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LA RECEPCIÓN DE GÓNGORA ENTRE LOS HISTORIADORES ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII Muriel Elvira Université Paris-Sorbonne Francia RESUMEN: Rastreo en este artículo algunas de las huellas poco conocidas de la recepción de Góngora entre los historiadores y trato de analizar algunas características comunes de su manera de leer y comentar los poemas gongorinos. Me centro en una serie de tratados históricos que dialogan entre sí y oponen por una parte a dos historiadores cordobeses (el Padre Martín de Roa y Díaz de Rivas) y por otra parte a un sevillano (Rodrigo Caro) escoltado de un aragonés (Andrés de Uztarroz), en una polémica historiográfica que aborda dos cuestiones independientes entre sí, pero artificialmente entrelazadas en función de intereses estratégicos: ¿cuál de las modernas ciudades andaluzas fue cabeza de la antigua Bética? y ¿cuál fue la patria de san Lorenzo? Góngora dista de ser un tema central en esta doble polémica, pero es citado con admiración por todos, convocado de manera inesperada como autoridad para explicar monedas, inscripciones y realidades geográficas, y, por supuesto, también es instrumentalizado, a veces con cierta mala fe. Palabras claves: Góngora, historiadores, polémicas literarias, polémicas historiográficas, san Lorenzo. How did Spanish historians read Góngora in the XVII th century? ABSTRACT: In this article, I intend to track little known evidence of Góngora’s reception among historians and analyze some common features in the way they would read and comment Góngora’s poems. I focus on a set of historical treatises, which hold a dialogue with one another, and oppose on the one hand two historians from Córdoba (Martín de Roa and Díaz de Rivas) and on the other hand two other ones from Sevilla (Rodrigo Caro) and Aragón (Andrés de Uztarroz), in an historical controversy that deals with two problems, independent, but artificially intertwined for strategical reasons: which of the modern Andalusian cities used to be the head of the ancient Bética? and where was “san Lorenzo” from? Góngora is far from being the main issue in this double controversy, but he is cited with admiration by all of them, and he is unexpectedly conjured up as an authority to explain coins, epigraphic inscriptions and geographic issues. His image is sometimes manipulated in bad faith. Keywords: Góngora, historians, literary polemics, historiographic polemics, san Lorenzo. ISSN: 2340-1176 Atalanta 2018, 6/2: 83-116

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LA RECEPCIÓN DE GÓNGORA ENTRE LOS

HISTORIADORES ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII

Muriel Elvira

Université Paris-Sorbonne

Francia

RESUMEN:

Rastreo en este artículo algunas de las huellas poco conocidas de la recepción de Góngora entre los historiadores y trato de analizar algunas características comunes de su manera de leer y comentar los poemas gongorinos. Me centro en una serie de tratados históricos que dialogan entre sí y oponen por una parte a dos historiadores cordobeses (el Padre Martín de Roa y Díaz de Rivas) y por otra parte a un sevillano (Rodrigo Caro) escoltado de un aragonés (Andrés de Uztarroz), en una polémica historiográfica que aborda dos cuestiones independientes entre sí, pero artificialmente entrelazadas en función de intereses estratégicos: ¿cuál de las modernas ciudades andaluzas fue cabeza de la antigua Bética? y ¿cuál fue la patria de san Lorenzo? Góngora dista de ser un tema central en esta doble polémica, pero es citado con admiración por todos, convocado de manera inesperada como autoridad para explicar monedas, inscripciones y realidades geográficas, y, por supuesto, también es instrumentalizado, a veces con cierta mala fe. Palabras claves: Góngora, historiadores, polémicas literarias, polémicas historiográficas, san Lorenzo.

How did Spanish historians read Góngora in the XVIIth century?

ABSTRACT:

In this article, I intend to track little known evidence of Góngora’s reception among historians and analyze some common features in the way they would read and comment Góngora’s poems. I focus on a set of historical treatises, which hold a dialogue with one another, and oppose on the one hand two historians from Córdoba (Martín de Roa and Díaz de Rivas) and on the other hand two other ones from Sevilla (Rodrigo Caro) and Aragón (Andrés de Uztarroz), in an historical controversy that deals with two problems, independent, but artificially intertwined for strategical reasons: which of the modern Andalusian cities used to be the head of the ancient Bética? and where was “san Lorenzo” from? Góngora is far from being the main issue in this double controversy, but he is cited with admiration by all of them, and he is unexpectedly conjured up as an authority to explain coins, epigraphic inscriptions and geographic issues. His image is sometimes manipulated in bad faith. Keywords: Góngora, historians, literary polemics, historiographic polemics, san Lorenzo.

ISSN: 2340-1176 Atalanta 2018, 6/2: 83-116

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os listados de defensores de la poesía de Góngora1 redactados por Andrés

de Almansa y Mendoza2, el abad de Rute3, Martín de Angulo y Pulgar4,

Juan Francisco Andrés de Uztarroz5 o Martín Vázquez Siruela6

testimonian la presencia de numerosos historiadores entre los admiradores

de la poesía del vate cordobés7. Llamo «historiadores» a aquellos eruditos que, en algún

momento de su vida, al margen de su actividad principal, o, al contrario, como actividad

profesional privilegiada, se dedicaron a la redacción de crónicas nacionales o historias

locales, a la genealogía, la arqueología, la numismática, la epigrafia o al estudio de las

antigüedades en general. Algunos participaron activamente en la defensa de Góngora y

firmaron pareceres, cartas censorias o comentarios que contribuyeron a autorizar la poesía

gongorina. Otros no se comprometieron tan públicamente, pero figuran entre los lectores

más entusiastas de Góngora, como lo muestran las fugaces menciones del «cisne del

Betis» y las citas de sus versos en medio de tratados o libros históricos.

Citemos por orden cronológico de su involucración en la polémica gongorina

algunos ejemplos, no exhaustivos, aunque sí ilustrativos del fenómeno: Pedro de

Valencia, autor de dos cartas censorias sobre la poesía de Góngora, fue cronista de

Indias8; el abad de Rute, quien compuso el Parecer, el Examen y la Apología por unas

1 Agradezco a José Manuel Rico García y Mercedes Blanco la atenta lectura de este trabajo, así como las preciosas indicaciones que me han brindado para mejorarlo. 2 Advertencias para la inteligencia de las Soledades, 1615. Dio a conocer el texto y lo editó Emilio OROZCO, En torno a las Soledades de Góngora. Ensayos, estudios y edición de textos críticos de la época referentes al poema, Granada, Universidad de Granada, 1969, pp.146-204. 3 Examen del Antídoto, 1617. Leo el texto a partir de la tesis doctoral inédita de Matteo MANCINELLI, Edición crítica y estudio del Examen del Antídoto de Francisco Fernández de Córdoba, abad de Rute, Universidad de Ferrara y Universidad de Córdoba, 2017. 4 Epístolas satisfactorias, 1635. Leo el texto a partir de la tesis doctoral inédita de Juan Manuel DAZA

SOMOANO, Contribución al estudio de la polémica gongorina: las Epístolas satisfactorias (Granada, 1635) de Martín de Angulo y Pulgar, Universidad de Sevilla, 2015. 5 Juan Francisco ANDRÉS DE UZTARROZ, Defensa de la patria del invencible mártir san Laurencio, Zaragoza, Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1638, pp. 246-248. 6 BNE, ms. 3893, ff. 18-19. Como han demostrado Raquel RODRÍGUEZ CONDE y Antonio VALIENTE

ROMERO en un Informe de resultados obtenidos tras análisis material, paleográfico y estructural del manuscrito BNE, ms. 3893 para el proyecto: «Sur les traces d'une révolution littéraire. Pour une édition digitale de la polemique gongorine» (Sorbonne Universités / Labex OBVIL), Sevilla, 2017, todavía inédito, el listado fue realizado por encargo de Martín Vázquez Siruela, quien intervino personalmente en la copia manuscrita, junto a otra mano anónima. Editó esta lista Hewson A. Ryan, «Una bibliografía gongorina del siglo XVII», Boletín de la Real Academia Española, 33, 1953, pp. 427-468. 7 Analizó estas listas María José OSUNA CABEZAS, «Canonización de los defensores de Góngora: a propósito de Angulo y Pulgar y sus Epístolas satisfactorias», Atalanta, II:2, 2014, pp. 37-53. 8 Manuel María PÉREZ LÓPEZ, Pedro de Valencia, primer crítico de Góngora, Salamanca, Ediciones de la Universidad, 1988. Los escritos históricos de Pedro de Valencia fueron editados en dos volúmenes de las Obras completas, coords. Gaspar Morocho y Jesús María Nieto Ibáñez, Universidad de León, 1993-1995. El volumen 5:1 contiene las Relaciones de Indias. Nueva Granada y Virreinato de Perú (1993), y el

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décimas, fue un reconocido historiador y genealogista9; Pedro Díaz de Rivas, el primero

de los comentaristas de Góngora, dedicó su vida a los trabajos anticuarios y

arqueológicos10; Tomás Tamayo de Vargas, autor de un parecer perdido para apoyar la

poesía de Góngora y de una aprobación para la edición Hoces, fue cronista mayor de

Castilla y luego de Indias, editor de diferentes crónicas históricas11; Diego de Colmenares,

quien defendió a Góngora en una serie de cartas intercambiadas con Lope de Vega, fue

historiador de la ciudad de Segovia y genealogista12; el cronista de Castilla y luego de

Aragón José Pellicer, autor de una prolífica obra historiográfica, comentó la obra de

