Kitaro Nishida

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De la naturaleza de Dios. Extraído del "Ensayo sobre el bien".

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Dela naturaleza de Dios19/12/2000 - Autor: Kitaro Nishida* http://www.webislam.com/articulos/18635-de_la_naturaleza_de_dios.html

La teora general de Dios -Allah, Buda, Brahma o el mismo Dios cristiano de Boehme o Eckhardt- que elabora Kitaro Nishida sirve de "texto base" para el entendimiento mutuo de las ms diversas religiones de Occidente y Oriente. Presentamos a continuacin el texto profundamente japons que logra el "Nihil Obstat" ("Nada en contra") de la Iglesia Catlica, y es muy del gusto de los musulmanes. Naturalmente, no es un texto al gusto de todos; sin embargo, es un principio de acuerdo teolgico universal. Paradjicamente, el Islam, religin que no se cita en ningn momento en el texto, es la que de una forma ms claramente ve defendida en l sus puntos de vista. Captulo primero: las exigencias religiosas Las exigencias religiosas son exigencias con respecto al yo; exigencias acerca de la vida misma del yo. Es la urgencia con que nuestro yo, al mismo tiempo que percibe su relatividad y finitud, se une a la infinita fuerza absoluta y por medio de ella anhela conseguir la verdadera vida eterna. Es el sentimiento que dominaba a Pablo cuando dijo: "ya no soy quien vive; es Cristo quien vive en m". Es el deseo de clavar en la cruz la vida carnal y vivir slo en Dios. La verdadera religin busca la trasformacin del yo y la renovacin de la vida. Cristo ha dicho: "El que no toma la cruz y me sigue no tendr parte conmigo". Mientras haya un adarme de fe en s mismo, no se puede hablar todava de verdadero espritu religioso. Es claro que la oracin encaminada a obtener de Dios beneficios materiales es ajena al espritu religioso. Pero an la splica dirigida a Buda para lograr la re-incarnacin no es conforme al espritu religioso. En el Tannish se dice: "An los esfuerzos de mi alma por obrar de tal modo que merezca la re-incarnacin y las suplicas al Buda son hechas con miras al yo". En el Cristianismo, el temor al castigo de Dios y el limitarse a pedir ayuda de lo alto en los momentos de apuro, se considera como deformacin del espritu cristiano. Todas estas races tienen una raz comn en el egosmo. Es ms; muchos de los que buscan en la religin la paz del corazn tienen ideas errneas acerca del autntico espritu religioso. Tal bsqueda de la paz por encima de cualquier cosa lleva a la creencia de que extinguir la actividad por completo, reducir los deseos y las preocupaciones, es la seal de haber anclado en la verdadera religiosidad. Sin embargo, no deberamos buscar la religin para obtener la paz; la paz del corazn es fruto de la verdadera religiosidad. La urgencia religiosa es el deseo de una vida imperecedera que no es posible detener aun cuando uno quisiera. Es la exigencia de una voluntad noble y elevada. La religin es el fin mismo del hombre y no puede ser medio para conseguir cualquier otra cosa. Como dicen los psiclogos voluntaristas, la voluntad es la funcin fundamental del espritu; y si todos los fenmenos espirituales toman la forma de la voluntad, nuestro espritu es un sistema de deseos. El deseo mas poderoso, el centro del sistema, es el yo. Que todo vaya unificado desde este centro -es decir, mantener y desarrollar el yo- es nuestra vida espiritual. Mientras esta unidad progresa, nosotros vivimos; pero cuando se rompe, aunque segn la carne estemos vivos, en el espritu hemos muerto. Ahora bien: Seremos capaces de unificar todas las cosas con esos deseos individuales en el centro? En otras palabras: es la vida individual algo que puede mantenerse y desarrollarse indefinidamente: el mundo no ha sido creado para el individuo, ni los deseos individuales son las exigencias ms altas de la vida humana. La vida individual est necesariamente abocada a chocar con el mundo en la esfera externa, a caer en contradiccin consigo misma en el interior. sta es la razn por la que estamos obligados a buscar una vida ms alta. Esto equivale a buscar una unidad de orden ms alto por medio de un desplazamiento del centro de la conciencia. Tales exigencias aparecen ya en el origen de nuestro espritu social, pero slo alcanzan su cnit con las exigencias religiosas. Mientras mantengamos un yo subjetivo frente a un mundo objetivo al que intentamos unificar por medio del yo subjetivo, la unidad as lograda no dejar de ser relativa por ms grande que sea el yo subjetivo. La unidad absoluta slo se consigue al precio de desprenderse de la unidad subjetiva y unirse a la objetiva. Originariamente, la unidad de conciencia es una condicin necesaria de la determinacin de la conciencia y su exigencia fundamental. Conciencia sin unidad es lo mismo que nada. La conciencia puede determinarse por la oposicin de contenidos; y conforme esos contenidos se hacen ms variados, con ms fuerza se exige la unidad. El punto extremo de esta unidad es la realidad objetiva, Cuando esta unidad alcanza la fusin objeto-sujeto ha llegado a la cumbre. La realidad objetiva no existe aparte de la conciencia subjetiva; y el resultado de la unidad de conciencia es algo de lo cual no puede dudar uno aunque quisiera; y algo que nos llena de tal modo que no es posible buscar nada ms, aunque uno quisiera buscar ms. El culmen de tal unidad de conciencia (es decir: el estado de fusin sujeto-objeto) no es solamente la exigencia fundamental de la conciencia sino, en realidad, su estado original. Como dijo Condillac, cuando vemos por primera vez la luz, ms que verla puede decirse que nosotros mismos somos la luz. Todas las primeras sensaciones en el nio deben de ser directamente el universo mismo. En ese estadio todava no hay divisin de sujeto y objeto; la cosa y el yo forman una unidad y slo se da un hecho. Como la cosa y el yo estn fusionados, no hay por qu continuar a la busca de la verdad, ni queda ningn deseo insatisfecho; porque el hombre est en compaa de Dios en un estado que podramos llamar con toda propiedad paradisaco. Pero conforme la conciencia se va desarrollando y diferenciando, el sujeto y objeto se oponen mutuamente; la cosa y el yo se declaran antagnicos. De aqu nacen las exigencias y los sufrimientos en la vida del hombre. El hombre se separa de Dios y las puertas del Paraso se cierran para siempre. Pero por ms que la conciencia se haya diferenciado y desarrollado no podemos resignarnos a la separacin sujeto-objeto; y tanto en el conocimiento como en la voluntad buscamos siempre esta unidad. La diferenciacin y desarrollo de la conciencia son la otra cara de la unidad; y constituyen la condicin necesaria para la determinacin de la conciencia. El verdadero sentido del desarrollo y diferenciacin de la conciencia es la bsqueda de una unidad an mayor. Tenemos que decir que la unidad es, en realidad, el alfa y omega de la conciencia. La exigencia religiosa es la exigencia de la unidad de conciencia en el sentido que acabo de decir y, al mismo tiempo, la exigencia de fusin con el universo. De este modo la exigencia religiosa es la mas profunda del corazn humano. Todas nuestras exigencias corporales y espirituales no son ms que una parte de las exigencias del yo; slo la religin es la solucin total del yo. En el conocimiento y la voluntad buscamos la unidad de conciencia y la fusin sujeto-objeto. Pero esto