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HUMANISMO POSTRIDENTINO (*) E S PI RI T U A LID A D E N FA TIC A EN LA CONTRARREFORMA DE ESPAÑA ( Conclusión) Prof. ABILIO ALAEJOS, C. IVI. F. n. 'ELREALISlVIOESPAÑOL: A) Am,or alcí Na.tu.raleza .. B) Po- puZ;¡n:sl1l.o vigoroso.- El misticismo post-tridentino es aleación cuidada de la tradición y de la modernidad. Cerv'antes culmina la cimera del renacimiento hispano.' En I550 publica García Mata- moros "De asserel1da eruditl:oilC", himno triunfal de nuestras bellas Letras; en I 5 54 "De i1nitatio'l1e", por el platoríizante Fox Morcillo; en r 558 edita el Brocense un comenta- rio sobre el "Ars Poet1:ca" ele Horacio, comentario originalísimo y vi gorosísimo. España cuida su espiritualidad indígena y, rechazada del clima tibio de Italia, de Alemania.,., se rectlesta en sí misma por las mi- (*) el'. urriba. Enero-junio, págs. 27:? sg's. ,Sugel'ido por la primera pág'inu de l'sl,e estllllio, t1ptlreció en el número 204 Lle El 'Españ.ol (21 ele septicmllJ'e j 946) 1111 :trlJeulo litlllullo "Unr/1ml1lo en la Revisla de ESj1i'l'itualidad", DeJamos a un lado ln'i apreciaciones elel articulista ele El Espmlo1 lJOl' cuanlo se l'eflel'e al Juicio que le lllOl'CCO la orig'innlhla.¡l del P. Alaejos. Ilecol'llmnos a mnllos, la nota quo apal'ece ell lu segunda pág'ina cle la cullierLa de IInoslru Revista: '''!'ollos los eslllcUos l'ulJlica- Ilos ('1/ ('s/u np/lÍ:<;/u a)Jll'J'CCeH baJo la l'es}JoJum[Jilidll([ (le sus auto/'es," Lo que BUS lnll'l'esu g'l'Ulldell1ente, para evitar 'confusiones lllolestns, os hacer notar: Pri· mero) que la REVJS'l'A DE ESP1HI'l'UA.LIDAD 110 HlltOl'iza ele 111Unera alguna las ... clesealJellaelus ele Unamunu expl'esllclus en Sll' "SellUlIUenlo '(l'áy'ico ... ", por las '111'; lJl'ecisamente mel'cci(¡ la eeÚsul'a públlcu el el eulonr:es Obispo ele SalalUHlle:l. IHly l'IllinentísinlO Cal'{lCIlUI Primn{!o, .)'('UllJU!()J l11s idcilS a que el ele El Es- plt'ñol lJace J'éfel'enciu no ;';011 las ([118 se denuncian en el dec}'{:i() episcopal y en el fon(]o no jlueden ('llllCe¡llllal'Se IJeleroeloxus, ni JJOl' olJ'u parle eonvertil'se en indice ele siI1l]Ju'Lía ]HI1'U Loelu el lllll'O C'enslll'üdo y eensul'u])]e. 1'1'1'- cero) alguuHs cHas JI referencias (] ut ros ti U1 ores "no pl'eeismnen te ol'tocloXOB así corno el supuesto plug-io de lJlIrt1I1UllO, ni rOllsli!llyell ]Hlse de eslucHo en el nl'- ¡,ículo elel P. Alaejos, nI carecen elc o]JOl'lunjrluel, ni, lo (]ue 'conce]Jluamos más ele- Goroso para llueslI'u Hevista, jllZg'HlllOS ienHl ge1'io y l'tlzolltl]Jle vura rotular 1Ull llamativamente' el mencIonado al'ticulo de El ESjl1l'l101, salvando la IllJertüel ele su autor para llacer ]a critIca más opurtuna, .según sus respetaelos criterio y competen- cia. AgTaclecemos con todo la mejor intonción y los elog'ios que se nos propinan' pero le 111111iéralllos excusado ele ellos en ]lag'o de no conslelerurnos simpatizantes COll In escl1plu DIHECC¡Ú?\',

HUMANISMO POSTRIDENTINO (*)

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Page 1: HUMANISMO POSTRIDENTINO (*)

HUMANISMO POSTRIDENTINO (*)

E S PI RI T U A LID A D E N FA TIC A EN LA CONTRARREFORMA DE ESPAÑA

( Conclusión)

Prof. ABILIO ALAEJOS, C. IVI. F.

n. 'ELREALISlVIOESPAÑOL: A) Am,or alcí Na.tu.raleza .. B) Po­puZ;¡n:sl1l.o vigoroso.- El misticismo post-tridentino es aleación cuidada de la tradición y de la modernidad. Cerv'antes culmina la cimera del renacimiento hispano.' En I550 publica García Mata­moros "De asserel1da H'ispanol'1tn~ eruditl:oilC", himno triunfal de nuestras bellas Letras; en I 5 54 ap~rece "De i1nitatio'l1e", por el platoríizante Fox Morcillo; en r 558 edita el Brocense un comenta­rio sobre el "Ars Poet1:ca" ele Horacio, comentario originalísimo y vi gorosísimo.

España cuida su espiritualidad indígena y, rechazada del clima tibio de Italia, de Alemania.,., se rectlesta en sí misma por las mi-

(*) el'. urriba. Enero-junio, págs. 27:? sg's. ,Sugel'ido por la primera pág'inu de l'sl,e estllllio, t1ptlreció en el número 204 Lle El 'Españ.ol (21 ele septicmllJ'e j 946) 1111 :trlJeulo litlllullo "Unr/1ml1lo en la Revisla de ESj1i'l'itualidad", DeJamos a un lado ln'i apreciaciones elel articulista ele El Espmlo1 lJOl' cuanlo se l'eflel'e al Juicio que le lllOl'CCO la orig'innlhla.¡l del P. Alaejos. Ilecol'llmnos a mnllos, la nota quo apal'ece ell lu segunda pág'ina cle la cullierLa de IInoslru Revista: '''!'ollos los eslllcUos l'ulJlica­Ilos ('1/ ('s/u np/lÍ:<;/u a)Jll'J'CCeH baJo la l'es}JoJum[Jilidll([ (le sus auto/'es," Lo que Sí

BUS lnll'l'esu g'l'Ulldell1ente, para evitar 'confusiones lllolestns, os hacer notar: Pri· mero) que la REVJS'l'A DE ESP1HI'l'UA.LIDAD 110 HlltOl'iza ele 111Unera alguna las ... ~lefl," clesealJellaelus ele Unamunu expl'esllclus en Sll' "SellUlIUenlo '(l'áy'ico ... ", por las '111'; lJl'ecisamente mel'cci(¡ la eeÚsul'a públlcu el el eulonr:es Obispo ele SalalUHlle:l. IHly l'IllinentísinlO Cal'{lCIlUI Primn{!o, .)'('UllJU!()J l11s idcilS a que el ar{iculist~l ele El Es­plt'ñol lJace J'éfel'enciu no ;';011 pl'e(~lSUlllelltc las ([118 se denuncian en el dec}'{:i() episcopal y en el fon(]o no jlueden ('llllCe¡llllal'Se IJeleroeloxus, ni JJOl' olJ'u parle eonvertil'se en indice ele siI1l]Ju'Lía ]HI1'U Loelu el lllll'O C'enslll'üdo y eensul'u])]e. 1'1'1'­cero) alguuHs cHas JI referencias (] l~ ut ros ti U1 ores "no pl'eeismnen te ol'tocloXOB ~~" así corno el supuesto plug-io de lJlIrt1I1UllO, ni rOllsli!llyell ]Hlse de eslucHo en el nl'­¡,ículo elel P. Alaejos, nI carecen elc o]JOl'lunjrluel, ni, lo (]ue 'conce]Jluamos más ele­Goroso para llueslI'u Hevista, jllZg'HlllOS ienHl ge1'io y l'tlzolltl]Jle vura rotular 1Ull llamativamente' el mencIonado al'ticulo de El ESjl1l'l101, salvando la IllJertüel ele su autor para llacer ]a critIca más opurtuna, .según sus respetaelos criterio y competen­cia. AgTaclecemos con todo la mejor intonción y los elog'ios que se nos propinan' pero le 111111iéralllos excusado ele ellos en ]lag'o de no conslelerurnos simpatizantes COll In escl1plu llJl)jlHllniaJlH.~Ll\ DIHECC¡Ú?\',

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tades del siglo aquel en que la ciencia y la cultura van a desplazar a la religión y la vida; la España mística se encl?ustra para des­cubrir nuevos recursos, no de otra guisa que la planta retoñece con más pujanza luego de serpodacla (42). El humanista Cascales trae una advertencia certera: "N o se cansen los viejos con pensar qüe han de ir los mozos a su paso. Lo que en su tiempo fué bueno y estimado, ya 110 tiene precio ni estima; una eelad sucede a otra, y en cada una corre su moneda, v la moneda corriente es sola la

" , que vale. "Al recostarse España sobre sí misma no desenton'a con los tiempos. Lo hemos escrito más arriba: las letras hispánicas S011

al~ación cuidada de traclición auténtica y ele modernidad exube~ rante. Al uso de los tiempos, el Renacimiento excluye-por clá­sico, por aristócrata y for111alista~al pueblo de pura cepa 'realista

y r0111.r.ínf1:co) porque le interesan .las cosas, la vicia, todo 'cuanto no huela a refinamiento formal (43). Aquí, entre españoles. combina­mos el amor a 10 concreto con la aversión a la simple y pulida ma­nera ,de las formas. Aquí son concretütas los místicos y los dra~ maturgos; en ellos nacla hay.yago y abstracto, todo habla él los ojos. A propósito' de algunos desvaríos que triscan por, ahí, escribi­mos a sabiendas que en el G1'eCO la carne parece consumirse en una energía interior;- nada ele torturas por clefuera; la tersura de la superficie sin la palpitación ele la vicia íntima. Cervantes proyecta figuras de carne y hlleso; en su obra literaria hay calor y color, hay dibujo claro y firme; sobre toclo se recrea en los trazos del carácter. Nada de obscuras metafísicas a 10 tuclesco. ni de lógica sistemática a lo francés, ni de puro estetismo a la italiana, ni de­terminismo naturalista, ni sombrías audac.ias románticas. En nos­otros hinca hondo un ideali~mo en concreto, desa-pasionaclo. Que­hacer nuestro es el cle ensanchar los dominios de 10 real para iclen­tificarlo con cuanto existe en el invisible mundo. Nuestro genio ra­cial aspira a cosas que diwe·/1, (44).

Las creencias más trascendentilles son más reales para las gen­tes ibéricas que para otros pueblos. N os resabemos que materia y espíritu a una cantan delicadamente en los rústicos como la miga y la corteza-lia miga en el pan----'-, com,o la uva y su hollejo (45).

(;[2) E. SPINGARN, A hlslO1'lI oi Ule/'(l'/'¡/c'I''il'iGiS¡¡, in the llena'issancc, 1U35, pág'. 235' ('i3) GAH,CÍA CASCALES, El humanista F. Cascales, 1925,pÍlg's. J11, 128. (H) :lIENllNDEZ PELAYU, Esludios SUÚ'I'C el teat1'u ele LOjJe de Vega, vol. V, 102o,

püg'inn 288. (;[5) GARCiA MUflEN'l'E, Prologo al DlscU'J'so solJ'I'e el Méto(/rft, Col. Granad", pú,

gillüs VIl-XlI.

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HUMANISMO POS TRIDENTINO 407

Cervantes justiprecia 10 externo, pero con la verde cáscara que guarnece la nuez. Los místicos abundan en sutilezas psicológicas, naturales y de espíritu, pero sin bambarria agostacliz!a. Cuando se labra ~obre materia inerte se exageran las formás. Entre buenos i'ealistas-a la español:a~, 10 espiritual, 'en todo su ámbito, impri­me enérgica expresión a la forma externa; extinguido el espíritu, la materia l110strenca alza anémica, cutre huraña. El bueno de Cervantes devuelve a las flores sus raíces; él incorpora 10 popular al Renacimiento, proeza bien lograda cjue corona el humanismo in­tegral de España. Nada de vacíos entre el poder y el querer;' el voluntarist110 de Cervantes exige una doctrina c.oncreta,individuaL estética: es lo que en:amora a las gentes españolas, avezadas a en­garzar 10 hUl11ano y 10 divino, no para sustituir la razón por la fe sino para trabajar con la cabeza y el corazón, que para Gtnchas em­pusas 11'I,enester (;1s el h0111,bre entero (46). i El pensamiento hecho hombre! Haya más cordura, visión más clara, más ponderada dig­nidad y sentido de las proporciones. Qúe de por vida señoree 10 popular, lo úniversaL

Por un ancho y rítmico sentido de rectitud, merced ak'S'¿ntido de la proporción, de un sereno análisis, de una energía conoentra­da, España injerta suhstancia y virilidad en el Humanismo. En tanto rehusaba sacrificar la vida, la cultura impregnaba la propia vida de una cultuya opulenta y generosa. Frente al asendereado Renacimiento fuimos a un tiempo receptivos y críticos, sorbiendo y modificando, recogiendo cuidadamente lo que 110S mej oraba y

, apartando la superfluidad y los 'excesos; cQn acierto zanjamos an­churosa base naciona~ para asegurar a nuestro humanismo una vida excepcIonalmente larga y fructífera en la Península.

