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GUÍA BREVE DE DULCINEAS Santiago López Navia Universidad Internacional SEK (Segovia, España) i Pensad, Señor Don Quijote. que avizorando vuestra llegada desde lo alto del hórreo. os aguarda Dulcinea del Toboso, quien, (l fuerza de oír vuestro nombre, se ha enamorado de vos ( ... ) Mujer. al fin. prendóse de vuestra gloria, que quiere com- partir y comprobar. de paso. si sois varón tan fuerte como la fama lo pregona! José Rubén Romero Aunque Dulcinea y Aldonza parecen términos contradictorios, 110 son sino aspectos de la misma mujer, de la Mujer ideal y real que Cervantes creó con la pobre arcilla de la tierra y con el rico aliento de Sil numen. Aldonza a secas es una zafia cam- pesina como otras muchas del Toboso; Dulcinea es una ilusión que se quiebra de puro sutil; pero juntas ambas en una sola, constituven el cuerpo y el espíritu, la carne y el alma de una mujer. de la mujer eterna. Concha Espina 223

GUÍA BREVE DE DULCINEAS Universidad … · ella, poniendo a prueba la paciencia de su enamorado. que ya la abraza estrechamen- te en medio de un tango, ya intenta entregarse con

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GUÍA BREVE DE DULCINEAS

Santiago López Navia

Universidad Internacional SEK (Segovia, España)

i Pensad, Señor Don Quijote. que avizorando vuestra llegada desde lo alto del hórreo. os aguarda Dulcinea del Toboso, quien, (l fuerza de oír vuestro nombre, se ha enamorado de vos ( ... ) Mujer. al fin. prendóse de vuestra gloria, que quiere com-partir y comprobar. de paso. si sois varón tan fuerte como la fama lo pregona!

José Rubén Romero

Aunque Dulcinea y Aldonza parecen términos contradictorios, 110 son sino aspectos de la misma mujer, de la Mujer ideal y real que Cervantes creó con la pobre arcilla de la tierra y con el rico aliento de Sil numen. Aldonza a secas es una zafia cam-pesina como otras muchas del Toboso; Dulcinea es una ilusión que se quiebra de puro sutil; pero juntas ambas en una sola, constituven el cuerpo y el espíritu, la carne y el alma de una mujer. de la mujer eterna.

Concha Espina

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1.- Si seguimos el juego cervantino de la creación de los personajes quijotescos, podemos admitir que Dulcinea del Toboso es un personaje complejo porque es la in-vención de una invención. Podemos jugar a aceptar que Cervantes inventa a Alonso Quijano, que Alonso Quijano inventa a Don Quijote y que Don Quijote inventa a Dulcinea, como inventa, por el poder demiúrgico de su discurso literaturizado, toda una nueva realidad literaria sustraída a la "realidad de verdad", aquella que, expre-sándolo en ténninos cartesianos, todos menos él aprecian clara y distintamente. En este sentido, Dulcinea del Toboso es la invención más temprana de Don Quijote de la Mancha, inmediatamente después de su propia reinvención. De esta manera, Alonso Quijano se reinventa a sí mismo como Don Quijote de la Mancha, pero es el recién nacido Don Quijote de la Mancha el que inventa a Dulcinea del Toboso.

En la obra original, la complejidad del personaje, que es siempre un personaje re-ferido, se hace mayor mediante las distintas reinvenciones a las que se ve sometido. La reinvención de Sancho Panza resulta especialmente atractiva, toda vez que se mueve entre la sujeción a la realidad que él conoce, en el Quijote de 1605, y el apro-vechamiento oportunista del aprendizaje derivado de su convivencia con Don Quijo-te en la segunda parte de la novela. Precisamente este aprendizaje le pennite presentar ante los ojos crédulos de su señor a una Dulcinea encantada, a partir de la cual, además, tienen sentido las posteriores re invenciones que practican otros perso-najes con intención burlesca en los capítulos dedicados a la estancia de los protago-nistas en el palacio ducal. Y todo esto, claro está, sin que el personaje que encama la materia que propicia la primera invención, Aldonza Lorenzo, haya aparecido ante los ojos del lector más que envuelta en referencias o transfonnada mediante recrea-ciones que la alejan cada vez más de su sustrato primigenio, al tiempo que la aproxi-man cada vez más, sin embargo, a la cosmovisión literaturizada de Don Quijote.

No todos los imitadores, continuadores o ampliadores del Quijote se confonnan con esta Dulcinea pasiva, a buen seguro ajena a todo lo que a ella se refiere, y no faltan, como veremos, Dulcineas que intervienen en la trama, ya desde el plano má-gico propio de los libros de caballerías, haciendo "reales" las previsiones de Don Quijote o las reinvenciones de Sancho, ya desde la realidad inmediata, sin que el en-cuentro físico entre el caballero y su dama reste un punto al aura de idealidad que la caracteriza. Esta modalidad de Dulcinea, trascendente o inmanente pero siempre ac-tiva, no está sin embargo tan presente en la narrativa hispánica como los personajes femeninos remotamente inspirados en ella que, con otros nombres, aparecen espe-cialmente en las imitaciones del QlIijote o como las nuevas Dulcineas fingidas que, con intención burlesca, aparecen en algunas ampliaciones o continuaciones de la no-vela de Cervantes. De unas y de otras nos proponemos dar cuenta a continuación.

