238
La mirada de la Gorgona La mirada de la Gorgona Julia Goldin Julia Goldin ~1~

Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

~~11~~

Page 2: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

JJULIAULIA G GOLDINOLDIN

LLAA MIRADAMIRADA DEDE LALA

GGORGONAORGONANº2 El cuarteto de los compañerosNº2 El cuarteto de los compañeros

~~22~~

Page 3: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Índice

ARGUMENTO......................................................4Capítulo 1........................................................5Capítulo 2......................................................11Capítulo 3......................................................19Capítulo 4......................................................28Capítulo 5......................................................46Capítulo 6......................................................57Capítulo 7......................................................66Capítulo 8......................................................74Capítulo 9......................................................82Capítulo 10....................................................94Capítulo 11..................................................103Capítulo 12..................................................114Capítulo 13..................................................122Capítulo 14..................................................130Capítulo 15..................................................139Capítulo 16..................................................152Capítulo 17..................................................159Capítulo 18..................................................167Capítulo 19..................................................175Capítulo 20..................................................183

~~33~~

Page 4: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

AARGUMENTORGUMENTO

El bosque de Mallins está en peligro y, con él, el hogar de la última gorgona, una criatura mítica capaz de matar con una sola mirada. Sólo un puñado de gente sabe que todavía existe. Col y su madre se encuentran entre los elegidos, y están decididos a salvar tanto a la criatura como al bosque.

Mientras Col trata de encontrar ayuda entre los vecinos, su madre está urdiendo un plan mucho más letal. Instada por Kullervo, el maléfico ser de forma cambiante, está dispuesta a sacrificar a la mejor amiga de Col, Connie, para proteger a la gorgona. Pero, primero, necesita que Col la lleve al refugio de la mítica criatura...

~~44~~

Page 5: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 1Capítulo 1

Color oroColor oro

—¡Conseguirás que nos matemos! —gritó Connie, que se debatía entre el terror y el deleite mientras Col hacía que su caballo alado atravesara una nube gris y húmeda en una imponente caída libre.

Col volvió la cabeza por encima del hombro para reírse. El casco y las gafas de montar le ahorraban lo peor de aquel mal tiempo.

—No nos engañarás, Connie Lionheart: estás disfrutando cada minuto de tu cabalgada.

—¡No! —le gritó al oído, malhumorada—. ¡Ay! ¡Cuidado!

El pegaso viró a la izquierda. Zas, zas: los cascos de Skylark tocaron la hierba y ella estuvo a punto de salir despedida de su lomo.

—Bonito aterrizaje. —Connie se deslizó hasta el suelo, aliviada.

—¿Qué insinúas? ¡Ha sido un perfecto picado ateniense, seguido de una vuelta tesalonicense! —Los ojos de Col, aquel extraño par, uno verde y otro marrón, echaron chispas buscando los ojos de Connie, espejo de los suyos.

Connie acarició el morro de Skylark.

—Vale, y ahora que estamos aquí, ¿me vas a decir qué ocurre?

Se encontraban en la cima de una colina de Dartmoor, bajo el sol del atardecer. Aparte de la hierba que la brisa rizaba, no había nada en varios kilómetros a la redonda. Todo estaba en silencio, salvo por el siseo del viento en sus oídos.

—Pregúntaselo al doctor Brock.

—¿Qué? ¿Por qué? —Connie estaba completamente confusa. Col sonrió maliciosamente. A veces resultaba francamente irritante—. Tú me dirás qué pasa, ¿verdad, Skylark? —dijo, recurriendo al pegaso. Pero Skylark sacudió las crines y cambió el peso de pata evasivamente.

La niña estaba empezando a enfadarse. ¿Qué sentido tenía arrastrarla a los páramos si el doctor Brock estaba a kilómetros de distancia, cómodamente sentado en su confortable jardín de Hescombe?

—¡Oh, venga, Col! ¡No puedes haberme traído hasta aquí para nada!

—Para nada, no, universal —dijo una voz a su espalda.

~~55~~

Page 6: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie se dio la vuelta y ahí estaba el doctor Brock, con su pelo rojizo

sembrado de canas revuelto. ¿De dónde había salido? Parecía haber brotado del suelo.

—¿Qué hace aquí? —preguntó Connie, sorprendida.

—Tenemos que mostrarte algo especial. Sígueme.

El doctor Brock, compañero de los dragones y líder de la sección local de la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas se giró y guió a Connie, Col y Skylark por un sendero empinado que se alejaba de la cima de la colina. El camino terminaba en un arroyo que discurría discretamente por un suelo pantanoso. Sin inmutarse, el doctor Brock se abrió paso por la corriente, chapoteando en el agua que le cubría hasta los tobillos y levantando un fuerte olor gaseoso a su paso. Connie arrugó la nariz, pero no dudó en seguirle. El riachuelo brotaba de una oscura brecha que fracturaba la ladera. A medida que se iban adentrando en ella, un techo de robles achaparrados y heléchos de color verde lima los iba privando de la poca luz del día que aún quedaba. Los cascos de Skylark golpeaban la roca, emitiendo ecos contra las paredes rocosas. A Connie se le erizó el vello de la nuca. Cada vez se intensificaba más la sensación de una presencia... Había una criatura, o varias, por allí cerca.

—Me parece que vamos a necesitar un poco de luz, amigos —gritó el doctor Brock, sacándose una linterna del cinturón—. ¿Tengo permiso? —El último comentario no iba dirigido a Connie ni a Col, sino a la sombra en forma de dragón que se agazapaba ante el doctor empequeñeciendo a los humanos. Seguramente el permiso le fue concedido, porque un haz de luz blanca cobró vida abriéndose paso entre las irregulares paredes rocosas.

»¡Aquí! —exclamó el doctor Brock, con voz ronca.

Bajo el haz de luz había otro dragón, algo más pequeño que el primero, acurrucado en el rincón más profundo de la hendidura. Yacía en el suelo enroscado de tal modo que tenía la cabeza posada sobre la cola. Unos ojos esmeralda los contemplaban fijamente. El flanco del dragón brillaba bajo la luz con los tonos blancuzcos de una castaña pelada. El doctor Brock hizo una solemne reverencia, gesto que copió rápidamente Connie. Col y Skylark retrocedieron, pues sabían que era mejor no acercarse a los dragones, ni a ninguna otra criatura mítica, a menos que fuera su especie compañera. El dragón castaño levantó la cabeza ligeramente y sacó la lengua antes de inclinar el morro en respuesta al saludo.

—Esta es Castanea —dijo el doctor Brock a Connie, en voz baja—. La pareja de Argot. Acércate, hay algo que te gustará ver.

Connie siguió al doctor cautelosamente por el lecho rocoso hasta llegar al lado de Castanea. Argot cambió la cola de sitio para dejarlos pasar, sin dejar de observarlos con lo que a Connie le pareció una emoción contenida.

—Vamos —gritó el doctor Brock, insistiendo para que pasara ante él.

~~66~~

Page 7: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie se acercó al charco de luz hasta que se halló en el perímetro

externo del círculo formado por la cola de la dragona. Se preguntó qué esperaban todos que hiciera. ¿Querían que mantuviera un encuentro con Castanea? ¿Que compartiera sus sueños tal como solían hacer los dragones con sus compañeros? Ni el doctor Brock ni la dragona le dieron la menor pista, así que se acercó unos pasos más y extendió la mano hacia la criatura.

Entonces lo escuchó: un resuello estridente justo ante ella. Apartó la mano rápidamente y miró los ojos relucientes de Castanea. Estaba tan cerca que podía oler el aroma sulfuroso del cálido aliento de la dragona en el aire húmedo. Sus párpados se cerraron brevemente sobre los ojos verdes: le había dado su consentimiento para continuar. Así pues, Connie se inclinó sobre la cola de Castanea para ver lo que guardaba en el interior del anillo formado por su propio cuerpo. El doctor Brock se puso a su lado y levantó la linterna para que iluminara la oscura cavidad. En ella vio una masa intrincada de patas y colas: rojo y marrón y resplandores dorados entre fragmentos de cascarones de un blanco cremoso. Por fin lo entendió: estaba observando el nido de los dragones con su nueva familia.

—¡Caray! —exclamó Connie. Argot agitó las alas, ardiendo casi de puro orgullo—. ¿Cuántos hay? —preguntó, volviéndose hacia del doctor Brock.

—¡Ah, eso es lo realmente emocionante! —respondió él—. ¿Puedo? —le preguntó a Castanea.

La dragona asintió y el doctor Brock, pasando la linterna a Connie, metió las manos en el nido y sacó un dragón escarlata, que protestó chillando por haber sido apartado del cálido lecho de sus hermanos. Con la mano libre sacó otro, éste de color chocolate y con una larguísima cola. Connie echó un vistazo al nido para contar los que quedaban. Todavía había dos acurrucados: uno rojo rubí y el otro...

—¡Dorado! —exclamó Connie, cuando la luz de la linterna enfocó las escamas del dragón más pequeño de la carnada.

—Levántalo —la animó el doctor Brock—. He aquí lo que queríamos que vieras.

Connie desenroscó con cuidado al dragón dorado y lo levantó. El doctor Brock devolvió las dos crías que sostenía al nido y sostuvo otra vez la linterna para que ella pudiera acunar al bebé dragón entre sus brazos. El pequeño no protestó y se acomodó contra el pecho de Connie. Era del tamaño y el peso de un gatito. La niña le pasó el dedo índice por el cuello y notó que el dragoncito se estremecía de placer. Una minúscula conexión se había establecido entre el dragoncito y Connie, la compañera universal, la única persona viva que podía comunicarse con todas las criaturas. Connie notó que sus pensamientos no estaban aún formados y se colaban en su mente como una sucesión de feroces necesidades. Quería a su mamá. Quería a su papá. Quería a Connie. De repente, como si una cerilla hubiera tocado un cartucho de pólvora, Connie notó que el fuego se encendía en la tripita de la criatura por primera vez y, de sus minúsculas mandíbulas, surgieron chispas en forma de afiladas estrellas

~~77~~

Page 8: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinque le hicieron cosquillas en los dedos. Argot y Castanea ronronearon satisfechos de los rápidos progresos de su cría.

—¿Los dragones dorados son raros? —susurró Connie.

—Desde luego que lo son —respondió el doctor Brock—. Los dragones cada vez tienen menos descendencia y, por tanto, los dragoncitos ya son de por sí raros, pero los dorados... El dorado puede permanecer en estado latente durante generaciones y sólo nace uno cada milenio. La pequeña Argand es la primera que he visto de un dorado tan puro.

Castanea parpadeó con sus enormes ojos verde esmeralda y Connie se dio cuenta de que no debía abusar más de la paciencia de la madre. Cuando devolvió la pequeña a su nido, acarició las cuatro crías y volvió a ponerse en pie.

—Me siento honrada... Gracias por dejarme ver a vuestra nueva familia —dijo Connie, mirando a Argot.

—Universal, compañera de Argand —dijo Argot con una voz que más bien parecía un soterrado gruñido.

—¿Yo?

—Si lo deseas, sí —añadió el doctor Brock—. Argot, Castanea y yo pensamos que... Bueno, pensamos que qué mejor que emparejar a la única universal del mundo con nuestro único dragón dorado.

* * *

De vuelta a Hescombe a lomos de Skylark, Col y Connie guardaron silencio de común acuerdo, pensando en lo que habían tenido el privilegio de presenciar.

—¿Cuánto tardan en crecer los dragones? —preguntó Col, al final—. ¿Lo sabes?

—No —respondió Connie—. Sólo sé que viven siglos.

—Esperaba que pudiéramos volar juntos, pero me parece que, cuando el dragón dorado pueda despegar, nosotros ya habremos desaparecido.

—Anda, cállate, Col —protestó Connie dándole un codazo en las costillas. Le conocía lo suficiente para saber que le gustaba pincharla, y no sólo para que no se hiciera ilusiones sobre su condición especial de compañera universal, sino porque quería dejar clara su posición de jinete en aquella amistad. Col no dijo nada más, pero Connie hubiera jurado que sonreía, y eso que no le veía la cara.

En aquel momento sobrevolaban el pequeño puerto de pescadores de Hescombe, que esa noche parecía un enorme tablero del juego de serpientes y escaleras con la esquina sureste comida por el mar. Connie miró hacia abajo para ver si reconocía desde allá arriba el tejado de su casa, el número cinco de Shaker Row.

~~88~~

Page 9: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Eh, ¿qué está pasando? —preguntó en voz alta.

Col miró hacia abajo y vio lo que había llamado la atención de Connie: una caravana de luces rojas de frenado cubría desde Hescombe hasta la ciudad cercana de Chartmouth.

—¡Qué raro! —exclamó Col—. Igual ha habido un accidente. Vamos a ver qué ha pasado.

—¿Tú crees? Ya sabes... ¿Y si nos ven?

Connie deseó enseguida no haberlo dicho, porque sintió que el vago interés de Col se había convertido en una firme determinación precisamente porque ella había puesto en duda la oportunidad de su propuesta.

—No pasará nada —respondió Col airadamente, lanzando a Skylark a una nueva carrera.

La caravana de luces remontaba la colina que había a espaldas de Hescombe y proseguía a campo abierto antes de detenerse abruptamente en la linde del bosque de Mallins. Aquel antiguo bosque mágico era la zona forestal más grande del distrito. Incluso desde allí arriba Connie percibió la presencia de miles de criaturas en los árboles y el suelo, criaturas que vivían ocultándose de los humanos. La carretera describía una amplia curva alrededor de sus límites antes de emprender la empinada bajada hasta Chartmouth. A Connie, el bosque de Mallins le parecía una preciosa isla que peligraba a consecuencia del avance del hombre. Desde su posición aventajada, por encima de las copas de los árboles, vio las luces de la refinería de Axoil, en el suburbio industrial de Chartmouth, engullendo el horizonte con un molesto resplandor naranja.

—¡O sea que era eso! —Col señaló un punto ante ellos—. Han llegado.

A la cabeza de la fila de coches, un convoy de viejos y destartalados autobuses y caravanas abandonaba lentamente la carretera para meterse en una zona de picnic del borde del bosque. Uno de los autobuses parecía averiado. Entre los faros vieron pasar figuritas arriba y abajo y escucharon el abucheo furioso de los coches atrapados en la caravana.

—¿Quiénes son? —preguntó Connie.

—Los manifestantes: los ecoguerreros. Han venido por lo de la carretera.

Y entonces lo vio claro: se había llevado a cabo una campaña local de oposición al plan para construir una nueva carretera que llevara a la refinería de Chartmouth, pero el proyecto había seguido adelante. Connie estaba furiosa. Habían dado luz verde al permiso de obras para ensanchar la carretera existente y crear un trazado más recto, talando un buen trozo del bosque de Mallins y dejando por tanto a innumerables animales sin hogar. Connie lo consideraba un triple asesinato y, por lo que parecía, aquellos ecoguerreros también.

—¿Son miembros de la Sociedad? —preguntó Connie a Col, cuando ya se disponían a volver a casa.

~~99~~

Page 10: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCol se rió.

—No. Sólo habrá uno o dos. Mi padre se relaciona con ellos y dice que aun son más raros que nosotros.

—Cuesta creerlo. —En el poco tiempo que llevaba en la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas se había convencido de que la agrupación contaba con la gente más rara que había conocido en la vida.

—Tendremos que hacerles una visita y juzgarlo por nosotros mismos, ¿no te parece? —propuso Col, desviando a Skylark hacia casa.

~~1010~~

Page 11: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 2Capítulo 2

La familiaLa familia

Col y Skylark dejaron a Connie en una bahía apartada, no demasiado lejos de su casa. Mientras se abría paso por el tramo de arena húmedo que había dejado la pleamar, saboreó la promesa de las vacaciones de verano que le quedaban por delante. Los responsables de la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas, los Administradores, tenían emocionantes planes para su entrenamiento y Connie no veía el momento de empezar. No llevaba ni un año en la Sociedad y mucho de su trabajo era aún un misterio para ella. La Sociedad se había creado un milenio antes para proteger a las criaturas míticas que quedaban en el mundo ocultando su existencia a los humanos. Sólo los que gozaban del don del vínculo con las criaturas míticas podían encontrarse con ellas, y sólo tras un estricto voto de silencio para mantener los asuntos de la Sociedad en secreto. Por lo general, los humanos de la Sociedad gozaban de un vínculo con una sola especie de criaturas, pero, muy ocasionalmente, aparecía un compañero universal entre ellos, una persona que podía comunicarse con todas las criaturas, es decir, alguien como Connie. Además, a Connie todavía se la consideraba más única porque todo el mundo pensaba que el don universal se había extinguido hacía muchos años. Por esto, y por otros motivos algo menos claros, la tenían por un ser especial y su entrenamiento era de vital importancia para todos.

La luna salió de detrás de una nube bañando la playa con su luz plateada. Connie se detuvo en una marisma rocosa, cautivada por su misterioso resplandor azul. Un par de pálidas anémonas flotaban cerca de la superficie como si de un par de ojos se tratara. Involuntariamente, recordó por qué la Sociedad también la consideraba única: la acechaba Kullervo, el gran enemigo de la sociedad. La piel de aquella criatura de la forma cambiante conservaba el mismo tono azul marino adoptara la apariencia que adoptara.

El corazón se le desbocó. Recorrió la playa desierta con la mirada. No podía estar allí, ¿verdad que no? ¿Acaso no le había derrotado el año anterior, después de que él convenciera a las sirenas para que atacaran el petrolero? Kullervo había intentado dar el primer paso hacia la dominación del mundo de los humanos, pero ella le había derrotado volviendo contra él su propio poder. Connie sabía que Kullervo volvería por ella porque necesitaba a un compañero universal para completar su

~~1111~~

Page 12: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinmisión. Sin ella para canalizar su enorme poder destructivo de aquella criatura, Kullervo sólo podía trabajar a través de otros seres.

—Por favor, ahora no —murmuró Connie—. Todavía no estoy preparada para ti.

Una nube cubrió la luna y el agua volvió a su inofensiva negrura. La imaginación le había jugado una mala pasada. Kullervo no estaba por allí. Seguramente aún se estaría lamiendo las heridas y podían pasar años antes de que volviera a la carga. Connie tenía tiempo... o eso esperaba. Ése era el principal motivo por el que los Administradores querían que pasara el verano con criaturas de las cuatro compañías de la Sociedad. Mediante encuentros con diversas bestias de cada grupo (criaturas aladas, criaturas marinas y reptiles, elementales y bípedos y cuadrúpedos), pretendían que aprendiera lo suficiente sobre sus poderes como para resistir cualquier nuevo ataque de Kullervo. Si seguía ese plan de formación, estaría preparada para enfrentarse a él otra vez.

Y ahora tenía a Argand. Connie no encontraba palabras para expresar sus sentimientos. Ya se había hecho a la idea de que, a diferencia de todos los demás humanos de la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas, que estaban vinculados a una criatura que sería su compañera de por vida, su don universal le impediría establecer jamás un vínculo con una sola criatura. Como universal, el ser capaz de comunicarse con todas las criaturas le había acarreado una extraña soledad: amiga de todas pero de ninguna en especial. O al menos de ninguna a la que ella se hubiese ligado voluntariamente... No podía olvidar que Kullervo, la criatura del mundo mítico con poderes más similares a los suyos, había afirmado una vez que el lugar de Connie estaba a su lado. A la niña le pareció una buena idea dejar plantado al de la forma cambiante para escoger otro compañero. Aunque el vínculo con un dragón no fuera jamás tan fuerte como el que se establecería entre un universal y Kullervo, podría crecer con el tiempo para contrarrestar el ataque de aquel peligroso enemigo.

Connie subió los escalones que iban de la playa a Shaker Row, mientras saludaba con la mano a Mew, la gaviota, que volaba en círculos sobre su cabeza. Al llegar arriba, abrió la verja del número cinco.

Se paró de golpe. Había dos extraños sentados ante la puerta, esperando a que llegara alguien.

—Hola, Connie —dijo el hombre mayor, con una calva que parecía una tonsura monacal. Estaba sentado sobre un enorme baúl cubierto de pegatinas de todos los países del mundo.

—Mmm... Hola —respondió ella.

—Seguramente no te acordarás de nosotros —continuó diciendo el anciano—. Eras muy pequeña cuando nos vimos por última vez.

—¿Ah, sí?

—Sí, debías de tener unos cuatro años, creo. Soy tu tío abuelo, Hugh Lionheart. Y ésta es mi hermana Godiva.

~~1212~~

Page 13: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie recordaba vagamente a su padre mencionando a esos parientes

de vez en cuando, cada vez que una de sus exóticas postales aterrizaba en el felpudo de casa. Según su padre, estaban retirados y se pasaban la vida de crucero, casi sin pisar tierra firme. Pero, entonces, ¿qué les había llevado a la puerta de su casa?

La tía abuela Godiva miraba fijamente a Connie con una expresión mucho menos amable que la de su hermano. Era una mujer imponente de pelo plateado y parecía de una naturaleza tan espinosa como la corteza de una castaña. Al acercarse a ella, Connie vio que Godiva también tenía los ojos diferentes, aunque, en su caso, eran de dos tonos distintos de verde.

—¿Lo ves, Hugh ? Es tal como Gordon y Beryl temían —dijo la tía abuela Godiva a su hermano—. Obviamente, Evelyn no ha hecho ni caso de los mensajes. ¡Mira que dejarla ir así vestida por la vida! ¿Qué demonios llevas? —Godiva volvió a mirar a Connie, observando el traje de vuelo de piel marrón con los labios apretados—. ¿Qué clase de moda es ésa?

Connie se quedó sin habla: no podía explicarle que era el traje para montar dragones.

El brutal rugido de una moto evitó que tuviera que inventarse una respuesta y los tres se volvieron hacia la calle, donde una motocicleta enorme, con un montón de brillantes accesorios cromados, derrapaba ante la verja levantando la grava sobre la valla. El conductor le dio al gas antes de apagar el motor. La pasajera descendió, se quitó el casco y sacudió su melena oscura al viento. El conductor aparcó la moto y dio a Evelyn Lionheart un caluroso abrazo. Connie observó impotente cómo su tía, ajena al comité de recepción que la estaba esperando, besaba al motorista de pelo oscuro para despedirse antes de entrar en el jardín. Tal como había hecho Connie unos minutos antes, Evelyn se paró de golpe. Dijo algo por encima del hombro y el motorista también se acercó.

—Hola, Hugh, Godiva —dijo Evelyn, besando la mejilla de su tío. A su tía ni siquiera se acercó—. Ha pasado mucho tiempo. ¿Ya habéis satisfecho vuestras ansias de viajar?

—No exactamente, cielo —dijo Hugh, dándole unos golpecitos cariñosos en el brazo.

—Siento no haber estado aquí para recibiros... Había un atasco en la carretera de Chartmouth. De hecho, creía que vosotros también lo habríais pillado.

—Hemos venido en tren —dijo Hugh—. Nuestro barco atracó en Plymouth esta mañana.

Godiva Lionheart miró a su sobrina. Obviamente consideraba que no estar allí para recibirlos concordaba con el comportamiento que acababan de presenciar, es decir, que era un insulto. Echó una mirada envenenada al hombre que permanecía de pie, con el casco bajo el brazo, tras su sobrina. Evelyn malinterpretó la mirada (deliberadamente, pensó Connie, por el brillo de sus ojos) y se giró para presentarles a su amigo.

~~1313~~

Page 14: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Ah, éste es Mack Clamworthy.

¡El padre de Col! El señor Clamworthy avanzó y, a la luz del porche, Connie le vio la cara de firme mandíbula y picaros ojos castaños. Parecía un artista de cine en la presentación de su ópera prima, avanzando con la seguridad de quien conoce el poder de su atractivo físico. Reconoció ese modo de pavonearse: Col actuaba igual cuando estaba particularmente complacido consigo mismo.

Había oído hablar mucho de Mack y tenía dos versiones muy diferentes acerca de cómo era: la de la abuela de Col y la del propio Col. Lo que nunca hubiera pensado era que lo conocería como el hombre que acababa de besar a su tía.

El tío Hugh le tendió la mano, pero su hermana se la apartó de un manotazo.

—Por todos los santos, Hugh —le ladró—. ¡Recuerda a qué hemos venido!

Mack respondió al desaire volviéndose hacia Connie.

—Hola, Connie. He oído hablar mucho de ti. Es estupendo conocerte al fin. —Y dio un firme apretón de manos a la niña—. Todo eso que pasaste con Col... ¡Fantástico!

—¿Qué es «eso» exactamente? —volvió a ladrar Godiva.

—Estoy segura de que os habréis enterado incluso estando de crucero —intervino Evelyn, poniéndose entre Mack y su tía—. Por aquí Connie es una celebridad, porque en Año Nuevo evitó que se hundiera un petrolero.

—¿Ah, sí? —Godiva no parecía impresionada.

—¡Yo no lo sabía! ¿Cómo lo hiciste, jovencita? —preguntó Hugh. Desbordaba interés.

—Mis amigos me ayudaron —dijo Connie, viendo la expresión de Godiva. Era como si se hubiera tragado una piña cargada de piñones.

—Y salvaron muchas vidas, también —añadió Evelyn—. Pero ¿entramos? Hablaremos más cómodamente dentro. —Sacó la llave y abrió la puerta principal.

—Entonces os dejo, ¿vale, Evie? —dijo Mack en tono desmayado, captando el mensaje de Godiva, que le decía claramente que no sería bienvenido en la escena familiar que se estaba cociendo—. Nos veremos mañana a la misma hora.

El hombre dio media vuelta y volvió a su moto, con la piel negra de su traje brillando como la de un tiburón a la luz de una linterna. Los Lionheart le vieron alejarse en silencio. El rugido del motor resonó en Shaker Row perturbando la paz del respetable vecindario. El derrape del aceleron cuando arrancó fue como un último insulto.

* * *

~~1414~~

Page 15: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

—¡Aún no tiene ni doce años y la dejas ir a sus anchas a estas horas de la noche! —exclamó Godiva.

—Connie estaba con unos amigos muy responsables. Estaba con el doctor Brock. Creo que le recuerdas, ¿no, tía?

—¡Con ese chiflado! Todavía sigue con sus viejas triquiñuelas, ¿no? Pues si ésa es tu idea de la responsabilidad...

Connie se sentó abrazándose las piernas en la oscuridad del pasillo, escuchando los gritos de la cocina. La habían hecho salir y se habían pasado casi media hora así. Se enteró de muchas cosas, entre ellas, de que sus padres, que trabajaban en Filipinas, habían dado a Evelyn estrictas instrucciones para limitar el tiempo que Connie pasaba con los miembros de la Sociedad, punto que su tía había escogido no respetar. Renunciando a poder influir a Evelyn desde tan lejos, sus padres habían apelado a los que consideraban «los Lionheart sensatos» y les habían rogado que interrumpieran su crucero alrededor del mundo para presentarse por sorpresa a ver qué tejemanejes se traían en Shaker Row. Sin duda, Godiva consideraba que la forma de recibirlos confirmaba sus peores temores.

—Connie está muy bien aquí. Pregúntaselo a su profesor, o a quien quieras —replicó Evelyn categórica, ignorando los insultos de su tía al doctor Brock.

—Pero mira su ropa, Evelyn. No vas a decirme que es normal que una niña de su edad vista así... —Otra sospecha había asaltado a Godiva—. No la habrás dejado montar con ese tipo de la moto, ¿verdad? No pensarás convertirla en uno de esos Ángeles del Infierno, ¿no?

Evelyn rompió a reír.

—No seas ridicula.

—Y tú... ¡Por ahí con tu novio motero y sin saber lo que se trae Connie entre manos!

—Connie no se trae nada entre manos, tía. Acabas de conocerla y... ¡Maldita sea, yo la conozco mucho mejor que tú!

—A mí no me vengas con maldiciones, Evelyn Lionheart. ¿Qué diría Robin, Dios le tenga en su gloria, si escuchara a su hija utilizando este vocabulario conmigo?

—Ah, y ¿qué esperas, tía? Me parece que tú no te ofreciste para hacerte cargo de ella cuando me la trajeron el año pasado. Y ahora te presentas aquí y nos tratas a las dos como si fuéramos delincuentes. ¡Tienes una cara muy dura!

—No es cara dura... Tengo todo el derecho. Sus padres me han pedido que haga lo necesario para asegurarme de que no corrompes a su hija con toda esa basura de la Sociedad.

—Es cierto, Evelyn —intervino el tío Hugh, con una voz plácida que contrastaba con el tono agudo de su hermana—. No puedo echarles en

~~1515~~

Page 16: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldincara que quieran asegurarse... Bueno, ya sabes... de que no le pase nada a su hija. Nunca he oído nada bueno de la gente que se mezcla con esa Sociedad tuya... Más bien todo lo contrario.

—¿Le has contado a Connie lo que ocurrió? —preguntó Godiva—. ¿Le has contado que la mitad de mi generación acabó borrada de un plumazo en una misión de la Sociedad? ¿Le has hablado del marido de mi hermana?

—Sí, Connie conoce los peligros. —La voz de Evelyn volvía a ser suave—. Si tú no le hubieras dado la espalda a todo, tía, ahora podría explicarte por qué ella no puede evitar unirse a la Sociedad. Pero tú ya tomaste una determinación, ¿no es así?

—Sí, lo hice... Y nunca me he arrepentido de ello, ni por un segundo.

—¿Nunca?

—No. Todo aquello es agua pasada y pronto Connie también podrá decir lo mismo. Llámala. Tengo que decirle algo.

Tras una pausa Evelyn sacó la cabeza por la puerta para llamar a la niña.

—Espero que lo hayas escuchado todo —le susurró, dándole un golpecito en el hombro—. Todo irá bien. Yo estaré contigo.

Godiva, de espaldas al mueble de la cocina, ignoraba deliberadamente la sorprendente colección de plumas, conchas y viejas botellas de cristal que Connie y Evelyn habían recogido en sus paseos por los páramos y por la playa. Entre hallazgos comunes, había unos cuantos objetos raros: un mechón plateado de una cola de unicornio, una pluma negra de Pájaro de la Tormenta, fragmentos de un huevo de dragón y azabache extraído de la tierra por un enano de roca.

—Connie, tus padres han decidido que ya es hora de poner punto final a toda esta estupidez —le anunció Godiva.

—No entiendo. —Connie miró a Evelyn. Su tía estaba blanca como el papel y tenía los labios apretados en una fina línea.

—Te llevamos con nosotros.

—¡No! —saltó Connie. ¿Y todos sus planes? ¿Y su entrenamiento? ¿Y sus amigos?

—Reabriremos la vieja casa de Chartmouth.

—Connie, tus padres están muy preocupados por ti —añadió Hugh, con dulzura, mientras extendía el brazo para tocarle la mano.

—Y con toda la razón —añadió Godiva—. No esperaba menos de Gordon. Ha decidido que ya es suficiente.

—Pero yo no quiero irme. Yo quiero quedarme aquí —protestó Connie, intentando asimilar con claridad aquel desastroso acontecimiento.

~~1616~~

Page 17: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No es que no te estén agradecidos, Evelyn —añadió Godiva,

ignorando las protestas de su sobrina nieta—, pero los padres de Connie han admitido que cometieron un error dejándola contigo.

—Tienes que entender, Evelyn, que una muchachita como Connie es una carga muy pesada para una mujer soltera en tus circunstancias —siguió razonando Hugh.

—Hescombe es lo mejor que me ha pasado en la vida —dijo Connie, apelando a la comprensión de su tío abuelo—. Por favor, ¡no me hagáis esto! —Notó que los dedos de Evelyn se cerraban sobre sus hombros; temblaba de furia.

—No pensamos alejarte de aquí por completo, sólo te llevaremos a Chartmouth. Allí tenemos una casa muy bonita, demasiado grande para dos vejetes como nosotros —explicó Hugh.

Godiva arqueó las cejas al escuchar lo de «vejetes».

—Y, por supuesto, nos haremos cargo de su educación —dijo.

—¿Vosotros la educaréis? —saltó Evelyn.

—Enseñanza en casa... Eso es. Ojalá alguien me hubiera arrancado de todas esas estupideces cuando tenía la edad de Connie... No hay que dejar que se convierta en un problema. Hay que enderezarlos de pequeños, eso es lo que creo.

—¿De qué quieres arrancarla? ¿De qué demonios hablas, Godiva?

—Lo que necesita esta niña es una disciplina a la antigua usanza. Esa fue mi salvación... y también será la suya.

Hugh parecía incómodo.

—No la vamos a arrancar de nada literalmente, Evelyn. Creo que a lo que mi hermana se refiere es a un trato estricto, la magnífica disciplina de la vieja Marina.

—¡Es una niña y no uno de tus cadetes, Hugh! —exclamó Evelyn—. No os la llevaréis. No lo entendéis. Ella no es como los demás y necesita cuidados especiales.

—Por una vez en la vida, estoy de acuerdo contigo, Evelyn —dijo Godiva—. Ya es hora de que supere su problema con los animales. Tú sólo le estás dando alas. Sus padres han decidido que Connie tiene que cortar todos sus lazos con esa alocada Sociedad tuya y comportarse como una adolescente normal, con amigos normales.

—¡Pero ella no es normal, Godiva! ¿Por qué no puedes enfrentarte a la realidad por una vez en la vida? Tú has huido de tu propio destino, pero Connie no puede. ¡Tiene unos dones extraordinarios! ¡Necesita la Sociedad y la Sociedad la necesita a ella!

—Ya estás diciendo estupideces. Le estás negando la oportunidad de vivir una vida normal.

—¿Qué hay de positivo en una vida normal si eres... como Connie? ¡Godiva, no eres más que una extremista corta de miras! Tú siempre te

~~1717~~

Page 18: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinhas conchabado con mi padre en lo que se refiere a la Sociedad y jamás te ha importado el daño que pudieras hacerme o hacerle a Sybil. ¡No pienso dejar que le hagas lo mismo a Connie!

—Deja de decir estupideces, Evelyn —replicó Godiva, con la voz helada como un témpano—. Olvidas que se trata de la hija de Gordon, no de la tuya, y él me ha dado permiso para tomar las medidas necesarias y salvar a Connie de tus garras. —Volviéndose hacia Connie añadió—: Haz la maleta. Nos vamos.

~~1818~~

Page 19: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 3Capítulo 3

RatiRati

El taxi dejó a los Lionheart a la puerta de una enorme casa cuadrada de Abbey Close, en Chartmouth. Connie levantó la vista recorriendo las cuatro plantas hasta el tejado de pizarra que se recortaba contra el cielo nocturno. El edificio parecía un ciudadano orondo y sobrealimentado que siempre hubiera ocupado un lugar privilegiado en la parte antigua de la ciudad y no tuviera ninguna prisa por trasladarse.

—Aquí la tienes, Connie: ésta es la casa de los Lionheart —dijo Godiva. Era la primera vez que la oía decir algo que no fuera negativo—. Tiene mucho más que ver con tu familia que todas estas tonterías de la Sociedad: los Lionheart tienen una larga y respetable historia en esta ciudad. Durante siglos fuimos una de las familias de comerciantes más importantes. Si vas a la abadía de ahí enfrente, encontrarás los nombres de tus parientes grabados en las paredes. Pagamos incluso la vidriera del crucero.

Connie puso una muda expresión de interés. En realidad, de no haber estado tan deprimida por tener que dejar Shaker Row, le hubiera gustado saber más de su familia.

La tía Godiva sacó una llave y abrió la puerta de la verja.

—¿Llamaste a la señora Wellborough, Hugh? —preguntó.

—Por supuesto. Me dijo que dejaría el lugar en condiciones para nosotros.

—No lo dudo. Veo que su marido ha mantenido el jardín con pulcritud, tal como le ordenamos. —Godiva asintió. El patio estaba inmaculado y los setos perfectamente recortados. Se inclinó un poco y sacó una regla de su enorme bolso negro para medir el borde—. Bien, bien: no pasa de quince centímetros. Perfecto.

Sorprendida por el grado de exigencia, Connie cargó con su maleta y siguió a Godiva por el camino mientras Hugh tiraba del baúl. En el preciso momento en que sus pies tocaron la grava, Connie sintió un escalofrío. Allí había algo que no iba bien... Algo enfermizo. El jardín parecía atrapado en una camisa de fuerza.

Godiva se detuvo en el escalón de la puerta principal, rebuscando entre la oscuridad para dar con la llave correcta. Hugh encendió una luz que

~~1919~~

Page 20: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldiniluminó los cristales de la puerta. Estaban decorados con un símbolo muy familiar para Connie.

—¡Eh, es el mío! —exclamó Connie. ¿Qué hacía el símbolo de los universales en la puerta?

—¿El qué? —le preguntó Hugh, que estaba a su lado—. ¿Te refieres a esto? Bonito, ¿verdad? Forma parte de nuestro escudo de armas: la estrella de la brújula. Es la prueba de que desciendes de un largo linaje de marineros, como yo, ¿sabes? —Y se remangó la manga para mostrarle un tatuaje azul marino con la misma forma—. Me lo hice en Singapur en 1958. El viejo que me lo hizo casi se cae del taburete cuando le dije lo que quería. Me hizo un montón de preguntas raras. —Hugh se frotó el antebrazo pensativo—. De hecho, de todos mis tatuajes, éste es el que atrae más el interés de la gente.

—¿Sabes qué significa? —Connie no pudo evitar preguntarlo.

—Pues claro. Significa Norte, Sur, Este y Oeste... Seguro que a tu edad ya conoces los puntos cardinales, ¿no?

No sabía que era el símbolo de la Sociedad para los Compañeros Universales... O se hacía muy bien el tonto.

Godiva abrió la puerta y entró en el vestíbulo, donde encendió más luces. A Connie le impresionó la escalera: tenía una barandilla negra de hierro forjado y los escalones eran de mármol blanco. El suelo del vestíbulo era de piedra y un jarrón de alabastro con flores secas sobre una mesita también de hierro situada ante un enorme espejo era el único elemento decorativo.

Connie arrastró la sensación de náusea que había experimentado en el jardín por toda la casa. En casa de los Lionheart había algo que no iba nada bien... Faltaba algo.

—Empezaremos las clases pasado mañana, Connie —le anunció Godiva.

—¡Pero si estamos en vacaciones!

La tía abuela Godiva levantó una ceja y siguió hablando:

—O sea que te sugiero que dediques el día de mañana a hacerte con tu nuevo hogar.

No era su hogar, pensó Connie con amargura. Se sentía como si la hubieran arrancado de raíz y la hubieran replantado en la tierra equivocada.

—Tu dormitorio está al lado del mío, en la primera planta. Te lo enseñaré ahora para que puedas acomodarte antes de la cena. Querrás cambiarte, claro.

Connie se miró los vaqueros.

—¿Tengo que hacerlo?

—Por supuesto. En esta casa no se entra en pantalones en el comedor. Supongo que tendrás algún vestido o falda...

~~2020~~

Page 21: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Mmm...

Godiva hizo un gesto irritado de desaprobación.

—Si no encuentras nada apropiado, ya te dejaré yo algo. A partir de ahora tendrás que comportarte como una señorita, Connie, y no como un marimacho.

—No soy ningún marimacho.

Godiva resopló, no había lugar a réplica en ese tema, y subió las escaleras. Hizo una breve pausa ante una puerta y levantó la mano, pero no tocó la madera pintada de blanco.

—Esta es mi habitación. Y ésta... —Dio unos pasos más por el pasillo—. Ésta es la tuya.

Connie entró por la puerta que Godiva le había abierto y dejó la maleta en el suelo: una estrecha cama de hierro contra una de las paredes, una mesa de metal bajo la ventana y unas perchas sobre un enorme baúl de piel como el que el tío abuelo Hugh había arrastrado por el asa. Una atmósfera desoladora, como de celda. Sólo el papel pintado descolorido (rosas trepando por un enrejado) suavizaba aquella impresión.

—Cuelga la ropa en las perchas y deja el resto de tus cosas en el baúl —dijo Godiva. Pasó un dedo por la superficie de la mesa y sonrió, complacida de que no hubiese polvo.

—Muy bien.

—No me digas «muy bien» en ese tono resentido, señorita. Me dirás «sí, tía Godiva».

—Sí, tía Godiva.

—Eso está mejor. —Godiva se acercó a su sobrina nieta y le pasó por debajo de la barbilla el mismo dedo con el que había comprobado el polvo—. Ya sé que, al principio, será difícil, Connie, pero tienes que creerme, todo esto es para tu bien. —Seguramente leyó la duda en los ojos de Connie—. Me gustaría que confiaras en mí. Sé muy bien por lo que estás pasando porque yo pasé por lo mismo. El primer paso para recuperarte es reconocer que lo que sientes no es natural, que es como una enfermedad. Si aceptas eso, ya estarás en el buen camino para recuperarte. Y ahora, te dejo.

Tan pronto como se cerró la puerta, Connie se echó sobre la cama y dio rienda suelta a las lágrimas que había estado reteniendo. Había intentado con todas sus fuerzas ser valiente para que Evelyn no notara su angustia mientras hacía las maletas en su querida habitación de la buhardilla de Shaker Row. Pero una vez sola se dejó llevar por la desesperación. Odiaba a su tía abuela, pero había en ella algo que la intrigaba: obviamente entendía más sobre la Sociedad de lo que admitía. Era casi como si lo supiera.

Que la hubieran alejado de la Sociedad ya era bastante malo, pero lo que realmente la asustaba era pensar cómo utilizaría Kullervo su aislamiento para aprovecharse de ella. No tenía forma alguna de

~~2121~~

Page 22: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinaprender a defenderse de él, y además estaba su nueva compañera. Tras aceptar ser la compañera de Argand, se había dado cuenta de que un montón de dificultades la aguardaban. Para complementarse, tendría que verla regularmente y, si no lo hacía, ambas sufrirían. Establecer un vínculo significaba que uno pasaba a formar parte del otro, y eso era lo que hacía realmente especial la relación entre compañeros. Como universal, podía protagonizar encuentros fugaces con tantas criaturas como quisiera, pero el vínculo de un compañero con un ser mítico en particular era más fuerte. Era como la diferencia entre la amistad y el matrimonio: ahora, ella y Argand se pertenecían y no debían separarse.

Se escucharon unos golpecitos suaves en la puerta.

—¿Sí? —Connie se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

Hugh sacó la cabeza por la puerta.

—He pensado que estarías un poco triste y te he traído un regalo. —Le tendió una preciosa caracola—. Si te pareces en algo a mí, seguro que echarás de menos ver el mar mientras estés aquí, pero, por lo menos, con esto podrás escucharlo.

—Gracias, tío Hugh.

—No se lo digas a nadie, cielo. —Y, dejándola sobre la colcha, se fue.

* * *

Col estaba en el corral de detrás de la casa, cepillando a Mags, su poni, cuando llegó su abuela. La mujer se inclinó sobre la valla para recuperar el aliento, todavía aturdida por las noticias que le había traído Evelyn. Col silbaba bajito, ajeno, como siempre que estaba junto a su poni castaño de ocho años, a cuanto le rodeaba. La señora Clamworthy no quería molestarlo, pero aquello no podía esperar.

—¿Col?

El niño levantó la cabeza y dejó de cepillar, sorprendido de que su abuela estuviera tan cerca.

—¿Qué pasa, abuela?

—Es Connie.

—No se trata de Kullervo, ¿verdad? —preguntó Col inmediatamente. El nombre le dejó un sabor amargo en la boca.

—No, cariño, pero es casi igual de malo.

Col dejó caer el cepillo.

—Cuéntame.

—Se han llevado a Connie... Lejos de Evelyn, de la Sociedad y de todo lo demás. —La señora Clamworthy parecía a punto de llorar. Le temblaba la mano apoyada en la valla.

~~2222~~

Page 23: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Pero ¿quién?

—Sus padres han enviado a sus tíos abuelos. Y ahora que Godiva Lionheart ha puesto sus zarpas sobre Connie, no quiero ni pensar lo que puede pasar.

—¿Y se ha ido sin despedirse? —Col no se lo podía creer. El día antes habían estado hablando de pasar las vacaciones de verano juntos... Habían hecho planes.

—No tenía opción. Cuando llegaron anoche se la llevaron a Chartmouth, a esa casa que tienen. Ninguno de nosotros puede verla.

Mags frotó los belfos contra Col reclamando su atención y el chico le acarició distraídamente.

—¡Pero no pueden hacer eso! ¿Y su entrenamiento? ¿Y Kullervo?

—Eso es precisamente lo que hemos pensado todos. Tu padre dice que no le hicieron ni caso cuando dejó a Evelyn en su casa ayer por la noche. Godiva se opone radicalmente a todo lo relacionado con la Sociedad.

Una nueva sospecha se apoderó de Col.

—¿Qué hacía papá con Evelyn, abuela?

La señora Clamworthy se ruborizó ligeramente.

—Eso es cosa suya, Col, no nuestra. Pero, venga, corre, quiero que le lleves un mensaje a Mack de mi parte. Aún no sabe cómo acabó la cosa ayer.

* * *

Mags salió de la carretera y aceleró para meterse con su jinete en el bosque de Mallins. A pesar de ser portadores de malas noticias, Col no pudo evitar disfrutar un poco. A ambos les encantaba cabalgar entre los árboles. Estaban deseando galopar juntos por los rincones del bosque: bajo el verde follaje de las hayas; en los oscuros y misteriosos túneles de robles con las bellotas crujiendo bajo los cascos de Mags; entre las columnas de los plateados abedules, sobre el suelo arenoso... Y además de las distintas variedades de árboles estaban los cambios que experimentaba el bosque con las estaciones. Durante un paseo Col y Mags podían rozar los verdes brotes recién nacidos en primavera, mientras que en el siguiente trotaban bajo las temblorosas hojas del verano, se sumergían en las profundidades del cobrizo otoño o atravesaban como espectros el esquelético invierno. Los años recorriendo el bosque de Mallins habían enseñado a Col a trotar y a saltar, a trepar a los árboles y a construir madrigueras... Para él, siempre había sido un magnífico terreno de juegos. Aunque creía conocer bien el bosque, seguía teniendo la sensación de que era un lugar misterioso y lleno de verdadera vida salvaje. Notaba que el bosque estaba vivo gracias a las criaturas que se escondían en sus árboles y en su suelo. Connie solía decir que rebosaba vida. Si hubiera estado con él, le hubiera dicho con qué

~~2323~~

Page 24: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldincriaturas se cruzaba. Hizo parar a Mags y miró a su alrededor. Aquello era lo que querían talar y cubrir de asfalto, sacrificando el último resto de los grandes bosques que habían cubierto aquella zona. Sentía la pérdida con un dolor casi físico.

¿A quién iba a beneficiar aquello?, preguntó en hosco silencio a los árboles. Claro, la planta de Axoil podría hacer llegar sus camiones cisterna mucho más rápido a la autopista. Col también había oído que los conductores que usaban habitualmente la carretera se quejaban de lo mucho que se tardaba en llegar a Chartmouth.

«Pero ¿en qué lugar podremos escapar de los coches, si lo asfaltan todo?», se preguntó el niño.

Los árboles se agitaron, como si secundaran sus sentimientos.

Mack Clamworthy estaba sentado ante una tienda de campaña y tenía la moto aparcada bajo un sicómoro. El bosque de Mallins empezaba a llenarse de campamentos de todo tipo: había desde tiendas como la de Mack hasta caravanas con niños, perros y sillas plegables azarosamente distribuidas a su alrededor. Un poco más allá, dos hombres vestidos con ropa de algodón muy llamativa se habían encaramado a la copa de un árbol para atar a las ramas ristras de campanillas que sonaban agitadas por el viento. Los martillazos distantes eran de quienes construían casas en los árboles.

Mags entró en el claro y se paró al lado de la hoguera.

—Ah, hola, hijo —dijo Mack, bostezando y frotándose perezosamente la barbilla sin afeitar—. Vienes a unirte a nosotros, ¿verdad? Ya hemos empezado a dar faena a la policía para sacarnos de aquí... Cuantos más seamos, más reiremos.

Col no le contestó, pero se apeó de Mags y dejó que el animal se alejara a pacer.

—¿Has oído lo de Connie? —preguntó a su padre.

—No, ¿qué ha pasado? —Lo dijo sin demasiado interés, mientras atizaba el fuego con una rama.

—Se la han arrebatado a Evelyn... Y su familia se niega a dejar que tenga nada que ver con la Sociedad.

Mack miró sorprendido a su hijo, pero siguió amontonando los troncos.

—¡Qué vergüenza!

—Es más que una vergüenza... Es un desastre. ¿Y Kullervo? ¿Cómo vamos a protegerla si ninguno de nosotros puede acercarse a ella?

Mack arqueó las cejas.

—Menudo lío. Supongo que Evie estará muy triste.

—No tanto como Connie. —Col hizo una pausa—. ¿Vas a contarme qué sucedió anoche? —le preguntó, sentándose al lado de Mack, sobre un cubo boca abajo.

~~2424~~

Page 25: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Nada... Yo no he tenido nada que ver con esto. No crucé ni dos

palabras con ellos. Evie me dijo que su familia la había estado pinchando con el tema de Connie.

Col frotó las suelas de sus deportivas contra las hojas del suelo, bajando la mirada.

—¿Y de qué va eso de Evelyn y tú, papá?

Mack se puso de pie y se desperezó.

—Vivac... Nada más —dijo el hombre, volviendo a bostezar.

—Papá...

—Es una amiga... Hace años que la conozco. Mira, Col, estoy seguro de que el doctor Brock y los demás pensarán en algo para ayudar a Connie. Tú, de momento, olvídate de eso: no puedes hacer nada. ¿Por qué no me acompañas y así te presento a los demás para que te distraigas un poco? Sé dónde nos servirán un té calentito. Sigúeme.

Col siguió a Mack de muy mal humor. Que lo olvidara, le había dicho su padre. Pero ¿cómo iba a olvidarlo? Mack parecía siempre tan seguro de sí mismo, tan grande... Siempre dominando cualquier espacio, cualquier reunión, apartando los obstáculos como si no existieran. Col sabía que no podría crecer bajo la larga sombra que su padre proyectaba. Siempre le había parecido genial que Mack estuviera por ahí viajando constantemente y dejara a Hescombe tranquilo. Pero eso era antes de que empezara a salir con Evelyn Lionheart y Col no estaba seguro de que le gustara la perspectiva de verle más a menudo.

Mack se paró ante un viejo autobús blanco decorado con un arco iris. Llamó a la puerta y les abrió una mujer de mirada salvaje y tupida cabellera pelirroja.

—¡Eres tú, Mack! —exclamó, aliviada—. Pensaba que sería de nuevo la policía.

—No, Siobhan, sólo soy yo... Y esta vez he traído a mi hijo.

Col salió de detrás de su padre y miró a la mujer con interés: le pareció un rayo de energía roja en medio de aquella verde calma arbórea.

—Es de los raros —dijo Siobhan, con admiración y con las manos en sus anchas caderas—. Tiene los ojos como pocos, pero parece que los únicos que hablamos de eso últimamente somos los irlandeses...

Col miró a su padre para saber si la mujer conocía la Sociedad y Mack cabeceó ligeramente antes de contestar:

—Sí, raro, ¿verdad?

«Gracias, papá», pensó Col con amargura.

—Me preguntaba si Rati querría conocerle: deben de tener la misma edad —siguió Mack.

Siobhan gritó a todo pulmón por encima del hombro hacia el oscuro vientre del autobús:

~~2525~~

Page 26: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Rati! ¡Rati! ¿Dónde estás, pedazo de nada bueno?

Un pálido rostro desgreñado con aspecto de acabar de levantarse de la cama emergió de la oscuridad. Era un niño delgado y nervudo con el pelo castaño claro. Entornaba los ojos soñolientos para protegerse de la claridad de la mañana. Tenía la nariz pecosa, la cara alargada y las orejas rojas prominentes.

—¿Cómo se llama tu hijo? —preguntó la irlandesa, empujando a Rati hacia delante.

—Col —dijo Mack, dando una fuerte palmada en la espalda a su retoño.

—Bueno, Col —dijo la mujer—, éste es Sean, pero todo el mundo le llama Rati por nuestro apellido, Ratcliff, ¿sabes?

Col y Rati se miraron con cautela, como dos perros que no se conocen, hasta que Col sonrió y Rati le devolvió un amago de sonrisa.

—Y ¿qué, Mack? Querrás un té, ¿no? —dijo Siobhan, haciéndose a un lado—. Vosotros dos ya os podéis ir por ahí, pero no demasiado lejos. ¡Y no te metas en más líos, Rati!

—¡Mamá! —protestó el chico.

—No te creas que no sé qué te traes entre manos... Que no nací ayer.

Rati se calzó unas botas de goma y saltó del autobús.

—Vamos —dijo, haciendo un gesto desenfadado a Col—. Vamos a ver las casas de los árboles.

Col siguió los pasos del muchacho intentando dar con un tema de conversación que no fuera demasiado comprometido. ¿Fútbol? ¿Sería seguidor de algún club un niño que vivía en un autobús? No tenía pinta de serlo. Deseando que su primera conversación fuera un éxito, Col se preguntó qué podían tener en común.

Rati se paró de repente y extendió un brazo para que Col se detuviera. Col se paró. ¿A qué estaba jugando Rati? Pero, entonces, vio la razón de aquella parada. Estaban en medio de una arboleda de hayas, con un tendal de claras hojas verdes sobre sus cabezas y una alfombra cobriza de hojas secas a sus pies. Más allá, en el claro, un ciervo tenía la pata delantera derecha delicadamente levantada, como una bailarina ante su barra de ejercicios. Los dos niños mantuvieron la mirada clavada en los líquidos ojos marrones del animal, sin atreverse apenas a respirar. La brisa agitó las hojas de los árboles y el ciervo desapareció con dos saltos.

—Me gusta este bosque —dijo Rati, echando a andar de nuevo.

—Y a mí. —Col corrió para caminar a su lado—. Oye, Rati, si te gustan los animales, ¿te gustaría montar a mi poni?

~~2626~~

Page 27: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 4Capítulo 4

CassandraCassandra

A última hora de la tarde sonó el timbre de la verja. Connie vio desde su ventana que su tía abuela, que había estado todo el día arrancando de manera implacable las flores que sobresalían de los márgenes de los arriates, corría a ver quién era. Regresó al cabo de unos minutos con dos niñas. Las precedía con las llaves de la casa en la mano, como el carcelero que escolta a los visitantes hasta la celda del preso. A Connie se le levantó el ánimo de golpe: eran Jane y Anneena, sus mejores amigas de la escuela. Bajó las escaleras corriendo, saltando los escalones de dos en dos, para reunirse con ellas en el recibidor.

—¡Me alegro tanto de veros! —exclamó Connie.

