Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; México; Julio, 2001]

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  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

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    Los recuerdos se desintegranmuy lentamente- en el olvido-Algunos renacen de improvisopor inercia o cansancio.

    Junta nueva de poemas asemnticosPamplinas y pamplones- (florecientes).

    Veintiocho salvas de desordenanza.Comicidad relajante de todas las

    teologas.

    Domicilios auspiciados-por la venturasuicida.

    Parece que vemos-miradas de estrellasextintas.

    Afirman tambin que la realidad esminscula porcin

    en el vaco desmesurado.Nos enteramos por tanto de ocurrenciasde hace trillones de aos y palpamoscomo slido lo que casi es hueco puro.Las tomaremos como lucubracionesdel intelecto o la fantasa?Tan placentero como es respirarla brisa marina o asir la elegante maromade avecilla o insecto cualquiera.

    Los remotos remeros-en suspenso en la noche.

    Las injurias sufridasno hay modo de repararlas-el resquemor arde sin cesarhasta destruir el nima toda.

    Un remolino de percusiones inaudibles

    Despotrica y embeleca-tendrs la vida salva y la hora negra-no hay riesgo.

    Todava era posible-sobornar al viento.

    Los prvulos del desiertose ingenian para trazar el mapade todos los oasis existentesen el mundo.

    Epifana del asedio y conquista de losespejismos.

    Llegada al oasis como llegada a la puertadel paraso solamente a la puerta.

    A quin encontrars en las vasno trazadas perceptibles del maro el desierto?

    LA GACETA

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    Gracias a su familia publicamos este poema de Westphalen aparecido en gora, revista cultural editada por la SUNAT(Superintendencia Nacional de Administracin Tributaria del Per), nmero 2, Lima, 1998

    Los recuerdos

    " Emilio Adolfo Westphalen

    En el mes de enero de 1970 Jaime Garca Terrs iniciunanueva etapa de La gaceta del Fondo de Cultura Econmi-ca al transformar lo que antes fuera un boletn bibliogr-fico en una publicacin destinada fundamentalmente a

    promover las novedades de la editorial. En sus pginas se publicaronentonces crticas y reseas de autores reconocidos, tanto nacionalescomo extranjeros, ascomo de aquellos jvenes que se iniciaban en laescritura y que paulatinamente se fueron incorporando al catlogoeditorial.

    A medida que La gaceta fue adquiriendo importancia, el propio

    Garca Terrs decidiaumentar el nmero de pginas, modificar supresentacin y convertirla en una revista que continuara con la mis-ma poltica editorial pero que pudiera venderse al p blico. La gacetacumpliasdurante aos con el cometido de ofrecerles a sus lectoresuna revista de altsima calidad literaria con un elegante diseo querespondidurante mucho tiempo a las necesidades de tipo culturalque por entonces requera el pas.

    Han transcurrido ya ms de dieciocho aos en los que La gacetaaparece como una revista fundamentalmente literaria. Durante ese

    lapso han surgido nuevas publicaciones de carcter cultural, tanto deorden pblico como privado, que han venido a satisfacer la demandaque La gaceta, entre otras publicaciones, cubridurante un largo pe-riodo. Esta nueva situacin ha limitado de manera muy patente tan-to su venta como su circulacin. Por eso, hoy que se inicia una nuevaetapa en el Fondo de Cultura Econmica, se ha considerado la conve-

    niencia de efectuar ciertas modificaciones con objeto de recuperar los

    cometidos iniciales de La gaceta, de manera muy particular la de pro-

    mover las publicaciones de la editorial, preservar su vocacin hispa-noamericana y al mismo tiempo darle continuidad y coherencia a su

    ya larga y prestigiada tradicin.Cada vez se hace ms patente que, a lo largo de los a os, el Fon-

    do de Cultura Econmica se ha transformado de casa editorial en to-da una institucin que ha servido como apoyo invaluable para que to-dos los pases de habla hispana puedan nutrirse de los libros que pu-

    blica ascomo de sus actividades de promocin y divulgacin com-plementarias. Como tal, sentimos que existe una imperiosa necesidad

    por parte del Fondo de brindarles un apoyo ms firme y decidido anuestros lectores para que reciban puntual y oportunamente la infor-

    macin de nuestras novedades a travs de crticas, reseas y ensayosde las obras que se publican con nuestro sello. A partir de ahora las

    pginas de La gacetabuscarn cubrir los ms variados campos de laciencia y las humanidades sin que esto signifique que se dejen de pu-

    blicar algunos trabajos de creacin que desde siempre la han nutridoy enriquecido. Para cumplir con estos objetivos La gaceta volvera unformato ms modesto que permita una distribucin ms amplia y decarcter gratuito sin por ello descuidar ni su factura literaria ni la ca-lidad de sus colaboraciones.

    A partir de este nmero invitamos pues a todos nuestros lectoresa buscar La gaceta del Fondo de Cultura Econmica en las principaleslibreras del pas.

    SUMARIO

    EMILIOADOLFO WESTPHALEN: Los recuerdos 3EMILIOADOLFO WESTPHALEN: Conversacin con Nedda Anhalt 4

    JAIME GARCA TERRS: Sospechosos 7JOS EMILIO PACHECO: Comerse el mundo [Otro poema de Nueva Orleans] 8

    FRIEDRICH KATZ: El antisemitismo en Mxico 9FRANCISCO REBOLLEDO: Historia y literatura 11

    JUAN VILLORO: El bosque imaginario 12VCTOR DAZARCINIEGA: Reyes en misin diplomtica 13

    ULALUME GONZLEZ DE LEN: Muertos breves 15

    DOSSIER: JUAN CARVAJAL, IN MEMORIAMJUAN CARVAJAL: Vladimir Nabokov juega al tenis con Jorge Guill n 16

    JUAN CARVAJAL: Npoli Orribile! 17JAVIER SICILIA: Recordando a Juan Carvajal 19

    ADOLFO CASTAN: La Runa llena de Juan Carvajal 21JUAN CARVAJAL: Aphorismythos 23FRANCISCO SEGOVIA: En el atrio 24

    ANBAL RODRGUEZ SILVA: La poesa renovadora de la cultura 26ILUSTRACIONES : Mauricio Gmez Morn

    LA GACETA

    EDITORIAL

    LA GACETA

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    co por quse ponan a la venta. Mi ingenuidad e ignorancia meimpedan reconocer que esas cabezas reducidas pertenecieronuna vez a seres vivientes a guerreros valerosos inmolados porcreencias religiosassacrificados conforme a leyes ancestrales pa-ra asegurar la existencia y la seguridad de tribu o comunidad.

    De todo esto tuve conocimiento ms tarde cuando me aficiona re-laciones de etngrafos y antroplogos. Me revelaron ellas la diversi-dad y abundancia de usos costumbres doctrinas y supersticiones y pu-

    de por ellas tambin comprobar que tanto se encuentran reacciones ra-cionales extravagantes o poticas entre los aborgenes de Amazoniacomo en las sociedades que pretenden monopolizarculturay civi-lizacin. Hasta me atrevera a sostener que es en los pueblos llama-dos primitivosen donde hay que indagar por los orgenes de todoarte de toda ciencia y de toda tica es decirde los elementos cons-titutivos de las culturas y civilizaciones histricas. Por lo que a mcon-cierne puedo afirmar que buena parte de mis convicciones (y segu-ramente de mis prejuicios) la obtuve en mis lecturas atentas de obras

    de Francis Huxley K. T. Preuss AndrMarcel DAns Julian H.Steward y AndrMtraux Stefano Varesse y Ortiz Rascanire.

    Fue en las informaciones histricas y etnogrficas sobre los jba-ros presentadas por M. W. Stirling al Instituto Smithsoniano (julio

    de 1937) donde encontr no slo reproduccin fotogrfica de lastsantsas sino tambin la descripcin detallada de la manera como las

    cabezas de los guerreros vencidos eran deshuesadas y cocidas y enesa forma reducidas. Su valor social y religioso como trofeos deguerra es equivalente al de nuestras reliquias y talismanes. (No hay

    que olvidar desde luego que la importancia simblica dependadel contexto de mltiples prcticas y creencias entre las cuales noera sino un elemento.)

    Lo que me extraa an respecto a la presencia de las tsantsas enla tienda de antigedadeses que gente civilizadacomprara lascabezas reducidas como curiosidades que colocaba en sus hogares

    junto (quizs) a camafeos de la Roma antigua a porcelanas de laChina o Limoges o a mantos funerarios de Paracas. Sorprende m senterarse que en una poca (no ssi persiste el uso que Stirling se-ala activo desde 1870 por lo menos) se falsificaron tsantsas y que sucomercio florecien Ecuador Colombia Panampues la demandaera considerable. Se coleccionaran por el poder mgico atribuible?Yo no podra contemplar a diario con tranquilidad ya no con pla-cer esas cabezas momificadas deformadas de pellejo repulsivopor color y textura. Algn patlogo podra explicarnos las motiva-ciones del afn coleccionista.

    No podra enumerar todo lo que contribuyeron a la formacinde mi imagen del hombre y su historia (y prehistoria) esas lecturas

    de antroplogos y etngrafos antes citados. Bastarque te diga quepara muno de los ejemplos ms fascinante de literatura (entre losque conozco) son las leyendas y mitos de los huitotosrecogidos ytraducidos magistralmente por Konrad Theodor Preuss. Que no en-

    cuentro nada equivalente en nuestras civilizacionesal modo tandiscreto y (digamos) potico de cortejar que tienen los secoyas. El jo-ven pretendiente se engalana con sus mejores prendas se depila ypinta el rostro y se cubre la cabeza con un gran tocado de plumas

    multicolores. Embellecido asse sienta silenciosamente a la vera dela amada en espera de su reaccin. (Para mhubiera sido muy c-moda esa prctica pues siempre me sentcorto cuando se trataba deentablar el dilogo amoroso.)

    Hubo ms adelante otro incidente en el colegio en que sin prop-sito deliberado mo suscitel recelo de las autoridades y una marca-da desconfianza hacia mis actitudes y convicciones. Una vez se nos

    planteen clase el manido tema de las perspectivas futuras segn lasdeseaba o prevea cada uno. Era una disertacin para ejercitarse enla lengua alemana. Me explaysegn se suele hacer en tales casosrecurriendo a las dificultades de eleccin de carrera y destino atan temprana edad y al desconocimiento de las posibilidadesprofesionales que podan ofrecrseme y que convendran a mis

    capacidades y aficiones. Hasta ese punto era lo rutinario y lo que po-

    da esperarse de un jovenzuelo de apenas doce aos. Pero se me ocurriaadir como colofn (un escrito hay que redondearlo o con unaconclusin o con una sorpresa) que en realidad lo que ms me atraacomo ocupacin era lo opuesto a cualquiera honorable rentable y deprestigio establecido a lo que yo aspiraba ms que todo era a un dolce farniente. En verdad la expresin se presta a ambigedades y cassiempre es mal interpretada. Un ocio agradable implica que ha de

    transcurrir en quehaceres placenteros para uno diversos de los obligados forzados y rutinarios. Hay distracciones sanas y generadoras

    de satisfaccin espiritual. Adems de la frecuentacin de las musasy de la ampliacin de conocimientos en las ciencias y las letras me-diante ce vice impunila lecture podran sealarse las caminatas ydeambulaciones (observacin y degustacin) por una gran ciudadpor el campo o las playas del mar. Se cuenta igualmente la asisten-cia a teatros salas de concierto galeras de arte. Y no son de despreciable importancia reuniones amistosas charlas chispeantes o sabiaso galantes. En el lado ldico de la vida se ubican tambi n las creaciones e invenciones y (por quno) los descubrimientos cientficosy tcnicos las innovaciones y renovaciones artsticas y literariasYo deseaba instalarme en la encrucijada de todas las teoras y todas las prcticas que nos revelan aspectos ocultos del universo yde nosotros mismos.

