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Guiton- “Dios y ciencia” ¿Qué es lo real? ¿Tiene sentido la noción de mundo material? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Por mucho que se busque, para estas preguntas y sus eventuales respuestas no hay más que tres caminos posibles: la religión, la filosofía y la ciencia. Hasta ahora, sólo la religión y la filosofía, cada una a su manera, han intentado aportar respuestas a los hombres. Pero en un mundo cada vez más ocupado por la ciencia y sus modelos de pensamiento, por la tecnología y por las formas de vida que ella genera, el discurso filosófico ha perdido su antigua autoridad sobre la verdad. Amenazado por las ciencias humanas, impotente para producir sistemas ideológicos que sean al menos una guía política, el filósofo parece a punto de perder su último privilegio: el de pensar. Queda la religión. Pero, también aquí, parece que los saberes derivados de la ciencia se oponen cada vez más al orden profundo de las certezas que se inscriben en lo sagrado; parece que Dios y la ciencia pertenecen a mundos tan diferentes el uno del otro que nadie soñaría siquiera en correr el riesgo de aproximarlos. Sin embargo, ciertos signos precursores nos dicen que ha llegado el momento de abrir nuevos caminos en el saber profundo, de buscar, más allá de las apariencias mecanicistas de la ciencia, el rastro casi metafísico de algo diferente, a la vez próximo y extraño, potente y misterioso, científico e inexplicable: algo quizá como Dios. Eso es lo que hemos buscado en este libro. A causa de los desplazamientos que la filosofía y la religión han experimentado bajo el formidable empuje de la ciencia, era imposible intentar una descripción de lo real

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Guiton- “Dios y ciencia”

¿Qué es lo real? ¿Tiene sentido la noción de mundomaterial? ¿Por qué hay algo en lugar de nada?Por mucho que se busque, para estaspreguntas y sus eventuales respuestas nohay más que tres caminos posibles: lareligión, la filosofía y la ciencia. Hastaahora, sólo la religión y la filosofía, cada unaa su manera, han intentado aportar respuestasa los hombres.Pero en un mundo cada vez más ocupadopor la ciencia y sus modelos de pensamiento,por la tecnología y por las formas de vidaque ella genera, el discurso filosófico haperdido su antigua autoridad sobre la verdad.Amenazado por las ciencias humanas,impotente para producir sistemasideológicos que sean al menos una guíapolítica, el filósofo parece a punto de perdersu último privilegio: el de pensar.Queda la religión. Pero, también aquí,parece que los saberes derivados de la cienciase oponen cada vez más al orden profundo delas certezas que se inscriben en lo sagrado;parece que Dios y la ciencia pertenecen amundos tan diferentes el uno del otro quenadie soñaría siquiera en correr el riesgo deaproximarlos.Sin embargo, ciertos signos precursores nosdicen que ha llegado el momento de abrirnuevos caminos en el saber profundo, debuscar, más allá de las aparienciasmecanicistas de la ciencia, el rastro casimetafísico de algo diferente, a la vez próximoy extraño, potente y misterioso, científico einexplicable: algo quizá como Dios.Eso es lo que hemos buscado en este libro. Acausa de los desplazamientos que la filosofíay la religión han experimentado bajo elformidable empuje de la ciencia, eraimposible intentar una descripción de lo realsin recurrir a las ideas más recientes de lafísica moderna. Poco a poco, fuimosconducidos hacia otro mundo, extraño yfascinante, donde la mayor parte de nuestrascertezas sobre el tiempo, el espacio y lamateria no eran ya sino perfectas ilusiones,sin duda más fáciles de captar que la mismarealidad.

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Con nosotros, el lector no dejará depreguntarse sobre las consecuencias, apenasconcebibles, de uno de los descubrimientosmás grandes de la física moderna: el mundo«objetivo» no parece existir fuera de laconciencia, que determina sus propiedades. Así,el universo que nos rodea se vuelve cada vezmenos material: no es ya comparable a unainmensa máquina, sino más bien a un vastopensamiento.De ahí que, si la hipótesis del universo-máquinade Laplace-Einstein se derrumba, estodo el conjunto de modelos materialistas yrealistas lo que se tambalea y desapareceprogresivamente con su estela. Pero, ¿enbeneficio de qué?Si se observa de cerca la historia de lasഊ ideas, se verá cómo se codean —y, a veces, seenfrentan duramente— dos corrientesopuestas, dos campos conceptuales adversos:el espiritualismo y el materialismo. Según elprotocolo espiritualista, tal como surge porprimera vez con Santo Tomás de Aquino —yes gradualmente afinado por Leibniz oBergson después—, lo real es una idea puray, por lo tanto, no tiene, en sentido estricto,ningún sustrato material: no podemos dar porsegura otra existencia que la de nuestrospensamientos y nuestras percepciones.Por el contrario, la lectura materialista de loreal impone una determinaciónrigurosamente inversa: de Demócrito a KarlMarx, el espíritu, el ámbito del pensamiento,no es más que un epifenómeno de la materia,más allá de la cual nada existe.Estas dos doctrinas sobre la naturaleza delSer deben ser completadas con suscorrespondientes teorías del conocimiento: elidealismo y el realismo. ¿Se puede conocer loഊ real? Imposible, responderá el idealista;solamente podemos llegar a los fenómenos, alas representaciones dispersas alrededor delSer. A esto, el realista opondrá lo contrario:para él, el mundo es cognoscible porquedescansa sobre mecanismos y engranajes que,aunque complicados, son racionales,calculables.Ahora bien, nos encontramos en el linderode una revolución del pensamiento, de unaruptura epistemológica como la

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ilosofía no ha conocido desde hacevarios siglos. Creemos que, a través de la víaconceptual abierta por la teoría cuántica,está emergiendo una nueva representación delmundo, fundamentalmente otra, que se apoyaen las dos corrientes anteriores y lassobrepasa, sintetizándolas..Nosotros situamosesta naciente concepción más acá delespiritualismo, aunque mucho más allá delmaterialismo.¿Por qué se trata de un pensamientofഊ nuevo? Porque borra las fronteras entre elespíritu y la materia. Por eso hemosdecidido darle este nombre: metarrealismo.¿Es sorprendente la aparición de estenuevo punto de vista filosófico? No tanto, sise hace hincapié en el hecho de que se sitúaen el seno de un desplazamientoepistemológico de gran amplitud, presentidopor numerosos pensadores, especialmentepor Michel Foucault.Este pensador ha descrito las variacionesdel saber —y, por lo tanto, de los modos depensar—, desde el Renacimiento hastanuestros días, dividiendo en dos grandes«momentos» la historia del pensamiento.Después de haber sido analógico,esencialmente ocupado en establecer relacionesentre diversas clases de objetos o defenómenos, el pensamiento alcanza unanueva dimensión, hacia finales del siglo XVII,al aprehender los fenómenos en lo que tienen decuantificable, de mecánico y de calculable: esഊ entonces el reinado del pensamiento lógico.¿Dónde estamos ahora, al final del sigloXX? Del sabe, científico está emergiendo,contra el sentido común y sin la colaboraciónde los filósofos, una concepción muydiferente del mundo, una visión del universoque entra en conflicto violento con la razóncomún, hasta tal punto sus consecuencias sonpasmosas, inasimilables.Este nuevo espacio del saber, en cuyoseno se organiza poco a poco unpensamiento revolucionario, de tipometarrealista, ¿no está situado, de hecho, másallá de la lógica clásica? ¿No estamoshaciendo ya el aprendizaje de un modo depensar metalógico?El desplazamiento es de importancia.

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Mientras que el campo del pensamientológico se limita al análisis sistemático de losfenómenos desconocidos —aunque, a fin decuentas, cognoscibles—, el pensamientometalógico franquea la última frontera que loഊ separa de lo incognoscible: se sitúa más alláde los lenguajes, incluso más allá de lascategorías del entendimiento. Sin perder nadade su rigor, toca el misterio e intentadescribirlo. ¿Ejemplos?: la indecibilidad enmatemáticas (que demuestra que es imposibleprobar que una proposición es verdadera ofalsa) o la complementariedad en física(que enuncia que las partículas o, másexactamente, los fenómenos elementales son ala vez corpusculares y ondulatorios).Por lo tanto, el primer acto de unpensamiento metalógico, el más decisivo,consiste en admitir que existen límitesfísicos al conocimiento: una red de fronteras,progresivamente identificadas y a menudocalculadas, que cercan la realidad y que deninguna manera es posible franquear. Un casoespecialmente significativo de barrera físicafue puesto de manifiesto por el físico alemánMax Planck en el mes de diciembre de 1900.Se trata del «quantum de acción», másഊ conocido por el nombre de «constante dePlanck».De una pequeñez extrema (su valor es de6,626.11 -34 julio-segundos), representa lamás pequeña cantidad de energía que existeen nuestro mundo físico. Detengámonos uninstante en este hecho, que es, a la vez,fuente de misterio y de asombro: la máspequeña «acción mecánica concebible». Es-tamosaquí frente a un muro dimensional:la constante de Planck señala el límite de ladivisibilidad de la radiación y, porconsiguiente, el límite último de todadivisibilidad.La existencia de un límite inferior en elámbito de la acción física introducenaturalmente otras fronteras absolutasalrededor del universo perceptible; entreotras, se tropieza con una longitud última —llamada «longitud de Planck»—, querepresenta el intervalo más pequeño posibleentre dos objetos aparentemente separados.ഊDel mismo modo, el «tiempo de Planck»designa la unidad de tiempo más pequeñaposible.

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Esto nos plantea una preguntainquietante: ¿por qué existen esas fronteras?¿Qué misterio las ha hecho aparecer en esaforma tan precisa y, además, calculable?¿Quién —o qué—ha decidido su existencia ysu valor? Y, por último, ¿qué hay más allá?Si se acepta entrar en el pensamientometalógico, si no se cede en nada ante loincognoscible, si se admite que ese in-cognosciblereside en el corazón mismo de lamoderna andadura científica, secomprenderá por qué los descubrimientosmás recientes de la nueva física se acercan ala esfera de la intuición metafísica. De paso,se entenderá mejor en qué sentido se equivocóEinstein, el último de los físicos clásicos, per-suadidode que el universo, la realidad, erancognoscibles. Hoy, todos los físicos, sinexcepción, experimentan un agnosticismo deഊ nuevo cuño ante las extrañas e inestablesfronteras establecidas por la teoría cuántica:la realidad no es cognoscible; está velada ydestinada a permanecer así. Aceptar estaconclusión es descubrir que existe unasolución de recambio a la otredad física: laotredad lógica.¿Una lógica de lo extraño? No se necesitabamenos para fundar el nuevo edificioconceptual, el más potente y también el másdesconcertante de nuestro siglo: la teoríacuántica. Frente a ella, las interpretacionesdel universo fieles al buen sentido, como laobjetividad y el determinismo, no se sostienen.¿Qué debemos admitir a cambio? Que larealidad «en sí» no existe. Que depende delmodo en que decidamos observarla. Que lasentidades elementales que la componenpueden ser al mismo tiempo una cosa (unaonda) y otra (una partícula). Y que, encualquier caso, esta realidad es, en el fondo,indeterminada. Aunque formada por variosഊ siglos de teorías físicas y de experimentos, lavisión materialista del mundo desaparece denuestra vista: debemos prepararnos parapenetrar en un mundo totalmente desconocido.¿Otro resultado de esa otredad lógica? Laexistencia de un orden en el seno del caos.¿Qué hay de común entre una columna dehumo, un relámpago en el cielo, unabandera que ondea al viento o el agua que

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mana de un grifo? Aparentemente, estosfenómenos son caóticos, desordenados. Sinembargo, al examinarlos a la luz de esenuevo enfoque que es la teoría del caos, sedescubre que acontecimientos en aparienciadesordenados, imprevisibles, entrañan un ordentan sorprendente como profundo. ¿Cómoexplicar la existencia de un orden así en elcorazón del caos? Más exactamente: en ununiverso sometido a la entropía,irresistiblemente arrastrado hacia undesorden creciente, ¿por qué y cómo aparece elorden?ഊ Este libro no se limita, pues, a unaexploración —clásica, en resumidascuentas— de los misterios del espíritu y dela materia; tampoco se contenta con ofrecer allector un enfoque atractivo de las creencias yde la religión: se abre a una nueva cosmología,a una manera profundamente diferente ,depensar la realidad misma. Detrás del ordenevanescente de los fenómenos, más allá de lasapariencias, la física cuántica roza de manerasorprendente la Transcendencia.En resumen, este primer encuentroexplícito entre Dios y la ciencia, este trabajosituado, inscrito, en el mundo extraño de lafísica avanzada, quizá recoge también elimpulso de una nueva metafísica. ¿No existehoy una suerte de convergencia entre eltrabajo del físico y el del filósofo? ¿Noplantean, uno y otro, las mismas preguntasesenciales? Cada año que pasa trae una nuevacosecha de revisiones teóricas acerca de esaslíneas fronterizas que cercan nuestraഊ realidad: lo infinitamente pequeño y loinfinitamente grande. Tanto la teoría cuánticacomo la cosmología empujan cada vez máslejos los límites del saber, hasta casi rozar elmás fundamental enigma con que se enfrentael espíritu humano: la existencia de un Sertranscendente, a la vez causa y significado delgran universo.Y, a fin de cuentas, ¿no se encuentra lomismo en la teoría científica que en lacreencia religiosa? ¿El mismo Dios no es yaperceptible, reconocible, casi visible, en elfondo último de lo real que describe el físico?Nací en el primer año del siglo XX.Alcanzada ya la edad en que los recuerdos seapartan del tiempo personal y ocupan susitio entre grandes corrientes históricas,

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siento que he atravesado un siglo sin igualen la historia de la especie pensante sobreeste planeta: siglo de rupturas irreversibles,de cambios imprevisibles. Con los últimosaños del milenio, una larga época se acaba:ഊ entramos a ciegas en un tiempo metafísico.Nadie se atreve a decirlo: siempre se guardasilencio sobre lo esencial, que es insoportable.Pero una gran esperanza surge para losque piensan. En nuestros diálogos, deseamosmostrar que se acerca el momento de unafatal reconciliación entre los sabios y losfilósofos, entre la ciencia y la fe. Impulsadospor una conciencia profética, varios maestrosdel pensamiento habían anunciado estaaurora: Bergson, Teilhard de Chardin,Einstein, Broglie, y tantos otros.Por su parte, Igor y Grichka Bogdanovhan escogido este camino: me han pedido quedialogue con ellos sobre la nueva relación delEspíritu y la materia, sobre la presencia delEspíritu en el seno de la materia. Su proyectoes sustituir el «materialismo» y el«determinismo» que inspiraron a losmaestros del siglo XIX por lo que se atrevena llamar metarrealismo: una nueva visión delmundo que, creen, ha de imponerse pro-ഊ gresivamente entre los hombres del siglo XXI.Yo no he podido rechazar su petición. Heaceptado dialogar con ellos. Y he recordadootro diálogo, más secreto: mi encuentro conel filósofo alemán Heidegger, que tan graninfluencia ha ejercido sobre este tiempo.Heidegger, que hablaba a través de símbolos,me enseñó sobre su mesa de trabajo,al lado de la imagen de su madre, unflorero delgado, transparente, del queemergía una rosa. A sus ojos, esa rosaexpresaba el misterio, el enigma del Ser.Ninguna palabra podría expresar lo que larosa decía: estaba allí, sencilla, pura, serena,silenciosa, segura de sí misma; en unapalabra, natural, como una cosa entre lascosas, manifestando la presencia del espírituinvisible bajo la materia demasiado visible.A lo largo de mi vida, mi pensamiento haestado ocupado por un problema que a todosse plantea: el sentido de la vida y de lamuerte. En el fondo, esta es la única cuestiónഊ con la que se enfrenta el animal pensante

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desde el origen: el animal pensante es elúnico que entierra a sus muertos, el únicoque piensa en la muerte, que piensa sumuerte. Y para iluminar su camino en lastinieblas, para adaptarse a la muerte, esteanimal tan bien adaptado a la vida no tienemás que dos faros: uno se llama la religión; elotro, la ciencia.Para la mayor parte de los espíritusilustrados, la ciencia y la religión seopusieron mutuamente en el último siglo.La ciencia refutaba a la religión en cada unode sus descubrimientos; la religión, por suparte, prohibía a la ciencia ocuparse de laCausa Primera o interpretar la palabra bíblica.Pero hace poco hemos comenzado a vivir—sin todavía saberlo— el inmenso cambioque ha impuesto a nuestra razón, a nuestropensamiento, a nuestra filosofía, el trabajoinvisible de los físicos, los teóricos delmundo, los que piensan lo real.ഊ Lo que, junto a los hermanos Bogdanov,quiero mostrar, apoyándome en la partecientífica de su saber, es que los nuevosprogresos de las ciencias en este fin demilenio permiten entrever una posible alianza,una convergencia todavía oscura,entre lossaberes físicos y el conocimiento teológico,entre la ciencia y el misterio supremo.¿Qué es la realidad? ¿De dónde viene?¿Descansa sobre un orden, sobre unainteligencia subyacente?Evoco lo que me han enseñado los hermanosBogdanov: la inmensa diferencia entre la viejamateria y la nueva materia.En primer lugar, mis interlocutores, sabiosen ciencia, me han recordado que la idea demateria que se tenía antes de 1900 erasencilla: si yo rompía una piedra, obteníapolvo; y en ese polvo, moléculas compuestasde átomos, especie de «canicas» de materiaque se suponía indivisibles.En todo esto, ¿hay sitio para el espíritu?ഊ¿Dónde está? En ninguna parte.En ese universo, mezcla de certezas y deideas absolutas, la ciencia no podía dirigirsesino a la materia. El camino la conducíaincluso a una especie de ateísmo virtual: unafrontera «natural» se levantaba entre elespíritu y la materia, entre Dios y la ciencia,sin que nadie osara —ni siquiera imagina-ra—ponerla en duda.

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Henos, pues, a comienzos del siglo XX. Lateoría cuántica nos dice que para comprenderlo real hay que renunciar a la nocióntradicional de materia: materia tangible,concreta, sólida. Que el espacio y el tiemposon ilusiones. Que una partícula puede serdetectada en dos sitios a la vez. Que la realidadfundamental no es cognoscible.Estamos ligados a la realidad de esasentidades cuánticas que transcienden lascategorías del tiempo y del espacio ordi-narios. Existimos a través de «algo» cuyanaturaleza y cuyas asombrosas propiedadesഊ son difíciles de captar, pero que se asemejamás al espíritu que a la materia tradicional.Y es ahora, cerca de ese mundodesconocido y abierto, cuando un verdaderodiálogo entre Dios y la ciencia puede por fincomenzar.Jean GuittonBergson presintió como nadie losgrandes cambios conceptuales inducidospor la teoría cuántica. A sus ojos —al igualque en la física cuántica—, la realidad no esni causal ni local: el espacio y el tiempo sonabstracciones, puras ilusiones.Las consecuencias de estatransformación superan con mucho todo loque hoy podemos remitir a nuestraexperiencia o incluso a nuestra intuición. Pocoa poco, empezamos a comprender que lo realestá velado. es inaccesible, que de elloapenas percibimos la sombra que proyecta,en forma de espejismo provisionalmenteconvincente. Pero, ¿qué hay tras el velo?ഊ Frente a este enigma, no hay sino dosactitudes: una nos conduce al absurdo; laotra, al misterio. La elección final de una uotra es, en sentido filosófico, la más alta demis decisiones.He mirado siempre hacia el misterio de larealidad misma. ¿Por qué hay Ser? Porprimera vez, surgen respuestas en elhorizonte de los saberes. Ya no se puede ignoraresos nuevos resplandores, ni permanecerindiferentes a los ensanchamientos deconciencia que ocasionan: a partir de ahora,existe no una prueba —Dios no esdemostrable—, sino un punto de apoyocientífico a las concepciones que propone lareligión.

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¿Por qué hay algo en lugar de nada?¿Por qué apareció el universo? Ninguna leyfísica que se deduzca de la observación permiteresponder a estas preguntas. Sin embargo,las mismas leyes nos autorizan a describircon precisión lo que sucedió al comienzo, 10ഊ-43 segundos después del espejismo deltiempo cero, un lapso de tiempo de unapequeñez inimaginable, puesto que el número1 va precedido de 43 ceros. Compa-rativamente,10 - 43 segundos representan, enun solo segundo, una duración mucho máslarga que la de un relámpago en los quince milmillones de años que han transcurridodesde la aparición del universo.¿Qué pasó, pues, en el origen, hacequince mil millones de años? Para saberlo,vamos a remontarnos hasta el tiempo cero,hasta ese muro originario que los físicosllaman «muro de Planck». En ese tiempolejano, todo lo que contiene el gran universo —planetas, soles y miles de millones degalaxias—estaba concentrado en una«singularidad» microcósmica de unapequeñez inimaginable. Apenas una chispa enel vacío.Sin olvidar, desde luego, que hablar delsurgimiento del universo nos conducirá a laഊ pregunta inevitable: ¿de dónde viene elprimer «átomo de realidad»? ¿Cuál es elorigen del inmenso tapiz cósmico que, en unmisterio casi total, se extiende hoy hacia losdos infinitos?EL BIG BANGJEAN GUITTON.—Antes de entrar enel libro, deseo plantear la primera preguntaque me viene a la cabeza, la más obsesiva, lamás vertiginosa de toda la investigaciónfilosófica:¿por qué hay algo en lugar de nada? ¿Porqué hay Ser, ese «no 1 sé qué» que nossepara de la nada? ¿Qué sucedió al principiode los tiempos y dio origen a todo lo quehoy existe, a esos árboles, a esas flores, aesos transeúntes que andan por la calle comosi nada? ¿Qué fuerza ha dotado al universode las formas que hoy lo cubren?Estas preguntas son la materia prima demi vida de filósofo; conducen mipensamiento y cimentan toda mi búsqueda.ഊDonde vaya, allí están, al alcance de lamente, extrañas y familiares, bien conocidas

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y sin embargo inseparables del misterio quelas ha engendrado. No se necesitan grandesdecisiones; se piensa en estas cosas tansencillamente como se respira. Los objetosmás familiares pueden conducirnos hacia losenigmas más inquietantes.` Por ejemplo, esallave de hierro que está sobre mi escritorio,delante de mí. Si pudiera reconstruir lahistoria de sus átomos, ¿hasta dónde tendría,que remontarme? Y, ¿qué encontraría?IGOR BOGDANOV.—Como cualquierobjeto, esa llave tiene una historia invisibleen la que no se piensa nunca. Hace cien años,la llave se ocultaba tras el mineral bruto, enel corazón de una roca. Antes de serdesenterrado por un golpe de pico, el bloquede hierro que le dio origen llevaba allí milesde millones de años, prisionero de la piedraciega.J. G.—El metal de mi llave es, pues, tanഊ antiguo como la misma Tierra, cuya edadhoy es estimada en cuatro mil quinientosmillones de añosa, ¿Significa esto el fin denuestra investigación? Intuyo que no.Seguramente, es posible remontarse aún másen el pasado para encontrar el origen de lallave.GKICHKA BUGDANOV.-El núcleo dehierro es el elemento más estable deluniverso. Podemos proseguir nuestro viaje alpasado hasta ese tiempo en el que la Tierray el Sol no existían todavía. Sin embargo, elmetal de su llave ya estaba allí, flotando en elespacio interestelar en forma de nube quecontiene una gran cantidad de elementospesados, necesarios para la formación denuestro sistema solar.J. G.—Cedo aquí a esa curiosidad quecimenta la verdadera pasión del filósofo:admitamos que, ocho o diez mil millones deaños antes de tenerla entre mis manos, estallave existía en forma de átomos de hierroഊ perdidos en una nube de materia naciente.Pero, ¿de dónde venía esta nube?I. B.—De una estrella, un sol que existíaantes que el nuestro y que explotó, hace diezo doce mil millones de años. En esemomento, el universo estaba constituidoesencialmente por inmensas nubes dehidrógeno que se condensan, se calientan, yacaban por encenderse y formar las primeras

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estrellas gigantes. En cierto modo, estasestrellas pueden ser comparadas agigantescos hornos, destinados a fabricar losnúcleos de los elementos pesados que sonnecesarios para la ascensión de la materiahacia la complejidad. Al final de surelativamente breve vida —apenas algunasdecenas de millones de años—, estasestrellas gigantes explotan y lanzan alespacio interestelar los materiales queservirán para fabricar otras estrellas máspequeñas, llamadas estrellas de segundageneración, los planetas y los metales queഊ contienen. Su llave, como todo lo que seencuentra en nuestro planeta, no es más queel «residuo» engendrado por la explosión deesa antigua estrella.J. G.—Ése es el punto. Una simple llavenos lanza al fuego de las primeras estrellas.Ese pequeño trozo de metal contiene toda lahistoria del universo, una historia quecomenzó hace miles de millones de años,antes de la formación del sistema solar. Veoahora extraños fulgores correr por el metal,cuya existencia depende de una larga cadenade causas y efectos que se extiende, en unperíodo de tiempo impensable, de loinfinitamente pequeño a lo infinitamentegrande, del átomo a las estrellas. El cerrajeroque fabricó la llave no sabía que la materiaque martillaba había nacido en el torbellinoardiente de una nube de hidrógenoprimordial. De pronto, respiro con másamplitud. Y deseo ir más lejos, remontarmea un pasado todavía más remoto, anterior aഊ la formación de las primeras estrellas. ¿Sepuede decir algo más sobre los átomos quehan de formar mi famosa llave?G. B.—Entonces hay que remontarse lomás lejos posible, hasta el origen del propiouniverso. Nos encontramos, pues, quince milmillones de años atrás. ¿Qué pasó en esemomento? La física moderna nos dice que eluniverso nació de una gigantesca explosiónque provocó la expansión de la materia.Todavía hoy podemos observarla; porejemplo, en las galaxias. Esas nubes,constituidas por centenares de miles de mi-llonesde estrellas, continúan alejándose unasde otras por el empuje de esa explosiónoriginaria.

