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Paidós Básica Últimos títulos publicados: 11. 12. 13 . 14. 15 . 16. E. Jaque s - La forma del tiempo L. A. White - t ecnología medieval y cambio social C. G. Hempel - La explicación científica P. Honigsheim - Max Weber R. D. Laing y D. G. Cooper - Razón y violencia C. K. Ogden e l. A. Richard s - El significado del si gnificado D. l. Slobin - Introducción a la psicolingüística M. Deutsch y R. M. Krauss - Teorías en psicoloa social H. Ge rth y C. Wrigbt Milis - Carácter y estructura social C. L. Stevenson - Etica y lena-uaje A. A. Moles - Sociodinámica. la cultura C. S. Nino - Ética y derechos humanos G. Del euze y F . Guattari - El Anti-Edipo G. S. Kirk -El mito. Su significado y funciones en la Antig üedad y otras culturas K. W. Deutsch - Los nervios del gobiemo M. Mead -Educación y cultura en Nueva Guinea K. Lorenz - Fundamentos de la etología G. Clark - La identidad del hombre J. Kogan - Filosofía de la imaginación G. S. Kirk - Los po emas de Homero M. Austin y P. Vidal-Naquet -Economía y sociedad en la antigua Grecia B. Ru sse ll- Introducción a la .filosofía mat emática G. Duby - Europa en la Edad Media C. Lévi-Straus s - La alfarera celosa J. W. Vander Zanden - Manual de psicologia social J. Piaget y otro s - Construcción y validación de la s teorías científicas S. J. Ta ylor y R. Bogdan -Introducción a los métodos cualitativos de investigación H. M. Feinstein - La formación de Will iam ]am es H. Gardn er - Arte, mente y cerebro W. H. Ne wton-Smith - La racionalidad de la ci encia C. Lévi-Strau ss - Antropología estructural L. Fe stinger y D. Katz - Los métodos de investigación en las ciencias sociales R. Arrillaga Torrens - La naturaleza del conocer M. Mead - Experiencias personales y científicas de una antropóloga C. Lévi-Straus s - Tristes trópicos G. Deleuze -Lógica del sentido R. Wuthnow - Análisis cultural G. Deleuz e - El pliegue R. Rorty, J. B. Schneewind y Q. Skinner - La filosofía en la historia J. Le Goff - Pensar la historia J. Le Goff - EJ orden de la memoria S. Toulmin y J. Goodfie ld - El descubrimiento del tiempo P. Bow-dieu -La ontología política de Ma rtin Heidegger R. Rorty - Contingencia, ironía y solidaridad M. Cruz - Filosofía de la historia M. Blanchot - espacio literario T. Todorov - Crítica de la crítica 17. ' '- 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25 . 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 4 1. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. so . 5 1. 52. 53. 54 . 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. H. White - El co ntenido de la forma. F. Rella -El silen ci o y las palabras T. Todorov - Las moral es de la historia R. Koselleck -Futuro pasado Futuro pasado Para una semántica de los tiempos históricos ediciones PAIDOS Barcelona Buenos Aires Méx ico

Kosellek, Filologos

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  • Paids Bsica

    ltimos ttulos publicados: 11. 12. 13. 14. 15. 16.

    E. Jaques - La forma del tiempo L. A. White - t ecnologa medieval y cambio social C. G. Hempel - La explicacin cientfica P. Honigsheim - Max Weber R. D. Laing y D. G. Cooper - Razn y violencia C. K. Ogden e l. A. Richards - El significado del significado D. l. Slobin - Introduccin a la psicolingstica M. Deutsch y R. M. Krauss - Teoras en psicologa social H. Gerth y C. Wrigbt Milis - Carcter y estructura social C. L. Stevenson - Etica y lena-uaje A. A. Moles - Sociodinmica. ~e la cultura C. S. Nino - tica y derechos humanos G. Deleuze y F . Guattari - El Anti-Edipo G. S. Kirk -El mito. Su significado y funciones en la A ntigedad y otras culturas K. W. Deutsch - Los nervios del gobiemo M. Mead -Educacin y cultura en Nueva Guinea K. Lorenz - Fundamentos de la etologa G. Clark - La identidad del hombre J. Kogan - Filosofa de la imaginacin G. S. Kirk - Los poemas de Homero M. Austin y P. Vidal-Naquet -Economa y sociedad en la antigua Grecia B. Russell- Introduccin a la .filosofa matemtica G. Duby - Europa en la Edad Media C. Lvi-Strauss - La alfarera celosa J. W. Vander Zanden - Manual de psicologia social J. Piaget y otros - Construccin y validacin de las teoras cientficas S. J. Taylor y R. Bogdan -Introduccin a los mtodos cualitativos de investigacin H. M. Feinstein - La formacin de William ]am es H. Gardner - A rte, mente y cerebro W. H. Newton-Smith - La racionalidad de la ciencia C. Lvi-Strauss - Antropologa estructural L. Festinger y D. Katz - Los mtodos de investigacin en las ciencias sociales R. Arrillaga Torrens - La naturaleza del conocer M. Mead - Experiencias personales y cientficas de una antroploga C. Lvi-Strauss - Tristes trpicos G. Deleuze -Lgica del sentido R. Wuthnow - A nlisis cultural G. Deleuze - El pliegue R. Rorty, J. B. Schneewind y Q. Skinner - La filosofa en la historia J. Le Goff - Pensar la historia J. Le Goff - EJ orden de la memoria S. Toulmin y J. Goodfield - El descubrimiento del tiempo P . Bow-dieu -La ontologa poltica de Martin Heidegger R. Rorty - Contingencia , irona y solidaridad M. Cruz - Filosofa de la historia M. Blanchot - E espacio literario T. Todorov - Crtica de la crtica

    ~ 17. ' '- 18.

    19. 20. 21. 22. 23. 24. 25 . 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 4 1. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. so. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61.

    H. White - El contenido de la forma. F. Rella -El silen cio y las palabras T. Todorov - Las morales de la historia R. Koselleck -Futuro pasado

    Futuro pasado Para una semntica de los tiempos histricos

    ~ ediciones PAIDOS Barcelona Buenos Aires Mx ico

  • Ttulo original: Vergangene Zuhunft. Zur Semantih geschichtlicher Zeiten Publicado en alemn por Suhrkamp, Francfort Traduccin de Norberto Smilg

    Cubierta de Eskenazi & Asociados

    1." edicin, 1993

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del "Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esht obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblico.

    1979 by Suhrkamp Verlag, Francfort de todas las ediciones en castellano,

    Ediciones Paids Ibrica, S.A., Mariano Cub, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paids, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires.

    ISBN: 84-7509-905-X Depsito legal: B-18.489/1993

    Impreso en Hurope, S.A., Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en Espaa - Printed in Spain

    SUMARIO

    Prlogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    PRIMERA PARTE SOBRE LA RELACIN ENTRE EL PASADO

    Y EL FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    l. Futuro pasado del comienzo de la modernidad . . . . . . . 21 2. Historia magistra vitae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 3. Criterios histricos del concepto moderno de revolucin 67 4. La prognosis histrica en el escrito de Lorenz von Stein so-

    bre la constitucin prusiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87

    SEGUNDA PARTE SOBRE LA TEORA Y EL MTODO

    DE LA DETERMINACIN DEL TIEMPO HISTRICO 5. Historia conceptual e historia social ..... . ... . ..... . 6. Historia, historias y estructuras formales del tiempo .. 7. Representacin, acontecimiento y estructura .... . . . . . 8. El azar como residuo de motivacin en la historiografa 9. Compromiso con la situacin y temporalidad . . ...... .

    TERCERA PARTE SOBRE LA SEMNTICA DEL CAMBIO HISTRICO

    DE LA EXPERIENCIA

    10. Sobre la semntica histrico-poltica de los conceptos con-trarios asimtricos ..... . ..... . .... . . . . ... ... . .... .

    11. Sobre la disponibilidad de la historia . .. ... . . ... . . . . . 12. Terror y sueo ....... . ......... . ... . .. . . . . .... . . .

    105 ,.,.. 127 141 155 173

    205 251 267 /

  • 8 EL FUTURO PASADO

    13. Modernidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287 14. Espacio de experiencia y Horizonte de expectativa, dos

    categoras histricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 Y ndice de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359 ndice analtico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365

    Para Felicitas Koselleck

  • PRLOGO

    Decir que la historia y la ciencia de la historia tienen que ver con el tiempo es una trivialidad. La cronologa pertenece a los presupues-tos de la ciencia histrica y sin ella no se podra lograr ningn cono-cimiento. Pero la pregunta por el tiempo histrico se puede formu-lar de otra manera:(Tiene la historia su tiempo propio, que no es el tiempo del calendario o el del reloj? Tienen distintos tiempos las historias distintas? Se realiza la historia con distintos ritmos tem-porales? Es obvio que existen aceleraciones y retardamientos, pero tambin repeticiones de transcursos de similar tipo. Por otra parte, tambin hay pronsticos, profecas, clculos, deseos o esperanzas que constituyen parte de formas distintas del diagnstico histrico y de la accin poltica. Por eso, se distingue de buen grado entre -dicho toscamente- un tiempo objetivo y otro subjetivo. As, Koselleck in-vestiga experiencias histricas del tiempo y conceptos del tiempo en diferentes pasajes. Para ello se dirige, ante todo, a nuestra moderni-dad, realizando continuamente comparaciones con perodos anterio-res. Recurre metdicamente a datos sociohistricos, pero analiza, en primer lugar, testimonios lingsticos para descubrir las experien-cias y conceptos del tiempo que estn contenidos en ellos y compa-rarlos entre s. La semntica proporciona indicios concretos para se-guir las huellas de la transformacin de la historia y, con ella, de las modificaciones de los tiempos histricos. En el presente volumen, Koselleck proporciona elementos para una teora de los tiempos his-tricos.

    Karl-Georg Faber: Las reflexiones de Koselleck son la contribu-cin alemana ms importante de las dos ltimas dcadas a una teo-ra de la ciencia de la historia.

    En la Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft (stw) se encuentra, tambin de Reinhart Koselleck, Kritik und Krise. Eine Studie zur Ge-nese der brgerlichen Welt (stw 36).

  • INTRODUCCIN

    Qu es el tiempo histrico es una de las preguntas ms difciles de responder de la ciencia de la historia. La pregunta nos obliga a entrar en el mbito de la teora de la historia y, desde luego, en ma-yor medida de lo que sera exigible, en la ciencia histrica. Pues las fuentes del pasado nos informan acerca de hechos y pensamientos, planes y resultados, pero no lo hacen de modo inmediato acerca del tiempo histrico. As pues, es precisa una aclaracin previa de ca-rcter terico para responder a una pregunta que, ciertamente, pue-de formularse siempre y en todas partes en el seno de la historia, pero para la que los testimonios de la tradicin resultarn amplia-mente insuficientes.

