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i Ciencia cognitiva: una introducción filosófica Rom Harré Traducción: Nicolás Venturelli Índice para la Parte 1 (capítulos 1, 2 y 3): Naturaleza y métodos de la ciencia 1 Capítulo 1 Una ciencia para la psicología 4 ¿Cuál es el dominio de la ciencia cognitiva? 4 ¿Qué hace que un programa de estudio sea científico? 7 Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la ciencia? 9 Filosofía en un contexto científico 9 Algunos otros términos para abordar los presupuestos 12 Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la filosofía? 13 Ontología: presupuestos acerca de lo que hay 13 Tópico de aprendizaje: Ontología 16 Ciencia, filosofía y psicología en la historia 17

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i

Ciencia cognitiva: una introducción filosófica

Rom Harré

Traducción: Nicolás Venturelli

Índice para la Parte 1 (capítulos 1, 2 y 3):

Naturaleza y métodos de la ciencia 1

Capítulo 1

Una ciencia para la psicología 4

¿Cuál es el dominio de la ciencia cognitiva? 4

¿Qué hace que un programa de estudio sea científico? 7

Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la ciencia? 9

Filosofía en un contexto científico 9

Algunos otros términos para abordar los presupuestos 12

Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la filosofía? 13

Ontología: presupuestos acerca de lo que hay 13

Tópico de aprendizaje: Ontología 16

Ciencia, filosofía y psicología en la historia 17

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ii

El proyecto de una psicología científica 17

Conclusión 18

Capítulo 2

Las ciencias naturales 21

El mundo de las ciencias naturales 21

Tópico de aprendizaje: El mundo de las ciencias naturales 26

Interpretaciones rivales de la ciencia 27

Tópico de aprendizaje: Positivismo y realismo 34

Experimentos indirectos: testeando hipótesis sobre lo inobservable 35

Tópico de aprendizaje: Experimentando en la Región Tres 38

Conclusión 38

Capítulo 3

Comprendiendo el método científico 40

Sección 1

Describir y clasificar 41

El rol de los conceptos en la clasificación 41

Sistemas jerárquicos de clasificación 43

Las bases de las distinciones de tipo 45

Tópico de aprendizaje: 1. Describir y clasificar 48

Sección 2

Explicar 49

Modelos 50

Usos analítico y explicativo de los modelos 52

Los fundamentos cognitivos de la construcción de modelos 57

Evaluación de los modelos 60

Dispositivos experimentales como modelos de mundo 62

Ulteriores usos del modelado 64

Tópico de aprendizaje: 2. Elaboración de modelos 66

Conclusión 66

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1

Naturaleza y métodos de la ciencia

La psicología es el estudio del pensamiento, el sentimiento (las emociones), la percepción y la

acción. El campo de la psicología cognitiva se ha ocupado tradicionalmente sólo de uno de estos

cuatro fenómenos: el pensamiento o la cognición. ¿Qué queremos decir con cognición? En

contextos científicos es imprudente imponer definiciones rígidas y unívocas. ¡Es mejor dar algunos

ejemplos de lo que un concepto general abarca y luego agregar un etcétera! Entre los fenómenos

psicológicos en el dominio de la cognición están el recordar, el razonar, el calcular, el clasificar, el

decidir, etc.

En los últimos años, ha resultado cada vez más claro que tanto la psicología de las

emociones como la psicología de la percepción o la psicología social no pueden ser estudiadas sin

atender centralmente a los procesos especificados arriba como los tópicos de la psicología

cognitiva. En este texto nos ocuparemos sólo de los principios y métodos del estudio científico de la

cognición.

La ciencia cognitiva es el intento de estudiar los fenómenos cognitivos de un modo afín al

que las ciencias físicas adoptan para estudiar los fenómenos materiales. La física comprende la

mecánica, el estudio de las leyes del movimiento de los objetos materiales elementales. La química

comprende el estudio de la síntesis de sustancias materiales a partir de otras sustancias materiales, a

luz del conocimiento de sus componentes atómicos y estructuras internas. En los últimos años, el

estudio de los aspectos relevantes de la neuroanatomía y la neurofisiología del cerebro y el sistema

nervioso se ha visto como parte integrante del campo de la ciencia cognitiva.

La historia de los intentos para crear una ciencia cognitiva, que incluye tanto estudios

naturalistas sobre el pensamiento como estudios técnicamente sofisticados de los procesos

cerebrales relevantes, revela muchos comienzos fallidos. En su mayor parte, el fracaso de estos

programas de investigación puede ser explicado atendiendo a los presupuestos filosóficos que sus

promotores dieron por sentado. La ciencia es una práctica humana. Como el tenis, la jurisprudencia,

la política y otras prácticas humanas, la ciencia tiene sus presupuestos. Algunos presupuestos de los

viejos intentos para crear una ciencia de las actividades cognitivas de los seres humanos eran

metafísicos, tal como el presupuesto de que el dominio de lo cognitivo comprende entidades no

materiales, ideas en la mente. Algunos eran metodológicos, como el presupuesto de que el trabajo

de los psicólogos cognitivos puede ser reducido exclusivamente al estudio de los aspectos

materiales del pensamiento: la psicología como neurociencia. Al estudiar filosóficamente un

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2

proyecto científico extraemos los presupuestos no cuestionados y los sometemos a un escrutinio

crítico. Para desempeñarse bien en las prácticas de algún dominio es deseable tener una clara idea

de lo que está presupuesto en lo que uno hace. Los estudios filosóficos de los presupuestos tienen

un rol práctico.

No sólo hay presupuestos filosóficos involucrados en la práctica de las ciencias, sino que

también existen teorías filosóficas muy influyentes acerca de la naturaleza de la ciencia misma.

Éstas también deben ser inspeccionadas. Armados de una visión de la ciencia como la búsqueda

sistemática de verdades incontestables, los filósofos exigieron que únicamente lo que puede ser

percibido por los sentidos debe ser admitido en el dominio de las ciencias. Esta es la posición

filosófica del positivismo. La posición opuesta es el realismo. Las ciencias físicas, desde sus

comienzos en el mundo antiguo, se han asentado en hipótesis sobre procesos que no pueden

percibirse directamente. Los astrónomos imaginaron varias arquitecturas posibles para los cielos.

Químicos y físicos imaginaron una realidad de minúsculos, invisibles átomos, cuyos movimientos y

recombinaciones daban cuenta de los fenómenos que los seres humanos podían percibir. Los

realistas argumentan que tenemos buenas razones para preferir algunas representaciones de las

regiones invisibles de la Naturaleza por sobre otras. La historia de las ciencias físicas muestra un

patrón de idas y vueltas entre reacciones positivistas en contra de débiles especulaciones sobre las

causas de los fenómenos observables y desarrollos realistas de hipótesis más rigurosas y plausibles

sobre el mundo más allá de los sentidos. A comienzos del tercer milenio, las ciencias físicas están

en una etapa fuertemente realista de este ciclo. Los físicos están satisfechos con los quarks. Los

químicos no tienen inconvenientes con las estructuras atómicas. Los biólogos están a gusto con los

genes. Los geólogos hablan libremente sobre placas tectónicas, y así sucesivamente. Nosotros

seguiremos esta tónica. El programa para la ciencia cognitiva presentado aquí será realista, armado

de técnicas como aquellas firmemente establecidas en la física, la química, la biología y las ciencias

geológicas, para ir más allá de lo que puede ser percibido con los sentidos hasta la esfera más

profunda de la realidad material.

En la medida en que nos adentramos en la filosofía de las ciencias naturales a los fines de

obtener lineamientos a seguir para desarrollar una psicología científica de la cognición,

encontramos dos aspectos principales del trabajo científico. Por un lado está la compleja tarea de

clasificar los fenómenos del campo de interés. Esto requiere no sólo que se abran lugares en un

esquema clasificatorio, sino también que un esquema tal esté bien fundado, libre de contradicciones

y conectado con las teorías sobre aquello que estemos clasificando.

Por otro lado, está la tarea de construir explicaciones de los fenómenos de interés. La mayor

parte de los procesos que producen los fenómenos observables, en caso de que de hecho sean

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observables, no son observables del mismo modo en que estos últimos lo son. Las reacciones

químicas pueden ser vistas, oídas y a veces olidas; los procesos moleculares que las explican, no.

Las moléculas y su comportamiento son productos de la imaginación humana que representan, se

espera, procesos productivos reales. Las estrategias con las cuales se lleva a cabo esta fase del

trabajo científico están bien estudiadas. Sin embargo, los insights1 que se han obtenido a partir del

estudio en profundidad de las ciencias físicas todavía han de ser plenamente integrados a los

métodos de la ciencia cognitiva. […]

La Parte I de este libro introduce dos temas principales. Aprenderemos cómo los filósofos

ahondan en los presupuestos de las prácticas humanas. Luego miraremos en detalle a las dos fases

principales de un programa de investigación científica, la clasificación y la explicación. Aunar los

dos temas nos introducirá a la filosofía de la ciencia. […]

1Esta palabra no tiene traducción directa al castellano, por lo cual se ha preferido dejarla en inglés. En este

contexto, refiere a una perspectiva o mirada “desde adentro” sobre algún dominio de conocimiento, que en

general aporta un nuevo modo de interpretar o abordar alguna cuestión particular (NdT).

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4

Capítulo 1

Una ciencia para la psicología

Hay dos objetivos en este curso. El primero es adquirir un dominio de aquello que es necesario para

un enfoque filosófico de una práctica humana, desentrañando los presupuestos de los que depende

una manera de pensar y actuar. El otro es lograr cierto dominio de los principios básicos de una

ciencia cognitiva unificada. Daremos por sentado que ambos proyectos son valiosos. La filosofía es

un antiguo modo de asumir una actitud crítica hacia las prácticas humanas. La ciencia cognitiva, en

la versión híbrida que desarrollaremos en este curso, es, uno podría decir, el mejor intento hasta el

momento de lograr una psicología genuinamente científica. Ha habido muchos intentos de este tipo

en el pasado, pero hasta ahora todos se han descarrilado por una u otra razón. […]

Comenzamos con un pantallazo de dos aspectos de nuestro tema: en primer lugar,

esbozaremos el modo en que el conocimiento científico es producido y representado mientras que,

en segundo lugar, examinaremos qué comporta el hacer filosofía. Estaremos así en la posición de

entender qué es hacer filosofía de la ciencia, situando las dos disciplinas en fructífera unión. Será

luego un pequeño paso hasta la fase constructiva del curso – llegar a una comprensión filosófica de

lo que una ciencia de la cognición requiere – una psicología genuinamente científica.

¿Cuál es el dominio de la ciencia cognitiva?

Tradicionalmente se creyó que existía un conjunto de actividades humanas – recordar, decidir,

razonar, clasificar, planear, etcétera – pertenecientes al grupo de los procesos mentales, que caen

generalmente bajo el rótulo de ‘cognición’. Podemos pensar en las actividades cognitivas en

términos de tareas. Usamos nuestras facultades y capacidades cognitivas para desempeñar todo tipo

de proyectos, desde decidir cómo vestirse para una fiesta hasta hacer el seguimiento de una cuenta

bancaria. Podemos usar nuestras habilidades cognitivas para resolver problemas – por ejemplo,

encontrar el camino más corto hasta casa. Las tareas pueden desempeñarse bien o mal, con o sin

cuidado, correcta o incorrectamente, con muchas posibilidades intermedias. Las soluciones pueden

ser más o menos adecuadas, más o menos fáciles de alcanzar, y así sucesivamente.

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5

El estudio de estas actividades y de los estándares que se supone satisfacen, constituye la

psicología cognitiva, la fase descriptiva de una ciencia psicológica. Sin embargo, ¿qué hay de la

fase explicativa? ¿A qué se debe apelar para dar cuenta de la capacidad de una persona para tomar

decisiones, sumar o resolver problemas? La tesis principal de lo que ha dado en llamarse ‘ciencia

cognitiva’ es que existen mecanismos neuronales a través de los que las actividades cognitivas se

desempeñan.

El presente texto está basado en la convicción de que la ciencia cognitiva debería cubrir un

campo más amplio que el de la mera neuropsicología de la cognición. Está basado en el principio de

que cualquier rama de la psicología, tanto el estudio de la cognición como el de las emociones, la

acción social o cualquier otro aspecto de la vida mental humana, es necesariamente un híbrido.

Debe comprender el estudio naturalista de los fenómenos psicológicos en la medida en que éstos se

manifiesten en lo que las personas hacen. Debe también incluir una investigación empírica y teórica

de los mecanismos neuronales por los que las personas actúan y piensan como lo hacen. Ambos

tipos de investigación, más allá de las diferencias que hacen a la naturaleza de los fenómenos que

estudian, pueden llevarse a cabo en conformidad con los estándares y métodos de la investigación

científica. Desarrollaremos nuestra comprensión de la naturaleza de la investigación científica, en

cuanto se diferencia de otros tipos de investigación, atendiendo al modo en que de hecho se lleva a

cabo en el área de las ciencias naturales.

¿Por qué es necesario ocuparse de determinar lo que hace falta para que un método de

investigación sea ‘científico’, en el sentido en que la química o la física son científicas? En un

pasado no tan reciente los psicólogos cometían el error de seguir interpretaciones erróneas o

parciales de las ciencias naturales. Esto era particularmente claro en los días del predominio del

conductismo. Seguiremos el ascenso y la caída del conductismo como un estudio de caso. Ilustra

muy bien cómo posiciones filosóficas erróneas sobre la naturaleza de la ciencia pueden ejercer una

influencia perniciosa sobre el desarrollo de una nueva ciencia. Aun hoy, buena parte de la

terminología engañosa del conductismo y del empirismo simplista del que era parte, sobrevive entre

los presupuestos de cierta psicología contemporánea. Afortunadamente, hoy los filósofos de la

ciencia nos ofrecen una descripción de las ciencias naturales mucho más satisfactoria y plausible

que las anteriores. Esta será nuestra guía para seguir el modo en que una verdadera ciencia

cognitiva puede ser desarrollada.

Nuestros estudios en este curso comenzarán con un análisis exhaustivo de las ciencias

naturales. Esto proveerá un trampolín metodológico desde el que construiremos nuestra

comprensión de los logros efectivos y posibles de la psicología cognitiva y su relación con la

neurociencia. También nos dará la capacidad de identificar y entender algunos de sus actuales

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defectos y de vislumbrar modos en que podrían ser superados dentro de fértiles programas de

investigación. Algunos de los ejercicios prácticos sugeridos en el texto podrían convertirse en

contribuciones al desarrollo de la misma psicología cognitiva. […]

Cuando desempeñamos tareas cognitivas como calcular o clasificar usamos sistemas de

símbolos: formas, signos, patrones con significado, reales e imaginarios, sonidos, etcétera. Un

problema importante, al cual volveremos con frecuencia, es el de poder dar una explicación

plausible de qué hace que un signo sea un signo significativo. Este es el problema de la

intencionalidad. Ningún esfuerzo serio de crear una ciencia cognitiva puede pasarlo por alto.

Hay maneras correctas e incorrectas de usar símbolos dotados de significado para nosotros.

Una metáfora útil para discutir las pautas de sus usos correctos es pensar en manipularlos como si

estuviésemos conscientemente prestando atención a reglas e instrucciones al hacerlo. Un campo de

investigación clave en la filosofía de la ciencia cognitiva es el de cómo expresar las normas que

están evidentemente involucradas en buena parte de lo que hacemos pero que no seguimos

conscientemente. Si las normas no están expresadas como reglas y convenciones explícitas, ¿cómo

pueden ser tan efectivas? Este es el problema de la normatividad. También este problema debe ser

atacado en nuestro intento de edificar una ciencia de la cognición.

Entre los símbolos y sistemas de símbolos que usamos pueden distinguirse palabras, gestos,

signos, diagramas, modelos, dibujos, etcétera. La psicología cognitiva debe comenzar por estudios

de actividades tales como clasificar o recordar, tal como son realizadas por las personas que usan

los sistemas de símbolos disponibles en sus propias culturas. Un bailarín se figura una de sus rutinas

como un flujo de movimientos corporales. Un estudiante recuerda el tema de una clase en la forma

de palabras, proposiciones. Un químico puede pensar en una reacción química en la forma de un

modelo o imagen del flujo y reflujo de iones de una solución.

¿Cómo se desempeñan estas tareas cognitivas? Con el uso de órganos en el cerebro y el

sistema nervioso: ‘herramientas cerebrales’. La ciencia cognitiva debe incluir una esencial

dimensión neuro-anatómica y neuro-fisiológica. Tampoco debemos olvidar que la mayoría de

nosotros poseemos un kit adicional de dispositivos ‘protéticos’, tales como agendas electrónicas,

que pueden sustituir algunas funciones de las herramientas de las que estamos naturalmente

dotados. Podemos usar nuestro cerebro para recordarnos de una cita, nuestro hipocampo para

encontrar el camino a casa, etcétera. Sin embargo, también podemos usar una agenda para

mantenernos al tanto de nuestros compromisos personales a tiempo y un mapa para guiar nuestros

movimientos en el espacio. Hoy en día cada una de estas herramientas puede fácilmente obtenerse

en formato electrónico. Una de las principales preguntas que nos haremos es la de cuánto podemos

aprender sobre cómo funcionan las herramientas naturales a partir de cómo las herramientas

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artificiales desempeñan su versión de la misma función. Esto nos llevará al campo de la inteligencia

artificial y a los modelos computacionales de la mente.

Nuestro primer contacto con actividades cognitivas llega muy temprano en la vida, mucho

antes, se cree hoy, de lo que previamente se pensaba. Bajo la influencia de los recientemente

redescubiertos estudios de L. S. Vygotsky (1978) sobre el desarrollo, ya no pensamos en nuestra

maduración cognitiva como un proceso que se da en el individuo aislado y de acuerdo con algún

esquema predeterminado, paso a paso. Nuestras habilidades cognitivas tienen su comienzo en el

flujo de la actividad simbólica de la vida cotidiana, en actividades cooperativas con otras personas,

particularmente en el seno de la familia. La importancia de Vygotsky para la psicología cognitiva

deriva de su trabajo en desenmarañar los complejos procesos por los que las herramientas

cognitivas y prácticas de los adultos son adquiridas por infantes y niños pequeños en las

interacciones sociales. Según él, las funciones cognitivas de orden superior aparecen primero en las

relaciones entre las personas y sólo en un segundo momento como parte de la dotación mental de un

individuo. Antes que nada pensamos pública y colectivamente con la ayuda de otros. Sólo en un

segundo momento contamos con la habilidad de pensar privadamente.

¿Qué hace que un programa de estudio sea científico?

En un tratamiento científico de algún dominio, como por ejemplo la superficie de la tierra, hacemos

uso de un sistema de clasificación para identificar, describir y categorizar las principales

características de la geografía. Usamos categorías tales como ‘islas’, ‘continentes’, ‘océanos’,

‘mares’, ‘estuarios’, etcétera. En la mayoría de las ciencias, los casos híbridos y fronterizos no

tardan en aparecer, y surgen así disputas de demarcación. ¿Australia es una gran isla o un pequeño

continente? Cuestiones como esta nunca podrán resolverse por observación o por experimento. No

será una cuestión de hecho hasta que no hayamos acordado sobre cómo usaremos el concepto de

‘continente’. Los defensores de una manera de trazar un límite alrededor del dominio de un

concepto clasificatorio ofrecen sus razones y sus opositores, las propias. Cuestiones de

conveniencia, consistencia y demás son usadas para lograr acuerdo sobre el alcance de la aplicación

de una categoría.

Un tratamiento científico de la superficie de la tierra sería incompleto sin una explicación

de cómo surgieron las características observables y sus patrones de distribución. ¿Por qué

Sudamérica parece corresponder tan perfectamente con la curva de África, si las imaginamos

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yuxtapuestas? Las explicaciones científicas típicamente postulan entidades y procesos

inobservables que originan las características geográficas que podemos observar. Para el caso de la

tierra, los geólogos hoy invocan la existencia de placas tectónicas, que se desplazan lentamente a

través del plasma semi-líquido en el interior de la tierra, y dan lugar así a las características

observables de la superficie.