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J. G.—Basta medir la velocidad con queestas galaxias se separan para inducir elmomento primero, en el que se encontrabanconcentradas en un punto; algo así comocontemplar una película al revés. Alrebobinar la gran película cósmica imagenഊ por imagen, acabaremos por descubrir elmomento preciso en el que todo el enterouniverso tenía el tamaño de una cabeza dealfiler. Me imagino que es en ese instantedonde hay que situar el comienzo de su historia.I. B.—Los astrofísicos toman como puntode partida las primeras milmillonésimas desegundo que siguieron a la crea-ción. Por lo tanto, nos encontramos a 10 -"segundos después de la explosión original.En este tiempo fantásticamente pequeño, eluniverso entero, con todo lo que contendrámás tarde, las galaxias, los planetas, la Tierra,sus árboles, sus flores, y la famosa llave,todo eso está contenido en una esfera de unapequeñez inimaginable: 10 -" centímetros; esdecir, miles y miles y miles de millones deveces más pequeña que el núcleo de unátomo.G. B.—Como comparación, el diámetrodel núcleo de un átomo es «sólo» de 10centímetros.ഊ I. B.—La densidad y el calor de eseuniverso original alcanzan magnitudes que lamente no puede captar: una desmesuradatemperatura de 10 " grados; es decir, un 1seguido de 32 ceros. Estamos aquí frente al«muro de la temperatura», una frontera decalor extremado, más allá de la cual nuestrafísica se derrumba. A esta temperatura, laenergía del universo naciente es monstruosa.Por lo que se refiere a la «materia» —si estapalabra puede tener aquí sentido—, estáconstituida por una «sopa» de partículasprimitivas, antepasados lejanos de losquarks, partículas que interaccionancontinuamente entre sí. Aún no hay ningunadiferencia entre estas partículas primarias,que interaccionan todas de la mismamanera: en este estadio, las cuatrointeracciones fundamentales (gravitación,fuerza electromagnética, fuerza fuerte y fuer-zadébil) son todavía indistinguibles,confundidas como están en una sola fuerzaഊ universal.G. B.—¡Y todo esto en un universo que esmiles de millones de veces más pequeño que la

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cabeza de un alfiler!Este es quizá el momento másenloquecido de toda la historia cósmica. Losacontecimientos se precipitan a un ritmoalucinante, hasta tal punto que sucedenmuchas más cosas en estas milmillonésimasde segundo que en los miles de millones deaños que seguirán.J. G.—Algo así como si esta efervescenciade los comienzos fuera una especie deeternidad. Porque si seres conscientes hubieranpodido vivir esos primeros momentos delcosmos, habrían tenido sin duda la sensaciónde que un tiempo in-' mensamente largo, casi eterno,transcurría entre un acontecimiento y otro.G. B.—Por ejemplo, un acontecimientoque hoy percibimos en forma de flashfotográfico hubiera equivalido, en eseഊ universo naciente, a una duración de milesde millones de años. ¿Por qué? Porque enesos momentos, la extremada densidad de losacontecimientos implica una distorsión de laduración. Después del instante originario de lacreación, fueron suficientes algunasmilmillonésimas de segundo para que eluniverso entrara en una fase extraordinaria,que los físicos llaman la «era inflacionaria».Durante ese tiempo fabulosamente breve,que se extiende de 10 -" a 10 -" segundos,el universo se hincha 1050 veces. Su longitudcaracterística pasa del tamaño de un núcleo deátomo al de una manzana de diez centímetrosde diámetro. En otras palabras, estaexpansión vertiginosa es mucho másimportante que la que seguirá: de la erainflacionaria a nuestros días el volumen deluniverso no se multiplicará más que por unfactor relativamente reducido: 10 es decir,apenas mil millones de veces.I. B.—Debemos insistir sobre este punto,ഊ difícil de captar visualmente: la diferencia detamaño que existe entre una partículaelemental y una manzana esproporcionalmente mucho más grande que laque separa a una manzana del universoobservable.G. B.—Estamos, pues, frente a ununiverso tan grande como una manzana. Elreloj cósmico marca 10 segundos: la erainflacionaria acaba de terminar. En ese

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instante no existe todavía más que una solapartícula, a la cual los astrofísicos han dadoel poético nombre de «partícula X». Es lapartícula originaria, la que ha precedido a todaslas demás. Su cometidoconsiste simplemente en transmitirfuerzas. Si en ese momento alguien hubierapodido observar el universo, habría comprobadoque la manzana del comienzo era perfectamentehomogénea: nada más que un campo defuerzas que aún no contiene el menor ápice demateria.ഊ Pues bien, exactamente a 10 - 31 segundosalgo va a suceder. Las partículas X van a darorigen a las primeras partículas de materia:los quarks, los electrones, los fotones, losneutrinos y sus antipartículas. Echemos denuevo un vistazo sobre este universonaciente: ahora alcanza el tamaño de unbalón grande. Las partículas que existen enese momento son, al principio, fluctuacionesde densidad que dibujan, aquí y allá, estrías,irregularidades de todas clases.Hoy debemos nuestra existencia a esasprimeras irregularidades. Porque esas estríasmicroscópicas se desarrollarán hasta darorigen, mucho más tarde, a las galaxias, a lasestrellas y a los planetas. En resumen, la«tapicería cósmica» de los orígenes engendra,en unas milmillonésimas de segundo, todo loque hoy conocemos.I. B.—Keconstruyamos juntos el recorridodel universo. A 10 -" segundos, primercambio de fase: la fuerza fuerte (que aseguraഊ la cohesión del núcleo atómico) se separa de lafuerza electrodébil (resultante de la fusión dela fuerza electromagnética y la fuerza dedesintegración radioactiva). En ese mo-mento,el universo ha crecido ya enproporciones fenomenales: ahora mide 300metros de un extremo a otro. En el interior,es el reino de las tinieblas absolutas y de lastemperaturas inconcebibles.Pasa el tiempo. A 10 -" segundos, la fuerzaelectrodébil se divide en dos fuerzasdiferentes: la interacción electromagnética yla fuerza débil. Los fotones no pueden ya serconfundidos con otras partículas, como losquarks, los gluones y los leptones: acaban denacer las cuatro fuerzas fundamentales.Entre 10 -" y 10 segundos, prosigue la

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diferenciación. Sin embargo, en ese lapso detiempo sobreviene un acontecimientoesencial: los quarks se asocian en neutrones yprotones y la mayor parte de lasantipartículas desaparece para dejar sitio a lasഊ partículas del universo actual.Así pues, en una diezmilésima fracciónde segundo, las partículas elementales sonengendradas en un espacio que acaba deordenarse. El universo sigue dilatándose yenfriándose. Aproximadamente 200segundos después del primer instante, laspartículas elementales se reúnen paraformar los isótopos de los núcleos dehidrógeno y de helio: progresivamente, elmundo, tal como lo conocemos, se coloca en susitio.G. B.—La historia que hemos recorrido hadurado alrededor de tres minutos. A partir deeste momento, las cosas van a ir mucho másdespacio. Durante millones de años, todo eluniverso será anegado por radiaciones y porun turbulento plasma de gas. Al cabo deunos 100 millones de años, en medio deinmensos torbellinos de gas, se forman lasprimeras estrellas. Como ya hemos visto, ensu seno van a fusionarse los átomos deഊ hidrógeno y de helio para dar origen a loselementos pesados que acabarán apareciendomucho más tarde, miles de millones de añosdespués (1 y 7).J. G.—No se puede dejar de sentir unvértigo de irrealidad ante tales cifras, como si,al acercarnos a los comienzos del universo, eltiempo se estirase, se dilatase, hasta volverseinfinito, Lo cual me sugiere, además, unaprimera reflexión: ¿no hay que ver en estefenómeno una interpretación científica de laeternidad divina? Un Dios que no ha tenidocomienzo y que no conocerá el fin no estáforzosamente fuera del tiempo, como ha sidodescrito con demasiada frecuencia . , e r eltiempo mismo, a la vez cuantificable einfinito, un tiempo en eI que un solo segundocontiene toda la eternidad completa. Preci-samente,creo que un ser transcendentealcanza una dimensión del tiempo a la vezabsoluta y relativa; en mi opinión, es inclusouna condición indispensable a la creación.ഊA este respecto, volvamos una vez más alos primeros instantes del universo. Seadmite que es posible describir con muchaprecisión lo que sucedió 10 -" segundos después

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de lacreación, pero, ¿qué sucedió antes? Laciencia parece impotente para describir, oincluso imaginar, algo razonable, en el másprofundo sentido de la palabra, a propósito delmomento originario, cuando el tiempo estabatodavía en el cero absoluto y nada habíasucedido aún.G. B.—En efecto. Los físicos no tienen lamenor idea acer-, ca de lo que podría explicarla aparición del universo. Pueden remontarsehasta 10 - 43 segundos, pero no más allá.Tropiezan entonces con el famoso Muro dePlanck, llamado así porque el célebre físicoalemán fue el primero en señalar que laciencia es incapaz de explicar elcomportamiento de los átomos cuando lafuerza de la gravedad llega a ser extrema. En elഊminúsculo universo del comienzo, lagravedad no tiene todavía ningún planeta,ninguna estrella o galaxia sobre los queejercer su poder; sin embargo, esa fuerza yaestá ahí, interfiriendo con las partículaselementales que dependen de las fuerzaselectromagnética y nuclear. Esto esprecisamente lo que nos impide saber quésucedió antes de 10-e segundos. La gravedadlevanta una barrera infranqueable ante cualquierinvestigación: más allá del Muro de Planck es elmisterio total.1. B.-10 segundos. Es el Tiempo dePlanck, según la hermosa expresión de losfísicos. Es también el límite último denuestros conocimientos, el fin de nuestroviaje hacia los orígenes. Detrás de estemuro, se esconde todavía una realidadinimaginable. Algo que probablemente nuncapodremos comprender, un secreto que losfísicos ni siquiera sueñan con desvelar algúndía. Algunos de ellos han intentado echar unaഊmirada al otro lado del muro, pero no hanpodido decir nada realmente comprensiblesobre lo que han creído ver. Un día encontréa uno de estos físicos. Afirmaba que, en lajuventud, sus trabajos le habían permitidoremontarse hasta el Tiempo de Planck yechar un vistazo furtivo al otro lado delmuro. A poco que se le incitase a habla",murmuraba que había advertido una realidadvertiginosa: la estructura misma del espacio

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se había hundido en un cono gravitacional tanintenso que eltiempo recaía del porvenir alpasado y estallaba, en el fondo del cono, enuna miríada de instantes iguales a laeternidad. Eso es lo que este hombre habíacreído adivinar allá abajo, detrás del Murode Planck. Y se tenía la extraña sensaciónde que el sabio anciano hablaba de ellocomo de una especie de alucinación metafísicaque le había conmocionado para siempre.J. G.—Imagino esa conmoción: las másrecientes teorías relativas a los orígenes del ഊ universo echan mano, literalmente, denociones de orden metafísico. ¿Un ejemplo?La descripción que el físico John Wheelerhace de ese «algo» que precedió a lacreación del universo: «Todo lo queconocemos procede de un ~ infinito de energíaque tiene la aparien-cia de la nada».G. B.—Según la teoría cuántica, eluniverso físico observable no está hecho deotra cosa que de pequeñas fluctuacionessobre un inmenso océano de energía. Así,las partículas elementales y el universotendrían por origen ese «océano deenergía»: no solamente el espacio-tiempo yla materia nacerían de ese plano primordialde infinita energía y de flujo cuántico, sinoque incluso estarían permanentementeanimados por él. El físico David Bohmpiensa que la materia y la ' conciencia, eltiempo, el espacio y el universo norepresentan más que un ínfimo «chapoteo»ഊ respecto a la inmensa actividad del planosubyacente, el cual proviene de una fuente eter-namentecreadora situada más allá del espacio ydel tiempo (3).J. G.—Intentemos comprender mejor.¿Cuál es, desde un punto de vista físico, lanaturaleza de ese «plano subyacente»? ¿Setrata de algo físicamente mensurable?G. B.—En física existe un nuevo conceptoque ha demostrado su riqueza operativa: el devacío cuántico. Precisemos en seguida que elvacío absoluto, caracterizado por unaausencia total de materia y de energía, noexiste. Incluso el vacío quesepara las galaxias no está totalmente vacío:contiene algunos átomos aislados y diversostipos de radiación. Ya esté natural oartificialmente creado, el vacío en estado

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puro no es más que una abstracción: no seconseguirá eliminar de la realidad el campoelectromagnético residual que forma el«fondo» del vacío. En este nivel, esഊ interesante introducir la noción deequivalencia entre materia y energía. Siplanteamos que en el seno del vacío existeuna energía residual, ésta puede perfec-tamenteconvertirse en materia durante elcurso de sus «fluctuaciones de estado»:nuevas partículas surgirán entonces de lanada.El vacío cuántico es así el teatro de unincesante ballet de partículas que aparecen ydesaparecen en un tiempo extremadamentebreve, inconcebible a escala humana. J. G.—Si se admite que la materia puede surgir de esecasinada que es el vacío, ¿no disponemos ahíde un elemento de respuesta a la preguntaque se ha planteado más arriba: de dóndeviene el big bang? ¿Qué pasó antes de 10 -"segundos?G. B.—Tomemos un espacio vacío. La teoríacuántica demuestra que si le transferimosuna cantidad suficiente de energía, la materiaഊ puede surgir de él. Por extensión, se puedesuponer, por lo tanto, que al principio,justo antes del big bang, un flujo de energíainconmensurable fue transferido al vacíoinicial y generó una fluctuación cuánticaprimordial de la que habría de nacer nuestrouniverso.J. G.—Entonces, ¿de dónde viene esacolosal cantidad de energía en el comienzodel big bang? Intuyo que lo que se escondetras el Muro de Planck es una forma deenergía primordial de una potencia ilimitada.Creo que lo que reina antes de la Creación esuna duración infinita. Un tiempo total, ina-gotable,que todavía no ha sido abierto,troceado en pasado, presente y futuro. A esetiempo que todavía no ha sido separado enun orden simétrico, cuyo presente no seríamás que un espejo doble, a ese tiempo absolutoque no transcurre, corresponde la mismaenergía, total, inagotable. El océano deenergía ilimitada es el Creador. Si noഊ podemos comprender lo que hay detrás delMuro es porque todas las leyes de la físicapierden pie ante el misterio absoluto de Dios yde la Creación. ---¿Por qué ha sido creado el

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universo? ¿Qué ha empujado al Creador aengendrar el universo tal como loconocemos? Intentemos comprender: antes delTiempo de Planck, nada existe o mejor dicho, esel reino de la Totalidad intemporal, de la -integridadperfecta, de la simetría absoluta:sólo el Principio Original está allí, en lanada, fuerza infinita, ilimitada, sin comienzoni fin. En ese «momento» primordial, estafuerza alucinante de potencia y de soledad, dearmonía y de perfección, no tiene quizá laintención de crear nada. Se basta a sí misma.Sin embargo, «algo» va a suceder. ¿Qué?No lo sé. Un suspiro de Nada. Quizá unaespecie de accidente de la nada, unafluctuación del vacío: en un instantefantástico, el Creador, consciente de ser elque Es en la Totalidad de la nada, decideഊ crear un espejo de su propia existencia. Lamateria, el universo: reflejos de suconciencia, ruptura definitiva con la hermosaarmonía de la nada original. En cierto modo,Dios acaba de crear una imagen de sí mismo.¿As - 1 - comenzó todo? Quizá la ciencia nuncalo dirá directamente; pero, en su silencio, puedeservir de guía a nuestras intuiciones.G. B.—Lo que acabamos de describir, esdecir, el big bang, descansa sobre lo que losastrofísicos, en su mayoría, admiten hoycomo el modelo estándar. Pero, ¿tenemospruebas tangibles de que las cosas sucedieronasí? ¿El big bang sucedió realmente? Enrealidad, existen por lo menos tres indicioscapitales que nos permiten pensar que sí.El primero es la edad de las estrellas. Losdatos que se refieren a las más antiguasindican una edad entre los doce y los quincemil millones de años, lo cual es coherentecon la duración del universo desde su supuestaaparición.ഊ El segundo argumento se basa en elanálisis de la luz emitida por las galaxias, queindica sin ambigüedad que los obje-tos galácticos se alejan unos de otros auna velocidad tanto más elevada cuanto másalejados están. Lo cual sugiere, a su vez, queantaño las galaxias estaban concentradas enuna única región del espacio, en el seno deuna nube primordial de quince mil millonesde años de antigüedad.Queda el tercer fenómeno, el másdecisivo. En 1965 se puso de manifiesto la

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existencia, en todas las regiones deluniverso, de una radiación muy poco intensa,análoga a la de un cuerpo a muy bajatemperatura: 3 grados por encima del ceroabsoluto. Pues bien, esta radiación uniformeno es otra cosa que una especie de fósil, eleco fantasmal de los torrentes de calor y de luzde los primeros instantes del universo.J. G.—En medio de este viaje al fondo de lafísica, tengo la indefinible certeza de haberഊ rozado el borde metafísico de lo real, como side pronto algo en mi conciencia fuera sensibleal halo invisible que nos rodea, a una especiede orden superior que está en el origen de todo.I. B.—Parece aproximadamente ciertoque la sopa primordial, la mezclamateria/radiación del comienzo, contenía, enla primera centésima de segundo, protones yneutrones en interacción constante. Estasprimeras interacciones habrían creado laasimetría materia-antimateria del universo,que hoy se manifiesta por la inestabilidad delprotón.En compensación, si nos remontamos máslejos en dirección al origen, hasta porejemplo la primera milmillónesima demilmillonésima de segundo, esas partículasno existían todavía. En resumidas cuentas, lamateria no es más que el fósil de una edadmás remota en la que reinaba una simetríaperfecta entre las formas de interacción. Pueshacia el Tiempo de Planck, en el momentoഊ en que la temperatura estaba en su puntomás alto, la sopa primordial debía de estarconstituida por partículas más fundamentalesque los quarks: las partículas X. Y loextraordinario es que en el primerísimoinstante de la Creación, en ese universo deenergías muy altas donde aún no existíaninteracciones diferenciadas, el universoteníauna simetría perfecta. En resumen, elcosmos, tal como lo conocemos hoy, contodo lo que contiene, desde las estrellas hastaesa llave encima de la mesa, no es sino elvestigio asimétrico de un universo queantaño era perfectamente simétrico. Laenergía de la bola de fuego primordial era tanelevada que las cuatro interacciones, lagravedad, la fuerza electromagnética, lafuerza nuclear fuerte y la fuerza dedesintegración, estaban entonces unificadas

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en una sola interacción, de una simetríaperfecta. Después, esa bola de fuego,compuesta de quarks, electrones y fotones,ഊ conoció la fase de expansión, el universo seenfrió, y la perfecta simetría fue rotainstantáneamente.J. G.—Esto me recuerda una hermosaintuición de Bergson. El decía que la Creaciónera un gesto que cae»; en otras palabras: lahuella de un acontecimiento que se deshace.Y yo creo que Bergson captó, mucho antes quelos físicos, algo del misterio de la Creación;comprendió que el inundo ue hoy conocemoses_ la expresión de una simetria rada siBergson estuviera toda v iá - entre nosotros,estoy seguro de que las últimas conquistas dela física le harían añadir que es de esta mismaimperfección de donde ha podido surgir la vida.El mensaje más importante de la físicateórica de los últimos diez años es habersabido descubrir la perfección en el origendel universo: un océano de energía infinita.Y lo que los físicos designan con el nombrede simetría perfecta tiene otro nombre para mí:enigmático, infinitamente misterioso,ഊ omnipotente, originario, creador y perfecto. Nome atrevo a nombrarlo, porque cualquiernombre es imperfecto para de' signar al Sersin igual.Hace mil millones de años que el sol brillasobre la Tierra de los primeros tiempos.Hasta donde alcanza la vista, no sedistingue sino inmensos desiertos de lavafundida que vomitan sin interrupción co-lumnasde vapor y de gas de varios kilómetrosde altura. Poco a poco, esas nubes oscuras seacumulan y forman la primera atmósfera de laTierra. Gas carbónico, amoníaco, óxido decarbono, nitrógeno e hidrógeno: esa mezclaopaca, mortal, abruma entonces el horizonte,aún vacío.Pasan millones de años. Lentamente, elcalor comienza a decaer. Ahora la lava formauna pasta, tibia aún, sobre la que ya se podríaandar. El primer continente acaba de nacer.Es entonces cuando un acontecimientocapital viene a romper la monotonía de esaഊ edad remota: las nubes inmensas que giranen el cielo se condensan y la primera lluvia delmundo comienza a caer. Durará siglos. El

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agua invade casi todo el planeta, rompecontra las depresiones hasta que forma elocéano primitivo. Durante centenares de milesde años, olas gigantes golpean la roca negra.La Tierra, el cielo y las aguas están todavíavacías. Sin embargo, las moléculas primitivasson constantemente agitadas por lasmonstruosas tormentas que se desencadenan,quebrantadas incansablemente por laformidable radiación ultravioleta del sol. Enese estadio surge lo que, retrospectivamente,pare-ce un milagro: en el corazón de este caos,se juntan, se combinan algunas moléculaspara formar progresivamente estructurasestables, reflejo de un orden. Ahora, unaveintena de aminoácidos existe en losocéanos: son los primeros ladrillos de lamateria viva.ഊHoy, encontramos en cada uno denosotros a los descendientes lejanos de esosprimeros «habitantes» de la Tierra.De este modo, al cabo de una ascensiónmuy larga y misteriosa hacia la complejidad,emerge por fin la primerísima célula viva: lahistoria de la conciencia podrá comenzar.Pero qué inquietante es todavía estapregunta, planteada un día por un físico:¿Cómo puede un flujo de energía que sederrama sin objetivo esparcir la vida y laconciencia por el mundo?G. B.—Antes de remontarnos a losorígenes de la vida, empecemos porcomprenderla mejor, tal y como hoy existe.Delante de mí, al borde de esa ventana,está posada una mariposa cerca de unapiedrecita. Una es un ser vivo; la otra, no.¿Cuál es exactamente la diferencia entre lasdos? Si nos situamos en el nivel nuclear, esdecir, en la escala de las partículaselementales, piedra y mariposa sonഊ rigurosamente idénticas. Un escalón porencima, en el nivel atómico, se manifiestanalgunas diferencias, pero no atañen másque a la naturaleza de los átomos y, por lotanto, son todavía reducidas.EL MISTERIO DE LO VIVIENTEJ. G.—Por la noche, antes de dormir, meremonto a menudo hacia el lejano amanecerque iluminó mi juventud, alrededor de 1900.En el calvero de mi memoria, encuentro imá-genesde otro tiempo: un coche de caballos,

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cuyas grandes ruedas, ceñidas de acero,oprimen el empedrado; una joven vestida delargo que duerme tranquilamente a lasombra de un castaño; un anciano querecoge su sombrero de copa, derribado poruna ráfaga de viento: las imágenes de la vida.Pero, ¿qué es la vida?La cuestión que quiero plantearme aquí,la que no puedo evitar, es saber por qué«milagro» apareció esta vida. Acabamos dever que, detrás del nacimiento del universo,ഊ había algo, como una fuerza organizadoraque parece haber calculado todo, elaboradotodo con una minuciosidad inimaginable.Pero quiero saber más: ¿qué hay detrás de lavida? ¿Apareció la vida por azar o, muy alcontrario, es fruto de una secreta necesidad?Atravesemos un estadio más. Estamosentonces en el reino de las moléculas. Estavez, las diferencias son mucho másimportantes y atañen a las segregaciones demateria entre el mundo mineral y el mundoorgánico. Pero el salto decisivo se da en elnivel de las macromoléculas. En eseestadio, la mariposa parece infinitamentemás estructurada, más ordenada que lapiedra.Este pequeño ejemplo nos ha permitidocaptar la única diferencia de fondo entre loinerte y lo viviente: uno es simplemente másrico en información que el otro.J. G.—Admitámoslo. Pero si la vida noes otra cosa que materia mejor informada,ഊ¿de dónde viene la información? Yo estoysorprendido por el hecho de que todavíahoy son numerosos los biólogos y losfilósofos que piensan que las primerascriaturas vivas nacieron «por azar» en lasolas y resacas del océano primitivo, hacecuatro mil millones de años.Desde luego, las leyes de la evolución,enunciadas por Darwi n, exi st en y dej anmucho si t i o a l o al eat ori o; pero, ¿quiénha determinado esas leyes? ¿Por qué«azar» se han aproximado ciertos átomospara formar las primeras moléculas deaminoácidos? Y, aún más, ¿por qué azar esasmoléculas se han ensamblado hasta llegar aese edificio terriblemente complejo que esel ADN? Exactamente igual que el biólogoFranÇois Jacob, planteo esta simple

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pregunta: ¿quién ha elaborado los planos dela primera molécula de ADN, portadora delmensaje inicial que permitirá reproducirsea la primera célula viva?ഊ Estas preguntas —y una infinidad deotras— quedan sin respuesta si uno seatiene únicamente a las hipótesis que hacenintervenir el azar; por eso, las ideas de losbiólogos han comenzado a cambiar desdehace algunos años. Los investigadores másavanzados ya no se contentan con recitarirreflexivamente las leyes de Darwin:construyen nuevas teorías, con frecuencia muysorprendentes; hipótesis que se apoyan(Tara ment e en l a i nt ervenci ón de unpri nci pi o organi zador, que transciende lamateria.I. B.—Según esos nuevos enfoques, quezarandean cada día más el dogma del «azarcreador», la vida es una propiedad queemerge de la materia, un fenómeno queobedece a una especie de necesidadinscrita en el corazón mismo de lo ina-nimadoJ. G.—Todo esto es tanto mássorprendente cuanto que, a escala cósmica,ഊ la vida debe abrirse un difícil camino,sembrado de mi l es de obst ácul os, ant esde emerger por fi n. Por ejemplo, elespacio vacío es tan frío que, dentro de él,cualquier criatura viva, incluso la más sencilla,sería congelada instantáneamente, ya que latemperatura desciende a menos de 273grados. En el otro extremo, la materia delas estrellas es t an ardient e que ni ngún servivo podrí a resisti r allí. Es decir, en eluniverso hay perpetuas radiaciones ybombardeos cósmicos que vedan casi en todaspartes la manifestación de lo viviente. Enresumidas cuentas, el universo es Siberia,es el Sahara, es Verdun. Quiero decir que esel infinito de lo frío, el infinito de localiente, la multiplicidad de losbombardeos. Ahora bien, a pesar de todoeso, la vida ha aparecido, al menos sobrenuestro planeta.En consecuencia, el problema que seplantea a los científicos y a los filósofos esഊ saber si entre la materia y la vida hay unatransición continua. Hoy en día, la cienciatrabaja sobre esa juntura entre lo inerte y loviviente: tiende a mostrar que existe unazona de continuidad; en otras palabras, que

