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1 HISTORICIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS I.- A nivel universal, este nuevo siglo se postula que debe ser caracterizado como el de “los derechos humanos”. La causa de los derechos humanos se esgrime para justificar invasiones en nombre de la defensa en la seguridad de las personas y sus derechos, o para declarar antagónicamente que los invasores los violan. En el hablar común, cada vez que aparece algún crimen impactante, se proclama que se han violado derechos humanos; y cuando alguna autoridad omite garantizar la seguridad de los jóvenes que concurren a alguna presentación de un grupo musical, también se los reclama airadamente. Para no caer en errores conceptuales que ulteriormente derivan en confusiones interesadas y no mezclar el agua con el aceite, sólo existe un mecanismo de aproximación al tema, que ineludiblemente debe estar vinculado con el nacimiento de los derechos humanos como concepción políticosocial y sus ulteriores desarrollos hasta nuestros días. Para comenzar hay que ubicar la cuestión en el momento del nacimiento del Estado moderno en Occidente. No es que antes no se reconocieran derechos

Historicidad de los derechos humanos - González Gartland

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Gónzalez Gartland, Historicidad de los derechos humanos, en Derechos Humanos para estudiantes, comp. Gabriela Cauduro, Bs As., UNGS, 2007.

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    HISTORICIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS

    I.-

    A nivel universal, este nuevo siglo se

    postula que debe ser caracterizado como el de los derechos

    humanos. La causa de los derechos humanos se esgrime para

    justificar invasiones en nombre de la defensa en la

    seguridad de las personas y sus derechos, o para declarar

    antagnicamente que los invasores los violan. En el hablar

    comn, cada vez que aparece algn crimen impactante, se

    proclama que se han violado derechos humanos; y cuando

    alguna autoridad omite garantizar la seguridad de los

    jvenes que concurren a alguna presentacin de un grupo

    musical, tambin se los reclama airadamente.

    Para no caer en errores conceptuales

    que ulteriormente derivan en confusiones interesadas y no

    mezclar el agua con el aceite, slo existe un mecanismo de

    aproximacin al tema, que ineludiblemente debe estar

    vinculado con el nacimiento de los derechos humanos como

    concepcin polticosocial y sus ulteriores desarrollos

    hasta nuestros das.

    Para comenzar hay que ubicar la

    cuestin en el momento del nacimiento del Estado moderno en

    Occidente. No es que antes no se reconocieran derechos

  • 2

    individuales, sino que con el ascenso de la burguesa se

    socavan los poderes omnmodos de la monarqua, cuya

    soberana se entenda o justificaba como emanacin de un

    mandato divino.

    Las reivindicaciones primero de los

    baronets en Inglaterra -Carta Magna, 1215-, el Bill of

    Rights - 1689 - son expresiones que comienzan a conformar

    un cuerpo jurdico que limita el poder del Estado frente a

    la sociedad civil, fundamentalmente frente a quienes

    pujaban por ascender socialmente desplazando a la nobleza.

    Pero estos antecedentes no tuvieron la influencia universal

    de la ms grande Revolucin del Siglo XVIII, sino que se

    vieron limitados a incidir en la conformacin de los

    Estados Unidos, en especial la Declaracin de Derechos de

    Virginia de 1776 y las primeras diez enmiendas a la

    Constitucin Federal - 1789-, ya que el texto original de

    la constitucin norteamericana no contena declaracin de

    derechos alguna, limitndose a una estructuracin de los

    poderes del Estado, y a la regulacin de las relaciones

    entre los Estados y la Unin.

    Por el contrario, la Revolucin

    Francesa, con la Declaracin de los Derechos del Hombre y

    del Ciudadano de 1789 plantea un programa de

    reivindicaciones de derechos acorde con los intereses de la

  • 3

    burguesa y de tono universal, ya que tiene como

    destinatarios no slo a los ciudadanos sino a todos los

    hombres en tanto tales. Paradojas de la historia: sus

    principios fueron difundidos por el Imperio napolenico y

    sirvieron como antecedente a las sucesivas constituciones

    liberales europeas.

