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Georg Lukàcs ROSA LUXEMBURG COMO MARXISTA 1 www.omegalfa.es Biblioteca Libre -1- Los economistas nos explican cómo se producen en las circunstancias y relaciones dadas; lo que no nos explican es cómo se producen esas condiciones y re- laciones mismas, o sea, el movimiento histórico que les da nacimiento. MARX, Miseria de la filosofía. Lo que diferencia decisivamente al marxismo de la ciencia burguesa no es la tesis de un predominio de los motivos econó- micos en la explicación de la historia, sino el punto de vista de la totalidad. La categoría de totalidad, el dominio omnilateral y determinante del todo sobre las partes, es la esencia del método que Marx tomó de Hegel y transformó de manera original para hacer de él el fundamento de una nueva ciencia. La separación capitalista del productor respecto del proceso total de la produc- ción, la fragmentación del proceso del trabajo en partes que no tienen en cuenta la peculiaridad humana del trabajador, la ato- mización de la sociedad en individuos que producen insensata- mente, sin plan ni conexión, etc., todo eso tenía que influir pro- fundamente también en el pensamiento, la ciencia y la filosofía del capitalismo. Y el elemento básicamente revolucionario de la 1 Este texto corresponde a uno de los capítulos de la obra de Lukàcs “Historia y consciencia de clase”

Georg Lukàcs ROSA LUXEMBURG COMO MARXISTA

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Georg LukàcsROSA LUXEMBURG COMO MARXISTA1

www.omegalfa.esBiblioteca Libre

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Los economistas nos explican cómo se producen enlas circunstancias y relaciones dadas; lo que no nosexplican es cómo se producen esas condiciones y re-laciones mismas, o sea, el movimiento histórico queles da nacimiento.

MARX, Miseria de la filosofía.

Lo que diferencia decisivamente al marxismo de la cienciaburguesa no es la tesis de un predominio de los motivos econó-micos en la explicación de la historia, sino el punto de vista dela totalidad. La categoría de totalidad, el dominio omnilateral ydeterminante del todo sobre las partes, es la esencia del métodoque Marx tomó de Hegel y transformó de manera original parahacer de él el fundamento de una nueva ciencia. La separacióncapitalista del productor respecto del proceso total de la produc-ción, la fragmentación del proceso del trabajo en partes que notienen en cuenta la peculiaridad humana del trabajador, la ato-mización de la sociedad en individuos que producen insensata-mente, sin plan ni conexión, etc., todo eso tenía que influir pro-fundamente también en el pensamiento, la ciencia y la filosofíadel capitalismo. Y el elemento básicamente revolucionario de la

1 Este texto corresponde a uno de los capítulos de la obra de Lukàcs “Historiay consciencia de clase”

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ciencia proletaria no consiste sólo en contraponer a la sociedadburguesa contenidos revolucionarios, sino también y ante todoen la esencia revolucionaria del método mismo.

El dominio de la categoría de totalidad es el portador delprincipio revolucionario en la ciencia.

Ese principio revolucionario de la dialéctica hegeliana, sinperjuicio de todos los contenidos conservadores del pensamientode Hegel, fue reconocido varias veces antes de Marx, pero sinque de ese conocimiento pudiera nacer una ciencia revoluciona-ria. Sólo en el pensamiento de Marx se convierte la dialécticahegeliana realmente, según las palabras de Herzen, en un «álge-bra de la revolución». Pero no ha llegado a eso por simple efectode la inversión materialista. En realidad, el principio revolucio-nario de la dialéctica hegeliana no podía manifestarse en y poresa inversión sino porque se mantuvo la esencia del método, elpunto de vista de la totalidad, la consideración de todos losfenómenos parciales como momentos del todo, del procesodialéctico entendido como unidad de pensamiento e historia. Elmétodo dialéctico se orienta en Marx al conocimiento de la so-ciedad como totalidad. Mientras que la ciencia burguesa atribu-ye ingenua y realísticamente una “realidad” o, “críticamente”,una autonomía a las abstracciones —necesarias y útiles en elmarco metodológico de cada ciencia tomada aisladamente— quesurgen a consecuencia del aislamiento temático del objeto inves-tigado y a consecuencia de la división del trabajo y de la espe-cialización científica, el marxismo, por su parte, supera esasdivisiones al levantarlas y rebajarlas a la condición de momentosdialécticos. El aislamiento abstractivo de los elementos de unamplio campo de investigación o de complejos problemáticossueltos o de conceptos dentro de un campo de estudio es, ob-viamente, inevitable. Pero lo decisivo es saber si ese aislamientoes sólo un medio para el conocimiento del todo, o sea, si se in-serta en la correcta conexión total que presupone y exige, o si elconocimiento abstracto de las regiones parciales aisladas va a

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preservar su autonomía y convertirse en finalidad propia. Para elmarxismo, pues, no hay en última instancia ninguna cienciajurídica sustantiva, ni ciencia económica sustantiva, ni historia,etc., sino sólo una única ciencia, unitaria e histórico-dialéctica,del desarrollo de la sociedad como totalidad.

Pero el punto de vista de la totalidad no determina sólo el ob-jeto, sino también el sujeto del conocimiento. La ciencia burgue-sa considera los fenómenos de la sociedad -consciente o incons-cientemente, ingenuamente o por sublimación- siempre desde elpunto de vista del individuo.1 Y desde el punto de vista del indi-viduo no puede obtenerse ninguna totalidad, sino, a lo sumo,aspectos de un campo parcial, y en la mayoría de los casos sóloelementos fragmentarios, «hechos» sin conexión o leyes regio-nales abstractas. La totalidad del objeto no puede ponerse másque cuando el sujeto que lo pone es él mismo una totalidad y,por lo tanto, para pensarse a sí mismo, se ve obligado a pensar elobjeto también como una totalidad. En la sociedad moderna sonexclusivamente las clases las que representan como sujetos esepunto de vista de la totalidad. Por eso Marx, al considerar, en ElCapital especialmente, todo problema desde ese punto de vista,ha corregido a Hegel —en cuyo pensamiento se percibe todavíauna oscilación de los puntos de vista entre el «gran individuo» yel abstracto espíritu nacional— aún más resuelta y fecundamen-te, aunque mucho menos entendido por sus sucesores, que en lacuestión de «idealismo» o «materialismo».

