Interculturalidad y Globalizacion Nestor Gar Canc Igu Dife y Desconectados

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    Diferentes, desigualeso desconectadosNstor Garca Canclini*

    RESUMEN

    El autor propone tres elementos clave para tratar el tema de la interculturalidad y la globalizacin: dife-

    rencia, desigualdad y desconexin. Se pregunta no slo cmo reconocer las diferencias o corregir las

    desigualdades, sino tambin cmo conectar las mayoras a las redes globales. Para ello, en primer

    lugar, sita la desigualdad y la diferencia, y aborda la ltima desde las teorizaciones de los estudios

    tnicos. Y, en segundo lugar, retoma la articulacin de diferencias y desigualdades propuesta por

    Pierre Bourdieu y modificada por autores que desarrollaron perspectivas distintas a partir de su cola-

    boracin inicial con l, como Claude Grignon, Jean-Claude Passeron y Luc Boltanski. A Canclini le

    atraen los intentos de estos autores de abrir el horizonte nacional en un tiempo en que la intercultu-

    ralidad se mundializa.

    Palabras clave: estudios culturales, globalizacin, interculturalidad, desigualdad social, comunica-

    cin, negociacin intercultural

    Despus de varios aos trabajando sobre globalizacin, interculturalidad e hibri-dacin me pareca oportuno, en este encuentro, llamar la atencin sobre tres elementosque considero claves: diferencia, desigualdad y desconexin. Estas tres nociones no estnexentas de dificultades. Una de ellas es el hecho de que estos tres trminos, estas tresproblemticas, suelen elaborarse desde disciplinas diferentes. Lo que designa la diferen-

    Revista CI D O B dA fers I nternacionals, nm. 66-67, p. 113-133

    *Director del Programa de Estudios sobre Cultura Urbana,

    Universidad Autnoma Metropolitana de Mxico.

    www.cidob.org

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    cia suele ser patrimonio de antroplogos; lo que designa la desigualdad suele asociarse

    al campo de los socilogos es una perspectiva macroeconmica, macrosocial o macro-sociocultural, que ven la desigualdad como apropiacin desigual de los recursos dis-ponibles en el conjunto de la sociedad. La desconexin, por su parte, es un aspectotrabajado por los especialistas en comunicacin o estudios sistemticos o informativos.Podramos plantearlo as, casi como una pregunta poltica: qu conviene: ser diferen-tes, ser desiguales o ser desconectados?

    Para la antropologa de la diferencia, cultura es pertenencia comunitaria y contrastecon los otros. Para algunas teoras sociolgicas de la desigualdad, la cultura es algo quese adquiere formando parte de las elites o adhiriendo sus pensamientos y sus gustos. Los

    estudios comunicacionales, por su parte, consideran casi siempre que tener cultura esestar conectado. No hay un proceso evolucionista sustitucin de unas teoras por otras,el problema es averiguar cmo coexisten, chocan o se ignoran la cultura comunitaria, lacultura como distincin y la cultura-punto-com. Creo que es un asunto terico y undilema clave en las polticas sociales y culturales: no slo cmo reconocer las diferencias,como corregir las desigualdades y cmo conectar las mayoras a las redes globalizadas.Para definir cada uno de estos tres trminos, que suelen tratarse por separado, hay quepensar sobre los modos como se complementan y se desencuentran.

    Una teora consistente de la interculturalidad debe encontrar la forma de trabajarconjuntamente los tres procesos negativos en que sta se trama: las diferencias, las desi-

    gualdades y la desconexin. Sin embargo, la historia de las ciencias sociales como yaadvertamos nos tiene acostumbrados a elaborar por separado estos tres objetos de estu-dio. Las teoras de lo tnico y de lo nacional son por lo general teoras de las diferencias;mientras que el marxismo y otras corrientes macrosociolgicas (como las que se ocupandel imperialismo y de la dependencia) se dedican a la desigualdad. En algunos autoresse encuentran combinaciones de ambos enfoques, como ciertos anlisis de lo nacionalen estudios sobre el imperialismo, o aportes a la comprensin del capitalismo en espe-cialistas de la cuestin indgena. En cuanto a los estudios sobre conectividad y desco-nexin, se concentran en los campos comunicacional e informtico, con escaso impacto

    en las teoras socioculturales.Voy a detenerme primero en una de las teorizaciones de la diferencia: la de los estu-

    dios tnicos. Luego, retomar la articulacin de diferencias y desigualdades propuestapor Pierre Bourdieu y modificada por autores que trabajaron con l y luego desarrolla-ron perspectivas distintas, como Claude Grignon, Jean-Claude Passeron y Luc Boltanski.Me atrae el replanteamiento que fueron construyendo estos autores sobre los temas cita-dos en las sociedades nacionales, sus intentos de abrir el horizonte nacional en un tiem-po en que la interculturalidad se mundializa. El aporte de Luc Boltanski y Eve Chiapellonos permitir valorar sociolgicamente, desde una teora crtica del capitalismo en red,lo que significan las formas actuales de conexin-desconexin.

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    EL PATRIMONIO INTERCULTURAL DE LOS DIFERENTES

    Quiero evitar tres maneras frecuentes de hablar de la diferencia. El primer riesgoes comenzar el anlisis desde una teora de la desigualdad, con lo cual se ocultan los pro-cesos de diferenciacin que no derivan de la distribucin desigual de los recursos en cadasociedad. Otra tendencia es legitimar nicamente aquellos enfoques surgidos de unaparticular experiencia, que suele conducir a que slo los chicanos puedan estudiar sucondicin, o slo los indgenas la suya, o slo las mujeres las cuestiones de gnero, oquienes se adhieren acrticamente a estas perspectivas y a sus reivindicaciones

    No pretendo, por supuesto, encontrar un observatorio objetivo. Ms bien, hallar

    puntos de interseccin, donde los cruces de perspectivas controlen los sesgos de cadaposicin. Partir, en este sentido, de dos reuniones internacionales en las que interac-tuaron variados modos de concebir lo que es la diferencia indgena en Amrica Latina.

    1. Fui invitado a participar en el coloquioAmrica profunda, celebrado en la ciu-dad de Mxico del 6 al 9 de diciembre de 2003. Lderes indgenas de 15 pases latino-americanos, intelectuales solidarios de esas causas y dedicados a estudiarlas, y representantesde organizaciones sociales, nos reunimos para explorar lo que tienen en comn y susformas de hermanarse, abrir un dilogo con otros sectores de la sociedad y pueblosindios de otros continentes.

    Quines somos? se indag en la primera sesin. Pese a la voluntad de conver-gencia, prevalecieron las dificultades para hallar un trmino unificador. Ni el color dela piel, ni el lenguaje, ni el territorio, ni la religin sirven para identificarse en conjun-to. Somos el trigo, el maz, el cerro, se dijo poticamente. O se ensayaron listas de ras-gos distintivos: la vida comunitaria, el amor a la tierra, las celebraciones atadas a loscalendarios agrcolas. Cuando se intent formular una matriz civilizatoria que abar-que a todo el continente, varios argumentaron la necesidad de darle amplitud para queincluya a indios y mestizos. Algunos prefirieron definir la condicin comn desde laperspectiva generada por la descolonizacin y los procesos actuales de lucha social y cul-tural. Pero qu es ms decisivo: la desigualdad social o las diferencias culturales? Definirse

    por los referentes a los cuales se oponen o por los mbitos de comunin? Naciones opueblos: delimitacin jurdica o movimientos tnico-sociales? La respuesta no es la misma,se dijo, en Bolivia, donde la indianidad es casi sinnimo de nacin, incluso en mediosurbanos, que en Mxico, sociedad con denso mestizaje.

