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LA TRADICIÓN DE LOS LIBROS DE VIAJES MEDIEVALES EN EL PERSILES DE CERVANTES Isabel Lozano-Renieblas Dartmouth College La narrativa de viajes ejerció una enoone influencia en la novela de aventuras. Ya desde la época helenística las novelas griegas acudieron a los antiguos relatos geográficos, etnográficos y de viajes para representar el logos del mundo desconoci- do l . Y aunque prodigios y maravillas no son el centro de interés en la configuración del mundo aventurero, encontramos descripciones minuciosas de costumbres, ani- males o fenómenos de la naturaleza, seleccionados por su rareza y singularidad. Los trabajos de Persiles y Segisl/lwlda de Cervantes también son deudores de esta tradi- ción viajera 2 . La llegada de Periandro al reino de Cratilo, la descripción de los pati- Recientemente. L. A. García Moreno y F. J. Gómez Espelosín han editado, entre otros relatos de viajes del mundo antiguo. Sobre la India de Ctesias de Cnido; el Periplo de Hanón; el Periplo del Pseudo-Seílax; y la Descripción de la Lierra habitada de Dionisia el Periegeta. Véase Relotos de viajes en la literatura griega ontigua. Madrid: Alianza. 1996. 2 Vladimir Acosta en su excelente trabajo Viajeros y lIIaravíl/as, (Caracas: Monte Ávíla Latínoa- 347

Isabel Lozano- La Tradición de Los Libros de Viajes Medievales en El Persiles de Cervantes

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  • LA TRADICIN DE LOS LIBROS DE VIAJES MEDIEVALES EN EL PERSILES DE CERVANTES

    Isabel Lozano-Renieblas

    Dartmouth College

    La narrativa de viajes ejerci una enoone influencia en la novela de aventuras. Ya desde la poca helenstica las novelas griegas acudieron a los antiguos relatos geogrficos, etnogrficos y de viajes para representar el logos del mundo desconoci-do l . Y aunque prodigios y maravillas no son el centro de inters en la configuracin del mundo aventurero, encontramos descripciones minuciosas de costumbres, ani-males o fenmenos de la naturaleza, seleccionados por su rareza y singularidad. Los trabajos de Persiles y Segisl/lwlda de Cervantes tambin son deudores de esta tradi-cin viajera2. La llegada de Periandro al reino de Cratilo, la descripcin de los pati-

    Recientemente. L. A. Garca Moreno y F. J. Gmez Espelosn han editado, entre otros relatos de viajes del mundo antiguo. Sobre la India de Ctesias de Cnido; el Periplo de Hann; el Periplo del Pseudo-Selax; y la Descripcin de la Lierra habitada de Dionisia el Periegeta. Vase Relotos de viajes en la literatura griega ontigua. Madrid: Alianza. 1996.

    2 Vladimir Acosta en su excelente trabajo Viajeros y lIIaravl/as, (Caracas: Monte vla Latnoa-

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  • nadores, la del barnaGlas o el encuentro con el nufrago se nutren del imaginario medieval de lo desconocido, como les mostrar a continuacin.

    La llegada de Periandro al reino de Bituania recoge una de las fabulaciones ms frecuentadas por los viajeros durante siglos: el tema de la vorgine o, su variante, la montaa magntica. Antes de llegar a la tierra de Cratilo, situada en las inmediacio-nes del crculo polar rtico, Periandro y los pescadores que lo acompaaban se ven sorprendidos por un pofado viento que los empuja hasta el nQrte de Noruega. El pi-loto de la nave cuando cae en la cuenta de la magnitud del peligro reacciona horrori-zado con estas palabras:

    Desdichados de nosotros, que si el viento no nos concede dar la vuelta para seguir otro camino, en ste se acabar el de nuestra vida, porque estamos en el mar Gla-cial, digo, en el mar helado y, si aqu nos saltea el hielo, quedaremos empedrados en estas aguas. (Persiles. 246)3.

    Apenas haba acabado de decir la ltima palabra cuando sienten que el mar co-mienza a helarse, quedando el barco engastado entre los hielos como suele estar una piedra en un anillo (246). El pnico se aduea de los ocupantes del navo que presienten una muerte inminente por fro e inanicin.

    Los cosmgrafos y gegrafos del XVI explicaron este fenmeno de la vorgine por la existencia de la calamita o piedra imn. Se crea que en el Polo haba una roca imn rodeada por un ro interior donde iban a desembocar cuatro canales separados por islas que comunicaban con el mar Glacial4. Debido a la atraccin del imn, la

    mericana, 1993, 3 vol s.), traza la trayectoria de los mitos y prodigios ms frecuentados por el imaginario medieval.

