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Jorge Semprún: la memoria ( reprimida) del comunismo español por Arma.ndo Pereira Dibujos de Felipe Galindo de la serie Amígos ausentes "Cambio 16 quiso ofrecer a sus lectores la visión y los análisis de Jorge SempTÚn sobre el Congreso<lel Partido Comunista de España y pidió, para él, una acreditación. Angel Mullor, secretario de prensa del Partido, comunicó a esta revista por teléfono que la acreditación no sería concedida. Cuando se le pre- guntó la razón, /contestó que SempTÚn no es un periodista de Cambio 16. Se alegó que había sido contratado especialmente para la ocasión y (Mullor) reiteró: 'yo, a este señor, no le doy la acredita- ción'."l Cuando se lee en Cambio 16 esta rotunda e inapelable negativa del Partido Comunista Espa- ñol (PCE) a que Semprun participe, como'reportero, en el IX Congreso de dicho partido, lo menos que se puede hacer es inquirir el por qué de esta negati- va, buscar las razones que están (que deben estar) determinándola. A SempTÚn comienza a conocérsele, en el ámbito literario, a partir de 1963, por la publicación, en francés, de su novela El largo viaje, galardonada, ese mismo año, con el premio Formentor de literatura. En 1969, publica, también en francés, La segundil muerte de Ramón Mercader, su segund¡;¡ novela. Y 5 sus incursiones en el cine junto a Alain Resnais y Costa-Gavras, entre otros, lo revelan como.un exce- lente guionista; cintas como La guerra ha termUJado, Z y La confesión son la mejor prueba de ello. Por otra parte, en el ámbito teórico del marxismo, se le conocía .ya desde tiempo atrás por sus múltiples artículos y ensayos en la prensa francesa; entre ellos, destaca concretamente su polémica con Al- thusser sobre "marxismo y humanismo"2 Pero evi· dentemente ninguno de estos "hechos culturales" develan el "misterio" que oculta la negativa del PCE a que Semprún participe, como periodista de Cam- bio 16, en su IX Congreso "a plena luz pública". Sobre todo si se tiene en cuenta él "viraje democrá- tico" del PCE al cerrar mas con los comunistas italianos y franceses en esa nueva línea que se ha dado en llamar "eurocomunismo". Las razones de esta negativa hay que buscarlas, entonces, en otra parte. Y la insistencia en la necesidad de buscar estas razones, no estriba sola- mente en encontrar el porqué de la censura del PCE sobre la persona de Jorge SempTÚn, sino básicamen- te porque el esclarecimiento de este hecho podría develar mucho de lo que hay de verdad (o de mentira) en las nuevas estructuras "democráticas" de este partido. Hace sólo unos meses, en un lúcido ensayo sobre Proceso a la izquierda de Teodoro Petkoff, Juan Goytisolo señalaba la necesidad de revisar, desde adentro, las estructuras estalinistas que aún perviven en el seno de los partidos comunistas, como la única posibilidad real de superar las taras del pasado hacia la realización de una verdadera democracia socialis- ta. "Ignorar u ocultar las faltas y crúnenes del pasado es condenarse a repetirlos en el futuro ... -señala-o Los partidos comunistas de Europa Occi- dental -cuando menos el PCE- han comprendido al fm la necesidad de analizar la degeneración del proyecto socialista en la URSS y países controlados por ella, pero no han procedido aún con honestidad y rigor, a la revisión de su propia conducta pasada, esto es, al establecimiento de las responsabilidades en el Sl:no de la dirección y la rehabilitación de las víctimas del sectarismo. Una encuesta oficial sobre episodios tan poco gloriosos como la desaparición de Nin, el anatema de los sospechosos de herejía titista, la condena de Comorera, la exclusión de Claudin y Federico Sánchez, sería la mejor prueba del cambio operado en sus fIlas y la garantía de que semejantes hechos no se repetirán.,,3 Pero antes aún que promover la revisión de los casos de Nin, Comorera, Fernando Claudin y Sánchez, como una prueba evidente de su democratización interna, el PCE niega a Jorge Semprun la posibilidad de partici- par, como observador, en el IX Congreso de ese partido. Este acto de censura, este acto represivo, aparentemente inmotivado, contra la persona de Semprún, deja en tinieblas (al mismo tiempo que incita la curiosidad del espectador) una buena canti-

