feudales,como condición previa a toda alianza mili_tar. Pero la toma de Barcelona data del año987, y es e_n enero del97l cuando un diplo_ma pontificio registra la presencia de^losviajeros en Roma. Entoncei comenzaron lasrelaciones de Gerberto con la casa de SaJá_nia, relaciones que_tan profunda influenóiarban a ejercer en el curso de su vida. Supoagradar al papa y al emperador, no sólo ¡lorsu gran saber, sino ciertarnente por un en_canto personal que todavía percibimos ensus cartas. Su arnabilidad un poco floridanos lleva a veces a pensar: ¡qué hombre

más hábil! Pero este hombre hábil es tam-bién un gran hombre, y no cabe duda quetenía disposición para amar -a sus padresespirituales, a sus amigos, a sus patronos,y,más tarde, a sus discípulos-. En aquellaruda época, entre aquellas almas tan duras,ese aquitanio brillante y suave nos hac-e pen-rar en la elegancia intelectual y moral de laantigua Roma y en sus días más bellos,c.rando los primeros rayos del sol de Greciacomenzaban a templar, a ablandar sus rigo-res. Escipión Emiliano y Lelio le hubieranacogido bien. En aquella Rorna de su juven-tud, una Rorna toda feudal, escenario cle lu-chas que enfrentan a los barones del Lacio,a un populacho frenético, a un papado vaci-lante, a un emperador sajón, Gerberto estáen su propia casa mucho rnás que todosellos. Dicen que se ganó sus ilustres amista-des con la astronomía, con la música Y, so-bre todo, porque veían en él un tipo de hom-bre ya muy raro o más bien desaparecido. Elemperador y el papa se exhortaban mutua-rnente a conservarlo a su lado: ¿no deseabaOtón I rodearse, como Carlomagno, de lossabios y los letrados más eminentes de sutiempo? Restaurar el Imperio ¿no era es-forzárse por restaurar la cultura imperial?Por otra parte, ¿no era Gerberto el hombrenacido para Rorna y para la corte pontificia?Sin em6argo, Gerberto no siguió ninguna deestas dos vías. Y acaso en esto dio una prue-

F170 Capítulo 3

ba de su gran prudencia: pronto murió elernperado{, y qada rnás ineitable que aqueXpapado del siglo x, en perrrranenté coniul-sión. En toclos los hornbres de esta enverga*dura hay un sentido, hondo y oculto, de-sudestino. En iodo caso, Gerberto se conside-raba débil dialéctico y decidió ir lejos acompletar_ su formación. En aquel tiernpo,lrajo Adalbéron {969-989}, estaba en pleboauge la escueia episcopal de Reims. G-aran-nus, archiciiácono de esta farnosa iglesia, sehallaba en aquel naomento en Rorrrá, envia-do por Lotario, rey de los fraracos. Gerberüodecidió irse con é1. Et emperador le pagó,seguramente, el viaje. En el camino, los clbssabios se corrrlrnicaban 1o que sabíal¡. Ga-rari.nus adelantó rnucho en la maternática,pero teníaNa cabeza dura para la rnúsica.

2

Aq1.lí comienza para Gerberto el períodornás fecundo de su vida, el más aúéntico,el rnás rico en resutrtados: diez años de en-señanza y de estudios durante los cuales el"brillante estudiante> se convierte en ffraes-tro e inicia una pasffrosa carrera política.

Los viajeros Xlegaron a R.eims a finales delaño 972 ó a _principios de\ gZ3

-según Ri-

rll"", entre el concilio de fuIont-Notre--Dame,celebrado en Tardenois, y la muerte déOtón I (9 de rnayo del 963)-. Como otros

El papa 1r el año mil 171

hombres cle aquel tiernpo -el propio ,9"b-

bon de Fleury- que, pasada ya tra prinaerajuventud, y hasta la edad rradura, no te-rnían votrver a sentarse en los bancos de laescuela, Gerberto, ya conocido, ya rodeadocle tan aXtas sirnpatías, tornó a ser estudian-te. Pero, al poco tiempo, Adalbéron le en-cornendó la clirección de la escuela, nolr¡.-brándole escolástico, o ernpleando una viejapalabra de r¡n sabor pedante y a tra vez po-

|ular, *escólatra". Aquí se echa d9 vgr aqLrelseguro ascendiente qLle Gerberto- había ejer-cido ya sobre el abad Gérau.d, el conde Eo-rrell, los arnigas catalanes, Juan XIII,ütón I. El anzobispo de Reirns debió pen-sar que un maestro que había ganado tantafamá en Aquitania, en España, en ltalia, te-nía que llevar rnuy lejos la de sus escuetras.Adernás, Adalbéron, cotrno hombre de Esta-do, apreciaba en su jr.rsto valor eI favor deque gozaba en la Corte imperial en,tiemposde Of¿n I y que su suceson, Otón II,le seguíadispensando. Todas esta.s razones son exoe-ieuies razones. Pero esta magnífica cLlrvahurnana, vista desde ftlena y por ffIentes po-co esclarecidas, de rned.iocre vuelo y siem-pre confinadas en las regiones bajas, teníaque parecer sospechosa. No bastaba paraexpiióarla el hechizo de la simpatía y de tra

superioridad. ¡Qué no será después, cuancloeIáinigo del Demonio llegue a las rnás altasc{ignidádes, hasta a la dignidad soberana!

r172 Capítulo 3

La hiel de Abbon no es más que envidia aca-démica. Prepara la acusaciOn del malefi-cro.

^.Henos aquí en el extremo opuesto deCluny y en un plano superior al de la culturacarolingia. En los confines de Austrasia,Gerberto aporta algo que no es el puro sa-ber, sino un giro, una manera de pensar yde hacer comprender. euizá no fud de esoshombres que innovan bruscamente, queproyectan un resplandor ardiente y concen-trado sobre un punto de la inveitigación.Pero difundió una luz igualmente pura entodo el campo de los coñocimientoi huma-nos de su tiempo. Tuvo ese don superior, eltalento, tan necesario como el genio para losprogresos de la civilización, péro sospecho_so para el vulgo. Talento qué, en un^profe-sor, consiste ante todo en el arte de hacervivir y de hacer amar lo que se enseña. Eléxito, odioso para los pedantes que lo consi-deran u,n_ pecado mortal, es aqui testimonioirrebatible de la superioridaüy de la efica-cia.

Conocemos la enseñanza de Gerberto enReims, en su forma y en su espíritu, a travésde. Richer. Comprendía la lógica y la mate-mática, es decir, el trivium, enseñanzalitera-ria y filosófica, y el cuadrivium, enseñartzacientífica. La primera de las artes liberales,la primera rama del trivium, es la gramá-tica, estudiada según Donato, prisciano y

EI papa y el año mil 173

Marciano Capella. Los discípulos que llega-ban a Gerberto conocían ya los rudimentos'Empleando la expresión del- biógrafo de

Ab6on, podían ya pasar a nado--el inmensomar de Prisciano, que en aquella época se

consideraba como la fuente del conocimien-to del latín. Después se abordaba la dialéc-tica, ciencia en-la que Gerberto se habíaperfeccionado en ei mismo Reims-y 91.1"q,r" t" estudiaban las cat-egorías.de Profirio,lás obras de Boecio sobre la lógica y losTópicos de Cicerón. Nada más áridg qleesá disciplina, basada en el análisis de lasqwinque ies, eI género, la especie, la diferen-óiu, ló propio y1o accidental, y de las diver-sas. foimal de silogismo. Pero al menospodía preparar las rnentes, soltarlas, darlesagilidad, éntrenarlas, si no en el ejerciciodél espíritu crítico, que se basa en principios*,rv áif"tentes, sí al menos en la rapidez y

"tt Íu agilidad del razonamiento. A-sí p-arece

que lo lntendió Gerberto, más allá de lasdefiniciones que hoy nos parecen puramenteverbales: llevaba a sus discípulos a un..sofista, que los entrenaba en el es,pecialatletismo áe la discusión. Se echa de veraquí aquel amor a 1o concreto que pare-cg

.iru"t"|irar la enseña.nza de Gerberto y delque encontraremos otras pruebas. No lei^nteresan las nociones por sí mismas, sinola manera como el espíritu las vive. Utilizaestos datos tan áridos para despertar y para

175xlt

Capítulo 3 Iltr papa y el año milcond.ucir la actividad de la inteligencia:áridas, sr, pero constituy"n

"uln.iaimente latécnica.del pensarnienio *uJl*out, ffi;-*r

**iqcre, y.:nediante "Í á*uu"rollo deuna técnica análoga, dialécticá o especula_ción sobre formas pllras, se hizo probable_rnente Ia escultu_ra iornánica. Fon f; á;;;;,cuando se iee el pequeñ, lr^tá¿. d" e;;jberto, Libeilus

.au' r"iiiiit¡27'íot¡"*e utia,r1o se comprende su vercladero sentido si noes interpretándolo :op","" ¡""L., casi pu_rarreente <(ol:name-ntal" de ,ü ñtáligu;Jil.¿'Cómo se puede decir q"" *l-r". razonabneusa de la razón, si Io ráio;;ül_ está nece_sariarnente contenido en ul"r. á" Ia razón?$py qt * distinguir- urto";1;;"d;, y et acro.EI ser razonabie *. á-un"i¿ffi; Ia razón,pero no siemnre se sirve d; I" ;*;;..lEjcmplos de los p"rbl;;;u

*[,r" Gerberroplanteatra a sus discípulos y;"-lr;;úá-;;

misrno daba una. soluc^i¿i-áe'l *Irnás elegan_te sutiieza. ewizá el Libettw, Á-"r, .,ejerci_cio cor¡:egido" o Lnna .,bella lecclón' queGerberto quiso conservar.Fero hay coj.ncjdencia en la opinión deque no es en Ia.dialéctica donde-Gerbertodio la rnedida de su *igl"áüá"A, tra diornucho rnás en la retóricdd;;;;-re destaca

:o:"":: pníncipe. detr hurnanismo. e" poi_rner,tLlgar, reriunciando a los manuul*; e;;;recurrir a las fi.lentes. ier-lé fuentes? Lostextos de los rnaestros qüe én "á ,* cansaba

de conseguir, haciéndolos copiar en las

abadías qrle tenían ejeneplanes de ellos' Estacaza de ñlanuscritos a la qLle dedica tantoernpeño y tarato gtlsto, pnornetiendo aqtlí ttnaltó preólo, alláino de aquellos giobos ce-

lestei que étr sabía hacer, es uno de los ras-gou *át curiosos de su corresponciencia'óracias a é1 se salvarore Terencio, X/irgitrio,X{onacio, tr-ucano, Estacio, Fersio y Jurtenal,no pan^a las delicias de t¡n bibliófilo afanosode bnniquecer su tesoro o para delectaciónsolitariá de un letrado escondido, sino petaentnar en la gran corriente del" pensamientohurnano, para ser explicados públicarnenteante hombres jóverles a los que un maestnocor:no éste sabía comunicar el calor de sus

actrrninaciones. Torna en sus rtrlanos, finas yfuertes, el vaso que San Odilón vio en sue-

flos. No soli sierpes lc¡ que sale cte él: coll-tiene la sabiduríá que un cristiano puede ydebe aprovechar. Al rnismo tiempo,- este

genio "p?áctico, tan bi.en armad.o para ]q u'-Eión, ejercita a sus discípulos en la paXabra,

discutén en latín; \as cotcciones a lo Salus-tio de que hace uso R.icher y que pone en

boca de los personajes de su hi'sto¡1* t**tresurnir una situación, para explicar la psi-

coioEía de wna decisi-ón o de un aconteci-nnien"to, se deben cientamente a Xa enseñan-

za de derberto. El arte de escribir la his-tonia conservará su tradición durante rnu-

T176

.lro tiempo, hasta el finalclásica.

Capítu-lo 3

de la época

El papa y el año mil 177

Aunque Gerberto no hubiera enseñadomás que, eI trivium, su norrlbre tendría iulugar en Ia historia áel e_spírit". ivim parecehaber ejercido una inflrlencia no menosprofunda enseñand o eI quadili¡u*, fu *á_temática -es decir, la a-ritmética, í, ;;;;_ca, la-geometría y la urtrorro*?u_. Al ser_virse del ábaco, empieabu,rn pio"edimienio

conocido desde el liglo v y practicado ha_cia el año 970 en Splre. lH¡r6 q.r" ,r, arte_sano Ie fabricara uno, y tarnbién mil oca_racteres>> cle cuerno. Era una especie demáquina de contar, parecida a un tablerole bolos con veintisiéte

"uriiiu, en tres co_lumnas, una cotru*"u -párl;;"

serie denueve cifras, una para- las t¡niáua"r,-ttrupara las decenas y la últim" p*u las cen_tenas. Cacla cifra rep_resentu.Éu, p.r"r, unyulgl diferente, s-egún Ia .ol"-"á en que sehallaba; el cálculJr"r.rltábu Áa, f*iin o;:día reducirse, al rnenos para los virtuosos,a movimientos de la qañ-o. A- pesar d. a;;se ignoraba el cero y de las aihcUtaa".-'á"1T^l-T:.tones, j" ¡á po¿ia"l"Iio qu" 1",orscipulos de Gerberto, tocando el^ ábacácomo quien toca un instrumento, haciánjuegos matrabares con las cifias. Éuio

";pii_9a el entusiasmo de Abbo" y ," *ul lr"ñá.Ciertas operaciones seguían ái*rr¿o bastantetargas y complicadas. Cuando Gerberto pe_

día a sus amigos de España el tratado de

i"¿" el Sabio-sobre la muitiplicación y -ladivisión, intentaba enriquecer el rnétodo'Y lo rnismo en cuanto a la geometría' Te-

nernos un tratado de esta ciencia que llevaiu nombre, pero en una letra posterior almanuscrito. be ha supuesto con tazón queera obra de un alumno suyo

