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III.- EL CASO DE OPERACIÓN MASACRE DE RODOLFO WALSH
Rodolfo Walsh nace en 1927 en Choele Choel, una localidad de la provincia de Río
Negro, en 1944 empieza a trabajar en la editorial Hachette en Buenos Aires como
corrector de pruebas y después como traductor de cuentos policiales. A los 24 años de
edad, comienza a publicar sus cuentos en la revista Leoplán, durante los siguientes años
continúa redactando notas literarias para la misma revista y escribiendo cuentos
policiales, entre ellos “Los nutrieros”, “Los ojos del traidor” y el compendio de cuentos
Variaciones en rojo. Para entonces, Walsh es traductor del inglés, jugador de ajedrez,
experto en cuentos policiales y, sobre todo, un periodista cuya ambición más grande es
ser escritor.
A partir de 1955, con el triunfo de la Revolución Libertadora en Argentina, sus
intereses periodísticos y literarios sufren una transformación: Walsh deja las notas
literarias para incursionar en el mundo de la política con notas de interés general. Sin
embargo, su primer artículo de este tipo (“2-0-12 No vuelve”), acerca de un piloto de la
armada, es vetado por la Marina, y es entonces cuando el periodista comienza a
enfrentar a las instituciones gubernamentales.
Un año más tarde, Walsh escucha por accidente una noticia que lo obliga a
iniciar una serie de investigaciones, durante las cuales “las experiencias vividas lo
llevaron a modificar sustancialmente sus ideas políticas, su interpretación de la historia
nacional y del fenómeno literario” (Pérez 131). En 1957, Walsh da a conocer los
resultados de la investigación, primeramente como notas periodísticas seriadas que
aparecen en la revista Mayoría, del 27 de mayo al 29 de julio, en un total de nueve
notas. Tiempo después, tras agregar apéndices, corolarios, desmentidas y réplicas, las
nueve notas se publican en forma de libro con el título Operación masacre, que pasará
por cuatro ediciones: 1957, 1964, 1969 y una última en el 2000.
64
La trascendencia de esta obra se debe a que el escritor-periodista Rodolfo Walsh,
toma un acontecimiento político que ha marcado a la población argentina, y lo
narrativiza, creando una versión de los hechos que pueda ser asimilada por el lector.
Operación masacre se convierte así, en uno de los primeros ejemplos de literatura de no
ficción en Hispanoamérica.
No obstante, es importante aclarar que Rodolfo Walsh no intenta al escribir su
libro, crear conscientemente un nuevo género literario, prueba de ello es que la
investigación aparece primeramente en notas para una revista. La prioridad de Walsh, y
de ahí también su trascendencia en la vida social y política de Argentina, es denunciar
un crimen que la gran prensa -o la prensa oficial- no registra ni reconoce. En el prólogo
a la primera edición de su obra, Rodolfo Walsh hace constar su denuncia argumentando
que “escribe este libro para que sea publicado, para que actúe, no para que se incorpore
al vasto número de las ensoñaciones de ideólogos. Investiga y relata estos hechos
tremendos para darlos a conocer en la forma más amplia, para que inspiren espanto,
para que no puedan jamás volver a repetirse” (88).
De acuerdo con lo anterior, José Luis Benavides, en un artículo para la Revista
Mexicana de Comunicación titulado “La herencia periodística de Rodolfo Walsh”,
expone que la importancia de la obra de Walsh se halla en ejemplificar “el desafío clave
que enfrentan los periodistas independientes de la región: la necesidad de superar el
silencio de la gran prensa -ya sea por miedo o colusión- acerca de los crímenes
cometidos por el aparato del Estado” (42).
Esa necesidad de superar el silencio conduce a Walsh a implementar nuevas
estrategias de denuncia social y política, por lo que acude a las técnicas literarias de los
cuentos policiales para exponer el resultado de sus investigaciones periodísticas. De esta
manera, Operación masacre logra consolidar la fusión entre periodismo y literatura
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-realidad y ficción- constituyéndose como un hito no sólo del periodismo investigativo,
sino también de la literatura testimonial que expone las injusticias de un sistema de
gobierno, con la concientización de masas como premisa fundamental. Es pues,
Operación masacre el ejemplo más representativo, debido a su forma y contenido, de la
novela reportaje hispanoamericana.
3.1 SUCESO HISTÓRICO NARRADO
En 1952, Juan Domingo Perón asume la presidencia de Argentina por segunda ocasión;
durante los primeros meses de gobierno todo parece marchar bien: Argentina se
posiciona como proveedor de los países centrales, gracias a las exportaciones de carnes
y granos a las potencias beligerantes. Sin embargo, más adelante su gobierno sufre
diversas fracturas: a) la economía empeora debido a las medidas emprendidas por su
ministro de asuntos económicos, b) la carne aumenta exponencialmente sus precios por
lo que Estados Unidos depone a Argentina del plan Marshall, c) a su oposición se
suman cada vez más integrantes. Los partidos opositores aprovechan la situación
económica y social del país, para desmeritar y denunciar las elecciones políticas de su
gobierno. Los conflictos políticos entre partidos se acentúan, provocando la muerte de
miles de inocentes, y la destrucción de algunas plazas e instituciones públicas del país.
Entre 1954 y 1955 un nuevo enfrentamiento entre Perón y la Iglesia católica,
provoca un incremento de violencia y oposición a su gobierno. El conflicto se agudiza
cuando en mayo de 1955 un grupo de legisladores oficialistas presentan un proyecto
para convocar a una nueva Convención Constituyente que entre otras reformas
realizaría la separación de la Iglesia y el Estado, el proyecto es aprobado.
Alentado por los conflictos ocasionados por la aprobación de las nuevas
reformas -legalización del divorcio vincular, los prostíbulos, y derogación de la
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enseñanza religiosa en las escuelas públicas-, un sector rebelde de las Fuerzas Armadas
bombardea la Plaza Mayo con la intención de asesinar a Perón, pero no lo consigue.
