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Colección Escuela de oración ANDREA GASPARINO MAESTRO, ENSÉÑANOS A ORAR Curso de iniciación a la oración EDITORIAL CCS

Gasparino Andrea - Maestro Enseñanos A Orar_Catolico

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Colección

Escuela de oración

ANDREA GASPARINO

MAESTRO, ENSÉÑANOS A ORAR

Curso de iniciación a la oración

EDITORIAL CCS

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Título de la obra original: Maestro insegnaci a pregare Elle Di Ci, Leumann CTurín) 1993.

Traducción de Jesús Carilla.

© 1993. Andrea Gasparino. © 1995. EDITORIAL CCS, Alcalá,

164 / 28028 MADRID

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni ta transmisión por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

Fotografía de portada: José Luis Mena.ISBN: 84-7043-816-6Depósito legal: M-139-1995

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Imprime: CAMPILLO NEVADO, S.A. - 28019 MADRID

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Presentación

En estos últimos años en Italia, el P. Gasparino y el Movimiento Contemplativo Misionero «Padre de Foucauíd» se han convertido para muchos jóvenes en punto seguro de referencia. Y no sólo para los jóvenes, sino para cuantos se preocupan por la formación espiritual de las nuevas generaciones, especialmente los sacerdotes, religiosos y educadores de la fe.

Un tema, sobre todo, parece central en el camino espiritual trazado y propuesto por el Padre Gasparino: la educación y el gusto por la oración. Sus emisiones de radio y sus publicaciones han dado a conocer por todas partes la experiencia de oración del Centro «Padre de Foucauíd».

Cualquier «novedad» del Padre Gasparino es esperada y acogida como un regalo por muchísimos jóvenes y educadores.

Es un verdadero regalo el que ofrecemos con la publicación de este libro.

Cierto que no es una «novedad» en sentido absoluto. En este libro vuelven, no podía ser de otro modo, los temas preferidos del Padre Gasparino

Sin embargo se trata de un libro «nuevo» en la estructura, el planteamiento de fondo y la articulación de sus partes. No tiene nada de «tratado» (aun-

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que los aspectos teóricos y generales sobre la oración se evocan ampliamente). Se trata más bien de una propuesta de «ejercicio» de oración en el que se aprende a orar sobre todo «orando».

Un libro y un método que a alguno podrán parecer demasiado exigentes: pide tiempo, continuidad y, sobre todo, resolución y constancia. No podía ser de otro modo: el Padre Gasparino no se contenta con introducir en el atrio de la oración, invita decididamente a entrar en el santuario de la oración, donde se encuentra a Dios en el silencio, en el alejamiento del mundo, en el reconocimiento de nuestra pobreza y de nuestra absoluta necesidad de la gracia de Dios.

En la Introducción el Padre Gasparino traza bre-vemente las sencillísimas, pero exigentes, líneas del método: son una preciosa clave para la lectura del libro. Los resultados dependen, además de la gracia de Dios, de una firme fidelidad a tal método.

No nos resta sino desear que todos los que tomen en sus manos este libro descubran, o redescubran, el gusto de la oración y se dejen arrastrar por la magnífica aventura de hacer de su propia vida un continuo, intenso, laborioso y gozoso «coloquio» con el Dios vivo.

El Editor

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Introducción

EL MES DE ORACIÓN

Orar es un don grande y exigente. La cuestión no es aprender unas nociones: la oración es vida. Pero en un mes se pueden poner los cimientos de un serio comenzar.

Estas son las cosas que nos urge aconsejar:

• Quien se decide a comenzar el mes de oración debe comprometerse a no hacer las cosas a medias: debe dedicar a la oración, al menos, una hora cada día.

• No basta teorizar acerca de la oración, hay que esforzarse en orar. Por eso proponemos dedicar cada día media hora a la teoría y media a la práctica. Hay que saber algunas cosas para orar bien, pero es urgente practicar todo lo que cada día se aprende.

• El inconstante, el que no se siente con ánimo de hacer este camino intensivo de un mes, mejor que espere: ya le vendrá el momento. Dios quiere hacer a todos el regalo de la oración.

• Hemos dividido el curso en cuatro semanas con estos temas progresivos:

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• Primera semana: Ja importancia de la oración.• Segunda semana: /a oración vocal.• Tercera semana: /a oración de escucha.• Cuarta semana: /a oración del corazón.• Cada semana está dividida en siete capítulos,

correspondientes a cada día de la semana.• Cada día se propone una invocación sacada de un

salmo, para repetir con frecuencia durante el día, para mantener vivo el clima de oración.

• Cada día se propone un salmo como oración para un momento de calma, casi siempre apropiado al tema del día.

• Se sugiere la oración de los salmos, por ser oración «inspirada» y para, poco a poco, introducir al gusto de la oración litúrgica.

• Quien hace de guía en el mes de oración debe obviamente haber experimentado el método perso-nalmente, antes de proponerlo a otro. Es bueno que, al acabar el mes, se invite al que lo ha hecho a proponérselo a otro o a otros con los que repetir la experiencia. Se aprende enseñando. No tenemos derecho a mantener para nosotros los dones de Dios.

Este curso de iniciación a la oración es fruto de treinta, años de experiencia en nuestras «escuelas de oración».

El que lleva una persona a la oración se acerca directamente a Dios. Pensamos que hoy no existe problema más urgente que éste. Es urgente para todos, para los jóvenes y los adultos.

María, la Madre del Señor, anime vuestra resolución y vuestra constancia.

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PRIMERA SEMANA

LA IMPORTANCIA DE

LA ORACIÓN

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____]]____Necesidad de la oración

«Orad para que no caigáis en fa tentación. E¡ espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41).

Jesús habló mucho de la oración

Habló con palabras y con hechos. Casi cada palabra del Evangelio es una lección sobre la oración. Cada encuentro de un hombre o una mujer con Cristo se puede decir que es una lección de oración.

Jesús había asegurado que Dios responde siempre a una petición hecha con fe: su vida toda documenta esta verdad. Jesús responde siempre, aun con un milagro, al hombre que recurre a él con un grito de fe: el ciego de Jericó, el centurión, la cana-nea, Jairo, la hemorroísa, Marta, la hermana de Lázaro, la viuda que llora a su hijo, el padre del muchacho epiléptico, María en Cana.

Son todas páginas maravillosas acerca de la eficacia de la oración.

Además Jesús ha dado verdaderas lecciones sobre la oración.

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Nos enseñó a ahorrar palabras cuando oramos, no le va el verbalismo vacio:

«Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso...» (Mí 6,7).

Nos enseñó que no hemos de rezar para hacernos ver:

«Cuando recéis, no hagáis como los hipócritas... para exhibirse ante la gente» (Mt 6,59).

Nos enseñó a perdonar antes de la oración:«Cuando os pongáis en pie para orar, perdonad, si

tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos, os perdone vuestra ofensas» (Me 11,25).

Nos enseñó a ser constantes en la oración:«...que tenían que orar siempre y no desanimarse»

(Le 18,1).Nos enseñó a rezar con fe:«Todo /o que pidáis a Dios con fe lo recibiréis» (Mt

21,22).

Jesús recomendó mucho la oración

Jesucristo recomendó la oración para hacer frente a las luchas de la vida. Sabia lo que nos pesan ciertos problemas. Por nuestra flaqueza nos ha recomendado la oración:

«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca halla y al que llama, se le abrirá.

¿O hay acaso alguno de vosotros que al hijo que le pide pan, le dé una piedra; o si le pide un pescado, le dé una culebra?

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Si, pues, uosoíros, siendo ma?os, sabéis dar cosas buenas a nuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7,7-11).

Jesús no nos ha enseñado ha esquivar los problemas refugiándonos en la oración. Lo que nos dice de la oración hay que entenderlo dentro de su enseñanza global.

La parábola de los talentos dice claro que el hombre debe hacer rendir todos sus recursos y, que si entierra uno solo de sus talentos, se hace responsable delante de Dios.

Cristo reprueba también al que se refugia en la oración para rehuir su obligación. Ha dicho:

«No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21).

Jesús nos mandó orar para defendernos del mal

Dijo Jesús: «Pedid que no caigáis en la tentación» (Le 22,40).

Cristo nos dice que en determinados trances de la vida hemos de rezar, que sólo la oración nos libra de la caída. Tristemente muchos no se dan cuenta hasta que no se ven en la ruina. Tampoco lo entendieron los doce que se durmieron en vez de rezar.

Si Cristo ha mandado rezar, señal de que la oración nos es indispensable. No se puede vivir sin oración: hay situaciones en que no basta la fuerza del hombre, no resiste su buena voluntad. Hay

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momentos en la vida en que el hombre, si quiere sobrevivir, tiene necesidad del encuentro directo con la fuerza de Dios.

Jesús nos ha dado un modelo de oración: el «Padre nuestro»

Nos ha enseñado así el esquema válido de orar como él quiere, para todos los tiempos.

El «Padre nuestro» es por sí mismo un instrumento completo para aprender a rezar. Es la oración más usada por los cristianos: cerca de 850 millones de católicos, 450 millones de protestantes, 200 millones de ortodoxos rezan esa oración casi cada día.

Es la oración más conocida y más difundida, pero también es una oración maltratada, porque se la entiende poco. Es un centón de hebraísmos que habría que explicar e, incluso, traducir mejor. Pero es una oración admirable. La mejor de todas las oraciones. No es una oración para decir, es una oración para meditar. Incluso, deberíamos tenerla, más que como una oración, como una guía y pauta de nuestra oración.

Si Jesús quiso enseñarnos expresamente cómo hemos de rezar, si nos a ofrecido una oración compuesta por él mismo para nosotros, es señal clara de que la oración es algo importante.

El Evangelio dice que Jesús enseñó el padrenuestro rogado por sus discípulos, quizá impresionados por el tiempo que Jesús dedicaba a la oración y por la intensidad de su misma oración.

Dice San Lucas:

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«Estando él orando en cierto lugar, cuanto terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos". El les dijo: "Cuando oréis decid: Padre..."» (Le 11,1).

Jesús pasaba noches en oración

Jesús dedicaba mucho tiempo a la oración. ¡Y tenía tantas cosas que hacer! Las gentes hambrientas de instrucción, enfermos, pobres que lo asediaban, venían de toda Palestina..., pero Jesús se retiraba a orar.

«...se levantó, salió y fue a un lugar solitario donde se puso a orar» (Me 1,35).

Y hasta noches enteras pasaba en oración:«Por aquellos días se fue él al monte a orar, y se

pasó la noche en la oración de Dios» (Le 6,12).Para él la oración era tan importante que escogía

cuidadosamente el lugar, el tiempo más conveniente, apartándose de cualquier otra ocupación."...subió al monte a orar» (Me 1,35). «...tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago y subió al monte a orar» (Le 9,28).

«De mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar» (Me 1,35).

Pero la estampa más conmovedora de Jesús en oración es la de Getsemaní. Es el momento de la lucha. Jesús invita a todos a rezar y él se sumerge en angustiosa oración:

«Y adelantándose un poco, cayó rostra.^^tie-rra, y se puso a orar...» (Mt 26,39). r

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«Se acercó a los discípulos. Los encontró ador-milados... Se apartó por segunda vez y oró diciendo... Al volver los encontró otra vez dormidos. Los dejó, se alejó de ellos y oró por tercera vez...» (Mt 26,42).

Jesús ora en la cruz. En la desolación de la cruz reza por los otros:

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Le 23,34).

Ora gritando su terrible soledad:«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abando-

nado?» Reza el salmo 22, la plegaria del piadoso israelita en los momentos difíciles.

Jesús muere rezando: «Padre, a tus manos enco-miendo tu espíritu». Es el salmo 31.

Con estos ejemplos de Cristo, ¿es posible tener en poco la oración? ¿Podrá el cristiano descuidarla? ¿Podrá vivir sin rezar?Una contraprueba de la necesidad de la oración Sin ella no es posible la vida cristiana. El cristiano no se mantiene en pie sin oración. Lo confirma la experiencia cotidiana de todos.

La caridad que Jesús nos manda no es posible sin la fuerza de la oración:

«Este es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12).

Nadie es capaz con sus solas fuerzas de cumplir este mandamiento. Y es ésta la señal del cristiano.

El mandamiento de la caridad nos supera, implica toda nuestra existencia: pensamientos, palabras, obras. Es superior a las fuerzas del hombre. Ningún héroe es capaz de cumplir este mandamiento de

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Cristo con constancia y hasta el fondo como quiere él. Los hombres que rezan, sí. Los santos son la prueba, porque el hombre que reza ha aprendido a utilizar en su vida la fuerza de Dios.

Dos testimonios

Son palabras de dos hombres bien dignos de ser oídos.

Alexis Carrel, premio Nobel por sus estudios fisiológicos, ha escrito: «El influjo de la oración en el espíritu y en el cuerpo es tan demostrable como la secreción glandular. Como médico he visto hombres superar la enfermedad y la depresión a través del esfuerzo sereno de la oración cuando toda medicina resultaba inútil...».

Y añade: «La oración es un acto de madurez indispensable para el completo desarrollo de la per-sonalidad, la última integración de las facultades más íntimas del hombre. Sólo orando nosotros logramos la unidad completa y armoniosa del cuerpo, de la inteligencia y del alma, que robustece la estructura del hombre».

William Parker, el psicólogo que se dedicó a demostrar desde el punto de vista científico la eficacia de la oración en el hombre, llegó a esta conclusión: «La oración es el medio más importante para la reconstrucción y rehabilitación de la personalidad del hombre».

Como conclusión de sus experimentos escribió un famoso libro para demostrar que «la oración puede cambiar tu vida en cualquier situación en que te. encuentres, a cualquier edad».

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Dedica al menos media hora a este ejercicio. Escoge el momento en que tu mente esté descansada y serena.

• Elige un lugar adecuado: un lugar recogido en casa, una iglesia silenciosa, si puedes ponte delante de la Eucaristía, de un crucifijo u otra imagen sagrada.

• Ponte de rodillas con el busto erguido y los brazos relajados. También tu cuerpo debe orar, si no distraerá tu oración.

• Divide la media hora en tres partes: si organizas bien tu tiempo, la oración te será más fácil.

• Concéntrate en la presencia del Espíritu Santo en tí: «Sois templo del Espíritu Santo, el Espíritu habita en vosotros», dice San Pablo de los cristianos.

• Dedica diez minutos a un diálogo sencillo, cordial con el Espíritu Santo. Preséntale el problema que más te pesa. Si quieres, repite de cuando en cuando:

• «Ven, Espíritu creador».• «Ven, padre de los pobres».• «Ven, luz de los corazones».• Dedica otros diez minutos a escuchar. Vuélvete a

Jesús, lee y vuelve a leer con toda atención las palabras de Jesús que se te han propuesto.

• Dedica diez minutos de atención al Padre: el Padre te envuelve en su amor, habita en ti.

• Jesús ha dicho: «Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23).

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Quédate en silencio, intenta ayudar tu concentración diciendo de cuando en cuando. «¡Padre! ¡Padre mío! Te quiero amar sobre todas las cosas».

Y decide hacer algo hermoso por Dios después de la oración.

• Reza lentamente un Avemaria para que la Virgen interceda por ti y te consiga la gracia de aprender a orar.

ORACIÓNPOARA LA JORNADA

Sé tenaz en orar lo más posible durante el dia, llena de oración todos los momentos que te dejen libre tus ocupaciones. Pide con frecuencia: «Maestro, enséñame a orar».

Salmo 138

Señor, tú me sondeas y me conoces;me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos;distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. gAdónde iré lejos de tu aliento, adonde escaparé de tu mirada?... Ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

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Estoy a la puerta llamando

«Mira que estoy a ¡a puerta llamando, si uno me oye y me abre, entraré en su casa y

cenaremos juntos» (Ap 3,20).

«Entraré en su casa...»

Es interesante el contexto de este texto del Apocalipsis: es parte de la séptima carta que el Señor dicta para el Ángel de la Iglesia de Laodicea. Las primeras frases de la carta son muy duras:

«Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras o frío o caliente, pero como estás tibio y no eres ni frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca».

Y después sigue:«A /os que yo amo los reprendo y los corrijo: sé

ferviente y enmiéndate» (Ap 3,19).¿Qué hacer en la tibieza cuando el fervor se ha

desvanecido culpable y totalmente? El único remedio es precisamente la oración cordial y renovada.

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La tibieza es un mal tremendo porque ciega. Puede uno llegar a decir: «Soy rico, no tengo necesidad de nada».

No hablamos de la tibieza ya incurable, cancerosa; hablamos de los «períodos de tibieza», cuando seguimos al Señor sin ánimo, de mala gana.

¿Qué hacer? Hay un remedio: la renovada oración del corazón.

La tibieza le repugna al Señor, la expresión del Apocalipsis es fuerte: me da vómito. La cosa es gravísima. Pero hay remedio y es fácil: ¡la oración del corazón!

El Señor nos dice que se preocupa del tibio. ¿Qué hace? «Estoy a la puerta llamando».

El Señor llama con la desazón, el remordimiento, la incomodidad, hasta incluso con el asco de uno mismo. Dios llama. No hay que tardar: ¡voy y le abro!

Abrir al Señor que llama es el arrepentimiento. Cuando se tiene el valor de decir: soy un pecador, es el momento en que estamos acercándonos a la puerta para abrir.

En la tibieza la primera reacción es lamentarse. No. La primera reacción ha de ser el arrepentirse, reconocer el propio pecado e invocar piedad a gritos.

Sin sinceridad, nuestra puerta está atrancada para Dios. La sinceridad y el arrepentimiento la abren de par en par, y Dios entra. No basta el inquieto descontento ¡se requiere el arrepentimiento!

¿Y qué hace el Señor? «Entraré en su casa y cenaremos juntos». Es el principio de la intimidad, de la amistad, de la nueva vida.

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Naturalmente que, si viene a cenar, habrá que preparar la mesa. El arrepentimiento no es cuestión de palabras, es cuestión de cosas concretas.

Pero el invitado no viene con las manos vacías;lo suyo es siempre dar.

Podemos decir que es él quien llena la mesa: su amor es tan grande que lo que nosotros aportamos resulta ridiculo ante los regalos que él nos trae.

Y comienza la fase profunda de la oración del corazón: estamos con él, gozamos de su presencia, le damos gracias, le escuchamos, nos sentimos felices. Nos dejamos amar.

¿También pedimos? Sí, y sobre todo la fidelidad de hoy. «Dame un corazón grande y generoso», para hoy, porque para mañana ya vendrá la oración de mañana.

Nuestro amor ha de hacerse concreto. Si el arrepentimiento era verdadero, el don de la conversión está pronto. Seamos realistas: pidamos la conversión de hoy, no la de mañana.

La oración del corazón que se hace conversión para hoy es la más segura, la decisiva.

Hay un arrepentimiento «según Dios»: confiar.Y un arrepentimiento «según el diablo»: torturarse

rumiando ensimismado.No hay pecado que no pueda ser reparado, cuando

Jesús ha pagado por nosotros.

Los tres resortes

Podríamos decir que la oración se maneja con tres resortes. Aprende a rezar quien sabe activarlos bien.

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1. El primer resorte es la humildad que megusta describir así: aceptar la verdad de nosotros mismos como primer acto de oración.Ponernos ante Dios como somos, no como desearíamos ser: sinceros, en nuestra situación concreta, con una sinceridad hasta tosca, profunda, sin medias tintas, sin máscara, presentarnos ante Dios tal como somos.No olvidemos la importante lección de Jesús cuando contó la parábola del fariseo y del publica-no en el templo. Notémoslo: el pobre publicano no promete nada a Dios, no tiene ni siquiera ánimos para levantar los ojos, sólo se confiesa pecador. No hace más, acepta y presenta a Dios toda su miseria, como el mendigo que presenta a los transeúntes sus harapos... Y sucede el milagro.No hace falta mucho para conmover el corazón de Dios, parece decir Jesús, le basta tu sinceridad, basta que te quites el antifaz y Dios te colma de su gracia.No temas perder tiempo en este trabajo de disposición a la oración: no es que te dispongas a rezar, ya haces verdadera oración, pues ya es amor. Los otros dos resortes son abrirse al amor de Dios y amar.2. Hemos hablado de la oración como amor, pero antes hemos de hablar más detenidamente de la necesidad de que te des cuenta del amor que Dios te tiene.Diría que es el resorte decisivo. Si es fuerte tu convicción de que Dios te ama personalmente, constantemente, sinceramente, fielmente; si es firme tu convicción de que Dios te ama, aunque tú no correspondas (pero fíjate, ha de ser una convic-

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ción profunda, no una idea peregrina que te ha pasado por la cabeza); si de veras estás convencido del amor que Dios te tiene, entonces la oración brota espontánea, sin esfuerzo.

¡Dios me quiere! Es el punto focal de la oración, punto focal que debe cambiar en fuego tu relación con El.

Las personas con oración débil o enferma no han comprendido aún que Dios les ama, o lo han entendido muy superficialmente.

Debéis luchar con todas las fuerzas para construir en vosotros esa convicción. Se precisa no poco esfuerzo... Entender que Dios nos ama es como entrar en la realidad profunda de Dios, en el corazón de Dios.Los medios más sencillos son dos: la acción de gracias y

la Palabra de Dios leída en clave de amor.Acción de gracias. Construios vuestro gimnasio,

escoged los momentos precisos de la jornada para entrenaros: al levantaros por la mañana, viajando, cuando el trabajo manual os lo permita. El gimnasio endurece los músculos del atleta, el ejercicio sistemático del agradecimiento hará que toda vuestra jornada sea una acción de gracias. «Dad gracias a Dios en toda circunstancia, porque esto quiere Dios de vosotros como cristianos» (1 Tes 5,18).

Pablo exigía esta actitud a los primeros cristianos, a los paganos recién convertidos. Ponía alto el listón del vivir cristiano.

La Palabra de Dios ayuda, y mucho, a pensar en el amor de Dios.

Pero hay que corregir un defecto de lectura muy común. Estamos demasiado acostumbrados a leer la

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Palabra de Dios sólo en clave moralista. Es un grave error. Hay que aprender a leerla en clave de amor.

¡Nos hemos de acostumbrar a leer la Palabra con lectura tridimensional Es muy interesante. Se hace asi.

Primera dimensión. La lectura tal como suena, hecha con fe, con veneración, con la máxima atención, ayudándonos de introducciones y notas. No os aventuréis nunca a leer sin la ayuda de un experto, inteligente y lleno de fe.

Segunda dimensión. Leer de nuevo preguntándonos qué nos dice esa página acerca del amor de Jesús por nosotros, por mí.

Tercera dimensión. Volver a leer preguntándome qué me dice esta página acerca del amor del Padre.

Toda página de la Escritura es una lección sobre el amor de Dios, pero quien no aprende a leer el amor, se queda analfabeto en amor.

Quien no hace este esfuerzo será sólo un turista de la Palabra. El oro está debajo, está hondo: sólo el que profundiza lo descubre.

3. Viene, por fin, el tercer resorte: jamar!¿Cómo se ama en la oración? Difícil de decir, quizá

todo consiste en algo sencillísimo, todo está en aprender a ofrecernos a Dios.

De esto hablaremos detenidamente cuando entremos en lo vivo de la «oración del corazón».

La oración bien estructurada debe pasar a través de tres etapas de maduración:

- curar la oración vocal;- llegar a la oración de escucha;

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- orientarse a la oración de amor (oración del corazón).

En síntesis: el camino de la oración pasa por tres tramos:

- hablar (oración vocal),- escuchar (oración de escucha),- responder (oración de amor).

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Dedica al menos media hora a tu oración, escoge el lugar adecuado, y la hora mejor, ponte de rodillas, haz rezar a tu cuerpo: te ayudará a rezar.

• Divide el tiempo en tres partes: cuanto más organices tu oración, más fácil te resultará y será mayor el fruto.

• El primer espacio (diez minutos) conságralo al Espíritu Santo presente en ti. Pregúntate, pregunta al Espíritu, cuál es la última falta que has cometido. Presenta tu arrepentimiento al Espíritu Santo.

Después puedes orar asi: «Espíritu Santo, Espíritu de verdad, haz ¡a verdad dentro de mí».

• Después dirige a Jesús tu atención: ejercítate en la oración de escucha. Vuelve a leer con gran atención el texto propuesto del Apocalipsis. Repite una y otra vez: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».

Recuerda que arrepentirse significa cambiar. Pide luz a Jesús: «Señor, ¿cuál es el primer paso de mi conversión?».

Y toma una decisión clara y precisa para hoy.

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• Después vuélvete al Padre. Haz silencio. Busca sólo quedar en su presencia y amarlo.

Procura repasar los dones de la jornada y repite: «/Gracias, Padre!».

Después repasa los dones más grandes que has recibido en la vida y di: «¡Padre mío, mi todo!».

• Acaba con el Avemaria dicho atentamente pidiendo el gusto por la oración y la perseverancia.

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Todos sabemos «dar las gracias», pero lo hacemos poco con Dios. Procura hacerlo hoy en tus momentos libres. «Padre, por Jesucristo, te doy gracias».

En un momento de recogimiento medita este salmo:

Salmo 138

Señor,tú has creado mis entrañasme has tejido en el seno materno.Te doy graciasporque me has escogido portentosamente,porque son admirables tus obras;me conoces hasta el fondo...Cuando en lo oculto me ibas formando,tus ojos veían mis acciones,se escribían todas en tu libro,calculados estaban mis díasantes que llegara el primero.

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/Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto! Señor, sondéame y conoce mi corazón, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno.

«La oración es un bien excelso, es una comunión intima con Dios, debe salir del corazón, debe florecer continuamente, noche y día. , ,,. ;,: ; :Es luz del alma,verdadero conocimiento de Dios,mediadora entre Dios y el hombre;es un ansia de Dios, es un inefable amor producto de la divina gracia».

San Juan Crisóstomo

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Orar es amar

«Padre, que no se haga mi voluntad, sino 1a tuya» (Le 22,42).

Pero... ¿qué es orar?

Hemos de preguntárselo a Cristo, que es el maestro de oración. Nadie puede responder mejor.

La luz sobre la esencia de la oración hemos de buscarla en la revelación. Debemos escrutar la Palabra de Dios: todo maestro cristiano ha aprendido allí.

Quizá el camino más rápido para entender la esencia de la oración en el pensamiento de Cristo sea éste: examinar la oración-modelo que Cristo nos enseñó, el Padrenuestro y, partiendo de allí, entender qué es la oración.

He aquí las observaciones que saltan a la vista apenas nos acercamos al Padrenuestro.

Es una oración de amor.El Padrenuestro está formado por siete peticiones,

cada petición es un acto de amor. Véannoslo desde más cerca.

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• Padre nuestro:Jesús nos presenta la oración como una relación

amorosa de un hijo con su padre.

• Santificado sea tu nombre:Padre, que tu persona sea acogida, bendecida, amada

por todos.

• Venga a nosotros tu reino:Padre, habita, reina en el corazón de cada uno de los

hombres.

• Hágase tu voluntad en la tierra como en e¡ cielo:Padre, que nuestro amor sea práctico, modelado en

el de Cristo: «Que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

• Danos hoy nuestro pan de cada día:Padre, danos el alimento material y espiritual, a mí y

a todos mis hermanos.

• Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden:

Padre, perdónanos y dispon nuestro corazón al perdón de nuestros hermanos.

• No nos dejes caer en la tentación:Padre, guárdanos del peligro de traicionarte,

queremos amarte con todas las fuerzas.

• Líbranos del mal:Padre, líbranos de todo lo que nos aparta de tu amor.No hay duda. Si Jesús nos ha dado este modelo de

oración, la oración debe ser amor.

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Orar es amar. Es la primera y quizá la más importante definición de la oración según la enseñanza de Jesús.

Miremos a Cristo en oración

A lo mejor estudiando a Cristo en oración logramos entender algo más sobre la esencia de la oración.

• ORAR ES TAMBIÉN PEDIRJesús, en Getsemani pide, implora, suplica:

«Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz. Sin embargo, que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Jesús en la cruz suplica y pide:

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Le 23,34).

También el salmo 22 que Jesús reza en la cruz es una dolorida oración de súplica: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 15,34).

La oración más larga que conocemos de Jesús es la de la última cena. Es la oración de la unidad. Es también una oración de petición.

Por tanto, del ejemplo de Jesús, hemos de concluir que rezar es dirigirnos a Dios como Padre, pidiéndole lo que necesitamos.

• ORAR ES TAMBIÉN AGRADECERCuando los apóstoles vuelven de su primera misión

evangelizadora, Jesús ora así:«Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,

porque, has escondido estas cosas a ¡os sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla;

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sí. Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien» (Mí 11,25-26).

Jesús, por tanto, ora agradeciendo.Cuando se dice que, en la multiplicación de los

panes, Jesús «elevando los ojos al cielo pronunció ¡a bendición» (Mí 14,19) quiere decir el evangelista que Jesús dijo la oración de acción de gracias sobre el pan, tal como hacían los judíos antes de la comida.

La oración de acción de gracias era práctica constante entre los judíos. Las madres enseñaban a sus pequeños a no comer ni una oliva sin dar gracias a Dios. Jesús, educado en la genuina piedad hebrea, seguía las normas religiosas de los piadosos israelitas.

• HOJEEMOS LA ESCRITURALa Biblia está llena de hombres de oración. De sus

labios y de su conducta podemos aprender qué es la oración.

Ante todo en la Biblia hay un libro entero de ora-ciones. Es el libro de los Salmos que recoge 150 ora-ciones. Es el libro oficial de la oración de Israel. Con-tiene plegarias antiquísimas. Es oración inspirada.

El libro de los Salmos puede darnos mucha luz acerca de lo que es la oración. Podemos catalogar en cuatro clases los 150 salmos bíblicos:

- salmos de alabanza y agradecimiento;- salmos de adoración;- salmos de petición;- salmos penitenciales.La Biblia, este maravilloso libro inspirado, nos dice

que la oración, no sólo es pedir y no sólo es

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dar gracias y alabar; también es adorar e implorar perdón.

Es también interesante examinar los grandes personajes de la Escritura mientras oran: también de sus palabras podemos recabar luz acerca de la oración.

Moisés ora así:«Desiste de tu indignación, renuncia a hacer mal a

tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abra-hán, Isaac e Israel a quienes juraste por tí mismo:Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo y toda esta tierra se la daré a vuestra descendencia» (Ex 32,12-13).

«Perdona la culpa de este pueblo por tu gran misericordia, ya que lo has traído desde Egipto hasta aquí» (1^1 m 14,19).

David adora a Dios así:«Tú eres grande, Señor. No hay nadie como tú, no

hay Dios fuera de ti» (2 Sam 7,22).Salomón ora:«Señor.. soy un muchacho que no sé valerme...

enséñame a escuchar para que pueda gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal» (1 Re 3,7).

Y Salomón adora así:«¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni

abajo en la tierra no hay un Dios como tú, fiel a la alianza... Si no cabes en el cielo, ¡cuánto menos en este templo que he construido! Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu nombre. Escucha la oración de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando recen en este sitio; escucha tú desde tu morada, escucha y perdona» (1 Re 8,23-30).

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Judit se dirige a Dios con estas palabras:«Tú eres el Dios de los humildes, socorredor de los

pequeños, protector de los débiles, defensor de los desanimados, salvador de los desesperados. Sí, sí, Dios de mi padre, Dios de la heredad de Israel, rey de toda la creación, escucha mi súplica. Haz que todo tu pueblo vea y conozca que tú eres el único Dios, Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay nadie que proteja a la raza israelita /ueradeíi»(Jdt9,ll-14).

Isaías implora asi:«Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú

el alfarero: somos todos obra de tu mano. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo» (Is 64,7-8).

En la Biblia también se encuentra la oración del silencio, como la oración de Ana, madre de Samuel.

En conclusión, repasando la Biblia podemos concluir que la esencia de la oración es hablar con Dios de la forma más natural y espontánea como surge de la situación en que el hombre se encuentra: el que se siente pecador, implora perdón; el que alegre, le expresa su agradecimiento; el que sufre, invoca auxilio; el que contempla la grandeza y la bondad de Dios, lo adora.

La oración es una relación íntima, viva, sincera, profunda con Dios. Relación que se expresa con gestos y palabras, o más sencillamente, con el silencio.

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Comienza haciendo bien la señal de la cruz:como envolviendo todo tu ser en el amor de la Santísima Trinidad.

• Dedica media hora, elige bien el lugar y la mejor hora, póstrate de rodillas que así rezará también tu cuerpo.

• Los primeros diez minutos conságralos al Espíritu Santo, concéntrate: está presente en tí. Cierra los ojos, piensa sólo en él que es «e/ amor de Dios derramado en nuestros corazones» (Rm 5,5). Pídele amor. Pídele con fervor saber amar a Dios con todas las fuerzas, saber amar a las personas que no amas bastante.

• Dedica un tiempo a Jesús y haz oración de escucha. Toma en las manos el texto del Padrenuestro y vete preguntando: «Jesús, ¿qué quieres decirme con esta palabra?».

• Los diez últimos minutos están reservados para el Padre que te envuelve en su amor y te es «más intimo que tu misma intimidad» como dice San Agustín.

Ama en silencio. Si estás contento en su presencia, estás amando. Cuanto menos palabras necesites, más progresas en la oración. Al final ofrécele, en prenda de amor, una resolución precisa para cumplir lo más pronto posible en ese día.

• Termina con un Avemaria bien rezado pidiendo el don de aprender a rezar.

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Debes acostumbrarte a repetir durante la jornada una oración breve y fervorosa. Hoy podría ser esta: «¡Padre, que yo te ame con todas mis fuerzas!».

El shemá es la oración que Jesús rezaba tres veces al día volviéndose hacia Jerusalén. Era lo que para nosotros es el Padrenuestro. Muchos hebreos avanzaron a la muerte en la persecución cantando esta oración. Apréndela de memoria.

«Escucha, Israel,el Señor nuestro Dios es solamente uno.Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón,con toda el alma, con todas las fuerzas.Las palabras que hoy te digo quedarán en fumemoria,se las inculcarás a tus hijosy hablarás de ellas estando en casa y yendo decamino,acostado y levantado.Las atarás a tu muñeca como un signo,serán en tu frente una señal;las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales».

(Deuteronomio 6,5-9)

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Arrepentirse

«No basta decirme: ¡Señor, Señor! para entrar en el Reino de Dios; no, hay que

cumplir la voluntad de mi Padre del cielo» (Mt 7,21).

La oración de arrepentimiento

El problema fundamental de mi existencia es éste: hacer la voluntad de Dios, esto es, ser como él me quiere.

En concreto, es quitar de mi vida todo lo que le desagrada, modelando mi vida en absoluta fidelidad a los planes de Dios.

Para llegar a eso, es preciso que yo me conozca profundamente a mí mismo, que me quite todo antifaz, que rectifique todo lo tortuoso que hay en mí.

En un palabra: debo conocerme para convertirme. Es una exigencia del amor, una etapa que debo alcanzar, si quiero ser fiel a la voluntad de Dios. Asi se inicia la oración de arrepentimiento.

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Una exploración de mí mismo

Debo hacer la verdad dentro de mi mismo, si quiero conocerme y quiero corregirme. Hay en mí tantas zonas de sombra, rincones oscuros a los que no llega nunca mi mirada o por complicidad, o por ingenuidad, o por costumbre. Rincones que, si no me decido a explorar, hacen inútil cualquier voluntad de conversión.

La oración debe ser ante todo un pacto de honradez conmigo mismo. Debe ayudarme a ver de frente mis males, para reprobarlos y ver el modo de corregirlos.

La oración, relación íntima filial con Dios, se me concede precisamente para esto: para llegar a ser como Dios quiere que sea.

Con la ayuda de la psicología intentemos iluminar los males que arrastramos dentro.

El hombre no es un ser armónico. En nosotros hay un triple principio que, para la felicidad del hombre, debería conjuntarse y, en cambio, demasiadas veces está en contraste disonante.

Está la esfera biológica, la realidad física, el cuerpo, que hace como de corteza de los tesoros más profundos del hombre.

Está la esfera psíquica, que hace como de puente entre el cuerpo y el espíritu.

Está la esfera espiritual, la parte más elevada del hombre, la sede de su dominio interior y exterior, su tesoro más valioso, el principio por el que piensa, quiere y ama.

Dejemos a un lado los males y condicionamientos físicos, esto es, los obstáculos que actúan desde

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lo exterior del hombre. No es que no tengan importancia, pero de por sí, no dañan la conducta moral del hombre ante Dios.

Examinemos en cambio los males que afectan la psique y los que insidian la esfera espiritual. Son males muy preocupantes, porque condicionan nuestro comportamiento moral, nuestra conducta respecto a la voluntad de Dios.

Nos atrevemos a afirmar que mientras estos males no nos sean bien conocidos, nunca nuestra oración estará bien fundamentada, porque no afrontaremos los problemas de fondo, esto es, nuestro práctico comportamiento ante la voluntad de Dios.

Son estos males, ante los que fácilmente contem-poralizamos, los que bloquean nuestra libertad y nos impiden la fidelidad a Dios. Estos males han de ser el primer objeto de nuestra oración. En ellos anidan todas nuestras mezquindades y nuestras traiciones.

Sobre ellos hay que actuar con la oración. A partir de alli puedo emprender una maduración espiritual auténtica, una verdadera conversión a Dios.

Cinco demonios

Comencemos por los males que acechan nor-malmente la psique.

El psicólogo William Parker afirma que nuestra psique está asediada por cinco males que él se atreve a llamar demonios. Son como cinco focos infecciosos. Son males molestos, opresiones contra las que el hombre pone en acción sus mecanismos de defensa unas veces consciente, otras inconscientemente.

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La primera victoria contra estos males es desen-mascararlos, la segunda descubrir los mecanismos de defensa, a veces demasiado ingenuos con que nos defendemos de ellos, y buscar otros mecanismos eficaces.

Los cinco males son: el odio, el miedo, el sentido de culpa, el sentido de inferioridad y el victimismo.

William Parker llega a afirmar que todos los males que perturban nuestra psique y nos causan graves problemas de sufrimiento tienen su origen en estos cinco focos de infección.

Naturalmente nosotros reaccionamos. El principio de conservación nos obliga a ello. Pero muchas veces los instrumentos de defensa son inadecuados. La defensa a veces se reduce a apartar imaginativamente el mal, sin ir a la raíz del problema.

Estos son nuestros principales mecanismos de defensa: la negación del mal, la racionalización, la proyección del mal a otros, la reacción violenta y, por tanto, irracional.

Frecuentemente nuestros mecanismos de defensa son tan inadecuados que los males nos afectan hasta físicamente con efectos nocivos en nuestro cuerpo.

William Parker los ha analizado así: depresión psíquica, ansiedad, desórdenes psicosomáticos.

En sus pacientes ha notado que estos transtornos han llegado a producir úlceras, asma, hemicra-nias, artritis, cardiopatías.

Si no atacamos las raices de estos males que amenazan nuestra psique, inútil combatir los síntomas. La oración tiene esta fuerza: controlar los males profundos de la psique. William Parker lo ha

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demostrado científicamente a través de experimentos de gran seriedad científica y espiritual.

Comencemos pues desenmascarando los males que más nos molestan, nos hacen infelices y nos cortan el camino para ser lo que ante Dios debemos ser. He aquí algunos test sencillos y bastante completos para un trabajo serio de conocimiento de nosotros mismos.

• ODIO¿Cultivo sentimientos de venganza cuando me siento

ofendido?¿Critico sistemáticamente a los demás? ¿Me considero superior a los demás?

¿Disfruto cuando sobreviene una desgracia a algún vecino?

¿Siento satisfacción cuando otro queda eviden-temente mal?

¿Me impaciento ante los semáforos? ¿Me irrito contra los conductores imprudentes?

¿Me impongo autoritariamente al que es más débil que yo?

