40
ISSN 1918-087X The Apostles Review NUESTRA LENGUA, ENRAIZADA EN LAS TIERRAS DE LA ISLA TORTUGA DESDE 1789 Número 21 – Primavera/verano 2018 ARBOLAY CANCINO DELGADO DESAUTELS GARCÍA KHANKHOJE MARTÍNEZ NOSRATI PAGÉ QUERO ROCHETTE ROJAS BENAVENTE SANDOVAL SARAVIA TRUGLIA

ISSN 1918-087X The Apostles Review

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

1

ISSN 1918-087X

The Apostles Review NUESTRA LENGUA, ENRAIZADA EN LAS TIERRAS DE LA ISLA TORTUGA DESDE 1789

Número 21 – Primavera/verano 2018

ARBOLAY – CANCINO – DELGADO – DESAUTELS – GARCÍA

KHANKHOJE – MARTÍNEZ – NOSRATI – PAGÉ – QUERO

ROCHETTE – ROJAS BENAVENTE – SANDOVAL – SARAVIA – TRUGLIA

2

The Apostles Review / primavera-verano 2018 ISSN 1918-087X (version imprimée) ISSN 1918-0888 (version en ligne) ISBN 978-1-988870-06-9 Dépôt légal : 3e trimestre 2018 Bibliothèque et Archives nationales du Québec Bibliothèque et Archives Canada Nouveau site Internet: http://www.apostlesreview.com/ Éditeur : Diego Creimer Mise en page : Camila Reimers Révision : Flavia García Impression : août 2018 / Imprime-Emploi, Montréal, Québec, Canada 150 exemplaires ApostlesReview est une création collective qui publie des nouvelles, des essais et des poèmes en espagnol, français et anglais. Chaque auteur publié dans cette revue, au Québec et au Canada comme à l’étranger, possède la totalité des droits sur ses œuvres. © Apostles Review 2018 Tous droits de traduction, de reproduction et d’adaptation réservés.

Impreso en Canadá – Imprimé au Canada – Printed in Canada

3

SALVANDO LAS DISTANCIAS

The Apostles Review En papel Montreal Número 21 – Primavera/verano 2018

Vigésimo primer prólogo en disenso 5 Marginalia /ApostlesReview en Internet 43

FICCIÓN

Lizandro Arbolay Aureolas 7

Pascual Delgado Fragmento de églogas mitraicas 10

Maya Khankhoje Encuentros y desencuentros 13

Lida Nosrati Long Response 17

Alberto Quero Multiple 22

Joanne Rochette Les plantes tinctoriales 25

Lady Rojas Benavente L’immigrante 28

Elvira Truglia Francesco And Other Roman Chronicles 33

POESÍA

Flavia García y Denise Desautels À Milagro Sala 11

Monique Pagé –

Rodrigo Sandoval Ping-Pong Danse 19

Alejandro Saravia Declaration to the gods by a word herder 30

Distances 31

Esperando a la Muerte 31

ENSAYO

Sergio Martínez Encuentros, desencuentros y encontronazos 15

ARTE

Jorge Cancino La Peli (técnicas mixtas sobre tela) Tapa

Director ALEJANDRO SARAVIA Editor delegado RODRIGO SANDOVAL Fundador RAMÓN DE ELÍA La publicación de este número fue posible gracias al mecenazgo de una persona que apoya la literatura hispano-canadiense.

4

5

VIGÉSIMO PRIMER PRÓLOGO EN DISENSO Por su disposición de apertura y su

emplazamiento geográfico, Montreal no es ajena

al tema de los encuentros creativos.

Comencé a escribir este editorial en mi teléfono

celular el 21 de junio, festejado en Canadá como el

día de los aborígenes o el día de las Primeras

naciones. Ese día fui a la plaza Cabot a participar

de las festividades. La plaza Cabot debe su

nombre a un explorador italiano, Giovanni

Caboto. La estatua de Caboto fue donada por la

comunidad italiana de Montreal. Pero bajo esa

apariencia toda europea, la plaza Cabot se ha ido

constituyendo en un lugar de encuentro para las

comunidades cree y inuit, pueblos del norte que

vienen a recibir servicios médicos a la gran ciudad

en los hospitales cercanos.

Un problema de vagancia y consumo de drogas

había sido identificado y la ciudad buscaba la

forma de revalorizar la plaza. Un proyecto

comunitario decidió hacer de la plaza un lugar en

el que la presencia indígena sea bienvenida. Desde

hace tres años, el proyecto ha hecho de la plaza un

lugar de difusión de la cultura indígena y de

encuentro con los no-aborígenes. El día de las

Primeras naciones de este año se realizó un gran

evento con prestaciones musicales y de baile. En

un momento el público fue invitado a bailar y una

señora indígena nos mostró cómo hacerlo con

gran orgullo, diciéndonos que era su día.

Un poco más tarde, sentado en un escaño del

parque, decidí que el espíritu de este número de

Apostles Review se reflejaba bien en ese momento.

Desde el optimismo con que comencé a escribir

hasta ahora hubo un hecho que marcó a la ciudad

de Montreal y sin duda a toda la provincia. Fue la

cancelación de la obra Slav de Robert Lepage y

Betty Bonifassi. Quizás el solo punto sobre el cual

hay acuerdo al respecto es que se trató de un

desencuentro mayor. No me pronunciaré sobre

quién tiene la razón en esa polémica. Simplemente

sobre el hecho que nuestro festival de Jazz de

Montreal, lugar de encuentros internacionales,

interculturales y entre diferentes tipos de

creadores fue atacado y que las fuerzas policiales

debieron intervenir para permitir la realización de

un evento artístico. Signo de los tiempos confusos

en que vivimos.

Nuestra revista no es para nada una empresa

comercial. Circula entre amigos, en la librería Las

Américas y en algunos medios académicos. No es

una amenaza para nadie y no la veo en medio de

la controversia. No creo que la anti-émeute esté

presente el día que la lancemos en la Las

Américas. Dicho esto, nuestras voces están lejos

de la pureza racial, lingüística o cultural. Somos las

voces de las mezclas. Más que nadie, los

inmigrantes navegamos en identidades múltiples y

sabemos nutrirnos de ellas.

En este número nuestro director Alejandro

Saravia nos presenta tres textos, Declaration to the

Gods by a Word Herder, Distances y Esperando a la

Muerte. Tres magníficos textos en los que trata de

amor, de sueño y de la Muerte a la que se intenta

distraer el tiempo necesario para aprender a tocar

el charango. El hecho que cada texto sea en un

5

6

idioma diferente es en sí una declaración de amor

a la pluralidad de nuestra ciudad.

Lizandro Arbolay escribe un texto en el cual

cuenta un encuentro particular entre tres mujeres

representantes religiosas y un hombre. Un

desencuentro en el que nadie obtiene lo que desea.

Pascual Delgado nos presenta el no-encuentro de

un profeta con el pueblo de Pompeya poco antes

de la erupción del volcán. Denise Desautels y

Flavia García nos presentan un poema escrito a

cuatro manos con referencias a la solidaridad

femenina y ciertos puentes entre la lengua

española y la francesa.

Maya Khankoje nos habla de los encuentros y

desencuentros con un ritmo de baile. Menciona

los tweets del presidente naranja después del G7.

Sergio Martínez nos habla del encuentro de un

profesor con sus estudiantes y del encontronazo

que representó la llegada de los europeos a

América. Lida Nosrati nos presenta un magnífico

texto sobre el rencuentro de un emigrante con su

país de origen y el sentimiento de nostalgia

continua que se genera.

Monique Pagé y Rodrigo Sandoval presentan un

texto bilingüe en el cual se habla de baile y de

traducción como contexto de encuentros y

desencuentros. Alberto Quero propone un texto

trilingüe en el cual emergen palabras comunes en

los tres idiomas. Joanne Rochette propone un

texto en el cual cuenta un laborioso encuentro con

su peluquera con la que intercambia acerca de su

identificación con Colombia. Finalmente Elvira

Truglia propone un texto sobre los cambios en las

leyes del trabajo en Italia desde el punto de vista

de un encuentro con un trabajador italiano.

En este número de The Apostles Review se

desencadenan creación, cooperación y reflexión.

Se los presentamos con orgullo y con la esperanza

que inspire nuevas obras y diálogos en el espíritu

de apertura y tolerancia que deseamos continúe

caracterizando a Montreal.

Rodrigo Sandoval

Verdun – Julio de 2018

6

AUREOLAS Lizandro Arbolay

Salí del baño y abrí la puerta pensando que era el

mensajero con la cena. ¿Qué otro infeliz tocaría el

timbre a esa hora y en medio de una ventisca?

Sólo uno obligado por el trabajo, alguien ganando

una miseria redondeada a pobreza con propinas.

Por eso las dejé entrar, por una lástima anticipada

que no les correspondía.

— Muy buenas noches, hermano. Somos

miembras de la Iglesia del Penúltimo Día. ¿Podría

dedicar unos minutos de su valioso tiempo a

escuchar nuestro mensaje de salvación? —había

dicho la del medio.

Miembras, ayay. Las invité con un gesto.

— Laurette Moirail, -se presentó sin

quitarse el guante antes de estrecharme la mano.

Unos ojos de hoguera.

— Paul-Henri Meursault, mucho gusto -

dije por decir el nombre más ateo que me brotó.

Era la líder indiscutible, la primera en

entrar y sacudirse el abrigo. Les ofrecí el sofá y

pedí las disculpas menos sinceras por recibirlas en

bata. Aceptaron y negaron. Eran ellas quienes se

disculpaban por incomodar mi rutina. Para

devolverles la incomodidad, me apoyé en el borde

de la mesa y crucé las piernas sin plegar mucho la

bata. Las otras miembras curiosearon, Clotilda y

Atsuko, pero ella no me desclavó la vista.

