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omo casi todo fenómeno humano el graffiti no tie- ne una sola cara: por un lado está el insufrible graffiti que infecta las calles con imágenes que no dicen nada: creada por el lumpen es otra forma ociosa de expresar su mediocridad: su primer defecto es el solipsismo: mientras que cualquier expresión artística quie- re comunicar y crea para ello un código de información, los signos de ese graffiti sólo son comprendidos por un pe- queño núcleo, dejando fuera al resto de la humanidad. Este hecho desmiente su pretendida actitud revolucionaria: no quieren cambiar al mundo porque no quieren comunicarse con él. Más parece un acto primitivo de limitación de terri- torio que un grito de protesta. Parece que el graffiti es la expresión exterior de problemas internos más profundos: Los graffiteros no muestran respeto a otras expresiones porque a ellos no se les ha mostrado respeto en los círculos sociales donde les toca vivir: producto de familias disfun- cionales desprecian a la autoridad. Superponen sus pintas a los de otros, borran los murales, emponzoñan propiedades ajenas, contaminan, aún más, nuestros aires con el aerosol. Su desprecio a la autoridad va más allá de los padres, maes- tros y gobierno y se expande a los niveles donde se su- pondría querrían aspirar: en ciertos núcleos graffiteros el arte pictórico es repudiado y atacado físicamente: un her- moso mural (por ejemplo) que se pintó en las paredes exte- riores del metro férreo de la cd. de México fue atacado has- ta el borrado por mediocres graffiteros, quizá impelidos por la envidia. Mediocres por el estilo vegetan por todas partes: en la pintura tradicional existen insignificantes pin- torcetes que venden telas embarradas de paisajitos e inditos y se relamen los belfos al olor del dinero. Pero existe otro tipo de graffiti: aquel que tiene una dirección emergente: puede tener graves fallas técnicas y teóricas, pero en cambio posee corazón, claro que son mi- noría, pero serán los recordados, los seguidos. Es a este ros- tro sano del graffiti al que me quiero referir. El término graffiti se aplica, en realidad, a los diseños que se logran raspando una capa de pintura o yeso, pero su significado se ha extendido a otras manifestaciones. Deriva de la palabra italiana graffio (“garabato”), el graffiti (“inscripciones incisas”, plural, pero que suele usarse como singular) tiene una larga historia. Ha sido encontrado en antiguas ruinas romanas, en vestigios mayas de Tikal, en América central, sobre rocas en España que datan del s. XVI y en iglesias medievales inglesas. En el s. XX, el graffiti en EE.UU. y Europa, estuvo estrechamente asociado con pandi- llas. Fue en particular prominente en los grandes centros urbanos en todo el mundo; los blancos comunes fueron los trenes subterráneos, las carteleras y los muros.

Héctor Alarcón - Grafiti

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Un intento de desmitificar al Grafitti

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omo casi todo fenómeno humano el graffiti no tie-ne una sola cara: por un lado está el insufrible graffiti que infecta las calles con imágenes que no dicen nada: creada por el lumpen es otra forma

ociosa de expresar su mediocridad: su primer defecto es el solipsismo: mientras que cualquier expresión artística quie-re comunicar y crea para ello un código de información, los signos de ese graffiti sólo son comprendidos por un pe-queño núcleo, dejando fuera al resto de la humanidad. Este hecho desmiente su pretendida actitud revolucionaria: no quieren cambiar al mundo porque no quieren comunicarse con él. Más parece un acto primitivo de limitación de terri-torio que un grito de protesta. Parece que el graffiti es la expresión exterior de problemas internos más profundos: Los graffiteros no muestran respeto a otras expresiones porque a ellos no se les ha mostrado respeto en los círculos sociales donde les toca vivir: producto de familias disfun-cionales desprecian a la autoridad. Superponen sus pintas a los de otros, borran los murales, emponzoñan propiedades ajenas, contaminan, aún más, nuestros aires con el aerosol. Su desprecio a la autoridad va más allá de los padres, maes-tros y gobierno y se expande a los niveles donde se su-pondría querrían aspirar: en ciertos núcleos graffiteros el arte pictórico es repudiado y atacado físicamente: un her-moso mural (por ejemplo) que se pintó en las paredes exte-riores del metro férreo de la cd. de México fue atacado has-ta el borrado por mediocres graffiteros, quizá impelidos por la envidia. Mediocres por el estilo vegetan por todas partes: en la pintura tradicional existen insignificantes pin-torcetes que venden telas embarradas de paisajitos e inditos y se relamen los belfos al olor del dinero.