    Como era de prever, lo que me deparla realidad fue muy distin-to de lo ansiado. Las oportunidades del dolce farniente que hasta hace

    algunos aos me fueron escatimadas ahora se han vuelto casi inexis-tentes. Desde que dejde recibir un sueldo fijo estoy prohibido decomprar libros y revistas. Como no me es factible el acceso a las bi-

    bliotecas (incmodas mal surtidas y nunca al da en este pas) debocontentarme con los libros que me proporcionan de vez en cuando

    amigos generosos. Esta situacin no me hace gracia alguna desde ecolegio me haba ingeniado para obtener una buena proporcin de laslecturas que me tentaban. (Te puedes imaginar que mis privaciones

    comprenden muchas cosas y servicios indispensables para una exis-

    tencia corriente fuera de todas las recreaciones antes referidas.)

    LA GACETA

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    !Emilio Adolfo Westphalen (Lima 1911) es reconocido en laactualidad como uno de los ms grandes poetas del Per y de

    nuestra lengua. Autor de una obra potica breve, el FCE lareuni por primera vez en 1980 con el ttulo de Otra imagen

    deleznable... Asimismo, la filial en Lima de nuestra casaeditorial public en 1996 Escritos varios, crtica de arte y

    poesa con la que Westphalen colabor en dos memorablesrevistas que l mismo dirigiera: Las moradas yAmaru. El

    presente texto, del que ofrecemos un fragmento, apareci en1998 en la revista espaola El signo del gorrin (nmero 14).

    Lo ofrecemos como un necesario homenaje al autorque, este mes, cumplir noventa aos.

    Hace tiempo que deseo complacerte querida Nedday enfrascarme contigo en esa conversacin sobre lostemas que has escogido (no ssi me equivoque) unpoco a la buena de dios pero hasta ahora me ha re-

    tenido el temor a cierto grado de falta de coordinaci n o coinci-dencia entre nuestras actitudes a causa (en gran parte) de dife-rencias de ambiente de formacin de hbitos de le ctura de pre-dilecciones o prejuicios acerca de lo potico.

    Aunque tambin habrinfluido mi resistencia a poner en claro ex-periencias que tienen lugar (predominantemente) a niveles ntimosmuy profundos casi siempre fuera del alcance de cualquier vigilan-cia consciente. Esto por lo que atae al fenmeno de la creacin.

    En cuanto a las peripecias personales (en las que se insiste con fre-

    cuencia en esta especie de interrogatorios) te advertirde entrada quemi oposicin es hoy mayor que cuando me propusiste este di logo.Hay sucesos en la vida de uno que han penetrado tan hondo formande tal manera parte de uno mismo que no hay modo de acceder a

    ellos sin lesionarlos disminuirlos y traicionarlos.

    La experiencia vital recndita sersiempre inexpresable e inco-municable. Cmo hacer valer por ejemplo la vivencia primigeniala vinculacin materna en todo su transcurso formador y transfor-mante? JosM. Eguren tena toda la razn cuando insista en procla-mar que tales repercusiones afectivas no pueden someterse a instru-

    mento tan impreciso y engaoso como son las palabras.Hechos estos reparos veamos en quforma podrabsolver algu-

    nos de tus requerimientos.

    Querras que rememorase episodios lejanos que a pesar deltiempo transcurridohan dejado trazas tales que an me intrigan ome hacen reconocerme en ellos. No sera mala manera de introdu-cirme en el frrago del olvido y rescatar pequeos hechos converti-dos casi en mitologa personal (mitologa ms bien mnima hastainsignificante). No s por qu circunstancias esos hechos no slohan sobrevivido sino que a veces han adquirido cierta aureola de

    atraccin inexplicable.Empezarpor un acontecimiento infantil. (Tendra yo nueve o

    diez aos?) Un da en clase hubo un disturbio y el maestro (muy po-co perspicaz o actuando tal vez llevado por antipata no confesable)me sealcomo uno de los causantes. Todos mis compaeros se sor-prendieron de tan arbitrario y desacertado juicio.

    De nio yo era obediente tmido apagado indeciso sin aparentarinters por nada aunque observndolo todo y presintiendo exacta-mente lo que se me ocultaba. En cualquier caso incapaz de insolen-cia y de armar alboroto o travesura o desaguisado alguno. No protes-

    tpor la injusticia pero tampoco me queda cumplir el castigo (no re-cuerdo si encierro solitario u obligacin de tarea luego de terminadoel horario de clases). Mi rebelda no se restringial no cumplimientode la pena sino que al da siguiente en lugar de acudir al colegio medediqua vagar por la ciudad escogiendo calles alejadas tanto de micasa como de la escuela. La prctica se prolongdurante varias sema-nas hasta que fue advertido mi padre de mi ausencia ins lita. Le ex-pliqulos motivos de mi conducta y ni siquiera fui rega ado (deboanotar que no he conocido persona ms bondadosa que mi padre).Tampoco hubo represalias en el colegio. El castigo en todo casonunca se hizo efectivo. Hoy mismo me sorprende haber reaccionado

    tan tempranamente de modo tan puntilloso (y sin duda exagerado) a

    un acto de injusticia. Habr a que aceptar que la timidez no excluyeobrar en ocasiones con independencia y desenvoltura.

    Ese deambular por la aldea grande que era entonces Lima me

    fue no slo divertido sino instructivo. nicamente mencionarahora (por sus implicaciones posteriores y que en ese entonces no

    poda siquiera sospechar) el descubrimiento en la vitrina de unanticuario de unos objetos extraos. Eran un par de minsculascabezas no mayores que un puo de persona adulta con pielobscura (como ahumada) larga cabellera negra y labios prominen-

    tes cosidos con una hebra gruesa que apretaba la boca. No podaimaginarme su origen ni el uso a que estaban destinadas tampo-

    LA GACETA

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    Conversacin con Nedda Anhalt

    " Emilio Adolfo Westphalen

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    ! De reciente publicacin en el FCE, eltercer tomo de las obras completas de

    Jaime Garca Terrs se titulaLa feria de los das, e incluye en suspginas una amplia gama de lo que

    el poeta escribiera en prosa:ensayo literario y filosfico,

    semblanzas y textos de periodismocultural y poltico. Dividido en tres

    secciones: La feria de los das,Inventario y Otros textos, el

    volumen abarca cuatro dcadas deescritura, curiosidad y

    lucidez infatigables.

    Cada poca tiene sus inquisicio-nes o, si se prefiere, su piedra

    de toque. Hubo un tiempo en

    que todo el mundo era sospe-

    choso de ser reaccionario. Hoy los tiempos

    han cambiado: todo el mundo es sospechoso

    de ser rojillo.

    Es usted, por casualidad, rojillo? Lepreguntan a uno cuando llega a una casa

    por primera vez. Y la misma interrogacinse repite sin cesar, dondequiera. En la calle,

    en la oficina, en el interior de los peseros, en

    los banquetes, en las playas de moda y en

    los espectculos pblicos. La muchacha ca-sadera lo pregunta a su pretendiente, antes

    de tomar ninguna decisin. La seora, alcandidato a mozo, o a la posible recamare-

    ra. El polica, al ladrn. El ladrn, al polica.El Colegio Electoral, al presunto diputado.

    El maestro, al alumno. El alumno, al maes-

    tro. El ministro, al subsecretario. El subse-

    cretario, al oficial mayor. El oficial mayor, al

    jefe de personal. E l jefe de personal, al esta-

    dgrafo. El estadgrafo, a la mecangrafa. Lamecangrafa, al mensajero. El mensajero, al

    bolero. El bolero, al mendigo. El mendigo, a

    quien no le da limosna. La pregunta es

    siempre la misma; slo vara el gnero deladjetivo calificativo.

    Y no vale decir: no s. Ni contestar que seignora lo que el vocablo rojillo(o, en su ca-so, rojilla) significa. La inquisicin, comotodas las inquisiciones, es implacable.

    Sin embargo, como la mayora de las per-sonas ignoran efectivamente si son o no roji-

    llas, un grupo de expertos ha redactado el

    cuestionario que ofrecemos enseguida, y que

    ayudara despejar cualquier incgnita. Bas-

    tarresponder So No, a cada una de las pre-guntas que dicho cuestionario comprende. Si

    la respuesta es S, sume o reste (segn proce-da) la cifra que se indica junto a la palabra S.En caso contrario, debersumar o restar lacifra que acompaa a la palabra No. Una vezcontestadas todas las preguntas, consulte la

    tabla que sigue al cuestionario; en ella averi-

    guarusted la clasificacin que correspondeal total que haya usted obtenido. Y assabrlo que es preciso saber.

    CUESTIONARIO:

    ES USTEDROJILLO?

    1. Emplea usted a menudo frases tales comolibertad de expresin, libertad de cte-dra, justicia social, independencia eco-nmica, no gana uno para preocupacio-nes, y otras semejantes?

    S[sume 10] NO [reste 25]

    2. Usa usted palabras o frases tales como:rusfilo, comunistoide, vendepatrias,fascismo rojo, amos del Kremlin, orode Mosc, compaeros de viaje, miscuatro lectores, mundo librey doctrinasexticas?

    S [reste 25] NO [sume 50]

    3. Procura informarse en fuentes objetivassobre un tema determinado, antes de hablar

    del propio tema?

    S [sume 25] NO [reste 10]

    4. Le parece que todos los refugiados espa-oles tienen la hoz y el martillo tatuados ba-

    jo la camisa?

    S [reste 10] NO [sume 10]

    5. Es usted millonario?

    S [reste 25] NO [sume 25]

    6. Usa usted corbata?

    S [reste 2] NO [sume 30]

    7. Le agrada pensar con su propia cabeza?

    S [sume 50] NO [reste 30]

    LA GACETA

    7

    Esta fantasa m a por la ocupacin pla-centera pero tambin fructfera y creativase transform aos despus en otra igual-mente inalcanzable. Soaba gestionar unempleo como lector oficial. Haba compro-

    bado que en las bibliotecas pblicas de mipas los mejores libros pocas veces ten an in-teresados. Alguien tena que leerlos y paraello me ofreca yo. Ahora pienso que la ideadesde luego inaplicable y sin sponsor posi-

    bleno era buena. Cada da encuentro mslibros ilegibles. Aun los que me deleitaron en

    otra poca al releerlos los abandono a laspocas pginas. No me dicen nada las novelasque devoraba en mi juventud (y aun ms tar-de). Una que recordaba con nostalgia (es La

    Chartreuse de Parmenada menos) a dos ter-cios de un recorrido accidentado parte pla-centero parte aburridodejde interesarmeen absoluto. Pero esto no sernovedad ni pa-ra ti ni para nadie. Es normal que con los

    aos los gustos y las predilecciones se modi-fiquen y hasta se inviertan.

    Llego a la parte mistificante o enigmticade mis remembranzas juveniles. Quedestu-pefacto (y dolido) cuando se me ocurrielhecho. La misma sensacin de desagrado serepite cada vez que me viene a la mente se-mejante a la experimentada al internarse uno

    por parajes de mal agero y que rezuman loaciago por doquier.

    Fue en las postrimeras del ciclo escolar.Estaba yo un da apartado de todos en el re-creo cuando se acercde improviso uno demis condiscpulos y sin prembulo algunome espetTvas a ser poeta para sin espe-rar mi reaccin reintegrarse al grupo que sediverta con l.