Como respuesta a este atentado, los simpatizantes del gobierno peronista incendian la
Curia y varios templos como el de San Ignacio, Santo Domingo y San Francisco.
Luego de estos sucesos, Juan Domingo Perón intenta ejercer una política de
conciliación, pero el resultado es negativo: en septiembre del mismo año, el general
Eduardo Lonardi pone en marcha la acción revolucionaria denominada la Revolución
Libertadora que finalmente consigue derrocar a Perón.
Eduardo Lonardi asume la presidencia de Argentina el 23 de septiembre de
1955, respaldado por ultracatólicos y nacionalistas; sin embargo, sus políticas
despiertan la oposición de quienes demandan medidas más duras, entre ellos el General
Pedro Eugenio Aramburu, quien tras un golpe interno de las Fuerzas Armadas,
reemplaza a Lonardi el 13 de noviembre de 1955.
El General Pedro Aramburu establece medidas mucho más drásticas y nada
conciliadoras: emprende el juicio por traición a la patria contra Perón y figuras de su
gobierno. El partido peronista es proscrito y la mayor parte de las fundaciones creadas
por Perón y su esposa son liquidadas y clausuradas. El gobierno de Aramburu se
caracteriza por el intento de desperonizar7 a la nación Argentina; cualquier emblema,
canción y nombre asociado al peronismo es prohibido y castigado legalmente.
Ante esta situación de represión, el general peronista Juan José Valle dirige una
acción revolucionaria que estalla los días 7 y 8 de junio de 1956, y cuya pretensión es
devolver el poder a manos de Juan Domingo Perón, no obstante el intento
revolucionario es sometido y la acción culmina con el fusilamiento de un grupo de
civiles y del mismo Valle.
7 Esta palabra es utilizada por Pedro Eugenio Aramburu en algunos de sus discursos políticos.
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En Operación masacre Rodolfo Walsh analiza un episodio de la campaña
represiva que el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu emprende contra militantes
peronistas y simpatizantes, por considerarlos sospechosos de participar en una
conspiración revolucionaria contra el presidente de la nación.
3.1.1. LA INFORMACIÓN OBTENIDA Y EL PROCESO PARA OBTENERLA
La obra Operación masacre es el resultado de una exhaustiva investigación que realizan
el autor y una amiga periodista, Enriqueta Muñiz, acerca de los fusilamientos
clandestinos de algunos civiles supuestamente implicados en el movimiento
revolucionario de los generales Valle y Tanco.
Rodolfo Walsh toma este acontecimiento sucedido la noche del 9 de junio de
1956 y narrativiza la historia no sólo de los civiles fusilados, sino también del proceso
completo de su investigación; lo cual quiere decir, que la novela se integra como tal a
partir del montaje ficticio de dos elementos reales imprescindibles: a) la información
obtenida por el autor y b) el proceso que realizó para obtenerla.
La información obtenida por el autor
Esa misma noche del 9 de junio, Rodolfo Walsh se encuentra en un café de La Plata,
jugando ajedrez, cuando es sorprendido por el tiroteo con que empieza el asalto al
comando de la segunda división y al departamento de policía, en la fracasada
insurrección militar de Valle. Tras escuchar los ruidos, los jugadores de ajedrez salen
del café y se dirigen hacia el lugar de los hechos -la plaza San Martín- pero a medida
que se van acercando mayor número de personas van quedando atrás. Cuando el
periodista consigue llegar a su casa -dos horas más tarde-, escucha desde la persiana el
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grito desgarrador de un civil moribundo: “No me dejen solo, hijos de puta”8. Este grito
de Bernardino Rodríguez será el primer elemento de esa noche que conmueve a Walsh.
Sin embargo, a partir de esa noche el grito del civil será lo único que Walsh
desea recordar, “después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada
anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que
anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no
me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa” (9). El periodista cree
poder olvidar el incidente, y durante seis meses lo pone de lado, dedicándose en ese
tiempo a sus acostumbrados cuentos policiales y notas periodísticas de información
general.
El 18 de diciembre de 1956, en el mismo café de La Plata, Walsh escucha
casualmente la noticia sobre la masacre del distrito José León Suárez, la información
que obtiene en ese momento es imprecisa, no obstante recupera un dato que será el
punto de partida de su investigación: “Hay un fusilado que vive”.
Así nace aquella investigación, este libro. La larga noche del 9 de junio
vuelve sobre mí, por segunda vez me saca de ‘las suaves, tranquilas
estaciones’. Ahora durante casi un año no pensaré en otra cosa,
abandonaré mi casa y mi trabajo, me llamaré Francisco Freyre, tendré
una cédula falsa con ese nombre, un amigo me prestará una casa en el
Tigre, durante dos meses viviré en un helado rancho de Merlo, llevaré
conmigo un revólver, y a cada momento las figuras del drama volverán
obsesivamente.
8 Los datos acerca de la vida de Walsh la noche del 9 de junio de 1956 son extraídos de los distintos prólogos y epílogos de la novela Operación masacre, que contiene la edición De la flor, publicada en el 2000.
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Después de un año de investigar los hechos, indagar en diarios locales de la
época, fotografiar el lugar de los fusilamientos, y entrevistar a los allegados de las
víctimas, Rodolfo Walsh y Enriqueta Muñiz descubren lo siguiente:
• Alrededor de 14 civiles son detenidos el nueve de junio de 1956, antes de
medianoche, por lo tanto antes de decretarse la Ley Marcial que permitía al
teniente coronel Fernández Suárez tomar la decisión que toma: mandar fusilar a
los civiles.
• No existe solamente un sobreviviente de los fusilamientos clandestinos, sino
siete: Livraga, Horacio Di Chiano, Rogelio Díaz, Miguel Ángel Giunta, Julio
Troxler, Norberto Gavino y Reinaldo Benavídez.
• Los civiles que capturan se encontraban reunidos en el departamento de un
hombre llamado Torres, viendo la pelea de box del campeón Lausse contra el
chileno Loayza.