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lo viviente proviene de un ascenso necesario dela materia.Una palabra más. Parece que l a vidaesté irremedi abl emente llamada a recorreruna escala ascendente; de las formas máspróxi mas a l a mat eri a (como losul t ravi rus) a l as formas más elevadas, hayuna ascensión dentro de la evolución: laavent ura de l a vi da est á ordenada por unpri nci pi o organizador.I. R. - Mi r emos más de cer ca en quépuede consi st i r un pri ncipio Par ael l o, nos apoyar emos en l os t r abaj os deuno de los más grandes bioquímicosactuales, el premio Nobel de Química IlyaPrigogine.En el origen de sus investigaciones seഊ encuentra una idea muy sencilla: eldesorden no es un estado «natural» de lamateria, sino, por el contrario, un estadioque precede a la aparición de un orden máselevado.J. G.—Esta concepción —que ibaclaramente en contra de las ideasadmitidas— suscitó en primer lugar lahostilidad de los medios científicos; creo queincluso se intentó impedir que Prigoginecontinuase sus trabajos.I. B.—Exacto; pero nada logró hacertambalear su convicción: leyes desconocidasdebían explicar cómo el universo y la vidahabían nacido del caos primordial.G. B.—Una observación importante: esaconvicción no era solamente teórica sino quetambién descansaba en el resultado de unexperimento extremadamente inquietante.J. G.—¿Cuál?G. B.—El experimento de Bénard. Esmuy simple: tomemos un líquido; agua, porഊ ejemplo. Calentémosla en un recipiente.¿Qué observamos? Que las moléculas delíquido se organizan, se reagrupan de unamanera ordenada para formar célulasexagonales, algo semejantes a loselementos de una vidriera. Este fenómeno,más bien inesperado, conocido por el nombrede inestabilidad de Bénard, intrigó muchoa Prigogine. ¿Por qué y cómo aparecen esas«células» en el agua? ¿Qué podía provocarel nacimiento de una estructura ordenadaen el seno del caos? (6).J. G.—Estoy tentado de establecer una

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analogía entre la formación de esasestructuras minerales y la aparición de lasprimeras células vivas. En el comienzo dela vida, en el seno del borbollón primitivo,¿no habría un fenómeno de auto-estruct uraci ón comparabl e al que seobserva en el agua caliente:"G. B. _ Es la conclusión a la que llegóPrigogine: lo que es posible en la dinámicaഊ de líquidos debe serlo igualmente enquímica y en biología.Pero, para comprender mejor surazonamiento, hay que rehacer las etapasprincipales. Primero, es obligado reconocerque las cosas que se encuentran a nuestroalrededor se comportan como sistemasabiertos, es decir, que intercambiancontinuamente con su entorno materia,energía y —lo que es más importante—información. Dicho de otro modo; esos sis-temasen continuo movimiento varíanregularmente a lo largo del tiempo y debenser considerados como fluctuantes. Ahorabien, las fluctuaciones pueden ser tanimportantes que la organización que lasacoge se encuentre incapacitada paratolerarlas sin transformarse. A partir deeste umbral crítico, hay dos posiblessoluciones, descritas en detalle por Prigogi-ne:o el sistema es destruido por la amplitudde las fluctuaciones, o alcanza un nuevoഊ orden interno, caracterizado por un nivelsuperior de organización.Y aquí llegamos al corazón deldescubrimiento de Prigogine: la vidadescansa en estructuras dinámicas, que llama«estructuras de disipación», cuyo cometidoconsiste, precisamente, en disipar el influjode energía, de materia y de informaciónresponsable de una fluctuación.J. G.—Un momento. Este nuevo enfoquedel orden da un mentís al segundo principiode la termodinámica, que ordena que, en elcurso del tiempo, los sistemas cerrados paseninevitablemente del orden al desorden. Porejemplo, si vierto unas got as de ti nt a en unvaso de agua, se dispersarán, y ya nopodré separar los dos líquidos.I. B.—Ese famoso principio de latermodinámica fue formulado por el físicofrancés Carnot en 1824. Según él y lasgeneraciones posteriores de sabios, no había la

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menor duda: elഊ universo está en perpetua lucha contrala irreversible ascensión del desorden.J. G.—¿Pero no sucede lo contrario enlos sistemas vivos? Si examinamos lahistoria de los fósiles, vemos que de modoconstante las organizaciones celulares se hantransformado, estructurado por niveles decomplejidad creciente. En otras palabras,la vida no es sino la historia de un ordencada vez más elevado y general. Porque amedida que el universo vuelve a su estadode equilibrio, se las arregla a pesar de todopara crear estructuras cada vez más complejas.G. B.—Eso es lo que demuestra Prigogine. Asus ojos, los fenómenos de autoestructuracióniluminan una propiedad radicalmente nuevade la materia. Existe una especie de tramacontinua que une lo inerte, lo previviente y loviviente: por su construcción, la materiatiende a estructurarse para llegar a sermateria viva. Es en el nivel molecular donde seopera esa estructuración, de acuerdo conഊ leyes que son todavía enigmátias en granparte. Se comprueba, efectivamente, elcomport ami ent o ext rañament e«i nt el i gent e» de esas mol écul as oagregados moleculares, pero, sinembargo, no se puede explicar losfenómenos. Extremadamente impresionado porla omnipresencia de ese orden, subyacente alcaos aparente de la materia, Prigogine declaróun día: «Lo asombroso es que cada moléculasabe lo que harán las otras moléculas,simultáneamente y a distanciasmacroscópicas. Nuestros experimentosmuest ran que l as molécul as secomuni can. Todo el mundo acepta estapropiedad en los sistemas vivos, pero es,por lo menos, inesperada en los sistemasinertes» (6).J. G.—Estamos, pues, invitados a dareste paso decisivo: hay continuidad entre lamateria llamada «inerte» y la materia viva.En realidad, la vida extrae sus propiedadesഊ directamente de esa misteriosa tendenciade la naturaleza a organizarseespontáneamente y a marchar haciaestados cada vez más ordenados y complejos.Ya lo dijimos: el universo es unvastopensamiento. En cada partícula, átomo,molécula, célula de materia, vive y obra, aespaldas de todos, una omnipresencia.

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Desde el punto de vista filosófico, estaúltima observación está cargada deconsecuencias. Quiere decir que, en efecto, eluniverso tiene un eje; o mejor, un sentido.Este sentido profundo se encuentra en suinterior, bajo la forma de una causatranscendente. Si, como acabamos de ver, eluniverso tiene una «historia»; si veoaumentar la improbabilidad a medida queme remonto hacia el pasado, y la pro-babilidada medida que desciendo hacia elporvenir; si hay en el cosmos un tránsito delo heterogéneo a lo homogéneo; si hay unprogreso constante de la materia haciaഊ estados más ordenados; si hay una evoluciónde las especies hacia una «superespecie»(quizá, provisionalmente, la humanidad),todo me lleva a pensar entonces que, en elfondo mismo del universo, hay una causade la armonía de las causas, una inteli-gencia.La presencia manifiesta de esainteligencia en el corazón mismo de lamateria me aparta para siempre de laconcepción de un universo que habríaaparecido «por azar», que habríaproducido la vida «por azar» y lainteligencia también «por azar».G. B.—Tomemos un caso concreto: unacélula viva está compuesta de una veintenade aminoácidos que forman una «cadena»compacta. La función de estos aminoácidosdepende, a su vez, de alrededor de 2.000encimas específicas. Siguiendo elrazonamiento, los biólogos han sidoinducidos a calcular que la probabilidad deഊ que un millar de encimas diferentes se unaordenadamente para formar una célula viva(a lo largo de una evoluci ón de variosmiles de millones de años) es del orden deuno entre 101000°.J. G.—Que es t anto como deci r que l aprobabi li dad es nula.I . c u a l i mp ul s ó a Fr a n c i s Cr i c k,p r e mi o Nob e l d e Biología por eldescubrimiento del ADN, a concluir enidéntico sentido: «Un hombre honest o,que estuviera provist o de todo el saber quehoy está a nuestro alcance, debería deafirmar que el ori gen de la vi da pareceact ualment e provenir del milagro, tantascondiciones es preciso reunir para establecerla»

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(1).G. B. --Vol vamos, preci sament e, uni nst ant e a l os orí genes, hace cuatro milmillones de años. En esa lejana época, loque llamamos vida no existe todaví a.Sobre la tierra de esos primeros tiempos,ഊ barrida por los vientos eternos, las nacien-tesmoléculas son agitadas sin tregua,cortadas, reformadas, y despuésdispersadas de nuevo por el rayo, el calor,las radiaciones y los ciclones.Pues bien, a partir de ese primitivoestadio, los primeros cuerpos simples vana unirse según leyes que nada deben ya alazar. En química, por ejemplo, existe unprincipio hoy conocido por el nombre de«estabilización topológica de cargas».Est a «l ey» i mpl i ca que l as mol écul as quei ncl uyen en su estructura cadenas deátomos en alternancia —especialmente elcarbono, el nitrógeno y el oxígeno—forman sistemas estables al unirse.¿De qué sistemas se trata? Nada menos quede las piezas fundament al es que forman l amecáni ca de l o vi vi ent e: l os aminoácidos.Siguiendo la misma ley de afinidadatómica, los aminoácidos van a unirse a suvez para formar las primeras cadenas deഊ esos preciosos materiales de la vida que son lospéptidos.En el seno del borbollón primitivo, enlas negras olas de los primeros océanosdel mundo, comienzan a surgir así, segúnel mismo proceso, las primerísimasmoléculas nitrogenadas (que llamamos«puri nas» y «pirimi dinas»), de l as quenacer á más t ar de el códi go genét i co.Y comi enz a l a gr an aventura,arrastrando la materi a haci a lo al to, enuna i rresistible espiral ascendente: lasprimeras partículas nitrogenada.; sefortalecen al asociarse al fosfato y a losazúcares hasta elaborar los prototipos de losnucleótidos, los famosos elementosle baseque, al formar a su vez interminablescadenas, conducirán a esa etapafundament al de l o viviente que es l aapari ción del ácido ribonucleico (el célebreARN, casi tan conocido como el ADN).Así, en al gunos cent enares de mill onesഊ de años, l a evolución engendra sistemas

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bioquímicos estables, autónomos, pro-tegi dos del ext eri or por membranascel ul ar es, l os cual es se parecen ya a ciertasbacterias primitivas.J. G.—Fuera del abastecimiento deenergía (que abundaba en el ent or no delmoment o) , el ver dader o pr obl ema quehubi eron de afront ar est as cél ul asarcai cas fue el de la reproducci ón. Enef ect o, ¿ cómo mant ener es as val i os asuni ones ? ¿Cómo asegurar l a perennidadde esas pequeñas maravill as de l anat ural eza? Acabamos de ver que l osami noáci dos que l as forman obedecen aun orden preci so. Por lo t ant o, eranecesar i o que est as pr i mer as cél ul asapr endi esen a «r ecopi ar » en al gunapart e el encadenami ent o en l ael aboraci ón de sus prot eí nas de base,con el fi n de est ar en condi ci ones defabri car el l as mi smas nuevas prot eí nasഊ ent erament e i gual es a l as precedentes.Por lo tant o, la cuest ión est á en sabercómo sucedi eron l as cosas en ese est adi o.¿Cómo i nvent aron esas pri merí si mas cé-lul as l as i nnumerables est rat agemas quehan conduci do a est e prodigio: lareproducción?I. B. —Una vez más, una «l ey» i nscri t aen el corazón mi smo de l a mat er i aper mi t i ó el mi l agr o: l os ami noáci dosmás «pol ares» (es deci r, l os queconti enen una el evada carga el ec-tr ost át i ca) son espont áneament eat r aí dos por mol écul as ni t r ogenadas ,mi ent r as que l os menos pol ar es s eunen s obr e todo a otras familias, como lacitosina.Así nació el primer esbozo del códi gogenético: al acercarse a ci ert osnucl eót i dos ( y no a ot ros), nuest rosfamosos ami noáci dos el aboraronl ent ament e l os pl anos de su propi a cons-ഊ t rucci ón y, más t arde, l as herrami ent as yl os mat eri al es para llevarla a cabo.G. B.—Hay que volver a insistir: ningunade las operaciones mencionadas más arribapodía llevarse a cabo por azar.Tomemos un ejemplo entre varios. Paraque la unión de los nucleótidos conduzca«por azar» a la elaboración de una

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molécula de ARN utilizable, es necesarioque la naturaleza multiplique a tientas losensayos durante al menos 10 1 05 años, esdecir, un tiempo cien mil veces más largoque la edad total de nuestro universo.Otro ejemplo. Si el océano primitivohubiera engendrado todas las variantes (esdecir, todos los isómeros) susceptibles deser elaborados «por azar» a partir de una solamolécula que contuviese algunos centenaresde átomos, eso habría conducido a laconstrucción de más de 10 8 " posiblesisómeros. Sin embargo, el universo enterocontiene sin duda menos de 10 80 átomos.ഊ J. G.—Dicho de otro modo, un solointento al azar sobre la Tierra habríabastado para agotar el universo entero;como si todos los esquemas de la evoluciónhubieran sido escritos de antemano, desde losorígenes.Pero otra pregunta vuelve aquí. Si laevolución de la materia hacia la vida y laconciencia es buena muestra de un orden, ¿dequé orden se trata?Señalo que si el azar tiende a destruir elorden, la inteligencia se manifiesta, alcontrario, por la organización de las cosas,por la introducción de un orden en el caos.Concluyo, por lo tanto, al observar lapasmosa complejidad de la vida, que eluniverso es «inteligente»: una inteligenciaque transciende lo que existe en nuestroplano de realidad ordenó (en el instanteprimordial de lo que llamamos la Creación)la materia que ha dado origen a la vida.Una vez más: ¿cuál es la naturalezaഊ profunda del «orden», de la inteligencia quese percibe en todas las dimensiones de loreal?I. B.—Para responder, es precisoreflexionar más profundamente sobre lo quellamamos azar.A lo largo de las páginas anteriores,hemos visto que la aventura de la vidaproviene de una tendencia universal de lamateria a organizarse espontáneamenteen sistemas cada vez más heterogéneos. Elmovimiento se dirige desde la unidad haciala diversidad, creando orden a partir deldesorden, elaborando estructuras deorganización cada vez más complejas.Pero, ¿por qué la naturaleza produce orden?

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No se puede responder si no se recuerda esto:el universo parece haber sido reguladominuciosamente con el fin de permitir laaparición de una materia ordenada, de la vidadespués y, por fin, de la conciencia. Si lasleyes físicas no hubieran sido en rigor lo queഊ son, entonces, como subraya el astrofísicoHubert Reeves, «no estaríamos aquí paracontarlo». Mejor aún: si en un principioalguna de las grandes constantesuniversales —por ejemplo, la constante degravitación, la velocidad de la luz o laconstante de Planck— hubiera sido sometidaa una ínfima alteración, el universo nohabría tenido ninguna posibilidad dealbergar seres vivos e inteligentes; inclusoes posible que él mismo no hubiera aparecidojamás.Este ajuste, de una precisión vertiginosa,¿está hecho de puro «azar» o proviene de lavoluntad de una Causa Primera, de unainteligencia organizadora que transciendenuestra realidad?¿ AZAR O NECES I DAD?G. B.—Después de recorrer el largocamino de la vida, desde las primerasmoléculas orgánicas hasta el hombre, he-nosaquí, confrontados de nuevo con unaഊ pregunta inevitable: la evolución cósmicaque ha conducido hasta el hombre, ¿es purofruto del azar, como pensaba el biólogoJacques Monod, o bien se inscribe en ungran propósito universal, cada elementodel cual habría sido calculadominuciosamente? ¿Hay un ordensubyacente detrás de lo que, sincomprenderlo, llamamos el azar?J. G.—Para responder a esta pregunta,debemos ir hacia el azar profundo, el delenigma y los misterios. ¿Cuál es el signi-ficadode lo que se llama, sencillamente, elorden de las cosas?Tomad un copo de nieve. Ese pequeñoobjeto obedece a leyes matemáticas yfísicas de una sutileza sorprendente, que danlugar a figuras geométricas ordenadas,aunque todas diferentes entre sí: cristales ypolicristales, agujas y dendritas, plaquetasy columnas, etc. Lo más asombroso es quecada copo de nieve es único en el mundo.ഊDespués de haber flotado en el vientodurante una hora, es sometido a toda clase

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de condiciones (tales como temperatura,humedad, presencia de impurezas en laatmósfera) que inducirán una figuraespecífica: la forma final de un copocontiene la historia de todas las condicionesatmosféricas que ha atravesado. Lo que mefascina es que en el corazón mismo del copode nieve recobro la esencia de un orden: unequilibrio delicado entre fuerzas deestabilidad y fuerzas de inestabilidad; unainteracción fecunda entrefuerzas a escala humana y fuerzas aescala atómica. ¿De dónde vi ene est eequi l i bri o? ¿Cuál es el ori gen de eseorden, de esa simetría?1. B.—Para encontrar una respuesta,vamos a descender un poco más en l oi nf i ni t ament e pequeño. Mi r emos l o quesucede en el ni vel del át omo. Elcomport ami ent o de l as part í cul asഊ element al es parece desordenado,aleatorio, i mprevisible. En fí si cacuánt i ca no exi st e, en efect o, ni ngúnmedi o de predeci r acont eci mi ent osi ndi vi dual es o si ngul ares. Imagi nemosque encerr amos un ki l o de r adi o en unacámar a acor azada y que, mi l sei sci ent osaños después, vol vemos para ver l o queha pasado. ¿Encont raremos i nt act onuest ro ki l o de radi o? En absolut o: l amit ad de l os átomos de radi o habrádesaparecido, según el proceso bi enconocido de desint egración radioactiva.Los físicos dicen que la «semivida», operíodo del radio, es de mi l sei sci ent osaños, el t i empo que necesi t a l a mi t ad del os átomos de un bloque de radio paradesintegrarse.Aquí , una pregunt a: ¿podemosdet ermi nar qué át omos de radi o van adesi nt egrarse? Mal que l es pese a l osdefensores del det ermi ni smo, no t enemosഊ ni ngún modo de saber por qué tal átomose desintegra en l ugar de t al otro.Podemos predeci r cuánt os át omos van adesi nt egrarse pero somos i ncapaces dedecir cuáles: ninguna ley física permitedescribir el proceso de selección. Lateoría cuántica puede describir con unaprecisión muy gr ande elcompor t ami ent o de un gr upo de

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par t í cul as , pero cuando se t rat a de unapart í cul a individual no puede adelantarmás que probabilidades.J. G. —Es un ar gument o de peso, per ono merma mi convi cci ón. ¿Hast a quépunt o l o que nos parece al eat ori o en unci ert o ni vel no apar ece ordenado en unni vel superi or? Vol vi endo a l o quedecí amos, t engo l a i mpresi ón de que elazar no exi st e: l o que l l amamos azar noes si no nuest ra i ncapaci dad paracomprender un grado superior de orden.G. B.—Ahí encontramos las ideas del físicoഊ inglés DavidBohm, para qui en l osmovi mi ent os de l as mot as de pol vo en unrayo de sol no son al eat ori os más que enapari enci a: baj o el desorden vi si bl e del os fenómenos exi st e un orden profundo,de un grado infinitamente elevado, quepermitiría explicar lo que nosotrosinterpretamos como fruto del azar (3).Recordemos, por ejemplo, un célebreexperimento de física: el de las «dobl esrendij as». El di sposi ti vo es de una gransimpli cidad. Se col oca una pant al l a, condos perfor aci ones vert i cal es en formade rendi j a, ent re una pl aca fot ográfi ca yuna fuent e l umi nosa que enví a f ot ones,es deci r , gr anos de l uz, haci a l apantalla. Al proyectar una a una laspartículas luminosas hacia las rendij as nopodemos deci r qué rendija atravesarácada partícula, ni exactamente dónde cadapartícula alcanzará la placa fot ográfi ca.Desde ese punt o de vi st a, l osഊmovi mi ent os y l a trayectori a de cada unade l as partículas lumi nosas son al eatoriose imprevisibles.Si n embargo, al rededor de un mi l l arde di sparos después, l os fot ones no dej anuna mancha al eat ori a sobre l a pl aca foto-gráfica. El conj unt o de part í cul as quefueron envi adas por separado formaahora una fi gura perfect ament eordenada, bi en conoci da por el nombrede franj as de i nt erferenci as. En con-junt o, est a fi gura era perfect ament eprevisi bl e. Di cho de ot ro modo, elcar áct er «al eat or i o» delcompor t ami ent o de cada partículaaislada encubría, de hecho, un grado muyelevado de orden que no podíamos interpretar.

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J. G. —Est e experi ment o refuerza mii nt ui ci ón pri mera: el uni verso noconti ene azar si no di versos grados deorden cuya j erarquí a nos t oca desci frar.Con mi s col egas de l a Academi a deഊCi enci as, t r abaj é en un l i br o sobr e l at ur bul enci a, sobr e ciertos fenómenoscaóticos, como un remolino en el agua olas vol ut as de humo en el ai r e encal ma. Apar ent ement e, es osmovi mi ent os son, a l a vez,i ndescri pt i bl es e i mprevi si bl es; pero, encont ra de l o esperado, det rás de l osdesagües t urbul ent os o en l osmovi mi ent os azarosos del humo se not auna especie de coerción: de algún modo,el desorden se encuentra canalizado dentrode los motivos construidos sobre un mismomodel o subyacent e, al que l osespeci al ist as del caos han dado el bonitonombre de «atractor extraño».G. B. —Una preci si ón: el at ract orext raño exi st e en el «espacio de fases»,es deci r, en el espacio que conti ene t odasl as informaciones di námi cas, todas l asvari aciones posibl es de un s i s t emamecáni co. ¿Un ej empl o de at r act orഊ el ement al ? Un punt o f i j o del que es t ás uspendi da una bol a de acer o. Ést apuede despl azarse en el ext remo delhi l o, pero según una órbita precisa, de l aque a nuest ra bol a l e sería di fícilapart arse. En el espaci o de f ases, t odasl as t r ayect or i as veci nas est án comoat r aí das por l a ór bi t a de r ot aci ón: és t aes el at r act or ext raño del si st ema.Ahora bi en, l o que es ci ert o para un si s-tema senci l l o t ambi én l o es par a l ossi st emas compl ej os: en el l os exi st enat ract ores ext raños que ordenan enprofundi dad su comportamiento.B.-----A escala macroscópica, la presencia deestructurasque caracterizan al universo sigue siendo, apesarros conocimient os, un mi sterio.Tomemos l a cuestión , de l ahomogenei dad de l as gal axi as. Launi f or mi dad y i s ot r opí a en l aഊ di st r i buci ón de l a mat er i a sonpasmosas; r ecordemos que el t amaño deluni verso observabl e es del orden de 10cent í met ros. A est a escal a, l a mat eri a

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t i ene una densi dad uniforme, que se puedemedir con una precisión del orden de10 No obst ant e, a escal as i nferi ores,el uni verso dej a de ser homogéneo: est áconst i t ui do por mont ones de gal axi asque cont i enen ot r as gal axi as que, a suvez, est án compuest as de est rel l as, et c.Ahora bi en, ¿cómo l a het erogenei dadque rei na a pequeña escal a ha podi doengendrar a gran escal a un orden tanelevado?J. G.—Si un orden subyacent egobierna l a evoluci ón de lo real , esimposibl e sost ener, desde un punt o devista ci entí fico, que l a vi da y l ai nt el i genci a han apareci do en el uni versodespués de una seri e de accident es, deacontecimi entos al eatorios sin ningunaഊ finalidad. Al contrario, al observar la naturalezayl as leyes que se desprenden de ella, meparece que el universo ent ero tiendehacia la conci enci a. Mejor aún: en suinmensa compl ej idad y a pesar de susapari enci as hostil es, el uni verso est áhecho par a engendr ar vi da, conci enci ae i nt el i genci a. ; Por qué? Porque,paraf raseando una cél ebr e ci t a,«mat eri a si n conci enci a no es más quer ui na del uni ver so». Si n nos ot ros, sinuna conci enci a que dé t est imoni o de sí,el uni verso no podría existir: nosotrossomos el universo mismo, su vida, suconciencia, su inteligencia.G. B. - - Rozamos aquí el gr anmi st er i o. Recor demos que t oda l areal i dad descansa sobre un pequeñonúmero de const ant es cosmol ógi cas:menos de qui nce. Son l a const ant e degr avi t aci ón, de l a vel oci dad de l a l uz,del cer o absol ut o, l a const ant e deഊ Pl anck, et c. Conocemos el val or de cadauna de ellas con una notable precisión.Ahora bien, a poco que hubi era si domodifi cada una sol a de esas const ant es,el uni verso —al menos, t al como l oconocemos— no hubi era podi doaparecer. Un ej empl o cont undent e loproporci ona l a densidad i ni ci al deluniverso: a poco que esta densidadhubiera sido desviada del valor críti coque mant i ene desde l os 10 -35 segundos

