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INERCIA

INERCIA - esdrujula.es · que se desenvuelve desde la «cándida ingenuidad» a la que el autor invoca en «Ironía de un abismo» hasta el «testimo-nio donde la penumbra es amargo

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INERCIA

F r a n c i s c o B e l t r á n S á n c h e z

INERCIA

{COLECCIÓN DIÁSTOLE}

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Francisco Beltrán Sánchez

Primera edición, marzo 2018

© Francisco Beltrán Sánchez, 2018© Esdrújula Ediciones, 2018

ESDRÚJULA EDICIONESCalle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada

www.esdrujula.es [email protected]

Edición a cargo de Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz

Impresión: Ulzama

«Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el

Código Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con penas

de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo

o en parte, una obra literaria, artística, o científica, fijada en cualquier

tipo de soporte sin la preceptiva autorización.»

Depósito legal : GR 346-2018

ISBN: 978-84-17042-66-0

Impreso en España· Printed in Spain

A Mar, con quien la ensoñación ha sido posible en la dinámica de toda combinación posible de los días y sus noches; juntos hemos roto

la inercia de los caminos, de los días-noches y de las noches-días. Gracias por tus ojos de miel...

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Inercia Preámbulo de Juan Trova

La inercia, esa tendencia de los cuerpos a mantener su estado a menos que una fuerza externa les obligue a cambiarlo; la sensación de no querer modificar la propia naturaleza ni salir de un espacio —ordenado o entrópico— en el que sentirnos seguros; el deseo de instalarnos en un ámbito propio, mesurado, sereno y frágil a un tiempo, en el que la realidad de lo cotidiano convive con la ilusión utópica del sueño… pero no es a esto a lo que nos invita el autor de esta Inercia. La indolencia rutinaria a la que puede asociarse el fenómeno físico en su acepción más pura, aquí se torna en pasión desmesurada que se viste de metáfora del tiempo, de la Naturaleza, de los naufragios y las estrellas, los abismos y la escarcha de un otoño que abriga susurros y latidos.

Al igual que la certeza no existe sin la duda, el poeta propone un cosmos lírico que reclama la complicidad del lector en un ejercicio de trabajo conjunto a través del cual el verso adquiere su dimensión plena. Una fórmula para la que no nos aporta manual de instrucciones, apelando por momentos a un libre albedrío interpretativo, digno del más

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puro romanticismo pictórico decimonónico, mientras que en otras ocasiones nos insta a acompañarle por la senda de su subjetivismo reflexivo sin que ello suponga acto alguno de imposición hermenéutica, sino más bien una generosa suge-rencia. Esta ambivalencia, lejos de constituirse en carácter bipolar disociativo, dota a la obra de una personalidad propia —fresca y a la vez insondable— que va tejiendo palabra a palabra, verso a verso, un espacio sentimental muy preciso que se desenvuelve desde la «cándida ingenuidad» a la que el autor invoca en «Ironía de un abismo» hasta el «testimo-nio donde la penumbra es amargo paladar de tristeza». Así, entre la ternura y el llanto, entre el hoy y el infinito, entre el ser y la nostalgia, se abre paso, a través de un bosque tupido de vivencias y pulsos, la fuerza penetrante e inquieta de un espíritu que, sin dejar de ser sutil, da muestras de una evi-dente impetuosidad expresiva; rotundo, orgánico, sensible, el «canto» de Francisco Beltrán se advierte sobre todo sincero, pues posibilita la sensación de estar leyendo algo más que un mero intento de concatenación bella de palabras, algo que va más allá del hecho artístico final y que tiene en el proceso creativo su auténtica razón de ser, pues se ensamblan arte y vida como concepto unitario dando como resultado un terri-torio de goce creíble.