Góngora en las Lecciones solemnes13; Martín de Angulo y Pulgar redactó las Epístolas

satisfactorias y la Égloga fúnebre a don Luis de Góngora y, como obra historiográfica,

volumen 5:2 las Relaciones de Indias. México (1995). Sobre el alcance de los trabajos historiográficos de Pedro de Valencia, hasta hace poco desconocidos de la crítica, véase Jesús PANIAGUA PÉREZ, «Pedro de Valencia, cronista e historiográfico oficial de las Indias (1607-1620)», Anuario de estudios americanos, 53:2, 1996, pp. 231-249. 9 Francisco FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Parecer, ed. Muriel Elvira, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2015. Examen del Antídoto, en Miguel ARTIGAS, Don Luis de Góngora. Biografía y estudio crítico, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, 1925, Apéndice VII, pp. 400-467. «Apología del señor don Francisco por una décima del autor de las Soledades» en Eunice JOINER GATES, «Don Francisco Fernández de Córdoba, defender of Góngora», The Romanic review, 42: 1, 1951, pp. 18-26. La gran obra genealógica del abad de Rute, titulada Historia de la casa de Córdoba, permaneció inacabada e inédita a la muerte del autor en 1626. Se publicó en el Boletín de la Real Academia de Córdoba, 1954-1972, LXXI-XCII, con paginación separada. 10 Discursos apologéticos por el estilo del Polifemo y Soledades, obras poéticas del Homero de España, ed. Eunice JOINER GATES, Documentos gongorinos, México, Colegio de México, 1960. De los comentarios de Díaz de Rivas solo está editado el del Polifemo: James Robert FEYNN, Pedro Díaz de Rivas’s commentary on Góngora’s Polifemo, tesis del Texas Technological College, 1951 y las Anotaciones a la segunda Soledad, eds. Melchora Romanos y Patricia Festini, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2017. La obra historiográfica más importante de Pedro DÍAZ DE RIVAS se titula De las antigüedades y excelencias de Córdoba, libro primero, Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1627. Para un análisis de la producción historiográfica de Pedro Díaz de Rivas, véase Muriel ELVIRA, «1620-1626: la “agenda” de Díaz de Rivas», e-Spania 26:1, 2017, en línea. 11 Tenemos constancia del parecer perdido de Tomás Tamayo de Vargas por la carta que le remitió Góngora el 18 de junio de 1614, desde Córdoba, en la cual el poeta le agradece su defensa de las Soledades. La «Aprobación de don Tomás Tamayo de Vargas», del 4 de noviembre de 1632 está inserta en Todas las obras de don Luis de Góngora en varios poemas, recogidos por don Gonzalo de Hoces y Córdoba, natural de la ciudad de Córdoba, en Madrid, Imprenta del reino, 1633, *f. 4r. En cuanto a sus trabajos historiográficos, citemos como botón de muestra su defensa de Flavio Dextro: Novedades antiguas de España. Flavio Lucio Dextro […] defendido por don Tomás Tamayo de Vargas, Madrid, Pedro Tazo, 1624 o su edición de la crónica de Luitprando: Luitprandi, sive Eutrandi e Subdiacono Toletano et Ticinensi Diacono Episcopi Cremonensis Chronicon […] cum notis, Matriti, ex typographia Francisci Martinez, 1635. 12 Diego de COLMENARES, Epístolas, ed. Pedro Conde, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2015. En cuanto a las obras historiográficas de Diego de COLMENARES, se puede citar su Historia de la insigne ciudad de Segovia, y compendio de las historias de Castilla, Segovia, Diego Díez, 1637. 13 José PELLICER, Lecciones solemnes, Madrid, Imprenta del Reino, 1630. De las innumerables obras historiográficas de Pellicer solo citaré el Aparato a la monarchia antigua de las Españas en los tres tiempos del mundo, el adelon, el mithico y el histórico, Valencia, Benito Macé, 1673.

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un Cronicón póstumo de la vida, proezas, mercedes y genealogía de Fernando Pérez del

Pulgar y Osorio, su tercer abuelo14; Juan Francisco Andrés de Uztarroz, autor de varios

tratados en defensa de Góngora lamentablemente perdidos, fue también cronista mayor

de Aragón y afamado historiador15; Cristóbal de Salazar Mardones, comentarista de la

Fábula de Píramo y Tisbe, escribió una historia de la ciudad de Ronda16; el maestro don

Francisco del Villar, que intervino en la polémica gongorina con una carta a Fray Juan

Ortiz y con el Compendio poético, escribió también un tratado anticuario hoy perdido17;

Martín Vázquez Siruela, que los gongoristas conocen por su Discurso sobre el estilo, su

lista de defensores de Góngora y sus comentarios fragmentarios de la poesía gongorina,

fue un anticuario de renombre muy dado a la interpretación epigráfica18; Nicolás Antonio,

14 Martín de ANGULO Y PULGAR, Epístolas satisfactorias, Granada, Blas Martínez, 1635. Y del mismo autor Égloga fúnebre a don Luys de Góngora, de versos entresacados de sus obras, Sevilla, Simón Fajardo, 1638. También compuso entre 1641 y 1645 un Antifaristarcho ilocalizado y reunió Varias poesías de Góngora y las anotó en el manuscrito B87-V3-10 de la Fundación Bartolomé March. Informa sobre el Cronicón póstumo, también llamado Historia apologética, José Manuel DAZA SAMOANO en su tesis, op. cit., p. 268. 15 Miguel Artigas, apoyándose en los trabajos del bibliógrafo dieciochesco Félix Latassa, aclara los títulos y las fechas de composición de los escritos perdidos de Uztarroz en favor de Góngora: Defensa de la poesía española respondiendo a un discurso de don Francisco de Quevedo que se halla al principio de las Rimas del maestro fray Luis de León o del bachiller Francisco de Latorre (1632). Antídoto contra la Aguja de navegar cultos (1633). Defensa de los errores que introduce en las obras de don Luis de Góngora don García de Salcedo Coronel, su comentador (1633). Apología por el estilo de don Luis de Góngora y Argote, racionero de la Santa Iglesia de Córdoba, capellán de honor de su Majestad (1636), Miguel de ARTIGAS, op. cit., p. 242. En cuanto a su labor de historiador se puede citar, entre muchas otras obras impresas y manuscritas, la Segunda parte de los anales de la corona y reino de Aragón, Zaragoza, herederos de Pedro Lanaja, 1663. 16 Cristóbal de SALAZAR MARDONES, Ilustración y defensa de la Fábula de Píramo, Madrid, Imprenta Real, 1636. Tenemos constancia de los trabajos historiográficos de Salazar Mardones por Nicolás Antonio, quien escribe: «In schedis reliquisse eum de rebus Rondensibus tractatum latinum ex relatione ad me missa ex ea ipsa urbe scio», Bibliotheca hispana nova, Matriti, apud Joachinum de Ibarra Typographum regium, 1783, I, p. 250. 17 Francisco del VILLAR, Compendio poético, ed. Jesús Ponce, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2016. La carta de Francisco del Villar a Fray Juan Ortiz fue publicada por Francisco CASCALES, Cartas Philológicas, Madrid, Luis Verós, 1634, f. 34. Según aclaró Jesús Ponce, en la introducción de su edición del Compendio poético, Francisco del Villar compuso en 1639 un tratado de tipo anticuario, hoy perdido, titulado Discurso Apologético en el cual se prueba que la población que antiguamente se llamaba Iliturgi o Forum Iulium es hoy la ilustre Ciudad de Andújar. 18 Los trabajos gongorinos de Martín VÁZQUEZ SIRUELA están reunidos en el manuscrito 3893 de la BNE. De momento solo han sido editados el Discurso sobre el estilo de don Luis de Góngora, ed. Saiko Yoshida, Autour des Solitudes / En torno a las Soledades de don Luis de Góngora, coords. Francis Cerdan y Marc Vitse, Toulouse, Presses universitaires du Mirail, pp. 89-106, y la lista de autores que defendieron a Góngora (véase RYAN, art. cit.). El comentario salteado de varios poemas gongorinos, contenido en los ff. 25-233, será próximamente objeto de una edición digital en el marco del proyecto «Góngora». Por otra parte, muchos manuscritos conservados en la BNE (ms. 4460, ms. 8809, ms. 5732, etc.), atestiguan los trabajos anticuarios de Martín Vázquez Siruela, quien no publicó ningún libro en vida. Estudió sus trabajos de epigrafía Juan Ramón BALLESTEROS, La antigüedad barroca. Libros, inscripciones y disparates en el entorno del III marqués de Estepa, Estepa, Diputación de Sevilla, 2002.

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autor de una historia crítica de las los falsos cronicones, comentó también algunos poemas

de Góngora19.

Encontramos en esta lista (repito que incompleta) a historiadores oficiales, como

los cronistas de los diferentes reinos, que compusieron una prolífica y sólida obra, al lado

de eruditos locales a veces autores de un único tratado anticuario20. También cohabitan

eximios intelectuales recompensados por cargos honoríficos y oscuros eclesiásticos de

tercera o cuarta fila. Quede para otra oportunidad un estudio prosopográfico más fino de

los participantes de la polémica gongorina, que permitiría medir con mayor precisión el

papel que desempeñaron en ella los historiadores21, y aclararía posiblemente las

conexiones entre su afiliación a los bandos del gongorismo y su involucración en otras

polémicas y círculos eruditos. Creo que, de momento, los ejemplos que he citado bastan

como punto de partida: muchos historiadores consideraron la poesía de Góngora digna de

sus desvelos, es decir, digna de ser estudiada y comentada con las mismas herramientas

que utilizaban para editar y comentar crónicas o fuentes antiguas22. Esto nos interesa por

dos razones. Primero como indicio de la recepción de Góngora, para esbozar una

sociología de sus lectores en el siglo XVII. Notemos que la presencia de eruditos,

historiadores y anticuarios entre los defensores y comentaristas de don Luis no escapó a

la percepción de los contemporáneos, pues ya a la altura de 1625 Quevedo ironizaba sobre

aquellos lectores de Góngora que lo «investiga[ban] por medallas / como priscos stigmas

o con antiguallas, / por desitinerar vates tirones»23. Es decir, una obra escrita por un

19 Los comentarios manuscritos de Nicolás Antonio a la obra de Góngora, contenidos en el ms. II-158 de la Biblioteca de Palacio, fueron editados por Robert JAMMES, «Études sur Nicolás Antonio. Nicolás Antonio commentateur de Góngora», Bulletin hispanique, 62:1, 1960, pp. 16-42. Su historia crítica de los falsos cronicones fue editada de forma póstuma por Gregorio Mayans: Censura de historias fabulosas, Valencia, Antonio Bordazar de Artazu, 1742. 20 Las diferencias legítimas que estableció Arnaldo MOMIGLIANO, «Ancient history and the Antiquarian», Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 13:3-4, 1950, pp. 285-315, entre «historiadores» y «anticuarios» no me parecen operativas para el estudio que acometo de sociología literaria. Por eso he confundido a ambos grupos bajo la etiqueta de historiadores, como lo dije al principio, 21 Los historiadores no son la única categoría de autoridades de los citados listados de defensores de Góngora. También están presentes poetas que imitaron a Góngora y lo alabaron, así como nobles y próceres que autorizaron la poesía de Góngora por el prestigio asociado a su nombre, rango y estatuto social 22 Lo muestra Muriel ELVIRA, «Góngora, Dextro y las láminas del Sacromonte: Díaz de Rivas y el abad de Rute ante las polémicas literarias e historiográficas de su tiempo», en Controversias y poesía (De Garcilaso a Góngora), coords. Juan Montero y Mercedes Blanco, 2018, en prensa. 23 Rodrigo CACHO CASAL demostró que este soneto es posterior a 1625, porque contiene alusiones a composiciones redactadas por Góngora en esta fecha, y anterior a 1627, fecha de la muerte de Góngora, al que se considera aquí como autor vivo, «“¿Qué captas, Nocturnal, en tus canciones?”. Edición y estudio de un soneto antigongorino de Quevedo», Calíope: Journal of the Society for Renaissance and Baroque Hispanic Society, 10:2, 2004, pp. 51-71.