    3 Cito por Los trabajos de Persi/es y Segismunda. Ed. de J. B. Avalle-Arce. Madrid: Castalia, 1969.

    4 El llamado mar helado, aunque con diferentes nombres y ligeras variantes en su emplazamiento, se situaba en la parte ms septentrional del Atlntico norte. A medida que progres el conoci-miento del septentrin fue aproximndose ms al Polo. As, para los gegrafos de la primera mi-tad del XVI, como Alonso de Santa Cruz, se trata del mar que transcurre entre Islandia-Groenlandia y Noruega (Islario general de todas las islas del mundo de Alonso de Santa Cruz. Ed. y prlogo de A. Blzquez. Madrid, 1918-20,11, lmina 21). En cambio, los ge6grafos de la segunda mitad del XVI, como G. Mercator O A. Ortelio. lo situaban detrs de Groenlandia, marcando el lmite meridional de la llamada Terra septentrionalis. Mercator lo sita entre Groenlandia y las cuatro islas que, segn se crea, rodeaban el Polo, extendindose hasta el extre-mo ms septentrional de Noruega. Ortelio tambin lo ubica al norte de Noruega (limitando con Biarrnia, Pernia y el pas de los pigmeos). Vase G. Mercator, Atlas sive cosmographicae medio tariones de fabrica mundi el fabricati figura, (Ed. facsmil de Bruselas: Culture et Civilisation, 1963) y A. Ortelio, Teatro del orbe de la tierra, (Amberes: Imprenta Plantiniana, 1612).

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  • corriente flua siempre en direccin norte; y cuanto ms cerca de los ros ms se acentuaba la atraccin que succionaba las naves hasta el mar interior, cuyo remolino las engullaS. Esta explicacin no deja de ser una adaptacin de la vieja leyenda de la montaa magntica conocida desde la Antigedad. En efecto, el terror de Perian-dro y sus compaeros haba sido experimentado por otros muchos viajeros medieva-les ante la imposibilidad de pilotar los barcos; uno de los ms obsesivos mitos geogrficos que aliment el temor de los marineros a explorar mares desconocidos. La leyenda de la montaa magntica aparece con frecuencia en la literatura de viajes fantsticos tanto oriental como occidental. Era extremadamente popular entre los persas y rabes. De hecho una de las descripciones ms exhaustivas la encontramos en el relato de la Historia del tercer caletuler de las Mil y Ulla noches. La nave del prncipe Agib, arrastrada por un fuerte viento, va a parar a aguas distantes y desco-nocidas. Cuando el capitn del barco ve el lugar donde se encuentran se le erizan los cabellos, e informa a sus compaeros de la imposibilidad de retroceder y del peligro que se avecina. Estn cerca de la temible montaa magntica, que hace estallar los navos porque la roca imn atrae los clavos con los que estn fabricados. En la tradi-cin occidental, aparece en Homero y de ella hablan Ptolomeo y Plini06. Una de las leyendas medievales de Virgilio cuenta el viaje del autor de la Eneida hasta la mon-taa magntica Rara apropiarse de los libros de Zabuln que anunciaban el adveni-miento de Crist07 . El Duque Ernesto, un poema alemn del siglo XII-XIII que relata las andanzas de Emesto en hbito de peregrino, nos cuenta que, despus de abando-nar Grippa, llegaron al mar coagulado por el que no se poda navegar, y slo la fuer-te atraccin de la montaa magntica empujaba la nave hacia delante. La proximidad de la montaa hace inevitable la colisin, pero la tripulacin sobrevive milagrosamente. Los marineros, como sucede en el quinto viaje de Simbad, descu-

    5 Las inscripciones explicativas de los canales que aparecieron en el Mapamundi de Mercator de 1569 despertaron la curiosidad de John Dee, quien escribi a Mercator para que le dijese de dn-de provena la informacin. Mercator le contest con una curiosa carta, conservada en el Diario de John Dee, donde le explica la leyenda completa. Vase E. G. R. Taylor, A Letter Dated 1577 from Mercator lo John Dee. (lmago Mundi 13: 1956),56-68.