La apropiación como paradigma estético posmoderno se nos antoja en esta ocasión más homenaje que recurso lírico, si bien otorga al poemario cierto aire de contempora-neidad que, junto al verso y la intención libre, encuentra su

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punto de equilibrio con el uso de un lenguaje —entendido este como «términos» y no como estructura— más cercano al canon clásico. De esta forma, la dualidad a la que antes hacíamos referencia se configura como proporción, como síntesis intencionada de la búsqueda —y el encuentro— de armonía plástica, rítmica y literaria que desde el primer verso hasta el último se constituye en una suerte de corpus unitario encadenado por un mismo espíritu que, sin solución de continuidad, envuelve toda la obra.

Cada poema, cada «inercia», encuentra su identidad a través de la esencia única del conjunto. Es un viaje de ida y vuelta entre lo general y lo particular, un tránsito conti-nuo y vivo que tiene legitimidad en ambos sentidos pero que mantiene como única dirección la plasmación de un mundo interno que se presenta unas veces permeable y tal vez deli-beradamente abierto al diletante, y otras tan personal que invita más al respeto a la intimidad que al empeño, posible-mente fútil, de interpretación, dando oportunidad al disfrute relajado e «irresponsable» de la poesía.

La creatividad se hace presente en Inercia como esa fuerza, a la que hacíamos referencia al comienzo de este prólogo, capaz de sacarnos de la predisposición a mantener el estado en que nos hallamos y sin la cual dicho ejercicio no es posible. Y es aconsejable dejarse llevar por ella cuando nos conduce por la senda poética de la ensoñación, cuando nos trae vientos que plantean salir de letargos emocionales, cuando la palabra escapa de sí misma para convertirse en

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alma y lo que aparenta ser intangible se vuelve accesible, lo insólito costumbre, la matería etérea y la luz renovada. Todo ello es lo que propone Francisco Beltrán en esta secuen-cia emotiva de sentimientos de la que nos hace partícipes y en la que, sin decirnos cómo, nos envuelve haciendo nuestro su universo de solitudes, «antropías», muros, horizontes y noviembres, del que ya no querremos huir.

Juan Trova

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Inercia (Sin manual de instrucciones) Prólogo de Alfredo Arrebola

El hombre es un ser que por naturaleza quiere saber qué sentido tiene la vida y qué sentido guardan las cosas entre sí. El hombre, por ser hombre, por tener conciencia, es un animal enfermo. La conciencia, históricamente anali-zada, es una enfermedad. Sabemos que ha habido hombres de carne y hueso que han padecido de esa inquietud meta-física: San Agustín, Blas Pascal, René Descartes, Leopardi, Rousseau, Kierkegaard...; hombres cargados de «sabiduría» e inquietos filósofos y poetas que, según opinaba don Miguel de Unamuno (1864-1936), son hermanos gemelos, si es que no la misma cosa. «Y el hombre, esta cosa —decía el «agoni-zante peregrino de Dios»—, ¿es una cosa? Por absurdo que parezca la pregunta, hay quienes se la han propuesto» (cfr. Del sentimiento trágico de la vida, pág. 14 [Colección Austral. Madrid, 1967]).

Yo he tenido la inmensa suerte —¡oh dichosa ocasión!— de ser invitado por mi gran amigo Francisco Beltrán Sánchez, Profesor-Poeta, para prologar su última producción literaria,

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Inercia (Sin manual de instrucciones), y me ha sucedido —guardando las debidas distancias— lo mismo que al inmor-tal poeta Lope de Vega (1562-1635), cuando le pidieron que se atreviera a componer un soneto; pero, de seguro, yo no saldré tan airoso como «El Fénix de los ingenios».

«Prólogo» es vocablo griego que significa, etimológicamente, «en favor de...», texto preliminar de un libro, escrito por el autor o por otra persona, que sirve de introducción a su lectura. El «Prólogo», en el teatro griego, tuvo una gran importancia, y fue ya aprovechado por Eurípedes (486-407 a. de J.C.). Aún mayor la tuvo entre los latinos, ya que por vivir en Roma miles de perso-nas extranjeras resultaba imprescindible que un actor, antes de iniciarse la representación, se dirigiera al público «para situarle» en el sentido de la acción que seguiría inmediatamente.

