Kant.Qué es la ilustración

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    Kant: Respuesta a la pregunta: Qu es la Ilustracin? (1784), (KANT, Immanuel: En

    defensa de la Ilustracin, Barcelona, Alba, 1999, 63-71). Trminos y expresiones

    subrayados.

    Ilustracin es la salida del hombre de su culpable minora de edad. Minora de edades la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la gua de otro. Estaimposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sinode decisin y valor para servirse del suyo sin la gua del otro. Sapere aude! Ten valorde servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustracin.

    Pereza y cobarda son las causas por las que tan gran parte de los hombrespermanece con agrado en minora de edad a lo largo de la vida, pese a que lanaturaleza los ha librado hace tiempo de gua ajena (naturaliter maiorennes), y por lasque ha sido tan sencillo que otros se erijan en sus tutores. Es muy cmodo ser menor deedad. Tengo un libro, que suple mi entendimiento; a quien cuida del alma, que suple miconciencia; a un mdico, que me prescribe la dieta, etctera, de modo que no tengo queesforzarme. No tengo necesidad de pensar, si puedo pagar; otros se encargarn por mde la enojosa tarea. Aquellos tutores, que se han hecho cargo tan bondadosamente de lasupervisin, se cuidan muy bien de que el paso hacia la mayora de edad sea tenido,adems de por molesto, tambin por muy peligroso por la gran mayora de los hombres(y por todo el bello sexo). Despus de entorpecer a su manso y prevenir con cuidadoque stas pacficas criaturas se atrevan a dar un paso fuera del camino rodado en que selas ha encerrado, les muestran el peligro que las amenazara si trataran de ir solas. Sinembargo, este peligro no es tan grande, pues al final aprenderan a caminar despus dealgunas cadas; pero un ejemplo de esta ndole intimida y por lo comn, escarmientapara futuros intentos.

    Es difcil, por tanto, que cualquier individuo logre salir de esa minora de edad,que casi se ha convertido en l en naturaleza. Incluso le ha cobrado afecto y se siente

    realmente incapaz de servirse de su propio entendimiento, pues nunca se le ha dejadointentarlo. Estatutos y frmulas, instrumentos mecnicos de un uso, o mejor abusoracional de sus dotes naturales, son los grilletes de una perdurable minora de edad.Quien los arrojara, apenas si dara un inseguro salto sobre la ms breve zanja, pues noestara acostumbrado a un movimiento tan libre. Por eso, son pocos los que, con propiotrabajo de su espritu, han logrado superar la minora de edad y, sin embargo, proseguircon un paso seguro.

    Pero es posible que un pblico se ilustre a s mismo; es casi inevitable, si se ledeja en libertad. Pues siempre se encontrarn algunos que piensen por s mismos,incluso entre los tutores establecidos de la gran muchedumbre, que difundirn a sualrededor, luego de haber arrojado de s el yugo de la minora de edad, el espritu de

    una estimacin racional del propio valer de cada hombre y de su vocacin a pensar pors mismo. Pero aqu sucede algo extraordinario: que el pblico, al que aquellos tutoresllevaron bajo este yugo, los obliga a someterse a su vez, cuando es incitado por algunosde sus tutores, incapaces de suyo de toda ilustracin; tan perjudicial resulta sembrarprejuicios, pues acaban por vengarse de aquellos, o de sus precursores, que fueron susautores. De aqu que el pblico slo pueda alcanzar lentamente la ilustracin. Acasomediante una revolucin sobrevenga un derrocamiento del despotismo personal y de laopresin acaparadora y dominante, pero nunca la verdadera forma del modo de pensar;sino que nuevos prejuicios, tanto incluso como los viejos, servirn de riendas de la granmuchedumbre carente de pensamiento.

