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la ciencia Y LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA

La Ciencia y La Sociedad Contemporánea

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Prefacio e introducción al libro colectivo.

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  • la ciencia Y LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA

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    La Ciencia y la Sociedad Contempornea

    Frederick J. Crosson Compilador

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    ~ EorroRIAL LETRAS, S. A. MXIco, D. F. 197() . --:> ~ . -. .. ' .":.-;._: . : -'~ .. _, -... ':_! . :.:~~: . . . . , :-;, -....- .:. : . .. :--~:-~~i

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    Ttulo de la obra en ingls: Science & Contemporary Society Copyright 1967 by Univeraity .of Notre Dame Press

    Versi6n espafola de Salvador Sumano

    Derechos reservados conforme a la ley Prohibida la reproducci6n total o parcial

    .,

    sin autorizaci6n por escrito de la cua editora

    Copyrigl!t 1970, para todos los pafaes de. habla espaola por Editorial Letras, S. A Av. Morelos Nm. 45, M&:ico 1, D. F.

    Miembro de .la Cmara Nacional de la Industria: Editorial. Registro Nm. 283

    Impreso en M&:ico Printed in .Meneo

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    CONTENIDO

    Prefacio del Compilador Prologo: U na mirada hacia atrs

    Milton Burton

    UN SIGLO EN RETROSPECTIVA

    l. La ciencia y la .literatura Elizabeth Sewell

    2. Las revoluciones cientficas y filosficas Richard M cKeon

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    3. Tennodinmica y religin: Una evaluacin histrica Erwin Hiebert

    4. La ciencia de hace un siglo Michael Crowe

    DESAFlOS Y ESPERANZAS

    5. La ciencia y la filosofa contemporneas Herbert Feigl

    6. La ciencia y la religin: Una revaluaci6n Juhn E. Smith

    7. La ciencia y las cuestiones internacionales Ludwig F. Audrieth

    8. La ciencia y el bienestar humano Farrington Daniels

    9. La ciencia, la educacin y el futuro de la humanidad Philip Morrison

    Cotaboradores tndice

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    "PREFACIO

    ~eon el fin de la Guerra Civil en abril de 1865, los . que eran. nu,eVa- mente Estados Unidos de Amrica comenzaron a hacer inventario

    de sus recursos para los aos venideros, que habran de ser de , cons-truccin y crecimiento. Eri el mismo ao -en realidad, unos ~ ineses despu&- el Colegio de Notre Dame du Lac hizo Qlla. apor;ta- ci6n minscula, pero simblica, a ese futuro, al otorgar su pr4ner

    . diplom1l de ciencias, ya que la ciencia y su derivada; la tecnologfa m!Xlerna, habran de desempear un papel cada vez ms importante en la evoluci6n cultural y socioeconmica de nuestra sociedad dur;mte el siglo siguiente. .

    En 1965, la Universidad de Notre Dame, convertida ya en im-portante centro de adiestramiento e investigaci6n cientficOS; celebro

    . el centenario de la Ciencia, para conmemorar aquel acontecimiento de tanto tiempo atrs; Pareci ser una ocasin apropiada para h~ un recuento de la manera en que se han transformado las relaciones

    ' entre la ciencia y la sociedad, en realidad, la manera' en que la ciencia y la . sociedad mismas se transform:aron merced a esas cambiantes .. relaciones. La. evaluacin retrospectiva sugera otra en perspectiva:

    , cules eran los esbozos del futuro, por ejemplo, de los prxirt;lOS c;:ien aos? Este libro constituye el registro de esas evaluaciones JI. . \fisi6ri, tal y ComO se presentaron, -ante un pblico numeroso f selecto, .

    _ por parte de .Uf! ~po de :cientficos, historiadore~, poetas y fiJ6sofus : ~: tguafmente diSti~dos. . . .. . : :.

    Quiz el hecho ms notabl!'. que se produjo fue el consenso general ~ ;. manifestado eri el sentido de que la tesis de las "dos cultwas" :.era . . ' ~ anacronismo y que la ' supuesta oposicin entre las ciencias. y las~ ' h1.11Ilatiidades se basaba en realidad en un concepto a.riticuad-:

  • 10 PREFACIO

    vista de la ciencia y tal vez paradigma de los partidarios de ese antiguo punto de vista, actualmente superado.

    Recprocamente, aquella comprensin de las humanidades y de la religin que las defina como opuestas a las ciencias, que conceba a stas como antihumanistas y antirreligiosas, es motivo de vigoroso repudio por parte de los humanistas y los religionistas. Quiz una seal de dicho cambio la constituyan los dos ensayos escritos por historiadores de la ciencia, practicantes de una disciplina " interme-dia" que no exista hace un siglo.