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2.- En las imitaciones del Quijote podemos encontrar personajes femeninos más o menos logradamente basados en Dulcinea del Toboso, muy en especial por cuanto toca a su función impulsora de las acciones de los contrapuntos masculinos inspira-dos a su vez en Don Quijote de la Mancha. Se trata de personajes unas veces inspi-rados en el modelo cervantino, otras veces transformados o confundidos. accidental o conscientemente según los casos.

Al igual que Dulcinea alumbraba el ideal de Don Quijote, en El orgulloso vago Don Quijote de la Máquina. de Sebastián López Arrojo I , el amor de Dorotea es la fuerza inspiradora que lleva al "ciclero" Chanito, moderno y deportivo Quijote mon-tado en un velocípedo, a morir en singular combate de boxeo en bicicleta noqueado por los puños implacables de quien es su rival en el amor de su dama, el boxeador y ciclista inglés Mr. Shocking.

En La postrera salida de Don Quijote, de Luis Antón del Olmet2, unos malinten-cionados estudiantes de Santiago de Compostela embroman pesadamente al hidalgo don Rodrigo Meléndez. sacándose de la manga la triste historia de la inventada Efi-genia. víctima del trato cruel de su malvada madrastra. En nombre de la desdichada joven, los inventores de la burla publican en un periódico una nota que llama la atención del noble don Rodrigo, que inicia con ella, a partir de ese momento, una fe-liz relación amorosa que se mantiene mediante un intercambio de cartas y que acaba desgraciadamente cuando el enamorado descubre, días antes de la boda que ya se había concertado entre él y la inexistente Efigenia. que todo había sido un cruel en-gaño. Más cruel todavía es el final de Nela, la enamorada del hidalgo vasco Javier de Mendiburu, protagonista de Don Quijote ell América de Mariano Sánchez de En-cis03, que cae muerta por causa de una bala perdida en medio de la lucha entre fac-ciones indígenas, blancas y criollas del México de comienzo de siglo.

Un débil contrapunto a este desenlace trágico lo pone unos años más tarde Juan Manuel Polar con su DOII Quijote en Yallquilondia 4, Cl/yo protagonista, el resucita-do D01l Quijote. cae en el mu)' ridículo error -difícil de sostener literariamellfe, por cierto- de confundir al águila que simboliza los Estados Unidos de América, "Doña

Sebastíán LÓPEZ ARROJO. El orgulloso vago Don Quijote de la Máquina, Madrid, estableci-miento tipográfico de Félipe Pinto, s.a.

2 Luis ANTÓN DEL OLMET, La postrera salida de Don Quijo/e. Madrid. Los Contemporáneos, 1910.

3 Mariano SÁNCHEZ DE ENCISO, Don Quijote en América. (Escellas de la alldante esp(lllole· ría). Madrid, Imprenta Hispano-Alemana. 1913.

4 Juan Manuel POLAR. Don Quijote en Yanquilandia, Cartagena, Ed. Juvcnilia, 1925.

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Águila", con Dulcinea, recurso literario que se nos antoja forzado donde los haya. En esta misma tendencia a renombrar símbolos, quizá parezca un poco más justifi-cado, y desde luego bastante más sostenible. que el protagonista de La pesadilla de una noche de verano de un Don Qu(jote sin Mancha de la época de la caballería "rodante" de Frederic Ricard5 se refiera a Marianne, la conocida mujer con el gorro frigio en la cabeza representativa de la iconografía de la revolución francesa. como a "mi Dulcinea". En definitiva, se trata de proyectar In admiración hacia el ideal que encama Francia. destino de los protagonistas en su huida de la guerra civil española.

La peculiar Dulcinea -Dulcinea de Vallecas- que propone Pedro Perdomo Azo-pardo en La vida go{fa de Don Quijote y Sancho6 es un personaje femenino nada ideal y de conducta contradictoria. Su nombre verdadero es Sinforosa, y su enamo-rado. José de Ventas alias el Quijotes, propietario de una tienda de ultramarinos si-tuada en el mismo barrio, nos In describe con innegable plasticidad:

Mi Dulcinea parece -digo. parece- que responde al zafio nombre de Sinforosa y está recogida en una casa de muchos pergaminos mientras realiza su duro apren-dizaje para ser estrella de cinc. Ciertamente que lo logrará pues asevero a voces que tiene más correa que María Félix. esa artista mejicana. recia mujer de tornea-das pantorrillas y graciosas caderas; y sus senos son más salvajes que los de Sara Montiel ( ... )

Dulcinea de Vallecas es la hembra más graciosa de Madrid. Juncal y trigueña. deja reposar sus largas guedejas en las espaldas gitanas y mueve sus ancas con ágil desenvoltura. En su faz se centran los cielos y sus ojos relumbran como car-bunclos: su boca reúne las gracias de la de Zsa Zsa Gabor y sólo altera la perfec-ción de sus formas alguna que otra legaña. más puesta por algún mago enemigo que por no haber llegado el jabón. pues doy fe

7 que es señora más limpia que los

chorros del oro y con reluz de Dios en el rostro .