    En el curso de la investigacin, comprometida con circunstancias histricas, no es preciso formularse explcitamente la pregunta por un tiempo histrico. Slo es imprescindible una exacta datacin para poder ordenar y narrar los acontecimientos. Pero, una datacin co-rrecta es slo una presuposicin y no una determinaci9n del conte-nido de aquello que podra denominarse tiempo histrico. La cro-nologa -en tanto que ciencia auxiliar- responde a preguntas por la datacin en la medida en que remite los numerosos calendarios y medidas del tiempo que se han dado en el curso de la historia a un tiempo comn: el de nuestro sistema planetario calculado fsico-astronmicamente. Este tiempo nico y natural es vlido para todos los hombres de nuestro globo, teniendo en cuenta las estaciones del hemisferio opuesto y la diferencia variable del perodo del da. Del mismo modo, se puede partir de que el tiempo biolgico de la VIda humana es de una variabilidad limitada y de una homogeneidad uni-versal, a pesar de las ayudas de la medicina. Pero no est pensando en aquellos presupuestos naturales de nuestra divisin del tiempo quien pregunta por la relacin entre historia y tiempo, si es que exis-te algo as como el

  • 14 EL FUTURO PASADO

    memoria la coexistencia de ruinas y nuevas construcciones y con-templar que el manifiesto cambio de estilo de una sucesin espa-cial de casas le confiere su dimensin temporal de profundidad, o considerar la coexistencia, la subordinacin y superposicin de me-dios de transporte diferenciables por su modernidad, en los que se encuentran pocas completas, desde el trineo hasta el avin. Final-mente y ante todo, pensar en todos los conflictos que se renen en la sucesin de generaciones de su propia familia o profesin, donde e solapan diferentes mbitos de experiencia y se entrecruzan dis-t intas perspectivas de futuro. Esta panormica sugiere ya que no se transfiere inmediatamente la universalidad de un tiempo mensura-ble de la naturaleza -aunque sta tenga su propia historia- a un concepto histrico de tiempo.

    Ya hay que poner en duda la singularidad de un nico tiempo his-trico, que se ha de diferenciar del tiempo natural mensurable. Pues el tiempo histrico, si es que el concepto tiene un sentido propio, est vinculado a unidades polticas y sociales de accin, a hombres con-cretos que actan y sufren, a sus instituciones y organizaciones. To-das tienen determinados modos de realizacin que les son inheren-tes, con un ritmo temporal propio. Pinsese slo, por quedarnos en el mundo de la vida cotidiana, en los diferentes calendarios de fies-tas que articulan la vida social, en el cambio de jornada de trabajo y en su duracin, que han determinado y determinan diariamente el transcurso de la vida. Por eso, el siguiente ensayo no comienza ha-blando de un tiempo histrico, sino de muchos tiempos superpues-tos unos a otros. Dicho con palabras enfticas de Herder dirigidas contra Kant: Propiamente, cada objeto cambiante tiene la medida de su tiempo en s mismo; subsiste incluso cuando no existiera ningn otro; dos objetos del mundo no tienen la misma medida de tiempo ... As pues, en el universo existen (se puede decir con propiedad y atre-vimiento) en un momento, muchos e innumerables tiempos.'

    Si se intenta tematizar los tiempos histricos, no habr ms re-medio que aplicar medidas y unidades de tiempo procedentes de la naturaleza concebida fsico-matemticamente: los datos o la dura-cin de una vida o de una institucin, los puntos nodales o de infle-xin de acontecimientos polticos o militares, la velocidad de los me-dios de comunicacin y su ampliacin, la aceleracin -o retraso-de una produccin, la rapidez de las armas, todo esto, por mencio-

    l. lOHANN GTTFRIED HERDER: Metakritik zur Kritik der reinen Vermmft (1799), Berln (oriental) 1955, pg. 68 .

    INTRODUCCION 15

    nar slo algunos ejemplos, nicamente puede ser sopesado histri-camente si ha sido medido y fechado con ayuda de la divisin natu-ral del tiempo.

    Pero una interpretacin de los contextos que se derivan de los fac-tores mencionados conduce ms alla de la determinacin natural del tiempo elaborada fsica o astronmicamente. La coaccin poltica en la toma de decisiones bajo la presin de los plazos, la repercusin de la velocidad de los medios de comunicacin e informacin en la economa o en las acciones militares, la perdurabilidad o variabili-dad de las formas de comportamiento social en el conjunto de las exigencias polticas o econmicas con un plazo temporal, y finalmen-te, la interaccin de todo esto -y de otros elementos- o su depen-dencia mutua, obliga a determinaciones temporales si bien estn con-dicionadas desde ,a naturaleza, que tienen que definirse como especficamente histricas. Cualquier visin de conjunto de tales ca-denas de acontecimientos conduce a la determinacin de pocas y al estudio de eras que, segn el campo al que se apunta, resultan to-talmente diferentes y pueden tambin solaparse. El siguiente estu-dio slo entra ocasionalmente en cuestiones de este tipo impregna-das sociohistricamente, aun cuando tenerlas en cuenta debe representar una ayuda estimable.

    Los siguientes. ensayos, procedentes de los ltimos veinte aos, tienen un propsito ms modesto. Se concentran en textos en los que se discuten abierta o implcitamente experiencias respecto al tiem-po. Dicho con ms precisin, se buscaron y consultaron textos en los que la relacin entre el pasado y el futuro estuviera tematizada ex-plcita o implcitamente.

    En ellos toman la palabra numerosos testigos, desde la antige-dad hasta hoy: polticos, filsofos, telogos, poetas, pero tambin se consultaron escritos desconocidos, refranes y enciclopedias, as como cuadros y sueos y, no precisamente en ltimo lugar, se consult a los historiadores mismos. Todos los testimonios se responsabilizan de cmo se elaboran experiencias del pasado en una situacin con-creta y cmo expectativas, esperanzas o pronsticos se discuten en el futuro. En todos los casos se pregunta cmo en cada momento pre-sente las dimensiones temporales del pasado y del futuro se remiten las unas a las otras; La hiptesis es que en la determinacin de la diferencia entre el pasado y el futuro o, dicho antropolgicamente, entre experiencia y expectativa se puede concebir algo as como el tiempo histrico. Ahora bien, ciertamente pertenece al hecho de que el hombre est biolgicamente condicionado, el que, con la edad,

  • 16 EL FUTURO PASADO

    se modifique tambin la relacin entre experiencia y expectativa, ya sea porque aqulla crezca y sta disminuya, ya sea porque la una com-pense a la otra, ya sea porque los horizontes extrabiogrficos se abran de forma intra o extra-mundana, ayudando a relativizar el tiempo fi-nal de una vida personal. Pero tambin en el transcurso de genera-ciones histricas se ha modificado, obviamente, la relacin entre pa-sado y futuro.

    Un resultado general de los siguientes estudios es que, en la me-~dida en que se haya experimentado el propio tiempo como un tiem-po siempre nuevo, como modernidad >>, el reto del futuro se ha he-cho cada vez mayor. Por eso se pregunta especialmente por el presente correspondiente, y lo que entonces era su futuro entretanto ya pasa-do. Si con ello se acrecienta el peso del futuro en la economa subje-tiva de la experiencia de los contemporneos afectados, no es a cau-sa del mundo sobredimensionado tcnica e industrialmente, que impone a los hombres lapsos cada vez ms breves para acumular nue-vas experiencias y para poder adaptarse a las modificaciones provo-cadas cada vez con mayor rapidez. An no se ha fijado nada acerca de la importancia de las condiciones a largo plazo, mantenidas des-de el pasado y que podran haber cado aparentemente en el olvido. Clarificarlas es tarea de la historia estructural y a ella pretenden con-tribuir los siguientes estudios.

    Los estudios se concentran metdicamente en la semntica de los conceptos centrales que han aglutinado las experiencias histricas del tiempo. Aqu tiene una significacin preferente el concepto co-lectivo de historia -acuado en el siglo XVIII-. Se demostrar, especialmente respecto a l, que determinadas posiciones y modos de asimilar la experiencia aparecen sobre todo con la historia expe-rimentada como un tiempo nuevo. Nuestro moderno concepto de historia es un resultado de la reflexin ilustrada sobre la creciente complejidad de la historia en general, reflexin en la que las con-diciones de la experiencia se sustraen progresivamente a esa misma experiencia. Esto es vlido tanto para la historia del mundo entendi-da espacialmente y que ya est contenida en el concepto moderno de historia en general como para la perspectiva temporal en la que el pasado y el futuro tienen que coordinarse siempre mutuamente desde ella. La categora de la temporalizacin apunta a esta ltima tesis, dominante a lo largo de todo el libro.

    En los anlisis se incluyen numerosos conceptos complementa-rios del concepto de historia, como revolucin, azar, destino, progre-so o desarrollo. Igualmente, se tematizan conceptos estructurales en

    INTRODUCCION 17

    sus enunciados temporales propios, as como en su transformacin. Finalmente, se consultan categoras cientficas del tiempo y deter-minaciones de pocas de los propios historiadores, que han registra-do y -ocasionalmente- impulsado una modificacin de la expe-riencia.

    Los anlisis semnticos mencionados no persiguen primariamente ninguna finalidad histrico-lingstica. Ms bien deben buscar la constitucin lingstica de experiencias del tiempo all donde apa-recieron en la realidad pasada. Por eso los anlisis se remontan cada vez ms atrs, ya sea para explicar el contexto sociohistrico, para remarcar el eje de empuje pragmtico-lingstico o poltico-lings-tico de los autores u oradores o, tambin, para juzgar desde la se-mntica de los conceptos la dimensin histrico-antropolgica que es inherente a toda conceptualizacin y acto lingstico. Por eso he incorporado a este volumen el estudio sobre sueo y terror (en com-paracin, metdicamente sin defensa) en el que el lenguaje enmude-ce y las dimensiones del tiempo parecen confundirse.

    Los tres ttulos de los captulos no tienen el cometido de indicar una estricta secuencia de pensamiento. Se trata, ms bien, de pun-tos esenciales que remiten unos a otros y que caracterizan, con dife- rente importancia, todos los estudios. En primer lugar se contras-tan perfiles semnticos en su paso diacrnico. A continuacin, pasan a primer plano las exposiciones terico-histricas e historiogrficas. Finalmente, se onsideran ms intensamente los aspectos pragmtico-lingsticos y tambin antropolgicos de la semntica del tiempo his-trico. Pero su ordenamiento no est desprovisto de cierta arbitra-riedad, pues cada artculo se concibi como una unidad cerrada, de modo que las series de ejemplos, las explicaciones metdicas y los ensayos tericos acerca de la relacin entre el lenguaje y la realidad histrica estn contenidos, en todos los casos, en los estudios. Para evitar repeticiones innecesarias y hacer que los textos concuerden unos con otros, todos han sido abreviados o complementados con a l-gunas frases o citas. Se han aadido algunas referencias bibliogrfi-cas aparecidas posteriormente.

    La mayora de los estudios aparecieron en conexin con el pro-yecto y ejecucin del diccionario Geschichtliche Grundbegriffe, edi-tado por Otto Brunner, Werner Conze y yo mismo. Por eso, para mu-chos ejemplos quisiera remitirme a este diccionario y a las aportaciones de sus colaboradores, a los que quiero expresar aqu mi agradecimiento por sus numerosas sugerencias.

    Adems quiero dar las gracias a Siegfried Unseld, que a pesar de

  • 18 EL FUTURO PASADO

    los anuncios de muchos aos ha esperado pacientemente la conclu-sin del libro. Permanece inolvidable en el recuerdo doa Margarita Dank, que muri repentinamente tras la finalizacin del original y que ha dejado un doloroso vaco en nuestro trabajo de facultad y del diccionario. Finalmente, agradezco a Rainer Schlick y Georg Stanit-zek la correccin de pruebas y la confeccin del registro.

    Bielefeld, enero de 1979. R.K.

    PRIMERA PARTE

    SOBRE LA RELACIN ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

  • I

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD*

    En el ao 1528, el duque Guillermo IV de Baviera mand hacer una serie de cuadros histricos pensados para su casa de recreo re-cientemente construida junto al Marstallhof. La eleccin de los te-mas estuvo determinada por el humanismo y el cristianismo, conte-niendo una serie de sucesos bblicos y de la antigedad clsica. El ms famoso de estos cuadros es, con toda razn, la batalla de Alejan-dro, de Albrecht Altdorfer.