no pasa de ser un aspecto de la unidad. La religin busca la ms profunda unidad en el fondo de estas unidades parciales. Es decir, busca la unidad que existi antes de que se separaran el entendimiento y la voluntad. Puede decirse que todas nuestras exigencias nacieron por desmembramiento de la exigencia religiosa, y que el resultado en su desarrollo es volverse a incorporar a ella. Cuando la inteligencia se encontraba en el estado previo al desarrollo, el hombre era religioso; y cuando llega a su cnit de ciencia y moralidad, nos encontramos de nuevo dentro de la religin. Hay quienes preguntan repetidamente por qu es necesaria la religin. Eso equivale a preguntar por qu es necesario vivir. La religin no existe independientemente de la vida del yo. Sus exigencias son las exigencias de la misma vida. Tal pregunta indica una falta de tensin en la vida del yo. Los que quieren pensar y vivir en autenticidad, no pueden menos que sentir la urgencia de ardientes ansias religiosas. Captulo segundo: la esencia de la religin La relacin entre el hombre y Dios es lo que constituye la religin. Sin duda, habr diversas maneras de acercarse intelectualmente a Dios. Personalmente, opino que el modo ms propio es el de considerarle como fundamento del universo. Por "hombre" entiendo aqu nuestra conciencia individual. El modo particular de enfocar las relaciones entre el hombre y Dios es lo que da origen a las diversas religiones. Cul ser, pues, la verdadera relacin entre el hombre y Dios? Si, por una parte, Dios es esencialmente distinto del yo, y, por otra, consideramos a Dios como un poder superior al hombre, ser imposible que encontremos el menor punto de contacto con l. A la bsqueda de sus favores temeremos su ira, obedeceremos sus leyes o le adularemos. Estos sentimientos son claramente egostas. Pero es que las relaciones de dos seres esencialmente distintos por fuerza han de ser egostas. William Robertson Smith afirma que la religin no surge del temor a un poder inescrutable, sino del sentimiento de reverencia hacia un Dios que tiene lazos de parentescos con el yo. Segn l, la religin no es una relacin voluntaria entre el individuo y un poder sobrenatural. Sino la relacin comunitaria de cada individuo de una sociedad, con el poder que sostiene la paz y el orden de esta sociedad. Toda religin est basada en la relacin entre un hombre y un Dios de la misma naturaleza que el hombre. Es decir: la relacin de padre e hijo es insustituible. La comunidad de intereses entre Dios y el hombre y la ayuda que el hombre puede esperar de Dios, no constituyen todava la verdadera religin. Dios ha de ser el fundamento del universo y, al mismo tiempo, nuestro fundamento. El retorno a Dios es volver a este fundamento. Ms an: si Dios es el fin de todas las cosas ha de ser tambin el fin del hombre; por eso los hombres encontramos en Dios la aspiracin suprema del yo. Como las manos y piernas son cosas del hombre, el hombre es una cosa de Dios. Retornar a Dios puede parecer en cierto modo, que es la prdida del yo. Mirado desde otro ngulo ese retorno es el modo de conseguir la plenitud del yo. Las palabras de Cristo "el que gana su vida la perder, y el que perdiere la vida por m la ganar" es la forma ms pura de la religin. La relacin que media entre Dios y el hombre en la religin autntica ha de ser del modo dicho. El sentido de nuestra oracin y accin de gracias, no tiene por objeto la existencia del yo. Pedimos el retorno a Dios, que es el clido hogar donde la naturaleza del yo se siente a gusto y le damos las gracias por haber retornado a l. El amor de Dios al hombre no consiste en que le otorgue la felicidad en este mundo, sino en que lo hace retornar a S. Dios es la fuente de la vida y nosotros vivimos solamente en Dios. Porque esto es as, la religin desborda la vida y origina de este modo en nosotros un talante verdaderamente religioso. La resignacin y la confianza en otro son residuos egostas que no merecen el nombre de "religin". Las expresiones "encontrarse a s mismo en Dios" y otras similares quiz pudieran hacer creer a alguno que el nfasis est puesto en el yo. Es al contrario: significa despojarse del yo y adorar a Dios. Que Dios y el hombre tienen la misma naturaleza y que el hombre retorna a su origen en Dios, es el pensamiento fundamental de toda religin. nicamente basndose en esta idea se pueda hablar de verdadera Religin. Aun admitiendo esta idea bsica es posible que se den diversos modos de exponer las relaciones entre Dios y el hombre. Puede pensarse que Dios es un ser trascendente al mundo, que gobierna el universo -incluso al hombre- desde fuera. Y tambin puede pensarse que Dios es inmanente, que el hombre es una parte de Dios y que Dios opera desde el interior del hombre. El primer modo expuesto es el sistema llamado Tesmo y el segundo Pantesmo. Tal vez el Pantesmo sea ms racional que el Tesmo, pero encuentra gran oposicin entre los espritus religiosos. La razn es que al considerar idnticos a Dios la naturaleza, hemos vaciado el concepto de un Dios personal; y al considerar a todos los seres como modificaciones de Dios hemos eliminado su trascendencia y rebajado su dignidad. Adems en semejante hiptesis no queda otra solucin que atribuirle a Dios el origen del mal. Sin embargo, una reflexin profunda tal vez nos convenciera de que ni en el Pantesmo verdadero se dan tales aberraciones, ni el Tesmo est totalmente exento de ellas. Considerar la sustancia de Dios y de la realidad como idnticas, si se admite que el fundamento de la realidad es espiritual, no es un atentado contra la personalidad de Dios. Por otra parte, ningn sistema pantesta sostiene que las cosas particulares sean Dios en s mismas; aun en la Filosofa de Spinoza, todos los seres son aspectos diversos -modos- de Dios. Por su parte, el Tesmo encuentra dificultad en armonizar la sabidura y la omnipotencia de Dios con la existencia del mal en este mundo. El problema del mal fue el caballo de batalla de la filosofa medieval. La idea de que Dios es trascendente y gobierna el universo desde fuera no slo est en conflicto con nuestra razn sino que, en mi opinin, no puede decirse, que sea la forma ms profunda de religin. La voluntad de Dios se nos manifiesta por la ley de la naturaleza; y fuera de esto no hay nada que debamos reconocer como revelacin de Dios. Evidentemente, como Dios est por encima de nuestras categoras, lo que nosotros conocemos no es ms que una parte de l. Pero aunque existiera una revelacin fuera de la ley de la naturaleza sera inasequible para nosotros. Por otra parte, si esa revelacin se opusiera de algn modo a la ley de la naturaleza implicara contradiccin en Dios. La razn de creer en la divinidad de Jess est en que su vida incluye la ms profunda verdad de la vida humana. Dios ha configurado el cielo y la tierra conforme a esta verdad, y ha de ser la fuerza interna unificadora del universo la que mantenga todas las cosas conforme a ella. Fuera de esta verdad no hay nada que merezca el nombre de "Dios". Decir que Dios es personal no puede tener otro sentido que el reconocer directamente un sentido personal en el fundamento de la realidad. Si no es as, lo sobrenatural no pasa de ser una leyenda con fundamento mas o menos histrico, o pura fantasa. Ver a Dios en la base de la naturaleza y en la raz del yo nos abre la puerta para sentir el infinito ardor divino y llegar