Los amores de Sinforosa y Pepe están caracterizados por la dialéctica entre la in-mediatez de lo carnal y la contención de la castidad en la que parece estar empeñada ella, poniendo a prueba la paciencia de su enamorado. que ya la abraza estrechamen-te en medio de un tango, ya intenta entregarse con ella, sin éxito, a los conocidos en-tretenimientos de los enamorados en el cine. Sinforosa se presenta ante Pepe como

5 Frederic RICARD. L{/ I'e,l'{/dill{/ de l/l1{/ /loche de I'NOnO de 1/1/ Don QlIijofe sin Mal/cha de /a época de la caballería "rodallfe". B¡¡rcelona. Editorial Freri. 1977.

6 Pedro PERDOMO AZOPARDO, La vida fio/fa de DO/1 Q/lijote y Sancho. Madrid, Bendama co-lecci6n literaria. 1975.

7 01', cit" p. 8.

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una mujer inaccesible. que le pone como condición sine qua IZan pasar por la vicaría para conseguirla. Así las cosas. en medio de una discusión, descontrolado por la pa-sión y por la ira, Pepe da dos bofetadas a Sinforosa, lo que supone un jarro de agua fría para sus tormentosas relaciones.

La perspectiva de Sancho, el gitano que trabaja como dependiente en el estable-cimiento de Pepe, es muy distinta de la suya a propósito de las conductas de las mu-jeres y de las estrategias para reducirlas. A la actitud del caballero, que reivindica éste, opone aquel la necesidad de observar la mano dura propia de un "hombre de arranque". Lo que Du Icinea pretende, según Sancho, es encelar a Pepe. Por eso lo mejor es resistir, hacerse el distraído sin prisa por volver a verla para que ella vuelva al amor de su enamorado con la mansedumbre de quien ha sido dominada, y para eso nada mejor que "irse con otra para que rabie"s. Con este fin surge Maritornes, representante de la mujer inmediata y posible, muy alejada del "imposible ensueño de castidad" que encama Sinforosa. Pepe seduce a Maritornes y, después de un en-cuentro ardiente, descrito con la habilidad que se aprecia en una narración que insi-núa con acierto ocultando detalles escabrosos, le promete un matrimonio falso, sin sentir nada parecido al amor verdadero sino al hastío que sobreviene tras la satisfac-ción del deseo. Tras este episodio, Pepe se reconcilia con Sinforosa.

La revelación tardía de la realidad de la relación entre Sinforosa y Pepe y las in-venciones de éste, llegan al final del libro: como consecuencia de un accidente de moto, en medio de una tormentosa discusión, Pepe queda trastornado: por eso con-funde a Sinforosa con Dulcinea. levemente coja por la misma causa. Pero la verdad final es más dolorosa todavía: doña Juana revela al protagonista que Sinforosa. con la que acabará por fin entablando relaciones, no es tan honesta como todos había-mos pensado:

- ¿Y su adorada Sinrorosa sabe dónde trabaja? -sonrió venenosa antes de atacar-o ¿A que no lo sabe. verdad? Pues en una ... cafetería de lujo ... donde se contrata con los clientes.

- Mi Dulcinea. Perdón. mi novia. no es de esas locas que se pasan la vida de no-vio en novio.

-Esas. son putas -precisó doña Juana. convertida en viva imagen del decoro9.

3.- Algunas continuaciones del Quijote mantienen a la Dulcinea original, si bien

8 Op. c;/., p. 40.

9 0[1. c;/ .. p. 220.

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sus autores optan a veces por dispensar a su modelo un tratamiento libre, dotándolo de una dimensión nueva y de una mayor trascendencia, y haciendo que el personaje adquiera una entidad activa muy diferente de las meras referencias. invenciones y parodias propias de la novela cervantina.

El Don Quijote de Avellaneda. tan distinto a su modelo por tantas y tan claras ra-zones, sigue sin embargo. en un principio. fiel a la memoria de Dulcinea del Tobo-so, a quien reivindica como a persona "célebre por sus milagros y celestiales prendas" 10. Don Quijote declara ante don Álvaro Tarfe toda la extensión de su amor, cuya única causa es su ingrata señora:

Ésta es, pues, señor. la que me eleva los pensamientos, ésta me enajena de mí mismo: por ésta he estado desterrado muchos días de mi casa y patria. haciendo en su servicio heroicas hazañas, enviándole gigantes y bravos jayanes y caballe-ros rendidos a sus pies: y con todo eso ella se muestra a mis ruegos una leona de África y una tigre de Hircanía. respondiéndome a los papeles que le envío, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento y despego que jamás princesa a caballero andante escribió 11 .

Frente a esta imagen idealizada, pergeñada a medias entre el dolor de ausencias y los frutos de la admiración más rendida, se levanta la vulgarización tremenda que surge de la mirada soez de un Sancho Panza disparatado. que narra con la lengua más irreverente la reacción de Aldonza Lorenzo ante el anuncio de la carta que le llevó en su día con la declaración de los amores de su señor:

-¿Quiere saber, señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuando la llevé esa carta que ahora mí señor quiere leer? Estábase en la caballeriza la muy puerca, porque llovía. hinchando un serón de basura con una pala. y cuando yo le dije que le traía una carta de mi señor (¡infernal torzón le dé Dios por ello!), tomó una gran palada del estiércol que estaba más hondo y más remojado, y arrojómele de voleo. sin decir agua va. en estas pecadoras barbas. Yo, eomo por mis pecados las tengo más espesas que escobilla de barbero, estuve después más de tres días sin poder acabar de agotar la porquería que en ellas me dejó perfetamente 12.

