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Cuentos para dormir infantas Novela escénica Apuntes para la representación Es probable que cualquiera de los personajes, pero no ambos, vista parcialmente de dama isabelina, y si así fuera, Dios no quiera que parezca mujer o travestido, mucho peor que figure como uno de esos tristes remedos de machembra que ahora abundan en el televisor. Elegante, pobre y masculino, tres adjetivos importantes para su atrezzo. Prevéngase el lector de ciertas interpolaciones entre los narradores de la obra, donde con frecuencia UNO se apropia del discurso de DOS y viceversa. Las relaciones unívocas entre personaje, actor y universo de representación están totalmente dislocadas en este texto, y esto es importante para el juego escénico. Advertencia Queda prohibido representar esta obra en secundarias abiertas con computación e inglés. Si usted comienza a leerla y no la entiende cuando piensa que debería entenderla, está bien, por favor ciérrela y aleje inmediatamente su estulticia de ella. Es peligrosa para el alma. Narrador en este caso es sinónimo profundo de histrión, tal vez de ave, pero nunca lo será de diletante, aprendiz de comediante o luciérnago desempleado. …y así, una canción del alto medioevo aconseja a las muchachas no brincar con las piernas muy abiertas, para evitar que les crezca un pene, como le sucedió a Tiresias. Arzobispo Ashby No escribas diez poemas a la vez parece decirme la lectora escribe cuatro: uno a mis ojos, otro a mis axilas de perra, otro al Dios que hay en mí en lo sagrado de los meses, y si te queda tiempo no escribas el último, ponte en mi caso, estoy tan triste, tan llena de hombre, con tanta vibración de hombre en el espinazo, y adentro tanto otro fulgor que duerme en mí, a tan sagrados días del parto. No escribas diez poemas a la vez, Gonzalo Rojas

Historia de La Prima Hermafrodita

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Page 1: Historia de La Prima Hermafrodita

Cuentos para dormir infantas Novela escénica

Apuntes para la representación Es probable que cualquiera de los personajes, pero no ambos, vista parcialmente de dama isabelina, y si así fuera, Dios no quiera que parezca mujer o travestido, mucho peor que figure como uno de esos tristes remedos de machembra que ahora abundan en el televisor. Elegante, pobre y masculino, tres adjetivos importantes para su atrezzo. Prevéngase el lector de ciertas interpolaciones entre los narradores de la obra, donde con frecuencia UNO se apropia del discurso de DOS y viceversa. Las relaciones unívocas entre personaje, actor y universo de representación están totalmente dislocadas en este texto, y esto es importante para el juego escénico. Advertencia Queda prohibido representar esta obra en secundarias abiertas con computación e inglés. Si usted comienza a leerla y no la entiende cuando piensa que debería entenderla, está bien, por favor ciérrela y aleje inmediatamente su estulticia de ella. Es peligrosa para el alma. Narrador en este caso es sinónimo profundo de histrión, tal vez de ave, pero nunca lo será de diletante, aprendiz de comediante o luciérnago desempleado.

…y así, una canción del alto medioevo aconseja

a las muchachas no brincar con las piernas muy abiertas, para evitar que les crezca un pene,

como le sucedió a Tiresias. Arzobispo Ashby

No escribas diez poemas a la vez parece decirme la lectora escribe cuatro: uno

a mis ojos, otro a mis axilas de perra, otro al Dios

que hay en mí en lo sagrado de los meses, y si te queda tiempo no escribas

el último, ponte en mi caso, estoy tan triste, tan llena de hombre,

con tanta vibración de hombre en el espinazo, y adentro tanto otro fulgor que duerme en mí, a tan

sagrados días del parto.

No escribas diez poemas a la vez, Gonzalo Rojas

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Capítulo único

La escena está dada UNO: En el principio todo era hambre. DOS: La propuesta fue muy sencilla, el que quiera comer que mate a

otro. UNO: Así parece fácil, así parece fácil andar por ahí creando

universos. DOS: Todo comenzó cuando un Dios violento y asesino propuso a las

especies comer y ser comidas. UNO: Pero el hombre, cansado de Dios, sintió algo parecido al

miedo. DOS: Algo en las vísceras que se parece al miedo. UNO: Pero no llovía, no tronaban los relámpagos. DOS: Todo era el hambre. UNO: Era miedo. DOS: El hambre se parece al miedo. UNO: El hambre viene del miedo. DOS: Y vio Dios que era bueno. UNO: Pero teníamos hambre. DOS: Parece que eso no lo solucionó muy bien. ¿Recuerdas? UNO: Había un hombre. DOS: Un hombre enamorado de su prima hermafrodita. UNO: Esta es su historia. DOS: Supongamos, más allá del hambre, que esta es tan solo la

historia de un hombre que sufría por su prima hermafrodita. UNO: Lo conocí muy joven. DOS: Fuimos compañeros de trabajo. UNO: ¿Trabajo? DOS: Supongo que de trabajo. UNO: No nos pagaban. DOS: Pero se le puede considerar empleo. En estos tiempos escasea. UNO: Entonces lo conocí. DOS: Ya derrotado. UNO: Pero era joven. DOS: Joven y lo había perdido todo. UNO: Tampoco creas que tuvo mucho. DOS: Bueno, no perdió demasiado, pero lo poco que perdió fue lo

poco que antes tuvo. UNO: Perdió a su madre. DOS: Perdió a su perro una tarde en el parque por causa de una

correa defectuosa. UNO: Amaba a su perro y a su madre. DOS: Al perro se lo comió. UNO: Lo de la correa es algo que inventó para explicar el asunto a

los gendarmes. DOS: A la madre no. Ella sí se soltó de su correa. UNO: ¿Estás seguro? DOS: Nunca supe de qué murió ella, pero murió, supongo, porque

cuando lo conocí ya había perdido todo.

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UNO: Cargaba con la foto de su prima en la cartera. DOS: También a la prima había perdido. UNO: No, a la prima no. Podemos perderlo todo en la vida. DOS: Pero el primer amor. Mierda. UNO: Mierda. DOS: El primer amor no se pierde. UNO: La mierda con el primer amor de mierda. DOS: No se pierde. Mierda. UNO: Podemos perderlo todo. Pero el primer amor. Dios nos cuida de

todo, menos del hambre, pero nos cuida. Gracias dios mío, eres mejor que el dios de los africanos.

DOS: Que los tiene todos sidosos. UNO: Y bárbaros muertos de hambre. DOS: Gracias, Dios mío. Nos tienes como a los africanos. UNO: Te doy gracias Señor por permitirme no ser como ese hombre

que todos amábamos en el trabajo. DOS: No nos pagaban. UNO: Ni siquiera teníamos horario fijo. DOS: Todo era llegar de madrugada, preferentemente en el invierno. UNO: Durante la madrugada más fría del invierno. DOS: Llegar al pie de la carretera y brincar. UNO: Sobre un pie y sobre otro. Primero el izquierdo, el derecho

después, luego muchos brinquitos sobre el izquierdo y el frío, con las manos sobre el aliento, con…

DOS: A veces pasaba una camioneta. UNO: Casi nunca. DOS: Pero pasaba. UNO: El hombre de la camioneta nos miraba sin bajar el cristal. DOS: Era un buen hombre. UNO: Un tipazo. DOS: Contaba buenos chistes. UNO: No sé, nunca pude escucharlo, solo lo veía mientras nos

revisaba lentamente. Desde el cristal de su cuatro por cuatro.

DOS: Si lo veías a los ojos no te escogía. UNO: ¿Ah, entonces era eso? Yo pensé, perdón, pensé que era por

este pequeño defecto que aún tengo en la pierna. Lo suponía más observador. Menos autoritario.

DOS: Si lo veías a los ojos era seguro que jamás te llevaría en la camioneta.

UNO: De todos modos casi nunca pasaba. DOS: Desde el interior de su cabina climatizada hacía una pequeña

seña. UNO: Era la seña. DOS: ¿La recuerdas? UNO: Cómo no hacerlo. Maravillosa. Una pequeña seña. Casi una

mueca. DOS: Y se llevaba a alguno. UNO: De jornalero. DOS: O de su puta. UNO: Yo no sé porque nunca me escogió. Parece, según dicen, que

solo te levantaba si no lo veías a los ojos.

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DOS: Estás equivocado. No te levantaba si lo veías a los ojos. Eso es distinto.