    Hay una problemtica de la desigualdad que se manifiesta, sobre todo, como desi-gualdad socioeconmica. Y hay una problemtica de la diferencia, visible principalmenteen las prcticas culturales. Los actores de los movimientos indgenas saben que la desi-gualdad tiene una dimensin cultural, y los ms informados sobre la constitucin de lasdiferencias conocen que sta reside, ms que en rasgos genticos o culturales esenciali-

    zados (la lengua, costumbres heredadas e inamovibles), en procesos histricos de confi-

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    guracin social. Sin embargo, en la medida en que la desigualdad socioeconmica se les

    aparece inmodificable, tienden a concentrarse en las diferencias culturales, o inclusogenticas. De este modo, las diferencias culturales pierden su entidad sociohistrica,dejan de ser vistas como rasgos formados en etapas donde la desigualdad oper de mane-ras distintas, y por tanto susceptibles de cambiar en procesos futuros. Quienes suponenque en las diferencias culturales est su mayor fortaleza, tienden a absolutizarlas.

    La absolutizacin se presenta con dos movimientos. Por una parte, se distinguencomo exclusivos de los pueblos indgenas sus lenguas y ciertos valores: la reciprocidadde las relaciones comunitarias, el trabajo no remunerado, sistemas normativos propios,relaciones sociales gobernadas por regmenes de autoridad, costumbres alimentarias ori-

    ginadas por el arraigo en el territorio tradicionalmente ocupado por cada grupo. Almismo tiempo, se define a esos rasgos como inalterables y se acta para darles conti-nuidad. Pero la indignacin con que defienden esos rasgos revela que estn enfrentan-do cambios no favorables para esa definicin de la diferencia.

    Los sectores ms abiertos a las experiencias de relativizacin que la historia les vienemostrando reconocen que no es fcil sostener afirmaciones como que somos los pue-blos del maz o que las relaciones sociales son siempre comunitarias y que la totalidadde sus costumbres y creencias son propias. Pero tienden a restar importancia a las trans-formaciones producidas por la colonizacin y la modernizacin, as como a los proce-sos hibridadores por la interaccin con otras culturas, que ocurren en las migraciones,

    el consumo de bienes industrializados y la adopcin voluntaria de formas de producirque atenan sus diferencias tradicionales.

    Realmente la clave de su fuerza como pueblos indgenas reside en los rasgos tra-dicionales exaltados? La sesin titulada qu es aquello que nos une, qu tenemos encomn fue concentrndose en la enumeracin de los rasgos diferenciales citados, perola manera en que se desarroll la conversacin mostraba una complejidad no recogidaen el discurso explcito.

    Ante todo, encuentran difcil hacer coincidir los valores tradicionales en cultu-ras tan distintas como las mesoamericanas, las andinas y tantas otras existentes en las

    Amricas. Las diferencias entrelos pueblos indgenas se manifiestan con mayor eviden-cia en la diversidad de las lenguas, en la dificultad de traducir al espaol los significadosdiversos que tienen en cada una los elementos que se afirman compartidos, como lainsercin en el territorio, las relaciones comunitarias, las concepciones del trabajo y lafamilia, y los modos complejos de simbolizar esos procesos sociales. Por eso se resistena ser nombrados como indios, denominacin que juzgan resultado de la imposicinexterna, colonial o moderna.

    En qu lengua se nombran y razonan las dificultades de hacer coincidir los dis-tintos significados de la relacin con la tierra y con el trabajo? En un espaol con frasesinsertadas enpurpecha, en tzotzil, en aymara. (Un pequeo parntesis: se me desliza el

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    uso de la palabra espaol. Cuando vivo en Argentina hablo de castellano y yo creo

    que es ms correcto. En Mxico la referencia con la cual uno define qu lengua habla esel spanish de USA. Entonces, la manera en que nombramos la lengua en la cual habla-mos siempre tiene que ver con esta contraposicin con el otro). Llegan a emplear pala-bras no coloquiales del espaol, con alta complejidad terica en las ciencias socialesoccidentales, como agrocentrismo o multiculturalidad.

    Utilizan referencias externas para contrastar las costumbres propias valoradas comosuperiores. Hablan de un generalizado sistema de vida occidental o democrtico omoderno. Frente al sistema democrtico que est demostrando sus vicios en todaspartes, tenemos nuestras propias formas de gobierno. En una poca neoliberal que

    todo lo mercantiliza, nuestro modo de proveer a nuestras necesidades es el tequio o lafaena, es decir, el trabajo no remunerado.Varios investigadores y polticos, fuera de esta reunin, han objetado esta oposicin

    tajante a lo occidental o moderno. Anotan que la posibilidad de unificacin de lenguas omodos de vida se produce al comunicarse en espaol, lengua que por eso no es slo lade los dominadores. Se dice tambin que las relaciones dentro de los grupos indgenasno son slo de reciprocidad, sino tambin de jerarquas, con dominacin de los hombressobre las mujeres, de los ancianos sobre los jvenes, de los que se apropiaron de ms tie-rras o tienen relaciones preferenciales con los mestizos o los blancos. Se recuerda que ladominacin trajo pestes y tambin antibiticos y vacunas, que muchos movimientos ind-

    genas buscan ser mejor atendidos por los hospitales modernos, por los jueces y los polti-cos del sistema democrtico, y aun por las instituciones internacionales de derechoshumanos y las ONG. En suma, las prcticas de los pueblos originarios revelan cuntasveces las diferencias culturales, en vez de sostenerse como absolutas, se insertan en siste-mas nacionales y transnacionales de intercambios para corregir la desigualdad social.

    A mi modo de ver, demostrar la falta de coincidencia entre el pensamiento india-nista o etnicista y sus prcticas efectivas no es el mejor punto de partida para tratar estosdesencuentros entre la agenda de la diferencia y la agenda de la desigualdad. Prefierocentrarme en la demanda tnico-poltica de los pueblos indgenas, que desean ser reco-

    nocidos en sus diferencias y vivir en condiciones menos desiguales. La pregunta, msbien, es cmo convertir en fortaleza este desencuentro entre afirmacin de la diferenciay experiencias de la desigualdad.

    Tomo la descripcin de lo que vi en este coloquio y en otros semejantes. Acepto lapregunta que condujo las sesiones: qu es lo que tenemos en comn? Sin duda, el terri-torio, pero tambin redes comunicacionales como Internet, a travs de la cual se con-voc esta reunin y se organizaron cien aspectos prcticos y conceptuales entre gruposque viven en distintos pases, a miles de kilmetros de distancia.

