Gonzalo Puente Ojea - El Evangelio de Marcos

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    1. INTRODUCCIN ..........................................................102. LA REGLA HEURSTICA Y LOS DOS MENSAJES 143. SALTO DESDE LA HISTORIA A LA TEOLOGA . . .20

    4. PRIORIDAD DE MARCOS ..........................................235. PROCLAMACIN POSTPASCUAL ...........................286. SECRETO MESINICO ...............................................318. SIERVO DE DIOS E HIJO DEL HOMBRE .................419. AUTENTICIDAD E HISTORICIDAD EN LOS DICTA............................................................................................. 4710. DICHOS SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE YTRADICIONES DE LA PASIN .....................................5311. INTERPRETATIO CHRISTIANA ..............................5712. EUCARISTA Y PAULINISMO EN MARCOS ........ 6213. JESS Y LAS PREDICCIONES DE LA PASIN .... 6914. MINISTERIO Y MAGISTERIO DEL JESS DE LAHISTORIA ..........................................................................76EPLOGO .........................................................................128

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    NOTA DE LECTURA1

    Esta concisa exposicin del Evangelio atribuido a Marcos se

    propone presentar al lector las premisas teolgicas de un escritode pretensin historiogrfca pero concebido desde la fe en lasupuesta resurreccin de un galileo conocido por el nombre deJess de Nazaret, o el Nazareno, as como identificar las huellasque paradjicamente este relato ha conservado de supersonalidad histrica.

    La premisa mayor marquiana consiste en otorgar

    autenticidad a lo que no es sino una impresionante ficcinlegendaria segn la cual Jess habra previsto, asumido yanunciado secretamente a sus discpulos, antes de iniciar elperodo decisivo de su aventura personal, su martirio expiatorioy su resurreccin al tercer da. En la historia de la exgesisneotestamentaria, dicha ficcin recibi el nombre de secretomesianico porque escenifica la revelacin hecha por Jess deque el Mesas l mismo debe sufrir y morir conforme a unplan de salvacin universal establecido por Dios desde el iniciode los tiempos. Este imaginario episodio constituye la piedra

    1Este librito completa, y en cierta medida sintetiza, lo que he escrito en mis librosIdeologa e historia. La formacin del cristianismo como fenmeno ideolgico(Madrid, 1991, 5. edic., 436 pp.) y Fe cristiana. Iglesia, poder (Madrid, 1992, 2.'

    edic., XX + 348 pp.), ambos publicados por esta misma edito rial.

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    fundacional de la revelacin cristiana, razn por la que HansConzelmann, con su reconocida autoridad, pudo escribir sinhiprbole que la teora del secreto es la presuposicin

    fundamental del gnero Evangelio.Tal construccin fidesta descansa en un mythologema que

    distorsion radicalmente y adulter tanto la figura como laandadura del Nazareno, al sustituir alJess de la historia por elCristo de la fe. El salto del uno al otro constituye una fracturaincurable pese a los denodados esfuerzos de los biblistasantiguos y modernos por introducir ansiosamente las

    indispensables mediaciones teolgicas y comportconsecuencias ideolgicas de inmenso alcance para la historiadel hombre occidental, consecuencias drsticamente operantesan en la sociedad de hoy.

    Antes de que el lector inicie la lectura de este libro, convieneadvertir que el profesor A. Piero ha suscitado reservas a mitesis sobre el alcance del mandato de Jess de amar a los

    enemigos. Estas son sus tres objeciones: 1. el trminopolemiosen su acepcin sustantivada de enemigo pblico apenasaparece en la literatura correspondiente en lengua griega; 2. lainstruccin, inserta en las percopas de Mt 5.38-48 y Le 6.27-38,de poner la otra mejilla, podra evocar la conducta de lossoldados romanos, que con frecuencia abofeteaban a sussometidos cuando lo juzgaban oportuno; 3. la referencia enMateo (loe. cit.) a la requisa para prestar un servicio detransporte, y la consiguiente admonicin a hacer dos millasaunque slo se fuera requerido para el servicio de una.

    A mi juicio, estas tres objeciones, que el lector debe recordaral leer el apartado D del captulo 14, no ofrecen suficiente pesopara debilitar mi posicin, dentro del extenso tejido argumentalque la sustenta. Veamos.

    1. Respecto del no uso de polemios en los documentos

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    neotestamentarios o en las versiones griegas de la literatura deljudasmo tardo (incluida la Septuaginta), la objecin resultaslo aparente. Si el Nazareno hubiera querido expresar sin

    ambages en arameo, naturalmente que l vena a inauguraruna nueva e inesperada dispensacin moral en cuya virtudtambin los agresores blicos o miembros de las nacionesenemigas de Israel y del plan soteriolgico de su Dios esdecir, los enemigos pblicos del pueblo elegido deban seramados en cuanto tales, entonces habra tenido que alterar enforma ntida y percutiente el lenguaje habitual mediante el

    empleo de un trmino inequvoco o de una perfrasis quedesbordasen claramente lo que sugiere habitualmente en griegoel vocablo ekhthros (enemigo privado, personal). De no hacerloas, el supuesto novsimo precepto hubiera quedado sinvirtualidad expresiva, enmascarado y finalmente reducido a lascategoras de la tica tradicional de su entorno. Sealaba C. G.Montefore, en un contexto anlogo, que si Jess hubiese

    resuelto incluircolectivamente a los no-judos en el precepto deamar a los enemigos, se habra visto obligado a declararlodrsticamente y con solemnidad como lo hizo en otras grandesocasiones, en estos trminos: hasta ahora os han dicho...,pero yo os digo que hay que amar igualmente a los adversariosgentiles, a los opresores romanos, a los enemigos del pueblojudo. Es patente que l no lo hizo. De haberlo hecho, habradestruido los imperativos de la pugna mesinica por instaurar elReino de Dios en la Nueva Jerusaln. Una tal novsimadispensacin habra exigido la introduccin, por ejemplo, de untrmino comopolemios justamente por su carcter inslito,o una perfrasis equivalente, en los pasajes sinpticosmencionados. Por lo dems, ya en s mismo, el deslindefilolgico ekhthros-polemios, hostis-inimicus, revela su granvalorpropedutico lo que A. Piero quiz no haya captado

    precisamente porque resulta indispensable en su funcin de

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    plataforma desde la cual ahondar y comprender la dualidadenemigo pblico-enemigo privado y sus consecuencias para unacorrecta interpretacin de la tica escatolgica de Jess. La

    parbola del samaritano, en el Evangelio de Lucas, al delimitarcon rigor el concepto de prjimo, entraa una ilustracin einequvoca corroboracin de mi percepcin de la categoraenemigo en la mente de Jess, como podr apreciar quien leaatentamente la seccin 3.13 de mi libro Fe cristiana. Iglesia,poder.

    2. Parece una fantasa de fillogo encontrar en la metforade la bofetada en la mejilla una referencia a los romanos comoenemigos pblicos. Desde que el mundo es mundo, jams elhombre ha empleado este ademn como mtodo de accin blicao como procedimiento de combate. Antes estaran, en todo caso,el puetazo o la patada en zonas vitales. No. Por el contrario, labofetada en la mejilla ha sido el gesto habitualpor antonomasiapara marcar en las relaciones privadas una actitud de ira dirigidaa la humillacin personal o a la afrenta o castigo frente a unenemigo en el entorno convivencial aunque en alguna ocasinpudiese ser una autoridad pblica la abofeteada.

    3. La referencia a la requisa, que se encuentra en Mt 5.41,merece dos comentarios. El primero, para puntualizar que se

    trata de una referencia que est ausente del correspondienteparalelo en Lucas. El segundo, para subrayar que la ticaescatolgica del Nazareno es una tica interina, una moral deemergencia que equivale a una verdadera disciplina penitencialcomo advirtiera ya J. Weiss. Por consiguiente, un signo deautosacrificio y mansedumbre personales en la lnea delcambio de mente (metanoia) que reclamaba vehementemente

    Jess de los suyos podra ser, entre otros muchos, tanto en la

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    vida pblica como privada, asumir con buen nimo la penosacarga de un servicio pblico. No se trataba de recomendar unaactitud conformista, pasiva o evasiva en el curso de una batallacampal, o de asociarse a la violencia blica de un enemigopblico. Las penalidades de una poca dura brindaban estmulospara el ejercicio de la abnegacin.

    Ante el evidente sentido de numerosos textos que hepropuesto en otros lugares, estas tres reservas me parecenirrelevantes para las conclusiones que sostengo sobre el alcance

    y significado de la doctrina tica del Jess histrico, aunque unexgeta est en su derecho al sugerirlas. Esas reservas nadatienen que ver con un supuesto mandato de Jess de amar a losenemigos pblicos en cuanto tales. No slo no hay huellas detal mandato en los Sinpticos, sino que justamente estos textosestn saturados de difanos pronunciamientos del Nazarenocontra los enemigos pblicos del Dios de Israel, hasta

    someterlos en una lucha ideolgica sin cuartel.Estos enemigos no son solamente los opresores romanos y

    los paganos en general, sino tambin sus cmplices domsticos,es decir, las oligarquas religiosas, sociales, econmicas que enla prctica cotidiana hacen, al menos de facto, causa comn conlos intereses hegemnicos del ocupante. El plano de fondo estconstituido, como horizonte totalizador de la enemistad

    publica, por la administracin imperial romana, pero en estainstancia venan a insertarse, como en una especie deconfluencia de enemistades, los paganos, los idlatras y losapstatas, ms las diversas capas de hebreos poderosos (losdynatoi y los prtoi a que aluden los textos evanglicos). Alfinal, Jess se qued prcticamente solo.

    El estilo predominantemente anecdtico de los relatosevanglicos suele centrarse en los enfrentamientos y conflictosintra domum, por as decirlo, quedando la hostilidad potencial

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    romana relativamente difumina-da, para hacer ruidosa irrupcindurante el perodo jerusalemita final, desde los episodios de lapurificacin del Templo y del pago del Tributo hasta el

    apresamiento, proceso y crucifixin del Nazareno comosedicioso. Cmo sera posible explicar el trgico desenlace dela aventura mesinica del galileo de Nazaret, si no se hubieradesarrollado en el marco de esta lucha a muerte con propios yextraos para imponer sus pretensiones mesinicas comoheraldo o como ejecutor del Reino de Dios en la tierra?... Puesbien, slo en este marco resulta posible reconstruir un modelo

    fiel, claro y coherente de la actitud tica de Jess, leyendo paraello los textos con sentido histrico, con el debido deslinde deplanos y de circunstancias, cada uno en su propio contextotactual, y eliminando las gruesas capas de simplificacin y detergiversacin que la apologtica evanglica nos ha legado. Ycomo criterio superior del anlisis, es indispensable situar alNazareno en el marco de las realidades ideolgicas, econmicas,

    sociales y polticas de sus das, en las que como judoparadigmtico estuvo radicalmente inserto, como se trasluce sinequvoco de una lectura advertida y objetiva de los documentosque hablan de Jess, as como de los que nos suministran todoslos datos necesarios para conocer, con solvencia historiogrfca,el judasmo en el que vivi y del que se nutri. La tarea derestauracin del Jess real, del mesianista galileo, es la tarea quele incumbe realizar, con todos los instrumentos necesarios, alhistoriador, nico capaz de integrar y ordenar ponderadamentetodos los datos disponibles en un modelo de explicacincoherente y totalizador que permita dar cuenta incluso de textoscontradictorios o divergentes. Para esta tarea, el mayor enemigoes el apologista de la fe recibida, la cual opera como un filtroque impide tender la mirada hacia evidencias que la fe hadescartado a priori, aunque el intrprete se haga la ilusin de

    que est exento de los condicionamientos que de hecho, no slo

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    de derecho, impone esta fe.

