2
Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.690 Carta Dominical dominical HOJA E ste domingo iniciamos un nuevo año litúrgico. A pesar de la pandemia, procuraremos que nuevas coronas de Adviento iluminen nuestras iglesias y, poco a poco, ir creando y reencon- trando el ambiente gozoso de Navidad. Estas cuatro semanas nos hablan de una actud fundamental, a veces poco culva- da, que es la espera. Y es que así como en Cuaresma subraya- mos una preparación penitencial de cara a la conversión, en Adviento la preparación se parece más a la antesala de la gran fiesta de Navidad. Esperamos el nacimiento del Señor, pero no esperamos pasivamente, sin poner nada de nuestra parte. La antesala donde nos han invitado a permanecer no es una sala de espera aburrida y monótona donde pasar el empo, sino el espacio donde culvar y profundizar, tanto personal como comunitariamente, una serie de virtudes. Un primer campo a culvar es la paciencia, una virtud cada vez más escasa en nuestro mundo occidental, dominado por la ur- gencia, la inmediatez y las prisas. Hoy en día, esperar ene una connotación casi negava, de pérdida de empo. Y, en cambio, a nadie se le escapa que las cosas realmente importantes de la vida necesitan un empo de gestación absolutamente impres- cindible para posibilitar su madurez y plenitud. Disponer de un empo fuerte para llegar a Navidad significa que la Iglesia nos invita a no perdernos en superficialidades y ligerezas, sino a dar el valor justo que merece la solemnidad eclesial de la Encarnación del Hijo de Dios. Por ello, el Advien- to necesita de una oración pausada y de una reflexión sosega- da. Sólo así podremos detenernos a contemplar este misterio, incluso antes de celebrarlo, y abriremos nuestro interior para captar en profundidad la gran sorpresa y el gran regalo de Dios. De una manera especial, pues, estos días recordamos y revivi- mos la oportunidad constante de encontrarnos con el Señor que viene, que sigue viniendo cada día y en cada momento. Y es desde aquí que la espera se relaciona con la actud de vigilia. Es evidente que quien está esperando para entrar a una fiesta no se duerme. A la gran sorpresa de la Encarnación del Hijo de Dios debe corresponder nuestra libertad responsable, porque el Señor quiere atraernos con su amor y nos invita a formar parte de una nueva humanidad. Pero es necesario que cada uno de nosotros escuche su voz y se levante voluntariamen- te a abrirle la puerta, como aquellas muchachas prudentes del Evangelio que mantenían encendidas las antorchas. La espera ene aún otro valor fundamental: hace que aumente el deseo. Nadie espera un acontecimiento gozoso con apaa y desgana. Sería una contradicción, fruto del desconocimiento de lo que realmente se espera. El hombre y la mujer bíblicos expresan el deseo de Dios. Esperarlo, anhelarlo, buscarlo, llo- rarlo, festejarlo están en la base de su espiritualidad. El Sal- mo 62, que cantamos cada domingo y cada fiesta en el rezo de Laudes, es un ejemplo diáfano: «Oh Dios, eres mi Dios, al amanecer te busco. Mi alma ene sed de , por se desvive mi corazón en erra seca, sedienta, sin agua». El deseo de Dios es el motor para engendrar el mundo nuevo que nos trae Navi- dad. Entonces, nuestro entusiasmo se converrá en tesmonio auténco por la alegría de vivirlo. Vuestro, 29 de noviembre de 2020 I Domingo de Adviento LA ESPERA † Joan Planellas i Barnosell Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado Enfoca el código QR y accede al video de la Carta dominical NADIE ESPERA UN ACONTECIMIENTO GOZOSO CON APATÍA Y DESGANA, SERÍA UNA CONTRADICCIÓN

Hoja Dominincal n. 3690 del 29-11-20

  • Upload
    others

  • View
    0

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Arzobispado de Tarragona www.arqtgn.cat n. 3.690

Carta Dominical

dominicalHOJA

Este domingo iniciamos un nuevo año litúrgico. A pesar de la pandemia, procuraremos que nuevas coronas de Adviento

iluminen nuestras iglesias y, poco a poco, ir creando y reencon-trando el ambiente gozoso de Navidad. Estas cuatro semanas nos hablan de una actitud fundamental, a veces poco cultiva-da, que es la espera. Y es que así como en Cuaresma subraya-mos una preparación penitencial de cara a la conversión, en Adviento la preparación se parece más a la antesala de la gran fiesta de Navidad. Esperamos el nacimiento del Señor, pero no esperamos pasivamente, sin poner nada de nuestra parte. La antesala donde nos han invitado a permanecer no es una sala de espera aburrida y monótona donde pasar el tiempo, sino el espacio donde cultivar y profundizar, tanto personal como comunitariamente, una serie de virtudes.

Un primer campo a cultivar es la paciencia, una virtud cada vez más escasa en nuestro mundo occidental, dominado por la ur-gencia, la inmediatez y las prisas. Hoy en día, esperar tiene una connotación casi negativa, de pérdida de tiempo. Y, en cambio, a nadie se le escapa que las cosas realmente importantes de la vida necesitan un tiempo de gestación absolutamente impres-cindible para posibilitar su madurez y plenitud.