— ¿Sabía usted, hermano Meursault, que

se acerca el fin de los tiempos y que el mundo está

vecino a la muerte?

Sí, lo sabía bastante bien, como sabía que

el fin comienza desde el inicio y que cada tres

años se está acabando el mundo y que mi mundo

podría acabarse en cualquier momento. El saber

angustioso que aprovechan los dogmas y las

aseguradoras. Pero también sabía que el baño se

enfriaba y que pronto llegaría la cena. No,

afirmaciones así permitían un debate. Menos

filosofía y máshistoria para espantarlas en retirada.

— ¿Y sabía usted, Laurette, que Jesucristo

nació cuatro años antes de Cristo?

— ¿Cómo dice?

Es increíble lo que ignora la gente.

— La idea de convertir el año 753 de la

fundación de Roma en el Año Cero es tan

pedante como errónea. El personaje histórico

llamado Jesucristo nació bajo el reinado de

Herodes, pero Herodes murió en el 750 de Roma.

Luego, el Cristo nació cerca del 749, de lo que se

desprende que estamos viviendo la era cristiana

con unos cuatro años de retraso.

Crucé los brazos y sonreí en triunfo, pero

no traslució derrota. Clotilda se acariciaba el

cuello con el dorso de la mano. Atsuko respiraba.

Laurete esperaba. Son tan obstinadas las pitonisas.

— Con mayor razón conviene apurarse y

acoger la salvación. Si me permite explicarle

nuestro…

— Ése es el problema con ustedes, -

interrumpí- creen que la intención valida cualquier

proposición y no reconocen sus errores. Acabo de

segar la cronología de su creencia, la falacia del

calendario mismo, y usted sigue hablando sin

pararse a considerar mis palabras. Si hasta la fecha

es falsa, ¿qué será cierto?

— Me temo que eso no…

— Y no me venga con que Dios es amor.

En nombre de Dios se han cometido las mayores

atrocidades de la historia. Matanza tras genocidio,

por no hablar del asesinato de la razón que

supone la idea de un ser omnipotente, creador del

universo, a quien por algún incomprensible

7

8

motivo le interesa saber si codicio el asno del

prójimo. Dios no existe, el hombre es la medida

de todas las cosas y ustedes pierden su tiempo

con…

Con un gesto repentino que descubrió su

piel y detuvo mi discurso, Clotilda se había abierto

la chaqueta de punto. Más que los senos como tal,

examiné las areolas.Un rosado tenue y una

circunferencia visiblemente superior al promedio

(3.8 cm). Examen que evidencia sensibilidad,

entre nos, porque esos círculos suelen relegarse a

guirnaldas de senos y mostrador de pezones.

— Gracias, Clotilda. Como le decía,

hermano, me temo que nos ha confundido. Sin

embargo, de su discurso se desprende que usted

es un hombre razonable que acogerá con júbilo

nuestro mensaje de salvación. Permítame

explicarle nuestro credo.

El hombre no era la medida sino la herida

de todas las cosas, de las que son por ser y de las

que están por estar. Por demasiado tiempo Madre

Tierra había sufrido sus desmanes patriarcales,

siendo la multiplicación excesiva el mayor de

ellos. La natalidad duplicaba la mortalidad. Más de

mil bocas habían nacido en los minutos que

llevábamos hablando. El crecimiento insostenible

destruía el asiento de la vida. La generosidad de

Gea tenía sus límites. El imperativo reproductivo

nos conducía al apocalipsis ecológico. La

masculinidad heterosexista era culpable de lesa

planetariedad. La Iglesia del Penúltimo Día

predicaba y militaba la salvación al restar número

a los hombres.

— ¿Y cómo los restan? —pregunté

fingiendo preocupación.

Esterilizándolos. Era un procedimiento

fácil, de poco riesgo, apenas invasivo. Por el bien

general y con mi consentimiento, Atsuko me

afeitaría los testes, aplicaría anestesia local,

practicaría dos pequeñas incisiones en el escroto y

cortaría los conductos deferentes. Todo en menos

de treinta minutos. Pero antes, la servicial Clotilda

me ayudaría a extraer una muestra para asegurarse

que no quedaran espermatozoides sueltos del otro

lado. ¿Había yo tomado aspirina u otro anti-

inflamatorio en las últimas veinticuatro horas?

Sus areolas parecían bruñidas de tan lisas.

Una lisura increíble. En unión con el color tierno

y el tamaño notable, ofrecían un brillo leve, un

lustre hipnótico. Pensé en la aurora y el ocaso, en

la primavera de cerezos en flor, en el sol reflejado

en un charco, en la redondez de la Tierra y el

diseño inteligente. Pensé en mis propias areolas, y

en la gracia de la escena.

—Lo más gracioso es la seriedad con que

habla. ¿Lleva mucho tiempo practicando la

broma?

—Le aseguro que no es broma. Habló de

la salvación de…

— ¿Ah, sí, y qué pasa si no consiento?

— Mejor que consienta -terció Atsuko

con una sonrisa de pocas amigas.

Ella también se había abierto la chaqueta,

pero en lugar de piel desnuda vi una pistola

enfundada que no me impresionó tanto.

Estábamos muy cerca y calculé que si la embestía,

no tendría tiempo de desenfundar antes que le

partiera la madre y le arrebatara el arma. Más

peligrosa, por distrayente, me parecía Clotilda.

— En realidad, no hace falta que me

corten nada. No es necesario.

— Eso dice usted ahora, hermano, que no

quiere descendencia, y le creo. Pero las querencias

de los hombres son cambiantes. Mejor asegurarse.

Sin movimientos bruscos, ábrase la bata y

recuéstese, por favor.

— No, en serio, no es necesario.

— Sí, en serio, recuéstese.

La mesa no era buen mueble para

recostarse, pero no iba a entrar en disputas de

9

atrezzo. Miré el reloj sobre la puerta, esperando

que sonara el timbre en ese momento, como suele

ocurrir en las películas. Nada. En media hora,

había dicho, y rayaban los tres cuartos. Más labia

para ganar tiempo. La violencia física es el

argumento final.

— Si me permite el comentario, Clotilda,

tiene usted unas areolas muy bellas.

Como si con ella no fuera.

— Me gustaría dedicarles unos versos. Las

areolas son las ruedas ocultas de la poesía.

Siempre se escribe de los senos sin abrigo. Los

núbiles senos de orfebrería, los senos como

magnolias o pasas de higo, los senos dormidos en

azul simetría. Y cuando se distingue una parte,

son los pezones. El pezón mordido y lamido, el

pezón de fresa sumergida, el pezón en sangre

ungido. En el campo hay una sequía de areolas,

esos humildes halos que no celebra ni Juan José

Arreola, esos cercos rendidos que deslindan el

botón del pecho. ¿Por qué será?

Tenía la vista fija en algo que no estaba en

la habitación.

— Tengo una teoría. Por la relación entre

la circularidad y la…

— Cuéntenoslo después, -interrumpió

Laurette- ahora recuéstese.

Durante mi oda a las areolas Atsuko había

desenfundado y colocado la pistola en el regazo.

Laurette me vigilaba con ojos de alumbrada.

Clotilda seguía en la luna. Volví a mirar el reloj y

el timbre volvió a defraudarme. Si estuviera en

una película, llegaría el mensajerocon la cena. Un

guapo haitiano, griot con fritay. Querrían restarlo

y yo aprovecharía la interrupción para

abalanzarme sobre Atsuko. Forcejearíamos por el

arma. Un disparo accidental alcanzaría al pobre

infeliz. El trío huiría, la policía me culparía y los

etcéteras.

De estar en una película dentro de una

película, la directora nos interrumpiría. Corten,

corten, diría exasperada por mi silencio. ¿Qué

pasa, cariño? Necesito un momento. Retomamos

en cinco minutos, le anunciaría al equipo. Clotilda

se cubriría, Laurette me guiñaría un ojo y Atsuko

amagaría dispararme con la réplica. Me pondría

un abrigo, saldría al balcón. Encendería el

cigarrillo y exhalaría anillos pensando en mis

etcéteras.

— Por última vez, recuéstese.

A veces no queda otra salida que estar en

la vida.

Abrí la bata y me levanté al mismo

tiempo. La prenda resbaló hasta el suelo. Un

efecto que se consigue rotando los hombros,

escurriendo los brazos y arqueando la espalda. No

me avergüenza ensayarlo a diario. Esa mañana

había visitado el gimnasio. Apenas había bebido

agua en todo el día y la deshidratación resaltaba

los músculos. Me contemplaron perturbadas,

finalmente incómodas.

— Como les dije, no es necesario.

Camino a la puerta, Laurette se volteó y

despegó los labios. Aún tenía ganas de hablar, de

decirme algo que sonara a verdad, de sermonear

con estadísticas y acusaciones. Unos ojos en

rescoldo. Me aflojó una lástima que sí

correspondía, pero que ella misma no merecía. Se

marchó sin encontrar palabra, de última, cerrando

la puerta tras de sí.

Recogí la bata y regresé al baño pensando

en las areolas de Clotilda. El espejo devolvió el

desgarro de las mías. Me tendí en la bañera

sintiéndome muy confortable entre la espuma

fragante, al destello radial de las velas, feliz de

haberle sumado número a los hombres. Entonces

fue que sonó el timbre. Nada es como uno quiere.

