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Juan Francisco Manzano y Domingo del Monte: El cerco político de la plantación Rafael E. Saumell Juan Francisco Manzano y Domingo del Monte: El cerco político de la plantación. Por Rafael E. Saumell Sam Houston State University Texas Correo electrónico: [email protected] En principio los colonizadores sometieron a las poblaciones aborígenes. Los sobrevivientes del exterminio pasaron a manos de los conquistadores quienes se repartieron a los nativos en las llamadas encomiendas. Así nació la esclavitud en esta zona del planeta. La muerte por asesinato o por suicidio mermó el número de los nuevos siervos. A la encomienda le siguió la plantación. Ambas constituyen la génesis de la prisión en Norte, Centro y Sudamérica y en el Caribe. El arresto y destierro arbitrarios de millones de víctimas se extendió al África. Durante los viajes interminables y extenuantes desde las costas occidentales de aquel continente hasta las bahías de los virreinatos, los esclavos negros viajaron en las bodegas de las galeras encadenados, encerrados, abusados, masacrados y tratados como bestias. En tierra americana el barracón sustituyó a los navíos dedicados a la Trata para convertirse en metáfora de la opresión. El cañaveral, el cafetal y la hacienda sirvieron de campos para el trabajo forzado. Se dudó de la humanidad de aquellos hombres y mujeres. Por ello se les impuso penas degradantes. Manuel Moreno Fraginals indica por qué se les llamó 'piezas de ébano' a los esclavos, por qué se les concebía como equipos, instrumentos y máquinas despojadas de personalidad: "Por eso su nacimiento y muerte, o su compra y venta, se anotan en el libro diario de contabilidad como entrada o salida de un activo" (El Ingenio . II. 14-15). El barracón estaba dotado de un calabozo adonde se confinaba a los esclavos insumisos. Fernando Ortiz cita el artículo 41 del Reglamento de esclavos de 1842 donde se establece que "el Señor puede castigar al esclavo con prisión, grillete, cadena, maza o cepo, o con azotes que no pasarán del número de veinticinco." (Hampa afrocubana. Los negros esclavos 256). © Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 1 La Autobiografía (1835) de Juan Francisco Manzano (1797?-1854) inicia no sólo la narrativa antiesclavista, sino que es también y sobre todo el primer texto escrito por un prisionero en la literatura cubana. Gracias a esta obra se puede leer un relato elaborado no por un testigo blanco de la esclavitud. Es un testimonio hecho con conocimiento de causa. Ha sido redactado robándole horas a la servidumbre, entre una y otra tarea obligada; forjado en medio de insufribles limitaciones y a pesar de indescriptibles castigos y acechanzas. Más aún: pudiera parafrasearse a Ioan Davies y decir con él que es difícil concebir un estudio sobre la literatura carcelaria en el Nuevo Mundo si no admitimos que las sociedades nacidas después de 1492 fueron fundadas sobre la base del trabajo de los esclavos y de los convictos y que muchos de los primeros europeos arribados a estas tierras tenían antecedentes criminales e incluso habían cumplido diversas penas en las naciones europeas (Writers in prison 51). La Autobiografía fue escrita en cumplimiento de un encargo de Domingo del Monte (Maracaibo, Venezuela 1804-Madrid 1853) [1] . Es un texto pactado cuyo responsable inmediato es un esclavo doméstico, mulato, quien ha trabajado para diferentes familias. [2] . Para William Luis el relato en cuestión "served as an Urtext for the early slave writers" (Literary bondage 121). Roberto Friol indica que Manzano es el fundador de la novela cubana (Suite para Juan Francisco Manzano 30). Salvador Bueno establece que la Autobiografía es una "verdadera

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Juan Francisco Manzano y Domingo del Monte: El cerco político de la plantación Rafael E. Saumell

Juan Francisco Manzano y Domingo del Monte: El cerco político de la plantación.

Por Rafael E. Saumell Sam Houston State University Texas Correo electrónico: [email protected]

En principio los colonizadores sometieron a las poblaciones aborígenes. Los sobrevivientes del exterminio pasaron a manos de los conquistadores quienes se repartieron a los nativos en las llamadas encomiendas. Así nació la esclavitud en esta zona del planeta. La muerte por asesinato o por suicidio mermó el número de los nuevos siervos. A la encomienda le siguió la plantación. Ambas constituyen la génesis de la prisión en Norte, Centro y Sudamérica y en el Caribe.

El arresto y destierro arbitrarios de millones de víctimas se extendió al África.

Durante los viajes interminables y extenuantes desde las costas occidentales de aquel continente hasta las bahías de los virreinatos, los esclavos negros viajaron en las bodegas de las galeras encadenados, encerrados, abusados, masacrados y tratados como bestias. En tierra americana el barracón sustituyó a los navíos dedicados a la Trata para convertirse en metáfora de la opresión. El cañaveral, el cafetal y la hacienda sirvieron de campos para el trabajo forzado.

Se dudó de la humanidad de aquellos hombres y mujeres. Por ello se les impuso

penas degradantes. Manuel Moreno Fraginals indica por qué se les llamó 'piezas de ébano' a los esclavos, por qué se les concebía como equipos, instrumentos y máquinas despojadas de personalidad: "Por eso su nacimiento y muerte, o su compra y venta, se anotan en el libro diario de contabilidad como entrada o salida de un activo" (El Ingenio. II. 14-15).

El barracón estaba dotado de un calabozo adonde se confinaba a los esclavos

insumisos. Fernando Ortiz cita el artículo 41 del Reglamento de esclavos de 1842 donde se establece que "el Señor puede castigar al esclavo con prisión, grillete, cadena, maza o cepo, o con azotes que no pasarán del número de veinticinco." (Hampa afrocubana. Los negros esclavos 256).

© Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 1

La Autobiografía (1835) de Juan Francisco Manzano (1797?-1854) inicia no sólo la narrativa antiesclavista, sino que es también y sobre todo el primer texto escrito por un prisionero en la literatura cubana. Gracias a esta obra se puede leer un relato elaborado no por un testigo blanco de la esclavitud. Es un testimonio hecho con conocimiento de causa. Ha sido redactado robándole horas a la servidumbre, entre una y otra tarea obligada; forjado en medio de insufribles limitaciones y a pesar de indescriptibles castigos y acechanzas. Más aún: pudiera parafrasearse a Ioan Davies y decir con él que es difícil concebir un estudio sobre la literatura carcelaria en el Nuevo Mundo si no admitimos que las sociedades nacidas después de 1492 fueron fundadas sobre la base del trabajo de los esclavos y de los convictos y que muchos de los primeros europeos arribados a estas tierras tenían antecedentes criminales e incluso habían cumplido diversas penas en las naciones europeas (Writers in prison 51). La Autobiografía fue escrita en cumplimiento de un encargo de Domingo del Monte (Maracaibo, Venezuela 1804-Madrid 1853)[1]. Es un texto pactado cuyo responsable inmediato es un esclavo doméstico, mulato, quien ha trabajado para diferentes familias.[2]. Para William Luis el relato en cuestión "served as an Urtext for the early slave writers" (Literary bondage 121). Roberto Friol indica que Manzano es el fundador de la novela cubana (Suite para Juan Francisco Manzano 30). Salvador Bueno establece que la Autobiografía es una "verdadera

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protonovela" y añade que de dicha obra se nutren, por ejemplo, los relatos antiesclavistas breves -Petrona y Rosalía de Félix Tanco- y la novela Francisco de Anselmo Suárez y Romero ("La narrativa antiesclavista en Cuba" 173). José Luciano Franco, primer editor de la obra íntegra en lengua española (1937), hace esta observación crucial:

El ascenso de Manzano hasta aquel cenáculo [el grupo delmontino], viniendo como venía de las vilezas de la vida esclava, nos parece, al dibujarse el acto en la histórica lejanía del recuerdo, como el primer gesto firme y honrado por la incorporación definitiva del negro a la vida cubana, iniciándose el camino por el cual pronto dejaría de ser un intocable maldito (20). En 1835, año en que se solicita el libro a Manzano y éste lo escribe, Domingo del

