Hobsbawm, E. - Los Ecos de La Marsellesa

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    E. J . HOBSBAWM

    LOS ECOS DE LA MARSELLESA

    Traduccin castellana de

    BORJ A FOLCH

    EDITORIAL CRTICABARCELONA

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    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrit; de los titulares del copy-right,bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de estaobra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la raprografa y el tratamien-to informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamopblicos.

    Ttulo original:ECHOES OF THE MARSEILLAISE.Tvvo Centuries Look Back on the French RevolutionVerso, Londres y Nueva York

    Cubierta: Enric Satu 1990: E. J. Hobsbawm 1992 de la traduccin casteliana para Espaa y Amrica:

    Editorial Crtica, S. A., Arag, 385, 08013 BarcelonaISBN: 8474235421Depsito legal: B. 8.7681992Impreso en Espaa1992. NOVAGR FIK, Puigcerd, 127, 08019 Barcelona

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    AGRADECIMIENTOS

    Este libro es una versin algo ampliada de las tres confe-rencias del ciclo Masn Welch Gross que di en la RutgersUniversity de New Brunswick, New Jersey, en abril de 1989.

    De ah en primer lugar que est en deuda con esta universi-dad por haberme invitado; con a Rutgers University Press,

    por sugerir que se publicasen; y tal vez ms que con nadie,con el fallecido Richard Schlatter, eminente historiador ybuen amigo, que tuvo la iniciativa de invitarme. La mayor

    parte de la redaccin de las conferencias y su posterior ela-boracin la llev a cabo, bajo condiciones que rayaban enuna utpica perfeccin, en el Centro J. Paul Getty para la

    Historia del Arte y de las Humanidades de Santa Mnica, Ca-lifornia, donde estuve como profesor invitado en la primavera

    de 1989. Quiero hacer constar mi gratitud a esa institucin ya los colegas y amigos que estuvieron all durante aquellosmeses. Perene Fher me brind la ocasin de hacer una ex-

    ploracin preliminar de algunos de los temas que se tratanaqu al pedirme que colaborara en el nmero especial dedi-cado a la Revolucin francesa deSocial Research, la revis-ta de la New Schoolfor Social Research (56, n.Q1, primaverade 1989), cuyos alumnos escucharon pacientemente mis cla-

    ses sobre La revolucin en la historia. Uno de ellos, Fred

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    Longenecker, me ayud en la investigacin de las publicacio-

    nes peridicas del siglo xix y principios del xx. La lectura decomentarios franceses recientes sobre la Revolucin suminis-tr la adrenalina necesaria.

    E. J. H.

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    PREFACIO

    En enero de 1989 las libreras disponan en sus catlogosde ms de un millar de ttulos en francs listos para el bicentenario revolucionario. El nmero de obras publicado desde en-tonces, as como las publicadas en otros idiomas, entre loscuales el ingls es el ms importante con diferencia, debe serde varios centenares. Tiene sentido aumentar esta cifra? Elpresente ensayo tiene la excusa de estar basado en las Confe-rencias Masn Welch Gross de Rutgers, la Universidad Esta-tal de New Jersey, celebradas en 1989, ao en que la Revolu-cin francesa fue materia obligada al cumplirse su segundocentenario. De todos modos, explicar no es justificar. Tengodos justificaciones.

    La primera es que la nueva literatura sobre la Revolucinfrancesa, especialmente en su pas de origen, es extraordina-

    riamente sesgada. La combinacin de la ideologa, la moda yel poder de los medios publicitarios permiti que el bicentenario estuviera ampliamente dominado por quienes, para decirlosimplemente, no gustan de la Revolucin francesa y su heren-cia. Esto no es nada nuevo (en el primer centenario probable-mente se public ms en contra de la Revolucin que a su fa-vor), sin embargo, en cierto modo no deja de ser sorprendenteor a un primer ministro (socialista) de la Repblica Francesa

    (Michel Rocard) dando la bienvenida al bicentenario porque

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    convenci a mucha gente de que la revolucin es peligrosa yque si puede evitarse, tanto mejor.1Se trata de admirablessentimientos que probablemente las ms de las veces expre-san un amplio consenso. Los tiempos en que la gente corrien-te desea que haya una revolucin, y no digamos hacerla, sonpoco frecuentes por definicin. Con todo, uno habra pensadoque hay momentos (1789 fue uno), y el seor Rocard sin dudapudo haber pensado en varios de ellos si su mente hubiese vola-do hacia el este de Pars, donde los pueblos Sian dado muestras

    de querer conseguir Libertad, Igualdad y Fraternidad.La novedad de la situacin actual es que hoy el recuerdode la Revolucin se ve rechazado por quienes no estn deacuerdo con ella, porque consideran que la tradicin principalde la historiografa revolucionaria francesa desde aproxima-damente 1815 debe rechazarse por ser marxista y haber de-mostrado ser inaceptable, en el campo erudito, por una nuevaescuela de historiadores revisionistas. (Mientras, las carre-

    tas* recorren las calles para recoger a la vieja guardia [de his-toriadores] y la muchedumbre lleva en alto la cabeza de Marxclavada en una pica, segn apunta un historiador reacciona-rio, acertado al percibir el humor de los tiempos, aunque igno-rante del tema.)2

    En efecto, ha habido notables progresos en investigacin,principalmente en los aos setenta, obra las ms de las vecesde historiadores britnicos y norteamericanos, tal como pue-

    den verificar los lectores de la revistaPast and Present, que hapublicado artculos de la mayora de eruditos innovadores.3

    1. Publicado enLe Monde (11 de enero de 1988).* Se refiere a las carretas para llevara los condenados a la guillotina. (N. delr.)2. Jonathan Clark en el suplemento literario del Sitr.day Times (21 de mayo

    de 1989), p. 69.3. Puesto que este autor, escptico ante el revisionismo poltico, ha estado re-

    lacionado con este peridico, no se me puede acusar de falta de inters en los nuevosrumbos de la investigacin histrica de la Revolucin.

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    No obstante, es errneo suponer que este nuevo trabajo requie-

    ra que se eche a la basura la historiografa de todo un siglo, yan sera un error ms grave suponer que las campaas ideo-lgicas contra la Revolucin se basan en esta investigacin.Se trata de diferentes interpretaciones de lo que tanto los nue-vos como los viejos historiadores a menudo aceptan como loshechos mismos. Por otra parte, las variadas y a veces conflic-tivas versiones revisionistas de la historia revolucionaria nosiempre proporcionan una mejor orientacin sobre el papel

    histrico y las consecuencias de la Revolucin que las versio-nes anteriores. Slo algunos de los revisionistas creen que esas. En realidad, algunas de las nuevas versiones ya dan mues-tras de caducidad, tal como lo harn otras a su debido tiempo.

    El presente ensayo es una defensa, as como una explica-cin, de la vieja tradicin. Una de las razones para escribirloha sido la irritacin que me han suscitado sus detractores. Lasegunda, y ms importante, es que aborda un tema sorpren-

    dentemente desatendido: la historia, no de la propia Revolu-cin, sino de su recepcin e interpretacin, su herencia en lossiglos xix y xx. La mayora de especialistas de este campo(entre los que no m& cuento) estn demasiado cerca de losacontecimientos de(17891799, o de cualquier otra fecha quese elija para definir el periodo revolucionario, como para preo-cuparse demasiado por lo que aconteciera despus. Sin em-bargo, la Revolucin francesa fue una serie de acontecimien-tos tan extraordinaria, reconocida en seguida universalmentecomo los cimientos del siglo xix, que parte de la historia de laRevolucin es lo que el siglo hizo de ella, igual que la postu-ma transformacin de Shakespeare en el mayor genio literariobritnico es parte de la historia de Shakespeare. El siglo xixestudi, copi, se compar a s mismo con la Revolucin fran-cesa, o intent evitar, repetir o ir ms all de ella. La mayor

    parte de este breve libro aborda este proceso de asimilar su ex-periencia y sus enseanzas, las cuales, por supuesto, estn le-

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    jos de haberse agotado. Es una satisfactoria irona de la histo-

    ria que cuando los liberales franceses, ansiosos por distanciar-se de un pasado jacobino, declaraban que entonces la Revolu-cin ya no tena nada que decir, la inmediata pertinencia de1789 en 1989 estaba siendo observada por estudiantes de Pe-kn y miembros recin elegidos del Congreso de Mosc.

    Y sin embargo, a cualquier estudioso de la recepcin e in-terpretacin de la Revolucin en el siglo xix tiene que chocar-le el conflicto entre el consenso de ese siglo y, al menos, algu-

    na de las investigaciones revisionistas modernas. Incluso sitenemos en cuenta el sesgo ideolgico y poltico de los histo-riadores, o la simple ignorancia y falta de imaginacin, esto hayque explicarlo. Los revisionistas tienden a sugerir que en rea-lidad la Revolucin no produjo grandes cambios en la historiade Francia, y que sin duda no se trat de cambios para mejo-rar. Adems, fue innecesaria, no en el sentido de que fueraevitable, sino porque tuvo resultados modestos (incluso ne-gativos) con un coste desproporcionado. Pocos observadoresdel siglo xix e incluso menos historiadores habran compren-dido, y mucho menos aceptado, esta opinin. Cmo vamosa explicadnos] que hombres inteligentes e informados demediados del siglo xix (como Cobden o el historiador Sybel)dieran por sentado que la Revolucin increment drstica-mente el crecimiento econmico francs y que cre un ampliocuerpo de satisfechos campesinos propietarios?4 No se tienela misma impresin al leer muchas de las investigaciones ac-tuales. Y, aunque las de los contemporneos por s mismas notengan peso y puedan ser invalidadas por investigaciones mo-dernas serias, tampoco deben ser descartadas como mera ilu-sin o error. Es bastante fcil demostrar que, tal como se mi-den actualmente las depresiones econmicas, las dcadas que

    4. Vase E. J. Hobsbawm, The Making of a Bourgeois Revohuion, SocialResearch, 56, n. 1 (1989), pp. 1011.

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    van de mediados de los aos setenta a los primeros aos no-

    venta del siglo pasado no eran de ninguna forma una era decrisis econmica secular, y mucho menos una Gran Depre-sin, lo cual hace que nos debamos explicar por qu perso-nas por otra parte sensibles y con opiniones bien fundadassobre la realidad econmica, insistieran en que lo fueron. En-tonces, cmo podemos explicar la divergencia, a veces con-siderable, entre los puntos de vista nuevos y viejos?