    Las revoluciones populares de 1848 y la

    obrera de 1870 no abjuraron de las declaraciones de

    derechos civiles y polticos que contena la Declaracin de

    1789, pero marcaron en sus proclamas que sus nicos

    beneficiarios eran los dueos del capital. Pretendan su

    universalizacin a favor de los trabajadores. Lo propio

    hacan los nacientes partidos socialdemcratas, que

    adquiran relevancia especialmente en la actual Alemania:

    cada uno de sus reclamos se mezclaba con proclamas de

    adhesin no slo a la libertad sino a la igualdad,

    aderezadas con llamados a la fraternidad cuando se oponan

    a aventuras guerreras. O sea: la trada revolucionaria de

    1789 apareca como bandera no de todos sino de los

    trabajadores.

    Fracasada y reprimida la Revolucin

    rusa de 1905, la Primera Guerra Mundial pari la Revolucin

    de 1917, primero encabezada por mencheviques y populistas

    aliados con los cadetes como expresin ms notoria de la

  • 4

    protoburguesa rusa, y completada el 7 de noviembre por la

    toma del aparato del Estado por los bolcheviques con un

    poder inestable por la intervencin polaca, britnica y

    francesa, fogoneada por los Estados Unidos. Consolidado con

    grandes sacrificios de todo tipo el poder del Partido

    Comunista, tericamente la institucionalizacin de la

    Revolucin incluy los derechos civiles y polticos de los

    ciudadanos soviticos y dise algunos otros, hasta

    entonces no previstos.

    Fue slo despus de la derrota de las

    potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial que la

    justificacin de las potencias vencedoras se formul con la

    Declaracin Universal de los Derechos Humanos, sancionada

    por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de

    diciembre de 1948, tres aos despus de la redaccin de la

    Carta de las Naciones Unidas y un da despus de la

    aprobacin de la Convencin contra el Genocidio.

    Entre 1948 y 1966 los ya enfrentados

    bloques de esa era bipolar tironearon hasta llegar a la

    redaccin de dos Pactos que aspiraban a convertir en

    operativa la Declaracin: los Pactos Internacionales de

    Derechos Civiles y Polticos y de Derechos Econmicos,

    Sociales y Culturales. El primero recoga el paradigma

    democrtico, universalmente declarado ms all de que fuera

  • 5

    efectivamente respetado; el segundo daba satisfaccin, por

    lo menos tericamente, a una nueva categora de derechos

    humanos y a la presin ejercida por los Estados de la

    rbita sovitica y del Tercer Mundo.

    Pero no quedaron all las cosas. La

    presin ejercida por mltiples organizaciones no

    gubernamentales y por pases del Tercer Mundo condujo a

    incorporar nuevos derechos, los de incidencia colectiva,

    que vinieron a conformar una tercera categora. Tal el caso

    del derecho ambiental, o el de los consumidores, y

    mayormente el derecho al desarrollo.

    Ya es clsico, entonces, hablar de

    derechos humanos de primera, segunda y tercera generacin.

    Caracterstica comn de todos ellos es su universalidad,

    cuyo significado primero es que todo ser humano es portador

    de ellos y los Estados son responsables no slo de

    garantizarlos, protegerlos, promoverlos y sancionar sus

    violaciones, sino de brindar adecuada reparacin a las

    vctimas de tales violaciones. El siglo XVIII unido en

    progresin histrica con el siglo XX.

    II.-

    As como en cada poca histrica

    adquieren distinto nfasis los reclamos de vigencia de los

    derechos fundamentales es preciso advertir que segn el

  • 6

    estadio de desarrollo econmico social as sern esas

    reivindicaciones. Usualmente aparecen en primer trmino

    luchas - algunas muy cruentas - por el reconocimiento de

    los derechos civiles y polticos negados a grandes mayoras

    (caso del apartheid), pero ni bien formalmente esos

    derechos son reconocidos se profundiza el de los derechos

    econmicos, sociales y culturales, lo que no significa que

    algunas veces tengan tal grado de integracin que se

    reclame por ellos simultneamente (una vez ms el caso del

    apartheid, en que el reclamo de los derechos civiles y

    polticos necesariamente iba acompaado de la

    reivindicacin cultural de la negritud).

    Pero, en ltima instancia, lo

    determinante es lo econmico. En pases altamente

    desarrollados slo las clases subordinadas y las minoras

    reclamarn por los ms notorios ataques estatales a los

    derechos civiles y polticos, ms centralmente buscarn

    avanzar en el mbito de los derechos de segunda generacin

    (derechos econmicos, sociales y culturales) y tratarn de

    incorporar a fracciones de clase mejor posicionadas

    socialmente en los reclamos de derechos de la tercera

    generacin. En pases de desarrollo medio es probable que

    los reclamos por derechos de las tres generaciones sean

    acumulativos. Y en aqullos hipcritamente llamados en

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    vas de desarrollo suelen dinimizarse las pretensiones de

    las masas subordinadas ms acentuadamente en los derechos

    econmicos y sociales, sin que para ello sea preciso que

    haya idelogos que los instiguen, porque lo que suele estar

    en juego es la sobrevivencia.

