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Visitamos también su refugio urbano de la histórica ciu- dad tanzana de Arusha, rodeado por mil hectáreas de verdes cafetales «¡HOLA!» LLEGA AL CORAZÓN DE ÁFRICA ENTRAMOS CON LOS «REYES DEL SAFARI» EN SUS CASAS DEL SERENGETI Y DEL TARANGIRE, LOS FAMOSOS PARQUES NATURALES DE TANZANIA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD Los Brar son propietarios de ocho mil hectáreas, pero no pueden modifcar ni un simple arbusto sin permiso gubernamental 4

HOLA!» LLEGA AL CORAZÓN DE ÁFRICA · ENTRAMOS CON LOS «REYES DEL SAFARI» EN SUS CASAS DEL SERENGETI Y DEL TARANGIRE, LOS FAMOSOS PARQUES NATURALES DE TANZANIA PATRIMONIO DE LA

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Visitamos también su refugio urbano de la histórica ciu-dad tanzana de Arusha, rodeado por mil hectáreas de verdes cafetales

«¡HOLA!» LLEGA AL CORAZÓN DE ÁFRICAENTRAMOS CON LOS «REYES DEL SAFARI»

EN SUS CASAS DEL SERENGETI Y DEL TARANGIRE, LOS FAMOSOS PARQUES

NATURALES DE TANZANIA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Los Brar son propietarios de ocho mil hectáreas, pero no pueden modificar ni un simple arbusto sin permiso gubernamental

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Arriba, vista nocturna de la casa de los Brar, en Arusha. Abajo, la familia al completo. Todos van vestidos a la usanza del Punyab. De izquierda a derecha, Premo, Mandeep, Sukhminder y su nieto Aaron; Harpreet, Gursharn, con el pequeño Aaver sobre sus piernas, y Harjot. El primer Brar, abuelo de Gursharn y bisabuelo de Premo y Harpreet, llegó a África en 1890 para trabajar en la construcción del Lunatic Express, la línea de ferro-carril y antigua compañía ferroviaria que cubría la ruta desde Mombasa hasta Puerto Florencia, en el entonces protectorado de la África Oriental

Británica. Izquierda, una impresionante manada de elefantes trasladándose por las verdes praderas del Serengeti

Tercera y cuarta ge-neración de una de las familias indias más poderosas del continente africa-no, su tatarabuelo fue el primer con-gresista no europeo

de Kenia

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EN 1893, y con solo treinta y un años, Mary Kingsley decidió dedicar su vida

a viajar y descubrir mundos de los que muy poco se sabía en aquel entonces. Así, esta exploradora y escritora británica tuvo una gran influencia en las ideas europeas sobre África: gracias a ella, la curiosidad de miles por el «Continente Negro» se despertó y comenzaron las más grandes expediciones a la sabana del centro de África, un sitio que muchos consideran uno de los más bellos del planeta. Tres años antes que ella, en 1890, Hakam Singh Brar, un joven indio nacido en el Punyab, llegó al Este africano para traba-jar en la construcción del Lunatic Ex-press, la línea de ferrocarril y antigua compañía ferroviaria de la época colonial, también conocida como «el hogar de in-vierno para los aristócratas», que cubría la ruta desde Mombasa hasta Puerto Floren-

cia, en el entonces protectorado de la África Oriental Británica.

Esa vida llena de ambiciones le llevó no solo a posicionarse socialmente y a amasar una gran fortuna, sino también a conver-tirse en el primer congresista no europeo en formar parte del Consejo Legislativo, nombre que recibió la legislatura de la actual Kenia entre 1907 y 1963. Su hijo Uttam, que nació en 1919, en Nairobi, tomó las riendas de los negocios familia-res y entró en la industria de la madera, que tuvo gran importancia durante la era colonial y cuyo imperio heredó su hijo Gursharm, protagonista de nuestra histo-ria junto con su mujer, Sukhminder; sus hijos, Harpreet y Premo, y sus nueras, Harjot y Mandeep. Sin embargo, con el paso de los años, el negocio maderero dejó de ser extremadamente rentable,

Izquierda, la mesa para el almuerzo está lista en el porche de la casa de los Brar. Aquí es en donde agasajan a los muchos amigos que les visitan desde todo el mundo. Arriba, vista del salón principal de la casa familiar de Arusha, decorado en un estilo completamente africano con piezas que hacen alusión a las ricas cultu-ras del Este de África. Derecha, la piscina de su casa de Tarangire. Las hamacas miran ha-cia el pequeño estanque que hay muy cerca, al que los animales se acercan frecuentemente a beber agua, como la gran manada de elefantes

que aparece al fondo

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por lo que Gursharm decidió dedicarse al mun-do de los bienes raíces comprando ocho mil hectáreas de tierra en el norte de Tanzania, cuna de la sabana africana, en los famosos parques naturales del Serengeti y del Tarangire, declara-dos Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981.

