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Seris Pueblos Indígenas del México Contemporáneo

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Ramón Burgos ataviado como danzante de pascola, incluyendo la corona utilizada por los espiritistas. Punta Chueca, Sonora.Fotógrafa: Marycruz Magaña, 2005.Fotografía donada a Rodrigo Fernando Rentería Valencia.Acervo personal.

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ISBN 970753092-8

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Nota sobre el autor

Rodrigo Fernando Rentería Valencia es etnólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Desde 2001 par-ticipa en el proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas en el Nuevo Milenio, realizando diversos estudios entre los pueblos indígenas comca’ac (seri), o’otham (pápago) y yoreme (yaquis urbanos).

Fotografía 1a. de forros y portadilla: Niños seris pescando sobre una panga anclada a la orilla de la playa en la comunidad de Punta Chueca, Sonora. Fotógrafo: Rodrigo Fernando Renteria Valencia, 2001. Acervo personal.

Fotografía página 5: Detalle de la fotografía de la página 39.

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D.R. © 2007 Rodrigo Fernando Rentería Valencia.

Primera edición, 2007

D.R. © 2007 Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas Av. México Coyoacán 343, Col. Xoco, Delegación Benito Juárez, C.P. 03330, México, D.F.

ISBN 970-753-092-8 / Seris

ISBN 970-753-006-5 / Pueblos Indígenas del México Contemporáneo

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Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la au-torización del titular, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.

Impreso y hecho en México

CDI

972.004

C65

SERI

Rentería Valencia, Rodrigo FernandoSeris / Rodrigo Fernando Rentería Valencia. -- México : CDI, 2007.56 p. : maps., fots., tabs. – (Pueblos Indígenas del México Contemporáneo)Incluye bibliografíaISBN 970-753-092-8

1. INDIOS DE SONORA – SERIS 2. SERIS – UBICACIÓN GEOGRÁFICA 3. SERIS –HISTORIA 4. ECONOMÍA INDÍGENA - SERIS 5. SERIS – ASPECTOS RELIGIOSOS 6. SERIS -RELACIONES INTERÉTNICAS 7. SERIS – EVANGELIZACIÓN 8. ARTESANÍAS SERIS 9.CESTERÍA 10. TENENCIA DE LA TIERRA – SERIS 11. RECURSOS NATURALES – SONORA –USO Y CONSERVACIÓN 12. SERIS – RELACIONES CON EL GOBIERNO 13. SERIS – RITOS YCEREMONIAS 14. SERIES – FIESTAS Y CEREMONIAS 15. IDENTIDAD ÉTNICA – SERIS 16.NACIÓN CONCÁAC I. t. II. Ser.

Catalogación en la fuente: GYVA

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SeriS

Seris

LoS concáacel registro histórico de la coloNizacióN europea de la proviNcia soNoreNse del septeNtrióN NovohispaNo terminó por designar con el nombre de seris1, he-ris o heres al disímil conjunto de bandas seminómadas cazadoras, pescadoras y re-colectoras que habitaban a lo largo de las desérticas playas e islas del tercio medio del Golfo de California. Aunque no está claro el origen de esta designación en las crónicas, se piensa que era el término con el cual los pimas bajos o los yaquis se re-ferían a estas bandas; en la actualidad a los descendientes de esta añeja tradición cultural se les sigue designando de este modo, aunque ellos se llaman a sí mismos concáac (la gente), y conforman un grupo de cerca de 900 individuos dedicados a la pesca ribereña en las costas del estado de Sonora.

En la actualidad, el territorio que los seris ocupan constituye una pequeña franja costera del macizo continental situada frente a la majestuosa Isla Tiburón. A ambos extremos de esta franja litoral de casi 100 kilómetros de largo se encuentran sus dos

1 El padre Andrés Pérez de Ribas, en su Historia de los Triunfos de Nuestra Santa Fe, es el primero en hacer referencia a estos grupos nómadas designándolos como heris.

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principales asentamientos: Punta Chue-ca (municipio de Hermosillo) y El Des-emboque (municipio de Pitiquito); ade-más de estos dos poblados permanentes, existen varios campamentos temporales a lo largo de la franja costera, donde los pescadores y sus familias habitan duran-te distintos periodos, según la naturale-za de sus ciclos de pesca. Geográfica-mente, su territorio se ubica hoy en día

entre los paralelos 28° 45’ y 29° 35’ de latitud norte y los meridianos 112° 00’ y 112° 30’ de longitud oeste, formando parte de los municipios de Hermosillo y Pitiquito.

antecedenteS hiStóricoS

En 1976, el arqueólogo Thomas Bowen denominó Costa Central al área cultural que ocupaban los seris precolombinos,

Niña durante la celebración de una fiesta de la pubertad. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2003.Acervo personal.

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la cual constituye una delgada franja costera cuyo extremo sur coincide con la Punta San Antonio (cerca de la Bahía de San Carlos) y su extremo norte con la desembocadura del río San Ignacio (cer-ca de El Desemboque); hacia el este pe-netra tierra adentro a lo largo de algunos kilómetros, en tanto que al oeste su lí-mite está definido por las islas Tiburón y San Esteban. Se considera que estos gru-pos nómadas de la Costa Central proce-den de un largo proceso migratorio en el que bandas de origen hokano pro-venientes del norte de la Baja Califor-nia arribaron a tierras continentales por medio de pequeñas balsas de carrizo en las cuales navegaron continuamente el puente insular (San Lorenzo, San Este-ban, Tiburón) del tercio medio del Gol-fo de California. Esta idea se sustenta no sólo en la gran capacidad histórica de los seris para navegar en el Mar de Cor-tés, sino en el lejano parentesco que su lengua tiene con el tronco lingüístico hokano de la Alta California. Cualquiera que haya sido el curso de este proceso migratorio, aconteció hace mucho, pues las evidencias arqueológicas asociadas a la cultura seri señalan ya su presencia en la Costa Central desde hace al menos 2 mil años.

Al momento del contacto con los primeros exploradores y colonizadores

europeos, la sociedad seri se hallaba or-ganizada en distintas bandas delimitadas entre sí por sutiles diferencias políticas, económicas y sociales. Ajenas al modelo patrilineal y territorial con el cual Elman Service [1962] caracterizó a las socie-dades nómadas de cazadores y recolec-tores, las formas de organización social de las bandas seris eran más similares a otros modelos culturales nómadas del desierto; es decir, grupos abiertos, bila-terales y flexibles en composición.

Una biznaga en flor señala el comienzo del efímero arribo de las lluvias del verano. Isla Tiburón, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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En 1963, Edward Moser señaló la existencia de al menos seis grandes ban-das divididas a su vez en núcleos fami-liares extensos llamados ihiziitim; estas bandas ocupaban ciertos territorios pro-pios, como los xica hai ic coii, “los que viven donde sopla el viento verdadero”, a quienes se conocía en las crónicas co-mo tepocas o salineros y habitaban un área comprendida entre Puerto Lobos y Cabo Tepopa; los taheöjc concáac, his-tóricamente conocidos como seris o ti-burones, ocupaban la costa este de la Isla Tiburón y la franja costera adyacen-te al Canal del Infiernillo; los heno con-cáac o “la gente del desierto” vivían en el interior de la Isla Tiburón; los xnaa motat o “los que vienen del sur” habi-taron en los extensos manglares de las

costas de Punta Sargento; los xica hast ano coii, “los que viven en las monta-ñas”, habitaron la isla San Esteban y el suroeste de la Isla Tiburón; finalmente, los xica xnai ic coii, “los que viven don-de sopla el viento del sur”, también co-nocidos como tastioteños, ocupaban la región costera comprendida entre San Nicolás y Guaymas.

El área que en conjunto habitaban estas bandas se extendía a través de un vasto territorio que comprende en la ac-tualidad gran parte del estado de Sono-ra; durante el siglo xvi la extensión de la franja costera que ocupaban limita-ba hacia el norte con la desembocadura del Río de la Concepción, en el desierto de Altar; al sur llegaba hasta el cerro Te-takawi, en la Bahía de San Carlos; hacia

Vista a una de las bahías de la Isla Tiburón, desde el helicóptero utilizado para la captura del borrego cimarrón.Canal del Infiernillo, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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el este se internaba tierra adentro hasta el río San Miguel, y por último, al oeste, abarcaba algunas de las islas del Golfo de California, principalmente San Este-ban y Tiburón. A lo largo de este amplio territorio, las distintas bandas se movili-zaban en función de los diversos recur-sos disponibles, que obtenían a través de la caza, la pesca y la recolección. Sin embargo, su principal preocupación siempre fue la presencia de agua pota-ble, la cual sólo era posible encontrar en unos cuantos aguajes, así como en ti-najas que se llenaban con las eventuales lluvias. La pauta general de asentamien-to consistía en campamentos temporales de varias familias extensas, los cuales se movilizaban conforme los recursos ali-mentarios y el agua fresca se tornaban escasos o cambiaba la estación.

Las complejas relaciones de inter-cambio y delimitación de fronteras terri-toriales que estas bandas nómadas man-

tenían tanto entre ellas mismas como con los grupos indígenas vecinos con los cuales compartían la provincia sono-rense (particularmente con los yaquis, al sur, y los pimas, al este y norte) se al-teraron drásticamente o desaparecieron con la intrusión europea en los límites de sus territorios, donde en las últimas décadas del siglo xvii los misioneros de la Compañía de Jesús organizaron las primeras reducciones con el propósito de convertir a los seris a la agricultura y al catolicismo, para lo cual fundaron en el curso del río San Miguel las misiones de Nuestra Señora del Pópulo (1679), Santa Magdalena Tepoca (1699) y la Vi-

La xtamoosni o tortuga del desierto constituyó una importante fuente de alimento para los grupos seris. Isla Tiburón, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

Los taheöjc concáac, históricamente conocidos como seris o tiburones, ocupaban la costa este

de la Isla Tiburón y la franja costera adyacente al Canal

del Infiernillo.

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lla de Seris en el Pitic, hoy ciudad de Hermosillo (1742). Poco después de su establecimiento, las epidemias y los ata-ques de pimas gentiles destruyeron las misiones establecidas en las inmedia-ciones del territorio seri, y con ello los esfuerzos evangelizadores de los jesui-tas, quienes nunca lograron incidir en la cosmovisión ni en la economía seri.