    Gonzalo PUENTE OJEA Madrid,

    octubre de 1991

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    1. INTRODUCCIN

    En toda narracin histrica puede distinguirse entre la forma gneros y formas literarios, elementos lexicales, categoremas,convenciones semnticas, etc., la estructura ordenacin,articulaciones, secuencias, economa global del relato, y lafuncin intencin o propsito del narrador hacia sus lectores. Las narraciones de estricta vocacin historiogrfica seproponen simplemente dar a conocer sucesos o acaecimientosrelativos a individuos o a grupos, cindose a los facta o resgestae tales como se presentan en los testimonios orales y en lasnoticias o documentos sobre los que trabaja el narrador. Aunquetoda obra historiogrfica est mediada por las percepciones delautor, su valor histrico se vincula a las referidas fuentes y esfuncin de stas, ponindose la forma y la estructura del relato al

    servicio de ese dar a conocer, que se propone ser tan objetivo yfidedigno como resulte posible dentro de los lmites del materialdisponible.

    El Evangelio del autor de Marcos, en cuanto documentotestimonial de unos facta sucesos y doctrinas no es unamera obra historiogrfica, sino que responde a un gneroliterario originalde su propio autor. A partir de la actualizacin

    y asuncin de las tesis de Martn Khler que datan

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    inicialmente ya de 1892 por los hermeneutas de laFormsgeschichtlicheSchule, y especialmente por M. Dibelius yR. Bultmann, los Evangelios, que responden al arquetipo

    marquiano, se consideran documentos kerygmticos (del griegokrygma, anuncio o proclamacin), instrumentos para lapredicacin. Puede suscribirse esta caracterizacin general, puesresulta evidente que lo que estos documentos imparten esesencialmente un mensaje teolgico. Pero sera desvirtuar lanaturaleza de estos documentos la omisin de su concomitanteintencin historiogrfica, en cuanto que aquel mensajepretende

    asentarse en un conjunto de sucesos que se ofrecen comohistricamente ciertos y avalados por la tradicin oral y escrita.Desde R. Bultmann, es habitual en los exgetas creyentesdestacar la vertiente kerygmtica de los Evangelios, con elinteresado propsito de obviar, limar o condonar las patentescontradicciones e incompatibilidades que muestran los relatosevanglicos entre s y tambin en el seno de cada uno de ellos.

    Se trata, dicho en trminos coloquiales, de curarse en salud.Digamos, pues, que el primerEvangelio es un gneroliterario de carcter histrico-teolgico que pretende relatarcomo autnticos los hechos y las doctrinas de un personaje quese postula como histrico e histricamente cognoscible, Jess deNazaret o el Nazareno, como lo denomina el propio Pedro, endos ocasiones, en los Hechos de los apstoles. Lo distintivo deeste gnero es quesubordina y adapta el soporte historiogrficoaducido, a un molde dogmtico preciso. No se proponesimplemente dar a conocer, como es lo propio de un historiadorque controla sus fuentes, sino slo dar a conocer ciertas cosasde cierta manera, administrando para este fin un acervotestimonial en estado todava fluido y formativo, pero que yasealtera deliberadamente en virtud de un trabajo de seleccin,adicin, interpolacin y redaccin orientado en fundn de una

    interpretacin teolgica del ministerio y del magisterio del

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    protagonista principal de esa historia. Es lo queconvencionalmente se denomina un escrito de tesis, gnero en elque la preocupacin bsica del redactor no consiste en esforzarse

    por eliminar en toda la medida de lo posible el coeficiente desubjetividad que tiende a distorsionar la labor historiogrfica,sino enservir del modo ms eficaz al modelo histrico-teolgicoque su fe y la de su Iglesia le imponen. En el caso del Evangeliode Marcos, el aspecto funcional del relato condiciona odetermina tanto la forma como la estructura de su contenidoinformativo, pero en el sentido de que no se trata, en rigor, de

    dar a conocer, sino de ensearo inculcaruna tesis teolgica quese profesa como verdad revelada. Cuando se escribe al dictadode la creencia en una verdad que procede de un podersobrenatural, el relato histrico queda pervertido en su mismaraz: la misin y la predicacin de Jess ahorman la tradicinpostpascual que en s misma constituy ya una inversinradical de las perspectivas desde las que se percibe la figura del

    Nazareno y la integran en un marco normativo quesistematiza y dogmatiza dicha tradicin segn la orientacinteolgica dominante. Si la tradicin postpascual presentaba unkrygma que sustitua elJess de la historia por el Cristo de lafe, el autor de Marcos reelabora los ingredientes teolgicos deesa primera y esquemtica fe postpascualpara integrarlos en unmodelo cristolgico en segunda potencia valga la expresinque toma en consideracin desarrollos doctrinales novsimosoperados en las comunidades cristianas, especialmente comoresultado de las interpretaciones cristiano-helensticas, y enparticular las de inspiracin paulina.

    Lo notable y fundamental del primer Evangelio comodocumento kerygmtico radica en el hecho de ofrecernos,inconscientemente, y a la vez, un doble y contrapuesto krygma:la proclama mesinico-escatolgica del propio Jess en cuanto

    heraldo (kryx) de la inminencia del Reino de Dios, y la

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    proclamacin por la ekklesia del Cristo celeste segn lainterpretacin soteriolgica del Mesas como mediadorhumillado y expiatorio. De aqu el inmenso valorhistoriogrfico

    del escrito de Marcos. Este inconsciente desdoblamientokerygmtico brinda la clave de la peculiar dualidad de vertientesde los Evangelios cannicos: pretensin historiogrfica yelaboracin teolgica; y constituye la puerta de acceso a unareconstitucin histrica de la figura y el mensaje de Jess.

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    2. LA REGLA HEURSTICA Y LOS DOS

    MENSAJES

    El autor de Marcos compone su Evangelio unos cuarenta aosdespus de la crucifixin de Jess, cuando ya la exgesispaulina, decisiva para la refundacin de la cristologa, requeraun complemento apologtico de mayor pretensin testimonial,

    pues las referencias apresuradas de Pablo al Jess histrico que no conoci, adems de evidenciar un sentido fuertementeteolgico, resultaban a todas luces insuficientes para anclarhistricamente la novsima cristologa. La hazaa redaccionalmarquiana represent un eminente servicio a la fe eclesistica,pero al mismo tiempo pace el propio autor del Evangelioconstituye un inestimable servicio a quienes se esfuerzan en

    escudriar en los textos el autntico perfil histrico delNazareno, que aflora entre los tupidos pliegues de la tnicateolgica con que lo visti el evangelista. El deslinde entreambos krygmata debe fundamentarse en la reinsercin de lapersonalidad de Jess y de su mensaje en el contexto mesinico-escatolgico de su tiempo, es decir, en el contexto en el que seconfigur su aventura personal. Este es el nico criterio

    heurstico vlido para decidir sobre las pretensiones deautenticidadde esos textos. Hay que conceder que son legtimasestas pretensiones respecto de aquellas partes o elementos de losrelatos evanglicos que contradicen a, o divergen de, lacristologa postpascual y sus desarrollos eclesisticos, pues sloes razonable suponer que sus redactores no tuvieron ningninters en inventar o deformar referencias testimoniales quefueran contrarias al propsito de imponer su propio modelo

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    cristolgico. Pero tambin es razonable otorgar presuncin deautenticidad a las partes o elementos de los Evangelios en loscuales Jess aparece coincidiendo con las ideas del judasmo de

    su tiempo, en especial por lo que se refiere a la mentalidadescatolgico-mesinica tradicional y apocalptica que impregnaradicalmente la accin y las convicciones del Nazareno.Justamente, el hecho evidente de que las narraciones evanglicasse proponen sistemticamente desvincular a Jess del entornocredencial hebreo de sus das, avala de modo cualificado lapresuncin de autenticidad de los pasajes donde Jess coincide

    con este contexto credencial y con los desiderata de laconcepcin mesinico-escatolgica. As, el llamado criterio deinderivabilidad, formulado por E. Ksemann asumiendohipotticamente las posiciones de R. Bultmann y sus discpulos,o el criterio de disimilitud definido por N. Perrin comoreformulacin del anterior, son inaceptables porque aspiran aotorgar presuncin de autenticidad solamente a aquello que en

    los Evangelios contrara el kerygma postpascual o eclesistico,rechazando en cambio como inautntico aquello en que Jessaparece compartiendo el pensamiento judo de su tiempo, sobretodo en lo que concierne a la vertiente escatolgico-mesinica deeste pensamiento. Resulta difcilmente imaginable detectar elrationale de esta segunda hoja del dptico hermenutico de R.Bultmann y compaa, si no es la decisin prejudicial, apenasvelada, de desjudaizar con todas sus dramticas consecuenciasteolgico-polticas la personalidad del Nazareno,arrancndolo del contexto histrico en el que slo puedecomprenderse esta personalidad y su mensaje.

    Considero segura y apenas discutible la regla heursticafundamentalque debe regir la exgesis de los Evangelios, y delNuevo Testamento en general, tal como la formul W.Heitmller en 1913. De los cinco cnones crticos de esta regla,

    el primero y bsico dice que a pesar de los elementos

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    mitolgicos y legendarios, y a pesar de las no inconsiderablescapas atribuibles a la creencia de la comunidad que tenemos queeliminar, poseemos material de valor histrico en la tradicin

    evanglica siempre que haya elementos en ella que no puedanser conciliados con la creencia de la comunidad a la cualpertenece el material en su conjunto. Lo que no es consonantecon esta creencia, no puede haber nacido de ella.Frecuentemente, estos elementos se muestran a s mismos endivergencia con la creencia de la comunidad a travs de suomisin o alteracin por escritores posteriores 2. Y aade

    Heitmller que podemos tener completa confianza [en elresiduo de material que satisfaga este criterio]. Podemosextender esta confianza a todo lo que se presenta en una relacinorgnica con l. Los complementarios cnones de autenticidadse refieren al color local de los relatos, los aramesmos y lasformas de material tradicional aptas para la memorizacin. E.von Dobschtz, un scholar no menos distinguido que

    Heitmller, expres en 1924 una regla similar, al sealar que latradicin evanglica hizo cambios en las palabras y los relatos,un signo de que encontr ofensivas algunas cosas, y que eneste proceso fueron preservados algunos rasgos individuales queno pudieron haber sido fabricados ya que estn en directacontradiccin con actitudes ulteriores... 3. Esta regla heurstica,

    2 Cit. por H. Merkel, en su artculo The opposition between Jess and Judaism,en E. Bammel y C. F. D. Moule,Jess and the politics of his day, Cambridge, EstadosUnidos, 1984, p. 132. Cursivas mas [G. P. O.].