¿Cómo podríamos de algún modo saber cómo son estas placas tectónicas? No podemos

observarlas tal como son. Las creencias sobre las entidades y los procesos inobservables que dan

cuenta de los estados de cosas observables son generalmente alcanzadas a través del uso de

analogías poderosas, plausibles y fructíferas. En lugar de intentar pensar en las estructuras

profundas, reales pero inobservables, de la corteza terrestre, pensamos en las placas tectónicas de

Wegener. ¿Cómo lo hacemos? Las placas son un modelo, esto es, una representación pictórica de

las estructuras reales. Imaginamos cómo son trazando una analogía con algo que ya conocemos.

Quizás Wegener, el hombre que propuso la teoría de las placas tectónicas, vio una similitud entre el

comportamiento de las banquisas [gruesas capas de hielo flotante que se forman en las regiones

oceánicas polares; NdT] cuando se trituran unas contra otras al ser llevadas por las corrientes en el

agua y las placas tectónicas cuando se trituran al ser llevadas por las corrientes de circulación del

hierro derretido que forma el núcleo de la tierra.

Una ciencia completa de la tierra deberá entonces ser un híbrido entre geografía, que

cumpliría el rol descriptivo, y geología o tectónica de placas, que cumpliría el rol explicativo.

Aquí tenemos un simple ejemplo de una de las principales estrategias para la construcción

de teorías en ciencia. Es la elaboración de modelos: usar analogías con discreción. Entender el rol

de los modelos en ciencia conduce a la comprensión de los principales métodos y técnicas de

investigación por los que los seres humanos, limitados en espacio, tiempo y recursos, han podido

ganar conocimiento de las fuerzas de la Naturaleza. Esto ha mejorado la capacidad humana para

dominarlas y manipularlas. Actualmente la mayoría de los filósofos de la ciencia cree que la base de

nuestra comprensión de la Naturaleza es nuestra capacidad de crear y manipular análogos y

modelos de aquellos aspectos del mundo material que nos interesan.

Dar un formato escrito o discursivo a los insights que de este modo adquirimos, es decir,

presentar nuestro conocimiento científico en artículos y libros, es una cuestión secundaria

comparada con la primacía de la elaboración de modelos.

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Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la ciencia?

1 Una ciencia consiste de:

a) Un catálogo ordenado de fenómenos

b) Un sistema de modelos que representa los mecanismos inobservables por los que los

fenómenos observables se manifiestan.

2 Un científico por ende necesita tener:

a) Un sistema de conceptos para clasificar los fenómenos. Estos definirán tipos y clases, y

formarán así una taxonomía.

b) Una fuente aceptada de conceptos como un medio para elaborar modelos que

representan los procesos inobservables por los que los fenómenos observables se

manifiestan.

Idealmente el sistema clasificatorio y el repertorio de modelos explicativos debieran estar unidos en

un sistema general coherente. Hay varios modos en que esto puede lograrse.

Filosofía en un contexto científico

Los filósofos intentan esclarecer y examinar críticamente algunos de los presupuestos de los que

dependen la efectividad, la inteligibilidad y demás valores de las prácticas humanas. Esto implica

hacer una distinción preliminar entre presupuestos fácticos [factual] y presupuestos concernientes a

las relaciones entre conceptos. Los presupuestos conceptuales son evidentes en los significados que

damos a nuestros conceptos y los modos en que entendemos están interrelacionados.

Advertir la gran importancia de esta distinción básica ha sido una de las principales

contribuciones filosóficas hacia nuestra capacidad de interpretar las ciencias y hacia nuestra

sensibilidad en el detectar profundas falacias y enredos conceptuales. Wittgenstein nos ha mostrado

la facilidad con la cual nos vemos llevados a tratar un problema concerniente conceptos o los usos

de las palabras como si fuera un problema concerniente cuestiones de hecho. ¿Sólo es una cuestión

de hecho que yo no puedo sentir tu dolor, o el problema tiene que ver con cómo la palabra ‘dolor’

es usada en el lenguaje cotidiano? Si fuese una cuestión de hecho, podría haber sido de otro modo.

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Si fuese una cuestión concerniente los usos de las palabras, no podríamos siquiera darle sentido a la

alternativa.

Las cuestiones de hecho se dirimen mediante observación y experimento. Aun así, los

presupuestos conceptuales están siempre involucrados. Para confiar en la observación y el

experimento debemos presuponer que no existen paradojas, contradicciones u otras fallas en el

sistema de conceptos que usemos para describir nuestros descubrimientos fácticos. Las

investigaciones filosóficas a veces implican preguntar en qué medida un presupuesto fáctico de un

aspecto de una práctica no entra en conflicto con uno o más de los presupuestos conceptuales de

algún otro aspecto. Por ejemplo, la práctica de declarar a alguien culpable de infringir la ley

presupone que, como una cuestión de hecho, esa persona podría haber actuado de otro modo del que

lo hizo. Sin embargo, esto choca con el presupuesto de buena parte de la medicina psiquiátrica de

que el comportamiento social anómalo es de hecho plenamente explicable en términos de la

neurofisiología y la genética.

Las cuestiones concernientes a las reglas para el correcto uso de las palabras y otros

símbolos se dirimen mediante el análisis de los significados. A veces un análisis de este tipo revela

confusiones, contradicciones y otras fallas inadvertidas en un sistema conceptual aparentemente

sólido. Éstas pueden ser reveladas estudiando las interrelaciones entre los significados de las

palabras que son la expresión verbal de un sistema conceptual. Por ejemplo, si el que las personas

son agentes activos que buscan intencionadamente resolver los problemas de la vida es una cuestión

concerniente los significados de las palabras, ¿cómo puede esto reconciliarse con el uso del

concepto de ‘deseos inconscientes que llevan a una persona a comportarse de maneras contrarias a

la preservación de la vida’?

Este tipo de análisis crítico de sistemas conceptuales a gran escala implica a menudo trazar

conexiones con los presupuestos de prácticas cercanas. Por ejemplo, la filosofía legal y la ética

médica comprenden correlaciones y comparaciones entre usos médicos y legales de lo que parecen

ser los mismos conceptos. En ambas prácticas, conceptos tales como el de ‘muerte’, ‘locura’ y

demás cumplen roles importantes. Los conceptos de ‘vida’ y ‘muerte’ han cambiado en años

recientes, y esto ha tenido su efecto sobre cómo la ley interpreta prácticas controversiales como el

aborto y la eutanasia. Para ilustrar la distinción fundamental entre los dos principales tipos de

presupuestos examinemos una práctica simple y cotidiana. ¿Qué está presupuesto en las

transacciones comerciales corrientes donde usamos dinero a cambio de bienes y servicios?

Un filósofo de avanzada edad entra en la boletería de la mansión de Jefferson en Monticello

[colina donde se ubica la residencia histórica de Thomas Jefferson, tercer presidente de los EEUU;

NdT]. El empleado dice: “Las entradas cuestan $20”. El filósofo entrega $15 y su tarjeta de

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descuento para jubilados. Recibe así una entrada. ¿Qué ha sido presupuesto en esta común práctica

humana? Antes que nada, he aquí algunos de los presupuestos fácticos:

1 Hay una mansión, no a la vista al momento de la transacción.

2 Existió una persona llamada Thomas Jefferson, que ordenó la construcción de la mansión de

acuerdo a sus proyectos.

3 Existe un descuento para ciudadanos mayores.

4 El filósofo es un ciudadano mayor y la tarjeta entregada es suya.

5 La transacción tiene lugar en Monticello, Charlottesville, Virginia.

6 El dólar es la moneda local.

Abajo hay algunos de los presupuestos conceptuales o filosóficos:

1 Los dólares son fungibles, esto es, el billete de $5 que el filósofo recibió como cambio en otro

lugar todavía valen, en el presente contexto, $5. No tendría sentido que el filósofo le preguntara

al cajero: “¿Cuáles $5 quiere?”.

2 La mansión, siendo algo material, permanecerá en su sitio cuando el turista haya subido la colina.

Dado que los presupuestos filosóficos no incluyen cuestiones de hecho, sólo pueden ser puestos en

cuestionamiento mediante discusión y análisis. Por ejemplo, alguien podría ponerse a discutir sobre

el concepto de ‘dinero’. El concepto ha cambiado desde los días en que Hamilton fijó los táleros de

María Teresa [moneda de plata que fue usada a partir de mediados del siglo XVIII para comercios

internacionales; NdT], los primerísimos dólares de plata, como la moneda federal oficial. Ahora los

dólares son más comúnmente ‘objetos’ electrónicos en el ciberespacio. Nuestro turista podría haber

pagado con tarjeta de crédito. Alguien podría ponerse a discutir sobre el concepto de ‘objeto

material’. Por ejemplo, ¿la mansión que es eventualmente visitada por el filósofo es la misma

mansión que es visitada por cada persona en el grupo, si es que, como algunos filósofos han

sostenido, la mansión para cada turista existe únicamente como un conjunto de patrones de manchas

coloradas en sus campos visuales personales y privados?

La filosofía de la ciencia es el estudio de los presupuestos no fácticos de las prácticas de las

ciencias naturales y humanas. En resumen, es el estudio de los sistemas de conceptos que están

involucrados en la investigación y la teorización científica.

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12

Algunos otros términos para abordar los presupuestos

Thomas Reid (1788), quien escribió hacia fines del siglo XVIII, llamaba a los presupuestos del

modo de vida humano ‘los principios del sentido común’. Por ‘sentido común’ no se refería al saber

cotidiano sino más bien a un conjunto de principios que formaban un trasfondo común para todo

aquél capaz de pensamiento racional.

En el mismo período, Immanuel Kant (1787) acuñó la expresión ‘proposiciones sintéticas a

priori’ para identificar los presupuestos que subyacen a la percepción, el pensamiento y la acción.

Con esto, quería llamar la atención sobre el hecho de que, como él creía, no arribamos a estos

principios por análisis de nuestras propias experiencias. Éstos eran, más bien, aquello que

posibilitaba nuestra regular experiencia cotidiana. Al llamarlos a priori quería enfatizar que no

llegamos a ellos a partir de la experiencia. Al llamarlos sintéticos quería enfatizar su rol en los

procesos por los que nuestras mentes sintetizan los datos crudos de los sentidos transformándolos en

el mundo material que conocemos y, al mismo tiempo, en nuestros pensamientos sobre aquel

mundo. De alguna manera cada persona llega al mundo equipada con el mismo sistema básico de

estructuras. Aunque ejecutamos individualmente nuestras síntesis de sensaciones para crear

recíprocamente nuestros mundos y nuestra mentes, los mundos que creamos son más o menos el

mismo.

En tiempos más recientes, Wittgenstein (1953) expresó la misma idea general en su

analogía del marco y la pintura. Nuestros sistemas de conceptos conforman el marco en el que

nosotros bosquejamos pinturas del mundo. El marco no es parte de la pintura. Una imagen aun más

llamativa y atinada fue el modo en que Wittgenstein se refirió a las reglas para el correcto uso de las

palabras como una ‘gramática’, extendiendo la idea de corrección más allá de los límites de nuestras

gramáticas escolares de nombres, verbos, adjetivos y demás. En este libro usaremos la palabra

‘gramática’ para referirnos a los sistemas de conceptos y sus portadores simbólicos por medio de

los cuales categorizamos y damos sentido a nuestras experiencias. Una gramática, luego, puede

expresarse como un conjunto abierto de reglas maleables para usar correctamente varios sistemas

de símbolos. A veces una gramática vieja es abandonada o modificada, y nuevas gramáticas se

desarrollan. Nuestros conceptos mecanográficos han dado luz a una gramática completamente

nueva para manejar la comunicación en la computación y el ciberespacio.

Estas tres maneras de describir algunos aspectos importantes de los presupuestos de las

prácticas humanas atraen nuestra atención sobre tres aspectos del trasfondo de lo que pensamos,

sentimos, etcétera: es compartido; contribuye a dar forma a lo que experimentamos; mantiene

estándares locales de corrección.

Page 15: Harré - Ciencia Cognitiva.pdf

13

Tópico de aprendizaje: ¿Qué es la filosofía?

1 El proyecto de la filosofía consiste en esclarecer y discutir críticamente los presupuestos de las

prácticas humanas; como por ejemplo la jurisprudencia, la música y las ciencias, incluso los

deportes. Hay dos tipos de presupuestos:

a) Fácticos, que pueden corroborarse mediante observación y experimento.

b) Conceptuales, que pueden corroborarse solamente mediante la discusión de su

plausibilidad, utilidad y coherencia.

2 Tres modos de presentar la naturaleza de los presupuestos conceptuales:

a) Thomas Reid. Principios del sentido común: compartidos por todos y usados para dar

sentido la experiencia.

b) Immanuel Kant. Proposiciones sintéticas a priori: expresan las estructuras por medio de

las que sintetizamos un mundo continuo y mentes ordenadas (sintéticas). No son

aprendidas por experiencia (a priori).

c) Ludwig Wittgenstein. Gramáticas: reglas para el uso correcto de símbolos. Las

gramáticas pueden cambiar, en general a diferentes ritmos bajo circunstancias diversas.

Ontología: presupuestos acerca de lo que hay

Los realistas científicos se sienten libres de especular metódicamente sobre el estado del mundo

más allá de los límites de la percepción. Para hacer esto de modo racional, deben tener en mente

ciertas ideas respecto de qué tipos de cosas, propiedades, procesos, cualidades y demás, el mundo

puede poseer. Un catálogo de aquello que es tomado efectivamente como real en algún dominio de

estudio es su ontología. Esto nos retrotrae a la discusión sobre los presupuestos. Una ontología

estará entre los presupuestos de una ciencia en cada momento de su desarrollo. Por ende la filosofía

de la ciencia debe incluir discusiones sobre ontología, las asunciones generales respecto de la

naturaleza presumida de las entidades, estructuras, propiedades y procesos, tanto observables como

inobservables, característicos del dominio relevante de investigación.

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14

Dos versiones de una ontología materialista

Por cuatro siglos las ciencias naturales han mantenido un difícil equilibrio entre dos grandes y muy

diferentes ontologías materialistas. Su influencia indirecta sobre la psicología ha sido profunda.

Debemos detenernos para inspeccionarlas con algún nivel de detalle.

Los atomistas imaginaban el mundo como una suerte de enjambre de partículas materiales

sólidas que se movían azarosamente en el vacío y hacían ocasionalmente contacto al chocar una con

otra. Pensaban que estos cuerpos, cuando no estaban en contacto inmediato, se comportaban

independientemente uno respecto al otro. Las partículas atómicas eran pasivas excepto en caso de

estar en movimiento. La gravedad, el magnetismo y la electricidad planteaban grandes dificultades

para el atomismo mecanicista, dado que cada uno de estos tipos de interacción parecía darse sin una

conexión material entre cuerpo y cuerpo. Los intentos por parte de genios científicos como el de

Isaac Newton para acomodar la entonces llamada acción a distancia en la ontología atomista eran

ingeniosos pero, en última instancia, poco convincentes. La fuerza de la gravedad permanecía un

gran misterio para Newton y sus sucesores. Éstos pudieron describir cómo se manifestaba, pero su

verdadera naturaleza permanecía desconocida. Un medio universal, el éter, fue postulado para

explicar todos los fenómenos no mecánicos, incluso los procesos del pensamiento.

El dinamismo sostenía puntos de vistas opuestos en casi todos los aspectos. Todo estaba

activamente involucrado en todo lo demás. El espacio estaba colmado de campos de fuerza:

descriptos en términos de potenciales de acción en cada punto y listos para provocar efectos toda

vez que algún cuerpo sensible para testeo era puesto bajo su influencia. Los fenómenos relativos al

magnetismo, cuyo estudio había comenzado en el siglo XVI por William Gilbert, fueron retomados

por otro genio científico en el siglo XIX bajo una ontología radicalmente diferente de la de los

atomistas. En el trabajo de Michael Faraday tenemos los orígenes de las ideas modernas de fuerzas,

cargas y campos, típicos conceptos dinámicos que definían un mundo interconectado de entidades

activas.

Mientras la adopción del atomismo por los físicos del siglo XVII abrió una gran cantidad de

posibilidades de investigación, se convirtió eventualmente en una carga, ya que requería que toda

acción estuviese mediada por el contacto directo entre corpúsculos materiales. La transición hacia

ideas dinamistas, que permitió a los científicos naturales imaginarse un mundo de entidades activas

en interacción recíproca a través del tiempo y el espacio, irrumpió en la era moderna. En lugar de

átomos rondando en el vacío, ahora tenemos cargas y campos interactuando a lo largo de todo el

universo.

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Podemos apreciar más fácilmente los contrastes entre estos puntos de vista con una tabla

comparativa que muestre sus principales características (Tabla 1.1). ¿Qué ontología deberemos

tomar como nuestro modelo para erigir nuestra psicología? El conductismo no sólo fue positivista

sino que también tendía a tratar a los seres humanos como los depositarios pasivos de respuestas a

estímulos, de un modo análogo a como los atomistas del siglo XVII habían pensado en partículas

materiales que respondían a perturbaciones únicamente por el contacto de otras partículas del

mismo tipo. Además, existía una tendencia consistente en dividir las condiciones de estímulo y las

respuestas en unidades del tipo de los átomos: las variables independientes y dependientes de la

psicología conductista. Sin embargo, en nuestros días, puede notarse la influencia creciente de ideas

dinamistas en psicología. Los psicólogos están retomando y desarrollando la idea de las personas

como agentes que activamente intentan realizar sus proyectos, planes e intenciones en lugar de

meramente responder de modo pasivo y bien adaptado a los estímulos ambientales.

Tabla 1.1 Atomismo versus dinamismo

Atomismo Dinamismo

1. Una multitud de entidades en un espacio vacío

(mecánica newtoniana)

1. Una multitud de centros, pero su influencia

ocupa la totalidad del espacio (cargas y

campos)

2. Reaccionan sólo en caso de efectivo contacto 2. En interacción continua incluso a la

distancia

3. Lógicamente independientes: eliminar una no

afecta las otras (vender una oveja de un gran

rebaño no afecta el resto)

3. Lógicamente dependientes (todos los

miembros de un equipo de futbol se ven

afectados cuando un jugador es expulsado)

4. Los átomos son pasivos: reaccionan sólo cuando

se los perturba

4. Las entidades dinámicas son activas: actúan

a menos que se las detenga

5. Generalmente determinista: futuro y pasado

están fijados. Las posibilidades no son reales.

Las propiedades son ocurrentes

5. Generalmente indeterminista: el pasado

está fijado mientras que el futuro es abierto.

Las posibilidades son reales. Las

propiedades son disposicionales

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16

Presupuestos ontológicos en psicología

El alcance y profundidad de estas ontologías contrastantes sugiere que hay mejores y peores

concepciones generales de la naturaleza del mundo y del dominio de cada ciencia en cada etapa del

desarrollo de las ciencias. La historia de las ciencias ilustra muy claramente que las evaluaciones

del valor último de ésta o aquélla ontología pueden no ser acertadas hasta tanto no hayan sido

puestas en juego de muchas maneras y en muchos contextos. Podemos juzgar un conjunto de

principios fundacionales sólo a largo plazo y en retrospectiva. ‘Hacer justicia a nuestras

experiencias de vida’ de una manera que sea manifiestamente científica es lo que queremos de una

ciencia cognitiva exitosa.

¿Cómo podríamos saborear aquel digno sentimiento? No podrá obtenerse sin prestarle una

cuidadosa atención a la ontología implícita en nuestros intentos de satisfacer nuestras ambiciones

científicas. Veremos que el dominio de la psicología comprende no una sino dos ontologías,

ninguna reductible a la otra. Uno de los grandes logros de la psicología teórica en los últimos años

ha sido el de ofrecer un esbozo de cómo habrá de lograrse su unificación. Las dos ontologías que a

primera vista parecen ser rivales son el mentalismo, según el cual el dominio de la psicología

debería restringirse a pensamientos, sentimientos y acciones intencionadas, y el materialismo, según

el cual el dominio de la psicología debería restringirse a estados materiales del cuerpo y en

particular al cerebro y el sistema nervioso.

Tópico de aprendizaje: Ontología

Presupuestos acerca de lo que está en el dominio de una ciencia. Dos variantes principales:

1 Atomismo clásico. Partículas newtonianas en el vacío, pasivas y lógicamente independientes,

definidas por propiedades ocurrentes y que actúan sólo por contacto en un futuro cerrado

determinista.