No se con'esponde esta visión brutal, desde luego, con "una de las más altas fem-

10 Alonso FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA. Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo Don Qui.wtl' de la Mancha. que contiene .m tercem .\"I/lída: y es la quinta jlarte de sus avenwras. en Tarrago-na, en casa de Felipe Roberto. 1614. Empleamos la edición de Fernando GARCíA SALINERO en Madrid. Castalia. 1972. La cita corresponde a la p. 72.

11 Op. cit .. pp. 72-73.

12 Op. Cif .• p. 74.

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bras que entre las reinas de alta guisa fallar se puede" 13; más bien es coherente con quien amenaza a su enamorado Martín Quesada, a quien llama "el mentecapto,,14 con "darle la respuesta en las costillas con un gentil garrote" 15. No es extraño, en-tonces, que Don Quijote acabe proponiéndose, ante tan desproporcionada ingratitud, encontrar en otra dama la favorable acogida que no le dispensa Dulcinea:

-Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor es, desa-gradecida a mis servicios, sorda a mis ruegos, incrédula a mis palabras, y, final-mente, contraria a mis deseos, quiero probar, a imitación del Caballero del Febo, que dejó a Claridana, y otros muchos que buscaron nuevo amor, ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia a mis fervorosos intentos1 .

En las Semblanzas caballerescas de Luis Otero y Pimentel 17 el resucitado Don Quijote sorprende al lector con una singular teoría, en virtud de la cual es posible profesar amores distintos a seres de naturalezas distintas. Gracias a este plantea-miento posibilísta, cabe amar a Dulcinea del Toboso, ejemplo de la dama a la que todo caballero viene obligado a profesar admiración, al mismo tiempo, pero de dis-tinta manera, que a la dulce, virtuosa y abnegada India de la Floresta -quien después resulta ser la hija perdida de los Condes de Vegas Dulces- que se comportó heroica-mente con Don Quijote salvándole de una caída y le atendió cuando estuvo herido como consecuencia de una de sus batallas:

Mi sin par Dulcinea no tiene seguramente igual en su clase: la Sra. Condesa tal vez sea otra excepción en su rango, y como hermosuras de la tierra no creo que exista nada superior; pero María no es una belleza terrenal ( ... ) ¿9suién asegura que no puede amarse a una dama de la tierra ya un ángel del Cielo? .

En medio de las nuevas empresas y aventuras en las que se ve envuelto, Don Quijote no olvida su principal objetivo: desencantar a Dulcinea. Para conseguirlo, el enamorado caballero no piensa reparar en esfuerzos, y le describe a Sancho Panza las imaginadas y desmesuradas dificultades que se siente capaz de superar amparado

J 3 Op. cit .. p. 76. 14 Op. cit .. p. 77.

15 Ibídem.

16 Op. cir .. p. 82.

17 Luis OTERO Y PIMENTEL, Semblanzas caballerescas, La Habana, Tippograffa de "El Eco Mi-litar", 1886.

18 Op. cir .. pp. 343-344. Las palabras en cursiva de los fragmentos que citamos pertenecen al texto original.

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únicamente en la fuerza de su brazo. Pero lo más interesante de la continuación de Otero y Pimentel es que Dulcinea se manifiesta desde su encantamiento, sin que me-die explicación alguna, ni sea fácil inferirla, acerca de un posible engaño malinten-cionado, con lo que las Semblanzas caballerescas se alejan de su modelo en el logro de la atmósfera inverosímil que en el Quijote invalidaban las voces de la narración o la evolución de la trama misma, gracias en especial a los ingredientes paródicos. De pronto, en medio del descanso de Don Quijote y Sancho Panza, aparece, "un esbelto guen-ero montado en brioso corcel" que se presenta de una forma enigmática:

Soy ( ... ) el que anda, corre y vuela, sin dormir. comer ni descansar un solo instan-te, hasta cumplir la elevada misión encomendada por mi augusta y excelsa Sobe-rana, la Reina del Palacio encantado l9 .

Como cabe esperar, la Reina (además de Emperatriz y Zarina) del Palacio encan-tado es la mismísima Dulcinea del Toboso, despechada precisamente porque su in-grato caballero ha manifestado poco antes ser capaz, como veíamos, de sostener dos amores pretendidamente diversos. Su carta, cargada a partes casi iguales de pasión y de desengaño, no tiene desperdicio:

¡Oh ingrato enamorado! ¡Oh caballero hasta ayer sin mancha ni baldón! ¡Oh, en otros tiempos, espejo de fidelidad! ¡Oh amor de mi corazón! ¡Oh suspiros de mi alma! ¡Oh mundo engañador! ¡Oh lealtad perdida! ¡Oh dicha nunca alcanzada! ¡Oh desengaño inesperado! ¡Oh amante sin amado! ¡Oh pensamiento más pesado que un mundo' ...

¡ Qué rumor tan triste llega a mis oídos' ¡Qué afiladas saetas traspasan mi cora-zón! ¡Qué palabras oigo de ¡os labios de m; antiguo caballero! ¡Qué pensamien-tos tentadores le cautivan!