* * *

FRAGMENTO DE ÉGLOGAS MITRAICAS Pascual Delgado

...y se cuenta que el evangelista que peregrinaba en aquellos tiempos lejos de su cálida Urnatal, exiliado por su fe, seguía predicando la Ley de Mitras por doquier y que arribó a esa ciudad ribereña erigida en las laderas de una suave loma y que se quedó pasmado al ver sus gentes y edificaciones, sus calzadas y numerosos templos puntiagudos [Aquí falta un fragmento.]… ...se sintió triste y humillado porque nadie paró a escuchar su prédica en el ágora y se burlaban de él en un latín corrupto tirándole desperdicios e inmundicias y que huyendo por sus rectas calles los perros le ladraban y mordían los […falta texto]… ...festivales!... Música y danza de bacantes comedias, retablos históricos, payasos y saltimbanquis...sofistas maquillados cubiertos de joyas, oro, plata, rubíes y un estadio enorme en forma de cisne lleno de gentío vociferando exhortando a los gladiadores disfrazados de osos y de tigres... Vio estupefacto como bellos y bellas señoritos y doncellas se besuqueaban impúdicamente... [texto borrado]...en los parques. Tanta fiesta, tanto vino y manjares, tanta alegría y placeres que juzgó entonces el apóstol que nadie allí era digno de su prédica... [Sigue texto muy estropeado] ...misterios de aquel... perro constelado... puñal... en la noche... rojo altar... vestales... ...y se cuenta que el santo, agotado y acongojado, al fin recogió sus papiros y pergaminos, su cera y su cordel, y logró escaparse por la puerta occidental dirigiéndose hacia el cauce de ese río sólo dos días antes de su destino fatal...[texto indescifrable] ...humo negro... fuego... cenizas... cenizas… ¡O Pompeya!

10

À MILAGRO SALA Flavia García y Denise Desautels

je dessine vos corps à la craie et voilà que soudain je m’apparais

radicale droite et ventrue

un monstre, une merveille Laurence Ouellet Tremblay

Mais les innocents

Mais les condamnés Confondus de détresse

Jacques Brault

la misère des oubliés la boue des oubliés le désert des oubliés les larmes des oubliés martèlent nos tempes

cogne chaos quêtent caresses mascarades et corbeaux leur écho d’ailes jusqu’à ton cœur mon cœur quelque chose de féroce nous a trahies

quelque chose dans la soie fine la race les ancêtres jusqu’au sang masques soleils « coyas » les souches où brûlent mille visages

la vie comme elle va comme si elle mourait – or

longtemps en quarantaine l’éveil se hisse jusqu’à la pointe de son flambeau

mais on dirait clans ou castes on dirait lambeaux l’air – même très rare – ment et claquent cru nos cœurs traqués écran complot et crime géants

sa rage devient parole action mouvance elle n’est pas seule tu rappelles «la chair frileuse porte le regard devant flèche dans le bleu»

11

12

ce silence si près du lieu où nichait l’aube lui appartient désormais le plomb sur la langue

goût dur – cœur contre cœur – non elle n’est pas seule – des sons solides debout sans césure tournent et battent comme cils mots billes lettres éperdues sous murmures de mémoire «copas de leche» «la red de copas de leche»

elle avance pour toute douleur une brèche dans son corps ses mains nues dernier refuge

un drapeau déployé devant ses yeux avale les coups rien ne peut faire taire sa marche

tu dis Partir ou mourir un peu plus loin tu dis «arrachement» tu dis «cette langue m’est tombée / toute ronde / dans la bouche» tu dis «je trébuche / mais je suis entière / présente au monde»

Tu dis « crier/d’un bout à l’autre de son crâne/en pleine tempête, avec femmes et filles » tu dis « rivages et continents effrénés/ tu dis crier/crier catastrophe et joie survivante »

et dans nos bouches rondes – amie nous sommes peuplées entières veines idées âmes herbes

nous sommes cactus coiffés de jaune et de fuchsia braises évidées au bout de l’hiver dans les chaumières miracle

et forêts de bouches supplémentaires espaces d’écorces occupées à rêver matière vivante

comme elle nous sommes printemps promesse enracinée dans le cuivre plata estaño arena fe

et vaste – désobéissance

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS Maya Khankhoje

Pepito, déjame que te explique. La historia es

un bamboleo. O posiblemente un tango. Un

pasito pa’delante, un pasito p’atrás y si te topas

con un muro y te caes, cambia la historia de tu

vida o del universo mismo. Por ejemplo, si el

borracho de la cantina se encuentra con los

labios de la novia de su mejor amigo se arma

otra que mejor ni te cuento.

Acuérdate de Katrina. No estoy

hablando de tu tía sino del huracán que azotó

Nueva Orleans. Una masa de aire frío se

encontró con una masa de aire caliente. Todo

esto pasó en alta mar, pero en el revoloteo la

contienda se desplazó hacia Nueva Orleans y

se tragó un montón de cosas, casas, animales y

ánimas. Y cuando Eolio y Poseidón se

cansaron de bailotear, todo regresó al orden y

la calma pero nada quedó igual. Muchos

hombres y mujeres de piel canela y azabache

perdieron sus casitas, sus hortalizas y sobre

todo sus ganas de tocar el saxofón. El viento

de Washington los desparramó por todo el

país y quién sabe donde están. Eso si, los

señores de traje y corbata en Nueva York

aprovecharon la oportunidad para reconstruir

este lindo puerto que antaño olía a mariscos y

ron y donde las canciones de amor tenían

acento francés. Ahora Nueva Orleans dejó

de ser Nueva Orleans

Acuérdate también de La Malinche. Al

principio la llamaban Malintzin por ser de

cuna noble. Luego, los españoles, que tendían

a cecear, la nombraron Malinali porque les

costaba trabajo pronunciar una consonante

explosiva junto a una sibilante. Y luego la

bautizaron Doña Marina y la casaron con un

aventurero español para blanquearle la piel y

los pecados. ¿Cuáles pecados? Pues el pecado

de que su madre la vendiera como esclava

cuando murió su padre, luego el pecado de

que sus nuevos dueños la regalaran a los

españoles para contentarlos, luego por haber

sido tan inteligente y emprendedora que llegó

a ser la amante, intérprete y asesora de Hernán

Cortés. Algunos dicen que por culpa de ella,

México cayó en manos de los invasores. Otros

dicen que no era cierto, que simplemente trató

de ayudar a su pueblo como mejor pudo

contándole a cada lado una versión diferente

de los hechos para que se apaciguaran y

derramaran menos sangre. Lo que si se sabe a

ciencia cierta es que La Malinche y Hernán

tuvieron un vástago llamado Martín. Luego

Hernán tuvo otro vástago con su señora

esposa también llamado Martín. Buen

explorador, Don Hernán, pero ¡qué poca

imaginación! Así es que el encuentro entre La

Malinche y Hernán Cortés fue el origen del

pueblo mexicano. Ahora bien, ¿somos

descendientes del Martín legítimo o del Martín

ilegítimo? Quién sabe, todo depende de como

sopla el viento.

Aquí en Quebec también hubo

encuentros históricos. Un tal Jacques Cartier

quiso imitar a Cristóbal Colón en su búsqueda

del Oriente. Después de muchas peripecias,

entró por el río San Lorenzo y descubrió

China, por lo cual un suburbio de Montreal se

llama Lachine. También se topó con los

Mi´kmaq, pero como buen cristiano,

comprendió que bastaba con plantar una cruz

13

14

en la tierra y declarar que ésta le pertenecía al

Rey de Francia en el nombre de Dios y no a

los Mi´kmaq. Y así fue, ya que los Mi´kmaq

tenían un concepto muy diferente sobre la

tenencia de la tierra. Lo malo es que luego los

ingleses llegaron a estas tierras e hicieron lo

mismo, aunque no con una cruz sino con una

espada y mucha astucia. Esto explica la

bronca que Quebec tiene con todos los

canadienses que hablan inglés sin acento. Los

que perdieron en este encuentro fueron los

indígenas, pero como se dice en buen francés,

plus ça change…

Bueno, ya hablé largo y tendido sobre

los encuentros. Pasemos ahora a los

desencuentros. ¿Y porqué no? Vivimos,

después de todo, como dirían los chinos, en

tiempos muy interesantes.

Hace poco la Reina de Inglaterra

celebró su nonagésimo segundo natalicio con

gran pompa. Quiere que sus súbditos olviden

que el imperio donde nunca se ponía el sol ya

llegó a su ocaso. Fue uno de los imperios más

grandes de la historia moderna, pero los

estados modernos prefieren tener su propia

banderita, su himno nacional, su idioma y sus

fronteras. Claro, también hay que llevarse bien

con los vecinos para poder vender y comprar

a gusto y visitar monumentos nacionales,

comer guisos locales y en fin, conocer este

planeta que adoramos pero que estamos

sofocando con tanto abrazo apretado. A título

de ejemplo: la Segunda Guerra Mundial llevó a

la descolonización. Muchos países que estaban

bajo el yugo de los poderes imperiales

empezaron a independizarse. Pero sus líderes

se percataron del valor de las alianzas:

Naciones Unidas, la Conferencia de Bandung,

los Países No Alineados, los Países

Capitalistas, Los Países Comunistas, Los

Países Tercermundistas, etc. etc. Todo esto se

vino abajo cuando se derrumbó el Muro de

Berlín. Había equilibrio, un tanto precario,

pero balanceado al fin. En el momento

preciso en que escribo estas líneas, acaba de

terminar la reunión de los G7, que es un club

de señores (y de cuando en cuando alguna

señora que se viste de traje pantalón también)

que se reúnen en lugares remotos, en países

ricos. Antes se reunían en ciudades grandes

pero no quieren ensuciar sus trajes con todos

esos revoltosos mugrosos que los corretean.

Uno de ellos, un señor que siempre se viste de

traje azul y corbata roja, quedó muy contento

con la reunión. Pero luego, al subir a su avión

se dio cuenta de que uno de sus compadres

medio lo criticó y este buen señor se enojó y

dijo que siempre no. Los desencuentros entre

los políticos a veces son más dolorosos que

entre los amantes.