UNO: Siempre sabes lo que es distinto. DOS: Pues yo estoy mejor enterado. Te digo, de jornalero o de su

puta. UNO: Pero por estar ahí no nos pagaban. DOS: Claro que no. UNO: Conocías gente. Gente interesante. Venían de todos los

pueblos de alrededor. Eran cientos de hombres fuertes y decididos.

DOS: Decididos a llevar el pan a sus casas. UNO: Se dice así, ¿verdad? Se dice el pan. Era eso, llevar el pan

a sus casas. DOS: Podría decirse la tortilla. UNO: Pero se confunde con esas señoras. DOS: ¿Qué dices imbécil? UNO: Se confunde con esas señoras. DOS: ¿De qué estás hablando? UNO: De mujeres, creo que hablan de mujeres que se tocan. Unas a

otras, por eso se dice llevar el pan a la casa… DOS: Estábamos en los hombres decididos. UNO: Sí, perdón, en esos hombres decididos a dar el culo con tal

de que sus hijos coman y caguen. DOS: ¿Eran maricones? UNO: No. DOS: Pues entonces es muy diferente el tono a como lo dices tú.

Porque un hombre que se va de puta o jornalero para que sus hijos puedan llevarse una tortilla.

UNO: O un pan DOS: Una tortilla o un pan a la boca es un hombre que vale su culo

en oro. UNO: Y no es maricón. DOS: Digo que no. UNO: Tampoco hermafrodita. DOS: ¿Recuerdas aquel hombre que tenía una prima hermafrodita? UNO: Claro, ésta es su historia. DOS: Se paraba con nosotros junto a la carretera y nos decía: UNO: Yo, yo, yo pude haber tenido un mejor destino, pero amé con

una pasión de negros a mi prima hermafrodita. La veía en la regadera tocándose como hombre o mujer, le digo prima por cariño, y para salvar mi hombría, claro, le digo mi prima y yo realmente estaba enamorado de ella. Un día le dije, prima, aunque tengas el clítoris de veinte centímetros déjame verte tus cosas.

DOS: Eso no es un clítoris. UNO: La regla son siete milímetros. DOS: Eso era una tolocha. UNO: Por eso mi prima decía soy la hermafrodita, me salen tetas

pero tengo novias. Y sufría. Yo. Sufría por ella. Dios es una mierda. Digo yo. Si no fuera por ella mi vida sería muy diferente, de entrada yo sería el que está en la camioneta.

DOS: No levanten la mirada.

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UNO: El asunto es que un animalito se come a otro animalito. Si no se muere. También puede formarse, a mitad del invierno, al borde de la carretera. Pero es lo mismo. Un animalote se come a un animalito. Siempre habrá animales más pequeños.

DOS: No la levanten para que nos escoja. UNO: Puta madre, Dios, piensa en todo. DOS: Bien tiesos todos, hombros adentro. No, suéltense un poco.

Que se vea esa derrota. Por lástima lo vamos a ganar ahora. Aflojen, aflojen todo, sientan su ano.

UNO: Ya se fue. DOS: ¿Se fue? ¿Se fue? ¿A quién se llevó? UNO: A los del otro pueblo. DOS: ¿Los chinos? UNO: No son chinos, solo parecen. DOS: Pinches chinos, están acabando con nuestras fuentes de

empleo. Y nuestras mujeres. UNO: Sí, claro, échale la culpa a los chinos. DOS: Qué es esa mamada de no verlo a los ojos. UNO: Si lo ves a los ojos no te levanta. DOS: ¿Y cómo sabes que te levanta si no puedes ver la seña? UNO: Era una seña sutil. DOS: Casi imperceptible. UNO: Un movimiento muy lento del dedo. DOS: A la altura de los ojos. UNO: Por eso nunca nos llevaba. DOS: ¿Recuerdas a alguien que haya ido? UNO: Claro, claro que lo recuerdo, difusamente. DOS: ¿Y crees que haya vuelto? ¿Qué crees, los regresaba? Porque

es posible que eso de jornalero o puta fuera solo uno de esos trucos publicitarios. Y ya en la camioneta…

UNO: Y ya en la camioneta… DOS: Está cabrón. UNO: Está bien cabrón. DOS: Ahora que lo dices no, no recuerdo de nadie que haya vuelto.

Qué curioso. UNO: No es curioso. Está mal. Si un hombre se va de jornalero o

puta para llevar el pan a sus hijos, entonces es necesario que regrese en un momento dado.

DOS: Y de preferencia con el pan. UNO: Y para que regrese es necesario que se haya ido. DOS: Por eso te lo digo. Dios piensa en todo. Siempre hay un

animal más pequeño. O una plantita. UNO: Y fue entonces cuando nos dijo. DOS: Supongo que fue entonces, aunque casi siempre hablaba del

asunto. UNO: Muy apesadumbrado. DOS: Muchachos, amigos, camaradas. UNO: Así, acaso sin el camaradas. Sé todo sobre la vida. Todo lo

que un hombre debe saber de sus semejantes, su madre, enfermedades venéreas, pero nunca, nunca antes vi un clítoris tan grande y tan hermoso.

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DOS: No podía llenar una solicitud de empleo sin mencionar a la prima.

UNO: A mí, lo que me late, son las hermafroditas. ¿A usted no? DOS: Puta madre. Así nadie le da trabajo a nadie. Así no se puede. UNO: Les daba asco. DOS: Ahora, que tampoco habían muchas fuentes de empleo, muchas

oportunidades de ser algo en la vida. UNO: ¿Algo en la vida? DOS: Algo para presumir con tus amigos, las mujeres. UNO: O con tu prima hermafrodita. DOS: Algo de lo que se sintieran orgullosos tus hijos, ya sabes. UNO: ¿Orgullosos de comer? DOS: No, más que eso. Algo en la vida. Llegas a tu casa, prendes

el televisor, te pones unas buenas babuchas, ves a tu mujer con cierto cariño, volteas y los chiquitines juegan con el perro, prendes el televisor.

UNO: ¿Otra vez? DOS: Lo prendes dos veces. Te jalas un cartón de cervezas y te

pones a ver el béisbol. Entonces dices, puta madre, he hecho algo, algo con mi vida.

UNO: A eso te referías. DOS: Sí, más o menos. UNO: Pues no, no conozco a nadie que haya llegado tan lejos. Por

eso dicen: no somos nada. DOS: Ni madres. UNO: ¿Perdón? DOS: Eso dicen. No somos nada, no somos ni madres. UNO: Entonces no está mal que se haya enamorado de su prima. De

todos modos. DOS: De todos modos. UNO: A mí me hubiera gustado eso. Tuve una mujer, con un clítoris

nada fuera de lo común. Tenía cierto olorcillo. Como a papel de revista. Tenía ese olor de papel e imprenta, pero más podrido. Andábamos agarrados de la mano por todas partes. Ella escarbaba en los basureros y me decía: cuando tengamos un hijo. Cuando tengamos un hijo. Es fácil. Es fácil decir eso cuando te huele el coño a revista pornográfica. Yo sí creo en el amor.

DOS: Mi padre decía eso. También que mi madre andaría de perra por las cantinas de Tijuana. Siempre vio a mi hermana con buenos ojos.

UNO: ¿Eso hacía? DOS: Pero no era su padre. Ya sabes, una historia de esas. Mi

madre, supongo que tuve una madre, y ella tuvo una vida decente, se vio obligada, la santa, a fornicar con los presos que liberaban. Vivíamos cerca del penal. Demasiado cerca. Ella sabía todo, los guardias la querían mucho, y la tenían bien informada. Mañana sale este que lleva veinte años en un hoyo sin recibir visitas conyugales. Le decían. Mañana sale. Báñate, lávate tus cosas, ponte algo bonito y que se quite fácil, para que no te lo vaya a desgarrar.

DOS: Esa historia me gusta más que la de la prima hermafrodita.

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UNO: Es verdad. Y tiene desgarramientos. DOS: Pero ya me la has contado muchas veces. Mejor haríamos

hablando de otras mujeres. UNO: ¿Tu madre? DOS: Por ejemplo, mi madre. UNO: Gran mujer. DOS: Enorme. UNO: Platica algo de ella. DOS: Mi madre era. Mi madre era. ¿Es necesario que toquemos lo de

mi madre o mejor volvemos con el tipo aquel? UNO: Mi madre se paraba en la puerta del penal, vestida de

jagüayana y le ponía un collar de flores al reo. Después lo traía a la casa y nos lo presentaba como el Tío José. En ocasiones eran tres tíos José por semana. Los metía al cuarto, le revisaba bien las partes, ya sabes, las enfermedades. Ponía un disco viejo de Leo Dan y nos mandaba a la vinatería por unas cervezas. Siempre, al volver, estaba llorando.

