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POR TU VENTANA DORMIDA ENTRA UNA RAMA DE CIELO. JUAN GONZALO ROSE febrero 5, 2014 en 1:13 am | Publicado en Artículos sobre Literatura , Comentarios diversos , Comunicación y Cultura , JARDIN DE DELICIAS | 2 comentarios Juan Gonzalo Rose No he inventado ninguna melodía los que amaron dirán: “conozco esta canción y me había olvidado de lo hermosa que era”, y habrá de parecerles la primera canción con que soñaron. Por tu ventana dormida entra una rama de cielo, en esa rama hay un trino y en ese trino un secreto, si te lo digo despiertas y si despiertas no puedo, por tu ventana dormida entra una rama de cielo. A tu ventana dormida viene a asomar mi lucero, él ya conoce el camino que lo conduce a su anhelo, te mira sin que lo mires, te quiere sin que lo quieras, sombra pegada a tu sombra que te ilumina de veras. JUAN GONZALO ROSE “Primera canción” En: Simple canción (1960)

Homenaje a Claude Coufon

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Page 1: Homenaje a Claude Coufon

POR TU VENTANA DORMIDA ENTRA UNA RAMA DE CIELO. JUAN GONZALO   ROSE febrero 5, 2014 en 1:13 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, JARDIN DE DELICIAS | 2 comentarios 

Juan Gonzalo Rose

 No he inventado ninguna melodíalos que amaron dirán: “conozco esta cancióny me había olvidado de lo hermosa que era”,y habrá de parecerles la primera canción con que soñaron.Por tu ventana dormida entra una rama de cielo,en esa rama hay un trino y en ese trino un secreto,si te lo digo despiertas y si despiertas no puedo,por tu ventana dormida entra una rama de cielo.A tu ventana dormida viene a asomar mi lucero,él ya conoce el camino que lo conduce a su anhelo,te mira sin que lo mires, te quiere sin que lo quieras,sombra pegada a tu sombra que te ilumina de veras.JUAN  GONZALO  ROSE“Primera canción”  En: Simple canción (1960)

Bella   composición  musical  del  maestro   Víctor  Merino basada en el poema de Juan Gonzalo Rose.  En  el siguiente  video   el mismo  maestro Merino  interpreta   el   piano  acompañando  a   la  cantante  Claudia Aguirre.

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Juan+Gonzalo+Rose ,   Simple+canción*Rose  ,   Por+tu+ventana+dormida  , Víctor+Mer

ino, Poesía+canción . Claudia+Aguirre  

COUFFON: EL INTERMEDIARIO, EL POETA, EL INEFABLE, homenaje a Claude por el poeta peruano Jorge Nájar, al que adhiero agradecida por su vida y   obra diciembre 19, 2013 en 11:45 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Miscelánea, Noticias y demás... | Deja un comentario 

Claude Couffon

COUFFON:

EL INTERMEDIARIO, EL POETA, EL INEFABLE

Un caso muy curioso dentro de la poesía francesa contemporánea acaba de apagarse.

Claude Couffon ha muerto. Esta mañana, 18 de diciembre del 2013, me lo cumicó por

teléfono la misma Elisa, su esposa. Ha fallecido en el Hospital de Caen, muy cerca de la

localidad donde nació en 1926. Y al evocarlo se me viene a la memoria el primer

poema con el que se abre Tarde o Temprano, su último libro: “Me hubiera gustado ser

otro. / No aquél a quien se conoce / e incluso se reconoce. // Ser Bosquet o Sabatier. /

Alberti o Neruda, / Louis Aragon o Paul Eluard. / O bien / tantos otros que ríen en sus

barbas… // Pero yo sólo soy / -disculpen si me ufano- / aquél que todos llaman

Couffon.”

EL INTERMEDIARIO

Page 3: Homenaje a Claude Coufon

En 1976, a fines de noviembre, en los mingitorios de La Complutense descubrí una

serie de garabatos con pretensiones de letrilla. Muchas de ellas estaban habitadas por

la pretensión política, por el veneno de la envidia o simplemente por la más burda

grosería. He aquí un ejemplo: “En París, cada bufón / tiene su Couffon.” Yo venía de

Lima y estaba de paso hacia París. Antes de emprender el viaje había vendido toda mi

biblioteca. Uno de los sectores más acariciados era la poesía de García Lorca y los

documentos que lo acompañaban, entre ellos el mítico Granada y García Lorca de

Couffon publicado por Losada, en Buenos Aires, en 1967. ¿Ven lo que quiero decir?

¿Calibran el volumen de la envidia? ¿Quiénes eran los bufones según el chistosito autor

de esa canallada? Recordemos que hasta 1976 Couffon había traducido e introducido

en el mundo del libro francés no sólo la poesía de García Lorca sino también la de

Miguel Hernández, la de Rafael Alberti, la de Blas de Otero, la obra narrativa de Miguel

Ángel Asturias, la ambición de Pablo Neruda y los cantos de Nicolás Guillén, entre

otros. No vale pues la pena ocuparse de la naturaleza del autor del citado graffiti. Vale,

sí, ocuparnos del intermediario, del passeur como dicen los franceses, una especie en

vías de extinción dentro del universo literario, no sé si sólo francés, de nuestros días.

El otro chisme que se me viene a la memoria ocurrió en París, en el invierno de 1978.

