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Controversias que persisten en el marco del tercer aniversario del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Chile.
Jorge Campos T.*
En primer lugar abordaré algunas ideas de Gabriel Salazar, quien me ha
llamado profundamente la atención por aquella concepción que tiene sobre los
sistemas sociales, su construcción y conjugación de ciertos elementos que le dan
forma, para ello relaciona algunos tópicos, tales como las transformaciones
violentas, los sistemas fácticos y la inercia histórica. Estos tres rasgos parecen
graficar muy bien el nacimiento, desarrollo y proyección de las grandes
transformaciones históricas. Su premisa es bastante simple, considerar la
“institucionalidad” (entiéndase el Estado, su sistema político, el mercado, etc.)
como un sistema que puede nacer enfermo o que puede enfermar en su
desarrollo. Bajo ese prisma nuestro modelo (vigente actualmente) surge de una
enfermedad letal, es ilegítimo (imposición militar), es ineficiente (mala distribución
del ingreso) y tiene una crisis de representación que se manifiesta en la baja
credibilidad de las instituciones políticas. Considérese entonces, que la inercia
histórica de un sistema construido a sangre y fuego, se convierte, con el tiempo,
en el principal enemigo de los vencedores. Agrega que estamos ante una segunda
guerra, no con balas sino con recuerdos. Aquí se enfrenta la voluntad ciudadana
con su memoria social y los poderes fácticos con su perversa función de memoria
que busca legitimarse y asegurar su gobernabilidad bajo la creación de su propia
memoria oficial1. Según estos criterios enmarco las controversias que atraviesan al
1*Profesor de Educación Media en Historia y Geografía, Licenciado en Educación (Universidad del Bío-Bío, Chile), Diplomado en Patrimonio, Comunidad y Cultura Local (Universidad de Santiago de Chile), Maestría en Historia y Memoria, cohorte 2013-2014 (Universidad Nacional de la Plata, Argentina)
Véase a Gabriel Salazar, “La Historia desde abajo y desde dentro” (LOM, 2003), específicamente el Capítulo XV “Función perversa de la memoria oficial, función histórica de la memoria social: ¿Cómo orientar los procesos autoeducativos? (Chile, 1990-2002), en el subcapítulo “Funciones estáticas y fluyentes de la memoria oficial”, el autor hace mención a la urgencia de los ‘fundadores’ y ‘legitimadores’ de un sistema social por construir una memoria oficial, preguntándose ¿Cómo se construye, consolida y funciona la memoria oficial?, su respuesta se esboza en una serie de puntos a considerar: a) Convirtiendo la dominación fáctica en la Ley de la República, b) Convirtiendo el ‘orden legal’ en un valor (metafísico) supremo, c) Difundiendo una nueva periodización del tiempo histórico, d) Instalando nuevos héroes, altares, símbolos en el espacio público o en el imaginario colectivo, para monumentalizar los nuevos valores, e) Configurando y difundiendo el nuevo valor supremo en términos de ‘proyecto país’, entendiendo éste como realización local de un modelo
Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Para ello haré un recorrido desde
la inauguración del museo, analizando brevemente el discurso que emitió la ex
presidenta Michel Bachelet, las controversias del mundo académico y político, la
controversia que “empañó” el acto inaugural, la función pedagógica, la tensión
entre historia y memoria, y en definitiva la gran controversia que da cuenta de las
diversas posturas sobre una posible “contextualización” de los hechos graficados
por el museo, por citar algunos tópicos que versan este trabajo en un ir y venir.