Disponer de un tiempo fuerte para llegar a Navidad significa que la Iglesia nos invita a no perdernos en superficialidades y ligerezas, sino a dar el valor justo que merece la solemnidad eclesial de la Encarnación del Hijo de Dios. Por ello, el Advien-to necesita de una oración pausada y de una reflexión sosega-da. Sólo así podremos detenernos a contemplar este misterio, incluso antes de celebrarlo, y abriremos nuestro interior para captar en profundidad la gran sorpresa y el gran regalo de Dios. De una manera especial, pues, estos días recordamos y revivi-mos la oportunidad constante de encontrarnos con el Señor que viene, que sigue viniendo cada día y en cada momento. Y es desde aquí que la espera se relaciona con la actitud de vigilia.

Es evidente que quien está esperando para entrar a una fiesta no se duerme. A la gran sorpresa de la Encarnación del Hijo de Dios debe corresponder nuestra libertad responsable, porque

el Señor quiere atraernos con su amor y nos invita a formar parte de una nueva humanidad. Pero es necesario que cada uno de nosotros escuche su voz y se levante voluntariamen-te a abrirle la puerta, como aquellas muchachas prudentes del Evangelio que mantenían encendidas las antorchas.

La espera tiene aún otro valor fundamental: hace que aumente el deseo. Nadie espera un acontecimiento gozoso con apatía y desgana. Sería una contradicción, fruto del desconocimiento de lo que realmente se espera. El hombre y la mujer bíblicos expresan el deseo de Dios. Esperarlo, anhelarlo, buscarlo, llo-rarlo, festejarlo están en la base de su espiritualidad. El Sal-mo 62, que cantamos cada domingo y cada fiesta en el rezo de Laudes, es un ejemplo diáfano: «Oh Dios, eres mi Dios, al amanecer te busco. Mi alma tiene sed de ti, por ti se desvive mi corazón en tierra seca, sedienta, sin agua». El deseo de Dios es el motor para engendrar el mundo nuevo que nos trae Navi-dad. Entonces, nuestro entusiasmo se convertirá en testimonio auténtico por la alegría de vivirlo.

Vuestro,

29 de noviembre de 2020 I Domingo de Adviento

LA ESPERA

† Joan Planellas i BarnosellArzobispo metropolitano de Tarragona y primado

Enfoca el código QRy accede al video de la Carta dominical

nadie espera un acontecimiento gozoso con apatía y desgana, sería una contradicción‘

Edita: Arzobispado de Tarragona · Redacción y administración: Dpto. de Comunicación y Publiciones (Pla de Palau, 2 – 43003 Tarragona) · Teléfono: 977 23 34 12 · Correo electrónico: [email protected] Directora: Anna Robert · Asesoramiento lingüístico: Joan Massot · Imprime: Torrell, S.A. · D.L.: T-519-01

Ciclo B

Liturgia de las Horas: Semana I

Domingo 29: I Domingo de Adviento [Is 63,16c-17.19c; 64,2b-7; Salmo 79,2ac y 3bc.15-16.18-19; 1 Cor 1,3-9; Mc 13, 33-37 (LE/LH propias)]Lunes 30: San Andrés, apóstol (F) [Rom 10,9-18; Salmo 18,2-3.4.5; Mt 4, 18-22]Martes 1 de diciembre: [Is 11,1-10; Salmo 71,1-1.7-8.12-13.17; Lc 10,21-24]Miércoles 2: [Is 25,6-10a; Salmo 22,1-3.4.5.6; Mt 15,29-37]Jueves 3: San Francisco Javier, presbítero (MO) [Is 26,1-6; Salmo 117, 1.8-9.19-21.25-27a; Mt 7, 21.24-27]Viernes 4: [Is 29,17-24; Salmo 26, 1.4.13-14; Mt 9,27-31] San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia (ML)Sábado 5: [Is 30,19-21.23-26; Salmo 146,1-2.3-4.5-6; Mt 9,35-10,5a.6-8]Domingo 6: II Domingo de Adviento [Is 40,1-5.9-11; Salmo 84,9ab-10.11-12.13-14; 2 Pe 3,8-14; Mc 1,1-8 (LE/LH propias)]

LecturasI Domingo de Adviento

Lectura del libro de Isaías (63, 16c-17.19c; 64, 2b-7)

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nom-bre desde siempre es «nuestro Liber-tador». ¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos, ¿y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélve-te, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! En tu presencia se estre-mecerían las montañas. «Descendiste, y las montañas se estremecieron». Ja-más se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él. Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un vestido manchado; todos nos marchitábamos como hojas, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos so-mos obra de tu mano.

Salmo responsorial [79, 2ac y 3b.15-16.18-19 (R:4)

Pastor de Israel, escucha; tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos.

LITURGIA DE LA SEMANA

R. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantóy al hijo del hombre que tú has fortalecido. R.

Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1, 3-9)

Hermanos: A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios conti-nuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el tes-timonio de Cristo, de modo que no ca-recéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensi-bles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comu-nión con su Hijo, Jesucristo nuestro Se-ñor.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (13, 33-37)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discí-pulos: «Estad atentos, vigilad: pues no

En el tiempo de Adviento nos preparamos para salir al encuentro del Señor, que vino, que viene y que vendrá al final de los tiempos. Es un tiempo de alegría y esperanza. En este primer domingo se nos llama a reflexionar sobre la necesidad que tenemos de que Dios nos salve y a pedirle que venga y nos llene de su gracia: «¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!» (1a lect.). San Pablo nos recuerda que forma parte del ser cristiano el vivir «aguardando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (2a lect.), de la que no sabemos ni el día ni la hora. Por ello hemos de velar en la oración, sin dormirnos (Ev.).

sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad, entonces, pues no sa-béis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al can-to del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

Aforo limitado. También, en directo por la página web del Arzobispado (www.arqtgn.cat)