De vez en cuando me reunía con algunos amigos en el Café de la Ciudad Universitaria

para hablar de nuestros afectos comunes: la política, el arte, la literatura y para

intercambiar impresiones sobre la sociedad en la que nos encontrábamos. En esas

sobremesas se me hizo familiar el nombre de Couffon. Las referencias lo presentaban

como un profesor universitario, investigador y promotor de literatura en lengua

castellana, tanto de éste como del otro lado del océano. Es la reencarnación de Midas,

decían. Alguien, Dionisio o no sabían qué dios, le había otorgado el poder de convertir

en oro todo cuanto tocaba en el mundo de las letras. Así decían. Pero más allá del

aspecto externo de su trabajo, ¿quién era en realidad el personaje? La interrogación

quedó sin respuesta durante algún tiempo hasta que llegué a conocerlo personalmente

gracias a la mediación del poeta Armando Rojas. En las reuniones con Armando y

Couffon saltó ante mis ojos la evidencia de que el personaje era dueño de un afilado

sentido del humor, capaz de convertir en ángel al más pintado de los diablos. Desde

entonces compartimos innumerables conversaciones, más de un Taller de Traducción

en diferentes localidades de Francia, e incluso algunas aventuras de edición; por mi

parte también he atizado el fuego de los comadreos de quienes encontraban

Page 4: Homenaje a Claude Coufon

inexplicable su obra de difusión de poesía, narrativa y ensayo en lengua castellana de

los últimos cincuenta años.

En el mes de abril del 2002, después de haberlo hablado repetidas veces, en las

pausas de los Talleres de Traducción dirigidos por Couffon, entre jóvenes aprendices de

traducción, vinos blancos, ostras y bogavantes, llegamos a convenir fechas

aproximadas para una serie de entrevistas sobre su aventura de intermediario en el

mundo literario parisino. El domingo 21 de abril de ese año los electores franceses

acababan de provocar un cataclismo en la primera vuelta de las elecciones

presidenciales eliminando de la confrontación al candidato socialista Lionel Jospin, para

poner al representante de la derecha tradicional, Jacques Chirac, frente al ultra

derechista Jean Marie Le Pen. El lunes por la mañana cuando descolgué el teléfono

para llamar a su casa de Nogent sur Marne, Couffon parecía apesadumbrado y me dijo

que una de las explicaciones del cataclismo había que buscarlas en el crecimiento de la

inseguridad y la violencia que los socialistas no habían podido controlar. Así un asunto

de policía urbana pasaba a convertirse en tema decisorio de las opciones políticas en

Francia. Sin entrar en mayores discusiones fijamos para el día siguiente, martes 23, la

fecha de nuestro encuentro. Eran las once de la mañana cuando me presenté en su

casa. Couffon estaba afanado en enviar un fax para confirmar unas conferencias sobre

Neruda. Por fin, a las doce del día, arrancamos con una entrevista que duró por lo

menos tres horas.

La traducción como búsqueda de felicidad

En la conversación salía en claro que Couffon había conocido a casi todos los poetas

españoles que sobrevivieron a los estragos de la guerra; salvo a Pedro Salinas, me dijo.

Eso me llevó a preguntarle cuáles habían sido los criterios que le incitaron a traducir a

unos y no a otros. Había intentado traducir la poesía de Jorge Guillén, me confesó, pero

para sus gustos el resultado terminaba pareciéndose demasiado a la poesía francesa.

No es que fuesen copias o algo similar, matizaba; todo lo contrario, sus poemas eran

profundamente suyos pero, traducidos, resultaban siendo algo semejantes a los de

Valéry, con ese estilo tan puro y profundo. En cambio el efecto que le produjo la poesía

de Rafael Alberti fue fulminante. Lo leía y enseguida le salía la traducción con una

melodía autónoma, sin necesidad de recurrir a artilugios. Y eso, creía, se debía a que

Page 5: Homenaje a Claude Coufon

ambos, él y el traducido, tenían una sensibilidad muy cercana; esa cercanía era lo que

le producía felicidad al traducir. En realidad estaba poniendo en práctica la norma

superior de los traductores: traducir sólo lo que nos gusta. Naturalmente, reconocía

Couffon, el poema traducido es como la interpretación de una partitura; puede haber

numerosas traducciones de un mismo poema, como en música hay numerosas

interpretaciones de una exclusiva partitura musical. Esa ha sido su norma: música y

felicidad.

 

La traducción entendida al mismo tiempo como la búsqueda de una melodía esencial y

la coincidencia de sensibilidades entre el autor y el traductor también se produjo en el

caso de Nicolás Guillén y no así con José Lezama Lima. Con Nicolás las cosas se

pusieron en marcha inmediatamente, me dijo. En cambio, con Lezama, pese al

entusiasmo inicial, no fue así. Cuando apareció Paradiso, Lezama le pidió a Couffon que

se ocupara de la traducción. Y el aceptó. Firmó incluso el contrato con la casa editorial

Le Seuil. Tradujo el primer capítulo y lo publicó en la revista Lettres Nouvelles en un

número consagrado a la literatura cubana. Pero después el buscador de felicidad se

descolgó del texto. Me confesó incluso que no sabía qué hacer. Todo se le volvía difícil.

Se pasaba horas en la traducción de 20 líneas. Y no veía ninguna salida. Dejó las cosas

a un lado a la espera tal vez de alguna iluminación en otro momento. Pero la

iluminación no llegaba. Entre tanto, como el tiempo pasaba, en la editorial comenzaron

a preguntarse qué ocurría, por qué no recibían la traducción. Y Couffon siempre

contestaba que la novela era larga, muy larga. En realidad él no había avanzado más

allá del primer capítulo. Comenzaron entonces a formarse grupos de presión para que

otra persona se ocupara de la traducción. Sin embargo, cuando se revisa recientes

antologías de poesía cubana en francés preparadas por Couffon nos encontramos

siempre con poemas de Lezama. Lezama está siempre bien servido. Es imposible no

incluirlo, me dijo, si se quiere una antología equilibrada y en acorde con la realidad

literaria.

