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G&R #12

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Literatura de misterio, crimenes y terror.

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“ANIMALES Y LITERATURA: UNA LUCHA BENÉFICA”o cómo recaudar dinero a través de la palabra

www.graniteandrainbow.com

Todos los días, en cualquier red social, en cualquier diario online, leemos las mismas noticias: animales maltratados, perros abandonados, juguetes rotos, vidas truncadas. G&R está cansada de leer semejantes noticias, que nos parten el alma de todas las maneras posibles. Por eso queremos hacer algo. Si es cierto que con la palabra las cosas pueden solucionarse, si es verdad que la dialéctica sirve para algo más que para enseñarla en clases de filosofía, este proyecto no caerá en saco roto.

La revista literaria Granite & Rainbow, en su búsqueda por ayudar a asociaciones y protectoras de animales –a quienes aprovechamos para dar las gracias por un labor magnífica–, hace un llamamiento a amantes y escritores de los animales para escribir relatos que serán reunidos en un libro y cuyos beneficios de venta irán destinados a una o varias asociaciones y protectoras. Estas son las bases:

1. Los relatos han de tener una temática clara: la defensa de los derechos de los animales.

2. En todos los relatos debe existir interacción entre los humanos y los animales, pudiendo ser cualquiera de ellos los protagonistas principales, es decir, siendo los humanos los que interactúen con los animales o viceversa, a modo de fábula.

3. Cualquier animal es válido, por supuesto, pero no queremos caer simplemente en tópicos. Por ello pedimos diversidad en la elección: perros y gatos aparte, proponemos especies autóctonas, aquellas en peligro de extinción, animales utilizados para el “disfrute” del ser humano (toros, la caza del zorro, los circos, etc.), así como animales a los que no se consideran importantes, búhos, serpientes, hormigas, lémures...

4. La extensión mínima es de 10 páginas y la máxima es de 15, letra Times New Roman 12, a doble espacio.

5. Se elegirán, de entre todos los participantes, los mejores relatos para la composición final del libro.

6. No es un concurso, por lo que no habrá premio final, más allá de la publicación del relato en la antología y el orgullo de recaudar dinero para una buena causa.

7. Los organizadores se comprometen a comunicar los pasos que se vayan dando, así como los números de las ventas que se consigan y el nombre de las asociaciones o protectoras a las que se destine el dinero.

8. Fecha límite de entrega: 23 de abril de 2011.

Los relatos han de mandarse a la dirección de email: [email protected]

Para más información, el email de contacto es: [email protected]

Granite & RainbowISSN: 2173-2019

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Editorial por Ainize Salaberri

Qué tendrán el terror, los misterios y los crímenes, me p regunto s iempre que me descubro ante las estanterías de dichos géneros en las librerías, para que nos atraiga tanto. ¿ P o rq u e n o s g u s t a i r d e detectives por la vida y encontrar culpables? ¿Para saciar nuestras propias y muy personales ansias asesinas? ¿Para escapar de la rutina diaria a base de golpes, hachazos, venenos y sogas mortales?

¿Qué tiene la figura de Jack el Destripador que despierta todos nuestros sentidos? ¿Por qué a Stephen King se le ocurrió crear un payaso diabólico? ¿Quién les dio el poder a los

japoneses para crear niños diabólicos y mujeres que salen de pozos para matar nuestro sueño? ¿Por qué demonios la muerte nos llama tanto? ¿Para perderle es respeto?

Todas las preguntas de esta vida tienen respuesta en la l i t e r a t u r a . M e j o r d i c h o , prácticamente todas. Y en ella nos refugiamos una vez más, esta vez para huir del miedo, de nuestros oscuros deseos y de los extravagantes laberintos que recorren hombres de sombrero negro de copa alta.

Sed bienvenidos al número 12 de la revista Granite & Rainbow.

23 .I

II.20

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#12

Granite & Rainbow

ISSN: 2173 - 2019

DirectoraAinize Salaberri

Diseño y creación de portaday logo G&RInge [email protected]

Correo electró[email protected]

Buzón de sugerencias, ruegos y [email protected]

RedactoresMarga Martín, Fusa Díaz, Ignacio Ballestero, Alejandro Larrañaga, Pedro Larrañaga, Iraide Talavera, Rosa Rodríguez, Noemí Camblor, Ivan Mourin, Begoña Martínez, Marta Gómez Garrido, David G. Ávila, Ana Feito y Yanina Rosenberg.

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AUTORES

7 Los últimos días de...

8 Agatha Christie (I)

9 Fernando Marías

11 La época victoriana

13 David Lozano

15 Shaun Hutson

17 Frederick Knott

18 David Simon

20 John Connolly

21 Dorothy L. Sayers

23 Agatha Christie (II)

26 Historias de los niños sobrenaturales28 Ricardo Piglia

29 Pierre Simenon

30 ¿Miedo? Sí, gracias.

32 Stephen King

35 Erzsébet Bathory

37 Las pisadas del diablo

38 Marco Valerio Lama

TALENTO DEL MES

5 Gilda Manso

RELATOS

24 Nevermore

34 El miedo detrás de la puerta

RECOMENDACIONES

40 Recomendaciones

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ÍNDICE

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Los escondidosy qué es lo que vas a decirvoy a decir solamente algo

y qué es lo que vas a hacervoy a ocultarme en el lenguaje

y por quétengo miedo

(Alejandra Pizarnik).

-Julia, ¿tiene el informe?(Guillermo se paró al lado del escritorio, detrás de la mujer. Luego retrocedió, luego volvió a acercarse. Le preguntó por el informe con un tono de voz imperioso, seguro, de hielo, de jefe. Tocó la taza de la mujer, la acercó más al centro de la mesa. Se alisó la corbata para hacer algo con las manos).-Usted me dijo que el informe lo necesitaba para mañana, señor.(Julia se acomodó un mechón de pelo detrás de una oreja. Le respondió a su jefe con voz de secretaria. Era su secretaria, y le contestaba como su secretaria. Agarró su taza y se tomó lo que quedaba de café: borra y poco más. Acomodó una pila de papeles acomodados).-Debe haber entendido mal, Julia. Lo necesito para hoy, lunes.(Guillermo se metió las manos en los bolsillos. Una mosca se había posado sobre la cabeza de Julia; Guillermo miró a la mosca durante más de dos segundos. Guillermo tenía miedo de que Julia fuera amor, y también tenía miedo de que Julia no fuera amor. A Guillermo le gustaba nombrar a Julia, porque nombrar es acercar. Guillermo sentía terror cada vez que se animaba a nombrar a Julia).-Para hoy es imposible, señor. ¿Podrá ser para mañana al mediodía?(Julia se sacó una inexistente pelusa de un ojo y la examinó, para hacer algo con la mirada, para no mirar a Guillermo. Luego espantó a la mosca que se había posado sobre su cabeza. Julia tenía miedo de que Guillermo supiera que él era amor, porque él, además de amor, era jefe. A Julia le gustaba escuchar su nombre en la voz de Guillermo; Julia sentía que su nombre era la único verdadero entre irrealidades de informes, horarios y malentendidos laborales).-Para mañana sin falta, Julia. -Sí, señor.

G I L D A M A N S O

Buenos Aires

http://lavidaesroja.wordpress.com

Talento del mes

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Qué pasó en realidad (2)

La mujer de su padre notaba que ella, al crecer, se convertía en una chica hermosa. La mujer de su padre, por celos, perversidad, o vaya uno a saber qué, no podía tolerarlo; la sangre le hervía al ver a su hijastra linda, graciosa, querida (además, querida), inteligente, buena persona. La mujer, entonces, decidió destruir la luz.-¿Ves que no servís para nada? Quién te va a querer a vos. Fea, boluda y torpe, sos. Tu papá no te quiere, te tiene lástima. No, no me mires así, es la verdad. Ahora salís con que querés ser guardabosques. No me hagas reír, por favor. Guardabosques, con lo estúpida que sos. Lo más probable es que incendies medio bosque o mates a un venado. ¡O que te coma un jabalí! Aunque ahí nos harías un favor, a tu padre y a mí. Tomá este vestido, levantale el dobladillo, que es para lo único que servís.Uno puede pensar que la chica era estúpida en serio; que uno, en su lugar, le pondría los puntos a esa hija de puta, pero la cosa era así día tras día, año tras año, hasta que la autoestima de la chica llegó a valer nada. O casi nada, porque en vez de suicidarse, la chica –o su inconsciente, sabio inconsciente- optó por aislar la mente. La madrastra la trataba mal, y la chica parecía no escucharla. Parecía de verdad tonta, o parecía dormida. Con los ojos abiertos, pero dormida. Allá, muy adentro, dormida. Pasó el tiempo, como siempre. La chica se volvía cada vez más bella, cada vez más encerrada, cada vez más durmiente. Lo único que hacía era coser; la madrastra le traía trabajo y cobraba la plata que le correspondía a la chica. -¿Para qué querés plata, si no sabés ni salir a la calle? Salís de casa y te perdés, seguro.Un día (siempre hay un día) ella sintió dolor. Se clavó una aguja y le dolió. Un dolor mínimo para la mayoría, pero ella, tengamos en cuenta, estaba dormida. Y el dolor a veces no es sólo dolor; el dolor a veces es como un despertador que suena a las seis de la mañana, o como una señal de que hay algo fuera de lugar. Y mientras ella se chupaba el dedo, recordó –como un cross a la mandíbula- a su mamá hablándole; ella era muy chiquita, y su mamá le decía qué linda nena sos, qué inteligente; te amamos, Aurora. Y las palabras del recuerdo se insertaron en ella como si fueran bendiciones de hada madrina, y entonces sintió terror, porque se vio despierta. Luego vino la certeza de que necesitaba ayuda, pero que nadie vendría a rescatarla; en primer lugar, porque casi nadie sabía de su existencia, y en segundo lugar, porque ella no estaba cautiva. Y pensó que no sabía si podría ser, algún día, guardabosques; de verdad no sabía cómo se cuida un bosque. También pensó que así nunca iba a saberlo, porque esa casa no era un bosque.Entonces, como primera acción de su flamante vigilia, salió a la calle.

Talento del mes

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Hace ya mucho que salí de la oscuridad para contar mi historia. Tanto que ya apenas me reconozco, a pesar de que mi nombre sigue siendo el mismo. Un nombre que ya poco significa. ¿Acaso cambia algo el hecho de que me llama Louis? No, no lo creo. Mi hambre sigue siendo la misma, mi dolor idéntico y mi llanto igual de vacío que lo era cuando Lestalt me encontró.El acuerdo que cerré con él certificó mi condena, una que ya había empezado a purgar antes de que clavara sus dientes en mi cuello. Todo lo demás llegó de un modo sencillo, como una sombra oscura en la propia mirada a la que es fácil acostumbrarse. Al fin y al cabo, viviendo entre penumbras, acechando ratas para saciar este hambre que me devora los huesos, todo lo demás deja de importar. Esa es la realidad de un vampiro. Esa es la realidad que tengo desde hace más de doscientos años, la que le conté a aquella mujer llamada Anne Rice en 1976. Mi único interés al dejarle conocer mi historia era que volviera la luz. Recuerdo aquellas ocasiones, siendo un crío, en que me dolían los ojos cuando mi madre abría de golpe las cortinas. Los rayos de sol entraban como cuchillos por la ventana, iluminando las cuatro esquinas de la habitación. No lo sabía entonces, pero la oscuridad acaba doliendo mucho más. Tanto como ver a Claudia, eternamente niña, saciar su apetito de mujer mientras la sangre de otra víctima le mancha los labios. Eso sí es tristeza. Sin embargo, ahora conozco relatos de otros vampiros que no son como Claudia, como Lestalt o como yo. Lo único en lo que nos parecemos es en los colmillos, pero en nada más. Escucho historias que hablan de luchas con hombres lobos, con adolescentes que corren de un lado a otro, cuidando de chiquillas de piel pálida. Hablan de crepúsculos, de lunas nuevas y cosas por el estilo, pero no aprecio las sombras que siempre han regido nuestra vida. Esos Edward o Bella viven una historia que no he sido capaz de reconocer. Su amor habla de protección, de entrega y de un futuro compartido. Esas son nobles cualidades para una pasión, pero poco tienen que ver con la realidad de unas criaturas de las sombras como nosotros. Ojalá el viejo Drácula hubiera podido vivir una experiencia como esa, pero no es posible. Si el conde arrastró a aquella joven desde Londres a Transilvania no fue para protegerla. Eso no es posible para un vampiro. Nuestro amor es como nuestro apetito, un ansia que todo lo consume, una rosa que está eternamente marchitándose. Sí, lo sé, hay quien está dispuesto a todo por permanecer al lado de quien cree su alma gemela, a entregar su vida con tal de vivir un instante más de emoción. Esa es una bonita forma de morir, pero sigue estando lejos de lo que un vampiro puede

experimentar. Hablo con conocimiento, puede estar seguro. Hablo con toda la trágica sabiduría que adquirí al ser yo mismo protagonista de una historia idéntica. Ella me miraba como si no hubiera nada más allá de mí. Como si la noche y el día, la vida o la muerte fueran exactamente lo mismo. Pero no lo son. Igual que no lo es clavar los dientes en una rata para sorber una sangre putrefacta, que hacerlo en aquel cuello suave de piel clara. Un mordisco tras el que cruje un cartílago que es casi un lamento, unas primeras gotas de sangre cálida que revitalizan hasta la última de mis células. Un suspiro que se escapa para tatuarse en mi memoria. Una cicatriz más en medio de lo poco que queda de mi alma.Pero el dolor no acaba ahí. Tras el mordisco, la sangre y el éxtasis llega el minuto siguiente. Maldito tiempo que jamás deja de correr.¡Maldito seas!Detente de una vez, no quiero verla otra vez acechar en las esquinas, en busca de una nueva víctima. Así noche tras noche, robando vidas para alimentar su muerte, con un brillo pálido en los ojos que sólo reacciona con el rojo de la sangre. Eso es lo que queda de aquel amor, de aquella promesa de protección. No hay protección posible con un vampiro.Amar es condenar al otro. Atarlo a una cadena que tira de sus pies hacia el fondo del océano, mientras lucha por no ahogarse. Mientras, tú le miras desde la orilla, consciente de que has sido tú quien le ha empujado al mar. Consciente de que volverías a hacerlo si tuvieras la ocasión. Consciente de tu propia miseria, de tu dolor y del suyo.La vida de un vampiro es como la de esa niña de John Ajvide Lindvist. Esa agazapada junto a la ventana, sin querer decir “déjame entrar”, pero ansiosa por que la inviten a pasar. Esa sí es una verdadera historia de las nuestras. Sí, así son nuestras noches, mirando a los otros desde detrás de un cristal, deseando que nos abran la ventana, pero pidiéndole a ese dios que nos odia que la mantenga cerrada. Entrar significa condenar.Amar significa condenar, al menos para un vampiro.Esa es la única forma de vida para nosotros. Lo demás, las palabras entre susurros, la elegancia, las miradas, la sensualidad,... son sólo distintos ropajes para el mismo apetito. Uno imposible de saciar a base de ratas. Por eso es mejor que se vaya antes de que ya no pueda controlarlo. Salga por esa puerta, pero no olvide esto que tengo que decirle, recuérdelo cada vez que lea algo sobre nosotros.