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pedante erudito, para especialistas de antiguallas. También me interesa, entonces, como

revelador de unas características y cualidades intrínsecas de la poesía de Góngora que

expliquen el interés que por ella sentía esta categoría de lectores, especialistas de las

fuentes antiguas y acostumbrados a la precisión de las referencias topográficas, culturales

o mitológicas.

Para acometer esta investigación de largo aliento y de la que voy a presentar aquí

tan solo una parte, creo necesario estudiar dos tipos de fuentes. Primero los textos escritos

específicamente por estos historiadores para comentar o defender la poesía gongorina, es

decir, los que se escribieron de entrada en el marco de la polémica gongorina. Habrá que

preguntarse cómo las Lecciones solemnes de Pellicer, las Anotaciones de Vázquez Siruela

o el Examen del abad de Rute (por citar algunos ejemplos particularmente llamativos)

movilizan una cultura anticuaria, por ejemplo, libros de inscripciones, tesoros de medallas

o crónicas antiguas. También habrá que ver cómo, cuándo y por qué convocan, para

comentar o defender la poesía gongorina, discusiones historiográficas que se presentan

como largas digresiones bastante ajenas a los versos gongorinos. Dejo todo esto para otra

oportunidad. En las líneas que siguen me interesaré más bien por la presencia de Góngora

y de sus versos en tratados o libros de historia, donde don Luis es citado de modo

inesperado en medio de discusiones eruditas que no tienen nada que ver con los conceptos

debatidos en la polémica gongorina. Me centraré para mayor comodidad en una serie de

tratados históricos que dialogan entre sí y oponen por una parte a dos historiadores

cordobeses (el padre Martín de Roa y Díaz de Rivas) y por otra parte a un sevillano

(Rodrigo Caro) asociado con un aragonés (Andrés de Uzstarroz), en una polémica

historiográfica de múltiples facetas, en la que cada historiador defiende la dignidad de su

ciudad y sus antigüedades. Las cuestiones abordadas son independientes entre sí, pero

artificialmente entrelazadas en función de intereses estratégicos: ¿cuál de las modernas

ciudades andaluzas fue cabeza de la antigua Bética? y ¿cuál de las ciudades españolas fue

la patria de san Lorenzo?24 Terminaré con un estudio del Museo de las medallas

24 Esta polémica fue estudiada por José Ignacio GÓMEZ ZORRAQUINO, Los santos Lorenzo y Orencio se ponen al servicio de las tradiciones (siglo XVII), Zaragoza, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2007 y, más recientemente, por Jorge GRAU GIMÉNEZ, Martín de Roa. El principado de Córdoba, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2016. Este libro me llegó cuando ya había terminado la redacción de este artículo y pude comprobar que su reconstrucción de la polémica entre Martín de Roa, Rodrigo Caro y Juan Francisco Andrés de Uztarroz coincide con la mía, elaborada en paralelo. Ambos nos apoyamos en la correspondencia de Uztarroz (pp. LIV-LVII de El principado de Córdoba) y editamos a veces los mismos fragmentos de

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desconocidas españolas de Vincencio Juan de Lastanosa que, como el título indica, no

defiende ya la dignidad de una localidad particular, sino la de la nación española. En todos

estos libros, Góngora dista de ser un tema central, pero es citado con admiración por

todos, convocado como autoridad para explicar monedas, inscripciones y realidades

geográficas, y, por supuesto, también es instrumentalizado, a veces con cierta mala fe.

Presentaré estos tratados en orden cronológico para que veamos cómo va cambiando la

recepción de Góngora en ellos, a lo largo de la primera mitad del siglo XVII.

***

Antes de la polémica propiamente dicha, pero abriéndole camino, el padre Martín

de Roa publicó en 1617 un libro titulado De Cordubae in Hispania Betica principatu25,

donde afirmaba que su ciudad natal, Córdoba, fue la cabeza de la antigua Bética romana.

Era el padre Roa una figura extremadamente respetada por su piedad y erudición. Su vasta

labor historiográfica, que llevó a cabo mientras desempeñaba funciones importantes en la

Compañía de Jesús, abarca desde misceláneas de erudición hasta hagiografías, pasando

por tratados religiosos sobre el estado de las almas en el purgatorio o tratados anticuarios,

donde investiga el pasado cristiano de Andalucía, apoyándose en la autoridad de los falsos

cronicones, de los cuales fue un fervoroso defensor26. Fue por lo demás un amigo personal

del abad de Rute, quien lo alaba en su Didascalia multiplex27, y el tío de otro gongorista

apasionado, Pedro Díaz de Rivas. También conoció personalmente a Góngora: los dos

hombres, que pudieron coincidir en el colegio de la Compañía de Córdoba28, estaban

vinculados con la administración eclesiástica y el clero catedralicio de la ciudad. Y ambos

coincidieron en el paratexto de El perfecto regidor de Juan de Castilla y Aguayo en

158629. Exclusivamente dedicado a la Antigüedad, el De Cordubae […] principatu no

cartas. He leído atentamente este interesante libro y he procurado completar mi propia aportación, señalando en todos los casos lo que debo a este trabajo. 25 Martín de ROA, De Cordubae in Hispania Betica principatu, Lugduni, Horatii Cardon, 1617. 26 Sobre la figura de Martín de Roa, véase Estanislao OLIVARES D’ANGELO, «Martín de Roa S.I. (1559-1637). Biografía. Escritos», Archivo teológico granadino, 57, 1994, pp. 139-236, Jorge GRAU GIMÉNEZ, op. cit., y Rady ROLDÁN FIGUEROA, «Martín de Roa, S.I. (1559-1637) and the consolidation of catholic literary culture in Spain», European History Quarterly, 45:1, 2015, pp. 5-33. 27 Francisco FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Didascalia multiplex, Lugduni, Horatii Cardon, 1615, p. 21. 28 Tanto Góngora, nacido en 1561, como Martín de Roa, nacido en 1559, se educaron en este colegio. Véase OLIVARES D’ANGELO, op. cit. 29 El perfecto regidor compuesto por don Juan de Castilla y Aguayo, uno de los veinticuatro caballeros del regimiento de la ciudad de Córdoba, Salamanca, Cornelio Bonardo, 1586. Señala el dato Jorge GRAU

JIMÉNEZ, op. cit. p. VIII.

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La recepción de Góngora entre los historiadores españoles del siglo XVII

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cita a Góngora, y no es de extrañar, porque, a pesar de su publicación en plena polémica

gongorina, el libro se terminó de redactar en Roma a finales de 1611, fecha en la cual el

Polifemo y las Soledades todavía estaban en el telar30.

La polémica empezó realmente casi veinte años después, con la publicación en 1634

por Rodrigo Caro de las Antigüedades y Principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla y

Corografía de su convento jurídico31, que entabla una disputa con varios libros, entre

otros con el del padre Roa. En los preliminares de este volumen dividido en tres partes

(las Antigüedades, el Principado y la Corografía), Rodrigo Caro declara lo que le movió

a componer la segunda parte:

[E]s mi intento […] dar a entender la estimación que Sevilla ha tenido igualmente en todos los siglos, y a esta parte llamo Principado, como ya otros autores graves han dado por título a sus obras […]. Y no parezca a nadie esta voz insolente, pues es mayor título el de reinado, y se da a todas las ciudades cabezas de reino, como lo es Sevilla, y lo son Toledo, Córdoba, Jaén, etc. […] Mi deseo en esta parte es mostrar que esta gran ciudad, así en el tiempo de los romanos, como en otros siglos, fue siempre estimada y tenida por metrópolis de la provincia Bética […]. [N]o es mi intención desacreditar las excelencias de otras cualesquiera ciudades, y así no me embarazo en responder a los fundamentos y razones que otros autores traen por la grandeza de sus patrias. […] Cada uno haga por su patria otro tanto y lo que más pudiere, que, si alguna ciudad de España tuviere mayor derecho para adelantar sus grandezas y estimación, Sevilla (sin envidiarlas ni mostrar emulación) las admirará32.

El sevillano, alardeando de cortés y modesto, se cura en salud pretendiendo que no

quiere polemizar, tan solo celebrar legítimamente su ciudad, pero, por otro lado, reta a

los ingenios de otras ciudades a competir con él por el anhelado premio del principado de

la Bética. Esta ambigüedad explica que el padre Roa, defensor del principado de Córdoba

en la Bética, figure en los preliminares del libro como firmante de un parecer dedicado a

valorar específicamente la Corografía, pero en el que, de paso, evoca también el

Principado. En él, elogia magnánimamente la obra de Caro, y celebra la modestia y

singular erudición de su autor33. No dice una sola palabra de las tesis defendidas por

30 La «Razón y finalidad por la que escribieron este libro» se redactó en Roma en enero de 1612, así como la censura y la licencia, sin foliar. 31 Sevilla, Andrés Grande, 1634. 32 Parecer del Padre Martín de Roa, 13 de agosto de 1633, sin foliar. 33 He aquí el texto de este parecer: «Ultra de no hallar en ella [esta obra] cosa que contradiga a nuestra santa fe y buenas costumbres, afirmo que en esta materia ni en otras semejantes no he visto hasta hoy cosa alguna, que, a mi juicio, le iguale en erudición, acierto y puntualidad en averiguar nombres sitios y calidades de lugares antiguos, donde tanto suele errarse. Trabajo de tanta estima como provecho por la mucha luz que dan al conocimiento de las cosas de España y de sus historias particularmente a las de esta ciudad y su

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Rodrigo Caro que cuestionaban los planteamientos de su propio libro de 1617. Y, sin

embargo, como veremos a continuación, inmediatamente después de haber redactado este

parecer, el padre Roa recogió el guante y respondió a Rodrigo Caro, volviendo a defender

el principado de Córdoba en la Bética.

