Jorge Borja Castañeda

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BIOETICA

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  • Psicologa y Salud, Vol. 23, Nm. 2: 283-292, julio-diciembre de 2013

    Biotica: el nuevo humanismo

    Bioethics: The new humanism

    Jorge Borja Castaeda1

    RESUMEN

    La importancia que la biotica ha adquirido en los ltimos aos demanda una reflexin sobre sus orgenes, objetivos y perspectivas, sobre todo en un mundo que cambia da a da, de tal manera que plantear una refundacin de la biotica es una forma de reconocer su importancia como el huma-nismo del presente siglo.

    Palabras clave: Biotica; Protobiotica; Refundacin; Nuevo humanismo.

    ABSTRACT

    The importance that bioethics has acquired in recent years demands renewed reflection regar-ding its origins, objectives, and perspectives, specially in a world that changes every day. Propo-sing a re-foundation of bioethics constitutes a way to underline its importance as the humanism of nowadays.

    Key words: Bioethics; Proto-bioethics; Re-foundation; New humanism.

    obre la biotica ni duda cabe se habla en todas partes y en todos los estratos sociales, y no nica-mente en los mbitos acadmicos. Con el mismo nimo, han proliferado organismos encargados de su difusin, normatividad y aplicacin, as como mltiples obras y ensayos escritos en papel y me-

    dios electrnicos. Por consiguiente, en el seno de lo que se conoce genricamente como biotica se anidan posturas ideolgicas de diferente signo y propsito. Todo ello obliga a hacer un breve alto en el camino para reflexionar sobre sus orgenes, objetivos y perspectivas. Tal es la intencin de este trabajo, sin que el presente autor pretenda ms que un modesto acercamiento a la inmensa vastedad que constituye hoy da el campo de la biotica.

    Saber cuando algo est bien o est mal comporta, las ms de las veces, dudas y angustias; sin embargo, para la toma de tales decisiones, los seres humanos (casi siempre en forma imperativa) se han dotado de normas morales, cdigos legales y reglas sustentadas en las costumbres sociales, pero debido a la dinmica misma de los cambios sociales, tarde o temprano tales frmulas resultan insuficientes para guiar a la gente en sus decisiones, sobre todo aquellas que afectan a terceras personas. Esto es el dilema tico que todo individuo enfrenta en su vida cotidiana.

    Los dilemas ticos ocurren, por ejemplo, cuando las razones o emociones de una persona entran en conflicto con las normas aceptadas generalmente por el grupo con el que convive. Sobre esto se ha reflexio-nado mucho, prcticamente desde que el ser humano vive en sociedad y se rige por normas. Ya sea con el cdigo de Hammurabi o con las normas actuales, las sociedades han intentado regular el comportamiento de sus miembros para adecuarlo a la idea de un bien social que est por encima del bien particular de cual-quiera de sus componentes individuales.

    1 Programa de Doctorado en Psicologa del Instituto de Investigaciones Psicolgicas de la Universidad Veracruzana, Dr. Luis Castelazo Ayala

    s/n, Col. Industrial nimas, 91190 Xalapa, Ver., tel. (228)841-89-14, correo electrnico: [email protected]. Artculo recibido el 9 de abril y aceptado el 17 de mayo de 2012.

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    En esta dinmica que enfrenta a la polis con la voluntad individual, en ocasiones las normas aceptadas deben cambiar en virtud de que no res-ponden a las circunstancias variables en el grupo o sociedad. Es esto lo que ocurri justamente cuan-do la burguesa sustituy al feudalismo; cuando la ciencia se convirti en el paradigma de conoci-miento ms importante para el mundo, o en estos mismos tiempos, cuando la revolucin sexual ha dejado casi sin argumentos a la perspectiva religio-sa sobre el pecado original y sus infernales conse-cuencias.

    As pues, la poca que vivimos no escapa a estos apremios, puesto que la gran relevancia que el conocimiento cientfico y tecnolgico tiene en la vida de casi todos los habitantes del planeta ha obligado a una parte de la poblacin a replantear la idea de lo que es bueno y de lo que es malo, con las tensiones que ello implica en razn de que, en lo que toca a estos temas, todo mundo tiene una opinin autorizada, aunque a veces sea opuesta a las normas aceptadas.

    El desarrollo de la biologa, principalmente, ha planteado al ser humano dilemas ticos que an-tes no haba considerado. Tal es el caso, por ejem-plo, de la manipulacin gentica, las investigacio-nes cientficas con animales y humanos o la con-cepcin cientfica de organismo y su cuestiona-miento de la idea de alma, entre muchos asuntos ms. Fue por problemas como estos que Potter acu y desarroll, en dos obras (1970, 1971), la palabra biotica y la disciplina que intenta tender un puente entre la ciencia y las humanidades.