—Y nosotras de verte a ti. —Anneena abrazó a Connie y le lanzó por encima del hombro una significativa mirada a Godiva mientras preguntaba—: ¿Qué ocurre?

—Ah, pues ésta es mi tía abuela. Tía Godiva, éstas son Anneena Nuruddin y Jane Benedict.

—Jovencita —Godiva miró incisivamente a Anneena—, ¿tienes algo que ver con la Sociedad?

—¿La qué? ¿Se refiere a esa cosa de Connie?

Godiva asintió.

—No, no, no tengo nada que ver con eso.

—¿Y tú? —preguntó Godiva, volviéndose hacia Jane.

—Yo tampoco —dijo Jane, que, al notar la penetrante mirada de Godiva clavada en ella dejó que su media melena le cayera sobre la cara para esconderse tímidamente tras ella.

—Bien, entonces estoy encantada de conoceros, chicas. Tal como os contará Connie, se han producido algunos cambios en su vida, pero vosotras podéis continuar siendo sus amigas.

—Vaya... gracias —dijo Anneena, preguntándose qué derecho tenía Godiva a elegir a los amigos de Connie.

—Supongo que querréis salir al jardín, ¿no? —propuso Godiva, animándolas a hacerlo como si tratara de deshacerse del alboroto que habían formado en su vestíbulo.

~~2727~~

Page 28: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Tranquila, las subiré a mi habitación —repuso Connie.

Connie aún no había cerrado la puerta cuando Anneena estalló:

—Col nos ha dicho que le han quitado tu custodia a Evelyn.

—Sí, eso es.

—¿Porqué?

—Mis padres estaban preocupados por mí. Quieren que mis tíos abuelos intenten hacerme normal.

Anneena reprimió una carcajada.

—¿Normal? ¿Qué tiene de malo como eres?

Connie se encogió de hombros, aunque su silencio decía a gritos que estaba totalmente de acuerdo con el quid de la cuestión.

Jane, que examinaba la caracola, le preguntó:

—Entonces, ¿vas a vivir aquí? ¿Por cuánto tiempo?

—No lo sé.

—Si sigues aquí en septiembre, estarás cerca del instituto de Chartmouth.

—Mi tía pretende que estudie en casa.

—Estás de broma, ¿verdad? —terció Anneena.

—No.

—¿Y quiere que seas normal? Pues vaya.

Se hizo un silencio incómodo en el que Connie se mordió el labio para no llorar. Anneena y Jane intercambiaron una mirada rápida y, acto seguido, rodearon a Connie en un abrazo.

—Vosotras dos tenéis que salvarme. No puedo ver a Col ni a ninguno de los demás, así que todo depende de vosotras.

—Pues claro, Connie. —Anneena le dio un apretón—. Tengo una idea. ¿Por qué no nos ayudas a montar el festival de Hescombe? Este año lo organiza mi padre. Si dices que sí, tendrás un montón de oportunidades para salir de aquí con nosotras.

—Suena genial —admitió Connie, sentándose en la cama al lado de su amiga. Con Anneena, todo parecía fácil. El futuro ya no se le antojaba tan desolador.

—Este año el festival será todo un acontecimiento. Yo diría que va a ser de tu estilo. Y vendrán los Krafted.

—¿Quiénes?

Anneena levantó los ojos al techo.

—Sí, mujer, el grupo de música, el que lleva tres semanas en el número uno.

Jane apoyó su mano en el brazo de Connie.

~~2828~~

Page 29: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No te preocupes, yo tampoco los conocía.

—¿Es que ninguna de las dos escucha la radio? No pasan ni cinco minutos sin que pongan una de sus canciones.

—¿No estás exagerando un poco, Annie? —se quejó Jane.

—Bueno, sí, pero es para que os hagáis una idea. Es la primera vez que conseguimos traer al festival de música un grupo puntero. Y habrá un montón más de grupos... Será estupendo.

—¿Y por qué van a venir? —preguntó Connie, con curiosidad. Había oído hablar del festival, que no era ni mucho menos tan importante como el de Glastonbury u otros conciertos de verano.

—Por lo de la campaña. ¿No te has dado cuenta de que la nueva carretera tiene que pasar justo por los terrenos que se utilizan para el festival? El batería de los Krafted es de Chartmouth y está totalmente en contra de la carretera. Vamos a utilizar el festival para intentar detener la sangrienta tala del bosque.

—Siempre tan moderada, ¿verdad? —susurró Jane, irónicamente.

Anneena la ignoró.

—Las entradas se vendieron nada más ponerse a la venta por Internet.

—¿Y cómo puedo ayudar yo? —preguntó Connie. Se le empezaba a contagiar el entusiasmo de Anneena. Quizá pudiera ser de alguna utilidad. Quería salvar el bosque desesperadamente y tal vez de aquel modo lo lograran.

—Bueno, se suele inaugurar con un desfile de carnaval. Todavía no hemos escogido el tema de este año, pero suele haber animales: caballos y todo eso. Nos podrías ayudar a mantenerlos bajo control.

—Estáis hablando con la persona adecuada.

—Eso me parecía. ¿Quieres que le pida permiso a tu tía abuela o prefieres hacerlo tú?

—Me parece que será mejor que lo hagas tú... A ti se te dan mejor esas cosas.

—¿Qué cosas?

—Lo de hacer bailar a la gente a su son, Annie: tú eres para la gente lo que Connie es para los animales —le aclaró Jane.

Anneena sonrió con orgullo.

—Gracias. Bueno, pues me la camelaré por ti. ¿Cuáles son sus puntos débiles?

—No creo que tenga ninguno —respondió Connie, pero reflexionó un momento—. Le encantan el trabajo duro y el orden.

—Vale, pues insistiré en que será una labor de esclavos montar todo el tinglado.

~~2929~~

Page 30: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No te preocupes, Connie, tu tía abuela no tiene nada que hacer

contra ella —la tranquilizó Jane mientras Anneena desaparecía por las escaleras—. Aún nadie ha conseguido que se rinda. Casi me da pena tu tía...

La batalla fue más dura de lo que Jane había predicho. Godiva sólo accedió a que Connie participara en el montaje del festival con la condición de que lo hiciera en casa y bajo su vigilancia. Lo de salir a hacer trabajo de campo quedaba absolutamente descartado.

Anneena, con aire pensativo, se mordía la punta de una de sus largas trenzas negras mientras informaba a sus amigas del resultado de su primer asalto.

—Tu tía abuela es bastante rara, Connie, Cuando le hablé de que vinieras al bosque de Mallins, reaccionó casi como si le hubiera dicho una palabrota. Ha sido amable hasta ese momento... Creo que hasta la tenía convencida, pero de repente se ha echado atrás y me ha dicho que no permitiría que te acercaras ni a un millón de kilómetros de ese lugar, que no lo soporta y que, cuanto antes lo talen, mejor.

—¡No puede ser! —exclamó Connie, ultrajada. Godiva nunca le había gustado, pero ahora tenía una buena razón para detestarla. ¿Cómo podía alguien querer que talaran todos esos árboles?

—Pues sí. De todos modos, por lo menos ha accedido a dejarnos venir a verte de vez en cuando.

Connie se tapó la cara con las manos.

—Esto es una pesadilla.

—¿Podemos hacer algo? —preguntó Jane—. ¿Has hablado con tus padres?

—Sí... Dicen que tengo que probar el régimen que me imponga mi tía abuela como mínimo unos meses y que no espere que sea fácil.

—Fantástico —replicó Anneena, con voz hueca.

—Gracias por intentarlo.

—Aún no me ha vencido. Esperemos que la próxima vez tenga más suerte.

* * *

Unos días después, Col y Rati yacían sobre la hierba crecida de un claro del bosque observando el trabajo de un pájaro carpintero en el tronco de un castaño cercano, con incontables hojas en forma de mano abierta y centenares de bolitas verde pálido. Cada vez que soplaba la brisa en el claro, las manos verdes subían y bajaban como en una ola de aplausos. Col pensó que era casi como si el bosque de Mallins estuviera celebrando aquel precioso día de verano.

~~3030~~

Page 31: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Mira cómo trabaja! —exclamó Col con admiración. El pico del pájaro

golpeaba el tronco a tanta velocidad que su cabeza era un borrón.

—Sí, me recuerda un poco a mi padre con la banda de heavy metal —comentó Rati—. Se le va a hacer polvo el cerebro, ¿no crees? Mi madre siempre dice que papá no ha estado del todo bien desde que empezó con la banda.

Col rompió a reír y Rati le devolvió una sonrisa de oreja a oreja. Después, pasó a Rati los prismáticos y se tumbó boca arriba para observar el cielo azul y las formas que iban tomando las nubes: una cara, un barco, un halcón... Los pájaros revoloteaban por todas partes, cazando insectos.

—Eh, ahí hay algo que vale la pena mirar —dijo Rati con repentina emoción.

—¿Qué? —preguntó Col, que volvió de golpe a la realidad para ver a Rati mirando hacia el claro con los binoculares.

—¡Caramba! ¡Mira eso!

—¡Trae! ¡Déjamelos! —Agarró los prismáticos y los enfocó hacia donde Rati había estado mirando. Allí había alguien con un vestido blanco, una mujer de melena larga y dorada que le caía en tirabuzones sobre los hombros. Col soltó los binoculares como si le hubieran quemado las manos.

—¿Qué pasa? —le preguntó Rati, frotándose la nariz con el dorso de la mano—. ¿Se ha ido?

—No, no es eso.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Sólo que... Bueno, es que es mi madre, ¿sabes? —Lo dijo con más agresividad de lo que pretendía.

—Bueno, pues tendrás que ir a decirle hola, ¿no? —le sugirió Rati, recogiendo los prismáticos. Sin embargo, observó extrañado que Col no se movía, sin entender que la sola visión de su madre provocaba en su amigo una sensación de confusión y miedo a la vez—. Tendrás que correr.

Col asintió e inició una carrera desmañada hacia su madre, como si las piernas no acabaran de decidirse a avanzar. La mujer se había arrodillado. El pelo le caía como una gruesa cortina por delante de la cara y aporreaba el suelo con los puños como si fuera un tambor.

—¿Qué haces? —le preguntó Col.

—Llamo a las serpientes —respondió ella con la misma voz ronca que siempre hacía temblar a Col, y volvió sus inolvidables ojos azules hacia su hijo—. Hola, Colín.

—Mmm... Ah... Hola, mamá —dijo él, incómodo.

La mujer se levantó de la hierba con un fluido movimiento y se acercó a él, lo agarró de los hombros y le miró directamente a la cara.

~~3131~~

Page 32: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Has crecido —afirmó con mucho orgullo—. Te has enfrentado al

peligro y has dominado tu miedo.

Col hubiera preferido un saludo más ordinario, pero estaba contento de que, finalmente, su madre se fijara en él por lo que era.

—Gracias —dijo él, apartándose. Ella siguió mirándole a la cara, haciendo que su hijo sintiera que se le retorcían las entrañas, como si hubiera convocado a las serpientes en su interior. Intentó distraerla—: ¿Por qué llamas a las serpientes? ¿No te parece que ahora esto es un lugar demasiado concurrido y que hacerlo atenta contra las normas de la Sociedad y todo eso?

Su madre era compañera de las gorgonas, las criaturas con cabellera de serpientes, y Col no podía dejar de pensar que Rati la había visto en acción.

—¡Ja! —Soltó una risotada irónica—. ¿Cuándo he cumplido yo las normas?

«Cierto», pensó Col.

—Pero ¿qué haces aquí? —preguntó. Sin duda, no era para verle a él.

—Unirme a la protesta. Este bosque es el último hogar de las gorgonas del sur de Inglaterra. Es el lugar al que han regresado durante siglos para engendrar a sus pequeños. Si desaparece, el pelo de la gorgona desaparecerá... y ella morirá. —Col tragó saliva y miró por encima del hombro: no sabía que las gorgonas rondaran por aquellos bosques y, por descontado, no le apetecía nada la idea de encontrarse con una en ese preciso momento.

—Oh, eso es terrible... —repuso en voz baja—. Y ¿dónde están ahora?

—Sólo queda una y la tengo muy bien escondida —le contestó su madre—. Si alguno de los que protestan o de los que construyen la carretera la viera correría un grave peligro.

«Sí —pensó Col—, por no hablar del peligro que correría el desafortunado que viera los ojos de la gorgona, que tiene el poder de convertir en piedra a los seres vivos.» Pero estaba convencido de que eso, a su madre, le traía sin cuidado.

—Papá está aquí, ¿lo sabías? —le preguntó Col mientras ella volvía hacia el campamento, con su larga falda blanca barriendo los helechos y arrastrando docenas de erizos. No le contestó, pero por el gesto altivo de su barbilla Col intuyó que no le gustaba la noticia.

Col la siguió hasta una autocaravana de un verde pálido aparcada al final de la zona de picnic.

—Será mejor que no entres —dijo su madre—. Espérame aquí... Tengo algo para ti.

La mujer se esfumó en el interior de la autocaravana. Col oyó voces e intentó no imaginarse con quién estaba hablando. Se sentó en un banco y se pasó las manos por el pelo: se sentía fatal, como cuando tenía cinco años y aún vivía con su madre. Odiaba admitirlo: le tenía miedo, pero, en

~~3232~~

Page 33: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinparte, se sentía atraído hacia ella como si estuviera atado a una cuerda de la que la mujer podía tirar a su capricho. Lo peor de todo era que no creía que su madre fuera consciente de la fascinación que ejercía sobre él: no pintaba demasiado en la vida de aquella mujer, tan implicada en su condición de compañera de la gorgona, y seguramente ella tampoco creía que pintara demasiado en la de su hijo.

—¡Eh, Col! —oyó gritar el muchacho a su espalda—. Por fin te encuentro. Te estaba buscando. Tu abuela te quiere en casa a las seis.

Col se dio la vuelta, horrorizado, consciente de que tenía sólo unos segundos para evitar la catástrofe. Su padre avanzaba tambaleándose entre los árboles, apartándose el pelo negro de los ojos y desentumeciéndose los miembros perezosamente.

—Gracias. Ya nos veremos, entonces —gritó Col en respuesta, despidiéndose con la mano como si fuera a marcharse.

—¡Espera! —Mack corría para llegar a su lado—. Te llevaré en moto. Esta noche voy a salir.

«Con Evelyn, por supuesto», pensó Col cambiando de rumbo y corriendo hacia su padre para apartarlo de allí. No quería que aquella información sonara en el claro, especialmente estando su madre tan cerca.

—Bien... —La voz de Col se desvaneció, porque el desastre estaba servido. Su madre había reaparecido en la puerta de la autocaravana con un paquete en la mano. Se había quedado helada en el primer escalón, con una mirada tan pétrea como la de las gorgonas, aunque, afortunadamente para Mack, sin el poder de matar.

—Hola, Cassie —dijo Mack al verla allí.

—Cassandra —replicó ella, cortante.

—Así que has decidido unirte a la protesta —siguió Mack, en un esforzado intento de mantener una conversación cortés—. Tendría que haberme imaginado que vendrías.

—¡A ti no me uno en nada! —disparó ella—. Jamás volvería a cometer ese error.

El insulto hizo que Mack diera un respingo.

—Ya. ¡No lo hiciste ni cuando estábamos casados! Estabas demasiado ocupada rebuscando por ahí a tus serpientes, ¿te acuerdas? Una manera curiosa de celebrar tu luna de miel.

—¡Para mí no fue una luna de miel, créeme! Para ti, sí, claro... ¡Con el resbaladizo abrazo de tu amiguito tentacular! «Vamos a las Bahamas», dijiste. ¡Entonces era tan inocentona! Tendría que haberme dado cuenta de que lo que te interesaba era el Kraken, y no las playas.

—¡O sea que estabas celosa! —gritó Mack, triunfal.

Col echó un vistazo furtivo a su alrededor: la discusión estaba atrayendo la atención de los campistas y empezaba a congregarse un

~~3333~~

Page 34: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldingrupito. Col vio a Rati y a su familia saliendo de su autobús y se preguntó si podría escabullirse antes de que le vieran.

—¿Celosa? ¿Celosa de ti? ¡Ja! ¡De ti, rastrero de poca monta que sólo te engrandeces cuando te montas en ese ridículo montón de lata!

—Y tú... ¡Víbora manipuladora!

Col se encogía como para esquivar los disparos verbales que intercambiaban sobre su cabeza. El último insulto de Mack hizo que un hombre corpulento con la cabeza afeitada se separara del grupo.

—¿Te está molestando, preciosa? —preguntó a Cassandra.

«Como si ella necesitara ayuda», pensó Col.

—Siempre me molesta —respondió Cassandra astutamente—, pero me las puedo apañar sola, gracias —añadió, dedicándole una hermosa sonrisa. Y el hombre se plantó al pie de los escalones como guardaespaldas voluntario.

Con la esperanza de que la confrontación los distrajera lo suficiente, Col trató de escabullirse, pero su padre lo agarró del cuello de la camisa.

—¡No te vayas, Col! ¡No dejes que la vergüenza que te da tu madre te obligue a marcharte! —gritó Mack.

Col notó que los ojos de los presentes se clavaban en él. Hubiese querido que se lo tragara la tierra.

—¡Vergüenza de mí! —chilló Cassandra, bajando disparada para sujetar por el brazo a Col—. Por suerte, ha heredado la valentía de su madre y no la debilidad de los Clamworthy.

—Te engañas de nuevo, Cassie: el muchacho se parece a mí. ¡Pregúntaselo!

Casi sin aliento, volvieron sus feroces miradas hacia Col. En ese momento Col hubiese deseado encontrarse en cualquier punto del planeta menos allí.

—Pues, si queréis que os diga la verdad, ¡no quiero ser como ninguno de los dos! —estalló, librándose de las manos de sus padres y, dando media vuelta, empezó a correr tan rápido como pudo hacia Hescombe... Hacia cualquier lugar donde no estuvieran ellos.

Cuando los pulmones le dolieron tanto que ya no podía seguir corriendo, se agachó al borde del camino, jadeando. Ojalá hubiera podido seguir corriendo eternamente y dejarlos atrás para no tener que volver a verlos jamás. Los ojos le ardían, pero ya era lo bastante mayor como para malgastar lágrimas con sus padres. Furioso por su debilidad, se secó las mejillas y siguió bajando la colina a paso lento.

El rugido de una moto le previno de la llegada de su padre, pero se encontraba aprisionado entre los bordes empinados de la carretera, así que no le quedaba otra que seguir andando como si no hubiera visto ni oído nada. La moto derrapó para detenerse ante él, que tuvo que detenerse.

~~3434~~

Page 35: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinMack se levantó la visera del casco.

—¡Toma! —Le tendió un paquete envuelto en papel marrón—. Tu madre quiere que tengas esto.

Col tomó el paquete de mala gana, sorprendido de que su padre hubiera aceptado un encargo de Cassandra. Se le ocurrió entonces que, con su repentina escapada, quizás había logrado cortar el fuego cruzado por primera vez en su vida.

—Sube —le pidió Mack, palmeando el asiento trasero de su moto—. Queda mucho para llegar a casa. —Y le dio el casco de repuesto.

Col vaciló. Iniciar una pelea no tenía ningún sentido. Además, aunque nunca lo reconociera ante su padre, prefería ir en moto... Odiaba caminar. Finalmente, aceptó el casco.

* * *

—Entonces, ¿qué vamos a hacer con Connie? —preguntó el doctor Brock a los miembros de la Sociedad que se habían reunido en la cocina de la señora Clamworthy. La lámpara del techo bañaba con su tenue luz la mesa de madera, alrededor de la cual se sentaban doce angustiados parroquianos.

—Jane y Anneena fueron a verla —dijo Col—. Dicen que es como una prisión. Esa vieja bruja no dejará salir a Connie.

—Pues entonces tendremos que entrar nosotros —dijo el señor Masterson, un granjero de la zona, propietario de las tierras donde se desarrollaban muchas de las actividades secretas de la Sociedad.

—Ya lo hemos intentado —dijo la abuela de Col. Acto seguido, se levantó, se acercó al fregadero y dejó correr el agua del grifo sobre sus dedos. Los demás, que notaron un cambio sutil en la atmósfera de la cocina, guardaron silencio. El agua se arremolinó alrededor de las manos de la anciana y fue tomando la forma de uno de sus duendes acuáticos hasta que la criatura se plantó en el fregadero, ondeando como una tela de seda transparente. La señora Clamworthy cerró los ojos y tarareó una suave melodía. Los otros miembros de la Sociedad esperaron respetuosamente a que el encuentro terminara.

—Nunca la había visto hacer eso —susurró Evelyn a Col.

—Ni yo —admitió Col.

Por fin la señora Clamworthy rompió su vínculo con el duende acuático y dejó que se colara por el desagüe. Luego, sonrió a Col y a Evelyn y preguntó:

—¿Quién dice que los perros viejos no aprenden trucos nuevos? De hecho, ha sido idea de Issoon. No le gusta demasiado, pero ahora que me estoy haciendo mayor dice que hará el esfuerzo de venir a verme a casa más a menudo.

~~3535~~

Page 36: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Qué tenía que decirte, Lavinia? —preguntó el doctor Brock.

—No hay manera de ver a Connie. El jardín es impracticable: no hay estanques ni fuentes. No hay acceso a la red de cañerías. —Miró por la ventana su propio jardín, lleno de riachuelos y estanques—. La observan tal como les pidieron los Administradores, pero tiene que ser desde lejos.

—Pero todos sabemos que no hay bastante con observarla —dijo el doctor Brock—. También hay que pensar en su entrenamiento. Los Administradores han insistido mucho en que no debemos interrumpirlo. Al igual que nosotros, han oído rumores de que Kullervo se ha reorganizado y que vuelve a tener a varias criaturas de su parte. Un grupo entero de banshees1 ha desaparecido hace poco y creemos que se le han unido. Tenemos que llegar hasta Connie antes de que lo haga Kullervo o alguno de sus seguidores.

—Eso está muy bien, Francis —dijo Evelyn, irritada por la mención de la deserción de algunas de las hadas de su especie compañera—, pero ¿acaso se han ofrecido los Administradores para enfrentarse a mi tía? A mí me pegó una patada en el trasero cuando lo intenté, así que no confío en que ellos se las apañen mucho mejor.

El doctor Brock arqueó las cejas.

—Sabemos que Godiva es un caso muy especial. Mucho me equivoco o incluso negará haberlos visto.

—¿La conoce? —le preguntó Col. Hubiera jurado que el doctor Brock se ruborizaba.

—Sí, una vez fuimos amigos. Era una muchacha muy bonita, cuando era joven.

—Entonces, quizá podría hablar con ella.

—¡No! —respondió el doctor, cortante—. Eso nos haría más mal que bien. No, creo que deberíamos intentar otra cosa. ¿Hugh todavía vive con ella?

Evelyn asintió.

—Pero me temo que es ella quien lleva los pantalones.

—No esperaba menos, pero tengo una idea para sacar a Connie de la casa. Sólo tenemos que jugar bien nuestras cartas.

* * *

La tía Godiva ojeaba el folleto del curriculum nacional que había conseguido en la delegación de Educación.

—¿A qué hemos llegado? —murmuró—. Clases de ciudadanía... ¿Qué demonios es eso?

1 Hadas de la muerte. (N. del T.)

~~3636~~

Page 37: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie, sentada en silencio al escritorio que habían instalado para ella

en el antiguo cuarto de los niños, hacía rodar entre los dedos una vieja pluma estilográfica. Godiva no permitía el uso de lápices en su clase.

—Bueno, eso nos lo podemos saltar, ¿no? —anunció Godiva tras tomar una decisión y dejar a un lado el folleto—. De lo que se trata es de curarte de la Sociedad. Lo que una mente joven como la tuya necesita es una dieta a base de gramática y aritmética, aderezada con una pizca de hechos científicos. Empezaremos con una hora de sumas, una hora de redacción y una hora de latín.

—¿Latín?

—Por supuesto, es una materia perfecta para adquirir rigor intelectual. Por la tarde, ciencias y tareas domésticas.

—Es una broma, ¿no? —tanteó Connie con una cierta esperanza, que la cara de su tía abuela desmintió.

—No he hablado más en serio en toda mi vida. Sufres alucinaciones, Connie, y no me cabe duda de que oyes y ves cosas, animada por esos chalados de la Sociedad. Si te aplicas, estas materias te harán recuperar el sentido.

La estilográfica manchó de tinta los dedos de Connie.

—No soy ninguna ilusa, tía.

—Permíteme que discrepe. Y, si te llevara al médico, te diría lo mismo. Lo que te parece sentir durante esas reuniones de la Sociedad no es real: es una especie de histeria colectiva. Yo, al principio, tampoco me di cuenta, pero ahora veo que la Sociedad es un culto especialmente pernicioso que lava el cerebro a todos sus miembros. Dragones y caballos voladores... ¡Fíjate tú! Sin duda, utilizan sustancias prohibidas para inducir esas alucinaciones tan tremendas.

—Tú también formaste parte de la Sociedad, ¿verdad? —le preguntó Connie pausadamente. El misterioso comportamiento de su tía abuela empezaba a cobrar sentido.

Godiva se plantó ante la ventana y miró afuera. Su silencio pareció confirmar las sospechas de Connie.

—¿Cuál es tu especie compañera?

Godiva se giró de golpe, furiosa.

—Yo no tengo especies compañeras... Ni tú tampoco. Cuanto antes te des cuenta de que te han engañado, Connie, mejor. Mi tarea es hacerte ver la verdad... ¡Y lo haré aunque muera en el intento! —Respiraba con dificultad y se le habían escapado algunas greñas del moño tirante. Llevándose las manos a la cabeza para reparar los daños, continuó—: Abre el libro por la página uno y empieza a resolver las sumas que encontrarás hasta que yo te diga que pares. Quiero que pienses en números... En nada más que en números.

~~3737~~

Page 38: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin* * *

La mañana estaba tocando a su fin cuando sonó el timbre.

—¡Ya voy yo! —exclamó Connie, levantándose de la silla, desesperada por respirar un poco de aire fresco.

—No, tú no irás a ninguna parte, jovencita. Iré yo. Nunca se sabe quién puede aparecer por aquí —replicó Godiva.

Cuando hubo salido, Connie se acercó a la ventana. Llovía mucho. Vio que Hugh había llegado a la puerta antes que su hermana y conducía a dos personas hacia la casa bajo un enorme paraguas verde: un indio americano de avanzada edad y pelo canoso y una niña con unas trenzas muy gruesas. Connie se acercó de puntillas al rellano para escuchar.

—¿Qué quieren? —preguntó Godiva a Hugh, mientras éste sacudía el paraguas en el último escalón.

—Hola, señorita Lionheart —dijo una voz muy familiar—. Soy amigo de Connie. Tengo entendido que está pasando el verano aquí y me preguntaba si le gustaría conocer a mi nieta Antonia.

Godiva abrió la puerta de par en par. Horace Little permanecía en el porche, empapado por la lluvia, junto a una niña de brillantes ojos castaños. El compañero de los selkies y su nieta habían ido a visitarla.

Godiva arrugó la nariz, suspicaz.

—¿De qué conoce a mi sobrina nieta, caballero? ¿Es usted uno de esos de la Sociedad de Hescombe?

Horace sonrió, encantado de poder responder sin mentir demasiado.

—No, no, yo soy de Londres. De vez en cuando vengo hasta aquí para navegar.

—¿Le gusta navegar? —preguntó Hugh, exultante.

—Es mi gran pasión. Estuve en la Marina.

—¡Yo también! ¿En qué barco? —Sin duda, Hugh estaba dispuesto a mantener una larga conversación sobre temas navales.

Godiva dedicó a su hermano una sonrisa indulgente y Connie pensó: «Pues sí que tiene un punto débil: Hugh.»

—Bueno, entonces más vale que le dejes pasar. Puede entrar por la cocina —dijo Godiva, observando los charcos de agua que se habían formado en el suelo de piedra pulida.

Sin acabar de creerse la suerte que había tenido, Connie bajó corriendo las escaleras.

—¡Señor Líttle, qué alegría que haya venido!

Horace le dio unos golpecitos en el hombro y la miró a la cara para comprobar si todo iba bien. Ella le respondió con una breve sonrisa.

—Y, bien, Connie, ¿cómo estás? —le preguntó en voz alta.

~~3838~~

Page 39: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Bien —respondió ella, preguntándose cuándo se percataría Godiva de

que uno de los miembros de aquella prohibida Sociedad se había colado en su terreno.

—Y, bien, señor Little, ¿quiere pasar a secarse a la cocina? —le preguntó Hugh—. Está calado hasta los huesos.

—Bah... ¿Qué más da un poco de humedad? Estoy acostumbrado.

—Bueno, pues una taza de té...

—Eso no me importaría. Connie, ¿por qué no le enseñas la casa a Antonia? Parece un lugar muy interesante —dijo, asintiendo hacia las cristaleras de la puerta principal.

—La puedes llevar a tu habitación —intervino Godiva, algo enfadada—. Ya retomaremos luego la lección.

Connie llevó a Antonia a su habitación.

—¡Eh, esto es genial! —exclamó la niña, admirando los pósteres de animales, desde unicornios hasta delfines y gaviotas. Connie los había colgado para quitarle austeridad al dormitorio. Antonia se sentó en el borde de la cama y miró directamente a Connie, con el rostro ansioso y atento, como una nutria a la espera de acción—. ¿Qué se siente siendo una universal?

Connie sintió una gran oleada de alivio: al menos tenía a alguien con quien hablar después de tantos días fingiendo ser normal.

—Es increíble. Supongo que más o menos como cuando tienes tu primer encuentro, pero repetido infinitamente. —Connie se apoyó en el borde de la mesa de metal y sonrió, recordando las criaturas a las que había conocido a lo largo de aquel año.

—El abuelo estaba muy preocupado por ti... Todos lo están. El doctor Brock nos pidió que intentáramos colarnos porque tu tía abuela no nos conoce. Pensó que tal vez el abuelo conseguiría ablandarlos para que te dejaran salir con nosotros un rato.

—Espero que lo consiga. Mi tía piensa que la Sociedad es una especie de culto satánico... Está intentando curarme. Si sospechara que tu abuelo es uno de sus miembros seguro que ahora no estaría sentado en su cocina.

Antonia ojeó un álbum de fotos que Connie tenía sobre la cama y vio instantáneas de Hescombe, de Col, de Anneena y de Jane. Se detuvo a contemplar una imagen de Scark encima de su guindola preferida. Connie notó un pinchazo de dolor: era su única foto de la gaviota. Se la había hecho antes de que Kullervo lo machacara hasta la muerte por intentar ayudarla.

—No tiene muchas posibilidades de curarte, ¿verdad? No puedo ni imaginarme que mi familia quisiera apartarme de todo esto —añadió Antonia—. Estuvieron encantados cuando descubrieron que era compañera de los duendes de la madera, porque ninguno de mis hermanos había heredado el don.

~~3939~~

Page 40: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinA Connie le interesaba el tema, porque aún no conocía a ninguna

familia, aparte de la suya, algunos de cuyos miembros no compartieran el don.

—¿Y eso no ha causado problemas familiares?

—Oh, no —respondió Antonia, sonriendo—. No conoces a mis hermanos. Les importa un comino lo que hago o dejo de hacer. Ellos tienen su propia vida: fútbol, música... Ya sabes... Simplemente piensan que eso de que yo vaya con la Sociedad. Vamos, que me va al pelo.

—¿Y hay muchos duendes de la madera en la ciudad? Debe de ser difícil ser compañera de esta especie en Londres.

—No es tan difícil como crees. Cada árbol es como un mundo propio. Incluso en Brixton puedes encontrar duendes en los jardines de las casas y en los parques.

—Me encantaría conocer a alguno. ¿Cómo son?

—Son... —Pero Antonia se calló, la miró y se rió—. No, no te lo voy a decir. Tú eres la compañera universal: puedes tener un encuentro con ellos. ¿Para qué quieres información de segunda mano? —Y miró por la ventana—. Aunque aquí no podrá ser. No hay ni un árbol a la vista, ¿eh?

Connie se acercó a la ventana y observó el jardín estéril. Eso era: no había en él nada silvestre que permitiera la vida de ninguna criatura. Seguramente por eso se había sentido tan débil los últimos días... Habían cortado su vínculo con el mundo natural.

—Connie —dijo Antonia, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos—, el abuelo me ha contado lo que ocurrió el año pasado... Lo que pasó entre tú y Kullervo. ¿Puedo preguntarte cómo es?

Connie tenía los puños apoyados en el alféizar de la ventana y se le pusieron los nudillos blancos.

—Es que he oído hablar tanto de él... Mamá y papá siempre hablaban de Kullervo, pero a mí jamás me ha parecido real. Cuando me dijeron que habías tenido un encuentro con él, no me lo podía creer. Ni siquiera alcanzo a imaginarme cómo será...

Connie se giró para mirar a Antonia. El rostro ávido de la compañera de los duendes de la madera estaba sediento de información. «No estaría así si lo hubiera visto con sus propios ojos», pensó Connie.

La alegre expresión de Antonia desapareció de su rostro.

—Lo siento. He sido una estúpida. Seguro que no quieres hablar de ello.

—No, no pasa nada —dijo Connie con un suspiro—. No puedo culparte por tus ansias de saber. —Bajó la mirada a la moqueta—. No se parece a ninguna criatura que haya conocido. Es oscuro... como el mar. Cuando estás con él, te sientes como un barco que se hace añicos contra las rocas. Lo único que sabes es que te odia por lo que eres... pero que a la vez te necesita.

~~4040~~

Page 41: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinAntonia notó un escalofrío.

—Eres muy valiente, Connie. Vivir sabiendo que podría atraparte de nuevo en cualquier momento... Yo estaría muerta de miedo.

—Y lo estoy, pero ¿qué remedio me queda? No puedo evitar ser una universal por mucho miedo que tenga.

—Supongo que no, pero sigo pensando que eres muy valiente.

Por acuerdo tácito, las niñas estuvieron un ratito charlando de temas más superficiales y luego bajaron a la cocina. El tío Hugh y el abuelo Little charlaban distendidamente, reviviendo su juventud en alta mar.

Horace se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta.

—Aquí tengo algo que podría interesaros tanto a ti como a Connie, Hugh. Mi antiguo comandante me ha regalado unas entradas gratis para la feria náutica de Olympia. ¿Os gustaría acompañarnos?

A Hugh se le iluminó la cara, pero se acordó de su hermana y se le borró la sonrisa.

—No sé, Horace...

—Nosotros volvemos a Londres mañana. Podríais venir con nosotros en tren. Al fin y al cabo, Connie está de vacaciones.

Hugh miró a Connie.

—¿Te gustaría ir, cielo ?

—Sí, por favor.

Se pasó la lengua por los dientes unos instantes, mirando ávidamente las entradas.

—Veré qué puedo hacer. Un viajecito a Londres no nos haría ningún mal, ¿verdad? Le diré a mi hermana que estarías a salvo de las corrompidas influencias de Hescombe.

—Pero, tío, no estoy segura de que... —empezó Connie. No le gustaba tener que mentirle. Si tenía que enfrentarse a Godiva, por lo menos merecía saber la verdad.

—Al fin y al cabo —la interrumpió Hugh, guiñando el ojo a Horace—, sólo me dijo que no quería que tuvieras nada que ver con la gente de la Sociedad de Hescombe. Horace es de Brixton, y eso ya es harina de otro costal...

* * *

Connie, el tío Hugh, Horace y Antonia estaban en la estación de Paddington, plantados ante el mapa del metro.

—Volveré a comprobar las entradas —dijo Horace, y se llevó la mano a la frente. Antonia sonrió y tiró del brazo de Connie—. ¿Será posible? Debo de estar perdiendo el juicio... Tendría que haber leído la letra pequeña.

~~4141~~

Page 42: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinLa oferta es sólo para veteranos de la Marina... Una presentación exclusiva.

Hugh arrastró los pies miserablemente.

—Bueno, pues supongo que tendremos que ver cuándo sale el próximo tren de regreso.

—No seas tonto, tío, ahora que estamos aquí, tienes que ir —dijo Connie, segura de que aquello estaba planeado desde el principio.

—Sí, sí, es culpa mía, querido colega. ¿Por qué no sigues tú hasta Olympia y yo dejaré a las niñas en la biblioteca de Antonia? Allí estarán seguras y podemos ir a recogerlas por la tarde.

—En una biblioteca, ¿dices? —se extrañó el tío Hugh—. ¿Qué clase de biblioteca?

—Pues una con libros —respondió Horace, sonriendo. Sabía lo que estaba pasando por la cabeza de su colega.

—¿Y allí no le pasará nada?

—¿Qué crees que puede pasarle en una biblioteca, Hugh?

Hugh se rascó la barbilla, dividido entre su deseo de alegrarse la vista con los barcos y su deber de proteger a Connie de las influencias de la Sociedad.

—¿Me prometes que te quedarás allí y que no harás ninguna de tus alocadas expediciones, Connie?

—Por supuesto, tío Hugh.

—¿Qué haréis todo el día?

—Pues, leer, supongo.

—Mmm... Vale. Espero que cumplas tu palabra. Y no le digas a mi hermana que te has alejado de mi vista.

—No lo haré.

Redimido de su responsabilidad, Hugh clavó el dedo en el mapa del metro.

—Ahí está Olympia. Nos veremos allí, Horace.

* * *

—¿Adonde vamos? —preguntó Connie alegremente mientras escapaba con Horace y Antonia hacia la línea de Bakerloo.

—A Charing Cross —respondió Horace.

—¿A Charing Cross? Eso está en el centro mismo de la ciudad, ¿no? ¿Por qué vamos ahí?

~~4242~~

Page 43: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Bueno —empezó Horace, echando un vistazo por encima del hombro

para asegurarse de que nadie le oía—, cuando los Administradores supieron que no ibas a poder seguir con las prácticas, decidieron que tendrías que intentar prepararte aprendiendo teoría. Por eso te vamos a llevar al cuartel general de la Sociedad... Hay algo excepcional allí que tendrías que ver.

Bajaron del metro en Charing Cross y Horace hizo subir a las niñas por las escaleras mecánicas y pasar entre el gentío que bajaba a Trafalgar Square. Una bandada de palomas percibió la llegada de Connie y voló hacia ella desde el parque. Las aves trazaron espirales en el cielo y formaron sobre Connie una columna que nada tenía que envidiar a la de Nelson. La niña levantó la cabeza, asintió en respuesta al saludo de las palomas y sacudió la mano para que se dispersaran antes de que la gente se fijara en ellas. Horace y Antonia no dijeron nada pero intercambiaron una sonrisa. Horace recuperó el ritmo de su paso y llevó a las niñas bordeando una enorme iglesia con un impresionante pórtico hasta el bullicio cargado de humo del Strand antes de que el resto de la fauna de Londres decidiera celebrar la llegada de Connie con extravagantes actuaciones. Llevaban cinco minutos andando cuando el viejo se metió en un callejón que se abría entre dos tiendas y entraron en un mundo muy diferente al de la transitada calle Strand: un remanso donde perduraba el recuerdo de la antigua Londres. Los edificios estaban tan cerca entre sí que el asfalto a sus pies quedaba sumido en una profunda sombra, fría y tenebrosa.

Horace dobló enseguida a la izquierda y abrió una puerta ornamentada que Connie ni siquiera habría visto si él no se la hubiese mostrado.

—Por aquí —dijo, animando a Connie a pasar bajo una arcada que daba a un soleado patio adoquinado.

Y allí, ante ellos, se alzaba un elegante edificio tan antiguo que sus muros habían adquirido el color de la cebada madura. La luz se reflejaba en las ventanas con parteluz dispuestas simétricamente en tres plantas alrededor del patio porticado. A Connie el edificio le pareció un híbrido de iglesia y palacete.

Lo coronaba una linterna rematada con una veleta en forma de brújula.

—Aquí estamos —anunció Horace—. He aquí el cuartel general de la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas.

~~4343~~

Page 44: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 5Capítulo 5

La serpienteLa serpiente

Connie jamás había pisado un lugar como aquél. Parecía muy misterioso y muy antiguo. Vaciló, como si dudara de que la dejaran entrar. No parecía la clase de lugar donde acogen a los niños con los brazos abiertos. Pero Horace ya estaba atravesando el suelo adoquinado y Antonia le dio un empujoncito.

—Vamos. Todo irá bien —le dijo—. Yo también me sentí así la primera vez.

Animada por Antonia, Connie dejó atrás sus dudas y siguió a Horace. Levantó los ojos hacia el tejado. Gárgolas en forma de duende acuático soportaban los canalones con la boca abierta para escupir el agua como si cantaran lluvia. Mientras atravesaba el patio se percató de que sobre cada ventana había un friso con representaciones de distintas criaturas: centauros que luchaban con pegasos; dragones que volaban fuera del alcance de la enredada masa tentacular del Kraken; sirenas que cantaban en las rocas mientras los grifos describían círculos en el cielo; enanos de roca golpeando un yunque mientras un gigante del tiempo hinchaba los fuelles... Eran como anuncios esculpidos en los que todo el mundo podía ver el secreto objetivo de la Sociedad, aunque de un modo que sólo sus miembros entendían.

Connie se detuvo ante la magnífica pareja de dragones de piedra tumbados en la entrada enseñando los dientes a los intrusos. Eran de granito pulido verde oscuro y aproximadamente la mitad de grandes que los de verdad. A la niña le hubiera gustado quedarse más rato junto a ellos, pero Horace la hizo pasar al interior, donde enseguida captó la imagen de una brújula en el rosetón del portal y notó un cosquilleo de emoción: era su símbolo. Sin duda, ella pertenecía a aquel lugar.

Estaban en un vestíbulo con el suelo de mármol. Un techo abovedado remataba las dos plantas del edificio, creando un espacio con el mismo eco y el respetuoso silencio de una catedral. La expresión embobada de Connie, que tenía los ojos abiertos como platos, hizo sonreír a Antonia.

—¡Es alucinante! —dijo Connie en un susurro.

—¿A que sí? —repuso Antonia.

—¿Lo ha visto alguien que no pertenezca a la Sociedad?

~~4444~~

Page 45: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Por supuesto —resopló Antonia—, ¡no se puede esconder un edificio

así en pleno centro de Londres! Pero a los que vienen, se les dice que es un club «sólo para socios» y se les despide. El abuelo dice que hay clubes privados por todas partes y que, por eso, nadie se sorprende.

Mientras las niñas hablaban, Horace los había inscrito a los tres en el registro del portero de guardia.

—Vamos, tenemos luz verde —dijo alegremente.

Cuando pasaron por delante de la garita del portero, Connie vio que el hombre había dejado el periódico a un lado y los estaba mirando fijamente... Bueno, que la miraba a ella. Subió corriendo por la alfombra roja que cubría la escalinata.

En el primer piso se encontraron de frente con unas puertas de ébano en las que unas letras doradas anunciaban la biblioteca. Horace empujó suavemente la puerta de la derecha, la abrió y se apartó para dejar pasar a las niñas.

Se encontraban en una enorme sala circular completamente forrada de libros. En el centro, el mostrador redondo de los bibliotecarios recibía la pálida luz del sol que se colaba por la linterna que coronaba el centro de la cúpula del techo. La luz se esparcía por las filas de mesas, dispuestas como los radios de una rueda. La sala estaba dividida en cuatro por unos tabiques de madera bastante bajos, con dos filas de escritorios en cada segmento. El trozo de techo abovedado que quedaba sobre cada uno de ellos no dejaba lugar a dudas sobre a qué compañía pertenecía. Al norte, un mural de criaturas de los cuatro elementos bailando una alborotada danza: la Compañía de los Cuatro Elementos. Al este, un montón de criaturas volando alrededor del símbolo central de las dos alas: la Compañía de las Criaturas Aladas. Al sur, criaturas marinas jugando entre las olas mientras los dragones vomitaban llamas en el cielo: la Compañía de los Reptiles y las Criaturas Marinas. Al oeste, bípedos y cuadrúpedos que desfilaban por un jardín cuajado de flores: la Compañía de las Criaturas Bípedas y Cuadrúpedas. El ambiente olía intensamente a cera de abeja y polvo de libros.

Horace guió a las niñas por el reluciente suelo de madera hasta el mostrador de los bibliotecarios. Un hombre delgado de pelo blanco bastante escaso con las gafas apoyadas sobre la punta de la nariz miró a las chicas con curiosidad.

—Señor Little, ¿qué puedo hacer hoy por usted? —preguntó el bibliotecario con voz aflautada, mirando a Horace con sus ojos acuosos—. Me temo que todavía no le he encontrado Las selkies de las Hébridas.

—No, hoy no vengo por eso, señor Dove. Quiero que registre a una nueva lectora.

—¿Ah, sí? ¿Y a cuál de estas dos señoritas? —El señor Dove sonrió dulcemente a Antonia y a Connie mientras abría sobre el mostrador un gran libro de registro con las páginas de cuatro colores: verde, marrón, naranja y azul.

~~4545~~

Page 46: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Mi nieta Antonia ya tiene su pase de Elemental —respondió Horace,

posando orgullosamente la mano sobre el hombro de Antonia—. La nueva lectora es Connie Lionheart. Creo que los Administradores han enviado al bibliotecario titular una carta en su nombre.

El señor Dove ni siquiera vaciló antes de cerrar el registro con un sonoro golpe y apartarlo. Acto seguido se sacó una minúscula llave de plata del bolsillo del chaleco, extrajo una vieja caja de madera del armario que tenía a su espalda, la abrió con la llavecita y sacó de ella un delgado libro negro.

—El registro de universales —explicó—. Habíamos olvidado dónde estaba, así que la carta de los Administradores nos puso histéricos, como comprenderá... —Empujó el libro por encima del mostrador hacia Connie y le dio a la chica una enorme estilográfica con la punta de oro. Ante ella, una página casi en blanco se dividía en columnas. Sólo había unas cuantas entradas: Suzanna Caldicott, 1703; Gilbert Hollingsworth, 1742; William Blake, 1793; Martha y Millicent Applethrop, 1850; James Proud, 1899; y Reginald Cony, 1921. Al compararla con las preciosas rúbricas de sus predecesores, Connie se avergonzó de su torpe caligrafía redonda. El señor Dove se acercó el libro a la cara y sopló sobre la página para que se secara la tinta antes de volver a guardarlo en su caja.

—Bueno, señorita Lionheart, las normas que la afectan son algo inusuales. Puede acceder libremente a cualquiera de las secciones de esta planta y también a una sala de lectura especial de ahí arriba —dijo el bibliotecario, apuntando con su larguirucho índice hacia la cúpula. Connie vio que una galería con una barandilla blanca circundaba la linterna.

—¿Y cómo puedo subir ahí? —preguntó Connie.

—Con esto. —Le dio una segunda llave, ésta con un llavero en forma de estrella de cuatro puntas atado a una cinta de satén turquesa—. La puerta está allí. Creo que da a las escaleras.

—¿Cree? —intervino Horace, sorprendido de la vaguedad de sus indicaciones.

—Sí, señor. —El señor Dove sonrió a modo de excusa—. Tal como comprobará la señorita Lionheart, los universales son los únicos que pueden subir. Hace años que nadie ha estado ahí. La guardiana de la puerta no nos dejaría pasar...

Horace frunció el ceño.

—Pues me parece que se habrá acumulado un poco de polvo, ¿no? Bueno, más vale que te pongas en marcha, Connie. Sólo tienes unas horas antes de que tenga que volver a buscarte.

—Pero ¿para qué hace falta una guardiana en la puerta? —preguntó Connie—. ¿Qué hay allá arriba que necesite protección?

El señor Dove sonrió.

~~4646~~

Page 47: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Usted es la más adecuada para responder a eso, señorita Lionheart.

—El hombre se inclinó hacia ella—. Aunque, por el catálogo de libros que tenemos, diría que ahí arriba hay información bastante peligrosa... Cosas que sólo los universales pueden saber. Cuando los Administradores dijeron que le iban a conceder el acceso a su sala, algunos de nuestros miembros... —Resopló evasivamente—. Algunos de nuestros miembros defendieron a capa y espada que usted no debía subir ahí sin la supervisión de alguien. Sólo cedieron cuando les recordamos que, si trataban de acompañarla, se los merendarían.

—¿Que se los merendarían? —repitió Connie, asustada.

—Pero usted no debe preocuparse... Usted es una universal. Nadie se la va a merendar.

Aquello no era demasiado tranquilizador... La niña no paró de juguetear nerviosamente con la llave mientras pasaba entre las filas de escritorios para llegar a la puerta de la pared de enfrente. Odiaba llamar la atención y el corto camino hasta la entrada para universales se le hizo eterno. Algunos lectores levantaron la cabeza del libro a su paso y empezaron a dar codazos a sus vecinos, por lo que, como las ondas se propagan en una piscina, pronto recorrió toda la sala un rumor de excitados susurros. Connie apretó el paso, deseosa de escabullirse de la vista de todos.

Cuando llegó a la puertecita, se detuvo, sorprendida de que no hubiera cerradura sino un simple pomo de latón en forma de estrella de cuatro puntas. Lo hizo girar y la puerta se abrió suavemente.

«Qué raro —pensó—, si está abierta, ¿para qué sirve la llave?»

Atravesó la estancia en dirección a la oscura escalera del fondo. Una empinada escalera de piedra con una barandilla labrada en forma de serpiente enroscada subía en la penumbra. Palpó la pared buscando algún interruptor, pero no había ninguno.

«Seguramente no habrá subido nadie desde que se inventó la luz eléctrica», pensó, frunciendo el ceño.

Puesto que estaba a oscuras decidió utilizar la barandilla como guía para su ascenso. Alargó la mano y la tocó.

—¡Puf! —exclamó, retrocediendo unos pasos con un grito ahogado. La barandilla estaba viva.

Al tocarla había despertado a la guardiana de la puerta, que desenroscó la cola revelando la cabeza de una pitón con unas mandíbulas capaces de tragarse a Connie de un solo bocado sin ningún inconveniente. La enorme cabeza se deslizó hasta los pies de la niña y su lengua bífida rasgó el aire a un milímetro de sus zapatillas deportivas. Entendió por qué los bibliotecarios no se habían atrevido a subir las escaleras. Con los ojos fijos de la serpiente clavados en ella, no estaba segura de si iba a reunir el coraje suficiente para pasar.

—¿Puedo subir? —preguntó en un susurro.

~~4747~~

Page 48: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinLa serpiente seguía mirándola fijamente, así que decidió avanzar un

paso. La pitón se irguió con las mandíbulas abiertas, la lengua vibrando, enseñando los colmillos... Siseaba como chasquea el agua que cae sobre el carbón al rojo vivo.

—Vale, es evidente que no —se respondió ella misma, retrocediendo hasta que su espalda quedó pegada a la puerta de entrada.

¿Y si le enseñaba la llave? A lo mejor era una especie de contraseña.

Se la enseñó, pero la cabeza de la serpiente danzaba cada vez más cerca de su cabeza. Ya notaba el aliento seco del reptil en la mejilla. Luchó para dominar el pánico que la invadía; era como si un montón de serpientes se le hubieran enroscado en el estómago.

Era una universal y tenía derecho a subir. Aunque no quería salir corriendo hacía un lugar seguro, su mano ya se había aferrado al pomo de la puerta. Pero, entonces, una voz habló en el interior de su cabeza:

—¿Qué haría una universal que los demás no pueden hacer?

No tuvo que pensar demasiado. Tenía que hacer lo último que hubiera deseado en el mundo: propiciar un encuentro con la serpiente. Alargando la mano en la que todavía sostenía la llave, tocó la parte superior de la cabeza en forma de diamante de la serpiente.

—Llave. Boca.

Como mordeduras de serpiente, las dos palabras le golpearon en rápida sucesión la boca del estómago. Supo con exactitud lo que debía hacer. Con cautela, acercó la mano a las mandíbulas abiertas de la serpiente, temiendo que en cualquier momento se cerraran, y dejó caer la llave en su interior.

En un abrir y cerrar de ojos, la serpiente se dio media vuelta y se deslizó escaleras arriba. No le quedaba otra que seguirla. Así pues, se mantuvo cerca de su cola, guiada por el pálido resplandor dorado de sus escamas. La luz cobró intensidad, pasando del bronce al blanco a medida que subían. Momentos después salía a la iluminada galería de la linterna. Era como meterse de lleno en un baño de sol después de atravesar la oscuridad de la escalera de caracol. El sol entraba por los altos ventanales y bañaba la parte superior de las librerías. Las rasgadas nubes grises dejaban ver jirones de cielo azul. La serpiente se había enroscado completamente al lado de la puerta, con los ojos cerrados y una larga cinta azul colgándole de la boca como una extraña lengua.

Connie soltó un suspiro de alivio. Lo había conseguido.

Asomándose con inseguridad por la barandilla (no le gustaban las alturas), Connie vio que Horace y Antonia miraban hacia arriba, esperándola. Cuando los hubo saludado con la mano para demostrarles que había sobrevivido al encuentro con la guardiana de la puerta, sus amigos se volvieron para marcharse: Antonia hacia la sección norte y Horace hacia la salida, para reunirse con Hugh en la feria náutica.

~~4848~~

Page 49: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie se apartó de la barandilla y examinó su entorno. ¿Qué era lo

que había estado guardando la serpiente? ¿Qué secretos iba a descubrir allí?

La pared estaba recubierta de altas librerías. Connie les echó un vistazo rápido y fue sacando al azar algunos volúmenes especialmente atractivos. Tal como Horace había predicho, iban levantándose incómodas nubes de polvo. Connie se percató de que el contenido de las obras se correspondía más o menos con las secciones de abajo. Los estantes del este estaban repletos de manuales de vuelo: uno particularmente atractivo hablaba de la posición más recomendable para un compañero humano a lomos de un increíble número de criaturas aladas y daba una larga explicación sobre el equilibrio y la carga máxima. En los del oeste, se detuvo ante un gigantesco bestiario del año 1603 lleno de xilografías de animales de todas partes del mundo. Reconoció el unicornio y el dragón con facilidad, pero se pasó un buen rato boquiabierta ante la ilustración de una improbable criatura hasta que descifró que su nombre era «elefante». Sonriendo, devolvió el volumen a su sitio y empezó a examinar las librerías más bajas, que formaban un círculo alrededor de la parte interna de la barandilla.

Con honda emoción supo enseguida que aquellos libros contenían el peligroso conocimiento al que se había referido el señor Dove, puesto que estaban dedicados al Arte y ciencia del universal, tal como proclamaba uno de los títulos. Sacó el libro con entusiasmo y empezó a estudiar su contenido. Reconoció el nombre del lomo: Suzanna Caldicott, una de sus predecesoras, que también habría pasado por delante de la guardiana de la puerta. Connie ya conocía algunas de las técnicas en él descritas: la del escudo y la espada, por ejemplo, aunque por el número de páginas dedicadas al tema se dio cuenta de que no sabía de la misa la media. En el índice constaban otras muchas técnicas, todas con nombres relacionados con armas y armaduras: la del yelmo, la de la cota de malla o la de lanza, por nombrar algunas.