 

Page 6: Homenaje a Claude Coufon

El fenómeno de la empatía ocurrido con García Lorca, Alberti,  Nicolas Guillén se

produjo también con Miguel Ángel Asturias. ¿Cómo ha hecho para identificarse con

gente tan diferente?, le pregunté ese día. La respuesta fue fulminante: Todos los

hombres somos dobles o triples y a veces más. Dentro de una persona cohabitan

diferentes sensibilidades. Pero lo que de veras le movía era la fascinación. Con muchos

de los que tradujo hubo inicialmente un encuentro intelectual muy fuerte que terminó

creando eso. Se encontró por primera vez con Asturias en casa de Juan Liscano o quizá

en la de Carrera Andrade, me dijo, y hacía brevísimos instantes que estaban

saboreando unos vinos cuando Miguel Ángel sacó de su bolsillo unos papeles con

poemas suyos. Los leyó y le dijo que le gustaría que él, Couffon, los tradujera. Lo

curioso era que Asturias ya tenía traductores de primera línea como Francis de

Miomandre y Georges Pilmahn que habían trabajado con libros tan importantes

comoLeyendas de Guatemala, Hombres de Maíz o El señor presidente. Pero el día en

que él se sacó esos poemas del bolsillo y le los entregó, Couffon se quedó

impresionado. Los leyó inmediatamente. Aunque eran poemas escritos en español, la

esencia era profundamente india, Maya. Y eso, claro, fue lo que le impactó.

El caso de   La ciudad y los perros .

Ante estas confesiones de parte, no sé cuáles sean las razones profundas por las que

Couffon no haya traducido hasta ahora al escritor emblemático de los peruanos de

estos días. Me refiero a Mario Vargas Llosa. Fue el primero que leyó el manuscrito

de La ciudad y los perros  me dijo alguna vez. Vargas Llosa se lo había entregado en

cuanto terminó de escribirla. Y él la leyó enseguida, de un tirón. Se quedó tan

entusiasmado que inmediatamente habló con Nadeau diciéndole que había que

publicarla, que era una maravilla. En “Les lettres nouvelles” él había publicado de

Vargas Llosa un cuento de su primer libro cuando con Octavio Paz y Julio Cortazar

prepararon un número especial sobre las nuevas literaturas de Latinoamérica. Cuando

Nadeau recibió el manuscrito de La ciudad y los perros   le preguntó a Couffon si él

estaba listo a traducirla. El caso era que Couffon, me dijo él mismo, estaba entonces

muy ocupado en la traducción de dos libros de Miguel Ángel Asturias y materialmente

no le quedaba tiempo. Nadeau cogió el manuscrito y dijo que lo pasaría a sus lectores.

Al cabo de unos seis meses más tarde, llamó Mario a Couffon para informarse sobre el

estado de las cosas. Era un jueves, día en que Nadeau recibía. Y por eso le dijo a Mario

Page 7: Homenaje a Claude Coufon

que fueran juntos a la oficina. Subieron hasta el sexto piso en que se hallaba su

despacho, en uno de los cuartos para las criadas de esos que tanto había por entonces

en el Barrio Latino. El despacho de Nadeau se hallaba al lado de la oficina de Sartre, en

el mismo pasillo. En la entrada se encontraron con la secretaria. Mario que la conocía

se quedó hablando con ella. Couffon avanzó hacia el fondo del despacho de Nadeau.

Cuando le habló del manuscrito de Mario Vargas Llosa el tipo se quedó sorprendido. No

se acordaba de nada. Couffon le recordó algunas características y Nadeau fue a

buscarlo en el armario. Lo extrajo del fondo de una infinidad de papeles. Leyó el

informe que lo acompañaba. Y mientras leía, su cara se fue convirtiendo en una

máscara grave, seria, triste, hosca. Y al cabo dijo, oye Claude, este libro no vale nada.

Y le mostró la nota redactada por uno de sus colaboradores. En cuatro líneas el lector

del manuscrito declaraba que la novela estaba plagada por un realismo sin interés

alguno. Y, claro, ante eso, todo se había paralizado. Y, por supuesto, no la iban a

traducir. Couffon recuperó el manuscrito, puso el informe en el bolsillo, tomó a Mario

por el brazo y salieron. Ya en la escalera Mario preguntó: ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes

esa cara? Couffon respondió sin ningún rodeo: Nadeau acababa de decir que no iban a

publicar la novela. Mario empalideció. Pero en ese mismo instante Couffon pensó en

otra alternativa. Bueno, le dijo, tengo muy buenos contactos con Carlos Barral. En este

momento vas a tu casa y preparas un paquete con el manuscrito mientras tanto yo le

escribo una carta. Y veremos. Media hora después vino Mario al café donde Couffon

acababa de escribir la carta. Fueron al correo y la despacharon. Tres semanas más

tarde, el mismo Mario le llamó por teléfono a Couffon para anunciarle que acababa de

recibir un telegrama de Barral más o m enos con este tenor: libro magnífico. No

venderlo a nadie. Te felicito. Abrazos. A partir de ese momento ya todos sabemos la

suerte que ha tenido el libro entre sus millones de lectores.

El intermediario.

He citado el caso de Vargas Llosa sólo porque se trata de uno de los más conocidos.

Muchos otros han pasado por su intermediación para conseguir editor. Ese ha sido

también otro de sus papeles más importantes. ¿Cómo ha procedido para abrirse

camino en medio de la selva oscura que siempre ha sido el mundo de la edición, ahí y

donde sea? Para verlo con mayor claridad conviene recordar que después de la

Segunda Guerra Mundial los hispanistas de mayor renombre en Francia eran Francis de

Page 8: Homenaje a Claude Coufon

Miomandre y Georges Pilman. Era una época en que la generación de Asturias, Neruda,

Onetti y otros publicaban sus libros dentro del catálogo general de cualquier editorial y

así el destino de cada libro traducido era una verdadera aventura puesto que todavía

no existían las colecciones especializadas. Así se publicó por ejemplo El laberinto de la

soledad de Octavio Paz. Lo había descubierto Max Poul Fouchet y lo publicó en una de

las editoriales a las que él tenía acceso. En ese momento y en esa circunstancia

apareció Roger Caillois a su regreso de Buenos Aires donde había establecido vínculos

muy estrechos con Borges y todo su grupo. Caillois consiguió convencer a Gallimard de

la necesidad de crear una colección de literatura latinoamericana. Y en La Croix du sud 

aparecieron los primeros libros de Borges, las primeras novelas de Carpentier quien

pronto daría en el clavo con su obra maestra El reino de este mundo, a la que siguieron

luego todas sus grandes novelas. Dentro de ese contexto hay que ubicar al

intermediario Couffon; un medio en el que las relaciones universitarias, políticas y

periodísticas estaban interconectados.