En el año 2010, plena “celebración” de nuestro Bicentenario y por aquel
entonces, la Presidenta Michelle Bachelet dictaba un “emotivo” discurso en el acto
de inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en donde
remarcó el compromiso con la libertad, la democracia y ante todo, un compromiso
con el “Nunca Más”. Agregaba en su discurso que “La inauguración de este Museo
es una poderosa señal del vigor de un país unido. Unión que se funda en el
compromiso compartido de nunca más volver a sufrir una tragedia como la que en
este lugar siempre recordaremos, tragedia que desde el primer día sumó la
negación y el ocultamiento al dolor del cautiverio o la muerte. Tragedia en la que
se asociaron la crueldad y la mentira, el odio y la indiferencia, el fanatismo y la
intolerancia. Tragedia que asoló a un país en crisis, profundamente dividido y
confrontado, que no fue capaz de superar sus diferencias en los marcos de la
democracia. Tragedia que puede tener muchas explicaciones, pero ninguna
justificación”2. Sin duda que el Golpe de Estado o la “tragedia” a la que alude la ex-
mandataria tiene muchas explicaciones e interpretaciones (a las cuales, se evoca
desde el presente, con el fin de comprender el contexto socio-histórico que grafica
el Museo de la Memoria y que en definitiva, forma parte de un debate mayor
entorno a las disputas por el pasado), pero coincidiremos que ante todo no existe
justificación alguna, y en ese sentido, la controversia que ha atravesado desde su
creación al Museo de la Memoria, es sobre una posible “contextualización” de los
externo de sociedad, f) Manteniendo la vigencia institucional de valores morales privados de ascendencia metafísica, apelando a la autoridad de la Iglesia Católica, g) Controlando el sistema educativo y comunicacional de la sociedad. 2
Michelle Bachelet, “Discurso de S.E. la Presidenta de la República en inauguración del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos”. Prensa de la Presidencia de la República. 11 de Enero de 2010, Santiago de Chile.
horrores de la dictadura militar, lo que puede ser un complejo ejercicio, sobre todo
si se remite solamente al periodo previo (1964-1973), como pretende gran parte
de la derecha y de sus historiadores a fines, en donde el diagnóstico –que
inclusive lo podemos compartir-, supone que el Museo de la Memoria es una
institución que sesgaría la historia al centrarse en un hecho específico, que se
presenta de manera aislada, sin relacionarse con toda la historia que lo antecede.
Pero si se cae en esa contextualización de tiempo-corto podríamos estar bajo
peligro latente de dar la razón al discurso que legitima el Golpe de Estado, pues a
ellos les interesa graficar las supuestas “causas” y los supuestos “responsables”
que hicieron necesaria el uso de la fuerza bestial en nuestro país, y en ese sentido
la contextualización que ellos buscan es una “justificación-legitimadora.” Por otra
parte, una postura a favor del Museo, entiende que el Museo de la Memoria no
busca contextualizar dicho periodo, “no fue creado para contextualizar la historia”
en palabras de Arturo Fontaine, sino más bien para visualizar lo que sucedió tal
cual, y desde allí estimular una conciencia social. Contextualizar supondría
legitimar las violaciones a los derechos humanos y dejar en impunidad a los
responsables, así lo afirma su Director Ricardo Brodsky aludiendo que al Museo
no le corresponde abrir un debate sobre la legitimidad del Golpe de Estado, más
bien esa es una tarea del mundo académico y político3. Pero además podríamos
agregar una tercera postura, sustentada por quienes vemos en la
contextualización de tiempo-largo, un marco de comprensión mayor a todo lo que
grafica el Museo de forma aislada, pues el periodo 1973-1990 que intenta dar
visibilidad a las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado de
Chile, no se sustenta en un marco de comprensión sólido, que sea garante de
lucidez para quienes no conocen la historia reciente de nuestro país y los largos
procesos que en ella confluyen, esto pasaría al dejar fuera de contextualización,
la visualización y comprensión de procesos soterrados, de larga duración, tal
como lo propone la Nueva Historia Social, en donde -a modo de ejemplo- el
3 Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. BCN Prensa, “Reacciones sobre el Museo de la Memoria”, Elaborado para la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Contacto: Gabriel Gómez S. Asesoría Técnica Parlamentaria [email protected]. Anexos: 3169 Valparaíso 1849 Santiago. 11/07/2012., p. 3, citado de (La Tercera, 24.06.12).