    Tienen tambin en comn el espaol, aunque mechado con constantes expresio-nes en sus lenguas. Al hacer este movimiento de ida y vuelta, mostraban que compar-

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    ten adems del espaol el bilingismo, y aun el trilingismo de quienes conocen el

    ingls. Coinciden en la experiencia de circular entre las matrices culturales diversas querepresentan esas lenguas.

    Tambin comparten relatos, mitos, danzas y fiestas. Pero no como repertoriosembalsamados. Algunos de esos elementos provienen de sus culturas precoloniales ymuestran parciales semejanzas porque elaboran de modos simblicos anlogos cmocultivar la tierra, relacionarse con la naturaleza y organizarse como familias y puebloscon esos fines. Otras creencias, danzas y fiestas coinciden porque fueron impuestas duran-te la colonizacin por los espaoles, y difieren por los modos en que se apropi cadapueblo de la celebracin de la virgen o de la danza de moros y cristianos para represen-

    tar ya no esa lucha (qu tienen que ver los moros aqu?) sino la de los nativos contralos espaoles. Difieren tambin por las operaciones de reinterpretacin con que actua-lizaron a lo largo del siglo XX esas herencias. Uno se pregunta:

    Comparten, asimismo, la mezcla de recursos tradicionales y modernos para aten-der necesidades de salud, de comunicacin local, nacional y global, incluso para las tare-as ms tradicionales de cultivar la tierra, adaptarse a las ciudades, enviar remesas de dineroy mensajes de un pas a otro, cuando son migrantes?

    Adems, comparten el hbito de dar importancia a las relaciones de reciprocidady confianza, aun en sociedades como la mayora de las indgenas intensamente arti-culadas con la economa capitalista. O sea, que no slo coinciden en las relaciones de

    reciprocidad comunitaria, y en sistemas normativos que garantizan y regulan su fun-cionamiento, sino sobre todo en la experiencia de hacer coexistir interacciones comu-nitarias e intercambios mercantiles. Consecuentemente, los acerca vivir en dos sistemasde gobierno: el de las autoridades (que no expresan nicamente reciprocidad comu-nitaria) y el de las relaciones nacionales e internacionales de poder (que no son slodemocrticas y abstractas).

    Podra describir varias situaciones, dentro de la reunin, en las que estas experien-cias compartidas aparecieron hibridndose. Por ejemplo, cuando un lder quich expli-c que antes de tomar el agua tenemos que dar agua a nuestra madre tierra: lo dijo

    mientras empinaba una botella de Squirt(tambin habaCoca colay agua mineral embo-tellada en las mesas) inclinndola para mostrar cmo haba que hacerlo. A su lado, FelipeQuisque, el lder aymara, tena una bolsa de plstico con hojas de coca. La diversidadirrumpa en el repertorio de recursos materiales y simblicos como diversidad tradicio-nal-moderna, transhistrica, multicultural.

    Escuchamos que no todos los recursos se usan indiferenciadamente en todas lasescenas. Felipe Quisque: yo no puedo usar sombrero, ni la vestimenta que llevo en miayllu, al venir aqu; no se me permite. Se puede oir esto como una prohibicin o unaritualidad jerarquizada, y por qu no? como evidencia de flexibilidad, disposicin avestirse de modos diversos, segn se vivan escenas de pertenencia o intercambio.

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    2. El segundo encuentro al que deseo referirme fue el programado por la

    Organizacin de Estados Iberoamericanos, con un seminario en Mxico, en enero de2002, y otro en Ro de Janeiro, en marzo del mismo ao, a fin de formular un diag-nstico y propuestas para el desarrollo cultural de la regin. Dos mesas de trabajo sededicaron a las races; una trat de establecer las perspectivas de las culturas indgenasy otra de las culturas afroamericanas en Iberoamrica. Tambin en este caso hubo inten-tos esencialistas de definir lo indgena a partir de su cosmovisin, acompaados por unamirada escptica a cualquier modelo de Estado pluricultural. Al desglosar el sentido delas polticas integradoras y discriminadoras en varios pases (Brasil, Bolivia, Guatemalay Mxico), se observ que los avances de los pueblos indgenas haban ocurrido casi ni-

    camente en reas culturales (educacin bilinge, legitimacin de comportamientos sim-blicos), pero en los territorios y bienes materiales mas bien se acumulaban prdidas.Ante la pregunta de cmo acabar con este trato dual, se registr el fracaso de las luchasarmadas dirigidas a destruir los estados nacionales, como sucedi en Guatemala, y, porotra parte, las dificultades de obtener logros por vas prcticas, constatable en los demspases con alta poblacin indgena. Pese a estos resultados desalentadores, se sostuvo quees difcil concebir soluciones nicamente desde la afirmacin antioccidental de las dife-rencias y la construccin de estados indios autnomos. Las salidas se sitan tambin enalianzas con los grupos mestizos u occidentales que estn discutiendo la democratiza-cin de los estados nacionales.

    Una visin ms compleja permiti identificar que no se trata de una oposicintajante entre cosmovisiones indgenas que pudieran afirmarse solas frente a territorios yrecursos materiales controlados en forma heternoma. Las cosmovisiones se realizany se reinterpretan en medio de la lgica discontinua que rige la administracin de losespacios. Hay territorios continuos, discontinuos y compartidos. La necesidad de losestados y de los propios pueblos indios de circular por estas diversas modulaciones delespacio hace imposible pensar a estos pueblos como campesinos pobres habituados avivir en regiones inhspitas, que gustan del aislamiento y la incomunicacin, especiali-zados en la agricultura de subsistencia, productores de artesanas (del Val, 2002: 69).

    Si no nos situamos en una diferencia ontolgica de los indgenas, sino en el campo din-mico y cambiante de sus avances polticos, de los intereses de estados nacionales y empre-sas transnacionales por incorporar sus territorios a los mercados globalizados, y tambinteniendo en cuenta la atencin mundial que atraen varias luchas indgenas, se vuelveevidente la importancia de contar con leyes y polticas que garanticen el ejercicio de ladiferencia en espacios urbanos, en las migraciones nacionales e internacionales, en elreconocimiento universal de derechos.

    Esta necesidad de que el ejercicio de la diferencia cultural trascienda los espaciosrurales asociados con la pobreza no reduce la importancia de defender y garantizar lareproduccin autnoma de aquello que en cada etnia es innegociable e inasimilable. Estas

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    dos nociones fueron desarrolladas por Jos Jorge de Carvalho en la mesa sobre el uni-

    verso simblico afroamericano, donde se destac que pese al valor de algunos proce-sos de mestizaje e hibridacin las culturas tienen ncleos o estructuras inconmensurables,no reducibles a configuraciones interculturales sin amenazar la continuidad de los gru-pos que se identifican con ellos.