    En aquella poca nada estaba ms aleja-do de mis propsitos que ser escritor (y

    mucho menos poeta). Ya antes te indiquhacia dnde se inclinaban mis ensoacio-nes. Todos en la clase saban que yo no meensayaba en escribir poema o cuento o en

    cualquier otro gnero literario. No habatampoco colaborado en las revistillas que

    algunos redactaban y hacan circular. Rece-l por tanto una mala intencin en el exa-

    brupto. Su autor era un joven ms bien al-borotado y travieso amigo de hacer burlasa compaeros y maestros poco dado a afi-ciones literarias y con quien yo no tena si-no relacin superficial. (Me enter aosms tardecuando ya no haba trato algu-no entre nosotros que intervena en novi-lladas de toreros seoritos). No captdeinmediato sus intenciones hubiera sidoevidente el propsito si su acto se hubieraefectuado a odas de sus amigos para pro-vocarles hilaridad. Recapacitando lleguala conclusin que sbitamente haba deci-dido jugar a la pitonisa conmigo que la

    burla era sutil pero tambin incisiva. Mehaba hablado con cara de palo y tono com-pletamente neutro. Sin embargo se perci-

    ban (oscuras pero evidentes) las implica-ciones peyorativas por no decir despecti-vas. Era su estilo de hacerme reconocer que

    yo era (y sera en lo futuro) un don Nadieuna persona inocua y despreciable.

    La ofensa me remeci ntima y profun-damente. Estoy me parece justificando aladjudicar a esa experiencia mi sobresalto

    de defensa cuando alguien me llama poe-ta en lugar de pronunciar mi nombre oapellido. No sera explicable en otra formael empleo ms bien desusual del calificati-vo. Uno se dirige a los dems por su nom-

    bre salvo en los elementos jerarquizadosen que es de rigor Ilustrsimo seor Obis-

    poExcelent simo seor Embajadoro(ms campechanamente) Mi Coronel oMi Cabo. Has notado que no le dicesoye novelista (en lugar de Carlos o delapellido) cuando te diriges a alguien que

    ejerce ese oficio?

    Estimo por tantoque no doy muestrasde susceptibilidad enfermiza si se me pone la

    piel de gallina cuando me tratan familiar-

    mente de poetay ello no slo por el refle-jo subconsciente del insulto remotosino porlas asociaciones solapadas de menosprecio

    (quizs no reconocidas por quienes empleanel calificativo).

    Para borrar el mal sabor que me ha deja-

    do el relato precedente te propongo un in-tercambio ameno antes de ocuparnos de la

    otra seccin de tu temario.Al igual que todo el mundo yo he estado

    constantemente curioso (y desconcertado)

    ante mis sueos. En particular me intriga quea pesar de mi mala memoria se conserven al-

    gunas imgenes fragmentarias de sueos

    que tuve en la infancia y la adolescencia. Sonpartculas irradiadas del pasado que no pier-den ni su misterio ni su carga afectiva.

    Algn da tratar de investigar lo quepueda deducirse de tan extraa persistencia.

    Como habrs adivinado en sueos (aundespus de publicados por mpoemas y en-sayos) nunca he aparecido haciendo de escri-

    tor o reconocido como tal tampoco dedica-do a tareas emparentadas. Sobre mi pantalla

    onrica el sentido que predomina es la vistapocas veces se oyen voces ruidos msicasestruendos. Ni aun los suculentos y llamati-

    vos manjares que en ocasiones me tientanme es permitido siquiera probar.

    Entre esos recuerdos que por su lonta-nanza perteneceran casi a otra existenciadestacan dos sueos de colorido deslum-

    brante que animaron noches consecutivas de

    mi vida juvenil. Para asombro mo fueronpresentados unos dibujos de perfeccin y be-lleza incomparables haban sido hechos porm(en sueos aunque en los sueos no sesiente el sueo sino la propia realidad vivay cambiante desde luegoms viva y cam-

    biante que la otra).

    La satisfaccin era inmensa y no podaser de otro modo pues se trataba de los m shermosos dibujos nunca vistos (tal era el

    convencimiento irrefutable).

    Cmo explicarse que broten de uno talesportentos? Quin me haba ofrecido en uninstante la ms hermosa obra de arte imagina-

    ble de la cual yo me apropiaba sin merecerla?Y quin (otras veces) me sumerga en espan-to y angustia insoportables? Quin presta talpotencia sobrehumana a las facultades de

    creacin y percepcin de lo imaginario? Porqula limitacin (igualmente) por quel mi-lagro no acontecisino un par de veces? Final-mente por qu nos identificamos de prefe-rencia con lo onrico en oposicin a lo real?

    LA GACETA

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    Sospechosos" Jaime Garca Terrs

    Marcapasos

    Hace treinta aos, poco ms, JaimeGarca Terrs inici una nueva po-ca de La gaceta del FCEcon elapoyo del entonces director de laeditorial, Antonio Carrillo Flores einaugur en ella su columna llamadaLitoral, muy a la manera de La feriade los das que antes haba escrito,mes a mes, para la Revista de la Uni-versidad de Mxico cuando fue di-rector de sta. Su columna valga laredundancia: vertebral viaj luego aVuelta de Octavio Paz e inici otra,llamada El ratn, para la revista Bi-

    blioteca de Mxico. Despus de ha-berle pedido prestado a Alfonso Re-yes el nombre deA campo traviesa,La gaceta en sta su nueva pocareconoce en Marcapasos las ense-anzas de don Jaime como creadorde este gnero literario llamado Laferia de los das-Litoral-El ratn.

    "En mayo pasado muriel inmorible

    Juan Carvajal, traductor de Perse,

    Cavafis y Rilke, y autor de Occiden-

    talmente, Runa llena, Precipitaciones y

    Aphorismythosnombre tambin dela seccin con la que colaborduran-te muchos aos en el suplemento S-bado de unomsuno. Estpor apareceren Ediciones sin nombre, que dirige

    y anima Jos Mara Espinasa, unacrnica de su visita a Paul Bowles .Adems de recordarlo en estas pgi-nas con un poema, una seleccin bre-ve de sus aforismos y una crnica desu autora, ascomo con los textos deFrancisco Segovia, Javier Sicilia y

    Adolfo Castan, nos acordamosaqu de uno de sus fragmentos:Quizs el elemento ms fascinanteque hay en la literatura resida en el

    cmulo de autor que contiene laobra. Disperso en ella, desmembra-

    do, sacrificado, multiplicado, ese tu-

    multo rfico nos da, en mayor medi-da que ninguna otra experiencia, la

    hondura y el misterio de la condicinhumana. Difcil desear que descanseen paz a quien tena la escritura comointensa actividad. Escriba en paz.

  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

    5/17

    !La Accin Revolucionaria Mexicanistao los Camisas Doradas fueron los

    representantes en nuestro pas de laoleada nazifascista que, con el ascenso

    del nacional socialismo en Alemaniadurante los aos treinta, se desat en

    muchos sitios de Europa y Amrica. EnCamisas, escudos y desfiles militares,

    libro de Alicia Gojman editado este aopor el FCE y del cual ofrecemos elprlogo, la autora nos presenta los

    orgenes, alcances y disyuntivas finalesque la accin de dichos grupos

    tuvo en Mxico.

    Quienquiera que tenga conoci-

    mientos de la historia alemana

    seguramente sabr que a prin-cipios de la dcada de 1930, an-

    tes de la ascensin de Hitler al poder, Berl npresentaba un cuadro muy preocupante. Tro-

    pas alemanas peleaban contra comunistas,

    atacaban comercios judos, golpeaban a judosy el partido nazi publicaba un flujo de propa-

    ganda xenofbica y antisemita. El autoritariogobierno germano de los treinta, que goberna-

    ba el pas antes de Hitler, a pesar de no ser de-claradamente nazi, permita a los nazis operarlibremente y comparta muchos de sus puntosde vista antisemitas y xenfobos. Para muchosresultara sorprendente saber que al principiode los treinta, condiciones similares aunqueen una escala un tanto ms reducida que enAlemania imperaban en Mxico. Grupos

    fascistas con el nombre de Camisas Doradas

    atacaban individualmente a los judos y a suscomercios. Gozaban de la tolerancia y posible-

    mente tambin del apoyo de algunos presi-dentes de Mxico que gobernaron al pas du-rante el periodo conocido como el Maximato.

    Esta situacin se comprueba y analiza en el li-bro Camisas, escudos y desfiles militares. Los Do-

    rados y el antisemitismo en Mxico (1934-1940)

    de Alicia Gojman de Backal. La parte ms im-portante de este libro describe el aumento y

    las polticas de los Camisas Doradas. Sus obje-tivos se expresaban claramente en un panfleto

    que contena las siguientes palabras: Sangre

    juda, sangre juda y cada da ms sangre judadebe fluir si deseamos salvar a nuestra ama-

    da patria y por esta razn deben llevarse acabo campaas de exterminio en contra delos 30 000 judos de Mxico.

    Los Camisas Doradas no estaban solos en

    sus actitudes antisemitas. En 1933 un readel gobierno, el Departamento de Migracin,expresque por razones tnicas, personasde razas negra y amarilla, con excepcin delos japoneses (en vista de que tenemos un

    tratado internacional firmado con ellos) y los

    malayos e hindes, no pueden inmigrar aMxico y les serprohibido incluso estudiarac. La Secretara de Gobernacin declaralmismo tiempo que la inmigracin judams que cualquier otra, debido a sus caracte-rsticas morales y psicolgicas y al tipo de ac-tividades a las que se dedica, es indeseabley los judos no tendrn permitido entrar alpas ya sea como inversionistas, vendedores,directores, administradores, representantes

    de negocios establecidos en Mxico... y estu-

    El antisemitismo en Mxico

    " Friedrich Katz

    LA GACETA

    9

    8. Encuentra usted alguna diferencia entrela Biblia y las opiniones de los grandes dia-

    rios nacionales?

    S[sume 50] NO [reste 50]

    9. Respeta a su prjimo, aunque no t engalas mismas ideas que usted?

    S[sume 10] NO [reste 25]

    10. Entre las palabras o frases que le po-nen a rechinar los dientes se cuentan: so-cialismo, obrero, campesino, huel-ga, miseria, impuesto sobre la renta,Ley del trabajo, emancipacin, ex-propiacin, Marx y la criada quiereaumento de sueldo?

    S[reste 100] NO [sume 25]

    11. Duda usted de la exactitud de alguno de

    los axiomas siguientes?

    A) La revolucin cubana es el mal absoluto.B) Time is money.

    C) Todos los socialistas se van al infierno.

    D) Cualquiera tiempo pasado fue mejor.

    E) La Universidad esten garras de loscomunistas.

    F) El cliente siempre tiene la razn.

    S[sume 250] NO [reste 100]

    12. Cree usted que la paz es mejor que laguerra?

    S[sume 25] NO [reste 25]

    13. Desayuna usted en Sanborns?

    S[sume 10] NO [de todos modos sume 10]

    14. Odia usted a los judos?

    S[reste 50] NO [sume 100]

    15. Responde usted con frecuencia a cues-tionarios como ste?

    S [reste 3] NO [sume 25]

    TABLA

    Menos de 0: Tranquilcese!, todava no esusted rojillo. De 0 a 25: Esta punto de ser-lo. Entre 20 y 50: Rojillo, con vagas esperan-

    zas de reforma. De 50 a 100: rojillo peligro-

    so; se impone la cuarentena. Ms de 100:Vaya cinismo! Y se atreve usted a ponerloen tela de juicio?