    Para esta ilustracin no se requiere sino libertad; y, por cierto, la menosperjudicial de las que pueden llamarse libertad; a saber: la de hacer uso pblico en

    todas partes de su razn. Mas oigo exclamar por todos lados: No razonis El oficialdice: No razones, sino ejerctate El consejero de hacienda: No razones, sino paga El

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    clrigo: No razones, sino cree (Slo un nico seor en el mundo dice: Razonadtantocomo queris y sobre lo que queris; pero obedeced) Por doquier, limitacin de lalibertad. Pero qu limitacin obsta la ilustracin? Y cul, por el contrario, la fomenta?

    Contesto: el usopblico de su razn debe ser en todo momento libre; y slo stepuede llevar a los hombres al estado de ilustracin; pero su uso privado debe ser a

    menudo limitado muy estrechamente, sin que ello obste, en particular, al progreso de lailustracin. Entiendo por uso pblico aquel que alguien, en calidad de docto, puedehacer de su propia razn ante el pblico entero del mundo de lectores. Llamo usoprivado al que le est permitido hacer de su razn en un puesto civil, o funcin, que sele ha confiado. En ciertas tareas, que se emprenden en inters de la repblica, esnecesario cierto mecanismo, por cuya mediacin algunos miembros de la repblicadeben comportarse de modo meramente pasivo para ser dirigidos hacia fines pblicosmediante una unanimidad artificial del gobierno, o, al menos, para impedir ladestruccin de tales fines. Entonces tiene libre poder para ensearlo segn le parezcabien, puesto que ha sido enviado para predicar segn la prescripcin y en el nombre deotro. Dir: nuestra iglesia ensea esto o aquello; tales son las pruebas fundamentales deque se sirve. Extraer, entonces, toda la utilidad prctica para su congregacin de

    principios que l mismo no suscribir con pleno convencimiento, a cuya prdica seobliga porque no es imposible del todo que en ellos est oculta la verdad o que, almenos, no alberguen nada que contradiga la religin interior. Si creyera encontrar estoltimo en ellos, entonces no podra, en conciencia, desempear su funcin; tendra quedimitir. Por tanto, el uso que de su razn hace un administrador de la doctrina ante sucongregacin es meramente un uso privado; sta siempre es una reunin domstica,por grande que sea, respecto a la cual, como sacerdote, no es libre ni puede serlo,puesto que administra un mandato ajeno. Por el contrario, como docto, que por escritohabla al pblico autentico, o sea, al mundo, el clrigo, en el uso pblico de su razn,goza de una libertad ilimitada para servirse de su propia razn y hablar en persona.Que los tutores del pueblo (en asuntos espirituales) deban volver a ser menores de edades un absurdo, que acaba en la perpetuacin de los absurdos.

    Pero, no debera estar autorizada una sociedad de clrigos, tal una asambleade la Iglesia, o una reverendsima classis (como suele llamarse entre los holandeses), acomprometerse bajo juramento respecto a cierto smbolo inmodificable, para instauraras una continua y suprema tutela sobre cada uno de sus miembros y, por medio suyo,sobre el pueblo, perpetundola de este modo? Digo que esto es del todo imposible. Uncontrato semejante, que considerara cerrada para siempre toda ulterior ilustracin delgnero humano, es absolutamente nulo y no est permitido razonar, sino que se debeobedecer. Pero, en la medida en que esta parte de la mquina sea considerada comomiembro del conjunto de una repblica, e incluso de la sociedad cosmopolita, portanto, en calidad de docto que se dirige a un pblico por escrito con la propiedad delentendimiento, puede, en efecto, razonar, sin que afecte a las tareas en que es utilizado,