-quizáun ctta-

derno de clase-. En él se cita a Pitágoras, a

Eratóstenes, al Timeo y el comentario de

Chalcidius. Pero Gerberto ignoraba el grie-go. ¿Córno conoció a estos autores? ¿Poríor á.ub"s? Pero Gerberto no sabía árabe'Probablernente, por traducciones judías allatín. Pfister y Ficavet descartan esta hipó-tesis so pretexto de que el viaje a Córdobaes una feyenda. En su época, no se sabíacasi nacla de la vida intelectual en Cataluñani de la cultura mozánabe. No era necesarioir a Córcloba y saber árabe para entrar en

contacto con 1á ciencia judeornusulmana' Etr

texto relativo a León el Sabio lo pruebasuficientemente. Pero esta observación noresta valor alguno a lo dicho sobre las vie-jas fr.rentes de los agrim.ensol:es rornanos'

No fue en geometría donde rnás innovóGerberto. Ni tampoco en música. Lo,quenos dice Richer á este respecto nos hacepensar que, en este campo, Gerberto se lodebía caii todo aL De musica, de Boecio. Fueel rnonje Gui d'Arezzo quien-imprimió a

este arte un avance decisivo al poco tiem-Focillon.-12

179t78 lil papa y el año milCapítulo 3

po de morir Gerberto, haciendo más senci-lla,, más límpida, la lectura á"-t", tontr-,,oe ros semitonos. Fero Gerberto formó bué_nos músicos, por ejernplo, el rey Robertá,que no sólo se complacía en cantar en elcoro, sino- que, probablemente, puso músi_ca a unos himnos de cuya letra no es autor,puesto que eran conocidos mucho antes deé1, entre otros eI O const";ü; martyrum,que la reina Constancia, en su .andoí, .iályó escrito para ella, como t" haUia p;:liJ;.La parte rnás brillante de la ense¡a nza deGerberto fue, además de la retórica, la as-tronomía. También en esto bebió sin dudaen fuentes árabes; de ello da ]" d ;il;relativa a la traducción del tratad " n" ii_trologia. Como en, retórica, en-aritmética yen. diaiéctica, Gerberto no

"iu -"r,

astrono_mía un teórico puro, sino un demostradorque se basaba én datos turrgibi"r. Mandóhacer unas esferas en cuya áescripción sedetiene R.icher con una cómplacencia entu_siasta:,en primer lugar, ,r"u ".i"ra macizaoe madera, en Ia que señaló los puntos enlo; eue salían y se ponían los urtror, varias

esreras armilares que indicaban su marchaen el cielo y,- po. último, ,rru *i"rti;;;;191

varjos rubos, uno de los cuales permitíaoetermlnar los polos, mientras ^qr" losotros, girando en torno al primero, ái.igíunl^1^Tl.ld,l y la fijabal "l ";iú;; muy pre_

crso ". .tistos globos de Gerberto se hiiieron

célebres. Se los pedían a cambio de manus-critos, pero hab?a que esperar con pacien-cia, pueis no ocultab^ éI que su construcciónffeváUa mucho tiempo y rnucho trabajo'

¿Tenemos .on etio una idea completa de

la "enseñanza y de la ciencia de Gerberto?

Seguramente no, pues alguno¡ {e sus discí-o.ilot dan prueba de curiosidad y de cono-

ii*i""tot -¿di.ot. En los estudios jurídi-.otllut""e haber practicado sobre todo eldereóho canónico, pero no hasta el -puntoáe discernir las falsás decretales que le pre-

sentaron en controversia y que él admitiócomo auténticas, pero discutiéndolas con;;d^ la agilidad de su girnnástica intelec-tual. Por ?lti*o, fue teólogo, al menos si

es ciertarnente suyo el tratado De corporeet sanguime Dominl, donde el autor toma,rnu pJti.ión intermedia entre los partirla-rios ?e la presencia real y- los que,-comoRaban Maur, consideran el pan y el vino;;;; los símbolos de la lglesia, cuerpo de

Cristo. No es en escritos de este género

donde debemos buscar la esencia del genio

áá-C"tU"tto, ni tampoco en su brillante di-r"rtuli¿" tobt" lo iacional y el uso de larazón. Más serios son sus escritos matemá-li"ot. Pero donde se define su papei y se

dibuja su figura es, sobre-to-do, en la mane-rá-.d-" viiiO las curiosidades de su inteli-sencia v cómo hizo que las compartiera una

lran párte de los dilectos de su tiempo'

181180 Capítulo 3 EI papa y el año mil

IJn rnaestro vale por sus discípulos tantogom-o po_r sus obras. En la primera fila delos hombres que Gerberto iormó está Ri-cher, sin el cual no conoceríamos, cornomerece ser conocido, ai gran profesor de laescuela de Reirns. parecJser due fue el con_sejo de Gerberto lo que le rnóvió a escribirla historia de su tiempo, cuyos cuatro librosabarcan el período que va'desde Carlos elGordo y el rey Eudá hasta el año 995. Esuna fuente estimable para los años poste_riores al 969 y, sobre iodo, para la róvolu_ción que llevó a Hugo Capeio a la reatreza.Richer vivía aún en ét ano 998; a partir deesta fecha, nada sabemos de é1. Tenía cono_cimientos de medicina, pues el año 991hizael difícil viaje de Reirns a Ctrrartnes paraconferenciar con el monje Heribando y pa_ra consultar ciertos rnanuscritos m¿dicbs.Por otra parte, Pfister señala con razón elespacio que Richer dedica a la descripciónde las enfermedades de que ,n,r*""n lospersonajes de su historia. Otro discípulo deGerberto, Fulberto, cornenzó por ser rnédi_co; pero se debe a su actuacién como teso_rero de Saint-Hilaire de poitiers, y sobretodo como obispo de Chartres su fuertehuella, no sólo eñ la vida política, en ú q";le vemos mezclado

"n má, de un aconteci_miento, bajo el rey Roberto, sino en la his_toria de la cultura, por el brillo de la es_cuela de Chartres bajo su episcopado, y en

la historia del arte, por la catedral que- hizoconstruir y que fue destruida por el fuego

"tt t Ig4. \; hemos visto que A'bbon de

Fl",tty acudió a Reirns en busca de los co-

nocimientos que aún le faltaban. En tornoa Gerberto airendían otros muchos hom-bres que hab?an de contar en la vida rno-tr¿sti.á o en el episcopado: Ingon, abadde Saint-Germain-des-Prés, de Saint-Fierre-le-Vif de Sens y de Massay (fundado en elaño 1000); Gerardo, obispo de Carnbrai;Ááalbéron, obispo de Laon, homónimo deluáUitpo de Reirns y al qrre el pueblo trla-

maríaun día ..el viejo traidor"; por último,Lietty, al que Robórto elevaría al arzobis-

"á¿"" de Séns el año 1000. Tales eran los

tompañeros de juventud del que iba a ser

el rey R.oberto, ptles Htlg-o Capeto y Adelaida cónfiaron a éerberto la educación de su

hijo. Después de é1 adquirió el.joven prín-ciáe sus fítttlot, no el sobrenornbre, bastan-te absurdo, de *Piadosoo, QU€, fundándoseen Flelgaud, su limitadísimo biógrafo,le die-ron nuéstros viejos historiadores, sino másbien el que le atribuyen ciertas cattas acuyo pie Je lee: regnante Roberto rege theo-tobt ó

-expresi ón a la que corres-po-ndería

üÁtant" bien la traducción de "el filósofocristianou.

Dejemos ya de considerar absolutamentebárbára .tttá épo"a en la que vemos al he-

redero de los buq,r"t de Francia entre los

183182 El papa y el año mil

estudiantes de Gerberto, esos jóvenes inte_lectuales que, más tarde, elegirá el para iusgrandes jerarquías eclesiást-icas. []Iidumo.no sólo el valor intrínseco, sino la amplitudy el alcance de una enseñanza que, en vís-peras del año 1000, prepara taÉs cuadrosa la Francia de los

-Capetos. La fama de

Gerberto rebasaba las fronteras de Fran-cia, se extendía hasta Italia y Alemania, don_

Capítulo 3

de suscitó los celos de Otrióo de nnagdebui-go, uno de los sabios que rodeában aOtón f y maestro de San Adalberto. el anós-lberto, el após-Otón f y maestro de San

rrera de maestro, sino la pasmosa fortunaque le elevó hasta el pontificado. Olvidamoslb que hay de poco noble en esta especiede éspionaje al que se rebajó Otrico, paradestaóar, cómo u-n detalle interesante en lahistoria moral de la época, esa conferenciade Ravena en la que é1 emperador presideen persona un debate de filosofía pura ó.

3

Se inicia entonces para Gerberto un nue-vo período. No deja de ser un hornbre depeniamiento, pero entra en una vida depl"tru acción, erizada de dificultades, de lu-chas subterráneas y de inquietudes. En laconferencia de Ravena se encontraba sóloante un cofrade descontento. En lo suce-sivo se va a encontrar con adversarios másduros. Su destino es de los que sólo en lalid toman vuelo. Dispuesto está, armado depies a cabeza, para otras luchas que no sonlas rivalidades intelectuales' No nos gusta-ría verle constantemente dichoso.

A finales det 982 o a principios del 983

fue nombrado abad de Bobbio, en Lombar-día. At designarle así para gobernar la ilus-tre fundacién de San Colombiano, Otón IIdaba al escolástico de Reirns una nuevanrueba de su amistad. Bobbio era impor-iante por los bienes, y aca,sg más aún porr,r utttigrta fama, por su biblioteca, por los

tol de Bohernia. Creyó que podía coger enfalta a Gerberto sobre ia ilasifi.a.i"¿r, dálas ciencias, y, para sostener sus acusacio-nes, mandó a uno de sus discípulos a tomarnotas en el aula de Gerbertó. pruebas enmano, dio parte a Otón II de estas diver_gencias, sin duda co_n la esperanza de que_brantar el crédito de su rival en h córteimperial, donde Gerberto era conocido yamado desde hacía mucho tiempo. El empó-rador convocó a Otrico y a Geiberto a Ra_vena _para que argumentaran en su presen_cia: Iargo debate dialéctico cuya Éistorianos cuenta Richer detalladam"rri", pero enel _que el prestigio de Gerberto no parecehaber sufrido menoscabo. Ocurrió esio porNavidad del año 980. Otrico murió el l'deoctubre del año siguiente, sin pasar, pü€S,por la amargura de ver cómo su contra-dictor proseguía con gloria no sólo su ca-

185184 Capítulo 3

viajes de aquellos _peregrini Scotti que, ve_nidos de Northum6ria y de lrlanda,^prbpa_gaban en los scriptoria rnonásticóu io,ejemplos y los principios de la decoraciónde sus bellos evangeliários. La biblioteca deBobbio fue para Gerberto una gran fuentede gozo. Era, para 7a época, una bibliotecaenciclopfdica: en ella figuraban los rnaes_tros de.la antigüedad profana junto a losPadres, lo_s- poetas, Virgilio, Horatio, Ovi dio,Juvenal, Claudiano, Ioi oradores y'los filo_sofos, Cicerón y Séneca, y hasta iucrecio,tan oscuro entonces y durante mucho tiem_po. En ella acompañaban las ciencias _laastronomía,la medicina- a las letras. Mástarde, cuando Gerberto se alejó d" B"bbl;,todavía pensaba en sus riquezás no corj. unaestéril nostalgia, sino para extender uu i"_fluencia benéfica. Confidencialmente escri_be a uno de sus fieles, el monje Reinardo,esta carta encantadora y hábii: "Te pidoencarecidamente una sola cosa, que no tecausará peligro ni perjuicio y que-estrecha_rá más aún los lazos de nuesira amistad.Ya sabes con cuánto afán busco los libroipor doquier, y también sabes qrr" hay pordoquier copistas en las ciudadls y

"., io,

carnpos de Xtalia. Con que manos á la obray haz que,me copien, pese a todos, Ia As-tronornía de Manlio, la retórica de Victori_no, el tratado de Demóstenes sobre la oi_talmía. Me comprometo, hermano, a guar_

clar un silencio inviolable sobre el favorque rne vas a hacer. Todo lo que gastes telb pagaré con réditos donde rne- digas yo.rutr¿o rne digas 7. Pero ni en el misrnoBobbio perdió de vista su propia-bibliotecade Reims: .,Que se conrija el Flinio -_es-cribía a Airard de Saint-Thierry-, que nosenvíen Eugrafio, que se copien los manus-critos que están en Orbais y en Saint-Bas-1e... " Ñada puede acabar con esta furiosapasión, y vemos :urravez más la enjundia de

esta vidá: de cualqui-er lado que se rnire yaun limitándose a ün solo aspecto, sirve aIespíritu con una especie de encarnizarnientoqu; rlo tuvieron ni siquiera los grandesiardenales humanistas del Renacirniento,los Bessarios, los .A.eneas Sylvius'

Pero el gobierno de la abadía le causabagrandes pieo.upaciones. A pes-ar del es-

filendor d" .r., nombre, fue recibido comoLriatura del imperio' Como en todas partes,supo ganarse afectos muy fieles. Pero que-

dataripartidarios de su antecesor Petroal-do. Los italianos desconfiaban de Gerbertoy éL no quería a los italianos. Con un laco-r,iu*t eñérgico, en el que se adivina su

amargura, corregía así los versos de Virgi-lio: Fregus, non viri -\os

bienes de la tie-rra, sí; pero los hombres, no-. Las vastasorooiedádes de Bobbio eran saqueadas porirrs'"asallos. El nuevo abad intentó hacervaler los derechos de su monasterio' Pedro,

187186 Capítulo 3 El papa y el año mil

glispo de Pavía, le propuso una entrevista.El la rechazó. "Sustiaed, robad, azuzad. con-tra nosotros a las fuerzas de Italia. El mo_mento es favorable: nuestro señor estáocupado en la guerra... so

¿Dónde buscarapoyo?,Otón arnaba a Gerbérto, mas, parasus ambiciosas empresas, necesitaba'másque nunca ganarse a los italianos. Muertoé1, el 7 de diciembre del 983, nada le quedaal abad de Bobbio, eu€ no puede contar conel Papa, antiguo obispo de pavía. y se vuel_ve a Francia, dejando la abadía a petroaldo,pero sin renunciar a sus derechos. Algunosde sus.monjes siguieron siéndole adiJtos yhasta iban a verle a Reims. pasados sei"saños (989), escribe que petroaldo es un <ti-rano>, en el sentido propio de la palabra,es de_cir, un uslrrpador.^ y, sin

"-bu.go,cuando llega,a papa le confirma en el !o-bierno de Bobbio. Es que Gerberto es a lavez un alma grande y un político: no seobstina en su antiguo fracaio.