• Se sabe que Torres y Gavino estaban complicados en el motín dirigido por
Valle. Carranza y Lizaso solamente estaban enterados. Los que no sabían
absolutamente nada y sólo acuden al departamento de Torres a presenciar la
pelea o jugar cartas, son: Brión, Giunta, Di Chiano, Livraga y Garibotti. La
actitud de Rodríguez y Díaz, a falta de datos concretos queda a la sombra. En
cuanto a Troxler y Benavídez, ellos son detenidos únicamente por entrar al
departamento, poco importa si estaban o no comprometidos.
• Los detenidos son trasladados a la Unidad Regional de San Martín, se les hacen
unas cuantas preguntas sin importancia, que en sí no constituyen una
declaración -como estipula Fernández Suárez en el juicio que posteriormente se
lleva a cabo-.
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• La orden de los fusilamientos se da apenas unos minutos después de que la Ley
Marcial entra en rigor, por lo tanto, aun dado el caso de que los civiles
estuvieran conspirando contra el gobierno, no existía en el momento de su
detención una ley que permitiera al teniente coronel mandarlos fusilar por ello.
Los fusilamientos se convierten por lo tanto, en un acto de homicidio.
• Algunos sobrevivientes son encarcelados y maltratados sin que el gobierno
tenga pruebas, evidencias o razones para hacerlo.
El proceso de investigación que realiza el autor:
Cuando Walsh escucha en el café que uno de los fusilados vive, su interés por la historia
despierta sin saber exactamente por qué razón. Esa misma noche pide más datos acerca
del suceso, y a la mañana siguiente conoce al primer actor importante del drama: el
doctor Jorge Doglia. El doctor refiere a Walsh datos sobre las torturas y maltratos que la
policía de la Provincia realiza; le comenta que dos meses antes él mismo había
denunciado los fusilamientos ilegales ante el Servicio de Informaciones, pero que nada
se hizo al respecto.
En cuanto al sobreviviente de los fusilamientos, esa noche consigue el primer
dato concreto: su nombre es Juan Carlos Livraga. Cuando Walsh se entrevista con él,
Livraga le cuenta toda la historia, inclusive le presenta la fotocopia de la demanda
judicial que meses antes había efectuado: “un hombre que decía haber sido fusilado en
forma irregular e ilegal se presentaba ante el juez del crimen para denunciar ‘a quien
resulte responsable’ por tentativa de homicidio y daño” (90).
El relato de Livraga le otorga otro dato importante: existe un segundo
sobreviviente llamado Miguel Ángel Giunta. Después de hablar con él, Walsh cree que
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el caso se ha cerrado, sin embargo a Giunta le sucede algo similar que a Livraga,
recuerda que hay otro sobreviviente.
Después de cuatro meses de búsqueda, el periodista logra entrevistarse con los
tres sobrevivientes, y descubre quiénes se encontraban en el departamento y quiénes
lograron escapar del lugar de los fusilamientos. “He hablado con familiares de las
víctimas, he trabado relación directa o indirecta con conspiradores, asilados y prófugos,
delatores presuntos y héroes anónimos” (91). A continuación enlisto a las personas que
Walsh y Enriqueta Muñiz9 entrevistaron durante el transcurso de la investigación:
1. Fernández Suárez en su informe ante la Consultiva provincial el 18 de
diciembre de 1956.
2. Declaración de Miguel Ángel Giunta
3. Testimonio oral de Horacio di Chiano
4. Declaración firmada por Norberto Gavino
5. Declaración conjunta firmada por Julio Troxler y Reinaldo Benavídez
6. Testimonio de la viuda de Vicente Rodríguez
7. Testimonio de los familiares de Mario Brión
8. Testimonio de la viuda de Nicolás Carranza
9. Testimonio de la viuda de Francisco Garibotti
10. Testimonio de los familiares de Carlos Lizaso
11. Testimonio de Juan Carlos Torres
12. Testimonio de los familiares de Giunta
13. Testimonio de los familiares de Livraga
14. Testimonio de los familiares de Di Chiano
9 La información la obtengo de la Introducción a la primera edición de la obra, en marzo de 1957. Enlisto a las personas que fueron entrevistas porque este dato me será útil más adelante para analizar la novela reportaje y su relación con los testimonios y documentos oficiales.
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A través de estos testimonios y otros datos oficiales de la prensa local, Walsh
descubre además, el cuaderno de transmisiones de la Radio del Estado, en el cual se
aprecia que la Ley Marcial fue anunciada unos minutos después de medianoche, por lo
que este dato denuncia la injusticia cometida por el teniente Fernández Suárez: los
fusilamientos no tenían razón de ser, no existía aún una ley que permitiera mandarles
matar.
Tiempo después de presentar la información, se realiza una serie de juicios en
contra de Rodríguez Moreno, el ejecutor, y Fernández Suárez. Cuando todo parecía
indicar que finalmente los dos asesinos serían reprendidos, el juez traslada el juicio a
otras instancias militares, puesto que el asunto excede su competencia. El caso de
Fernández y Moreno se olvida, y ambos disfrutan de su libertad.
De esta manera, habiendo recabado toda la información posible acerca de los
sucesos del 9 de junio de 1956, Rodolfo Walsh narra la historia de los civiles fusilados
clandestinamente, con la intención de dar a conocer los hechos que la prensa oficial
había escondido durante todo ese tiempo. En la Introducción de la primera edición de
1957, Walsh reitera que
esta obra no persigue un objetivo político ni mucho menos pretende
avivar odios completamente estériles. Persigue -una entre muchas- un
objetivo social: el aniquilamiento a corto o largo plazo de los asesinos
impunes, de los torturadores, de los ‘técnicos’ de la picana que
permanecen a pesar de los cambios de gobierno, del hampa armada y
uniformada. (91)
A pesar de que las primeras notas periodísticas acerca del acontecimiento logran
incomodar al gobierno y despertar el interés del lector por la historia, no es sino hasta
que éstas se publican en forma de libro que la denuncia exhibida se fortalece y mueve
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más a la acción ciudadana. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué una noticia narrada como
novela impacta más que una nota periodística?