Monte era ya bien conocido en los círculos intelectuales de la Isla como editor de La Moda o Recreo semanal del bello sexo (1829) y El puntero literario (1830). Era, además, director de la Revista Bimestre Cubana (1831-34), miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, Secretario de la Sección de Literatura (1830) y fundador de la Academia Cubana de Literatura (1831). José A. Fernández de Castro lo describe como un 'animador' de la cultura y para ello argumenta: "En efecto, ya ha formado a [José María] Heredia [y Heredia], ahora crea a [José Antonio] Echeverría, a [José Jacinto] Milanés, a [Ramón de] Palma [y Romay]." Luego reproduce esta valoración hecha por José Martí: "El más real y útil de los cubanos de su tiempo" (Escritos XV y XXXVII). A su vez, Juan Francisco Manzano empieza a ser conocido por los lectores desde 1821 con el poemario Cantos a Lesbia y mediante versos que publica a partir de 1830 en Diario de La Habana, La Moda --revista dirigida por Del Monte-- y El Pasatiempo[3]. Fernando Portuondo pondera el juicio de Martí como apropiado a pesar de reconocer que "por sus escritos, Del Monte fue un blanco racista y un antiseparatista combatiente" pero aclara que en ellos "incluso pudiera encontrarse ocasionalmente alguna contradicción con sus hechos constantes" (185). La principal conclusión de Portuondo es que Del Monte fue "el primero en dignificar con su autoridad y su magisterio espiritual la profesión literaria en Cuba."(Estudios de Historia de Cuba 185-193) Por otra parte, Cintio Vitier hace una síntesis de los tres principales aportes de Del Monte y su tertulia: "cultura, patriotismo, moderación... fervor por la causa esclavista y los temas vernáculos..." (La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano 22-27). William Luis observa que el grupo delmontino está entre los primeros en describir la cultura cubana en oposición al discurso colonial de España. (Literary bondage 28-9)

El encuentro entre Manzano y Del Monte puede interpretarse como la concreción,

en términos de escritura, de dos vectores culturales fundamentales para la integración de la cultura cubana: el criollo de origen africano y el criollo de ascendencia europea. Hasta ahora lo negro, lo esclavo, era abordado por los ideólogos blancos, abolicionistas o no. Desde la aparición de Manzano nace el texto afrocubano. A su vez, el esclavo y el animador cultural reproducen, al nivel de las circunstancias individuales, los conflictos provocados por el sistema de plantación colonial en el sector de las víctimas de la trata y en los medios abolicionistas. Dado el tipo de diferencia social que medió entre Manzano y Del Monte y debido a la existencia de más de una versión del manuscrito original, ciertos críticos han estudiado la Autobiografía, bien como texto controlado por Del Monte (Richard L. Jackson) o como discurso mediatizado y escrito en colaboración con el mentor, a causa de la imposibilidad de Manzano de publicarlo por su cuenta (Sylvia Molloy). Al mismo tiempo Luis llega a leerlo como reescritura del original hecha por los sucesivos editores --Suárez y Romero, Madden, Franco, Schulman--, quienes habrían convertido al esclavo no en la persona que fue, sino en la que propone cada versión[4].

© Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 2

La lectura que propongo es otra. Parto de la proposición de que para demostrar la existencia de tal control en el texto de Manzano hay que tener en cuenta las perspectivas

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ideológicas de los editores y, en especial, la de Domingo Del Monte a partir de sus propios trabajos. Se impone comprobar de qué manera la escritura del esclavo dialoga con el discurso abolicionista representado por la persona que ha solicitado la Autobiografía. No obstante, atribuirle sólo a Del Monte el dominio exclusivo del texto sería reducir al absurdo la personalidad creadora de Manzano. Por consiguiente, una de las vías para entender las estrategias narrativas aplicadas en la Autobiografía consiste en propiciar una relación especular entre la obra del esclavo, el discurso oficial de la plantación y los artículos y ensayos publicados por Domingo Del Monte durante la época en que tuvo lugar el pacto literario. A mi juicio, este procedimiento tiene la ventaja de descubrir los mecanismos de auto-representación elegidos, los silencios, las cautelas y las propuestas disimuladas o atenuadas ya sea en la narración misma o a través de las cartas que Manzano le envía a Del Monte. Hay que admitir que el esclavo tiene ante sí un serio desafío y sabe que no puede limitarse a una transcripción espontánea de eventos ordenados en rigurosa cronología. La Autobiografía y las cartas patentizan que el autor ha forjado con extremo cuidado la imagen aceptable y convincente de una persona que, aún bajo los rigores más degradantes de la esclavitud, está dotada de una humanidad y de una capacidad textual similar a la del mentor. En consecuencia, no sólo Manzano está listo para reproducir el discurso abolicionista desde su esclavitud, sino que además hace suyas las principales argumentaciones sociales en cuanto a educación, trabajo, familia y los aspectos religiosos y éticos de dicho discurso. En ello consiste este primer reto textual hecho a los defensores y a los practicantes de la trata. En tanto que esclavo doméstico Manzano conoce muy bien la validez y efectividad de esos principios en el ambiente de la Isla, trátese del presidido por Del Monte o por el ideólogo pro-esclavista P. Juan Bernardo O'Gaban. La manumisión tan ansiada depende de la adopción de una específica escala de valores. El relato de vida se convierte en una oportunidad para exponer cómo el autor se ha entrenado para dar ese paso tan decisivo.

Del Monte tuvo la acertadísima visión de que para solucionar el problema de la

esclavitud era preciso asimismo promover una escritura criolla de raíz africana. Incluso, según veremos más adelante, tanto el uno como el otro manifiestan una conciencia y una sensibilidad nacional. Para ellos los textos que conciben son una forma de realización inmediata de ese deseo.[5] Para los ideólogos abolicionistas era de vital necesidad que los argumentos en favor de sus tesis pudiesen estar corroborados también por las víctimas, pues los testimonios de éstas gozarían de mejor credibilidad y tendrían mayor impacto. La valoración que le da Richard R. Madden a la Autobiografía así lo confirma: "It is the most perfect picture of Cuban slavery that ever has been given to the world, and so full and faithful in its details" (39). Es decir, no hay que reparar, en cuanto a obras de este tipo, sólo en los valores estéticos para concederles realce. Debe entenderse que su función primordial es sobre todo de persuasión política. Por ese motivo suscribo la afirmación de Roberto González Echevarría de que libros como la Autobiografía van más allá de la mera intención literaria.[6] (Myth and Archive 12)

El encargo que recibe Manzano no es, pues, el premio caritativo otorgado a un

talento excepcional. Se trata de un contrato de valor instrumental en el cual el esclavo aporta un texto útil a la causa abolicionista, a cambio de manumisión y fama. El esclavo-escritor vale porque representa a su grupo humano y es la pieza más estremecedora de la maquinaria esclavista. Por ello Molloy enfoca el vínculo Manzano-Del Monte como mutuamente ventajoso:

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In a sense, both men had something to gain from each other; Manzano, both as slave and as a poet, for reasons that are self-evident; his patron, for reasons somewhat more complex. It is clear that that for Del Monte, who held liberal views on slavery but was capable, when he felt threatened, of ofuscated reactions against Blacks, the patient and submissive Manzano

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(whose patience and submission may have been strategical as well as temperamental) fit his expectations. ("From Serf to Self" 388-89) Domingo del Monte y sus colaboradores desean reformar las estructuras

económicas y administrativas de la economía de plantación, pero para alcanzar ese fin deben enfrentar literalmente la tendencia conservadora de los hacendados. Las condiciones bajo las cuales tiene lugar el esfuerzo contra la trata y por la abolición son sumamente difíciles debido a que todo el peso de la sociedad descansa sobre "la introducción de esclavos, el auge del comercio de exportación, en suma, la elección por la burguesía criolla del desarrollo de la plantación, tanto azucarera como cafetalera."[7] El grupo delmontino ambiciona para Cuba cambios que modernicen la economía y sean capaces de sumarla al proceso industrial encabezado por Inglaterra -que ya había abolido la esclavitud en sus colonias-, la introducción de leyes democráticas y la desaparición de los negocios ilícitos. Todas esas medidas, según ellos, frenarían cualquier revuelta al estilo de Saint Domingue la cual trajo como resultado la instauración de una república gobernada por antiguos esclavos.