    Un ejemplo tal vez nos ayude a explicar cmo ha podido

    suceder. Actualmente, entre los historiadores econmicos hadejado de estar de moda pensar que la economa britnica, ymucho menos cualquier otra economa, experimentara una re-volucin industrial entre 1780 y 1840, no tanto debido a losmotivos ideolgicos que llevaron al gran experto en estadsticade datos biolgicos Karl Pearson a rechazar la discontinuidadporque ninguna reconstruccin social que vaya a beneficiarpermanentemente a cualquier clase de la comunidad est provo-

    cada por una revolucin, sino porque los cambios en el ndicedel crecimiento econmico y la transformacin de la economaque tuvieron lugar, o incluso su mero incremento cuantitativo,simplemente no parecen suficientemente grandes ni repentinosa nuestro juicio para justificar semejante descripcin. De he-cho, es fcil mostrar que, en los trminos de los debates entrehistoriadores cuantitativos, esto no fue una revolucin.

    En ese caso, cmo se explica que el trminoRevolucinindustrial se incorporara al vocabulario tanto en la Franciacomo en la Gran Bretaa de 1820 junto con el nuevo lxicooriginado por el reciente concepto de industria, hasta el pun-to de que antes de 1840 la palabra ya fuera un trmino de usocorriente que no precisa explicacin entre los escritores so-bre problemas sociales?3 Por otra parte, est claro que personas

    5. Schon mit einer gewissen Selbstverstandlichkeit gebraucht, Ernst NoJte,Marxismus undndustriee Revolution, Stuttgart, 1983, p. 24.

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    inteligentes e informadas, entre las que se contaban hombres

    con una gran experiencia prctica en tecnologa y manufactu-ra, predijeron (con esperanza, temor o satisfaccin) la comple-ta transformacin de la sociedad por medio de la industria: eltoryRobert Southey y el fabricante socialista Robert Owenincluso antes de Waterloo; Kari Marx y subte noire, el doctorAndrew Ure; Friedrich Engels y el cientfico Charles Babbage.Parece claro que estos observadores contemporneos no esta-ban meramente rindiendo tributo a la contundente novedad de

    las mquinas de vapor y de los sistemas de fabricacin, ni re-flejando la alta visibilidad social de lugares como Manchestero Merthyr, atestiguada por las sucesivas llegadas de visitantescontinentales, sino que estaban sorprendidos, ante todo, por elilimitadopotencial de la revolucin que ellos personificabany la velocidadde la transformacin que predijeron correcta-mente. En resumen, tanto los historiadores escpticos comolos contemporneos profticos tenan razn, aunque cada gru-

    po se concentrara en un aspecto diferente de la realidad. Unohace hincapi en la distancia entre 1830 y los aos ochenta,mientras que el otro subray lo que vio de nuevo y dinmicoms que lo que vio como reliquias del pasado.

    Hay una diferencia similar entre los observadores contem-porneos y los comentaristas posnapolenicos de la Revolu-cin francesa, as como entre historiadores que se mantuvie-ron en su camino y los revisionistas actuales. La pregunta si-gue plantendose: cul de ellos es ms til para el historiadordel siglo xix? Apenas cabe dudarlo. Supngase que deseamosexplicar por qu Marx y Engels escribieron unManifiesto co-munistaprediciendo el derrumbamiento de la sociedad bur-guesa mediante una revolucin del proletariado, hija de laRevolucin industrial de 1847; por qu el espectro del comu-nismo obsesion a tantos observadores en los aos cuarenta;

    por qu se incluyeron representantes de los trabajadores revo-lucionarios en el Gobierno Provisional francs tras la Revolu-

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    cin de 1848, y los polticos consideraron brevemente si la

    bandera de la nueva repblica tena que ser roja o tricolor.La historia que se limita a contamos lo alejada que estaba larealidad de la Europa occidental de la imagen que de ella setena en los crculos radicales sirve de muy poco. Slo nosdice lo obvio, a saber, que el capitalismo de 1848, lejos de es-tar en las ltimas, apenas estaba empezando a entrar enjuego(tal como incluso ios revolucionarios sociales no tardaran enreconocer). Lo que precisa una explicacin es cmo fue, posi-

    ble que alguien tomara en serio la idea de que la poltica fran-cesa, y tal vez la de todas partes, se convirtiera en una luchade clases entre empresarios burgueses y asalariados, o de queel propio comunismo pudiera considerarse a s mismo y sertemido como una amenaza para la sociedad burguesa, a pesardel escaso desarrollo cuantitativo del capitalismo industrial.Sin embargo as fue, y no slo por parte de un puado de im-pulsivos.

    Para los historiadores que quieran contestar preguntas so-bre el pasado, y tal vez tambin sobre el presente, es indis-pensable una interpretacin histrica arraigada en el contextocontemporneo (tanto intelectual como social y poltico; tan-to existencial como analtico). Demostrar mediante archivosy ecuaciones que nada cambi mucho entre 1780 y 1830 pue-de ser correcto o no, pero mientras no comprendamos que lagente se vio a s misma como habiendo vivido, y como vi-viendo, una era de revolucin (un proceso de transformacinque ya haba convulsionado el continente y que iba a seguirhacindolo) no comprenderemos nada sobre la historia delmundo a partir de 1789. Inevitablemente, todos nosotros for-mulamos por escrito la historia de nuestro tiempo cuandovolvemos la vista hacia el pasado y, en cierta medida, lucha-mos en las batallas de hoy con trajes de poca. Pero quienes

    sloescriben sobre la historia de su propio tiempo no puedencomprender el pasado y lo que ste trajo consigo. Incluso

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    pueden llegar a falsear el pasado y el presente sin que sea esta

    su intencin.Esta obra se ha escrito con el convencimiento de que losdoscientos aos que nos separan de 1789 no pueden pasarsepor alto si queremos comprender la ms terrible y trascen-dental serie de acontecimientos de toda la historia ... el verda-dero punto de partida de la historia del siglo xix, para utilizarpalabras del historiador britnico J. Holland Rose. Y compar-to la opinin de que el efecto de esta Revolucin sobre la hu-

    manidad y su historia ha sido beneficioso, con el convenci-miento de que el juicio poltico es menos importante que elanlisis. Despus de todo, tal como dijo el gran crtico litera-rio dans Georg Brandes a propsito del apasionado ataquecontra la Revolucin que hiciera Hippolyte Taine enLos or-genes de la Francia contempornea, qu sentido tiene pro-nunciar un sermn contra un terremoto? (O a favor de l?)

    Santa Monica y Londres, 1989E. J.Hobsbawm

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    1. UNA REVOLUCIN DE LACLASE MEDIA

    El subttulo de este libro es Dos siglos recuerdan la Re-volucin francesa. Mirar hacia atrs, hacia adelante o encualquier otra direccin siempre implica un punto de vista*(en el tiempo, el espacio, la actitud mental u otras percepcio-nes subjetivas). Lo que veo desde la ventana que se abre sobreSanta Mnica mientras escribo esto es harto real. No me estoy

    inventando los edificios, las palmeras, el aparcamiento quehay seis pisos ms abajo, ni las colinas de la lejana, apenasvisibles a travs del smog. Hasta este punto los tericos queven toda la realidad puramente como una construccin mentalen la que el anlisis no puede penetrar estn equivocados, y aldecir esto al principio, estoy colgando mis colores conceptua-les en una especie de mstil. Si la historia sobre la que escribi-mos no fuera discemible de la ficcin, ya no habra lugar para

    la profesin de historiador, y la gente como yo habra desper-diciado su vida. No obstante, es innegable que lo que veo des-de mi ventana, o al volver la vista hacia el pasado, no es slola realidad que existe ah fuera o all atrs, sino una seleccinmuy especfica. Es a la vez lo quepuedover fsicamente des-

    * Se refiere al subttulo de la edicin original: Two Centuries Look Back onFrench Revolution. El autor hace un juego de palabras con to look back on, recor-dar o rememorar, yto look back,mirar hacia atrs. (N. del t.)

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    de el punto en que me encuentro y bajo determinadas circuns-

    tancias (por ejemplo, si no voy al otro lado del edificio nopuedo mirar en direccin a Los Angeles, as como no podrver gran cosa de las colinas hasta que mejore el tiempo) y loque meinteresaver. De la infinidad de cosas que son objetiva-mente observables ah fuera, de hecho slo estoy observandouna seleccin muy limitada. Y por supuesto, si volviera a ob-servar exactamente el mismo panorama desde la misma ven-tana en otro momento, podra centrar mi atencin en otros as-

    pectos de l; o lo que es lo mismo, podra hacer una seleccindiferente. Sin embargo, es casi inconcebible que yo, o cualquierotro que estuviera mirando por esta ventana encualquiermo-mento mientras el paisaje permanezca como es ahora, no vie-ra, o para ser ms precisos no advirtiera, algunos elementosineludibles del mismo: por ejemplo, el esbelto chapitel de unaiglesia que est justo al lado de la mole insulsa de un edificiode dieciocho plantas, y la torre cbica que hay en el terrado del

    mismo.No quiero insistir en esta analoga entre mirar un paisaje ymirar hacia una parte del pasado. En cualquier caso, vamos aregresar a la cuestin que he intentado abordar a lo largo deestas pginas. Como veremos, lo que la [rente ha ledo sobre laRevolucin francesa durante los doscientos aos transcurri-dos desde 1789 ha variado enormemente, sobre todo por razo-nes polticas e ideolgicas. Pero ha habido dos cosas que hansuscitado la aceptacin general. La primera es el aspecto ge-neral del paisaje que se observa. Prescindiendo de las distintasteoras sobre el origen de la Revolucin, todo el mundo estde acuerdo en que se produjo una crisis en el seno de la anti-gua monarqua que en 1788 condujo a la convocatoria de losEstados Generales (la asamblea que representaba a los tres es, tados del reino, el clero, la nobleza y el resto, el Tercer Esta-

    do) porprimera vez desde 1614. Desde que se establecieron,los principales acontecimientos polticos permanecen inalte-

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    rados: la transformacin de los Estados Generales, o ms biendel Tercer Estado, en Asamblea Nacional y las acciones queterminaron visiblemente con el Antiguo Rgimen: la toma dela Bastilla, la prisin real, el 14 de Julio; la renuncia de la no-bleza a sus derechos feudales el 4 de agosto de 1789; la Decla-racin de Derechos; la transformacin de la Asamblea Nacionalen la Asamblea Constituyente que entre 1789 y 1791 revolu-cion la estructura administrativa y la organizacin del pas,introduciendo de paso el sistema mtrico en el mundo,y que

    redact la primera de las casi veinte constituciones de la Fran-cia moderna, una monarqua constitucional liberal. Asimismotampoco existe desacuerdo alguno sobre los hechos de la do-ble radicalizacin de la Revolucin que tuvieron lugar des-pus de 1791 y que condujeron, en 1792, al estallido de laguerra entre la Francia revolucionaria y una coalicin variablede potencias extranjeras contrarrevolucionarias, y a insurrec-ciones contrarrevolucionarias interiores. Este estado de cosas

    se mantuvo casi sin interrupcin hasta 1815. Asimismo lleva la segunda revolucin de agosto de 1792, la cual aboli lamonarqua e instituy la Repblica (una era nueva y totalmen-te revolucionaria en la historia de la humanidad) simbolizada,con un pequeo retraso, por un nuevo calendario. Empezandoen el ao I, el calendario aboli la antigua divisin en semanasy dio nuevos nombres a los meses para ocasionar dolores decabeza a los estudiantes de historia a pesar de ser tambin ti-les mnemotecnias. (La nueva era y su calendario duraron slodoce aos.)