a la esencia de la Religin que consiste en vivir en l. La verdadera actitud reverente ante Dios tiene que nacer de aqu. Amor es fusin de dos personas en una; reverencia es el sentimiento que se levanta en la persona incompleta hacia la persona total. En la base del amor reverencial tiene que darse necesariamente la unidad de personas. Por esta razn, el amor y la reverencia no se dan slo entre dos personas sino que tambin aparece en la conciencia del yo. Porque nuestras conciencias de ayer y hoy, a pesar de diferenciarse, tienen un mismo centro, estn sumergidas en amor y reverencias propias. Por lo tanto, la posibilidad de amor y reverencia a Dios tiene que provenir de una base comn con Dios; tiene que ser porque nuestro espritu es conciencia parcial de Dios. Decir que Dios y el hombre poseen la base comn de un mismo espritu puede interpretarse en un sentido de independencia mutua, como es independiente el espritu de dos personas que tienen el mismo pensamiento. Pero esto es pensar de un modo groseramente material e introducir en el espritu divisiones espacio-temporales. Los que tienen la misma base de espritu son el mismo espritu. Aunque nuestra conciencia cambie todos los das la consideramos como un slo espritu porque posee unidad. Del mismo modo nuestro espritu es uno con Dios. As resulta que "vivir en Dios" no es mera metfora, sino que puede ser realidad. (El obispo Westcott dice, comentando el cap. 17, versculo 21, de San Juan, que la unidad de los cristianos no es meramente una "unidad moral" de fines y sentimientos, sino unidad vital"). Esta profunda religin puede subsistir slo apoyada en la unidad de sustancia entre Dios y el hombre; y el verdadero significado de la religin est en conseguir esta unin con Dios y el hombre. Es decir: est en experimentar en la raz de la conciencia -eliminando la conciencia del yo- el inabarcable espritu universal en accin. La fe no se funda en testimonios externos -leyenda o lgica-, sino que brota de dentro. Como Jacob Boehme ha dicho, nosotros llegamos a Dios a travs de la vida interna ms profunda. (Die innerste Geburt). Al mismo tiempo que en este segundo nacimiento interno vemos a Dios directamente y creemos en l, encontramos aqu la verdadera vida del yo y sentimos un poder infinito. La fe no es mero conocimiento; porque, al mismo tiempo que es intuicin, es una fuerza vital. En la raz de toda nuestra actividad espiritual est operando una fuerza unificadora: es nuestro yo y nuestra personalidad. No slo los deseos -lo cual es natural-, sino aun las cosas ms objetivas, como es nuestro conocimiento, estn tocadas por las caractersticas de estas fuerza unificadora; es decir: por la personalidad de cada uno. Tanto el conocimiento como los deseos, todo tiene su origen en esta fuerza. Fe es la fuerza unificadora que trasciende este conocimiento. No es que la fe est sostenida por el conocimiento y la voluntad sino que ms bien el conocimiento y la voluntad se apoyan en la Fe. La Fe, en este sentido, es mstica. No quiero decir con esto que se oponga al conocimiento. Si Fe y conocimiento fueran antagnicos, no podramos hacer de la Fe el fundamento de la vida. Cuando hemos agotado el conocimiento y la voluntad, nos brota de dentro una Fe a la que tenemos que dar asentimiento, aunque quisiramos no drselo. Captulo tercero: dios Dios es el fundamento del universo. Como he dicho antes. Y no creo que Dios sea un creador trascendente al mundo, sino que lo considero como la raz de la realidad. La relacin entre Dios y el universo no es la relacin que media entre el artista y su obra, sino la que se da entre el noumenon (sustancia) y el fenmeno. El universo no es creatura sino manifestacin de Dios. Los desplazamientos del sol, la luna y las estrellas en el macrocosmos, como las imperceptibles vibraciones del espritu humano, son manifestaciones de Dios. En la raz espiritual de estas cosas podemos adorar la luz espiritual de la divinidad. Como Newton y Kepler quedaban transidos de un sentimiento religioso al contemplar el movimiento de los cuerpos celestes, la contemplacin de los fenmenos de la naturaleza debe abrirnos los ojos a la existencia de esa fuerza unificadora que los gobierna en su base. El avance de la ciencia no es ms que la unidad de tal conocimiento. Del mismo modo que en la raz de la naturaleza externa reconocemos el control de una fuerza unificadora, en la raz del espritu humano debemos esforzarnos por encontrar tal fuerza. Aunque el espritu humano se nos ofrezca en formas y estados desconcertantemente diversos y sin obedecer, aparentemente, leyes fijas, una mirada aguda unificadora nos descubre la existencia de una gran fuerza unificadora que gobierna el pasado y el presente, Oriente y Occidente. Naturaleza y espritu no son cosas incomunicadas; una estrecha relacin los une. No podemos menos de pensar en la unin de ambos; es decir, que en la raz de la naturaleza y el espritu existe una fuerza unificadora mayor que ellos. Filsofos y cientficos reconocen de buen grado esta unidad. Esta unidad precisamente es Dios. Claro es que si la materia fuera la nica realidad -como quieren los materialistas y muchos cientficos- y todas las cosas se limitaran a seguir las leyes de las fuerzas materiales, no podramos pensar en que existiera Dios. Pero ser posible admitir que sea tal la realidad? Como dije al hablar de la realidad, nos es imposible conocer la materia como realidad independiente de los fenmenos de conciencia. Los hechos de experiencia directa de que disponemos son nicamente estos fenmenos de conciencia. Espacio, tiempo, fuerzas fsicas, no son ms que conceptos dirigidos a explicar y unificar estos hechos. Cosas tales como la materia pura -de la que hablan los fsicos- que excluye la naturaleza del hombre como individuo, son conceptos abstractos lo ms alejado que pueda pensarse de la realidad concreta. Cuando ms se acerca uno a la realidad concreta encuentra que es ms individual. El echo ms concreto es el ms individual. De aqu que en las explicaciones primitivas -los relatos mitolgicos- la tendencia a la personificacin sea tan fuerte; y a medida que avanza la ciencia se conviertan en explicaciones mas universales y abstractas hasta llegar, finalmente, a conceptos tales como el de materia pura. Tal explicacin es externa y superficial en extremo. Al mismo tiempo no hay que olvidar que en el fondo de tal explicacin est latente nuestra unidad subjetiva. La explicacin fundamental retorna necesariamente al yo. El yo es la clave de la explicacin del universo. El intento de explicar el espritu por la materia supone una inversin de trminos. Lo que Newton y Kepler consideran como el orden de los fenmenos de la naturaleza, en realidad, no es ms que el orden de nuestros fenmenos de conciencia. La conciencia se origina en la unidad. Esta unidad, partiendo de la mas reducida -la unidad en la conciencia diaria de cada individuo- desemboca en la inmensa unidad de la conciencia universal que combina las conciencias de todos los hombres. (Limitar la unidad de conciencia a la conciencia individual es un a priori aadido clandestinamente a la pura experiencia). El mundo natural es un sistema de conciencia que se origina en esta unidad trasindividual. Unificamos las experiencias del yo por la subjetividad individual, y las de cada individuo por la subjetividad metaindividual. Royce afirma que la existencia de