El violento desenlace que muy pron-to caracterizó el tono de las relaciones entre seris y europeos tras el fracaso mi-sional jesuita señala las diferencias tan grandes que existían entre ambas socie-dades. Contra la tradición de la monar-

quía católica europea, basada en el ur-banismo y la agricultura, los seris “no tenían un Dios; sin ley, sin fe, sin supe-riores, sin casas, vivían como el gana-do”, señaló el padre jesuita Adán Gilg en 1692 (Montané; 1996); ajena por completo a los modos europeos, la so-ciedad seri carecía de estructuras jerár-quicas más allá de eventuales líderes de guerra (Griffen; 1959), fundamentaba su vida en el nomadismo y creía en un de-sierto habitado por distintos espíritus y poderes sobrenaturales, lo cual la colo-có más allá de la posibilidad de la com-prensión occidental.

El principal argumento que usaron los europeos para negarle a la sociedad seri algún tipo de virtud civilizada fue la ausencia de agricultura; el territorio seri carecía de fuentes permanentes de agua lo suficientemente grandes para soste-ner cualquier tipo de irrigación, por lo que los indígenas nunca practicaron la agricultura. Además, contrariamente al modelo acumulativo europeo, las rela-ciones sociales y económicas seris se basaban en complejos sistemas de re-ciprocidad familiar que posibilitaban la equidad interna a partir de la continua redistribución de los escasos bienes que poseían; así, por ejemplo, cualquier in-dividuo podía hacer uso de los recursos alimentarios o materiales que estuvieran

Es común que los seris obtengan camionetas nuevas para uso exclusivo dentro de sus territorios, como este modelo utilizado en la Isla Tiburón, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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disponibles en determinado momento, a cambio de que eventualmente retribu-yera la clase opuesta de bienes a aque-lla de la que había dispuesto (Felger y Moser; 1985). Por otra parte, su hori-zonte religioso carecía de cualquier ti-po de estructura jerárquica similar a la católica y se enfocaba más bien a la uti-lización colectiva e individual de los re-cursos de poder espiritual existentes en su territorio, con el principal propósito de curar enfermedades y evitar los peli-gros del desierto y el mar.

Transcurrido el esfuerzo misional y como respuesta a la paulatina invasión de sus territorios, los seris (junto con los apaches) se convirtieron en la mayor amenaza para la seguridad de las po-blaciones coloniales de la provincia de Sonora durante las décadas intermedias del siglo xviii (Sheridan; 1999). Des-pués de atacar las estancias, misiones y rancherías establecidas en las inmedia-ciones de sus territorios, lograban huir exitosamente hacia las profundidades de su desértico hábitat, donde la esca-

Ésta es la primera descripción artística de un grupo de seris, dibujados por el padre misionero Adán Gilg hacia 1963 en la Misión de Santa María del Pópulo. Misión de Santa María del Pópulo, Sonora,1963.Fuente: Montané Julio, 1996.

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sez de agua dificultaba su persecución. Estos enfrentamientos violentos conti-nuaron hasta desembocar en el levanta-miento y la guerra de resistencia abierta, que junto con los pimas los llevó a re-fugiarse en el macizo montañoso Cerro Prieto, desde donde mantuvieron en ja-que a una buena porción de los asenta-mientos civiles y misionales del noroes-te novohispano, marcando con esto su exclusión definitiva del sistema colonial (Villalpando; 1992). Las campañas de exterminio dirigidas contra los seris en

1760 y 1770 bajo el mando del coronel Elizondo marcan el mayor número de movilizaciones militares en la historia de la Colonia en Sonora. Sin embargo, salvo breves periodos de paz, como el conseguido tras estas campañas, la Co-rona española jamás sometió a los seris.

Pasada la Independencia de México y cuando la perforación de pozos para obtener agua en el siglo xix por fin per-mitió a los rancheros mexicanos asen-tarse en la parte desértica del territorio de los seris, éstos se apropiaron de in-

Mujer seri durante una celebración de Año Nuevo. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2002.Acervo personal.

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mediato del ganado de los ranchos co-mo si fuera un recurso más dentro de los espacios que consideraban propios. Esta situación desató un ciclo de violen-tas incursiones para robar ganado, con las consecuentes represalias sangrien-tas por parte de los rancheros, quienes muchas veces asesinaban campamen-tos enteros que no habían participado en el robo. Así, el rancho de la Costa Rica, propiedad de los hermanos Enci-nas, pronto se convirtió en centro de ro-ces y conflictos. Tras un fallido intento por incorporar a los seris al trabajo y las maneras mexicanas, estalló un brutal ci-clo de pillaje y represalias de extermi-nio entre las décadas de 1850 y 1860, conocido como las Guerras de Encinas. Los hombres de los terratenientes, arma-dos con rifles de repetición y montados a caballo, asesinaban hombres, mujeres y niños de cualquier campamento que encontraran a su paso, independien-temente de que hubieran o no matado algún animal de los rancheros. De esta

manera se exterminó al menos a la mi-tad de la población seri en los 12 años que duró la masacre.

Las largas décadas de exterminio, las incursiones militares y las enfermedades del Viejo Mundo fueron diezmando po-co a poco a la población de estas ban-das nómadas, hasta el grado de que con el tiempo llegó a ser insuficiente el nú-mero de individuos para sostener las dis-tintas divisiones territoriales como uni-dades viables; paulatinamente, los seris sobrevivientes utilizaron como refugio común el último bastión de su territorio: la Isla Tiburón. En algún momento, a fi-nales del siglo xix, el sistema de bandas se colapsó, y ante la necesidad mutua y la amenaza de la extinción, los indi-viduos que quedaban flexibilizaron sus identidades de origen y se fusionaron en un único grupo. El resultado de di-cho proceso es el grupo seri que ha sub-sistido hasta nuestros días, adoptando el nombre de concáac, “la gente”.2

2 No existen documentos sobre los detalles por los cuales atravesó este proceso de formación de un solo grupo. Sin embargo, es fácil advertir la enorme dificultad que representó el haber reafirmado sus identidades particulares para consolidar un solo grupo, lo cual determinó en gran medida muchas de las fracturas e incongruencias que todavía hoy emergen dentro de la vida cotidiana seri, lo cual se considera incluso un proceso inacabado cuyas huellas permean las derivas individuales de su sociedad.

Las campañas de exterminio dirigidas contra los seris

en 1760 y 1770 determinaron numerosas movilizaciones

militares durante la Colonia.

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La peSca comerciaL

y eL proteStantiSmo

Para fines del siglo XIX los asentamien-tos ganaderos se ubicaban cada vez más hacia el interior del territorio seri, por lo que algunos de los indígenas que even-tualmente acampaban en la costa con-tinental aprovecharon algunas de estas rancherías no indígenas como sitios de intercambio y trueque, aun cuando en otras ocasiones formaban también parti-das para incursionar en ellas y robar el ganado que allí se encontraba. Este es-cenario de intermitentes ataques e in-tercambios transcurrió sin mayor al-teración hasta el año de 1904, cuando el gobernador Rafael Izábal se encargó de dirigir una de las últimas y más fuer-tes campañas en contra de los seris co-mo consecuencia de una serie de hosti-

lidades registradas en la costa próxima a Hermosillo y protagonizadas principal-mente por algunos yaquis inconformes con el maltrato que recibían al trabajar en las haciendas de la región (Aguilar; 1998).

El 24 de diciembre de 1904 Izábal puso pie en la Isla Tiburón al mando de 42 pápagos, 40 rancheros y 160 solda-dos, apoyados desde la costa por dos navíos. Durante la campaña, de siete días, hubo varias batallas de las cuales resultaron oficialmente muertos 11 se-ris y capturadas varias mujeres y niños. Izábal amenazó de muerte a las prisio-neras para obligar a los hombres a en-tregar a los yaquis fugitivos; ante esta presión, los seris no tuvieron más reme-dio que matar a los yaquis. La expedi-ción de Izábal marcó definitivamente el

Dos seris entonan antiguos cantos de poder durante una visita a un área donde presumiblemente existen pinturas rupestres seris. La Pintada, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2001.Acervo personal.

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curso de la historia seri, pues la Isla Ti-burón, principal bastión defensivo del pueblo seri, por fin se había rendido a fuerzas militares modernas, y sus ocu-pantes dejaron de considerarla el refu-gio inexpugnable que había constituido hasta entonces. Ante la proporción de este embate, los ataques de los seris a lo largo de sus fronteras cesaron.

A partir de la incursión del goberna-dor Izábal en la Isla Tiburón, la incierta

frontera territorial que existía entre los mestizos sonorenses (cocsar3) y los seris comenzó a moverse rápidamente hacia el oeste; a principios de los años veinte ya había alcanzado la región de la costa del Golfo. Por entonces, algunas fami-lias no indígenas se asentaron en la bo-ca de la Laguna de la Cruz y fundaron

3 Cocsar es el nombre con que los seris designan a toda persona no indígena ajena a su cultura.

A orillas de la playa. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Ramón Jiménez, 1978.Fototeca Nacho López, cdi.

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lo que en los años treinta se convertiría en la próspera comunidad de Bahía Ki-no. Durante esa época, el asesinato de un par de turistas estadounidenses en la Isla Tiburón incitó a los periódicos y re-vistas de Estados Unidos y México a pu-blicar artículos sensacionalistas en los que caracterizaban a los seris como “in-dios salvajes” de la “Edad de Piedra”, que comían carroña, practicaban actos inmorales y degenerados como la poli-gamia, la prostitución y el incesto, e in-cluso que eran caníbales, aseveraciones todas falsas, o cuestionables en el mejor de los casos. Sin embargo, es necesario señalar que esta imagen tan negativa y ajena a la cultura seri sigue permeando la imaginación de algunos sectores de la sociedad mestiza de Sonora.

En 1926 un empresario estadouni-dense llamado Yates Holmes estableció en la zona de Bahía Kino el Kino Bay Sportsmen’s Club, que oficialmente ofre-cía una excelente oportunidad para la práctica de actividades como la pesca, la caza y la exploración, pero también constituía una buena alternativa para el consumo de bebidas alcohólicas duran-te los días de la Prohibición en Estados Unidos. Para 1927 y 1928, dos terceras partes de la tribu seri habían establecido sus campamentos de invierno en Bahía Kino, al haberse percatado rápidamen-

te de la generosidad norteamericana pa-ra proveerlos de regalos, ropa, comida y dinero por posar en fotos.