3.2 ESTRUCTURA Y CONSECUENCIA
Ángel Rama, en su libro Literatura y clase social (1983), dedica un apartado al estudio
de la obra de Rodolfo Walsh (“Rodolfo Walsh: La narrativa en el conflicto de las
culturas”), en éste, el crítico menciona que cuando la noticia de los sucesos llega a
constituirse como libro,
el autor no se limita a juntar sus notas periodísticas. Las reelabora para
que la campaña de denuncia devenga la materia del libro, como uno de
sus temas, de modo que en ellos se describe el proceso de la
investigación policial cumplida por un periodista-detective al mismo
tiempo que se dan a conocer los sucesos y los personajes-actores,
manejando los recursos del género. (228)
Como mencionamos anteriormente, la novela reportaje Operación masacre se
construye a partir de esos dos elementos: la narración de la información obtenida -el
suceso- y el relato del proceso de investigación. Para lograr conjuntar ambos elementos,
y además, como indica Rama, para que la denuncia se constituya como uno de sus
temas, Rodolfo Walsh divide su obra en tres diferentes apartados: a) Las personas, b)
Los hechos, y c) La evidencia.
Las personas:
En este apartado, Walsh introduce a los civiles que estuvieron involucrados en el
fusilamiento clandestino del 9 de junio de 1956, expone trazos de la vida de cada uno de
ellos minutos antes de acudir al departamento de Torres, en el barrio Florida. Las
descripciones de los personajes y sus respectivas familias nos permiten conocer sus
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ideas políticas y las posibles razones que éstos tuvieron para acudir a ese departamento.
Como indica Alberto Julián Pérez, en su artículo “Operación masacre: periodismo,
sociedad de masas y literatura”, el autor “hace una presentación costumbrista de la vida
cotidiana de cada uno de ellos. Será la catástrofe del crimen la que los saque de ese
anonimato que viven.” (133)
Walsh divide el apartado en pequeños capítulos que titula ya sea con el nombre
de los personajes, o bien con frases que permiten conectar a un personaje con otro en el
transcurso de la narración. Cito como ejemplo el capítulo uno, titulado “Carranza”, en
éste se describe a un hombre infeliz, peronista, que es perseguido por la justicia.
Después de la descripción del personaje, se prosigue con la narración de las peripecias
que sufren su esposa Berta Figueroa y su hija, Elena. El capítulo finaliza cuando alguien
llama a la puerta pero el lector aún no sabe quién. En el segundo capítulo, “Garibotti”,
el lector se percata de que el personaje que ha tocado a la puerta de Carranza es
Garibotti, y entonces el autor, de la misma forma, describe ahora a su segundo
personaje.
En el caso de los capítulos titulados con una frase, éstos no sólo consiguen
conectar a los personajes entre sí, sino que también contribuyen a aumentar el suspenso
de la historia. Para ejemplificar el caso, cito el capítulo siete “Alarmas y
presentimientos”, en el capítulo precedente se describe a uno de los personajes que
aparentemente estaba enterrado de la insurrección de Valle, Carlos Lizaso. Cuando éste
sale de su casa rumbo al departamento de Torres, se despide de su novia dejando en su
casa una nota de papel que dice: “Si todo sale bien esta noche…”.
En el capítulo siete, un hombre que presiente lo que va a suceder entra por el
muchacho al departamento, sin embargo Lisazo no lo escucha y permanece ahí. Más
adelante nos enteramos de que la única razón por la que Marcelo deja que Lisazo se
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quede en el departamento es porque Gavino le ha asegurado que no habría nada esa
noche. Este séptimo capítulo encabezado por una frase alerta al lector de que algo grave
está por suceder, conecta la aparición de Gavino en escena, y al mismo tiempo,
implícitamente, anuncia la muerte de Lisazo.
En general, el apartado que describe a las personas, “muestra la humanidad y la
inocencia de los personajes que animan la tragedia” (134). Walsh subjetiviza la
personalidad de los civiles, “eleva a los trabajadores a una altura casi mítica. Les da
carnatura existencial, serán los mártires de la clase obrera” (134). La subjetividad de las
descripciones permite que el lector se identifique fácilmente con las víctimas.
El primer apartado finaliza justo cuando la policía irrumpe violentamente en la
escena, casi derribando a golpes la puerta de la casa de Horacio Di Chiano.
Los hechos:
En este apartado el autor narra los sucesos a partir de que la policía llega a la finca de
Horacio Di Chiano, o bien al departamento de Torres, preguntando agresivamente por el
prófugo peronista, General Tanco. Los hechos abarcan desde la captura de los civiles en
este departamento hasta su traslado a José León Suárez para ser fusilados.
La reconstrucción de los hechos le permite al autor “intercalar la narración de las
vicisitudes que viven los miembros del grupo, desde que los llevan detenidos a la
Unidad Regional de San Martín, con los sucesos políticos ocurridos durante la
Revolución del General Valle”. (136) De esta manera, el lector está al tanto de lo que
sucede con el general Valle y el teniente Fernández Suárez mientras los fusilamientos
clandestinos se llevan a cabo.
Rodolfo Walsh describe aquí la actitud y las acciones injustas de las autoridades
que detienen a estos hombres. Inclusive, observamos cómo los policías se burlan de la
76
situación de los civiles, mientras que éstos permanecen en silencio únicamente
preguntándose por qué razón están detenidos y qué se hará con ellos.
Otra de las escenas que se detalla minuciosamente en esta sección es la que
corresponde a la acción de los fusilamientos. El autor relata con singular intensidad el
momento en que algunos de los civiles son bajados del colectivo y obligados a caminar
de espalda a sus ejecutores. Se describe el atroz fusilamiento de los primeros hombres,
el heroísmo de Troxler que, tras enfrentar a un oficial, permite que algunos de los
civiles escapen, y sobre todo el tiro de gracia que recibe Juan Carlos Livraga en la
mandíbula.