    6 Escila y Caribdis, en la Odisea, y las rocas Cineas, en las Argoflulicas de Apolodoro de Rodas, no dejan de ser variantes de esta misma tradicin. Ptolomeo (Geografa VII. 11) menciona unas islas situadas en los mares del Extremo Oriente, las Islas Manoli. en las que los navos son atra-dos por la piedra herdclea, uno de los nombres de la piedra imn en la Antigedad (vase Platn, In 533d). Plinio habla de dos montaas que alteri natura ut ferrum omne teneat, alteri ut res-puat; taque si sint c1avi in calciamento, vestigia avelli in altero non posse, in altero ssti (HislO ria nalll/alll. 211 J. Vase, tambin, Viajeros y maravillas 111, 94.

    7 Vase Domenico Comparetti. Virglio /lel Medo Evo, (Florencia: Bernardo Seeber. 1896: ll), 99-100.

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  • bren una playa llena de riquezas, procedentes de los navos que chocaban contra la montaa8. El viajero medieval Benjamn de Tudela cuenta que para ir al pas de la China hay que pasar el peligroso mar Glacial, en el que domina un viento impetuoso que arrastra las naves hasta que los barcos ya no pueden moverse y sus tripulantes perecen de hambre9. Odorico de Pordenone habla de la existencia en Ormuz de unos barcos llamados ase construidos sin hierro 10. Son los mismos que rechaz Marco Polo por considerarlos inseguros, prefiriendo emprender una ruta mucho ms larga para llegar a la China 11. En esta singular manera de construccin nutica hay un re-flejo, sin duda, de esta fascinante leyenda. Juan de Mandeville en su Libro de las maravillas aconseja a los comerciantes que eviten el reino de Preste Juan por el peli-gro que representa para las naves la abundancia de la piedra imn l2

    Pero para finales del XVI, las maravillas que en la Edad Media se contaban de la India o de la China se haban trasladado a las inmediaciones de lo que hoy conoce-mos como Polo norte 13. As reaparecen y se convierten en autoridades textos medie-vales que hablaban del fenmeno y lo situaban en el norte de Europa. Giraldo

    8 Vase Viajeros y mart/\'il!as Ilt 48-53. 9 Libro de viajes (/e Benjamn de Tilde/a 1160-1173. (Trad. de J. R. Magdalena Nom de Du. Bar-

    celona: Riopiedras Ediciones. 1989), 113. 10 Vase The JOllrnal o{ Frior Odoric. 13/8-1330. (Con/emporaries (~{ Marco Polo. Ed. de Manuel

    Komroff. Londres: Jonathan Cape. 1928. 211250), cap. 2. 11 Tomo la referencia de V. Acosta. Viajeros y maravilla . I1I, 162, nota 24. 12 Libro de las maravillas, (Ed. de J. Ernesto Martnez Ferrando. Madrid: Coleccin de Joyas Bib-

    liogrt1cas XVII y XVIIl, 1958-60), cap. LXIV. Tambin Ibn Battuta, a su llegada a Marruecos, menciona algo similar a la montaa magntica, aunque en esta ocasin resulta ser el temible roc (A travs del islam. Ed. de S. Fanjul y F. Arbs. Madrid: Alianza, 1987: 739).

    13 No est de ms recordar que. a finales del XVI y principios del XVII, a diterencia de lo que reve laran los descubrimientos geogrficos. se pensaba que el Polo estaba habitado y rodeado por cuatro islas. una de ellas paradisaca, separadas por cuatro ros; imagen quc parece alimentarse de las descripciones medievales del Paraso. En la Edad Media, la Tierra se divida en cinco zo-nas, dos de las cuales, la rtica y la antrtica eran inabitables a causa del fro; y una, la zona trri-da, a causa del calor. Las dos nicas zonas habitadas eran las templadas. Entre ellas se extenda la zona trrida. Por esta razn los hombres de las antfpodas no podan comunicarse con Jos del hemisferio norte. A finales del Renacimiento. por el contrario. se rebati esta teora. En 1578, George Best en los preliminares al relato de los viajes de Frobisher, Three Vayages /'{ Martin Frobisher, explica por qu pensaba que los Polos estaban habitados. Segn esta interesante na-rracin, la superficie terrestre se divida en seis continentes: Europa. Affrica, Asia, Terra Sep-Ientriollalis, America, and Tena Austrialis. Vase Three Voyages al Mar/in Frobisher, (Ed. de R. Collinson, Hakluyt Society, 1867. Reimpresin de Nueva York: Burt Franklin, Publisher. 1963, vol. 38), 33.