Permaneció un rato de pie sintiendo el peso del libro en sus palmas. Ser una universal era mucho más de lo que había aprendido hasta entonces y su don tenía un enorme aunque inexplorado potencial, un mundo de armas y herramientas, tanto letales como defensivas. En aquellos momentos, se encontraba rodeada de la sabiduría de los de su especie: era lo más cerca que podía estar de hablar con un universal, porque todos habían desaparecido hacía mucho tiempo. Esa sala era la clave que le permitiría convertirse en quien realmente era.

Con el corazón ávido, se sentó en una mesita redonda y empezó a leer.

Introducción a las herramientas del universal

Bienvenido, mi querido universal, a un nuevo mundo de conocimiento, un lugar como las Américas para los moradores del viejo continente, un lugar tan lleno de maravillas como de peligros.

~~4949~~

Page 50: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinPresta atención a lo escrito en estas páginas para evitar los errores del pasado.

He dedicado mi vida al estudio de nuestro oficio, lamentando amargamente la ausencia de guía en el momento en que asumí el liderato de los Administradores. Espero que tú te beneficies de mi labor.

Lo más importante que debes saber cuando emprendas tu viaje de exploración es que los universales somos débiles. Sin nuestras criaturas compañeras, no somos nada. Nos podemos defender, pero nada más. Y hasta el humilde caracol consigue eso con su concha. Acuérdate de esto cuando el privilegio y el poder de tu condición te hagan fanfarronear.

Connie miró a través del alto ventanal y observó el baile de las nubes. Eso era muy cierto: siempre se había sentido más débil que los demás. Y ahora Suzanna Caldicott se lo confirmaba.

I. Herramientas

Los instrumentos de nuestra compañía fueron identificados por nuestros antepasados poco después del nacimiento de la Sociedad. Sus nombres llevan la marca de aquella época caballeresca. Las herramientas mentales pueden tomar cualquier forma: es el uso que se hace de ellas, y no su etiqueta, lo que realmente importa.

A un universal corresponden dos clases de herramientas. Las primeras y más importantes para el bienestar del universal son los instrumentos defensivos como el escudo, el yelmo y otros similares. Éstos residen en la mente del universal y son la llave que regula el contacto con sus compañeros. Sin ellos, cae inevitable y rápidamente en la locura. La historia está plagada de ejemplos de miembros de nuestra compañía que no consiguieron dominar estas técnicas y perdieron la razón. Estudia mucho para no ser el próximo.

Connie pensó sin querer en las advertencias de Godiva sobre las voces en su cabeza y las alucinaciones. Así pues, su tía abuela tenía parte de razón: su don podía llegar a volverla loca.

Unas cuantas herramientas defensivas, como la cota de malla, son el resultado de la armoniosa cooperación entre el universal y las criaturas. A través de ellas, tu compañero y tú os convertís en uno solo y tú obtienes sus capacidades.

~~5050~~

Page 51: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Connie sacó el boli y empezó a tomar nota, subrayando cada una de las herramientas con una gruesa raya negra.

Muchos universales se han dedicado a estudiar armas para la batalla, como la espada, la flecha y la lanza. Ten cuidado: estas armas son las que nos permiten ir más allá de nuestra débil naturaleza y manipular a los que nos rodean, pero en ellas reside también un gran peligro. Nosotros sólo actuamos como canal del poder de las criaturas. Nosotros no somos el poder, así que, si nos metemos donde no debemos, tendremos que pagar por ello. Muchos nos temen y, si abusamos de nuestro don, nos rechazarán y pasaremos de ser reyes entre ellos a leprosos confinados tras sus murallas.

Unas horas más tarde, un timbre lejano sonó en la planta baja de la librería, advirtiéndole que su tiempo estaba a punto de terminar. Estaba enfrascada en la lectura de un capítulo de ejercicios mentales para controlar el pensamiento, es decir, sobre el yelmo, y no se decidía a dejarlo. Intentaba imaginarse utilizando esa herramienta, reflexionaba sobre el proceso descrito del uso del yelmo para impedir que otra mente invadiera la suya. Una buena alternativa al escudo. Se preguntó si podía sacar libros de allí.

Con el volumen bajo el brazo se acercó a la escalera. La serpiente volvió a cobrar vida y le siseó una advertencia, bloqueándole la salida con una amenazadora danza.

—Me parece que ya tengo la respuesta —dijo Connie para el cuello de su camisa, batiéndose en retirada para devolver el libro a su estante.

Una vez que hubo dejado el libro la serpiente no tuvo ningún inconveniente en guiar el descenso de Connie con su tenue resplandor cobrizo.

Al pie de la escalera, la serpiente dejó caer la llave a los pies de la niña y se enroscó en la barandilla, donde se quedó inmóvil, como si la hubieran labrado en metal. Aliviada de poder salir de allí de una pieza, Connie asió la cinta del llavero, cerró la puerta y fue a reunirse con Antonia, que la esperaba junto al mostrador.

—¿Y bien? —le preguntó el señor Dove con curiosidad, mientras abría su arrugada mano para que le devolviera la llave.

—Un poco brusca, ¿no? —respondió ella, devolviéndosela, aún mojada de saliva de la serpiente. Antonia parecía perpleja, pero el señor Dove se limitó a ofrecerle una escueta sonrisa y volvió a guardar la llave en la caja donde había metido el registro de universales.

~~5151~~

Page 52: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Le llamamos Argonauta. —Y, al ver la expresión de Connie, añadió—:

Es una bromita de la casa, ¿sabes? Hace mucho tiempo, Jasón y sus argonautas vencieron a una de las de su especie para robar el Vellón de Oro. Las gigantescas serpientes se han mantenido en vela desde entonces, sin dormir. A los bibliotecarios nos gusta recordarle a nuestra guardiana a Jasón, para que no pierda su habitual buen humor, que hoy habrás tenido el placer de disfrutar.

—Sí —murmuró Connie a Antonia—, nunca más volveré a protestar por la cuota de la biblioteca.

Horace se reunió con las niñas en el vestíbulo de entrada. Por encima del hombro, Connie vio que su tío abuelo las esperaba al sol, apoyado en los dragones de piedra y contemplando el edificio con aire extasiado.

—Espero que hayas aprendido algo —dijo Horace mientras salían.

—Sí, muchas cosas, gracias —respondió Connie, mostrándole su enorme libreta—. Pero me encantaría tener ocasión de probarlas. No las acabaré de entender hasta que no lo haga.

—Ah... No me refería a eso. —Una enorme sonrisa iluminó la cara de Horace—. Me refería a que si habías aprendido que quien quiere, puede. —Connie le miró sin entender—. Significa que si realmente quieres hacer algo siempre encuentras una forma de hacerlo. Nadie puede apartar a una universal de su destino.

—Ah, señorita Lionheart, me han dicho que estaba en el edificio. —El señor Coddrington, el examinador que había rechazado la candidatura de Connie a la Sociedad, salió furtivamente de detrás de una columna y los interceptó mientras cruzaban el vestíbulo. Era un hombre alto y delgado, de pelo castaño y lacio, con el aspecto raquítico de una planta que, encerrada en una habitación oscura, se estira para buscar la luz. Connie y sus amigos se pararon.

—Ah, eres tú, Coddrington —dijo Horace, con su magnífica voz cargada de desdén—. ¿Qué tal por el Departamento de Nuevos Miembros?

—Como siempre —respondió el señor Coddrington evasivamente mientras clavaba la mirada en Connie—. Me preguntaba si podría hablar un segundo con la señorita Lionheart. A solas. —Trató de esbozar una sonrisa agradable, algo que debió de costarle mucho trabajo.

Horace consultó el reloj.

—Bueno, si a Connie no le importa, supongo que aún tenemos unos minutos. —Connie lamentó que el señor Little hubiera dicho eso y no le hubiera proporcionado una excusa plausible, porque aún se acordaba de la última vez que el señor Coddrington había hablado con ella «a solas»: el ruido del aleteo, el terror de que un dragón negro se la llevara hasta donde la esperaba Kullervo...

—Bien, pues, si es tan amable de acompañarme a mi despacho, señorita Lionheart, tengo que preguntarle algo en privado.

~~5252~~

Page 53: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie era demasiado tímida para mostrarse grosera con él, así que le

siguió por un pasillo de azulejos que salía del vestíbulo principal. Había puertas a ambos lados y algunas de ellas, entornadas, permitieron ver a Connie el corazón administrativo de la Sociedad. Pero la chica estaba demasiado preocupada por lo que el señor Coddrington pudiera querer de ella. El examinador se detuvo ante una puerta cerrada que decía: «Departamento de Nuevos Miembros.» La abrió y la hizo pasar.

En el despacho había tres escritorios pero ningún ocupante. Dos de las mesas estaban llenas de expedientes apilados, fotos de niños y macetas. La otra estaba meticulosamente ordenada, sin un solo clip fuera de lugar, con una hoja de papel secante de color gris pálido en el centro de su reluciente superficie y una bandeja de tareas pendientes en una esquina. En la pared, detrás del escritorio, había un enorme mapa de las islas Británicas lleno de minúsculas chinchetas, cada una con un número y el color de una de las cuatro compañías.

—Es una suerte que mis colegas estén fuera, examinando —dijo el señor Coddrington, indicando con la cabeza las dos mesas desordenadas—. Por favor, siéntese.

Connie se sentó en una silla baja, delante del escritorio de Coddrington. Estaba nerviosa y su mirada vagaba por el mapa para evitar cruzarse con la del hombre. Se sobresaltó al ver que, en la zona de Chartmouth, había una sola chincheta plateada, la única de todo el mapa.

—Ah... Me gusta poner una marca a todo el mundo —dijo Coddrington con una sonrisa glacial, al ver que Connie miraba el mapa fijamente—. Eso es, literalmente, lo que hago. Para cada chincheta consta en mi sistema de archivo una nota con la fecha del examen y la ubicación final en la compañía correspondiente. Lo tengo todo en mis archivadores —añadió, haciendo un gesto con la cabeza hacia los cuatro archivadores metálicos adosados a la pared—. No sabía qué hacer con usted: su ficha aún está aquí, a la espera de ubicación. —Levantó entre el índice y el pulgar lo único que había en su bandeja de tareas pendientes, una fina hoja de papel, y la volvió a soltar inmediatamente—. Supongo que, simplemente, tendré que añadir un archivador, ¿no?

Connie no estaba segura de lo que tenía que contestar, así que no dijo nada y se limitó a mirar el despreciado papel que contenía los detalles de su ingreso en la Sociedad.

—De hecho, es de esto de lo que quería hablar con usted, señorita Lionheart.

¿De los archivadores? Connie no acababa de entender adonde quería llegar el examinador.

—Me preguntaba si podría darme una idea aproximada de cuántos como usted habrá por ahí... Para ajustar nuestros sistemas y afrontar la carga que van a suponer...

—¿Yo? —Connie le miró, sorprendida—. ¿Y cómo quiere que lo sepa?

~~5353~~

Page 54: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEl señor Coddrington se inclinó hacia ella intencionadamente,

apoyando los codos en el papel secante y tocando ligeramente las puntas con los dedos.

—Pensamos que usted sería capaz de descubrirlo. En el peor de los casos, que podría tener sus sospechas sobre la existencia de otros universales.

Connie recordó las «sospechas» que ella y su tía habían albergado sobre su hermano Simón y que no habían tenido oportunidad de corroborar. Sin embargo, el señor Coddrington era la última persona del mundo con quien hubiese compartido aquellos pensamientos.

—Yo no tengo ni idea, señor Coddrington —respondió, tan dulcemente como pudo. El hombre frunció un poco el ceño y se apoyó en el respaldo de la silla.

—Bueno, pero si cambia de opinión nos avisará enseguida, ¿verdad? —dijo, poniéndose en pie—. Tenga, tome mi tarjeta por si quiere llamarme. Hágalo cuando lo desee. Es importante que sepamos si es usted una aberración o el principio de la reaparición de toda una nueva compañía. Si se trata de lo último, habrá que hacer muchos ajustes. —Suspiró y las arrugas de la frente se le marcaron todavía más.

—Lo tendré en cuenta —se apresuró a decir Connie, levantándose también—. ¿Puedo irme ya? —El señor Coddrington asintió y Connie salió por la puerta sin mirar atrás. Casi corriendo por el pasillo, no podía quitarse de la cabeza la imagen de aquel mapa. Había algo raro en el señor Coddrington. Quizá fuera su escalofriante manera de mirarla, como si estuviera urdiendo un plan contra ella, o quizá su oposición a que hubiera una universal en la Sociedad. A pesar del escepticismo de Col y el doctor Brock, ella llevaba meses pensando que el señor Coddrington era un aliado de Kullervo. Conocer el paradero de todos los compañeros sería muy valioso para el de la forma cambiante, ya que con aquella información le sería facilísimo anticiparse y neutralizar cualquier contraataque que estuviera preparando la Sociedad. Y la persona más adecuada para proporcionarle esa información se sentaba en el mismo centro del cuartel general de la Sociedad, sin que nadie le controlara.

En cuanto a los detalles de la afiliación, Connie ya llevaba casi un año en la Sociedad. ¿Cuándo iba a aceptar el señor Coddrington que se había equivocado y que ella era un miembro de pleno derecho? ¿Acaso creía que no sobreviviría tanto como para molestarse en sacar su ficha de la bandeja de asuntos pendientes? Connie se reunió con Horace y Antonia sin dejar de dar vueltas a estos lúgubres pensamientos.

~~5454~~

Page 55: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 6Capítulo 6

La gorgonaLa gorgona

Col estaba sentado en la cama con las piernas cruzadas al estilo indio y el paquete de su madre sobre las rodillas. La dorada luz de la tarde inundaba su habitación, forrada de fotos de caballos hasta el último centímetro, con caballos incluso en el estampado de la colcha y las cortinas. Le gustaba tenerlos a su alrededor, aunque no eran ni mucho menos como Skylark, el de verdad. Tendría que haberse sentido seguro en aquel entorno, pero el paquete le parecía una bomba a punto de explotar. Y tenía buenos motivos para estar nervioso: la experiencia con los regalos de su madre no era nada alentadora. No estaba seguro de haber superado que para su tercer cumpleaños le hubiera regalado el cascabel de una serpiente de cascabel... agitado por su dueña. Sólo la rápida intervención de su abuela había evitado el desastre. Su madre, que pretendía comprobar si había heredado o no su particular don con las serpientes, se había sorprendido mucho de que la familia pusiera el grito en el cielo por el regalo. Bueno, por lo menos, no parecía que aquel regalo estuviera vivo... Ya lo había pinchado con un palo antes de subirlo a su habitación.

¿Qué había dicho su madre? Que había crecido. Que veía el peligro y dominaba su miedo.

Pues, venga...

Rasgó el papel y se echó a reír, aliviado, cuando sobre el regazo le cayó un espejo circular pulido, con la parte trasera de bronce decorada con una cabeza de gorgona aureolada de serpientes. Llevaba una nota. Su madre le había escrito un mensaje en verde con su intrincada caligrafía: «Utiliza esto cuando me visites. Recuerda que el primer jinete del pegaso no se amilanó ante la gorgona: haz lo mismo y no tendrás nada que temer.»

Col, por supuesto, sabía perfectamente a qué se refería: según los antiguos griegos, Perseo había soportado la mirada asesina de la gorgona usando su escudo como espejo. Según la leyenda, la sangre derramada en aquella contienda había dado a luz al primer pegaso, que había montado el propio Perseo. Sin embargo, lo más importante para Col era que su madre le estaba invitando a volver y era la primera vez que le trataba como a un compañero de los pegasos, es decir, como a un igual. El talento de su madre para escoger regalos estaba mejorando. Frotó el

~~5555~~

Page 56: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinespejo para limpiar la nube de vaho que había dejado en él y se guardó el regalo con mucho cuidado en la mochila, decidido a demostrarle muy pronto que era tan valiente como Perseo.

* * *

No tuvo que esperar demasiado para recibir la invitación. Col había salido con Rati. Habían empezado la tarde atendiendo a los animales en el hospital improvisado que Rati había instalado bajo su autobús. Primero, Rati enseñó a Col cómo entablillar el ala de un mirlo que habían rescatado del arcén de la carretera. Después, el niño presentó a Col sus otros pacientes: un zorro con la cola vendada, dos conejitos huérfanos y un faisán con la pata rota. Col estaba muy sorprendido de que la mascota de la familia, Wolf, un impresionante pastor alemán, permitiera a todos aquellos residentes una vida tranquila a pocos metros de sus narices.

—Cuando le conozcas sabrás que es sólo un viejo memo —le dijo Rati, mientras Wolf le enseñaba los dientes, gruñéndole.

—¿Ah, sí? —dudó Col.

—Hace lo que le digo —aseguró Rati, encogiéndose de hombros—, hasta cuida de ellos si yo se lo pido. Me cuesta más convencer al zorro para que deje a los demás en paz.

Sí, el zorro parecía un poco resentido, pensó Col mientras Rati volvía a encerrar a los conejos y al faisán en su conejera provisional. Al mirlo lo colocó en el salpicadero del autobús, ignorando las protestas de su madre para que sacara de allí «aquel inmundo animal».

—No lo dice en serio —le comentó Rati—. Se le nota en la voz cuando lo dice de verdad. En realidad, no le importa.

En aquel momento estaban tumbados al raso dentro de sus calentitos sacos de dormir, contemplando las constelaciones. Resultó que Rati tenía muchos conocimientos sobre las estrellas, que había adquirido un verano en Cromer con una prima que se ganaba la vida leyendo el futuro.

—Estupideces —admitió alegremente—, pero estaba muy metida en la observación de las estrellas, la ciencia y todas esas cosas. Las predicciones eran sólo para conseguir suficiente dinero para comprarse un telescopio decente.

Col se apoyó sobre un codo y observó un momento el perfil afilado de su amigo, que le estaba señalando otras dos constelaciones para ilustrarle: la Osa Mayor y la Osa Menor.

—Yo no veo que se parezcan a un oso —estaba diciendo Rati—, pero supongo que, si te imaginas que son esqueletos, entonces sí...

—¿Rati? —dijo Col, interrumpiéndole.

—¿Qué?

—¿Irás al colé conmigo después de las vacaciones?

~~5656~~

Page 57: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinRati pareció algo desconcertado y volvió la mirada hacia otro lado.

—Sí, claro, iré al colegio. Es la ley, ¿no?

—Pues, si vienes —dijo Col, volviendo a tumbarse boca arriba—, verás que puedes aprender muchas cosas sobre estrellas y planetas en las clases de ciencias. Y eso que ya sabes mucho.

—¿Sí? —Rati parecía complacido.

—Sí.

Siguió un silencio y, después, Rati volvió a hablar:

—No sé leer. No es que sea lerdo ni nada de eso —dijo, a la defensiva—, pero es que nunca he encontrado tiempo para aprender.

Col estaba sorprendido: Rati se las había arreglado muy bien, sin que fuera evidente que no sabía leer.

—Pues entonces, ven al colegio conmigo. Así tendrás tiempo para hacerlo.

Ambos siguieron tumbados, en silencio, escuchando los sonidos nocturnos del bosque. Las hojas susurraban con la suave brisa; risas lejanas llegaban hasta ellos desde el campamento; un buho ululaba tristemente en un árbol cercano; una sirena de la policía se lamentaba en la noche. Col se preguntó quién debía estar causando problemas. ¿Se habrían vuelto a meter el padre de Rati y sus colegas en el recinto de construcción? Habían amenazado con decorar la maquinaria con pintura verde fosforescente. A lo mejor habían descubierto el escondite de una de las tuneladoras bajo el terreno que tenían previsto limpiar al día siguiente.

La respiración de Rati empezaba a ser profunda y acompasada: se había dormido. Col se puso los brazos debajo de la cabeza. Los pensamientos que le recordaban a Connie se colaban en su mente como solía sucederle cada vez que tenía un momento de paz. La echaba de menos: quería hablarle de su madre y presentarle a Rati... Estaba convencido de que se llevarían bien. Y seguro que le interesaría mucho todo aquello de la gorgona. Sabía que la niña tenía que estar pasándolo fatal sin la compañía de sus compañeros míticos. ¿No había ningún modo de verla?

Levantó la vista a las estrellas que formaban Pegaso y se preguntó dónde estaría Skylark en ese momento. Se moría de ganas de volar con él por el cielo. Si pasaba demasiado tiempo lejos del pegaso empezaba a sentirse débil, como si le faltara alguna parte importante de su cuerpo. Seguramente, Skylark estaría desafiando al viento en alguna remota parte de los páramos. Se verían pronto. Col se puso de lado y se dejó llevar por el sueño.

—¿Colin?

Horas más tarde le despertaron sacudiéndole los hombros y, cuando se incorporó, se encontró cara a cara con su madre. Su hermosa melena brillaba como el hielo a la luz de la luna; las sombras ocultaban sus ojos.

~~5757~~

Page 58: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Qué ocurre? —preguntó Col, bostezando.

—Nada. Es hora de que vengas conmigo —le dijo la mujer, mirando a Rati—. Pero no traigas a tu amigo... Esto es sólo para ti.

Col, aún desorientado por el sueño, se frotó los ojos con los nudillos para intentar despejarse. Por lo que parecía, había llegado el momento de hacer de tripas corazón. Se arrastró fuera del saco como una polilla saliendo de su crisálida, recogió sus cosas y las embutió en la mochila. Mientras lo hacía su mano tocó un objeto frío y suave, que agarró y se metió en el bolsillo de la chaqueta. Su madre observaba sus maniobras en silencio y, cuando estuvo listo, inició la marcha. Iban hacia el corazón del bosque. Col aferraba el espejo y la fría dureza del objeto contra su piel le daba cierta tranquilidad.

—¿Adonde vamos? —preguntó Col. Hablaba en voz baja instintivamente.

—A reunimos con ella, por supuesto. Quiere ver a mi retoño.

—¿Tu qué?

—A ti.

Col tragó saliva. Por lo que concernía a su madre, sólo podía haber una «ella»: la gorgona.

Forzándose a seguirla, avanzó a trompicones entre los árboles. El bosque estaba repleto de sombras de criaturas semivisibles que pasaban fugaces bajo la luz de la luna. Un ligero aleteo le llamó la atención y vio algo parecido a un murciélago volar por encima de su cabeza. Su madre le llevaba a una parte del bosque que jamás había visto: la masa más profunda y densa de robles y acebos. Las zarzas se le agarraban a la ropa y le pinchaban los dedos cuando trataba de librarse de ellas. Era como si aquellas zarzas no quisieran dejarle pasar.

—¿Falta mucho? —preguntó Col.

Cassandra no se pinchaba. Parecía deslizarse sin obstáculos.

—No, no queda mucho. Es un lugar especial, Colin. Trayéndote aquí, te estoy confiando mi mayor secreto.

Col sintió una oleada de orgullo.

—¿Tiene nombre ese sitio?

—El Hoyo de las Serpientes. Ahí es donde siempre regresa la gorgona... Es el nido donde incuba las serpientes de su pelo. Tiene que venir cada año.

—¿Y si no puede?

—Sus serpientes no renacerían y ella moriría.

Finalmente, llegaron al borde rocoso de un acantilado. Cassandra se detuvo y señaló hacia abajo.

—La cueva nido no está lejos. Te espera allí.

~~5858~~

Page 59: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿A mí? ¿Y por qué no vienes conmigo? —A Col le temblaba la voz. No

quería quedarse solo con la gorgona tan cerca.

Pero, entonces, Cassandra hizo algo que llevaba sin hacer muchos años. Pasó un brazo por los hombros de su hijo y le abrazó. Col sintió una oleada de intenso amor hacia ella. Había deseado con tanto ahínco cualquier signo de afecto por su parte que aquel pequeño gesto fue para él como un terremoto interior.

—No, quiere verte a ti solo, sin que ningún otro humano esté presente. Quiere explicarte algo. Por favor, escucha lo que tiene que decir. Te quiero de nuestra parte cuando todo ocurra.

—¿Cuando todo ocurra? Mamá, ¿de qué estás hablando?

Cassandra no respondió.

—Te bajaré al saliente y esperaré aquí hasta que vuelvas. No olvides usar el espejo y no tendrás nada que temer. —La mujer vaciló y se aclaró la garganta—. Y, Colin... No las hagas enfadar.

—¿Las?

Cassandra sacudió la cabeza, negándose a darle más explicaciones.

—Dame las manos: te bajaré hasta donde pueda y luego tendrás que dejarte caer hasta el saliente. ¿Lo entiendes?

Col tragó saliva, preguntándose si aún estaba a tiempo de volverse atrás. Pero ¿cómo iba a defraudar a su madre negándose a seguir? Su relación era tan frágil... No cabía duda de que una retirada haría que se tambaleara la buena opinión que de él tenía. El fanatismo de Cassandra por su compañera era tal que, en su empeño por hacer lo mejor para la gorgona, nunca veía el peligro que amenazaba a los demás. Como en aquel momento, que parecía no importarle dejar caer a su único hijo por un precipicio. Antes de que pudiera tomar una decisión, su madre ya le había agarrado por los antebrazos y le llevaba al borde del abismo.

Tenía que hacerlo: era mejor caer que fallarle.

Col se rindió a lo inevitable. Madre e hijo se arrodillaron, Col de espaldas al precipicio, con los pies suspendidos en el aire.

—Ahí vas —dijo Cassandra—. Estoy segura de que lo conseguirás.

Mientras Col retrocedía sobre la barriga, su madre se estiró completamente, aguantando todo su peso. Col entendió enseguida por qué no podía bajar aferrándose a la pared: era tan vertical que sólo un insecto hubiese podido salvar aquel desnivel. El niño colgaba en el vacío, con las muñecas oprimidas por las manos de su madre.

—Te dejaré caer a la de tres. ¡Ten cuidado!

—Un poco tarde para eso, ¿no? —murmuró él. «Inclínate hacia delante, nunca hacia atrás», se aconsejó a sí mismo, desesperado por no perder el equilibrio. Un solo error y acabaría en el fondo del barranco.

—¡Uno, dos y tres! —Cassandra aflojó las manos y Col cayó sobre el saliente. Se echó inmediatamente hacia delante para aferrarse a la pared

~~5959~~

Page 60: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinde roca. Al abalanzarse contra la piedra, se golpeó la sien. Ya estaba abajo. La cabeza de Cassandra apareció en lo alto del precipicio.

»Ya te había dicho que todo iría bien. Ahora sigue por el saliente, a la izquierda. Te guiaré hasta la cueva. Te estaré esperando aquí para ayudarte a subir. —Y, dicho esto, desapareció. Ni una palabra de alabanza por haber bajado bien, nada.

Col empezó a avanzar por el estrecho reborde con el miedo recorriéndole como una descarga eléctrica. Pisó un punto poco sólido y el pie izquierdo le resbaló. Las piedras cayeron por la pared escarpada mientras él luchaba para sostenerse. Sus uñas rascaron la roca y, finalmente, pudo agarrarse a la raíz de un árbol y salvar el pellejo por los pelos. Se aupó como pudo y se desmoronó, jadeando, en el saliente.

Aferrado como una mosca a la pared, Col tomó conciencia de lo absurdo de aquella situación. Una risa alocada bullía incontrolada en su interior. Se estaba arriesgando a morir en una terrible caída por ir al encuentro de una de las criaturas vivas más letales de la Tierra. Tenía que estar loco para hacer tal cosa.

Pero ya no le quedaba más opción que seguir. Continuó arrastrándose hasta que dobló la esquina. El camino descendía en escalones hacia el negro corazón del bosque. Empezó a chispear y las rocas se volvieron resbaladizas bajo sus pies. Con alivio, vio que había ramas a las que agarrarse, así que podría avanzar un poco más rápido. En las tinieblas que le esperaban creyó ver un agujero negro... ¿La boca de una cueva, quizá?

Tenía que ir con cuidado.

Buscó el espejo en el bolsillo de su chaqueta, lo sacó y se lo puso delante para ver bien la entrada de la cueva. Por lo que se adivinaba a la pálida luz de luna, parecía vacía, pero un resplandor anaranjado parpadeaba en su interior. Había un fuego encendido.

—¡Hola! Estoy aquí. —El eco de su voz en la ladera fue como un escarnio: «La... qui...» No obtuvo respuesta, de modo que continuó sin detenerse hasta que estuvo a pocos centímetros de la entrada. ¿Qué debía hacer? ¿Debía arriesgarse a entrar o esperar a que le invitaran?

Volvió a intentarlo:

—Soy yo: Col.

Por encima del suave tamborileo de la lluvia sobre las hojas que le rodeaban, Col escuchó un sonido parecido al de una escoba barriendo la calle. Se detuvo y una voz suave habló con un siseo:

—Pass-sa. Quédate de espaldass-s a mí. Ss-sostén el ess-spejo en alto para verme.

No demasiado convencido de querer ver a la oradora, Col se acercó de lado a la entrada de la cueva y se dio la vuelta para quedar de espaldas al interior. Levantó el espejo con mano trémula, reajustando la posición para encontrar el ángulo que le permitiría ver a la criatura. Pasó como un

~~6060~~

Page 61: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinflas por el espejo, difuminándose en una mancha broncínea, hasta que, afianzando el pulso, Col consiguió que volviera a quedar enfocada en el centro. Un par de penetrantes ojos negros le devolvían la mirada desde un rostro en forma de corazón cuya piel resplandecía dorada a la luz de la hoguera. Largos mechones de pelo trenzado caían sobre los hombros de la criatura con una extraña solidez, como si cada trenza hubiera sido esculpida en arenisca. A primera vista, la gorgona parecía envuelta en sábanas de seda, pero Col se percató de que lo que la envolvía eran sus propias alas doradas. No podía creerlo: siempre había imaginado un ser monstruoso y temible, jamás algo tan bello.

—¿Querías decirme algo? —preguntó Col, con la voz áspera por el miedo.

La gorgona asintió, desplazando con el movimiento una de sus trenzas, que se deslizó por su hombro y abrió un par de ojitos negros que le miraron fijamente antes de regresar con sus hermanas. Col dio un respingo que trató de disimular tosiendo.

—Te escucho —dijo Col, dolorosamente consciente de lo expuesta que tenía su espalda si a alguna de aquellas buenas trenzas-serpiente le daba por cambiar de idea y se decidía a atacarle. La lluvia le resbalaba por la frente y se le metía en los ojos, manchando la superficie del espejo y distorsionando el rostro de la gorgona, como si se estuviera derritiendo en lágrimas. Col secó el espejo con la manga de la chaqueta y perdió momentáneamente el reflejo de la criatura.

—Entra en la cueva —le dijo la gorgona con dulzura, acercándose un poco—. Ss-siéntate aquí mientrass-s hablamoss-s.

Col no veía hacia donde señalaba y tampoco le gustaba demasiado la invitación, pero recordó que su madre le había dicho que no las hiciera enfadar... ¿Era posible que se refiriera a las serpientes?

Avanzó de espaldas hasta que sus talones chocaron con un obstáculo. Alargando la mano por detrás, tocó la superficie plana de una roca y se sentó. Un instante después notó que algo le acariciaba el cuello. Instintivamente dio un respingo, pensando que sería una serpiente, pero estaba equivocado. Era la mano de la gorgona, fría y seca, la que le acariciaba la mejilla. Con el rabillo del ojo alcanzaba a ver las uñas almendradas de la criatura.

—Ss-sí, Cass-ssandra dijo que eras-ss un niño fuerte... Lo veo en tu cara y en tus-ss hombros-ss. Pronto ss-serás un hombre apuesto.

Col se rebulló en su asiento bajo el contacto de la criatura, inquieto y complacido a la vez por sus palabras. Por un instante se sintió halagado viéndose a través de los ojos de la gorgona. Cuadrándose y sacando pecho, decidió no volver a vacilar bajo su mano.

—Mamá... Cassandra dice que va a ocurrir algo. ¿Es de eso de lo que quieres hablarme? —Enfocó el espejo al techo y a la pared de roca hasta que, allí, volvió a dar con ella.

~~6161~~

Page 62: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Ja! —La gorgona soltó una carcajada que sobresaltó a Col. Para su

sorpresa, aquella carcajada abrió una boca mucho más grande que la de cualquier ser humano y dejó al descubierto unos enormes caninos, como los colmillos de un jabalí, que se curvaban en sentido ascendente desde su mandíbula inferior para encontrarse con los afilados dientes en forma de daga de la superior. Una terrible sonrisa—. Puede que ocurra algo, pero necess-sitamos-ss a alguien para que funcione. —Su lengua se enroscó en las rojas profundidades de su garganta.

Col, atónito por el contraste entre la suave belleza de su rostro en reposo y los monstruosos dientes que mostraba cuando hablaba, no entendió bien el sentido de sus palabras. Era como observar una pitón dormida cuya boca cerrada se abría de repente batiendo sus peligrosas y siseantes mandíbulas para dejar al descubierto unos colmillos rebosantes de veneno.

—¿Y... qui... quién queréis que os ayude? ¿Yo? —tartamudeó Col.

La gorgona sonrió enigmáticamente.

—¿Y por qué no, mi valiente amigo? Noss-sotras, las-ss criaturas-ss, necess-sitamos ayuda para ss-seguir exiss-tiendo y evitar que los-ss humanos-ss nos-ss extingan. Mira lo que me ess-stá ocurriendo a mí... A mi último refugio. Incluso eso me quieren quitar. Y ¿por qué? —Le dedicó otra de sus amargas sonrisas, sacudiendo la cabeza hacia atrás. Esta vez, todas sus compañeras serpientes se agitaron al notar su creciente rabia—. Cass-ssandra me dijo que el boss-sque ess-tá amenazado porque obliga a hacer una curva en la carretera y entorpece el avance de ess-sas-ss máquinas vuestras. —Las trenzas serpiente se balanceaban de un lado a otro en una inquieta danza, creando un retorcido halo alrededor de su cabeza, con todos los ojos mirando a Col en el espejo—. ¿Ess-sa es-ss la excuss-sa de los-ss humanos-ss para dejar ss-sin cass-sa a los-ss demás-ss? ¿Para llevar a algunos-ss a la extinción? ¿Vas a permitir que ess-so ocurra o nos-ss ayudarás-ss a ss-salvarnos-ss? ¿A ss-salvarme?

Su voz se convirtió en un suave ruego y las serpientes dejaron de azotar rabiosamente el aire para caer silenciosamente sobre los hombros de la criatura. Todos los ojos se clavaban en Col. Su mirada era como una brisa fría que le helaba la espalda. Bajo su escrutinio, al niño no le costó nada entender el poder de aquellos ojos letales.

—Evidentemente, no quiero que ocurra eso. ¿Qué puedo hacer?

—Luchar con noss-sotras-ss. No queremos-ss ess-sperar a que nos aplass-ste la máquina, hay que actuar ahora.

Si Col hubiera podido pensar con claridad, hubiera sospechado de los argumentos de la gorgona, pero estaba bajo el hechizo de la imagen que se reflejaba en su espejo. Las palabras de aquella criatura pintaban a un joven guerrero a punto para el combate.

—Muéstrame qué debo hacer... Cómo puedo ayudaros —se ofreció Col, ávidamente.

La gorgona sonrió y asintió.

~~6262~~

Page 63: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Bien. Es-ss lo que ess-sperábamos... Ess-stás a punto para la tarea

que tenemos-ss preparada para ti.

—¿La tarea?

—Tu madre te contará más-ss cuando ess-stemos preparadas. —El dedo de la gorgona le volvió a acariciar la mejilla—. Tengo que atender a mis retoños. Debes-ss irte.

Mientras se levantaba, casi le entraron ganas de girarse para verla antes de marcharse, pero se reprimió justo a tiempo.

«Idiota», se dijo. Si tenía que ayudar a la gorgona, no podía convertirse en piedra.

~~6363~~

Page 64: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 7Capítulo 7

ArgandArgand

Connie se inclinó sobre su libro de gramática latina e intentó entender la lección introductoria. Hasta el momento lo único en lo que se había fijado era en lo sobadas que estaban las páginas y lo juntas que estaban las letras; las palabras resbalaban en su mente sin dejar impresión alguna. Ociosamente, volvió atrás y echó un nuevo vistazo a la página de créditos: «Sybil», tachado, «Robin», tachado, «Hugh», tachado, «Godiva», sin tachar. Obviamente, la tía abuela pensaba que lo que había sido bueno para ella y sus hermanos también era bueno para Connie. Pluma en mano, la chica tachó el nombre de su tía y añadió el suyo debajo. «La última Lionheart en una larga lista de mártires del latín», pensó, con el ceño fruncido.

—¿Cómo vas, Connie? —le preguntó Godiva. Estaba sentada a una mesa, bordando un cojín con la estrella de los Lionheart.

—Bien —mintió Connie, y volvió al primer capítulo. Alguien había subrayado algunas palabras con tinta azul pálido. La niña las fue buscando, saltando de página en página: «caballo», «oso», «árbol». Quien las hubiera subrayado había escogido todas las palabras relacionadas con la naturaleza. «Lobo», «serpiente», «dragón».

Tap, tap.

Connie levantó la vista, con una extraña sensación que le quemaba las entrañas. Godiva arqueó las cejas, advirtiéndole que volviera al trabajo.

Tap, tap.

Esta vez, Connie desvió la mirada hacia la ventana y casi se le cayó el libro al suelo de la sorpresa que se llevó. Allí, bailando al sol, vio a una criaturilla dorada, cuyas alas resplandecían con todos los colores del arco iris, como las de una libélula... Pero no era una libélula. Al ver que Connie la estaba mirando, la dragoncita Argand empezó a volar en círculos, emocionada.

Un sudor frío bañó la frente de Connie. Su compañera estaba revoloteando a sólo unos metros de la cabeza de Godiva. ¿Qué podía hacer?

Sacudió la mano hacia la ventana y murmuró:

—¡Vete!

~~6464~~

Page 65: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinArgand sacudió la cola, alegre.

Connie cabeceó y repitió el gesto dé la mano.

—¿Qué haces, Connie? —ladró Godiva, dejando su labor a un lado.

—Me está molestando una avispa.

—¿Ah, sí? ¿Y no sabes hacer nada más que sacudir las manos de ese modo tan estúpido? Así sólo lograrás que se enfade. Quédate quieta y se irá.

Pero aquella «avispa» en particular no se iba a marchar. Frustrada por la presencia del cristal, Argand empezó a embestir la barrera para intentar entrar. Connie tragó saliva. Godiva no parecía oír los golpes a su espalda. Tenía que hacer algo... ¡Y rápido!

—¿Puedo abrir la ventana, por favor?

Godiva se volvió y miró pausadamente al exterior. Tenía que estar viendo a la dragoncita... Al rato, se volvió hacia Connie con expresión severa.

—No, no puedes. Y harás cinco páginas más de ejercicios como castigo.

—¿Como castigo por qué?

—Por falta de atención.

¡Eso era injusto! Godiva tenía que haber visto a Argand, ¿por qué se comportaba como si no la hubiera visto?

—Ves a la dragona, ¿verdad?

—¡Ocho páginas!

—Se llama Argand. Nació el mes pasado.

—¡Diez páginas!

—Es mi compañera.

Godiva se levantó de golpe de la silla y plantó la cara a pocos centímetros de la de Connie.

—Mira, no hay ningún dragón ni ningún compañero. Estás enferma, Connie, muy, pero que muy enferma. Si no paras de decir tonterías, tendré que tomar medidas drásticas.

En ese preciso momento, el cristal se rompió y Argand entró zumbando alegremente en la sala acercándose a Connie. Godiva chilló.

—¡Maldito periquito! —gritó, y empezó a lanzar todo lo que tenía a mano contra la dragoncita—. ¡El organista debería tenerlo mejor... —¡Cras!— vigilado! —¡Pum! El último misil, el libro de latín de Connie, tocó el morro de Argand y acabó en llamas—. ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Sácalo! —chilló Godiva.

Connie se quitó la chaqueta con capucha y la dejó caer sobre el libro y la enojada dragona. Agarrándolos en una especie de hatillo, Connie salió corriendo de la habitación gritando por encima del hombro:

~~6565~~

Page 66: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—La sacaré al jardín.

Godiva se había apoyado en el escritorio y jadeaba sin aliento.

—Vuelve enseguida, ¿me oyes?

Connie corrió por el caminito hasta el banco de piedra del fondo del jardín. Argand se removía entre sus brazos, protestando por aquel trato tan burdo. Connie desató el hatillo sobre el banco. Al verse libre, un colérico dragón salió disparado escupiendo chispas a Connie.

—¡Eh, eh! —exclamó Connie, dulcemente—. ¡Que no he sido yo!

Argand dio una vuelta en el aire y se lanzó contra el pecho de Connie, tumbándola de espaldas. La dragoncita sacó las uñas y se aferró a la camiseta de la chica, temblando. Con mucha dulzura, Connie trató de apartar las dolorosas garras que le arañaban la piel.

—Cálmate —le canturreó—. Ya ha pasado. La señora mala ya no está.

Argand soltó un silbido aflautado de nerviosismo. Connie se metió en su mente, buscando el vínculo con su compañera. Lo encontró rápidamente y comprobó que Argand aún estaba sumida en una pesadilla de ruidos y misiles. Acariciándole las escamas de la espalda, hizo volver a Argand a la luz del sol y la tranquilidad. Cuando abrió los ojos, vio que la dragoncita la miraba con adoración, con sus brillantes ojitos llenos de confianza.

—¿Lo ves? Ahora ya estás mejor, ¿verdad? ¿Qué haces aquí? ¿Sabe tu madre dónde estás?

Si los dragones pudieran poner cara de corderito degollado, Argand la habría puesto.

—¿No? Pues será mejor que vuelvas enseguida a casa. ¿Recuerdas el camino?

Argand asintió.

—No puedes venir aquí de este modo, ¿sabes? Ya pensaré en otra manera de vernos. ¿Esperarás hasta que yo te diga?

La dragoncita sacudió la cabeza.

—Por favor.

Una pausa y Argand acabó asintiendo.

—Vale, y ahora vete. —Y, como si fuera una pelota, Connie lanzó a Argand hacia arriba y observó cómo remontaba el muro con sus alitas destellando en un rápido aleteo.

Consciente de que sus dos minutos habían pasado hacía ya un buen rato, Connie recogió su chaqueta chamuscada y los restos humeantes del libro de latín.

Al parecer, sería la última de una larga lista de Lionheart en usarlo, pensó Connie, mientras sus páginas se deshacían en negras cenizas. Un noble fin para una reliquia familiar.

~~6666~~

Page 67: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

* * *

Col esperaba la llegada de su padre en el bote de su abuela. Naturalmente, llegaba tarde. Las gaviotas chillaban, dibujando ochos en el cielo como los patinadores en el hielo. Aburrido de tanto turista rondando por las tiendas de recuerdos, Col se puso a enrollar cuerdas que, sin querer, le recordaron a las serpientes y empezó a preguntarse qué debían llevarse entre manos su madre y la gorgona.

—¡Eh, Col!

El niño levantó la cabeza haciendo visera con la mano para protegerse los ojos del sol. Anneena, vestida de pies a cabeza de fucsia, le saludaba desde la plataforma del embarcadero; Jane permanecía inmóvil tras ella.

—¡Ah, hola! —respondió Col, contento—. Subid a bordo. No os he visto en toda la semana. ¿Qué habéis estado haciendo?

—Andamos muy atareadas con esto —le informó Anneena, señalando un montón de carteles enrollados que llevaba la tímida Jane. Las niñas saltaron ágilmente a la barca.

—¿Para qué son esos carteles? —preguntó él mientras libraba de su carga a Jane y la dejaba en lugar seco, sobre la caja del motor.

—Estamos buscando equipos que quieran participar en el desfile de carnaval —dijo Jane, tocando los rollos con orgullo.

—¿Ah, sí? —Col había visto el desfile de los años anteriores y no era precisamente lo que a él le iba: un puñado de entusiastas se disfrazaban el Día de San Miguel, que caía a finales de septiembre y daba el pistoletazo de salida al festival de música, que a él siempre le había interesado mucho más.

Anneena tomó las riendas de la conversación:

—Este año queremos conseguir que sea realmente bueno, por mi hermana... Sabes que a Rupa le han dado un trabajo en Londres, en el Times, ¿verdad? Pues resulta que escribirá un artículo sobre el desfile en el suplemento del fin de semana... Van a publicar un reportaje sobre el festival. Y todo es por la polémica que ha levantado la nueva carretera.

—¿En serio? —Col respondió con clara falta de entusiasmo.

—Sí —siguió Anneena, sin dejarse influir por el comentario—. Y tú montas a caballo, ¿verdad, Col? Porque eso nos iría genial... Sólo necesitarás un disfraz.

—Uf, no, no —negó él categórico—. No vais a conseguir enredarme.

—Piénsatelo, por favor.

—No necesito pensármelo.

El rostro de Anneena era la viva imagen de la decepción. Col se sintió un poco culpable, pero lo último que quería en la vida era unirse a la

~~6767~~

Page 68: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinenvejecida compañía de teatro de aficionados que organizaba el desfile y aparecer como un idiota disfrazado con algún estúpido traje. No se le ocurría nada por lo que se hubiese ofrecido voluntariamente a participar en eso.

Jane instó a Anneena a dejar de hablar del tema por el momento.

—Vamos, díselo —le susurró. Era obvio que no se habían dejado caer por allí por casualidad.

—Se trata de Connie —dijo Anneena.

—¿Qué le pasa?

—Ayer volvimos a verla. Quiere verte como sea.

—Y yo a ella. Pero ¿cómo? Su tía no dejará que se acerque a nadie de nuestra Sociedad.

Jane sonrió sin ganas.

—Ya, cree que sois un puñado de chiflados que van por ahí abrazando árboles.

—¿Y qué hay de malo en eso? —preguntó Col, riendo.

—No lo sé —dijo Jane, encogiéndose de hombros—. Pobre Connie... Lo está pasando realmente mal en Chartmouth.

—¿Os dijo si podía salir de allí?

Anneena asintió.

—Se le ha ocurrido una idea. Quiere que os encontréis en la abadía, mañana a mediodía. Tiene que pedirte un favor.

—¿Qué clase de favor?

—Ni idea... Lo mantiene en el más riguroso secreto.

«Entonces debe tratarse de la Sociedad», pensó Col.

—De acuerdo, pues iré a la abadía.

—Dijo que te escondieras si la veías con su tía.

—Vale, lo haré.

—¡Vaya, Col, veo que tienes compañía! —Mack miraba al trío con una sonrisa innecesariamente exagerada—. ¿Quieres que vuelva más tarde?

Las dos niñas miraron a Col, sin saber qué hacer ante la llegada de uno de los personajes más famosos de Hescombe. Col deseó que se lo tragara la tierra, pero tenía que decir algo...

—Anneena, Jane... Este es mi padre —dijo con voz profunda.

Mack saltó a la barca. Cuando se inclinó hacia el embarcadero para bajar su pesado equipo de inmersión golpeó los carteles de Jane, que cayeron en un charco de agua. Los sacudió entre maldiciones.

—Lo siento, cariño. ¿Qué es esto? ¿Un desfile? —preguntó al ver lo que había escrito en ellos—. ¿Buscáis voluntarios? Deberíais venir al bosque y

~~6868~~

Page 69: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpedírselo a los manifestantes. Disponen de un montón de tiempo. Vestirse con ropa extravagante les va al pelo. Diría que algunos ni siquiera tendrán que cambiarse —añadió, guiñando el ojo a Jane con complicidad. Col sintió un pinchazo de lástima por su amiga y deseó que su padre se evaporara, pero la cosa todavía empeoró: Mack se quitó la chaqueta y la camisa para ponerse el traje isotérmico, dejando al descubierto el tatuaje de la enorme criatura tentacular que llevaba en la espalda. Jane ya no sabía dónde mirar—. ¿Os gustaría salir de excursión, chicas?

—Mmm... No, gracias, señor Clamworthy —se apresuró a excusarse Anneena.

—Mack, cariño, llámame Mack.

Col comprobó con desaliento que todo lo que odiaba de su padre iba a más en presencia de las niñas.

Anneena parecía confusa.

—Gracias, señor... Mmm... Mack, pero tenemos que colgar estos carteles. —Jane ya desembarcaba con los rollos bajo el brazo—. Quizás otro día. —Y, despidiéndose a gritos, las dos echaron a correr antes de que la invitación se convirtiera en un compromiso ineludible.

—¿Y bien? —dijo Mack, apoyándose en la cabina de mando, sin dejar de observar a su hijo—. ¿Aún no has empezado tu carrera con las chicas? Espera unos añitos más y verás...

* * *

Col ya estaba cansado de esperar a que su padre emergiera a la superficie, de mirar durante horas el mismo pedazo de océano. Ojalá Connie hubiera estado con él... Al menos, con ella, habría tenido alguna oportunidad de ver una sirena, una selkie o cualquier otra criatura mítica que anduviera por ahí.

Volvió a recordar la reunión que la Sociedad había celebrado la noche anterior. El doctor Brock había insistido en lo mal preparados que estaban para contrarrestar un nuevo ataque de Kullervo, sobre todo porque Connie no podía seguir de ningún modo con su entrenamiento. Los adultos de la Sociedad se estaban preparando concienzudamente para la futura confrontación con el de la forma cambiante y sus seguidores... Hasta los miembros más jóvenes, como Col, estaban aprendiendo técnicas complementarias, como el tratamiento de heridas debidas al mal tiempo de los compañeros de los unicornios, los procedimientos de búsqueda y rescate de los compañeros de los selkies o las técnicas de evasión de jinetes de pegasos y dragones. Todos esperaban que Kullervo lanzara contra ellos un devastador ataque, una represalia que para ser contrarrestada necesitaría de la participación de todos, especialmente de la universal. Col odiaba aquella sensación de pánico e impotencia que le azotaba cada vez que pensaba en el de la forma cambiante. Hubiese querido ser más valiente, más fuerte. Le

~~6969~~

Page 70: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinhubiera gustado aprender a luchar y saber cómo proteger a Connie de Kullervo. Estaba seguro de que se le daría bien y disfrutaría adquiriendo tales habilidades. Pero cuando había manifestado su deseo, el doctor Brock se había encargado de ponerlo en su sitio sin vacilación.

—Los Administradores tienen la firme opinión de que los niños no deben participar en la batalla. Cuando tengas dieciocho años, podrás solicitar el ingreso en una de nuestras unidades activas, pero, hasta entonces, tendrás que contentarte con aprender todas esas técnicas de evasión, igualmente útiles —le había dicho el doctor Brock.

Mientras observaba las olas rompiendo contra la barca, Col bostezó. Todos los adultos eran iguales: él tenía al doctor Brock para chafarle los planes con tanta determinación como la tía abuela de Connie pretendía estropeárselos a ella.

Tras una erupción de burbujas apareció en la superficie una cabeza con gafas de buceo. Col ayudó a su padre a subir el equipo por la borda y luego Mack salpicó toda la cubierta sacudiéndose como un perro mojado.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Col, simulando interés.

—Ha sido increíble —respondió Mack, con los ojos perdidos en el vacío, como si una parte de él aún no hubiera regresado.

—Sí, claro —dijo Col, dándole al contacto—. Connie dijo que el Kraken era una de las criaturas más raras que había conocido.

Mack levantó la cabeza de golpe, con la rabia centelleando en sus oscuros ojos.

—¿Rara? Pues, entonces, es que no sabe nada de él.

Col, que ya estaba irritado con su padre por el absurdo comportamiento que había asustado a sus amigas, salió en defensa de Connie.

—¿No sabe nada? ¿Es una universal y no sabe nada? Pues, mira, papá, sabe más de criaturas míticas de lo que tú sabrás en la vida, así que si ella dice que el Kraken es raro, es que el Kraken es raro.

Mack se quitó la chaqueta de neopreno y la tiró al suelo.

—Muy bien, hijo —dijo, con cierta amargura en la voz—. Vive a su sombra. Juega a ser el perrito de la universal, si quieres. Eres como tu madre: esclavo de otro. Pero a algunos de nosotros nos gusta marcar el paso con nuestros propios pies.

Llevaba las aletas amarillas puestas y aquel comentario hubiera resultado incluso cómico de no haber sido algo tan personal y doloroso para Col.

—Estás ciego, papá. Mamá no es ninguna esclava. La gorgona es alucinante.

—Ah, ahora eres un experto, ¿no? ¿Qué es lo que te ha contado tu madre?

~~7070~~

Page 71: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCol no respondió; no hubiera compartido con él su visita secreta al

Hoyo de las Serpientes por nada del mundo. Arrancó, aceleró al máximo y, con un rabioso rugido del motor, la barca salió disparada. Y así regresaron al puerto de Hescombe los Clamworthy, cada uno en un extremo de la embarcación.

~~7171~~

Page 72: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 8Capítulo 8

La herenciaLa herencia

Connie decidió que, como Hugh estaría allí, la hora del desayuno sería la mejor para sacar el tema de hacer una visita a la abadía. Esperó a que su tía hubiera saciado su hambre con diversas rondas de tostadas antes de tomar la iniciativa.

—Tía, he estado pensando —empezó.

—¿En qué? —dijo Godiva, sospechando inmediatamente de ella.

—Creo recordar que mencionaste algo acerca de que los Lionheart habían sido una antigua familia de mercaderes, ¿verdad?

Godiva sonrió: era un tema inofensivo.

—Sí. Me alegro de que empieces a interesarte por eso.

—El tío Hugh dijo que también eran marineros.

Hugh apartó su periódico.

—Es cierto, cielo... Se podría decir que va con la herencia: el hermano mayor al almacén y el pequeño al barco. Muchos se perdieron en el mar, claro... Esos barcos podían ser muy bonitos, pero también eran traicioneros.

Connie se preguntó cuántos de sus antepasados se habrían encontrado con el Kraken en sus viajes, pero sabía perfectamente que no podía preguntarlo en voz alta.

—Me gustaría ver sus lápidas en la abadía. ¿Te parece bien que vaya esta mañana?

Godiva arrugó la nariz, tratando de identificar la trampa.

—Podría acompañarme el tío Hugh y enseñarme un poco aquello, ¿no?

—Me encantaría, cielo. Me gustaría enseñarte mi tumba favorita... ¿Te acuerdas de la de Charles Lionheart, Godiva, la de debajo del ventanal meridional?

Godiva sonrió a su hermano.