La economía clásica, y aún más sus vulgarizadores, han con-siderado siempre el desarrollo capitalista desde el punto de vistadel individuo capitalista, y por eso se han perdido en una seriede contradicciones irresolubles y de pseudoproblemas. En El

1 Marx ha mostrado convincentemente, a propósito de las robinsonadaseconómicas que eso no es casual sino que se sigue de la esencia de la so-ciedad burguesa. Zur Kritik der politischen Öconomie, Einleitung [Contribu-ción a la critica de la economía política, Introducción], XIII ss.

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Capital rompe Marx radicalmente con ese método. No porque seponga a considerar —como un agitador— todo momento, coninmediatez y exclusividad, desde el punto de vista del proleta-riado. De esa unilateralidad no habría podido nacer más que unanueva economía vulgar con signo contrario, por así decirlo. Sinoporque considera los problemas de la entera sociedad capitalistacomo problemas de las clases que la constituyen, la de los capi-talistas y la de los proletarios, tomadas como totalidades. Nopuede ser tarea de estas páginas —que sólo pretenden aludir alos problemas de método— el estudiar en qué medida toda unaserie de cuestiones se pone con eso a una nueva luz, cómo sur-gen problemas nuevos que la economía clásica no fue siquieracapaz de ver, por no hablar ya de resolver, y cómo muchos delos pseudoproblemas de la economía clásica se disuelven en unanada. Lo único que importa aquí es indicar claramente los dospresupuestos de un manejo veraz, no juguetón, del métododialéctico, sin ese vicio de los epígonos de Hegel; llamar laatención, pues, sobre la exigencia de totalidad, como objetopuesto y como sujeto que pone.

- II -

La obra principal de Rosa Luxemburg, Die Akkumulation desKapitals [La acumulación del capital], recoge el problema enese punto, luego de decenios de vulgarización del marxismo.Esa trivialización del marxismo, su deformación para dar de él“cientitificidad” burguesa, tuvo su expresión primera, clara yabierta en el escrito de Bernstein Voraussetzungen des Sozialis-mus [Presupuestos del socialismo]. No es de ninguna maneracasual que el capítulo de ese libro que empieza con el ataque almétodo dialéctico en nombre de la «ciencia» exacta termine conuna acusación de blanquismo contra Marx. No es casual, puesen el momento en que se abandona el punto de vista de la totali-

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dad, el punto de partida y el objetivo, el presupuesto y la exi-gencia del método dialéctico; en el momento en que la revolu-ción no se concibe como momento del proceso, sino como actoaislado, separado del desarrollo global, en ese momento el prin-cipio revolucionario de Marx tiene que parecer una recaída en elperíodo primitivo del movimiento obrero, en el blanquismo. Y sicae el principio de la revolución entendido como consecuenciadel dominio categorial de la totalidad, entonces se descomponetodo el sistema del marxismo. La critica de Bernstein es dema-siado oportunista incluso como oportunismo para atreverse amanifestar a este respecto todas sus consecuencias.1

Pero la marcha dialéctica de la historia, que es lo que princi-palmente intentaron extirpar del marxismo, ha impuesto tambiénaquí a los oportunistas las consecuencias necesarias. La evolu-ción económica de la época imperialista ha imposibilitado cadavez más los ataques aparentes al sistema capitalista, el análisis«científico» de sus fenómenos, considerados aisladamente eninterés de la «ciencia objetiva y exacta». No sólo había que de-cidirse políticamente acerca de si se estaba a favor o en contradel capitalismo, sino que también había que tomar una decisiónteorética. Y ésta era del siguiente tenor: o bien considerar de unmodo marxista la evolución conjunta de la sociedad como tota-lidad, y entonces dominar teorética y prácticamente el fenómenodel imperialismo, o bien evitar ese dominio limitándose a la in-vestigación científico-especialista de momentos aislados delfenómeno. El punto de vista monográfico es el que de maneramás infalible cierra el horizonte propio del problema cuya vistaaterrorizó a toda la socialdemocracia ya oportunista. Descu-briendo «leyes de validez atemporal» para casos singulares yobteniendo descripciones «exactas» de terrenos aislados, la so-

1 El mismo Bernstein lo reconoce, por lo demás, “Solo que en la práctica”escribe, “y por consideración de las necesidades agitatorias del partido, noinferí siempre las últimas consecuencias de mis proposiciones críticas”. Vo-raussetzungen (Presupuestos)IX ed. 260.

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cialdemocracia desdibujó la distinción entre el imperialismo y elperíodo anterior. Ella se encontraba en el capitalismo «en gene-ral», cuya existencia, correspondiendo cada vez más en su opi-nión a la esencia de la razón humana, le pareció tan «natural»como a Ricardo y a sus sucesores, los economistas vulgares.

Sería un planteamiento no marxista ni dialéctico el preguntar-se, como punto de partida de la investigación, si el oportunismopráctico ha provocado esa recaída en la metodología de los eco-nomistas vulgares o si se tiene la relación causal inversa. Para eltipo de consideración propio del marxismo, ambas tendenciasvan juntas y constituyen el ambiente social de la situación de lasocialdemocracia antes de la guerra, el ambiente que explica laspugnas teoréticas suscitadas por la Acumulación del capital deRosa Luxemburg.

Pues la discusión, dirigida por Bauer, Eckstein, etc., no secentró en torno a la cuestión de si la solución del problema de laacumulación del capital propuesta por Rosa Luxemburg eramaterialmente verdadera o falsa. En vez de eso se discutió acer-ca de si el tema constituía propiamente un problema, y el resul-tado fue la categórica negativa de que hubiera un problema real.Esto es perfectamente comprensible, e incluso, necesario, desdeel punto de vista de la economía vulgar. Pues si la cuestión de laacumulación se trata, por una parte, como problema aislado dela economía y, por otra, desde el punto de vista del capitalistaindividual, entonces está claro que la cuestión no constituye dehecho problema alguno.1

La recusación del problema mismo tiene mucho que ver conel hecho de que los críticos de Rosa Luxemburg pasaron por altoprecisamente la parte decisiva del libro («Las condiciones histó-ricas de la acumulación») y plantearon consecuentemente elproblema de la forma siguiente: si las fórmulas de Marx, basa-

1 Rosa Luxemburg prueba irrefutablemente este hecho en su respuesta, es-pecialmente contra su crftico más serio, Otto Bauer. Cfr. 66 ss.