    Qued claro, entonces, que lo que se necesita es una radical re-consideracin y renovacin de nuestro plan de estudios, as como meditar sobre la manera en que cabe intercalar las ciencias y las humanidades en las distintas etapas de la educacin formal. Como dijo una de las personas que participaron en las tareas, es preciso que volvamos a "humedecer el subsuelo", que regresemos y medite-mos nuevamente sobre las actitudes y los presupuestos fundamentales con los cuales formamos las metas y las personalidades de los jvenes de nuestra sociedad. Nuestro simposio concluy, no con una resolu-cin de estas cuestiones sino con una aclaracin de los problemas a que nos enfrentamos. Termin con un desafo para el fu turo y con la esperanza de que, habiendo visto con mayor claridad la forma de estos problemas, estaremos ms capacitados para avanzar hacia su resolucin.

    El reconocimiento por alentarnos y por su variada ayuda debe hacerse extensivo a un gran presidente universitario, el reverendo Theodore M. H esburgh, C.S.C.,;(-l( a un distinguido humanista., educa-dor y ser humano, el doctor George N. Shuster, a los decanos de los colegios de Ciencias y de Artes y Letras de Notre Dame, doctor Fre-derick Rossini y reverendo Charles Shcedy, C. S. C., al profesor Milton Burton, Director del Laboratorio de Radiacin y a su comit del Centenario, al decano Thomas Bergin, del Centro de Educacin Inin-terrumpida de Notre Dame, a otros, muy numerosos, cuya cooperacin generosa simplific todo y a la Fundacin Nacional de la Ciencia, por la ayuda econmica que prest al simposio original.

    Gracias en especial se dan al profesor Harvcy Bender, del depar-tamento de biologa, copresidente del simposio, a Harriet Kroll, de la imprenta de la Universidad, a Marjorie Vanderbeck y Norma Davitt, por su ayuda experta como secretarias, y por ltimo, aunque no por ello menos, a mi esposa, cuyo amoroso cuidado de mi persona hizo posible la atencin que dediqu al libro.

    Frederick J. Crosson

    ** Congregationis Santae Crucis.

    PROLOGO: UNA MIRADA HACIA ATRAS

    Milton Burton

    LA VENTAJA DE SER VIEJO ES Q UF. C'NO PUEDE PREDECIR EL PASADO -GEORGE N. SHUSTER

    LOS EXPEDIENTES DE LA HISTORIA

    En el curso de una conversacin con el distinguido educador Goer-ge Shustcr, seal en cierta ocasin, que los exmenes histricos ms convincentes, por lo menos de acontecimientos relativamente recien-tes, los realizan individuos de edad avanzada, que transmiten una sensacin de participacin inmediata, mientras que las profecas ms tiles provienen de los jvenes, que no se ven impedidos por el pre-iuicio de la experiencia. Suger, tambin, una proposicin recproca: la de que el hombre joven podra exponer la historia con objetividad impersonal, mientras que el de ms edad podra ver al futuro mirando hacia atrs, no ne'cesariamente desde este momento en el tiempo, sino desde algn momento futuro que l pudiera escoger arbitrariamente. Podra substituir la imaginacin con experiencia y, en lugar de asom-bro por el futuro, podra poner la aceptacin del pasado. La muy .aguda observacin del Dr. Shuster y esta visin previa de la ciencia son, respectivamente, la consecuencia inmediata y la mediata de nues-tro intercambio de impresiones. Pro'ust revivi el pasado al integrar siete libros ; la intencin de este prlogo es capturar una fraccin muy limitada del futuro.

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    LA CIENCIA Y LA TEC~OLOGfA

    Cuando recuerdo mis das de secundaria descubro que, aunque mi inters principal fueron siempre las ciencias, los maestros que ms fcilmente acuden a mi mente y de cuyos nombres me acuerdo son aquellos que me proporcionaron una sensacin de calidad: los que me ensearon latn, ingls e historia. Es menos vvido el recuerdo que guardo de los maestros de ciencias, y nada hay en mi memoria por lo que respecta ni a uno solo de los maestros de matemticas. Quiz las razones de tal deterioro haban empezado ya a fijarse har medio siglo, pues todava en poca relativamente reciente se contra-taba a los maestros para que impulsaran uno de los deportes y se les asignaba para la enseanza de alguna de las ramas de las matemti-cas, porque as podran ocasionar un mnimo de dao ... por lo menos as se pensaba.

    Empero, en el ltimo cuarto de siglo, la tecnologa se ha com'er-tido en algo intensamente vivo y las actitudes con respecto a las cien-cias y a las matemticas han cambiado. Se necesita a los hombres de ciencia y se les alienta, porque el mundo desea el fruto de sus esfuer-zos. Los maestros de matemticas de secundaria no van ya a "clnicas para entrenadores" durante el verano, sino a "cursos para estar al da" en matemticas.

    Cuando fui a la escuela superior y a la universidad, nunca se me ocurri que pudiera considerarse que una rama del saber era ms ele-vada que otra. En realidad eran los humanistas los mejor conocidos entre los eruditos y quienes establecan el tono de la universidad, pero dado que todos los maestros de aquellos das estaban notoriamente mal pagados, no existan di~paridadcs inquietantes ni haba falsos valores. De repente, sin embargo, la tecnologa ha proporcionado ri-quezas, presentando sus demandas y ofreciendo sus recompensas. El cientfico se percata de que est aparte - de modo ms completo si se trata de un especialista- y, si sabe algo de historia, hacindose cruces sobre Jo que ha sucedido.