    Sobre una superficie de un metro y medio cuadrado, nos descu-bre Altdorfer el panorama csmico de una batalla decisiva para la historia del mundo, la batalla de Isso, que en el ao 333, como deci-mos hoy, abri la era del helenismo. Con una maestra desconocida hasta entonces, Altdorfer concibi la representacin de miles y mi-les de combatientes aislados como un ejrcito, mostrando el entre-chocar de columnas de jinetes acorazados con tropas de a pie arma-das con lanzas, el eje de empuje victorioso de los macedonios con Alejandro al frente, el desconcierto y el desorden que se apoderaba de los persas, la actitud expectante de las reservas griegas que de-ban consumar la victoria.

    Una consideracin exacta del cuadro nos posibilita la reconstruc-cin del t ranscurso total de la batalla. Altdorfer ha retenido la histo-ria en un cuadro, como si en aquel tiempo Historie pudiera signifi-car al mismo tiempo un cuadro y una historia [Geschichte].** Para

    * En es te trabajo se han incluido conversaciones que he sostenido con el Dr. Ger-hard H ergt. Sobre la expresin futuro pasado vase tambin su uso en R. Aran: Introduction ii la philosople de l'histoire, Pars, 1948, pg. 182 y R. Wittram: Zukunft in der Geschichte, Gotinga, 1966, pg. S. Sobre la limitacin de las tres dimensiones del tiempo y sus ordenamientos hi stricos var ia bl es vase N iklas Luhmmm, Welt-zeit und Systemgeschichte>>, en Soziologie und Sozialgeschichte (Kolner Zei tschrift fiir Soziologie und Sozialpsychologie), Sonderheft 16, edit. por P. Chr. Ludz, Opladen, 1972, pgs. 81-115.

    ** En a lemn exis ten dos palabras,

  • 22 RELACJON PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    ser lo ms exacto posible, el pintor o el historigrafo de la corte que le aconsejaba consult a Curtius Rufus, de quien proceden los n-meros supuestamente exactos de los participantes en la lucha, de los cados y de los prisioneros. Las cifras se encuentran consignadas en las banderas del ejrcito en las que se cuentan, pues, los cados que an permanecen entre los vivos y que incluso llevan la bandera bajo la que morirn aplastados en breve. Se trata de un anacronismo cons-ciente que Altdorfer utiliz para hacer fielmente expresivo el curso :de la batalla pasada.

    Sin duda, hoy nos resulta ms llamativo otro anacronismo. Noso-tros, que contemplamos el cuadro en una pinacoteca, creemos ver ante nosotros al ltimo caballero Maximiliano o a los lansquenetes de la batalla de Pava. La mayora de los persas se parecen, desde los pies al turbante, a los turcos que asediaron Viena infructuosa-mente el mismo ao, 1529, en el que se realiz el cuadro. Con otras palabras, el suceso histrico que Altdorfer captur era en cierto modo contemporneo suyo. Alejandro y Maximiliano, plasmados en im-genes por Altdorfer, se aproximan mutua y ejemplarmente; el espa-cio histrico de la experiencia subsiste desde la profundidad de una unidad generacional. Y la situacin de la tcnica militar no supona obstculos insuperables para la representacin contempornea de la batalla de Alejandro. Maquiavelo acababa de demostrar, en todo un captulo de los Discorsi, qu poco se haban modificado las tcni-cas de guerra por las armas de fuego modernas, y que era completa-mente errneo pensar que la invencin de la artillera oscureca la fuerza modlica de la antigedad. Quien siguiera a los antiguos, slo poda rerse de esa opinin. El presente y el pasado quedaron englo-bados en un horizonte histrico comn.

    Una diferencia temporal no quedaba eliminada arbitrariamente: no se manifestaba en absoluto como tal. La prueba de ello se puede reconocer en la misma figura de Alejandro. Altdorfer, queriendo co-rroborar estadsticamente la historia que representa, dispone a los contendientes en diez columnas numeradas -ha renunciado a un n-

    el trmino Historie y traducir por historia la palabra Geschichte. En los ca-sos en que pareca necesario, para una mayor diferenciacin, se han aadido los tr-minos alemanes entre [].Los adjetivos historisch y geschichtlich se han traduci-do siempre por histrico. Sobre el origen de las dos palabras alemanas, sus significados respectivos y las re laciones que se pueden establecer entre ellos, trata el captu lo siguiente: Historia magistra vitae. [T.]

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 23

    mero, la fecha del ao-. Su batalla no era solamente contempor-nea suya; tambin parece ser intemporal.

    Apenas trescientos aos despus, cuando Friedrich Schlegel vio el cuadro por primera vez le embarg, segn escribe, un asombro sin lmites al contemplar esta obra maravillosa. Schlegel elogia la pin-tura con cascadas de ideas chispeantes, reconociendo en ella la ms elevada aventura de la antigua nobleza. De esta manera confiri a la obra maestra de Altdorfer una distancia crtico-histrica. Schle-gel sabe distinguir el cuadro tanto de su propio tiempo como de la antigedad que pretende reresentar. As, la historia ha alcanzado para l una dimensin temporal especfica de la que careca claramente en Altdorfer. Formulado de forma tosca, para Schlegel, en los 300 aos que lo separaban de Altdorfer, transcurri ms tiempo, o en todo caso un tiempo de otro tipo, que para Altdorfer en los cerca de mil ochocientos aos que se extienden entre la batalla de Isso y su re-presentacin.

    Qu ha sucedido en estos trescientos aos que separan a nues-tros testigos Altdorfer y Schlegel? Qu nueva cualidad ha adquiri-do el tiempo histrico que ocupaba aproximadamente el espacio de tiempo entre 1500 y 1800? Vamos a tratar de responder a esta pre-gunta. Si averiguamos la respuesta, tenemos que mostrar algo que no slo ha ocupado el espacio de tiempo mencionado, sino que, so-bre todo, lo ha caracterizado como un espacio de tiempo especfico.

    Formulando mi tesis crticamente: en estos siglos se produce una temporalizacin de la historia en cuyo final se encuentra aquel tipo peculiar de aceleracin que caracteriza a nuestros modernos. Esta-mos preguntando, pues, por la peculiaridad de lo que se ha denomi-nado el principio de la modernidad. Nos limitaremos a aquel aspecto que se nos ofrece desde el futuro correspondiente a las generacio-nes pasadas; con ms concisin, al futuro pasado.

    1

    En primer lugar vamos a clarificar la presencia inmediata y la alusin extracronolgica que hemos descubierto en el cuadro de Alt-dorfer. Intentemos contemplar el cuadro con los ojos de uno de sus contemporneos. Para un cristiano la victoria de Alejandro sobre los persas significaba el paso del segundo al tercer imperio universal, al que seguira el romano, como cuarto y ltimo imperio. En una lu-cha de ese tipo participaban tambin fuerzas celestiales y csmicas,

  • 24 RELACJN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    como el sol y la luna, que en el cuadro de Altdorfer estn acompa-ando a los dos reyes como fuerzas de la luz y de las tinieblas, estan-do el sol sobre un barco cuyo mstil representa una cruz. La batalla en la que el imperio persa se ira a pique no fue una bata lla cual-quiera, sino uno de los pocos sucesos ~ntre el principio y el fin del mundo, que tambin prefiguraba la cada del sacro imperio romano. En el fin del mundo, an por llegar, caba esperar sucesos anlogos. Con otr~s. palabras, el mosaico de madera de Altdorfer tena rango ~- escatol?gico. La_ batalla de Alejandro era a temporal, como preludio,

    como figura o tipo de la lucha final entre Cristo y el Anticristo los que les a~o:npaan en la lucha eran todos ellos contemporneo's de los que VlVIan a la expectativa del juicio final.

    Hasta el siglo XVI, la historia de la cristiandad es una historia de esperanzas, o mejor una espera continua de los ltimos tiempos por una parte y, por otra, de la demora constante del fin del mundo La inmediatez de la espera cambiaba segn la situacin, pero las fi~ guras fundamentales del tiempo final permanecan constantes. Los

    rev~s tim~:ntos mticos del apocalipsis de Juan podan adecuarse a la SJtuacwn correspondiente y los vaticinios no cannicos variaban slo un nm~ro rela:ivamente pequeo de las figuras que deban apa-recer en el tiempo fmal, como los papas anglicos, el prncipe de la paz o los_ p_r,ecur~ores del Anticristo, como Gog y Magog, que, segn

    un~ tradJcJOn ?nental transmitida tambin en Occidente, permane-cenan en el Caucaso, e?~errados por Alejandro hasta su irrupcin. Por mucho q~e se modificaran las imgenes del tiempo final, el pa-pel del Impeno Romano permaneci constante: mientras existi re-tard la cada definitiva. El emperador era el katecr/.o del Anticristo.

    Todas estas figuras se manifestaron en la realidad histrica en la poca de la Reforma. Lutero vea el Anticristo en la Santa Sede Roma era para l la prostituta Babilonia, los catlicos vean el Anti~ cristo_ e_n Lutero, la revuelta de los campesinos y los destacados fren-tes, m_Ihtantes de ~a. Iglesia que se desmoronaba parecan preparar la ultima guerra civil que deba preceder al fin del mundo. Finalmen-te, los turcos que asediaban Viena el ao del cuadro de Alejandro parecan ser el pueblo de Gog desencadenado.

    Altdorfer P~_rticip en la expulsin de los judos de Regensburg y, po_r su relacwn con _el astrlogo Grnpeck, conoca seguramente los signos. Como a rqmtecto municipal cuid, mientras elaboraba el cuadro, del refuerzo de la fortificacin para protegerse contra los tur-cos. Cu~ndo echenos a los turcos, dijo entonces Lutero, la profeca de Damel se habra consumado, entonces el ltimo da estar cierta-

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 25

    mente ante la puerta. 1 En tanto que movimiento de renovacin reli-gioso, la Reforma trajo consigo todos los signos del fin del mundo.

    Lutero dijo con frecuencia que el fin del mundo haba que espe-rarlo prximamente, si no en ese ao. Pero, segn se nos ha transmi-tido en una conversacin de mesa [Tischgesprach], en una ocasin aadi que Dios acortara los ltimos das por amor a los escogidos, pues el mundo se aleja apresuradamente guia per hoc decennium fere novum saeculum fu it.2 Lutero crea que los sucesos del nuevo siglo estaban compendiados en un decenio que transcurra a partir de la Dieta de Worms y cuyo final surgira, como sabemos, con la batalla de Alejandro. El acortamiento del tiempo indicaba que el fin del mun-do se aproximaba con gran velocidad, aunque la fecha permanecie-se oculta.

    Detengmonos un momento y adelantmonos a estos casi trescien-tos aos cuya modificacin de estructura temporal es nuestro tema. El 10 de mayo de 1793, en su famoso discurso sobre la constitucin revolucionari a, Robespierre proclama: Ha llegado el tiempo de lla-mar a cada uno a su verdadero destino. E l progreso de la razn hu-mana ha preparado esta gran revolucin y es precisamente a voso-tros a quienes se os impone el deber especfi co de activarla. 3 La fraseologa providencia lista de Robespierre no puede hacer olvidar que, de acuerdo con nuestra s ituacin de partida, se ha perdido el horizonte de la esperanza. Para Lutero, el acortamiento del tiempo es un signo visible de la voluntad de Dios de hacer irrumpir el juicio final, el fin de este mundo. La aceleracin del tiempo es, para Robes-pierre, una tarea de los hombres para llegar hasta el futuro dorado, la era de la libertad y la felicidad. Ambas posiciones, a unque la revo-lucin provenga de la reforma, marcan el principio y el fin de nues-

    l. Lutero: Tischreden WA, 678. Sobre Altdmfer vase ent re otros Ernst Buchner: Albrecht Altdo1jer w1d sein Kreis, Kata log, Munich 1938; ibd .: Die Alexcmderschlacht, Suttgart, 1956; K. Oettinger: Altdorfer-Studien, Nremberg, 1959; A. Altdorfer: Grap hik, comp. por F. Winzinger, Munich, 1963. Tambin Gise la Goldberg: Di e ursprn gliche Schrifttafel der Alexanderschlacht Albrecht Altdorfers , en Miinch. lb. d. Bil denden Kuns t, serie 3, vol. 19, 1968, pgs. 121-126; Franz Winzinger: , en Anzeiger des Gennanischen Na tiona lmuseums, Nremberg, 1977, pgs. 67-77, con bibliografa.