Jorge Semprún: la memoria (reprimida) del comunismo español · de Nin, el anatema de los sospechosos de herejía titista, la condena de Comorera, la exclusión de Claudin y Federico

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Page 1: Jorge Semprún: la memoria (reprimida) del comunismo español · de Nin, el anatema de los sospechosos de herejía titista, la condena de Comorera, la exclusión de Claudin y Federico

Jorge Semprún: la memoria(reprimida) del comunismo españolpor Arma.ndo Pereira

Dibujos deFelipe Galindode la serieAmígos ausentes

"Cambio 16 quiso ofrecer a sus lectores la visión ylos análisis de Jorge SempTÚn sobre el Congreso<lelPartido Comunista de España y pidió, para él, unaacreditación. Angel Mullor, secretario de prensa delPartido, comunicó a esta revista por teléfono que laacreditación no sería concedida. Cuando se le pre­guntó la razón, / contestó que SempTÚn no es unperiodista de Cambio 16. Se alegó que había sidocontratado especialmente para la ocasión y (Mullor)reiteró: 'yo, a este señor, no le doy la acredita­ción'."l Cuando se lee en Cambio 16 esta rotundae inapelable negativa del Partido Comunista Espa­ñol (PCE) a que Semprun participe, como'reportero,en el IX Congreso de dicho partido, lo menos quese puede hacer es inquirir el por qué de esta negati­va, buscar las razones que están (que deben estar)determinándola.

A SempTÚn comienza a conocérsele, en el ámbitoliterario, a partir de 1963, por la publicación, enfrancés, de su novela El largo viaje, galardonada, esemismo año, con el premio Formentor de literatura.En 1969, publica, también en francés, La segundilmuerte de Ramón Mercader, su segund¡;¡ novela. Y

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sus incursiones en el cine junto a Alain Resnais yCosta-Gavras, entre otros, lo revelan como.un exce­lente guionista; cintas como La guerra ha termUJado,Z y La confesión son la mejor prueba de ello. Porotra parte, en el ámbito teórico del marxismo, se leconocía .ya desde tiempo atrás por sus múltiplesartículos y ensayos en la prensa francesa; entreellos, destaca concretamente su polémica con Al­thusser sobre "marxismo y humanismo"2 Pero evi·dentemente ninguno de estos "hechos culturales"develan el "misterio" que oculta la negativa del PCEa que Semprún participe, como periodista de Cam­bio 16, en su IX Congreso "a plena luz pública".Sobre todo si se tiene en cuenta él "viraje democrá­tico" del PCE al cerrar mas con los comunistasitalianos y franceses en esa nueva línea que se hadado en llamar "eurocomunismo".

Las razones de esta negativa hay que buscarlas,entonces, en otra parte. Y la insistencia en lanecesidad de buscar estas razones, no estriba sola­mente en encontrar el porqué de la censura del PCEsobre la persona de Jorge SempTÚn, sino básicamen­te porque el esclarecimiento de este hecho podríadevelar mucho de lo que hay de verdad (o dementira) en las nuevas estructuras "democráticas"de este partido.

Hace sólo unos meses, en un lúcido ensayo sobreProceso a la izquierda de Teodoro Petkoff, JuanGoytisolo señalaba la necesidad de revisar, desdeadentro, las estructuras estalinistas que aún pervivenen el seno de los partidos comunistas, como la únicaposibilidad real de superar las taras del pasado haciala realización de una verdadera democracia socialis­ta. "Ignorar u ocultar las faltas y crúnenes delpasado es condenarse a repetirlos en el futuro...-señala-o Los partidos comunistas de Europa Occi­dental -cuando menos el PCE- han comprendido alfm la necesidad de analizar la degeneración delproyecto socialista en la URSS y países controladospor ella, pero no han procedido aún con honestidady rigor, a la revisión de su propia conducta pasada,esto es, al establecimiento de las responsabilidadesen el Sl:no de la dirección y la rehabilitación de lasvíctimas del sectarismo. Una encuesta oficial sobreepisodios tan poco gloriosos como la desapariciónde Nin, el anatema de los sospechosos de herejíatitista, la condena de Comorera, la exclusión deClaudin y Federico Sánchez, sería la mejor pruebadel cambio operado en sus fIlas y la garantía de quesemejantes hechos no se repetirán.,,3 Pero antes aúnque promover la revisión de los casos de Nin,Comorera, Fernando Claudin y Sánchez, como unaprueba evidente de su democratización interna, elPCE niega a Jorge Semprun la posibilidad de partici­par, como observador, en el IX Congreso de esepartido. Este acto de censura, este acto represivo,aparentemente inmotivado, contra la persona deSemprún, deja en tinieblas (al mismo tiempo queincita la curiosidad del espectador) una buena canti-