¿Me gusta tener gente que me esté sometida?¿Disfruto humillando, poniendo a los otros «en su

sitio»?¿Culpo de mis dificultades a los otros?¿Tengo la convicción de que los otros la tienen

contra mí?¿Sospecho de que los otros se rían de mí, que me

critiquen, que no me aprecien?¿Tengo prejuicios racistas? ¿Soy suspicaz, envidioso?

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¿Encuentro fácilmente fallos en el comportamiento de los otros?

¿Soy propenso al sarcasmo?¿Me muestro agresivo en pensamientos, palabras,

actitudes?¿Soy intolerante ante opiniones distintas de las

mías?

• MIEDOComo primera reacción, ¿me echo atrás cuando se

me encarga algo?¿Me siento tentado de dejar para mejor ocasión, o de

renunciar sin más a una intervención en la que me expondría a quedar mal?

¿Me siento cohibido ante los superiores o personas importantes?

Cuando se me oponen, ¿prefiero callarme a exponer serenamente mi parecer?

¿Tengo miedo de depender de otros?¿Rehuso colaborar con otros?¿Prefiero arreglármelas solo?

¿Quedar mal ante los demás, me representa undrama?

¿Busco siempre el apoyo de los otros? ¿Necesito la radio o la TV para poderme distraer? ¿Me horroriza el futuro? ¿Soy supersticioso? ¿Imagino desgracias y sufro por las que podrían

sobrevenirme a mi o a los míos?

• SENTIDO DE CULPABILIDAD¿Temo que haya algo en mí que no haya sido

perdonado?

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¿Hay en mi pasado algo que no me he atrevido a confesar a nadie y que trato siempre de apartar de mi pensamiento?

¿Hay temas sobre los que en absoluto no quiero pensar ni quiero tratar con nadie?

¿Busco el anonimato cuando estoy con otros? ¿Lo procuro también cuando estoy solo?

¿Hago o advierto estar haciendo cosas que son contrarias a mis convicciones o a mi naturaleza?

¿Tengo frecuentemente dudas sobre mi respon-sabilidad moral?

¿Me agitan los escrúpulos en mi vida moral?¿Temo continuamente haber dañado a mis prójimos?

• SENTIDO DE INFERIORIDAD¿Prefiero estar solo a estar con los demás?

¿Me encuentro inquieto delante de los demás, o demasiado reservado?¿Temo ser poco apreciado, desestimado? ¿Hablo con frecuencia de injusticias, agravios verdaderos o imaginarios que recibo o he recibido?

¿Me comparo siempre con quien hace las cosas mejor que yo?

¿Tengo la costumbre de quejarme del trabajo, de las personas, las ocupaciones, las situaciones?

¿Me quejo de no recibir la consideración que merezco?

¿Pienso con frecuencia en mis méritos? ¿Hablo a menudo de ellos?

¿Pienso que soy una persona poco afortunada y poco dotada?

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Los males del espíritu

Pero para conocernos a nosotros mismos no podemos pararnos aquí. Después de los males que afligen la esfera psíquica del hombre, hay que examinar los males que atacan directamente el mundo del espíritu.

Podríamos decir que toda la vida del espíritu humano se despliega en estas tres operaciones:pensar, querer, amar.

Operaciones del espíritu que nosotros generalmente las referimos a la mente, voluntad y corazón.

Estas tres admirables facultades elevan al hombre sobre todo, constituyen su suprema grandeza. También en estas altas zonas el hombre tiene sus luchas. Dios nos ha hecho asi. Pero nos ha dado también los medios para combatir.

La oración es el más poderoso de los medios. La oración es el reconstituyente más profundo del espíritu con el que el hombre vigoriza la mente, la voluntad y el corazón para llegar a ser lo que Dios quiere que seamos.

Podríamos decir que los males fundamentales del espíritu humano son la irreflexión o falta de concentración, la debilidad de la voluntad y la insu-ficiencia e inconstancia del amor.

Son tres males muy graves, porque amenazan los tesoros más grandes del hombre.

Podríamos casi decir que si estos tres males que amenazan la mente, la voluntad y el corazón desa-parecieran, quedarían eliminados en gran parte todos los males de nuestra psique. Es más: los males de la esfera psíquica se crecen precisamente

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apoyados en nuestra distraída reflexión, en la voluntad débil y en nuestro escaso amor.

¿Qué papel tiene en todo esto la oración? Debe curar nuestra irreflexión, fortalecer nuestra débil voluntad, sanar el corazón poco generoso.

¿Quién no ve que nuestra vida depende casi por entero de la fuerza de nuestro pensamiento, de la energía de nuestra voluntad, del empeño de nuestro amor?

¿Quién no sabe que el santo no es más que un hombre con fuerte capacidad de reflexión, fuerte capacidad volitiva, fuerte capacidad de donación?

Convertirnos con la fuerza de Dios.En el fondo, sólo es esto la oración de arrepenti-

miento. La oración es el instrumento de conversión.Sólo con la fuerza de Dios podemos esperar

convertirnos. La fuerza de Dios, normalmente, nos viene con la oración.

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Comienza haciendo bien la señal de la cruz. Al tocar la frente consagra al Padre toda tu capacidad de pensar. Al tocar el pecho consagra tu corazón a Cristo. Al tocar los hombros consagra tu obrar, tu voluntad al Espíritu Santo.

• Debes acostumbrarte a la oración trinitaria:toda oración litúrgica es trinitaria, sin embargo los cristianos somos lentos en aprenderla y practicarla.

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Los moles del espíritu

Pero para conocernos a nosotros mismos no podemos pararnos aquí. Después de los males que afligen la esfera psíquica del hombre, hay que examinar los males que atacan directamente el mundo del espíritu.

Podríamos decir que toda la vida del espíritu humano se despliega en estas tres operaciones:pensar, querer, amar.

Operaciones del espíritu que nosotros generalmente las referimos a la mente, voluntad y corazón.

Estas tres admirables facultades elevan al hombre sobre todo, constituyen su suprema grandeza. También en estas altas zonas el hombre tiene sus luchas. Dios nos ha hecho así. Pero nos ha dado también los medios para combatir.

La oración es el más poderoso de los medios. La oración es el reconstituyente más profundo del espíritu con el que el hombre vigoriza la mente, la voluntad y el corazón para llegar a ser lo que Dios quiere que seamos.

Podríamos decir que los males fundamentales del espíritu humano son la irreflexión o falta de concentración, la debilidad de la voluntad y la insu-ficiencia e inconstancia del amor.

Son tres males muy graves, porque amenazan los tesoros más grandes del hombre.

Podríamos casi decir que si estos tres males que amenazan la mente, la voluntad y el corazón desa-parecieran, quedarían eliminados en gran parte todos los males de nuestra psique. Es más: los males de la esfera psíquica se crecen precisamente

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apoyados en nuestra distraída reflexión, en la voluntad débil y en nuestro escaso amor.

¿Qué papel tiene en todo esto la oración? Debe curar nuestra irreflexión, fortalecer nuestra débil voluntad, sanar el corazón poco generoso.

¿Quién no ve que nuestra vida depende casi por entero de la fuerza de nuestro pensamiento, de la energía de nuestra voluntad, del empeño de nuestro amor?

¿Quién no sabe que el santo no es más que un hombre con fuerte capacidad de reflexión, fuerte capacidad volitiva, fuerte capacidad de donación?

Convertirnos con la fuerza de Dios.En el fondo, sólo es esto la oración de arrepenti-

miento. La oración es el instrumento de conversión.Sólo con la fuerza de Dios podemos esperar

convertirnos. La fuerza de Dios, normalmente, nos viene con la oración.

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Comienza haciendo bien la señal de la cruz. Al tocar la frente consagra al Padre toda tu capacidad de pensar. Al tocar el pecho consagra tu corazón a Cristo. Al tocar los hombros consagra tu obrar, tu voluntad al Espíritu Santo.

• Debes acostumbrarte a la oración trinitaria:toda oración litúrgica es trinitaria, sin embargo los cristianos somos lentos en aprenderla y practicarla.

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• Ofrece el primer espacio de tu oración al Espíritu Santo, sumerge en él tu voluntad y reza:

«Espíritu de fortaleza, educa y robustece mi voluntad».

Repite:«Espíritu Santo, ejercítame en la oración de arre-

pentimiento».• El segundo espacio ofrécelo a Jesús. Reza:«Jesús, revelación del Padre, llena mi inteligencia

con tu divina luz».«Jesús, camino, verdad y vida, a ti me entrego, toma

posesión de mí».Repite:«Jesús, entréname en la oración de arrepenti-

miento».• En el tercer espacio vuélvete al Padre y reza:

«Padre, amor infinito, fórmame en el amor»«Padre, fórmame en el arrepentimiento sincero y

filial».• Relee con atención las sugerencias de la página

278: «Si quieres rezar bien».

(omaw5^m ^ ¿i@^m©A

En todo momento libre repite esta invocación:

«Padre, hágase tu voluntad, no la mía».En un rato libre reza con profundidad este salmo de

arrepentimiento:

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Salmo 102

Bendice, alma mía, al Señory todo mi ser a su santo nombre.Bendice, alma mía, a! Señory no olvides sus beneficios.El perdona todas tus culpasy cura todas tus enfermedades...No nos trata como merecen nuestros pecados,n¡ nos paga según nuestras culpas.Como se levanta el cielo sobre la tierra,le levanta su piedad sobre sus fieles;como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre tiene ternura por sus hijos, tiene el Señor ternura por sus fieles;porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro... La misericordia del Señor dura siempre para los que guardan su alianza... ¡Bendice, alma mía, al Señor!

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Dar gracias

«¿No han sido diez /os curados? ¿Dónde están ¡os otros nueve?» (Le 17,17).

Jesús lo ha denunciado

Jesús denuncia al hombre que no da las gracias. En el evangelio de Lucas cuando vio que de los diez leprosos curados sólo uno habia vuelto a agradecérselo exclamó: «¿No han sido diez ¡os curados? ¿Dónde están los otros nueue?».

«¿Dónde están los otros nueve?» Es grave esta denuncia. ¿Será siempre tan reducido el porcentaje de los agradecidos? ¿No tiene remedio el egoísmo del hombre? Tenemos la lepra de la ingratitud.

El Señor espera nuestro agradecimiento según la lógica de los hechos: si hemos recibido de Dios, es lógico que lo reconozcamos y, si lo reconocemos, es lógico que nos abramos a la gratitud. El Señor no les dio a los nueve ninguna orden, pero esperaba que ellos se la dieran a si mismos.

La gratitud es la lógica de la inteligencia y del corazón recto. Al que entiende y tiene limpio el

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corazón le sale espontánea la acción de gracias. Por eso no hay ningún mandamiento específico sobre el agradecimiento, porque el agradecimiento ha de salir de uno mismo.

«¿Dónde están los otros nueue?» En aquellos nueve estamos incluidos todos, porque son incontables nuestras negligencias para con la bondad de Dios, todos somos culpables de ingratitud. El hombre nunca logrará corresponder dignamente a los dones de Dios. Los beneficios de Dios son más numerosos que la arenas del mar, incontables como las gotas del océano.

Pero el hombre, aunque no pueda resolver el problema de su insolvencia, debe al menos reconocer que existe la deuda.

«¿Dónde están los otros nueve?» La amarga denuncia de Cristo debe impulsarme a representar a los ausentes. Cuando lo entendemos y somos curados de la lepra de la ingratitud, debemos presentarnos a Dios también en nombre de nuestros hermanos que no caen en la cuenta: «Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Yo estoy aqui para agradecer tu amor, dame capacidad de hacerlo en nombre de tantos ausentes...»

Toda la Biblia llama a la gratitud

Los diez mandamientos ocupan poco espacio en la Biblia, pero la invitación de Dios al agradecimiento invade toda la Escritura. Es difícil encontrar en ella dos o tres páginas seguidas en que no aparezca esa llamada. Es incesante ese martilleo de Dios para que tengamos en cuenta lo que él ha

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hecho por nosotros, las maravillas que ha obrado por su pueblo. ,^,,| ,^

El libro de los Salmos, libro clásico de la oración hebrea, es todo un tejido de oración de acción de gracias.

Estos datos de la revelación nos ponen ante un problema: si Dios insiste tanto sobre el deber de dar gracias, es señal de que es una gran necesidad para el hombre, señal de que lo necesita para ser y sentirse feliz, para realizarse. Agradeciendo, el hombre encuentra el propio equilibrio: se pone a sí mismo en dependencia de Dios, reconoce el sitio preeminente que Dios ocupa sobre todo.

Si toda la Biblia es un continuo reclamo al agra-decimiento, es porque el hombre corre el riesgo de olvidarlo demasiado fácilmente, cuando tanta necesidad tiene de recordarlo. Si toda la Biblia invita al agradecimiento, quizá es señal de que Dios ve en el agradecimiento el medio más fácil que tiene el hombre para dirigirse derechamente a El, el medio más inmediato para realizar el ideal religioso del hombre. Si toda la Biblia habla de esto, quizá es para señalar una vía fácil hacia la fe.

Si toda la Biblia reclama agradecimiento, es quizá porque aprender a agradecer significa aprender a vivir nuestra relación con Dios de manera vital. !

,í:lWtf^Íiill•n^Si toda la Biblia reclama nuestro agradecimiento, es

quizá porque pocas cosas como ésta dan al hombre la posibilidad de prepararse a la gran revelación de Cristo, la revelación de la bondad infinita del Padre y de nuestra adopción como hijos.

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La oración abierta a todos

Todos son capaces de agradecer y todos entienden el porqué. En cambio no todos son capaces de contemplar ni captan el motivo.

Se agradece con palabras y se agradece sin ellas. Para agradecer no hacen falta fórmulas, bastan pocas palabras, pocas palabras y cierta idea de la bondad de Dios. Es una oración sencilla para gente sencilla, pero una oración bien rica.

Cuando rezamos tenemos necesidad de instrumentos como son las palabras, las ideas, los libros. Para agradecer bastan pocas palabras, los libros estorban.

Dar gracias es la oración de los pobres. Cualquier tipo de oración exige preparación, entrenamiento, esfuerzo, ambiente apto y muy buena voluntad. Para agradecer, en cambio, no se requiere preparación, no hay nada que aprender. Todos saben hacerlo. Hasta el ateo que se abre a Dios puede entrar directamente por este camino de oración y recorrerlo hasta el final a partir del primer momento de su búsqueda de Dios.

No se requieren palabras, sólo una idea: Dios es un Padre bueno que me ama. Todo lo demás viene solo.

Para enseñar a rezar a un convertido basta enseñarle a dar gracias. Aunque nunca haya rezado, asi ya sabe rezar.

La oración de agradecimiento es un camino variado y ameno: es como ir cogiendo flores en un prado. Cogida una, ya nos llama la atención otra más hermosa y así vamos formando todo un ramo.

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Comenzar a dar gracias es ponerse en trance de descubrir nuevos dones de Dios hasta que desistimos ante la incapacidad de abarcarlos todos.

Para que los niños saboreen la oración basta lle-varlos de la mano a la entrada de la oración de agradecimiento y dejarles allí: si se meten por allí ya no tienen necesidad de nuestra ayuda, caminarán solos con soltura.

Agradecer es una oración que no cansa. Siempre hay materia nueva y hermosa que pensar y decir. Por eso es la oración adaptada a todos, a todas las edades, a todo tipo de personas, de cualquier preparación espiritual. Agradecer es oración sin estructura, porque la gratitud se salta todas las estructuras. Cuanto más sencillo es uno, más capacidad tiene de agradecer. Es también la oración más tranquilizadora, reposa la mente y ensancha el corazón. Cuando la mente está cansada, la oración más adaptada es la acción de gracias, porque no absorbe, no oprime, no pesa.

Entrenamiento

Entrenarse para la acción de gracias necesita cierto método razonable. Se comienza por lo fácil para llegar a lo difícil, como en cualquier entrenamiento. Hay que apuntar alto: llegar a dar gracias por lo que más nos cuesta, pero esa es la cumbre de la montaña. Para conquistarla hay que enfilar el camino con sus rodeos: hay que comenzar por lo fácil.

Digamos enseguida que es impropio, y hasta irracional, catalogar las cosas en agradables y desa-

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gradables, las que me gustan y las que no me gustan. Para el que tiene fe, existen cosas «difíciles», no cosas que no me gustan. Todo está guiado por Dios: la noche y el día, el buen tiempo y la tormenta. Evidentemente que, si sabemos abrir los ojos, hay momentos muy hermosos en nuestra vida, cosas muy agradables en nuestra jornada. Desde allí comienza un entrenamiento racional al agradecimiento. ¡No dejar pasar ninguna alegría de la vida sin agradecerla! Es esta la primera etapa del agradecimiento.

Asi comenzamos a enraizamos en una convicción del todo necesaria: Dios es bueno. ¡Dios es un padre! ¡Dios piensa en nosotros con una delicadeza infinita!

Intentad pasar el día decididos a cumplir esta resolución: santificaré con una acción de gracias cualquier alegría del día de hoy. Llegaréis a la noche con una nueva idea de la bondad de Dios. Abriréis los ojos sobre algunos aspectos de vuestra vida en que nunca habíais pensado, crecerá en vosotros el deseo de entregaros confiadamente a él cada vez más, de confiar en él con más completo abandono, saldrá robustecido vuestro espíritu de fe.

Este ejercicio hace madurar la fe, y la fe siempre abre los horizontes de la generosidad. La fe es siempre el tallo que sostiene la flor, la fe prepara el amor. Si la fe es viva, brota como respuesta el amor.

Es humillante, pero la mayoría de los cristianos se acuerda de Dios sólo para tenderle la mano o cuando está ante una situación que le asusta. Aun la gente de iglesia apenas no saben, sino hacer de «pordioseros» cuando rezan, piden las cosas más

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extravagantes, piden continuamente, sin pensar si lo que piden les es útil o perjudicial. Esta mendicidad colectiva obedece con frecuencia a leyes bien irracionales. Nos portamos como mendigos tontos a los que Dios llena de todo bien la talega, mendigos a quienes Dios da ropa, comida y techo; pero ellos siguen con su cantinela de quejidos y miserias tendiendo la mano a la triste calderilla: para ellos, todo un tesoro.

Es humillante vivir como pordioseros, cuando Dios espera que nos comportemos como hijos.

La oración de agradecimiento nos puede cambiar de mendigos en hijos. Quien se acostumbra a dar gracias, a un cierto momento, se avergüenza de imponer sus proyectos a Dios. Sabe que Dios es padre, sabe que conoce mejor que nosotros lo que nos pasa y conviene; piensa sólo en dar gracias, porque está seguro de que es esto sobre todo lo que Dios espera de él. Esto es fe, esto es amor, esto es vivir en concreto la realidad de Dios padre.

Pero el entrenamiento necesita precisión. ¿Por qué no pactar con nosotros mismos dedicar cada día una hora para agradecer a Dios todas las cosas hermosas que nos da? Para agradecer así, una hora cada día, no hace falta interrumpir el trabajo, no hace falta ir a la iglesia, basta elegir un trabajo que lo consienta. Casi todos los trabajos materiales que no absorben por completo nuestra mente podrían convertirse en oración de agradecimiento.

Pensamos continuamente, cuando no pensamos vuela nuestra imaginación. Lo hacemos caminando, trabajando, antes de dormirnos, cuando nos despertamos. Cuando el trabajo no nos absorbe, fluye la torrentera del pensamiento. Pues basta-

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ría una cosa bien sencilla, bastaría encauzar el torrente dirigiendo nuestro pensamiento en la dirección al agradecimiento a Dios, pondríamos un poco de orden y justicia en nuestra relación con él.

Apuntar alto

• Pero... ¡es fácil agradecer las cosas agradables! Todos son capaces, aunque muchos no lo hagan.

Pero lo importante, más aún, lo esencial es llegar a agradecer las espinas, las contrariedades, las penas e, incluso, los propios errores. Llegando a este punto, hemos conquistado la cumbre. Porque el que llega a dar gracias de las cosas desagradables, incluso de las cruces, ha aprendido a vivir. La vida es siempre una mezcla de cosas que nos van y de cosas que nos fastidian, de alegrías y espinas, de logros y frustraciones.

Cristiano es quien sabe convivir con las alegrías y con las penas, con el calor y el frío, con la calma y la tormenta. Cristiano es el que no se hunde en las situaciones borrascosas o, si se hunde, es capaz de volver a la superficie.

El agradecimiento debe llevarnos a esta meta y hacernos capaces de sobrevivir a cualquier desgracia.

¿Cómo se logra? Será bueno advertir que no es fácil, es una lucha que a veces parece imposible, una lucha desproporcionada contra unas fuerzas que nos aplastan. Exige cierto conocimiento del corazón humano. Por ejemplo nadie puede convencerse de que debe agradecer a Dios una contrariedad: es como darse de cabeza contra la pared.

Pero hay otra táctica para derribar una pared:en lugar de dar con la cabeza, coger un pico, ase-

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gurarse bien los pies y dar con el pico en vez de con la cabeza. Es probable que la pared se venga abajo sin que nos hayamos roto la cabeza.

Para entendernos: ante ciertas contrariedades suena a hueco dar gracias, no resulta convincente, aunque sea admirable. Pero si, antes de agradecer nos paramos a mirar con sosiego la contrariedad y, visto que no podemos hacer nada, la ponemos en las manos de Dios con la sencillez de un niño, entonces es como recurrir a la táctica del pico.

Cuando hemos confiado a Dios un problema insoluble y lo hacemos con confianza, con humildad, con verdadero abandono, entonces y sólo entonces podemos ponernos a darle gracias. Y en aquel momento es cuando ponemos en acción el pico. No bastará con un golpe. No bastará agradecer una vez. Agradeceremos cien veces, agradeceremos mil veces y la pared, con toda seguridad, se vendrá abajo. Hay que experimentarlo para convencerse.

La primera impresión será de que nuestro ¡gracias! suena a hueco. Es lógico. Pero si seguimos dando gracias, llegará el momento en que la pared se resquebrajará, llegará un momento en que des-cubriremos el hiío de ¡a providencia, descubriremos ciertos repliegues positivos en aquella situación tan negativa.

Si somos constantes en agradecer, llegaremos a encontrar uno, diez y cien motivos para agradecer a Dios aquella contrariedad y, al fin, la gracia triunfará y aquel muro se vendrá abajo. ¡Un gracias verdadero, convencido, quizá sangrante, brotará de lo más hondo de nuestro ser y nos sentiremos libres!

Es el momento en que se entiende el poder de la acción de gracias.

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No nos convenceremos de ello hasta que no lo hayamos experimentado en los trances difíciles de la vida.

Entonces se entenderá que aprender a agradecer es aprender a vivir, porque significa aprender a afrontar las situaciones de la vida, aun las más dramáticas, proyectándolas en el amor de Dios.

Entonces tal vez, y sólo entonces, se nace a la fe, porque se experimenta toda su fuerza, se experimenta el amor de Dios.

Cuando ya no nos escandalizamos de Dios, hemos llegado a la fe.

Cuando para nosotros cuenta más la voluntad de Dios que cualquier otro proyecto, entonces hemos llegado al amor.

También aquí es bueno proceder gradualmente. No somos capaces de afrontar los grandes problemas de la vida si no nos entrenamos con las pequeñas contrariedades de cada día.

Habría que comenzar por el compromiso de no perder nunca la paz en las contrariedades cotidianas, sino hacerlas servir como ejercicio de nuestro agradecimiento.

¿Se os ha roto un vaso? ¿Una persona ha herido vuestro amor propio? ¿Habéis metido la pata? No perdamos los nervios. Pongámonos ante ese pequeño accidente y examinémoslo con calma. Si esa pequeña calamidad no tiene remedio, ¿por qué no ponerla con sencillez en las manos de Dios? Si Dios tiene cuidado del pajarillo que cae a tierra, ¿no atenderá nuestra pena?

Y... no pensemos más; dejemos que Dios lleve él adelante el problema en el que nosotros no

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podemos hacer nada. Y después, enseguida, darle gracias. Agradecerle de todo corazón no tanto por la contrariedad y la espina, sino por las variantes positivas que han seguido.

La primera variante positiva es que ya no lo ves como una tragedia, queda reducida la cosa a su real dimensión y, ¿no es éste un regalo que debes agradecer a Dios?

Después de ese accidente te conocerás mejor, o conocerás mejor a los otros o la situación: otro motivo de agradecimiento...

Agradecer también porque habéis ejercitado la fe cuando normalmente perdíais los nervios.

Y aún encontraréis pensando otros motivos de agradecimiento.

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Dirígete al Espíritu presente en ti y pídele con fe el don de la gratitud:

«Espíritu Santo, enséñame a dar gracias».• Vuélvete a Jesús y pídele que te cure de la

irreflexión y de la ingratitud:«Jesús, cura mi ingratitud». «Jesús, Salvador, sál-

vame».• Dirígete al Padre. Sintiéndote inmerso en su

infinito amor, ruégale:«¡Padre mío, mi Dios y mi todo!».«¡Podre, cúrame este duro corazón que no ve tus

dones y no sabe agradecértelos!».

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• Relee y sigue fielmente los consejos de la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Santifica hoy cualquier alegría de la jornada con esta invocación: «Padre, te doy gracias, también por ¡os que no ¡o hacen».

En un momento oportuno medita este salmo lleno de sentimientos de gratitud.

Salmo 144

Te ensalzaré. Dios mío, mi Rey,bendeciré tu nombre por siempre ¡amas.Día tras día te bendeciréy alabaré fu nombre por siempre...El Señor es bueno con todoses cariñoso con todas sus criaturas...El Señor sostiene a los que van a caer,endereza a los que ya se doblan...Abres tú la mano,y sacias de favores a todo viviente.Cerca está el Señor de los que le invocan,de los que le invocan sinceramente.Todo viviente bendiga su santo nombre...

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Pedir

«Lo que pidáis a Dios con fe lo recibiréis» (Mt 21,22).

La oración de petición y de intercesión

Jesús ha dicho cosas del todo extraordinarias con relación a la oración de petición y de intercesión. Las promesas de Jesús acerca de la oración de petición son grandiosas, únicas y tan fuertes que examinadas superficialmente parecen incluso exageradas.

Y no se trata de alguna frase perdida por ahí en el evangelio. No, es toda una teología de la oración de petición y de intercesión. En los evangelios hay todo un entramado de doctrina con hechos bien precisos que convalidan la enseñanza de Jesús.

Podemos agrupar en siete apartados las enseñanzas de Jesús sobre este tema.

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Orar con fe

Jesús pide, ante todo, fe. Pedir, todos sabemos hacerlo, pero pedir con fe ya es otra cuestión.

Jesús dice. «Lo que pidáis a Dios con fe, lo reci-biréis» (Mt 21,22).

Examinemos atentamente la promesa de Jesús. Es importante sopesar bien las palabras y es importante ahondar en los conceptos que estas palabras expresan.

Jesús enseña que la respuesta de Dios es segura cuando la oración está llena de fe. La fe es la llave de la oración.

«Lo que pidáis con fe» es precisamente lo que casi siempre falta en nuestra oración. Nosotros pedimos mucho, quizá demasiado, pero con muy poca fe, a veces hasta sin fe.

Si enviamos una carta, procuramos poner bien la dirección y el franqueo. Todos sabemos lo que pasa si descuidamos esos detalles. Una dirección legible y los sellos de correos son necesarios para que una carta llegue a su destino.

Pues la fe es elemento esencial. No basta pedir, como no basta escribir la carta. Hay que pedir con fe. La fe es la esencia de la oración.

Jesús subraya con tal insistencia la importancia de la fe, que llega a cansarnos. Lo hace precisamente porque la fe, el elemento más difícil de la oración, es el que con demasiada frecuencia descuidamos.

Para rezar con fe, no basta decir palabras. Para rezar con fe, no bastan pocos minutos.

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Para pedir con fe se requiere toda una honda reflexión, toda una atmósfera de intimidad con Dios. Para pedir con fe se requiere una serie de convicciones profundas acerca de Dios y de nuestra debilidad e impotencia. Para pedir con fe se requiere humildad profunda.

Así entendemos por qué Jesús habla tanto de la oración de petición. Porque la oración de petición, como Jesús la enseña, es una potente educación a la fe. Supone la fe y educa a la fe. Quien se acostumbra a eliminar de sus habituales oraciones las peticiones hechas sin fe, por fuerza se educa a la fe.

Jesús no podía sugerirnos un medio más sencillo y perfecto para abrirnos a la fe, un medio al alcance de todos, santos y pecadores, ascetas y principiantes.

Jesús no es un teorizante, sabe adonde quiere llegar. La fe ha de ser un camino que todos puedan recorrer: Jesús nos lo abre, con un mínimo de buena voluntad podemos avanzar por él hasta el final.

Jesús es tajante: «Lo que pidáis a Dios con fe, lo obtendréis».

No pone limites al éxito de la oración.Jesús incluye en el padrenuestro la súplica del pan

de cada día y cuando cuente la parábola más hermosa de la oración, la del amigo inoportuno, hablará de nuevo del pan, después del niño que pide un huevo o un pescado a su padre, después mostrará la omnipotencia de la oración frente a cualquier enfermedad (ceguera, lepra) y frente a cualquier miseria moral.

También un delincuente, con la oración, se salva. Es la última lección de Jesús crucificado sobre

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la oración: su respuesta al buen ladrón que le pide se acuerde de él.

Jesús dice «todo», y todo significa todo. Claro que en nuestras necesidades materiales hay sectores en los que no podemos estar seguros de que nuestra oración sea atendida aunque la hagamos con fe. ¡Ciertas cruces nos son tan necesarias como el pan! Y Dios que nos ama, no nos responde. Así le sucedió a Jesús en Getsemaní que pedía ser librado de la humillación de la cruz.

Pero hay inmensas zonas de necesidades espirituales de las que sabemos con certeza que Dios quiere atender nuestra oración si la hacemos con fe. Lo quiere más intensamente él que nosotros:curar las enfermedades de nuestro espíritu, librarnos de malas costumbres, de graves negligencias habituales, de la pereza, del orgullo...

Somos responsables si ponemos límites a la omnipotencia de Dios, Jesús nos lo prohibe. Sus palabras suenan clarísimas y Marcos añade un precioso detalle para entender cuándo realmente pedimos con fe: «Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os ¡a han concedido, y ¡a obtendréis» (Me 11,24).

¡Texto fuerte!Pedir con fe es comportarse con Dios como con un

padre, excluyendo toda vacilación, porque un padre es... ¡un padre!

Se le preguntó a Catherine Khulman cómo se hacía para pedir una curación, respondió: «No miréis vuestro mal, mirad a Dios. Levantad la mirada a Dios, no la fijéis en vuestro mal. Casi siempre el centro de nuestra atención, cuando pedimos, no

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es Dios, sino nuestro problema. Si el problema por el que rezamos nos resulta más importante que Dios, es casi seguro que nuestra fe falla».

George Müller cuenta esta historieta. Un muchacho iba por un camino con un abultado fardo. Pasa un carro vacio y se atreve a pedir al carretero que le deje subir. El buen hombre acepta. Al cabo de un rato el muchacho pensó: Este hombre ha sido tan bueno conmigo que no quiero que se canse tanto su caballo. Y, sin bajarse del carro, se cargó al hombro su fardo... Müller dice que, con frecuencia, cuando hemos confiado un problema a Dios, hacemos nosotros lo mismo: seguimos cargando con nuestra preocupación.

No. Un problema confiado a Dios, no se toca más. Esto es fe.

Cuando recéis comportaos como si hubierais obtenido ya lo que pedís, y lo obtendréis.

Pedid con constancia

Jesús ha dicho: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá» (Le 11,9).

La constancia es expresión de fe. Cuando somos constantes en la oración, casi siempre es porque creemos que Dios nos puede escuchar.

La constancia es expresión de esperanza. Cuando persistimos en la oración, casi siempre es porque esperamos que Dios nos escuchará.

Casi siempre la constancia es expresión de buena voluntad y, por tanto, de amor.

Pero alguna vez Dios tarda en responder. -

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Los retrasos de Dios en escucharnos son muy importantes: permiten que los problemas maduren y que nosotros maduremos en los problemas, nos hacen crecer en humildad y en el abandono a Dios, nos obligan a poner de nuestra parte cuanto podemos en la solución de los problemas, nos iluminan sobre nuestra responsabilidad, entrenan nuestra buena voluntad, vigorizan nuestra fe.

Se cuenta que Lulero había rezado mucho por la curación de un querido amigo, Felipe Melancht-hon. Visto que la enfermedad seguía, comenzó a rezar así: «Señor, yo ya no puedo creer en tu bondad y tu omnipotencia si no curas a Felipe». El enfermo se curó, pero lo que es más importante aumentó la confianza de Lulero en Dios y su abandono en él.

No es Dios el que tiene necesidad de nuestra insistencia, somos nosotros los que la necesitamos para eliminar aquello que impide que Dios venga en nuestra ayuda. Debemos curarnos de nuestra superficialidad, de nuestra irreflexión y de la poca hondura de nuestra fe. Frecuentemente es del orgullo, de lo que debemos curarnos: debemos convencernos de que somos nada sin Dios. Sólo el choque con nuestra impotencia nos ayuda a curar.

La del amigo inoportuno es la mejor parábola de Jesús sobre la constancia en la oración.

Pedir al Padre en el nombre de Jesús

Jesús insiste en que pidamos al Padre en su nombre. Vuelve continuamente sobre el tema. Hemos de darle importancia.

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La Iglesia siempre lo ha hecho. No hay oración litúrgica importante que no siga esta indicación de Jesús: pedir al Padre en el nombre de Jesús.

Pero es importante que nos preguntemos cuál es el significado exacto del pensamiento de Jesús.

Estos son los principales textos:«No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os

elegí a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure; así, lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará» (Jn 15,16).

«En verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea completo» (Jn 16,23-24).

«Os lo aseguro: el que cree en mí, también hará las obras que yo hago y las hará mayores, porque yo me voy al Padre. Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Siempre que pidáis alguna cosa en mi nombre, yo la haré» (Jn 14,12-14).

«...vendrá un día en que ya no os hablaré en parábolas... aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que rogaré al Padre por vosotros: el mismo Padre os ama, porque vosotros me amáis y habéis creído que vine de Dios» (Jn 16, 26-27).

Del examen de estos textos y de su contexto se puede deducir que pedir en nombre de Jesús puede tener estos significados: con la fuerza de Jesús, por mandato de Jesús, en la persona de Jesús, unidos a él, revestidos de él, por la mediación de Jesús.

¿Por qué la liturgia ha entendido siempre la importancia de pedir en nombre de Jesús y a noso-

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tros nos cuesta y estamos tan poco acostumbrados a seguir este consejo de Jesús cuando rezamos? Anda por medio nuestra gran ignorancia y ligereza.

• PORQUE SOMOS HERMANOS E HIJOSMientras esta sea una realidad tan difuminada que

nos quede reducida a pura palabra y nada más, es natural que no entendamos la necesidad de rezar unidos vitalmente a Jesús, nuestro hermano.

Cuando entendamos y vivamos la enseñanza de Jesús: que Dios nos es en verdad Padre y que nosotros somos verdaderamente hijos; entonces nos vendrá lógico presentarnos ante Dios como hijos, unidos a Cristo, el Hijo único, gloria del Padre.

• LO QUE PEDIRÍA CRISTO«En verdad os digo: si pedís al Padre algo en mi

nombre, os lo concederá» (Jn 16,23). '"' '' "Con el solemne preámbulo que suena a juramento, la

afirmación es rotunda. Parece que Cristo quiera decir: «Ánimo, haced la prueba: comprobaréis la eficacia de pedir en mi nombre, unidos e incorporados a mí».

La primera cosa que salta con evidencia es ésta:pedid al Padre unidos, incorporados a Cristo, exige, ante todo, profundidad en la relación con Cristo y esto ya excluye cualquier ligereza y superficialidad en nuestra petición.

Unidos, incorporados a Cristo, significa al menos esto: tener la mentalidad de Cristo, tener la amistad de Cristo y, por tanto, pedir lo que Cristo pediría, no otra cosa, y pedirlo como Cristo lo pediría.

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He aquí por qué es tan eficaz la oración hecha en nombre de Jesús, es como decir: «Padre, te ruego con la boca de Cristo, con el corazón de Cristo, con el pensamiento de Cristo, con la confianza de Cristo».

La primera conclusión que hemos de sacar es que pedir al Padre en nombre de Jesús exige mucha interioridad, no es un juego de palabras.

«Hasta hora no habéis pedido nada al Padre en mi nombre, pedid...» (Jn 16,24).

Es una novedad que nos ha traído Cristo. Podemos decir que eso es lo que hace «cristiana» la oración.

Los no cristianos rezan solos, ¡nosotros, nunca! Nosotros, cuando rezamos, estamos siempre injertados en Cristo y unidos, mediante él, a todos los hombres de buena voluntad. Por eso cuando Cristo nos enseña el Padrenuestro pone en nuestros labios una oración toda en plural.

Debemos darnos cuenta de la novedad traída por Cristo y vivir la oración nueva, de cuño cristiano. Jesús nos invita a experimentarla. Obedezcá-mosle. Comparemos la oración que brota de nuestra soledad y la oración unida y radicada completamente en Cristo, veremos la diferencia abismal, absoluta que hay entre una y otra oración: son dos mundos distintos.

• PARA QUE VUESTRO GOZO SEA COMPLETO«Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea

completo» (Jn 16,24).

Jesús parece decir: He venido a enseñar un nuevo modo de rezar para derramar sobre la tierra

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un gozo y una alegría completa. A Cristo le interesa mucho nuestra alegría, el problema de la felicidad del hombre.

El pecado es el primer ladrón de nuestra alegría. El egoísmo, el orgullo, la debilidad, las malas costumbres, esas son los grandes y continuos obstáculos a nuestra alegría. Pues bien, nos dice Jesús, haced la prueba, pedid en mi nombre: quedarán barridas todas las miserias que amargan en lo hondo vuestra vida.

Pero entonces hemos de preguntarnos si en verdad la solución radical de nuestros problemas es pedir en el nombre de Jesús.

Quizá Jesús alude a algo más profundo, que no aparece a primera vista. Sí, quizá Cristo al decirnos que pidamos en su nombre, quiere decir: rezad como yo os he enseñado y conmigo veréis la eficacia de vuestra oración. ¡Pedid y recibiréis!

En resumen, Jesús repite que la oración lo puede todo. ¿No es ésta la máxima alegría para el hombre saber que no existen problemas insuperables, porque la fuerza de Cristo está a su disposición gracias a la oración hecha con él?

• PODER DE LA FE«Os aseguro: el que cree en mi hará las cosas que

yo hago, y las hará mayores» (Jn 14,12).

La fe revolucionará el mundo. El destino que se abre al hombre es extraordinario: con la fe el hombre será incluso capaz de superar lo que ha hecho Jesús.

Sí, ya lo entrevemos. Con la fe los hombres han llevado la salvación mucho más lejos de lo que

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Jesús la había propagado, la han introducido en ambientes mucho más hostiles que el mundo hebreo, la han llevado a pueblos que Cristo jamás nombró en su vida, han revolucionado enteras civilizaciones.

Con la fe y por la fe millones de mártires han dado la vida. En su tiempo sólo Cristo fue sacrificado: todos los demás huyeron. Con la fe se han obrado prodigios mucho más grandes y de mayor influjo que los obrados por Cristo en Palestina:basta pensar en los vastos movimientos de caridad que han nacido en la historia después de Cristo.

Y así seguirá sucediendo... porque el que cree en Cristo tiene la promesa de hacer cosas más grandes de las que él hizo. ¿Cómo puede ser eso? «Porque me uoy al Padre». Porque a través de su resurrección, Cristo ahora está vivo y operante aquí y en todos los rincones del mundo, en cualquier situación humana. Siempre está a disposición del hombre, si el hombre lo quiere: «Siempre que pidáis alguna cosa en mi nombre, yo la haré».