En el año de 1918 Roberto Thomp-son Encinas4, sobrino de Pascual Enci-nas (el ranchero que había asesinado a más de la mitad de la población seri), estableció una sólida amistad con la et-nia. Al percatarse de la natural vocación y capacidad de adaptación de los seris a las artes de pesca, a principios de los años veinte comenzó a transportar a la ciudad de Hermosillo pequeñas canti-dades de pescado que obtenía de los in-dígenas a cambio de ropa y alimentos. Esto fue sin lugar a duda el principio de la economía pesquera comercial entre los seris. Por entonces, la pesca de to-toaba (Totoaba macdonaldi) constituía una actividad fundamental en el desa-rrollo pesquero del Golfo de California, y los seris dedicaban sus esfuerzos a la captura de esta especie, al tiempo que mantenían su movilidad estacional para la caza de caguama principalmente.

4 Hay que diferenciar entre Roberto Thompson Encinas, el sobrino de Pascual Encinas, y el seri Roberto Thompson (también conocido como Roberto Herrera): este último adquirió el apellido Thompson cuando el sobrino de Pascual Encinas fue su padrino de bautizo. En adelante haremos referencia al sobrino de Encinas por su nombre completo: Roberto Thompson Encinas, mientras que al seri Roberto Herrera simplemente lo llama-remos Roberto Thompson.

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En 1935, el Gobierno de México or-denó la organización en cooperativas de todo el comercio pesquero. El 29 de no-viembre de 1938, Jesús Solórzano, un indígena colimense con las característi-cas personales y la visión para materia-lizar una empresa económica de tal di-ficultad, logró organizar en Bahía Kino la Sociedad Cooperativa de Pescadores de la Tribu Seri, S.C.L. Sin embargo, pa-ra 1939 la población no indígena había rebasado en proporción de ocho a uno a la seri; la identidad étnica y cultural de los seris empezó a dar signos de una fuerte desintegración, evidenciada por el consumo de drogas y alcohol, así como por la propagación de enfermedades ve-néreas a través de la prostitución. Los jó-venes seris adoptaron ante los mestizos una actitud sumisa que suplantó el senti-do de independencia y orgullo que había caracterizado su cultura (Smith; 1954).

En este contexto, Solórzano sabía que no podría mantener ninguna cohe-sión entre los seris ante las fuertes fric-ciones con los mestizos, así que en el invierno de 1940 tomó una decisión crucial: trasladar la cooperativa a 90 ki-lómetros al norte de Bahía Kino, has-ta un antiguo campamento en el delta del río San Ignacio, llamado El Desem-boque, haxol ihoom o “lugar de alme-jas” en lengua seri. Esos primeros años

en El Desemboque marcaron una épo-ca de vigor para la etnia. En la tienda de Solórzano se podían encontrar bue-na comida y mercancías que los seris adquirían con el dinero de la venta de pescado, mientras que el mezcal y la marihuana quedaron prohibidos. Se ins-taló una oficina para la cooperativa, un cuarto de refrigeración y una escuela fe-deral. Solórzano llegó a reinvertir gran parte de sus ganancias en el desarrollo de la comunidad, a la espera de cose-char a largo plazo mayores ingresos. Sin embargo, en 1948 las tensiones y dis-putas internas provocadas por los com-petidores de Solórzano terminaron por desintegrar la cooperativa, y a él no le

Aprovechamiento de la flora de la región. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Ramón Jiménez, 1978.Fototeca Nacho López,cdi.

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quedó más remedio que abandonar de-finitivamente la zona.

Durante los años de la Segunda Gue-rra Mundial, la demanda de aceite de hí-gado de tiburón por parte de los labo-ratorios farmacéuticos estadounidenses incrementó de manera exponencial las actividades pesqueras en el Golfo de Cali-fornia, creando una época de bonanza sin

precedentes para todos los pescadores. Sin embargo, la demanda cesó brusca-mente con el descubrimiento de métodos artificiales para la obtención de las vita-minas presentes en el aceite, lo que pro-vocó una fuerte crisis en las economías pesqueras. Por otra parte, la profunda des-confianza entre algunos seris y población no indígena, enmarcada nuevamente por el abuso de la marihuana y el mezcal, tra-jo consigo violentos enfrentamientos a lo largo de todo el proceso de readecuación económica. Para la época de la posgue-rra ocurrían frecuentes escaramuzas en El Desemboque y zonas circunvecinas. En los años cincuenta el control ejercido por los armadores sobre la industria pes-quera de El Desemboque se caracterizó por constantes injusticias y negociaciones desventajosas cometidas contra los seris, situación que intensificó la crisis alimen-taria, sanitaria y laboral surgida al termi-nar la bonanza experimentada durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la década de los cincuenta supuso una crisis distinta para el pueblo seri, pues fue en-tonces cuando la presencia e influencia de distintos misioneros protestantes sacu-dió su cultura.

En el año 1951, una pareja de misio-neros estadounidenses asociados a los Wycliffe Bible Translators, que opera-ban en México con el nombre de Insti-

Conductor de lancha de motor.Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Lorenzo Armendáriz, 1986.Fototeca Nacho López, cdi.

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tuto Lingüístico de Verano, lograron ser aceptados rápidamente en El Desem-boque mediante constantes donaciones de medicinas, ropa y alimento a los se-ris, quienes, sorprendidos de no adver-tir ningún interés económico en los mi-sioneros, interpretaron su actitud como algo natural que esperar de cualquier visitante estadounidense. Una vez ins-talados de manera permanente, Edward y Beck Moser se dieron a la tarea de aprender la lengua seri con el propósito

de traducir a ella el Nuevo Testamento. Al año siguiente llegó a El Desemboque otro grupo religioso estadounidense, el American Friends Service Commi-tee (afsc), que operaba en México con el nombre de Comité de la Sociedad de los Amigos. De igual forma, los misio-neros pentecostales de la Iglesia Apostó-lica de la Fe en Cristo Jesús, provenien-tes de Hermosillo, iniciaron actividades evangelizadoras entre los seris. Provisto de mayor apoyo económico, el afsc se

Campamento seri a la orilla del mar. Es posible apreciar los dos tipos primordiales de estructuras utilizadas por esta cultura en ese entonces. Campo Ona, Sonora.Fotógrafos: Felger y Moser, ca.1955.Acervo personal.

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, los pescadores vivieron una época de bonanza sin precedentes, debido a la demanda de aceite de hígado de tiburón por parte

de laboratorios fermacéuticos estadounidenses.

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dedicó a satisfacer la demanda seri de educación y restableció la antigua es-cuela a cargo del maestro Leo Sandoval.

El embate misional de las tres agru-paciones religiosas, dentro de un en-torno económico enrarecido y fractura-do por las crisis de la posguerra, sentó las condiciones necesarias para lograr aquello que siete décadas de esfuerzos misionales jesuitas no habían consegui-do tres siglos atrás: la evangelización de los seris. Los esfuerzos de estos gru-pos alteraron radicalmente las creencias religiosas de la etnia e incluso sus siste-mas de estructuración social a través de la oposición entre creyentes y no creyen-tes. Entre 1952 y 1958 dos terceras partes de la tribu se hallaban inmersas en la su-puesta conversión evangélica, siendo en su mayoría los jóvenes quienes asistían casi todas las noches a las celebraciones

pentecostales. El culto ayudó en alguna medida a disminuir el consumo de dro-gas y alcohol. Sin embargo, como contra-partida de ello, los protestantes proscri-bieron muchas de las antiguas prácticas rituales. Aquellos que permanecieron in-diferentes a la obsesión cristiana resolvie-ron mudarse a un campamento perma-nente llamado Punta Chueca, situado a 63 kilómetros al sur de El Desemboque.

Transcurrida la década de los cin-cuenta, la designación de una nueva categoría social hizo su aparición en la lengua seri: los ziix costim, “aquellos que cantan”, término utilizado para de-signar a quienes asumen su pertenencia a la hermandad de la fe evangélica. En la actualidad, la mayor parte de la po-blación participa de este credo. La esci-sión inicial entre la práctica de las fies-tas tradicionales y el culto cristiano ha desaparecido casi por completo y es co-mún ver a seris que participan de am-bos eventos sin mayor conflicto. Los se-ris comprendieron poco a poco, durante el incierto ir y venir de los dramas socia-les, que la presencia de los estadouni-denses en la región no sólo representaba un elemento del cual obtendrían ciertos beneficios económicos como en los días de Bahía Kino, sino, sobre todo, que ser-vían como mediadores en la tensa rela-ción que existía con los no indígenas.

El embate de las misiones por parte de tres

asociaciones religiosas, sentó las condiciones necesarias

para lograr lo que durante siete décadas los jesuitas

no habían conseguido: la evangelización de los seris.

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SeriS

En efecto, el tono de violencia de las relaciones entre seris y mestizos fue dis-minuyendo notablemente, en parte por la prohibición del consumo y la venta de alcohol, pero primordialmente por el juego de presencias y alianzas que a partir de entonces instauraron las tres entidades sociales. Los seris, sintiéndo-se apoyados por los norteamericanos, recobraron paulatinamente su caracte-rístico sentido de orgullo e independen-cia, hasta el grado de que, con el trans-curso de las décadas, han construido un discurso propio de nación que enarbola los signos de su cultura que consideran fundamentales, incluidos aquellos que al principio les prohibió el protestantis-mo. Este proceso ha sentado las bases de identidad de lo que a principios del siglo xxi es la Nación Concáac.

eL arte Seri y La conformación

deL territorio

A finales de los sesenta, el pueblo seri había abandonado en su totalidad la Isla Tiburón, el corazón de su territorio, de-bido en parte a las políticas y presiones gubernamentales gestadas en esos años, pero sobre todo a causa de su creciente dependencia de la economía pesquera comercial, así como de los relativos be-neficios existentes en la parte continen-tal, en particular los servicios médicos y

los productos mercantiles. Tras el aban-dono de la Isla Tiburón y la consuma-ción del proceso de evangelización, en los años sesenta, dos elementos marca-ron profundamente la existencia seri de la segunda mitad del siglo xx: por una parte, la creación y el desarrollo de ac-tividades artesanales como la talla del palo fierro (Olneya tesota) y la ceste-ría, con las que se han insertado en el

Escultura en palo fierro de una tortuga marina o moosni, tallada por Armando Torres.El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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mercado mundial del arte indígena, y por la otra, el otorgamiento que hizo el Gobierno Federal de los títulos de pro-piedad de una porción de sus territorios ancestrales, incluida la Isla Tiburón, así como la declaratoria de una Zona Ex-clusiva de Pesca para la etnia.