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dad de hechos que valdría la pena esclarecer si sequiere llegar a conocer, en profundidad, los mecanis­mos y estructuras que rigen la vida interna de unpartido político. Y en la medida en que los comu­nistas españoles se niegan rotundamente a aportardatos en este sentido, al espectador interesado no lequeda más que recurrir a la Autobiografía de Fede­rico Sánchez, ese disidente expulsado, junto conFernando Claudín, de las mas del 'comunismo espa­ñol en 1964.

Es por esta razón -aunque no sólo por ella, claroestá- que la Autobiografía de Federico Sánchez,ganadora del premio Planeta 1977, se convierte enun libro de central importancia para la vida cultu­ral y política que se inicia en España con la muertede Franco. Una sociedad como la española, que hasufrido, durante cerca de cuarenta años de su histo­ria, los mecanismos de represión y censura propiosde una dictadura fascista, necesita encontrar los me­dios, las vías de expresión, que den libre cauce a todoese material reprimido que, generación tras generación,pugna por ascender a la conciencia. No es ésta,evidentemente, una operación sencilla. Son muchoslos muros de contención, los prejuicios culturales eideológicos, que habrá que saber romper para que el"retomo de lo reprimido" se produzca. Es ciertoque ya existen, en la literatura espaf'iola contempo­ránea, antecedentes importantes en este sentido; talvez los dos casos más sobresalientes sean el de LuisMartín-Santos y el de Juan Goytisolo. Sus novelas,las de más reciente factura por lo menos,4 constitu­yen un verdadero acto iconoclasta. Muchos de losmitos, de las verdades "eternas" e "intocables" de lacultura española, son minados en sus mismas basespor la escritura desacralizante que conforma estasnovelas. Pero este intento de ruptura con lo estable­cido, de destrucción del tiempo de la máscara y elocultamiento, de búsqueda de una identidad másreal y profunda, que inician y desarrollan, entreotros, Martín Santos y Goytisolo, sólo alcanza suverdadera, aunque tal vez no defmitiva culminación(y esto sería lo deseable), con el último libro deJorge Semprún. Porque en él, su autor lleva aún máslejos este proceso de desacralización que habíasignado a una buena parte de la literatura españolaanterior. La crítica que Semprún desarrolla en estelibro no se dirige tanto a las estructuras del poderestablecido, aunque la incluye, como a las estructu­ras del poder que tiende a establecerse. (Aunque másvaldría decir, por supuesto, que el discurso críticodel novelista español se erige contra toda estructurade poder). No le interesan tanto los viei.~s mitos de lahispanidad, que ya casi se derrumban por sí solos,como los nuevos mitos que, provenientes de unaizquierda trasnochada e indigesta en el festín deli-

/ rante del sectarismo stalinista, tienden a convertirseen el nuevo credo, en la nueva "verdad revelada".Su laboriosa búsqueda de Federico Sánchez, sudenodado intento por resucitarlo en la memoria

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(propia y en la de los otros) es la mejor forma deejercer esa crítica. Porque precisamente FedericoSánchez resume veinte años de historia del partidocomunista español; porque precisamente, después dehaber entregado veinte años de su vida a la vida delpartido, Federico Sánchez sufrió en carne propia elanatema de la excomunión.

