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1 La Ciudad Secundaria- Marcelo Sarlingo-IIAO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLOGICAS DE LA MUNICIPALIDAD DE OLAVARRIA LA CIUDAD SECUNDARIA ENSAYO ANTROPOLOGICO SOBRE LA CIUDAD DE OLAVARRIA MARCELO SARLINGO Primera versión, MARZO DE 1995

La Ciudad Sec Und Aria Marcelo Sarlingo

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La Ciudad Secundaria- Marcelo Sarlingo-IIAO

INSTITUTO DE

INVESTIGACIONES ANTROPOLOGICAS DE LA

MUNICIPALIDAD DE OLAVARRIA

LA CIUDAD SECUNDARIA

ENSAYO ANTROPOLOGICO SOBRE LA CIUDAD DE OLAVARRIA

MARCELO SARLINGO

Primera versión, MARZO DE 1995

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CIUDAD SECUNDARIA se denomina a aquellos centros urbanos que, a partir de un asentamiento inicial, desarrollan su urbanización en contacto con gente de grupos diferentes a las que predominaban entre sus propios miembros.

En términos estrictamente socioculturales, o estrictamente demográficos, habría que discutir un poco más acerca de si Olavarría es una ciudad secundaria. O sí, por el contrario, nunca dejó de ser una ciudad primaria expandida.

Desde lo simbólico, en cambio, sus dirigencias y sus habitantes negaron fuertemente la ruralidad y construyeron visiones de futuro ancladas en un cosmopolitismo de base industrialista. Estas visiones siguen siendo manteniendo su eficacia simbólica. Por esta razón he titulado el presente ensayo "LA CIUDAD SECUNDARIA".

MARCELO SARLINGO IIAO, febrero de 1995

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SUMARIO

INTRODUCCION...pag.

CAPITULO 1...pag.

Evolución urbana y procesos locales.

CAPITULO 2...pag.

Miradas, discursos y problemas.

CAPITULO 3...pag.

Crecimiento demográfico y complejización.El Barrio Hipólito Irigoyen.

CAPITULO 4...pag.

Deseconomías urbanas.Fragmentos de los escenarios del presente.

CAPITULO 5...pag.

Futuras perspectivas de construcción de conocimientos.

NOTAS FINALES...pag.

BIBLIOGRAFIA CITADA

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Los ciudadanos olavarrienses de hoy, fines del Siglo XX, no se encuentran conformes con su ciudad. Los indicios de esta disconformidad son múltiples y variados. Puede recogerse en un amplio espectro que va desde los miles de comentarios que se vierten diariamente, hasta las expresiones más visibles emitidas desde diversos medios de comunicación 1.

Durante los años '70, la ciudad se manifestó orgullosa de su crecimiento, de su proceso de industrialización y de su creciente proyección regional. Una vasta producción simbólica (folletos, calcomanías y obleas, avisos en diarios y revistas, publicación de anuarios y álbumes de oro, y hasta slogans incorporados en el discurso de personajes públicos, etc.) es ejemplo de tal orgullo.

El peso de estas representaciones en el imaginario colectivo hace que hoy sea interesante e importante sumergirse en la problemática urbana local.

La crisis urbana de la ciudad de Olavarría no puede analizarse sin una adecuada contextualización. La ciudad comparte elementos característicos de la transición al modo de vida urbano, elementos totalmente interdependientes con las modalidades de producción capitalistas.

Y también se encuentra centralmente atravesada por aspectos más recientes, generados por la transformación de estas modalidades, especialmente relevantes en la esfera de las tecnologías de producción y de información.

Segregación espacial que realimenta discriminación social, desigualdades profundas en las condiciones de vida y reproducción de los grupos urbanos, superpoblación, violencia e inseguridad crecientes, son problemas generalizados en la urbes contemporáneas.

A su vez, estos problemas de fondo se relacionan con otros no menos profundos e impactantes, como los problemas del tránsito y la circulación. El individuo urbano ha sacrificado su libertad individual seducido por los destellos ostentatorios que supieron amplifi-car actores sociales como los fabricantes de autos 2. También los problemas de gestión y administración del medio ambiente urbano y sus áreas periféricas son problemas que estallan en la dinámica ciudadana.

1. Desde la aparición de nuevas maneras de producir programas de radio, con líneas telefónicas abiertas y con constante variación de invitados, la radio en sus diferentes bandas parecen ser una de las arenas de discusión política más dinámica. Desde el año 1990 hasta ahora, se han desarrollado (sobre todo en la emisoras de FM) programas de radio muy críticos de las condiciones de vida en la ciudad. La formación impartida desde la Facultad de Ciencias Sociales contribuyó a esta mejora, ya que los medios de comunicaciones locales comenzaron a absorber personal con capacidades técnicas y con diferentes visiones de la realidad local. Esta dinamización obligó al único diario de la ciudad a mejorar también sus columnas de opinión y una diferente actitud frente a las noticias. Por todo esto, es posible encontrar interesantes discursos sobre Olavarría en el material que estas instituciones producen.