Pero existe otro tipo de graffiti: aquel que tiene una dirección emergente: puede tener graves fallas técnicas y teóricas, pero en cambio posee corazón, claro que son mi-noría, pero serán los recordados, los seguidos. Es a este ros-tro sano del graffiti al que me quiero referir.

El término graffiti se aplica, en realidad, a los diseños que se logran raspando una capa de pintura o yeso, pero su significado se ha extendido a otras manifestaciones. Deriva de la palabra italiana graffio (“garabato”), el graffiti (“inscripciones incisas”, plural, pero que suele usarse como singular) tiene una larga historia. Ha sido encontrado en antiguas ruinas romanas, en vestigios mayas de Tikal, en América central, sobre rocas en España que datan del s. XVI y en iglesias medievales inglesas. En el s. XX, el graffiti en EE.UU. y Europa, estuvo estrechamente asociado con pandi-llas. Fue en particular prominente en los grandes centros urbanos en todo el mundo; los blancos comunes fueron los trenes subterráneos, las carteleras y los muros.

En la década de 1990 surgió una nueva forma de graffiti conocida como “tagging”, que consiste en el uso re-petido de un solo símbolo o una serie de símbolos con el fin de marcar territorio. Contiene una novedad antigua: al ser inscripciones o signos anónimos desdibuja la propiedad in-telectual privada, introducida desde el renacimiento; con la perdida de la firma se da un carácter público: al grado que los símbolos utilizados por uno son retomados por otros, en una socialización del estilo. A fines de la década de 1960, comienzan a desarrollar-se probablemente los graffiti más representativos: los del metro de Nueva York. Es entonces cuando un joven mensa-jero de origen griego empieza a firmar como Taki 183 en las paredes de los vagones del metro de esta ciudad con un rotulador. Realizados por jóvenes denominados writers (escritores) procedentes de minorías étnicas (hispana y afroamericana) y ambientes sociales marginales, represen-tan una subcultura de la calle, espontánea y underground, conectada con la música rap, el break dance y el hip-hop. Se establece como una lucha contra lo establecido, a modo de guerrilla urbana, que busca una libertad de expresión en estado puro. No se trata ya de artistas de las distintas vanguardias que reaccionan contra el arte establecido, sino que supone una verdadera trasgresión de los circuitos ofi-ciales, puesto que el writer infringe la ley y no percibe re-muneración alguna por su arte. Los graffiti pueden adoptar distintos estilos o formas: tags (firmas o contraseñas que incluyen generalmente un seudónimo y otros símbolos característicos), throw ups (nombre de dos o tres letras formando una unidad redon-deada), entre otras. Los writers recurren además a distintos efectos estéticos, como las bubble-letters o letras burbuja, con formas redondeadas y brillantes; el diseño en tres di-mensiones, donde el sombreado es el protagonista, y por último, el wildstyle, donde la composición es más compli-cada y las letras se entrelazan. El rotulador es el material que marcó el inicio del graffiti, pero pronto fue sustituido por aerosoles y sprays, que permiten la creación de piezas más grandes y con más efectos. Las boquillas son intercam-biables y, dependiendo de la que se utilice, se consiguen distintos efectos: pueden ser de tipo hardcore, que produce un trazo grueso; cap, de trazo medio, y por último, skinny, la más fina.

Desde finales de la década de 1970, el fenómeno del graffiti se abre a los artistas blancos y se eleva en Nueva York a la categoría de arte mediante el apoyo de ciertos críticos y galerías que comienzan a exponer la obra de al-gunos writers convertidos en artistas, como Jean-Michel Basquiat, Keith Haring o Kenny Scharf, quienes realizan en sus obras una mezcla de signos e imágenes tomadas de la cultura de la calle con otras procedentes de la historia del arte o de la cultura. Es entonces cuando surgen exposicio-nes como las organizadas por la Union of Graffiti Artists o la Nation of Graffiti Artists, ambas en Nueva York, y que incluyen a artistas como Ram-ell-Zee, Crash, Futura 2000, Daze o Lady Pink; la presentada por Caroll Janis en 1983, “Postgraffiti”, o ese mismo año en Rotterdam, en el Museo Boymaus-van Beuningen. Se debe también mencionar como medio de difusión el vídeo Style Wars, realizado por Tony Silver en 1983. Será en torno a estos años cuando el graffiti llegue a Europa: en España, Juan Carlos Argüello, más co-nocido como Muelle, será uno de los pioneros.