    Hacia el final de este volumen, Farrington Daniels hace hincapi en la tecnologa como un producto de la ciencia ms bien que como ciencia misma. De acuerdo con las ideas que se aceptan actualmente, el pblico es capaz de apreciar la ciencia nicamente en trminos de la tecnologa, es decir de cualquier logro que produce algn tipo de satisfaccin hedonista. En nuestras revistas de noticias semanarias, el ttulo de la seccin que trata de ciencia vara. con los tiempos ; es Ciencia, a secas, con menor frecuencia que la Ciencia y el tomo, Ciencia y Medicina o Ciencia y Espacio. Por contraste, tenemos una seccin de Arte, de Msica, de Teatro o de Literatura. Una seccin sobre Msica y Medicina podra, ocasionalmente, venir al caso, pues el lector rpidamente se dara cuenta de que as se establece una rela-cin especial. En cambio, una seccin sobre Ciencia y Tecnologa no evocara reaccin, ya que se acepta que ambas van siempre juntas.

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    El tema puede examinarse interminablemente. El Congreso de la Unin comprende que la ciencia es importante y, en realidad, mara-vi llosa, pero es preciso recordarle repetidamente, en trminos de los frutos tecnolgicos o de lo "ya hilado", que vale la pena prestarle apoyo. Se alientan econmicamente los logros en las ciencias de la vida, no porque pueda ser intrnsecamente importante que el hombre se conozca a s mismo, sino en gracia a la viva preocupacin que hay sobre el d:nct>r, la distrofia muscular, las afecciones cardacas o cual-quier otra enfermedad que pueda haber ganado pblica nombrada. Esta es la era tecnolgica.

    Parte de nuestra actual idea equivocada del papel de la tecnologa en nuestra sociedad reside en el hecho de que la ciencia se ha conver-tido en algo que depende cada vez ms de la tecnologa. Si un astro-fsico quiere saber ms sobre el espacio remoto, le es preciso ampliar sus esfuerzos incluso ms all de la compleja maquinaria de ptica del observatorio moderno. Un telescopio de radar con dimetro de 60 metros, montado sobre rieles y un marco de viguetas de acero, controlado de tal guisa que automticamente permanece fijo sobre algn remoto objeto del espacio, es una necesidad cientfica. Las obser-vaciones astronmicas por medio de la espectroscopia ptica exigen plataformas espaciales, para que los datos registrados no tengan por qu afectarse con las perturbaciones que nuestra propia atmsfera introduce. As es como la. produccin de tecnologa de alta calidad y muy cara, se convierte en ciencia. Es curioso que dicha realidad cara en nada disminuye la probabilidad de un apoyo financiero ade-cuado sino, antes bien, la incrementa. Las grandes industrias quedan involucradas en a produccin de ciencia. Es as como, en nuestra sociedad opulenta, el lucro econmico y el empleo de muchos indivi-duos se tornan en metas por s mismas indispensables.

    Nos ocupamos de un fenmeno circular. Las necesidades han crea-do la tecnologa, la ciencia la ha mejorado. La tecnologa (como sucede con los problemas de la contaminacin ) ha presentado a la ciencia problemas vlidos. Es tanto lo que ha crecido la ciencia que ella, por s misma, plantea ciertas demandas a los ms hbiles tecnlo-gos los que, a su vez, emplean los logros ms refinados de los cient-ficos tericos para la solucin de sus propios problemas inmediatos.

    Habremos de concluir entonces que, en los prximos cien aos, la ciencia y la tecnologa han de convertirse en algo tan entrelazado que un esfuerzo por distinguir la una de la otra carezca de sentido? Habremos de aceptar la idea (que plantea algn educador ocasio-nalmente incisivo de nuestra poca, y confieso que pienso concreta-mente en uno de ellos) de que un cientfi co no es realmente sino un mero manipulador de artefactos?

    Las preguntas como sta no son triviales. Si hemos de delinear el futuro, preciso es que comprendamos nuestro pasado. La ingeniosidad del tcni-co ha creado una sociedad opulenta y el problema conexo de una clase ociosa impreparada. En el pasado hemos aceptado la idea

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    de "padre comerciante, hijo caballero y nieto pordiosero" como una consecuencia del debilitamiento de la fibra moral o intelectual de la generacin opulenta. En otros pases se ha demorado el proceso, por-que en ellos hay una aristocracia atrincherada y rigen las leyes de la herencia y el mayorazgo. En nuestro pas el proceso se ha diluido (y quiz haya terminado) merced a la diseminacin de la opulencia y gracias a la mayor comprensin (por parte de una clase cada vez ms numerosa y rica) del hecho de que toda oportunidad especial crea una responsabilidad especial. Prevalece actualmente una msLica pu-ritana. Se escucha la llamada del deber y una aristocracia del dinero se est convirtiendo en una aristocracia de la direccin.