• PEDIR TAMBIÉN A CRISTO«Siempre que pidáis alguna cosa en mi nombre, yo

¡a haré» (Jn 14,12).Aqui «en mi nombre» tiene también un matiz que hay que destacar. Probablemente quiere decir:cualquier cosa que pidáis, basándoos en mis promesas y obedeciendo a lo que os he enseñado acerca de la oración, yo lo haré.

Pedir a Cristo es como pedir al Padre, enseña Jesús, pero hay que pedir como él nos ha enseñado. Parece que Jesús alude sobre todo a la fe, porque de la fe habla todo el contexto.

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En palabras pobres, Jesús quizá nos quiere decir: si me pedís apoyándoos en lo que yo os he enseñado, estad seguros, responderé. Os he dado garantía de que, si pedís con fe, el Padre responderá; por eso cuando me pidáis con fe, también responderé prontamente. Mi respuesta será la gloria del Padre, el Padre será feliz con esta intimidad profunda entre vosotros y yo.

• EL VISTO BUENO DE CRISTOPedir en nombre de Jesús implica ciertamente otro

significado. Antes de presentar al Padre nuestras peticiones debemos contar con el visto bueno de Cristo.

Hay peticiones a las que Jesús difícilmente daría su beneplácito. Otras en cambio las tiene tan en el corazón, que estaría dispuesto a rubricarlas con su sangre. Cuando acerca de una petición al Padre estoy seguro del apoyo incondicional de Cristo, debo presentarla con una fe de aquellas que trasladan montañas.

Acostumbrémonos a sopesar nuestras peticiones así: ¿Pediría esto Cristo para mi? ¿Aprobaría, introduciría esta petición?

Da mucha energía a la fe tener clara conciencia de pedir según el corazón de Cristo. Hay problemas en los que Cristo ha insistido tanto, como la unidad de la Iglesia, la caridad entre nosotros, que podemos presentarlos al Padre casi como comisionados por Cristo.

Cristo no pondrá su visto-bueno, si pedimos sin prestar nuestra leal colaboración a Dios, sin hacer lo que nos toca hacer. ¿Cómo podría avalar la petición

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de liberarnos de una mala costumbre o de un viejo defecto, si no moviéramos un dedo para combatirlo?

Cristo no estampa su visto-bueno en peticiones mágicas, sólo lo pone en oraciones responsables.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Invoca al Espíritu Santo pidiéndole luz sobre los defectos de tu oración. Implora:

«Espíritu Santo, dame una fe viva». «Ven, Espíritu creador».• Invoca a Cristo pidiendo constancia en la oración.

Implora:«Jesús, Maestro, enséñame a orar».«Jesús, Maestro, concédeme la perseverancia en la

oración».• Invoca al Padre:«Padre, amor infinito, que yo aprenda a amar».«Padre mío, mi todo».

«Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya».• Invoca a María. Pídele interceda para que aprendas

a rezar, le tomes gusto a la oración y perseveres en ella.II Lee una vez más las instrucciones de la página

278: «Si quieres rezar bien» y obsérvalas con fidelidad.

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«Quien aprende a rezar, aprende a vivir», dice San Agustín. Suplica con frecuencia: «Padre mío, mi todo». «Padre, no se haga mi noluntad, sino la tuya».

En el momento más oportuno medita este salmo:

Salmo 114

Amo al Señor, porque escuchami voz suplicante,porque inclina su oído hacia míel día que lo invoco...Caí en tristeza y angustia,invoqué el nombre del Señor:Señor, salva mi vida.El Señor es benigno y justo,nuestro Dios es compasivo;el Señor guarda a los sencillos:estando yo sin fuerzas, me salvó. Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo:arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

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y

Rezar con los salmos

«Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él" (Sal 33,9).

Como los papagayos...

Lo dice San Agustín: no le es lícito a un cristiano usar los salmos para una oración de papagayo:«Los papagayos y las cotorras aprenden a decir palabras que no entienden. Pero el hombre tiene el privilegio de ser inteligente. Debemos gustar los salmos que cantamos, asi el canto se hace oración y nuestra oración merece ser oída».

Ponemos el corazón en la oración cuando la gus-tamos. Y sólo la gustamos cuando la entendemos.

Desdichadamente reina una ignorancia grande acerca de los salmos y, siendo tan frecuente su uso en la liturgia, hay que tomar en serio el problema para no quedar al margen de una gran parte de la oración de la Iglesia.

«Nacemos con este libro en las venas», ha dicho Chouraqui, famoso estudioso de los Salmos.

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Es verdad, pero... ¡los salmos reflejan también una mentalidad lejana de, al menos, tres mil años! Han nacido en un tronco religioso que ha dado origen a la fe cristiana, pero ¡qué lejano!

Todo el revestimiento literario de los salmos:expresiones, conceptos, comparaciones, vocabulario es extraño a nuestros hábitos mentales.

Todas estas dificultades no son de poca monta:o se afrontan o se desconocen.

Si las afrontamos, los salmos se hacen oración asimilable y nutritiva; si se prefiere ignorarlas, los salmos nunca podrán ser oración nuestra.

No es uno colección cualquieraEl salterio, según la tradición unánime de la Iglesia,

no es una colección cualquiera de oraciones. La Iglesia los considera inspirados. Quizá sea esta la única razón que explica su vitalidad. No son poesía humana. Y por este motivo es absurdo quererlos sustituir por otra cosa. La poesía humana y la inspirada son cosas totalmente diversas, como son distintos el fuego verdadero y el fuego pintado. Entre la Palabra de Dios y la palabra humana hay la misma diferencia que entre el día y la noche.

Además son cantos comunitarios. Sólo en comu-nidad descubren, según Drijvers, su pleno sentido y su sonoridad. Para daros cuenta de la importancia de esta observación haced esta prueba. Tomad un canto alpino y en vez de cantarlo, leedlo bisbiseando: os dais cuenta de que «aquello no es», lo estáis estropeando.

Los salmos son cantos de pueblos, y de pueblos en oración: quitadles este elemento y son irreconocibles.

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Son además cantos impregnados de revelación:son como una síntesis de la historia de la salvación. Es posible que por eso los autores del Salterio (siglo III a. C.) lo dividieron en cinco libros, como el Pentateuco. Encierran un mensaje de salvación, un mensaje de revelación universal y contienen un mensaje personal.

Dios habla a todos y habla a cada uno. Cuando me acerco a un salmo, debo atender a este doble aspecto: es un mensaje universal y es un mensaje personal dirigido a mí. Tanto uno como otro exigen profundización y competencia, porque es preciso captar el salmo en su sentido genuino, no en un sentido acomodaticio, aproximatívo o falso.

Y el salterio es sólo comprensible en Jesús. Ya Orígenes advertía: «Antes de Jesucristo el Antiguo Testamento era agua, ahora es vino». El sentido pleno y profundo del salmo se obtiene iluminándolo con la luz del misterio de Cristo y sólo al final de los tiempos la luz será plena. El sentido pleno de la Escritura no se logra sino después de Cristo y será captado por completo al final de los tiempos.

Si los salmos no son referidos a Cristo, son apenas fragmentos sin sentido profundo, porque sólo Cristo da sentido y cumplimiento a la historia de la salvación. Los salmos sin Cristo son un contrasentido religioso, además de un contrasentido histórico.

Los salmos son poesía

No hay que olvidarlo. Evocan estados de ánimo que el poeta quiere comunicar. Por eso el lenguaje con que viste su composición es siempre secundario, es sólo la forma, el colorido; su mensaje no

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está tanto en las palabras, cuanto en los sentimientos que las palabras intentan evocar.

Por tanto, el salmo necesita siempre espacio vital para expresarse: la prisa lo mata, la superficialidad lo debilita y enferma. Las emociones ante Dios no se producen sino en un clima de silencio y de amor que les permita abrirse y expresarse.

Para usar razonablemente los salmos como oración, es indispensable darles un espacio de silencio y reflexión que consienta la oración personal o revestirlos de reflexiones espontáneas que estimulen la oración.

Además los salmos son poesía semítica. El semita no tiene la mentalidad del occidental: nunca conceptualiza, contempla. El poeta semita es un pintor que extiende sobre la tela del salmo las emociones que intenta comunicar. No expone lo que ve de modo discursivo, sino que procede ampliando y retocando lo que siente. Su poesía es un rosetón que se ensancha. El paralelismo es continuo: es el elemento básico del retoque. Es por tanto muy oportuno después del canto del salmo la plegaria espontánea porque es un elemento que acompaña el retoque. Si florece a propósito del salmo un comentario fraterno, su cuadro emotivo cobra vida en la comunidad.

La poesía semita tiene como elemento sustentador la estrofa y el ritmo. La estrofa delimita el pensamiento y puede reproducirse en las traducciones. El ritmo nunca. El ritmo es el elemento que acompaña la emoción de los pensamientos y les da fuerza.

El salmo no debería nunca prescindir del canto. Dicen los expertos presentando las «normas» de la

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Liturgia de las Horas según las cuales habría que usar los salmos.

«Los salmos no son lecturas, ni oraciones escritas, ni prosa, sino poemas de alabanza... Todos los salmos tienen un cierto carácter musical por lo que, aunque un salmo se recite sin canto, debe siempre conservar su carácter musical».

«El carácter poético y musical de los salmos pide que sean cantados ante Dios, más que dirigidos directamente a El».

Algunos pedruscosen el camino de los salmos.La pobreza de la lengua hebrea

El hebreo es una lengua escueta, con pocos sinó-nimos. En cambio cada palabra tiene muchas facetas lo que crea un cúmulo de dificultades a los traductores, pero al mismo tiempo abre luces insospechadas a los conceptos. La lengua hebrea yuxtapone y coordina en vez de subordinar, pierde así en precisión, pero gana fuerza. Tiene pocas preposiciones y por eso pocos elementos de clarificación. Es pobre en conjunciones. Los verbos tienen sólo dos tiempos, no sitúan la acción en el tiempo, sólo dicen si la acción ya se ha realizado o ha de realizarse aún.

En resumen: Dios nos ofrece este instrumento de oración, el salterio, de tan pobre atractivo, porque quiere que construyamos nuestra oración, la profundicemos y la personalicemos; no nos ofrece un alimento ya cocinado.

Los salmos son arenas auríferas, contienen el oro de Dios, pero hay que buscarlo; las arenas que

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llevan oro no se encuentran nunca cerca de casa, hay que fatigarse, renunciar, ir lejos... Después hay que romperse la espalda cribando arena hasta sacar el oro.

Los salmos no son pan de oración para los super-ficiales. Es hermoso que Dios haya elegido para los salmos esta corteza de lenguaje pobre y de limitaciones humanas: nos obliga a emplear nuestro esfuerzo. Los salmos no son oración para mentes perezosas y corazones raquíticos: el perezoso no encuentra nada, los mezquinos se pierden...

La poesía hebrea es canto

No es declamación. Es canto casi siempre acom-pañado de danza. El paralelismo ayuda el movimiento del cuerpo que acompaña el salmo, es como el ritmo de la danza. Frecuentemente el paralelismo está acompasado por el batir de las manos y los pies.

La poesía hebrea es canto, expresión comunicativa. En los salmos debe participar la comunidad. Aunque recemos un salmo solos, debería darle fuerza el eco de la comunidad: el salmo se reza con los otros y para los otros. Los salmos son un poderoso medio de educación comunitaria, educan al sentido de Iglesia.

En fin, lo más importante en el uso de los salmos es esto: los salmos no son oración hecha, son oración que hay que preparar y hacer. Si queréis son semilla de oración, estimulo para rezar. Por tanto se corre el riesgo de que no sean nada, si no llegan a provocar oración y normalmente no lo logran si no se entienden y no se usan correctamente.

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Los salmos o se hacen oración o no son nada;incluso pueden convertirse en obstáculo para la oración.

Es indispensable entender que los salmos necesitan un terreno abonado en el que todo esté ya preparado para la oración: la leña cortada y dispuesta con la necesaria hojarasca bien seca a la que baste aplicar el fuego. Asi pronto crepitará la llama de la oración.

Una respuesta

Intentemos responder a una objeción que nace espontánea para el uso de los salmos en la oración. ¿Qué falta hace que la oración sea inspirada? ¿No ha rezado siempre el hombre? ¿Para qué aprisionar nuestra oración en fórmulas que reflejan una mentalidad tan lejana?

Hay mucha diferencia entre oración inspirada (como los salmos) y la oración personal, por la sencilla razón de que la oración inspirada viene de Dios y la humana viene del hombre.

Es como si un obrero en paro que solicita del amo de la empresa un puesto de trabajo, en vez de exponer con sus palabras su necesidad y su deseo, presenta una recomendación de un amigo íntimo del empresario: las posibilidades de encontrar trabajo son bien distintas.

La comparación no es muy feliz, pero vale para ilustrar que, sirviéndonos en la oración de la Palabra misma de Dios, ya ésta no es un balbuceo humano: se ha producido un salto total de calidad.

Es curioso que los apóstoles sintieran la necesidad de que Jesús les diera una oración. Jesús les

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dio el Padrenuestro. Podría haberles dicho: «Rezad espontáneamente, rezad como os parezca». Prefirió darles una fórmula de oración, poner en sus manos una «oración inspirada».

Jesús mismo, que pasaba noches enteras en oración personal en intimidad con el Padre, se adapta al uso judio de la oración de la sinagoga y el templo, al uso de los salmos. Jesús muere en la cruz con los salmos en los labios.

La tradición judia y cristiana no ha dejado nunca, en los siglos, de rezar con la oración inspirada, aun educando a la oración personal. Tras una tradición tan constante, no interrumpida en tres milenios, está ciertamente la acción del Espíritu.

Pero es necesario puntualizar que nosotros los cristianos hemos de rezar los salmos como cristianos, hemos de rezarlos en Cristo.

«Es una gracia grande —dice Bonhoeffer— que Dios nos diga cómo podemos hablarle y cómo podemos entrar en contacto con él y que lo podamos hacer por medio de Jesucristo: los salmos se nos dan para que aprendamos a orar en el nombre de Jesucristo». Y nota: «San Jerónimo cuenta que en su tiempo se podían oír cantar salmos en los campos y en los talleres de los artesanos».

«El salterio ha llenado la vida de la joven cris-tiandad. Pero, lo que es más importante: Jesús mismo murió en la cruz teniendo en los labios las palabras de los salmos. Si una comunidad cristiana perdiese el salterio, perdería un tesoro incomparable, pero si lo redescubriera podría encontrar fuerzas inesperadas».

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Pide al Espíritu Santo que te enseñe a rezar los salmos «en Cristo», unido a Cristo, como reza Jesús, con el corazón de Jesús.

«Ven, Espíritu creador».

• Invoca a Cristo para que te adiestre en la oración de los salmos. Pide apreciar los salmos como oración inspirada, identificarte con los sentimientos de Cristo, procurando leer las palabras inspiradas como él las leía:

«Jesús, Maestro, enséñame a rezar como rezabas tú».

• Ama al Padre entrando en comunicación con él con alguna invocación sálmica. Intenta orar al Padre con Cristo, en Cristo y por Cristo.

«Padre, ¡hágase tu voluntad!».

2S Implora de María la gracia de rezar los salmos como ella lo hacía.

• Relee en la página 278: «Si quieres rezar bien» y obedece a los consejos que se te dan allí para hacer buena oración.

ORACIÓNPARA LA JORNADA

Procura rezar en cualquier tiempo libre con esta invocación sálmica que cierra el salterio: «Todo ser que alienta alabe al Señor».

En un momento de recogimiento reza este salmo que ha sido llamado el «salmo cósmico».

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Salmo 148

Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles... Alabadlo sol y luna;alabadlo estrellas lucientes.Alaben el nombre del Señor,porque él lo mandó y existieron...Alabad al Señor en la tierra,rayos, granizo, nieve y bruma,viento huracanado que cumple sus órdenes,montes y todas las fierras,árboles frutales y cedros,fieras y animales domésticos,reptiles y pájaros que vuelan.Reyes y pueblos del orbe...los jóvenes y también las doncellas,los viejos junto con los niñosalaben el nombre del Señor,el único nombre sublime,su majestad sobre el cielo y la tierra.

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Segunda Semana

LA ORACIÓN VOCAL

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^La montaña

«Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho

les harán más caso» (Mt 6,7).

La experiencia parece indicarnos que la oración tiene etapas progresivas, que es como una montaña que hay que escalar.

Primera etapa: las «palabras vacías»

Es la oración «deforme», esto es la no-oración. Podríamos no considerarla oración, pues no merece este nombre, pero como es un tipo de oración tan difundido, nos vemos obligados a hablar de ella.

Jesús la condenó, la rechazó. «Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso» (Mt 6,7).

Desgraciadamente es muy frecuente: rosarios maltratados, sacramentos convertidos en pura rutina y hasta misas a la carrera, se estilan mucho.

Es una desolación. Es un contrasentido. Una herejía. Y muchas personas viven un tipo de oración así durante toda la vida.

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¿Admite cura? ¡Sí! Pero es como curar un cáncer. El infantil verbalismo, en efecto, es el cáncer de la oración. El cáncer no se cura con unas friegas: hay que intervenir quirúrgicamente y después el cobalto ha de quemar los tejidos afectados.

Hay que tener valor. La primera condición es asustarse. Quien no se reconoce enfermo, no se cura.

Segunda etapa:cuando la oración se hace monólogo

Cuando se reza, y sólo de tanto en tanto nos damos cuenta de que estamos hablando con Dios y se advierte algo de lo que le estamos diciendo, pero Dios está aún a mil leguas y Dios es una realidad de la estratosfera, no una presencia viva, entonces estamos en el monólogo.

Monólogo es hablarse a sí mismo, dialogar con uno mismo; no es comunicar. ¿Qué va a comunicar quien sólo habla consigo mismo?

Ese tipo raro no entra en comunicación ni siquiera consigo mismo. Da vueltas en el vacío.

Es muy frecuente este modo de rezar. Y es peli-groso, porque el que reza así tiene la ilusión de hacer, cuando no hace nada. Si no rezaras en absoluto, quizá sería mejor, porque tal vez, pronto o tarde, buscarías un remedio.

Este tipo de oración no nos mejora. Todo queda igual.

No remedia nuestros males. Adormece la conciencia.

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Tercera etapa: el diálogoAhora si, hemos llegado a la oración. Cuando entablamos diálogo con Dios, rezamos.Cuando Dios es persona, persona viva que sien-Ití,

nos ve, nos ama, participa... Dios siempre ve, cima y participa, pero nuestra superficialidad hace que nosotros no entremos en juego. Lo hacemos, cuando de veras rezamos y también nosotros pasamos a ser personas vivas que comunican verdaderamente con él y él puede en verdad comunicarse con nosotros.

La oración se hace cálida, le presentamos y le abrimos nuestros problemas con fe y lo escuchamos.

La diferencia con las otras dos etapas anteriores es enorme. Antes el centro de la oración éramos nosotros, ahora comienza a ser también él, nosotros y él, él y nosotros. Nace la amistad. Se ahonda la personal consciencia y queda abierto y tendido un puente a Dios. Ahora nuestros problemas pueden recibir el influjo de Dios.

Dios puedo tocarnos, Dios puede curarnos, puede transformarnos.

Hemos llegado a la oración. Si permanecemos establemente en este grado de oración hacemos grandes progresos en la caridad, en la fidelidad al deber, en el desasimiento del mal.

Pero hay que aprender a vivir establemente así. Exige esfuerzo y, también, método: hay que aprender a concentrarse. Este es el problema.

A Dios no se le aferra con los sentidos.Dios es espíritu, es puro pensamiento; sólo, si yo me

hago pensamiento, tengo modo de alcanzarlo.

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Exige esfuerzo, pero la oración da los primeros resultados sorprendentes.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Ponte en la presencia de Dios. No te permitas hablar al vacio. Todo lo que le digas a Dios ha de salir de la mente y del corazón. Implora al Espíritu de la verdad para que tu oración sea verdadera:

«Ven Espíritu Creador, crea en mí una oración verdadera».

• Implora la luz de Cristo sobre tu oración. Trata de derramar todo tu corazón en Cristo habiéndole con sencillez de tus problemas. Cada poco, interrumpe tus palabras y pídele:

«Habla, Señor, que tu siervo escucha». «Señor, ¿qué quieres que haga?».

H Entra en contacto con el Padre. Su amor te envuelve más que la atmósfera todo tu físico. Haz silencio y ama. Si ya ha despuntado en el corazón alguna resolución, algo concreto que puede agradar a Dios, es el momento para ofrecer tu obsequio al Padre.

«Padre, que no se haga mi voluntad, sino ¡a tuya».• Lee con mucha atención en la página 278:

«Si quieres rezar bien», cumple fiel y humildemente las sugerencias que alli se te dan.

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En cualquier momento que puedas, reza. Aquí tienes una invocación preciosa: «Maestro, enséñame a rezar».

En el momento más adecuado medita este salmo. El alma, desde el fondo de su nada, grita su fe en Dios, siente su indignidad, espera la respuesta de Dios. La oración espera... Cuando encuentres la palabra «Israel», piensa en la Iglesia, en tu comunidad, en tu familia, pequeña iglesia.

Salmo 129

Desde lo hondo a f¡ grito, Señor;Señor, escucha mí voz,estén tus oídos atentosa la voz de mi súplica.Si llevas cuenta de los delitos, Señor,¿quién podrá resistir?Pero de t¡ procede el perdóny así infundes respeto.Mi alma espera en el Señor,espera en su palabra;mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora;porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;y él redimirá Israel de todos sus delitos.

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Comenzar bien

«No todo el que me diga "Señor, Señor" entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial»

(Mt 7,21).

Con pie derecho

Para comenzar bien la oración hay que hacer lo posible por comenzar con pie derecho.

Ante todo plantea bien el problema, fija el punto de continua referencia, el alma de la oración, su punto de apoyo, su realidad fundamental. La oración es fundamentalmente amor. Cuando he asimilado esto, estoy en el núcleo de la oración y tengo un test infalible al que hacer continua referencia.

¿Estoy amando? Entonces, hago oración. ¿He amado? He hecho verdadera oración. ¿Progreso en el amor? Mi oración progresa.Si no amo, llevo mal camino, sigo ruta equivocada.En segundo lugar, comienza siempre la oración

haciendo en ti /a verdad.

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Dios es la verdad, no soporta la mentira. Cuando te presentas ante él, ponte en estado de verdad;preséntate ante él como eres: desganado, débil, distraído...

La sinceridad es humildad. Tiene una importancia psicológica enorme comenzar con humildad:nos lo enseñó Jesús al presentarnos el cuadro del fariseo y el publicano.

La humildad es el primer componente del amor: el amor humilde tiene el marchamo del verdadero amor.

El camino que haremos juntos

Para aprender a rezar seguiremos este camino:- ante todo sanar la oración vocal;- llegar a la oración de escucha;- apuntar decididamente a la oración de amor

(oración del corazón).Una etapa está unida a la otra, la una prepara la

siguiente y una se integra en otra, aunque pueden estar separadas. ^,7"1' ~;

La oración vocal, si es sana, debe tener un contenido de amor. Si me dirijo a él, abriéndole mi corazón es porque le amo y sé que me quiere.

La oración de escucha es ya toda ella amor, pues la escucha obliga a la respuesta, toda está ordenada a la respuesta, esto es el amor.

La oración bien estructurada debería siempre tener estas tres componentes:

- oración vocal atenta,- oración de escucha,- oración de amor.

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Volver al núcleo

Para aprender a rezar es necesario volver siempre al núcleo, es necesario repetirlo hasta la saciedad: Orar es amar.

Pero ahora hay que añadir: Amar es cambiar.Si esto no se asimila, no se capta el alma de la

oración, su dinamismo, su potencia dinámica.La oración es partir, no quedarse; la oración es

acción, es darse, es sacrificarse; es también corregirse, purificarse; orar es convertirse en personas libres y realizadas en Dios.

No se llega de golpe, pero alli apuntamos, allá vamos. Si la oración no desbarata tus egoísmos está mal planteada; si la oración no te dice la verdad, si no te obliga a mirar de frente tus incoherencias y no te da la fuerza para librarte de ellas, es mentira.

La oración es una lupa sobre tu vida.Debe agrandar, hacer bien visibles a tus ojos los

dones de Dios, debe hacer nacer en ti una gratitud inmensa por la inmensa ternura de Dios para contigo.

Después debe hacerte ver todas tus miserias, a fin de que puedas luchar denodadamente contra ellas con la fuerza que Dios te da, hasta quitar de tu corazón todo lo que desagrada a Dios, y tu vida pueda resultar una verdadera obra maestra de Dios.

Cuando en vuestra casa alguno os pregunte por qué tanto rezar, responded prontamente: «Quiero que Dios esté contento de mi y que estéis contentos también vosotros». Y cuando en la familia una palabra te hiere, ahora que haces oración, no debes sentirte ofendido, sino llevar esa palabra a la oración y preguntarte: ¿Qué parte de verdad tiene esa palabra que me ha herido?

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Toda palabra que hiere tiene algo de verdad y arroja un poco de luz sobre tu conciencia. Es una pequeña ayuda, una lupa que exagera algo que está allí.

Ahora comenzáis a entender por qué en la oración pedimos silencio y educamos al silencio. ¿Cómo podríamos calar en lo profundo de la conciencia sin hacer silencio?

No os hagáis ilusiones: cuanto más progreséis en la oración, más pecadores os sentiréis, porque la lupa funcionará... Pero no os desanimaréis, porque habréis entendido que orar es amar y amar es cambiar y cuando lucháis estáis ya cambiando.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu Santo presente en ti es tu gran maestro de oración. Él es «e/ amor de Dios derramado en nuestros corazones» (Rm 5,5), es por tanto él quien te educa al amor. Invócalo con fe:

«Ven, Espíritu de Amor, enséñame a amar en mi oración».

«Espíritu de amor, guíame, líbrame de la oración palabrera y también de la oración intimista que busca gratificación, llévame a la oración que es vida nueva, que es amor, porque amar es cambiar».

• En el tiempo que dedicas a Jesús haz que la oración sea un sumergirte en su presencia, pídele con fe que te libre de la oración palabrera y que te forme a la escucha. Repítete con insistencia: No el que dice: Señor, Señor... Y añade: Jesús, hazme ver los defectos de mi oración y edúcame a escuchar.

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Intenta escuchar a tu conciencia: ¿cuál es el peor mal de mi oración?

• Después entra en comunión profunda con el Padre que te envuelve en su amor: haz silencio, esfuérzate por quedar en su presencia, aun sin pronunciar palabra; procura estar en su presencia con alegría, esto es ya amor. Repite: «Padre, orar es amar, fórmame a! amor, amar es cambiar».

O repite simplemente y largamente las palabras: «Padre, fórmame al amor».

• Lee con mucha atención las instrucciones del la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓNPARA LA JORNADA

En todo espacio libre reposa ante Dios que te envuelve con su presencia y dile:

«Señor, eres como una sombra que me cubre;Señor, eres mi defensa de noche y de día».

En momentos de mayor calma reza este salmo. El monte a que alude es probablemente la santa montaña de Dios en que se alza el templo. Tú piensa en el sagrario de la iglesia más cercana.

Salmo 120

Levando los ojos a los montes:¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra. No permitirá que resbale tu pie,

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tu guardián no duerme;no duerme ni reposael guardián de Israel.El Señor te guarda a su sombra,el Señor está a tu derecha;de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma;el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

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Distracciones

«Cuando vayas a orar,entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre

que está allí, en ¡o secreto» (Mt 6,6).

Los principiantes

¿Quiénes son los principiantes?No es fácil aceptar que uno sea principiante. A nadie

le gusta quedarse en la clase inferior. Sin embargo es táctica equivocada querer ser adulto, mientras aún se es chiquillo, ponerse un traje de adulto, siendo aún niño. El que en la oración quiere correr más de lo que puede, tropieza, cae y después no puede andar. Mala cosa crearse frustraciones en la oración.Entonces, ¿quién es principiante en la oración? Es principiante el que aún no ha entendido la importancia de la oración;

- el que se aburre tremendamente cuando reza;- el que se pierde cuando no tiene la fórmula escrita

o las palabras que recitar de memoria;- el que piensa que la oración es una de tantas cosas

y no la primera en la vida cristiana;

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- el que la siente sólo como obligación y no como necesidad; „ .M-yí;

- el que fácilmente la omite;- el que la siente como peso insoportable;- el que la usa como amuleto o como moneda para

comerciar con Dios;- el que la busca como escapatoria a sus deberes;- el que busca con avidez la consolación.

Las distracciones

Plaga eterna de la oración vocal son las distrac-ciones.

Es algo que siempre nos acompañará, hasta la tumba. Sólo en el cielo no tendremos ya distracciones porque el centro de interés será sólo Dios.

Es preciso acostumbrarnos a convivir con las distracciones, pero sin dejar de combatirlas.

Es una pena ver cuánta oración vocal desperdi-ciamos. Pero lo malo no es la distracción, lo malo, el cáncer de la oración, es la costumbre de estar distraídos.

No lo debemos tolerar.¡Primero hay que alarmarse! Quien se aletarga

pacifico ante el problema, sin preocuparse, se acomoda en una costumbre preocupante.

Es una costumbre indecente que va contra la honra de Dios, y tiene que disgustarnos. Imaginaos un fulano que en la ventanilla de una oficina no sabe qué quiere y que, en vez de responder al oficinista, charla con otro y no escucha lo que le dicen. Le enviarán al cuerno.

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Es irrespetuoso, indigno de Dios estar distraídos. Antes que hablar con Dios distraído, cállate.La oración vocal es como una pasarela hacia Dios.

Sus riesgos son dos:- quedarse sin entrar: es la oración distraída;- sentarse en la pasarela y no atravesarla: es el caso

de la oración vocal en que se atiende a las palabras, pero sin ir hacia Dios.

Sucede como a los niños que aprenden a leer:silabean tanto las palabras que no entienden lo que leen.

La oración vocal debe unirme a Dios, no separarme de él. No es suficiente que yo ponga mi atención en un salmo para gozarlo; si el salmo no me lleva a Dios, ¿puedo decir que he rezado?

La atención demasiado mecánica a las palabras puede jugarme una mala partida: impedirme el contacto intimo con Dios.

Es curioso este hecho: los grandes expertos de la oración vocal como eran los padres del desierto, usaban con frecuencia muchas oraciones brevísimas.

¿Cómo medicar la oración vocal enferma? He aquí algunos medios para curarla:

- usar mucho las oraciones espontáneas, más que las fórmulas;

- en la oración vocal «aparcar» muchas veces, volcando el corazón en Dios, hacer frecuentemente «stop» y, sin palabras, dejar que respire el alma pro-fundizando, pensando;

- lanzar a Dios un «grito de fe» en la misma oración vocal (¡son preciosos los desahogos con Dios!);

- acostumbrarse a rezar con pocas palabras, recalcándolas con insistencia;

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- rezar usando alguna vez la técnica de la respi-ración;

- rezar escribiendo;- en la liturgia, en el uso de los salmos: subrayar

aquellas palabras que se prestan a entrar en comunión con Dios, subrayar la frase-clave del salmo.

El control de lo inmediato

Hay un problema importante en la oración. Si la oración es amor, debes acostumbrarte a evaluarla en el amor. Pero el amor está en los hechos, evalúa pues tu oración en los hechos.

Existe el riesgo nada hipotético de que la oración sea una acrobacia aérea, una fuga de la realidad.

Somos muy capaces de contarnos historias, muy propensos a engañarnos a nosotros mismos; lo hacemos también con la oración.

Si la oración es amor, la conclusión natural de la oración debe ser la búsqueda humilde de la voluntad de Dios y la completa adhesión a la misma.

Por tanto, la oración es entrar en los problemas que más nos inquietan y entrar en ellos con la fuerza de Dios: clarificar el problema a la luz de Dios y afrontarlo con la fuerza que él nos da.

Es muy importante adquirir esta costumbre: no acabar nunca la oración sin aterrizar en alguna decisión práctica y, posiblemente, inmediata.

Es muy importante que las decisiones:- sean bien ponderadas y precisas. La precisión es

garantía de que la voluntad quiere de veras;- se refieran a los problemas personales que más

escuecen;

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- no salgan de la cabeza, sino de la luz que viene de Dios, nazcan de la búsqueda humilde de la voluntad de Dios;

- salgan del corazón, sean expresión concreta de nuestro amor a Dios y se viertan al corazón de Dios, para que no resulten sólo bonitas palabras y delicados sentimientos;

- sean inmediatas, asi podréis siempre realizarlas. Y cuando se trate de algo no inmediato, preparaos inmediatamente para hacerlo y comenzad enseguida.

La oración debe ser un «Señor te amo, y ahora con tu fuerza comienzo. ¡Ahora te lo demuestro!»

Esta es la formación sólida a la oración, es la oración con los pies en el suelo, que no te decepciona a tí, ni a Dios.

La oración es repostar al completo la buena voluntad.

Cuando un coche se para en la gasolinera para repostar, lo natural es que, enseguida, se ponga en marcha, no entra allí para aparcar. Cuando de nuevo falte gasolina, buscará otra estación de servicio y, de nuevo, a la carretera.

Acostúmbrate, después de la oración, a arrancar con alguna resolución generosa; el bien te produce un nuevo bien, el bien te capacita para una nueva victoria, otro gesto concreto de amor.

Quizá hemos crecido con una equivocada formación: la oración que acaba en la oración. En cambio la oración debe preparar para la acción, porque la oración es amor, por eso prepara para la acción y desemboca en la acción.

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Es el Espíritu quien atrae a la oración. Es el Espíritu quien sostiene tu oración. Abandónate a él.

El Espíritu ora en tí, ora contigo, ora por tí. Con-centra toda tu atención en el Espíritu Santo, pídele:

«Espíritu Santo, forma mi mente en la concen-tración, cura mi oración vocal enferma».

«¡Ven, Espíritu creador!».9 El tiempo dedicado a estar con tu mente en Jesús

es precioso para curar tu superficialidad. Suplica:«Jesús, dame la voluntad de crecer en la oración

atenta».«Jesús, llévame a decisiones concretas en el amor".Haz pasar delante de tí tus deberes principales de la

jornada y pregunta al Señor: «Jesús, ¿qué he de cambiar en mí para realizar bien ese trabajo? ¿Qué decisión he de tomar?».

• Ruega al Padre poniéndote en silencio ante él, esforzándote en amar, quédate en su presencia con humildad y fe, pídele sólo:

«Padre, enséñame a amar». «Padre, cura mi oración palabrera».• Lee con atención las instrucciones contenidas en la

página 278: «Si quieres rezar bien». Sigue fielmente los consejos que allí se te dan.

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(sma^ w^ ^ «W©A

Ora frecuentemente con esta invocación:

«£7 Señor es mi Pastor, nada me falta».Medita este salmo maravilloso. Puede ser una hermosa

oración de acción de gracias después de la Eucaristía. La mesa preparada y el cáliz a rebosar pueden hacerte pensar en las gracias de la Eucaristía.

Salmo 22

El Señor es mi Pastor, nada me falta:en verdes praderas me hace recostar;me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas;me guía por el sendero justo, por el amor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;me unges la cabeza con perfume,y mi copa rebosa.Tu bondad y tu misericordia me acompañantodos los días de mi vida,y habitaré en la casa del Señorpor años sin término.

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4}

El contexto"Se retiró a un lugar desierto y allí

oraba» (Me 1,35).

El lugar, el tiempo, nuestro cuerpo, son tres elementos exteriores a la oración que inciden decisivamente en su interioridad

«Jesús se fue a orar a ¡a montaña» (Le 6,12). «De madrugada, cuando aún estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario donde se puso a orar» (Me 1,35).«Pasó la noche en oración» (Le 6,12). «Se postró con el rostro en tierra y oraba...» (Mt 26,39).

Si Jesús ha dado tanta importancia al lugar y al tiempo para su oración, es buena señal de que nosotros no debemos descuidar el lugar que escogemos, el tiempo y la posición corporal. No todos los lugares sagrados ayudan a la concentración, unas iglesias ayudan más, otras menos. Debo crearme un rincón de oración en mi misma casa o en otro lugar fácilmente accesible.

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I

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Naturalmente que puedo rezar en cualquier lugar, pero no en cualquier lugar puedo concentrarme con la misma facilidad.

Igualmente hay que elegir con cuidado el tiempo;no todas las horas del dia facilitan una profunda con-centración. La mañana, la tarde, la noche son los tiempos en que normalmente la concentración resulta más fácil. Es importante acostumbrarse a una hora fija para la oración. La hora acostumbrada es un reclamo para la oración. Es importante comenzar con decisión, orar desde el primer momento.

Consejos prácticos

Seamos dueños de nuestras costumbres.Nuestro físico crea sus leyes y también se adapta a

las leyes que nosotros le proponemos.Unas buenas costumbres no suprimen todas las

dificultades de la oración, pero facilitan mucho la oración, i

Cuando tenemos un malestar, hay que respetarlo: no debe dejarse la oración, pero hay que cambiar el modo de hacerla.

La experiencia es la mejor maestra para escoger nuestras costumbres de oración.

También el cuerpo ha de aprender a rezar

«Jesús se postró en tierra y oraba...» (Me 14,35).No podemos prescindir del cuerpo cuando oramos.

El cuerpo influye siempre en la oración, porque influye en todo acto humano, aún el más íntimo. El cuerpo o es instrumento para orar o es un

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obstáculo. El cuerpo tiene sus exigencias y las hace sentir, tiene sus límites; con frecuencia puede impedir la concentración y obstaculizar la voluntad.

Todas las grandes religiones han dado una importancia grandísima al cuerpo, sugiriendo pos-traciones, genuflexiones, gestos. El Islam ha difundido profundamente la oración en multitudes retrasadas sobre todo enseñando a orar con el cuerpo. La tradición cristiana ha tenido muy en cuenta siempre el cuerpo en la oración: es imprudente infravalorar esta experiencia milenaria de la Iglesia.

Cuando reza el cuerpo, el espíritu sintoniza enseguida con él. No sucede tan fácilmente lo contrario: el cuerpo, con frecuencia, se resiste al espíritu que quiere orar. Es por eso importante comenzar la oración pidiendo al cuerpo una posición que ayude a la concentración. Puede ser útil esta norma: poneos de rodillas manteniendo el busto bien erguido, los hombros hacia atrás (la respiración regular y plena facilita la concentración), los brazos relajadas a lo largo del cuerpo, los ojos cerrados o fijos en la Eucaristía, en el Crucifijo o en una imagen sagrada.

Más consejos prácticos

Cuando se está solo es bueno rezar en voz alta. Levantando los brazos. También la postración profunda ayuda mucho a la concentración.

Ciertas posiciones dolorosas no ayudan a la oración, como no la ayudan las posiciones demasiado cómodas.

No excuséis nunca la pereza, más bien buscad sus causas.

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La posición no es la oración, pero ayuda u obstaculiza la oración: hay que cuidarla.

Atención a la respiración

Todos los maestros orientales insisten en la utilidad de concentrarse en la respiración para producir en nosotros un profundo recogimiento.

Es una técnica que usaban los padres del desierto. Es una técnica que es bueno redescubrir.

Es necesario ponerse en posición que consienta la respiración regular y amplia. No aconsejamos la posición yoga, porque hoy hay demasiada inflación de yoga entre los jóvenes y también porque las técnicas yoga aparecen un poco extrañas entre nosotros. Aconsejamos una posición alternativa: arrodillados con la espalda perfectamente erguida, los hombros echados atrás, los brazos tendidos relajados a lo largo del cuerpo; o bien sentados en un taburete sin respaldo, con la espalda perfectamente recta de forma que permita tener el busto erguido. Si la respiración es regular y amplia, la concentración en más fácil.

Después se aconseja concentrar la mente en la respiración acompañándola con la palabra que más nos ayude: «¡Padre!» o «¡Jesús!».