2 Dinamismo moderno. Agentes lógicamente dependientes como, por ejemplo, cargas y campos,

en interacción continua, en un futuro abierto y definidas por propiedades disposicionales.

En psicología muchas de las ideas centrales del conductismo clásico reaparecieron en el

conductismo. En la concepción de las personas como agentes activos vemos el comienzo de un

punto de vista dinamista en psicología.

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17

Ciencia, filosofía y psicología en la historia

El proyecto de crear una psicología científica ha sufrido varios comienzos fallidos. El primer

intento moderno de crear una psicología de este tipo consistió sin duda en los esfuerzos que se

hicieron durante el siglo XVII para estudiar el mundo de las ideas de la misma manera en que los

físicos de la época estaban estudiando el mundo de la materia. La mayoría de los problemas que han

debido enfrentar los esfuerzos contemporáneos para crear una psicología científica, empezando por

el laboratorio de psicofísica de Wundt en el siglo XIX, eran ya bien entendidos en el siglo XVII y

discutidos en profundidad en el siglo XVIII. […]

Los psicólogos ignoran la filosofía a su propio riesgo. La interacción entre filosofía y

psicología será una característica de la psicología del siglo XXI en la misma medida en que el

contacto con la filosofía ha sido parte de la formación de todas las ciencias desde los días de

Aristóteles. Sin embargo, esta influencia de la filosofía en la ciencia, tan evidente en física como lo

es en psicología, debe ser mirada críticamente. El efecto insidioso del positivismo es quizás el

ejemplo más impactante del tipo de psicología que luego ha demostrado ser tan decepcionante como

indicador de una futura ciencia. El error en la determinación de los presupuestos de las ciencias

naturales ha sido ciertamente un terrible legado del reinado positivista en la filosofía. Nos

concentraremos en la distinción positivismo / realismo en el Capítulo 2.

El proyecto de una psicología científica

Inevitablemente, la psicología será una ciencia híbrida. Esto fue vaticinado por Wilhelm Wundt

hace un siglo y medio. Los estudios naturalistas de los modos cotidianos del pensamiento que hacen

uso del lenguaje y otros sistemas simbólicos nos brindarán una perspectiva sobre los fenómenos

cultural e históricamente diversos del pensamiento, la acción y el sentimiento. Los estudios

neurológicos nos brindarán conocimiento de las herramientas cerebrales que usamos para realizar

las tareas cognitivas que la vida moderna nos presenta. ¿Cómo cerramos la brecha que hay entre los

estudios naturalistas de las acciones intencionadas de personas activas y los programas de

investigación neurológica que estudian procesos materiales, de modo que estos últimos sean

relevantes para los primeros? Necesitamos alguna estrategia que nos permita abstraer patrones

relevantes de la realidad concreta de los procesos y fenómenos cognitivos cotidianos. Esta estrategia

debe también permitirnos dar a los procesos abstractos ya distinguidos una interpretación concreta

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en términos neurológicos. La respuesta deberá buscarse en los desarrollos en inteligencia artificial,

con la ayuda de los que podremos construir, en base a modelos abstractos de los procesos

cognitivos, modelos efectivos y abstractos de los mecanismos posibles de la cognición.

Trataremos el proyecto de desarrollar una psicología científica como una progresión a

través de cuatro etapas, cada una de las cuales dependerá de los emprendimientos exitosos en la

etapa precedente.

1 Reconocer, analizar y comprender los procesos y procedimientos públicos y privados por los que

personas competentes usan los métodos y los recursos simbólicos disponibles para ejecutar

tareas cognitivas. Se deberá prestar atención para identificar los estándares bajo los que estas

tareas son valoradas tanto formal como informalmente en diferentes culturas (Cole, 1996).

2 Desarrollar modelos abstractos, analíticos o descriptivos, de los modos en que las personas

ejecutan estas tareas, en base a abstracciones hechas a partir de las mismas descripciones de las

tareas. Estos ‘modelos de los procesos mentales’ no tienen implicaciones ontológicas. Son

maneras pragmáticamente útiles de presentar aquello que sabemos de los fenómenos de interés

(Baddeley, 1998).

3 Desarrollar modelos abstractos en inteligencia artificial de los procesos que podrían estar

directamente involucrados en la ejecución de las tareas cognitivas descritas en la primera etapa

de un programa de investigación (Copeland, 1998).

4 Usar los modelos desarrollados en la tercera etapa para controlar los programas de investigación

en neurociencia a la búsqueda de estructuras celulares que sirvan de análogos reales de las

estructuras abstractas presentadas en los modelos exitosos en inteligencia artificial (McLeod et

al., 1998).

Con el logro exitoso de un programa tal, para por lo menos alguna de las principales habilidades

cognitivas propias de los seres humanos habremos finalmente superado el legado del conductismo y

roto los lazos con el mito positivista.

Conclusión

Un programa de investigación científica comprende dos proyectos principales. Debe haber una

manera de identificar y clasificar los fenómenos objeto de estudio. Debe también haber una manera

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de pensar sobre los procesos por los cuales aquellos fenómenos se originan y de este modo

explicarlos. La tarea de clasificación necesita un sistema de categorías y tipos, expresado en los

conceptos de una taxonomía. La tarea de explicación necesita una representación o un modelo de

los mecanismos involucrados. En el comienzo de un proyecto de investigación los mecanismos

reales no pueden generalmente ser observados. En la medida en que el proyecto se despliega, se

desarrollan métodos para extender los recursos a técnicas experimentales y de observación hasta

regiones del mundo previamente ocultas.

En el comienzo y desarrollo inicial de un proyecto de investigación mucho está

presupuesto. Los filósofos se especializan en esclarecer por lo menos algunos de los presupuestos

detrás de las prácticas humanas. Estos se dividen en dos grandes grupos. Existen presupuestos

fácticos, que pueden comprobarse como cualquier afirmación fáctica. También existen presupuestos

conceptuales, que expresan el modo en que los componentes de los sistemas conceptuales se

interrelacionan. Los presupuestos conceptuales pueden ser analizados por su consistencia,

plausibilidad, etcétera. Es importante entender que no puede trazarse una línea divisoria nítida y

rígida entre los presupuestos fácticos y conceptuales. Cualquier presupuesto particular puede

desplazarse desde una a otra categoría en la medida en que nuestro conocimiento y nuestros

métodos de investigación cambien y se desarrollen.

Los presupuestos ontológicos enmarcan la totalidad de un programa de investigación

científica y consisten en suposiciones acerca de qué tipo de entidades pueblan el dominio de

investigación. La historia de la ciencia revela dos grandes tipos de entidades que se ha supuesto que

hay en el mundo material. La ontología atomista está asentada en el principio de que el mundo

material consiste en un enjambre de diminutas partículas materiales. Estas interactúan sólo cuando

entran en contacto. La única fuente de actividad es el movimiento. La ontología dinamista está

asentada en el principio de que el mundo material es un campo de centros de actividad en continua

interacción. Cada uno de estos centros es un agente activo que ejerce influencia sobre el medio

circunstante. La mecánica newtoniana es la base científica de la ontología atomista. La física del

electromagnetismo de Faraday es la base científica de la ontología dinamista.

El estudio del pensamiento, el sentimiento, la percepción y la acción, el campo de las

ciencias humanas, debe tener en cuenta las vidas mentales de los seres humanos. Éstas parecen

involucrar fenómenos no materiales. Aun así los seres humanos poseen un cuerpo y están así

sumergidos en un mundo material de procesos causales. Centrarse sólo en los aspectos inmateriales

de la experiencia humana conduce al mentalismo mientras centrarse sólo en los procesos corporales

conduce al materialismo. El objetivo de este curso es mostrar cómo es posible unificar las dos

tendencias principales en la psicología contemporánea, del siglo XXI, para crear una psicología

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20

científica lo suficientemente poderosa como para incluir mentes y cuerpos en un programa de

investigación común.

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Capítulo 2

Las ciencias naturales

Las ciencias naturales nos han brindado conocimiento y dominio de buena parte del universo

material, incluyendo nuestros propios cuerpos. El verdadero valor de esta fuente de conocimiento

ha sido a menudo cuestionado al confrontárselo con aquello que da calidad a la vida humana. Sin

embargo, la magnitud del logro no puede cuestionarse. La idea de que los métodos de las ciencias

naturales podrían ser aplicados a nuestras vidas mentales y sociales no es nueva. Estaba ciertamente

en el orden del día durante el siglo XVII. Por ejemplo, John Locke (1690) bosquejó una ciencia de

las ideas análoga a la ciencia de las partículas materiales. En 1748 La Mettrie sentó algunos

principios metodológicos globales para proveer respuestas neurofisiológicas a preguntas

psicológicas. Éstas y otras iniciativas no florecieron como una ciencia sistemática, de la manera en

que lo hicieron la química de Boyle y la física de Newton al ser retomadas por muchos talentosos

sucesores y desarrolladas a un paso siempre creciente hasta llegar a las disciplinas bien asentadas de

las que hoy somos familiares y sobre las que nos asentamos más y más.

La psicología, como una ciencia posible, ha empezado una y otra vez. Cada comienzo se ha

desvanecido. Una nueva ola de entusiastas ha vuelto a empezar desde otro punto de vista. En el

siglo XX algunas de las razones para algunos de los comienzos fallidos eran confusiones

conceptuales filosóficas profundas. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, la influencia que

más que cualquier otra obstruyó el camino del desarrollo científico fue una mala interpretación de

las ciencias naturales. Esto llevó a la adopción de concepciones inadecuadas sobre las que modelar

una ciencia de la mente. […] Muchos de los intentos fallidos de dar inicio a una ciencia de la

cognición tienen sus orígenes en concepciones filosóficas erróneas concernientes las ciencias

naturales.

Para resguardarnos de no caer una vez más en alguna de las viejas trampas debidas a

concepciones equivocadas de la ciencia, nuestra primera tarea será la de hacernos una idea clara de

cómo de hecho funcionan las ciencias naturales. Para hacer esto podemos comenzar por apreciar las

razones para su inmenso éxito. Al mismo tiempo, será de ayuda ganar algún dominio de un modelo

sobre el que basar una ciencia genuina del pensamiento y la acción humanos.

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El mundo de las ciencias naturales

Desde la perspectiva de los poderes perceptivos de los seres humanos, el mundo material parece

dividirse en tres regiones distintas, entre las cuales hay confines más bien borrosos e históricamente

variables. Usaré el término de los biólogos ‘umwelt’ para hacer referencia a aquellas regiones del

universo material a las que los seres humanos tienen acceso en algún momento histórico

determinado. En biología, la umwelt [término, propuesto por el aun poco estudiado biólogo estonio

Jakob von Uexküll, que en alemán significa literalmente ‘mundo alrededor’ o ‘mundo circunstante’;

NdT] de una especie es la región del mundo que está a su alcance, dados los recursos perceptivos y

motores que los miembros de la especie poseen. En este sentido, no todas las especies habitan el

mismo mundo ya que algunas tienen acceso al aire, otras al agua, otras a los árboles, otras a

vegetación en descomposición, etcétera. Los gusanos no pueden ver y por ende su mundo está

limitado a lo que puede ser oído, tocado y saboreado. La mayoría de los peces no puede volar. Su

mundo termina en la superficie de mares, lagos y ríos. La umwelt de la lombriz solitaria adulta es el

vientre del organismo huésped. La umwelt del cóndor son las grandes alturas de los Andes, y así

sucesivamente. Las ciencias naturales se desarrollaron en tanto que estrategias para explorar la

umwelt humana. En la medida en que se fueron crecientemente sofisticando, nuestra misma umwelt

humana se ha extendido hacia nuevas regiones que antes difícilmente hubiésemos imaginado. Por

ejemplo, todos estamos hoy tan familiarizados con la idea de que el mundo está colmado de un flujo

de radiación electromagnética, que no nos parece en absoluto extraño debatir los posibles efectos

que los campos generados por los teléfonos celulares podrían tener sobre nuestro cerebro.

Aristóteles no tenía la más remota idea de esta extensión del dominio de la existencia humana.

Las ciencias naturales nos han dado una umwelt, aquella parte del universo material que

está actualmente al alcance de los seres humanos. Incluye tres regiones distintas pero de límites

borrosos que difieren en la manera en que tenemos acceso a ellas.

Región Uno: lo que podemos percibir

Denominaré Región Uno a aquellos aspectos del mundo material que están al alcance de los

sentidos desnudos y las limitadas capacidades corporales de los seres humanos. Los límites de esta

región son indefinidos a lo largo de varias dimensiones. Por ejemplo, algunas personas tendrán una

umwelt más vasta que otras simplemente porque son más intrépidos en la exploración de su entorno.

Otras ocuparán un mundo más extenso porque poseen equipamiento con el que adentrarse en

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nuevas regiones, como por ejemplo barcos para franquear los océanos, linternas y sogas para

explorar cavernas, naves espaciales para atravesar el vacío interplanetario, etcétera. Otros gozarán

de un mundo más rico que otras personas porque poseen sistemas conceptuales elaborados con los

que reconocer y clasificar las cosas, propiedades y relaciones al alcance de los sentidos desnudos.

¿Cuántas especies de árboles puedes distinguir? ¿Cuántos tipos de rocas puedes reconocer? Cuantos

más tipos de insectos alguien pueda distinguir, tanto más rico será entonces el mundo en el que

vive.

Región Dos: lo que podemos visualizar

Desde el siglo XVII las eternas limitaciones de la percepción, que imponían a la umwelt humana

unas fronteras aproximadamente como las de la Región Uno, han sido zanjadas por la invención de

instrumentos de todo tipo para la potenciación de los sentidos. Éstos extienden nuestra umwelt

agregando regiones nuevas, hasta entonces desconocidas o en el mejor de los casos sólo

imaginadas. Este logro ha conllevado una concepción diferente del mundo material. Desde el

tiempo de invenciones tales como el telescopio y el microscopio, filósofos y científicos han tomado

seriamente la idea de una región del universo más allá del dominio de los sentidos desnudos.

Podríamos tener acceso a este dominio en tanto y en cuanto el instrumento adecuado de

potenciación de los sentidos fuera elaborado. Por ejemplo, John Locke, quien vivió en la época del

microscopio, remarcó que si tuviésemos ojos dotados de los poderes del microscopio tendríamos

acceso a la estructura fina de las superficies de las cosas. El uso del telescopio por parte de Galileo

para observar las lunas de Júpiter constituyó un quiebre con un universo geocéntrico, por lo menos

tan importante como la teoría copernicana del sistema solar. Llamaré esta región, a la que nuestros

sentidos tienen acceso sólo en caso de que las herramientas apropiadas sean disponibles, Región

Dos.

Los límites de la Región Dos dependen no sólo de los instrumentos de hecho disponibles

sino también de cuáles instrumentos pensamos puedan ser construidos. Gracias a la introducción de

nuevos instrumentos, por lo menos algunos de los elementos que pueblan la Región Dos y que

estaban previamente ocultos se volvieron accesibles a la percepción. La frontera entre las Regiones

Uno y Dos es históricamente variable. Se ve alterada por los instrumentos disponibles. Más aun,

dado que la Región Dos es revelada por instrumentos que potencian los sentidos existentes, en lo

que respecta al carácter general de sus pobladores debe pensarse como una extensión de la Región

Uno. Las clases naturales que inicialmente son imaginadas y luego reveladas por estos instrumentos

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deben, de modo general, ajustarse a las ya aceptadas. En este sentido, clasificamos las bacterias

como microorganismos. Versiones nuevas de viejos conceptos de clases naturales deberán

seguramente ser redefinidas y pulidas. El concepto de ‘organismo’ ha cambiado en la medida en

que los atributos de las bacterias y los virus fueron conociéndose mejor. Sin embargo, la estructura

general de las clases naturales de los seres orgánicos e inorgánicos en la Región Uno se mantiene en

la Región Dos.

El concepto de objeto material debe jugar un rol central en nuestra concepción de los

pobladores de la Región Dos. Se sigue de esto que los criterios para identificarlos e individuarlos

deben ser a grandes rasgos los mismos que los de la Región Uno. Estos criterios están íntimamente

entrelazados con los conceptos de espacio y tiempo. Por ejemplo, una de las maneras para

determinar cuántas entidades hay en alguna región es tener en cuenta el principio de que nada puede

estar al mismo tiempo en dos lugares diferentes. Las Regiones Uno y Dos comparten un marco

espacio-temporal. Los modos en que describamos y teoricemos respecto de los pobladores de estas

regiones deben compartir una misma gramática de términos espaciales y temporales.

Finalmente, es importante tener en cuenta que nuestras exploraciones de la Región Dos

están guiadas por el trabajo de la imaginación disciplinada. Impulsados por la necesidad de explicar

fenómenos no explicables por referencia a procesos fácilmente observables en la Región Uno,

imaginamos mecanismos actualmente inobservables y quizás imperceptibles que puedan hacerlo.

Sumergimos un trozo de cobre y uno de plata en una solución ligeramente ácida, asegurándonos de

que el cobre esté conectado al polo negativo de una batería y la plata, al polo positivo. Después de

un rato, una capa delgada de plata se deposita sobre el cobre. Los químicos, liderados por

Humphrey Davy, imaginaron que un flujo de imperceptibles átomos de plata positivamente

cargados, los iones, habían atravesado la solución desde el ánodo hasta el cátodo. Los médicos,

liderados por Louis Pasteur, imaginaron que unos microorganismos que infectan el cuerpo humano

causaban los síntomas del ántrax. En este caso los seres imaginados eran perceptibles, gracias al

desarrollo del microscopio óptico.

Se presentan algunos interesantes problemas filosóficos respecto del estatus de aquello que

es vuelto accesible a los sentidos gracias al uso de instrumentos. Por ejemplo, ¿cómo distinguimos

entre aquello que es producto de los instrumentos y observaciones genuinas? Este cuestionamiento

surge ya que no tenemos acceso independiente a la Región Dos con el que podamos comprobar si

nuestros instrumentos nos la están revelando tal como es. Problemas como éste han sido en buena

parte aplacados con diversas soluciones prácticas. Se nos volverán a presentar de forma relevante

cuando comencemos a mirar los modos en que la ciencia cognitiva puede asemejarse a las ciencias

naturales, al extender la cognición más allá de los límites de la conciencia.

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Región Tres: lo que podemos imaginar

Desde sus primeros momentos en el amanecer de la antigüedad, el enfoque científico para la

comprensión del mundo ha hecho uso de una extensión ulterior de la umwelt imaginada, hacia una

región más allá de cualquier posibilidad de observación. Esta llega hasta más allá de nuestras

presentes capacidades perceptivas e incluso más allá de su extensión mediante instrumentos. La

llamaré Región Tres. En ciertos períodos históricos, la Región Tres ha sido entendida como una

mera extensión de las Regiones Uno y Dos. Sin embargo, sería una extensión de la que estaremos

por siempre excluidos debido a ciertas características ubicuas de la existencia humana, tal como

nuestra limitada capacidad perceptiva. En el siglo XVII se veía el mundo como un enjambre de

partículas en movimiento, en ciertos respectos similar a cúmulos ordinarios de materia. Sin

embargo, se pensaba que las partículas fundamentales del universo material eran demasiado

diminutas como para ser percibidas por los sentidos, con o sin la ayuda de instrumentos. En su

mayor parte, los físicos del siglo XVII pensaban que las entidades materiales fundamentales

compartían sólo algunos de los atributos que sus contrapartes perceptibles poseían.

En otras épocas, los pobladores de la Región Tres sólo han sido concebibles con la ayuda de

metáforas. Al llevar nuestros poderes imaginativos más allá de los límites de lo perceptible

podemos a veces vislumbrar algo considerablemente ajeno a nuestra habitual experiencia cotidiana.

¿Cómo podemos concebir una entidad que no sea ni onda ni partícula? ¡Ciertamente no en términos

pictóricos! ¿Cómo deberíamos concebir el patrón de fuerzas que parecen ser operantes cuando los

objetos materiales van en caída libre cerca de una superficie planetaria? Nada tangible está tirando o

empujando la manzana que cae. ¿Qué es, entonces, el campo gravitatorio? Poseemos conceptos de

fuerza y energía que pueden explotarse para darnos un sentido de qué es aquello a lo que nos

referimos cuando invocamos la Región Tres en las explicaciones de los procesos más

fundamentales del mundo material. Los realistas pretenden considerar la Región Tres como una

parte de la umwelt humana, a pesar de encontrarse al borde de la inteligibilidad. Los positivistas se

complacen de verla decaer en la esfera de lo dispensable, contentándose exclusivamente con las

leyes de los fenómenos observables. La ley gravitatoria, s = ½ g r2, sirve para calcular donde se

encontrará algún objeto después de caer por un cierto tiempo. ¿Sería o no conveniente tratar de dar

algún sentido más sustancial a la misteriosa constante g que sólo el de 9,80 m/s/s [valor de la

aceleración gravitatoria en la tierra; NdT]?