Hacia el final del apartado se expone la vida de los sobrevivientes un día
después del fusilamiento. Aquí nos enteramos que Juan Carlos Livraga vive y que es
trasladado a una clínica; que días después es detenido y enviado a la correccional; que
Giunta también es encarcelado; que el padre de Livraga envía algunos telegramas a las
autoridades -incluidos en la narración- con el fin de encontrar a su hijo, ya que ningún
jefe de policía le brinda información acerca de su paradero.
La evidencia
En esta última parte, Walsh incluye los documentos oficiales que fundamentan su
narración, encontramos, por ejemplo, la confesión de Fernández Suárez, el expediente
del caso Livraga, las fojas numeradas del juicio emprendido contra el teniente coronel y
Rodríguez Moreno, las disposiciones por escrito del juzgado, y finalmente la
interpretación del caso por parte del autor.
Walsh se transforma en un abogado y fiscal que va desenmascarando a los
culpables de los asesinatos de José León Suárez, mientras que los policías responsables
de la masacre se vuelven los personajes principales de la sección.
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El tercer apartado es importante porque, mediante la evidencia presentada, el
periodista logra desmentir los comentarios negativos acerca de la veracidad de su obra,
a la vez que “demuestra que el Estado ha olvidado su misión política y ha cometido un
crimen contra los ciudadanos” (Pérez 138)
Hasta el momento, los tres apartados en los que Walsh divide su obra no son
suficientes para delimitar la diferencia entre las notas periodísticas y la novela reportaje.
Tanto la descripción de las personas y los hechos, como la presentación de la evidencia,
no dejan de ser meras técnicas periodísticas. Entonces, ¿qué es lo que hace que
Operación masacre sea reconocida como una obra literaria?
Según la propuesta de Amar Sánchez el simple hecho de incluir paratextos
ficcionaliza el relato (El relato de los hechos 90). Sin embargo, vemos que esto no es
necesariamente cierto, el uso de los paratextos no ficcionaliza el relato sino que advierte
la ficcionalización a la que se enfrentará el lector: a) la confluencia de dos pactos de
lectura distintos y b) el desdoblamiento del autor como detective y narrador.
a) Anunciar la confluencia de dos pactos de lectura: el autor incluye los
paratextos para argumentar que todo lo que el lector está por leer se
ha basado por completo en una investigación real y exhaustiva. Tanto
el prólogo como el epílogo constituyen una acción persuasiva por
parte de Walsh, ambos anuncian la relación directa del relato con la
realidad, lo cual indica que el lector debe acercarse al texto sabiendo
que los sucesos relatados en él han ocurrido realmente. Es decir,
mediante los prólogos y epílogos el lector sabe que la obra ha
atravesado un filtro de selección y que la información ha sido
jerarquizada de acuerdo al autor y su intención.
78
b) Desdoblar la personalidad del autor como detective: cuando
analizamos la estructura de la obra, se mencionó que ésta consta de
dos partes, la narración del proceso de investigación y el relato de los
sucesos. La función de los paratextos en este caso, es permitir al
autor desarrollar libremente el procedimiento que siguió durante su
investigación. De manera que aquí el autor se desdobla como
detective cuya responsabilidad es llegar al fondo de los sucesos.
Rodolfo Walsh invita al lector a descubrir junto con él la verdad de
los hechos, tal como sucede con sus cuentos policiales: el autor se
transforma en detective que va exponiendo las pruebas del caso y va
dando pistas a su lector para que juntos desentrañen la verdad. Al
final, con la inclusión de los epílogos, Walsh ofrece respuestas y
concluye con los resultados de su investigación, que a diferencia de
los cuentos policiales, en este caso, no hay final feliz.
Los paratextos lejos de representar por sí mismos la ficcionalización del relato,
anuncian de alguna manera, los recursos literarios que el autor ha empleado en el
manejo y reconstrucción de la información obtenida.
3.2.1 RECURSOS LITERARIOS EMPLEADOS
Antes de dar a conocer las notas periodísticas acerca de los sucesos narrados en
Operación masacre, Rodolfo Walsh intenta publicar un reportaje inicial sobre Juan
Carlos Livraga, pero éste es rechazado por los distintos semanarios a los que acude.
Este rechazo le brinda al autor un indicio más para aseverar que la prensa oficial
restringe arbitrariamente la información; por lo que el publicar Operación masacre en
notas periodísticas, significaría caer en lo mismo, la información sería sometida a la
79
manipulación política por parte de las autoridades. Como de hecho vemos que sucede
con las primeras notas publicadas en Mayoría en 1957: distintos periódicos locales
amparados por Fernández Suárez emprenden una campaña de difamación a los textos de
Walsh: “…fraguando los detalles de ese episodio…”, “…la información sobre los
fusilamientos sirvió de base para desarrollar una campaña contra el teniente coronel
Fernández Suárez…”, “un periódico en el que formula denuncias sobre supuestas
torturas…”10.
Ante esta situación el periodista tiene que recurrir a otros métodos discursivos de
denuncia, métodos que le permitan disponer de la información sin el temor de que ésta
sea corrompida u omitida por la prensa oficial. Es así que Walsh opta por un tipo de
relato documental apegado a lo demostrable, un relato donde la ficción no sea entendida
como mentira o enmarañamiento de la verdad, sino como medio para presentar una
verdad y una denuncia que no sea difamada ni sacralizada como arte.
Carolina Castillo en su artículo “Walsh y el uso del enigma en el contexto de los
tiempos”, demuestra claramente la inquietud del escritor por crear una nueva forma de
arte que mantenga el equilibrio entre la literatura y el reportaje periodístico, aludiendo a
la idea de que
recuperar la revolución desde el arte, saltar el cerco, sacudir, inquietar y
molestar con las palabras, que no quieren ser oídas por el poder en turno,
supone la revisión de ciertos hechos o episodios de la historia, para
instrumentalizarlos en términos literarios, si se quiere, pero también
políticos, en una búsqueda por la verdad y la justicia. (3)
La novela reportaje representa ese vínculo entre periodismo y literatura, esa
“otra lectura de lo real que para constituirse narrativiza, ya sea por el modo de disponer
10 En el obligado apéndice de la primera edición: “La mentira como profesión”, Walsh desmiente la campaña que se ha emprendido en contra de sus notas.