DOS: Ese tipo no me quiere. UNO: ¿Quién? DOS: El tío José. Dice que soy una costra. Me dice que soy una

costra. Lo estuve esperando toda la mañana bajo el sol. Estuve en la cola con los perros, lo traje a casa, lo traté como a un hombre libre, y me dice que soy una costra de perro el muy canalla.

UNO: Eso no explica lo de tu hermana. DOS: ¿Dices? UNO: Eso no explica lo de tu hermana. Si era hija de un tío José y

tú de otro es imposible que fueran por las cervezas cuando apenas, cuando apenas, ya sabes, cuando apenas los estaban. ¿Sabes eso de la fermentación?

DOS: Claro. UNO: Un hombre se sienta sobre la barriga de una mujer y se

masturba. Puede pensar, si quiere en una cabra. En dos cabras, por qué no. Motivación es lo importante. Después la mujer, en este caso tu madre, que siempre debió sonreír con los ojos cerrados.

DOS: ¿Siempre? UNO: Siempre durante la primera parte de la fermentación. DOS: Entonces no siempre. Solo cuando él se toquetea. UNO: Exacto. Ella para la segunda parte toma la leche de la vida

con sus uñas. DOS: Eso suena interesante. UNO: La recoge con las uñas y después el hombre, el tío José,

pues, la ayuda a meterse el puño en el… en el… DOS: Así es. UNO: Así es, no te burles. Son las cosas del amor. Algunos

manuales lo llaman atravesamiento, otros, encruza, pero siempre es amor. Sin amor no levanta la fermentada.

DOS: ¿Entonces? UNO: Pues si tu tío José se encontraba en esos momentos

acomodándose en el vientre de tu madre o, o ya sabes, con el

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puño, ustedes no podían haber ido por las cervezas porque todavía estaban camino a ser el milagro de la vida.

DOS: Permíteme apuntar. Eso es lo más interesante que has dicho en toda la tarde. El milagro de la vida. Puta madre. Yo que creí que tú eras de esos, pero no. El milagro de la vida. Es algo bello lo que dijiste.

UNO: ¿Y entonces? DOS: Las cervezas. UNO: Sí, las cervezas. DOS: Pues es algo que tampoco se explicaba mi padre. Por qué hacía

eso la vieja, tampoco se lo podía explicar. De todos modos pasan tantas cosas a nuestro alrededor y no entendemos nada. Nada lo entendemos. Creemos que sí, que somos… ya sabes, sabemos, y no, tenemos pedazos de información, la vamos poniendo en orden, y luego qué, ni siquiera los pedazos eran confiables, mi padre nunca entendió por qué la vieja se metía a jugar con los presos.

UNO: Ya no. Ya no eran presos. DOS: Con los recién liberados se metía a darle a la fermentada.

Eran hombres pobres. UNO: Como todos. DOS: Bueno, seamos sinceros. Estos tenían algo de dinero. UNO: Eso no lo sabría tu padre. DOS: ¿Cómo iba a saberlo? Los abuelos de sus abuelos tuvieron un

billete premiado, creo que un reintegro, después de eso nada, pura mierda, siempre andar sobreviviendo en basureros y mojando perras para perpetuar la pobreza. Él ni se imaginaba que en la cárcel tienen programas federales. Te enseñan a escribir, a recitar. Eso es bien importante. Te dan trabajo. Muñecos de peluche. De haberlo sabido, pobre, mi viejo, hubiera matado al primo ese que tanto quería para pasarse una buena temporada en el fresco.

UNO: ¿Eso explicará la conducta de tu madre? DOS: No, perdón, no, de ninguna manera, la traición no se explica

con nada. Ni tiene remedio. Puedes mentir, pero traicionar no. Puedes andar en la vida metiéndote el puño con la ayuda de un exconvicto, pero no, de ninguna forma.

UNO: No me refería a eso. DOS: Pensándolo bien. Disculpa que dejemos ahora lo de mi madre.

Pensándolo bien, ¿por qué será que hacen esos muñecos de peluche?

UNO: ¿En la cárcel? DOS: No me estás atendiendo, claro que en la cárcel. Por qué será.

Podrían hacer pan, por ejemplo. Ropa, no digo que la gran ropa, pero sí la indispensable. Yo no entiendo eso.

UNO: Es para darles trabajo. DOS: Sí, pero de qué sirve el trabajo. Mejor que hicieran panes.

¿Para qué son los peluchitos esos? UNO: No me lo vas a creer, pero hay gente que los pone en el

tablero de su cabina climatizada. DOS: Ah, era eso. ¿Recuerdas a ese hombre? UNO: De eso estoy hablando. De ellos estoy hablando.

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DOS: A mí me gustan los peluches. Esos patos. Los patos y los tigritos con la cara culera. Son muy simpáticos.

UNO: Si no tienes una camioneta con cabina climatizada ni te hagas ilusiones.

DOS: Perdón, perdón, estaba optimista. Imagino que optimista. UNO: Además nunca los regresaba. DOS: Su casa era grande, en la cima de un cerro. Desde ahí

controlaba todas sus posesiones. Tenía un hijo idiota. Había sido un buen muchacho, destinado a los imperios, buenas calificaciones, huesos sanos, era el orgullo de su padre. Pero ahora estaba idiota. Sentado todo el día en una silla rodante.

UNO: ¿Climatizada? DOS: Imbécil. Totalmente imbécil, algo tenía mal con la digestión.

Lo que iba comiendo inmediatamente le salía por el culo. Era horrible y su padre le decía, desde el balcón de la casa en la punta del cerro. Cuando seas mayor, cuando seas mayor todo esto será tuyo. Las vacas, los terrenos, los jornaleros, las putas. Todo esto será para ti. Espero que se te quite lo idiota. Y lloraba. Desde los campos se oían los gemidos del hombre y entre ellos el viento los repetía. Ojalá se te quite lo idiota.

UNO: Ojalá se te quite lo idiota. DOS: Ojalá se te quite lo idiota. UNO: Ojalá se te quite lo idiota. DOS: Y dejes de expulsar por el culo lo que apenas estás

masticando. Pero en verde. UNO: Es una desgracia. Vivir pegado a una silla. DOS: Y que para comer te pongan un babero, te amarren la cuchara a

la mano y te ensarten un catéter por el culo. Eso es terrible.

UNO: Pues aún así lo prefiero a esto. A mí no me molesta. Nada. No me molestaría estar comiendo todo el día.

DOS: A mí no me molestaría comer todos los días. UNO: Sabes a lo que me refiero, con un tubo pegado, no me

molestaría. Y no soy maricón. DOS: Se entiende. Te entiendo. Perfectamente. Solo estaba

bromeando. UNO: Entonces alguna vez estuviste con él en sus campos. DOS: Es probable. UNO: Y volviste. DOS: Te digo que es solo probable. UNO: Mientras yo bajaba la vista tú ibas por el pan para tus

hijos. DOS: No lo tomes así. UNO: Así lo dices. DOS: Son conclusiones que sacas. UNO: ¿Cómo fue que el hijo se quedó idiota? DOS: El tipo que estaba enamorado de su prima con tolocha me contó

la historia, pero ahora no la recuerdo. UNO: ¿No habrá sido de un navajazo? DOS: Tú la conoces.

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UNO: Supongo. De muchos navajazos en el vientre. DOS: Tú, tú tuviste una navaja. UNO: De joven. Tuve una. DOS: Dónde está. UNO: ¿Si te digo que la dejé en la escena del crimen creerías que

he estado leyendo tus revistas? DOS: No es importante entonces. UNO: Es algo que tiene que ver con la lucha de clases. ¿Sabes algo

de eso? DOS: Sí, claro, una clase que se pelea con la otra. Así pasa.

También los renos luchan, pero con las clases es peor. Hay mujeres y niños.

UNO: Mi padre decía que es mejor andar vendiendo heroína en las secundarias a morirse de hambre.