De mala fe se ha escrito:

"La intrínseca naturaleza de una obra que lo somete todo al lo­gro del fin, explica la aridez intelectual y moral que lleVÓ aparejada; lo cual se evidencia al parangón la fertilidad que se esparce por' el Renacimiento, que es más íntima y menos copiosa, más lenta pero no menos productiva, en la Reforma. Ninguno de los grandes libros que revelan siempre rr¡ás profundamente al hombre fué inspirado por la Contrarrefor,ma" i47). '

(46) G. SAwroN, /nl1'oc/uc/iOll In file H'islm'U of SCience, BnHimOI'R, '1021,' pá­g-inas 16-18.

(47) B. CROCE, SIII'I'i(f tlelln Etá no/'occa, 1929, pág',' \(\,

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Más justo que a B. Croce estimamos aL. Pfancll, escribiei1-. do desligado de toda amarra de prejuicios:

, '

"Entre tanto, la semilla sembrada por Marineo Siculo, Pedro Mártir d~~lerla, Alonso de Palencia, Antonio de Nebrija, Luis Vives, Juan de 0jldéS y León Hebreo, había dado más p'utos en todos Ilps órdenes. a erudición hum .. an-ística penetra en el pueblo, los estudios griegos y hebreos amplían horizontes, confinados aniesol mundo latino" (48, . ,

Sin tergiversaciones, sin disimvlos, respondimos con la, mejor dotación espiritual a los tiempos renacientes.

"Unos por la espada insignes, ¿tros por letras más altos."

"El noble ejercicio de los libros", la ocupación de los libros es para Montaigne "aussi penible que toute nutre) a.utont e1~ne1'lÚe de la smtté", no fué predilecta a los españoles:

"El más supremo aplauso no es la s'lngl'e, sino el entendimiento" (49).

Con todo,' la modestia nos veda la exhibición sensual' de l1ues· tras cosas: No ostentamos nuestras cualidades, pero cultivamos nuestro'pegujal con pingües rendimientos, resistímonos a beber en vaso ajeno. En originalidad vamos a la cabeza del mundo: "Edullt fortasse Hisp,a1ni. pauca; sed edwnt sua." U fanémonos de que las letras españolé!os fueran cortejadas por una popularidad que hace de la vida literaria de España en los siglos XVI y xviI ,un fenóme­no de verdad colec.tivo, en que p'articipa la mayoría ele la nación ... , es innlensa;la participación entusiasta elel público en la vida lite­raria" (50).

Verdad que los tratados místicos fueron escritos para el pue­blo, aunque no fueran escritos por el pueblo. Las gentes, ahitas de Petrarca, de repres.entaciones académicas,exigen mayor contenido científico, personalidad más robusta, sin~eridad más amable en .las formas del Renacimiento; el pueblo educ~do y culto pica y espolea

(48) L. PFANDL, Gesch. des Spa:n-lschen, Natlonallilel'at.UJ' elel' Blutzeit. Trad. cas.· pág'inas 153, 138.

(-49) CALDERÓN DE :yA BARCA, De una causa, dos efectos, vol. II!, pág-s. 2, 116. (50) D. DE GOES, Ca'l'la al ¡)/'Iucipe Luis.

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el prurito c.reador de los genios españoles. Eso sí, la poesía extá­tica de San Juan de la Cruz, la prosa calibrada de fray Luis de León, los apasionados comentarios de MJalón de Chaide, las misas de Victoria ... bien poco retenían de popular, pero se creaban para disfrute y solaz del pueblo (SI). ','El entl:erro del conde de Orga:::" es 'la más hermosa flor de Castilla, arideciendo entre antorchas, Aq'uí¡ es cierto, no hay contacto ni con la tierra ni con el pueblo, SantossQn y nunca ganapanes los portadores del cuerpo del con­,ele; hasta el pequeño acólito es noble entre los nobles. El genio es sieq1pr'e solitario ; las obras de los hombres geniales despuntan por excepdonales. Con to.elo, el pueblo alienta y embelesa ante el genio,

El pueblo propiamente dicho no cop'articipa del Renacimiento en parte alguna. "¡I1nperitu111, 'lHtlgus) deliru.s senex) garr'¡,tla anus) s'utor indocl'Us!" Separemos" al pueblo ele la muchedumbre creciente ~e. ~gnorantes: debajo de pobre cap?te nos herirían admirables JUICIOS.

"En el traje, un villano.; en el trato., un caballero.. Entendimientos hay que entre sayales en cuerpo.s to.sco.s cubren almas bellas,"

Por las mitacles del siglo XVI cada español vivía alerta para la defensa de España y de la Fe, consubstancial a nu~stro ser. El mundo ardía, mas con llama destructora; España sopla el incen­dio, pero aplic\ando una" lla,ma de amor V i'lJa " ) una rociada de ar­dor místico. El misticismo disipa la humarada de muchas crisis. Los mej ores de los grandes místicos acrianzan en Castilla; de aquí la clara visión del pueblo ante el peligro con que se enfrentaba España. El m)sticismo prende en los castellanos, y éstos transfor­man la realidad y d,escombran ¡tantos! lugares comunes. De cara a la divina bondad y belleza, la belleza y bondad terrenas son "nec pltlchra) nec bona" (52), El éxtasis lírico por el cual exaltaban los místicos 10 individual en 10 universal fué achaque del genio espa­ñol, tradicionalmente' propicio a instalar 10 universal en lo indivi­dual, á enaltecer aspec.tos comunes de la vida. Lo más grande en los místicos nuestros es su res!abio 'a humanos: "Entre los p~~cheros anda el Sefior." El mi-smoénfasis de los elementos humanos, la

(51) n, ALTAMIRA, Risl. de Espa'ña 11 de la C'¡'¡rilizaciólI eS¡la1/.o1a, vol. nI, pág'. 500, (52) FH. LUIS DE GHAl\IADA, C011/iones de pmecipuissanclO1'uJn {estis, 1584, pá­

g-Ina 175,

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nueva significación dada a las cosas y lugares comunes que intro­dujo el poema de ]Jifo Ciid, emparentan más con el espíritu del Hu­manismo, conforman mejor con Homero que la canción de Ro­lando. Sentimos que La IUada es imperecedera no porque sus hé­roes emulen a los dIoses, sino porque sus dioses son humanos (53). El elemento humano diario, la' nueva emoción en las escenas fami­liares retocan a los poel11as épiéos de inmortalicl:ad. Los hatadas ascético-mÍstic.os'---libros de caballería a lo divino, a los que dieron vida indirectamente las profahas novelas caballerescas-reflejan a españoles concretos, prácticos, con referencias exquisitas al mundo de los sentidos. Los místicos elevan al pueblo' a excelsitudes tal vez inaccesibles porque extralimitan lo popular. El Greco, con su des­dén de artista; fray Luis de León, con su generosidad humanísti­ca, querían que las sagradas c.anciones fueran cantadas en las es­quinas de las canes. El. carácter auténtico del Renacimiento queda

. al descubierto aun en España: !aludimos a su índole satírica nece­sariamente impopular. Por ello cuando el pueblo se debilita en el arte o en la literatura,se agotan literatura y arte, pierden sinceri­dad y universalidad. Obturado e! instinto dy conservación, los ar­tistas desviaron al pueblo de su cultura tradicional y sobrevino la cristaIízacú5/l. Se atosigó la estirpe y, por 'falta ele entronque, caí­mos enla insignificancia. En la fl'auta española ya no suena el vien· to de la inspiración (54).

Hay más: la gloria meelioeval cl:el anónimo perece a manos del Renacimiento. El individuo concentra en sí mismo los valores, de­rramándose horizontaJ¡11enté para desmerecer de su lantigua posi­ción vertical. Explora, las profundidades r misterios de! espíritu, persisten los misterios divinos. El hombre se ha imaginado peque­ño a Dios Creador, que extiende el dominio de! alma sobre las co­sas sin alma. Le asecHan las nuevas relaciones y reflejos de su es­píritu. El tienta de penetrar en el, corazón de las cosas y juguetea con la metáfora y el símil. Hay coloración e impulso; los huesos negruzcos se recubren de rosada, carne.

En la noble Edad Media le !abroquelaba la Fe c.ontra la magni­ficencia tentadora del mundo; semejaba un niño mimado ele la N a­tu raleza. En la simplicidad ha masticado ajenjos, ha col,locido el hastío y el tedio de! mundo, El misticismo retarda, pero no elimi-

(58) A. E. G. BELL, El 'I'el/arim:icnl,o eS]Jafí,ol, 1044, pág'. ](iO, (54) A. E. G. BELL, 1. C., püg·s. 160-183. Luis de Leó11, pág's, 19,22.

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11'a el tra11ce de "cristalización/' para el hombre renacentista. El ba­¡'foco-derivación dél Humanismo artificial-espeja en vez de t111

roble de fuertes y tenaces, raíces un naranjo con brillante fruto, pero de más -tierno y caprichoso cr·ecimiento, El encanto del nuevo ,fruto es efímero, Aferrado el individuo del Renacimiento a la ás~ pera' y firme raíz del Escolasticismo, nutrido en la "Su.m.m.a," del Dpctor Angélico, trabado por los trascenclel~tales lazos de la fe, acatando en la creencia y la .razón a dos hermanas geh1e1as de Dios -gemelas de Dios--, los artistas primerizos del Renacimiento re­memoran a gentes del Septentrión, fuertes, arrogantes, que hubie­ran descendido al delicioso mediodía de una tierra soleada; en Se.­guida gallearán como "homes wpitosos e si11guláres", extraños y

altaneros. En el orbe de lo español el individuo ha surtido ,( sub specie

. aeternita.fis", ine1uctab1emente proyectado contra el cielo. El pue­blo, con su pegadizo amor a lo concreto, su propensión a fundir 10 espiritual y 10 material, discrimina sagazmente lo universlal en lo ii1dividual. El individualismo hispano ton1a cuerpo el1 relación con el Todo, en la dependencia del alnia individüal respecto de Dios .. Para él fueron análogas la intensa concreción del humanismo y la insistencia del Renacimiento en la valoracion de 10 individual. Para el humanista Pérez Oliva '; el hombrees cosa univel'sal) tiene li­bertad de ser lo q'~be quiera" (55). "Cada uno de 110S'ot1'os-escribe fray Alol1s0 de Madrid:--es de 'mejor e%c'elencict que lodos los cie­los :v el 1'i'1i~mdo todo." ((Alas hombres-amonesta Arias Monta­no-servirlos en lo pos/:ble con carridad y estM sinen .. vidia alguna :v no esperar dé ellos salud) pues no la tienen ni pueden dar. " H'a­brá riqueza en la personalidad labrada por el Renacimiento; así y todo, el español nunca se parigual a a Dios, cbtej ando llas cosas di­"inas con la medida tan chica de su entender (56).

Por de contado que ello no obsta a que los españoles cuide­mos nuestra intimidad~ modestos, siempre; pero íntimos. El pudor

_ que ocuIta las buenias acciones ti,ene tanta fuerza· como la vergüen­za que Qculta las malas, Creemos qite nO importan a los demás 'ni nuestras virtudes ni nuestros vicios. Cierta soberbia nativa, cierta süfíciené.Ía orgullosa, cierta apelación continulá, a nuestro fuero in­teriol'; cierto individualismo táctico, excesivo,,'. 110S arrasüa:na tc¡l . . . ~

indiferencia pOl" el ajeno juicio, aunqüe tenga la universalidad }

(55) ,I,PftREZ DE OLiVA, De ladig¡¡idad del hOlllbl'e,e(Uc. 1772, pág'S, 22-2,3 :5fl) BEA'l'O, .IUA!,; DE AVlLA, E¡"islolm'io espi'/'illtal, e(He, 1912,_ pAgo,: :248

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¡·qZ PROF. ABILIO. ALAEJOS, :C .. M. F.

la importancila ·de los juicios históricos, que jamás llegaron a com­prenderlo aquellos pqeblos (57).