    El perodo de la revolucin radical de .1792 a 1794, y espe-cialmente el perodo de la Repblica jacobina, tambin co-nocida como el Terror de 17931794, constituyen un hitoreconocido universalmente. Como tambin lo es el final delTerror, el famoso Nueve de Termidor, fecha del arresto y eje-

    cucin de su lder Robespierre (aunque ningn otro perodo dela Revolucin ha suscitado opiniones ms encontradas que este).

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    El rgimen de liberalismo moderado y corrupcin que asumiel poder durante los cinco aos siguientes careca de una basede apoyo poltico adecuada, as como de la capacidad para res-tituir las condiciones necesarias para la estabilidad y, una vezms todo el mundo est de acuerdo, fue sustituido el famosoDieciocho de Brumario de 1799 por una dictadura militar ape-nas disimulada, la primera de muchas en la historia moderna,como resultado del golpe de Estado de un joven general ex ra-dical de xito, Napolen Bonaparte. La mayora de historia-

    dores modernos dan por terminada la Revolucin francesa eneste punto. Aunque, tal como veremos, durante la primera mi-tad del siglo xix, el rgimen de Napolen, en todo caso hastaque en 1804 se proclam a s mismo emperador, generalmentefue considerado como la institucional izacin de la nueva so-ciedad revolucionaria. El lector tal vez recuerde que Beethoven no retir la dedicatoria a Napolen de la 3.a sinfona, la

    Heroica, hasta que ste hubo dejado de ser el jefe de la Rep-

    blica. La sucesin de los acontecimientos bsicos, as como lanaturaleza y los perodos establecidos de la Revolucin, no sediscuten. Cualesquiera que sean nuestros desacuerdos sobrela Revolucin y sobre sus hitos, en la medida en que vemoslos mismos hitos en su paisaje histrico, estamos hablandode lo mismo. (Lo cual no siempre sucede en historia.) Si men-cionamos el Nueve de Termidor, todos Aquellos que tengan unmnimo inters en la Revolucin francesa sabrn lo que signi-

    fica: la cada y ejecucin de Robespierre, el final de la fasems. radical de la Revolucin.La segunda nocin sobre la Revolucin universalmente

    aceptada, al menos hasta hace muy poco, es en cierto modoms importante: la Revolucin fue un episodio de una profun-da importancia sin precedentes en la historia de todo el mundomoderno, prescindiendo de qu es exactamente lo que consi-deramos importante. Fue, retomando la cita de Holland Rose,la ms terrible y trascendental serie de acontecimientos de

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    toda la historia ... el verdadero punto de partida de la historiadel siglo xix; pues este gran trastorno ha afectado profunda-mente la vida poltica y ms an la vida social del continenteeuropeo.1Para Karl von Rotteck, historiador liberal alemn,en 1848 no haba un acontecimiento histrico de mayor rele-vancia que la Revolucin francesa en toda la historia del mun-do; de hecho, casi ningn acontecimiento de una grandezasemejante.2 Otros historiadores eran menos extremistas, li-mitndose a pensar que era el acontecimiento histrico ms

    importante desde la cada del Imperio Romano en el siglo V d. C.Algunos de los ms cristianos o, entre los alemanes, los mspatriticos, estaban dispuestos a compararla con las Cruzadasy la Reforma (alemana), pero Rotteck, que tuvo en considera-cin otros candidatos como la fundacin del Islam, las refor-mas del papado medieval y las Cruzadas, los desde. Para l,los nicos acontecimientos que haban cambiando el mundoen la misma medida eran el cristianismo y la invencin de

    la escritura y de la imprenta, y stos haban cambiado el mun-dogradualmente. Pero la Revolucin francesa convulsionabruptamente y con una fuerza irresistible el continente que lavio nacer. Tambin se extendi hacia otros continentes. Des-de que se produjo, ha sido virtualmente el nico asunto dignode consideracin en la escena de la historia del mundo.3

    Por consiguiente, podemos dar por sentado que la gentedel siglo xix, o al menos la seccin culta de la misma, conside-

    raba que la Revolucin francesa era extremadamente impor-tante; como un acontecimiento o una serie de acontecimientosde un tamao, escala e impacto sin precedentes. Esto no se de-bi slo a las enormes consecuencias histricas que resulta-

    1. J. Holland Rose, ,4Century of Continental History. 17801880, Londres,1895, p. 1.

    2.Allgemeine Geschichte vom Anfang cler histohschen Kenntnisz bis aufunsereZeiten, vol. 9, Brunswich, 1848, pp. 12.

    3. Ibidem.

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    ban obvias para los observadores, sino tambin a la especta-cular y peculiarmente drstica naturaleza de lo que tuvo lugaren Francia, y a travs de Francia en Europa e incluso ms all,en los aos que siguieron a 1789. Thomas Carlyle, autor deuna temprana, apasionada y colorista historia de la Revolu-cin escrita en los aos treinta del siglo pasado, pensaba quela Revolucin francesa en cierto modo no era slo una revolu-cin europea (la vea como predecesora del cartismo) sino elgranpoemadel siglo xix; un equivalente real de los mitos pi-

    cos de la antigua Grecia, slo que en lugar de escribirlo un S-focles o un Homero, lo haba escrito la vida misma.4 Era unahistoria de terror, y de hecho el perodo de la Repblica ja-cobina de 17931794 todava se conoce como el Terror, a pe-sar de que, dados los estndares actuales de las matanzas, slomat a una cantidad de gente relativamente modesta: tal vezunas cuantas decenas de miles. En Gran Bretaa, por ejem-plo, esta fue la imagen de la Revolucin que estuvo ms cer-

    ca de apoderarse de la conciencia pblica, gracias a Carlyley a la obra de Dickens (basada en una idea del primero)Histo-ria de dos ciudades, seguida de los epgonos de la literaturapopular comoLn Pimpinela escarlatade la baronesa dOrczy:el golpe de la cuchilla de la guillotina, las mujeres sansculottes tejiendo impasibles mientras vean caer las cabezas delos contrarrevolucionarios. Citizens, de Simn Schama, bestsellerde 1989 escrito para el mercado anglfono por un histo-

    riador britnico expatriado, sugiere que esta imagen popularsigue estando viva. Era una historia de herosmo y de gran-des hazaas, de soldados harapientos liderados por generalesveinteaeros que conquistaban toda Europa y que precipita-ban a todo el continente y a los mares a casi un cuarto de siglode guerra prcticamente ininterrumpida. Produjo hroes y

    4. Vase Barton R. Friedman, Fabricating hjstoiy: English Wriiers on theFrench Revolution,Pnceton, I988:p. 117.

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    villanos que fueron leyendas vivas: Robespierre, SaintJust,

    Danton, Napolen. Para los intelectuales produjo una prosade una fuerza y una lucidez maravillosamente lacnica. Enresumen, fuera lo que fuere la Revolucin, era un gran espec-tculo.

    Pero el principal impacto de la Revolucin sobre quienesla rememoraban en el siglo xrx, as como en el xx, no fue lite-rario sino poltico, o ms en general, ideolgico. En este libroexaminar tres aspectos de este anlisis retrospectivo. Prime-

    ro, enfocar la Revolucin francesa como una revolucin bur-guesa; de hecho, en cierto sentido, como el prototipo de las re-voluciones burguesas. A continuacin, la analizar como mo-delo para las revoluciones posteriores, especialmente para lasrevoluciones sociales o para quienes quisieron llevarlas a cabo.Y por ltimo, examinar las cambiantes actitudes polticas quehan quedado reflejadas en las conmemoraciones de la Revo-lucin francesa celebradas entre su primer y su segundo cen-

    tenario, as como su impacto sobre quienes escribieron y es-criben su historia.Actualmente, no slo est pasado de moda ver la Revo-

    lucin francesa como una revolucin burguesa, sino quemuchos historiadores excelentes consideraran que esa inter-pretacin de la Revolucin es refutable e insostenible. Demodo que, aunque no tendra ninguna dificultad en mostrarque los primeros estudiosos serios de la historia de la Revo-lucin, que dicho sea de paso vivieron durante el perodoque va de 178 9 a 1815, la vieron precisamente como tal, ten dr que decir una palabras preliminares sobre la fase actualdel revisionismo histrico que tiene por objeto a la Revolu-cin, y que fue iniciado por el difunto Alfred Cobban de laUniversidad de Londres a mediados de los aos cincuenta.El revisionismo lleg a ser un movimiento importante en

    1970, cuando Franois Furet y Denis Richet criticaron lasideas establecidas sobre la historia revolucionaria, tal como

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    se enseaban desde la ctedra de la Sorbona (establecida con

    este propsito casi un siglo antes).5 En el ltimo captulo,volver sobre la sucesin cannica de profesores que defen-dieron la Revolucin y la Repblica. Ahora lo importante esobservar que el ataque revisionista se dirigi principalmentecontra lo que se consideraba como una (o mejor como la) in-terpretacin marxista de la Revolucin tal como se formulen los veinte aos anteriores y los veinte posteriores a la se-gunda guerra mundial. Que se tratara o no de la propia inter-

    pretacin de Marx es una cuestin relativamente trivial, es-pecialmente porque los exmenes eruditos ms completossobre los puntos de vista de Marx y Engels al respecto mues-tran que sus opiniones, que nunca fueron expuestas sistem-ticamente, a veces eran incoherentes y contradictorias. Sinembargo, merece la pena mencionar de paso que, segn losmismos eruditos, el concepto de revolucin burguesa (revo-lucinbrgerliche) no aparece ms de una docena de veces

    en los treinta y ocho enormes volmenes que recogen lasWerke6de ambos autores.La idea que ha suscitado controversia es la que ve el siglo

    xviii francs como una lucha de clases entre la burguesa capi-talista naciente y la clase dirigente establecida de aristcratasfeudales, que la nueva burguesa, conociente de su condicinde clase, aprovech para reemplazar la fuerza dominante de lasociedad. Este parecer vea la Revolucin como el triunfo de

    esta clase, y, en consecuencia, como el mecanismo histricoque termin con la sociedad aristocrtica feudal y que inaugu-r la sociedad burguesa capitalista del siglo xix, la cual, estaba

    5. Franois Furet y Denis Richel,La Rvolution Franaise, Pars, 1970 (haytrad. cast.:La Revolucin francesa,Rialp, Madrid, 1988).

    6. Eberhard Schmitt y Matthias Meyn, Ursprung und Charakter der Franz-sischen Revolution bei Marx und Engels, en Emst Hinrichs, Eberhard Schmitt yRudolf Vierhaus, eds.,Vom Ancien Regime zur Franzsischen Revolution,Vandenhoeck y Rupprecht, Gotinga, 1978, pp. 588649.