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el material como por la reconstrucción de los diálogos, la descripción de los
‘personajes’, el sistema secuencial, y se arriesga, incluso, a aceptar supuestos”. (Amar
El relato… 34). El ficcionalizar la información en la novela reportaje significa acceder a
la verdad de un acontecimiento que la prensa oficial oculta o altera.
Tenemos ya conocimiento del suceso que Rodolfo Walsh investiga y redacta en
sus notas periodísticas, sabemos además de su estructura tripartita, pero aún queda algo
muy importante por resolver, ¿qué elementos permiten a la obra Operación masacre
establecerse como un hito en el ámbito literario? ¿Cómo lleva a cabo el autor esa
ficcionalización de la información que constituye su carácter literario?
3.2.1.1 EL PERIODISTA-DETECTIVE-NARRADOR
Hemos visto que Operación masacre desarrolla dos historias simultáneamente, la vida
de un autor y el fusilamiento clandestino de varios civiles, ambas se tocan y se
modifican mutuamente a pesar de ser independientes entre sí.
En los prólogos de la obra, Rodolfo Walsh se presenta como un periodista que
está por investigar un acontecimiento histórico que la prensa oficial ha ocultado durante
algunos meses. Incluso nos describe qué se encontraba haciendo y dónde se hallaba la
noche que recibe la noticia de los fusilamientos, y al mismo tiempo nos traslada al
pasado para explicar qué parte de esos acontecimientos sí tuvo la oportunidad de
presenciar como testigo directo. Aquí sabemos que el periodista gusta de jugar ajedrez,
escribe cuentos policiales, y no es peronista; lo conocemos a partir de que él mismo
enuncia su vida y los motivos que lo impulsan a narrar ese suceso del 9 de junio de
1956.
Es decir, el lector conoce primeramente al periodista que se interesa por un
hecho dramático de la historia política de Argentina, sin embargo no conoce aún los
resultados de ese interés y tampoco sabe qué pasó después con su vida. En ese
81
momento, lo único que el lector conoce son rasgos de su vida, antecedentes de una
investigación y un dato muy importante para el resto de la historia: Rodolfo Walsh
cambia de nombre a Francisco Freyre, se muda de casa, abandona su trabajo de
periodista y comienza a investigar.
Ahora el lector conoce a Francisco Freyre, que no es ya Rodolfo Walsh, sino un
detective investigador que se encargará de descubrir la verdad de los hechos de esa tan
mencionada noche. El autor se ha subjetivizado o ficcionalizado para lograr atrapar al
lector y envolverlo en un juego de preguntas y respuestas, o causas y efectos. Con la
ayuda de una amiga periodista, el detective empieza su investigación, pero de nuevo el
lector no conoce aún los resultados del caso.
No es hasta que el detective se convierte en narrador, que el lector entra en
contacto con los hechos, ahora el narrador ordena la información del detective,
reconstruye los diálogos a partir de sus testimonios y transforma a las personas reales en
personajes subjetivizados que darán vida a las escenas basadas rigorosamente en la
investigación del detective. Aunque claro, el narrador toma ciertas libertades para
incluir en la reconstrucción de los hechos su opinión al respecto, esto obviamente, sin
decirse tal cual sino a través de la adjetivización, la ironía, los silencios, la
jerarquización de los datos, la estructura; es decir, recursos propios de la literatura.
Hacia el final de la obra, el lector sabe a partir de los epílogos lo que le sucedió
al periodista: su conversión al peronismo y la modificación en sus concepciones
históricas, políticas, sociales y literarias. Una de las historias simultáneas se resuelve
gracias a la oscilación entre los paratextos y el relato de los hechos, entre realidad y
ficción. La otra historia, la de los sucesos, se resuelve mediante la reconstrucción que
lleva a cabo el narrador, y finaliza con un juicio impune y los asesinos libres.
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Aún nos queda una figura sin resolver: el detective. La tarea del detective es lo
que permite que la obra exista, ya que sin la investigación y el vínculo detective-lector,
no hubiera pruebas, ni evidencias, ni testimonios, ni reconstrucción, ni historias
simultáneas. Por lo tanto, el autor Rodolfo Walsh, busca y construye una verdad, la
narra y, a la vez, denuncia una injusticia, es decir, condensa todas las funciones de la
novela reportaje.
3.2.1.3 INFLUENCIA DE LOS CUENTOS POLICIALES
En el prólogo de la última edición de la obra, Rodolfo Walsh anuncia su desinterés
inicial por el caso de los fusilamientos, al mismo tiempo que ofrece una pista relevante
para el análisis que a continuación propongo: “vuelvo a los cuentos policiales que
escribo”. Antes de que el autor se desdoble como detective, nos deja ver que tiene
experiencia en la redacción de cuentos policiales, por lo tanto resulta absurdo negar que
las técnicas de sus cuentos influyen, de alguna manera, en la producción de esta obra.
Incluso el hecho mismo de que el autor decida cambiarse de nombre para encubrirse e
iniciar su investigación, demuestra el carácter detectivesco que tendrá la narración.
Carolina Castillo en el artículo antes mencionado11, define el género policial
como “un relato que articula las categorías de conflicto y enigma, sosteniéndose a partir
de una interrogante cuyo develamiento se aguarda”. En Operación masacre existe una
interrogante que el autor dirige directamente a su lector, entrando en un juego de
complicidad con él: ¿Qué ocurrió con aquellos civiles la noche del 9 de junio de 1956?
El lector va junto con el detective descubriendo pistas y analizando las pruebas que
obtiene, hasta que finalmente ambos resuelven el enigma: el teniente coronel Fernández
Suárez comete un crimen.