La muerte de Otón II dejaba una situa-ción complicada. El hijo que había tenidode Teófana contaba sOló trés años. Enrique,duque de Baviera, y Lotario, rey de los f*"_cos, aspiraban a la _tutela, el uno para serrey de Alemania, el otro para coionar iapolítica lorenesa de los réyes carolingios.Este extenso país, que comprendía no

"sólo

la Lorena moselana, sino lá ea¡a Lorena,es decir, la región comprendida éntre Flan_

des y el Rin, seguía siendo el objeto esen-cial de sus reivindicaciones y, si así puededecirse, el fondo del irredentismo carolin-gio. Pero el imperio mantenía en él sus de-

iechos y conservaba partidari-os fieles. Enla estruttura de una sociedad feudal, las si-tuaciones personales son a veces muy com-plicadas. Áldabéron, arzobispo de Reims y,én caiidad de tal, vasallo del rey de los fran-cos, pertenecía a una familia lorenesa. Ha-bía estudiado en la abadía de Gorze, de ladiócesis de Metz. Además, Bruno, hermanode Otón I y arzobispo de Colonia, le habíadado el condado de l{ainaut. Era favorableal imperio, y su amigo Gerberto, cliente dela caia de Sajonia, seguía los mismos ca-minos. En lai disputas suscitadas por lamenoría de Otón III, arnbos se esf,orzaÍonpor obtener la neutralidad del duque de-Francia.

Procuraron apartar a Lotario desus designios. Pero Lotario marchaba ya ala conquista de Verdún. Entonces pensaronen derribar la dinastía carolingia y susti-tuirla por la poderosa estirpe de los gran-des señores que, en su ducado y en Fran-cia, ejercían una autoridad casi real.-Aquíviene a cuento la famosa carta de Gerbertoa un destinatario desconocido: "Te escriboen muy pocas palabras una carta enigmáti-ca: Lotario no es rey de Francia más quede nombre; Hugo no 1o es de nombre, perolo es de hecho. Si buscáis su amistad y si

189188 El papa y el año milCapítulo 3

unís. q.su hijo con el hijo de César, ya notendréis^ por enemigos á los reyes

'de los

francos.e', ¿Era en verdad servii a la cati_sa de Francia querer sustituir una dinastíagastada, a pesar de los jefes enérgicos, poruna dinastía fuerte, aun a costa de aban_donar

-provisionalmente- una política lo-renesa? En todo caso, si la posición deAdalbéron, arzobispo de R.eims y cancillerde la Corona, es ambigua, la dé Gerbertono lo es. La rnuerte de Lotari o, el 2 de mar-zo,deliSó, y_lu de su hijo Luis V, en mayode1 987, resolvieron la iituación.'En juniodel mismo año _es consagrad,o "" ñoyonIlugo Capeto, elegido en-la asarnbtrea" deSenlis. En la Navidad siguiente hacía con-sagrar a su hijo en Orleáns. Así tomabanc-uerpo_ en la historia los designios políticosde Gerberto. Es claro que Geibertd no bus-caba Ia grandeza del imperio a expensas deFrancia, a Ia que daba, por el óontrario,una fuerza nueva: fiel a Ia vez a su cliscí-pulo cle Reims y al hijo de Otón II, tendíaal equilibrio de Occidente.

Estos ambiciosos planes de hornbre deEstado, secundados por los acontecimien-to9, eue les facilitan un éxito tan rápido,daban a Gerberto una autoridad indiscuti-ble. Había sido el alma de las cornbinacio-nes de Adalbéron, y lo que no había podidohacer o decir en persona eI arzobiipo deReims, canciller cle Francia, se encargó

de hacerlo o de decirlo Gerberto. Hizo ydeshizo reyes. Secretario ahora de Hugo Ca-oeto. oodía actuar sobre los asuntos de la

-onuiq.tía. El afecto de Adalbéron y la gra-titud del príncipe le aseguraban la continui-dad de lJfortuna. El arzobispo pensaba ené1 corno su,cesor suyo y hasta le designópara el cargo. Muere el 23 de febrero deláño 989, y no es nombrado Gerberto en slllugar. Foi un extraño giro, tro fu,e Arnulfo,baitardo de Lotario. No es fácil entenderlas razones de esta elección, tan impolíticacomo poco honorable para Hugo Capeto,elevadó por Gerberto a la dignidad real con-tra la fámilia de Lotario. No se resignabaést.a a ser suptrantada. Carlos, duqr-re de I o-rena

-antiguo rival de Hugo Capeto y he-

redero legítimo-, era tío de Arnulfo. ¿Aca-so el rey de Francia, al hacer arzobispo aArnulfo, esperaba ganarse el apoyo del so-brino contra el tío y dividir así a los caro-lingios? Si así fue, no tardó en ver el resul-tado negativo. El año 988, el duque Carl-oshabía tórurado Laon, la antigua acrópoliscarolingia, refugio de Emrna, viuda de Lo-tario. Sitiado dos veces por las tropas rea-les, resistió. Una noche de agosto delaño 989, se apodera de Reirns por sorpresacon Ia complicidad de Arnulfo' Este golpede fuerza es el úrltimo pálpito de vida detarta raza condenacla. ¿Qué parte tuvo en é1

Gerberto? Elevado Arnulfo al arzobispado

YtI

190 Capítulo 3

de Reims, Gerberto permaneció a su lado.9"ggí? _siendo, al ménos de nombre, abadde .no!bjo,y,-de hecho, escolástico y'r""""_tari,o del prelado. No sólo se incliáó anteCarlos, sino que sirvió los designios de losdos conjurados. Seguía la máiirna de Te_rencio, más prudente que altiva: .,Si nopuedes Io qge, q-uieres, quiere lo que pue_des.o En realidad, éste eJel momento malode su vida. Está enfermo, estaba desorien_tado. La ingratjrud, y

-digamo, ta pátá_bfu- la estupidez de Hugo Capeto en estacircunstancia pueden ayudarrroÁ a. cornpren_,derle, si no a exculparle. Se ha dicho tam_biérr que, abad-conáe de una gran abadia{aJia11, a la que había sido ilamua" pó,Otón ff, no tenía deberes feudales más queante el imperio. Lo que nos apena es verleromper con su línea política, indiscutible_mente francesa y capéta. Jamás le creería_mos un aventurero vulgar que se venga deuna decepción y que intentá su suerte. Losegu_ro es que este episodio Ie hizo sufrirmucho y que se apreiuró a ponerle fin encuanto pu4o. Es curioso qué Gerberto seviera metido en él por un príncipe carolin_gio, hijo de una heimana db fotário: le co_nocemos ya, es Brun_o de Roucy, obispo deLangres. Hizo, pues, Ias paces y el ,"y coá_prendió su error.

En 991 termina la aventura del preten_diente lorenés. La noche del domingo de

El papa y el año mil l9l

Ramos cae Laon, entregada por su obispo,Adalbéron o Ascelin, que en otro tiempo se

había adherido con las más sagradas pro-lnesas a la causa de los dos carolingios yque traicionó a Arnulfo corno Arnulfo habíatlaicionado a Hugo Capeto. Encierran al du-que y al arzobispo en Orleáns y hacencbmparecer al prelado ante un concilio re-unidb en Saint-Basle el 17 y el 18 de junio.Arnutrfo es condenado por su felonía, degra-dado y encarcelado de nuevo. Pero ¿teníaderecho un concilio nacional a tomar estadecisión sin la aprobación de la SantaSede? Ya sabemos lo que los obispos pensa-ban del soberano pontífice. Abbon de Fleu-ry, intérprete de los frailes contra los obis-pos, sostuvo los derechos del Papa apoyán-dor" "tt

las Falsas Decretales. Gerberto lasrebatió. Fue elegido arzobisPo.

4

El error de los hagiógrafos es creer queen una gran vida todo es grande. En el pJa-

no humáno, las miserias y las mezquindadescon que Gerberto lucha en lo sucesivo nole disminuyen. Pero es triste ver al arzobis-po de Reims, canciller de Francia, disputariu título al papado y al mismo rey de Fran-cia. Detestaba estas disputas, que le apar-taban de más altos pensamientos. Hubierapreferido, nos dice, luchar contra gentes

-T

192 Capítulo 3 El papa y el año mil

armadas. No obstante, ponía en estas lu-chas, tan estériles para él espíritu, toda lafirrneza, todo el rigor del suyó, todos los re-cursos de su dialéctica. ya la reseña deSaint-Basle nos hace ver todo el alcance ytoda la habilidad de ese espírituto. ¿Lo ré-dactó siguiendo unos apuntes taquigiáficos,corno cree Julien lIavet? No es imposibleque aprendiera este procedimiento én Ita-Iia, donde lo empleaban los notarios. perorne cuesta trabajo creer que los debates delconcilio tuvieran esa elelante unidad. Forejempfo, el discurso del obispo de Orleáns,cuyg fondo no se puede ponér en duda, esun bello discurso rnuy digno de la plumade Gerberto. Por lo demái, esta belieza yesta vivacidad de forma no disrninuven uñnada la autenticidad histórica de tan insig-ne docurnento redactado por tan ilustñtestigo.

De todos modos, el legado del papa oyótratar a su señor con una vehernencia queatizó la ira de Juan XV, indignado de quese pasara por encima de su derecho. trnten_tó hacer intervenir a los prelados alernanesy loreneses, en Aquisgrán, en Ingelheirn,donde logró que fuáran condenadal las de-cisiones de Saint-tsasle. y excomulgó a Ger-berto. Pero el Concilio de Chelles, fresididogo¡ el joven rey Roberto, decide que no sedebe obedecer al Papa cuando el papa esinjusto. Entonces se rnaquina la soberbia

ernpresa del Concilio de Mouzon' lil l';t¡r;t

neósita algunos obispos francescs .y :'rtlrt'''

todo una mayoría alemana que no st: :iit'rtl;timpresionadá por los reyes de Francilt' Mutt

zoi, ciudad frontetiza, dependía- dc ltc'irrt:;

en lb eclesiástico v de Lorena en lo polílit'o'Hugo Capeto prohibió a sus obispos asisliru "ít" concilió. Sólo asistió Gerberto (9e)'5),

á.r" orotunció un discurso cuyo texto ltrr

s^ido -discutido 11. Pero sus esfuerzos no tlit"

ron ningún resultado concreto. El concilit¡se disoliió, previo actlerdo d"e cetrebrar olrtren Rorna, que nunca se reunió.

No pareóe que a Gerberto se le acabar¿t

la paciencia por estos aplazarnientos y pot'

estbs rodeos de una política de astucia qtlciu*po"" quebrantaba al episcopado fran-cés. Pero,

^al trasladarse a Roma Otón III

para recibir allí la corona imperial, el arzo'titpo de R.eims decidió acomp^añarle parahaier ante el Papa (997) la defensa perso-nal de su causa. Decisión no sólo muy va-

liente, sino en extremo hábil, pues la cir-..tnttáttoia de la coronación y la amistad de

Otón III eran especialmente propicias a losirrtlt"."t de Geiberto. En esto cambia lasuerte, y cambia favorablemente' MuereJuan XV. I-e sucede un pariente de Otón III,Gregorio V. Pero cambia otra vez la suer-te: Ia muerte de Hugo Capeto priva a Ger-

berto de un soberano que, desde su recon-ciliación, le había sostenido siempre'

Focilion.-t3

r195194 Capítulo 3 Ill papa y el año mil

Le sucede Roberto, y Roberto es antiguodiscípulo_ de Gerberto. También se p,réd"jugar, noblemente, esta carta. ¿No présidióRoberto el Concilio de Chellej? ¿No sabeé1, como su padre, cuánto pesó

-áiez añosantes- la influencia de Gerberto, su genio,su habilidad poiítica en los destinos áe sucasa? Pero Roberto arnaba a Berta, parien-te suya. Necesitaba la aprobación del papapala -una boda que podía ser condenada pbnla Iglesia, corno lo fue en efecto, y contrala cual, nos dice Richer, se pronunció hon-radamente Gerberto. Por otra parte, Rober-to era amigo de Abbon, eu€, como hemosvisto, se pronunció en Saint-Basle contraGerberto, por rnuchas razones, canónicasunas - rnuy débiles por cierto, porque seapoyaban en textos falsos-, polífical otras

-fundadas en la oposición de los frailes y

de los obispos-, más las que se debían ácierta, acritud personal. ,A.bbon, por indica-ción del Papa, aconsejó a R.oberto que libe-rara a Arnu.lfo. Nlagnífica partida jugada alos obispos de Saint-Basle por ún*fraileamargo y diestro (noviembre 997).

Gerberto se enteró de esto en Alemania,adonde había ido tras un corto viaje a Fnan-cia. Reims no le impontaba ya. Sus enemi-gos,fomentaban allí contra él la agitaciónde los soldados y de los clérigos. Aquelcentro magnífico que él había sostenido apulso durante diez años volvía a caer en la

política y en la barbarie. En la Corte de uné*perador de diecisiete años, lleno de entu-siasmo por el estudio y por los bellos pen-sarnientbs, y cuyos padres habían sido siem-pre arnigos y protectores suyos, Gerbertoie sentíá de nuevo en su verdadera voca-ción de espíritu, y de la poderosa vida delsuyo, de su pasión humanista por la gra.n-

deza de Ia antigua Roma, así corno de suaclhesión a la casa de Saionia, debía sacarla concepción rnás audaz de la estabilidadeuropea. Otón le pedía que la constituyera.A finales del 997, en respuesta al envío dela Aritrnética de Boecio, un beilo ejemplaren el que Gerberto había escrito unos ver-sos, Otón le dirigió una carta llena de alu-siones que terrninaba con un poerna rítrnicoy rirrado, su prirnera cornposición poética.Llarnaba en su ayuda a Gerberto para quecornpletara su descuidada instrucción, paraque le ayudara a desprenderse^de su rusti-Cldad sajona despertando su finura griegaoriginal. Alude con orgullo a Grecia,-patriade iu madre, con pena a su rusticidad sa-jona: *Volumus 1)os Saxonicam rwstici'tatem abhorcere, sed grecsicam nostrdLmsubtilitatem ad id studii magís vos prava-care.'2r,

Este príncipe magnífico y delicado donaa Gerberto el dominio de Sasbach, en Alsa-cia. Le lleva a Italia, donde han estalladodisturbios en Roma. Allí se enteran de que

-!r

196 Capítulo 3

ha sido puesto en libertad Arnulfo, lo quepone fuera de duda su reincorporación alarzobispado de Reims. Otón iiquida congrandeza una situación irreversible norn-brando a Gei:berto arzobispo de R.avena. ElPapa no podía menos de confirrnar una elec-ción que liberaba clefinitivamente a Reirns.En abril de 998 torna posesión de su sedeel nuevo arzobispo de Ravena.

