Huizinga - El Problema Del Renacimiento

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  • 8/10/2019 Huizinga - El Problema Del Renacimiento

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    Johan Huizinga

    El problema del Renacimiento [1920]Publicado enHombres e ideas. Ensayo de historia de la cultura. Buenos Aires, Compaa Ge-neral Fabril Editora, 1960 (traduccin de Anbal Leal).

    I

    Cuando oyen la palabra Renacimiento, quienes suean con la pasada belleza percibenimgenes de prpura y oro. Aparece un mando festivo, baado en tenue claridad, que emitearmoniosos sonidos. La gente muvese con gracia y solemnidad, inmune a la angustia deltiempo y a los llamados de la eternidad. En el todo hay cierta madura y desbordante exuberan-cia.

    Dice el interrogador: Explicadlo con mayor detalle. Y el soador balbucea: el Renacimientoes todo l positivo, y constituye indudablemente la clave en do mayor. El interrogador sonre.Entonces, el soador recuerda todo lo que, segn l aprendi, determina el fenmeno histricoque denominamos Renacimiento -duracin en el tiempo, significado para. la evolucin de la

    civilizacin, causas y carcter- y un poco a regaadientes, porque se ve obligado a ello, recitasu credo. El Renacimiento fue la aparicin del individualismo, el despertar del impulso haciala belleza, el triunfo de la mundanidad y de la joie de vivre, la conquista de la realidad terrenal

    por la accin de la mente, la restauracin del deleite pagano de vivir, el desarrollo conscientede la personalidad en su relacin natural con el mundo. Quizs, mientras habla, su corazncomienza a latir apresuradamente, como si estuviera recitando el credo de su propia vida.Realmente, habr percibido tambin el olor de la lmpara de aceite?

    El interrogador rehusa declararse convencido. Cules son los nombres de la multitud de fi-guras que desfilan ante vuestros ojos si pronuncio la palabra Renacimiento? A esto, todas lasrespuestas son diferentes, como si estuviramos construyendo la primera torre de Babel. Veo aMiguel Angel, airado y solitario, dice uno. Veo a Botticelli, lnguido y tierno, afirma otro. Y

    esos dos, son Rafael y Ariosto, o Durero y Rabelais? No, es Ronsard, es Hooft. Y hay tambinquienes ven a San Francisco a la cabeza del grupo, y Jan van Eyck en medio de la procesin. Yuno dice: veo una mesa, un volumen encuadernado, y la torre de una iglesia. Pues este ltimoentiende el trmino Renacimiento en el ms estrecho sentido de expresin estilstica, en lugarde hacerlo en el ms amplio de concepto cultural.

    El interrogador sonre nuevamente, ahora con cierto deleite, y dice: Vuestro Renacimientoes como Proteo. No concordis en ninguno de los problemas que a l se refieren; cundo co-menz y cundo concluy; si la cultura clsica fue una de sus causas, o slo un fenmeno con-comitante; si es o no posible separar al Renacimiento del humanismo. No hay definicin delconcepto del Renacimiento por lo que toca al tiempo, a la amplitud, al contenido, ni al signifi-cado. Es vago, incompleto y casual, y sin embargo constituye simultneamente una esquemati-zacin peligrosa y doctrinaria. Se trata de un trmino de casi imposible aplicacin.

    Entones se alzan las voces del coro de soadores: No nos privis del Renacimiento! No po-demos prescindir de l. Vemos en l la expresin de una actitud frente a la vida: ansiamos po-der vivir en l y de l, s, se es nuestro deseo. No tenis derecho de propiedad sobre la palabraRenacimiento: es un concepto vital, es apoyo y sostn de toda la humanidad, y no slo trminotcnico de los historiadores.

    De modo, insiste el interrogador, que no es mi propiedad? No fui yo quien os ense eltrmino? No corresponde al diligente estudio de la historia cultural el mrito de haber des-arrollado, delineado y determinado el concepto de Renacimiento? Aunque ahora ha cado enmanos de una generacin cuya rudeza niega el vasallaje del concepto a la disciplina histrica,

    slo el historiador tiene derecho a emplear el trmino, y a hacerlo segn ste lo merece: comortulo de clasificacin histrica, y de ningn otro modo.Pero en esto no acierta el interrogador. Originalmente el trmino Renacimiento no es desig-

    nacin erudita. El desarrollo del concepto Renacimiento es uno de los ejemplos ms claros de

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    la falta de autonoma de la disciplina histrica, de la relacin que es al mismo tiempo su debi-lidad y su gloria: su indisoluble vnculo con la vida contempornea. De ah que el problema delRenacimiento, el problema de lo que el Renacimiento fue realmente, no puede desprendersedel desarrollo del trmino que lo designa1.

    El concepto de un renacimiento de la cultura intelectual, como consecuencia del cual elmundo super en determinado momento la esterilidad y la decadencia en las que estaba sumi-

    do, es al mismo tiempo muy antiguo y relativamente nuevo: antiguo por su valor subjetivo co-mo idea cultural, nuevo por su condicin de concepto erudito de contenido objetivo.La poca a la que designamos con el nombre de Renacimiento sobre todo la primera mitad

    del siglo XVI, sinti por s misma que haba renacido a la civilizacin, que haba retornado alas fuentes puras del conocimiento y de la belleza, y que haba tomado posesin de las inmuta-

    bles normas de la sabidura y del arte. Directamente sin embargo, el sentido de renacimiento seaplic casi exclusivamente a la cultura literaria, al ancho campo del saber y de la poesa desig-nado por la expresin bonae literae. Rabelais habla de la restauracin de las bonnes lettres,como de un hecho incontrovertible y generalmente conocido2. Ciertos autores vean en la res-tauracin el trabajo excelente de los prncipes que concedan su proteccin a las artes y a lasletras. En 1559 Jacques Amyot escribi a Enrique II en la dedicatoria de su traduccin de Plu-

    tarco (que tanto material suministr a Montaigne y a Shakespeare); A vos irn las alabanzaspor haber completado y coronado gloriosamente el trabajo ordenado y comenzado por el granrey Francisco, vuestro finado padre, que determin el renacimiento y el florecimiento de lesbonnes lettresen este noble reino 3. Otros reconocen en la restauracin el espritu de sus gran-des predecesores. En el prefacio a una edicin de sus Adagiase acredita a Erasmo haber sidoquien, casi el primero entre todos, cultiv las letras que entonces renacan(renascentes bonasliteras), surgiendo de entre la horrible escoria de la barbarie prolongada...4.

    Todava un siglo antes en Italia los escritores haban hablado con complacido orgullo delrenacimiento de una noble civilizacin, y en l incluan especficamente a las artes pictricas.Lorenzo Valla escribi en el prefacio a su Elegantiae linguae latinae (prefacio del que se hadicho que es el manifiesto del humanismo) que no formulara ningn juicio sobre cmo habaocurrido:

    que aquellas artes ms cercanas a las artes liberales, y al saber, la pintura, la escultura yla arquitectura, fueran las primeras en degenerar intensa y prolongadamente, y casi pe-recieran junto con las letras mismas, y ahora tornan a despertar y reviven, y que hayatan notable florecimiento de magnficos artistas y hombres de letras. Felices nuestrostiempos en los que, si nos esforzamos un poco ms, seguro estoy de que la lengua roma-na pronto reverdecer con esplendor mayor que en la ciudad misma, y con ella el saberser restaurado...5.

    1

    La historia del concepto renacimiento ha sido estudiada casi exclusivamente por los eruditos alemanes.Aunque he intentado plantear el problema algo ms extensamente en este ensayo, he de mencionar varios de losestudios que me han sido tiles, a saber: Walter Goetz, Mittelalter und Renaissance,Historische Zeitschrift,XCVII (1907), 30 a 54; Karl Brandi,Das Werden der Renaissance(Gottinga, 1908) ; Konrad Burdach, Sinnund Ursprung der Worte Renaissance und Reformation, y ber den Ursprung des Humanismus, en su

    Refarmation, Renaissance, Humanismus: Zwei Abhandlungen ber die Grundlage moderner Bildung undSprachkunst(Berln, 1918); Ernst Troeltsch, Renaissance und Reformation,Historische Zeitschrift, CX(1913), 519 a 536; Werner Weisbach, Renaissanace als Stilbegriff: Dem Andenken Jacob Burckhardts,

    Historische Zeitschrift, CXX (1920), 250 a 280; Karl Borinski, Die Weltwiedergeburtsidee in den neuerenZeiten: I: Der Streit um die Renaissance und die Entstehungsgeschichte der historischen BeziehungsbgriffeRenaissance und Mittelalter, Sitzungsberichte der Bayerischen Akademie der Wissenschaften, Philosophisch-Philologische und Historische Klasse(Munich, I919).

    2

    Franois Rabelais, Gargantua et Pantagruel; Libro I, captulo 9.3Plutarco,Les vies des hommes illustres(Pars, 1578), fol. a III.4Erasmo,Adagia, ed. Nicolas Chesneau (Pars, 1571). Con respecto al empleo de los trminos bonae literaey

    renascentiaen el propio Erasmo, vase mi obra Eramus of Rotterdam[ (Londres, 1952), 103 y sigs., 137 y sig.]5Lorenzo Valla, Elegantiae linguae latinae, en su Opera(Basilea, 1543).

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    A los nuevos adeptos de esta renovacin del estudio les bastaba tomar de la antigedad eltrmino humanistas; el propio Cicern haba hablado de studia humanitatis et literarum6.

    El italiano de alrededor del ao 1500 vea a su tiempo y a su pas desde el punto de vista delestmulo para una nueva vida despus de una poca de degradacin y decadencia. Maquiavelocierra su Dellarte della guerraexhortando a la juventud a no desesperar, ...porque esta Pro-vincia parece absolutamente consagrada, de la posibilidad de resucitar (risuscitare) nuevamen-

    te las cosas muertas, como puede verse por la perfeccin que estn adquiriendo la poesa, lapintura y la literatura...7.A qu causa se atribua este gran renacimiento? No propiamente a la imitacin de los grie-

    gos y de los romanos. El sentido que el siglo XVI atribuy al concepto de renacimiento reves-ta carcter demasiado general e implicaba un contenido tico y esttico demasiado vigorosocomo para que los intelectos de la poca se plantearan el problema en el terreno filolgico.Retornar a los orgenes, saciar la propia sed en las puras fuentes de la sabidura y de la belleza:he ah la nota fundamental del sentido de renacimiento. Y si ese sentido abarcaba tambin elnuevo entusiasmo por los clsicos y la identificacin de los tiempos contemporneos con laantigedad, ello se debi a que los propios autores clsicos parecan poseer esa pureza y origi-nalidad de conocimiento, dichas sencillas normas de belleza y de virtud.

    La primera persona que concibi claramente el acontecimiento renacentista como hecho his-trico acaecido en un momento preciso del pasado, y que al mismo tiempo deriv la forma ita-liana equivalente de la palabra Renacimiento del latn renasci, aplicndola particularmente a larestauracin artstica (y confirindole, por lo tanto, carcter de concepto de la historia del ar-te), fue Giorgio Vasari (1511-1574), el bigrafo de los pintores. La palabra rinascitase convir-ti para l en designacin permanente del gran acontecimiento de la reciente historia del arte.Vasari se propuso la tarea de relatar las vidas, describir las obras y explicar las diversas re-laciones de los que, cuando el arte se haba extinguido, primero acometieron la empresa derevivirlo (risuscitate) y luego lo promovieron gradualmente a ese grado de belleza y de majes-tad en que ahora lo vemos8. Quien haya asistido a la historia del ascenso y decadencia del artepodr ahora reconocer ms fcilmente el progreso de su segundo nacimiento (della sua rinas-cita) y de esa perfeccin a la que se ha elevado nuevamente en nuestros tiempos9.