    Una tecnologa nueva exige, en ltima instancia, cada vez me-nos trabajadores. El hombre tiene y tendr la oportunidad cada vez mayor de dedicarse a la contemplacin y la creacin de la belleza en los nmeros, en la ciencia, en el mundo que nos rodea, en el arte y en el lenguaje. Dado que el fervor moral no podr ya gastarse al servicio de una minora de desheredados y puesto que la educa-cin habr de penetrar profundamente en el seno de nuestra sociedad sin clases, los ociosos buscarn fuera de sus preocupaciones intelec-tales o estticas hasta encontrar actividades fsicas (no del todo re-creativas) que tengan algn significado como respuesta a una cre-ciente tecnologa automatizada.

    Cabe describir la vida como un proceso que se ajl.)sta a su medio ambiente de manera que, segn se transforma el medio, el proceso se modifica en forma tal que permanece igualmente eficaz o aumenta su eficacia. (En el caso de la muerte, el proceso se hace cada vez menos eficaz y, por ello, finalmente termina). Un proceso viviente involucra un mecanismo que compensa automticamente su propio deterioro, al crear otro mecanismo que pueda realizar el mismo pro-ceso. Con una definicin as de amplia, la vida no se restringe a la materia orgnica. Incluso cabe en lo posible que los dioses intelec-tuales, tecnolgicos, de la nueva clase ociosa, puedan crear fbricas "de vehculos avanzados" (como un ejemplo) programadas para obrar entre s con otros tipos de fbricas, de manera que, al alcanzar su madurez, puedan producir fbricas nuevas de la clase para la cual estn ideadas. El programa mismo dependera del intelecto, de la imaginacin, del sentido moral y del fervor de una clase sometida al ocio a pesar suyo y que, segn cabe esperar, logre sobrevivir a la clase de mquinas que ha creado, de manera que pueda introducir mejoras o realizar alguna operacin de reemplazo ms conveniente. Escribo estas palabras meramente para asentar que una prediccin en el sentido de que estaremos capacitados "para crear la vida." es, a no dudarlo, fatua. La creacin de la vida es un proceso realizable desde ahora mismo, si definimos la vida en trminos apropiados y estamos dispuestos a aplicar los fondos y el esfuerzo adecuados.

    Es extrao que en el prlogo de un libro sobre ciencia se haga tanto hincapi en la tecnologa, y lo es, tambin, cuando hablamos de la

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    creacin de la "vida". Empero, gracias principalmente a una concien-cia de tecnologa, puede comprenderse la ciencia (as como sus usos) . Pdase a un invididuo que prediga los avances de la ciencia, y lo que har ser ver cul es la ciencia actual y predecir la tecnologa del fu-turo; cuanto ms valor y ms imaginacin posea, ms lejos llegarn en el futuro sus predicciones. Por contraste, no es posible la prediccin de los avances cientficos a no ser que se haga sobre cuestiones esencial-mPntf> triviales. Se puede afirmar, a manPra de ejemplo, que habre-mos de aprender la forma de resolver ciertas ecuaciones matemticas ( v. gr., problemas de mecnica cuntica) que pueden eliminar la necesidad de ciertos experimentos tediosos. Parece casi ip.dudable que los bilogos lleguen a descifrar las claves genticas y realicen a volun-tad las modificaciones planeadas, sinteticen protenas complejas y aprendan en qu consisten los detalles complicados de la percepcin, la respuesta, la memoria y el pensamiento. Tambin es d e esperar que las investigaciones de la fsica de las partculas y las subpartculas desemboque en las sub-subpartculas. Dean Swift capt la misma idea cuando medit sobre el piojo, sin recurrir a la pomposidad cientfica. Podemos establecer sin tasa predicciones de poca importancia, siem-pre que lo hagamos nicamente para un futuro inmediato.

    La verdadera leccin que por lo que a hace la ciencia cabe apren-der del pasado, es que no podemos anticipadamente imaginar ni pre-decir muy adelante. Podemos, sin embargo, meditar provechosamente sobre las fuentes de la ciencia en el futuro. Para el ao 2065 no existir ya el problema de ciencia y tecnologa. La tecnologa habr progresado lo bastante como para satisfacer todas las necesidades. El problema entonces ser el del hombre y los usos de la tecnologa.

    En los ltimos aos muchos cientficos se han preocupado de pro-blemas esencialmente ecolgicos. "Qu sucedi con los dinosaurios?" La desaparicin del dinosaurio no es un problema nico. Ha habido clases enteras de animales cuya historia parece haber terminado abrup-tamente. "Por qu, en un pasado remoto, estaban situadas las zonas tropical y fras de manera diferente?" . Comienzan ya a brotar res-puestas que ligan tales afectos con la migracin de los polos magnti-cos, la fuerza del campo magntico, la accin del bombardeo exterior de nuestro planeta con protones, y as sucesivamente. Tan enormes son en sus implicaciones, que es dudoso que el cientfico haga alguna vez algo ms que solicitar del tecnlogo que ayude a su verificacin. Violenta la imaginacin creer en una posibilidad as, pero puesto que realmente pensamos en ella, preciso es que aceptemos la probabilidad, no importa cun pequea sea, de que el cientfico y el tecnlogo, al trabajar juntos, lleguen a ocuparse en ltima instancia del problema de la supervivencia de nuestro mundo en el seno de nuestro muy curio-so universo. Sin embargo, es del todo improbable que se in tente la solucin de dicho problema durante los prximos cien aos. Por otro lado, el ms inmediato problema ecolgico del mantenimiento de la vida en un planeta en el cual los seres humanos estn acabando con

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    sus recursos naturales, puede llegar a ser de importancia predominante en los prximos cien aos y acabar tanto con los problemas de una sociedad opulenta (de cientficos, artistas, humanistas, hombres de letras, tecnlogos) como con la propia sociedad.