DOS: Eso parece difícil, hoy en día, en las secundarias los muchachos no traen ya para su leche.

UNO: Entonces debería pensarse en productos más económicos para pervertir a la juventud, más accesibles para sus bolsillos.

DOS: Te lo digo de verdad. Ese es un mito. Es imposible hacer negocio con esos chamacos. Son unas fieras. Andan armados, no traen dinero, si te acercas te asaltan.

UNO: Mi padre sabía de negocios. DOS: Nadie lo pone en duda. Si me dices rentar a mi mamá a los

presos liberados, suena razonable, tienen dinero de los fondos federales.

UNO: Eso. DOS: Y el gobierno les tira comida en paracaídas. UNO: Como a los indios. DOS: Estamos de acuerdo, pero arriesgar el patrimonio frente a una

secundaria. Chingado, no sé en qué estaría pensando tu padre. UNO: Tenía una prima, una prima con tolocha. DOS: Tu padre. UNO: Sí. Mi padre. Parece que ya vamos llegando a algo. DOS: Eso parece. UNO: Él me decía, hijo, ya eres mayor, tienes treinta años y no se

ve que vayas a hacer algo decente con tu vida, ni siquiera has ido a la secundaria como te pedí desde hace meses.

DOS: Entonces ese era el asunto. UNO: Un hombre enamorado de su prima hermafrodita. DOS: Sufría. Sufría mucho. UNO: Mi padre. DOS: Sí, tu padre. UNO: Una noche le pidió que se pusiera de panza. DOS: Sí, claro, el amor. UNO: El amor, cochino amor. DOS: Creo que mi padre se le sentó a la prima en la panza. UNO: Y ella. DOS: Ella le metió el clítoris por el culo. UNO: Eso no puede ser. DOS: Es algo que no debe permitirse. UNO: Mi padre la amaba. DOS: ¿Dices que la ahorcó?

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UNO: No lo recuerdo, pero hablaba de la prima con nostalgia. DOS: Si no fuera por mi prima hermafrodita, algo habría hecho con

mi vida. UNO: Tú debiste hablar con él. Seriamente. Preguntarle si la

ahorcó como es que decían. DOS: O le clavó el cuchillo en la panza y la dejó con un tubo

desde la garganta hasta el culo. UNO: Y por las noches los jornaleros escucharán en la distancia. DOS: Ojalá. UNO: Ojalá se te quite lo pendeja. DOS: Ojalá se te quite lo pendeja. UNO: Ojalá se te quite lo pendeja. DOS: Ojalá. UNO: Ojalá. DOS: Todo esto por tu madre. Supongo. UNO: A mi madre la fuimos a tirar a un basurero. DOS: Era lo mejor. Ya olía mal. UNO: A los muertos debemos enterrarlos con todos los honores. DOS: ¿Por qué? UNO: No sé. Así dicen los libros. En el ministerio público dijeron

que a mi madre debimos rendirle todos los honores. Porque así…

DOS: ¿Era hermafrodita? UNO: No. DOS: Entonces no lo entiendo. Y si ya estaba oliendo, lo mejor

era… UNO: Un tipo nos dijo. No anden haciendo eso. La gente viene y

escarba, y encuentra cosas. No sé, dijo, es algo que no les gustaría.

DOS: Yo no tengo inconveniente. UNO: No es tu madre. DOS: Bueno. UNO: Yo tampoco, la verdad. Mi viejo estaba un poco reacio, pero

le ofrecí cinco dólares y cambió de parecer. Vivimos juntos, tanto tiempo, decía, ella se acostaba de lado, yo la veía dormir mientras soñaba con cadenas. Su cuerpo era grande, y grueso, una mujer de convicciones.

DOS: ¿Eso era por los convictos? UNO: Tres veces le di cinco dólares y no dejaba de llorar. DOS: No somos nada. UNO: Así dicen. Y es por algo. DOS: Somos lo que resta de un golpe al extender la mano. UNO: Después volvimos a casa y tuve que pelear dos horas a puños

con el viejo para recuperar mis quince dólares. Era un cuero duro mi viejo.

DOS: Según se dice le gustaban los niños. UNO: Nadie es perfecto. Les tomaba instantáneas. Tenía una cámara

que cambió a unos turistas por un baile del que no me dio muchas explicaciones. Con ella les tomaba fotografías encuerados.

DOS: Unos angelitos. UNO: Así decía él. Cómo lo sabes.

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DOS: Es normal. Cualquiera lo sabe, un niño posando para una pólaroid es un angelito.

UNO: Le decía ahora eres la Márilin, tócate el culo y piensa que eres la Márilin. Esa pose. Era un profesional.

DOS: ¿Sabes que conocí a un tipo que tenía una prima hermafrodita? UNO: ¿Sufría por ello? DOS: Por ella, él decía ella, no ello. UNO: Ello es lo que se usa para los hermafroditas y los gatos

capones. DOS: Creo que la prima era negra. UNO: Eso explicaría muchas cosas. DOS: Nada tiene explicación, ya te lo he dicho, tenemos palabras

pero no explicaciones. A veces nos acercamos. UNO: Pues éste tipo quedó algo chalado después de que su prima lo

dejó por una lanzadora de mazos. DOS: Hay gente que no tiene aplomo. UNO: Él tenía un cuchillo, hizo algunas cosas malas. DOS: Dicen eso. UNO: La gente habla. Es mala. DOS: Dicen que un tipo muy enterado tenía un hijo idiota en una

silla de ruedas. UNO: Pero no siempre fue idiota. DOS: Algo le ocurrió, un mal paso. UNO: Iba a heredarlo todo. DOS: La casa en el llano, las cosechas, los jornaleros, las putas. UNO: Y el cáncer. El cáncer en el hígado de su padre y su abuelo. DOS: En términos generales no era mala herencia. UNO: Sumando y restando no. Pero tenían que casar bien al

muchacho. DOS: De alguna manera tenían que casarlo. UNO: No había otra familia en el valle que mereciera emparentarse

con ellos. DOS: Yo sé que fueron a la ciudad. UNO: A una casa de orfanato en la ciudad. DOS: ¿Uno de esos lugares donde guardan a los niños cancerosos

mientras se pudren? UNO: No, creo que no. DOS: A mí me gustaría ir a un lugar de esos. DOS: Tendrías que mentir. UNO: ¿Tú crees? DOS: Inventarte un cancerito, una leucemia. UNO: Y decirme niño. DOS: Pero fuera de que es necesaria la mentira son buenos lugares,

te dan de comer dos veces por día. UNO: Por semana. DOS: Por día. Te dan medicamentos para el cáncer. Medicamentos

especiales, de los que te hacen vomitar. UNO: No lo entiendo. ¿Entonces para qué comen? Si lo van a vomitar

todo con la quimioterapia. DOS: Imagino que les gusta. Había alguien que todo lo que comía lo

regresaba por el culo. Inmediatamente. UNO: Eso sí.

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DOS: Pero ahí no estaba la niña. UNO: No señor. DOS: La sacaron de un albergue para niños enteritos. UNO: Libres de enfermedades y comunismos. DOS: Un buen lugar. UNO: De ahí sacaron a la niña cuando era bebé. Encueradita. DOS: Y pasado el tiempo. UNO: Je. Me gusta eso. Y pasado el tiempo. Y pasado el tiempo.

Eres un genio para contar historias. Y pasado el tiempo. Como si el tiempo pasara. Eso me gusta.

DOS: Y pasado el tiempo, la niña creció. Y con ella fue creciendo su vagina.

UNO: Es normal, no deberías ni platicarlo. DOS: Pero además de la vagina le fue creciendo el clítoris.

Primero un centímetro, luego dos, y cuando la niña tuvo los quince años bien cumplidos tenía un ancho y vigoroso clítoris de veinte centímetros.

UNO: Grasoso y peludo. DOS: Estamos hablando de la misma historia. UNO: Fue entonces cuando los hombres comenzaron a salir de sus

refugios. Iban buscando a otros hombres. Cuando se encontraban se requerían una prueba de amor a Dios o al petróleo.

