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reseña biográfica sobre la montañista mexiquense Eva Martínez Sandoval
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La alpinista Eva Martínez Sandoval, de 40 años de edad, con equipo austero y sin
oxígeno, logró ascender los 8 mil 167 metros de altura del pico Dhaulagiri. En la
aventura recibió ayuda de seis españoles, dos de los cuales murieron durante el
ascenso debido al mal tiempo.
Martínez Sandoval nació en el poblado de Aldama, en esta localidad, en 1966. Desde
niña mostró gusto por las alturas al trepar árboles y desde hace seis años se dedica al
alpinismo profesional con ascensos al Annapurna y a la Montaña Chulo East, de 6 mil
56 metros.
El 25 de marzo de 2007 partió de la ciudad de México rumbo a Nepal para subir a la
cumbre del Cho Oyu (8 mil 201), pero por algunos inconvenientes se le presentó la
oportunidad de subir al Dhaulagiri.
Fue el 8 de abril cuando conoció a los ibéricos Bruno Gaspar, Santiago Sagaste, Javier
Serrano, Ricardo Valencia, Luis Royo, José Angel Sánchez, y al australiano Mike. Ahí los
españoles accedieron a compartir la expedición.
El 9 de abril salieron rumbo al pequeño pueblo de Beni, donde dejaron su vehículo y
emprendieron la caminata de 4 mil metros al campo base con 50 porteadores y sus
burros.
Escasos recursos y falta de equipo
Dado que la mexicana no llevaba los recursos suficientes, los europeos le brindaron
alimento y “me regalaron una chaqueta, calcetas, equipo de montaña, pues yo llevaba
ropa muy austera: dos capas de ropa, dos chaquetas, arnés y un casco”, les dijo que le
hacía falta un mosquetón y equipo y sin dudarlo le brindaron apoyo.
El trayecto duró seis días entre vegetación, arrozales, campos de cultivo, aldeas y
espesos bosques llenos de mosquitos, bajo el asfixiante calor de esos valles.
Llegaron el 14 de abril a la planicie del Dhaulagiri, donde se instaló el campo base y ahí
prepararon su campamento. En este lugar coincidieron con la expedición navarra de
Iñaki Ochoa de Olza y Jorge Hugochea, que ya llevaba casi una semana en el lugar.
La mexicana se dedicó a entrenarse para el ascenso: “me la pasaba subiendo y
bajando” para aclimatarse.
El 26 de abril llegaron a la cima Iñaki y Hugochea, pero este último cayó en el descenso
800 metros, del campo dos al campo uno. Al enterarse “todos nos abrazamos y
lloramos. Lo dábamos por muerto, pero después apareció vivo en el interior de una
grieta. Sin embargo, se le tuvieron que amputar dos dedos”.
Días después, el alpinista italiano Sergio Dalla Longa murió por un accidente a poca
distancia de la cima del Dhaulagiri. Conforme se sucedieron las tragedias, aumentaba
el dolor en el campo base. “Palpabas la tristeza”, relató Eva.
Momento antes de subir, recordó al malogrado italiano, quien no llevaba casco al
momento de su muerte. Eso le hizo pensar que debía portar el suyo.
“A mí me decían (los españoles) que los sleepings que llevaba eran de mala calidad,
pero dentro de mí yo decía que mi chamarra y mi ropa sí me van a servir. No sentía
tanto temor por mi vestimenta, sino por el casco”.
Tuvo un mal presentimiento, pero aún así inició el ascenso, que fue muy lento y sin
equipo de oxígeno.
“Me dominó por momentos el sueño, me vencía, caminamos lentos y encordados.
Mareada llegué a la punta. Lo único que recuerdo es que permanecimos minutos en la
cima. Dorshy brincaba de alegría y alzaba su piolet de gusto. Después dijo: “¡some!,
¡some!”, y con sorpresa gritó ¡ice! (hielo)… había capas de hielo negro que no vi… no
recuerdo más… sólo que caí”.
Aunque rodó aproximadamente 700 metros, en la caída “iba tranquila”, no la invadió la
histeria ni la desesperación. Al detenerse no supo nada del sherpa (guía), si cayó con
ella o se ancló con el piolet.
Apenas alcanzó a comprender que estaba sobre una laja. Ya sentada empezó a darse
cuenta que estaba al borde de un precipicio. Miró hacia abajo y se aterró.
“Trataba de buscar mi piolet, pero no lo encontraba. Ese te protege, te ancla en
cualquier accidente, te va guiando, con él vas escalando, no tenerlo pone en peligro tu
vida”.