El Profesor-Poeta Francisco Beltrán, natural y vecino de Chauchina (Granada), nos ha ofrecido, tras muchas horas de profunda reflexión, una exquisita, lírica, personal y filosó-fica obra formada por 38 poemas —1035 versos de «arte mayor y menor»—, un «magistral epílogo», más las «Notas del autor». Precisamente, benévolo lector, debo decir que han sido las palabras del «Epílogo: Mouvements» las que me han llevado a analizar Inercia desde la perspectiva poéti-co-filosófica: «... Empeñados en la vida o vivimos en continuo movimiento o dormimos en un tránsito anodino de la inercia de ese impulso germinal» (cfr. pág. 89). En este sentido, el filó-sofo y escritor Henry Bergson (1859-1941) nos dejó dicho que

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«... La vida es un proceso de perenne creación, que no adopta dos veces una misma fisonomía, sin ninguna división de par-tes y continuo flujo de donde nada existe» (cfr. L`evolution créatrice). Bergson, por el frecuente trato que tuvo con los filósofos, llegó a la conclusión de que el principal factor del conocimiento es la «intuición», ya que, según él, la facultad intuitiva es la que despeja a la humanidad en el campo de la evolución. La duración verdadera, porción de nosotros mis-mos, es una creación continua. La vida, como la conciencia, es duración, movilidad, creación continua, libertad.

«Es la historia —nos dice el poeta Paco Beltrán— la esen-cia en movimientos de lo íntimo que nos fluye en el relato de las fábulas y cuentos o en leyendas de novela a través de los espa-cios conjugados con el tiempo o que andan solitarios sin posible coordenada compartida. Es la historia lo contado con palabras y entre líneas en los filos que superan la conciencia sobre el hombre en su humana condición, que es por tanto Donde nacen los sueños una realidad que luchamos cada instante para que sea ese vuelo de latidos que habita nuestro pecho» (ibídem, 89).

Vendrá, pues, bien traer aquí los versos del poeta gaditano José María Pemán (1897-1981):

La vida que no florecey es estéril y escondida,es vida que no mereceel santo nombre de vida.

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La «vida» es la constante e inmanente inquietud de este joven filósofo y poeta, aunque tal vez no haya pensado él en estos calificativos. Es serio, inquieto, vivencial y profundo «ánzropos» para quien la vida es una repetición monótona, inexorable, de las mismas cosas con distintas apariencias, como se preguntaba José Martínez Ruiz «Azorín» (1873-1967 ) en La ruta de don Quijote, pág. 77 (Cátedra, 1984). La Antropología racional nos enseña que el «vivir humano» es un combate inacabable, sin premio, por ideales que posiblemente no veremos realizados; pero el «hombre» —la «res cogitans» de Descartes (1596-1650) o el «credo, ergo sum» de Pascal (1623-1662)— inexorablemente obra así. Esta perenne inte-rrogativa dubitativa está clara y manifiesta en las páginas de Inercia (Sin manual de instrucciones).

Puedo vanagloriarme, hasta cierto límite, de que conozco ampliamente al profesor, poeta y filósofo Beltrán Sánchez —aparte de mi sincera admiración— y afirmar, sin el más mínimo pudor, que Paco es ante todo «un temperamento lírico, un contemplativo de la belleza cósmica»; su facultad esencial reside precisamente en la «sensibilidad», en la capa-cidad de percibir («percipere» escolástico) el valor emotivo y poético de las cosas. Su espíritu «fino y delicado» le per-mite ver los más sutiles matices y destacar con arte —«non ficto»— el profundo sentido humano y —¡cómo no!— estético de un paisaje, un simple gesto, una amistad, una acción del hombre en el cosmos que somos o que percibimos.