    Para Vasari el arte haba alcanzado su culminacin en la antigedad griega y romana, a laque sigui un prolongado perodo de decadencia, iniciado en tiempos del emperador Constan-tino. Los godos y los lombardos simplemente haban derribado lo que ya se estaba derrumban-do por s mismo. Durante mucho tiempo Italia slo haba conocido el tosco, lamentable y du-ro arte pictrico de los maestros bizantinos. Aunque Vasari percibi unos pocos signos bas-tante precoces de despertar, la gran renovacin slo cobr realidad a fines del siglo XIII, conlos grandes florentinos Cimabue y Giotto. Ambos abandonaron la vecchia maniera greca (laantigua manera griega), es decir, la tradicin bizantina, calificada de goffa(tosca) en repetidasocasiones por Vasari, y a la que opuso la buona maniera antica. Cimabue era quasi prima ca-

    gione della rinovazione dellarte(quizs la razn primera de la restauracin del arte pictri-co), y Giotto abri de par en par las puertas de la verdad a todos los que despus exaltaron elarte a la perfeccin y a la grandeza que exhibe en nuestra poca...10. Y para Vasari dicha per-feccin contempornea se hallaba representada sobre todo por Miguel Angel.

    6Del mismo modo que los hombres de letras del siglo XV derivaban humanistade humanitasdel latn clsico(en el sentido de civilizacin), los historiadores alemanes del siglo XIX abstraan, a su vez, la palabra huma-nismo para indicar el movimiento intelectual.

    7Maquiavelo, Opere, once volmenes (Miln, 1805 a l811), X, 294 (citado de la traduccin inglesa de PeterWhitehorne, The Arte of Warre, enMachiavelli(Lonctres, I905), I, 231 a 232).

    8

    Giorgio Vasari,Le vite de piu eccellenti pittori, scultori e architettori, ed. Karl Frey (Munich, 1911), I, 5(dedicada al duque Csimo, 1550) (citado de Giorgio Vasari, The Lives of the Most Eminent Painters, Sculptorsand architects, trad. de la seora Jonathan Foster [(Londres, 1800), I, 1 ].

    9Vasari, op, cit., I, 216 (Proemio) (citado de Vasari, The Lives, I, LVIII).10Ibd., I, 175 a 217 (Proemio); 402 (Vita di Cimabue) (citado de Vasari, The Lives).

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    Vasari entenda que la gran restauracin promovida por Cimabue y por Giotto fincaba en laimitacin directa de la naturaleza. Vea en el retorno a la naturaleza y en el retorno a la anti-gedad cosas casi idnticas. La excelencia del arte antiguo era consecuencia de que la natura-leza misma haba sido su ejemplo y gua: la imitacin de la naturaleza era el principio funda-mental del arte11. Quienquiera siguiese a los antiguos redescubra a la naturaleza. Y ste cons-tituye un aspecto fundamental del concepto global de Renacimiento en su propia poca.

    Dicho sea de paso, a veces se sobrestima el significado de Vasari en el desarrollo del con-cepto de Renacimiento. Vasari no deca nada nuevo cuando atribua a Cimabue y a Giotto ca-rcter de hombres de vanguardia, o cuando derivaba el renacimiento de un proceso de retorno ala naturaleza. Ya Boccaccio haba ensalzado en Giotto al hombre que infundi nueva vida alarte de la pintura natural, despus que sta haba yacido enterrada durante muchos siglos. Enlos mismos trminos recuerda Leonardo da Vinci al gran pintor. Y en 1489 Erasmo fijaba elrenacimiento de las artes pictricas dos o trescientos aos antes de su propio tiempo. SegnDurero, era generalmente sabido que la pintura haba sido reanudada o llevada nuevamentea primer plano por las naciones romances doscientos aos antes 12. Tambin para Durero elanhelo de la naturaleza autntica y el ferviente deseo del arte y de la literatura de la antigedaderan esencialmente una y la misma cosa.

    Durante el siglo XVII parece haber perdido vigencia el concepto de un renacimiento de lacivilizacin. Ya no se destaca en primer plano como expresin de un sentimiento de entusias-mo ante el deleite reconquistado. Por una parte, el espritu haba adquirido disciplina y sobrie-dad, y por otra, era ms realista y menos emotivo. La gente se haba acostumbrado a la profu-sin de formas nobles y refinadas, a la palabra solemne y conmovedora, a la plenitud de colory de sonido, a la claridad crtica del intelecto. No se experimentaba ya el sentimiento de unnuevo y maravilloso triunfo. El trmino Renacimiento ya no era un lema consciente, y, encuanto trmino histrico de carcter tcnico, todava no era necesario.

    Cuando el concepto de nacimiento de la cultura gan otra vez terreno en el pensamiento, alsentido crtico correspondi beneficiarse de l, en cuanto medio de diferenciacin de fenme-nos histricos. El naciente Iluminismo del siglo XVIII tom el trmino Renacimiento all don-de lo haba dejado la generacin del siglo XVI. Pero, entretanto, el concepto de ese renaci-miento, despojado ahora del sentimiento vivo de las personas que haban sido sus exponentes,se haba tornado singularmente acadmico y formal, parcial e impreciso. En el Dictionnairehistorique et critiquede Pierre Bayle, obra que fue clave y arsenal del naciente Iluminismo, sedescubre ya una concepcin del Renacimiento que en realidad contiene todos los elementos dela actitud que se prolongara en los libros de texto hasta fines del siglo XIX:

    Es bien cierto que la mayora de los beaux-espritsy de las sabios humanistas de Italia,cuando las humanidades tornaban a florecer all [en otras ediciones: cuando las bellasletras empezaban a renacer] despus de la cada de Constantinopla, carecan de reli-gin. Pero, par otra parte, la restauracin de las lenguas eruditas y de las bellas letras

    haba preparado el camino a las Reformadores, cosa que ya haban previsto los monjes ysus partidarios, quienes incesantemente clamaban contra Reuchlin, Erasmo y dems azo-tes de la barbarie13.

    Por consiguiente, para Bayle era un hecho establecido que el humanismo italiano careci dereligin, y que fue consecuencia de la cada de Constantinopla, es decir, de la llegada de losexilados griegos cargados con el conocimiento propio de su civilizacin.

    Pocas dcadas despus Voltaire superaba holgadamente ese punto de vista. Todo el que re-vise en su Essai sur les moeurs et lesprit des nations (el cual, a pesar de todos sus defectos,

    11Ibd., I, 168-169 (Proemio).12Giovanni Boccaccio,Decamerone, VI, 5; Woldemar von Seidlitz, Leonardo da Vinci:Der Wendepunkt der

    Renaissance, dos volmenes (Berln, 1909), I, 381; Erasmo, Opus epistolarum, ed. P. S. Allen et al.; docevolmenes (Oxford y Londres, 1906 a 1958), I, 108; Ernst Heidrich,Albrecht Drers schriftlicher Nachlass(Berln, 1910, 223, 250).

    13Pierre Bayle,Dictionnaire historique et critique, quinta edicin; cuatro volmenes (Amsterdam, 1740), IV,3I5.

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    merece respeto por su carcter de modelo de la moderna historia cultural) las partes en las queVoltaire esboza el desarrollo de las artes y de las ciencias desde fines de la Edad Media expe-rimentar sorpresa ante el esquematismo, la incoherencia, la superficialidad, el prejuicio, y lafalta de penetracin y de simpata con los que el autor despacha premiosamente un fenmenotras otro, para luego pasar a otro tema. Pero sentir la misma intensa sorpresa ante la brillante

    percepcin con la que Voltaire percibe y seala contextos ms amplios. Me parece excesivo

    afirmar que Burckhardt hall en Voltaire la inspiracin para el tema de La cultura del Renaci-miento en Italia14, pero no ha de negarse que el Essaiinsina la concepcin que campea en laobra de Burckhardt. Para Voltaire, como para Burckhardt, la matriz del Renacimiento fue lariqueza y la libertad de que gozaron las ciudades del Medioevo italiano. Cuando Francia vivaan en la miseria,

    muy diferente era la situacin de las grandes ciudades comerciales de Italia; all loshabitantes vivan con gran comodidad, y en la opulencia, y gozaban las dulzuras de lavida. Finalmente, la riqueza y la libertad excitaron el genio y el valor de la nacin15.

    Luego, en el captulo Las ciencias y las artes urbanas durante los siglos XIII y XIV se ex-pone el punto de vista que ha ejercido tan prolongado y perturbador influjo: Dante, Petrarca,Boccaccio, Cimabue y Giotto son los precursores de una perfeccin posterior:

    Ya el florentino Dante haba dado lustre al lenguaje toscano con ese caprichoso poematitulado Commedia, obra famosa por su natural belleza, y en muchos aspectos muy supe-rior al gusto corrompido de la poca, escrito con la misma pureza que si el autor hubiesesido contemporneo de Ariosto y de Tasso.

    En Dante, pero especialmente en Petrarca hallamos gran nmero de pasajes que se aseme-jan a esas finas antigedades, que renen la belleza de tiempos pasados con la frescura delmomento actual. En el caso de las artes pictricas ocurra lo mismo que en el campo delidioma y de la poesa:

    Las artes urbanas, que corren todas la misma suerte, y que generalmente decaen y seelevan juntas, emergan ahora del abismo de la barbarie. Sin ayuda de ninguna clase,Cimabue fue en considerable proporcin un nuevo creador de la pintura en el siglo XIII.Giotto pint algunos cuadros que todava hoy contemplamos con placer... Brunelleschiinici la reforma de la arquitectura gtica.

    Al genio vital de Toscana atribua Voltaire la fuerza creadora de la renovacin.

    Por todas estas invenciones estamos en deuda slo con los toscanos, quienes por el meropoder de su genio revivieron esas artes, antes de que los escasos restos del saber griego,juntamente con esa lengua, pasaran de Constantinopla a Italia, despus de la conquistade los otomanos. Entonces, Florencia fue una segunda Atenas... Segn esto, nada debe-mos a los refugiados de Constantinopla por la restauracin de las letras: estos hombresse limitaron a ensear a los italianos el idioma griego16.

    Se advierte aqu la presencia de nuevas y fecundas ideas. Cabra esperar que despus de estecomienzo Voltaire continuara con una descripcin del quattrocentoy del cinquecento, con elfin de demostrar la lnea ascendente. Sin duda no careca del material necesario. Pero en elEssaino hay el menor indicio de ello. Interrumpe el esbozo de ese primer florecimiento unalarga digresin sobre la restauracin del drama. Se menciona ocasionalmente el hecho de quehubo, despus de Boccaccio, una serie ininterrumpida de poetas, todos los cuales han pasadoa la posteridad, serie que culmina en Ariosto. Cuando ms adelante el autor retorna a los de-sarrollos culturales de los siglos XV y XVI (en el captulo 121) bscase en vano una elabora-cin de la imagen del Renacimiento que esbozara con tanta felicidad.