    La historia de la biotica est ampliamente documentada, y no es el propsito de este trabajo ahondar en el tema. El espritu de los tiempos a lo largo del siglo XX seala que Potter no fue el nico en ocuparse de estos dilemas. James Drane (2001), un sacerdote catlico, pero liberal de pensamiento (aunque esto pueda considerarse una contradiccin en los trminos), dice: Es difcil sealar con exac-titud el origen de un periodo histrico, un mo-vimiento cultural o hasta una disciplina acadmica. La mayora de veces los comienzos estn dema-siado lejos y acaban perdindose en el pasado. In-cluso cuando todava no han pasado muchos aos desde el inicio de algo nuevo, los acontecimientos que le dieron origen pueden ser diversos, y distin-guir un primer paso es siempre problemtico. Ha-

    blar del origen de la biotica significa inevitable-mente especular (s/p).

    As, por ejemplo, Aldous Huxley public en 1932 su novela titulada en espaol Un mundo feliz, donde analiza las relaciones entre la tecnologa bio-lgica y el sentido la vida en una sociedad totali-taria controlada por la ciencia. Del mismo modo, H. G. Wells, en una poca ya tan lejana como los aos finales del siglo XIX, se anticipa visionaria-mente a los problemas de la manipulacin gen-tica, y publica, en 1896, La isla del Dr. Moreau, espacio literario donde reflexiona sobre lo que aho-ra se llamara un problema de biotica. Gordon Rattray Taylor se suma tambin a estas reflexio-nes en dos de sus obras ms conocidas: La revolu-cin biolgica y La pesadilla tecnolgica, ambas publicadas en espaol en 1972.

    Por supuesto, no se puede dejar de mencio-nar, en este brevsimo recuento, la obra de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, pu-blicada en 1818, en la que se cuestiona si el ser humano tiene el derecho de usar la ciencia para ju-gar a ser Dios.

    La lista de pensadores protobioticos, por decirlo de algn modo, es amplia y no es el obje-tivo de este ensayo agotarla, pero s es pertinente indicar que desde que la ciencia es ciencia, la re-flexin tica en este campo ha estado presente. En el mismo sentido, hay que recalcar que, a casi me-dio siglo de acuado el trmino, quiz los pro-blemas de la biotica no son ms que los viejos conflictos de la tica, pero en un contexto social distinto, caracterizado principalmente por el cono-cimiento cientfico y tecnolgico, especialmente en el mbito de la vida.

    Por otro lado, tampoco queda muy claro si la biotica constituye un campo uniforme y con-sensuado. Fernando Lolas Stepk (2005) en un ar-tculo dedicado a revisar la obra del citado James Drane, afirma:

    La verdad es que en cualquier mbito asociado con este trmino es difcil no obtener la impre-sin de que cada actor que entra al juego bioti-co, o dice participar de su discurso, abriga una concepcin particular, tiene intenciones especia-les y obtiene productos dismiles. En este caso, quiz ms que en otros, debe tenerse presente la nocin orteguiana del punto de vista. Desarro-llar este tema permitira establecer cunto dilogo

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    hay entre diversos usuarios del trmino bioti-ca. Ello sera til, adems, porque necesitamos una mirada tica sobre lo que es hoy la biotica. La simple enunciacin de buenos fines la bio-tica los tiene parece bastar para atribuir pureza de medios a quienes dicen cultivarla. Lo cual no siempre es el caso. La nocin de una disciplina intelectual con sus correspondientes sabios, expertos y polticos necesita ser clarificada en un campo tan difuso y tan lbil como el que la biotica ha demostrado ser (p. 162).

    Con la misma intencin, si se revisa una lista in-completa por necesidad de los problemas que aborda la biotica, se hace evidente la variedad de sus temas, lo mismo que de sus orgenes: aborto decidido voluntariamente, clonacin humana, cir-cuncisin y ablacin del cltoris, crinica (mal lla-mada criogenia), derechos de los animales, dona-cin de rganos, drogas, tica medio ambiental, eu-genesia y eufenesia, eutanasia, manipulacin ge-ntica, investigacin mdica y farmacolgica, inse-minacin artificial, investigacin con clulas ma-dre, mtodos anticonceptivos, nanotecnologas, re-produccin asistida, salud, sexualidad, sida, suicidio, trasplante, tratamiento del dolor y vida artificial o productos transgnicos, entre otros.

    Los orgenes de los problemas abordados por la biotica son muy variados; algunos tienen su fuente en prcticas ancestrales y sancionadas por la tradicin de algunos pueblos, como la circunci-sin, el aborto mismo, la ablacin del cltoris, el suicidio ritual y asistido, etctera; pero otros, en cambio, ciertamente se generan por los avances cientficos, como la clonacin o el uso de las nano-tecnologas en el cuidado de la salud, por poner algunos ejemplos. De igual forma, las aproxima-ciones a esos problemas no son uniformes (ni se espera que lo sean), y las valoraciones morales de las personas involucradas en decisiones bioticas pueden ser tan contrarias como las de los catli-cos y los ateos; no obstante, algo deben tener en comn en la discusin de estos asuntos.

    Lo que es obvio tambin es que las ideas de Potter (1970, 1971), aquellas que dieron lugar a la biotica, han sido ampliamente superadas; de he-cho, en el seno de los grupos de biotica se discu-ten, como ya se apunt, no nicamente los efec-tos de la ciencia en la vida moral y fsica de las personas, sino que tambin se ponen en el tapete

    de la discusin muchas costumbres precientficas y hasta prehistricas que hasta hace poco se con-sideraban un asunto privado.