Pepito, mejor le paro aquí. La historia

de la humanidad es larga y confusa. La Tierra

da vueltas sobre su eje. También da vueltas

alrededor del Sol. La mitad del tiempo brilla la

luz, la otra mitad, reina la oscuridad. El Sol

también da vueltas sobre su eje y sobre quién

sabe qué más. Dicen que en algún momento el

Sol se apagará. Pero ni tu ni yo estaremos aquí

para darnos cuenta. Como te decía antes, la

vida es un bamboleo. Un tango. Un pasito

pa’delante, otro p’atrás. Encuentras tu camino

y luego lo pierdes.

* * *

ENCUENTROS, DESENCUENTROS Y ENCONTRONAZOS

Sergio Martínez

La idea del encuentro tiene muchas

connotaciones: si en lo positivo puede marcar

el comienzo de algo nuevo y deseable –el

romance es uno de sus resultados más

frecuentes– también están los encuentros que

no son gratos, al menos para algunas de las

dos partes que se encuentran. De esto último

tómese como ejemplo lo que se ha dado en

llamar el “encuentro de dos mundos”, como

se ha querido caracterizar lo que antes era

simplemente el “descubrimiento de América”

con su secuela de conquista y colonización. En

verdad esto, más que un encuentro, fue un

encontronazo, un choque más que una suave

confluencia, el atravesarse de un camión a

toda velocidad sobre una bicicleta, más que el

cálido abrazo.

Están también esos encuentros con

una connotación ambivalente, indeseados y

deseados a la vez, como el encuentro de Rick

(Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman)

cuando ella súbitamente hace su entrada en el

café del expatriado Rick en Casablanca, uno de

los mejores filmes jamás hechos: “Of all the gin

joints, in all the towns, in all the world, she walks into

mine…” Unas inolvidables líneas que hablan

del inesperado encuentro con el amor perdido,

a su vez cargado de amargura por el

desencuentro anterior.

El encuentro con lo nuevo puede ser

alternativamente una fuente de inquietud y

temor, como de descubrimiento y expectativa.

Mis primeros días en este país, allá en la

ciudad de Edmonton, con ese ordenado plano

urbano donde se llaman calles las que van de

norte a sur y avenidas las que lo hacen de este

a oeste, todas ellas numeradas, me vienen a la

memoria. Como egresado de Filosofía y con

alguna experiencia como periodista, pero con

prácticamente no más conocimiento de inglés

que el de la enseñanza secundaria, no tenía

muchas perspectivas de trabajar en algo que

estuviera siquiera cerca de la búsqueda de las

categorías del ser o, más humildemente, de la

búsqueda de la noticia. Había que empezar de

cero. Bueno, eventualmente manejaría un

inglés suficiente como para trabajar en las

oficinas de Hurtig Publishers, una editorial de

Edmonton. Estar allí no sólo me proveyó un

trabajo más liviano que el del promedio de los

recién llegados, también me dio una

posibilidad del encuentro con una parte del

trasfondo histórico, cultural y social del nuevo

país al que había llegado. Hurtig se

especializaba en la edición de libros sobre la

realidad canadiense, desde biografías y ensayos

históricos, a antologías literarias, textos

políticos y libros de humor. Fue un encuentro

inicial con la historia y cultura de este país, allí

leí acerca de las rebeliones de los métis y el rol

de Gabriel Dumont en ellas, de la heroica

15

16

búsqueda del paso marítimo por el noroeste

en las heladas aguas del Ártico, de las curiosas

colecciones de citas diversas y de dichos

folklóricos que recopilaba John Robert

Colombo, y sí, por cierto de su creación

poética. Allí me enteré que el poeta canadiense

Ludwig Zeller, realmente había nacido en

Chile, y entre los poetas montrealenses se

listaba al ya fallecido Manuel Betanzos-Santos,

nacido en Galicia y a quien encontraría en

numerosas ocasiones cubriendo el Festival des

films du monde. Ah, y por cierto, en ese libro

editado por Hurtig encontraría también a los

poetas francófonos de esta provincia: Gaston

Miron, Gilles Vigneault, entre otros.

Ya una vez radicado en Montreal, tendría un

encuentro –positivo por cierto– con la obra

literaria de Mordecai Richler, el más incisivo y

a la vez apasionado raconteur de la experiencia

inmigrante en esta ciudad. Sus novelas, aunque

recogen las vivencias de los judíos en

Montreal, son a la vez un retrato de lo que en

última instancia son las inquietudes,

aprensiones y aspiraciones de cualquiera que

llega como inmigrante, no importa de dónde.

Esas novelas son, en buenas cuentas, la

narrativa de un encuentro que perdura en las

experiencias de cada nueva ola de inmigrantes.

Trabajando como profesor de CEGEP vuelvo

a tener la experiencia de ese otro tipo de

encuentro que sólo había tenido por un breve

tiempo en mi país natal: el intergeneracional,

escencia misma de todo ambiente de

enseñanza. No trato de idealizar la experiencia

del aula, allí están algunos que seguramente no

saben por qué y que desearían estar en otro

lado. Pero siempre tuve en mis clases al menos

a unos pocos que verdaderamente querían

encontrarse con lo que yo –alguien venido de

otro país y otra cultura– tenía que decirles: de

cómo era importante el encuentro con las

(in)certidumbres que ofrece el variado camino

de las humanidades. El por qué para Sócrates

era importante encontrar lo esencial de la

virtud o la belleza. O por qué, si no hubiera

sido por San Pablo –que habría tenido su

peculiar “encuentro” con Jesús en al camino a

Damasco– probablemente hoy día el

cristianismo no existiría, o sería una minúscula

secta del judaísmo. Y qué decir del encuentro

verdaderamente pedagógico de Maquiavelo

con cualquiera que aspire a ser gobernante,

con su brutal pero realista consejo de que “es

mejor para el príncipe (gobernante), ser

temido que ser amado, porque la gente

traiciona más fácilmente a quien ama, que a

quien teme…” Y también ese encuentro con

el viejo Marx que en su noción de “dictadura

del proletariado” nunca quiso significar algo

tan horrendo como el régimen de Stalin. Y

finalizar encontrando que la noción de la nada

existencial que tanto preocupaba a Sartre,

podía encontrarse en aquella estrofa de una

canción de Leonardo Favio: “la soledad es un

amigo que no está…” Es decir el

desencuentro o el no-encuentro.

* * *

17

LONG RESPONSE Lida Nosrati

What will you take for the road?

What will you bring back?

What songs will you sing when declaring goods and passport(s) at the customs?

Will you miss the shape of your pillow?

What hands will extend to reach you?

Will you miss home?

This home?

This city?

This corner of the city?

March 2016. I visit Tehran. I have an uneasy

urge to document everything: the way my

mother is particular about washing fruits and

vegetables, the way my father holds a fountain

pen, the way Tara, my niece, picks gelato

(known in Iran as Bastani Italia’ee, Italian ice-

cream) flavours, or practices Kamancheh, at the

last minute, just before the class. I worry that

everyone leaves before we have a chance to talk.

A talk that is not small. A talk that is not framed

by so many time zones. On that trip, during

those endlessly sleepless nights after having

landed in the city --being awake for four

nights in a row made sleep seem so distant

and incomprehensible that I was convinced I

would never be able to commit(to) it again but

I did-- I sent a note to Sarah, a dear friend in

Toronto: ‘this trip has been a little different in

that I feel deeply homesick for the places and

moments and people I am with at the very

moment I’m with them (is that what ‘saudade’

is?). It must be the weight of time and how

impermanent things are. A calm paired with

an acute sense of loss that makes me question

why I ever decided to leave. But then, I feel I

missed the deadline for “immigrating” back to

my city of birth where a street sign or the

scent of a particular dish at a particular hour in

the day on a particular side street talk to me. ’

***

February 2017. I fly to Tehran again. My

mother is diagnosed with breast cancer and

has to undergo a mastectomy, followed by

chemo and radiation therapy. Impermanence

has a wholly different meaning now and since.

I can’t walk past the places in Toronto that my

mother and I have been to together in the few

times she has visited without tearing up. I

can’t bear the thought that they may have

been the last times.

***

18

June 2016. I am in Vermont for a translation

workshop. One day, we are on a picnic lunch

in the green fields outside Robert Frost’s

summer residence when suddenly this rare

species of butterfly (whose name I forget) that

apparently makes a fleeting appearance in early

summer choses to sit on one of the cookies on

the tray for a good hour to everyone’s

amazement. One of the poets who knows this

species very well and has written on it

extensively (he is a retired biologist) reads the

Frost poem in which this butterfly is

immortalized (a fellow translator

serendipitously found the book on the

bookshelf in the cabin and opened it to his

page. What are the odds?). Later in the

evening I am talking with the poet and

somehow we end up talking about home

(don’t we always end up talking about home?)

and I tell him about that sense of loss in the

present. He says earlier in the day he had

exactly the same feeling seeing the butterfly,

thinking it might be the last time he will see it.

And then immediately apologizes for having

trivialized my experience by comparing it to

the butterfly scene. I don’t think it is trivial at

all. I totally see it, I say, and we both cry. One

of those cries that fall in the indescribable

zone of happy cry and sad cry.

***

Summer 2009, Mile End, Montreal. I go for a

morning walk. I pass by Rumi restaurant,

which I hear is owned by two brothers. One

of them, I imagine, is turning the key in the

lock when I walk by. I idolize every other city

hoping to find signs of Tehran in it. And this

means my grudge against the adopted home-

city becomes deeper for its lack of mountains,

or rivers, or chaos. Nothing in it calls my

attention. I have chosen to be distracted and

detached from it.

***

November 2017. I will miss Toronto’s first

snow (and the first pho) of the year. I will miss

finding the most unintended piece of clothing

in the neighbourhood’s Value Village. I will

take offense when yet another old shop

surrenders to yet another imposition. The city

became mine before I became hers. Her

human geography, her emotional map etched

in my body and mind. This is the city that

allowed me to sing in it a little less off-key and

dance to it a little less off-beat every day.