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das en el fundamento de la hipótesis, metodológicamenteabstráctica, de una sociedad exclusivamente compuesta de capi-talistas y proletarios, son correctas, y cuál es el mejor modo deinterpretarlas. Los críticos ignoraron completamente que esahipótesis es en el pensamiento de Marx puramente metodológi-ca, que es una hipótesis formulada para captar el problema conmás claridad, y que de ella hay que pasar al planteamiento másamplio, a la formulación del problema para la totalidad de lasociedad. Los críticos han ignorado que el propio Marx ha prac-ticado ese paso, por lo que hace a la llamada acumulación origi-naria, en el primer volumen de El Capital; y, consciente o in-conscientemente, han ocultado que El Capital entero es merofragmento por lo que hace a esta cuestión y que, por lo tanto,Rosa Luxemburg no hecho más que pensar hasta el final elfragmento marxiano según la orientación de Marx y completarlosegún su espíritu.

Pero esos críticos han obrado muy consecuentemente. Puesdesde el punto de vista del capitalista individual, desde el puntovista de la economía vulgar, ese problema no puede efectiva-mente plantearse. Desde el punto de vista del capitalista indivi-dual la realidad económica se presenta como un mundo domina-do por leyes naturales eternas a las cuales tiene que adecuar susactos y sus omisiones. La realización de la plusvalía, la acumu-lación, se efectúa para él (y tampoco siempre, sino sólo muy amenudo) en la forma del intercambio con otros capitalistas indi-viduales. Y todo el problema de la acumulación no pasa de ser elde una forma de las metamorfosis múltiples que experimentanlas fórmulas D-M-D y M-D-M 1 en el curso de la producción, lacirculación, etcétera. De este modo la cuestión de la acumula-ción se convierte para la economía vulgar, en una cuestión dedetalle propia de la ciencia especializada, que no tiene práctica-mente nada que ver con el destino del capitalismo total y cuya

1 En el libro I de El Capital. D=dinero; M=mercancía.

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solución queda suficientemente garantizada por la corrección delas «fórmulas» marxianas, las cuales podrían a lo sumo —comohace Otto Bauer— «mejorarse» modernizándolas. Ni Bauer nisus colegas han entendido —del mismo modo que en otro tiem-po los discípulos de Ricardo no entendieron el planteamientomarxista— que con fórmulas no puede captarse nunca, por prin-cipio, la realidad económica, pues el presupuesto de las fórmulases una abstracción practicada a partir de esa realidad total (con-sideración de la sociedad como si constara exclusivamente decapitalistas y proletarios), y que las fórmulas no pueden servirmás que para aclarar el problema, como trampolín para el plan-teamiento de la verdadera cuestión.

La acumulación del capital de Rosa Luxemburg recoge elmétodo y el planteamiento del joven Marx, de la Miseria de lafilosofía. Del mismo modo que en este libro se analizan las con-diciones históricas que han dado posibilidad y vigencia a la eco-nomía de Ricardo, así también se aplica en el libro de RosaLuxemburg el mismo método a las fragmentarias investigacio-nes de los volúmenes II y III de El Capital. Los economistasburgueses, como representantes ideológicos del capitalismo as-cendente, tuvieron que identificar las «leyes naturales» descu-biertas por Smith y Ricardo con la realidad social, con objeto deindicar en la sociedad capitalista la única sociedad posible ycorrespondiente a la «naturaleza» del hombre y a la razón. Aná-logamente: la socialdemocracia, como expresión ideológica deaquella aristocracia obrera, ya pequeño-burguesa, que estabacointeresada en la explotación económica del mundo entero du-rante la última fase del capitalismo, pero que intentaba al mismotiempo evitar el destino necesario de esa fase, la guerra mundial,tenía que entender el desarrollo como si la acumulación capita-lista se produjera en el espacio vacío de las fórmulas matemáti-cas (o sea, aproblemáticamente, o sea, sin guerra mundial). Conello la socialdemocracia, por lo que hace a comprensión y previ-sión políticas, cayó muy por debajo de las capas capitalistas de

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la gran burguesía interesadas clarividentemente en la explota-ción imperialista con todas sus consecuencias bélicas. Por esecamino pudo ya entonces adoptar las actitudes teóricas que hoytiene: la de guardiana de la persistencia eterna del orden econó-mico capitalista, protectora de las consecuencias fatales y ca-tastróficas hacia las que empujaban, a la vez ciegos y lúcidos,los verdaderos exponentes del capitalismo imperialista. Delmismo modo que la identificación de las «leyes naturales» ricar-dianas con la realidad social fue autoprotección ideológica delcapitalismo ascendente, así también la interpretación de Marxpor la escuela austriaca, su identificación de las abstraccionesmarxianas con la totalidad de la sociedad, es autoprotección dela «racionalidad» del capitalismo decadente. Y del mismo modoque la consideración de la totalidad, propia del joven Marx, ilu-minó crudamente la facies hipocrática del capitalismo aún flore-ciente, así también muestra el último florecimiento del capita-lismo, en el estudio de Rosa Luxemburg y mediante la introduc-ción de sus problemas básicos en la totalidad del proceso histó-rico, los caracteres de una siniestra danza de la muerte, una mar-cha de Edipo hacia el destino final inevitable.

- III -

Rosa Luxemburg ha dedicado a la refutación de la economíavulgar «marxista» un folleto que se ha publicado póstumamente.Pero esa refutación tendría su lugar adecuado, metódica y litera-riamente, al final de la segunda sección del libro La acumula-ción del capital, como cuarto ataque en el tratamiento de esacuestión decisiva del desarrollo capitalista. Pues la peculiaridadexpositiva de este libro consiste en que en su mayor parte estádedicado a investigaciones de historia de los problemas tratados.No sólo porque el análisis marxiano de la reproducción simple yde la reproducción ampliada es el punto de partida de la investi-

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gación como tal y abre además el tratamiento temático definitivodel problema mismo. Sino, además, porque el núcleo del libro esel análisis, casi de historia de la literatura del tema, por así decir-lo, de las grandes discusiones respecto de la acumulación: ladiscusión de Sismondi con Ricardo y su escuela, la de Rodbertuscon Kirchmann, la de los narodniki con los marxistas rusos.