    Una hiptesis ocasional es que la relacin entre la ciencia y la tecnologa resulta por s misma evidente y de que a este respecto (tngase presente al cientfico como manipulador de artefactos ) la ciencia difiere de las artes y de las humanidades. Sin embargo, lo cierto es que la cultura lo mismo exige de la tecnologa y la enriquece que, gracias a ella, se enriquece y se hace ms vital. Considrense el arte y al arquitecto, las artes de la actuacin y el teatro o, en un grupo cerrado, la pintura, la escultura, el museo y la arquitectura. O bien, ntese la lectura veloz y la electrnica o el estudio de una lengua y el laboratorio de lenguajes. El hecho de que existan disposi-tivos para registrar y reproducir, no slo ha mejorado la enseanza y el estudio de las lenguas sino que ha afectado enormemente la ndole del tema que se aprende as como la calidad y el carcter de la comu-nicacin internacional.

    E;L APRENDIZAJE Y SUS USOS, 2065

    Y ahora hme aqu, nuevamente joven, viendo hacia atrs desde un futuro que se ha convertido en mi presente. Podr ser cierto, pregunto yo, que en un pasado ya distante las personas se confun-dan a s mismas al clasificar los conocimientos en cuanto a calidad (aparte de hacerlo en cuanto a tipo) ? Crean realmente que un hom-bre puede ser docto sin contar el deber moral? Vivan en un esta-do tal de temor por la supervivencia individual, estaban tan conscien-tes de sus propias personas y de lo que interpretaban como sus nece-sidades o sus ventajas personales que presuponan los usos del intelecto y argan sobre los mritos relativos de los logros en los varios cam-pos de la brega intelectual y que vean a la tecnologa como una espe-cie de prostitucin intelectual y desaprobaban cualquier rama del saber que sirviera a la tecnologa?

    Qu era lo que se pretenda? Estaba el hombre tan limitado de intelecto, de fuerza para expresarse, de capacidad para sentir, que quedaba por ello restringido a la realizacin en uno solo de estos campos, y por fuerza haba hecho caso omiso de los otros o los haba descuidado? No estamos por cierto completos, pero lo menos, lamen-tamos nuestra ignorancia y nos hace felices el contribuir a aquellas variedades de la tecnologa que hacen de 2065 un ao tan intrigante y emocionante en el cual vivir.

    LITERATURA CIENTFICA, 1965

    Una de las ventajas menos dudosas de la edad madura es que se puede ver en retrospectiva la poca de nuestra inocencia, de nues-

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    tras primeros anttctpamientos, de nuestras expectativas limitadas y de las sorpresas; y, en trminos de una experiencia as, si todava se cuenta con una mente alerta y se es suficientemente joven corno para ser imaginativo, dar algunos puntos de vista sobre el futuro que, siendo sobrecogedores, tengan, sin embargo, sentido en un grado con-siderable.

    En los ltimos cuarenta y cinco aos he vivido den tro de la ciencia y, unos cinco o diez aos antes de eso, me percat de su existencia. Re-cuerdo que a la edad de diez aos ms o menos, me afect profunda-mente un libro de Soddy (o fue, quiz de Ramsay?) sobre radioqu-mica (o radiofsica, no qumica nuclear, desde luego, porque esa idea apenas entonces naca) y supe desde aquel momento que mi carrera habra de desarrollarse en el campo de la ciencia. As pues, tanto mis prejuicios corno mi obstinacin tienen fuerte raigambre, ya que llegan hasta los. primeros tiempos, hasta aquella poca en que era posible escribir un libro con el que se pudiera encantar a un chico de diez aos y, al mismo tiempo, hablar de todo lo que valiera la pena haber registrado en un campo completo de la ciencia y hacerlo utilizando un lenguaje adecuado para los requisitos y la curiosidad de un estu-diante graduado.

    Aproximadamente en la misma poca, y quiz dentro de los cinco aos que siguieron, experiment en la sala de espera de un doctor una sensacin que ha quedado en mi conciencia tan vvidamente que estoy convencido de que fue un hecho real. Al igual que en la actua-lidad, en aquellos das haba revistas en las antesalas de los mdicos (y, puesto que la tradicin es poderosa y basada en orgenes reales, pro-bablemente eran revistas atrasadas). Recuerdo haber ledo en una de aquellas revistas (sera, acaso el Literary Digest?) algo sobre la idea de Harkins relativa al ncleo compuesto, una idea muy profunda en verdad, y por la cual recibi muy poco crdito mientras vivi. La memoria es una cosa extraa. Habr confundido dos salas de espera? Sucedi diez das despus de lo que recuerdo? Eramos entonces, tanto el mundo como yo, ms susceptibles para las ideas profundas? Cmo, si no, se perdi una idea tan asombrosa y se olvid momen-tneamente (en el tiempo universal) antes de que se convirtiera en parte integral de nuestros conceptos ms fundamentales sobre la ma-teria? Las respuestas para interrogantes as carecen de importancia. Lo que es importante es el hecho de que en aquellos das poda ponerse a un chico en contacto con ideas lo suficientemente profundas como para hacer titilar los intelectos ms adelantados. La. ciencia, el cono-cimiento de la ciencia, era todava, con un cierto grado de perfeccin, una meta asequible.