Es útil hacer el ejercicio con los ojos cerrados.Un maestro oriental dice: «La respiración es tu

mejor amiga: concentrándote en ella serás siempre capaz de relajarte perfectamente y de apagar en ti toda tensión».

Hay quien sonríe irónico ante tales técnicas, pero si las usaban los grandes ascetas cristianos del

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desierto, podrán también ayudarnos a nosotros, cristianos superficiales.

De todas formas, la técnica de la oración a ritmo de respiración es bueno usarla si ayuda, dejarla si no sirve. Pero no hay por qué despreciarla. Todo lo que sirve de apoyo a nuestra enferma oración ha de tomarse en mucha consideración.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• La oración vocal atenta necesita adecuadas circunstancias. Orar es como estudiar. No se puede estudiar en el barullo de la plaza pública. Vuélvete al Espíritu, intenta comunicarte con él acompasando a tu respiración una invocación de amor:

«Espíritu Santo, Espíritu de amor, sana mi oración» o «¡Ven, Espíritu de amor!»

U Dirígete a Jesús y experimenta la importancia de rezar con el cuerpo, sobre todo cuando te sientes perezoso y falto de voluntad. Cierra los ojos o fíjalos en la Eucaristía o en el Crucifijo. Haz pasar ante ti a cada persona de tu familia y pregunta asi al Señor:

«Jesús, ¿qué quieres que haga? ¿Amo bastante? ¿Sé escuchar? ¿Sé dar? ¿Qué me pides?».

• Dirígete al Padre, entra en silencio profundo y repite al ritmo de la respiración:

«Padre, te amo». Después elige una prueba concreta de amor.• Vuelve a leer con atención los consejos de la

página 278: «Si quieres rezar bien».

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ORACIÓNPARA LA JORNADA

Repite hoy con frecuencia:«Señor, en tus manos está mi vida». Reza este salmo lleno de confianza.

Salmo 15

Protégeme, Dios mío, me refugio en t¡;yo digo al Señor: «Tú eres m¡ bien». Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen. Multiplican las estatuas de dioses extraños;no derramaré sus libaciones con mis manos,ni tomaré sus nombres en mis labios.El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;mi suerte está en tu mano:me ha tocado un lote hermoso,me encanta mi heredad.Bendeciré al Señor, que me aconseja,hasta de noche me instruye internamente.Tengo siempre presente al Señor,con él a mi derecha no vacilaré.Por eso se me alegra el corazón,se gozan mis entrañas,y mi carne descansa serena.Porque no me entregarás a la muerte,ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.Me enseñarás el sendero de la vida,me saciarás de gozo en tu presencia,de alegría perpetua a tu derecha.

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Crear la relación

«Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mí

6,8).

La oración es una relación interpersonal con Dios: una relación «Yo-Tú»

Jesús ha dicho: «Cuando oréis, decid: Padre...» (Le 11,2).

La primera regla de la oración es, pues, realizar un encuentro, un encuentro de mi persona con la persona de Dios. Un encuentro de verdaderas personas. Yo, verdadera persona y Dios, visto como verdadera persona. Yo, verdadera persona, no autónoma.

La oración es, por tanto, un sumergirme en la realidad de Dios: Dios vivo, Dios presente, Dios cercano, Dios persona.

¿Por qué a veces rezar es pesado? ¿Por qué no resuelve los problemas? Muchas veces la causa es sencillísima: en la oración no se da el encuentro de dos personas. Muchas veces yo estoy ausente,

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como un autómata; y Dios se hace lejano, realidad demasiado difuminada, demasiado lejana con la que no me comunico en absoluto.

Hasta que en mi oración no se dé el esfuerzo para lograr una relación «Yo-Tú», hay falsedad, hay vacío, no hay oración. Es un juego de palabras. Es una farsa.

La relación «Yo-Tú» es fe.

Lo oración es una comunicación afectuosa con Dios, obrada por el Espíritu y sostenida por él

Jesús dijo: «Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo...» (Mt 6,8).

Dios es pensamiento puro, es puro espíritu; no puedo comunicarme con él sino con el pensamiento, a través del Espíritu. No hay otro modo de comunicar con Dios: no puedo imaginarme a Dios, si me creo una imagen de Dios, creo un ídolo.

La oración no es un esfuerzo de fantasía, es un trabajo de concepto. La mente y el corazón son los instrumentos directos para comunicarme con Dios. Si imagino, si me repliego en mis problemas, si digo palabras vacías, si leo, no comunico con él. Comunico cuando pienso, cuando amo. Cuando pienso y amo en el Espíritu.

San Pablo enseña que el Espíritu es quien nos ayuda en este trabajo interior. Dice:

«£7 Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos pedir como conuie-

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ne; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» [Rm 8,26).

«Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que dama: «¡Abbá, Padre!» (Gá 4,6).

Consejos prácticos

Es importante que en la oración nuestra mirada se dirija más a él que a nosotros.

No dejar caer el contacto del pensamiento:cuando «se pierde la linea» tratar de conectar de nuevo con calma y paz. Cada esfuerzo por intentarlo es un acto de buena voluntad, es amor.

Pocas palabras, mucho corazón, la atención tensa en él, pero en la serenidad y la calma.

Aprender a gozar

Aprender a gozar de Dios en la oración es importante para madurar en la oración profunda. Es una profunda terapia.

Muchas veces no se tiene gusto por la oración, porque se la considera un plomo o, al menos, como un deber.

Es un error: orar no es un deber, es una necesidad, es un gozo.

¿No sería tonto decir que respirar es una obligación?Si la oración es amor, no hablemos tanto de

obligación, hablemos de necesidad, hablemos de satisfacción y de alegría.

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Mucha gente no llega a la oración profunda y no reza bastante porque tiene la «fijación del deber».

Quien tiene tal fijación no gustará nunca pro-fundamente la oración. Para llegar a lo hondo de la oración, hay que descubrirla como alegría.

Éste es un consejo importante: reservaos un espacio de oración para gozar de Dios.

¿Para qué? Pues para corregir las deformaciones mentales innatas o adquiridas, para así llegar a la oración prolongada y cordial.

Dos enamorados no pueden citarse por obligación. ¡Sería bien curioso!

¿Por qué contamos los minutos cuando rezamos? Porque no sentimos aún la pasión por la oración.

Si tenéis pasión por la música, vuela el tiempo que le dedicáis. Si tenéis pasión por la lectura, sumergiros en ella es el premio de la jornada: ya no sentís el cansancio, al contrario, descansáis leyendo. Si tenéis pasión por el deporte, le dedicáis el tiempo libre aunque os suponga fatiga.

Ejercitaos, pues, en reservar un rato de vuestra oración para gozar de Dios.

Y, ¿por qué sólo un rato?Porque en la oración tenéis que ir a lo duro. Entrar

en los problemas que queman, deciros la verdad, quitaros la máscara. Obras son amores y no... consolaciones.

Pero cuando habéis hecho todo esto, adquirir la costumbre de gozar un poco de Dios. ¿Cómo?

Buen campo para la creatividad y la libertad. Prescindid de esquemas, relajaos. Hay quien se está allí y basta... sin hablar, sin imaginar. ¡Está allí

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con el Señor y basta! ¡Es hermoso estar un poco, en paz, a los pies del Señor!

Sed libres y creativos: el corazón os enseñará.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Orar es dejarse mirar en los ojos por Dios y mirarle a los ojos, con amor. Intenta hacerlo hoy, procura centrarte en el Espíritu Santo presente e invoca:

«Espíritu Santo, ven en ayuda de mi debilidad».• Jesús «/o miró y lo amó»; es lo que hace Jesús

contigo cada vez que estás ante él en oración. ¡Déjate amar! ¡Déjate mirar en los ojos! Implora: !

i•^^9•i..,i

«Jesús, ¿qué quieres de mí?».

«Jesús, ¿qué puedo hacer para que tú estés contento de mí?».

• Intenta sumergirte en la realidad del Padre que te envuelve con su amor y quédate ante él, sencillamente gozando de su presencia. Ora con la sola palabra «Padre».

• Sigue con fidelidad los consejos de la página 278: «Si quieres rezar bien».

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^\^ ^ J@5W\©ARepite con frecuencia: «Padre, en ti confío». Medita este

salmo sapiencial.

Salmo 24

A ti, Señor, levanto mi alma;Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado... Señor, enséñame tus caminos, instruyeme en fus sendas:haz que camine con lealtad;enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando. Recuerda, Señor, que tu ternura y fu misericordia son eternas;no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;acuérdate de mí con misericordia,por fu bondad. Señor...Tengo lo ojos puestos en el Señor,porque él saca mis pies de la red.Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí...Ensancha mi corazón oprimidoy sácame de mis tribulaciones;mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados.

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La liturgia:la oración de Jesús

«La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesús» (SC II).

La Liturgia es Jesús que ruega, alaba, agradece, y es Jesús que asocia a todos consigo para implorar, glorificar y dar gracias. Nuestra oración se sumerge en la suya como la gota de agua que se diluye en el cáliz de la misa, se diluye pero está presente.

La Liturgia, ¡el culto público integral! La dignidad de esta oración es infinita, como infinita es la dignidad de la oración de Cristo: no me es lícito participar con vulgar superficialidad.

Mi oración debe ser verdadera, consciente y fer-vorosa. Cristo no puede hacer suya una oración que no sea oración.

¿Estoy ausente?, ¿lejano?, ¿vacío?, ¿pasivo? Soy peso muerto en la oración de Cristo, más aún, soy un elemento perturbador en la oración de Cristo. La Iglesia está muy preocupada por este problema. La Constitución sobre la Liturgia dice: «La Iglesia, con solícito cuidado, procura que ¡os cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos

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espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente» (SC 48).

Bastaría profundizar en estos tres adverbios y nuestra vida litúrgica tendría ya fundamento bien sólido: consciente, piadosa y activamente.

Queda implicada mi mente, mi corazón y mi voluntad.

Se nos pide toda nuestra presencia con toda su fuerza de participación y adhesión.

Responsabilicémonos, por ejemplo, del problema de la participación en los signos y gestos litúrgicos que tantas veces hacemos como autómatas: la señal de la cruz, ponernos en pie, inclinarnos, besar, levantar las manos, mirar los gestos sacerdotales más importantes...

¡Cuántas cosas sistemáticamente descuidadas o totalmente desdibujadas por la costumbre!

Comencemos por querer salvar cada dia, en todo acto litúrgico, un gesto. El más frecuente, la señal de la cruz. La fuerza de la cruz que me envuelve, la glorificación de la Trinidad que hago en nombre de toda la Iglesia recordando la muerte redentora de Cristo.

¿Por qué ese levantarme para el Evangelio? Para proclamar mi voluntad de servicio, mi respeto a la palabra directa de Cristo.

Pongamos alma a nuestras genuflexiones: doble-guemos nuestro orgullo delante de Cristo para que él asuma y redima toda nuestra miseria y debilidad.

Demos sentido a las manos levantadas: sean un rendimiento de nuestra indignidad ante Dios, impli-

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cando en «el acto de culto de Cristo» a todos nuestros hermanos ausentes.

Cualquier gesto reavivado por la mente, el corazón y la voluntad adquiere una nueva fuerza y una riqueza interior grandísima.

Seamos fieles a la Iglesia que nos pide creatividad y pasión en esos gestos litúrgicos que no los ha introducido en el «culto de Cristo», en el «culto público integral» de Cristo y de la Iglesia para que sean elementos sin sentido y sin vida.

Cómo nos hiere una persona que nos saluda distraída, que nos responde mecánicamente pensando o haciendo otra cosa; así tienen que herir el corazón del Padre nuestros gestos litúrgicos sin vida, sin alma. Es como decir que no nos interesa y así el culto resulta poco menos que un insulto.

Adquiere un nueva profundidad la advertencia de Pablo en su carta a los Romanos: «Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual» (Rm 12,1-2).

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Hoy dedícate con la oración a preparar tu corazón para la Liturgia Eucarística, para la misa del domingo.

• Invoca al Espíritu Santo asi:«¡Ven, Espíritu Creador! Prepara mi mente, mi

corazón, mi voluntad para la próxima Eucaristía».

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«Abre mi mente para entender que ¡a Liturgia es Cristo que ora; no puedo participar distraída y maquinalmente en la oración litúrgica».

«Que la costumbre de mi oración vocal distraída no contamine la Liturgia».

• En el espacio que reservas a Cristo, pídele con fe hacer una experiencia viva y nueva de participación en la oración de Cristo. Ruega:

«Jesús, sumerge mi pobre oración en la tuya».• En el tiempo dedicado al Padre, calla, ama,

esfuérzate en amar. Ha llegado el momento de decidir:«Que yo participe en la próxima Liturgia como en

una fiesta».

Decide ir a la Eucaristía llevando dos dones: un punto concreto de conversión y el sufrimiento de alguna persona. Repite en silencio:

«Padre, gracias. Gracias por la Eucaristía que es ¡a fiesta del agradecimiento de Jesús».

• Vuelve a leer y sigue con constancia los consejos de la página 278: «Si quieres rezar bien».

5^m ^ J@W\©^Repite con frecuencia esta invocación que es muy buena

preparación para la Liturgia:

«El Señor es mi luz y mi salvación».

En un momento de paz medita este salmo que te prepara bien para la Eucaristía.

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«Habítar en la casa del Señor» es asistir y participar en la Eucaristía. «Sacrificios de aclamación», «cantaré y tocaré», «tu rostro buscaré» pueden ser bellas alusiones a la celebración.

Salmo 26

El Señor es mi luz y mi salvación,¿a quién temeré?El Señor es la defensa de mi vida,¿quién me hará temblar?Si un ejército acampa contra mí,mi corazón no tiembla...Una cosa pido al Señor,eso buscaré:habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo...El me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca... en su tienda ofreceré sacrificios de aclamación, cantaré y tocaré para el Señor... Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. Señor, enséñame el camino, guíame por la senda llana... Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

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La liturgia, cumbre de la oración y fuente de vida

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«La Liturgia es ¡a cumbre a la cual tiende ¡a actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la

fuente de donde mana toda su fuerza» (SC, 10).

La liturgia es cumbre en la actividad de la Iglesia

La Iglesia nunca había hablado así: ha esperado dos mil años para pronunciar estas palabras. Mejor, la Iglesia ha gestado en su corazón durante dos mil años estas palabras que han visto la luz en el Concilio Vaticano II.

Son palabras preparadas por siglos de reflexión y búsqueda a través de movimientos litúrgicos, pero son palabras que corren el riesgo de quedar allí escritas, si no se produce la conversión litúrgica en las comunidades y en los corazones.

La Liturgia, cumbre de la vida de la Iglesia y fin último de su actividad, pero, ¿cumbre también de

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nuestra vida espiritual? ¿Nuestra vida espiritual camina y se dirige derechamente hacia esa meta?

«Toda la actividad pastoral de la Iglesia debe nacer de la Eucaristía para volver a la Eucaristía», dice el Concilio.

Por tanto a la Liturgia le corresponde el primer lugar: el primer lugar en los medios que Dios nos da para nuestra vida espiritual; el primer lugar en los esfuerzos que debemos hacer en la vida espiritual.

Podemos acostumbrarnos a una Liturgia sin preparación. El mal uso que hemos hecho en la vida de tantas misas es la prueba de que podemos acomodar nuestra voluntad en una costumbre que anula, para nosotros, el milagro eucarístico: podemos neutralizar la Eucaristía.

Prepararse a la liturgia. Preparar la liturgia

La liturgia sin preparación es el primer paso equivocado, se seguirá casi fatalmente el segundo:no dejarnos calentar por el misterio de Cristo, entrar tranquilamente en la profanación práctica del misterio.

San Julián Eymard decía: «Tenéis la Eucaristía, ¿qué más queréis?».

Jesús no podía inventar algo más convincente para sacudir nuestra indiferencia. Pero nosotros sesteamos en nuestra superficialidad.

San Ignacio, ordenado de sacerdote, tardó año y medio en celebrar la Eucaristía y en su autobiografía escribe que celebraba siempre «entre muchas lágrimas».

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¿Somos ciegos ante el don que Cristo nos ofrece en la Eucaristía?

San Julián Eymard dice que Jesús, para estar plenamente disponible para nosotros, con el misterio eucarístico no se ha hecho persona, «se ha reducido a ser cosa», se ha entregado a nuestra inconsciencia asi, como un objeto. ¿No tendríamos que temblar ante la responsabilidad que tenemos ante el don de Cristo?

Quien se acerca a la Eucaristía sin preparación se parece al que va a la fuente con un cubo agujereado y hasta sin fondo: pierde el tiempo y el esfuerzo.

Quien no se prepara a la Liturgia bloquea al Espíritu.«El corazón debe estar despierto, debe estar

preparado al encuentro». La fe y la apertura de corazón no se han de dar por supuestas. No se dan por el solo hecho de que yo asista a la celebración.

La oración litúrgica comienza, al menos, diez minutos antes que la Liturgia.

Tenemos necesidad de un principio que unifique y simplifique toda nuestra vida espiritual: la Iglesia acierta al indicarme la Liturgia como gozne de toda vida espiritual. ¿Seguro que lo es en mi?

Un indicador seguro es este: ¿Cuánto tiempo dedico a preparar la Eucaristía? ¿Me conformo con lo que hacen los otros? ¿Es un esfuerzo constante o depende de los altibajos de mi entusiasmo? ¿Tengo convicciones serias acerca de la urgencia e importancia de este problema práctico?

San Leopoldo hacia siempre una hora de adoración antes de la misa, como preparación. ¿He tomado yo la decisión de dedicar un tiempo bien

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determinado a esta preparación? ¿O es un buen deseo que flota en el vacío?

Una cosa es cierta: lo que hago para dar vitalidad a mi Liturgia, da la medida exacta del aprecio que tengo por ella. Si la Liturgia es una de tantas cosas de la jornada o de la semana, estará a merced de mi debilidad. Si, en cambio, la Liturgia concentra mi mayor interés, la preparación será el primer paso de mi conversión eucaristica.

La Iglesia en sus constituciones conciliares no habla a tontas y a locas. Si se atreve a decir que «de la Litúrgica se obtiene con la máxima eficacia la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios» (SC 10), significa que la Liturgia es la vía maestra de la santidad.

Significa también que todas las otras actividades deben estar orientadas y jerarquizadas a la Liturgia.

Más aún en el n. 14 de la Sacrosanctum Conci-lium, gran documento del Concilio, la Iglesia no duda en afirmar que «la Liturgia es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el verdadero espíritu cristiano».

¡Amarla! Este es el primer requisito para vivir la Liturgia.

El Espíritu Santo debe despertarnos del letargo, de la indiferencia, de la tibieza.

Jesús dijo: «Donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón» (Mí 6,21).

Es un principio de una claridad meridiana, hay que aplicarlo a nuestra formación litúrgica.

No se trata de hacer teorías, se trata de tomar decisiones precisas, concretas, proporcionadas a nuestra inercia.

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EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

Hoy dedica tu tiempo de oración a preparar la Liturgia Eucarística o a dar gracias por ella.

• Pide al Espíritu Santo que abra tu mente a la grandeza de la oración litúrgica: Cristo orante te invita a entrar en su oración.

«Espíritu Santo, ¡prepárame!»«Espíritu Santo, agradece conmigo y por mí la

Liturgia en que he participado».• Dirígete a Jesús y pídele no ir nunca a la Liturgia

sin preparación. Intenta rogar asi:«¡Jesús, dame tu corazón!».Porque es eso precisamente lo que sucede en la

Liturgia eucarística; pero si estás distraído, ausente, apático: ¿cómo se logrará semejante unión?

• En la oración al Padre, ponte en silencio delante de él y reza humildemente:

«Padre que yo no profane la liturgia, la oración de Cristo».

No digas muchas palabras. Ama y repite:«Padre mío, mi todo».Y procura meter en este «todo» el agradecimiento

por la Eucaristía, el máximo don del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

• Lee y obedece los consejos de la página 278: «Si quieres rezar bien».

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Repite con constancia: «Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas».

El Shemá (Escucha, Israel) debe convertirse en tu oración favorita sobre todo en el momento más solemne de la Liturgia, en el momento de la comunión. Apréndelo de memoria apenas puedas.

Deuteronomio 6, 4-9

Escucha, Israel:El Señor nuestro Dios es solamente uno.Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón,con toda el alma, con todas las fuerzas.Las palabras que hoy te digo quedarán en tumemoria,se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellasestando en casa y yendo de camino, acostado ylevantado.Las atarás a tu muñeca como un signo,serán en tu frente una señal;las escribirás en las jambas de tu casa y en sus portales.

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Tercera Semana

LA ORACIÓN DE ESCUCHA

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13 Escuchar es

amar

"No el que dice: Señor, Señor... sino el que hace la uoluntad de mi Padre, entrará en el Reino» (Mt 7,21).

Descubrir la voluntad de Dios

No basta la oración vocal que repite: «Señor, Señor», hay que aterrizar en el cumplimiento de la voluntad de Dios, decidirse a ello e implorar la fuerza necesaria. Esto es, hay que pasar a la oración de escucha.

«Escuchar» es palabra clave en la Biblia: la encon-tramos 1.100 veces en el Antiguo Testamento y 445 en el Nuevo.

En su profesión de fe el israelita no dice: «Creo...», sino que se repite a si mismo la Palabra de Dios y proclama: «Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno solo... amarás al Señor tu Dios con todo el corazón...».

La escucha de Dios es el corazón de la oración. Si la oración no lleva a la escucha, nos quedamos en la corteza de la oración. No podemos alimentarnos de cortezas.

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Cuando estamos acostumbrados a la oración de escucha comienza a crecer en nosotros el verdadero cristiano. Porque la oración de escucha es sus-tancialmente aprender a sumergirnos dentro de la profundidad de nuestra conciencia, en la profundidad de la voluntad de Dios sobre nosotros.

¿Cómo definir la oración de escucha? Quizá así:«Es la búsqueda humilde y confiada de la voluntad de Dios en nuestros problemas personales, comenzando por los problemas que más nos apremian».

Todos tenemos problemas que nos escuecen. De ellos debe partir la oración de escucha.

Es búsqueda humilde de la voluntad de Dios:Dios no habla al corazón orgulloso. El «todo lo sabe» no comunica con Dios.

Es búsqueda confiada: es un acercarse, corazón a corazón, a Dios. Cuanto más amor hay en esta bús-queda, mayor profundidad de comunión con Dios.

Es búsqueda sobre los problemas personales, es preguntar a Dios qué tenemos que hacer, pedirle humildemente que nos diga cuáles son sus deseos, es decirnos la verdad y dejar a Dios que nos la diga, es quitarnos toda máscara ante Dios, con la fuerza que de él nos viene.Es búsqueda de la voluntad de Dios sobre los problemas personales que más nos preocupan:toda la voluntad de Dios nos interesa, pero hay en la vida problemas que apremian y ante los cuales no podemos dormirnos beatíficamente.

De estos problemas debemos precisamente arrancar. «Cada día tiene su afán», dice Jesús, cada día me trae un problema que destaca y al que debo dar respuesta a la luz de Dios.

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La oración de escucha es aprender a vivir la propia vida a la luz de la voluntad de Dios. Es un trabajo de educación espiritual profunda.

¿Cómo se hace oración de escucha?1. Ante todo hay que crear el clima de escucha.Es necesario querer escuchar. Sin esta voluntad no se

puede comenzar. Si quieres repostar y no te paras en la estación de servicio, es señal clara de que no quieres poner gasolina.

Debes querer escuchar, querer interpelar a Dios.Atento al juego y a las trampas de tu voluntad. A

veces ante Dios «hacemos como si...», pero de hecho no hacemos nada, porque Dios es tan discreto y humilde contigo, que no protesta si te haces trampa en el juego.

Pídele, pues, voluntad de escucha. Y confiesa tu dureza de corazón.

Dios se conmueve siempre ante un acto de humildad y responde siempre.

2. Usa los instrumentos convenientes para la escucha. Sobre todo dos:

- la Palabra de Dios- y la voz de tu conciencia.

La palabra de Dios

1. No tomes en tus manos la Palabra de Dios sin implorar humilde y prolongadamente al Espíritu Santo.

Dice Enzo Bianchi: «Sin el Espíritu, un velo cubre la escritura e impide entenderla». Por tanto, ¡destápala!

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¿Podrías leer la Biblia sin abrirla? ¿Sin sacarla del estuche?

Por tanto, implora humilde y largamente al Espi-ritu hasta que te des cuenta de que se ha reblandecido un poco tu duro corazón y sientes en ti una vibración de fe.

2. Procura leer no con los ojos, sino con el corazón. No podemos profanar la Palabra de Dios y leerla como quien lee el periódico.

3. Nuestros defectos de lectura son, casi siempre, la prisa, la curiosidad, la avidez. Contrólalos. No es la cantidad lo que interesa, sino el leer en profundidad, con el corazón en el Espíritu Santo.

Dice san Jerónimo: «Comemos la carne de Cristo y bebemos su sangre en la Eucaristía, pero también en la lectura de la Palabra de Dios».

Por tanto tu lectura es una comunión, deja la superficialidad, las prisas, la distracción.

Elimina la avidez, toma el sorbo que te basta y deja correr el resto. No puedes agotar el manantial, te basta con el sorbo que te quita la sed.

4. Sé honrado con la Palabra: no le hagas decir lo que no dice.

Debes tener cierta seguridad de entender bien. Pasa con sosiego del texto a las notas y de las notas al texto. Sobre todo invoca mucho al Espíritu mientras lees. «El mismo Espíritu que ha tocado el alma del profeta, tocará el alma del lector» (San Gregorio Magno).

El trasfondo de tu lectura sea siempre: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (I Sam 3,10).

5. Lee y vuelve a leer la frase que te ha afectado especialmente. Quizá contiene el mensaje de

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Dios para ti y para hoy. Volver a leer aviva el deseo de ser instruidos por Dios.

Estáte quieto y tranquilo, no impaciente por recibir la iluminación de Dios. Dios habla aun sin palabras, en el momento apto se hará la luz.

Un monje del Monte Athos dijo un día a Enzo Bianchi: «El Espíritu es como esa paloma blanca que se nos acerca... si te mueves, se vuela... Si quedas tranquilo, se te acerca".

6. Basta una nonada para perder línea con Dios, basta un poco de orgullo.

Necesitas mucha humildad antes, durante y después de la lectura de la Palabra.

No fuerces la luz de Dios, implórala con humildad.

La voz de la conciencia

A la escucha de la Palabra con frecuencia has de acompañar la escucha de tu conciencia.

A veces, la Palabra es una luz difusa que despierta tu voluntad e ilumina tu inteligencia, pero puedes tener la impresión de que, alguna vez, los problemas que más te escuecen quedan marginados.

No seas superficial: la escucha de Dios prepara siempre a la escucha de la conciencia.

Te sucederá alguna vez que la Palabra de Dios te deslumbre precisamente en lo más vivo de tu problema; otras, en cambio, te prepara para afrontarlo.

Pregunta a tu conciencia, interrogando a Dios con preguntas bien concretas.

- Dios siempre está en la parte del bien, de lojusto y verdadero.

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- Dios nunca toma partido contra nuestros deberes de estado.

- Dios no avala nunca nuestra vileza y nuestros egoísmos.

- Dios no acaricia nuestras ilusiones, nuestro orgullo y sueños de grandeza.

- Dios, con frecuencia, habla contrariando nuestra voluntad.

- Dios nos dice también las cosas desagradables.- Dios frecuentemente nos habla cuando querríamos

que callara.- Dios habla también callando.Hemos de acostumbrarnos a la escucha de Dios,

hemos de crearnos costumbre de escucharle. Quien no tiene costumbre de escuchar a Dios, corre el peligro de no oírlo, ni siquiera cuando truena.

Dios normalmente no sigue otro camino para hacernos oír su voz que nuestra inteligencia, nuestro sentido común, la voz de nuestra conciencia.

El problema importante es nuestra sinceridad al interpelar su voluntad. Es relativamente sencillo conocer su voluntad con relación a nuestros deberes.

Otra cosa son los problemas que implican graves responsabilidades y grandes decisiones. Entonces la prudencia pide que la voz de la conciencia sea avalada también por personas de confianza y competentes, de buen sentido y de fe.

Y no hay que descuidar la voz de aquellos que el Señor ha puesto a nuestro lado. El mejor consejero es, a veces, el que nos pisa los pies y al que no podemos falsear el problema cuando le pedimos consejo.

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Dios se comporta siempre con mucha delicadeza y sabiduría. En su respuesta hay siempre, casi siempre, luz suficiente para quien tiene buena voluntad y bastante oscuridad para quien quiere seguir su capricho. Dios es extremadamente respetuoso con nuestra persona y nuestra libertad. No fuerza la puerta. Dios es muy educado.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• La oración de escucha es un trecho nuevo e importante en el camino de la oración. Dedícate en el rato que destinas al Espíritu a pedir buena voluntad. Invoca:

«Espíritu de verdad, ayúdame a hacer en mí la verdad».

• Después dirígete a Jesucristo preguntándote:«¿Qué problema me preocupa? ¿Qué deseas de mi, Señor?». Si bajas profundamente a tu conciencia, estás en oración de escucha.

La Palabra de Dios hoy puede ser un trozo de Evangelio que te ha llamado especialmente la atención. Intenta leerlo como si fuera la primera vez que lo lees. Pide luz al Señor mientras lo lees. Imagínate que Cristo habla precisamente sólo para ti.

• Después entretente con el Padre en un silencio lleno de amor. Reza con pocas palabras. Basta con la sola palabra: «Padre».

• Vuelve a leer en la página 278: «Sí quieres rezar bien» y atiende a los consejos que allí se te sugieren.

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Procura hoy rezar así: «Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón».

Reza con este salmo que invita a la oración de escucha:

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;suyo es el mar, porque él lo hizo,la tierra firme que modelaron sus manos.Entrad, póstremenos por tierra,bendiciendo al Señor creador nuestro.Porque él es nuestro Dios,y nosotros su pueblo,el rebaño que él guía.Ojalá escuchéis hoy su voz,no endurezcáis vuestro corazón.

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Una advertencia del Maestro

«Marta, Marta, andas nerviosa e inquieta por tantas cosas:

sólo una es necesaria» (Le 10,41).

Una deliciosa escena«Por el camino entró Jesús en una aldea, y una

mujer de nombre Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras. Marta, en cambio, se distraía con el mucho trajín;hasta que se paró delante y dijo: "Señor, ¿no te da nada que mi hermana me deje trajinar sola? Dile que me eche una mano". Pero el Señor le contestó: "Marta, Marta, andas nerviosa e inquieta por tantas cosas: sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la mejor parte, y esa no se le quitará"» (Le 10, 38-42).

En esta página está bien enfocada la oración de escucha.

Una mujer de nombre Marta lo recibió. Marta aparece como mujer decidida y generosa, muy

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hecha a dar y a darse; pero para la oración de escucha se requiere algo más.

Tenía una hermana llamada María, que se sentó a sus pies para escuchar sus palabras. María es un tipo diferente: serena, reflexiva, respetuosa. No censura la agitación de su hermana, absorta como está ante Jesús presente en su casa. Está sentada a sus pies como hacían los discípulos a los pies de los maestros. Le interesa la persona de Jesús, nada más.

Marta, en cambio, se distraía con el mucho trajín. Completamente dominada, preocupada por las cosas, preparando todos los detalles de una buena acogida, queriendo quedar bien ante Jesús, los doce y los vecinos que no se le habían adelantado a ella en invitar a Jesús.

Todo muy hermoso y laudable.Marta se muestra toda una mujer admirable,

animosa; pero esclava de las cosas y en peligro de perder o comprometer lo esencial.

Di/e que me eche una mano. Aconseja a Jesús. Quien es superficial da consejos a Dios en la oración y fuera de ella. Ella se coloca en el centro: si ella no consigue lo que pretende, todo se viene abajo...Marta, Marta... Es una corrección bien cariñosa. Jesús no corrige con aspereza, parece decir:«¿No te das cuenta...?».

Andas inquieta y nerviosa... Vas de una parte a otra. ¡Párate! Has perdido el equilibrio y el dominio de las cosas.

Por tantas cosas... por cosas que te van a hacer quedar bien. No logras distinguir.

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Só/o una es necesaria: la atención al don de Dios, para llevarlo a sus últimas consecuencias.

María ha escogido la mejor parte: os habéis repar-tido mal los oficios, tú a afanarte con las cosas, ella a recibir y acoger. Lo mejor era esto. Jesús no rehusa los servicios de Marta, pero subraya que hay algo más importante, menos gratificante, pero más útil.

Esa mejor parte no se le quitará. Es lo definitivo: dar amor y corresponder al amor.

En la oración del corazón hay siempre que escoger: hay cosas más gratificantes que el silencio, como leer, meditar, escribir, instruirse, hablar, dialogar.

Son todo cosas buenas y en ocasiones muy con-venientes, pero eso no es lo mejor: lo mejor es poner en el centro de nuestra atención la persona de Jesús y basta; no las cosas, no las gratificaciones aun santas, sino Jesús. Dejar a un lado incluso lo útil, por lo mejor.

¡Quedar completamente poseídos por la presencia de Dios! Esto es lo importante en la oración, todo lo demás es secundario. En este estar presentes hay amor, agradecimiento, escucha, veneración, adoración.

No tener miedo de perder tiempo estando en la presencia de Dios, porque en realidad nada se pierde, se gana todo.

Dejar lo que es más fácil y escoger lo difícil. ¡Gra-cias porque estás ahí y gracias porque estoy aquí!

Marta lo recibió en su casa..., pero quien de veras lo recibe no es Marta, es María.

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El arco de la verdad

Hay un riesgo en la oración del corazón: el inti-mismo. Después de las primeras dificultades, se está tan bien con Dios, que es fácil repetir con Pedro: «Hagamos aquí tres tiendas...». Y se puede olvidar un problema muy importante.

Por ejemplo, el problema de aclarar primero las cuentas con Dios, de ver claro las cosas que no van, de quitarnos la careta de fariseo, de poner orden en todo lo que no agrada a Dios.

El riesgo del intimismo existe, aunque no hay que exagerarlo. El motivo de fondo es que el estar en silencio ante Dios procurando amarlo es una situación que no nos deja convivir con nuestras miserias. Apenas entramos en el mundo de la luz, aparecen nuestras sombras y sentimos el horror de nuestra indignidad.

Pero para los principiantes, el peligro es querer pasar enseguida a la oración del corazón sin pagar el peaje. Sucede cuando la oración del corazón es aún muy superficial, aunque dé mucha satisfacción.

Hay que comenzar bien y, para entrar en la oración del corazón hay que pasar por el arco de la verdad. Hemos de hacer la verdad en nosotros, hay que poner el dedo en la llaga, hay que purificarse, afrontar los problemas que duelen y poner las cosas en orden.

Aceptarse, arrepentirse, reparar

Hemos de aceptar nuestras miserias. Sin este paso preliminar no hay arrepentimiento, no hay

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purificación. Debo ser claro, transparente, ante todo conmigo mismo, si quiero serlo con Dios. Entonces debo bucear en mis aspectos negativos con objetividad y también con confianza. Estoy delante de Dios para mostrarle mi corazón, ¿no va ayudarme él a liberarme de mi miseria?

Hecha la verdad en mí, no basta: debo arrepen-tírme. No es cuestión de palabras, aunque las palabras están bien para expresar mi arrepentimiento. Pero una vez vista la miseria que hay en mí, la tentación es rechazar el problema, ignorarlo, darle vuelta y proyectarlo fuera de mí o, si no, lamentarmi debilidad y lloriquear. Esto es fácil, pero no es arrepentirse.

Arrepentirse es salir. Arrepentirse significa volun-tad de combatir. Y entonces ya estamos en la tercera fase: reparar.

Cierto, casi nunca se puede reparar un falta de modo completo. La cosa puede ser muy compleja.

Exige ponderación, sentido de responsabilidad, prudencia.

Pero una cosa es segura: si no puedo reparar completamente, puedo siempre comenzar con

decisión a dar los primeros pasos concretos de reparación.

El primero es ciertamente la oración. Si he cau-sado daños, si he cumplido mal mi obligación, lo pri-mero es poner en las manos de Dios las personas a quienes he perjudicado, implorar de Dios la fuerza para una completa reparación, pedirle luz y sentido de responsabilidad. Esto ya es comenzar a reparar.

Después urge planificar con la luz de Dios un programa de reparación concreto, inmediato, deci-

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dido. Trazar un camino. Claro que un viaje requiere tiempo, pero preparar el equipaje, comprar el billete es ya comenzar el viaje. Lo importante es ser honrados y claros.

La oración del corazón no se puede emprender jugando al escondite con nuestras responsabilidades. La oración del corazón es un lanzarse al amor de Dios. ¿Cómo es posible esto sin la voluntad de ponerse en paz con él?

Al principio es bueno no comenzar nunca la oración del corazón sin este control: sin pasar bajo el arco de la verdad.

Más adelante quizá todo será más sencillo. Se pueden afrontar los problemas que obstaculizan nuestra relación con Dios examinándonos, haciendo verdad en nosotros, antes, durante y después de la oración del corazón. Puede suceder también que quien se acostumbra a la oración del corazón adquiera poco a poco una luz tan viva sobre sus miserias que en mucho tiempo no tenga necesidad de examinarse y concentrarse.

Entonces, apenas despunta una falta, se enciende la alarma y la buena voluntad responde y asi toda la jornada, aún fuera de la oración, es buena ocasión para la purificación.

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Haz atenta oración vocal dirigida al Espíritu. Puedes leer, por ejemplo, el salmo del día anterior. Pide que el Espíritu te lleve a hacer la verdad en ti.

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• Después dirígete a Jesucristo y revive la escena de Marta y María. Imagina la escena con todos sus particulares. San Ignacio lo aconsejaba mucho para la meditación profunda del Evangelio, lo llamaba «hacer la composición de lugar». Lo importante es que te ejercites en la oración de escucha y que apuntes a lo práctico:

«Maestro, ¿qué quieres decirme con esta página?».«Maestro, ¿te escucho de veras?». Toma resoluciones prácticas.• Después orienta tu corazón al Padre. Ama y guarda

silencio. Di sencillamente:«Padre, ¿qué quieres de mí? No se haga mi volun-

tad, sino /a tuya».Lee en la página 278: «Si quieres rezar bien» y sigue

los consejos que se te dan.

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite con frecuencia en la jornada esta invocación del salmo:

«Fija en mí tus ojos y enséñame el camino».

Salmo 31Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le

han sepultado su pecado;

dichoso el hombre a quien el Señorno le apunta el delito...Propuse: «Confesaré al Señor m¡ culpa»

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y tú perdonaste mi culpa y m¡ pecado... Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. Dice el Señor:«Te instruiré y te enseñaré el camino que has deseguir,fijaré en t¡ mis ojos».No seáis irracionales como caballos y mulos...Los malvados sufren muchas penasal que confía en el Señor,la misericordia lo rodea.

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Los cinco canales

«Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1 Sam 3,10).

Compromiso constante

Cuando la oración se hace escucha, hemos avanzado. Pero es preciso que la escucha sea constante, no a intervalos.

El que no está acostumbrado a orar puede asomarse a este grado de oración, pero pronto decae. Es fatigoso.

¿Qué hacer?Hay que partir de la purificación, hay que aprender a

descortezar el orgullo.Es preciso hacerse verdad. Llegar a ser verdad. Dios

no logra hablarnos hasta que no nos hemos quitado la máscara.

Esta es la primera operación importante: decirnos la verdad, sumergirnos en la verdad, hacer la verdad dentro de nosotros.

Ponernos ante nuestras miserias con toda valentía, decir al pan pan y al vino vino.