    El reconocimiento y la proteccin de estas diferencias inasimilables tiene impor-tancia cultural, y tambin poltica. Es imposible olvidar que hay infinidad de procesoshistricos y situaciones de interaccin cotidiana en que marcar la diferencia es el gestobsico de dignidad y el primer recurso para que la diferencia siga existiendo. En este sen-tido, en sociedades dualistas, escindidas, que siguen segregando a los indios, las polti-

    cas de la diferencia son indispensables.Al mismo tiempo, la intensa y ya larga interaccin entre pueblos indgenas y socie-dades nacionales, entre culturas locales y globalizadas (incluidas las globalizaciones delas luchas indgenas), hace pensar que la interculturalidadtambin debe ser un ncleode la comprensin de las prcticas y la elaboracin de polticas. Como decamos, lospueblos indgenas tienen en comn el territorio y, a la vez, redes comunicacionales trans-territoriales, el espaol y sobre todo la experiencia del bilingismo, la disposicin a com-binar la reciprocidad y el comercio mercantilizado, sistemas de autoridad local y demandasdemocrticas en la sociedad nacional.

    No es poco este patrimonio de interculturalidad en una poca en la cual la expan-

    sin global del capitalismo busca uniformar el diseo de tantos productos y subordi-nar los diferentes a patrones internacionales; cuando, por ejemplo, la mayora de losestadounidenses no siente necesidad de saber ms que ingls, conocer su propia his-toria e imaginar slo con su cine y televisin. Los pueblos indgenas tienen la venta-ja de conocer al menos dos lenguas, articular recursos tradicionales y modernos,combinar el trabajo remunerado con el comunitario, la reciprocidad con la compe-tencia mercantil.

    Sin duda, hay contribuciones de la sabidura, las costumbres y las historias ind-genas que pueden enriquecer y servir como referencia alternativa a maneras destructi-

    vas de ser occidentales y modernos. De hecho, ya lo estn aportando. Pero cmo dejarde tomar en cuenta que una parte decisiva de esa contribucin consiste en el sentidoque encuentran los indgenas al vivir la interculturalidad? Si bien tampoco en lo quese llaman naciones occidentales y modernas existen ya patrimonios culturales com-pactos y unilineales, las tendencias a la concentracin de los mercados amenazan, aveces, la diversidad. Los indgenas, con su compleja articulacin de modos de socia-bilidad comunitaria y mercantil, ayudan a imaginar una Amrica donde la pluralidadno se empobrezca.

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    PIERRE BOURDIEU: LA DIFERENCIA LEDA

    DESDE LA DESIGUALDADCmo construy Bourdieu la potencia expansiva de su teora sociolgica? Comenz

    trabajando como antroplogo en Argelia y se adhiri al auge de la antropologa estruc-tural en los aos sesenta y setenta del siglo XX. Pero vio el mtodo estructural como unmomento del anlisis, como la reconstruccin objetivista por la que hay que pasarpara acceder a interpretaciones ms completas y ms complejas (Bourdieu, 1980: 441)de los procesos sociales. Encontr en la teora marxista esa interpretacin ms abarca-dora, pero en los mismos aos en que casi todo el marxismo francs y buena parte del

    europeo conceba su renovacin intelectual como un esfuerzo hermenutico y especu-lativo, althusseriano primero, gramsciano despus, Bourdieu busc en investigacionesempricas la informacin y el estmulo para replantear el materialismo histrico. Nointent esta renovacin en las reas declaradas estratgicas para el marxismo clsico, sinoen lo que la ortodoxia economicista haba excluido o subvalorado: el arte, la educacin,la cultura. Dentro de ellos, analiz, ms que las relaciones de produccin, los procesossobre los que el marxismo menos ha dicho: la construccin de las diferencias sociocul-turales en el consumo.

    Si bien la obra de Bourdieu, durante un largo tramo, fue una sociologa de la cul-tura, sus problemas bsicos no son culturales. Las preguntas que originan sus investi-gaciones no son, por ejemplo: cmo es el pblico de los museos? o cmo funcionanlas relaciones pedaggicas dentro de la escuela? Cuando estudia estos asuntos, est tra-tando de explicar otros, aquellos desde los cuales la cultura se vuelve fundamental paraentender las diferencias sociales.

    Las preguntas fundadoras de casi todos sus trabajos, aunque no las enuncia expre-samente as, son dos: 1. cmo estn estructuradas econmica y simblicamente lareproduccin y la diferenciacin social? 2. cmo se articulan lo econmico y lo sim-blico en los procesos de reproduccin, desigualdad y construccin del poder?

    Para responderlas, Bourdieu retoma dos ideas centrales del marxismo: que la socie-

    dad est estructurada en clases sociales y que las relaciones entre las clases son relacio-nes de lucha. Sin embargo, su teora social incorpora otras corrientes dedicadas a estudiarlos sistemas simblicos y las relaciones de poder. Por esto, y por su propio trabajo deinvestigacin emprica y reelaboracin terica, su relacin con el marxismo es polmi-ca al menos en cuatro puntos:

    Los vnculos entre produccin, circulacin y consumo. Para Bourdieu las clases sediferencian, igual que en el marxismo, por su relacin con la produccin, por la pro-piedad de ciertos bienes, pero tambin por el aspecto simblico del consumo, o sea porla manera de usar los bienes transmutndolos en signos. Su sociologa de la cultura se

    instala en la sociosemitica de lo cultural iniciada en Francia en aquellos aos.

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    La teora del valor trabajo. Una gran parte de los anlisis de Bourdieu sobre la

    constitucin social del valor se ocupa de procesos que ocurren en el mercado y el con-sumo: la escasez de los bienes, su apropiacin diferencial por las distintas clases y lasestrategias de distincin que elaboran al usarlos.

    La imbricacin de lo econmico y lo simblico. Las diferencias y desigualdades eco-nmicas entre las clases son significativas en relacin con las otras formas de poder (sim-blico) que contribuyen a la reproduccin y la diferenciacin social. La clase dominantepuede imponerse en el plano econmico, y reproducir esa dominacin, si al mismo tiem-po logra hegemonizar el campo cultural.

    La determinacin en ltima instancia y el concepto de clase social. Puesto que son

    indisociables lo econmico y lo simblico, la fuerza y el sentido, es imposible que unode esos elementos se sustraiga de la unidad social y determine privilegiadamente, por ssolo, a la sociedad entera. La clase social no puede ser definida por una sola variable opropiedad (ni siquiera la ms determinante: el volumen y la estructura del capital), nipor una suma depropiedades (origen social + ingresos + nivel de instruccin), sinopor la estructura de las relaciones entre todas las propiedades pertinentes que confiere acada una de ellas y a los efectos que ella ejerce sobre las prcticas su valor propio (1979:117-118). Decir que esta causalidad estructural de una red de factores es irreductiblea la eficiencia simple de uno o varios de ellos, no implica negar que los hechos socialesestn determinados: si a travs de cada uno de los factores se ejerce la eficiencia de todos

    los otros, la multiplicidad de determinaciones conduce no a la indeterminacin sino alcontrario a la sobredeterminacin (1979:119).