11 “Walsh y el uso del enigma en el contexto de los tiempos: de Variaciones en rojo a Quién mató a Rosendo”.
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Según S.S. Van Dine, escritor de novelas policiales, el primer requisito
indispensable para redactar una novela perteneciente a este género, es tener como
máximo un detective y un culpable, y como mínimo una víctima. Recordemos que en
esta obra, la periodista Enriqueta Muñiz acompaña a Walsh durante toda la
investigación, sin embargo el autor se ha ficcionalizado únicamente a sí mismo,
cambiando los verbos en primera persona plural (hicimos, vimos, describimos) por
verbos en primera persona en singular (hice, vi, describí). El detective de la obra es
Francisco Freyre o Rodolfo Walsh, pero no Enriqueta Muñiz.
Los motivos de su ausencia se pueden explicar de dos formas distintas, y ambas
se relacionan directamente con el código policial: a) como expone Van Dine, el género
sólo permite a un detective, b) de acuerdo con K. Newman12, el género policial es una
versión masculina del mundo, por lo que las mujeres nunca pueden ser agentes de
denuncia social.
Aunque claro, también es posible que el escritor haya decidido proteger a la
periodista, tomando en cuenta el carácter periodístico de la novela y sus implicaciones
políticas. En fin que su labor es solamente ayudar al periodista a descubrir algunos datos
y entrevistar a ciertos testigos, no es ella quien decide reconstruir los hechos a partir de
la investigación.
Volviendo al requisito enunciado por Van Dine, la obra da pie para suponer que
existe más de un culpable, no obstante la denuncia de Walsh se concentra mayormente
en la persona que transgrede las leyes y ordena asesinar al grupo de civiles: Fernández
Suárez. A pesar de que los ejecutores son Rodríguez Moreno y otros oficiales, el que
ordena estrictamente el fusilamiento es uno solo, el teniente coronel.
12 Citado por Amar Sánchez en El relato de los hechos. K. N. Newman. The Argentine Political Novel: Determinations in Discourse. Michigan: University Michigan Press, 1983. Pág. 148.
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En cuanto a las víctimas, se establece una como mínimo, en esta novela reportaje
encontramos: a) doce civiles a quienes se ordena fusilar (Carranza, Garibotti, Horacio di
Chiano, Miguel Ángel Giunta, Rogelio Díaz, Carlos Lisazo, Gavino, Mario Brión, Juan
Carlos Livraga, Vicente Rodríguez, Julio Troxler, Reinaldo Benavídez); b) seis hijos de
Carranza, seis de Garibotti, tres de Rodríguez, uno de Brión; c) las mujeres y familiares
de esos hombres.
Otra técnica propia del código policial que Walsh ha aplicado en esta obra es el
suspenso. Aunque aquí, a diferencia de los tradicionales cuentos policiales, el suspenso
se crea a partir de lo que el lector conoce de los hechos,
no se trata entonces de una forma convencional de suspenso, como
expectativa ante el desarrollo de los acontecimientos, sino que depende
de la construcción hábil de la secuencia. En este sentido, el canon policial
contribuye a ficcionalizar el relato, a autonomizarlo, produciendo el
olvido momentáneo en el lector de su saber sobre los episodios. (Amar El
relato… 153)
El primer indicio de la aplicación de esta técnica lo encontramos en la estructura
de la obra, la división de la información en tres distintos apartados y la manera de
conectarlos. En el primer cuadro se presentan a las personas, su última escena se
interrumpe con la llegada de Fernández Suárez al departamento; el segundo cuadro
narra todos los hechos pero finaliza antes de presentar los resultados y las evidencias; el
último apartado es la resolución del enigma o bien, el rescate de la evidencia que prueba
la culpabilidad del criminal. Cada uno de los apartados es interrumpido en un momento
crucial de la narración, dejando al lector intrigado y con la curiosidad -quizás necesidad-
de leer las siguientes secciones para conocer esta versión de los hechos que reconstruye
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el autor. El lector re-conoce o re-interpreta el suceso, a pesar de que ya sepa cómo
termina la historia.
Por otra parte, las omisiones o silencios constituyen una herramienta de
suspenso bastante interesante en la novela. Los espacios vacíos, las suposiciones que
integra Walsh en su relato, los puntos suspensivos y los presentimientos de los
personajes, representan esos silencios que suspenden la lectura y le permiten al lector
realizar deducciones, atar cabos: “lo que está subrayado por el silencio debe ser
reconstruido y decodificado por el lector” (Amar 108). Los títulos de cada apartado
cumplen también esa función de suspenso, el lector casi automáticamente reelabora o
deduce el contenido del resto del subcapítulo sólo con leer el encabezado. Estas frases
suspenden momentáneamente el curso de la narración, ofreciendo, sin decir, muchos
detalles que el lector debe decodificar.
El suspenso es la estrategia mediante la cual el autor involucra al lector con el
relato, y lo sumerge en ese juego de complicidad detectivesca. Cito algunos ejemplos
que marcan el suspenso en el texto: “-Te piden de la Unidad -y agrega-: Che, a ver si
todavía te fusilan… Hace un momentito pasaron la ley marcial” (El subrayado es mío
35); “Matar no lo van a matar, por unos panfletos y unas conversaciones…” (36); “Le
daba pecado…” (Título del capítulo 21 de la sección “Los hechos” Pág. 40, el lector no
sabe con exactitud a quién se refiere); “Ha llegado el momento…” (44); “En el carro de
asalto Troxler está sentado con las manos apoyadas en las rodillas y el cuerpo echado
hacia delante. Mira de soslayo a los dos vigilantes que custodian la puerta más cercana.
Va a saltar…” (44); “Parece fábula, le dieron un boleto capicúa…” (51); “-Tengo que
hacer. A lo mejor vuelvo mañana.” (Carranza se despide de su mujer en el capítulo uno
del primer apartado, Pág.15); “¿Es una mentira inocente para encubrir una salida más?