DOS: Quien no la daba. UNO: Moría. Era explotado. DOS: Por un misil o un hombre bomba. UNO: Al final solo quedaron los más fieles esperando la segunda

llegada del señor. DOS: Sentados sobre barriles de petróleo. UNO: A los hermafroditas los destazaban. DOS: ¿Todo eso pasó? UNO: Supongo que sí, así está en los libros. DOS: Dime algo. Si tú fueras Dios mandarías a tu hijo a la tierra

para que le partieran el hocico. UNO: Mejor respóndeme esto: Si fueras el hijo de Dios te dejarías

vender por treinta monedas. DOS: Esto de la teología me causa problemas. UNO: Es porque tienes hambre. Las teologías son para los que están

bien comiditos. DOS: Pero la hermafrodita se salvó. UNO: De ella no hablan los libros. DOS: Solo el cuento ese que indica lo mucho que odiaba a su futuro

prometido. UNO: Realmente no lo odiaba, pero era una floja. DOS: Tonta y floja como en los cuentos de Grimm. UNO: Y prefería estarse pintando las uñas y sobándose el clítoris

a amarrarle tres veces al día una cuchara y un babero a su prometido, y claro, ponerle un catéter en el culo.

DOS: Con la otra punta en un retrete. UNO: Era una floja. DOS: No quería casarse con él. UNO: Ni limpiarle la boca cuando terminara de comer.

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DOS: No se diga el culo. UNO: Estamos demasiado cómodos. Deberíamos acumular víveres para

cuando llegue el tiempo de preguntar por Dios a otros hombres.

UNO: Yo había pensado en eso. Le dije a mi mujer. De los tres pinches platos de frijoles que comemos cada día, vamos guardando uno, para cuando llegue el tiempo de los tiempos.

DOS: Je, como si el tiempo llegara. UNO: ¿Entonces? DOS: Bueno, hay gente que en sus cabinas climatizadas pone

peluches hechos por los presos. UNO: Son muy pocos. DOS: Pues ellos serán los elegidos. Ellos tienen para comer y

cagar al mismo tiempo. UNO: Yo te decía que eso de bajar la mirada no era buena

estrategia, pero nunca entendiste. Siempre tienes la razón. DOS: Fui una noche a la casa de la colina. Ya sabes que mi padre

tomaba fotografías. Era un artista. UNO: Fotografiar niños en pelotas es un delito. DOS: De haberlo sabido mi padre se hubiera dejado encerrar, habría

resuelto sus problemas laborales históricos de una vez. UNO: Era un marrano cogeniños. DOS: Tú no sabes, en Europa a eso lo consideran arte. Un tío José

se quedó dos o tres días en la casa. Iba para Europa, en la cárcel había aprendido a tallar el coral y los bambúes, parece que en Europa hay mucha materia prima.

UNO: ¿Y? DOS: Y en los museos muestran fotos de niños tocándose a lo

Márilin. También hay fotos de indios. Muchos indios viendo caer el paracaídas con la comida que les tira el gobierno.

UNO: Depende del día. Unos es comida, otros comunistas cantando sus lindas canciones de protesta con una guitarrita mientras van cayendo. Así que depende del día.

DOS: Esos europeos son muy cuidadosos con sus exposiciones. UNO: Así que la muchacha se metía tres quilos de pastas por semana

para soportar esa vida de mierda. DOS: De comida y mierda. UNO: Se paraba todas las tardes frente al balcón, veía los prados,

sentía la mano temblorosa de su prometido queriéndole rascar el clítoris, y gemía hacia el horizonte.

DOS: Ojalá se le quite lo pendejo. UNO: Ojalá se le quite lo pendejo. DOS: El padre del novio era un tipazo. UNO: Contaba buenos chistes. DOS: No sé, siempre lo vi encristalado en su cabina. Pero digamos

que sí, era un buen tipo y planeó una boda grande. Como no tenía amigos mandó a disfrazar de invitados a los jornaleros, a las putas y a los enfermos terminales. También contrató a un ciego para que tocara el órgano.

UNO: Guau. DOS: Demasiado merengue para un simple casorio. UNO: Aquí todavía recuerdan el pastel de bodas.

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DOS: El padre del novio era un tipazo, pero a ella qué chingados, si con el que se iba a casar era con el idiota, así que una noche antes de la boda se descolgó por la enredadera.

UNO: Recordemos que la casa estaba metida en una cañada. DOS: Y se fue reptando hasta el pueblo entre piedras y huizaches. UNO: Cuando llegó ya era una llaga de mujer. DOS: Digamos mujero para evitar confusiones. UNO: Era una llaga mujerosa arrastrándose por la calle principal. DOS: Le decíamos principal, pero el pueblo no tenía más calles. La

neblina agranda la población en el invierno, aunque la hace parecer un cementerio.

UNO: Una mujer piadosa la recogió. DOS: Y la muchacha le decía: conocí a un hombre que estaba

enamorado de su prima hermafrodita. Sufría mucho por ello. UNO: ¿Eso le decía? DOS: Sí. UNO: Entonces no es la historia que me platicaron. DOS: ¿En la tuya el suegro organizó una cacería? UNO: Claro, le quitó los disfraces de invitado a los falsos

invitados y los vistió de cazadores. Con rifles y perros. DOS: En mi historia los jornaleros se comieron a los perros. UNO: Entonces estamos hablando de la misma. DOS: Pero las putas y los enfermos terminales siguieron con la

cacería. UNO: El gobierno les tira comida en paracaídas. DOS: No, eso es a los indios. Pasa un avión a las siete de la

mañana y les tira grandes paquetes de comida o comunistas. Depende de la semana.

UNO: Si yo fuera indio o maricón me hubiera ido mejor en la vida. DOS: Eso decía un tipo que conocí. UNO: Entonces mi madre, después de muchos años volvió a casa. DOS: Había estado en Tijuana puteando con turistas adolescentes. UNO: Bueno, eso es lo que decía mi padre. DOS: Pero ella insistía en su versión. Según ella. UNO: Eso me gusta. Según ella. DOS: Según ella la tuvieron presa en una maquiladora haciendo

pantalones de mezclilla para exportar a China. DOS: En otras hacen forros para volantes de automóvil. UNO: Sí, claro, cabinas climatizadas, asientos de piel exótica. DOS: ¿Es esa cosa? ¿Es eso lo que llaman…? UNO: ¿Qué? DOS: ¿Progreso? UNO: Eso. Eso es progreso. DOS: Qué interesante es eso del progreso. UNO: Por lo menos les da trabajo a las madres. Otra opción es que

se vayan de putas de rancho a Tijuana y vivan de gorrear cervezas a los turistas adolescentes. Pero mi madre, mi madre insistía en su versión.

DOS: Ahora, que si andaba disfrazada de Eva Braun por los burdeles.

UNO: No, permíteme, quien se vestía de vieja era mi padre, pero esa es otra historia. Buscó y buscó a su prima por todos los

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lugares. Total, si le gustan las viejas, me pongo mi faldita, las medias de rombos extragrandes.

DOS: Se rasuró el cuerpo completamente. UNO: Me sé el chiste de un cura que se rasuraba todo el cuerpo. DOS: Pero no viene al caso. ¿O sí? UNO: No, perdón, creo que no. DOS: Se rasuró totalmente el cuerpo. UNO: Me pinto los labios de rojo selvático y me rasuro la cabeza. DOS: Si ya se había rasurado todo el cuerpo suponemos que también

la cabeza. UNO: Pues se rasuró la cabeza y se pegó un pelucón platino. DOS: Lo demás son los aretes, la bolsa, el tubito de gas para

asaltar a la clientela. Ahora que no se parecía nada a la Eva esa.

UNO: Y se fue por el mundo buscando a su prima. DOS: Buscaban a la muchacha fugada por todas partes, pero ella

estaba escondida en el chiquero de una mujer piadosa. UNO: Terminó con el vendedor de joyas. DOS: No, con el que quería vender joyas. UNO: A quién se le ocurre esa pendejada de los diamantes en un

pueblo de muertos de hambre. DOS: ¿Y tú qué haces para mejorar tu sociedad? UNO: No estés molestando. DOS: ¿No haces nada? UNO: Qué podría hacer. DOS: Nada, creo que nada. UNO: ¿Entonces? DOS: La pregunta es común. La he oído con frecuencia. UNO: ¿Será una de esas preguntas a la moda? DOS: Tal vez, por que por más que lo pienso no se me ocurre nada

que se pueda hacer. UNO: Y suponiendo que se pudiera. DOS: Suponiendo que se pudiera. Tienes razón. Suponiendo que se

pudiera. UNO: Es bueno saber lo que pregunta la gente. DOS: ¿Para responderle? Para responderle qué. UNO: No, claro que no. No sé por quién me tomas. Para preguntarlo

también. Ya sabes, a la moda, estar con hambre pero a la moda.