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  • Cambrensemenciona la vorgine y titula el captulo catorce del segundo libro de la Topografa hibrnica: De voragille maris naves absorbentes. Adam de Bremen, en sintona con los relatos de las sagas nrdicas, recuerda la existencia de unos bancos de niebla, que sorprenden a los marineros para despus ser absorbidos por la vorgi-ne

    l4. y San Brandn, un monje irlands que viaj por el septentrin en busca del

    Paraso, habla de un prodigio parecido en el Atlntico norte 15.

    La embarcacin en la que navega Periandro, como es de suponer, no se estrella por la atraccin de la piedra imn. El mar helado inmobiliza el navo y la tripulacin sale ilesa del percance. El imperativo de la verosimilitud exiga adaptar el relato de Periandro a las necesidades del momento. Cervantes est fabulando lo real inimagi-nable para un lector de principios del XVII, cuya importancia escapa un poco a la percepcin del siglo del XX. En su empeo, hace un esfuerzo por incorporar la ac-tualidad del momento, rescatando para la ficcin verosmil aquello que hasta enton-ces haba sido privativo de los relatos fantsticos. La ancdota de la nave encallada entre los hielos responde a un hecho histrico. En 1598, Gerardo de Veer escribi en su Diarium nauticum las peripecias de la expedicin de Williams Barents a Nueva Zembla, cuya tripulacin pereci en condiciones miserables al intentar invernar en el crculo polar rtico 1 6.

    Periandro y sus compaeros pronto descubren que sobre el mar helado se aproxi-man las huestes de Cratilo, un ejrcito de ms de cuatro mil hombres, que 17 camina-

    14 En Descrptio l1su/amm aqui/ol1is. (Ed. de J. P. Migne. Patrologa Latina. 146, 1853), cap. XLII

    15 San Brandn navega. despus de celebrar la epifana. hacia en el mar coagulado: Mucho tiempo llevan los viajeros recorriendo la mar, con larga singladura, pero sin ver tierra hacia ningn rum-bo. Les falla el viento. los viveres les llegan a faltar. crece el hambre y la acuciante sed, y la mar se ha quedado tan quieta y espesa que su navegacin se hace muy penosa: se ha vuelto fangosa como una marisma, hasta tal punto que temen estancarse (Viaje de San Brandn. (ed. de M. J. Lemarchand. Madrid: Siruela. 1986). cap. XVII.

    16 Carlos Larsen en Ideas de Cervantes acerca de los pases septentrionales, (La Espaia moderna 207: 1906.21-46), seal las huellas que el relato de G. de Veer dej6 el Persiles. sobre todo. en el episodio de Bituania. Vase G. de Veer Diarium nal/I/cum, (Amsterdam. 1598). El relato est recogido tambin en el volumen sexto de las Navigazio/1i e viaggi de G. B. Ramusio (Torino: Ei-naudi, 1988).

    17 No deja de ser curiosa la cifra de los 4000 hombres elegida por Cervantes. Mercator cuenta la le-yenda de la colonizacin del septentrin, segn la cual se crea que el rey Arturo haba envidado 4000 personas a explorar los canales que rodeaban el Polo norte. Ocho descendientes de estos exploradores, entre ellos dos frailes poseedores de un astrolabio, volvieron al reino de Noruega, donde dieron noticia de la existencia de estos mares. Asimismo cuatro mil es el nmero de los pobladores mticos de Irlanda antes de que una epidemia inexplicable acabara con ellos en una

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  • ban [dice Periandro] sobre slo un pie, dndose con el derecho sobre el caIcao iz-quierdo, con que se impelan y resbalaban sobre el mar grandsimo trecho, y luego, volviendo a reiterar el golpe, tomaban a resbalar otra gran pieza de camino. (Pers-les. 255)