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    implcito, no podra haberse abierto paso de otra manera a tra-

    vs de lo que Marx, al hablar de la revolucin proletaria quevea destinada a derribar el capitalismo, llam el tegumentode la vieja sociedad. En resumen, el revisionismo criticaba(y critica) la interpretacin que considera que la Revolucinfrancesa fue esencialmente una revolucin social necesiria,un paso esencial e inevitable para el desarrollo histrico de lasociedad moderna, y, por supuesto, como la transferencia delpoder de una clase a otra.

    No cabe duda de que opiniones de este tipo han sido am-pliamente defendidas, y no slo entre los marxistas. Sin em-bargo, tambin hay que decir que los grandes especialistas enhistoria que defendan esta tradicin estn lejos de ser redticibles a un modelo tan simple. Por otra parte, este modelo noera especficamente marxista, aunque (por razones que discu-tir en el ltimo captulo) entre 1900 y la segunda guerra mun-dial, la tradicin ortodoxa de la historiografa revolucionariase encontr a s misma convergiendo con la tradicin marxis-ta. Tambin est claro por qu un modelo como este poda re-sultar adecuado para los marxistas. Proporcionaba un prece-dente burgus del futuro triunfo del proletariado. Los obreroseran una nueva clase que haba nacido y crecido con una fuer-za imparable en el seno de una vieja sociedad, y su destino erahacerse con el poder. Su triunfo tambin se alcanzarainevita-

    blementemediante una revolucin; y tal como la sociedadburguesa haba derrocado al feudalismo que la precedi paratomar el poder, la nueva sociedad socialista sera la siguientey ms alta fase del desarrollo de la sociedad humana. La eracomunista an se adaptaba ms a la ideologa marxista, dadoque sugera que ningn otro mecanismo poda tansformar lasociedad tan de prisa y con tanta trascendencia como la revo-lucin.

    No es preciso que resuma las razones que han hecho in-sostenible esta opinin para describir lo que sucedi en la

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    Francia de finales del siglo xvm. Limitmonos a aceptar queen 1789 no haba una burguesa con conciencia de clase querepresentara la nueva realidad del poder econmico y que es-tuviera preparada para tomar las riendas del Estado y de la so-ciedad; en la medida en que una clase como esta puede discer-nirse a partir de la dcada de 1780, su objetivo no era llevar acabo una revolucin social sino reformar las instituciones delreino; y en todo caso, no conceba la construccin sistemti-ca de una economa capitalista industrial. Pero aun as, el pro-

    blema de la revolucin burguesa no desaparece, a pesar dehaberse demostrado que en 1789 la burguesa y la nobleza noeran dos clases antagnicas bien definidas que lucharan por lasupremaca. Citando a Colin Lucas, cuyo trabajo Nobles,Bourgeois and the Origins of French Uevolution han utiliza-do con frecuencia los revisionistas franceses, si en 1789 nohaba dos clases antagnicas bien diferenciadas,

    tenemos que decidir por qu, en 17881789, grupos que pue-den ser identificados como no nobles combatan con gruposque podemos identificar como nobles, estableciendo con ellolos fundamentos del sistema poltico de la burguesa del sigloxix; asimismo debemos aclarar por qu atacaron y destruye-ron los privilegios en 1789, acabando as con la organizacinformal de la sociedad francesa del siglo xvm y preparando deeste modo una estructura en cuyo seno podra florecer el desa-rrollo socioeconmico del siglo xix.:

    En otras palabras, tenemos que descubrir por qu la Revolu-cin francesa fue una revolucin burguesa aunque nadie pre-tendiera que lo fuese.

    Este problema nunca preocup a los primeros hombresque vieron la Revolucin francesa como una revolucin so-

    7. Past & Present, 60 (1973), pp. 469496; y en Douglas Johnson, ed., FrenchSociety and the Revolution, Cambridge, 1976, p. 90.

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    cial, una lucha de clases y una victoria burguesa sobre el feu-

    dalismo en los aos inmediatamente posteriores a la cada deNapolen. Ellos mismos eran liberales moderados, y, como ta-les, bourgeois sin conciencia de clase; tmese como ejemploal curioso liberal moderado Tocqueville, que perteneca a laantigua aristocracia. De hecho, tal como el propio Marx admi-ti abiertamente, de estos hombres fue de donde sac la ideade la lucha de clases en la historia.8 Se trataba esencialmentede historiadores de su propio tiempo. Franois Guizo.t tena

    veintinueve aos cuando Napolen fue deportado a' SantaHelena, Augustin Thierry tena veinte, Adolphe Thiers yF. A. Mignet diecinueve y Victor Cousin veintitrs. P. L. Roedereder que vio la Revolucin como algo queya se habaproducido dans les moeurs de la classe moyenne (en lascostumbres de la clase media), y que escribi sobre la pre-destinada ascensin secular de las clases medias y la sustitu-cin de la tierra por el capital en 1815) naci en 1754 y tom

    parte activa en la propia Revolucin.9 Era un poco mayor queAntoine Bamave, un moderado que fue guillotinado perocuya Introduccin a la Revolucin francesa, escrita mien-tras esperaba su ejecucin, sigui una lnea similar. JeanJaurs utiliz este texto en suHistoria de la Revolucin fran-cesa como fundamento de la interpretacin socialista de lasclases. Al escribir sobre la Revolucin francesa estos hombresestaban formando un juicio sobre lo que ellos haban vivido, ysin duda sobre lo que sus padres, maestros y amigos habanexperimentado de primera mano. Y lo que estaban hacien-do cuando empezaron a escribir historia a partir de la dca

    8. De Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852, de Marx a Engeis, 27 de juliode 1854, de Karl Marx y Friedrich Engels,Collected Works, vol. 39, Londres, 1983,pp. 6263,473476.

    9. Para su (postumo) LEsprit de la Rvolution, vaseOeuvres du comte

    P. L. Roederer publies par son fils A.M. Roederer, Paris, 1854, vol. 3, pp. 7,1011.

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    da de 1820 era, para citar un texto francs reciente, celebrar

    la epopeya de las clases medias francesas.10Esta epopeya, para Guizot y Thierry, as como para Marx,empez mucho antes de la Revolucin, De hecho, cuando losburgueses medievales lograron cierta autonoma respecto delos seores feudales, se constituyeron en el ncleo de lo quellegaran a ser las clases medias modernas.

    La burguesa, una nueva nacin, cuyos principios y moral

    los constituyen la igualdad civil y el trabajo independiente,apareci entre la nobleza y los siervoy, destruyendo as parasiempre la dualidad social original del antiguo feudalismo. Suinstinto para la innovacin, su actividad, el capital que acu-mul[la cursiva es ma], formaron una fuerza que reaccionde mil modos distintos contra el poder ele aquellos que poseanla tierra."

    La continua ascensin del tiers tates el hecho predominan-te y la ley de nuestra historia, pensaba Thierry. La aparicinhistrica de esta clase, y su ascenso al poder, fue demostradoy ratificado por la Revolucin, y an ms por la Revolucinde 1830, que Thierry vio como la providencial culminacin detodos los siglos desde el xn.12

    Franois Guizot, un historiador sorprendentemente intere-sante que lleg a ser primer ministro de Francia durante el

    rgimen con conciencia burguesa de 18301848, fue inclusoms claro. La suma de las emancipaciones locales de burgue-ses durante la Edad Media cre una clase nueva y general.

    10. Marcel Gauchet, Les Lettres sur lhistoire de France de AugustinThierry, en Pierre Nora, d..Les Lieux de mmoire,vol. 2 deLa Nation,Pars, 1986,p. 271.

    11. Augustin Thierry,Essai sur lhistoire de la formation et des progrs duTiers Etat,Paris, 1853, p. 21.

    12. Lionel Gossman,Augustin Thieny and Liberal Historiography Historyand Theory,Beiheft 15, Middletown, 1976, pp. 373o, para referencias.

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    Por eso, aunque no haba ninguna conexin entre estos bur-

    gueses que no compartan una actividad pblica comn comoclase, los hombres que se hallaban en la misma situacin endistintas partes del pas, que compartan los mismos interesesy el mismo estilo de vida[moeurs], no podan dejar de engen-drar vnculos mutuos, una cierta unidad, de donde iba a nacerla burguesa. La formacin de una gran clase social, la bur-guesa, fue la consecuencia necesaria de la emancipacin delos burgueses.13 Y no slo esto. La emancipacin de los mu-

    nicipios medievales produjo la lucha de clases, esa lucha quellena las pginas de la historia moderna: la Europa Modernanaci de la lucha entre las distintas clases de la sociedad.14Sin embargo, la nueva burguesa que se desarrollaba gradual-mente se limitaba a lo que Gramsci llamara susubalternidady que Guizot denomin la prodigiosa timidez de espritu delos burgueses, la facilidad con la que se les poda satisfacer.1:5En resumen, la burguesa fue lenta al hacer valer sus derechos

    como clase dirigente, tard en demostrar lo que Guizot llamese autntico espritu poltico que aspira a influir, a reformar,a gobernar.16 En 1829, bajo el gobierno reaccionario de Car-los X, que pronto sera barrido por una autntica revolucinburguesa, era imposible hablar ms claramente desde una tari-ma universitaria.

    Pero cul sera el carcter exacto de la sociedad dirigidapor la burguesa una vez sta se decidiera finalmente a in-fluir, a reformar, a gobernar? Acaso fue, tal como siguemanteniendo la visin convencional de la Revolucin y a pe-sar del rechazo de los revisionistas, la era del capitalismo

    13. Franois Guizot,Histoire de la civilisation en Europe, ed. Pierre Rosanvallon. Pluerel, Pars, 1985, p. 181 (hay trad. casi.:Historia de la civilizacin en

    Europa, Alianza, Madrid, 1968).14. bid., p. 182.

    15.Ibid., pp. 181184.16.Ibid., p. 183.