    Es indudable que en este momento el trmi-no ya no pertenece a nadie en particular. Hay gru-pos de biotica en la ultraderecha y en la ultraiz-quierda, as como los hay en los sectores ms libe-rales. Enarbolando la bandera de la biotica, unos apoyan la eutanasia, mientras otros, con la misma insignia, la condenan. Al igual que siempre, la gen-te sigue opinando sobre cualquier cosa, pero aho-ra lo hace aduciendo razones bioticas, con lo que las opiniones parecen ms vlidas.

    Provocando al lector en el primer prrafo de su artculo, Lolas (2005) afirma: Ahora que la palabra biotica est de moda, medran a su am-paro y cobijo muchas personas, con derecho o sin l. Hay gures, expertos, aficionados, polticos, advenedizos, gerentes; en fin, una fauna diversa y abundante. Algunos ms prolficos que otros, es-tos distintos cultores de la biotica suelen repetir una historia fundacional uniforme porque la han ledo en las fuentes ms habituales. A veces, suelen acomodarla a sus particulares intereses (p. 162).

    Es pues evidente que la biotica tiene ya otros tipos de problemas bioticos: los derivados de su propia actividad.

    La idea original que Potter tena sobre la bio-tica y que precava de los peligros de la ciencia sin conciencia, quiz ya ha sido rebasada por los hechos. La biotica ya no es nicamente la disci-plina que alerta sobre la catstrofe ecolgica que preocupaba a Potter, sino algo que cambia momen-to a momento, pero que no necesariamente se re-fiere ya a cuestiones de supervivencia de la espe-cie humana como su nico leit motiv. Sigue sien-do apropiado decir que la biotica tiene que ver con los problemas derivados del ejercicio cient-fico, pero tambin se debe reiterar que ya no hay casi nada en la vida cotidiana actual que no sea filtrado, matizado, entendido o discutido desde la perspectiva del paradigma cientfico, que ofrece el contexto para nuestras acciones ms sencillas. No es del todo justa la imagen de la ciencia ocurriendo exclusivamente en los laboratorios y los centros de investigacin; por el contrario, en este siglo XXI, la ciencia como medio de convivencia social ocu-rre en la calle, en el hogar, en las escuelas, en to-das partes; de ah que probablemente haya que

  • Psicologa y Salud, Vol. 23, Nm. 2: 283-292, julio-diciembre de 2013 286 recordar lo que David Peat (1988), un eminente f-sico ingls, afirm hace tiempo (cito en extenso):

    Durante los ltimos quinientos aos, Occidente se ha entregado a una visin cientfica del mun-do que se ha descrito como mecanicista, reduc-cionista y analtica. Empezando con Galileo, la ciencia moderna hizo adelantos impresionantes en la exploracin de los secretos de la naturale-za, al igual que en la prediccin y el control. La visin del mundo que caus todo esto no est, sin embargo, limitada simplemente a la fsica y la qumica, sino que ejerce influencias profun-das sobre la psicologa, biologa, economa y so-ciologa. Incluso el estudio de temas tan humans-ticos como la historia y la literatura, o los modos en que la gente mira una pelcula o lee un li-bro, son afectados profundamente por la visin global del mundo que se origin en la ciencia. En otras palabras, la visin del mundo que pre-domina en Occidente impregna ahora todos los aspectos de la vida e influye no slo en la manera en que se ve el mundo, sino tambin en las percepciones que tiene la gente de s misma y en los valores sociales [] El historiador de la ciencia Thomas Kuhn utiliz la palabra para-digma para describir tal estado de cosas dentro de la ciencia misma. Un paradigma no es sim-plemente una rama determinada de conocimien-to que se aprende explcitamente, sino que inclu-ye todo el conjunto de tcnicas, posturas y plan-teamientos que se absorben durante la prepara-cin y aprendizaje de cada cientfico. Este para-digma, por lo tanto, ejerce una influencia pro-funda sobre el modo en que cada cientfico en-foca y considera la naturaleza cuando comunica sus resultados y posturas a los dems [] El paradigma cientfico particular que naci duran-te el Renacimiento, y que ha florecido desde en-tonces, es ahora tan penetrante que su influen-cia se ha extendido ms all del dominio pura-mente cientfico hasta todos los aspectos de la vida. Esta actitud hacia la naturaleza y hacia no-sotros mismos es mucho ms que una rama su-mamente organizada de la naturaleza dado que es una actitud comn de la mente, una manera de percibir el mundo, de estar dispuesto a actuar y comunicar que ahora parece totalmente natu-ral. Ya no es posible observar esta visin del mun-do o paradigma, sino que todo el mundo perci-be a travs de l [] Los habitantes de la Ciu-dad Esmeralda en El Mago de Oz, de Frank L. Baum, vean cmo todo lo que les rodeaba era

    verde, las casas, la ropa, e incluso las otras per-sonas. La razn de esta uniformidad de color sur-gi no de la realidad de la ciudad en s, sino de-bido a que cada ciudadano llevaba gafas verdes. Puesto que todo el mundo vea la ciudad a travs de lentes del mismo color, compartan una visin comn sobre los valores de las cosas. Las gafas verdes eran el paradigma a travs del cual los ciudadanos de la Ciudad Esmeralda perciban su universo. La ciencia es el para-digma a travs del cual nosotros percibimos el nuestro (pp. 140-141).