Muchos han sostenido que entre Caillois y Couffon provocaron el lanzamiento de la

literatura latinoamericana en Francia. Pero la verdad sea dicha: Caillois trabajó sólo

para La Croix du Sud y prácticamente no tuvo relaciones privilegiadas con la prensa;

en cambio, si bien es cierto que no llegó a dirigir una colección, Couffon tuvo la ventaja

de su intensa relación con la prensa. Desde muy joven colaboró con Le Figaro

Litteraire; con Lettres Françaises, una de las publicaciones de la resistencia francesa y

que después de la liberación fue dirigida por Loius Aragón; también Couffon trabajó

para Les Lettres nouvelles, la revista literaria creada en 1952 por François Nadeau;

intensas fueron sus colaboraciones con Le temps modernes,  la revista creada por Jean-

Paul Sartre y Simone de Beauvoir; y, claro, Couffon también mantuvo lazos estrechos

con la revista literaria Europe.

Esa es la razón por la que, según la tendencia política, el estilo o el mundo del escritor,

Couffon ha podido orientar los libros de unos y otros hacia diferentes casas editoras.

COUFFON, EL POETA

Cuando se revisa la hoja de vida de Couffon uno se queda asombrado por la enormidad

de los actos en los que ha participado para promover a la obra de sus amigos; es más,

Page 9: Homenaje a Claude Coufon

es peor diría yo, en ningún momento aparece alusión alguna a cualquiera de sus

poemarios. Es como si deliberadamente para él sus propios poemas no tuvieses sitio

en su recargada vida pública. Y claro, en alguna oportunidad, no pude dejar de

preguntar sobre el por qué. Sí, ¿Por qué el poeta Couffon se oculta detrás del bosque

de los autores que ha traducido y de los libros que ha escrito para difundir la obra de

los otros? La respuesta fue hablarme de un jardín secreto que, para seguir cultivándolo,

había que protegerlo de las alimañas, de los pesticidas y de los riesgos de la

producción en serie. Tanto ha protegido su jardín secreto que en el Homenaje que le

rindieron en Francia sus amigos escritores y editores, escuché algo que me llenó de

asombro.

El viernes 18 de octubre del año 2002, en la noche de homenaje a la que aludo, le oí

decir a André Velter, el director de la colección de poesía de Gallimard, que el poeta

Couffon había sacrificado su propia obra para dedicarse a difundir el trabajo de los

otros. ¿Pero de qué sacrificio hablaba Velter? ¿No recordaba acaso que la traducción es

a la vez un ejemplo de práctica lingüística y el ejemplo mismo de toda operación

lingüística posible, es decir pura poesía?

Una sombra, una imagen (1973).

Couffon no es un jovencillo lanzado a la aventura cuando aparece su primer

poemario Le temps d’une ombre ou d’une image. Ya ha realizado gran parte del

recorrido que he señalado. Tiene 47 años. El libro se abre con un proemio que él

denomina Raison d’écrire   – Por qué escribo – en el que se puede leer: “Se encontrarán

aquí con una experiencia onírica que se produjo durante el verano de 1971 cuando el

autor se hallaba en una playa de Normandía. En el duermevela de una noche de julio,

brotó un primer texto y se impuso con una intensidad extraña en mi memoria. Pronto

surgieron otros textos habitados por imágenes obsesiónales…” Hay que subrayar en

esta cita el entendimiento del acto poético como una experiencia onírica   que

produce imágenes obsesiónales. Hay que subrayar también el escenario en el que

ocurre. En seguida, cuando nos confrontamos con los poemas encontramos unos textos

brevísimos, como tallados en la piedra pero habitados por una fina melodía. El primero

lleva por titulo Rilke: “La rose était una lampe endormie / rêvant le jour rêvant la nuit /

Un courant de mort l’a ternie” — “La rosa era una lámpara adormecida / soñadora de

Page 10: Homenaje a Claude Coufon

día soñadora de noche / Una corriente de muerte la empañó”. Tres versos le han sido

suficientes a Couffon para condesar el universo rilkiano. Arranca con una imagen

onírica, sin duda, pero extremadamente concreta en un primer momento: la rosa, la

lámpara, el adormecimiento; para evolucionar luego hacia el extra-mundo de la

muerte. En el siguiente poema, llamado Nerval, también nos encontramos de entrada

con algo sumamente concreto: “Los nenúfares en el negro estanque / espían la ronda

sibilina / del verde y del oro al trenzarse / en el aro plateado de la bruma / del parque

infinito del recuerdo.

Si estuviéramos aquí para hacer un análisis prosódico de esta poesía nos detendríamos

en los mecanismos de la rima interna; en los perfiles de un universo contrastado de luz

y de noche, habitado por flores, vientos, agua y toda una paleta de colores; pero ese

análisis lo vamos a dejar para otra oportunidad. Hoy quiero señalar que ese primer

poemario se compone de 44 piezas. En su recorrido viajamos por el universo literario

que lo obsesionaba por entonces; los ya citados Rilke y Nerval, más una plétora de

poetas franceses, españoles, latinoamericanos, occidentales, y para mi gran placer,

también el peruano Javier Heraud, poeta emblemático de mi generación. El poemario

se cierra con una especie de remate o acotación firmada por Asturias. No sé por qué en

su momento no se tradujo este poemario al español.

El cuaderno de la bahía (1974).