    3Ibid., nota 23. La ltima trinchera de la apologtica en su lucha contra la libreinvestigacin crtica del Jess histrico consiste en oponer a esta investigacin elespecioso argumento del llamado crculo hermenutica, segn el cual la

    reconstruccin de lo que ya sucedi depende de su previa interpretacin. Pero estadesorbitada formulacin del inveterado nesgo de que el historiador introduzca en su

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    que es de sentido comn cuando uno se sacude los prejuicios dela fe, es compartida por un nmero considerable de exgetas,pero lamentablemente resulta de hecho abandonada por estos

    mismos exgetas a la hora de precisar sus conclusiones fidestas.El obstculo casi insalvable para que puedan aplicarse al

    Nuevo Testamento criterios estrictamente historiogrfcos ymtodos rigurosamente crticos, como lo hacen los historiadoresde asuntos profanos, reside notoriamente en el hecho de que losresultados que podran eventualmente alcanzar los historiadorescristianos creyentes afectan o pueden afectar hondamente en

    ocasiones de modo decisivo, cuando prevalece en ellos lahonestidad intelectual a los fundamentos desu fe cristiana.Por esta razn, no puede aplicarse a la labor de estosinvestigadores creyentes una abrumadora mayora, elconocido criterio externo de historicidad fundado en launanimidad o abrumadora mayora de los que apoyan unadeterminada conclusin. Cuando se mezcla ratione materiae la

    fe con el razonamiento cientfico existen todas lasprobabilidades de que este ltimo quede seriamente viciado odaado poractitudes prejudiciales, por mucha bona fides que elinvestigador aplique inicialmente a su tarea. De ah que lainvestigacin histrica de las tradiciones religiosas constituyaper se un dominio cuyo estatuto cientfico resulta negativamentecomprometido a priori y generalmente pervertido a posterior!.

    El criterio heurstico predominante, que es tambin elcriterio fundamental de las ciencias empricas, es el que imponela lgica del sentido comn. Lamentablemente, una gran parte

    tarea los propios prejuicios carece de fuerza cuando el investigador detectadocumentalmente las contradicciones conceptuales y lgicas que evidencian lasdiferentes capas redaccionales y las concretas tendencias dogmticas (Tendenzen) delos redactores del N.T. Entonces, el cacareado crculo hermenutico como argumento

    dirimente descubre su falaz trivialidad.

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    del trabajo exegtico vulnera este criterio, que debera tenersepor evidente y obvio, pero que los intereses teolgicos acabananulando. H. Cohn, refirindose a los relatos de la pasin de

    Jess, formula con precisin el sentido de este criterio, que seextiende a toda la hermenutica neotestamentaria. En nuestrotestde "razonabilidad objetiva" est implicada una negacin delo objetivamente no-razonable, y por ello increble: si puededeterminarse que una descripcin o interpretacin de un ciertoacontecimiento diverge de, o no es acorde con, hechossatisfactoriamente establecidos, o con tendencias lgicas y

    naturales del modo coetneo de razonar, o con datos conocidosde necesidades y conveniencias polticas o religiosas coetneas,no debe suponerse, en base a la razn y al juego limpio, que,aunque as estn descritas en los relatos evanglicos, laspersonas realmente actan anormal e innaturalmente, y contrasus mejores intereses. Si partimos de la premisa de que losrelatos son tendenciosos y sesgados, es slo comprobando cada

    detalle contra el trasfondo de las condiciones de vida de lapoca, incluyendo leyes y costumbres tal como las conocemosmediante fuentes independientes, como podemos lograr cernerlo fiable de lo incierto, lo aceptable de lo inadmisible 4.

    4 Vase H. Cohn, The trial and death of Jess, Londres, 1972, pp. XXI1-XXIII.A mi juicio, la prueba mayor de que existi histricamente un hombre conocido

    despus como Jess de Nazaret o elNazareno radica en las invencibles dificultadesque los textos evanglicos afrontan para armonizar o concordar las tradiciones sobreeste personaje con el mito de Cristo elaborado teolgicamente en estos mismos textos.Nadie se esfuerza por superar aporas derivadas de dos conceptos divergentes ycontrapuestos del mismo referente existencial, si dichas aporas no surgieran antetestimonios histricamente insoslayables. La imposibilidad conceptual de saltar demodo plausible deljess de la historia, al Cristo de la fe constituye una evidenciainterna aunque aparentemente paradjica de la altsima probabilidad de que hayaexistido un mesianista llamado Jess que anunci la inminencia de la instauracin enIsrael del Reino mesinico de la esperanza juda en las promesas de su Dios. Ninguna

    otra prueba alcanza un valor de conviccin comparable a los desesperadosesfuerzos, a la postre fallidos para una mirada histrico-crtica, porcohonestarel

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    Si alguien objetase contra esta metodologa porracionalista(!), a tal necedad slo podra replicarse que el instrumentolegtimo del ser humano para orientarse en cuestiones de verdad

    es la razn. Uno es libre de creerlo que le plazca, pero no puedehacer pasar una creencia subjetiva por una certeza, si no existela correspondiente verificacin intersubjetiva y racional.

    Cristo mtico de la fe con la memoria oralmente transmitida, de modo fragmentario,

    de un hebreo que vivi, predic y fue ejecutado como sedicioso en el siglo I denuestra era.

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    3. SALTO DESDE LA HISTORIA A LA TEOLOGA

    El arduo y al mismo tiempo ingenuo juego de los dos discursos

    kerygmticos en el Evangelio del autor de Marcos el delpropio Jess como heraldo del Reino y el de la Iglesia comoproclamante del Cristo resucitado evidencia, cuando se loinvestiga con tesn y consecuencia, el saltus teolgico queconstituye la espina dorsal del relato marquiano, desde el Jessde la historia al Cristo de la fe. El deseo de apuntalarhistricamente el nuevo mensaje soteriolgico obliga a Marcos a

    usar masivamente aunque lo haga de modo fragmentario,intermitente y frecuentemente elusivo la tradicin oral msantigua, an subsistente, sobre las palabras, las actitudes y losactos del mismo Nazareno. De este material, que podramoscalificar de furtivo, se infiere con seguridad que Jess fue unmesianista que asumi rasgos esenciales de la tradicin populardavdica, de la escatologa proftica y de la propagandaapocalptica,fundindolos en un mensaje mesinico que anunciala inminencia del Juicio y la instauracin del Reino de Diossobre una tierra transformada por una especie de palingenesia.Una predicacin en la cual lo religioso y lo poltico se presentancomo indisociables como lo fueron siempre en el originalpensamiento hebreo y que pone todo el nfasis en unarrepentimiento inaplazable, en una ntima reconversin(metanoia) espiritual como requisito para acceder al reino

    mesinico, que vendra con la intervencin sobrenatural de

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    Dios.Las fuentes no son concluyentes en cuanto a la condicin

    exacta de Jess como agente mesinico: profeta, intermediario,

    Mesas?... En los Sinpticos parece traslucirse un procesovacilante y de cristalizacin ms bien tarda en la concienciacinmesinica de Jess. Me parece personalmente plausible inferirque el concepto de mesianidadque probablemente gravitaba enla conciencia del Nazareno corresponda al tradicional de supueblo, pese al deliberado propsito de los Sinpticos de evitar,salvo en dos o tres ocasiones, declaraciones explcitas de Jess

    identificndose con el Mesas de carcter davdico. El artificiodel secreto mesinico y su inmediata articulacin con lanovsima nocin de una mesianidad in humilitate, que constituyeel eje en torno al cual gira realmente todo el Evangelio deMarcos, pone al descubierto lafuncin apologtica y dogmticade este escrito y de sus epgonos. Aunque el martirio inesperadode Jess que concluy en su crucifixin debera haber

    descalificado su probable pretensin de mesianidad y tal fuela reaccin inicial de sus discpulos, emergi pronto lacreencia en su resurreccin, que requiri un lento proceso deelaboracin dogmtica inslita dirigida a legitimar el fracasomesinico y transformarlo en insospechado cumplimiento delplan providencial de Yahv en su fidelidad a las promesas dehegemona y liberacin de su pueblo fiel. Este verdadero tour deforc exegtico, que slo fue viable mediante una fe ciega, sedesarroll more rabbinico, es decir, acudiendo a los argumentae scriptura y a los vaticinio ex eventu para integrarlos en unainterpretacin tipolgica y alegrica exuberante y reiterativa. Elprimer acto del drama mesinico se haba ya realizado conformea las Escrituras. Su consumacin final tendra lugar en lainminenteparousa de Cristo en poder y gloria.

    Bajo los esquemas teolgicos de Marcos que operan la

    transmutacin del Mesas esperado de la tradicin juda en un

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    Mesas inaudito que entregaba su vida en funcin redentora,asoma intermitentemente, ms o menos confusamente, elNazareno tal como lo haban percibido sus discpulos y lo

    haban intuido tambin los poderes satnicos y las audienciaspalestinas que lo vieron y escucharon. Sobre un terreno bienroturado por la precoz interpretacin de las comunidadescristiano-helensticas paulinas o prepaulinas, Marcos asume lacristologa ya dominante en sus lneas esenciales, encuadrndolahistricamente mediante una narracin de corte dogmtico: elMesas ha venido para expiar los pecados de los hombres,

    preparar la instauracin del Reino de Dios y difundir loscarismas de la salvacin. Quienes no se integren y comprendanlos misterios de la Pascua quedan descartados para entrar en elReino, que ahora, en el interim, es ya la Iglesia. Porque elEvangelio marquiano es ya un Evangelio eclesistico, que slonecesitara los desarrollos complementarios de Mateo y deLucas. Es un relato dogmtico que, aunque transido an de

    emocin escatolgica, mira ya hacia el pasado. Mientras elNazareno tena su vista clavada en el futuro inminente de lavenida del Reino de Dios, las Iglesias cristianas a las quepertenecen los redactores sinpticos dirigen su atencinpreferente hacia el suceso salvfico que constituye la muertesacrificialde Jess, es decir, hacia algo que ya tuvo lugar y quees definitivo e irrepetible.