Recuerda que cuando caía sonaba su piolet entre las piedras y se decía “ya no puedo
alcanzarlo, ¡estoy muerta!, ¡ya estoy muerta!”. De pronto “a mi lado izquierdo vi una
luz amarilla fuerte que me acompañaba, no sé qué sería, ¿sería Dios?, ¿sería mi ángel
de la guarda?, ¿sería mi energía?..., no lo sé, pero eso lo viví, tal vez producto de las
alucinaciones que a esa altitud uno vive”. Sólo recuerda que escuchó una voz gritar su
nombre. Era Dorshy.
Se percató que sangraba por dentro de la boca y a su alrededor había sangre. “Mi
mano izquierda ya no respondía”, sentía mucho dolor, tenía inflamación en las uñas,
que se amorataban, ya que se estaba congelando. Poco a poco se le estaba durmiendo
el brazo, pues había perdido su guante.
Lograron llegar hasta el campamento tres. “Entramos a la tienda y dormimos unas
horas”, antes de bajar, en etapas, hasta el campamento base, donde recibieron
asistencia de sus compañeros.
Los españoles iban a intentar llegar al campamento tres para subir la cima esa noche,
pero el clima no se los permitió. Dos días estuvieron en el campo base y Eva
presentaba cuadros de fiebre y mucho ardor de garganta, sentía que peligraba una vez
más su vida.
El regresó duró cinco días. El día 15 ya se encontraba en el hotel de Katmandú, cuando
supo del deceso de Ricardo y Santiago.
Con la voz entrecortada recuerda que se enteró que el 13 de mayo una avalancha de
nieve cayó sobre ellos. “Ese día ambos se encontraban durmiendo en la misma
tienda”.
Eva tardó en Katmandú 20 días para recuperarse. “Sufría amnesia, bajé 10 kilos”, pero
agradece a Dios y a las oraciones de todos por haber salido con vida.
“Agradezco nuevamente a la montaña que no me tocó quedarme ahí. Tenemos que ser
realistas, aquí abajo o allá arriba te puede tocar la muerte y hay que estar
preparados”.
Por último dice que antes de pensar en el Everest, la cumbre más alta del mundo,
espera cubrir sus adeudos, ya que la travesía le costó 14 mil dólares y ha quedado
endeudada con más de 100 mil pesos, pero no deja de agradecer la ayuda de
personas “que incondicionalmente me han apoyado y el donativo de tres escuelas, en
las que los alumnos muy humildemente “botearon” y lograron reunir mil 960 pesos; les
“agradezco infinitamente”.
La alpinista Eva Martínez es la primera mexicana en coronar la "montaña blanca"
Con un precario equipo Eva Martínez Sandoval se ha convertido en la primera mujer mexicana...
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Con un precario equipo, sin oxígeno y sólo con la compañía de su sherpa, la alpinista Eva Martínez Sandoval, de 40 años, se ha convertido en la primera mujer mexicana en alcanzar la cima del Dhaulagiri, uno de los "ocho mil" del Himalaya, donde este domingo perdieron la vida dos españoles.
Todavía conmocionada por la muerte de sus compañeros, Sandoval consideró hoy "un milagro" seguir con vida, después de que una caída tras alcanzar la cumbre de este pico, cuyo nombre significa "montaña blanca", la hiciera rodar unos 700 metros y la dejara al borde de un precipicio.
"Doy gracias a Dios, a la montaña y al casco", relata la mexicana a Efe desde Katmandú, a donde llegó este lunes desde el campamento base convencida de haber "vuelto a nacer" tras la arriesgada subida y "sin asimilar todavía" la tragedia que acabó con la vida de los españoles Santiago Sagaste y Ricardo Valencia.
Ambos murieron el domingo cuando un alud sepultó la tienda en la que dormían, pero su compañera sólo supo de su fallecimiento ayer, martes, cuando regresó a Katmandú después de haber tocado la cima del Dhaulagiri, según relata, en una hazaña que debe ser aún registrada oficialmente por las autoridades nepalíes.
Se trata de la primera mujer en alcanzar la cumbre de esta montaña y la segunda persona de nacionalidad mexicana, doce años después de que lo lograra el mítico alpinista Carlos Carsolio.
La aventura de Martínez Sandoval comenzó el 8 de abril, cuando, armada con un sencillo equipo de montaña y sin patrocinador, viajó sola a Nepal para intentar coronar el Dhaulagiri, que con 8.167 metros es la séptima montaña más alta del mundo.
En el campamento base, a 4.700 metros, coincidió con la expedición española liderada por Sagaste: "Ellos me acogieron, me recibieron en su expedición y les estoy muy agradecida", explica.