Detengámonos de momento en las Antigüedades y principado de la ilustrísima

ciudad de Sevilla. Rodrigo Caro es el primero en convocar a Góngora en esta polémica.

Y lo hace, con cierta audacia, para celebrar a Sevilla y defender sus pretensiones al

principado contra las elevadas por Córdoba. En el capítulo 19, explica que va a convocar

«guardas» del principado de su ciudad:

Así como el principado de una ciudad es dignidad que le sublima y levanta a grande alteza, a imitación del que propiamente se llama príncipe y señor soberano, el cual tiene cerca de su persona satelicio34 y guarda y archeros que le autoricen y guarden, así ni más ni menos los epítetos y elogios que varones excelentes y graves autores dan a Sevilla le sirven de satelicio y guarda a su principado, y hacen estable y autorizan su grandeza, que por todos los siglos ha tenido, o por lo menos le conservan su antiguo esplendor35.

Los guardas en cuestión son primero unos veinticinco historiadores, antiguos y

modernos, que elogiaron la ciudad y después poetas cuyo parecer tiene tanto peso como

el de los historiadores: «démosles algún lugar a los poetas, que en esto más son

historiadores»36. Cita, entonces, versos de Juan de Mena, Herrera, Góngora (una canción

y una estancia en la cual el poeta llama metrópolis de España a Sevilla), Juan de la Cueva

y un poeta llamado «Juan Fernández Beltrán», que, como me señala José Manuel Rico

con suma gentileza, bien podría ser un lapsus por «Francisco Fernández Beltrán», primer

abad de la colegiata de Olivares37. En suma, dos cordobeses son utilizados para arrebatarle

grandeza de que sin duda le es muy deudora a su autor, tanto por este tratado, como por el primero (que también he visto) del Principado de Sevilla en el Andalucía, en que justamente alabo su modestia con su singular erudición. Así lo siento y firmo en esta casa profesa de la Compañía de Jesús de Sevilla, en 13 de agosto de 1633 años». 34 Satelicio em. satelico. En portugués significa guarda o escolta. 35 Antigüedades de Sevilla, f. 84v, columna 1. 36 Ibíd., f. 85v, columna 1. 37 Este Francisco Fernández Bertrán es citado en otro fragmento de las Antigüedades de Sevilla, f. 22r, columna 2, por el siguiente impreso: Comprobación de la piedra sepulcral del venerable Honorato, sucesor del glorioso doctor san Isidoro, arzobispos de la santa iglesia catedral y metropolitana de Sevilla, hallada en un fundamento de los reales alcázares de ella, al excelentísimo señor don Gaspar de Guzmán, Sevilla, Francisco de Lyra, 1630. Tanto Francisco Fernández Bertrán, como Rodrigo Caro en el fragmento señalado de las Antigüedades, comentan una inscripción lapidaria que la epigrafía moderna ha demostrado ser resultado de una falsificación. La proximidad entre los dos hombres hace muy posible la hipótesis de un

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el principado a Córdoba, junto a tres sevillanos. El fragmento del poema de Fernández

Beltrán es particularmente sugestivo, a pesar de las dificultades de comprensión que

presenta, por la falta de contexto:

Confundiose el deseo del bárbaro motivo en la arrogancia, hasta que, en santo empleo, esta alzó el cordobés, con repugnancia del pueblo que decía que el modelo en el orbe no cabía38.

Salta a la vista la utilización de un vocabulario gongorino (el esdrújulo «bárbaro»,

el léxico de la confusión, el cultismo «arrogancia») y no parece inocente la elección de

estos versos en los que es protagonista un misterioso cordobés que intenta imponer su

modelo sobre el orbe ante la reprobación general.

Rodrigo Caro cita la Soledad primera también a la hora de describir Sanlúcar de

Barrameda, que perteneció a la jurisdicción de Sevilla. Explica la etimología de Sanlúcar

(Sanctus Lucifer), diciendo que en esta ciudad se encontraba un templo del Lucero y cita

unas líneas de Estrabón («Luciferi fanum, quod vocant lucem dubiam») que aclaran el

nombre del sitio. Comenta:

Llamóse también el templo del lucero «luz dudosa» [lucem dubiam] y este nombre es sin duda que se lo pusieron los romanos, porque Estrabón, aunque lo escribió en griego, las voces fueron latinas: Phosphoron hieron Loucen doubiam. La causa de este apellido fue porque, cuando el sol aquí llega ya de la tierra habitada y conocida, entonces no le quedaba nada que andar, poniéndose o (como hablan los poetas) soltando sus caballos y haciendo ruido al caer en el mar las ruedas de su ardiente carro. Y, como se escondía, dejando de toda su hermosa luz solos los crepúsculos, que se causan de la luz y las tinieblas juntamente, eso causa la luz dudosa; así llamó elegantísimamente don Luis de Góngora a la Aurora: «Pisando la dudosa luz del día»39.

lapsus de «Juan» por «Francisco». Lamentablemente no he logrado identificar el poema citado por Caro, llamado familiarmente «Poema a la torre de la santa iglesia». Sobre la falsificación, véase Helena GIMENO

PASCUAL, «Carmina para Honorato, obispo de Hispalis: la polémica inscripción del sucesor de san Isidro», AespA, 72, 1999, pp. 241-257. 38 Antigüedades de Sevilla, f. 86r, columna 2. 39 Ibíd., f. 129v, columna 2.

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Rodrigo Caro compone aquí un pequeño homenaje a Góngora que consiste en

describir la puesta del sol con imágenes inspiradas en las numerosas corografías del

Polifemo y de las Soledades, fundidas en una creación original, pero muy dependiente del

subtexto gongorino: el «ardiente carro» remite al «ardiente coche / del Sol» de la Soledad

primera40; y la imagen del sol conducido por caballos y entrando en el agua en este fin

del mundo conocido que es Sanlúcar de Barrameda recuerda otros versos del Polifemo

que evocan la entrada del carro del Sol en el mar, al lado de las columnas de Hércules:

Su aliento humo, sus relinchos fuego, si bien su freno espumas, ilustraba las columnas Etón, que erigió el Griego do el carro de la luz sus ruedas lava41.

Este homenaje surge cuando Rodrigo Caro reconoce en la cita en latín (lucem

dubiam) otro verso gongorino (Pisando la dudosa luz del día) que le permite ponderar

cuán adaptados están los versos gongorinos a la descripción del anochecer en este lugar

de Sanlúcar de Barrameda tan vinculado a la figura de Góngora42. Sirve –de paso– para

desvincular al poeta de la ciudad de Córdoba, y utilizar sus versos para celebrar un pueblo

del convento jurídico de Sevilla. No son estas las únicas huellas de la presencia del vate

cordobés en la corografía de Rodrigo Caro, quien en un romance a Juan de Robles llegaba

a reconocer con malicia que él también podía «gongorizar»43. Luis Gómez Canseco

señaló otro caso de reescritura y prosificación de versos de Góngora muy parecido al que

acabo de comentar44: el anticuario sevillano se inspiró en el discurso de las navegaciones

a la hora de presentar el descubrimiento y la conquista de América. La fábula poética

modela en ambos casos la visión del historiador.

40 Soledades, vv. 468-469. Utilizo la ed. digital de Antonio Carreira, Paris, OBVIL, 2016. 41 Polifemo, vv. 337-340. Citaré siempre a Góngora por la edición de Antonio Carreira, Obras completas, Paris, OBVIL–Paris-Sorbonne, 2016. 42 Recordemos que Góngora fue huésped del conde de Niebla, luego duque de Medina Sidonia, en esta ciudad. 43 Rodrigo CARO, «Romance al licenciado Juan de Robles en la posesión del beneficio de la Membrilla», en Poesía castellana y latina, ed. Joaquín Pascual Barea, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2000, p. 165. Los versos 87-88 son los siguientes: «Aquesta que miráis torre / (que también yo gongorizo) / sus cavas, aunque acabadas / tienen más de cuatro siglos». 44 Luis GÓMEZ CANSECO, Rodrigo Caro: un humanista de la Sevilla del seiscientos, Sevilla, Diputación provincial, 1986, pp. 40-43.

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Pasemos ahora a la segunda etapa de la polémica. El padre Roa respondió al reto de

Rodrigo Caro dirigiendo, desde Córdoba, un proyecto colectivo de libro patrocinado por

el cabildo de la ciudad: traduce al español su obra de 1617 y la completa con aportaciones

suyas y de otros eruditos cordobeses que permitieran responder a los planteamientos de

Rodrigo Caro45. Se trata del Antiguo principado de Córdoba en la España ulterior o

andaluz, traducido del latino y acrecentado en otras calidades eclesiásticas y seglares46.

En el prefacio escribe que la razón de escribir este libro fue porque «dudó alguno de este

título [del principado de Córdoba]». Por eso, explica, «convino mostrar que no fue

usurpado, sino propio, recibido de aquellos primeros autores de las provincias». Entre los

añadidos figura una alabanza de su ciudad y una enumeración de los grandes ingenios

que crio Córdoba, siguiendo el modelo retórico de Rodrigo Caro. Góngora figura en una

escueta lista de tres poetas modernos, pero no es el poeta más alabado:

En nuestro siglo, ilustres poetas se han visto: el Virgilio español, Juan de Mena, que en grandeza de estilo, erudición y conocimiento de varias lenguas no cede a ninguno de los antiguos; el jurado Juan Rufo en su Austriada y Seiscientas47 digno de buen lugar; el Plauto y Marcial de nuestra edad, don Luis de Góngora, superior – sin agravio de los mejores latinos y griegos – en cultura, agudeza, y mucho más en sal y donaire sin comparación48.

La alabanza de Juan de Mena es más encumbrada que la de Góngora, pues la

insistencia en la obra teatral y en la poesía burlesca («sal» y «donaire») de don Luis deja

pensar que quizás el jesuita mirara con cierto recelo la obra seria de su compatriota. Estas

líneas están probablemente en el origen de la inclusión por Uztarroz y Vázquez Siruela

del padre Roa en sus respectivas listas de defensores de Góngora. Pero cabe reconocer

que la alabanza es un poco corta y, sobre todo, limitada a un campo reducido de su

producción poética.