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El acceso humano al mundo material

La umwelt humana, el mundo al que tenemos algún grado de acceso, consiste de estas tres regiones

forjadas a partir de aquel trasfondo indeterminado que es el universo material como un todo. En

tanto seres corpóreos, nosotros habitamos la Región Uno. Sin embargo, en nuestra imaginación

también nos concebimos como habitantes de las Regiones Dos y Tres. Una preocupación central y

perpetua en la filosofía de la ciencia es el intento sistemático de valorar críticamente y, para algunos

filósofos, justificar nuestra creencia en la realidad de las regiones a las que tenemos acceso sólo

mediante nuestro pensamiento.

¿Podrían existir medios indirectos de acceso (obtenidos quizás a través de la manipulación

de algunas de las entidades imperceptibles de las Regiones Dos y Tres, como por ejemplo

moléculas o campos magnéticos) a través del uso de instrumentos pertenecientes a la Región Uno?

Al calentar un líquido logramos que las moléculas imperceptibles se muevan tan rápido que logran

liberarse de las fuerzas que las mantenían dentro de la superficie del líquido. Esta liberación es lo

que percibimos como hervor. Al hacer pasar una corriente a través de un espiral le damos forma a

un campo magnético, cuya estructura se vuelve visible cuando esparcimos filamentos de hierro

sobre una hoja de papel cercana. Intentaré mostrar que efectivamente hay buenas razones para

pensar que tenemos el poder de manipular por lo menos algunos de los pobladores de las Regiones

Dos y Tres de maneras que tienen consecuencias observables en la Región Uno, esto es, los estados

perceptibles de nuestras herramientas experimentales. Casi todos aceptaríamos los ejemplos recién

esbozados como casos de manipulación de entidades imperceptibles pero reales. Aun así, ¿es

racional aceptar esto? ¿Resistirá al rígido escrutinio filosófico?

Tópico de aprendizaje: El mundo de las ciencias naturales

1 La umwelt humana. El concepto biológico de Umwelt, el entorno que es accesible para una

particular especie de organismos, incluye, para los seres humanos, las regiones que las ciencias

develan.

a) Región Uno. El mundo tal como lo percibimos a través de nuestros órganos sensoriales

naturales.

b) Región Dos. El mundo tal como lo experimentaríamos y a veces experimentamos a través

de instrumentos que potencian nuestros sentidos.

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27

c) Región Tres. El mundo tal como lo imaginamos, más allá del alcance de nuestra capacidad

para percibir con o sin la ayuda de instrumentos.

2 Acceso. Los científicos naturales presuponen que las tres regiones pueden ser exploradas con

métodos adecuados.

a) Los instrumentos que potencian nuestros sentidos nos dan acceso a las Regiones Uno y

Dos.

b) La exitosa manipulación, controlada por la teoría, de las entidades de la Región Tres tal

como son imaginadas o modeladas nos da acceso a objetos inobservables.

Interpretaciones rivales de la ciencia

El siglo XVII vio el desarrollo de un modo particular de investigar el mundo natural que, para

muchas personas de aquel tiempo y a partir de entonces, definía la esfera del conocimiento

confiable. En su mayor parte, los científicos de los siglos XVI y XVII dieron por sentada la postura

realista. Pocos dudaban de la posibilidad de usar el método científico – insights teóricos

combinados con métodos experimentales y de observación – para explorar las tres regiones de la

umwelt humana.

La astronomía surgió de la astrología, la dinámica y la estadística de la balística, la

ingeniería militar y la arquitectura, la química de la alquimia y la medicina, la botánica y la

zoología del interés práctico en la naturaleza y la utilización de plantas y animales. No debe

suponerse que los momentos tempranos en el desarrollo de estos campos científicos fuesen

primitivos. El siglo XVII comenzó con uno de los mayores trabajos en física experimental, el De

Magnete de William Gilbert, publicado en 1600. A su vez, concluyó con uno de los mayores

trabajos en física teórica, los Principia Mathematica de Isaac Newton, publicado en 1687. ¿Cómo

debería explicarse el poder extraordinario de este conjunto de métodos, análisis y técnicas para

producir conocimiento confiable? ¿Qué había de especial en él? ¿Cómo podrían justificarse sus

pretensiones de reemplazar todo otro método de investigación sobre la naturaleza de las cosas? La

pregunta no era nueva en el siglo XVII. En abundancia en el mundo antiguo y quizás más raramente

en la era medieval, pueden encontrarse alusiones al ‘método científico’ y discusiones de sus poderes

y limitaciones. De todas maneras, el predominio de este conjunto de procedimientos hacia fines del

siglo XVII no tenía precedentes. A partir de entonces, los esfuerzos para analizar la metodología de

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28

la ciencia, para justificar los reclamos de los ‘filósofos naturales’ de estar en posesión de un

conocimiento superior a cualquier otro y para dar cuenta tanto de los éxitos como de los fracasos de

‘la ciencia’, mantuvieron siempre un lugar privilegiado en la agenda de la filosofía.

En el siglo XVII las semillas del positivismo ya habían sido sembradas en la prioridad que

filósofos como Locke le otorgaban al conocimiento obtenido a través de los sentidos. Se entendía

que es a través de ver, oír, tocar y saborear que hacemos contacto con el mundo material. Parecía

que los sentidos nos daban conocimiento indubitable. Aun así, las ciencias ya habían comenzado a

hacer afirmaciones sobre estados y condiciones del mundo material que estaban más allá de los

límites de lo que cualquier ser humano pudiera percibir. Ya en el siglo XVIII esta paradoja se había

convertido en una preocupación central de los principales filósofos.

Los debates entre positivismo y realismo no son meros ejercicios intelectuales con los que

los filósofos pueden entretenerse. La manera en que una nueva ciencia sobre algún campo relegado

de los fenómenos naturales se desarrolle dependerá en buena medida de qué concepción de la

ciencia hayan adoptado sus precursores y pioneros. Esto es especialmente así respecto de los

esfuerzos para construir la psicología como una ciencia de la mente.

Para observar más profundamente los contrastes entre positivismo y realismo podemos

comenzar reflexionando sobre dos importantes preguntas interrelacionadas a las que se dirigen los

filósofos de la ciencia.

1 La primera pregunta general puede plantarse de diferentes maneras. Consiste en algo como esto:

¿Cuál es el contenido y estatus de las afirmaciones de conocimiento de las ciencias naturales?

¿Cuán generales y profundos pueden ser?

2 La segunda pregunta concierne al significado del vocabulario desarrollado por las diversas

comunidades científicas. ¿Cómo se fijan los significados? ¿Existe un modo distintivo en que la

terminología explicativa obtiene su significado?

Estas dos preguntas generales están relacionadas. Las respuestas a la segunda afectan las respuestas

a la primera. El positivismo y el realismo pueden entenderse como maneras distintas de responder a

los dos conjuntos de preguntas formuladas arriba.

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29

Positivismo

La filosofía positivista de la ciencia fue a menudo motivada por el escepticismo religioso. Al fijar

un estándar muy riguroso para las afirmaciones de conocimiento legítimo, parecía que la teología

podía erigirse como una fuente de conocimiento superior a todas las demás. Con el tiempo esta

actitud escéptica se convirtió en un ataque a toda clase de metafísica, legítima o especulativa. La

ciencia había de ser purgada de cualesquiera afirmaciones de conocimiento que fuesen más allá de

lo que podía ser verificado por el uso exclusivo de los sentidos humanos.

¿Cómo se lograría esta disciplina? En los siglos XVII y XVIII, el contenido de las

afirmaciones de conocimiento era el foco del rigor positivista. David Hume cerraba su Treatise

Concerning Human Understanding [Investigación sobre el Entendimiento Humano] de 1777 con el

siguiente drástico consejo (sección xii, Parte III):

Cuando recorremos las bibliotecas, persuadidos de estos principios [positivistas], ¡qué

devastación deberíamos hacer! Si tomamos en nuestra mano un volumen, de teología o de

metafísica escolástica, por ejemplo [y aquí debemos agregar la física teórica], preguntemos:

¿Contiene algún razonamiento abstracto acerca de la cantidad y el número? ¿No? ¿Contiene

algún razonamiento experimental acerca de los hechos y cosas existentes? ¿Tampoco? Pues

entonces arrojémoslo a la hoguera, porque no puede contener otra cosa que sofística e ilusión.

(Hume, 1777 [1945]: 240)

Las razones de Hume para esta asombrosa metáfora eran filosóficas, esto es, basadas en el análisis

de los conceptos. De suma importancia para la ciencia fue su análisis del contenido del concepto de

causalidad. Según Hume, el concepto de causalidad involucra dos ideas germinales centrales: que

hay un patrón regular de correlación entre eventos-causa y eventos-efecto, y que existe una

conexión necesaria entre pares de eventos que ejemplifiquen aquella regularidad. El patrón de

eventos es perceptible, pero Hume insistió en que:

Cuando miramos los objetos externos a nuestro alrededor, y consideramos la acción de las

causas, ni en un solo caso somos capaces de descubrir alguna fuerza o conexión necesaria,

alguna cualidad que ligue el efecto a la causa y que hace que el uno sea la infalible

consecuencia de la otra.

(Hume, 1777 [1945]: 111)

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30

Esto claramente depende del principio positivista según el cual sólo aquello que es perceptible

cuenta como real. ¿Cómo podemos dar cuenta de nuestra convicción de que, en igualdad de

circunstancias, las causas requieren de sus efectos? La respuesta de Hume fue ingeniosa.

Adquirimos el hábito de esperar un evento-efecto a continuación de la ocurrencia de un evento-

causa, sólo porque hemos experimentado regularmente secuencias similares en el pasado. En

realidad, la convicción sobre la necesidad de la relación causal sólo sería una consecuencia

psicológica de la regularidad. Hume, de modo astuto, quitó el énfasis que adjudicaba poder a la

causa, desviándolo hacia la regularidad observada.

Medio siglo más tarde, Auguste Comte tenía esto para decir:

En el estadio teológico2, [una persona busca explicaciones en términos de] la acción directa y

continuada de agentes sobrenaturales […]. [En el siguiente, y más avanzado, estadio de la

mente], que en el fondo no es más que una simple modificación del primero, los agentes

sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas […] capaces de engendrar por sí

mismas todos los fenómenos observados […]. [En el tercer estadio, el estadio positivo, la mente

humana] se dedica únicamente a descubrir, con el uso bien combinado del razonamiento y la

observación, las leyes efectivas de los fenómenos, es decir, sus relaciones invariables de

sucesión y de similitud.

(Comte, 1830–42 [1980]: 26–7; subrayado de Harré)

Puede plantearse la misma tesis en términos de significados. El mismo Hume sostenía que

el ‘verdadero’ significado de una ‘idea’ era la impresión sensorial de la que aquella era derivada.

Dado que, de acuerdo con Hume, nuestra idea de causalidad provenía directa e indirectamente de

patrones regulares de correlaciones entre pares de instancias de ciertos tipos de impresiones, el

verdadero significado de ‘causalidad’ era una regularidad experimentada. Los aspectos tradicionales

de la causalidad, tales como la agencia, la eficacia y la necesidad, debían ser rastreados en los

mismos efectos psicológicos de estas regularidades sensoriales. Por ejemplo, llegamos a esperar que

un cierto tipo de evento suceda a otro tipo, que hace tiempo ha sido asociado con el primero en

nuestra experiencia. Nuestra idea de necesidad se origina en el estado psicológico de expectativa.

Al experimentar con frecuencia una sensación de calor en proximidad de un fuego,

adquirimos el hábito de esperar esa sensación cuando nos acercamos a un fuego. Esto es todo lo que

2 Comte, el padre del positivismo, sostuvo que el conocimiento humano pasa sucesivamente por tres estadios

teóricos diferentes; estos estadios pueden entenderse también como grandes métodos que, con palabras de

Comte, el ‘espíritu humano’ emplea. En las intervenciones que hace Harré (entre corchetes), el autor,

adoptando una interpretación más mentalista, habla de estadios (o incluso estados) de la mente [states of

mind] en el sentido de estados psicológicos epistémicos, esto es, estados del sujeto que busca conocimiento

(NdT).

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31

hay en la relación causal entre fuegos y sensaciones de calor. Apelar a algo como radiación

infrarroja para dar cuenta de la regularidad hubiese impactado a Hume como altamente

especulativo.

En las primeras décadas del siglo XX el positivismo se vinculó con el logicismo, esto es, el

principio de que la racionalidad de la ciencia consiste estrictamente en la adherencia a las leyes de

la lógica. El logicismo y el positivismo se conjugaron en la concepción de la explicación como

‘cobertura legal’ [‘covering law’ account of explanation]. Una explicación científica parece ser un

relato que describe los procesos que generan algún fenómeno, sean éstos perceptibles o no. Pero el

positivismo descarta la referencia a inobservables. El logicismo proveía una concepción de la

explicación que estaba en consonancia con las rigurosas restricciones sobre el contenido de las

explicaciones impuestas por el positivismo.

De acuerdo con la posición del positivismo lógico, explicaciones y predicciones tienen la

misma forma lógica. La idea es la siguiente. Para explicar algo, deducimos una descripción de

aquello que queremos explicar a partir de una ley natural y las condiciones de su aplicación. Esto es

también lo que hacemos para dar una predicción. La única diferencia entre los dos procedimientos

es el momento en que se hace la deducción. Si se hace antes de observar el evento cuya descripción

ha sido deducida de la ley, se trata de una predicción. Si se hace después de que el evento ha sido

observado, se trata de una explicación. De acuerdo con el punto de vista positivista, las leyes

naturales no son nada más que enunciados sobre las correlaciones entre estados observables de

cosas, así como los percibimos.

No hay ahora ningún problema respecto de la legitimidad de referirnos en las explicaciones

a estados de cosas, tipos de objetos y procesos naturales que no podemos observar. En realidad no

lo hacemos en absoluto. Interpretar las explicaciones como descripciones del funcionamiento de

mecanismos causales imperceptibles es malentender su verdadera importancia. Expresiones como

‘radiación infrarroja’, ‘molécula de gas’, ‘campo gravitatorio’ y demás parecen referirse sólo a

procesos ‘fuera de escena’. Si aplicamos el riguroso principio humeano del significado, dichas

expresiones pueden propiamente referirse sólo a la impresión sensorial de la que fueron derivadas.

En el caso de explicaciones en términos de átomos químicos, el verdadero contenido de una teoría

de este tipo no podría ser nada más que las regularidades en los pesos relativos de los reactantes en

una reacción. La expresión ‘campo gravitatorio’ no puede significar nada más que una sumatoria de

las aceleraciones sufridas por cuerpos en caída cerca de la superficie de un planeta. En el mejor de

los casos, nociones tales como ‘átomo’ o ‘campo’ son dispositivos psicológicos que resultan útiles

en los procesos más formales de pensamiento que están en el corazón de la ciencia.

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32

Muchas – de hecho, la mayoría – de las explicaciones científicas parecen hacer referencia a

entidades, propiedades y procesos que no podrían ser observados ni siquiera en principio. Por

ejemplo, explicamos muchas enfermedades por referencia a virus imperceptibles, las imágenes

televisivas por referencia a destellos de imperceptibles electrones, y así sucesivamente. Luego, de

acuerdo con la proscripción general de los objetos imperceptibles por parte del positivismo, o bien

las entidades que imaginamos deben ser eliminadas o bien debe mostrarse que los conceptos que

refieren a ellas significan algo diferente de lo que parecen significar, algo que un ser humano pueda

percibir. ¿Qué pasaría con explicaciones que mencionaran moléculas de gas, códigos genéticos,

campos magnéticos, fotones y demás? Los seres humanos no podemos percibir ninguna de estas

‘cosas’ incluso con la ayuda de microscopios, telescopios y otros instrumentos de alta tecnología.

De acuerdo con el positivismo, sólo las entidades que encontramos en la Región Uno son

epistemológicamente aceptables, es decir, como algo sobre lo cual podamos afirmar tener

conocimiento. Por ejemplo, Ernst Mach (1894), uno de los padres del positivismo moderno,

establecía una relación estricta entre las afirmaciones de conocimiento y la posibilidad de percibir

aquello que se afirma conocer. Sin embargo, el positivismo no es sólo una doctrina sobre los límites

de nuestras afirmaciones de conocimiento. Es también una doctrina sobre los límites de las

afirmaciones acerca de lo que hay: es también una doctrina ontológica. Podemos fácilmente ver que

estas doctrinas están íntimamente entrelazadas. Podemos tener conocimiento genuino únicamente

de aquello que creemos existe realmente. Las hipótesis sobre entidades y procesos en las Regiones

Dos y Tres, pobladas sólo mediante el ejercicio de la imaginación, no pueden ser usadas para hacer

afirmaciones genuinas de conocimiento. En el mejor de los casos, solamente poseen un valor

psicológico: ficciones útiles que les permiten a los científicos llevar adelante la tarea de generalizar

observaciones de regularidades obteniendo así leyes naturales y de comprobarlas prediciendo aun

más correlaciones observables.

El punto de vista positivista ha tenido una influencia enorme y en gran medida perniciosa

en la psicología. Si el dominio de los objetos legítimos de conocimiento queda restringido a aquello

que pueda ser observado públicamente, la psicología quedaría restringida a una ciencia de

respuestas conductuales públicas a estímulos impuestos desde el medio ambiental externo. Esta era

la base ontológica del conductismo clásico propugnado por Watson (1930). De allí se seguía que los

únicos resultados legítimos de la investigación psicológica serían las correlaciones entre tipos de

estímulos y tipos de respuestas. B. F. Skinner (1974) extendió la ontología de la psicología para

incluir experiencias subjetivas, privadas. Los pensamientos podían ser admitidos como correlatos de

respuesta a los estímulos. Sin embargo, su conductismo radical retuvo uno de los principales

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33

principios del positivismo. Ni procesos mentales inobservables ni tampoco procesos neuronales de

cualquier tipo debían ser introducidos con un rol explicativo dentro de la psicología científica.

Realismo

Los realistas sostienen que los seres humanos tenemos acceso al mundo no sólo a través de los

sentidos, el mundo tal como es percibido, sino también a través del uso de la imaginación, el mundo

tal como es concebido. Las ciencias naturales maduras apuntan a poner la mayor parte del mundo

tal como se lo concibe o imagina al alcance de la experimentación. Sin embargo, esto no tiene por

qué verse limitado a revelar algo perceptible. Ya nos hemos topado con la idea de una umwelt,

aquella porción del mundo material que es accesible para esta o aquella especie como un espacio

habitable. Los límites que definen el alcance de una umwelt se relacionan con las capacidades

biológicas y perceptivas de la especie en cuestión. La umwelt de las lombrices es diferente de la

umwelt de los gorriones. El crecimiento de la ciencia y la tecnología ha expandido enormemente la

umwelt humana en ciertas direcciones, hacia fuera hasta las galaxias y hacia dentro hasta el reino de

las partículas subatómicas. También la ha reducido en otras direcciones, desterrando demonios,

brujas y otros seres malignos del mundo como la mayoría de la gente cree. Cuáles presupuestos

ontológicos y qué métodos experimentales asociados sean privilegiados para un determinado campo

de interés dependerá de la tarea que se le ponga al científico y a su grado de éxito en desempeñarla.

Así, si la tarea es explicar la diversidad de la vida orgánica y su aparente adaptación a los medios

ambientales, podríamos decir que los conceptos y los métodos darwinianos son mejores que los

creacionistas, lamarckianos o lysenkianos.

Resulta de esta manera que las personas hemos desarrollado nuevos modos, no proveídos

por naturaleza, de acceso al mundo material, ampliando así nuestra umwelt de diferentes formas.

La Región Dos es accesible a través del desarrollo de métodos experimentales y de

observación que desvelan aspectos previamente imperceptibles del mundo material.