    14Como se hace en Borinski, op. cit., 90.15Voltaire, Oeuvres compltes, ed. Antoine-Augustin Renouard; sesenta y seis volmenes (Pars, 1819 a

    1823), XIV, 349 [citado de Voltaire,An Essay on Universal History(Dublin, 1759), II, 160].16Voltaire, Oeuvres, XIV, 3~5 (citado de Voltaire, Essay, II, 162, 163, l66).

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    Las artes prolongaron su florecimiento en Italia porque la peste de la controversia reli-giosa no se haba extendido a ese pas: y as acaeci que, mientras se degollaban mu-tuamente en Alemania, en Francia y en Inglaterra por cosas que no comprendan, Italia,completamente pacificada desde el sorprendente acontecimiento del saqueo de Roma

    por el ejrcito de Carlos V, se consagraba ms que nunca al progreso de las artes libera-les17.

    Con respecto al cinquecento, eso es todo. No se menciona a Leonardo, ni a Rafael, ni a Mi-guel Angel, ni al Ticiano.

    Qu impidi a Voltaire presentar una imagen acabada de la cultura renacentista? Poseacierta concepcin de un perodo claramente delimitado de florecimiento de las artes y de lasletras, el que gravitaba alrededor de los Medici durante los siglos XV y XVI. Para l, se tratabade uno de los cuatro perodos felices de la historia mundial. Estas cuatro pocas felices, diceen su poca de Luis XIV, son aquellas en las cuales se dio impulso a las artes, y que, comoson momentosculminantes de la grandeza de la comprensin humana, sirven de ejemplo a todala posteridad18. Era la primera la poca de Pericles, la segunda la de Csar y de Augusto, latercera corresponda al dominio de los Medici despus de la cada de Constantinopla. En estaobra, escrita en 1739, la llegada de los eruditos griegos a Florencia era considerada todava lacausa del renacimiento, teora que Voltaire habra de rechazar despus en su Essai. Pero supe-raba a la gloria de la tercera poca la del sicle de Louis XIV, esa era que fue la ms esclare-cida de todas. A ella diriga Voltaire sus elogios, aun a costa de su propio tiempo; en ellaconcentraba su inters y su aprecio, y por eso le resultaba imposible percibir el espritu y la

    belleza del Renacimiento.As, pues, Voltaire dej atrs el incompleto esbozo de su imagen del Renacimiento, e inclu-

    so su propia poca volvi los ojos a otros panoramas del pasado. El posterior descubrimientodel Renacimiento hubiera debido caracterizarse no slo por el esprit y el sentido crtico queeran propios de Voltaire, sino en la misma medida, o an ms por el sentimiento de simpataesttica y por las necesidades emocionales. Y en esta esfera del sentimiento y del ensueo noreinaba el espritu de Voltaire sino el de Rousseau. Qu poda significar la colorida diversidadde la belleza formal propia de la cultura aristocrtica del Renacimiento a los ojos de seres queslo anhelaban la sencillez de la naturaleza y la lnguida sensibilidad del corazn? El murmu-llo de los robledales y las brumas de las montaas de Ossian o la tierna atencin consagrada alas aventuras espirituales de Clarissa Harlowe ocupaban tanto espacio que no haba lugar paraalentar una imagen del Renacimiento, con sus bril lantes luces y sus bronces sonoros. La fanta-sa del romanticismo se volc sobre la Edad Media, para buscar en ella los efectos opacos ysombros de luz de luna y de fugitivas nubes que eran tan caros al corazn de la poca. La grantransposicin al tono menor del romanticismo interrumpi la evolucin de la imagen del Rena-cimiento, y por mucho tiempo fue estorbo a su desarrollo. Solamente un espritu afn podaredescubrir la unidad del Renacimiento y explicarla a la humanidad.

    Goethe, quizs? El hombre de espritu universal, exaltado sobre la oposicin entre Voltai-re y Rousseau? No, tampoco Goethe. Naturalmente, Goethe estaba familiarizado con el con-cepto corriente de un renacimiento del arte. El caballero dAgincourt, a quien visit en Roma,estaba atareado, segn observ Goethe, escribiendo la historia del arte desde su decadenciahasta su renacimiento19. Del material que el francs haba reunido con ese propsito, podadeducirse cmo durante el transcurso del opaco y oscuro perodo la mente humana haba esta-do muy atareada. Vasari habra podido llegar a las mismas conclusiones. El inters y la esti-macin de Goethe se concentraba muy particularmente sobre el siglo XVI. A principios delsiglo XVI el espritu de las artes pictricas se haba desprendido completamente de la barbariede la Edad Media; y anhelaba efectos ms libres y ms elevados20. En una entrada de sus dia-

    17

    Voltaire, Oeuvres, XV, 99 (citado de Voltaire, Essay, III, 44).18Voltaire, Oeuvres, XVII, 187 [citado de Voltaire, The Age of Lewis XIV(Londres, 1753), I, 1].19Johann Wolfgang von Goethe, Werke, 143 tomos (Weimar, 1887 a 1920), XXXII, 36 (22 de julio de 1787)

    [citado de Goethes Travels in Italy, trad. inglesa de A. J. Morrison y C. Nisbet (Londres, 1892), 385].20Goethe, Werke, XXXII, 207.

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    rios Goethe colocaba a Rafael en el pinculo de una pirmide21, lo cual no altera el hecho deque, en comparacin con Miguel Angel, el pintor le pareciera arcaico. Cuando cierta genteafirm que la Disputa era la mejor obra de Rafael, Goethe vio en ello una indicacin de la

    predileccin que posteriormente se manifest en favor de la antigua escuela. En esto el obser-vador sereno no debe ver otra cosa que una expresin de talentos medianos y frustrados, y deningn modo debe identificarse con dicha postura22. El perodo que para Goethe era de flore-

    cimiento de las artes no coincide con la poca que denominamos Renacimiento, sino ms biencon su ltima fase y con la primera del barroco. En el punto focal de su observacin y aprecio,al lado de Miguel Angel se hallaban artistas posteriores, por ejemplo Benvenuto Cellini, Palla-dio y Guido Reni. Adems, ese gran perodo de florecimiento slo en pequea medida era paraGoethe un problema de carcter histrico. Mucho ms le interesaba el valor inmediato y propiode las obras de arte que observaba.

    De ese modo albore el siglo XIX sin que el concepto de Renacimiento hubiera adquiridomucho mayor contenido del que ya tena para Bayle y para Voltaire. No era todava la denomi-nacin de un perodo cultural como tal. Por as decir, cumpla la funcin de apelativo, no denombre propio; por lo general iba asociado con una formulacin complementaria alusiva a loque haba renacido. Todava se hallaba casi en un mismo plano con trminos como decadencia

    y cada. Ciertamente, inclua la idea del jbilo ante la vida nueva y por consiguiente era undefinido juicio de valor, pero caracterizaba a su aplicacin cierto tono ms o menos indiferen-te, y habitualmente posea slo un limitado significado. En su Histoire de la peinture en Italie(1817) Stendhal aplic la frase la renaissance des artscasi exclusivamente al primer cuarto delsiglo XVI, que excitaba su su mayor entusiasmo y admiracin; para este autor, el arte florenti-no del siglo XV representaba todava el ideal de belleza de la Edad Meda. Guizot, en su

    Histoire gnrale de la civilisatian en Europe (l828) se refiri a una renaissance des lettres, yen su caso el trmino no tena un matiz diferente del que le atribua Voltaire, o incluso Rabe-lais y Amyot. Sismondi transfiri el concepto a la esfera del pensamiento poltico en su Histoi-re de la renaissance de la livert en Italie(1832). Veremos ms adelante que el concepto pol-tico de Renacimiento de ningn modo era cosa nueva, y en realidad haba sido uno de los pun-tos de partida de todo el concepto renacentista.

    Segn Walter Goetz23, la primera persona que atribuy al trmino Renacimiento, sin indica-ciones limitativas, carcter de denominacin especfica y familiar de un determinado perodocultural, fue el conde Libri, florentino de dudosa memoria, quien, despus de haber huido aFrancia, public en 1838 una obra titulada Histoire des sciences mathmatiques en Italie de-

    puis la Renaissance jusqu la fin du XVIIime sicle. Sin embargo, esta afirmacin no es co-rrecta. Libri se limit a seguir una costumbre que haba ganado terreno en los crculos litera-rios franceses. Casi una dcada antes Balzac haba empleado la palabra Renacimiento comoconcepto cultural autnomo en la novela corta Le bal des Sceaux, fechada en diciembre de1829, en la cual dcese de uno de los personajes principales: ella era capaz de argir fluida-

    mente sobre la pintura italiana o flamenca, sobre la Edad Media o sobre el Renacimiento...El sistema conceptual que desde entonces en adelante habra de servir de andamiaje princi-pal de la historia cultural europea estaba adquiriendo gradualmente formas definidas y verda-dera solidez: la anttesis explcita entre la Edad Media y el Renacimiento, en la que tanto stecomo aqulla revisten la forma de una imagen cultural. Pero antes de examinar el ulterior desa-rrollo del concepto de Renacimiento, debemos referirnos a un hecho peculiar, del que supongoes posible hallar paralelos en muchos otros campos: a saber, que la opinin escolar, la visincondensada del Renacimiento que los libros de texto difundan, aun entonces se hallaba en re-traso con respecto a la comprensin de los historiadores.

    Podramos describir la opinin escolar del siguiente modo: hacia fines de la Edad Media (laEdad Media, representante del oscurantismo y de la barbarie, de acuerdo con la concepcin

    racionalista) revivieron las artes y el saber, ante todo en Italia, porque los griegos huidos de21Johann Wolfgang von Goethe, Tagebcher, I, 305 (19 de octubre de 1786).22Goethe, Werke, XXXII, 67 a 68 (citado de Goethes Travels).23Goetz, op. cit., 46.

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    Constantinopla pusieron nuevamente a Occidente en contacto con la inspiracin del antiguoespritu griego. O bien, aunque no se atribuyera a los exilados tan principal influjo, se vea enla restauracin de la cultura clsica tanto el factor causal como la caracterstica exterior delRenacimiento. Se desarroll un perodo de Renacimiento porque la gente aprendi a compren-der el espritu de los antiguos, y su elemento esencial fue la imitacin del arte y de la literaturaclsicos. Algunos libros de texto tambin reservaban cierto papel, entre las causas del renaci-

    miento general, al arte de imprimir y al descubrimiento de Amrica. De cierto libro de texto(no recuerdo bien cul) dcese que iniciaba los captulos sobre el perodo moderno con estaconfiada frase: El renacimiento del espritu humano arranca del descubrimiento de las armasde fuego, una afirmacin que, si bien se mira, es marxismo outrance.

    Pero, sea como fuere, la opinin entonces corriente, segn la cual la imitacin de la anti-gedad era el alfa y el omega del Renacimiento, nunca ha sido otra cosa que una barata simpli-ficacin de los puntos de vista de los hombres cuyas mentes desarrollaron el concepto y lo lle-varon a su madurez. El propio Voltaire, ya la hemos visto, encaraba con amplitud considera-

    blemente mayor el fenmeno de la renovacin. Si a alguien debiramos imputar la responsabi-lidad de la opinin escolar, sera a Pierre Bayle.