Pero también por ese modo de exposición se encuentra RosaLuxemburg dentro de la tradición marxiana. El estilo de sucomposición indica incluso una vuelta al marxismo originario ysin falsear, al tipo de exposición del propio Marx. Pues la prime-ra obra madura, completa y conclusiva de éste, la Miseria de lafilosofía, refuta a Proudhon por el procedimiento de apelar a lasfuentes reales de sus concepciones, a Ricardo por una parte y aHegel por otra. El análisis de dónde, cómo y, sobre todo, porqué Proudhon tenía que interpretar mal a Ricardo y a Hegel es lafuente de la luz que no sólo aclara lamentablemente las autocon-tradicciones de Proudhon, sino que penetra hasta los oscurosfundamentos, para él mismo desconocidos, de los que brotanaquellos errores, hasta la situación de clase cuya expresión te-orética son las ideas de Proudhon: Pues «las categorías econó-micas no son sino las expresiones teoréticas, las abstraccionesde las relaciones sociales de producción», escribe Marx.1 Y aun-que su obra capital teórica, por su extensión y por la abundanciade problemas particulares tratados en ella, no permitía sino par-cialmente ese tipo de exposición en base a la historia de los pro-blemas, ello no puede esconder la homogeneidad material deltratamiento de los problemas mismos. El Capital y las Teoríasde la plusvalía son esencialmente una obra cuya estructura in-terna significa la realización temática de la tarea esbozada ypropuesta en la Miseria de la filosofía de un modo brillante yhasta generosamente expositivo en su esquematicidad.

1 Elend der Philosophie [Miseria de la filosofía, ed. alemana], 90.

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Esta forma interna de la configuración de los problemasvuelve a llevarnos al problema central del método dialéctico, ala posición de dominio, adecuadamente entendida, de la categor-ía de totalidad y, con ello, a la filosofía hegeliana. El métodofilosófico de Hegel, que fue siempre al mismo tiempo —delmodo más avasallador en la Fenomenología del Espíritu— his-toria de la filosofía y filosofía de la historia, no ha sido nuncaabandonado en este punto por Marx. Pues la unificación dialéc-tica hegeliana de pensamiento y ser, la idea de su unidad comounidad y totalidad de un proceso, es también la esencia de lafilosofía de la historia del materialismo histórico. Incluso lapolémica materialista contra la concepción «idealista» de la his-toria se orienta más contra los epígonos de Hegel que contra elmaestro mismo, el cual estaba en este punto más cerca de Marxde lo que éste mismo habrá pensado a veces en el curso de sulucha contra la cristalización «idealista» del método dialéctico.El idealismo «absoluto» de los epígonos de Hegel significa enefecto una disolución de la totalidad originaria del sistema,1 unaseparación de la dialéctica respecto de la historia viva y con ello,en última instancia, una eliminación de la unidad dialéctica delpensamiento y el ser. Pero el materialismo dogmático de losepígonos de Marx repite esa misma separación respecto de latotalidad concreta de la realidad histórica. Aunque su método nollega a degenerar en un vacío esquematismo de conceptos, comoel de los epígonos de Hegel, cristaliza de todos modos en unaeconomía vulgar al nivel mecánico de la ciencia especializadaparticular. Si los hegelianos han perdido la capacidad de alcan-

1 Acerca de las relaciones de Hegel con sus sucesores cfr. el excelente estu-dió del hegeliano Lassalle «Die Hegelsche und die Rosenkranzsche Logik»[La lógica de Hegel y la de Rosenkranz], Werke [Obras], ed. Cassirer, vol.IV. Acerca de la medida en la cual el propio Hegel lleva su sistema hastarealizaciones falsas, y en este punto es profundamente corregido y decisi-vamente continuado por Marx, cfr. el artículo «¿Qué es marxismo orto-doxo?».

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zar los acaecimientos históricos con sus construcciones pura-mente ideológicas, los otros resultan no menos incapaces deconcebir la conexión de las formas llamadas “ideológicas” de lasociedad con su fundamento económico, y la economía mismacomo totalidad, como realidad social.

Para el método dialéctico todo —sea lo que sea— gira siem-pre en torno del mismo problema: el conocimiento de la totali-dad del proceso histórico. Por eso para él los problemas “ideoló-gicos” y “económicos” pierden su recíproca extrañeza y fluyenlos unos en los otros. El tratamiento histórico-problemático seconvierte efectivamente en una historia de los problemas reales.La expresión literaria, científica, de un problema aparece comoexpresión de una totalidad social, como expresión de sus posibi-lidades, sus límites y sus problemas. El tratamiento históri-co-literario de los problemas puede así expresar del modo máspuro la problemática del proceso histórico. La historia de la filo-sofía se convierte en filosofía de la historia.

Por eso no es nada casual que las dos obras básicas con lasque empieza teoréticamente el renacimiento del marxismo, Laacumulación del capital de Rosa Luxemburg y Estado y revolu-ción de Lenin, recurran desde el punto de vista literario a esaforma del joven Marx. Para presentarnos dialécticamente el pro-blema material de sus obras, los dos autores nos dan, hasta ciertopunto, una exposición histórico-literaria del origen de sus pro-blemas. Y al analizar los cambios y mutaciones de las concep-ciones que precedieron a su planteamiento, al considerar cadauna de esas etapas de clarificación o confusión mental en la tota-lidad histórica de sus condiciones y de sus consecuencias, con-siguen que se presente, con vivacidad de otro modo inalcanza-ble, el proceso histórico mismo, cuyo fruto material es el plan-teamiento y la solución que ellos ofrecen. No hay diferencia másgrande que la que separa este método del «estudio de los precur-sores» característico de la ciencia burguesa (en la cual hay queincluir plenamente a los teóricos socialdemócratas). Pues a ésta,

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al distinguir metódicamente entre teoría e historia, al separar losdiversos problemas por principio de método y eliminar así elproblema de la totalidad por razones de cientificidad exacta, lahistoria de los problemas se le convierte en una tara o carga in-útil, desde el punto de vista del material y de la exposición, parael problema objetivo mismo; se le convierte en algo que no pue-de tener interés más que para el especialista, y cuya ilimitadaampliabilidad esconde progresivamente la adecuada sensibilidadpara los problemas reales y produce un especialismo sin espíritu.