Un año más tarde nos entregó su Cahier de la baie du mont Sain Michel. Como en el

anterior poemario ahora también estamos en Normandía, pero en esta oportunidad el

escenario se ha vuelto más preciso pues nos hallamos en ese lugar emblemático que

es la bahía del monte Saint Michel. El libro se compone de 43 objetos verbales y 6

aguafuertes. Si en el primer poemario nos proponía un viaje inmóvil, a la luz y el aire

de una playa normanda, un recorrido por las melodías de sus poetas preferidos, por la

evocación de sus lecturas, por el ensueño intelectual; en el Cuaderno de la

bahía asistimos, en un primer momento, a un acercamiento a ese espacio sagrado de

la cristiandad contorneándolo, disfrutando de la playa, del canto de las aves, del placer

de la pereza, del júbilo de las miradas, del silencio, de la desnudez de los cuerpos, de

los juegos prohibidos. He aquí una de sus piezas, Plage: “El día azulino me otorga sus

barcas / La gaviota / sus sedosos caprichos / Para ser eternidad la playa se despliega /

Page 11: Homenaje a Claude Coufon

El instante / privilegiado /en la belleza del movimiento / se perenniza” ¿Qué imagen

más precisa del escenario de sus placeres esperamos? Todo está dicho sobre el lugar

en el que asistiremos a sus gozos. Allí donde los devotos van a recogerse para implorar

algún milagro, el poeta agnóstico sube al monte mostrándonos los jardines, las

murallas, la gentuza, los amores clandestinos, los secretos del pirata. Couffon no está a

la búsqueda de recogimientos ni de piedades sino, sólo, de una musiquilla muy íntima,

de colores apacibles y de encendidos abrazos. De este hermoso libro yo me permití

extraer numerosos poemas para integrarlos en la Antología de poesía contemporánea

de expresión francesa que la UNESCO, en el año 2000, tuvo a bien lanzar una primera

edición y la Pontificia Universidad Católica del Perú la segunda en el 2003.

1979: Celebrations.

El libro mayor de esta primera etapa de su producción poética, Celebrations,   fue

publicado en 1979. Se compones de 83 poemas. En ellos retoma sus temas constantes,

el aire, los colores del lar, la alegría de vivir, el placer de disfrutar de los cuerpos y de

la naturaleza; pero al mismo tiempo rompe, expande y profundiza su universo poético,

otorgándole así los matices propios de la epopeya del hombre contemporáneo en su

devenir planetario. Oigamos lo que dicen en Teotihuacan: “Una piedra calla y otra se

despierta / en la pasividad de la memoria / La oreja oye un silencio de pie desnudo en

la arena / una música olvidada de argollas y brazaletes / Un ojo oblicuo insinúa el

futuro de un sueño asesinado”   El poeta nos está induciendo a reflexionar no sólo

sobre el “aquí” y el “lugar” de cada quien en el planeta sino también a rastrear en su

obra la evolución de esos conceptos. Miembro de una generación contradictoria que

padeció los efectos de la segunda guerra mundial y que soñó con la ruptura de los

entrabes sociales, desde la aparición de su primer poemario, su voz ha estado marcada

por una reflexión en torno al espacio natal, como ya lo hemos señalado, no por un afán

de atrincheramiento sino más bien como expresión de la existencia. Más que cualquier

otra preocupación ideológica, su poética se centra en interrogantes tales como:

¿Quiénes somos? ¿Dónde vivimos? ¿Para qué vivimos?

Una negrura intensa (1980).

Mas, de pronto, en la búsqueda de elementos de respuesta a esas grandes

interrogantes, el lector asiste a un cataclismo. La casa poesía que hasta ahora había

Page 12: Homenaje a Claude Coufon

venido construyendo con materiales del gozo, con colores de felicidad, con melodías

armoniosas, pierde la serenidad como si hubiera sido sacudida por los huracanes de la

existencia; diría incluso que se disloca, el techo vuela, puertas y ventanas se

descuajeringan, las paredes se desmoronan; sólo perduran los sólidos fundamentos y

uno que otro pilar. El verso que había sido azulino con sonoridades de rondalla, se ha

cargado de óxido para volverse negro, de un negro profundo. Tal es el caso de Aux

frontières du silence (En las fronteras del silencio), aparecido en 1980 con tres

impresionantes aguafuerte de Jacques Doucet. El libro en realidad es un oratorio

fúnebre compuesto de 20 estancias. He aquí dos botones, porque para muestras, como

decía mi abuela, no basta uno. Conformité: “A veces / adhiero mi cuerpo totalmente

/contra la imagen de mi muerte / inserto / vida / en el vacío / y entonces / siento / la

forma exacta de la ausencia” El verso, para quienes consigan verlo, carece de cesuras

preestablecidas, el ritmo tiende a hacer coincidir sus tiempos fuertes con los tiempos

fuertes del pensamiento; el verso es una sola palabra, y si así no fuera no sería un

verso. He aquí el otro botón:“Cuando muera, enterradme / en el mar, dijo Alberti, / en

mi guitarra, dijo Lorca. / Cuando yo muera, enterradme / en la rosa del corazón

amigo.” El poemario se cierra con la siguiente nota de pie de página: Besnières-sur-

mer, julio de 1978, Hospital Henri-Mondor, Créteil, 9 de febrero de 1979. Queda claro

así que el poeta ha escrito esas 20 lápidas mortuorias durante los trances de la

enfermedad.

En lo sucesivo aparecerían sus otros poemarios, tallados estos en la obsidiana negra de

los sacrificios y las supervivencias. A lo largo de su lectura uno va sintiendo que el

poeta se deja escribir por la poesía en el más profundo desasosiego; cada una de esas

entregas son verdaderos exorcismos contra la muerte. Si bien el sentido de su poesía

ha cambiado radicalmente, la factura ha permanecido. Todavía vivo -dice en Corps

automnal (1981)- ¿pero acaso vivir / es arrancarle luz a la espuma del tiempo?

A lo largo de los más de 30 años que lo he frecuentado pude constatar sus

exaltaciones y silencios. Couffon, como francés, es un bicho raro. Sólo una vez le

escuché, brevemente, hablar de sí mismo. Ocurrió en Fougères, el pueblo en el que

pasó algunos años de su infancia. El arroyo que se desliza al pie de la muralla, se

envuelve en una rueda dentada antes de convertirse en chorros de piedra diamantina.

Mirándolo atentamente le dije que creía descubrir algún verso suyo en esa realidad.