    2. Lutero: op.cit., 2756 b (apnd ice). 3. Robespierre: Oeuvres compl. , comp. por M. Bou loiseau, Pars, 1958, IX, pg.

    495. Vase ms adelante pg. 77.

  • 26 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    tro espacio temporal. Intentemos articularlo desde el hilo conduc-tor de la perspectiva de futuro.

    Uno de los principios de dominacin de la Iglesia romana era tener bajo su control a todos los visionarios. Las visiones del futuro necesi-taban una autorizacin eclesial para ser publicadas, segn conclua el Co?~ilio Lateranen~e V (1.512-1517). La prohibicin de la doctrinajoa-qmmsta del tercer Impeno, el destino de Juana de Arco, que tuvo que subir a la hoguera por la firme afirmacin de sus visiones no autoriza-

    :: das, o la muerte en la hoguera de Savonarola, pueden servir como ejemplo de cmo fueron extirpadas las profecas posbblicas. La exis-tencia de la Iglesia no poda verse amenazada; su unidad era -como la existencia del Imperio- garanta del orden hasta el fin del mundo.

    A esta situacin responde el hecho de que el futuro del mundo y su final estn incluidos en la historia de la Iglesia, por lo que las

    pro~ecas que volvan a resurgir caan bajo el veredicto de hereja. El fm del mundo, que tardaba en llegar, constituy a la Iglesia de tal modo que se pudo estabilizar bajo la amenaza de un fin del mun-do que poda llegar en cualquier momento y en la esperanza de la Parusa. 4 Hay que entender el eschaton desconocido como un factor integrador de la Iglesia que, de ese modo, pudo asentarse como mun-do y estructurarse como institucin. La Iglesia es ya, en s misma escatolgica. P~ro, en el momento en que las figuras del apocalipsi~ de ~uan se aplican .a sucesos o instancias concretos, la escatologa actua de forma desmtegradora. El fin del mundo es un factor de in-tegracin slo en la medida que queda indeterminado en un sentido poltico-histrico.

    De este modo, el futuro, como posible fin del mundo, ha sido in-cluido en el tiempo como constitutivo para la Iglesia y no se encuen-tra, en un sentido lineal, al final del tiempo: ms bien, se puede con-cebir el fi~al del :iempo s~lo porque est conservado desde siempre en la Iglesia. Y asila h1stona de la Iglesia es la historia de la salvacin.

    Esta tradicin fue destruida en sus presupuestos internos por la Reforma. Ni la Iglesia ni los poderes mundanos eran capaces de su-jetar las energas que irrumpieron en el mundo de Europa con Lute-ro, Zuingl~o y Calvino. L~tero desesperaba, en su ancianidad, de que fuera posible la paz: la epoca del Imperio no puede ofrecer ya nada ms, ~eda que lleg~ra el ltimo da, slo pido que no lo hagan peor todavw para que aun haya un poco de demora. 5 La misin del im-

    4. S. Agustn : De civ. Dei XVIII, c. 53 y XX c. 7. S. Lute ro: Tischreden WA 6893.

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 27

    perio, demorar el fin del mundo, vibra todava en el grito de socorro de un hombre que ya no ve salida para este mundo. El Imperio ha fracasado.

    Poco despus, en 1555, se firm la paz religiosa de Augsburgo -como se dice en el prrafo 25- , para proteger a esta ilustre nacin del prx imo ocaso final. Los estamentos se ponen de acuerdo en que se erija una paz estable, firme, incondicional, por y para toda la eter-nidad.6 Incluso, y esto era tan decisivo como discutido, cuando los partidos religiosos no encontraran ni conciliacin ni acuerdo. Desde entonces, la paz y la unidad de religin ya no eran idnticas: paz sig-nifica ahora paralizar los frentes de guerra civil religiosa, enfriar-los. Slo difcilmente se puede medir hoy la enormidad con la que se experiment entonces esta exigencia. El compromiso nacido de la necesidad entraaba un nuevo principio, el de la poltica, que habra de prevalecer en el siglo siguiente.

    Los polticos ya no se interesaban por lo eterno sino slo por lo temporal, como les echaron en cara los ortodoxos de todos los parti-dos. L'heresie n'est plus auiourd'huy en la Religion; elle est en l'Es-tat, 7 responda un jurista y poltico francs durante la guerra civil de las confesiones. Ya no hay hereja en la religin, existe en el Esta-do. Son palabras peligrosas si las repetimos hoy. Pero su sentido en 1590 consista en formalizar la ortodoxia como una cuestin de de-recho pblico. Cuius regio, eius religio es una de las primeras frmu-las para que los prncipes, cualquiera que fuera su confesin, se ele-varan por encima de los partidos religiosos. Pero slo despus de los treinta aos que dur la guerra estuvieron los alemanes lo bastante agotados como para poder hacer del principio de indiferencia reli-giosa la base de su paz. Lo que, supuestamente, haba comenzado como guerra civil religiosa de los estamentos del Imperio Romano finaliz con la firma de la paz por prncipes soberanos, antiguos se-ores de territorios ahora emancipados. Mientras que al Oeste, de la guerre civile y de la civil war se deriv una nacionalidad moder-na, en Alemania, en el curso de los treinta aos, se transform la gue-rra civil religiosa -en virtud de las intervenciones- en una guerra interestatal cuyo re.sultado mantuvo paradjicamente con vida al Im-

    6. Zeumer: Quellensammlung zur Gesch. d. dt. Reichsverf. , Tubinga, 1913, pg. 346 sig.

    7. Citado por Roman Schnur: Die Franzosischen Juristen im konfessionellen Brgerkrieg des 16. J ahrhunderts , en Fes tschrift fii r Carl Schmitt, Berln 1959, pg. 186.

  • 28 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    y ci ertamente, bajo unos presupuestos completamente nuevos: peno. b 1 . . , h 1 R 1 el orden de la paz de Mnster y Osna rc e SirVIO, asta a evo u-

    . , Francesa, como fundamento de derecho pblico para la toleran-cwn d. . , 1 .. ,

    . Qu consecuencias tuvo la nueva coor mac10n entre re IgiOn Cia. (. d d 1 ? ol ti ca para la formacin de la experiencia m o erna e tiempo., ~,pqu cambio de situaci~n del futu~o acu est~ proceso? La experiencia consegmda en un siglo de s~~~nent~s_l~chas fu~,

    en primer lugar, que las guerras civiles de rehgi~n no IniCiaban evi-~ dentemente el juicio final, al menos no en el sentido fuerte en el que

    se haba esperado antes. Ms bien fue posible una paz en la_ medida en que las potencias religiosas se ~es~~uyeron ? _se consumiera~ en la lucha abierta, o, cuando se cons1guw, se debilitaron o neutraliza-ron polticamente. De este modo se alumbr un futuro nuevo y de concepcin completamente diferente. ,

    El proceso se realiz lentamente y estaba preparado de_sde hacia mucho. En primer lugar, llama la atencin que ya en el siglo XV y en parte incluso antes, se aplazara cada vez_ ~s el _espera_do fin del mundo. Nicols de Cusa lo fij, en una ocas10n, haCia comienzos del siglo XVIII; Melanchton calculaba un plazo de 2;0~0 aos a pa;ti_r del nacimiento de Cristo, hasta que se agotara la ultima era. La ulti-ma gran profeca papal de 1595, atribuida a san Malaquas, amplia-ba la lista usual de papas a ms del triple, de modo que, segun la duracin media del reinado de los papas, habra que colocar el fin de todos los tiempos en torno a 1992.

    En segundo lugar, no hay que despreciar el papel que ?ese~pe la astrologa, que floreci en el Renacimiento y cuyo mflujo se mantuvo sin merma hasta que las ciencias de la naturaleza, que en cierto modo la haban llevado a cuestas, la llevaron al descrdito. In-cluso Newton profetiz en 1700 el final del reinado papal para el ao 2000. El cmputo astrolgico del futuro desplaz, calculndolas, las esperanzas escatolgicas hacia un futu~o ca~a ~ez ms lejano. ~inalmente en las expectativas respecto al fm se mhltraron determman-tes ap~rentemente naturales. Es de una coincidencia simblica que en el ao de la paz religiosa de Augsburgo, 1555, Nostradamus pu_-blicara sus Centurias. Como era tradicional, Nostradamus concluyo sus visiones con una profeca acerca del final, pero para el tiempo intermedio formul una profusin interminable de orculos varia-bles y sin fecha, de modo que le descubra al lector moderno un fu-turo enormemente interesante.

    En tercer lugar, con el desvanecimiento de las expectativas res-pecto al tiempo final, el Sacro Imperio Romano fue perdiendo, de

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 29

    un modo distinto del de antes, su funcin escatolgica. A ms tar-dar, desde la paz de Westfalia se hizo evidente que la salvaguardia de la paz se haba convertido en tarea de los sistemas estatales euro-peos. Como historiador, Bodin abri aqu nuevos caminos, al igual que con la fundamentacin del concepto de soberana. Separando la historia sagrada, la humana y la historia natural, Bodin transform la cuestin de los ltimos tiempos en un problema de clculo astro-nmico y matemtico. El ocaso del mundo se convierte en un dato del cosmos, la escatologa fue desplazada hacia una historia natural confeccionada. expresamente para eso. Bodin sostuvo como absolu-tamente posible con la tradicin cabalstica que este mundo slo ter-minara tras un ciclo de 50.000 aos. De este modo, tambin el Impe-rio Romano de la naciqn alemana qued privado de cualquier tarea histrico-salvfica. La historia humana, considerada como tal, no tie-ne ninguna meta, sino que es el campo de la probabilidad y de la in-teligencia humana. Salvaguardar la paz es tarea de los Estados, no misin de un imperio. Si es que un pas pudiera reclamar la suce-sin del imperio, ste sera a lo sumo el turco, pues se extendi so-bre tres continentes. El descubrimiento de una historia humana que prescinde de la historia sagrada y la legitimacin del Estado moder-no que sabe moderar a los partidos religiosos ciertos de la salvacin son, para Bodin, uno y el mismo fenmeno.

    Esto nos conduce hasta un cuarto punto. La gnesjs del Estado absoluto va acompaada por una lucha sostenida contra las profe-cas polticas y religiosas de cualquier tipo. El Estado consigue, a la fuerza, convertirse en monopolio del dominio del futuro reprimien-do las interpretaciones apocalpticas y astrolgicas. De este modo, asume una tarea de la Iglesia antigua, aunque ciertamente fijndose un fin antieclesial. Enrique VIII, Eduardo VI e Isabel de Inglaterra promulgaron prohibiciones estrictas contra cualquier tipo de estos vaticinios. A los profetas reincidentes les esperaba cadena perpetua. Enrique III de Francia y Richelieu se adhirieron al ejemplo ingls para taponar de un vez por todas el flujo constante de expectativas religiosas. Grocio, que en calidad de emigrante de una persecucin religiosa public en 1625 su Derecho de gentes, contaba entre los mo-tivos injustos de una guerra la voluntad de cumplir los vaticinios, voluntatem implendi vaticinia. Y aada el aviso: guardaos vosotros, telogos arrogantes; guardaos vosotros, polticos, de los telogos de-masiado arrogantes. 8 En conjunto, se puede decir que una poltica

    8. Grocio: De jure belli ac pacis, Amsterdam, 1670, 389 (II, 22, prrafo 15).

  • 30 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    dura haba conseguido eliminar lentamente del mbito poltico de las decisiones y de la formacin de la voluntad las firmes esperan-zas religiosas en el futuro, que proliferaron tras la decadencia de la Iglesia.