Forzoso es detenerse en este mornentode la vida de Gerberto en el que puede de-cirse que encuentra etr rnás noble final desus tribr-llaciones, en esta ciudad donde, alos recuerdos de los úlltimos emperadoresy a las postreras huellas de la majestad ro-mana, se unen los vestigios de otra grande-za: el esf,uerzo de Justiniano pon restable-cer en el Mediterráneo la unidad imperial.Más que en Aqr-lisgrán, lejana capital delnor:te, más que en la mis¡.na R.oma, desga-rrada por las facciones, el cerebro rnás com-pleto del siglo x puede aquí soñan, si no enia continuidad de la historia, al rnenos en laposibilidad de una resurrección. Todo leincita a ello: los monumentos rnisrnos, lasilla de marfil de Maximiliano, decoradacon relieves helenísticos y en la que se sen-taba Gerberto a su vez. En Ravena pervivíaaún un hurnanismo que iba a despertar enforma de her:ejía, si hemos de creer a RaúlGlaber, que sin duda desfigura tros hechoscon sus prejuicios cluniacenses. Vilgardo

vio en sueños a Virgilio, a Horacio y a Ju-venal, invocados poiel demonio'-Dieron las

eracias a su discípulo por el celo con que

íe cuidaba de su- gloria y le prometieronasociarle a ella. Désde entonces Vilgardopredicó a los poetas antiguos como un nue-vo Evangelio. Glaber nos dice que los sec-

tarios del heresiarca fueron nurnel:osos en

Italia y que hubo que estirparlos a sangreo fuesó. Vileardo de Ravena no es más que

ín "ñiuodiol

doloroso y alentador a la vez,

en tá Larga historia de esa devoción a unpasado désaparecido, de la que el propiobenb,erto hatlía dado en Reirns tan ilustresnruebas." En realidad saberrros poco sobre el añoque Gerberto pasó en Ravena, fuera de que

lievó a su adriinistración los principios de

orden y de regularidad que muchos años

antes hal¡ía inténtaclo en vano irnponer a tra

indisciplina itatriaiaa de Bobbio, de dondetodavíá era aL¡actr' FIizo restituir al rnonaste-rio los bienes dilapidados y lirnitar losárriendos a largo ptrázo. R.euriió en concilioa los obispos de su archidiócesis,p-ara to-*ar mediáas sobre la disciplina del cleno'

I-legado de un país donde reinaira esta vir-ut{, a decir dél abacl de Hersfeld, proctt-raba propagar sus ventajas. No nos imagir"*oi a'Gérberto comr¡ un puro intelec-tual, contento con un úJ-timo asilo, grandes

lectunas y bellos tribros. Adonde quiera que

El papa y el año mil r97

rEl papa y el año mil 199198 Capítulo 3

vaya, no se lirnita a curnplir los deberes desu cargo: tiene el gustc y el don de la ac-ción ]rasta la iucha. Y es sin duda la aLianzade un alto pensamiento y rJe una voluntadconstructiva lo que nos da la clave de sudestino y lo que nos explica, en definitiva,al Fapa clei año 1000.

Muerto Gregorio V en febrero del 999,es llamado a sucederle el arzobispo de Ra-vena. lMonie en Aurillac, estudiante, luegoescolástico en Reirns, arnigo de Aclalbéron,secnetario de la reina Emrna, secnetario deHugo Capeto, abad de tsobtr¡io, arzobispode Reirns, irnpugnado por el papad-o, aban-donado por el rey, consejero de un jovearernperador, elevado por últirno a una de laspnirneras dignidades de ltatria: ¿,qué vidamás rica poclnía ofrecernos la historia, quérnejor preparación, en la adversidad rnisrna,para el ejercicio de un soberano poder? Co-noce los diversos pueblos: Aquitania, Es-paña, la Francia del Nonte, Italia, Alemania.Su satrer atrarca todos tros conocimientos desu tiempo. Ha hecho y cleshecho reyes. FIasoñado con unir a Francia y a GerrnanÍ-amediante una revolución dinástica. Y va aintentar un plan rnás arnl¡icioso aún: res-taurar el imperio de Constantino. El sobe-rano que le ofrece la ocasión única para lo-grarlo es un joven príncipe capaz de com-prenderle y penetrado de su pensamiento.Entonces el emperador dísponía de la tiara.

Ai ponerla sobre Ia frente de Gerberto, nou" átegntaba un Papa hechura sllya. Ni s.i-

quierJse daba un auxiliar pare proseguirla ootrítica italiana de los Otones" Los lazosq.rá ,rttu"t al adolescente y al hon'rbre rnadu-io u"" de otra clase. Corresponden a undesignio más alto, que aclara en parte- }a

herri.osa carta de la que, líneas atrás, he-

rnos citado pasaje. Y ese designio lo hanbuscado los

^dos en Roma. Y en Roma de-

trrernos estudiarlo desde ahora hasta la tris-te noche detr año 1002 en que la rnuerte deX

joven César pl-xso fin atr sueño del irnperiouniversatr.

Capítulo 4El imperio del mundo

-Ei imperio del mundo 201

En el año 1000, el día de Pentecostés, erela vieja capilla palatina de Aquisgrán, el jo-ven effrperador Otón III 1, que acaba de sercoronado en Rorna, conternpla los despojosde Carlomagno, después de hacer busóan elolvidado lugar en que se hallaban. E,l fun-dadon del imperio no está sentado en untrono, globo y cetro en la mano, como quie-re la leyenda. Reposa en un antiguo sarcó-fago, con una cruz de oro al cuello. Estafúnebre cita subraya la grandeza de la épo-ca. En la historia de la idea imperial tienelugar no como un episodio extraño, sinocomo un hecho cargado de sentido. Al reno-var una tradición secular, al tomar a Car-lornagno como ejemplo, Otón III no persi-gue la posesión de un vano título, sino a larestauración del irnperio universal, impe-

rium mundi. Ya su padre y su abuelo h¿r-

bían ido a recibir la corona y los honorcsimperiales en la Ciudad Eterna' Pero aque-

Itoi 3efes de las bandas germánicas acam-padas en el Monte Mario tenían el imperioiomo una hacienda de su casa y como unaftterza para Alernania. No rnedían toda su

"r"rr"""iiva. Muchas veces, en las encarni-

i"dit guerras italianas, les rersultaba duroáÁ tt""át. El hijo de la griega, el discípulo de

Gerberto, alirnentaba más vastos desig-

nios: dar al título que ornaba a los Césares

ráiott". el doble p?estigio de tra santidad,

"á'i t" estrecha ,tttión dél corazón y de la,s

ii.tnd.t con la lglesia, y de la rornanidad,irradiando de la rnisma R.orna a la R'ornania'

¿No fue Carlornagno un santo? A un san-

io "*p"tudor, a rln nuevo Constantino diri-

eía Ot-ón III sus pensarnientos y sus oracio-ñ"t uq.tut día de^Pentecostés, ante los hue-

sos recuperados.- - Et desironamiento y la rnuerte de Carlos

el Gordo marcan eI final del irnperio caro-trinsio (888). Se descuattiza y cada reinotr*Jido'de sus despojos adquiere, a travésáe horribles desórdJnes, una vida políticaindép"ttdiente. Durante,algún tiempo toda-iii", Ll título lo llevan alternativarnente lospríncipes de la casa de Spoleto, Arnulfo, reyde Alernania, carolingio pero bastardo, Lu'isv Berenser, reves de ttalia. Después detr irn-'perio, lí algniaad imperial que sobrevivía

242 Capírulo 4

débilrnente a una realidad política desapa_recida cae tarnbién. Ni Alernania, ni trtaiia,ni-Francia, donde se mantiene el linaje ca_rolingio, intentan resucitarla. pero, boiraclade la vida pública, no se ha borrado en lamernonia de ios pueblos. A finales dei si_glo rx l-arnberro de Spoieto había fijado ladoctnina en su Libetlus de imperatoria oo_testete, favorablemente acogidb por los ita-lianos'. A mediaclos del siglJsiguiente, Adsode lMontiérender, dirigiéñdosJa Ger6erga,reina de Francia, afirrna que el mundo iropuede perecer mientras existan reyes fran_cos-, pues en ellos radica la dignidád impe_rial. Texto notable, sobre el qúe hernos in_sistido ya y que tiene no sóld el interés dedemostrar la -perrnanencia de la idea impe_rial, sino también la de unir estrechameátela rnonarquia franca y la familia carolingia.Al rnisrno tiernpo cornenzaba a nacer lite_yenda de Carlornagno, en sus fornaas pri_mitivas y populares, y Benito del Mont_.So_¡:acte daba la versión más antigua de unfamoso episodio de esa vida legéndaria, eiviaje a Jerusalén. R.oma seguíá profunda_T"ltg irnpregnada de esta nostaigia. Ciu_dad de coronaciones, tumba de IoJ apósto_les, era etr santuario de numerosas péregri_naciones: así lo atestigua Flodoardo 1r,cuanto a los años 931-940. La idea imperialy la idea romana, si así,puede decirse, apá_nas se disociaban una de otra. Consolaban

Ei imperio del munclo 203

con un recuerdo y con una esperzt'nza Ias

grandes tristezas del mundo'- E, decir, que una tradición, una leyenda'una-nostatrgiá preparaban el retonno al irn-perio. Resulta sorprendente que no se pro-áriuou en Francia, vieja tierna carotringia erl

la ñ; iámubutt todaiía enérgicos carolin-

eiot; "tiu país de Francia cuyos r-eyes, dice

X¿uó, ilevában en ellos la dignidad impe-

rial. buesta creer que sea esto una invoca-;;;;,

-nttu alusión^de inteiectual aislado'

Acaso nuestros reyes tuvieran entonces más

á"" qtt" i*^gináción. Estaban absorbidospor lai luchaé clinásticas, a tras qtle p^Ltso

iiá- U revoh-rción del año 987 en b¡enefi'cio

de Los Capetos. En cuanto a ltalia, estaba

áirrldld* y *tty lejos de aspirar al irnperio'Idlientras tanto, ciecía en Alernania ia casa

J* Sá3""ia. En el campo de tmtalla de R'ia-

d;,;;;r1" el duque Eñrique.{ h.abiq aplas-

t^át á t"s hírngáros' sus soldad'os le acla-

*áU^" gritandd o ¡Viva el emperador! " Es

el presagio de la fortuna Qge espera a su

fti:i OtOá I, coronado rey el año 936' ¿Sepensaba ya entonces en restaurar Ia digni-áu¿ it"pótial? Lo seguro es que el ceremo-

nial cle 936 es franóo y que el obispo de

Maeuncia, al presentar la espada, pronun-

"iu""ttut palabras: "Recibe esta espada co¡

i;q;-- t;rojarás a todos los enemigos de

Cristo, bártraros y malos cristianos, y cqrl

ü q"" Dios te otbrga el poder sobre todo

244 Capítulo 4

el imperio de los francos -auctoritate

di-vina tibi tradita omni potestate totius im-perii Francorul'x3-.s1 F'órrnula puramenteprotocolaria, puesto que de ella se exciuyela Francia romana, o románica, pero de uninnegable significado poiítico, puesto qlteimplica la afirmación del irnperio. El mis-mo alcance tiene la genealogía franca quese da a los sajones. Los legitirna, los adscri-be no sólo a Carlomagno, sino a los gran-des merovingios. Aclarnaciones del ejéicito,fónrnulas ceremoniales, seudogenealogías,son de tener en cuenta en la historia de laidea irrrperial, pero no habrían bastado parafundar el imperio. Otón se acercó a éf porla realeza de Italia. Pero La corona la cogióé1 con sus fuertes rnanos de soidad o (962)después de brillantes y repetidas victoriassobre los bárbaros, casi en las misrnas con-diciones que Carlomagno, a quien le com-paran con entusiasrno los cronistas de s¡_r

tiempo.La idea pasó, Ilues, a. ser un hecho, sa-

lienclo de Ia pura especulación para entraren la realidad histórica. Los letraclos quepensaban en el imperio para un jefe, y nopara un débil heredero, habían tenido tiem-po de pensarlo: los dos prirneros sa3'onesque lo llevaron sobre sus hombnos no tu-vieron tiernpo más qu.e para sostenerlo yconservarlo. De que Otón I y Otón II nodesconocieron a los hombres superiores, la

alta cultura, son un indicio sus relaciones

lott Gerberto. Peno su verdadera ocupa-

;i& f*; lá."t la guerra. Todo el drarna de

An.;alli^ medievíl está escrito a elandgsrassos, corno un buen' borrador' en la his-

;;;i';;" lás dos primeros emperadores sa-

ññ, ; ;l-t:tlti*;' olót] I, sucurnbe en el

*áoeRó. La Francia de la rnisma época no

-ilí;;;; d; pioblemas teminrles' Ee¡9 de

;"y;i;ttu"o oid"tt' con excepción del sur';;É" fronteras están amenázadas por laprásión sarracena' pero guY-a defensa se

ñó;-;;-La rnarca ^de

tsarcélona v-en los

iái""t cristianos de ia península' Francia

"á-Ltta :'a directamente exp-uesta a las in-

"^ti*"t"cle los bárbaros, y las incursiones

rái*ut.lus rlo son ya tan frecuentes ni tan

int.nrur. La opera"iótt d" Carlos el Simpleii" üii¿" bien. La batalla se libra en el inte-

ri.i, ""rte la monarquía-y sus adversarios'