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Olavarría, sin ser una gran metrópoli, o ni siquiera (desde lo demográfico) una gran ciudad, evidencia una serie de aspectos que sus habitantes los perciben como muy problemáti-cos.

Algunos de ellos (la desocupación y empobrecimiento de los asalariados, los accidentes de tránsito, la falta de viviendas, etc.) son instancias totalmente enraizadas con diversos aspectos del desenvolvimiento económico del país.

Otros elementos que introducen incertidumbre, en cambio, poseen un contenido específicamente local. La ausencia de proyecto urbano alternativo al modelo de país que se presenta, la decaída estética urbana, la crisis de recursos hídricos, la incertidumbre en torno a las cuestiones energéticas, son problemáticas cuya estructura está integrada de manera predo-minante por las prácticas y representaciones de actores sociales que viven en la ciudad.

Este trabajo penetra en esta "selva de símbolos" que constituyen tales problemáticas contemporáneas. Existe también el imperativo de conectar elementos analíticos singulares con diversos procesos ubicados en el corazón de la cultura occidental.

Olavarría nace ligada a la expansión capitalista sobre la llanura pampeana. Ciudad arquetípica de frontera, que combina el comercio con la ocupación territorial.

A fines de siglo pasado aparecen las explotaciones mineras. Avances tecnológicos posibilitan el crecimiento y la expansión de las mismas, hasta alcanzar niveles nacionales. La industrias ligadas al agro acompañan esta expansión.

En la segunda mitad del siglo, dinámicos dirigentes aprovechan un contexto inestable pero favorable a los cambios, y consiguen impulsar un proceso de industrialización aún más significativo. Los recursos que éste genera convierten al espacio urbano en atractor de migrantes.

La población aumenta, y es el sector terciario el que crece. Y ya a mediados de los '90, los indicios de estancamiento, de crisis profunda, son inocultables 3.

La insatisfacción de los habitantes de Olavarría no proviene, como veremos, de la experiencia enloquecedora de vivir en una megalópolis y de transitar cotidianamente el anonimato masificador.

Proviene de la promesa incumplida del desarrollo económico. Y proviene también de la constatación de que, aún viviendo a pequeña escala y con una calidad de vida "aceptable" en relación a otros lugares 4, existen problemáticas que se han instalado definitivamente como parte de la experiencia de vivir en Olavarría.

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Así, los problemas de contaminación del aire, de transporte, de vivienda, crisis productiva y sus consecuencias de desocupación y pobreza terminal, aumento de la inseguridad y de las adicciones, no se perciben como masivos ni amenazantes en términos globales.

Pero son el sustrato de valorizaciones negativas. La creciente insatisfacción colectiva no viene sólo de la merma del salario. Se alimenta también al re-significarse la diferenciación creciente en los estilos de vida, en el uso de los espacios urbanos y en las categorías simbólicas que se ponen en juego cuando se accede a éstos de manera diferencial.

Para los excluidos económica y simbólicamente, los condenados a la desocupación y a salarios de hambre, los que miran desde afuera la fiesta de consumo y ostentación de una mino-ría, Olavarría está empezando a ser una "Ciudad de Otros".

Este ensayo tiene, como objetivo esencial, el de ser una síntesis de una investigación en proceso. Ha sido escrito, en gran parte, en el tranquilo y estimulante ambiente del Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría. Durante casi un año trabajé textos, entrevisté muchas personas con diversa ubicación en nuestra estratificada sociedad. Consulté técnicos de diferentes áreas, observé la ciudad y al mismo tiempo me observé yo mismo. Los datos y los temas de futuras investigaciones aparecieron con gran abundancia, y este producto se me ocurre totalmente embrionario.

La perspectiva antropológica se revela fértil para construir un enfoque sobre la Ciudad. Este enfoque no tiene la pretensión de ser hegemónico. La riqueza de la realidad social desborda toda lengua y toda estructura lógica. Se pretende, en cambio, hacer un aporte singular al conocimiento. Singularidad que necesita de complementos provenientes de diferentes personas, métodos y disciplinas.

Tal vez esto no podría haber sido sintetizado aún sin la experiencia de trabajo que me llevó a redactar "LA CIUDAD INCONCLUSA" (1993), mi tesis de grado en Antropología Social. Sobre esa base, hoy me resulta más prometedor adentrarme en los laberintos de "lo urbano".

Finalmente, debo agradecer la orientación y la comprensión permanente del Lic. Hugo E. Ratier, Director del IIAO. Es un honor trabajar a su lado. Y agradezco también la complacencia y tolerancia de Hugo E. Rivas, sobre todo por las infinitas horas en que tomé por asalto el ordenador del Instituto para redactar estas páginas.