    A partir de esta larga cita, seguramente se despren-de un cuestionamiento quizs impertinente: C-mo se puede observar, entonces, bioticamente a la actividad cientfica, si nuestra realidad la percibi-mos ya mediada por el paradigma de la ciencia, realidad dentro de la cual se encuentra la propia biotica? Habr alguna clase de circularidad en la concepcin de la biotica como puente entre la ciencia y la perspectiva humanista?

    Pero la respuesta a tales preguntas constitu-ye un ejercicio filosfico que est ms all de los propsitos de este trabajo de iniciacin a la disci-plina biotica, por lo que una mejor tarea para com-prender lo que es la biotica pudiera ser la de iden-tificar lo que hacen las personas que se dedican a las actividades bioticas, las que, como ya dije an-tes, pertenecen a toda clase de tipos y filiaciones. Este proceder podra arrojar resultados ms hala-geos e inmediatos que la disquisicin filosfica apuntada arriba.

    Lo primero que salta a la vista es que la bio-tica como actividad formal se ha institucionalizado, es decir, hay escuelas de biotica, grupos y comits de biotica, decisiones bioticas (en el sentido de que hay un pronunciamiento sobre algn tema, en un sentido u otro); tambin hay profesionales de la biotica, y la palabra misma ya es de curso le-gal en el vocabulario vernculo.

    En fin, que wittgensteinianamente hablando, hay una prctica humana a la cual denominar v-lidamente biotica; pero tambin en consonancia con el citado filsofo viens, dado que no todos los grupos de biotica poseen el mismo origen, tienen los mismos objetivos, comparten la misma ideologa ni viven en los mismos lugares, hay en-tonces ms de una clase de biotica. Sin embar-go, hay palabras que se usan (explcita o implci-

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    tamente) en todos los casos, a saber: vida, ciencia, tecnologa, valores, gobierno, leyes, religin, tica, moral, decisiones. Estas son, quizs, las palabras-pivote sobre las que giran los temas especficos ya mencionados arriba (aborto, suicidio, clonacin y muchos otros). Esas palabras tienen entre s dira Wittgenstein, un aire de familia.

    A pesar de que se pueda estar de acuerdo en que esas palabras-pivote guan el trabajo de los diversos grupos de biotica, cmo se puede saber que para esos grupos y para sus miembros tales pa-labras significan lo mismo y sirven, con sentido semejante, de faro para pronunciarse sobre los di-versos asuntos humanos, incluyendo los cientfi-cos? La primera conclusin, tentativa y provisio-nal, pero asimismo provocativa, es que hay di-versas clases de bioticas y no nicamente diver-sos grupos de biotica, segn lo reconocen los pro-pios pensadores en este mbito.

    Partiendo de esta constatacin conceptual, lo que procedera, en trminos empricos, es revisar cmo esas diferencias se traducen en la prctica de la biotica. Para ello, una buena estrategia sera probablemente examinar cuntas revistas hay so-bre el tema, as como cuntas son las instituciones dedicadas a lo mismo, intentando identificar las se-mejanzas y diferencias entre ellas respecto a cues-tiones como la ideologa, su origen (laico o reli-gioso, civil u oficial, universitario o de otro tipo), y otras categoras ms, pero tal empresa adems de antojarse sumamente agotadora, quiz solamente revelara lo que ya se sabe, esto es, la gran varie-dad de posturas y, por lo tanto, de bioticas.

    Si se entra Google y se pide que busque la palabra biotica, el resultado aproximado es de 3 750 000 entradas, que por lo dems aumentan da con da. Imposible hurgar en ese pozo sin fon-do. He ah la magnitud del fenmeno de la bioti-ca, razn por la cual es preciso concluir que la biotica, mientras intenta analizar y pronunciarse respecto de muchos asuntos, tambin ha genera-do con ello otra clase de problemas: los problemas bioticos de la prctica biotica.

    El panorama, por amplio, se sospecha ina-barcable, pero esa amplitud permite que un mis-mo trmino se use, por ejemplo, para defender o denostar el aborto, para justificar la muerte asis-tida o para invocar el derecho inalienable de Dios para decidir sobre la vida de la gente; en fin, para

    afirmar lo uno y su contrario segn la organiza-cin biotica de que se trate. Cmo tener confian-za en sus pronunciamientos si estos no se distin-guen de las opiniones del comn de la gente? Ha-br que confiar en quienes tienen ms informacin o conocimiento sobre un tema? Pero, en general, la informacin est ah, disponible a cualquiera; lo que haga con ella es lo que define a una posicin particular de su contrario. Dicho de otra manera, con la misma informacin, dos personas o dos gru-pos pueden llegar a conclusiones diametralmente opuestas. Qu terrible desamparo para quienes pensaban encontrar en la biotica la gua para to-mar decisiones con criterios congruentes y cohe-rentes! Se dir que la biotica no tiene como tarea ofrecer certeza metafsica a nadie, pero entonces, qu se puede esperar de ella que sea algo ms que opiniones bien intencionadas sobre los asuntos que le ataen? Se trata de la vieja dicotoma conoci-miento-sabidura.