También figura entre los añadidos de la versión española de 1636 la afirmación de

que Córdoba vio nacer a san Lorenzo, nuevo motivo de gloria para la ciudad. La cuna y

45 Nótese que la obra integra varios capítulos dedicados a la defensa de los cronicones de Dextro, tema relacionado con las investigaciones anteriores de Rodrigo Caro, quien había editado el texto. Sobre el carácter colectivo del libro dirigido por Roa y la urgencia con que se compuso para escapar a la censura posible de los superiores jesuitas, reacios a que se publicaran obras que pudieran reactivar contiendas entre ciudades rivales, véanse las aportaciones de Jaime GRAU JIMÉNEZ, op. cit., p. XLVI. 46 Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1636. 47 Juan RUFO, Las seiscientas apotegmas, Toledo, Pedro Rodríguez, 1596. 48 Martín de ROA, Antiguo principado de Córdoba, Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1636, f. 26v.

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el patronazgo de san Lorenzo eran entonces objeto de reñidas disputas entre las ciudades

de Huesca, Loret, Valencia y Córdoba49. Por eso, el cronista de Aragón Juan Francisco

Andrés de Uztarroz se sintió obligado a denunciar públicamente el «robo» del padre Roa

y escribió contra la obra del jesuita, nombrado explícitamente en los preliminares, una

Defensa de la patria del invencible mártir san Laurencio50. En esta obra, Uztarroz

defiende que la verdadera patria de Lorenzo fue Huesca, apoyándose en inscripciones

arqueológicas y fuentes antiguas. Alaba la ciudad, celebra su grandeza y sus antigüedades,

y se burla de la pretensión de los cordobeses de apropiarse de glorias ajenas. Para él este

robo es incomprensible, siendo así que Córdoba tiene grandes motivos de gloria, sin tener

necesidad de adjudicarse glorias ajenas. Cierra el libro un apéndice que se titula

Ilustración del principado de Córdoba. El argumento no formulado explícitamente, pero

que aflora en cada momento, es que los cordobeses no fueron capaces de celebrar

adecuadamente su propia ciudad y sus ingenios. Góngora interviene, pues, como arma

arrojadiza contra la ingratitud e inepcia supuestas de los cordobeses:

Don Luis de Góngora, Claudiano cordobés, en un epigrama que escribió, alabando a su ciudad, imitando al Enio español Juan de Mena, que la llamó «flor de la caballería», valiéndose de su locución y engrandeciendo más a su ciudad, la llama «flor de España», significando en esto la primacía de Córdoba:

tu llano o [sic]51 sierra, ¡oh patria, oh flor de España!52

Y en un romance lírico, hablando de Guadalquivir, dice que en sus cristales Córdoba, su patria, se mira la diadema de su imperio, en que da a entender que su ciudad, en tiempo de los romanos, godos y árabes, fue cabeza de la España andaluz [sic]. Díganlo sus elocuentes números:

En el caudaloso río donde el muro de mi patria se mira la gran CORONA y el antiguo pie se baña [sic]53.

¡Estos eran los versos que cabía citar para celebrar convenientemente el principado

de Córdoba!, insinúa con retintín Uztarroz, quien escribe por el padre Roa el Principado

49 Véase José Ignacio GÓMEZ ZORRAQUINO, op. cit. 50 Zaragoza, en el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1638. 51 En la ed. de Antonio Carreira «y» en vez de «o». 52 Se trata del v. 14 del soneto de 1585 «A Córdoba» que empieza por este verso «Oh excelso muro, oh torres coronadas». 53 ANDRÉS DE UZTARROZ, Defensa de la patria, Zaragoza, Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1638, pp. 244-245. Las mayúsculas de corona están en el impreso. Los versos de Góngora citados son los cuatro primeros versos de un romance de 1581, número 10 en la edición digital de A. Carreira. En ella, el verso cuatro se lee así: «y el antiguo pie se lava».

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de Córdoba que este no fue capaz de escribir, celebrando la genuina gloria cordobesa, a

saber, Góngora, injustamente desaprovechado por el jesuita. Pero, a la vez, Uztarroz

mantiene la afirmación de que Córdoba no puede legítimamente prevalecerse del

principado para la época romana y que tan solo lo puede reivindicar para el periodo árabe,

algo que no constituía un verdadero motivo de gloria, según los prejuicios de la época.

Confirman mi lectura dos cartas de la correspondencia de Uztarroz. La primera la mandó

el cronista de Aragón a Vicencio Juan de Lastanosa el 18 de agosto de 1638, y en ella le

aclara cuál fue su intención al redactar este apéndice: «Después digo un poquito a

Córdoba que le ha de picar mucho al padre Martín de Roa por notarlo de descuidado»54.

La segunda carta es de uno de los primeros lectores de la Defensa, un tal Juan de Saravia

que fue «notario mayor de las rentas de la Santa Iglesia de Córdoba»55. Este aragonés

afincado en Córdoba se atribuye el mérito de haber avisado a Uztarroz de los errores del

padre Roa y de haberlo incitado a escribir su Defensa56. Justo después de haber leído la

obra que Uztarroz le envió personalmente desde Madrid, le escribe: «No es mala la chanza

de descalabrar al padre y ponerle el parche de sus alabanzas e ilustraciones al Principado.

Cordobesía par[ece] y que es darle por sus naturales filos»57. Las dos cartas explicitan, si

fuera necesario, la jugada de Uztarroz: un aparente fair play y una alardeada

magnanimidad, pero de maquiavélico doble filo.

En el mismo Apéndice, continúa el ejercicio de alabanza de Córdoba. Uztarroz

celebra el clima de la ciudad y la conjunción de astros y planetas que reinan en ella, los

cuales favorecen la creación y las ciencias:

Callo los varios ingenios que en otras edades ha gozado y quiero acercarme a la nuestra; y, entre los muchos que tiene, entresacar tres restauradores insignes del idioma español. Sea el primero Ambrosio de Morales, que enseñó el modo de engrandecer nuestr[a] lengua en aquel discurso que escribió de la lengua castellana. Prosiguió en nuestros días el doctor Bernardo José de Alderete los tres libros de la lengua castellana, cuyo volumen merece perennes elogios, por haber defendido tan eruditamente nuestra habla. Últimamente perfeccionó el dialecto español el nobilísimo caballero don Luis de Góngora y Argote, capellán de su Majestad, cuyas frases han admirado no solo los ingenios más doctos españoles, mas los del clima más remoto le han venerado por padre de las musas, y, juzgando su estilo inimitable, le llaman Homero español, cuyo agudísimo genio han inmortalizado muchos varones

54 ARCO Y GARAY, La erudición española en el siglo XVII y el cronista de Aragón Andrés de Uztarroz, Madrid, CSIC, 1950, p. 139. 55 La información aparece, de paso, en otra carta de Uztarroz a Juan Gómez Bravo del 30 de junio de 1641. La edita ARCO Y GARAY, op. cit., p. 210. 56 BNE, ms. 7095, f. 115. 57 Ibíd.

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doctos, con elogios no vulgares. Y, si no fuera parecer prolijo, pusiera los testimonios de muchos que tengo observados, pero contentareme solo con referir su nombre y citar los lugares donde le celebran, para que el aficionado de su fama los lea58.

Sigue una página y media de referencias, principalmente de poetas que celebraron

a Góngora, pero también de historiadores y filósofos que introdujeron al margen de sus

estudios una pequeña digresión para honrar al poeta cordobés, sin olvidar a los

comentaristas que explicaron sus obras. Dentro de esta lista, Uztarroz cita al padre Roa

por la escueta mención de Góngora en el Principado, ya señalada, pero no cita los

comentarios de Pedro Díaz de Rivas, sea porque no llegó a conocerlos, sea (y me inclino

a esta segunda hipótesis) porque no quiso nombrar al licenciado cordobés, en función de

una estrategia que consistía en denegarle el estatuto de interlocutor legítimo, como lo

veremos más adelante.

De momento, detengámonos en las frases de Uztarroz: atribuye a dos historiadores

y un poeta el papel de restauradores de la lengua. Las tres obras citadas interrogan, cada

una a su manera, es decir, conceptualmente o en la práctica de la escritura poética, la

relación del castellano con el latín. En su Discurso sobre la lengua castellana, publicado

con la edición de las obras de Fernán Pérez de Oliva59, Ambrosio de Morales lamentaba

la falta de cuidado del castellano en comparación con el italiano, idioma en el cual ya

existía una literatura abundante y de calidad, y llamaba a los escritores de su tiempo a

cultivar «el lenguaje en el que nacieron», es decir, el castellano, inspirándose en la

literatura en griego y latín: hay que «aprend[er] el griego y latín para tener llaves con que

p[odamos] abrir los tesoros de entrambos»60, escribía Ambrosio de Morales. En el caso

de Aldrete y Góngora, la etiqueta de «restauradores insignes del idioma español» ignora

deliberadamente las polémicas que suscitaron sus obras respectivas. Aldrete demostró

que el español era una corrupción del latín61, y que era estrafalaria la fábula del

nacionalista Gregorio López Madera según la cual era el latín el que procedía del

58 ANDRÉS DE UZTARROZ, op. cit., 1638, p. 246. 59 Las obras del maestro Fernán Pérez de Oliva, natural de Córdoba […] con otras cosas que van añadidas, como se dará razón luego al principio, en Córdoba, por Gabriel Ramos Bejarano, año 1586. Las «cosas añadidas» son Quince discursos sobre diversas materias de Ambrosio de Morales, impresos al final, y, sobre todo, un Discurso sobre la lengua castellana del mismo Ambrosio de Morales que sirve de prólogo al Diálogo de la dignidad del hombre. 60 Como no hay paginación en la prínceps, citaré por una edición más reciente: Las obras del maestro Fernán Pérez de Oliva, natural de Córdoba, Madrid, Benito Cano, 1787, I, p. XXIV. 61 Bernardo José ALDRETE, Del origen y principio de la lengua castellana o romance que hoy se usa en España, Roma, Carlo Vullietto, 1606.

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castellano62. Por esta razón, fue acusado por este de menoscabar la dignidad del

castellano, porque su teoría lingüística evolucionista suponía hacer del castellano la

lengua de un pueblo vencido y sometido63. Góngora usó numerosos latinismos léxicos y

sintácticos en su poesía y por esta razón fue acusado por Lope de Vega de hacer peligrar

la lengua castellana, devolviéndola a una fase de indiferenciación con el latín ya superada

históricamente64, y también fue acusado por Quevedo de dañar la antigua y tradicional

«pureza» del castellano65. Uztarroz, omitiendo este contexto polémico, afirma

rotundamente que Góngora cumplió el programa y las expectativas de Ambrosio de

Morales, amigo íntimo del padre de Góngora, y que, como Aldrete, amigo del poeta y

prebendado de la catedral de Córdoba como él, fue consciente de la historia de la lengua

y de la literatura castellanas, ambas procedentes del latín. Plenamente conocedor de esta

historia, Góngora habría buscado en el latín una manera de enriquecer la lengua y la

literatura castellanas. Se trata de una restauración, en cuanto que vuelta a los orígenes.