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después del bi g bang, el uni verso nohubiera podido constituirse.I. B.—Hoy, la relaci ón entre l adensi dad del universo y l a densi dadcrí ti ca ori gi nal es del orden de 0, 1; ahorabi en, est a relación estuvo i ncreí blement ecerca de 1 en el momento muy l ej ano alque nos remont amos: l os 10 " segundos.Un i nst ant e después del bi g bang, l adesvi aci ón con respect o al umbral críticofue extraordinari ament e pequeña (delഊ orden de 10 -40), de modo que eluni verso se «equi l i br ó» j ust o después desu nacimiento.G. B.—Lo que permitió eldesencadenamiento de todas las fases quesiguieron. Otro ejemplo de est e fant ásti coajust e: si aument áramos apenas en ununo por ci ent o l a i nt ensi dad de la fuerzanuclear que controla la cohesión del núcleoatómico,supri mi rí amos cual qui er posi bi l i dadde que l os núcl eos de hi drógenopermaneci eran l ibres: éstos secombi narí an con ot ros prot ones yneut rones para formar núcl eos pesados.Ent onces, al no exi s t i r el hi dr ógeno,no podr í a combi nar s e con l os át omosde oxí geno para produci r el aguai ndi spensabl e para el naci mi ent o de l avi da. Por el cont rari o, si di smi nui mosl i gerament e esa f uerza nucl ear, l afusi ón de l os núcl eos de hi drógeno seഊ hace ent onces i mposi bl e. Si n fusi ónnucl ear, no hay soles, no hay fuentes deenergía, no hay vida.I. B.—Lo que es cierto para la fuerzanuclear lo es también para ot rosparámet ros, como l a fuerzael ect romagnét i ca. Si l a aument áramosmuy l i gerament e, int ensi fi carí amos l arel aci ón ent re el el ect rón y el núcl eo;ent onces, no serí an ya posi bl es l asr eacci ones quí mi cas que r esul t an de l at r ansf er enci a de el ect r ones a ot rosnúcl eos. Una gr an cant i dad deel ement os no podr í a f or mar s e, y en ununi ver s o así l as mol écul as de ADN notendrían ninguna posibilidad de aparecer.¿Otras pruebas del perfecto aj uste denuest ro uni verso?: la f uer za de l agr avedad. Si hubi er a si do apenas un

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poco más débi l en el moment o de l aformaci ón del uni verso, l as pri mi t ivasnubes de hi drógeno nunca habrí an podidoഊ condensarse y al canzar el umbr al crí t i code l a fusi ón nucl ear: l as est r el l as nuncase habrí an encendi do. En el casocont rari o, apenas serí amos más fel i ces.Una gravedad más fuert e habrí aconduci do a un verdadero«desbocami ent o» de reacci onesnucl eares: l as es t r el l as s e habr í anabr az ado f ur i os ament e y habr í anmuer t o t an depr i s a que l a vi da nohabr í a t eni do t i empo de desarrollarse.En realidad, cualesquiera que sean losparámetros considerados, l a concl usi ónes si empr e l a mi sma: si se modi fi ca suval or, por poco que sea, supri mi moscual qui er posi bi l i dad de ecl osi ón de l avi da. Las const ant es fundament al es de l anat ural eza y l as condi ci ones i ni ci al esque han permi t i do l a apari ci ón de l a vi daparecen, pues, ajust adas con unapreci si ón vert i gi nosa. Un úl t i mo dat o. Sil a t asa de expansi ón del uni ver so hubieraഊ experimentado al comienzo una desviación delord e n d e 1 0 4 0 l a ma t e r i a i n i c i a l s eh a b r í a d e s p a r r a ma d o por el vací o: eluni ver s o no habr í a podi do dar a l uz al as gal axi as, a l as est r el l as y a l a vi da.Par a dar una i dea de l a i nconcebi bl efi nura con l a que parece haber si doaj ust ado el universo, es suficienteimaginar la proeza que debería realizar unj ugador de gol f que, desde l a Ti erra,consi gui ese met er l a pelota en un agujerosituado en el planeta Marte (10).J. G.—Esas cifras no hacen sinoreforzar mi convicción: ni l as gal axi as ysus mil es de mi ll ones de est rel l as, ni l ospl anet as y l as formas de vi da queal bergan, son un acci dent e o una simpl e«fl uct uaci ón del azar». No hemosapareci do así como así, un buen díacualqui era, porque un par de dadoscósmi cos hayan caído bien. Dejemos esopara quienes no qui eren afrontar la verdadഊ de las cifras_I. B.—Es cierto que el cálculo deprobabilidades aboga en f avor de ununi ver so or denado, mi nuci os ament e

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r egul ado, cuya existencia no puede serengendrada por el azar. Sin duda, l osmat emát i cos no nos han cont ado t odaví at oda l a hi st ori a del azar: i gnoran i ncl usol o que es. Pero han podi do l l evar a caboci ert os experi ment os graci as aordenadores que generan númer osal eat or i os . A par t i r de una r egl ader i vada de l as sol uciones numéri cas alas ecuaci ones al gebrai cas, se han pro-gramadomáqui nas para produci r azar.En nuest ro caso, l as l eyes deprobabi l i dad i ndi can que esosordenadores deberí an est ar cal cul andodurant e mil es y mi l es y mi l es de mi ll onesde años —es deci r, durant e un perí odocasi i nfi ni t o—, ant es de que pudi eseaparecer una combi naci ón de númerosഊ comparable a la que ha permitido laeclosión del universo y de la vida. Di chode ot r o modo, l a pr obabi l i dadmat emát i ca de que el uni ver s o ha yas i do engendr ado por azar espr áct i cament e nula.J. G.—Estoy convencido de ello. Si eluniverso existe t al como lo conocemos espara permitir que se desarrollen la vida yla conciencia. En cierto modo, nuestraexistencia fue minuci osamente programadadesde el principi o, en el Ti empo dePlanck. Todo lo que hoy me rodea, desdeel espectáculo de las est r el l as hast a l osár bol es que ador nan el j ar dí n deLuxemburgo, todo eso ya existía engermen en el minúsculo universo de loscomi enzos: el universo sabía que elhombre ll egarí a en su momento.G. B. —Aquí encont r amos el«pr i nci pi o ant rópi co», que emi t i ó en1974 el as t r of í s i co i ngl és Br andonഊCar t er , par a qui en, en efect o, «resul t aque el uni verso se encuent ra, exac-tament e, con l as pr opi edades necesar i aspar a engendr ar un ser capaz deconciencia y de inteligencia».Consecuentemente, l as cosas son l o queson si mpl ement e porque no habrí an po-dido ser de ot ra manera: en l a real i dadno hay si t io para un universo diferente delque nos ha engendrado.I. B.—Salvo si aceptamos la idea deque existe, a los lados de nuest ro

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universo, una i nfi nidad de ot rosuniversos «paral el os», que present andi ferenci as más o menos i mport ant es conel nuest ro. Pero ya vol veremos en det al l esobre el l o más adelanteJ. G. —Si , efect i vament e, no hay si t i opara ot ro uni verso que aquél en el quevi vi mos, el l o qui ere deci r, una vez más,que un orden impl í cit o, muy profundo ei nvi si bl e, est á manos a l a obra por debajoഊ del desorden explícit o que se mani fi estacon tanta generosidad. La naturalezamodela en el mismo caos l as formascompl i cadas y al t ament e organi zadas del o vi vi ent e. En oposi ci ón a l a mat er i ai nani mada, el uni ver s o de l o vi vi ent e secaract eriza por un creci ent e grado deorden: mi ent ras que el uni verso fí si co sedi ri ge haci a una ent ropí a cada vez másel evada, l o vi vi ent e va de al gún modoa cont r acorriente y crea mucho más orden.Por consi guiente, es preciso querevaluemos el papel de lo que l l amamos«azar ». Jung sost ení a que l a apari ci ón de«coi nci denci as si gni fi cati vas» i mpli cabanecesari ament e l a exi st enci a de unpr i nci pi o expl i cat i vo que debí a serañadi do a l osconceptos de espacio, detiempo y de causalidad. Este granprincipio, llamado principio desincronicidad, se funda en un ordenuniversal de comprensión,ഊ complementario de la causalidad. En elorigen de la Creación, no hayacontecimiento aleat ori o al guno, no hayazar, si no un gr ado de orden i nfi ni t a-mente super i or a t odo l o que podemosi magi nar : or den supremo que regul a l asconst ant es fí si cas, l as condi ci ones i ni -ciales, el comportami ento de los átomos yla vida de l as est rel l as. Pot ent e, l ibre,i nfinit ament e existent e, mist eri oso,i mplícito, invisible, sensible, está ahí,eterno y necesari o detrás de losfenómenos, muy lejos sobre el universo ypresente en cada partícula.De este modo, la realidad —tal como laconocemos— parece el fruto de un ordentranscendente que subtiende su aparición ysu desarrollo.Pero, ¿qué es lo real? ¿Qué constituye el

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mundo físico que nos rodea? La concepciónmecanicista del universo que propone la físicade Newton se funda en la idea de que laഊ realidad comprende dos cosasfundamentales: objetos sólidos y un espaciovacío. En la vida cotidiana esta concepciónfunciona sin fallos: los conceptos de espaciovacío y de cuerpos sólidos formaníntegramente parte de nuestra manera depensar y de aprehender el mundo físico. Elámbito cotidiano puede así ser visto comouna «región de dimensiones medias» endonde las reglas de la física clásica continúanaplicándose.Ahora bien, todo cambia si dejamos eluniverso de nuestra vida diaria y nossumergimos en lo infinitamente pequeño enbusca de sus fundamentos últimos. Hastaprincipios de siglo, gracias al descubrimientode las sustancias radiactivas, no fue posiblecomprender la verdadera naturaleza de losátomos: no eran bolas indivisibles demateria, sino que estaban compuestas departículas aún más pequeñas. En la líneade los experimentos de Rutherford, lasഊ investigaciones de Heisenberg y de losfísicos cuánticos han mostrado que loselementos constituyentes de los átomos —electrones, protones, neutrones y lasdecenas de otros elementos infranucleares quefueron descubiertos más tarde— nomanifiestan ninguna de las propiedadesasociadas a los objetos físicos. Las partículaselementa-l es no se comport an de ni ngunamanera como part i cul as «sólidas»:parecen conducirse como entidades abstractas.¿De qué se trata?Para intentar saberlo, debemos abandonarnuestro mundo, sus leyes y sus certidumbres.Y admitir entonces que el universo no sóloes más extraño de lo que pensamos, sinomucho más extraño aún de lo que podemospensar (1).EN BUSCA DE LA MATERIAJ. G.—Hace ahora casi un siglo queentramos en la era cuántica: ¿en qué pone enഊ tela de juicio esta nueva concepción nuestracomprensión de los objetos que nos rodean adiario? Recobremos el ejemplo de la llave.Lo que hemos aprendido nos obliga en losucesivo a admitir que se trata de una llave

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hecha de entidades que pertenecen a otromundo: el de lo infinitamente pequeño, eldel átomo y las partículas elementales. Pero,¿cómo hacer coincidir la evolución de nuestrosconocimientos teóricos con la experienciaque nos llega de la realidad de todos losdías? Todo lo que la física cuántica me haenseñado sobre esta llave no me impidesentirla, en efecto, como un «objeto»material, cuyo peso y consistencia experi-mentoen el hueco de la mano. Pero eso noes más que una ilusión en el teatro de larealidad. ¿Qué hay, por lo tanto, más allá desu sustancia sólida? Antes de dejar la palabraa la ciencia de hoy, querría volver a dosgrandes pensadores que han respondido a estapregunta, cada uno a su manera: el primeroഊ se llama Bergson.Ci ert o dí a del mes de mayo de 1921deci dí acudi r a l a Academia de CienciasMorales y Políticas. Allí, por primera vez,encontré —más bien, contemplé de lejos, enel claroscuro de una sala que olía a cera y amadera vieja— a Bergson. De ese primerencuentro, hoy me quedan dos cosas: undibujo de su rostro, cuyo perfil bosquejédeprisa y corriendo; y, más allá de laimagen, l a huella profunda, imborrabl e,de su pensamiento. Aquel dí a me dicuenta de que él tenía una visiónpuramente espiritual de la materia. Paracomprenderla bien,hay que recordar lo que escribió en 1912a un jesuita, el padre de Tonquédec.«Las consideraciones expuestas en miensayo Materia y memoria rozan, así loespero, la realidad del espíritu. De todo ellose desprende naturalmente la idea de unDios creador y libre generador de la materia yഊ de la vida.»- ¿Cómo llegó a una certidumbre así?Nada menos que apoyándose en la idea deque en el origen del universo hay unimpulso de pura conciencia, una ascensiónhacia lo alto que, en cierto momento, seinterrumpe y «cae». Esta caída de laconciencia divina es lo que ha engendrado lamateria tal como la conocemos. Nada hayde sorprendente, entonces, en que estamateria tenga una memoria «espiritual»,ligada a sus orígenes.Ahora, unas palabras sobre un segundo

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personaje, que también ha contado muchoen mi vida: el padre Teilhard de Chardin.Fue compañero de mi tío Joseph, quiensiempre me habló de él. Un día de 1928,acabé por encontrarlo durante un retiro.Estaba del todo en esa primera aparición,impregnado de la gravedad que no leabandonó jamás. Se ha dicho y escritomucho sobre este gran pensador, pero —a pesarഊ de lo que equivocadamente se piensa— loesencial de su filosofía se manifiestamenos en la visión que tenía de la evoluciónbiológica que en la idea completamentepersonal que se hacía de la materia. Esa ideale fue impuesta bruscamente cuando teníasiete años. Cierto día rozó con su mano deniño la reja de un arado; en un relámpago,captaría lo que era el Ser: algo duro, puro ypalpable. Y en el momento en que susdeditos se posaron sobre el frío y liso acerodel apero, su madre comenzó a hablarle deJesucristo. Entonces, los dos extremos delSer, la materia y el espíritu, esos dos polosque se suele oponer la mayoría de las veces,se unieron para siempre en el niño.Hoy deseo dar l a razón a Bergson y aTei l hard; como ellos, estoy tentado decreer que la materia está hecha de espí ri t uy que, por l o t ant o, nos conducedi rect ament e a l a contemplación de Dios.Sesenta años después de los grandesഊ descubrimientos de la teoría cuántica, micreencia en la «espiri t ual i dad» de l amat eri a, o i ncl uso en l a mat eri al i dad delespíritu, está objetivamente fundada?¿Es que nuestros conocimientos másactuales sobre la materia nos conducen,científicamente, hacia el espíritu? Comen-zamosa comprender que puede haberrespuestas a estas preguntas: es en elcorazón de la materia, en su intimidad másprofunda, donde debemos buscarlas.G. B.—Partamos de algo visible: unagota de agua, por ejemplo. Está compuestade moléculas (alrededor de miles y miles demillones), cada una de las cuales mide 10 -9metros. Penetremos ahora en esasmoléculas: descubriremos allí átomos máspequeños, cuya dimensión es de 10 - 10metros. Continuemos nuestro viaje. Cadauno de estos átomos está compuesto de un

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núcleo todavía más pequeño (10 -14 metros)y de electrones que «gravitan» a su alrededor.ഊ Pero nuestra exploración no se detieneaquí. Un nuevo salto, y estamos en elcorazón del núcleo: esta vez encontramosuna multitud de nuevas partículas (losnucleones, los más importantes de los cualesson los protones y los neutrones), de unapequeñez extraordinaria, puesto quealcanzan la dimensión de 10 -15 metros.¿Hemos llegado al final de nuestro viaje?¿Se trata de la última frontera, más allá dela cual no hay nada? De ningún modo.Hace una veintena de años se descubrieronunas partículas todavía más pequeñas, loshadrones, compuestas a su vez de entidadesinfinitesimales, los quarks, que alcanzan elinimaginable «tamaño» de 10 - 18 metros.Después veremos por qué estas partículasrepresentan una especie de «murodimensional»: no existe ninguna magnitudfísica más pequeña de 10 -metros.I. B.—Volvamos a nuestra llave. Enഊ primer lugar, ahora estamos seguros de queestá hecha de vacío. Un ejemplo nos permi t i rácomprender mej or que el uni versoent ero est é esencialmente compuesto devacío. Imaginemos que nuestra llave crecehasta alcanzar el tamaño de la Tierra. A esaescala,los átomos que componen la llavegigante tendrían apenas el tamaño de cerezas.Pero hay aquí al go más sorprendenteaún. Supongamos que cogemos con lamano uno de esos átomos del tamaño deuna cereza. Por más que lo examinemos,incluso con ayuda de un microscopio, nosserá absolutamente imposible observar elnúcleo, demasiado pequeño a esa escala. Enrealidad, para ver algo sería necesario denuevo cambiar de escala. Por lo tanto, lacereza que representa a nuestro átomocrece hasta convert i rse en un enormegl obo de dosci ent os met ros de al t o. Apesar de est e i mpresi onant e t amaño, elഊ núcl eo de nuest ro átomo no será sinembargo más grueso que una minúscul amota de polvo. Eso es el vacío del átomo.G. B.—Detengámonos en este temadesconcertante: la paradoja de una multitudde elementos que desembocan finalmenteen el vacío, en lo inaprensible. Para

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comprenderla, supongamos que quiera contarlos átomos de un grano de sal. Y supongamostambién que sea lo suficientemente rápidocomo para contar mil millones de átomospor segundo. A pesar de esta notablehazaña, necesitaría más de cincuenta siglospara realizar el censo completo de lapoblación de átomos que contiene eseminúsculo grano de sal. Otra imagen: sicada átomo de nuestro grano de sal tuvierael tamaño de una cabeza de alfiler, elconjunto de átomos que componen el granode sal cubriría toda Europa con una capauniforme de veinte centímetros de espesor.J. G.—El número de individuos que ഊ existe dentro de una partícula de materiaestá tan alejado de lo que nuestra imagi-naciónestá acostumbrada a concebir queproduce un efecto comparable a ciertoterror...I. B.—Sin embargo, reina un inmensovacío entre las partículas elementales. Sirepresento el protón de un núcleo deoxígeno por una cabeza de alfiler y lacoloco encima de esa mesa que hay delantede mí, el electrón que gravita a su alredeudordescribe entonces una circunferencia quepasa por Holanda, Alemania y España. Poreso, si todos los átomos que componen micuerpo se juntaran hasta tocarse, no meverían. Ni a simple vista podría alguiencontemplarme: tendría el tamaño de unaínfima mota de polvo de apenas unasmilésimas de milímetro.Durante su alucinante inmersión en elcorazón de la materia, los físicos se dieroncuenta de que su viaje, lejos de pararse enഊ la frontera del núcleo, desemboca enrealidad en el inmenso océano de esaspartículas nucleares que hemos designadoantes con el nombre de hadrones. Todosucede como si, después de haberabandonado el río sobre el que teníamos lacostumbre de navegar, nos encontráramosfrente a un mar sin límites, surcado por olasenigmáticas que se pierden en un horizontenegro y lejano (8).J. G.—Lo cual podría aplicarse también alo infinitamente grande. Si volvemos losojos hacia las estrellas, ¿qué encontramos?Una vez más, el vacío. Un enorme vacíoentre las estrellas y, aún más lejos, a

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millones o a miles de millones de años luzde aquí, el vacío intergaláctico: unainmensidad inconcebible, en la que no seencuentra absolutamente nada, excepto,quizá, un átomo vagabundo, perdido parasiempre en la oscuridad infinita, silenciosa yglacial. Hay como una similitud entre loഊ infinitamente grande y lo infinitamentepequeño.G. B.—Excepto en que si las estrellas sonobjetos materiales, las partículassubatómicas no son pequeñas motas de pol-vo.Más bien son, como hemos visto,tendencias a existir, o también«correlaciones entre observablesmacroscópicos».Por ejemplo, cuando un simple electrónatraviesa una placa fotográfica, deja unaseñal que parece una sucesión de puntitos enforma de línea. Normalmente, tenemostendencia a pensar que esa «pista» resultadel paso de un único electrón sobre la placafotográfica, como si una pelota de tenisrebotase sobre una superficie de tierrabatida. Pues bien, nada de eso. La mecánicacuántica afirma que la relación entre lospuntos que representan un «objeto» enmovimiento es producto de nuestrament e: en reali dad, no existe el supuest oഊ electrón que ha dejado la señal puntual. Entérminos más rigurosos y ajustados a lateoría cuántica, postular que una partículaestá dotada de existencia independiente esuna convención, cómoda sin duda, peroinfundada.J. G.—Pero, ¿qué es lo que deja huellaen la placa fotográfica?G. B.—Para responder, es necesarioque abordemos un nuevo ámbito de lafísica. Los físicos piensan ahora que laspartículas elementales, en vez de objetos,son en realidad el resultado, siempreprovisional, de incesantes interacciones entre«campos» inmateriales.J. G.—Hace una treintena de años queoí hablar por primera vez del concepto decampo. Me parece que esta nueva teoríadesemboca en un enfoque verdadero de loreal. El tejido que forman las cosas, elúltimo sustrato, no es material sinoabstracto: una idea pura cuya silueta sólo esഊ distinguible indirectamente, por un acto

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matemático.A este respecto, observo que la cienciarectora, la que nos hace penetrar en elinterior de los secretos del cosmos, no estanto la física como la matemática, o lafísica matemática. Lo cual es visible en eldestino de dos sabios ilustres que cruzaronvarias veces mi vida: los dos hermanosBroglie. El mayor, el duque Maurice, era antetodo físico; pero su hermano Louis,matemático de formación, hizo másdescubrimientos delante de su pizarra queMaurice en su laboratorio. ¿Por qué? Proba-blementeporque el universo esconde un secretode abstracta elegancia, un secreto en el que lamaterialidad es poca cosa.I. B.—Su intuición se acerca a lassoluciones propuestas por la nueva física.Pero, ¿es posible decir algo más a propósitode ese secreto que, a sus ojos de filósofo, seesconde detrás del universo?ഊ J. G.—Cuando considero el ordenmatemático que aparece en el corazón delo real, mi razón me obliga a decir que lodesconocido que se esconde detrás del cosmoses al menos una inteligenciahipermatemática, calculante y, aunque lapalabra no esté bien, relacionante, es decir,fabricante de relaciones, de modo que esainteligencia debe de ser de tipo abstracto yespiritual.Tras el rostro visible de lo real hay, pues,lo que los griegos llamaban un «logos», unelemento inteligente, racional, que regula,que dirige, que anima el cosmos, y quehace que ese cosmos no sea caos, sino orden.G. B.—Hay que confrontar la descripción deese elemento estructurante que ustedpropone con el modo en que hoy seconciben los campos físicos fundamentales.J. G.—¿Cuál es la naturaleza profunda deesos campos físicos?G. B.—Lo veremos más adelante. Peroഊ antes, creo indispensable delimitar mejorlo que hoy recubre la noción, bastante vagaa fin de cuentas, de partícula elemental.Primero, hay que saber que, en el mundoatómico, no hay en total más que cuatropartículas estables: el protón, el electrón, elfotón y el neutrón. Existen centenares deotras partículas, pero son infinitamentemenos estables: se desintegran casi

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instantáneamente nada más aparecer o lohacen al cabo de un tiempo más o menoslargo.J. G.—Un dato me llama la atención:usted dice que existe un centenar departículas, todas diferentes...I. B.—A medida que avanzan lasinvestigaciones, se encuentran sin cesar máspartículas nuevas, cada vez más fun-damentales.En realidad, durante suinmersión en el corazón del núcleo, losfísicos han descubierto el inmenso océanode las partículas nucleares que, desdeഊ entonces, se acostumbra a llamar hadrones.G. B. —Se i mpone una preci si ón: nohay más que t res posibilidades enrelación con lo que está detrás de lafrontera del núcl eo. La pri mera hi pót esi ses que l a carrera haci a l o i nfi ni t ament epequeño puede no t ener fi n. Desde haceuna vei nt ena de años, graci as a l os cadavez más pot ent es acel eradores depart í cul as, l os fí si cos han i denti fi cadouna mul ti tud de part í cul as si empre másfundament al es, más pequeñas, más i nes-tabl es, más inasibl es, de manera queparece existi r un número infinito denivel es sucesivos de realidad. Frent e aesta proli feraci ón vert i gi nosa, que se haacel erado aún más en est os úl t imos años,al gunos i nvest i gadores son hoy presa deuna duda: ¿y si , en el fondo, noexi st i ese ni nguna part í cul a ver dader a-mente «el ement al »? ¿No est arán l aspart í cul as i dent i fi cabl es const i t ui das porഊ part í cul as cada vez más pequeñas, en unproceso de ajuste que jamás tendrá fin?El segundo enfoque, desar rol l ado poruna mi norí a de especi al i st as del núcl eo,se basa en l a i dea de que un dí a l l ega-remos a encont r ar el ni vel f undament alde l a mat er i a, una especi e de «fondorocoso», const i tui do por partí cul asi ndi vi sibl es, más al l á de l as cual es seráabsol ut ament e i mposi bl e encontrar nadamás.Queda, por fi n, l a t ercera hi pót esi s:en est e úl t i mo ni vel , l as part í cul asi dent i fi cadas como fundament al es serí ana l a vez el ement al es y compuest as. Enest e caso, l as part í cul as est ar í an

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const i t ui das por el ement os, per o est osel ement os s erí an de l a mi sma nat ural ezaque el l as. Por poner un ej empl o: t odosucede como si , al cort arl a en dos, unat art a de manzana proporci onara dosnuevas t art as de manzana ent eras,ഊ absol utament e idénticas a la t art aori ginal. Se hi ciera l o que se hi ciera, eneste caso sería imposible obtener dos mediastartas.Este tercer enfoque es el que parececonseguir l a adhesi ón de la mayorí a delos físi cos nucl eares; en especi al, hapermiti do diseñar la teoría de los quarks (1 ).J. G. —A pesar de t odo, cual qui era quesea el enfoque que se adopt e, l ai nmersi ón en el cor azón de l a mat eri apresent a aspectos desconcertantes. Por eso elfilósofo debe plantearseuna preguntasencilla: ¿cuál es hoy la partícula máselemental, las más fundamental, que el físicoha puesto de manifiesto?G. B. _ Parece que esa ent idad últ imaha si do al canzada, al menos por la teoría,con lo que los físicos, no sin picardía, hanbautizado como quark. ¿Por qué? Porqueesas part í cul as exist en en grupos de t res,i gual que l os famosos quarks i nvent adosഊ por James Joyce en su novel a FinnegansWake. Para desc ubr i r l os ,s ume r j á monos e n e l c o r a z ón d e lnúc l e o: a l l í encont r ar emos a l oshadr ones , hoy bi en i dent i f i cados , quepart i ci pan en t odas l as i nt eracci onesconoci das. Ahora bi en, est as part í cul asparecen descomponerse, a su vez, enent i dades más pequeñas: los quarks.Con los quarks comi enza el ámbit o dela abstracci ón pura, el r ei no de l os s er esmat emát i cos. Hast a ahor a no ha si doposible comprobar la dimensión física delos quarks: mediante i nnumerabl esexperimentos de l aboratori o, han sidobuscados por t odas part es en l os r ayoscósmi cos, pero nunca han si doobservados. En resumen, el model o delquark descansa sobre una especi e deficción mat emática que, curiosament e,tiene l a ventaja de funcionar.I. B.—La t eoría de esta partícul aഊ hipotética fue propuesta por vez pri meraen 1964 por el fí si co Murray Gel l -Mann.