    Y as llegamos al pleno desarrollo, por obra de Jacob Burckhardt, del concepto renacentista

    en todos sus ricos y coloridos aspectos, en cuanto forma de vida que con mucho desborda loslmites del estudio histrico en s.

    No cabe duda de que el gran sabio suizo recibi inspiracin de un profeta cuya visin aluci-nada ilumin la historia como con relmpagos de luz: Jules Michelet. El ao 1855 vi la luz

    Histoire de France au XVIime sicle, de Michelet, sptimo volumen de suHistoire de France,con el subttulo Renaissance. La actitud de Michelet hacia la gran transformacin cultural erala del Iluminismo, segn se haba fusionado con el l iberalismo y se reflejaba en su espritu bri-llante. No slo a l sino a los racionalistas del siglo XVIII, el siglo XVI haba aportado luz...luz que vena a disipar las tinieblas brbaras de la Edad Media. Para Michelet el concepto re-nacentista era simplemente parte de la gran idea del progreso que haba comenzado su carreratriunfante cuando la mente despert del engao y de la opresin del escolasticismo y del feuda-lismo. El sigla XVI aport dos grandes cosas:

    El descubrimiento del mundo y el descubrimiento del hombre.En su amplia y legtima extensin, el siglo XVI se extiende de Coln a Coprnico, deCoprnico a Galileo, del descubrimiento de la tierra al descubrimiento de los cielos.El hombre se haba reencontrado a s mismo. Antes de que Vesalio y Servet le hubieranrevelado la vida, ya haba penetrado su misterio moral con Lutero y Calvino, con Du-moulin y Cujas, con Rabelais, Montaigne, Shakespeare, Cervantes. Ya haba sondeadolas bases profundas de la naturaleza vital. Ya haba comenzado a aposentarse en la Jus-ticia y en la Razn 24.

    En otras palabras, en el siglo XVI el hombre adquiri conciencia de su relacin autntica y

    natural con el mundo; aprendi a comprender las cualidades y el significado del mundo, y tam-bin a abarcar el valor y la capacidad de su propia personalidad. Michelet reuni en un solohaz al Renacimiento y a la Reforma, y les atribuy el carcter de alborada feliz del ideal ilumi-nista. Segn su opinin, el despertar haba ocurrido en el siglo XVI y, con excepcin de Colny de Galileo, no menciona a un solo italiano entre las figuras destacadas de ese vasto proceso.

    Si, por lo tanto, Burckhardt pudo tomar de Michelet la idea de la gran transformacin cultu-ral, fue simplemente para dirigir el concepto hacia objetivos muy diferentes. Aplic dicha fr-mula renacentista, el descubrimiento del mundo y del hombre a fenmenos que en Micheletno provocaban ms que un inters secundario; en realidad, interpret la frmula de un modoesencialmente distinto al de Michelet, creador de la misma. Para Michelet era un santo y sea,

    pero no sera l quien desarrollase la riqueza de imgenes especficas que demostraran histri-

    24Jules Michelet,Histoire de France au XVIime sicle: Renaissance(Histoire de France, VII), (Pars, 1855),

    14-15 (Introduction).

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    camente su frmula. Y es posible que sta se hubiera desvanecido como un grito en la noche siBurckhardt no hubiera acertado a orla.

    En Burckhardt, la combinacin de sabidura y de profundidad, de capacidad de sntesis engran escala y de paciente industria de erudito que rene y elabora su material, era de un tipoque por cierto no abunda en la disciplina histrica. Por otra parte, caracterizaba a su esprituuna aristocrtica reserva que no adhera a las opiniones del momento simplemente porque la

    poca lo exiga. Burckhardt no se dejaba influir por triviales ideas de progreso, y esto slo fuesuficiente para permitirle ahondar mucho ms que Michelet. Fue el primero en concebir al Re-nacimiento separado de toda relacin con el Iluminismo y con el progreso, no ya como pre-ludio y anunciacin de posteriores excelencias, sino como ideal cultural sui generis.

    Se ha citado una frase deun ensayo temprano de Jacob Burckhardt, en el cual habla del asdenominado Renacimiento25. El ensayo data de 1838 (Burckhardt naci en Basilea en 1818 ymuri en la misma ciudad en 1897); ese ao haba visitado Italia por primera vez, pero el artegermano y flamenco de la Edad Media continu siendo el foco de sus estudios y de su intersdurante los aos que siguieron inmediatamente (y an despus de una segunda residencia enItalia). A fines de 1852 apareci su obra sobre la poca de Constantino el Grande. En los dosaos siguientes visit nuevamente Italia, y en 1855 public el Cicerone, gua para gustar de

    las obras de arte de Italia. Luego, en 1860, apareci La cultura del Renacimiento en Italia.Nada demuestra tan claramente el significado de esta obra como las fechas de sus ediciones.

    La segunda edicin apareci nueve aos despus de la primera, en 1869, y la tercera y cuartacon ocho aos de intervalo, en 1877 y en 1885. Despus de la quinta edicin de 1896, la co-rriente cobr mpetu: 1897, 1899, 1901, 1904, 1908, 1913, 191926. Slo la generacin siguienteestaba totalmente madura para lo que Burckhardt poda ofrecer.

    La estructura de este inigualado ejemplo de sntesis histrico-cultural es tan slida y arm-nica como una obra de arte renacentista. Echanse los cimientos en la Parte I, El Estado comoobra de arte, que trata de las tradiciones polticas y sociales que constituyeron el mbito dedesarrollo de una actitud ms personal y ms consciente del individuo hacia el Estado y haciala vida en los Estados italianos, incluso durante la Edad Media. Desde el principio mismo se

    pone al lector en contacto con el espritu de una definicin personal de objetivos y de una libredeterminacin del curso de la propia vida, factores que para Burckhardt fueron la caractersticadel Renacimiento, y cuya presencia el autor analiza en los distintos tipos de dspotas, de con-dottieri, de diplomticos, de cortesanos y de nepotistas. Pero al mismo tiempo se suministra allector una indispensable resea de la historia poltica del perodo. Luego, Burckhardt desarro-lla el tema fundamental de su obra. La Parte II, Desarrollo del individuo, comienza con la

    pgina que es casi el credo de Burckhardt, y que debemos citar ntegra:

    En el carcter de estos Estados, ya fueran repblicas o despotismos, reside no la nicapero s la principal razn del precoz desarrollo del italiano. A ello se debe que fuera elprimognito de los hijos de la moderna Europa.

    En la Edad Media, ambos aspectos de la conciencia humana -la conciencia que se vuel-ve hacia el interior de nuestro propio ser, y la que se dirige hacia el mundo exterior- ya-can dormidos o apenas despiertos bajo un velo comn. Este velo estaba tejido de fe, deilusin y de ciertos infantiles preconceptos, y a travs de l vease al mundo y a la histo-ria revestidos de extraos colores. El hombre tena conciencia de s mismo slo en cuan-to miembro de una raza, de un pueblo, de un grupo, de una familia o corporacin; es de-cir, slo por intermedio de una categora general. Italia fue el primer lugar en el que es-te velo se disip en el aire; tornse posible el tratamiento y la consideracin objetivosdel Estado y de todas las cosas de este mundo. Al mismo tiempo, afirmse con nfasis

    25Vase Goetz, op. cit., 40.26

    Despus de la segunda edicin, Burckhardt deleg la tarea de revisar y modernizar su libro en Ludwig Gei-ger, y aunque complacido con el xito de la obra, rehus ser consultado sobre ella o corregir pruebas. Poco apoco se modific el carcter y la extensin de la obra (como resultado de las digresiones y revisiones de Geiger)de modo que result casi imposible reconocer la propia obra de Burckhardt. Ha sido reeditado ahora en su ver-sin original, imponindosele el sello clsico que le corresponde.

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    proporcional el aspecto subjetivo; el hombre se convirti en individuo espiritual, y re-conocise a s mismo como tal27.

    Burckhardt explora en todos los terrenos el desarrollo de esta conciencia de la personalidad.El captulo El perfeccionamiento del individuo ofrece en la figura de Leon Battista Alberti altipo ms completo de hombre universal que desarroll y control conscientemente todas suscapacidades. En relacin con este desarrollo del individuo surgi tambin una nueva forma de

    distincin exterior, la forma moderna de la gloria. La desenfrenada pasin por la fama en lospersonajes de Dante (y en l mismo), la celebridad de Petrarca, la veneracin de los grandeshroes nacionales: todo esto se halla, para Burckhardt, bajo el signo del nuevo concepto de la

    personalidad y del valor humano; y lo mismo puede afirmarse de sus opuestos, el ingenio y lastira modernos.

    Slo entonces comienza el desarrollo de la Parte III, La Resurreccin del Mundo Antiguo.Al llegar a este punto casi no es necesario decir que, para Burckhardt, la restauracin de la an-tigedad no fue el factor causal del Renacimiento, ni tampoco la caracterstica esencial del pe-rodo. Empieza por rechazar inmediatamente dicho punto de vista:

    Ahora que hemos alcanzado esta perspectiva de la civilizacin italiana, ha llegado elmomento de ocuparnos de la influencia de la antigedad, cuyo renacimiento ha sidoelegido unilateralmente como signo distintivo de todo el perodo.

    No fue, pues, ni factor causal ni elemento esencial del Renacimiento, pero s prerrequisito yelemento vital de su desarrollo. El clasicismo fue medio indispensable de expresin del con-cepto de la vida que se haba formado recientemente:

    El renacimiento [Burckhardt, pero no el traductor, usa la palabra entre comillas, parasubrayar que la emplea aqu en el sentido ms estrecho de restauracin de los estudiosclsicos] no habra revestido el carcter de proceso de significado mundial si fuera po-sible separar tan fcilmente a sus factores componentes.

    Pero Burckhardt inmediatamente limita el papel del clasicismo en la renovacin del espritu:

    Debemos insistir sobre ello, por ser una de las principales proposiciones de este libro,que no fue slo la restauracin de la antigedad, sino su unin conel genio del puebloitaliano, la fuerza que promovi la conquista del mundo occidental28.

    Burckhardt examin la influencia global de la antigedad (a la que poco antes, en 1859,George Voigt haba consagrado su Wiederbelebung des klassischen Alteratums oder das erste

    Jarhundert des Humanismus, obra que Burckhardt no utiliz) en una sola parte de su libro;todava deba elaborar la mitad de su material. Entonces escribi descubrimiento del mundo ydel hombre. En esta parte del ensayo Burckhardt demostr en qu consista realmente la his-toria cultural. Analiza la tendencia emprica de las ciencias naturales; el descubrimiento de la

    belleza del paisaje; luego, Ia aparicin del retrato psicolgico, ante todo en Dante, en Petrarcay en Boccaccio; el desarrollo de la biografa; la nueva concepcin del carcter nacional y de la

    variedad tnica; y, finalmente, el florecimiento del nuevo ideal de belleza. Quin, antes de l,haba pensado en considerar el significado, para la historia cultural, de la etiqueta social, de lamoda, del dilettantismoy de los festivales? El libro concluye con la parte dedicada a Etica yreligin. En ella las conclusiones de Burckhardt ocupan el primer plano, y se dan los toquesfinales a la imagen del hombre renacentista: desenfrenado individualismo con tendencia a laamoralidad completa; actitud subjetiva hacia la religin: tolerante, escptica, burlona, a vecesfrancamente negativa; y el paganismo del Renacimiento, mezcla de antigua supersticin y demoderno escepticismo. Y en las lneas finales del libro elogia el noble platonismo de los flo-rentinos del crculo de Lorenzo de Medici:

    27Jacob Burckhardt,Die Kultur der Renaissance in Italien: Ein Versuch, decimotercera edicin; ed. WalterGoetz (Leipzig, 1922), I, 142 [citado de Jacob Burckhardt, The Civilization of the Renaissance in Italy, trad.inglesa de S. G. C. Middlemore (Nueva York, 1958), I, 143].