PROGRAMA DE ESTUDIO

INICIACION AL GRAFITI (PINTURA MURAL URBANA)

1. ¿QUÉ ES LA PINTURA?

1.1 El objetivo del arte

1.2 Caracterología de la pintura

1.3 El mural: pintura comunitaria

1.4 Grafiti: expresión postmoderna del mural

2. EL DIBUJO

2.1 El Escorzo

2.2 La proporción

2.3 La cadencia

2.4 El simbolismo

2.5 El Escorzo en gran formato

3. EL COLOR

3.1 Teoría cromática

3.2 Comportamiento calórico

3.3 El color en espacios abiertos

3.4 El color en espacios bidimensionales

3.5 El color en espacios tridimensionales

4. LA TÉCNICA

4.1 El pincel

4.1.1 Oleo

4.2 Acrílico

4.3 Técnicas mixtas

4.4 El marcador

4.5 El aerógrafo

5. SUPERFICIES

5.1 Preparación

5.2 Tela

5.2.1 Tela sobre bastidor

5.2.2 Tela sobre tabla

A partir de la década de 1990 este fenómeno amplió sus posibilidades con la creación de los stencil, graffiti creados con plantillas y sprays que permiten el trabajo en casa y que suponen menos riesgos para el writer. En este campo, algunos creadores como Doctor Hoffman convier-ten este fenómeno en una auténtica guerrilla callejera de lucha contra lo establecido.

5.2.3 Tela sobre muro

5.3 Tabla

5.4 Muro

5.5 Mural transportable

6. PRINCIPIOS DE PERSPECTIVA

6.1 Perspectiva lineal

6.2 Perspectiva cromática

6.3 El isométrico dentro de la perspectiva

7. EL MURAL

7.1 Entorno histórico

7.2 El muralismo en México

7.2.1 David Alfaro Siqueiros

7.2.2 José Clemente Orozco

7.2.3 Rufino Tamayo

7.2.4 Jorge González Camarena

7.2.5 Diego Rivera

7.3 Perfil de técnicas clásicas

7.4 Técnicas contemporáneas

8. ÉTICA

Programa presentado por:

Héctor Alarcón Flores

Héctor Alarcón

(NOCRALA) rofesional de la Ceguera Mental, el autor anda con pasos falsos por caminos falsificados, no tie-

ne corazón ni destino, sólo un sextante roto y una brújula que mira impúdicamente al sur. Además de contaminarnos con sus incomprensibles pinturas a patentado varias for-mas de Suicidio Asistido (todas fallidas), perpetrado tres plaquettes de pseudo-poesía.: “Acatisia”, "Otros Naufra-gios" y "Tatuajes Invisibles", algunos ensayos dolorosa-mente cínicos en los que expone sus peculiares ideas reli-giosas, donde la libertad sustituye a la fe y la inteligencia al fanatismo, lo cual le ha acarreado una benigna persecución mística. Nace el fatídico 14 se Septiembre de 1965 a las once de la noche, en lo que fue alguna vez la Ciudad de México. Autor polimorfo versifica con los pinceles y persi-gue los pigmentos de la poesía, se ha matriculado en la Academia de San Carlos y en la Escuela de escritores de la SOGEM, cree en la filosofía y en la resurrección de la razón tras el fin del milenio. El doble sentido es su directriz, habla únicamente porque carece de conciencia y ha regre-sado muchas veces, aunque nunca se ha levantado de su silla. Aunque parezca imposible, ha colaborado en sitios decentes como La Voladora Radio en Amecameca y el Jardín del Arte en Sullivan.

Tras su mofletudo rostro, creemos, esconde un pasa-do vergonzoso.