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    liberal basado en la propiedad privada, la igualdad ante la ley

    yles carrires ouvertes(al menos tericamente)aux talents?17No cabe ninguna duda sobre la intencin de los portavoces deltiers tat, por no hablar de los liberales ele la Restauracin, deinstaurar los tres ltimos principios. LaDeclaracin ele los

    Derechos del Hombredice otro tanto. Tampoco puede dudar-se de lo primero, a pesar de que en 1789 los trminos liberalycapitalismono existan, o no tenan sus connotaciones moder-nas, puesto que el trmino capitalismo no aparece en la lengua

    francesa hasta despus de 1840, en la dcada en que la recinacuada expresin laissezfaire tambin pasa a formar partedel vocabulario francs.18 (No obstantecapitalista, en el senti-do de persona que vive del rdito de una inversin, aparece do-cumentado en 1798.)~~ Estos hombres estaban a favor de la libertad de empresa,de la no interferencia del gobierno en los asuntos de la eco-noma. El propio hecho de que el eslogan internacional de

    semejante poltica (laissezfaire, laissezpasser) sea de ori-gen francs y ya tuviera una antigedad de varias dcadasen 1789 lo sugiere claramente.19 Como lo hace la popularidade influencia de Adam Smith cuyaRiqueza de las naciones,tal como admitiran los propios franceses muy a su pesar, de-sacredit a los economistas franceses que eran la vanguardiamundial ... reinando sin competencia durante la mayor partedel siglo.20 Hubo al menos tres ediciones en francs de sutrabajo antes de la Revolucin y otras cuatro se publicarondurante el perodo revolucionario (17901791, 1795, 1800

    17. W. G. Runciman, Unnecessary Rvolution: The Case of France,Archi-ves europennes de sociologie, 24 (1983), p. 298.

    18. Paul Imbs, d., Trsor de la langue franaise, Dictionnaire de la languedu XIXe et du XX sicles,Paris, 1971, vol. 5 (1977), pp. 143,144; vol. 10 (1983).p. 927.

    19. Se atribuye con ms frecuencia a I C. M. Vincent de Goumay (17121759).20. Smith, Adam enLa Grande Encyclopdie, Pars, s.d., 30.

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    1801, 1802, sin contar la primera edicin de la obra de su dis

    cpulo'TTB. SayTratado de economa poltica (1803) ya queel autoFsolo Hizo valer sus mritos con la Restauracin) y slohubo otras cinco ediciones francesas deLa riqueza de las na-ciones desde la cada de Napolen hasta el final del sigloxix.21 Apenas puede negarse que esto demuestra que duranteel perodo revolucionario haba un considerable inters porel profeta de lo que hoy sin duda llamaramos la economa delcapitalismo liberal. ;

    Uno no puede siquiera negar que los liberales burguesesde la Restauracin apuntaban hacia un capitalismo industrialaunque los tericos de 1789 no pudieran formularlo as. (Peroentonces no busquemos en la gran obra de Adam Smith nin-guna anticipacin seria de la Revolucin industrial, la cual es-taba a punto de producirse en su propio pas.) Hacia el finaldel perodo napolenico, la conexin entre desarrollo econ-mico e industrializacin ya era evidente. El economista 1B. Say,

    antiguo girondino, prob suerte con los hilados de algodn ypudo confirmar sus convicciones sobre el mercado libre al en-frentarse a los obstculos de la poltica de intervencionismoestatal de Napolen. Hacia 1814, SaintSimon ya vio la indus-tria (en el sentido moderno de la palabra), y los industriales(trmino que acu l mismo) como la base del futuro, y eltrminoRevolucin industrial estaba abrindose camino enlos vocabularios francs y alemn por analoga con la Revolu-cin francesa.22 Adems, el vnculo entre el progreso, lapolti

    21. Caiaiogue gnral des livres imprims de la Bibliothque Nanale, Pa-rs, 1948. Cabe aadir que en ese perodo se adquirieron tambin dos ediciones in-glesas (1799,1814), que se sumaron a las tres primeras ediciones que ya estaban allantes de 1789, as como el compendio (ingls) de la obra (1804). Tambin se publi-c una traduccin francesa de losPhilosophical Essaysde Smith en 1797.

    22. La primera discusin en A. Bezanson, The Early Use of the Tem Indus-

    trial Revolution,Quarterly Journal ofEconomics, 36 (1922), pp. 343349; tambinEmstNolte,Marxismus und ndustrielle Revolution,Stuttgart, 1983, pp. 2325.

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    ca econmica y la industria ya estaba claro en las mentes de losjvenes filsofos liberales. Victor Cousin declar en 1828:Las ciencias matemticas y fsicas son una conquista de la in-teligencia humana sobre los secretos de la naturaleza; la indus-tria es una conquista de la libertad ci volicin sobre las fuer-zas de esta misma naturaleza ... El mundo tai como las cienciasmatemticas y fsicas y, siguindolas, la industria, lo han hecho,es un mundo a la medida del hombre, reconstruido por ste asu imagen y semejanza.23 La economa poltica anunciaba

    Cousin (es decir, Adam Smith) explica el secreto, o mejor eldetalle, de todo esto; es consecuencia de los logros de la in-dustria, que a su vez estn estrechamente relacionados con losde las ciencias matemticas y fsicas.24 Y es ms,

    la industria no ser esttica e inmvil sino progresiva. No secontentar con recibir de la naturaleza lo que la naturalezaest dispuesta a concederle ... Ejercer fuerza en la tierra con

    el objetivo de arrancarle el mximo nmero de productos y asu vez actuar sobre estos productos para darles la forma quese adapte mejor a las ideas de la poca. El comercio se desa-rrollar a gran escala, y todas las ilaciones que tengan un pa-pel en esta era sern naciones comerciantes ... Ser la era delas grandes empresas martimas.25

    No es preciso un gran esfuerzo para reconocer tras las genera-lidades del discurso del joven profesor el modelo de la socie-dad del siglo xix que tiene en mente; poda verse desde Fran-cia a travs del Canal. En breve volveremos a la orientacinbritnica del liberalismo francs.

    23. Victor Cousin,Introduction to the Hi.\iory of Philosophy, trad. ing. deHenning Gottfried Linberg, Boston, 1832, p. 8.

    24. Cours de philosophie par V. Cousin: introduction l'histoire de la philo-sophie.Paris, !828, pp. 1012.

    25. ibid., pp. 1415.

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    El punto que debe quedar claro ahora no es que la idea de

    una economa industrial como tal no surgi claramente has-ta despus de la era napolenica, tal como atestiguan tantoSaintSimon como Cousin, cuando el concepto general ya erafamiliar para la izquierda intelectual, sino que apareci comouna prolongacin natural del pensamiento ilustrado del si-gloxviil Fue el resultado de la combinacin del progreso dela Ilustracin en general, de la libertad, la igualdad y la eco-noma poltica junto a los avances materiales de la produc-

    cin. La novedad resida en hacer depender el triunfo d esteprogreso del ascenso y el triunfo de una clase especfica, labourgeoisie.

    Pero cuadQ.encaj en este esquema la Revolucin fran-cesa? . A. MignetJ en suHistoria de la Revolucin francesade 18247nbTda una respuesta. Siendo la primera obra que me-reciera el nombre de historia, al trabajo de Mignet slo lo pre-cedi un trabajo similar, aunque ms amplio, escrito por un

    hombre que, como.,Guizot, estaba destinado a los ms altoscargos polticos, . Adolphe Thiers En el Antiguo Rgimen,mantena Mignet, loThbmbres estaban divididos en dos clasesrivales: los nobles y el pueblo o Tercer Estado, cuyo po-der, riqueza estabilidad e inteligencia aumentaban a diario.26El Tercer Estado formul la Constitucin de 1791 instituyen-do una monarqua constitucional liberal. Esta constitucinafirma Mignet fue obra de la clase media, que en aquellostiempos era la ms fuerte; pues como todo el mundo sabe, elpoder dominante siempre toma el control de las institucio-nes. En resumen, la clase media era ahora el poder dominan-te o clase dirigente. Desgraciadamente atrapada entre el rey yla aristocracia contrarrevolucionaria por un lado y la multi-tud por el otro, la clase media fue atacada por unos e inva-

    26. A. F. Mignet,Histoire de la Rvolution franaise, depuis 1789 jusquen1814,vol. 1, Pars, 1898, p. 15.

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    dida por los otros.27 Si haba que mantener los logros de la

    revolucin liberal, la guerra civil y la intervencin extranjerarequeran la movilizacin de la gente comn. Pero dado quese necesitaba a la multitud para defender el pas, sta exigigobernar el pas; de modo que llev a cabo su propia revolu-cin, tal como la clase media haba llevado a cabo la suya. Elpoder popular no dur. Pero se habt alcanzado la finalidad dela revolucin liberal a pesar de la anarqua y el despotismo;durante la Revolucin se destruy 3a antigua sociedad, y la

    nueva se estableci bajo el Imperio.28 Con bastante lgica,Mignet termin su historia de la Revolucin con la cada deNapolen en 1814.

    Por consiguiente, la Revolucin se contemplaba como unproceso complejo y en absoluto lineal que, sin embargo, supu-so el punto culminante de la larga ascensin de la clase media

    y que reemplaz la vieja sociedad por otra nueva. La disconti-nuidad social fundamental que marc se ha expresado pocas

    veces de forma ms elegante y elocuente que en las obras deAlexis de Tocqueville, cuyos trabajos citan con otros propsi-tos los historiadores revisionistas. Nuestra historia escribien susRecuerdosvista a distancia y en conjunto, configurael cuadro de la lucha a muerte entre el Antiguo Rgimen, sustradiciones, sus conmemoraciones, sus esperanzas y sus hom-bres, representados por la aristocracia, y la Nueva Francia di-rigida por la clase media.29 Como Thierry, Tocqueville con-templaba la Revolucin de 1830 como una segunda y msafortunada edicin de la de 1789 que fue necesaria dada la ten-tativa de los Borbones por hacer retroceder el reloj hasta 1788.La Revolucin de 1830, declar, fue un triunfo de la clase

    27.Ibid., pp. 206,209.28. Hay una traduccin, probablemente del editor, en Walter Simon, ed.,

    French Liberalism 17891848,Nueva York, 1972, pp. 139143.

    29. Alexis de Tocqueville,Recollections, ed, J. P. Mayer, Nueva York, 1949,p. 2.

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    media tan claro y completo que todo el poder poltico, todas

    las prerrogativas y todo el gobierno fueron confinados yamontonados entre los estrechos lmites de esta clase ... Porconsiguiente, no slo gobern la sociedad sino que podemosdecir que la form.30 La Revolucin como escribi en otraparte ha destruido completamente, o est en trance de des-truir, todo aquello de la antigua sociedad que derive de las ins-tituciones feudales y aristocrticas, todo lo que de una forma uotra tuviera relacin con ellas, todo lo que tenga la mnima

    huella de ellas.31Ante tales aseveraciones en boca de hombres que al fin yal cabo estaban describiendo la sociedad donde vivan es dif-cil comprender las opiniones contemporneas que afirman quela Revolucin fue ineficaz en su resultado, por no mencio-nar a los historiadores revisionistas que mantienen que alfinal la Revolucin benefici a la misma elite terratenienteque la haba empezado, o que vean a la nueva burguesa

    sinsrer dans une volont didentification raristocratie(participando de una voluntad de identificarse con la aristo-cracia).32 Lo ltimo que se puede decir es que esta fuera laimpresin que tenan quienes vivan o visitaban la Franciaposrevolucionaria. Al menos en opinin de los observadoresextranjeros, as como de Balzac, la Francia posrevolucionariaera una sociedad en la que, ms que en ninguna otra, la rique-za era el poder y los hombres se consagraban a acumularla.