    28Ibd., I, 185 (citado de Burckhardt, The Civilization, I, 175).

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    Aqu llega a su madurez uno de los ms preciosas frutos del conocimiento del mundo ydel hombre, y esto sera suficiente para considerar al Renacimiento italiano el conductorde los tiempos modernos29.

    EI trmino Renacimiento haba cobrado pleno significado. El pensamiento de Burckhardtdesbord gradualmente los crculos donde el libro era ledo. Como siempre ocurre, en el proce-so se vio despojado de todos los detalles que le infundan vida y que al mismo tiempo, en su

    propia irreductibilidad, lo limitaban; en la mente de quienes lo aceptaron, el concepto se de-grad y se desarticul, y padeci mutilaciones. Burckhardt haba evocado al hombre del Rena-cimiento ante la faz del tiempo, semejante a uno de esos magnificentes pecadores del Infierno,demonaco en su indomable orgullo, satisfecho de s mismo y audaz, el uomo singolare, elhombre singular. Esta fue la nica figura de su libro que atrajo la fantasa de los dilettanti.El concepto de hombre del Renacimiento vino a asociarse con la idea de impetuosa acepta-cin y de dominio de la vida. Creyse que el tipo de la civilizacin renacentista se hallaba enla libre personalidad del genio, indiferente a doctrinas y a conceptos morales, en el hombreinclinado a los placeres, altanero y frvolo, que en su pagana pasin por la belleza buscaba el

    poder para vivir con arreglo a sus propias normas. El esteticismo del decadente siglo XIX per-cibi un eco de su propio deseo en esta imagen imaginaria de la vida histrica. En los casosms graves de confusin terminolgica incluso la muy apreciada rebelda vino a formar partede la visin del. Renacimiento. Ninguna culpa tuvo en ello Burckhardt. La meloda que l en-ton fue orquestada a laNietzsche por una generacin posterior (Nietzsche, como es sabido,fue discpulo de Burckhardt).

    Mientras tanto, aunque en muchos espritus la exageracin superficial reemplaz a la fecun-da imagen recibida, el estudio de la historia del arte y de la historia cultural no se detuvo conel libro de Burckhardt. Una obra apoyada esencialmente sobre una sola concepcin es necesa-riamente unilateral.. Los aspectos dbiles de la tesis de Burckhardt no podan permanecer ocul-tos.

    Fijos los ojos en la luz violenta del quattrocentoitaliano, Burckhardt deba ver defectuosa-mente todo lo que se extenda ms all del paisaje que concitaba su atencin. El velo que vioextenderse sobre el espritu de la Edad Media se debi en parte a defecto de su propia cmarafotogrfica. Haba delineado un contraste demasiado violento entre la vida de fines del Me-dioevo en Italia y la que se desarrollaba en el resto de Europa. Pasle inadvertido que tras elesplendor del Renacimiento la vida popular autnticamente medieval continuaba en Italia en lamisma forma que en Francia y en las regiones germnicas, as como tampoco percibi que lanueva vida, cuyo advenimiento exalt en Italia, tambin comenzaba a cobrar forma en otros

    pases, en los que Burckhardt slo alcanz a ver barbarie y antiqusima represin. No tenaverdadera conciencia de la gran variedad y de la vida desbordante de la cultura medieval fuerade Italia. Como consecuencia de ello, fij al Renacimiento en ascenso lmites espaciales hartorestringidos.

    Todava mayores crticas merece su delimitacin cronolgica del Renacimiento. Haba ubi-cado alrededor de 1400 el principio del pleno florecimiento del individualismo, elemento esen-cial del perodo, a estar de Burckhardt. Con mucho la mayor proporcin del abundante materialcon que ilustr su punto de vista se refiere al siglo XV y al primer cuarto del XVI. Con todo loque hay antes de 1400 fue para l anticipo, prometedora semilla. Todava atribua a Dante y aPetrarca la categora de precursores del Renacimiento, exactamente como los haba conside-rado Michelet (y aun Voltaire). El concepto de precursores de una tendencia o de un movi-miento es siempre peligrosa metfora en historia. Dante precursor del Renacimiento... delmismo modo podra yo, con cierta justificacin, decir de Rembrandt que fue precursor de JosefIsraels, pero nadie me seguira. Cuando se califica a alguien de precursor se lo separa del mar-co de su propia poca, en relacin con la cual debe ser entendido, y con ese proceder se falsea

    la historia.

    29Ibd., II (citado de Burckhardt, The Civilization, II, 516).

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    Una vez que acept que el individualismo era el rasgo distintivo del Renacimiento, Burc-khardt se vio obligado a exaltarlo en todos los fenmenos que contrastaban con lo que para lera el sombro teln de fondo de la civilizacin medieval. El arte decorativo de los Cosmati enel siglo XII, la arquitectura toscana del siglo XIII, la gil, mundana y clsica poesa de losCarmina burana... todo ello se convirti en protorrenacimiento. Aplcase esto no slo al arte,sino tambin al carcter humano. Todo hombre de la Edad Media que posea una personalidad

    sobresaliente vino a caer en el mbito de influencia del Renacimiento.Mucho antes podemos percibir aqu y all cierto desarrollo de la personalidad libre, laque en Europa Septentrional no existi o no pudo obrar del mismo modo [pero no: lassagas nrdicas ofrecen incomparable imagen de la personalidad libre. J. H.]. La bandade audaces pecadores del siglo X descrita por Luidprand, ciertos contemporneos deGregorio VII, y unos pocos opositores al primer Hohenstaufen nos muestran caracteresde este tipo30.

    Por consiguiente, poda remitirse el comienzo del desarrollo que desembocara en el Rena-cimiento a un punto indefinido, cada vez ms lejano en el tiempo. La consecuencia, ya adverti-da por Michelet, era que todo despertar de una nueva vida intelectual, de nuevos conceptos dela vida y del mundo en la Edad Media, deban ser interpretados como un alborear del Renaci-miento. Pero entonces deba aplicarse semiconscientemente el postulado de que en s misma laEdad Media haba sido una cosa muerta, un organismo en descomposicin (postulado que en elcaso de Michelet fue doctrina explcita).

    Naturalmente, se lleg a la conclusin de que era necesario remontarse ms y ms en el pa-sado para hallar los comienzos del Renacimiento. Las personas que pusieron al desnudo lasraces del Renacimiento son Emile Gebhart, Henry Thode, Louis Courajod y Paul Sabatier. Enqu medida ya en 1877 se haba elaborado la idea de los orgenes medievales del Renacimien-to, se percibe en The Renaissance, de Walter Pater, en el cual, sin analizar explcitamente elcaso se da por sobreentendido que se incluye en el concepto renacentista todo lo que en laEdad Media era espontneo y llamativo (as, por ejemplo, el entrems del siglo XIII, Aucassin

    et Nicolette).En 1879 el excelente ensayista e historiador cultural Emile Gebhart public Les origines dela Renaissance en Italie. Su concepcin de la naturaleza del Renacimiento era igual a la deBurckhardt: El Renacimiento italiano no fue solamente una renovacin de la literatura y delas artes, consecuencia del retorno de los espritus cultivados a la literatura clsica y de la me-

    jor educacin de los artistas que redescubrieron el sentido de la belleza en la escuela griega. Enel Renacimiento se expresa todo el complejode la civilizacin italiana, y fue la expresin ade-cuada del genio y de la vida moral de Italia31. Pero lo que en Burckhardt era delicada insinua-cin adquiere en Gebhart carcter de frmula total: En realidad, el Renacimiento italiano em-

    pieza antes de Petrarca, pues la renovacin de las artes se advierte ya en las obras de los escul-tores pisanos y de Giotto, as como en la arquitectura de los siglos XII y XIII... Los orgenes

    del Renacimiento son, por lo tanto, bastante remotos y preceden con mucho a la cultura eruditadifundida por la literatura del siglo XV32.

    Cuando en 1885 apareci La cultura del Renacimiento en traduccin francesa de M.Schmitt, Gebhart plante la cuestin con cierta mayor precisin 33. Afirma que los puntos deunin del Renacimiento con la Edad Media son apenas visibles en Burckhardt; es preciso arro-

    jar luz ms clara sobre el principio y el fin de la obra. Del principio se encarg el propio Ge-bhart. En LItalie mystique: Histoire de la Renaissance religieuse au moyen age (1892), conti-nu levantando el edificio iniciado con sus Origines. Joachim de Floris (el mstico calabrs del

    30Ibd., I, 142 (citado de Burckhardt, The Civilization, I, 143).31

    Emile Gebhart,Les origines de la Renaissance en Italie(Pars, 1879), 51.32Ibd., VII.33Emile Gebhart, La Renaissance italienne et la philosophie de lhistoire,Revue des deux mondes, LXXII

    (1885), 342 a 379, posteriormente incluido en sus Etudes mridionales: La Renaissance italinne et laphilosophie de lhistoire(Paros, 1887).

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    siglo XII) y Francisco de Ass eran para Gebhart el punto de partida de todo el movimientointelectual.

    En realidad, en todo esto no haba ya nada nuevo. Tambin aqu Michelet, en ancho y vio-lento gesto, haba arrojado la semilla que otros vieron brotar. En la dolorosa confesin con laque inicia su volumen sobre el Renacimiento, de lo que se trataba era de saber por qu el Re-nacimiento haba llegado con tres siglos de retraso34. Una y otra vez haba anunciado su propio

    advenimiento: en el siglo XII con la chanson de geste, Abelardo y el abate Joachim; en el sigloXIII con el Evangelium aeternum, folleto de carcter polmico de los franciscanos radicales;en el siglo XIV con Dante. En verdad, la Edad Media ya estaba muerta en el siglo XII, afirmMichelet, y hubo de retardar la llegada del Renacimiento la obstinada resistencia de le moyen-ge contra el retorno a la naturaleza (es sabido cun antropomrficamente pensaba Michelet).

    Por obra del propio Michelet, estas ideas pasaron a ser propiedad comn, de modo que escomprensible que Walter Pater asociara fcilmente el concepto de Renacimiento con la figurade San Francisco an antes de que Gebhart desarrollara la misma tesis sobre una base erudita.