Amar es condenar al otro

Los últimos días de... un vampiro que se alimenta de rataspor Pedro Larrañaga

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En un palmo, desde el pulgar al meñique, el nudo de un asesinato, piezas y personajes, espacios, verdades, gritos y silencios ahogados, que con dedos ágiles y ojos al plato, vamos desentrañando entre portada y contraportada, entre la vida y la muerte de Rosemary. Romero. Recuerdo.Te evoco.Viene a mi memoria una de las notas del traductor, explicando que su nombre no se podía traducir al castellano, aunque era parecido al del Romero (Rosmarinus officinalis), planta que estimula el recuerdo. Ahora sonrío al recordar un detalle tan tonto; era muy pequeña, pero esa fue la primera vez que fui consciente de lo difícil que es traducir, e interpretar, lo leído, lo aprehendido, lo sentido. Mi punto de vista no es el tuyo, ni el suyo, o puede que sí. ¿Lo hablamos? Podríamos llegar a pensar que en algún punto de tu voz y la mía, sí hay dos sonidos que pueden llegar a formar una melodía, en medio de un libro, dormidos, dos sonidos: hablemos bajito… entre páginas llenas de cianuro y altas torres de recuerdos, romero, y otras flores.Sobre la mesa, un suicidio que se convierte en asesinato, ya desde las primeras páginas, aunque el olor a Romero se cuela entre las rendijas de todos los muros, y le pone voz al silencio de los muertos.

Dicen que las historias siempre se repiten. La muerte, también.

Así las cartas, ¿qué hay que nos haga cabalgar entre las letras, a dónde queremos llegar? A la verdad. Un porqué. ¿Y cómo?

Como si fuese la solución, saber la verdad, y el nudo se deshiciese a bocajarro. Y ahí no todo termina, sino que comienza, aunque eso, como quien dice, ya es otra historia.Personas cercanas a Rosemary, a través de sus ojos en espejo, nos muestran quien era, y entre todos, vamos recordándola y descartando posibles asesinos. ¿Acertásteis? Fíjate. No lo recuerdo. El romero rescata del olvido lo que quiere, y no siempre es lo que nos interesa. Pero no importa. Mi romero es un libro con muchos puntos de vista, como el cuento de los siete ratones ciegos, con notas del traductor, con un par de enamorados, el champange de la portada, París, Londres, o Dublín… era una fiesta, veneno y burbujas, dos hermanas, el silencio de los muertos, y las voces de los vivos que, aferrados al romero, de sus muertos, de sus vivos, con un beso, ofrecen el mejor de sus antídotos.

Cianuro espumoso, de Agatha Christiepor Begoña Martínez

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O J O P O R O J O Y M U E R T E P O R

M U E R T E“Esta noche moriré” de

Fernando Marías

por Alejandro Larrañaga

“Una venganza que debía ser –ese reto me impuse- digna de mi genio, de mi talento creativo y, a la vez, del odio que la alimentaba y le daba sentido: el odio, Delmar, el odio hacia usted.”

La venganza, al menos la intención de acogerse a ella, es algo típicamente humano. Sentirse perjudicado, afrentado, maltratado, minusvalorado, robado, usurpado, acusado, juzgado, prejuzgado, dolido es algo totalmente natural. La diferencia estriba en hasta donde dejas ir el rencor. Dejarse llevar por los instintos, por el concepto de justicia más antiguo que existe, el (tan perjudicial) ojo por ojo. Puede proporcionar un mo t i vo pa ra segu i r viviendo, aunque solo sea un poco más.

Malabarismos temporales

“Que me suicidaré hoy, 24 de d i c i e m b r e d e 1 9 7 4 , inmediatamente después de concluir esta carta que acaban de entregarle y que usted lee ahora con avidez. (…) Cuando termine de l e e r l o , a l fi l o d e l a med ianoche de l 24 de diciembre de 1990, usted se m a t a r á , D e l m a r . Irremediablemente, llevado de la misma amargura que guió mi decisión, usted se suicidará.”

No cabe duda que la estructura temporal es uno de los atractivos de la novela. Todo parte de una “afrenta”. El criminal, artista, es capturado por el comisario, estrella, e ingresa en prisión a finales de 1971. La vida en cautividad, a pesar de los privilegios que su posición le permite, se le antoja

insoportable a un alma libre como la suya y toma dos determinaciones: planear su venganza y acabar con su existencia. Dedica tres años de su estancia en prisión para organizar su malévolo plan y, una vez lo explica en una carta que será entregada a su enemigo en el futuro, se suicida, el 24 de diciembre de 1974.

Iremos conociendo los hechos según los va leyendo el desdichado comisario, que irá leyendo lo que le han preparado. Todo orientado a que dieciséis años después, el 24 de diciembre de 1990, una fecha como otra cualquiera, Delmar llegue a la conclusión de que el destino nada tiene que ver con los avatares a los que ha sido sometida su vida. A que todo lo bueno (poco) y lo malo (mucho) que le ha ocurrido no estaba, bueno, un poco sí, en sus manos. Que no es directamente responsable de todas las culpas que lo han atormentado. Todo esto, lejos de consolarlo tendrá el efecto de convertir su miserable vida, pero vida al fin y al cabo, no ha sido más que una representación fruto del odio. El objetivo final es, por supuesto, que acabe con su vida de igual modo que su presa. Todo ello lo leerá, y nosotros

no sabremos si se han cumplido sus predicciones, en una carta escrita a modo de guión cinematográfico de su existencia.

El juego temporal acaba, sin embargo, en el tramo final. Fernando Marías decide que ya que hemos acompañado a D e l m a r h a s t a a q u í , merecemos saber cómo responderá a su macabra sugerencia. Descubriremos también si su plan ha tenido éxito, si sus “empleados” han tenido que improvisar, si ha conseguido infligir todo el dolor que su mente fue capaz de imaginar, porque como artista, la imaginación y la obra en sí, más que su resultado, adquieren una importancia y un significado que va más allá del mero r e s u l t a d o . T i e n e q u e representar el genio del creador.

Los pasos en la caída

Para que un plan de este calibre sea completo debe afrontar una caída integral. Un descenso a los infiernos en todos los aspectos de la existencia del blanco. Al fin y al cabo el objetivo es

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conducirlo, irremisiblemente, hacia el suicidio. No se le puede dejar nada a lo que agarrarse. Por lo tanto, nuestro genio en la sombra y su Corporación plantean una destrucción desde el punto de vista profesional, desde el personal y desde el familiar. Van a ser ataques en los que la víctima debe siempre considerarse culpable, o darle una vuelta de tuerca más y asociarlo con la más dolorosa mala suerte, para acompañar la responsabilidad de la desgracia que provocó (en compañeros o seres queridos) con un resquemor que crece en su interior contra la divina providencia. La idea es implantar un sentimiento de rechazo hacia el mundo, ponerlo en su contra.

Por supuesto el lado más débil, y por el que comienza a desarrollarse la venganza es el ámbito laboral. Su éxito como comisario de policía le confería una posición social de la que disfrutaba. Le proporcionaba acceso a todo tipo de placeres, que satisfacían tanto sus necesidades físicas como su ego. El plan exigía mucha precisión puesto que debía incapacitarlo para la acción, pero no tanto como para que perdiese su condición de policía. Un ejercicio de ingeniería del odio que tenía como objetivo confrontarlo, día a día, con su desgracia.

El deterioro de su carrera profesional trae como consecuencia, aparte de alejarlo de la acción, una pérdida en el acceso a esos placeres que tanto le llenaban. Ha perdido su principal atractivo. Es una cuestión de jerarquía social. Basaba su vida en el

poder de su posición en el escalafón, la llamada “erótica del poder”. Todo esto se ha ido y su confianza se resiente, se refugia en vicios y hábitos más destructivos en el plano social, aunque probablemente igual de decadentes en el personal.

La caída es irremediable pero el creador de semejante plan comprende que debe controlar los daños y no adelantar el ansiado final. La tentación es grande, pero la obra quedaría incompleta. Por ello le proporciona esperanza, una porción de aquello que una vez fue. Acción, amor, sexo, vigor y su ideal de virilidad otra vez vigentes. Es algo que se le muestra, pero que nunca se le deja llegar a poseer. Un anhelo que lo mantiene concentrado en el final del camino y evita que se fije en los detalles, ni que el menor atisbo de sospecha se cierna sobre su cabeza.

Por supuesto, es todo una ilusión que lo destruirá aún más. Ya solo queda el refugio de la familia. Va a ser un giro complicado, pero nada es imposible para la Corporación y el odio más fuertemente arraigado, alimentado por los momentos de debilidad que atormentarán al preso mientras cocina a fuego lento su plan. La medición de los tiempos es clave, los empleados encargados de llevar a cabo la venganza deben cuidar mucho el estado mental del defenestrado comisario, para que sea la fecha señalada la que culmine la acción.

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Fernando Marías Amondo, escritor bilbaíno nacido el 13 de junio de 1958. En 1975 se trasladó a Madrid para estudiar cine. Comenzó su andadura en la narrativa escribiendo guiones para la televisión entre los que destaca la serie de falsos documentales titulada “Páginas ocultas de la historia”. Entre sus novelas destacan títulos como “Todo el amor y casi toda la muerte”, publicado en 2010 y ganadora del Premio Privamera 2010; “El mundo se acaba todos los días” (2005); y “Zara y el librero de Bagdad”, publicada y premiada en 2008 con el Premio Angular.

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Mary Rodgers, la cigarrera que encadiló a Poe y que sería después protagonista de un relato de terror escrito por él, estaba viva cuando la declararon muerta.

Jack el destripador, el asesino en serie más sanguinario de la historia de Inglaterra y al que nunca dieron caza, era una mujer.

El asesinato de Lincoln, presidente de los Estados Unidos de América, y el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, también presidente de los Estados Unidos, tienen similitudes y coincidencias que ponen los pelos de punta incluso del más incrédulo de nosotros.

Parece la época victoriana (siglo XIX) la época perfecta para cometer crímenes y no ser castigados por ello aunque, en realidad, todos los siglos han contemplado cómo asesinos han escapado a la horca o a la cárcel por falta de pruebas o, simplemente, por una habilidad diabólica. Este es el caso de Jack el Destripador, quien consiguió ridiculizar a Scotland Yard con sus huidas in extremis del lugar del crimen, así como por su habilidad de no dejarse ver por nadie ni cometer el más mínimo fallo. ¿Quién era Jack el Destripador? ¿Era, como se sospechó, un policía y por eso nunca fue hallado culpable alguno? ¿Era, quizás, una mujer? ¿Por qué nunca se sospecho de una? ¿Por qué en aquella época era impensable que tales atrocidades fueran cometidas por la mano sanguinaria de una mujer? Es lícito preguntárselo, desde luego, desde el momento en que la policía de Londres, el eje sobre el que giraba la seguridad de una urbe en expansión, resultó ser una completa inútil a la hora de salvaguardar la vida de las prostitutas de Whitechapel. Quizás nunca dieron con el culpable por estar mirando, absortos, en la dirección incorrecta.

Si en aquella época hubiesen vivido una Agatha Christie o una Anne Perry, quizá éste, uno de los mayores misterios de la historia, no hubiese quedado sin resolver. Pese a que la primera gran dama del crímen sea la más conocida, es Perry la especialista en crímenes victorianos. Fue ella quien inventó al superintendente Pitt, policía de Scotland Yard (como Christie inventó al inspector Japp) y con él a toda una saga de misterios y crímenes interesantísimos, además de extraordinariamente fieles a la época en la que transcurren. Anne Perry cuida hasta del más pequeño detalle y consigue una narración veraz a la par que arrolladora. Sus palabras nos trasladan a una época en la que, desde luego, no debía ser fácil resolver crímenes. Huelga mencionar la falta absoluta de los medios de los que a día de hoy disponemos en la resolución de crímenes y que, por entonces, eran impensables. Es por ello que la resolución de los mismos debía llevarse a cabo a través de la intuición, las preguntas, la observación y la rapidez de actuación –algo que también se aprecia en Poirot, personaje estrella de Agatha Christie. Las conversaciones, la capacidad de Pitt de hacer las preguntas oportunas, saber escuchar y esperar la respuesta y, sobre todo, entender la psicología del ser humano son, en las novelas de Anne Perry, la esencia de todo. El acierto o el desatino en una de esas labores significará la resolución del crímen o el desastre absoluto. Cuenta, el superintendente Pitt, con la inestimable ayuda de su esposa, Charlotte, quien cotilla donde las haya acaba siempre por enterarse de algunos de los detalles que, con la información necesaria, harán que las piezas del puzle encajen perfectamente en la mente de Pitt.

Anne Perry construye perfectamente las historias y se basa, a diferencia de Arthur Conan Doyle, en la psicología humana, como previamente hizo Christie con tanto éxito. Y,

Época victoriana: una época de crímenes

por Ainize Salaberri

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desde luego, a Perry también le funciona. No sólo nos da todos los datos necesarios para que nosotros, los lectores, podamos jugar también a ser detectives, si no que también nos explica los motivos que llevan a tal o cual asesino a apagar la vida de otra persona. Sin embargo, y aunque el proceso es impecable, pronto descubrimos que el superintendente Pitt no es el policía más listo de Scotland Yard, lo que le lleva a ser repudiado y envidiado por otros policías de su trabajo. No es, este Pitt, un Poirot en potencia, ni muchísimo menos. Le cuesta llegar a conclusiones, quizás por no hacer las preguntas más adecuadas. Le falta la habilidad necesaria para ir un paso por delante del asesino, como sí consigue Poirot. Por eso, suponemos, Pitt es infravalorado: de él se esperan rápidos resultados y éstos no siempre llegan.

Además de las tramas y el misterio, uno de los mejores puntos de las novelas victorianas de Perry es la magnífica adaptación que realiza de la época en la que transcurren los asesinatos. Perry estudió a fondo una época que nos apasiona a muchos y no deja puntada sin hilo. Todos los datos, todos los pequeños detalles de la ciudad, la descripción de casas, de vestimenta, así como el comportamiento humano de los puristas victorianos de doble moral quedan perfectamente entallados en un vestido que le queda como un guante a Anne Perry y a sus protagonistas. Y así, con la trama, con Pitt y su mujer, pero sobre todo con el misterio y los asesinatos en Hyde Park o Buckingham Palace –así de osados eran hace dos siglos– Anne Perry construye y escribe magníficas novelas sobre el alma humana y sus deseos más tenebrosos.

A S E S I N A T O S V I C T O R I A N O S (Rick Geary - novela gráfica)

La fascinación por una época oscura y llena de asesinatos no se reduce a Perry ni a unos cuantos miles de adeptos a las tramas y novelas de la época. Rick Geary también se siente atráido por el misterio que ciertos asesinatos sin resolver, y otros resueltos, han dejado tras de sí, con el paso de los años y los siglos: Jack el Destripador, Mary Rodgers o el asesinato del presidente de los EEUU Abraham Lincoln. Porque la era victoriana no sólo transcurrió en Inglaterra sino también en las ciudades americanas más conocidas de hoy en día. Rick Geary hace una introducción soberbia de la época a las tres historias que va a narrar de una espléndida forma visual. Geary describe el período como “una época de expetación y excesos, en la que se celebraba sus héroes y que llevaba a cuestas la carga del imperio. (...) Una época de pobreza, miseria y crimen como nunca se ha visto”. Es esta última parte de la cita la que nos interesa: “crimen como NUNCA se ha visto”. Y es que, de los tres casos que nos presenta, sólo uno de ellos, el de Abraham Lincoln, tiene un claro

culpable. Jack y sus asesinatos: ARCHIVADO. SIN CULPABLE. Mary Rodgers, la cigarrera neoyorquina que conquistó incluso al oscuro Edagar A. Poe: ARCHIVADO. SIN CULPABLE.

Rick Geary no intenta dar respuestas, si acaso plantea más preguntas. Plantea, eso sí, los hechos de una manera limpia, ordenada, contundente, simple y aséptica para que seamos nosotros los que saquemos nuestras propias conclusiones. ¿Era la muchacha hallada en el río la verdadera Mary Rodgers? ¿Fue John Wilkes Booth el único en urdir toda la trama del asesinato de Lincoln? ¿Era, en verdad, “un fanático solitario o un agente activo del gobierno confederado? ¿Fue alguno de los sospechosos que nos muestra Geary el verdadero asesino tras la máscara de Jack el Destripador? ¿Es de recibo hacerse tantas preguntas cuando nunca hallaremos una respuesta? Quizás no, lo que sí resulta terrorífico es pensar en la serie de casualidades y de similitudes que tiene el caso de Abraham Lincoln con el de John Fitzgerald Kennedy, presidente también asesinado de los Estados Unidos de la gran nación que es América. Nos quedará siempre una última pregunta:

¿Era la época victoriana el mejor escenario para cometer un crimen, o dos o tres, y salir impune?