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Vivimos de apaños y subterfugios. Antes de entrar en contacto con Dios, hay que cambiar de arriba abajo toda situación de falsa componenda, ver lo tenebroso de nuestra miseria, ponernos en pobreza absoluta ante Dios. Cuando nos hemos convertido en sinceridad, entonces Dios puede irrumpir... y hablar.

Dios habla.¿Por qué medios nos habla? Normalmente usa cuatro

canales para transmitir y comunicarse con el hombre de buena voluntad.

• LAMENTE

Dios nos hace entender.Nos hace entender los problemas a una nueva luz,

frecuentemente de modo tan claro que se vienen abajo muchas ilusiones y nos cuesta recobrar la paz.

Pero Dios no agita. El diablo es el que agita, Dios no. La voz de Dios siempre es tan delicada, que basta una nonada para silenciarla.

• LA VOLUNTAD

Dios nos hace querer.La voluntad se siente movida claramente en una

dirección. Como la limadura de hierro que entra en un campo magnético: la voluntad se orienta a Dios, se hace dócil como el hierro ante el imán.

Se siente lo que se debe hacer y se tiene la fuerza de hacerlo. Es Dios que nos ha tocado.

• LAS EMOCIONESTodos a lo mejor han experimentado momentos de

intensa alegría después de una prolongada ora-

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ción. Es algo difícil de explicar: a veces es alegría, a veces sólo profunda paz, a veces conmoción. Es probable que Dios haya tocado nuestra sensibilidad.

Si se siguen buenos frutos concretos, es casi seguro que aquella emoción es el resultado de un verdadero contacto con Dios. Decimos que es «casi seguro», sólo porque el mundo del espíritu no puede ser controlado.

Pero «por los frutos se conoce el árbol», dijo el Señor. Si estos momentos de intimidad con Dios desencadenan nuestra generosidad, nos maduran en la caridad, nos despegan del egoísmo, nos hacen humildes, hay buenos frutos.

Hay que añadir que Dios no habla a nuestra sensibilidad siempre en tono agradable; cuando nos habla con el remordimiento, el descontento, el vacio, no nos resulta agradable, pero Dios espera que respondamos. Experimentar nuestros límites es ya una acción de Dios en nosotros, es ya un verdadero don de la gracia. Dios espera una respuesta.

• LA IMAGINACIÓNEn el Diálogo de Juana de Arco de Bernard Shaw, el

juez dice a la muchacha: «Las voces que oyes vienen de tu imaginación». «Natural, responde Juana al inquisidor, Dios no tiene otro camino para hablarnos que nuestra imaginación. ¡Pero es Dios quien habla!»

En nuestra vida hay momentos de gran lucidez en que Dios habla de modo clarísimo. Casi todos lo han experimentado.

Claro que esto no hay que decirlo a los soñadores. En ciertos momentos la voz de la conciencia es

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tan clara, tan en contraste con lo que nosotros que-rríamos, que no se puede dudar de una presencia divina que «tiene contados los cabellos de nuestra cabeza» e interviene en momentos concretos de nuestra existencia influyendo en nuestras decisiones.

• LA MEMORIADios a veces nos habla recordándonos los pasos

equivocados que hemos dado, nos mueve con los recuerdos de lo pasado: penas o alegrías, éxitos y fracasos, avisos, palabras, consejos recibidos, testi-monios que habíamos ya olvidado. A veces evocamos con nostalgia el pasado, o recordamos la amargura de un error o de un pecado.

¡Dios habla! ¡Habla mucho! El problema es sólo responderle.Y además tenemos su palabra escrita, la Sagrada

Escritura. Es tema que merece tratamiento aparte: tan importante es para la oración.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu te invita a un ejercicio eficaz de escucha. Lee un salmo con mucha atención refiriéndolo al Espíritu. Ora:

«Espíritu de verdad, quítame ¡as máscaras para que yo haga en mí ¡a verdad».

• Dirígete ahora a Cristo y escúchalo humildemente. Intenta experimentar el modo con el que Cristo frecuentemente te habla:

• la inteligencia. ¿Cuándo Cristo te ha sorprendido con un pensamiento profundo?

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- la voluntad. El perseverar en la oración, ¿no es ya señal de que tu voluntad ha sido tocada?

- la memoria de lo pasado. Una desilusión, un éxito, ¿no han provocado en ti alguna vez una situación nueva?

Baja a la práctica:«[Habla, Señor, que tu siervo escucha! ¿Qué es lo

que en mí no apruebas? ¿Qué deseas de mí?».• Después sumerge tu mente en la presencia del

Padre, haz silencio y quédate en su presencia. Procura decir: «¡Padre mío, mi todo!».

Toma una resolución práctica y dale una prueba concreta de amor.

• No te canses de volver a leer en la página 278: «Si quieres rezar bien» y obedece los consejos que allí se te dan.

ORACIÓN PARALA JORNADA

Con frecuencia recuerda esta advertencia de Dios: «Servid al Señor con alegría».

El salmo 99 es emocionante, no nos debería pasar ni un día sin repetirlo:

Salmo 99

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios:

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que él nos hizo y somos suyos,su pueblo y ovejas de su rebaño.Entrad por sus puertas con acción de gracias,por sus atrios con himnos,dándole gracias y bendiciendo su nombre:«El Señor es bueno,su misericordia es eterna,su fidelidad por todas las edades».

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Dad a Dios la alegría de escucharía

«Si no me escuchas, seré igual que ¡os que bajan a ¡a fosa» (Sal 27).

El descubrimiento de la Biblia

En estos últimos treinta años muchos cristianos, jóvenes y adultos, se han abierto de un modo nuevo a la Palabra de Dios. Se puede decir que el Espíritu Santo ha despertado y está despertando en muchos corazones un auténtico amor a la Sagrada Escritura. Es algo que llena de alegría y esperanza.

Hay también peligros que es preciso denunciar, ya que, como sabemos, no basta con saber leer para poder entender la Biblia correctamente. Saber muchas palabras, no es aún hablar una lengua; leer la Biblia no es aún comprenderla en su verdad.

Quizá los peligros más frecuentes y más graves son el mal uso de la inteligencia y la lectura individualista de la Biblia.

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Renunciar a la inteligencia

Primer peligro: prescindir de la inteligencia al acercarse a la Palabra de Dios. Claro que entender es sólo el primer paso, pero sin ese primer paso se puede acabar en el fanatismo y, en el mejor de los casos, en una interpretación torcida del texto sagrado.

Es como en la relación con las personas: no basta la inteligencia para una auténtica comunicación, pero la comunicación profunda requiere el concurso de la inteligencia.

No es preciso que todos los cristianos sean doctores por el Bíblico para estar en condiciones de leer la Biblia, pero es esencial sentir el problema del conocimiento de la Escritura por respeto y amor a la Palabra.

Pararse en la inteligencia

El peligro opuesto es el intelectualismo. Es un mal uso de la inteligencia. Es quedarse sólo en el estudio, hasta la exasperación, de este o aquel aspecto de la Biblia. Entonces la Sagrada Escritura aparece como un laberinto reservado a pocos especialistas profesionales.

Es un peligro que amenaza siempre. Satanás lo intenta todo para apartar a la gente del fin único de la Palabra: entrar en contacto con el fuego de Dios para convertirse al amor.

Debemos pedir una inteligencia sencilla para abrirnos al misterio maravilloso de la Palabra. No es verdad que inteligencia y sencillez no puedan hermanarse.

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Miremos a Jesús, hombre inteligente y sencillo como ninguno.

Miremos al Evangelio. Está empapado de inteli-gencia y sencillez.

Miremos a los santos. Son hombres inteligentes y sencillos.

Dios es amor inteligente y sencillo y se revela a las inteligencias que saben amar, esto es, que son sencillas. ; ^,' ''

La síntesis entre inteligencia y sencillez se da en el amor. Donde falta el amor, la inteligencia se hace complicada, retorcida y la sencillez resulta ingenuo simplismo, ••"•fl <'

Lectura desenraizada de la Iglesia

Es leer la Biblia solos o en grupo, con la pretensión de entender o incluso de juzgar a la Iglesia desde la propia suficiencia. Es no darse cuenta de que la Biblia y la Iglesia no viven sino la una para la otra.

El cristiano no es un individuo aislado ante Dios, de quien recibe directamente la Palabra por inspiración interior o mediante la lectura de la Biblia.

El cristiano, por el bautismo, entra en una comunión en la que Cristo vive, habla y se comunica. En esta comunión cada cristiano aprende a escuchar y vivir la Palabra. La Biblia es un medio esencial de esta escucha y la Iglesia es el «clima» indispensable. A ella ha sido confiada la Palabra de Dios para que la escuche, la conserve y comunique fielmente.

El Concilio Vaticano II (1962-1965) nos ha entregado un documento excepcional para enten-

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der sencilla y eclesialmente la Palabra de Dios: la constitución Dei Verbum. Todo cristiano debiera sentir la necesidad de conocer este documento, fruto de un siglo de estudios de la Biblia. Un verdadero regalo del Espíritu Santo.

Leer el amor de Dios en la Palabra

La verdadera lengua de la Biblia no es el hebreo o el griego, sino el amor. Dios conoce sólo este lenguaje, aunque entienda todas las lenguas de la tierra.

La Palabra de Dios, toda, es una Palabra de amor. Tiene una sola cosa que decirnos: «Como el Padre me ha amado —es Jesús quien habla— así os he amado yo también a vosotros» (Jn 15,9).

«Dios es amor» (1 Jn 4,16) y cuando habla no puede sino comunicar amor.

Todos conocemos personas que nos impresionan por su profunda bondad. De todo cuanto hacen, de todo cuanto dicen emana bondad. No puede ser de otra forma, porque las palabras y las acciones reflejan la profundidad del corazón.

Dios es amor, sólo amor, por eso toda palabra que brote de su corazón desbordará amor. Decir «Palabra de Dios» y «Palabra del Amor» es lo mismo. Por eso la clave fundamental para comprender la Biblia es el amor.

Por tanto, si no aprendemos a leer el amor de Dios, rezando la Palabra, nos quedamos por completo en lo exterior. Leemos, pero no entendemos. Somos turistas distraídos, mientras la Palabra de Dios pide tenaces excavadores.

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Cuando leemos la Palabra, demasiadas veces nuestra primera preocupación es de tipo moral:¿Qué espera de mí el Señor con esta Palabra? Está bien, pero esta preocupación no debe ser la primera y menos la única.

Nuestra atención debe fijarse ante todo en el amor que Dios manifiesta y nos comunica en esa página de la Escritura. En la medida en que reconocemos ese amor y creemos en ese amor, podremos responder. Dios espera nuestra respuesta, porque el amor no ha de tener nunca una sola dirección. El amor quiere ser correspondido.

Acerquémonos, pues, siempre a la Palabra de Dios con ardiente deseo de conocer y experimentar siempre dimensiones nuevas de su amor. Nuestra respuesta será tanto más rica y concreta, cuanto más hayamos experimentado el amor de Dios.

Sed y paciencia

En los dichos de los Padres del desierto se narra este episodio. Un día un monje joven, brillante y muy presuntuoso, fue a consultar a un santo monje anciano que lo acogió con gran amabilidad. El joven comenzó: «Padre, hace doscientas semanas que ayuno varias veces por semana y me he aprendido de memoria el Antiguo y el Nuevo Testamento. ¿Qué debo hacer ahora?» El anciano respondió con una pregunta: ¿Sabes aceptar igual una humillación que una alabanza? El joven monje contestó sincero: «No, padre». «Pues siendo así —sentenció con benévola firmeza el anciano— en esos cuatro años no has hecho más que engañar a tu alma».

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La cosa es clara. Muy buena es la sed de conocer la Palabra de Dios y de tener cada vez mayor luz sobre tantas cosas que aparecen difíciles y oscuras. Pero esta sed debe ir aparejada con una sabia paciencia: el problema no es entenderlo todo, sino comenzar a vivir algo. Comprender para vivir la Palabra. Vivirla nos ayudará a comprenderla mejor.

Como en la relación con una persona amiga:creciendo el conocimiento, crece el amor. A su vez el amor ahonda en el conocimiento para avanzar en el amor. Asi debe ser nuestra la relación con la Palabra mientras nos dure la vida.

Presentarse desarmados

En el reino de la Palabra hay que entrar desarmados, revestidos de humildad: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos» (Mt 18,3).

Esta palabra de Jesús es la regla de oro para acercarnos a la Palabra. La Palabra es infinitamente más grande que nosotros, porque es la presencia misma de Dios. No somos nosotros los que medimos la Palabra, es la Palabra la que «nos mide», o sea, dice la verdad acerca de nosotros.

«Las palabras de los libros humanos se comprenden y se sopesan: la Palabra de Dios nos juzga y pide obediencia. Entre la Palabra de Dios y nuestra voluntad debe establecerse un pacto de vida» (Madaleine Delbrel).

Vayamos pues a la Palabra sin pretensiones ni presunción. Si no nos despojamos de nuestro orgullo, encontraremos la puerta cerrada y la Palabra quedará muda para nosotros.

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Desarmarse. Es el santo y seña para entrar en el Reino de la Palabra. Significa: humildad - sed de escucha - adoración - disponibilidad a obedecer. La Palabra exige obediencia, esto es, amor. Volvemos siempre al centro: el Amor —de que está impregnada la Palabra— se entrega totalmente y espera ser correspondido.

¿Quién no ha experimentado que, cuando negamos a Dios algo que nos está pidiendo, su Palabra y la oración, resultan sendero cerrado e impracticable?

El Dios vivo nos toma en serio. Su amor es fuerte y exigente. Cada vez que nosotros no nos lo tomamos en serio, calla y se retira en silencio. El silencio de Dios es siempre una llamada a tomarnos a Dios más en serio. Por el contrario, todo acto de disponibilidad para con Dios abre nuestro corazón a la luz y a la profundidad de su Palabra. Es una experiencia al alcance de todos.

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro.La Palabra de Dios exige purificación. Es ineludible

exigencia de lo dicho. La misma Palabra purifica y cura, pero exige para ello que nos demos cuenta de nuestra indignidad y de la necesidad que tenemos del perdón de Dios.

¿Por qué es tan esencial purificarse para entrar en el reino de la Palabra? Porque el pecado impide la comunión. El pecado es siempre mentira y orgullo, dos obstáculos que paralizan cualquier relación.

Aun cuando el pecado no sea grave, es siempre una impureza que obstaculiza el amor. En otras palabras, el pecado vuelve opacos nuestros ojos ante la Palabra de Dios y endurece nuestro corazón. También la voluntad se debilita y disminuye la capacidad de obedecer.

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Dios nos espera siempre y viene a nuestro encuentro con una fidelidad indefectible para podernos purificar. Espera sólo de nosotros un gesto de sinceridad, un grito pidiendo ayuda. Dediquemos siempre conveniente espacio para pedir el perdón de Dios antes de tomar en las manos la Palabra. Sólo dejar las tinieblas nos abre a la luz clara de la Palabra.

EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Dirígete al Espíritu para que hoy te haga gustar profundamente la Palabra de Dios. Toma el Evangelio del último domingo o, si lo prefieres, abre el Evangelio en una página que te impresiona. Reza:

«Espíritu Santo, que yo guste de modo nuevo la Palabra».

Repite largamente:«¡Ven, Espíritu de la Verdad! ¡Ven, Espíritu de

Amor!».

• Ponte ahora delante de Jesucristo y escúchalo con el corazón. La Palabra de Dios no se lee con los ojos, se lee con el corazón. Lee como si la leyeras por primera vez. Intenta preguntarte: «¿Qué me enseña esta página sobre el amor de Dios?». Si no perforas hasta el amor, pasas ante la Palabra' como un turista. ¡No! Debes excavar la Palabra: cada versículo contiene un mensaje de amor, pero el superficial no lo capta. Escoge enseguida una frase para vivirla hoy.

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• Después abandónate al amor del Padre. Quédate en silencio y ama. Pensando en la frase elegida para la jornada, reza asi: «Padre, no se haga mi voluntad, sino /a tuya».

• Vuelve a leer en la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite esta invocación salmódica: «Para mi lo bueno es estar junto a Dios».

Medita hoy, cuando puedas, este salmo que invita a la escucha afectuosa de Dios.

Salmo 72

«¡Qué bueno es Dios para el justo,el Señor para los limpios de corazón!...Cuando mi corazón se agriabay me punzaba mi interior,

yo era un necio y un ignorante,yo era un animal ante t¡.Pero yo siempre estaré contigo,tú agarras mi mano derecha,me guías según tus planes

y me llevas a un destino glorioso...Contigo, ¿qué me importa la tierra?Para mí lo bueno es estar ¡unto a Dios,hacer del Señor mi refugio».

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Escuchar con la Palabra

«Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 118).

En la presencia de Dios

Al leer la Escritura se corre el riesgo de quedarse en el nivel de la reflexión, eso es, moverse entre las ideas, conceptos e, incluso, en resoluciones prácticas. Es demasiado poco. La Palabra de Dios quiere darnos mucho más.

La Palabra es una Presencia, es una Persona. Nos invita a entrar en comunión a través de la fe y el amor. La reflexión no es inútil. Es esencial, pero ha de ser superada con un paso decisivo: la fe.

Sirva esta comparación. Estoy leyendo una carta de una persona amiga que está lejos. Viene con una fotografía que hace el mensaje extremadamente vivo. Me paro: leo, miro, vuelvo a leer. ¡Cuántos recuerdos de los años que hemos vivido juntos, compartiendo trabajo, alegrías, problemas! Cada expresión de la carta me evoca momentos, situaciones y rasgos de la personalidad de mi amigo. De pronto suena el timbre. Me contraría verme interrumpido precisamente en este instante. Voy a

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abrir... ¡Increíble! Me encuentro delante... ¡precisamente al amigo que me escribía hace unos días...! Aún no había leído la posdata en que me anunciaba su próxima visita. Una alegría indescriptible. Dejo la carta que tenía en las manos, porque ahora lo tengo a él en persona.

Vamos a la realidad. Cuando nos paramos a «rezar la Palabra» estamos en modo especial ante Dios. El está aquí para comunicarse. Espera que, a través de las palabras escritas, le abramos el corazón y la vida a él que habla en lo hondo de nosotros mismos y nos enseña a «leer» todo, lo nuestro y lo de los otros, con la profundidad de su Palabra.

Las palabras que leo deben apresarme y conducirme a la presencia de quien las ha pronunciado y las pronuncia ahora para mi. Las palabras de la Escritura son, por tanto, caminos que desembocan en el corazón de Dios. De alli han salido para llegar a nosotros. Aprendamos a caminar por esos senderos para llegar al lugar del encuentro.

Atención. Hemos descrito una experiencia de fe y amor. Guardémonos de reducirla a un juego emotivo.

Dios es libre de todo. Puede tocar también nuestra sensibilidad, pero hemos de aprender a no dar demasiada importancia a las impresiones emotivas en nuestra relación con él. El amor y la fe se sitúan en un nivel más profundo.

Oración, mucha oración

La oración es el secreto de toda profundidad. Lo experimentamos sobre todo en relación con la Palabra de Dios. Sin oración nos quedamos en la superficie o, si profundizamos, es sólo con la inteligencia.

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La Palabra de Dios supera infinitamente los recursos de la inteligencia humana, aun la más brillante. Sólo el Espíritu puede abrirnos a la profundidad de la Palabra. Y el Espíritu se da y actúa cuando lo invocamos y lo deseamos.

En los periodos más intensos de oración nor-malmente hacemos experiencia de que la Palabra de Dios es fuego. La razón es sencilla: el silencio en contacto con Dios prepara el terreno para acoger la Palabra.

El terreno preparado es el corazón que reza:¡Ven, Espíritu Creador; ven, Padre de los pobres;ven, luz de los corazones...!

No son las inteligencias más brillantes las que mejor entienden la Palabra de Dios; son los corazones más humildes y más purificados por la oración constante. Acostumbrémonos a invocar prolongadamente al Espíritu antes de abrir la Sagrada Escritura, leámosla rezando y sigamos rezando acabada la lectura. El Espíritu es el sol que disipa la niebla que envuelve la Palabra (¡en realidad son nuestros ojos los que están nublados!) y entonces comienza a brillar e iluminar.

Cada vez que la Palabra nos invade con su luz y enciende en nosotros la voluntad de hacer el bien, detengámonos: estamos bajo la acción del Espíritu Santo. Démosle gracias, obedezcamos a su luz.

Cuando una palabra prende fuego en nosotros

¿No os ha pasado nunca? De improviso una palabra del Evangelio o de un salmo misteriosamente se ha hecho viva en vosotros. Asi, gratuita-

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mente, sin que hayáis hecho nada especial, aquella palabra se os ha hecho intensamente luminosa.

Recuerdo con alegría la frase del salmo 127: «Si el Señor no construye la casa en uano se cansan los albañiles». Durante varios meses me sucedió, hace más de diez años, que me duró en el corazón con una fuerza especial. Y asi otras palabras, en otras circunstancias.

Cuando esto nos pasa, abrámonos ante todo al agradecimiento. Dios conoce nuestras necesidades y sabe abordarnos con estos recursos para convertirnos y hacernos madurar. Después hagamos todo lo posible por respetar y responder a esa llamada del Espíritu.

Dos consejos:Custodiar. Volvamos en cuanto podamos a esa

frase con la reflexión y la oración. Ahondemos en ella implorando al Espíritu, relacionémosla con otras palabras de la Escritura, hagamos todo lo posible para adentrarnos en su luz.

«María conseruaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Le 2,19).

Practicar. Comprométamenos a vivir lo cotidiano a la luz de esa palabra que resuena en nosotros. Cuando nos sentimos especialmente tocados por una palabra nos resulta connatural el esfuerzo para traducirla a lo concreto. Hagamos palanca en esa «facilidad» y experimentemos la alegría que procede de obedecer a la Palabra.

Cuando la Palabra no habla

¿Y cuando sucede precisamente lo contrario? ¿Cuando abrimos la Escritura, ponemos esfuerzo y

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oración... y tenemos la impresión de no conectar con la Palabra? Es como si una barrera de indiferencia nos cortara el paso a la luz y al fervor que habíamos experimentado en otros momentos.

Hay quien, enseguida, habla de aridez y de prueba de Dios. Vayamos despacio. La tentación de creerse demasiado deprisa una Santa Teresa de Jesús o un San Juan de la Cruz, es tentación.

Es verdad que Dios es libre, en su amor, de dosificar la luz y la obscuridad para hacernos madurar. Es hermoso que Dios tenga esa libertad al servicio de nuestro crecimiento. La sensatez nos invita a comprobar, si no somos nosotros los responsables. Pueden ser éstas las causas:

La prisa. Sabemos que la prisa dificulta, e incluso impide, la comunicación. Si me acerco a una persona y le digo: «Mira, sólo cinco minutos, pero tengo algo importante de que hablarte...». No es la mejor forma de plantear la comunicación. ¡Con la Palabra de Dios podemos comportarnos asi! Tenemos prisa de entender, de que se haga la luz en nuestra vida, pero todo en pocos minutos. La prisa es la primera cosa que hay que eliminar para escuchar la Palabra de Dios.

El desorden. Si entre mi y Dios, entre mi y mis hermanos, entre mi y mis deberes reina el desorden, la relación con la Palabra queda paralizada. Todo desorden, esto es, todo pecado es una cadena que cierra el corazón, un soplo que apaga la luz, una estridencia que hace que la Palabra enmudezca. Ya lo hemos dicho: la relación con la Palabra exige desapego del mal y la voluntad de luchar por la verdad. Con frecuencia la sequedad al leer la Palabra tiene su causa en un corazón no purificado.

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Falta de clima. La Palabra necesita un clima de fe y amor. Clima que no se improvisa. Es un don de Dios y exige un paciente camino para pasar de la superficialidad de lo inmediato a la hondura de nosotros mismos. Estamos creados para la hondura, no para las apariencias. Dios habita la profundidad de nuestro corazón y allí nos espera amoroso siempre. El mismo es el clima para escuchar la palabra. A nosotros se nos pide que renunciemos a la superficialidad que nos asedia noche y día. Sólo si entramos en la «zona de silencio» creada por Dios en nuestro corazón, podemos experimentar la luz de su Palabra. • S^ ff

Deja que el manantial siga manando

El que comienza a entusiasmarse por la Palabra de Dios puede correr el peligro que podemos llamar de la «voracidad», de querer llegar a todo, entenderlo todo, vivirlo todo... y quedarse con cierta amargura por la abundancia de luz que no se alcanza a utilizar.

Esta experiencia puede valorarse positivamente al menos de dos modos: ante todo porque nos hace entender que la Palabra de Dios nos supera infinitamente. Es grande como Dios. Por esto es bien natural que comprobemos nuestra pequenez. Y sin embargo estamos hechos para la grandeza de la Palabra que día a día nos moldea y nos hace crecer.. Si la Palabra de Dios nos viniera a medida, seria bien triste... ya no sería Palabra de Dios.

En segundo lugar debemos aprender una regla de sabiduría que san Efrén formulaba asi: «¿Quién es capaz, Señor, de comprender ¡a riqueza de una

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so/a de tus palabras? Es mucho más lo que se nos escapa que lo que acertamos a comprender. Pero, alegrémonos... Quien tiene sed está contento de beber y no se entristece por no llegar a agotar el manantial».

Sí, la Palabra de Dios es el manantial de vida eterna y mana para la eternidad. No se nos pide que agotemos el manantial, sino que bebamos para caminar según Dios. Atentos, pues, con la manía de la cantidad.

Poco, pero bien.Poco, pero con constancia.Poco, pero hecho vida.¿No es bastante alegría la certeza de que el manantial

seguirá manando? Todos los dias de la vida encontraremos en la Palabra de Dios la luz y la fuerza que necesitemos.

«Danos hoy nuestro pan de cada día» (Mt 6,11).«No só/o de pan vive el hombre, sino de toda palabra

que sale de la boca de Dios» (Mí 4,4).

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Invoca prolongadamente al Espíritu. Si quieres usa el salmo que hoy se te sugiere. Pide lograr entender qué precioso es escuchar a Dios a través de su Palabra.

• Ponte delante de Jesucristo y escúchalo. Abre la página de Zaqueo (Le 19,1-10) y revive el encuentro de aquel pecador con Cristo. Haz que Cristo hable a tu corazón. Mírale a los ojos. Si hubieras estado presente, ¿qué te habría dicho? ¿Qué le habrías dicho tú?

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• En la oración al Padre vuelve a oír la palabra que te ha impresionado. Quédate en silencio, ama y suplica: «Padre, hágase tu voluntad, no la mía».

• Vuelve a la página 278 y lee «Si quieres rezar bien». La constancia es pieza clave de tu oración.

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite con frecuencia: «Te busco de iodo corazón, Señor».

Salmo 118

Salmo maravilloso dedicado todo a admirar la Palabra de Dios. Es el más largo del salterio: 176 versículos. Baste un fragmento.Bendito eres. Señor, enséñame tus leyes...Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas. Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas fu voluntad es mi delicia, no olvidaré fus palabras... Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. Guíame por la senda de fus mandatos porque ella es mi gozo. Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés;aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra.

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áReconoce tus dones

"Te doy gracias por tan grandes maravillas, prodigio soy, prodigios son tus obras" (Saf 138).

Un prodigio viviente

Nuestra vida está inmersa en los dones de Dios. El primer regalo somos nosotros mismos, tal como hemos sido pensados por su amor desde la eternidad y después llamados a la existencia a través de nuestros padres, en este momento de la historia.

¿Eres consciente de que tú eres un regalo extra-ordinario de Dios?

¿Has rezado ya muchas veces con el salmista «Te doy gracias, Señor, porque me has creado por-tentosamente»?

¿Yo, un milagro? Si y aún una cadena de prodigios y no por tus méritos, sino por Dios que así lo ha querido, lo quiere. Dios hace las cosas bien, sólo él hace prodigios. Debemos reconocerlo asi y acogernos a su mano con fe y reconocimiento.

Es esencial aprender a conocer los dones más hermosos que constituyen nuestra persona, para

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desarrollarlos, purificarlos y ponerlos al servicio de los demás con amor.

Es aquí donde Dios nos espera: que todo en nuestra vida sea don para los otros. En nosotros todo es regalo y todo debe volverse regalo. Dios nos ha pensado así.

Da pena ver personas con dones maravillosos que viven persuadidos de que no valen nada. Son personas deprimidas que sufren y no pueden dar lo mejor de si mismas, en la libertad. '" '^. i^r"'"';

¿Por qué? Porque no se les ha ayudado a ver los milagros de Dios, el milagro que son ellas mismas. Quizá conocen todos sus defectos y luchan tenazmente por combatirlos, pero no se atreven a mirar los dones estupendos que Dios ha depositado en ellas.

Están convencidas de ser las personas más inútiles del mundo. ¡Qué lástima!

Sólo si alguno las ama mucho y las aprecia de veras, tales personas aprenderán a mirarse con mejores ojos.

¿A quién te pareces?

Cuando nace un niño los padres y familiares hacen sus comentarios: «Es igual que su madre». «Si, pero los ojos y la frente son de su padre...». Nunca he entendido cómo se puedan encontrar parecidos asi en un recién nacido. Pero una cosa se puede afirmar decididamente (y nunca la he oído): «Se parece a Dios».

Seguro, todo hombre, toda mujer de la tierra se parecen a Dios.

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«Dyb Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y domine... Dios creó al hombre a su imagen y semejanza: varón y hembra los creó, y los bendijo» (Gn l,26ss).

Llevamos impresa en nuestro rostro la imagen del rostro de Dios. Nuestro ser está marcado con esta imagen de Dios. La inteligencia, la voluntad, el amor, el cuerpo todo es una reflejo del Misterio de Dios.

¿Has pensado en eso en serio al menos una vez en la vida? Te pareces a Dios mucho más de lo que puedes parecerte a tu padre o a tu madre... Y también ellos se le asemejan. ¡Es maravilloso!

Y la maravilla se hace gratitud y adoración si pensamos que cada uno es único. Todos nos parecemos a Dios, pero somos muy distintos unos de otros, incluso los gemelos. Cada uno somos un milagro único, un mensaje irrepetible que Dios lanza al mundo. Cómo no exclamar con el salmista: «Te doy gracias por tan grandes maravillas, prodigio soy, prodigios son tus obras».

Pensemos juntos acerca de los dones que Dios ha depositado en nosotros y que constituyen una gran responsabilidad. Es un pensamiento que, por una parte, nos abre a la gratitud y, por otra, nos obliga a un responsable trabajo sobre nosotros mismos para que todo en nosotros madure hasta el don completo.

Es un trabajo apasionante que exige esfuerzo y conduce a la libertad y a la alegría.

La humildad es verdad

Quizá alguno piense que sea presunción hablar de las propias cualidades. Si uno nos preguntase a quemarropa: ¿Cuáles son las cinco características

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más hermosas de tu personalidad? Casi todos nos sentiríamos embarazados. ¿Por qué? ¿Porque somos humildes? Quizá, pero el motivo podría ser otro.

Quien comienza un camino profundo de fe siente la necesidad de fijar la mirada en su miseria para escudriñar todos sus recovecos. Y parece que en él todo sea miseria.

Huyamos de semejante error: eso no es evangelio, no es la libertad que nos ha traído Jesús. Cierto, debemos mirar nuestras tinieblas para convertirnos, pero no estamos menos llamados a descubrir los dones y las energías positivas que Dios deposita en nosotros para que las desarrollemos para nuestro crecimiento y el de los demás.

Imaginad que durante los años de carrera sólo se enseñase a los aparejadores o técnicos de la construcción a derribar edificios y acarrear sus escombros. No estudian para destruir (también eso tendrán que hacerlo), estudian para construir.

Se aplica a nuestra vida espiritual. Liberémonos de toda falsa humildad. Mirar de frente los dones de Dios es educarnos a la verdadera humildad, porque nos educa a la gratitud, a la dependencia de Dios y al don de nosotros mismos a los hermanos.

Un trabajo esencial

Hace tiempo, preguntando a un joven cuál era el deseo que querría ver cumplido, éste respondió. «No desperdiciar ni un momento de mi vida».

¡Estupendo! Veía que la vida es algo extremada-mente precioso y que no nos podemos permitir el lujo de menospreciarla.

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Tomo de aquí pie para responder a una objeción que alguno pudiera formular: ¿Tan importante es descubrir los dones de Dios? Es fundamental. He aqui algunas razones:

• Para no desperdiciar nuestra vida. Si nome conozco, es fácil que deje dormir cantidad de recursos que debiera hacer rendir. Sería perder un tesoro que Dios ha puesto en nuestras manos.

• Por honradez para con Dios. Dios no hace las cosas a la buena, en cada uno hace prodigios: «Te doy gracias por tan grandes maravillas, prodigio soy» (Sai 138).

Deberíamos acostumbrarnos a despertar cada mañana con este versículo en los labios. Dios nos quiere en la verdad y la verdad es ésta: mi persona vive inmersa en los dones de su amor infinito. Mi físico, mi vida intelectual y afectiva, mi vida espiritual es una cadena de innumerables anillos, misteriosamente unidos unos a otros. Cada anillo es un don, un milagro.

Es verdad, existe el pecado que hiere y perturba la armonía, pero el milagro persiste en su conjunto.• Para pedir perdón a Dios por mi y por

todos los hombres que viven demasiado hundidos en el pesimismo. Es una ofensa a Dios. Demasiadas personas parecen sauces llorones, siempre quejándose de todo y de todos. Se quejan porque están descontentos de si mismos. Hay personas que se diría nacidas para embadurnar de negro el mundo.

Debemos pedir perdón a Dios y reaccionar, comenzando nosotros, hasta convertirnos en espe-cialistas en descubrir lo positivo en todo y en todos.

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• Porque nos jugamos nuestro crecimiento y nuestra maduración. El Evangelio, acogido en profundidad, crea personas maduras. No maduramos si nos limitamos a luchar con lo negativo que hay en nosotros. La lucha contra el mal es esencial, pero es sólo un aspecto de la vida según el Evangelio. Es preciso abrir los ojos ante los talentos de Dios, esto es, ante los dones que forman el tejido de nuestro ser: conocerlos, desarrollarlos, hacerlos rendir.

Porque los demás, comenzando por cuantos viven con nosotros, tienen derecho a que nosotros seamos personas libres, capaces de servir, acoger, entregarse.

Un peligro

Cuando se habla de dones, es fácil caer en una trampa: la manía de compararnos con los otros.

Enseguida se nos representa esta o aquella cualidad que tiene tal persona... y que nosotros no tenemos, o nos parece no tener, y quedamos por los suelos. También esto es fruto de la mala educación. A veces es una verdadera tentación.

¿Dónde está el respeto por nosotros mismos? ¿Y por los prodigios que Dios obra en nosotros?

Leo Buscaglia, un famoso profesor de pedagogía en la University of Southern California, ha escrito algo interesante: «Me da pena ver qué poca confianza tenemos en nosotros mismos. En el curso, a un cierto punto, pregunto a mis alumnos quién querrían ser, si pudieran elegir ser alguna otra persona. Es sorprendente que más del 80%

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responda que querrían ser algún otro». Este hombre, entusiasta de la vida, concluye diciendo que debemos estar no sólo contentos, sino entusiasmados por ser quienes somos: ¡nosotros mismos!

No perdamos tiempo y energía comparándonos con los otros: es la mejor manera de sentirnos derrotados y acumular pesimismo. Aprendamos a descubrir los dones maravillosos y únicos que tenemos y... ¡agradezcámoslos! Sólo asi aprenderemos a agradecer también los dones que vemos en los demás.

Responsabilidad en el amor

A fin de cuentas, ¿qué son nuestros dones?Son responsabilidad en el amor, capacidad de amar,

potencialidad de servicio, energía de amor que Dios ha depositado en tu corazón y que espera dé su fruto.

¿Tienes un buen carácter? ¿Eres capaz de difundir alegría? ¿Comunicas ánimos? ¿Tienes fuerza persuasiva para aconsejar?

Es Dios quien te ha enriquecido, son dones que no puedes tener en tu armario, bien protegidos con naftalina.

Debes sacarlos fuera, tenderlos en el balcón como hacen las criadas con las alfombras del salón, consciente de que no son tuyas, sino que están al servicio de todos. Y debes decir en tu corazón:venid, servios, tomad libremente lo que el Señor me ha dado para vosotros.

¿Eres un organizador? ¿Tienes buena mano para cualquier trabajo? Bien, no puedes retener para ti esos bienes, debes ponerlos al servicio de todos y alegrarte de que los otros los disfruten.

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¿Eres un tipo seguro, con el justo sentido de la autoridad que da seguridad a todos? No te pavonees: es una responsabilidad para el bien de todos. Si la comunidad está regida por un flojeras, saldrán perjudicados los hermanos, las hermanas, los pobres. Agradece el don recibido y desarróllalo a los ojos de Dios con gran humildad.

¿No hay trabajo que pueda con tus energías? No te ufanes: es preciso que quien más puede, más empuje el carro, así aún los más flojos se animan y arriman también el hombro.

¿Tienes buena voz? ¿Tienes vena poética? ¿Eres ocurrente? ¿Tienes mano para el dibujo? Es demasiado poco que te limites a dar gracias a Dios por estos dones: tienes el encargo de sembrar alegría en la comunidad, de vestirla de fiesta. ¡Ay, si pierdes el tiempo en admirarte! Debes entregarte a la comunidad y desarrollar tus dones para la felicidad de tus hermanos.

Eres como el propietario de una flamante furgoneta. No puedes tenerla bajo llave, gastando el tiempo en tenerla siempre brillante: la furgoneta no es para ti, es para los otros. Debes invitar a todos a subir y debes decirles: «¡Montad, subid todos, vamos a la fiesta!».

Hay de aquel que no encuentra dones para poner al servicio de todos, frustra los planes de Dios.

«Prodigio soy. Prodigio son tus obras». Quien no entiende esto está estropeando su vida. Dios no podrá decirle: «Ven, sieruo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante, entra al banquete de tu señor» (Mí 25,23).

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu te espera para iluminarte sobre los dones de Dios. Invócalo con fe:

«Espíritu Sanio, /os dones de Dios son una /tomada a Dios, ábreme al agradecimiento, hazme creativo, ayúdame a entender que soy un prodigio de tu amor».

• En la oración a Cristo intenta hoy ponerte a la escucha, preguntando a Cristo acerca de tus cualidades. Pregúntale acerca de tus cualidades de inteligencia, de tu voluntad, de tu amor. Da gracias por cada don. Agradece los tres dones más grandes: la vida, la inteligencia, la fe.

Pregunta a Cristo sobre los dones más grandes de tu existencia y sobre la respuesta que él espera de ti por tales dones.

• En la oración al Padre, procura silencio y ama diciendo sólo: «Padre, ayúdame a darte gracias».

• Lee en la página 278: «Si quieres rezar bien», se dócil a las indicaciones,

ORACIÓN PARALA JORNADA

Continúa con algunos versículos del salmo 118. Decía san Agustín: «Los salmos son mi alegría». Piensa que en estas palabras se han posado los ojos de Cristo: los salmos eran su oración habitual.

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Salmo 118

Mi porción es el Señor;he resuelto guardar sus palabras... Señor, de tu bondad está llena la tierra;enséñame tus leyes... Jamás olvidaré tus decretos, pues con ellos me diste vida... ¡Qué dulce al paladar tu promesa:más que la miel en la boca!Lámpara es tu palabra para mis pasos,luz en mi sendero...Tus preceptos son mi herencia perpetua,la alegría de mi corazón.

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1}La liturgia, escuela

de la escucha

"La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo» {Conc. Vat. II).

Veneración por la Palabra

«La Iglesia siempre ha venerado ¡a Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo» (Dei Verbum, 21).

La Iglesia sabe que ha de contar con nuestra superficialidad.

La Iglesia sabe qué distraídos y ausentes estamos para las cosas del espíritu, por eso ha madurado toda una pedagogía para despertarnos a la realidad de la Palabra de Dios.