la naturaleza est ligada a la fe en la existencia de los hombres. (Royce, The World and the Individual, second Series, Lect. IV). As resulta que la unidad del mundo natural, en resumidas cuentas, no es ms que un gnero de unidad de conciencia. No es que originariamente haya dos gneros de realidades; espritu y naturaleza. La distincin de ambos proviene de considerar una misma realidad desde dos ngulos diversos. En los hechos de experiencia directa no hay oposicin sujeto-objeto, ni distincin entre espritu y materia. Materia es igual a espritu y espritu es igual a materia; no hay ms que una realidad. Sin embargo, el conflicto entre los sistemas de este gnero de realidad aparece cuando, al considerarla desde una vertiente, surge en su desarrollo la oposicin sujeto-objeto. En otras palabras, en la continuacin de la percepcin intelectual no hay distincin entre sujeto y objeto. Esta oposicin es fruto de la reflexin. Cuando surge el conflicto entre los sistemas de realidades, el aspecto de la funcin unificadora es tenido por espritu; mientras que el aspecto de lo que se le opone como objeto es tenido por naturaleza. Sin embargo, ni la naturaleza objetiva en realidad puede existir aparte de la unidad subjetiva, ni en la unidad subjetiva puede existir unidad sin objeto; es decir: sin contenido. Ambos son realidades de un mismo gnero que se diferencian slo en la forma de su unidad. Ms an: cuando se pone el acento en uno de los dos, tenemos una realidad abstracta, incompleta. La realidad que resulta de la unin de ambas es la realidad concreta y perfecta. La unidad de espritu y naturaleza no es unidad de dos gneros de sistemas: originariamente estaban bajo la misma unidad. Si no hay, pues, distincin de espritu y naturaleza y, por consiguiente, no hay dos gneros de unidad sino que slo la realidad de una misma experiencia directa produce diversas distinciones segn el ngulo desde el que se le contemple, el Dios de quien dije antes que era la raz de la realidad, ha de ser el hecho de esta experiencia directa; es decir: la raz de nuestros fenmenos de conciencia. Todos nuestros fenmenos de conciencia forman un sistema. Aun los fenmenos naturales que aparecen por la unidad metaindividual, no pueden prescindir de esta forma. El autodesarrollo del yo de una cierta cosa unificadora es la forma de toda realidad. Y Dios es quien unifica tal realidad. La relacin que media entre el universo y Dios es la de nuestros fenmenos de conciencia y su unidad. En el pensamiento y la voluntad las imgenes mentales son unificadas por una idea-objeto; y todas pueden considerarse como expresiones de esta idea unificadora. De igual modo, Dios es el unificador del universo y el universo es la expresin de Dios. Esto no es mera figura de diccin, sino realidad. Dios es el unificador supremo y ltimo de nuestra conciencia. Es ms: nuestra conciencia es una parte de la conciencia de Dios y su unidad proviene de la unidad de Dios. Desde el gozo o la tristeza que hace vibrar nuestro corazn y nadie conoce hasta el maravilloso engranaje que mueve el sol, la luna y las estrellas, no hay nada -absolutamente nada- que no est basado en esta unidad. Newon y Kepler fueron presa, tambin, del anonadamiento de produce esta admirable y tremenda conciencia universal. Dios, unificador del universo y raz de la realidad, qu ser? Lo que controla el espritu ha de ser la ley del espritu. La materia como dije antes, no es ms que un concepto superficial y abstracto cuya razn de ser es dar una explicacin de la realidad. Los fenmenos espirituales son funciones de la inteligencia, sensibilidad y voluntad; por tanto, han de ser las leyes de la inteligencia de la sensibilidad y de la voluntad las que controlen esas funciones. El espritu no es la mera combinacin de tales funciones. En su fondo hay una fuerza unificadora de la que estos fenmenos son expresin. Si llamamos personalidad a esta fuerza unificadora, hemos de reconocer en Dios una inmensa personalidad raz del universo. Los fenmenos de la naturaleza como los acontecimientos histricos y los pensamientos ms excelsos, todos tienen la forma de una volicin excelsa: el universo es la expresin personal de Dios. Sin embargo, yo no puedo aceptar que Dios -como cierta escuela propugna- trascienda el universo y que sea algo as como nuestro espritu subjetivo que posee una inteligencia y una voluntad independiente del curso del universo. En Dios la inteligencia es accin y la accin inteligencia. La realidad tiene que ser inmediatamente el pensamiento y la voluntad de Dios (Cfr. Spinoza, Ethica 1, Pr. 16 Schol.). Nuestro pensamiento subjetivo y nuestra voluntad son realidades abstractas e imperfectas que surgen del conflicto entre varios sistemas. No es posible comparar estas cosas directamente con Dios. Illingworth, en su libro titulado La personalidad de Dios y el hombre, seala tres elementos de la personalidad: autoconciencia, voluntad libre y amor. Antes de considerar estas tres cosas como elementos de la personalidad, hay que poner en claro qu significan en la realidad estas tres funciones. La autoconciencia es un fenmeno que acompaa a las circunstancias en que un sistema parcial de conciencia se unifica con el centro de ella. La autoconciencia surge de la reflexin del yo y la reflexin del yo es la funcin que busca el centro de la conciencia. El yo no es algo independiente de la funcin unificadora de la conciencia. Si la unidad se altera, tambin el yo sufre esta alteracin. Fuera de esto, la sustancia del yo es una palabra vaca. Solemos creer que concentrndonos interiormente alcanzamos conciencia de un yo especial. Pero eso no es, como dicen los psiclogos, ms que un sentimiento que acompaa a esta unidad. No es que se realice esta unidad porque exista tal conciencia porque se da esta unidad. Tal unidad en s misma no puede ser objeto de conocimiento. Podemos manipular esta unidad e identificarnos con ella; pero no podemos conocerla. La verdadera autoconciencia est ms bien en la actividad de la voluntad que en la reflexin de la inteligencia. Si hay autoconciencia en la personalidad de Dios, la unidad de los fenmenos del universo han de ser esas autoconciencias una a una. Que la suma de los ngulos de un tringulo sea igual a dos rectos, por ejemplo, es algo que todos los hombres, de cualquier poca que sean, tienen que aceptar. Tambin este principio es autoconciencia de Dios. Me atrevera a decir que el sentimiento de unidad universal que controla nuestro espritu es la misma autoconciencia de Dios. Todo tiene su origen en la unidad de Dios. En Dios todas las cosas son actualidad. Dios es perfectamente activo. En Dios no hay ni pasado ni futuro: el tiempo y el espacio nacen de la unidad de conciencia del universo; en Dios todo es presente. Como dijo San Agustn, el tiempo es criatura de Dios; y, como Dios trasciende el tiempo, Dios existe en la eternidad. Por eso en Dios no hay reflexin ni memoria ni deseos. Por consiguiente, no se da en l conciencia de un yo especial. Como todo es yo, y fuera del yo no hay nada, no hay conciencia del yo. Entremos ahora en la consideracin de la libertad de la voluntad. Esta expresin -libertad de la voluntad- puede tener multitud de sentidos; pero la verdadera libertad ha de ser la libertad necesaria que acta conforme a las caractersticas internas del yo. Una voluntad sin ninguna causa no slo es irracional sino algo de tal