    Claro est que hay oportunidades en que

    grandes desastres naturales o sociales permiten descubrir

    al comn de los mortales que los derechos humanos

    proclamados por los Estados no tienen el mnimo de

    realizacin. Quiz tengamos ante nosotros una de esa

    emergencias: el huracn Katrina ha puesto en evidencia la

    extrema pobreza en que viven los ciudadanos norteamericanos

    en los Estados pobres como Mississippi, Alabama y otras

    regiones del sur estadounidense y la poca atencin que

    gobiernos de todo signo prestaron a los mismos, en una

    mezcla de racismo y desprecio por los ms pobres.

    III.-

    Los Estados de cualquier signo muchas

    veces no han trepidado en violar los derechos fundamentales

    y, en primer lugar, el derecho que es presupuesto

    indispensable de todos los dems derechos: el derecho a la

    vida. Por ejemplo, la Carta de las Naciones Unidas prohibe

    como un virtual delito internacional la guerra, aceptando

    slo la de legtima defensa y la que es promovida por la

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    propia organizacin mundial: no admite ni guerras

    preventivas ni guerras de agresin, por lo menos hasta

    ahora y declarativamente. Y sin embargo, las potencias que

    tienen garantizada la impunidad por su podero o porque

    actan objetivamente al servicio de intereses de las

    grandes potencias, han violado y siguen violando el derecho

    a la vida y el derecho a la paz. La justificacin, en

    general, ser la de que se causa un dao para evitar uno

    mayor por el que no se responde, tras cuya argucin se

    esconden las verdaderas causas, sea el inters por

    controlar recursos naturales o consideraciones

    geopolticas. El crimen de la guerra del que hablaba Juan

    Bautista Alberdi sigue siendo reiteradamente cometido y an

    anunciado con total desprecio por las propias normas que se

    dice defender.

    La virtual disolucin del bloque

    sovitico por su incapacidad para mantener primaca en la

    carrera tecnolgica y renunciar a mecanismos autoritarios,

    ha dado lugar a un mundo unipolar, con una potencia

    hegemnica, los Estados Unidos, que tiene un record de

    violacin masiva de los derechos humanos fuera de sus

    fronteras, por accin directa o de sus comandados. Y ese

    Estado con el mayor producto bruto mundial y las mayores

    acreencias estatales y privadas en todo el mundo (tambin

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    con la mayor deuda externa), no ha trepidado en dejar sin

    ratificacin la mayora de los tratados de derechos

    humanos, mantiene y extiende la aplicacin de la pena de

    muerte cuando el Pacto de San Jos de Costa Rica promueve

    su derogacin y ratifica la Convencin contra el Genocidio

    haciendo todo tipo de reservas que la hacen virtualmente

    inaplicable a sus sbditos; y ello despus de 38 aos de

    haber sido abierta a su ratificacin por las Naciones

    Unidas y cuando ya 97 Estados la haban ratificado. Ms

    an: se niega a ratificar el Tratado de Roma que establece

    el juzgamiento de las masivas y graves violaciones de los

    derechos humanos por una Corte Internacional y reclama de

    los Estados que concedan inmunidad a sus efectivos

    militares cuando acten en esos Estados, con lo que en

    rigor lo que hace es preanunciar que sus tropas violarn

    los derechos humanos en esos pases, que no podrn juzgar

    sus delitos. Y, a mayor abundamiento, insiste en su derecho

    a promover intervenciones militares (guerras),

    supuestamente para restablecer los derechos humanos en

    los pases que no le son afectos ni subordinados, ocultando

    cuidadosamente las violaciones de los derechos humanos en

    aquellos Estados donde los gobiernos locales se le

    subordinan o actan como sus virtuales agentes, como es el

    caso del Reino de Arabia Saudita que ostenta un repertorio

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    de violaciones a los derechos civiles y polticos, y no

    slo a los econmicos, sociales y culturales que la mayora

    de los Estados no respetan.