Toronto,

November 2017

PING-PONG DANSE Monique Pagé, Rodrigo Sandoval

PING 1

de la inercia

al movimiento

entre piedra y pájaro

el déjà-vu me invade

heredo siglos de rituales

y ritmos de esclavos

desde otro mundo

cruzo la incertidumbre

he llegado a ti

a tomar tu mano

si tu lo quieres

a bailar contigo

Rodrigo

PONG 1

je saisis ta main

et ton corps

tout entier

une deux trois

d’un coup de hanche

distance révoquée

une deux trois

et la jambe et la tête

et le cœur sur l’alouette

depuis les quadrilles anciennes

déambulation lascive

trois deux un

un lasso pour deux

ambition conquistador

me désincarne

dans tes bras

Monique

PING 2

une coupe percute le sol

secondes cristallines

milliers de baisers acérés

les regards convergent

sur le geste probable

tango

du bout de son pied droit il balaie

un arc de cercle

du bout de son pied gauche

elle repousse tous éclats

cent ans de solitude

quelques escarbilles d’étoiles

le bois dormant trébuche

dans le feu

il charge et prend

elle se cambre

briser le désespoir

bras et jambes fouettent l’air

une poussée de fièvre

ouvre les tombeaux

19

20

azulejos fracturés

mille ans de poussière

expulsée

de leurs pupilles écloses

deux faucons détalent

Monique

PONG 2

noches herméticas

el deseo se oculta

en las ranuras

del piso de baile

sin agua sin coñac

fuego en los pulmones

algo se ha estrellado

el brillo de las miradas

no llega a la piel

cada cual es su calor

soirées divergentes

río arriba de la soledad

la mujer y el hombre

solo logran

ser disidentes

la comunicación

es asincrónica

más tarde ella

más tarde él

mucho más tarde

quedan migajas paralelas

un ballet de cuerpos ciegos

que se buscan

en el laberinto

de las traducciones

Rodrigo

PING 3

la naturaleza hace olvidar

cualquier fracaso anterior

el entusiasmo vuelve

como un sol de primavera

todas mis células quieren bailar

bajo la carpa municipal

DJ Wil nos ha preparado un popurrí

con tus zapatos beige

los pies floridos de llagas

vienes a mi debut en sociedad

no te falta generosidad

me explicas la bachata

un dos tres y un gesto de cadera

como niños

practicamos casi jugando

poco convencional como latino

me tienes que explicar

como gravitar a tu alrededor

me asumo austral

seductor enralenti

la letra de la salsa

es un poco cliché

café y azúcar

tautología de torrefacción

no tengo pretexto para traducir

nos damos nuestros nombres

el viento se eleva

se desploma una silla de plástico

tengo que ir a la ferretería

volveré otro día

Rodrigo

21

PONG 3

ce besoin incessant d’un tempo

depuis la genèse du sang

diastole systole

guérilla des ventricules des oreillettes

un seul raté suffit et

regard fondu

tu caracoles

nébuleuse salsa vers le plancher

ce besoin irrépressible de traverser

la piste entre lever et coucher

entrechats couplés d’arabesques

et d’heures élastiques

bonjour bonsoir

tu fais quoi?

moi? je tangue et t’attends

tu viens ou j’y vais?

ce besoin inéluctable

même au sol

jambes repliées genoux écartés

tu déposes ta main droite sur ton épaule gauche

ta main gauche sur ton épaule droite

tu plonges sous tes paupières

et te balances d’avant en arrière de gauche à droite

pour contrecarrer l’embargo sur les amours

Monique

PING 4

valse d’une aurore boréale

sur quelques arpents de neige

sautiller d’un pied à l’autre

frictionner ses doigts blanchis

claquer des dents

au rythme d’une salsa

et de révolutions contrées

onduler dans la nuit

aux lueurs des braseros

multiplier les couleurs des yeux

pasodoble d’un écran à l’autre

une odeur de lilas

sous les mots sans traduction

dans cet espace clos et sans révolte

des poètes enivrés

Monique

PONG 4

bailamos por la chance

un umbral se ha abierto

a la pareja de desconocidos

que formamos

al ritmo de la salsa

y de las gotas de lluvia

sobre la carpa

somos bailarines multicolores

que han olvidado el frío

miro a lo lejos

mis manos en tu espalda

el viento también

un croquis abstracto

se forma en la piel del río

Rodrigo

* * *

MULTIPLE Alberto Quero

22

23

24

25

LES PLANTES TINCTORIALES Joanne Rochette

Je me regarde dans le miroir. Ma coiffeuse

s’acharne mais n’y arrive pas, ça ne fonctionne

pas. Je ne m’en fais pas trop, j’y porte à peine

attention en réalité, cela fait tant d’années que

je viens la voir, je connais sa minutie et son

talent, elle n’a pas à faire ses preuves. Elle a

décidé de me faire une tête superbe et elle

insiste. Elle est en pleine forme, Anna,

aujourd’hui. Pendant que ses mains travaillent

avec grâce, elle me raconte son bonheur avec

son amoureux, avec son enfant, tout va

tellement bien, c’est absolument merveilleux,

c’est fantastique, non? Après tant de

problèmes ! Il faut en profiter, dit-elle. Alors

elle veut prendre le temps d’élaborer une mise

en plis dernier cri, quelque chose de souple,

féminin, dégagé. Pourtant, je ne lui avais

demandé que d’appliquer la couleur. Après

avoir accompli cette tâche et lavé mes cheveux

longs, elle refuse de les coiffer de manière

banale.

Mais, malgré tout son savoir-faire et son

enthousiasme, rien ne prend forme.

— Tes cheveux ne sèchent pas, déclare-t-

elle.

— Quoi ?

— Oui, je ne sais pas pourquoi, tes

cheveux ne sèchent pas aujourd’hui,

répond-elle, calme, le sourire aux

lèvres.

Voilà un bon moment qu’elle s’active, mèche

par mèche, avec son séchoir haute technologie

pour créer des courbes larges. Elle s’y prend à

plusieurs reprises recommençant encore et

encore ses manipulations savantes. C’est un

peu pénible, mais j’y porte peu attention parce

que je flotte encore. Mon âme n’a pas encore

atterri, elle vogue quelque part entre mon

histoire et la découverte, entre mon univers et

celui d’en bas, de l’autre Amérique, d’où

j’arrive après deux mois ; je flotte entre

Montréal et Bogotá.

J’ai un peu mal car Anna enroule chaque

mèche sur une grosse brosse ronde qu’elle

laisse ensuite pendre comme ça, sur ma tête.

Puis elle prend une seconde brosse, fait la

même chose de l’autre côté, et encore sur le

dessus et derrière la tête. Sur chacune elle

dirige l’air chaud du séchoir. Je me regarde,

ainsi affublée de ses outils, ça tire et bien que

j’aie l’habitude de me laisser faire, ce n’est

vraiment pas ma tasse de thé ces élaborations,

non vraiment. Je porte d’ailleurs les cheveux

longs car c’est à mon avis beaucoup plus

simple, je ne les coiffe pas, je les laisse tomber

naturellement, parfois je me dis que je devrais

me donner la peine de créer quelque chose de

plus intéressant en les organisant de manière

originale, mais je me suis contentée de les

colorer en rouge. Je n’ai pas la patience des

longs soins de beauté, il y a trop à faire et à

vivre.

26

— Je te dis, je ne sais pas ce qui se passe,

tes cheveux ne sèchent pas. Si ça

continue on va y passer l’après-midi.

Je sors de ma bulle : c’est impossible, des

cheveux qui ne sèchent pas. Qu’est-ce qui se

passe? Me vient à l’esprit, bien sûr, que j’arrive

tout juste de la Colombie. Et dans ce pays, il

se passe toujours des choses mystérieuses.

Moi je m’étais habituée, là-bas, je

m’attendais à toutes sortes de surprises, des

choses incompréhensibles, mais ça ne sert à

rien d’essayer d’expliquer, on ne peut pas

concevoir cela de Montréal. Il faut y être allé

pour saisir, pour accepter cette réalité. Alors

j’essaie de revenir à une perspective plus terre

à terre, de voir avec elle ce qu’il peut bien y

avoir de différent dans ma chevelure, de

trouver une explication logique quoi.

— Peut-être parce que j’ai mangé un gros

bol de papaye à chaque matin pendant

deux mois.

— Tu crois ?

— C’est un des fruits les plus

extraordinaires de la planète.

— Ah oui ?

— J’en ai abusé quotidiennement.

— Ah oui ? fait-elle, incrédule, elle qui

n’aime pas les fruits.

Je retombe dans ma bulle. Je n’arrive pas à

lui raconter la jouissance que je me suis

«infligée» en Colombie, grâce à la perfection

du goût de la papaya, doux et sensuel à mort,

non elle ne peut pas imaginer, de telles saveurs

n’existent pas dans notre pays et même le fruit

importé n’y ressemble pas, lui qui a mûri dans

un avion, un bateau, je ne sais trop, mais loin

de son arbre.

— Peut-être que mes cheveux sont

complètement transformés par le

plaisir.

— Ils sont si soyeux.

— À moins que ce ne soit l’altitude.

— Tu crois ?

— Ça donne toutes sortes d’idées

étranges l’altitude… ça doit bien

modifier un brin la composition du

cheveu. Et puis ça multiplie les

globules rouges en plus, alors avec

Bogotá à 2 640 mètres d’altitude, tu

peux compter sur une crinière

voluptueuse ; si tant est que les

globules rouges fortifient le poil…

— Bon, je ne sais pas si tout ça met plus

d’humidité dans tes cheveux, mais ils

ne sèchent toujours pas.

Elle enroule une autre mèche, installe une

cinquième brosse sur ma tête. Convaincue,

elle persévère afin de créer de belles boucles

souples.

— Peut-être que l’eau est différente là-

bas, dit-elle.

Mmmm…. l’eau de Montréal sent l’eau de

javel en permanence.