¿Cómo no os arrancasteis la lengua, antes de proferir semejante apostasía?

¡Peregrina invención, por cieno, es la vuestra, al descubrir cómo podéis (linar una dama de la tierra, a la par de un querubín de los cielos ... !

Ya veo que tenéis el don sobrenatural de al/1ar y adorar a diestra y siniestra ...

Pero sabed que me habéis desencantado con tan novísimo descubrimiento y con la plática que acaháis de sostener con vuestro discreto escudero, y que yo, por mi desgracia, os he escuchado: y sabed por fin, que el Caballero sin amor es caballe-ro sin honor.

Si os queréis justificar ante mis ojos, venid a mis plantas, y ojalá podáis demos-trarme con vuestra ciencia, hasta qué grado es divisible vuestro infiel corazón, y

19 01'. cit .. p. 357.

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que a mí me corresponde siquiera la mejor parte. Si así no sucediere, yo penaré por los siglos de los siglos, pero cuanto más pene y por vos sufra, más os querrá, y amará y adorará siempre.

Dulcinea20

Sancho Panza no se extraña de que Dulcinea, como quien está encantada, haya conocido las palabras de Don Quijote, que recibe de labios de su escudero la conso-ladora explicación de que la carta de Dulcinea del Toboso no supone tanto un repro-che como una declaración amorosa evidente a la luz de la manifestación de los celos. En cualquier caso, la parte de la trama concerniente al desencantamiento de Dulcinea no tiene solución ni continuidad más allá de esta manifestación aislada: no es rastreable en los antecedentes de la narración, más que en las declaraciones de la voluntad de Don Quijote, ni es retomada en el desenlace de la novela. Tan sólo en la "Conclusión", y al lado de las explicaciones resumidas del narrador acerca del final de las nuevas aventuras del resucitado Don Quijote, leemos que el protagonista

no ha visto otra cosa, que la satisfacción de hacer cuanto estuvo de su parte para desencantar a Dulcinea, y a los muchos mortales que, como ella, viven en el en-cantamient021 .

Pero si tuviéramos que señalar a una Dulcinea excepcional, pensaríamos sin duda en la creada por José Camón Aznar en El pastor gUi}ótii2, que profesa a Don Qui-jote un "amor inmenso, hecho de desesperación" 3. Su descripción física no tiene nada que ver con la que propone Sancho Panza en el Quijote cervantino. La Dulci-nea de Camón Aznar, aún joven, se presenta ante los ojos del lector con el porte de una mujer serena y distinguida:

Cerca de los cuarenta años tenía Aldonza Lorenzo. Era digna, también alta, tam-bién vaga. Sus salidas al campo, hacía años ya solitaria, habían dado a su rostro un dorado prieto. Algún mechón blanco lo exhibía como airón de áspera virgini-dad24.

20 Op. Clt., pp. 358-359. 21 Op. cil .. p. 382. 22 losé CAMÓN AZNAR, El pastor QuijólÍz. Madrid, Espasa-Calpe. 1969. 23 Oj). cit., p. 79. 24 ibídem.

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Se nos dice que Dulcinea está marcada desde hace tiempo por la mirada de cierto hidalgo de una aldea vecina, del que ahora tan sólo conserva un recuerdo, y con el que se reencuentra en sus lecturas del libro escrito por Miguel de Cervantes. Tam-bién sabemos ahora que en su momento recibió al bravo vizcaíno como quien reco-gía todos los testimonios de admiración y de victoria que le tributaba su caballero:

Ella ocupaba toda el alma inmensa de Don Quijote. Ella estaba en sus labios siempre. siempre. Para ella todos los vencidos. para ella todas las glorias. Y en la soledad de los montes. cerca de los cielos. había escrito la más apasionada carta de amor que pudo recibir una enamorada. No había en la tierra mujer alguna que hubiera inspirado un amor más alto. ¡Y pensar que ella había recibido a un hom-bre que preguntaba en el Toboso por Dulcinea de parte de su señor don Quijote! Lo recordaba ahora con un gozo maravilloso. Aquel hombre dijo que como viz-caíno cumplía la palabra que le había dado a un caballero que le perdonó la vida. a cambio de ofrecerse a una tal Dulcinea. Extraño era el nombre, extraña la emba-jada. Y el vizcaíno honrado se alejó afianzado en la idea de la locura del furioso que le arremetió. Era la única aventura de la que ella había recibido un eco. Pero en todas las páginas estaba su nombre, en todas vivi5.

De esta manera, y con estas muestras de admiración de su rendido caballero, Dulcinea alimenta en su pecho un amor tardío y puro por Don Quijote. amor alenta-do en una espera que da sentido a toda su vida:

Ahora comprendía que toda su vida no había sido más que una espera de tan gran amor. Virgen fiera. inmensamente pura. toda su alma era un lago de amor26.

Por fin, Aldonza Lorenzo es transformada en Dulcinea del Toboso no por la ma-gia de la literatura, sino por la fuerza del amor de Don Quijote, un amor cuya pureza le convierte en la negación de Don Juan Tenorio:

Era el anti-don Juan. El defensor hasta su misma muerte mil veces repetida de las mil presas profanadas por don Juan. El que colocaba como primer supuesto de su amor la distancia. El que hada arrancar de la castidad el volcán del amor. Amor que le hacía recorrer el mundo con heroísmos descomunales, rrecisamente por su alejamiento -casi temblorosa mirada sólo- de la mujer amada2 .