    en cuanto parte, como miembro pasivo. Resultara muy perturbador que un oficial, alrecibir una orden de sus superiores, quisiera razonar en voz alta durante el servicioacerca de la pertinencia o utilidad de esta orden; debe obedecer. Pero no se le puedeprohibir con justicia que, como docto, haga observaciones sobre los errores del serviciomilitar y los exponga al juicio de su pblico. El ciudadano no se puede negar a pagar lacontribucin que se le ha impuesto; incluso puede ser castigada como escndalo unadesaprobacin indiscreta de tal carga, cuando ha de pagarla (pues podra dar lugar auna oposicin general). Pero l mismo obra sin perjuicio del deber de un ciudadano si,como docto, manifiesta pblicamente su pensamiento contra la inconveniencia o aun lainjusticia de tales medidas. Del mismo modo, el clrigo est obligado a predicar a suscatecmenos y a su congregacin segn el smbolo de la Iglesia a la que sirve, pues fueaceptado con esta condicin. Ms, como docto, tiene plena libertad, e incluso la

    vocacin, para comunicar al pblico todos sus pensamientos, cuidadosamenteexaminados y bienintencionados, sobre los defectos de tal smbolo y las propuestas

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    para mejorar la institucin de la esencia de la religin y la Iglesia. Tampoco en esto haynada que pueda resultar una carga para la conciencia. Pues aquello que ensea alcumplir su funcin, como titular de las tareas de la Iglesia, lo presenta como algorespecto a lo cual no vano, aunque sea confirmado por el poder supremo, por la dietaimperial y los ms solemnes tratados de paz. Una poca no puede aliarse y conjurarsepara dejar a la siguiente en un estado en que le sea imposible extender susconocimientos (sobre todo los perentorios), depurarlos de errores y, en general,avanzar hacia la ilustracin. Sera un crimen contra la naturaleza humana, cuyadeterminacin original consiste, precisamente, en este progreso; y, por ello, laposterioridad est en su pleno derecho de rechazar todo acuerdo tomado de modoincompetente y ultrajante. La piedra de toque de todo aquello que pueda decidirsecomo ley de un pueblo reside en la pregunta: podra imponerse un pueblo a s mismosemejante ley? Esta valdra, si bien a la espera de una mejor ; para introducir, en elmenor tiempo posible, cierto orden que, al mismo tiempo, dejar libre a cadaciudadano, principalmente a los clrigos, para, en calidad de doctos, manifestarpblicamente, es decir, por escrito, sus observaciones sobre las faltas de tal institucin,mientras contina el orden introducido, hasta que la comprensin de la ndole de estosasuntos se haya extendido y acreditado tanto que, mediante la unin de sus votos(aunque no sean todos iguales), pueda elevarse al trono una propuesta para dispensarproteccin a aquellas congregaciones que se han puesto de acuerdo, segn su conceptode una comprensin mejor en lo que atae a una institucin de la religin modificada,aunque sin obstar a los que quisieran seguir con lo antiguo. Pero es absolutamenteilcito ponerse de acuerdo, ni siquiera por el plazo de duracin de la vida de un hombre,sobre una constitucin religiosa perdurable, de la que nadie pudiera dudar en pblico, ydestruir con ello un perodo en la marcha de la humanidad hacia su mejoramiento,dejndolo estril y perjudicial para su prosperidad. Un hombre puede, en lo que a supersona concierne, aunque solo por algn tiempo, aplazar la ilustracin en aquello queest obligado a saber ; pero renunciar a ella, en lo que a su persona concierne y an msen lo que concierne a la posteridad, significa vulnerar y pisotear los derechos sagrados

    de la humanidad. Y lo que ni siquiera un pueblo puede decidir de suyo, menos podr unmonarca decidirlo para el pueblo; porque su autoridad legisladora reside,precisamente, en que rene toda la voluntad del pueblo en la suya. Si aqul solo mira aque todo mejoramiento, verdadero o presunto, coexista con el orden civil, entoncesdejar que sus sbditos hagan lo que consideren necesario para la salvacin de su alma;esto no le concierne, pero s prevenir que unos a otros entorpezcan violentamente altrabajar por su determinacin y promocin segn todas sus facultades. Lesiona sumajestad si se inmiscuye en estas cosas, al aplicar la inspeccin del gobierno a losescritos en que sus sbditos tratan de poner en claro sus opiniones, tanto si considerasu propia opinin como superior, en cuyo caso se expone al reproche: Caesar non estsupra grammaticos, como si se humilla su poder supremo para favorecer eldespotismo espiritual de algunos tiranos contra el resto de sus sbditos.