    La historia de la ciencia es en verdad encantadora. Davy pudo transpasarle a Faraday los conocimientos totales de electroqumica con que se poda contar a la sazn en el mundo. Nadie puede dudar que hubiera alguien, durante la vejez de Faraday, que supiera algo sobre electroqumica y temas afines que el propio Faraday no pudiera asi-

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    mil~r rpidamente por medio de la lectura y, desde luego, lectura que no mterflriera con el desarrollo de los experimentos en su laboratorio. He ledo, o quiz me han contado, que cuando Wilder Bancroft era un jovencito, se prepar l mismo para una carrera de qumico leyendo todos ~os nm~ros atrasados de la publicacin journal of the American Chemzcal Soczety (Diario de la Sociedad Qumica Norteamericana) y quiz los de su antecesora, cualquiera que haya sido su nombre. Por supuesto que cuando ingres a la Sociedad Qumica Norteameri-cana (American Chemical Society) har unos cuarenta y cinco aos, tal tarea hubiera sido mucho ms formidable. En consecuencia, nunca se me ocurri intentarla, pero s que le de cabo a rabo todos y cada uno de los nmeros nuevos del ]ournal (aunque no pueda recordar para qu buen propsito lo hice) y tambin le todos los artculos en la publicacin Chemical Abstracts (Sumario de Qumica), en aquel entonces menos formidable. A medida que envejec y me torn ms refinado y ms ocupado, mi apetito se torn ms selectivo y me encontr con que lea una cantidad proporcionalmente menor de una literatura que estaba en constante expansin. En la actualidad, depen-do cada vez ms de la palabra hablada que proviene de mis alumnos, de mis asociados y de los colegas que me encuentro en los congresos cientficos a los que asisto. Hubo un tiempo en que el asistir a todos estos congresos, cualquiera que fuese su importancia, constitua una posibilidad fsica (ya que no financiera) . Ahora, tal poca ya pas. Mi curiosidad es igual de vida, y crece constantemente el nmero de congresos que provocan mi inters; pero, por supuesto, asisto tan slo a una pequea parte de ellos y ni siquiera tan eficazmente como cuando asista al congreso ocasional de mis primeros das. En aquel entonces yo saba de cabo a rabo los antecedentes de los trabajos sobre los cuales se informaba y discuta. En la actualidad, s muy bien que hay ante-cedentes, pero ni intento ya aquilatar sus minucias.

    Cul es la leccin que se desprende de esta breve relacin de una fase de mi experiencia cientfica? Unicamente que la literatura cien-tfica. resulta demasiado abrumadora para ser til. U no toca ligera-mente los hechos y deja escapar las ideas profundas ~o las atrapa, si es que lo hace, tan slo en parte y, por ende, no realmente-, por-que si uno estudia realmente un aspecto, pueden muy bien pasarle inadvertidos otros diez o ms. Por supuesto que el especialista, el verdadero especialista, puede restringirse a s mismo, puede limitarse a una brillante faceta de la joya de la ciencia y, al mirar en su seno exclusiva y profundamente, puede muy bien ver todo lo dems por reflexin; pero una persona y una actuacin as son en verdad raras e incluso a ella puede abrumarla y sumergirla la corriente enorme de palabras impresas.

    As pues, lo que he aprendido en aproximadamente cincuenta aos, sobre los registros del progreso cientfico y el acto de registrarlo, es slo que unos y otro se han convertido en una empresa sumamente vasta, cuya utilidad se hace marginal.

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    En un prlogo verbal dirigido al Simposium a que se refiere este libro, dej asentado el hecho de que los cientficos comprenden que hay formas del saber que no cabe medir sino slo sentir. Tambin es un hecho que los cientficos poseen un cierto grado de escepticis-mo con relacin a las cosas que miden y que presumiblemente ensa-yan y verifican. Su escepticismo se extiende tanto a las inferencias que pueden elaborarse a partir de tales mediciones como a las medi-ciones realizadas para po ner a prueba la aceptabilidad de sus ideas ms profundas. La dificultad del saber cientfico llega hasta el signi-ficado del saber. Sin embargo, podernos detenernos antes de la pro-fundidad elemental y aplicarnos a la cuestin ms sencilla de averiguar el valor que tienen nuestras inferencias basadas en las mediciones ms dignas de fiar.