Page 13: Homenaje a Claude Coufon

Respondió con tres o cuatro palabras para confirmar mis impresiones y cambió de

tema. Estábamos en los Talleres de Traducción que él animaba en la localidad con la

complicidad del centro cultural del ayuntamiento y algunos profesores de los liceos

locales. Sobre sus propias creaciones Couffon es el francés más discreto que he

conocido. Y ese tipo de comportamientos en mí saben engendrar curiosidad. Allí

encuentra raíz esta pesquisa sobre las huellas secretas del demiurgo y su yo, es decir

sobre lo que este hombre aparentemente extravertido deja traslucir en su poesía. En

1983 nos entregó Absent / Present. Perdura el tono de la elegía mas, de pronto, brota

un impromptus, tal el caso del Autorretrato pintado en esas páginas: “Esta

representación es mi retrato jamás pintado / tiene los colores del día a orillas de la

noche // mucho azul las manos los ojos cuando tocan / el paraíso secreto de la

cómplice desconocida // mucho del verde de mi soledad / verde como el agua el árbol

o la pradera / a la espera del canto para sublimar el silencio // un fino reflejo de oro

para darle soleada alegría / un toque de carmín para el fuego de las heridas // y azul

mucho azul verde mucho verde”. Un poco como el Dante al emerger de las

profundidades del infierno, volvemos a entrever en su palabra luces, colores, alusiones

a sus espacios privilegiados y a las amistades de la juventud.

Como algunos poetas de su generación, Couffon no quiere limitarse exclusivamente a

la escritura de versos. Sus ambiciones de renovación también se orientan hacia una

deliberada voluntad de prosa y hacia estructuras no sólo limitadas a tono y registro,

sino hacia la construcción de un conjunto. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de

los poetas franceses de hoy, no le interesa la poesía como ejercicio retórico sino más

bien como antena del alma. “Me aburren los profesionales de la poesía”, me confesó

una tarde en Saint Malô en que saboreábamos unas copas de vino blanco y seco frente

la inmensidad del mar. 

Sherlock Homes descubre un crimen de C. Vallejo.

En una de nuestras caminatas me dijo que había descubierto una bomba. Sí, una

verdadera bomba. Se trataba del ejemplar de Escalas Melografiadas, el libro de relatos

que César Vallejo había publicado poco antes de abandonar el Perú. No era un ejemplar

cualquiera sino el mismo que César había dedicado a su padre y en el que el autor

de Trilce había cometido un crimen. Sí, el crimen de corregir sus propios relatos años

Page 14: Homenaje a Claude Coufon

después de haberlos publicado. Incrédulo, le pedí que me los mostrara. Y llegando a

París constaté el crimen. Y al mismo tiempo la prueba de que Vallejo consideraba que

sus palabras, el tejido que ellas constituían, estaban vivas hasta cuando él pudiera

seguir nutriéndolas o sometiéndolas a dieta para arrancarles toda la celulitis.

Inmediatamente llamé a un amigo mío que trabajaba en el departamento de ediciones

de una universidad peruana y le hablé del asunto. Arreglé una cita para presentarle a

Sherlock Homes. Así apareció en Arequipa la nueva versión de Escalas que ahora los 

vallejólogos denominan el Texto Couffon. Lo que yo supuse que provocaría una

explosión atómica entre los vallejianos, que andan siempre con una retrocarga bajo el

brazo para disparar contra los que se atrevan con el santo varón, cayó como un golpe

de espada en el agua.

A la sombra de este cuerpo (1988).

Cuando en 1988 apareció A l’ombre de ce corps, constaté la persistencia de las ideas,

los motivos, las imágenes y los colores oscuros en los que se movía. En cuanto a la

forma, permanecía irreprochable en su precisión. Frío se llama el poema con el que se

abre ese libro; de versos gélidos, volvemos a constatar sus espantos frente a la

muerte, las separaciones, las rupturas. Así, directamente, nos instala en el territorio

por el que nos conducirá, tenso, obsesionado, llegando incluso a los bordes de la

neurosis. El camino por el que nos lleva va de un claroscuro a otro. Desde los

atardeceres durante los que el ogro de la muerte lo persigue hasta los amaneceres de

nuevos consentimientos. La noche, en todo caso, será el espacio de su voz. Y allí, en

las oscuridades, asistiremos a las tribulaciones del demiurgo y su yo ante las

futilidades que tienen ciertos libros que se le caen de las manos. El viaje se cierra con

el poema Muelle. Se trata de un significativo adiós de aquellos en los que ya no se

reconoce: cuerpos, palabras, afectos, vivos y aún bellos mientras el río pasa inmutable;

mientras la vida sigue su curso hacia otros territorios. Fenêtre sur la nuit -Ventana a la

noche- apareció en edición bilingüe en 1996. El libro venía acompañado por tres

impactantes dibujos de Guayasamín. El terror de la noche, la añoranza de los cuerpos

jóvenes, pero sobre todo un constante ir y venir sobre la importancia, la vacuidad, los

colores o la opacidad de las palabras, son ahora las constantes. Entre los 27 poemas

que lo componen hay cuatro en prosa. Trascribo uno de ellos, Amor: Y pensar que el

amor no existiría sin las palabras. Pero incluso la palabra amor es una más. Vieja voz

Page 15: Homenaje a Claude Coufon

inmutable para los cuerpos siempre nuevos. Eternidad verbal de lo efímero. Tiene el

perfume de las rosas de Ronsard, de Rilke o de Eluard, el azufre del Marqués, de

Baudelaire, Apollinaire o Aragon, los huesos de miles de voces, el anonimato de un

planeta desde aquella pulpa amarga de una manzana sospechosa. Mito. Árbol-mito con

hojas de imágenes que hombres y mujeres alimentan con savia extraña y desconocida.

Sin embargo, altos y claros susurros del ahora hay en las invisibles raíces del siempre.

El libro bomba.