— Pourtant, dis-je, l’air de Bogotá est si

pollué que je devais laver mes cheveux

deux fois plus souvent que d’habitude.

Je songe au bruit, au chaos d’où j’arrive, je

pense à la joie, à l’amitié, aux librairies et aux

poètes, aux montagnes qui jouent avec mon

ventre, à mes fibres toutes entières qui se

27

déploient quand je suis là-bas, moi pourtant si

attachée à mon monde.

— Ça ne fonctionne toujours pas.

— C’est impossible.

— Je te dis, tes cheveux restent mouillés.

— Laisse tomber, dis-je.

Elle continue son labeur, le bonheur l’habite,

elle s’entête à donner.

— C’est pas le pays de la cocaïne ça ?

— Le pays de tellement d’autres

choses…

Peut-être que la pluie de Bogotá a réussi à

élever le taux d’humidité de mon cerveau, à

délier les nœuds et assouplir les concepts.

Peut-être que de nouveaux fluides, inconnus,

ont commencé à circuler dans mon corps, que

le sourire des Colombiens a ouvert en moi des

canaux fermés depuis des siècles.

— En tout cas je te le dis : tes cheveux

sont infiniment plus soyeux qu’avant.

Alors, mes cheveux seraient devenus

vivants plus que vivants en baignant dans une

verdure délirante, habitée de mille oiseaux

couleurs de mangues, de mûres et de tous les

melons ? J’ai avalé trop d’onctuosité je crois.

Moi née dans la neige, amoureuse de nos durs

espaces, je me suis gorgée des guanabanas

laiteuses, de l’art charnu, des livres forts et des

mots qui questionnent.

– Je ne peux pas te laisser sortir les

cheveux mouillés, tu vas avoir des

glaçons sur la tête, me dit-elle.

La première neige de l’hiver m’a accueillie

hier, à l’aéroport. Nos latitudes ressemblent au

combat ; et à la ouate aussi. Alors c’est quoi

cette Amérique du Sud, pourquoi nous remue-

t-elle tous ? C’est nous et ce n’est pas nous,

c’est l’Amérique et c’est comme nous,

colonisateurs et colonisés, c’est si puissant

cette nature c’est comme nous mais ce n’est

pas nous. Là d’où j’arrive, des esprits

regardent l’espace avec le tranchant de la

raison et quatre millénaires de musiciens

ensemencés de trois continents enfantent des

sons verts, noirs, rouges et jaunes. Qu’est-ce

encore, le corps, la danse? Une vibration, une

onde, une vague oui, tiens, ça doit avoir à faire

avec l’eau, une goutte qui colore, des gorgées

qui ne deviennent pas neige, une lumière qui

ondule, des montagnes humides qui entrent

dans la peau.

Lentement, le temps fait son œuvre.

Anna réussit à façonner les boucles qu’elle

envisageait depuis le début. Et je perçois les

digues qui ont lâché, la folie et les mystères

absorbés, la courbe que j’ai assumée. Elle me

sourit, satisfaite, les mains sur les hanches

pendant que jeme regarde dans le miroir. Il

me renvoie cette évidence, terrienne et tordue,

qu’il y a longtemps que je suis colombienne.

* * *

28

L'IMMIGRANTE Lady Rojas Benavente

De ce grand pays solitaire je crie avant que de me taire

Á tous les hommes de la terre ma maison c’est votre maison

Gilles Vigneault

J’arrive émue avec ma valise de

rêves éphémères dans une petite ville

d'Abitibi, isolée en pleine nature. Regardant

par la fenêtre de l’auto que mon mari a

conduite de la ville de Québec jusqu`à Amos,

j’ai eu l`impression que les arbres s`étaient

alignés tout le long de la route pour nous

souhaiter la bienvenue.

Que nous réserve donc notre arrivée

dans cette terre d’accueil de grands pionniers?

Sûrement un travail professionnel conforme à

nos attentes et avec de meilleures conditions

de vie que celles que nous avons connues à

Québec, avant de partir si loin de nos êtres

chers. Nous avons aussi le goût d’avoir un

chez-nous décent, avec un jardin et un carré

de sable où pourra jouer l’enfant que nous

voulons engendrer avec amour.

Mon mari s’intègre à son groupe de

collègues, en tant que sociologue et chercheur

du domaine de la santé communautaire, dans

une institution gouvernementale. De mon

côté, je fouille mes cahiers, coupures de

journaux et livres en espagnol pour me

préparer à enseigner à la Polyvalente de

l’Harricana. Je trouve la richesse de la culture

péruvienne, ses pièces de théâtre et ses

hymnes de vie et d’amour encore

contemporains.

En arrivant dans la classe, je distingue

une douzaine d`étudiants adultes qui

m'attendent. Je commence à semer la

connaissance, à partager le dialogue, et nous

apprenons ensemble à chanter « Gracias a la

vida » de la Chilienne Violeta Parra et

« Bésame mucho » de la Mexicaine Consuelito

Velásquez et « Le condor passe » du Péruvien

Daniel Alomia Robles. Mes étudiants

expriment leur désir d’apprivoiser l’alphabet

d`une langue du sud avec ses intonations

propres, ses sons différents enfouis dans ses r

roulés, ses ñ de niña et compañero, ses j

gutturales de joven et rojas, et ses promesses

29

de bien parler. Ils échangent leurs impressions

et écrivent des compositions sur des voyages

au Mexique, en Colombie et au Pérou. Je leur

offre un cours avec des mots nouveaux, une

écriture dont la syntaxe ressemble un peu au

français. Je me réjouis de leur parole

bienveillante et de leur sourire sincère. Peu à

peu, ils ouvrent leur horizon à d'autres êtres

humains et à d'autres univers avec la même

volonté de travailler, de communiquer et de

réussir. Nous éclatons ensemble de bonheur.

Chaque fin de semaine, mon mari et

moi –déjà enceinte de notre premier enfant-,

prenons le temps de nous promener dans la

nature tout en captant la beauté de

l’Harricana, serpentant au milieu du bois

immense. Nous marchons sur des sentiers

battus par tant de défricheurs et d’aventuriers

québécois. L’un d’eux est, sans doute, notre

oncle Léonard Trempe, qui est parti loin de

Saint-Romuald, sa ville natale, pour se

débrouiller seul financièrement en ouvrant un

hôtel à Senneterre, près du chemin de fer, le

National Transcontinental. Sa famille composée

par l’oncle Léonard, sa femme Cécile et son

jeune fils Claude nous ouvre ses bras. Leur

amour calme les assauts de nostalgie et la

tristesse de se sentir parfois si isolés dans ce

coin du pays.

Sous le ciel puissant de l’Abitibi-

Témiscamingue, ballon chargé d’étoiles

filantes, pendant la nuit du 12 septembre 1977

notre bébé voit la lumière à Amos. Ce fut un

accouchement assisté par forceps et non pas

naturel comme nous, les parents, l’avions

souhaité. Dix mois plus tard, cependant, notre

fiston marchait, tombait et se relevait joyeux,

en faisant ses premiers pas à travers les

champs pleins de bleuets sucrés et juteux.

En revenant chez-nous, nous

distinguions les panaches de caribous sur les

camions de chasseurs victorieux et fiers de

leurs prises. Nous écoutions aussi la voix

profonde et transparente de Richard

Desjardins, fredonnant sa planète méconnue

de Rouyn-Noranda, aux racines indigènes et si

pleine d’eau pure, de bois et de mines.

Et mon premier bouquet est bien

réussi avec ces fleurs coloriées et cueillies

pendant notre passage de trois ans dans

l’Abitibi-Témiscamingue, si chère à ma

mémoire de femme immigrante par un temps

de tendresse inoubliable.

* * *

30

DECLARATION TO THE GODS BY A WORD HERDER Alejandro Saravia

When the poet Hafez was still living in Shiraz

around the year 1350, a humble herder traveling

from the old city of Marvdasht to Kazerun met a

woman who could invent new words and recite verses

in five languages. Marveled, he decided to

accompany her in her journey, for she took the roads

in quest of finding the meaning of life. He left

everything to follow her, always one step behind as a

sign of respect. In those many travels, they grew old

together and in love, entrancing audiences with

poetry in many languages. One day he fell ill and

saw that he would no longer accompany her. He

never wrote anything for her, so as not to encumber

his deldaar, his beloved, with the weight of his

affection. Before his last journey, this time alone, he

said to her “I know I’ll have to answer to the gods

for my life. This is what I’ll tell them, and forgive

me if my love was not what you wanted”. Saying

this he handed her a manuscript. The rest of the

story is vague, perhaps there were tears, most

probably she continued her search for meaning, but

it is known that, at the end, time erases all human

endeavors.

asked by the old gods of time and reason why

my steps were those of a pilgrim visiting the

traces you left in the cities, describing the dance

of your hands would suffice

while passengers sailed through the night in

your bed, guided by the light of your breasts

until the morning tossed them onto the ports

of oblivion, they missed the calligraphy of your

hands peeling the grains of a pomegranate, the

red ink to write invisible poems

i too drank your light and fire, and saw the

constellation of your skin, the moonlight

coming from the window kissing your knees

before me, yet I saw more, your hands, the tips

of your fingers picking words, invisible

meanings appearing in the air, like a khooshehchin

words and verses written with the ink of tears

float around you, butterflies escape the coffins

of dictionaries, birds flock to your hands and

lips for no one but you allow them to sing with

all the splendor of their form and music

words do not fear time, for they've seen even

gods getting old and dying

until i exhale my last salutation to the morning

light, until the one last time i call you my

beloved, you'll still find beauty in the words

that inhabit you, old poems will still be part of

the air you breathe

this will i say to the gods when they ask me why

i adored you more than them

31

DISTANCES

3

N’ouvre pas tes yeux. Reste là, immobile sur le

lit écoutant les battements de ton cœur contre

l'oreiller et regarde une fois de plus la lumière

de l'après-midi se refléter sur les murs de la ville

qui reste encore dans tes yeux à l'aube, après le

rêve.