    La. lgica simblica no era materia que atrajera la atencin de ningn gran grupo de cientficos har unos cincuenta aos. Empero, en estos das, bien pueden entrar en contacto con la lgica simblica, mientras estn todava en la etapa de la adolescencia, los estudiantes que asisten a los cursos de verano de los institutos de matemticas. Se ofrece como curso terminal de matemticas en algunas instituciones, para. estudiantes que no pretenden avanzar ms en sus exploraciones matemticas dentro de las carreras que han escogido. Presumible-mente, el fondo filosfico de una oferta as es que quiz e! futuro abogado pueda aprender de tal forma a poner a prueba la validez de su argumento o de su instancia, o de que, por tal conducto, reciba un futuro juez los instrumentos para poner a prueba la diferencia entre lo que es brillante y lo que constituye una prueba. O bien, que el futuro mdico pueda aprender la diferencia que hay entre la buena fortuna y la sabidura. . . y aprenda lo que es sabidura. La idea se hace fcilmen te extensiva. El matemtico desea, si no puede lograr hacer algo mejor, a rrojar buena semilla.

    No obstante, la lgica simblica tiene en verdad una utilidad directa para el cientfico. Si la emplea rigurosamente, puede al mismo tiempo establecer sus conclusiones y su grado de aceptabilidad. Pue-de delinear sus conocimientos y, de ese modo, expresar su ignoran-cia, y hacerlo en forma de un simbolismo matemt ico que tiene un significado riguroso. Los smbolos, cuando se les define y entiende apropiadamente, tienen una singularidad de significado, ocupan muy poco espacio y, en principio, hacen posible la transmisin de su sentido.

    El verdadero problema de comunicacin en la ciencia es la trans-misin de! significado, precisamente como, en la ciencia misma, el problema verdadero es el desarrollo de aqul. El estudiante de cien-cia, el explorador de la literatura de la ciencia, con excesiva fre-cuencia, se pierde, no en un rido terreno desolado, sino en una luju-riosa selva de informacin, ocasionalmente aminorada por la exis-tencia de una superficie cultivada, en la cual ve orden, simetra, objeto y, ocasionalmente, producto. Desgraciadamente para el explo-rador, tales refrescantes jardines de claridad no contienen toda la

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    riqueza de la selva . .Mucho es lo que queda por desenmaraar, exami-nar e interpretar. Dado que el nmero de quienes buscan no crece tan rpidamente como la lujuriamente proliferacin de la selva y dado que aun el mejor de los exploradores es finito y acaba por cansarse y descorazonarse, el hecho es que todo lo que es valioso intrnsecamente, se pierde casi con la misma rapidez con que se produce.

    Cuntos de nosotros, despus de leer un artculo, nos hemos tro-pezado con la conclusin de su autor (o, segn est en boga, de sus mltiples autores ) y nos hemos preguntado; " Qu demonios qu:ere decir?" . Todava peor es lo que experimentamos con un autor que se olvida de indicar el propsito y el contenido afin y no llega a la inter-pretacin de algo realmente nuevo. Entonces la interrogante se con-vierte en : " Qu diablos significa ello?'' Bueno, pues entre otras cosas, "ello" puede significar tcnicas malas u observaciones defec-tuosas y, al carecer del esfuerzo de un autor decidido que est con-vencido de lo fidedigno de sus hechos y objetivos ocultos (objetivos, desgraciadamente, ocultos a veces para. l mismo), "ello" se pierde en el limbo de los hechos olvidados. Cuando se vuelven a descubrir los hechos por una persona que sabe por qu los desea, primeramente se convierten en reales y tiles, mientras que quien los descubri ori-ginalmente lamenta. la existencia de un mundo que parece haber hecho caso omiso de l terca y deliberadamente. El nico resultado ocasional es que se aada a la ya de por s turbia literatura. de la ciencia, la declaracin de un derecho previo, simiente segura de la lite-ratura de polmica.

    En cualquier vaticinio del futuro, aun el de la ciencia, es una equivocacin pasar por alto el efecto de la vanidad humana, de las limitaciones o de las necesidades humanas, pero tambin es un error tergiversar o evaluar equivocadamente a una u otras. A la necesidad la afectan las posibilidades; por ende, son -las posibilidades del futu-ro las que debemos precisar primeramente. Dichas posibilidades estn ntimamente entremezcladas con probabilidades inmediatas y futuras. En consecuencia, son stas ltimas las que ahora examinamos.

    Los hombres de ciencia no son ya depsitos adecuados del saber cientfico. Ese da, si alguna vez existi, pas cuando yo era todava un jovencito. Los depsitos del saber son las bibliotecas, los cuader-nos de notas y las microfotografas de stas, complementados por las tarjetas d e archivo, una que otra cinta o tambor magnetofnico y vagas memorias. Los depsitos, como sabemos no bastan. El recu-perar la informacin, sopesar su significado y valor y transmitir tales datos son, todos, pasos de importancia extrema. El objetivo princi-pal es recuperar el significado en una ocasin til. Y qu es una ocasin til? . La "ocasin til" depende del valor de la persona. que hace uso de ella. Idealmente, la persona que investiga, al evaluar e. interpretar sus estudios (y sus hechos concretos), a su vez desarrollados sobre la

    UNA MIRADA HACIA ATRS 2 1

    presunCin de un conocimiento adecuado de la literatura pertinente, debe tener acceso a hechos e ideas pertinentes, en el acto, en un grado que queda determinado nicamente por su propia capacidad limita-da para emplear la. informacin que recibe. Las palabras "en el acto" requieren tambin ser definidas. Para la mayora de las perso-nas, "en el acto" son palabras que se ligan, entre otros factores, con la velocidad para leer, la flexibilidad mental y la rapidez para perci-bir y valorar. Un plazo de algo as como veinte segundos o veinte minutos deleitara a la mayora de quienes, como nosotros, estamos empantanados merced a la necesidad de buscar en la literatura. corres-pondiente.