    Lorenz von Stein, al seguir la pista del surgimiento de lalucha de clases entre burgueses y proletarios en Francia des-pus de la Revolucin, incluso concibi una explicacin his-trica de esta excepcional propensin al capitalismo. Bajo

    30.Ibidem.31. Tocqoeville,Anden Rgime, trad. ing. de M. W. Paterson, Oxford, 1947,

    p. 23 (hay trad. cast.:El Antiguo Rgimen y la revolucin, Guadarrama, Madrid, 1969).

    32. Runciman, Unnecessary Revolution, p. 318; Jacques Sol,La rvolution en quesiions,Pars, 1988, pp'. 273, 275.

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    Napolen, razon, la cuestin crucial de la Revolucin, a sa-

    ber, el derecho de todo individuo a alcanzar, por sus propiosmritos, los puestos ms elevados de la sociedad civil y delEstado, se vio reducida a la alternativa de acumular propie-dades o hacer carrera en el ejrcito.33 El despotismo exclualas dems formas de competencia para alcanzar honores p-blicos. De modo que Francia se enriqueci precisamenteporque al caer bajo el despotismo del Imperio inaugur el pe-rodo donde la riqueza constituye elpoderde cada indivi-

    duo.34 Cmo explicar esta considerable divergencia entre al-gunos historiadores de fines del siglo xx y los observadores deprincipios del xix es otra cuestin. Sea cual fuere la respuesta,el hecho de que los liberales moderados del primer perodovieran las consecuencias de la Revolucin francesa en trmi-nos completamente distintos que sus sucesores liberales mo-derados de los aos ochenta, no puede eludirse.

    Una cosa est clara. En algn momento entre 1814, cuan-

    do Mignet termin su historia, y 1820, los jvenes liberales declase media que crecieron con el cambio de siglo leyeron lainteipretacin de la Revolucin francesa como la culminacindel ascenso secular de la burguesa hasta la posicin de clasedirigente. Advirtase, no obstante, que ellos no identificabanla clase media exclusiva ni esencialmente con los hombres denegocios, a pesar de que tuvieran pocas duda de que, en termi-nologa posterior, la sociedad burguesa de hecho tomara laforma de una sociedad capitalista y cada vez ms industrial.Guizot, una vez ms, lo expres con su habitual lucidez. En elsigloxii, la.nueva clase la constituan bsicamente mercaderes,pequeos comerciantes (ngociants faisant un petit commerce) y pequeos propietarios de casasode tierra residentes en

    33. Lorenz von Stein,Der Socialismus und Communismus des heuiigen Fran

    kreich: Ein Beitrag zur Zeitgeschichte, 2.a edMLeipzig, 1848, pp. 128129, 131.34.Ibidem.

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    las ciudades. Tres siglos ms tarde, tambin inclua a los abo-

    gados, los mdicos, las personas cultivadas de todo tipo y to-dos los magistrados locales: la burguesa fue tomando formacon el tiempo, y estaba compuesta por elementos diversos.Tanto su secuencia cronolgica como su diversidad a menudohan sido insignificantes en su historia ... Tal vez el secreto desu destino histrico resida precisamente en la diversidad de sucomposicin en los diferentes perodos de la historia.33

    Sociolgicamente, Guizot estaba obviamente en lo cierto.

    Fuera cual fuese la naturaleza de la burguesa o clase mediadel siglo xix, estaba formada por la transformacin de variosgrupos situados entre la nobleza y el campesinado, que ante-riormente no tenan necesariamente, mucho en comn, en unaclase nica, consciente de s misma y tratada por los demscomo tal; y muy especialmente por aquellos cuya posicin sebasaba en la educacin (.BesitzbrgertumyBildungsbrgertum, en la reveladora terminologa alemana).36 La historia delsiglo xix es incomprensible para quien suponga que slo losempresarios eran autnticos burgueses.

    La interpretacin burguesa de la Revolucin francesa lle-g a ser la dominante, no slo entre los liberales francesessino entre los liberales de todos los pases donde el comercioy el liberalismo, es decir, la sociedad burguesa, todava nohaba triunfado (tal como, por supuesto, los liberales pensa-

    ban que era su destino en todas partes). En 1817, Thierry pen-saba que los nicos pases donde haba triunfado hasta enton-ces eran Francia, Inglaterra y Holanda. La afinidad entre lospases donde la sociedad burguesa haba llegado a ser domi-nante pareca ser tan estrecha que en 1814 SaintSimon, ei pro-feta de la industrializacin e inventor de la palabra, y Thierry,

    35. Guizot,Histoire de la civilisalion, pp. 181182.

    36. Una discusin completa en Jrgen Kocka y Ute Frevert, eds.,Biirertumim 19 Jahrhundert, 3 vols., Munich, 1988, esp. vol. 1, parte 1.

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    que por aquel entonces era su secretario, llegaron a vislum-brar un nico parlamento anglofrancs que sera el ncleo deun organismo nico de instituciones paneuropeas en el senode una monarqua constitucional paneuropea cuando el nuevosistema fuera universalmente triunfante.37

    Los historiadores liberales no solo observaron la afinidadexistente entre Francia y Gran Bretaa sino que tambin vie-ron a esta ltima como en cierto modo predecesora y modelopara Francia. Nada es ms sorprendente, dado el habitual ga

    locentrismo de la cultura francesa, que la dedicacin de estoshombres a la historia de Gran Bretaa (especialmente Thierryy Guizot, ambos profundamente inlludos por Walter Scott).Incluso podra decirse que no slo vieron la Revolucin fran-cesa como una revolucin burguesa, sino que hicieron lo mis-mo con la Revolucin inglesa del siglo xix. (Este es otro delos aspectos de la herencia liberal de la Restauracin que msadelante llamara la atencin de los rnarxistas.) Haba una po-

    derosa razn para ello: el precedente ingls ratificaba la pos-tura de los liberales franceses de clase media, cuyo ideal sinduda no era la propia revolucin sino, citando de nuevo aThierry, el progreso lento pero ininterrumpido, con la con-viccin de que, con todo, la revolucin poda ser necesaria,mientras el ejemplo ingls demostraba que tal revolucintanto poda sobrevivir al equivalente de 17931794 (1649 yCromwell) como evitarlo (1688) para crear un sistema capazde llevar a cabo una progresiva transformacin no revolucio-naria.38

    Los argumentos de Guizot estn particularmente claros,pues aunque insista en la importancia de la lucha de clases enla historia europea, no vea esta lucha como un enfrentamien-to que llevara a la victoria completa de unos y a la eliminacin

    37. Gossman, Thierry, p. 40.38. Thierry,Tiers tat, pp. 7677.

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    de otros, sino (incluso en 1820) como generadora, dentro ele

    cada nacin, de un determinado espritu general, un deter-minado conjunto de intereses, ideas y sentimientos que triun-fan sobre la diversidad y la guerra.39 Su ideal era la unidadnacional bajo la hegemona burguesa. Sin duda estaba fasci-nado por el desarrollo histrico de Inglaterra, donde, ms queen cualquier otro lugar de Europa, los distintos elementosdel entramado social [tat social] se han combinado, han lu-chado y se han modificado recprocamente, obligndose per-

    manentemente a consensuar una existencia en comn. Don-de el orden civil y religioso, la aristocracia, la democracia, larealeza, las instituciones locales y centrales, el desarrollo po-ltico y moral, avanzaron y crecieron juntos, aparejados, talvez no siempre con la misma velocidad, pero nunca demasia-do alejados unos de otros. Y de este modo Inglaterra habasido capaz, ms rpidamente que cualquiera de los estadosdel continente, de conseguir el anhelo de toda sociedad, es de-

    cir, el establecimiento de un gobierno firme y libre a la vez, ydesarrollar un buen sentido poltico as como opiniones fun-dadas sobre los asuntos pblicos. [Le bon sens national etTintelligence des affaires publiques.].40

    Hubo razones histricas que explicaron esta diferencia en-tre las revoluciones francesa y britnica (fue el tema de la l-tima clase del curso de Guxzot), a pesar de que la tendenciafundamental de la evolucin de ambos pases fue similar.Mientras el feudalismo britnico (el Norman Yoke) fue laconquista de una nobleza normanda sobre una organizacinpoltica anglosajona estructurada, lo cual trajo aparejada unaresistencia popular institucionalizada y estructurada que rei-vindicaba las anteriores libertades anglosajonas, el equivalen-te francs haba sido la conquista de los nobles francos sobre

    39. Guizot,Histoire de la civi!isarion,pp. 182183.40.Ibid., pp. 287288.

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    una poblacin nativa gala disgregada (nos anctres les Gau-

    lois), que no se resignaba pero que era impotente. Su insurgencia contra los nobles durante la. Revolucin francesa fuepor ello ms incontrolada e incontrolable, y en consecuenciadicha revolucin fue ms terrible y extrema.41 As se intentabaexplicar lo que tanto chocaba a los historiadores liberales delsiglo xix, es decir, el por qu (en palabras de lord Acton) enFrancia el paso de una sociedad feudal y aristocrtica a otraindustrial y democrtica estaba Libado a convulsiones, lo

    cual no suceda en otras naciones (es decir, en Inglaterra)42A pesar de eso, los britnicos podan servir de modelo para laFrancia posterior a 1789: si Gran Bretaa haba superado a suRobespierre y/o a su Napolen (Cromwell) para posibilitaruna segunda, pacfica y ms decisiva revolucin que instaura-ra un sistema permanente (la Revolucin Gloriosa de 1688),Francia poda hacer lo mismo. Poda., y as lo hizo, instaurar laMonarqua de Julio en 1830.

    Por lo tanto, en la Francia de la Restauracin, los vencedo-res de la revolucin burguesa ya eran moderados en potencia,conscientes de haber alcanzado la victoria decisiva de su cla-se. Fuera de Francia, lo que resonaba claramente en los odosde las clases medias eran las exigencias de 1789. A las institu-ciones de la Edad Media les haba llegado la hora, pensaba unhistoriador liberal alemn. Haban surgido nuevas ideas, y s-tas afectaban ante todo a las relaciones de las clases sociales[Stnde] en la sociedad humana, siendo la clase burguesa[Brgerstand] la que cada vez cobraba ms importancia. Deah que los hombres empezaran a hablar y escribir sobre losDerechos del Hombre, y a investigar los derechos de quienes

    41. Cf. Guizot en Simon, ed.,French Libem srn, p. 108. Aqu se hace eviden-te la influencia tanto de la ecuacin de Thierry sobre la raza y la lucha de clasescomo delIvanhoede Walter Scott.

    42. Lord Acton,Lectures on the French Resolution, Londres, 1910. p. 2. Lasconferencias, publicadas postumamente, se dieron originalmente en 1895.