    Esta curiosa descripcin poco tiene que ver con la tcnica del esqu o del patina-je. La crtica se ha preguntado por qu Cervantes le hizo describir a Periandro tan estrafalaria manera de deslizarse sobre el hielo, siendo que tanto el esqu como el patinaje eran conocidos desde la Edad Media. El granadino hispano-musulmn Abu-Hamid, que viaj en el siglo XII por tierras eurasiticas, lo describe con minuciosi-dad, y lo mismo puede leerse en la Historia de gen/ibus sepfelltrionalibus de Olao Magno18. Adems, los atlas de la poca, sobre todo, los de tipo Teatrum orbis terra-rum, traen vistosos grabados de samoyedos esquiando. En cuanto al patinaje, baste decir que cuenta con entrada en Autoridades. La respuesta hay que buscarla no tanto en la suficiencia informativa de Cervantes cuanto en la intencin de conectar con la tradicin de monstruos que poblaban los confines de la ecmene l9. Son numerosos los relatos que hablan de hombres que caminan sobre un solo pie, denominados imantpodos (Adam de Bremen Descriptio insularum aquilonaris, XXV), monco-los (Plinio, Historia natural, VII, 23) o monos celos (Estrabn, Geografa XV, 16.1), segn los autores20. Mandeville escribe que en Etiopa hay gentes que no tienen sino un pie, as ancho que ellos facen sombra con l a todo el cuerpo contra el sol cuando ellos estn echados (Libro de las maravillas, cap. XLII). Plan Carpino menciona, entre los monstruos que pueblan los desiertos ms all de Armenia, una suerte de ciclpodos con un solo brazo, una sola mano y un slo pie, sobre el que saltan y brincan. A veces, incluso, el pie o la mano hace las veces de eje, con lo que

    semana. Vase el artculo citado de E. G. R. Taylor, A Lener Dated 1577 from Mercalor lo John Dee. y V. Acosla. Viajeros y mamvtlas (1I, 74), respectivamente.

    18 Vase, Abu-Hamid el granadino y su relacin de viaje por tierras eurasiticas. (Traduccin de Csar E. Dubler. Madrid: Imprenta e Edtoral Maestre. 1953). 57 -58.

    19 Sobre la tcnica del esqu en Cervantes. puede verse L. Sletsj6e. Cervantes. Torquemada y alao Magno. (Anales Cervantinos 8: 1959-60. 139-50): M. Garca Blanco. "Cervantes, y el Per/es: un aspecto de la difusin de esta novela. (Homenaje a Cervantes, Valencia: Ed, de P, Snchez-Castaero 1950: JI. 87-115); Y el artculo ya citado de C. Larsen.

  • se desplazan con un movimiento circular, a modo de una rueda21 . Desde la Antige-dad. el septentrin haba gozado de una larga tradicin de seres fantsticos. Luciano sita en el norte a los corchpodos, que flotan en el ocano septentrional merced a una plataforma de corcho que les sirve de soporte. Y en plena Edad Media, A. de Bremen haba confinado a cinocfalos, monculos, amazonas. panotis e imantpo-dos tras los montes Rifeos. Cervantes, que conoca bien esta tradicin, as como la fascinacin del XVI por los monstruos y los seres deformes, despierta la fantasa del lector. Con la descripcin de unos vulgares patinadores evoca a los fabulosos mo-noscelos e imantpodos, que A. de Bremen defina como saltadores de un solo pie (uno pede salientes). Conecta as con toda una larga tradicin de seres imagina-rios que moraban en el mundo desconocido y que poco a poco fueron desplazndose hacia los mrgenes.

    Luciano, al comienzo de la Verdadera historia, se mofa del lugar preeminente reservado a la zoologa fantstica en los relatos de viajes de su tiempo. Y es que el exotismo zoolgico es compaero de viaje de los prodigios de la naturaleza o los monstruos antropomrficos. En el Persiles aparecen dos animales que enrazan con la tradicin viajera22. A la llegada de los viajeros a Golandia, el mesonero les sirve muchos gneros de pescados que se llaman barnaclas. El barnaclas y su pariente oriental el cordero vegetal pertenecen a una categora de prodigios que adquirieron gran popularidad en la Edad Media. El origen de ambos est estrechamente empa-rentado con el tema del Wak-Wak, tan productivo en la geografa y en la literatura de viajes rabe. As llama El libro de los animales de Al Ya-Yahiz (s. IX) al rbol de frutos humanos de cuyas ramas penden mujeres suspendidas por las cerdas (ms tarde, los espaoles arabizados lo llamarn hueque). Las mujeres son bellsimas y gritan sin cesar wak-wak. Pero cuando los marineros las arrancan del rbol para se-ducirlas se marchitan y mueren23. Burzug Ibn Shahriyar, compilador del Libro de las maravillas de la India, una coleccin de relatos de viajes que data del siglo X.

    21 Vase The Journey of Friar John {~f Pan de Carpin. 1245-1247. (Colltemporaries of Marco P%. Ed. de Manuel Komroff. Londres: Jonathan Cape. 1928, 1-50), cap. XIV.