La lüelancolía-la intimidad-de Arias Montano es muy otra que la del Ren1acimiento; considera al hombr,e más C01110 un fin, 1)or encima de todo instrumento y acierta en que el hombr,e queda como, el soporte de las cañas rotas ~'qüe no tienen salud ni la pue­den tener, ni da!'''. El 'peligro amaga por la posición demasiado horizontal, erí una actitud expansiva. El hombre, sin pal1anca para voltear con denuedo la propia vida, pronto merimt en entusiasmo, en selección. Expolvoreada su personalidad sobre laiúanimada N1a­turaleza, en la dementada extrav'ersión :sentirá anémicas las raíces de su vida interior.

"En tan pequeño término de vida tantas c?sas, tan varias y espantables."

'El humanismo exploria en torno relaCiones nuevas en el arte, en la ciencÍa,en la historia, en el Jel;gua}e; enriquece el alma en contacto con la amabilida(:l circunstante .de las cosas. N os honra el

. (lue como nadie reportamos ventajias intimistas mediante el des­doble d¡; la habilidad psicológica cuando la prepotencia de España funcionaba como laboratorio. de psiCología internacional; lo han demostr'ado Gracián y nuestros místicos (5~). Las gentes medioe­yalés en su canelar y simplicidad no valoraron la correlación. Con las auras renacentistas, el individuo ensancha la relación, e hincha­do con la nueva eXttberancia, deja en la. alegría sencilla para adhe­rirse a una riqueza metafórica y comparativa que sutura al mundo con cuanto le rodea. Cesó de mirar al exterior a través ck los ven­ta~lales con ~idrieras de' color; definitivamente, permanentemente CJueda fuera de la catedral. La histoxia del Renacimiento testi fica el uso y el abuso de la metáfora. ¡Las l;nariposas de plata del 1500! ¡Las. maripos·as de hielo elel 1600!

N uestros místicos fecundaron la metáfora: nos brindan 1111

abultado haz de, metáforas; pel"ü amanojadas con cuerd:=t,de cáña­mo. Ellos modificaron .el Renac.imiento rebuscando un significa­do más profundo m~rcecl lal uso de laluetáfora y a su penetrante psicologismo'; por ésto crearon un habla poderosa para eXpreSRl'

(57) C. GUTIÉRREZ, FI'. Bl1'I'tolomé de r.a,s Casas, 1878, pág. 23. (58) ·;P. SÁINZ RODRloUEZ; I1!lI'od. a la híst.de la . lité!'. rllist'ica en Espwñn¡ Ma-

¡I!'irl, 1927, pág-. 56. '

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,\

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todas las sutilezas y tocloslos hallazgos del Intramundo (59). El ascua de su fervor ablanda el lenguaje, 10 torna maleable y vivo. Aquí hay sensibilidad y humanidad nuevas, ágil percepción de la belleza, realce primoroso del mundo exterior, rapidez sensual para tamiz!ar el color, púa diatonizar el cambio de una melodía. Aquí hay frase i11Usical y gracia unciosa en la" clausulación. '

El antitétic9 carácter de los tiempos modernos, la abundancia ele escritos niísticos, la monotonía del tema nos vedan leer soseg'a­elamente las mejores págínas de nuestras letras. La balumba de tratados voluminosos nos fatiga con doloroso tedio; menesterosos ele iniciación estética o de educación clásica, imprelJarados para en­juiciar la exposición totalitaria de la vida cuya cimera es la gloria, divagamos, en insulso el~rabundeo. Para el' místico no h:aysi'ma cnHe religión y vida, credo y letras, arte y ciencia. La realidad vi,ra ele un Dios personal, el hecho céntrico ele toda vida humana, 'elepa­ra11 motivos p'atéticos y teopáticos, 'al arte y a las letras, ansiosos entre nubes de antorchas que alumbran con su fuego la recóndita valía ele las ah'nas.

"Hacer quedar no entendiendo tod{l ciencia trascendiendo" (60) ..

no vale como sacri ficar la razón e inteligencia humanas. Lla lógica adelgazada de los místicos exige a los lectores cultura' e inteligeli­cia. El brillo y encantos de la Naturaleza han ele ser. captados gia­cias a una percepción cuidada con esmero para emplazar el hecho quicial de la existencia del hombre. Recusamos como una afr~ilta para el escritor mistico el propósito avieso, retorcido, de América Castro:

"Mas, a despecho de su contenido intel~clualmente brumoso y de la meta extrarracional que persigue el. misticismo del siglo XVI, al magnificar la conciencia individual, respond(a, a pesar de todo, a ten­dencias muy gratas a la época del Humarrismo. Reconocemos fácil­mente que la experiencia mí~tica ro allega ninguna precisa noción fi­losófica. La 'vaguedad y somnolencia, la radical y bellísima nega­ción en que se basa-tiniebla, abismo, nada-no son circunstancias propicias para traernos nociones o noticias claras." .

El doctor Místico; santa Teresa, viven en perseverante alerta

(5Q) DAMASO ALONSO, Soledades de GlÍngo'J'a, eclie. Cruz y Hayu, 1936, pág's. 17-n. (60) S.' JUAJ.'l DE LA Cnu?;, Poes'ÍlIS, vol. IV. Eclie, Breviario, Silvel'lo, Ijlll'g'OS,

1\140, pág', 804,

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del entendimiento. En ellos no hay cláusll1a vacía; estudio y pen­samiento res'altan esenciales en su clara visión,. fruto sabroso. de una viej a c.ultura; todas las flores de la tierra enriquecen los ale­lies del canto místico de San Juan de la Cruz. "N o encontraron su divina morada de arte y pensamiento en insigne negación. Fr. Juran construye siempre: toda belleza y toda int'eligencia le sirven de es­cala para subir hacia adelante, hacia :arril)a" (6r).

, Nuestros místicos no caben dentro de una época intolerante y vulgar, solapados en escondrijos; ellos son escritores esencialmente representativos. Responden a una necesidad nacional, a una época singular. Poseemos alrededor de 3;000 libros místicos. Pens'emos en San Juan ele la Cruz de hinojos en perfumado jardín de lirios, oyendo sin mo~erse, durante cuatrocientos años el canto de las aves, pero nunca aburrido, indeciso. Zarandeado por los azares de la Des­calcez carmelita, Fr. Juan sabe de serenidad para enjuiciarlo tocIo ele un vistazo; le sobra clarividencia en la especulación y en la prác­tica para separar con penetrante propósito y precisión 10 esencial de 10 insignificante, para nutrir una vida vigorosa (62).

Entre españoles el misticismo es un hecho. Desentrañan, y ex­trican lo abstracto para proyectarlo en la realidad tangente. Les rozan el airecillo del mundo invisible j el áspero cierzo del mundo I

visible. Fr. Luis de León, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, par .. ' ticipan hasta la saciedad de la admiración del nuevo RenacimientQ por las lindezas del mundo, "la ,he1'11WSa fábrl:ca del 111,·undo", Por los peldaños ,grasientos ele las cosas sensibles suben a la pulcra e

. inefable visión, incandescencia no compuesta ele nadería, sino ce­bada con meduloso combustible de Ul]la brasa central.

"La unión divina exige total transformación de la voluntad hu­mana en la divina y ninguna discbrdia puede mediar, entre la Volun­tad de Dios y la tendencia del alma. Es por experiencia y no por aversión a la Naturaleza por lo que San Juan de la Cruz pide el total renunciamiento. Teórico renunciamiento que se extiende hasta donde pUede la Naturaleza' sin quebrarse. Y San Juan de la Cruz efectivamente no se enfqrecerá contra. nuestra profunda sensualidad no sólo por juzgarla indestructible, sino porque no cree que pueda por sí mismo destr~za)' un estado espiritual" (63).

En los escritos místicos se ausc.ulta'n hasta detalles ele la viela humana. "Sub specie' h.1f111anitatú" . cada hoj a y cada flor desahro-

(til) A. CASTRO, Santa Te1'e8a 11 ol"os ensauos, MaclJ'lCI, 1929, págs. 49, 61. (62) A. E.. 0'. BELL, El/'enae/miento español, Zal'ag'oza, 1944, p:\g'S. 214-215. (63) J, BARUZI, Saínt .lean de la C1'oix, parls, 1924, pág'. 428.

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. chan nueV'asignificación y vitalidad. El buen sentido, el sentido e~tético; funde en foüna y espíritu para armonizar en una reali" dad más viviente y valiosa. La carne es una concha bivalva que, ' avariciosamente, gu'arda la perla preciosa del alma. ¡Qué granher­mosma la del alma! "NI ás vale '¡,m alma 'qtU! todo el 1nundo '" (64)

Forma sin espíritu es materia muerta; espíritu sin fOfma es vino que no se puede catar. Creemos más cerca de la verdad a lUele chor Cano con sus razones de pulida humanidad que a Domingo Báñ,ez con sus razones nldas, con su hablá estoposa, desazonante y fatigosa.

III. LA FE ARMONIZA CON LA CIENCIA: A) Las dos verdades. B)PenSa11'l/Íel'bto sin trabas. - Con su poquita de i'ro¡{ia escribe Fr.Francisco de Osuna: "Hay quienes di¡:cen qu,e les basta el 111,eo-110 sin tener la cáscara" (65). La porosidad y el buen sentido acep­

tan las formas externas para volcar la vida del espíritu dentro de ellas. El ánfora preserva al buen vino; el tarro retiene el aroma de la pomada; pero el corazón y la médula desmedran y deterioral1

¡pronto, languidecen 'a falta de cáscara,

, Hay mucha verdad . en que los místicos acometen arduos 'ft­

mas; pero no es menos, patente que los vuelven en purísimo cristal. Fr. Luis de Granada es'l-,ecti1íneo, sencillo, penetrante, significati-1'0; mas no es oscuro, ni afectado, pese a los difíciles hallazgos que escudriñ'a: el estilo de los místicos es la cubIerta del alma viviente,

la cáscara que guarece la medula del pensamiento y de la emo­ción (66), En no anchuroso espacio de tiempo se condensa el alma sanota del pueblo español, hasta que desilusiOliada (1649), desiste en su puj!a de ser heroica y estóica, decrece el florecimiento del mis­ticismo, y ... cristaliza inerk, encerrada en el barroco.

Nos interesa decir en altavoz: el instrumento eficaz de' la Con­trarreforma en España fué el misticismo, amable y vistoso con toda la belleza del Renacimiento y de lla Naturaleza. Lo barroco es el agotamiento, la cristalizació11 de la imponente ola de misticismo, cuando se hace de tripas corazón, digo, 1111llVaenergía de la cruela desilusión. Los místicos, incluyenclo al Greco, no son barroquistas; se nos figuran agua corriente natural que tan sólo se hiela en el

(64) A. YE1\"(lA8 DEL BeSTo, AI/ullía lIel ll'úllsUu de la 1/lIIale, ZOl'ug'ozn, 1544, pág'inas 4-8.

(65) Fr.. F. DE U8U1\,\, A'úeee<lul'io eS1Ii'1'UIlIII, etlic. Mil', 19(1, pág'. 523. (M) p, SAINZ RUDHím'Ez, !. C., pág'. 290.

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imderno. At:rechos hay hielo en la ribera elel arroyo, pero toelavi;¡ corretea, mágicamente el agua cristalin'a. I '

Nunca 110S cansar.emos ele acentuar paraeloctrinamiento elefo­rasteros de angost,as entendederas que el vuelo de nuestros místi­cos elespega en el estoicismo: "Si conoces cómo se sulre ere,s ín­'vencible; la prosperidad, no es felicidad." Lo ascético, 10 ,estoico, 10 místico, s'e trenzan. En momentos ele intensa crisis la abnega­cióu,. el amor el,e la pobreza, el autosacri ficio, el ascetismo, ,revien­tan en éxtasis y levitaciones. Creemos que Fr. Luis de León, Fray Juan ele la Cruz, Fr. Luis de Gran'ada,Fr. Diego ele Estel1a, Fray Juan de los Angeles ... hacen gala ele agudeza ele sentimiento, trans­parencia ele alma, ,exaltación ele fervor. Las flores vistosas se mar­chitan pi"oi1to; lla literatura española, vívida ele color, fragante de frescuraconlo tÚ1 braz,adode albahacas, hechiza todavía al cabo ele tres siglos. La fusión de unielad, cuanelo se agitan alas poderos'as, elütaéi la' razón y al arteinelividuaJ,es ele anhelos insosriechaclos(67).