    Esto se muestra tambin en Inglaterra, donde en la revolucin pu-ritana brotaron otra vez las antiguas expectativas envueltas profti-camente. Pero la ltima gran lucha contra los vaticinios en el campo poltico, en 1650, sobre si la monarqua retornara o no, ya se llev

    :: a cabo con plumas crtico-filolgicas. El astrlogo republicano Lilly demostr al caballero enemigo que haba extractado mal sus fuen-tes. Y si Cromwell divulg sus intenciones para el ao siguiente en forma de prcticas astrolgicas de calendario, hay que atriburselo a su fro realismo ms que a la certidumbre en la revelacin. En Ale-mania surge la ltima profeca del fin ampliamente efectiva a partir de la guerra de los Treinta Aos: el comentario al Apocalipsis de Bar-tolom Holzhauser, que fijaba un plazo de unas pocas decenas de aos.

    Los topoi de los vaticinios eran siempre limitados, pero hasta el siglo XVII se compilaron creativamente. Desde entonces se amonto-nan puras reediciones como el Adivinos estatales europeos, que quera aplicar textos antiguos a la guerra de Silesia. Una tradicin que, como es conocido, llega hasta nosotros. Y el ltimo intento de salvar la doctrina de las cuatro monarquas fue impreso en 1728. Era un eplogo.

    Es caracterstico del transcurso del siglo XVII que se destruye-ran las interpretaciones del futuro, cualquiera que fuera su motiva-cin. El Estado las persegua donde tuviera poder para ello, como ltimamente en la rebelin de los Cevennes, y las haca retroceder a mbitos privados, locales, folclricos o a crculos secretos. Parale-lamente, se desarroll tambin la hostilidad literaria de espritus hu-manistas y escpticos en contra de los orculos y supersticiones si-milares. Los primeros nombres conocidos son Montaigne y Bacon, quienes, adelantndose mucho a sus contemporneos, desenmasca-raron psicolgicamente los vaticinios en sus agudos ensayos. Tam-bin en Alemania se present en 1632 una Meditacin escrita acer-ca de las visiones. La crtica ms consecuente de la profeca la ofreci Spinoza en 1670. No s'lo combati las visiones religiosas de su tiempo como pretexto usual de partidos ambiciosos y peligrosos para el Estado, sino que incluso dio un paso ms e intent desenmas-carar a los profetas cannicos, como vctimas de una fuerza imagi-nativa primitiva. Con la Histoire des oracles de Fontenelle, en 1686,

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 31

    alcanz la hostilidad literaria, con sus frmulas racional y conscien-temente fras, su punto lgido de elegancia estilstica, respecto al cual toda la burla que vierte Voltaire sobre los profetas ya no es ms que la burla de un vencedor.

    En 1650 ya no exista la naturalidad con la que se trasladaban a las ac~i~n~s polticas l~s expectativas de los cristianos creyentes o los vatic_m~os de cualquier otro tipo. El clculo poltico y la reser-va humamstl~a trazaron un nuevo horizonte de futuro. Ni el gran fin del mundo, m los muchos pequeos pudieron afectar aparentemen-te en nada el curso de los asuntos humanos ~ En vez del esperado fin del mundo se haba abierto, de hecho, un tiempo nuevo y distinto.

    As tocamos un quinto punto. En adelante sera posible evocar el pasado como medieval. Los mismos conceptos, la trada de Anti-gedad, E_dad Media y Edad Moderna, estaban ya disponibles desde el humamsmo. Pero estos conceptos slo se han implantado lenta-mente a J?arti~ de la segunda mitad del siglo XVII, y ciertamente para toda la h~s~ona. Des~e entonces se vivi en un tiempo nuevo y se supo que ~e VIVIa en un tiempo nuevo. 9 Esto es vlido, obviamente, slo refend? a naciones y clases sociales, pero era un saber que se puede concebir, con Hazard, como crisis del espritu europeo.'o

    2

    Si hasta ahora perseguamos la restriccin o socavamiento la con-sumicin o canalizacin de las expectativas respecto a los ltimos tiempos, ahora surge la pregunta contraria por los proyectos de fu-turo (pues de eso se trata), de ponerse en el lugar del futuro que pa-saba. Se pueden preparar dos tipos, aunque estn conectados entre s Y rei?itan a las expectativas de salvacin: por un lado el pronsti-co racwnal, y por otro la filosofa de la historia.

    . -~amo ~oncepto contrario a las antiguas profecas apareci la pre-VIswn racwnal, el pronstico. El difcil arte del clculo poltico se

    9. Vase ms adelante, pg. 300 sigs. . 10. Para la parte anterior vase Herbert Grundmann: Die Papstprophetien des

    MJttelalters, en Archiv fr Kulturgeschichte, XIX, 1, pgs. 77-138; A. Hbscher: Die g~osse Wezssagung, Munich 1952; A. Klempt: Die Siikularisierung der universalhisto nschen Auffassung, Gottinga, 1960; W. E. Peuckert: Die grosse Wende, 2 vol., Darm stadt, 1966; R. Taylor: The political prophecy in England, Nueva York, 1911; y, funda-mental para Inglaterra, Keith Thomas: Religion and the Decline of Magie Nueva York 1971. '

  • 32 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    desarroll en la Italia de los siglos XV y XVI, y luego en los gabine-tes de las cortes europeas en los siglos XVII y XVIII hasta su ms elevada maestra. Como lema de este arte puede repetirse una cita clsica de Aristteles que Guiccardini ha introducido en la literatu-ra poltica: De futuris contingentibus non est determinara veritas. (No est determinada la verdad de los acontecimientos futuros.) Hay gen-te, dice Guiccardini, que elabora tratados sobre el curso del futuro. Posiblemente tales obras se puedan leer bastante bien, pero como

    :.: cada conclusin de estas reflexiones se deriva de otra, se derrumba el edificio completo con que slo una sea falsa. 11

    Este conocimiento, que Guiccardini haba conseguido en Italia, el pas de origen de la poltica moderna, lo llev a un procedimiento determinado. El futuro se convirti en un campo de posibilidades finitas escalonadas segn su mayor o menor grado de probabilidad. Se trata del mismo horizonte que Bodin ha descubierto como tema para la historia humana. La ponderacin de la probabilidad de suce-sos que iban a suceder o que no se presentaran eliminaba, por lo pronto, una concepcin del futuro, que era natural en los partidos religiosos: la de forzar como nica mxima de accin la alternativa entre bueno y malo, desde la certeza del juicio final. En cambio, el nico juicio moral que le restaba a un poltico se rega por la medi-da del mal mayor o menor. En este sentido, Richelieu deca que no hay nada que sea ms necesario para un gobierno que la previsin, pues slo as se pueden prevenir muchos males que, una vez que ha-ban sucedido, slo se podan curar con una dificultad cada vez ma-yor. La segunda consecuencia de tal procedimiento fue la actitud ante posibles sorpresas, pues en la mayora de los casos no se realizaba una u otra posibilidad, sino una tercera, cuarta o ensima. Del trato diario con tales incertidumbres se origin la obligacin de una ma-yor previsin y slo as alcanza el topos su tono especfico en Riche-lieu, cuando dice 12 que es ms importante reflexionar sobre el futu-ro que sobre el presente. Es, por as decirlo, la forma poltica previa a los seguros de vida que se propagaron a principios del siglo XVIII con la posibilidad de calcular la esperanza de vida.

    Mientras que la profeca traspasaba el horizonte de la experien-cia calculable, el pronstico se sabe vinculado a la situacin polti-

    11. Guiccardini: Ricordi, Bari 1935, II, 58, 114; citamos por la seleccin de E. Gras. s i: Das politisclze Erbe der Renaissance, Berna, 1946, pg. 36 s ig.

    12. Richelieu: Testame111 poli tique, comps., L. Andr y Lon Noel, Pars, 1947, pg. 334.

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 33

    e~ .. Tan vin~ulad?. est que f~rn~ular un pronstico significa ya mo-dificar la situacwn. El pronostico es un momento conocido de ac-cin poltica. Est referido a acontecimientos cuya novedad alumbra. Por ello, el tiempo se excluye continuamente del pronstico, de una manera que es imprevisible de prever.

    El pronstico produce el tiempo desde el que se proyecta y den-tro del c~al se proyecta, mientras que la profeca apocalptica des-truye el tiempo, de cuyo fin precisamente vive. Los acontecimientos vistos desde el horizonte de la profeca, slo son smbolos para 1~ que ya se sabe. Un profeta desilusionado no puede desconcertarse ante sus vaticinio~. Como se mantienen variables pueden prolongar-se a lo largo del t1empo, y lo que es ms, con cada expectativa frus-trada aumenta la certeza de una consumacin futura . Por el contra-rio, un pronstico ~esacertado no puede repetirse como equivocacin, pues permanece ligado a sus nicos presupuestos.

    El pronstico racional se limita a posibilidades intramundanas pero precisamente por eso produce un excedente de dominio estili~ zado d~l mundo. El tiempo se refleja siempre en el pronstico de una f~rma mesp~rada; lo que era siempre igual en la esperanza escatol-gica qued~ d~suelto por la novedad continua de un tiempo que se es-capa en SI mismo Y que es atrapado por el pronstico. As, conside-rado desde la estructura temporal, se puede comprender el pronstico como el factor de integracin del Estado, que traspasa el mundo que se le ha entregado a un futuro limitado.

    Tom.er:n?~ un ejempl? cualquiera de la diplomacia clsica. La pri-mera diVISlOn de Paloma. En el fondo, se puede remitir a Federico el Grande, no el motivo, pero s la forma como se llev a cabo. Fede-rico vivi b~jo u~ doble te~or tras las encarnizadas luchas de la gue-rra de los Siete anos: en pnrt1er lugar, bajo el temor de una revancha austrac.a. Para aminorar esta posibilidad futura, firm una alianza con ~usra. Pero, de este modo, se uni a una potencia cuya creciente pre~1~n, debida no.en .ltimo lugar a l aumento de su poblacin, per-c.Ibia el desde la l~Jafolia como la mayor posible, incluso como un pe-hgro. Ambas predicciOnes, el pronstico austraco a corto plazo y el

    r~~o a largo plazo, entraron de tal modo en la accin poltica quemo-difiCaron los presupuestos del pronstico, es decir, de la situacin. La poblacin griegocortodoxa de Polonia proporcion a los rusos el pret~~to p~rr:nanente para intervenir en Polonia como fuerza de pro-teccwn religwsa. El embajador ruso, Repnin, domin Varsovia casi como gobernador general, celebrndose las sesiones del parlamen-to polaco bajo su vigilancia inmediata . Los diputados cados en des-

  • 34 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    gracia fueron deportados sin demora a Siberia. Polonia se convirti, de facto, en una provincia rusa, cuya sangrienta guerra civil, a la que Rusia la arrastr, trajo como consecuencia una continua intensifica-cin de la vigilancia rusa. La creciente presin desde el Este hizo que la realizacin del pronstico a largo plazo avanzara hasta una proxi-midad inminente. En la misma medida se desvaneci en una lejana incalculable la meta propia de Federico: la anexin de Prusia occi-dental a su Estado. En 1770 la situacin empeor. Rusia estaba dis-puesta no slo a tragarse a Polonia, sino igualmente a Rumania y, por cierto, en una guerra contra la Sublime Puerta. Esto no lo iba a permitir Austria en ningn caso. En la anexin de Rumania vea el casus belli, y as, Federico, aliado de Rusia por aadidura, se ha-bra visto obligado al segundo de los males temidos, es decir, a la lucha contra Austria, lo que quera evitar a toda costa. La solucin que encontr Federico para este dilema en 1772 es asombrosa.