En cuanto al desarrollo de las artes que habrían de caracterizar a los seris en el mercado global, como la cestería o la escultura en palo fierro, éstas se gesta-ron inicialmente en respuesta a una fuer-te crisis económica propiciada por tres factores: la escasez de pescado comer-cial por la sobreexplotación; la pérdida de interés de los armadores por invertir en la zona, y el duro proceso de refor-mulación existencial provocado por la fe protestante, que fomentó marcadamente el sentimiento de orgullo e independen-cia característico de la tribu. El arte de ta-llar el palo fierro, aunque no lo introdu-jo propiamente gente externa, tampoco constituyó un fenómeno tradicional den-tro de la sociedad seri, pues aunque se sabe de la talla desde tiempos antiguos de figurillas5 de madera de torote (Burse-ra hindsiana) llamadas icooc molca, és-tas carecen de cualquier relación con

el nuevo arte. Se dice que en 1961 José Astorga empezó a tallar figuras de palo fierro a petición de algunos turistas es-tadounidenses. Al principio, José fabricó cucharas y otros utensilios sin mucho éxito. No fue sino hasta que empezó a tallar las figuras de animales del desier-to y el mar que habitan el territorio seri cuando el éxito fue rotundo.

El paulatino incremento de la presen-cia de turistas estadounidenses en la re-

5 Estas figurillas, generalmente abstractas, recibían el nombre de icooc molca (santos seris) y las utiliza-ban los haco cama o espiritistas de la etnia.

Vendedora de artesanías. Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Lorenzo Armendáriz, 1986.Fototeca Nacho López, cdi.

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SeriS

gión de Bahía Kino6 representó un mer-cado ideal para vender las artesanías; la retribución económica era tan cuantiosa que más de la mitad de los adultos seris optaron por dedicarse a la talla de las figuras de palo fierro. Las primeras es-

culturas se caracterizaron por su simpli-cidad, la gran densidad propia del mate-rial, la rigidez y solidez de su forma y el fluir de sus líneas. Los artistas seris estu-vieron siempre atentos a las sugerencias de los compradores a fin de perfeccionar las técnicas utilizadas y el acabado de las piezas. Así, la apariencia de las es-culturas evolucionó rápidamente según los principales criterios buscados por los coleccionistas, quienes, ante su viabili-dad económica y estética, lograron intro-ducirlas en el mercado de arte mundial.

Ante el gran potencial económico de esta actividad, las esculturas seris se empezaron a imitar por toda la región, pero las imitaciones con frecuencia ca-recen de la vitalidad y calidad del ar-te concáac. No obstante, la peor con-secuencia fue la depredación irrestricta del palo fierro, pues contra la costum-bre seri de tallar únicamente el hesen o madera muerta del árbol, los mesti-zos cortan árboles vivos para utilizarlos después, lo cual ha provocado un da-ño irreparable en muchas zonas del de-sierto. Como alternativa a la escasez del palo fierro y a la competencia mercan-til con los mestizos, a finales del siglo xx los seris comenzaron a esculpir cier-tas rocas provenientes de sus serranías, lo que gustó tanto a los compradores es-tadounidenses, que incluso les han lle-

Artesana terminando un cesto. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Fernando Rosales, 1997.Fototeca Nacho López, cdi.

6 La carretera entre Hermosillo y Bahía Kino se pa-vimentó en 1950. En 1974 se trazaron los caminos de tierra que comunicaron a las poblaciones seris con los puertos mestizos.

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vado piedras de California para que con sus hábiles manos sigan perpetuando en ellas sus característicos trazos estéticos.

Otro elemento cultural que sufrió un profundo proceso de transformación en-tre los seris, quizá más complejo que el del tallado del palo fierro, fue el arte de la cestería. Su desarrollo comercial se inició en el siglo xix, cuando inter-cambiaban canastas por otros bienes en los ranchos vecinos. Luego, en los años treinta del siglo xx, empezaron a ven-derlas a los primeros turistas estadouni-denses en Bahía Kino y más tarde a co-leccionistas de arte. A la par, el uso de las canastas como utensilios domésticos decayó ante la disponibilidad de nuevos materiales como el plástico y el metal. Asimismo, desaparecieron antiguas for-mas y aparecieron nuevos diseños en

respuesta a las demandas del mercado (Felger y Moser; 1985). Para los años se-senta, la cestería seri era ya un arte ple-namente adaptado a la economía de mercado, en el que se demostraba un enorme grado de destreza y capacidad por parte de las tejedoras, que son ex-clusivamente mujeres. Algunas han al-canzado tal grado de maestría y exce-lencia que sus canastas se cotizan entre las más caras del mundo y se venden por miles de dólares en elegantes gale-rías de arte. En los años setenta y ochen-ta se vendieron canastas de gran tamaño por sumas con las que se podían com-prar camionetas o automóviles.

Todas las canastas seris se hacen del arbusto denominado torote (Jatropha cu-neata), que abunda en el territorio de la etnia. El proceso para tejer una canasta

Detalle de la elaboración de una “corita”. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Fernando Rosales, 1997.Fototeca Nacho López, CDI.

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es complejo y no sólo implica su elabo-ración, sino su lugar en una complica-da trama de creencias que, dependiendo del tamaño y el tipo de la obra, culmi-nan en la celebración de una fiesta tra-dicional. Las canastas utilizadas por los seris en tiempos antiguos no ostentaban mayor decoración y su tamaño iba en función de su uso; sin embargo, la inser-ción de la cestería seri en las demandas estéticas del mercado del arte modificó

radicalmente estas dos características. Por lo tanto, es posible establecer una relación entre la aparición de las gran-des canastas (a petición del mercado global) y el comienzo histórico de la ce-lebración tradicional con que se intenta pacificar el espíritu que habita en ellas. Fue así como a través de la venta de ca-nastas, esculturas de palo fierro, collares y demás artesanías, los seris lograron di-versificar una economía que hasta en-tonces dependía en su totalidad de los ingresos de la producción pesquera.

Además de diversificar su economía, desde principios de los años setenta los seris habían tratado de conseguir dere-chos legales sobre la línea costera que ocupaban a lo largo de la franja conti-nental del Canal del Infiernillo y sobre la Isla Tiburón. Como resultado de estos esfuerzos, el 10 de febrero de 1963 se publicó en el Diario Oficial de la Fede-ración el decreto presidencial que otor-ga a los seris derechos legales sobre una porción de la Costa Central. Así se crea el ejido de El Desemboque y su anexo Punta Chueca. Gran parte de la dotación ejidal constaba de territorios considera-dos propiedad de la nación, y sus límites se establecieron con relación a las pro-piedades privadas circundantes; de esa manera se constituyeron 91 322 hectá-reas de territorio seri. El decreto también

La artesana María Félix elaborando una “corita”.El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Fernando Rosales, 1997.Fototeca Nacho López, cdi.

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designa a la Isla Tiburón zona de refu-gio para la fauna silvestre, en respuesta a las quejas de sobreexplotación del ve-nado bura. Sin embargo, en esta última decisión no se consideró el uso tradicio-nal que de su fauna hacía la comunidad seri, y desde entonces quedó prohibido habitar de manera permanente la isla.

No obstante, en el año 1975 se logró adherir la Isla Tiburón al territorio otor-gado a los seris a través de una resolu-ción presidencial, que finalmente reco-noce el uso tradicional de la isla. Con

ello se añadieron al ejido 120 756 hec-táreas de tierra comunal. El decreto del año 1975 también dispuso la instau-ración de la Zona Exclusiva de Pesca (zep), hecho fundamental en la consti-tución legal del territorio seri, gracias al cual la cooperativa pesquera y el pueblo seri en general lograron obtener el dere-cho de utilización pesquera sobre el Ca-nal del Infiernillo y sobre las aguas ad-yacentes a la Isla Tiburón. La resolución presidencial establecía asimismo la ne-cesidad de dar preferencia a los pesca-

Artesano tallando la piedra. Punta Chueca. Sonora.Fotógrafo: Fernando Rosales, 1997.Fototeca Nacho López, cdi.

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dores seris sobre los mestizos en el uso de las zonas que los primeros han ocu-pado tradicionalmente, zonas cuyo con-trol constituía una medida crítica para la supervivencia del grupo, dada su total dependencia de la economía pesquera.

La declaratoria de los derechos lega-les de propiedad sobre el territorio se-ri, así como la concesión de derechos de exclusividad de uso de sus recursos marinos, fueron decretos para los cua-les se creó una comisión multiinstitucio-

nal federal que establecería los alcan-ces y delimitaciones tanto físicas como legales de dichas concesiones, las cua-les constituían en su conjunto el esfuer-zo del Gobierno de México por promo-ver el desarrollo de la comunidad seri y su eventual integración a la sociedad mexicana. Sin embargo, con la desapa-rición de la comisión quedó inconclu-sa la necesaria demarcación de los lí-mites marinos de la Zona Exclusiva de Pesca, situación que desde entonces ha

Todas las canastas seris se hacen del arbusto denominado torote (Jatropha cuneata), que abunda en el territorio de la etnia. El proceso para tejer una canasta es complejo y no sólo implica

su elaboración, sino su lugar en una complicada trama de creencias que, dependiendo del tamaño y el tipo de la obra, culminan

en la celebración de una fiesta tradicional.

Pescadores preparando el pescado capturado para su venta a los armadores. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Felipe Mora, 2005.Acervo personal.

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provocado infinidad de conflictos en-tre los distintos pescadores de la región, particularmente a partir de la década de los noventa, cuando la sobreexplotación de los recursos marinos en otras locali-dades provocó que muchos pescadores mestizos que iban en busca de mejores pesquerías se aventuraran dentro de las aguas de uso exclusivo de los seris, lo que en años recientes ha derivado en un considerable incremento de las friccio-nes entre unos y otros.

En respuesta a la constante presen-cia de pescadores no indígenas dentro de la zep, y siguiendo el ejemplo de las naciones indígenas del suroeste de Es-tados Unidos, el gobernador seri Gena-ro Herrera decidió crear a mediados de

los años ochenta una guardia tradicio-nal que tuviera a su cargo la vigilancia y protección del territorio seri. Este cuer-po se conformó al principio con algunos de los muchos jóvenes seris que enton-ces carecían de ocupación definida. Con el paso del tiempo la guardia ha sufrido muchos cambios, particularmente en los años noventa, pero desde el principio ha constituido un elemento fundamental en la defensa del territorio (Aguilar; 1998).