Pero los Brar no solamente se convirtieron en los guardianes de una zona inmensamente rica por su flora y su fauna, sino en uno de los refe-rentes de la hospitalidad y el «savoir vivre» del safari. Un espíritu que fue transmitido a Nimali —que significa «riqueza» en suajili, el idioma de los masáis—, la exclusiva compañía de safaris que fundaron hace dieciocho años para transmi-tir su filosofía de vida. Ha sido aquí donde la tercera y cuarta generación de los Brar han reci-bido en exclusiva a ¡HOLA!

«MI PADRE FUE UN VISIONARIO»

—Harpreet, ¿cómo surgió la idea de crear este mundo de los safaris?

—Siempre nos apasionó la Naturaleza. Desde que éramos niños, tanto Premo como yo disfru-tábamos mucho jugando al aire libre. Por el ne-gocio familiar pasábamos largas temporadas en el bosque jugando entre los enormes troncos de madera de los aserraderos. Y nos volvíamos locos cuando nuestros padres nos llevaban a la sabana de safari para ver animales. Así es que cuando surgió la idea de construir estos complejos. No lo dudamos ni un segundo. Además, tenemos un gran respeto por la Naturaleza y creo que el ha-ber creado Nimali es un eximio reflejo de eso.

—¿Y no era de esperar que siguieras con el imperio maderero de tu familia?

Harjot y Mandeep, que lleva a su hijo, Aveer, en brazos, en medio de los extensos cafetales que rodean su casa. Es justo la temporada de cosecha y los rojizos granos son recolectados y empa-cados en rústicos sacos de yute. Derecha (arriba), los Brar en el gran jardín de su casa de Arusha mientras hacen un pícnic en familia. Entre Premo y Mandeep aparece su hijo, Aveer, de tres años, y Harpreet posa junto a su hijo, Aaron, de un año. Junto a la familia, «Sugar», su impresionante mastín italiano. Derecha (abajo), Aveer, en el marco de la ventana, y su primo Aaron en su casa

de juegos que sus padres les construyeron en el jardín

«“Elefante” y “león” fue lo primero que nuestros hijos aprendieron a decir junto con “papá” y “mamá”»

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«Nunca debemos perder de vista nuestro gran compromiso con la preservación de la vida silvestre, porque eso es precisamente nuestra mayor riqueza»

—Probablemente, pero los tiem-pos han cambiado y la explotación de las maderas preciosas dejó de ser rentable en los últimos años. Mi pa-dre fue un visionario, pues vio una enorme oportunidad en lo que hoy hacemos mi hermano y yo, así que siempre nos apoyó incondicional-mente. Y no solo eso, sino que tuve la suerte de casarme con una mujer como Harjot, que también es una gran amante de los animales y el medioambiente. Sin duda, su ayuda y sus ideas han sido fundamentales para llevar a cabo este proyecto.

—¿Cómo surgió la idea de cons-truir una casa primero en Tarangire?

—Hace muchos años, mi padre primero compró un gran pedazo de tierra que colindaba con el Parque Nacional Tarangire, el lugar con la mayor población de elefantes del mundo. En un principio se convirtió en una granja, pero con el tiempo se hizo evidente su inmenso potencial y la enorme responsabilidad que re-presentaba preservar su vida silves-tre. De hecho, mi hermano y yo co-nocimos el terreno doce años des-pués de que mi padre lo comprara. Recuerdo que cuando nos adentrá-bamos en la sabana y mi padre nos decía «todo esto es vuestro», ¡yo no podía creerlo! Y fue en ese instante cuando me di cuenta de lo privilegia-dos que éramos. Pero debo confesar

que fue Harjot, mi mujer, quien me hizo tomar la decisión de construir una casa para pasar los fines de se-mana en Tarangire. Cuando comen-zamos a venir con frecuencia, me di cuenta de que este era un lugar úni-co y que la idea de construir un cam-pamento era fantástica, así que nos pusimos manos a la obra.