    Inmediatamente despus de que Federico tuviera conocimiento de que los austracos se arredraban ante la guerra y antes de que pudieran saberlo los rusos, llev a Rusia, bajo la presin de sus obli-gaciones de proteccin, a renunciar a una anexin de Rumania. Como compensacin, Rusia obtuvo la parte oriental de Polonia que, de to-dos modos ya dominaba, pero Prusia y Austria recibieron como equi-paracin Prusia occidental y Galicia: pases importantes que de esta manera se sustraan, adems, al influjo ruso. En vez de allanar a su temido aliado el camino de una guerra en el Oeste, Federico haba salvado, en primer lugar, su paz, y adems le haba echado un cerro-jo a la penetracin rusa. Lo que en apariencia se exclua mutuamen-te lo haba reunido Federico para su doble ventaja. Est claro que tal juego elstico con un nmero de mltiples posibilidades limita-do, pero casi infinito dentro de los lmites, slo era posible en una determinada situacin histrica. Cul es el horizonte histrico-temporal dentro del cual se pudo desarrollar el refinamiento de la poltica absolutista? El futuro era abarcable y tanto ms cuanto que el nmero de fuerzas polticas a tener en cuenta permaneca limita-do al nmero de los prncipes. Detrs de cada soberano haba un po-tencial cameralista calculable por el nmero de tropas y de habitan-tes, por el poder econmico y por la liquidez. En este horizonte, la historia todava era comparativamente esttica y se pudo aplicar a la poltica la afirmacin de Leibniz de que todo el mundo futuro cabe y est perfectamente preformado en el presente. 13 En el horizonte de

    13. Leibniz: Brief an Coste, 19-XII-1707. Vase Dt. Schriften, edit. por Guhrauer, 1838, II, 48 sigs.

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 35

    la poltica de los prncipes soberanos, y slo en esa, no poda produ-cirse nada fundamentalmente nuevo.

    Caracterstico de ello es el lmite extremo dentro del cual se mo-va el clculo poltico. Hume, que formul pronsticos de posibili-dad a largo plazo, predijo en una ocasin 14 que en un mdico no se confa ms de catorce das, y en un poltico algunos aos como m-ximo.,Una ojeada a aquellas acciones diplomticas confirma esta afir-macin. Claro que haba constantes que con frecuencia llegaban a un futuro cada vez ms hipottico. Por ejemplo, se tena en cuenta la constancia del carcter que poda acreditarse permanentemente por la posibilidad de corromper al ministro. Pero, un momento cons-tante del clculo poltico de las probabilidades fue, ante todo, la su-posicin de la duracin de la vida del soberano gobernante. El futu-ro ms avanzado que predijo en el ao 1648 el embajador veneciano en Pars para los prximos cincuenta aos fue el caso, para l apa-rentemente claro, de una Guerra de Sucesin en Espaa: caso que sucedi justamente cincuenta aos despus. El hecho de que la ma-yora de las guerras en las repblicas soberanas europeas de los si-glos XVII y XVIII fueran guerras de sucesin nos muestra inmedia-tamente hasta qu punto era an humanamente natural el horizonte del tiempo histrico. Pero, como refera nuestro embajador venecia-no, aqu quedaba an espacio de juego para el tiempo y el futuro, pues no todo lo que puede suceder suele ocurrir. 15 Recurdese slo el pa-pel modificador del curso de la guerra que se atribuy a la muerte de la zarina en 17 62.

    Acostumbrada a la vida y al carcter de los personajes, la rep-blica soberana europea an poda, de hecho, entender su historia de un modo natural. No hay que asombrarse de que pudiera adquirir evidencia universal el modelo circular de la antigedad, que Maquia-velo haba puesto de nuevo en circulacin. El propio carcter repeti-ble de esta nocin de la historia remite al pasado el futuro previsible.

    Est claro que as no se demuestra de ninguna manera que el dis-tanciamiento entre la conciencia poltica del tiempo del principio de la modernidad y la escatologa cristiana fuera tan grande como pu-diera parecer en un principio. Ya no puede suceder nada nuevo sub

    14. Hume: Theory of Politics, comp. por F. Watkins; Essays I, 7, Edimburgo, 1951 , pg. 162.

    15. Barozzi e Berchet: Relazioni degli ambasciatori Veneti nel seco/o decimosel timo. Ser. II, Francia, Venecia, 1859, II; vese Battista Nani: Ein Venezianischer Ge-sandtschaftsbericht, comp. por A. v. Schleinitz, Leipzig, 1920, pgs. 61, 72.

  • 36 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    specie aetemitatis, tanto si se considera el futuro como creyente, como si se apunta hacia l calculando framente. Un poltico podra hacer-se ms inteligente o ms hbil; si quisiera refinar sus tcnicas po-dra volverse ms prudente o cuidadoso: pero la historia no lo lleva-ra nunca a regiones nuevas y desconocidas del futuro. La sustitucin del futuro profetizable por el futuro pronosticable no haba roto an bsicamente el horizonte de la expectativa cristiana. Esto es lo que une a la repblica soberana con la Edad Media, tambin en aquellos aspectos en los que ya no se reconoca como cristiana.

    Quien liber el comienzo de la modernidad de su propio pasado y tambin abri con un nuevo futuro nuestra modernidad fue, sobre todo, la filosofa de la historia. Desde las sombras de la poltica ab-solutista se form, primero ocultamente y luego de forma abierta, una conciencia del tiempo y del futuro que surgi de una arriesgada combinacin entre poltica y profeca. Se trata de una mezcla, pro-pia del siglo XVIII, entre pronstico racional de futuro y esperanza cierta de la salvacin, que forma parte de la filosofa del progreso. El progreso se desarrolla en la medida en que el Estado y su prons-tico no puedan satisfacer nunca la pretensin soteriolgica, y su fuer-za de motivacin llega hasta un Estado que, en su existencia, sigue siendo dependiente de la eliminacin de las expectativas acerca del final.

    Cul fue la novedad de la expectativa de futuro propia del pro-greso? El fin del mundo, que no llegaba, haba constituido a la Igle-sia y junto con ella un tiempo esttico que se puede conocer como tradicin. Tambin el pronstico poltico tena una estructura tem-poral esttica, dado que funcionaba con magnitudes naturales cuyo carcter potencialmente repetitivo constitua el carcter circular de su historia. El pronstico implica un diagnstico que introduce el pasado en el futuro. Mediante la futuridad del pasado, garantizada siempre de ese modo, el mbito de accin del Estado fue tanto am-pliado como limitado. As pues, hasta aqu slo se poda experimen-tar el pasado porque l mismo contena un elemento del maana -y viceversa-, por lo que la existencia poltica del Estado sigue estan-do vinculada con una estructura del tiempo que puede entenderse como movilidad esttica. De aqu en adelante, el progreso despliega un futuro que va ms all del espacio de tiempo y experiencia natu-ral, pronosticable y tradicional y que, por eso, provoca -en el curso de su dinmica- nuevos pronsticos transnaturales y a largo plazo.

    El futuro de este progreso se caracteriza por dos momentos: pri-mero, por la aceleracin con la que viene a nuestro encuentro y, por

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD 37

    otra parte, por su carcter desconocido, pues el tiempo acelerado en s, es decir nuestra historia, acorta los espacios de experiencia, los priva de su constancia y pone en juego continuamente nuevas incg-nitas, de modo que incluso el presente rehye lo no experimentable, debido a la complejidad de estas incgnitas. Esto comienza a perfi-larse ya antes de la Revolucin Francesa.

    El sujeto de la moderna filosofa de la historia fue el ciudadano emancipado de la sumisin absolutista y de la tutela eclesial, el pro-phete philosophe, como fue acertadamente caracterizado en una oca-sin en el siglo XVIII. Las especulaciones sobre el futuro, disueltas por la religin cristiana y ahora liberadas, as como el clculo polti-co, fueron los padrinos cuando el filsofo proftico recibi las rde-nes sagradas. Lessing nos ha descrito este modelo. Con frecuencia ve acertadamente el futuro, pero se parece tambin al visionario, pues no puede ms que esperar el futuro. Desea acelerar este futuro y que sea acelerado por l .. . Pues, para qu le sirve si lo que reconoce como lo mejor, no va a llegar a ser lo mejor en toda su vida.16 El tiempo que se acelera de esa forma priva al presente de la posibilidad de ser experimentado como presente y se escapa hacia un futuro en el que el presente, convertido en inexperimentable, ha de ser alcanza-do mediante la filosofa de la historia. Con otras palabras, la acele-racin del tiempo, en el pasado una categora escatolgica, se con-vierte en el siglo XVIII en una obligacin de planificacin temporal, aun antes de que la tcnica abra completamente el espacio de expe-riencia adecuado a la aceleracin.

    Sobre todo en la resaca de la aceleracin surge una dilacin que ayuda a estimular el tiempo histrico en el cambio entre revolucin y reaccin. Lo que se podra concebir como katechon antes de la re-volucin se convierte en estimulante de la revolucin. La reaccin, usada en el siglo XVIII an como categora mecnica, se convierte funcionalmente en un movimiento que pretende detenerla. La revo-lucin, deducida, en un principio, del curso natural de las estrellas e introducida como cclica en el curso natural de la historia, adquie-re desde entonces una direccin sin retorno. Parece desencadenarse en un futuro anhelado pero sustrado por completo a la experiencia correspondiente al presente, apartando de s continuamente la reac-cin y buscndola para destruirla en la medida en que la reproduce.

    16. Lessing: Die Erziehu ng des Menschengeschlechts, prra fo 90 (G. W. Leipzig, 1858, 9. 423).

  • 38 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RE CIENT E

    Pues la revolucin moderna queda siempre afectada por su contra-ria, la reaccin.

    Este cambio entre revolucin y reaccin, que debe dar lugar a un estado final paradisaco, ha de entenderse como un futuro sin futu-ro, pues la reproduccin y la superacin continuamente necesaria de lo opuesto fijan una mala infinitud. A la caza de esta infinitud mala, como Hegel deca, la conciencia de los actores se adhiere a un todava no finito, que posee la estructura formal de un deber pe-renne. Desde aqu ha de ser posible transferir a la realidad histrica ficciones como el imperio milenario o la sociedad sin clases. La fija-cin en un estado final por parte de los que actan se muestra como pretexto para un proceso histrico que excluye la consideracin de los participantes. Por eso es necesario un pronstico histrico que vaya ms all de los pronsticos histricos de los polticos y que re-lativice, como si se tratara de un hijo legtimo de la filosofa de la historia, el proyecto histrico-filosfico.

    Tambin hay signos de esto previos a la Revolucin Francesa. Los vaticinios de la revolucin de 1789 son numerosos, pero pocos apun-tan ms all. Rousseau se cuenta entre los mayores pronosticadores, sea porque previ el estado permanente de la crisis, sea porque avi-s del sometimiento de Europa por los rusos y de los rusos por los asiticos. Voltaire, que no se cans de juzgar la belle rvolution in-sulsamente y, por eso, con benignidad, denunciaba a sus opositores como falsos profetas, reincidentes en la conducta de tiempos su-perados.