DOS: Hacían esa clase de pantalones. Se los mandaban a los chinos. Los chinos les ponían una etiqueta francesa y luego los mandaban a los Estados Unidos.

UNO: Creo que tu madre mentía. Tal vez sí andaba de puta en Tijuana. Sería razonable decir: les ponían una etiqueta francesa y los mandaban empacados a París.

DOS: No, ella insistía con su versión, una etiqueta francesa y de ahí a Nueva York.

UNO: Qué historias tan extrañas le cuentan las madres a sus hijos para que estos no sepan que andan de putas por Tijuana.

DOS: Mi padre dijo ni madres. Aquí no ha pasado nada. Vamos a pensar que nunca te fuiste, mañana mismo sale una banda

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completa de secuestradores. Y según informan los guardias, anda ganosa la banda.

UNO: Aunque yo creo que tu madre mentía. Perdón por insistir. DOS: No, creo que estás equivocado. Ella tenía una versión, la

mantenía firmemente, cuando estaba despierta. Su versión dormida.

UNO: ¿Su versión dormida? DOS: La que recitaba mientras dormía. UNO: Está bien. DOS: Esa versión se parecía más a la de mi padre. Ella sí estaba

en Tijuana. Allí se enamoró de un gringo, éste le pidió casarse pero mi madre dijo no, no puedo casarme porque tengo marido y un hijo. Mejor réntame por un año.

UNO: Eso, mi querido hermano, es andar de puta. DOS: No, no es lo mismo, ella nunca habría sido puta. La guerra,

la guerra se lo quitó todo. UNO: Cuál guerra. DOS: ¿No ves los noticieros? UNO: ¿Estamos en guerra? DOS: ¿Crees en los noticieros? UNO: Definitivamente. DOS: Entonces estamos en guerra. UNO: Esta muchacha, pues, fue con el joyero y le pidió que le

hiciera a su prometido una sortija para el culo. DOS: Interesante. UNO: Una sortija que mantuviera la manguera de evacuación en su

lugar sin necesidad de que ella estuviera en el quita y pon cada que se le ocurría al idiota echarse una botanita.

DOS: Caminábamos varios quilómetros para llegar al crucero. Era de madrugada. Mientras caminas no es tan fuerte el frío. Cuando te paras, cuando dejas de avanzar, te alcanza los huesos.

UNO: Pero teníamos que pararnos en un punto. En un punto específico para que nos recogiera el hombre. ¿No recuerdas?

DOS: Claro, tú siempre tienes la razón. UNO: Tú eres el razonable. DOS: Ambos lo somos. Había un hombre, un Tío José cualquiera. Se

quedó tres días en la casa antes de salir a Europa. Nos dijo: UNO: Ustedes no saben nada del amor. DOS: Nada. UNO: Antes de caer preso. Dios me perdone acuchillar a un idiota,

antes de caer preso gané un concurso en la radio. DOS: El premio consistía en ir a cenar con una estrella. UNO: ¿Famosa? DOS: No lo sé, nunca antes había oído hablar de ella. Pero gané el

concurso, y cenamos. Y había cámaras y un tipo me entrevistó, así que yo pienso que era realmente una estrella.

UNO: El gringo aquél rentó a mi madre por un año. Le puso un departamento y la trató como a su mujer durante una semana.

DOS: El amor puede durar bastante. UNO: La rentó por un año pero la usó apenas una semana. Nunca

entenderemos que somos menos importantes para Dios que las hormigas.

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DOS: Lo mejor sería dedicarnos a los secuestros. Eso sí son negocios.

UNO: Creo que estás totalmente fuera de la realidad. Antes estaba de moda ser contador, después llegaron los abogados, detrás de ellos vinieron los médicos, los narcotraficantes y al final los secuestradores. Pero eso ya está pasando. ¿Sabes cuántos secuestradores hay?

DOS: No, ni idea. UNO: Un chingo, la competencia está pesada. Mucha competencia y

poco mercado. Cada vez hay menos gente que valga la pena secuestrar.

DOS: Sé de un hombre que tiene una cuatro por cuatro con cabina climatizada. Fui una noche a su casa. Eso espero.

UNO: ¿Eso esperas? DOS: Eso espero. Una mañana no regresé como los demás caminando al

pueblo. Tengo que saber a dónde va esa camioneta, por qué se lleva a los hombres fuertes del pueblo, de jornaleros o de putas. Por qué no los regresa. Así que estuve caminando. Todo el día y toda la tarde.

UNO: ¿Qué comías? DOS: Lo mismo que todos los días. UNO: Nada. DOS: Eso. Nada. Caminé siguiendo las huellas de la cuatro por

cuatro hasta llegar a una hermosa casa en medio de enormes campos de maíz. Podría decir que en la ruta me hice hombre, pero sería un gesto de arrogancia que no va muy bien con los huecos de mi estómago.

UNO: El muchacho estaba llorando en un balcón. Le pregunté. ¿Por qué lloras?

DOS: Porque mi padre es un idiota. Y gritaba desde el balcón. UNO: Ojalá se le quite lo pendejo. DOS: Ojalá se le quite lo pendejo. DOS: Y el Tío José fue a cenar con la estrella. No le preguntó en

qué programa salía ella porque sinceramente le dio vergüenza. UNO: O porque no quería que lo levantaran de la mesa muy

indignados los ejecutivos de la radiodifusora. DOS: Esta es mi historia del Tío José, tú contarás la tuya.

Cenaron y hubo algo. UNO: ¿Algo? DOS: Algo. Ya sabes. Mientras ella le platicaba lo emocionante que

es ser famosa y el Tío José se preguntaba dónde he visto antes a esta pendeja, si es que la he visto antes, claro, mientras ellos se debatían por encontrar un punto medio entre la fama y el nada despreciable anonimato, pasó algo.

UNO: ¿Algo? DOS: Algo. Ya sabes, las ganas del encruzamiento. UNO: ¿Fermentación? DOS: No creo que llegaran a tanto, pero digamos, para mantener el

interés en la historia que sí, fermentación. UNO: Después el Tío José comenzó con los errores. Se terminó su

sopa de pollo, se guardó la foto autografiada de la famosa ésta, le robó la bolsa, fue a su casa, le preguntó a su mujer

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la hora y la ahorcó con la corbata que se había comprado exclusivamente para la cena.

DOS: Demasiados errores para un solo hombre. UNO: Para un hombre bueno, demasiados. DOS: Desde la cárcel le hablaba a la estrella. UNO: ¿Sabía ella que estaba preso su cruzador? DOS: Por supuesto que no. Ni siquiera sabía quién hablaba. UNO: La historia del muchacho que mira a la luna con su catéter

entre los dedos suena más interesante. DOS: Está bien, está bien. Siempre tienes la razón. UNO: Me preguntó. DOS: ¿Tú crees que yo haya heredado la estupidez de mi padre? UNO: Espero que no. DOS: Eso le dije. UNO: Eso le dijiste. DOS: No, tú. Tú le dijiste. UNO: Eso le dije y él se me quedó viendo en la oscuridad. Me veía

y veía mi cuchillo. Se puso a gritar como idiota, DOS: Comprobación genética. UNO: Esa fue la comprobación. DOS: Le dije cállate pendejo que vas a despertar los malos sueños. UNO: Mi madre cuando dormía tenía otra versión, más parecida a la

de mi padre. Decía. DOS: El gringo me puso un departamento y me amó durante una

semana. Después lo estuve esperando un mes, dos meses, tres meses, y al cuarto mes me echó el casero a la calle. Volví a la discoté pero ya no tenía trabajo. En la maquiladora de pantalones de mezclilla están haciendo cambio de coños, vete a buscar algo ahí.

DOS: Una noche mi madre me dijo tengo fiebre, creo que voy a morir. El tío José del martes pasado me contagió. Pobre tío José, ahora debe estar muerto. Y él que quería irse a Europa a buscar materia prima para sus artesanías. A esta hora ya lo deben haber tirado por la borda.

UNO: Y esa noche de fiebre, entre dormida y despierta, recitó otra versión de su amante rubio.