manera regido por el azar, que no puede experimentarse como una accin libre del yo. Dios es el fundamento de todas las cosas y fuera de Dios no existe nada; por otra parte, como todas las cosas existen conforme a las caractersticas internas de Dios, Dios es libre; en este sentido, podemos afirmar que Dios es absolutamente libre. Alguien podra pensar que Dios tiene su Omnipotencia limitada por las caractersticas de su yo; pero no hay que olvidar que el obrar contra las caractersticas del yo mostrara una de dos cosas: que las caractersticas eran imperfectas (por eso obrara en contra de ellas) o que en Dios puede darse contradiccin. Yo creo que la perfeccin y sabidura de Dios no pueden coexistir con una voluntad libre indeterminada. Ya dijo Agustn que la voluntad de Dios es inalterable y en l no existen deseos volubles ni, mucho menos, revocacin de decisiones anteriores. La voluntad selectiva acompaa los estados de conciencia de los seres imperfectos como nosotros, pero no debe atribuirse a Dios. En un campo que nos es conocido no hay lugar para la voluntad selectiva; la voluntad selectiva entra en accin en las ocasiones de duda, contradiccin y conflicto. Todos estamos de acuerdo que el conocer incluye libertad: la inteligencia significa potencialidad. Pero no se trata de una potencialidad necesariamente indeterminada. La inteligencia se extiende ms all de la mera reflexin; tambin la intuicin pertenece a la esfera de la inteligencia. Es ms: la intuicin constituye la verdadera inteligencia. Conforme aumenta la perfeccin de la inteligencia, la indeterminacin de la potencialidad disminuye. Como en Dios no se da la voluntad indeterminada -volubilidad- el amor de Dios ignora esas distinciones del amar a unos y odiar a otros; dar prosperidad y dejar caer en la desgracia. El amor de Dios, como fundamento que es de la realidad, tiene que ser necesariamente universal e imparcial. El desarrollo de su yo ha de ser directamente y en s mismo, un amor infinito hacia nosotros los hombres. No es posible encontrar el amor a Dios fuera del desenvolvimiento de todas las cosas de la naturaleza. Originariamente el amor es un sentimiento a la bsqueda de unidad. La exigencia de la unidad del yo es amor propio, y la exigencia de la unin del yo y de los otros es altruismo. Como la funcin unificadora de Dios es inmediatamente la funcin unificadora de todas las cosas -en frase de Eckhardt- el altruismo de Dios es precisamente su amor propio. El amor que sentimos por nuestros miembros -nuestras manos o pies- es el que Dios siente por todas las cosas. Eckhardt afirma que el amor de Dios al hombre no es una accin voluntaria, sino que tiene que ser as. Ya dije antes que decir que Dios que es personal no equivale a ponerlo en la misma lnea de nuestro espritu subjetivo. Ms bien habra que compararlo al estado de experiencia pura donde no hay separacin de sujeto y objeto ni distincin entre las cosas y yo. Este estado marca el comienzo y el fin de nuestro espritu, y al mismo tiempo es el verdadero aspecto de la realidad. Como Cristo dijo "los puros de corazn vern a Dios" y "los que se hagan nios entrarn en el Reino de los Cielos". En ese estado de experiencia directa es cuando nuestro corazn est ms cerca de Dios. Pura experiencia no quiere decir solamente conciencia perceptiva. Tambin en el fondo de la conciencia reflexiva se da unidad, y la conciencia reflexiva nace de esta unidad. Es decir: tambin esta conciencia reflexiva es un gnero de experiencia pura. En la raz de nuestra conciencia en cualquier circunstancia, se da la unidad de experiencia pura y no nos es posible salirnos de ella. En este sentido podemos considerar a Dios como una gran intuicin intelectiva en la raz del universo y como el unificador de la experiencia pura que abarca el universo. De este modo podemos comprender lo que dice Agustn: Dios con una intuicin inmutable intuye todas las cosas; es quietud y al mismo tiempo es movimiento (Storz, Die Philosophie des Agustinus, 20). Esto es lo que expresaron Eckhardt con la palabra "Gottheit" ("divinidad") y Boehme con la frase "Stille ohne Wessen" ("quietud sin esencia"). Toda unidad de conciencia trasciende el movimiento y debe ser inalterable; precisamente el cambio se origina aqu: en lo que moviendo no se mueve. La unidad de conciencia no puede legar a ser objeto del conocimiento: trasciende todas las categoras. No es posible atribuirle ninguna forma determinada y todas las cosas se originan conforme a esta unidad. Por consiguiente, el espritu de Dios es, por un lado inescrutable; por otro, en cambio, est infinitamente cercano a nuestro espritu. En la raz de esta unidad de conciencia inmediatamente podemos acariciar el rostro de Dios. Por eso Boehme dice que el Cielo est en todas partes; donde quiera que ests o vayas, all est el cielo; y arribamos a Dios por la vida interna ms profunda (Morgenrte). Podra parecer que si lo que acabo de decir es verdad, Dios sera idntico a la esencia de las cosas y aunque espiritual no se diferenciara de la razn o la conciencia. De este modo habra perdido su personalidad. (Este es el punto en que ya Scoto se opuso a Santo Toms). Hacia un Dios as no brotan en nuestro corazn sentimientos religiosos. Religiosamente hablando, el pecado no es un mero quebrantar la ley; es rebelarse contra una persona. Por tanto el arrepentimiento no es meramente moral; es dolor de haber ofendido al padre, y haberse rebelado contra un bienhechor. Erskine de Linlathen dice que la diferencia entre Religin y tica est en reconocer una persona en el fondo de la conciencia. Como Hegel y otros filsofos han dicho, la verdadera individualidad no existe independientemente de la universalidad; y la universalidad limitada se convierte en individualidad. Lo universal es el espritu de lo concreto. La individualidad no es aadir a la universalidad, desde fuera, otra cosa. El desarrollo de la universalidad acaba en la individualidad. En la mera combinacin casual de diversos elementos en los que no se da ninguna unidad interna, no hay individualidad. La libertad de la voluntad, que es un elemento de la persona individual, significa que lo universal se determina a s mismo (auto-determinacin). Como el concepto de tringulo puede dividirse en varios tringulos, el que lo universal tenga conciencia de las diversas potencialidades que incluyen dentro de s, es el sentimiento de libertad. Por el contrario, de la voluntad absolutamente libre sin ningn fundamento no surgir la conciencia individual. A pesar del axioma "no hay razn de la individuacin", una tal individualidad no se diferencia de la nada completamente vaca de contenido. La individualidad concreta no puede conocerse por conceptos abstractos. Pero la individualidad que se resiste a los conceptos abstractos puede encontrar expresin por el pincel de un pintor o la pluma de un literato. Decir que Dios es la unidad del universo no es meramente referirse a la unidad de un concepto abstracto. Dios, como nuestro yo individual, es una unidad concreta. Es decir: un espritu vivo. Del mismo modo que podemos decir que nuestro espritu es, en cierto sentido, individual, tambin podemos decirlo de Dios. Razn y conciencia sern una parte de la funcin unificadora de Dios; pero no son su Espritu vivo. La existencia del Espritu divino no es un problema que pueda ser dilucidado en terreno puramente filosfico, porque