En este contexto y en 1832 José Antonio Saco publica en Revista Bimestre

Cubana un ensayo dedicado a la esclavitud en Brasil. Al respecto, Antonio Benítez Rojo lo define como el instante en que aparece en Cuba "de manera clara y consciente, la profesión de escritor" ("Azúcar/poder/literatura" 207). Y argumenta:

No conozco ningún texto anterior a éste, en el caso de Cuba, en el cual un autor intente erigirse en conciencia crítica de la sociedad del momento a título de ejercer la 'noble misión de escritores'...Es esta madurez intelectual lo que hace al grupo habanero fundar su estrategia reformista no en la acción política, económica o social, sino en lo que no encuentro mejor modo de llamar que la Conspiración del Texto. (208) La validez del término "Conspiración del Texto" está sustentada en los numerosos

ejemplos de títulos antiesclavistas generados por la actividad e influencia del círculo delmontino. El de Manzano es uno de los primeros. En este estricto sentido puede admitirse que Del Monte y Manzano están entre los primeros 'autores' cubanos del siglo XIX. El primero como 'fundador de discursividad' de acuerdo con la tesis de Michel Foucault: "Lo particular de estos autores es que no son solamente los autores de sus obras, de sus libros. Produjeron algo más: la posibilidad y la regla de formación de otros textos"; el segundo en tanto que 'centro de expresión' original del discurso antiesclavista, subrayado por su procedencia africana que "bajo formas más o menos acabadas, se manifiesta igual y con el mismo valor, en obras, en borradores, en cartas, en fragmentos, etcétera" ("¿Qué es un autor?" 10-11).

Cuando el relato de vida de Manzano ingresa a las tertulias delmontinas, entra a

la literatura de la isla la voz afrocubana. Hasta entonces todas las obras dedicadas al tema de la esclavitud habían sido producidas, únicamente, por los criollos de ascendencia europea, representantes de lo que Benítez Rojo denomina la Cuba pequeña, "que se resiste a ser manufacturada [y] donde primero surgen los discursos científicos y poéticos de lo Cubano; es aquí donde emerge, en tanto mecanismo de poder "pequeño" que se resiste a ser dominado por el poder 'grande' de la máquina azucarera, la profesión de escritor y la literatura cubana." (201)

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La ubicación social del nuevo autor hace imprescindible tomar en cuenta el tiempo de la narración y el tiempo de lo narrado en la Autobiografía. Estas categorías no son simples datos narratológicos. Para un escritor en cautiverio, ellas no son un procedimiento retórico más sino una insoslayable estrategia de la supervivencia. En el presente no literario de Manzano intervienen los mismos mecanismos de represión que

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aparecen en el texto como pasado literario. Al respecto Luis demuestra que Manzano estaba consciente de los tiempos verbales --el pasado de la narración y el presente de la escritura--, de la recepción de los lectores, de la exposición verídica de su vida como esclavo y de su necesidad de protegerse de las reacciones de los amos (87-88).

En una carta de Manzano a Del Monte fechada el 11 de Diciembre de 1834, aquél

se refiere con entusiasmo a la posible edición de algunos de sus versos en Europa: cuando supe por smd. mismo la direcsion (sic) que piensa dar a mis pobres rimas, cuando las considero nabegando a climas tan distantes para ber la luz publica en el emporio de la ilustrasion europea...todo me parese un sueño; nasidos en la zona torrida bajo la oscuridad de mi destino... (80). Además de la natural sorpresa hay otros conceptos dignos de atención. Europa es

la ilustración, es decir, el sitio donde se realiza la máxima aspiración de la libertad que ni él, como esclavo, ni su destinatario, libre pero sujeto de un poder colonial, disfrutan. El adjetivo 'oscuridad' no es sólo mención al color de la piel sino y sobre todo incertidumbre en cuanto a la probabilidad de la manumisión y a la permanencia de su condición de esclavo. Manzano sabe que hay un desgajamiento efectivo entre el viaje de las "pobres rimas" y su presente histórico:

tiemblo, no por lo pasado, sino por lo que misteriosamente aun queda en la urna del destino: un Ingenio, un fustaso, esto tiene para mi sierto grado tan imponente que su idea sola me estremese. (81-82) El 25 de febrero de 1835 hace esta petición: "No se olvide smd. de que J.F. no será

de ningún modo feliz no siendo L. y ahora con mas razon." (83) Por la época estaba enamorado y quería casarse con una mujer libre. La tercera abreviatura de la oración es una 'L.' que significa el status de su pareja (LIBRE) y al cual él aspira. Explicar el por qué de dicha abreviatura parecería banal si no reparásemos en que ello traduce ansiedad y es asimismo una deliberada forma de manipular la confianza que tiene en el destinatario, de exponer un secreto entre ambos. Por supuesto que 'J.F.' es Juan Francisco. Pero, ¿por qué no escribe esos nombres completamente? Quizás el esclavo desea dejar la sugerencia en el plano de la intimidad de la escritura abreviada, porque o bien siente timidez a pesar de su insistencia, o para distanciarse retóricamente de sí mismo y reforzar la discreción del reclamo. En una frase, se siente una persona incompleta.

El plan literario de la Autobiografía aparece en dos cartas fechadas,

respectivamente, el 25 de junio y el 29 de septiembre de 1835. En la primera nos enteramos de cómo entiende el proceso de selección de hechos: "no he llegado todabia a 1820, pero espero concluir pronto siñendome unicamente a los sucesos mas interesantes" (85). En la segunda lo ratifica: "me he preparado para aseros una parte de la istoria de mi vida..." (87). Incluso manifiesta una alta consciencia literaria sobre el modo de representación de su propia vida: "combiene por ahora no dar a este asunto toda la estension marabillosas de los diversos lanses y exenas, porque se necesitaria de un tomo" (87). Se da cuenta de los límites entre los datos comprobables del relato y la parte que, a falta de verificación, podría ser considerada ficticia. Sabe que no puede apelar a testigos que respalden sus acusaciones sobre los castigos y privaciones a que ha estado sometido. Amos y mayorales conforman un grupo de lectores temibles que desmentirían y aplastarían a quien ni siquiera tiene personalidad jurídica real. Richard R. Madden denuncia cómo se violan a diario los preceptos establecidos en los reglamentos de esclavos:

© Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 5

But the law was never framed with any reasonable prospect of being enforced, it has never been enforced, and, what is more, it never can be

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enforced against the planters, who are the transgressors of it, because in fact, these are the men who are entrusted with the execution of it. (The Life and Poems of a Cuban Slave 182) En cuanto a las víctimas, ninguna estaría en condiciones de apoyar a Manzano

por las razones adelantadas. La imposibilidad de conseguir testigos apropiados lo inclina a interrumpir el relato: "he estado mas de cuatro ocaciones por no seguirla, un cuadro de tantas calamidades, no parece sino un abultado protocolo de embusterias" (85). Se puede parafrasear lo dicho por Foucault a propósito de Mendel: Manzano decía la verdad pero no estaba "en la verdad" del discurso oficial de su época.[8] Por ello le preocupan su integridad física y emocional si como resultado de la Autobiografía se viera obligado a padecer castigos. Recuérdese la clase de destino que le puede esperar: un ingenio, un fustazo "que su idea sola me estremese" (82).

En cierta oportunidad Manzano es acusado de hurtar una "de las aves capones"

que debía entregar al mayoral. Por tal motivo "el Sor Domingez" lo amarra con "una cuerda de cañamo delgada" y lo obliga a caminar delante de él quien va montado a caballo. Cuando se halla fuera de la vista de testigos incómodos, dos perros agreden al esclavo: “el uno metiendose casi toda mi quijada isquierda en su boca me atrabesó el colmillo asta encontrarse con mi muela el otro me agugereó un muslo y pantorrilla isquierda todo con la mayor borasidad y prontitud.”