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Según el l a, t odas l as part í cul as hoyconoci das resul t arí an de l a combi naci ónde al gunos quar ks f undament al es ,di f er ent es unos de ot ros. Lo mássorprendent e es que l a mayor part e del os fí si cos acept a hoy l a i dea de que l osquarks serán siempre i nasi bl es :per manecer án i r r ever s i bl ement econf i nados «al ot ro lado» de la realidadobservabl e. Por lo tanto, se reconocei mpl í ci t ament e que nuest roconoci mi ent o de l a real i dad est á basadoen una di mensi ón no mat eri al , en unconj unt o de ent i dades si n modos niforma, que t ransci ende el espaci o-t i em-po,cuya «sustancia» no es más que una nube decifras.J. G. _ Eso es una muest ra dedecl aración purament e metarrealista. ¿Notienen esas entidades fundamentales una do-ഊ ble cara? Una, abstracta, estaría enrelación con el ambito de las esencias; otra,concreta, estaría en contacto con nuestromundo físico. En este orden de ideas, elquark sería una especie de «mediador» entrelos dos mundos.G. B.—En apoyo de su intuición,podemos proponer un primer esbozo que,por ahora, parece corresponder muy biencon lo que son los quarks, si es que existen.Hoy comienza a ser conocido en loscírculos de la física por el nombre algomisterioso de «matriz S». ¿De qué se trata?Contrariamente a las teorías clásicas,ésta no se esfuerza por describir el quark ensí mismo sino que permite captar la sombraque arroja en sus interacciones. Desde esepunto de vi st a, l as part í cul as el ement al esno exi st en como obj et os, como entidadessignifi cativas por sí mismas, sino que sonúnicamente perceptibles a través de losefectos que producen. Así, los quarks puedenഊ ser considerados como «estados intermediarios»en una red de interacciones.1. B.—¿Dónde se detendrá, pues, nuestrabúsqueda de los materiales últimos? Quizásobre tres partículas que parecen constituirellas solas todo el universo: el electrón y, asus lados, dos familias de quarks: el quarkU (por up) y el quark D (por down), en losque U y D representan un carácter que los

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físicos han llamado «sabor». Estas tresfamilias parecen garantizar ellas solas toda laprodigiosa variedad de fuerzas, de fenómenos yde formas que se encuentra en la naturaleza.J. G.—En resumen, estamos al final denuestro viaje por lo infinitamente pequeño.¿Qué hemos encontrado en nuestro periploen torno al corazón de la materia? Casi nada.Una vez más, la realidad se disuelve, se disipaen lo evanescente, en lo impalpable: la«sustancia» de lo real no es sino una nube deprobabilidades, humo matemático. Laverdadera cuestión es saber de qué estáഊ hecho ese impalpable: ¿qué hay bajo ese«nada» en cuya superficie reposa el ser?Hemos llegado ya al borde del mundomaterial. Enfrente de nosotros están esasentidades tenues y extrañas que, con elnombre de «quarks», hemos encontrado ennuestro camino. Son los últimos testigos dela existencia de «algo» que todavía se parecea una «partícula». Pero, ¿qué hay más allá?La observación nos enseña que elcomportamiento de los quarks estáestructurado, ordenado. Pero, ¿qué loordena? ¿Qué es esa huella invisible queinterviene por debajo de la materiaobservable?Para responder, vamos a tener queabandonar todas nuestras referencias, todas lasseñales sobre las que se apoyan nuestrossentidos y nuestra razón. Por encima detodo, vamos a tener que renunciar a lacreencia ilusoria en «algo sólido», de lo cualestaría hecho el tejido del universo.ഊ Lo que vamos a encontrar en el caminono es ni una energía, ni una fuerza, sino algoinmaterial, que la física designa con el nombrede «campo».En física clásica, la materia estárepresentada por partículas, mientras que lasfuerzas son descritas por campos. La teoríacuántica, al contrario, no ve en lo real másque interacciones, que son transportadaspor entidades mediadoras llamadas«bocones». Más exactamente, esos bosonestransportan fuerzas y aseguran las relacionesentre las partículas de materiaque la física designa con el nombre de«fermiones ,los cuales, forman los «camposde materia».Por lo tanto, deberemos recordar que la

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teoría cuántica anula la distinción entrecampo y partícula y, al mismo tiempoac entre lo que es material y lo que no lo es.Dicho de otro modo: entre la materia y sumás allá.ഊNo se puede describir un campo más que entérminos de transformaciones de las estructurasdel espacio-tiempo en una región dada; por lotanto, lo que se llama realidad no es otracosa que una sucesión de discontinuidades, defluctuacionesac de contrastes y de accidentesde terreno que, en conjunto, constituyen unared de informaciones.Pero todo consist e en saber cuál es elorigen de tal información...LOS CAMPOS DE LO REALI. B.—Est amos, por fi n, frente a laúltima frontera, la que l i mi t ami st er i osament e l o que l l amamos l ar eal i dad f í si ca. Pero, ¿qué hay más allá?Nada más, sin duda. O, mejor dicho: nadamás de tangible.J. G. —Ahí comi enza el domi ni o delespí ri t u. El soport e físico ya no esnecesario para transportar esainteligencia, ese or den pr of undo queobs er vamos al r ededor nuest r o. Ahor aഊ bien, ese «casi nada», como decía elfilósofo Jankél évit ch, es pr eci sament eeso, l a sust anci a de l o r eal . Per o, ¿dequé se trata?G. B. —Descendamos una vez más al o i nfi ni t ament e pequeño, al corazón del a famosa mat eri a. Supongamos que po-demosi nt roduci rnos en el núcl eo delát omo. ¿Cómo será entonces el«panorama» que percibi remos allí? Lafísica nuclear nos i ndi ca que en ese ni veldebemos encont rar part í cul as de l asl l amadas «el ement al es », en l a medi daen que no exi st e nada más «pequeño»que el l as: l os quarks, l os l ept ones y l osgl uones. Pero, una vez más, ¿de quépast a est án hechas t al es part í cul as?¿Cuál es l a «sust anci a» de un fot ón o deun el ectrón?Hast a medi ados de si gl o, no se suporesponder a una pregunt a as í . Hemospodi do j uzgar más ar r i ba l a pot enci aഊ de esos dos grandes aparat os depensami ent o que son l a rel at i vi dad y l amecáni ca cuánti ca. Ahora bi en, unadescripci ón compl et a de l a mat eri a

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i mpl i caba una fusi ón de est as dost eorí as en un conjunto nuevo. Eso fue,precisamente, lo que una nue-va generación de físicos comprendió haciafinales de los años cuarenta. Así, tras años detanteos y de esfuerzos, apareció lo que sellama la «teoría cuántica relativista de loscampos».J. G.—Lo que, según parece, nos acerca a laconcepción espiritualista de la materia...I. B.—Completamente. En estaperspectiva, una partícula no existe por símisma sino únicamente a través de losefectos que origina. Este conjunto deefectos se llama «campo». Así, los objetosque nos rodean no son otra cosa queconjuntos de campos (campoelectromagnético, campo gravitatorio, campoഊ protónico, campo electrónico); la realidadesencial, fundamental, es un conjunto decampos que interaccionan permanen-tementeentre ellos.J. G.—Pero, en tal caso, ¿cuál es lasustancia de ese nuevo objeto físico?I. B.—En sentido estricto, un campo notiene otra sustancia que la vibratoria; setrata de un conjunto de vibracionespotenciales, a las cuales están asociadasdiferentes clases de «quanta», es decir, departículas elementales. Estas partículas —que son las manifestaciones «materiales»del campo— pueden desplazarse en elespacio e interactuar unas con otras. En unmarco así, la realidad subyacente es el conjuntode campos posibles que caracterizan a losfenómenos observables, los cuales sólopueden ser observados por mediación de laspartículas elementales.J. G.—En resumen, lo que describe lateoría cuántica relativista de los campos noഊ son las partículas como tales, como objetos,sino sus interacciones incesantes, innumerables.I. B.—Lo que quiere decir que no sepuede encontrar el «fondo» de la mat eria,al menos en forma de cosa, de una últimaparcela de realidad. A lo sumo, podemospercibir losef ect os or i gi nados por elencuent r o ent r e esos ser es f unda-mentales,a través de acontecimientosfugitivos, fantasmales, a los que llamamos

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«interacciones».J. G.—Acabamos de atravesar una etapaimportante en el camino que, a través de laciencia, nos conduce a Dios.En efecto, el conocimiento cuántico quetenemos de la materia nos lleva acomprender que no existe nada estable en elnivel fundamental: todo está en perpetuomovimiento, todo cambia y se transformasin cesar, en el curso de ese ballet caótico,indescriptible, que agita frenéticamente laspartículas elementales. Lo que creemosഊ inmóvil revela de hecho innumerablesvaivenes: zigzags, inflexiones desordenadas,desintegraciones o, por el contrario,expansiones. En el fondo, los objetos quenos rodean no son más que vacío, frenesíatómico y multiplicidad. Tengo entre mismanos esta sencilla flor. Algoespantosamente complejo: la danza de milesy miles de millones de átomos —cuyonúmero supera al de todos los posiblesseres que se puedan contar sobre nuestroplaneta, al de los granos de arena de todaslas playas—, átomos que vibran, oscilanalrededor de equilibrios inestables. Miro la flory pienso: en nuestro universo existe algosemejante a aquello que los antiguosfilósofos llamaban «formas», es decir, tiposde equilibrio que explican que los objetosson así porque son así y no de otra manera.Ahora bien, ninguno de los elementos quecomponen un átomo, nada de lo quesabemos sobre las partículas elementales,ഊ puede explicar por qué y cómo existen talesequilibrios. Éstos se apoyan en una causa que,en sentido estricto, no me parece quepertenezca a nuestro universo físico. Lo quevosotros llamáis «campo» no es otra cosaque una ventana abierta sobre un segundoplano mucho más profundo, el divino quizá.En el fondo, nada de lo que podemospercibir es verdaderamente «real », en elsentido que habitualmente damos a estapal abra. En ci ert o modo, nos hemossumergi do en el corazón de una ilusión,que despliega a nuestro alrededor uncortejo de apari enci as, de señuel os quei dent i f i camos con l a real i dad.Todo lo que creemos sobre el espacio ysobre el tiempo, todo lo que imaginamos a

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propósito de la localidad de los objetos yde l a causal i dad de l os acont eci mi ent os,l o que podemos pensar acerca del carácterseparable de las cosas que existen en eluni ver so, t odo eso no es más que unaഊ i nmensa y per pet ua al ucinación, quecubre l a realidad con un velo opaco. Unarealidad extraña, profunda, existe bajo esevelo; una realidad que no est ar í a hechade mat er i a, si no de espí ri t u; un vast opensami ent o que, después de medi osi gl o de t ant eos, l a nueva fí si ca empi ezaa comprender, l o cual nos incit a, comosoñador es que somos, a i l umi nar l anoche de nuest r os sueños conuna nueva l uzI. B.—Estamos alcanzando aquí elnivel fundamental de lo real ,aprehendi endo su sust anci a úl t i ma, l amat eri a de l a que está hecho. Ahora bien,¿qué es esta materia?La real i dad observable no es nada másque un conjunt o de campos. Ahora bi en,en est e punt o, sus refl exi ones a propósi -to de un or den t r ans cendent e adqui er enuna ext r aña i mpor t anci a. En efect o, l osfí si cos comi enzan a perci bi r que l o queഊ caract eri za a un campo es l a si met rí a, o,más exact ament e, l a invariante global desimetría.J. G.—¿Qué quiere decir?G. B. —Ese «orden subyacent e» sobreel que reposa l a naturaleza y del queprovi ene todo lo que vemos es. de hecho,la mani fest aci ón de al go muyi nqui et ant e, hast a ahora t ot al menteinexplicable: la simetría primordial.Supongamos que hacemos gi rar undi sco al rededor de su ej e de rot aci ón.Cual qui era que sea el número de vuel t asque dé, o su vel oci dad, l a si met rí a deldi sco al r ededor de su ej e per manecei nal t er ada. En t ér mi nos más r i gur osos:el di sco est á somet i do a una«i nvar i ant e de af or o». Como demost r a-ronhaci a fi nal es de l os años sesent aal gunos fí si cos especi al ment e audaces ,t oda si met r í a r equi er e l a exi st enci a deun «campo de aforo», destinado a conservar laഊ invariante globaldel di sco a pesar de l ast ransformaci ones l ocal es que sufren

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todos sus plintos cuando gira.J . G. —En r esumen, l o que us t edesl l aman el campo de aforo serí a l o quei mpi de al di sco deformarse y perder asísu simetría original...G. B.—Algo así, trasladado a nuestraescala. Sin embargo, no olvi demos queest amos evocando fenómenos que seproducen en el s eno del mundoext r aor di nar i ament e aj eno de l oinfinitamente pequeño.J. G. —Ant es de i r más al l á, megust arí a compart i r l o que si ent o: unai mpr esi ón de f el i ci dad i nt el ect ualf r ent e a est e concepto de simetría, nuevopara mí. Sé, o mejor dicho, siento des des i empr e que nuest r o uni ver so des cans aen un or den subyacente, en una especi ede equilibrio est ruct ural que ti ene al gode admi rabl e, de bel l o, como puedeഊ t enerl o el caráct er si mét ri co de unobj et o. Por eso espero de l a fí si camoderna que me di ga en qué par t e des u i nt i mi dad l a nat ur al eza es«simétrica».1. B.—Volvamos a los orígenes deluniverso. En resonancia con la fórmulabíblica, podríamos decir que en esetiempo lejano, comprendido ent re l osquince y veint e mil millones de años, erala simetría. Recordemos el big bang: en elTiempo de Planck reina la simetríaabsoluta, que se manifiesta por la pre-sencia, en el naci ent e uni verso, de l aspart í cul as el ement al es denomi nadasgl uones, que evol uci onan de cuat ro encuat ro. Ahora bien, la masa de estosgluones es nula y todos ellos sonrigurosamente iguales, es decir, simétricos.A partir de aquí se puede adelantar lasiguiente hipótesis. Esta simetríaprimordial se quiebra por una repentinaഊ ruptura del equilibrio entre las masas degluones: mientras que sólo uno de losgluones conserva nula su masa (y seconvierte así en el soport e de l a fuerzael ect romagnét i ca), l os t res rest antes, porel contrario, alcanzan una masaextremadamente ele-vada, ci en veces superior a l a delprotón. Así apareció k) que se l l ama l ai nt eracci ón débi l , cuya exi st enci a ya

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hemos mencionado antes (2).J. G.—Si l a simet rí a, es deci r, elperfect o equil i bri o ent re l as ent i dadesori gi nal es, caract eri zaba al uni verso ensus comi enzos, ¿por qué s e quebr ó«es pont áneament e»? ¿Qué sucedió?(3. B. —Nadi e l o sabe, al menost odaví a. Una de l as expl icaciones,propuesta por el físico Peter Higgs, es queexisten «part í cul as-f ant asma», t odaví ai ndet ect abl es, cuyo papel ha consi st i doen quebrar l a simetría que rei naba ent reഊ l os quant a originales.J. G. —Al go así como una bol a querueda ent re un conj unto ordenado de bolos...G. B.—Exactamente. Y uno de losdesafíos de la física del fut uro consi st i ráen poner de mani fi est o esas part í cul as-fantasma, medi ante el uso deacel eradores de part ícul as sufi ci entementepotentes.J. G. —De t odos modos, me al egro deret ener l o esenci al : el uni verso-máqui na,el uni verso granul ar, compuest o de ma-teri a i nert e, no exi st e. Lo real est ásubt endi do por campos, el pri mero de l oscual es es un campo pri mordi al ,caract eri zado por un est ado desupersi met rí a, un est ado de orden y deperfección absolutos.¿Os asombraría si concluyo que est eestado de perfecci ón, que l a ci enci a si t úaen l os orí genes del uni ver so, me par ecepropio de Dios?ഊ I. B. —Su concl usi ón requi ere unaevocaci ón más afi nada de aquel l o quepone pr eci sament e punt o fi nal aldet ermi ni smo mecanicista y a todo enfoquematerialista de lo real.Ya sabemos que en sentido estricto laspartículas element al es no exi st en, que noson más que mani fest aci ones provi -sional es de campos inmat eri al es. Lo cualnos obli ga, por consi gui ent e, ar esponder a est a pr egunt a: ¿son l oscampos l a úl t i ma real i dad? ¿Sonent i dades aj enas e i nmersas en l a geo-metrí a? O, ¿no son, por el cont rari o,ot ra cosa que l a propi a geometría?En r eal i dad, de t odo l o que pr ecedese despr ende que el espaci o y el t i empono t i enen ni nguna cl ase de exi st enci a i n-dependiente

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y son, a su vez, proyeccionesligadas a los campos f undament al es. Enot r as pal abr as, l a i magen de un espaci ovací o que si r ve de es cena al mundoഊmat er i al no t i ene más sent i do que l a deun t i empo abs ol ut o donde nacen y s edesarrol l an fenómenos en el curso deuna cadena i nmut abl e de causas y efectos.J. G. —Resumi endo: l os campos sonl os verdaderos soportes de lo que yo hellamado el espíritu de realidad. Sinembargo, l as refl exi ones que hemosmant eni do dej an i nt act a l a pregunta: ¿dequé están constituidos estos campos?G. B. —En primer l ugar, hemos vi st oque el vacío no exi st e: no hay ni ngunar egi ón del es paci o- t i empo donde no s eencuent r e «nada »; por t odas par t esencont r amos campos cuánti cos más omenos fundament ales. Más aún: estevacío es el t eat r o de acont eci mi ent ospermanent es, de fl uct uaci onesi nces ant es, de vi ol ent as «t empest adescuánt i cas », en cuyo t ranscurso se creannuevas ent i dades i nfra-at ómi cas que sondestruidas casi inmediatamente.ഊ I. B.—Hay que subrayar que est aspart ícul as vi rtuales, engendr adas por l oscampos cuánt i cos, son al go más queabstracciones; por muy fant asmal es quesean, sus efect os existen en el mundofí si co ordi nari o y son, por consi gui ent e,mensurables.J. G. —Si l os seres cuánt i cos songenerados por campos f undament al es,si —di cho de ot r a maner a— pr ovi enendelvacío, ¿qué es la realidad fundamentalsino «algo» cuyo tejido no es otra cosa quepura información?G. B.—En apoyo de su intuición, soncada vez más numerosos los físicos paraquienes el universo no es otra cosa que unaespecie de tablero informático, una vastamatriz de información. En tal caso, larealidad aparecería ante nosotros como unared infinita de interconexiones, una reservailimitada de planos y de modelos posiblesഊ que se cruzan y se combinan según leyesque son inaccesibles para nosotros y quequizá nunca comprenderemos.J. G. —Si n duda, el fí si co Davi d Bohmpi ensa en est o cuando afirma que existe un

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orden implícito, escondido en lasprofundidades de lo real. En este sentido,deberíamos admitir que es como si eluniverso entero estuviera lleno de inteligen-ciay de intención, de la más mínimapartícula elemental a las galaxias. Y loextraordinario es que, en los dos casos, setrata del mismo orden, de la misma inteligencia.I. B.—Creo que es útil precisar lo quepiensan los físicos cuando afirman que eluniverso no es otra cosa que una inmensared de información. Uno de losinvestigadores que con más entusiasmo haformalizado esta hipótesis es un teórico denombre Edward Fredkin. A sus ojos, bajo lasuperficie de los fenómenos, el universofunciona como si estuviera compuesto porഊ un enrej ado t ri di mensi onal dei nt errupt ores, al go así como las unidadeslógicas de un ordenador gigante. Por eso,en este universo, las partículas infra-atómicasy los objetos que ellas engendrancon sus combinaciones no son otra cosa que«esquemas de información» en perpetuomovimiento.J. G.—Si Fredkin está en lo cierto,cuando sea posible la puesta al día de lasleyes que permiten a la información uni-versalordenar lo real, comprenderemos porqué funcionan las leyes de la física: la próximaetapa será la de la física «semánt i ca», l a del os si gni fi cados. Me parece que est arevol uci ón científica abre la tercera era de lafísica.La pri mera fue l a de Gal i l eo, Kepl er yNewt on, en cuyo transcurso fue redactadoel catálogo de movimientos sin explicarqué es el movimiento; la segunda es lafísica cuántica, que estableció el catálogo deഊ leyes del cambio sin explicarlas; la tercera,todavía por llegar, es el desciframiento dela ley física misma.G. B.—Es forzoso reconocer, sinembargo, que la devaluación de losconceptos de materia y energía en beneficiode la «nada» de la información no se harásin dolor: ¿cómo abandonar el material físicoque fundamenta nuestra existencia yreempl azarl o por un «programa»? * Y,¿cómo pueden ser convertidos a estos nuevosfundamentos los elementos de conocimiento

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duramente adquiridos por la ciencia?¿Cómo y dónde ir a extraer los secretos deese universo de significado? Una vez más,los procesos fundamentales que gobiernanel universo en el nivel de la «red deinformación» se sitúan más allá de losquanta. Cuando nuestra tecnología nospermita penetrar en niveles de existenciatodavía más ínfimos quizá comencemos aasegurar nuestra —precaria--posición en elഊ reino nebuloso de la información cósmica (1).* La locución que aparece en el originalfrancés —«logiciel de significat i on»—val e l i t eral ment e por sof t ware o —ennuest ra l engua— por «soporte lógico».Sin embargo, para su versión al castellanose ha preferido, en perj ui ci o de l apreci si ón, pero en benefi ci o de l acomprensión ut ilizar el vocablo«programa», sin duda mucho másdifundido entre la mayoría de los lectores.(N. del T.)En el fondo, todo sucede como si elespíritu, en sus intentos por traspasar lossecretos de lo real, descubriese que esos se-cretostienen algo en común con él. El campode la conciencia podría pertenecer al mismocontinuo que el campo cuántico. Noolvidemos este principio esencial de lateoría cuántica: el acto mismo de laobservación —es decir, la conciencia del ob-servador—interviene en la definición y,ഊ aún más profundamente, en la existencia delobjeto observado: el observador y la cosaobservada forman un único sistema.Esta interpretación de lo real, resultadodirecto de los trabajos de la Escuela deCopenhague, abolió toda distinción funda-mentalentre materia, conciencia y espíritu:sólo queda una misteriosa interacciónentre esos tres elementos de una mismatotalidad. Recordemos una de lasexperiencias más fascinantes de la físicacuántica: la de las rendijas de Young. Segúnla ecuación de Schródinger, cuando laspartículas de luz pasan a través de la rendijade una pantalla y golpean el muro situadodetrás de ella, el 10 por ciento de laspartículas chocará contra una zona A,mientras que el 90 por ciento restantechocará contra una zona B. Ahora bien, el

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comportamiento de una partícula aislada esimprevisible: sólo el modelo de distribución deun gran número de partículas obedece a leyesഊ estadísticas previsibles. Si enviamos laspartículas una a una a través de la rendija,una vez que el 10 por ciento de ellas hayachocado contra la zona A, nos parecerá que lassiguientes partículas «saben» que laprobabilidad ya se ha cumplido y que debenesquivar esa zona (1).¿Por qué? ¿Qué tipo de interacción existeentre las partículas? ¿Intercambian algoparecido a una señal? ¿Obtienen de lamisma red del campo cuántico lainformación adecuada para guiar sucomportamiento?Vamos a intentar descubrirlodescomponiendo, fase por fase, la célebreexperiencia de las rendijas de Young...1. B. —Para encont rar en el seno de l amat eri a l o que l l amamos el «espí ritu»,vamos a penetrar ahora en el corazón del a ot redad cuánt i ca a t ravés de unexperi ment o sorprendent e que, desdehace muchos años, si gue desembocandoഊ en un mist eri o. El experi ment o, del queya hemos di cho al gunas pal abras, esconoci do por el nombre de «experi ment ode l a dobl e r endi j a» y const i t uye elel ement o f undament al de l a t eor í acuántica.J. G.—¿Por qué razón?G. B. —Porque, como di j o un dí a elfí si co ameri cano Ri char d Fe ynman,pone de mani f i es t o «un f enómeno quees i mposi bl e de expl i car de una maneracl ási ca y que al berga el corazón de lamecánica cuántica. En realidad, encierra elúnico1. B. —Si querernos l l egar, no aresol ver un mi st eri o así si no,si mpl ement e, a hacernos una i dea —i ncl uso vaga— de l o que ocul t a,debemos abandonar, una vez más,nuest ras úl timas referencias al mundocotidiano.J. G.—Ni els Bohr t ení a una maneraഊ especi al de describi r esa otredad a la quealudís. Cuando alguien venía a exponerleuna idea nueva, susceptibl e de resolveral guno de los eni gmas de l a t eorí acuánt i ca, l e respondí a, di vert i do: «Su