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MARCELO SARLINGO

Olavarría, marzo de 1995

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CAPITULO 1

EVOLUCION URBANA

Y

PROCESOS LOCALES

El contenido de este capítulo enmarca la constitución del espacio urbano olavarriense en el proceso de evolución de la modalidades de asentamiento urbanas. La emergencia y desarrollo de Olavarría no es azarosa. Hay vastas razones culturales para que nuestra ciudad se conforme, y evolucione de acuerdo a procesos históricos singulares, pero vin-culados a la experiencia humana de la vida en las ciudades.

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1.

El mundo de hoy es un mundo de ciudades. No sólo porque desde el punto de vista cuantitativo la mayor parte de la población mundial desarrolla su vida en una urbe. También porque en ellas la producción de símbolos, la producción de cultura, alcanza características inusitadas en la historia de la humanidad.

La experiencia de estudiar una ciudad es, al mismo tiempo, un proceso apasionante y conflictivo. Lo conflictivo proviene tanto de las limitaciones metodológicas que el "objeto" nos introduce: una ciudad es un mundo complejísimo para el enfoque holístico con que el antropólogo se mueve.

Pero el antropólogo no se acerca a las realizaciones materiales, al desafío del tamaño y de la monumentalidad, sino a través de los significados que éstas tienen para los seres humanos que se relacionan con ellas. Los grupos sociales "hablan" también a través de la experiencia urbana, y sus discursos se combinan y realimentan con sus prácticas.

Decimos entonces que, si los sociólogos hablan de la ciudad, los antropólogos hacen hablar a la ciudad. Uno de los objetivos de un acercamiento antropológico como el que aquí se expone es el de mostrar aspectos de la Ciudad que habitamos. Mostrarlos a través del discurso de sus habitantes y de sus ciudadanos.

Del discurso de quiénes viven en el medio urbano y de quiénes hacen el medio urbano que hoy, a pocos años de un fin de siglo dramático, cambia día a día.

Pero como este trabajo está pensado como un ensayo, dado que no es el fruto de una investigación terminada, pretendo vincular analíticamente otros problemas e interrogantes que no son específicamente materia de investigación local.

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El enfoque holístico nos coloca en la obligación de respetar las relaciones más amplias que tiene el fenómeno urbano olavarriense. Y en este sentido, trato de analizar sintéticamente la experiencia urbana local en relación con algunos de los procesos culturales que la enmarcan.

Por eso aparecerán comentarios que tal vez sea difícil traducir empíricamente a "lo urbano". Sin embargo, no nos estaremos apartando nunca de una Antropología de la Ciudad.

La experiencia urbana contemporánea es la de la vida en metrópoli. Ciudades metropolitanas del Primer Mundo, del Tercer o del Cuarto Mundo. Pluriculturales, caóticas, desconcertantes. Mostrando sin pudores el lujo extremo y la miseria, el paraíso y el infierno, la utopía y la degradación, el progreso y la barbarie.

En ellas, como corolario de una tendencia mundial, la población se reproduce a un ritmo muy significativo, y ello obliga todo el tiempo a revisar las políticas que buscan limitar el nivel de conflictos sociales que genera su organización actual.

A comienzos de este siglo, apenas una persona de cada diez vivía en un medio urbano. A fines del siglo XX, serán más de cinco. Pero en cantidades absolutas, esto representa más de dos mil quinientos millones de personas viviendo en ciudades.

Olavarría no es una gran metrópoli. Las definiciones de los demógrafos, geógrafos y sociólogos la clasificarían como "ciudad intermedia", sobre criterios basados en la cantidad de habitantes. El último censo, el de 1991, encuentra a la ciudad con su ritmo de crecimiento demográfico detenido en relación a décadas anteriores.

Sin embargo, la experiencia de la ciudad y de sus procesos de crecimiento indican que muchas de sus áreas urbanas son cada vez más amplias y heterogéneas. No compartimos la principal característica cuantitativa de los procesos de crecimiento demográfico de la población mundial: el incremento constante. Por primera vez desde 1947, el crecimiento vegetativo superó al crecimiento por afluencia poblacional.

Pero sí tenemos elementos cualitativos que colocan a Olavarría más cerca de la complejidad de las experiencias urbanas latinoamericanas.

Olavarría es una ciudad única y a la vez, múltiple. Posee realidades físicas y socioculturales diferentes entre sus barrios y circuitos. No sólo los diferentes gradientes de ocupación del suelo (zonas más pobladas y zonas menos pobladas) resaltan a la observación.

Es que el cambio social no es sólo materia de cuantificación. Al mismo tiempo que la ciudad crece, también hay transformaciones en la esfera de la producción agrícola e industrial, en la organización y en la estructura social. Se transforman la política, la ideología y las instituciones.