    Qu consecuencias tuvo esta reformulacin para el estudio de las clases sociales?Mostr que para conocerlas no es suficiente establecer cmo participan en las relacio-nes de produccin; tambin constituyen el modo de ser de una clase o una fraccin declase el barrio en que viven sus miembros, la escuela a la que envan a sus hijos, los luga-res a los que van de vacaciones, lo que comen y la manera en que lo comen, si prefierena Bruegel o a Renoir, el Clave bien temperado o el Danubio Azul. Estas prcticas cul-turales son ms que rasgos complementarios o consecuencias secundarias de su ubica-

    cin en el proceso productivo; componen un conjunto de caractersticas auxiliaresque,a modo de exigencias tcitas, pueden funcionar como principios de seleccin o de exclu-sin reales sin ser jams formalmente enunciadas (es el caso, por ejemplo, de la perte-nencia tnica o sexual) (1979:113).

    Adems de concebir la sociedad como una estructura de clases y una lucha entre ellas,Bourdieu reconoce la especificidad de los modos de diferenciacin y desigualdad culturalal construir ese novedoso esquema ordenador, que es su teora de los campos. El conceptode campo permite evitar el deductivismo mecnico empleado en tantos anlisis sociolgi-cos del arte y la literatura. En efecto, no es posible deducir del carcter general del modode produccin el sentido de una obra particular: tienen poco valor explicativo afirmacio-

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    nes tales como que el arte es mercanca o est sometido a las leyes del sistema capitalista

    mientras no precisemos las formas especficas que esas leyes adoptan para producir nove-las o pelculas, de acuerdo con los medios y relaciones de produccin de cada campo. Poromitir estas mediaciones, los socilogos de la cultura son vistos a veces como incapacesde percibir lo peculiar del arte. Recordemos aquella irona sartreana: el marxismo demues-tra que Valry era un intelectual pequeo burgus, pero no puede explicarnos por qutodos los intelectuales pequeo burgueses no son Valry (Sartre, 1963: 57).

    Qu es lo que constituye a un campo? Dos elementos: la existencia de un capitalcomn y la lucha por su apropiacin. A lo largo de la historia, el campo cientfico o elartstico han acumulado un capital(de conocimiento, habilidades, creencias) respecto del

    cual actan dos posiciones: la de quienes detentan el capital y la de quienes aspiran a pose-erlo. Un campo existe en la medida en que uno no logra comprender una obra (un librode economa, una escultura) sin conocer la historia del campo de produccin de la obra.Quienes participan en l tienen un conjunto de intereses comunes, un lenguaje, una com-plicidad objetiva que subyace a todos los antagonismos (1984: 115) y, por eso, el hechode intervenir en la lucha contribuye a la reproduccin del juego mediante la creencia enel valor de ese juego. Sobre esa complicidad bsica se construyen las posiciones enfrenta-das. Quienes dominan el capital acumulado, fundamento del poder o de la autoridad deun campo, tienden a adoptar estrategias de conservacin y ortodoxia, en tanto los msdesprovistos de capital, o recin llegados, prefieren las estrategias de subversin o hereja.

    As funcionan los campos ms autnomos, los habitualmente llamados culturales(la ciencia, la filosofa o el arte), y tambin otros en apariencia ms dependientes de laestructura socioeconmica general. Bourdieu extendi la teora, entre otros, al campode la alta costura (Bourdieu-Desaut, 1975). Por ejemplo, Dior y Balmain establecie-ron durante dcadas los estilos de vida capaces de distinguir a las clases altas: sus cam-bios no se produjeron por adaptaciones funcionales destinadas a adecuar los objetos asu uso, sino por alteraciones en el carcter social de los objetos para mantener el mono-polio de la ltima diferencia legtima.

    A lo largo de su obra, Bourdieu fue transitando de un enfoque estructural a otro

    ms atento a las prcticas diferenciales de los grupos. Para l, la diferencia entre los nive-les culturales se establece por la composicin de sus pblicos (burguesa/ clases medias/populares), por la naturaleza de las obras producidas (obras de arte/ bienes y mensajesde consumo masivo) y por las ideologas poltico-estticas que los expresan (aristocra-tismo esteticista/ ascetismo y pretensin/ pragmatismo funcional). Los tres sistemas coe-xisten dentro de la misma sociedad capitalista, porque sta organiza la distribucin(desigual) de todos los bienes materiales y simblicos. Dicha unidad o convergencia semanifiesta, entre otros hechos, en que los mismos bienes son, en muchos casos, consu-midos por distintas clases sociales. La diferencia se establece, entonces, ms que en losbienes que cada clase apropia, en el modo de usarlos.

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    LA SOCIOLOGA POSTBOURDIEUANA

    A muchos investigadores se nos plantea la pregunta: ser la teora de Bourdieusobre la modernidad y sus campos culturales, su visin de la hegemona de la culturalegtima y la subordinacin de la popular, un modelo apropiado para las sociedadeseuropeas, o del primer mundo, mientras que en pases subdesarrollados, con deficienteintegracin nacional, las culturas dominadas sern siempre diferentes, inasimilables porlos dominadores?

    Sergio Miceli propuso complejizar el modelo bourdieuano al estudiar la industriacultural brasilea. Sugiere que tal subordinacin de las clases populares a la cultura domi-

    nante corresponde, hasta cierto punto, a los pases europeos, donde hay un mercadosimblico ms unificado. En Brasil, y en general en Amrica Latina, el capitalismo inclu-ye diversos tipos de produccin econmica y simblica. No existe una estructura declase unificada y, mucho menos, una clase hegemnica en condiciones de imponer alsistema entero su propia matriz de significaciones (Miceli, 1972: 43). Encontramosms bien un campo simblico fragmentado. Conviene recordar que la mayor hetero-geneidad cultural se debe a la vasta multietnicidad, como se aprecia en la misma socie-dad brasilea, las mesoamericanas y andinas. Aunque la modernizacin econmica,escolar y comunicacional ha logrado aumentar la homogeneidad, coexisten capitales cul-turales diversos: los precolombinos, el colonial espaol y portugus, en algunos la pre-sencia afroamericana y las modalidades contemporneas de desarrollo capitalista.

    Volvemos a la pregunta: sera, entonces, el modelo de la desigualdadentre clases,debido a la apropiacin desnivelada de un patrimonio comn, el ms pertinente paraEuropa, mientras las sociedades latinoamericanas resultaran ms comprensibles desdeel modelo de la diferencia, que implica reconocer la autonoma irreductible de los ind-genas y otros grupos subordinados?

    Ya vimos las inconsistencias del segundo modelo al describir su puesta en escenaen una reunin que trataba de justificarlo. En cuanto al modelo bourdieuano de la desi-gualdad, el cuestionamiento ms severo lo encuentro en el trabajo con que Claude

    Grignon y Jean-Claude Passeron, a partir de sus investigaciones empricas, revelan loslmites del autor de La distincin.