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“¿A qué misteriosa página web conduciría aquella intraducible dirección? Además, ese privado lo firman como Lovecraft, uno de sus autores de terror preferidos, buena parte de cuyos relatos ha leído…” (Donde surgen las sombras)

Un buen día, conversando con un apreciado compañero con el que solíamos departir nuestras inquietudes acerca de la dificultad que conlleva enganchar a nuestros alumnos a los libros, y desengancharles un poquito del ordenador, me hizo mención de un título recién descubierto por él: Donde surgen las sombras, de David Lozano. Tanto mi compañero como yo comulgábamos con la idea de que las historias en las que impera la intriga, y muchas veces incluso el terror, poseen un carácter innegablemente atractivo (salvo en casos excepcionales, claro está) y son, por ello, un acertado hechizo, una verdadera seducción para embrujar a aquellos adolescentes un tanto rebeldes a sumergirse en la lectura.

No tardé en leer la obra, cuya trama me estimuló con frenesí hasta el desenlace. Ya estaba decidido: pocos días después empezaba a dejar tañer algunos “comentarios intrigantes” y algo “terroríficos” en el aula, con toda la sagacidad de la que fui capaz para capturar a los más insurrectos lectores, pues el contenido de la novela era puro magma para conseguir una serie de objetivos profesionales, y personales.

David Lozano, escritor y profesor de secundaria, sabe muy bien qué se lleva entre manos, o qué se maquina en su cabeza al escribir Donde surgen las sombras. Porque, por si os animáis, apreciados lectores, ¿qué creéis que se encubre detrás de esa oscura sombra que parece surgir desde lo más profundo de las tinieblas? Parece moverse sigilosamente; aunque algún ruido extraño se puede percibir a medida que, sin apenas apreciarse, avanza esa nube lóbrega. Sólo una maligna luz, y tal vez por ello seductora, que proyecta el ordenador, irradia en el solitario cuarto…

No se trata de un fragmento extraído de la obra, sino una simple invención personal en la que deliberadamente se resaltan términos que aluden a una buena parte argumental de la historia. Sin la menor duda, la obra posee un truculento jugo que consigue, precipitadamente, atrapar al lector. El ritmo palpitante en la sucesión de las acciones, con todos sus momentos seriamente macabros, confiere al autor una inmensa capacidad para apresarnos a medida que avanza la lectura. Y no podemos obviar que el suspense gusta a todo tipo de lectores, y en concreto a los adolescentes . Se trata de un misterio que el autor lleva hasta sus últimas resultas, y hasta las últimas páginas del libro, en el que se ha empeñado en diseñar un verdadero rompecabezas complicadísimo de resolver, y que va a necesitar la ayuda del inspector Garcés y de unos obstinados personajes que no se darán por vencidos, a pesar del sadismo que ofrece la novela en algunos pasajes, amén del constante peligro amenazador.

El protagonista, Àlex, uno de los muchísimos jóvenes “enganchados” a los videojuegos, desaparece misteriosamente mientras está conectado a un extraño juego en su ordenador.

“Camelot es su juego de rol favorito sobre batallas medievales…” (Donde surgen las sombras).

En la azarosa y arriesgadísima búsqueda por parte de sus entrañables amigos, se van a producir una serie de desapariciones y de enigmáticos y cruentos asesinatos.

Donde surgen las sombrasDavid Lozano

por Rosa Rodríguez

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El tema de los peligros de Internet, cuyos enjambres son bien conocidos por los personajes de la obra (la jerga que utilizan bien lo demuestra: chat, nick, web…) se funde con el tema de la amistad, tan fuerte ésta como para que los amigos de Álex arriesguen su vida luchando contra una infernal secta, una hermandad de criminales (el colgante “Obscuritas” con una guadaña les distingue) que se mueven por entre los infiernos de los subterráneos puentes romanos.

“Y es que fastidia decirlo, pero queríamos mucho a Álex” (Donde surgen las sombras).

“Gabriel descubría lo mucho que le importaba su amigo” (Donde surgen las sombras).

Los amigos tendrán que bajar a los infiernos para rescatar a Álex del sufrimiento real infligido por los que representan el mal, para sacarlo de las profundidades de la tierra (de igual modo que en la mitología lo hiciera Orfeo para libertar a Eurídice del inframundo, con la ayuda de su amorosa música, aunque desgraciadamente no lo consiguiera).

La amistad y el compañerismo son temas preciosos y preciadísimos en la etapa de la adolescencia. Por ello, David Lozano ya ha erigido con ello el puntal de su obra. “… podría ayudar a sus amigos antes de que fuera demasiado tarde”. (Donde surgen las sombras).

Pero además, es vital y urgente advertir a los que fácilmente se dejan cautivar y engañar por el terror oculto, por las sombras del mal y del sadismo que se esconde detrás de algunos juegos de internet, o de la conexión con pérfidos desconocidos (chats…), con redes sociales que no son más que sectas que convierten a sus víctimas en conejillos de indias.

“En el recuadro del chat del juego, en la parte inferior izquierda de la pantalla, le acaba de llegar un mensaje: vamos a entrar en el castillo, ¿te apuntas?”. (Donde surgen las sombras).

Metafóricamente hablando, David Lozano presenta una obra con una considerable dosis de diabólica trama, que consigue deslumbrarnos de una forma totalmente “inofensiva”, al tiempo que didáctica.

Y siguiendo con las metáforas, el espacio en el que se desarrollan las acciones nos ofrece el mundo de la claridad o el bien (con todas sus inevitables sombras, o problemas) de la realidad real (“Zaragoza”) en atroz oposición a las verdaderas y terroríficas sombras del subsuelo, el mal representado a través del laberinto de túneles (“Caesaraugusta”) que apresa a las infelices víctimas de los juegos de Internet. Aunque también, el lenguaje sencillo y ágil que David Lozano concede a un sagaz narrador omnisciente, logra aferrar a aquel lector sugestionado por conocer qué sucede página tras página hasta el esperado, o inesperado, desenlace.

Intriga y acción desde el inicio hasta el final. Las sombras son auténticas desconocidas. ¡Alerta! porque pueden surgir desde cualquier recoveco, y dejarte sin luz para siempre.

Las letras se convierten en imágenes, en ocultas miradas que te van a perseguir hasta la última página. Es necesario que descubras, rápidamente, dónde está el enigma de las sombras, del terror, para poder aprender como nuestro protagonista.

“Álex salió de aquel encuentro experimentando una extraordinaria serenidad. Tardaría en recuperarse de la espantosa experiencia vivida, jamás volvería a sentirse tranquilo ante la noche… Allí tuvo un recuerdo para todos los jóvenes desconocidos que le precedieron en la oscuridad y no volvieron…” (Donde surgen las sombras).

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E L E N I G M A D E L A S PA L A B R A S M U E R TA S

«Ten cuidado con lo que lees. Puede costarte la vida»

S H A U N H U T S O N .E L E N I G M A D E L A S PA L A B R A S M U E R TA S

por Noemí Camblor

«Reúne (el autor) cuatro cualidades ideales para un novelista: es alcohólico rehabilitado, le han diagnosticado ciertas tendencias psicóticas, es extremadamente asocial y las armas son una de sus aficiones. (…) Ha recibido amenazas de muerte en varias ocasiones debido a su trabajo, el cual es especialmente popular en las bibliotecas de las prisiones. Vive con su mujer, su hija y dos pares de zapatos de Michelle Pfeiffer...».

Después de leer esta intrigante biografía, ¿habrían dejado ese libro en el estante? Yo desde luego, no. Y así, a resultas de mi intriga, buen comienzo para una novela de terror, El enigma de las palabras muertas vino de viaje conmigo. La novela empezaba bien: comienza en mitad de un desenlace policíaco, una persecución cinematográfica (muy de moda entre los escritores actuales, cosa que no comprendo ya que escribir para pantalla empobrece la escena en novela de tal manera que se pierde por completo el arte literario. Aun así, no me apartó de la lectura). Persecución trepidante y… cuando el lector ya está bien metido en la situación aparece un gran giro de trama que nos presenta la bipolaridad de todo ser humano entre el bien y el mal.

¡Estupendo, leitmotiv lanzado y un comienzo intrigante! La cosa iba casi perfecta. Digo «casi» porque en la página treinta el bueno ya había insultado aproximadamente veinte veces al malo. El protagonista tiene mucho carácter, sí, pero también carece de un mínimo de riqueza lingüística: ¿Se puede insultar a un despiadado asesino diciéndole bastardo veinte veces? Con la inmensa cantidad de orgullosas mamás solteras y miles de millones de hijos producto de donantes de esperma…¿A quien le ofende que le llamen bastardo? Veinte veces en treinta páginas…puede que el quid esté en la repetición y te acabe taladrando la cabeza. A mí me parece una auténtica estupidez, idiotada, memez, gansada, bobada, patochada, sandez… Mira que es fácil, de todos es sabido que en cualquier lengua para

denominar la física cuántica no, pero para insultar las posibilidades son casi infinitas.

A partir de este momento la cosa empezó a decaer estrepitosamente. Esta novela no está llena de clichés, es un cliché en sí misma. He leído alguna crítica de colegas, al parecer tan fans como yo de ésta obra, y se preguntan cosas como dónde están las descripciones de los personajes tanto a nivel físico como psicológico. ¡No están! Aunque es comprensible: ¿para qué perder tiempo describiendo a los personajes? Pongamos algunos ejemplos que podrán encontrar entre bastardo 10 y bastardo 76.El poli: un policía frustrado, dedicado a su trabajo, un hombre acabado, justiciero y duro, pero con el corazón triste, solitario y limpio que está abierto al amor de par en par aun en contra de la férrea voluntad de su dueño.El compañero: un hombre con una familia tan divina que apetece disecarlos, joven y guapo, leal y profesional, amigo y compañero.La chica: inteligente, guapa, dulce, creativa, seductora y enamorada de…:el poli. Pero, ¡cuidado! La sombra de la sospecha se cierne intermitentemente sobre ella…¿A que ya les resultan tremendamente familiares sin abrir el libro siquiera? Esto es aprovechar la cultura del lector y lo demás tirar el talento.

Otra de las «grandezas» de la novela, a la altura de bastardo 125, es la curiosa presentación del mundo editorial: una horda de caníbales desalmados que exprimen a la autora hasta su último aliento, arrastrándola por todas las grandes ciudades del mundo, de hotel de lujo a hotel de

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súper-lujo, presentado su última novela no necesariamente buena que reportará unos enormes y detestables beneficios que servirán para mantener a la autora encerrada en un mundo de explotación sin precedentes entre su asqueroso loft de impersonales doscientos metros, decorados por Galiano, de la quinta avenida y las constantes fiestas lúdico-intelectuales de la jet-set mundial.

Se me ponen los pelos de punta ante tanto horror…

Es cierto que a mí nunca me ha gustado que un escritor centre la novela sobre el mundo de la escritura ya que el tema suele platearse como un burdo escaparate de lucimiento personal o de esnobismo o de cierto nivel de endiosamiento (no siempre, por supuesto, ahí tenemos La tía Julia y el escribidor, entre otras geniales novelas sobre escritores). En esta novela, la manera de plantear el poder de la escritura es un ejemplo de todo lo anterior. Me encanta la fantasía mezclada con la realidad, detesto que el mago todopoderoso sea el escritor dentro de la novela, será porque me revienta que me repitan las cosas dos veces.

Sobre el final, ya vamos por bastardo 233, como sobre el principio: no les quiero desvelar nada de la trama, tal vez sientan curiosidad y quieran leer la novela, no seré yo la que les destroce sus poquísimo previsibles capítulos. Pero les diré que para que les parezca original y sorprendente tendrían que pertenecer a una tribu malaya absolutamente ignorante del concepto película de serie B.

No crean que lo he pasado mal leyendo, ¿eh? No, a veces me he reído, otras indignado, las más aburrido, las menos sorprendido, pero he admirado mucho el trabajo del publicista que tan acertadamente incluyó esas irresistibles líneas biográficas demostradamente irrelevantes para la calidad de la obra. De todas maneras, leer obras que no te agraden demasiado, incluso las que no te agradan en absoluto, no es malo, todo lo contrario; para tener criterio hay que leer, leer mucho, si puede ser todo lo que caiga en tus manos, sin excepción.

Pero, sean prudentes, no como yo que aunque el mismo Shaun Hutson me intentó advertir en la misma portada, no lo escuché: «Ten cuidado con lo que lees.»

Y todo el mundo sabe que el que avisa no es traidor…

EL AUTOR

Shaun Hutson (Hertfordshire, 1958), prolífico escritor inglés de novela negra, thriller, terror y misterio, creó a Sean Doyle, su personaje más famoso y agente antiterrorista. Como tantos otros autores (Agatha Christie, Stephen King), Hutson publicó varias novelas bajo pseudónimos, al menos hasta en seis ocasiones. Su obra más conocida y traducida a varios idiomas es el thriller psicológico “El enigma de las palabras muertas”, publicado en 2008, y del que nuestra redactora, Noemí Camblor, nos habla en esta ocasión.

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Frederick Knott o cómo escribir un crimenVerónica Lorenzo

Frederick Knott es un autor importante en la dramaturgia británica, pero no por tener una obra extensa, sino por el éxito y la calidad de sus tres únicas obras: Dial M For Murder (Crimen Perfecto), Wait Unitl Dark (Sola En La Oscuridad) y Write Me A Murder.

Hijo de misioneros británicos, nació en la ciudad de Hankow, China, en el año 1916. Pronto fue enviado a Inglaterra para recibir su educación, graduándose en la Universidad de Cambridge. Crimen Perfecto fue su primera obra, escrita tras año y medio de encierro en Sussex, al abandonar el ejército británico después de la Segunda Guerra Mundial. Este clásico del teatro de intriga, trata sobre Tony Wendice, quien quiere asesinar a su esposa Margot para conseguir su dinero. Para ello chantajea a un antiguo conocido para que entre en casa en su ausencia y estrangule a Margot cuando ésta reciba una llamada telefónica. Sin embargo, el plan falla, y la obra da un giro inesperado.

La lucha para escribir la obra fue seguido por uno aún mayor: conseguir producirla. Knott lo envió a siete diferentes productoras teatrales, todos los cuales la rechazaron, escribiéndole

una carta felicitándolo por la "trama poco ingeniosa" y asegurando que "la obra en su conjunto podría causar poco interés". Knott estaba pensando en romper el guión cuando la BBC lo aceptó.

Se transmitió en 1952, con un gran éxito entre los espectadores se encontraba Alexander Korda, quien compró los derechos del guión. A partir de la emisión, la obra se estrenó en el Westminster Theater, en Londres, y en el Plymouth Theater, en Nueva York.

Frederick Knott escribió el guión de la película de Hitchcock, estrenada en 1954, protagonizada por Ray Milland, como el marido de las intrigas, Grace Kelly como su esposa, y contando con John Williams para el papel del Inspector. El guión fue adaptado tres veces más, como una película para televisión en 1981 protagonizada por C h r i s t o p h e r P l u m m e r y A n g i e Dickinson, como una película de la India, Aitbaar (1985), y en 1998 como Un Crimen Perfecto con Michael Douglas y Gwyneth Paltrow.

En 1952 durante la representación de la obra en Broadway, Mary Orr, esposa del director Reginald Denham, dio una fiesta y entre sus invitados estaba Knott y la actriz Ann Hillary. En esa fiesta surgió el romance y un año más tarde se casaron. Tuvieron un hijo y el matrimonio fue descrito por Hillary como "perfecto". Después de vivir en Princeton, Nueva Jersey, mientras criaban a su hijo, el matrimonio se mudó a Nueva York, ciudad que enamoró a Knott.