Quizás tengamos aquí una de las razones del interés de los historiadores por el fenómeno

de la poesía nueva: esta revitalización del castellano a través del latín para ampliar sus

capacidades expresivas sería apasionante para estos especialistas de la historia antigua

que, a cada paso de sus investigaciones de toponimia u onomástica geográfica, tenían que

enfrentarse con el problema de la historia de la lengua66.

Lleguemos ahora a la tercera y penúltima etapa de la polémica. Muerto el padre

Roa el 5 de abril de 1637, su sobrino Díaz de Rivas pretendió continuar el combate. Por

una serie de cartas privadas, sabemos que preparó un libro en el cual defendía ambas tesis

62 Sobre los motivos que llevaron a Bernardo José Aldrete a redactar su obra, véase José MONDÉJAR

CUMPIÁN, «La génesis de una obra: Bernardo J. de Alderete frente a López Madera», en Estudios de Literatura y Lingüística españolas. Miscelánea en honor de Luis López Molina, Lausana, Sociedad Suiza de Estudios Hispánicos, 1992, pp. 457-475. 63 Las acusaciones de Gregorio López Madera contra Aldrete se expresan en diferentes fragmentos de la versión ampliada de las Excelencias de la monarquía y reino de España, Madrid, Luis Sánchez, 1625. Sobre esta polémica, véase Muriel ELVIRA, «Góngora, Dextro y las láminas del Sacromonte», art. cit. 64 Este argumento lo expresa LOPE DE VEGA en La Filomena, f. 196v, ed. Pedro Conde, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2015: «Mas viniendo a una verdad infalible, no deja de causar lástima que lo que los ingenios doctos han procurado ennoblecer en nuestra lengua desde el tiempo del rey don Juan el Segundo hasta nuestra edad del santo rey Filipo Tercero ahora vuelva a aquel principio». 65 QUEVEDO, Prólogo a las obras de Fray Luis de León, eds. Samuel Fasquel y Lía Schwartz, Edición digital y estudio de la polémica gongorina, coord. Mercedes Blanco, Université Paris-Sorbonne-Labex OBVIL, 2017. 66 Los tratados de Rodrigo Caro, Martín de Roa y Juan Francisco Andrés de Uztarroz están llenos de discusiones y polémicas que versan sobre la identificación de ciudades modernas con antiguas localidades del antiguo imperio romano. Todos citan Del origen y principio de la lengua castellana de Aldrete, máxima autoridad en la materia.

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de su tío, es decir, reafirmar el principado de Córdoba en la Bética y, por otra parte,

«demostrar» que san Lorenzo era cordobés. El libro, cuyo título se desconoce, se ha

perdido y ni siquiera estamos seguros de que Díaz de Rivas lo haya terminado. El

cordobés empezó a reunir datos inmediatamente después de la muerte de su tío, y ya había

redactado una primera versión en agosto de 163767. Pero prefirió esperar la salida de la

Defensa de Uztarroz para insertar en su libro una respuesta punto por punto a las

alegaciones del aragonés68. En enero de 1638, Díaz de Rivas también intentó buscar

apoyos en Madrid: escribió a Tomás Tamayo de Vargas para pedirle que apoyara la causa

de los cordobeses acerca de la patria de san Lorenzo. Este, escandalizado, se negó a avalar

lo que consideraba como un disparate, y le contó la maniobra a Uztarroz69. El libro de

Uztarroz salió en Madrid a finales de 1638. Pero las novedades editoriales llegaban tarde

y mal a Córdoba, con lo cual Díaz de Rivas solo recibió la Defensa de Uztarroz en octubre

de 1641 (tres años después de su publicación) de manos de Juan de Saravia70. En mayo

de 1642 aún completaba y pulía su respuesta: «Muy adelante va mi trabajo en lo de san

Lorenzo», confiaba a Ramírez de Prado71. Solo fue en febrero de 1645 cuando, al parecer,

terminó el libro, pero no se sabe si lo llegó a imprimir o no, como estaba previsto72.

Lamentable pérdida la de este libro o de los borradores preparatorios, porque hubiera sido

muy interesante ver cómo Díaz de Rivas, defensor de Góngora, reaccionaba frente a la

recuperación oportunista del poeta cordobés por el eje sevillano-aragonés.

67 BNE, ms. 7095, f. 114. Carta de Juan de Saravia a Francisco de Uztarroz, Córdoba, 13 de agosto de 1637: «Díceme el impresor que aquí un curioso [la continuación de la carta indicará que habla de Pedro Díaz de Rivas] tiene hechos muchos fundamentos que san Lorenzo nació en Córdoba, y que espera contradicciones del Padre Roa [i. e. espera la Defensa de Uztarroz] para sacar su trabajo a luz y comprehender en su tratado los argumentos en contra». 68 BNE, ms. 7095, f. 115. Carta de Juan de Saravia a Francisco de Uztarroz, Córdoba, 3 de noviembre de 1638: «Y así pido al señor contador inquiera a quién se remiten a Madrid algunos cuerpos [de la tan deseada Defensa de Uztarroz] porque los libreros de aquí despacharán por alguna cantidad, que lo desean, en particular el impresor del Principado de Córdoba, que se halla más interesado, porque dice que solo espera verla el licenciado Pedro Díaz de Rivas, sobrino del Padre Roa, que Dios tenga, para sacar a luz mucho que tiene escrito en apoyo de la opinión de su tío». 69 BNE, ms. 8389, f. 162-163. Carta autógrafa de Tamayo de Vargas a Uztarroz, 9 de enero de 1638. 70 BNE, ms. 7095, f. 118. Carta autógrafa de Juan de Saravia a Francisco Andrés de Uztarroz, Córdoba, 27 de octubre de 1641. 71 Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. 2282, f. 171. Carta autógrafa de Díaz de Rivas a Ramírez de Prado, Córdoba, 9 de mayo de 1642. 72 BNE, ms. 7095, f. 129. Carta autógrafa de Juan de Saravia a Francisco de Uztarroz, Córdoba, 7 de febrero de 1645: «Lo que ahora me insta más hacer esto [escribir a vuestra merced] ha sido que, habrá cuatro días, me dijo el impresor que solo faltarían [fragmento ilegible: alguna indicación de tiempo] para dar a la estampa más de cinco pliegos que están escritos en apoyo de que la patria de san Lorenzo sea Córdoba, no Loret, y que hay grandes argumentos contra los lugares de que vuestra merced se vale en su defensorio. Ya le encargué que, como fuesen saliendo los pliegos, me los había de dar, para remitir a vuestra merced».

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Como dije, sabemos que Uztarroz se enteró desde enero de 1638 y por diferentes

canales del proyecto de «contraofensiva preventiva» que preparaba Díaz de Rivas, es

decir en un momento en que todavía estaba redactando su propio libro73. Esto explica que

el diálogo de Uztarroz con el padre Roa sea en realidad un diálogo con tres interlocutores,

con Díaz de Rivas relegado en la sombra, porque Uztarroz le deniega a este el estatuto de

interlocutor legítimo. En efecto, para ilustrar que «siempre fue Córdoba cabeza de su

provincia o también de las otras»74, el padre Roa se apoyaba precisamente en un libro

publicado por Díaz de Rivas en 1627, las Antigüedades y excelencias de Córdoba. El

docto jesuita citaba inscripciones y monedas analizadas por su sobrino al que nombraba

explícitamente y alababa75. Uztarroz responde a las que considera seudo-pruebas,

diciendo que no permiten concluir que Córdoba haya tenido un estatuto especial en la

Bética romana. Por ejemplo, la ciudad de Caesar Augusta (Zaragoza) tuvo las mismas

insignias militares en sus monedas, aunque no era la cabeza de la Hispania Citerior, pues

lo era Tarraco (Tarragona). Por analogía, en el caso de la Hispania Ulterior, la presencia

de estas insignias en las monedas de Corduba no demuestra nada, indica Uztarroz76.

Concluye el aragonés: «bien se echa de ver que el ingenioso andaluz ha cuidado poco de

estudiar las medallas romanas, pues en estas materias son las que desengañan al ingenioso

más presumido»77. Confunde en una fórmula voluntariamente vaga («el ingenioso

andaluz») al tío y al sobrino. Es en este momento cuando Uztarroz saca una vez más a

Góngora del sombrero, para oponer a la ignorancia del dúo cordobés que no supo

interpretar las monedas la gran erudición del poeta y su supuesta pericia en materia de

numismática. Al comentar las monedas reproducidas en las Antigüedades y excelencias

de Córdoba, escribe:

En los astiles que cruzan ambas astas penden de cada una dos corazones y en la lanza que está en el medio hay un águila que tiene en las garras los rayos del tonante.

73 Lo supo, como mínimo, de Tomás Tamayo de Vargas y de Juan de Saravia. BNE, ms. 8389, ff. 162-163. Carta autógrafa de Tamayo de Vargas a Uztarroz, 9 de enero de 1638. BNE, ms. 7095, f. 115. Carta autógrafa de Juan de Saravia a Uztarroz, 3 de noviembre de 1638. 74 Martín de ROA, Antiguo principado de Córdoba, f. 22v. 75 Ibíd., f. 16v: «Mas de la inteligencia de esta piedra, y cosas particulares de ella, escribió eruditamente nuestro sobrino, el licenciado Pedro Díaz de Rivas, que será gusto leerlo a quien le tuviere bueno de tan lucidas antigüedades». 76 ANDRÉS DE UZTARROZ, op. cit., 1638, p. 232. 77 Ibíd.

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A esta erudición aludió el cultísimo Cisne del Betis, cuando llamó ave de Júpiter al águila en la Soledad primera:

Halló hospitalidad donde halló nido de Júpiter el ave78.

Y en la estancia 33 de su elocuentísimo Polifemo la describe artificiosamente en estos números:

No el ave de Júpiter [sic] así el fragoso nido corona inmóvil, mientras no desciende rayo con plumas, al milano pollo que la eminencia abriga de un escollo79.