    Aqu se ha pasado por alto un anlisis de mltiples pronsticos de deseo o de coaccin con los que la Ilustracin se apropi de su propia certeza. Pero entre ellos se encuentra uno de los mayores va-ticinios que ha permanecido hasta ahora desconocido en la oscuri-dad del anonimato y del disfraz geogrfico. Se trata de un pronsti-co del ao 1774, acuado aparentemente para Suecia, pero que apuntaba realmente a Francia. Se nutre de la clsica literatura de la guerra civil, de las doctrinas desptica y cclica de la antigedad y de la crtica al absolutismo ilustrado, pero su origen es moderno. Su autor es Diderot.

    Diderot escribi: Bajo el despotismo el pueblo, resentido por el largo tiempo de sufrimiento, no perder ninguna oportunidad de re-cuperar sus derechos. Pero, como no tiene ni un fin ni un plan, va a parar, de un momento a otro desde la esclavitud a la anarqua. En medio de esta confusin resuena un nico grito: libertad. Pero, cmo asegurarse del precioso bien? No se sabe. Y el pueblo est ya dividido

    FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODE RNIDAD 39

    en los diferentes partidos, instigado por intereses contradictorios ... Tras breve tiempo vuelve a haber slo dos partidos en el Estado; se diferencian por dos nombres que, sea quien sea el que se oculte de-trs, slo pueden ser realistas y antirrealistas. ste es el momen-to de las grandes conmociones. El momento de las conspiraciones y conjuras ... Para eso, el realismo sirve como pretexto del mismo modo que el antirrealismo. Ambos son mscaras para la ambicin y la co-dicia. Ahora lanacin no es ms que una masa dependiente de una multitud de criminales y corruptos. En esta situacin no es necesa-rio ms que un hombre y un momento adecuado para hacer que ocu-rra un resultado completamente inesperado. Cuando llega ese momen-to se levanta ese gran hombre ... Les habla a las personas que an crean serlo todo: vosotros no sois nada. Y ellos dicen: nosotros no somos nada. Y l les dice: yo soy el seor. Y ellos responden como con una sola voz: t eres el seor. Y l les dice: Estas son las condiciones bajo las que estoy dispuesto a someteros. Y ellos responden: las aceptamos ... Cmo seguir adelante la revolucin? No se sabe -Quelle sera la suite de cette rvolution? On l'ignoreY

    Diderot hace patente un proceso que debi permanecer oculto para la mayora de los participantes en l. Formula un pronstico a largo plazo al presuponer como seguro el comienzo an desconoci-do de la revolucin, al desenmascarar las consignas dualistas y re-mitirlas a la dialctica de la libertad y al deducir de ah el inespera-do final. Hasta aqu alcanzaba el modelo clsico, en lenguaje moderno. Pero Diderot sigui preguntando, pues ignoraba cmo pro-seguira. Por eso, formul la misma pregunta que Tocqueville tuvo que volver a asumir, y contestarla es an hoy nuestro destino.

    Para terminar, volvamos a mirar el cuadro de Altdorfer que nos ha conducido por el camino desde la reforma a la revolucin. El hom-bre que se citaba antes, Napolen, se llev el cuadro en el ao 1800 a Pars y lo colg en su cuarto de bao en St. Cloud. Napolen no fue nunca un hombre con sentido esttico. Pero la batalla de Alejan-dro era su cuadro favorito y quiso introducirlo en su intimidad. Se figur lo presente que estaba la historia de Occidente en este cua-dro? Tenemos que suponerlo. Napolen se entendi a s mismo como

    17. Raynal: Hisloire Philosophique el Polilique des tablissements el du commerce des Europens dans le deux Indes, Ginebra, 1780, IV. pg. 488 sigs. En la Rev. d'Hist. litt. de la France, 1951, pg. 431, Herbert Dieckmann ha demostrado que el manus-crito de estos pasajes pertenece a Diderot. Vase Diderot: Oeuvr. poi., Pars, 1963, Introduccin de P. Verniere p. XXXIII.

  • 40 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    la gran figura paralela del gran Alejandro. Pero an ms. La fuerza de empuje de su procedencia era tan fuerte que se transparenta, a travs del presunto reinicio de la revolucin de 1789, la tarea histrico-salvfica del Imperio perdida durante mucho tiempo. Napolen, que haba destruido definitivamente el Sacro Imperio Romano, se cas con la hija del ltimo emperador -exactamente igual que, unos 2.000 aos atrs, cuando Alejandro se cas con la hija de Dara y, por cier-to, en ambos casos en un calculable segundo matrimonio-. Y Napo-len elev a su hijo a rey de Roma.

    Napolen dijo, cuando fue derrocado, que este matrimonio haba sido el nico error que haba cometido realmente l, es decir, haber aceptado una tradicin que la revolucin y l mismo parecan ha-per destruido en su pice. Fue realmente un error? Napolen, an en la cspide del poder lo vea de otra manera: Incluso mi propio hijo tendr necesidad de ser hijo mo para poder ser tranquilamente mi sucesor. 18

    18. Conversacin en Erfurt el 9-X-1808 . Talleyrand: Mmoires, comp. por Le Duc de Broglie, Pars, 1891, I.

    II

    HISTORIA MAGISTRA VITAE

    Sobre la disolucin del topos en el horizonte de la agitada historia moderna

    There is a history in all men's lives Figuring the nature of the times deceased; The which observed, a man may prophesy, With a near aim, of the main chance of things As yet not come to life, which in their seeds And weak beginnings lie intreasured.

    Shakespeare

    Friedrich von Raumer, conocido como historiador de la dinasta de los Hohenstaufen, nos informa en 1811, siendo an secretario de Hardenberg, del siguiente episodio: En una reunin de consejo cele-brada en Charlottenburg, defenda enrgicamente Oelssen Uefe de sec-cin del Ministerio de Finanzas] el libramiento de muchos billetes para poder pagar las deudas. Una vez que no produjeron efecto las razones en contra, dije yo (conociendo a mi hombre) con un atrevi-miento desmesurado: Seor consejero, usted recordar que ya cuenta Tucdides qu grandes males se originaron porque Atenas haba fa-bricado demasiados billetes. Esta experiencia -repuso con apro-bacin-, es sin duda de la mayor importancia>>, y as se dej conven-cer para mantener la apariencia de erudicin 1

    En el acalorado debate sobre la amortizacin de la deuda prusia-na Raumer se busc una mentira, pues l saba que en la antigedad no se conocan los billetes. Pero arriesg su mentira porque -ape-lando a la formacin acadmica de su oponente- haba calculado su efecto. Ese efecto no se basaba en otra cosa que en la fuerza de la autoridad del antiguo topos de que la Historie es la maestra de la

    l. Friedrich von Raumer: Erinnerungen, Leipzig, 1861, I, pg. 118.

  • 42 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    de la vida. Esta frmula, no un argumento objetivo, dobleg al con-sejero. Historia magistra vitae.

    En lo que no podemos llegar a saber por nosotros mismos, tene-mos que seguir la experiencia de otros, se dice en el gran diccionario universal de Zedler en 1735;2 la Historie sera una especie de recep-tculo de mltiples experiencias ajenas de las que podemos apropiar-nos estudindolas; o, por decirlo como un antiguo, la Historie nos libera de repetir las consecuencias del pasado en vez de incurrir ac-tualmente en faltas anteriores.3 As, la Historie hizo las veces de es-cuela durante cerca de dos milenios, para aprender sin perjuicio.

    Aplicando el topos a nuestro ejemplo, qu ensea el episodio de Charlottenburg? En virtud de su arte para argumentar, remiti Rau-mer a su colega a un espacio de experiencia supuestamente conti-nuo, que l mismo haba ignorado irnicamente. La escena pone de manifiesto el continuo papel de la Historie como maestra de la vida pero, tambin, lo cuestionable que haba llegado a ser ese papel.

    Antes de aclarar la cuestin de en qu medida se ha disuelto el antiguo topos en la agitada historia moderna, es precisa una ojeada retrospectiva a su durabilidad. Perdur casi ininterrumpidamente hasta el siglo XVIII. Hasta ahora falta una exposicin de todas las locuciones que han conferido a la expresin de la Historie su com-prensibilidad. As, falta una historia de la frmula historia magistra vitae, dado que lo que se quiere decir con ella al menos ha guiado durante los siglos la autocomprensin de los historiadores, cuando no su produccin. A pesar de la identidad verbal, el valor de nuestra frmula fluctu considerablemente en el curso del tiempo. En ms de una ocasin, precisamente la historiografa desautoriz el topos como una frmula ciega que slo segua dominando en los prlogos. De este modo es an ms difcil aclarar la diferencia que ha domina-do siempre entre la mera utilizacin del lugar comn y su efectivi-dad prctica. Pero, pasando por alto este problema, la longevidad de nuestro topos es en s misma suficientemente interesante. En primer lugar, se basa en su elasticidad, que permite los ms variados argu-mentos. Indicaremos cmo dos contemporneos empleaban las His-torien como ejemplos: Montaigne pretenda de ellas aproximadamen-te lo contrario de lo que se propona Bodin. Para aqullas Historien mostraban cmo derrocar cualquier generalizacin; para ste ser-

    2. Johann Heinrich Zedler: Grosses Vollstiindiges Universa l-Lexikon aller Wissens chaften und Knste, Halle y Leipzig, vol. 13, pg. 281 sigs.

    3. Diodoros Siculus: Bibliotheca Historica (edit. por F. Vogel), Leipzig, 1883, I, c. l.

    HISTORIA MAGISTRA VITAE 43

    van para encontrar reglas generales.4 Pero ambos ofrecieron Histo-rien como ejemplos para la vida. La aplicacin es, pues, formal; como dice una cita: De la historia puede deducirse todo. 5

    Sea cual sea la doctrina que guarde relacin con nuestra frmu-la, hay algo que indica su uso en cualquier caso. Remite a una pre-comprensin general de las posibilidades humanas en un continuo universal de la historia. La Historie puede ensear a los contempo-rneos o a las generaciones posteriores a ser ms inteligentes o rela-tivamente mejores, pero slo si los presupuestos para ello son bsi-camente iguales, y mientras lo sean. Hasta el siglo XVIII el uso de nuestra expresin sigue siendo un indicio infalible para la admitida constancia de la naturaleza humana, cuyas historias son tiles como medios demostrativos repetibles en doctrinas morales, teolgicas, ju-rdicas o polticas. Pero, igualmente, la transmisibilidad de nuestro topos se apoya sobre una constancia factual de aquellos datos pre-vios que permitiran una similitud potencial entre acontecimientos terrenos. Y cuando se efectuaba una transformacin social era tan lento y a tan largo plazo que segua vigente la utilidad de los ejem-plos pasados. La estructura temporal de la historia pasada limitaba un espacio continuo de lo que es posible experimentar.

    1

    La expresin historia magistra vitae fue acuada por Cicern, apo-yndose en ejemplos helensticos. 6 Se encuentra en el contexto de la retrica: slo el orador sera capaz de conferir inmortalidad a la vida de las Historien instructivas, de hacer perenne su tesoro de experien-cia. Adems, esta expresin est vinculada a diversas metforas que copian las tareas de la Historie. Historia vera testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis, qua voce alia nisi oratoris immortalitati commendatur?7 La tarea rectora que

    4. Vase Hugo Friedrich: Montaigne, Berna 1949, p. 246 sigs.; Jean Bodin: Met-hodus ad facilem cognitionem historiarum, Pars 1572, cap. 3.

    S. Locucin tomada por K. F. Wander en su Diccionario alemn de proverbios, Leipzig, 1867, l, 1593 de Jassoy: Welt und Zeit (1816-19), V, 338, 166; tambin III, 80: La historia es la inagotable fuente de pueblo de la que cada cual saca el agua del ejemplo para lavar su suciedad >>.

    6. Polibio: Historiai XII, c. 25 b; I, c. 35 passim. Sobre esto, Matthias Gelzer: Kleine Schriften, Wiesbaden, 1963, III, 115, 175 sigs. y Arnold Toynbee: Greek Historical Thought, Nueva York, 1952.