Como si no bastara "el Sor Domingez" ordena flagelarlo: "sufrí 25 azotes disiendo

mil cosas diferentes pues se me mandaba desir la verdad" (53-54). Aunque Fernando Ortiz no cita a Manzano entre las fuentes de las que se vale para estudiar el derecho penal esclavista, las consideraciones de éste son aplicables al mundo descrito por el esclavo-escritor: "sistema antisocial e inhumano, tuvo que ser cruel, violento, primitivo y salvaje como lo era la institución que pretendía sancionar."[9]

A pesar de las mordidas de perros, de los azotes, del cepo, de los calabozos y de

las bofetadas tan abundantes en el texto, Richard L. Jackson estima que la Autobiografía "is really an indictment not of slavery but only of abuses by some misguided owners" (57). Para este crítico, Manzano está sometido a los patrones de "moderation and restraint" (56) fijados por los intelectuales delmontinos. Comparto esta tesis pero sólo parcialmente. Es cierto que Del Monte es un 'fundador de discursividad' e influye sobre Manzano, Suárez y Romero, Cirilo Villaverde, Félix Tanco, Ramón de Palma, José A. Echeverría, etc., todos ellos criollos libres. Aislar a Manzano del grupo, al cual de hecho pertenece, equivaldría a ignorar que el esclavo funda la narrativa abolicionista. Súarez y Romero ha dejado un testimonio sobre el estilo de trabajo practicado en las tertulias donde se decidió el encargo literario sugerido al esclavo, quien no era un extraño para los integrantes: “cada cual leía la obra que había escrito, leíase a presencia de unos cuantos amigos, introducíanse en ella las correcciones convenidas, llevábase a la prensa y tornaba después a examinarlas muchas veces en la repetición de aquellas gratas conferencias.”[10]

Luis tampoco coincide con el criterio de Jackson sobre la moderación en las

revelaciones de la Autobiografía: "A comparative reading between the autobiography and other letters suggests that the patrician may have been responsible for encouraging Manzano to stress the unhappy moments under slavery" (Literary bondage 90).

© Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 6

El autor-esclavo proporciona circunstancias, nombres y apellidos de amos y mayorales que lo trataron bien o mal. La referencialidad del texto es más inmediata, eficaz y verista que la de Francisco o Cecilia Valdés. La sola existencia de la Autobiografía es suficiente para cuestionar los principios sobre los cuales se erigió la economía de plantación. Manzano no fue el único esclavo de la Isla. Si resultó importante para Del Monte no fue porque aquél era una pieza de muestra, dócil y timorata. Todo lo contrario.

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Manzano tuvo el coraje de escribir su vida, como subraya Iván Schulman "bajo el oprobio de la esclavitud" (Autobiografía de un esclavo 12). Ése es el signo fundamental que comparte Manzano con los relatos escritos por los antiguos esclavos en Norteamérica. Para Henry L. Gates, Jr. lo que distingue a esta narrativa es su cualidad de

communal utterance, a collective tale, rather than merely an individual's autobiography. Each slave author, in writing about his or her personal life's experiences, simultaneously wrote on behalf of the millions of silent slaves still held captive throughout the South. (X)[11] Si Manzano tiene sobradas razones para temer al 'Ingenio' y al 'fustaso', Del Monte

padece también otro nivel de represión. Es el criollo de raíz europea enfrentado al poder colonial. Si aplicamos la terminología de Foucault en Vigilar y castigar podemos decir que sus cuerpos están sometidos al "cerco político" de la Plantación. El primero considerado como 'función económica' y víctima de la violencia física. El segundo es apenas pieza dentro de un 'sistema de sujeción' en el cual toda rebelión civil se reprime con la cárcel o el destierro, en fin cuerpo dominado y puesto a merced de la misma autoridad que legitima la esclavitud.[12]

En carta fechada el 5 de Marzo de 1836 y dirigida a Salustiano de Olózaga,

diputado a las Cortes de Madrid, tenemos una prueba transparente del temor fundamentado que domina a Del Monte. Le comenta al destinatario "el Código Penal de la Luisiana" para que saque

con hábil criterio toda la ventaja que puedas en pro de tu patria sobre todo la parte de substanciación, en que, como sabes muy bien, consiste la mayor o menor garantía de la seguridad personal en toda clase de gobiernos; o más bien dicho, en lo que se diferencian real y positivamente, los gobiernos reales de los absolutos. (Escritos 32-33) Al considerar la situación en Cuba, Del Monte se queja de la ausencia de

'seguridad personal' y de los abusos de poder cometidos contra los ciudadanos. Nombra dos casos concretos de represalias inmerecidas --"Palafox en Madrid y Saco en La Habana" (32)-- éste último desterrado por orden del Capitán General de la Isla a causa de un artículo. Veamos cuál es su conclusión:

En semejante país hasta el más menguado corchete es un formidable enemigo. Por eso para mí la seguridad personal es la mayor de las bendiciones sociales...porque estar yo seguro es estar libre de los atropellamientos brutales del poder...No sé si este prurito mío en favor de la seguridad personal consiste en vivir yo en tierra donde no se conoce, por depender todos los habitantes de ella de la voluntad arbitraria de un hombre...pero aún esta circunstancia me habilita para estimar en todo su valor joya de tan raro mérito y que tan escasa anda por acá. [mi énfasis](33) Más adelante se concentra en el "cuadro que presenta mi oprimida patria" (34). El

responsable de la edición que consulto, José A. Fernández de Castro, hace en este punto la observación siguiente: "En el primer párrafo de esta misma carta le habla de tu patria (la de Olózaga); ahora quiere contarle los horrores que aquí están experimentando y le dice: mi oprimida patria" (34). A renglón seguido dice:

© Rafael E. Saumell & Afrocuba Anthology, 2004 7

aunque ahora te pongo mis lamentaciones en papel aparte, para que, o las imprimas en algún periódico de ésa, o hagas de ellas el uso que mejor te cuadre, con tal que con tu favorable influjo logren ser escuchadas y

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atendidas por quien pueda remediarlas, y con tal también que por ellos no avenga algún mal caso al cronista. [mi énfasis] (34) Quiere evitar cualquier percance negativo que afecte su "seguridad personal" y

tampoco quiere ser víctima del militar español de mayor rango en Cuba. Por eso le pide al amigo Olózaga que trate de promover en Madrid cualquier beneficio jurídico con tal de que no se exceptúe "con mezquino egoísmo y torpe política a esta región y parte integrante de la Monarquía" (34). Aquí tenemos una clave para apreciar bajo qué tipo de "cerco" se movían Manzano y Del Monte. Al mismo tiempo se comprueba lo acabado de señalar: el sentimiento de nación predominante en la urgencia sentida por Del Monte de divulgar textos como el Código Penal de Louisiana.

Por tales motivos resulta convincente la precaución expresada por Manzano en

carta a Del Monte fechada 29 de septiembre de 1835: me he preparado para aseros una parte de la istoria de mi vida, reservando los mas interesantes susesos de ella para si algun dia me alle sentado en un rincon de mi patria, tranquilo, asegurada mi suerte y susistencia, escribir una nobela propiamente cubana. (87) Tal declaración es altamente sugestiva. No sólo ratifica la consciencia de un plan

literario en la mente del escritor, sino además refuerza el concepto de un dominio de la escritura capaz de adelantarse a las posibles lecturas que pudieran hacerse de su texto. Nótese, asimismo, que la carta fue concebida antes de que Del Monte le escribiese a Olózaga acerca de la precariedad de su "seguridad personal". El esclavo, más apremiado que el criollo libre, condiciona la realización de una "nobela propiamente cubana" a la seguridad de su "suerte y susistencia." Manzano se sabe oprimido como persona pero también se sabe parte de un proyecto nacional que sólo alcanzará, a plenitud, cuando desaparezca la oscuridad de su destino. El aplazamiento de la 'nobela cubana' depende de los mismos factores que impiden la puesta en práctica del Código Penal de Louisiana en Madrid y en La Habana.