DOS: Me decía eres bella. UNO: Bajaba la intensidad y me decía, viendo mi rostro suavizado a

contraluz, eres bellísima. Cada noche. Siempre. Cada noche de fornicio, en especial, digo Dios, en el fornicio, quiero llegar viendo tu cara, tu carita linda, porque eres bella, quiero chorrearme viendo tu carita linda, decía el canalla.

DOS: Nadie se cansa de ser amado. UNO: Ni del odio. DOS: Si me hubiera repetido, de la misma manera, eres horrenda,

también lo habría amado. Pero no me decía tienes un grano rojizo a media cara, sino eres bella, y eso es lo que hace todo muy diferente, porque lo dejé.

UNO: Lo dejé un día. DOS: Si yo era tan bella no tenía por qué estar viviendo con él,

flojo de carnes, sucio, sucio siempre de la entrepierna, con su mal aliento y sus ganas de hablar siempre de él mismo en

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tercera persona. Claro que lo dejé. Lo dejé. Soy la mujer más pendeja del mundo, y soy tan fea.

UNO: Tan fea. DOS: Él me decía en el amor eres bella. Y me mentía el hijo de

puta, me mentía tan bien que lo creí. UNO: Pero qué pendeja, si ya sabía que soy fea, siempre lo fui,

siempre fui horrenda, por eso vivía con él, con quién más, con quién más podría estar una mujer como yo, fea y pendeja. Cómo fue que le creí al desgraciado, una noche, perfilado mi rostro a contraluz, que podía ser bella.

DOS: El joyero le explicó a la muchacho que no podía hacerle el anillo en el culo a su novio por varios motivos.

UNO: Primero, el culo tiene su anillo natural. Si dios lo puso ahí no hay joyero que pueda remplazarlo.

DOS: Segundo y más importante. El joyero jamás aprendió a fabricar por él mismo una joya. Su amplia vitrina daba a la calle principal.

UNO: Eso lo recuerdo. DOS: El joyero se había hecho joyero mandando una solicitud de

catálogo a una muy importante casa distribuidora del extranjero.

UNO: Jamás fabricó una joya. DOS: Ni hubiera podido. Para saber el oficio es necesario ser hijo

y nieto de joyeros. UNO: Y de todos modos para qué querría fabricar una joya si nunca

pudo vender una en el pueblo. DOS: Le terminaron quitando el catálogo y le mandaron una carta

muy fuerte de la casa matriz. UNO: Una carta muy fuerte. DOS: En inglés. UNO: Fuerte. DOS: Así que la prima se quedó esperando en casa del joyero. UNO: Esperaba un circo rodante para unirse a él. DOS: Conocer el mundo. UNO: Lo suyo era la farándula. DOS: Si yo hubiera tenido un clítoris tan grande lo mío sería la

farándula. UNO: Pero el circo no llegaba. DOS: Ji ji. Sus animales y sus payasos que roban niños por la

noche y los dejan tirados en pedazos al borde de las grandes carreteras.

UNO: Conocí a un tipo que estaba enamorado de su prima hermafrodita.

DOS: ¿Era guapo? UNO: Tenía un tubo pegado al culo y le lloraba a la noche desde su

balcón. DOS: Tenía una gran silla de ruedas. UNO: Un sillón rodante de bejuco al que le habían adaptado un

tubito para que cagara cuando comía sus cacahuates. DOS: Le dije cállate pendejo. No grites. UNO: No hizo caso. DOS: Era muy estúpido, no hacía caso.

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UNO: Entonces le clavé el cuchillo tantas veces en la barriga que por fin sintió hambre el hijo de puta.

DOS: No lo entiendo. Estaba en una silla de bejuco. UNO: Con su tubo pegado. Y las ruedas. DOS: Eso, eso no lo entiendo. Si ya tenía un tubo de PVC por

aparato digestivo no entiendo cómo le clavaste el cuchillo. UNO: A veces me ofusco. Los gritos de los idiotas me ofuscan. DOS: Sí, pero yo supondría que el tubo de PVC se lo pusieron a

raíz de que lo abriste con tu cuchillo en miles de hambres. UNO: ¿Tú eres de esos que dicen: primero el uno, después el dos y

por fin el tres? DOS: Claro, es el orden. UNO: Por eso no lo entiendes. Mi madre tenía mucho miedo. Decía

entre sueños: dejé la casa del gringo una noche del cuarto mes, porque el desgraciado no aparecía con la renta y la casera me quería cobrar a mí. Me escapé de noche, por eso el gringo vuelve de noche a preguntarme.

DOS: Por qué te fuiste, cerda del demonio. Por qué me dejaste solo. Yo que tanto te quería. Volví a buscarte y solo me encontré unas cajas de pizza vacías y un altero de recibos de renta. Por qué te fuiste si renté por un año tu amor de india sumisa.

UNO: Tu madre no es de fiar. DOS: Y por las noches el gringo la golpeaba con su cinturón inglés

y le mordía con sus dientes muy británicos. Y le decía hija de puta traidora, en la más pura lengua de Arizona.

UNO: La partida de caza no duró mucho. Las putas no son muy constantes. El padre regresó triste a su casa y encontró a su hijo herido al pie de la casa principal.

DOS: Eso tampoco lo entiendo. UNO: Yo me había fugado arrastrándome por las cañadas. En el

camino encontré los restos mal comidos que de los perros dejaron los jornaleros una noche antes.

DOS: Ya pasado todo, el hombre de la cabina climatizada se echó contra su gran sillón de bejuco, prendió el ventilador de plumas de avestruz veneciano…

UNO: …ahora extinto… DOS: …y pensó: maldigo mi raza. UNO: ¿Era indio? DOS: No. No. Como en las telenovelas. UNO: El gobierno les tira comida en paracaídas. DOS: Como en las telenovelas. Raza maldita la mía. Su hijo no

necesitó que le explicaran que había perdido novia, enfermera, lameculos y sirvienta en una sola mala partida de caza.

UNO: ¿No estaba el hijo tirado en el suelo desangrándose porque alguien, porque alguien que conocemos le vació el hambre a puñaladas?

DOS: Probablemente te refieras a otra historia. El hombre de la cabina climatizada sentó a su hijo en sus piernas y le explicó.

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UNO: Alguna vez fui joven, como tú pero con el culo en forma. Eso me daba ciertas prerrogativas. Por ejemplo, podía pensar que mi padre era un imbécil, fumaba mota en los elevadores y para eso del amor era todo un canalla.

DOS: En un burdel de Ensenada encontré al amor de mi vida metiéndose un huevo crudo por el chocho para sacarlo cocido. Pero el truco de la vela que regresaba aún llameante del infierno caldoso de mi novia me convenció que el amor, por fin, me había atrapado. Fermentación. Fermentación. Ella bailaba mientras en el sonido local daban ambiente con una pieza de Leo Dan. Nos miramos convencidos, le puse un departamento en un edificio lleno de travestidos y mujeres de clítoris tremendos y después de reventarle mi amor en la barriga tuve una revelación.

UNO: Dios baja al hombre. El Espíritu Santo se mete en el cuerpo eufórico de quien ha comido y comienza la

DOS: revelación. UNO: Revelación. DOS: Sonidos guturales. Muchos sonidos Guturales. El arte consiste

en sostener el auricular del teléfono entre la oreja y un hombro para tener libres las manos.

UNO: Con una mano detienes el pantalón bajo los tanates. En el movimiento los presionas.

DOS: Con la otra mano le das duro al negocio. UNO: Y con la boca emites sonidos bastante provocadores para que

la famosa mujer desconocida de la radio se excite mientras pregunta.

DOS: Qué quieres. Por qué me haces eso. UNO: Qué triste es ser famoso. Qué triste es ser famoso. DOS: Esto lo explicaba ese Tío José mientras limaba un coral rojo

que al final de la tarde tendría la bella figura de un futbolista.

DOS: Le pegó a tu madre una enfermedad asiática. UNO: Supongo, la vieja intentaba morir de una vez pero la fiebre

la sostenía con alfileres. Y contaba historias terribles de amor en la frontera.

DOS: Y mi padre, mi padre se pegaba de topes contra el muro. Qué vamos a hacer. Qué haremos con el siguiente preso.

UNO: A tu madre no podemos dejarla aquí. Debemos mantener bien callada su muerte. No deben saber nada los custodios, que se nos cae el negocito.