Knott obtuvo un éxito moderado con un nuevo thriller Write Me A Murder. Pero

un segundo gran éxito llegó en 1966 con el thriller Sola En La Oscuridad. El argumento gira alrededor de Susy, quien es ciega a causa de un accidente. Dos años más tarde Terence Young dirigió una versión cinematográfica con la que Audrey Hepburn fue nominada al Oscar gracias al papel de de Susy, la heroína ciega aterrorizada por tres ladrones asesinos.

Con una vida social muy activa en Manhattan, Knott destacaba por su ingenio y su entusiasmo por la vida. No volvió a escribir, aunque tenía algunas ideas. Con sus tres obras originales había hecho lo suficiente como para llevar una vida cómoda y feliz, hasta el último de sus días.

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R E S P I R A R V E R D A D F U S A D Í A Z

Si nos da por reunir en un mismo hombre, pongamos que de nombre David Simon, trece años de trabajo en el departamento de homicidios de la policía local de Baltimore Sun y convivir día a día sin restricciones con una unidad de homicidios en activo; si además dotamos a ese hombre, pongamos que de nombre David Simon, con el dominio del ritmo y la buena literatura negra, de misterio y terror; si además le ofrecemos la posibilidad a ese hombre, pongamos que de nombre David Simon, que llegue a la gente en un formato, pongamos, de libro, sólo nos puede dar Homicidio, el primer libro del creador de la serie televisiva The Wire. En Baltimore cada tres días mueren dos personas asesinadas a tiros, acuchilladas o a golpes. La diferencia de una novela como Homicidio y cualquier otra novela que trate sobre asesinatos, terror y lo que conocemos como thriller reside en esa afirmación: en Baltimore cada tres días mueren dos personas mueren asesinadas a tiros, acuchilladas o a golpes. Leyendo a David Simon uno no puede olvidarse de que ese hombre estuvo codeándose con la realidad del departamento de homicidios, que

nada se escribe por escribir. Esta verosimilitud le otorga a esta novela una credibilidad y un estado permanente de conmoción que otras historias del género carecen. Como propone la editorial que lo publica, Principal de los Libros, en el dosier de prensa: este thriller respira verdad. No es ni mucho menos un milagro inexplicable que escritores de la talla de Martin Amis se confiesen admiradores («Una obra maestra») de este libro. Los seguidores de la serie The Wire encontrarán en este libro lo mismo que les tiene pendientes de su pequeña pantalla y, además, una visión mucho más amplia; sin cortes ni censuras, podrán perderse por las calles de Baltimore y dejarse conducir por un hombre, pongamos que de nombre David Simon, por el peligro y la cara más desagradable de esta ciudad. Sin duda, amantes de este género o no, todos quedamos seducidos por el lado más ingrato y real. Sin desmerecer la creatividad y el pulso con que un hombre llamado David Simon ha construido la realidad en ficción, quizá el mayor atractivo de Homicidio sea ése: que, como nos sugieren lectura, respira verdad, y el lector lo agradece profundamente.

DECÁLOGO DEL DEPARTAMENTO DE HOMICIDIOS

1. Todo el mundo miente. Los asesinos mienten porque es lo que tienen que hacer; los testigos y cómplices mienten porque creen que es lo que tienen que hacer; y los demás mienten por el mero gusto de hacerlo y para no desobedecer la norma general de que bajo ninguna circunstancia hay que dar información veraz a un policía.

2. La víctima es asesinada una vez, la escena del crimen puede ser asesinada miles de veces.

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3. Las primeras 10 ó 12 horas después de un asesinato son vitales para el éxito de la investigación.

4. Si dejas a un hombre inocente en la sala de interrogatorios se quedará despierto, frotándose los ojos, mirando las paredes del cubículo y rascándose partes oscuras y prohibidas. Si dejas a un hombre culpable en la sala de interrogatorios, se dormirá.

5. Ser bueno es bueno, tener suerte es mejor.

6. Cuando se identifica inmediatamente al sospechoso de una agresión, la víctima sobrevivirá. Cuando no se identifica al sospechoso, la víctima seguro que morirá.

7. Primero son rojos. Luego verdes. Finalmente negros. (Refiriéndose al dinero que cuesta resolver un caso y al color con el que se escriben en la pizarra de la comisaría.)

8. Cuando no haya un sospechoso, el laboratorio no proporcionará ninguna prueba valiosa. En los casos en los que el sospechoso ya ha confesado se identificará a dos testigos presenciales y el laboratorio aportará huellas, fibras, sangre y pruebas balísticas.

9. Para un jurado, cualquier duda es razonable; cuanto mejor sea el caso, peor será el jurado; es difícil encontrar a una buena persona, pero encontrar a 12 reunidas en el mismo sitio es un milagro.

10. No existe el crimen perfecto.

David Simon (Washington, 1960), es periodista, guionista, productor y

escritor, conocido por haber creado la serie de televisión "The Wire", que produce la cadena HBO y estrenada en 2002 en EEUU. Sobre su

labor como periodista ha dicho: Pensaba que el periodismo era "tú escribes, tú expones, tú cambias el terreno", aunque años más tarde declararía ser cada vez más cínico con el supuesto poder de periodismo

de conseguir algún cambio significativo en la sociedad. Simon trabajó durante doce años para "The Baltimore Sun", donde conoció a Ed

Burns, con el que más tarde crearía "The Wire". Ha publicado varios libros, entre ellos "Homicide: a year on the killing streets".

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E L M I E D O , P U N T O D E PA RT I D A

P O R I G N A C I O B A L L E S T E R O

Cuando uno empieza a ser consciente de todo lo que muere, y empieza a convertirse en adicto al poder de las tinieblas, nota cómo poco a poco brota, dentro de sí, el perfil asesino que todo rostro esconde. Es en esos momentos cuando uno debe optar por recorrer el camino blanco, intentando a cada paso escapar del ángel negro que siempre acecha. No hará el camino sólo, ni olvidado, porque junto a él caminan las almas de los atormentados que no pudieron soltarse del gélido abrazo de los hombres de la guadaña, y murieron, en sus brazos, como los amantes.Lo sé, no tiene mucho sentido, ¿verdad? Pues si lo que acabas de leer no tiene sentido, es porque este artículo va a servir para descubrirte a uno de los grandes autores de la novela negra actual: John Connolly. Parido en Dublín, en el corazón de aquel mayo del 68 que alumbró una nueva cultura, el escritor irlandés abandonó la novela juvenil en el mismo momento que cosió a las botas de Charlie Parker el tormento del pasado que nunca se marcha para construir, en torno a la figura de un detective con nombre de músico de jazz, un mundo del que no se puede salir nunca. Las primeras líneas de este artículo contienen los títulos en español de todos los libros que, sobre la saga, se han publicado en nuestro país. Para 2010 se esperaba uno nuevo, The Whisperers, que ya está tardando de más para todos aquellos que latimos como el personaje, temblamos como el personaje, nos emborrachamos con el personaje.Porque la historia de Charlie Parker es una historia que nace en el alcohol. Bird, que así le llaman sus conocidos, sólo tiene dos amigos, Louis y Ángel, novios complementarios, gente en la que confiar. Louis es un asesino milimétrico, imparable, letal en el cuerpo a cuerpo y mortal en la distancia. Alto, de color, es un tipo elegante. Ángel, en cambio, trabaja con las manos, alejado de las armas. Es un manitas, un dedos, un abrelotodo con un cuerpo rubio, pequeño, y desarrapado. La noche y el día. Un buen bastón en el que apoyarse.Pero, ¿dónde está el miedo? Porque este número de la revista, brillante como siempre, va sobre el miedo… El miedo está, el miedo nunca te abandona en las letras de John Connolly. Pero, al contrario que en otros autores, no rodea a los personajes, ni es una atmósfera oscura y sombría,

ni una sensación previa al momento de girar el pomo de una puerta. El miedo es constante, está en todas las líneas, y está en el centro mismo de los personajes, en el tuétano de su esencia, en su alma. El miedo nace en el pasado, pero llega hasta el presente.

En Bird, el miedo se materializa una noche en la que, mientras él ahoga su presente en un bar, un asesino despiadado, El Viajante, mata a su mujer y su hija en su propia casa. No se preocupe, no estoy desvelando nada. Éstas son las primeras líneas del primer libro, Todo lo que muere. No sólo las mata, sino que compone con sus cuerpos una escena siniestra hasta el punto de arrancarles la piel de la cara. Ése es Bird, Charlie Parker. Pero el protagonista no es el único que tiene pasado. Lo tiene también Ángel, y lo tiene Louis, y lo tienen todos los que aparecen en la saga. Y lo tiene,

también, el entorno. Los lagos de Maine como escena recurrente, paisajes reales que dan más miedo que los ficticios. Busquen, si no, referencias sobre el osario de Sedlec, escenario en el que se desarrol la una parte importante de El Ángel Negro.El miedo, también, lo transmiten sus personajes siniestros, el envés de una misma hoja que conforma Charlie Parker, cuya violencia llega a veces a cotas desmedidas en su intento por

dejar atrás los fantasmas de su pasado, que siempre lleva a cuestas. Pudd, El Viajante… son tal reales que no es difícil ponerles una cara conocida… son tan imaginarios que cuesta situarlos en este mundo… son la esencia pura de la maldad, contrapuesta a la violencia encerrada en las buenas intenciones.Y ahora, en una revista dedicada al miedo, voy a relatar mi historia de amor. Porque este artículo, como habrán comprobado ya, es completamente subjetivo. No recuerdo la historia que me llevó a todos los autores que leo, ni a todos los libros que compro. Pero esta sí, nítidamente. Un estudiante con un carné de biblioteca nuevo, perdido en los miles de tomos de una biblioteca pública de Madrid. Lomo por lomo, recorriendo con los ojos todo lo que se me ofrece, me detengo en un libro, Perfil asesino, cuya reseña me impacta. Decido leerlo. En tan sólo dos días, cierro el libro y sé que necesito más. Una visita a Internet: era el tercero de una saga que, por aquel entonces, comprendía cinco títulos. Compré los tres primeros de una vez, luego los siguientes. Y cada día que paso por el escaparate de una librería, busco el nombre de Charlie Parker, Bird, John Connolly o todo lo que pueda hundirme, de nuevo y por novena vez, en el miedo visto a través de la mirada de un escritor irlandés que hace de la novela negra un sitio donde quedarse a vivir. No se lo pierdan.

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C I N C O P I S T A S FA L S A S

(Dorothy L. Sayers)

por Iraide Talavera

En ocasiones, el cuerpo siente la necesidad de nutrirse de novelas de misterio. Suele suceder en verano, cuando las tardes bostezan de puro largas, y necesitamos la activación de los enigmas, de las pistas que, como eslabones, van trazando un camino en el estío perdido. Dorothy L. Sayers era una experta en colocar aquellas pistas de forma tal que su mecanismo no alterara el estilo de la novela, su composición tan pulida y elegante como su protagonista, Lord Peter Wimsey.

Sayers nació en Oxford en 1893, donde estudió lenguas modernas y literatura medieval. Terminó sus estudios con matrícula de honor en 1915, y varios años después se le concedió el derecho a homologarlos con un t ítulo universitario,

posibilidad que hasta entonces les había estado vetado a las mujeres.

Por aquella época, el Reino Unido se sumergió en un proceso de cambio que favoreció la adquisición de derechos y libertades para el sexo femenino: al término de la Primera Guerra Mundial, muchos de los hombres que habían ido a prestar servicio al ejército y quisieron recuperar sus puestos de trabajo se encontraron con que las mujeres se resistían a renunciar a éstos; asimismo, por aquel entonces éstas obtuvieron el sufragio femenino.

Sayers compartió los puntos de vista feministas, y ejerció diversos empleos, entre los que destacó su trabajo como publicista para una agencia de publicidad londinense. Asimismo, fue profesora, dramaturga y traductora. De hecho, su traducción al inglés de la Divina comedia de Dante sigue considerándose la mejor de las que se han hecho hasta ahora. Entre sus amistades se encontraban otros escritores conocidos de la época, como C. S. Lewis, Agatha Christie, G. K. Chesterton o J. R. R. Tolkien.

En cuanto a su producción literaria, se la recuerda sobre todo por sus historias sobre detectives, aunque en sus novelas también analizó las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y abogó por la educación de las mujeres. Así todo, si pedimos a los lectores que asocien a Dorothy L. Sayers con un género literario y un protagonista, inevitablemente les vendrán a la cabeza la intriga y Lord Peter Wimsey.

Lord Peter Wimsey es el protagonista de 11 novelas de la autora y de un conjunto de historias sobre él y su familia. Es tratado como un hombre real, cuyos rasgos van evolucionando a medida que las novelas se suceden. Nacido en 1890, Wimsey es un aristócrata aficionado a la criminología y a la colección de incunables. Intelectualmente arrogante, destaca en múltiples facetas: es experto en materia de comida y moda masculina, además de en música clásica, sobre todo en su interpretación de las obras de Bach.

Además, como vamos descubriendo los lectores, su carácter extravertido y su engañoso aspecto de ser un poco despistado lo hacen ser bien aceptado socialmente y lo ayudan a desenvolverse en cualquier entorno. Esto lo ayuda mucho en sus pesquisas, así como el hecho de tener mucha confianza con el inspector jefe Scotland Yard, Charles Parker, y el contar con la ayuda de su fiel sirviente Bunter, que también posee múltiples talentos.

En Cinco pistas falsas, Wimsey tiene que volver a poner a prueba su intelecto y su carisma. Se ha

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Referencia portada libro “Cinco pistas falsas”: http://www.randomhousemondadori.es/var/plain_site/storage/images/libros/c/cinco-pistas-falsas-es/cinco-pistas-falsas/786089-1-esl-ES/Cinco-pistas-falsas-TAPA-BLANDA_libro_image_zoom.png

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cometido un asesinato en Galloway, un bucólico pueblo escocés de pescadores que pintan y pintores que pescan. La víctima es un hombre que nunca fue muy querido por sus vecinos a causa de su carácter agresivo, y por ello se hace más difícil dar con el culpable. Muchas personas de su entorno podrían tener una razón para acabar con él y, para complicar aún más las cosas, la mayoría de ellos han desaparecido del pueblo como por arte de ensalmo.

Nuestro detective, huésped a quien los habitantes de Galloway tildan de excéntrico pero al que aceptan de buen grado gracias a su galantería, campa a sus anchas por un verano de paisajes verdes y azules, un mundo enmarcado en los años treinta, visitando a cada uno de los personajes, fiel reflejo de la época: escuchamos sus bramidos en el bar, bebemos con ellos el whisky, transitamos en nuestro viejo coche por las calles estrechas del pueblo y llegamos al río, donde los pescadores se afanan en la recogida de peces.

Disfrutamos de sus sólidos desayunos de huevo, jamón y mantequilla mientras nos preparamos para una jornada estival de pintura al aire libre en la que nos acompañará el inconfundible pitido del tren. Sentimos el tacto de las chaquetas grises de franela, el frío de las noches, los ojos lacerados de alcohol, la confianza y la reserva de un pueblo que se sabe pequeño y que por eso se abre y se cierra al mismo tiempo.

Y, a su vez, nos bañamos en una época en la que los crímenes eran un rompecabezas bien ensamblado cuyas piezas podía encajar antes de terminar la novela el lector astuto. Dorothy L. Sayers analizaba todos los detalles en sus novelas, para que ningún dato quedara al azar. Se convirtió en una experta en el malabarismo con los horarios de trenes, en el entrecruzamiento de pistas falsas y pistas verdaderas –como indica el título de esta novela- y en las tramas cimentadas en relojes, mareas, códigos secretos y demás formas de desafiar la lógica de los investigadores.

Los años treinta quedaron lejos. Tras aquella década, llegaron años negros para Europa, y Sayers, tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, no escribió más tramas de asesinatos. Con el tiempo las novelas de misterio se cargaron de complejidad psicológica y dejaron de ser simples juegos de atar cabos.

Aún así, hoy en día nos sigue gustando saborear la placidez de aquellos tiempos y conocer a señoritas, truhanes, taberneros, caballeros, sargentos y mayordomos que ven alterada su paz por un misterio que será prestamente resuelto por un superhombre como Lord Peter Wimsey.