es un hecho de experiencia espiritual real. En el fondo de la conciencia de todos los hombres este Espritu acta. (La razn y la conciencia son su voz). Sin embargo, nuestro estrecho yo puede impedirnos conocer ese Espritu. El poeta Tennyson tuvo la siguiente experiencia. Pronunci su nombre quietamente como si lo sacara a pulso de las profundidades de la conciencia individual del yo; entonces experiment que la individualidad del yo se esfumaba hasta convertirse en realidad infinita en una conciencia acusadamente distinta y clara, sin mezcla de vaguedades. En ese momento la muerte le pareci una imposible nadera y comprendi que la muerte del individuo es la verdadera vida. Tennyson afirma que ya desde su infancia, en momentos de soledad, tuvo repetidas veces esta experiencia. Una figura literaria de la altura de J.A.Symonds nos asegura que, conforme nuestra conciencia ordinaria se debilita, la conciencia que est en su raz gana en fuerza. Y al fin queda un yo puro, absoluto, abstracto. Si quisiramos recoger las experiencias de los msticos, nuestro trabajo no tendr fin. Quiz alguien tache estos fenmenos de enfermizos. Si son enfermizos o no depende de si son racionales o no. Como he dicho antes, si la realidad es espiritual y nuestro espritu no es ms que una pequea parte de ella, el que al saltar por encima de los lmites de nuestra estrecha conciencia nos encontremos cara a cara con un inmenso espritu, no debe causar ninguna admiracin. La terca insistencia en mantenernos en los estrechos lmites de nuestra conciencia es, por el contrario, un grave error. Creo que los grandes hombres pasan por profundas experiencias espirituales, como las descritas ms arriba. Experiencias que no se le dan a gustar al hombre de la calle. Captulo cuatro: dios y el mundo Puesto que los hechos de la experiencia pura son la nica realidad y Dios es su unidad, ser posible conocer la relacin entre las caractersticas de Dios y del mundo, por la relacin que media entre la unidad de nuestra experiencia pura -es decir: las caractersticas de la unidad de conciencia- y su contenido. Dejemos claro, en primer lugar, que la unidad de nuestra conciencia no puede verse ni puede orse: no es de ningn modo objeto de conocimiento. Como todas las cosas vienen determinadas por esa unidad, trasciende a todas ellas. Cuando nuestra mente se enfrenta con un objeto negro y lo representa, no es que la mente se vuelva negra; lo mismo que cuando lo blanco le sale al paso no queda emblanquecida. Sin necesidad de recurrir al budismo donde esto es evidente, ya en la filosofa medieval nos encontramos con la teologa negativa de la escuela de Dionisio que habla de Dios por medio de negaciones. Nicols de Cusa dice que Dios trasciende el ser y la nada; y que siendo el ser por excelencia es al mismo tiempo la nada. Cuando sometemos el fondo de la conciencia del yo a la reflexin, encontramos un sentido profundo a las palabras de Boehme: Dios es "quietud sin esencia"; o es el "insondable" (Ungrund), "voluntad sin objeto" (Wille ohne Gegenstand). Ante estos pensamientos nos sobrecoge un sentimiento de lo sublime y lo extraordinario. Otros atributos divinos como la omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia, etc. hay que interpretarlos segn las caractersticas de esta unidad de conciencia. Como el tiempo y el espacio son determinaciones de la unidad de conciencia, Dios trasciende el tiempo y el espacio, es eterno e inmortal y no hay lugar donde se encuentre. Como todo nace de la unidad de conciencia, Dios es omnisciente y omnipotente; no hay nada que se oculte a su ciencia o que escape a su poder: en Dios la sabidura y el poder son idnticos. Qu relacin mediar entre este Dios absoluto e infinito y el mundo? La nada separada del ser no es verdadera nada, el uno separado del todo no es verdadero uno; la igualdad separada de la diferencia no es verdadera igualdad. As, pues, si no hay Dios no hay Mundo. Pero a la inversa: si no hay Mundo, tampoco hay Dios. Naturalmente, al decir mundo no me refiero a este mundo nuestro. Como los atributos de Dios, segn Spinoza, son infinitos, Dios debe incluir los infinitos mundos. La expresin del mundo ha de pertenecer a la esencia de Dios y no es de ningn modo algo dejado al azar. No es que Dios creara el mundo en un momento, sino que es su eterno e infatigable creador (Hegel). Brevemente: la relacin entre Dios y el mundo es la misma relacin que media entre la unidad de conciencia y su contenido. El contenido de la conciencia tiene su origen en la unidad; pero esa unidad no existe independientemente del contenido de la conciencia. No es que el contenido de conciencia y su unidad sean dos cosas -lo que une y lo que es unido-, sino que son dos aspectos de una sola realidad. Los fenmenos de conciencia, en su estado de experiencia directa, son una sola actividad; pero al reflexionar sobre ello como objeto de conciencia su contenido se divide y diversifica. Si consideramos su proceso, en primer lugar aparece el contenido del todo como una actividad impulsiva que por medio de contradicciones y conflictos se diversifica y divide. En este momento no puedo reprimir el recuerdo de unas palabras de Boehme. Dice que, antes de manifestarse, Dios tiene que ser una voluntad sin objeto; al reflexionar sobre s mismo, como si se considerara en un espejo, la objetividad y la subjetividad se dividen; de aqu nace la divisin entre Dios y el Mundo. Originariamente la divisin de la realidad y su unidad son una. Lo que por un lado es unidad, por el otro es divisin. En un rbol, por ejemplo, el que la flor sea plenamente flor y la hoja plenamente hoja es lo que manifiesta la esencia del rbol. La distincin anterior es una mera distincin de razn; algo que no se da en la realidad. Goethe dijo que la naturaleza no tiene ncleo ni caparazn, sino que todo es al mismo tiempo caparazn y ncleo. De un modo parecido en la realidad concreta -en los hechos de la experiencia directa- la divisin y la unidad forman una sola actividad. En un cuadro o en una composicin musical, no hay una pincelada ni una nota que no manifieste directamente el espritu del todo. En el pintor o el msico un sentimiento se desborda y viene a convertirse en un paisaje con infinitos matices o en una meloda complicada. En una situacin parecida a sta, Dios es el mundo, y el mundo es Dios. Como dijo Goethe en su ensayo titulado "Qu grande es la Diana de feso", ms que los buscadores de Dios a travs de los conceptos que abriga el cerebro del hombre, aquellos orfebres que trabajaban cuidadosamente las imgenes de plata de Diana sin hacer caso de las enseanzas de Pablo estaban cercanos al verdadero Dios. Dijo Eckhardt: cuando perdemos de vista a Dios estamos en presencia del verdadero Dios. En la situacin que acabo de describir el cielo y la tierra son un dedo, y todas las cosas son un cuerpo con el yo. Como tambin he apuntado antes, debido por una parte al conflicto de los sistemas de la realidad y por otro a un proceso necesario de su desarrollo, viene la divisin de los sistemas de realidad; es decir: tiene que surgir la reflexin. Por medio de la reflexin lo que era actualidad se convierte en ideal; lo que era concreto en abstracto; lo que era uno en mltiple. Por un lado existe Dios; por otro, el mundo. Por un lado est el yo; por otro las cosas. Todas las cosas son relativas y acaban por rebelarse unas con otras. Que