DOS: Entonces me vistió de puta vieja. UNO: Debiste verte hermosa. DOS: Pendejo. Yo le dije, tu plan está perfecto, salvo por dos

pequeños problemas. La vieja en un rato ya se pudre y la casa no está bien ventilada. Segundo, más importante, qué voy a hacer cuando el Tío José me pida explicaciones a la hora de la fermentada.

UNO: Qué tipo de explicaciones, bebé. DOS: Por ejemplo, qué hace una mujer tan afamada con un pito

grande y peludo. UNO: Y grasoso.

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DOS: Y grasoso. UNO: Les dices que es tu clítoris. Que te creció desmesuradamente

después de los quince años. DOS: ¿Lo creerán? UNO: Claro. DOS: Habráse visto semejante tamaño de clítoris peludo. UNO: Y a tu madre la conservamos con nosotros como ejemplo de

integridad mientras se pueda. DOS: Yo creo que mejor la llevamos al basurero. UNO: Vivimos tanto juntos. DOS: Decía mi viejo. UNO: Tu viejo. DOS: Sí, mi viejo. O el tuyo. UNO: Todo se arregló con tres billetes de cinco dólares y el

llanto de mi viejo una semana. DOS: ¿Conoces la historia de una chica hermafrodita que

encontraron momificada en la joyería muchos años después de que el joyero abandonara misteriosamente el pueblo?

UNO: Vino un hombre. Bajó de su cuatro por cuatro, vio la momia y dijo: sí, parece que es ella, más seca, con las uñas largas, pero ese gran pellejo que le cuelga del chango me es muy familiar.

DOS: ¿Desde cuándo no sabe de ella? UNO: Creímos que se había fugado con el circo. DOS: Algo difícil porque el circo nunca llegó al pueblo. UNO: La peste, murieron todos los animales. DOS: No es posible eso, en los circos tienen caballos, por eso la

gente se unía antes a las caravanas de cirqueros, los caballos espantan la peste.

UNO: Entonces no les pareció negocio después de aquella navidad en la que tuvieron que dejarnos entrar gratis cuando comprobaron que nadie era capaz de pagar un boleto.

DOS: ¿Recuerdas a la mujer que se metía un huevo en el modorro y lo sacaba bien cocido?

UNO: Tremenda cirquera era mi madre. DOS: Creímos que se había ido. Mi hijo le estuvo llorando tres

años por el culo. Bebía un agua mineral y le lloraba el culo, sabrán que tenía, por defecto congénito, supongo, un tubo de PVC en vez del aparato digestivo.

UNO: Mi madre le dijo al gringo antes de morir, aléjate que ya estoy casi cadáver. Sé que hice mal, debí esperarte hasta que mi cuerpo fuera tan solo un pellejo mal momificado, pero tuve miedo. Aléjate, déjame morir en paz, que todos mis pecados los pagué oyendo un disco de Leo Dan mientras me fermentaban tres nada feos expresidiarios.

DOS: Pero el gringo bajaría cada noche en un paracaídas, como paquete de alimentos,

UNO: O comunista, DOS: Depende la semana, bajaría para buscar en el cuerpo podrido

de mi madre. UNO: Y a veces me encontraba.

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DOS: Recitando en español de frontera y laberinto cuentos infantiles a los presos, porque mi madre, antes de morir fue clara.

UNO: El gringo volverá a besar mis pies como lo hacía en su lujuria de Texas o New England.

DOS: Eso no te decía ella. UNO: Decía que en la cárcel nos crece lo niño a puñaladas. DOS: La historia de un hombre que sube a una colina y funda un

pequeño imperio de maíz, puta y jornaleros. UNO: Esas son historias sencillas, como las que acostumbran

contarse por las noches en su celda. UNO: Digo yo. DOS: Cuando un tío José salió de sus prisiones me dijo voy a

buscar a la mujer que amo. Ella cree que es famosa, no lo sé. Me ha acompañado por muchos años, me abraza por teléfono, me amenaza con hablar a los gendarmes por teléfono, me siente manosearme por teléfono, realmente quién no quisiera tener una mujer como ella. No sabía quién era ella, pero en la cárcel, por las noches,

UNO: Se cuentan historias de hombres con feudos y herederos con estómago de PVC.

DOS: Y vemos las telenovelas, y ahí está ella. Siempre le dan papeles de sirvienta, quién no se enamoraría de una mujer que te amenaza como sirvienta. Le decía a mis camaradas, esa sirvienta es mi novia, y todos se reían porque pensaban que me había vuelto loco. Así pasa.

UNO: Fíjate que una sirvienta no está mal, les dan de comer, les pagan todos los días, les permiten ir robando poco a poco las alacenas.

DOS: Y les enseñan a recitar. UNO: En algunas casas, eh, solo en algunas casas les dan

recitación. DOS: Baja el gringo cada noche y no me deja dormir, se acurruca a

mi lado y me susurra, te sigo amando, no debiste saltar con las piernas tan abiertas, tenías en la espalda un enjambre de lobos y gritabas, por tres dólares me rentaste tu amor por todo el año y me debes ahora una eternidad en intereses.

UNO: Yo me quedo quietecito mientras el gringo me pasa su mano caliente y húmeda.

DOS: Porque la muerte primero es tibia, después fría, y termina siendo un hervidero de gusanos amorosos.

UNO: Me pasa su mano, caliente y húmeda por la espalda y recarga contra mi hombro su mentón irlandés y me abraza con sus brazos de baking soda y me dice te amo, con todo y clítoris te sigo amando.

DOS: Tu historia no me gusta. UNO: Qué no te gusta. Tiene, ya sabes, tiene eso que le gusta a la

gente. DOS: Primas hermafroditas. UNO: Esas. También tiene un Tío José envuelto en una sábana

mientras cae por la borda de un barco que zarpó de Veracruz. DOS: De todos modos, no me gusta tu historia.

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UNO: Ese es tu problema. DOS: La historia. La historia tiene problemas. UNO: ¿La mía? DOS: La tuya, toda la historia tiene problemas. UNO: Por ejemplo. DOS: Vamos a pensar que es verdad eso del hambre. UNO: Es probable que realmente exista un Dios, pero del hambre,

del hambre que dejó no hay dudas. DOS: Yo solo te quiero preguntar. Suponte. Suponte esto. Supón que

es verdad el hambre. Entonces no puede ser verdad que hubiera un tipo con una cabina climatizada.

UNO: No te entiendo. DOS: Si es cierto que su casa estaba rodeada de campos fértiles,

llenos de putas y jornaleros. Si todo eso es verdad, porque en el pueblo nadie tenía trabajo.

UNO: Eso no lo sé. DOS: Y todos tuvimos siempre, desde siempre, hambre. UNO: ¿Está mal la historia? DOS: Yo creo que la historia es un terrible error. Dónde están la

comida y los empleos. UNO: Lo importante es que haya un hombre enamorado de su prima

hermafrodita. DOS: No. No, eso no es importante. No sabes nada de historias. UNO: El que lo sabe todo. Está bien. Ya te quiero ver dando

explicaciones a los presos para que crean que fermentan a tu madre y no tu culo.

DOS: No, está mal, no podemos repetir la historia. UNO: Qué historia. DOS: Esta historia, cuál otra, idiota, cuál otra. UNO: Es probable qua haya otras. DOS: Sería cuestión de buscarlas. UNO: ¿No crees que ya es demasiado tarde para buscar otra

historia? Digo, con tantos detalles. El de las cárceles llenas de presos laboriosos es interesante.

DOS: Son demasiados detalles. Tienes razón. UNO: Aunque la historia era mejor cuando la contaban los abuelos. DOS: Tú crees eso de… UNO: Ji, ji. Sí, todo tiempo pasado fue mejor. DOS: Te digo que eres un genio. Todo tiempo pasado fue mejor, no

sé de dónde sacas tantas ocurrencias. UNO: No es ocurrencia. DOS: Claro que lo es. UNO: Entonces que nos lleve la chingada. DOS: Yo opino que sí, a falta de otra historia que nos lleve la

chingada. UNO: Bueno, total, las hormigas tomarán nuestro lugar. DOS: Esperemos que tengan una historia mejor para contarnos. UNO: Las hormigas. Esperemos algo más de las hormigas. DOS: Y mientras… UNO: Esperemos retardar la aparición de las hormigas.

Punto final