¿Tiene razón Jackson, al enunciar que la Autobiografía está controlada desde

arriba por Del Monte? Mi respuesta es negativa. Éste no le dictó a Manzano, a título individual, ni los moldes políticos, ni las estrategias literarias a seguir. Si volvemos a la carta podemos verificar que allí Manzano emplea una variante reflexiva para comentar el texto que va a escribir: "me he preparado", lo cual denota que hay en él una arraigada noción de experiencia propia y de conocimiento suficiente para organizar su discurso. Es difícil admitir de manera unilateral que en Manzano haya prevalecido sólo la autoridad de Del Monte. El esclavo sí reconoce la "superioridad" de aquél en el plano social y académico. Pero considerar que la subordinación es también intelectual significa un grave desfavor a Manzano. Por esa vía la obra de éste podría verse como lo que no es: un acto adicional de servidumbre donde la escritura no es creación sino dictado.

El problema es mucho más complejo. La tensión de la Autobiografía con el

referente social condiciona las estrategias de representación. Es en el sensible espacio de la 'seguridad personal', la 'suerte' y la 'susistensia' donde deben buscarse los mecanismos controladores de los discursos. La Plantación como poder colonial puede manipular, influir, reprimir y hasta aplastar la 'conspiración de los textos.' Del Monte al igual que Manzano está atento a esa coerción y es ése el verdadero peligro que desde arriba 'vigila y castiga.' Por eso es válida y aplicable al caso otra conclusión de Foucault:

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en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el

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acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad...Se sabe que no se tiene derecho a decirlo todo, que no se puede hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede hablar de cualquier cosa. (El orden del discurso 4) Roberto Friol señala que la relación entre Manzano y Del Monte es la existente

entre padre e hijo:

A él se le encomiendan las riendas de la vida: a él se le dará cuenta de la fidelidad cotidiana a la deontología...Necesidad de protección, de dirección, de aprobación, de amar y ser amado en totalidad. Todo esto demuestra la persistencia de una profunda zona infantil, de gran importancia en el poeta. (Suite 56) Más adelante comprobaremos que hay un desacuerdo en la valoración que hace

Friol sobre el tipo de vínculo existente entre esas dos personas: "Los esclavos al fin tienen voz; voz, sin embargo, armada de la necesaria discreción y cautela, porque es a uno de los señores --Del Monte-- a quien se da cuenta de lo visto" (58).

De acuerdo con esta hipótesis nos hallamos frente a un afecto reticente por parte

de un hijo vulnerable e inseguro del amor paternal. Hijo pero esclavo, padre pero amo, tal es la movediza ecuación que se nos propone. Del Monte, comenta Friol basándose en la correspondencia, no informa de su boda a Manzano. A pesar de ello, éste "se sabe ligado a él [al padre-amo] por vida y obra, por amistad y gratitud" (60). Le debe la edición de sus versos, la promesa luego cumplida de la manumisión, la publicación de la Autobiografía en la Europa de la Ilustración. No obstante, hay que indagar en los textos si ese cariño se debe, bien "a la persistencia de una profunda zona infantil" o al agradecimiento o a un cálculo.

Las relaciones psicológicas entre amo/esclavo y prisionero/guardián han sido

estudiadas entre otros por Stanley M. Elkins en su ensayo "Slavery and Negro Personality."[13] Para este ensayista la disciplina impuesta por los amos/guardianes provoca una suerte de 'infantilización' entre los esclavos/prisioneros que puede explicarse así: "It will be assumed that the sanctions of the system were in themselves sufficient to produce a recognizable personality type" (234), es decir, lo que él llama "plantation slave personality" (239). ¿Cómo se efectúa ese proceso? Primero mediante la identificación de la víctima con el agresor lo cual es un signo de autodefensa. Según la teoría interpersonal cuando el esclavo adopta dicha conducta está internalizando al amo como 'el otro significante', es decir, aquél que tiene las llaves de la integridad física del sometido, padre cruel pero reverenciado. El esclavo incorpora en su 'yo' al amo y, por consiguiente, lo obedece sin remilgos, no intenta rebelarse, no lo odia. El poder del amo/padre se traduce en dependencia absoluta del esclavo/hijo. Éste no es por supuesto un niño en desarrollo sino el perpetuo niño. Ni la Autobiografía ni las cartas ayudan a suponer semejante dominio o que Manzano se muestre servil ante Del Monte, o que aquél se comportó sumisamente con los amos. En todo caso hay docilidad en el sentido en que Foucault entiende el término.[14]

Cuando Manzano fue arrestado años más tarde (1844), a causa de la llamada

Conspiración de la Escalera, no denunció a Domingo del Monte en prueba de entereza y de gratitud. Antes bien defendió a su mentor como se demuestra en la carta enviada a Doña Rosa Alfonso el 5 de Octubre de 1844 (Autobiografía, cartas y versos 91-6). Al comparar las obras de Manzano con las del poeta Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés), Del Monte prefiere a aquél debido a que

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no sabe repetir en su encadenada lira, otro tema que el de una vida azarosa y llena de peripecias terribles...porque los principios de mi estética y de mi filosofía, se avienen más con el lamento arrancado del corazón del oprimido, que con el concierto estrepitoso del oficial laureado, del poeta envilecido, de Plácido... (Escritos II, 150)[15] En una carta dirigida al Redactor de El Globo -diario francés- en agosto de 1844,

para defenderse de los cargos que le hicieron en la mencionada Conspiración, adelanta otras apreciaciones sobre Manzano:

Hombre de condición mansa y humilde, muy parecido en su carácter y dada la índole de su talento poético, a la Musa paciente y elegiaca de Silvio Pellico...sé que rebatió con energía la calumnia que aquel desgraciado emitió contra mí... (Escritos I, 195-6) De manera que no hay en Del Monte nada que indique una mirada paternal hacia

el esclavo. Reconoce, eso sí, al individuo que manifiesta una ética de rebeldía ante el poder y, por consiguiente, autor de una escritura desplazada y resistente.

La misma Autobiografía contiene datos reveladores sobre el modo en que Manzano

representa su infancia cronológica. La etapa en la cual vivió bajo la tutela de la Sra. Marqueza Justiz es para él un "jardin de bellisimas flores una serie de felisidades" (35). Luego indica el período "en qe. empesó la fortuna a desplegarse contra mi" (38), observando que "sufria pr. la mas leve maldad propia de muchacho" (38). No hay el menor trazo de identificación con la agresora, esto es la "Marqueza de prado Ameno" (37). Al arribar a la adolescencia cuenta que "era el falderillo de mi señora pues asi puede desirse" (51). Antes había comenzado ya a sufrir "un bastisimo campo de visitudes" (sic) los cuales muestran "las diversas cavidades (sic) con qe. el mundo me esperaba pa. deborar mi inesperta y devil joventud" (51). Incluso rememora que, estando en el Molino adonde lo han llevado de castigo, decide fugarse por primera vez (68-9). Ni las cartas comentadas, ni la Autobiografía justifican a un Manzano 'infantil' si por ello se entiende sumisión por amor intenso, por terror insuperable o por ingenuidad conmovedora. No hay datos de identificación con los agresores -con Saturnino el mayoral o la 'Marqueza de prado Ameno'- pero sí con las gentes que lo trataron bien: la primera ama, Domingo del Monte, el amo Don Nicolás.