    No cabe asombrarse, por lo tanto, de que los historiadores franceses y alemanes llegaran a lamisma posicin cada uno por su propio camino. En 1885 apareci el estudio de Henry Thode,Franz von Assisi und die Anfnge der Kunst der Renaissance in Italien . No interesaba a Thode

    tanto la propia restauracin religiosa originada en Francisco, como la influencia de la mismasobre la renovacin del arte. Atribua suprema importancia a esta ltima. El ardor lrico y elsentimiento subjetivo de Francisco, su renovada pasin por la belleza del mundo, no slo habadado impulso a un profundo sentido artstico, y suministrado el material para una nueva imagi-nacin artstica; tambin desde el punto de vista social las rdenes mendicantes proveyerontanto el motivo como el mpetu de la nueva fiebre de construccin. Thode borr deliberada-mente la frontera entre la Edad Media y el Renacimiento: De Giotto a Rafael hay un desarro-llo uniforme, basado en una concepcin religiosa y del mundo uniformes. La pretensin deseparar el arte gtico, que llega hasta 1400, del Renacimiento, que se inicia en 1400 (comotodava suele hacerse enlos textos de historia del arte) implica desconocer la unidad orgnicaque los abarca a ambos35. El contenido intelectual de este proceso radicaba, para Thode, en laliberacin del individuo, el cual, en el mbito de una personal y armnica concepcin del sen-tido de la naturaleza y de la religin (en conjunto todava dentro de los lmites de la fe catli-ca, pero ya aventurndose inconscientemente fuera de los mismos) conquista sus derechosfrente a la colectividad. El mpetu recndito que promueve estos milagros es la elevada sen-sibilidad individual que comienza a despertar. No es necesario analizar aqu en qu medida sefalsea. la imagen de Francisco y se sobrestima su influencia sobre el desarrollo de la culturaitaliana.

    No fue Henry Thode el progenitor espiritual de la actitud de reverencia por Francisco, tanextendida en los crculos estticos. Su libro se difundi slo entre los interesados en historiadel arte, y con cierto enojo reclam Thode en el prefacio a su segunda edicin (1904) el honor

    de haber esbozado la nueva imagen de San Francisco mucho antes de que Sabatier cautivara almundo con su Vie de Saint Franois dAssise(1893).La obra de Paul Sabatier permaneci fuera de la controversia sobre los orgenes del Rena-

    cimiento dado que este autor, a diferencia de Gebhart y de Thode, no se interes principalmen-te por definir la relacin de Francisco con el Renacimiento, sino por describir la vida del suge-rente santo con todos sus magnficos y vivaces colores y matices. El retrato atractivo pero falsoque este telogo protestante francs traz en su libro, obra de delicada poesa, ofrece de Fran-cisco la imagen de un espritu subjetivo y lrico, que reconquist la belleza del mundo en bene-ficio de una ferviente y apasionada devocin, la que a su vez introduce en la religin las nece-sidades emocionales del individuo; un hombre que, inclinado en actitud de filial respeto ante laantigua y rgida Iglesia -que percibi el peligro de esta nueva forma de devocin-, habra de

    vivir en melanclica desilusin, casi un mrtir de su propia excelsa meta. Pero stas fueron34Michelet, op. cit., 142, 12 y sigs., 69.35Henry Thode, Franz von Assisi und die Anfage der Kunst der Renaissance in Italien, segunda edicin

    (Berln, 1904), 61.

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    precisamente las cualidades que, poco a poco, haban concluido por asociarse con el conceptoda Renacimiento: sensibilidad individual, aceptacin del mundo y sentimiento de la belleza,actitud personal hacia la doctrina y la autoridad. De ah que quizs Sabatier haya contribuidoms que nadie a modificar la naturaleza y la determinacin cronolgica del concepto de Rena-cimiento. Ahora el trmino no evocaba esencialmente un desarrollo mental, sino un desarrollosentimental: los ojos y el alma se abran a toda la excelencia del mundo y de la personalidad

    individual. De este modo se haba llevado hasta sus ltimas consecuencias la tesis de Burc-khardt sobre el individualismo y el descubrimiento del hombre y del mundo. El valor de la res-tauracin de la cultura clsica para el proceso renacentista pas totalmente a segundo plano.Que de la restauracin de una latinidad sin tacha Lorenzo Valla se prometiera un efecto abso-lutamente saludable y revitalizador, que Poliziano compusiera los ms vivaces y atractivosversos latinos escritos desde Horacio, que en Florencia se reverenciara a Platn como a unnuevo mensajero de salvacin... , estos y otros aspectos semejantes parecan haberse converti-do en hechos sin ningn significado.

    Qu haba ocurrido? El concepto renacentista, identificado (como en definitiva haba lle-gado a estarlo) con el individualismo y con cierto espritu terrenal, se haba extendido tantoque acab por perder su elasticidad. En realidad, careca totalmente de significado. Ya no que-

    daba un fenmeno cultural importante de la Edad Media que no pudiera ser incluido, por lomenos en uno de sus aspectos, en el concepto de Renacimiento. Gradualmente, todo lo quehacia fines de la Edad Media pareca espontneo y singular fue extrado de ese contexto hist-rico para darle un lugar en los orgenes del Renacimiento. Y no se vea el fin de la cosa. Si elalma del Renacimiento consista en una nueva capacidad de visin, en el despertar de lo perso-nal, entonces no haba razn que impidiera reverenciar a ese otro gran espritu lrico, Bernardode Claraval, al mismo tiempo que a Francisco y por encima de este ltimo, en cuanto primer

    portador de la corona del Renacimiento. Y, si se practicaba un examen atento, hubo nunca unaEdad Media?

    En definitiva, slo faltaba dar un paso: separar completamente al concepto Renacimiento desu base, la restauracin de los estudios clsicos. En la esfera de la historia del arte propiamentedicha, ese paso haba sido dado hacia mucho tiempo por el historiador del arte Louis Courajod,discpulo de De la Borde. En sus Leons professes lcole du Louvre(1888) -especialmenteen la segunda parte, sobre los orgenes autnticos del Renacimiento- Courajod desarroll ladoble tesis de que el estilo gtico se haba regenerado con total independencia, orientndosehacia un naturalismo absoluto, y de que esta regeneracin habra sido el origen del Renaci-miento. En este proceso, ni el ejemplo clsico ni Italia posean el significado causal que se lesatribuyera previamente: ya durante el siglo XIV estaban surgiendo nuevas formas en diferenteslugares de Europa. En Francia correspondi principalmente a los maestros f lamencos aportar elnuevo sentimiento de la naturaleza y de la realidad. Si desde otros puntos de vista se haba em-

    pleado el trmino individualismo para resumir el concepto renacentista, para Courajod se

    trataba de realismo. El desconcertante y doloroso realismo de Jan van Eyck pareci entoncesa ciertos estudiosos el ejemplo ms destacado del autntico espritu renacentista. Sobre lashuellas de Courajod, el historiador del arte belga Fiorens Gevaert consagr un estudio a Mel-chior Broederlam, a Claus Sluter y a los Van Eyck, as como a sus predecesores, con el ttulo

    La Renaissance septentrionale(1905).Fue un historiador del arte, el alemn Carl Neumann (autor de una obra notable sobre Rem-

    brandt) quien procedi al rechazo total de la antigedad en cuanto principio generador del Re-nacimiento. Despus de realizar estudios sobre el arte bizantino, Neumann haba advertido la

    presencia de sospechosas semejanzas ente el virtuosismo formal de los humanistas italianos yla aridez escolstica de la decadente Bizancio 36. Absolutamente consciente de que los autnti-cos orgenes del verdadero Renacimiento deban buscarse en el desarrollo de un sentimiento de

    personalidad, en la conciencia de la naturaleza y del mundo, lleg a la conclusin de que laimitacin de los antiguos no era el elemento fecundo del Renacimiento, y, por el contrario, erafactor frenador y de amortiguacin. El aspecto ms tpico del Renacimiento (en el antiguo y

    36Carl Neumann, Byzantinische Kultur und Renaissance,Historische ZeitschriftXCI (1903), 215 a 232.

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    ms limitado sentido), es decir, el elegante preciosismo y el snobismo literario de los humanis-tas, no era otra cosa que bizantinismo, una alienacin del autntico y frtil espritu de la nuevacultura occidental que brotaba directamente sobre el suelo de la Edad Media, y por su condi-cin de tal deba provocar la esterilizacin del proceso. La antigedad haba desviado de sucurso el autntico Renacimiento: Los modelos clsicos fueron elevados conscientemente a lacategora de normas de vida y de tica, se despoj al arte de su espritu para reproducir los

    grandes y monumentales ademanes y los nobles gestos de los antiguos, y el virtuosismo formalacab de privarlo de todo contenido real.Acierta quiz esta inversin total del concepto original renacentista? O, a su vez, la tesis

    que Neumann expuso brillantemente era tambin fruto, hasta cierto punto, del bel-espritde suautor? Me limitar a sealar algunos errores de su premisa mayor. Ya VoItaire saba que lainfluencia directa de los exilados bizantinos sobre la restauracin de la cultura superior no po-da haber sido considerable. Si ciertos humanistas de Roma y de Florencia exhiben aspectosque nos recuerdan a Bizancio, ello no se debe a que dichos aspectos provengan de Bizancio. Yaunque Bizancio haya ejercido cierto influjo sobro la vida literaria, el Renacimiento ciertamen-te no tom ejemplo de la antigedad en las artes pictricas de esa ciudad. Finalmente, si el cla-sicismo desemboc en el amaneramiento y en la rigidez de la senil Bizancio, cun diferente fue

    su efecto en Italia, donde la semilla cay sobre el suelo casi virgen de una vida popular maduray frtil. Ciertamente, la eliminacin del elemento clsico del Renacimiento no contribuir aesclarecer el concepto.

    II

    No era mejor, por el momento, abandonar del todo el trmino Renacimiento, o retrotraerloa su sentido original y limitado? Habida cuenta de las oscilaciones del concepto, debi habersido evidente que el postulado fundamental del contraste entre la Edad Media y el Renacimien-to todava no se hallaba bien definido, aunque eventualmente resultara correcto. Los estudiososhaban partido siempre de una vaga concepcin de la cultura medieval, a la que se atribuacarcter de antpoda absoluto del Renacimiento, con prescindencia de que se anticipara o se

    postergara un poco el fin de la Edad Media, para dejar paso a la aparicin de una nueva cultu-ra. Pero, en realidad, se haba realizado jams una tentativa seria de definir clara y positiva-mente el concepto de cultura medieval, al que se enfrentaba con el Renacimiento? Haca mu-cho que se haba rechazado la postura negativa de Michelet, para quien la Edad Media repre-sentaba un panorama de estancamiento, de sombras y de muerte. Y la delimitacin del concep-to renacentista era insatisfactoria no slo en su relacin con la Edad Media: tampoco se habalogrado delimitar claramente la relacin entre el Renacimiento y la Reforma, concebidos am-

    bos como fenmenos culturales.Ms an, ha habido excesiva disposicin a aceptar que el siglo XV y la primera mitad del

    XVI constituyen precisamente la poca renacentista, por lo menos en I talia. Se ha investigadoadecuadamente cuntos de los ms antiguos elementos medievales de cultura continuaron exis-tiendo bien entrado el siglo XVI, y ms tarde, an despus de imponerse el nuevo espritu?