    Se afirma tambin que la biotica analiza y ofrece sus resultados desde una actitud racional, pero es esto posible? Si as fuera, la frialdad de la razn y de los datos unificara los criterios; sin embargo, no es as, pues las emociones (a veces vestidas como ideologas) nos inclinan hacia un lado u otro cuando tenemos que pronunciarnos respecto a los embarazos no deseados, por ejem-plo. La fra racionalidad si tal cosa existe entra en conflicto con las gneas pasiones. A los argu-mentos verbales se le oponen la ira, el miedo, la tristeza, la envidia; en fin, todo eso que ya se co-noce como emocines o pasiones. Qu necesita alguien para emitir un juicio racional cuando lo que se espera que haga es decidir si algo es bue-no o es malo? Y si tal es el caso, se trata por con-siguiente de un juicio de valor, no importa cun-tas argumentaciones (y de qu calidad) puedan es-grimirse para justificar la conclusin personal de que algo es bueno o es malo. La tica y por ex-tensin la bioticatrata siempre de eso: distinguir lo bueno de lo malo. Ya se ve que es una tarea na-da fcil.

    De todo lo anterior se derivan al menos otras cinco preguntas: Qu tienen en comn las dis-tintas acciones denominadas bioticas? Cmo ga-rantizar que las buenas intenciones de los bio-ticos lo sean realmente y que adems se muestren efectivas? Cmo definir con claridad lo que es

  • Psicologa y Salud, Vol. 23, Nm. 2: 283-292, julio-diciembre de 2013 288 bueno y distinguirlo de lo que es malo en tal o cual caso (pues de ello depende la toma de deci-siones ticas)? Cules son los problemas genera-dos por la biotica como disciplina? Qu justifi-ca la existencia de la biotica como algo distinto a la tica?

    Los siguientes prrafos son un intento de dar una respuesta somera a algunas de esas inte-rrogantes.

    En esencia, la tica y la biotica tratan acerca de cmo tomar decisiones respecto de lo que es bueno y de lo que es malo. Pero lo que es bueno para m puede ser malo para otros, y viceversa. Fernando Savater (1993) lo dice as: Lo malo pa-rece a veces resultar ms o menos bueno, y lo bue-no tiene en ocasiones apariencias de malo. As que lo primero que se puede abstraer de lo ante-rior es que siempre habr dos voluntades enfren-tadas: la de la primera persona y la de la tercera persona, que bien puede ser otro individuo o un grupo de ellos, una institucin con sus reglas o los valores civiles y religiosos de una sociedad.

    El mismo Savater (1993) ejemplifica cmo para el hombre la toma de decisiones es algo ms complicado que lo que les toca hacer a los dems animales: En su medio natural, cada animal pa-rece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para l, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quiz la mosca considere mala a la araa que tien-de su trampa y se la come. Pero es que la araa no lo puede remediar... (p. 18).

    La segunda conclusin, luego entonces, es que el ser humano siempre debe tomar decisiones sobre lo que en la vida puede ser bueno o malo, adecuado o inadecuado, propio o impropio; este es el precio que se debe pagar por ser lo que somos, algo ms que animales, pero algo menos que racio-nalmente infalibles.

    As que la tica (y la biotica) tiene que ver con la libertad que se tiene para hacer esto o aque-llo, pero una libertad que se enfrenta con la liber-tad de otros que quiz deseen lo contrario de lo que yo deseo. As que el asunto es cmo conciliar lo que ambos quieren, sobre todo cuando sus de-seos son antagnicos. He ah el dilema tico. He ah la necesidad de tomar decisiones apropiadas, esto es, ticas.

    Nuevamente, Savater (1993) concluye su ca-ptulo De qu va la tica de la siguiente manera: A diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para no-sotros, frente a lo que nos parece malo e inconve-niente. Y como podemos inventar y elegir, pode-mos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De mo-do que parece prudente fijarnos bien en lo que ha-cemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman tica (pp. 24-25).

    La biotica tambin va a lo mismo, pero a un tipo de vida afectada ya de muchas maneras por la ciencia y la tecnologa. As que a lo mejor de lo que se habla aqu es de la vieja y muy noble tica de toda la vida que se actualiza en un mun-do moderno.

    Ahora bien, qu formas pueden adquirir los enfrentamientos entre la libertad (o voluntad) de uno con la libertad (o voluntad) del otro?

    1. Mi voluntad (libertad, decisin) es igual a la voluntad de terceros.

    2. Mi voluntad es diferente a la voluntad de terceros.

    3. Mi voluntad, que busca cumplirse me-diante terceros, es igual a la voluntad de otros in-teresados.

    4. Mi voluntad, que busca cumplirse median-te terceros, es diferente a la voluntad de otros in-teresados.

    Es posible que en los casos enumerados que-den resumidos los dilemas ticos posibles.