—Pues claro que me acuerdo, Hugh. Bastante faena teníamos para arrancarte de allí cuando eras pequeño... Sí, ve y enséñasela a Connie.

~~7272~~

Page 73: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin* * *

Con anticuada galantería, Hugh ofreció el brazo a su sobrina nieta para cruzar el patio de la abadía pocos minutos antes de mediodía.

—¿Cómo lo llevas, Connie? —le preguntó cuando dejaron atrás a Godiva—. Ya sé que mi hermana puede ser algo brusca, pero lo hace con buena intención.

Connie no dijo nada.

—Es que te veo un poco mustia y empezabas a preocuparme. Pero ella dice que tienes que pasar por esto para curarte. Espero que lo entiendas.

—No estoy enferma, tío.

El hombre la miró de reojo.

—Puede que tú no lo veas así. Y lo entiendo. ¿Cómo no lo iba a entender? Vengo de una familia que poco tiene que ver con la cordura... Mi hermana Sybil estaba completamente... —dijo, pero se autocensuró—. Pero yo la quería igual. Fue terrible lo que le ocurrió al bueno de su marido.

Aquella mañana no había demasiados visitantes en la abadía. El sol se colaba por el rosetón meridional, tiñendo el suelo de colores. Connie caminó hasta el centro del círculo de luz y miró hacia arriba. El enorme rosetón tenía forma de brújula y allí estaba, a la vista de todo el mundo, brillando con una intensidad pasmosa.

—Es hermosa, ¿verdad? —dijo Hugh, frotándose las manos—. Dicen que simboliza el círculo de eternidad: la serpiente con la cola en la boca. La brújula es una metáfora de cómo nuestro corazón nos lleva hasta el Creador.

«Y una metáfora acerca de mí», pensó Connie. Alguien de la familia había sabido lo que significaba el símbolo... Seguro que alguien lo había sabido.

—¿Quién pagó para que pusieran ese símbolo ahí? —preguntó Connie, discretamente.

—La pareja de esta tumba, que es la que yo quería mostrarte.

Hugh se acercó a un sarcófago de mármol con los flancos decorados con imágenes del mar: barcos veleros, sirenas, delfines y peces. La talla de una brújula cubría toda la tapa. Connie se inclinó para leer la inscripción:

Aquí descansa Charles Henry Benjamín Lionheart, amado esposo y padre. Nacido en 1670. Fallecido en 1742. «El mar lo llamó a su seno.»

~~7373~~

Page 74: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinY también su viuda, Suzanna Caldicott Lionheart, madre universal

de todos nosotros. Nacida en 1682. Fallecida en 1743. En ella residía toda virtud.

—Bonito, ¿verdad? —dijo Hugh, y acarició la tapa cariñosamente, tomando el sorprendido silencio de su sobrina por admiración ante aquella obra de arte—. Nunca he conseguido dar con la fuente de la cita... Puede que sea de la Biblia.

O de su Compañía. Charles era compañero de las sirenas, de eso Connie estaba convencida.

—Aunque se pasaron un poco con su viuda. ¿Toda virtud? No me suena muy bien —siguió diciendo el anciano.

Suzanna Caldicott era su tatara-tatara... Ni ella misma sabía cuántos «tatara» había que poner antes de abuela. Gracias al libro de la biblioteca, había empezado a aprender cosas de Suzanna sin saber que también había heredado de ella su don. ¡Por eso en la vieja casa de Suzanna el símbolo de los universales estaba por todas partes!

—Tío, si no te importa, me gustaría estar aquí un rato. Necesito pensar.

Hugh le sonrió y le dio una palmadita en el hombro.

—Claro. Saldré a dar una vuelta a ver si puedo comprarte una postal de la tumba.

Connie se sentó con las piernas cruzadas en el centro del reflejo de la brújula. No había olvidado que había ido a la abadía para encontrarse con Col, pero no había previsto que la excursión resultara tan reveladora. Y, si escuchar a otras criaturas hablar en la mente de una era una señal de locura, tal como defendía Godiva, al menos ahora sabía que la vena demente le venía de familia. Pero no estaba loca, no: quien lo estaba era Godiva, por querer cerrarse a la herencia de la familia.

Y así la encontró Col, sentada en el centro de su símbolo, sumida en sus pensamientos. Multitud de luces multicolores danzaban mágicamente sobre su pelo y Col no osaba romper el hechizo.

—¿Connie? —dijo, arrodillándose a su lado.

—¡Col! —Le agarró la mano sin vacilar—. Mira, mi signo. ¡Lo llevo en la sangre!

Col miró hacia arriba y soltó un silbido.

—Es genial. No me había fijado nunca en él.

—No creo que nadie, aparte de nosotros, sepa lo que implica. Todos piensan que su presencia aquí se debe a que los Lionheart fueron una saga de marineros. Pero ella era una universal. —Connie hizo un gesto hacia la tumba.

»Suzanna Caldicott Lionheart. Está en el registro de la biblioteca.

—¡Guau!

~~7474~~

Page 75: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Me apuesto lo que quieras a que ella también tendría los ojos

diferentes y el pelo raro como yo.

—Seguramente. —Col sonrió y despeinó la negra mata de pelo de Connie—. ¿Cómo van las cosas?

Connie hizo una mueca.

—Fatal.

«Sí», pensó Col, tenía mal aspecto. Tenía ojeras oscuras y estaba muy pálida.

—Os echo mucho de menos a todos... Especialmente a ti y a Argand. —Connie miró por encima del hombro al tenderete donde su tío abuelo estaba acabando de pagar sus compras—. No tengo mucho tiempo, Col, pero ¿puedes hacerme un favor?

—Claro —dijo el niño, mostrándole las palmas de las manos.

—¿Puedes llevar a Argand al bosque de Mallins este fin de semana? El sábado por la noche, alrededor de las nueve.

—¿Para qué?

—Intentaré escaparme. No creo que ni Argand ni yo podamos soportar estar separados mucho más tiempo.

—Pero ¿por qué en el bosque?

—Porque creo que es el último lugar de la tierra donde mi tía iría a buscarme.

—Eso no tiene sentido.

—Puede que no, pero tengo mis sospechas sobre ella.

—El doctor Brock dijo que la conocía.

Connie asintió y añadió:

—Creo que sabe mucho de ellos... Del señor Masterson, de tu abuela... Pregúntales por ella de mi parte, ¿vale? Supongo que saber algo más me vendría bien.

—Pero ¿qué quieres saber?

—De qué huye.

Un paquete de postales cayó sobre la falda de Connie.

—¿Y quién es este jovencito? —preguntó Hugh.

—Un amigo de la escuela —se apresuró a responder la chica—. Tiene una barca.

—¿De verdad? ¿De qué tipo?

Mientras Col iniciaba una detallada descripción de las características de la Water Sprite, Connie se levantó del suelo. Col le guiñó el ojo para sellar su compromiso de ir a su encuentro, tal como ella le había pedido.

~~7575~~

Page 76: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Será mejor que volvamos —anunció Hugh, consultando el reloj—. He

prometido no estar fuera más de una hora. Encantado de conocerte, Col.

—Lo mismo digo, señor Lionheart.

—Nos vemos —dijo Connie por encima del hombro.

—Sí, sí, nos vemos —respondió Col, viendo cómo se alejaban.

* * *

Al día siguiente, Col se dejó caer por casa del doctor Brock para pedirle permiso para llevar a Argand al bosque de Mallins. Le encontró atizando una enorme hoguera al fondo del largo y estrecho jardín de su casa. Alrededor había un montón de flores rojas y naranja, que parecía que también estuvieran ardiendo.

—¡Hola, Col! —exclamó el doctor Brock echando al fuego ramas secas—. ¿Qué tal las vacaciones? ¿Ya estás preparado para empezar en Chartmouth la semana que viene?

—Pues la verdad es que no, preferiría seguir por ahí con Skylark.

El doctor Brock chasqueó la lengua.

—Claro.

—Y, además, Connie no va a ir al instituto.

El doctor se apoyó en la bielda que usaba como atizador, muy serio.

—No, parece que no irá. Por cierto, ¿cómo está? Tu abuela me ha dicho que la viste.

—No sé... Mal, supongo. Pero tiene planeado escaparse este fin de semana para ver a Argand.

—Eso está bien. Una separación tan larga no es buena para los compañeros.

—Ya lo sé, yo me siento mal cuando hace días que no veo a Skylark.

—Es algo más que eso... Nuestro vínculo nos hace dependientes y ambos necesitamos del otro para poder ser nosotros mismos... Al menos eso es lo que he visto después de todos estos años con Argot.

—Entonces, ¿puedo llevarme a Argand?

—Pregúntaselo tú mismo.

El doctor Brock le señaló el corazón de la hoguera para que viera a la dragoncita allí tumbada.

—¿No se hará daño? —Se le pasó por la cabeza pescarla con la bielda del doctor Brock para sacarla.

—Oh, no, eso es lo increíble de los dragones dorados puros... Su pellejo los protege incluso de las llamas más calientes: son prácticamente indestructibles.

~~7676~~

Page 77: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCol observó fascinado cómo Argand avivaba todavía más las llamas con

sus alas. La dragoncita se estremecía de placer con las cosquillas que le producían.

—¡Argand! —la llamó el doctor Brock.

Ella le ignoró.

—Argand, escucha: es un mensaje de Connie.

La dragona se levantó inmediatamente del fuego como un remolino y aterrizó en el hombro del doctor Brock, piándole y silbándole al oído.

—¿Irás con este muchacho a verla dentro de unos días?

Los ojos de Argand miraron a Col. Una bocanada de llamas color frambuesa brotó de su boca.

—Para ya. ¿Qué diría tu madre? Ya sé que no es compañero de los dragones, pero es amigo de Connie y ella le ha escogido.

Argand soltó un silbido escéptico, pero acabó asintiendo.

—Bueno, entonces parece que ya estamos de acuerdo. Ven a buscarla aquí el sábado. Ya hablaré con ella para asegurarme de que se comporte como Dios manda.

—Gracias. —Col ya se había dado la vuelta para marcharse, pero recordó la otra cosa que Connie le había pedido—. Doctor Brock, ¿qué sabe de Godiva Lionheart?

El doctor Brock frunció el ceño y se pasó la mano por la cara, tiznándosela.

—¿Por qué quieres saberlo?

—No soy yo quien quiere saberlo, sino Connie. Se ha dado cuenta de que su tía abuela sabe mucho de la Sociedad.

—Sí, sí que sabe.

—¿Por qué?

El doctor Brock acarició a Argand con aire pensativo.

—Se supone que no tengo que hablar de ello... Ni de ella. Es lo que acordamos.

—¿Lo que acordaron? ¿Cuándo?

El doctor Brock lanzó a Col una astuta mirada.

—Bueno, parece que Connie ya ha deducido una gran parte. Te contaré algo, pero no todo, ¿vale? Hice un juramento y tengo intención de respetarlo.

»Dos Lionheart de aquella generación tenían el don: Sybil y Godiva. Unas chicas muy bonitas que rompieron muchos corazones de los jóvenes de la Sociedad justo antes de la guerra.

—¿Se refiere a la Segunda Guerra Mundial?

~~7777~~

Page 78: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Supongo que sí... Pero yo estaba pensando más bien en la guerra

contra Kullervo. Sybil era la mayor y se casó con un poderoso compañero de la Compañía de los Dos-Cuatro. En cuanto a Godiva... Bueno, supongo que podría decirse que ella y yo andábamos juntos.

—¿Usted salía con Godiva Lionheart? —A Col se le hacía difícil imaginar a alguien deseando a aquella vieja arpía.

—Sí —respondió el doctor Brock con un suspiro—. Ella acababa de ingresar como miembro de pleno derecho... «Dulces dieciséis» y, bueno, yo... Me aseguré de que el resto de la canción no tuviera nada que ver con ella.

Col le miró sin entender.

—«Sweet sixteen and never been kissed?2» Seguro que se la has oído cantar a tu abuela...

Col sacudió la cabeza.

—Maldita sea, Col, me haces sentir viejo... En cualquier caso, la muerte violenta del marido de Sybil y de muchos otros fue un gran golpe para todos nosotros. Godiva reaccionó más radicalmente que los demás... Creo que incluso llegó a perder el juicio. No pude acercarme a ella, porque se alejó de mí y de todos los demás. Fue especialmente doloroso porque su hermana la necesitaba más que nunca. Iva empezó...

—¿Iva?

El doctor Brock sonrió con tristeza.

—Su diminutivo. Iva empezó a decir que las criaturas míticas eran una invención, una ilusión creada por la histeria. Llegó a rechazar incluso a su compañero. La criatura murió y, aquella noche, también murió algo en Iva.

—¿Su compañero murió?

—Sí. Fue terrible. Sucedió durante la guerra: estábamos rodeados de muerte y destrucción. Pero aquella muerte... El sufrimiento de su compañero moribundo ante la negativa de Iva a despedirse de él... Aquello fue lo peor.

—Es... Es repugnante.

—Puede que sí, pero el dolor y el amor nos llevan a hacer cosas raras.

—¿De qué especie era compañera?

El doctor Brock sacudió la cabeza.

—Lo siento, pero no puedo decírtelo. Cuando me devolvió la identificación de miembro... O más bien debería decir cuando me la lanzó a los morros, acordamos que no revelaríamos jamás esa información. Es el protocolo que se sigue cuando algún miembro abandona la Sociedad: no se le vuelve a mencionar y su especie compañera se borra de todos los registros. Afortunadamente, no conocía demasiados secretos de nuestra

2 ¿Dulces dieciséis y nadie te ha besado? (N. del T.)

~~7878~~

Page 79: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinSociedad: sólo los básicos de su propia compañía. Supongo que podría decirse que los que se marchan se convierten en algo tan mítico para la Sociedad como las criaturas lo son para el resto de la gente.

—Pero eso es una estupidez. No se puede negar que tiene el don.

—No somos nosotros los que lo negamos, es ella... Es su elección.

—Pero está intentando obligar a Connie a hacer lo mismo. Tenemos que detenerla.

—Lo sé, pero las leyes de este país están de su lado. No podemos llevarnos a Connie por las buenas. No me cabe duda de que las autoridades le darían la razón y nos arrestarían a todos por secuestrar a niños en nombre de un peligroso culto. No, lo que estás haciendo tú es lo que hay que hacer: mantener a Connie en contacto con su compañera y darle el apoyo de un amigo.

El doctor Brock se desenrolló la cola de Argand del cuello y la depositó suavemente en las manos de Col.

—Si fuera de los que apuestan, Col, me jugaría todo mi dinero a que Godiva se desmorona antes que Connie. Ella no lo sabe, pero, al fin y al cabo, se está enfrentando a una universal y eso está muy por encima de sus capacidades.

~~7979~~

Page 80: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 9Capítulo 9

El cofreEl cofre

Aunque Connie se había empeñado en escapar de casa el sábado por la noche, aún le quedaban algunos detalles del plan por pulir. Sabía que necesitaría la llave de la verja y algún medio para llegar hasta el bosque de Mallins. Durante la comida del viernes decidió explorar el cobertizo del carbón y su recompensa fue descubrir allí una vieja bicicleta, que sacó al patio para ver si todavía funcionaba.

—¡Por todos los santos! ¿Dónde has encontrado eso? —le preguntó Hugh cuando regresó de su excursión diaria al quiosco de prensa, con las llaves tintineando—. Hace años que no veía esa vieja quebrantahuesos. A ver, déjame ver... Ah, sí, creo que era la de Godiva... Sybil debió de llevarse la suya cuando se mudó a Hescombe.

—¿Crees que podría arreglarla?

—Francamente, creo que no, cielo.

A Connie le cambió la cara.

—Pero yo sí. Estaba esperando algo como esto... Así este viejo lobo de mar no se sentirá tan inútil.

—Gracias. ¿Crees que vas a tardar mucho?

—¿Por qué? ¿Tienes prisa por dejarnos? —la tanteó sagaz.

—Es que tenía la esperanza de poder salir este fin de semana. Hace semanas que no he estado al otro lado de estos muros... Aparte de en la abadía, claro...

—Bueno, pues la llevaré al taller de bicicletas esta tarde y veré qué puedo hacer. Pero no te prometo nada, ¿eh?

—Gracias, tío Hugh. —Impulsivamente, la niña le besó la mejilla y el hombre se ruborizó de alegría.

—Vale, vale, pero no digas nada —le advirtió Hugh—. Puede que seas un poco rarita, Connie, pero no soporto verte triste. Estoy contento de poder animarte un poco con esto. Ojalá pudiera hacer lo mismo por mi hermana... Han pasado más de sesenta años desde que fue feliz por última vez.

—Eso es mucho tiempo. —Connie también había percibido que algo había succionado toda la alegría de su tía abuela, dejándola como un

~~8080~~

Page 81: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinlimón exprimido. Cada vez que Godiva entraba en una habitación, la atmósfera se transformaba y se enrarecía, como si presagiara tormenta. A Connie le costaba una inmensidad estar mucho tiempo a su lado.

—Sí, ¿verdad? A veces me pregunto si... En fin, no importa. Deja que me encargue de esto. Ven a verme a mi habitación después de tus clases y te diré cómo va la cosa.

El camarote de Hugh, como a él le gustaba decir, estaba en un rincón de la buhardilla. A Connie nunca le habían permitido la entrada y tenía mucha curiosidad por saber cómo sería.

Por la tarde, llamó a la puerta.

—¡Adelante! —respondió Hugh.

—¡Guau! —Connie se quedó pasmada en el umbral de la puerta. En profundo contraste con la austeridad que afligía el resto de la casa, aquella habitación rebosaba de vida. Estaba decorada con muebles magníficos: roperos, sillas, mesas, biombos-Había tantas cosas que casi no quedaba espacio para moverse.

—Perdona, está un poco desordenado —dijo Hugh.

—No, me encanta.

El hombre acarició la tapa de un cofre de madera que tenía bajo la ventana. Parecía satisfecho.

—No podía dejar que Godiva se deshiciera de todo esto, ¿sabes? Hacía siglos que estaban en la casa, así que aquí los tengo: en mi santuario.

—¿Por qué iba alguien a querer deshacerse de ellos? —Connie estaba admirando las filigranas de un biombo tallado en forma de manzano. La madera parecía canturrear satisfecha bajo sus dedos.

—Me parece que ella... La hacen sentirse mal. Dice que es una especie de alergia.

—¿Es alérgica a los muebles?

—No, a la madera. Sólo se siente a salvo de ella en el mar.

Ahí estaba la última pieza encajando en su lugar. Ahora ya sabía cuál había sido la especie compañera de Godiva.

—¿Puedo echar un vistazo?

—Claro, cielo, también son tuyos... Son todas las reliquias de la familia. —Hugh observó cómo su sobrina nieta examinaba cada pieza, resiguiendo las tallas con los dedos. Había criaturas míticas de todas las compañías: dragones, grifos, serpientes, duendes acuáticos, minotauros... Hugh vivía rodeado de ellos, pero no sabía que habían sido tallados a partir de la vida misma. Finalmente, la niña se arrodilló ante el cofre y puso las manos sobre la brújula que decoraba la tapa.

—Ah, veo que te gusta mi pieza favorita. Me recuerda un poco la tumba. Siempre he pensado que era la caja fuerte de la familia. Está lleno de papeles y cuadernos viejos.

~~8181~~

Page 82: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEl corazón de Connie se aceleró.

—¿Puedo verlos?

—Claro. Yo mismo los he ojeado varias veces, pero la mayoría no tiene ningún sentido —dijo Hugh, que abrió el cofre y, con el ademán de un viejo conocedor de sus contenidos, rebuscó hasta encontrar un montón de papeles—. Como esto, por ejemplo... Supongo que alguien lo estaba traduciendo del árabe... Mira estos garabatos de aquí, a mí me parecen árabe.

Connie agarró el montón de pergaminos amarillentos que le mostraba su tío abuelo y leyó el título. En la parte izquierda de la página habían escrito en inglés y habían dejado la columna de la derecha para una especie de alfabeto extranjero. Aunque el texto en inglés estaba impecable, había muchos tachones y manchas en la otra caligrafía, como si el autor hubiera paseado la pluma por la página hasta encontrar la palabra correcta.

Connie volvió a mirar el título: Luchando en la puerta: una guía de universales para repeler encuentros hostiles.

—¿Qué te parece, Connie? —le preguntó Hugh, perplejo por la repentina serenidad de la niña—. Creo que puede ser la traducción de algún cuento árabe o algo así... O un manual para cruzados.

—Creo que sí que es una traducción, pero del inglés a esta otra lengua —opinó Connie, sin añadir que tenía la curiosa sospecha de que aquel lenguaje no pertenecía al mundo de los humanos. Suponía que la autora era Suzanna Caldicott, pero el porqué de la traducción seguía siendo un misterio. Los dedos de Connie se morían por seguir pasando páginas, pero intentó ocultar su emoción.

—¿Me lo puedo llevar, a ver si saco algo en claro de todo esto?

Hugh se mordió el labio superior.

—Supongo que sí—dijo, vacilando—. Pero ¿no preferirías escoger otra cosa? —Sacó una enorme Biblia familiar—. Como esto, por ejemplo. O esto... La contabilidad es fascinante con tanto lastre, ron y cordaje... Me paso horas distraído repasando las cantidades necesarias para mantener un velero de tres palos a flote.

Connie sacudió la cabeza, sonriendo.

—Me parece que me dormiría.

El hombre rió.

—En ese caso, llévate eso. Es demasiado viejo para que tenga consecuencias en el presente, ¿no te parece? No creo que Godiva piense que he roto sus normas.

Así que Godiva sospechaba que podía tener algo que ver con la Sociedad, pensó Connie.

—Mira, tío Hugh —dijo la niña, tras ojearlo hasta el final—, aquí vuelve a salir la brújula de la familia. Puede que tenga algo que ver con el

~~8282~~

Page 83: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinmotivo de haberla escogido como escudo de armas. Parece mencionar a todas esas criaturas míticas como parte de la heráldica, ¿no?

Esa explicación racional complació al anciano.

—Sí, eso parece, pero no había caído. Llévatelo, si quieres. —Connie se levantó, impaciente por marcharse—. Pero, Connie...

—¿Sí?

—¿No quieres saber nada de la bici?

Con la emoción, se había olvidado del principal motivo de su visita.

—Ah, sí, claro... Perdona. ¿Has conseguido arreglarla?

—Está todo lo arreglada que puede estar. Podrás ir con ella por la ciudad, pero no participar en el Tour de Francia.

—Pues ya me va bien. Gracias, tío Hugh.

* * *

Connie se sentó en el suelo, entre su cama y la ventana, escondida para que, si su tía sacaba la cabeza por la puerta, no viera lo que leía. Estaba oscureciendo. Connie se acercó la lámpara de la mesita de noche y esparció los papeles sobre la alfombra. El cofre de Hugh había custodiado un tesoro inesperado. Hasta entonces creía que tendría que organizar otra excursión a la Sala de Lectura para consultar a sus predecesores, pero allí mismo tenía el borrador de otro de los capítulos de Suzanna y ni siquiera había tenido que enfrentarse a la serpiente para conseguirlo. Así pues, empezó a leer.

Cuando terminó ya era casi medianoche. Tenía las piernas entumecidas por el rato que llevaba en el suelo, pero los conocimientos que acababa de asimilar eran mucho más inquietantes que el cosquilleo de las piernas. Había aprendido que los universales no eran inmunes a los ataques de las criaturas. Así lo demostraban las duras ilustraciones de Suzanna, imágenes de hombres apaleados, pisoteados, quemados, congelados y descuartizados por toda una gama de salvajes criaturas míticas. Los universales podían electrocutarse con un rayo de un pájaro de la tormenta, convertirse en piedra con la mirada de la gorgona, quedarse paralizados por el frío tacto de los duendes de la piedra, recibir la embestida de un verraco gigante e incluso volverse locos con el canto de las sirenas. Su única esperanza era levantar el escudo a tiempo o establecer un vínculo seguro con la criatura. Pero los vínculos tenían que establecerse de mutuo acuerdo, así que no servían de nada cuando el universal era víctima de un ataque hostil. Además, la fuerza del escudo era la misma que la del universal que lo sostenía y, por tanto, si le fallaban las fuerzas, la defensa se rompía fácilmente. Connie se dio cuenta de que el año anterior se había salvado por los pelos. Las sirenas habían propiciado el encuentro y eso había establecido una completa conexión con ellas que había evitado que le hicieran ningún daño. De

~~8383~~

Page 84: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinhaber querido atacarla, ella hubiera sucumbido. No sabía cerrar su mente con el escudo, así que había tenido mucha suerte de salir viva de su primer encuentro con ellas.

* * *

El sábado por la noche, Col llegó al bosque con tiempo porque había quedado con su madre para cenar. Aquel verano estaba pasando más tiempo con ella que en los últimos seis años. A decir verdad, no podía afirmar qué se sintiera más tranquilo en su presencia, pero, por lo menos, tenía la sensación de que su madre le daba su aprobación, no como su padre, que no hacía más que quejarse de cómo se estaba volviendo su hijo.

—Está celoso —dijo Cassandra, ensartando unas setas en un palo para asarlas al fuego—. No creas que no sé que no quiere que me acerque a ti.

Seguramente era cierto, pero Col creía mejor no entrar en ese tema, porque aún no quería tomar partido por ninguno de los dos.

—¿Cómo es Evelyn Lionheart? —preguntó Cassandra de repente.

«O sea que ha oído los rumores», pensó Col.

—Pues no lo sé.

—¿Va en serio?

Ojalá su madre no le hubiese apretado de aquella forma. Se sentía como una de aquellas setas que se cocían lentamente al fuego.

—No lo sé. Papá no ha dicho nada.

Ella sonrió y se apartó la larga melena.

—No, claro... La compadezco.

Argand sacó el morro de la chaqueta de Col, seducida por el olor de la comida. Cassandra sacó una seta del pincho y se la lanzó. Argand la atrapó hábilmente entre sus mandíbulas y se la tragó ardiendo como estaba.

—Magnífica criatura —dijo Cassandra, con admiración.

—Supongo que al estar en Serpientes Marinas te habrás relacionado mucho con jinetes de dragón, ¿no?

—Nunca les he dedicado mucho tiempo, pero a los dragones... Eso ya es distinto.

Cassandra se inclinó hacia delante, agarró las patas delanteras de Argand y tiró de ella para acunarla entre sus brazos. Luego se puso a acariciarle las suaves escamas doradas, siseándole entre dientes.

—Si no fuera por las alas, sería casi como una de las pequeñas de la gorgona de pelo dorado.

—No sabía que existiera tal criatura.

~~8484~~

Page 85: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCassandra asintió.

—Vive en los océanos Pacífico e índico e incuba la serpiente marina de panza amarilla, muy venenosa.

—¿Incuba? ¿Qué quieres decir?

Cassandra sonrió misteriosamente.

—Poca gente lo entiende. Las gorgonas viven en simbiosis con sus serpientes.

—¿En simbiosis? —Col había escuchado esa palabra, pero no estaba seguro de qué significaba.

—Significa que criaturas de dos especies se unen para vivir juntas aprovechándose la una de la otra: la gorgona incuba las crías y las serpientes forman parte de la gorgona.

—¿Y tu gorgona?

—Ella incuba víboras. —Cassandra se ciñó la capa a los hombros para tapar mejor a Argand. Había empezado a caer una leve llovizna—. Incuba sus huevos y las crías se convierten en su nuevo pelo.

Col intentó no pensar en ello, pero con sólo pensarlo se le quitaron las ganas de cenar. Se miró el reloj.

—Entonces, ¿vas a encontrarte con Connie a las nueve? —le preguntó su madre, como quien no quiere la cosa.

—Sí, al menos eso espero.

—Se lo he dicho a ellas y quieren conocerla.

—¿Quiénes?

—La gorgona.

«Y sus serpientes», añadió Col en silencio.

—Bueno, supongo que podría preguntarle si le apetece. Es que si viene es para ver a Argand, ¿sabes?

—Pero una dragoncita no debería andar por ahí con este tiempo. ¿Por qué no me la llevo a la cueva? Tú podrías llevar a Connie hasta allí y hacerla entrar sola para que la mirada de la gorgona no te pille por sorpresa.

—Hombre, no sé...

Argand ronroneaba feliz en brazos de Cassandra.

—Mira, es una perezosa —dijo Cassandra, riendo. Era una risa quebradiza y, de no haber sido porque su madre no estaba hecha para la debilidad, Col la hubiera calificado hasta de nerviosa—. Está claro que ella lo prefiere. No pretenderás que se encuentren a cielo abierto... Hay demasiada gente por aquí.

Col buscó una excusa. Su intención era tener a Connie para él solo... Bueno, y para Argand. Aquella expedición imprevista le parecía demasiado complicada.

~~8585~~

Page 86: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Y cómo vamos a trepar?

—Os dejaré la cuerda que utilizo yo.

—Bueno, vale, supongo que podría...

—Bien, pues ya está decidido —dijo Cassandra, dándole un pincho de setas—. Háblame de Skylark.

* * *

Connie había escogido la noche del sábado para su pequeña conquista de libertad porque Godiva solía escuchar el concierto de Radio 3 y la mandaba pronto a la cama, para que no la distrajera. A las siete de la tarde, Connie llamó a la puerta de su tío.

—Hola, cielo. —Hugh estaba transformando un pequeño pecio en un delfín.

—¡Qué bonito!

—Gracias. Es para ti, ¿sabes? Tu cumpleaños es a final de mes, ¿verdad?

—Sí. —Casi había olvidado que septiembre ya estaba a la vuelta de la esquina. Sus vacaciones de verano habían desaparecido en un túnel de lecciones y ratos solitarios en su habitación—. Tío, ¿te parece bien que salga en bici un rato, antes de que oscurezca? —Cruzó los dedos porque sabía de antemano que, a pesar de las consecuencias, no iba a volver antes de que hubiera oscurecido del todo.

—Supongo que sí. —Hugh metió los dedos en el bolsillo de su chaleco—. Toma la llave de la verja. La bicicleta no tiene candado. ¿Me prometes que no irás muy lejos?

Connie tenía la mano abierta y la llave tintineaba a pocos centímetros.

—Claro, yo...

—¡Hugh! —La puerta se abrió de golpe y Godiva apareció en el rellano. Ni siquiera se atrevía a cruzar el umbral—. ¿Qué estáis haciendo?

Oliéndose los problemas, Connie agarró la llave y trató de escabullirse sorteando a su tía abuela, pero unos afilados dedos la pescaron por el pelo.

—¡Ay! —exclamó Godiva cuando saltaron chispas del pelo de la niña, como de un gato enfurecido. Decidió soltarle el pelo, pero la agarró del brazo—. ¿Cómo te atreves? —le gritó.

—Eh, eh, Godiva, no asustes a la niña. No ha hecho nada malo. Le estaba diciendo que puede sacar la bici un ratito.

—¿Qué no ha hecho nada malo? —exclamó Godiva, sacudiendo a Connie con furia—. Y, entonces, ¿cómo explicas esto? Fui a ver qué hacía

~~8686~~

Page 87: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldiny encontré esto en su habitación —añadió, mostrándoles un puñado de hojas arrugadas.

—¡Oye, no hagas eso! —gritó Hugh, indignado, intentando arrebatarle los papeles antes de que los estropeara más—. Le dije que se los llevara para echarles un vistazo.

—No sabes lo que le has dado, ¿verdad? —Godiva respiraba pesadamente—. Pero apuesto a que ella lo supo desde que les echó el ojo.

—¿Qué tenía que saber? Connie pensó que tenían que ver con la heráldica, por las bestias míticas y todo eso. —Hugh parecía desconcertado.

Godiva iba a decir algo, pero se reprimió y añadió:

—Me temo que es mucho más que eso, Hugh. Estas son exactamente la clase de porquerías con las que le han estado corrompiendo la mente en Hescombe. No sabía que aún tuviéramos esto en casa... Pensaba que lo había destruido todo. —Y se volvió hacia Connie—. Tienes que cortar con esto, niña, o te destruirá. Es como... Como una adicción. No debes permitirte soñar despierta o volverás a caer en tus perniciosos hábitos. —Y, dirigiéndose de nuevo a su hermano, añadió—: No te quepa duda de que esta noche no irá a ninguna parte. —Le quitó la llave a Connie y se la devolvió a Hugh—. Ahora me doy cuenta de que he sido demasiado permisiva con ella. Ya es hora de atajar este problema de raíz. Connie, ven conmigo.

Con el corazón en un puño, Connie se arrastró detrás de su tía abuela. Cuando llegaron a su habitación, Godiva entró y se volvió hacia ella.

—Vamos a empezar por esto. ¡Quítalo todo ahora mismo! —le gritó, señalando los pósteres con un dedo trémulo.

Connie abrió la boca.

—¿Por qué?

—Porque están alimentando tus alucinaciones y tienen que desaparecer.

—No puedo.

—Pues lo haré yo. —Godiva estiró el brazo y arrancó el póster del unicornio de la pared, sin prestar atención a las chinchetas, que se esparcieron por la habitación.

—¡No, por favor, no!

Pero Godiva no tenía piedad. Arrancó todas las fotos e hizo una pelota con ellas.

—Saca tus cosas.

Connie se sentó sobre el baúl, decidida a defender su álbum de fotos de la incursión de Godiva.

—No.

—¡Levántate!

~~8787~~

Page 88: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie sacudió la cabeza. Estaba furiosa. En esos momentos, deseó

tener algún poder mágico, como la mirada de la gorgona o el canto de la sirena, para derribar a su tía abuela.

—¡Que tú no quieras ser compañera de los duendes de la madera no significa que yo tenga que ser como tú!

Algo prendió en el interior de Godiva y sus ojos se encendieron con una rabia irracional.

—Los duendes de la madera no existen —siseó, salpicando a Connie de saliva—. Y, ahora, ¡muévete!

Como Connie no se movió, Godiva la agarró del brazo y la tiró al suelo. Inmediatamente metió la garra en el baúl y sacó el álbum. Lo sostuvo en alto para que Connie no pudiera alcanzarlo y empezó a arrancar las páginas, una a una.

—¡Veneno... porquería... mentiras! —chillaba, pisoteando la foto de Scark, la gaviota asesinada por Kullervo. Connie intentó recogerla, pero Godiva le aplastó los dedos con un zapato—. No vas a tocarla... Ni lo sueñes... Y no volverás a mencionar nada de esa maldita Sociedad nunca más, ¿lo entiendes? —Se agachó y recogió los papeles arrugados del suelo—. Todo esto va a la hoguera. Y tú te quedas en tu habitación hasta que yo te diga que puedes salir. —Salió en tromba de la habitación.

Connie se quedó plantada entre las paredes desnudas, acariciándose los dedos magullados, y rompió a llorar.

* * *

Col empezaba a impacientarse mientras esperaba a Connie al lado del autobús de Rati. Le había dicho que estaría allí a las nueve. Había esperado una hora, pero, aun así, no había ni rastro de ella. Algo tenía que haber salido mal.

—¿Todo bien, Col? —Rati había sacado la cabeza por la puerta. Llevaba el mirlo en el hombro y el conejo sujeto con una cuerda.

—Sí. ¿Qué haces?

—Los saco a pasear. Mi madre no quiere que hagan sus necesidades en el autobús. —Bajó los escalones de un salto, con el conejo siguiéndole los pasos. Wolf gañía en el interior.

—¿Qué le pasa? —preguntó Col, girándose hacia el perro. Si tenía que esperar mucho más allí prefería saber de qué pie calzaba el animal.

—No lo sé. Lleva así toda la tarde. Olisqueó el aire y se metió dentro. Está loco.

Entonces Col se fijó en que el conejo había dejado de saltar tras Rati y temblaba de terror en uno de los escalones. El mirlo miró a su alrededor y se volvió a meter en el autobús.

~~8888~~

Page 89: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Parece que lo que le asusta ha hecho también mella en estos dos —

comentó Col.

Rati miró al cielo.

—¿Crees que está a punto de caer una tormenta? Yo no noto nada.

—No, yo tampoco, pero será mejor que me vaya. No quiero que me pille de pleno.

—¿Y tu amiga?

—Supongo que habrá tenido problemas para salir. Tiene una tía abuela loca que la mantiene encerrada en casa.

—Dicho así, parece que necesitará que la rescates.

—Sí, tienes razón. Puede que lo intente.

—Cuenta conmigo, llevaré a Wolf: él se encargará de la tía abuela. Come tías abuelas para desayunar, ¿sabes?

Col se rió.

—Vale. Voy a decirle a mi madre que me voy. Ya nos veremos. En la escuela... El lunes... Que no se te olvide. ¿De veras vas a venir?

—Sí. —Rati parecía orgulloso de sí mismo, aunque un poco amilanado.

—Genial. Pues nos veremos allí.

Col se adentró corriendo en el bosque, impaciente por recoger a Argand y volver a casa antes de que descargara la tormenta. La idea de ir a Chartmouth con Rati le hizo reír. Estaba impaciente por ver cómo se llevaría Rati con sus amigos y cómo se llevarían ellos con él. Era una lástima que Connie no estuviera también. Col estaba seguro de que Rati se hubiese sentido a gusto con ella.

Necesitó la linterna para abrirse camino por el saliente.

Cuando llegó a la boca de la cueva, gritó para avisar de su presencia.

—Hola, vengo a buscar a Argand.

El eco quedó interrumpido por la voz de la gorgona.

—Que entre la niña, retoño. Ella recogerá la dragoncita.

—Lo siento, pero no puede ser. —Col escuchó un silbido inquieto en el interior de la cueva—. ¿Es Argand? ¿Está bien? —Se acercó un poco más, palpándose los bolsillos en busca del espejo hasta que se dio cuenta de que se lo había dejado en casa.

—¿Por qué no puede entrar la universal? —siseó amenazadoramente la gorgona.

A Col no le gustaba tener que darle explicaciones y estaba preocupado por Argand... Parecía muy nerviosa.

—¿Mamá, estás ahí?

—No llames-ss a tu madre, chico. —La gorgona se le estaba acercando—. Ella creía en ti, pero parece que le has-ss fallado.

~~8989~~

Page 90: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinInstintivamente, se volvió un poco. Una parte de él quería salir

corriendo, pero sabía que no podía dejar a Argand allí.

—Lo siento. Algo le habrá impedido venir.

—Has ss-sido tú, ¿verdad? Tú la hiciste desconfiar de noss-sotras-ss.

—¿Yo? No... Si no la he visto. Ella no sabe nada de vosotras. Estoy convencido de que quería venir, pero no ha podido. —Col tenía la espalda pegada a la pared rocosa y había cerrado los ojos con fuerza—. Mira, entrégame a Argand y me iré. Intentaré traer a Connie una noche de éstas.

Un dedo helado le tocó la mejilla... No, no era un dedo: era la punta de la lengua de una serpiente. El niño se tragó el grito de alarma. Otra serpiente se deslizó por su hombro, enrollándosele en el cuello. Notaba el aliento seco de la gorgona ante su rostro.

—¿Le mato? —preguntó la gorgona.

La respuesta a la pregunta llegó con un ruido de pezuñas en el interior de la cueva.

—Creo que no —dijo una voz que Col no había escuchado jamás. El sonido se le metió en el cuerpo y le temblaron todos los huesos—. Aparta los ojos para que me pueda ver.

Col notó que las serpientes se apartaban.

—Muchacho, ven a saludarme —le ordenó la voz.

Col abrió ligeramente los ojos, con mucha prudencia. La gorgona estaba de espaldas a él, mirando hacia la entrada de la cueva. De las sombras salió un pegaso más grande que un percherón, con unas enormes alas de color acero, un poderoso lomo, la crin de un negro azulado y las patas extremadamente musculosas. Relinchó y trotó para acercarse a Col. A pesar de su tamaño, se movía con agilidad y se acercó lo suficiente para que el niño viera sus ojos: uno dorado y otro amarillo limón, algo completamente raro en una de esas criaturas.

Col vaciló. Mirar aquellos ojos hacía que se sintiera mareado y confuso, incapaz de pensar con claridad. Algo no iba bien: no había percibido la presencia del pegaso desde lejos como cuando se acercaba Skylark.

—¡Salúdame! —tronó la amenazadora voz, aunque esta vez la oyó directamente dentro de su cráneo. Era como si hubieran abierto con una ganzúa la puerta del vínculo que compartía con Skylark. Se llevó las manos a las sienes.

—¡Cobarde, salúdame!

Esta vez Col no tuvo opción. Alargó la mano y tocó al pegaso.

¡Crac! Recibió una descarga. Gritó pero no pudo apartar la mano: era como si un puño de hierro le hubiera aferrado la muñeca. Aquello no era un encuentro: era una invasión. Col cedía, pisoteado por aquella oscura presencia. Ya no sabía ni quién era ni dónde estaba, sacudido y abofeteado por aquellas pezuñas que no pararon hasta que acabó por

~~9090~~

Page 91: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinsometerse. Se dejó caer contra el pegaso, con la cara medio enterrada en la sofocante crin de la criatura, y resbaló hasta el suelo.

Satisfecho por su fácil conquista, el pegaso frotó a Col con el hocico, posesivamente. El niño se estremeció.

—Ven —dijo la criatura.

Col, obedeciendo una voluntad ajena, se puso de pie y acarició el cuello de la criatura, envenenándose con su presencia.

En algún remoto lugar de sus entrañas, las moribundas ascuas de Col vieron a aquel extraño en el que se había convertido montando sobre el lomo del animal. No tenía fuerzas para detener lo que estaba sucediendo y sus gritos se apagaban como si se estrellaran contra una jaula de gruesas paredes de cristal. Entonces, otra descarga de energía procedente de aquel falso pegaso aplastó también aquella resistencia.

Argand se libró de sus ataduras a tiempo de ver a Col alejándose en la noche a lomos de Kullervo. La gorgona se deslizaba, abriéndose camino entre los árboles. Argand pió desesperadamente. ¿Por qué la habían dejado sola?

~~9191~~

Page 92: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 10Capítulo 10

ColinColin

Connie creyó que iba a volverse loca. Las paredes de su habitación se cerraban a su alrededor y los descoloridos tallos de los rosales del papel pintado se colaban en sus sueños, pinchándola. Llevaba encerrada una semana, sin salir salvo para usar el baño. Godiva había prohibido a Hugh acercarse a la niña, como si fuera contagiosa, y sólo iba a verla para llevarle y recoger la comida y los deberes.

«A lo mejor piensa en serio que lo que tengo es contagioso —pensó Connie, mirando al techo—. A lo mejor teme enfermar de nuevo y, al levantarse, oír los árboles hablándole como antes.»

Por mucho que odiara a su tía abuela por el trato que le daba, no podía evitar sentirse fascinada por ella. ¿Cómo había podido Godiva dar el paso de negar la evidencia, lo que veía con sus propios ojos y hasta con su corazón? Había podado cruelmente todas las ramas de su yo verdadero, y no para crear un bonsái sino un palo seco. Pero no podía escapar a su don. El hecho de que se escondiera de cualquier objeto de madera lo demostraba. La madera todavía canturreaba bajo sus dedos como con Connie. Por eso odiaba ese material y detestaba a Connie. Pero ¿sabía que el apreciadísimo escudo de armas de su familia era el símbolo de los universales? Connie creía que no, porque, de lo contrario, lo hubiera erradicado también de su casa.

En sus largas horas de confinamiento solitario, Connie tuvo mucho tiempo para pensar en lo que Col, Anneena y Jane estarían haciendo en la escuela. Adaptó su horario al de ellos y se los imaginaba charlando en la parada del autobús, jugando al fútbol en el recreo o haciendo los deberes juntos en la cocina de los Nuruddin. Esperaba que Col hubiera entendido por qué no había podido aparecer el fin de semana, pero le sorprendía muchísimo que no hubiera tratado de ponerse en contacto con ella ni de mandarle un mensaje a través de Anneena.

De nuevo llegó el sábado. Connie se preguntó si su tía esperaría que siguiera trabajando como el resto de la semana y, por experiencia, decidió que sí. Connie se había pasado todos esos días sin decirle nada más que «sí», «no» y «gracias»... Lo más imprescindible. El corazón le ardía por la injusticia de aquel encarcelamiento, pero no podía apoyarse en nadie.

~~9292~~

Page 93: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEsa mañana le permitieron desayunar con Hugh y Godiva en la cocina.

«Un permiso por buen comportamiento», pensó Connie.

—¿Te sientes mejor, Connie? —le preguntó Hugh, ansioso.

—No he estado enferma, tío Hugh.

—Bueno, bueno —dijo él, dándole unos golpecitos en la muñeca con la clara intención de evitar una discusión.

Se escuchó el timbre de la verja. Godiva se levantó y miró por la ventana.

—Son esas dos amigas tuyas —dijo por encima del hombro a Connie—. ¿Las has invitado tú? —preguntó a Hugh.

—No... ¿Quiénes son?

—Las niñas.

—Ah, te refieres a las buenas... A las que no tienen peligro... —apuntó Hugh—. ¿Quieres que vaya a ver qué quieren?

—Querrán verla, no hay duda. —Godiva miró a su cabizbaja sobrina nieta. Connie ya no se atrevía a revelar entusiasmo o alegría por nada, no fuera que también se lo quitaran.

—¿Y van a poder? —preguntó Hugh—. Verla, quiero decir...

—Creo que ya ha aprendido la lección, ¿verdad, Connie?

—Sí, tía —dijo en voz alta, y añadió entre dientes—: No, tía, y un cuerno, tía. —Pero había llegado al punto de decir cualquier cosa para ver a otra persona que no fuera su tía. Incluso hubiese celebrado entrevistarse con el señor Coddrington, llegado el caso. «Estoy desesperada», pensó con desaliento.

—Muy bien, pues. Iré a buscarlas —dijo Hugh, sonriendo. Él también había estado sufriendo por su sobrina nieta.

Unos minutos después, Anneena y Jane estaban en la cocina intentando convencer a Godiva para que dejara salir a Connie con ellas. Hugh secundó sus ruegos.

—Le he arreglado tu vieja bicicleta —dijo el hombre—. No puedes tener encerrada a una jovencita como ella... Necesita salir de vez en cuando. Así dejará de pensar en otras cosas.

Ese argumento fue el más convincente de todos.

—En ese caso, puedes ir. Pero no vayas a Hescombe, Connie. No te acerques a Evelyn ni a ninguno de sus amigos, ¿entendido? —le advirtió Godiva.

Connie hubiera abrazado a Anneena y a Jane: eran sus caballeros de armadura reluciente que habían acudido a rescatarla.

—Sí, tía —respondió, manteniendo el rigor en su rostro, aunque estaba a punto de saltar de alegría.

—Y vuelve a la una en punto.

~~9393~~

Page 94: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Sí, tía.

—Pues, venga, ¿a qué estáis esperando?

«A que me des más órdenes», podría haber dicho Connie, pero no quería tentar su suerte.

Salir al aire libre fue maravilloso. Al principio, las tres amigas no se dijeron nada. Como de mutuo acuerdo, querían poner algo de distancia entre ellas y la casa de los Lionheart, por si Godiva cambiaba de parecer. Connie se abandonó a la feliz sensación de pedalear detrás de Jane, con el aire acariciándole el rostro. Diez minutos más tarde estaban en las afueras de Chartmouth, no demasiado lejos de la refinería. No era precisamente un paisaje pintoresco y Connie se preguntó por qué Anneena la había llevado hasta allí.

—¿Podemos descansar? —sugirió Anneena, con la cara roja de tanto pedalear.

—Vale, pero ¿adonde vamos? No puedo ir a Hescombe... Lo he prometido. —Connie miró la colina que separaba Hescombe de Chartmouth. Había cambiado mucho desde la última vez que la había visto... En una de las laderas se abría una cicatriz de tierra y asfalto, porque las obras de la carretera seguían adelante. En la ladera opuesta, todo permanecía intacto. En la cima de la colina se recortaban los primeros árboles del bosque de Mallins. Había coches patrulla aparcados en el apartadero, cerca de la cima, y unos cuantos agentes paraban vehículos viejos y destartalados.

—¿Qué hacen? —preguntó Connie.

—Buscan a los manifestantes... Ya ha habido problemas —explicó Jane—. La policía intentó trasladar el campamento la semana pasada, pero ellos no quieren moverse, así que ahora intentan evitar que se les una más gente. El ambiente se está caldeando bastante y sólo falta una semana para el festival. Habrá tanta gente por aquí que dicen que la policía no podrá controlar la situación.

—El señor Quick, de la refinería, cree que deberían llamar al Ejército para desalojar el campamento. Lo vi en la tele —apuntó Anneena, resoplando—. De hecho, ahí vamos.

—¿Adonde?

—Al bosque. Es que hay un problema.

—¿Qué problema?

Connie tuvo el palpito de que algo muy serio estaba pasando. Anneena se sentó sobre un bloque de hormigón de la cuneta.

—Se trata de Col. Esta semana no ha aparecido por la escuela.

—¿Cómo?

—Ya sé que no es propio de él, pero desapareció con su madre. No sabemos dónde lo ha llevado, pero creo que, como mínimo, nos habría llamado para decirnos qué pasa. Ni siquiera su abuela sabe dónde para.

~~9494~~

Page 95: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEstá muy preocupada... Y el padre de Col está... Bueno, ya te lo puedes imaginar.

—Pero ¿dónde vive la madre de Col? ¿Han ido a ver si estaba allí?

—No vive en ningún sitio en concreto. Va por ahí con su autocaravana, pero no está por esta zona... Jane y yo fuimos en bici al bosque y lo comprobamos. Nadie la ha visto.

Connie empezó rápidamente a hacer una lista mental de todo aquel que pudiera ayudar a encontrar a Col. Seguramente la señora Clamworthy habría consultado a todas sus fuentes de información: al doctor Brock; al capitán Graves, mentor de Col, y a Skylark. ¿Quién quedaba, entonces?

—Mira, Anneena, tengo una idea. Creo que podría saber dónde está la madre de Col a través de una persona de Londres. ¿Me dejas tu teléfono, Jane?

—Claro. —Jane le pasó el móvil—. ¿Y el tuyo?

—Confiscado por mi tía abuela.

—¿Está... en sus cabales? —preguntó Jane, delicadamente.

—No, creo que no.

—Tienes que decírselo a tus padres.

—No creas que no lo he hecho. Lo que pasa es que ellos parten de la base de que ella es la cuerda y yo la chalada. —Connie lo intentaba, pero no podía evitar sentirse traicionada por el hecho de que sus padres estuvieran de parte de Godiva en vez de apoyarla a ella.

—¿Y tu tío? Parece normal.

—Pero también ve las cosas como ella... No le gusta lo que está ocurriendo, pero está de acuerdo en que hay que ser cruel para conseguir lo mejor.

—Lo que te están haciendo es inhumano... Es como si estuvieras en la cárcel o algo parecido. ¿No podemos hacer nada?

—¿Por mí? No, ahora mismo no, pero por lo menos puedo intentar ayudar a Col. Dadme un minuto.

Connie se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta, sacó la tarjeta del señor Coddrington y llamó a la centralita de la Sociedad para la Protección de las Criaturas Míticas.

—Lo sentimos, pero nuestras oficinas están cerradas. Si lo desea...

Connie colgó. Claro, estaba cerrado: era sábado. No habría nadie allí. Pero en cuanto le devolviera el móvil a Jane, no volvería a tener la oportunidad de llamar, porque Godiva tenía el suyo. Así que decidió marcar el número directo, confiando en que el señor Coddrington fuera tan adicto al trabajo que estuviera allí incluso en sábado.

Descolgaron antes del segundo tono.

—Buenos días. Coddrington al habla.

~~9595~~

Page 96: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Ah, señor Coddrington, no esperaba encontrarle en el despacho.

—¿Quién es? —Su voz castañeteaba como un cepo.

—Soy Connie Lionheart, señor Coddrington.

—Ah, la señorita Lionheart, Connie. —La niña se lo imaginó acariciando el teléfono mientras hablaba—. ¡Qué alegría que me llame! Supongo que ha pensado mejor en lo que comentamos el mes pasado y tendrá algo que decirme, ¿no?

—¿Cómo? —Connie vio que el hombre había sacado sus propias conclusiones sobre por qué le estaba llamando.

—Supongo que quiere hablarme de cuántos universales cree que hay —dijo él, pacientemente. Escuchó ruidos de fondo, como si el hombre se estuviera preparando para tomar nota.

—Mmm... No. —Connie lanzó una mirada nerviosa a Jane y Anneena, que no se perdían ni una coma—. Ahora estoy con una gente y no puedo hablar mucho.

—Entiendo. Pues quizá sea mejor que me llame en otro momento, cuando pueda hablar abiertamente conmigo.

—Mmm... Sí, claro, pero, de hecho, yo no le llamaba por eso, señor Coddrington.

—¿Ah, no? ¿Y para qué llamaba entonces? —Parecía francamente intrigado.

—Por un amigo mío: Col Clamworthy. Ha desaparecido con su madre y, considerando su magnífico sistema de archivo, me preguntaba si usted sabría dónde está.

—Ah, ¿con que se trata de eso? —A Connie le pareció que su adulación había hecho el efecto deseado—. Bueno, podría decírselo... Pero como un favor entre amigos. Tiene que entender que toda esta información se guarda en estricto secreto. Si lo digo, estaría quebrantando las normas para ayudarla...

Connie entendió que lo que esperaba el señor Coddrington era que le devolviera el favor, pero eso no tenía ninguna importancia si de aquel modo ayudaba a Col.

—Gracias. Le estaría realmente agradecida.

—¿Cómo se llama la madre? —Connie escuchó el traqueteo de los cajones al abrirse.

—Cassandra Clamworthy... O eso creo.

—Veamos... Cassandra Clamworthy. ¿De qué especie es compañera?

Connie rebuscó en su memoria, pero no estaba segura ni siquiera de que Col se lo hubiera dicho porque no hablaba demasiado de su madre.

—Lo siento, pero no lo sé —admitió.

~~9696~~

Page 97: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No importa —repuso Coddrington, como si aquello fuera una buena

noticia—. En todas mis fichas hay referencias cruzadas, así que podré encontrarla igualmente. Tu amigo es compañero de los pegasos, ¿verdad?

Connie se preguntó cómo lo sabía. A lo mejor se acordaba del año anterior. Col le había dicho que un día se había entrenado con el señor Coddrington y Shirley Masterson.

—Sí, eso es.

—Ah, aquí está. Mmm... De una familia curiosa, por lo que veo: un compañero del Kraken y una compañera de las gorgonas, una combinación de lo más inusual... Aunque les ha salido un hijo con un don bastante común. Bueno, no veo ninguna Cassandra Clamworthy, pero estás buscando a Cassandra Lang, compañera de las gorgonas. Recuperó su apellido de soltera tras divorciarse del compañero del Kraken.