    Septiembre de 1961

    LA GACETA

    8

    Comerse el mundo[Otro poema de Nueva Orleans]

    " Jos Emilio Pacheco

    En las bancas del parque cerca del rodesde la edad tercera observamos atnitoscmo se dejan caer sobre la ciudad entre el sexual aire hmedolas parejas de jvenes, la novsima y vidageneracin que naci para el da de gozo y copulabajo su spera msica alada y despliegasu carnaval de amor rpido.

    Qu armona y plenitud tienen los cuerpos dorados,vibrantes en un segundo de dicha orgsmica.

    Vienen a lo que vienen.Ellos s de verdad llegaron para comerse este mundo.

    Luego obedecern a la sombra esclavitud del trabajo,al sistema de hierro que los obliga a esforzarsey a consumir hasta la muerte.

    Mientras tanto comerse el mundono es un lugar comn en su caso:quienes vuelan y danzan y se acoplanson las termitas.Y poco a poco devoran el viejo centro de Nueva Orleans sus

    mandbulas.Fauces feroces como taladro implacable.Insectos inmunesa los venenos conocidos.

    Para iniciar el siglo XXIlas invencibles termitasse perpetan sin sosiego en su coito unnime.

    Nos cremos los dueos de este planeta:ante ellas

    no somos ni siquiera dioses cados:slo un puado de polvo(el polvo que hacen con pico y pala sus fauces)en las bancas del parque cerca del ro.

    Poema tomado de Tarde o temprano [Poemas 1958-2000], volumen de publicacinreciente en la coleccin Letras Mexicanas del FCE.

    "Al cierre de este nmero nos entera-mos tambin de la muerte de LorenzaFernndez del Valle, con quien JuanCarvajal tradujera al alimn las Ele-gas de Duino de Rilke, y el Discursode Florencia de Perse, y con quien vi-sitara a Paul Bowles en Marruecos.La gaceta extiende igualmente su pe-sar a sus hijos.

    "Tiempo de premios: varios de los au-tores de nuestro catlogo han recibi-do en los ltimos das reconocimien-tos, como la novelista britnico-persa-rodesiana Doris Lessing (Las crce-les elegidas, Coleccin popular), me-recedora del Prncipe de Asturias, y elfilsofo alemn Jrgen Habermas

    (Ms all del Estado nacional, Polticay derecho), quien recibir el Premiode la Paz otorgado por los editoresalemanes en la prxima Feria del Li-bro de Frankfort.

    "Diez aos despus de que GonzaloRojas recibiera por primera vez elPremio Reina Sofa, le toca el turno aNicanor Parra, poeta nacido en San-tiago de Chile en 1914. Parra mere-ci, asimismo, la primera edicin delPremio Juan Rulfo que se otorga conmotivo de la Feria Internacional delLibro de Guadalajara. Del autor, lasubsidiaria chilena de FCE publicPoemas para combatir la calvicie:

    antologa.

    "Miguel Len-Portilla autor de Losantiguos mexicanos a travs de sus

    crnicas y cantares, Humanistas de

    Amrica y Huehuehtlahtolli: testimo-nios de la antigua palabra, entre otrosttulos publicados por nuestro selloeditorial fue distinguido tambin conotro premio, el Internacional Menn-dez Pelayo. Decimos que otro, yaque este mismo ao recibi en Espa-a el Fray Bartolom de Las Casas.Enhorabuena.

    "Tambin merecedor del MenndezPelayo, adems del Prncipe de As-turias, Pedro Lan Entralgo muri a

  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

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    !De Francisco Rebolledo el FCE hapublicado un volumen de cuentos,

    Pastora y otras historias del abuelo, ensu coleccin Letras mexicanas.

    El siguiente texto fue ledo por el autoren una mesa redonda organizada en

    Bellas Artes, en la que tambinparticiparon lvaro Matute, Antonio

    Saborit y Anamari Gomiz.

    Cuando me invitaron a partici-

    par en esta charla vinieron a mimente un par de frases de dos

    grandes escritores, las cuales

    siempre he sospechado que son verdaderas;

    y digo sospechado porque nunca, hasta ahora,

    haba reflexionado con cierta profundidaden ellas: mi intuicin las haba aceptado ycon eso tena bastante.

    La primera es de mi admirado Gustave

    Flaubert y es, como casi todas sus senten-

    cias, lapidaria:

    Un novelista, para m, no tiene derechoa dar su opinin sobre las cosas de este mun-do. Debe, en su vocacin, imitar a Dios en lasuya, es decir, hacer y callarse.

    Creo que ahora se comprende por quvi-no a mi mente cuando fui invitado para estar

    en esta mesa. De hecho siempre la recuerdo

    en ocasiones como sta y generalmente ter-mino por rechazar la invitacin: lo mo, medigo acicateado por el francs, es escribir fic-cin y no opinar.

    No obstante, en este caso acepty ello sedebe sin duda a la segunda frase que men-

    cionantes. Se trata de una reflexin de PoBaroja deliciosamente breve y provocativa:

    La historia es una rama de la literatura.Pese a la prudente advertencia del fran-

    cs, no pude evitar la tentacin de hablar si-quiera un poco de estos dos temas que desde

    muy pequeo me apasionan y que Po Baro-ja hermanen su feliz frase: la historia y la li-teratura. Ahora bien, si no me he quedado

    callado por lo menos intentar respetar laprimera parte del consejo: tratarde no opi-nar, ni mucho menos dictaminar o emitir jui-

    cios acerca de estos temas; simplemente di-

    sertarun poco en torno a ellos. Me gusta-ra pensar que de esta manera hago algo co-mo escritor.

    La historia es fascinante, se dice, y lo

    creo: la historia ejerce una poderosa fascina-

    cin sobre muchos espritus. Por qu? Su-pongo que la explicacin radica en la esenciamisma de su objeto de estudio: el pasado. En

    un hermoso ensayo, La intuicin del instante,

    Gaston Bachelard trata de demostrarnos,

    empleando para ello con diablica lucidezcuanto artilugio ha desarrollado la mente

    humana, desde la intuicin potica hasta lasmisteriosas ecuaciones de la mecnica cun-tica, trata de demostrarnos, deca, que lo ni-co real, lo nico que podemos aspirar a vivires el presente y, ms an, que de este presen-te, el cual tendemos a concebir como un lap-

    so que tiene cierta duracin, que se tiende

    entre el pasado y el porvenir, lo nico real, lonico que nos estdado vivir es el instante,

    justo ese instante que est dejando de sercuando apenas nos percatamos. Y cuando ha

    dejado de ser, cuando ya no es real, se con-

    vierte en recuerdo, luego en pasado. Dice Ba-

    chelard que el instante que recin ha sucedi-do es el que ms lejos queda a nuestra con-ciencia, porque su recuerdo, demasiado fres-

    co, nos hace confundirlo con el presente. S-lo cuando ya ha pasado cierto tiempo pode-

    mos reconstruirlo con ms precisin por me-dio de la memoria y la imaginacin: se es elverdadero recuerdo. El pasado ya no es y lo

    que recordamos no es lo que fue, o es algo

    ms que eso: es lo que fue aliado por nues-tros anhelos, obsesiones y pasiones; esto es,

    el pasado que recordamos es algo que ha

    construido nuestra mente justo en el instante

    en que lo evocamos y est animado por laimagen de nuestro recuerdo o, mejor, por un

    recuerdo imaginado. Escenas de nuestra vi-

    da pasada (y cuanto ms lejanas, ms notorioes el efecto) vienen a nuestra mente no como

    fueron (como fueron nunca podrn volver aser porque ya no son) sino como las imagina-

    mos. Recordar, pues, es imaginar; ms an siel pasado que evocamos ocurrien una po-ca o en un lugar que no vivimos. Es obvio

    que no podemos recordar una situacin queno nos ocurri. No obstante, podemos imagi-narla. Pensemos, por ejemplo, en la escena

    que nos describe Bernal Daz y que ocurriel8 de noviembre de 1519: el emperador de los

    aztecas recibe en la gran calzada de Iztapala-

    pa al intrpido Hernn Corts. Aqurecorda-mos la imagen que describe el cronista; pero

    ese recuerdo (las palabras del cronista) nos

    ha permitido reconstruir en nuestra mente

    (algunos lo hacen incluso con lujo de deta-

    lles), justo en el instante en que lo estamos

    haciendo, un mundo que, de otra manera, ja-

    LA GACETA

    11

    diantes. Para efectos prcticos, la mismaagencia gubernamental aadique debidoa la identificacin fsica de los judos, a pesarde sus caractersticas raciales, es difcil yaque viven por todo el mundo, a pesar de que

    no han roto su unidad tnica, son de distin-tas nacionalidades, y expresque debido aque la mayor parte de los jud os profesan lareligin juda, cada nuevo inmigrante deberadmitir su religin. Si se descubriera que esde origen judo independientemente de lanacionalidad que posea, deberser detenidoen la entrada y esta administracin deberinmediatamente ser notificada por telegrama

    de esta decisin.Estas actitudes xenfobas se extendieron

    asimismo a otros grupos: Albaneses, afga-nos, abisinios, egipcios y marroques no de-

    bern ser admitidos, ya que su sangre, sucultura y sus costumbres los vuelven dema-

    siado exticos para nuestra psicologa. Laautora dibuja los lazos entre los Camisas Do-

    radas y la embajada alemana y describe los

    consejos y la ayuda que recib an principal-mente del representante de propaganda den-

    tro de la embajada germana, Arthur Dietrich.

    No obstante, para 1938, tras la expropiacinde los contratos petroleros de las grandes

    empresas extranjeras por parte del entonces

    presidente Lzaro Crdenas, Nicols Rodr-guez parece haber cambiado su lealtad hacia

    Alemania por las compaas petroleras, delas cuales l tena la esperanza de obtener losfondos necesarios y las armas para organizar

    un levantamiento en Mxico. Alicia Gojmande Backal no trata solamente con los fascistas

    sino tambin con la resistencia antifascista enMxico. Describe la oposicin por parte degrandes segmentos de la sociedad mexicana

    sindicatos, organizaciones campesinas, elpartido comunista, partes del partido oficial

    y distinguidos intelectuales al igual que la

    comunidad judaal ascenso del fascismo yde los Camisas Doradas en Mxico.

    El ataque ms decisivo en contra de losCamisas Doradas fue el que lleva cabo elpresidente Lzaro Crdenas una vez queconsolidsu posicin en el poder en Mxicoy cortcon el hombre fuerte, Plutarco ElasCalles. Crdenas decretla disolucin de losCamisas Doradas y expulsa su lder, Nico-ls Rodrguez, de Mxico. De acuerdo conlas polticas de Crdenas de terminar con losasesinatos tradicionales que haban existidodurante las administraciones previas en el

    pas, l prefera no matar ni encarcelar a lamayor parte de sus enemigos, sino ms bienexiliarlos. La nica excepcin era en esos ca-sos en los que se levantaran en armas en con-

    tra del gobierno. Frecuentemente Crdenashablaba en contra del antisemitismo y la per-

    secucin de los judos, y representantes desu partido participaron en el gran mitin en

    noviembre de 1938 para protestar en contra

    de la persecucin de los judos, durante ydespus del granpogrom en Alemania y Aus-tria del 9 de noviembre de ese mismo ao.Por otro lado, el gobierno mexicano estaba

    reacio a admitir refugiados judos en el pas.No puede uno ms que especular en cuantoa los motivos para esta reticencia por parte

    de las autoridades mexicanas. Seguramente

    no era debido a ningn sentimiento antise-mita por parte del mismo Crdenas como lodemuestra su fuerte oposicin ante cualquierpersecucin a los judos fuera del pas. Sinembargo, algunos de los oficiales de puestos

    ms bajos del gobierno mexicano y en espe-cial de la Secretara de Relaciones Exteriores,an mostraban tendencias antisemitas y tra-taban de limitar el acceso de jud os a Mxico.Este hecho por ssolo no explica la actitud

    renuente del gobierno mexicano hacia los

    refugiados judos. No cabe ms que especu-lar sobre los motivos, pero las probabilida-

    des indican que la misma presin de la dere-cha que forza Crdenas a no proponer alradical Mgica como su sucesor sino ms

    bien a apoyar a un candidato mucho msmoderado para ocupar ese puesto, explica

    tambin su poltica en relacin a la inmigra-cin juda. Adems, en contra de los deseosde grandes segmentos de la sociedad mexi-

    cana, Crdenas estaba haciendo todo lo queestaba en sus manos para admitir a miles y

    tal vez a cientos de miles de refugiados de la

    Repblica espaola. Este hecho puede tam-bin haber ejercido una influencia sobre suspolticas hacia los judos. Debe haber senti-do que tena que escoger entre los refugia-dos espaoles o los judos, ya que no conta-

    ba con la fuerza pol tica suficiente para ad-mitir a ambos grupos.