La Región Tres es accesible a través del ejercicio controlado de la imaginación, asociado

con métodos de experimentación indirecta, que describiremos con algún grado de detalle más abajo.

Al pensar sobre las causas inobservadas o inobservables de lo que podemos percibir,

frecuentemente usamos analogías. En este sentido imaginamos el ‘flujo’ eléctrico en un circuito

como si fuese el flujo de líquido en una red de conductos. Construimos así un modelo

hidrodinámico de la electricidad que dé cuenta del comportamiento de los amperímetros y los

voltímetros [instrumentos de medición de diferentes parámetros de la corriente eléctrica; NdT] y las

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34

resistencias en los circuitos eléctricos. Al construir el modelo, algunos de los atributos de la fuente

de origen son ignorados o deliberadamente excluidos. Este tipo de elaboración de modelos es típica

de los dispositivos que usamos para pensar en las clases de entidades y procesos que esperaríamos

encontrar en la Región Dos. Los modelos ontológicamente conservadores como los de este tipo

también pueden encontrarse en patrones de pensamiento sobre la Región Tres. Las moléculas de gas

son diminutos cuerpos materiales pero probablemente permanecerán por siempre fuera del alcance

de los más sofisticados instrumentos que potencian nuestros sentidos.

De todas maneras, existe una ontología más radical a la que los físicos han recurrido al

pensar más allá de los límites de la observación posible. Esta es la ontología de las disposiciones y

las potencialidades, encarnada en conceptos tales como ‘potencial de campo’ y ‘energía cinética’.

Estos conceptos jugarán un papel importante en nuestra construcción de una psicología científica, y

volveremos a tomarlos más en detalle.

Tópico de aprendizaje: Positivismo y Realismo

1 Preliminares filosóficos. El estudio de los presupuestos de las ciencias conduce hacia dos ramas

de la filosofía, la epistemología y la ontología.

b) Epistemología. Estudio de la naturaleza y los límites del conocimiento.

c) Ontología. El catálogo de los tipos de entidades que se cree existen en un dominio

determinado.

2 Positivismo

a) Epistemología. Sólo podemos legítimamente afirmar poseer conocimiento sobre aquello

que podemos percibir.

b) Ontología. Sólo podemos legítimamente creer que existen aquellas entidades que podemos

percibir.

3 Realismo

a) Epistemología. Tenemos conocimiento confiable sobre objetos, estructuras, procesos y

demás que no podemos percibir.

b) Ontología. Podemos legítimamente asumir la existencia no sólo de aquello que podemos

percibir sino también de aquello que podemos concebir, dentro de los límites que imponen

los métodos de la ciencia teórica.

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35

Experimentos indirectos: testeando hipótesis sobre lo inobservable

En las ciencias físicas se han desarrollado dos modos principales de testear hipótesis sobre la

Región Tres. El primero es ejemplificado por el enorme número de programas experimentales en

física y química en el que usamos nuestra imaginación a los fines de fijar instrucciones para

manipular indirectamente estados inobservables del mundo. Experimentos de este tipo fueron bien

comprendidos y descritos por Robert Boyle (1688). El segundo es ejemplificado en los

experimentos mentales [thought experiments]. Galileo y Einstein fueron ambos grandes practicantes

de este sutil arte. Podemos usar experimentos imaginarios para justificar la eliminación o bien la

adición de algo relevante para nuestras explicaciones a lo que ya creemos que existe en la Región

Tres del mundo natural.

Experimentos de manipulación à la Boyle

Para Boyle y el canon científico de los siglos XVII y XVIII, las explicaciones más fundamentales

de los fenómenos observables eran formuladas en términos de la teoría atómica (o corpuscular) y

las leyes de la mecánica, al fin exitosamente formulada por Newton. Robert Boyle desarrolló un

programa de investigación para estudiar empíricamente la hipótesis corpuscular. Si reconstruimos

su razonamiento en nuestros términos, podríamos decir que Boyle comienza con el presupuesto

general de que causas mecánicas tienen efectos mecánicos. Una manipulación que involucra

operaciones mecánicas, tales como cambios en el movimiento y la descomposición en partes y

posterior recombinación, debería tener efectos del mismo tipo, nuevos estados de movimiento y

nuevas combinaciones de corpúsculos. Cuando realizamos un experimento en el que todas las

manipulaciones son mecánicas y el efecto observado no lo es, como por ejemplo un cambio en el

color o el gusto de aquello que hayamos manipulado, debemos concluir que este cambio es un

efecto observado de un cambio mecánico no observado. En la terminología de Boyle, el verdadero

cambio está en el volumen, la forma, el movimiento o la textura (esto es, la configuración) de las

partes que son imperceptibles. Boyle pensaba que de este modo estaríamos comprobando una

ontología, hasta tanto, por un lado, hayamos logrado resultados confiables y comprobables con

nuestras manipulaciones y, por otro lado, no nos hayamos topado con una contradicción o

incompatibilidad en la formulación de un programa de manipulaciones. En su The Origin of Forms

and Qualities [El Origen de las Formas y Cualidades] (1688), Boyle ofreció docenas de

experimentos para respaldar la tesis ontológica general que inspiraba el trabajo de casi todos los

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36

físicos y químicos de su tiempo. Éstos pensaban que la Región Tres consistía de conjuntos

estructurados de corpúsculos. Cada tipo de estructura era el sustrato de un poder específico para

actuar sobre otras estructuras similares y sobre los seres humanos, y en particular sus órganos

sensoriales, provocándoles la experiencia de las correspondientes cualidades – color, calor, sabor y

demás.

Muchísimos ejemplos del uso de esta misma estrategia pueden extraerse de la física y la

química experimentales contemporáneas. Ciertamente, el repertorio de conceptos disponibles para

crear un relato en la Región Tres ha sido transformado con la aparición del electromagnetismo y la

mecánica cuántica. En el experimento Stern-Gerlach, por ejemplo, las observaciones de las formas

cambiantes de ciertas imágenes en una pantalla, producidas al activar un campo magnético, se

vinculan con los estados cuánticos inobservables de las partículas proyectadas por el aparato

emisor. La vinculación es sugerida por la teoría electromagnética de que las manipulaciones

electromagnéticas tienen efectos electromagnéticos.

La fuerza de este tipo de maniobra es que el principio vinculante, que extiende la aplicación

de lo que sabemos a partir de estudios de fenómenos perceptibles hacia estados imperceptibles de

cosas – por ejemplo, las propiedades mecánicas de objetos materiales demasiado pequeños, veloces

o remotos para ser estudiados directamente – puede ser tratado como una generalización empírica

comprobable. Podemos experimentar para ver si causas mecánicas tienen efectos mecánicos en la

Región Uno, y podemos hacer (y hemos hecho) lo mismo para operaciones electromagnéticas con

imanes, bobinas y baterías.

Experimentos mentales à la Galileo

Existe otro modo en que podemos disciplinar el papel de la imaginación en la tarea de construir

concepciones de lo que hay en la Región Tres: el método de los experimentos mentales.

Imaginamos una situación que ejemplifica el modelo básico que subyace a alguna teoría relevante e

imaginamos como ocurrirían las cosas en las circunstancias imaginadas. Un ejemplo muy

impactante e históricamente influyente de esto se encuentra en la discusión de Galileo sobre el

movimiento relativo en su gran libro Dialogo sopra i Due Massimi Sistemi del Mondo [Diálogo

sobre los Dos Principales Sistemas del Mundo] de 1632. Galileo imagina que un número de

experimentos es llevado a cabo en la cabina de un barco.

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37

Encerraos con algún amigo en la mayor estancia que esté bajo cubierta del algún gran navío, y

meted en ella moscas, mariposas y animalillos voladores parecidos. Haya también un recipiente

grande de agua con pececillos dentro. Además manténgase en alto un cubo que gota vaya

dejando caer agua en otro recipiente de boca estrecha, situado debajo. Cuando la nave esté

quieta, observad atentamente que los animalillos volantes se mueven en todas las direcciones de

la estancia con igual velocidad. Veréis que los peces nadan indistintamente hacia todos los

lados. Las gotas que caen entrarán todas en la vasija situada debajo. Y vos al tirar algo a un

amigo, si las distancias son iguales no tendréis que lanzarla con más fuerza hacia una parte que

hacia la otra, si las distancias son iguales. Y si saltáis, como suele decirse, con los pies juntos,

os desplazaréis igual espacio con independencia de la dirección. Una vez que hayas observado

diligentemente todas estas cosas aunque no haya ninguna duda de que mientras el bajel está

parado tiene que suceder así, haced mover la nave con la velocidad que sea. Veréis que (con tal

que el movimiento sea uniforme y no fluctuante hacia aquí y hacia allá) no observaréis el más

mínimo cambio en ninguno de los efectos mencionados y que a partir de ellos, no podréis

determinar si la nave avanza o está quieta.

(Galilei, 1632 [1994: 162-3])

Este fue el comienzo de la teoría de la relatividad. Galileo muestra, mediante un ejercicio de la sola

imaginación, que no hay posibilidad de determinar si estamos en movimiento absoluto. Sólo

podemos comparar el movimiento de un objeto con el movimiento de otro. La noción de

movimiento absoluto no tiene lugar en el mundo tal como se da en la ciencia de la mecánica.

Einstein era inigualable en el arte de invocar imágenes sugerentes para transmitir

intuiciones profundas sobre la naturaleza del mundo material, especialmente en lo que refería a

aquellos aspectos que estamos denominando Región Tres. Uno de sus experimentos mentales más

poderosos apuntaba a descartar un viejo concepto de la Región Tres: el concepto de éter. Se suponía

que era una suerte de material misterioso, pero que ocupaba lugar, que transportaba los torrentes de

radiación electromagnética de modo aproximadamente análogo a cómo el aire transporta los

torrentes de ondas sonoras. Einstein pidió a sus lectores que compararan dos experimentos

familiares. En el primero, un espiral de alambre es acercado a un imán, lo cual genera una corriente

en el alambre. En el segundo, un imán es introducido dentro de un espiral inmóvil. Nuevamente, se

genera una corriente en el alambre. Uno de estos efectos se explica por referencia al éter, mientras

el otro no. Ciertamente, dice Einstein, los experimentos son perfectamente simétricos. Si no es

necesario apelar a la hipótesis del éter en uno de ellos, tampoco lo es en el otro. El concepto de éter

puede ser desterrado de la ontología de nuestra Región Tres.

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Tópico de aprendizaje: Experimentando en la Región Tres

1 Experimento de manipulación à la Boyle:

a) Comprobar hipótesis sobre estados imperceptibles del mundo manipulándolos

indirectamente para producir un efecto perceptible.

b) Esto requiere una hipótesis fuerte que conecte manipulaciones mecánicas (o eléctricas) a

efectos mecánicos (o eléctricos).

2 Experimento mental à la Galileo:

a) Imaginar que se lleva a cabo un experimento para comprobar hipótesis sobre entidades y

procesos de la Región Tres.

b) En casos relevantes el ‘experimento’ muestra que algunos conceptos aparentemente

importantes son dispensables y que no debe presuponerse que aquello a lo que refieren

exista.

Conclusión

El argumento de este capítulo apunta a justificar la tesis del realismo científico de que

efectivamente tenemos acceso a aquellas regiones del mundo que son imperceptibles. Sólo insertos

en esta filosofía de la ciencia podemos dar sentido al proyecto de la psicología cognitiva consistente

en explicar los fenómenos psicológicos mediante hipótesis sobre procesos cognitivos de los que en

su gran mayoría no somos concientes. Hemos distinguido entre aquellos que son imperceptibles de

hecho (Región Dos) y aquellos que son imperceptibles por principio (Región Tres). La física, en

particular, parece extender la umwelt humana a través de la Región Dos hasta la Región Tres. Sin

embargo, si esta extensión ha de ser más que ‘sólo otro cuento’, debe haber un conjunto de

procedimientos para evaluar y distinguir entre relatos mejores y peores con respecto a la tarea

científica de adquirir conocimiento y de desarrollar técnicas eficaces de manipulación. Hay por lo

menos dos posibilidades para justificar la extensión de la umwelt humana más allá de los límites de

lo perceptible. Una fue instaurada por Boyle, y dependía de la manipulación experimental de

estados inobservables de cosas. La otra fue explotada con gran destreza por Galileo y Einstein, y

dependía del uso de experimentos mentales, combinados con intuiciones tendientes a la simetría y

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39

la simplicidad, para eliminar o agregar conceptos a nuestras más profundas concepciones sobre el

mundo material.

¿Qué tipos de fenómenos abarca el dominio que queremos explorar y comprender? ¿Cómo

podemos pensar de modo disciplinado sobre regiones del mundo que no podemos percibir?

Responder estas preguntas nos lleva al corazón del método científico. Éste involucra el desarrollo

de sistemas de conceptos para clasificar fenómenos y poder así manejar un cuerpo creciente de

conocimiento. Involucra también la elaboración y manipulación de modelos, representaciones

simplificadas de los fenómenos y representaciones imaginarias de lo que hay en las regiones del

mundo que no podemos percibir. El estudio del método científico nos ocupará en el siguiente

capítulo.

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40

Capítulo 3

Comprendiendo el método científico

En el Capítulo 2 aprendimos que una ciencia se construye sobre dos pilares principales, sus

presupuestos de base. La ontología es el catálogo de entidades cuya existencia está presupuesta en

todos los aspectos del desarrollo de una ciencia. Si éstos son los tipos de entidades que estamos

estudiando, ésta es la clase de cosas que podemos llegar a conocer sobre ellas. Los medios por los

que vamos a obtener este conocimiento constituyen la metodología de la ciencia en cuestión. Por

ejemplo, la meteorología se ocupa de los movimientos de las masas de aire, identificadas por su

temperatura, presión, humedad y por sus patrones de circulación. El conocimiento meteorológico se

obtiene a través de termómetros, barómetros e higrómetros cuidadosamente ubicados, y a través de

observaciones con satélites y demás. Los filósofos reflexionan sobre el valor y el estatus de las

afirmaciones de conocimiento hechas por aquellos que hacen uso de esta o aquella tecnología. Lo

obtenido a partir de estas reflexiones es la epistemología de la ciencia.

En este capítulo emprenderemos una investigación más exhaustiva y detallada del modo en

que los presupuestos ontológicos, metodológicos y epistemológicos efectivamente se manifiestan en

las prácticas de una comunidad científica. La ontología de una ciencia se ve reflejada en los

sistemas de conceptos que son usados para clasificar las entidades de las que se ocupa. Esta

clasificación se basa en una taxonomía, un sistema ordenado de conceptos por (para o en el) el que

clases, tipos, grupos y géneros son definidos. La ontología de una ciencia también se ve reflejada en

los modos en que las teorías son creadas y puestas a prueba. La construcción de teorías y la

comprobación de hipótesis se asientan sobre un sistema de modelos y metáforas, patrones de

analogía a través de los cuales los conceptos son modificados y extendidos a otros dominios. La

elección de modelos y metáforas involucra presupuestos respecto de qué tipos de entidades existen

en el dominio de la ciencia.

Haremos un estudio en profundidad de la lógica subyacente al modo en que las clases y los

tipos son usados para clasificar. Seguido a esto, haremos un estudio igualmente detallado de los

principios que subyacen a los usos de los modelos para construir y probar teorías. Ambos estudios

nos darán una idea del método científico. Al mismo tiempo, tendremos que lidiar con el problema

del estatus del conocimiento obtenido. ¿Cuán general es? ¿En qué medida es revisable? Y así a

continuación.

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41

Al conocer cómo las prestigiosas y exitosas ciencias naturales fueron desarrollándose,

estaremos en condición de sugerir cómo el nuevo campo de la ciencia cognitiva podría ser

ulteriormente desarrollado desde sus primeros pasos hacia mediados del siglo veinte. Estaremos en

condiciones de usar nuestro conocimiento del método científico para identificar aquello que sea un

‘punto muerto’ en la investigación así como fértiles caminos inexplorados.

Sección 1

Describir y clasificar

Todo pensamiento y acción hace uso de conceptos generales, expresados en las palabras que

usamos al asignar objetos y eventos particulares a clases y tipos. El clasificar es fundamental en

todo lo que hacemos. A duras penas podríamos desenvolvernos en el mundo cotidiano sin la

capacidad para considerar todo aquello con lo que nos topemos como un algo, esto es, como una

instancia de un cierto tipo, género o clase. El percibir un organismo negro y peludo como un gato

dirigirá nuestras acciones y nuestros pensamientos sobre él de maneras bastante diferentes de las

que adoptaríamos si lo percibiéramos como una chinchilla [pequeño roedor sudamericano de piel

gris muy apreciada y cara; NdT]. Pensar en Joe como un amigo, y no como un enemigo, nos

permite sostener maneras muy diferentes de interactuar con él; y así sucesivamente. Lo mismo vale

para el caso de los eventos. Conceptos como ‘relámpago’, ‘amanecer’, ‘sorpresa’, ‘resultado’,

etcétera, son conceptos generales que abarcan muchos eventos individuales. El uso de conceptos

generales establece un marco para guiar la experiencia. Los lógicos también se ocupan de clases

que, aun cuando estén bien definidas, no contienen miembros. Una palabra general como

‘unicornio’ no contiene nada en un dominio donde encontramos entidades tales como vacas y

burros. En esta breve introducción a los procedimientos clasificatorios no nos ocuparemos de las

clases vacías.

El rol de los conceptos en la clasificación

El gran filósofo del siglo XVIII, Immanuel Kant, dijo una vez: “Los conceptos sin sensaciones son

vacíos; las sensaciones sin conceptos son ciegas”. Para percibir cualquier cosa como algo con

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42

características determinadas, nuestras sensaciones deben ser interpretadas mediante la aplicación de

sistemas de conceptos. Un concepto que no encuentre aplicación alguna en la experiencia humana

no tendrá ningún valor. Para la investigación científica de primera línea, el proceso de ‘percibir

como’ puede de hecho ser absolutamente consciente. Por ejemplo, el científico debe aprender cómo

interpretar lo que ve con la ayuda del microscopio. Se requiere de entrenamiento para lograr ver

manchas coloreadas como microorganismos. Las sensaciones corporales por sí mismas, sean éstas

visuales, auditivas, táctiles o pertenecientes a otras modalidades sensoriales, no son suficientes para

brindarnos un mundo de fenómenos naturales. Una vez que un dominio perceptivo ha sido fijado

por la adopción general de un sistema operante de conceptos – por ejemplo, el mundo vivo de

plantas y animales, de vertebrados e invertebrados y demás –, la comunidad científica propia de la

disciplina generalmente da por sentada esa particular manera de clasificar su objeto de estudio. Es

preciso tener en cuenta que aquello que normalmente percibimos es también un producto del poder

organizador de los conceptos.

En los comienzos de los programas de investigación científica en psicología, este punto es

de gran importancia. Por ejemplo, se supone que cuando somos apenas infantes, debemos haber

aprendido cómo aplicar los conceptos ‘recordar’ e ‘imaginar’ a nuestros propios pensamientos para

que se consolide el fenómenos psicológico de la memoria en tanto que representación verdadera del

pasado. Como adultos simplemente damos la distinción por sentada, quizás incluso cayendo en la

asunción de que es de algún modo ‘natural’ distinguir lo que imaginamos de lo que recordamos que

sucedió en el pasado. La psiquiatría hoy despliega un sistema de conceptos para clasificar las

enfermedades mentales que es diferente en aspectos centrales respecto de aquel que era moneda

corriente durante el siglo XVII. Más aun, todos nosotros, insertos en la cultura occidental, hemos

recatado algo de este vocabulario, y concebimos maneras inusuales de pensar y actuar en términos

de interpretaciones no del todo acertadas de conceptos psiquiátricos técnicos tales como ‘maníaco’,

‘esquizofrénico’, ‘síndrome de fatiga crónica’, ‘enfermedad de Alzheimer’, etcétera. Al mismo

tiempo, estas interpretaciones coexisten con expresiones tales como ‘estar desgastado’, ‘la nona está

perdiendo la chaveta’, etcétera. Este fenómeno lingüístico tiene una gran importancia, y volveremos

a él en otros capítulos.

Como mínimo, podemos decir que las taxonomías científicas evolucionan a partir de, e

interactúan con, taxonomías populares; esto es, modos tradicionales y propios del sentido común de

poner orden en la multitud de objetos, eventos y procesos con los que nos topamos en la vida

cotidiana.