    Los estudios de Grignon sobre el consumo gastronmico popular hicieron evidenteque no puede oponerse gustos de libertad de las clases hegemnicas a gustos de nece-sidad de las populares. Aunque los sectores subalternos no dispongan del tiempo ni losrecursos econmicos de la burguesa para entregarse a una estilizacin de su vida, noviven una vida sin estilo. Del mismo modo que en el lenguaje recrean el habla correc-ta o legtima (chistes, albures, imitaciones), en las comidas populares se halla enor-me variedad, platos tradicionales muy diversos y una apropiacin disidente de los

    productos o conservas que pueden comprar en los supermercados y en los mercados de

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    calle. No se entiende la importancia, y la compleja capacidad de clasificacin de los ali-

    mentos y las ocasiones para comer (en la casa, en la calle, en fiestas, las comidas de sema-na diferenciadas de las comidas de domingo) si se mira los hbitos populares slo conla ptica de la privacin, la infraccin, la torpeza o la conciencia culposa o desgracia-da de esa distancia o esas privaciones (Grignon y Passeron, 1991: 31). La teora de lalegitimidad cultural, que reduce las diferencias a faltas, las alteridades a defectos, nologra ver la estilizacin que se imprime a distintas partes de la casa, todo lo que los ado-lescentes populares cultivan en los arreglos de sus cuerpos, en el vestido y la cosmtica,en sus autos y motos, en las escenografas de sus habitaciones o lugares de diversin.

    El trabajo de conocimiento de las relaciones interculturales, segn Grignon y Passeron,

    no debe considerar la cultura popular como un universo de significacin autnomo olvi-dando los efectos de la dominacin, ni caer en el riesgo opuesto pero simtrico de creerque la dominacin constituye a la cultura dominada siempre como heternoma: por unlado, el relativismo cultural que imagina a los subalternos slo como diferentes, en unestado de inocencia simblica; por otro, el etnocentrismo de las clases hegemnicas ode los grupos cultos asociados o aspirantes al poder que, creyendo monopolizar la defi-nicin cultural de lo humano, miran lo diferente como barbarie o incultura (Grignony Passeron, 1991: 17 y 28). Cuando se investiga, dicen, esto produce cierto confort meto-dolgico, porque lleva a observar todos los rasgos como resultado de la autonoma o dela dominacin, sin tener que preguntarse por las ambivalencias.

    El relativismo cultural efecta un primer acto de justicia descriptiva que acreditaa las culturas populares el derecho de tener su propio sentido, las toma en serio comoculturas al aprender la lengua en que stas dicen lo que tienen para decir, cuando logra-mos olvidar lo que de ellas se dice en otra lengua. Pero hay una segunda ruptura, derealismo sociolgico, que consiste en considerar las relaciones de fuerza y las leyes deinteraccin desigual que vinculan entre s a las clases de una misma sociedad. No pode-mos dejar al relativismo cultural el cuidado de decir todo acerca de las culturas sosteni-das por clases que no la practican y que nutren sus operaciones simblicas de nopracticarlo (Grignon y Passeron, 1991: 55-57). Se descubren las ambigedades de la

    interculturalidad cuando se aplica a los procesos esta doble lectura. Desde luego, estaestrategia doble de conocimiento conduce a una valoracin poltica menos maniquea.Las culturas populares no estn evidentemente definidas en un alerta perpetuo ante lalegitimidad cultural, pero tampoco hay que suponerlas movilizadas da y noche en unaalerta contestatario. Tambin descansan (Grignon y Passeron, 1991: 75).

    Para comprender las relaciones interculturales, y la efectiva potencialidad polticade los sectores populares, hay que hallar un camino intermedio: entre el discurso etno-cntrico elitista que descalifica la produccin subalterna y la atraccin populista ante lasriquezas de la cultura popular que soslaya lo que en los gustos y consumos populareshay de escasez y resignacin dentro de estructuras de desigualdad.

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    El pasaje de la primera modernidad, liberal y democrtica, con proyectos integra-

    dores dentro de cada nacin, a una modernizacin selectiva y abiertamente excluyentea escala global nos coloca ante otro horizonte: ahora importan las diferencias integra-bles en los mercados transnacionales, y se acentan las desigualdades, vistas como com-ponentes normales para la reproduccin del capitalismo.

    Las diferencias y desigualdades dejan de ser fracturas a superar, como pretenda,con la ingenuidad que conocemos, el humanismo moderno. La relativa unificacin glo-balizada de los mercados no se siente perturbada por la existencia de diferentes y desi-guales: una prueba es el debilitamiento de estos trminos, y su reemplazo por los deinclusin o exclusin. Qu significa el predominio de este vocabulario? La sociedad, con-

    cebida antes en trminos de estratos y niveles, o distinguindose segn identidades tni-cas o nacionales, es pensada ahora bajo la metfora de la red. Los incluidos son quienesestn conectados, y sus otros son los excluidos, quienes ven rotos sus vnculos al que-darse sin trabajo, sin casa, sin conexin. Estar marginado es estar desconectado o desa-filiado, segn la expresin de Robert Castel. En el mundo conexionista parece diluirsela condicin de explotado, que antes se defina en el mbito laboral. La explotacinera, en primer lugar, una explotacin por el trabajo (Boltanski y Chiapello, 2002: 445).Ahora el mundo se presenta dividido entre quienes tienen domicilio fijo, documentosde identidad y de crdito, acceso a la informacin y al dinero y, por otro lado, los quecarecen de tales conexiones.

    La bibliografa europea reciente va ocupndose cada vez ms de los indocumenta-dos, emigrantes, o habitantes de las periferias dejadas al albur del olvido y de la vio-lencia (Boltanski y Chiapello, 2002: 449). En Amrica Latina es particularmente notable,aunque no slo aqu, la desconexin escenificada en los mbitos de la informalidad,donde se puede tener trabajo pero sin derechos sociales ni estabilidad, se logra venderpero en la calle, manejar taxis sin licencia, producir y comerciar discos y videos piratas,pertenecer a redes ilegales, como las del narcotrfico y las de otras mafias que empleana desocupados en tareas discriminadas y descalificadas (recoleccin de basura, contra-bando, etc.).

    Este giro de la problemtica de la diferencia y de la desigualdad a la de la inclu-sin/exclusin no se observa slo en los discursos hegemnicos. Aparece tambin en elpensamiento crtico. En un contexto marcado por la derrota de los partidos y sindica-tos revolucionarios y la descomposicin de los partidos reformistas que agrupaban a losdesfavorecidos por la explotacin en el trabajo, crecen las asociaciones con argumentosecolgicos, contra la exclusin por el gnero, la raza, las migraciones y otras condicio-nes de vulnerabilidad. Desde la accin humanitaria hasta las nuevas formas de militan-cia se proponen, ms que transformar rdenes injustos, reinsertar a los excluidos. Sumismo estilo organizacional, tratando de evitar la rigidez burocrtica que desacredit alos partidos clsicos, aquellos que anteponan los intereses de la organizacin a los de las

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    personas, promueven formatos giles y flexibles, actan ms en relacin con aconteci-

    mientos que con estructuras. Hemos visto sus polticas de frente multiorganizacional enlas protestas mundializadas de Seattle hasta Cancn y en los Foros Sociales de PortoAlegre y Bombay, donde la accin comn prevalece sobre la pertenencia y se vuelve dif-cil saber quin est dentro y quien fuera.