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Donde sí Manzano habla de paternidad adoptiva es en la parte del texto dedicada a su trabajo con Don Nicolás de Cárdenas: "me queria no como esclavo sino como a hijo apesar (sic) de su corta edad" (56). Ni siquiera aquí estamos en presencia de un 'afecto' provocado por auto-defensa debido a la rigurosidad del amo. Mientras prestaba servicios a Don Nicolás en aquella casa, Manzano aprendió a escribir y, por consiguiente, es posible entender la confesión anterior no en sentido literal sino figurado, es decir, es hijo de aquél en tanto que hereda de modo directo una habilidad que le permitirá diferenciarse del resto de los esclavos, individualizarse como persona --ser el poeta Manzano-- y, al mismo tiempo, parecerse al modelo. A pesar de todo, él no deja de informar que en cierta ocasión se le prohibieron los ejercicios de caligrafía pues Don Nicolás estimaba "aquel entretenimiento como nada correspondiente a mi clase qe. buscase qe. coser" (Autobiografía 57). Para mayor paradoja, Roberto Friol al comentar este incidente nos recuerda que quien ordena semejante prohibición era nada menos que "el presidente de la Sección de Educación de la Sociedad Económica de Amigos del País" (Suite 52). En aquellas jornadas de aprendizaje el esclavo consagraba cinco horas diarias al estudio de Retórica, aprendiendo de memoria lecciones enteras y dedicándose a imitar las letrillas del poeta español Juan Bautista Arriaza. Manzano admite que todo ese esfuerzo se debe a que se ha identificado con las costumbres de Don Nicolás al punto de lograr "sierta identidad entre su letra y la mia" (Autobiografía 57). Es decir, que no sólo aprende a

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escribir sino que logra imitar, casi, la grafía del amo. En esta ósmosis, donde Manzano hereda y fija del otro determinados caracteres, radica la paternidad de Don Nicolás, a pesar de que éste era más joven. La aclaración de Manzano es importante: "sierta identidad." No se trata de un calco sino de rasgos comunes y a la vez distintos en los cuales el esclavo realiza su propia marca, su letra. Lo mismo puede afirmarse de las costumbres, siempre tomadas de Don Nicolás pero adecuándolas a la situación del copista, de la escritura que siempre imita tal y como lo formula Roland Barthes:

the writer can only imitate a gesture that is always anterior, never original. His only power is to mix writings, to counter the ones with the others, in such a way as never to rest on any of them...the inner 'thing' he thinks to 'translate' is itself only a ready-formed dictionary.[16] Por otra parte, la tarea de Manzano no consiste en hacer únicamente su

autobiografía. He insistido atrás en que estamos ante un texto fundacional, creador de una voz por la que siempre se habían pronunciado otros y en el caso de Cuba los escritores reformistas del primer tercio del siglo XIX. Es preciso enfatizar de nuevo su condición de autor de una cierta expresión, nueva y por tanto sin antecedentes en el espacio de la producción textual del país. Sin embargo dicho contexto no está vacío sino ocupado por muchos otros discursos de la tradición europea, los cuales son traducidos por Manzano a su manera, y desde la perspectiva de un esclavo. En un ensayo aún inédito Antonio Vera León comenta:

Manzano no escribe en oposición a un canon autóctono, nacional, sino metropolitano español. Ésta es una de las condiciones que más interés dan a su escritura que aunque menor, antimetropolitana y esclavista, contribuyó sin embargo a la formación de un canon nacional cubano.[17] Más aún: la meta que él se propone de escribir en el futuro una 'nobela cubana'

tiene mucho que ver con la responsabilidad del "poeta castellano" defendida por Domingo del Monte: "él mismo será su escuela: él se formará su estética particular, sin cuidarse de clásicos ni románticos, rancia nomenclatura que ya pasó y que de nada sirve; hará que la lengua castellana resplandeciente como el oro puro, y sonora como la plata -[Abate Guillaume] Raynal- y en toda su pulcritud, pero también en toda libertad, sirva de magnífico engaste a sus concepciones..." (Escritos II, 92).[18]

Antes que Manzano, otros negros y mulatos habían aprendido a leer y a escribir e

incluso existían varias escuelas donde se instruía a los llamados 'niños de color.' Estos datos pueden consultarse en el "Informe sobre el estado actual de la Enseñanza Primaria en la Isla de Cuba en 1836, su costo y mejoras de que es susceptible”, de Domingo del Monte (Escritos I, 265). Allí leemos que entonces había "73 escuelas de niños blancos varones, 51 de niñas blancas, 6 de varones de color, y 1 de hembras de color...hay una de éstas para cada 274 niños varones blancos; una para cada 312 niñas blancas; una para cada 790 niños de varones de color, y una para las 4,500 niñas libres de color" (273-4). En el extremo oriental del país la situación era aún más calamitosa, razón por la cual Domingo Del Monte indica que había más de 100,000 niños que no tenían posibilidad material "donde aprender siquiera a leer y a escribir, en una población de 500,000 personas blancas y libres de color" (273). Los riesgos que entraña mantener esta iniquidad son abordados sin tapujos: "Un gobierno sabio mirará en esta enorme masa de cien mil ignorantes, cien mil revoltosos proletarios, enemigos de la tranquilidad del país, procurará afianzar en él el orden, difundiendo y costeando escuelas primarias conforme a los progresos intelectuales y morales de la época presente" (278). Juan Francisco Manzano es una asombrosa excepción en medio de semejante panorama.

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José Luciano Franco cita un artículo redactado en 1804 por el P. Félix Varela y en el cual éste brinda su diagnóstico sobre las obsesiones dominantes en la nación: "No hay opinión política, sino opinión mercantil" (Autobiografía, cartas y versos 11). Del Monte se queja de que la mayoría de los blancos emigrantes se niegan a ser jornaleros en la Isla:

Y por eso lo primero que hace entre nosotros un laborioso y económico menestral con sus cortos ahorros, es comprar un esclavo a quien enseñar su oficio, para emanciparse por él, no sólo de la molestia, sino de la vergüenza de ejercitarlo con sus propias manos. (Escritos I, 147) José Antonio Saco apunta: como viles se condenaron en Cuba los oficios de zapateros, sastres, carpinteros, herreros, albañiles y todos los demás que son altamente apreciados en los pueblos más cultos de la tierra; y tan lamentable fue el extravío de la opinión, que esta mancha fatal se extendió a casi todas nuestras profesiones.[19] Naturalmente, Manzano estaba muy al corriente de las características de la

sociedad cubana del siglo XIX y las empleó a su favor en la Autobiografía. Aunque el mérito principal que se le acredita es su talento poético, bien sabía él que no podía ganarse la subsistencia, máxime después de casarse, con los éxitos improbables de la profesión literaria en Cuba. Por ello, el objetivo principal que acariciaba, una vez ganada la manumisión, era sumarse a la 'clase de color' o pequeña burguesía integrada por negros y mulatos libres, que ya se destacaba en el comercio minorista, la contratación de empleados -estibadores en el puerto-, el artesanado, las agrupaciones musicales y la instrucción escolar primaria. Tan prominente llegó a ser este sector que algunos de sus miembros tuvieron esclavos a su servicio.[20] Por ese motivo, Manzano se tomó el cuidado de incluir en la Autobiografía los diversos oficios que podía desempeñar con calidad y que él sabía gozaban de amplia demanda: costurero, retratista-dibujante, enfermero y repostero, Al final del texto agrega: "desde qe. me llene o me llenaron de la idea de qe. seria libre pronto traté de llenarme de muchas abilidades" (65). Por consiguiente nunca sería, a falta de educación y destrezas, uno de los "enemigos de la tranquilidad del país" como tildaba Del Monte a los "ignorantes" y "revoltosos" que abundaban en la Isla por culpa de la administración colonial.

Otro factor destacadísimo, que Manzano tampoco olvida a la hora de forjar su

imagen, es el religioso. En 1797 se publicó en Cuba una suerte de manual católico dedicado a los esclavos. Su autor es el presbítero Nicolás Duque de Estrada y el título Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales. El texto es una versión azucarera de los relatos y personajes bíblicos, con la finalidad de evangelizar eficazmente entre los esclavos destinados a los campos de trabajo.[21] Para Domingo del Monte el estado de la fe en Cuba es problemático. Por un lado achaca la indigencia de ésta a la corrupción, la incredulidad, al hecho de que el clero defiende la esclavitud, a la ignorancia de las teorías metafísicas, la influencia de los filósofos franceses del siglo XVIII y a la ausencia de espíritu indagador como no sea para hallar un método mejor para fabricar azúcar. Incluso postula que los partidarios más fieles de la religión están entre los negros y mulatos libres y algunas familias antiguas (Escritos I, 130-1).