Desde un principio, la mexicana se dedicó a entrenarse para el ascenso -"me la pasaba subiendo y bajando", señala-, y fue en aquellos días cuando supo de la muerte de un italiano, el alpinista Sergio Dalla Longa, por un accidente a poca distancia de la cima.
"El italiano no llevaba casco, y eso me dejó a mí muy grabado que tenía que portar bien el casco", recuerda.
Tras la preparación, inició el ascenso en compañía del sherpa. Todo fue bien hasta el campamento 3, a 7.500 metros, pero a partir de allí "yo ya iba un poco mal, iba sin oxígeno y era mi primera experiencia con los 8.000 metros", relata esta enamorada del montañismo.
"Caminamos toda la noche y llegamos a la cima. Desde allí rodamos 700 metros hacia abajo, el guía y yo. Eran las 7 o las 8 de la mañana del 4 de mayo, y yo en lo único en lo que pensaba era en que había muerto", afirma la mexicana, todavía conmocionada.
La alpinista detalla cómo perdió un guante, el de la mano izquierda, y quedó inconsciente durante unos momentos hasta que se despertó oyendo gritar su nombre al sherpa.
"Estaba en una laja, me senté y cuando miré para abajo fue cuando sentí mucho miedo, porque estaba a la orilla de un precipicio. Y tenía dolor en los cinco dedos, me estaba congelando la mano", agrega.
Todavía emocionada, Martínez Sandoval rememora cómo el sherpa y ella lograron llegar hasta el campamento 3, "muy cerca" de donde cayeron, y durmió unas horas antes de bajar, en etapas, hasta el campamento base, donde recibió asistencia del resto del equipo.
Luego regresó a Katmandú "con fiebre y muy lastimada", y "sólo ayer (martes) supe que murieron dos de mis compañeros", dice con la voz entrecortada.
Para la mexicana, ha sido una experiencia "muy fuerte, una historia muy dura de la que salir viva ha sido un milagro".
Nacida en el municipio de Jilotepec (Veracruz), la pasión de Eva Martínez Sandoval por las alturas se remonta a su niñez, pero sólo hace seis años decidió dedicarse a ello de forma profesional.
El gran reto es la montaña, pero la alpinista subraya que su otra gran dificultad es lograr financiación, lo que no siempre consigue: en esta ocasión, por ejemplo, no logró ningún patrocinador y tuvo que financiarse ella misma la expedición, por la que todavía debe más de mil dólares a una agencia de viajes.
La falta de fondos también afecta a su equipo, que se limita a poco más de la chamarra y un pantalón de montaña: "Yo veía a todos los españoles con una calidad de ropa... y me decía, ¿qué hago yo?, pero no tenía frío, disfrutaba de todo", recuerda.
Pese a lo dramático de esta experiencia, Eva Martínez Sandoval lo tiene claro: "Mi sueño es el Everest", revela, con la esperanza de lograr algún patrocinador que le dé los medios para dejar una huella mexicana en la cumbre más alta del mundo.
Tras una año de preparación y de mucho sufrir para conseguir ayuda, los alpinistas Eva Martínez, Gustavo Flores, Salvador Delgadillo e Ignacio Anaya siguen buscando patrocinio para la Ruta del Everest Bicentenario 2010, como han llamado a su proyecto que iniciarán el 5 de abril, cuando deberán estar en Katmandú.
Aunque ya se endrogaron y vendieron hasta lo que no para poder sufragar la campaña, que hace un año la estimaron en 32 mil dólares y que ahora es de cuando menos 50 mil, por lo que aún esperan la respuesta de muchas de las compañías que tocaron puertas, a una de ellas le propusieron "la rasurada más alta del mundo" para el libro Ginness.
Entre el 10 y 25 de mayo, Eva, Tavo, Nacho y Gus buscarán coronar el techo del mundo; ella sería la segunda mexicana en hacerlo y ellos sumarse a los 24 connacionales, que desde 1988 -con Torres Nava- han conquistado el Everest, para el que ya tienen el permiso que es para siete alpinistas, como inicialmente eran, pero una de ellas falleció hace un año en el Nevado de Toluca y otros cancelaron por diversas índoles. Esos lugares los ocuparán extranjeros.
Eva agradece el apoyo del Instituto Mexiquense del Deporte y de su municipio, Jilotepec, en tanto que Gustavo a su familia y al Club Alpino Mexicano, al que los cuatro pertenecen como todos los demás mexicanos que han conquistado el Everest, que es el sueño de todo alpinista.