C."iuiJl "tt at"-unia, dbnde los ducados

nacionales pueden en cualquier momentoalzarse contra el soberano si flaqu-ea su

;;;á o está ocuPado lejos; Pefo'además'lf"oo'u"iu ha corrseruadó esá función de

marca .,contra los adversarios de Cristo'ta?Uut"t y rnalos cristianos", ![ü€ durantetanto tiempo cumplieron Ia Galia de Clodo-

;"; ru-cltiu de ^carlomagno'.Hace frente

;1.'r bárbaros del norte, ¿et es-te y del

u"i".t", a los vikingos, a lo-s wenclos' a los

obotritás, a los polacos, a los húngaros' a

El imperio del mundo

"!r206 capítulo 4

los eslavos de Bohernia. Por últirno, el irn-perio se enfrenta con el Islam en Italia delSur y en Sicilia. En el resto de la penínsulapendían sobre el irnperio otras amenazas:ias agitaciones de un feudalisrno siempredispuesto a saltar sobre una ocasión de des-orden, la inestabilidad de una poblaciónque sólo era constante en su animosidadcontra los hombres del norte, la profundadegradación del papado, la turbulencia delos barones rornanos, durante mucho tien'r-po depositarios del Sacerdocio; más abajo,los príncipes lombardos de ,A.pulia y, porúltimo, los estrategas griegos que represen-tan en el extremo de la península ia autori-dad de Bizancio. Un rnundo de desunión, dediscordia, de disturbios, de intrigas, unafauna humana de trobos feudales, de obis-pos simoníacos, de ladrones de caminos connombres ilustres, parapetados en las tum-bas de la Vía Apia o en los pequeños casti-llos lacustres de la alta Italia, el ferozarnasijo de crírnenes pintado por Hugo enRatbert. Les sacan los ojos a los príncipesdestronados, estrangulan a los Papas en losfosos del castillo de Santángelo, áhorcan alos jefes de barrio, y Benito de Monte So-racto llora por la gran miseria de ltalia.Para domar, para calmar esta hambre trá-gica, haría falta no sólo el rudo genio deun Otón, sino su presencia constante. Elimperio está siernpre en acción, siempre en

El imperio del mundo 207

juego. ¡Cuántas veces vieron los puestos de

brenner pasar y volver a pasar a su gente

áu úu.oá! Apenas les da ItaLia un poco--de

treiua, hay que correr a Stargard o a Ha-

"a6áog, aóuclados, empujados por los esla-

lror. Y'"t aún rnucho peor si el imperioflaquea en aigún lado: entonces se reanimatu É""t"u, fur"iosa, en otra parte. Uno de losheóhos que tros historiadores de otón I se-

ñalan "ñá.ri*"ntente es que nunca tiene

tiernpo de afranzarse en ninguna -parte' Se

pái"'t" vida sosteniendo con la fuerza de

sus puños un equilibrio en el derrurnba-rniento.

JÓ"¿ fue de ese edificio inmenso y frágilbuio un dueño como Otón II, pequeño de

esiatura, gordo, sensual, pagado de sí rnis-

;; t sii "grandes luces? Después de la de-

üitíoru bátalla del cabo colonna, donde aduras penas escapa de los-árabes, donde

-el;birpt de .Augsblrgo y etr abad de Fuida*rr"i"r, combátiendb, el danés invade Ger-

mania, el eslavo incendia Hamburgo' Euro-t; ;" subleva. Las novísimas cristiandades^del norte caen en manos de los bárbaros-ylas de Europa están a punto de independi-zarse de Alemania. Pero Otón II se obstinaen los asuntos de Italia, en sus negociacio-tt"t "ott

los obispos de Fouille y 4e Cala-

üria. En la junta de Verona le sup-l-ican, leamonestatt.'Sun Nlayeul, abad de Cluny, leseñala la inmensidad del peligro y la inmi-

208 Capítuio 4

nencia de la ruina. Otón no escucha nada,proyecta la conquista de Sicilia, baja hastalos Abruzzos. Es entonces cuando Geri:erto,abad de tsobbio, escribe su carta tan arnar-ga a Pedro, obispo de Favía. l\4ientras el ern-perador está ocupado lejos, se aprovechande su ausencia. Esta es la clave de la situa-ción: el emperador está siempre ocupadoen otra parte. Y en cliciembre del 983 mue-re. Las fronteras de Atrernania del Norte que-dan abiertas. El heredero tiene tres años.

Es raro que no se produzcan aquí los fe-nórnenos explosivos que acompañan gene-ralmente a las regencias. Seguramente Ale-mania sentía el peligro, segurarnente no ha-bía flaqueacio su fidelidad a la casa de Sajo-nia. Fero la habilidad de Teófana hizo lodernás. En la primena parte de su vida, nosllama la atención sobre todo por sus bri-llantes condiciones exteriores, su belleza, supompa, su refinamiento. Hija de Romano If,se crió en los esplendores y en las intrigasde la Corte de Bizancio. Esposa de Otón trI,acompañó más de una vez al emperador ensus guerras de Italia. Hela aquí sola, a losveinte años, resplandeciente arin sobre esefondo negro, pero impopular desde ciertaspalabras imprudentes que se le habían esca-pado después del desastre del cabo Colonna.Reconquista la autoridad moral en Alema-nia, se garra a los alemanes, al rnismo tiem-po que a los italianos y a los griegos, renun-

Ei imperio del rnundo 209

ciando a la conquista de Sicilia y a la luchacontra el Islam. FIa cornprendido las ad-vertencias de Verona. Más aúrn: a la rnuertede Bonifacio VII, deja a los romanos quehagan un papa a su gusto, Ju,an XV. Y, paraconjurar el peligro eslavo, enfrenta a Folo-nia con Bohernia y acaba por reconciliarlas.Ha cornpnendido que, para salvar el Impe-rio, había que ser ¡:eina de Alemania antesque ernperatriz de Occidente. ,A su n:tuerte,rnlry prematura (991), su suegra, la viejaAdelaida, viuda de Otón I, sigue la rnisrnapolítica y conduce la guerra de los wendos.Una y otr:a, la griega y la italiana, entendie-ron mejor el interés inrnediato de Gerrnaniaque el sajón Otón II, y la paradoja de unirnperio que oscila entre un peligro y otro.Cuando Otón trtrtr Xlega a la rna3ror'ía de edad(996), después de hacer la guerna en etr nor-te descle los doce años, ¿hacia dónde se in-clinará? ¿En qué sentido le impulsan su na-turaleza, sus orígenes, su educación? ¿Qr-répredisposiciones secretas conducen sus pen-samientos ante los restos rie Carlornagno,en Aquisgrán, el día de Pentecostés del añomil?

2

El adolescente en quien recae el terriblepeso del Imperio es a la vez un héroe denovela, un político iriealista y un santo. Ha

Focil1on.-14

210 Capítulo 4

:jú]flado sucesivannente en el impenio delmundo y en el renltnclaffiriento absoluto alas vaniclades humanas. Sucesi'¡.ran-rer1te,ofrece a los rolTranos el espectáculo de susacra majestad, en cel:emonias teocráticas yaspir:a a la soledad absoluta en una cabañade barro y cañas. Ora se entrega con SanAdalberto v- con San Nilo a los rnás ardien-tes éxtasis de la fe, ora escucha los consejosdel viejo Ger'lrerto, gnande por tra inteligen-cia y acaso por la intriga, hornbre honrado,fecunclo en sabias artirnañas, arnigo dei dia-blo y pníncipe de los huneanistas. ¿Quién,por naturaleza, fi¡e nunca tan pnoclive a lasarnbiciones y a los hastíos subiirnes comoeste hoinbre tan joven y cuyos días ya con-tados daban lugar a la rnes¡.rya \r a Jos com-promisos de la e>rperiencia? El rnisrrlo des-encanto es erf él tin arclor, y la r:ealidacl detrmunclo un s¡.reño vir¡ido. Tuvo ia suerte demorir arltes que sus pasiones, las rnás no-Trles que hayan anirnado a un horntrlre de suépoca, de desaparecer en el rnornei'rto rnis-mo en qtle, quizá, sus quiia-reras se atreia'ban¿le é1. Para que la senie hurnana sea coinple-La, preciso es qlle la historia nos ofnezca, enbneves intervalos, f;guras cor]lo ésta: alca.n-za entc¡r'rces las magnificencias de ]a ficción.

¿Córno explicarse que la naza de Otón elGnande d.iera este hcmbre ta.n extraño, queaquel vigoroso realista tu'.¡iena por nieio aeste héroe soñaclor? Desde ].ueso va vimos

en Otón II cierta falta de sensatez que, enlos días cle mayor peligro, le lleval:a a elllpe-ñarse en \lanos proyectos de cruzada.

Se alega sobr'é todo, y con justa tazón,Iasrrngre gríega que corría polr las venas delhiio-. Otón lIn recibía el irnpulso secreto deesta sangre, sin la sabiduría.. Seguramen.re,meciéroñie en la cuna los relatos sobre lagrancleza de la tsizancio irnperial y se crióén el culto al pasado. Filagato de F.ossanole enseñó su lengua rnaterna.; Bernwa.rcl, elfamoso abad de T{ildesheim, le dio proba-blernente una educación más firme, y ya co-nocernos su afecto por Gerberto, el rtiejoarnigo de su casa. En la carta que escribióa éste dándole tras gracias por su regaio cte

la Aritmética de Boecio o, alwde a su rustlci-clad sajona, cllle le avergüeftza, y a aquellachispa de genio griego que hay qne reani-rnar".. Gerberto no podía rnenos de sacarpartido de esta efusiva confesión. En la afor-tunacla fórrnula que ernplea, con una conci-sa elegancia de grarl escritar

-gettere gr$e-

cus, imperio rormanus, griego por la ral.a,rornano por el trmperio-, nos parece vis-iumbrar etr futuro cle un concepto imperialmás amplio y más brillante, hurnanamentemás legítirno que el irnperio sajón.

Feno, a nuestro jtlicio, la "greciedad" deOtón trII, muy auténtica, es tarnbién, y aca-so sobre todo, un orgullo, ulfa aspiraciónctre su espíritu. Y acaso se tradujo en el efec-

8,1 irrperio del mundo )ll

ulo 4 iii imperio del mundo 2t3212 Capít

to de liberan, por contraste, aspiracionesprofundarnente gerrnánicas que asoman ya,aunque muy débilmente, en su padre. tr-aeterna tentación italiana de los hombres delnorte, e\ carácter artificial cle este irnperiodel rnunclo, srfs cerernonias, ese fasto osten-toso: todo, hasta ese antepasado exhurna-do, y hasta ese ardon en el estudio, esa de-ferencia de fáinulo con su viejo Fausto aqui-tanio, son sin duda en Otón trII rasgos quepertenecen al genio de Aiemania. Si Gerber-to se anticipa a los humanistas del Renaci-miento, el joven emperador se anticipa alrornanticisrno alernán. Su historia hubierapodiCo llevarla al teatro, con una asombro-sa conformidad cle instintos, si no Goethe,atr r.nenos un drarnaturgo del Stwrm tmdDrang, rnás que por la violencia de los epi-sodios, por la extraña condición del héroey lror la fatalidad que pnecipita su fin. Quie-re decirse que, hasta en los límites rnásestrechos del tiernpo, la historia contieneacaso toda la diversidad de los tipos hurra-nos, todo el repertorio de las situaciones.Pero este destino tan rápidar¡:rente troncha-do no autoríza sino algunas sugerencias alas que la carrera de Barbarroja y la de Fe-derico II dieron, sin duda, rnás amplio des-ar¡:ollo"

En 996, se dirige Otón a Italia con el fincle recibir allí la corona irnperial. El eslavoestá contenido, Italia parece segura. Pero,

en la salida d.e los Atrpes, Verona se sublcv¿ry hay que apaciguar el movirniento. En P¿-t-

iíu, "l"u tlega 1á noticia de la m¡-rerte cle

.Iuan XV; en R.avena, Otón hace etregir a suprirno y capelián Bennon, que-toma el norn-bre de Gregorio V. Es tlil alernán, es unhorn'lrre de una energía brutatr: dos razonespar:a qlle los romanos le detesten. Este pri-rner gesto, que rornpe con la pn-lderecia deTeófJna y .ón la comptraciente bla-nelura deJuan XV, no tarda en desencadenar la ira.Y se levanta una vez más esa raza de jefesde seciición que consideran el papado cornocosa pn:opia y qr-re oponen al imperio ale-itián la résistencia de la Roma feudal. Gre-gorio \i, expulsado, se retira a Lontbardía,áonde espera la intervención dei ernpera-dor. Creslenzi, hijo del ins¡-irrecto del año974,hace que sea eiegido Fitragato, cie'¿ueltade Constantinoptra, a doncle había ido a pe-dir para Otón trIl la n:lano de una princesaimpérial. No es ni la prirnera ni la ÚLltimacle

-las sediciones qlre ensangrientan la ci¿i-

dad de los Césares en violentos cornbatescallejei:c,s. Pasado el tiernpo, la iraraginaciónpopuiar los interpretaría como movirnien-ioJ nacionales, algo así corno reivindicacio-nes tribunicias, col-rlo llamaclas a ia triber-tad. ¿Se equirzocaba entel:arnente, cor]:Io se

afi.rrna? Cierto que los barones }atinos que-i:ían alrte todo conservar su exorbitante pri-vilegio, pero los sentirnientos que se ruani-

2r4 capíturo 4

fiestan en la insurrección de Verona y, mástarde, riurante el triste retorno de los des-pojos de Otón III hacia Alemania, denaues-tran que, en el fondo de esta agitación ita-liana y roffrana, hay algo más profundo y demás arieplio alcance. Crescenzi na es ni unhéroe ni un santo. La Roma del año rnil noes la Roma de los Gracos. Peno, en las rui-nas de ia república y clel irnperio, estos feu-dales atroces tienen ciet:ta grand.eza.