    Otro motivo de especulacin es por qualgunas personas importantes que apoyaban

    a Pancho Villa, como es el caso de SilvestreTerrazas y Roque Gonzlez Garza, ahora sehaban vuelto ya miembros de los CamisasDoradas, ya sus ms fuertes defensores. Enel caso de su lder, Nicols Rodrguez, no esimportante. Rodrguez slo haba sido villis-ta por un periodo muy corto de tiempo y ha-

    ba cortado con Villa en el momento en queeste ltimo organizaba una guerrilla en con-tra de los victoriosos carrancistas. Silvestre

    Terrazas, por otra parte, haba sido un perio-dista de la oposicin durante el rgimen deDaz. Constantemente haba expuesto laidea de una sociedad ms democrtica, ha-

    ba apoyado fuertemente a Madero y al sersecretario de Estado durante el rgimen deVilla claramente haba defendido las refor-mas agrarias en Mxico. Roque GonzlezGarza haba apoyado con igual fuerza aMadero, siendo tambin un gran defensorde la democracia en Mxico, y como el re-presentante de Villa en la Convencin deAguascalientes, aval con entusiasmo elPlan de Ayala que contena las bases parauna slida reforma agraria en Mxico. Vein-te aos ms tarde se volviuno de los msimportantes lderes fascistas en el pas. Porqucortaron estos hombres con la ideologaque tan entusiastamente haban adoptadoantes y durante la Revolucin mexicana?Qulos indujo a dejarla de lado? Estas pre-guntas continan sin respuesta.

    Este libro ofrece una descripcin muyconvincente de los Camisas Doradas, una de

    las ms importantes organizaciones fascistasen Mxico, con un nfasis especial en la ma-nera en la que trataban con los jud os y cmola poblacin juda, ascomo los antifascistas,reaccionaron a esas polticas.

    Traduccin de Hellen B. Soriano

    LA GACETA

    10

    Historia y literatura

    " Francisco Rebolledo

    los 93 aos de edad. ltimo huma-nista del siglo XX, como le llama-ban, el autor de Teora y realidad delotro pas de la fsica y la medicina ala historia, la literatura y la filosofa.Fue miembro de las academias es-paolas de la Lengua, de Medicina yde Historia y dej inconcluso su libroLa muerte propia.

    "Discpulo de Habermas, Carlos Pe-reda dice en Fractal(nmero 18, oto-o del 2000) que los filsofos que es-criben en castellano o en portugusse caracterizan por su invisibilidad.Tres vicios el fervor sucursalero,el afn de novedades y los entu-siasmos nacionalistas, estn de-trs de este no lugar que tiene la fi-losofa iberoamericana. Gracias alensayo, afirma ms adelante, quizs

    pronto se empiece a adquirir la cos-tumbre de hojear los artculos y li-bros de nuestros colegas de la len-gua la lengua es tambin una pa-tria y, con el tiempo, si los diosesson propicios, se iniciarn dursimose iluminadores debates entre noso-tros. Porque si no comenzamos porornos, quines nos van a or? Elensayo de Pereda publicado enFractalpodra ser una buena y privi-legiada oportunidad de comenzaresa lectura pendiente.

    "La revista Textos, editada por la Uni-versidad Autnoma de Sinaloa, com-parte con Fractal la generosidad deespacio que ofrece a sus autores e in-tereses editoriales. Su nmero cuatro,correspondiente al primer trimestre deeste ao, dedica ms de ochenta p-ginas a reproducir textos de y sobre elpoeta y dramaturgo alemn HeinerMller (1929-1995), uno de los auto-res ms ledos y queridos del Este. Susepelio, segn cuenta Gabi Tuch, fuecomo el de un Papa. Durante ms dediez das, de las doce del da a lassiete de la noche, se leyeron sus poe-mas en el Berliner Ensemble, con lle-nos a reventar.

    "

    "

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    cuadros traen un aire cargado de aserrn y elrtmico rumor de la carpintera.

    Pero la mirada de Gmez Morn tam-bin conoce el capricho de las lupas: en susafari naturalista agranda insectos hasta

    convertirlos en seres de fbula y l ogra quelas moscas diarias parezcan aves de una

    edad futura.

    El trato franco con la materia lo lleva im-primir el corte transversal de un rbol para re-saltar sus anillos de tiempo, sin otra interven-

    cin esttica que el entintado. En otras plan-chas opera como un recolector; incorpora tra-

    pos, metales, ramas, recicla residuos en

    imgenes: un gancho de ropa es la cabezade un hombre; un jirn de tela, su nuevavestimenta.

    En estos grabados llueve en abundancia,

    aunque no siempre de verdad. Los escena-

    rios se someten a una precipitacin de diago-nales, vetas, heridas que sugiere la madera.

    Sin embargo, estos temporales son anmicos;el grabador enriquece lo real con una sensa-

    cin de viento llovido. Tal vez porque fumamucho frente a sus obras, ama los filtros, las

    veladuras que crean zonas propiciatorias, at-

    msferas donde es posible levitar con la na-turalidad de quien se demora en el aire. Laimaginacin es un lugar en el que lluevesiempre, escribiItalo Calvino, como si tu-viera ante los ojos las tempestades secas de

    Gmez Morn. Aunque los temas sean regis-trados con realismo, la textura el climasugiere un mbito irreal. En esta singular al-teracin de luces y estaciones, los inviernosllegan con la tcnica del monotipo: la tintaentrega nubarrones, sombras reveladoras,

    convulsas geografas. Para el artista, los gra-bados son zonas de confianza en las que

    abandona zapatos de estremecedora nitidez;

    los monotipos, una invitacin a saltar a losabismos del sueo.

    Pero su imaginacin nunca es tan fants-tica como cuando reinventa objetos cotidia-

    nos. Gmez Morn enrarece sus visiones porel arduo camino de la exactitud. Miradas con

    paciencia, con cercana cmplice, las cosasrevelan otra identidad: un enorme bolillo

    flota en la pgina como una tortuga marina,las botellas vacas miden el temperamentomelanclico, un cactus se alza como untriunfo de la geometra.

    Del tronco cado es la historia de la muerte y

    la transfiguracin de la madera. El artista ado-lescente que recorra museos como si hubieradejado un kajac en el guardarropa, ha sosteni-

    do un fecundo dilogo entre los materialesprimigenios y la forma de mirarlos, entre el

    mundo intacto y sus cambiantes testigos.

    En su excursin inteligente, Mauricio G-mez Morn recoge ramas rotas, el tronco tor-cido del que estamos hechos; descubre las

    secretas maderas inconclusas que pedaNeruda, las formas que insisten ms alldeldeterioro, y vuelven a ser bosque.

    LA GACETA

    13

    ms habremos de visitar. Creo que en eso ra-dica la enorme fascinacin que puede des-pertar la historia y es, asimismo, lo que la

    hermana con la literatura, porque, a fin de

    cuentas el escritor no hace otra cosa que bos-

    quejar algunas situaciones, algunos persona-

    jes y algunos lugares para que, emplendo-los como recuerdos detonadores, el lector

    dispare su imaginacin. Stendhal dijo estomismo, aunque de forma mucho ms bella ypotica: Una novela es como un arco, la ca-

    ja de resonancia del viol n que produce los so-nidos es el alma del lector.

    Russell se quejaba de que la historia fue-

    se una ciencia tan imprecisa cuando su obje-

    to de estudio comparado con aqullos delas ciencias exactases tan fcil de delimitary analizar. Si slo ocurre un hecho, se dec a,y este hecho es atestiguado, registrado y ana-

    lizado por muchos, por qu al cabo deltiempo se cubre de confusin y se generanun sinnmero de versiones sobre el mismoasunto, muchas de ellas contradictorias?(pinsese, por ejemplo, en el asesinato deKennedy o de Colosio). El hombre es un ex-

    celso mentiroso, conclua el filsofo ingls.El gran bigrafo austriaco, Stefan Sweig,

    tambin se quejaba, aunque no de la historia,ms bien de sus lectores, porque estos se em-peaban en considerar como novelas sus dosms grandes biografas:Mara Estuardo yMa-ra Antonieta. Sweig afirmhasta el cansancioque sus obras eran rigurosamente histricas,que si optpor no cargarlas de tediosas no-tas de pie de pginas fue para hacer fluida lalectura, pero que cada lnea de sus textos es-taba apoyada en inapelables fuentes. Creo

    que, en efecto, las biografas son historia, pe-ro estn tan bien narradas, tan amorosamen-te elaboradas, que literalmente llevan al lec-

    tor a desbocar su imaginacin, como slo lopueden lograr las grandes novelas.

    Ambas quejas, quizjustificadas, tienen,a mi punto de vista, un origen comn: la his-toria misma que, ms que ser una ciencia, esel intento de reconstruir el pasado y la re-

    construccin del pasado, a fin de cuentas, esun asunto de la imaginacin, de la poesa.

    Aspues, la historia es una rama de la li-teratura.

    LA GACETA

    12

    !Juan Villoro ha publicado en el FCETiempo transcurrido (Biblioteca joven) y

    Las golosinas secretas (A la orilla delviento). Tradujo y prolog una seleccin

    deAforismos de Georg ChristophLichtenberg para la coleccin

    Breviarios, e hizo la traduccin de Elgeneral, de Graham Greene. En el

    siguiente ensayo Villoro aborda la obrade Mauricio Gmez Morn quien, por suparte, es el encargado de la ilustracin

    de la coleccin A la orilla del vientoque publica el FCE.

    En los remotos aos setenta, ter-minar la preparatoria significaba

    emprender un peregrinaje difu-

    so rumbo a los escenarios que

    pudieran decidir nuestra vocacin. La mili-tancia poltica, las comunas vegetarianas, lasreligiones alternativas y la contracultura ofre-

    can salidas de emergencia para una genera-cin sin brjula. Aquella poca de indecisio-nes me llev al vagabundeo. Fui a Europalimpiando las bodegas del cargueroMrida y

    en un albergue juvenil de Pars conoca Mau-ricio Gmez Morn. A los 18 aos, Mauriciohaba recorrido todos los museos con pesa-das botas de excursionista. Su aspecto era el

    de un aventurero a la intemperie un lea-dor que vena de talar un cedro, un marinode gabn azul dispuesto a sacar peces frosdel Bltico; aun dentro del albergue, ten ael pelo fabulosamente revuelto, como si el

    viento acompaara sus ideas. Sin embargo, alhablar mostraba un temple reflexivo y fuma-

    ba con calculada lentitud, como si el humo

    contribuyera a la argumentacin. La tensapericia con la que se refera a la pintura haca

    pensar en un cazador en reposo. La copiosarealidad era un lugar lleno de presas.