'Entre nosoüos no cuaja la separación del Rena~imiento y Con­traiTefoh11a. La vinelicacióli ele la Fe, la defensa de España 'jus­tifican el humanismo, nuestro: amor a la' bel1eza, diligencia pOlO la cültura, fervoi" de espíritu religioso; los valorestrascenc1entales anejos a nuestra caracteriz'ación de españoles. A mediados elel si­glo XVI, decadellJe y1a el Renacimiento italiano, elesclüblaallende los Pirineos una vida 'nueva que le perpetúa en tal cantidad ele obra~ literarias y artísticas, ele tanta calidad y e~tensión que indivielúan a 'esta época como uria ele las más significativas en la historia ele laseliscip,linas elel espíritu.

Sentimos honraelam'ente que si el Renacimiento hubiera sido iricompatible con el g,enio nacional, acaso los que plantean la Con~ trarreforma cOITib una negación de 10 renlacentista' habrían visto en éste hecho el desdciblamiento elel genio ele la raza, elel natural ge­nio hispano, sin extraños tropezaeleros r,enacientes; a partir de la Contrarrdonna; el humanismo triunÍ'a en España con aniplitud inconmensurable. Rasguemos las telarañas ele los ojos para intuir que el Concilio de Trento no surtió como represión tra:L1máticay oscurantista, ni ernpujó a la, hipocresía a las mentes más sincems. Por las mismas fechas en la Italia arreligiosa, amoral, apátrida, resultaba artificial e inoportuno extender la Contrarreforma. De­cadentes y agónicas artes, dencias, letras; empapados los pensa-

(<i7) M. nAHeiA \\IUHEN'l'E, 1. e., pág'. VIIT.

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dotes rdevantes de gélido escepticismo, recibieron la restric.ciólles tridentinas con recelo, forzados a acatar en doble actitud de hipo­cresía o de culto setvii 'a dos verdades: "hlitus uf li'bet, foris uf UÚJS est.!! Lbs más escépticos aceptar011 la religión ante los 'extra­ñosjpero de manera muy superficial en 10 secreto de sus concletl' cias. Tal vez la ContralTeforma se impone como represión porque la repele el genio del país, dada la estrechez estética de lla concei)­ción italiana del Renacimiento; era ya tarde para rectificar st:h1e~

jante cóücepto. Cercenadas las l"aíces, las flores renaoentistas en~ lacian,muerenraquíticas bajo el hermoso cielo de Italia; evidente que la, Contrarreforma amaga, como una' tormenta y los pensadotes eminentes, o se huminaron c'/['vilecidos, ante ella, o fueron' elim.i­'/lados, Giordano Bruno en Roma, Lucilio Vanini en Tolouse (68).

España pt:osperaba en ambiente harto distinto. Entre nosotros el desarrollo del ,Renacimiento no es aristoso, incómodo, despliega orgánicamente, sabiamenteal11Qldado al genio n'acional. En ,buena hora el Esc.o)asticisl110 .. tr~ba su carrel~a para, enderezarle a própó­sitos altos de religión y patriotismo. En nuestra tierra lo renlaciep­te aclimata en tiempos de unidad nacional,. de expansión imperial incontenible, 'de intenso fervor religioso)' patriótico. i Poderosa le­vadura humanística que agigantta1a vida nacional floreciente!

Españolismo y Contrarreforma se compenetra'n, y las gentes ven claro que la cultura del Renacimiento al servicio de Trento es baluarte fortísimo' para l'a enérgica contrastaciónde la Hispanidad.

N o es verc1.ad que la unidad española se funde al fuego del fa­natismo religioso (69); a lo largo de ocho siglos de contienda cada español apr.endió a estimarse a sí mismo como soldado del cielo para batallar siempre por la santa ~e, jacarandoso de su estirpe ele. crtlzados, ele su vocación al Evangelio. Nuestro proselitismo es más terco que todos los hechos tergiversados. La gránde)' lustro­sa Patria española no se ha fundido en otros crisoles (70).

Abjurar la fe, sentar plaza de escépticos nos desmedraba, equi­valía a 'reneg'ar ele una tradición heróica. Hemos disentido-con el mejor pareceréle . nuestros teó10gos~, muchas veces de los Papas. pero nunca hornagueábaillos conflictos eritre la Santa Iglesia y la 1'fajestaCt Católica. Huboviolent'as discusiones en 10 concerniente a .despejar letra y.espíritu;. abundaron lás críticas.de ,eclesiásticos

(68) J .. H. CHAHDUNELI., 'La pensée UaUanne aL[ XV!e sléclc el le COHl'aut l'ibel'­Une, Pal'ís, Ji) 1 9, pág's. 63, 100, 24'5, 354.

(69) \V. H. PUESCO'l"l', Ilislo1'yiJl Reing of Ph-tlip [J, ea]J. V, 1. (70) A. CASTRO, El lJellslllllient.o fle Ce1'vant.es, lVIacll'itl, 1.9n, púg's.40.-52, ,10·14.

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enterÍzos, hurgadas por el escozor de la envidia, pero acometida3 tan "fieras apuntiaban a externós aspectos, nunca afectaban a ,la ereencia, mirada entre nosotros como un principio de honor (71).

.. La bienquerencia y respeto a la Religión Católica no parasitaba en el populacho grosero; los más ,egregios pensadores, prez y orna­mento del mundo, no veían incóII1patibilidael entre la, Fe y la Ra­zón, entre la Revelación ); la Ciencia, entre la Vida y la Creencia. Aquí no habría campado a sus anchas un Pon'Iponazzi. El escepti­cismo, la herejía, la increencia, ni ~ocabaron ni bambolearon. nues­tra religiosidad española, cimiento de la grandeza y de la existen­cia de la Patria adorada. La postura nuestra era neta: o catolicisc mo o caos. La gravedad de los tiemposclemandaba gallardía e in­trepidez.

Con advertencia plel'Jia escribía Cervantes: "Esta edad de !tie-. i'J'o" ; y el fogueado Tirso de Molina alude a i< nuestro ava'ro siglo" . A nienudo topamos con agria's quejas de'" tiem"pos tain enconado~\ :v peligrosos" ; de ('éste siglo lleno de perfidias"; de "este siglo fé­rreo JI estragad,o) de el heret-isco error :v desatin.o''',' Gritos de alert'a que levan más voluntarios par'a la Contrarreforma que el estín1ll­lo militar para las picas de Flandes; pese 'a la ceguera agnóstica elel señor Américo Castro, a medida qtle la religiosidad satura el Hu­manismo castellano, cunde más extensamente en Ia Contrarrefor­ma de allende el espíritu de renovación y de modernidad. De cjer·! to que no '1mbo estridencias llamativas. Un alisia de cultura y ele beUeza, ambientados en estaClo de Gracia hu'mana) cuaja en un pen­samiento original, en una psicología sutilísima, riea en pormenOl'es valiosOs y en cu~dros de primor. N o nos halagan las síntesis auda­ces; queremos un esüldio paciente, riguroso, metódico, en 'arte: en literatura, . en la misma práctica de la vida española, desechando prejuicios de fe·y ele historia,

"La mundanización de la pintura española-':"escribe un crítico­gua(da íntima relacÍón con la literatura nacional, pues ern.las famo­sas novelas picarescas de e ervarites y otros literatos, así como en di-

\ Versas piezas dramáticas de. Lope de Vega, no solamente se concre­taron nuevos cauces para la literaiul'a europea, sino que en ellos en­.contraron los pintores modelos, excitaciones y apoyo ideal a sus ten­dencias. En pos del Renacimiento se generalizó una reacción contra

. el culto italiano de la belleza, y LlIé ,en España donde esta oposición

(7J) P. SIPPERT, El jJ'l'imer je8¡Ula y Sil patria. Mística de la acción. Personali­<lad y 8crvid1l1nbl'e en 108 je81lftas y 811 psicología, tracL cust., Bilbao, 1935, pü· ginas 134, 11 9, 70,

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presentó caracteres más oiolentos, porque en este país el Renacimien­to repugnaba al carácter de la nación en analogía al pueblo ale­mán" (7:}').

Hablar de la reacción de Espana contra el culto italiano ele la belleza es insensato, ya que en la Península hubo igual fervor, por los distintos y div'ersos cultos a la belleza. No desquiciemos los he­chos .. Dur;mte el reinado de Felipe Ir, entre la generiación que si­gue al' Concilio, de Trento, la noble España de la Contrarreforma acierta en algunas de las más hermosas (73) creaciones de todias las épocas, puesto que 10 hechizante de su encanto proviene ele la adulación de un c.ulto pujante a la belleza, de un fervoroso sen­tido artístico ele1 espíritu ele la época de la Inquisició'n. Baj o la mor­daza ele! prejuicio se ha escrito;

"Para iniciar al hombre en la vida venturosa le invitan los mís­ticos españoles a admirar en la Naturaleza, en estado, de contempla­ción, las obras divinas. Malón de.Chaide considera que todo lo her­moso, toda criatura, todo arte es un resplandor de Dios, y que amán­doles se llega a amar a DI'OS mismo. Santa Teresa pide a sus hijas espirituales que consideren a las criaturas y que, las amen en ellas la imagen del Criador. Y San Juan de la Cruz, apoyándose en pala­bras del Ap,óstol, enseñaba la misma doctrina. En verdad, estamos muy' lejos je/ ideal humanista, en el que se resucita el paga,nismo, vive la religión de la forma y de los sentidos en lugar de la preocu­pación por la 'idea; se convierte el' hombre en la medula de todas las cosas; se le valora con lo infiniio del tiempo, y en el que la diver­sidad de las épocas se juzga bajo el. punio de vista fundamental de la naturaleza¡ humana. Viviendo en él había incompatibilidad de h11-mor entre el Renacimiento y España, siendo significativo del niás humanista de los espaiíoles, Luis Vives, extrai'íado de [-as costumbres de los esludianies parisinos .... " "Las consecuencias de esie triunfo -el triunfo final de la difJlonlacia teológica de los españoles partici. panda en el Concilio de Trenio-, que fué completo, no alcanzaron más que a los que vivían en España, y el Rena,eÍmiento bie!Jhechor se vengó de la proscripción española privando al país de la Inquisi­ción de la gracia fecunda de sus enseñanzas. Otras naciones supieron aprovecharse y después 'se han engrandecido y prosperado" (74). ' . '

'El sacrosanto Concilio de T1'ento se cierra en 1563; Calderón fenece en 168r; ¿hubo nación que, en parecido entFetiempo ferti­lizara más y mejor de "gracia fecunda" (75) las cloctrinas del Re­nacimiento? i Las costumbres ele los estudiantes parisienses son -~---- ,

(72) A. L. i\JAYEH J La lJillllll'(( ÚNjI(u/,o/a, 1.1'1H1. cns1ell., 13nl'eelolltl, !\);!{), püg'. 1ifí, (73) A. E. G. BELL, El llel/((cimienlll e8ju/Fí,ol, j,¡'U(J. enSI(;lJ., Zn('ag'uza; IU44. (74) E. H. CULT.E'I', LemuslieislIlc eSJu/[f1l1l1 1I1t· ,\TIc s"'ele, París, Aleull, pú,

glna$ 33, 93. (75) A. E. U.' DEL]" Luis de Leú//. ¡';sll/(lio sul)/,!? el. Hp/lI/ei/lliclllo cSjurñol, tru'

ducción casl,ell., I ~n, púg'. l(j.