surgimiento del Manifiesto de Historiadores supuso que no se puede hacer historia
política, prescindiendo de la historia social y económica4. Entonces la gran
disyuntiva pasa por ¿“contextualizar”? o ¿“no contextualizar”?, o más bien por
¿“qué contextualizar”?. Si nos enfocamos en esta última pregunta debemos
considerar que su respuesta debe pensarse como una estrategia que nos lleve a
una mejor comprensión del quiebre que implicó el Golpe de Estado y de la
variedad de memorias al respecto. ¿Cómo incluir “otras” memorias al relato
“dominante”? En ese sentido el “Museo de la Memoria” supone que existe una
sola “memoria” respecto a los hechos de la dictadura militar, y esa memoria es la
de las “víctimas” y del respeto de los derechos humanos (memoria de la
transición), pero ¿Un museo de la memoria no debería partir de la premisa que no
existe una sola memoria respecto al pasado? y que por ende, sería conveniente
ampliar su campo interpretativo, como también su marco de comprensión respecto
al contexto socio histórico que grafica en sus salones, y así no caer en esa vaga
idea de presentar los hechos de la tortura y la violación a los derechos humanos
como forma aislada, separada de una historia de larga data que posee nuestro
país. Bajo esa lógica, debería entenderse que gran parte de las víctimas de la
dictadura militar formaba parte de procesos políticos, sociales y culturales que se
sustentaba en una verdadera memoria social popular, que hoy por hoy intenta
llevarse al sitial del olvido. La clase política civil que gobernó después del tirano
olvidó sus valores y pareciera que hoy sólo les importa mantenerse en el poder,
aunque sea renegando de los principios ideológicos que sustentaban las luchas de
su pasado. En ese sentido se da poco énfasis al compromiso de la lucha militante,
a la acción ciudadana que caminaba hacia el poder popular, a la resistencia de los
marginados en la impostergable pobreza, a la frustración acumulada por la
ciudadanía que creyó en falsas promesas y que en el fondo no consiguió hacer
valer sus derechos. Sería un des criterio pensar que el mismo Estado (ilegítimo)
que ha violado y reprimido constantemente a nuestro pueblo se haga cargo de
reivindicar procesos que ellos mismos socavaron, como también sería ilógico que
4 Sergio Grez, “Historiografía y Memoria en Chile, algunas consideraciones a partir del Manifiesto de Historiadores”, Información disponible en el sitio Archivo Chile, Web del Centro Estudios “Miguel Enriquez” CEME: http://www.archivo-chile.com
asumieran su responsabilidad en las constantes violaciones a los derechos
humanos que ocurren actualmente. Con la llegada de la transición pactada,
podríamos decir, en términos de la profesora Ludmila Da Silva Catela, que se
inicia un proceso de “estatización de la memoria”, que si bien ella lo utiliza para el
caso específico de la Argentina, creo que puede servir para graficar bastante bien
lo que los gobiernos de la Concertación impulsaron como política de memoria. Por
estatización de la memoria “se refiere al papel central que ocupa el Estado como
agente de memoria y su pretensión de generar una política centralizada de
memoria, negando implícitamente la pluralidad de memorias que circulan y son
defendidas por diversos grupos e instituciones”5. Bajo esa lógica se crean
archivos, museos, políticas educativas, comisiones, etc., para el caso chileno hay
varios ejemplos, como la creación de la “Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación”, comúnmente denominada Comisión Retting (1990); la “Comisión
sobre Prisión Política y Tortura”, llamada Comisión Valech (2003); el “Parque por
la paz Villa Grimaldi” (1997); y como no, el “Museo de la Memoria y los Derechos
Humanos” (2010), por citar algunos. Para este trabajo, la “estatización de la
memoria” se entiende como parte integrante de la denominada “función perversa
de la memoria oficial”.
Retomando las palabras de la ex presidenta Bachelet, en donde dicha
tragedia no tiene justificación alguna, creo que actualmente tampoco se justifica
que sigan ocurriendo hechos lamentables en donde el pueblo siga aportando los
muertos, en donde se sigan violando los derechos humanos, se siga
desapareciendo gente, se oculte la verdad, o que se tergiversen los hechos ante
la muerte de cualquier ciudadano, con el fin de dejar en impunidad a los
responsables. Entonces habría que preguntarse qué tan verosímiles son las
palabras de la ex presidenta Bachelet, ¿Qué tan unidos estamos hoy como país?
¿Cuál es el compromiso con el “Nunca Más”? ¿Cuánto queda aún de crueldad y
mentira, de odio e intolerancia? Ya en pleno discurso de la ex Presidenta ocurrió
5 Ludmila Da Silva Catela, “Pasados en conflicto. De memorias dominantes, subterráneas y denegadas” p. 107, véase en: E. Bohoslavsky, M. Franco, M. Iglesias y D. Lvovich (comps.), “Problemas de historia reciente del Cono Sur – Vol. I”, Prometeo Libros, Buenos Aires, Argentina, 2010.