A causa de esa apelación a las tradiciones de método y de ex-posición de Marx y Hegel, la historia de los problemas se con-vierte en manos de Lenin en una historia interna de las revolu-ciones europeas del siglo XIX; y la exposición históricoliterariade Rosa Luxemburg crece hasta convertirse en una historia delas luchas por la posibilitación y la ampliación del sistema capi-talista. Las primeras grandes conmociones del capitalismo aúnsin desarrollar, todavía ascendente, las grandes crisis de 1815 y1818-19, introducen el combate en la forma de los NouveauxPrincipes d'Économie Politique de Sismondi. Se trata del primerreconocimiento —reaccionario por sus objetivos— de la pro-blemática del capitalismo. La forma no desarrollada del capita-lismo se expresa ideológicamente según los puntos de vista a lavez unilaterales y oblicuos del enemigo. Mientras que el escep-ticismo reaccionario de Sismondi ve en las crisis una señal de laimposibilidad de la acumulación, el optimismo todavía incólumede los portavoces del nuevo orden de producción niega la nece-sidad de la crisis, la existencia de una problemática en general.Al final de la serie la estratificación social de los que formulanlas preguntas y la significación social de sus respuestas resulta,empero, completamente invertida: lo que se ha hecho ya tema —aunque aún le falte mucho para llegar a consciencia— es el des-tino de la revolución, la ruina del capitalismo. El análisis deMarx ha influido decisivamente, en el terreno teórico, en esecambio de significación, y eso es una señal de que la burguesía

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empieza a perder incluso la dirección ideológica de la sociedad.Y mientras que a propósito de esta cuestión la actitud de losnarodniki muestra claramente su carácter reaccionario pequeño-burgués, es interesante observar cómo los «marxistas» rusos seconvierten cada vez más claramente en adelantados ideológicosdel desarrollo capitalista. Se convierten propiamente en herede-ros ideológicos del optimismo social de Say, Mac Culloch, etc.,por lo que hace a las posibilidades de desarrollo del capitalismo.«Los marxistas "legales" rusos», dice Rosa Luxemburg,1 «hantriunfado sin duda sobre sus contrincantes los "populistas", perohan triunfado demasiado completamente... Se trataba de la cues-tión de si el capitalismo en general, y particularmente en Rusia,era capaz de desarrollo, y esos supuestos marxistas han argu-mentado tan a fondo dicha capacidad que hasta probaron teoréti-camente la posibilidad de una duración eterna del capitalismo.Está claro que si se admite la acumulación ilimitada del capital,se puede probar la ilimitada vitalidad del capitalismo… Si elmodo capitalista de producción es capaz de garantizar sin límitesel crecimiento de las fuerzas de producción, el progreso econó-mico, entonces ese modo de producción es insuperable”.

En este punto se inserta la cuarta campaña, por así decirlo, apropósito del problema de la acumulación, la campaña de OttoBauer contra Rosa Luxemburg. La cuestión del optimismo so-cial ha cobrado, tras un cambio, una nueva significación funcio-nal. La duda respecto de la posibilidad de la acumulación sedesprende de su forma absoluta en la obra de Rosa Luxemburg.Se convierte en la cuestión histórica de las condiciones de laacumulación, y, por tanto, en la certeza de que una acumulaciónilimitada es imposible. La acumulación se hace dialéctica por elhecho de que se la trata ya en su ambiente total. Y llega a ser ladialéctica del sistema capitalista entero. «En el momento», diceRosa Luxemburg,2 «en que el esquema marxiano de la repro-

1 Akkumulation des Kapitals [Acumulación del capital], 1 a ed., 296.2 Ibíd., 393

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ducción ampliada resulta corresponder a la realidad, muestra sinmás la salida o el final, la limitación histórica del movimiento deacumulación, o sea, el final de la producción capitalista. La im-posibilidad de la acumulación significa desde el punto de vistacapitalista una imposibilidad del ulterior despliegue de las fuer-zas productivas y, con ello, la necesidad histórica objetiva delfinal del capitalismo. De ello resulta el contradictorio movimien-to de la última fase, la fase imperialista, como período conclusi-vo de la carrera histórica del capital». Al crecer la duda hastaconvertirse en certeza dialéctica abandona sin restos todos loselementos pequeño-burgueses y reaccionarios de su pasado: esde nuevo optimismo, certeza teorética de la futura revoluciónsocial.

El mismo cambio funcional imprime a la actitud contrapues-ta, a la afirmación de la acumulación ilimitada, un carácter pe-queñoburgués y vacilante, tímido y dubitativo. La afirmación deOtto Bauer no tiene ya el optimismo radiante y transparente deun Say o un Tugan-Baranowsky. Bauer y sus colegas ideológi-cos son, por la esencia de sus teorías, unos proudhonistas conterminología marxista. Sus intentos de resolver el problema dela acumulación —o, por mejor decirlo, de no reconocerlo comoproblema— desembocan en última instancia en el esfuerzo deProudhon por preservar los «lados buenos» de la evolución capi-talista evitando al mismo tiempo sus «lados malos».1 Pero elreconocimiento del problema de la acumulación es un recono-cimiento de que esos «lados malos están indisolublemente uni-dos con la esencia más íntima del capitalismo; significa, por lotanto, que el imperialismo, la guerra mundial y la revoluciónmundial tienen que entenderse como necesidades del desarrollo.Pero, como queda dicho, eso se opone a los intereses inmediatosde las capas cuyos portavoces ideológicos son los marxistas delcentro, los cuales desearían un capitalismo muy desarrollado sin