La Autobiografía de Federico Sánchez se propo­ne entonces como una lenta y dolorosa incursiónpor los vericuetos de la memoria. Es un buscarse así mismo, a ese otro que estuvo en él y que laHistoria, la Historia Oficial por lo menos, se habíaempeí'lado en olvidar. La estructura de la novela(aunque en realidad no es una novela: "ensayo dereflexión autobiográfica",s la define su autor) reali­za entonces, con la fidelidad de la calca, la propiaestructura de la memoria. No sigue la fría y rígidalinealidad que impondría el discurso de la razón,sino que se abandona al l1ujo del inconsc.iente, en elque los recuerd brotan un de otros, espontánea­mente, sin orden aparentc alguno. Semprún define ala memoria "como una babusc.:hJw, una de esasmuí'lecas rusas de madera pin tada que pueden abrir­se y que contienen otra muficca idéntica, máspequel'la, y tra, y otra más, hasta llegar a unaúltima de talla diminuta, que ya n puede abrirse".6y su libro es también una babuschJw. La escriturava dibujando los recuerdos como muí'lecas rusas demadera pintada. Nunca estamos cn Concepción Ba­hamonde, número cinco, pero nunca hemos salidode mí, porque es sólo el espacio necesario en tomoal cual se organizan los recuerdos. El aparente caosy desorden de lo narrado no es en realidad tal, puessu sola presencia, caótica, desordenada, prefigura unorden más profundo y esencial, aquel que brota delflujo subconsciente del deseo, y que manifiesta, demanera latente, la unidad real que presentan lasvivencias y recuerdos en el fondo del inconsciente.La obra se va construyendo, así, como las piezas deun rompecabezas, por semejanzas y diferencias, poratracciones y repulsiones. Y las coordenadas espa­cio-temporales sobre las que se organizan los recuer­dos no son nunca las de la realidad concreta, queoperarían sobre ellos como camisa de fuerza, sinolas de la memoria, abierta siempre a la libre asocia­ción, burlando siempre los obstáculos de la razón,regida sólo para las pulsiones inconscientes, en lasque el futuro habrá que buscarlo hacia atrás, en eseespacio vivido y mal digerido y que una y otra vezhabrá que volver a rumiar, y el pasado no será sinoese instante nuevo y distinto al que siempre estare­mos arribando.

Pero es que la Autobiografía de Federico Sán­chez no podía estructurarse de otra manera. PorqueFederico Sánchez ya no está más en ninguna parte:ha sido olvidado, ha sido censurado, como tantosotros, por la memoria comunista. Sólo sigue exis­tiendo en la memoria de Jorge Semprún, y es ahídonde hay que buscarlo, es de ahí de donde hay

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que rescatarlo, para que retome, exaltado y denun­ciante, a la memoria de todo comunista. Porque lamemoria comunista es una memoria bastante suigeneris: olvida fácilmente todo aquello que debeolvidar, sus mecanismos de represión y censura estántotalmente al día, listos en todo momento paraentrar en acción, siempre que así lo dispongan lasnecesidades y los intereses políticos del Partido."Pero te asombra' una vez más cómo funciona lamemoria de los comunistas -escribe Semprún-. Ladesmemoria, mejor dicho. Te asombra una vez máscomprobar qué selectiva es la memoria de los comu­nistas. Se acuerdan de ciertas cosas y otras lasolvidan. Otras las expulsan de su memoria. Lamemoria comunista es, en realidad, una desmemoria,no consiste en recordar el pasado, sino en censurar­lo. La memoria de los dirigentes comunistas funcio­na pragmáticamente, de acuerdo con los intereses ylos objetivos políticos del momento. No es unamemoria histórica, testimonial, es una memoriaideológica."7 Así, la memoria de Semprún, al recu­perar a Federico Sánchez, debe erigirse, a su vez,contra esa otra memoria, cuya función paradójica­mente consiste en olvidar; es decir, erigirse contra

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esa desmemoria que ha censurado, con el olvido, laexistencia de Federico Sánchez.

Pero ¿qué hay en Federico Sánchez que hacenecesaria su censura?, ¿qué es lo que el PCE debetan afanosa y obstinadamente olvidar? El libro deSemprún reconstruye, ya lo hemos dicho, veinteafios de historia de un militante comunista, desde suparticipación en la resistencia francesa contra laocupación nazi y su confmamiento en el campo deconcentración de Buchenwald hasta su expulsión,veintitantos afios después, del partido comunista,pasando por diez años de trabajo clandestino en laEspaña franquista. Pero el periodo histórico, funda·mental en la vida política del comunismo europeo,que describe este libro, está visto desde una perspec­tiva crítica insoslayable. Y es esta intención crítica,que lo recorre desde la primera hasta la últimapágina, la que lo convierte en un texto polémico y,por muchas razones, "peligroso" y "censurable".