La Iglesia ante todo nos alecciona con su ejemplo: tiene una actitud muy especial cuando se acerca a la Palabra de Dios.

En la liturgia el ministro no lee la Palabra sentado, como leemos el periódico. La liturgia quiere que el ministro-lector se ponga en pie.

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Quiere que la Palabra sea proclamada solemnemente como mensaje. Como el heraldo que antiguamente avanzaba ante el pueblo rodeado de su cortejo, vibraban las trompetas y, desde su cabalgadura, leía el mensaje del rey.

El momento más importante de la Palabra, el Evangelio, cuando Cristo mismo habla, la Iglesia manda que todo el pueblo de Dios escuche en pie.

En las misas solemnes el Libro Santo se lleva ante el pueblo con mucha solemnidad. El diácono lo lleva elevado, ofreciéndolo a la veneración de los fieles, otros ministros lo acompañan con ciriales e incienso. Durante el traslado solemne, el coro entona el cántico alegre del Aleluya. Al terminar la lectura se aclama solemnemente a Cristo y el ministro se inclina para besar el libro.

¿Por qué todo este ritual exterior en torno a la Palabra de Dios?

Es la pedagogía de la Iglesia, pensada para ayu-darnos a superar nuestro infantilismo, nuestra super-ficialidad.

Somos tan niños y tan distraídos, que un poco de aparato exterior nos es muy útil, al menos para hacernos entender que estamos ante realidades importantes: Dios nos habla, no puedo minusvalo-rar la importancia de la Palabra que Dios nos dirige-

No es un puro ritualismo este aparato exterior;es toda una pedagogía que yo he de esforzarme en captar.

La Iglesia quiere crear en mí una actitud de fondo que me ayude a recibir el don de Dios, su Palabra.

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Claro que la actitud exterior poco vale sin la interior, pero la Iglesia me enseña a no descuidar lo exterior, es el primer paso para llegar a lo interior.

Las cascara no es la nuez, pero sin cascara, no hay nuez. Lo exterior no es lo interno, pero sin lo exterior puedo perder lo interior.

No puedo escuchar la Palabra de Dios como escucho la radio, como abriria una revista en la sala de espera, como leería una foto-novela. No. Es todo otro mundo, el de la Palabra de Dios. Debo prepararme exteriormente para madurar en mi una determinada actitud interior.

Ante la Palabra de Dios la Iglesia nos quiere tensos en la escucha, conscientes de quién habla, conscientes de nuestra dependencia de él. La Iglesia nos pide que nos abramos al sentido de lo sagrado.

Precisamente e¡ sentido de ¡o sagrado es lo que con frecuencia me falta cuando en la Eucaristía la Iglesia me ofrece la Palabra.

Por fidelidad a la Iglesia yo debo hacer crecer en mi toda una nueva dinámica en relación con la Palabra:

- al acercarme a la Palabra,- al recibirla,- al acogerla en mí,- al cultivarla cuando la he escuchado.Ante todo el sentido de lo sagrado me obliga a no

profanar ni una partícula de la Palabra.Al recibir la Eucaristía no dejaría caer partículas

eucaristicas ni las pisaría descuidadamente. Nada dehe perderse de la Palabra de Dios, debo agudizar tanto en mi el sentido de lo sagrado, que me impida

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toda distracción y toda ligereza. Todo lo que pueda entender, debo captarlo: ¡nada ha de perderse!

una profanación grave es la impreparación, la ignorancia. Si la Palabra de Dios no me dice nada, hay con toda probabilidad un problema grave de ignorancia. Debe darme miedo la ignorancia: la ignorancia es el enemigo mortal de la fe.

La Iglesia teme más la ignorancia que la perse-cución, porque hace mucho mayor estrago en la gente la ignorancia que la persecución.

Hay tantos medios para entender la Palabra de Dios, para prepararse en la Palabra de Dios. ¿Qué te costaría ir el domingo a la misa sabiendo ya la Palabra que será proclamada? Es como ofrecer al jardinero una parcela de terreno ya bien preparada, con la tierra cavada, limpia, abonada. Dad a un jardinero un buen parterre ya dispuesto, con buena tierra negra, llena de humus; veréis qué milagro hacen brotar las manos expertas del jardinero.

Hoy un Evangelio puede costar menos que un paquete de cigarrillos. El folleto que os ofrece la Palabra de Dios de un mes entero cuesta menos que un periódico.

No tenemos excusa, si no vamos bien preparados a escuchar la Palabra.

Se requiere después sentido de lo sagrado para aplicar la Palabra. Cada vez que participo en la liturgia debería preguntarme: ¿Qué querrá hoy decirme el Señor? Decirme a mi, a mi precisamente... no a mi hermano, o a mi madre, o al sacerdote... a mi personalmente.

Es casi como entrar en una gran farmacia con todas las estanterías llenas de infinidad de medica-

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mentos. En alguna parte está la medicina que yo necesito para mi bronquitis, pero si yo no la conozco, ni me preocupa la bronquitis que padezco, si en lugar del jarabe que me aliviaría, pido unas tiritas para el dedo de mi madre, no hay nada que hacer:seguiré con mi bronquitis.

Yo, durante la liturgia, debo pedir al médico divino qué medicina me tiene preparada. La tiene preparada, espera que se la pida; pero si yo me he metido allí sólo para curiosear por las estanterías, no sacaré nada y seguiré con mis achaques. Es su estilo: no cura al que no quiere ser curado.

Pero luego viene el después. Después de escuchar ¡a Palabra quedan otros problemas importantísimos. Si me he comprado en la farmacia un reconstituyente, he de tomármelo. No sirve que lo tenga en el bolsillo. Debo tomarlo y seguir las instrucciones del prospecto.

Fulano se ha ido al otro mundo porque se ha tragado el tubo entero de los antibióticos que debía tomar espaciados. Mucha gente, probada la primera cucharada de una medicina amarga, la tira a la basura. No. La medicina hay que tomarla según la dosis y prescripciones indicadas.

Cuando en la liturgia he encontrado la Palabra que Dios ha preparado para mí, he de guardarla como un tesoro, he de profundizarla, he de trabajarla. Debo seguir todo un proceso de asimilación.

Me ayudará mucho una técnica: transformarla en oración.

Centrar la atención en la frase que va para mi, llevármela a casa como un pequeño tesoro para estudiarla, profundizarla, amarla.

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Una palabra de Dios que se inyecta en mi sangre para cambiar mi vida.

«La liturgia de la palabra y la eucarística, están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto» (Sacrosanctum Concilium, 56).

Querría entender qué dice la Iglesia con estas palabras, por qué las dice, cómo las debo acoger y vivir.

La Iglesia me dice, en palabras sencillas, que la misa es el puente entre el hombre y Dios, un puente grandioso de dos arcadas: «Liturgia de la Palabra» y «Liturgia Eucarística», esto es, escucha de Dios y respuesta a Dios.

Son dos arcadas, pero un único puente. Si separas los arcos, no tienes puente. Los arcos deben estar unidos, sólo unidos sirven.

La Iglesia, en palabras pobres, me dice que el sacrificio eucaristico es una casa hecha como todas las casas: con cimientos y paredes. Una casa no se sostiene sin cimientos, pero los cimientos solos no son la casa.

La Eucaristía está hecha de dos elementos:cimientos y paredes. Son las dos partes esenciales de la misa: Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística.

Debo entender y vivir estas dos partes de la misa sin separarlas. Si entiendo y vivo una sola, ignorando la otra, no tengo la misa como la concibe la Iglesia, como nos la ha dado Jesús.

No tengo dificultad para aceptar que la Liturgia Eucarística es culto, pero ¿por qué la Iglesia me va diciendo que el culto eucaristico está truncado sin la Liturgia de la Palabra? ¿Por qué me enseña que el culto eucaristico comienza con la Liturgia de la Palabra? ¿Por qué la Iglesia parece poner en el

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mismo plano la escucha de la Palabra y la Eucaristía? ¿No exageramos?

No, la Iglesia no exagera, es la propia naturaleza de las dos realidades que exige a la Iglesia hablar así. ¿Por

qué?- Porque antes está la escucha y después la respuesta.- Porque, si la escucha es atenta, profunda y

generosa, la escucha se hace amor y oración: es ya verdadero culto a Dios. ': ""'^A^

Cuando estoy atento a Dios, pero de veras y en lo profundo de mi ser, he entrado de lleno en la esfera del amor de Dios, esto es, en la adoración, en el acto solemne del culto a Dios.

Hay otra razón: en la mente de toda la tradición de la Iglesia, el Sacrificio Eucarístico siempre se ha pensado como un grandioso intercambio entre Dios y el hombre, como una competición de generosidades entre Dios y el hombre.

- Dios me da su Palabra, yo le doy mi adhesión. La expreso sobre todo en el Credo y en el ofertorio. El Credo diría que es la adhesión a él. Y el ofertorio la adhesión a los hermanos por amor a él. El ofertorio, en efecto, nació en un contexto de caridad, del recuerdo de los pobres; en ese momento se recogían los dones para los pobres y, de entre estos dones, se escogían el pan y el vino para la consagración.

- Después Dios me da el cuerpo y la sangre de su Hijo y yo le respondo con mi compromiso radical con él (esto es recibir la comunión) y con la adhesión radical a los hermanos (esto es vivir la comunión).

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La Eucaristía es, en resumen, una competición de afecto con Dios, es el amor que se da y el amor que responde, un intercambio de amor, el amor que responde al Amor.

¿Cómo vivir esta realidad de la Misa? Y, sobre todo, ¿cómo hacer para que la liturgia de la Palabra sea verdaderamente amor, sea verdadero acto de culto?

Me he preguntado: ¿Qué haría yo si, de buenas a primeras, me dijeran que mañana tenia una audiencia con el Papa?

Ante todo me sentiría emocionado. Probablemente esta noche no dormiría. Pensaría cómo pasar una grabadora, a despecho de «los suizos», para poder volver a escuchar con calma lo que me dijera, pasadas ya las emociones, y poder sopesarlo y asimilarlo bien.

Para que la Liturgia de la Palabra sea en verdad «acto de culto» digno de estar a nivel con la Eucaristía debe ser:

1) Un escuchar atento;2) Para que sea atento, debe ser una escucha

deseada.3) Una escucha verdadera. No estoy ante la Palabra

para alardear de erudito, para discutir, sino para recibir. Ante una persona que amamos profundamente, se vienen abajo todas nuestras superficialidades, nuestro orgullo, las discusiones y los cuentos. Se escucha y basta, con buen cuidado de no perder nada de cuanto nos dice.

4) En la práctica diría que la escucha de la Palabra si es amor, si es cu/to, debe responder a estas características:

- ser una escucha atentísima,

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- ser una escucha amorosa,- ser una escucha generosa,- ser una escucha humilde.5) Una última observación. La escucha de la Palabra

debe tener una continuación en mí, dejar huella. Si se desvanece apenas salgo de la iglesia, seguro que no ha sido una escucha auténtica.

Me explico: acabado un examen, volvéis sobre aquella frase feliz, aquel concepto brillante, o sobre aquella tonta equivocación..., no lográis por algún tiempo quitároslo de la cabeza.

Igual, si habéis tenido una discusión acalorada, acabado ya todo, volvéis sobre determinadas expre-siones que se os han disparado o bien os han herido.

Si después de la Liturgia de la Palabra no os queda nada, sed honrados, debéis confesar que probablemente no habéis entrado en la Palabra de Dios, la habéis rozado apenas.

La Liturgia de la Palabra tal vez no ha sido para vosotros verdadero acto de culto como lo piensa la Iglesia.

Estabais allí, pero ausentes; las palabras llegaban al oído, pero no entraban en el corazón, no habías amado.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• En la oración al Espíritu Santo pide preparar tu corazón a la próxima Liturgia de la Palabra. Pide venerar la Palabra como el Cuerpo de Cristo. Lee con devoción el salmo 118.

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• Delante de Cristo prepárate a la oración de escucha. Pide espíritu de fe para cuando asistas a misa, pide no dejar caer ni una sola frase de la página de la Escritura que la Iglesia presenta.

Intenta escuchar la página que oirás proclamar en la misa. Sé práctico. Busca cuál será la «palabra de vida» más útil para ti. Escríbela.

• En la oración al Padre repite la «palabra de vida» que has elegido.

• Relee en la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite muchas veces: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas».

No te canses del shemá (Escucha, Israel), apréndelo de memoria y úsalo con frecuencia. Es la mejor oración que puedes hacer en la comunión eucaristica.

Deuteronomio 6, 4-7

Escucha, Israel:el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

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¿os palabras que hoy te digoquedarán en tu memoria,se las repetirás a tus hijos,y hablarás de ellas estando en casay yendo de camino,acostado y levantado.

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Cuarta Semana

LA ORACIÓN DEL CORAZÓN

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^Los primeros posos

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas

tus fuerzas» (Dt 6,5).

Los primeros pasos en la oración del corazón

Es difícil dar una definición de la oración del corazón, porque ha habido mucha confusión en la terminologia.

Comienzo por precisar qué entiendo por la palabra «corazón». No hablo, está bien claro, del corazón físico, sino de lo íntimo del hombre, la zona más recóndita de su ser, donde reside la plenitud del ser, donde el hombre encuentra a Dios y donde Dios puede encontrar al hombre.

Es la fuente viva del ser.«£7 corazón designa en la tradición oriental el

centro del ser humano, la raíz de las facultades activas del entendimiento y de la voluntad, el centro de donde proviene y al que converge toda la vida espiritual. Es el manantial profundo del que brota toda la vida psíquica y espiritual del hombre

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y a través del cual el hombre se acerca y comunica con el Manantial mismo de la vida» (E. Bhr-Sigel).

Cuando hablamos de «corazón» pensamos en esa «chispa divina» que por el Bautismo todo cristiano lleva en si y gracias a la cual el hombre puede entrar en contacto directo con Dios.

«Chispa divina» que Santo Tomás llama con su característico lenguaje «virtudes infusas». «Virtud» en el sentido de virtualidad, capacidad, facultad; «infusas» indicando que no provienen de nosotros, sino que nos vienen de Dios.

Para Santo Tomás las virtudes infusas son fe, esperanza y amor, que él concibe como un «organismo sobrenatural» que nos viene del Bautismo. Nosotros no podemos procurárnoslo con solas nuestras fuerzas, pero lo podemos desarrollar. Este organismo sobrenatural nos ayuda a comunicarnos con Dios.

Este es el «corazón» según todos los maestros de vida espiritual.

Oración de corazón es, por tanto, orientar a Dios en la oración lo más profundo de nuestro ser, esa chispa divina que hay en nosotros.

Precisado este concepto, podríamos intentar asi una definición descriptiva:

Oración del corazónes ponerse en sencillezante Diosen un profundo silencio interior,dejando a un ladopalabras, pensamientos, imaginaciones,abriéndole el más hondo interiorde nuestro ser,esforzándonos sólo en amar.

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Exige sencillez. La oración del corazón no se adapta a personas complicadas, no es útil a los escrupulosos, resulta imposible a los orgullosos (al menos a los que no se avergüenzan de su orgullo).

Exige profundo silencio interior y exterior. Deja de lado todas las palabras, todas las fórmulas; frena la imaginación, porque todo lo que rompe el silencio interior desbarata la oración del corazón.

Todo se reduce a amar. Pero, ¿qué es ese amor? Quizá nadie sepa precisarlo. Está hecho de mil cosas, pero no se reduce a ninguna de ellas.

Se sabe qué es amar a Dios después de la oración, pero es difícil decir qué es «amar a Dios» durante la oración. Preguntad a dos enamorados que viven lejos uno del otro qué es su amor cuando se escriben una «carta de amor". «¡Vaya pregunta!, os dirán, una carta de amor es una carta de amor», cada palabra irradia amor, puede escribirse con palabras sencillísimas, que al no enamorado no dicen absolutamente nada, pero que al enamorado se lo dicen todo.

Intentemos definir más sencillamente:Oración del corazónes entrar en un perfecto silencio interior,en un silencio que ama.La mamá que ama con infinita ternura a su bebé y lo

contempla en silencio mientras duerme nos da una idea de la oración del corazón. No sale una palabra de sus labios. ¿Necesita palabras un amor tan profundo? Cuando la amistad necesita palabras no tiene aún el sello del amor profundo.Pero hay una tercera definición de la oración que quizá

es mejor y puede expresar mejor el concepto:

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Oración del corazónes dejar que el Espíritu Santo,presente en nosotros,

ame al Padre en nosotros, con nosotros,por medio de nosotros.Es «dejar»: en realidad el Espíritu Santo presente en

nosotros siempre ama, pero hasta que nosotros no condescendemos, no entramos dentro de las riquezas de este amor.

La fuente mana continuamente, aunque nadie coja agua; cuando cogemos agua, la fuente «mana para nosotros». La oración del corazón es participación en esta acción incesante del Espíritu en nosotros, es dejarlo amar, o mejor, es amar con él, por medio de él, apartando todos los obstáculos que impiden su oración y favoreciendo con todos los medios a nuestra disposición esta relación íntima de amor.

Entendida así, la oración del corazón es el inter-cambio afectuoso entre el amor de Dios para con nosotros y nuestro pobre amor para con él, pero que, unido al amor infinito del Espíritu, ya no es pobre.

Sucede lo que el P. de Foucauíd decia genialmente:«Me mira amándome, le miro amándolo».Hablando de oración del corazón debemos precisar

que surgen no pequeñas dificultades en el uso de los vocablos.

La oración del corazón es tan antigua como la Biblia, la han practicado casi todos los santos, los padres del desierto eran en ella especialistas, algu-

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nos santos han sido sus grandes divulgadores. Pero ha sido designada con diversos nombres:

- oración de simplicidad,- oración de silencio,- oración de simple mirada,- oración interior,- oración de amor,- oración contemplativa.Entre los santos que más la han difundido recor-

damos, además de a los Padres del desierto, a Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Lisieux, Santa Isabel de la Trinidad y el Padre de Foucauíd.

El monaquisino ruso practicó siempre la oración del corazón (frecuentemente los ortodoxos la llaman «oración de Jesús», cuando llega a ser continua, cuando pasa «de la mente al corazón»).

La oración del corazón es, substancialmente, la respuesta a la vida trinitaria en nosotros.

Por qué es importante la oración del corazón

¿Por qué insistimos en la importancia de la oración del corazón?

Sobre todo por estos motivos:1) El camino más derecho para llegar a Dios es el

amor, no la inteligencia.2) El amor es la facultad interior más rica del

hombre y también la más importante: a Dios hay que darle lo mejor de todas las cosas, también lo mejor de nosotros mismos.

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La inteligencia es un instrumento inadecuado para alcanzar a Dios. Dios es demasiado superior a nuestra inteligencia.

El hombre con su pensamiento ¡puede elevarse tan poco sobre el mundo limitado! El hombre con su inteligencia se parece a un niño que quisiera que su cometa tocara el sol. Basta un golpe de viento, una ligera lluvia y la cometa se viene abajo.

¡Qué limitado es nuestro pensamiento cuando quiere elevarse a Dios! Llega a entender que Dios existe, llega a captar de Dios más lo que no es que lo que Dios es, y se pierde sin haber tocado tan sólo la orla del misterio de Dios.

Pero el hombre tiene una facultad muy superior a la fuerza de la cometa: es una facultad misteriosa, más potente que la inteligencia, que cuando se dirige a Dios va mucho más allá que la inteligencia: es el amor.

Los teólogos han sondeado el misterio de Dios bajo todos los puntos de vista, con estrategias diversas, pero ninguno de ellos ha entendido a Dios como los místicos. ¿Por qué? Los teólogos se valen de la inteligencia; los místicos, del corazón.

Un San Francisco ha entendido más que cualquier filósofo o cualquier teólogo: el hombre con el amor puede llegar más alto que con su inteligencia.

«Dios es amor», ha dicho el más grande místico cristiano, el apóstol San Juan: Por eso, cuando el hombre se hace amor, entra inmediatamente en sintonía con Dios, entra en su estela luminosa que lo eleva en alto, mucho más alto que pueda hacerlo la pobre inteligencia humana. Ya no se trata de una frágil cometa de papel, es una nave espacial de potentísima propulsión que desafia la gravedad y se enfila segura a su objetivo.

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LAS TRES POTENCIAS Inteligencia - Voluntad - Amor

MUNDO INTERIOR

¿No se dice que sólo el que ama puede comprender ciertas cosas? El amor da alas a la comprensión: sin amor la inteligencia es pobre, sin amor la inteligencia es limitada, sin amor la inteligencia es incapaz de alcanzar ciertas metas difíciles.

Todo nuestro mundo interior está regido por tres facultades, dones maravillosos de Dios que hacen grande al hombre: la inteligencia, la voluntad y el amor.

No hay acto interior que no esté influenciado por ellas, ;lll'':;^l'!'l':f;'tll:l,

¿Decidís hacer un gesto generoso con un hermano? De seguro que este acto ha nacido de vuestra inteligencia que ha visto con cierta profundidad el problema, después ha intervenido vuestra voluntad y, si os habéis decidido a realizar aquel gesto, es señal de que ha estado por medio el amor.

Aun un acto interior insignificante pasa por el cruce de estas tres facultades. ¿Decidís leer un libro, hacer una salida al campo? En el origen de vuestra decisión está la inteligencia que se plantea la cuestión sopesando pros y contras, después pasa sus conclusiones a la voluntad; cuando la voluntad reacciona positivamente, es porque lo ha hecho aprobar por la facultad que decide: el amor.

Es siempre el amor quien tiene la última palabra y pone en movimiento las decisiones de la voluntad.

El amor es la facultad más importante y quizá la menos aparente.

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Nosotros apreciamos más la inteligencia. Nos impresionan las personas que llamamos inteligentes, como nos llama la atención un señor bien trajeado. Si de nosotros mismos podemos decir: «Soy muy inteligente», nos ufanamos bastante, como cuando nos consideran ricos o elegantes. No nos halagaría tanto oír que dicen que «somos muy buenos».

También la voluntad la apreciamos mucho. Cuan-do se dice: ¡Es una persona de voluntad! se le hace un gran cumplido. Afirmar: «Tiene una voluntad de hierro» es un elogio que todos agradecen.

Sin embargo es el amor la facultad más importante. Las personas que más han influido en nuestra vida probablemente no han sido las personas más inteligentes o las personas más volitivas, sino las personas que más nos han amado. Esto significa que el amor es la facultad que nos penetra más hondo y deja más huella. El amor es un medio de alta potencialidad en nuestra vida.

Pues nuestra oración frecuentemente se apoya demasiado en la inteligencia. ¡Somos intelectualis-tas! Cavilamos mucho cuando rezamos. Pero,mientras la oración sea intelectualismo, profundiza poco en nuestra vida.

También tenemos el defecto de ser demasiado voluntaristas y en el fervor de la oración hacemos grandes propósitos que se transforman en humo apenas entramos en la vida real. En cambio no estamos entrenados a la oración de amor.

Si dirigiéramos todos nuestros esfuerzos al amor,nuestra oración incidiría mucho más en nuestra vida.

«Ama y haz lo que quieras», decía San Agustín. Tenía razón: cuando uno ama todas las demás facul-

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tades se activan y hacen dóciles. Cuando se ama, se entiende mejor.

¿Os apasionáis por la música, la literatura, el deporte? Vuestro pensamiento siempre se os irá a la música, a la literatura, al deporte. Y también vuestra voluntad: apenas tenéis un momento libre ya estáis escuchando música, leyendo un clásico o haciendo deporte.

Es muy importante dar en la oración campo al amor. El amor se las arreglará para agudizar la inteligencia y robustecer la voluntad y hacerla dócil a la voluntad de Dios.

Por eso debemos dar la máxima importancia a la oración del corazón.

El que se acostumbra a la oración del corazón agudiza el entendimiento y fortalece su voluntad. El que se acostumbra a la oración del corazón afronta los problemas sin muchos razonamientos porque su inteligencia se abre lúcida al misterio de Dios y su voluntad se hace tenaz y decidida para querer lo que Dios quiere.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Tienes mucha necesidad del Espíritu Santo porque el ejercicio de la oración del corazón no es fácil. Has de serle muy dócil e invocarlo con pasión, con fe.

Él es el protagonista de tu oración del corazón, debes darle campo libre para que contigo, en ti y por medio de ti ame al Padre. Suplica:

«Ven, Espíritu de amor, enséñame a amar».

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• Haz tu oración de escucha dirigiéndote a Cristo. Reconstruye la escena de Getsemaní. Allí Jesús te invita a la oración del corazón con las palabras que dirige a los tres apóstoles: «Quedaos aquí conmigo». Necesita su compañía, su corazón y... se le duermen. Repite con Jesús la más hermosa oración del corazón en Getsemani: «Padre, no se haga mi voluntad, sino ¡a tuya».

• Después intenta la oración del corazón volviéndote al Padre. Está allí, contigo, en ti, estásinmerso en El. Imita al P. de Foucauíd:

«Vb ¡e miro amándole, él me mira amándome». Ofrece al fin un acto de amor bien concreto.

Relee en la página 278: «Si quieres rezarbien»

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite hoy con frecuencia:«Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya».

La oración del corazón expresa tu opción radical por Dios. Hay un salmo que hoy te viene a medida: el primero del salterio. Si te decides por Dios, eres árbol frondoso que da fruto; si eliges el mundo y tu egoísmo, eres paja que disipa el viento.

Salmo 1

Dichoso el hombreque no sigue el consejo de los impíos,ni entra en la senda de los pecadores,

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ni se sienta en fa reunión de ¡os cínicos;sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. Sera como un árbol plantado al borde de la acequia:da fruto en su sazóny no se marchitan sus hojas,y cuanto emprende tiene buen fin.No así los impíos, no así;serán paja que arrebata el viento...El Señor protege el camino de ¡os juntos,pero el camino de los impíos acaba mal.

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Fundamentos bíblicos

"Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mt 14,36).

Para entenderlo mejor

«La oración del corazón es bajar a lo profundo de nosotros mismos para encontrar allí a Dios, quedándonos sin prisas en su presencia, amándole».

Es un intento de dar respuesta al mandamiento más importante de Dios (Jesús lo llama el primero y máximo mandamiento):

«Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas ¡as fuerzas».

Son expresiones diáfanas y de gran profundidad:«Escucha, Israel:el Señor nuestro Dios es solamente uno.Amarás al Señor, tu Dios,con todo el corazón,con toda el alma, con todas las fuerzas.

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Las palabras que hoy te digoquedarán en tu memoria,se las repetirás a tus hijosy hablarás de ellas estando en casay yendo de camino,acostado y levantado» (Di 6,4-7).Es una página de oro. La página de la santidad. La

página más importante del Antiguo Testamento. Son 4.875 los versículos del Pentateuco, pero lo versículos del shemá (¡escucha!) valen por todos. '

Es la página más rezada por Israel en todos los tiempos, aún ahora. Página empapada en sangre de los mártires de Israel, desde el Rabino Aquiba hasta los hornos crematorios.

En esta página se fundamenta todo el Judaismo y todo el Cristianismo.

Se encuentra en el segundo discurso de Moisés, después del decálogo, casi como un resumen de todo y le anteceden estas importantes palabras: «Seguid en todo e! camino que el Señor vuestro Dios os ha trazado: así viviréis y seréis felices» (Dt 5,33).

El amor de Dios no se propone como una opción, sino como un mandamiento. Jesús ha hecho una declaración solemne acerca de esta página:«Este es el primero y el máximo mandamiento» (Mt 22,38).

No se olvide que las prescripciones de la Ley, según la tradición judaica, eran 635.

Después Jesús añade: «£/ segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,39).

Y, por fin, la conclusión extraordinaria del Maestro: «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40).

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Por tanto aquí está toda la Biblia, está toda la revelación. Esta página debe fundamentar nuestra vida.

El amor de Dios está mandado en absoluto:«Amarás con todas tus fuerzas», esto es, sin limites. El amor del prójimo tiene otra medida: como a ti mismo. A Dios, todo; al prójimo, tanto como a ti.

Es interesante: el mandamiento más importante de Israel, el que resume todos los mandamientos, se hizo la oración principal de Israel hasta hoy. Se ha convertido en profesión de fe y profesión de amor.

Quizá esto quiera decir que se aprende a amar a Dios pidiéndoselo humildemente tres veces al día.¿Quieres llegar a amar a Dios con todas las fuerzas? Hazlo objeto de tu oración y lo lograrás:pídelo tres veces al día.

¿Tres veces? «Queden grabadas en tu corazón estas palabras», traduce la Biblia de Jerusalén. El mandamiento del amor sea el palpitar de tu corazón que nunca para.

Y añade: «Las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio ante tus ojos»: en toda acción y en toda intención debes amar a Dios con todas tus fuerzas.

«Las escribirás en /as jambas de tu casa y en tus puertas», para no olvidarlas nunca.

¿Pero cómo es posible no separarse nunca del mandamiento del amor? Precisamente haciendo de este mandamiento tu oración, cambiándolo en oración.

Si Jesús declara solemnemente que este es el mayor mandamiento, no podemos tomarnos a la ligera el deber de la oración del corazón: hemos de

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esforzarnos hasta hacer de ella el tejido de nuestra existencia.

Un refrán americano dice así: «Love works if you work at it»: el amor funciona si tú lo haces funcionar.

Hay amor, si lo cultivamos.Hay amor, si trabajamos para conseguirlo.

Hay amor, si sufrimos para defenderlo.La primera lección que aprender es ésta: Hay que

pedirlo con todas las fuerzas, con invencible constancia. Se llega a amar a Dios con todas las fuerzas, si con todas las fuerzas se lo pedimos.

Es la lección más importante de la vida.El amor comporta incontables decisiones. He aquí

por qué es sabio ligar este mandamiento de Jesús a la práctica atenta y constante de la oración del corazón.

La oración del corazón se convierte en el control de toda nuestra jornada, de todas nuestras acciones y relaciones, por ella pasa toda nuestra vida.

La oración del corazón se reduce a pedir aprender a amar a Dios con todas las fuerzas.

¿No sabes amar? ¡Pide aprender a amar! ¡Pide aprender a dejarte amar!

El shemá se incluía en un contexto de oraciones, salmos, bendiciones y lecturas bíblicas: el corazón del hombre se resiste a abrirse y, cuando se abre, tiene el peligro de no aterrizar en lo concreto.

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Fundamentos bíblicos: del Evangelio

1. «No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino quien cumple la voluntad de mi Padre del cielo» (Mt 7,21).

Son palabras que Jesús dijo en el contexto de las Bienaventuranzas: son de una importancia práctica grandísima.

Somos muy proclives a falsear nuestra relación con Dios: resbalamos fácilmente en buenos sentimientos, en bonitas palabras y tal vez dejamos que la vida siga su camino.

Estas palabras de Jesús preceden a la parábola de la casa edificada sobre la roca, parábola que ilustra precisamente la enseñanza de la búsqueda de la voluntad de Dios como fundamento único de la vida: «No todo el que dice: Señor, Señor...».

Es sintomático este hecho: Jesús, después de presentar el mensaje de las bienaventuranzas en el sermón de la montaña, concluye que la verdadera relación con Dios no está en la oración de palabras, sino en el amor concreto, y presenta el amor concreto como concreta obediencia a la voluntad de Dios.

Vivimos siempre en la tentación de dar a Dios algo que nos cueste menos que el amor concreto, pero a Dios no le interesa más que eso.

Es un constante riesgo la esquizofrénica oración del corazón, la disociación de la oración y la vida:hermosas efusiones espirituales, pero sin ninguna incidencia práctica.

El amor hecho de bonitas palabras le repugna a Dios que es verdad absoluta, porque el amor hecho

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de palabras está próximamente emparentado con la hipocresía.

Era precisamente la hipocresía lo que peor le sentaba a Jesús.

Cuando la oración del corazón no incide en el deber, en la caridad, en el despegarse del mal, en la vida de relación, caemos prisioneros de una oración del corazón esquizofrénica.

Es preciso tener el valor de la autenticidad, tener el coraje de denunciarnos a nosotros mismos:si no se ven los frutos de la oración del corazón, quiere decir que... ni oración, ni corazón.

¿Qué hacer para librarnos de semejante engaño?Lo importante es comenzar bien: todo consiste en

dar un alma profunda a la oración del corazón.Esta es el alma: asegurar a la oración del corazón el

punto de conversión y asegurar en él el armazón que sostiene toda la oración.

Está bien claro que para hacer un bordado se necesita una tela en que bordar.

La oración del corazón es ilusoria sino existe seria voluntad de conversión. Y el punto de conversión debe ser preciso, claro y concreto.

Después es preciso hacer bajar el fuego del espíritu sobre este punto de conversión, esto es, es preciso orar fervorosamente de modo que, acabada la oración del corazón, se active enseguida la vida.

2. «Van a una propiedad llamada Getsemaní y dice a sus discípulos: Sentaos aquí mientras yo hago oración. Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y comenzó a sentir pavor y angustia. Les dice: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos

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aquí y velad. Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: ¡Abbá, Padre, todo es posible para tí; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Me 14,32-36).

«Y sumido en angustia, insistía más en su oración. Su sudor se hizo con gotas espesas de sangre que caían en tierra» (Le 22,44).

Estamos ante la página más extraordinaria sobre la oración del corazón: una oración de Cristo tan profunda, tan apasionada, tan estremecedora que se recubre de sangre, se recubre de sudor de sangre.

Cuando queremos representarnos al vivo la oración del corazón, el modelo es éste: la oración sangrante de Jesús. No existe modelo más perfecto de oración del corazón.

«Los Evangelios recuerdan con frecuencia que Jesús oraba, que incluso pasaba noches en oración, pero ninguna de esas oraciones se presenta de modo tan profundo y penetrante como la de Getsemaní, ningún momento de la vida de Jesús fue tan decisivo» (Juan Pablo II).

El Papa llama a la oración de Jesús en Getsemaní su «prueba de amor», en otras palabras podemos decir su «oración del corazón».

Cristo toca el fondo de su anonadamiento. Lo confiesa él mismo: «Mi alma está triste hasta el punto de morir» y la prueba es el sudor de sangre.

Cristo experimenta también todo el peso de la debilidad humana: «Padre, todo es posible para ti, ¡aparta de mí este cáliz!», pero reacciona en la

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prueba suprema del amor: «Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».

Si nuestra oración del corazón es auténtica debe desembocar allí: No se haga mi voluntad, sino la tuya.

La oración de Jesús en Getsemani es la cumbre y la esencia de la oración del corazón.

Amar a Dios es sólo esto, pero es duro. Por eso la oración del corazón necesita silencio y tiempo. También Jesús ha necesitado tiempo y fortaleza. Y sumido en angustia insistía más en su oración».

En la oración del corazón hemos de implorar con intensidad la fuerza de Dios para nuestra voluntad. Jesús también lo hizo: «Y de nuevo, apartándose, oraba» (Mí 16,42).

Lo hizo por tres veces, precisa Mateo: «Dejando a los discípulos, se alejó de nuevo y oraba por tercera vez repitiendo ¡as mismas palabras» (Mt 26,44).

La repetición, la necesidad de ofrendar nuestra voluntad al Padre es una necesidad. En esta repetición, en esta insistencia está el amor, porque asi crece el amor. La repetición es una necesidad de nuestra debilidad.

Así debemos insistir en hacer rezar al cuerpo durante la oración del corazón. Si el cuerpo no reza, el alma se fatiga en la oración del corazón.

También Jesús lo hizo:«Cayó en tierra y suplicaba» (Me 14,35).«Cayó rostro en tierra...» (Mí 26,39).

«Puesto de rodillas oraba diciendo...» (Le 22,41).Cuando la oración del corazón resulta cansina,

adormecida, fría, urge pensar en Getsemaní, en la oración de Jesús sudando sangre.

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La oración del corazón o es amor o no es nada. Y el amor consiste en adherirnos del modo más perfecto posible a la voluntad de Dios.

Un amor que no se preocupa de esta adhesión es absurdo, cuanto más se interesa por ella, más se purifica, es más auténtico y libre de escoria humana.

El amor debe preocuparse de adherirse a la voluntad de Dios hasta que nuestra vida resulte ya sólo alegría de Dios.

Las demasiadas palabras estorban en la oración del corazón. Diciendo «¡Padre!» ya se ha dicho todo. Lo demás puede ser redundancia que estropee la oración del corazón.

La oración del corazón a veces necesita violencia. Jesús sudó sangre...

Y no nos vayamos por los cerros de Úbeda:perderíamos la voluntad de Dios que anda en lo presente, en lo inmediato.

3. «Dice a los discípulos: Sentaos aquí mientras voy allá a orar. Y tomando consigo a Pedro y a ¡os dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.

Entonces les dice: Mi alma está triste hasta el punto de morir, quedaos aquí y velad conmigo... Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y le dice a Pedro: ¿Con que no habéis podido velar una hora conmigo?» (Mt 26,36-40).

Centremos nuestra atención sobre la oración de los apóstoles.

Jesús los invita a la oración del corazón y ellos no le siguen: la debilidad y la superficialidad los envuelven.

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A los doce no les pide nada: "Quedaos aquí», pero aquel «Yo voy allí a rezar» era bien elocuente. Ciertamente no quería decir: Dividámonos el trabajo, vosotros dormid, que yo rezaré. Jesús esperaba una reacción generosa, pero incluso los tres elegidos (¿los mejores?, ¿los más cuidados por Jesús?) también ellos le decepcionan.

A los tres les pide la oración del corazón: una oración silenciosa y afectuosa junto al que tanto sufre: «Quedaos aquí y velad conmigo».

Completa decepción. Los tres discípulos prefieren dormir.

Es la última lección de oración de Jesús: fracaso total.

Del texto de Mateo parece que, por tres veces, Jesús les pide que estén despiertos, pero la superficialidad, la irreflexión, el cansancio los vencen.

El Señor no tenía necesidad de palabras, sino de afecto.

La oración del corazón es propiamente esto:dejar a un lado las palabras y dar a Dios el corazón.

La oración del corazón puede dar la, impresión de ser difícil. Pero no hay nada más fácil que hacerse presente, totalmente presente a una persona, dándole el corazón.

Pero, ¡hay que tener corazón! Y darlo.La oración del corazón se salta todas las forma-

lidades burocráticas y todos nuestros empalagosos fariseísmos, para apuntar a la esencia de la relación con Dios.

LQS tres discípulos no logran rezar porque no están preparados, ninguno ha pensado en prepararse.

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El fallo más frecuente de nuestra oración del corazón es precisamente la falta de preparación. Un tiempo de purificación, un poco de realismo, clarificar nuestra situación espiritual concreta es muy importante para fijar nuestra voluntad en la voluntad de Dios. Sobre todo es importante preparar el «punto de conversión».

La oración del corazón no es seria, si prescinde de la purificación, de tomar conciencia de nuestra pobreza.

Cuando los encuentra sumidos en el sueño Jesús dice: «Velad y orad para no caer... el espíritu está pronto, pero la carne es flaca».

La enseñanza es clara: para permanecer fieles junto a Jesús, basta pedir esta fidelidad.

La oración del corazón es ardua; pero si la pedimos, el Señor tiene todas las ganas de concedérnosla.

Las insidias más graves de nuestra debilidad son:- la mala voluntad,- el poco silencio,- las manos vacias,- el cansancio,- la indelicadeza,- la tibieza,- la búsqueda de gratificaciones.Si no vamos con tiento, nuestra oración del corazón

puede convertirse para Dios en una total desilusión.

• LA MALA VOLUNTADHay que tenerla bajo control. Se dispara sobre todo

en los comienzos. Comenzar bien es importantísimo.

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Pedir la fuerza de Dios sobre la voluntad débil cada vez que comprobamos nuestra debilidad, es el remedio más eficaz.

• EL POCO SILENCIOEs comenzar la oración con el corazón agobiado.

Cuando vemos que estamos muy distraídos es útilísima la táctica de comenzar a rezar mucho antes de comenzar nuestra oración.