    Todo dilema tico es siempre, salvo en el pri-mer caso, un dilema de los tipos 2, 3 y 4.

    Se puede pensar, por otro lado, que los ti-pos 2 y 4 son en esencia igual a los casos 1 y 3; sin embargo, en los casos 3 y 4 la voluntad de la persona mediadora tal vez no pueda interpretar correctamente la voluntad de la primera persona, con lo que los casos se complican, pues los otros interesados pueden entrar en conflicto con los ter-ceros mediadores, lo que complejiza todava ms la toma de decisiones, sobre todo en casos tales, por ejemplo, como la voluntad anticipada.

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    La expresin mediada por terceros hace re-ferencia a la intervencin, a favor de la voluntad de la primera persona, de terceras personas que in-fluyen en el cumplimiento de aquella voluntad, co-mo cuando una persona que sufre alzheimer deci-de cuando todava es consciente de sus actos y juicios, solicitar la ayuda de un pariente o amigo cercano para que se le prive de la vida en el mo-mento en que ya no sea consciente de s mismo; en ese caso, puede ocurrir que otro pariente cer-cano (otro interesado) al solicitante se oponga a que se cumpla la voluntad anticipada del enfermo.

    Con base en lo discutido hasta aqu, lo que tienen en comn todas las formas de la biotica, al margen de sus orgenes e ideologas, es el mis-mo problema bsico de la tica, o sea, los dile-mas que son producto del enfrentamiento de la vo-luntad de unos con la voluntad de otros.

    Pero todava habra que preguntarse si la vo-luntad de uno es suficiente para normar las deci-siones que le competen en lo personal, incluso en el caso de que no se le oponga la voluntad de terce-ros. Es tentador afirmar sin reservas que cada per-sona tiene derecho de hacer de su vida lo que se le antoje mientras no afecte a terceras personas. No obstante, siempre se podrn enumerar casos en los que esta voluntad sea cuestionada, aunque nin-guna persona, excepto la directamente responsa-ble, sea afectada, como cuando alguien abusa de la herona o la cocana, afectando su salud y su economa, pero sin que haya terceros que puedan considerarse violentados. En este supuesto, sin em-bargo, el Estado interviene, pues en su legislacin est considerado el delito contra la salud por con-sumo de drogas; en esta cuestin, el delincuente no puede (a pesar de que invoque su derecho a hacer de su vida lo que quiera mientras no afecte a terceros) solicitar la intervencin de un comit de biotica, pues en este caso lo que supuestamente se est afectando es el derecho del Estado a deci-dir lo que es bueno y lo que es malo para los ciu-dadanos; por supuesto, este derecho est referido a cierto tipo de drogas y no a otras (como el alco-hol), de lo que se puede deducir que el Estado no es tico en su actuar; pero aun as, quiz ningn comit de tica o de biotica levantara la voz para defender el derecho de cualquiera a drogarse mien-tras no afecte a los dems. Se dir entonces que el dao ocasionado a los dems es algo difcil de de-

    finir, pero que, toda vez que vivimos en sociedad, nuestros actos (buenos o malos) siempre afectarn a los dems, aunque no sean nuestros amigos o nuestros parientes. En efecto, ese es siempre el ca-so. Pero si esto se acepta, la vida individual que-da diluida en la vida de un grupo ideal, imaginado por el Estado o las iglesias, con lo cual la justifi-cacin para la existencia de la tica o de la biotica queda sin sentido. El resultado es ni duda cabe, un Estado totalitario, o una religin asfixiante que se rige por cdigos incuestionables. Esto ha sido as muchas veces en la historia de la humanidad, y lo ha sido hasta que los iconoclastas, surgiendo de aqu y de all, deciden defender su derecho a ser diferentes de los dems, aunque estos (los de-ms) se sientan afectados por el simple hecho de que alguien se atreva a afirmar que el tiempo es relativo y no absoluto, o que la materia es una ilu-sin, o que las razas humanas no existen, o que Dios es slo un concepto vaco para la mayora de los creyentes de alguna religin, o que las som-bras no son negras sino azules o grises.

    Si no fuera porque hay dilemas, no habra tica; si no fuera porque hay quien se decide a caminar fuera de los caminos ya andados, no ha-bra vida tica. Lo andado no tiene misterio. Lo que genera el cambio humano no es el status quo de la Inquisicin; antes bien, es el atrevimiento de Giordano Bruno o la osada de Galileo Galilei. Sin conflicto no hay crecimiento, y el conflicto es casi siempre un dilema tico, o biotico si se quiere.

    Por supuesto que no hay manera de decir de antemano qu es lo bueno y qu es lo malo, deci-sin esta que pertenece al mbito de lo secular, no de lo absoluto, si bien es verdad que hay ciertas normas que se presumen universales y, por lo tan-to, absolutas, como no matar. Aun as, lo anterior es tan relativo como la circunstancia que le toque a uno vivir, pues en tiempo de guerra es impera-tivo matar, pero est prohibido en tiempos de paz. No es que se afirme aqu que est bien hacerlo en un caso y no en otro, sino que se seala que con el mismo nombre se cobijan dos acciones contra-rias; as que de universal nicamente tiene la in-tencin de que sea una norma absoluta, pero tam-bin lo universal es que no se cumple siempre, al igual que cualquier norma.