    Finalmente, se haba llegado a resultados definitivos con respecto al fin del Renacimiento?Se haba investigado diligentemente sus orgenes, pero con respecto a la transicin del Rena-cimiento hacia el Barroco y la Contrarreforma, los estudiosos se contentaban habitualmentecon generalizaciones referidas al hecho de que la hispanizacin y el jesuitismo haban acarrea-do la muerte prematura del autntico y vital Renacimiento italiano, determinando que degene-rara en amaneramiento, mientras del otro lado de los Alpes, el espritu renacentista se prolon-gaba hasta bien avanzado el siglo XVII. Tambin aqu se necesitaba aclarar qu sentido real seatribua al trmino Renacimiento, y qu relacin guardaba con las corrientes intelectuales delsiglo XVII.

    En realidad, detrs de este ltimo problema asomaba otro: a su tiempo, tambin la relacindel Renacimiento con la gran poca del Iluminismo concitara la atencin general. Haba sidoaqul el alborear del Iluminismo? Haba un vnculo entre el Renacimiento y el Iluminismo, oms bien un contraste?

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    Los estudiosos siempre haban sobrentendido arbitrariamente que la gran solucin de conti-nuidad se hallaba entre la Edad Media y el Renacimiento (a pesar de que era cada vez ms di-fcil determinar dicha solucin de continuidad) y que los rasgos ms esenciales del hombrerenacentista representaban ya al hombre moderno. Pero el problema consista en establecer si,despus de un examen ms atento, las grandes lneas divisorias no separaban, por lo menos conla misma claridad, al Renacimiento de la cultura moderna.

    Todava no se ha hallado solucin satisfactoria a todos estos problemas, y en el caso de al-gunos de ellos prcticamente ni siquiera se lo ha intentado. De ningn modo puede afirmarseque el problema del Renacimiento haya sido examinado desde todos los ngulos.

    En pocas pasadas tanto el Renacimiento como la Reforma fueron considerados, por reglageneral, el alborear de una nueva poca. Tal fue la actitud histrica de tipo racionalista. In-consciente de su propio alejamiento con respecto al primitivo protestantismo, una generacinde racionalistas liberales crey que en ambos movimientos poda exaltar la gran liberacin delespritu, la destruccin de las cadenas que aprisionaban las manos y la cada de las escamasque cegaban los ojos. La libertad y la verdad parecan los atributos naturales del Renacimientoy de la Reforma, en oposicin al error y al engao de la teologa y de la Iglesia medievales.Pero el estudio ms detenido de los detalles desemboc inevitablemente en la conclusin de

    que el contenido y el propsito del Renacimiento y de la Reforma eran paralelos, s, pero du-rante muy corto trecho. Slo en Francia las dos corrientes fluyeron al principio por el mismocauce: en el crculo de Margarita de Navarra -la protectora de Rabelais, de Clment Marot, deLefvre dEtaples y de Bonaventura Desperier- las tendencias reformista y renacentista no sediferenciaban an. Esta armona concluy con la aparicin de Calvino, y eventualmente el con-traste entre la nueva doctrina y la cultura renovada habra de ser ms acentuado todava que enlos pases luteranos: con Ronsard y su grupo el Renacimiento francs se reintegr totalmente alseno de la Madre Iglesia. La rgida piedad de los protestantes, su puritanismo y su vigorosoimpulso de accin, opuesto al deseo de tranquilidad y a la indiferencia a menudo frvola de loshumanistas, convirti al Renacimiento y a la Reforma en expresiones opuestas en lugar deformas relacionadas de uno y el mismo espritu.

    Este concepto sobre las tendencias antagnicas del Renacimiento y de la Reforma se forta-leci todava ms cuando Ernst Troeltsch sostuvo en un convincente ensayo 37que la Reformano era de ningn modo el principio de la cultura moderna; por su naturaleza y su propsito el

    primitivo protestantismo fue continuacin de los ideales de cultura autnticamente medievales,mientras que el espritu moderno, que ms tarde habra de reflejarse en el Iluminismo y en lasideas de tolerancia y en el derecho a la opinin personal en problemas de conciencia, fue pre-

    parado por el Renacimiento. La Edad Media ciertamente se haba perpetuado en el primit ivoprotestantismo, si se parta de la premisa de que la esencia del pensamiento medieval era unaactitud mental absolutamente autoritaria que pona a la Iglesia (en cuanto representacin y or-ganizacin concretas de la revelacin inmediata de Dios) definidamente en primer plano y que

    atribua al individuo y a la humanidad una nica meta, el esfuerzo en procura de la salvacin,con total despreocupacin por la civilizacin secular en s. El primitivo protestantismo adhirisin reservas a la autoridad doctrinaria compulsiva, y por principio se apart de la civilizacinterrenal tanto como lo haba hecho el catolicismo medieval. En estas circunstancias, es obvioque el protestantismo no puede ser el representante directo de la gestacin del mundo moderno.Por el contrario, aparece ahora como un proceso de renovacin y fortalecimiento del ideal deuna cultura dominada por la iglesia, en todo sentido una reaccin del pensamiento medievalque vino a aplastar los principios ya conquistados de una cultura libre y terrenal.

    Por lo tanto, la Reforma, en acentuado contraste con las tendencias renacentistas, se mostrcasi hostil a la cultura: a esto viene a parar la sorprendente concepcin de Troeltsch. Ms tar-de, presionado por numerosas crticas, admiti que, si bien no era se su objetivo fundamental,

    en muchos sentidos la Reforma haba creado el nuevo terreno sobre el cual se establecieronlas bases de las nuevas formas polticas y sociales: concurrieron a ese fin la eliminacin del

    37Ernst Troeltsch,Die Bedeutung des Protestantismus fr die Entstehung der modernen Welt(Munich, 1911)[Protestantism and Progress, trad. inglesa de W. Montgomery (Londres, 1912)].

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    universalismo papal en la mitad de Europa, la abolicin de la jerarqua eclesistica y del siste-ma monstico, la abrogacin de los tribunales eclesisticos, la confiscacin de las propiedadesde la Iglesia y su aplicacin a fines polticos y culturales, y la destruccin del celibato y delascetismo profesional.

    Sin embargo, aqu no nos interesa ni la solidez de la tesis de Troeltsch ni la vasta distincinque formula entre el significado para la historia cultural del calvinismo y del anabaptismo, por

    una parte, y del luteranismo (al que subestima grandemente) por otra, sino las consecuenciasde sus nuevas concepciones sobre el problema del Renacimiento.Si, al margen del Renacimiento, la cultura medieval se prolong por medio de la Reforma,

    entonces la lnea divisoria entre la Edad Media y el Renacimiento debera trazarse no slo ver-tical sino tambin horizontalmente. En ese caso, slo en pequea proporcin sera el Renaci-miento el principio de una nueva era. Ese fue el hecho que Troeltsch (aun si prescindimos de laeventual exactitud de su concepcin del protestantismo) ilumin ms claramente que nunca: elRenacimiento de ningn modo determina la cultura total del siglo XVI, sino slo un aspectoimportante de la misma. Basta mencionar nombres como los de Savonarola, Lutero, TmsMnzer, Calvino y Loyola para comprender que el Renacimiento no agota el contenido de lacultura del siglo XVI. Todas estas personalidades vigorosas son muy tpicas del siglo XVI, y

    completamente opuestas al espritu del Renacimiento. EI concepto de Renacimiento cubre sloun aspecto del rico proceso de civilizacin, el cual, despus de todo, no se limit a las artes, alsaber y a la literatura. Arroja luz slo sobre una minora, y aun quizs slo sobre una parte dela complicada y contradictoria esencia de la misma. La corriente del desarrollo cultural fluye

    bajo la costra renacentista. El Renacimiento no es ms que un fenmeno muy superficial; lasautnticas y esenciales transiciones culturales arraigan directamente en la Edad Media 38. Esto,sin embargo, me parece la exageracin de un punto de vista en s mismo vlido. Aunque confines diferentes, citemos de nuevo las sabias palabras de Burckhardt: El Renacimiento nohabra revestido carcter de un proceso de significado mundial, si fuera posible separar tanfcilmente a sus factores componentes. De todos modos, es innegable que el Renacimientofue un atavo de lujo.

    O todava tenemos del Renacimiento una concepcin por dems estrecha? Quizs nos in-clinamos demasiado a concebirlo como forma antagnica de la vasta subestructura de la cultu-ra popular, y sobrestimamos posiblemente su extravagancia, y por tanto su carcter moderno?La clara y definida imagen creada por Burckhardt todava est demasiado hondamente grabadaen nuestra retina -esa imagen cuyas caractersticas eran el irreprimible, libre sentido de perso-nalidad, el deleite pagano del mundo, y la indiferencia y desdn ante la religin. Bien pudieraser que el Renacimiento mismo fuera mucho ms medieval de lo que nos inclinamos a creer.El abismo que lo separa de la Reforma, aparentemente tan ancho, no sera, despus de todo, taninfranqueable como se crea.

    Por supuesto, el espritu del Renacimiento es mucho menos moderno de lo que se tiende

    constantemente a suponer. Se da por sentado el antagonismo entre la cultura medieval y la mo-derna sobre la base de que la Edad Media se atuvo a autoridades obligatorias y a normas auto-ritarias para reglar todo lo concerniente a la esfera intelectual: no slo las cuestiones religiosas(y, por lo tanto, las que se referan a la filosofa y al saber), sino tambin los problemas de de-recho, de arte, de etiqueta y de entretenimiento. El perodo moderno, en cambio, vindica elderecho del individuo a determinar su propio modo de vida, sus convicciones y sus gustos.Dequ lado se encuentra, por consiguiente, el Renacimiento? Sin duda no del lado moderno39. Nose trata slo de que su ciega reverencia a la autoridad eterna y a la ejemplaridad del mundoantiguo infunda al Renacimiento carcter de cultura fundada sobre la autoridad; se trata de quetodo el espritu que lo penetra es extremadamente normativo, ansioso de criterios eternamentevlidos de belleza, de gobierno, de verdad o de virtud. Todos -Durero o Maquiavelo, Ariosto o

    Ronsard- buscan sistemas de arte o de conocimiento impersonales, estrictamente delimitados,38De acuerdo con Troeltsch, en una conversacin que tuve el privilegio de sostener con l en abril de 1919.39Tambin Troeltsch admiti este concepto al pasar; vase Troeltsch, op.cit., 7; Renaissance und Reforma-

    tion, op. cit., 534.

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    inequvocos y totalmente explcitos. Ninguno de ellos tiene conciencia de la inconquistable einefable espontaneidad y contradiccin de los ms profundos impulsos humanos. Por un mo-mento se dud de que el individualismo del Renacimiento (idea que haba gozado de rpidaaceptacin) fuera hiptesis tan til como se creyera en un principio.

    Antes de que pudiera determinarse claramente la relacin entre el Renacimiento y la Refor-ma, deba corregirse un grave error que entonces imperaba: la idea del carcter pagano, o por

    lo menos no religioso del Renacimiento. Es cosa establecida que corresponde a Burckhardtbuena parte de responsabilidad por el desarrollo de dicho concepto. Haba consagrado granatencin a los caracteres paganos de los humanistas. Su vigoroso hincapi sobre la autodeter-minacin en problemas de conciencia y sobre el predominio del espritu terrenal en el hombrerenacentista bastaba para implicar que un autntico hombre del Renacimiento necesariamentecareca de un pensamiento realmente cristiano. Acaso los escritos de los humanistas, desdePoggio y Valla hasta Erasmo, no abundaban en todos los matices de la stira, dirigida contra laIglesia y los monjes, en escepticismo y en superioridad snob? El propio Bayle, en su tiempo,haba abrigado la conviccin de que todos esos sujetos tenan poca religin. Y Burckhardt

    poda declarar que en la Iglesia del Renacimiento, la religin (salvo quizs bajo la forma desupersticin) tuvo verdadera vida slo en el arte40.