Ofrecer al -Señor nuestra debilidad, humillarnos ante él, desear encontrarlo, expresar a Dios nuestro deseo de hacer bien la oración, son medios eficaces cuando la mente está disipada. Pero es necesario salir con tiempo: rezar antes de comenzar la oración.

• LAS MANOS VACÍASCreer que lo tenemos todo en orden no es sólo una

ingenuidad, es también una solemne inconsciencia. Hay temas sobre los que el Señor martillea sin cansarse. ¡Hay que responder! Allí hay que preparar el don de la conversión.

Puede haber faltas graves en el campo de la caridad, en el campo de los deberes y en cuestión de costumbres injustificadas. Puede haber deberes que nos saltamos con una inconsciencia de miedo.

Es un método sencillo y concreto preparar el punto de conversión para después invocar sobre él el fuego de la oración.

• EL CANSANCIO

En ciertos cansancios la mente no logra concen-trarse. ¿Qué hacer?

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La pereza diría: Deja la oración. Pero el amor no habla así, sino que aconseja: Reza de modo adaptado a tu cansancio, de modo relajado. Por ejemplo, siéntate a los pies del Señor, agradécele con sencillez y ofrécele tu cansancio, pero no desistas. También el cansado debe amar.

• LA INDELICADEZAEs estar con el Señor, pero no sacar lo mejor de

nosotros mismos. Es estar con el Señor, pero tomárselo a la buena. Es estar con el Señor, pero estar tranquilo con uno mismo y con sus problemas.

¡No! La oración del corazón exige empeño y radicalidad, decisión en cortar con la mediocridad.

Aguar la oración del corazón dejando la puerta entreabierta a las distracciones, no es serio, es engañarse salvando un poco las apariencias.

La oración del corazón es amar a Dios con todas las fuerzas, empleándose a fondo.

• LA TIBIEZAEs la pereza, peor, es la falta de amor. No es oración

del corazón la que pretende ir de bracete con el pecado, con los deberes descuidados, con la caridad hecha girones, con el juicio fácil, la lengua imprudente, la curiosidad, la mundanidad, la ambición, la búsqueda constante de quedar bien...

La tibieza es un parásito que enerva la oración del corazón.

La oración del corazón es una relación amorosa, verdadera, auténtica. No soporta la mediocridad interesada, decadente, inauténtíca.

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• LA BÚSQUEDA DE GRATIFICACIONESCuando hago la oración del corazón por la

satisfacción que me reporta o para sentirme superior a los otros o creyéndome ya casi un iniciado;cuando hago la oración del corazón y no acepto la monotonía y las pruebas de la aridez; cuando voy a la caza de satisfacciones y de compensaciones;cuando busco estar en paz, para eso, para estar en paz... todo esto es ir a la caza de gratificaciones. Y es un absurdo.

¡No! Debo agradecer lo que el Señor me dé, pero en el mismo momento del fervor debo saber distanciarme diciendo muy claro al Señor: «Gracias por este fervor, pero yo quiero sólo amarte».

Aceptar el fervor, pero no apegarle el corazón:el amor es lo que cuenta.

Aceptar con generosidad la oscuridad, la aridez, la monotonía y ofrecerlas generosamente al Señor.

¡Señor, con tal de que te ame con todas mis fuerzas!

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu quiere formarte a la oración profunda, por eso has avistado la oración del corazón. Ora sólo así:

«Espíritu Santo, que yo aprenda a amar». «Espíritu

Santo, llévame a la oración interior».

«Espíritu Santo, que yo aprenda a amar a Dios con todas las fuerzas».

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• Haz oración de escucha volviéndote a Jesús con las palabras del «shemá». Pide la gracia de amar al Padre con todas las fuerzas. Pregunta a Cristo con humildad por dónde debes comenzar a amar. No puedes hacer muchas cosas, pero puedes decidir muchas cosas después de la oración, si de verdad has escuchado a Cristo.

• La oración del corazón la harás sumergiéndote en el amor del Padre. No enturbies su presencia con palabras, imaginaciones o emociones. ¡Basta amar! Ofrece tu vida al Padre. Una hermosa oración del corazón:

«Padre, haz de mí lo que quieras».• Vuelve a leer una vez más en la página 278:

«Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite la invocación del P. de Foucauíd:«Padre, haz de mí ¡o que quieras».¿Conoces el salmo 116? Es el más corto de la Biblia, pero

es precioso. Es una oración impregnada toda de amor, construida sobre el infinito amor de Dios.

Salmo 116Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo

todos los pueblos. Firme es su misericordia con

nosotros, su fidelidad dura por siempre.

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¿Me amas?

«Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero» (Jn 21,17).

Una pregunta crucial

«Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?"' Le dice él: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Le dice Jesús: "Apacienta mis corderos".

Vuelve a decirle por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Le dice él: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas".

Le dice por tercera vez: "Simón hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: ¿Me quieres?, y le dijo:"Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero". Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras".

Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios» (Jn 15-19).

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Estamos ante otra página fuerte acerca de la oración del corazón. Por tres veces el Señor quiere que Pedro le profese su amor, que lo declare explí-citamente. Y es lógico preguntarse: ¿por qué lo hace? Lo hace porque adivina la necesidad que tenía Pedro de tal profesión: tres veces lo habíanegado y tres veces, delante de todos, le invita a proclamar su amor.

Es interesante este particular; a cada respuesta sigue una precisa consigna del Señor. Jesús le confiere una tarea y una responsabilidad solemne:«Apacienta mis ovejas», que significa: pruébame tu amor entregándote a los hermanos, siendo instrumento de salvación para tus hermanos.

Nuestra oración del corazón, necesita ser evaluada con la vida. Después de la oración del corazón debemos siempre probar nuestro amor. A la oración del corazón tiene que horrorizarle la palabrería.

Después de la tercera solemne declaración de Pedro, Jesús se lo pide todo: le pide que ofrezca su vida. Le dijo «Sigúeme». «Con esto indicaba la dase de muerte con que iba a glorificar a Dios».

No vale dejar nuestro amor balanceándose en abstracciones, embalado en suaves, delicadas palabras. Mientras nos mantengamos en el mundo de las palabras bonitas, no sabremos si de veras amamos. Entonces Jesús desbarata nuestra literatura y nos ayuda a evaluarla en lo concreto: «¡Apacienta!». Esto es: ¡Ayuda! ¡Salva! Para Pedro significa: instruye, organiza, entrégate y gástate por tus hermanos por amor a mi, porque yo te lo pido.

Siempre existe el peligro de que nuestra oracióndel corazón no baje a lo concreto. Jesús nos pide amor concreto.

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Vigilemos, pues, siempre que nuestra oración sea concreta: debemos levantarnos de los pies del Señor llevando en la mano la comprobación precisa de nuestro amor, un obsequio determinado, una conversión concreta.

Y procuremos que no sea un obsequio elegido sólo por nosotros, sino que sea elegido por él, querido y elegido por él, esto es, madurado en la oración.

Podemos estar jugando al escondite con los problemas que escuecen y así, ni siquiera verlos.

Pedro probablemente hubiera ofrecido otra cosa al Señor, el Señor en cambio le pide que haga bien de jefe, un jefe capaz de apacentar, esto es alimentar el rebaño, un jefe tan comprometido en su tarea que esté dispuesto a jugarse la vida al llegar la persecución.

Cierto que a un pobre pescador de Galilea lo último que se le hubiera ocurrido es embarcarse para Roma y enfrentarse nada menos que al imperio romano (pensemos sólo en la barrera de la lengua y la cultura); pero Jesús había decidido que Pedro fuera un jefe valiente y emprendedor, lleno de fe, capaz de desafiar la mayor civilización del mundo, aun sin preparación cultural: este era el obsequio que Jesús esperaba de Pedro.

Un obsequio bien exigente: ser un jefe a la altura de la situación, pronto a afrontar la persecución. Había sacrificios más a mano, pero Jesús le pidió éste.

En la oración del corazón debemos insistir e insistir: «Señor, ¿qué quieres de mi?», hasta entenderlo bien y después arrancar con la fuerza de Dios.

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La respuesta de Jesús a la decisión de Pedro de querer amar de veras al Maestro «más que todos ¡os demás» es desconcertante y quizá le cogió de sorpresa: Pedro tendrá que amar hasta derramar la sangre.

En el episodio hay una oración conmovedora que nos servirá en los momentos de debilidad:

«Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero».Hemos de estar muy agradecidos a esta oración estupenda,

una de las más hermosas oraciones del corazón humano:

¡Tú lo sabes todo! Lees en los repliegues de mi alma,sabes que soy sincero,sabes que puedo ser sincero y... débil,sabes que tengo buena experiencia de mi villanía,sabes que hace poco te traicioné,pero sabes también que ahora no te traicionaría nuncaaunque me despedazaran,sabes que estoy decidido a entregar mi vida...si tú me das fuerza.

Frecuentemente nuestras palabras nos superan:son más grandes que nuestro amor. El Señor lo sabe. Hemos de saberlo también nosotros y detenernos largamente en la oración del corazón en la necesidad de no decepcionar al Señor llenándonos la boca sólo de palabras bonitas.

Una escena grandiosa

«Junio a la cruz de Jesús estaba la madre...Jesús, viendo a su madre y junto a ella el discípulo a quien

amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí

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tienes a tu hijo". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,25-27).

María, junto a la cruz, es una lección impresionante de oración del corazón.

La última clase de oración de Jesús a los doce fue en Getsemaní, donde asistieron a su impresionante oración de amor al Padre, a la oración del corazón que le hizo sudar sangre.

Ahora, en el Calvario, es María la gran maestra de la oración del corazón.

María está allí, crucificada con Cristo. No hace nada, no habla, no llora, sólo está alli crucificada con él, ayudándole a morir.

Cuando nuestra oración del corazón sea un estar delante de Dios, prontos a todo por él, ofrecidos, anonadados a sus pies, aquella será nuestra más perfecta oración del corazón.

No hay que hablar, basta amar. No hay que

decir, basta ofrecerse. No hay que agitarse,

basta darse.

María no podía estar en otra parte: está allí, porque allí está su amor. Cuando amamos no podemos hacer más que oración del corazón. Advertimos que todo lo demás no es suficiente:estar alli y amar.

Pero, estemos atentos. Podemos amar y quedarnos parados. La oración del corazón es una flor que debe dar un fruto. La oración del corazón siempre debe producir una conversión.

¿Para que está María junto a la cruz? ¿Para llorar? No. Dice Jean Vanier: «No está alli para lamen-

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tarse... "Ahora me quedo sola". Está alli porque sabe, en su fe, qué es el misterio del sufrimiento, sabe que aquella es la hora de Jesús, la hora de la redención».

La verdadera oración del corazón es el despojo de nosotros mismos, es estar allí entregando al Señor lo mejor de nosotros mismos, en cuanto somos capaces.

«María ha creído el misterio del sufrimiento de su Jesús y quiere estar con él, quiere vivir este misterio con él, no quiere huir. Está alli y dice: "Junto a ti, me ofrezco al Padre para la salvación del mundo". Ha descubierto la misteriosa fecundidad del sufrimiento» (Jean Vanier).

La oración del corazón es ese estar alli, amando con él, por él y en él; entregándole todo con él, por él y en él; ayudando a todos con él, por él y en él.

La oración del corazón tiene necesidad de implicar a otras personas e intenta ser un grito de amor por los que no saben amar, un grito de gratitud por los que no agradecen, un grito de súplica por los que no saben rezar.

La oración del corazón debe pasar a ser una inmolación por los otros: debe ser toda amor de Dios y toda amor de los hermanos.

Son tres las señales que caracterizan la verdadera oración del corazón:

1) que sea amor y no búsqueda de consuelos;2) que estemos bien presentes a Dios, en el silencio

de todo otro pensamiento o divagación;3) que Dios sea el verdadero centro de nuestra

oración.

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Cuando se dan estas tres condiciones, estamos en verdadera oración del corazón.

Cuando la oración del corazón se hace en el silencio de nuestra petición de fe y de amor es muy acertado que sea una petición para hoy.

Esta concretez es determinante para la eficacia. Más aún, es muy importante que nuestra petición de fidelidad no sólo se concentre sobre el hoy, sino que se especifiquen las circunstancias de la jornada en que nuestro amor tendrá más necesidad de atención y ayuda.

«Junto a la cruz de Jesús estaba María, su madre...»No lo evocamos con suficiente realismo: una madre

ante el hijo torturado, escarnecido, crucificado debería estar necesariamente al límite de la desesperación.

María no. María está al limite de su inmolación.En silencio, inmolada con Jesús, ofreciendo al

Padre con Cristo hasta las más íntimas fibras de su corazón. Esta es María en el Calvario, ésta su oración del corazón.

Por más que nos esforcemos no podemos hacernos cargo del sufrimiento de María en su oración del corazón.

El Calvario fue su Getsemani, su pasión, su inmolación.

Una madre impotente ante la tortura de su hijo habría gritado: «¡Crucificadme a mí en lugar de a mi hijo!». María en el Calvario es una crucificada sin cruz, es una inmolada sin derramamiento de sangre. Traspasada sin clavos.

Esta presencia de sufrimiento y laceración, toda silencio y toda inmolación, nos hace pensar en

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nuestra responsabilidad en la oración del corazón:es fácil confundir el silencio con un vacío de hecho, intercalado de distracciones.

El silencio hay que organizarlo, hay que soste-nerlo, hay que nutrirlo de profundidad. Si el silencio se ve aventado por las distracciones, es conveniente convertirlo en un grito del corazón. La oración de súplica puede ser también verdadera oración del corazón.

En cambio, cuando el silencio funciona, hay que preferirlo a las palabras.

Frecuentemente en el silencio nos sorprende la pesadez y hasta el tedio, pero si amamos, hemos de reaccionar con decisión.

Quizá la oración del corazón debiera implorarfrecuentemente el auxilio de María: «Ruega por mí, pecador».

Ella sabrá dar consistencia a nuestra buena voluntad de orar.

Un medio importantísimo y eficaz es dedicar un largo espacio de la oración del corazón a pedir al Espíritu Santo la capacidad de amar. Este es preci-samente el papel del Espíritu en nosotros: ser el apoyo de nuestro amor.

María, junto a la cruz, nos enseña que la oración es un entregarnos a Dios, un generoso ofrecimiento a Dios, una inmolación con Cristo.

La oración del corazón es el principio de la jornada. La jornada demostrará si en el silencio hemos sabido amar de verdad.

Si hemos sabido amar intensamente, toda la jornada estará marcada por aquel momento de gracia.

No hagamos la oración del corazón más difícil de

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lo que es. Hecha bajo la forma de ardiente e

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incesante súplica al Señor resulta facilísima. Es, en verdad, una oración de pobres.

Hay que ofrecerla animosamente a los pobres. ¿Quién no puede gritar su fe al Señor? El ciego de Jericó no necesitó de ninguna escuela de oración para aquella oración del corazón que hizo que Jesús se parara y lo llevará a obrar el milagro.

No aprisionemos la oración del corazón en esquemas prefabricados: ¡El amor no sabe de esquemas!

El amor no los soporta, vayamos al núcleo:¡Amar, estar allí! Y que él sea el centro de nuestra atención, eso es todo.

Y después, ¡miremos a Jesús con los ojos de María! Si María estuviera arrodillada junto a mí haciendo oración, ¿qué haría, qué diría, cómo amaría?

No es una rareza pensar en esta presencia. En la comunión de los santos que me liga a María, ¿por qué no puedo implorar con fe su presencia junto a mí para que haga verdadera y profunda mi oración del corazón?

Es fundamental la oración, pero lo es más la post-oración: la relación de amor debe convertirse en obediencia, proyectarse en la vida.

No hay amor sin obediencia. El que ama obedece. El que ama entrega toda la propia libertad, toda su voluntad a Dios.

Procuremos proyectar con claridad en el hoy nuestro amor, intentemos precisar las especiales circunstancias en que hoy, con la ayuda de Dios, queremos demostrale nuestro amor.

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EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu está impaciente de que tú llegues a la oración del corazón. Si has sido constante hasta aquí, te habrás fijado que, desde el primer día, se te ha inculcado la oración del corazón aun sin hablar de ella.

Pero ahora no te debes parar, debes acostumbrarte a tenerla y no abandonarla nunca. Ruega al Espíritu:

«¡Haz que mi oración sea amor! ¡Que pase de las palabras a la acción, que mi oración sea conversión seria y constante!».

• Jesús, en la ribera del lago de Genesaret te espera para hacerte entender la oración del corazón. Escúchalo:

«Jesús, ¿cómo debo ejercitarme?».• El Padre te acoge ofreciéndote su amor infinito.

Haz silencio y ama. Intenta unirte a María en su oración del corazón: su oración en el Calvario fue amor en estado puro. Invócala con fe. Únete a ella mientras te sumerges en el amor del Padre. Toma enseguida una resolución concreta. Relee en la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite la invocación de Pedro:

«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».

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Hay un salmo que habla de la purificación del corazón: podría servirte para empezar siempre tu coloquio con el Espíritu al inicio de tu oración. Es un salmo bueno para preparar la oración del corazón, es un salmo que implora la conversión y la «sinceridad» del corazón.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por fu inmensa compasión borra mi culpa;lava del todo mi delito,limpia mi pecado.Pues yo reconozco mi culpa,tengo siempre presente mi pecado:contra ti, contra t¡ sólo pequé...Te gusta un corazón sincero,y en mí inferior me inculcas sabiduría...Lávame y quedaré más blanco que la nieve.Hazme oír el gozo y la alegría...Aparta de mi pecado tu vista,borra en mí toda culpa.Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme...Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso...Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza.

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4i

Amar es dejarse amar

«Si alguno me ama, mi Padre lo amará» (Jn 14,23).

Primera etapa: amar

El camino de la oración del corazón no acaba nunca, porque el amor no tiene fin, siempre tiene nuevas intuiciones. Lo que hoy intuimos necesita de ulterior maduración y lo que logremos mañana prepara el camino que deberemos recorrer pasado.

Me gusta presentar la oración del corazón como un ejercicio de maduración en el amor, un camino que desarrolla nuestra capacidad de amar.

Digamos que son tres las etapas de la oración del corazón. La primera es aprender a amar.

En esta etapa formamos la osatura de la oración del corazón, hemos de crearnos una mentalidad nueva.

Rezar no significa decir palabras. Orar es amar.Desde que Jesús nos ha dado el modelo de la oración

enseñándonos el «Padrenuestro», hemos de entender que la oración es sólo esto. Es amar. Lo

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hemos dicho: el Padrenuestro está formado con siete peticiones de amor, que son también siete decisiones de entregarnos a Dios, de amarlo.

La oración o es amor concreto, o es engaño e ilu-sión. Debemos formarnos una mentalidad correcta que no tema desmantelar lo que haya que desmantelar.

¿Cómo ejercitarnos en hacer que nuestra oración sea amor?

• FORMACIÓN EN EL SILENCIOAnte todo, hemos de formarnos en el silencio. «Dios es honrado con el silencio», dice Santo

Tomás, porque todo lo que se pide y se piensa deél es inadecuado a él.

Quien tiene miedo al silencio no se forma a laoración. Silencio exterior e interior.

Es necesario entrenarse en el silencio físico. Estar serenos, relajados, dueños de nuestro cuerpo durante la oración.

Silencio de palabras y de todo fatuo verbalismo.Silencio de los ojos: los ojos cerrados o fijos en la

Eucaristía.Silencio de la fantasía: parar con suavidad la

imaginación para que no mariposee y no moleste.Silencio de las emociones.Silencio de la mente: basta sólo un pensamiento,

«estar presentes al Eterno Presente».Silencio de la voluntad: querer sólo una cosa, estar

presente ante Dios y amarlo con todas las fuerzas.Silencio del corazón: ¡amar! Decidirse a amar,

querer aprender a amar con todas las fuerzas.

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Es necesario escoger una lugar apto donde pueda darse esta concentración profunda y serena en Dios.

Es importante hacer rezar también al cuerpo.La posición óptima que proponemos como

entrenamiento es estar perfectamente de rodillas, con los brazos relajados a lo largo del cuerpo, los hombros atrás para permitir una respiración tranquila y regular. Ayuda mucho a la concentración.

• BAJAR AL CORAZÓN

El silencio no es aún oración, es sólo su prepa-ración.

Cuando hemos creado este clima de silencio, bajemos con la mente a la profundidad de nosotros mismos: allí se da el encuentro con la presencia de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es fundamental para nosotros la enseñanza de Jesús: «Si alguno me ama... mi Padre ¡e amará, y vendremos a él, y haremos morada en é¡» (Jn 14,23).

Es conmovedora la enseñanza de Pablo a los primeros cristianos: «¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?» (1 Co3,16).

• NO HABLAR, NO RAZONARY SOBRE TODO NO FANTASEAR. ¡AMAR!

Concentrar todo nuestro ser en-la presencia de Dios en nosotros y responder a esa presencia amando.

No es necesario hablar: el amor no necesita palabras. Las palabras turban la concentración.

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¡Amar! Pero, ¿cómo? Es difícil responder. Estar a gusto, con alegría, en la presencia de Dios es ciertamente amar, pero nos damos cuenta de que esto no basta. Recordamos la advertencia de Jesús:«No el que dice: "Señor, Señor"... sino el que hace la voluntad del Padre».

Y entonces nos damos cuenta de que el amar está en los hechos, no en los sentimientos y en las palabras.

¿Qué hechos? ¿Qué puedo hacer mientras estoy allí inmóvil ante Dios? El amor está en los hechos y los hechos comienzan en las decisiones. Aqui es donde se dispara el amor.

• LA ORACIÓN ANTES DE LA ORACIÓNA estas alturas, hemos de darnos cuenta de que la

oración necesita preparación.Si los hechos comienzan en las decisiones, es

urgente tomar decisiones concretas, precisas y com-prometedoras. Pero las decisiones no se improvisan, requieren calma, reflexión y sondeo interior.

Por esto decimos que normalmente no es bueno comenzar la oración del corazón sin haber precisado en nuestra conciencia un compromiso práctico acerca del problema vital que nos sea más acuciante.

• EL PUNTO DE CONVERSIÓNAconsejamos no comenzar la oración del corazón sin

dedicar un tiempo a la purificación y al arrepentimiento.Es urgente precisar en nuestra conciencia lo que

llamamos nuestro punto de conversión. Al principio todo esto puede parecer demasiado estu-

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diado, pero después se constata la necesidad. No es pesado, es sencillamente lógico.

La oración, en la tradición de la Iglesia, comienza siempre con un acto penitencial, con la purificación y el arrepentimiento.

La oración del corazón no escapa de esta lógica, antes la reclama fuertemente. El momento en que se formaliza el querer estar en la presencia de Dios, no para decir palabras, sino para amar, es el momento en que nace la necesidad de que el amor sea voluntad de conversión.

• NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LO QUE TÚ QUIERESPrecisar bien el punto de conversión, está en eso

todo nuestro amor concreto al Señor. Y la oración del corazón se concentra espontáneamente en un sí generoso, en un heme aquí, se expresa en la oración de Jesús: «Padre, no se haga mi voluntad, sino lo que tú quieres».

No existe una oración del corazón más perfecta que la oración de Getsemani. Entonces, este amar silencioso es un ofrecer de modo decidido y fuerte la propia voluntad a Dios.

Este silencio que ama hace bajar el fuego del Espíritu Santo sobre la voluntad para que sea dócil y generosa, fuerte y concreta en seguir en todo y con docilidad la voluntad de Dios.

El punto de conversión ayuda a precisar y concretar.

• EL ENTRENAMIENTO DEL ATLETALa oración del corazón viene a ser como el

entrenamiento del atleta. El atleta no se forma con

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esporádicos ejercicios de voluntad, sino con un entrenamiento sistemático.

El atleta se fragua en la paciencia. La paciencia forma a la oración del corazón.

Es fatigoso. Pero el primer fruto de la oración del corazón es precisamente la necesidad de orar así, amando, en silencio.

Las palabras fastidian, se siente la necesidad del silencio. Se ha entendido que el término final de todo el camino es la oración que a Jesús le costó sudor de sangre.

A los principiantes se les sugiere dedicar un cuarto de hora a la purificación, a fin de crear el clima de profundo silencio interior y preparar así el «punto de conversión» examinando la conciencia. «Señor, ¿qué quieres que haga? Señor, ¿cuál es la conversión más urgente en mi? ¡Enséñame a cumplir tu voluntad!».

• LA ORACIÓNHECHA DE UNA SOLA PALABRA

Es difícil el silencio que ama. ¿Cómo facilitarlo y

sostenerlo?

Vemos que el medio más práctico y eficaz para sostener el silencio es repetir una palabra breve, densa. Puede servir la sencilla palabra Jesús, o Padre, o bien Espíritu Santo.

Puede ser útil repetir: «Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador».

Puede valer una frase del Evangelio.Pero la experiencia enseña que cuanto menos se

habla, más fácil es la concentración.

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Muchas veces ayuda acompasar la respiración con la repetición del nombre de Jesús.

Segunda etapa: dejarse amar.Estamos en la segunda etapa de la oración del

corazón. Claro que esta forma de hablar es impropia y hemos de entenderla bien.

Se comprende: cuanto más se ama, más se siente la necesidad de concentrar la atención en el amor de Dios para con nosotros y abandonarse a él.

¿No ha dicho Jesús: «Me revelaré a quien me ame»?

Cuanto más la oración se hace amor, más se abren los horizontes del amor que Dios nos tiene, y resulta más urgente dejarse invadir por ese amor.

• ¿NO SABES AMAR? ¡DÉJATE AMAR?!

Puede suceder que, en el camino de la oración del corazón, se presente fuerte la necesidad de concentrar toda nuestra atención en Dios y en suamor. Creemos que es un avance en la maduración de la oración del corazón.

Al principio se siente la necesidad, bajo la acción de la gracia, de ser muy concretos en el

amor. Se acentúa así nuestra responsabilidad de conversión.

Después, en cambio, el amor de Dios concentra toda la atención.

¡Dejarse amar!

Si amar es difícil, todos deberían ser capaces de dejarse amar. En realidad es un paso de maduración en la oración del corazón.

Importa mucho, al principio de la oración, aban-donarse en una humilde y fervorosa invocación del

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Espíritu Santo para que nos enseñe a amar, para que nos enseñe a cambiar la oración en amor, para que nos ayude a entender el amor de Dios y a acogerlo, aprendiendo así a dejarnos amar.

• EN RESUMEN,¿QUÉ ES ESTE DEJARSE AMAR?

Dejarse amar es estar totalmente presentes a Dios y estarle totalmente disponibles.

Dejarnos amar es poner a Dios y su voluntad en el centro de nuestro existir, abandonándonos a él.

P. de Foucauíd lo decía así en la oración:«Haz de mí lo que te plazca;estoy pronto a todo, lo acepto todo,

con ta! de que en mí se cumpla tu voluntad.... No deseo nado más, Dios mío.

Es para mí una exigencia del amor darme,ponerme en tus manossin medidacon una confianza infinita...».Dejarse amar es entonces elegir en todo y por todo la

voluntad de Dios.Dejarse amar es la decisión de ser, aun en las cosas

pequeñas, alegría de Dios.

• LAS DISTRACCIONESSon el tormento de la oración del corazón. Si la

oración vocal está sometida a la prueba de las dis-tracciones, la oración del corazón, siendo toda oración de silencio, lo está mucho más.

Pero hasta las distracciones pueden aportar a la oración del corazón algo positivo. Basta cambiar de táctica.

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Normalmente las distracciones nos ponen molestos, nos disgustan. ¡No! Toda distracción nos trae una luz para el conocimiento de nosotros mismos.

Si a la distracción respondemos con calma, mirándola de frente y preguntándonos: ¿Qué me dice esta distracción? Frecuentemente advertimos que la distracción ilumina algo importante para nosotros. Pone en evidencia una miseria nuestra, una mezquindad o un problema.

Tomemos entonces aquella miseria, aquel problema que escuece y presentémoslo al Señor desde nuestra pobreza: «Ya ves, Señor, cómo soy. ¿Ves qué necesidad tengo de ti? ¡Cúrame, Señor!».

Así la distracción da calor y color a nuestra oración de silencio.

• TRES CONTROLESEs importante volver incesantemente sobre la verdad

de la oración del corazón, porque la oración del corazón se puede deteriorar fácilmente.

Hay que asegurar estas tres condiciones:- que nos mantengamos presentes a Dios, presentes

al Eterno Presente;- que el centro de la oración sea Dios y no nosotros,

él y no nuestros problemas;- que nuestro estar ante él sea, de veras, amor.Si se dan estas tres condiciones, la oración del

corazón es sólida y consistente.Se entiende, por tanto, que la oración del corazón no

es fácil cuando la mente está cansada y el corazón agitado. Hay que vigilar la calma.

La oración del corazón proporciona las más grandes alegrías de la intimidad con Dios.

Es una gran escuela de santidad.

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EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• Dirígete al Espíritu Santo con el salmo 50. Pide la gracia del silencio interior. Si no logras silencio interior te es imposible hacer oración del corazón. Pero el Espíritu Santo está contigo y quiere tu oración profunda más de cuanto la quieras tú.

• Después centra tu atención en Cristo. Toma en la mano una de las páginas del Evangelio acerca de los fundamentos bíblicos de la oración del corazón y medita, escucha, pregunta a Cristo. Termina pidiendo:

«Señor, ¿cuál es el primer paso que he de dar para acostumbrarme a la oración del corazón?».

• El tiempo dedicado al Padre debes vivirlo intensamente. No hagas discursos. Está en su presencia y ama. Intenta hacer tuya la oración del P. de Foucauíd:

«Haz de mi lo que quieras».Vuelve a leer en la página 278: «Si quiere rezar

bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

«Padre, no se haga mi voluntad, sino lo que tú quieres».El salmo 39 es la invocación de un pobre pecador que

intenta hacer oración del corazón. Puede servirte mucho.

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Salmo 39

Yo esperaba con ansia al Señor:él se inclinó y escuchó mi grita;me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa;afianzó mis pasos sobre roca y aseguró mis pasos;me puso en la boca un cántico nuevo,un himno a nuestro Dios...Dichoso el hombre que ha puestosu confianza en el Señor...Cuántas maravillas has hecho,Señor Dios mío,cuántos planes en favor nuestro...Superan todo número...Dios mío lo quieroy llevo tu ley en las entrañas...Se me echan encima mis culpasy no puedo huir;son más que los pelos de mi cabeza... Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí.

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Comunicar amor

«Venga a nosotros tu Reino» (Mt 6,10).

Tercera etapa: comunicar amor

La larga oración sacerdotal de Jesús en la última cena es una grandiosa oración del corazón, que irradia amor sobre toda la humanidad.

A ejemplo de Jesús, nuestra oración del corazón, a un cierto momento, siente la necesidad de abrir horizontes, de comunicar amor, de derramar amor sobre todos.

«Que Dios sea todo en todos», decía San Pablo a los cristianos de Corinto (1 Co 15,28).

«Venga a nosotros tu Reino», nos ha enseñado a rezar Jesús.

Por esto, en el camino de la oración del corazón, es urgente llegar pronto a implicar a todos en nuestro amor.

• UNA ORACIÓN QUE PIDE AUXILIO

Hay una oración que abraza de verdad todo:«Jesús, dame tu corazón».

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Cuando rezamos asi, pedimos en verdad todo lo que el Señor querría darnos.

No es posible pedir más. Cuando en el silencio de la oración del corazón pedimos el corazón de Cristo, nosotros tributamos a Cristo el mayor homenaje de amor, como si repitiéramos con Pedro:«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo».

Hay que hacerlo con audacia. «No obtiene cosas grandes, quien tiene miedo de pedir cosas grandes» (Guillermo de St. Thierry).

Debemos sentir la necesidad de pedir para todos el corazón de Cristo, hasta que «Cristo seo todo en todos».

Pedirlo para las personas que amamos, pedirlo para las personas que nos están confiadas, pedirlo para las personas que no amamos y que no nos aman.

¡Qué grande es la oración del corazón cuando se hace por los enemigos!

Debemos aprender a irradiar amor sobre los res-ponsables de los grandes problemas mundiales en la Iglesia, en el mundo; sobre los responsables de la vida política, de la economía, de la paz. Sobre todos.

Pero estemos atentos: que nuestra oración sea amor. Que la oración por los otros, mientras pide amor, revierta sobre nosotros pidiendo ante todo para nosotros la conversión, esto es, el amor.

Señor, ante todo, cambíame. ¡Dame tu corazón, ante todo, a mí que soy un pecador!

• UNA IDEA LUMINOSAUna táctica que parece inteligente: cuando pedimos

el corazón de Cristo, no dejemos en abstracto nuestra petición, pidamos con inteligente precisión:

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¡Señor, dame tu corazón!Te lo pido para hoy,porque mañana lo procurarécon la oración de mañana.Nos parece más inteligente orar así.¿No nos enseña Jesús a pedir el pan de cada día?

Puntualizar la necesidad del corazón de Cristo para hoy, hace que todo el día adquiera una sensibilidad nueva a los acontecimientos, a las personas, a los deberes.

Rezar para vivir con fidelidad a Cristo, con el corazón de Cristo, todos los acontecimientos de hoy, despierta vivamente la atención a la voluntad de Cristo para los momentos críticos de la jornada, cuando se insinúe la desgana, cuando la maldad quiera abrir brecha, cuando el fervor decaiga.

Y todo debe ser dicho con pocas palabras (bastará el nombre de Jesús para decirlo todo) verificando la autenticidad de la oración que hacemos. También aquí sirven tres condiciones:

- estar bien despiertos y presentes,- que Dios sea el centro de todos los pensamientos,- que todo sea amor.

• ASÍ HABLAN LOS MAESTROS¿Es pesado orar asi? Dice el monje ruso Teófa-nes:

«Nada se logra sin esfuerzo. La ayuda de Dios está siempre preparada y cerca, pero se da sólo a los que la buscan y se afanan».

Y después... «¡El que ama no se cansa!» (G. de St. Thierry).

Se entiende el por qué Simón Weil ha escrito:«La atención es la esencia de la oración; la calidad

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de la atención está estrechamente unida a la calidad de la oración».

Observa P. Pennington: «La verdadera oración no está construida con nuestras palabras, sino con nuestro esfuerzo de estar presentes ante él».

No esperes nada, quédate sólo ante él y deja que suceda lo que él quiere...

Dios hubiera podido crear nuestra cabeza de otra manera: ponernos un interruptor que ahogase la fantasía cuando queremos concentrarnos, otro interruptor para apagar la memoria, otro para moderar la sensibilidad. Dios en cambio ha querido dejarnos con todos esos obstáculos a nuestra reflexión y a nuestra concentración. Tales obstáculos son muy necesarios para probarle nuestro amor cuando nos dirigimos a él.

Es por su misma sencillez que se hace difícil la oración del corazón. Nosotros preferimos las cosas complicadas, especiales, que exigen ingeniosidad de forma que brille satisfecho en algún modo nuestro yo.

Nos gusta complicar las cosas y asi complacernos de nuestra capacidad. Pero en la oración del corazón, que consiste toda en ir a Dios y dejarle hacer a él, entra poco la autocomplacencia y la autoestima.

La oración del corazón, al ser una oración profunda, abre el camino a los dones del Espíritu Santo.

Quien ha aprendido la oración del corazón debe transmitirla a los otros. Es un deber de justicia.

El poeta libanes Kahiil Gibran tiene una estupenda intuición acerca de la oración del corazón:

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«Cuando amas no tienes que decir: Tengo a Dios en el corazón, di más bien: He entrado en el corazón de Dios».

En eso está toda la oración del corazón: entrar en el corazón de Dios.

• UN GRAVE ABSURDO: EL PECADO TRINITARIO

El conocido teólogo Bruno Forte habla de «la más profunda contradicción del catolicismo».

Hace dos mil años que la Iglesia practica y enseña la oración trinitaria y los cristianos no la han aprendido aún. Se ha producido, escribe, «un destierro de la Trinidad. La Trinidad, de hecho, aparece como un abstracto teorema celeste».

Kant ya decia que el misterio trinitario se había convertido en «un abstracto teorema que nada tiene que ver con la vida de los hombres, con sus lágrimas, con sus sudores».

¡La culpa es nuestra! El misterio trinitario ha de ser el centro de nuestra oración del corazón.

• UNA PROPUESTAPara quien ha llegado a practicar la hora de

adoración he aquí una propuesta para bajar al misterio trinitario.

El primer cuarto de hora dedicarlo todo al Espíritu Santo para implorar amor, para aprender a amar, para buscar con él el «punto de conversión». Para ejercitarse en amar.

El segundo cuarto de hora dedicarlo todo a Jesús y a dejarse amar concentrando la atención en su amor, leyendo la Palabra de Dios y ahondando en su amor.

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El tercer cuarto de hora dedicarlo todo al Padre abandonándonos a su voluntad y para comunicar amor. «¡Padre mío, mi todo!» «¡Dame el corazón de Cristo, te lo pido para hoy, para las circunstancias más criticas de hoy, y da el corazón de Cristo a... todos!»

El último cuarto de hora dedicarlo a gozar la presencia de Dios, a agradecerle y a gozar quedando a sus pies.

Cuando la oración se hace inteligente, todas las cosas cambian en nosotros y en torno a nosotros.

• LA MEDITACIÓN TRANSCENDENTAL¿Tiene alguna relación con la oración del corazón?

¿No se acerca mucho a ella?Hay diferencias abismales entre la meditación

transcendental y la oración del corazón. La primera es un ejercicio psicológico de autocontrol que tiene por finalidad crear paz en el corazón; la segunda es un acto de fe, es oración que lleva a la búsqueda constante de la voluntad de Dios. Pero hay puntos de contacto entre ambas.

No cabe duda de que la meditación transcendental ha producido grandes frutos espirituales en el mundo occidental y esto demuestra la necesidad de divulgar por todas partes y entre todos la oración del corazón.

El trapense P. Pennington, que la conoce bien y que ha fundado en Estados Unidos importantes centros de espiritualidad, para enseñar la oración del corazón (él la llama «Centering Prayer», oración que va al centro) ha escrito: "Yo creo que un cristiano puede servirse de la Meditación Transcendental sin duda, siempre que sea capaz de incluirla dentro

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de un contexto de fe (sin modificar para ello su técnica), puede resultar para él un método auténtico de oración contemplativa».

Su más famoso propagandista en occidente, el Gurú Mahesh Yogi, afirma: «Si la hicieran muchos, la humanidad entraría en una era de paz y de colaboración que nos llevaría a la prosperidad».

La meditación transcendental llegó a los Estados Unidos desde la India hace algunas décadas. Consiste en algo muy sencillo: «Hacer bajar al hombre dos veces al dia a lo profundo de sí mismo para alcanzar al Infinito». Mahesh Yogi insiste en que no es algo que pertenezca a una religión particular. Pero no todos comparten esta opinión. ¿Es una simplicisima técnica natural? En Estados Unidos ha entrado en casi todas las universidades, la divulgan las cadenas de televisión, ha hecho surgir millares de centros de meditación. Hoy se enseña en las escuelas públicas de todos los grados, aún en las católicas.

Han nacido en Norteamérica escuelas especiales de meditación transcendental para recuperar a encarcelados y a grupos marginales. Hoy se enseña en la Academia Militar de Estados Unidos e, incluso, en algunas trapas.

La diferencia con la oración del corazón podría sintetizarse asi:

Meditación Transcendental- Mucha técnica, un poco de oración.- Ejercicio psicológico.- Protagonista: el sujeto.- Obediencia a una necesidad impelente de paz y

rectitud interior.

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Oración del corazón

- Poca técnica, mucha oración.- Acto de fe profunda.- Protagonista: el Espíritu, «soplo vital de nuestra

oración».- Obediencia a Jesucristo: «Velad y orad, para no

caer en tentación; el espíritu está pronto, pero las carne es flaca».