    Decidir sobre lo bueno y lo malo es justa-mente la base de la tica, sin importar si se trata del

  • Psicologa y Salud, Vol. 23, Nm. 2: 283-292, julio-diciembre de 2013 290 aborto, la clonacin humana o cualquier otro pro-blema. Por eso es que ningn comit de biotica podr sustituir jams el derecho y la obligacin de que sea la persona que vive el dilema quien tome la decisin ms informada y apropiada. Lo que puede hacer un comit de biotica (y de hecho hace, pero no en todos los casos) es respetando los cuatro principios de la biotica (autonoma, no maleficencia, beneficencia y justicia) informar a la persona interesada sobre aquello que es la base de su dilema.

    Pero incluso as, con estas salvaguardas, la biotica tiene todava que pronunciarse sobre sus cuatro principios, pues estos no son no pueden ser reglas universales, ni tampoco nicamente buenas intenciones, sino ms bien un compromi-so autntico con los dems y que se apoya en el conocimiento humano y en las convicciones per-sonales para luchar por los derechos de los que casi siempre son minora. Este es el sentido social de la biotica. Para decirlo con otras palabras, de la tica conformada como una institucin que dis-cute, analiza y propone lo que piensa que es con-veniente para el desarrollo humano, pero sin con-vertirse en norma o cdigo, y mucho menos en institucin estatal o religiosa; as que aunque haya diversas maneras de hacer biotica, la que se justifica es la que no se atiene a valores en abs-tracto, sino que trata de entender la circunstancia de individuos concretos cuando enfrentan un dile-ma tico.

    Lo que distingue en la actualidad a la tica de la biotica no son sus intenciones, o los asuntos de su inters, o los objetivos, o sus motivos, sino el que la biotica est constituida en grupos for-males que operan casi siempre a contracorriente. Pero la esencia de la biotica es sin duda la tica, por lo que llamarla biotica o simplemente ti-ca es una cuestin de costumbre. La biotica es la tica de una poca en la que la ciencia y la tec-nologa son los anteojos con los que percibimos la realidad.

    Pero detrs de todo lo llevado y trado hasta el momento, an permanece agazapada una pre-gunta incmoda: Cul puede ser la razn de que una persona tienda a comportarse tica o biotica-mente? En otras palabras, para obrar bien al con-ciliar sus propios intereses (su voluntad y su liber-tad) con los intereses de los dems. Al fin y al ca-

    bo, los buenos, los ticos, nicamente triunfan en las novelas, en los cuentos o en las pelculas, y eso no siempre ya que en las tragedias no hay vence-dores. En la vida cotidiana, en un mundo donde la ley del ms fuerte parece ser la nica opcin para la supervivencia, lo deseable es ser el malo, pero incluso reconociendo que los malos son los que han acumulado las riquezas que tienen para adquirir cuanto quieren, siempre habr un grupo de humanos que persista en comportarse ticamente, sin importar que el beneficio de tales acciones no siempre sea evidente.

    Algn motivo debe haber, alguna justifica-cin, para la existencia no tan solo del compor-tamiento tico, sino de la tica y la biotica como disciplinas de conocimiento. La primera respues-ta a la mano puede sonar cnica: los buenos tienen que ser buenos porque son dbiles y no les queda ms remedio que luchar con las palabras para in-tentar vencer a las armas. Y as sera en verdad, dado que el lenguaje es lo que nos distingue co-mo seres humanos racionales.

    Racionalidad. Parece que esta es la pala-bra que se anda buscando, la respuesta posible a la pregunta de por qu casi siempre ganan los ma-los. Qu significa en el contexto de la biotica ser racional? Con certeza no significa ser inteligente, pues muchos cientficos lo son, y al mismo tiempo son malos porque no les importa hacer dao a los dems con tal de satisfacer su curiosidad cientfi-ca y sus necesidades econmicas. As que, aunque la racionalidad bioticamente hablando se rela-cione con la capacidad intelectual, no es lo ms im-portante, ya que en ese caso el cientfico se com-porta egostamente.

    La racionalidad a la que se refiere la bioti-ca debe ser altruista, de tal modo que ya no se trata de la utpica racionalidad pura, desprovista de emociones, sino de una actitud que combina ambas cosas. No se trata tampoco del altruismo como actitud de sacrificio, sino de un comporta-miento que implica que alguien tiene la posibili-dad de anticiparse a los efectos que ciertos actos pueden acarrear. En otras palabras, se es altruista porque racionalmente se entiende que, a la larga, produce ms beneficios que ser egosta. As lo di-cen los tericos de los juegos matemticos, quie-nes han modelado las tendencias a cooperar o com-petir de los seres humanos con juegos como el lla-

  • Biotica: el nuevo humanismo

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    mado dilema del prisionero, encontrando que es absurdo competir porque a la larga no habr nada por qu luchar. La salvacin es el comportamien-to cooperativo que, por definicin, es comporta-miento tico. Esta podra ser una justificacin ra-cional para la existencia de la biotica y de los grupos que la componen formalmente (Von Neu-mann y Morgenstern, 1953). Corolario: coopera-mos porque podemos prever el futuro; competimos porque nicamente nos interesa el presente.