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43

Sistemas jerárquicos de clasificación

Cada una de las ciencias naturales ha desarrollado una taxonomía, un sistema de conceptos para

clasificar, de manera bien ordenada, los ítems correspondientes a su particular dominio. Las

clasificaciones botánicas y zoológicas se basan en el esquema binario de Linneo. Los animales, por

ejemplo, son agrupados en clases por género y especie. Así el conejo común es clasificado como

Lepus cuniculus. Los géneros están jerárquicamente ordenados en grupos mayores llamados

‘órdenes’, los que, a su vez, están agrupados en ‘clases’. El mismo Linneo propuso seis clases de

animales: mamíferos, aves, reptiles, peces, insectos y helmintos [organismos del tipo de los

gusanos]. La clasificación química se asienta en la distinción más general entre elementos y

compuestos, y los elementos a su vez son clasificados por sus propiedades físicas y químicas en la

famosa tabla periódica, con grupos como ‘halógeno’ que incluye ‘fluorina’, ‘cloro’ y ‘yodo’. En

física, las partículas fundamentales son clasificadas de acuerdo a diversas propiedades tales como la

carga, la masa, el espín y demás. Todos, sin excepción y de diversas maneras, estos sistemas de

clasificación fijan el ámbito de fenómenos que definen el dominio de investigación de cada una de

las ciencias. Expresan ontologías. Debiéramos tener en cuenta que estos sistemas son jerárquicos.

Expresados diagramáticamente, figuran como ‘árboles’ (Figura 3.1). Llamaremos ‘nodos’ a los

puntos de ramificación. Este es un mero fragmento tosco y obsoleto del vasto edificio de las

categorías zoológicas y botánicas actualmente en uso. Sin embargo, ilustra la estructura jerárquica

de los sistemas clasificatorios.

Figura 3.1

Representación arbórea

de un sistema clasificatorio

Organismos

Plantas Animales

Vertebrados Invertebrados

Mamíferos Pájaros Reptiles Peces Insectos Helmintos

Una vez establecidas, las taxonomías de los dominios de las ciencias naturales parecen

enteramente naturales e inevitables. Pero ésta es una ilusión. Se requirió de mucho debate y se

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produjeron controversias persistentes antes de que las clases y las categorías de las entidades que

damos por sentadas quedaran establecidas.

¿Cómo viene organizado el conocimiento que está condensado en una jerarquía de clases?

Una forma de presentar esto es términos de la ‘relación de herencia’. Si tomamos alguna subclase y

recorremos hacia arriba la jerarquía, pasamos desde la categoría más específica en el punto donde

comenzamos hacia la superclase más general en el ápice. El subtipo más bajo en este ejercicio

hereda todas las características de aquellos arriba de él en la jerarquía. De este modo un mamífero

es un vertebrado, un animal y un organismo, mientras un gusano es un invertebrado, un animal y un

organismo.

Si leemos verticalmente una tabla como ésta, obtenemos las superclases y sus subclases

mutuamente dependientes. Si leemos la tabla horizontalmente, vemos que cada hilera en la jerarquía

comprende ‘todas las criaturas desde las más grandes hasta las más pequeñas’. Los conceptos en

cada hilera representan una demarcación en subclases más y más específica de la población total.

En ninguna parte de este esquema encontramos organismos individuales. Se trata de una

jerarquía de clases. El estudio de los individuos es también parte de la ciencia. Un estudio

idiográfico es una investigación de individuos particulares tomados uno por uno. Por ejemplo, el

estudio de los planetas del sistema solar es mayormente idiográfico, dado que cada uno posee

características propias y una composición y estructura individual. No obstante cada individuo, en

cualquier dominio, posee características que son, en alguna medida, similares a aquellas de otros

individuos. Es un individuo y a la vez ejemplifica una clase.

En cada dominio, debemos dar con un equilibrio entre la atención puesta en el carácter

único de los individuos y en las características generales de las clases. En la microbiología los

atributos únicos de las bacterias individuales juegan un rol casi nulo. ¿Cómo debiera lograrse este

equilibrio en psicología? Ante esto no existe una respuesta general. Depende de la cuestión de

interés. En la psicología cognitiva asumimos que la mayoría de las personas recuerdan eventos de la

misma manera, mientras aceptamos que aquello que cada persona recuerda será ciertamente

diferente, aun cuando se trate del mismo evento histórico.

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45

Las bases de las distinciones de clases

Cuando usamos distinciones de clases3 podemos atender a diversos aspectos de aquello que va a ser

un ejemplar de una clase. En nuestros usos cotidianos de tipologías hay implícitas dos distinciones

fundamentales: por un lado, la distinción entre la intensión y la extensión de una clase o grupo y,

por otro, la distinción entre las esencias reales y nominales de los tipos o clases.

La distinción intensión/extensión

La intensión de una clase comprende los atributos que cada uno de sus miembros comparte con

todos los demás. Entre estos atributos encontramos las características que definen la pertenencia a la

clase, esto es, las condiciones necesarias y suficientes que deben ser satisfechas por algún individuo

para contar como miembro de una clase o como una instancia de un tipo. Así, todas las ovejas

tienen lana, pezuñas hendidas, etcétera. La extensión de una clase consiste en la totalidad de los

miembros de alguna clase: las ovejas del rebaño de Polifemo, el cíclope con el que Ulises y sus

hombres se toparon, etcétera.

Para fines metodológicos, es importante entender que la intensión y la extensión de una

clase se encuentran en una relación recíproca una respecto de la otra. A grandes rasgos, la intensión

varía inversamente respecto de la extensión. Cuanto más detallemos la intensión de una clase tanto

menor será la cantidad de individuos que encontremos en ella. Hay menos merinas negras de lo que

hay merinas [raza ovina muy extendida; NdT].

La intensión de una clase, tipo o grupo consiste de los atributos que un candidato debe

poseer para ser considerado miembro. Se sigue de esto que todos los miembros exhibirán esas

características. No obstante, en casos reales puede haber otras características que todos los

miembros exhiban pero que no fueron tomadas en cuenta para establecer una taxonomía. Las

características que son comunes a todos los miembros pero que no forman parte del criterio de

pertenencia a la clase se denominan ‘propria’. Toda oveja merina hace ‘Bee’, pero no identificamos

una merina por su balido.

Sin embargo, las circunstancias pueden cambiar. Puede aprenderse más sobre la naturaleza

de las entidades en cuestión. Puede suceder que una característica que forme parte del criterio de

3 Se prefirió traducir la palabra ‘type’ (‘type distinction’, ‘type hierarchy’, etc.) por ‘clase’, aunque téngase en

cuenta que es perfectamente reemplazable por ‘tipo’, de acuerdo a la distinción genérica entre tipos o clases,

por un lado, y casos, instancias o ejemplares, por otro (NdT).

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pertenencia pierda este rol, mientras una que no lo haya tenido migre desde los propria hacia la

esencia. El color y las cualidades metálicas fueron alguna vez suficientes para identificar ‘oro’. Sin

embargo, el Rey de Siracusa comenzó a sospechar del joyero de la corte, y Arquímedes fue

interpelado para comprobar si el rey había sido engañado y el oro de su corona estaba mezclado con

plata. El gran científico cambió los criterios. Adoptó una prueba para el oro basada en el peso

específico. Resultó ser que el rey había sido víctima de un fraude.

Esencias nominales y reales

Al hacer uso de cualquier tipo de descripción, sea ésta ‘oro’ en tanto que clase de metal, ‘caballo’

en tanto que clase de animal o ‘quásar’ en tanto que clase de objeto celeste, asumimos ciertos

criterios por los que determinamos si un objeto específico pertenece o no pertenece a aquella clase.

Para ser aceptada como oro una muestra de metal debe ser amarilla, maleable, dúctil, con un peso

específico de 19,6 g/cc, etcétera. La muestra no será debidamente llamada ‘oro’ o clasificada como

una instancia de la clase oro sin estas propiedades esenciales.

Ya desde el siglo XVII, este modo aparentemente simple y poco controvertido de

determinar la pertenencia de un elemento a una clase fue cuestionado, o por lo menos los elementos

presupuestos para su determinación fueron explicitados. La distinción clave era aquélla entre la

esencia nominal y la esencia real de una sustancia, especie, clase, etcétera. La esencia nominal

comprende las propiedades que se requerirían para que un animal bajo consideración pueda ser

apropiadamente llamado ‘Equus’ y asignado a la especie caballo. La esencia real comprende la

naturaleza intrínseca de los miembros de la clase, especie o tipo que da cuenta del alcance y la

estabilidad de las propiedades que fueron seleccionadas para determinar la esencia nominal. Se

comprendió que, mientras todas las propiedades que conforman las esencias nominales debían ser

observables, las propiedades que conforman las esencias reales serían generalmente teóricas e

imperceptibles. Por ende, es correcto llamar ‘oro’ a un trozo de metal cualquiera si posee todas las

propiedades observables de la lista mencionada. La química y la física nos informan que la razón

por la cual éstas son las propiedades características de este material es que posee una determinada

estructura atómica de protones, neutrones y electrones. Sin embargo, este aspecto del metal oro no

es perceptible. Es una hipótesis basada en una serie de inferencias, ninguna de las cuales está

garantizada.

Mientras la esencia nominal – esto es, el conjunto de propiedades usadas en la práctica por

las personas para escoger ejemplos de clases y tipos – puede cambiar, se mantiene por lo general

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una clara continuidad entre los criterios viejos y los nuevos. No obstante, puede haber grandes

cambios en aquello que la gente considere ser las esencias reales de las clases. Esto es

particularmente notable en la medida en que la ciencia extiende y profundiza nuestro conocimiento

sobre los aspectos imperceptibles de la Naturaleza, aquellos que sólo conocemos a través de

nuestras teorías. Alguna vez, se supuso que las esencias reales de los metales eran las proporciones

específicas entre las cuatro propiedades básicas: el Calor, el Frío, la Humedad y la Sequedad [el

autor hace referencia a una antigua teoría propuesta por el alquimista árabe Jabir ibn Hayyan; NdT].

Ahora usamos la estructura atómica con el mismo propósito.

Ya estamos familiarizados con la distinción general entre las recetas positivista y realista

para la ciencia. Es fácil ver que los positivistas tenderían a admitir sólo las esencias nominales

como la base de los sistemas clasificatorios, mientras que los realistas no dudarían en admitir tanto

las esencias reales como las nominales, dándoles prioridad a las primeras. Más aún, debido a que

existe una innumerable cantidad de maneras en que las cosas son similares y diferentes unas de

otras, todos los criterios clasificatorios son en última instancia arbitrarios para aquellos que

sostienen una convicción positivista.

Los realistas se encuentran bastante cómodos con hipótesis bien fundadas sobre las esencias

reales de entidades, si es que se las puede adscribir legítimamente. De este modo, las clasificaciones

de elementos químicos, de especies animales y vegetales, las clasificaciones geológicas de las rocas,

las taxonomías de las partículas subatómicas y demás, obtenidas por referencia a algunas de sus

propiedades observables, son justificadas y fundadas mediante hipótesis teóricamente validadas

concernientes a las esencias reales de estas clases naturales. De hecho, esto es lo que las hace clases

naturales. Todas las cosas rojas, al igual que todo aquello que tiene un volumen mayor de 2 litros y

demás clasificaciones de este tipo no son clases naturales, simplemente porque nuestra ciencia

actual no tiene modo de encontrar las esencias reales que les corresponden. Sin embargo, tales

clasificaciones científicamente arbitrarias podrían ser usadas en sistemas clasificatorios para

propósitos específicos. La categoría de cosas rojas con un volumen mayor de 2 litros podría ser útil

para el empleado en una pinturería.

¿Cómo sabemos cuáles podrían ser las esencias reales que poseen las clases naturales,

esencias que les atribuimos al postularlas? Para entender cómo es que atravesamos los límites de lo

perceptible de un modo científicamente disciplinado, debemos emprender el estudio del principal

instrumento del pensamiento científico: los modelos. Aquí comenzaremos a desarrollar nuestra

comprensión de la metodología científica de acuerdo con el punto de vista realista. Los modelos

juegan un rol central en la construcción de teorías y en la experimentación, los dos procedimientos

principales del método científico.

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Tópico de aprendizaje: 1 Describir y clasificar

Debemos extraer los presupuestos involucrados en estas actividades examinando el sistema

clasificatorio o taxonomía en uso para tal o cual dominio.

1 Sistemas clasificatorios:

a) Una taxonomía es un sistema jerárquico de clases, tipos y géneros (Figura 3.2). Cada nivel

comprende todos los seres vivientes y los divide en clases con un creciente nivel de

especificidad.

b) Una jerarquía de clases acumula el conocimiento verticalmente, explicitando relaciones de

herencia. Para descubrir lo que está presupuesto en una clase de un nivel inferior se recorre

la jerarquía hacia arriba a través de los nodos hasta el ápice. Así, la especie ‘gato’ es

vertebrada, animal y viviente.

2 Características de las clases:

a) La pertenencia a una clase requiere que se cumplan ciertas condiciones necesarias y

suficientes. Las propiedades pueden aparecer a veces como definiciones y otras como

atributos accidentales.

b) Intensión/Extensión:

i) Grupos de propiedades comunes de los miembros constituyen la intensión de la clase.

ii) La pertenencia es la extensión de la clase.

iii) La intensión varía inversamente a la extensión.

c) Esencia nominal y real:

i) Los criterios utilizados para asignar una instancia particular a una clase de acuerdo

con sus características observables constituyen la esencia nominal.

ii) La naturaleza real de la instancia que da cuenta de que ésta posea los atributos de la

esencia nominal es la esencia real (sólo conocida a partir de la teoría).

Figura 3.2

Jerarquía taxonómica

Superclase (ser viviente)

Subclase 1 (planta) Subclase 1 (animal)

Sub. 2 (vertebrado) Sub. 2 (invertebrado) Sub. 2 (con floración) Sub. 2 (sin floración)

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Sección 2

Explicar

Los positivistas defendían un patrón muy simple de explicación, un patrón que entregara el menor

número de ‘rehenes al azar’. El esquema básico de la explicación como ‘cobertura legal’ era más o

menos el siguiente:

1 Establezca una correlación sin excepciones entre la ocurrencia de un fenómeno y la subsiguiente

ocurrencia de otro. Este es el fundamento más simple que hay para una ley científica. Su fuerza

proviene de la ausencia de contraejemplos. Así, podríamos tener ‘Beber vino tinto se correlaciona

con tener un corazón saludable’.

2 Identifique una instancia del fenómeno concomitante; tomemos por caso los saludables corazones

de los franceses.

3 Aplique la ley al siguiente patrón:

Todos aquellos que tomen vino tinto tienen corazones saludables ↓

Los franceses beben vino tinto ↓

entonces ↓

Los franceses tienen corazones saludables

La conclusión de este simple patrón de razonamiento deductivo es el mismo fenómeno que

queríamos explicar. Únicamente estados de cosas observables llegaron a formar parte de las

proposiciones explicativas.

No obstante, para la mayoría de los científicos, este formato mínimo de explicación deja

todo por resolver. Para dar una explicación adecuada querríamos saber cómo es que el vino tinto

produce su efecto. Esto involucraría un estudio indirecto de inobservables, tales como estructuras

moleculares, procesos de eliminación de radicales, etcétera. ¿Mediante qué procesos cognitivos

podría alguien, sea un científico o una persona cualquiera, arribar a conjeturas bien fundadas sobre

lo que no puede verse? Este es el arte de construir modelos.

Modelos

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Un modelo es una herramienta para pensar, uno de los modos en los que formamos

representaciones sobre algún tema para pensar mejor acerca de él. En general, algún objeto, ‘R’,

puede representar algún otro objeto, ‘T’, principalmente de dos formas. Por convención, a un

símbolo arbitrario puede darse un uso establecido para representar algo. Casi todas las palabras son

de este tipo. ‘Sonrisa’ representa ☺. Luego hay representaciones icónicas: modelos. Un modelo de

algo es un análogo, que representa su objeto a causa del equilibrio de semejanzas y diferencias entre

el modelo y su objeto. La muñeca de una niña es un modelo de un ser humano. Posee las

características superficiales necesarias de un cuerpo humano.

En matemática y lógica se desarrollan sistemas abstractos de signos con diversos

propósitos. Estos signos pueden ser asociados a sistemas de objetos para otorgarles un significado.

Tales sistemas de objetos también son denominados ‘modelos’. La palabra ‘modelo’, tal como es

actualmente usada, abarca sistemas de objetos usados tanto para generar significado, esto es, para

interpretar, así como para representar. Afortunadamente, las principales categorías de la relación

entre el modelo y su objeto se expresan con diferentes preposiciones. Así, un autito de juguete es un

modelo de un auto real. El átomo de Niels Bohr es modelado sobre el sistema solar [el físico danés

Niels Bohr, Premio Nóbel de Física en 1922, propuso un modelo muy influyente de la estructura del

átomo en el cual los electrones forman órbitas alrededor del núcleo atómico de modo análogo a

como los planetas giran alrededor del sol; NdT]. Además, los números naturales funcionan como un

modelo para el cálculo lógico básico. Parte de nuestra tarea en esta sección de nuestros estudios es

adquirir una idea clara de los diferentes tipos y usos de los modelos en ciencia, como para que no

nos despistemos cuando nos enfoquemos en el tipo de construcción de modelos necesario para

construir una ciencia cognitiva.

Modelos en ciencia: una historia cuadriculada

Antes de poder comprender cómo se construyen las teorías, que refieren a estados inobservables de

cosas, y cómo se planifican los proyectos experimentales para investigarlas, necesitamos

adentrarnos más en la naturaleza, los usos y las fuentes de los modelos. El uso de los modelos fue

un foco de estudio central en la filosofía de la ciencia de fines de los años ’50 y comienzos de los

’60. Con la llegada del logicismo, esta práctica había sido relegada a la periferia por parte de una

nueva generación de filósofos de la ciencia, influenciados por el predominio del logicismo en

filosofía general. Por ejemplo, Hempel (1953) explícitamente asignó a los modelos un rol

secundario y meramente heurístico, mientras Popper (1961), aunque no discutía explícitamente los

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modelos en sus principales trabajos sobre filosofía de la ciencia, los relegaba implícitamente a

aspectos meramente psicológicos del pensamiento científico. Sin embargo, en los últimos años la

cuestión de los modelos en ciencia ha nuevamente cobrado protagonismo.

La variedad de usos de la palabra ‘modelo’

El concepto de ‘modelo’ es ampliamente usado en la vida cotidiana en una gran variedad de

contextos. Por ejemplo, tenemos autitos a escala y otros juguetes realistas. Un autito comparte

ciertas características con un auto real, por ejemplo que generalmente tiene cuatro ruedas, mientras

hay diferencias obvias, tales como el tamaño y los equipamientos internos. Tanto el autito de

juguete como el auto real son objetos materiales. Luego, tenemos procedimientos modelo o ideales

que copiamos para aprender cómo hacer mejor algo. Por ejemplo, un profesor podría proveer a su

clase de respuestas modelo a preguntas de examen. Hay hombres y mujeres que se ganan la vida

como modelos, jugando el rol de figuras humanas idealizadas. Tenemos así modelos como

representaciones y modelos como idealizaciones.

Las ideas centrales en el uso corriente del término parecen ser las de modelo como

representación y modelo como ideal. Ambos usos de la palabra ‘modelo’ para objetos, reales o

imaginados, que pueden ser o bien análogos de otro objeto o bien formas idealizadas de alguna

clase de objeto, pueden encontrarse en las ciencias. Una vez que hayamos aprendido a ver el

pensamiento y la experimentación científicos como elaboración de modelos y utilización de

modelos, estaremos encaminados para resolver el problema aparentemente intratable de cómo

justificar que poseemos conocimiento confiable, aunque en principio revisable, sobre regiones del

mundo que no podemos observar.