La época de la que se ocupa Semprún en laAutobiografía de Federico Sánchez se caracteriza,en este orden de cosas, justamente por la "exporta­ción" de la mitología stalinista al interior de lospartidos comunistas europeos (y no sólo europeos,

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=por supuesto). Esta mitología, de nuevo cuño, tien­de a convertir al marxismo -originalmente un ins­trumento científico, de conocimiento y transforma­ción de la realidad- en un nuevo credo religioso, ya las organizaciones que debían hacer posible supráctica revolucionaria, en vicariatos dependientesdel Kremlin, Santa Sede del comunismo internacio­nal. La- estructura organizativa que defme a estasnuevas instituciones de poder calca fielmente laestructura de las instituciones eclesiásticas: el cultoa la personalidad, la existencia de una estructurajerárquica, la vigencia de mecanismoo verticales, au­toritarios y represivos y las prácticas ideológicasinherentes a este tipo de organización son la mejorprueba de ello. Y fue justamente este tipo deestructura organizativa -jerárquica, autoritaria, re­presiva- la que decidió la expulsión, entre otros, deFernando Claudín y Federico Sánchez de las fIlasdel partido comunista español. Porque una de lascaracterísticas esenciales de una organización estruc­turada de esta manera es el no aceptar la diferenciaen el interior de sus fIlas. Diferencia implicaríacontradicción, contradicción implicaría movimientoy movimiento, ya lo sabemos, es sinónimo decambio, de transformación constante. Pero nada másajeno que esto a una organización que, queriendopasar por marxista, se extravía detrás del señuelofantasmático del poder. No habría más que echar unligero vistazo a las sesiones del comité ejecutivo delPCE que dieron lugar a la separación de Claudín ySánchez para corroborar lo que venimos diciendo.Un análisis somero de estas sesiones mostraría que

,lo que, de manera latente, constituye en realidad elcontenido de la discusión, por lo menos por partede Santiago Carrillo y demás miembros del comitéejecutivo allegados a él, no es tanto la situacióneconómica y política de España y la nueva táctica aseguir, sino básicamente una cuestión de poder.

Lo que en aquel momento llevó a la picota aOaudín y a Sánchez fue justamente el análisisobjetivo, serio y fundamentado que exigía la reali­dad económica y política de España, pero que, almismo tiempo, inevitablemente, venía a dar al trastecon la concepción triunfalista, de profunda raigam­bre ideológica y subjetivista, que por aquel entoncesdominaba a la dirección del PCE y que suponía que,a partir de una huelga general -programada desde lacaída de la República y que nunca llegó a producir­se-, se produciría la transformación socialista de lasociedad española.

La tesis que sostenían Claudín y Federico Sánchezera bastante diferente. Para comenzar, no veían queel socialismo estuviera a la vuelta de la esquina de larealidad española. Por el contrario, suponían que laliquidación del franquismo -y aquí no hago másque glosar las palabras de Fernando Claudín enaquellas sesiones- sería producto, por una parte, síde la acción de las masas y de otros sectores socialesinteresados en la democracia, pero también, y bási-

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camente, de las propias necesidades del capital mo­nopolista tendiente a buscar nuevas formas, másdemocráticas, de dominación política, que a su vezdarían lugar a una nueva etapa en el desarrollo delcapitalismo español. Es decir, no existía esa crisisgeneral de estructuras, esa crisis revolucionaria, quecondujera a un cambio brusco de la sociedad espa­ñola hacia el socialismo. La táctica a seguir, que sedesprendía necesariamente de esta nueva situación,contemplaba, ante todo, un estudio objetivo y cien·tífico del nuevo proceso político y la necesidad departicipar, con el apoyo de las masas, en ese procesode reformas parciales, económicas y políticas, haciala transformación gradual y pacífica de la sociedad.