1 Elend der Philosophie [Miseria de la filosofía, ed. alemana], 93-95.

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«degeneraciones» imperialistas, una producción «ordenada» sin«perturbaciones» bélicas, etc. «Esta concepción», dice RosaLuxemburg,1 «redunda en el intento de convencer a la burguesíade que el imperialismo y el militarismo son perjudiciales paraella misma, desde el punto de vista de sus mismos intereses ca-pitalistas, aislar así al supuesto puñado de beneficiarios de eseimperialismo y construir un bloque del proletariado con ampliascapas de la burguesía, con objeto de "frenar" el imperialismo...,de "quitarle la punta". Del mismo modo que el liberalismo, en superíodo de decadencia, contraponía a la monarquía mal infor-mada una monarquía bien informada a la que apelaba, así tam-bién el "centro marxista" apela contra la burguesía mal aconse-jada a una... bien instruida». Bauer y sus colegas han capituladoeconómica e ideológicamente ante el capitalismo. Esa capitula-ción se expresa teóricamente en su fatalismo económico, en sufe en la duración eterna, «por ley natural», del capitalismo. Perocomo, en su condición de auténticos pequeños burgueses, ellosmismos no son más que apéndices ideológicos y económicos delcapitalismo, como su aspiración es un capitalismo sin «ladosmalos», sin «excrecencias», se encuentran al mismo tiempo en«oposición», no menos auténticamente pequeño-burguesa, alcapitalismo: en una oposición ética.

- IV -

El fatalismo económico y la nueva fundación ética del socia-lismo van íntimamente juntos. No es casual que los encontremosanálogamente en Bernstein, Tugan-Baranowsky y Otto Bauer. Yello no sólo por la necesidad de buscar y hallar un sucedáneosubjetivo del camino objetivo de la revolución, camino que ellosmismos se han cerrado, sino también como consecuencia metó-dica del punto de vista de la economía vulgar, como consecuen-

1 Antikritik [Anticrítica], 119.

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cia, esto es, del individualismo metódico. La nueva fundamenta-ción “ética” del socialismo es el aspecto subjetivo de la falta dela categoría de totalidad, única capaz de posibilitar la visión deconjunto. Para el individuo, ya se trate del capitalista, ya delindividuo proletario, el mundo circundante, el ambiente social (yla naturaleza como reflejo y proyección teorética del mismo)tiene que presentarse como un destino absurdo y brutal, comoalgo que eterna y esencialmente le es extraño. Él no puede en-tender ese mundo más que aceptándolo en la teoría, de acuerdocon la forma de las «leyes eternas de la naturaleza, o sea, sólo siese mundo cobra una racionalidad ajena al hombre, impenetra-ble y no influible por las posibilidades de acción del individuo;sólo si el hombre se comporta con ella de un modo puramentecontemplativo, fatalista. La posibilidad de la actuación en unmundo así se ofrece sólo por dos vías, las cuales son ambas apa-rentes desde el punto de vista de la acción verdadera, de la trans-formación del mundo. Una es el aprovechamiento de las «leyes»inmutables descubiertas del modo dicho, o sea, tomadas de unmodo fatalista, para determinadas finalidades humanas (porejemplo, la técnica). La otra es una acción orientada hacia lainterioridad, como un intento de realizar la transformación delmundo en el único punto que de éste queda, o sea, el individuomismo (ética). Pero como la mecanización del mundo mecanizatambién, necesariamente, el sujeto del mundo, esa ética no pasatampoco de ser abstracta, meramente normativa incluso respectode la totalidad del individuo aislado del mundo, y no llega a serrealmente activa, productora de objetividad. Queda en el merodeber-ser: tiene carácter de mero postulado. La conexión metó-dica entre la Crítica de la razón pura kantiana y la Crítica de larazón práctica es constructiva e inevitable. Y todo «marxista»que abandone el punto de vista de la totalidad en la considera-ción de la realidad económico-social del proceso histórico, todo«marxista» que abandone el método Hegel-Marx para aproxi-marse de algún modo a las "leyes" ahistóricas propias de la

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ciencia especializada buscadas por el método de la considera-ción "crítica" tiene que volver, en cuanto que se plantea el pro-blema de la acción, a la abstracta ética de los postulados de laescuela kantiana, a la ética de los imperativos.

Pues la rotura del punto de vista de la totalidad desgarra launidad de la teoría y la práctica. La acción, la práctica —cuyaexigencia ha puesto Marx en cabeza de sus tesis sobre Feuer-bach— es por su esencia una penetración, una transformación dela realidad. Mas la realidad no puede captarse y penetrarse sinocomo totalidad, y sólo es capaz de esa penetración un sujeto quesea él mismo totalidad. No en vano pone el joven Hegel1 comoprimera exigencia de su filosofía la proposición según la cual«lo verdadero no tiene que concebirse y expresarse sólo comosustancia, sino igualmente como sujeto». Con eso ha descubiertoHegel el error más profundo, la limitación última de la filosofíaclásica alemana, aunque le fuera negada la realización efectivade esa exigencia en su propia filosofía, la cual quedó por ellopresa en las mismas limitaciones que sus predecesores. Estabareservado a Marx el descubrir concretamente ese «verdaderocomo sujeto» y establecer así la unidad de la teoría y la práctica,al centrar y limitar la realización de la reconocida totalidad en larealidad del proceso histórico, determinando así cuál es la totali-dad cognoscible y de necesario conocimiento. La superioridadcientífico-metódica del punto de vista de clase (a diferencia delpropio del individuo) ha quedado ya clara en lo que antecede.

Ahora puede apreciarse también el fundamento de esa supe-rioridad: sólo la clase puede penetrar activamente la realidadsocial y trasformarla en su totalidad. Por eso la «crítica» ejerci-da desde este punto de vista, al ser consideración de la totalidad,es la unidad dialéctica de la teoría y la práctica al mismo tiempo,reflejo y simultáneamente motor del proceso histórico-dialéctico. El proletariado, como sujeto del pensamiento de la

1 Phänomenologie des Geistes [Fenomenología del espíritu], Vorrede [Dis-curso preliminar].

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sociedad, desgarra de un golpe el dilema de la impotencia: eldilema entre el fatalismo de las leyes puras y la ética de la puraintención.