Como se ve las diferencias son bien notables. Pero es bueno hacer una aproximación sobre todo para comprender el bien inmenso que puede hacer la práctica constante de la oración del corazón.

El que llega a entender y practicar la oración del corazón con cierta constancia no tardará en notar sus frutos:

- autodominio del pensamiento,- paz,- adiestramiento a la paciencia, a la fidelidad,- sed de la verdad,- necesidad de desenmascarar nuestras hipocresías,- búsqueda constante de la voluntad de Dios y

completo abandono en él,- facilidad en la escucha de Dios,- afición nueva a la oración y disgusto por la oración

superficial y distraída,- sensibilidad a la acción del Espíritu.

Quien ha llegado a la oración del corazón y ha entendido su importancia, debe enseñar y darla a conocer a cuantas personas pueda.

¡Es un deber de conciencia transmitir los dones de Dios!

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Puntos seguros

Para terminar, unas observaciones.1. La oración del corazón es, ante todo, entrar en la

profundidad de nosotros mismos para encontrar a Dios.Es, ante todo, darnos cuenta de la presencia de Dios

en nosotros,La concentración en la oración no es más que una cita

con Dios en la profundidad de nuestro ser.«Si alguno me ama... mi Padre le amará, y ven-

dremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23).

«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?» (1 Co 3,16).

No baja a la profundidad de si mismo quien busca el ruido, el que es superficial, quien tiene miedo al silencio.

2. La oración del corazón pide siempre una suave violencia, porque hay que pasar del mundo de los sentidos a nuestro mundo interior profundo.

Es entrar en otra realidad, es un ir contra corriente, es reaccionar contra la superficialidad.

Estamos fuertemente estructurados sobre lo sensible, nos cuesta concentrarnos, hacer silencio, bajar a lo profundo de la conciencia.

3. La oración del corazón es siempre conversión, porque es paso de la dispersión a la concentración. Y en la concentración se recibe siempre el impacto de nuestra pobreza.

La oración del corazón comienza siempre con la sinceridad y la humildad.

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Es un choque con nuestras caretas, de las que queremos librarnos, un destapar nuestras llagas que queremos curar.

Este choque es necesario para comenzar en serio la oración del corazón.

4. He aquí algunas premisas necesarias para la oración del corazón:

Calma: Un espíritu agitado no puede ahondar en sí mismo.

Silencio: En el alboroto no es posible la con-centración.

Orden y purificación: La exigencia de agradar a Dios es fundamental al encontrarnos con él.

Humildad: Hacer la verdad en nosotros, entrar asi en contacto con el Espíritu de la verdad.

5. Para que la oración del corazón tenga una garantía de seriedad debe abrirse al presente, no tanto al futuro; a lo inmediato, no a lo hipotético.

Es el hoy lo que interesa. Y en el hoy es lo inmediato lo más interesante. El amor o arranca enseguida o se puede dudar que sea verdadero amor.

La oración del corazón es amor concreto e inmediato.

6. El amor concreto no está hecho de romanticismos, sino de decisiones concretas.

Mientras no nos metamos de frente con nuestros defectos, comenzando por las debilidades más graves y no los sometamos a la terapia de la oración del corazón, debemos dudar de nuestro amor.

La oración del corazón es decisión de lucha. -

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En agricultura, un insecticida muy diluido, no logra nada, al contrario robustece las larvas que dañan las plantas.

Si no se comienza con decisión el tratamiento, nuestros defectos con el paso del tiempo no desa-parecen, cobran fuerza.

La oración es el manantial sofocado por la maleza, si sacamos la broza, salta cantarína el agua.

Estamos hechos para la profundidad, pero todo nos dispersa. La dispersión máxima es el pecado.

La relación entre oración y conversión es estre-chísima y nunca puede romperse.

7. La oración del corazón está sujeta al deterioro, hay que aceptarlo. Es un problema existencial ligado a nuestra pobreza.

Aun los sacramentos más excelsos los desvirtuamos con la rutina. Hasta la persona de Cristo perdía relieve para los apóstoles que siempre lo tenían al lado.

¿Cómo remediarlo? Con el cuidado de una inte-rioridad intensiva nueva.

No hay más remedio que éste: sólo la reflexión, la concentración, el desierto curan la superficialidad.

8. La oración del corazón debe producir frutos:debe encender una llama. Si no se enciende el motor, es señal de que la llave de contacto no ha funcionado. Si no hay frutos, es prueba de que la oración del corazón no ha funcionado, que sólo ha habido palabras y hermosos pensamientos.

Es preciso que los frutos se vean y se vean pronto, porque si el amor está encendido algo ha de ponerse en marcha.

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9. La oración del corazón no debe formalizarse en esquemas prefabricados. No consiste ni en determinadas reglas, ni en esquemas rígidos, aunque al principio es bueno usar todos los medios útiles para facilitar la concentración.

El amor no sabe de esquemas, el amor es amor y se salta todos los esquemas. Pero el amor verdadero tiene sus características de autenticidad.

Dejémonos guiar por el Espíritu. Apuntemos al centro: ¡Amar! Y pasemos por encima de lo demás. Si el centro de la oración está a salvo, siesta garantizado, no nos perdamos en esquemas.

10. La oración del corazón exige buena voluntad y decisión: basta un poco de pereza y queda comprometida. Dicen que para estropear una botella de buen vino, basta con dejarla destapada.

En la oración del corazón toda negligencia se paga.11. Aun reconociendo los límites que tienen los

métodos y los esquemas, sin embargo debemos decir que la oración del corazón, precisamente porque es difícil, necesita de apoyos prácticos.

La voluntad necesita cauces, carriles, método.12. Es psicológicamente cierto que la mente no

puede pensar al mismo tiempo dos cosas. En la oración del corazón, si me pongo al mismo tiempo a razonar me separo de la presencia de Dios: pensamiento y palabras me pueden llevar muy lejos de la concentración en Dios.

13. El primer fruto de la oración del corazón es entender que no sabemos en absoluto rezar y que en la oración vamos siempre a la caza de gratificaciones.

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EJERCICIO PRACTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu te invita a derramar sobre todos tu amor. Hay tanta gente que no sabe rezar. Tanta gente que carece del sentido de Dios. Tú ora por ellos, implora sobre ellos el amor de Dios. Haz pasar ante ti cada persona querida y pide para ellas el don más grande: que sepan amar a Dios con todas sus fuerzas.

• Vuélvete a Cristo y haz la oración que Cristo te ha enseñado: "¡Venga a nosotros tu Reino!». Pregunta a Cristo: ¿Qué tengo que hacer para llevar la fe a mi familia, a mi ambiente de estudio y de trabajo?

• La oración del corazón la harás sumergiéndote en el amor del Padre, largamente, en silencio. Basta que estés en su presencia y que ames. «No logra cosas grandes quien tiene miedo de pedirlas». Suplica:

«¡Padre mío, mi todo! Te pido que tú seas todo en todas las criaturas que amo!».

Toma una resolución fuerte e inteligente para llevar a todos el amor de Dios.

Vuelve a leer en la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite con frecuencia:

«Gustad y ved qué bueno es el Señor».

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El salmo 33 es un salmo sapiencial, nos transmite un mensaje fuerte que podría traducirse así:«¿Eres capaz de amar?», y responde: «¡Apréndelo del Señor!».

Salmo 33

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;mi alma se gloría en el Señor:que los humildes lo escuchen y se alegren.Proclamad conmigo la grandeza del Señor,ensalcemos ¡untos su nombre.Yo consulté al Señor y me respondió,me libró de todas mis ansias.Contempladle y quedaréis radiantes,vuestro rostro no se avergonzará...Gustad y ved qué bueno es el Señor,dichoso el que se acoge a él...El Señor está cerca de los atribulados,salva a los abatidos.Aunque el justo sufra muchos males,de todos lo libra el Señor.

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é

Los maestros

«Padre, no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Me 14,36).

Es hora de que oigamos a los grandes maestros de la oración del corazón.

• LOS PADRES ORIENTALES

«La oración nace de la concentración, más que de cualquier otra cosa y, por eso, de ella debemos preocuparnos sobre todo» (Filocalia II, 24).

«La concentración es tan necesaria para la oración como el pábilo para la lamparilla» (ibi. 102).

«La mente custodie el corazón durante la oración y se mueva dentro de ella sin alejarse; y de lo profundo del corazón levante la plegaria a Dios» (Simeón el Nuevo Teólogo, sermón 68).

«La práctica de la oración del corazón puede darse de dos modos: a veces la mente actúa la primera uniéndose a Dios con el recuerdo incesante de su presencia; a veces, en cambio, es la misma acción de la oración que con su alegre llama atrae la mente a lo íntimo del corazón y la obliga a invo-

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car al Señor Jesús y a quedarse en perenne adoración ante él». (Gregorio Sinaíta).

«El remar es por demás cuando el viento hincha las velas... Si ves que la oración interior actúa en ti y no cesa de manar continúa en tu corazón, no la descuides echando mano del libro de oraciones...» (Gregorio el Sinaita).

«Si de día o de noche el Señor te hiciera probar una oración pura y recogida, deja a un lado tus reglas de oración y con todas tus fuerzas busca unirte a Dios tu Señor y él iluminará tu corazón en esta obra del Espíritu» (Abad Filemón).

«La primera cosa para aprender a rezar es entender que somos muy ignorantes en tema de oración» (Abad Isaac).

«Hay que bajar del cerebro al corazón» (Teófanes).«En el corazón está la vida y precisamente allí

hemos de procurar vivir» (Teófanes).«Si quieres tener verdadera oración, persevera con

fortaleza en ella y Dios, viendo tu buena voluntad, te dará el don de la verdadera oración» (San Macario).

«Lo principal es estar con la mente en el corazón ante Dios» (Teófanes).

«Con la inteligencia sabrás muchas cosas de Dios, pero con el corazón tú llegarás a Dios» (Teófanes).

• SANTA TERESA DE JESÚS (1515-1582)«Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer,

sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida VIII, 5).

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«Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a encender en el alma» (ibi. XV, 4).

«Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud (oración del corazón) no es más que con suavidad y sin ruido. Llamo "ruido" andar con el entendimiento buscando muchas palabras y con-sideraciones...» (ibi. 6).

«Entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos que esos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esa centella...» (ibi.).

«...dejar a su Majestad que obre como en cosa suya, y cuanto más, una palabra de rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela cuando viere que se ha muerto, para tornarla a encender;mas si está ardiendo, no sirve de más de matarla, a mi parecer» (Camino de perfección XXXI, 8).

«Hay personas, y yo he sido una de ellas, que está el Señor... poniéndolos en esta oración de quietud (oración del corazón), y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de decir muchas oraciones vocales muy a prisa, como quien quiere acabar su tarea, que, aunque les ponga el Señor su reino en las manos, no lo admiten...

Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobreaviso cuando el Señor os hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro» (ibi. 12-13).

«¿Pensáis que importa poco a una alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con el Padre Eterno ir al cielo... ni ha menester hablar a voces? Por suave que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirar-

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le dentro de si y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad habladle como a Padre...»(ibi. XXVIII, 2).

«Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma donde está quien hizo el cielo y la tierra y acostumbrar a no mirar ni estar a donde se distraigan estos sentidos, crea que lleva excelente camino» (ibi. 5).

• SAN JUAN DE LA CRUZ (1542-1591)«A aquella alma se comunica Dios más, que está

más aventajada en amor, lo cual es tener más conforme su voluntad a la de Dios, y a la que totalmente la tiene conforme y semejante, totalmente está unida y transformada en Dios» (Subida a/ Monte Carmelo II, 5, 4).

En la oración «conviene que todos los sentidos y potencias, así interiores como exteriores, estén desocupados, vacíos y ociosos... porque cuanto ellos más de suyo se ponen en ejercicio, tanto más estorban» (Cántico, B 16, 11).

En la oración del corazón «lo que el alma hace entonces es asistencia de amor en Dios, lo cual es amar en continuación de amor unitivo» (ibi.).

"Ven, austro que recuerdas los amores. Por este aire entiende el alma al Espíritu Santo, el cual dice que recuerda los amores porque cuando este divino aire embiste en el alma, de tal manera la inflama toda y la regala y aviva... que se puede decir que recuerda los amores de él y de ella» (ibi. 17,4).

Señal para saber el momento de pasar a la oración del corazón es «si el alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a Dios sin particular consideración, en paz interior, quietud y descanso» (Subida a; Monte Carmelo II, 13,4).

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Aprender «a estar con advertencia amorosa en Dios con sosiego de entendimiento, aunque le parezca que no hace nada... y no se entremeta con algún discurso porque no desasosiegue el alma y la saque de su contento y paz. Y si le hiciese escrúpulo de que no hace nada, advierta que no hace poco en pacificar el alma» (ibi. 15,5).

La oración del corazón es como «una dádiva que hace el alma a Dios: le da el Espíritu Santo como cosa suya... para que en él se ame como él merece, dándole todo lo que él le había dado. Y Dios se paga con aquella dádiva del alma (que con menos no se pagaría) y la toma Dios con agradecimiento... y en esa misma dádiva ama él de nuevo al alma y en esa reentrega de Dios al alma ama el alma también como de nuevo» (L/ama de amor üiüa 3, 79).

«¿Qué más quieres, oh alma, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado a quien desea y busca tu alma?» (Cántico B, 1,8).

«Pues está en mí el que ama mi alma, ¿cómo no le hallo ni le siento? La causa es porque está escondido y tú no te escondes también para hallarle y sentirle. El que ha de hallar una cosa escondida... hasta lo escondido donde ella está ha de entrar y, cuando la halla, él también está escondido como ella... Convendrá que para que tú lo halles, olvidadas todas tus cosas y alejándote de todas las criaturas te escondas... y asi quedando escondida con él, entonces le sentirás y le amarás y gozarás en escondido» (ibi. 9).

«Nunca pares en amarle... pues es Dios inaccesible y escondido, aunque más te parezca que le

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hallas y le sientes y le entiendes, siempre le has de tener por escondido y le has de servir escondido» (ibi. 12).

• SANTA TERESA DE LISIEUX (1873-1897)«¡Mi vocación es el amor! He encontrado mi sitio

dentro de la Iglesia» (Historia de un alma, XI).«El más pequeño acto de puro amor es más útil que

todas las obras juntas» (ibi.).«Sólo el abandonarme en Dios me guía, no conozco

otra brújula. No sé ya pedir nada con ardor, sino sólo que se cumpla perfectamente en mí la voluntad de Dios» (ibi. VIII).

«Es natural que se pueda caer, que se puedan cometer infidelidades, pero el amor que sabe sacar provecho de todo consume pronto todo lo que desagrada al Señor» (ibi.).

«He entendido que todas las obras, aún las más espléndidas, sin amor no son nada» (ibi.).

• P. DE FOUCAULD (1858-1916)«Orar es sobre todo pensar en mi amándome». «Más se ama, mejor se reza».«La oración es la atención del alma amorosamente

fija en mi: cuanto más llena de amor está esa atención, mejor es la oración».

«Lo que debe dominar siempre en la oración es el amor».

«...soledad en compañía de Jesús, continuamente junto a él, ocupándonos sólo de él, estando a sus pies, sea mirándolo sin decir nada, sea preguntándole, o disfrutando de su compañía como los apóstoles».

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«Cuando se ama a alguien, uno se lo mira sin cansarse, no se tienen ojos más que para él, no se tienen pensamientos más que para él... es el amor».

«Tú me enseñas a rezar, oh Dios mió, a rezar sin discursos aprendidos, sin frases, sin rebuscamientos, un simple grito del corazón...»

Hay dos modos de rezar: dejar gritar al corazón, pedir a Dios con la sencillez de un niño lo que se desea... y decir sólo: «hágase tu voluntad. Sirvámonos de una u otra como el Espíritu nos inspire».

«Yo no te pido que pienses mucho, sino que ames mucho; adórame y ámame, mírame y repíteme constantemente que me amas, que te entregas a mí». - , -.•: ! ••" •• • •

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«Te agitas por mí, en lugar de contemplarme amorosamente, que es lo único necesario y lo que yo deseo más... Si comprendieras la felicidad que es estar a mis pies mirándome, no pasarías tanto tiempo pensando en nonadas».

«Amemos, amemos, toda nuestra ocupación está en amar, en contemplar al Amado».

«Le miramos, le decimos nuestro amor, gozamos de estar a sus pies, le decimos que a sus pies queremos vivir y morir».

«El amor consiste no en sentir que amamos, sino en querer amar. Cuando se quiere amarle más que ninguna otra cosa, se está ya amando sobre todas las cosas".

«El fundamento del amor, de la adoración está en perderse, en sumergirse en aquel a quien se ama y en considerar nada todo lo demás».«Para orar basta estar a tus pies contemplándote». - 261

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"Cuando se ama se siente uno tan pequeño, tan miserable, tan pobre...»

• ISABEL DE LA TRINIDAD (1880-1901)«El amor sólo se paga con amor. El habita en el

centro más intimo del alma como en un santuario donde quiere ser amado sin descanso hasta la adoración» (Carta 213).

«La oración es ir con toda sencillez a estar con aquél a quien queremos, como un niño en brazos de su madre, es un abandono del corazón» (Carta 179).

«Desde el momento que él está siempre conmigo, ¡la oración, el "corazón a corazón" no puede acabar nunca! Lo siento tan vivo en mi alma, que me basta recogerme para encontrarlo dentro de mi, y aquí está toda mi felicidad» (Carta 141).

«Mi consuelo es recogerme a gozar de tu presencia, porque te siento dentro de mí, oh mi supremo amor» (Diario, 23 enero 1990).

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• El Espíritu Santo ahora te hará gustar poco a poco la belleza de la oración del corazón. Llegarás a esta convicción: cuanta más oración del corazón haces, más experimentas que has puesto una roca como cimiento de tu vida. Reza así:

«Espíritu Santo, ayúdame a llevar a muchas personas a la oración del corazón».

«Espíritu Santo, que yo aprenda a orar, mientras enseño a orar».

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• Vuélvete a Jesucristo y toma en tu mano una página del Evangelio de las que más hayas gustado y pregunta a Cristo a qué persona debes primero proponer la oración.

Es el don más grande que puedes hacer a una persona. Si le enseñas a orar le pones en contacto directo con Dios. Quizá es ésta la primera de todas las evangelizaciones.

• Haz oración del corazón recogiéndote a gozar de la presencia del Padre, tu infinito amor. Pero procura hacerlo hoy llevando alguno contigo;ama al Padre unido a la persona que más quieres:

«Padre, ¡que te amemos con los hechos! Con todas las fuerzas».

Lee de nuevo la página 278: «Si quieres rezar bien».

ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite con insistencia: «Padre, en ti sólo está toda mi alegría».

El salmo 36 es un salmo sapiencial, contiene muchas referencias a la oración del corazón.

Salmo 36

Sea e/ Señor tu delicia,y él te dará lo que pide tu corazón.Encomienda fu camino al Señor,confía en él y él actuará...Descansa en el Señor y espera en él...

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El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus

caminos;

si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano...

Confía en el Señor y sigue su camino... El Señor es el que

salva a los justos, él es su alcázar en el peligro.

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La eucaristía, escuela de amor

«Los fieles aprendan a ofrecerse a sí mismos» (SC 48).

Aprender a ofrecerse a Cristo

En la Eucaristía hay quien es espectador y quien es actor. Espectador es el que paga una entrada, pero no sufre un drama. La Iglesia en la Eucaristía no quiere espectadores, quiere actores. Oid cómo habla el Concilio en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia:

«La Iglesia, con solícito cuidado, procura que ¡os cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que... aprendan a ofrecerse a sí mismos ai ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen de día en día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos» (n. 48).

La Iglesia no nos quiere en misa como «mudos espectadores», por la sencilla razón de que la misa

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no es un espectáculo para ver, sino un drama para vivir. En la Eucaristía nosotros somos personajes en acción, protagonistas con Cristo, todos, desde el sacerdote al último de los fieles.El fiel tiene su parte, aunque no la principal, ésta se la reserva Cristo. El sacerdote le representa:toma el pan como él hizo en la última cena, le presta los gestos y la voz para repetir todo lo que hizo y las palabras que dijo. La Iglesia, dice el Concilio, se preocupa de que el fiel advierta todo esto y sea corresponsable con el sacerdote de cuanto sucede en el altar.

¿Por qué esta preocupación? Porque si la misa es sólo espectáculo, si el fiel es espectador y no actor, es casi inútil que haya misa.

Cristo no nos ha dado la Eucaristía como espec-táculo, nos la ha dado para mover nuestra vida hacia él. Por tanto no confinéis al sacerdote al otro lado del altar como un personaje que actúa por su cuenta. No, el sacerdote no ofrece por su cuenta, ni sólo por delegación vuestra, el sacerdote está en el altar para ofrecer con uosotros, y vosotros estáis allí para ofreceros con él. ¡Sois parte viva del Sacrificio Eucarístico!

La Iglesia quiere que en la misa el cristiano aprenda a ofrecerse a sí mismo.

Pero..., ¿no basta Cristo que se ofrece por nosotros? ¿No basta el sacerdote que, en cierto modo, nos representa ante Cristo y ante el Padre? No, dice el Concilio: Tú, cristiano, debes también ofrecer.

- Ante todo el cristiano ha de entender que no basta la presencia física en la Eucaristía. No le interesa a la Iglesia. Es demasiado poco.

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- Se requiere un presencia motivada y convencida: no puedo ir a misa por sentimentalismo religioso, por tradición, por curiosidad, por motivos insuficientes.

El cristiano debe darse cuenta de que está en misa para ofrecerse a Dios.

¡Ofrecerse a Dios! Es tremendo. Voy a misa para dar, más que para recibir. La misa no es un autoservicio donde elijo y tomo lo que me gusta; estoy en misa para ofrecer.

Ofrecerse a Dios subraya la dimensión dinámica de la misa.

Ofrecerse a Dios querrá decir escuchar/o: debo captar y retener el mensaje de Dios dirigido a mi vida. Debo ponerme ante la pregunta: ¿Qué me pide, qué quiere el Señor de mi? Debo darle tiempo para hablar y darme tiempo para escuchar su respuesta. Si no hago esto, ¿qué misa es la mía? ¿Qué puedo ofrecer si ni siquiera me he enterado de lo que quiere?

Ofrecerse a Dios significará ser como él me quiere, o, al menos, quererlo ser, desear ser como él me quiere.

Ofrecerse a Dios, quizá se explica cuando dice el Concilio: «... y de día en día crezcan en la unión con Dios y con los hermanos».

Es hermoso este'«crecer en la unidad» con Dios, ante todo, porque siempre quedo distanciado de él y debo aprender a vivir cercano a él, debo madurar mi oración, mi estar ante él. El me está presente las 24 horas del día. Yo, ¿cuánto tiempo estoy unido a él cada día?

Crecer en la unidad con los hermanos, porque mi egoísmo me pone siempre en trance de ruptu-

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ra. Lo veo en el seno de la familia, en casa, fuera de casa, en la escuela, en el trabajo, en el deporte, en el bar, en el cine. Siempre estoy en tensión con alguno. La misa la tengo para aprender a vivir con los otros, a escuchar, a abrirme, a comprender, a compartir. La misa la tengo para que yo entre en los intereses de los otros, de los pobres, para que abra los ojos a los problemas de todos. La misa la tengo para madurar en bondad.

¿Por qué el Concilio dice que he de aprender a ofrecerme?

Porque es arduo y muy difícil ofrecerse a Dios. Se trata de superar el egoísmo humano. No basta una carga de dinamita para hacer saltar toda una montaña: se requieren muchos barrenos.

Por eso es necesario un trabajo paciente y gradual. Por eso cada semana necesito la Eucaristía. La necesitaría todos los días, porque todos los días he de habérmelas con el egoísmo. Es un trabajo de nunca acabar.

Somos como paletas de construyen una casa:un ladrillo junto a otro. Si soy constante la casa se va levantando, si me siento en el andamio con los brazos cruzados, la casa se queda en proyecto. Construimos con ladrillos e infinita paciencia, no con estructuras prefabricadas que rápidamente cambian el paisaje.

Somos como los alpinistas que afrontan la escalada de una cresta: un movimiento tras otro, palmo a palmo el escalador sube y sube hasta que parece una araña colgando del hilo de su tela. Es arriesgado, sobre todo es trabajo de resistencia y tenacidad. Somos escaladores que conquistan, palmo a palmo, la montaña del egoísmo humano; no pilotamos un helicóptero gozando cómodamente el panorama.

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Somos forjadores de un hombre nuevo, por eso necesitamos la misa; con cada misa ponemos un ladrillo y la pared crece; cada misa es un paso adelante y vamos escalando. Superar el egoísmo humano es empresa más ardua que escalar el Everest.

¿Cuándo coronaremos la cumbre? No es bueno que nos lo preguntemos, porque la meta que nos proponemos es tan alta que podríamos desanimarnos. El Concilio señala la meta con cinco palabras impresionantes: que Dios sea todo en todos.

¡Estamos ante el Himalaya! ¡Pero

Cristo sube con nosotros!

Él es el jefe de la cordada, el que nos sostiene, el que nos da ánimos, el que nos guía.

Por eso toda Eucaristía tiene que terminar con mi fusión con él, con la comunión.

Bajar a lo concreto

Si nosotros asimiláramos bien este principio de vida que la Iglesia nos sugiere para entrar de veras en la misa, todo cambiaría en nuestra vida. Comprobaríamos la energía que puede liberarse de la Eucaristía.

¿No os habéis preguntado nunca cuántas misas habéis oído en vuestra vida? ¿Mil, diez mil...? ¿Y qué han producido en mí? Bien pensado, es para que nos suba la fiebre.

¿Lo entendéis? Quien una sola vez en la vida se encontró con Cristo y le habló, lo oyó, comió con él, ¿pensáis que pudo seguir viviendo como antes? Cuando pienso en aquella mujer que temblorosa le

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tocó la orla del manto con una fe que provocó el milagro, y yo en cambio... tengo tan cerca a Cristo cada vez que voy a la Eucaristía sin que en mí se dé ni sombra de prodigio. ¿De veras me encuentro con él? ¿No he de pensar que en este estilo de comportarnos, yo y Cristo, algo no funciona?

Una cosa es cierta: mientras que para mi la Eucaristía sea como beberme un vaso de agua, es natural que los milagros no se produzcan porque el encuentro sencillamente no se ha producido.

Resulta extremadamente importante que preste viva atención a los consejos que me da la Iglesia para que la misa sea para mi un hecho vital.

El consejo de «aprender a ofrecerme» a Cristo es de excepcional importancia. Cuanto más descendemos a lo práctico, más vemos su transcendencia.

¡En la misa tengo que ofrecerme! Dice bien que debo aprender, porque no es fácil.

No lograré nunca hacerlo bien, hacerlo hasta el fondo, hacerlo con absoluta autenticidad. Deberé reexaminar siempre lo logrado, porque tengo la malísima costumbre de dar a Dios con una mano y volver a coger con la otra mano lo entregado. Es arte difícil ofrecerse a Dios, pero no debo desistir, si quiero llegar a puerto y ser coherente con mi fe.

Primero ofreceré mi cuerpo físico

¿Os parece poco? ¿Os creéis capaces?Sí, Cristo, te doy mi cuerpo, esto es, quiero gritarte

con todas mis fuerzas que quiero que mi cuerpo sea instrumento de tu acción.

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Quiero obrar, moverme, obrar por tí.E¡ obrero dirá: «Quiero darte mi cuerpo para que tú

entres en mi fábrica. ¡Cuánta necesidad de ti hay en mi sección! Casi todos te desconocen. Quien te nombra es para blasfemar. Nadie sabe que tú amas, uno a uno, a todos los compañeros. Ninguno te conoce. Cristo, yo te cedo mi persona para que tú, a través de mí, puedas entrar en mi mundo donde la Iglesia no existe».

El estudiante dirá: «Cristo yo te llevaré con mi vida al mundo de la escuela, lleno de gente que tiene necesidad de ti, desde los estudiantes a los profesores. Hay tanto orgullo en mi mundo, hay tanta necesidad de Evangelio».

Ofrecer nuestro físico a Cristo es algo grande. Cristo te doy mis ojos, sí, mis ojos. Hoy quiero ver las cosas a través de ti, ver con acontecimientos a tu luz, verlo todo desde tu punto de vista, no desde el mío. Te ofrezco mis ojos porque los quiero tener bien abiertos a mi realidad, a mi pobreza, a mi egoísmo. Quiero tenerlos bien abiertos a los demás, para ver las necesidades de mis hermanos, ver lo que quiere mi madre, mi padre, mi hermana. Quiero abrir los ojos, no cerrarlos, ante el pobre, ante lo que me toca hacer por ellos, los de cerca y los de lejos.

Quiero abrir los ojos, no cerrarlos, ante los pobres de mi casa. Sí, entre las cuatro paredes de mi casa puede haber un pobre a quien no presto atención desde hace tiempo: será una persona anciana, un hermano difícil y pesado que me da en los nervios apenas abre boca, cuyo egoísmo y pretensiones no puedo soportar y a quien hace tiempo no dirijo una palabra amable; es mi pobre, el pobre de mi casa.

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En las casas en que no falta nada, por no faltar, tampoco falta el pobre de turno.

Señor, te ofrezco mi cuerpo, mis sentidos, todos. Me los has dado para comunicar contigo y con los hermanos. Hasta ahora los he hecho instrumentos para mí. Basta, Señor: te los entrego y purifico consagrándolos a tí.

¡Señor, te ofrezco mi lengua! Necesita de veras ser tuya, ser cristiana, ser bautizada, la pobre se mancha tantas veces de pecado... Miente, ofende a los hermanos, es instrumento de injusticia que destruye en vez de construir. Cuánto mal he hecho con mi lengua. La he ensuciado con la impureza, la he hecho instrumento del mal.

Ahora te la entrego, Señor, quiero que sea ins-trumento de bien.

Quiero que sea tuya. Que siembre paz y nunca discordia, que anime, que difunda alegría, que diga siempre palabras buenas... ¡Quiero usarla para rezar, para hablar contigo!

Señor te ofrezco mi lengua para que hoy no salga de mis labios nada que te desagrade.

Un cura obrero me contaba el otro día: «Al taller ha llegado un aprendiz, un chico majo de diez y seis años, espabilado, inteligente y que me pareció bueno. Han pasado ocho días.. Me da mucha pena: aún no sabe distinguir las herramientas, y ya ha aprendido todo el léxico obsceno del ambiente y blasfema como un veterano esforzándose por imitar a los más procaces».

El pobre muchacho tendrá su culpa, porque a los diez y seis años ya se pude tener cierta personalidad como para no tener que repetir todas las

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indecencias que se oyen, pero mayor culpa tienen los adultos: aún no han entendido que no se puede entregar la lengua a la vulgaridad del instinto.

Qué hermoso es si, en la misa, aprendéis a consagrar la lengua a Dios para el bien, prohibiéndoos con firmeza instrumentalizarla para el mal.

Después del físico hay que ofrecer a Dios la inteligencia, nuestro mundo del pensamiento. ¡Qué don precioso para ofrecer al Señor! Señor, que mi pensamiento sea tuyo, un huerto cerrado donde tú puedas sembrar, cultivar y recoger. Un terreno limpio de maleza y pedruscos. Un terreno fértil. Señor, dame voluntad para cultivar bien mi inteligencia.

Te pido que no se manche con el orgullo, que se abra a la escucha, que sepa aceptar la verdad de cualquier parte que venga, que sepa aprender de quien me contradice, de quien se opone a mis puntos de vista.

Para mí, obrero cristiano, te pido saber aprender del hermano marxista todo lo que el Espíritu Santo quiere que aprenda estando bien unido a la Iglesia...

Preserva mi inteligencia del orgullo ¡te la ofrezco a ti! Da a este huerto que te pertenece, da a mi pensamiento el fertilizante de tu Palabra, el fertilizante de la reflexión. ¡Haz que yo piense, Señor! Que piense con mi cabeza. Que piense y luche contra los prejuicios. Que piense, aun contra todos y contra todo, con tal que piense contigo, Señor.

Después ofrecer la voluntad. Es lo que más cuesta dar, es el regalo más precioso. ¡Señor, quiero querer lo que quieres tú!

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Defiéndeme de todo aburguesamiento, de todo servilismo, hazme un hombre libre, libre aun de mí mismo.

Señor, quiero preguntarme sobre lo que hoy tú quieres de mí, seguirte paso a paso, preguntarte, escucharte, sentirte en mí, en los demás, en los pobres, en la Iglesia. ¡Sentirte y responderte!

María, tú que eres la mujer que mejor ha sabido decir si a Dios, el si más importante de la historia del hombre, dame, por tu intercesión, la capacidad de hacer hoy la voluntad de Dios en todo.

¡Ofrecer el amor! Sí el amor, lo más hermoso que Dios ha puesto en nuestro corazón.

Los novios, los recién casados ofreced a Dios vuestro amor en la misa para que se mantenga puro.

Ofreced vuestra amistad, la capacidad de amar que Dios ha puesto en vuestro corazón dándoos el Espíritu Santo.

Ofreced vuestra vida a Dios.Esta oración la deberíais decir todos en ¡a misa:

Señor, mi vida ya no me pertenece, es tuya. Lo debe decir el sacerdote, lo debe decir el casado, lo deben decir todos. No puedo vivir como me agrada a mi, debo vivir como Dios quiere. Señor, acepto las luchas, las contrariedades, los desengaños que quieras enviar a mi voluntad para purificarla y hacerla así renovada y fuerte.

Todo esto es aprender a ofrecerse a sí mismo. ¿Queréis ahora aceptar un desafío? Es éste:

Intentad obedecer a este sabio consejo de la Iglesia cuando participéis en la Eucaristía, probad a hacerlo en serio, aunque sólo sea una uez.

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Intentad un día y otro día ofreceros en serio a Cristo en la Eucaristía; será imposible que aquel día, aquella semana viváis una vida vacia, chata, banal... sin vida.

EJERCICIO PRÁCTICO DE ORACIÓN

• Confíate con fervor al Espíritu para que te prepare para la Eucaristía. Nada hay más grande. La conciencia de muchos está adormecida, la frialdad eucarística es muy general y también la inconsciencia eucarística.

Tu oración poco a poco debe proponerse la preparación a la Eucaristía o completar tu participación en el misterio eucaristico. Implora al Espíritu Santo recorriendo las cinco partes de la misa:acto penitencial, liturgia de la Palabra, ofertorio, epiclesis (consagración), comunión. Invoca el Espíritu para llevar de veras tu corazón a la Eucaristía.

• Vuélvete a Cristo y escúchalo: repasa sus cinco partes y pregunta qué falta generalmente en tu misa.

• Haz la oración del corazón, sumergiéndote en el Padre unido a todas las misas que se celebran hoy en la tierra: intenta hacer oración con la gran doxologia eucarística:

«Por Cristo, con El y en Eía ti, Dios Padre omnipotente,en la unidad del Espíritu Santotodo honor y toda gloriapor los siglos de los siglos. Amén».

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ORACIÓN PARALA JORNADA

Repite esta hermosa invocación que te preparaa la Eucaristía:

«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viuo». El salmo 41-42 es muy bueno para preparar la

Eucaristía.Como busca la ciervacorrientes de agua,así m¡ alma te buscaa t¡, Dios mío,tiene sed de Dios,del Dios vivo:¿cuándo entraré a verel rostro de Dios?...Espera en Dios, que volverás a alabarlo:salud de mi rostro, Dios mío...De día el Señorme hará misericordia,de noche cantaré la alabanzadel Dios de mi vida...Envía tu luz y tu verdad:que ellas me guíeny me conduzcan hasta tu monte santo,hasta tu morada.Que yo me acerque al alfar de Dios,al Dios de mi alegría;que te dé gracias al son de la cítara,Dios, Dios mío.¿Por qué fe acongojas, alma mía,por qué te me turbas?Espera en Dios, que volverás a alabarlo:Salud de mi rostro. Dios mío.

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«La Eucaristía, ¡admirable prueba de su inmenso amor por los hombres!

La más grande maravilla obrada por Cristo» (Santo Tomás de Aquino).

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SI QUIERES REZAR BIEN

Sigue estos consejos• Dedica un tiempo bien determinado a la oración. Al

principio es útil, al menos, media hora.• Elige bien el lugar de la oración. Silencioso y

recogido. A ser posible ante un crucifijo o una imagen sagrada; mejor, ante la Eucaristía.

• Ponte de rodillas. Erguido, con los hombros atrás y los brazos relajados. Si enseñas a rezar también a tu cuerpo, será más fácil la atención en tu oración.

• Comienza con la señal de la cruz bien hecha: al tocar la frente, consagra al Padre tus pensamientos, al tocar el pecho, consagra a Cristo tu corazón, al tocar los hombros consagra al Espíritu tus acciones, tu voluntad.

• Divide el tiempo de la oración en tres espacios iguales. Cuanto mejor organizamos la oración, más fácil nos resulta.

• El primer rato dedícalo al Espíritu Santo:es él el maestro de la oración. Concéntrate en la presencia del Espíritu en ti. Dice San Pablo: :

«Sois templos de Dios y el Espíritu Santo habita en nosotros» (1 Co 3,16). Intenta dialogar con él, exponle un problema difícil que te preocupa. Invócalo con fe: «¡Ven, Espíritu Creador!».

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• El segundo espacio dedícalo a Jesús. Haz oración de escucha, toma en mano un pasaje de la Escritura de los presentados en la reflexión e intenta leerlo como si Jesús te hablara personalmente. Experimenta también la escucha de tu conciencia. Pregúntate:«Señor, ¿qué quieres de mí? Señor, ¿qué desapruebas en mí?».

• El tercer espacio dedícalo al Padre. ¡Ama! Quédate en silencio ante Él, estás inmerso en él. «En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hech 17, 28). ¡Ama! Si es necesario ayuda tu silencio diciendo: «¡Padre mío, mi todo!». Toma una decisión práctica y ofrécela como un acto concreto de tu amor.

• No termines la oración sin alguna decisión práctica a realizar cuanto antes. Acostúmbrate a amar con hechos, la oración debe llevarte a la acción.

• Acaba con un pensamiento para la Santísima Virgen y pide con un Avemaria la gracia de aprender a rezar y el don de gustar la oración y de ser constante.

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ÍNDICE

Presentación................................................ 5Introducción: El mes de oración .................... 7

PRIMERA SEMANALA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN

1. Necesidad de la oración ........................... 112. Estoy a la puerta llamando ....................... 203. Orar es amar .......................................... 294. Arrepentirse ........................................... 375. Dar gracias............................................. 486. Pedir...................................................... 607. Rezar con los salmos ............................... 74

SEGUNDA SEMANALA ORACIÓN VOCAL

1. La montaña............................................ 872. Comenzar bien ....................................... 923. Distracciones.......................................... 984. El contexto............................................. 1055. Crear la relación...................................... 1116. La liturgia: la oración de Jesús.................. 1177. La liturgia, cumbre de la oración

y fuente de vida ...................................... 122

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Page 306: Gasparino Andrea - Maestro Enseñanos A Orar_Catolico

TERCERA SEMANA LA ORACIÓN DE ESCUCHA

1. Escuchar es amar .................................... 1312. Una advertencia del Maestro .................... 1393. Los cinco canales.................................... 1474. Dad a Dios la alegría de escucharlo........... 1535. Escuchar con la Palabra........................... 1626. Reconoce tus dones................................. 1707. La liturgia, escuela de la escucha............... 180

CUARTA SEMANA LA ORACIÓN DEL CORAZÓN

1. Los primeros pasos ................................. 1932. Fundamentos bíblicos .............................. 2043. ¿Me amas? ............................................. 2194. Amar es dejarse amar.............................. 2305. Comunicar amor..................................... 2416. Los maestros .......................................... 2557. La eucaristía, escuela de amor.................. 265

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