Là, sur la carte, l'hôtel où tu logeras à ton retour

dans cette ville où tu aurais vécu il y a des

siècles. Plus au nord, une place publique

nommé Parc des Lions, où tu aurais passé les

jours les plus beaux de ton enfance.

Quelques coins de rue plus au nord, la frontière

presque invisible d'un autre pays, aussi lointain

que l’Azerbaïdjan, qui s'ouvre dans la même

continuité des maisons, des toits, des petits

commerces où les gens échangent des mots

dans l’une ou l’autre des nombreuses langues

vivantes de la région.

Reste immobile, contemple la richesse que le

rêve dépose devant tes yeux, dans tes mains, le

paysage de la ville où tu as vécu toute ta vie, là

où tu as aimé, eu des enfants, les rues où tu as

vieilli entourée des amis qui peu à peu sont

décédés comme toi.

Et voilà que tu contemples à nouveau le

paysage de ta vieille cité. Le rêve t'a montré que

la vie n'est qu'un rêve. Il pleut dehors à

Toronto et tu essaies de retenir avec des mots

les fragments de ces paysages que la nuit et le

songe t'ont amenée à parcourir.

ESPERANDO A LA MUERTE

Como un animal encerrado, con miedo, giro en

la cocina, lavo de nuevo el piso, sabiendo que

viene la Muerte. Está en el aire, está en la noche

y por eso la espero. No es mi muerte la que

aguardo. Esa es inevitable y diría que no le

temo aunque le temo. Es la otra muerte a la que

espero, la Muerte, la que borra el nombre de las

cosas, la que apaga las voces poco a poco, la

que bebe despacio la luz de las pupilas de

quienes queremos. Por eso giro en la cocina,

esperando el eco de sus pasos a la distancia para

tratar de hablar con ella, para tratar de

convencerle de algo, contarle una historia, abrir

una botella de Moscatel de Camargo, hacerle

olvidar la noche, los caminos, los encuentros

que ella tiene planeados.

Por eso, a la Muerte la espero en la noche, para

acostumbrar la mirada a la oscuridad. Espero

que todos se vayan a dormir, espero las horas

de la madrugada, espero la negrura del tiempo

apoderándose de mi cuerpo pero es inútil.

Detrás de los párpados cerrados puedo sentir la

luz de los faros de la calle, ver el parpadeo azul,

verde y rojo de los aparatos conectados a la

electricidad, las máquinas bebiendo jugos

extraños en la madrugada, y veo que no es la

oscuridad de la Muerte.

32

Está cerca. Algún olor tendrá. Un rostro quizás. O

será sólo una voz, una voz que habla en la lengua

del silencio, una lengua que nuestros huesos

comprenden. Será nuestro ajayu que sabe que tiene

que comenzar el viaje, un viaje. Al lago sagrado, al

corazón de la Amazonía, a penetrar los resquicios

de las casonas del casco viejo de la ciudad de

Chuquiago Marka para susurrar historias en la

noche a quienes se atreven a escucharlas, en esas

casonas de la calle Evaristo Valle que van

desapareciendo, que van derrumbándose, casonas

de muros anchos, de patios infinitos, que los que

no entienden el lenguaje del tiempo, de las cosas,

van derribando.

Espero a la Muerte para platicar con ella. Para

pedirle la gracia del tiempo suficiente, todo el

tiempo necesario como para aprender a tocar un

charango. Serán necesarios años, quizá siglos para

ello. Le diré que se lo voy a tocar bonito, como

tocaban los viejos maestros de Sucre, que se lo voy

a tocar un charango hualaycho, que le van a dar

ganas de bailar, le serviré del buen singani de Nor

Cinti para que no se lleve a quienes quiero. La

tendré ocupada por siglos. Tocaré para la Muerte

las cuecas más hermosas, las más sentidas, esas que

solo se pueden comprender con las lágrimas en los

ojos, con la sal de llanto en las bocas de quienes se

besan por última vez. Y llorará la Muerte ante ese

hondo cantar del charango, ante la danza de los

dedos besando las cuerdas, se conmoverá tanto que

querrá escuchar más. Tocaré con el charango su

corazón de fruta, porque el corazón de la Muerte

está hecho de uvas, higos y chirimoyas. Tocaré

tanto, tocaré con el alma, hasta que la Muerte solo

quiera quedarse conmigo para siempre.

FRANCESCO AND OTHER ROMAN CHRONICLES Elvira Truglia

“The most common way people give up their power is by thinking they don't have any.”

--Alice Walker

Bags in tow, we eventually make our own way back to the six-person apartment in Centocelle, the so-called Bronx of Rome. We go straight to the kitchen. The owner is taking care of a family emergency outside the city and has left freshly washed clothes on the kitchen table. High-waisted panties, lacy D-cups, and run-of-mill boxers are taking up valuable space for our grocery bags, so we nudge them aside.

Francesco emerges from his room,

leading into the cluttered hallway stuffed with stacked furniture, seemingly placed for storage rather than function.

“Don’t worry, I’m just getting a glass

of water, then I’m going back to my room.” His white undershirt lays bare a string

of arm tattoos. Unshaven face. Slumber ridden eyes. It’s early afternoon.

“No problem. We’re just about to

make something to eat. Do you want to join us?” asks Angel, my husband.

“No thanks, really, I’ve already eaten

in my room. I came to the kitchen to take my mind off things. They called me from work this morning. I have a meeting with the boss tomorrow – it’s a bad sign.” Francesco says nervously.

“Maybe it’s good news,” I offer,

encouraging false hope. “No, my friend already hinted what it’s

gonna be about, they’re calling him in too. Do you get it? He has nothing to do with it

but they called him to come in with me. My boss knows how I am. I’m good and nice but if something is…you know…(hands raise to the sides of his head and release like a staccato note, played on the piano) there’s no way of controlling me.

My friend said ‘Fra, stay calm’. I told

him, ‘don’t worry, I’ll be good’ but it depends on what he’s gonna say. I’m like that when I see something that isn’t right. One time, when I was washing the metro cars, the team leader made a girl cry. You know, even girls work with us at the metro washing centre. I asked her what was wrong. She told me that the team leader spoke to her rudely and aggressively. And that’s when I lost it. I went to the team leader and told him, ‘don’t you ever talk to that girl that way again; otherwise, I don’t know what might happen!’ I don’t care if he is the team leader, I told him to his face. Anyways, I’m like that. Damn it with this situation! Let’s see what they say tomorrow. They have to pay me what they owe me, if not… Alright, I’ll let you eat. Sorry to bother you.”

#

When we arrive at Teatro Orione, a staple in Rome’s theatre scene, the minimalist auditorium is already packed with 200 people. The air is thick with small talk and people settling into their seats as we wait for the launch of the latest statistical report on migration in Italy, an annual publication by Caritas, a Catholic human rights organization. The ongoing waves of migration are making daily headlines; non-governmental types, journalists and everyday Romans are at the

33

34

auditorium to find out what this means for Italy’s future. A hot topic is the new legislation (2002) to regulate immigration.

“With the new legislation, foreigners

will need to have an employment contract before entering the country in order to be granted a work permit. And you need a work permit to become an Italian resident. But how can you get this permit? When 62% of Italians work under the table, how are foreigners supposed to do better at finding employers willing to pay contributions?,” says Franco Pittau, editor of the immigration report.

I am anxious to speak with him about

his findings in order to get the big picture on immigration in Italy. With any luck, he’ll agree to an interview for my radio documentary, the reason I’ve come to the she-wolf, Rome.

At the end of book launch, I move my

way to the media scrum in front of the auditorium and lean in with my microphone to grab Pittau’s attention. “How will the Bossi-Fini legislation impact undocumented workers in Italy?” I ask. Pittau answers and I am eager to learn more.

“Thanks so much, so I’ll call you

soon,” I say, with hands still focused on scribbling questions and accurate phone numbers in my notepad, excited to have lined up a follow-up interview with Pittau, and others at the event.

We head out from the heart of the city

and make our way to the central train station – Termini. “Hold my hand,” says Angel as he helps me onto the #5 streetcar headed for piazza Girani.

#

Fellow stranieri occupied the train

seats. The tired faces of India, Latin America and Africa met mine on the rickety ride through Rome's zone popolari. Filthy, graffiti-

stained 50s apartment buildings spilled along the avenues, choked by overflowing garbage bins, until we hit Centocelle. The cookie cutter buildings in our adopted neighbourhood hint of its past as an urban escape, a new development for the working class, artisans, small business owners and farmers. There is little trace of its legacy as a sub-urban military barracks built for the cavalry during the expansion of the Roman Empire.

We wondered whether Francesco

would be waiting for us. “How did the meeting with your boss

go?” I ask. “It was changed for tomorrow. We

were supposed to meet at 2 p.m. but my friend called me at noon to tell me the boss called to reschedule for tomorrow. He was too busy today”.

“I’m sorry to hear that,” I say, reading the unease in his eyes. “So, have you been working there long?”

“For about a year and half. I’ve done

a bit of everything. Barman is my trade, it’s what I know best but I’ve also been a musician. I played in clubs years ago. I started up again last year but I quit, I wasn’t into it anymore.”

“Really, what did you sing?” “Pop songs. Once, I almost sang with

Julio Iglesias, I swear! But it didn’t work out. You know, life is like that. We did everything at my place. I lived with my wife (that damn woman) in a big apartment downtown. We had an extra room that we’d use for rehearsals. We used to have great posters for our shows. Anyways, the guy who made our posters didn’t have a place to work so I told him he could stay at our place. One day, I went to work: I was a barman at the same time, I would get up early in the morning and I’d play

35

gigs at night. One night I was on my way to a show and realized I didn’t have my stage shoes. So I went back to the house to change my shoes and guess what I saw?”