—¿Y sabe dónde está? —Connie deseaba con todas sus fuerzas que el señor Coddrington dejara de presumir y le dijera de una vez lo que quería saber.

—Ah, sí, por lo que veo en su ficha, nos ha dado un montón de problemas. Oh, cielos, ¡qué vergüenza! Parece que es una inquilina ocasional de una casa de campo de Gales, de Beacons para ser exactos. Bwlch es el impronunciable nombre del lugar... —dijo, y se lo deletreó—. Al menos es ahí, a la izquierda del parque, donde elegí clavar su chincheta. Si buscas a tu amigo, te sugiero que empieces por ahí.

—Gracias por su ayuda.

—Y no olvides nuestra breve conversación, ¿eh? Si tienes algo que contarme, puedes llamarme cuando sea.

—Mmm... Gracias —dijo Connie, y colgó. Jane y Anneena no habían dejado de observarla—. Tengo una pista... Col podría estar en Gales, en casa de su madre.

—Genial. —Connie vio que Anneena se estaba muriendo de ganas de preguntarle con quién había hablado. Pero, como sabía que Connie odiaba que la interrogaran sobre la Sociedad, la niña se había impuesto no preguntar para proteger su amistad—. Eso nos ayudará mucho. Su abuela se alegrará de tener un lugar por dónde empezar. Ha pasado una semana terrible... Cuando fuimos a verla, no paraba de llorar. Por lo que parece, ese amigo vuestro, el doctor Brock, estaba muy enfadado porque no le había devuelto algo y eso no hacía más que empeorar las cosas.

—¿Y eso cuándo fue?

—Pues parece que el sábado pasado.

Col no había devuelto a Argand... Eso la convenció de que algo terrible había ocurrido.

—Vamos, que quiero ver lo que está pasando en ese bosque —dijo Connie.

—Pues vamos a buscar a Rati —dijo Anneena, montando en la bici como un terremoto.

~~9797~~

Page 98: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿A quién?

—Al amigo que Col ha hecho en el campamento. Es un poco raro, pero... —Anneena miró a Connie de soslayo—. Me parece que tenéis mucho en común.

* * *

La madre de Colin Clamworthy le despertó pronto. El niño regresó de sus oscuros sueños como el buceador que asciende de las profundidades pero no logra salir a la superficie, quedándose sumergido justo en el límite de la conciencia.

—Colin, es la hora de tu entrenamiento de combate —le dijo Cassandra suavemente, ayudándole a levantarse. Col agarró automáticamente su chaqueta acolchada de vuelo y su casco... Ambos eran nuevos y negros, a juego con los manguitos y las espinilleras de piel.

—¿Cómo estás hoy? ¿Mejor? —le preguntó Cassandra mientras él se enfundaba el equipo. Col asintió y se admiró en el espejo roto de su habitación en forma de celda. Tenía un aspecto fantástico.

—Ya sé que es difícil para ti, Colin —siguió ella, mordiéndose el labio—, pero ha prometido que no te hará daño. Dice que, como el plan falló porque tú y yo no le llevamos a la universal... Dice que tienes que enmendarlo. —Frunció el ceño al ver que su hijo no respondía de ningún modo—. ¿Me estás escuchando, Colin?

—Sí, madre —respondió él, con una voz absolutamente carente de emociones.

«Es lo normal —pensó Cassandra—. Este distanciamiento pasará cuando haya interiorizado la conmoción del encuentro con Kullervo.» El de la forma cambiante le había dicho que su hijo estaba bajo su ala y que tenía que considerarlo un honor. Pronto volvería a recuperar a Colin, pero de momento tenía que ser fuerte por los dos. El se lo agradecería algún día.

—Vamos —le dijo, mirándolo angustiada. A pesar de repetirse que todo iba a salir bien, su instinto le decía algo muy diferente. Estaba dividida entre su lealtad a Kullervo, que había prometido salvar a la gorgona, y sus sentimientos por el niño—. Tu maestro te está esperando.

Salieron de la casa a la fría brisa de la madrugada. Allí le esperaba un pegaso, soltando nubes de vapor por la nariz y agitando su magnífica crin, que centelleaba al sol naciente. La criatura se acercó al niño.

—Chico —le saludó el caballo.

—Ku —respondió él, mecánicamente.

—Monta.

Obedeciendo la orden de inmediato, Col montó ágilmente a lomos del pegaso y se agarró con las manos frías a su crin. El pegaso saltó para

~~9898~~

Page 99: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldindespegar y se elevaron hasta las nubes. El vapor de agua se metió en los ojos de Col, que fue a bajarse la visera. Pero su mano se detuvo en un momento de indecisión.

Había recordado algo: una niña agarrada a su cintura y otro pegaso, que no era aquél.

—Colin, no estás prestando atención. Tendré que castigarte —relinchó Kullervo, rabioso. Un pinchazo de dolor estremeció a Col y su recuerdo se extinguió como la llama de una vela. Kullervo resopló, disfrutando del rencoroso placer que le producía doblegar la voluntad de un humano... y especialmente a un humano tan cercano a la universal. Eso hacía aún más dulce su victoria.

Colin se olvidó pronto del dolor. Miraba las laderas de la montaña que se extendía a sus pies, admirando las filas de criaturas que se entrenaban para el combate. A diario crecía el número de seguidores de Kullervo que le veían como su única esperanza de sobrevivir. Cada día, los nuevos ultrajes de la humanidad empujaban a más criaturas a unirse al bando de Kullervo. Muchos eran los ataques sufridos: las talas de bosques, la contaminación de los ríos y los mares, la lluvia acida... Kullervo les prometía que se desharía de la humanidad de una vez por todas y les proporcionaría un futuro y la ocasión de vengarse de quienes los habían llevado al borde de la extinción. Las criaturas se entrenaban con ahínco, porque su líder les había prometido que su momento estaba a punto de llegar. Sólo necesitaban una cosa para refinar su ataque: la universal. Col observó a dos verracos negros, embistiéndose y clavándose los colmillos ensangrentados, rodeados de un montón de banshees cuyos chillidos conseguían ahogar los gruñidos y berridos de la lucha. También había gigantes del tiempo que arrojaban granizo y rayos contra las laderas, haciendo que el valle entero retumbara. Más arriba, un dragón negro luchaba con otro blanco en el aire y sus cuerpos se enredaban formando un terrible nudo de dientes, garras y alas.

Kullervo aterrizó en una pequeña arboleda de espinos, cerca de un rimero de palos afilados.

—Ve por una jabalina, chico. Tu objetivo es ese cernícalo de ahí.

Col miró las copas de los árboles y vio un ave de presa que los observaba tranquila y confiada.

—No cree que seas capaz de darle —se mofó Kullervo—. ¿Cómo te hace sentir eso?

Una ola de rabia infundida por Kullervo azotó la mente en blanco de Colin, que agarró una jabalina y la lanzó torpemente contra el pájaro. El palo cayó al suelo inofensivamente, muy lejos de su objetivo.

—Fatal —relinchó Kullervo—. La has lanzado llevado por los sentimientos y no movido por la razón. Vuelve a intentarlo.

Col se hizo con otra arma y, esta vez, apuntó cuidadosamente, calibrando la distancia y el peso antes de soltarla. La jabalina surcó el

~~9999~~

Page 100: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinaire limpiamente y se estrelló contra las hojas que se mecían a los pies del cernícalo, obligándole a alzar el vuelo con un grito de sorpresa.

—Mucho mejor. Ya no parece tan orgulloso, ¿verdad? —se burló Kullervo, riendo. Col también se rió, pero la tristeza le arañaba la garganta—. Toma tres jabalinas más y veremos si podemos alcanzarle en pleno vuelo.

Colin agarró dos palos con la mano izquierda y blandió un tercero con la derecha. Kullervo despegó y empezó a perseguir al cernícalo, acercándose a él rápidamente. El pájaro viró en descenso hacia la izquierda, pero Col se había anticipado a su movimiento y había soltado la jabalina. Le dio en el ala y el ave cayó al suelo girando sobre sí misma.

—Excelente tiro —le felicitó Kullervo—. Te recompensaré.

Col sintió que una oleada de triunfo le recorría las venas, revitalizando cada centímetro de su apagado ser. Levantando el puño al aire, echó la cabeza atrás y celebró su acción.

—Ahora eres un guerrero, chico, un guerrero de verdad —le elogió Kullervo.

—Quiero volver a hacerlo —dijo Col, levantando otra jabalina, a punto para lanzar de nuevo.

~~100100~~

Page 101: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 11Capítulo 11

BeaconsBeacons

Las tres ciclistas habían alcanzado ya las afueras del bosque de Mallins. Connie apenas reconocía aquel idílico lugar: estaba cubierto por un manto multicolor y lleno de pancartas con lemas tales como: «Árboles sí, asfalto no», «Salva el planeta: monta en bici». Cuando sus pies tocaron el suelo al bajar de la bicicleta, sintió una mezcla de dolor y rabia por los árboles que se talarían y todas las criaturas que se quedarían sin hogar. Ahí de pie, sentía la vida palpitando en cada brizna de hierba, elevándose hacia las copas de los árboles. Sin embargo, todo eso estaba a punto de convertirse en una cicatriz muerta en el paisaje y en su interior. Esa herida ya nunca sanaría. Cada árbol era irreemplazable. Se preguntaba qué estaba haciendo la Sociedad para salvar lo que se pudiera. ¿Pensaban organizar una evacuación de las criaturas? ¿Quizá llevarse esquejes a casa? Había pocos bosques en esa parte del mundo. Ojalá aún estuviera a tiempo de ayudar, porque había mucho que hacer, mucho que sólo ella podía conseguir. Pero lo primero era lo primero: tenía que encontrar a la dragoncita.

Anneena señaló una pancarta colgada entre un autobús blanco y un árbol, en la que se leía: «Cabalgata arturiana: se necesitan voluntarios.»

—Mirad, ya han escogido tema para el desfile de carnaval.

Connie se moría de ganas de empezar a buscar a Argand y no estaba prestando mucha atención.

—Es genial.

—Sí, pero es mejor de lo que te imaginas, y todo gracias a Jane.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Estamos intentando echar mano de la leyenda local para luchar contra el Ayuntamiento. Ella misma te lo contará.

—Bueno —dijo Jane—, este bosque tiene una fascinante historia. ¿Sabías que antes se llamaba el bosque de Merlín? El nombre se transformó con el tiempo y acabó conociéndose como el bosque de Mallins. Estuve buscando en la biblioteca y encontré un libro en el que se afirma que es el bosque donde Merlín fue capturado por una bruja llamada Nimue. Se dice que está encerrado en una cueva, bajo las raíces de un viejo roble.

~~101101~~

Page 102: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿De verdad ocurrió eso aquí?

—Bueno, lo más probable es que no. Hay centenares de pueblos que reclaman la misma historia. Pero eso no importa; si logramos convencer a suficientes personas para que se preocupen por el bosque y su leyenda, quizá podamos detener los planes del Ayuntamiento.

—Sí —añadió Anneena—, historias como ésta hacen que el bosque cobre importancia para todos, incluso para los que no son de Hescombe. Creemos que podemos lanzar una buena campaña de ámbito nacional utilizando el desfile para difundirla. —Connie empezó a comprender las posibilidades que el proyecto entrañaba.

—Entonces, necesitaréis carteles nuevos. ¿Qué os parece: «No taléis a Merlín»?

Jane soltó una carcajada.

—Tienes razón, tenemos que empezar a pintarlos. Estoy segura de que tu tía nos va a echar una mano... Ella hizo las primeras pancartas.

—¿La habéis visto? ¿Está bien?

Jane y Anneena intercambiaron una mirada.

—Sí, la hemos visto por aquí—afirmó con un gesto incómodo, rehuyendo la mirada de Connie.

—Montada en la moto del señor Clamworthy, supongo —infirió Connie.

—Entonces, ¿ya lo sabías? —suspiró Anneena, aliviada—. Sí, está bien, pero te echa mucho de menos. Siempre pregunta si sabemos algo de ti.

Con una cadena, ataron las bicicletas a una mesa de picnic, debajo de los árboles. Connie siguió a Anneena y a Jane hasta un autobús blanco del que salía una música de violín a todo volumen.

—Prepárate —susurró Jane a Connie mientras Anneena llamaba a la puerta. Se abrió con estrépito y una mujer con el pelo rojo como el fuego apareció en el umbral. Un pastor alemán asomó repentinamente la cabeza entre sus piernas y estuvo a punto de derribarla. El perro se puso a ladrar y a gruñir ferozmente a Anneena, que bajó como un cohete las escaleras por las que había subido. Connie acercó la mano al perro con un gesto tranquilo. Al principio, el pastor alemán la olfateó desconfiado, pero luego empezó a lamerle las yemas de los dedos y se echó a sus pies, con los ojos cerrados, apoyándose en sus piernas mientras ella le acariciaba las orejas.

—Así que otra vez por aquí... —dijo Siobhan a Anneena en voz muy alta, mirando con suspicacia a Connie mientras el perro guardián se ponía panza arriba para que le rascara la tripa—. Supongo que venís a buscar a Rati.

—Sí, si es que está por aquí, claro —contestó Anneena con una timidez impropia de ella.

Siobhan se encogió de hombros.

~~102102~~

Page 103: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Debe de estar rondando por ahí. Mira por la zona de los albañiles.

¡Wolf, ven aquí, estúpido bicho empalagoso!

El pastor alemán la ignoró, dejando escapar un leve gruñido de placer bajo las caricias de Connie.

—Venga, Wolf —le susurró la niña, dándole unas palmaditas en la cabeza. El perro se levantó de un brinco y corrió obedientemente hacia el autobús. Sobhian miró satisfecha a Connie, pero no dijo ni una palabra.

Al cabo de un rato, las chicas encontraron a Rati junto a la cerca que protegía la maquinaria de los obreros de la carretera. Estaba bien escondido, apoyado sobre la barriga. Empuñaba un par de tenazas, pero, hasta que Connie vio que una bandada de gorriones salía volando sobresaltada de un árbol no se dieron cuenta de que era él quien había causado el alboroto cortando un trozo de rejilla.

—¿Y ésta quién es? —preguntó Rati lanzando una mirada recelosa a Connie.

—Una amiga —explicó Anneena, mirando la cerca con inquietud—. ¿Tienes que hacer eso? —Rati sonrió de oreja a oreja y cortó otro alambre. Anneena suspiró—. Ha descubierto que la madre de Col está en algún lugar de Gales. ¿Tú sabes algo?

—No —respondió Rati, haciendo otro corte—. Esa vaca loca podría estar en cualquier parte. Es realmente repugnante, tiene unos ojos aterradores cuando los ves de cerca. Ya preguntaré por ahí.

—Creo que vive cerca de un sitio llamado... Bueno, de hecho se deletrea «BWLCH», no sé cómo se pronuncia —dijo Connie.

Rati la miró extrañado.

—Tendrás que escribírmelo.

Connie encontró un trozo de papel en su bolsillo, aceptó un bolígrafo de Jane y escribió el nombre del lugar. Cuando se lo dio a Rati rozó levemente sus dedos y le recorrió una curiosa sensación que sólo había sentido al tocar alguna criatura salvaje: Rati vivía para el mundo, de verdad, como sólo pocos podían hacerlo. Estaba segura de que él también había sentido algo, porque le lanzó una mirada hosca.

—Tienes los mismos ojos que Col —comentó Rati.

—Lo sé.

—Col es mi mejor amigo, no quiero que le ocurra nada malo.

—Lo sé.

Satisfecho con la respuesta, Rati se volvió de nuevo hacia la cerca.

—¡Oye, tú! ¿Qué demonios estás haciendo? —Un policía se acercaba corriendo apresuradamente hacia ellos escoltado por el ruidoso tintineo de las esposas y la porra que colgaban de su cinturón.

—¡Dividios! —gritó Rati, y pasó al otro lado de la valla, se levantó y desapareció como una flecha entre los árboles. Jane gritó de pánico y

~~103103~~

Page 104: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinhuyó por el camino por el que habían venido, seguida de cerca por Anneena. Connie vaciló un instante y salió disparada en sentido contrario, con la intención de burlar al policía entre los densos robles que crecían en aquella parte del bosque.

En el robledal se detuvo. ¿Aún la perseguía? Oyó un ruido seco a su espalda y a un hombre maldiciendo al tropezar con la raíz de un árbol. ¡Menuda mala suerte, le estaba pisando los talones! Echó de nuevo a correr.

—¡Alto, policía! —gritó el hombre.

Estaba haciendo demasiado ruido pisando la maleza: era fácil seguir sus movimientos. El corazón le latía con fuerza, las piernas se le habían vuelto de gelatina. Se sentía como un zorro perseguido por un perro de caza, pero al menos ella podía trepar. Pensó rápido, tenía que buscar algo a lo que encaramarse. Se plantó corriendo al pie de un viejo roble, tomó impulso, se colgó de una rama baja y empezó a trepar hacia el dosel ambarino de hojas. Al cabo de unos segundos apareció el cazador entre la maleza abriéndose paso justo por debajo de su escondite, maldiciendo a la niña por hacerle correr como un loco, pero por suerte no se le ocurrió mirar hacia arriba. Connie esperó hasta que el ruido de sus pasos se apagó por completo.

Las voces del bosque volvieron a oírse con claridad: la melodía de los pájaros, el susurro de las hojas y el murmullo de la brisa copaban sus sentidos trayendo tierra adentro el sabor intenso del mar. Todo parecía indicar que ya estaba fuera de peligro, por fin podía bajar del árbol y buscar a Argand. Sin embargo, no era tan sencillo como parecía: espoleada por el miedo, había trepado tan alto que bajar no le iba a resultar nada fácil.

De repente, Connie ahogó un grito. Dos misteriosos ojos castaños la miraban fijamente desde una hendidura en la corteza del árbol: un duende de la madera, el espíritu del árbol, la estaba observando. Nunca había estado tan cerca de uno. Intrigada, alargó la mano, tocó la grieta y una pequeña zarpa leñosa se despegó del grueso tronco para acariciarle la mano con extrañeza. Luego la presencia de la criatura se desplegó como se abre una flor en primavera. Sintió su alma fusionarse con el árbol como una extensión de su vitalidad, como una nueva rama, un manojo de hojas mecidas por el viento, y penetrar en los pilares de la tierra donde las raíces se aferran. Ahí abajo todo estaba húmedo y oscuro mientras que arriba, en las ramas, todo era luz y los pájaros pintaban el cielo con su danza, transportando las bellotas que dejaban caer en nuevos semilleros. El roble era ya anciano, mil años de recuerdos marcaban su tronco. «¿Tan viejo como para acordarse de Merlín?», se preguntó Connie.

La criatura se deslizó pesadamente fuera del agujero meneando los bigotes y se sentó en una rama, al lado de la niña. Se posó sobre sus patas traseras como uña ardilla, husmeando el aire. Su piel rugosa era de color verde oscuro salpicado de castaño y amarillo, pero Connie observó que cada vez que el viento soplaba, un pequeño remolino de hojas se

~~104104~~

Page 105: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldindesprendía de su cuerpo y flotaba suavemente hasta el suelo para dejar unas tenues manchas plateadas allí donde se posaba. El hocico del duendecillo, áspero y torneado, era verde aceituna y unas diminutas estrías cobrizas le perfilaban el morro. Murmuró un dulce saludo que sonó como el siseo de las hojas acariciadas por el viento. Connie le dio las gracias por su bienvenida y por permitir que se refugiara allí.

—¿Merlín está enterrado bajo tus raíces? —le preguntó.

—¿Merlín? ¿Qué es eso? —susurró el duende con interés. Connie sonrió.

—No es «qué», es «quién». Es un mago que vivió hace muchísimo tiempo.

—No conozco. No hay mago debajo de raíces. Tengo magia propia, no magia de hombre.

La universal sentía el pulso de la vida en la savia, la fuerza en las raíces. Sin embargo, el tiempo apremiaba; no podía quedarse a aprender más sobre aquel duendecillo: tenía que encontrar a su compañera.

—¿Has visto a una criaturita dorada en tu bosque? ¿Una dragoncita?

El duende se frotó la corteza pensativo, escuchando y sintiendo lo que le dictaba la tierra.

—Ella en sitio oscuro allí. Tristeza. Asustada.

—Debo ir a buscarla. —Connie intentó descender del árbol—. Pero ¿cómo voy a bajar de aquí?

—Como la bellota, dejarte caer —fue la respuesta.

Connie pensó que ese consejo no le era demasiado útil y se dio la vuelta. Sin embargo, el duende de la madera estaba en lo cierto: no le quedaba otra alternativa que dejarse caer desde la rama más baja. Decidida, Connie se tiró y se estrelló contra el suelo. Entumecida por el golpe, se levantó y se frotó las heridas de las manos lamiéndose los cortes como un gato, paladeando aquel sabor intenso a madera y sangre. Miró hacia arriba y vio que el duendecillo todavía la observaba señalando el bosque con rostro impasible. Connie se despidió y, siguiendo las indicaciones que le había dado, desapareció a toda velocidad entre los árboles.

Abriéndose paso entre los matorrales, la niña logró conectar con Argand mediante el vínculo que las unía, repitiendo su nombre una y otra vez. De repente, un destello dorado iluminó con luz débil y temerosa un rincón de su mente. Aceleró el paso abalanzándose hacia la presencia, pero sus pies se detuvieron en seco al borde de una pared que bajaba en picado hasta el valle que se extendía al fondo del precipicio. Ella sola no iba a poder bajar por allí.

—¡Argand, soy yo! —gritó, al sentir que ya estaba lo suficientemente cerca como para llamarla en voz alta.

Entonces, un rayo de luz dorada emergió de la oscuridad y salió disparado hacia ella. Connie abrió los brazos y estrechó a Argand con

~~105105~~

Page 106: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldintodas sus fuerzas. La pequeña temblaba, estaba helada, exhausta y aterrorizada por algún motivo, se dijo Connie.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está Col?

Una sucesión de imágenes volaron rápidamente por la mente de Argand: un jinete, criaturas tenebrosas, serpientes... Y Col gritando.

—¿Le ha ocurrido algo malo?

—¡Sí, sí! —sollozó Argand.

Connie la acarició para intentar calmarla.

—Escucha, debes volver a tu nido, yo te enseñaré el camino. —Apretó a la criatura contra su pecho y le mostró una imagen mental del camino de regreso a las montañas—. ¿Lo has visto?

Argand asintió.

—Dile a tu padre lo que ha ocurrido. Vamos, vuela.

Connie abrió los brazos y la dragoncita revoloteó en el cielo oscilando sobre las copas de los árboles. La niña, por su parte, emprendió el camino de vuelta al campamento a pesar del dolor que le recorría la pierna desde la caída. Esperaba que nadie se hubiera percatado de su dilatada ausencia.

Al llegar, vio que sus dos amigas y Rati la estaban esperando cerca del autobús.

—¡Gracias a Dios, Connie! —exclamó Anneena al verla aparecer entre los árboles—. Estábamos a punto de salir a buscarte, pensábamos que te había atrapado ese policía.

—No, pero casi —admitió Connie—. Creo que he encontrado un buen competidor para el árbol de Merlín, allí, en ese robledal.

Rati asintió.

—Conozco el árbol al que te refieres, el más viejo.

—Exacto.

—Pues está en la zona del bosque que van a talar.

—¡No, no pueden hacerlo! —gritó Connie. Pensaba en el duendecillo y en toda la comunidad de criaturas que habitaba el dosel de árboles que cubría el paraje.

—Pero eso es una buena noticia... —musitó Anneena pensando en voz alta.

—¿Cómo dices? —Rati y Connie la rodearon indignados.

—Ése puede ser nuestro símbolo, algo en lo que centrar la campaña. Podemos llamarlo el roble de Merlín. Necesitamos algunas fotografías y poner a alguien al frente de la historia. ¡Sí, es perfecto!

—¿Se puede saber de qué está hablando? —preguntó Rati a Connie desconcertado.

~~106106~~

Page 107: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Tiene una idea... —empezó Connie.

—Y cuando Anneena tiene una idea, todos acabamos enterándonos tarde o temprano —terminó Jane—. Normalmente más temprano que tarde.

Rati miró receloso a Anneena.

—¿Crees que tu madre estaría dispuesta a ayudarnos? —le preguntó ésta.

—¿Ayudaros a qué? —Esa insinuación, que implicaba la mediación de su madre, le hizo perder el aplomo y fue alejándose poco a poco de las chicas.

—A contar a los periodistas lo del roble de Merlín, por supuesto. —A Anneena le parecía sorprendente que Rati no siguiera el hilo de su pensamiento.

—Y yo qué sé. Pregúntaselo tú, tengo que irme. —Rati se escabulló corriendo hacia el bosque—. Tengo que terminar con esa cerca.

Anneena siguió urdiendo sus planes de camino a Chartmouth en bici. De vez en cuando comentaba a Jane y a Connie alguna nueva idea sobre el proyecto mientras disfrutaban del apacible paseo cuesta abajo, una buena recompensa por el esfuerzo de aquella mañana.

—¿Y qué pasa con Col? —preguntó Connie cuando llegaron a casa de los Lionheart.

Un gesto de decepción se dibujó en el rostro de Anneena.

—Perdona, me he dejado llevar por la emoción, casi me había olvidado. ¿Qué podemos hacer?

—Alguien tiene que salir en su busca —dijo Connie con firmeza.

—Pero nosotras no podemos. ¿Cómo llegaríamos ni siquiera a Gales? —protestó Anneena.

—Yo también quiero hacer algo —afirmó Jane mientras aparcaba la bici apoyándola en la de Connie—. Pero no sé qué más podemos hacer aparte de contárselo todo a su abuela, que es lo que hemos hecho hasta ahora.

—Quizá tengas razón —respondió Connie—, pero lo que sí sé es que no me puedo quedar de brazos cruzados esperando a que aparezca. ¿Y si le ha ocurrido algo grave?

—Eso es imposible —dijo Jane, asustada—. Está con su madre.

* * *

A Connie le costó conciliar el sueño esa noche, preocupada por las imágenes que Argand le había mostrado. Deseaba hablar con alguien de la Sociedad, alguien a quien pudiera confiar todos sus miedos. Sin embargo, su tía abuela había cortado cualquier canal de comunicación.

~~107107~~

Page 108: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinLa chica no sabía exactamente qué era lo que le daba tanto miedo. Como Jane había dicho, Col estaba con su madre: tenía que estar a salvo. Sin embargo, y a pesar de que la mente de Argand no estaba todavía desarrollada y no podía transmitir pensamientos complejos, le había mostrado a Connie algo en forma de serpiente, ¿la gorgona de Cassandra, quizá?, y una criatura oscura con pezuñas. Además, entre aquellas imágenes había visto a Col en apuros, atrapado, gritando.

Connie no podía soportarlo más. No bastaba con enviar a Argand para que transmitiera un mensaje a Argot con la esperanza de que el dragón y el doctor Brock comprendieran la gravedad de la situación. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué exactamente y tampoco disponía de medios para ir a Gales y comprobarlo por sí misma.

Al cabo de un buen rato de dar vueltas en la cama, Connie empezó a sentir un hormigueo en la nuca, a notar la presencia de una criatura. Tiró la colcha al suelo y se precipitó hacia la ventana. Abajo, en el césped, había un caballo blanco con las alas plegadas: era Skylark. Abrió la ventana de par en par, ¡él la iba a sacar de allí! ¿Por qué no había caído antes? Connie se llevó un dedo a los labios para silenciar el afectuoso recibimiento de Skylark.

—¡Bajo enseguida! —le susurró.

Riendo para sus adentros, Connie garabateó una nota para Godiva y se la dejó en la almohada. Luego sacó su equipo de vuelo del fondo del baúl y se abrigó para el largo viaje que esperaba emprender si conseguía convencer a Skylark. ¡Podían ir a buscar a Col los dos juntos!

No oyó ningún ruido cuando pasó por delante de la habitación de su tía abuela. Unos segundos después salía por la puerta principal y hundía la cabeza en la melena de Skylark. Se estableció la conexión familiar que los unía y sus cuerpos crearon una intensa corriente que convertía los dos cuerpos en uno; Connie sabía todo lo que el pegaso sentía y pensaba. Skylark estaba muy preocupado por Col y ansioso por ayudarle. La señora Clamworthy le había contado que Connie había averiguado dónde vivía la madre de Col. Entonces, frustrado porque nadie movía un dedo por el niño, Skylark había decidido ir por ella. Acordaron de inmediato salir en su busca.

—Me voy a meter en un buen lío —murmuró Connie para sus adentros. Sin embargo, en esos momentos era lo que menos le importaba.

* * *

Cuando aquella madrugada de domingo Skylark y Connie llegaron al parque de Brecon Beacons, la noche todavía arropaba el cielo con su manto azabache. Unos débiles halos de luz perfilaban los pueblos y las granjas solitarias que bordeaban la masa montañosa, que era todavía como un bostezo oscuro, una boca gigantesca a punto de tragarse las estrellas que titilaban en la bóveda celeste.

~~108108~~

Page 109: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Qué opinas, Skylark? —preguntó Connie al pegaso, que tenía más

experiencia en reconocimiento aéreo que ella. Hacía rato que volaban en círculo y sabían que se encontraban cerca de su destino—. Eso tiene que ser Bwlch. El señor Coddrington dijo que había clavado la chincheta en la parte izquierda del mapa.

Skylark moderó la velocidad de descenso.

—Mira —exclamó Connie—, una hoguera. Es muy raro que alguien encienda una fogata en esta época del año. Acerquémonos un poco más.

Como una lechuza precipitándose sobre su presa, Skylark descendió en silencio hacia la luz que parpadeaba. Connie entornó los ojos para averiguar de qué se trataba, pero sólo distinguió siluetas borrosas que se movían de un lado para otro por un corral delante de las llamas.

—¡La autocaravana! —exclamó Skylark. Su penetrante vista, mucho más precisa que la de Connie, había descubierto el perfil de la autocaravana aparcada en el granero—. Ahí está. —El pegaso empezó a bajar para aterrizar.

—¡Sube, Skylark, sube! —le ordenó Connie de repente al sentir un impulso que le golpeó la cara como un puñetazo. El pegaso respondió de inmediato y se propulsó de nuevo hacia las alturas hasta quedar fuera del campo de visión de la granja.

—¿Qué ocurre, universal? —le preguntó.

—No estoy segura, pero he sentido algo. Ahí abajo hay alguna criatura mítica, o quizá muchas, no lo sé. Creo que será más seguro que nos acerquemos de día.

Así pues, se escondieron en un bosquecito cercano a la granja y esperaron a que llegara el amanecer. Connie se acurrucó en un lecho de hojas, arrepentida de no haber pensado en llevarse una manta, e intentó conciliar el sueño. Skylark, mientras tanto, se movía inquieto y montaba guardia, receloso. Al cabo de unas horas el sol empezó a asomar perezoso por el horizonte, iluminando cada rincón de la tierra con una luz gélida y cruel. Connie se levantó y se estiró para desentumecerse.

—Será mejor que te quedes aquí por si hay alguien más aparte de Col y su madre —le dijo a Skylark—. Vendré a buscarte cuando vea que no hay peligro.

Skylark soltó un resoplido de disconformidad, pero aceptó su recomendación: no podía entrar trotando como si nada y arriesgarse a tropezar con el granjero.

La luz iba creciendo en intensidad a medida que Connie avanzaba por el sendero. Abrió la verja de la propiedad y entró en el patio. Todo estaba sumido en el más absoluto silencio. La autocaravana de color verde pálido estaba aparcada cerca de un granero de madera. A su derecha había una casa de piedra destartalada y a la izquierda, varias casetas alineadas. El patio parecía vacío: las brasas de la hoguera todavía conservaban el calor, pero no había ni rastro de quienes habían estado moviéndose a su alrededor. La niña aún sentía el hormigueo que le

~~109109~~

Page 110: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinrecorría la piel: había criaturas cerca, pero no podía precisar su forma ni distinguir su naturaleza. Parecían estar escondiendo su presencia a propósito. Se frotó los brazos pensativa, preguntándose si debía arriesgarse a seguir adelante sin conocer aquello a lo que se enfrentaba. Pero entonces, ¿qué pasaría con Col? En ese mismo instante tomó una decisión, se acercó a la puerta de la casa y llamó. Al cabo de unos segundos, una mujer rubia desgreñada le abrió la puerta.

—Vaya, veo que al final has venido —dijo mirando a Connie con desdén.

—¿Señora Lang?

—Señorita Lang —la corrigió Cassandra.

—¿Puedo ver a Col?

—Supongo que sí —contestó en un tono glacial—. Espera aquí un momento. —Entró de nuevo en la casa, dejando de pie en el umbral a Connie, que se frotó los ojos cansados en un gesto de confusión: parecía todo demasiado fácil y a la vez muy raro. Cassandra Lang no se había sorprendido en absoluto al verla, ¿cómo era posible? Nadie sabía que estaba allí. No tenía tiempo para resolver aquel rompecabezas, oía ya unos pasos acercándose a la puerta. Cassandra Lang volvió acompañada de un niño vestido con un equipo de montar de cuero negro.

—¡Col! —exclamó Connie, abalanzándose sobre él para abrazarle—. Hemos estado tan preocupados por ti...

El niño recibió su abrazo sin inmutarse y desvió la mirada hacia su madre.

—¿Col, qué te ocurre? —preguntó Connie retrocediendo un paso. Cuando lo estudió vio que tenía la mirada perdida; en sus facciones no quedaba ni rastro de su característica energía, nada, ni una sonrisa—. ¿Qué demonios le has hecho? —preguntó a la mujer.

Cassandra frunció el ceño.

—No le he hecho nada, Kullervo se lo llevó para entrenarle.

—¿Kullervo? —Un torbellino de pensamientos batió la mente de Connie intentando entender lo que estaba sucediendo—. ¿Cómo has dejado que eso ocurra? ¿Sabes lo que significa ser entrenado por Kullervo? ¡Le está destruyendo!

—No es cierto —respondió Cassandra con desdén. Estaba furiosa, no quería escuchar a una chiquilla expresando en voz alta sus mismas dudas.

—Pero ¿es que no lo ves? Kullervo le ha hecho algo terrible. ¡Este no es Col! —Connie agarró a su amigo del brazo para intentar zarandearle y sacarle de su estupor, pero él se soltó.

—Kullervo me aseguró que se recuperaría en cuanto se acostumbrara.

—¡Le has traicionado! —gritó Connie, desesperada.

—¡Y tú traicionaste a todas las criaturas cuando no quisiste unirte a nosotros! —respondió Cassandra.

~~110110~~

Page 111: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie se apartó de la mujer, indignada. Si Kullervo andaba cerca,

tenía que llevarse a Col de allí a toda prisa.

—No me voy a quedar ni un minuto más en este sitio. Venga Col, nos vamos. —Le volvió a agarrar del brazo y empezó a arrastrarlo hacia la puerta. Si lograba llevarlo junto a Skylark, quizás él pudiera sacarle de aquel aturdimiento.

—¡Detenedla! —gritó Cassandra.

Una figura broncínea se acercó planeando desde una de las casetas más cercanas a la puerta. Del mismo modo que una cobra yergue la cabeza y se cierne sobre su presa con un siseo amenazador, la criatura extendió sus alas tras las cabezas de los dos niños. Connie notó que Col se soltaba de su brazo.

—¡Ni se te ocurra dejar que la mire a los ojos! —susurró Cassandra, arrancando a su hijo de las manos de Connie para apartarlo de la mirada de la criatura.

»Toda tuya —le gritó a su compañera con una carcajada triunfal.

De pie, sola en medio del patio, Connie giró sobre sus talones para enfrentarse a la gorgona.

~~111111~~

Page 112: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 12Capítulo 12

El yelmoEl yelmo

Los ojos oscuros de la gorgona miraron a Connie, abatiéndola con un poder extraordinario. Sintió un frío abrasador. Le quemó la piel y penetró en su carne hasta inmovilizarla. Encadenada por la mirada de la criatura, vio que su pelo se levantaba y se retorcía siguiendo el baile frenético y tormentoso de las serpientes que lo conformaban. La gorgona rugió enseñando sus dientes en una mueca despiadada, satisfecha de haber cazado a su víctima: ya podía empezar a asfixiarla lentamente mientras su poder petrificador penetraba en su cuerpo hasta silenciar los latidos del corazón.

«El escudo universal», pensó Connie en un intento desesperado de salvar su vida. El abrazo mortal de la criatura ya le había alcanzado el pecho y empezaba a respirar con dificultad. La garganta se le iba cerrando por momentos y notó que sus palabras se ahogaban antes de poder pronunciarlas; el ataque había llegado demasiado lejos, ya no podía invocar el escudo. ¡Pero tenía que hacerlo! Despacio, centímetro a centímetro, intentando ignorar el miedo y el dolor, alzó mentalmente el escudo plateado, como un muro entre la vida y la muerte. Sentía el poder de la mirada de la gorgona luchando contra él para convertirlo en piedra, para que su peso resultara imposible de soportar. Las fuerzas en la lucha estaban igualadas, ¿quién iba a vencer?

De repente, la parálisis interrumpió su avance y empezó a retroceder. La gorgona redobló sus esfuerzos con un siseo de furia al ver que su poder se filtraba en la tierra a través de los pies de Connie, petrificando a su paso las briznas de hierba que crecían en las grietas del hormigón.

«Ahora, voy por ti», pensó Connie.

Con un esfuerzo titánico empujó el escudo mental hacia delante para devolver a la gorgona su propia visión. La criatura lanzó un aullido aterrador cuando las gélidas llamas le escarcharon la piel congelándole el pelo y convirtiendo las serpientes que se retorcían en su cabeza en témpanos de cristal. Por fin, con un tétrico lamento seguido de un llanto ahogado, se desplomó al suelo, momentáneamente cegada. La criatura, con el cuerpo magullado, se deslizó lentamente por el suelo para refugiarse en una de las casetas.

~~112112~~

Page 113: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Qué le has hecho? —Cassandra se abalanzó sobre Connie, la agarró

del pelo y la arrastró por el suelo con violencia. Los ojos de Connie se llenaron de lágrimas de dolor.

—¡Suéltame! Sólo le he devuelto lo que ella quería hacerme a mí —gritó la niña intentando librarse de la mujer.

Cassandra soltó con un gemido el brazo de Connie y salió tras su compañera. La chica aprovechó aquel instante de liberación para volverse hacia Col.

—Col, tenemos que irnos mientras podamos.

Pero el niño no la miraba, ni tampoco miraba hacia allí por donde había desaparecido su madre. Con una desagradable expresión de avidez en los ojos, observaba lo que se acercaba por detrás de Connie. Al oír el pulso regular de un galope que avanzaba a su espalda, Connie se giró con la esperanza de que Skylark hubiera ignorado su consejo para acudir en su busca. Y vio aparecer a un pegaso, sí, pero no era Skylark: una enorme criatura de color azul oscuro con los ojos llameantes de furia avanzaba con las alas desplegadas como un águila gigantesca. Connie, sin embargo, no se dejó engañar por el aspecto de aquella espantosa bestia; la había reconocido enseguida: era Kullervo.

—¡Rápido, Col, corre! —gritó.

—No va a ir a ningún lado —gruñó Kullervo—. No quiere. Ven aquí, chico. —Colin echó a andar como una marioneta hasta el pegaso—. ¿Quieres irte con esta niña? —le preguntó Kullervo.

—No —respondió Colin.

—¿Quieres quedarte conmigo y luchar a mi lado?

—Sí.

—¿Quieres probar otra vez el sabor de la sangre y matar para salvar a las criaturas del mundo de los humanos?

—Sí.

Kullervo disfrutaba arrastrando a Colin a esa cruel letanía delante de Connie; sabía que cada palabra que pronunciaba era un tormento para la universal que tanto le había herido en su último encuentro.

—No es Col quien habla —dijo Connie furiosa acercándose a la puerta con paso vacilante. No quería irse de allí sin su amigo. Pero ¿qué podía hacer?

—Cierto, quien habla es el nuevo Colin —respondió Kullervo, sacudiendo su crin con indiferencia—. ¿No crees que está mucho mejor así? —Sus ojos brillaron malévolos. Connie percibía su poder hipnótico pugnando para derribar sus defensas, pero cerró su mente para impedírselo.

—Por supuesto que no, quiero que vuelva a ser el antiguo Col —respondió. No podía huir y dejar a su amigo en manos de aquella bestia,

~~113113~~

Page 114: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpero tampoco podía llevárselo a menos que destruyera antes el vínculo maligno que los unía.

De repente supo lo que tenía que hacer. Lo había aprendido en sus lecturas de verano, pero no había tenido ocasión de probarlo. Había llegado el momento de poner en práctica sus conocimientos. Cerró los ojos para concentrarse y buscó en su interior el arma que iba a necesitar. Allí estaba, brillando con un destello de luz dorada, al alcance de su mano. Se abrochó el yelmo y se adentró en la mente invadida de Col. A través del vínculo del falso pegaso Kullervo, Connie encontró el camino abierto y se coló utilizando la onda de energía oscura que conectaba a la criatura con Col, disfrazando de ese modo su intrusión. Una vez dentro, se quitó el disfraz y gritó el nombre de su amigo mientras deambulaba por las cámaras vacías de su interior. Su mente se extendía en todas direcciones como un laberinto infranqueable y Connie se encontraba perdida en una cripta delirante donde la presencia de Col había sido prácticamente erradicada.

Kullervo no tardó mucho en percibir la intrusión de la universal en los pensamientos compartidos con su víctima. Intentó echarla de inmediato, pero ella se resistió con todas sus fuerzas. Su maldad golpeaba en vano el yelmo de Connie como la lluvia que se estrella contra un parabrisas.

—¡Col, vengo a rescatarte! —exclamó ella.

Kullervo intentó ahogar su grito rugiendo como una tormenta en los parajes vacíos que había construido en la mente de Col. Connie, guiada por el amor y la preocupación que sentía por su amigo, se adentró en la tormenta tambaleándose bajo su embate. La oscuridad cegaba sus pasos. Apretó los dientes, estaba decidida a encontrarlo, pero el poder de Kullervo era tan arrollador que temió no sobrevivir al ataque. Finalmente, haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedaban, tropezó con un niño pequeño que yacía acurrucado en un rincón, temblando y gimiendo, la imagen de un Col más pequeño.

—Col, soy yo —le dijo Connie, inclinándose sobre él.

—¿Connie? —El niño levantó la cara y Connie encontró en el resplandor de sus ojos al Col que conocía.

Se arrodilló a su lado y le levantó.

—Sí, soy yo. Toma, ponte esto.

El accedió y Connie le abrochó su yelmo en la cabeza. La conexión con Kullervo se desvaneció al instante. Sin embargo Connie, con la mente desprotegida, quedó atrapada en el vínculo. Podía mantener a Kullervo alejado con el escudo, pero no podía destruir el vínculo. Había empleado todas sus fuerzas para salvar a Col, y la tormenta la consumió.

Col volvió en sí y se encontró de pie en un patio extraño, con un pegaso negro a su lado y Connie arrodillada en un charco de barro con las manos sobre la cabeza como si quisiera protegerse de algo. Se estremeció cuando vio la enorme criatura: no era un pegaso, era una burda

~~114114~~

Page 115: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinimitación. Percibía la maldad brotando por cada poro de la piel de aquella criatura, que concentraba todo su odio en Connie.

—¡Detente! —gritó Col y se precipitó sobre su amiga para intentar protegerla de la presencia de la criatura, pero su intento fue en vano. La niña se agitaba agonizante, sacudiendo la cabeza de un lado a otro. El ataque contra Connie estaba produciéndose en un reino alejado del mundo físico y él no podía hacer nada para ayudarla.

Pero sus gritos distrajeron a Kullervo y el de la forma cambiante cedió en su asalto para deshacerse de aquel crío al que ya no necesitaba.

—Puedes irte, ya tengo lo que quería —dijo.

Col contempló horrorizado cómo el pegaso se transformaba de repente en una masa informe y luego en un líquido viscoso. Pero, antes de que pudiera sacar a Connie de allí, el líquido negruzco giró y se retorció para modelar una nueva forma. Una hidra monstruosa con nueve cabezas de serpiente surgió del charco; nueve amenazadoras lenguas sisearon con ferocidad, obligándole a apartarse de Connie con su fétido aliento. La hidra se enroscó en el cuerpo de la niña, aprisionándola con sus anillos.

—¡No me voy a ir sin Connie! —gritó Col.

—No es eso lo que ella hubiera querido. —Kullervo rió a mandíbula batiente, enseñando los enormes colmillos blancos. El espeluznante sonido de su carcajada emanó de sus tripas como una explosión de gas venenoso—. Connie te suplicaría que aprovecharas la oportunidad para salvarte. Encontrarás un pegaso, uno de verdad. —Una de las cabezas bajó en picado hasta detenerse a pocos centímetros de su cara y le sonrió, relamiéndose con lentitud—. Está esperándote en la arboleda, al final del sendero. Lo mejor será que vayas a buscarlo, a menos que quieras unirte a nosotros; eres un gran guerrero, Colin.

Col se estremeció. Las imágenes de lo que había vivido esos últimos días le vinieron a la mente como si estuviera viendo escenas de una película en la que un actor interpretara su papel: el cernícalo, el entrenamiento, la gorgona.

De repente, una puerta se abrió estrepitosamente a su espalda.

—¡Tú! —Col señaló a su madre, que había salido de la caseta más cercana—. ¡Tú permitiste que él me hiciera esto! ¡Nos has traicionado a Connie y a mí! —Col avanzaba hacia la mujer con los puños apretados, deseoso de hacer pagar a alguien todo el dolor que había tenido que soportar. Cassandra cayó al suelo y sintió la furia de Col abatirse sobre ella.

—Ella no ha traicionado a Connie, has sido tú —siseó Kullervo con malicia mientras disfrutaba de la placentera escena de sufrimiento y traición que él mismo había desencadenado.

—¡No! —Col se dio la vuelta para rebatir las palabras de la serpiente.

~~115115~~

Page 116: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Por supuesto que sí. Es su amor por ti lo que la ha traído hasta este

lugar. Gracias a ese amor y a cierta información que permití que se filtrara a la Sociedad, llevo esperándola desde hace días.

—Me has utilizado como cebo —reconoció Col con voz queda.

—Exacto. Sin embargo, lo cierto es que siempre existió la posibilidad de que te unieras a nosotros, cosa que tu madre deseaba que ocurriera. Pero aun así, nunca podrías llegar a convertirte en mi compañero; sólo la universal puede serlo. —Los anillos de la hidra se estrecharon con más fuerza y Connie jadeó sin aliento—. Pero el plan que concebí para tu entrenamiento funcionó casi tan bien como si no hubiera sido fingido. Un buen soldado no necesita alma.

Cassandra se acercó a su hijo y le agarró el antebrazo con fuerza.

—Únete a nosotros, Colin, no me puedes defraudar. La gorgona morirá si no evitamos que los humanos destruyan su nido. La Sociedad sigue siendo tan inútil como siempre y esos ecoguerreros no lograrán detener el avance de la carretera con sus protestas. Debemos luchar por lo que queremos. Si realmente te importan las criaturas míticas y lo que les depara el destino, quédate con nosotros; si no es así, márchate de aquí, ya no te necesitamos para nada.

Col sacudió el brazo para librarse de la zarpa de su madre.

—Ahora me llamo Col, y ya va siendo hora de que aprendas a llamarme por mi verdadero nombre —le contestó enfurecido. Madre e hijo se miraron fijamente.

Entonces una voz débil interrumpió su silencio.

—Vete, Col. No puedes hacer nada por mí.

—¡Connie! —Col gateó hasta su amiga, ignorando los amenazadores colmillos de la hidra. Connie tenía los ojos cerrados y su rostro pálido estaba empapado de sudor. La piel le brillaba con un halo de luz plateada que se iba apagando con rapidez.

—Estoy atrapada en la oscuridad —gimió, sumiéndose en el delirio. Su mente se estaba doblando como un árbol azotado por un huracán; en cualquier momento se quebraría y dejaría sus raíces indefensas a merced de la tempestad.

—¡Connie! —Col intentó sacarla de su mazmorra. Cuando la rozó la niña recobró levemente el conocimiento y abrió los ojos un instante.

—Vete, te lo ruego —le suplicó. No le quedaban fuerzas para hablar, lo único que le importaba era que al menos su amigo se salvara de aquel caos.

A Col nunca se le había dado bien saber cuándo debía aceptar una derrota o si la batalla ya estaba perdida. Sin embargo, por primera vez en su vida, reconoció que allí no tenía nada que hacer. Si quería salvar a Connie iba a necesitar ayuda. Decidido, empezó a correr por el sendero. Cada paso que le alejaba de su amiga se le clavaba como un puñal en el estómago, pero no miró atrás.

~~116116~~

Page 117: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

* * *

El muchacho llegó tambaleándose junto a Skylark, que había estado esperando entre los árboles todo el rato. El pegaso relinchó de alegría, pero se detuvo en seco al ver el estado en el que se encontraba su compañero.

—¿Dónde está Connie? —preguntó mientras Col se apoyaba abatido sobre su lomo. Miró hacia el sendero y no vio ni rastro de la niña—. ¿Dónde está la universal?

—Era una trampa —respondió Col entre jadeos—. Tenemos que buscar ayuda. —Montó con torpeza a lomos de Skylark y se desplomó sobre su crin. Desfallecido, dejó que el pegaso leyera a través del vínculo que los unía todo lo ocurrido y que vislumbrara el dolor que había padecido. Cuando captó las imágenes, el caballo relinchó enfurecido y salió disparado hacia la granja, espoleado por el ansia de venganza y de rescatar a Connie.

—No, no —gritó Col—. Así no la salvaremos. Los dos solos no podríamos vencer a Kullervo.

Skylark entró en razón, dio media vuelta y emprendió el galope para levantar el vuelo.

—Estamos volando a plena luz del día, Col —dijo Skylark, surcando el aire a grandes zancadas—. ¿Y si alguien nos ve?

Col gruñó.

—¿Y qué más da? —respondió—. Volaremos escondidos entre las nubes hasta que podamos, pero me da igual que nos vea cualquier bicho viviente de aquí a Hescombe. Debemos encontrar ayuda, Connie está sufriendo.

Skylark soltó un resoplido de aprobación y batió sus alas con más fuerza contra el viento, decidido a volar más rápido que nunca.

Cuatro horas más tarde, Col dejó a Skylark escondido en el corral de Mags y fue corriendo a su casa. Entró de golpe en la cocina y encontró a su abuela sentada en la mesa, las mejillas arrasadas de lágrimas, con el doctor Brock y su padre. Los tres le miraron desconcertados al verlo aparecer.

—¡Col! —exclamó la señora Clamworthy, levantándose de un salto para darle un abrazo.

—¿Está Connie contigo? —preguntó el doctor Brock, aliviado de ver al chico de nuevo—. Nos dijeron que se había escapado y dedujimos que habría ido a buscarte.

—¿Dónde está tu madre? Quiero decirle un par de cosas —gruñó Mack, dándole unas palmaditas a Col en la espalda.

~~117117~~

Page 118: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Callaos todos de una vez! —gritó Col intentando soltarse de la

maraña de encajes de su abuela—. Se trata de Kullervo, la tiene prisionera. Primero me atrapó a mí, y ahora a ella. Era una trampa.

El rostro del doctor Brock palideció y la señora Clamworthy se desplomó en la silla. Mack fue el primero en reaccionar.

—¿Dónde la tiene escondida? —inquirió. Llevó por el hombro a Col hasta una silla para que se sentara—. Cuéntanoslo todo.

—Kullervo quería atraparla en el bosque de Mallins, pero me capturó a mí en su lugar. Se... se apoderó de mí. Connie debió intuir que algo iba mal y fue a casa de mi madre, a Gales, para rescatarme. Al principio tuvo la fuerza suficiente para romper el vínculo con el que Kullervo me había encadenado, pero, al final, terminó cayendo ella en sus garras. Fue... —Col se atragantó con sus propias palabras—. Fue horrible. Era como si estuviera muriendo asfixiada y yo no podía hacer nada para salvarla.

El doctor Brock se puso los guantes.

—Necesitamos un equipo de rescate. Hay que averiguar si todavía la tiene cautiva allí. ¿Vienes, Mack?

Mack ciñó su mano con fuerza alrededor del brazo de su hijo.

—Claro, en marcha. Yo iré por carretera, supongo que tú irás volando.

El doctor Brock asintió.

—Nos llevaremos a la pequeña de Argot, Argand. Como compañera de Connie, debería poder percibirla si nos acercamos lo suficiente. Lavinia, encárgate de dar la alarma y de movilizar a los demás.

—Yo también voy con vosotros. —Col se puso de pie de un salto, pero Mack le puso la mano en el hombro y no le dejó levantarse de la silla.

—Esta vez no. Has hecho lo que has podido, ahora déjanoslo a nosotros.

Cuando el alboroto de su marcha se hubo apagado por completo, la señora Clamworthy dio la alarma y, acto seguido, le habló a su nieto.

—Seguro que Connie estará bien —dijo, de un modo bastante poco convincente—. Tranquilo, la encontrarán. —Dio a Col unas palmaditas en la espalda y se puso a prepararle un té—. Pareces muy cansado.

Col contempló el plato que su abuela puso en la mesa. No tenía ni pizca de hambre, pero sí una sed terrible. Se bebió el té de un solo trago y aceptó ansioso otra taza, que se tomó también con avidez. Los remordimientos le atormentaban la conciencia y no podía quitarse de la cabeza las imágenes de lo que había vivido esos últimos días: por un lado, el Colin que había habitado en su interior todo ese tiempo se había sentido orgulloso de haber sido elegido discípulo de Kullervo; pero por otro lado, el Col que estaba sentado en aquel momento a la mesa se avergonzaba de haber sido un títere al que habían utilizado para engañar a su amiga y llevarla a la perdición. Lo peor de todo era que sabía que Kullervo había alimentado los sueños de aquel Colin porque, hasta cierto punto, ya formaba parte del verdadero Col. Kullervo conocía sus puntos

~~118118~~

Page 119: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldindébiles y se había aprovechado de ellos sin compasión, entrenando a Colin para que fuese el guerrero que Col siempre había soñado llegar a ser. Sin embargo, lo único que había hecho aquel guerrero había sido sembrar la muerte, y los recuerdos le atormentaban. Deseaba no tener que volver a luchar nunca más y sabía que, si alguna vez lo volvía a hacer, sería como último recurso, por desesperación.

—¿Y Cassandra? —preguntó la señora Clamworthy con dulzura—. ¿Está bien?