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No me duelen prendas, pues, en decir que Francisco Beltrán es un neopositivista moderno que lleva el análisis psicológico positivista a sus poemas, encarnación vivencial de su perenne e inmanente inquietud —«poesía» cobra aquí su verdadero sentido etimológico y semántico, «Poiesis», idear, crear, hacer…—: nunca queda «quieto», ni siquiera en un simple y efímero festival poético-musical. Lo sé por propia experiencia. Y en sus versos se revela el «yo concreto y per-sonal»; no el yo de Fichte (1762-1814), sino el hombre Fichte, es decir, el profesor-poeta don Francisco Beltrán Sánchez. La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad de un pueblo. «La historia —escribe Paco Beltrán— se hace en nuestros pasos, donde se vierte la vida» en susurros de rumores, donde vuelan los sentidos y el calor de insignes sentimientos, donde son ejem-plo como espejos en los ojos que llevamos, las leyendas desde «lo que cuentan los muros» por su boca, hasta los oídos del mismísimo hielo.

El profesor, docente y poeta sabe cuidar al máximo, y con armonía, estas dos formas en la composición poética. Sabe, conoce, los caminos ya viejos, y no menos lejanos, de cuantos grandes vates y escritores han jalonado la historia de la humanidad.

Estas connotaciones hacen ser lo que es Francisco Beltrán Sánchez —«id quod est et non aliud»— en el complejo y enig-mático campo literario, no tan asequible como algunos creen. Esto me impulsa a exhortar no sólo a los estudiantes —del

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ramo que sea—, sino a los mismos docentes a que pongan sus ojos y «expliquen» debidamente qué es «poesía», a través de esta innovadora y sugerente obra del Profesor-Poeta Paco Beltrán: Inercia (Sin manual de instrucciones).

Villanueva de Mesía (Granada), 16 de octubre de 2017

alfredo arrebola, docTor en filosofía y leTras y «MieMbro de Honor» del sindicaTo nacional de escriTores españoles.

Inercia (Sin manual de instrucciones)

En el meneo cotidiano,

¿somos el impulso que provoca el movimiento

o somos la consecuencia inercial de los

espacios y los tiempos?

nárTleb

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Donde nacen los sueños

… recuerda la manera en que la lluvia

se convierte en un árbol…

fernando valverde

Era una mañana de frío diente, recio, en la escarchadonde duermen los días que son enero;eran los vahos impasibles, indolentes, casi distantes desde el surcoque se puebla inadvertido;era tiempo porque andan los murmullosdonde crece la mañana;era una boca sembrada de aurorasdonde un agua sin mapas vagaba calando la tierrahasta el fondo de su alma.

Entonces,con ese cansancio de los años,el olor a madera y a silencioes un mundo que comienzaen las horas de este enero,con la única certezaque los ojos y las manos se nos pueblande la luz en los huecos donde anda rebullida la esperanza.

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En esta certezade la frágil existencia de los sueños,el recuerdo en la manera en que la lluviase convierte en un árbol,el recuerdo en la manera en que el sudorse sienta a la mesa,el recuerdo en la manera en que las nuecesse rompen en las piedras,el recuerdo en la manera en que los pájarosandábamos entre brumas;en esa certeza de luces y sombras eran, y eran que se eran,esos días encogidos en el mundo de un suspiroque durara un parpadeo.

Y eran que se eran los caminos, las sendas,en veredas que describen los rumores de este río,un Genil1 contraído en la piel de los inviernos,una lengua que se extiende en un cálido suspiro hasta el blanco de las nieves.

Y era, aun siendo todavía, ese abrazoen las voces de la tierra y su memoria,un quejío de cansancio antiguo en un cante invisible que echa alas a la orilla del relente,a sabiendas de los verdes venideros hasta un mayo de fragancias,

Francisco Beltrán Sánchez

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Inercia

del calor con insolencia de ese julio que es olimpo inhumano,de la luz en mil colores desnudada en las hojas de un

[octubre;a sabiendasde la entraña y sus mesuras tan iguales, tan extrañas,de ese pecho donde nacen los acordes ancestrales,de la música, del silencio, de la tierra y su duende;a sabiendasde los aires que recorren silenciosos los balates,de los cantes que nacieron en un mundo de poetas,de ese cuerpo de sudores inmortales en faenas; a sabiendas de unos ojos que se enhebran candorososcomo risa que asemeja a amazilias2 en su vuelo,en el aire que da cuerpo a esta tierra,una tierra que se escribe con la tinta transparente de la nievey respira en la palabra y la músicadonde nacen los sueños.