    El libro de Luc Boltanski y Eve Chiapello, El nuevo espritu del capitalismo, quizla obra ms consistente de las que en este cambio de siglo ofrecen visiones crticas delconjunto del sistema, contiene, entre otros mritos, un anlisis sutil de lo que significaesta homologa morfolgica entre los nuevos movimientos de protesta y las formas decapitalismo que se han ido instaurando en el transcurso de los ltimos veinte aos

    (Boltanski y Chiapello, 2002: 456). Al recorrer los discursos y los trabajos estadsticosdedicados a los excluidos, encuentran que las desventajas sociales son miradas como con-secuencia de relaciones entre miseria y culpa, o de caractersticas personales fcilmentetransformables en factores de responsabilidad individual, con lo cual se elimina la visinestructural de la explotacin que iba ligada a la nocin de clase: la exclusin se presen-ta ms como un destino (contra el que hay que luchar) que como el resultado de unaasimetra social de la que algunas personas sacaran partido en perjuicio de otras (Boltanskiy Chiapello: 458). Estos autores reconocen la utilidad del concepto de exclusin paraentender formas de miseria correspondientes al desarrollo capitalista actual, pero se pre-guntan en qu sentido este trmino oculta dispositivos de formacin del beneficio pro-

    pios de modos de explotacin de un mundo conexionista.El pensamiento posmoderno (no slo el neoliberal, tambin el que sostiene una

    crtica social) ha destacado la movilidad y la desterritorializacin, el nomadismo y la fle-xibilidad de pertenencias. Todos, an los migrantes y exiliados, viviramos oscilandocon fluidez entre lo global y lo local. Pero pocas veces se analizan las desiguales condi-ciones de arraigo y movilidad. Si como explica Ronald Burt las relaciones establecidasen red son convertibles en otra cosa, bsicamente en dinero, hay que averiguar cmotransforman las conexiones y la informacin en capital social actores con posiciones dife-rentes y desiguales. Boltanski y Chiapello hablan de los grandes como aquellos que

    disponen de mayor capacidad de desplazarse en los espacios geogrficos e intercultura-les, en tanto los pequeos son los destinados a la inmovilidad.

    Como en el antiguo discurso hegemnico que atribua a los pobres la responsabi-lidad por su situacin (trabajan poco, no tienen iniciativa), ahora la distincin entrelos que se mueven y los que se quedan se adjudica a las inclinaciones caseras o las cos-tumbres o las ideas fijas de los sedentarios. Sin embargo, existen vinculaciones estruc-turales y complementarias entre unos y otros. Los pequeos o localizados son los doblesindispensables para el nomadismo y el enriquecimiento de los grandes.

    Cmo teje el grande su relacin a distancia? Contacta con una persona (que puedeser el centro de una camarilla) y escoge o deposita en ese lugar a alguien que mantenga

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    esa relacin. El doble ha de permanecer en el lugar que le fue asignado. Su estancia en ese

    nudo de la red es imprescindible para los desplazamientos del grande. Sin su presencia, elgrande perdera, a medida que se desplaza, tantas relaciones como fuera creando. No podraacumularlas. El capital se le escapara. De qu le servira su telfono mvil (gran objetoconexionista) si no estuviera seguro de encontrar en el otro extremo del hilo, en su sitio,en la base, a alguien capaz de actuar en su lugar, alguien que tiene al alcance de la manoaquello sobre lo que hay que intervenir? (Boltanski y Chiapello: 469).

    La explotacin se fortalece en un mundo conexionista a partir de la inmovilidadde los pequeos, y gracias a laduracin con que los nmadas acumulan movilidad y mul-tilocalizacin. El fuerte es el que ante todo logra no ser desconectado, y por eso aade

    conexiones. En las relaciones clsicas de explotacin el poder se obtena gracias al repar-to desigual de bienes estables, fijados territorialmente: la propiedad de la tierra o de losmedios de produccin en una fbrica. Ahora el capital que produce la diferencia y ladesigualdad es la capacidad o la oportunidad de moverse, mantener redes multiconec-tadas. Las jerarquas en el trabajo y en el prestigio van asociadas, ms que a la posesinde bienes localizados, al dominio de recursos para conectarse.

    Sin embargo, nos equivocaramos si viramos este proceso en forma lineal. Estemundo hipermvil acrecienta las dificultades para identificar puntos de arraigo, reglasestables y zonas de confianza. La autonoma y la movilidad se obtienen a cambio deseguridad. Se ha desconstruido el antiguo concepto de autenticidad, basado en la fide-

    lidad a uno mismo, la resistencia del sujeto a las presiones externas y la exigencia de com-prometerse con un ideal. La fidelidad a s mismo y a un lugar suele interpretarse comorigidez, la resistencia ante los dems como rechazo a conectarse, al compromiso con ide-ales permanentes como incapacidad de adaptarse a las variaciones de la moda. Pero almismo tiempo comienza a ser cada vez ms insatisfactorio vivir en un mundo de simu-lacros, artificios y mercancas inconstantes.

    Se valora, entonces, junto con la flexibilidad y la movilidad, ser alguien seguro,alguien en quien se pueda confiar (Boltanski y Chiapello, 2002: 579). El xito de lapersona conexionista no depende slo de su plasticidad: si se limita a ajustarse a las nue-

    vas situaciones que se le presentan corre el riesgo de pasar desapercibido o, peor an, deque se le juzgue sin grandeza y se le asimile a los pequeos, a los nuevos, a los ignoran-tes. Para sacar partido de los contactos que establece, tiene que interesar, o sea apor-tar algo que a su vez conecte con otros mundos. En la medida en que su persona, supersonalidad, contenga ese algo susceptible de interesarlos y seducirlos, ser capaz deatraer su atencin y obtener su apoyo o informaciones. Pero para ello tiene que seralguien, es decir, llevar consigo elementos ajenos a su mundo, percibidos como caracte-rsticos suyos (Boltanski y Chiapello, 2002: 584).

    Es posible insertar en esta tensin entre ser alguien yser flexible, ser local y global,un nuevo tipo de crtica a las inconsistencias y contradicciones del capitalismo? Para

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    construir esta crtica actualizada hay que reconocer, en primer lugar, que el capital social

    se ha extendido a las relaciones internacionales desplazando su eje de las posesiones terri-toriales a los recursos intangibles de la movilidad y las conexiones. Luego, reformular lacrtica a la mercantilizacin de los medios materiales de produccin identificando losnuevos recursos de los cuales se apropia la economa en red: a) las posibilidades de movi-lidad y conexin (lenguas, prestigio, disponibilidad flexible de todo el tiempo de los tra-bajadores, no slo de su jornada laboral); b) la transformacin en productos, dotadosde un precio y consiguiente posibilidad de intercambio mercantil, de bienes y prcticasque antes eran apartadas de la comercializacin: las relaciones amistosas usadas comoocasiones para hacer negocios, las diferencias culturales excitadas para incorporar al mer-

    cado a los disidentes. Boltanski y Chiapello evocan la prospeccin de yacimientos deautenticidad convertibles en fuentes potenciales de beneficio (paisajes, bares con encan-to, turismo alternativo), capaces de restablecer un sentido de lo autntico compatiblecon las variaciones de la especulacin mercantil y de la moda. Aunque estos autores nolo mencionan, la industria del new agees otro ejemplo elocuente.