    Si ahora nos preguntramos: vivimos en una poca ilustrada? La respuestasera: no, pero s en una poca de ilustracin. Falta mucho todava, tal como estn lascosas, para que los hombres, tomados en su conjunto, se hallen en situacin o puedanestar dispuestos para servirse con seguridad y provecho de su propio entendimiento sinla gua de otro en su propia religin. Tenemos claras seales, sin embargo, de que se lesha abierto el campo para trabajar libremente y de que los obstculos para unailustracin general, o para la salida del hombre de su culpable minora de edad, soncada vez menos. Con esta perspectiva, sta poca es la poca de la ilustracin, o el siglodeFederico.

    Un prncipe, que no se considera indigno al declarar que tiene por debernoprescribir nada a los hombres en materia de religin, sino que les deja a este respecto

    plena libertad y que, incluso, rechaza el pretencioso nombre de tolerancia, es de suyoilustrado y merece ser alabado por el mundo y la posteridad como el primero que, al

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    menos del lado del gobierno, se resolvi a terminar con la minora de edad del gnerohumano y dej libre a todos, en lo que es asunto de la conciencia, para servirse de supropia razn. Con l, dignsimos clrigos, sin menoscabo del cumplimiento de sumisin, pueden exponer libre y pblicamente al examen del mundo, en calidad dedoctos, sus juicios y consideraciones diversos con el smbolo aceptado; y an msquienes no estn limitados por el cumplimiento de misin alguna. Este espritu delibertad se extiende tambin hacia fuera, incluso donde ha de contener con losobstculos exteriores de un gobierno que se ha malentendido a s mismo. Este ejemplarilumina cmo, en libertad, no se ha de estar preocupado respecto a la libertad pblica yla unidad de la repblica. Los hombres salen poco a poco con su trabajo de su estado derudeza, si no se trata de mantenerlos en l de modo absolutamente artificial.

    He establecido el punto principal de la ilustracin, esto es, la salida del hombrede su culpable minora de edad, principalmente en asuntos religiosos, pues, respecto alas artes y las ciencias, nuestros seores carecen de inters en ejercer la tutela sobre sussbditos; adems de que aquella minora de edad es, de todas, la ms funesta e infame.Pero el modo de pensar de un jefe de Estado que favorece la ilustracin en aquelsentido va ms lejos y comprende que tampoco hay peligro, en lo que respecta a la

    legislacin, al permitir que sus sbditos hagan uso pblico de su propia razn yexpongan pblicamente al mundo sus pensamientos sobre una mejor institucin,incluso con una franca crtica de lo existente; de esto tenemos un ejemplo brillante,pues tampoco monarca alguno se ha anticipado a aqul que nosotros honramos.

    Pero slo aqul que, por ilustrado, no teme a las sombras y, al mismo tiempo,dispone de un disciplinado y numeroso ejrcito para la tranquilidad pblica de losciudadanos, puede decir lo que un estado libre no se atrevera: razonad tanto comoqueris y sobre lo que queris; slo que obedeced!Advirtese aqu una extraa einesperada marcha de las cosas humana; pues, en general, si la observamos conamplitud, casi todo en ella es paradjico. Un mayor grado de libertad civil parecefavorable a la libertad del espritu del pueblo y tambin le fija lmites infranqueables;un grado menor le proporciona, por el contrario, el espacio en que extenderse segntodas sus facultades. Pues si la naturaleza ha desarrollado bajo esta dura cscara lasemilla, que cuida con delicadeza, de la inclinacin y vocacin del libre pensar, estoreobra paulatinamente sobre el modo de sentir del pueblo (con lo que se va haciendocada vez ms capaz de la libertad de actuar) y, al cabo, sobre los principios delgobierno, al que le resulta beneficioso tratar al hombre, que es algo ms que unamquina, conforme a su dignidad.

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