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Debido a esas razones, Manzano decide representarse en la Autobiografía como un fiel creyente y señala que desde niño recita "los mas largos sermones de Frai Luis de Granada" (35), asiste con regularidad a misa --destaca mucho la ceremonia de su bautizo--, las lecturas de las vidas de santos --otra de las fuentes que maneja en el relato-- y los rezos. Al mismo tiempo expone el lado sincrético de su religiosidad cuando alude a las ánimas errantes y a los aparecidos (38). Son importantes también las improvisaciones

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de "cuentos de encantamiento" (41) escritos 'de memoria' u oralmente, a la manera del 'griot' africano, depositario y transmisor de relatos de su etnia. En este rumbo vale la pena comprobar cómo el texto de Manzano puede interpretarse como intertexto de una narración religiosa anterior, en este caso la Biblia.[22] Cuando el mayoral golpea a la madre con un manatí --látigo-- reacciona como 'cordero' convertido en 'león' (45). En otras coyunturas adopta la postura de mártir y recurre a imágenes del calvario:

amarra mis manos se atan como las de Jesucristo se me carga y meto los pies en las dos aberturas qe. tiene también mis pies se atan ¡Oh Dios! corramos un belo pr. el resto de esta exena mi sangre se ha derramado yo perdi el sentido y cuando bolvi en mi me alle en la puerta del oratorio entre los brasos de mi madre anegada en lagrimas, esta a instansias de el padre Dn. Jaime Florid... (52) No sólo se compara con el mártir por excelencia sino que se remite implícitamente

al Nuevo Testamento. La madre es María que está al lado de Jesús/Manzano en el momento del despertar-resurrección; el padre Dn Jaime Florid es el equivalente de José solicitando el cuerpo al Mayoral/Pilato que lo lleva al sepulcro-templo preparado para él. Puede argüirse que esta parte concreta de la Autobiografía es también un intertexto del manual preparado por el presbítero Duque de Estrada, pero con el punto de vista del esclavo quien es además autor de la re-Escritura. Si acaso fuese necesaria otra prueba acerca de la cautela del texto en materia de religión, podría añadirse la respuesta que da Manzano a la acusación que se le hiciera de que en el futuro "va a ser mas malo qe. Rusó y Vortel" (50) -Rousseau y Voltaire. Indaga rápido quiénes son esos "dos demonios cuando supe que eran unos enemigos de Dios me tranquilise pr. qe. desde mi infansia mis directores me enseñaron a amar y temer a Dios"(50). ¿A quién preguntó? Imposible saberlo, pero al menos conocemos que los filósofos franceses del siglo XVIII no gozaban de simpatía, al menos en público, entre las gentes como Del Monte para quien el Voltaire de los Cuentos filosóficos es "inmoral y obsceno" (Escritos II, 92).

Al controlar los discursos de su Autobiografía Manzano demostraba cuánto

trataba de estar al día en lo que concierne a los temas, los autores, las expectativas y las frustraciones predominantes entre los criollos blancos para quienes trabajaba fuesen o no reformistas. Ello demuestra una inteligencia de adecuación y manipulación, de los discursos imperantes, de acuerdo con sus fines personales. Por ello el relato es a la vez que defensa de la persona esclavizada, medio de integración en los textos conspiradores y vehículo de preparación para la vida colonial en calidad de moreno liberto. No puede ir más allá del espacio de diálogo peligroso instaurado por los líderes de la Academia Cubana de Literatura. Se comprende por qué condiciona su proyecto de 'nobela cubana' a las garantías de seguridad personal. El carácter inconcluso del texto reafirma su propia condición inaugural. Las sucesivos intertextos -Francisco; Cecilia Valdés, etc.- asegurarán la transcursividad que aquella promesa truncada hizo realizable.

### Notas:

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[1] Autobiografía, cartas y versos de Juan Fco. Manzano. Con un estudio preliminar por José L. Franco. (La Habana: Cuadernos de Historia Habanera, 1937). Usaré siempre esta edición para referirme a la obra y a las opiniones de Franco, salvo indicación contraria. Debo advertir que Roberto Friol (Suite para Juan Francisco Manzano) hace algunos reproches a ciertos retoques hechos por Franco a esta edición y para demostrar su juicio se vale del manuscrito original conservado en la Biblioteca Nacional de Cuba. Me he guiado por las observaciones de Friol con respecto a la edición de 1937 y he llegado a la conclusión de que está más cerca del original 'inaccesible' que las versiones al inglés de Richard R. Madden en 1840 (Poems by a Slave in the Island of Cuba),a partir de la copia preparada al efecto por Anselmo Suárez y Romero; o la más

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polémica aún llevada a cabo por Iván Schulman y publicada en 1975 (Autobiografía de un esclavo). Sylvia Molloy y William Luis han estudiado los significados de dichas versiones en "From Serf to Self" (1989) y Literary bondage (1990), respectivamente.

[2] Las diferencias abismales entre los esclavos domésticos y los empleados en faenas

agrícolas aparecen bien señaladas en el ensayo de Fernando Ortiz Hampa afrocubana. Los negros esclavos. (La Habana: Imprenta Universal, 1916): "El esclavo que, ladino entre los ladinos, se hacía simpático al amo o era lo suficientemente civilizado y listo para desempeñar trabajos especiales, era separado de la dotación del ingenio y convertido en criado, en esclavo doméstico. Su condición mejoraba mucho, especialmente si era llevado a la población. El barracón hediondo y tenebroso desaparecía. La comida insustancial era trocada por las sobras del amo, generalmente abundantes por aquel entonces. La tarea jornalera, que en tiempos de zafra se alargaba hasta 16 horas, bajo el sol de Cuba y llevando hasta el máximo el esfuerzo muscular, se reducía casi siempre a los trabajos domésticos, de los cuales era el más deseado, por la relativa autonomía que llevaba consigo, el de calesero" (308).

[3].Datos tomados del Diccionario de la Literatura Cubana II. (La Habana: Letras Cubanas, 1984): 544. José A. Fernández de Castro señala en "Tema negro en las letras de Cuba hasta fines del siglo XIX" lo siguiente: "El mismo año en que O'Gavan (sic) publicara su tratado defendiendo la esclavitud, apareció en La Habana el primer libro de versos publicado por un escritor de la raza negra. Me refiero a Juan Francisco Manzano que, esclavo aún, quiso imprimir sus Cantos a Lesbia, determinando su aparición un movimiento en pro de su libertad, iniciado y realizado muchos años más tarde por algunos de sus colegas blancos." Ver Órbita de José A. Fernández de Castro. Selección y Prólogo de Salvador Bueno. (La Habana: Ediciones Unión, 1966): 168.

[4].Los críticos a quienes me referiré con mayor detalle y frecuencia son Richard L. Jackson, Sylvia Molloy, William Luis e Iván A. Schulman.

[5].Sobre el uso que hago de los términos 'criollo' y 'nacional' suscribo el criterio de Antonio Benítez Rojo en La Isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmoderna. (Hanover: Ediciones del Norte, 1989): "...el adjetivo 'criollo' tiene una connotación básicamente cultural y se aplica a los nacidos en América --sean de ascendencia aborigen, europea, africana, asiática, o productos de cualquier mestizaje o misceginación-- que hablen la lengua oficial de la colonia...Así, veo la necesidad de diferenciar una cultura 'criolla', caracterizada por su costumbrismo local, de otra 'nacional', en la cual un grupo logra que sus deseos trasciendan su minúscula patria lugareña y constituyan parte del interplay de la gran patria nacional" (318).

[6].Curiosamente, sin embargo, González Echevarría omite la Autobiografía de Manzano y prefiere citar sólo la novela Francisco de Suárez y Romero. Ambos títulos fueron entregados por Del Monte al abolicionista y editor inglés Richard R. Madden, quien decidió publicar sólo la primera en 1840. El ejemplo de González Echevarría es válido pero la omisión de Manzano llama la atención sobre un olvido tan significativo.