    Poco tiempo despus compartimos otraescala obligada de nuestra generacin: las la-gunas de Chacahua. Si en Pars Mauricio vi-sitaba clebres galeras con botas que tritura-

    ban ramas invisibles, en las playas desiertas

    dedicsus mejores horas a construir un ela-borado papalote. Las frondas de los rboles,los barrocos ruidos de los pjaros y los atar-deceres crdenos se prestaban para la imagi-nacin desaforada; en ese entorno, Mauricioarm un aparato leve y racional, capaz denegociar sus rumbos con el aire.

    Desde hace 25 aos Mauricio GmezMorn confronta las nociones de cultura ynaturaleza: explora los acervos pictricoscomo una jungla viva y piensa las plantas y

    los objetos como un discurso articulado. Es-

    tas paradojas explican su extraordinaria vo-

    cacin y su respeto por la artesana, dondela inspiracin individual se ajusta a las le-yes de los materiales y las necesidades de

    los otros.

    Gmez Morn prefiere el dilogo al mo-nlogo; no es casual que sea un notable ilus-trador de textos literarios y en especial de

    cuentos para nios. Pero es en el grabado, ar-te innovativo y popular, a un tiempo rebelde

    y fiel a las rugosas exigencias de las planchas

    de madera, donde ha encontrado un espacio

    de privilegio para su talento. La serie Del

    tronco cado depende tanto de la composicincomo de la navaja suiza. El temple del graba-

    dor se nutre de extremos difciles de combi-nar: los lpices metafsicos del visionario, losfieros filos del excursionista.

    Devoto de los talleres, Gmez Morn rin-de culto a las herramientas de su profesin enseres dotados de una sencillez casi sagra-

    da, los muebles rsticos, las sillas que jue-gan a encaramarse cuando nadie las ve. Sus

    El bosque imaginario

    " Juan Villoro

    !A lo largo de Misin diplomticatomos I y II, que renen informes

    polticos y cartas reservadas semanifiesta la imagen de un Alfonso

    Reyes poco conocido: la del poltico, ensu ms alta y refinada acepcin, versadoen el gobierno y los negocios de Estado,

    que cuida el decoro de laRepblica. Presentamos aqu un

    fragmento del prlogo escrito por elcompilador de estos documentos.

    La tarea de ponderar los lugares

    comunes no es fcil, ms cuandostos se han asentado como ver-dad cannica. ste es el caso de

    la nocin de diplomtico, actividad que en elcomn de las opiniones remite a una vida s e-gura, sin sobresaltos, en un pas rico y encondiciones placenteras. Sobre Alfonso Re-

    yes, ascomo sobre la mayora de los diplo-mticos, tal cualidad recae en forma incle-mente sin que alguien se ocupe en averiguar

    si realmente existe esa supuesta vida de bie-

    nestar, seguridad y tranquilidad. Es una ver-

    dad que se da por hecho, y eso basta. A mo-

    do de ejemplo y en el caso del embajador Re-

    yes, Werner Jaeger, hombre por dems edu-cado y sabio, no puede eludir el lugar comncuando dice de quien fuera su amigo: suspuestos diplomticos en Madrid y Pars yotras capitales europeas y americanas le de-

    jaron mucho tiempo libre para las tareas del

    espritu.Alfonso Reyes, con su bondad caracters-

    tica, disculpa tal tipo de opiniones y explica

    su origen en el desconocimiento o la mala fe

    amn, por supuesto, de muchos y notablescasos de diplomticos distinguibles por loaludido en el lugar comn. El desconoci-miento lo comprende y hasta justifica; la ma-

    la fe la entiende y reprueba. En 1943, cuatro

    aos despus de dejar la carrera y con moti-vo del fallecimiento de Rafael Cabrera, su

    entraable amigo de siempre y cercano cole-ga en el servicio, escribe su mejor y ms por-menorizada descripcin de las tareas y nor-mas de la diplomacia:

    La labor del diplomtico es toda deabnegacin y sacrificio. Los fracasos secargan siempre a su cuenta personal, y es

    un deber patritico el aceptar que asse

    haga. Los aciertos se abonan siempre a

    cuenta de los gobiernos, aunque se deban

    a sus representantes. Los representantes

    a cambio de algunos halagos de vanidad

    que slo deslumbran al primerizo y al li-gero, llevan una vida contra natura, de

    extranjera perpetua hasta en su propiopas, donde la ausencia prolongada loshace extraos, y estn condenados poroficio a romper los vnculos cordiales quevan creando en todas partes, a renunciar

    peridicamente a las moradas donde yase iban aquerenciando. Si la tierra es po-

    sada provisional para todos, para el di-

    plomtico lo es en grado sumo. De aquque el frvolo caiga en danzarn; el pocoresistente, en desequilibrado y estrafala

    rio; el profundo, en filsofo desengaado. Los xitos del diplomtico ni siquieratrascienden: unas veces, porque su natu

    raleza misma exige que desaparezcan en

    el secreto de los archivos oficiales; otras

    veces, porque no sera disciplinario ni sera de buena tcnica el destacar el aspec-to individual de las cosas que deben di-

    solverse en la abstraccin del Estado; lasms veces, por rutina y hbitos burocrticos; unas cuantas veces, por la humana

    flaqueza que nos hace resentir como

    agravio propio las cualidades del prjimo, o por la deficiencia de un rgimenque divide al burcrata de cancillera y adiplomtico de trinchera, y abre entreellos un abismo de incomprensin o acaso de franca enemistad. Adems, en lamayora de los casos el diplomtico obrams como sustantivo que como verboms por el peso de su presencia que porninguna accin discernible, al modo deesos cuerpos catalticos de la qumica. Enmuchos casos tambin, la obra consiste enlo que se evita y no en lo que se provoca,

    en impedir que se produzcan cuestiones y

    no en resolverlas, y una de las tareas msarduas de la lgica es levantar constanciade lo negativo, de lo inexistente o de lo

    que no llega existir. Por ltimo, tras unagrandeza postiza, el diplomtico, entrenosotros, insuficientemente compensado

    por largos aos de desgaste, vuelve a ve-getar oscuramente entre las nostalgias de

    un pasado risueo, y gracias si le dan lasgracias cuando llega la hora siemprsuspendida como amenazade mandarlo sustituir por algn amigote, algnagente electoral o algn aliado ya inopor

    Reyes en misin diplomtica

    " Vctor Daz Arciniega

    "

  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

    8/17

    manos de una persona moral que, por

    abstracta y moral, se parece tanto a unaProvidencia mantenedora de holgaza-

    nes y piojosos! Dioses, libradme delcontagio! Ojal me suceda algo gordoque me obligue a recomenzar por otro

    camino!

    La carta concluye con palabras todavams sorprendentes: Pars pasa delante demis ojos sin dejarme la menor enseanzaporque los conflictos espirituales son dema-

    siado vivos hoy para m y me borran la rela-tiva existencia del mundo exterior.

    Entre los extremos referidos, su puntual

    descripcin de la diplomacia en 1943 y suagobiante encuentro con la burocracia en

    1913, se tiende un largo puente construido

    con experiencias que abarcan misiones espe-

    ciales con reyes y presidentes; asistencia a

    conferencias continentales; conflictos pseu-

    dopolticos y administrativos; negociacionescomerciales y polticas; excitaciones cultura-

    les e intelectuales pretendientes de la cohe-sin continental americana y, no por ser me-nor es menos importante, cabe la certifica-

    cin infinita de documentos, el cuidado delos dineros para la conservacin de las ofici-nas, para sueldos de mozos, para viandas de

    la comida diaria y banquetes, y tanto msque su sola enumeracin abruma. El puentetambin est construido con dos elementosque sirven como adherentes y que no pue-

    den ni deben perderse de vista: su convic-

    cin de servicio nacional y su necesidad decontar con un sueldo.

    Los pormenores de la vida personal o n-tima de Alfonso Reyes dentro de la gitane-ra dorada de la diplomaciaforman un cen-tro que ocupa un lugar preponderante. Sin

    embargo, tiene mucho cuidado en ocultar to-

    dos y cada uno de ellos, pese a que los deja

    indicados en el trayecto de su vida como si

    fueran claves secretas. Me refiero, natural-

    mente, a las consecuencias que repercuten

    sobre smismo a partir de su estancia en elextranjero y su participacin en el servicio,como los implcitos de los lugares comunesprovenientes del desconocimiento o la mala

    fe y que inciden lastimosamente sobre el

    hombre. En lneas generales resumo las pau-tas negativas: la vida errante y provisional

    que imposibilita el arraigo y estimula la nos-

    talgia; la sujecin disciplinaria a reglamentosy rdenes, a los azares de la pol tica interiordel pas que representa y a las cualidades hu-manas de quienes la administran; el recono-

    cimiento internacional que se otorga al escri-

    tor ms que al embajador, hecho que reper-cute sobre las envidias de la burocracia de

    cancillera; la aparente desvinculacin de lascosas de su pas, familia y obra, los conse-cuentes reproches, y la falta de autonomaeconmica que ata al hombre a los barrotesdel presupuesto federal.

    LA GACETA

    15

    tuno. Y la fama, en su justicia expletiva,

    pasa de largo.

    Alfonso Reyes llega a esta sntesis des-

    pus de 20 aos en el servicio exterior. Sinembargo, en su inicio en la carrera tales no-

    ciones distan de ser claras y concisas; en nin-

    guna parte se indican, nadie se las ensea.Entre 1913 y 1920 son casi ajenas a sus activi-

    dades; entre 1920 y 1927 comienza a dibujar

    su perfil dentro de sus propias actividades.

    A partir de su estancia en Sudamrica inicia-da en 1927 identifica, integra y supera una a

    una lascualidades del diplomtico de carre-ra y, ms an, llega a objetar ciertas caracte-rsticas oficiales con las que discrepa, tal co-mo lo muestra en El servicio diplomticomexicano(1937).

    Bien se puede afirmar que Alfonso Reyes

    aprende a ser diplomtico de carrera sobre lamarcha de los acontecimientos. Sin embargo,

    conviene ser cautos, pues una afirmacin asexige la ms alta de las ponderaciones ycomprensiones. Por su origen lo trae en la

    sangre: como hijo del general Bernardo Re-

    yes, el ms prominente militar entre los posi-bles sucesores del presidente Porfirio Daz,el joven Alfonso se familiariza con el poder

    desde muy temprana edad y, sobre todo, la

    traumtica muerte de su padre lo vuelve va-rias veces precavido ante asuntos de pol ticay banderas. Por su primera formacin inte-lectual lo lleva en sus consideraciones inte-

    lectuales: como parte del Ateneo de la Juven-

    tud asume la responsabilidad del trabajo cr-tico caracterizable por el afn de seriedad,creatividad, nacionalismo y universalidad y

    por el inters por participar en la cosa pbli-ca desde una perspectiva ms abierta y gene-rosa, pero nunca con una beligerancia tal que

    rompiera las normas y cauces establecidos.

    Por su vvido aprendizaje a partir de losacontecimientos iniciados en Mxico el 20 denoviembre de 1910: la defensa de su voca-

    cin humanstica lo lleva a renuncias, penu-rias y exigencias de muy variada naturaleza;

    las burocrticas en la legacin de Mxico enFrancia son las ms significativas.