Así pues, el que el conocimiento del condicionamiento histó-rico del capitalismo (el problema de la acumulación) se convier-ta para el marxismo en una cuestión vital se debe a que sólo enese contexto, en la unidad de teoría y práctica, puede fundarse lanecesidad de la revolución social, de la plena trasformación dela totalidad de la sociedad. El círculo del método dialéctico —ytambién esta determinación procede de Hegel— no puede ce-rrarse más que entendiendo la cognoscibilidad y el conocimientode esa conexión como producto del proceso. Rosa Luxemburgsubraya ya en su temprana polémica con Bernstein esa diferen-cia esencial entre la consideración total de la historia y la par-cial, entre la dialéctica y la mecánica (sea ésta oportunista o ex-tremista). «En este punto», escribe,1 «se tiene la diferencia prin-cipal entre los golpes de Estado blanquistas realizados por una"minoría resuelta", que siempre son como pistoletazos irreflexi-vos y por eso caen siempre fuera de ocasión, y la conquista delpoder del Estado por la masa popular amplia y consciente desdeel punto de vista de clase, la cual no puede ser sino producto deuna incipiente descomposición de la sociedad burguesa, razónpor la cual presenta la legitimación económico-política de suoportuna aparición». Y en su último escrito escribe análogamen-te:2 «La tendencia objetiva de la evolución capitalista hacia esameta basta para provocar mucho antes una agudización social ypolítica de las contraposiciones sociales y una insostenibilidadde la situación tales que por fuerza preparan el final del sistemadominante. Pero esas contraposiciones sociales y políticas noson en última instancia sino producto de la insostenibilidadeconómica del sistema capitalista, y de esta fuente toman preci-

1 Sozialreform oler Reuolution? [Reforma social o revolución?], 47.2 Antikritik [Anticrítica], 37.

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samente su creciente agudización, precisamente en la medida enque se hace captable aquella insostenibilidad.»

Así pues, el proletariado es al mismo tiempo producto de lacrisis permanente del capitalismo y ejecutor de las tendenciasque llevan el capitalismo a la crisis. «El proletariado», diceMarx,1 «ejecuta la sentencia dictada contra sí misma por la pro-piedad privada con la producción del proletariado». El proleta-riado actúa en la medida en que reconoce su situación. Y reco-noce su situación en la sociedad en la medida en que lucha con-tra el capitalismo.

Pero la consciencia de clase del proletariado, la verdad delproceso «en cuanto sujeto», no es en modo alguno algo que semantenga uniformemente estable o que proceda según «leyes»mecánicas. Es la consciencia del proceso dialéctico mismo: es élmismo un concepto dialéctico. Pues el lado práctico, activo, dela consciencia de clase, su verdadera esencia, no puede ser visi-ble según su auténtica figura más que si el proceso históricoexige imperiosamente su vigencia, más que si una crisis agudade la economía lo mueve a la acción. En otro caso, y de acuerdocon la crisis permanente latente del capitalismo, él mismo esteorético y latente:2 se encuentra en la forma de “mera” cons-ciencia, como “suma ideal” -según las palabras de Rosa Luxem-burg- de exigencias puestas a los problemas y las luchas del día.

Pero en la unidad dialéctica de la teoría y la práctica que havisto Marx en el movimiento de liberación del proletariado, y ala cual él ha dado consciencia, no puede haber consciencia mera,ni en la forma de la teoría «pura» ni en la del puro postulado,deber-ser, mera norma de la conducta. El mismo postulado tieneaquí su realidad, esto es: la situación del proceso histórico queimprime a la consciencia de clase del proletariado un carácter de

1 Nachlass [Póstumos], II, 132.2 Massenstreik [La huelga de masas], 2 .a 4 ed., 48.

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postulado, un carácter «latente y teorético», tiene que cobrarforma como realidad correspondiente, e intervenir como tal en latotalidad del proceso. Esta forma de la consciencia proletaria declase es el partido. No es casual que precisamente Rosa Luxem-burg, la cual reconoció antes que muchos otros y con mayorclaridad la naturaleza espontánea de las acciones revolucionariasde las masas (con lo cual, por supuesto, no hizo sino subrayarotro aspecto de la afirmación, ya estudiada, de que esas accionesse producen necesariamente por la necesidad del procesoeconómico), haya puesto también en claro, antes que muchosotros, la función del partido en la revolución.1 Para los vulgari-zadores mecanicistas el partido era una mera forma de organiza-ción, y también era un mero problema de organización el movi-miento de masas, la revolución. Rosa Luxemburg ha visto tem-pranamente que la organización es más consecuencia que presu-puesto del proceso revolucionario, por el hecho mismo de que elproletariado no puede constituirse en clase más que en el proce-so y por él. En este proceso, que el partido no puede ni suscitarni evitar, el partido tiene en cambio una función muy alta: serportador de la consciencia de clase del proletariado, conscien-cia de su misión histórica.

Mientras que el punto de vista, aparente y superficialmentemás práctico y, en todo caso, “más real”, que atribuye al partidoprincipal o exclusivamente tareas de organización se encuentrareducido, ante el hecho de la revolución, a la posición de un fa-talismo insostenible, la concepción de Rosa Luxemburg llega aser fuente de la actividad verdadera, de la actividad revoluciona-ria. Cuando el partido asume la responsabilidad «de que en cadafase y en cada momento de la lucha toda la suma del poder pre-sente, ya desencadenado, actuado, del proletariado se realice y

1 Sobre las limitaciones de su concepción cfr. los artículos «Observacionescríticas...», etc., y Observaciones de método acerca del problema de la or-ganización». Aquí nos limitamos a exponer el punto de vista de RosaLuxemburg.

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se exprese en la posición de lucha del partido, de que la tácticade la socialdemocracia no esté nunca, en cuanto a decisión yenergía, por debajo del nivel de la efectiva correlación de fuer-zas sino que se anticipe más bien a ella»,1 entonces el partidotransforma su carácter de postulado, en el momento de la revo-lución aguda, en una realidad activa, introduciendo en el movi-miento de masas espontáneo la verdad que alienta en él y le-vantándolo de la necesidad económica de su origen hasta la li-bertad de la acción libre. Y esta mutación del postulado en reali-dad se convierte en palanca de la organización verdaderamenteclasista, verdaderamente revolucionaria del proletariado. El co-nocimiento se hace acción, la teoría se hace consigna, la masaque actúa de acuerdo con la consigna se inserta cada vez másrobustamente, consciente y firmemente en las filas de la van-guardia organizada. De las consignas adecuadas nacen orgáni-camente los presupuestos y las posibilidades incluso de la orga-nización técnica del proletariado combatiente.