un hecho que vino a graficar, en cierta medida, estas interrogantes. Fue allí que
dos mujeres, que estaban en el público, escalaron una de las torres de
iluminación, exclamando justicia por el hermano y activista mapuche “Matías
Catrileo”, quien fuera asesinado por el Sub-Oficial de Carabineros “Walter Ramírez
Espinoza”, él que atacó al comunero por la espalda con una subametralladora UZI,
en el año 2008 (pleno gobierno de la mandataria Michelle Bachelet). En aquel
entonces, según declara una noticia de la Radio Universidad de Chile, la condena
del implicado “fue firmar regularmente por tres años, lo que no le impidió seguir en
la institución, que lo trasladó a la central de comunicaciones en Coyhaique, por lo
que, además, recibe una asignación de zona extrema, con lo que se bonifica su
sueldo”6. Ante la impotencia de la justicia, ante la impotencia de la impunidad
evidente, estas mujeres –una de ellas hermana de sangre de Matías- demostraron
al mundo que se siguen violando los derechos humanos en Chile7 y que la práctica
terrorista de Estado no se remite solamente al periodo dictatorial, no comenzó en
1973 con el golpe de estado y tampoco terminó en 1990 con el supuesto regreso
de la democracia. Actualmente, bajo esa misma lógica, los constantes
allanamientos en territorio mapuche, como la aplicación de la Ley Anti Terrorista
no son la solución a los problemas históricos que demandan nuestros hermanos,
sino más bien una constante amenaza al respeto por los Derechos Humanos. Se
confirma así que el Estado, de la mano con el poder policiaco-militar, ha
mantenido y mantiene hasta el día de hoy, esa práctica autoritaria de socavar
cualquier intento de organización, de manifestación, de gestación de poder
popular, de autonomía, en síntesis: de “asociatividad”, ya sea, actuando sobre la
6 Véase en: http://radio.uchile.cl/noticias/120330/
7 El caso de Matías Catrileo es sólo un ejemplo que grafica la práctica constante de violación a los derechos humanos durante la post-dictadura, téngase presente que durante los gobiernos de la Concertación más de 60 personas perdieron la vida a manos de Carabineros, Policía de Investigaciones o Fuerzas Armadas, caso que van desde la muerte de militantes de organizaciones de izquierda -en diversas situaciones- hasta mapuches, trabajadores, sindicalistas y estudiantes sin militancia que nada tenían que ver con movimientos políticos. Para mayor detalle véase el artículo del diario El Ciudadano, titulado: “Chile: Muertos en ‘Transición a la Democracia’”. http://www.elciudadano.cl/2010/08/02/25053/chile-muertos-en-transicion-a-la-democracia/ . Por otra parte, en el actual gobierno de la Alianza por Chile liderado por el empresario Sebastián Piñera, la práctica represiva y constante violación a los derechos humanos se mantiene e incluso se ampara. La confusa muerte del sindicalista Juan Pablo Jiménez lo evidencia.
militancia política-vanguardista (como lo fue en los 60’ y 70’ y que por lo cierto
perdura hoy igualmente con la formación de nuevos partidos, algunos con una
orgánica más transversal y de base, como el Partido Igualdad) o ciudadana, (como
lo evidencian los movimientos sociales del Chile actual que se empoderan bajo
dos vías: bajo el liderazgo de actores sociales de tipo corporativo-general,
CONFECH, CONFUSAM, ANEF o a través de Asambleas Territoriales de la
ciudadanía). Considérense prácticas asociativas que han transitado de forma
paralela, o subterránea8, que llegado el momento de una acumulación de su
propia memoria social popular y de una verdadera autoeducación, irrumpen el
espacio público y a su vez encaran los intereses del capital financiero y de la clase
política, a través de demandas reales, -no sólo como se hizo durante gran parte
del siglo XX, es decir, de forma “peticionista”, delegando la solución a las
vanguardias políticas- sino también, intentando desplegar “lo que puede y debe
ejercer el pueblo por sí mismo –en tanto ciudadanía soberana- para construir,
según su voluntad deliberada y libremente expresada, el Estado (junto al Mercado
y la Sociedad Civil) que le parezca necesario y conveniente para su desarrollo y
bienestar”, es decir: ejerciendo poder popular constituyente9. Lamentablemente, el
Estado siempre reacciona de la misma forma, ¿cuál es esa forma?, la represión, y
en dicha actitud represiva se siguen violando constantemente los derechos
humanos en nuestro país, lo que podemos observar en las diversas marchas por
la educación o en marchas de otra índole como las de las Asambleas Locales de
Freirina, Aysén, Quellón, etc., en donde por ejemplo, se ha hecho necesaria la
participación de Observadores de los Derechos Humanos, los que han constatado
8 Las prácticas asociativas subterráneas configuran a la vez, una memoria e identidad colectiva, que en términos de Pollak, se traduciría en la conformación de memorias subterráneas,… “las que prosiguen su trabajo de subversión en el silencio y casi de manera imperceptible afloran en momentos de crisis a través de sobresaltos bruscos y exacerbados”. Citado de G. Herberich-Marx, F. Raphel, “Les incorporés de force alsaciens. Dení, convocation et provocation de la mémoire”, Vingtieme Siécle, 2, 1985, p. 83. Bajo esa misma lógica Pollak agrega que: “El largo silencio sobre el pasado, lejos de conducir al olvido, es la resistencia que una sociedad civil impotente opone al exceso de discursos oficiales” (Pollak, 2006)
9 Gabriel Salazar, “En el nombre del Poder Popular Constituyente (Chile, Siglo XXI)”, LOM Ediciones, Santiago, Chile, 2011. P.