Dorothy L. Sayers (Oxford, 1893-1957) fue

una conocida escritora y traductora inglesa. Estudió las lenguas clásicas y modernas y literatura medieval, estudios que finalizó con matrícula de honor. Sayers es conocida, principalmente, por sus cuentas y novelas policiacas, así como por sus obras de teatro y sus ensayos. Sus novelas estaban situadas entre la primera y la segunda guerra mundial. Su protagonista principal era el aristócrata inglés Lord Peter Winsey. Realizó una de las traducciones de la “Divina Comedia” de Dante de la que se sentía bastante orgullosa. En 1920 Sayers comenzó a trabajar en el argumento de su primera novela detectivesca. En ella aparece por primera vez Lord Peter Wimsey, con su famosa exclamación “¡Maldición!”. Escribió diez novelas más, además de dos colecciones de cuentos. Perteneció al Detection Club, del que Agatha Christie era presidenta. Era éste un club de acceso restringido a aquellos escritores que hubiesen creado la figura de un detective en sus novelas. Así, Christie era dueña y señora gracias a Poirot, y Dorothy L. Sayers lo era gracias a Lord Peter Wimsey, quien le daría fama y prestigio. Entre sus mejores obras destacan “Cinco pistas falsas”, “Veneno mortal”, “El misterio de Bellona Club: los casos de Lord Peter Wimsey”, “Luna de miel”, “Los secretos de Oxford” y “Los nueve sastres”.

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Jugar con una avispa

por Ainize Salaberri

Hércules Poirot es el mejor detective de la historia, aunque muchos apuntarían, con argumentos más que válidos, a Sherlock Holmes antes que a él. Sin embargo, Sherlock Holmes era un listillo resabiado que todo lo sabía con sólo ver la escena del crimen, lo que resulta muy poco creíble para el lector actual, aunque en su momento resultase de lo más novedoso e increíble. Es Holmes quien destripa toda la trama antes de tiempo, y es Poirot quien, en pleno uso de sus células grises, mantiene la tensión hasta el final. Y quien dice Poirot, claro, dice Agatha Christie, su fiel creadora. Fue ella quien decidió crear a un detective belga –gracias a Dios no lo eligió francés–, presuntuoso, orgulloso de su trabajo, muy puntilloso y maniático pero terriblemente inteligente y observador. Pues son estos dos adjetivos los que mejor definen a Poirot. A Poirot le importa la psicología humana, el por qué de determinado comportamiento, los silencios. Por ello, una de sus mejores armas, además de la paciencia y la cautela, es la capacidad extraordinaria de observación. “Son los pequeños detalles los que arrojan luz a la verdad, mon amie” que diría Poirot en su inglés afrancesado.

En “Diez negritos”, sin embargo, no interviene Poirot, y pese a sus grandes dotes detectivecas, pese a su gran olfato criminal, me temo que ni él hubiese sido capaz de solucionar la trama que en esta ocasión nos presenta Agatha Christie. Y es que “Diez negritos” es, con toda seguridad, una de las mejores novelas de misterio de la historia. No sólo por la historia, si no también por cómo la estructura, por cómo la escribe. Sabemos que Christie no es una escritora cualquiera. No, mon amis. Christie es la gran dama del crímen. Un libro de reciente aparición, “Los cuadernos secretos”, nos muestran cómo Agatha Christie tramaba sus historias. A veces eran notas rápidas, otras veces los esquemas de lo que en pocos meses serían libros. En ocasiones son frases nada más. Todo ello escrito en cuadernos de colegio que ella siempre llevaba consigo y que le servían, pese a lo difícil que resulta de creer, a no perder el hilo de todo lo que en su cabeza bullía. Y una de

esas historias, estructurada en base a una canción popular, es “Diez negritos”. Sin duda, una de sus obras maestras.

La historia es simple: diez personas son invitadas a pasar unos días en la mansión de un desconocido en la llamada Isla del Negro. Nadie se conoce. Son desconocidos en tierra de nadie. La primera noche, tras la cena, una voz les acusa a todos ellos de ser culpables de un crimen. La caja de Pandora se ha abierto. En el salón principal, así como en todas y cada una de las habitaciones de invitados, una canción popular cuelga en la pared y que comienza así: “Diez negritos se fueron a cenar. / Uno de ellos se asfixió y quedaron Nueve.” Comienza la historia, comienza el miedo, comienzan los crímenes. Y la tensión se sostiene hasta el final, algo dificilísimo de conseguir en las novelas de misterio. Christie lo consigue siempre. Era una gran creadora de atmósferas, muchas veces con tintes teatrales fantásticos como en “Sangre en la piscina”, “Cinco cerditos” o “El caso del baile de la victoria”, en la que participan personajes de la comedia italiana.

Agatha Christie no es sólo conocida por ser una prolífica escritora de novelas de misterio y de crímenes sino también por haber roto con algunas “tradiciones” de las novelas pertenecientes a este género. Así, en sus novelas el culpable deja de ser el más obvio de los personajes o el más odiado, y comienza a ser el más silencioso, los que pasan desapercibidos o las mujer a las que nadie presta atención. Y distanciándola de Arthur Conan Doyle, sus detectives, Poirot y Miss Marple, se centran en la psicología humana, en la observación y en la intuición más que en el conocimiento súbito y divino. No es, para la escritora, más importante el quién si no el por qué.

En “Diez negritos” se encuentra todo esto y mucho más. Es una historia redonda, perfecta, sin un sólo error, sin nada que añadir o eliminar. Otra de las obras maestras de la dama del crimen junto con “Asesinato en el Orient Express” y “Un triste ciprés”.

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El día amaneció gris a pesar de la época estival, como coqueteando en la sombra con tormentas

remotas, pero tú, de alguna manera, ya sabías que aquel día estaría marcado por la lluvia, quizás,

porque la llevabas dentro.

Antes de salir de casa aseguraste que habías quedado con una amiga, en cuya mención se

adivinaba el humo desvaído de las mentiras, o puede que de las verdades a medias. Te dirigiste con la

mirada perdida hacia tu refugio más querido, al que acudías siempre que no sabías hacía dónde

encaminar tus pasos, aquel sitio donde creías que se encontraban tus padres.

Los cipreses te dieron su estática bienvenida, que a ti se te antojó teñida de presagios, pero ¿para

quién no son un augurio? Caminaste entre las lápidas con paso vivo, con la única intención de llegar

cuanto antes a su lecho subterráneo. Una vez frente a sus nombres tallados en el granito, te dejaste

caer sobre su sábana de piedra, entregándote a su presencia protectora. Como en un conjuro, el cielo

comenzó a deshacerse en finas lágrimas sobre tu cuerpo tembloroso, empapando tu rostro de anhelos

y recuerdos no vividos, o quizás no era la lluvia la que inundaba tus ojos, siempre te has guiado por

verdades a medias.

Ahora que estabas en el lugar adecuado, y que el cielo te daba su visto bueno para hundirte en

historias imposibles y emociones castradas, dejaste que su recuerdo se apoderase de tu mente,

aunque, en realidad, nunca la abandonó del todo desde aquel momento en que te dijo adiós y se

marchó, hacía tan sólo unas semanas. Tú las habías contado una a una, con sus días y horas

respectivas, pero es mejor decirlo así, en abstracto, porque de ese modo podemos jugar con el tiempo,

y es que quizás ya hacía demasiado que se había ido, suficiente al menos para secar el presente.

Recordaste sus finas manos, que los poetas más ilustres habrían calificado de seda, su cabello

castaño peinado con despreocupación, sus profundos hoyuelos que prometían mundos de fantasía,

aquel gesto tierno que regalaba cuando había cometido una travesura y su olor… ése por el que habías

acudido a una tienda a comprar su viejo perfume, convertida de pronto al fetichismo más rancio.

Rememoraste vuestras tardes de paseos por el Retiro y la huella de vuestras noches en la cama,

también aquellas mañanas que dedicabais a leer poemas, sobre todo los de Poe, porque a ella le

encantaban sus composiciones, su esencia oscura y bella.

En medio de estas cavilaciones sonó una extraña frase que cortó la escena: “Nevermore”. Era su

voz, que parecía llegada desde ese otro mundo que se encontraba tras sus hoyuelos. Cuando tus

pensamientos dejaron de temblar te acordaste del teléfono móvil, en el que ella había grabado con su

voz la mítica palabra del poema The Raven. “Para que siempre te acuerdes de mí y de que lo que

tenemos no tendrá un ‘nunca jamás’” te había dicho.

Nevermorepor Marta Gómez Garrido

Relato

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Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 1809-1849) fue un escritor, crítico, periodista, poeta estadounidense mundialmente conocido y reconocido por su poema “El cuervo”, publicado en 1845, y por ser uno de los maestros universales del relato corto, del que prácticamente fue pionero en su país. Renovó con sus historias y su manera de contar las la novela gót ica y es recordado, principalmente, por sus cuentos de terror. Es considerado, a su vez, el inventor del relato detectivesco. Personaje él mismo de su propia vida, intentó vivir exclusivamente de escribir, lo que para él tuvo terribles consecuencias. No consiguió crear su propio periódico “The Stylus”, uno de sus grandes sueños. Los motivos de su muerte, curiosamente, nunca fueron aclarados. Su figura, sin embargo, es parte de la gran historia de la literatura, no sólo americana sino también universal.

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Sacaste del bolso el libro que te regaló en vuestro primer aniversario y leíste el poema del cuervo

bajo aquel cielo desconsolado. Según avanzabas por sus palabras labradas en tinta, su esencia se iba

deshaciendo con el agua, volviéndose su texto de un gris desvaído e irreconocible. Paraste de leer y

guardaste tu objeto único de nuevo en el bolso, antes de que perdiese para siempre su esencia, ya del

mismo matiz que la de tus padres, a los que sentías preocupados por tu dolor.

Cogiste el móvil una vez más y escuchaste de nuevo la máxima, con la ironía clavada en el ánimo y

volviste una vez más a hacer sonar su palabra, primero para a oír su voz, después para dejarte marear

por su sentencia cruel. Sin necesidad de escuchar más veces la frase, su condena retumbaba en las

paredes de todo tu ser. Dejaste caer el móvil a la tierra mojada, mareada por la angustia, y fue allí, desde

lo alto de la lápida, donde viste el contenido del mensaje.

Era de una antigua novia, aunque no acertabas a comprender el texto del mensaje a esa distancia.

Cogiste el teléfono del suelo, manchándote de barro la mano, y lo guardaste en el bolsillo. Miraste

pensativa los nombres de tus padres grabados en la piedra, unidos para siempre en aquel granito

imperecedero. Entonces volviste a recordar, pero una historia diferente, aquella de los gritos y las

discusiones, la de las imposiciones y las noches en vela, la de las disculpas a destiempo y el abandono.

Te levantaste de la lápida y miraste el cielo. Había dejado de llover en algún momento, puede que

en realidad ni siquiera hubiese llovido. Volviste a sacar el libro del bolso y lo dejaste sobre la lápida,

aquel parecía su sitio.

- Nevermore.

Murmuraste en silencio, para después caminar de vuelta a casa, donde contarías una verdad a

medias, de esas que te encantan.

Relato

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H I S T O R I A S D E L O S N I Ñ O S S O B R E N AT U R A L E S

Luis Bleisntein y Ramón Trigo

por David G. Ávila

Siempre me gustaron las historias grises, frías, lluviosas, humeantes, intrigantes y sospechosas. Aunque no soy un apasionado que se desvive por devorar novelas negras, trillers, historias de detectives, asesinatos, fantasmas, mafia, corrupciones y vendettas nunca desaprovecho la oportunidad de involucrarme en esas narraciones cuando se presentan delante de mis ojos. Pero tengo que sincerarme, la mayoría de las referencias que tengo sobre historias de terror, intriga o suspense, de esas que te agarran por el estómago mientras se te ponen los pelos erizados, vienen del cine.

Le debo al séptimo arte algunos de mis desvelos más intensos e infinitos, pero al cine le falta algo que sólo la literatura y los libros pueden dar, y es la capacidad de tener el control, una misma, del tiempo y del espacio en el transcurre la lectura de la narración. Me explico. Cuando ves una película, la visión de la misma tiene su tiempo determinado, y puedes dejar de verla y continuar en otro momento, pero no conozco a nadie que se dedique a visionar varias películas a la vez, por ejemplo, a lo largo de una semana. Un libro, sin embargo, puedes comenzarlo, detenerte, hacer pausas, recuperarlo, reengancharte, volver atrás y continuar, recordar párrafos o frases. Por otro lado, con los nuevos portátiles y dispositivos informáticos de reducidas dimensiones, eres capaz de ver una película en cualquier parte (calle, parque, playa, oficina…) pero tampoco he visto a nadie haciendo esto. Al contrario, los libros parecen estar hechos para trasladarte con ellos físicamente, al mismo tiempo que viajas psicológicamente al tiempo y lugar de la narración.

Os preguntaréis el por qué de estas comparaciones entre la literatura y el cine en estos momentos. Mucho tiene que ver el cómic que titula este artículo. “Historias de los niños sobrenaturales” es un tebeo de terror, misterio e intriga que tiene una versión audiovisual, que aunque está muy bien hecha, no consigue llegar a transmitir la cercanía y el vínculo que logran las páginas entintadas.

Sumergiéndonos un poco más en el texto de Luis Bleinstein y los dibujos de Ramón Trigo, es imposible no comenzar haciendo hincapié en su negrura. Negra su portada, solapa y contraportada, negras sus palabras, trazos y miradas, negras las vidas de sus protagonistas marcadas por la espera, la ambición, la envidia y la muerte. El negro lo cubre todo, salvo los huecos en los que el blanco es necesario para dejar ver lo que esconde la oscuridad.

Pero no todo es negro. El blanco, desde mi punto de vista, equilibra las historias y los ambientes y es el color de los personajes, unos niños, que son los narradores indirectos o directos de cuatro historias que están unidas entre sí. Cuatro niños que son especiales y diferentes, aunque en el fondo les gustaría no ser tan especiales ni diferentes. Unos niños que se encuentran en sus sueños y que tienen un poder o capacidad sobrenatural. Axel:

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“En una ocasión alguien le regaló una orquídea y Nolan un pequeño saquito de oro… Para Axel era fácil hacer lo que la gente le pedía: sólo tenía que sedear que ocurriera.”

Y, sin embargo, Axel no puede hacer que se cumplan sus propios deseos y sufre por la muerte de su madre y la depresión de su padre.

Fanny es una niña de enormes ojos y mirada ausente que es capaz de ver lo que piensan los demás, pero es atrapada por un ajuste de cuentas entre un empresario y un mafioso:

El señor Mano: “Ahora recuerda lo que hablamos. Quiero que mires dentro de él como lo hacías conmigo, y me digas dónde ha escondido este maldito cerdo mi maletín.”

Fanny:”No puedo. No puedo.”

El señor Mano: “¿qué pasa? Pensé que habías entendido.”

Fanny: “No puedo hacerlo porque él no tiene ojos. Sin sus ojos yo no puedo ver nada.”

Chico es un niño regordete y de camiseta a rayas que convive con un hombre manco con una historia de amor traicionado, asesinato y fuga que ahora es su familia. Chico posee el don de predecir el futuro, pero con un handicap:

C h i c o : “ C i n c o … C u a t r o … Tr e s … D o s , u n o … Ahora.” (Comienza a llover)

Nick: “Has vuelto a hacerlo. ¿Cuánto crees que va a durar?

Chico: “Ya sabes que puedo decir el momento en que comienza, pero nunca el final.”

Por último, Cora es el cuatro niño de esta historia, aunque no queda demasiado claro cuál es su habilidad especial. Sin embargo, al igual que el resto de los infantes, su pasado y su presente se mezclan con venganzas, asesinatos y fugas. En este caso, Con una terrorífica historia de ajustes de cuentas entre dos familias enfrentadas desde hace años y años.