nuestros primeros padres fueron expulsados del Paraso al comer del rbol de la ciencia, probablemente apunta a esta verdad. La degeneracin del hombre no es un hecho del pasado; no fueron slo Adn y Eva los que cayeron, sino que tal cada se repite constantemente en nuestros corazones. S, una vez ms, pensamos profundamente sobre estas cosas vendremos a la conclusin de que divisin y reflexin no significa que se den tales funciones por separado, sino que todas no son ms que el desarrollo unilateral de la funcin divisoria de esta unidad. En el fondo de la divisin y la reflexin est incluida la posibilidad de una unidad ms profunda: la reflexin es el camino para llegar a esta profunda unidad. (Alguien ha dicho: "An el bueno va al Paraso; cunto ms el malo"). Para expresar su insondable unidad Dios debe en primer lugar, por as decirlo, desintegrarse. Visto desde cierto punto, el hombre es directamente la autoconciencia de Dios. Si queremos usar los trminos cristianos diremos que porque se dio la cada de Adn, Cristo vino a salvarnos y de este modo se hizo patente el infinito amor de Dios. Cmo, pues, explicar nuestra individualidad en este contexto de las relaciones entre Dios y el mundo? Si todo es expresin de Dios y Dios slo es la verdadera realidad, nuestra individualidad parece que habr de concebirse como una apariencia vaca; inconsistente como pompa de jabn. Sin embargo, yo no creo que sea necesario pensar de este modo. Por supuesto, no existe ninguna individualidad independiente de Dios. Esto no quiere decir que nuestra individualidad haya de ser considerada como pura fantasa. Al contrario, podemos considerarla como una parte del desarrollo de Dios; es decir: se la puede considerar como una funcin divisoria de Dios. Cada uno nacemos, conforme a la creencia comn, con una misin dada por Dios. De un modo semejante nuestra individualidad es una divisin de la divinidad; y el desarrollo de cada uno completa y perfecciona el desarrollo de Dios. En este sentido se puede decir que nuestra individualidad posee vida eterna y se desenvuelve en un eterno desarrollo. (Cfr. el tratado de Royce sobre la inmortalidad del alma). La relacin entre Dios y nuestra conciencia individual es la relacin entre la totalidad de la conciencia y una parte de ella. En todos los fenmenos espirituales al mismo tiempo que cada una de sus partes ha de estar bajo la unidad del todo, cada una ha de ser una conciencia independiente. (En los fenmenos espirituales cada parte es un fin en s mismo). Decir que todas las cosas son la expresin de Dios no niega necesariamente la independencia de la conciencia de cada hombre. Nuestra conciencia de cada momento, por ejemplo, al mismo tiempo que est bajo la unidad individual puede considerarse como una conciencia independiente. Illingworth dice que una personalidad necesariamente busca otra; porque en otra personalidad el yo adquiere la satisfaccin de su personalidad completa. Es decir: el amor es una caracterstica indispensable de la persona. Reconocer la personalidad de otro es precisamente reconocer la propia; de este modo la relacin por la cual mutuamente reconocemos nuestra personalidad es precisamente el amor; y, en cierto sentido, la fusin de ambas personalidades. En el amor, al mismo tiempo que ambas personas se respetan y mantienen su independencia paradjicamente se fusionan y forman una sola personalidad. Si aplicamos esto a Dios, tendremos que Dios, por ser amor infinito, al mismo tiempo que incluye en l a todos los hombres, reconoce la independencia de todos y cada uno. Una objecin que suele hacerse al sistema pantesta es la dificultad de explicar el origen del mal si todas las cosas son expresin de Dios. En mi opinin, originariamente no existe nada que pueda llamarse mal, sino que todas las cosas en su origen son buenas. Los espritus religiosos suelen agotar todos sus recursos oratorios para poner de manifiesto los males de la carne; pero an los deseos carnales no son absolutamente malos; nicamente se convierten en tales cuando impiden el avance del espritu. Es ms; si admitimos las teoras evolucionistas ticas, lo que hoy consideramos como pecado, en alguna poca histrica, fue un acto moral. Es decir: es una reliquia de la tica del pasado y nicamente porque no se adapta a la poca presente puede llamarse "mal". Si esto es as, el mal no se da en la cosa. El mal surge por las contradicciones y conflictos de los sistemas de realidad. Si se insiste en preguntar por el origen de estos conflictos hay que responder que estos se basan en la funcin divisoria de la realidad y que son una condicin necesaria en el desarrollo de la realidad: la realidad avanza empujada por contradicciones y conflictos. Como Mefistfeles que, mientras buscaba el mal se consideraba a s mismo parte de la fuerza que produce el bien, puede decirse que el mal es un elemento de los que forman el universo. Puesto que el mal no es una funcin del avance unificador del universo, no puede decirse que sea el fin al que tiende el mundo. Sin embargo, hemos de reconocer que un mundo sin sombra de pecado ni frustracin, en perpetua calma y seguridad, sera un mundo extremadamente montono y superficial. Quien no conoce lo que es el pecado no sabe lo que es el amor de Dios. El que no sufre dolores ni desengaos es incapaz de del profundo placer espiritual. Pecado, desengao y dolor son condiciones necesarias para el avance espiritual de la humanidad. El espritu verdaderamente religioso no ve en estas cosas contradicciones achacables a Dios, sino que percibe en ella la gracia profunda de Dios. Porque se dan esas cosas, en cierto sentido el mundo no cae en una imperfeccin radical, sino que por el contrario gana en riqueza y profundidad. Quitad al mundo esas realidades y tendremos un mundo que no slo ha perdido el camino de su progreso espiritual, sino que se ver privado de infinitas empresas espirituales. Vistas las cosas as, si recordamos por otra parte que el mundo ha sido creado con un sentido espiritual, no encontraremos la ms mnima imperfeccin en esas realidades, sino que ms bien vendremos a reconocer su necesidad y por qu son imprescindibles. El pecado es aborrecible; pero no hay en el mundo nada tan bello como el arrepentimiento. Permtaseme la referencia a un pasaje de "De Profundis" de Oscar Wilde. Cristo am a los pecadores como a los ms prximos a la perfeccin humana. No buscaba transformar a un bravo salteador de caminos en un justo insoportablemente tedioso. Cristo, por medios totalmente desconocidos en el mundo antes de su venida, transform el pecado y los sufrimientos en algo bello y divino. Naturalmente que el pecador se ha de arrepentir. Y tal arrepentimiento completa lo que l hizo. Los griegos pensaron que el hombre es impotente para cambiar su pasado y tenan adagios que afirmaban que ni los dioses podan cambiar el pasado. Pero Cristo afirm que el ms vulgar de los pecadores tiene poder para hacer esto. Cuando el hijo prodigo se arrodill y rompi a llorar, dice Wilde que Cristo asegurara que el hijo prdigo en aquel momento hizo de los pecados y dolores del pasado, el tiempo ms hermoso y divino en toda su vida. Wilde fue un hombre que cometi pecados; por eso saba bien lo que es un pecado. Captulo quinto: inteligencia y amor Este captulo no lo escrib para este libro. pero como me ha parecido que estaba ntimamente ligado con el pensamiento del presente