    Pero si hacemos caso a Matt Ridley (2004), comportarse cooperativamente es una tendencia biolgicamente establecida; se tiene entonces un argumento distinto, pero tambin desde esta pers-pectiva existen en el terreno cientfico justificacio-nes sobradas para la existencia de los organismos de biotica.

    Queda, no obstante, una cuestin por men-cionar ms que discutir. Se trata de los problemas bioticos derivados de la misma prctica biotica.

    Retomando lo dicho por Lolas (2005), en vir-tud de que la biotica est de moda han arribado a ella gentes de cien mil raleas por lo que, ah s, los motivos y los objetivos pueden ser tan diver-gentes que se termine desvirtuando lo que se en-tiende por biotica.

    Precaverse de esta eventualidad es una tarea que los interesados en la biotica llevan a cabo de diversas maneras, como las posibilitadas por los medios digitales e impresos que se encuentran a su disposicin. Un ejemplo de este esfuerzo lo constituye la publicacin, por parte de bioticos mexicanos, de dos libros amparados por el sello del Fondo de Cultura Econmica: La construccin

    de la biotica, coordinado por Ruy Prez Tama-yo y Ricardo Tapia (2007), as como de El desafo de la biotica, coordinado a su vez por Asuncin lvarez del Ro y Paulina Rivero Weber (2009). La difusin de textos que refieran los quehaceres de grupos comprometidos con la biotica, ya sea impresos o difundidos a travs de la Internet, es quiz la mejor manera de luchar contra la simula-cin y la piratera en este campo, evitando as que los nefitos en la materia seamos sorprendi-dos por versiones de la biotica que responden a intereses muchas veces oscuros y poco solidarios.

    La difusin del trabajo es, por consiguiente, una primera manera de enfrentar algunos de los problemas bioticos generados por la prctica bio-tica, como la proliferacin de grupos dudosos.

    Una segunda forma la constituye la autorre-gulacin que las organizaciones de biotica deben satisfacer para evitar que el Estado o los grupos religiosos o polticos se adueen de lo que en esen-cia es una actividad civil en su ms pura expresin, y un espacio sine qua non de la polis lo constitu-ye la educacin, especialmente la pblica.

    En tercer lugar, quizs haya que pensar si-guiendo el pensamiento de Lolas (2005) no ni-camente en rehistoriar la biotica sino en refun-darla, ampliando el horizonte de su origen y rede-finindola para sealar sin duda su misin y su papel social.

    La biotica no debe ser concebida ya ms como el puente entre la ciencia y el humanismo, pues puede llegar a ser el nuevo humanismo en un mundo transformado da a da y hasta lo ms ntimo por la ciencia y la tecnologa.

    REFERENCIAS

    lvarez del R., A. y Rivero W., P. (2009). El desafo de la biotica. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Drane, J. (2001). What is Bioethics. A History. Memorias del Encuentro Internacional Ciencias Sociales y Biotica: Entrela-

    zando Miradas. Santiago de Chile: Centro Interdisciplinario de Estudios en Biotica (CIEB) de la Universidad de Chile. Huxley, A. (2004). Un mundo feliz. Buenos Aires: Debolsillo. Lolas S., F. (2005). Rehistoriar la biotica en Latinoamrica: la contribucin de James Drane. Acta Bioethica, 11(2). Disponible

    en lnea: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-569X2005000200006. Peat, F.D. (1988). Sincronicidad: puente entre mente y materia. Barcelona: Kairs. Prez T., R. y Tapia, R. (2007). La construccin de la biotica. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Potter, V.R. (1970). Bioethics: the science of survival. Perspectives in Biology and Medicine. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall. Potter, V.R. (1971). Bridge to the future. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall. Ridley, M. (2004). Qu nos hace humanos? (Trad. Teresa Carretero e Irene Cifuentes). Madrid: Taurus. Savater, F. (1993). tica para Amador. Barcelona: Ariel.

  • Psicologa y Salud, Vol. 23, Nm. 2: 283-292, julio-diciembre de 2013 292 Shelley, M. (1818/2010). Frankenstein o el moderno Prometeo. Madrid: Anaya. Taylor, G.R. (1972). La pesadilla tecnolgica. Barcelona: Bruguera. Taylor, G.R. (1972). La revolucin biolgica. Barcelona: Bruguera. Von Neumann, J. y Morgenstern, O. (1953). Theory of games and economic behaviour (3rd ed.). New York: John Wiley & Sons. Wells, H.G. (1896/2003). La isla del doctor Moreau. Barcelona: Alianza Editorial. Wittgenstein, L. (1953/1999). Investigaciones filosficas. Barcelona: Altaya.