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    4. PRIORIDAD DE MARCOS

    El relato de Marcos no defrauda totalmente sus pretensioneshistoriogrfcas, aunque los restos de la tradicin oral que lleg amanos de su autor estn drsticamente mediatizados yahormados por su intencin dogmtica. En este sentido, cabehablar, en cuanto a su condicin de pionero, de una hazaaredaccional de Marcos, pese a sus torpezas, a susinconsecuencias y a su candidez inadvertida.

    Como es bien sabido, H. J. Holtzmann formul en 1863 yade modo coherente la denominada hiptesis de Marcos, segn lacual este Evangelio, considerado cannicamente como elsegundo, fue cronolgicamente el primer relato sinptico, y, as,el modelo de los dos que le siguieron. Ya en 1826, G. Wilkepercibi que Mateo haba utilizado a Marcos, y en 1835, C.Lachmann observ que Mateo y Lucas siguen el mismo ordende secuencias slo cuando ambos estn en paralelo con Marcos.Sin duda, tanto C. H. Weisse como H. J. Holtzmann tomaronnota de dichas aportaciones cuando construyeron su teora sobrela prioridad de Marcos. P. Wernie consum en 1899 la labor desus antecesores y defini con precisin la calificada como teorade las dos fuentes (Marcos + Quelle o fuente): las narracionessinpticas estaran compuestas con el material que aparece enMarcos y con el material que no figura en este ltimo pero est

    presente a la vez en Mateo y en Lucas. Refinamientos

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    posteriores fueron sintetizados por B. H. Streeter en una especiede teora de las cuatro fuentes agregando fuentes particularesde Mateo y de Lucas. Puede decirse que la premisa del nuevo

    cdigo heurstico fue consolidada en 1902 por B. Weiss, con sumxima competencia profesional por todos reconocida, almostrar que la coleccin de los Logia que nutren la Quelle noconsiste slo en dichos dominicales declaracionesatribuidas a Jess sino tambin en pasajes narrativos que C.H. Weisse ya haba identificado pero seguidamente separado dela mencionada Quelle. Desde entonces puede afirmarse que la

    hiptesis Marcos result paulatinamente consagrada, sobre todopor el apoyo de laForms-geschichtliche Schule, en el curso de laprimera mitad de nuestro siglo.

    Recientemente, en 1977, H. H. Stoldt galvaniz las dudas oreservas que an abrigaban algunos exgetas sobre dichahiptesis, al afirmar de modo tajante a partir de lainterpretacin presentada por J. J. Griesbach en su Synopsis de

    los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, publicada en 1776, yque situaba cronolgicamente al relato de Marcos en tercer lugar que no puede caber duda sobre la posterioridad temporal delEvangelio de Marcos, ni sobre el hecho de que Mateo y Lucasformaron la base textual de Marcos 5. La prolija crtica deStoldt se desarrolla argumentalmente en dos planos: el plano delcontexto ideolgico en que la hiptesis se gest y model, y elplano del anlisis filolgico y textual de los tres Sinpticos. Sinentrar en el fondo del debate, procede sealar que el anlisisfilolgico de Stoldt esquematizado en unas pedaggicas tablas

    5 Vase H. H. Stoldt, History and criticism of the Marcan hipothesis, trad.,Macn, Georgia, 1980, p. 259. Cf. j. M. Robinson, The problem of history in Markand other Marcan studies, Filadelfa, 1982, especialmente pp. 55-68, que ofrecen un

    excelente compendio del debate sobre la historicidadde Marcos.

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    de discordancias textuales6 se basa en la ausencia en Mateo yen Lucas de detalles menores y de pasajes que no figuran en lascorrespondencias con Marcos; en la presencia en aquellos dos de

    palabras o de frases que no estn en ste o lo contradicen; y en lapresencia en Marcos de palabras o de frases que ofrecendiferente tenor literal o que exceden de las que aparecen en losotros dos. Modestamente, he de decir que esta tupidaargumentacin ex litteris no me parece convincente, si seconsidera que la no coincidencia parcial de textos derivados deotro texto anterior tomado como fuente principal no prueba que

    ste no pueda constituir el texto base de aqullos. Los dosredactores posteriores pudieron retocar, corregir, abreviar uomitir palabras o clusulas del modelo, al integrarlo, juntamentecon otras fuentes, en sus respectivos relatos. Un redactor no esun mero copista, y la complejidad estructural de cada uno de lostres Sinpticos desborda por s misma toda argumentacinfundada en la comparacin palabra por palabra y frase por frase.

    El indudable proceso apologtico in crescendo a partir deMarcos, y coronado por Lucas, es ms que una hiptesis: es unaevidencia que se impone por su propia virtualidad explicativadentro de laRedaktions-geschichte (historia de la redaccin). Enel cumulativo discurso apologtico es casi ley que no seretrocede, sino que se avanza, siempre amplindolo. Comoindica con vigor J. M. Robinson, refirindose a un valedor de latesis de Stoldt, en una generacin en la que el problemasinptico ha sido ampliamente discutido, el xito de laRedaktionsgeschichte en clarificar las teologas de Mateo y deLucas basndose en la asuncin de la dependencia de Marcos, esquizs el nuevo argumento de mayor importancia en favor de laprioridad marquiana; as como justamente el ingrediente

    6

    Ibid., pp. 11-21.

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    principal del que carece la argumentacin de W. R. Farmer enfavor de la dependencia de los otros Evangelios escritos es unaconvincente Redaktionsgeschichte de Marcos basada en ese

    supuesto. La ausencia misma de fuentes marquianas escritas quesobrevivan es tal vez la razn principal de que laRedaktionsgeschichte no haya sido tan eficaz respecto deMarcos como se ha probado que lo es respecto de Mateo yLucas7.

    Sin embargo, hay un punto en la posicin de Stoldt quereviste particular importancia para una correcta valoracin del

    relato de Marcos, al destacar que esta narracin fue concebidadesde una perspectiva diferente de lo que lo fueron [los de]Mateo y Lucas, y se cie estrictamente slo a la presentacin dela actividad kerygmtica de Jess... Es solamente a la luz de estalimitacin temtica cmo el comienzo del Evangelio marquianopuede ser realmente entendido en su significacin pragmtica:"El comienzo del Evangelio de Cristo Jess" 8. En efecto,

    Marcos levanta el cartel de su publicidad hbilmente: voy ahablarde Jess, nosobre Jess. Infortunadamente, para la tesisde Stoldt, y para todos nosotros, Marcos no habla de la proclamade Jess, al menos de modo directo, sino de la proclama de laIglesia respecto de Jess; es decir, no reconstruye el ministerio yel magisterio del Nazareno en su verdadera naturaleza histrica,sino en el contexto de un modelo teolgico preconcebido ydiferente, elaborado a partir de la fe postpascualde la Iglesia.Como ya advirti W. Wrede, la presunta concrecin de lasnoticias de Marcos sobre Jess es slo una apariencia, al menosen su ncleo fundamental, pues resulta que muchos rasgosconsiderados como motivaciones concretas, son en realidadmotivos conectados con el punto de vista marquiano, de maneratal que Marcos, que estimula la demanda de concrecin ms

    7

    Vase J. M. Robinson, ob. cit., p. 148 Vase H. H. Stoldt, ob. cit., p. 259.

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    intensamente, la deja sin embargo insatisfecha; aparte de que,en todo caso, no deber verse la concrecin demasiadorpidamente e incautamente como una caracterstica de

    historicidad 9. Como veremos en seguida, Marcos [...] est yamuy alejado de la vida real de Jess, y dominado por opinionesde carcter dogmtico10.

    9 Vase W. Wrede, The Messianic Secret, trad., Greenwood, 1971, pp.142-

    143.10Ibid., p. 145.

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    5. PROCLAMACIN POSTPASCUAL

    No es mi intencin entrar en la polmica sobre la fecha y ellugar de composicin del texto del Evangelio de Marcos, nisobre su verdadera autora. Apuntemos solamente que las fechasverosmilmente posibles van del ao 65 como terminus a quo alao 75 como terminus ad quem 11. Personalmente, me inclinopor la hiptesis de S. G. F. Brandon 12, que sita la fecha deredaccin del texto cannico inmediatamente despus de la

    destruccin del Templo; es decir, probablemente, hacia el ao71. En cuanto al lugar, las sugerencias van desde localizarlo enRoma, hasta suponerlo escrito en Jerusaln o en Galilea.

    Ocupmonos del texto evanglico tal como ha llegado hastanosotros. Su estudio nos enfrenta con el hecho de que, adiferencia de lo que sucede con los otros tres Evangelios, para suinterpretacin no existen fuentes escritas anteriores que permitanrealizar una crtica comparativa sobre criterios ciertos, pues,aparte de las epstolas paulinas, no puede recuperarse conseguridad la tradicin oral anterior a Marcos, ni verificar

    11Vase D. E. Nineham, The Cospel of St. Mark, Londres, 1963, pp.41-43.

    12 Vase S. G. F. Brandon,Jesus and the Zealots, Manchester, 1967, pp.

    222ss. Ch. Masson acepta esta hiptesis en su libroL'vagile de Marc et1'glise de Rome, Neuchatel, 1968, pp. 26-33.

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    si existi realmente un documento ms antiguo (Ur-markus)detrs del texto actual. El trabajo sobre fuentes orales de fuentesorales o escritas suele conducir a un laberinto inextricable pero

    muy del gusto y de los intereses de los apologetas. Surge en lainterpretacin de Marcos la paradoja de que slo podemosiluminar en alguna medida la narracin marquiana desde losotros textos evanglicos; o sea, mediante un discreto uso de laextrapolacin heurstica. Resulta evidente que, para numerososelementos presentes en Marcos, las redacciones y lasamplificaciones de Mateo y de Lucas permiten identificar el

    germen de un desarrollo posterior, la culminacin de una lneade tendencia, o simplemente el sentido subyacente de lo quesuperficialmente se presenta como oscuro. Por consiguiente, nopuede examinarse el texto de Marcossin tener a la vista los otrosEvangelios. Incluso en el Cuarto Evangelio cabe rastrearelementos que en Marcos han permanecido en estadoembrionario. Ya W. Wrede haba sealado que en el autor de

    Juan puede aprenderse bastante sobre Marcos. Aunque no setrata, dice Wrede, de oscurecer la distincin entre [Marcos] yJuan, s es posible aprender algo del Evangelio de Juan paranuestro estudio de Marcos13. Si la tesis del profesor A. Pierode que el Cuarto Evangelio representa en gran medida unainterpretacin alegrica del Evangelio de Marcos se asume eneste contexto, la importancia del pensamiento de su autor parailustrar algunos aspectos del relato marquiano cobra an mayorrelieve.Tras estas consideraciones sobre correspondencias ydivergencias entre los cuatro Evangelios cannicos, procedeexaminar la funcin de Marcos como modelo, mediante unaadecuada valoracin de su estructura bsica. Esta estructurapuede articularse realmente, aunque ello no queda expresado niexplcitamente tematizado por su autor, en dos vertientes

    13 Vase W. Wrede, ob. cit., pp. 143-145.

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    fundamentales: la proclamacin de la Iglesia sobre Jess y laproclamacin autntica de Jess respecto del Reino de Dios.