    LITERATCRA CIENTFICA, 2065

    Si ahora imagino que soy un cientfico joven del ao 2065 que revisa los acontecimientos de los 100 aos anteriores lo que declara-ra sera lo siguiente: Resulta difcil creer, excepto para aquellos historiadores de la ciencia que husmean en bibliotecas viejas y olvi- dadas, que hubo alguna vez una vasta literatura cientfica, publicada en forma al parecer seriada, en miles y miles de publicaciones cien-tficas peridicas (mensuales, quincenales y aun semanales). Esta lite-ratura, llamada abierta, se complementaba con una cantidad aproxi-madamente igual de informes, destinados a expedientes cerrados, a comits del Congreso de la Unin, al abogado de patentes o al olvido. Todava ms, haba diarios consagrados a la publicacin de "cartas", las cuales eran consideradas tan importantes que la sociedad no podra soportar la usual demora de cinco o seis meses que se re-queran para la publicacin regular. Haba muchos diarios con extrac-tos de la literatura en boga, extractos que eran tan extensos que nadie poda leer todos los relativos a su propio campo. Haba diarios con ttulos de manera que as pudiera uno, quiz, al menos conocer los t-tulos, ya que no los temas correspondientes. Haba diarios con "pa-labras clave", que podan permitir que alguien, si tal fuera su incli-nacin y si tuviera el tiempo necesario, por lo menos entrara en con-tacto con los numerosos ttulos nuevos de las obras relativas a su campo especfico de inters.

    Contrstese esa incivilizada aglomeracin de "conocimientos" cien-tficos (quiz debiramos decir de "ignorancia" cientfica) con el orden que prevalece en nuestros das [2065]. Un cientfico puede meditar y producir sin verse abrumado por la abundante literatura cientfica ni contribuir a que la misma aumente. En primer lugar, actualmente no tiene ya necesidad de expresarse con el inadecuado lenguaje de la poesa o del espritu como el ingls, el alemn, el fran-cs o el latn o, incluso, en forma menos adecuada, recurriendo a los bellos lenguajes de las ideas sentidas, como (segn me dicen) algu-nos de los antigos chinos. Slo el simbolismo preciso de las matem-ticas tiene significado para nosotros. Contamos con fcil acceso a todos

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    los hechos mensurables y susceptibles de interpretacin lgica. Los cientficos de 1965 no imaginaron un mundo en el que no

    hubiera literatura cientfica. No podan haber concebido una poca como la nuestra, en la cual basta oprimir un botn para que aparez-can en n uestros escritorios, den lro del campo de nuestra visin, tanto las conclusiones que hay sobre cualquier conjunto de temas como, en el grado y detalle que queramos, los hechos y la estructura lgica. sobre los cuales descansan dichas conclusiones. Mal podan haber imagi-nado una poca como la nuestra, en la que programarnos el trabajo de nuestras computadoras para que contesten preguntas como, por ejemplo: "si a, b, e y d son ciertos, se sigue de ah que x, y o z sean ciertos?" l\i siquiera podran haber cmnprendido la posibilidad que ahora nos ronda de obtener una respuesta til a la pregunta: "Si a, b, e y el son ciertos, qu es entonces cierto o qu podemos hacer enseguida para determinar algo que sea cierto y til?" Por supuesto que a algunos de entre nosotros nos acosa la in terrogante de cul sera nuestra propia utilidad en un mundo presumiblemente domi-nado por la computadora . Dejadme asegurar ante vosotros, lectores del ao 2065, que los cientficos no tienen nada que temer . La com-putadora es capaz ele hacer nicamente lo que en ella introducimos nosotros. Lo que el hombre tiene es imaginacin. As pues, no cabe esperar ni temer que los prximos cien aos [2063-2165] sean testigos

    de la eliminacin de la necesidad de cientficos ni de la disminu-cin de nuestro papel.

    En el perodo de 1865 a 1965 se hizo evidente que de mala gana se haba abandonado la vieja idea de que los individuos pueden ser enciplopedistas. En el ao 2065 podemos anticipar un futu ro en el que ingresen al mundo d e las computadoras tanto la enciclopedia del saber como los medios para ~u evaluacin. Podemos avizorar un futu-

    . -ro al que no restrinjan los artefactos sino la imaginacin, la capacidad :de emplearse intelectualmente y la fuerza moral del ser humano para -emplear su tiempo libre y para manejar la potencia con que a diario Jo dota la tecnologa.

    Un Siglo en Retrospectiva