    Por su segunda formacin intelectual loasimila como una prctica de discrecin: supronta incorporacin al ambiente intelectualespaol, sus colaboraciones con editoriales,peridicos y el Centro de Estudios Histri-cos, y su familiaridad con los escritores msdestacados dentro de un ambiente poltico ysocial permiten en l y para l un reacomodoprofundo, estructural, que conduce a su ma-

    duracin ntima y profesional, al punto deindicar que en Espaa aprende a ser hombre.En suma, sobre la marcha de los aconteci-

    mientos y luego de un prolongado, intenso e

    indirecto aprendizaje, llega a la diplomacia,

    aprende sus normas y supera sus limitacio-

    nes como un todo simultneo.Igualmente, para un lector voraz como

    era, el aprendizaje derivado de los libros es

    fundamental. En el sentido estrictamente

    diplomtico, el maestro cercano mientrasesten Francia y Espaa entre 1914 y 1920

    es Charles Maurice Talleyrand, a quien leecon atencin y de quien llega a indicar quesu esfuerzo... para renovar el lenguaje po-ltico es admirable, pues con las palabras sehacen hechos de la historia. Las frmulasverbales nuevas permiten considerar los

    mismos sucesos bajo nuevos ngulos. Se-gn deja constancia en su Historia de un si-

    glo, la figura de Talleyrand lo impresiona

    profundamente: en los tratados de Viena

    de 1815 es quien decide la suerte de Europa

    por encima de los cuatro jefes de Estado, y

    todo debido a su habilidad pol tica, auda-cia tcnica y aun a su prudente cinismo quele permite leves traiciones a sus maestros,

    mas no a Francia, a la que permanece fiel;

    un diplomtico capaz de tomar decisionesde hombre de Estado, cuya meta es restau-

    rar la confianza en su propio pa s, quebran-tado por las guerras.

    Junto a Talleyrand, tambin ocupan unlugar destacado los libros El hroe, El discreto,

    El poltico y El criticn de Baltasar Gracin,cuyas lecciones morales, filosficas y artsti-cas las tiene en un primersimo lugar, al pun-to de considerar que Gracin le hace com-prender cmo muchas virtudes naturalesson adquiribles por la imitacin y el ejerci-cio, cmo es posible sembrar en el esp ritula simiente de una palabra oportuna, cmose fortalece el espritu de serenidad y se ro-

    bustece la fe en la razn, cmo mediante lasuma de intelectualismo y vitalismo se pue-

    de engrandecer una educacin pragmtica, ycmo es deseable buscar siempre el corazndel hombre porque, escribe Reyes: Si El h-roe deriva del Prncipe de Maquiavelo, el Dis-

    creto procede de la corriente desatada por El

    cortesano de Castiglione, y es como un trata-

    do de urbanidad trascendental, en que del

    examen de las costumbres se pasa insensi-

    blemente al examen de las ideas.

    Quizs un poco ms alejados de estas in-fluencias directas estn los Pensamientos deMarco Aurelio y la vida de Alejandro segnla cuenta Plutarco libro que el general Re-yes lea en voz alta a su h ijo Alfonso, cuyafortaleza guerrera y sencillez humana admi-

    ra. Y, aunque parezca extrao dentro de estalnea de influencias, la protagonista centralde La Celestina de Fernando de Rojas es quien

    ms personal y metafricamente le ensealos menesteres de la injerencia diplomtica;ms que la alcahuetera, LaCelestinamuestralas virtudes y complejidades del mediador

    que, paradjicamente, se involucra y borraen las negociaciones emprendidas.

    Sin embargo, todos estos antecedentes

    quedan en la abstraccin, son meras conside-raciones que el embajador tarda en poner en

    prctica. En sentido contrario y tambin den-tro de los antecedentes estuna experienciarotunda: su enfrentamiento con la burocracia

    de la legacin de Mxico en Francia, a la quellega a los 24 aos de edad en calidad de se-

    gundo secretario y comisionado ad honorempara estudiar los planes de estudio de la edu-

    cacin superior francesa. En una larga cartade noviembre de 1913 dirigida a Pedro Hen-

    rquez Urea hace una pormenorizada, doli-da, severa y crtica descripcin del lugar ycompaeros de trabajo:

    Estoy sumergido (me refiero a la lega-

    cin) en el mundo ms raqutico, ms va-co, ms mezquino y repugnante que pu-do nunca concebir, en su sed de fealdad

    y crudeza, cualquier [escritor] realista.

    Nunca cre que la bajeza y la vaciedadhumana llegaran a tanto. Temo, casi, por

    la salud de mi esp ritu. Ay, Pedro, nopodra yo pintar con colores bastante vi-vos el gnero de hombres que escriben amquina junto a m! Nunca cre que atanto se pudiera llegar; es lo peor que he

    visto en mi vida: vaciedad! Questupi-dez! Qusolapado odio a la inteligenciay al espritu! Qu nimo vigilante devenganza contra la superioridad nativa!

    Qusublevacin del lodo y de la mier-da en cada palabra y ademn! Quvi-das sin objeto! Quasco! Quvergen-za y qudolor tan irredimible ante talesaberraciones de la especie! Y como estoy

    convencido de que eso es producto de la

    putrefaccin oficinesca, no puedo menosde aplaudir, desde un punto de vista su-

    perior, y pensando en el mayor bien hu-

    mano, esas intransigencias revoluciona-

    rias de nuestras tierras que arrojan a la

    calle, con el cambio de gobiernos, a toda

    una generacin de empleados: de los ce-santes, surgen los redimidos. Nada pros-

    tituye tanto como esa seguridad del

    sueldo fijo, trabjese o no, del sueldo fi -jo y sin esperanza positiva de as censo,

    del sueldo recibido de las abstractas

    LA GACETA

    14

    1Hombre de los das contados:la cuenta se acab

    se acab el cuento

    2Aqu descansa unoque no pudo insistir

    3

    Qu ser de gran formatoEn su ltima edicinsolemne

    clsico

    4ste s perdi la costumbre

    5Es tu primera muertey qu perfectaSe nota que estudiaste para muerto

    6 (POETAMUERTO)Fue perdiendo palabrashasta quedar en blancoy regres al silencio

    7Lo hace

    creopor delicadeza:

    se parece a s mismo y casi nos

    sonreall

    tn cercapero ya en lo otro

    8All

    donde estabas

    crece un pensamiento rabiosoAll

    donde estabasla luz sin piel me saca la lengua

    9Slo perd de tilo que no imaginaba:lo que eras

    10 (SEGN MONTAIGNE)Pensabas no llegaradonde ibas sin cesar?

    11 (SEGN RILKE)A un muerto hay que crearloen apoyo de l ya no hay ms prue-bas

    12 (SEGN APOLLINAIRE)Los muertos se ren de sus som-brasDicen: te esperar toda la vida

    13 (SEGN CLEOPATRA Y W.S.)El golpe de la muertees como el pellizco de un amanteque hiere y se desea

    14 (SEGN VILLON)Estremece la muerte y pone plidoy tuerce la nariz tiende las venasinfla el cuello la carne reblandece

    nervios estira rompe coyunturas

    Cuerpo de la mujer que tierno erespulido y suave cuerpo tn precioso:has de esperar tambin esos

    tormentoso vivo ascenders hasta los cielos?

    Poema tomado de Plagios, ttulo editado recientemente por nuestra casa editorial en la coleccinLetras Mexicanas

    Muertos breves

    " Ulalume Gonzlez de Len

  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

    9/17

    !El pasado mes de junio muri Juan Carvajal, poeta erudito ytraductor brillante de entraable recuerdo. Fue miembro de una

    generacin de escritores mexicanos que se dieron aconocer en los aos cincuenta y sesenta gracias a su voraz

    curiosidad por la literatura y el arte cosmopolitas (Juan GarcaPonce, Toms Segovia, Salvador Elizondo, Huberto Batis, entre

    otros). Actualmente, Ediciones sin nombre prepara lapublicacin de algunos de los textos que Juan Carvajal dej

    inditos, de entre los cuales ofrecemos aqu unpoema, una crnica y varios aforismos como adelantos.

    Npoles, pleno verano y un calor de ferragosto.El mundoentero transpira. Primero con incomodidad, luego con

    descaro, finalmente con placer y orgullo. Muy pronto sa-

    brque son las tres etapas que se analogan y funden demanera simultnea al carcter y la psicologa napolitanos.

    Nada puede ser ms inhspito que el arribo a esta ciudad. El pri-mer napolitano, un adolescente, que vio (con mirada aviesa) nuestro

    coche y sus placas parisinas nos advirticon una celeridad disgustan-te que, en Npoles, tuviramos cuidado, molta accuratezza con el auto.Cierto, era un Alfa Romeo convertible, 2 plazas, blanco ma, prima se-

    rie (como deca en tono de disculpa a mi amiga Monique Poublan, deGallimard, cada vez que alguien lo elogiaba) y en el pequeo compar-timento trasero llevbamos a la vista una maleta con enjundiosos vi-nos locales que no caban ya en la cajuela y que hab amos adquiridoa partir de Orvieto, por lo que hubiera sido una lstima que... Una vez

    puesto el tesoro a buen recaudo, la cauda de advertencias, no obstan

    te, no conocifin. La administracin del hotel nos previno en un to-no que no dejlugar a dudas que no llevramos encima la menor seal de opulencia, de la cual, por otra parte, estbamos lejos, aparte ecoche y los vinos; los libros adquiridos en Roma, para nosotros ines-

    timables, apenas seran objeto de codicia, por fortuna para nosotros ypor desdicha para la humanidad. Cada quien, cada cual. No quisimos

    insistir sobre lo escueto de nuestro peculio, dimos las gracias y sali-

    mos a la calle.

    El portero, de plano, nos reconvino:Me dispiace signori, ma non

    e posibile de andare cos per la strada . Desde ese instante, antes de

    dar el primer paso por la ciudad, adems de incomodidad, el miedo. Al llegar a la primera esquina cinco personas, dos de ellas slo con ademanes, que en Npoles son disgustantes seas, nos di

    rigieron la misma advertencia.Aparte del miedo, el asco. Me indign, como un cualquiera. Le

    propuse a Monique irnos en ese instante. Me disuadiarguyendo lacercana de Cuma, donde habamos intentado sin xito encontrar alo

    jamiento alejamiento?la noche anterior y que era una de las metas de nuestro viaje. Qumal nos tratas, ah, Sibila.

    El calor, pues, grotesco, de gruta, con o sin Sibila. La raza, misera

    ble: enanoides, feos, plidos. Muy mal vestidos y, lo que s es gravesucios (Y hablando de malvestimiento, os acordis de pases dondeeso es una virtud? P. ej. Grecia, la Tarahumara). La mirada turbia e in

    defectiblemente codiciosa. Ya habamos ocultado nuestros magros bienes, pero an as, al traslucirse nuestra condicin fornea las advertencias asechanzas, acechanzas?nos llegaban de todas partesnos llovan e inundaban y ahogaban nuestra modesta capacidad denado, de sobrevivencia. La capital del reino, oh cunto dolor, cuntadesesperanzada vida junto a un mar maravilloso vuelto andrajo, mi

    seria, polvo, nada. Nadie sabe nada de nada. Dovst el Aquarium

    de Goethe, Humboldt, Valry e tante altri? No. No existe el AcuarioNi en los taxistas, ni en las agencias de viaje, guas, policas o simplesoh cun simples gentes del pueblo. El ms deslumbrante acuario demundo no exista para ellos, no existipara m. Jams vi el Acuariode Npoles, slo su sombra estuvo all.