    22 Otro de los animales prodigiosos que se menciona en el Persiles es la rmora o echeneis. Apare-ce en dos ocasiones. Amaldo. ante la alarma injustificada de Mauricio, le pregunta: hay alguna rmora que nos detenga? (131). Y ms tarde, Sinforosa, ante la inevitable marcha de Periandro, exclama: ,,Ay Dios, si la rmora de mi voluntad le detiene el navo! (251-2). La rmora, a pe-sar de su minsculo tamao, tena una fuerza portentosa, capaz de inmovilizar los navos. Vase Bestiario Medieval, (ed. de I. Malaxecheverra. Madrid: Ediciones Siruela, 1986),67-68.

    23 Sobre el tema del Wak-Wak. vase J. Baltrusaitis. Le Moyen Agefantastique. Antiquits el ex{)-tismes dans ['art gothique, (Pars: Armand Colin, 1955), cap. IV, IV; Y V, Acosta, Viajeros y maravillas n, 318-321.

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  • cuenta una historia semejante. Mohamed, hijo de Blishad, le infonn de la exist-encia en la tierra de Wak-Wak de grandes rboles con hojas circulares que tienen por frutos una suerte de calabazas antropomrficas. Cuando el viento las sacude

    . 'd . I h 24 emIten som os semejantes a as voces umanas El tema hizo fortuna entre las narraciones que contaban los prodigios, primero,

    de Asia y, ms tarde, de Irlanda y del septentrin, con la consiguiente adaptacin de los frutos al nuevo mbito geogrfico. Odorico de Pordenone dice que en Kalor, uno de los reinos del gran Kan. crecen melones en cuyo interior encierran un pequeo cordero. Pero tamaa maravilla no le sorprende en absoluto, porque Irlanda cuenta con un prodigio semejante. All tambin hay rboles que tienen por frutos unos me-lones similares, que al madurar caen al agua y se convierten en pjaros25 . Odorico se refiere, naturalmente, a la metamorfosis del barnaclas, cuya leyenda tiene varias versiones. La ms sencilla. que acabo de mencionar. se inscribe en la tradicin oriental de los rboles con frutos animados. que tan en boga estuvo y tanto crdito alcanz durante la Edad Media. Existe una segunda versin en la que el fruto del r-bol ya no se metamorfosea en pjaro sino que el barnaclas se engendra de la madera putrefacta. La explicacin de esta nueva versin, que se difundi en el XVI a travs de los atlas de tipo Teatrllln orbis terrarum, procede de la confusin entre el ave y el crustceo, designados en ingls con el mismo vocablo (bamacle). La homonimia dio lugar a que se pensase que se trataba de una nica criatura nacida de las conchas marinas26. Sobre esta ltima versin est modelada la descripcin cervantina del

    24 Vase Burzug lbn Shahriyar. The Book of the MaI'vels of India, (trad. inglesa de Peter Quennell sobre la traduccin francesa de L. Marcel Devic. Nueva York: The Dial Press. 1929). cap. XXXVII.

    25 Vase The Journal of Friar Odor;c. lJ18-J330. cap. XIV. Una historia similar repite Mandevi-lIe: "Sabed que el dicho reino crece una manera de fruto; cuando es maduro findenlo por medio y fallan dentro un animal en carne y en hueso y en sangre. as como un cordero pequeo sin lana, de manera que el hombre come el fruto y el animal; y por cierto es gran maravilla deste fruto. y tambin gran obra de natura; aunque yo les dxe quc yo no lo tenia a gran maravilla. porque tam-bin haba rboles en nuestra tierra. es a saber en Inglatierra. que las Hores que caen en la tierra se toman pjaros volantes y son buenos para comer. y no viven ms; los que caen en el agua vi-ven; de lo cual ellos se maravillaron mucho (Libro de las maravillas, cap. LXI).

    26 Esta ltima versin, que aparece en los tratados geogrticos de la segunda mitad del XVI, se co-nada a travs de la, por entonces indita. Topografa hibrnica de Giraldo Cambrense. Esta po-lmica obra fue la fuente en la que se documentaron los historiadores y gegrafos que escriban sobre Irlanda. Para la metamorfosis del barnaclas, vase M. Mller, Modem Mylho)ogy, (Lec-tures on he Science (Jf Language. delivered at lhe Royallnstitution of Great Brilain in February, March. Aprl and May ) 863, vol. 11. pp, 552-571); L Thorndike, A History (Jf Magc and Experi-mental Science, (New York, 1923-34. vals. IV y VI). Sobre el barnaclas del Persiles, vase L

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  • barnaclas. Pero, contra lo que se suele creer, esta leyenda no slo era aceptada por la ciencia sino que pervivi, al menos, doscientos aos ms. Todava en el siglo XIX, segn cuenta Juan Velasco en su Historia natural del reino de Quito, el clero catli-co irlands entabl una reida controversia para dilucidar si el barnaclas era carne o pescado, y si e:a un alimento recomendable para comer durante la Cuaresma27.