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t eorí a es absurda, aunque no lo suficientecomo para ser verdadera.»EL ESPÍRITU EN LA MATERIAG. B. —En est e sent i do, el aci ert o del a t eorí a cuánt i ca es estar edificada almargen y, la mayoría de las veces, encontra de l a razón ordi nari a. Por eso hayal go de «l oco» en esa t eorí a, al go quedesde ent onces sobr epasa a l a ci enci a.Si n que aún l o sepamos cl arament e, l oque est á en j uego y comi enzai rreversi bl ement e a t ambal earse esnuest ra represent aci ón del mundo.J. G.—¿Podemos dar un ejemplo de esetambaleo?G. B.—Tomemos una flor. Si decidocolocarl a fuera de mi vista, en ot raഊ habit ación, no deja por eso de existir. Almenos, est o es l o que l a experi enci acot i di ana me permi t e suponer . Ahor abi en, l a t eorí a cuánt i ca nos di ce ot r acosa di f er ent e: sost iene que si nosot rosobservamos l a fl or con sufi ci ent e detalle,es decir, en el nivel del átomo, su realidadprofunda y su exi s t enci a s e l i ganí nt i mament e al modo en que l a obs er -vamos.J. G.—Est oy di spuesto a admi ti r que elmundo at ómi co no t i ene ni ngunaexi st enci a definida mi ent ras no di rij amoshaci a él al gún i nst rument o de medi da. Loque cuent a es el j uego de conci enci a aconci enci a; para usar una expresi ónmat emáti ca: el comet i do que a part i r deahora recae en el espí ri t u, y sól o en él ,de «cuant i fi cador exi st enci al » en elcorazón de esa realidad que persistimos sinmotivo en llamar material.I. B. —Vamos a i nt ent ar est abl ecerഊ cl arament e est e j uego de conci enci a aconci enci a vi endo con det all e el famosoexper i ment o que el f í si co i ngl ésThomas Young r eal i zó por pr i mera vezen 1801.Imaginemos de nuevo el dispositivo:una superfici e pl ana, horadada por dosrendijas; una fuent e luminosa, situadadel ante; y una pantalla, colocada detrás.A part i r de aquí , ¿qué sucede cuandol os «granos de l uz» que son los fotonesatravi esan l as dos rendijas y encuentranla pantalla que hay detrás? Desde 1801, larespuesta es clásica:se observa en l a pant all a

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una serie de rayas vertical es, alterna-tivamente oscuras y claras, cuyo trazadogeneral evoca inmediatamente el fenómenode las interferencias.J. G.—En tal caso, se debería poderconcluir, como hizo Young por otra parte,que la luz es comparable a un fluido, quese propaga por ondas que son de l a mismaഊ natural eza que las ondas en el agua.Ahora bien, como hemos subrayado, ésano es la conclusión de Einstein. Para él, laluz está hecha de pequeños granos, losfotones. ¿Cómo pueden miríadas de granosturbulent os, separados unos de ot ros,confi gurar l as coherent es y precisasformas de las bandas alternativamenteclaras y oscuras?G. B. —Ahí est á preci sament e elmist eri o. Para capt ar su amplitud,propongo que realicemos el experimentopor etapas.Supongamos, en primer lugar, quecierro una de las dos rendijas, la izquierda,por ejemplo. Ahora, los fotones deberánpasar por la única rendija existente, la derecha.Reduzcamos la intensidad de la fuenteluminosa hasta que emita los fotones de unoen uno.«Disparemos» ahora un fotón. Uninstante más tarde, el fotón pasa por laഊ única rendija abierta y alcanza la pantalla.Como conocemos su origen, su velocidad ysu dirección, podríamos, con ayuda de lasleyes de Newton, predecir exactamente elpunto de impacto de nuestro fotón en lapantalla.Introduzcamos ahora en el experimentoun elemento nuevo: vamos a abrir la rendijade la izquierda. Seguimos después latrayectoria de un nuevo fotón en dirección ala misma rendija, la de la derecha.Recordemos que nuestro segundo fotón partedel mismo lugar que el primero, se desplaza a lamisma velocidad y en la misma dirección.J. G.—Si he comprendido bien, la únicadiferencia en este segundo «disparo de fotón»es que, al contrario que en el primer caso, larendija de la izquierda ahora permaneceabierta...G. B. —Exact ament e. En buenal ógi ca, el f ot ón númer o dos deberí agol pear l a pant all a exact ament e en elഊmismo si ti o que el fotón número uno.

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Pues bien, no sucede nada de eso.El fot ón número dos gol pea,efect i vament e, l a pant al l a en un si t i omuy di f erent e, compl et ament e di st i nt odel punt o de impacto del primero. Esdecir, t odo sucede como si el compor-tamientodel fotón número dos hubierasido modificado por la aper t ur a de l ar endi j a de l a i zqui er da. El mi s t er i o esés t e: ¿cómo ha «descubi ert o» el fot ónque l a rendij a izquierda est aba abierta?Antes de intentar responder, vayamos más lejos.Cont i nuemos despachando f ot onesde uno en uno en di recci ón a l a pl aca,si n apunt ar a ni nguna rendij a. ¿Quéconst at amos al cabo de ci ert o t i empo?Que, en cont ra de l o esperado, l aacumul aci ón de i mpact os de l os fot onesen l a pant al l a forma progresi vament e l at rama de i nt erferenci a produci dainstantáneamente en el curso del experimentoഊ inicial.Aquí s e pl ant ea de nuevo unapr egunt a s i n r es pues t a: ¿cómo «sabe »cada f ot ón qué part e de l a pant al l a debegol pear para formar, j unt o con susveci nos, una i magen geomét ri ca querepresent a una sucesi ón perfect ament eordenada de rayas vert i cal es? Ést a es,pr eci sament e, l a pr egunt a que, en 1977,pl ant eó el fí si co ameri cano Henr y St app,profundament e conmoci onado por est osresul t ados: «¿Cómo sabe l a part í cul aque hay dos rendi j as? ¿Cómo es acopi adal a i nformación sobre lo que sucede en losdemás siti os para determinar lo que esprobable que suceda aquí?»J. G. —Se t i ene casi l a i mpresi ón deque l os fot ones est án dotados de unaespecie de conciencia rudimentaria, locual me conduce i r r es i s t i bl ement e alpunt o de vi st a de Tei l har d de Chardi n,para qui en t odo en el uni verso, hast a l aഊmás í nfi ma partícula, es portador de un ciertogrado de conciencia...I. B.—En el estado actual de la ciencia, lamayoría de losci ent í f i cos no compar t en suopi ni ón. Si n embar go, al gunos dan unsal t o y l l egan hast a a i magi nar que l aspart í cul as el ement al es est án dot adas deuna propi edad más o menos comparable

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con el libre albedrío. Es, por ejemplo, elcaso del físico amer i cano Evan Wal ker ,qui en, en 1970, expus o es t a s or -prendentetesis: «La conciencia puede serasociada a todos los fenómenoscuánticos.. . ya que t odo acontecimi entoes en últi ma i nst anci a el product o deuno o vari os acont eci mi ent os cuánticos;el universo está habitado por un númerocasi ilimit ado de ent i dades consci ent es,di scret as)(en el sent i do mat emát i co),general ment e no pensant es, que t i enenl a responsabilidad de hacer funcionar eluniverso» (1).ഊG. B. —Si n l l egar a habl ar deconci enci a, es i nqui et ant e comprobar,si n embargo, hast a qué punto l a reali dadobservada est á l i gada al punt o de vi st aadopt ado por el observador. Demos ot roej empl o. Supongamos que consi goi dent i fi car l a rendij a por l a que pasa cadauno de l os fot ones que parti cipan en elexperimento.En est e caso, por muy sor pr endent eque pueda par ecer , ¡no se formani nguna t rama de i nt erferenci as en l apant al l a! En ot ras pal abras, si deci doveri fi car experi ment al ment e que el fot ónes una part í cul a que at ravi esa unarendi j a defi ni da, ent onces nuest r o f ot ónse comport a exact ament e como unapartícula que atraviesa un orificio.Por el cont rari o, si no me empeño ensegui r l a t rayect ori a de cada f ot óndur ant e el exper i ment o, ent onces l adi st r i buci ón de l as part í cul as en l aഊ pant al l a t ermi na por formar una trama deinterferencias de onda.J. G. —En resumen, se t i ene l ai mpresi ón de que l os fot ones «saben»que son observados y, aún másexact ament e, de qué manera son observados.I. B.—Algo así. Aunque es ilusoriopensar que el concepto de conci enci a est r asl adabl e a l as ent i dades que puebl anel universo cuántico.En cambi o, est e experi ment oasombroso confi rma que no ti ene senti dohabl ar de l a exist enci a obj eti va de unapart í cul a el ement al en un punt o defini dodel espacio. Se comprueba de nuevo que

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una partícul a no existe en forma deobjeto puntual, defi ni do en el espaci o yen el t i empo, más que cuando es ob-servadadirectamente.G. B. —En el f ondo, l a úni ca maner ade compr ender l os r esul t ados de unexper i ment o así consi st e en abandonarഊ l a i dea de que el f ot ón es un obj et odet ermi nado. En real i dad, sól o exi st e enforma de onda de pr obabi l i dad, queat r avi esa si mul t áneament e l as dosrendi j as e i nt erfi ere consi go mi sma en lapantalla.J. G. —De aquí concl uyo que noexi st e mej or ej empl o dei nt erpenet raci ón ent re l a mat eri a y elespí ri t u: cuando i nt ent amos observarl a,est a onda de probabi l i dad se t ransformaen una part í cul a preci sa; por elcont rari o, cuando no l a observamos,conserva abi ert as t odas sus opci ones. Locual conduce a pensar que el fot ónmani fi est a t ener conoci mi ent o deldi sposi t i vo experi ment al , i ncl uso de l oque hace y pi ensa el observador. Encierto sentido, pues, las partes están enrelación con el todo...I. B.—En resumidas cuentas, el mundose determina en el úl t i mo moment o, enഊ el i ns t ant e de l a obs er vaci ón. Ant es ,nada es r eal , en sent i do est ri ct o. Tanpr ont o como el f ot ón abandona l af uent e l umi nosa, dej a de exi st i r comot al y se convi er t e en un t r en depr obabi l i dad ondul at or i a. El f ot ónori gi nal es ent onces r eempl azado poruna seri e de «f ot ones-fant asma», unai nfi ni dad de dobl es que si gueni t i nerari os di ferentes hasta llegar a lapantalla.J. G. —Y bast a observar l a pant all apara que t odos los fantasmas, except ouno solo, se desvanezcan. El fot ónrest ant e se vuelve entonces real.- Es t o pl ant ea l a cuest i ón de s aberen qué s e convi ert e un obj et o cuánt i cocuando dej amos de observarl o: ¿sedi vi de nuevament e en una i nfi ni dad depart í cul as-fant asma y deja, simplemente, deexistir?I. I3.—Desde el punto de vista filosófico,ഊ esta noción de part í cul as-fant asma t i ene

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una consecuenci a i nt eresant e, que no sele escapó a Niels Bohr. A partir de 1927,el gran teórico sugi ri ó que l a i dea de unmundo úni co podrí a ser fal sa. Vol vamosal experi ment o de l a dobl e rendi j a:según Bohr, nada nos impide concebi rque los dos casos de fi gura de int erferen-cia de ondas (represent ados por l os dosi t i nerari os posi bl es del fot ón queat ravi esa bi en l a rendi j a A, bi en l arendi j a B) corresponden, de hecho, a dosmundos t ot al ment e di ferent es uno de otro.J. G.--¿Qué quiere decir con eso?I. B. —Que, en el mundo posi bl e, l apart í cul a pasa por el ori fi cio A; y queexi st e un segundo mundo, en el cualat ravi esa el orificio B.G. B. —Par a l l egar al f ondo delr azonami ent o hay que añadi r quenuest r o mundo r eal es el r es ul t ado del a s uper posición de esas dos realidadesഊ alternativas, que corresponden a los dositinerarios posibles del fotón. En cuantoobservamos l a pant al l a par a saber porcuál de l as r endi j as ha pasado l apart ícul a, l a segunda realidad sedesvanece inst ant áneament e, lo cualsuprime las interferencias.J. G. —Lo que se acaba de deci raut ori za a arri esgar dos conclusionesextremas.La pri mera desemboca en est a i deanueva, nunca t rat ada en filosofí a: nosolament e existirí an partí cul as-fant asmaen el cost ado de nuest ra real i dad, si nouni versos compl et os, mundos«paral elos» al nuestro. En tal caso,estarí amos caminando por un dédal o enel que una i nf i ni dad de mundosposi bl esrodearí a nuest ro est recho sendero,t odos i gual ment e real es y verdaderos,aunque i naccesi bles. Más adel anteഊmencionaré las razones por las que esta tesisme parece muy incierta.El segundo punt o es que nadi e est á encondi ci ones de expl icar l o que sucede enel nivel del fot ón en el momento en elque «el i ge» pasar por A o por B. Elmi st eri o es que, frent e a la rendija A, elfotón parece saber que la rendija B estáabierta o cerrada. En resumen, parece

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conocer el est ado cuánt i co del uni verso.Ahora bi en, ¿qué es l o que permi t e alfot ón el egi r un i t i ner ar i o u ot r o? ¿Quées l o que devuel ve l os mundosfant asmal es a l a nada? Si mpl ement e, l aconci enci a del observador. Aquívol vemos al espí ri t u: en l os ext remosi nvi si bl es de nuest r o mundo, por debaj oy por enci ma de nuest r a real i dad, sepal pa el espí rit u. Es quizá all í abajo, enel corazón de l a ot redad cuánti ca, dondenuest ros espírit us humanos y el de eseser t r anscendent e que l l amamos Di osഊ son l l evados a encontrarse.Una pal abra más. El experi ment o quehemos descri t o nos muest ra que novi vi mos en un mundo det ermi nado; alcont rari o, somos l i bres y t enemos elpoder de cambi ar t odo a cada i nst ant e.Por eso, l as part í cul as el ement al es noson fragmentos de materia sino, simplemente,los dados de Dios.1. B. —Aquí t enemos una ocasi ón parareconci l i ar a Ei nst ein con l os defensoresde l a t eorí a cuánti ca. En efecto, comoafi rma l a t eorí a en cuest i ón, l os dadosexi st en, aunque no l o parezca; si nembargo, conforme al punt o de vist a deEi nst ei n, no es Dios quien juega con losdados, sino el hombre mismo (8).J . G. —Y es a nos ot r os a qui enescor r es ponde s aber en cada instante cómohacerlos rodar en la buena dirección.Acabamos de ver que la existencia y laevolución del universo dependen de laഊ precisión rigurosa con la que han sidoestablecidas las condiciones iniciales y lasgrandes constantes que de ellas se derivan.Parece, pues, que estemos en el mejor de losmundos.Y si nuestro universo no fuera el únicouniverso posible? En otras palabras: ¿existen,al lado del nuestro, otros universos«paralelos», que siempre permaneceráninaccesibles para nosotros? Entonces, sinuestro universo no es más que unaversión entre otras de una cantidad infinitade universos posibles, la fabulosa precisión enla regulación de las condiciones iniciales y delas constantes físicas no es nada sorprendente.Sin embargo, es forzoso reconocer que lanoción de universos múltiples no descansa

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sobre ningún fundamento científico verificable.Una vez más, estamos confrontados con ununiverso único, el único posible, cuyascondiciones iniciales de aparición y cuyasconstantes físicas fueron fijadas con unaഊ precisión vertiginosa.Puesac desde el primer instante, lamateria contiene una chispa que, en el granfresco cósmico, permitirá la aparición dela vida, de la conciencia y, por último, denosotros mismos.LOS UNIVERSOS DIVERGENTESG. B.—Sucede a veces que las ideas másabsurdas, aquéllas de las que pensamos quenunca tendrán la menor oportunidad de serun día ejecutadas, acaban por desembocaren una formulación científica. Eso es loque está sucediendo con una cuestión queparece tan poco razonable de entrada que lamayor parte de entre nosotros ni siquiera seatreve a plantearla. Nacida de la observacióndel mundo tal como es, se refiere al mundotal como podría o habría podido ser.Comencemos por el ejemplo más simple.Después de haber realizado una accióncualquiera, a menudo nos preguntamos quéhabría sucedido si no la hubiéramosഊ realizado. ¿En qué medida nuestra vidacotidiana habría sido modificada por eso? Estodavía más frecuente que intentemosimaginar, a la inversa, lo que habría podidosobrevenir si hubiéramos realizado tal o cualproyecto. ¿En qué habría cambiado entonces elmundo que nos rodea? Y poco a poco, aveces si n apenas darnos cuenta, nosponemos a imaginar otros mundos posi-bles,a elaborar cuadros enteros de unaderivación histórica diferente, salida de ununiverso paralelo al nuestro.J. G.—El problema que usted planteaes singularmente arduo. Por ej empl o, yome he pregunt ado a menudo: ¿qué habríapasado si Luis XVI no hubiera sidoreconocido «por azar» en Varennes; siNapoleón 1 hubiera vencido en Water-loo?Lo primero que me llama la atención esel carácter a menudo «gratuito»,contingente, que reviste tal o cual desarrollode la historia. Cada vez que estudiamos enഊ detalle la génesisde un acontecimiento, tan pronto comointentamos comprender por qué se haproduci do t al cosa, vemos aparecer una

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multitud de factores, hasta entonces invisibles,enlazados arbit rari ament e por una cadenaque parece responder más al «azar» que aun destino explícito. Por lo tanto, cuandonos inclinamos sobre nuestra vida cotidiana,tenemos lógicamente derecho a decirnos queuna nadería habría sido suficiente para quetal acontecimiento no hubiera tenido lugar,o, por el contrario, que habría bastado unapequeñez para que tal otro ocurriera. En losdos casos, la realidad que conocemos habríasido diferente.A partir de aquí, grande es la tentación dedecirse: existen, quizá, otros universos,paralelos al nuestro, en los que mihistoria (y, en general, la de la humanidadentera) se ha desarrollado de otra manera.Por ejemplo, hay quizá un mundo donde seഊ puede encontrar a un Jean Guittontotalmente semejante a mí, excepto en quenunca decidió dedicar su existencia a lafilosofía.1. B.—Quedémonos un instante en estepunto: ¿le parece, desde la distancia, que suvida habría podido tomar un camino diferente?¿Recuerda usted con precisión el momentode su vida en que todo habría podido dar lavuelta?J. G.—Sin duda alguna. Para mí, esemomento de elección entre los mundosposibles, ese turbador instante durante elque hay que alumbrar un universo y,simultáneamente, devolver el otro a la nada,tuvo lugar en 1921, el año de mis veinteaños. Desde hacía dos, yo estabamatriculado en la Escuela Normalsuperior, en la sección de letras. Por lotanto, estoy casi seguro de que me habrí aquedado en «l i t erat o» si unacontecimiento muy preciso no me hubieraഊ hecho desviarme. Un buen día, el director dela escuela, el señor Lanson, tuvo la feliz ideade pedir al gran filósofo Émile Boutroux queviniese a dar una conferencia a los jóvenesalumnos que éramos nosotros. Boutroux eraun monumento viviente del pensamiento.Cuñado del matemático más ilustre de sutiempo, Henri Poin(aré, representaba para míla esencia misma de la filosofía. Hoy,setenta años más tarde, veo todavía su gransilueta encorvada penetrar lentamente en

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el llamado salón de actos, dondeestábamos reunidos. Su voz, medioapagada, se elevó luego en el vacío, porencima de nuestras cabezas, y comenzó ahablarnos de la ciencia y, después, de Dios.Las horas pasaron dulcemente y un gransilencio, semejante al silencio del granTodo en cada ser, nos había envuelto.Entonces, quizá temiendo que la palabraque ascendía en la tarde, como un lentocambio de tiempo, fuera su último actoഊ filosófico, el anciano levantó la cabeza yacabó, en un murmullo: «Todo es uno, peroel uno está en el otro, como las tres personas.»Un soplo, semejante a una lámina deviento, giró entonces en el aireabsolutamente silencioso, y supe que en eseinstante único, tan bello pero tan trágico, algoacababa para siempre.«Señores —dijo levantándose—, muchasgracias.»Tres meses más tarde, en un frío día denoviembre, tuvieron lugar los funerales deÉmile Boutroux. Al pasar por delante delliceo Montaigne, distinguí la negra siluetadel señor Lanson, nuestro director, queavanzaba penosamente contra el viento. Lehice una seña y, empujado por el recuerdodel filósofo que acababa de desaparecer, ledije: «Señor director, he decidido...dejar...lasección de letras...y entrar en la sección defilosofía.» Entonces el señor Lanson posóen mí una mirada que me pareció venir deഊmuy lejos: «La sección de letras estaba unpoco recargada, en efecto. Le agradezco quehaya restablecido el equilibrio.»A partir de ese día, cambiédefinitivamente de universo: desdeentonces era un «filósofo». Estoyconvencido, sin embargo, de que si el granBoutroux no hubiera venido a hablarnos tresmeses antes, me habría convertido quizá enprofesor de letras, o en novelista. Encualquier caso, Jean Guitton, el que yoconsidero el verdadero, el único JeanGuitton, no habría existido.I. B.—Vayamos más lejos. Siguiendo a NielsBohr, arriesguemos esta idea insensata: no sólohabría podido aparecer unJ ean Gui t t on «l i t er ar i o», si no quereal ment e exi st e en ot r o uni verso, un

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uni verso de al guna manera paral el o alnuest ro, aunque separado de él parasi empre. A part i r de ahí , nada nos impi depensar que pueda exi st i r una t ercera,ഊ l uego una cuart a y, poco a poco, unai nfinidad de versiones di ferent es del JeanGuitton que conocemos.G. B. —Est a hi pót esi s de l osuni ver sos paral el os ha si do pr opuest apar a r esol ver ci er t as par adoj aspr ocedent es de l a fí si ca cuánti ca, que,como se sabe, descri be l a reali dad en t ér-minos de probabi l i dad. Hay querecordar que esa i nt er pr et aci ón de unmundo en el que numer ososacont eci mi ent os no pueden s erpr onost i cados con exact i t ud, si nos i mpl ement e descri t os como probabl es,di sgust aba a un gr an númer o de fí si cos,ent re el l os al mi smo Al bert Ei nst ei n. Ypara most rar los límites de las ideasprobabilistas, el físi co austrí aco ErwinSchródinger propuso esta pequeña historia.I magi nemos que un gat o esencer r ado en una caj a que cont i ene unfrasco de ci anuro. Enci ma del frasco hayഊ un martillo cuya caí da es provocada porla desint egración de una mat eri aradi oact i va. Tan pront o como el pri merát omo se desi nt egra, cae el mart i l l o,rompe el frasco y l i bera el veneno: elgat o muer e. Has t a aquí , elexper i ment o no r evel a nada desorprendente.Pero todo se complica cuando, sin abrirla caja, intentamos predeci r l o que haocurri do en su i nt eri or. Según l as l eyesde la física cuántica, no hay, en efecto,ningún medio de saber en qué moment ot endrá l ugar l a desi nt egr aci ónradi oact i va que pondr á enfunci onami ent o el di sposi t i vo mort al . Al o sumo, s e puede deci r que, ent ér mi nos de pr obabi l i dad, hay, porej empl o, un 50 por ci ent o deposi bi l i dades de que una desi nt egraci ónse produzca al cabo de una hora. Porconsi gui ent e, si no mi ramos en elഊ i nt eri or de l a famosa caj a, nuest ro poderde pr edi cci ón s er á muy pobr e: porej empl o, t endr emos una posi bi l i dadent re dos de equi vocarnos al afi rmarque el gat o est á vi vo. En real i dad, en el

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i nt eri or de l a caj a rei na una extrañamezcla de realidades cuánticas, compuesta deun 50 porci el i t o de gat o vi vo y un 50 porci ent o de gat o muert o, si t uación queSchródinger consideraba inadmisible (5).Par a r emedi ar es t a par adoj a, elf í s i co amer i cano Hugh Everet t recurrióent onces a l a t eorí a de l os «uni versosparal el os », según l a cual el uni ver so sedi vi di rí a en dos en el moment o de l adesi nt egr aci ón y dar í a or i gen a dosr eal i dades di st i nt as: en el pr i meruni ver so, el gat o est á vi vo; en el se-gundo,est á muer t o. Tan r eal uno comoot r o, est os dos uni versos se habrí andesdobl ado en cierta forma para novolver a encont rarse jamás. Y t ambi én se ഊ puede post ul ar l a exist enci a de unainfinidad de universos que nos estarían vedadosparaI. B. —Desde el punt o de vi st acuánt i co, t odos est os uni versos posi bl es,en ci erto modo adyacent es unos de ot ros,coexi st en. Vol vamos al gat o deSchrödi nger. Ant es de l a observación, enla caja hay dos gatos superpuestos: unoestá muerto mi ent ras que el ot ro est ávi vo. Est os dos gat os pert enecen a dosmundos posi bl es, t ot al ment e di ferent esel uno del ot ro. Si n embargo, si apl i coal pi e de l a l et ra l a i nt erpret aci ón deCopenhague, en el momento de l aobservaci ón se derrumba l a funciónondul atoria que transportasimultáneamente a los dos gat os y, en sucaí da, ar r ast ra a uno de l os dos f el i nos,cuya desapari ci ón pr ovocai nst ant áneament e l a anul aci ón del se-gundomundo posible.ഊG. B. —Con más pr eci si ón aún. Lai nt erpr et aci ón de Copenhague enunci aque l os dos est ados del gat o, quecor r esponden a dos aspectos posibles dela función ondulatoria, son, t anto unocomo ot ro, i rreal es: si mpl ement e, uno del os dos se materializa cuando miramos en elinterior de la caja.J. G. —En est e sent ido, el act o mi smode observación y l a t oma de conci enci aque genera, ; no sol ament e modi fi can l arealidad sino que la determinan! Lamecánica cuántica subraya con bri l l ant ez