ensayo he decidido ponerlo aqu. Inteligencia y amor son tenidos aqu como dos funciones espirituales totalmente diversas. Yo pienso, sin embargo, que no son en modo alguno funciones genricamente distintas. De qu funcin espiritual se trata? Dicho en pocas palabras, se trata de una funcin unificadora del sujeto y objeto. Es la funcin en la que el yo se una con la cosa. La razn por la que inteligencia es fusin de sujeto y objeto, es la siguiente: nosotros conocemos el verdadero aspectos de las cosas cuando, librndonos de las fantasas y conjeturas del yo -es decir: todo lo que es subjetivo- el yo se une con la pura objetividad que es, en definitiva, el verdadero aspecto de las cosas. Decir, por ejemplo, que las zonas oscuras de la luna son conejos en la molienda de arroz, o que el terremoto es una gato monstruoso que se mueve en las entraas de la tierra, es una fantasa subjetiva. Pero cuando dejando a un lado esas fantasas subjetivas investigamos conforme a los mtodos cientficos de la astronoma o geologa las leyes naturales que rigen esos fenmenos puramente objetivos, estamos en condiciones de llegar al verdadero aspecto de esos fenmenos. Cuanto ms objetivos nos hacemos, ms cerca estamos de conocer el verdadero aspecto de las cosas. La historia del avance cientfico en estos miles de aos nos muestra el camino por el que los hombres, librndose de lo subjetivo, han ido en pos de la objetividad. En segundo lugar, quisiera dar la razn de por qu el amor es unin de sujeto y objeto. Amar significa librarse del yo y unirse a lo otro. En la unin del yo y lo otro, cuando no hay separacin ninguna entre ellos, surge el verdadero amor. Amar una flor es unirnos a ella. Amar la luna es unirnos con ella. Cuando la madre se identifica con el hijo y el hijo con la madre, surge el amor materno-filial. Como est unida con el hijo, la menor contrariedad o triunfo del hijo lo siente la madre como triunfo o contrariedad propio. Y porque el hijo se ha unido a la madre, cualquier alegra o tristeza de ella la siente como propia. Conforme nos apartamos del yo y del egosmo, y nos hacemos ms puramente objetivos -es decir: desinteresados- el amor se hace ms grande y profundo. Del amor entre madre e hijo y el de esposos se pasa al de amigos; y del amor de amigo se pasa al amor del gnero humano. El amor de Buda se extendi hasta los pjaros y animales, hierbas y rboles. De este modo inteligencia y amor son idntica funcin espiritual. De aqu que para conocer una cosa haya que amarla, y para amarla sea necesario conocerla. Porque los matemticos se despojan del yo, y aman los principios matemticos y se unen a ellos, les es posible enuncia esos axiomas matemticos. Los artistas aman la naturaleza, se unen con ella al fundar el yo en ella, y por eso penetran de un modo tan admirable en la naturaleza. En cierto modo podemos decir que porque conocemos a nuestro amigo, le amamos. Cuanto ms parecidas son las circunstancias en que nos movemos, ms parecidos son los pensamientos y los gustos; y cuanto nuestra mutua comprensin se hace ms profunda, la simpata gana en quilates. Si, sin embargo, separamos ambas funciones y creemos que el amor es el resultado de la inteligencia o que la inteligencia es el resultado del amor, esto est indicando que an no hemos llegado a captar el verdadero aspecto del amor y la inteligencia. Inteligencia es amor; amor es inteligencia. Cuando estamos absortos, por ejemplo, en lo que agrada al yo, somos casi inconscientes. En el olvido, ms all del yo, una fuerza misteriosa superior al yo trabaja en majestuosa soledad. En este momento no hay objeto ni sujeto; es la verdadera unin de sujeto y objeto. En este momento se ha logrado la equivalencia perfecta entre inteligencia y amor, amor e inteligencia. Cuando el corazn es absorbido por el misterio de los principios matemticos, y se olvida uno -perdido en ellos- de dormir y comer, al mismo tiempo que los conoce, ama esos principios matemticos. Cuando nosotros sentimos inmediatamente en el yo las alegras y tristezas de otra persona sin fisura entre el yo y el otro, y nos remos y lloramos juntos, en ese momento amamos al otro y le estamos conociendo. Amar es intuir los sentimientos del otro. Cuando uno alarga una mano para coger a un nio que est a punto de caer a un estanque, no hay lugar para que surja siquiera el pensamiento de lo digno de amor que es el nio. Suele decirse que el amor es sentimiento y que es fuerza distinguirlo del puro conocimiento. Pero en los fenmenos espirituales no existen los sentimientos qumicamente puros. Esta distincin no pasa de ser un concepto abstracto formado por los psiclogos por razones de conveniencia cientfica. La investigacin cientfica tiene que estar mantenida por un sentimiento, y el amar a otro tiene que tener como base un gnero de intuicin. En mi opinin, la inteligencia ordinaria es el conocimiento de un objeto impersonal. Por el contrario, el amor es un conocimiento de un objeto personal Aunque el objeto sea impersonal, es un conocimiento del instante en que se le mira como personal. La diferencia entre ambos no est en las funciones espirituales en s, sino ms bien en el gnero de objeto de que se trate. Y si, como muchos cientficos y filsofos han dicho, la sustancia de la realidad del universo es algo personal, el amor es la fuerza para comprender la sustancia de la realidad. Es el conocimiento ms profundo de las cosas. El conocimiento que se deriva del anlisis y la deduccin no logra traspasar la superficie de las cosas y llegar a su realidad misma; slo por el amor podemos llegar al corazn de las cosas. El amor es la cima de la inteligencia. Despus de haber examinado las relaciones entre inteligencia y amor, permtaseme aplicarlas brevemente al hecho religioso. La subjetividad es autosuficiencia (jiriki); la objetividad es insuficiencia (tariki). Conocer una cosa y amarla significa liberarnos del "jiriki" y entrar en la esfera del tariki". Si la labor de toda la vida del hombre no es otra cosa que inteligencia y amor, nuestro trabajo diario se mueve en la esfera del "tariki". Ciencia y moral son gloria de Buda. La religin es la cumbre de estas funciones. La ciencia y la moral, en los fenmenos distintivos particulares, estn sumergidos en la gloria del "tariki". La religin en la totalidad del universo toca el absoluto: Buda mismo. Las expresiones, "Padre, si es tu voluntad pase de m este cliz pero no se haga mi voluntad sino la tuya" y "la oracin a Buda no es un medio de renacer en el Paraso ni un modo de evitar el infierno, sino ms bien todo es no saber nada", son el sentido ltimo de la religin. Conocer este Absoluto, infinito Buda o Dios, es slo posible por el amor. Amarle es precisamente conocerle. Los Vedas de la India, la escuela neoplatnica, y la Puerta Sagrada del Budismo hablan de conocerle; el Cristianismo y la secta de Jod hablan de amarle y confiar en l. No es que cada una de estas religiones no tenga sus caractersticas. Pero en su esencia son idnticas. Dios no es algo que pueda conocerse por anlisis o raciocinio. Si la esencia de la realidad es algo personal, Dios es lo ms personal. Conocer a Dios slo nos es posible a nosotros, hombres, por la intuicin del amor o la fe. Por eso los que dicen "yo no conozco a Dios; yo solamente le amo o creo en l", son los que estn mejor dotados para conocerle. *(Extrado del "Ensayo sobre el bien")

Kitaro Nishida (*)