el abuso de la fuerza policial, y que también ha sido constatada por prensa
alternativa, que ha divulgado variedad de videos en las diferentes redes sociales.10
Ya en la inauguración del Museo de la Memoria se evidenció esta
controversia que dio cuenta de la falta de “legitimidad” del discurso y de la política
de memoria impulsada por los mandatarios de la “transición” -los que hicieron
juntos el primer recorrido por el Museo de la Memoria-, y que desde el primer
gobierno concertacionista de Patricio Aylwin se puso de manifiesto con la
recordada frase “la justicia en la medida de lo posible”, inserta en la “democracia
de los acuerdos” como modelo de aquel primer gobierno post-dictatorial, y que se
tradujo en la búsqueda del “consenso” como discurso y política oficial de la
transición chilena en general. En la obra de Tomás Moulian, “Chile actual,
anatomía de un mito”, el destacado sociólogo afirmaba que “El consenso es la
etapa superior del olvido” y bajo esa premisa debemos entender cómo el discurso
oficial busca mitigar las contradicciones en torno a la diversidad de
interpretaciones y memorias que se suscitan al evocar nuestro pasado reciente.
Las controversias que envuelven al Museo de la Memoria no son aisladas,
más bien son parte de un amplio debate al respecto, que surgieron a partir del
Museo del Holocausto en Israel y también en Washington, el cual dio lugar al
debate sobre la “norteamericanización del Holocausto”11. Debates que dan cuenta
sobre la tensión entre historia y memoria12, al igual que del complejo proceso de
10 Actualmente bajo el gobierno de Sebastián Piñera se ha legitimado aún más la represión, al alero de leyes creadas por el mismo ejecutivo. El 2011 envió al Congreso Nacional un Proyecto de Ley denominado “Ley de Fortalecimiento del Orden Público”, conocido popularmente como “Ley Hinzpeter”, cuya finalidad última es la criminalización de la protesta social, y además está en discusión la denominada “Ley Mi Cabo”, la que establece medidas severas contra quienes insulten a un miembro de Carabineros o de la Policía de Investigaciones (PDI). A eso le sumamos la aplicación constante de la Ley Antiterrorista en contra de los hermanos Mapuche.
11 Extraído de Andreas Huyssen, “En busca del futuro Perdido, Cultura y Memoria en tiempos de Globalización”, p. 16, quien cita a Anson Rabibach, “Fromo Explosion to Erosion: Holocaust Memorialization in America since Bitburg” (De la explosión a la erosión: la memoria del Holocausto en América desde Bitburg, History and Memory, 9:1/2, otoño de 1997, pp. 226-255.