Col sacudió la cabeza. Se dio cuenta de que se había olvidado de contar a Mack y al doctor Brock el papel que su madre había desempeñado en toda la trama, que lo había puesto en manos de Kullervo como una marioneta. Al recordarlo, sintió el frío acero de un puñal retorciéndose en sus entrañas.

—No, también se ha sometido a Kullervo, pero por voluntad propia.

—Entonces no podemos hacer nada por ella, la hemos perdido.

—Bien, no quiero volver a verla jamás —murmuró Col. Sin embargo, su corazón susurraba otra cosa.

~~119119~~

Page 120: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 13Capítulo 13

El arieteEl ariete

El equipo de rescate volvió ese mismo domingo entrada la noche con las manos vacías. Habían encontrado la granja desierta, la única huella que quedaba eran las marcas de unos neumáticos cerca del granero, que evidenciaban la presencia de una autocaravana, pero no había ni rastro del ejército de Kullervo. Col, sentado en el sillón al lado de la estufa, las rodillas abrazadas y tapado con un enorme edredón, sintió que el último atisbo de esperanza abandonaba su alma.

—No podemos hacer nada más que lanzar un llamamiento general y reunir a todo el mundo en casa de los Masterson —anunció el doctor Brock sombrío, sacándose a Argand del bolsillo de la chaqueta y dejándola con delicadeza encima de la estufa para que entrara en calor. Su lengua serpenteó cerca de Col y lo olisqueó con curiosidad.

»Debemos estar preparados por si Kullervo planea utilizar a Connie para alguno de sus propósitos. Algo más que su vida está en peligro si esa criatura es capaz de ejercer su poder a través de ella.

Mack protestó.

—No lo entiendo. ¿Qué significa todo esto de utilizarla contra nosotros? Esa niña es muy poca cosa, no pensaba que tuviera mucho poder, a pesar de ser universal.

Col no dijo ni una palabra, pero una vez más se sorprendió de lo estúpido que podía llegar a ser su padre.

—Nada tiene que ver con el tamaño, Mack —apuntó el doctor Brock, desabrochándose con cansancio las mangas de la chaqueta para quitarse los guantes—. De todos modos, sospecho que Connie tiene muchísimo más poder que cualquier otro universal que hayamos conocido. Sus primeros encuentros fueron memorables. Los Administradores no se lo comentaron, pero dijeron que nunca habían visto una mente como la suya, y eso que algunos de ellos, como Gard y Morjik, han conocido a muchos universales a lo largo de los años. Connie tiene un potencial enorme, pero su falta de entrenamiento entraña un peligro aterrador. Si Kullervo logra canalizar ese potencial para lograr sus objetivos, no tendremos ninguna opción. Eso explicaría por qué Kullervo la ha estado persiguiendo sin tregua: seguramente, él también percibe su poder. Y eso mismo es lo que hace que Connie sea muy peligrosa para nosotros, mucho más de lo que podéis imaginar.

~~120120~~

Page 121: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinArgand soltó un gruñido de aflicción y el doctor Brock le rascó el cuello

con suavidad.

—Hasta ahora Connie ha tenido la energía suficiente para resistirse a Kullervo, pero estoy preocupado por este último ataque. Esa criatura la ha llevado al límite de sus fuerzas y no sabemos hasta cuándo va a poder resistir, pero si decide cooperar con él, la bestia va a canalizar a través de ella todo su poder contra nuestro mundo. Connie nos contó que sintió su presencia en su interior como una gigantesca ola de tinieblas que avanza arrasando cada rincón de su ser para ahogarla en maldad. Si Connie permite que Kullervo la utilice, esta ola gigantesca se convertirá en un cataclismo fatal que acabará con todos y cada uno de nosotros. El cataclismo que vivió Noé no fue nada en comparación con lo que Kullervo tiene preparado para la humanidad... Y mucho me temo que no va a haber arca para dar refugio a ninguno de nosotros, exceptuando quizás a algunos compañeros elegidos por él, aunque ni siquiera ellos sobrevivirían demasiado... No es el estilo de Kullervo.

De repente, alguien llamó a la puerta. El doctor Brock y Mack lanzaron una mirada de preocupación a la señora Clamworthy.

—¿Esperas a alguien? —preguntó el doctor Brock. Ella negó con la cabeza.

Mack se deslizó hasta la puerta y la abrió de golpe, preparado para enfrentarse a cualquier extraño. Allí, de pie en el umbral, estaba Anneena con la mano levantada para llamar de nuevo, acompañada por una inquieta Jane. Anneena iba a decirle algo a Mack cuando vio a Col.

—¡Has vuelto, gracias a Dios! —Empujó a Mack a un lado, a pesar de lo mucho que la intimidaba, y se precipitó hacia Col. La señora Clamworthy se apresuró a tapar con el guardacalor de la tetera a Argand.

—Sí, he vuelto hoy —contestó Col forzando una sonrisa. Jane se acercó nerviosa a Anneena, sin creer lo que veían sus ojos.

—¿Sabes lo de Connie? —preguntó Jane.

—¿El qué? —inquirió Col entusiasmado, pensando por un instante que su amiga había aparecido por arte de magia.

—Ha desaparecido —afirmó Anneena—. Esta mañana su tía abuela entró en mi casa hecha una furia, con la policía; supongo que no tardarán mucho en llegar aquí porque están preguntando a todos sus amigos si saben algo de ella. Cree que los de vuestra Sociedad la están escondiendo y quiere que arresten a Evelyn. Dice que Evelyn ha estado intentando ver a Connie desde que ella se la llevó a casa de los Lionheart en Chartmouth. Afirma incluso que Evelyn la ha secuestrado.

—¿Qué? —exclamó Mack, a medio camino de la puerta.

—Pero no la van a arrestar sin tener pruebas de tal cosa —añadió Anneena.

—Yo pensaba que Connie había ido a buscarte —siguió Jane nerviosa—, estaba muy preocupada por ti. ¿Crees que lo hizo?

~~121121~~

Page 122: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCol evitó mirarla a los ojos.

—Sí, supongo que sí.

—Averiguó dónde vive tu madre en Gales, pero no habría ido tan lejos, ¿verdad? —Anneena le estaba presionando—. De todos modos, ¿cómo iba a llegar hasta ahí? Según nos contó ella misma, esa casa está en medio de la nada. —Anneena se abandonaba a un discurso frenético para calmar su preocupación por su amiga, esperando una respuesta de Col.

—Hemos registrado la granja —la interrumpió el doctor Brock—. Evelyn pensó lo mismo y fuimos a echar un vistazo, pero no está allí.

—Vaya... —masculló Anneena decepcionada. Había perdido su única esperanza.

—Seguro que está bien —aseguró Col, aunque en un tono que daba a entender lo contrario—. Aparecerá de un momento a otro.

—Claro —siguió el doctor Brock—, tiene muchos más recursos de lo que imaginamos.

La puerta de la cocina se volvió a abrir de par en par y Evelyn Lionheart entró como una flecha sin llamar a la puerta.

—Acabo de enterarme de que Col ha vuelto —anunció sin aliento, porque había recorrido el camino desde su casa hasta allí a toda velocidad—. ¿Ha visto a Connie?

El doctor Brock miró de reojo a Mack, que captó el mensaje.

—Col está bien, Evie. Ven conmigo y te lo contaré todo. —La rodeó con un brazo y la sacó de la cocina antes de que pudiera decir una sola palabra más delante de Jane y Anneena.

—Chicas, ¿os apetece una taza de té? —preguntó la señora Clamworthy haciendo gala de su hospitalidad para intentar disimular aquel brusco mutis—. ¿Quizás un poco de café? —Echó una mirada furtiva por encima del hombro al salón, desde donde llegaba el rumor lejano de la voz de Mack.

—Yo... No, gracias, tenemos que volver a casa —repuso Anneena justo en el momento en que se oía un grito ahogado en la habitación contigua. Mack se había referido sin duda a Kullervo. Anneena y Jane se miraron con suspicacia, pero la señora Clamworthy simuló no haber oído la exclamación.

—Como queráis. Venid a ver a Col cuando esté más descansado, chicas.

—¿Vas a ir al colegio mañana, Col? —preguntó Anneena a pocos pasos de la puerta.

Col no entendía cómo Anneena podía pensar en algo así en aquellos momentos, aunque también era cierto que la niña no sabía toda la verdad.

—Creo que no, últimamente me he estado sintiendo un poco extraño.

~~122122~~

Page 123: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Vale —repuso ella mientras se dirigía a la puerta—. Bien, espero que

te recuperes pronto. No olvides que el festival empieza el viernes. Nos han dado el día libre en la escuela para que ayudemos durante el desfile, así que espero que puedas venir a verlo. Quizá Connie ya esté de vuelta para entonces, tenía muchas ganas de hacer algo para salvar el bosque. —Esbozó una sonrisa débil, intentando aparentar optimismo—. Al fin y al cabo, con la televisión y la prensa local informando sobre la desaparición de Connie, no van a pasar muchas horas antes de que alguien la encuentre.

* * *

Connie yacía en el camastro más alto de la caravana contemplando el techo de plástico por el que se colaba una luz grisácea en la oscuridad. El motor ya no rugía: debían de haber aparcado en algún sitio para pasar la noche. Pero ella no se movió. Estaba exhausta, como si le hubieran exprimido toda la energía y se hubiera convertido en un pozo seco y marchito, demasiado cansada para sentir el miedo que tendría que haber sentido. Aunque no le habían atado las manos, no podía reunir la fuerza suficiente para intentar huir de allí y a duras penas lograba sostener el frágil fragmento de escudo que aún la protegía. Todavía percibía la presencia de Kullervo ahí fuera, ansiando su derrota, esperando su rendición.

Connie, tendida en el lecho, escuchaba los sonidos que la envolvían. Oía la respiración regular de Cassandra en la oscuridad. Captaba el rugido distante de los coches que circulaban, pero intuía que la carretera quedaba lejos. Supuso que la autocaravana estaba aparcada en algún paraje boscoso, puesto que el susurro de las hojas de los árboles y el ulular de un búho llegaban a sus oídos en la quietud de la noche. Sin embargo, fuera no había sólo árboles. Aparte de a Kullervo, percibía a muchas otras criaturas cerca, su energía salvaje palpitando en el aire con un ritmo febril. Estaban alborotadas celebrando algo, festejando su captura. Eso era lo más difícil de soportar, nunca se había sentido tan rechazada ni tan sola.

—Lo sientes, ¿verdad, universal? —Una voz se insinuó en sus pensamientos como un gusano abriéndose camino para llegar al corazón de la manzana. Kullervo había empezado a invadir su mente de nuevo.

—¿Sentir el qué? —preguntó con voz lánguida.

—Cómo tu tozudez te ha desviado del verdadero camino. Una universal no puede cerrarse tanto a los demás. Escúchalos.

—No quiero escucharlos —replicó en vano: el peso del escudo se hizo insoportable y lo dejó caer. No pudo evitar escuchar y las criaturas se agolparon a su alrededor.

~~123123~~

Page 124: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Han destruido mi hogar, han asesinado a mis hijos! —rugió un

enorme oso que, de un zarpazo, destrozó lo poco que le quedaba de escudo.

—Me asfixio, el aire está impregnado de su vómito —aulló un gigante del viento, abrasándole la mente con un relámpago de ira.

—¡Ayúdanos! —bramó una banshee, arrancándose el pelo, desesperada—. Nos hacen salir de nuestros escondites para cazarnos. —Connie sintió ese lamento como si la banshee le hubiera arrancado sus propios cabellos.

La universal vaciló unos instantes y buscó a tientas sus armas de defensa: espada, escudo y yelmo. Todo había quedado hecho añicos. En la oscuridad, desprotegida y rodeada por las miserias de aquellas horribles criaturas, ya no podía deshacerse de ellas. Las voces la golpeaban sin cesar como interminables ráfagas de latigazos. Connie no quería ceder ante el de la forma cambiante.

—Debes ayudarlos —la apremió Kullervo—. Es la única solución. Sólo así te librarás de su sufrimiento.

—No pienso hacer el trabajo por ti, no me convertiré en el monstruo que quieres que sea —respondió Connie, apretando los dientes para reprimir su ira.

—Eso es lo que Colin dijo al principio, pero lo harás, Connie, lo harás.

Las voces la abandonaron y, durante un tiempo, Connie no volvió a saber de ellas.

* * *

En el puesto de mando que la Sociedad había establecido provisionalmente en la granja de los Masterson, Col se encargaba de atender el teléfono en el salón, con Argand, que dormía acurrucada en el impoluto centro de la mesa. Sus escamas doradas brillaban reflejándose en la superficie de la madera y unas diminutas espirales de humo escapaban de su hocico al ritmo de su pausada respiración.

Col había apartado los periódicos porque no soportaba leer las noticias sobre los padres de Connie, que habían vuelto de Filipinas y suplicaban a su hija que se pusiera en contacto con ellos. Como si ella lo estuviera haciendo a propósito para verlos sufrir a todos.

La Sociedad no había tenido noticias de Kullervo. Dondequiera que se hallara, la criatura estaba muy bien escondida esperando su momento. Varias partidas de búsqueda y numerosos rastreadores habían peinado todos los rincones que podrían haberle servido de guarida sin encontrar ni rastro de él, y ya estaban empezando a desanimarse, frustrados por su impotencia. No tenían ni la más remota idea de dónde se había llevado a la universal ni de cuándo volvería a atacar. Por su parte, Col intentaba no

~~124124~~

Page 125: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpensar demasiado en lo que le estaría sucediendo a Connie; no soportaba imaginarlo.

Shirley Masterson, hija de la casa y compañera de los gigantes del tiempo, entró en la sala y arrojó la cartera del colegio al suelo interrumpiendo de golpe el apacible sueño de Argand.

—¿Todavía andas por aquí, Col? —preguntó con voz áspera apartándose la melena rubia por encima del hombro con un gesto inconsciente—. ¿Has vuelto a faltar a clase?

Col se encogió de hombros, no tenía ganas de empezar una discusión. Su abuela le había permitido quedarse en el cuartel general porque sabía que no se podría adaptar a la rutina de la escuela mientras siguiera sin conocerse el paradero de Connie.

—Así que todavía no habéis encontrado nada.

El niño negó con la cabeza.

—Bien, quizá mi mentor sepa algo. Posee fuentes de información que otros no tienen.

Muy a su pesar, a Col le intrigó el comentario.

—¿Qué fuentes?

Shirley sonrió misteriosamente, orgullosa de demostrar que sabía mucho más que ellos.

—Creo que tiene un grupo regular de informadores que nos siguen la pista a todos.

A Col no le gustó aquel comentario, pero supuso que podría serles útil dadas las circunstancias.

—Sé que les ha pedido que vigilen la autocaravana de tu madre —continuó, recalcando con malicia las dos últimas palabras para recordarle que el traidor era alguien de su sangre. A Col la crueldad de Shirley le dolió, pero no pudo evitar sentirse avergonzado.

Se oyó un murmullo en el vestíbulo y unos cuantos miembros de la Sociedad entraron en el salón. El doctor Brock, con el rostro demacrado por el agotamiento, dirigía el equipo. Exhausto, se desplomó en una silla y limpió las gafas empañadas con un pañuelo mugriento. Col, que no le había visto llevar otra cosa que el traje de montar desde el domingo anterior, estaba seguro de que no había pegado ojo desde entonces. Tras el doctor apareció la silueta rechoncha de Gard, el enano de roca que formaba parte del grupo de Administradores, con su habitual atuendo oscuro. Cuando se quitó la capucha dejó al descubierto un rostro que parecía esculpido en carbón. Cuando se movía, sus rasgos brillaban como la plata. Sus oscuros ojos estaban rodeados de multitud de pequeñas grietas y fisuras. El desasosiego de esa última semana había marcado en su frente nuevas arrugas.

—La tiene escondida dentro, créeme —dijo con voz ronca—. No puedo sentir su huella en ninguna parte sobre la faz de la tierra.

~~125125~~

Page 126: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Debe haber aprendido a no dejar que Connie pise el suelo —contestó

el doctor Brock, refiriéndose al rescate que habían llevado a cabo la primera vez que Kullervo había secuestrado a Connie. Gracias a Gard, Kullervo sólo había podido retener a la niña unas horas, y no como ahora, que ya habían pasado varios días desde su desaparición el domingo por la mañana.

El señor y la señora Masterson entraron con una bandeja de bocadillos para los invitados y repartieron platos de porcelana y servilletas a todos los que aceptaron algo de comida. Col tomó un par de bocadillos de huevo, impulsado más por el hábito que por el hambre, y masticó con desgana el pan que sabía a algodón mientras observaba los retratos de familia que le vigilaban desde la pared. No recordaba haber estado tan deprimido en toda su vida.

Los neumáticos de un coche patinaron sobre la grava del patio de los Masterson y, segundos más tarde, el señor Coddrington entró en el salón con una energía que contrastaba con los rostros abatidos que le dieron la bienvenida. Era como si la crisis le hubiera infundido fuerzas, y parecía muy animado.

—Por fin tengo noticias —anunció. Todos los ojos se clavaron en él, reavivados por la esperanza. Shirley se le acercó apresuradamente para hacerse con un poco de la gloria—. Han visto la autocaravana hace menos de una hora en la carretera. Viene hacia aquí.

—¿Hacia aquí? —exclamó el doctor Brock, apartando el plato de comida—. ¿Para qué?

—No lo sé —contestó Coddrington con brusquedad; le había molestado que su noticia no hubiera recibido más cumplidos por parte de los miembros—. La única persona que puede responder a esa pregunta es Cassandra Lang.

El doctor Brock recuperó los modales.

—Gracias, Ivor. Todos los aquí presentes agradecemos y apreciamos tu mensaje. El consejo debe reunirse... Si te parece bien, iremos saliendo.

Col, que llevaba uno de los bocadillos en la mano por inercia, se arrastró hasta el granero donde esperaban las criaturas míticas más grandes. Windfoal, la unicornio, se paseaba de un lado a otro entre la paja, sacudiendo inquieta su crin plateada.

Su dorado cuerno resplandecía como una llama. Pájaro de la Tormenta, el enorme cazatormentas en forma de cuervo, aguardaba posado en una viga, graznando con más inquietud a medida que aumentaba su ira. También había dos dragones sentados uno al lado de otro, Morjik, el viejo Administrador de piel esmeralda, y el joven Argot, compañero del doctor Brock. Los ojos de reptil de ambos brillaban con una luz amenazadora. Del hocico de Morjik salía una humareda densa y, de vez en cuando, su afilada lengua bífida azotaba el aire como un látigo. En medio del bullicio, un resplandor dorado cruzó el patio y Col vio que Argand revoloteaba nerviosa alrededor de la cabeza de su padre. Otras criaturas y sus compañeros fueron entrando por la puerta de doble hoja para formar un

~~126126~~

Page 127: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldingran círculo. El granero retumbaba con el zumbido incesante de las voces enfurecidas, los gruñidos, los aullidos y los relinchos de las criaturas. Col se escurrió al lado de Skylark, que ya había encontrado su sitio en la primera fila, al lado de Windfoal, en el ala oeste del granero.

El señor Coddrington se situó en el centro del círculo con el doctor Brock, que levantó la mano para pedir silencio y, acto seguido, asintió con la cabeza a su amigo cediéndole la palabra.

—Administradores y socios —empezó el señor Coddrington, con orgullo—, acaba de llegar a mis oídos la noticia de que el vehículo de un antiguo miembro de la Sociedad, Cassandra Lang, se dirige a Hescombe. —Un murmullo alborotado recorrió la sala—. Parece que se avecina una confrontación. Si viene hacia aquí, podemos deducir que Kullervo no anda lejos. Debemos decidir ahora qué podemos hacer para detener al de la forma cambiante y salvar a la desafortunada señorita Lionheart, si es que aún cabe esa posibilidad —terminó, con una sonrisa forzada a los Administradores.

Entonces una voz se alzó procedente de la entrada, interrumpiendo el silencio que había reinado en la sala tras el breve discurso del señor Coddrington.

—Sois vosotros, ¿verdad? ¡La tenéis vosotros!

Todas las miradas convergieron hacia la voz: allí, en el umbral, se recortaba la figura de Godiva Lionheart.

~~127127~~

Page 128: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 14Capítulo 14

El de la forma cambianteEl de la forma cambiante

—¿Qué significa todo esto? ¿Quién es esta mujer? —El señor Coddrington se volvió furioso hacia el doctor Brock.

—Es la tía abuela de Connie —le explicó él, acercándose a ella rápidamente—. Godiva, ¿se puede saber qué estás haciendo aquí?

—No puede entrar —aulló el señor Coddrington. Se estaba poniendo muy pálido—. No se le permite ver nada.

Sus protestas fueron en vano. Gard el enano de roca dio una zancada y le tendió la mano.

—Compañera de los duendes de la madera, te doy la bienvenida.

—Yo no soy compañera de... —Godiva se mordió la lengua porque recordó que siempre había afirmado que ella no podía ver a criaturas tales como Gard—. ¿Qué has hecho con Connie? ¿Dónde la escondes?

El doctor Brock le pasó un brazo por los hombros. Col esperaba que Godiva le rechazara, pero para su sorpresa pareció ceder bajo su peso. Toda una semana de preocupación y desasosiego había hecho mella en su temperamento.

—Echa un vistazo a tu alrededor, Iva. Connie no está aquí.

Godiva alzó la mirada.

—Ya no puedes seguir fingiendo que no nos ves, te has estado escondiendo demasiado tiempo —dijo Gard. El comentario irritó a Godiva, que se irguió de nuevo y se quitó de encima el brazo del doctor Brock con un movimiento brusco.

—No quiero tener nada que ver con... con todo esto. —Se dio la vuelta, dispuesta a irse.

—Pero tienes que hacerlo —respondió el doctor Brock, soltando un largo suspiro—. Connie es una universal, Iva. ¿Recuerdas lo que eso significa? ¿Te acuerdas de Reggie Cony?

—No quiero escucharos, no quiero escuchar ni una más de toda esta sarta de barbaridades.

—Tienes que escucharnos. Te estás escabullendo porque tienes miedo, no porque no sea real. La chica que conocí hace años no hubiera huido nunca: se habría enfrentado a sus temores.

~~128128~~

Page 129: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Eso era antes de que la chica que conocías viera morir a todos sus

amigos, asesinados a manos de ese monstruo. ¿No te acuerdas, Francis? George, Ramón, el pequeño Michael, Fredrich... Todos murieron.

—Entonces, ¿por qué has venido?

—Tengo que ayudar a Connie, debo salvarla de vuestras garras. —Los ojos de Godiva brillaron con su antigua llama—. He oído a los árboles del bosque de Mallins susurrando su nombre cuando venía. Sabía que la teníais aquí. Está en peligro. Hubiera traído a la policía conmigo si no fuera por...

—Si no fuera porque juraste a la Sociedad no traicionar nunca a las criaturas míticas.

—Exacto —afirmó, enojada.

—¿Y qué decían los árboles? —preguntó Niño Águila, un indio compañero de Pájaro de la Tormenta. Se había acercado a Godiva sin hacer ruido, hasta situarse a su lado.

—Decían que se está acercando, que se avecina una tormenta.

—El bosque de Mallins... Así que es allí adonde la llevan —anunció Niño Águila a los presentes.

—¿De qué está hablando? ¿Quién la está llevando?

—Iva, Kullervo tiene a Connie prisionera —respondió el doctor Brock con dulzura—. Creo que ya sabes lo que eso puede significar para ella.

—¡No! —Sacudió la cabeza, incrédula.

—Pero lo que quizá no sepas es que, como es una universal, Kullervo podría utilizar sus poderes para lograr una destrucción masiva. Esto ya no tiene nada que ver contigo ni con lo que opinas de la Sociedad, sino con la supervivencia de la humanidad, Iva.

Godiva abrió la boca para decir algo, pero vaciló y salió corriendo del granero. Col la vio sentarse sobre un fardo de heno con las manos en la cabeza.

—¿Por qué la lleva ahí? —preguntó Kinga Potowska, compañera de Morjik. Aquella mujer de complexión fuerte y pelo plateado, que se recogía en un voluminoso moño redondo en la nuca, recorrió a grandes zancadas el trecho que la separaba del centro de la sala. Su comentario volvió a centrar a los reunidos en el tema que se debatía.

—La carretera —gruñó Morjik.

—Cierto —apuntó Gard, irrumpiendo en el círculo desde la entrada—. Ya siento la tierra lamentándose bajo el peso de las máquinas, pero mañana van a empezar a arrancar raíces del suelo sin escrúpulos.

—Seguro que Kullervo planea atacar durante al alba para evitar que arrasen el bosque —añadió Kira Okona, compañera de Windfoal. Su piel oscura relucía mientras se acercaba al centro del círculo ajustándose el chal de algodón negro y naranja.

~~129129~~

Page 130: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEl doctor Brock se frotó la frente pensativo y miró inquieto afuera.

—Quizá —contestó finalmente—. Puede que tengas razón. Sabemos que la gorgona es una de sus principales seguidoras, y es su bosque el que los constructores van a destruir. Kullervo querrá empezar por ahí.

—¿Eso significa que la universal se ha rendido? —preguntó Kinga mientras sus ojos se clavaban inquisitivos en los del doctor Brock—. Dijiste que resistiría.

—Lo sé, lo sé —admitió el doctor con tristeza—. Esperaba que lo hiciera, creía que lo iba a hacer, pero ninguno de nosotros puede estar seguro de nada cuando se trata del poder de Kullervo. Sabemos demasiado poco del vínculo que se puede establecer entre la universal y esa criatura para hacer ningún tipo de conjetura.

Col, indignado por el comentario de Kinga sobre la debilidad de Connie, que entrañaba cierto reproche, alzó la voz.

—Esa criatura tiene el poder de imponer su voluntad. Yo lo sé muy bien, porque lo utilizó conmigo —dijo, mirando fijamente a Kinga.

—Perdona si te he ofendido, Col —contestó ella con amabilidad apoyando una mano en su brazo para calmarlo—. No me malinterpretes. Sé que Connie nunca haría daño a nadie por propia voluntad.

El señor Coddrington, que había permanecido de pie en el centro del círculo todo el rato, estaba disgustado porque la repentina entrada de Godiva había deslucido su momento de gloria, pero se decidió a hablar.

—Lo cierto es que disponemos de muy poco tiempo. Sabemos que la compañera de la gorgona, y probablemente la universal, se dirigen hacia aquí. Debemos dar por hecho que Connie está a merced de Kullervo, así que tenemos que prepararnos para el combate. —Hizo una pausa, esperando el comentario de los Administradores. Estos intercambiaron unas miradas, sumidos en un debate silencioso, y todos asintieron como si hubieran alcanzado una decisión unánime.

—Me temo que debemos aceptar que así es —afirmó Kinga con solemnidad—, por mucho que nos duela creerlo.

—Siempre advertí a la Sociedad de que los universales suponen un riesgo enorme, inaceptable para nosotros. Son incluso peores que los renegados. —El señor Coddrington lanzó una mirada despectiva a la mujer que permanecía encogida en la puerta del corral—. Pero eso ahora no importa, debemos ponernos en marcha para estar en el bosque antes de que ese monstruo llegue con su ejército.

—Será difícil mantenerse fuera del campo visual de los humanos —dijo Niño Águila—. Los asistentes al festival, los obreros de la carretera, los hombres y las mujeres de los medios de comunicación, incluso los que participan en el desfile acudirán al bosque mañana por la mañana.

—Sí —afirmó el doctor Brock—, no me sorprendería que ésa sea la razón por la cual Kullervo ha escogido precisamente este día. Sin duda en su primer ataque quiere aniquilar al mayor número de personas posible.

~~130130~~

Page 131: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinSi gana la batalla en el bosque, muchas criaturas a las que no les importa la muerte de los humanos se unirán a su ejército.

—Pero no podemos estar seguros de sus intenciones —arguyó Kinga—. Hemos guardado el secreto de la existencia de criaturas míticas durante siglos, no podemos fastidiarlo todo así como así. Sólo deberíamos sacrificar el secreto cuando ya no nos quede ninguna otra salida. Creo que deberíamos reunir todas las fuerzas que podamos en el páramo, cerca del bosque, pero lejos de la gente. Las utilizaremos como último recurso cuando estemos seguros de que Kullervo está allí.

—Buen consejo —gruñó Gard.

Col escuchaba el debate esperando que alguien expusiera en voz; alta lo que él mismo sospechaba, pero parecía que ya estaban decididos a tomar las medidas necesarias sin cuestionarse la información de la que disponían. A Col no le parecía bien. Los reunidos empezaban a levantarse y los comandantes se disponían a ordenar a sus unidades que tomaran posiciones. Tenía que hablar antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Puedo decir algo? —Col gritó para que su voz se oyera pon encima del barullo del granero mientras tiraba de la manga de Kinga reclamando su atención.

—¡Silencio! —gritó ella a los que se habían levantado para irse—. El compañero de los pegasos desea hablar. Adelante, Col —le dijo con dulzura.

—Es sólo que... —Col vaciló, sentía toda la atención de los presentes centrada en él—. Que estamos reaccionando justo como Kullervo ha planeado. Me dijo que había estado filtrando información a la Sociedad. Seguro que sabe que vamos a mandar a nuestro ejército a la batalla. ¿No creéis que nos estamos dejando manipular como marionetas?

—¿Y qué sugieres? —preguntó el doctor Brock—. Al menos, si actuamos con rapidez quizá logremos salvar a Connie y detener los planes de Kullervo; no podemos desperdiciar esta ocasión.

—Lo sé, pero... —Col no tenía más «pero» que su instinto, que le indicaba que se trataba de otra trampa. Kullervo era un maestro de la caza, sabía cómo manipular a su presa.

—Reflexionaremos sobre lo que nos has dicho, Col —dijo Kinga con amabilidad, pero con un claro gesto de rechazo—. Sin embargo, hasta que no dispongamos de más información sobre este asunto debemos hacer lo que creamos que va a favorecer más a esa gente mañana. Amigos, ¡a vuestros puestos! Francis —añadió más afable—, si no te importa, ¿podrías encargarte tú de Godiva Lionheart?

—Por supuesto. —El doctor Brock fue el primero en salir al patio. Col le vio acompañar a Godiva a la granja, lejos de la estampida de criaturas.

Excepto Col y Skylark, todos abandonaron el granero apresuradamente. El pegaso acarició al niño con el hocico para reconfortarle.

~~131131~~

Page 132: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Algo falla —gritó furioso el niño a la sala vacía—. ¡Algo falla!

* * *

Cassandra aparcó la autocaravana en un área de descanso, a unos quince kilómetros de Chartmouth. Pasó a la parte trasera de un brinco y sacudió a Connie, agarrándola de los hombros.

—Es hora de levantarse, universal —dijo tranquilamente—. Tienes que prepararte.

Connie se levantó en contra de su voluntad. Aún le pesaban los párpados cuando los entreabrió para encontrarse con dos ojos de color azul celeste mirándola fijamente—. Te desataré si prometes que no te vas a escapar. —Connie asintió. Ambas sabían que no podría llegar muy lejos, pero Kullervo había dado órdenes estrictas: no se le permitía poner ni un pie en el suelo.

Cassandra ayudó a Connie a bajar del camastro para lavarla y vestirla como si fuera un bebé.

—Solía hacer esto con Col, ¿sabes? —explicó Cassandra con melancolía, haciendo una pausa mientras peinaba a Connie.

—Col —susurró Connie, intentando evitar el roce de la piel de Cassandra.

—Por aquel entonces era Colin —respondió Cassandra tirando bruscamente del cepillo y arrancándole lágrimas a Connie—. Debería odiarte por lo que has hecho. Por tu culpa se ha vuelto contra mí. —El cepillo cayó al suelo y Cassandra se arrodilló para recogerlo—. Se hubiera unido a nosotros si hubiera tenido el tiempo necesario para entender lo que Kullervo nos ofrece, el tiempo necesario para completar su formación.

—Te equivocas —respondió Connie—. Kullervo os utilizaba a ambos. Col se hubiera consumido bajo el vínculo que los unía y habrías perdido a tu hijo.

—¿Y tú qué sabes?

—Lo sé.

Cassandra frunció el ceño y se giró. Acto seguido le puso delante un bocadillo, una bolsa de patatas y una lata de refresco.

—Come —dijo—. Cuando hayas acabado te ayudaré a ponerte la chaqueta de vuelo.

Connie masticó con lentitud intentando reunir un poco de energía para afrontar el siguiente reto. El aluvión de voces que había estado flagelando su mente había cesado por fin y empezaba a recuperarse lo suficiente para preguntarse dónde se encontraba y qué ocurriría a continuación.

—¿Vamos a volar? —inquirió.

~~132132~~

Page 133: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinCassandra pareció sorprendida de oír la voz de Connie de nuevo. La

niña apenas había dicho una palabra desde hacía días, cosa que le había facilitado enormemente la tarea de mantenerla prisionera, ya que sólo había tenido que pensar en ella como la universal y no como una niña de la edad de Col.

—Tú vas a volar —contestó Cassandra, evitando su mirada—. ¿Estás preparada?

Connie sabía por experiencia que tarde o temprano tendría que acabar haciendo lo que se esperaba de ella. Se puso de pie y dejó que Cassandra le abrochara la chaqueta. La compañera de la gorgona le pasó una cuerda alrededor de las muñecas para atarle las manos por delante.

—Tendrías que estar orgullosa de que te haya elegido —dijo Cassandra con afabilidad. Seguía teniendo las manos sobre los brazos de Connie y el leve soplo de su aliento agitaba el cabello de la niña con suavidad.

—¿Por qué debería estarlo? Le odio.

—No, no le odias, le amas. Es tu otro yo, y tú lo sabes.

Connie no dijo nada, pero reconoció que Cassandra había escogido bien sus palabras. Permitió que la mujer la condujera hasta la puerta y, cuando la abrió, notó el suspiro helado de la noche.

—¡Alto! —exclamó Cassandra, asiéndole los brazos con más fuerza al ver que la niña iba a poner un pie en el suelo.

Un pegaso azul medianoche salió de la oscuridad y aligeró el paso hasta llegar al lado de la puerta de la caravana.

—Monta —ordenó Kullervo.

Connie intentó con torpeza encaramarse a lomos de la bestia, pero la debilidad de sus miembros y la cuerda que le aprisionaba las manos se lo impedían. Resbaló y cayó entre el pegaso y la puerta, de modo que sus pies habrían tocado el suelo si Cassandra no la hubiera agarrado del cinturón para evitarlo.

—Ayúdala —ordenó Kullervo, furioso por haber estado tan cerca de la desgracia. Cassandra empujó de nuevo a Connie con desprecio para subirla a lomos del animal y se aseguró de que las piernas estuvieran bien firmes antes de volver a entrar en la caravana.

—Sujétate fuerte, universal, y aférrate a mi crin: vamos a dar un paseíto.

Aprovechando que la carretera estaba tranquila, Kullervo galopó por uno de los carriles, aumentó la potencia de su galope y, al cabo de unos segundos, sus patas empezaron a trazar grandes arcos en el aire, ascendiendo a una velocidad vertiginosa. Connie, temerosa, miró el manto de luces que se extendía a sus pies y se preguntó qué ocurriría si, simplemente, se dejaba caer. ¿No sería mejor morir así que enfrentarse al destino que Kullervo le tenía preparado?

—No lo vas a hacer. —Kullervo esbozó una sonrisa. Ya podía acceder con absoluta libertad a la mente de Connie y enterarse de todos sus

~~133133~~

Page 134: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpensamientos—. Amas demasiado la vida. —Connie sabía que tenía razón. Apretó con más fuerza las rodillas, notando que sus músculos empezaban a resentirse.

»Estás cansada, compañera —dijo Kullervo con un atisbo de ternura mientras descendían atravesando una enorme nube cargada de lluvia. Desde que se había convertido en su prisionera, el de la forma cambiante había empezado a custodiarla como su más preciada pertenencia. Connie sentía que la bestia se regodeaba con su presencia y la observaba con avidez.

—No soy tu compañera.

—Por supuesto que lo eres, no tienes elección. Estamos hechos el uno para el otro: nuestra unión es tan inevitable como que las olas mezan el reflejo de la luna en el mar. Soy tu luna, Connie. Me consideras un ser sombrío y abominable, no comprendes el verdadero potencial que entraña nuestro vínculo. Ven, universal, observa lo que podemos llegar a ser juntos.

Connie gritó aterrada cuando notó que Kullervo empezaba a cambiar de forma en pleno vuelo. La bestia en la que había estado sentada se desvaneció como una nube disipándose en el viento y la niña cayó al vacío a una velocidad de vértigo. Kullervo se arremolinó alrededor de su cuerpo como una masa informe frenando su caída. Connie pataleaba con desesperación intentando ascender a nado en aquella sustancia como si fuera agua, pero la criatura empezó a transformarse de nuevo y Connie quedó atrapada en el pico de un grifo, cuya cola de león segaba el aire mientras volaban hacia el mar que se extendía bajo el horizonte. Presa del miedo, giraba indefensa, suspendida en el aire. Estaba demasiado asustada para sentir algo que no fuera terror.

Kullervo soltó una carcajada.

—¿Todavía no te gusta este juego? Vamos, no tengas miedo, no voy a permitir que te caigas. ¡Abraza los giros! ¡Únete a la danza del aire! —La masa se transformó de nuevo y Connie cayó del pico del grifo hacia una bruma azul marino que se mezclaba con la bóveda celeste. Cerró los ojos y los apretó con fuerza intentando despertar de aquella pesadilla. No se golpeó contra el suelo, pero sintió que la hacían girar como si fuera una brizna de hierba en la corriente de un río. Entonces entendió que no debía temer caer y dejó que su cuerpo flotara libremente sostenido por Kullervo, que la mantenía en el aire a la vez que su esencia se reagrupaba para formar un dragón cuya cola serpenteaba en el aire como un látigo sinuoso que se enroscó en los pies de la niña con destreza y la lanzó de nuevo hacia arriba. Cuando la recogió se había transformado en un fénix de elegantes plumas negras. Connie se hundió en el dorso mullido de la criatura y sintió la euforia fluyendo en cada célula de su ser, corriendo por sus venas, reavivando su alma exhausta. Kullervo se deleitó en su dominio de la forma, ansioso por experimentar hasta la médula la vida de los entes en que se transformaba, regocijándose en la conquista de los secretos de la creación mediante la adopción de sus formas.

~~134134~~

Page 135: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Por qué no te gustamos? —preguntó Connie, confusa tras haber

contemplado su naturaleza. Hasta entonces, había creído que Kullervo sólo disfrutaba con la destrucción.

El entusiasmo del juego se disipó de repente como si hubiera explotado una burbuja de jabón y el fénix retorció sus plumas para volver a ser pegaso, centrado de nuevo en su objetivo.

—Los humanos son un error —contestó Kullervo con frialdad.

* * *

El pegaso descendió describiendo un círculo sobre el bosque. Connie miró con precaución por encima de la crin y vio las luces de Hescombe centelleando a sus pies.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó. No esperaba respuesta, pero, para su sorpresa, él le respondió.

—Los humanos tienen planeado talar este bosque mañana, pero tú los vas a detener.

—¿Cómo? —preguntó.

—Puedes escoger, compañera. Me puedes ayudar a canalizar mi poder y detenerlos para siempre. Había pensado que podría transformarme en gorgona y convertirlos en piedra... un final de lo más adecuado, ¿no crees? —Soltó un estrepitoso aullido de satisfacción—. ¿No? ¿No lo harías? Bien, me lo suponía. Ahora te conozco, universal: no me ayudarás hasta que todo esté perdido. Tengo que demostrarte que ese momento ha llegado. Si decides no ayudarme hoy, tendrás que escoger la segunda vía de actuación: una batalla entre criaturas míticas ante los ojos de los humanos, que es precisamente lo que deseo. La Sociedad hará lo posible para salvarte, no sólo por tu bien, sino para evitar que llegues a ser lo que todos temen. Ponerte de cebo debería ser suficiente para sacarlos de su escondite.

—Pero ¿por qué quieres hacer todo eso? —jadeó Connie. Empezaba a comprender lo que tramaba la criatura.

—Quiero destruir la Sociedad. Se verá obligada a matar a otras criaturas para defenderte y defender a los obreros de la carretera. ¡Piensa bien lo que eso significa! La Sociedad tendría que someterse a la farsa de que la humanidad es el centro ' de todo: ¡estaría dispuesta a matarnos para proteger a los leñadores! Las criaturas míticas huirían en masa, se unirían a mí y entonces yo reuniría el poder suficiente para encargarme de vosotros, los humanos. Después la batalla se libraría entre nosotros y la humanidad, y tendríamos muchas más posibilidades de sobrevivir en combate abierto que en esta especie de juego del escondite al que estamos jugando desde hace siglos gracias a la Sociedad. Y cuando los dos bandos se alineen frente a frente, sé que tú te unirás a nosotros, porque amas demasiado al mundo para permitir que tus compañeros

~~135135~~

Page 136: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinhumanos lo destruyan todo. Será en ese momento cuando te convertirás por voluntad propia en un canal para mi poder y lograré acabar con todo esto de una vez por todas.

—Te equivocas —replicó Connie, con amargura.

—No, compañera, tengo razón: te conozco mejor de lo que tú misma te conoces. —El pegaso descendió con un movimiento brusco. Las copas de los árboles se alzaban ya a pocos metros de distancia—. ¡Prepárate! —Y enseguida se transformó en águila. Las manos de la niña todavía sujetaban con fuerza la crin que se convirtió en plumas entre sus dedos entumecidos. El águila voló en círculos y aterrizó en la copa de un gigantesco roble.

—Bienvenida al roble de Merlín —chilló.

~~136136~~

Page 137: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 15Capítulo 15

San MiguelSan Miguel

Mientras una luz grisácea teñía el horizonte y el sol asomaba tímidamente tras una nube baja, Col y Skylark aterrizaron en los páramos donde se habían reunido las fuerzas de la Sociedad. Unas minúsculas espirales de neblina se enroscaban en las patas del pegaso. La bruma se extendía cubriendo el páramo con un velo de incertidumbre que impedía distinguir las filas de criaturas. Todo lo que Col logró ver fueron las llamaradas ocasionales de los dragones impacientes y unas figuras borrosas moviéndose por la llanura.

—¿Nos habéis visto desde arriba? —preguntó el doctor Brock, cuya silueta se perfiló entre la niebla al acercarse hasta donde se encontraban el pegaso y su compañero.

—No —respondió Col desmontando.

—Bien, eso significa que el gigante de Coddrington está haciendo un buen trabajo. Un poco de niebla, pero no demasiada, eso es lo que le pedimos. Por cierto, ¿qué estáis haciendo aquí, Col? —El doctor Brock le lanzó una mirada inquieta. Entre sus otras muchas preocupaciones, temía que Col no se hubiera recuperado de la terrible experiencia vivida—. Sabes que no puedes luchar, ¿verdad?

Col asintió y dijo pausadamente:

—No quiero luchar.

—Bien, entonces será mejor que vuelvas a casa.

Col suspiró.

—Creo que es una trampa, estoy convencido de que lo es. Kullervo está intentando engañaros para que rescatéis a Connie. Así funciona su mente, es un cazador. Me utilizó a mí como cebo para capturarla a ella, y estoy seguro de que está intentando hacer lo mismo de nuevo.

El doctor Brock prestó mucha atención a las palabras de Col. No quería que pensara que se desembarazaba de él sin reflexionar sobre lo que había dicho.

—Pero hay algo muy diferente esta vez. Tú le serviste, pero lo de Connie es otra historia. Ya tiene lo que quería, a ella. Ya no necesita tender ninguna trampa más: todo lo que debe hacer es forzarla hasta que sucumba a su poder.

~~137137~~

Page 138: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Ambos sabemos que Connie no se va a rendir! —Col apretó los

puños. Le irritaba ver la ligereza con que todos ponían en duda la entereza de Connie.

—Nadie lo puede asegurar —añadió el doctor Brock—. Tú mismo dijiste que Kullervo te sometió a su voluntad con su poder.

—Lo sé, pero yo confío en Connie. No va a permitir que la domine como me dominó a mí. Kullervo me tendió una trampa, pero Connie va a luchar contra su poder. No se va a rendir, todavía no.

—¿Qué quieres decir, Col? —El niño había contagiado al doctor un atisbo de su confianza en Connie y se sintió avergonzado de no haber seguido su propio criterio arrastrado por las dudas de los Administradores.

—Quiero decir que si todavía no se ha rendido, cosa que no ha hecho, Kullervo no podrá utilizar sus poderes hoy. Está aquí por otra razón, para hacer que se descubra todo y forzarnos a luchar contra él. —Col señaló con una mano a las criaturas que se movían entra la bruma protectora.

—Ven conmigo —dijo el doctor Brock dándole una palmada en la espalda y agarrándolo del brazo para llevarlo al centro del páramo—. Tengo el terrible presentimiento de que estás en lo cierto.

Los Administradores se congregaron alrededor de un espino marchito húmedo de rocío y escucharon con atención lo que tenían que decirles Col, Skylark, el doctor Brock y Argot. Frederick Cony, el compañero de Gard, era el único que faltaba, porque ya estaba demasiado débil para participar en las reuniones de la Sociedad. Kira sintió un escalofrío y se acurrucó al lado de Windfoal.

—Col, dices que nos estamos metiendo en la boca del lobo, pero lo que me gustaría saber es qué opción tenemos. No hay otra salida, debemos utilizar las fuerzas de las que disponemos para prevenir un mal mayor.

Col había pasado la noche entera pensando en aquello.

—Puede que llegue ese momento —contestó, mirando fijamente los ojos castaños de Kira—, pero creo que al menos deberíamos intentar hacer algo antes.

—¿Intentar qué? —gruñó Gard, balanceando impaciente su martillo.

—Algo que no se esperen. Creo que deberíamos intentar rescatar a Connie sin que Kullervo se dé cuenta. Si la esconde en el bosque, tenemos que ir allí, encontrarla y llevárnosla.

—Sí, pero ¿cómo? —preguntó Kinga, apoyándose en el hombro cálido de Morjik y bostezando de cansancio. Los jinetes llevaban días sin dormir; la búsqueda de Connie había sido muy intensa—. ¿Cómo vamos a burlar a sus espías?

—Tengo una idea. Necesito a Skylark, a Argand y a Godiva Lionheart, si es que quiere ayudarnos.

~~138138~~

Page 139: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Argand? ¿Para qué necesitas a la dragoncita dorada? —preguntó

Kinga suspicaz. Su cansancio se desvaneció de repente, irguiéndose para defender a su especie compañera.

—Argand es la compañera de Connie, así que podrá percibirla. Es pequeña y capaz por tanto de meterse en lugares a los que Skylark y yo no podríamos acceder. Además, tiene muchas ganas de ir.

Un minúsculo hocico dorado asomó por encima de la cola de Argot y vieron el brillo tímido de sus ojos.

—No estoy muy seguro de lo de Godiva —comentó el doctor Brock con el ceño fruncido—. No quiso decir ni una palabra de lo que pensaba cuando la dejé en casa de los Masterson. ¿Estás seguro de que la necesitas?

—Me sería muy útil tener una compañera de los duendes de la madera si voy a adentrarme en el bosque de Mallins para encontrar a Connie. Podría hacerlo sin ella, pero...

—Está bien, intentaré convencerla. Si aceptara, sería un paso muy importante para ella.

Lo único que faltaba era que los Administradores dieran luz verde. Col observó un intercambio de miradas llenas de incertidumbre. Niño Águila y Pájaro de la Tormenta asentían y, aunque cautelosos, parecían los únicos convencidos del plan.

—Oíd, dadme hasta mediodía... si es que Kullervo aún no ha lanzado su ataque para entonces. Después, mandad vuestras tropas si lo creéis necesario. —Col hablaba de un modo diferente esa mañana, inspiraba respeto a los adultos que le estaban escuchando. Hizo una pausa y, en ese instante de paz, como un viraje a favor del viento, la balanza se inclinó casi imperceptiblemente a su favor.

—Tienes nuestro permiso para intentarlo —anunció Kinga, en tono grave.

—¡No tan rápido! —Mack Clamworthy se acercó al círculo. Enterado de que su hijo se encontraba en el campamento y sospechando que planearía alguna locura para salvar a su amiga, había estado escuchando toda la conversación desde detrás de un matorral.

—No voy a permitir que mi hijo se meta en ningún lío él solo.

—Entonces vas a tener que venir conmigo, ¿verdad, papá? —le retó Col sarcástico.

* * *

Unos golpes en la puerta trasera interrumpieron el desayuno de Anneena. Su madre abrió y se encontró a Col y a Mack de pie en el umbral. Mack miraba con una expresión un tanto extraña hacia un punto

~~139139~~

Page 140: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinindefinido y Col no parecía incómodo por haberse presentado sin avisar a aquellas horas.

—¿Te encuentras mejor, Col? —le preguntó la señora Nuruddin, haciendo un gesto para dejarlos entrar—. Espero que estés recuperado. Anneena ha estado muy preocupada por ti, y ahora lo está por Connie.

—Estoy bien, gracias —dijo Col—. Hola, Anneena.

—¿Qué tal, Col? —respondió la niña dejando la tostada en el plato y mirándolo expectante—. ¿Qué sucede? No tendrá que ver con Connie, ¿no?

—Lo siento, pero no. Es sólo que mi padre y yo hemos cambiado de opinión, o al menos yo lo he hecho. Queremos participar en el desfile, si no es demasiado tarde.

—¿Queremos? —exclamó Mack, sorprendido por la noticia.

A Anneena le entusiasmó la idea.

—¡Pues claro que no es demasiado tarde! ¡Me parece genial! Tengo un disfraz perfecto para ti, Col. Lo de tu padre va a ser más difícil. —Anneena examinó al hombre, mucho más alto y robusto que el niño.

—Bien, en ese caso quizá sea mejor que yo haga de espectador... —empezó Mack.

—No, no lo harás —siseó Col, furioso—. Si quieres estar ahí, tendrás que disfrazarte.

Anneena los observaba atónita mientras ellos intercambiaban frases escuetas entre dientes. Finalmente, Mack asintió y se volvió hacia ella.

—De acuerdo, cielo, me pondré lo que tengas.

Al oír aquello de «cielo», Anneena torció los labios en una mueca de dolor, pero se contuvo y no hizo comentarios.

—Entonces tendrá que arreglárselas con el único disfraz para hombre que me queda, aunque puede que le vaya un poco pequeño.

—Como gustéis, mi señora —dijo Mack, simulando una reverencia. Col estaba demasiado preocupado para avergonzarse del comportamiento de su padre.

A los diez minutos, Col apareció en la cocina embutido en una deslumbrante armadura. Llevaba cota de malla hasta las rodillas, por lo que acompañaba sus pasos un tintineo regular.

Su pecho resplandecía cubierto por una coraza majestuosa y una enorme pluma escarlata remataba el yelmo que coronaba su cabeza. Anneena entró presurosa y le entregó una vaina y un pequeño escudo ribeteado con la figura de un león dorado.

—Vaya, tienes un aspecto fantástico, Col —dijo—. Te sienta como un guante. Pero ¿de dónde vas a sacar un caballo? ¿No va a ir Rati con Mags? Creo que iba a hacer de paje o algo así.

~~140140~~

Page 141: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Ya me han prestado un caballo, no puedo ir en poni si llevo

armadura. ¿Tienes algo para disfrazarlo? Es que en las fotos siempre he visto que los caballos medievales van ataviados con los colores de sus caballeros.

Anneena disfrutaba viendo a Col implicándose de ese modo en el desfile.

—Sí, tienes razón. Algunos de los otros jinetes también lo han pedido. Creo que nos ha sobrado un poco de tela, pero tendrás que arreglártelas con lo que hay. ¿Quieres que vista yo al caballo?

—No —contestó Col rápidamente—, no es necesario.

Los niños se aguantaron la mirada en silencio unos instantes.

—Me alegro de que hayas cambiado de opinión —dijo Anneena finalmente—, pero no va a ser lo mismo sin Connie.

—No, tienes razón. Pero quizás aparezca hoy. Tengo el presentimiento de que no se va a perder el desfile. —Col carraspeó—. ¿Dónde se ha metido mi padre? Seguro que tiene problemas con la armadura.

—No creo que sea eso —respondió Anneena, disimulando una sonrisa—. No le he dado precisamente una armadura.

—¡Papá, date prisa! —gritó Col.

Acto seguido, se oyó el crujido de una puerta en la planta de arriba y el ruido de unas zapatillas que bajaban arrastrándose por la escalera. Lo primero que advirtieron los ojos de Col fue la punta amarilla de un gorro, seguida de otras dos de color rojo, con cuyo balanceo sonaba el leve tintineo de unos cascabeles. Cuando Mack llegó al vestíbulo, Col adivinó en su rostro una mezcla hilarante de irritación y vergüenza. Su padre iba disfrazado con el traje amarillo y rojo del típico bufón medieval.

—No pienso ir vestido de esta guisa en público —exclamó Mack, yendo furioso hacia la cocina.

—Lo siento —se disculpó Anneena, intentando reprimir una carcajada—, era lo único que quedaba.

—No hay tiempo para discutir, papá —dijo Col—. Si todavía quieres venir conmigo, tendrás que apañártelas con esto. Cuando estés en medio del desfile nadie se va a fijar.

—¿Tú crees? —Mack le miró con cierto escepticismo.

—¿A usted también le han prestado un caballo, señor Clamworthy? —preguntó Anneena afable, cambiando de tema.

—Sí, uno flaco y desastrado, también era el único que quedaba —respondió Mack, compungido—. Haremos buena pareja.

—Vamos, papá, hay que ir por los caballos. —Col recogió el escudo y la espada—. Anneena, nos encontraremos en la playa.

—Hemos quedado todos a las nueve y media —le gritó Anneena cuando se alejaban—. Tenéis una hora.

~~141141~~

Page 142: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

* * *

Mientras cruzaban Hescombe a toda velocidad en dirección a la granja, la moto conducida por un bufón de la corte con un caballero medieval en el asiento posterior causó furor entre los transeúntes. Algunos coches les propinaron unos descarados bocinazos, aunque la mayoría de los conductores se limitaron a contemplarlos boquiabiertos, preguntándose si el señor Clamworthy había sufrido una crisis nerviosa.

—Una humillación total y absoluta —fueron las primeras palabras de Mack cuando se apeó de la moto en el establo—. Nunca superaré esto.

—No se trata de lo que tú puedes superar —dijo Col sin compasión desenrollando la tela que Anneena le había dado—. Se trata de salvar a Connie.