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l a evi denci a de una í nt i ma rel aci ón ent reel espíritu y la materia. ¿Cómo entonces nosentirse transportadopor una i nmensa fel i ci dad depensador? He aquí l a confi rmación deaquello en lo que si empre he creído: lasupremací a del espíritu sobre la materia.I. B.—Una buena concl usión que, sinembargo, un pequeño número de físicosഊ se esfuerza en soslayar recurriendo a unahi pót esi s cuando menos ext raña, cuyasconsecuenci as van mucho más al l á del o que l a ma yor par t e de l os hombr esde ci enci a est á di spuest a a admi t i r: l ahi pót esi s de l os mundos múltiples.Est a sorprendent e i nt erpret aci ón de l amecáni ca cuánt i ca f ue pr opuest a porpr i mer a vez hace al gunos años por unj oven físico de la Universidad de Princeton,Hugh Everett.Vol vamos a nuest ro ya cél ebr e gat ode Schrödi nger . Deseoso de proponeri deas ori gi nal es para su t esis doct oral ,Everet t part i ó del si gui ent e punt o devi st a: no hay uno si no dos gat os dent rode l a caj a, ambos real es. Si mpl ement e,mi ent ras el pri mero est á vi vo, elsegundo est á muert o; y cada uno, en unmundo diferente.J. G.—¿Qué significa este fenómeno dedesdoblamiento?ഊ I. B. —En el pensami ent o de Everet t ,más o menos est o: enfrent ado a una«el eci ón» l i gada a un acont ecimi ent ocuántico, el uni verso es forzado adi vi di rse en dos versi ones de sí mismo,idénticas en todos sus puntos.De es t e modo, exi s t i r í a un pr i mermundo, en el que el át omo se vol at i l i zay causa l a muert e del gat o, veri fi cadapor el obser vador . Si n embar go, habr í ai gual ment e un s egundo mundo, t ambi énr eal , donde el át omo no s e habr í adesi nt egrado y donde, por consiguiente, elgato seguiría vivo.En l o sucesi vo, est arí amos, por l ot ant o, en rel aci ón con dos mundosdi f er ent es uno de ot r o, dos uni ver sosent r e l os cual es no habrí a ya ni ngunacomuni caci ón posi bl e. Dos mundoscuyas respect i vas hist ori as podrí andi ferenci arse progresivamente, diverger

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hasta volverse ajenas entre sí.ഊ J . G. En t al cas o, nuest r a r eal i dadno s er í a úni ca, si no que est ar í a r odeadade una mi r í ada de dobl es más o menosdi ferent es, cada uno de l os cual es i rí adi vi di éndose a lo l argo de un vertiginosoproceso sin fin.I. B.—Sí . Puesto que si acept amos est ahipótesis, en cada est r el l a y en cadagal axi a, en l a Ti er r a l o mi smo que enel r est o del cosmos, se pr oducen a cadai nst ant e t r ansi ci ones cuánt i cas, es deci r,fenómenos que l l evan a nuest ro mundo adividirse en una infinidad de copias, quedan a su vez origen a otras copias, y asísucesivamente.J. G.------¿Habría, pues, en el mismomomento en que hablo, un número de di ezel evado a ci en copi as de mí mismo, máso menos semejantes, cada una de lascuales daría origen a su vez a un númerode copias i gual a di ez elevado a ci en, yasí hast a el infinito?ഊQue me per donen l os part i dari os deest a hi pót esi s, per o t engo vari as buenasrazones para j uzgarl a i napl i cabl e a nues-trarealidad, desde el punt o de vistafilosófi co. No nos equivoquemos ;nat ur al ment e, es t oy di s pues t o aadmi t i r que, por ej empl o, haya podi doexi st i r un J ean Gui t t on más o menosdiferent e de mí ( por ej emplo, un JeanGuitton que no hubi era i nt ent ado nuncapi nt ar). Pero ot ra cosa es deci r que vi vereal ment e en «ot ra» part e, t an ci ert acomo ést a, aunque i naccesible.Refl exionemos. Afirmar que existe,como las imágenes en un espej o, unami r í ada de mundos par al el os alnuest r o, es suponer que real ment eadvi ene no sol o t odo l o que es posi bl esi no, i gual ment e, t odo l o que esi magi nabl e. Deberí amos ent oncespost ul ar l a exi st enci a, mucho más al l áde l as si mpl es vari ant es procedent es deഊ nuest ro uni verso, de mundos mons-truosament e di ferent es, de reali dadeserrant es, basadas en est r uct ur as y l eyest ot al ment e aj enas a t odo l o quepodemos incluso pensar. Ahora bien,frente a. tal frenesí, frente a todos esosi nnumerabl es mundos encadenados a l at rama de l as vi rtualidades, ¿cuál sería «el

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bueno»? ¿ Habría un mundo de refe-renci a, un mundo-model o del queprocederí an l os demás? forzosoreconocer que no: cada uno de esosuni versos ext raería su legitimidad de supropia existencia, en igualdad con unai nfinidad de ot ros universos. Nuest rapropi a reali dad, perdida como una got i t aen un océano si n l í mi t es, no serí a, pues,ni mejor ni más legítima que cualquier otra.I. B. —Tenemos que pr eci s ar que l amayor par t e de l os fí si cos rechaza est at esis, si gui endo así el ej empl o de al gunosde l os fundadores, especi alment e delഊ audaz t eóri co ameri cano John Wheel er .Con ocasi ón de un si mposi o consagr adoa Al bert Ei nst ei n, al gui en l e pr egunt ósu opi ni ón sobre l a t eorí a de l osmundos múl t i pl es , y él r es pondi ó:«Conf i es o que he t eni do quedesprenderme a di sgust o de est ahi pót esi s, a pesar del vi gor con el que l aapoyé al pri nci pi o, porque t emo que susimplicaciones metafísicas no sean excesivas.»Por mi part e, est oy t ent ado de cr eerque est a i nt er pr et ación de la mecánicacuántica lleva a conclusionesradicalmente i nver sas de l as pr opuest aspor el gr upo de Copenhague. Se puededeci r, para si mpl i fi car, que en l ai nt erpret aci ón de Copenhague nada esreal , mi ent ras que para l os t eóri cos del os mundos múltiples, por el contrario, todo esreal.G. B. —El pensami ento de Copenhagueexcl uye, en efect o, l a posi bi li dad deഊmundos alt ernat i vos. Det rás de cadael ement o de nuest ra real i dad hayi nnumerabl es el ement os vi rt ual es, cadauno de l os cual es hace refer enci a auni versos fant asmal es, a r eal i dades quepodrí an exi st i r pero que no t i enen ni n-gunaconsi st enci a mi ent ras no sean«mat eri al i zadas » por un obs er vador . Eles t ado cuánt i co r emi t e a un mundos i t uado más al l á del mundo humano, aun mundo en el que una i nf i ni dad desol uci ones vi rt ual es, de mundospot enci al es, son i nduci dos a coexi st i r.Desde est a perspect i va, se puede, por l ot ant o, admi t i r que l os uni versos l l amadosparal el os sól o exi sten en el ámbito cuántico,

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es decir, en estado virtual.I. B.—Precisemos este punto. Antes de serobservada, unapartícula elemental existe enforma de «paquete de ondas». Es decir,todo sucede como si hubiera una infinidadde partículas, cada una con unaഊ t rayect ori a, una posi ci ón, una vel oci dad;o sea, con características diferentes de lasdemás. Ahora bien, en el moment o de l aobser vaci ón, l a funci ón ondul at ori a sederrumba y sól o una de esasi nnumerabl es partí cul as es ll evada amat er i al i zar se y a anul ar de gol pe at odas l as «par t í cul as par al el as ». Y enel moment o en que un acont eci mi ent os e mat eri al i za en l a l ar ga cadena defenómenos que f or man l a historia denuestro universo, una infinidad deacontecimientos vi rt ual es se desvanece yuna mi rí ada de mundos fant asmal es esengullido por su estela.Sólo queda entonces nuestra realidad, única eindivisible.J. G. —Eso pi de una pr egunt a: ¿quées l o que pr ovoca el derrumbami ent o del a funci ón ondul at ori a que caract eri za aun f enómeno? Nada menos que el act ode obser vaci ón. En est e sent i do y porഊ anal ogí a, podemos perfect ament econsi der ar que nuest r o uni ver s opr ovi ene del der r umbami ent o de unaespeci e de «f unci ón ondul at or i auni ver sal », der r umbami ent o que esprovocado por l a i nt ervenci ón de unobser vador exterior.Supongamos, pues, que nuest rouni verso aparezca como rodeado por unhalo de realidades alternativas, cada unade las cual es descanse sobre unainfinidad de funciones ondul atoriasencabal gadas unas en ot ras. A part i r deahí , nada me i mpi de adel ant ar l ahi pót esi s según l a cual esa compl ej a redde funci ones ondul at or i as eni nt er acci ón s e der r umba s obr e unmundo úni co cuando es observada.Ahora bi en, l a i ncógni t a está ahí: ¿quiénobserva el universo?He aquí mi respuest a: l os uni versosparal el os, l as real i dades al t er nat i vas, noഊ exi st en. No hay más que r eal i dades vi r -tuales,ramificaciones posibles que se

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eclipsan para dejar sitio a nuest rareal i dad úni ca t an pront o comoi nt ervi ene ese gran observador que,desde fuera, modi fi ca a cada i nst ant e l aevol uci ón cósmi ca. Se comprenderáent onces por qué est e observador , úni coy t r anscendent e a l a vez, esabsol ut ament e i n-di s pens abl e par a l a exi st enci a y l ar eal i zaci ón de nues t r o universo.Y se comprenderá, por úl t i mo, quepara mí est e observador cósmico tenga unnombre.Si aceptamos la idea según la cual larealidad no es más que el fruto deinteracciones de campos entre entidadesfundamentales, de las que ignoramos todo ocasi todo, deberemos admitir que el mundo esen parte comparable a un espejo deformantedel que recogemos, mal que bien, losഊ reflejos de algo que siempre seráincomprensible.La física cuántica nos ha forzado a superarnuestras nociones habituales de espacio y detiempo. El universo descansa sobre un ordenglobal e indivisible, lo mismo en la escaladel hombre que en la de las estrellas. ¿No setrata, como dice Hubert Reeves, de una«influencia inmanente y omnipresente» que seejerce entre todos los objetos del universoaparentemente separados? Cada partecontiene la totalidad: todo refleja al resto.La taza de café encima de esa mesa, la ropaque vestimos, todos esos objetos queidentificamos como «partes» llevan la totalidadenterrada en ellos.Todos tenemos el infinito en el hueco denuestra mano.A IMAGEN DE DIOSJ. G. —Henos aquí , al fi nal de nuest rodi ál ogo. A l o largo de nuest rosencuent ros hemos abi ert o una fi sura enഊ l as al t as mural l as const rui das por l aci enci a cl ási ca. Det rás de el l as,adi vi namos ahora un decorado rodeadode brumas, un pai saj e espej eant e,i nfi ni t ament e sut i l , cuyo hori zont e est ái nmensament e l ej os. A l a l uz de l a t eorí acuánt i ca, muchos mi st eri os se i l umi nancon una i nt erpret aci ón nueva, encuent ranuna especie de coherenci a, sin perdernada, sin embargo, de su verdad ori gi nal .

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La fí si ca moderna dej a ent reverespeci al ment e est o: el espí rit u delhombre emerge de l as profundidades y sesitúa mucho más allá de la concienciapersonal; cuanto más se profundi za, másse aproxi ma uno a un fundament ouni versal que enlaza la materia, la vida y laconciencia.I. B. —En apoyo de su enunci ado,bast a con recordar aquí un i nsól i t oexperi ment o real i zado en 1851 por elfí si co francés León Foucault. Recordadഊ que en esa época aún no se tenía l aprueba experi ment al de que l a Ti err agi r aba sobr e sí mi sma. Para hacer sudemost raci ón, Foucaul t suspende unapi edra muy pesada de una l arga cuerdacuyo ext remo queda fi j ado a l a bóvedadel Pant eón. Nuest ro experi ment adordi spone así de un péndul o de grant amaño, que un buen dí a de pri maver a espuest o en marcha. Y aquí comi enza eleni gma. Con gr an asombro, Foucaul tcomprueba que en r eal i dad el pl ano deoscilación de su péndulo —es decir, ladirección de sus idas y veni das— no est áf i j o, si no que gi r a al r ededor de un ej evertical. El péndulo, que había comenzado aoscilar en direc-ci ón est e-oest e, unas horas más t ardese mueve en di recci ón norte-sur. ¿Porqué razón? La respuesta de Foucault fuesenci lla: este cambio de dirección era sólouna ilusión. Era la Tierra l o que ഊ real ment e gi raba, mi ent ras el pl ano deosci l aci ón del péndulo permanecíarigurosamente fijo.J. G. --Ci ert o. Pero, ¿fi j o en rel aci óncon qué? Puest o que en el uni verso t odoes movi mi ent o, ¿dónde encont rar unpunt o de r ef er enci a i nmóvi l ? La Ti er r agi r a al r ededor del Sol , que, a su vez,gi r a al r ededor del cent r o de l a Ví aLáct ea. . . ¿Dónde se detiene este balletfantástico?I. B. —Esa es l a verdadera cuest ión,que revel ó el péndulo de Foucault .Porque la Ví a Láct ea está en movimi entohacia el centro del grupo local de galaxiasvecinas, que son arrastradas, a su vez,haci a el superenj ambre l ocal , un grupode gal axi as t odaví a más vast o. Ahora

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bi en, ese mi smo gi gant esco conj unt o degal axi as se di ri ge haci a l o que se l l ama«el gr an at ractor», un inmenso complejode masas de gal axias situado a unaഊ distancia muy grande.Pues bi en, l a concl usi ón que se ext raedel experi ment o de Foucault es pasmosa:indiferent e a l as masas —consi derables,si n embargo— de l os sol es y gal axi aspróxi mas, el pl ano de osci l aci ón delpéndul o se al i nea con obj et os cel est esque se encuent r an en el hor i zont e deluni ver so, a ver t i gi nosas di st anci as del a Ti er r a. En l a medi da en que l at ot al i dad de l a masa vi si bl e del uni versose encuent ra en l os mi l es de mi l l ones degal axi as l ej anas, est o si gni fi ca que elcomport ami ent o del péndul o est ádet ermi nado por el uni verso en conj unt oy no sol ament e por l os obj et os cel est esque est án próximos a l a Tierra.'En ot ras pal abras, si l evant o est esi mpl e vaso de l a mesa, pongo en j uegofuerzas que i mpl i can al uni verso ent ero:t odo l o que sucede en nuest ro mi núscul opl anet a est á en rel aci ón con laഊ i nmensi dad cósmi ca, como si cada parrel l evase dent ro la tot alidad del universo.Con el péndulo de Foucault estamos, pues,forzados a reconocer que existe una misteriosainteracción entre todos los átomos deluniverso, interacción en la que noi nt ervi ene ningún intercambio de energí ani fuerza al guna pero que, si n embargo,conect a el uni verso en una úni ca t ot alidad(4).J . G. —Par ece que t odo s ucede comos i una es peci e de «conciencia»estableciese una conexión entre todos losátomos del uni ver so. Como escri bi óTei l hard de Chardi n: «En cadapart í cul a, en cada át omo, en cadamol écul a, en cada cél ul a de mat er i avi ven escondi das y t r abaj an a espal dasde t odos l a omnisciencia de lo eterno y laomnipotencia de lo infinito.»G. B. —El fí si co Harri s Wal ker sehace eco de l os pensami ent os deഊ Tei l hard cuando sugi er e que elcompor t ami ent o de l as part í cul asel ement al es parece est ar gobernado poruna fuerza organizadora.J. G.—La física cuántica nos revela

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que la naturaleza es un conjuntoindivisible en el que todo estárelacionado: la totalidad del uni ver s o s ehace pr es ent e en cual qui er l ugar y encualquier tiempo. Consecuentemente, lanoción de espacio que separa dos obj et ospor una di st anci a más o menos grandeno parece t ener ya mucho sent i do. Porej empl o, esos dos l i bros. enci ma de l amesa: si n duda al guna, nuest ros oj os, elbuen sent i do, nos di cen que est ánseparados por una ci ert a di st anci a. ¿Quéhay de eso, según el fí si co? Desde elmoment o en que dos objetos físicos sonllevados a interactuar, se debe consi derarque forman un sist ema úni co y que, porconsi gui ent e. son inseparables.ഊG. B. —La noci ón de i nseparabi l i dadapareci ó en l os años veint e con l aspri meras t eorí as cuánt i cas. En esa época,suscit ó t erri bl es cont roversi as, i ncl usoent re l os fí si cos más grandes, comoEinstein, qui en en 1935 publ icó unartí culo de gran repercusi ón dest i nado amost rar que l a t eorí a cuánt i ca era i n-completa.Con dos de sus colegas,Podolsky y Rosen, Einstein propuso unexperimento imaginario, célebre hoy con elnom-bre de «experiment o EPR», según l asi ni ci al es de los t res autores.Supongamos que hacemos rebotar doselectrones, A y B, uno contra otro y queesperamos a que se alejen lo suficiente paraque el uno no pueda i nfl ui r de ni ngunamanera en el otro. Desde ese momento,realizando mediciones sobre A, se puedeext raer concl usiones váli das sobre B ynadi e podrá pretender que al medir laഊ velocidad de A hemos influido en la de B.Ahora bi en, si uno se atiene a lamecáni ca cuántica, criticaba Einstein, esimposible saber qué dirección tomará lapartícula A antes de que su trayectoria searegistrada por un instrumento de medida, yaque, siempre según la teoría cuántica, larealidad de un acontecimiento depende del actode observación. Por lo tanto, si A «i gnora»qué dirección tomar antes de ser registradopor un instrumento de medida, ¿cómo podráB «conocer» de antemano la dirección de Ay orientar su trayectoria de manera que

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pueda ser captado en la dirección opuestaexactamente en el mismo instante?Según Einstein, todo esto es absurdo: lamecánica cuántica era una teoría incompletay los que la aplicaban al pie de la letraerraban el camino. En realidad, Einsteinestaba convencido de que las dos partículasrepresentaban dos entidades distintas, dos«granos de realidad» separados en elഊ espacio, que no podían influirse mutuamente.Ahora bien, la física cuántica diceexactamente lo contrario. Afirma que estasdos partículas aparentemente separadas enel espacio no constituyen más que un únicosistema físico. En 1982, el físico francésAlain Aspect quitó definitivamente la razóna Einstein al mostrar que existe unainexplicable correlación entre dos fotones,es decir, dos granos de luz, que se alejan eluno del otro en direcciones opuestas. Cadavez que, mediante un filtro, se modifica lapolaridad de uno de los dos fotones, el otroparece «saber» inmediatamente lo que leha sucedido a su compañero einstantáneamente experimenta la mismaalteración de polaridad. ¿Cómo explicar unfenómeno así? Demasiado confusos pararesolver la cuestión, los físicos han propuestodos interpretaciones.La primera es que el fotón A «hace saber»lo que sucede al fotón B mediante una señalഊ que va de uno a otro a una velocidadsuperior a la de la luz. Tras haberconseguido una adhesión más bienprudente, hoy día esta interpretación esrechazada cada vez más por los físicos, queprefieren lo que Niels Bohr llamaba la«indivisibilidad del quantum de acción», otambién la inseparabilidad de la experienciacuántica (9).Según esta segunda interpretación,debemos aceptar la idea de que los dosgranos de luz, aunque estén separados pormiles de millones de kilómetros, formanparte de la misma totalidad: existe entreellos una especie de interacción misteriosaque los mantiene en contacto permanente.Por poner un ejemplo muy aproximado,digamos que si me quemo la mano izquierda,mi mano derecha será informadainmediatamente y experimentará unmovimiento de retroceso semejante al de la

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izquierda, porque mis dos manos formanഊ parte de la totalidad de mi organismo.J. G.—Estos resultados vuelven a poneren tela de juicio las nociones mismas deespacio y de tiempo, en el sentido en el queentendemos estas palabras.Lo cual me recuerda una discusión que tuve,hace ya medio siglo, con Louis de Broglie.Estábamos frente al Panteón, y él me decíaque la física y la metafísica, los hechos y lasideas, la materia y la conciencia, no eran sinola misma cosa. Para ilustrar su pensamiento,recurrió a una imagen de la que siempre meacordaré: la del remolino en un ríe. «Acierta distancia —me dijo— se distinguenítidamente el agua agitada del remolinode la corriente más tranquila del río. Sonpercibidos como dos "cosas" separadas.Pero de cerca, se hace imposible decirdónde acaba el remolino y dóndecomienza el río. El análisis en partesdistintas y separadas no tiene ningún senti-do:el remolino no es realmente algoഊ separado, sino un aspecto del todo.»G. B.—Incluso se puede ir más lejostodavía e intentar comprender a los físicoscuando afirman que el todo y la parteson una misma cosa. He aquí un ejemplosorprendente: el del holograma. La mayorparte de la gente que ha visto una imagenholográfica (que se obtiene proyectando unhaz de rayos láser a través de la placa en laque ha sido fotografiada una escena) hatenido la extraña impresión de contemplarun objeto real de tres dimensiones. Unopuede desplazarse alrededor de la proyecciónholográfica y observarla desde diferentesángulos, como a un objeto real. Al pasar lamano a través del objeto es cuando secomprueba que no hay nada.Pues bien, si usted utiliza un potentemicroscopio para observar la imagenholográfica de, por ejemplo, una gota deagua, verá los microorganismos que seencontraban en la gota original.ഊ Eso no es todo. La imagen holográficaposee una característica todavía máscuriosa. Admitamos que hago una fotografíade la torre Eiffel. Si rompo en dos elnegativo de mi foto y mando a revelar unade las dos mitades, no obtendré, desdeluego, sino la mitad de la imagen original de latorre Eiffel.

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Pues bien, todo cambia con la imagenholográfica. Por extraño que pueda parecer,si uno rompe un trozo de negativoholográfico y lo coloca bajo un proyectorláser, no se obtiene una «parte» de laimagen, sino la imagen entera. Incluso sirompo una docena de veces el negativo yno conservo más que una parte minúsculade él, esta parte contendrá la totalidad de laimagen.Esto muest ra de manera espect acul arque no exist e correspondencia unívocaentre las regiones (o partes) de la escenaoriginal y las regiones de la placaഊ holográfica, como sucedía en el caso delnegativo de una fotografía habitual. Laescena ha sido registrada por completo entodas partes sobre la placa holográfica, demanera que cada una de las partes de laplaca refleja la totalidad de la escena. ParaDavid Bohm, el holograma representa unasorprendente analogía con el orden global eindivisible del universo (3).J. G.—Pero, ¿qué ocurre en la placaholográfica para producir ese efecto según elcual cada parte contiene la totalidad?I. R. -Según Bohm, se trata sólo de unaversión instantánea, petrificada, de lo que,a una escala, infinitamente más vasta, seproduce en cada región del espacio, a travésde todo el universo, del átomo a lasestrellas, de las estrellas a las galaxias.J. G.—Escuchándoles, he tenido larespuesta intuitiva a una pregunta que meplanteé leyendo la Biblia: ¿por qué estáescrito que Dios creó al hombre a su imagen?ഊYo no creo que hayamos sido creados aimagen de Dios: nosotros somos la imagenmisma de Dios... Como la placa holográfica,que contiene el todo en cada parte, cada serhumano es la imagen de la totalidad divina.G. B.—Quizá yo pueda ayudarle a aclararsu pensamiento yendo más l ej os por l oscami nos de l a met áfora que han abiertonuestros famosos hologramas. Para ello, esnecesario recordar primero que la materiatambién son ondas, como lo demostróLouis de Broglie. La materia de losobjetos está compuesta de configuracionesondulatorias, que interfieren conconfiguraciones de energía. La imagen que

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se desprende de ahí es la de unaconfiguración codificante —es decir, similaral holograma—, de materia y energía, quese propaga sin cesar a través de todo eluniverso. Cada región del espacio, porpequeña que sea —hasta llegar al simplefotón, que también es una onda o un «paqueteഊ de ondas»—, contiene la configuración delconjunto, como cada región de la placaholográfica; lo que sucede en nuestropequeño planeta está dictado por todas lasjerarquías de las estructuras del universo.J. G.—Debo confesar que es una visióncomo para cortar el aliento: un universoholográfico infinito en el que cada región,aun siendo distinta, contiene el todo.Henos, pues, devueltos, una vez más, a laimagen de la totalidad divina, tanto en elespacio como en el tiempo.Es así como desembocamos en el primerprincipio de un universo sin discontinuidad,holísticamente ordenado: todorefl ej a a t odo l o demás. Hay que verahí una de l as mas i mport ant esconqui st as de l a t eorí a cuánt i ca. Incl usosi nuest ro espí rit u no ha asimil adot odaví a t odas l as consecuenci as, est arevol uci ón represent a al go mucho mási mport ant e que el desl i zami ent o delഊ f i nal de l a Edad Medi a desde l a i dea deuna Ti erra pl ana haci a l a de una Ti erraredonda. La t aza de café enci ma de es ames a, l a r opa que ves t i mos, es e cuadr oque acabo de pi nt ar , t odos esos obj et osque i dent i fi camos como part es l l evan l at ot al i dad ent errada en el l os: mot as depol vo cósmi cas y át omos de Di os, t odost enemos el i nf i ni t o en el hueco de nuestramano.A lo largo de este libro hemos intentadomostrar que el antiguo materialismo —incluso el que arrojaba el espíritu al va-porosouniverso de la metafísica— ya notiene actualidad. De cierto modo«tranquilizador y completo», elmaterialismo ejercía en nosotros lairresistible seducción de la antigua lógica;los elementos del universo eran firmes yestables, y los misterios del cosmos, susaparentes incertidumbres, no eran sino elreconocimiento de nuestra propiaഊ incompetencia, de nuestros límites