Góngora asoció en sus versos el águila, los rayos y Júpiter, de la misma forma que

están asociados en las monedas antiguas. Para demostrarlo Uztarroz no duda en intervenir

en el verso de Góngora, sustituyendo a la lección correcta («no el ave reina») otra que

explicita la vinculación entre el águila y Júpiter. Dudo que se trate de un error de memoria,

porque, así modificado, el verso deja de ser un endecasílabo: me parece más bien una

reescritura con una finalidad didáctica para aclarar el concepto del verso. De este modo,

Uztarroz está a un paso de hacer de Góngora un experto en numismática con una fórmula

voluntariamente vaga («A esta erudición aludió el cultísimo Cisne del Betis»). Si dejamos

de lado la estratagema de subrayar la supuesta pericia de Góngora para ponderar la

ignorancia de sus compatriotas y, por otra parte, las evidentes rivalidades entre

excomentaristas de Góngora, diremos que los símbolos de las monedas le trajeron a la

memoria versos de Góngora, porque estos tienen una plasticidad y una eficacia visual que

se prestaban a esta asociación de ideas.

No es este el único caso de una utilización de Góngora en el universo profesional

de los historiadores. Analizaré otro. A continuación, Uztarroz cita y explica una

inscripción toledana que menciona el nombre latino de Huesca (Osca), inscripción que le

comunicó Tomás Tamayo de Vargas, después de haberla «restaura[do]»:

HERCUL. P. ENDOVEL. TOL. V. V. OSCA DEIS. TUTEL. COMPEDII. URSOS. TAUROS.

78 Soledad primera, vv. 27-28. 79 ANDRÉS DE UZTARROZ, op. cit., 1638, p. 233. Los versos de Góngora citados están en la Soledad primera, vv. 261-264.

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AVES MARINAS. QONDAM. D. D.80

Uztarroz la traduce y explica en estos términos: «La ciudad de Toledo, con decreto

de sus Decuriones, dedicó a Hércules Endovelecio, su patrono, y la ciudad vencedora

Huesca a sus Dioses geniales, a cuyo cargo estaba la tutela y amparo de su ciudad, a estos

les consagró osos, toros y alciones». «Alciones» es la traducción propuesta para el

sintagma «aves marinas» y así lo justifica explícitamente:

Esto parece que significa «ave marina». Muéveme el epíteto a sospechar esto, por haberlo visto usado en un gran poeta cordobés que, describiendo el Alción que empollaba sus huevos sobre un escollo del mar, dijo:

Marítimo Alcïón, roca eminente, sobre sus huevos coronaba el día que espejo de zafiro fue luciente la playa azul de la persona mía81.

Resulta que esta inscripción había sido descubierta y ofrecida a los lectores por

primera vez por el padre Francisco de Portocarrero en su Libro de la descensión de

Nuestra Señora a la santa iglesia de Toledo y vida de san Ilefonso, aunque la leía de

forma diferente:

HERCUL. P. INDOVEL. TOL. V. V. OSCA DEIS. TUTELLA. COMPEDIT. TAUROS, URSOS, AVES LYBIC. QUODAM. D. D82.

El padre Portocarrero la interpretaba así: «Toledo ciudad antigua dedica a Hércules

padre y a los dioses Endovelico y Pluraneo [sic] y a los dioses de su guarda que están

atados osos, toros u avestruces cada año»83.

Una de las diferencias radica en la lectura del sintagma «aves marinas» vs. «aves

lybicas» (aves de Libia, es decir, avestruces). La correspondencia de Uztarroz muestra

que el cronista de Aragón tenía serias dudas acerca de la fiabilidad de la inscripción que

80 ANDRÉS DE UZTARROZ, Defensa de la patria, p. 13. 81 Ibíd. La cita de Góngora procede de Polifemo, vv. 417-420. 82 Francisco de PORTOCARRERO, Libro de la descensión de Nuestra Señora, Madrid, Luis Sánchez, 1616, f. 4r. 83 Ibíd., f. 4v.

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104

había reproducido en su libro, porque, poco después de la salida de la Defensa, le pidió a

Francisco Jiménez de Urrea que la fuera a verificar in situ84. Años después, otro de sus

corresponsales, el canónigo sevillano Juan Gómez Bravo, le escribió para decirle también

que dicha inscripción le parecía errónea85. Lo que me parece innegable es que el

conocimiento previo de unos versos de Góngora inclinó a Tamayo de Vargas, admirador

entusiasta de Góngora, a reconocer en la inscripción una fórmula cercana a la de los

versos gongorinos86 (lo mismo que Rodrigo Caro reconoció en una cita de Estrabón un

verso de Góngora) y que su amigo Uztarroz, también defensor y admirador del poeta

cordobés, prolongó esta interpretación, identificando ahora las aves marinas con los

alciones, apoyándose esta vez explícitamente en la autoridad de Góngora. Parece que los

dos amigos proyectan en la inscripción un sentido y una interpretación gongorina: especie

de lectura alucinada que hace de Góngora una autoridad en materia de epigrafía.

La última etapa de recuperación oportunista de Góngora en libros de antigüedades

que presentaré se encuentra en el Museo de las medallas desconocidas españolas, de

Vincencio Juan de Lastanosa, señor de Figaruelas87. Fue Lastanosa un influyente patricio

de Huesca, culto y adinerado, que protegió la carrera de ingenios tan famosos como

Gracián o Juan Francisco Andrés de Uztarroz, con quienes compartía, más allá de las

diferencias de rango y estatuto, aficiones por las antigüedades y la poesía de Góngora88.

Los vínculos entre Uztarroz y Lastanosa eran particularmente estrechos89. Por ejemplo,

el cronista de Aragón utilizó para la redacción de su Defensa de la patria del invencible

mártir san Laurencio «documentos medievales de las tradiciones laurentinas oscenses

84 ARCO Y GARAY resume esta carta de Uztarroz a Jiménez de Urrea, op. cit., p. 156. 85 Carta de Juan Gómez Bravo a Andrés de Ustarroz, 4 de junio de 1641. ARCO Y GARAY, op. cit., p. 207. 86 La fórmula de «aves marinas» no se encuentra en Góngora. Sí encontramos con el mismo sentido «pájaro marino» en el romance que empieza por «¿Qué lleva el señor Esgueva?», v. 44, y el adjetivo «marino» es muy frecuentemente asociado a sustantivos para crear perífrasis (dios marino, marino joven, marino amante, marino instrumento, marino instrumento, marino monstruo, marino Dédalo, Júpiter marino, marino toro, marinos reflujos). 87 Museo de las medallas desconocidas españolas, Huesca, Juan Nogués, 1645. 88 Sobre este caballero oscense, véase el catálogo de la exposición Vincencio Juan de Lastanosa (1607-1681). La pasión de saber, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2007 y, en particular, las contribuciones en ese volumen de Carlos GARCÉS MANAU, «Vincencio Juan de Lastanosa: una biografía», pp. 25-41 y de Almudena DOMÍNGUEZ ARRANZ, «Monedas, medallas y piedras preciosas en el “Museo discreto” de Vincencio Juan de Lastanosa», pp. 125-133. Véase también de la misma autora «Nada es más hermoso que conocer: Lastanosa, entre el anticuarismo y la erudición», Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 40, 2008, pp. 205-218. 89 No menos estrechos fueron durante veinte años los vínculos con Gracián. Este le dedicó obras y Lastanosa se presenta como editor y casi coautor de varias de ellas. Además, una de las localidades alegóricas del Criticón, el «Museo del Discreto», o palacio de Salastano, alude de manera transparente, anagrama incluido, a la casa de Lastanosa y su erudito museo.

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cuyo propietario era Vincencio Juan de Lastanosa»90 o contribuyó al Museo de las

medallas con un discurso preliminar, junto a otros dos eruditos91. A pesar de esta filiación

intelectual, el libro de Lastanosa no participa de ninguna manera en las polémicas

historiográficas por la supremacía de las diferentes ciudades españolas (Córdoba vs.

Sevilla o Córdoba vs. Huesca), porque se da como objeto el estudio de las monedas que

se acuñaron en toda la Hispania romana, y no en cada una de sus antiguas provincias. En

estas condiciones, Góngora no podía ser utilizado para realzar la dignidad de una ciudad

en particular, sino para enaltecer las antigüedades de la nación española, cambio de escala

importante para valorar la creciente aceptación de Góngora entre los eruditos de su

tiempo.

En el Museo, Lastanosa reproduce monedas procedentes de su colección particular

o de la de eruditos de su círculo y explica su procedencia y los símbolos que representan.

Versos de Góngora adornan en ocho ocasiones el tratado, relativamente corto, y este es

el único poeta citado junto al aragonés Leonardo de Argensola. Estudiaré un solo caso de

cita, pero muy representativo. Permítaseme citar un largo fragmento, respetando los

cambios de caracteres del impreso. Lastanosa está comentado la siguiente moneda:

90 Carlos GARCÉS MANAU, art. cit., p. 33. 91 Francisco Jiménez de Urrea y el jesuita Pablo Albiniano firmaron los otros dos discursos.

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[Detalle de la moneda n°2, Lastanosa, Museo de medallas desconocidas españolas, p. 22. Ejemplar

reproducido procedente de la biblioteca de la Universidad de Berkeley, digitalizado en Google Books.]

La segunda [moneda] tengo entre mis antigüedades, y se halló sobre el monasterio de San Juan de la Peña, en un lugar que llamaron Panno, donde edificaron una ciudad pequeña los aragoneses que se retiraron a los Pirineos, en la pérdida de España, huyendo del furor de los moros. Don Juan Briz Martínez92, docto averiguador de las memorias antiguas de nuestro reino, se persuade que este sitio se llamó Panno por haberse dedicado a Pan, dios de los pastores, y en la última prueba concluye diciendo que «esta averiguación se hace más creíble por haberse hallado, en lo más oculto de este monte, algunas medallas antiquísimas con la imagen de este Dios (según nos la representan Georgio Veneto93 y otros autores) CON ALGUNAS LETRAS A LO QUE SE PUEDE COLEGIR CALDEAS».

92 Juan BRIZ MARTÍNEZ (1570-1632) historiador, teólogo, racionero de la santa catedral de Zaragoza y vicerrector de la universidad de la misma ciudad. La cita procede de Historia de la fundación y antigüedades de San Juan de la Peña, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1620, p. 5. 93 Franciscus GEORGIUS VENETUS (1460-1540), franciscano veneciano, especialista de la cábala, citado aquí por De harmonia mundi totius cantica tria, 1525, cántico 1, c. 5.