El libro más potente de todo este largo período de inmersión en el oscuro cargado del

rojo de los infiernos, es, sin duda, Tarde o Temprano, aparecido en México en 2002. El

libro se compone de 37 poemas, separados en tres cuerpos, como los antiguos

retablos. De yapa, como dicen las señoras de los mercados amazónicos cuando nos

regalan unos granos después de haber adquirido algo en sus puestos de venta, vienen

los testimonios de algunos de sus amigos, nada menos que los poetas Senghor,

Sabatier, Asturias, Carrera Andrade, entre otros. El libro arranca con ese poema

impresionante que ya he leído al iniciar esta conversa y que ahora vuelvo a repetir tan

sólo por el gusto de afirmarme en mis convicciones, Nombre: “Me hubiera gustado ser

otro. / No aquél a quien se conoce / e incluso a veces se reconoce. // Ser Bosquet o

Sabatier. / Alberti o Neruda, / Louis Aragon o Paul Eluard. / O bien / tantos otros que

ríen en sus barbas…// Pero yo sólo soy / -disculpen si me ufano- / aquél que todos

llaman Couffon.”   Que duda cabe, cuando alguien plantea así, de entrada, el libro, el

lector tiene que estar preparado para un arreglo de cuentas. ¿Pero arreglo de qué

cuentas y con quiénes? Desde la resurrección que ha significado tanto para él como

para sus lectores el contenido de En las fronteras del silencio hasta el que ahora

deshojamos el poeta se ha confrontado con la muerte, con la enfermedad, con los

amores perdidos, con el silencio, con la traición. Agotados los espejismos del destino

salvador del genero humano –aquella lucha de clases a la que hacía alusión

inicialmente– y agonizantes las ideas de la trascendencia, en ningún momento su

palabra se ha extraviado en los señuelos teológicos. El infierno no son los otros, como

sostuvo alguien; el infierno somos nosotros mismos parece decirnos Couffon.  Y acaso

el paraíso también.  Se ha refugiado, sí, en la pura inmanencia de su palabra ceñida,

sin una gota de grasa, sin autocomplacencias vulgares. Pero para verificarlo, caracho,

como decimos en el Perú, tendrían que leerlo, incluyendo, claro, El cuaderno secreto,

Page 16: Homenaje a Claude Coufon

poemario del que he oído hablar pero que hasta ahora no he podido conseguir en

ninguna parte. Tendrían que leerlo, caracho, porque además de lo que he señalado, su

voz, su palabra está también habitada de un espíritu socarrón; pero no entraré en esos

detalles para que quede eso de carnada. Así es Couffon, un poeta secreto incluso con

sus más cercanos amigos. Y ahora para terminar me gustaría que escucharan su voz

en la lectura del poema Ceremonia de adiosescon el que cierra su libro bomba.

“Ya estoy muerto. Mi corazón ha dejado de latir mientras dormía, a las cinco y

veintisiete minutos de la mañana. Sensación extraña. Sentí que mis huesos crujían

como si se deshicieran. Quise gritar y un soplo salió de mi boca. Mi alma, como diría el

cura de mi pueblo. Tengo los ojos abiertos pero ya no veo. Mis ojos se han vitrificado,

envueltos por una nube blancuzca, compacta como las que a veces veía en el cielo al

viajar en los aviones. He abierto mi boca igual a cuando hacía argollas de humo con el

cigarrillo, pero no se cierra. Un chapoteo de olas o de aguacero se ha cristalizado en el

hueco de mis orejas. Unas manos levantan mi cuerpo. Bajan por mi vientre. Abren mis

piernas, levantan y empuñan mi sexo. Lo siento largo y fofo. No, no ocurre nada. Pero

la caricia es agradable. Me han cruzado de manos. Tratan de que sostenga un manojo

de boj. Yo siempre he detestado el boj, su acre olor después de la lluvia. Lo rechazo

endureciendo los dedos. Y se ha quedado aquí, sobre mi barriga. Han puesto un

crucifijo encima de mi pecho. Nunca he creído en Dios ni en Jesucristo. Pero algo sí en

el diablo. Me parecía verlo cuando miraba a Picasso, a Charlot, a Dalí, a Stalin, a Hitler,

a Brassens o a Gainsbourg. ¡Ah! ¡Esta cruz me oprime! Pareciera que quisiera hundirse

en mi tórax. Aplastarlo. Imprimir ahí el hierro candente con que se marca a los novillos

y a los toros. ¿Hace cuanto que estoy en este lecho? ¿Cuántas horas? ¿Cuántos días?

Encima de la chimenea, el incansable San Jorge del viejo reloj de péndulo debe

continuar aniquilando al dragón y marcando las horas. Ya debería descomponerme,

incomodar a la gente que seguro me mira con tristeza o miedo o gozo. No, me he

puesto tieso, pero no siento que mi carne se reblandezca, se distienda, se agriete para

liberar de sus células la sangre que se impacienta por abandonarme. ¿Me voy a

despertar?

¡Eh! Pero vean cómo me trasladan, me transportan, me depositan… y me hundo…”

Page 17: Homenaje a Claude Coufon

Con ligeras variante este fue el texto leído en Madrid, el 21 de mayo del 2008, en el

homanaje que le rendimos sus amigos en Casa de América, en Madrid.

Muchos años más tarde ha ocurrido lo que tenía que ocurrir.

El poeta, el intermediario, el traductor y el amigo ha fallecido.

10 POEMAS DE VENTANA A LA NOCHE

(FENETRE SUR LA NUIT)

 

VIAJE 

De niño viajaba en sueños

por encima de los azules verdes amarillos rojos

de planisferios y mapas

de mis libros escolares

luego atravesé por esos azules verdes amarillos y rojos

y conocía a su gente

descubrí sus paisajes ritos y magias

y a veces la embriaguez de sus cuerpos

 Ahora viajo loco de contento

alrededor de una maceta de geranios

 

SIGNOS 

Page 18: Homenaje a Claude Coufon

¿Viví antaño la angustia que te invade? ¿Acaso la muerte se olvida de tu presencia en

esta orilla? Bastaría que un roce de pétalos arañara el azogue de este espejo negro,

que un nacer de asustadas alas dispersara la rabia inútil o que en la muda indiferencia

un helecho enganchara sus zarcillos azules al cortinaje andrajoso de la noche…

 Nos une aún el hilo del aliento

Cuerda que raspa las paredes del silencio.