En conjunto, esta Rorna no era, sin duda,rnuy diferente de la que iba a pintarnos , alaluz trunar del aguafuerte, violentarnente con-trastacla cle sornbras, rrn visionario geni.al,Piraneso. Oh'idernos los edificios del Rena-cirniento y del peníodo trarroco: quedan losrrnonLlrnentos de los antíguos, ya entoncesroídos por el tiempo, d"errumbándose en es-cornbros, desrnelenados de yerbajos y dejuncos, calcinados por el fuego de las gran-cles inlrasiones, agujereados en cada renclijapara poder nobar el cobre de las almillas.Corno en tiempos del arquitecto grabador,algunas reparacíones improvisadas permi-ten aún al hornbre alojarse en ellos, cornoen cavernas de las que descendía para susfechorías. Tumbas y ternplos, defendidospor alrnenas y parapetos, guarnecidos detejadillos de rnadera, tenían para ellos laventaja de sus sólidos muros, contra los quenacla podía el a.riete. Las estrechas callesfavonecían la ernboscada'y el acecho. Acaso,

i1l irnperio del rrrr-rndo 215

corno más tarc{e en las ciu-dades toscanas,se atrzaban allí, en la ern¡:lación de domiilar,torres estrechas y cuadradas. Fero ias fon-talezas estaban sobre todo en las ruinas'Siernpre fueron rnuy buscadas por gentesextrahas. Esas po'bres gentes que hasta unaénoca muv reciente habitaban el teatro de

ni.arc"lo, éran los slrcesores de J-os horn"brescle arrnas de Crescenzi. En las ladera's de

Tusculurn había otros reductos, así comc'¡

sus hernnanos de rebeiión; pero es a la R'o-

fira de Piraneso, a su poderoso y rnelancó-liccr clarosculto, a donde tenernos que acer-carnos para entenderlc¡. Es en el castillo de

Santánfelo donde sostienen sitic¡ de dos rne-

ses contra Xas tropas imperiales. Y Las Pri-siorces, cl-ebidas a la imaginación desencade-nr¿cla de nuestno artista, nos sugieren elhc¡rror de los supXicios infligidos a los re-beldes, nos hacen pensar en los pontíficesestrangulaclos o muertos cle harnbre' Unanaco¡:éta casi centenario, San Nilo, fue a

implorar a Ctón por Filagato: el papa dela ievoh-rción, después cle la ioma de Roma(fe'brero del 998) fue paseado en un asnopor las catrles de su ciudad' En cuanto a-Crescenzi, dejaron coigado su cacláver enei patíbulo del AÁonte Manic-

Á.aso estas hor¡:ibtres circunstancias, qi'ri-

zá las exhortaciones cle San Nilo provoca-ron en el ernperador la crisis mística que,aquel mismo año, le rnueve a encaminarse,

:IJ21(¡ Capítulo 4

a pie y en pleno invierno, al oratorio dektronte Gargano. No parece qiue separaralllrnca la función irnperial de los más auste-ros det¡eres de cristiano. Le dolían la mise-ria y-el escándalo de la lglesia. No sólo pro-curaba ponerles remedio con la rectitud dela aclmini.stración pontifical, sino que que-ría redimirXos en sí rnisrno. Lo que nos pa-rece una crisis no es ciertamente otra cosaque el punto más alto de una curva conti-nua. Por otra parte, no separatra nada, teníasiempre presente su doble deber; la ermitade San Nilo en Serperi, el santuario de San&4iguel en Gargano no ie ocultahan las difi-cultaCes a qlte estaba expuesto en lMonteCassino, las agitaciones de Capua y de Ná-poles que procuraba apaciguar. pero unacontecirniento inesperado v¡1el\/s a porler"el papado em liza. El 18 cle febrero clél ggEült'rere Gregorio V. EI ernperador lleva aGerberto a la silla pontificia. Di.jérase queen este rrromento Ja historia hace tal¡la rasadel pasado pal:a autorízar fl-rndaciones nue-vas o nueri/os sueños. I-as rriejas fuerzas ale-manas desaparecen -*no sólo Grego::io V,sino la abuela del emperador, Adelaida, ysu tía, Matilde, a quien Ctón, en otro tiern-po, enconfencló Germania durante su ausen*cia; "las tres colureenas de la cristiandadr.n-,a rnuerte de estos parientes tan próximosy tan queridos detenminó el retorno del em-penador a Alemania, en los comienzos del

año rril, para. u.na estancia de seis lTLeses,

durante la cual hizo exhuÍnar a Carlornagno.A principios del otnño volvió a Roma, conintlnción de quedarse en ella. Entre la viejacapital carolingia y la Ciudad Eterna, optópor ésta. Sólo en Rorna es,pos-ibtre fundarXa r¡-ronatcluía universai. Só1o desde Rornapuede la monarquía universal alumbrar to-do el mu.ndo cristiano.

3

Estos vastos clesignios no tienen, en rigon,contornos definid-os, y es justo señaiarlo.Fero en estc¡ radica su interés y su originatri-dad. No se trata de constituir un irrperiocompacto, definiclo por la posición de terri-toriós y por un riguroso trazado de fronte-ras. Nó ée trata tarnpoco de considerar laconversión de los l:árbaros como un instrn-mento de gerrnanízacíóm, sino de permitir a

las nuevas naciones cristianas vivir y desen-votrverse dentro del marco imperial. El iazcr

que ha de unir al impei:io es rnás espir:itualque feudal. En el fondo, esta concepción-noes rnás constantiniana que carolingia. Se ba-sa en la estrecha unión entre el ernperadory el papa. Es, si se quiere, un aspecto de tro

que ie-llarna el césaropapisrno, p-ero no tra

explotación de un papado vasallo por iareáIe"a germánica. Gerberto conjuga los po-deres del ernperador con los suyos en una

El irnperio del rnundo

2iB Capítulo 4

sotr¡eranía que no separa Xo espiritual de lcrternporal. Así se explica, como ha dernostra-clo Jrilien Ffavet, la curiosa respuesta del pa-pa a ia carta que le dirigió R.oberto el pia-doso quejándose de uno de ios prelados rnásilustres de su tiempo, el famoio obispo clcI-aon, Adall¡éron, llamado tarnbién Ascelin.Dicho está que la queja llegó a rnanos delernperador y del papa: ,Apóstalicis et impe-rislibus oblata est manibus'. ¿Qué hace elemperador en este as¡,rnto de disciplina ecle-siástica? Las diferencias que pueden surgirentre el episcopado francés y Roberto con:r-peten únicarnente atr papa, pues el rey no esen__rnodo alguno, por ningún concepto, va-satrlo del irnperio, ya que Francia nó figuraentre los reinos que lo constituyen, y queson Lorena, Germania e ltaiia. Pero Gerber-to y Otón, por encirna de las nealiclacles desu tiempo, ven un estado del mundo en elque ei acuerrio entre eL papa y el empenadorarL'itra y gobierna a toda la cristiandad. Secitan olros ejernplos de ousurpaciones' deIa soberanía del rey: no ante é1, sino anteOtón trlX son conrrocados a discutir sus res-pectivos derechos el conde de Barcelona

-.r/asallo de Francia- y el arzobispo de

Vich. No es del todo justo sacar la cónclu-sión de que el primer papa francés tuvo unapolítica antifrancesa, pues, corno vetremos,se ha podido iguaimente decir qLle su políti-ca con las naciones recién convertidás era

El imperio del mundo 219

antialernana. En realidad, su política está

unt" todo al servicio de la idea irnperiatr, que

rehasa el horizonte de un i-rnperialisrno ger-

mánico.Los pioneros del cristianislno en los-paí-

ses eslalvos limítrofes del imperio ha.bían

trabajado al mismo tiernpg por la e>itensiónde Alárnania. Esta fu,e la línea seguida porhombres como el farnoso Filgrirn de Passau'Ei obispaclo de Praga fundado en los añosgis a 97ó, dependíJde los arzobispados de

Maguncia. at perneitir que 1o ocupara el her-;;ñ; del duque cle Boleslas, después delnombramientó de un nronje de Corvey,ó;ó; rtrI y Gerberto aceptaban el riesgo de

que creciét* "tt Bohernia una -Igtresia

nacio-nal. Y 1o misrno en Polonia', donde el obis-

e;dr de Fosen, que al principio dependíade Magde.bungo, fle sometido, con Kolbrerg,Cnacoiia y Bieslau, aL arzobispado de Gne-

sen, recienternente fundado sobre el sepul-cro de Adatrberto" Ocurría esto en los prime-i:os rneses del año rnil, cuando Otón trItr fuea tezay ante este sepulcro. Aún rnás caracte-rístico es el caso húngaro' En 995 recibió elduque Geysa la promésa de una ilustre bodaprrri. ,,-, hijo: Giielia, hija de Enrique de tsa-

iriera, con-la condición de que se convi¡:tieraal cristianismo y ayudara a tra convensión de

su pr-reblo. Ya ei oilitpo de Passau había 1o-

g,,^^dt, entre 97I y 991, restaurar su diócesis

! hasta introducir el germanisrno y el cris-

zzo capítulo 4

tianismo en los países de la Leitha. Pero, enel año rnil, ei duque Waik, hijo de Geysa,recibe la corona de oro que le erige en rey,con Llna bula de entronización de Silves-tre Itr que incorpora el nuevo reino a laSanta Sede con el título de monarquía apos-tólica. I-a bula ha siclo puesta en duda, peroel hecho es indudable: desde este mromentoexiste una realeza hereditaria m.ás, con unatrglesia gobennada por un metropolita. Waiktoma el nombre cle Esteban, con el que serácanonizado por la lglesia este jefe de ban-eias devastadoras. Que Hungría llegue o nollegue a ser colonia alernana, no es de lo quese trata. El impenio ha creado ut:ra marcay rechazado a los bárbaros. Corno los nor-mandos que Carlos el Simple fijó en nues-tro stielo, no se desprendieron de sus viejosinstintos. Bien 1o verernos en los desórde-nes que siguieron a ia muerte de Estebran(1042), pero no por ello dejan de fonmarparte, desde ahora, dei cuerpo europeo.

ÉIay que insistir resueltar-nente en la ori-ginalidad de esta estructura que, en vez deincorporar al reino alemár¡ provincias o es-tados feudatanios, incorporaba nuevos rei-nos a los tres del irnperio y que, respetandola idea" de nación, le superponía una ideamás alta, conforrne a la idea misma del cris-tianisrno: lo que pociríarnos llamar la super-nación. Estos dos térrninos, monarquíaapostóiica, Sacro Imperio, no pueden enga-

E1 imperio del mundo 221

ñarnos. Era sin duda una aspiración nobi-iísima, pero con el peligro de sernejante-em-pr:esa, rinir en la rnisma cornunidael pueblosian diferentes en las tradiciones, en tra len-gua y en el estatuto de las civiiizaciones. Pe-

io sé habían sufrido gueras espantosas. LaEuropa cristiana era muy pequeñita y esta-ba siémpre aÍnerrazada. Había que elegir en-tre una política de conquista y una políticade acueido espiritual. El papa francés optópor lo segundó. No era esto en él una ideai.,r".ru, si nos ateneinos alacatta donde pro-ponía a un destinatario desconocido aproxi-rnar, unir en la rnisma solicitud, para L1rr

interés superior, la juventtld de ]i.oberto deFrancia y la juventud de Otón IItr.

Por otra parte, el viejo htlinanista cristia-no no podía rnenos de favorecer la resu-rrección romana de una corte verdadera-rnente imperial. Un régimen necesita de unapolítica tánto como de máxirnas de Estaclo,y tos historiadores que piensan que- lo-s pue-blos r" gobiernan únicamente con \a fuetzao la pruáencia clesconocen el fondo de la na-turaleza humana. En el momento en queGerberto y Otón intentaban resucitar el im-perio rortrtano, no era una p-ura fantasía dar-le forma evidente en fórmulas y cerernonias.Conocemos aquéllas por la sigilografía, és-

tas por textos conternporáneos. En selJ-os deplorno se lee los Ih4P. AVG. COS. y SFQ$'y hasta una figura de muier, alegoría de

-."'ff

222 Capítulo 4

I{oma, con las palabras: Renovattio irnpc-rii rontan¿ u. Si los cronistas alernanes soltmuy sobrios y los cronistas italianos casirnudos, una cornpilación de la segunda mi-tad del sigio xrr, Xa Graphia aureae urbisRamae, muy heterogénea y muy incoheren-te, tiene ei mérito de contener trozos quedatan, indiscutiblernente, del tiei.npo cleOtón IItr: se enc¡ientran los textos origina-Xes en los manuscritos dei xr y de finalesclei x. También pertenece a la época a quenos referirnos un fragmento incluid,o en otracompilación,la de Bonizon de Sutri, relati-vo a los siete jueces palatinos'. Que los di-irlornas no siernpre hayan confirrnado lasalegaciones de esos viejos autores sobre losjueces, que la ¡lltirna parte de la Graphiaesté llena de cosas tornadas de ConstantinoForfirogeneta y, pon otra parte, en detailesinútiles y confusos sobre las antiguas ma-gistratunas romanas, rfo afecta en nacla alvalor histórico de los docurnentos contern-poráneos de los hechos.

El ernpenador no residía en el viejo pala-cio carolingio aledaño a la basílica de SanPedro, abandonado ya por sus antecesores,sino en otro, dei que nos dicen que era <(an-tiguo>, situado en el ,A.ventino. La coXina delas secesiones de la plebe, que hemos visto,a principios de este siglo, viviendo en unapaz provinciana y uronástica, era entoncesresidencia de las grancles farnilias romanas.