12 Para el pasado reciente chileno, la tensión entre historia y memoria se evidencia a partir del gran debate historiográfico de 1998-1999 cuando se elabora el Manifiesto de Historiadores en respuesta y refutación a la “Carta a los Chilenos” emitida en 1998 por Pinochet tras su detención en Londres (en donde su manipulación del pasado se establece al declararse como “inocente” protagonista de una “designación divina” que lo llevó a legitimar su “gesta nacional” del 11 de septiembre de 1973),
institucionalización de la memoria y por qué no decir, de una disputa o “batalla de
la memoria” – en palabras de María Angélica Illanes- entre memorias oficiales y
sus contramemorias, entendidas como memorias subalternas o subterráneas y en
forma más holística, como la construcción de una memoria social popular. Lo que
no se puede obviar es esta necesidad de memoria, esta necesidad del recuerdo
que sustenta identidades, subjetividades y que ante todo, sustenta el vínculo
individual y colectivo. “Si bien sabemos que el individuo porta sus memorias, las
produce y las comparte, no podemos poner en duda que la memoria está
arraigada y situada allí donde compartimos espacios, lazos de pertenencia,
solidaridades y sociabilidades”13, siguiendo esa línea la memoria se arraiga y sitúa
allí donde existe asociatividad y bajo esa misma lógica –la profesora Ludmila-
sostiene que la memoria (con sus olvidos y silencios) es una fuerza inusitada en la
aprehensión y clasificación del mundo, en la transmisión de herencias y saberes.
Los museos de la memoria en general no escapan a estas encrucijadas, al
respecto Nelly Richard, afirma que: “Este debate teórico nos enseña la tensión
entre historia (el relato explicativo de una sucesión de hechos enmarcada
cronológicamente cuya verdad comprobable pretende organizar un saber
objetivo) y memoria (la experiencia subjetiva del recordar que afirma sus creencias
en las huellas sensibles de lo testimonial); entre la mostración literal del pasado
documentado por objetos reales y la contextualización socio-histórica de redes de
y también en respuesta a la serie de Fascículos de Historia de Chile emitidos por el historiador y ex colaborador de la dictadura, Gonzalo Vial. Aquí se evidencian abiertamente las luchas interpretativas de nuestro pasado reciente y las batallas o disputas por la memoria. Para profundizar sobre la tensión entre historia y memoria para el caso chileno véase: Sergio Grez y Gabriel Salazar (Compiladores), “El Manifiesto de Historiadores”, LOM Ediciones, Santiago, 1999; María Angélica Illanes, “La Batalla de la Memoria. Ensayos históricos de nuestro siglo, Chile, 1900-2000”, Editorial Planeta, Santiago, 2002; Pedro Milos, “Historia y Memoria. 2 de abril de 1957”, LOM Ediciones, Santiago, 2007; Mario Garcés, “Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX”, LOM, Santiago, 2000; Nelly Richard, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2010; entre otros. Para revisar ideas generales en torno a historia y memoria, revisar la clásica bibliografía eurocentrista de: Pierre Nora, “Les lieux de mémoire”, París, Gallimard, 1984; Jacques Le Goff, “Histoire et Mèmoire”, Paris, Gallimard, 1988; Maurice Halbwachs, “La Mémoire collective”, París: PUF, 1950; Paul Ricoeur, “Historia, memoria, olvido”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004; Yosef H. Yerushalmi, “Zajor. La historia judía y la memoria judía”. Barcelona: Anthropos, 2002; Michael Pollak, “Memoria, Olvido, Silencio”, Editorial Al Margen, La Plata, Argentina, 2006. Entre otros.
13 Ludmila Da Silva Catela, Óp. cit. P. 101.
significación e interpretación de conocimiento y reconocimiento, que excedan el
simple valor de autenticidad de lo experiencial para reflexionar sobre los marcos
de comprensión y elaboración del pasado”14 Esta compleja tensión caracteriza la
función pedagógica de cualquier museo, en donde la muestra de cuenta de la
individualización del sufrimiento, considerando a las víctimas directas de la
represión, como a los sobrevivientes y a los testigos de la época dictatorial, como
también pueda generar una memoria ejemplar, -según Todorov-, en donde se
construya un exemplum que integre otras lecturas del pasado y se extraiga una
lección (como resultado de un marco de comprensión sobre el proceso), sobre
todo para quienes llegan al pasado por medio de esas imágenes y relatos, ya que
no vivieron en carne propia ese periodo.