La “Historia de los niños sobrenaturales” no llega a ser un libro de terror espeluznante y directo a los rincones más inseguros de nuestra conciencia. Pero su ritmo pausado, la inocente mirada de los chiquillos, las muertes por desamor, rabia, venganza y el estupendo trabajo del dibujante Ramón Trigo, nos puede llegar a calar hasta los huesos como en una tarde de primavera que comenzó cálida y soleada, pero finaliza tormentosa y fría.

Título: Historias de los niños sobrenaturalesAutores: Luis Bleinstein (guión) / Ramón Trigo (dibujo)Editorial: Edicions de PonentFecha de edición: septiembre de 200792 páginas (b/n) - 15 €

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El relato policial clásico presenta una estructura mediante la cual la trama se desarrolla alrededor de un enigma a resolver por medio del pensamiento lógico. El lector cuenta con ciertos indicios en el texto, que le permitirían realizar sus propias deducciones y llegar a dilucidar, él mismo, la verdad. La loca y el relato del crimen de Piglia, catalogado dentro de la vertiente de policial negro, parodia dicho esquema clásico.

El texto sigue una línea lógica ordenada: a partir de un asesinato, se van planteando indicios que permiten no sólo resolver la identidad del asesino sino también el motivo. El relato explicita el accionar detectivesco en el cual el investigador representa una versión popular del intelectual, un lector de signos que se vuelca a la acción. Pues escuchando los relatos de la loca, única testigo, entresaca la verdad que no está expuesta como tal. Este tipo de investigador se acerca al juego racional de Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares que resuelve los enigmas sin moverse de su celda. Sin embargo, es necesario resaltar que la relación detective-criminal en este relato está signada por las características del policial negro: el método científico (hipotético-deductivo) pierde credibilidad y se incorpora el azar. Se despoja de la rigurosidad inglesa, donde el criminal era un individuo solitario y asocial y el detective resolvía el enigma mediante la observación de la escena del crimen. Otra característica que resaltan lo negro en el relato de Piglia se refiere al contexto en el que se mueven los personajes: el cabaret, el léxico que utilizan los personajes, especialmente en relación a la sexualidad, y los detalles mafiosos que se le asignan a los sospechosos. Por último, el hecho de que el verdadero criminal quede sin castigo debido a intereses personales, lo

ubica dentro del contexto social del autor. Pues la ley no funciona como debería: la realidad es injusta y la verdad no importa. Tan así es en La loca y el relato del crimen que esta verdad es traslada a la ficción literaria como único medio disponible para la denuncia.

Con todo esto, queda evidenciado que el relato de Piglia pertenece a su época dada la evolución que presenta el género policial en la Argentina. Piglia, uno de los difusores de la vertiente negra de las novelas pol iciales (que cult ivaron escritores estadounidenses como Raymond Chandler o Dashiell Hammet) escribe La loca y el relato del crimen, que resulta emblemático dentro del emergente género, pues se adapta a la perfección a la realidad latinoamericana a través de situaciones paródico-grotescas propias de un contexto represivo.

La resolución de La loca, mediante un procedimiento lingüístico, analizando el discurso de la única testigo, una mujer que delira, explicado directamente, se basa en una crítica al policial inglés, el cual para Piglia se basaba en ser exclusivamente un enigma a resolver. De aquí, la ironía de resolver el misterio del cuento sin cuota alguna de suspenso. Y el hecho de que el relato empiece y termine con las mismas frases, no sólo podría indicar la falta de cierre por la falta de castigo sino también la imposibilidad de la justicia de distinguir entre ficción y realidad.

Finalmente, puede deducirse la lógica del surgimiento y evolución del policial en relación al contexto social: de la necesidad de proteger los beneficios de la urbanización impregnando de carga moral al lector del policial clásico se pasa a la denuncia característica del policial negro, directamente relacionada con las injusticias de la sociedad.

El policial que no juega

por Yanina Rosenberg

Fuente de la imagen: www.elpais.com

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EN NOMBRE DE LA SANGRE DERRAMADA FUSA DÍAZ

“El abogado suizo afincado en Los Ángeles, Antoine Demarsand, recibe la noticia de que un historiador pretende acusar a su padre de colaboracionismo con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Convencido de su inocencia y empeñado en lavar el buen nombre de su familia, Antoine emprende una búsqueda de la verdad que pondrá al descubierto una antigua conspiración y en peligro las vidas de cuantos intenten obtener respuestas”. Con este argumento de la primera novela de Pierre Simenon, el hijo pequeño del reconocido escritor de novela negra, Georges Simenon, el autor lo que pretende es sacudirnos e indirectamente advertirnos de algo: vengo a que mi apellido no sea todo cuanto tengo, he venido para quedarme y, además, no necesito nada que no pueda yo mismo escribir y dar a conocer. Sin embargo, uno no puede nunca renegar de sus orígenes, y nadie negaría que el padre del protagonista de este thriller tiene semejanzas con el de Pierre Simenon; que hijo quiera prescindir de padre, apellido, memoria e historia no significa que renuncie. De alguna manera esa necesidad de Antoine Demarsand, el protagonista, de limpiar el nombre de su padre, con todos los tintes autobiográficos que habitan y comparten espacio con la literatura del hijo pequeño de Georges, no deja de ser un mensaje que Pierre nos lanza: también yo, sin que el nombre de su sangrea derramada tenga necesidad de ser vengada, vengo a seguir, a que no se acabe nunca, a que siga viva, corazón abajo.

Pierre Simenon nació en 1959 en Lausana, dónde estudió y se licenció en Economía. Fue analista financiero y gestor de una cartera de inversiones en un banco de Ginebra. En 1987 se desplazó a Estados Unidos y cursó la carrera de Derecho. Posteriormente, se instaló en Los Ángeles, donde ejerció como abogado especializado en la industria cinematográfica. En nombre de la sangre derramada es su primera novela, y empezó a escribirla durante un viaje en solitario de Los Ángeles a Vermont (en Canadá) en coche. Actualmente vive en Malibú con su familia. Después de que su segunda mujer lo abandonara, la idea de escribir le asaltó, coincidiendo, además, con la muerte de su madre. En semejantes circunstancias, uno no puede evitar dejarse llevar por la literatura y convertirse, de alguna manera, en su propio personaje; ya que la necesidad de escribir esta novela (doce años y cinco versiones) fue un exorcismo, en un exorcismo se ha convertido: el protagonista comparte con Pierre Simenon lugar de nacimiento, carrera universitaria, carrera laboral, lugar de residencia y problemas familiares. Y lo más importante: viene en nombre de la literatura derramada.

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¿ M I E D O ?S Í , G R A C I A S .

por Iván Mourin

El camino es tortuoso, una combinación de sombras que se arrastran y mutan en pos de ella. El miedo la está

fatigando; apenas queda fuerza en sus piernas para seguir corriendo, y la última dosis de adrenalina que ha segregado su cuerpo se ha perdido por el pantalón,

humedecido por la orina. Mira hacia atrás. Los jadeos la siguen, y la atraparán en pocos segundos. Pero no ve la

mano que espera ante ella para cerrarse en su garganta.

¡Mierda! Son las dos de la madrugada, y sólo te quedan cuatro horas para levantarte de la cama e ir a

trabajar. Pero el capítulo se ha acabado aquí, y te pica la curiosidad por si matan a la chica. Pero tienes que dormir.

Apagas la luz, y comienza tu propia historia de miedo. Los crujidos de la casa se acrecientan, la oscuridad del dormitorio cobra vida, y te parece que una silueta pasa

fugaz ante la escasa luminosidad que se filtra a través de las ranuras de la persiana. Te cubres la cabeza con la

sábana como si fuese la armadura más poderosa del mundo, pero entonces recuerdas que aquel fantasma de la película “The Grudge” espera bajo éstas para

arrastrarte en cualquier momento a las profundidades de su mundo espectral. Aún así, tanto si has conseguido

dormirte como si no, al día siguiente volverás a engancharte a esa novela para saber qué le sucede a la protagonista.

Todos somos así, a pesar de que algunos lo nieguen. El miedo, la tensión, en un estado controlado,

nos hace sentir bien, ya sea con una novela, una película, una atracción, o practicando algún deporte de riesgo, y tiene una explicación química. Por ejemplo, nos metemos

en el papel de la chica antes mencionada, tratamos de visualizar lo que le está ocurriendo o, peor, lo que

seguramente le sucederá. Entonces, en lo más recóndito de nuestro cerebro, en una pequeña piececita llamada amígdala, recibimos una oleada de sangre por esta

reacción angustiante, como modo de alerta. A su vez, entra en acción la corteza pre-frontal, que valora el

ambiente, avisándonos que todo es ficticio, provocando una auténtica sensación de placer, como un orgasmo (bueno, no tan exagerado). Pero, hablando de la gente

que niega que, a veces, les guste pasar miedo, podemos encontrar a aquellos que aseguran que jamás leen terror,

que lo consideran un género mundano y sin talento.Fuente imagen: http://www.actibva.com/magazine/actibva/miedo-a-la-economia-y-a-los-expertos

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Ivan Mourin (Barcelona, 1980), publicó su primera novela, una historia

vampírica de terror, “Niños perdidos”, en 2005, que comenzó a escribir con quince años. Su segunda novela fue publicada en marzo del 2009 bajo el título

“Sociedad Tepes”, un thriller, como él mismo define, con toques sobrenaturales. Es diplomado en Criminología, es Técnico Especialista en Anatomía Patológica y

está especializado en Entomología forense y Pensamiento criminal, lo que dice le ha ayudado a la hora de escribir las partes más sangrientas de sus narraciones. En el libro “Déjame salir” (Ed. Círculo Rojo), aparece su relato de terror

“Cachorros”, finalista del I Certamen de relatos de terror Círculo Rojo. Para más información sobre este gran escritor y redactor, tenéis su página web disponible:

http://www.ivanmourin.com

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“Lectura para mindundis y fracasados con aspiraciones”, me llegaron a decir en una ocasión. Lo gracioso es ver

que entre los grandes clásicos que lucen con orgullo en sus estanterías, puedes encontrar obras de Poe y, en algunos casos, de Lovecraft. “Son autores universales”,

utilizan como justificación, pero resulta que no es terror. Me gustaría ver cómo reaccionarían si fueran enterrados

vivos, tuvieran que sobrevivir al ataque de unas ratas hambrientas, o a un ser venido del espacio exterior con no muy buenas intenciones. Si para ellos eso no es terror, ya

me dirán qué lo es (y la crisis no me sirve). Y, peor aún, si se les diera la oportunidad de vivir cien o doscientos años

más, me jugaría un brazo a que entre su nueva colección de clásicos se encontraría alguna obra de Stephen King.

“Es un autor universal”.

Lo curioso de todo esto es que el terror vende, pero no el nacional. Mientras en otros países publican a

autores de la zona, en España se prefiere a extranjeros. ¿Significa eso que no existe la calidad suficiente en nuestro país como para tener que recurrir a otros?

Rotundamente, no. Hay autores muy buenos, textos magníficos, pero falta que las editoriales se atrevan a

apostar un poco más. Gracias a iniciativas como la llevada por H-Horror, encuentros literarios (como el último llevado a cabo en Madrid, el I Encuentro Nacional de

Anika entre Libros), y festivales (como la Hispacon), se puede demostrar que no tenemos nada que envidiar.

Digan lo que digan, esté bien visto o no, seguiré siendo amante del terror, leyendo con mi fiel lámpara una buena historia durante la noche, aquella que consiga que,

por un solo instante, levante la mirada por encima del libro para buscar un fantasma que, sólo en mi mente, me

estará observando.Fuente de la imagen: http://farmacriticxs.blogspot.com/2010_05_01_archive.html

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Las leyendas urbanas dicen que Stephen King tiene dos negros: uno que escribe bien y otro que no. Esas mismas historias que van de boca en boca afirman que si repetimos Bloody Mary, Candyman o María la paralítica tres veces delante de un espejo moriremos de una forma horrible. Yo lo he intentado, en serio. Me he puesto delante del espejo a la luz de las velas (muy de peli de terror yanqui, vamos) y he repetido tres veces el nombre del “monstruíto” de rigor. Y sigo aquí: viva y coleando. Así que mi consejo es el siguiente: no hagáis caso de todo lo que os cuenten. Juzgarlo por vosotros mismos, es más divertido.

Cierto es que el de Maine no deja a nadie indiferente. Se ha ido ganando detractores y admiradores a partes iguales mientras conseguía rodear su carrera de cierta polémica, alimentada sobre todo por aquellos que, sin haber leído ninguno de sus libros, criticaban la obra del autor.

Confieso que no soy una gran seguidora de este hombre: no me he leído (de hecho, creo que es imposible hacerlo) todos sus libros y relatos y tampoco me he v isto las t ropecientas adaptaciones cinematográficas y televisivas de las mismas. Sí que he perdido el tiempo leyendo auténticos bodrios infumables suyos, o me lo he pasado bomba con otras de sus novelas. Otras, simplemente ni fu ni fa.

Lo que es innegable es que Stephen King es el rey del terror fast food. Te compras el libro en el súper, te lo llevas a casa y lo devoras con ansia; la rapidez con la que publica recuerda más a una franquicia americana de comida basura que a un escritor de los llamados “convencionales”, pero no por ello debemos menospreciar su obra.

Harto de las malas críticas y de la mala prensa al comienzo de su carrera (y, por qué no decirlo, también

Terror King Size

por Marga Martín

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de la presión a la que estaba sometido por su editorial, que no quería saturar el mercado con novelas del autor) decidió inventarse un personaje para poder seguir publicando con este otro nombre. Nació así Richard Bachman y, bajo este seudónimo, King escribió las que para mí son sus mejores obras, las que más me han entretenido y las que menos me han defraudado.

“La larga marcha” es una de estas historias que te crees embobado de principio a fin, y por eso creo que es más fácil que el escalofrío te recorra la espalda al leerla. En un mundo como el actual, en el que la gente más joven busca el dinero fácil y sus quince minutos de gloria y fama vendiendo su alma al reality show de turno (el diablo ha dejado el infierno y se ha mudado a Guadalix de la Sierra1), este libro tiene total validez. Esta larga marcha que nos presenta Bachman/King es una vía de escape para unos jovencitos sin más aspiraciones en la vida que la de ser rico y famoso al precio que sea. Inocentemente creen que será la forma de pasar a la historia, pero la realidad es más bien otra: es una carrera en la que muere gente. De hecho, sólo el ganador conserva la vida y ellos son conscientes de ello en todo momento. Ninguno acude engañado.

Para mí, el terror más atroz no es aquel que nos puede transmitir un payaso asesino, una señora obsesionada hasta rozar la locura, una muñeca chunga o un perro zombi rabioso. El terror que despierta realmente nuestros miedos más ocultos, el que nos produce las peores pesadillas que podemos recordar es aquel que radica en nosotros mismos, en lo que el ser humano es capaz de hacer en situaciones extremas en las que debe luchar por su propia supervivencia.

Por eso cuando empiezas a leer el viaje en el que se embarcan estos adolescentes no puedes hacer otra cosa más que temerte lo peor página a página. Los 100 concursantes que son seleccionados para la marcha entienden, conocen y asumen la más sencilla de todas las reglas: nunca dejes de caminar. Si, por el motivo que sea, tu ritmo desciende de 6,5 km/h, recibirás un aviso. Al tercer aviso serás eliminado de un certero tiro en la cabeza. La carrera durará el tiempo necesario hasta que sólo una persona quede con vida. Sabes, al igual que ellos, que si dejas de caminar, mueres. Si tropiezas y caes, mueres. Si las fuerzas te fallan y paras a coger aliento, mueres. Da igual que estés preparado físicamente para la marcha, tu cerebro es tu peor enemigo, y no el resto de chicos que te rodean.