Usos analítico y explicativo de los modelos

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Objetos y fuentes

Otra distinción nos va a ayudar a comprender cómo los modelos vienen siendo usados en las

ciencias naturales. En los ejemplos discutidos hasta ahora tanto el modelo como su objeto han

estado disponibles para su inspección. De hecho, el objeto del modelo no era sino su fuente. El

verdadero Bugatti Tipo 33 sirve como la fuente de los atributos de un modelo a escala 1/72 de aquel

mismo auto. El grado de abstracción e idealización en la elaboración del modelo basada en su

objeto puede ser fácilmente constatado. En ciencia, los modelos basados en la identidad entre objeto

y fuente son extremadamente comunes, en tanto sirven para poner de manifiesto características

particulares de algún sistema bajo estudio. Por ejemplo, un modelo anatómico del cerebro se asienta

en los atributos discernibles del cerebro. Un planetario, esto es, un modelo a escala del sistema

solar, se asienta en las dimensiones, órbitas y velocidades conocidas de los planetas. Me referiré a

este tipo de construcción como un modelo analítico. Representa el resultado de un análisis y de un

ordenamiento de los atributos de algún sistema natural que es tanto la fuente como el objeto del

modelo.

Sin embargo, de una importancia incluso mayor para la ciencia, y en particular para el

programa realista en ciencia, son los modelos que tienen como objetos sistemas y estructuras

todavía no observados. ¿Cómo sabemos qué atributos otorgarle a un modelo de aquello que no

podemos percibir? La técnica consiste en abstraer a partir de, e idealizar, una fuente plausible. Por

ejemplo, nadie ha podido jamás observar directamente los componentes reales de un gas. El modelo

molecular representa aquellos componentes desconocidos. Arribamos al concepto de una molécula

por abstracción a partir de, y mediante un proceso de idealización de, las propiedades de objetos

materiales perceptibles. Las moléculas tienen masa, tienen peso y volumen, se desplazan a una

cierta velocidad a lo largo de trayectorias bien definidas, etcétera. Los modelos de este tipo juegan

un papel predominante en la elaboración de explicaciones científicas. Son la clave para el realismo,

en tanto que constituyen el principal dispositivo por el cual la imaginación disciplinada de los

científicos se aventura más allá de las fronteras de lo perceptible. Me referiré a este tipo de

construcción como un modelo explicativo.

En términos de la distinción entre objeto y fuente, la diferencia entre los dos tipos básicos

de modelos puede expresarse fácilmente: en los modelos analíticos la fuente y el objeto son los

mismos, mientras que en los modelos explicativos son generalmente diferentes.

Modelos como idealizaciones de sus objetos: el papel analítico

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Miremos con un poco más de detalle el modo en que arribamos a los modelos analíticos a partir de

sus fuentes, esto es, a la elaboración del tipo de modelo que es más común en biología, en geología

y en ingeniería. Un modelo en tanto que una versión de alguna entidad natural compleja es creado

por abstracción, esto es, ignorando algunos de sus aspectos, y por idealización, esto es, atenuando y

simplificando otros. Los museos de historia natural a veces exponen modelos que muestran un corte

transversal del entorno local, que revela los estratos geológicos debajo de la superficie, separados

por delgados y nítidos bordes, y con cada estrato uniformemente coloreado. Tomadas en conjunto,

la abstracción (no hace falta reproducir cada detalle de un estrato en el modelo geológico) y la

idealización (no hace falta reproducir cada curvatura y cada grieta de los bordes de los estratos en el

modelo) llevan a una simplificación del estado natural de cosas en el modelo que lo representa. Esto

puede tener un gran valor práctico, tanto para la enseñanza de la geología como para desarrollar

programas experimentales, explicaciones teóricas y demás en la ciencia geológica. Cuando los

detalles que oscurecen son purgados, entonces emergen patrones.

En la terminología del último apartado, podemos caracterizar estos modelos por el hecho de

que sus fuentes son las mismas que sus objetos. En el caso anterior, los estratos geológicos debajo

de un terreno son la fuente y el objeto del modelo. Estos modelos son representaciones útiles de

aquello que es conocido, a pesar de que son, de algún modo, conservadores al no ir más allá del

límite de lo observable. Así y todo, logran arrojar nuevos insights. Pueden incluso jugar un papel en

las explicaciones de la naturaleza del terreno tal como lo observamos.

Algunos modelos analíticos son tales que su fuente y objeto son el mismo; hemos discutido

algunos ejemplos más arriba. Sin embargo, a veces también se da el caso de que un modelo

analítico poderoso puede ser ideado bajo la inspiración de una fuente diferente de su objeto. Por

ejemplo, uno de los modelos analíticos más poderosos en uso en la psicología social es el modelo

teatral retomado por Erving Goffman (1969) [sociólogo canadiense considerado el padre de la

microsociología, esto es, el estudio de las relaciones sociales humanas en escala reducida; NdT]. Al

usar ese modelo, la fuente, una puesta en escena, no es la misma situación social que el objeto del

análisis de Goffman: un restaurante, el consultorio de un médico o el vestíbulo de un banco. En este

caso, los conceptos propios del teatro se recuperan para iluminar aspectos de estas escenas

familiares.

Modelos como representaciones de lo desconocido: el papel explicativo

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54

El positivista pregunta: ¿cómo podríamos crear una representación de aspectos de regiones del

mundo a las que no tenemos acceso por medio de observaciones ni experimentación directa de las

mismas entidades que las pueblan? Podemos sentir calor pero no podemos observar, aun armados

de los microscopios más poderosos, los movimientos moleculares que causan esa sensación. En el

mejor de los casos, podemos observar el movimiento browniano aleatorio de las partículas visibles

suspendidas en un líquido [movimiento aleatorio que se observa en algunas partículas

microscópicas que se hallan en un medio fluido; NdT]. Este fenómeno es explicado más claramente

como el efecto del choque de las partículas visibles por parte de partículas invisibles en

movimiento. ¿De dónde proviene la idea de estas partículas? El realista responde a la tesis de que

las moléculas son inadmisibles en tanto que inobservables señalando que, aunque no podamos

percibir estos estados del mundo, podemos imaginarlos. Sin embargo, no cualquier fantasía sobre lo

imperceptiblemente pequeño será admitida. La imaginación tiene que ser constreñida por lo que, en

las comunidades científicas, sean consideradas entidades plausibles para aquel dominio. ¿Qué mejor

manera de constreñir la imaginación que la de construir modelos para representar aquello que aun

no podemos percibir?

¿Cómo podría un científico construir un modelo de algo hasta el momento desconocido? La

posibilidad de lograrlo se sigue del hecho de que un modelo de un objeto desconocido puede

construirse a partir de alguna fuente diferente de ese objeto. Supongamos que me imagino a mí

mismo en el lugar de Benjamin Franklin [además de ser un personaje clave en el proceso que

condujo a la independencia de las colonias británicas de América, Franklin formuló en el año 1752

una teoría de la electricidad que la consideraba un fluido invisible cuyo exceso o defecto

determinaba respectivamente la carga positiva o bien negativa de un cuerpo cualquiera; NdT]. No

sé cómo la electricidad se propaga por un conductor, aunque sé a partir de las lecturas de mis

instrumentos que de hecho lo hace. Sé que el agua fluye a través de conductos y tengo medidores

que registran el caudal y la presión. Invento un modelo de la propagación de la electricidad

imaginada como un fluido. Ideo mi concepción del fluido eléctrico, no abstrayendo a partir de los

fenómenos eléctricos sino basándome en el flujo de agua a través de un conducto en tanto que

proceso análogo al flujo de electricidad a través de un conductor. Este salto de la imaginación fue

expresado con el uso de la metáfora: ‘La electricidad es un fluido’. Aquí encontramos el corazón

mismo de la creatividad científica, la caldera en la que las teorías son forjadas.

El esquema que subyace sería algo como lo siguiente:

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1 Observado. Un proceso desconocido, P, produce un cierto tipo de fenómeno observable, O.

2 Imaginado. Un modelo icónico, M, de P ‘produce’ un cierto tipo de ‘fenómeno observable’, ‘O’.

3 Si ‘O’ es una buena imitación de O, y M es plausible ontológicamente, como un existente posible

que se diese en el lugar de P, podemos decir que M representa P más o menos fielmente.

Los modelos evolucionan y se desarrollan en la medida en que los programas de

investigación continúan. A veces, consideraciones teóricas conducen a cambios en los modelos

operantes en el corazón de una secuencia de teorías; a veces, un modelo se modifica para

acomodarse a nuevos resultados experimentales. A éstos, a su vez, se los interpreta dentro del

modelo recientemente evolucionado. Un ejemplo espléndido de una evolución tal se encuentra en la

secuencia de formulaciones progresivamente más refinadas de la ley general de los gases, que

‘rastrea’, por así decir, el desarrollo de la concepción de la molécula de gas como un modelo de los

constituyentes desconocidos de los gases. Comienza con la simple fórmula que aprendemos en la

escuela: PV = RT [ley de Boyle, según la cual la presión, P, es inversamente proporcional al

volumen, V, si la temperatura, T, y la masa del gas, R, permanecen constantes; NdT]. Esta simple

ley es representada por un simple modelo de la molécula como un mero punto. Con el

enriquecimiento del modelo que le otorga volumen a las ‘moléculas’ (‘b’ en la fórmula revisada),

obtenemos P(V-b) = RT. Se sucedieron ulteriores enriquecimientos que condujeron a formulaciones

de la ley más complejas pero más precisas observacionalmente.

Sin embargo, cuando nos ponemos a examinar el pensamiento científico tal como se da de

hecho, encontramos que los modelos en ciencia son constreñidos no sólo por la referencia a los

fenómenos que ayudan a explicar sino también por la referencia a la fuente de la que se derivan.

Así, el modelo molecular da significado a fórmulas tales como PV = RT en tanto que ley del

comportamiento de los gases, debido a que puede ser equiparada con una ‘ley’ que describa el

comportamiento imaginado de las moléculas de gas, concebidas como diminutos objetos materiales.

La ley de las moléculas es pv = 1/3 nmc2. El modelo cobra su plausibilidad como buena

representación de los constituyentes desconocidos de los gases no sólo a partir de la precisión de su

representación de los resultados experimentales sino también del hecho de que las moléculas son

modeladas sobre la base de las propiedades conocidas de las ‘partículas newtonianas’ en

movimiento. Ya sabemos que existen instancias de esta clase general de cosa.

Un modelo científico provee un recurso para una cierta prescripción a la que un objeto,

atributo, estado, sustancia o estructura deben aproximadamente ajustarse. Si hemos desarrollado un

modelo microbiológico para entender enfermedades no microbianas tales como la gripe, entonces

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ese modelo servirá como recurso para prescribir los criterios para afirmar haber exitosamente

descubierto la causa material de la gripe, a saber, este virus.

Teorías y modelos

Comencemos con algunos ejemplos para ilustrar cómo los modelos han sido usados como el núcleo

de las teorías. La exposición de Darwin de su teoría de la selección natural puede verse tanto como

una prescripción provista por un modelo para entender la historia de los seres vivientes así como

también como una hipótesis sobre el proceso principal por el cual esa historia se produjo.

Darwin (1859) presenta su razonamiento en los primeros capítulos de On the Origin of

Species [Sobre el Origen de las Especies]. Comienza con una discusión de los conceptos de

‘especie’ y ‘variaciones’. La misma está dirigida a cuestionar las diferencias tradicionales en el

modo en que estos conceptos han sido usados. Se suponía que las especies eran inmutables, por lo

que todos los cambios en las formas orgánicas eran minimizados en cuanto que meras variaciones.

Luego, Darwin describe cómo los granjeros y jardineros producen nuevas especies de animales y

plantas. Usan el método de la reproducción selectiva por el que se les permite reproducirse sólo a

aquellos especimenes que exhiben el atributo deseado por el ganadero. De esa manera, se generan

nuevas formas animales y vegetales. Quizás sólo haya variaciones dentro de cada especie. Sin

embargo, si la distinción entre especies y variaciones no es absoluta es posible que una cantidad

suficiente de pequeños cambios pueda conducir, después de muchas generaciones, a una población

que constituya una nueva especie.

Ésa es la selección doméstica. ¿Qué pasa en la naturaleza? Del mismo modo en que existen

variaciones en cada generación en la granja y en el jardín que son explotadas por el ganadero, así

también existen variaciones en la naturaleza. Si éstas terminarán conduciendo a cambios en los

atributos de generaciones subsiguientes, debe haber diferencias en las tasas de reproducción de los

individuos con características favorecidas, por un lado, y menos favorecidas, por el otro. Debe

haber selección natural. El modelo para la naturaleza es la granja. Los animales y las plantas mejor

adaptados se reproducen más rápidamente, y un número mayor de sus descendientes sobrevive. Este

mecanismo coincide con el modo en que un granjero o un jardinero producen nuevas especies

controlando la reproducción de los organismos. Mediante la construcción de un modelo, hemos

logrado crear una imagen de un proceso que, a causa de su largo alcance en el tiempo y el espacio,

no habríamos podido observar ni en lo que duran cien vidas humanas. Para completar la teoría,

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57

Darwin mostró cómo las fuerzas naturales podían jugar el papel del ganadero que controla las tasas

de reproducción, aunque sin ninguna intención de hacerlo.

Cuando Niels Bohr intentaba imaginarse la estructura interna de los átomos, una estructura

que le permitiría dar cuenta del modo en que elementos diferentes emitían patrones diferentes de

líneas espectrales, comenzó a pensar en el patrón de núcleo pesado y electrones ligeros como si los

electrones orbitaran el núcleo atómico del mismo modo en que los planetas orbitan el sol. Incluso

los denominó electrones ‘planetarios’. Así como Darwin tuvo que inventar libremente algunos

aspectos de su mecanismo que no estaban disponibles en el modelo principal, Bohr también lo hizo.

Pensó en los electrones como si saltasen de órbita en órbita en la medida en que absorbían y emitían

energía en cantidades determinadas, los quanta. Estos saltos eran discontinuos por lo que el espectro

de la luz emitida también era discontinuo, de acuerdo con las características conocidas de los

espectros de los elementos. El modelo principal tenía aun más características útiles. Por ejemplo, se

podía imaginar que los electrones giraban sobre sus ejes, algunos en un sentido y otros en otro.

El discurso teórico no es, en una primera instancia, un intento (aventurado y

subdeterminado4) de describir aspectos del mundo natural que no podemos percibir, como el baile

de las moléculas o el interior de los agujeros negros, sino como instrucciones para elaborar modelos

de esos aspectos. La teoría cinética de los gases, interpretada de este modo, se presenta como un

conjunto de instrucciones para elaborar una secuencia progresiva de modelos de los gases de

manera que el comportamiento de unas muestras de gas sea simulado por el comportamiento del

modelo.

Los fundamentos cognitivos de la construcción de modelos

¿Cuál es el proceso cognitivo subyacente del que dependen estos ejemplos de la construcción de

modelos en tanto que razonamiento concreto? ¿Tienen un formato general común? Durante los años

’50, la respuesta preferida estaba basada en la relación de analogía entre un modelo y su fuente y

entre un modelo y su objeto. Los modelos eran evaluados mediante una comparación equilibrada

4 El autor usa aquí el término técnico ‘subdeterminado’ propuesto por el filósofo de la ciencia W. V. O.

Quine: se dice que dos hipótesis rivales están subdeterminadas para explicar un mismo hecho cuando son

igualmente consistentes con la evidencia disponible. En este caso, el autor pretende aludir meramente a lo que

el discurso teórico no es (o no debería ser): una incursión especulativa poco informada por los datos

observacionales y experimentales disponibles o pasibles de ser recabados (NdT).

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entre similitudes y diferencias respecto del ámbito de las propiedades asignadas al modelo y

aquellas atribuidas a la fuente y al objeto.

Hay dos grandes problemas con esta propuesta. Debido a que dos entidades cualesquiera

difieren y se asemejan entre ellas de una innumerable cantidad de maneras distintas, ¿cómo

elegimos cuáles de estas maneras son relevantes para la evaluación de un modelo en tanto que

representación de su objeto? Aun habiendo resuelto esto, permanece el problema de determinar

cómo debieran ordenarse los modelos por grado de verosimilitud. Dos modelos podrían representar

niveles o grados muy similares de relación con un objeto común. ¿Cómo ha de elegirse entre ellos?

Se ha sugerido que adoptemos una concepción más profunda de los procesos cognitivos

subyacentes a la construcción y el uso de modelos. Esta es la idea de la jerarquía de clases. Veremos

que esta propuesta evita las dificultades en las que cae la explicación centrada en la simple analogía.

Al mismo tiempo da cuenta del hecho de que los modelos, una vez construidos, son análogos de las

fuentes y los objetos.

Procesos cognitivos de la elaboración de modelos

Como aprendimos en la Sección 1 de este capítulo, una taxonomía, o sistema clasificatorio, consiste

de una jerarquía de clases, relacionadas ‘verticalmente’ como subclases y superclases. Así, ‘felino’

es una superclase relativa a ‘gato’, ‘león’ y ‘tigre’, que son algunas de sus subclases.

Aronson (1991), Way (1992) y otros han retomado la idea de que la construcción de

modelos se base en encontrar subclases, dentro de una jerarquía de clases existente, una de las

cuales es la fuente del modelo y la otra su objeto. La creación del modelo por abstracción e

idealización de atributos a partir de la fuente crea a su vez otra subclase en el mismo nivel de la

jerarquía de clases. De modo similar, el objeto del modelo se ubica en un lugar como otra subclase

en la misma zona en la jerarquía de clases.

Es a causa de que el modelo molecular de los constituyentes de los gases es concebido

como ejemplo de una subclase de la superclase <partícula newtoniana> que hay una relación de

similitud entre la clase molécula y la clase bola de billar, ya que esta última es también una subclase

de la misma superclase. El que las moléculas y las bolas de billar sean análogas en ciertos aspectos

es una consecuencia de su ubicación en la jerarquía de clases en uso para esta rama de la física. En

relación con otra jerarquía de clases, por caso la del equipamiento para deportes, podría pensarse

que no son análogas en absoluto. En el mundo de Darwin,’naturaleza’ es una subclase de la misma

superclase que ‘granja’. Las similitudes relevantes incluyen ‘ser un espacio para la reproducción’.

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Este insight tiene una profunda consecuencia en el modo de entender las analogías en

general. No se ve una clase de entidad como análoga a otra y luego se las ve a ambas como

ejemplos de la misma superclase. Es más bien porque ellas ejemplifican la misma superclase que

son análogas. ¿Por qué esto es así? Porque es la estructura de la jerarquía de clases que fija la

relevancia o irrelevancia de los atributos de las entidades reales o imaginadas que debieran

mantener relaciones de analogía. No hay un problema con respecto a la relevancia.

Los orígenes de las jerarquías de clases

El segundo punto importante concierne los orígenes de las jerarquías de clases. Creo que si

tuviésemos que rastrear el desarrollo de cualquiera de las jerarquías relevantes para el trabajo de

construcción de modelos, encontraríamos un sistema clasificatorio inicialmente tosco y tentativo.

Éste se consolidaría gradualmente en la medida en que fuese puesto en uso, sufriendo todo tipo de

transformación al tiempo que nuevos ítems fuesen descubiertos y amalgamados a la estructura.

Siempre y cuando no nos viéramos tentados a cristalizar muy tempranamente las relaciones de la

jerarquía operante dentro de una lógica rígida de condiciones necesarias y suficientes, aquella

conservaría su fluidez y su carácter dinámico.5

En lo que hace al razonamiento analógico, el problema de cuáles de las similitudes y

diferencias son preeminentes o relevantes se resuelve atendiendo a las relaciones ‘verticales’ en la

jerarquía relevante de clases y con las relaciones de comparación ‘horizontales’ determinadas por su

pertenencia a superclases. Esto no significa que las comparaciones en base a similitud y diferencia

no jueguen rol alguno en el desarrollo cognitivo de las ciencias. De hecho, en las etapas tempranas

de la formación de una jerarquía de clases, las relaciones entre ellas se construyen justamente

porque se advierten las similitudes y las diferencias en relación con algún proyecto al momento

emprendido. En efecto, aun en los usos más sofisticados de tales jerarquías, el propósito de la

relación superclase–subclase es fijar cuales similitudes y diferencias debieran ser atendidas para

construir y evaluar los modelos.