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muy poquita cos:a para dIferencial' el Renacimiento. Vives llamea­ha con fe en exceso profunda para discernir los extravíos, digo los méritos de los extravíos en el humanismo. Por' de pronto, que 110

aceptamos una evolución en su totalidad; se puede reformar sin destruir. España pudo repudiar los excesos del Ren:acimiento y a la vez dejarse influir ele su cultura. Ñi exclusivamente escolástica, ni exclusivamente renacentista, ni exclusivamente estética, ni ex" clusivamente intelectual. España actúa tolerante y constructiva. El sano concepto del Renacimiento y del Humanismo quema el COI1-

cepto vivi:fil~ante de Vives, la ci'encia profunela de Sepúlveda, la sa­biduría imponderable del autor de "JJ;Iíner-l'a", la "Llama de a~1'ior 'Z'iva", la "Oda" a Salinas, el "Qu.ijote", .. la extensa hilerada ele

. obras maestras de literatura y arte en que la belleza fonnlal cua­dra\ y arma con el pens,úniento religioso; por ello lozanean hoy frescas y fragantes como en los días de la Inquisición, la edad d~ la hegemonía de España. No, Y no, lectores: nuestros grandes ar­tistas, nuestros incomparables hahlistas no son una gavilla de hom-bres escabullidos de las garras ele la Inquisición (76). '

Por gracia de Dios "e1[ Espa'ña hubo siempre Nbertad de i'l1-yenid". Nada de moldes hechos, Por gravedad o por nativa cóle­ra de la nación, la gente española está poco dispuesta a sujetarse él

los rigores ele un discudo, a la afectación ele una traza. La gene­rosa España de la Contrarreforma no es tan tétrica como se cla­morea. Un~ reacción nattúal, desríués ele los maravillosos descu­brimientos, 'provoca a principios elel seiscientos la melanc.olía; y el

nuevo individualismo elel Renacimiento contenía en lo íntimo ele su ser las semillas de la tristeza, desilusión y desaliento. Sí, la gen­te no es tan alegre como antes; ·en España quedaban muchas re­servas de la antialegría, "la específha. alr¡yría de los p·weblos cató­licos". L'a vida espiritual ha desaparecido, la del hombre yace muerta e insepulta. Con perelón de Carlyle la vigorosa vida espiri­tual, la natural austeridad nos son amables.

El ensimismamiento ele los esiJañoles no raya, en tristeza. Los rúoralistas de la época juzgan que la disfrutaban en demasía. Hay plenitud ele alegría en el drama español y encontramos sus deste­llos en escenas totalmente ajen,!-s a lo tenebroso, no solo en la flo­rentísima Sevilla sino en la austera Toledo (77). Las ciudades l1ni-

(76) A. BONILLA, Lll'is Fives 1/ /11 tiloso/la riel Re'llucimiento, 1903, pfig's, 57 y sig'. P. MAHTil'\EZ V]:;LEZ) Notas al [¡lJru de Bell) on "Heligión y CUH~ll'U", tOl11. J, 1029. B. Cll-L\CL\~) ftrJlfrlezl{.) HL29 , pág', 306.

(77) ,\. 1,',\l\lNELLI, Ensayos y ¡{{scursos, ID:'5. pág', 407.

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versitarias hervían en vida y animaclOn, pululaban las aventuras el1 los caminos de España. La represión, a tiel;npo, del Protestan­tismo no pudo embarazarnos ele tristeza y cavilosa inquietud. Es el ambiente en que escribe Lope de Vega:

"Las buenas letras goza y acrisola Espaíla en sí, porque florece en todas las artes liberales sola."

i\ continuación del Concilio ele Trento, los escritores se en­tregan al pueblo en idioma vernáculo, 'atrinconanclo al latín y al drama clásico elel Renacimiento. La exuberancia los arrastra al borele elel peligro; frenaron en' consonancia con el espíritu de la Contrarreforma porque el hql;¡or y unidad de España, la conser­vación de! imperio español y la paz interior ele los Reinos zozo­braban.

La cultura persistía estancada en Italia y pregonan lenguas maldicientes que sofocada. en España. Con hech~s-irr~ductible­mente más tercos que las razones-:-probamos que la cultura y el pensamiento florecieron gentilisimamente hajo la censura contigua al Concilio de Trento. El pueblo castellano simpatizaba con la aZtl­zada Contrarreforma. Sin la adhesión férvida al buen reformismo no concebimos la posterior Edad de Oro de España, y menos el espíritu de los hombres que en ella actuaron con magno relieve.

Los teólogos no recataban su firmeza y audacia en el pensar. "Del regazo misi110 de la Iglesia salían hombres de juicio más li­bre y sutil y de atrevidas ideas; no sólo los heterodoxos españoles, entre los cuales destacan escritores geniales y profundos, sino tam­bién otros que la Iglesia amparaba y bendecía" (78). Los teólogos de España, en controversia con la herejía, magnificaban a su Pa­tria. Acaso no haya hombre más lenguaraz que el Brocense .. Clt1ien gozó ele gran libertad ele hablar y de escribir durante cincuenta y cinco años en SaJamanca, y conste Cjue profirió verdaderos desati-110S, merecedores de cárcel.

Nada de serpentismo o sinuosidad; nada de "ducho cn lúpo­crcsías o r¡trtimaíias". La hipocresía no. fué elemento esencial ele .la Contrarreforma. Luis Vives declara en su libro (1 De la 'l'crdadera fe crist'iana": "Me someto siempre al juicio ele la Iglesia, exceiJ­to en 10 que me parezca tener más funclam.ento en la razón." Gó-

(78) S. MINGUI.¡ÚN, JJl{¡'uducGiúlI u la Irad. eSJ}{ul. del /iIJI'O elel. ¡)i'. ¿[I'II/()Id, "Cul­tura elel HCllacüllicnlO", págs. 12-18.

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P' . "A' n,T ." "E t' mez erena protesta en nto'l'l'ta M. (wgarla: 1'1 .clles Iones

teóricas no de fe) debe condenfwse to'do d0111ÚÚO." Y el desenfa~ dado Villalobos grlta: "Yo no 1ne preocllPo de los teólogos) JI si los' filósofos recu;rren a ellos son CMllo' 'malhechores que buscan 1'ef'll­

iJl:o en la Iglesia.", (79). ,El atrevimient~ de lenguaje no implica deslealtad ni tendencia

él la herejía; la circunspección no es hipocre~ía mañera. Hay so­metimiento en asuntos de fe, pero hravía independencia, el). otras disciplinas. Cuando los españoles asisten 'al éruj ido ele su imperio y contemplan la catolicidad asediada por las olas de la seuclo­Reforma, las almas quieren perfeccionarse a zurriagazos ele azote y cilicio; no evaden la lucha, ni se esconden, ni se reh'aen al rin­cón; con valentía adelantaban el pecho y trlbutaban lo mejor de su ser en apoyo ele la Iglesia y elel Estado. Inexacto, de toda inexac­titud, que Cervantes funcionara conlO racionalista arropado en el manto ele la religión católica, al descuido echado el manto sobre los homhros, puesto que de por vida mostróse hijo sumiso de la santa Iglesia, devoto patriota y esencialmente cristiano. Ello con­tribuye a su profundo humanismo, a resaltar C011 más sustancial vigor del que aparentan otros escritores más optimistas, peto me-1l0S creyentes, con10 Rabelais, o más filósofos, pero escépticos a la manera de Motaigne. La cacareada hipocresía ele Cervantes obe­dece a un concepto sectarizante, a una falsa posición del individua­lismo en España a mediados elel 600 (80). Se pensaba, eso sí, con independencia, pero sin apostatar. Justamente pondera un intelec­tual moderno:

"Revélase el espíritu del P. José de Acosta desde el doble puntó de vista de su gusto literario y de su amor al estudio de la N atura­leza como hechura genuina del Renacimiento en sus aS¡Jiraciones más, progresivas; ,pero quien de esta condición espiritual pretenda inferir tibieza en su fe religiosa se emfJeíia en un absurdo porque al lado del humanista y del cosmógrafo está siem¡Jre el creyente rechazando todo

'asomo de sospecha" (81).

Se ha preguntado con extrafíeza: ¿ cabe libertael de pensar en epocas ~e presión? iN o ha ele caber'! El talento, el carácter de Juan ele la Cueva, v. gr., no pugnaban ~on l:a Inquisición, ele la cual era

(79) A. GnL-\LDEZ ... La nUferle lle Francisco SánchezJ en "La Epoca", 27 elle)'()

1'\133, Madrid. (RO) F'oHs'rEH Vv"A'l'SON, '1'/", ¡u¡:/lIel/ee uf VI/leucia l/l/el sUTl'oindili{/s 011 I!lr' lif!'

vr L, Vil'es as a philosofcr autl (/s a lear,heT, 1\)27, pág'. 70. (81) .T. RODRfGUEZ CARRAClDlJ, El 1', Jusé de Aeos!a, 1899, pag', 73.

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HUMANISMO POSTRIDENTINO 423

tan decidido devoto como su propio hermano el inquisidor Claudia Démonos cuenta exacta de que su indepeBClencia cifraba en lo li­

terario y en lo social; de que en toda su obra no asoma ni un solo atisbo ele independencia religiosa. Hubo convicción sincera, nunca servilismo o marrullería. La santa fe montaba tomo algo sustan­tivo y elevado por encima de la inteligencia humana, como una cosa

aparte, inc'andescente y sagrada, base perdurable tanto de la vida de los individuos como del existir del Estado.' Merced a estct fe intrépida e impávida se empina España a una grandeza sin par (82). La fe y la razón nos llegan cama hijas gemelas ele Dios.

La herejía protestante toma en guardia a la Península; los es­pañoles del 600 no parasitan muertos in~electualmente ni padecie­ron castración mental: fueron sutiles, razonadores; combinaron la agudeza de la mente con la ortodoxia más irreprensible, puesto

que' mientras en Italia se impuso la Contrarreforma a los indivi-. duos más que a la nación-nación que apenas existía-, en Españ'a la suplicaron, c.on ardor, los individllOs para defensa de algo que eH sacratísimo éle las tradiciones indígen'as.

Con el mínimo ele sag:acidad o miopía ha dicho un crítico fo­

rastero:

"El Erasmo predilecto de los españoles del siglo XVI fué el que usó la Filosofía y la Filología al servicio de la Teología. Tal Eras­mo no era humanista como el Dante. El Renacimienfo se trocó en· anti-Renacimiento. Hasta 1".11 la obre¡, del poeta Herrera se mezcla el patriotismo con los acentos religiosos."

i Cosas de extranjeros imporosos! Fr. Luis de León .Y Ginés de Sepúlveda amal~ el Renacimiento por su bondad, pero lo ads­criben a u.na causa más noble; el oro perdura oro, aunque se dedi­que a la ornamentación de 'un templo. España adopta las formas

todas del Renacimiento, ¿ l)ero recusa su espíritu? N o es verdad. Abundan las pruebas de que si el Humanismo y el Ren'acimiento aclimataron en E~pai'ía 110 solamente fué debido a la materia hu­manística ni a la forma elel Renacimiento, sino en fuerza del con­tenido, respondiendo al espíritu y a la unión Cle entrambos. El es­píritu ele Fr. LtiÍs de León ¿ es antirrell~centista? Porque la ma-

(S':!) .1. ,\. DE IuAZA, (''''/I/edil/s 11 {'/'{/{jcri'il/s rle . .r. de 11/ C'/Ievn, vol. T. 1\111, púg. 32.

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I Ir

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teria del libro "Nombres de Cristo" es religiosa, ¿ no cuenta entre los renacientes? (83}

Fr. Luis ama y admira el contorno y matices del mundo que le ciñe, siente escrutadora curiosidad por todo 10 visible-----':vanidad y nada~cuando 10 compara con la más &leitosa visión celestial. ¡ Que ... los poetas españoles del Gran Siglo jamás tomarón ense­rio la Naturaleza!¡ Que ... el humanismo responde a la índole de una formación aristocrática; que el Renacin;iento en Europa ha­bla a la generación r,éfinada de sU tiempo y es canto de nobleza; que Humanismo y Renacimiento recubren la muy honda sinl'a abierta entre una nación y sus clases más elevadas! (84).

N osotros creemos, bien fundados, que el Renacimiento era una fruta de oro c,aída del árbol dela vida y su teoría de imitación en­traña un sentido limitativo. España enfoca el problema desde un¡ ángulo visual más amplio, en oposición a 10 que aportaba cierta restricción de la vida, y se manifestó esencialmente constructiva. De ahí que, mientras Italia comía el fruto de oro, España injerta el Renacimiento en el tronco de la Edad Media; de ahí que nues­tro humanismo no desmayara precozmente, ya que persistió aflo­rando lustrosos y sabrosos" frutos de Castilla,cuanc1o tiempo hacía:. era una c.ambronera en Italia. Cervantes fué español y universal, la más universal inteligencia de aquella centuria, 'que vale como decir de todos los tiempos. El humano y universal realismo español en 'arte, en literatura, de la Edad de Oro es caracterización indeleble, refrendo irreprochable de nuestro Renacimiento. El navío de nues­tro Humanismo se balancea sobre las aguas, permanece y ancla en tÚ "Más allá". Cuando este navío, anclado en seguro, acometa enor­mes periplos llacia _ lej anos países con Elcano o Cortés, con Cer­vantes, con San Juan de la Cruz ... , nos maravillamos de que los españoles de nuestro siglo áureo por milagro tropezaran c.on es­collos (85).