    7. Cicern: De orat. Il, c. 9, 36 y c. 12, SI.

  • 44 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    Cicern adjudica al arte de la historia est presuntamente orientada a la praxis en la que est inmerso el orador. Se vale de la historia como coleccin de ejemplos plena exemplorum est historia8 para instruir mediante ellos y, por cierto, de la manera ms vigorosa, igual que Tucdides remarcaba la utilidad de su obra poniendo su historia en manos del futuro como X'tlJIJ.U 8c; lu:, como posesin para siempre para el conocimiento de casos similares.

    El influjo de Cicern se extendi tambin en la experiencia cris-tiana de la historia. El corpus de su obra filosfica fue catalogado con frecuencia como coleccin de ejemplos en las bibliotecas de los conventos y se difundi ampliamente. 9 La posibilidad de recurrir li-teralmente a la locucin estaba presente en todo momento, tambin cuando la autoridad de la Biblia en los padres de la Iglesia origina-ba al principio cierta resistencia frente a la pagana historia magis-tra. En su compendio etimolgico, ampliamente difundido, Isidoro de Sevilla ha apreciado repetidamente el escrito De oratore de Cice-rn, pero ha suprimido especficamente la expresin historia magis-tra vitae en sus definiciones de la historia. No puso en un apuro pe-queo a los apologetas del cristianismo al transmitir como modlicos acontecimientos computados en la historia profana e incluso paga-nos.10 Una Historie de este tipo, psimo ejemplo para reivindicarla como maestra de la vida, trata de la capacidad de transformacin de la historiografa eclesial. Sin embargo, Isidoro tambin conceda -algo furtivamente- un efecto educativo a las Historien paganas." Y as, Beda justific conscientementt: las historias profanas porque tambin ellas proporcion~ban escarmientos o ejemplos dignos de ser imitados. 12 Ambos clrigos han contribuido, por su gran influencia,

    8. Cicern: De div. 1, 50. Sobre esto, Karl Keuck: Historia, Geschichte des Wortes und seiner Bedeutungen in der Antike und in den romanischen Sprachen, tesis doc-toral, Mnster, 1934.

    9. Manitius: Gesch. d. Lit. des lat. Mittelalters, Munich 1911,478 sigs.; Zielinski: Ccero im Wandel der Jahrhunderte, Leipzig-Berln, 1908; Philippson: Ccero (Pauly-Wissowa, RE VII A 1).

    10. Jacques Fontaine: Isidore de Seville el la culture classique dans l'Espagne wi-sigothique, Pars, 1959, 1, pg. 174 sigs.

    11. Isidoro de Sevilla: Etymologiarium si ve originum, libri XX (comp. W. M. Lind-say, Oxford, 1957, 2 vols.) 1, 43 :

  • 46 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    ornamentacin barroca17 de este principio hasta los ilustrados tar-dos, como hace Mably. 18 Desde las frmulas patticas como futuro-rum magistra temporum 19 hasta las serenas prescripciones de imi-tacin, nuestro topos se encuentra de diversas formas en las Historien y en los historiadores.

    As, escribe Lengnich, un historigrafo de Danzig, que la historia nos hace saber todo aquello que podra ser usado de nuevo en una ocasin similar.20 O, citando a un hombre menos conocido, el tenien-te general barn von Hardenberg: indic al preceptor de su conoci-do hijo que no se dedicara a hechos desnudos. Pues en general, se perciben como iguales todos los hechos pasados y actuales; y su co-nocimiento es en su mayor parte superfluo, siendo en cambio de gran utilidad si se reviste ese esqueleto con su carne crrespondiente y se le muestra a un joven lo que motiva las principales transformaciones y a travs de qu clase de consejos o medios se consiguieron estos o aquellos fines o por qu se fracas y de qu tipo fue el fracaso; de este modo se predica al entendimiento ms que a la memoria; la historia se hace ms agradable e interesante para el alumno, instruyndole, sin que se d cuenta, tanto en la inteligencia privada como en la p-blica y ensendole de esta manera las artes belli ac pacis.21 Este l-timo testimonio, citado de un padre preocupado por la correcta edu-cacin de su hijo, es tan significativo porque en l coinciden de nuevo las expectativas pedaggicas de un tiempo ilustrado con la tarea usual de la Historie.

    cundum quam delabascente Reipublicae statu feliciter reparando deliberaremus (comp. por J ac. Stoer, 1615, pg. 525). O G. A. Viperano: De scribenda Historia, Antwer-pen, 1569: Es tarea del historiador res gestas narrare, quae sint agendarum exempla.

    17. J. H. Alsted: Scientiarum omnium Encyclopaediae, vol. IV, libro 32, exhibens Historicam (Lugduni 1649).

  • 48 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    nstico de Federico sobre la Revolucin francesa da testimonio de ello.2s En el espacio abarcable por las repblicas soberanas euro-peas, con los cuerpos polticos que residen en ellas y su ordenamiento constitucional, el papel magistral de la Historie era al mismo tiem-po garanta y sntoma para la continuidad que fusionaba el pasado con el futuro.

    Naturalmente, haba objeciones contra la mxima de que se pue-de aprender de la Historie. Sea como Guiccardini, que sostena -como Aristteles- que el futuro era siempre incierto, con lo que se le negaba a la Historie su contenido previsible. 26 Sea como Gra-cin, que afirmaba ciertamente la previsibilidad desde el pensamien-to circular, pero vacindola y hacindola, finalmente, superflua por el carcter inevitable que es inherente a este concepto. 27 Sea como el viejo Federico mismo, que concluy sus Memorias de la guerra de los siete aos discutiendo el carcter instructivo de todos los ejem-plos: Pues es una propiedad del espritu humano el que los ejemplos no mejoren a nadie. Las necedades de los padres se han perdido para los hijos; cada generacin debe cometer las suyas propias. 28

    Ciertamente, la actitud escptica fundamental de la que se alimen- . taban tales posturas no ha destruido, por ello, el peculiar contenido de verdad de nuestra frmula, porque estaba enraizada en el mismo espacio de experiencia. Porque, que no se pueda aprender nada de las Historien sigue siendo, finalmente, una certeza de experiencia, una enseanza histrica que puede hacer a los iniciados ms agu-dos, ms inteligentes o ms sabios, por decirlo con Burckhardt. 29 Pues lo que es posiblemente otro elimina tan poco a lo que es siem-pre igual que eso otro no puede ser conceptuado como otro. Lo que desaparece es lo determinado o la diferencia que, sea del modo que sea

    25. Ibd. Oeuvr. IX, pg 166. El pronstico se realiz en 1770 como consecuencia del Systeme de la Nature de Holbach.

    26. Francesco Guiccardini: Ricordi, comp. por R. Palmarocchi, Bari, 1935, II, pgs. 58, 110, 114, frente a esto I, pg. 114; citado aqu segn la edicin de E. Grassi, Berna, 1946, pg. 34 sigs. Vase tambin Pofibio: Hist. V, 75, 2 y XV, 27,5.

    27. Baltasar Gracin: Criticn, trad. alem. de H . Studniczka, Hamburgo 1957, pg 179 sigs.

    28. Frdric le Grand: Oeuvr. V, pg. 233, Histoire de la Guerre de sept ans>>, cap. 17: Car c'est la le propre de !'esprit humain, que les exemples ne corrigent per-sonne; les sottises des peres sont perdus pour les enfants; il faut que chaque gnra-tion fasse les siennes (escrito el 17-XII-1763).

    29. Jacob Burckhardt: Weltgeschichtliche Betrachtungen, comp. por R. Stadel-mann, Pfullingen, 1949, pg. 31. Para esto: Karl Uiwith: Jakob Burckhardt, Stuttgart, 1966, pgs. 19, 53, 94.

    HISTORIA MAGISTRA VITAE 49

    y de donde sea, se establece como fijo e inmodificable. 30 La contra-corriente escptica que an se pudo articular en la Ilustracin, bajo la presuposicin de lo siempre igual, no poda poner fundamental-mente en tela de juicio el sentido de nuestro topos. A pesar de ello, por ese mismo tiempo fue socavado el contenido significativo de nues-tra expresin. Cuando la Historie antigua fue derribada de su cte-dra y, por cierto, no en ltimo lugar por los ilustrados que usaron gustosamente sus enseanzas, sucedi en el curso de un movimien-to que coordin de forma nueva el pasado y el futuro. Finalmente, era la

  • so RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    En primer lugar se realiz en el mbito lingstico alemn, por empezar con ello, un deslizamiento de la palabra que vaci de conte-nido al antiguo topos o, al menos, lo impuls a vaciarse de sentido. La palabra Historie, extranjera y nacionalizada, que se refera prefe-riblemente al informe o narracin de lo sucedido, especialmente las ciencias histricas, fue desplazada visiblemente en el curso del si-glo XVIII por la palabra historia [Geschichtej.* El desplazamiento de Historie y el giro hacia historia se realiz, desde, aproximadamente 1750, con una vehemencia medible estadsticamenteY Ahora bien, historia significa en primer lugar el acontecimiento o una secuencia de acciones efectuadas o sufridas; la expresin se refiere, ms bien, al mismo acontecer que a su informe. Ciertamente, desde hace tiem-po, historia inclua tambin el informe, como inversamente Historie indicaba el acontecimiento mismo.33 Se coloreaban mutuamente. Pero por este entrelazamiento mutuo que Niebuhr quiso invalidar en vano, se form en el alemn un centro de gravedad peculiar. La historia se carg con ms contenido al rechazar la Historie del uso lingstico corriente. Cuanto ms convergieron la historia como acon-tecimiento y como representacin ms se prepar lingsticamente el cambio trascendental que condujo a la filosofa de la historia del Idealismo. La , en Saeculum, vol. 2, 1951, pg. 627 sigs.

    34. J. G. Droysen: Historik, comp. por R. Hbner, Munich-Berln, 1943, pg. 325 (impresin del manuscrito de 1858), pg. 357 (prr. 83).

    HISTORIA MAGISTRA VITAE 51

    si acaso, en procurar a los propios sucesos la carga probatoria para la enseanza histrica. Como escribi en 1811, insiste en que sea la propia historia la que hable realmente ah ... Utilizar sus enseanzas o desatenderlas queda a cargo de cada uno. 3s La historia adquiri una nueva dimensin que se sustraa a la capacidad de informar del informe y que no se captaba en todos los enunciados sobre ella. Si la historia slo poda enunciarse a s misma, pronto se propona el siguiente paso, que converta la frmula en algo completamente su-perficial, haciendo de ella una cscara tautolgica. De la historia slo puede aprenderse historia, como formul Radowitz sarcsticamen-te36 -volviendo contra Hegel su propia expresin-. Esta conclusin verbal no era la nica consecuencia que se impona -no casualmen-te- desde el lenguaje. Utilizando la duplicidad de sentido de lapa-labra alemana, un oponente poltico de nuestro testigo confiri a la antigua frmula un nuevo sentido inmediato: La verdadera maestra es la historia misma, no la escrita. 37 As pues, la historia slo instru-

    35. Heinrich Luden: Handbuch der Saatsweisheit oder der Politik, J ena, 1811, VII sigs. La expresin

  • 52 RELACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    ye renunciando a la Historie. Las tres variantes jalonaron un nuevo espacio de experiencia en el que la antigua Historie tuvo que renun-ciar a su pretensin de ser magistra vitae. La perdi, sobreviviendo a s misma, en la .

    Esto nos conduce a un segundo punto de vista. De repente, he-mos hablado de la historia, de la

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    54 RELACIN PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

    ducirse en cuadros rejuvenecidos.45 En la medida en la que se exi-ga de l