El encuentro entre Don Quijote de la Mancha y Dulcinea del Toboso, ya fundida por amor con Aldonza Lorenzo, es hermosamente descrito. En el pecho del caballe-

25 Op. cit .. p. 81.

26 Op. cit .. p. 82. 27 Op. Gil .. p. 85.

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ro descansa la cabeza enamorada de quien encama la materialidad de la mujer y la pureza del ideal, y su primer diálogo se basa en la retórica del silencio y de las lágri-mas:

y allí estaba ella en pie. esperando, alta. entera, pálida. Y entre los dos. un espa-cio que no se podía franquear. Ahora no podía dudar. Ni sus sentidos ni los en-cantadores le engañaban. Era ella. Dulcinea-Aldonza, las dos fundidas en el todo amor. y ella contempló con espanto al caballero. Como si su amor la hubiera re-sucitado. Porque tenía que ser él. don Quijote. el de porte heroico, el enloquecido de amor. el de la cabeza extraviada entre las estrellas. Y sin que mediaran pala-bras, la distancia fue franqueada. Y sobre el pecho del caballero cayó la cabeza destrenzada de Dulcinea con un sollozo que se extendía inmenso sobre toda su vida estéril, sobre todo su amor más allá de la misma esperanza. Todos los caba-lleros andantes fonnaron entonces su guardia de honor. Porque ninguno había conseguido un amor tan absoluto, que exigiera para el universo órbitas más gran-des. una felicidad más en el colmo de todos los éxtasis. Allí estaba, no lejana y es-telar, no como la sublimación de los ideales, sino humana, sobre sus brazos. caída sobre el hampo inmenso de su amor. Y era Aldonza, terrible en su tibia proximi-dad, y era Dulcinea, infinitamente alejada en la ilusión28 .

La mujer real, Aldonza, se transforma por el poder del amor en la mujer ideal, Dulcinea. La Aldonza inmediata, posible, es ahora la princesa inspiradora a la que Don Quijote desea merecer y en nombre de la cual desea volver a cabalgar durante un año hasta reunirse con ella. La realidad ingrata es así superada:

Ahora es cuando don Quijote alcanza la plenitud de su locura, porque el mundo ha enloquecido a su compás. La venta se había convertido en castillo. el molino en gigante. el duque en duque. Aldonza Lorenzo en Dulcinea. Un paisaje heráldi-co se extendía delante de su afán. La mayor victoria de don Quijote: la realidad había sido derrotada por el ensueñ029 .

Sin embargo, la realidad se impone en toda su crudeza en el final de las aventu-ras del caballero, que muere por defender la imagen de Dulcinea del Toboso de la farsa en cuyo transcurso la compañía de Angulo el Malo la presenta como una al-deana fea y grosera. El ideal se impone, y define la última gran hazaña de amor de Don Quijote.

En la "Discreta querella de Don Quijote de la Mancha con el autor de La

28 Op. cit., pp. 86-87.

29 Op. cit., p. 89.

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inmortalidad", de Simón Alberto Consalvi31 , una similar reaeelOn contra la grosería, menos vehemente pero igualmente decidida, mueve a Don Quijote. en medio de su indignación al leer en La inmortalidad de Milan Kundera una única frase: "Don Quijote era virgen". Protestando contra la fama de casto que se le atribuye. probablemente por la obstinación de Cide Hamele Benengeli o de Cervantes, el personaje se queja con especial intensidad del insultante trato que se dispensa a su dama cuando aparece ante el lector, en el capítulo 1, 9, como quien "tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer en toda la Mancha".

4.- Por último, nos referiremos a las falsas Dulcineas. fingidas por la mala inten-ción de otros personajes, que intervienen en las nuevas aventuras vividas por Don Quijote de la Mancha en algunas muestras de la narrativa quijotesca. Este es el caso de La nueva salida del valeroso caballero Don Quijote de la Mancha de Antonio Ledesma Hernández32• en el que Don Quijote resucita en los albores del recién es-trenado siglo XX para acometer nuevos disparates, casi siempre inducido por la in-tención burlesca de quienes le rodean. Precisamente con este fin, Don Quijote es llevado a presenciar una representación de ópera -casi con toda seguridad el Otelo de Verdi-, cuyo momento culminante interrumpirá defendiendo a la desdichada Desdémona de las crueles manos del moro. Se hace creer a Don Quijote que la fin-gida Dulcinea del Toboso, encarnada por una bella actriz cuyo sobrenombre es la Venus de la Georgia, asombrada por la hazaña que su caballero ha emprendido y acabado en su nombre, regresa desde la Patagonia, a cuyo rey había declarado la guerra por osar pedir su mano, reservada para aquéL La figurante simula estar celosa al reparar en que Don Quijote tomó a Desdémona de la cintura para rescatarla, y le impone el ridículo uso de guantes de esgrima para tocar castamente a cuantas viu-das, damas y doncellas socorriese a partir de entonces. Para rematar la burla, Don Quijote y Dulcinea, que finge regresar a la Patagonia, intercambian sus cabellos cor-tados como prendas de su amor: el enamorado acaba casi calvo a causa de los crue-les trasquilones. y recibe a cambio lo que, quizá por encantamiento -entiéndase el guiño-, en realidad no es más que un vulgar trozo de estopa.