Se van formando grupos, se cimientan amistades y se crean enemigos por las cosas más simples. Vamos conociéndolos poco a poco, a la vez que se van conociendo entre ellos, pero hay algo ahí escondido, que acecha detrás de los arbustos, que se esconde en

nuestra propia sombra, que nos incomoda... y no es otra cosa que la más cruda y brutal de las realidades. Uno a uno van a morir. Nosotros lo sabemos. Ellos lo saben y por ello siguen adelante. El terror ante la muerte inminente nos paraliza a todos, pero ellos prosiguen su marcha. No hay marcha atrás. No hay alternativa. Sólo muerte.

Viendo los toros detrás de la barrera yo me sentía impotente, y no podía hacer otra cosa que contener la respiración al pasar las páginas, anhelando que a ninguno de ellos le flaqueasen las piernas y pudieran continuar la perversa marcha. Irracionalmente pensaba que si dejaba de leer, alguno de mis favoritos moriría. Siendo sincera, incluso deseaba que llegase el momento en que el personaje odioso de turno perdiese pie y recibiese el último aviso antes de ser “eliminado” de la competición.

Al igual que los espectadores de este (o cualquier otro) reality, no puedes evitar sentir animadversión o coger cariño a alguno de los concursantes. Así que contemplamos como un espectador más e impotentes vemos cómo uno a uno van cayendo, cómo abandonan el concurso de una forma totalmente aséptica... “Es inevitable, van ahí para eso”, piensas, pero el subconsciente no es capaz de asimilar lo que estamos leyendo. Es la crónica de una sociedad tan real que asusta. Una sociedad que fue plasmada allá por el año 1979, aunque el autor no concreta el momento preciso en el que se desarrolla la historia, pero que describe a la perfección lo que ocurre a día de hoy en todo el mundo. Los letrados han dejado su asiento en las sesudas tertulias televisivas a concursantes de “Gran Hermano”, la audiencia es soberana y exige su ración de pan y circo: se busca el morbo, la sangre, la lágrima fácil con la que alimentar al populacho... Seguro que más de uno desearía que ese programa tuviese las mismas reglas que “La larga marcha”.

Richard Bachman, alter ego de King, murió de una extraña enfermedad: “cáncer del seudónimo”, pero nos dejó unas cuantas horas de lectura para recordarlo, así como recordaremos a los chavales que encabezaron la marcha. Olvidaremos el nombre de muchos de ellos, probablemente ni nos acordemos al cerrar el libro, al igual que no recordaremos el nombre de los concursantes de un reality cualquiera en una cadena de televisión cualquiera pasado mañana.

Precaución: Dicen que si repites tres veces el nombre de Stephen King delante de un libro suyo terminarás leyéndotelo de una sentada... o atropellado en una cuneta cualquiera de Maine.

1 Guadalix de la Sierra es un municipio madrileño famoso por su “día de la tortilla”, por ser el lugar donde se rodó “Bienvenido Mr. Marshall” pero, sobre todo, porque la casa de Gran Hermano se encuentra año tras año allí ubicada.

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Todavía no sé cómo explicarlo. No encuentro las palabras. Sólo sé que un sudor frío me baña en estos momentos, y que estoy agachado, hecho un ovillo, tras la puerta de una habitación en la que el calor se escapa por las rendijas de la puerta en la que estoy apoyado. Me falla el pulso. La linterna con la que alumbro la habitación a oscuras se me cae de las manos, se me escurre, como si se tratara de un pez mojado que intento atrapar sin éxito. Cuando quiero cerrar el puño ya no está, y oigo el sonido metálico que hace al caer al suelo e impactar contra las baldosas frías. Espero que no se haya roto, porque entonces alrededor no habrá luz, sólo tinieblas, y no creo que eso sea bueno para mí.Tengo miedo. Hasta ahora no sabía cómo definir esta sensación, pero ahora ya lo sé. Lo estoy aprendiendo sobre la marcha. A partir de ahora, cuando alguien me pregunte qué es el miedo, sabré responder: es un latido opresivo en el pecho, un zumbido constante en los oídos, el sudor frío que te quema en la espalda y este temblor de manos, a medio camino entre el nerviosismo y el tiritar, que convierte los objetos en agua. Al menos, la linterna funciona. ¿Dónde estoy? No quiero moverme del sitio en el que me encuentro, apoyado contra la puerta me siento seguro. Todo lo seguro, al menos, que se puede estar en un sitio desconocido, sin más luz que un pequeño haz redondo que no alcanza a definir la pared que tengo enfrente.Aquí sólo hay polvo. Veo algunos muebles cubiertos con mantas blancas llenas de polvo, como si me encontrara en el trastero de una gran mansión, en una de las habitaciones de una casa enorme que ya nadie utiliza. Antes de olvidar estas cosas, las han tapado con mantas, pero el polvo ya ha convertido en inútiles tantas precauciones y se filtra por debajo de la tela que cubre la madera. Suponiendo que eso sean muebles. Llevo un rato aquí y ya me pica la garganta.No veo nada más. Tampoco oigo nada. Bueno, sí, una gota que no para de caer en un rincón de esta habitación, no sé cuál, y que al principio sonaba hueca, como si cayera encima de un trozo de madera. Pero no puede ser, porque ahora, unos minutos después, empieza a sonar como si las gotas, al caer, no hicieran sino reunirse con otras muchas que ya cayeron antes, y que han formado un charco en el suelo. Tac. Tac. Tac. Tac… Voy a volverme loco. ¿Es de día o es de noche? ¿Qué querrán de mí? ¿Quiénes son? No sé si hacerme preguntas servirá de algo en mi situación porque, bien pensado, tampoco sé cuál es mi situación. Anoche, porque el día de ayer sí que tuvo noche, estaba en mi cama leyendo antes de dormir. Cuando el sueño me venció, apagué la luz y todo quedó a oscuras. Desde entonces sigue así. He despertado en esta habitación, en medio de este polvo que quizá fueron otras vidas, descalzo, con la única compañía de una linterna.El corazón se me está acelerando poco a poco. Antes era un latido que me comprimía el pecho, pero ahora empieza a ser un dolor sordo que no sé cómo parar. Pum. Pum. Pum. Pum… Tengo que dejar de hacerme preguntas. No saber las respuestas no va a tranquilizarme, sólo conseguirá que mi corazón lata más deprisa, y que se me seque la boca. Tengo sed. No voy a hacerme más preguntas. Quizá esto sólo sea parte de un juego, de algo parecido a un enigma. O allá afuera, tras esta puerta que no puedo abrir, atrancada por fuera, en realidad lo que me espera es una fiesta sorpresa. Pero, entonces, ¿por qué estoy descalzo?¡¡Pom!! ¿Qué ha sido eso? Dios mío, ¿qué ha sido eso? Tengo que tranquilizarme. La puerta se ha movido. Algo la ha golpeado con una violencia tremenda desde el otro lado. Se me va a salir el corazón por la boca. Por dios, no sé qué ha sido eso, pero no pued… ¡¡Pom!! ¡Otra vez! ¿Quién está ahí? ¿Qué hay al otro lado? Dios, no puedo, no, no, no puedo… un momento, algo se ha movido dentro de la habitación. Si lograra enfocarlo con la linterna. ¡Sí! Esa sábana se ha movido. Aún hay polvo flotando en el aire, una nubecilla, el rastro de ese movimiento. No sé qué está pasando aquí, no quiero saberlo, sólo quiero… ¡¡Pom!! ¡¡Pom!! ¡¡Pom!! ¿Qué quieren de mí? Se me ha caído la linterna… dónde está… no la encuentro… aquí… ¡Mierda! ¡Se ha roto! Ahora estoy ciego ante lo que me espera, pero sigo sin saber por qué la puerta tiembla, qué hay al otro lado que la empuja… joder, estoy llorando… ¡estoy llorando de miedo! Tengo que tranquilizarme, tengo que incorporarme y respirar hondo para tratar de mantener la compostu… ¡¡Pom!! ¡Joder! ¡Quiénes sois! ¡Qué queréis de mí! ¡Dejadme tranquilo! Sólo quiero volver a mi casa… sólo quiero vivir en paz… ¡¡Sólo quiero morir en paz!!Si no salgo pronto de aquí voy a quitarme la vida, voy a morderme la lengua, voy a… ¡¡Pom!! ¡Mierda! Mierda… mierda… mierda… Tengo que secarme las lágrimas, voy a levantarme, voy a… voy a… no puedo ir a ninguna parte…

El miedo detrás de la puertapor Ignacio Ballestero

Relato

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Anochece en los Cárpatos (…)

Es invierno. La nieve cae sobre una solitaria casa que se asoma tímidamente a los Cárpatos. Dentro de ella un anciano vigila el anochecer desde su habitación. El calor del interior en contraste con el frío de la noche invernal, ha creado una capa de vaho en los cristales de la ventana. El anciano mira asustado a través de esa única ventana hacia la oscuridad de la noche y con la yema del dedo hace la señal de la cruz en el cristal. Regresa a su escritorio, coge la pluma y un escalofrío le recorre la espalda cuando comienza a contar su historia que es también la historia de la condesa Erzsébet Bathory, la Condesa Sangrienta… Ella, Drácula.

El anciano es el cura János Pirgist. Cansado y enfermo quiere, antes de que la muerte se lo lleve, dejar por escrito la historia que le atormenta y persigue en

oscuros sueños. Armado con pluma y tintero se enfrenta al recuerdo de la condesa Bathory. Perdiendo la noción del tiempo llena folio tras folio y su pluma ennegrece. János duda y teme… ¿Es el reflejo de la maldad de la condesa? ¿Es el color de su espíritu que regresa de entre los muertos para poseer la pluma y a la vez la escritura? ¿O acaso la pluma ya tenía ese color negruzco y no lo había notado antes? Tal vez es la tinta la causante de la negrura… tal vez.

La historia de János se entremezcla con la de Ezrsébet cuando escribe. Recuerda vívidamente la primera vez que la vio, iba ella montada a caballo junto a sus más cercanos sirvientes. La mirada negra de Erzsébet se fijó en el pequeño János. Qué lástima para ella que fuera niño, qué suerte para János no ser niña. El niño temió desde aquel primer momento a la condesa y aprendió pronto que para sobrevivir era imprescindible ser invisible, cuánto mejor si todos pensaban que era

Erzsébet Báthory. Ella, Drácula.

por Ana Feito

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sordomudo. Aprendió a estar ciego a lo que ocurría a su alrededor. Hasta una fatídica noche en la que salió a una terraza del castillo de Csejthe y vio. Por primera vez vio lo que ocurría entre sus muros. Vio dos mujeres arrastrando un bulto, vio algo envuelto en un grueso saco, vio que el bulto parecían unas piernas, vio un pie que sobresalía de la tosca tela, vio y oyó y sintió y pensó…

János teme a la condesa Bathory pero algo le lleva a querer comprender el mal, su mal. ¿Cómo un alma humana es capaz de tanto horror? ¿Por qué ella? ¿Qué ocurrió en su vida para que se transformara hasta ser la esencia misma del mal? Acompañamos a János en un largo camino en el que pretende adentrarse en lo más oscuro de la psique humana, entender por qué el alma se doblega al horror. En esa búsqueda él mismo sigue los pasos de la condesa tomando las mismas drogas y plantas que ella tomaba en un desesperado intento por entender. Se acerca así al monstruo.

Erzsébet es la personificación de Lilith. La primera mujer. La que fue creada junto a Adán en igualdad, no de su costilla. La que se fue del Paraíso y siguió siendo inmortal. Lilith, sinónimo de infidelidad y lascivia. Ente maléfico, Lilith es quien amamanta a Erzsébet. Será ella su más fiel seguidora.

Ella lo supo siempre. Era especial. Era la elegida, y nada ni nadie podía truncar su destino. La inmortalidad.

Erzsébet lo tiene todo, y como alguien que todo tiene en exceso busca aquello que está fuera del alcance de todo humano: la inmortalidad. ¿Por qué ella ha de envejecer y morir? En esa búsqueda se adentra durante largos años en la magia negra. Con el tiempo y ya viuda y libre se hace acompañar de brujas que le dan a probar pociones y brebajes hechos con plantas conocidas por sus propiedades o experimentando con

otras de las que oyeron hablar. Las dosis varían, juegan con la vida y la muerte convencidas de que nada matará a la condesa. Hasta que un fatídico día una gota de sangre cae sobre su piel. Erzsébet en su delirio se convence de que la sangre ha dulcificado una tenue arruga. Y comienza la locura…

Vivir poco pero vivir el instante, (…) Vivir o morir. Morir para que otros vivan y, a su vez, mueran otros. Hacer morir. Ser muerte. Matar. La vida.

Las atrocidades cometidas por la condesa son, página tras página, un macabro y detallado ejemplo de lo peor de la raza humana. La tristeza y el dolor que acompañan a la lectura se vuelven horror ante el descubrimiento de que tanto Erzsébet Bathory como su historia son reales.

Hungría, siglos XVI-XVII. En una de las más nobles y poderosas cunas de la aristocracia nace Erzsébet Bathory. Su vida, como la de otras muchas nobles de la época, no tendría nada que destacar excepto por un siniestro detalle. Erzsébet es una de las mayores asesinas de la historia de la humanidad. Se le atribuyen un total de 630 muertes, todas muchachas jóvenes, casi niñas algunas. Al principio las escogía entre sus sirvientas, más tarde buscaba en sus propiedades jóvenes que quisieran entrar a su servicio, jóvenes que no vivirían más que unos días. Su objetivo: la sangre de las muchachas, dadora de juventud, que en la búsqueda de la inmortalidad era el bien más preciado.

La condesa Bathory cometió sus crímenes en la casi total impunidad que su condición como noble significaba en la Europa del s. XVII. ¿Qué campesino, cuya vida no valía nada, se atrevería a hablar para denunciar la desaparición de sus hijas? Las familias de las muchachas eran silenciadas con dinero y con la promesa de que estaban al servicio de la condesa, lejos, en alguna de las propiedades de Erzsébet.

Durante años la Condesa Sangrienta dejó su macabra estela tras de sí, pero ella y sus fieles criados, cómplices en sus crímenes, acabaron en manos de la justicia. Ellos fueron condenados a morir, ella fue condenada a morir en vida encerrada en su castillo. Cuatro años después de la condena la condesa fue encontrada muerta en sus habitaciones. Moría el monstruo y el terror que asoló Hungría.

Y aunque la Naturaleza negó a Erzsébet Bathory vivir para siempre, la historia le otorgó aquello que con tanto ahínco buscó, la inmortalidad.

Se hace el silencio en los campos.

Los Cárpatos duermen.

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En más de una ocasión he sentido la muerte cerca. Y no me refiero a la muerte de una persona conocida o familiar, sino a la mía propia. Por fortuna, no he sentido en apenas las garras de la dama negra junto a mi lecho. Creo que sólo he estado a punto de morir, siendo consciente de ello, una vez. Pero no supe que lo que estaba sintiendo era mi final como ser vivo en la tierra hasta que desperté y me lo comunicaron. Lo cierto es que, en aquella ocasión (el contexto es lo de menos), la vista se me nubló y caí al suelo. Sin embargo, no sentí ningún golpe ni dolor, ni contacto alguno con alguna superficie. La gravedad se evaporó, los sonidos emigraron, los olores y sabores se esfumaron, la oscuridad era eterna. Sólo el silencio parecía tener cuerpo y textura, infinita ésta, galopante hasta el fin. Para mi todo era paz, sin apelativos ni emociones: la NADA lo gobernaba todo sin ningún tipo de orden no estructura. Todo era Nada.

Más tarde recobré el conocimiento. Primero sentí unos sonidos lejanos, que se convirtieron en voces, luego en idioma, después en mi lengua. Tras el sonido vino el tacto. La dureza de la tierra, el frío del sudor que encharcaba mi ropa y exudaban mis entrañas. Y de sopetón, un mar de agua me retornó el aire a los pulmones, la luz a mis ojos doloridos, y las palabras a mi boca.