Nuestra obligación de eruditos nos urge y nos punza. Pese al prejuicio-tapaojos para no enterarse-,a la ignorancia, ala ru­tina que se vienen destrenzando en ideas equivocadas y agresivas contra España, recordemos porfiadamente que nunca ha lozaneado en tierra española la ciencia con máxima extensión como en el apo-

(83) V. I{J~EMPERERJ G'ibl es une spanische Rel1aissnHee?) en "Log'os", eUficlo 2, 1027, pág's, 146-160.

(84) H. vVAN'l'OCH, SlJG'I1:ie 11 , Land ohne I1enaissancp, MünclleÍl, 1927, pági­nas 129, HiI.

(85) A, E, G, BELL, 1. e" jJág'. 35.

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geo de la Inquisición y ele la Contrarreforma (86). Quede y corra el que nuestro genio hispano rayé 'más en artístico que en científi­co~ La reciente Historia de' la Cultura sabe de nuestra habilidad científic.a; pero, a decir verdad, no nos' interesa la ciencia espe-

, cializada al margen de la viela y de la literatura (87). Fr. Juan de la Cruz nos conocía de raíz: "

"Los que son muy activos, que piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejando aparte el buer. ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alto como están. Cierto entonces harían más 1) no menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración y habiendo obrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera. todo es martillear y hacer poco más que nada, y aun a veces daño. Porque Dios os li­bre de que empiece a envanecerse la sal, que, aunqUe más parezca qU.e hace algo por defuera, en.~ubstancia nó será nada, cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios" (88).

N O debieran desgañitar aqnellos

"que impugnan ese santo ocio del alma y quieren que sea todo obrar que luzca e hincha el ojo por defuera, no entendiendo ellos la vena y raíz oculta de donde nace el agua y se hace todo fruto."

Es netamente española la actitud del "lindo .f7'a1:1eci,to de cora­zón incandescente" ; de ahí retiñen el temperamento y las vivencias más legítimas de Espaí1a. Cuando la ciencia afiliaha como com­parte de la cultura g"enera1, fué acogida con avidez por nuestros estudiosos. Pasan unos decenios, y gentes torvas, de visión limi­tada, estrechan el ámbito elel saber, y ... las gestas hispanas s,e des­interesan por la neg'ac.ión ele la unidad, por la exangüe limitación ele la vida (89).

Acosada la resentida Espafía, a mitades del seiscientos, por re­he1des, rivales y herej es, se recluye y cobij"a en su concha, concha multicolor y hiva1va, que avaramente guarda la perla ele un postri-

(86) A. TORRÓ, Fr. JI/(I.ndl' los l!nqe/.es, "Estnrlios elA Psicolog'ín", tomo r, In· I.,'oducción, pág·s. 4-7.

(87) A. E. G. BELIo, El Rennei'inien/o rSjwí'í.ol, t1'ae1. cspaií., pág'S. 205-256. (88) SAN JIÚ~N DE LA Cnuz) El rúlllic() e.·qJi'J'UlIa7, erUe. "Clasir.os Cnstellanos)).

1024., pÚg'. :268. (89) l\T. iV!ON'l'AIGNg lln],Ín escrilo que ]la)' g'enles 'menesleroslls (\e villa, cmJl1rlo

sin agitaci6n t11u11111osn "in negolils SIl1l1 ncg'otii eansa", no 1111scnll la taron lllAs que ¡lor OCll]lllcilÍn. Eslu no n5 sino· r¡no r¡uieran llegar rlonclo no ¡merlen ir:

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mero e impresionante centelleo. Por fortuna y por gracia, la re­ligión católica romaría 110S era tan consustancial el~ España por las Calei1das de 1492-conquista de Granada-como en I598--fe­cha de la muerte de FelipeII. La represión interna para nada cuenta y c.onfluye en la decadencia española.

Porque los artistas no miran las cosas de dentro a fuera, pa· decemos vaivenes en las teorías estéticas. Los peor dotados bus­can la "d1:s6nción" en lo retorcido, en 10 ingenioso, en 10 vio-

,lento (90). En vez de cimentar los buenos gustos de cara al realis­mo Siano y popular que fluía del entender-del recio enteneler­ele España, el preciosismo anida en lo convencional, enquista en una intelectualidad' exc.esiva. "El 1asarillo de Tormes" nos afec­ta ele realismo salaz, pero clásico y humano; el realismo de Que­vedo es' puramente intelectual e inhumano. i Audaz y hrillante ma­riposa en frío día de diciembre! ¡Valiente ej ercicio el de vaciarse en altos conceptos y agudas sei1tencias, que hoy se rehusan y pre­tendemos suplirlas con solo rumor de palabras!

El apotegma ele Boccacio "Utab hu,mamo se,r¡re,r¡a.Jnur ,r¡rcge" es el cauce del humanismo anémico, la meta elel Renacimiento. Los "cultos" y los "llanos", el rastrero estilo-oruga y el de osotros que revientan ele hinchazón como hidrópicos (91). i Cegar por res­plandecer! Oscuridad deliberada. El lenguaje ca~tellano rechina de tortura c.on inversiones, dislocaciones, metáforas desorbitan tes y ·desenfreno imaginativo. El sanote Dr. Pero Grullo 11abría dicho: "Frustm eni111. dicitwr quod non intelligitur."

Hay dos oscuridades: una deriva de la esencia elel asunto; otro difuma de la impresión y nebulismo de las palabras. La ufanía de oscuridad en el manejo-uso de palabras y conceptos sospecho­sos de trivialidad, es infantilisi110 mimético; pero cuando la os­curidad palpa a ciegas en la sutileza elel asunto, para clescori'erla con palabras apropiadas y adjetivar expresivamente. importaría nueva revelación filosófico-estética, "Lo excelente de la más e1('­?mda. esenCia. no Pllede existir sin .0sCllridad" (92). Luz ha sido y es de la Iglesia el Dr. Angélico; en sus escritos escolásticos de propósito ha buscado un estilo clarísimo. N o le bastan que sea más clara la materia que escribe, sino, escondida y oscura al 110 teólo­go, y al más docto 10 es muchas veces. Mas este linaje de oscuridad

(00) rll. Lms DE GnANADA, Jo,'cclc''Íllsl. Rltelm', 1. VI, 11. 7. (~1) R. I':HACIÁN, i\(/l/llCZll de ingen'io, '1029, pág'. :J5. (02) C", TOPPANIN, Che coso' (1/ I'll1lmanesillln. 1 ~.!?g, pág·s. 31, .. ó:J.

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o bien dificultad, ligado a. la naturaleza de las materias y sutileza de argumentos, ya digo qne no se condena. Otro tanto ha escrito t111 biógrafo moclerno acerca del Dr. Místico. El preciosismo-el antiguo como el moderno~embauca, pero no disfraza ni en2ubre su vaciedad de sentido.

"Han de cubrir al vulgo la sentencia para estimar la gloria de la ciencia."

Gongorismo y batroquismo no acarrean más vida, ni vida nue­va, por cuanto que adolecían de antinaturales y de antinacionales.; remudaron las formas externas, pero no vertieron nuevo espíri­tu (93). La filigrana y pulidez barroquistas no fluyen de deritro a fuera, de la espiritualidad psicológica a la vida. '

Para los griegos-refinados en los mejores gustos-, la forma y el espíritu o la idea se fundían mutuamente, de suerte que la be­llez~ comuüicaba coesencialmente en la composición de la bondad. Los pueblos artistas aglutinan pülcramente lo ético y lo estético sin falsear la verdad al modo ele los lealísimos y realísimos es­pañoles (94). Contra 10 que escribe U11 crítico moderno, abraza­mos cálielamente el Renacimiento, a fuer de ardientes "contrat1'(,­fornústas" ; no como un museo de antigüedades, sino como influ­jo viviente y vivificante. Supimos identificar Íntimamente y fundir simultáneamente el sentido artístico de la belleza con la vida del espíritu; sin jactancia y sin fanfarria diremos que acaso ning{1l1 otro pueblo ha gtistado recalar su alma ele la exquisita cultura del Renacimiento C01110 el pueblo castellano. El afán españolista de la Eclad de Oro es roturar ancho surco de significado y contenido vital a la fiebre renacentista (95). Nosotros profesamos con autén­tico fervor el platonismo; concebimos en su amplitud las funcio­nes de la Historia, de la ley y de la medicina; amamos el arte y la naturaleza; justipreciamos la caduca relatividad de las cosas; nos pegan10s a una nueva teoría poética, al interés por el idioma ver­náculo, nos quemó el ferviente estudio del griego y del latín. Ni aceptación cegata del espíritu racionalista del Renacimiento, 111

(93) CIIAPMA1'l-RuSIGN-RLAKE, .l. Jordán de Ul'ries, BiogT .. y estudio crítico de .Táureg'ui, 1899, pág'. 259.

(94) C. DE JESÚS, 8an Juan (le la C1'/{Z. JI. 811 obm liteml'ia, Avila, 1929, [ll\g-i­BUS 6-34.

(95) F. SCIINüRn, Bm'1'ok, Clasicisrmls, 192-8, págs. 17, 20. W. vVmsBAcII, Dú BaTl'ok (le1', Ge!Jen1'etonllation. trael. caste!!. ele E. Lal'l1cnte Pel'l'ari, 1923, !}(¡g'i­nfl.q 107, 81, 20, 21, 217.

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pedante servilisl)lo de educación; 110S atrae y apresa, antes qu~ todo,' la vida llena, el éxito" e! fervor religioso, como ingrediente d'el bn­llir naci¿nal en la hora más propicia, en la plenitud del imperio y descubrimientos (96).

En buena hora el anhelo renaciente rehace laE;ntera actuación ele España-nos estamos refiriendo a su febrilidad psicológica­reinfundiendo ánimos en el escolasticisl~10 desmedrado, 'musicali­zando con acento lluevo el lenguaje, timbrando la nueva poesía. calibrando nuestra enérgica prosa. ,Porque es e! caso que ,nuestros estilistas se sabían que ((las palabras pueden tener almas JI los mís­ticos las habían _dado alm.as aligeras". La belleza reside en el en-, tendimiento del artífice .. ',' asoma en el alma del artífice.

La rapidez expresiva ql,le obedece al fulmíneo alumbramiento ele la belleza en el aln{a es cuasi ingénita en e! temperamento sa­zonado ele los españoles de! Gran Siglo. Disidentes de ,nuestra vo­cación histórica, los enterados y avezados en la investigaciól1 li­teraria resbalan con afrenta ; atirantados: por resquemores in-e!i­giosos, corríc1os de versatilidad extranjerista, no ven en la pintu­ra del Greco un reflej o del íntimo ardor, lo interior hecho pinttl­ra obj etiva (97). Sin arrequives, pone al descubierto su alma San­ta Teresa. j Lástima que otros escritores desfallecieran, por extre­ma complicac.ión, en retener el espírit1.1 vital! Los más y los mejo­res doblegan en constante dependencia de la forma para con el es­píritu, y., en labrar su quehacer cotidiano consumieron e! alma.\ Fr. Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, son almas vivientes y palpitantes: en ellos hay ielentidad 'ele intuición y ele expresión, cqnocimientr¡ intuitivo y conocimiento expresivo.

(( Las palabras que po'r los siglos durmv 1W!/lW las dicta la boca; del aIm, á saJen." La pintura íntima ha escrito alguien que sabía ele sentimiento, es verdadera obra ele arte. Tanta es la cargazón que aportan a nuestro arte Fr. 'Luis de ,León, Fr. Juan ele la Cruz y Santa Teresa, que estimamos temeri.dad mensurar, por lo externo las creces de formas que nos llegan elel Renacimiento amasadas ele cristiandad, por cuanto que la fusión es íntim~ y sustancial. Para la finura de estos españoles ptóceres forma e idea se identifican; la plum<J, es la lengua der' alma. Por la destreza de la mano y por la

(96) .1. F. PAS1'OR, Las a}Jologlas ele la. leng¡1O N/N/eUanf/ en. el. Sigl.o de 01'0, "Lo, CláSicos Olvidados", 1. VIII, 1923, pág . .46.

(97) A. E. G. Bl~LL, El Renacim'ienfo e81'ml01, !.l'arl. casi. Erl. Ebro, Zaragoza, 1944, pág·lI1a,~. 270-)112.

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maduración del asunto alumbra la simetría' de la orig-inalida'd. Fr. Luis de Granada acierta con la pauta:

"VI enim musíces periti mente prius dictant quodmanus pulsando exequilur; meno enim magistra, manus Vero minislra obsequen's esl; ita vir eloquens solli¿ito, el prudente judicio providet quod deinceps lingua prolatura esl."