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Vincencio Cartario en las Imágenes de los dioses antiguos94, Carlos Estéfano en su Diccionario95, don Sebastián de Covarrubias en el Tesoro de la lengua castellana y el licenciado Pedro Sánchez de Viana en las Anotaciones al libro primero de Ovidio pintan a Pan «del medio cuerpo arriba como hombre, con dos cuernos en la frente derechos hacia el cielo, la cara muy colorada, barba larga, cubierto el pecho de una piel de varios colores manchada que llamaban «nebrida»96 del medio abajo le pintaban velloso cono cabrón, con pies del mismo animal, en la mano le ponen zampoñas de siete cañas y en la otra un bastón o gancho pastoril»97. Conviene con esta descripción una estatua de bronce que tengo en mi librería, menos el albogue y cayado, porque tiene98 un vaso con ambas manos. Y por ser medio hombre y medio cabra le llamó don Luis de Góngora «semicapro», en la Soledad primera, refiriendo las bodas pastorales que admiró el peregrino que introduce en ella, el cual cantó dulcemente así:

Bajaba, entre sí, el joven admirando armado a PAN o semicapro a Marte en el pastor mentidos […]99

Usa don Luis de Góngora de un antiteton elegantísimo, dándole a Pan atributo de Marte y al Dios de la guerra el epíteto de Pan, para significar la valentía de aquel pastor. Muy frecuentes se hallan estas locuciones en este gran poeta, pero bastará para ilustración de este lugar la pintura que describió de Galatea, en la fábula de su amante Polifemo:

Ninfa de Doris hija, la más bella, adora, que vio el reino de la espuma Galatea es su nombre, y dulce en ella el terno, Venus, de sus Gracias suma. Son una y otra luminosa estrella lucientes ojos de su blanca pluma: si roca de cristal no es de Neptuno, pavón de Venus es, cisne de Juno100.

No parece que conviene el rostro de la medalla con la pintura de PAN, pues no tiene en la cabeza las señales que le atribuyen101, ni el delfín puede ser símbolo suyo, sino de Neptuno, demás que el reverso desvanece semejantes conjeturas, porque nunca los pastores celebran sus juegos con caballos, sino saltando, luchando y corriendo; y así don Luis de Góngora con mucha propiedad les dio estos ejercicios a los serranos que introduce en la Soledad primera:

94 Vicenzo CARTARI en italiano o Vincencio Cartario en español (c. 1531-1571) escribió Le imagini degli Dei degli Antichi, nelli cuali sono descritte le religione degli Antichi, riti e ceremonie loro, con l’agiunta di molte principali imagini e con l’esposizione in epilogo di ciascheduna e suo significato, Lugduni, Barptolemaun Honoratum, 1556, una especie de vasto repertorio de los dioses de la Antigüedad, descritos con sus respectivos atributos. Para cada divinidad cita versos de poetas y fragmentos de historiadores de la Antigüedad, y algunos grabados ilustran la explicación representando a los dioses con sus respectivos atributos. 95 Charles ESTIENNE (1504-1564), lingüista francés, autor de numerosos y muy difundidos diccionarios: Dictionarium latino-graecum, París, 1554. Dictionarium latino-gallicum, París, 1552. Dictionarium historico-geographico-poeticum, Ginebra, 1590. 96 Palabra en latín (nebris, nebridis, f.) que designa normalmente la piel de cervatillo con la que se cubrían las bacantes y sacerdotes de Ceres. 97 Las Transformaciones de Ovidio traducidas del verso latino en tercetos y octavas rimas, por el licenciado Viana en lengua vulgar castellana. Con el Comento y explicaciones de las Fábulas, Valladolid, Diego Fernández de Córdova, 1589, f. 46v. 98 El verbo «tiene» se emplea aquí en el sentido de «lleva». 99 Polifemo, vv. 233-235. 100 Ibíd., vv. 97-104. 101 Habla de los cuernos.

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Ya el formidable salto, ya a la ardiente lucha, ya a la carrera polvorosa: el menos ágil, cuantos comarcanos convoca el caso, el solo desafía, consagrando los palios a su esposa, que a mucha fresca rosa beber el sudor hace al [sic] de su frente, mayor aun del que espera en la LUCHA, en el SALTO, en la CARRERA102.

Las letras que contiene esta medalla, por las demás que se hallan en este museo, se conoce que no son caldeas, sino españolas103.

El propósito de Lastanosa en estas líneas es demostrar que la moneda número dos

de su Museo (la que reprodujimos más arriba) no es, como creyó Juan Briz Martínez, una

moneda caldea, sino española. Para probarlo se apoya en dos argumentos. Primero, la

figura representada no es el dios Pan, porque no tiene sus atributos icónicos tradicionales:

cuernos en la frente, cara colorada, barba larga, por hablar tan solo del rostro, que es la

única parte del cuerpo representada en la medalla. Al contrario, los símbolos grabados en

la medalla, un delfín y un caballo, son incompatibles con Pan, dios esencialmente pastoril.

Segundo argumento: las escrituras del anverso, que Lastanosa no llega a identificar, se

parecen a las de otras monedas que indudablemente son españolas. No desarrolla para

nada la demostración lingüística, porque era la más difícil de apuntalar, ante la falta de

conocimientos de la época sobre el antiguo alfabeto ibérico104. Por lo tanto, insiste en las

características icónicas de Pan. Y, al lado de autoridades tan prestigiosas como Vicenzo

Cartari y Charles Estienne para el humanismo franco-italiano, y Sebastián de Cobarruvias

y Pedro Sánchez de Viana para el humanismo hispánico – elevado a la dignidad del

europeo por la magia de una simple enumeración –, cita Lastanosa la autoridad de Luis

de Góngora. El modelo retórico que sigue aquí Lastanosa es el del libro de Cartari Le

imagini degli dei degli antichi, en el que la descripción de los dioses es corroborada con

citas de poetas de la Antigüedad. Los versos de Góngora adquieren, pues, la misma

102 Soledad primera, vv. 564-572. En la edición de Antonio Carreira, el verso 570 se lee así: «beber el sudor hace, de su frente,». 103 Vincencio Juan de LASTANOSA, Museo de las medallas desconocidas españolas, Huesca, Juan Nogués, 1645, pp. 57-61. 104 En el prefacio «A los lectores», Lastanosa confiesa sin tapujo su incapacidad (que era también la de sus compatriotas) para descifrar este alfabeto: «Las notas y caracteres de las medallas españolas son tan extraños y exquisitos que, habiendo hecho diligencias no vulgares para averiguarlos por ver si podría formar un alfabeto y rastrear con él sus misteriosos secretos, me hallo imposibilitado de alcanzarlos. Solamente una cosa se puede colegir de estas medallas, que llamamos desconocidas: que han de ser propias de España y no de otra nación, porque juntamente en ellas hay inscripciones romanas con los nombres de los lugares donde se acuñaron y en los reversos letras españolas», sin foliar.

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autoridad que los de Virgilio, Ovidio u Horacio, para demostrar cómo se representaba al

dios Pan en la antigüedad clásica, como si Góngora fuera un poeta latino más. Gracias a

las citas de versos gongorinos, no solo esboza un retrato de Pan de cuerpo entero, sino

que explica también cuáles eran las actividades y los juegos propios de los pastores, en

los que no pueden entrar los ejercicios ecuestres, por razones de decoro, porque el caballo

es, para Lastanosa, un atributo natural de los equites, es decir, de la nobleza. La cita de

los versos de las Soledades, donde observa una elegante antítesis, lo lleva a una digresión,

en parte por el palpable placer de citar y comentar versos gongorinos – tributo sincero de

admiración – y también porque la octava del Polifemo ofrece otra pequeña estampa o

viñeta, fácilmente memorizable, que reúne y mezcla los atributos específicos de dos

diosas del Olimpo, como en el caso anterior. La calidad icónica de los versos de Góngora

y la unidad de la octava que permite aislar sin problema un fragmento son particularmente

eficaces para ilustrar una realidad mitológica y servir de autoridad científica al

historiador. Por lo demás, el pequeño enigma que contienen los versos (con la mezcla de

atributos de los dioses) requiere del lector la misma capacidad de interpretación y análisis

que la lectura correcta de las monedas, porque el lenguaje simbólico que movilizan el

poema y los numismas es fundamentalmente el mismo.

***

En el siglo XVII, la historia todavía mantiene una ambición retórica y estética. Por

ejemplo, en el diálogo de El culto sevillano de Juan de Robles se citan exclusivamente

historiadores como dechados del buen estilo en prosa105. Por otra parte, el relato histórico

se entiende, en la mayoría de los casos, como celebración de la gloria local o nacional.

Está muy claro en el caso de la descripción de las antigüedades de una ciudad: el ejercicio

se transforma inmediatamente en laus urbis. Estas dos características explican que el

poeta y el historiador tengan la misma utilidad social, como profesionales de la escritura,

y – de ahí – un interés recíproco. A juzgar por los ejemplos presentados, el interés

específico por Góngora de los historiadores se explica porque cumplía las expectativas

profesionales de este colectivo: exactitud referencial, erudición, vuelta al latín, necesidad

105 Juan de ROBLES, El culto sevillano, ed. Alejandro Gómez Camacho, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1992, p. 136.

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de interpretar con ingenio sus versos, tan elípticos como las inscripciones lapidarias que

«restauraban» a diario, unos versos que movilizaban además un código simbólico de

absoluta coherencia, similar al que encontraban en monedas y medallas. De ahí que se

apropien su poesía y traten de recuperar su memoria. El recorrido cronológico que hemos

propuesto muestra también la reivindicación de Góngora más allá de su patria chica. Ya

que los historiadores cordobeses son incapaces de celebrarlo dignamente, sus rivales

sevillanos y aragoneses se hacen cargo del homenaje, e instrumentalizan la imagen y los

versos de don Luis para ensalzar su propia ciudad, hasta que, al final, Góngora es

utilizado, como poeta genuinamente español, para recuperar antiguallas de Hispania que

unos imprudentes eruditos habían atribuido a otras naciones. En medio siglo, Góngora ha

pasado del estatuto de poeta cordobés al de poeta español.

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RECIBIDO: MAYO 2018 APROBADO: JUNIO 2018

DOI: 10.14643/62C