5 Ambos puntos son tomados de Way (1992).

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Jerarquías de clases y modelos

Para que un modelo pueda estar en una relación representacional con aquello de lo cual es un

modelo, tanto el modelo como el objeto deben ser miembros de la misma jerarquía de clases. Su

relación – por ejemplo, que el modelo sea un análogo de su objeto – estará determinada por lo que

cada uno herede de la superclase común más baja de la que sean parte en la jerarquía de clases. Por

ejemplo, la Figura 3.3 es una jerarquía de clases de objetos materiales. Si queremos construir un

modelo para una nueva clase de entidad material, deberemos encontrar un lugar para ella en esta

jerarquía. Una vez que ese lugar ha sido establecido, todo lo demás se sigue, ya que el modelo

heredará todas las propiedades de la superclase a la que pertenece, y lo mismo para todas las demás

clases de entidades que también pertenecen a ella.

Figura 3.3

Jerarquía de clases de

los objetos materiales

Objeto material

Rígido: Newtoniano Blando: Cartesiano

Bola de billar Modelo molecular Constituyente real del gas, etc. Gotitas de agua, etc.

Evaluación de los modelos

Podemos ahora decir algo sobre el fundamento de los juicios sobre el valor científico de éste y

aquél modelo.

Para analizar estados y procesos observables

Cuando usamos modelos analíticos para revelar las estructuras y los procesos de los fenómenos

observables que de otro modo serían demasiado oscuros, demasiado complejos o demasiado

fugaces para que se los pueda trabajar científicamente, hacemos uso de ciertos estándares para

evaluar el modelo que está siendo utilizado. Los dos más importantes son la claridad y la fertilidad.

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Ambos son tan propios del sentido común que sólo necesitamos considerar algunos ejemplos para

entenderlos. La claridad no debe confundirse con la simplicidad. El uso de la puesta en escena y de

la actuación de una obra es un conocido modelo analítico en psicología social. No es simple, pero

permite identificar claramente aspectos de episodios sociales, tales como roles, vestimentas,

escenarios y escenas. La fertilidad es simplemente el poder del modelo analítico de permitir al

usuario ver relaciones que podrían haber sido oscurecidas por un exceso de detalle en el fenómeno

original. Por ejemplo, un modelo del hipocampo como una red neuronal de tres capas le permite al

neuropsicólogo ver relaciones entre las capas que no son claramente visibles incluso en los estudios

anatómicos más detallados, reconstruido con la ayuda de modelos conexionistas o de redes

neuronales [los modelos conexionistas o redes neuronales artificiales surgieron inicialmente como

un programa de investigación en el seno de la inteligencia artificial y son hoy muy difundidos como

un conjunto de técnicas de modelado en las neurociencias y las ciencias del comportamiento; NdT].

Los modelos analíticos no tienen pretensiones de poderes independientes de representación. Son un

tipo de modelo heurístico, útil pero no científicamente creativo.

Para proveer representaciones plausibles de realidades posibles

Esta cualidad de un modelo puede ser evaluada estudiando su relación con ejemplificaciones de

otras subclases que son instanciadas en el mundo accesible a los seres humanos. Las moléculas son

como mínimo ontológicamente plausibles como representación de los constituyentes reales de los

gases debido a que las bolas de billar son ejemplificaciones de una subclase de la misma superclase

común en el mundo común de la experiencia ordinaria. Además, no sólo las bolas de billar sino

también las partículas de polvo, las balas de cañón, los granos de arena y otros objetos similares

pertenecen a la superclase newtoniana en la jerarquía general de las clases de objetos materiales.

Así ubicados, ejemplifican una variedad de relaciones de similitud uno respecto de otro y respecto

de la molécula. Ya que sabemos que las bolas de billar y las partículas de polvo existen, las

moléculas que se les asemejan de varias maneras son candidatas plausibles para constituir buenas

representaciones de los constituyentes reales de los gases.

Esto abre la posibilidad para un concepto diferente de verdad aplicado a las teorías

científicas, un concepto basado en la plausibilidad de los modelos relevantes. Podríamos

denominarla ‘verdad icónica’, la verdad de las imágenes en tanto que opuesta a la verdad de los

enunciados, las presentaciones verbales de los hechos.

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La verdad icónica obviamente admite grados. Desde dentro del marco de algún estándar

consensuado de semejanza o similitud, se le puede dar sentido a la pregunta por una mejor o peor

representación. La pregunta tiene muchos niveles. ¿Es la pintura P un buen retrato de A? Es decir,

dada la persona, ¿en qué medida la pintura logra captar alguna semejanza? En el caso de imágenes

de una persona creadas por medio de técnicas de identikit o fotofit [técnicas de dibujo,

respectivamente a mano y computarizado, esta última realizada a partir de fotos de partes del rostro

humano, generalmente usadas por la policía para reconstruir el rostro de un sospechoso a partir de

las descripciones brindadas por los testigos de un crimen; NdT], debemos encontrar un sujeto que

esté en la misma relación con respecto a ellas de la que tiene un retrato con respecto a su modelo6.

Es decir, dada la imagen, ¿podemos encontrar una persona que se ajuste a ella? En ambos casos,

estamos familiarizados con la idea de ‘ser fiel al objeto’ [‘being true to the subject’]. La verdad

icónica en ciencia es algo así.

La verdad icónica es sensible al contexto. La pregunta por los grados de semejanza surge

únicamente en relación con aplicaciones determinadas. Un retratista que trabaje para la policía

puede verse tan cautivado por las cualidades estéticas de un identikit hasta el punto de llevarlo a su

casa y enmarcarlo en la pared de la sala de estar. El grado de semejanza con el criminal que el

dibujo originalmente debía representar es ahora irrelevante.

Si el comportamiento de un modelo simula el del proceso o mecanismo que intenta

representar pero, con todo, es ontológicamente improbable, esto es, la clase equivocada de entidad

si la imagináramos inserta en el lugar del proceso real, entonces decimos que tenemos un modelo

meramente heurístico.

Dispositivos experimentales como modelos de mundo

La segunda aplicación principal de la recientemente recuperada noción de modelo tiene que ver con

el rol y la naturaleza de los experimentos como fuente de conocimiento. En la discusión hasta el

momento hemos estado pensando en los modelos principalmente como el producto de la

imaginación disciplinada. Sin embargo, si volvemos a considerar el modo en que el concepto de

modelo fue introducido, muchos de los ejemplos trataban sobre modelos en tanto que objetos reales

6 Aquí el sentido de ‘modelo’ es el de alguien que posa para un pintor, no el que se estuvo usando hasta el

momento (NdT).

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en sí mismos. Los modelos pueden ser también obra de ingenieros, técnicos de laboratorio o

fabricantes de instrumentos. Manipular estos aparatos es experimentar con un modelo de mundo.

Distintos dispositivos7 pueden verse como modelos de mecanismos, procesos o entornos

naturales: la Naturaleza domesticada. En el contexto del laboratorio, creamos una versión

simplificada de una determinada situación natural. Los dispositivos son un modelo de esa situación

porque tanto el dispositivo como el sitio natural del proceso bajo estudio son subclases de la misma

superclase. Nos aseguramos esto siguiendo las instrucciones para construir los dispositivos en tanto

que análogos del escenario natural. En consecuencia, dispositivo y escenario natural comparten todo

lo que hayan heredado de la superclase común. Llevar a cabo el experimento es crear un modelo del

proceso natural.

Tomemos dos simples casos para ilustrar esta tesis de la ‘domesticación’. Se mezclan dos

partes de hidrógeno y una de oxígeno en un tubo de vidrio resistente, con electrodos fijados al

vidrio [el autor describe aquí el eudiómetro, un aparato formado por un tubo de vidrio en el que se

hacen reaccionar los gases por acción de una chispa eléctrica; NdT]. Cuando se produce una chispa,

hay una pequeña explosión y aparecen unas gotitas de agua en el interior del tubo. Podríamos decir

que aquí tenemos una versión domesticada de la mezcla de primigenias nubes de gas en la

atmósfera de un planeta en las etapas tempranas de su desarrollo, así como también el efecto del

destello de un relámpago. Por otro lado, podríamos tomar un simple experimento en calorimetría

[rama de las ciencias físico-químicas que se ocupa de medir las propiedades térmicas específicas en

las reacciones químicas y los cambios físicos, a través del uso de un calorímetro, instrumento que

generalmente consiste de un recipiente aislado lleno de agua, un mecanismo para remover el agua y

un termómetro; NdT]. Enfriamos un calorímetro lleno de agua hasta 0º C. El agua comienza a

congelarse. Enfriamos otro calorímetro que contenga una solución de agua y sal, la cual a los –4º C

aun no se ha congelado. En este caso podríamos decir que hemos domesticado una porción de mar.

Ahora podemos entender cómo se forman las banquisas. El eudiómetro es un modelo de algún

aspecto del estado primigenio del universo, mientras que el calorímetro es un modelo del mar. En

tanto que subclases de las superclases relevantes, el modelo y su objeto heredan las mismas

propiedades. Lo que aprendamos al manipular el modelo podemos luego reconducirlo hacia nuestro

conocimiento de su objeto. […]

7 Harré usa la palabra ‘apparatus’ (traducida aquí con el plural ‘dispositivos’ o ‘dispositivos experimentales’)

que refiere a todo el conjunto de instrumentos usados para hacer experimentos en ciencia (NdT).

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Ulteriores usos del modelado

Pruebas de existencia: los modelos como guías para explorar del mundo

La ciencia puede ampliar o reducir los límites de la umwelt humana. Dado que los modelos son a

menudo confeccionados para representar aquello que no podemos percibir, ¿cómo podemos evaluar

si una representación de este tipo está a la altura de los estándares de la verdad icónica, esto es, una

gran fuerte semejanza? ¿Qué hace falta para justificar una representación o modelo científico

construido de acuerdo a las prescripciones de la teoría tomada como manual de instrucciones?

Obviamente, la exhibición pública de aquello que el modelo pretende representar, en caso

de que esto sea posible, le permitirá ver a todo aquel que se interese cuan fuerte o débil es la

semejanza. Las exhibiciones de este tipo son pruebas de existencia. Pueden ser introducidas por un

gesto que llame la atención sobre algo a ser tenido en cuenta con exclamaciones como ‘¡Miren

esto!’ o ‘¡Voilà!’. Veamos algunos ejemplos de pruebas de existencia.

1 Cuando la entidad bajo estudio sea, en caso de existir, perceptible sin ayuda de equipamientos

especiales. Actualmente, nuestra confianza en la existencia de planetas alrededor de otras estrellas

se asienta en métodos bastante abstrusos para la elaboración de modelos mediante inferencias a

partir del efecto de los supuestos planetas sobre el movimiento de las estrellas. Envíen al

Enterprise con Jim y Spock y ahí lo tendrán: el planeta similar a la Tierra Alpha Centaurus [el

autor hace irónicamente referencia a la popular serie televisiva de ciencia ficción Star Trek; NdT].

2 En nuestros libros de texto de la escuela aprendemos a pensar con el modelo de la electricidad

como electrones. El modelo se torna mucho más plausible, por lo menos para mí, con

experimentos tales como el de la cámara de niebla de Wilson. En ese aparato, los electrones en

movimiento dejan rastros visibles en la medida en que ionizan el vapor en la cámara. Se sostiene

que los electrones son responsables de los anillos concéntricos que aparecen en las placas

fotográficas expuestas a haces de electrones. De éste y otros modos, los electrones fueron puestos

de manifiesto. ¿Cómo sabía Wilson que lo que había puesto de manifiesto eran electrones? El

modelo de Thomson proveía los criterios para reconocerlos. En aquel momento, el modelo para lo

que sea que fuese un electrón era el de una partícula material con carga. Éste era justamente el

tipo apropiado de objeto que podía ionizar el vapor en una cámara de niebla y dejar así un rastro.

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Eficacia manipulativa: los modelos como guías para la práctica

Las técnicas experimentales descriptas arriba dependen de los modelos prescriptos por la teoría. Si

las teorías son tomadas como instrucciones para construir modelos, luego el estatus de las teorías es

sencillamente el estatus de los modelos que podamos crear a partir de ellas. Hemos visto el rol clave

de las jerarquías de clases en las evaluaciones de la plausibilidad de los modelos en tanto que

simulacros de objetos reales. La jerarquía de clases dentro de la que el modelo central de una teoría

encuentra un lugar es el mecanismo más poderoso mediante el cual podemos evaluar la

plausibilidad ontológica y confirmar el valor de la teoría (o modelo) para la regulación de la

investigación. Por ejemplo, constatar que la hipótesis que postula un proceso natural de especiación

[en biología, conjunto de mecanismos por el que se originan nuevas especies; NdT] por selección

podía encontrar un lugar en una jerarquía de clases de los modos de reproducción selectiva, le

otorgó una plausibilidad inmediata, suficiente para garantizar su rol como el fundamento de las más

recientes teorías sobre el origen de las especies.

Estrechamente relacionada con la plausibilidad ontológica, encontramos la eficacia

manipulativa. Si un modelo es suficientemente similar a su objeto como para que las

manipulaciones efectuadas sobre el análogo del mundo real por referencia al modelo sean exitosas,

entonces en la misma medida el modelo se perfila como una representación de algo real. En el

Capítulo 2, resaltamos la importancia de los experimentos á la Boyle. Recordemos que Boyle ponía

en práctica el principio de que las causas mecánicas sólo pueden tener efectos mecánicos. Si la

manipulación mecánica provoca un cambio en una propiedad observable y no mecánica de algo,

digamos, su color, entonces de hecho una propiedad mecánica inobservable ha sido alterada. Un

efecto mecánico inobservable nos lleva a experimentar una propiedad observable diferente de la que

habíamos observado anteriormente. Sin embargo, ¿por qué es éste el menor grado posible? Lo es

porque la manipulación fue diseñada y su ejecución planeada de acuerdo con un modelo

corpuscular de la constitución interna de la materia. El hecho de que la manipulación tiene una

probabilidad de éxito mayor que el azar constituye ciertamente un respaldo para la técnica de

imaginar la estructura de la materia de acuerdo con el modelo corpuscularista.

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Tópico de aprendizaje: 2. Elaboración de modelos

Principio general: el pensamiento científico consiste en elaborar y usar modelos

1 Un modelo es una representación real o imaginaria de un sistema real, para algún propósito

determinado.

2 Distinciones básicas:

a) El objeto de un modelo es aquello de lo que M es un modelo.

b) La fuente de un modelo es aquello sobre lo que M es modelado.

i) En el caso de modelos analíticos o descriptivos, la fuente R coincide con el objeto O.

ii) En el caso de modelos explicativos, la fuente R difiere del objeto O.

N.B. De este modo, un modelo explicativo puede llegar más allá de los que ya es observable

para representar aquello que aun no puede ser observado.

3 Funciones básicas:

a) Los modelos descriptivos permiten estudiar procesos y estructuras complejos o remotos de

una forma accesible.

b) Los modelos explicativos permiten construir hipótesis sobre procesos y estructuras

inobservables que pueden ser usadas para explicar fenómenos inobservables.

Por ejemplo, Darwin usó la agricultura y la selección doméstica para crear nuevas especies,

como una fuente para desarrollar su concepto teórico de selección natural a los fines de

explicar el surgimiento de nuevas especies.

4 La lógica subyacente al uso de modelos es la analogía: patrones de semejanzas y diferencias

entre modelo y fuente/objeto.

5 El uso de la analogía presupone que modelo, fuente y objeto son subclases de la misma

superclase dentro de una jerarquía de clases. Están vinculadas entre ellas por medio de la

relación de herencia. Así, la selección doméstica y la selección natural son subclases de la

superclase reproducción selectiva.

Conclusión

Sólo en la relación modelo-a-mundo tenemos una confrontación entre dos entidades que comparten

el mismo modo de ser, a saber, objetos o representaciones de objetos. Esta es la razón de por qué las

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pruebas de existencia son tan importantes en ciencia. Éstas confrontan un modelo con aquello que

representa. Son como ese momento en el que la policía reconoce un sospechoso cuya apariencia

coincide con la del identikit. La construcción de un modelo permite desarrollar un conjunto de

procedimientos para ‘poner de manifiesto’ algún aspecto hasta el momento no observado de la

Naturaleza.

Parece que en el corazón del quehacer científico hay un repertorio cambiante de prácticas,

modos de hacer las cosas, a través de las cuales el mundo se hace manifiesto para los seres

humanos. Hemos denominado aquella región del mundo que está a nuestro alcance nuestra

‘umwelt’, tomando prestada una útil expresión de la biología. Hay en efecto una umwelt humana,

pero está continuamente modificando sus confines en la medida en que se inventan nuevos modos

de actuar en el mundo y se desarrollan nuevos modos de pensar sobre él.

Podemos vernos tentados a pensar que esas regiones del mundo que están actualmente fuera

de la umwelt son concretas y determinadas y que están ahí, simplemente esperando ser encontradas,

así como los fenómenos que encontremos dentro de ellas. La vieja idea de experimento concebía los

dispositivos como si fuesen transparentes, revelando la Naturaleza tal como es. En efecto, el

microscopio es una clase de dispositivo más o menos de este tipo, aunque debemos aprender a

interpretar lo que vemos. Sin embargo, cuando penetramos más profundamente en la Naturaleza, los

experimentos toman un cariz diferente.

A la luz de este análisis, ¿qué puede decirse sobre el mundo más allá de los confines de la

umwelt? Solamente podemos pensar en él como si fuese un campo de posibilidades indeterminadas.

Digo indeterminadas porque, sin una especificación de los dispositivos o el tipo de técnica

experimental con los que nosotros los seres humanos forzamos al mundo para que se manifieste,

desplegando sus fenómenos, no podemos darle ningún carácter determinado. Adentrarnos en el

mundo expandiendo nuestra umwelt no es como buscar oro que ya está ahí en la tierra, esperando

ser encontrado. Es más bien como drenar un pantano. Antes del drenaje, no puede decirse que ya

había un prado allí debajo. Tampoco puede decirse que existía la posibilidad de uno. Más bien, sólo

cuando se lo liga a un sistema de drenaje, un pantano hace posible un prado.

Las ciencias naturales se asientan sobre dos principios fundamentales. Los fenómenos

dentro de un dominio de interés integran grupos de clases y tipos naturales. Esta afirmación está

justificada por el modo en que podemos usar postulaciones teóricamente sustentadas de esencias

reales, para apoyar los intentos de representar distinciones reales en la Naturaleza mediante esencias

nominales. Los modelos analíticos, algunos de los cuales pueden incluso ser construidos en la mesa

de laboratorio a la manera de dispositivos, logran extraer patrones a partir de un dominio confuso de

fenómenos. La construcción de modelos que permitan operar sobre ciertos aspectos de regiones

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inobservables del mundo no sólo brinda conjeturas bien fundadas sobre las esencias reales sino que

también ofrece insights hacia las clases de mecanismos causales inobservables que producen los

fenómenos de algún dominio que haya llamado la atención de los científicos. La estructura

cognitiva subyacente, que sostiene tanto las afirmaciones sobre las esencias como los

procedimientos para la construcción de modelos, es una red de jerarquías de clases en continua

renovación.

La filosofía es el estudio de los presupuestos. Al reflexionar sobre los usos de los modelos y

los modelos en uso, ponemos de manifiesto las fuentes que están presupuestas en la teorización

científica.

¿Podemos desarrollar la psicología cognitiva de modo tal de que pueda enfrentar el reto de

cumplir con los requisitos de una ciencia, como los que llegaron a establecerse para las ciencias

naturales?

¿Qué ha sucedido con las leyes de la Naturaleza? Se pensó alguna vez que estaban en el

corazón mismo del éxito científico. Podemos ver ahora cuan superficial es el rol que cumplen. Las

leyes de la Naturaleza son a veces no más que registros de relaciones conceptuales involucradas en

un sistema clasificatorio. A veces son descripciones de cómo funcionan los modelos, tanto

analíticos como explicativos.

He aquí dos ejemplos del primer tipo, uno perteneciente a las ciencias naturales y otro a la

psicología:

Todos los átomos de halógeno poseen siete electrones en la capa electrónica externa.

Todas las acciones humanas deliberadas son acompañadas por una intención.

He aquí dos ejemplos del segundo tipo, uno perteneciente a las ciencias naturales y otro a la

psicología:

La distribución de las velocidades moleculares en una muestra aislada de gas concuerda con una ley

de la raíz cuadrada del valor medio del cuadrado.

La información en un primer momento es guardada en la memoria de corto plazo.

¡Debería ser fácil ver que cada ejemplo es acompañado en el pensamiento por la presencia

fantasmal de un modelo que lo dota de sentido!