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¿Oculta algo más serio, es decir su propósito de intervenir en el movimiento? ¿O
realmente va a trabajar?” (Palabras del autor 26)
Otro rasgo de suspenso, que a mi parecer es el dato más relevante de la obra, es
la mención reiterativa del tiempo a través de las transmisiones de la Radio del Estado.
Desde las primeras páginas el narrador indica que la Ley Marcial, como toda ley, debe
ser promulgada públicamente antes de entrar en vigencia. La reiteración o las marcas en
el tiempo constituyen una técnica bastante utilizada en los géneros policiales; en este
caso, cada hora que va anunciando el narrador, le permite al lector armar los hechos
cronológicamente para constatar que la detención de los civiles se lleva a cabo antes de
que la Ley Marcial sea promulgada.
• “La primera etapa de la ‘Operación masacre’ [detención y
envío de civiles a la Unidad Regional] ha sido rápida. Son
apenas las 23:30. En ese preciso momento, Radio del Estado,
la voz oficial de la Nación, cesa de transmitir música de Ravel
y comienza a pasar el disco 6489/94 de Igor Stravinsky”. (El
subrayado es mío, 32)
• “A las 23:56 Radio del Estado, la voz oficial de la Nación,
deja de ofrecer música de Stravinsky y pone en el aire la
marcha con que cierra habitualmente sus programas. La voz
del ‘speaker’ se despide hasta el día siguiente a la hora de
costumbre.” (El subrayado es mío, 33)
• “A las 0.11 del 10 de junio de 1956, Radio del Estado reanuda
sorpresivamente su transmisión, con la cadena oficial. Por
espacio de veintiún minutos propala una selección de música
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ligera. Ese es el primer indicio oficial de que algo ocurre en el
país” (El subrayado es mío, 34)
• “A las 0:32 en punto, Radio del Estado interrumpe la música
de cámara y transmitiendo en cadena nacional anuncia que se
va a dar lectura a un comunicado de la Secretaría de Prensa y
la Presidencia de la Nación, promulgando los dos decretos [la
Ley Marcial]” (El subrayado es mío, 35)
La mención del tiempo es lo que logra conectar linealmente todos los apartados
de la obra, y lo que termina por comprobar el crimen cometido por Fernández Suárez.
Todos estos recursos ficcionales que confieren el carácter literario a la obra
-técnicas de los cuentos policiales, desdoblamiento del autor, reconstrucción de diálogos
e inclusión de paratextos, entre otros-, no distorsionan los hechos, sino que contribuyen
a atraer mayormente la atención y concentración del lector, y fortalecen el impacto de la
denuncia al evitar la manipulación de la información por parte de la prensa oficial.
3.3 NECESIDAD DE VERACIDAD A TRÁVES DE LA FICCIÓN
El propósito de la novela reportaje es documentar un acontecimiento que es importante
dar a conocer para el bien común, “si hay algo justamente que he procurado suscitar en
estas páginas es el horror a las revoluciones, cuyas primeras víctimas son siempre
personas inocentes, como los fusilados de José León Suárez o como aquel conscripto
caído a pocos metros de donde yo estaba.” (Walsh 103) Para que estos sucesos tengan
lugar en la memoria colectiva de la gente, se vuelve imprescindible el uso de la ficción
entendida ésta como narración literaria.
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La narración registra y reconstruye los hechos para dar cuenta fiel de ellos, para
hacerlos comprensibles al lector, y a diferencia de las notas periodísticas, el narrar
permite humanizar a las víctimas, dotarlas de corporeidad y voz.
La ficción en Operación masacre no significa ya,
La invención argumental o el hábil manejo de convenciones literarias de
la época anterior sino una búsqueda, un ahondamiento de las estructuras
lingüísticas y narrativas en función de un mayor acercamiento a la
realidad, que ahora será la argumentadora de una mejor comunicación al
transvasarla y reflexionar sobre ella evitando en lo básico su congelación
en articulaciones retóricas. (Ford 274)
De ello deviene su trascendencia, la narración logra expandir el relato evitando
la generalización a la que se somete la prensa. Las víctimas tienen voz y se hacen
escuchar, Walsh las coloca en constante diálogo a partir de la reconstrucción de sus
testimonios y evidencias. Es decir, resucita un momento crucial de la política y
sociedad argentina para darlo a conocer como es, para que vuelva a ser interpretado al
escucharse de la boca de sus protagonistas.
En este sentido, la elección de la información, la concentración en el detalle u
omnisciencia selectiva, constituyen actos no sólo estéticos, sino también políticos, ya
que muestran una versión de los hechos que se enfrenta a otras versiones oficiales
-verbales o escritas-.
Por otra parte, los paratextos también marcan la trascendencia de la obra, le dan
vida a la denuncia durante distintos contextos histórico-sociales. Los cambios y/o
agregados en el prólogo y el epílogo consiguen colocar a Operación masacre en varias
etapas de la vida argentina -1957,1964, 1969, 1984-, impactando de igual forma en cada
una de ellas. Estos agregados sólo demuestran que los crímenes del Estado siguen
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impunes, y que los mismos errores políticos continúan cometiéndose, aunque sus
dirigentes sean reemplazados.
Las diferentes versiones de la obra -sus paratextos y algunas modificaciones
internas- plasman los cambios en la conciencia política del autor, el receptor y de la
población argentina a través del tiempo. La denuncia, por lo tanto, no perece. Incluso
después de la muerte de Rodolfo Walsh, el editor de la reimpresión de 1984, agrega un
apéndice más (Carta abierta de Rodolfo Walsh a la junta militar) que transforma
nuevamente la conciencia colectiva.
Finalmente, la novela reportaje Operación masacre logra trascender lo
meramente literario y lo meramente periodístico, para convertirse en un género híbrido
que se escribe, se lee y repercute como un reportaje interpretativo, pero también como
una novela testimonial representativa del siglo XX en Hispanoamérica.
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