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interiores: problemas, en suma, que, un díamás o menos lejano, serían resueltos a su vez.Pero la nueva física y la nueva lógica hancambiado esta concepción de arriba abajo.El principio de complementariedad enunciaque los constituyentes elementales de lamateria, como los electrones, sonentidades con una doble cara; al modo deJano, unas veces aparecen como granos demateria sólida; otras, como ondasinmateriales. Estas dos descripciones secontradicen, y sin embargo el físico tienenecesidad de las dos a la vez. Es, pues, forzosotratarlas como si fueran simultáneamenteexactas y coexistentes. De ahí que Heisen-bergfuese el primero en comprender que lacomplementariedad entre el estado de granoy el de onda ponía para siempre fin aldualismo cartesiano entre materia y espíritu:una y otro son los elementos complementariosde una misma realidad.ഊResulta así modificada, de manera profundae irreversible, la distinción fundamentalentre materia y espíritu. De ahí, una nuevaconcepción filosófica, a la que hemos dadoel nombre de metarrealismo.Esta nueva vía que ofrece la físicacuántica transforma, de manera mucho másradical que la de la revolución copernicana,la imagen que el hombre se hace deluniverso. Incluso si la gran mayoría todavíano ha tomado conciencia de un cambio así,incluso si los dogmas y los tabúes de laciencia del siglo XIX sobre los conceptosde espacio, de tiempo, de materia y deenergía, prisioneros de la causalidad y deldeterminismo, dominan todavía elpensamiento del hombre corriente, noestá lejos el momento en el que estasnociones del pasado serán consideradasnada más que como anacronismos en lahistoria de las ideas.Los físicos, que han desmaterializado elഊ concepto mismo de materia, nos hanofrecido, al mismo tiempo, la esperanza deuna nueva vía filosófica: la delmetarrealismo, vía de un cierto más allá,abierta a la última fusión entre materia,espíritu y realidad.HACIA EL METARREALISMOJ. G. —En est a úl t i ma est aci ón denuest ro di ál ogo, ha l l egado el moment o

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de buscar un más al l á al vi ej o debat eque durant e t ant o t i empo enfrent ó a l asdos doct ri nas fundament al es sobre l anat ural eza del Ser: el mat eri al i smo y elespi ri t ual i smo. Asi mi smo, deberemosbuscar una t ercera ví a ent re l ascorrespondi ent es dos fi losofí as delconocimi ento, que son el r eal i smo y eli deal i smo. Al l í , al t ér mi no de unasí nt esi s ent r e el espí r i t u y l a mat er i a,encont r ar emos est a nueva vi sión delmundo, a la vez doctrina ontológica yteoría del conocimiento: el metarrealismo.ഊ 1. B. —En est e punt o, me par ecei mport ant e pr eci sar l as di ferenci as ent reespi ri t ual i smo e i deal i smo, por unapart e, y entre materialismo y realismo, porotra.J. G. —Aunque compl ement ar i as,est as dos par ej as abor dan dospr obl emas di f er ent es uno de ot r o:mi ent r as que el espiritualismo (que seopone al mat eriali smo) es una doctrinasobre el Ser, el i deal i smo (opuest o alreal i smo) es una t eorí a del conocimiento.A ojos de un espiritualista, la realidadtiene una di mensi ón purament eespi ri t ual ; por el cont rari o, el ma-teri al i st a reduce l o real a una di mensi ónest ri ct ament e mecáni ca, en l a que elespí ri t u no j uega ni ngún papel y not i ene, por lo demás, ninguna existenciaindependiente.Veamos ahora el i deal i smo. Según él ,l o real no es accesibl e. ¿Exi st e comoഊ real i dad i ndependi ent e? Es i mposi bl eafi rmarlo: sólo existen las percepciones quetenemos de él. Por elcont rari o, para el real i smo, el mundot i ene una real i dad obj et i va,i ndependi ent e del observador, ynosot ros l o perci bi mos tal como es.No me parece que ni nguna de est asact it udes coincida hoy con l o r eal ni conl as r epr esent aci ones que susci t a: elúni co model o del mundo admi si bl e apart i r de ahora descansa en l a físicamoderna.En el curso de mi s refl exi ones, ai sl éest e pensami ent o de Hei senberg, hast at al punt o me parece que debe serrecordado dent ro de l a t esi s que

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queremos defender: «Teni endo present el a est abi li dad int rí nseca de l os concept osdel l enguaj e normal en el t ranscurso del a evolución ci entí fi ca, se ve que —t rasl a experi enci a de l a fí si ca moderna—ഊ nuest ra act i t ud haci a concept os como elespí ri t u humano, el al ma, l a vi da o Di osserá diferente de la que tenía el siglo XIX.»I. B. —Consi deraciones anál ogasconduj eron, por ot ra part e, al fí si coEddi ngt on a hacer l a observaci ónsi gui ent e: «Se podr á deci r , qui zá, quel a concl usi ón que se ext r ae de esosargument os de l a ci enci a moderna esque, para un ci ent í fi co r azonabl e, l ar el i gi ón s e ha vuel t o pos i bl e en t or noal año 1927.»J. G. —Ese año de 1927 es uno de l osmás i mport ant es en l a hi st ori a delpensami ent o cont emporáneo. Señal a eldi sparo de s al i da de l a f i l os of í amet ar r eal i st a. Es el año en el queHei senber g expone su pri nci pi o dei ncert i dumbre, el canóni go Lemai t r e daa conocer s u t eor í a s obr e l a expans i óndel uni ver s o, Ei ns t ei n pr opone s ut eor í a del campo uni t ar i o, Tei l har d deഊChar di n publ i ca l os pr i mer osel ement os de su obra. Y es el año delcongr eso de Copenhague, que marca l afundación oficial de la teoría cuántica.Pues bi en, ¿no es si gni fi cat i vo que l asconmoci ones epi stemológicas hayan sidoprovocadas por hombres de ciencia?Los filósofos mismos debenpregunt arse por el si gnifi cado profundode esas conmoci ones y responder sobret odo a est a pr egunt a: ¿qué es l o que l aci enci a i nt ent a t r ans mi t i r nos?¿Cuál ess on l os nuevos val or es que el l apr opone y en qué contribuye a forjar unanueva visión del mundo?Para responder, deberemos t omar unadet ermi naci ón metarrealista. Lasincursiones de la ciencia en el campofilosófico nos pr oporci onan por pri mer avez l os medi os para hacer l a sí nt esi sent re el mat eri al i smo y el espi ri t ual i smo,para conci l i ar el realismo y el i deal i smo:ഊ l a reali dad i nmanent e que perci bi mosal canza ent onces el pri nci pi o

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t ranscendent e que se supone le dio origen.Recor demos que l os f i l ósof osespi r i t ual i st as ni egan de maner aunáni me un or i gen mat er i al al es pí r i t uhumano y afirman que el pensamiento esun dat o del uni verso ant erior a l amat eri a. De ent re el l os, al gunos t odaví amás ext r emi st as ni egan i ncl uso l aexi st enci a aut ónoma de l a mat er i a. Esel caso de Berkel ey, para qui en eluni verso no es más que una imagen deDios.I. B.—Las «mónadas» de Leibniz, ¿noson igualmente una forma de espiritualismo?J. G.—Sí, pero llevada al extremo. Elsistema filosófico de Leibniz conduce auna especi e de espirit ualismo objeti vo enl a medida en que postul a, como en Pl atóno en Hegel , l a exist enci a de una baseespi r i t ual «obj et i va», di st i nt a de l aഊ conci enci a humana e i ndependi ent e deel l a. Est a base espi ri t ual obj et iva no esot ra cosa que l a Idea Absol ut a de Hegel ,o más sencil l ament e, Di os. En est e caso,Di os t ransci ende el uni verso y no seconfunde con él.G. B. —La pregunt a se pl ant ea en est epunt o: si el uni verso descansa en l aexi st enci a de un Ser t ranscendent e,¿cómo acceder a est e Ser? ¿No est amos,en reali dad, separados de l a esenciaprofunda del universo?I. B. —Ese es el punt o de vi st a quedesarrol l an l as corri ent es i deal i st as.Baj o el nombre de i deal i smo sereagrupan l as filosofías para las cuales larealidad «en sí» no es cognoscible:l a úni ca evi denci a de un mundoext er i or r es i de en nues t r aspercepci ones, en nuest ras sensaci ones decol or, de di mensi ón, de gust o, de forma,et c. Desde el dí a en que nacemos, se nosഊ enseña que debemos t ener unapercepci ón común del mundo. Lo queuna persona perci be como un árbol , unafl or, un rí o, ot ra di st i nt a debe perci bi rl ocomo árbol , fl or o rí o. Eso es l acons ecuenci a di r ect a de nuest r ascr eenci as comunes en un mundo «en sí».Pues bi en, el ci bernét i co Hei nz vonFoerst er expone que el espíritu humanono percibe lo que está ahí sino lo que cree

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que est á ahí . Nuestra facult ad de verdepende de l a reti na que absorbe l a luzdel mundo exterior y t ransmite despuésseñales al cerebro. Por l o demás, est emi smo esquema se apl i ca a t odasnuest ras percepci ones sensori al es. Si nembargo, l a ret i na no per ci be el col or,expl i ca von Foer st er; el l a es ci ega a l acali dad del est ímulo y sól o es sensibl e asu cantidad. «Esto no debería constituiruna sorpresa —añade—, porque en realidadno hay luz ni color en sí: sólo hay ondasഊ electromagnéticas.»Del mi smo modo, no hay soni dos nimúsi cas: sol ament e vari aci onesmoment áneas de l a pr esi ón del ai r e ennuest r os t í mpanos. No hay cal or ni frí o:sol ament e mol écul as en movi mi ent ocon más o menos ener gí a ci nét i ca, yasí sucesi vamente.En resumen, según l os i deal i st as, nonacemos formando parte del mundo:nacemos formando parte de algo que cons-truimosen el interior del mundo. Elidealismo impone la idea de que cada unode nosot ros vi ve en una especi e de«esfera de conci enci a» que i nt erfi ere a l avez con l o real desconoci do y con otrasesferas de conciencia. Una vez más, laconcepción de una real i dad obj et i va seevapora: pregunt arse por l a real i dad quenos r odea si n t ener en cuent a a l os quel a obs er van no tiene ningún sentido en esecaso ( 1).ഊ En el f ondo, mi pr opi a esf er a deconci enci a nada me i nforma de l areal i dad mi sma: mi conoci mi ent o delmundo se reduce a l as i deas que me hagode él . En cuant o a l o real que se si t úamás al l á de mi s sent i dos, permaneceoscuro, vel ado, misterioso y, probablemente,incognoscible (9).G. B. — Ahí encont ramos el i deal i smoen fí si ca: l o real no es compr ensi bl e,eval uabl e, y, en úl t i mo ext r emo, noexi st e más que a través de un acto deobservación.J. G.—¿Qué podemos decir de ese realeni gmáti co? Quisiera volver a una idea dela que hemos hablado en este libro: intuyoque estamos inmersos en ese famosocampo de información, hecho de conciencia

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y de materia, que hemos descrito antesG. B. —Y vol vemos de nuevo a l at eorí a del campo cuánt i co. En ella, laspartículas elementales son consideradas comoഊmanifestaciones de un campo cuántico en elque la materia y todos sus movimientosson producidos por una especie de campode información subyacente. El físicoHamilton va más lejos todavía cuandoenuncia que la materia es quizá el resultadode una serie de interacciones entre «camposde información»: una partícula no sedespliega en el «mundo real», sino en unmovimiento de onda procedent e de unocéano de informaciones, como una granola de agua que fuese producida por elmovimiento general del océano. Es este flujoconstante, esta especi e de «marea», lo queda ori gen a un objet o que tiene todas laspropiedades de una partícula material.De manera análoga, según lainterpretación causal de David Bohm, laspartículas elementales proceden de uncampo cuántico global. La informaciónjuega aquí un papel determinante al darorigen, no solamente a los procesosഊ cuánticos, sino también a las partículasmismas. Ella es responsable de la maneraen que los procesos cuánticos se despliegana partir del campo cuántico del universo.J. G.—Todo esto confirma que el ordendel espíritu y el de la materia no sonirreductibles sino que se sitúan dentro de unespectro de orden general, que se extiendedesde el orden mecánico hasta el orden«espiritual». Si el espíritu y la materiatienen por origen a un espectro común, estáclaro que su dualidad es una ilusión, debida alhecho de que no se consideransino los aspectos mecánicos de la materiay la cualidad intangible del espíritu (3).I. B.—Llegamos aquí a una idea análogaal principio de incertidumbre de Heisenberg,según el cual nosotros no observamos elmundo físico: participamos en él. Nuestrossentidos no están separados de lo que existe«en sí», sino que están íntimamenteimplicados en un complejo proceso deഊ feedback cuyo resultado final es, en realidad,crear lo que existe «en sí».Según la nueva física, nosotros soñamosel mundo. Lo soñamos como algo durable,

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misterioso, visible, omnipresente en elespaci o y est abl e en el tiempo. Pero másallá de est a ilusión, se desvanecen lascategorías de lo real y lo irreal. Del mismomodo que ya no se puede consi derar queel gato de Schródinger esté o bien vivo, obien muerto, no se puede percibir el mundoobjetivo como existente o no existente: elespíritu y el mundo no forman sino una únicarealidad.J. G.—Como dice Pearce: «El espírituhumano refleja un universo que refleja elespíritu humano.» A partir de ahí, no sepuede simplemente decir que el espíritu yla materia coexisten: existe el uno através del otro. En cierto modo, eluniverso está soñándose a sí mismo a travésnuestro: el metarrealismo comienza en elഊmomento en que el soñador tomaconciencia de sí mismo y de su sueño (1).I. B.—Me parece interesante en estemomento aproximar nuestro punto de vistaal de un gran físico americano, HeinzPagel s: «¿Qué es el universo? ¿Es ungran fil m en reli eve cuyos involuntariosactores somos nosotros? ¿Es una bromacósmica, un ordenador gigante, la obra dearte de un Ser supremo o, lisa y llanamente,un experimento? Nuestras dificultades paracomprender el universo proceden de queno sabemos con qué compararlo.»Sin embargo, el mismo Heinz Pagels,expresando el punto de vista de la mayorparte de los físicos, prosigue: «Creo que eluniverso es un mensaje redactado en un códigosecreto, uncódigo cósmico, y que la tarea delcientífico consiste en descifrar ese código»(8).J. G.—Para admitir la existencia de esecódigo cósmico y para comprenderlo, hayഊ que situar el pensamiento en un marcometarrealista. Invito a nuestros lectores ameditar sobre los tres caracteres que me pareceque definen ese marco:— el espíritu y la materia forman unaúnica realidad;— el Creador de este universomateria/espíritu es transcendente;— la realidad en sí de este universo no escognoscible.¿Es legítima nuestra andadura? En todocaso, encuentra un eco sorprendente en la

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filosofía de un pensador que, en el corazónde la Edad Media, tuvo sin embargo laintuición de lo que anuncia elmetarrealismo: Santo Tomás de Aquino. Ala vez metafísico, lógico y teólogo, SantoTomás se propuso conciliar la fe cristiana conla filosofía racional de Aristóteles.Finalmente, para -iluminar el final deeste diálogo, para disipar la tristeza deverlo acabar, esta última observación: si ഊ Santo Tomás de Aquino ejerce unainfluencia tan profunda sobre elpensamiento contemporáneo es quizá porser el primero en haber intentado instalarla armonía entre lo que se cree y lo que sesabe: entre el acto de fe y el acto de saber; enuna palabra: entre Dios y la ciencia.Epilogo¿ POR QUÉ HAY ALGO ENLUGARDE NADA?¿Qué certidumbre? ¿Qué esperanza?¿Qué saber? ¿Qué debemos retener de esteensayo de filosofía en voz alta?En primer lugar, una manera de buscarsentido en lo insignificante, «proyecto» enla más pequeña de las casualidades,acontecimiento en la tenuidad de las cosas:la hoja de un árbol, el canto de un pájaro, lacaída de una gota de agua, el viento en elvacío.Todas estas pequeñas cosas conspiran enഊ lo invisible para formar lo real, convergenhacia nuestro corazón para dar allí origen auna necesidad irreprimible: el deseo de realidad.Es este deseo lo que nos ha empujado, enel curso de nuestros diálogos, en pos del Ser.Pero, ¿qué hemos visto de ese Ser?Ante todo, su densidad, su opacidad, a lavez que su tenuidad y la multiplicidad de susformas. Nuestro diálogo ha encontrado,pues, con esta idea su frontera natural, supunto de llegada más elevado: la realidadindependiente es inaccesible para nosotros;lo real permanece velado, incognoscible parasiempre (9).Quizá, por primera vez, tomemostambién conciencia de que el acierto de unpensamiento «moderno», en el cruce de lafísica nueva y de la filosofía, es haberdescrito el enigma del universo a costa desustituirlo por un enigma más profundo,

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más difícil: el del espíritu mismo.Queda, pues, est a pregunt a, l a úl ti ma,ഊ l a más t emibl e. Abrió el diálogo y deberácerrarlo: ¿cuál es el sentido del universo?¿Adónde nos lleva todo esto? ¿Por qué hayalgo en lugar de nada?Ante esta interrogación, los que piensanprofundamente conocerán de golpe elvértigo filosófico más intenso. Teilhard deChardin tenía apenas siete años cuando,súbitamente, se encontró frente almisterio. Su madre le había enseñado unmechón de pelo, había acercado una cerilla: elmechón había desapareci do. En cuant o seextinguió l a llama, el pequeño Teilhardsintió el absurdo de la nada. Y como lasexperiencias de negación, de muerte, deangustia y de pecado son más fuertes quesus contrari as, Teilhard se pregunt a: ¿porqué hay cosas? ¿Por qué tienen fin? ¿Dedónde ha surgido este Ser que hay en mí—que soy yo— y que no sabe la razónprofunda de su existencia?El universo: centenares de miles de ഊmillones de estrellas, dispersas por miles demillones de galaxias, a su vez perdidas enuna inmensidad silenciosa, vacía y helada.El pensamiento se aterroriza ante eseuniverso tan diferente de él, que le parecemonstruoso, tiránico y hostil: ¿por quéexiste? Y, ¿por qué existimos nosotros através de él?Veinte mil millones de años después desu aparición, la materia continúa surecorrido por el espacio-tiempo. Pero,¿adónde nos lleva este recorrido?La cosmología responde que el universono es eterno. Que tendrá un final, aunquesea infinitamente remoto. No podráescapar a una de estas dos muertesposibles: la muerte por frío o la muerte porfuego.En el primer caso, se llama «abierto» aluniverso: su expansión se prosigueindefinidamente; las galaxias se pierden enel infinito mientras las estrellas seഊ extinguen una a una, después de haberirradiado sus últimas reservas. Más allá de laduración de la vida del protón, la materiamisma se disgrega. Llega el últimoinstante, aquél en el que las últimas motascósmicas de polvo son engullidas a su vez porel inmensoaguj ero negro en que se ha

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convert i do el uni verso agoni zant e. Porfin, el mismo espacio-tiempo sereabsorbe: todo vuelve a la nada.Desde un punto de vista metafísico,nada hay más angustioso que estaconsunción, esta ascensión de una nieve demateria, esta lenta disgregación, estairradiación ilimitada que reviste todos loscolores del arco iris antes de desvanecerse.¿De qué estará hecha esta nada? ¿Quéquedará de la información acumulada entodo el universo durante centenares de milesde millones de años?Una respuesta pasa, quizá, por poner demanifiesto la relación entre la informaciónഊ de un sistema (su organización) y la entropía(degradación del orden de ese sistema).Se puede admitir, con la mayor parte de losfísicos, que la adquisición de información(es decir, de un conocimiento) consumeenergía y provoca, en consecuencia, el aumentode la entropía global en el seno de unsistema. En otras palabras, si la entropíamide el desorden físico de un sistema,también es un indicador indirecto de queese mismo sistema guarda localmentecierta cantidad de información. La teoríade la información desemboca, pues, sobreesta afirmación sorprendente: el caos es unindicio de la presencia, en el seno de unsistema, de cierta cantidad de información.En el extremo, el estado de desordenmáximo que caracteriza al universo en elmomento de su desaparición puede quizáser interpretado como signo de lapresencia, más allá del universo material, deuna cantidad de información igualmenteഊmáxima.La finalidad del universo se confundeaquí con su final: producir y liberar elconocimiento. En este último estadio, todala historia del cosmos, su evolución durantecentenares de miles de millones de años, seconvierte en una Totalidad de conocimientopuro.¿Qué entidad guardará este conocimientosi no es un Ser infinito, que transciende elmismo universo? Y, ¿qué uso hará de estesaber infinito que lo constituye y cuyoorigen es, al mismo tiempo, él mismo?El dest i no del uni verso a l argo pl azo

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no es previ si bl e. Al menos , por ahor a.Si su mas a t ot al es super i or a un ci er t oval or cr í t i co, ent onces, al cabo de unt i empo más o menos l ar go, l a f ase deexpansi ón l l egar á a su f i n. La mat er i aque forman l as gal axi as, l as est rel l as,l os pl anet as, t odo eso será compr i mi dohast a convert i r se de nuevo en unഊ si mpl e punt o matemático que anulará elespacio y el tiempo.Aunque est e ar gument o sea opuest oal ant eri or, t ambi én aquí , t odo vuel ve al a nada. Tambi én aquí , al t érmi no de unl ento proceso de desmat eri alización, l ai nformación se separa de la materia y selibera de ella para siempre.¿Hay al guna concl usi ón que ext raerde est a observaci ón del dest i nocósmi co? ¿Qué s e puede pensar de ununi ver so si t uado ent re dos nadas?Esenci al ment e, est o: el uni verso not i ene el car áct er del Ser en sí . Suponel a exi st enci a de ot r o Ser , si t uado fuer ade él . Si nuest r a r eal i dad es t empor al ,l a caus a de e s t a r eal i dad esul t r at empor al , t r ans cendent e al tiempoy al espacio.Henos aquí muy cerca de ese Ser alque l a rel i gi ón l l ama Di os. Peroacerquémonos más: ent r e l as di f er ent esഊ const at aci ones ci ent í fi cas est abl eci dassobre l o real , exi st en t res que sugi er encon f uer za l a exi st enci a de una ent i dadque t r ans ciende nuestra realidad.Pri mera const at aci ón: el uni versoaparece como acabado, cerrado sobre sími smo. Si l o comparamos con unapompa de j abón que abarque t odo, ¿quéhay a su «al rededor »? ¿De qué est áhecho el «ext eri or » de l a pompa? Esi mposi bl e i magi nar un espaci o ext er i oral espaci o y que l o cont enga; desde unpunto de vista físico, un exterior así no puedeexistir.Estamos, pues, obligados a colocar másallá de nuestro universo la existencia de«algo» mucho más complejo: una totalidad enel seno de la cual nuestra realidad está, enresumidas cuentas, inmersa, algo así como unaola en un vasto océano.La segunda pregunta es ésta: ¿es

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necesario el universo? O, al cont r ar i o:ഊ¿exi st e un det er mi ni smo super i or a l ai ndet erminación cuántica? Si la teoríacuántica ha demostrado que lai nt erpret aci ón probabi li st a es l a úni caque nos permit e describi r l o real ,debemos concl ui r de ahí que, frent e auna nat uraleza irresuelta, debe existir,fuera del universo, una Causa de laarmonía de las causas, una Inteligenciadiscriminante, distinta de ese universo.Termi nemos por el t ercer argument o,el más i mport ant e: el principio antrópico.El universo parece const rui do yregul ado —con una precisi óni ni magi nabl e-- a part i r de al gunasgr andes const ant es. Se t rat a de normasi nvari abl es, cal cul abl es, de l as que no sepuede saber por qué la naturaleza escogiótal valor en lugar de tal otro. Se debeasumir la idea de que, en todos los casos,con valores di ferent es del «mi l agromat emáti co» sobre el que descansaഊ nuest ra real i dad, el uni verso habrí apresent ado l os caract eres del caosabsol uto: danza desordenada de át omos,que se j unt arí an un i nst ant e y sesepararí an al i nst ant e si gui ent e pararecaer si n cesar en sus i nsensat ost orbel l i nos. Y puest o que el cosmosremit e a l a i magen de un orden, est eorden nos conduce, a su vez, hacia laexistencia de una causa y de un finexteriores aEn l a est el a de t odo l o que precedepodemos aprehender el uni verso comoun mensaj e expresado en un códi gosecret o, una especie de jeroglíficocósmico que acabamos de empezar adesci frar. Pero, ¿qué hay en esemensaj e? Cada át omo, cada fragment o,cada grano de pol vo exi st e en l a medi daen que part i ci pa de un sent i do uni versal .Así se descompone el códi go cósmico:primero la materia, después la energía y, porഊ fin,la información. ¿Hay algo aún más allá?Si aceptamos la idea de que el universo esun mensaje secreto, ¿quién ha compuesto elmensaje? Si el enigma de ese código cósmiconos ha sido impuesto por su autor, ¿noforman nuestros intentos de descifrarlo unasuerte de trama, de espejo cada vez más

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nítido, en el cual el autor del mensajerenueva el conocimiento que tiene de símismo?AGRADECIMIENTOSHace medio siglo que Henri Bergson seextinguió. Obsesionado, como todos losfilósofos, por la última interrogación, habí amurmurado est as extrañas pal abras: «Eluniverso es una máquina de hacer dioses...»Este fue su último aliento filosófico.Jean GuittonGrichka Bogdanovഊ Igor BogdanovDamos las gracias a nuestro amigo Mathieude LaRochefoucauld por la atenta lectura que hatenidoa bien hacer del manuscrito de este libro.En cuanto a la parte científica dellibro, nuestro reconocimiento va a loshombres de ciencia cuyos trabajos y publi-cacionesnos han permitido apoyar nuestratesis:Jean Audouze, Brandon Carter, MichelCassé, Bernard d'Espagnat, Paul Davies, JohnGribbins, Alan Guth, Stephen Hawking, JeanHeidman, Heinz Pagels, Illyah Prigogine,Hubert Reeves, Erwin Schródinger, MichaélTalbot, Trinh Xuan Thuan, Steven Weinberg.Por otro lado, la documentación científicanos ha sido ampliamente facilitada por lossiguientes organismos: Académie desSci ences, Agence Jul es Verne, C.N.R. S.,Institut d' Astrophysique, NationalഊAcademy of Sciences (USA), NationalScience Foundation (USA).Muchas gracias a todos.