EI irnperio del mundo 223

Quizá el Castello cle' Cesari, con su tortre,perpetuaba el rec¡-r.erdo cle una de ellas yhasia, confusarnente, la memoria de los Cé-

sares gerrnanos" No lejos se haliaba el con-vento de Santa lMaría ,{ventina, convertidoen priorato de la ord.en de Malta, y el deSan Bonifacio y San Alejo, donde se reunía¡:rnonjes latinos, griegos, eslavos y a doncJ-e

se rétiró San ,A,dalberto antes de ir a sufrire]. martirio en Prusia'. Farece ser que a

este rnonaster!.o donó el emperador el man-to de su consagración con escenas del Apo-calipsis bordadas en oro. De allí salía parasus peregrinaciones al rnonte Gargano o alpaís de Subiaco, trleno de recuerdos de Sanbenito, para sLrs conversaciones en la sole-dad con San Nilo, para sus retiros en Llnacelda d,e San Clernente. flespués cle las su-blin-res aricleces d el renunciamiento tornab¿',a las pompas del trmperio, curnplienclo enellas sus deberes con Lnna majestad que te-nía algo de religioso n. Sus cornidas eran unaespecie de misas de un esplendor solitario.i.Io las Ytacía, como sus antepasados, con suscompañeros de trabajo y rJe batallas, segúnla vieia costurnbre germánica., sino en unaislarniento que hacía rnás extraño y másrnagnífico el estrado en el que estaba la me-sa en forrna de signea. No hay cluda de queBizancio se aliaba con Rorna en el, ceremo-niatr de una Corte en la que uno de los dig-natarios lle"¿aba el título de protospatario 1z

Capítulo 4'

otro el de maestro de la milicia. Otón, edu.cado por Teófana en la adrniración a lassabias jerarquías y a los espiendores de l¿r

Corte griega, prometido de una princesa bi*zantina, segurarnente no necesitaba los con-sejos de un raveniano, como se ha supuesto,para introducin en su paiacio las costum-bres y las dignidades de Constantinopla. Suinflr.rencia había llegado hasta la rnisrna Ro-rna poratificia. Y señalar en la Graphia algu-nos pasajes tornados del Libro de las Ce're-rnomias de Constantino Forfirogeneta no esrebajar la autoridad de aquélla, al contra-¡:io. Pero la tonalidad del medio es sobretodo imperial romana. Es en Rorna dondcocurren estas cosas y es el irnperio romanodel sigio rv el que el papa hurnanista, nu-trido de latinidad, y su discípulo quierenreconstruir, no como una obra rnaestra dehistoria y de arqueología, sino a través delas tradiciones rnezciadas, de los cornpro-inisos con el tiernpo. Así se explican, acle-rnás de los títulos y de la figura antes men-cionada con relación a los sellos de plorno,esas procesiones vestidas de blanco que,contrastando con el foncio de tonos oscurosde la Italia medieval, evocan los togati dela Roma antigua y esas diez coronas de orocon inscripciones q-ue conrnernorarr su grari-dezay la de sus rnás ilustres ernperadores.

¿'Tenemos verdaderamente una <consti-tnción ) n¡-leva del tipo de Notitia dígnitatum

lll imperio del rnundo

que nos da la Graphia? ¿Es absolutamenteseguro que los siete jueces pontificales ha-yan pasado a ser jueces palatinos, encarga-do cada uno de ellos de una función de go-bierno? ¿F{ubo un acuerdo constante y pre-meditado entre la adrninistración imperialy Ia del solio apostólico? Así Io creían, porbuenas razones, ios antiguos historiadores,Giesebrecht, Gregorovius. Hoy parece qllehay dudas sobre ciertos puntos de detalle.Pero hay que ver también el conjunto, yqueda en pie que la aventura es extraordi-naria. Es un ensayo, heroico en cierto modo,para crear forrnas nuevas, un-r nuevo estiloc1e vida y hasta una política imperial rnoder-na, dominado a tra vez por la obsesión delpasado y por el deseo de construir. ¿Se diráque el R.enacirniento es arbitrario en suprincipio y antirnoderno, puesto que se fun-da en la imitación de los antiguos?

Podernos ver un sírnbolo cle esta ltesurrec-ción cristiana del viejo irnperio romano enla iglesia que Otón III mandó construir enhonor de San Adalberto y que Mále ha des-crito en algunas de sus más bellas pági-nas'0. Es hoy la iglesia de San Bartolomé,que ocupa en el extrerno sur de la isla Tibe-riana el lugar de un antiguo templo de Es-culapio. Ha sido reconstruida rnuchas ve-ces; su fachada del siglo xvrr es obra deMartino Longhi. Pero conserva catorce co-lumnas de granito o d"e márrnol, del temptro

Focillon.-15

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226 Capítulo 4

y del pórtico, utilizadas por el arquitecto deOtón. Quizá el conjunto, como observa Má-le, no tiene las dimensiones monumentalesy la nobleza de proporciones que, todavíaen el siglo rx, distinguían las iglesias de Pas-cal I. En los escalones del coro está empo-trado el brocal de un pequeño pozo decora-do con figuras en una época posterior a lamuerte de Otón III. Allí están San tsartolo-mé, San Paulino de Nole y Otón III acom-pañando a Cristo tl. Una inscripción nos ad-vierte que este pozo corresponde a unaantigua fuente sagrada cuya agua hacía rni-lagros. Los cristianos sucedieron a Escula-pio en torno a la fuente salutífera. Se acer-caron a adorar al Dios vivo entre lascolurnnas de un templo de un dios muerto.Y el emperador del año mil bebió tambiénde la fuente sagrada. Como su pequeñaba-sílica, su sueño irnperial no tenía, segura-mente, las proporciones justas, pero alií es-taban, intactas y en pie, las columnas deltemplo.

Pero la oposición italiana y la oposiciónromana no habían cectrido. Entre los feuda-les, muy pocos eran sincerarnente adictos alimperio. Sin embargo había algunos. Elmarqués de Toscana, Hugo el Grande, hijode Herberto, dio varias veces testimonio desu fidelidad. Antes del 996 hizo dos viajesa la Corte imperial. Acaso la juventud deOtón ItrI le pareció favorable a proyectos

El irnperio del rnundo 227

ocultos o, más sencillamente, a su indepen-dencia de gran señor feudal, jefe de un Es-tado casi soberano. En todo caso, la casade Sajonia le consideraba corno un seguroapoyo, y, €rr circunstancias difíciles, estácón-el emperador y cumple su deber. Perolos príncipes del Su.r estaban recelosos. Re-proóhaban a Otón III y al papado qu-e f1-i¿orecían con exceso al episcopado en detri-mento de los bienes de los señores. ¿Tomóparte.A,rduino, rnarqués de_Ivrea, en el ase-iinato del obispo de Verceil (997)? Fue acu-sado y traducido ante un concilio. Se em-bargaion sus bienes. Esta medida indignóal norte de ltalia.

Pero la oposición inás importante seguíasiendo Roma. ¿Quién, pues, podía interesar-se, entre los barones y su clientela, por La

restauración del imperio rornano intentadapor un rey de Alemania y, por un papa ex-lranjero? ¿Cómo esperar de pronto un asen-tirniénto nécesario para el éxito de las gran-des empresas? En esta ciudad, caliente to-davía de odios terribles, la menor chispapodía provocar el incendio. A principios deiOOt estalla con violencia. Los habitantesde Tívoli se habían rebelado contra su se-

ñor. El perdón que se les concedió irritóviolentarnente a Gregorio, conde de Tuscu-lum. Los nobles insurrectos bajan a las ca-lles con sus bandas. Se lucha furiosamente,hay una matanza de alernanes, ponen sitio al

228 Capítulo 4

palacio imperial en el Aventino. Es enton-ces cuando el ernperador, según Thangmar,dirige a los rebeldes este discurso: "¿Soisvosotros los que yo llamo rnis romanos, poramor a los cuales he abandonado rni patria,a mis sajones, a mis alemanes, mi sangre?Os he adoptado por hijos. Y vosotros, enpago, os separáis de vuestro padre, habéisrnatado a mis fieles, me echáis..." Añadeque dijo también: "Os he llevado a los con-fines más lejanos de nuestro imperio, a don-de vuestros ascendientes no habían llegadonunca cuando el mundo les estaba someti-do. He querido llevar vuestro nombre yvuestra gloria hasta los últirnos límites dela tierra" ''. Palabras curiosas, en las que sejunta ia verdad con el error y que presentanlas marcas de Germania como las últirnasconquistas del irnperio rornano. Pero, segu-ramente, esta arenga no se pronunció nunca.Sin embargo, traduce con rnucha verosimi-litud los sentimientos íntirnos de Otón III,interpretados con exactitud por un contem-poráneo inteligente. Es sin duda uno de esosdiscursos que los cronistas rnás letradoshabían tornado la costumbre de insertaren sus relatos a la manera de los historia-dores de la antigüedad. La continuación delrelato de Thangmar nos lo demuestra: losrebeldes, emocionados por las palabras delemperador, se volvieron contra sus propiosjefes y se apoderaron de ellos pana arrojar-

El imperio del mundo 225

Ios a los pies de Otón III. La verdad es quetuvo que salir de Roma y desde entoncesandadrrante por Italia, desilusionado de susueño. Pasa un tiernpo en Ravena, dondequizá San Odilón le exhortó a volverse a

Alemania, como él pensó por un momento'Se traslada a MonG Gargano, luego acudea castigar a Benevento. EL 27 se abre en

Todi uñ concilio convocado para zaniar ladisputa entre Bernward, obispo de Hildes-heim, y Willigis, arzobispo de Ma-guncia,sobre ius derechos al monasterio de Gan-dersheirn. Pero los obispos convocados nollegaban. El 13 de enero los esperaban aún:el -rnismo día, Thangmar se despedía delemperador. El mornento era crítico. En Ale-t"uniu conspiraban los duques, los condes,los obispos. Otón III estaba agotado. Dicenque la llegada del arzobis-po de Colonia ydel obispo de Constanza le reconfortó unpoco. Sd puso en camino, pero s-e vio obli-gado a détenerse, vencido por el rnal. Eraño lejos de Roma, a donde no podía volver,al pié del Soracto, en el castillo de Paterno.Alli murió eI 23 de febrero. ¿Estaba Ger-berto a su lado en los últimos momentos?Su nombre no figura entre los presentes. Lesobrevivió dieciséis rneses.

Así acabó aquel intento admirabtre y qui-mérico, sobre el que se podrá soñar aúndurante mucho tiempo. ¿F'ra posible, en elaño mil, hacer revivir el Imperio romano

- ----tr

23{J Capítulo 4

en un mundo feudal, unir en el rnarco de unorden espiritual, con desventaja de la fuer-za alernana, unos reinos bárbaros reciente-rnente convertidos? A pesar de la unión delos corazones, ¿no había contradicción denaturaleza entre aquel joven Parsifal y sumaesttro, ese papa en el ocaso de su vida,quizá gastado por su misrna habilidad?Parece ser que se amaron y se sostuvieronsiempre, necesarios el uno al otro, ambosapasionadamente fieles a la misma idea.Quizá el soberano pontífice, en su sabiduría,sentía a veces respetuosos pesares por tenerque gobernar el mundo con un arcángel.Quizá pensaba también en el peligro de lachispa griega y en la ventaja de la rusticidadsajona. Pero la verdad es que no sabemosabsolutamente nada. Lo seguro es que noera posible asociar en esta forma a Italia yAlemania. trtalia, por haber llevado en susflancos el Irnperio de los Césares, se repe-tirá siempre el verso de Virgilio: "Romano,recuerda que te corresponde mandar a lospueblos." Ahora no se trata de esto, menosque nunca. Y es sobre todo una furia feudallo que impulsa a Alduino, al morir Otón IItr,a recuperar la corona de ltalia, y a los baro-nes, al morir Silvestre If, a recuperar latiara. Enrique II esperará diez años la digni-dad irnperial. ¿Dónde situarse para mandara este gran cuerpo desunido? ¿En Aquis-grán? Pero está demasiado lejos de la penín-

El imperio del mundo 231

sula. ¿En Roma? Pero está demasiado-lejosde Alémania y de las marcas de Eslavia'Alsunos éxitoó desluinbrantes no llegan a

o"ültut la paradoja de esta situación' EIaño mil, el^ esfuerzo de un santo- y de unhombre de genio no logró fundar la monar-quía univerial. La nostalgia irnperial, que

fle para Europa el sueño dorado de la felici-dad, de la contordia y de la paz, r:'o triunfa.oni"u el desorden, el-odio y la guerra, resul-tado de Las invasiones bárbaras. Pero unasfuerzas inmensas, en el rnundo del espíritu,en la cultura y en el arte, consiguen dominarlas discordia-s políticas y su misma diver-sidad instituye,^ en la pa2, unos- campos de

trabajo donde se construyen-iglesias y unaespecie de sociedad universal a la que dan

"oiot, sin destruirla, las pasiones humanas'

V

Notas

Introducción

_H._Pirenne, Mahormet et Charlefttagvxe,rís, 1937.

F. Henry, La sculptwre irlandaise dansd.9ury- premiers siécles de I'ére chrétienne,rís, 1933.

Capítulo 1.

Notas

a Sobre el Beato de Liébana y el adopcionisrno, véase en últirno término con bibliogrzrf ía; li..A.mann, Histoire de l'Eglise, vol. 6, Epoquc <:unt,lingienne, París, 1947, pp. 130 y ss. Las obras clt.lIleato fueron publicadas por Flórez, Madrid, 1770.s I. Yoshikawa, L'Apocalypse de Saint-Sa.t¡in,París, 1939.ó Señales evidentes anuncian la proximidad clclfin del mundo; se rnultiplican las ruinas.7 Sobre estas cartas, véase J. Roy, I-'an mil .

Fortnatiom de la [égend.e de I'an rnil; état de ltFrance de I'am 950 d. 1050, Paris, 1885, pp. 188 .ysiguientes.8 Abbon, Liber apologeticus (Migne, PaLnll.!at., CXXXIX, col. 4ótr y ss.).e Sur Adso: .I. Roy, op. cit., pp. 186-187; textodel Libellu.s en Migne, Patrol. 'lat., CI, col. 1289 .ysiguientes; por último, E. Amann y A. Durnas, "I'1i.s-toire de t'Eglise, vol.7, L'Eglise au pouvoir des la'i .

que,s, Paris, 1948, p. 518.10 G. Bayet, C. Pfister y A. Leinclausz, Le chris-

tianisme, Les Barbates, Mérovingíens et Carolin-giens, Histoire de France de E. tr-avisse, París, 1903,tomo II, 1.u parte, pp. 550-551.