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    basaban sus reivindicaciones en los llamados privilegios.43

    Estas palabras eran trminos de lucha en la Alemania de 1830,mientras que en Francia ya haban dejado de serlo. El trminobourgeois, en Francia, se defina por contraste con elpueblo(peuple) o losproletarios (proletaires). En Alemania (en laenciclopediaBrockhaus de 1827), se contrastaba conaristo-craciapor un lado y concampesinado por el otro, mientrasque el trminobrgercada vez se identificaba ms con el tr-mino clase media y con el francs bourgeois.44Lo que los

    liberales alemanes de clase media queran o considerabannecesario era una revolucin burguesa. Y lo vean muchoms claro que sus predecesores franceses en 1788, puesto quecontaban con los hechos y las experiencias de 1789 como re-ferencia.

    Adems, los alemanes consideraban que el modelo britni-co, que los historiadores franceses analizarana posteriori, es-tableca un mecanismo de transformacin histrica muy pode-

    roso y de gran alcance: Acaso es preciso que un gran pueblo,para alcanzar una vida poltica independiente, para hacerse conla libertad y el poder, tenga que pasar por una crisis revolucio-naria? El doble ejemplo de Inglaterra y Francia nos apremiaa aceptar esta proposicin. As escriba el liberal germanoGeorg Gervinus en la vspera de 1848. l, como muchos de suclase, era al mismo tiempo erudito y activista poltico.43

    Como tantas otras ideas que posteriormente seran adopta-das por los marxistas, esta concepcin de la necesidad de la

    43. Wilhelm Friedrich Volger,Handbuch der allgemeinen Weltgeschichte,vol. 2, 2.a parte:Neuesie Geschichte, Hannover, 1839, p. 240.

    44. Brger, Geschichiliche Grundbergriffe, ed. O. Brunner, W. Conze yR. Koselleck, Stuttgart, 1972, pp. 715716.

    45. Revolution, ibid., vol. 5,p. 747. Incluso hacia finales de siglo sucede lomismo en elBrockhaus Conversationlexikon, 13.a ed., Leipzig, 1886, vol. 13. p. 652,artculo Revolution. Las revoluciones inglesa y francesa se consideran las dos

    catstrofes que sealan el verdadero momento crucial de la vida cultural de Europa,y al que estn ms o menos vinculados los dems cambios violentos de la poca.

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    revolucin, establecida mediante una extrapolacin histrica(lo que Charles de Rmusat llamara una conviccin geom-trica de que en el mundo moderno exista una ley de las re-voluciones), proceda de los liberales franceses de la Restau-racin.46 Desde luego resultaba plausible, y los desarrollosulteriores no han disminuido su plausibilidad.

    En algn momento entre el siglo xvo y mediados del si-glo xx, la historia de prcticamente todos los estados desa-rrollados (Suecia es una de las raras excepciones) y de todas

    las grandes potencias del mundo moderno registran una o msdiscontinuidades repentinas, cataclismos o rupturas histri-cas, clasificables bien como revoluciones o bien como inspi-radas en las mismas. Sera excesivo achacarlo a una simplecombinacin de coincidencias, aunque es bastante ilegtimo yevidentemente errneo inferir que los cambios por rupturasdiscontinuas sean inevitables en todos los casos.

    De cualquier modo, la revolucin necesaria de los libera-

    les de la Restauracin no debe confundirse con versiones pos-teriores de la misma. No les preocupaba tanto demostrar lanecesidad de la violencia para derrocar un rgimen, ni se opo-nan a la poltica de proceder gradualmente. Es ms, sin dudahabran preferido proceder de este modo. Lo que necesitabanera (a)una teora que justificara la revolucin liberal ante lasacusaciones de que necesariamente producira jacobinismo yanarqua, y (b) una justificacin para el triunfo de la burgue-sa. La teora de la revolucin necesaria e inevitable les pro-porcionaba ambos ases, puesto que esquivaba toda crtica.Quin poda discutir contra un fenmeno que escapaba atodo control y voluntad humana, similar al deslizamiento delas placas tectnicas en la Tierra? Por mil razones, pensaba

    46. En su Politique librale ou dfense de la Rvolution franaise (1860)

    mencionada en Alice Grard,La Rvolution franaise: Mythes et interprtations\ 17891970,Paris, 1970, p. 37.

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    Victor Cousin, la revolucin haba sido absolutamente nece-saria, incluidos sus excesos, los cuales formaban parte de sumisin destructiva. Y para Guizot, los shocks que llama-mos revoluciones no son tanto el sntoma de lo que est empe-zando como la declaracin de lo que ya ha tenido lugar, esdecir, la ascensin secular de la clase media.47 Para algunosobservadores razonables de la primera mitad del siglo xix, estaopinin no era del todo insostenible.

    De forma progresiva, al enfrentarse a la necesidad de lle-

    var a cabo una revolucin burguesa y conscientes de que laposibilidad de realizarla haba llegado a Alemania procedentede Francia, incluso para las clases medias alemanas menosextremistas fue ms fcil pasar por alto la violencia de la Re-volucin de lo que jams lo fue para sus contemporneos in-gleses, quienes (a) no necesitaban tomar a Francia como mo-delo del liberalismo ingls y ib) se enfrentaban a la erupcinde las fuerzas sociales desde abajo. La imagen de la Revolu-

    cin francesa que penetr ms profundamente en la concien-cia britnica no fue la de 1789 o la de 1791 sino la de 17931794, el Terror. Cuando Carlyle escribi suHistoria dela Revolucinen 1837, no slo estaba pagando un tributo a lagrandeza del espectculo histrico, sino que imaginaba lo quepodra ser una revuelta de los trabajadores pobres ingleses.Tal como aclar ms adelante, su punto de referencia era elcarlismo.48

    Los liberales franceses, por supuesto, teman los peligrosdel jacobinismo. Los liberales alemanes lo contemplaban conuna calma sorprendente, aunque los radicales germanos, comoel joven genio revolucionario Georg Bchner, lo afrontaran

    47.Ibid.,p.34.48. En Cartism, Critica! and Miscellaneous Essays,Londres, 1899, vol. 4,

    p. 149. Carlyle argumenta que ia Revolucin francesa todava no se ha completado:

    Fue una revuelta de las clases inferiores oprimidas contra las clases superioresopresoras: no slo una revolucin francesa, no; una revolucin europea.

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    sin pestaear.49 Friedrich List, el paladn del nacionalismo eco-nmico alemn, defendi a la Revolucin de la acusacin deser una mera erupcin de fuerza bruta. Su origen estaba en eldespertar del espritu humano.50 Slo lo dbil e impotentenace sin dolor, escribi otro liberal alemn, estudioso de laRevolucin,31 antes de casarse con unasoubrette*y convertir-se en catedrtico de economa en la Universidad de Praga.52

    As pues, si es innegable que la generacin de liberalesfranceses inmediatamente posteriores a la Revolucin la vie-

    ron como una revolucin burguesa, tambin est igualmenteclaro que el anlisis de las clases y de la lucha entre ellas questos desarrollaron habra sorprendido a todos los observado-res y participantes de 1789, incluso a esos miembros del Ter-cer Estado ms resentidos ante el privilegio aristocrtico, comoBamave, o, si se me permite, como Fgaro en la obra de Beau-marchais y en la pera de Mozart y Da Ponte. Fue la propiaRevolucin la que cre, en el estrato intermedio entre la aris-

    tocracia y el pueblo, la conciencia de laclase mediaoclassemoyenne, un trmino que de hecho se utilizara ms (exceptoen el contexto de su desarrollo histrico) quebourgeoisie, es-pecialmente durante la Monarqua de Julio.53

    '>49. Especialmente en ei extraordinario docudnunaDanton s Tod.50. Friedrich List,Schriften, Reden, Briefe,Berlin, i932, vol. 1, p. 286. Ei pa-

    saje no tiene fecha, pero se escribi entre 1815 y 1825.

    51. Carl Richter, Staats und Gesellschaftsrecht der Franzsischen Revolutionvon 1789 bis 804, Berlin, 1866, vol. 1, p. vm.* Actriz especializada en los papeles de camarera confdenta. (V.del t.)52. Vase Constant V. Wurzbach,Biographisches Lexicn des Kaiserthums

    sterreich, Viena, 1874, vol. 26, p. 63.53. Cf. La classe moyenne est arrive au pouvpii, Maurice de Gurin, Co-

    rrespondance 18241839, enOeuvres Compltes, ej. . dHarcourt, Pars, 1947,p. 165 (cita de 1834). Edouard Alletz,De la dmocratie nouvelle ou des moeurs etde la puissance des classes moyennes en France,Paris, 1837, 2 vols.: Jules Michelet: La classe moyenne bourgeoise, dont la partie la plus inquite sagitait aux Ja-cobins,Histoire de a Rvolution franaise citada enDictionnaire Robert, Paris,1978, vol. 4, p. 533.

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    Se trataba de una clase media en dos sentidos. Ante todo,

    el Tercer Estado que se erigi a s mismo en nacin en 1789,era, para entendemos, no ya la propia nacin sino lo que elabad Siys, su ms elocuente portavoz, y dicho sea de paso,defensor de Adam Smith, llam las clases disponibles deese Estado; a saber, en palabras de Colin Lucas, el grupo s-lidamente unificado de los profesionales, el rango medio dela sociedad, que fueron los elegidos como sus representantes.Que ellos tambin se vieran a s mismos, con bastante sinceri-

    dad, como los representantes de los intereses de toda la na-cin, e incluso de la humanidad en general, porque defendanun sistema que no se basaba en el inters y el privilegio ni enlos prejuicios y las costumbres, sino en algo que pertenece atodos los tiempos y lugares, en algo que debera ser el funda-mento de toda constitucin, la libertad y la felicidad del pue-blo, no impide que observemos que procedan de un seg-mento especfico del pueblo francs, y que eran conscientes

    de ello.54 En palabras de Mignet, si el electorado de 1791 (larevolucin de los liberales) se restringa a los ilustrados,quienes de este modo controlaban toda la fuerza y el poderdel Estado, al ser los nicos cualificados para controlarlopuesto que slo ellos tenan la inteligencia necesaria para elcontrol del gobierno, ello se deba a que constituan una eliteseleccionada por su capacidad, capacidad que quedaba de-mostrada por su independencia econmica y su educacin.33Esta elite abierta, basada no en el nacimiento (salvo en la me-dida en que se consideraba que la constitucin fsica y psico-lgica de las mujeres las privaba de tales capacidades) sitio enel talento, inevitablemente estaba compuesta en su mayorapor los rangos medios de la sociedad (puesto que la nobleza

    54. Thierry,Rorganisation de la socit europenne (1814), mencionado en

    Gossman, Thierry, p. 37.55. Mencionado en Simon,French Liberalism,p. 142.

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    no era numerosa y su estatus no se consideraba en absolutovinculado a la inteligencia, mientras que la plebe no tena edu-cacin ni medios econmicos). No obstante, dado que uno delos fundamentos esenciales de dicha lite era el libre accesodel talento a cualquier carrera, nada poda evitar que cualquie-ra que satisficiese los requisitos correspondientes pudiera pa-sar a formar parte de ella, con independencia de su origen so-cial. Cito de nuevo a Mignet: Dejemos que compartan losderechoscuando sean capaces de ganarlos(la cursiva es ma).