Cuando se sorprende a algún pes-cador no indígena dentro de la zona de uso exclusivo, se procede en conse-cuencia:una de las funciones de la guar-dia consiste en cobrar una parte pro-porcional del producto capturado como retribución por el uso de la pesquería.

Un guardia tradicional vigila su territorio durante una captura de borrego cimarrón (Ovis canadensis mexicana). Estero de Santa Rosa, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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No obstante, algunos pescadores no in-dígenas reacios a pagar una parte de su captura han acusado a los seris de pira-tería. La intervención de la Armada en el asunto sólo ha incrementado expo-nencialmente la violencia en confronta-ciones de este tipo, en las que han ocu-rrido desde agresiones verbales hasta tiroteos en alta mar. Los pescadores de Bahía Kino han exigido constantemen-te a las autoridades aclarar las implica-ciones de la exclusividad de pesca seri en aguas de la Isla Tiburón, alegando el derecho que ellos también tenían sobre esas aguas al haber estado presentes en la zona durante más de 50 años. Sin em-bargo, el principal problema radica en la constante intrusión de los pescadores para extraer especies en veda o en pe-ligro de extinción, lo cual afecta grave-mente el frágil ecosistema del Golfo de California.

En la década de los noventa, los se-ris gozaron de un drástico incremento de recursos económicos como resulta-do directo de la actividad pesquera, de la caza del borrego cimarrón y, en algu-nos casos, del narcotráfico. Esto ha traí-do consigo nuevas formas de interac-ción con los pescadores no indígenas de Bahía Kino y Puerto Libertad, donde las fricciones generadas ante las continuas intromisiones mestizas en la zep produ-

jeron una escalada de violencia y termi-naron por generar nuevas alternativas entre los pobladores no indígenas pa-ra acceder a la zep, ya sea mediante el matrimonio con una muchacha seri o a través de la contratación como parte de la tripulación de al menos un seri en las pangas que pescan en la zona.

De ahí que se observe una compleja serie de alianzas y fracturas entre las co-munidades seris y mestizas por el uso, manejo y aprovechamiento de los recur-sos disponibles en las zonas que com-parten. Sin embargo, existen muchos otros problemas que afectan a las co-munidades ribereñas del Golfo de Ca-lifornia, como son el profundo impac-

Vista aérea de la comunidad seri de Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Felipe Rodríguez, 2005.Acervo personal.

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to causado por los barcos camaroneros; las cuestionables declaratorias conserva-cionistas que restringen legalmente pe-ro sin fundamento científico la explota-ción de ciertas zonas; el establecimiento de enormes granjas acuícolas que afec-tan gravemente el ecosistema; la fuerte competencia con embarcaciones mayo-res y menores provenientes del sur del país; las contradictorias políticas pes-queras estatales y federales; la privati-zación del sector pesquero; el mal uso

de los recursos marítimos, y la ejecu-ción de enormes proyectos turísticos de alto impacto social, económico, cultu-ral y ecológico. Todo esto constituye el panorama al que se enfrenta la sociedad seri para su desarrollo económico como comunidad de pesca ribereña.

Como corolario de las políticas po-pulistas del presidente Echeverría, en los años setenta, el Gobierno Federal buscó establecer servicios básicos y vi-viendas permanentes en los principales

A partir de un círculo formado por rodajas de pitahaya dulce (Stenocerus thurbery), se juega el camoiilcoj. Escuela Tradicional. Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2004.Acervo personal.

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campamentos seris; con una planeación urbana basada por completo en la ló-gica occidental, se construyeron dece-nas de casas prefabricadas a lo largo de calles rectas trazadas alrededor de una plaza central.7 También se instalaron cisternas elevadas y centrales eléctricas, pero la utilidad de estos nuevos imple-mentos resultó dudosa dadas las condi-ciones económicas de Punta Chueca y El Desemboque. Desde los años seten-ta hasta el año 2004, la comunidad de Punta Chueca recibió de manera inter-mitente agua potable proveniente de un pozo en Bahía Kino a través de un camión cisterna pagado por el enton-ces Instituto Nacional Indigenista (iNi). En cuanto a El Desemboque, se mantu-vo sin luz eléctrica hasta el mismo año (2004), pese a que desde los años seten-ta existía la central de la Comosión Fe-deral de Electricidad (CFE) en Puerto Li-bertad, a 60 kilómetros al norte.

Esta misma parcialidad en los apoyos ocurre con los esfuerzos de distintas ins-tituciones académicas que han centra-do su atención en unas cuantas familias. Ejemplo de ello es la reciente construc-ción en Punta Chueca de una “Escue-la Tradicional” que rompe, a través de su elaborado diseño, con las dinámicas espaciales inherentes a una fiesta tra-dicional. La reciente construcción de un quiosco por parte del gobierno mu-nicipal en medio de lo que antes fue un campo de beisbol resulta otro claro ejemplo de la nula sensibilidad cultural con que se han aplicado programas so-ciales en estas comunidades.

economíaS de mar y montaña

En 1975 se introdujeron en la Isla Ti-burón 20 pies de cría de borrego cima-rrón (Ovis canadensis mexicana) como parte de un proyecto de estudio y con-

7 Al principio los seris despreciaron estas casas ante la evidente contradicción que representaban en relación con su concepto tradicional de vivienda. Luego algunas casas se llenaron de arena, a fin de adecuarlas a sus costumbres habitacionales. Hay que subrayar cómo lo anterior afectó el rito funerario de quemar la vivienda del difunto, a lo que muchos familiares se negaron tratándose de las nuevas casas. En la actualidad las complejas composiciones que constituyen las viviendas seris plantean la necesidad de realizar un profundo análisis semiótico y arquitectónico.

Desde los setenta hasta 2004, la comunidad de Punta Chueca recibió intermitentemente agua

potable de un pozo en Bahía Kino a través de un camión cisterna pagado

por el entonces ini.

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servación auspiciado por el Gobierno Federal8 y basado en el principio de que un medio ambiente aislado y agreste co-mo el de la isla brindaría a los borregos la protección necesaria para que incre-mentaran su población hasta un grado en que, con el tiempo, fuera posible re-poblar partes de las sierras continenta-les donde su presencia había disminui-do e incluso desaparecido ante factores como la cacería ilegal y la competencia con el ganado (Bourillon; 2002).

A la vuelta de los años, la población de borregos pasó a ser de varios cente-nares, y la abundancia de comida, la es-casa competencia y el aislamiento de-sarrollaron extraordinarios ejemplares de trofeo, altamente codiciados por los cazadores profesionales de Estados Uni-dos. Fue tal el éxito reproductivo del bo-rrego cimarrón en la Isla Tiburón, que

hizo viable su cacería de manera con-trolada, y en la década de los noventa se iniciaron las primeras actividades de cacería deportiva en la región. Esto ocu-rría precisamente cuando la influencia del movimiento zapatista en el sur del país, iniciado a principios de 1994, creó un contexto social en el que los indíge-nas intentaban tener un mayor control sobre sus recursos naturales como parte de la anhelada búsqueda de la autode-terminación y el respeto a sus identida-des. No obstante la abismal diferencia entre las causas y modos de la rebelión zapatista, y las circunstancias y proble-mática de la vida seri, es innegable la influencia del movimiento en la cultu-ra de la etnia, enfrascada en el perpe-

8 Los pies de cría provenían de la Sierra Seri, donde se habían capturado. La proporción era de dos machos y 18 hembras, pero, al poco tiempo de ser liberados en la isla, uno de los machos cayó al barranco, con lo que quedó la sola línea de sangre del macho sobreviviente para todas las hembras. Algunos otros ejemplares se ahogaron en el mar o los coyotes los mataron, pero esto no repercutió mayormente en la genética de las posteriores ge-neraciones, pues varias de las hembras originales venían preñadas de otros machos en tierra firme, lo que proporcionó el factor de diversidad genética necesario para evitar trastornos hereditarios. [José Luis López, comunicación personal]

Las escarpadas cumbres de las sierras que existen en la Isla Tiburón resultaron ser un medio ambiente inmejorable para la reproducción del borrego cimarrón. Isla Tiburón, Sonora. Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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tuo empeño de defender sus costumbres y libertades. El incremento en la bús-queda del reconocimiento de sus dere-chos y su independencia llevó incluso a un abrupto rompimiento con los repre-sentantes del Instituto Nacional Indige-nista para el área seri, cuyas oficinas re-gionales en Bahía Kino funcionan desde entonces como residencia del Gobierno Tradicional Seri.

A finales de la década de los noventa los seris, previendo el potencial de ex-plotación de la isla, contrataron al bió-logo Felipe Rodríguez, quien con un ge-nuino interés por el cuidado del borrego cimarrón y el beneficio económico de la comunidad creó una Unidad de Mane-jo y Aprovechamiento (uma) de la Isla

Tiburón. Como primer paso, Rodríguez capacitó a un grupo de jóvenes seris co-mo “paraecólogos”, individuos con el suficiente conocimiento técnico y tradi-cional para abordar la conservación y el estudio de la flora y la fauna del terri-torio seri. Después perfiló el calendario de trabajo de la uma; la estación de ca-za se estableció para los meses inverna-les, cuando se atendería a un promedio de cinco cazadores por temporada. El resto del año se dedicaría a la investiga-ción y evaluación de las poblaciones de borrego y otras especies.

A lo largo de siete años, este plan de trabajo ha proporcionado a la comuni-dad seri un total aproximado de 24 mi-llones de pesos. Los permisos para ca-zar borrego cimarrón en la Isla Tiburón se subastan anualmente en Reno, Neva-da, entre los 60 mil y los 100 mil dóla-res. Paradójicamente, el permiso origi-nal emitido por la Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales (semar-nat) cuesta apenas unos cuantos cien-tos de pesos. Otro aspecto importan-te del manejo de la uma consiste en la venta de pies de cría provenientes de la isla para repoblar áreas donde ha men-guado la presencia del cimarrón. De la isla, considerada el “semillero” de So-nora, se extrajeron 120 ejemplares en 2004 y 56, en 2005, los cuales alcan-

Un grupo de seris discuten sobre el modo en que se utilizarán las ganancias obtenidas por la venta de borrego cimarrón como pie de cría a distintos ranchos cinegéticos. Estero Santa Rosa.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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zan en el mercado el precio de 30 mil dólares por ejemplar. Con el aval de la semarNat, estos pies de cría se venden a ranchos cinegéticos que desde princi-pios de los años noventa empezaron a participar de este gran negocio.