    Qu decir de Estados donde el desprecio

    por el derecho a la vida parece connatural, o aqullos con

    una cultura distinta, que admiten y proclaman la diferencia

    abismal entre hombres y mujeres, o castigan con la muerte

    el adulterio. O constituyen Estados teocrticos,

    excluyentes por principio de la libertad religiosa. O donde

    los reyezuelos pueden designar a sus futuras esposas,

    eligindolas en justas pblicas, sin que importe su

    consentimiento.

    A 57 aos de la Declaracin Universal

    de los Derechos Humanos, su efectiva vigencia es enclenque.

    IV.-

    Presentado este rpido repaso de la

    evolucin histrica de los derechos fundamentales, su

    enriquecimiento discursivo y una realidad que choca con su

    respeto, conviene discutir un aspecto que aparece

    oscurecido por esa misma realidad y por la interesada

    ignorancia que se mantiene sobre su contenido.

    Por ejemplo, hemos visto reclamos del

    estilo de poner en cuenta de un homicida comn la violacin

    del derecho humano a la vida. U omos en boca de quienes

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    defienden a los militares que entre nosotros organizaron y

    llevaron a la prctica una poltica de sistemtica y grave

    violacin de los derechos humanos, decir que quienes dieron

    lugar a ello fueron los subversivos que tambin los

    violaron, que fueron esas violaciones de los disidentes las

    que obligaron a una respuesta cruenta, donde hubo algunos

    excesos.

    Esto nos conduce a la necesidad de

    definir quien o quienes pueden ser sujetos activos de

    violaciones a los derechos humanos. Por principio, debemos

    afirmar tajantemente que es el Estado, sus agentes o

    quienes actan con su aquiescencia o con prescindencia y

    garanta de impunidad los nicos que pueden ser

    responsabilizados por la violacin de los derechos humanos,

    y que la sociedad civil y sus integrantes pueden ser

    responsabilizados por delitos que afectan los derechos

    humanos, pero no son imputables de violarlos, sino de

    cometer esos delitos.

    Es que la esencia del derecho penal -

    como mxima expresin del poder coercitivo del Estado en

    tiempo de paz, as como la guerra es la mxima expresin de

    ese poder en el campo internacional - consiste en sancionar

    a quienes infringen los derechos que el derecho penal de

    cada Estado tutela (la vida, la integridad psicofsica, la

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    libertad individual o el derecho de huelga, por ejemplo),

    mientras que el derecho internacional de los derechos

    humanos apunta a su utilizacin en supuestos de violacin

    masiva y sistemtica de esos derechos o de actos u

    omisiones de los Estados para garantizar su efectiva

    vigencia. Y aqu aparecen algunas perplejidades que vale la

    pena tratar de despejar.

    Buscar arribar a algunas conclusiones

    sobre este extremo nos lleva a tener que, aunque ms no sea

    esquemticamente, distinguir el derecho internacional de

    los derechos humanos del derecho internacional humanitario.

    V.-

    Consternado por la cuanta y crueldad

    de las vctimas de la batalla de Solferino (1859), el suizo

    Henri Dunant comenz una tarea que lo llev a fundar la

    Cruz Roja Internacional (1864) y a presionar a las

    potencias europeas para lograr que se limitaran los efectos

    ms brutales de los conflictos armados. Aqu radica el

    antecedente del nacimiento del derecho internacional

    humanitario y su caracterstica principal es la aludida

    limitacin de las violaciones al derecho a la vida y cierta

    regulacin de los conflictos armados.

    En el mbito del derecho internacional

    humanitario aparecen ya antes de la Primera Guerra Mundial

  • 13

    ciertos principios que tienen su formulacin en La Haya y

    que apuntan a limitar los efectos de la guerra martima, en

    primer lugar, para luego avanzar en relacin a la guerra

    terrestre, con la prohibicin de los gases txicos y luego,

    ya en lo que se conoce como el bloque legislativo de

    Ginebra y despus de la Primera Guerra, con una regulacin

    bastante completa de la guerra terrestre y area, para

    culminar en 1949 con la aplicabilidad de esas reglas -

    materializadas en las cuatro Convenciones de Ginebra y el

    Protocolo de 1977 - a los conflictos internos.