 

ROJA O NEGRA 

Viví largo tiempo

por y para y en

las palabras

las vi reunirse

en ramos mágicos

cada sílaba

pétalo escrito

corola ardiente roja o negra

flores de dicha o de infortunio

cogidas por mí por ti por nosotros

o más secretas

conservadas

entre dos páginas de la vida

Page 19: Homenaje a Claude Coufon

donde las vuelvo a encontrar ajadas

como las palabras

que deshojo esta noche.

 

INVIERNO 

Ya nada

me llega

que no sea

el hielo equívoco de las palabras

sol vacío

noche larvada

pasos que anuncian a lo lejos la cómplice presencia

y deshacen camino

hojas susurrantes en el árbol desnudo

ceniza

                 cenizas

incluso

el libro cae inútil de las manos. 

 

DUDA 

Page 20: Homenaje a Claude Coufon

¿Y si acaso el poema fuera un embuste

mórbida maniobra

para burlarse del fastidio

de vivir sin saber por qué?

¿Y si acaso la imagen fuera

espejo sin azogue

para no verse

amar u odiar

el pozo de la nada?

                                                   ¿O si               acaso las palabras que dicen…

                                                        o tal vez las que callan…

                                                                            sólo fueran… ? 

 

RELOJ DE ARENA 

Vacías quedan mis manos

la arena se deslizó hasta el fondo del negro envase

Sólo permanecen

algunos granos de nostálgica soledad

bajo el frío sol

incierto y brumoso

Page 21: Homenaje a Claude Coufon

del recuerdo 

 

CANCIÓN TRISTE

A Marie-Claude

No hablo de la desolación

de caminar solitario 

por las calles de la urbe

 

De sentir en el brazo

el vacío

de otro brazo

 

De ver y no ver

lo que fue

y ya no es. 

 

INTERROGACIÓN 

Si nada permanece

¿por qué entonces este cuerpo se agota

de tanto amar 

Page 22: Homenaje a Claude Coufon

de tanto cantar

de tanto soñar

de tanto odiar

para acabar en el olvido de una fosa? 

 

FINAL 

Cuando el amor se aleja

cuando la vida se niega a la esperanza

y las palabras del poema

ya no son más que cenizas de muerte

tú bajas hacia las fronteras del silencio

aguas glaucas donde esperan

el negro fantasma de la quimera

el hórrido rictus de la nada.

BALCÓN 

Cuando la sonrisa tiene más fuerza que el reír

En los labios siempre sedosos

cuando la canción ya asciende a estos labios

sólo con el sonido de un disco gastado

cuando el ojo aún en celo no es más que un mendigo

Page 23: Homenaje a Claude Coufon

                              que se aburre

olvidado del juvenil aroma de hoy

cuando para amarte aún y abrazarte

sólo quedan tus recuerdos 

te acercas indiferente a esta ventana que da a la noche.

 

 

Jorge Nájar

Hasta aquí  el homenaje  del poeta y narrador peruano.  Por mi parte  solo me queda

añadir  ¡GRACIAS POR SU VIDA, MAESTRO!

Cuando mi amigo Jorge Nájar me anunció ayer la noticia quedé  consternada.  Ha

muerto Claude Coufon, el escritor, el traductor francés amante de nuestra lengua

castellana y cultura iberoamericana a quien tanto debemos  los  escritores

iberoamericanos.    En lo personal, su traducción y la incorporación de dos de mis

poemas en su Poésie péruvienne du XX siecle d’expression espagnole. Geneve,

Switzerland: Editions Patiño (2000).  Más adelante,  le envié  los poemas que solicitaba

para una antología de poesía creada por mujeres. Trabajo que debe haber quedado

entre las tareas inconclusas  de este fecundo maestro constructor de puentes.

Page 24: Homenaje a Claude Coufon

En Poésie Péruvienne du XXe Siècle, Claude Couffon, luego de un extenso y

magnífico  estudio “”Petite historire de la poésie péruvivenne”,  reúne  la versión

bilingüe  la obra poética de 77 poetas  agrupados por  etapas tales como : Les

précurseurs; Les forgeurs;  Inquiétude sociales et politiqu- quete de l’identité;  La

Generaction de 1950; La genration de 1960;  La Generation de 1970 y Avant le

Nouveau  siécle.

Como se ha señalado, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez,

César Vallejo, Gabriel García Márquez, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Rafael Alberti y

Nicolás Guillén son solo algunos de los muchos nombres de escritores que llevó al

francés a través de su impecable obra . Pero Claude el gentil caballero que me

escribiera en su momento una amable nota acompañando la antología, también es un

delicado, excelente poeta.   Descanse en paz, Maestro,   ahora   en el dominio de la

serenidad.

Sonia Luz Carrillo

También  ver:

Homenaje a Claude Couffon en Casa de América de Madrid

http://hablasonialuz.wordpress.com/2008/05/20/homenaje-a-claude-couffon-en-casa-

de-america-de-madrid/

Page 25: Homenaje a Claude Coufon

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EL ALUCINADO DE JORGE NÁJAR Y LOS NUEVOS MISERABLES EN   PARÍS diciembre 14, 2013 en 12:55 am | Publicado en Algunas fotos, Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos,Comunicación y Cultura, Miscelánea | 2 comentarios Etiquetas: Jorge Nájar

 Nadie escucha el canto, El árbol de Sodoma, Vallejo y la célula Non plus ultra,Penúltima odisea y otras ficciones, constituyen el corpus narrativo del poeta, narrador y amigo, Jorge Nájar,  que ahora se incrementa con  El alucinado, su más reciente novela,  publicada  en Lima  por  Editorial Summa   y que fue presentada el 25 de octubre. A esta tarea  me convocó, una vez  más, el querido autor.  Tarea que  compartí  con el editor y también poeta, Harold Alva.