    Ocupmonos en primer trmino del krygma eclesistico, a

    cuyo servicio el autor de Marcos puso su relato. En estaproclamacin gravitan perceptiblemente dos factores de ordenteolgico: el manifiesto propsito de probarque Jessprevio yanunci a sus discpulos su martirio como funcin expiatoria,constituyendo este rasgo la originalidad de su inslitaconciencia mesinica; y el deliberado deseo desobrenaturalizarla personalidad del Nazareno iniciando, an tmidamente, el

    proceso de su paulatina deificacin posterior. Ambos objetivospredeterminaron la orientacin y el contenido selectivo de lanarracin, que discurre en la supuesta intencin de presentar lahistoria de Jess.

    Esta resolucin de carcter dogmtico es la matriz de lascontradicciones e incongruencias del Evangelio de Marcos, y delos Evangelios de sus epgonos Mateo y Lucas. Cada uno de los

    Sinpticos disea su propio camino para consolidar este modeloapologtico, espigando en las tradiciones orales, enmendndolas,amplificndolas o recortndolas segn las necesidades de susparmetros teolgicos, de modo que los elementos histricos quean perviven en sus narraciones aparecen con frecuencia muydesfigurados y adulterados.

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    6. SECRETO MESINICO

    Examinemos el primer factor de orden teolgico al que noshemos referido, y que constituye el elemento axial delEvangelio como gnero literario testimonial creado por el autorde Marcos. Si se observa con atencin el fondo del documentomarquiano, no es difcil descubrir que el relato se desarrolla, nocronolgicamente y con voluntad historiogrfica, pese a las

    apariencias, sino teolgicamente, partiendo de la idea de lamuerte de Jess como propiciatoria del Reino y comoconfirmacin de su personalidad de Hijo de Dios y de Mesas.No slo no se trata de un relato biogrfico como pretendiera C.H. Turner para quien desde Mc 1.14 hasta 14.72 estaramosen presencia de la narracin de una vida, pero ni siquiera deuna propia narracin de la historia de un personaje. Todo seconstruye kerygmticamente desde la fe en la Resurreccin. Esdecir, ni siquiera a partir de un hecho relevante, sino desde lafeen un supuesto hecho en rigor inverificable aun dentro de latradicin tal como lleg a nosotros. Esta fe desvela un nuevosentido insospechado de la carrera terrenal del Nazareno queobliga a alterary transmutartodas nuestras categoras mentalesy todos los criterios vigentesprae-resurrectionem.El primer bloque narrativo (captulos 1-10) se despliega en

    Galilea, y excepcionalmente en territorio gentil. El segundo

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    bloque, de muchsima mayor entidad, se consagra al ministerio ya la predicacin de Jess en Jerusaln (captulos 11-15). Elperodo galileico alcanza su climax, y su verdadera conclusin,

    en la llamada confesin de Pedro pero que es realmente por sucontexto una declaracin que implica a sus condiscpulosigualmente. El carcter mesinico del Nazareno haba sidointuido por sus seguidores ntimos habituales, pero por decisindel Maestro deba quedarvelado es decir, en secreto hastaque la mesianidad de Jess hubiera de hacerse pblica. Sesupone difanamente en el relato aspecto importante desde el

    punto de vista de la verosimilitud que el evangelista deseaconferir a su intencin apologtica que ni siquiera losdiscpulos habran de comprender, hasta despus de laResurreccin, las connotaciones inesperadas de la nueva nocinde mesianidad. As, el elemento axial de todo el Evangelio sesita en las percopas que van de 8.27 a 8.31. Es decir, laconfesin de Pedro, el secreto mesinico y la prediccin de la

    pasin, crucifixin y resurreccin de Jess. Junto con Mc 9.1-13(leyenda de la transfiguracin), estas percopas forman unaunidad temtica, no por su homogeneidad sustancial pues son,sin duda, heterogneas en sus referentes, sino por su intenciny motivacin teolgicas. La narracin se presentaostensiblemente en forma redaccionalmente torpe ydeliberadamente sincopada. Lo que es comprensible, dada lanaturaleza casi imposible de la novsima presentacin de laaventura de Jess.

    En Mc 8.29, Pedro reconoce la mesianidad del Nazareno talcomo era representada en los crculos mesianistas y populares enlos que Jess ejerca su predicacin 14: T eres el Mesas. Sindenegacin por parte del Maestro, y sin transicin alguna, trasesta confesin Jess les encarg que a nadie dijeran esto de l

    14

    Vase sobre la nocin de mesianidad, el excelente resumen de G. Vermes,Jess the Jew, Londres, 1973, pp. 129-159.

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    (v. 30). Tambin en los otros dos Sinpticos esta confirmacintcita de la mesianidad parece inequvoca (Mt 16.13-20 y Le9.18-21). La interrogacin y la respuesta de Pedro cuya

    historicidaden cuanto a la forma de montar la escena es apenasverosmil prefiguran todo el artificio del secreto. Es evidenteque Marcos quiso introducir de manera dramtica e irreversibleel krygma postpascual: la crucifixin de Jess no fue unaccidente, ni un suceso que descalifique la autntica mesianidaddel enviado que todos esperaban, sino el requisito previsto yanunciado del plan salvfico de Dios. El libro entero enfatiza

    H. Conzelmann est, pues, construido a partir de la fe de laPascua. No es sino un comentario del krygma, lo que muestraya la dimensin de sus dos partes 15. La charnela decisiva entrela historia del Nazareno y la fe cristiana es exactamente laprediccin de la Pasin como ncleo de una figura mesinicainaudita y comnmente incomprensible: comenz a ensearlescmo era preciso que el Hijo del Hombre padeciese mucho, y

    que fuese rechazado por los ancianos y los prncipes de losSacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitasedespus de tres das. Claramente les hablaba de esto (v. 31).Las implicaciones conceptuales de laprediccin chocaban de talmodo con las expectativas, que Pedro, tomndolo aparte, sepuso a reprenderle. Pero l, volvindose y mirando a susdiscpulos, reprendi a Pedro y le dijo: qutate all, Satn, puestus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres(vv. 32-33). Es tangible el carcter de vaticinium ex eventu quealimenta toda la percopa. La anttesis pensamientos de loshombres (la mesianidad prometida y esperada) pensamientos deDios (la mesianidad misteriosa) equivale a dar un cerrojazodefinitivo a la esperanza tradicional de Israel (la de los profetas,los apocalpticos y el pueblo), y pasar a una economa de la

    15

    Vase H. Conzelmann, Thologie du Nouveau Testament, trad., Ginebra,1969, p. 156.

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    salvacin que instaura lo que ya en las epstolas paulinas era lanueva alianza.

    Pese a lo que afirman muchos exgetas respecto de esta

    percopa, que podramos calificar de fundacional del credocristiano, Marcos no le hace a Jess negar su mesianidad. Msbien, al menos formalmente, el Nazareno viene a ratificarlamediante lo que podra interpretarse como un asentimiento tcitoy la subsiguiente instruccin de mantenerla secreta. Peroinmediatamente contrapone a la nocin habitual de mesianidad,otra diferente, de signo contrario, pues en definitiva viene a

    contrariartodo lo que el pueblo de Israel y sin duda tambinel Jess histricoesperaba ardientemente delMesas. He aqu,explcitamente y de forma deslumbradora, la primera y ejemplarmanifestacin de la ambigedad constitutiva del cristianismocomo hbrido teolgico, la nota caracterstica de mayoresconsecuencias en su despliegue ideolgico en el seno del mundoantiguo, y tambin despus en su prolongacin en la sociedad

    occidental, segn argument ampliamente en mi libro publicadoen 1974 16

    La clave de los dogmas cristianos consiste, para conciliar elkrygma de Jess con el krygma de la Iglesia, en afirmar algoy, a la vez, su contrario. Esta ambigedad connatural alcristianismo lo ha dotado de una capacidad incomparable paraadaptarse a todas las coyunturas histricas y explotarlas enbeneficio de su dominacin en toda la medida de lo posible.

    16

    Vase G. Puente Ojea,Ideologa, e historia. La formacindel cristianismocomo fenmeno ideolgico, Madrid, 1974, 5.' edic., 1991, 436 pp

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    7. EL GENERO EVANGELIO

    Pues bien, con la prediccin de la pasin los discpulos quedannotificados, pero ni entienden, ni deben verdaderamenteentender, porque el tiempo de la comprensin est por venir; esdecir, el tiempo de laResurreccin, cuando caen las escamas delos ojos lo cual no impide al Jess de Marcos reprochar a susdiscpulos con dureza su estupidez, como veremos ms adelante. W. Wrede sintetiza sagazmente el artificio del secretomesianico: encontramos en Marcos dos ideas: 1. Jessmantiene su mesianidad secreta mientras est sobre la tierra. 2.Sin duda, se revela a s mismo a sus discpulos, en contraste conla multitud, pero incluso para ellos permanece incomprensibleen su revelacin. Detrs de ambas ideas, que frecuentementeconfluyen una en otra, yace la percepcin compartida de que elconocimiento real de lo que l es comienza primero con su

    resurreccin 17. Todo el lenguaje en similitudes (parbolo) (Mc4.10-12) corresponde al abstruso misterio de una mesianidadexpiatoria y frustrada en apariencia. Marcos alega, por boca delNazareno, fundamentos profetices escritursticos de una historiaque se diluye en una criptohistoria, y as se anula como tal.

    17

    Vase W. Wrede, ob. cit-, pp. 113-114.

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    Marcos deshistoriza en rigor el suceso salvfco, aunque de tantoen tanto exhume referencias a dichos autnticos de Jess que loenrazan radicalmente en la historia. En ello radica el gran

    invento de Marcos y sus continuadores. As, l es el creador delmodelo original de la buena nueva (evangelion) como gneroliterario, como Gattung. No es que Marcos invente por s solo latransmutacin del Mesas glorioso en Mesas humillado, sinoque ingenia el testimonio de ese trnsito para su plasmacindocumental. Como advierte J. M. Robinson,

    el punto de giro en el Evangelio de Marcos, ya no explicable en trminos deun punto de inflexin en la vida del Jess histrico, y por ello redefinido comoun problema de composicin mar-quiana, puede encontrar su explicacin en suintento, que es parte de su intento de escribir su Evangelio, de transferir laautoridad previamente reservada al resucitado, retrospectivamente a la vida delJess terrenal, elevndola a la autorizada posicin que justifica el gnero

    (Gattung) Evangelio de Marcos 18.

    Toda teologa se desliza irresistiblemente hacia el

    ucronismo o el anacronismo a medida que la historia ladesmiente.