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Francisco Beltrán Sánchez

Antropía

Será que el infinito es mucho más pequeño si se mira de cerca

raquel lanseros

Doy por cierta la sed de infinitud que me espolea

raquel lanseros

Inconsciente de la nada y su origenla antropía3 militante se atenaza en presentes inventados sobre el ciclo que buscamosen principios y finales inciertos de ese antro que encerramos.

Ante ella,damos por cierta la sed de infinitude insensatos, de una fe exhausta en cualquier cosmos pensado del Universo,urdimos falaces infinitos de nosotros.

No hay luz que clarifique, en los sentidos y su contraste,la creencia o la justicia en su medida; una sombra conversa de penumbras de soberbia, nimiedaden lo antrópico, petulancia del hombre en su arrogante antropía.

Ante ella

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Inercia

nos rendimos en el tiempo; en la acción más inefable,inmolamos nuestros días en la horma del vacío, no

[aprendimosde ese origen acampado en el olvido que resuenaen los ecos de arcanas profecías. Arriesgamos en destellos,en la fe de ese absoluto inagotable que nos mueve al oficio de este antrópico desatino.¿Será que el infinito es mucho más pequeño cuando lo miramos de cerca?¿Será que no somos capaces de verlo sin creer que es necesario dejar nuestra huella?

Se ha nublado para el alba y ahora llueve.

Escucho el latido y sus alas, la profecía,entonces los párpados no importan, la verdad en los ojos no es absolutay la piel comprende en ese ahoraque el respirar compartido es la pregunta,es la infinitud posible: la viva antropía.

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Francisco Beltrán Sánchez

Ironía de un abismo

Constante el bramido del viento…

Las olas, el aire, la medianoche azotan con su loca trinidad…

WalT WHiTMan

Asomado en el borde de un momento,un desliz de cándida ingenuidad,un bramido mudo hecho voluntadde ese encuentro en el aire sin aliento.

Parecieran las voces la verdaden coplas trasegadas de un lamento,en ecos de vacíos, en tormentorebullendo ilusión y dignidad.

Asomado a la cordura es de locosese azul, que desolado arde en llamasabelfando4 fantasía en los zocosdonde el viento dobla el junco y las tramas,donde el hombre encuentra luz sin más focosque los labios de la risa sin dramas.

Constante el bramido del tiempoen la medianoche, en su frialdad,las olas, el aire, los ojos,en bóveda oscura entre audaces llamas,

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Inercia

pavesas que son firmamentoy azotan con su loca trinidadel juicio en voraz trampantojoque vence entre la risa y lo aclama.

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Francisco Beltrán Sánchez

Letargo

El viento es frío quema

y hace temblar a quien aguarda

el sordo paso del tranvía.

alí calderón

Ya, antes y más tarde era el tiempo de sentidos secuestrados en ladinas molleras,surcan los vidriosese vuelo en la quimera que es soberbia desnudez en las urnas de cristalque atraparan la existencia cotidiana.El frío quema los cerrojos en la vida encajada, sobre imágenes gastadas e impudiciasde esta era digital, que abotarga hasta el aireen fugaces palabras efímeras.

El letargo ya no es lo que era en las sombras apartadas de lo íntimo,es locura y desvarío y hace temblar a quien aguarda el sonido en la bisagra. El letargo es un vórticeen el sordo paso del tranvía; se hace necesario en un juego de infamias sobre el arca. Se respira la ponzoña en el aire de los husos de sedas y tafetanes.

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Inercia

La locura es el aire inspiradoque se vuelve de revés,es el traje que invisibleva y nos viste en desfiles inconscientes,en palabras retorcidasen la vías sin traviesasmoldeando el contrariosobre el frío de los pasosen el gusto de los vítores,en el cómodo letargo sobre inventosde tesoros por encimade un abrazo de verdad.