—Y se convirtieron en los «Reyes del Safari»…

—Solo puedo decirte que noso-tros crecimos con el amor por esta tierra en nuestro corazón, y eso se hace evidente cuando recibimos visi-tantes.

—¿Cómo viviste tú este proceso, Harjot?

—Cuando me casé con Harpreet, a principios de dos mil catorce, que-ría comenzar un proyecto en común con él. Así que cuando me habló de su interés de que este terreno de mi-les de hectáreas tuviera un potencial real, no dudé ni un segundo en apo-yarlo. Aunque soy de familia india, yo nací en Tanzania y el amor que siento por esta tierra es inmenso, por lo que me dediqué a la construcción del campamento en Tarangire y me ocupé de diseñar todo. Decidimos que lo mejor era estar junto al lecho del río porque así tendríamos cerca a todos los animales que se acercan para beber agua. Y nuestra premisa

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siempre fue la «ex-clusividad», algo que con el tiempo se ha ido perdiendo en lo que se refiere a la industria de los safa-

ris. Si te pones a pen-sar, creo que no hay

nada más exclusivo que te-ner para ti solo miles y miles de

hectáreas llenas de preciosos anima-les y flora maravillosa. Y no solo eso, también puedes hacer un pícnic en donde te dé la gana o cenar viendo el atardecer debajo de una gran acacia. Eso creo que es hoy el verdadero lujo. Por supuesto que nunca debe-mos perder de vista nuestro gran compromiso con la preservación de la vida silvestre, porque eso es preci-samente nuestra mayor riqueza y so-mos conscientes de que más allá de que nuestra familia sea propietaria de estas tierras, nosotros somos solo los guardianes de un patrimonio que le pertenece a toda la humanidad. Algo por lo que estamos muy agrade-cidos, ya que no todos tienen la opor-tunidad de llevar nuestro estilo de vida.

—Premo, define vuestro estilo de vida.

—Lo diré brevemente: creo que es totalmente único, ya que no es nada frecuente ver crecer a tus hijos rodea-dos de una vida silvestre que solo existe en esta parte del planeta. Me llena de emoción ver a mi hijo, Aveer, o a mi sobrino, Aaron, contemplan-do felices una cebra o un elefante. Jamás les he visto asustados y eso te dice lo importante que es que desde pequeños amen y respeten la Natura-leza. ¡Con decirte que junto con las palabras «mamá» y «papá» también aprendieron a decir «elefante» y «león»! (Risas).

—La Naturaleza os persigue, pues en Arusha viven rodeados de un in-menso cafetal…

—¡Totalmente! Tenemos lo mejor de los dos mundos: estamos a minu-

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Izquierda, vista de las enormes praderas que comprenden el impresio-nante Parque Nacional Ta-rangire, cuyo nombre se debe al río homónimo que cruza la zona y que sigue siendo la única fuente de agua para los animales salvajes durante el invier-no. Con un área de 2.850 kilómetros cuadrados, es la región con mayor po-blación de elefantes del mundo. Arriba, Harjot y Mandeep, recién llegadas de un largo día de safari, ataviadas con típicos ves-

tidos africanos

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En el Serengeti, donde todas las construcciones tienen que ser desmontables, los Brar viven en un exclusivo campamento de película con todo el «glamour» de un moderno «Mogambo»

Arriba, vista general de una de las grandes habita-ciones del campamento de los Brar en Serengeti, «custodiada» por los dos elefantes que aparecen a ambos lados de la foto. Al lado, salón de la casa de Tarangire, decorado con sillones de grueso ra-

tán y pufs de lino con remaches de cuero

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tos de las comodidades de una gran ciu-dad y, al mismo tiempo, nuestras casas es-tán rodeada de verdes cafetales. Cuando volvemos después de un largo día, nos desconectamos por completo en segun-dos.

—Mandeep, tú y Harjot son hermanas, ¿no?

—Así es, Harjot y yo somos dos herma-nas que se casaron con dos hermanos (ri-sas). Nuestros padres, que también son del Punyab, llegaron a Tanzania en mil novecientos setenta y siete y se establecie-ron en Dar es-Salam para trabajar en el negocio del petróleo y de los bienes raí-ces. Toda la familia de mi padre sigue en India, por lo que vamos con frecuencia. Realmente me siento muy orgullosa de mis raíces, pero no puedo dejar de sentir mucho cariño también por Tanzania, una tierra muy generosa que nos dio la opor-tunidad de ver y vivir cosas magníficas.