Col anudó el paño escarlata sobre la cruz del pegaso y retrocedió un paso para contemplar el efecto. Las alas de Skylark quedaban ocultas pero le sobresalía un bulto a cada lado que ni siquiera la tela podía disimular.

—¿Y qué vas a hacer con la silla? —preguntó Mack, porque Col nunca usaba una.

—No voy a usar silla, por supuesto —contestó Col—. Si alguien me lo pregunta, diré que está debajo de la tela. —Mack le lanzó una mirada de poco convencimiento y Skylark resopló irritado.

—¿Qué pasa con mis alas? —inquirió malhumorado, frotando a Col con el hocico.

—No pasa nada, sólo que se supone que no tienes. Debes comportarte como un caballo normal y corriente, recuérdalo.

Mack vio a los dos compañeros discutiendo y adivinó lo que se estaban diciendo.

—Así que esperas que pase por un caballo normal, ¿verdad? Arriesgado, muy arriesgado —apuntó Mack chasqueando la lengua. Sin embargo, su comentario bastó para picar al pegaso y lograr que se sometiera al ridículo por propia voluntad.

—Dile a tu padre que se sorprenderá de lo que soy capaz de hacer —le dijo a Col con un resoplido.

Mack entró en el establo y reapareció montado en una yegua castaña de aspecto abatido. Al ver al semental, la hembra enderezó las orejas en un movimiento rápido y dobló las patas zarandeando su deslucida cola en un claro intento de seducción. Col esbozó una sonrisa cuando notó el apuro que estaba pasando Skylark, pero no tenían tiempo para coqueteos, ni para bienvenidas, ni para nada.

—Si queremos llegar a la playa a tiempo tenemos que irnos ya —indicó Col a su padre mientras montaba de un salto a lomos del pegaso—. Me

~~142142~~

Page 143: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpregunto si el doctor Brock habrá logrado convencer a esa vieja musaraña.

—Esa vieja musaraña se presta a hacer lo que pueda —replicó con aspereza Godiva, que había salido de la casa y escuchado el desafortunado comentario de Col—. Esa vieja musaraña ha aceptado que está un poco chiflada, de hecho todos vosotros lo estáis, pero parece que vais a necesitar mi particular chifladura para salvar a mi sobrina nieta.

El doctor Brock apareció a su lado y le ofreció un casco.

—¿Como en los viejos tiempos, Iva? —le preguntó con una sonrisa picarona.

—No del todo. En esa época yo era bastante más flexible. —La mujer se embutió como pudo en el sidecar.

—Todos lo éramos.

—Cierto. —Godiva cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos, resignándose a su posición—. Arranca esta máquina infernal y terminemos con esto de una vez por todas. Mañana, si todavía sigo viva, todo el mundo se podrá burlar de mí y llamarme vieja loca que oye hablar a los árboles.

Mientras se alejaba montada en el sidecar, un fulgor dorado salió como una bala del corral y dio dos vueltas alrededor de la cabeza de Col antes de aterrizar sobre su yelmo.

—Ven aquí, Argand, tienes que esconderte —le advirtió Col levantando uno de los bordes de la capa que cubría a Skylark. Pero ella le ignoró porque Col no era compañero de los dragones y se acomodó con la cola enroscada en la pluma escarlata de su casco, quieta como una estatua.

Col refunfuñó, aunque sabía que no tenía sentido intentar comunicarse con una criatura a la que no le unía ningún vínculo. Sólo cabía esperar que Argand se comportara. Su padre había pensado lo mismo.

—Nos tendremos que conformar con eso —dijo Mack—. Puede que pase desapercibida, nadie sospechará lo que es en realidad... Mientras no se mueva ni saque fuego por la nariz ni nada parecido...

Col se quitó el casco y se lo puso en el regazo, porque con el peso de la criatura le resultaba muy incómodo. En ese momento Col deseó no haber pedido la ayuda de la dragoncita.

—Vamos, en marcha —anunció el niño con resignación, espoleando su caballo.

Skylark, para demostrarle a la yegua de qué era capaz un purasangre, se puso a trotar con elegancia y la dejó atrás en medio de la polvareda que levantaba a su paso. Col notó que ya iba al galope, dispuesto a emprender el vuelo, pero el pegaso cayó en la cuenta justo a tiempo y frenó con disimulo.

Tras un par de kilómetros a paso ligero, salieron de las despejadas vías de la zona rural para adentrarse en las bulliciosas carreteras que conducían hasta Hescombe. El alud de personas que había acudido al

~~143143~~

Page 144: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpueblo desde todos los rincones de la región para asistir al festival se dirigía hacia la zona donde se habían montado los escenarios. La mayoría de los coches se apartaban para ceder el paso a los dos jinetes que saludaban afectuosamente a los participantes. Sin embargo, hubo un par que cruzaron a toda velocidad sin frenar haciendo que Skylark estallara en una retahíla de improperios.

—Los humanos necesitáis que alguien os baje los humos de una vez por todas —le dijo a Col en voz baja—. ¡Actuáis como si todo os perteneciera!

—No estarás pensando en unirte a Kullervo, ¿verdad? —preguntó Col con aspereza—. Eso es exactamente lo que él predica.

—Por supuesto que no. No quería decir eso, y tú lo sabes.

—Lo siento, es sólo que...

—Estás preocupado, exhausto y triste. Lo sé, compañero. Pero te prometo que vamos a hacer todo lo posible para salvar a Connie.

Llegaron pocos minutos después de las nueve y media. La playa estaba atestada de personas y caballos. Espectadores, participantes y reporteros se agolpaban en la orilla de un mar cuyas olas se movían bajo un manto gris plomizo. Las gaviotas que revoloteaban por encima de sus cabezas vigilaban con atención, por si aquella inusual multitud dejaba un buen botín. Anneena y su madre tachaban los nombres de las personas que iban llegando, mientras que Jane y el señor Nuruddin se paseaban entre los que ya iban disfrazados para comprobar que no faltara ni un detalle.

—¡Eh, Col! —dijo Jane al verlo bajar hasta la arena—. ¡Vaya, estás genial! Me encanta tu casco, y ese dragón es una pasada. ¿De dónde lo has sacado?

—Es una reliquia familiar —mintió, alzando el escudo para esconder a Argand.

La entrada de Col, acompañado por el triste bufón, atrajo las miradas de los reporteros que iban a la caza de los disfraces más deslumbrantes y, de repente, se encontró rodeado de lo último que quería: un enjambre de fotógrafos. Intentó seguir su camino para que la extraña silueta de Skylark y la estatua yacente Argand no estuvieran expuestos a tantas miradas curiosas, pero, a medida que iban avanzando, lograrlo se complicaba cada vez más. El pegaso empezó a inquietarse porque nunca había estado entre personas que no pertenecieran a la Sociedad.

—¿Cómo te llamas, chico? —le preguntó un hombre, mientras decenas de flases destellaban como estrellas fugaces a su alrededor.

—Col Clamworthy —respondió Col, intentando calmar a Skylark, acariciándole con suavidad.

—No, no, me refiero a tu nombre de participante.

—Se llama Galahad —respondió Jane.

—Poneos el yelmo, Galahad. Permitidnos haceros una fotografía con vuestra armadura completa. Decidnos por qué os habéis unido a la protesta.

~~144144~~

Page 145: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Pues... —Col se había quedado en blanco y sólo podía pensar en

Kullervo y Connie.

—¡Apartaos de los caballos! —gritó el señor Nuruddin, que se había percatado del apuro que estaba pasando Col con Skylark. El padre de Anneena se abrió paso y apartó a la muchedumbre para que Col pudiera unirse a la procesión, que ya se estaba congregando al otro lado de la playa. Una vez libre del acecho del gentío, Col divisó a Rati y se inclinó al oído de Skylark.

—Es un amigo —le dijo.

—Lo sé —respondió Skylark—. Puedo sentirlo.

Col se preguntó qué había querido decir con eso, pero no tuvo tiempo de pedir explicaciones porque ya habían alcanzado a Rati, que llevaba una túnica de color verde y montaba a lomos de Mags.

—¿Qué tal Col? Vaya, tu disfraz es estupendo —dijo Rati con una sonrisa. Miró el caballo que se alzaba varios palmos por encima de Mags—. Y el caballo es aún mejor. ¿Dónde lo has conseguido?

—Me lo han prestado —respondió Col rápidamente. Se inclinó hacia Mags y le rascó el flequillo que asomaba entre sus pequeñas orejas para demostrarle que no le había olvidado. El poni relinchó de placer.

Mack los seguía a medio galope con el gorro calado hasta las cejas, lo que le daba un aspecto un tanto grotesco.

—¿Qué hay; Mack? —le saludó Rati, que no parecía demasiado sorprendido por su extravagante apariencia—. Veo que al final Anneena ha logrado engatusarte para que te pusieras ese trapo viejo. Le dijimos que nosotros no nos íbamos a poner eso ni muertos.

—Pues así es exactamente como me siento.

De repente se oyó un silbido proveniente de la primera fila y empezó el desfile por la playa. Col reconoció al capitán de la caballería, el señor Masterson, con su cuerpo rollizo envuelto en telas reales levemente ajadas, que marchaba luciendo una corona dorada. La Sociedad le había colocado al frente del desfile para que vigilara la marcha y ordenara la retirada si Kullervo se decidía a atacar. A su lado cabalgaba el batería desgreñado del grupo Krafted, Zed Bailey, perseguido por una jauría de fotógrafos.

Los sentidos de Col, atentos a todo lo que ocurría a su alrededor, se agudizaron cuando la procesión abandonó la playa camino de High Street. Al frente veía las sinuosas espirales de gasa que el viento hacía ondear y que colgaban como banderas de los complicados peinados de las damas, con sus vivos colores que contrastaban con el cielo grisáceo que oscurecía la tormentosa mañana. Distinguió el pelo lacio azotado por el aire de Shirley, que trotaba tras el caballo de su padre. Las lanzas oscilaban por encima de las cabezas de los participantes como mástiles en plena tormenta y su propia armadura brillaba con nublado esplendor, reflejando de manera deformada los tejados y los árboles. No estaba orgulloso de llevarla pero la aceptaba porque era un caparazón debajo

~~145145~~

Page 146: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldindel cual podía esconderse, y le aliviaba pensar que nadie se enteraría de que aquel joven caballero era de todo menos valiente.

—Sólo los necios no sienten temor —le comentó Skylark, siguiendo el debate interno de Col—. ¿Tienes un plan, compañero?

—Pues, no exactamente —admitió Col—. Mi plan llegaba hasta aquí. Había pensado que nos disfrazáramos, nos coláramos en el desfile y luego... pues... Improvisar.

Mack seguramente pensaba en lo mismo porque en ese preciso instante trotó hasta situarse al lado de su hijo, acompañando cada movimiento con el tintineo de los cascabeles.

—Lo primero que tenemos que hacer es averiguar dónde la esconde. ¿Tenéis alguna idea?

Col cabeceó.

—Espero que la tía abuela de Connie nos ayude en eso. Cuando sepamos por dónde empezar a buscar soltaremos a Argand para que rastree a Connie por nosotros.

—Si podemos... Mirad todo ese gentío. No pensaba que habría tanta gente —dijo Mack, señalando la masa de espectadores que bordeaba la carretera del monte. Zed se detenía de vez en cuando para firmar autógrafos a sus fans y, a su paso, se iban reuniendo más y más seguidores como si se tratara del flautista de Hamelín.

La procesión se estaba acercando al bosque de Mallins, donde había una multitud aún mayor esperándola. A la izquierda, el recinto del festival estaba decorado con banderas y, al fondo, se había construido un gigantesco escenario. A la derecha de la carretera, una hilera de uniformes azul oscuro formaba barrera frente a la maquinaria de los obreros para protegerla de los manifestantes. Por encima de la cabeza de los policías, Col contó unas siete excavadoras que esperaban la señal para llevar a cabo su cometido. Un representante de la junta del Ayuntamiento recorría sin descanso la hilera de policías pidiendo en vano al gentío que se apartara para dejarlos pasar. Sus palabras fueron acogidas con sonoros abucheos.

—¡Asesino de árboles, deja al bosque en paz! —gritó una mujer pelirroja, amenazándole con el puño e intentando atravesar el cordón policial.

—Se lo está poniendo difícil, ¿verdad? —Rati sonrió orgulloso de ver a su madre medio histérica forcejeando con dos fornidos hombres y una mujer policías.

—¿Dónde está tu padre? —inquirió Col con curiosidad, preguntándose qué estaría tramando el resto de la familia Ratcliff.

—Se ha encadenado a uno de esos árboles, desde aquí lo puedes ver. Está ahí arriba con Wolf, o sea que nadie se va a atrever a acercarse.

—Ni que lo digas.

Rati se giró para mirar a Col como si acabara de recordar algo.

~~146146~~

Page 147: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—La única persona, aparte de mí, claro, que ha congeniado con Wolf es

esa amiga tuya: Connie. Mamá dijo que se comportó de un modo muy raro con ella y que, de repente, se volvió dócil como un peluche. ¿Sabes si va a venir? Me gustaría verla otra vez.

—Quizá sí. —Col escudriñó la multitud para ver si distinguía a Connie o a Cassandra, porque hasta entonces no había visto a ninguna de las dos. ¿Dónde demonios estaba Connie? Si Kullervo quería retar a la Sociedad al aire libre, ¿dónde la iba a esconder?

El tintineo de unas campanillas frenó la procesión a diez metros de la hilera de máquinas y policías. Zed volvió a colocarse al lado del señor Masterson, capitaneando la columna. Col se dio cuenta de que el falso rey Arturo no perdía punto de cuanto sucedía a su alrededor, atento a cualquier señal de ataque. Zed, por el contrario, estaba relajado y bromeaba con los que tenía cerca mientras desplegaba un pergamino en el que había escrito un discurso. Subió al escenario y dio unos golpecitos al micrófono.

—Damas y caballeros —empezó Zed con sarcasmo saludando a la multitud—, pueblo. —Barrió con un brazo la multitud—. Nos encontramos hoy aquí para oponer resistencia a aquellos que quieren destruir este paraje de excepcional belleza. —Las palabras arrancaron una estrepitosa ovación—. Espero que todos los aquí presentes, y me refiero también a los que conducís esas máquinas, os estéis preguntando qué legado queremos ofrecer a las futuras generaciones. ¿Queréis dejarles una tierra yerma, de asfalto y hormigón, donde lo único que se mueva sean los coches? ¿O queréis para ellas una tierra llena de árboles y prados verdes repletos de vida a los que todos tengan acceso para poder disfrutarlos?

»Ha llegado a mis oídos que entre estos árboles a los que hoy acecha el peligro, se encuentra el mismísimo roble bajo el cual yace Merlín. Si lo taláis, estaréis destruyendo nuestro pasado y nuestro futuro, puesto que la leyenda dice que algún día volverá. Llámeme supersticioso, pero yo en su lugar —y señaló al representante del consejo, al que la gente volvió a abuchear sonoramente—, me lo pensaría dos veces antes de arrancarle las raíces.

»Pero la batalla que hoy nos ocupa no se libra con lanzas y espadas, sino con vuestra voz y vuestro voto. Lanzamos un llamamiento a la junta para que nos permita, a nosotros, los ciudadanos, comprar el bosque de Merlín y hacer de él un refugio para la vida salvaje.

»Por tanto, tengo el placer de anunciar aquí nuestra oferta para salvar el bosque. ¡Salvemos el bosque de Merlín!

Un gran aplauso, acompañado por el estruendo de las espadas golpeando los escudos, se elevó de la multitud. Argand siseó alarmada, aunque por fortuna había demasiado bullicio para que nadie, aparte de Col, pudiera oírla.

En medio de la algarabía de voces que siguieron al discurso, el doctor Brock apareció al lado de Col. Godiva Lionheart le seguía a unos pasos de distancia. La mujer, que vestía un austero traje gris, fijó los ojos en un

~~147147~~

Page 148: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinpunto situado por encima del multicolor desfile de carnaval. Después reparó en Argand y, tras parpadear un par de veces, apartó la mirada.

—¿Alguna noticia? —preguntó Col.

Godiva carraspeó como si fuera a hablar muy a su pesar.

—El lugar que buscas está en esa dirección. —Señaló con el dedo por encima de la cabeza de Rati—. Dicen que algo muy extraño está ocurriendo en el viejo árbol del robledal. —Las manos le temblaban mucho, pero se las arreglaba bastante bien para disimular su angustia. Col no había olvidado lo que le había contado el doctor Brock: Godiva había repudiado a su propio compañero, había dejado morir a su duende de la madera. Aquel día tenía que estar siendo un tormento insufrible para ella. A pesar de todo, el niño pensó que el hecho de que se estuviera sacrificando por ayudar a su sobrina nieta demostraba el cariño que le tenía, y eso era muy bonito.

Rati había escuchado su críptica conversación con sumo interés.

—Debe referirse al roble de Merlín, señora. Esa amiga tuya, Connie, lo bautizó así—le dijo a Col—. Se supone que la procesión va a llegar al robledal a mediodía. Ahí es precisamente donde vamos a acampar y no nos vamos a mover hasta que las excavadoras se vayan de una vez por todas.

Col se puso el yelmo con un movimiento rápido y se lo abrochó estrechamente bajo la barbilla, por lo que Argand estuvo a punto de perder el equilibrio.

—No me esperéis —anunció Col y espoleó a Skylark. El pegaso salió disparado de entre los demás jinetes como un relámpago de color blanco, plateado y rojo, galopando hacia la cima de la cuesta. La multitud, creyendo que formaba parte del espectáculo, soltó un grito unánime de júbilo. Entonces Col, cegado por un impulso de fervor, le arrebató la lanza a un Lancelot que le observaba boquiabierto y desapareció como una flecha entre los árboles. Mack, tan sorprendido como el resto de los espectadores por el arranque inesperado de su hijo, permaneció inmóvil unos instantes y, de repente, emprendió también el galope tras él. Esta vez la multitud estalló en una sonora carcajada, que se oyó por encima de los vítores de exaltación.

Anneena observó la escena con consternación. El inesperado arranque de los Clamworthy acababa de arruinar el guión que tan cuidadosamente había planeado.

—¿Qué pretende hacer? —preguntó Rupa, la hermana de Anneena, que asistía al desfile como reportera, acompañada por un fotógrafo que disparaba frenéticamente su cámara para no perderse ni un detalle de la función.

—No estoy segura —admitió Anneena—. Col se ha estado comportando de un modo muy extraño desde que Connie desapareció. O mejor dicho, desde que él desapareció. Quizá todo esto haya podido con él.

~~148148~~

Page 149: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—En ese caso —continuó Rupa—, será mejor que le dejemos en paz. Su

padre ya cuidará de él.

Zed se acercó entusiasmado.

—Eso ha estado genial. ¿Quiénes eran?

—Un par de personajes de por aquí —contestó Rupa—. Bien, ¿no deberíamos movernos?

Zed asintió con la cabeza.

—Tienes razón. Inauguramos el festival dentro de un par de horas, así que en marcha.

El rey Arturo alzó la mano y el bullicio de la procesión volvió a desfilar por el camino que bordeaba el bosque.

~~149149~~

Page 150: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 16Capítulo 16

El roble de MerlínEl roble de Merlín

La rama de la que colgaba Connie parecía peligrosamente delgada. La niña cerraba los ojos con fuerza y cada vez que los abría para echar una ojeada furtiva a lo que estaba ocurriendo a su alrededor, una oleada de terror le sacudía todo el cuerpo, que le temblaba incontrolablemente. Sólo podía vencer el miedo a las alturas unida a una criatura voladora. Pero sola, el pánico la consumía. Colgada de la cuerda que le rodeaba las manos, Connie no se atrevía a mover ni un solo músculo, porque el simple soplo del viento zarandeaba la rama de un lado a otro con un siniestro crujido. Estaba paralizada, su mente no podía pensar en otra cosa que no fuera el miedo a las alturas. Oía un débil clamor y unas voces en la distancia, pero no comprendía su significado. Lo único que sabía era que Kullervo la había abandonado como un pajarito desplumado, atada, en la copa del roble, como un cebo para el primer cazador que la descubriera. Y, en ese caso, el cazador que esperaba el de la forma cambiante era la Sociedad. A pesar de que deseaba con todas sus fuerzas que apareciera un escuadrón de dragones surcando los cielos, era consciente de que debía desterrar aquel pensamiento, porque eso era exactamente lo que quería Kullervo.

De repente, un susurro envolvió su mente y Connie sintió la presencia de otra criatura. No era Kullervo ni ninguno de sus aliados escondidos debajo del roble: era una presencia más natural que le resultaba familiar. Connie entreabrió los ojos y vio al duende de la madera observándola asombrado con su frondoso pelaje de hojarasca marcado por numerosos claros de piel grisácea. El duendecillo posó una pequeña zarpa sobre su hombro. El súbito flujo de la savia del árbol hizo que una calma absoluta invadiera de inmediato el cuerpo de Connie.

—Universal, estás en peligro —le anunció el duende, acariciándole el hombro con suavidad—. Cuelgas desde muy alto, sólo hay un modo de bajar.

—Lo sé —contestó Connie con voz grave—, como la bellota, dejándome caer.

—Además, hay criaturas ahí abajo, criaturas oscuras que se esconden en mis ramas sin que las haya invitado.

Connie volvió a cerrar los ojos y condujo sus pensamientos hacia el corazón del árbol, viajando por su tronco. En una de las ramas más bajas

~~150150~~

Page 151: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinnotaba el roce de las manos de la gorgona agarrándose con fuerza a la corteza. Más abajo, en las profundidades de las raíces, había otras criaturas escondidas que todavía no conocía: los duendes de la piedra. Kullervo había escogido bien sus fuerzas para la emboscada. Pero ¿dónde estaba él? Aunque sabía que no podía andar muy lejos, el murmullo de su voz se había apagado. Todo estaba listo para una batalla que ella no podía detener. Por lo que parecía, dentro de muy poco el mundo ya no volvería a ser el mismo: las criaturas se verían obligadas a descubrirse, se matarían entre sí para defenderla a ella y defender a la gente del bosque en un sacrificio que conduciría a muchos seres del mundo mítico a oponerse de manera irrevocable a la Sociedad. Y ella sería la culpable de todo. ¡Si no hubiera sido tan estúpida de caer en la trampa de Kullervo! Pero, por lo menos, podía intentar salvar a una criatura.

—Escóndete —apremió Connie al duende—. El peligro acecha. No te acerques a la criatura que está al pie de tu árbol, evita mirarla a los ojos.

El duende de la madera olisqueó el aire.

—En efecto, el peligro se acerca. —El duende batió su cola en un movimiento rápido, echó a correr por el tronco, se metió en una grieta y desapareció.

Connie, asumiendo con resignación que había hecho todo lo que estaba en su mano, se agarró con más fuerza a la rama y esperó a que la batalla empezara.

Una vez fuera del alcance de la vista del gentío, Col frenó el galope de Skylark.

—Debemos tener más cuidado —advirtió a Skylark—. Estoy seguro de que Kullervo tiene algún espía. No sabemos a qué o a quién tendremos que enfrentarnos.

—¿Adonde nos dirigimos? —preguntó Skylark.

—Al roble de Merlín.

Col oyó el batir de unas alas y unos arañazos en la parte superior del yelmo. Argand, hundiéndole el casco hasta las cejas, emprendió el vuelo como un rayo dorado aleteando entre los árboles.

—Ha salido en busca de la universal —apuntó Skylark—. Vamos a seguirla, debe haber percibido su presencia.

Col asintió y juntos se abrieron paso a través de la espesura persiguiendo al relámpago dorado que revoloteaba sin perderlo de vista. Argand aparecía para azuzarlos a que la siguieran y, cada vez que desaparecía, retrocedía esperando a que la alcanzaran.

—Creo que Kullervo espera un ataque por todo lo alto —le dijo Col a Skylark, mientras seguían el rastro de Argand—. Es consciente de que he contemplado su ejército, así que sabe que la Sociedad asumirá que Connie está bien custodiada. Si estoy en lo cierto, no esperará encontrarse con un hombre solo a caballo. Espero que piense que nos hemos alejado de la procesión y no arremeta contra nosotros.

~~151151~~

Page 152: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Yo también lo espero —apuntó Skylark, con sarcasmo—. Pero ¿por

qué no ataca de una vez? ¿A qué está esperando?

—A que los obreros de la carretera den el primer paso para demostrar a las criaturas míticas que deben luchar contra nosotros. Probablemente espera a que las excavadoras empiecen a moverse para probar que no intentamos evitar que talen el bosque, sino que reaccionamos cuando atacan a las personas. Eso apartaría a muchos de vosotros de los humanos y resquebrajaría la Sociedad. Supongo que tiene a su ejército escondido en algún lugar del bosque, esperando la señal para atacar.

—Supones y esperas, compañero, confías demasiado en la suerte y en saber cómo piensa Kullervo.

—Ya, pero es que, si hay algo que puedo asegurar que conozco —dijo Col estremeciéndose—, es la mente de Kullervo. Acuérdate que vivió muchos días dentro de mí. Es oscuro y retorcido, y no le interesa un enfrentamiento directo. Nos quiere engañar para que parezcamos los malos. Se divertirá haciendo que las criaturas nos odien y disfrutará observando cómo representamos el papel que ha concebido para nosotros. Estoy seguro de que está en algún lugar oteando los cielos a la espera del primer escuadrón de dragones, deseoso de exponer la batalla ante las cámaras.

Las hayas dieron paso a robles y acebos. Sus hojas afiladas de color verdoso se enganchaban en la tela que cubría a Skylark y Col las iba desprendiendo, dejando hilos de color escarlata serpenteando al viento. Tras un buen trecho de arduo recorrido, desembocaron en un amplio espacio bajo las ramas de un viejo árbol cuya silueta se asemejaba a un elefante. Su corteza estaba tan arrugada como la propia piel del animal. Un enorme dosel de hojas oscuras por entre las que se colaba un halo de luz dorada otoñal susurraba sobre sus cabezas. Era un lugar muy tranquilo y despejado, en contraste con el bullicio de la procesión, pero no había ni rastro de Connie.

De repente, Argand se acercó a toda velocidad, siseando frenéticamente y volvió a salir disparada, desapareciendo de nuevo.

—¿Qué crees que significa eso? —preguntó Col, notando que el corazón le empezaba a latir con fuerza al percibir una amenaza inminente.

—Creo que significa que estamos en peligro... En peligro mortal. —Skylark soltó un relincho de terror, respirando agitadamente, y empezó a retroceder—. Puedo oler a esa criatura.

Col miró desesperadamente a su alrededor, pero no vio nada. Él también olía algo: era el hedor acre que asociaba con la cueva de la gorgona. Tenía que estar muy cerca, pero no había ni rastro de ella. El bosque había enmudecido sospechosamente, sólo se oía el murmullo de las hojas susurrando en el viejo roble bajo el cual se encontraban.

De repente, Argand descendió del cielo con un aullido agudo y chocó contra el yelmo de Col, cerrando la visera de un golpe seco ante sus ojos. A Col no le hizo falta ser compañero de los dragones para adivinar lo que eso significaba.

~~152152~~

Page 153: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Corre! —apremió a Skylark.

El pegaso se dio la vuelta y vio a la gorgona saliendo de entre las ramas. Sus ojos ardían con malicia y las serpientes que coronaban su cabeza se retorcían intentando morder al chico, que se agachó. La criatura erró el golpe y cayó al suelo, donde quedó aturdida unos instantes. Col sólo tenía un segundo para actuar.

—¡No la mires! —advirtió a Skylark, dirigiendo al caballo hacia la gorgona—. Vamos a derribarla.

Sujetando la lanza con firmeza bajo su brazo, Col se agachó sobre el lomo de Skylark. Lo que veía a través de la visera era muy poco. Alzó el escudo de hojalata y vislumbró el reflejo de la gorgona incorporándose y levantando la cabeza hacia él.

—¡Atácala! —gritó, cerrando los ojos para evitar su mirada.

Skylark galopó con todas sus fuerzas, aplastando la hierba con sus potentes cascos. De repente, la lanza colisionó con algo rígido y la estremecedora sacudida derribó a Col. Su armadura sonó al chocar contra el suelo rocoso y el casco rodó hasta los matorrales. Col alzó la mirada hacia las ramas, desconcertado por el golpe, y se preguntó qué había ocurrido. ¿Por qué no le atacaba la gorgona si estaba totalmente indefenso? ¿Había logrado derribarla? El niño rodó sobre su espalda a pesar del dolor y se arriesgó a mirar a su derecha. Allí, inmóvil, yacía la gorgona desplomada en el suelo, al pie del árbol, con las alas arrugadas junto a la lanza partida en dos. El asta la había empujado contra el árbol y estaba desmayada o... ¿Muerta?

Skylark regresó corriendo al lado de su compañero, sorteando los árboles como un rayo de luz blanca entre las oscuras sombras del roble.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupado, rozando a su compañero con el hocico para comprobar si estaba herido.

—Sí, sólo un poco aturdido. —Col se puso de pie tambaleándose y volvió a montar a lomos de Skylark—. Deduzco que esto significa que hemos encontrado a Connie, pero tendremos que levantar el vuelo para ver dónde está. Hay un claro por aquí cerca, podemos despegar desde allí.

Col condujo a Skylark hasta el paraje donde Rati y él habían visto a su madre por primera vez hacía unas semanas. En cuanto vio el espacio que se abría frente a él, el pegaso emprendió el galope.

—¡Al fin! —exclamó con un grito de júbilo desplegando las alas. Empezó a ascender y la tela escarlata se deslizó, agitándose sobre las piernas de Col.

—No demasiado alto —le advirtió Col—. No queremos que nos descubran, ni tampoco sería prudente atraer a los dragones.

Skylark descendió y voló a ras de las copas de los árboles rozando el dosel del bosque. Un destello dorado brilló frente a ellos y Col soltó una exclamación.

~~153153~~

Page 154: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Ahí está!

Skylark vio a Connie colgando de sus frágiles ataduras y a Argand aleteando a su alrededor. La criatura sujetaba un trozo de cuerda entre las diminutas fauces como si sostuviera un enorme gusano. El pegaso aceleró, sorteando con habilidad las ramas que se elevaban hacia el cielo como si quisiera apartar las patas para no herir a la universal.

—¡Col! —exclamó Connie—. ¡Skylark, cuidado!

Skylark viró bruscamente para acercarse a ella y Col estiró un brazo para sujetar a Connie.

—¡Detrás de vosotros! —chilló ella.

Col entrevio unas alas oscuras a su espalda, pero no estaba dispuesto a abandonar el rescate. Connie estiró un brazo a su vez y el chico la atrapó al vuelo, agarrando con fuerza la crin de Skylark para evitar resbalar. El pegaso tomó altura con dificultad, porque llevar a Connie colgando le impedía batir el ala izquierda.

—Tienes que intentar subirte —gritó el niño a Connie, que pendía de su mano. Empezaba a escurrírsele—. Agárrate a mi cinturón. —Connie se zarandeaba en el aire intentando sujetarse a algo y tiró de la tela escarlata, que desafortunadamente se rasgó.

En ese preciso instante, un águila azul apareció en el cielo como una flecha apuntando a su blanco. Avanzó las garras para atacar al pegaso, que se escabulló con un movimiento audaz. Sin embargo, una de las garras logró alcanzarle una pata trasera y un reguero rojo fluyó a borbotones sobre su piel blanca. El pegaso se encabritó presa del dolor y Col tuvo que luchar por no perder el equilibrio. Con la distracción, la mano de Connie acabó por resbalar.

—¡Connie! —Col estuvo a punto de lanzarse tras su amiga al verla caer a toda velocidad hacia los árboles agitando en vano manos y piernas en un intento desesperado por salvarse.

Pero, de repente, algo extraño ocurrió. La velocidad de la caída se atenuó suavemente y una neblina azul la rodeó y la meció de un lado a otro como si fuera una hoja llevada por la brisa otoñal. Luego, Connie desapareció entre la maleza.

—Hay que aterrizar —urgió Col al pegaso.

Skylark dio un giro y se preparó para el descenso, pero enseguida surgió de entre los árboles un gigantesco pegaso azul dispuesto a arremeter de nuevo contra ellos. La criatura resoplaba enfurecida y sus ojos cargados de cólera los contemplaban con un odio abismal. Cada vez que la bestia batía sus alas, un huracán sacudía las ramas que se agitaban con violencia bajo sus enormes patas levantando remolinos de hojas secas hacia el cielo.

—Te crees muy listo, ¿verdad, amigo? —relinchó Kullervo con sarcasmo. El timbre abominable de su voz retumbaba en la mente de Col intentando cortar el vínculo que unía al pegaso con su jinete. El

~~154154~~

Page 155: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinmuchacho se apoyó en el cuello de Skylark, abatido por un intenso dolor en la sien—. Olvidas que te conozco demasiado bien como para caer en una de tus trampas.

Pero esta vez Col no estaba solo. Skylark también podía oír su voz y relinchó furioso.

—¿Amigo? El no es tu amigo —exclamó el pegaso desterrando la voz que se había infiltrado en su vínculo con el niño.

—¡Muere si es lo que quieres, niño! —Kullervo soltó un bramido ensordecedor mientras abandonaba la mente de Col, acentuando la discordancia entre su falsa presencia y su naturaleza—. ¡Ahora ninguna universal te salvará!

Col, libre de aquella presencia contaminadora y recobrándose del dolor, se enderezó de nuevo y vio que el pegaso se acercaba a ellos trazando enormes arcos con sus patas de ébano listas para atacar y borbotones de espuma goteando de sus fauces.

Era consciente de que Kullervo no cejaría en su empeño hasta verlos morir. Sin embargo, después de la ansiedad que le había asolado, enfrentado cara a cara con la peor de sus pesadillas, el miedo ya no hacía mella en él. Con Skylark se había estado entrenando para afrontar una situación tan extrema como aquélla y, finalmente, había llegado la hora de comprobar si habían aprendido la lección.

—¡Vuelta tesalonicense! —ordenó, y Skylark viró bruscamente hacia la derecha.

* * *

Tras dejar a Connie a salvo en el suelo, Kullervo la abandonó al pie del árbol. Ardía de cólera y deseaba volver a dar su merecido al pegaso y al jinete, así que llamó a los duendes de la piedra que se escondían en las raíces del árbol y les ordenó que retuvieran a Connie allí. Les aseguró que no iba a tardar mucho, regresaría pronto para encargarse de la niña.

En respuesta a su llamada, unas protuberancias grisáceas brotaron de las profundidades de la tierra, se dividieron y se retorcieron para formar algo parecido a las decrépitas manos de un cadáver.

Guiadas por un instinto infalible por la carne caliente, las zarpas se ciñeron alrededor de los tobillos de Connie, aguijoneándola con maldad y anclándola al suelo para que no se moviera. Antes de que Connie pudiera alzar su escudo, captó una imagen fugaz de la hosca naturaleza de la criatura que la aprisionaba. Percibió que pasaba sus días royendo insaciablemente las profundidades de la tierra. Despreciaba tanto la sangre como la carne caliente y, con su contacto, pretendía congelarla para convertirla en la esencia inerte de su propia naturaleza.

Connie se había visto sorprendida y el frío le había subido por los tobillos antes de que pudiera reaccionar. Era como estar en una piscina

~~155155~~

Page 156: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinde agua helada que la entumecía. Se apresuró a levantar su escudo para repeler el ataque y expulsó el frío a lo más hondo de la tierra. La escarcha se extendió sobre las rocas cubiertas de musgo que tenía bajo los pies. Vencido el ataque interior y desesperada por ayudar a sus amigos, Connie intentó liberar su mano del tercer bulto viscoso que sobresalía del musgo y la mantenía aprisionada al suelo rocoso.

Así fue como la encontró Mack cuando llegó al roble, abriéndose paso entre los árboles sin su caballo, al que había dejado escondido entre las hayas para seguir a pie los jirones de tela escarlata que había ido dejando Skylark. Pero tropezándose con Connie se vio mucho más que recompensado.

—¿Qué demonios...? —exclamó, contemplando horrorizado a la niña, las manos de piedra que la aferraban y la gorgona que yacía en el suelo con las alas abatidas—. Pero ¿se puede saber qué ha ocurrido aquí?

—No te acerques ni un centímetro más —le advirtió Connie—. Los duendes de la piedra han invadido las raíces de este árbol.

Al oír su advertencia, Mack se detuvo.

—¿Y cómo puedo liberarte? —preguntó, mirando a su alrededor en busca de algo que le inspirase.

—No te preocupes por mí, ayuda a Col y a Skylark, están ahí arriba luchando contra Kullervo.

No dijo más porque de repente alguien más llegó al pie del árbol. Connie vio que una mujer corría hacia el cuerpo inerte de la gorgona. Cuando reparó en la presencia de ambos, frenó en seco. Era Cassandra.

~~156156~~

Page 157: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 17Capítulo 17

Los duendes de la piedraLos duendes de la piedra

—¡Víbora malvada! —gritó Mack a su ex mujer—. ¡Pagarás por lo que has hecho!

Dio un paso hacia ella, que ni se inmutó. No pensaba más que en llegar junto a su compañera caída. Le esquivó y echó a correr hacia el tronco. Mack la persiguió dando traspiés.

—¡No! —chilló Connie, pero era demasiado tarde.

Una multitud de dedos de piedra surgieron con violencia del suelo como espigas de trigo otoñal y atraparon los tobillos de Cassandra y Mack.

—¡Soltadme! —les gritó Cassandra—. ¡Estoy de vuestra parte!

Sin embargo, los duendes de la piedra no escuchaban a los humanos que no eran sus compañeros; les desagradaban los pisotones y el calor del contacto humano y, por supuesto, no entendían de «partes».

—¡Dejadnos! —gritó Mack tratando de liberarse de los dedos que le sujetaban los zapatos—. ¿Qué hacen? —preguntó presa del pánico al sentir que el frío le trepaba por el cuerpo.

Se volvió hacia Connie aterrorizado, con los ojos desorbitados. Cassandra gimió.

—Es su tacto. Intentan convertiros en algo tan frío como ellos. Sólo les gustan los cadáveres, no los cuerpos vivos.

Connie no quería decirles que, aunque podía mantener a los duendes a raya gracias a su escudo, era incapaz de ayudarlos a aquella distancia.

Mack, enfurecido por su impotencia, se volvió hacia lo único que tenía a mano para descargar su ira.

—¡Tú! ¡Vaca estúpida! ¡Tu querido Kullervo intenta matar a nuestro hijo ahí arriba!

Sacudió la cabeza hacia el cielo, pero el dosel de hojas les impedía ver lo que sucedía.

Sus palabras tuvieron el efecto de una bofetada en la cara de Cassandra, que dejó de intentar llegar a la gorgona y miró hacia arriba, frenética:

~~157157~~

Page 158: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡No! ¡No puede ser! ¡Prometió que no haría daño a mi niño!

—¡Ja! ¡Y creíste en las promesas de ese embustero multiforme! Cassie, eres aún más tonta de lo que pareces. ¡Aargh!

El último grito de Mack no tenía nada que ver con Cassandra. El frío le había trepado hasta la cintura y le había pinzado el estómago.

—Si yo soy tan tonta, ¿por qué estás tú también aquí convirtiéndote en hielo? No eres tan hombre como creías, ¿verdad?

A pesar de su propio sufrimiento, Cassandra parecía regocijarse de que Mack estuviera soportando el mismo dolor, y no podía evitar burlarse de él por ello.

—¡Callaos los dos! —exclamó Connie en un tono de enojo impropio de ella. La discusión de la pareja la distraía. El duende de la piedra tiraba de su cintura para acercarla más al suelo y le dolía la espalda—. Si no se me ocurre un modo de ayudaros, moriréis los dos, y no puedo pensar si no dejáis de discutir, ¡así que callad un momento!

La brusquedad de sus palabras distrajo a ambos de su conflicto personal y los dos se volvieron a mirarla, sorprendidos.

—¿Estas cosas matan? —preguntó Mack incrédulo.

Connie asintió y se mordió el labio inferior tratando de recordar algo de sus lecturas que pudiera resultarles útil. Sin embargo, había aprendido muy poco, apenas una pizca de todo lo que debía saber como universal. ¡Ojalá la hubieran dejado continuar con su formación como era debido!

Cassandra había guardado un silencio sepulcral.

—Mack, quiero que sepas que en ningún momento quise que hicieran daño a Colin —murmuró tan bajo que Mack apenas pudo escucharla.

—¿Qué?

—Tenía que salvar a la gorgona y Kullervo era el único dispuesto a ayudarnos. ¿De qué nos servía la Sociedad, que sólo sabía retorcerse las manos cuando estaban a punto de aplastarla? —preguntó, y calló un momento. Un caballo relinchó de dolor sobre sus cabezas—. ¿Qué ha sido eso?

—¡Skylark! —chilló Connie, que sentía el dolor del pegaso como si fuese el suyo propio. Desesperada, redobló los esfuerzos por liberarse.

—¿Skylark? —repitió Cassandra—. ¿Entonces es cierto? ¿Están luchando contra él ahí arriba?

—Claro que es cierto. A Kullervo le gusta matar. Es lo único que le gusta. Me parece que tendrás que decidir si le debes lealtad a ella —dijo Mack haciendo un gesto con la cabeza hacia la gorgona— o a nuestro chico.

—Yo... No puedo decidir —susurró Cassandra, con las mejillas pálidas arrasadas de lágrimas.

~~158158~~

Page 159: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinMack suspiró, aunque el frío ya le había alcanzado los pulmones y le

costaba respirar.

—Tal vez no te dé tiempo a elegir, pero al menos parece que tu gorgona saldrá de ésta —apuntó con un suspiro ronco.

Un mechón de serpientes comenzaba a moverse.

—Me alegro —respondió Cassandra con aspereza—. Es la última de su especie. Lo he hecho por ella.

—Ya lo sé.

Cassandra miró a Mack con renovado respeto.

—¿Lo sabías?

—Por supuesto, pero eso no significa que piense que hayas hecho lo correcto.

Connie había dejado de escuchar su conversación y se había hundido en la tierra para suplicar piedad a los duendes de la piedra. Los duendes la habían reconocido, pero se negaban a ceder y arremetían contra el borde de su escudo, tratando de arrastrarla para que se uniera a ellos.

—¡La oscuridad, el silencio, el vacío, te lo ofrecemos todo! —le gritaban.

Asustada por sus palabras y su hambre de destrucción, Connie se rindió, disgustada. Se abrió paso hacia la superficie sujetándose a las raíces del árbol, que la guiaron en su regreso. La energía viva del roble fluía como una corriente sanadora por el interior de Connie, que escuchó de nuevo en su mente al duende de la madera.

—Compañera, estás triste.

—Sí, esas personas morirán, les segarán la vida a menos que consiga ayudarlas —le dijo. Connie abrió los ojos y escuchó que las hojas susurraban sobre su cabeza mientras las ramas más bajas se balanceaban. Al árbol no le gustaba el daño que se estaba infligiendo bajo su cobijo.

—No debe ser así —musitaron las hojas.

Connie sintió que algo se movía bajo sus pies y miró hacia abajo temiendo ver más dedos de piedra tratando de agarrarla. Una raíz traspasó la tierra y se deslizó lentamente hacia la mano que sujetaba la cintura de Connie. Era como ver la película del crecimiento de un árbol a lo largo de varias estaciones acelerada para que todo ocurriera en apenas unos instantes. Dos nuevos tendones surgieron de la tierra y serpentearon hacia los dedos que sujetaban los pies a Connie. Las raíces se retorcieron alrededor de las manos en busca de pequeñas grietas en su superficie. En cuanto las encontraron, las raíces penetraron en su interior y se ensancharon para abrirlas. Connie notó el crujido de la piedra, que trataba de resistir la presión inexorable del árbol, pero de pronto las manos se resquebrajaron con una explosión que inundó el aire de polvo. Era libre.

~~159159~~

Page 160: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinConnie se alejó de un salto del suelo donde acechaban los duendes de

piedra y se volvió para ver cómo les iba a los otros cautivos. Las raíces acababan de liberar a Mack, que tiraba de Cassandra para soltarla. Entonces la última mano que la sujetaba quedó destruida. El polvo asfixiante que la brisa esparcía los cubrió con una fina capa blanca, como si hubieran estado jugando a lanzarse harina.

—Bueno —jadeó Mack, respirando hondo para llenar sus pulmones sedientos de aire—, ¿y qué vamos a hacer para salvar a Col?

Connie proyectó su pensamiento un instante, tratando de percibir qué sucedía sobre sus cabezas. Distinguía el odio de Kullervo expandiéndose por el cielo como un miasma siniestro. La persecución continuaba.

—Necesitamos un arma contra él —opinó—. Kullervo todavía les está dando caza.

—La última vez le derrotaste —dijo Mack mirándola con una confianza recién recuperada—. Es fácil... Basta con que hagas lo mismo que entonces.

—No puedo... a menos que dirija su ira hacia mí, y de momento la está concentrando en Col y Skylark. No tengo poderes propios. Sólo puedo usar el poder de los demás.

Se hizo el silencio y los tres se volvieron hacia la gorgona.

* * *

Skylark giró bruscamente y comprobó que su movimiento súbito había pillado a Kullervo por sorpresa. El oscuro pegaso había golpeado las ramas más altas de un haya con las pezuñas y hecho saltar montones de astillas por los aires. Skylark había ganado un poco de terreno, pero no sabía qué hacer.

—¿Adonde vamos? —preguntó a su compañero.

—Tenemos que alejarlo de Connie y buscar ayuda —repuso Col—. Vayamos hacia el páramo.

—¿Y el desfile? ¡Nos verán!

—La verdad es que no me importa. Mi plan ha fallado. Ahora la Sociedad tendrá que darse a conocer.

Skylark fue hacia el norte, pero incluso él, uno de los más rápidos de su especie, era demasiado lento para soñar siquiera en dejar atrás a Kullervo. Su enemigo se había convertido en un gigante del tiempo y se situó frente a ellos, cortándoles la retirada. Llevaba una nube de tormenta coronada por un haz espinoso de rayos puntiagudos que centelleaban con violencia.

—Esto no me gusta —murmuró Col.

~~160160~~

Page 161: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinEl gigante del tiempo abrió su negra boca y aulló. El vendaval empujó a

Skylark y el pegaso quedó suspendido en pleno vuelo, erguido sobre las patas traseras y agitando desesperadamente las alas para evitar ser empujado hacia atrás. Col rodeó el cuello de Skylark con los brazos aferrándose para no caer de su montura.

—¡Sujétate fuerte! ¡Picado ateniense! —jadeó Skylark. El pegaso replegó las alas de pronto, permitiendo que el viento le arrastrara, y se dejó caer hacia el suelo girando sobre sí mismo como una semilla de sicómoro. En cuanto quedó fuera del alcance del huracán, desplegó las alas y trató de convertir la caída en espiral en un planeo controlado. Col no podía hacer nada porque empleaba todas sus energías en mantenerse sobre el lomo del caballo. Finalmente, las alas dominaron la situación y Skylark redujo la velocidad de los giros. Aunque logró detener la caída, no pudo evitar golpearse las rodillas con las ramas de un pino y marcarse el vientre con cortes profundos.

Al ver que su montura estaba herida, Col buscó desesperadamente un lugar donde huir.

—Tendremos que volver al claro y aterrizar. ¡Intentaremos perderle por tierra! —exclamó Col.

Skylark no contestó, concentrado como estaba en combatir el dolor. Se giró para tratar de volver por donde habían venido, pero no había despistado a Kullervo tan fácilmente: un dragón con escamas brillantes como la pizarra mojada surgió de la nube de tormenta y absorbió la oscuridad que le rodeaba para formar una gran cola tras él. Kullervo había adoptado una nueva forma. Con una facilidad tremenda, la cola del dragón golpeó a Col de lleno en la espalda, hundiéndose en la cota de malla como si fuera de mantequilla. Col salió catapultado por encima de la cabeza de Skylark y cayó entre las patas delanteras del pegaso, que estuvo a punto de pisotearle. Aterrizó con estruendo sobre las ramas más altas del viejo roble. El impacto de la caída astilló la frágil rama a la que se había aferrado Connie y Col resbaló hasta detenerse en una horquilla del tronco, aturdido, dolorido y sangrando por numerosos cortes.

La cola del dragón lanzó un segundo golpe que acertó a Skylark en el ala derecha. Col vio fugazmente a Skylark cayendo del cielo en una repetición enfermiza de lo que le había pasado al cernícalo. La extremidad rota del pegaso se agitaba impotente mientras desaparecía de su vista. Tras derribar a un enemigo, Kullervo se volvió hacia Col y concentró contra él toda su maldad.

* * *

Cassandra y Connie llegaron sanas y salvas hasta la gorgona caminando por encima de una raíz gruesa. Cassandra se arrodilló junto a la criatura y le acarició el pelo de serpientes con suavidad. A medida que su anfitriona recuperaba la conciencia, más serpientes se agitaban.

~~161161~~

Page 162: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Quítate de en medio, Mack —le advirtió Cassandra con urgencia—.

Cuando se despierte no estará de buen humor.

—Llevas razón —admitió Mack, retrocediendo—. Sólo me faltaría haber escapado de morir congelado para que ahora tu amiga me convierta en piedra.

Cassandra inclinó la cabeza sobre la gorgona, cerró los ojos y colocó la mano sobre la frente de la criatura, invocándola para traerla de vuelta a la conciencia. Los mechones de serpientes se deslizaron hacia la cortina de cabello de Cassandra y se fundieron en un abrazo con sus mechones rubios. En ese preciso instante, los ojos azules de Cassandra y los ojos oscuros de la gorgona se abrieron de pronto y ambas se miraron intensamente. Se había establecido una conexión perfecta y Cassandra era inmune al poder asesino de aquella mirada. Las dos permanecieron unos minutos inmóviles. Connie se impacientaba a cada segundo que pasaba, pero a pesar de que estaba preocupada por Col, sabía que no podía pedirles que se dieran prisa. La gorgona se iba a despertar mareada y furiosa, y no tenía nada claro que estuviera dispuesta a ayudarlos a luchar contra Kullervo, ni siquiera para salvar al retoño de su compañera. Finalmente, las serpientes la soltaron y ambas rompieron su comunión silenciosa.

Cassandra se volvió hacia Connie.

—Le he rogado que salve a mi hijo. Ella... Al principio, no quería, pero creo que ya entiende lo importante que es para mí. Dice que me ayudará, pero debes enlazarte con ella tal como acabo de hacer yo.

—De acuerdo —aceptó Connie valientemente—. ¿Cómo vamos a llegar ahí arriba? ¿Me puede llevar?

Cassandra sacudió la cabeza.

—Las alas sólo le sirven para planear. Ella subirá trepando y tú tendrás que hacer lo mismo.

—Perfecto —dijo Connie, aunque en realidad no le parecía en absoluto perfecta la idea de tener que abandonar nuevamente la tierra firme.

Mack, que había escuchado la conversación desde unos metros de distancia, tapándose los ojos con las manos, llamó a Connie.

—Yo te ayudaré a trepar, Connie, pero date prisa, por favor.

Connie sabía que tenía razón. No podía titubear más.

—¿Qué hacemos primero? ¿Trepamos o nos enlazamos? —preguntó a Cassandra.

—Trepad.

Cassandra ayudó a la gorgona a ponerse en pie. Un gran rasguño en el pecho escamado de la criatura señalaba el punto en el que había impactado la lanza de Col. La gorgona hizo una mueca de dolor y se volvió hacia el árbol como si fuese a abrazarlo.

~~162162~~

Page 163: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¡Espera! —exclamó Connie corriendo hacia ella—. Debemos pedir

permiso al roble.

Connie se concentró un instante y enseguida encontró al duende de la madera, que observaba cuanto acontecía bajo sus ramas a corta distancia.

—Trepa —le dijo el duende, señalando el tronco que tenían delante.

Connie asintió a la gorgona y la criatura comenzó la ascensión, serpenteando entre las ramas. No trepaba, se deslizaba hacia las ramas más altas del árbol.

—¿Se ha ido? —preguntó Mack.

—Se ha ido —confirmó Cassandra.

—Perfecto, te toca —le dijo a Connie—. Te ayudaré a subir. —Entrelazó los dedos y permitió que Connie apoyara el pie en sus manos para auparla a la rama más baja.

Connie subió a ella y contempló desconcertada la masa de ramas negras y hojas verdes y amarillas que se elevaba sobre su cabeza. ¿Qué ruta debía elegir? La gorgona ya había llegado muy arriba y continuaba deslizándose suavemente entre las hojas, que apenas se percataban de su paso. Connie estiró un brazo hacia la rama más cercana, situada a su izquierda, pero de pronto escuchó un crujido a su derecha. El duende de la madera estaba sentado en una rama más alta y le hablaba con impaciencia, sin duda para indicarle que su elección era mala. Alargó el brazo hacia la rama en la que él estaba sentado y, entonces, el duende dejó de chillar y saltó hacia el siguiente nivel. Pero la rama a la que debía pasar a continuación estaba demasiado lejos y no la alcanzaba sólo estirándose. ¿Cómo iba a completar la escalada?

Entonces Mack se encaramó por las ramas y se situó junto a ella.

—Muy bien, cielo —dijo dulcemente al ver el rostro aterrado de Connie—. Ya te he dicho que te iba a echar una mano. Inclínate y yo te sujeto para que no te caigas. No podemos perder a nuestra universal con todas las molestias que nos hemos tomado para salvarla, ¿sabes?

* * *

Por segunda vez aquella misma mañana, Col yacía tumbado de espaldas mirando hacia arriba, aunque, en aquella ocasión, sus perspectivas eran bastante más siniestras. No veía más que un dragón azul negruzco que surgía de los cielos grises y descendía hacia él contemplándole con un regocijo gélido. Col se preguntó, aturdido, si le iba a abrasar o le iba a morder. Su única esperanza era que el fin llegara rápido.

Un destello dorado cruzó su campo de visión y el avance del dragón se vio interrumpido por una nueva molestia que le distrajo de su objetivo. Una criatura minúscula daba vueltas alrededor de su cabeza demasiado

~~163163~~

Page 164: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinrápido para que pudiera verla bien. Era como la mosca que molesta al toro. El dragón levantó una pezuña para sacudirse aquello de encima, pero inmediatamente aulló de dolor. De la boca de la criatura había salido un chorro de llamas que le había quemado el morro oscuro. Furioso por el ataque, acudió a su reserva y escupió una llamarada contra la criatura, a la que acertó de lleno. La criatura se puso a bailar entre las llamas, mofándose del monstruo. El dragón echó hacia atrás su largo cuello, inspiró profundamente y adelantó la cabeza con las fauces abiertas para expulsar un segundo río de fuego blanco contra la extraña criatura. Las puntas de las llamas quemaron una rama próxima a la cabeza de Col y levantaron una nube de chispas. Por toda respuesta, la criatura contraatacó con su pequeña llamarada, que chamuscó la lengua bífida del dragón.