    Para reforzar la hiptesis de la historicidaddel episodio delretiro de Jess a Cesrea de Filipo se aduce por algunos elsupuesto fracaso de la predicacin en Galilea y su deseo deconfortar el nimo de sus discpulos. Pero, como expresaconcisamente Conzelmann, el motivo de la "retirada" es ms

    bien el secreto mesinico. La conexin de la confesin de Pedroal anuncio de la pasin, y la reaccin de Pedro a este anuncio, lo

    18 Vase J. M. Robinson, ob. cit., p. 31. En sentido equivalente se expresa H.Conzelmann al valorar la importancia decisiva del secreto mesinico: la teora delsecreto es la presuposicin fundamental del gnero (Gattung) Evangelio. VaseGod and Christ: Existence and Providencc, en Journal for Theology and the

    Church, nm. 5, p. 45, citado por Robinson.

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    prueban. La intencin de Marcos se manifiesta en la triplerepeticin del anuncio de los sufrimientos en el puntoculminante, en los captulos 8-10 19. Intentos como el de E.

    Sjberg de atribuir a Jess mismo este secreto son baldos, puesno se apoyan en otros textos que los relativos a la prediccinliminar de Marcos. La aparente excepcin del interdicto dehablar impuesto a los demonios (Mc 1.24) no puede tomarse,por su misma naturaleza, como un hecho histrico, como loreconoce la crtica independiente.

    Es evidente que el testimonio del secreto y la subsiguiente

    prediccin son fundamento dogmtico postpascual de todo elEvangelio. Pero puede estimarse que W. Wrede se equivocgravemente al deducir la inexistencia de mesianidad alguna,tanto en la conciencia como en la personalidad histrica deJess, al argumentar que sigue siendo incomprensible cmo, sirealmente existi, hubiera sido con tanta ligereza descartada orelegada la conviccin de que Jess se presentara pblicamente

    con la pretensin mesinica. Segn l, apenas queda otraposibilidad que la sugerencia de que la idea de un secreto surgien un momento en que an no haba conocimiento de pretensinmesinica por parte de Jess en la tierra; lo que es tanto comodecir que surgi en un momento en que la Resurreccin fue vistacomo el comienzo de la mesianidad 20. Esta inferencia no tomaen consideracin dos puntos importantes. El primero se refiere altrabajo remodelador y redaccional de los Sinpticos paraacreditar una mesianidad de carcter indito, pues la previstahaba resultado fallida, y por consiguiente la tesis dogmticatena que descalificarla en cuanto tal. Se trataba de hacer pasaruna postura de s, pero no. El segundo consiste en la escasa

    19 Vase H. Conzelmann, ob. cit., p.155

    20

    Vase W. Wrede, ob. cit., pp. 227-228.

    37

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    atencin que Wrede presta a las huellas diseminadas en losSinpticos de fugaces alusiones a epifanas mesinicas delNazareno, tales como la entrada triunfal en Jerusaln, el episodio

    del Templo con sus crpticas implicaciones religioso-polticas, ytoda la historia de la pasin y muerte leda al margen de suintencin apologtica. Wrede piensa que esta considerable masade manifestaciones mesinicas representa solamente laingenua transformacin legendaria de un hecho inicial de no-mesianidad, que acab por debilitar el propio artificio delsecreto incluso en Marcos, pero sobre todo en los Evangelios

    siguientes. La rplica de A. Schweitzer es slida. Tanto laentrada en Jerusaln (Mc 11.8-10) como el interrogatorio ante elsumo sacerdote (Mc 14.53-65), muestran que el pblico habapercibido la conducta del Nazareno en trminos mesinicostradicionales.

    La tradicin [...] que hace a Jess reconocer su mesianidad ante sus jueces noes ingenua en el sentido de Wrede, pues si lo fuera no representara el

    conocimiento de la mesianidad de Jess por el Sumo Sacerdote como algo tanextraordinario y peculiar a l que puede citar testigos slo respecto del dichosobre el Templo, no con referencia a la pretensin mesinica de Jess, y basarsu condena slo en el hecho de que Jess, como respuesta a su pregunta, sereconoce como Mesas y Jess lo hace as, debe observarse, como en otrospasajes, con una apelacin a una futura justificacin de su pretensin

    Y concluye que

    el punto real es que Wrede no puede reconducir estos dos pasajes a las lneasde la teora del secreto, y admite esto prcticamente al suponer la existencia de

    una segunda lnea de tradicin ms bien divergente21.

    Infortunadamente, de estas atinadas observaciones, en elcontexto del inexplicable crdito de historicidad que l concedea los Sinpticos, Schweitzer concluye en la imperiosa necesidad

    21 Vase A. Schweitzer, ob. cit., p. 339.

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    de optar slo entre dos alternativas, las que l designa comosolucin escatolgica y comosolucin literaria.

    La incoherencia entre la vida pblica de Jess y su pretensin mesinicareside, o bien en la naturaleza de la concepcin mesinica juda, o bien en larepresentacin del evangelista. Hay, de un lado, la solucin escatolgica, quede un golpe restaura el relato marquiano tal como aparece, con todas susinconexiones e inconsecuencias, a la historia genuina; y hay, del otro lado, lasolucin literaria, que ve el incongruente elemento dogmtico comointerpolado dentro de la tradicin por el ms antiguo evangelista y porconsiguiente expulsa completamente la pretensin mesinica de la vida

    histrica de Jess. Tertium non datur22.

    Pero se trata de un falso dilema. Schweitzer, despus de haberinstalado la cuestin de la mesianidad de Jess en el terrenofirme de la expectativa escatolgica, cae en la arbitrariedad derehusar un anlisis serio y riguroso de lo que justamente calificade inconexiones e inconsecuencias del relato de Marcos, queestn sin duda motivadas por la tesis apologtica de una

    mesianidad de tipo isaaco, imposible en el judasmo de Jess.Con todas las probables vacilaciones de un drama psicolgicontimo, el Nazareno se movi en torno a las representacionesmentales de un Mesas religioso-poltico tradicional. ste es eltertium quidque Schweitzer se niega a admitir, en una actitudtan extrema y simplificadora como la de Wrede. Si elmesianismo tradicional estuvo, en el nimo de Jess,

    intensamente teido de coloraciones y penetrado de acentosapocalpticos, entonces los Sinpticos encontraron en estaparticularidad una excelente cantera para remodelar lasconvicciones de su protagonista en el sentido dogmtico queconocemos, extrapolando y acuando en nuevos conceptosalgunos rasgos de la literatura apocalptica que servanadmirablemente a su deliberado propsito desohrenaturalizary

    22Ibid., p. 335.

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    espiritualizar la figura mesinica, desvindola de todaconnotacin poltico-religiosa.

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    8. SIERVO DE DIOS E HIJO DEL HOMBRE

    Al lado del secreto mesinico, encontramos en el relato deMarcos un segundo factor teolgico que comporta dosdimensiones significativas: la figura del Siervo de Dios isaaco yla figura delHijo del Hombre danilico.

    La figura del Siervo de Dios en el Deutero-Isaas (los cuatro

    poemas delEbed Yahv, Is 42.1-4, 49.1-6, 50.49 y 52.13-53.12,y en particular este ltimo) no aparece como tal en losSinpticos 23 y jams en boca de Jess, salvo en Mt12.18ss, reputado como un texto tardo apndice redaccional aun sumario de Mc 3.7-12 (v. 12, h Huios to Theou)que notiene relacin alguna con sufrimientos. All, Mateo cita un textode Is 42.1, pero refirindose a curaciones, y sin que en ellas el

    adjetivo siervo ostente el menor sentido titulstico. En Mt 8.17se vuelve a citar a Isaas (53.4): para que se cumpliese lo dichopor el profeta Isaas, que dice: "l tom nuestras enfermedades y

    23Vase un catlogo de sus interpretaciones en R. H. Pfeiffer, In-troduction tothe Od Testament, Londres, 1963, pp. 459-462; y O. Eissfeldt, The Od Testament.

    An introduction, trad., Oxford, 1965, pp.330-341.

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    carg con nuestras dolencias". Pero tampoco aqu se exponeuna teologa de la expiacin o del rescate. En Le 22.37 apareceuna cita de Is 53.9: porque os digo que ha de cumplirse en mesta escritura: "Fue contado entre los malhechores".Igualmente, no hay aqu una teologizacin de sufrimientos concarcter expiatorio. Y Mc 1.11 refleja una expresin de Is 42.1:y se dej or de los cielos una voz: "t eres mi Hijo amado, enquien yo me complazco".

    Jess jams relacion el poema de Is 53 con su propia

    persona: la tradicin de los dichos de Jess no revela ningunahuella de una conciencia por su parte de ser el Siervo de Dios deIs 53 24, escribe R. Bultmann. Su discpulo H. Conzelmanncorrobora: Jess mismo no relaciona Is 53 con su persona. Esla comunidad quien lo har, porque ella encuentra all lainterpretacin de su muerte. Debe notarse que cuando Is 53 escitado, el ttulo pas falta; cuando aparece, no est en relacin

    con el sufrimiento 25. M. Casey, que estudi muy a fondo esteasunto en su importante investigacin sobre las derivaciones deDaniel 7, dice taxativamente que Is 53 no fue interpretado porlos contemporneos de Jess como relativo al sufrimiento ymuerte del Mesas, y la figura como humana de Daniel no se

    24 Vase R. Bultmann, Theology ofthe New Testament, trad.,Nueva York, 1951, vol. 1, p. 31. Sobre la figura isaaca en laliteratura apocalptica y en la Iglesia temprana, vanse pp. 50-51. Por lo que se refiere aHechos, en 4.27-30 no hay alusin alsufrimiento; y en 3.13 se habla de sufrimiento pero no de pas(siervo).

    25 Vase H. Conzelmann, ob. cit., p. 99.

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    pens en absoluto que sufriera26.En el relato de Marcos, las predicciones del sufrimiento van

    asociadas a la expresin Hijo del Hombre (h Huios toanthropo) y sin referencia al Ebed Yah-v isaaco. Aunque ladesignacin que caracteriza la cristologa marquiana es la deHijo de Dios (Huios to Theo, Mc 1.1), este ttulo pasa aidentificarse con el trmino Hijo del Hombre prcticamente apartir de Mc 8.38, indicando preferentemente la connotacindoliente y humillada de Jess. Los estudios de G. Vermes han

    mostrado que nunca existi ni en el judasmo ni en laApocalptica un verdadero ttulo Hijo del Hombre, lo que hanconfirmado los exhaustivos trabajos de M. Casey y de B.Eindars 27. El Nazareno jams se identific a s mismo con unttulo mesinico de este nombre, entre otras razonessencillamente porque no existi en su poca. Emple estaexpresin si realmente lo hizo como un modismo coloquial

    arameo para referirse a s mismo en el sentido de hombre engeneral, bajo la forma gramatical de la tercera persona verbal.Como quiera que escribe Eindarsel Hijo del Hombre [engriego, h Huios to anthropo] se confina a los dichos deJess, o alusiones a ellos, en los cuatro Evangelios, excepto enHechos 7.56, la investigacin sobre esta expresin esprimordialmente un estudio de la tradicin de los dichos. DesdeR. Bultmann, al menos,

    26 Vase M. Casey, Son of Man. The interpretation and influence of Daniel?,I.ondres, 1979, p. 206.

    27Vase G. Vermes, ob. cit., pp. 160-191; M. Casey, ob. cit.,passim, y B. Lin-dars,Jess Son of Man. A fresh examination of the Son of Man sayings in the Gospeis,

    Londres, 1983,passim.6

    Vase B. Lindars, ob. cit., p. VII.