Aquí es donde retomamos la gran controversia, que a tres años de la
creación del Museo de la Memoria sigue vigente, y es que el pasado no está
cerrado (como diría W. Benjamin), por lo cual las disputas de nuestro pasado
están en una permanente discusión. Entonces estamos ante una controversia no
resuelta, me refiero a la ya citada contextualización socio-histórica, (del hecho
histórico mismo, como lo hizo público el Manifiesto de Historiadores y en este caso
específico, del museo mismo, como garante de la significación e interpretación de
los marcos de comprensión y elaboración del pasado en que se insertan las
memorias sobre el Golpe de Estado y todo lo que ello implicó e implica en
nuestros días). Un ejemplo para graficar esta problemática de la contextualización
es toda la controversia que se desató entre quienes sostenían que el Museo de la
Memoria debía dar cuenta de las “razones que generaron las violaciones a los
derechos humanos”, a lo que el historiador Sergio Villalobos afirmó: “Desde el
punto de vista de la historia, la existencia del museo representa el deseo de
falsificar el pasado, en cuanto se enfoca en un acontecimiento singular, separado
del resto de nuestra historia y, por lo tanto, incomprensible. El lugar falta la política
y la situación social del país desde varias décadas anteriores y, muy
especialmente, la destrucción de la ética pública, los abusos, engaños y
14
Nelly Richard, “Crítica de la Memoria (1990-2010)”, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2010, p. 237
desmanes del gobierno de la Unidad Popular. Sugiero una reformulación del
contenido y del nombre: Museo de Fracaso, el de la Unidad Popular y el de
ahora”15 (El Mercurio, 22.06.12). A aquella polémica declaración redactada en
carta al diario El Mercurio, se sumaron los dichos de Magdalena Krebs, directora
de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), quien sostuvo lo
siguiente: “la opción que tomó el museo en cuestión, de circunscribir su misión
sólo a las violaciones a los DD.HH., sin proporcionar al visitante los antecedentes
que las generaron, limita su función pedagógica”. Ante estas declaraciones, un
grupo de ciudadanos y artistas envió una carta al Ministro de Educación, por aquel
entonces Harold Bayer, al cual solicitaron la renuncia de la directora de la DIBAM,
Magdalena Krebs, afirmando que no existe justificación alguna para matar, torturar
y desaparecer. Por otra parte, la vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos, Mireya García y la presidenta de la Agrupación de
Familiares de Ejecutados Políticos, Alicia Lira, manifestaron su repudio a las
declaraciones de Krebs, afirmando que lo que se busca es dejar en impunidad a
los asesinos. Aquí se evidencia la pugna entre quienes bogan por una
contextualización de tiempo corto, buscando como dijimos anteriormente, una
“justificación-legitimadora” (entendida como parte de una memoria denegada16 que
reivindica acontecimientos de violencia previos al golpe como agravantes que
respaldarían la intervención militar) y entre la memoria oficial o la memoria
dominante de la transición chilena, muy “respetuosa” del Nunca Más, en donde
confluyen organismos de DD.HH., ONG’s, Comisiones y diversas instituciones que
en unión y consenso con organismos del Estado luchan por no claudicar en su
discurso de rechazo y denuncia del terrorismo de Estado circunscrito al periodo
1973-1990. Ahora lo importante es esclarecer cómo integrar nuevos relatos a este
binomio que disputa la legitimidad de sus memorias, cómo podemos ampliar la
denuncia del “terrorismo de Estado”, sin reducirla a los 17 años que vivimos bajo
la dictadura de Pinochet, pues partimos del principio fundamental que desde la
creación del Estado-Nación ha existido el golpismo por parte de la oligarquía, en
15 El Mercurio. 22.06.12. Museo de la memoria. Disponible en: http://bcn.cl/ny57 (Julio, 2012)
16 Ludmila Da Silva Catela, Óp. Cit., p. 103-104
ese sentido hemos sido golpeados en diversas ocasiones a lo largo de nuestra
historia y corresponde que también nos hagamos cargo de esas memorias. Esto
pareciera ser imperioso, sobre todo, para quienes mantienen viva la tradición
autogestionaria y creen que el golpe de estado no sólo fue un manto de sangre en
las páginas de nuestra historia, con miles de víctimas que lamentamos y
lamentaremos siempre, sino también que significó el quiebre violento de un largo
proceso de poder popular como marco de comprensión, en donde la re-
elaboración del pasado tiene la característica principal de recordar y valorar el
ejemplo de la lucha popular, de recordar la irrupción de la clase popular en el
espacio público, de la protesta como arma principal –con el recuerdo vivo de las
huelgas y masacres de principios del siglo XX, (a 105 años de la masacre de la
escuela Santa María de Iquique, no olvidamos) y con el recuerdo vivo de aquellas
22 jornadas de protesta que terminaron por derrocar al tirano, por citar algunos
ejemplos- pero en definitiva con el recuerdo de esa capacidad de lucha y
asociatividad que hoy emerge nuevamente, intentando hacer tambalear todo el
sistema neoliberal, con las exigencias de educación pública, gratuita y de calidad,
con la renacionalización de nuestros recursos naturales, con la asamblea
constituyente como prioridad en la agenda política, con la irrupción de asambleas
locales (Calama, Aysén, Freirina, Huasco, Quellón, entre otras) y con la mirada fija
en la contextualización socio-histórica de redes de significación e interpretación
que nos identifica con el pasado y nos acerca a su comprensión desde el
presente.