    El otro prodigio ineludible en la narrativa de viajes martimos es el encuentro con algn pez monstruoso. Las connotaciones diablicas de la ballena originaron uno de los ternas ms fecundos en bestiarios, fisilogos y tambin en la literatura fantstica: el terna de la ballena-isla28 . Alejandro, llevado de su codicia y engaado por unos ictifagos, desembarca en una ballena dormida en la superficie del mar, que, al des-pertar, arrastra a los soldados del macedonia hasta las profundidades marinas29. San Brandan estuvo a punto de naufragar, porque sus acompaantes encendieron fuego sobre una ballena que confundieron con una isla (El viaje de San Brandn, cap. XIII). Simbad corre un peligro semejante al cocinar sobre un cetceo. La ballena aun siendo el monstruo ms frecuentado por los libros de viajes no es el nico. Otros viajeros menos afortunados fueron acometidos por bestias marinas despiertas. El mismo San Brandn tambin tuvo que vrselas con una enorme serpiente marina. Suleymn, viajero y comerciante rabe del siglo IX, habla de un monstruo marino que a veces arrojaba una altsima columna de agua por la boca30. Los marineros te-

    Astrana Marn, El barnacle de Shakespeare y el barnaclas de Cervantes: La Tempestad y el Pero sile.~ (ABC, 22 de marzo. 1958. 3.); C. Romero, "Oviedo. Olao Magno, Ramuso. Note sulla 'mediazione veneziana'nel primo tempc deHa composizione del Peniles, (L'impatto delta .~C() perta dell'America lIella culwra vellezialla. Ed. Angela Caracciolo Arico. Roma: Bulzoni Edito-re. 1992, 135-173), e 1. Lozano-Renieblas, Notas sobre el barnaclas del Persiles, (Nueva Revista de Filologa Hispnica 42: 1994, 143-150).

    27 Vase la nota de Jimnez de la Espada al captulo XV de su edici6n de El libro del cOlloscimiell-{o. (Madrid: Imprenta de T. Fortanet. 1877, 126-131), donde se menciona el barnaclas.

    28 Para el Fisilogo latino la ballena Cetus ergo eSl magnus, habens super codum suum tanquam sabulum quod est iuxta litus mars. Hec in medo pelagi elevat dorsum suum per undas maris sur-sum, ita ut navigantibus nautis non aliut credatur esse quam insula, precipue cum viderint totum illum locum SiCUl in omnibus litoribus maris sabulo esse repletum. Putantes autem insulam esse, applicantes navem suam iuxta eam el descendentes. tigunt palos et alliganl naves. Deinde ut co-quant sibi cibos post 1aborem, faciunt ibi focos super arenam quasi super terram. llIa vero, ut sen-serit ardorem ignis, subito mergit se in aqua et navem secum trahit in profundum maris. (Fisilogo latino: versio bis, XXV). Vase, adems. el Bestiario de Felipe de Than (vv. 1929 y ss.) y El libro de la nalllraleza de los animales (XXXIX) en Bestiari Medievali, (Ed. de Luigi-na Morini. Turn: Giulio Einaudi Editore. 1987).60, 213 Y 461, respectivamente.

    29 Vase Viajeros y maravllas 1. 65. 30 Vase "Soleyman et Abou-Zeyd-Hassan (Les deux Mahomtans>, (Voyageurs anciells et mo-

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  • man tanto al monstruo que, para que los navos no tropezaran con l, hacan sonar campanas, y as conseguan ahuyentarl031