Comparto esta experiencia vital para introduciros en mis comentarios sobre el cómic “Las pisadas del diablo”, escrito, dibujado y coloreado por el equipo formado por Scout Allie, Paul Lee, Brian Horton, Dave Stewart. Puede que esta sea la primera vez que no recomiendo apasionadamente una de las obras sobre la que escribo para esta revista, pero la vida son, entre otras millones de cosas, aciertos y errores, gustos y disgustos, besos y arañazos.

No soy un historiador diplomado ni un antropólogo, pero supongo que para casi todas las personas que leáis estas líneas, la creencia en el más allá, en otras vidas tras la muerte, cielos e infiernos, querubines y demonios es algo

común. La literatura está inundada de estas referencias religiosas del bien y del mal, y a su vez nuestra cultura, sociedad, relaciones, formas de afrontar el final de la vida y todo lo inexplicable que ocurre o deja de ocurrir. Tanto es así, que las únicas veces que he tenido miedo a la muerte, que ha pasado por mi cabeza esa realidad tan inmutable para los mortales, ha sido estando en plenas facultades y sin ningún asomo de enfermedad o riesgo.

Con “Las pisadas del diablo” el miedo a la muerte no ha sido tan intenso como el miedo a criaturas del otro lado, capaces de hacerse ver en nuestra visión de la realidad. Pero más que terror, este cómic me ha acercado una pequeña inquietud que sólo puedo alejar con mi nula experiencia en contactos paranormales y akelarres satánicos. Porque “Las pisadas del diablo” nos cuenta la historia inconclusa de un hijo que, siguiendo los pasos de su padre, se adentra en rituales de magia negra y enseñanzas en hechicería, y así descubre cómo su progenitor hizo un trato con un demonio, el cual trata ahora de poner en peligro su vida y alma, así como la de sus familiares y personas queridas. Todo ello en el contexto de una pequeña ciudad del centro de los Estados Unidos con un pasado muy unido a las “Brujas de Eastwick”.

Personalmente, me parece una historia entretenida y poco más. Miedo, miedo no me ha dado, y así tengo que llevar la contraria al reconocido historietista Alan Moore, el que opina que “en un estilo narrativo que reinventa el cómic de horror y ocultismo en una forma adaptada a nuestros tiempos modernos. Recomendado.” Yo también os lo recomiendo, pero sin más argumentos que la curiosidad. Por que a un servidor no le ha apasionado ni la historia, ni el dibujo, y por desgracia, muchísimo menos el color con el que está tratada esta obra. En mi opinión demasiado virtual o tratado por ordenador, con escasa frescura, naturalidad y personalidad propia. Pero para que no todo sea negativo, las referencia a la brujería y magia negra (libros, textos, brujas, magos, demonios, culturas…) es interesante y te da la sana opción de dejarte dentro el germen de la curiosidad.

Las pisadas del diablopor David G. Ávila

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Consciente de que no podría escribir la mejor novela de la historia de la humanidad, decidí hacer algo de lo que sí era capaz: escribir la historia de quien crearía la obra cumbre de la literatura universal.

Esas mismas palabras fueron las que pronunció el propio autor, Marco Valerio Lama (Ourense, 1970), en la presentación de “El Incubador” (InÉditor, 2009) en un acto en La Casa del Libro de Vigo. Habló de muchas otras cosas, al fin y al cabo, sus cualidades como orador son destacadas, pero fue con esa frase con la que me quedé.Yo ya había comenzado la lectura de su novela, con la que llevaba un par de semanas peleándome, alternando momentos de gran interés, con otros en los que me asaltaba una pregunta “¿Y esto por qué?”. Sin embargo, esa sentencia de Marco me llevó a iniciar de nuevo la lectura desde una nueva óptica. Había dejado de lado mi cómodo atuendo de lector vocacional, dispuesto a degustar hasta la última coma, sin más

pretensión que la de llenar ese hueco insaciable que tiene en el estómago. Para esta segunda ocasión me puse el traje de cirujano y, armado con un bisturí listo para escarbar entre letras y pausas, llevé la luz a puntos que antes había dejado pasar entre penumbras.“El Incubador” es un ejercicio complejo, tuvo que suponer un enorme esfuerzo al autor, ya que su trama da vueltas en torno a fechas y lugares, jugando con las líneas temporales, permitiéndose, además, incluir otra línea narrativa difícilmente ubicable. Es también una carrera de obstáculos para el lector, un recorrido largo, lleno de subidas y bajadas, en el que hay que tener cuidado con esas raíces en el suelo o las ramas que pueden arañarte la cara. Siempre puede haber un atajo por un camino más amable o ver crecer la tentación de abandonar y volver al calor del hogar. Sin embargo, esa amenaza está a punto de hacerse demasiado grande, surge una frase, una descripción o una secuencia que te sacude la conciencia, como una bofetada cuando estás a punto de caer dormido.

Los grandes sueños de “El Incubador”, de Marco Valerio Lamapor Pedro Larrañaga

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Marco Valerio Lama Del Corral (Orense, 1970), licenciado en filología inglesa y escritor. Esta faceta comenzaría a desarrollarse pronto en su vida, ganando certámenes literarios, tanto nacionales como internacionales. Su primera novela se publica en 2001, “Bajo hielos eternos”, una visión un tanto apocalíptica de la vida en una ciudad en la que nunca deja de llover y de la que nadie puede salir. Su segunda novela aparece en 2006, “Utensilios” y su tercer libro lo hace en 2009, “El incubador”. Ésta es su obra más ambiciosa y la que le consagra como una de las principales voces narrativas del género negro.

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Entonces despiertas, con una corriente de electricidad recorriéndote el cuerpo y volviendo la vista atrás, no vaya a ser que, en medio de la somnolencia, hayas pasado por alto algo importante. Entonces vas y vuelves, sin encontrar nada, antes de retomar el camino, alerta ante esa nueva descarga. De todos modos, volverán los momentos de duda, de desconcierto, pero también volverán las descargas.Esa, sin ningún género de duda, es la gran virtud de “El Incubador”. En muchas ocasiones, se nota como Marco dejó correr la pluma, explayándose en secuencias que pueden llegar a ser turbadoras, en escenas con un fuerte contenido violento o sexual. En ellas llega a incluso a percibirse como el autor disfrutó con cada palabra, pensada y elegida con mucho cuidado. Un goce que surge del convencimiento de que no se va a escribir la mejor novela de la historia de la humanidad, pero sí una de la que su creador esté completamente orgulloso.Desde el punto de vista de quien firma este artículo, poder sentir, entre las páginas de un libro, como crece el orgullo del propio autor es una virtud necesaria en una lectura que busca emocionar. “El Incubador” no sólo pretende emocionar, si no que en muchas ocasiones también quiere conmocionar. Por eso se justifican esos excesos de detalles en escenas que pretenden ahondar en la sensación de náusea, de degradación y perversión que busca transmitir. En más de una ocasión consigue hacerlo clara y nítidamente.Los puntos centrales alrededor de los que se organiza “El Incubador” cuentan con todos los elementos propios de una superproducción de cine fantástico de terror. Casi llegando a rozar la trama que puede seguir un vídeo juego apocalíptico o una partida de rol llena de personajes difíciles de encontrar en la vida real. Marco Valerio Lama no ha querido armar una novela gótica a partir de miedos reales, ni mucho menos. A pesar de que ciertos elementos del mundo en que vivimos puedan estar presentes (alguna perspectiva política, envidias y juegos de poder, traiciones, cerrazón del mundo editorial), el fuerte está en ese salto sin red en los extremos, en mundos tan lejanos que sólo pueden llegar a concebirse en la mente de una persona.Desde el propio protagonista, que en la segunda parte de la obra toma el nombre de Señor Khan, con una inteligencia, fuerza y magnetismo que lo ponen por

encima de dios; pasando por Lucretia, la mujer más hermosa del mundo; hasta Golgoth, un señor de la guerra más propio de algo como “El señor de los anillos”; llegando hasta los Estigios, un cuarteto de la muerte digno del manga más sádico. Todos ellos tienen contacto en algún momento con “El Sumidero”, una megalópolis del éxtasis, en la que no hay perversión sexual o psicotrópica que no pueda ser satisfecha, en medio de una narración que mezcla líneas de tiempo, en las que el uso de las cursivas ayuda a seguir el cauce de los acontecimientos.La historia de “El Incubador” nace en pesquero de Malpica, en A Costa da Morte gallega, pasando por Santiago de Compostela, Londres, Kuala Lumpur y Madrid. No hay espacio o escenario que el autor no haya considerado, porque todo lo que cree necesario para hacer crecer su argumento lo utiliza. Como la espuma de una botella de champán abierta después de ser agitada, la trama sale a borbotones, añadiendo espectacularidad a esas secuencias oscuras, en la que Valerio Lama se deja ir. Sin embargo, es importante recordar que no es la espuma del champán lo que queremos beber, lo que saboreamos. Tras los fuegos de artificio debe quedar la calidad del líquido, su capacidad para despertar nuestra garganta y achispar nuestro cerebro.Página a página se aprecian los guiños a la propia vida hechos por el autor, anécdotas que completan la historia de “El Incubador”, pero en las que se hace tangible la marca de agua de quien firma la obra. No lo digo como un defecto o desconsideración. Es apreciable comprobar que esa persona que se ha embarcado en escribir la historia del autor del mejor libro de la historia de la humanidad se ha tomado muy en serio su tarea. Tan en serio que no ha dudado en completar la narración con terror, suspense, violencia y, en alguna ocasión, hasta sadismo. Tanto para el protagonista como puede que para el propio Marco Valerio Lama, esas son cualidades inherentes a la condición humana. Un ser humano capaz de amar, de proteger, de darlo todo por una causa, pero igualmente capaz de dañar, torturar, mentir y destrozar todo a su paso. Un ser humano capaz de seguir soñando con escribir la mejor novela de la historia de la humanidad.

Esperemos que ese sueño no se apague nunca.

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RecomendacionesSelectas y variadas, nuestras recomendaciones también son terroríficas. En especial, porque muestran ese lado del ser humano que todos preferimos ignorar. ¡Que las disfrutéis!

Niños perdidos, Ivan Mourin

¿Qué sucedería si alguien que asegura ser Peter Pan le ofreciese la juventud eterna? Tentados, los tres protagonistas sueñan con la idea de vivir para siempre. Pero la pesadilla nacerá con más fuerza cuando se sientan como ratones en el enajenado infierno donde han sido llevados. ¿Quién es realmente Pette? ¿Qué extraños seres, como el «lobo de hierba», acechan en la isla? ¿Y cuál es el secreto que ocultan los niños perdidos?

Ivan Mourin Rodríguez (Barcelona, 1980) presenta su primera novela, una variación del mito del vampiro, donde la sangre es la auténtica llave a la eternidad.

Sociedad Tepes, Ivan Mourin

A tres días para que comience el nuevo año, una mujer acudirá desesperada a la parroquia de un barrio barcelonés de clase media en busca de Ramiro, un íntegro sacerdote que dio clases a su hijo cuando era adolescente. Junto con un psicólogo mujeriego y un perspicaz joven fotógrafo, Ramiro emprenderá una búsqueda que le adentrará en las entrañas de lo que quizá sea una secta satánica. Las pesadas sombras de unas desapariciones podrían no ser más que pequeñas piezas de un aterrador puzle que Ramiro y sus dos amigos intentarán revelar. Los tres formarán un triángulo investigador que irá dando forma a una serie de inquietantes pistas. Dispuestos a seguir hasta el final un siniestro hilo de Ariadna, serán arrojados a bocajarro hacia una verdad que tal vez sea mejor no descubrir. Tejido con pinceladas de ironía y humor negro, el autor ofrece una inteligente trama que atrapará al lector desde las primeras páginas.

A sangre fría, Truman Capote

El 15 de noviembre de 1959, en un pueblecito de Kansas, los cuatro miembros de la familia Clutter fueron salvajemente asesinados en su casa. Los crímenes eran, aparentemente, inmotivados, y no se encontraron claves que permitieran identificar a los asesinos. Cinco años después, Dick Hickcock y Perry Smith fueron ahorcados como culpables de las muertes. A partir de estos hechos, y tras realizar largas y minuciosas investigaciones con los protagonistas reales de la historia, Truman Capote dio un vuelco a su carrera de narrador y escribió 'A sangre fría', la novela que le consagró definitivamente como uno de los grandes de la literatura norteamericana del siglo xx.

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Una recomendación muy especial

Belfondo, Jenn Díaz

Belfondo es la novela que todos los escritores noveles querríamos escribir. Es la novela que va a consagrar a una escritora que, desde su nacimiento, cuando sacó una mano en la cesárea practicada a su madre, decidió ser escritora. Aunque esas cosas no se deciden. Son. Y ella es. Aunque no quisiera salir al mundo exterior, como si no quisiera dejarnos leer su talento, un talento que crece día tras día, libro tras libro. Porque Jenn Díaz no sólo ha escrito Belfondo. También escribió Bergai, otra obra maestra. Y salió, lloró, y escribió. Como llora la esposa del amo en Belfondo, como lloran los besos que no se dan, como llora ese encierro tácito y psicológico más que físico, como se llora de emoción tras leer el milagro. Porque esta pequeña obra de apenas doscientas páginas lo es. Ya lo decían

los que lo habían leído, antes de que se publicara. Ya lo decíamos muchos, antes incluso de leerla. Porque Jenn Díaz no es una escritora cualquiera. Tiene veintidós años y una escritura madura, magnífica, única. No es una escritora a la que por casualidad le han publicado un libro y cuya carrera quizás termine ahí. La carrera literaria de esta barcelonesa no ha hecho más que empezar y va a dar mucho de qué hablar. Y cómo no iba a hacerlo, si su talento invade las páginas de todo lo que escribe. “Un pueblo es un monstruo”, dice en Belfondo, pero ese pueblo es el corazón de todos nosotros. Todos tenemos secretos, todos amamos en silencio, todos miramos y callamos, porque las guerras de los demás no son nuestras guerras; todos curioseamos, todos deseamos una huida, aunque no movamos los pies del suelo; todos somos monstruos que habitamos en ciudades o pueblos y en los que, a veces, nos sentimos encerrados, porque nuestra alma, nuestros sentimientos, vuelan más allá del tiempo y corren, veloces, sin poder darles alcance. Como Cuca, la niña sorda del pueblo, que puede parar el tiempo, quien pronto se convierte en nuestra heroína, porque puede cumplir nuestros deseos, porque consigue que el mundo espere, porque este beso y este abrazo han de serlo todo, aquí, ahora. Siempre. O como Sontano, el cura ciego, cuyo dios es una bella mujer, cuya voz se convertirá en su todo, en el camino que ha de seguir. La voz de ese dios que es diosa, que es dulce y es mujer, su canto de sirena. O como Dositeo, hermano de la prostituta del pueblo, cuyo secreto tímido y poderoso ha quedado anclado para siempre en Belfondo, y que sin Belfondo no tendría sentido. Y he aquí el problema, que sin Belfondo la vida de todos sus habitantes no tendría sentido. Por eso un pueblo es un monstruo, por eso lo son los secretos, los silencios, el tong tong tong en la boca del amo. Por eso Belfondo es eterno, como los milagros, como el talento. Porque la señorita Díaz consigue siempre hacer feliz al que lee sus historias. Y eso sólo lo consiguen las personas que tienen un don, como lo tiene Horacio, el enterrador del pueblo, para escribir epitafios.

Jenn Díaz lo tiene todo para triunfar y consagrarse como una de las mejores escritoras españolas de nuestro siglo. Y si no, al tiempo. Sabe de qué va esto de escribir, porque escribe, porque nació escritora. Sabe cómo llegar al corazón del lector sin proponérselo, sólo contando, indagando en el alma humana y revelándonos su contenido, lo que nos identifica a unos con los otros. “El tiempo en Belfondo se cuenta como se puede”, y nosotros, los lectores de Belfondo, de Jenn Díaz, contaremos como podamos el tiempo que nos queda hasta el siguiente milagro, hasta la siguiente obra maestra.

Felicidades, Jenn/Fusa/F., y gracias.

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Granite & Rainbow .................... 23.III.2011 ............................ #12

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