Poco más adelante, y en medio de su permanente delirio, Don Quijote cree que Dulcinea, presa de encantamiento, ha sido convertida en cabra, y recela de su fideli-dad al descubrir que un cabritilla se cuelga de su ubre. La tragedia sobreviene cuan-

31 Simón Alberto CONSAL V 1. "Discreta querella de Don Quijote de la Mancha con el autor de La inlnor/alidad", ap. Julio ORTEGA (..:d.). La Cervamiot/a. Madrid. Ediciones Libertarias, 1993, pp. 271-280.

32 Antonio LEDESMA HERNÁNDEZ. La llueva salido del valeroso caballero D. Quijote de la Ma/lcha, Barcelona. Casa Editorial Lezcano. 1905.

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do Don Quijote descubre que su nuevo escudero, Tragaldabas. ha guisado al hijo de Dulcinea, a quien en buena parte él mismo se ha comido. La cabra desaparece, y Don Quijote atribuye su desaparición al horror que la causa la pérdida de su hijo.

Continúa la farsa, y la fingida Dulcinea afirma haber sido forzada por el gigan-tesco rey de los patagones, en medio de un invencible sopor provocado por las he-chicerías del forzador. Sin embargo, según los designios de un venerable anciano que Dulcinea dice haber encontrado en el Sahara, la virginidad perdida puede resti-tuirse si Don Quijote supera tres pruebas:

¿Cómo podrá hacerse eso? le pregunto, y él me contesta: Eso puede hacerse por la fe de un caballero que os ame y os crea inocente. y tendrá lugar luego que realice tres hazañas maravillosas. a saber: recomponer la unión de Portugal y España, arrancar de Gibraltar la bandera inglesa. y reconquistar para la patria española sus perdidas Américas. Y. diciendo esto. me dejó pensativa. continuando su viaje33

Aparte de esto, Dulcinea desea encontrar a su hijo perdido, pretendido fruto de sus amores ilícitos con el rey patagón. Una vez que Don Quijote, con su peculiar sentido de las cosas, considera cumplidas las empresas impuestas por la falsa Dulci-nea, "unas veces con la diplomacia, otras con la espada y otras con el discurso .. 34, regresa para unirse a ella en matrimonio. La boda es oficiada con igual falsedad por el Nigromante, uno de los autores de la farsa y pareja, fuera del engaño, de la actriz que representa a Dulcinea. El tlamante matrimonio, en su condición de reyes de Es-paña, organiza los asuntos de su reinado: entre otras sabrosas necedades, plantean la monarquía absoluta y la boda de su "desaparecido" hijo, el Príncipe de Asturias, a quien Don Quijote aconseja como si estuviera presente, con la princesa Beatriz de Portugal. Como cabía esperar. se urde de inmediato una nueva mentira para alejar de nuevo a los falsos esposos:

Dulcinea quedó también maravillada de esos sueños suaves de bienandanza y de la imaginación inagotable de su caballero; orgullosa desde luego, como mujer, por haber cautivado de veras a un espíritu semejante.

Casi no hubiera querido dejarle partir; quizás deseaba mantenerle cerca de ella, oyéndole ese dulce delirar; pero aquello no podía pasar de una hora de diverti-miento, y el Nigromante ya la miraba impaciente.

Fue preciso fingir que la llamaban de la Mandchuria <sic> , en ayuda de Rusia contra el imperio del Sol Naciente. y que. teniendo que partir ella, debía quedarse

33 Op. cit .. p. 300.

34 Op. cit. p. 417.

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de Gobernador general en sus Estados de la Mancha, su consorte D. Quijote; así que, muy a pesar suyo, con las lágrimas en los bellos ojos. que entristeció como actriz consumada, de su esposo, haciéndole muchos encargos de que velara por sus súbditos' 5.

En fin, Don Quijote vuelve a sus inexistentes estados manchegos para morir can-sado y solo, y sus últimas palabras son todo un testimonio de su amor invencible y de la preocupación de quien cree ser un importante estadista:

Sus últimas palabras. antes de acabar. fueron: ¡Pobre Imperio! ¡Pobre Dulcinea! Se durmió soñando todavía en la salvación de su patria y en el ideal de su amor36.

Julián Motta Salas propone en Alonso Quijal/o. el Buello37 , una ampliación que consiste en modificar los sucesos y aventuras correspondientes al amplio bloque na-rrativo de la segunda parte de la novela cervantina donde se desarrolla la estancia de Don Quijote y Sancho Panza en el palacio de los duques. Las referencias y los per-sonajes se relacionan estrechamente con el modelo, si bien, como cabe esperar en una ampliación, la trama se enriquece y complica con nuevas aportaciones, muy es-pecialmente las tocantes al desencantamiento de Dulcinea del Toboso. Así, en el ca-pítulo XII de la novela de Motta Salas el mago Merlín le había predicho a Don Quijote que Dulcinea sería liberada de su encantamiento en la Ínsula Firme cuando el caballero lograse vencer al gigante Orrilo. representado por el doctor Recio, lo que sucede dos capítulos más adelante. Ante la perspectiva de desposarse con su amada Dulcinea. desencantada. Don Quijote hace dulces planes de futuro que se ven sólo parcialmente turbados por las simuladas voces mágicas de quienes participan en la farsa, cuyo principal artífice es una vez más maese Recio, quien le recuerda al enamorado, de forma impertinente.

cierta cita que tuvo una noche con la infanta Celinda, en menoscabo de la fideli-dad que deben a sus señoras los buenos caballeros38.