A medida que las sierras donde ha-bita el borrego cimarrón se han ido con-virtiendo en propiedades privadas a fin de explotarse como ranchos cinegéti-cos, se han suscitado varias disputas relacionadas con la propiedad y el de-recho de uso de la vida silvestre de al-gunas porciones del territorio seri. Cabe mencionar, por ejemplo, la confronta-ción legal entre el empresario sonorense Iván Flores y la comunidad seri a prin-cipios de los años noventa, cuando és-te ocupó algunos terrenos y serranías pertenecientes a la etnia. Flores utiliza-ba estos y otros terrenos como reserva a la cual sus vaqueros arreaban las po-blaciones aledañas de borrego cimarrón para poder participar en el negocio de los ranchos cinegéticos. Luego de varios

años de litigio, la Suprema Corte de Jus-ticia de la Nación falló a favor de la et-nia, pero irónicamente, el enorme lucro que Flores obtuvo del uso ilegal de los terrenos le ha permitido constituirse co-mo uno de los principales compradores de pies de cría de los seris. Es así como el desierto sonorense ha dejado de ser el “espacio inservible” que durante si-glos las economías occidentales despre-ciaron, para transformarse en una em-presa de ganancias exorbitantes, en la que la fauna silvestre ha pagado el pre-cio de su conservación con el hecho de ”convertirse” en mercancía. Hoy el bo-rrego cimarrón, el venado bura y el co-la blanca, el jabalí y las aves migrato-rias representan literalmente la riqueza del desierto.

El Gobierno Tradicional Seri destina las grandes sumas obtenidas cada tem-porada por la cacería del cimarrón a re-solver los problemas cotidianos de la etnia. El principal uso, al menos en el discurso, consiste en dar apoyo econó-

A finales de los noventa los seris, previendo el potencial de explotación de la isla, contrataron al biólogo Felipe Rodríguez,

quien con un genuino interés por el cuidado del borrego cimarrón y el beneficio económico de la comunidad creó una

Unidad de Manejo y Aprovechamiento (uma) de la Isla Tiburón.

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mico para atender problemas sociales y de salud. Hay partidas para apoyar a las autoridades ejidales, la guardia tradi-cional, el consejo de ancianos, la uma, las fiestas tradicionales, entre otras. Sin embargo, no existe un claro control so-bre el manejo de los recursos y por lo general los gobernadores tradicionales no son capaces de señalar el destino fi-nal de gran parte del dinero. La pobreza extrema de algunas familias evidencia la enorme inequidad en la administra-ción de estos recursos, situación que ha generado grandes problemas entre los gobernadores tradicionales y la pobla-ción excluida de los beneficios, y que ha desembocado en conflictos y amena-zas a mano armada por parte de ciertos miembros de la comunidad, quienes exi-

gen un más justo reparto de las ganan-cias. En este sentido es preciso señalar que sólo unas cuantas familias han man-tenido durante varias décadas el poder económico y político a través de su rota-ción en los distintos cargos disponibles.

Con el establecimiento de una coo-perativa pesquera y la relativa estabili-zación de las relaciones de los seris con el Gobierno Federal y el Estatal, la tri-bu se vio obligada a establecer una se-rie de autoridades internas que actuaran como vasos comunicantes con el exte-rior. Parafraseando a Maya Lorena Pérez (1995), los seris, a partir de su integra-ción a la economía pesquera comercial, se vieron obligados a formar, como in-dígenas, un gobierno tradicional; como ejidatarios y comuneros, un comisaria-

Un helicóptero desciende al estero luego de capturar dos borregos cimarrón en la Isla Tiburón. Estero Santa Rosa. Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Renteria Valencia, 2005.Acervo personal.

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do ejidal y un consejo de bienes comu-nales; como productores sujetos a crédi-to, una sociedad cooperativa pesquera; como artesanos, diversas cooperativas mercantiles; como propietarios de un derecho de exclusividad pesquera,

una guardia tradicional; como cultura indígena, un consejo de ancianos; co-mo conservacionistas, un grupo de pa-raecólogos, y como protestantes, una je-rarquía pastoral, todos estos cargos para mantener el orden y la organización de una población de sólo 900 personas que hasta hace menos de un siglo carecían de todo tipo de autoridad.

La década de los noventa no se ca-racterizó únicamente por el comienzo de la cacería deportiva del cimarrón, si-no por la vertiginosa transformación de distintos aspectos de la existencia seri, tanto en el plano político como en el económico y el social. El cada vez más raro avistamiento de tiburones y tortugas marinas en el Canal del Infiernillo refle-ja la drástica reducción de éstas y otras especies en todo el Golfo de California debido a la sobreexplotación, la conta-minación y el uso de tecnologías pes-queras irresponsables. Ante el colapso de las poblaciones de las especies afec-

El Gobierno Tradicional Seri destina las grandes sumas obtenidas cada temporada por la cacería del cimarrón

a resolver los problemas cotidianos del pueblo seri. El principal uso, al menos en el discurso, consiste en dar apoyo

económico para atender problemas sociales y de salud.

Francisco Molina “el Indio” es uno de los jóvenes mas respetados por su profundo conocimiento de los modos antiguos, así como por ser el cantante del grupo de rock seri “Hamac casiilm” (fuego sagrado). Isla Tiburón. Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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tadas, su captura comercial se ha vuelto insostenible y ha hecho que empiecen a explotarse nuevas especies. Así fue co-mo los seris desarrollaron en el Canal del Infiernillo las pesquerías del callo de hacha (Pinna rugosa y Atrina tuberculo-sa) y la jaiba (Callinectes bellicosus), que hasta la fecha constituyen las principa-les especies capturadas por los pescado-res seris y mestizos (Bourillon; 2002).

Dentro de la creciente vinculación de los pescadores seris con los mestizos cabe resaltar la introducción de drogas como la cocaína y el cristal (metanfeta-mina), que algunos individuos, imitando las formas mestizas, utilizan durante la extracción del callo de hacha. No obs-tante, las repercusiones sociales y po-líticas del consumo de droga por parte de algunos seris rebasan los límites de la

Un ejemplar de borrego cimarrón con características de trofeo internacional, recién capturado por un biólogo (contratado por los seris) para su venta como pie de cría. Isla Tiburón. Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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comunidad y se insertan en un escenario aún más complejo: el homicidio de al-gunas personas relacionadas con el tráfi-co de drogas dentro de la comunidad; el uso del territorio como zona de tránsito para el narcotráfico realizado en pangas9 de alta velocidad; la común utilización de camionetas robadas provenientes de Estados Unidos dentro de su territorio10, y la portación de armas de uso exclusivo del ejército11. Estos y otros hechos han servido a algunos periódicos de derecha de Hermosillo para presentar a los seris como una comunidad caótica y fuera de toda ley, lo que ha colocado al pueblo seri en una posición de constante con-frontación y desafío en relación no sólo con las comunidades mestizas aledañas, sino con la capital del estado de Sonora.

Esta caracterización al pueblo seri ha beneficiado enormemente los intere-ses de una política estatal enfocada en

el desarrollo de monumentales “mega-proyectos” en la franja costera del Golfo de California, al proporcionar la excu-sa perfecta para, mediante el anhelado control militar de la zona, sentar las con-diciones necesarias para el desarrollo de los intereses gubernamentales. Como eje medular de la política de inversión turís-tica del gobernador Eduardo Bours está la construcción de una carretera costera que comunique el Golfo de Santa Cla-ra, al norte del estado, con el puerto de Guaymas, al sur, pasando por Puerto Pe-ñasco, Puerto Libertad, el territorio de los seris y Bahía Kino. La carretera, aun-que se considera un proyecto indepen-diente, busca atraer el flujo de turistas estadounidenses hacia el megaproyecto denominado Liberty Cove, ubicado a po-cos kilómetros al norte de Puerto Liber-tad. Las expectativas básicas de Liberty Cove12 son consolidar un proyecto mo-numental que dé cabida en un periodo no mayor de nueve años a alrededor de 30 mil turistas estadounidenses. Hoteles, marinas, zonas residenciales, campos de golf y una pista de carreras Nascar for-man parte del ambicioso complejo.

El considerable aumento del conoci-miento del derecho indígena y de la de-fensa de los derechos sobre los recur-

9 Panga es el nombre coloquial de las ligeras em-barcaciones de fibra de vidrio utilizadas por los pescadores en todo el Golfo de California.10 http://www.elimparcial.com/buscar/traernotanew.asp?NumNota=345267http://www.elimparcial.com/buscar/traernotanew.asp?NumNota=34540311 http://www.elimparcial.com/buscar/traernotanew.asp?NumNota=502912http://www.elimparcial.com/buscar/traernotanew.asp?NumNota=427378http://www.elimparcial.com/buscar/traernotanew.asp?NumNota=437207 12 www.libertymexico.com

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sos naturales, así como de las políticas estatales y federales por una importan-te parte de la población seri permitió que a principios del siglo xxi el Gobier-no Tradicional, respaldado por aboga-dos contratados para el efecto, haya lo-grado una gestión relativamente eficaz dentro de las instituciones del Gobierno Mexicano, tanto con escritos legales co-

mo con acciones políticas más severas, como el retiro del personal del INI de su región y la toma de su delegación es-tatal en los años noventa, o la amena-za de un levantamiento en armas fren-te al Palacio de Gobierno del estado de Sonora, donde algunos seris, ostentando los símbolos de la Nación Concáac, bai-laron la danza de la guerra.

Borrego cimarrón (Ovis canadensis mexicana) capturado en la Isla Tiburón, listo para su traslado a un rancho cinegético de la región. Estero Santa Rosa, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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LoS parámetroS

de La rituaLidad Seri

El espiritismo seri reconoce dos tipos de fenómenos ante los cuales hay que li-diar con el peligro potencial de algunos espíritus mediante la realización de un acto ritual: por una parte están las oca-siones en que se produce una transición existencial en la vida de una persona, es decir, un rito de paso; por la otra, los momentos en que la presencia de obje-tos inusualmente grandes requiere la pa-cificación de los espíritus que en ellos habitan. Ambas ceremonias constituyen las fiestas tradicionales, que son el ma-yor acontecimiento de vinculación so-cial dentro de la cultura seri. Es preciso señalar que estos ritos se celebran cuan-

do se conjugan ciertas circunstancias particulares, por lo que no tienen fechas fijas, salvo la fiesta del Año Nuevo seri, que coincide con la luna nueva de julio, icoozlajc iizax.