    43

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    es costumbre clasificar los dichos relevantes en tres grupos: dichos sobre elpresente, en los que Jess se refiere a s mismo como el Hijo del Hombre enrelacin con su actividad presente; dichos sobre lapasin, en los que Jess usala misma expresin al hablar de su prxima muerte; y dichos sobre el futuro,en los que la expresin acta como un ttulo mesinico en relacin con sugloria futura 28.

    Una clasificacin equivalente puede registrarse en Con-zelmann29. Todos los biblistas ms autorizados coinciden hoy en admitirque se ha mostrado, sin embargo, que el uso idiomtico delarameo bar nasha encaja slo en el primero y en el segundo de

    estos grupos, pero no en el tercero, el cual, por consiguiente, nopuede considerarse autntico 8. En efecto, resulta probado quelos dichos sobre el futuro tienen su origen en la actividadliteraria que compil, edit y retoc los dichos del Nazareno en el supuesto, en cada caso, de que puedan atribursele. Esclaro que cada evangelista ha explotado este repertoriosentencial, editndolo y amplindolo, conforme a sus interesesteolgicos peculiares, pero todos confluyen finalmente en lareconstruccin de ciertos dichos los referentes al futuroenun concepto del Hijo del Hombre como ttulo cris-tolgico, loque no sucedi ni siquiera en la apocalptica juda ms tarda.Como indica Lindars, tampoco fuera de los relatos sinpticos,aparte de la consignada excepcin de Hechos 7.56, el Hijo del

    Hombre jams fue usado como un ttulo cristolgico en elcristianismo primitivo. Fue siempre entendido como un rasgodel estilo personal de hablar de Jess, incluso cuando se perdirpidamente su significado preciso, una vez que los dichos de

    28 Vase H. Conzelmann, ob. cit., pp. 145-149. Igualmente, R. Bult-mann,ob. cit., vol. I, pp. 30-31. M. Casey sigue una clasificacin algo diferente enob. cit., pp. 157ss.

    29 Vase B. Lindars, ob. cit., pp. V1I-VIII

    44

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    Jess se tradujeron al griego 30.En los dichos supuestamente autnticos en que Jess emple

    la expresin Hijo del Hombre, su significado es hombre,refirindose entonces a s mismo de un modo indirecto bajo laforma de la tercera persona. El motivo para usar este modismohabra que buscarlo en un propsito de elusin, reticencia oirona. Segn puntualiza Lindars,

    Jess hablaba en arameo. Si usaba bar enasha como una autorre-ferencia, hayque esperar que lo haca as de acuerdo con el modo idiomtico que acaba de

    describirse. Se sigue de esto que aquellos dichos en los que el Hijo delHombre funciona de esta manera tienen la ms alta pretensin de serconsiderados como autnticos. En estos dichos, Jess tuvo ciertamente quehaber usado la forma determinada (bar enasha), porque la traduccin griegapresenta el artculo determinado en todos los casos que puede pretenderse que

    sean autnticos31.

    Se trata de dichos que normalmente se refieren a actividades

    habituales opresentes de Jess.No hay acuerdo entre Vermes, Casey y Lindars en la forma

    de esta autorreferencia. Hay tres variantes posibles: (a) paraformularuna declaracin general, hiptesis que adopta Casey32,al afirmar que ste es el sentido de los dichos de Jess sobre elHijo del Hombre cuando quiere decir algo respecto de s mismoal mismo tiempo que sugiere que lo dice con posible alcance

    general, es decir, incluyendo eventualmente a otras gentestambin; (b) para formular una autorreferencia exclusiva por lacual el que habla se refiere slo a s mismo, hiptesis quepropone Vermes al atribuir a Jess esta intencin de referenciaslo a s mismo; (c) para formular una declaracin relativa

    30Ibidem.31

    Ibid., p. 24. " Vase M. Casey, ob.32 cit., pp. 228ss.

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    solamente a una determinada clase de personas con las quequienhabla se identifica l mismo, hiptesis que Lindars retienecomo la nica congruente con la intencin de Jess. PuntualizaLindars que esta significacin es la correcta si se considera eluso idiomtico del artculo genrico, es decir, bar (e) nasha msbien que bar (e) nash; y la que provee de una gua ms segurapara comprender el uso del Hijo del Hombre en los dichos delNazareno 33. En todo caso, si escuchamos a Casey, la mayorparte de los dichos sobre el Hijo del Hombre en Jess lo cual

    nos parece muy verosmil no derivan de Dan 7 ni nada tienenque ver con este locus34.

    33 Vase B. Lindars, ob. cit., pp. 23-24.

    34 Vase M. Casey, ob. cit., pp. 213 y 219. La referencia a Daniel en Mt24.15 nada dice del Hijo del Hombre, aunque entraa un grave problema

    sobre la mala informacin de Jess al hablar de un personaje pseudonmicoe inexistente como Daniel, como si existiese y tuviera rango de profeta.

    46

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    9. AUTENTICIDAD E HISTORICIDAD EN LOS

    DICTA

    Casey y Lindars consideran autnticos, o con un ncleo deautenticidad, los dichos sobre la pasin, y slo rechazan engeneral la autenticidad de los dichos sobre el futuro. Aqu seplantea la necesidad de evitar desde ahora un posible equvocoen la mente del lector, que desvirtuara el sentido del calificativo

    autntico o inautntico referido a la expresin Hijo del Hombreen labios de Jess. No debe olvidarse que, dado que dichaexpresin est vinculada, en forma ms o menos tcita y encuanto a sus contenidos, a la figura del Siervo isaaco, aunque enlos Sinpticos esta referencia tcita apenas apunte levemente enmuy raros pasajes, la cuestin de la autenticidadde los dichossupuestamente pronunciados por Jess que incluyen la expresinHijo del Hombre comporta consecuencias decisivas sobre laconciencia que Jess tena de s mismo. Aunquelamentablemente ni Casey ni Lindars distinguen, al menos conla indispensable claridad, entre la autenticidad del uso de laexpresin Hijo del Hombre por Jess en su significadoidiomtico aramaico original, y la historicidad del uso por el

    Nazareno de dicha expresin en cuanto a su vinculacin con

    47

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    ideas de sufrimiento, expiacin o rescate, es evidente queautenticidad del dicho desde el ngulo filolgico e historicidaddel mismo desde el ngulo teolgico son cuestionesdiametralmente diferentes. No puede hacerse pasar, ms omenos de contrabando, la historicidadde esos pronunciamientosatribuidos a Jess por los Sinpticos y por los apologetas alsocaire de su propuesta autenticidad semntica. Realmente, escorrecto que Casey y Lindars distingan entre la presuntaautenticidadde los dichos de Jess que no excedan del uso de la

    referida expresin en cuanto modismo idiomtico arameo, y lainautenticidad de los dichos de Jess sobre el futuro o laparousa, en los cuales dicho uso se ha convertido ya en laafirmacin de un ttulo cristolgico. Entre el uso coloquialy eluso titulstico es claro que media una divisoria de autenticidad einautenticidad. Pero an los dichos autnticos, con arreglo a estecriterio, pueden carecer de historicidad, y personalmente as lo

    pienso en general, sin perjuicio de que en alguna rara ocasinpueda subyacer en alguno de esos dichos un eco del nimo deJess en el curso de su ntimo drama durante los ltimos das enJerusaln, donde es probable que los graves riesgos de suempresa se le presentasen con lucidez.

    En un pasaje de su libro, no obstante, Lindars parece advertirque late una cierta anfibologa en su presentacin de los dichossobre la pasin, al reconocer, incidentalmente, que al Hijo delHombre no le son apropiadas en absoluto las predicciones de lapasin, y que stas pueden ser aceptadas solamente enrelacin con la subsiguiente fe de la Iglesia. El que dice quedebe sufrir y resucitar es el que, incluso entonces, est destinadoa ser revelado como el Hijo del Hombre. Una interpretacin que

    siga estas lneas necesariamente reduce la pretensin de una base

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    autntica para las predicciones. Y aade que la repetidareferencia a las escrituras focaliza e ilumina la completaausencia de cualquier sugerencia de que la muerte y laresurreccin de Jess hubiera sido predicha por Jess mismo 35.Pese a estas declaraciones a las que agrega que no hayningn dicho autntico sobre el Hijo del Hombre que incluyamencin de la resurreccin, sostiene, me parece que conpoca consecuencia, que el Hijo del Hombre se confina a unaprediccin bsica de la pasin, "Un hombre puede ser

    entregado", aplicado a la vez a la traicin de Jess por Judas y ala remisin de Jess por el Sanhedrn a Poncio Pilato. Lasformas de la prediccin en Marcos son complejas a causa de susmtodos literarios. La relaciona con el propsito de suEvangelio, expandindola, primeramente, con anticipaciones desu propia narracin de la pasin, y en segundo lugar, con laconfesin de fe en la resurreccin, la cual es su objetivo

    promover, pero que quedar realmente sin describir 36.Pero la actitud de Lindars es algo oscilante y muestra que

    todava hay en su tintero mucha apologtica. As, cuando diceque nuestros tres dichos del Hijo del Hombre relativos a lapasin [Mc 9.31, 10.33, 14.21b, 41; Mc 10.45; y Mc 14.21a]abren todos ellos la posibilidad de que cuando Jess hablabatuviera en su mente a Is 53, pero no logran suministrar unaprueba absoluta. Estos tres dichos presentan esta forma:

    Un hombre puede ser entregado... 37; Un hombre puede dar

    35 Vase B. Lindars, ob. cit., p. 65.

    36Ibid., pp. 73-74.

    37Ibid., p. 82. Cf. pp. 81-84 y 162. Se excluye Mc 8.31, porque ha sido modelado a

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    su vida por muchos; y Un hombre va segn est escrito de l38.