Llegado el momento en que el pueblo determine su voluntad soberana y
sea capaz de decidir el Estado que se requiere construir para el bienestar de la
sociedad civil -siempre y cuando sea ejercido a través de su poder constituyente-
creo que desde ese punto de inflexión, manifestado como un cambio radical del
sistema imperante, debemos repensar nuestras memorias, nuestras instituciones
de memoria y los discursos de memoria propiamente tal. Repensar nuestros textos
escolares, repensar nuestros monumentos17, nuestros museos –quizás abrir
17 Para el caso argentino sería interesante revisar el movimiento ciudadano que busca “Desmonumentar a Roca” por ser un genocida que asesinó a miles de miembros pertenecientes a pueblos originarios de la pampa argentina, en la llamada “Campaña del Desierto”, que además
nuevos museos, ampliar otros, renovar enfoques, etc.- y desde esa lógica terminar
con nuestra condición de víctimas de la historia oficial, tomando en cuenta que si
construimos otro sistema social en base a una reconstrucción histórica basada en
deliberación ciudadana (que no sea meramente a través del sufragio de la
democracia liberal) podemos hacer prevalecer nuestra “memoria social”, que
desde la situación de opresión, marginalidad y refugio de la memoria ciudadana se
enfrenta al “tanque cultural” de la historia oficial, reconquistando la memoria
pública y legitimando un nuevo contrato social. En síntesis creo que es
fundamental que podamos comprender lo que muy bien esboza Salazar al finalizar
su obra anteriormente citada, y es que: “La gran anchura, riqueza y profundidad de
la memoria social que existe hoy en Chile –sobre todo en su baja sociedad civil-
permite incubar y cultivar dentro de ella diversos e inéditos procesos
autoeducativos, culturas identitarias de fuerte proyección histórica, prácticas
políticas de alta legitimidad y sentido participativo, producción cognitiva de amplio
consenso social y ‘contratos sociales’ varios, democráticos y factibles. La tarea es,
en este campo, enorme, inédita, posible y éticamente ineludible.”18
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos posee un enfoque
histórico que se erige como relato dominante de nuestro pasado nacional y es
necesario que ese relato se construya desde una memoria social y política acorde
a la voluntad ciudadana, en donde se interconecten múltiples posicionamientos
desde la sociabilidad e identidad de los sujetos, los cuales se suscriban más allá
de la única condicionante que atraviesa el museo, que es la de víctima de la
dictadura. Sin embargo, nunca se debe perder de vista el objetivo principal, que es
expulsó a obreros italianos y españoles que luchaban por las 8 horas de trabajo y por si fuera poco reprimió un acto obrero en 1904 en donde murió el que se considera un mártir del movimiento obrero argentino, Juan Ocampo. Pese a todo esto su figura de bronce está por muchas plazas, su nombre en muchas calles y su imagen en el billete de 100 pesos argentinos. Esta campaña busca desmonumentar y erradicar la imagen del General Roca del espacio público. En Chile, recientemente se dio todo un movimiento liderado por la nueva alcaldesa de Providencia (Santiago), en donde se propuso cambiar el nombre de la Avenida 11 de Septiembre (antes de que se cumplieran los 40 años del Golpe), para lo cual se reunieron firmas y finalmente este mes de julio el consejo municipal aprobó el cambio de nombre a “Nueva Providencia”. Estos fenómenos son importantes a considerar para entender como la voluntad ciudadana con su memoria social busca por diversos medios, terminar con esa función perversa de la memoria oficial. 18 Gabriel Salazar, óp. Cit, p. 476
condenar categóricamente las violaciones a los derechos humanos sin admitir
explicaciones que “justifiquen” la práctica del mal.
Bibliografía
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