[7].Rafael L. López Valdés. "Hacia una periodización de la historia de la esclavitud en Cuba." La esclavitud en Cuba. Instituto de Ciencias Históricas. (La Habana: Ediciones Academia, 1986): 17. López Valdés hace una observación muy importante. Para él el retraso de las gestiones independentistas en Cuba, en comparación con el resto de Latinoamérica y el Caribe, se debe a que Cuba entra tarde al auge de la economía de plantación, es decir, a raíz de 1790, después de la Revolución de Saint Domingue. Dice: "De aquí la aparente paradoja de que, mientras la esclavitud languidecía en las restantes colonias de América -con excepción del Brasil-, cuando el movimiento liberador se extendía como reguero de pólvora por las colonias americanas de España, en Cuba la burguesía criolla se entregaba de lleno a la explotación esclavista, en el marco de un régimen colonial en que la Isla era considerada la 'siempre fiel'" (17).

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[8]. Foucault usa el ejemplo del biólogo J.G. Mendel para demostrar cómo en principio ciertas proposiciones discursivas deben cumplir con rigurosas exigencias para poder ingresar a lo que él llama el 'conjunto de una disciplina', incluso antes de ser calificada de verdadera o falsa. El horizonte discursivo de Cuba en la primera parte del siglo XIX niega toda 'autoridad' y existencia discursiva a Manzano, a quien ni siquiera se le permitía aprender a leer y escribir. Para poder

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publicar sus poemas debía tener permiso de sus amos. Sobre los temas de 'disciplina', 'verdad' y 'error' ver El orden del discurso. (México: Ediciones Populares, 1982): 13-15.

[9]. Ver "Los castigos a los esclavos" en Hampa cubana. Los negros esclavos. (La Habana: Imprenta "La Universal", 1916): 245-69. Fernando Ortiz tenía a su disposición la versión inglesa de la Autobiografía editada y traducida por Richard R. Madden en 1840. En lengua castellana podía, al menos, haber consultado los fragmentos de aquélla publicados por Francisco Calcagno en Poetas de color (1879). De los cubanos sólo menciona a Cirilo Villaverde -Cecilia Valdés-; Anselmo Suárez y Romero -Francisco- y Martín Morúa Delgado -Sofía-. Los tres fueron criollos libres quienes no podían dar la visión internalizada del castigo dada por Manzano.

[10]. Salvador Bueno. "La compleja personalidad de Domingo del Monte." En Figuras cubanas. (La Habana: Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1964): 243.

[11].Más adelante Gates indica la relación directa que hay entre leer y escribir, por un lado, y la libertad legal, por otro, lo que era evidente tanto para los narradores esclavos como para sus críticos literarios. The Classic Slave Narratives. "Introduction." Ed. Henry Louis Gates, Jr. (New York: New American Library, 1987): X-XII.

[12]. Leáse lo que dice Foucault sobre el cuerpo como lugar de aplicación de la fuerza del poder: "Pero podemos, indudablemente, sentar la tesis general de que en nuestras sociedades, hay que situar los sistemas punitivos en cierta 'economía política' del cuerpo: incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos, incluso cuando utilizan los métodos 'suaves' que encierran o corrigen, siempre es del cuerpo del que se trata -del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión." Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. (México: Siglo XXI Editores, 1990): 33. Mi énfasis.

[13]. American Negro Slavery. A Modern Reader. Edited by Allen Weinstein and Frank Otto Gatell. (New York: Oxford UP, 1968): 234-58). Ver la réplica a este ensayo en el mismo libro por Eugene D. Genovese. "On Stanley M. Elkin's Slavery, A Problem in American Institutional and Intellectual Life": 335-41. La respuesta de Elkin a Genovese aparece por igual bajo el título: "On Eugene D. Genovese's The Political Economy of Slavery: Studies in the Economy and Society of the Slave South: 342-347.

[14]. Dice Foucault en Vigilar y Castigar: "Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado." (140) El caso Manzano cabe en ese esquema al menos transitoriamente. Fue esclavo y por tanto estuvo sometido y utilizado como tal pero se transformó y perfeccionó. Sus textos poéticos y la Autobiografía narran este proceso.

[15]. Estas opiniones provienen de un famoso artículo escrito en Francia en 1845 cuando Del Monte se encontraba exiliado en aquel país: "Dos poetas negros. Plácido y Manzano": 149-150. Dichos criterios han generado una polémica en la crítica literaria cubana. Leáse al respecto el trabajo de Roberto Friol ya citado Suite, en especial el capítulo "La carta del hombre libre":64-66. Friol acusa a Del Monte de abrir una trampa racista al denominar a Plácido y Manzano como negros en vez de mestizos. También consúltese el artículo de Cintio Vitier "Dos poetas cubanos. Plácido y Manzano." Bohemia 65(50) 1973: 18-21. Debe repararse que Vitier elimina el adjetivo negro y lo sustituye por el de cubano, en atención a su tesis de la no teluricidad como uno de los rasgos de la poesía cubana. Para más detalle sobre este punto Lo cubano en la poesía. (Santa Clara, Cuba: Universidad de las Villas, 1958).

[16].Roland Barthes. Image, Music, Text. Trad. Stephen Heath. (New York: Farrar, Straus and Giroux, 1988): 146.

[17]. Antonio Vera León. "Juan Francisco Manzano: el estilo bárbaro de la nación." Inédito. Citado con permiso del autor.

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[18]. El artículo en cuestión es "La poesía en el siglo XIX," escrito en 1838. La frase en negritas, según lo advierte el mismo Del Monte, es tomada del Abate Guillaume Raynal, historiador y filósofo francés del siglo XVIII. En 1893 José Martí en su Obituario sobre Julián del Casal repite la esencia de estos criterios: "Es como una familia en América esta generación literaria, que principió

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por el rebusco imitado, y está ya en la elegancia suelta y concisa, y en la expresión artística y sincera, breve y tallada, del sentimiento personal y del juicio criollo y directo...El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa." Cuba. Letras, Educación y Pintura. (La Habana: Editorial Trópico, 1938): 11-13.

[19]. Citado por José Luciano Franco en Autobiografía, cartas y versos 12.

[20].Pedro Deschamps Chapeaux y Juan Pérez de la Riva. Contribución a la historia de la gente sin historia. (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1974). Leáse, por ejemplo, "Agustín Ceballos, capataz de muelle": "En verdad el cargo de capataz de muelle producía ingresos que podían calificarse de elevados, en una época como en 1833, en que se abonaba un peso diario de jornal a los que laboraban en el puerto. Estos ingresos permitían la adquisición de casas y esclavos...Antonio José Oñoro, moreno libre de nación carabalí isuama, casado con María Josefa Columba, también carabalí, que a su fallecimiento en 1836 dejó 4 casas y 7 esclavos..." (19).

[21].Orbita de José A. Fernández de Castro. 166. Consúltese también "Iglesia e Ingenio" de Manuel Moreno Fraginals. El Ingenio I. (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1978): 112-26. Este último comenta bastante el libro del presbítero Duque de Estrada e informa de las adaptaciones hechas a la historia bíblica: Jesucristo es relacionado con el Mayoral; el concepto de Almas-Azúcar para definir al esclavo trabajador y obediente, puro como el grano de azúcar que fabrica. Los rebeldes tendrían que limpiar sus almas en las Casas de Purga, esto es, el Purgatorio. Los irredentos se desecharían como el azúcar que no logra ser limpiada. Por último, las mejores almas irían a parar al Secadero-Cielo. También se incluye una opinión favorable sobre el libro del presbítero escrita por Domingo Del Monte.

[22]. Utilizo la definición de intertexto aplicada por Michel Foucault en The Archaeology of Knowledge y comentada por John Frow en Marxism and Literary History: "All the statements to which the statement refers (implicitly or not), either by repeating them, modifying them, or adapting them, or by opposing them, or by commenting on them: this we can call the intertext, and already it extends the enunciative field into the realm of the virtual." (Oxford: Basil Blackwell, 1986): 79.

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