    La lista puede ser extendida. Me llama la atencin que estos autores no destaquenlas radiofrecuencias, claves de la conectividad meditica, la propiedad ms valiosa enel siglo XXI, segn estima Jeremy Rifkin (2001). En las redes electrnicas y mediticasse distribuye la informacin, y por tanto se crean zonas de concentracin e irradiacin(Ford, 1999: 147), que organizan el acceso desigual a los bienes y mensajes. En gran

    parte de la sociologa francesa sigue habiendo una escisin entre quienes estudian lasredes comunicacionales y quienes se ocupan del resto de la vida social.

    Tendremos que volver ms adelante sobre los medios de comunicacin y las indus-trias culturales como instancias donde se crea la ilusin de conectividad global, aunquese seleccionan patrimonio culturales hegemnicos o diversos pero susceptible de ser codi-ficados para insertarlos fcilmente en el proceso de acumulacin. Si bien no desarrollanesta idea en el campo meditico, vale la pena citar la distincin que Boltanski y Chiapellohacen entre laestandarizacin, imperativa de la produccin en masa del capitalismoindustrial, y lacodificacin de la etapa ms reciente. Mientras que la estandarizacin

    consista en concebir un producto de golpe y someterlo a la reproduccin idntica delmayor nmero posible de ejemplares absorbidos por el mercado, la codificacin, ele-mento a elemento, permite jugar con combinaciones e introducir variaciones con el finde obtener productos relativamente diferentes aunque del mismo estilo. En este senti-do, la codificacin posibilita una mercantilizacin de la diferencia inviable en la pro-duccin estandarizada. Y sta es la razn que le permite adaptarse a la mercantilizacinde lo autntico, ya que permite conservar parte de la singularidad que daba valor al ori-ginal. Sirva de ejemplo el pequeo bar montado sin esmero, intuitivamente, a ojo, y quefunciona. Que funciona bien. Que est siempre a tope. Tienta el impulso de extender-lo. Se puede comprar la casa de al lado, pero eso no llevara lejos. Para extenderlo hara

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    falta reproducirlo en otro lugar, en otro barrio, en otra ciudad. Hara falta transportar-

    lo. Pero no se sabe lo que debera transportarse de ste, porque se desconoce la clave desu xito. Las mesas descabaladas? Los platos caseros? El servicio a la pata la llana? Lasimpata de sus clientes? Los precios ajustados (aunque otros consumidores estuvierandispuestos a pagar ms en otro lugar)? Para saberlo hay que analizar el bar, descubrir ques lo que le da ese carcter de verdadera autenticidad que constituye su valor, elegir algu-nas de sus cualidades, las ms importantes y las ms transportables (el pblico, por ejem-plo, es imposible) e ignorar otras consideradas secundarias. Este proceso es un procesode codificacin. (2002:561-62).

    TRES MODELOS POLTICOS?

    El mundo est hegemonizado por un programa neoliberal agrietado, con baja gober-nabilidad, que exhibe por todos lados, desde los aos noventa, su incapacidad para gene-rar crecimiento y estabilidad. En Amrica Latina, aun las minoras beneficiadas estndescontentas, y esto hace resonar con ms fuerza el malestar de los sectores populares ymedios. Por eso triunfaron Lula en Brasil y Kirchner en Argentina, cayeron gobernan-

    tes en Bolivia, Ecuador y Per. Se producen agrupamientos de pases en el Mercosur yen el rea andina buscando articular lo que queda de economas saqueadas por las pri-vatizaciones y la transnacionalizacin de recursos. Quieren fortalecerse en las negocia-ciones de libre comercio. Faltan, sin embargo, interpretaciones de conjunto que dencuenta de las causas de la penuria y el descontento, que movilicen de modo verosmil yproductivo las fuerzas transformadoras.

    Las tres direcciones tericas descritas en este captulo proponen recursos tericosque protagonizan ahora el trabajo en las ciencias sociales. Quienes destacan las diferen-cias(tnicas o nacionales) auspician proyectos de autonoma, tan diversos como la lucha

    armada de los indgenas aymaras que quieren convertir a Bolivia en la Repblica deQullasuyo, los zapatistas mexicanos y movimientos anlogos en Ecuador, Panam, Pero Guatemala que intentan autogobernar sus comunidades para negociar posiciones pro-pias respetadas dentro de las naciones modernas. En otro registro sociopoltico, podr-amos aadir a los gobiernos que asumen en alguna medida las diferencias y los interesesnacionales para impulsar proyectos ms independientes de desarrollo endgeno.

    Este ltimo movimiento podra situarse tambin en un segundo grupo, pues colo-ca en el centro del proyecto no la diferencia sino ladesigualdad. Para quienes gobiernanArgentina y Brasil, e impulsan el Mercosur, el resorte clave del cambio no est en la dife-rencia tnica o nacional, definida en trminos identitarios, sino en la caracterizacin de

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    la desigualdad interna e internacional como algo generado por una historia de inter-

    cambios injustos. Asumen como producto histrico la asimetra producida por el capi-talismo de la primera modernidad liberal, y se preguntan cmo remontar el agravamientode las desigualdades impuesto por la apertura irresponsable de las economas naciona-les, la desposesin de recursos econmicos, educativos y culturales, la transferencia deriqueza de las mayoras a lites financieras improductivas, especuladoras, nacionales einternacionales. Los sectores tradicionales de la izquierda y de movimientos nacional-populistas persiguen la movilizacin de frentes populares (obreros, desocupados, migran-tes, indgenas, asociaciones de campesinos sin tierra y ciudadanos urbanos) con elargumento de recuperar capacidad nacional de gestin, mejorar la distribucin de la

    riqueza y lograr posiciones ms justas en las negociaciones internacionales.La tercera lnea, destacando el papel decisivo de la tecnologa en la recomposicintransnacional de los procesos de trabajo, comercio y consumo, encuentra que los resor-tes clave imprescindibles para desarrollar cualquier programa eficaz se hallan en laincorporacin de amplios sectores a los avances tecnolgicos. Su programa poltico buscala renovacin educativa, la actualizacin del sistema productivo y de servicios, la movi-lizacin y el ensanche de los recursos de modernizacin. Estn quienes intentan sloasociar a las elites con los movimientos empresariales transnacionales, y estn los que seinterrogan por el sentido social de esta articulacin interna y globalizada.

    Estos tres conjuntos proyectuales corresponden a las temporalidades histricas dis-

    tintas que coexisten en Amrica Latina. No resulta muy consistente, en la perspectivade la diversa y compleja relacin de fuerzas mundial, regional y de cada nacin, optarslo por la diferencia, la desigualdad o la desconexin como clave interpretativa y recur-so movilizador del cambio sociopoltico. La pregunta acerca de cmo combinar estostres tipos de organizacin-segregacin social puede generar respuestas distintas en dife-rentes pases latinoamericanos, europeos o en los Estados Unidos. No voy a extender-me en el problema de las respuestas. Ms bien creo importante ofrecer elementos paraconsiderar cmo en las preguntas deberamos encontrar la manera de articular estas tresclaves de lectura de las sociedades contemporneas.

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  • 7/30/2019 Interculturalidad y Globalizacion Nestor Gar Canc Igu Dife y Desconectados

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