I gulp: “Your wife?” “I lost it! They didn’t know what hit

them. I left them on the bed, half dead. His blood was everywhere, her jaw was hanging from her face. It was a good beating for both of them.

Angel gives me the look but I persist

with questions, “What happened, what about your kids?...”

#

Sleeping in wasn’t really an option in

Centocelle. Every morning, we were greeted by spurts of motor accelerations and the muted hellos of passers-by beneath our window that beamed in daylight through sheer curtains. These sounds became our cue to sip caffé latte at the kitchen table as we slowly woke up, tuning in to one of Rome’s indie radio stations. An understated voice of authority reports that the November 11 deadline for newcomers to get their paperwork in order is fast approaching. Sanatoria news is still a top story: “Bangladeshi suicide blamed on gas station employer who apparently refused to legalize the employee’s status”, states the presenter. The regularization policy (sanatoria) created to put under-the-table workers on the books in exchange for work permits is creating quite a stir. It sounds good on paper but in practice, critics say it’s a road map for employers to extort their workers with “pay up or ship out” policies. It’s all part of the controversial Bossi-Fini legislation.

And that’s what I want to talk to

Giovanni about. He’s an entrepreneur who employs migrant workers at a produce stand at piazza dei Mirti, the same street market

Francesco took us to on our first day in Centocelle.

“I’ll tell you about the sanatoria they did. One girl, they didn’t give her the health card because they say she’s illegal. How could she be illegal? I’ve been paying contributions, everything is above board, and the authorities say “no, she’s under the table, if they catch you they’ll close you down”. These are Italian laws, only half-done.”

The battery of the Sony minidisc recorder cuts out as Giovanni sputters his last sentence. I make a mental note to do some fact checking at the social security office. It will have to wait a few days though since the general strike is tomorrow. We’ve decided to join the march on October 18 and meet more rabble rousers. For now, it’s time to call it a day and head back to the house.

#

Francesco was in the kitchen washing

dishes; he calls Angel over. “Angel, this is the dish soap I was telling you about, the one that makes lots of bubbles. This is the one to buy NOT the one you bought the other day that doesn’t make many bubbles. Look. You see what I mean. “Thanks Francesco,” Angel smirks as

he looks over at the mountain of soap foam in the sink.

“Let me know if you want me to take

you to the corner store, they sell Bollicine Plus there. Not everyone has this brand.” Francesco continues as he gives Google map-style directions on how to get to the corner store.

I interrupt, “So how did it go today?”,

both curious and afraid of the answer.

36

“Damn it. My colleague, my friend, called me at noon and told me the meeting is rescheduled again! I started swearing, I don’t want to repeat what I said in front of a lady. Apparently, my boss tried to reach me but I didn’t answer. He was too busy again today. Can you believe it? My friend told me to stay calm. But he knows me, I’m good and nice but if someone (he bites his lip)…

Like when I was living in Frascati with

my wife, the second one, not that damn first wife. Things went well with the second wife. Anyways, if you go to Castelli Romani, don’t go to Frascati. People there are terrible. They had a problem with everything I did. It’s true that I was a little nervous at that time; I wasn’t working. It’s not that I didn’t want to work but I couldn’t find a job. Everyone knew me in Frascati. I had a gun in those days.”

Angel and I are sitting together, hands

clasped tightly under the kitchen table. “I didn’t use it though, just if I had to

threaten someone, you know. One time, there were these kids playing in front of the house. They were so damn noisy; I never said anything before 11 p.m. but they wouldn’t stop. So I went outside with the gun. Not to use it, just to scare them a little. You should have seen how they ran away. I wanted to teach them a lesson. The next day, the police was at my door. I didn’t say a word. I just stretched out my hands so they could put on the cuffs. They told me to bring my gun. ‘Whatever you want’, I said, ‘but the police chief is gonna let me keep it’. ‘You’re dreaming,’ they told me. ‘You’ll see, I told them.’

And then one day, my wife took her

son and her things and she left. She said it’s because I’m too nervous. I’m just like that. At my house, my brothers were afraid of me. I can’t do anything about it. I’m just like that. It’s too bad because I was happy with the second wife, not that damn first wife.”

Angel and I give each other the look and quietly slip out of the kitchen.

#

October 18, 2002 It was 11:00 a.m., the crowds

continued to swell in piazza della Repubblica, known to locals as piazza Esedra. Minutes away from Termini, the square is the site of the Roman baths which were turned into Michelangelo’s masterpiece – the Church Santa Maria degli Angeli e Marteri. Today, it was a rallying point for labour leaders heading a procession to piazza Navona.

Lining the ancient streets, a sea of red

banners stitched with the letters C-G-I-L, the logo of the largest union in Italy. The Confederazione Generale Italiana del Lavoro (Italian General Confederation of Labour) convened the national general strike set symbolically to honour Article 18 of the Labour Code which protects workers from being dismissed without just cause. It’s kind of an insurance policy for workers. Without it, people fear employers will have carte blanche.

The march was a rare occasion to see

the city uncluttered by honking cars and clouds of moped exhaust. It brought out Italy’s left in all its colours: the union movement, public servants, blue collar workers, students, artists and intellectuals, anti-globalization activists, LGBT activists, and migrant solidarity groups.

The new bill threatening Article 18

aligned with the economic policies of the day that brought in cuts to public services and partnerships with corporations. Already in a climate of uncertainty and economic recession, Italy was also trying to manage ongoing waves of migration through unchartered social proclamations and policies.

37

I wonder if Francesco made it to work today. We hopped onto public transport just before traffic came to a halt, synced with the start of the strike.

#

“So how did it go today” I ask. “What I expected. I arrived early with

my friend. He came by to get me at around noon. We sat down in the waiting room. The appointment was for 1 p.m. We could see the boss through the office window. He was chit chatting with colleagues on the phone. He saw me but he didn’t call me to come in. I finally asked someone to tell him that I’m here for our ‘meeting’. ‘Oh, they’re here, I didn’t know, let them in.’ …‘Please sit down.’

I sat down, fixed my eyes on him and

he started talking. He was looking at my colleague but every once in a while, he’d say, ‘Francesco, feel free to ask questions?’ He said everything I was expecting – ATAC (Rome’s local transport provider) didn’t renew the contract so there wasn’t any more work, blah, blah, blah. I let him speak and then I said he had to pay me everything he owed me and right away: overtime, severance pay - everything!

That wasn’t possible he said. It’s not

that he didn’t want to but that it doesn’t work that way. I needed to wait, like everyone else. You know what else he came out with – that I was slow and didn’t work well with others!

ME…slow – who put that in his head? He never even came to see us work! It must have been the team leader we had one time – that bastard (sorry, I’m really upset). I worked faster than everyone else. Didn’t work well with others! Ugh! This isn’t true either. I don’t know where that comes from, I just go upset with my colleagues once…

At the end of the meeting, my colleague said, ‘listen, Francesco, there’s no full-time work but there might be contract work eventually. If you’re interested, we could call you back. Not to work every day but for a few days a week. You could make 600 Euros a month. Think about it.’

Of course it’s with no benefits. So I said forget about it!”

#

“They say changes to Article 18 are

about job creation. They will give employers more flexibility to hire workers, removing the fear of getting locked into permanent contracts with employees. But, this will just create more precariousness! Employers will take advantage of lax labour laws to hire and fire as they please,” shouts Stefano Bianchi, CGIL Secretary General. The crowd, 40,000 strong, cheers.

Bianchi’s speech was a warm up to the

main attraction, CGIL National Secretary, Nicoletta Rochi: “Italy is facing the desertification of the social state, the abandonment of every policy of solidarity and equity! Italians are in a ‘do it yourself’ logic where those who can pay for what they need do so and those who cannot are robbed of their basic rights”.

She continues to rile up the crowd

informing us that almost 5 million people have signed the petition to cancel the modification of Article 18. Rochi promises that even if the changes go through in Parliament, they will launch a campaign on a Referendum to reverse the change.

“We can all be protagonists, my friends,” signing off: “Good work to all of us.”

Applause mixes with the notes of the

sliding trombone. Camera shutters click to

38

the rhythm of the live marching band beats that continue as activists slowly exchange places with locals and tourists. We are approaching a paraphernalia kiosque stationed in the square. “La storiasiamonoi” is embossed on one of the T-shirts for sale. A song line from one of Italy’s iconic singer-songwriters, Francesco De Gregori has become a slogan for change. I buy the T-shirt and we make our way to Termini for our long ride home to via deiCastani, Number 2.

#

“Do you get any unemployment?” I

ask Francesco and share that I’ve gone through a recent layoff myself.

“I’ll get something. I have to go to the

office and figure that out.” I’m a little nervous right now. I went to my sister’s place afterwards and she tells me, ‘tomorrow you can start looking for work, no? I’ll talk to my friends Fra’. But I couldn’t take hearing that. When I got here, I sat on the bed and started to cry like a baby, I couldn’t control it. I’m sorry that I’m laying all of this on you.”

“It’s OK, don’t worry about me” not

sure what else to say.

# Getting down the stairs with the

luggage was the hardest part although Angel bore the brunt. It’s our last day in Centocelle, which literally means 100 cells. The time it takes to commute to the city and back again is becoming a strain, and it’s become hard to line up interviews in the evening. We’ve found another place in Colli Albani, in another low-rise apartment building. We’ll be living with a single Italian mom and her 8-year-old boy who’ll get an occasional visit from his Senegalese father, Amadou.

Somehow, it seems like another perfect home base to continue to research Italian immigration.

It was a year of change; it was a year

when everything seemed possible.

* * *

MARGINALIA

EN LÍNEA:

Nuestro nuevo sitio en Internet: http://www.apostlesreview.com

Nuestro correo electrónico: [email protected]

39

TheApostlesReview Número 21 – Primavera/verano 2018

ISSN 1918-087X ISBN 978-1-988870-06-9