Tras las convincentes explicaciones hiladas por Don Quijote en defensa de la ho-nestidad de ese encuentro, pese a los requerimientos de Celinda. aparece el cortejo de figurantes en el que venía desencantada Dulcinea, representada por Altisidora,

35 Op. cit., p. 423.

36 Op. cit., p. 446. 37 Julián MOTrA SALAS. Alonso Qtlljal1o. el Bueno. (Don Quijote en Villaseíjor), Bogotá. Ed.

Minerva, 1930. 38 Op. cit., p. 238.

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ante cuya presencia cae de hinojos el enamorado caballero manifestando su renova-do amor con ardientes palabras que hacen que la falsa prometida deba contener su risa. Maese Recio oficia la boda disfrazado de cura, tras lo cual los falsos esposos se retiran a su habitación, en donde Altisidora se sienta frente a una celosía desde la que los burladores observan lo que ocurre. Y lo que ocurre es que la fingida Dulci-nea no cede a las amorosas pretensiones de Don Quijote de consumar el matrimo-nio, lOdo ello a pesar de la didáctica relación de precedentes literarios de los lícitos amores propios de esas circunstancias detallados por la literatura caballeresca.

Harta de la insistencia de su rendido esposo, y enfadada por la burla, Altisidora se marcha con palabras crueles del lado del perplejo y desengañado Don Quijote,

el cual se puso a pensar en lo que podría ser de aquel desvío de su señora. Yo se lo doy de cuatro a cualquiera que haga lo que conmigo ha hecho Dulcinea, se de-cía Don Quijote. porque verdaderamente causa admiración que estando casados por los rituales de nuestra santa iglesia. no solamente no hubiera otorgado lo que en conciencia y a ley de buena cristiana estaba obligada bajo de gravísimo peca-do. pero se hubiera salido con que no habrá de volver al hogar que tan sin motivo ha dejado. Que la serví con ahínco. cosa es que no puede dudarse: que por ella pasé cuitas y trabajos. lo saben cuantos han visto mi peregrinar por el mundo. componiendo tuertos. acorriendo doncellas. reparando viudas, consolando afligi-dos, limosneando menesterosos y haciendo el bien a manos colmadas: y que la adoré rendido solamente Dios que escruta los pensamientos más secretos lo cono-ce. Pensar que le fui infiel es cosa excusada, como lo dirán de coro las princesas y las reinas que no tuvieron cuenta con su honestidad. ¿Cuál ha podido ser entonces la causa de este desvío? Ni la encuentro. ni podría hallarla, si pensase en ello [Oda la vida39.

Una vez más, Sancho Panza actúa como sostenedor de la verdad, advirtiendo a su señor del engaño al que ha sido sometido y detallando la verdadera identidad de quienes han participado en la farsa. Ni que decir tiene que Don Quijote atribuye de nuevo su fracaso a la conjura de los encantadores, que le impiden conquistar "la glo-ria de haber recuestado y servido a una de las mayores reinas de la tierra,,40. Nada más lejos de la verdad. en favor de la cual vuelve a salir Sancho Panza en lograda sintonía con los detalles que él mismo nos había brindado sobre Dulcinea en el Qui-jote cervantino,

la cual no ha salido de los linderos de su lugar y se halla ya convertida en reina y

39 Op. cit .. p. 255.

40 Op. cit .. p. 261.

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emperatriz del Toboso. ¿Ha perdido vuesamerced los memoriales que no recuerda que mi señora Dulcinea era apenas una labradora que cuidaba de los cerdos en la pocilga y entendía en las labores de labranza y hacienda como el último de los criados?'ll

Desengañado y resignado a un tiempo. Don Quijote no tiene más remedio que aceptar la situación. y decide. de acuerdo con Sancho Panza. dejar momentáneamen-te la andante caballería para dedicarse a las dulces y provechosas labores de la vida pastoriL

En fin, próximas o lejanas, carnales o ideales. trascendentes o inmanentes. más o menos fieles a su modelo, las distintas Dulcineas han seguido alumbrando los pasos de los distintos Quijotes que en el mundo literario han sido. Conscientes de los ek-mentas imprescindibles para dar sentido completo a sus textos, los autores de las obras pertenecientes a la narrativa quijotesca o a la narrativa quijotizante han sabido entender que "la dama de los altos pensamientos", como la llamó Concha Espina en su clásico ensayo Mujeres del Quijote. resulta necesaria. cuando no imprescindible. para completar la construcción de los personajes masculinos inspirados a su vez en Don Quijote de la Mancha, "el amador más leal" -recordemos ¡as "ausencias" de Sierra Morena- capaz de recrear a la mujer a imagen y semejanza de su ideal. como un demiurgo enamorado que se aITanCa la costilla adánica que le permite dar vida a lo que ama quizá porgue sabe que nunca lo podrá alcanzar.

41 01'. dI .. pp. 261-262.

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