El carácter impredecible de estas ce-lebraciones tenía por objeto, al menos en épocas pasadas, impedir la congre-gación de mucha gente en un mismo lu-gar y tiempo, pues los magros recursos de agua fresca existentes en el desierto no podían sostener grandes poblacio-nes (Felger y Moser; 1985). Al igual que entre muchas otras culturas originales, entre los seris el número cuatro se con-sideraba sagrado al asociarse principal-mente con los puntos cardinales. De ahí que la mayoría de las fiestas tradiciona-

Saapmayan o fiesta de la canasta grande, realizada al momento en que la Amac da las últimas puntadas a la misma. Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2001.Acervo personal.

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les duren cuatro días y cuatro noches, y que las danzas y cantos se ejecuten siempre en múltiplos de cuatro.

Durante las celebraciones se gene-ra una atmósfera de festividad en la que hombres, mujeres y niños se maquillan el rostro y se visten con trajes de vivos colores, entonan cantos tradicionales y ejecutan danzas, mientras que en dife-rentes momentos se organizan juegos de apuesta para mujeres y para hombres, y se prepara abundante comida para todos los asistentes. Los platos tradicionales suelen ser arroz guisado, pescado en caldo, frituras de tortillas de harina y distintos guisos con carne de haap (ve-nado bura) o moosni (tortuga marina). Es preciso señalar que a partir del arri-bo de la Iglesia protestante, en los años

cincuenta, se prohibió terminantemente la venta y el consumo de alcohol entre los seris, razón por la cual durante las fiestas tradicionales nadie consume be-bidas embriagantes.

Las fiestas se dan por concluidas en el momento en que los primeros rayos del sol se posan sobre la cumbre de las montañas de la Isla Tiburón en el cuarto

El espiritismo seri reconoce dos tipos de fenómenos

ante los cuales hay que lidiar con el peligro potencial

de algunos espíritus mediante la realización de un acto ritual.

Un grupo de mujeres guiadas por el cantor danzan en círculo alrededor de la canasta para apaciguar al espíritu que habita dentro de ella. Punta Chueca. Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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día de celebración; minutos antes tiene lugar el breve acto ritual que propicia la transición en la calidad existencial de la persona o cosa por la cual se celebra la fiesta. Este acto se llama icoozlajc y es una suerte de bolo en el que se reparten pequeños regalos a los asistentes para señalar que la ceremonia ha apacigua-do el peligro inherente a la transición y por lo tanto la buena suerte acompaña-rá a todos los participantes. La intención de las fiestas es ofrecer un espacio pa-ra el gozo y la diversión, y que con ello los espíritus estén contentos y acarreen la buena suerte.

Se sabe de al menos 11 razones por las cuales debía celebrarse una fiesta tradicional en la antigüedad, pero no to-dos estos rituales y ceremonias han lle-gado hasta nuestros días. En lo referente a ritos de paso, la fiesta de la pubertad es la única que subsiste en la actuali-dad, pues las demás se fueron desvane-ciendo luego de que el contexto en que se celebraban desapareció también, o cuando el significado o la intención de la práctica dejó de tener vigencia. Tal es el caso de la Danza de la Victoria, un ri-to para reincorporar social y espiritual-mente a los guerreros que volvían de la

Niña recolectando conchitas para fabricar collares. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2004.Acervo personal.

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batalla, dicho rito dejó de celebrarse en la misma época en que los enfrentamien-tos entre los seris y el Gobierno Federal cesaron, por fin, en la década de los treinta. Se sabe de la existencia de una celebración de la pubertad para los hombres, que se festejaba cuando em-pezaba a cambiar la voz del muchacho; parte del proceso implicaba la captura de una tortuga marina o de un venado bura. Sin embargo, la última ceremonia de este tipo tuvo lugar en 1929.

Por otra parte, los seris creen que to-das las cosas de grandes proporciones están habitadas por espíritus a los que se debe apaciguar con una ceremonia tradicional para evitar que causen en-fermedades y mala suerte. En el pasado, los seris honraban con esta ceremonia a la caguama de los siete filos o tortu-ga laúd (la tortuga marina más grande del mundo) y celebraban un rito espe-cial para la captura del pargo gigante, un enorme pelágico. Otros objetos de

Celebración de mujeres en la playa. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Lorenzo Armendáriz, 1986.Fototeca Nacho López, cdi.

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gran tamaño que motivaban ceremonias pacificadoras eran los botes de madera que los seris construían a principios del siglo xx, así como el hecho de encon-trar una olla de cerámica usada por los antepasados y la terminación de una de las canastas gigantes llamadas saptim. En la actualidad esta última ceremonia aún sigue celebrándose.

Cuando se está a punto de termi-nar una canasta o una corita (una ca-nasta en forma de plato) de grandes proporciones, se realiza una ceremo-nia especial denominada saapmayan. Corresponde a la tejedora ser la amac, o persona que lleva a cabo el rito pa-ra apaciguar al espíritu, llamado heen, que habita dentro de la canasta. Esto se consigue al dar ella misma las últimas puntadas para ahuyentar los peligros in-herentes al tejido, pues se dice que el rechinar del punzón de venado al tejer

las fibras es la protesta de este espíritu por haberlo molestado. Terminada la fiesta se puede vender la canasta, pues se cree que el heen, a quien se conci-be como una señora vieja y fea, sale de ella poco después.

Hasta hace pocos años, cuando un pescador capturaba una caguama de siete filos (Dermochelys coriacea o tor-tuga laúd) también celebraba una fies-ta tradicional a fin de ahuyentar la ma-la suerte, pues para los seris el espíritu de este animal es muy poderoso y me-rece el mayor respeto. Los seris creen que hace mucho, cuando la Tierra era joven y estaba sujeta a muchas inunda-ciones, la caguama de siete filos, el pez vela y la mariposa nocturna eran miem-bros de la misma familia. Aunque antes nadie moría, ellos vieron morir a la pri-mera persona. La caguama, que era un personaje femenino, acababa de perder a su hermano y tenía la cara manchada porque lloraba su muerte.

Se dice que la caguama de siete fi-los entiende a los seris cuando éstos le hablan a través de los cantos tradicio-nales, pues la consideran otra persona seri; por lo tanto, cuando se captura-ba a una de estas enormes tortugas, los ancianos le pedían que se quedara pa-ra que pudieran alegrarla con su fiesta. A continuación presento el canto con

Los seris creen que todas las cosas de grandes proporciones

están habitadas por espíritus a los que se debe apaciguar con una

ceremonia tradicional para evitar que causen enfermedades

y den mala suerte.

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que los ancianos comienzan el ritual de la caguama de los siete filos, can-to que registré en 2005 ejecutado por Cleotilde Morales y transcrito por Ge-naro Herrera:

Ésa es la razón por la cual, si uno atra-

pa una caguama, se dice que es algo

diferente. Si entonces no se celebra

una fiesta, es cosa mala para aquellos

que la atraparon, para quienes estu-

vieron allí. Por eso cuando se atrapa

una caguama de siete filos se celebra

cierto tipo de fiesta y todo el mundo

está contento. Por eso cuando se cap-

tura una caguama nadie le causa da-

ño. Pero si no se celebra ninguna fies-

ta, algo malo les pasará a quienes la

atraparon. Por eso se celebra la fies-

ta. [María Antonia Colosio en Felger y

Moser; 1985].

Durante los cuatro días de celebra-ción la caguama permanecía libre ba-jo una pequeña estructura de ocotillo, donde le adornaban el caparazón con símbolos de poder (líneas rectas y que-bradas, y puntos) mientras los ancia-nos hablaban con ella para agradecer-le su presencia. Al cabo de la festividad, si la caguama no había muerto, los an-cianos le pedían que se hundiera en el mar tras la séptima huella de ola para desaparecer en lo más profundo, donde nadie pudiera hacerle daño. Se dice que entonces la caguama así lo hacía. Mu-jeres y hombres lloraban al verla partir, pues la consideraban una persona de su

Moyai ya hizxohacaya

Moyai ya hizxohacaya

Zeeme iqui quitj hizxohacaya

Zeeme iqui quitj hizxohacaya

Aquí es el lugar a donde te estamos invitando

Aquí es el lugar a donde te estamos invitando

Las puertas de nuestras casas están aquí, apuntando hacia el crepúsculo

Las puertas de nuestras casas están aquí, apuntando hacia el crepúsculo.

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pueblo que se despedía para siempre. Si la caguama había muerto, entonces co-mían su carne y se limpiaban los huesos para decorarlos con símbolos de poder.

Como el común denominador de las fiestas tradicionales es la presencia de espíritus potencialmente peligrosos, to-dos los rituales comparten ciertos ele-mentos: por principio de cuentas, la fi-gura fundamental para la celebración de cualquiera de ellos es el amac; es decir, la persona encargada de organizar, pa-trocinar y llevar a buen término la cere-

monia, pero, sobre todo, el responsable de lidiar con las potencias y peligros so-brenaturales inherentes a cada ceremo-nia. En otro tiempo la figura del amac era exclusiva de rituales mortuorios o de la celebración de la pubertad, pero a lo largo del siglo xx la importancia de su papel se extendió al resto de las fies-tas colectivas. La figura social del amac ocupa hoy dentro de la cultura seri un lugar fundamental en la perpetuación de un sistema de reciprocidades ritua-les encaminadas a la purificación de

Niñas ataviadas con trajes tradicionales pintan su rostro durante una fiesta de pubertad. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2003.

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los bienes materiales que pudieran estar contaminados por peligrosas potencias espirituales. Originalmente cada familia se relacionaba de manera particular con otra que actuaba como su amac y con la cual podía estar o no emparentada en grado cercano. Sin embargo, el amac de una persona se designaba por herencia a través de la línea paterna. Según Gri-ffen (1959), los amac de muerte (de en-tierro) solían ser los hijos de los herma-nos mayores de los abuelos paternos, mientras que los amac de pubertad eran los hijos de los hermanos menores de los abuelos paternos; es decir, en am-bos casos, tíos segundos.