    El museo, abrumado como ninguno, y ya es decir, de obras

    grecas romanas maravillosas estaba recubierto de polvo. Sus pie

    zas majestuosas literalmente yacen apiladas en desolantes gale-

    ras sin luz, sin aire, provocando una angustia de la que el visitante s lo quiere salir, salir. Vimos y no vimos esas piezas excelsasahogadas en la usura museica, vueltas polvo, grisura, como si viramos el museo mexicano de antropologa dentro de cien aos deabandono, digamos. Y digamos que todo estaba tambin mal registrado, mal o no sealado. Todas las fechas entre interrogaciones, las que estaban fechadas, y hubo un instante en el que, ante

    una formidable y esplndida escultura ecuestre, Monique pregunt: Quin ser? Es el monumento al Emperador Desconoci-do. Le gust, pero europeamente, fingilo contrario.

    Las calles, en su mayor parte demenciales, llevan todas a un msenloquecido centro-citt donde se encuentra, en medio de una in-

    mensa muchedumbre de esclavos, la gallera, que es el ms esplendoroso, incluido Miln, de todos los malls italianos (algunas de sus

    boutiques o tien ditas venden fiumetti, chicles, desledas y anacrnicas tarjetas postales o capuccinos y helados inolvidables, pero el te

    cho que las cubre alcanza los sesenta metros en su apotesica cpu

    LA GACETA

    17

    Npoli Orribile!

    " Juan Carvajal

    LA GACETA

    16

    La pelota (en ese tiempo blanca) iba raudao muy lenta (segn)un violento revs eslavo incontestable(invencin del autor?)o suave toque venenoso imposibledesmayado en la red (pero del otro lado)(inspiracin castellana?) Ignoble!gemebundeaba el gemebundo. O bien:

    Pide a los ms el olvido 6-0!Alguien ganaba. Dale duro (o suaveque luego...) un delirio de vulgaridadcompartido (como el amor fsico-cultural), compadre, o compater,rayo que en esa cancha los circunda

    vedlossu fuerza en el fervor, su afn maduro.La pelota viajaba, la raqueta y los ojosardan: Te doy teta a tiy a las araas! Como que Melanchtronripostaba el brillante racketeer.Esto tuvo lugar en Wellesley Collegeuna tarde y otra tarde,rpido esbozo de la primaveray el sol entre academias y montaas.De aqu saco a una Lou Leetahy la aromtica axila de su saquezuumm tac!

    Le he odode veras gritar. Me da lstima.

    Vladimir Nabokov juega al tenis con

    Jorge Guilln

    " Juan Carvajal

  • 5/28/2018 Gaceta del Fondo, La. 367 [FCE; Mxico; Julio, 2001]

    10/17

    Aunque ya haba ledo y admira-

    ba a Juan Carvajal, no lo conocsino hasta 1987, cuando me fui

    a vivir a Cuernavaca donde ra-

    dicaba. Sobre su persona ten a un anteceden-te atroz: una especie de bestia negra. Nunca

    lo contact. Sin embargo, un da recibunallamada suya: me invitaba a cenar en su casa

    de Acaptzingo (se cambiara dos veces ms aotros barrios de Cuernavaca).

    Fue un encuentro delicioso. Delante de

    mno tuve a la bestia negra de la que me ha-ban hablado, sino a un hombre de exquisitorefinamiento y de inmensa cultura. Conver-

    samos sobre misticismo, sobre el mundo he-lnico, una de sus grandes pasiones, y sobrepoesa. Hacia la madrugada, cuando me des-ped, me estrechcon mucha afabilidad y meregalThe wisdom of the desert , una antologade los dichos de los Padres del desierto, que

    se encuentran en los Verba Senorium en la pa-

    trologa latina de Migne, y que Thomas Mer-ton haba seleccionado precedindolos de unmagnfico prlogo. Desde entonces nos hici-mos amigos.

    Una o dos veces por semana, al salir del

    trabajo, me diriga a su casa y delante de unvaso de vino o de un copa de tequila conver-

    sbamos y leamos poesa. Exquisito, riguro-so, solitario, irnico, juguetn, gran lector deNietzsche y de los griegos, amante de la alta

    poesa, escriba poco y traduca ms (dejtreslibros de poesa, Runa llena, Precipitaciones yCantos de tchandala, y un conjunto de poemas

    inditos que, al decir de su hijo, pueden for-mar dos volmenes ms; nos dejtambin unpenetrante libro de aforismos,Aphoristmytos y

    un exquisito libro de ensayos, Occidentalmen-

    te; tradujo todo Cavafis, Vientos, de Saint-John

    Perse y, junto con Lorenza Fernndez del Va-lle, Elegas de Duino, de Rilke).

    En aquellas veladas, adems de leermemuchos de sus ms altos poemas, fui cono-ciendo mejor al hombre. En realidad Juan

    Carvajal no era, como la leyenda de los es cri-

    tores lo ha construido, una bestia negra, si-no una especie de Dr. Jekyll y Mister Hyde:

    cuando estaba sobrio, era ese hombre refina-

    do, hiperculto, simptico, dueo de una ex-quisita sensibilidad que haba conocido alllegar a Cuernavaca; sin embargo, despusde ingerir medio litro de tequila se transfor-

    maba en un monstruo capaz de las procaci-

    dades y de las atrocidades ms extremas.Aunque algunas veces pude ver asomar-

    se a ese Mister Hyde que lo habitaba nunca

    tuve que enfrentarme con l. Cuidadoso denuestra amistad siempre logr mantenerfrente a mal verdadero Juan Carvajal. Qui-so a mis hijos, jugaba como un abuelo con

    ellos y entre mi padre y l surgiuna exqui-sita amistad que durhasta el final. Sin em-

    bargo, en medio de aquella intimidad que

    habamos conquistado, una conversacin ibatejiendo un extrao desenlace.

    Alguna vez escribque Juan Carvajal tu-vo una relacin ambigua con el cristianis-mo: obnubilado por el superhombre de

    Nietzsche y posedo por el daimon dionisia-co, lo admiraba y lo despreciaba; lo inquie-

    taba y lo exasperaba. Esa relacin hizo sur-gir en l una de sus ms bellas piezas poti-cas, El testigo. El da que lo concluymellamentusiasmado. Fui a su casa y me loley como sola leerlo, en una profunda yembriagada exaltacin (cuando Juan Carva-

    jal le a en voz alta, uno sent a el temor antelo sagrado: una especie de demonio o de

    dios lo posea y su voz resonaba no slo entoda la habitacin sino en el centro del almacomo un trueno venido del ms all). Mequedasombrado. En mis odos vibraba elms hermoso poema que haya ledo jamssobre San Jos. Estaba atnito, tan atnitoque muchos aos despus, poco antes deque Juan muriera, el eco de aquel poema me

    llev a escribir un soneto, La segundaanunciacin, dedicado a l.

    Esa misma relacin que tuvo con el cris-tianismo y que expresa admirablemente en

    un poema de su ltimo libro que, con su ve-na juguetona, intitul: Mi corazn se escin-de en Dios, puntu la nuestra. A lo largodel tiempo en que convivimos mi critica a

    Nietzsche y mi amor por el mundo medieval

    y la mstica se fue acercando peligrosamentea la trinchera helnica en donde Juan tena sumorada y de la que emanaba su extremado

    vitalismo y su crtica a la cristiandad y almundo contemporneo.

    Una noche, despus de que orgulloso meenseuna gran piedra que haba despren-dido del Partenn durante su viaje a Grecia,mientras hablbamos del universo griego y

    Juan se refera a Lawrence Durrel y a HenryMiller, critiqu al segundo. Le dije que sustrpicos me parecan la estpida exaltacinde la decadencia occidental, dos libros que

    en su momento espantaron a la burguesa,pero que ahora slo mostraban la pequeezde una rebelda sin sustancia, y agregu, lonico que vale la pena de Miller es El coloso

    de Marusia. Quiztienes razn, respondidesdeoso. Quedamos de vernos dos dadespus. Yo llevara a Andrs Gonzlez Pags, de quien Juan haba ledo un artculoque lo entusiasmy a quien quera conocer

    Llegamos. Encontramos a un Juan Carva

    jal bastante ebrio y un poco agresivo. Para

    desviar su agresividad le dije que nos leyera

    LA GACETA

    19

    la y es barroco o ms). Las calles son, comodira un urbanista, un psiquiatra, la imageny evidencia catastrfica de una catica ciu-dad, claro est: no es posible transcurrir porellas, si te vas te pierdes, todas te llevan en-

    seguida hacia unas afueras dolorosas ydolosas, abrumadas por millones de inaudi-

    tos trapos colgantes, trapos menesterososy mal pintados, muy, muy usados, luidos

    de bajahumanidad y aun despus de lava-dos pestilenciales, que te producen una pe-

    na y un disgusto intolerables.

    La ciudad decae por todas partes. Es un

    horror de pesadilla. La expresin palmariade lo que el norte italiano proclama: razza

    di merda. Pero bueno, sigamos. Ya estamos

    en Santa Luca, que es deslumbrante en in-finidad de aspectos: un gran trazo libre y

    elegante que habla de tiempos muy mejo-

    res; su amplitud, sus vetustas y se orialesvillas con ensoantes balaustradas, am-plios camellones ornados con enormes pal-

    meras mediterrneas, pero, ineludible ex-presin de la ciudad, estllena de mezqui-nas tendejuelas y tabaqueras que expen-den cigarrillos sueltos, de sucias y patti-cas pizzeras que ofrecen la peor mercancadel planeta. Adems, a ciertas horas delatardecer y el principio de la noche se ve

    abrumada, ms que ninguna otra ra na-politana, por esa grrula e intolerable po-

    blacin que son sus habitantes.Al da siguiente de haber llegado le dije a

    mi amiga que nos furamos y ella no se opu-so. Despus de comer fuimos a dar un lti-mo paseo por los jardines que rodean el Cas-

    tillo de los Espaoles, junto al mar, en un si-tio muy cntrico de la ciudad. Eran cerca delas cinco de la tarde. Me tend en un prado ydormuna desacostumbrada siesta. Despertsolo, perdida la nocin de dnde me encon-

    traba y experimentun enorme sobresalto alver a ambos lados de m , tan cerca que podahaberlos tocado, dos parejas de amantes se-

    mivestidos entregados a una desenfrenada

    cpula. Sin recordar cmo haba llegado all,sentuna mezcla de rabia y humillacin porhaberme dormido enmedio de la orga: Quespanto, ya soy un viejo. Dormirme aqu, yen casa de quin estar, por Dios?Imposi-

    ble acordarme de nada, y no estaba ebrio, lo

    saba. Me levanty di unos pasos por encimade una de las parejas; el prado era muy am-

    plio y enseguida vi, estupefacto, que una

    gran cantidad de personas se encontraban

    realizando la misma funcin, casi en silencio,emitiendo slo algunos quejidos, ayes y res-piraciones muy ahogadas, como apagados y

    distantes estertores; exhalaban tiernas voces

    confusas con entonacin entre dichosa y do-liente, ms bien esto ltimo.

    Saldel prado en el que me encontraba aldespertar, slo para llegar a otro; en mediohaba un camino bordeado de bancas con c-modos respaldos en las que hab a ardorosasy abstradas parejas; en alguna banca habams de una sin que eso produjera la menorturbacin en ninguno de ellos. Nadie mevea; bueno s, una o dos mujeres me vieroncomo si no hubieran visto nada; por un ins-

    tante llegua pensar que no exist a y por vezprimera ese sentimiento me result muyagradable, como si yo fuera una especie de

    cupido. Cada rbol o matorral albergaba adiferentes pares de amadores. Ninguno de

    los participantes estaba desnudo. Todos eran

    jvenes, muy pocos rebasaran los veinteaos, todos eran hermossimos, como los nge-les de la pintura renacentista. Algunos, en-

    trelazados en