    El primer elemento diferencial es el

    enunciado: se aplican las reglas del derecho internacional

    humanitario a lo que ocurre en los conflictos armados. Pero

    hay situaciones que hacen confluir el derecho humanitario

    con el derecho internacional de los derechos humanos, en

    especial en relacin a la conducta de las fuerzas en

    conflicto en relacin a la poblacin civil, tanto de

    pases ocupados cuanto de no combatientes. A este respecto

    el derecho internacional humanitario proscribe las

    represalias contra la poblacin civil, o los bombardeos de

    ciudades abiertas, o el sometimiento de civiles a trabajos

    forzados o a colaborar en tareas blicas contra el Estado

    del que son sbditos.

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    Las violaciones del derecho

    internacional humanitario que las Convenciones y el

    Protocolo proscriben, resultarn as el mnimo de respeto a

    los derechos humanos compatible con que los actos de los

    beligerantes no constituyan crmenes internacionales,

    crmenes de guerra. Pero lo que hipcritamente se denominan

    por los contendientes como daos colaterales o excesos

    usualmente no han resultado sancionados, ni siquiera

    declarativamente ya que no penalmente.

    Ahora bien: el derecho internacional

    humanitario tambin resulta aplicable a los conflictos

    internos (guerras civiles o guerrillas que tienen algn

    control territorial), puede ocurrir que agentes que no son

    estatales sin disidentes, insurrectos y no fuerzas

    legales, cometan algunos de esos actos ilcitos tanto

    contra agentes estatales (torturarlos o asesinarlos una vez

    hechos prisioneros) cuanto contra la poblacin civil

    (terceros inocentes, en la terminologa castrense).

    Aparece, as, una excepcin al principio de que slo el

    Estado, sus agentes o quienes actuan con su aquiescencia

    pueden ser sujetos activos (responsables) de violaciones a

    los derechos humanos.

    Y hay otra excepcin, que confirma la

    regla. Tambin deben responder por ciertas violaciones de

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    los derechos humanos los particulares fuera de conflictos

    que comporten guerra civil o insurreccin, cuando realizan

    actos de genocidio, como por ejemplo cuando colaboran en la

    eliminacin de una etnia, como sera el caso de los

    cristianos que masacraron musulmanes en la ex - Yugoslavia

    (limpieza tnica), por referirnos a un caso muy reciente.

    Claro est que quienes estn

    interesados en demonizar al adversario atribuyen crmenes

    contra los derechos humanos a todo particular o grupo

    organizado de particulares que atente contra sus intereses

    econmicos o geopolticos. Pero salvo esos casos

    excepcionales, la excepcin confirma la regla.

    VI.-

    He tenido que disear este panorama

    para que lo que interesa postular a partir de ahora sea

    entendido en su real dimensin. La lectura atenta de los

    medios de comunicacin y las imgenes que nos trasmiten

    producen un doble efecto: por una parte, actualizan la poco

    edificante realidad de la violacin universal de los

    derechos humanos; por la otra pueden promover el compromiso

    en su defensa. Contra lo imaginable, despus de haber hecho

    reserva en las lneas anteriores acerca de la profunda

    discrepancia entre derechos declarados y derechos

  • 16

    efectivamente vigentes, nuestra posicin es

    condicionadamente optimista.

    Cuando la comunidad internacional - no

    importa que tan sinceramente lo haya hecho - proclama

    ciertos derechos de los hombres y de los pueblos, como

    cuando las constituciones de los Estados hacen lo propio en

    relacin a sus mbitos nacionales, suministran a los

    hombres y a los pueblos, a las clases y a las etnias, a

    todos -en fin- una herramienta para evidenciar el

    imperativo legal de cumplir esos problemas e implcitamente

    declaran una autolimitacin en el ejercicio del poder

    estatal, que tiene el monopolio de la fuerza.

    De esta manera legitiman los reclamos

    que se hacen a los Estados y a la comunidad internacional y

    se ponen en evidencia cuando no dan respuesta a los

    problemas atenindose a las reglas que ellos mismos han

    establecido (o sea, se deslegitiman). Y es aqu donde se

    abre una brecha que hay que ensanchar, a poco que exista

    una real vocacin por hacer realidad lo que los textos

    declaman y los Estados no cumplen.