Los españoles postridentinos apuntan a la unidad por la Vlswn interna y por 1.a simetría del alma: el interior desarrollo del. espí­ritu se derrama por la forma externa,. saturán<;lola, espiritua:1i­zánc101a (98). El énfasis y alicatado ele los preciosistas no alcanza él tanto; en el preciosismo hay yuxtaposición, pero no ha lugar la fusión de lo clásico y 10 cristiano (99). Se achaca ·razonablemente al Renac.imiento falta de crédito, la duda cori-osiva, el continuo empezar de nuevo; los españoles renacientes no dudan ni recelan, creen a machamartillo. Con todo, ¡ qué sabias dudas y qüé sagaces. investigaciones. entre los místicos!¡ Cuántos nuevos principios, cuánta curiosidad e independencia pondel'ada en el discurrir! .

La rectitud del temperamento español navega---.ehorro de pre-, ciosismo e insipidez-por la nueva flexibilidad del pel1samiento y la honrada sutileza psicológica (roo), Luego, la picazón de brillar reemplaza a la gemtina calidad en el trabajo; la nueva époc.a de re­latividad crediticia, de investig,ación inconexa', de competencia, de envidia,,,, deslizan solapadamente en España con la invasión del oro de América, El horizonte se anubarra.

Lo enfático y convencional del Renacimiento rebaja en mera~ m·ente exterior. Los místicos nuestros crearon un nuevo lenguaje para las nuevas necesidades del alma, pero aventuraron la expre~ sión de una vida nueva dentro ele las f.alsas formas del Humanis­mo. Por dicha l1uestra, nunca nos aprestamos al realc.e de 10 irreal e insípido, de 10 raquítico. Aun en la desih.1sión y desencanto ele los barroquistas hemos resistido a 10 convencional con pujanza y energía individuales: no hubo progreso interior, pero hubo vida bullente e invasora. Los graneles místicos fenecen en el siglo XVI 10 misnro que perecieron las melodías ele la música española y la magra seguridad de los eminentes poetas líricos; 10 .picaresco eles-

(\)8) P. i'lIA880N-OURSEL, La Philosopllie CompoJ'ée, 1923, pág'. 98. (9.9) GREECKS, Oxford, 1929, pág'. 89. "Das inl1el'c Ri/el isl, rlas eigentuche !(¡/'I1sl·

10 eJ'eh, Schlalierrnhchel'. . , (100) ¡en. LUTS DE GnANADA, Lil)'!'; 8e~;. Eccles. R¡,ctncinl, 1 .. 1'1, n. 14.

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plaza a lo místico. Pensamos con Astrana Marin que el ingenioso Quevedo no cala más allá de la sobrepiel, no anda en lo hondo de los hechos. Siente ahogos ele futilidad en la propia alma y grita y chilla y patalea ~ontra el convencionalismo. j Qué griterío más temulento y qué algazara tan frenética para canar la vocecita de la propia banalidad! i Una payasada de mamarracho!

Su enemiga restalla contra la doblez ele los rostros arrebola­dos, las pantorri1!.as falsas, el amplio miriñaqu~, los altísimos ta­cones de torcho, las pomposas mangas, los eleva.dos copetes, la huera pompa de los coches, la necia adulación al rico, los osten­tosos palacios de! nuevo rico, los diamantes falsos, J.a plata falsa, las pelucas o las portentosas gorgueras; los ignorantes comprado­res de libros que los compran para hacer gala, pero no para leer­los; la canción "culta", vacua ele significado; la juvenil dama de sesenta y siete a110s que se retrasa a los quince; las figuras "GJ,ti­bcia/es'" de petrimetres y lechuguinps, bellos ac.icalados; las "fi­guraoS lindas" ,paj es sin blanca; e! hombre" caballero de industn'a" . ele ~uello almidonado y sin camisa; los "alq1,rimistas", los "arln:­tristas", la hacienqa real sin tesoro ... (ror).

Quevedo alardea, de penetrante, .de personal, pero queda fútil. i Asombrar, asombrar! En su complicación enrevesada escribe Gra­cián: "Es el artificio gala de lonGtural, realce de su' belleza."

Un crítico exÜanjero aventttra esta ,afirmación: "Frente al gon­gorismo, que es arte viviente, a¡:tivo empe110 ele infU11dir vida en la materia inerte, el barroco semeja la materia sin vida en que resplandece el arte y despliega aquella porción de imagen donde no ha arraigado el bronce fundido, ramas muertas ele un árbol vivo. Gongorismo y barroco entrelazaron tan apretadamente, que en sen­tido accidental se habla de por junto acerca de barro'quistas y gon­goristas sobre un arte y una literatura frustrados, vigorosos, sí, pero superficiales."

Inequívocamente, por inadaptación ambiental a' 10 sugestivo elel asunto y sutileza ele pensamiento, se afitepone 10 fatigoso de la forma, la creciente complicadón del método. i Encorvada y arti­ficial decrepitud! El genio 110 es superficial ni periférico.

El co10radote y típico 'realismo español gana en cordura, en vi­sión clara; guarda la dignidad y el sentido de las proporciones has­ta en el (( Guzmán de Alfamche", al través de toda escuálida mi-

(101) A. E. G. BELL, 1. c., ]llÍg. '2')9. LOPE DE VEGA, La hCI'1ll0Sllra alJo'l'l'ccirla, t. L, PÚg-iIlH .Hi. "(1n 11orn])l'e rnárl.il' ele unas eRIzas-en 1In plnl.O ele Holanda ln cn~ezn))

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seria. En nuestras letras clásicas sobrepuj a la misma ",grave h01'fl­

lwia" que en la arquitectu'ra gótica hispana, No hemos proc.reado un Astolfo que vuela hasta la lt1l1a, ni nos pasó por mientes un Cie! de quince pies' c1:e altura, con voz fuerte como la ele diez mil true~ nos ... ; pero los ángeles relevan en la arada a San Isidro, y ta Vir­gen sin mancilla rellena el sitio de unh monja fugitiva (J02).

N uestros artistas-por instinto tradicional popular-aciertan con el elemento universal en 10 individual; la unidad ele su art~

sostiene los detalles ele su arte. Porque nuestra visióll adelgaza sus filos, hemos captado '1111a sinceridad intensamente individual. Val­clés Leal pinta como siente, con trazos rudamente expresivos (1°3) N o les tienta la lisonja c1:e agmdar; prefieren poner de bulto la visión propia, el concebir personalísimo, Afianzados de que su arte procede de "mrn:ba", labran su palabra para la eternidad: Fernando de Rojas, Mateo Alemán, Juan ele Valdés, Ribera, Zurbarán, Ve­lázquez, Cervantes . .'. permanecen 7!c'I,ticáles y armonizan los de-

, talles con 1m ritmo interior. Debido a la' alteza del elemento espi­ritual que ac.uña 10 material concreto, las deliciosas formas elel Renacimiento ganan la máxima gallardía, sorprenden carácter uni­versal en incidentes insignlficantes del Quijote. Lope de Vega, con su genio natural, desatencUó la solidez y profundidad de su tra­bajo, por dejarse encandilar ele obras extranjeras, por servir a

, / la propia reputación antes que deleitarse en labores de orfebre (104)

Acabamos ele rozar las eternas relacioneS de la poesía y de la Historia, Lo particular de la Histotia frota ~n 10 universal de la época ,al deS'doblarlo con destreza e! artista. 'El relato de hechos ~lesconocidos pertenece a la Historia; la agrupac.ión de tales hechos en un ambiej1te férvido se truecan en poesía: "Una misma acción y acontecimiento puede ser fábula e historia; como 10 sería la so­bredicha, que el que la escribiese en España sería poeta y el que en la India o donde 'aconteció, histórico. Lo que cuenta la historia 10 ceÍebra la poesía (JOS).

Lo cosmopolita en el clrama es superficial; la sustancia cle l

drama universal se exÚ:ae de! hogar: Cervantes ha elevado esce­llas reales por e! taladro de la imaginación en lo sustancial, que Jo

(102) B, GRACIÁN, El Cl'ific'¡lI, P1ll'l. 1, eJ'jsl 8, L. ASTIIA]';A ~lARi]';, Obl'as '/IIII",l'/'118 de Quevedo .. JutJ'., pág', t,.

(103) A, E. G, BELL, 1. e" pag', 281. (104) A, DE BERUE'I'B y MORE'!', Valdé, Leal, 11)11, jJüg', 1~1,.

(lO:;) .r, LÓPEZ PINCIANO, ¡·'i/o8otia lInli[/1I11 l)(jéUca, edil', 18\14, [l(lg', 171'>,

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exalta de lo particular a lo universal (106). Cervantes acecha el episodio épico en una humilde posada aí1daluza, en la cual agazapa el elemento .heroico de la vida ordinaria. Sus personaj es llevan ca­rácter de dura ¡.:onstancia, marcan sello de verdad eterna; hoy pal­pitan COIT10 hace tres siglos; una atmósfera moderna refresca el libro enteró (ro7). Es todo un milagro de renovada juventud.

EpÍLOGO: Quejul1l.bres por '1m HumanislNo peren'ne

El buen castellano cuiela sus facultades. Se ha escrito que un altivo espíritu ele honor y abnegación por defender una causa con­tinúah hacienclo honorable el nombre español; cuando el de España se había hundido en la insignificancia. La autoridad ele Felipe IT 110 flaqueó, pero su sistema ele gobierno adolecía de un gravísimo defecto: requería una mesnada de hábiles gobernantes, poderes. enérgicos ql1e impidieran 'la ruina del país y del imperio. Pernicio­sa amonestación la de Carlos V a Felipe II: "N o tel/gas confian.'Ja en nadir:. " Hombres probos que afr01{tan la responsabilidad ele amplios poderes salvan los imperios. Un solo hombre no gobierna dos munclos; puede faltar la cordura y puede faltar el vigor. De ahí que el talentudo JHariana escriba clarividente: "Todo 'lIa fUI/­

dado sobre falso." A la vista serena sucede el febriliSl110, que es trivialidad. Se

percibía que el coloso español l~vaba en sí el vací'ÜI y andaba con pies ele arcilla, Es la simbolización del barroco: un pavo real C011 pies ele' arcilla. Poetas, pensadores y artistas topan con la "irrea­lidad". El goce espontáneo ele la vida estaba muerto y la imagi­nación construía castillos ele elecadencia. Todo lo del mundo es como pompa ele jabón en riesgo de ser pinchada, que no tiene nada dentro y se pierde al romperse la preciosa irisación de profunda ,( irrealidad". Se lihrará de la destrucción manteniéndose en el . . .

aire (ro8). Había experierícia, pero desinHacla de humanidael (109). Al mundo irreal se le busca un consuelo en la fe, en la fort~leza de la renunciación: la helleza ele la ascética y de las flores elel campo.

No saG~l110s las cosas ele quicio si inclagamos: ¿ el seiscientos

(lQO) A. FAHINELLT, l/olio e S}JIl{]IW, 1029, vol. n, pág'. 1(\1. (107) A. E. n. BELL, 1. e., púg·s. 23-28.[ (l08) A. FAHlNELLl, liaNa e SpL/{]IW, j 92'9, vul. pág'. ltil. (10\1) ,T. MAwriKEZ CL'ÉLLAD, Dpsell{](1110 del Ilmll/¡¡'c, ".Clásicus o¡v¡<Indos", 1928,

vüg-llH1 1.:!4.

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HUMANISMO POSTRIDENTlNO 43?

es triunfo del realismo español sobre el Renacimiento? Un crítico responde:

"Es el triunfo en el arte de lo español sobre lo extranjero, Tena­cenlÍsmo y clasicismo. Pero decir arte español es decir realismo, y decir arte clásico es decir idealismo. El teatro y la novela de esté tiempo son el triunfo del realismo sobre el idealismo, triunfo entera­mente' español... El teatro de Lope y la novela de Cervantes, como la pintura de Velázquez, pusieron en ridículo todo lo clásico, fue);On el triunfo del realismC{ español sobre el clasicismo itáliano" (110)

. Renán ha escrito: "El español conserva su personalidad al imi­tar más que cualquier oHo." Es temerario sostener que el Rena­cimiento había de perder su espíritu si entraba en contacto con la crisÜandad. Fr. Luis de León y San Juan de la Cruz eligen t2-mas ,nacionales, entrelazan la poesía hebrea con la <;le Grecia y Roma para fraguar en una poesía original~ raramente superada en 'otras literaturas; poesía ck significación vital. Cualquier pagalio "culto'" podría leer con, íntima satisfacción estética nuestros místi­cos. Ellos encarnan 'la, unidad genial de Castilla, la fusión de lo universal y de lo individual, la intel~gencia y la voJuntad, la for­ma y el foildo, el espíritu y el estilo, lo poético y lo práctico. lü humano y lo divino: combinaron el fervor reli~ios~ con el entu­si:asl110 artístico, el pensamiento sutil y la frase armoniosa. No es cierto CIue aceptáramos el R enaciúlÍento en su forma externa: Fr. Luis de León es un "mentís" rotundo al profesar de escolá?­tico, de religioso, e il'nbuído hasta 'el tuétano de auras n!nacientes·.