—¡Argand! —exclamó Col, aterrado e impresionado a la vez por la audacia de la dragoncita.

—¡Col!

Escuchó un grito debajo de él. Parecía su padre, pero no podía apartar la mirada del combate desigual que se libraba en las alturas.

—¡Estoy aquí! —contestó.

—¡Vamos a buscarte! ¡Aguanta! ¡No mires hacia abajo, la gorgona viene con nosotros!

Col no necesitó que se lo repitieran dos veces. Se agarró al árbol con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos y siguió contemplando cómo la minúscula atacante volvía loco al gran dragón. De pronto, la gran bestia se deshizo en una neblina azul oscuro y Argand se encontró volando en una nube informe.

—¡Cuidado! —gritó Col, aunque era inútil porque la dragoncita no podía oírle—. ¡Volverá a tomar forma!

La neblina se transformó alrededor de Argand en el pico cruel, la cabeza elegante, las alas y las zarpas de león de un grifo. De un zarpazo, Kullervo hizo caer a la dragoncita del cielo. Argand, girando sobre sí misma como un volante, se estrelló contra las copas de los árboles. El grifo profirió un alarido enojado y se centró otra vez en su presa principal.

~~164164~~

Page 165: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 18Capítulo 18

EleccionesElecciones

Connie se aupó a una rama situada a dos terceras partes de la cima del árbol y distinguió el brillo de la armadura de Col sobre su cabeza. Las escasas hojas que cubrían el punto más alto del roble azotado por el viento ya no ocultaban la lucha que se libraba en los cielos. También veía los destellos dorados danzando entre las fauces siniestras del dragón y se dio cuenta de que Argand estaba haciendo todo lo posible por concederle algo más de tiempo.

—Ya estamos lo bastante arriba —dijo a Mack, que la esperaba una rama por debajo—. Quédate ahí, voy a invocar a la gorgona —anunció, y miró a su alrededor angustiada, preguntándose dónde debía haberse escondido la criatura.

—¡Tienes que dar unos golpes en la rama! —exclamó Mack al darse cuenta de su preocupación—. Al menos eso es lo que solía hacer Cassie.

Connie asintió, se sujetó a la rama con las rodillas y golpeó la corteza con los puños. Casi inmediatamente, un cuerpo bronceado se despegó de una rama gruesa que sobresalía del tronco y resbaló por ella hacia Connie. La niña trató de reprimir su instinto de ponerse a cubierto al ver que la criatura se le acercaba. No pudo evitar preguntarse, aunque era demasiado tarde para plantearse ese tipo de preguntas, si podía confiar en ella. ¿A quién iba a ser fiel, a Kullervo o a Cassandra? Le resultaría extremadamente fácil usar su mirada para inmovilizar a Connie, matar a Col y a Mack, completar el trabajo de Kullervo y ganarse su gratitud. ¿Iba a ser aquélla su elección?

La gorgona alzó una mano y tocó la frente de Connie con sus dedos secos. La niña pensó sombría que no había vuelta atrás e inclinó la cabeza hacia delante con los ojos cerrados. Sintió serpientes recorriéndole los hombros, subiéndole por el cuello y entremezclándose con su cabello oscuro. La piel de las serpientes susurraba al contacto con su cabeza y su voz suave le silbaba en los oídos. Se estableció la unión con la gorgona y notó que comenzaba a expandirse, escurriéndose en el interior de una nueva piel y desembarazándose de la vieja, que le parecía absurdamente irrelevante, inmersa como estaba en un mundo serpenteante. Se inclinó hacia delante para que hasta su última célula entrara en contacto con aquel mundo, olisqueó su aroma, sintió que cada centímetro de su cuerpo vibraba y se sumergió en ella más

~~165165~~

Page 166: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinprofundamente. El corazón de la gorgona era de un material duro extraído de los huesos de la tierra. Ahí residía el poder de atravesar la carne y petrificarla, fosilizando en un instante lo que en condiciones normales hubiese tardado eones en convertirse en piedra. Apreció la hermosa simpleza de petrificar a los enemigos para pasar por encima de ellos sin correr peligro alguno. Connie se dispuso a abrazar ese poder, a tocarlo...

Entonces sus ojos se abrieron abruptamente, sorprendiéndola, y se encontró mirando fijamente los iris negros de la gorgona, en los que vio su propia cara reflejada. Los labios de la gorgona estaban torcidos en una sonrisa cruel, como si pudiera escuchar las dudas y los miedos de Connie a través de su vínculo.

—Nos ayudarás, ¿verdad? —le suplicó Connie.

—Tal vez —repuso la gorgona, evasivamente.

Las serpientes se soltaron y Connie dejó de sentir los pensamientos más profundos de la criatura, que se separó de la universal.

Un crujido explosivo sobre sus cabezas hizo que Connie levantara la mirada, y al hacerlo vio a Argand cayendo envuelta en una ducha de chispas doradas entre las ramas de un árbol cercano, chillando de indignación. Era el momento. Agarrándose al tronco, Connie se puso en pie y la gorgona se deslizó a una cierta distancia, enrollándose nuevamente en una rama gruesa.

—¡Kullervo! —gritó Connie a la presencia oscura que ya nunca podría estar lejos de sus pensamientos. Tenía que atraerlo, apartar su atención de Col—. ¡Qué valiente, luchando contra un crío y una dragoncita! ¡Qué valiente, cuando sabes que no tienen poderes comparables a los tuyos!

El grifo merodeaba sobre el chico, con las garras abiertas para tratar de hacerle caer del árbol. Connie sabía que la estaba escuchando.

—¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño o tan fuerte como tú? —le gritó.

El chico podía esperar. No iba a huir. Kullervo se volvió hacia Connie y planeó con elegancia hasta posarse en la punta de la rama en la que se encontraba la niña, que se arqueó y crujió.

—Así que la universal cree que está a mi altura, ¿no? —graznó, dando un paso hacia ella—. ¿Qué tiene que ver la cobardía conmigo? Eso es una vana idea de los humanos. Yo destripo y destruyo todo lo que quiero, incluso a una universal. ¿Acaso necesitas una marca en la carne que te recuerde a quién perteneces? —preguntó remarcando cada palabra con un movimiento de su cola de león.

Connie estiró un brazo hacia atrás, tratando de encontrar a tientas los dedos de la gorgona, pero sólo encontró el tronco rugoso. El grifo estaba a sólo un metro de distancia. Kullervo se detuvo para contemplarla, devorando ansiosamente su miedo con la mirada.

~~166166~~

Page 167: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Tiemblas ante mí y, sin embargo, te consideras mi igual,

compañera? —Levantó una garra y le acarició una mejilla suavemente con una uña afilada como una cuchilla—. ¿Dónde te dejo mi marca? ¿Aquí, tal vez? Quiero que me recuerdes cada vez que te mires en un espejo.

Connie se pegó al tronco. Las rodillas le flaqueaban y con las manos todavía palpaba el árbol en un último intento desesperado de encontrar a la gorgona. Pero los dedos de Connie no entraron en contacto con nada y supuso que la criatura había faltado a su promesa.

—Puedes marcarme, pero nunca seré tuya —susurró Connie con el corazón encogido.

—Como ya te he dicho, ya eres mía, compañera —replicó el grifo, y levantó la pata dispuesto a atacarla.

En ese momento un puño firme se cerró alrededor de los dedos de Connie, que sintió una corriente de fuego helado llameando por su brazo y ascendiéndole por el cuello hasta los ojos. Echó la cabeza atrás con violencia y miró directamente a las pupilas felinas de Kullervo, contrarrestando su mirada desdeñosa con un poder nuevo y absolutamente inesperado. La garra de Kullervo se detuvo en el aire, a milímetros de distancia de su rostro, y Connie captó la ira y la confusión en su mirada al darse cuenta de que le había engañado. Connie intensificó su ataque y la parálisis penetró más profundamente en su adversario que, atrapado en la piel de piedra en la que le había encarcelado Connie, no podía cambiar de forma. Sentía que la gorgona la empujaba a continuar: una vez tomada la decisión de proteger al hijo de Cassandra, estaba decidida a luchar como si fuera su propio vástago. La dureza se apoderaba de las alas del grifo y Kullervo comenzó a ladearse, incapaz de mantener el equilibrio sobre la fina rama. Connie se detuvo un momento, sujetándole con la mirada, consciente de que si proseguía con el ataque, Kullervo caería al suelo y su parte inmortal quedaría atrapada en una tumba de piedra.

Mack, que había asistido al combate aterrado pero fascinado, se distrajo con el sonido de tambores y trompetas que se aproximaban.

—¡Connie, llega la gente! —exclamó—. ¡Sea lo que sea lo que tengas que hacer, será mejor que te des prisa!

Sus palabras se mezclaron en la cabeza de Connie con la insistencia de la gorgona para que matara y ambas voces se entrelazaron como víboras en un nido. Confundida, sin saber qué hacer, Connie escrutó los ojos fieros de Kullervo, que la contemplaban iracundos. ¿Acaso no merecía la muerte? ¿No merecía ser exterminado por haber demostrado su maldad? ¿No merecía ella cobrarse su venganza por todo el dolor que él le había infligido? ¿Por qué iba a apiadarse de él? El no había tenido ninguna piedad con ella. Su mente se llenó de una ira amarga contra él y sintió la tentación de completar su conquista.

Entonces, como un fósforo que prende en la oscuridad, recordó que habían volado juntos, danzando en el aire durante un salvaje instante de

~~167167~~

Page 168: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldincompañerismo desbocado. Entonces supo que, aunque lo intentara, no podría destruir a su compañero. Él formaba parte de ella y ella formaba parte de él. La luz brilló con más intensidad al recordar que él le había salvado la vida al detener su caída. No podía matarle a sangre fría. Godiva había matado a su compañero y una parte de sí misma había muerto a consecuencia de ello. Ella no pensaba hacer lo mismo.

—¡Vete! —ordenó a Kullervo cerrando los ojos y soltando a la gorgona—. Vete o no te volveré a perdonar la vida. Ahora estamos en paz.

El grifo chilló y saltó con tanta fuerza que el temblor de la rama estuvo a punto de hacer perder el equilibrio a Connie. La criatura se proyectó hacia el cielo y se alejó a toda velocidad volando entre las copas de los árboles y gritando a los cielos cuánto odiaba la piedad de Connie. Connie se desplomó exhausta junto al árbol, con la cabeza gacha.

—¡Le has dejado huir! —le reprochó Mack—. ¡Le tenías a tu merced y le has dejado escapar!

—¡Cállate, papá! —intervino Col—. No lo entiendes.

—Tienes toda la razón del mundo, no lo entiendo —refunfuñó Mack.

Connie miró a Col y vio que la estaba observando con una expresión compasiva en el rostro.

—Has tomado la decisión correcta, Connie —la consoló el muchacho—. A pesar de todo lo que nos ha hecho, no debes convertirte en lo mismo que él.

—Pero es que no... No podía hacerlo, Col —se disculpó, con la voz ahogada—. No puedo matar a mi compañero.

En ese instante un rugido de megáfonos, voces e instrumentos musicales estalló bajo las ramas del roble.

—¡Salvemos el roble de Merlín! ¡Salvemos el roble de Merlín! —coreaban los manifestantes.

Connie miró hacia abajo y vio rostros ovalados mirando hacia arriba. Buscó a su alrededor preguntándose dónde estaba la gorgona y la vio camuflada entre las hojas amarillas. A pesar de todo, algunos de los congregados bajo el árbol habían visto el llamativo traje rojo y amarillo del bufón y el alboroto fue en aumento a medida que se iba amontonando gente en aquel espacio reducido. El representante del Ayuntamiento, con escolta policial, se abrió paso hasta la primera fila y miró hacia arriba. Al parecer, la presencia en el roble de Mack Clamworthy, vestido de bufón, le resultaba un insulto insoportable y, furioso, agarró un megáfono y gritó hacia el árbol:

—¡Bajad de ese árbol! Ese árbol se tiene que talar hoy. Estáis invadiendo una propiedad del Ayuntamiento.

La multitud le abucheó y a continuación aclamó a Mack, que hizo el gesto de la victoria y gritó:

—¡Entonces sube a buscarme!

~~168168~~

Page 169: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Señor Clamworthy —dijo Connie—, puede que no sea mala idea bajar.

Por cierto, no me importaría usar una escalera.

Al pie del árbol, alguien chilló:

—¡Connie!

Era Anneena. Acababa de ver a su amiga semioculta entre las ramas más altas.

—Hola, Anneena —contestó Connie—. Estoy atascada aquí arriba. Col está conmigo.

El resto de la multitud vio en ese momento a la chica que se asomaba entre las ramas.

—¿Quién es ésa? —preguntó el representante del Ayuntamiento.

Godiva Lionheart se abrió paso entre los periodistas.

—Ahí arriba hay niños. Haga algo útil por una vez y ordene a sus hombres que vayan a buscar una cuerda y una escalera.

Rupa se acercó a Anneena a empujones.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Es Connie. Mira, está ahí arriba, y dice que Col está más arriba todavía.

El señor y la señora Nuruddin se reunieron con sus dos hijas.

—Necesitamos a los bomberos —opinó el padre de Anneena.

Llamó al policía más cercano y se enzarzó en una acalorada discusión que desembocó en una llamada por radio para pedir ayuda.

—¡Aguanta, Connie! —gritó Rupa.

—No tengo muchas alternativas, ¿no te parece? —respondió Connie desde el árbol.

Zed se abrió paso hacia las primeras filas rodeado de fotógrafos y equipos de prensa. Sonreía de oreja a oreja.

—Esto es una bomba. ¿Quiénes son? —preguntó a Rupa quitándose las gafas de sol para ver mejor a los ocupantes del árbol.

—No te lo vas a creer, pero tienes delante a un bufón, a una estudiante desaparecida y, un poco más arriba, a sir Galahad.

—¿Una estudiante? ¿Qué estudiante?

—Connie Lionheart.

El nombre comenzó a oírse entre los periodistas. Dos de ellos incluso empezaron a trepar al árbol para echar un vistazo más de cerca hasta que Mack los amenazó para que no siguieran acercándose. Mack pensaba en la gorgona enrollada en una rama, pocos metros por encima de él. Obligados a regresar a tierra, los periodistas les gritaron preguntas.

—¿Qué haces ahí arriba, Connie, cielo?

~~169169~~

Page 170: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

Connie miró a Col.

—¿Qué les digo? —le preguntó en un susurro.

—Improvisa —repuso él con una sonrisa triste.

—Llevo... Esto... Llevo aquí una semana—mintió—. He venido para expresar mi apoyo a la manifestación. ¡Salvemos el roble de Merlín! ¡Salvemos el roble de Merlín!

—Eso, ya habéis escuchado a la niña. ¡Salvemos el roble de Merlín! —exclamó Zed.

Los manifestantes respondieron a su grito y comenzaron a corear el lema ahogando las preguntas de los periodistas. Connie se sintió aliviada.

Hubo un alboroto cuando la policía obligó a la gente y los caballos a apartarse para dejar paso a un equipo de bomberos con casco amarillo. Dos de ellos apoyaron una escalera de aluminio en el tronco del árbol. Sin embargo, antes de que pudieran llegar a Mack, éste se descolgó por el árbol y se dejó caer en el suelo.

—No necesito ayuda, gracias —dijo, y un policía evitó que huyera poniéndole una mano sobre el hombro.

—Señor, será mejor que me acompañe —le pidió el agente—. Tenemos algunas preguntas que deberá responder en comisaría.

Mack se encogió de hombros.

—De acuerdo, pero no antes de que mi hijo baje sano y salvo del árbol.

El policía reflexionó un momento.

—¡Tenga corazón! —dijo Zed, dando una palmada a Mack en la espalda.

Enfrentado a un ejército de cámaras, el agente asintió.

Dos bomberos que habían subido tan arriba como les había permitido la escalera trepaban rápidamente de rama en rama acercándose a Connie. La niña miró a la gorgona, pero la criatura ni siquiera se había movido e incluso su cabeza quedaba bien camuflada entre los pliegues de sus alas.

—Col —susurró Connie para que nadie más pudiera escucharlos—, ¿crees que puedes bajar hasta nosotros? No me parece buena idea que sigan subiendo, ¿no te parece?

—No puedo, Connie —repuso Col—. Tengo una pierna herida. Creo que me la he roto.

Connie observó alarmada que la gorgona comenzaba a moverse. La criatura se desenrolló de la rama y se encaramó a lo más alto del árbol.

—¡No mires! —le advirtió Connie a Col—. Va hacia ti.

—No pasa nada, cielo —gritó uno de los bomberos, pensando que chillaba de miedo—. Ya casi estamos contigo.

~~170170~~

Page 171: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinLa gorgona llegó a la rama más alta, extendió las alas como una

mariposa y saltó. Llevada por el viento, se dejó arrastrar por la corriente acompañada por una nube de hojas secas. Se perdió en la distancia, volando como una semilla de bronce, y desapareció de su vista en dirección al Hoyo de las Serpientes.

—Ya estoy aquí, cielo, agarra mi mano.

Connie apartó la vista del horizonte, estiró un brazo y se sintió muy aliviada cuando el bombero que tenía más cerca la sujetó. El hombre le puso un arnés al cual había atado una cuerda. El otro bombero trepó hasta situarse a su altura, miró hacia arriba y silbó.

—¿Cómo ha llegado tan arriba tu amigo? —preguntó admirado—. Además de armadura debe de tener alas, ¿no?

—Le parece que se ha roto la pierna —contestó Connie rápidamente.

—Entonces necesitaremos la camilla. Aguanta, hijo.

Bajaron a Connie al suelo colgada como una araña del extremo de una cuerda. En cuanto sus pies tocaron el suelo, la envolvieron en mantas y una policía se la llevó.

—¡Falta Col! —protestó.

—En cuanto sepamos algo te lo diremos —le prometió la agente tirando de ella—. Creo que será mejor que te devolvamos a tus padres, ¿no te parece?

—¿Mis padres están aquí?

—Por supuesto. Están de camino. Tu tía abuela ya ha venido.

Godiva era la última persona a la que Connie deseaba ver en aquel momento. Intentó escapar, pero la agente la sujetaba con firmeza. Connie vio al padre de Col.

—Mack... Diga a los demás que he bajado —le gritó—. Tienen que saberlo. Y también hay que encontrar a Argand y a Skylark, y comprobar que estén bien.

Por supuesto, la agente pensó que deliraba.

—Cálmate, pequeña. Lo que necesitas es una buena taza de té y un descanso. Todos tus amigos manifestantes están bien —añadió, convencida de que Argand y Skylark eran los seudónimos de los demás ecoguerreros—. Tienes que venir conmigo.

~~171171~~

Page 172: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 19Capítulo 19

Un nuevo miembroUn nuevo miembro

La agente sacó a Connie del bosque y la hizo subir a una furgoneta de la policía aparcada frente a las excavadoras, que esperaban con las fauces dentudas como cocodrilos amarillos a la orilla de un río. Había una docena de trabajadores sentados en la cabina de las máquinas con los pies en alto. Algunos, picados por la curiosidad, levantaron la mirada del periódico que leían, pero sólo vieron a una niña con escolta y retomaron la lectura de las páginas de deportes.

Connie esperaba sentada en el asiento trasero de la camioneta. Sujetaba una taza de té de un termo de la policía con mano temblorosa. La impresión que le había causado todo lo que había vivido comenzaba a pasarle factura: Kullervo y sus seguidores sondeándole la mente, los días que había pasado atada en la litera de la autocaravana y los peligros que había vivido durante las últimas horas en la copa del roble. Y aún tenía que dar una explicación a sus padres y su tía abuela. Pero en su estado no se le ocurría qué decirles. Estaba segura de que, dijera lo que dijera, Godiva iba a pedir a sus padres que le impusieran el castigo más severo que se les ocurriese. El sufrimiento de Connie todavía no había terminado.

Un coche de policía llegó a la cima de la colina siguiendo una ambulancia con las luces encendidas y la sirena en marcha.

La ambulancia viró en la zona de picnic y desapareció de su vista, pero el segundo vehículo siguió subiendo la colina hasta el lugar donde esperaba Connie. Había llegado el momento de la verdad. Se puso en pie, dejó caer la manta a sus pies y respiró hondo. Las puertas traseras del coche se abrieron y su padre y su madre bajaron del vehículo, seguidos de su tío abuelo. Los tres la miraron en silencio. El rostro de su padre estaba gris por la tensión de los últimos días, su madre tenía la cara llorosa y los ojos de su tío abuelo reflejaban un intenso dolor. Las explicaciones que Connie había inventado se le marchitaron en los labios y se echó a llorar. Era lo mejor que podía haber hecho, porque inmediatamente desencadenó una reacción emocional de su madre, que se abalanzó sobre ella como una tormenta.

—¿Dónde estabas, cariño? —sollozó envolviéndola en un apretado abrazo, como si quisiera evitar que volviera a irse. Siempre iba impecable, pero ese día llevaba la ropa arrugada y era evidente que había

~~172172~~

Page 173: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldindormido vestida—. ¿Te das cuenta de lo que nos has hecho pasar? Al no saber nada de ti, empezamos a pensar que te podía haber pasado algo horrible.

Su padre rodeó a su mujer y a su hija en un abrazo. Connie percibía su olor reconfortante y se sentía segura envuelta en aquel firme abrazo.

—Ya está, ya está a salvo —dijo él con una suavidad poco habitual—. Es mejor no hablar de ello de momento. Demos gracias de que vuelva a estar junto a nosotros.

El tío Hugh se quedó de pie junto a aquel nudo familiar.

—¿Estás bien, Connie? —preguntó con inseguridad.

—Lo siento mucho —se disculpó Connie enjugándose las lágrimas de los ojos con el dorso sucio de la mano—. Ojalá no hubiera pasado nada de esto —añadió con sinceridad.

—Siento no haberme dado cuenta de que las cosas se habían puesto tan feas —se disculpó el anciano con aspereza—. Te he fallado.

Eso era lo que Connie se temía, que se culpara de lo ocurrido.

—No, todo ha sido culpa mía. Sé que no debí haberme escapado.

La agente regresó acompañada de Godiva Lionheart. A Connie le pareció que su tía abuela estaba aturdida. Godiva se le acercó y le dio unas palmadas en la espalda sin decir ni una palabra.

—¿Qué? ¿No... no me vas a reñir? —balbuceó Connie.

Godiva sacudió la cabeza.

Hugh se acercó a su hermana y la sujetó por el brazo.

—¿Estás bien? —le preguntó, en voz muy baja.

La agente carraspeó discretamente y dijo:

—Creo que será mejor que saquemos a Connie de aquí antes de que llegue la prensa. Tendré que hacerle algunas preguntas, pero, de momento, les sugiero que se la lleven a casa.

El corto viaje en el coche patrulla hasta la casa de los Lionheart, donde los padres de Connie habían pasado aquellos últimos días terribles, transcurrió en silencio. Parecían incapaces de encontrar un tema de conversación adecuado. El tío Hugh comenzó a preguntar por el desfile para tratar de levantar el ánimo, pero enmudeció al ver que Connie no tenía ganas de hablar. El policía que iba al volante percibió el ambiente enrarecido e intentó ayudar encendiendo la radio. Desgraciadamente, la emisora de noticias locales estaba retransmitiendo los emocionantes acontecimientos vividos en el bosque de Mallins:

—... Steve, estarás de acuerdo conmigo en que ha sido un día excepcional —comentó el periodista a su compañero en el estudio—. Primero el enfrentamiento entre los manifestantes y el equipo de obreros, y ahora esto...

El policía se dispuso a apagar la radio, pero Connie intervino.

~~173173~~

Page 174: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No, déjela puesta, por favor.

—Sí, y ahora veo cómo bajan al chico. Según los organizadores de la marcha se trata de Col Clamworthy, un chico de aquí. Esta mañana ha llegado vestido de Galahad. Steve, como debes recordar, ya te he contado cómo se alejó de los demás, lanza en ristre. Está aquí mismo, pero no puedo apreciar la gravedad de sus lesiones. Dos bomberos le están bajando al suelo. No teníamos ni idea de que se disponía a emprender una acción tan peligrosa cuando le hemos visto marchar al galope. Nadie sabe a ciencia cierta cómo ha trepado hasta tan arriba...

—¿Se sabe algo de la chica a la que han bajado antes? —preguntó la presentadora en un tono con el que trataba de exagerar el dramatismo de la noticia.

—¿Connie Lionheart, la chica desaparecida? Ya se había ganado una reputación como ecologista con el incidente del petrolero el día de Año Nuevo. Es una pena que a la policía no se le ocurriera mirar antes en el lugar más obvio: el punto donde se estaban congregando todos los activistas del país —bromeó el periodista con una carcajada. Connie hizo una mueca—. A juzgar por lo que ha dicho cuando la han encontrado, llevaba ahí arriba toda la semana en señal de protesta, una muestra de dedicación extraordinaria en una chica tan joven.

—¿Y cómo va la campaña para salvar el bosque de Mallins tras este llamamiento para comprarlo?

—Hace un rato Zed Bailey me ha dicho que la respuesta le conmueve. Apenas han transcurrido unas horas desde que lo ha lanzado y la página web está inundada de mensajes de apoyo y donativos de gente de todo el país. Evidentemente, el espectacular rescate de la niña desaparecida y su amigo ha dado una propaganda inesperada al movimiento. Y ya puedo confirmar que han bajado al chico. Galahad vuelve a estar en tierra y se encuentra en manos de los servicios de urgencias.

—Gracias, Mike. Si alguno de nuestros oyentes desea realizar un donativo, puede hacerlo a través de la página web Salvemos el roble de Merlín. Pueden echar un vistazo a nuestra página y seguir los enlaces. Y ahora permanezcan atentos para escuchar la primera actuación en directo de los Krafted en el festival de música de Hescombe.

El coche se detuvo en Abbey Close. Connie bajó por el camino flanqueada por sus padres, miró hacia el cielo y se preguntó qué estaría pasando en los páramos. ¿Habría llegado el mensaje a tiempo para evitar que acudieran a rescatarla? ¿Qué iban a hacer las fuerzas de Kullervo tras la huida de su líder? Confundidas y abandonadas, ¿intentarían atacar o desaparecerían hasta que se presentara una ocasión mejor? A juzgar por las palabras del periodista, en el bosque todo parecía bastante normal, aparte, claro estaba, de los personajes medievales, caballos, periodistas y servicios de emergencias que se paseaban al pie del roble de Merlín. Parecía que habían suspendido el ataque. La Sociedad había sobrevivido a aquella crisis... A duras penas.

~~174174~~

Page 175: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Cariño, ahora quítate la ropa y date un buen baño relajante —le

sugirió su madre, que le preparó un baño caliente de espuma. Connie se quitó el traje de piel marrón y su madre lo recogió con extrañeza—. Godiva nos habló de tu extraño gusto para la ropa, pero me alegro de que haya servido para evitar que te hicieras demasiados arañazos mientras estabas encaramada a ese árbol —comentó con un ápice de aprobación por la prenda que tanto habían despreciado.

—Al menos no salgo en la tele vestida con cascabeles y una armadura —comentó Connie bostezando.

—¿A qué te refieres?

—A nada.

La madre de Connie salió del cuarto discretamente y dejó a su hija sumergida en las burbujas para que el agua caliente se llevara la suciedad y los malos recuerdos.

* * *

El equipo de bomberos envolvió a Col de pies a cabeza, como si fuera un gusano de seda gigante, para bajarle del árbol. Le dolía la pierna, la espalda le ardía de dolor en el punto donde había recibido el golpe del dragón y tenía el resto del cuerpo lleno de lesiones leves, pero no le importaba. Lo único que le importaba era Skylark, al que había visto por última vez cayendo entre los árboles, no muy lejos del claro desde el que habían despegado. En cuanto llegó al suelo miró a su alrededor frenéticamente, buscando a su padre, al que vio acompañado de un policía de expresión severa.

—¡Papá! —gritó Col—. ¡Papá!

La multitud dejó paso para que Mack pudiera llegar hasta la camilla de su hijo. Mack se arrodilló junto a él y le agarró la mano.

—Todo va bien, hijo —dijo en voz alta, y a continuación añadió discretamente—: No te preocupes, he dado el aviso a nuestras fuerzas justo a tiempo. Los dragones estaban a punto de ponerse en marcha. Me ha costado un poco porque los policías que me custodian sospechaban de mí: creían que estaba solicitando refuerzos a otros grupos de activistas.

Col le escuchaba a medias, porque necesitaba desesperadamente la única respuesta que le interesaba.

—¿Y Skylark? ¿Cómo está?

—No lo sé, Col —admitió Mack sacudiendo la cabeza—. El capitán Graves y algunos voluntarios se dirigen ahora al bosque para buscarlos... A él y a Argand. Iría personalmente, pero al parecer estoy detenido —explicó con una mueca—. Creo que piensan que yo hice que Connie y tú treparais al árbol. Tu abuela va de camino al hospital, se reunirá allí contigo.

~~175175~~

Page 176: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinLos sanitarios hicieron retroceder a Mack y levantaron la camilla. Col

sintió que su frustración iba en aumento: no soportaba que se lo llevaran de aquella manera, sin saber nada. Skylark podía estar tirado, malherido cerca de él. Tal vez estuviera agonizando. Incluso podía estar muerto.

—¡Col! ¡Col! ¡Soy yo, Rati! —exclamó una cara angulosa familiar que se asomó junto a la camilla—. He venido a decirte que tengo algo tuyo. No te preocupes, cuidaré de ello por ti.

—¿Qué? —preguntó Col, confundido, mientras un policía obligaba a retroceder a Rati—. ¿Qué tienes?

—Tengo tu... —comenzó Rati, pero las puertas de la ambulancia se cerraron con fuerza y Col no logró escuchar la respuesta.

* * *

Ese mismo día, la señora Clamworthy llevó a Col desde el hospital en silla de ruedas hasta el taxi que los esperaba. El chico había pasado varias horas en Urgencias, donde le habían enyesado la pierna derecha, curado el corte de la espalda y limpiado el resto de heridas. La enfermera que le había hecho la cura de la espalda se había asombrado de la magnitud de sus heridas.

—¿Y dices que no te has caído? —preguntó incrédula mientras le limpiaba la herida con desinfectante—. Es el corte más extraño que he visto en mucho tiempo... Es una laceración, como si te hubieran golpeado con una sierra. ¡Y tienes el traje hecho jirones! Es francamente raro.

—Sí que es raro —convino Col, convencido de que hacerse el sorprendido era su mejor defensa.

La señora Clamworthy le ayudó a sentarse en el taxi.

—Vamos directos a casa y te vas a meter en la cama, jovencito —dijo con firmeza.

—Ni hablar. No hasta que sepa qué le ha pasado a Skylark.

—Col, cariño, como ya te he dicho no sabemos nada de él —dijo la señora Clamworthy en voz baja, mirando al taxista con nerviosismo.

—Entonces volvemos al bosque. No pienso rendirme sólo porque me hayan dado una pequeña tunda.

—¡Una pequeña tunda! —exclamó la señora Clamworthy, olvidando por la indignación que debía hablar en voz baja—. Tienes una pierna rota y llevas puntos en la espalda. Tienes suerte de seguir con vida.

—Pero sigo vivo y tengo que descubrir si Skylark también lo está.

La señora Clamworthy suspiró. Ella también tenía un compañero y no podía decir con sinceridad que ella no hubiera hecho lo mismo de haber sido el suyo el que hubiese estado en peligro.

—De acuerdo, Col, pero una hora, nada más. Después...

~~176176~~

Page 177: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Sí, ya sé, a casa y a dormir.

La zona de picnic estaba en silencio cuando el taxi llegó. El festival estaba en pleno apogeo y todo el mundo había ido a escuchar a los grupos al escenario principal. Col escuchaba la música que retumbaba en los altavoces. Las luces se elevaban hacia el cielo y danzaban entre las nubes.

—¿Qué piensas hacer exactamente? —preguntó su abuela exasperada viendo que Col iba hacia el autobús de Rati ayudándose con las muletas—. ¡Si te excedes se te saltarán los puntos!

Col llamó a la puerta con una muleta, pero no obtuvo más respuesta que un torrente de ladridos iracundos de Wolf.

—Voy al claro —le anunció a su abuela dándose media vuelta—. Ha caído ahí.

El rostro de la señora Clamworthy se iluminó al ver que alguien se les aproximaba entre los árboles con una vara bajo el brazo.

—Mira, ahí está el capitán Graves. Él te dirá lo que sabe hasta el momento y evitará que hagas tonterías.

—¡Col, chico, estoy encantado de verte en pie! —rugió el capitán Graves cuando vio a su discípulo, y una sonrisa torció su pulcro mostacho—. En realidad, me alegra verte también por otro motivo. Tenemos un pequeño problema.

—¿Skylark? —preguntó Col con ansiedad.

—Está..., mmm..., bueno, será mejor que vengas y lo veas tú mismo.

—Pero, Michael, ¡Col está herido! —protestó la señora Clamworthy—. Tiene la pierna rota. No puede ir saltando por ahí, se hará más daño.

—Un segundo —dijo el capitán Graves, y silbó con fuerza. Inmediatamente apareció Mags trotando entre los árboles—. Es un animal muy inteligente —comentó con aprobación—. Podrás montar un poni, ¿verdad, muchacho?

—Claro —contestó Col.

El capitán Graves ayudó a Col a subirse a lomos de Mags. La pierna enyesada de Col sobresalía de la montura en una postura extraña.

—Allá vamos —anunció el capitán Graves tomando las riendas del animal—. ¿Vienes, Lavinia?

La señora Clamworthy, que había decidido mucho antes que no pensaba volver a perder de vista a su nieto, los siguió por el camino forestal que llevaba al claro.

—Skylark está bien, ¿verdad, capitán? —preguntó esperanzado.

—Debería estarlo. Nos hubiera venido bien tener a la universal para que ayudara a Windfoal a curarle, pero al parecer está incomunicada en este momento. El problema es que no le hemos encontrado nosotros.

—¿Y Argand? ¿La dragoncita dorada?

~~177177~~

Page 178: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—También la han encontrado. Los dragones son duros como una bota

vieja, hasta los más jóvenes. Está más herida en el orgullo que físicamente. Al menos, eso es lo que dice el doctor Brock.

—Entonces, ¿quién encontró a Skylark? —preguntó Col, aunque adivinaba la respuesta.

—Ya lo verás.

Mags abandonó las sombras vespertinas, cada vez más alargadas, y se adentró en el claro. El aire era fresco y Col tembló azotado por la brisa, que transportaba semillas por el claro como si fueran copos de nieve. Al otro lado, cobijado bajo un gran nogal, vio a un grupo de personas arremolinadas alrededor de algo que había en el suelo. Percibió una presencia y se le erizó el vello de la nuca: era Skylark. El muchacho espoleó a Mags y tras cruzar un campo de helechos que llegaban a la cintura de un hombre, se dejó caer sobre la pierna buena, maldijo entre dientes por el dolor de sus heridas y se sentó junto a su amigo rodeándole el cuello con los brazos y hundiendo la cabeza en su crin. Su vínculo se restableció al instante. Col y Skylark se alegraban de estar juntos de nuevo, porque ambos habían temido por la vida del otro. El ala derecha de Skylark estaba rota, pero había logrado controlar su caída con la izquierda y, al aterrizar violentamente, se había torcido la pata delantera derecha. Había tenido suerte: le habían entablillado el ala y le habían limpiado y vendado el resto de heridas aun antes de que le encontrara la Sociedad.

—¿Quién te ha curado? —preguntó Col.

Al levantar la mirada se encontró con la de Rati, que le sonreía.

—Es impresionante que hayas llegado hasta aquí, Col Clamworthy —rió Rati—. Ya te dije que cuidaría de él por ti.

Col se percató de que el doctor Brock y el capitán Graves intercambiaban una mirada de preocupación. Se trataba de un problema grave, ya que una criatura mítica había sido vista por alguien ajeno a la Sociedad y no podían ocultarle la verdad de ningún modo, ni siquiera hacerle creer que se trataba de un disfraz estrambótico porque el muchacho había atendido a Skylark y sabía perfectamente que estaba hecho de carne, sangre y huesos.

—Supongo que ahora me dirás que el dragón de tu casco también era de verdad —continuó Rati.

El doctor Brock se guardó algo en lo más hondo de su chaqueta.

—Mmm... —masculló Col.

—No te tortures, Col —dijo Rati—. No contaré a nadie vuestro pequeño secreto. Veo cosas como ésta constantemente. Mi padre cree que estoy loco, pero he visto a los minúsculos seres de los árboles y los ríos.

Col miró al doctor Brock. ¿Rati poseía el don? ¿Cómo, si no, podía haber visto todas aquellas cosas? Skylark ya había percibido algo en él

~~178178~~

Page 179: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldincuando le había conocido. El doctor Brock asintió a la muda pregunta del chico.

—Gracias, Rati. Gracias por cuidar de Skylark —dijo Col—. ¿Te importaría no hablar a nadie de nada de todo esto?

—¡No te preocupes! Ya te he dicho que no lo voy a contar.

—¿Te gustaría conocer a algunos amigos míos a los que les gustaría saber más cosas de ti? —preguntó Col, y Rati le miró con desconfianza—. No te van a hacer nada —añadió Col rápidamente—, sólo quieren saber si te gustaría formar parte de nuestra Sociedad.

—¿En esa Sociedad fue donde conseguiste este caballo alado?

—Algo así. No lo conseguí, no me pertenece, sólo es amigo mío y también forma parte de la Sociedad.

Rati se encogió de hombros.

—Estás chalado, Col Clamworthy, pero pinta divertido. Conoceré a tus amigos.

—Col, ahora sí que insisto en que vengas a casa conmigo —los interrumpió la señora Clamworthy—. Si te sientas en el suelo mojado y sigues montando a caballo volverás al hospital en un santiamén. Tienes que tener cuidado.

—Será mejor que obedezcas a la señora —convino Rati, inclinando la cabeza respetuosamente como saludo a la abuela de su amigo. Siempre se había mostrado escrupulosamente cortés con ella cuando iba a casa de Col, porque las matriarcas le inspiraban un sano temor. Ayudó a Col a levantarse y le ofreció el hombro para que se apoyara en él y pudiera volver a montar sobre Mags—. Había un dragón, ¿verdad? —susurró serenamente al oído de Col—. No me lo digas... También tengo que guardar silencio sobre este tema, ¿no? —preguntó, y cuando Col trató de responder le interrumpió con un guiño—. No te preocupes: aunque lo contara, nadie me creería —añadió—. Están tan acostumbrados a mis historias que me consideran chiflado. Me alegro de comprobar que tú también lo estás.

~~179179~~

Page 180: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin

Capítulo 20Capítulo 20

HescombeHescombe

Durante el desayuno, en casa de los Lionheart imperaba un silencio tenso. Por una vez, la culpa de la tensión no era de Godiva, que se había mantenido muy callada desde la vuelta del bosque de Mallins. Los protagonistas de aquella escena eran Connie y sus padres. Los sentimientos de alivio que habían permitido a Connie evitar las explicaciones la noche anterior habían dejado paso aquella mañana a la determinación por parte de sus padres de llegar al fondo del asunto. Sin embargo, su hija no les proporcionaba más que respuestas evasivas. No quería explicarles claramente dónde había estado ni los motivos de su precipitada huida de la casa de su tía abuela.

—Pero Connie, si tal como dices, no se estaba tan mal —comenzó su madre con un punto de aspereza en la voz—, ¿por qué diablos te escapaste? No esperarás que crea que estabas tan preocupada por un puñado de árboles que creíste necesario hacernos sufrir de este modo.

Connie miró sus cereales, que se ablandaban en la leche. Todavía no había probado bocado. No tenía apetito.

—Me parece que no eres consciente de los problemas que nos has causado —intervino su padre, enfadado—. Has tenido a la policía de medio país buscándote. No te imaginas cómo hemos sufrido tu madre y yo. Incluso se han realizado llamamientos a escala internacional y tienes el valor de quedarte ahí sentada sin decir ni una sola palabra que se asemeje a una explicación creíble de lo ocurrido.

Connie pensó, devastada, que no podía decir nada. Tenían motivos para estar furiosos con ella. Todo el mundo se iba a enfadar con ella, incluso los miembros de la Sociedad que sabían toda la verdad, porque había caído en una trampa como una tonta. Era consciente de que antes debería haber acudido a alguien, a Evelyn por ejemplo, en busca de consejo. De ese modo, hubiera ahorrado a todo el mundo sufrimientos y peligros. No había planeado pasar fuera tanto tiempo. Obviamente, su intención era regresar enseguida con Col, disculparse por haber desaparecido un fin de semana y aceptar el inevitable castigo que le hubiera impuesto Godiva. No había querido que todo acabara de aquel modo.

~~180180~~

Page 181: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinGodiva observaba atentamente a su sobrina desde el otro lado de la

mesa. Hugh se sentía profundamente incómodo y untaba mantequilla una y otra vez en la misma tostada.

De pronto, Godiva habló:

—Beryl, Gordon, ¿os habéis preguntado si Connie puede tan siquiera daros una «explicación creíble» tal como tú mismo has dicho? —preguntó. Connie parpadeó, segura de que su tía abuela se disponía a soltar una nueva diatriba sobre la locura que le inducía la Sociedad—. A mí me parece que en realidad no sabe por qué hizo lo que hizo, pero parece arrepentida —sentenció, y Connie se quedó boquiabierta. ¡Godiva la estaba defendiendo!—. Lo que sí sé con certeza es que ella no es feliz aquí. Ella es feliz en Hescombe, junto a sus amigos. Vuestra hija no es... Bueno, no es completamente normal, pero eso no siempre es malo.

Beryl y Gordon se miraron, perplejos. Hugh dejó la tostada en el plato y miró a su hermana. Lentamente, en su rostro se dibujó una sonrisa.

—Eso si no te la vas a llevar de vuelta contigo a Manila —concluyó Godiva.

Beryl chasqueó la lengua.

—No es posible, Godiva. ¿Qué vamos a hacer con la escolarización de una niña como Connie? Y no nos podemos permitir dejar el trabajo sin tener otro.

—Ya lo sé. Como os iba diciendo, si no os la podéis llevar de vuelta a Manila, creo que yo tampoco la podré tener aquí más, sabiendo como sé que se sentirá desgraciada. Sólo queda una opción: tendrá que regresar con Evelyn. Sé que ella se la quedará. En cuanto a la escuela, si en un principio consiguió una plaza en Chartmouth, estoy segura de que bastará con hablar con el director.

—¿Qué te pasa? —preguntó Gordon—. Pensaba que querías quitarle de la cabeza todo eso de la Sociedad.

—Creo que ya no.

—¿Porqué?

Godiva sonrió a Connie.

—Me voy a Brasil.

—¿Qué? —exclamó Gordon.

—Ya me has oído. Me he unido a un grupo que trata de salvar la selva amazónica.

Gordon se atragantó con el café y Hugh aplaudió a Godiva.

—Buena idea, Iva. ¿Qué te ha convencido?

—He decidido que ha llegado el momento de corregir los errores pasados. Connie, siento haber sido tan dura contigo, pero creo que eres quien mejor entiende de qué trataba de escapar.

Connie asintió.

~~181181~~

Page 182: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—Sí. Creo que yo también me alejaría de ello si pudiera.

—¿A qué os referís? —balbuceó el padre de Connie—. ¿De quién está hablando?

—De nuestra herencia familiar —repuso Godiva enérgicamente—. Entonces, ¿qué pensáis hacer con vuestra hija?

—Bueno, pues... —comenzó Gordon, y se volvió hacia Hugh—. ¿Tú también te vas a Brasil?

—No creo —contestó Hugh, sonriendo orgulloso a su hermana—. Creo que ya no me necesita.

—Entonces, ¿Connie se puede quedar aquí contigo?

—No —terció Godiva—. Voy a cerrar la casa... Quiero dejar que el jardín crezca una temporada.

—Es una casa demasiado grande para mí solo. Vas a tener que mandarla de vuelta a Shaker Row —convino Hugh.

Gordon y Beryl no parecían muy convencidos.

—¿Y ese hombre, el bufón motorista? Según los periódicos es el culpable de casi todo lo que ocurrió ayer —apuntó Beryl mirando a su hija con angustia.

—Ni hablar —la contradijo Connie—. Eso no es cierto. Tal como dije anoche a la policía, intentaba ayudarme a bajar, pero trepé demasiado alto —explicó, y se alegró de que sólo fuera una mentira a medias, porque sabía que nada de todo aquello era culpa de Mack Clamworthy.

—He estado pensando que me gustaría estar más cerca del mar —añadió Hugh—. Un amigo mío, Horace Little, ¿le recuerdas, Godiva? Es el hombre que sacaba a pasear a Connie con su nieta. El caso es que él y yo tenemos un pequeño plan para botar una barca juntos. Como a él le gusta mucho nadar, porque debe de estar loco, se me había ocurrido que tal vez podría comprar una casita en algún punto de la costa, no muy lejos de la de Evelyn. Así, el hermano de Connie también podría venir a pasar allí las vacaciones, si le apetece. ¿Qué te parece a ti, Connie?

—Creo que es un sueño hecho realidad —contestó Connie, sonriendo y con los ojos radiantes.

No se podía creer el rumbo que estaban tomando las cosas: era como si su tía abuela y su tío abuelo hubieran lanzado un hechizo para hacer desaparecer todos los obstáculos que la separaban de la felicidad. Le daban ganas de saltar por encima de la mesa para abrazarlos.

—Supongo que podrías ayudar a Evelyn a cuidar de Connie —aventuró Gordon, que comenzaba a ver los aspectos positivos del plan—. Podrías supervisar su rutina y asegurarte de que no se vuelve a meter en ningún asunto peligroso.

—Trato hecho —aceptó Hugh—. ¿Te apetece una tostada, Connie?

—Sí, por favor —contestó—, pero si puede ser, una con un poco menos de mantequilla.

~~182182~~

Page 183: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia GoldinTras la comida, Connie se acercó a sus padres, que se disponían a ir a

buscar a su hermano Simón, que ya estaba en el internado. Habían planeado que toda la familia pasara un poco de tiempo junta antes de regresar a la vida normal.

—¿Os parece bien que vaya a ver a Col? —preguntó—. Está en casa con una pierna rota y me encantaría ir á ver si está bien.

Sus padres intercambiaron una mirada.

—Supongo que si vas a volver a Hescombe, no podemos evitar que veas a los miembros de esa Sociedad tuya, ¿no? —dijo su padre en tono severo.

—Sería difícil no verlos —coincidió Connie con humildad.

Gordon suspiró.

—De acuerdo. Pero no hace falta que te recuerde que tu tío abuelo vigilará de cerca lo que hagas a partir de ahora.

Connie asintió satisfecha, corrió al cobertizo y sacó la bicicleta. Al pasar junto al bosque vio que los campos todavía estaban llenos de asistentes al festival y que las excavadoras habían retrocedido a una zona más baja de la colina. Todavía no habían talado ni un solo árbol.

Bajó por la cuesta de la colina hacia Hescombe cantando a pleno pulmón, entró en la calle de Col y dejó la bicicleta tirada en la puerta. Al detenerse frente a la puerta de la cocina para llamar, escuchó un alboroto de voces en la casa y se dio cuenta de que en aquel momento debía estar llena de gente. Como nadie la escuchó llamar, empujó la puerta y entró. La habitación quedó en silencio al verla de pie en la entrada. El doctor Brock, Evelyn, Mack, la señora Clamworthy y los Administradores Kira Okona, Kinga Potowska y Niño Águila estaban alrededor de Col, que descansaba en un sillón, junto a la estufa, con la pierna enyesada apoyada sobre un taburete, Mack, como de costumbre, fue el primero en reaccionar a la inesperada llegada.

—¡Vaya, si tenemos aquí a nuestra universal! Entra, cielo.

—¡Connie, estamos encantados de verte! —exclamó la señora Clamworthy.

—Aunque un poco sorprendidos —añadió el doctor Brock—. Pensábamos que tus padres te habían llevado.

Connie sacudió la cabeza tímidamente, intimidada por tener tantos ojos observándola.

—No, y la cosa es aún mejor —dijo arrodillándose junto a Col—. Voy a volver.

—¿Que vas a volver? —exclamó él, entusiasmado.

Evelyn se abalanzó sobre ella y la abrazó.

—¡Connie, eso es maravilloso!

—Voy a volver... Volveré a Hescombe e iré al instituto de Chartmouth... Voy a volver.

~~183183~~

Page 184: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—¿Y la Sociedad? —preguntó rápidamente el doctor Brock, y un morro

dorado asomó por el bolsillo de su chaqueta, olisqueando el aire.

—Todavía no hemos pulido los últimos detalles —admitió Connie, acercándose a él para tomar a Argand en brazos.

—¡De momento es más que suficiente! —exclamó Col alegremente mientras Connie acunaba a la dragoncita, rascándole el cuello y haciéndola temblar de placer—. ¿Entonces nos veremos la semana que viene en la escuela?

—Desde luego —repuso Connie, radiante.

* * *

El miércoles siguiente, mientras las gaviotas chillaban fuera para darle de nuevo la bienvenida a Hescombe, Connie se puso el nuevo uniforme en su dormitorio del ático. Se anudó la corbata escolar mirándose al espejo y sonrió. Todo iba a ir bien.

Sus padres la acompañaron a la parada del autobús y la dejaron en las manos competentes de Anneena y Jane.

—Es maravilloso que hayas regresado al lugar al que perteneces —dijo Anneena, abrazándola—. ¿Es verdad que tu tía abuela se ha ido a Brasil?

—Sí —repuso Connie, con una sonrisa de oreja a oreja.

Godiva parecía muy feliz cuando se fue de viaje.

—¿Has escuchado lo del bosque, Connie? —preguntó Jane—. Esta mañana ha salido Zed Bailey por la televisión.

Connie cabeceó.

—No, ¿qué ha pasado?

—Bueno, el proyecto para hacer la carretera está paralizado y van a abrir una investigación pública —explicó Jane con una sonrisa triunfal—. Y todo gracias a la protesta del roble de Merlín.

—¡Ahora dicen que es un lugar de importancia cultural única! —añadió Anneena con orgullo—. Y la respuesta a nuestro llamamiento ha sido espectacular. Por lo que parece, el sábado apareció en las noticias de Estados Unidos y nos han llovido donativos de entusiastas de Merlín de todo el mundo.

—¿Qué creéis que harán con la carretera? —preguntó Connie, tratando de pasar por alto la referencia a su fama en Estados Unidos.

—Evidentemente, la construirán. Axoil es demasiado poderosa para frenarla —admitió Anneena, con una mueca—. Todavía quieren una carretera para sus camiones cisterna, pero tendrán que rodear el bosque y tomar una ruta menos directa.

~~184184~~

Page 185: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldin—No todo son buenas noticias. Eso significa que se tendrán que

sacrificar muchas tierras de cultivo —añadió Jane.

—Oh, no —lamentó Connie, y comenzó a imaginar las nuevas víctimas de aquel proyecto, como los habitantes del arroyo y otros animales. Deseó que no hubiera necesidad de construir esa carretera, pero era consciente de que en esos temas la superaba el ritmo de la vida moderna, siempre en constante cambio.

—No te preocupes demasiado, Connie, seguramente es lo más que podíamos esperar —concluyó Anneena—. Puede que no tengamos todo lo que queríamos, pero hemos logrado salvar el bosque.

El autobús ya arrancaba cuando vieron a Col acercándose a la parada tan rápido como le permitían las muletas, cargando al hombro una pesada bolsa. Jane corrió a ayudarlo, mientras Anneena retenía el autobús. Subió y se sentó junto a Connie.

—Así que, al final, aquí tenemos al equipo al completo —comentó a las tres chicas con una sonrisa—. ¿Estás preparada para llegar tarde conmigo a Chartmouth, Connie? —le preguntó.

—No deseo otra cosa —respondió ella categórica—. Como me dijiste una vez, compartimos muchas cosas.

—Sí, como situaciones de vida o muerte —dijo en voz baja para que Anneena y Jane no pudieran oírle—. No te he dado las gracias por venir a ayudarme.

—Ni yo por venir a ayudarme a mí.

—Supongo que estamos en paz —dedujo Col, y sus palabras le recordaron las últimas que había dicho Connie a Kullervo—. Volverá, ¿verdad?

—Me temo que sí. Sólo hemos ganado un poco de espacio vital. Sin embargo, la próxima vez estaré mejor preparada.

—Y yo también.

Permanecieron unos minutos sentados en silencio. Mientras veía pasar las calles de Hescombe, Connie ponderó el cambio que había experimentado en aquella última semana, la puerta que había logrado abrir Kullervo en su mente y la petición que le había hecho de que fuera su compañera. ¿Sería capaz algún día de cortar ese vínculo? Connie se sintió culpable por la decisión que había tomado en el bosque. Si no podía destruir a Kullervo cuando se le presentaba la oportunidad, no resultaba útil a nadie. Kullervo seguía decidido a erradicar a la humanidad del mundo. Si ella no lo detenía, ¿quién iba a hacerlo? Descartó aquellos pensamientos siniestros y formuló otra pregunta que la intrigaba.

—¿Y tu madre? —preguntó con una cierta inseguridad, consciente de que se adentraba en un territorio muy íntimo para Col.

—No lo sé —respondió el chico, mirando por la ventanilla. Rati estaba junto a la carretera de la zona de picnic. El autobús se detuvo para que subiera—. Ha vuelto a desaparecer. No sé qué piensa hacer: la han

~~185185~~

Page 186: Golding Julia - El Cuarteto De Los Compa±eros 02 - La Mirada De La Gorgona

La mirada de la GorgonaLa mirada de la Gorgona Julia GoldinJulia Goldinexpulsado de la Sociedad y ya no es amiga de Kullervo. Espero que vuelva a dar señales de vida algún día.

Connie no dijo nada mientras esperaban a que Rati subiera al autobús. No estaba segura de poder perdonar a la madre de Col por haberla tenido cautiva todo aquel tiempo. Esperaba no tener que volver a ver a Cassandra, y tampoco se iba a apenar demasiado si no tenía que volver a ver a la gorgona.

—Traigo un regalo —dijo Rati, haciéndose sitio junto a Col, y arrojó un puñado de nueces sobre el regazo de Connie—. Pásalas. Gracias a vosotros, habrá muchas más en el lugar de donde han salido éstas.

El autobús abandonó Hescombe y tomó la carretera serpenteante que rodeaba el bosque dejando intactos los secretos de los árboles.

FinFin

~~186186~~