Este planteamiento, sin embargo, no fue escucha­do (aunque claro que lo fue, per de una manera untanto oscura). Porque lo que menos interesaba a losmiembros' del comité ejecutivo, en ese momento,eran análisis y estudios de esta naturaleza; lo impor­tante, más bien, era mantener a t da costa la unidadmonolítica (no dialéctica) en el interior del partido.y frente a ello, a quien planteara posiciones diferen­tes (no necesariamente opuestas o antagónicas) a laposición oficial, sólo le quedaban dos alternativas: larectificación de las posici nes "desviadas" o la ex­pulsión de la organización. '''Rccllficar' -escribeSemprún-: ésta es la palabra dccisiva. Volver al'recto camino', al 'pcn amiento correcto'. Pero elproblema consiste preci amente en establecer unasolución que permita a lo militan tes permanenceractivamente en el partido sin 'rcctificar sus opinio­nes', sino todo lo contrario: manifestándolas ydefendiéndolas en los organismos regulares y en laprensa del partido. Y mientras no se haya encontra­do una solución semejante, no sólo no se podráhablar del partido comunista como de un partidodemocrático, sino que será imposible que elaboreuna estrategia de transformación real de la sociedad.y lo segundo es más grave aún que lo primero."aCualquier organización marxista-leninista que nocontemple, en su estructura y funcionamiento, uncarácter dialéctico, es decir, que no admita en suseno la confrontación crítica de las posiciones con­trarias, se convierte, de hecho, en una instituciónrígida y dogmática, y ajena totalmente a la realidadsocial que pretende transformar. Pero el problema,en este caso, no era evidentemente la elaboración deuna estrategia acorde con las condiciones históricasreales y capaz de transformar la sociedad; lo que sedirimía. en realidad, por parte de la dirección delpartido, era sencillamente una cuestión de poder. Y,ya lo sabemos, frente a una organización sustentadaen el anhelo de poder, la diferencia se convierteautomáticamente en disidencia y toda disidencia,dentro de la lógica de este tipo de organizaciones,está penada con la exclusión, la muerte o el Gulag.No fue otra la suerte que corrieron Fernando Claudíny Federico Sánchez.

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Pero ¡oh, paradoja de la lústoria! , quién iba adecirles a Claudín y a Sánchez, quién iba a decimosa nosotros, que esta posición, calificada como heré·tica en 1964, pocos años después, excluidos ya susrepresentantes de las filas del partido, iba a conver­tirse en la posición oficial del viraje eurocomunistadel partido español. Carrillo, apropiándose tesis queen su momento criticó duramente, ha conservado elpoder (y la unidad a ultranza) en el seno delpartido. Pero este hecho da pie para dudar de lahonestidad política de los dirigentes de ese partidoque abalan, con su silencio, prácticas de esta natu­raleza.

Sin embargo, no sólo la estructura y funciona­miento de estas organizaciones sino también sudoctrina cumple al pie de la letra con los presupues­tos dI; toda Iglesia. Habría que comenzar por señalarque la teoría marxista, esencialmente crítica en susorígenes, ha terminado por convertirse, a través dela manipulación ideológica que hace de ella laburocracia partidaria, en una doctrina dogmática.Los nuevos mitos socialistas, como los viejos mitoscristianos, son formulaciones en la ideología y pro­mueven, en los sectores a los que se dirigen, un

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sometimiento acrítico y una fe ciega e idolátrica. Elobjeto central que estos nuevos mitos buscan exaltares justamente el Partido como esa entidad omnipre­sente y todopoderosa, ese nuevo fetiche, ante elcual el único sentirniento posible (y aceptable) es laveneración. Algunos de los versículos de esta nuevadoctrina del partido rezan así: "El Partido lo resu­me todo. En él se sintetizan los sueños de todos losrevolucionarios a lo largo de nuestra lústoria; en élse concretan las ideas, los principios y la fuerza dela Revolución; en él desaparecen nuestros individua­lismos y aprendemos a pensar en términos de colec­tividad; él es nuestro educador, nuestro maestro,nuestro guía y nuestra conciencia vigilante... en éllas ideas, las experiencias, el legado de los mártires, .la continuidad de la obra, los intereses del pueblo,el porvenir de la patria y los lazos indestructiblesCon los constructores proletarios de un mundonuevo en todos los rincones de la Tierra, estángarantizados." (Palabras de Fidel Castro en el PrimerCongreso del Partido Comunista de Cuba.) "Másvale equivocarse con el partido, dentro del partido,que tener razón fuera de él o contra él." (Frase queaunque no le pertenece, fue lanzada por Santiago

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Carrillo en un momento decisivo de las sesiones delcomité ejecutivo que dieron lugar a la expulsión deClaudín y Sánchez, y que repite a aquella otra yaclásica en la doctrina cristiana: "fuera de la iglesia,no hay salvación".)