El escolasticismo renovado por Vitoria, Vives, Maldonaclo. Suárez ... no es ,el fracaso del Renacil11iento, sino el triunfo y lar­ga duración de la Bdad de Oro. Entreverando vida y "letras, se aproxima España al espíritu ele la antigüedad clásica. España ar­moniza 10 escolástico y lo renaciente; ,en su decadencia lucha IPor esquivar la cristalización. Para eterna ventura nuestra, la origi­nalidad nos es" i'lldígcno", puesto que da significac.ión profunda <1

temas corrientes, sum~rgiéndose en la sabiduría milenaria y emer­giendo ataviada con una generosa vena de h'uma¡üc!ad universaL enc.ontrando entre los humildes lo permanente y universal, prestan­do contenido nuevo a lo individual (II 1).

(110) J. CE,JADOH) HislO1'ia de la LeuflufI !J Litel'allo'({ ('((NleUauas J vul. IV, ¡OIG, plíg'S. 4:1-41.~L. P. TH01\'lAS J Gón!/ul'a el le [jO "f!O l'i.'flll e, J\U 1, p(q:r. (-)8.

(111) L. PFANDL, HiStorio de {o li!UI/!/II'1/ I/f/cio!!ol eSj)(/finlo, Bnl'cclul1H, 1933, ))'1-gÍUtl 12.

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Se ha escrito que el barroco es el descenso dé! genio al plal10 el el talento. Por horror a lo mecánico e instinto por lo artísticb, matizaba la mejor sutilez1a con la mayor sencillez, ya que aun 10 más claro esconde su misterio. Creemos, ele veras, que el Renaci­miento guarda entre nosotros l'espeto para los demás, un recuerdo para Dios y los hombres, "para servir a Dios y la buena gente.))

"Lo que ayer fué un pasmo hoy viene a' ser ún desprecio, no por­que haya perdido de su perfección, sino de nuestra estimación,' 110

porque se haya mudado, antes porque no se nos hace de nuevo. Re­dimen esta civilidad del gusto los sabios con hacer reflexiones nueVas sobre las reflexiones antiguas, renovando el gusto con la afirma-ción" (112).

Sentimos con el señor Bonilla cjue:

"la historia de la literatura renacentista en España, aunque dignísima de recordarse, no ha sido escrita aún. En verdad hay importantes trabajos sobre la Edad de Oro y también algunas disertaciones, juz­gadas por excC/entes por algunos, que tratan de aquel tiempo,' pero ninguna es conocida ni sobresale" (11.3) ..

Cuando la genuina España recale su propia Edad de Oro abundará en originalidad, reafirmada en las buenas tradiciones del realismo español, y ... "los pájaros cantarán de núevo en sus anti­g'ttos nidos)).

Estimamos por más fácil extirpar' un 'cedro que una hierha, \

y más hacedero extinguir una cueva ele leones que un. nidal ele hor-migas. N o ;1ÚS éxitos ruidosos. Bástenos la inmortalidad de la" cosas frágiles, pero imperecederas.

Nuestro Renacimiento es la meta de la tradición y de la mo­dernidad; como ninguno, nuestro renacimiento acertó en la digni­ficación elel saber y en la dignificación ele las formas para todo trapsfigurarlo ante el amor ele la verdad. Hemos buscado la Ver­dad con a'm,or. Fr. Luis ele León y Fr. Juan ele la Cruz depuran de escorias y herrumbres el oro de la doc.trina elahorada por Jo" maestros de la Edad Media. La teología viste y luce joyas de eru­dición profana: el saber y la expresión radiante se hacen axioma y ritmo. El escolasticismo y el renacimiento van a cuajar' en pri­morosa turquesa (114).

(112) B. GHACIÁN, El Gl'UiCÚIl, parte r, cl'lsi .2 y 3, eLlic. Ce,iaelor. (113) A. BON1LLA, ellll"nl'. His[wJ/Ol'. liUel'ac inaccUtac, "Rov. HispaJl ¡que ", VllT,

lBOl, l)úg', 7 . . (114) FR. LUIS DE 1.E61';, Obl'as castellanas cO'lll]Jlelas, MUllTícl, 1 H44, illlJ'o<i. (le' Fú­

Jix Gurciu, pág·s. 10-17,

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HUMANISMO POSTRIDENTlNO 435

Fr. Luis de León y Fr: Juan de la Cruz profesan el tomismo como teólogos; arriman al platonismo como pensadores, son dá-. sicos. y místicos como poetas y exquisitamente renacientes como artífices y maestros del idioma. Ambos a dos sesíenten dulcemente asidos a la expresión directa y sincerísima de su propia alma, am­bos a dos convergen en la interpretación más auténtica "del alma ele España: el idealismo y el realismo, la aspiración vertical dél cielo y el tenaz apego a las realidades cotidianas. Entrambos monjes enhebran la desilusión ascética, el desencanto de que la vida es su,eño con la jugosa piedad humana, (:0n el goce sencillo de las cosas creadas-buenas y bellas-, con la: paz y quietud interiores del hombreconcorcle que instala en el centro de su alma a Cris­to (IIS).

La perfección de las cosas radica en que cada uno de nosotros remede 1111 mundo perfecto, para que, estando todos en mí y yo en todos los otros, se enlace toda aquesta máquina del Universo. Es la suma aspiración del humanismo teológico, integrador de !'a uni­dad de las cosas -en la conc01'dia y en el acatamiento de Dios. He aquj la éélula plasmática del Renac1miento español que, superando lo literario, se entrelaza con vigor a lo teológico y a 10 étic.o, por­que 'reintegra el hombre a Dios siempre y cuando elel mismo Dios derivan las perfecciones elel ser comunicables a todos los seres que se agitan en torno ,a J eSl1cristo, porque· en E'l surte su corazón ele existir e incluso la forma ele ser; el Cristo es el motivo primario de la Encarnación y dé las hermosuras criael'ts, el centro de gravi­tación y ele unidad de las cosas y de las almas,

Nuestros místicos han humanizado el misticismo, han rebaja­do la visión y extática a términos de razón, al nivel del dolor uni­~ersal humano; la llama de a 1110 l' viva de San Juan ele la Cruz se hun1aniza, no menos que las gracias del Ren;¡¡cimiento, tan procliyes a la sen~ualidad y a la paganía, cristianizaron en su espíritu y re­cibieron el crisma ele unción católiCa.

La metafísica y la poesía, la teología y la mística, se desposa­ron en feliz conjunción en la obra multiforme y universal elel mis­ticismo español. Su labor literaria es una .oda senticlísima que la España mística y pensadora, arada por las más desemejantes co-, rrientes ideológicas, en1.ona a la unidad. Pensamos. que la "Lla-11W" y los" N o1'i'1bres de Crüto" son un hito teológico y una ma-

(115) J. GmrA y TOMAs, Jesllcl'is/.o, el hum/Fe ti1'O, Jlág·, 353 Y slg's, JI s1,,'ctos hu-mal/os ele Jeslls. nág·, 253, en Jrs,-RpclellIOl', .~ ,

7

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raviUa estilística en que por igual han cooperado el pensador- y el poeta, el estilista y el hombre del Renacimiento, dos gemelas fren-, tes saturadas de amplio y recio saber (Ir6). Páginas adorables las de uno y otro libro, que forc.ejean, con idéntica porfía, la hermo­sura elel lenguaje trabajado como por manos pacientes de orífice, el sosiego silente de pensamiento ancho y profundo, el vuelo raudo e impávido del espíritu y aquella concordancia musical de las ideas y de las formas qu~ apenas si cej a en los trances mordientes de la adversidad por un temblor dolorido de unas frases rociadas de quejido' poético. ¡Fr. Luis,- Fr. Juan! Les soy deudor de subidos deleites; los he cataclo a sorbos, como se paladea un licor preciosí­simo (I r 7). En asuetos y ocios forzados los he leído pausadamente, con más honda gustación a la hora en que las sombras c,ada vez más largas caen de los mQJ,:ües cada vez más altos, a la hora de los poe­tas y de los ruiseñores. Sabiamente descuidados en su casto y des­ceñido aliño, sencillos en su limpieza lustrosa, riquísimos en su densidad hebraica.

Hay cosas dichas, sentidas e interpretadas por nuestros místi­cos como en fórmulas sagradas. i Las dicen de tan celestial y egre­gia manera!

Los místicos nuestros legáronnos páginas soberanas en plastici­dad, en belleza y gracia. Puestos a imprimir corporeidad al deleite súbito del alma que se asií11ila al Esposo, Cristo, derrochan propó­sito bizbirondo; navegan por un mar de dulzor y acaban por abra­sarse gozosal11en~e en la llama de un fuego que acend:ra sin con­sumil'. Por supuesto que el empeño moviliza palabms con fulgor de estrellas extraviadas y con ardor de ascuas recogidas.

La pléyade de l1uestros escritores místicos surge de una l~j-.

minosasíntesis que unifica y atrapa las. inquietudes intelectuales, las ansias ele renovación del siglo, la perennidad ele las ideas teo­lógi~as amenazadas y~ de cristalización, las corrientes de la cultura universal-la profana, la judáica, la cristiana-'--, acanalando las vi·· vencias todas psicológicas hacia el centro ele convergencia ecuméni­ca que es Cristo (r r8). Como níngún otro pueblo hemos sentido la emoción ele Jesucristo. Para la exaltación cristiana hemos ~ontri-

(l16) p, SÁINZ RODRÍGUEZ, [nlrOL/:itcción a la Historia. de la L"iteJ'alw'a 11Hs/:il'g,.' Maclrül, 1 U2Ü, püg's, 10-14.

(117) VALilUEN<I PRA'!', Histm'üt de la literalll,'a eS¡JIlfíola, Barcelona, voluF"en TI, pág'ina 540.

(1'18) FR. LUIS DE LE6N, Obms yasleUa.l/as e01l1jJlelas, Maclricl, 1944, IlItrod. pú­. g'jnas 27 -29,

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HUMANISMO POSTRIDEr:.TINO 437

buído con todos los valores humanos : 10 lírico y lo estético, la luz, el amor, la vida ... ; de ahí que nuestro pensamiento sea tan pro­fundo como bdlo, tan armonioso y acabado en el estilo (II9). In­deleblemente el oreo <'lel RenacimiE!nto nos torna exquisitos y mo-dernos, muy modernos (r:w). .

i Gran bagaje, grande sacrificio, ingente aportación en un siglo en que el amoralis1110naturalista picaba cada vez más en laico y descreído! i Señal', que siempre nos reclinemos sobre la belleza in­finita, sobre el bi'en indefectible y que nuestro SU1110 descanso apo­ye en Ti, Señor!

Se ha escrito que, a r1,1ayor aristocracia ele ideas y de 'expre­sión, ;;t más certera protunelic1ad y síntesis en el calado ele los mis­terios elel alma, menos núcleo y más selecto de aficiolT>aelos. ¡Que el lenguaje poético es tan difícil como el filosófico, tan arduo como el cierítífico!

Primero li grieta ele la paloma que el nido del águila. Molido el pecho ele cOl1triccióú, volvemos del barroco, de lo intrincado, ele Jo tortuoso. i Qúe sobre el tallo humilde del romero caiga una lá­grima ele 1,a Cultura!

(11()) M, MENÉNDEZ y PEL,\YO, LII 110csíll IlIíslím en España, "Estuclios y discurso!' ele crHicn)), yoL II, HJ41, págs. OIÍ-gG. I

(120) DÁMASO ALONSO, La poesía de 8111/ .fU(/1/ ele la C'I'IIZ, Marll'jel, 1943, pág'i-p~s 249:..?50. "fnsa~ros", pflgS. f21 y 152.

"El ateísmo y materialismo que se han apoderado de 'tantas con­

ciencias y señorean, desgraéiadamente, tantos pueblos, difícilmente po­

drán comprender a una naci'ón c~tólica que, por el hecho de serlo,

,ha aceptado como ley suprema tmtre sus hombres aquella inigualable

doctrina por la que Cristo murió en el Calvario'." ~

Del GENERALISIJVrO (1 de enero de I947). t¡>~ ,