Una de las celebraciones en que la figura del amac sigue siendo reelevante es la fiesta de la pubertad, que se cele-bra cuando a una joven seri le llega la menarquia, lo que marca el inicio de su transformación en mujer (en todos los sentidos), y que se señala cuando le la-van el cabello a la orilla del mar al ama-necer del cuarto día. Al mes siguiente se realiza una nueva fiesta en la que le

cortan un mechón de pelo después de volver a lavarlo en el mar. La niña tie-ne prohibido comer cualquier alimento que contenga sangre o que se haya pre-parado en el fuego de los alimentos para los asistentes. Además, mediante juegos y bailes se intenta mantenerla alegre y despierta, pues en caso de dormirse du-rante los momentos vedados sus pesadi-llas podrían volverse realidad.

Por ultimo la fiesta del Año Nuevo, que se celebra con la luna nueva de ju-lio, representa para los seris no sólo el comienzo de un nuevo ciclo vital den-tro del desierto y el mar que habitan, se-ñalado por el florecimiento de las pita-hayas y la promesa siempre incierta de la llegada de la lluvia, sino un espacio para desplegar ante las miradas ajenas los símbolos de la Nación Concáac, ele-mentos constitutivos de una identidad histórica única e inconquistable. En los últimos años, la fiesta suele terminar a la medianoche del segundo día, cuando tras escuchar los viejos cantos e histo-rias de guerra narrados por el consejo de

Una de las celebraciones en que la figura del amac sigue siendo reelevante es la fiesta de la pubertad,

que se celebra cuando a una joven seri le llega la menarquia, lo que marca el inicio de su transformación en mujer.

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ancianos, la guardia tradicional dispa-ra sus fusiles al aire mientras la bandera de la Nación Concáac ondea con la bri-sa del mar. La fiesta del Año Nuevo se-ri es, pues, un gesto que desafía los des-velos de un tiempo inconexo, plagado de incertidumbres y signos amenazan-tes, un gesto que entiende la celebración del comienzo de los ciclos de su univer-so como un profundo acto de afirmación existencial.

La nación concáac

En un proceso iniciado hace apenas al-gunas décadas, los concáac han logrado replantear bajo sus propios términos los sesgos y nociones de identidad de otros pueblos para consolidar una identifica-ción colectiva y con ello una presencia política dentro del contexto regional. Esto lo han logrado al ejercer los rasgos cul-turales constitutivos de su identidad co-mo símbolos que apuntalan un proceso de resistencia étnica y territorial. El sus-trato de los emblemas de este proceso de resistencia étnica, aunque diversos y en apariencia totalmente ajenos a su tradi-ción cultural, contienen en gran medida un profundo sedimento dentro del sim-bolismo del que se nutre este pueblo.

El ámbito escénico de este complejo proceso de decantación étnica llevó a la creación de una bandera que simboliza

a la Nación Concáac, y que se coloca durante las fiestas tradicionales en lo alto del asta que el gobierno constru-yó para la bandera mexicana. Constitui-da por tres franjas verticales, azul, blan-

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ca y roja, colores ancestrales plasmados en sus cuevas sagradas y en su pintura facial, la bandera ostenta un escudo en la parte central, formado por el perfil de una cabeza de venado cruzada por dos flechas sobrepuestas que representan la caza y la guerra. Una leyenda en la parte inferior reza: nación concáac. De hecho, el sustento discursivo sobre el que los seris afirman ser una nación independiente radica en su total auto-nomía de cualquier programa o apoyo estatal o federal, y en su total supervi-vencia gracias a los recursos marinos y terrestres que administran.

Un lugar fundamental dentro de es-te proceso de configuración de identi-dad lo ocupa la guardia tradicional seri: “Don Genaro Herrera, quien fuera go-bernador tradicional de la tribu en di-versos periodos, preocupado por la se-guridad del grupo y buscando contar con el apoyo de los jóvenes que no te-nían acceso a los diversos cargos de la comunidad, creó a mediados de 1991 la guardia tradicional seri, habilitando a estos jóvenes con las credenciales ne-cesarias” (Aguilar; 1998). La guardia tra-dicional se formó entonces como res-puesta del Gobierno Tradicional a una problemática desatendida por el Gobier-no Federal, concerniente a la conserva-ción de los recursos naturales y a los de-

Un huichol recoge caracoles en tanto una panga seri se aproxima a la playa.Esta escena ocurrió durante una visita de los huicholes a la Isla Tiburón. Canal del Infiernillo, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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rechos que sobre ellos se otorgaron a los seris; particularmente en lo relativo a los derechos de exclusividad pesque-ra dentro del Canal del Infiernillo. Crea-da en un principio como un cuerpo sim-bólico que comprometía a los jóvenes a colaborar con la comunidad, sus accio-nes y atributos se han vuelto cada vez más complejos con el consentimien-to de las autoridades federales, hasta el grado de que la semarNat reconoce sus facultades para ejercer funciones de vi-gilancia dentro de su territorio, con una aún no bien expresa autorización para portar armas de pequeño calibre.

Hoy en día la guardia tradicional ha asumido un papel considerablemente amplio dentro de los distintos ámbitos de la cotidianidad seri, asimilando a una

gran cantidad de jóvenes que, equipa-dos con radiotransmisores, camionetas, lanchas (pangas) y vestimenta militar han dado un nuevo rostro a la defen-sa de sus territorios. Estos nuevos mo-dos de resguardo de sus recursos natu-rales han traído una serie de violentos enfrentamientos con los pescadores de la región, y hay que señalar que el im-pacto de la guardia tradicional sobre el tono de las relaciones con los cocsar no ha sido bien recibido por gran parte de la población, quien piensa que esta nueva actitud de defensa incide negati-vamente en los vínculos afectivos y co-merciales que buena parte de los seris conservan con el exterior. De ahí que muchas familias se mantengan distancia-das de los ámbitos colectivos que apun-

Mujer seri durante una celebración de Año Nuevo. El Desemboque, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2002.Acervo personal.

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Bellezas seris durante una visita de wixaritar (huicholes) a la Isla Tiburón. Punta Chueca, Sonora.Fotógrafo: Rodrigo Fernando Rentería Valencia, 2005.Acervo personal.

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talan estas acciones, tales como las fies-tas tradicionales, y prefieren en cambio una construcción más individual y priva-da de sus modos de tener contacto con el mundo exterior y vincularse con él.

Como consecuencia de estos com-plejos procesos de creación y reformu-lación étnica hallaremos una enorme variedad de formas de ser identificadas dentro del grupo: vaqueros, cholos, ro-queros, militares, místicos. Todos ellos responden a diversas maneras de ser concáac, y sus modos ocasionalmen-te fracturan la consonancia del proceso étnico. Sin embargo, el cambiante cali-doscopio de las derivas identitarias de cada persona pone de relieve el enorme peso que en esta cultura se da a cada in-dividualidad, de modo que lejos de po-ner el proceso identitario en peligro, for-ma parte vital de su contenido. En este contexto, la lengua seri ocupa un lugar

primordial en la articulación de la enor-me diversidad de la etnia: su práctica, anclada firmemente en las nuevas gene-raciones, denota un enorme vigor, pues lejos de ser amenazada por el español, constituye la principal barrera semiótica a partir de la cual los seris han preserva-do del embate occidental los símbolos y certezas que les son fundamentales.

Así, los seris de estos tiempos han aprendido a manejarse en los derrote-ros del mundo moderno envueltos en un constante proceso de transformación cuyos desenlaces y matices son imposi-bles de calcular. Hay una apuesta y una incertidumbre que marcan las formas de estructuración de su proceso social. En el contexto actual de la tribu, los distin-tos dramas sociales fracturan la conso-nancia de las acciones y las identidades son sacudidas y llevadas al vértigo de las derivas individuales, donde mutan, se traslapan y resuenan en vastos y plu-rales horizontes. A partir de los dramas y juegos de la posibilidad y la diversidad, los seris han logrado decantar los lími-tes mediante los cuales han parapetado su existencia y han resistido al embate físico y simbólico de distintas socieda-des que sistemáticamente han negado la posibilidad de comprender y respetar su particular y único modo de vida entre el desierto y el mar.

Los seris de estos tiempos han aprendido a manejarse en los derroteros del mundo

moderno envueltos en un constante proceso de transformación cuyos

desenlaces y matices son imposibles de calcular.

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total % hombres mujeres

población en hogares 716 352 364

Población de 0 a 4 años �3 11.� 33 �0

Población de � a 14 años 14� 20.� �0 ��

Población de 1� a 24 años 141 1�.� �3 ��

Población de 2� a 44 años 234 32.� 11� 11�

Población de 4� a �4 años �1 11.3 43 3�

Población de �� y más años 24 3.4 14 10

Población de edad no especificada � 0.� 3 2

población de 5 años y más hablante de lengua indígena2

456 240 216

población de 15 años y más 480 246 234

Sin instrucción escolarizada �4 13.3 2� 3�

Con algún grado de primaria 1�2 40.0 �2 100

Con posprimaria 21� 4�.0 11� ��

No especificado � 1.� � 2

población ocupada 295 194 101

Ocupados en actividades agropecuarias3 124 42.0 11� �

Ocupados sin ingresos4 � 2.4 3 4

Viviendas habitadas 145

Con agua entubada �� �2.4

Con drenaje �� �3.�

Con electricidad 114 ��.�

notas1 Se refiere a la población en hogares en donde el jefe, el cónyuge o algún ascendiente declaró ser hablante de lengua seri.2 Incluye hablantes de seri y de otras lenguas indígenas de 5 años y más.3 La diferencia entre la población ocupada y la población agropecuaria está distribuida en otras actividades económicas.4 La diferencia entre la población ocupada y la población sin ingresos está distribuida entre otros rangos de ingresos.

fuente: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas / Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo,

“Sistema Nacional de Indicadores sobre la Población Indígena de México”, 2002, con base en XII Censo General de Población y Vivienda, México, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2000.

características de la poblacióN eN hogares seris, méxico, 20001

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Seris, de Rodrigo Fernando Rentería Valencia, se terminó de imprimir en diciembre de 2007 en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V., San Lorenzo 244, Col. Paraje San Juan, Deleg. Iztapalapa, C.P. 09830, México, D.F. El tiraje fue de 6 000 ejemplares.

Las tareas de digitalización y retoque de imágenes, compos ic ión t ipográf ica , diagramación y cuidado de edición estuvieron a cargo de la Coordinación Editorial de la cdi.

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