—Mandeep, tú conociste primero a Premo, tu marido.

—Todo comenzó a finales de dos mil ocho, después de que yo ya hubiese termi-nado mis estudios universitarios en Admi-nistración en Suiza y había regresado a Tanzania. Premo y yo tenemos un gran amigo en común que tuvo la idea de orga-nizar una cena en el histórico Arusha Ho-tel para presentarnos. Como su familia y la mía son de origen sij era perfecto, ya que en la cultura india es importantísimo casarte con alguien que tenga tus mismas creencias. Así es que comenzamos a cono-cernos un poco mejor con el paso del tiempo y cuando lo consideramos pru-dente pedimos la aprobación de nuestras familias para formalizar la relación. Y nos casamos en dos mil diez, dos años des-pués de conocernos, en una gran boda en Dar es-Salam.

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Su casa de Tarangire está construida con madera y piedra de la zona exclusivamente para alterar lo menos posible el ecosistema natural

En la otra página, arriba, mientras están en Seren-geti, los Brar siempre cenan al aire libre rodeados únicamente por el ruido de la fogata y los sonidos de los animales que merodean por la zona. Para decorar la mesa, nunca falta la cálida luz de las velas y cientos de rosas silvestres. Abajo, uno de los dormitorios de la carpa familiar de Tarangire. Junto a estas líneas, Mandeep y Harjot Brar posan en medio de la sabana con dos vestidos de inspi-ración Belle Époque y un gran baobab, que signifi-ca en senegalés «árbol milenario», dada su gran longevidad. Su tronco llega a medir hasta 40 me-

tros de circunferencia

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En las llanuras infinitas del Serengeti, donde cada año tiene lugar la gran migración de los mamíferos, viven los cinco «grandes» de África: el elefante, el león, el leopardo, el

rinoceronte y el búfalo

Arriba, tomando el aperitivo antes de cenar rodeados por la impresionante espectacularidad de la sabana. Abajo, vista del atardecer desde una de las colinas de Tarangire, el lugar favorito de los Brar y en donde construyeron su primera casa. «Recuerdo que cuando nos adentrába-mos en la sabana y mi padre nos decía “todo esto es vuestro”, ¡yo no podía creerlo! Y fue en ese instante cuando me di cuenta de lo privilegiados que éramos», confiesa Harpreet. La fami-lia decidió que lo mejor era estar junto al lecho del río para tener cerca a todos los animales

que se acercan a tomar agua

—Harjot, ¿y cuándo nació el amor entre tú y Harpreet?

—Fue en dos mil diez, pocos meses antes de la boda de mi hermana y Premo. En aquel en-tonces acababa de terminar de estudiar Dere-cho en Londres y tenía la intención de regresar para estudiar un máster, pero, en el fondo, no estaba muy segura de si quería llevar la vida de un abogado pasando todos mis días sentada de-trás de un escritorio, así que seguí mis instintos y decidí quedarme en África. Fue en ese período cuando conocí a Harpreet, y aunque en un prin-cipio no pasó nada entre nosotros, con el tiem-po me di cuenta de que estaba lista para darle una oportunidad al amor. Además, él fue bas-tante insistente y ¡su hermano menor se iba a casar con mi hermana mayor! (Risas). Comencé a viajar mucho a Arusha para visitar a Mandeep, y como en cada uno de mis viajes siempre coin-cidía con Harpreet, comenzamos a salir. A me-diados de dos mil trece, más o menos, me pro-puso matrimonio de rodillas en una colina del Serengeti y, por supuesto, acepté. Pero ahora que lo veo a la distancia, puedo decir que uno de los factores que hizo que me enamorara de él fue su pasión por la vida silvestre y su amor por los animales.

—¿Qué les pareció a tus padres la idea de que te casaras con el hermano del marido de tu her-mana?

—En un principio se sorprendieron por nues-tra diferencia de edad, ya que él es dieciocho años mayor que yo, pero, por otro lado, estaban felices porque ya conocían perfectamente a los Brar. Les tranquilizaba vernos tan enamorados. Nos casamos en una gran boda, en Zanzíbar, a comienzos de dos mil catorce, a la que vinieron toda nuestra familia y nuestros amigos más cer-canos.

Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN Fotos: ROBERTA MARROQUÍN DORIA

Peluquería y maquillaje: KRISHMA JITESH Agradecimientos: ÓSCAR DE LA RENTA

y ADRIÁN BROWN

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