11 A. Fliche, tr 'Eurape occidentale de B8B á I 125,Farís, 1930, pp. I32-f33.t2 ,4,. Olleris, Oeut,resnf,ont, 1867, p. 2'1.3.

13 Abbon, Carla XCXXXIX, col.471).

de Gerbert, París y Clcr-

(Migne, Pctrol. lat.,

1a C. Pfister, Etotdes sur Ie régne de Robert lcPieux (996-1031),París, 1885, p. XXVII.

1s Thietmar de Merseboung, Chronique (Mon.Germ. ÉIrsf., Script. IJI),790.

16 J. Roy, ap. cit., p. 188.ri Raoul Glaber, Histoires,libro IV, cap. 6 (8,.Fognon, L'an mille, p. 123).

18 Citado por J. Roy, op. cit., p. 180.

23:\

D^L4-

lesPa-

Raúl Glaber, Les cinq livres de ses histoirese00-1044), ed. M. Prou, 188ó, livre III, chap. IV;E. Fognon, L'an mille, París, 1947, p. 89..' A.- Harnack, articulo "Milleniümr, en Ency-

ctopedia Britinníca, ed. 1934, vol. 15, p. 89.3 E. Gebhart, L'étal d'ánrc d'wt móine de l'anntil, en Ret¡ue des Deux Mondes, sept. 1891, pá-ginas 600_ y ss.¡ Moine:s et papes, eisais de Tisy-chologie historique. Un moine de l'an 1000'eíc.Véase también E. Pognon, L'an mille, paris, L947,páginas 41 y ss.

El año mi]

l

l

]: Cf. Pfister, op. cit., pp. 110_114.

.^m^ E. petit, Rabut ciáb-er,-'ñ;;', Historique,1892.

21 Raoul Glaber, Histoires,,Iibro III, capítulo 3(E. Pogn-ory o-p. cii., pp. Bz_s¿í). cf. i p"vL-i. ¿I,páginas 204-205.Recueil des historíens des Gqules et d.e laFrance, T. X.2i Raoul Glaber, H-i.slo/es,libro IV, cap. 4 (E.Pognon, op. cit., pp. 116_120¿4 Dom Franqo¡'s plaine, Les pretend.ues terre_

'::2^d" I'an mí1,'R"r;¿ ,t;; liárí¡'"", hir;;ri;r'r;,1873.

2s El_texto de Ar-nulfo se encuentra en el. relatoque Gerberto hizo del concilio, a. óllerls , "p. iit.,página 213.

Capítulo 2.

. ,t Richer, Historiarum libri trV, pub. pertz inMonumenta Germaniae, 1833 (ed. í ti"¿. n. i;;o;:che, Collection des ci"rriqiii' i."^in¡rtoire deFrance au moyen áge, t. t. Éaris, iq¡0).^.' G. pfistei, aúaLi i"i ;;:¿;;;"á" Robert tePieux, París, 1885, pp. ll0 v ss.o'--

--

Texto de Mabillon, Acia Sanctorurm Ord.inisSaJtetj Bcnedicti, Saec. 'IV,

"ot.-ii, p. '¡O+.

' Jobre tas lundaciones de Robertc el piado-so:. Helgaud, Vie du roí n"burl. nicuAl d;; iktoríens des Gaules et de la fran"",iái. X, col. ilS.(E, Pggaot, op. cit., p. zl,+.j.. ' H. Firenne, Le,l villes' du moyen dge, Bruxe_lles, 1927, p. 72.6 Sobre San Odilón y €luny hacia el año rnil,9r_de ^Valo is, Le monaich¡imá i\Áiir¡"", Ligugé,1935,2__voL; en úttimo"lugár: -e: Á;;;" y A. Du_mas, Histoíre de I'Eglisel vol. VII,-parís, tlql,páginas 325 y sig.

7 Sobre Guillermo de Volpiano: Raould Gla-ber, Vita Sancti Guillelmi (Migne, Patrologia la-tiná, vol. CLII, col. 667-72O); W. Watkin,lltillqryof n¡ion. A Monastic .Reformer of the early XIthcbntury, Downside Review, i934, pp. 520-544.

s C. Pfister, op. cít., PP. 3-I3'e Citado por C. Pfister, op. cit., p. 12.10 Sobre ias relaciones catalanas de Gerberto:

F. Picavet, Gerbert, un p&pe philosophe d'apyé1I'histoire et d'aprés la légende, Parí|, 1897, pági'nas 30-34, y N. d'Olwer, én La Catalogne d !'épo'que romane, París, 1932, pp. 186-189' ege r9-*-" su esiudio: Gerbert- I Silvestte II ) i Iacultura catalama del segle X. Estudís Catalans,1910, IV, págs. 332-358.

11 N. d'bliver, Les glossaires de Ripall, UnionAcadémique internatiónale, Bulletin du Cange,1928, pp. 137-152, y un glossaire de Virgile etde Juvénal, ídem, pp. 104-113.

12 N. d'Olwer, La Catalogne d I'époque romane'p. 193.

13 Citado por N. d'Olwer, P. 195.la Hroswiiha (o Roswitha), Carmen de gestts

Ottonis I imperatoris (Mon. Germ- Hjst., in usutnscholarum, I{anovre, 1930); cf. A. Fliche, Histo,í-re du moyen áge, t. II, L'Europe occidentale de

BBB d 1125, París, 1885, PP. 225 Y ss.1s C. Pfister, op. cit., PP.253 Y ss.16 Sobre Robeito el Piádoso, véase sobre todo

Helgaud, Vie du roi Robert (E,. Fognoq, o'p-. cit.,náslnas 235-264. v la obra citada de C. Pfister).' fr Raoul Glaber, Histoires, libro III, cap. IX,(E. Pognon, op. cit., PP. 108-109).

237/.3t1 El año mil

Capítulo 3.

1 Sobre Roberto, además de la fuente prin-cipal, Richer, Historíarum libri IV (véase nota 2,página 160), cf. A. Olleris, Aeut¡res de Gerbert,Clermot y París, 1867; J. Havet, Lettre:s de Gerbert(983-997), París, 1889; K. Schultes, Papst Sylves-ter II etls Lehrer und Staatsmann, Hamburgo,1891; F. Picavet, Gerbert, un pape philosophed.'aprés l'histoíre et d'aprés la légende, París,7897; F. Eichengrün, Gerbert (Sylvester II) alsP er stinlichfceit, Leipzig, 1928.2 Cf. F. Picavet, op. cít., p.32, n.3.3 Cf. Picavet, op. cit., p. 33.4 Ed. Olleris, pág. 298, y J. Havet, Leüres deGerbert, París, 1889.s Richer, op. cit., Libro IItr, cap. L,LIII; cf.C. Pfister, op. cit., p. 31, y F. picavet, op. cít.,pp. 74 y ss.6 Sobre la controversia de Gerberto y Otrico,F. Picavet, op. cit., pp. 45-47.7 J. Havet, op. cit., Epíst. 7,8,9; cf. F. pica-vet, op. cit., pp. 120 y sig.8 J. Havet, op. cir., EpÍst. 5; cf. F. Ficavet,o'p. cit., p. 53.e J. Havet, o,p. cit., Epíst. 48.

]t Cf. A. Olleris, Oeuvre,s de Gerbert, p. 213;sobre el concilio de Sainte-Basle, cf. en

-último

lugar E. Amann y A. Dumas, Hístoire de I'Eglise,vol. VXI, París, 1948, pp. 70-73.

11 Sobre el Concilio de Mouzon, cf. E. Amanny A. Dumas, o'p. cit., pp. 73-74; textos en Richer,Historiarum libri IV, cap. CI-CIV.

12 J. Havet, op. cit., Epíst. 186-1,87; cf. F. pica-

vet. op. cit., rt. 105: oQuitadrne mi rusticidadsajóna- desarrbllad lo que tengo de mi origengriego... ".

Capítulo 4.

1 Para todo este capítulo sobre Otón III, cf'A. Fliche, L'Europe occidenta.le de B3B d 1125,

París, 19j0, pp. ZIS y sig'; M. Ter tsraak, Káiserotto'III, idátit und i'raiis im frühen Mittelo.lter,Amsterdám, 1.928 E. Schramm, Káiser, Rom undRenovatio (Studi"n der Bibliotek Warburg, vol'XVII), Berlín, 1"929, 2 vols.

2 Sobre este texto, véase A. Lapotre, L'puropeet le Ssittt-Siége d l'époque carolingie'nne, París,1895, vol. I, pP. I92 Y s.- 3 Wi¿"t i"¿, Rerutn gesterum saxonicarum li'bri,Libro II, cap. l-2; ct. R. Koepke y F' Duemm-ler', Káiser Otto der Grosse, Leipzig, 1876, pp' 37

y siguiente." 4 J. Havet, op. cit., Epíst. 186; F' Picaver, op'cit., p. 105. Sobre esta correspondencia véase

". iq5 del presente texto. Cf. los términos delL¡b"ttut de rationall et rstione uti de Gerberto(dedicado a Otón), A. Olleris, op' cít', p' 298,

v J. Havet, op. cít., P. 236.' s Cf. también Ph. Jaffe-G. Wattenbach, Reges'

ta ponti't'icum ron1anorllm, nueva ed', 1885-1888,

num. Z.'itq. Sobre esta política de Gerberto, véase

por último, con referencias: E. Amann y A' Dtt-

Áas, Histoire de l'Eglise, vol.7, L'Eglíse au pou-

voir des laiques, París, 1948.6 Sobre lbs sellos y monedas del, año mil, véa-

s" ,ob." todo E. P. Sóhramrn, Die deutschen I{ai-lái ""tt Kónige in Bildern ihrer Zeit 751-1152,

Berlín, t928, PP. 99 Y s'7 F. Picavét, oP. cit., PP" 195 Y s'

239 El año mil8 Sobre las relaciones de San Adalberto v

Otón III, cf. H. G. Voigt, Adalbert von prag. EihBeitrag zur Geschichte der Kirche und des dÍAnch-stums ím zehnten Jahrhundert, Berlín, 1.89g.e Sobre el ritual imperial en Rorna, óf. I.. fiut-p!r-*1r, La C^our,d'Otton III d, Rome' (gg|-1001),Mélanges d'archéologíe et d'histoire 'de

t'Ecoiéfrangaise de Rome, 1905, pp. 349-363.

E. Mále, Etudes sur'ies églises romaines.Llgn.zpereur Otton III it Rome et íes égli.ses d.u XesiécIe,,Revue des Deux Mondes, septiémbre 1.93V,repro-ducido en Rome et ses vi.eilies ég\ises, pa-rís, 1942, pp. 138 y s.

* tt , Sobre este pozo, cf. O. Homburger, Ein

Denkmal ottonischer pí.astík in Rom ínit' d."*Bildnis Ottos III, Jahrbuch der preus,sischenKunstsarnmlungen, 1936, pp. 130 y s.; G. deFrancovich, C ontribut i altl i cul tura- o t t oniana inItalia, Il puteale dí S. Bartolorneo alt lso,Ii d,¡Roma, Bolletino d'Arte, 193ó, pp. 207-224. parae_stos autores, la obra dataría áé los comienzosdel siglo xr; según E. Mále, Rome et ses vielles(Slis,e¡, p.q. 150 y s. serÍa del siglo xrr. Ilaytambién discrepancia sobrc la identfdad de la fi_gura del santo: San Faulino de Nole, según E. Má_le.y S?n Adalberto, según G. de Éran"covich.. 12

.,Thangmar, Vita *Bernwardi,

cap. 25; cf.A. Olleris, op. cit., p. 1g1.

lndice

Nota preliminar .

Introducción

El año mil corno mornento histórico:Ántisü"¿t¿ mediterránea. Edad Media germánica y--BlaA

Media occidenial. Romanos y bárbaros' Con-trááitciones del imperio de Carlomagno. Tradicio-nes, influencias, experiencias .".......'

Capítulo 1.

El oroblema de los terrores:óiiEé" v desarrollo de las creencias milenaristas'- ó?ió"itui de los estudios. apocalípticos.. Apocalip-

sis -mozárabes y carolingios. Testimonios histÓn-

ó*,--ná,it Ghbér. Fapel de los terrores en el estu-dio arqueológico de la Ectad Media ..'.""

Capitulo 2.

Construcción de Occidente:ñriiá]" tt-iitérico del año mil. Condiciones de vida'^ -L;;i,rdááéi v las fundaciones religiosas' Estado

¿. -ta óiistianáacl. tr-a reforma monástica del si-

55

=.-".r

8,1240

98

158

Indice

de producción?

4

Libro de BolsilloAlianza Editorial

Madrid

Fernando Vela:

Franz Kafka:La metarnorfosis

glo X: San Odilón y el medio cluniacense. Gui-llermo de Volpiano. Abbon de Fleurv. EI mediocatalán. Abades y obispos del ario inil. Aconte_crm.rentos polÍticos del año rnil en Occidente: elAtlántico norte; _ el mundo ibérico; la Franiia delos Capetos. Roberto el Piadoso

Capítulo 3.

El papa del año mil:Gerberto de Aurillac. Su juventud. Años de Catalu-

ña.T.oma y la Casa de Sájonia. Años de enseñanzaen R.eirns: Richer. Gerberto, abad de Bobbio. Ger,berto y Otón IL Gerberto,.arzobispo de Ravéná.Silvesti-e XI ....... ....

Capítulo 4.

Ei irnperio del rnundo:El-retorno al imperio. La personalidaci de Otón trII.

Nuevo concepto del imperio. La proma de Otón III.Fracaso de la monarqüia universal .....................

Notas

Una colección para todos, cuidac'la, ecouómica y variada

Primeros títulos publicadost

r unas t-J;::,"",'::?:tffffi'Un curso universitario inédito del máximo filósofo de

nuestra lengua, en el que Ortega expone los grandes te-mas de su filosofía,

200

232

,a fuXozart

El retrato de un hombre cuya obra serena y equilibra-da superaba y ennoblecía una intimidad llena de tribu'leciones v sufrimientos.

La rara fantasía de Kafka, según algunos cargada dealegoría, producirá en el lector un auténtico estremeci-mlento.

]locillon.-*1ó