    En segundo lugar, las clases disponibles del Tercer Es-tado, que se convirtieron en las moldeadoras de la nueva Fran-cia, estaban en el medio en otro sentido. Se encontraron a smismas enfrentadas poltica y socialmente tanto con la aristo-cracia como con el pueblo. El drama de la Revolucin, paraquienes podemos llamar retrospectivamente los liberales mo-derados (esta palabra, como su anlisis de la Revolucin, noapareci en Francia hasta despus de la cada de Napolen),56

    fue que el apoyo del pueblo era imprescindible para enfrentar-se a la aristocracia, al Antiguo Rgimen y a la contrarrevolu-cin, al tiempo que los intereses de dicho pueblo y los de losestratos medios estaban en serio conflicto. Tal como dira unsiglo despus A. V. Dicey, el menos radical de los liberales:Confiar en el apoyo del populacho parisiense implicaba con-nivencia con ultrajes y crmenes que hacan imposible el esta-blecimiento de instituciones libres en Francia. La represindel populacho parisiense conllevara una reaccin, y con toda

    56. Para un estudio general de ia evolucin de la palabra como trmino polti-co, vase el artculo Liberalismus de Ulrich Dierse enHistorisches Wrterbuchder Philosophie, ed. Joachim Ritter y Karlfried Grnder, BasileaSruttgart, 1980,vol. 5, cois. 257271, donde se dice que su uso (por futuros liberales como Sieys yConstant) todava no era suficientemente especfico antes de 1814. El primer grupopoltico bajo esta etiqueta lo encontramos en Espaa, 1810, donde los diputados se

    agrupaban en liberales y serviles, y la terminologa espaola sin duda influyen la suerte que correra el trmino.

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    probabilidad, la restauracin del despotismo.57 En otras pala-bras, sin la multitud no habra nuevo orden; con ella, el riesgoconstante de revolucin social, la cual pareci convertirse enuna realidad por un breve perodo en 17931794. Los forjado-res del nuevo rgimen necesitaban protegerse de los viejos ylos nuevos peligros. Apenas sorprende que aprendieran a re-conocerse entre s en el transcurso de los acontecimientos, yretrospectivamente, en su condicin de clase media, al tiempoque comprendan que la Revolucin era una lucha de clases

    contra la aristocracia y contra los pobres.Qu otra cosa podran haber hecho? La moderna opininrevisionista que sostiene que la Revolucin francesa fue en cier-to sentido innecesaria, es decir, que la Francia del siglo xixhabra sido muy parecida a como fue, aunque la Revolucinno hubiese tenido lugar, es el tipo de proposicin no basada enhechos que resulta tan poco demostrable como plausible. In-cluso en el sentido ms restringido con el que se argumenta

    que el cambio atribuible a la Revolucin ... est muy lejos deser responsable de una movilidad social suficientemente im-portante como para modificar la estructura de la sociedad,que no fue necesario desbloquear al capitalismo en un AntiguoRgimen que no presentaba serios obstculos para el mismo,y que si la Revolucin francesa hizo algo,'ese algo consistien retrasar los avances posrevolucionarios, es imposible queimplique que los moderados de 1789 pudieran compartir estaopinin, aunque slo sea porque pertenece al discurso de fina-les del siglo xx y no al de finales del siglo xvrn.58

    Estaba bastante claro, al menos desde el momento en quese convocaron los Estados Generales, que el programa ilustra-

    57. Albert Venn Dicey, Taines Origins of Contemporary France, The Na-tion, 12 de abril de 1894, pp. 274276.

    58. Runciman, Unnecessary Rvolution, p. 315; cf. Franois Furet,Inter

    preting the French Rvolution,Cambridge, 1981, p. 119 (hay trad. cast.:Pensar laRevolucin francesa,Petrel, Barcelona, 1980).

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    do de reforma y progreso que, en principio, todos los hombres

    adinerados y con educacin aceptaron, fueran nobles o no, nosera llevado a cabo como una reforma dirigida desde arribapor la monarqua (como todos ellos esperaban) sino por unnuevo rgimen. Lo llev a cabo una revolucin, a saber, unarevolucin desde abajo, puesto que la revolucin desde arriba,por ms deseable que fuera tericamente, en 1789 ya habadejado de ser una opcin, si es que alguna vez haba llegado aserlo. De hecho, jams se habra producido sin la intervencin

    del pueblo llano. Ni siquiera Tocqueville, quien insista en loagradable que habra sido que un autcrata ilustrado hubiesellevado a cabo la revolucin, lleg a suponer por un momentoque tal proceder fuera posible.59 Y aunque en cada fase delproceso revolucionario surgiese, alguien que considerase quelas cosas haban llegado demasiado lejos y deseara dar el altoa los acontecimientos, los historiadores liberales de la Restau-racin, a diferencia de los liberales modernos y de algunos re-

    visionistas, tras haber vivido una gran revolucin de primeramano, saban que semejantes acontecimientos no podan ac-tivarse y desactivarse como un programa de televisin. Laimagen que esconde la metfora de Furet del patinazo (clrapage) es antihistrica, dado que implica que es posible con-trolar el vehculo: pero la prdida del control es parte inte-grante tanto de las grandes revoluciones como de las grandesguerras del siglo xx u otros fenmenos comparables. Los hom-

    bres olvidaron sus verdaderos intereses, sus intereses concre-tos escribi Thierry en 1817, refirindose a la Revolucinpero habra sido ftil intentar advertimos sobre la vanidad delos objetivos que estbamos persiguiendo;... la historia estabaall, y podamos dejarla hablar en nuestro nombre y abominarde la razn.60 Mignet lo saba mejor que algunos de sus des-

    59. Tocqueville,Anden Rgime, p. 176.60. Mencionado en Gossman,Thierry, p. 39.

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    cendientes que formaban la familia del liberalismo moderado:

    Tal vez sera osado afirmar que las cosas no pudieron su-ceder de otra manera; pero lo cierto es que, teniendo en cuen-ta las causas que la provocaron y las pasiones que utiliz e in-flam, la revolucin estaba destinada a tomar ese curso y aalcanzar ese resultado ... Ya no era posible ni evitarla nidiri-girla[la cursiva es ma].51

    En el captulo 2 volver a abordar el descubrimiento de la re-volucin como una especie de fenmeno natural que escapa al

    control humano, una de las conclusiones ms importantes ycaractersticas que los observadores sacaron de la experienciade la Revolucin francesa.

    Sin embargo, precisamente por esta razn, acaso no debe-ramos haber supuesto que los liberales moderados de la Restau-racin, al igual que sus sucesores actuales, lamentaron el incon-trolable cataclismo por el que Francia pas? Si los revisionistastienen razn cuando consideran que el cuarto de siglo de revolu-

    cin fue une priptie cruelle de la historia francesa, tras la cuallas cosas recuperaron el ritmo lento de los cambios, debe sor-prendemos que los moderados a veces denuncien el despropor-cionado coste de esos cambios relativamente tan pequeos?02 Yque incluso den muestras de esa nostalgia por elAnclen Rgi-meque quienes visitan regiones de Europa que una vez estuvie-ron gobernadas por la monarqua de los Habsburgo todava de-tectan en los intelectuales de pases que se deshicieron de eseyugo en tiempos de sus abuelos o bisabuelos? (No deberamoshaber esperado una regresin hacia la monarqua en las masas cu-yas vidas se vieron tan convulsionadas a cambio de tan poco?)63

    61. Mencionado en Simn,French Liberalism, pp. 149151.62. Ren Sdillot,Le coCa de la Rvolutionfrangaise,Pars, 1987. pp. 282287.63. Pero, por supuesto, aunque los escpticos ven un bilan globalemem n

    gatif en la agricultura, como en cualquier otro sitio; incluso Sdillot no niega quelos campesinos ganaron ms de lo que perdieron (ibid., pp. 173, 266), que es lo

    que todo el mundo daba por sentado en el siglo xix.

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    Pero no hay seales que indiquen que tales reacciones se pro,

    dujeran.Los liberales de la Restauracin, por ms asombrados queestuvieran con lo que haba sucedido en su pas, no rechaza-ron la Revolucin ni hicieron una apologa de la misma. Dehecho, un contemporneo britnico conservador vio su histo-riografa como una conspiracin general urdida contra losantiguos Borbones, una paradjica'apologa de la vieja Re-volucin y una provocacin encubierta para llevar a cabo

    otra.64 El autor en quien pensaba, A.dolphe Thiers, a duraspenas puede ser acusado de excesivo radicalismo, ni. siquieraen la dcada posterior a 1820.65 Fueran cuales fueren los exce-sos de la Revolucin, no habra sido peor la alternativa, esdecir, la no revolucin? FrancoisXavier Joseph Droz, que vi-vi el Terror en su juventud, lo expres as: No imitemos aesos antiguos que, aterrorizados por la quema del carro de Fae-tn, suplicaron a los dioses que los dejaran en la permanente

    oscuridad.66Nada sorprende tanto en los liberales de la Restauracincomo su rechazo a abandonar siquiera esa parte de la Revolu-cin que no era defendible en aras del liberalismo, que los li-berales no deseaban defender, y que sin embargo los mode-rados haban desbaratado: el jacobinismo de 17931794. LaRevolucin que deseaban preservar era la de 1789, la de laDeclaracin de los Derechos del Hombre, sobre cuyo intrnse-co liberalismo Tocqueville nunca dej de hacer hincapi, opara ser ms concretos, la de los principios de la Constitucin

    64.Essays on the Early Period of The French Jlevolution by heJmxs John Wilson Croker,Londres, 1857, p. 2.

    65. bidem.66.Nouvelle Biographie Genrale,Pars, 1855, vol. 13, p. 810. Los lectores

    del siglo xix no necesitaban que les dijeran que Faetn era un antiguo astronauta

    de la mitologa griega que fue incinerado cuando carroza se acerc demasiadoal Sol.

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    de 1791.67 Pero no fue el propio Guizot quien defendi la Re-volucin en su totalidad como el desarrollo necesario de unasociedad en progreso ... la terrible pero legtima batalla delderecho contra el privilegio? Acaso no fue l quien dijo

    no deseo repudiar nada de la Revolucin. No pido que se ladisculpe de nada. La tomo como una totalidad, con sus acier-tos y sus errores, sus virtudes y sus excesos, sus triunfos y susinfortunios... Me diris que viol la justicia, que oprimi a lalibertad. Estar de acuerdo. Incluso participar en el examende las causas de tan lamentables digresiones. Y lo que es ms:os garantizar que el germen de estos crmenes estaba presen-te en el mismsimo origen de la Revolucin.68

    A diferencia de muchos de quienes preparaban, o de quie