La consciencia de clase es la «ética» del proletariado, la uni-dad de su teoría y de su práctica, el punto en el cual la necesidadeconómica de su lucha libertadora muta dialécticamente en li-bertad. Al reconocerse al partido como forma histórica y porta-dor activo de la consciencia de clase, el partido se convierte almismo tiempo en portador de la ética del proletario en lucha.Ésta su función tiene que determinar su política. Aunque su polí-tica no esté siempre en armonía con la realidad empírica delmomento, aunque sus consignas no sean seguidas en tales mo-mentos, no sólo le dará satisfacción la marcha necesaria de lahistoria, sino que, además, la fuerza moral de la verdadera cons-ciencia de clase, de la correcta acción de clase, tendrá tambiénsus frutos desde el punto de vista del realismo político.2

Pues la fuerza del partido es una fuerza moral: se alimenta dela confianza de las masas espontáneamente revolucionarias,

1 Massenstreik [La huelga de masas], 38.2 Cfr. el hermoso paso del folleto sobre Junio, Futuros-Verlag, 92.

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obligadas a sublevarse por la evolución económica. El partidovive del sentimiento que las masas tienen de que es la objetiva-ción de su más propia voluntad, que ellas mismas no tienen enclaro, la forma visible y organizada de su propia consciencia declase. Sólo cuando el partido se ha conquistado y merecido esaconfianza puede ser dirigente de la revolución. Pues sólo enton-ces se lanzará el impulso espontáneo de las masas, con toda sufuerza y con instinto cada vez más claro, en la dirección del par-tido, en la dirección de su propia llegada a consciencia.

Los oportunistas, a causa de su división de lo que es insepa-rable, se han privado de este conocimiento, del autoconocimien-to activo del proletariado. Por eso sus portavoces se burlan —demodo auténticamente pequeño-burgués y librepensador— de la«fe religiosa» que según ellos subyace al bolchevismo, almarxismo revolucionario. Esa acusación es al mismo tiempoconfesión de su importancia. Su patológico escepticismo, vacia-do y corroído por dentro, se disfraza en vano con la distinguidacapa de una fría y objetiva «cientificidad». Pero cada palabra ycada gesto revelan la desesperación de los mejores de entre ellosy el vacío interno de los peores: el completo aislamiento respec-to del proletariado, sus caminos y su misión. Lo que llaman fe eintentan rebajar con el nombre de «religión» no es ni más nimenos que la certeza de la ruina del capitalismo, la certeza de lavictoria final de la revolución proletaria. No puede haber garant-ía «material» de esa certeza. Sólo metódicamente -por el métododialéctico- nos está garantizada. Y esa garantía no puede probar-se ni conseguirse más que mediante la acción, mediante la revo-lución misma, mediante la vida y la muerte por la revolución.No puede haber marxistas en el sentido de la objetividad dellaboratorio, del mismo modo que tampoco puede haber una se-guridad de la victoria de la revolución mundial con la garantíade las «leyes naturales».

La unidad de la teoría y la práctica no se da sólo en la teoría,sino que subsiste también para la práctica. Del mismo modo que

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el proletariado como clase no puede conquistar su conscienciade clase ni mantenerla más que en la lucha y en la acción, delmismo modo que sólo en ellas puede levantarse hasta el nivel,objetivamente dado, de su tarea histórica, así tampoco pueden elpartido y el combatiente individual hacerse verdaderamentedueños de su teoría más que si son capaces de introducir esaunidad en su propia práctica. La llamada fe religiosa no es enese caso sino certeza metódica acerca del hecho de que, pese atodas las derrotas y retiradas momentáneas, el proceso históricosigue su camino hasta el final en nuestros actos, por nuestroactos. Para los oportunistas vuelve a presentarse aquí el viejodilema de la impotencia; ellos dicen: puesto que los comunistasestán previendo la «derrota», tienen que abstenerse de toda ac-ción, o reconocerse aventureros sin conciencia, políticos de lacatástrofe y putschistas. En su minusvalía intelectual y moral,los oportunistas son precisamente incapaces de verse a sí mis-mos y al instante de su acción como momento de la totalidad,del proceso: incapaces de ver la «derrota» como camino hacia lavictoria.

Característico de la unidad de la teoría y la práctica en la obrade Rosa Luxemburg es el hecho de que esa unidad de victoria yderrota, de destino individual y proceso total, constituya el hiloconductor de su teoría y de su conducta. En su primera polémicacon Bernstein1 ha presentado ya como inevitable la conquistanecesariamente «prematura» del poder del Estado por parte delproletariado, y ha desenmascarado luego el resultante y temblo-roso escepticismo oportunista respecto de la revolución «comocontrasentido político que parte de la idea de una evoluciónmecánica de la sociedad y presupone para la victoria en la luchade clase un momento determinado externo a, e independiente de,la lucha de clases misma». Esa certeza sin ilusiones mueve aRosa Luxemburg en sus luchas por la liberación del proletaria-

1 Soziale Reform oder Revolution? [Reforma social o revolución?], 47-48.

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do, por su liberación económica y política de la servidumbrematerial del capitalismo y por su liberación ideológica de la ser-vidumbre intelectual del oportunismo. Como gran dirigente inte-lectual del proletariado, su lucha principal se orientó contra esteúltimo enemigo, que es el más peligroso, por más difícil de su-perar. Su muerte a manos de sus enemigos más reales y sangui-narios, los Scheidemann y los Noske, es, por lo tanto, la corona-ción consecuente de su pensamiento y de su vida. El que se que-dara con las masas y compartiera su destino cuando la derrotadel levantamiento de enero —claramente prevista por ella mis-ma hace años en el plano teórico, y también claramente en elmomento mismo de la acción—, es tan directa consecuencia dela unidad de la teoría y de la práctica en su conducta como elmerecido odio mortal de sus asesinos, los oportunistas social-demócratas. ■

Enero de 1921.

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