    Por cierto que no cabe ser ingenuos. La

    barbarie y el salvajismo poltico parecen, por ahora, ser

    inherentes a los asuntos humanos y ninguna poca ha sido

    inocente de catstrofes humanitarias. Por ejemplo (y no

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    yendo ms all del siglo pasado), frente al notorio

    genocidio armenio (1915-1923) ninguna de las potencias

    reaccion activamente para ponerle freno y cuando algunos

    personajes -como el embajador yanqui- inst a su gobierno

    para que intercediera ante el gobierno turco (cuando an

    Estados Unidos no haba entrado en la Primera Guerra

    Mundial) no hall otra respuesta que la de desentenderse de

    una matanza organizada estatalmente que no afectaba

    directamente a norteamericanos pero que en caso de ser

    rechazada poda afectar los intereses petroleros y

    geopolticos norteamericanos en Oriente. Y qu decir del

    holocausto, en el que millones de judos, gitanos,

    disidentes polticos, homosexuales, etc. fueron

    exterminados cientficamente por la Alemania nazi cuya

    magnitud llev a afirmar que no exista poesa posible

    despus de Auschwitz Fueron estas expresiones de

    salvajismo, de barbarie, segn la caracterizacin que hizo

    el apstol de la Convencin de Genocidio (Lemkin) de actos

    como estos, las que forzaron a las Naciones Unidas a

    aprobar su texto un da antes que la Declaracin Universal

    de Derechos Humanos, para despus no reaccionar oportuna y

    fuertemente ni ante las masacres de los Khmer Rouge en

    Camboya, ni ante las masacres en Africa entre tutsis y

    hutus, ni en las tantas veces denunciadas y no odas en

  • 18

    Amrica Central al amparo de la doctrina de la seguridad

    nacional de los Estados Unidos.

    El interrogante que se abre ante esta

    comprobacin es si vale la pena invocar los derechos

    humanos en toda su extensin y riqueza; si es razonable

    sacrificar un poco de comodidad para recordar

    permanentemente a los Estados y a la sociedad que los

    derechos econmicos, sociales y culturales son

    inescindibles de los derechos civiles y polticos, que el

    derecho a la vida debe tener prevalencia sobre el derecho a

    la propiedad privada, que aunque todos sabemos que hay

    fuertes lmites internos por ejemplo en el campo de la

    comunicacin social debemos reclamar por la libertad de

    expresin y luchar contra la censura. La respuesta

    ineludible es aceptar como un deber moral, como parte de

    una tica, comprometerse en la defensa de los derechos

    humanos y en su permanente ampliacin.

    Si nuestro escepticismo nos llevara a bajar

    los brazos y aceptar que es inmodificable la deleznable

    realidad que construyen los intereses de los ms fuertes,

    tendramos que concluir que tampoco podremos modificar la

    realidad de nuestra pequea existencia, que no tendramos

    que reclamar un aumento de salario, o agruparnos con

    quienes tienen nuestros mismos intereses para hacer valer

  • 19

    lo que consideramos nuestros derechos. En otros trminos,

    deberamos aceptar cualquier imposicin, cualquier

    atropello, y renunciar a lo que es consustancial con los

    seres humanos, que consiste en comunicarse y organizarse

    para hacer realidad nuestras utopas.

    Si as procediramos tendramos que

    renunciar a nuestra condicin de animales sociales, o a lo

    sumo podramos actuar como los otros ejemplares del reino

    animal, que se unen para defenderse o para atacar, para

    alimentarse y procrear. Renunciaramos, pues, a la

    condicin humana y a todo intento de modificar todas las

    conductas estatales y privadas que atentan contra una vida

    menos mala que la que sufrimos.

    Por el contrario, el compromiso debe

    preceder a la organizacin y la organizacin debe canalizar

    los reclamos, aprovechando al mximo las postulaciones

    jurdicas para que coincidan con la realidad. Por cierto

    que esto no es simple ni cmodo y que el primer escaln que

    debemos ascender es el de nuclearnos sin sectarismos

    internistas y anudar coincidencias, con un programa mnimo

    que nos comprometamos a desarrollar mediante la

    autodisciplina.

    Es decir: al pesimismo de la inteligencia

    debemos aunar el optimismo de la voluntad, que debe

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    alimentarse en lo que no despreciativamente se ha llamado

    historicismo utpico. Al fin, ha habido tiempos donde

    ninguna valla exista para la arbitrariedad, la barbarie y

    el salvajismo, ni siquiera el de textos que respaldaran los

    reclamos. No olvidemos que a fines del siglo XVIII Voltaire

    columbraba confiado el fin de la tortura y si bien hoy la

    tortura sigue practicndose slo la potencia hoy hegemnica

    puede reivindicarla encubiertamente frente al terrorismo.

    Carlos A. Gonzlez Gartland

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