    Algo parecido le acontece a Periandro y sus marineros. En su viaje por el Atln-tico Norte son atacados por una bestia marina con un cuello como de serpiente. Aunque el cielo est totalmente despejado, les sorprende una inexplicable lluvia to-rrencial, que procede de la que derraman por las venkmas que tienen ms abajo de los ojos aquellos monstruosos pescados que se llaman nufragos. El remedio al que recurren los compaeros de Periandro para ahuyentarlos es disparar toda la artille-ra con cuyo ruido se espantan (Persiles, 240). El nufrago se ha identificado, aun-que la descripcin que nos da Periandro difiere sustancialmente, con el fister. En cambio, hay otra bestia marina que. aunque, como acabo de sealar, tiene antece-dentes medievales, aparece descrita con minuciosidad por O. Magno en su Carta marina y en la Historia de genribus seprenrrionalibus. Me refiero a la serpiente ma-rina. No slo en el texto la semejanza es evidente, sino que en los grabados de la Carta marina de O. Magno puede observarse a la temible serpiente con un enorme cuello, erguido por encima de una nave con un marinero en la boca. Esto es exacta-mente lo que cuenta Periandro:

    En esto vi alzar y poner en el navo un cuello como de serpiente terrible, que arre-batando un marinero. se le engull y trag de improviso, sin tener necesidad de mascarle. (Persiles. 240)

    La existencia de la serpiente marina, al igual que la del barnaclas, fue discutida por la zoologa hasta bien entrado el siglo XIX, y se escribieron no pocas monogra-fas tratando de adivinar la identidad de este gran monstruo desconocido, con deta-llados testimonios de testigos que insistan en su autenticidad32.

    demes. Ed. de E. Thomas Charton. Pars. 1961-63. vol. 11,94-15\),97. 31 La ancdota viene del relato de Nearco. luganenente al mando de la annada de Alejandro. V a-

    se Voyageurs anciens el modemes 1. 181. Gernimo de Huena dice de este remedio para ahuyen-tar el tlster: Estos f1steres son los que escrbe Diodoro Sculo en los hechos de Alejandro. que espantaron su annada vindolos venir desde lejos arrojando tempestades de agua. aunque vol-viendo sobre s, y tomando nimo. hicieron los soldados grande estruendo con las annas y trom-petas, y levantando muchos alaridos y voces. atemorizaron tanto a estas bestias marinas, que las ahuyentaron en la profundidad de las aguas. Vase HislOria nalllral de Cao Plinio Segundo. Trad. de Gernimo de HuerlCl. Madr}: Luis Snchez. 162429).1. 1X. IV.

    32 En la ilustracin de la pgina 72 del captulo que Willy Ley le dedica a la serpiente noruega pue-de verse al monstruo marino arrojando agua por los orificios frontales. Segn la declaracin de un testigo ocular, que describe el monstruo marino en tmlnos muy parecidos a los de Suley-mn, el barco del sacerdote Hans que viaj de Noruega a Groenlandia en 1740, tropez

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  • No se agotan las huellas del imaginario medieval con los ejemplos mencionados. La costumbre del ius primae lloctis, el sueo de Periandro con la isla paradisaca o la antropofagia de los brbaros se insertan tambin en esta rica tradicin, aunque, por razones de tiempo, no puedo abordar ahora. Sin embargo, la presencia de la tra-dicin medieval en el quehacer cervantino exige una puntualizacin. Cervantes se nutre del imaginario de la tradicin viajera, que se haba ido forjando en el medioe-vo, atrado por las posibilidades ilimitadas de lo maravilloso. Al mismo tiempo, lo separa de esta tradicin un profundo abismo. Comparte con los relatos de viajes el gusto por la fantasa. Pero sabe que el futuro de la ficcin pasa por el sometimiento de lo maravilloso a los dictados de la verosimilitud. As el eco de la leyenda de la montaa magntica se deja entrever en un episodio conectado con la actualidad ms inmediata. Los seres fantsticos que poblaban el septentrin se sugieren mediante una descripcin similar a la que ejercen los payasos en los espectculos circenses. Las excentridades zoolgicas se incluyen mediante la cuidadosa seleccin de dos criaturas -el barnaclas y el nufrago- en las que todava se segua creyendo hasta bien entrado el siglo XIX. Y es que Cervantes ni siquiera en el Persiles se olvid de ampliar los lmites del capital novelable, incorporando a la ficcin verosmil parce-las que hasta entonces haban sido privativas de los relatos fantsticos.

    con una terrible serpiente con aletas en el cuello. Sobre las diferentes concepciones de la serpien-te noruega, vase WilIy Ley. The Oreat Unknown of the Seas, (The LungJish and the Unicorn. An Excursion into Romanlc Zoology. Nueva York: Modem Age Books, 1941, 67-102), Y R. Thomas Oould. The case of Sea Serpent, (New York, 1943).

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