Así, para esta nueva dogmática, el partido hadejado de ser lo que fue, en los orígenes de lateoría marxista, para Marx, Engels y Lenin: uninstrumento -entre otros: los sindicatos, las organi­zaciones de masas, las corporaciones obreras y cam­pesinas, etc.- al servicio del proletariado para latransformación de la sociedad, y caracterizado, porlo tanto, por su flexibilidad y por el hecho de sersusceptible de cambio y modificación de acuerdocon las necesidades históricas del momento. Ahora,en cambio, para los nuevos teólogos, el partido seha convertido en el fm supremo del movimientocomunista, en el punto final, de suma perfección, alque· "debe tender" la historia. Su rigidez y estatis­mo, su inamovilidad actual devienen necesariamentede este deificante proceso de conversión.

Pero, de hecho, la Doctrina del Partido no hacemás que reflejar, en pequeño, la nueva situación- ¿callejón sin salida? - a la que se ha visto someti­da la teoría marxista al metamorfosearse, fundamen­talmente con Stalin, en Doctrina del Estado. Porquefue precisamente con Stalin que el discurso marxistallegó a perder por completo su sentido contestatariopara convertirse en un discurso burocrático, estatiza­do, en el que la verdad no es más el producto deuna búsqueda dialéctica, de una lucha constante enla historia, sino, por el contrario, deviene "verdadrevelada" por el poder, por la camarilla dirigenteque detenta el poder en nombre de la clase obrera.El discurso marxista del poder tenía ahora nuevosprivilegios que defender y para ello todo su poten­cial científico pasaba a segundo plano y su lugar ibaa ocuparlo el discurso ideológico "socialista" queharía posible la defensa y sostenimiento de esepoder sobre la clase obrera. Un nuevo orden decosas, un nuevo statu quo, se instituía en la UniónSoviética y había que defenderlo a toda costa, perono tanto de los enemigos del exterior -que eviden­temente constituían una amenaza real-, sino básica­mente del propio malestar y descontento que co­menzaba a gestarse en el interior. La sociedadburocrática soviética -y más tarde las sociedadesburocráticas de su órbita de influencia- se erigíasobre el trabajo extenuante y el sometimiento ideo­lógico de la clase trabajadora. La apropiación de laplusvalía, en estos nuevos sistemas, había dejado deser privada, es cierto, pero sólo para hacerse pública,burocrática; la clase trabajadora seguía sin capacidadde decisión sobre el producto de su trabajo. Unanueva clase dominante aparecía en el escenariopolítico de las mal llamadas sociedades socialistas: laburocracia estatal. Y para asegurar su dominio sobreel trabajo alienado, debía segregar una nueva ideolo­gía, una ideología totalitaria, que, a través de ciertas

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imágenes populistas y de una fraseología rimbom­bante, permitiera a las clases trabajadoras reconocer.se en el poder. Porque no basta con autonombrarse"vanguardia del proletariado" o "Estado obrero ycampesino", para serlo realmente, es necesario hacerparticipar a esos sectores, tradicionalmente margina·dos del poder, en las decisiones económicas ypolíticas del Estado. Un intento en este sentido loconstituyó Checoslovaquia, con Dubcek, en la pri·mavera de 1968, Y ya es de todos conocido ellamentable final que tuvo este intento democratiza·dor. Pues si a nivel individual hay que suprimir atoda costa el retorno de lo reprimido. con mayorrazón a nivel social. Y sobre todo cuando eseretorno social de lo reprimido atenta contra elnúcleo esencial de las estructuras estatuidas: en lamedida en que el poder está en todos, es decir, encada uno, el p der (y p r 1 tanto el Estado)desaparece como tal. Pero la tentativa democratiza·dora checosl vaca, que nstitu{a f('a/mente el co­mienzo de un verdadero proceso de dese taliniza·ción, no pod ía ser permitida, puesto que ello habríaimplicado la vuelta del discurso marxista a 10 que lohabía cara terizad en sus or{genes: cl hecho de serun instrumento crítico, de análisis, conocimiento ytransformación de la realidad, un instrumento esen·cialmente antirrepresivo y democrático, surgido dela crítica del poder y tendiente a suprimir laexistencia de todo poder. Aceptar, por parte de lasburocracias socialista, e te viraje dCJl1ocrütico realdel discurso marxista, habría sido tanto como aten·tar contra sí mismas, como suicidarse pol{ticamente.La única forma de c nservar el control del poderera actuando represivamente contra toda manifesta·ción libertaria y cada uno de los medios de quedisponían -la doctrina marxista, la ideología "so·cialista" y el lenguaje que debía hacerlas posibles­fueron puestos al servicio de esos fines represivos.