    En todo esto haba nuevos errores de concepto. En primer lugar, la costumbre de satirizar ala Iglesia y a los eclesisticos o de adoptar una actitud altiva y superior de ningn modo fueespecfica de los humanistas. Era un hbito muy difundido aun en tiempos del escolasticismo.Incluso en el siglo XIII el averrosmo floreci paralelamente a Toms de Aquino. En esa po-ca, entre el pblico de la Universidad de Pars y en las ciudades y cortes italianas, se desarrolluna generacin de herejes de saln, los que se enorgullecan de su propio rechazo del conceptode inmortalidad, al mismo tiempo que sostenan prudentes relaciones de paz con la Iglesia. Sonlos mismos a quienes Dante condena al infierno por epicreos. Como es sabido, el propio Giot-to cay bajo la sospecha. En ningn otro terreno se advierte con tanta claridad como aqu cundifcil es trazar lneas divisorias definidas en la esfera de la historia cultural. El propio Dante,que haba visto al padre de su amigo Guido Cavalcanti en los sepulcros ardientes, cerca de Fa-rinata degli Uberti, dijo del maestro del averrosmo, Siger de Brabant, que estabaen el parasocelestial, en la vecindad del mismsimo Toms, entre las luminarias de la teologa 41.

    Si esto poda ocurrirle a Dante, es evidente que debemos estar atentos y no motejar de anti-cristiano al Renacimiento por su poco de stira y de frivolidad. Adems, los humanistas, imp-os o simplemente de conducta impa, no son todo el Renacimiento. Ni la naturaleza y el objeti-vo autnticos del Renacimiento se reflejaran realmente en la indiferencia de los humanistas,cabra pensar que el concepto general de ese gran fenmeno cultural encierra peculiar absurdo,

    pues a nadie le pasar inadvertido que, a pesar de todos sus ingredientes de clasicismo y deprofanidad, el arte renacentista fue y se mantuvo esencialmente cristiano tanto en tema comoen contenido, tan cristiano como el arte medieval antes y como el arte de la Contrarreforma

    despus. En el romnico y en el gtico, en el siens y en el giottesco, en los cultores del arteflamenco y en los quattrocentistas, en Leonardo y en Rafael, o en el Verons y en Guido Re-ni, hasta llegar al alto barroco, la meta sagrada y el tema sagrado fueron siempre la principalinspiracin del arte. Todos dan por sentado que el arte medieval surgi de la ms profunda

    piedad. Y nadie duda tampoco de la severa y sincera piedad de los que se haban formado enlos nuevos moldes del catolicismo purificado por el concilio de Trento y por los jesuitas. Yentre ambos, hemos de creer que el arte renacentista propiamente dicho fue principalmentenada ms que piadosa pretensin y petulancia, salvo en el caso de unos pocos? Este supremoflorecimiento artstico, tendra sus races en la ms dbil inspiracin? Semejante postura, noimplicara la imposibilidad de comprender el fenmeno renacentista?

    Naturalmente, la cosa recuperaba su propia lgica apenas se recordaba los distintos casos

    individuales, abandonando por un momento el concepto general del paganismo renacentista. El40Jacob Burckhardt, Weltgeschichtliche Betrachtungen(Stuttgart, 1905), 153 (citado de Jacob Burckhardt,

    Force and Freedom: Reflections on History(Nueva York, 1955), 134).41Inferno, X; Paradiso, X.

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    paganismo era la mscara que confera distincin; en el ser ms hondo de la mayora de laspersonalidades la fe religiosa se mantena inconmovible. En ste como en otros aspectos, laheroica piedad de Miguel Angel podra ser el smbolo del espritu renacentista.

    Se ha sobrestimado grandemente el elemento pagano del Renacimiento. Aun en la literaturahumanista (el nico dominio en el que cobr exuberante desarrollo) nunca tuvo la importanciaque quizs podra atribursele. Se haba subrayado exageradamente las audacias paganas, las

    que a menudo no eran otra cosa que baladronadas de moda; y se haba dejado en penumbra elamplio fundamento de la conviccin cristiana (a cuya solidez concurra la combinacin con lacorriente estoica) sobre el que se elevaban las obras de los humanistas. Petrarca y Boccacciohaban querido poner la antigedad totalmente al servicio de la fe cristiana 42. Y tampoco lasfiguras posteriores separaron (como podra creerse si se juzga por la apariencia de las cosas) la

    pasin por la antigedad pagana de la fe cristiana.Suavizada de este modo la idea del carcter no cristiano del Renacimiento, el contraste entre

    el Renacimiento y la Reforma se atenuaba considerablemente. Y se torn evidente que enesencia las dos corrientes culturales tenan en comn ms de lo que se hubiera credo posible,habida cuenta del gran contraste en sus actitudes hacia la vida y el mundo. Las investigacionesdel fillogo alemn Konrad Burdach constituyeron un aporte considerable a este problema de

    los orgenes comunes del Renacimiento y de la Reforma en una y la misma esfera de ideas.Burdach demostr que en sus comienzos el Renacimiento y la Reforma (incluida la Contrarre-forma catlica) haban compartido la idea y la esperanza de la salvacin, antiqusima semilladel concepto de renovacin intelectual. Naturalmente, ello no implica que ambos fenmenosfueran consecuencia de aquella idea. A nadie se le ocurrira semejante explicacin unilateral yultraidealista. El Renacimiento y la Reforma fueron producto de toda la complejidad de losdesarrollos culturales de la Edad Media, es decir, de factores intelectuales, econmicos y pol-ticos. Pero es significativo que las ideas que animaron a los exponentes de los dos grandes mo-vimientos brotaran en parte de un mismo germen.

    Intencionalmente dej a un lado estas relaciones cuando analic ms arriba cmo las figurasrepresentativas del Renacimiento adquirieron gradual conciencia de la idea de restauracin,renacimiento o renovacin. Ahora es el momento de sealar que el concepto de una restaura-cin de las bones lettres que hallamos en Rabelais no fue sino la forma limitada de una espe-ranza mucho ms dilatada de renacimiento, la que concit la atencin de los espritus durantesiglos. Ahora es posible fundamentar con ms firmeza, sobre la base de un encadenamiento deideas precisamente definidas, la posicin de Joachim de Floris como primer precursor del Re-nacimiento.

    El origen de todo el encadenamiento de ideas reside en el concepto de renacimiento delNuevo Testamento, el que a su vez arrancaba de los conceptos de renovacin de los Salmos yde los Profetas43. Epstolas y evangelios haban familiarizado al espritu con las ideas de reno-vacin, renacimiento, regeneracin, relacionadas algunas con el efecto de los sacramentos, par-

    ticularmente del bautismo y de la comunin, otras con la esperanza de la salvacin final, yotras, en fin, con la conversin del hombre viviente a un estado de gracia 44. La Vulgata em-pleaba los trminos renasci, regeneratio, nova vita, renovari, renovatio, reformari.

    Este concepto sacramental, escatolgico y tico de renovacin espiritual recibi otro conte-nido cuando, a fines del siglo XII, Joachim de Floris lo transport a la esperanza de una trans-formacin realmente inminente del mundo cristiano. Caracterizaba al primer estado del mundo,el del Antiguo Testamento, el imperio del derecho; la gracia era el signo distintivo del estadoactual, pero a este ltimo pronto le seguira otro de gracia ms abundante, segn lo prometa elEvangelio de Juan45. Reposaba la primera poca sobre el fundamento del saber, y la segunda

    42Ernst Walser, Christentum und Antike in der Auffassung der italienischen Frhrenaissance,Archiv fr

    Kulturgeschichte, XI (1913), 273 a 288.43Salmos 103: 1, 4, 5, 104:30, 51:12 (Vulgata 102, 103, 50) ; Ezequiel I1:19, 36:25; lsaas 43:19.44Juan 3:3, Matas 19:28; Rev. 21:1, Rom. 6:4, Epifana 4:22, Col. 3:10, Pedro 1:23, II Corintios 4:16, Rom.

    12:2. etc.45Juan 1:16.

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    sobre la sabidura; la tercera sera la del saber perfecto. Caracteriz a la primera poca la ser-vidumbre, y a la segunda la inocente obediencia; la tercera deba ser el momento de la libertad.Haba temor en la primera, y fe en la segunda; amor sera el signo de la tercera. La luz de lasestrellas iluminaba a la primera, y era el alba la segunda; el sol brillara sobre la tercera. La

    primera trajo ortigas, rosas la segunda; la tercera aportara lilas. Aparecera un nuevo jefe, unpapa universal de la nueva Jerusaln, que vendra a renovar la religin cristiana.

    No necesito examinar aqu el grado de influencia de las ideas de Joachim sobre el propioFrancisco de Ass. No cabe duda de que parte de sus adeptos, los espirituales, las absorbieron ydesarrollaron; es seguro tambin que la prdica franciscana, y la poesa y el misticismo fran-ciscanos difundieron la idea de la renovatio vitaeen los ms amplios crculos, haciendo hinca-

    pi unas veces sobre la renovacin interior del individuo, y otras nuevamente sobre la esperan-za de un acontecimiento secular y real que promovera la renovacin espiritual. La renovatio,la reformatiose convirti en lema espiritual del siglo XIII.

    As entendi el concepto el mismo Dante. Su Vita nuovaes incomprensible, salvo sobre labase de estas ideas. Sin embargo, en la Commediaamplise el concepto de renovacin. Aunquetodava bajo el hondo influjo de los espirituales, en Dante cobr un significado poltico y cul-tural, paralelamente al contenido religioso. El que deba venir traera paz y liberara a Italia. Y

    ahora, de un modo particularmente notable, la idea cristiana del renacimiento hallaba un con-cepto puramente clsico de renovacin, el de la Cuarta gloga de Virgilio:

    Magnus ab integro saeclorum nascitur ordo.Iam redit et virgo, redeunt Saturnia regna;Iam nova progenies caelo dimittitur alto46

    Aun los ms antiguos telogos cristianos haban visto en estas palabras una profeca del na-cimiento de Cristo, pero ahora Dante las relacionaba con la renovacin poltica que tan fer-vientemente deseaba y con la renovacin esttica que percibi claramente en su propia poca.

    El smbolo del mundo anheloso de renovacin y de liberacin era para Dante y para Petrarcala doliente Roma. Smbolo infecundo, porque poda atribuirse a Roma todos los papeles conce-

    bibles. El de capital de Italia, sometida a las presiones de la controversia y de la violencia fac-cional; el de centro de la Iglesia, cuyo cuerpo y cuya cabeza necesitaban purificacin y refor-ma; el de escenario de la virtud cvica del clasicismo y de la cultura clsica: Roma, ese buenmundo creado para morada del hombre... 47. El fundamento de la imagen era siempre el pen-samiento de que el retorno a lo antiguo aportara la salvacin.

    Y no se necesit mucho tiempo para que un visionario ferviente, Cola di Rienzi, transforma-ra esa obsesin con la an