    La posicin de Casey resulta an ms apologtica, pese a su

    radicalidad bien fundada al rechazar los dichos relativos alfuturo o la parousa. Al hilo de lo que l entiende pordeclaracin de carcter general (general statements), a la quenos hemos ya referido, se desliza por cauces dogmticos alatribuir autenticidad en el sentido tambin, al parecer, dehistoricidad a percopas que no pueden reputarse comomerecedoras de tal catalogacin. Aceptemos todava que, porejemplo, en Mc 14.21a subyace una declaracin de posible valorgeneral, porque podra decirse genricamente que un hombreva a su muerte segn est escrito de l, siendo entonces undicho posiblemente autntico. Pero lo que apenas resultaadmisible, si no se le echa encima mucho dogmatismo, es decirque Mc 8.31, 9.31 y 10.33-34 (las tres predicciones clsicas de

    la pasin) son autnticos dichos si se los depura, como Caseypropone, de algunos rasgos individualizantes (individualizingfeatures) de la tradicin, porque subyacera en ellos unadeclaracin genrica posible, que correspondera perfectamentea la creencia de Jess en la resurreccin de los muertos, del tenorde un hombre morir, pero resucitar al tercer da. Y precisa:traducido al griego, una declaracin de este gnero pudo

    tomarse simplemente como una declaracin por l de s mismo,

    la luz del kerygma de la muerte y resurreccin de Jess, y as provee de contenidocristiano esencial a la pretensin de que Jess es el Cristo, pp. 106-107. Cf. pp. 84,113-114.

    38

    Ibid., pp. 81 y 162.

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    y pudo luego ser ampliada con detalles que slo se aplicaban al 39. Slo una fe simplista puede exculpar a un sabio taneminente de un razonamiento tan pueril.

    Hacemos nuestra, tanto frente a Casey como frente aLindars, la afirmacin de Bultmann segn la cual en laspredicciones de la pasin la nocin juda del Hijo del Hombrequeda singularmente enriquecida y alterada mediante laidea de un Mesas o Hijo del Hombre que sufre, muere yresucita, que fue desconocida del judasmo. Porque

    esta reinterpretacin del concepto fue hecha, no por Jess mismo, sinopor la Iglesia ex eventu. Por supuesto, el intento se hizo para retrotraer la ideade un doliente Hijo del Hombre a la propia perspectiva de Jess, suponiendoas que Jess se vio a s mismo como el Siervo de Dios del Deutero-Isaas, quesufre y muere por los pecadores, y para fundir conjuntamente las dos ideas deHijo del Hombre y de Siervo de Dios en una sola figura del Hijo del Hombreque sufre, muere y resucita. En el mismo punto de partida, los recelos quedeben suscitarse en cuanto a la historicidad de las predicciones de la pasin

    hablan en contra de este intento40.

    A. Piero recuerda oportunamente que las frases de Jessque anuncian la parousa del Hijo del Hombre y M. Caseyadvierte que en los Sinpticos todas las declaraciones quedicen, con referencia a la parousa, que Jess vendr toman laforma de decir que el Hijo del Hombre vendr 41 no

    mencionan nunca la muerte y resurreccin de este personaje, loque entraa que ambos elementos parousa y pasin masresurreccinno estaban originariamente conectados. Como lafuente Q slo ofrece textos que hablan de la simple parousa yno de la muerte y resurreccin del Hijo del Hombre, este hecho

    39 Vase M. Casey, ob. cit., pp. 229-230 y 232-233.40

    Vase R. Bultmann, ob. cit., vol. I, p. 31.41 Vase M. Casey, ob. cit., p. 163.

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    induce a pensar que esas menciones a la simple venida sean lasms antiguas y originarias 42.

    Antes de concluir este complejo tema delHijo del Hombre, ysin perjuicio de las reservas que hemos hecho a ciertasposiciones de M. Casey, vale la pena sealar que algunas de susconclusiones son importantes en cuanto al poco crditotestimonialque puede concederse a los Sinpticos. Dice Caseyque hay aproximadamente una docena, ms algn paralelo, dedichos que pueden reputarse autnticos en cuanto que contienenla referida expresin en su valor idiomtico arameo 43, y que

    seran retrotrables al propio Jess juicio que no puedeaceptarse para varios de ellos pace Casey. Concluye quetodos los dems dichos del Hijo del Hombre en los Evangelioshan de atribuirse a las actividades de la Iglesia primitiva 44.

    42 Vase A. Piero, Eplogo a Orgenes del cristianismo, Crdoba-Madrid, 1991.43

    A saber. Mc 2.10; M 2.28 = Mt 8.20 = Lc 9.58; Mt 11.19 = Lc 7.34; Mt 12.32 =Lc 12.10; Lc 22.48; Mc 10.45; Mc 14.21a; Mc 14.21b; Lc 12.8b.

    44

    Vase M. Casey, ob. cit., p. 233. Los que l considera inautnticos los analiza enlas pp. 213ss. y 217ss. Estos dos grupos de dichos, aquellos derivados del uso porJess de un modismo arameo y aquellos resultantes de la influencia de Dan 7.13, dancuenta de todos los dichos del Hijo del Hombre en Marcos, y de una mitad de los

    otros dichos del Hijo del Hombre en Mateo y Lucas (p. 235).

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    10. DICHOS SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE Y

    TRADICIONES DE LA PASIN

    Para nuestro examen de la narracin de Marcos, es suficienteahora concentrar la atencin en las siguientes percopas: Mc8.31; 9.31 (10.33 y 14.21b, 41); Mc 14.21a; Mc 10.45; Mc13.26, y Mc 14.62. Son todos, dichos sobre la pasin o sobre elfuturo, y dibujan una cristologa compuesta ex post por elevangelista y su lnea de tradicin, y en conformidad con lainversin dogmtica de la idea mesinica introducida por lapercopa delsecreto (Mc 8.27-33), ya examinada.

    Con el anlisis de estos dicta nos trasladamos a la partesegunda y ms extensa del texto de Marcos, la que se refiere a ladecisin del Nazareno de subir a Jerusaln para publicar antegrandes audiencias su mensaje y su misin escatolgicos, yesperando suscitar as un desenlace positivo que condujera

    directamente a la instauracin del Reino. Si aislamos los ribetesapologticos que ya hemos comentado, B. Lindars expresa demodo verosmil las motivaciones y las dudas que gravitabansobre la mente de Jess en este paso, arriesgado pero decisivo,de su carrera.

    Esto escribe Lindars tom la forma de dos acciones que corresponden alos dos lados de su proclamacin. La entrada en Jerusaln el Domingo de

    Ramos refleja la alegra y la excitacin de sus das en Galilea, en los cuales

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    predicaba el Evangelio de la gracia. La purificacin del Templo refleja el ladoms severo de su enseanza sobre la pureza de corazn. Jess tuvo que haberconocido, por la pasada experiencia, que corra el riesgo de provocar laoposicin oficial, como haba hecho en Galilea, y que habra con certezaresistencia al verdadero mensaje. Poda intuir que le esperaban probablementepadecimientos all (cf. Lc 13.22ss.). Pero su total entrega a su misinencomendada por Dios [...] era evidentemente tal que el pensamiento de sufrirno poda desviarlo de su propsito. Podemos adivinar que sus discpulosestaban preocupados y ansiosos ante lo que pudiera suceder. Los dichos de lapasin dan vislumbres del modo en que l manej sus temores45 .

    En Mc 8.31 consta la prediccin inicial de la pasin, y as la

    articulacin bsica e inaugural de la tragedia jerusalemita:comenz a ensearles cmo era preciso que el Hijo del Hombrepadeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y losprncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto yresucitara despus de tres das. La inautenticidadde este dichoen cuanto al uso de la expresin Hijo del Hombre es palmariadebido a la autoidentificacin de Jess ya en la lnea titulstica,pero hay que destacar sobre todo su no-historicidad radical,tanto por el anuncio prolptico de la muerte como por la profecade su resurreccin inmediata. Es todo ello un vaticinium exeventu que obedece a premisas dogmticas. Refirindose a Mc8.31, 9.31 y 10.33-34, R. Bultmann indica que desde hacealgn tiempo han sido reconocidos como construcciones

    secundarias de la Iglesia46

    ; y H. Conzelmann, por citar a otroreciente entre muchos, declara categricamente que esosanuncios son afirmaciones dogmticas ex eventu47. B. Lindars

    45 Vase B. Lindars, ob. cit., pp. 183-184.46 Vase R. Bultmann,History of the Synoptic Tradition, trad., Oxford, 1963,

    p. 152. Este texto fue escrito en 1931.47 Vase H. Conzelmann, ob. cit., p. 146. Sobre la presunta historicidad

    factual de la resurreccin, citemos las conclusiones de un exgeta deprestigio en los crculos confesionales: Nuestra conclusin [...] es que la

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    observa que la autenticidad de la predicacin sobre la pasinqueda dependiendo de la profeca sobre el futuro de gloria delHijo del Hombre 48, resultando as desvelada la tcnica delevangelista.

    Ahora es posible ver lo que hace Marcos cuando incorpora dichos del Hijo delHombre de la tradicin. Se apodera de estas unidades como de un medio devehicular su magisterio cristolgico. As, lo que hace inmediatamente despusde la confesin de Pedro es emplear uno de los dichos de la pasin, la primeraprediccin de 8.31. Esta ha sido modelada a la luz del krygma de la muerte yresurreccin de Jess, y suministra as el contenido cristiano esencial de la

    pretensin de que Jess es el Cristo49.

    Todo ello, adems, suponiendo sin pruebas que el anuncio delsufrimiento pudiera remontarse al propio Nazareno, lo queLindars parece dar por descontado, pero que es simpleapologtica.

    En Mc 9.31 se dice que Jess iba enseando a sus

    discpulos, y les deca: el Hijo del Hombre ser entregado enmanos de los hombres y le darn muerte, y muerto, resucitar alcabo de tres das. Y ellos no entendan estas cosas, pero temanpreguntarle. Lindars estima que esta percopa, ms prxima a 1Cor 15.3, ofrece mejores signos de autenticidad que 8.31, al noligar la pasin a la muerte y resurreccin. Se trata de una sutileza

    de exgeta que resulta plausible pero que en nada altera elresurreccin de Jess fue un suceso slo en las mentes y vidas de losseguidores de Jess. No puede ser descrita como un acontecimientohistrico. La historia de la Pascua es una leyenda de la fe, no una informacin objetiva de testigos presenciales; sino que es un mito, que la Iglesiacristiana ha experimentado como una continua inspiracin a travs de lossiglos. Vase J. K. Elliott, Questioning Christian Origins, Londres, 1982,

    p. 92.48

    Vase B. Lindars, ob. cit., p. 65.49Ibid., pp. 106-107.

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    carcter comn para ambas percopas de vaticinio ex eventu, lomismo que sucede con Mc 10.33-34. Sin embargo, no por ello esmenos interesante el comentario de Lindars sobre lasimplicaciones psicolgicas que estas percopas pudieranencerrar si la prolepsis del sufrimiento pudiera realmenteatribuirse en alguna medida al Nazareno. Indica Lindars que steusa el bar enasha paira, distraer la atencin de su posicinpersonal y colocarla en la perspectiva de todos los que tienenque afrontar tales desalentadoras posibilidades. Es de pura

    lgica suponer que, para Jess, retroceder ante su misin frentea tal peligro sera impensable5