"Y, ya se sabe -escribe Semprún -, lo primeroque tuerce y mistifica un proceso de estalinizaciónintelectual es la relación con el lenguaje." 9 Unlenguaje formulado en la ideología es un lenguajeque sirve no para mostrar la verdad sino paraocultarla, no para ejercer la crítica y transformaciónde la realidad sino para apuntalada. Y no ha sidootra la suerte que ha corrido el lenguaje marxista alconvertirse en lenguaje del poder. Todo el libro deSemprún, página tras página, es un constante alegatocontra ese lenguaje dogmático, retórico, formulario,que, en el fondo, no viene a ser otra cosa que unsucedáneo moderno del discurso teológico medieval.Pero este alegato de Semprún, en torno al lenguaje,es también un alegato contra sí mismo. PorqueSemprún participó también, en la época del augeestalinista, de ese lenguaje esquemático y acartonadoque se deshacía en una burda apologética del socia·lismo y de sus carismáticas figuras dirigentes. Suspoemas a la muerte de Stalin, a la Pasionaria y alPartido son la mejor muestra de ese proceso de

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mistificación que un lenguaje alienado en el serviciodel poder puede producir. Semprún, en aquellaépoca, escribió:

Si mi sangre se llena de alegríase lo debo al Partido;si mi palabra anuncia un nuevo día,s~ lo debo al PartidQ.

Si una bandera tiembla en la alborada,se lo debo al Partido;si el mundo se agiganta en mi mirada,se lo debo al Partido.

Si va mi mano unida a tantas manos,se lo debo al Partido;si tantos hombres son mejor que hermanosse lo debo al Partido.

(...)

Si acaso voy camino de ser hombre,se lo debo al Partido;

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de ser hombre en verdad, no sombra o nombrese lo debo al Partido. I o

Es por esto que la crítica de Semprún al discursomarxista del poder comienza por su propia autocrí­tica. El también, en una época, sirvió a ese poder, yla única forma de enfrentarlo ahora, es enfrentándo­se a sí mismo, destruyendo los mitos que en algúnmomento contribuyó a crear. Su libro es un diálogoincesante entre estos dos tipos de lenguaje, en elque uno, el que conforma la Autobiografia deFederico Sánchez, va mostrando la vacuidad, larigidez, el formalismo vacío y retórico, la solemni­dad dogmática y sumisa del otro: el lenguaje parti­dario. De esta forma, la Autobiografia de FedericoSanchez, a través de la crítica (y autocrítica) de eselenguaje burocratizado y mistificador, devuelve ellenguaje marxista a su cauce original, esencialmentelibre (y libertario). Aunque, para ello, su autortenga que volver a los reductos de su memoria,levantar exclusas, dejar que los recuerdos fluyanlibremente. Y tal vez podría pensarse que esteaflorar de lo reprimido en el discurso político tieneun carácter reaccionario, en la medida en que, como

Page 8: Jorge Semprún: la memoria (reprimida) del comunismo español · de Nin, el anatema de los sospechosos de herejía titista, la condena de Comorera, la exclusión de Claudin y Federico

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.. del que t nto uf n n dirigentesque ha} lodavl mucho que esconder.

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en el caso de Semprún, adopta la forma de la críticaal comunismo tanto en la versión que asume en lospaíses llamad~s socialistas como en la de los parti­dos de occidente. Pero, en realidad, esto sólo puedeparecerle así al que se encuentra inmerso en elpropio discurso represor. Pues ningún acto quetienda a liberar la represión, en cualquiera de suórdenes, puede ser nunca un acto reaccionario, y sílo es, en cambio aquel acto que, en sentido inverso,tiende a ocultar, a reprimir la verdad.

La Autobiografia de Federico Sánchez pone enentredicho el pasado del partido comunista espai'lol,en tanto que muestra lo que ese partido se haempeñado durante tantos añoS en ocultar: sus prác·ticas estalinistas, autoritarias y represivas, sus menti·ras y farsas ideológicas, su dogmatismo religiodependiente de Moscú; en una palabra, el hecho dehaber sido ajeno a la realidad española a lo largo dela dictadura franquista. Pero, ahora, es el propipartido comunista español el que se pone en entre­dicho a sí mismo, al no acevtar la participación deJorge Semprún en su IX Congreso "a plena luzpública". Porque ello demuestra que el "viraje de·

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