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Una entrevistada comenta su percepción de ciertas modificaciones en el espacio urbano, refiriéndose a la densificación de un área residencial de la ciudad:

"...Cuando recién vinimos a Olavarría, alquilamos una casita cerca de España y Avellaneda...No había casi viviendas por allí, eran todos terrenos baldíos..Era más o menos por 1977 o 78...Diez años más tarde, la zona se pobló muchísimo, se convir-tió en un lugar residencial, los terrenos se valorizaron mucho...y la gente que podía radicarse ahí no eran parejas que recién empezaban como nosotros, sino gente que ya tenía algún capital acumulado, y que posiblemente ya llevaba mucho tiempo, años diríamos, luchando por ascender socialmente..."(M.C.V., 6-94).

Este testimonio, extraído de las categorías de una habitante de Olavarría, evidencia una ciudad con diversos aspectos en movimiento, dinámica y cambiante.

No es entonces el incremento demográfico lo dominante en la experiencia urbana local. Sí es más significativo el proceso de expansión y densificación de algunas zonas residenciales, muy visible al sentido común.

Pero hay múltiples significados compartidos con las experiencias de vida de otras urbes. Esta multiplicidad se relaciona especialmente con los aspectos conflictivos que también caracterizan a diversas experiencias urbanas.

Tales aspectos conflictivos se derivan de la crisis urbana, crisis que es mundial por la internacionalización de algunos de sus efectos:

* la degradación creciente de la calidad de los servicios públicos,

* el empobrecimiento edilicio de muchos barrios y territorios sociales con identidad propia,

* una disconformidad social que enfrenta a los habitantes con su propia ciudad, haciéndola depositaria de crecientes insatisfacciones.

Olavarría no ha escapado a este último punto, y sus dirigentes han sabido mantener relativamente controlables los dos primeros. Sin ser todavía una ciudad inhóspita e invivible si no se posee cierto grado de "locura", Olavarría evidencia gérmenes de procesos de diferenciación social que la hacen atractiva como unidad de análisis en un abordaje antropo-lógico.

Más que profundizar en muchos elementos que pueden aparecer como obvios a la idiosincrasia local, he preferido abordar las relaciones posibles de identificar entre Olavarría y la dinámica del momento histórico actual. También he tratado de buscar ciertos discursos que, en

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boca de diversos actores sociales, me han llevado justamente a encontrar elementos de re-levancia sociológica que me ayudan a reflexionar sobre la experiencia urbana olavarriense.

En mi tesis de grado, que denominé "La Ciudad Inconclusa", realicé una aproximación a los procesos de construcción social de la complejidad urbana local. Tengo aquí la oportunidad de profundizar algunos aspectos, sobre todo teóricos, en esta parte del proceso de investigación que sostiene este ensayo. Y también la oportunidad de mirar de otra manera, de tomar una posi-ción que trasciende lo académico.

En este último sentido, la parte final de este trabajo está dedicado a plantear líneas de análisis con respecto a problemas que, de una u otra manera, enfrenta toda nuestra cultura. Muchos de sus párrafos tal vez aparezcan al lector como planteos de orden normativo. Es que no puede dejar de verse que, además de antropólogo, soy olavarriense. Y que no pretendo lograr una descripción ascéptica, sino un análisis que desate cierta utilidad práctica.

El conjunto de este trabajo está centrado en tres ejes. El primero de ellos trata de establecer una ubicación del fenómeno urbano de Olavarría en relación a las principales características del capitalismo actual. El segundo eje relaciona algunas percepciones acerca de la crisis local, con un análisis de caso en el que se describe sintéticamente la complejización de un espacio residencial urbano. El tercero, como está escrito "supra", aborda críticamente instancias derivadas de la crisis urbana de nuestra sociedad dependiente.

Como se verá en párrafos posteriores, hablar de lo urbano implica analizar la cultura que "produce" la ciudad. Implica adentrarse en los mecanismos socio-culturales que conllevan a la estructuración de ambientes definidos como urbanos.

2.

" Comenzamos a ver que el mejoramiento de las ciudades no es un asunto que pueda resolverse mediante pequeñas reformas unilaterales. La confección del plan de ciudad implica la tarea de reconstruir nuestra civilización" LEWIS MUMFORD.

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La Antropología se ocupa de estudiar la cultura humana. Aborda entonces toda la gama de experiencias sociales: desde las sociedades ágrafas, que siguen constituyendo importantes sujetos de su práctica, hasta las denominadas "sociedades complejas" (WOLF, ERIC Y DESPRES, LEO; 1968).

Las sociedades complejas son las modernas sociedades heterogéneas, pluriétnicas y multiclasistas. Presentan el desafío de la complejidad porque la mayoría de los instrumentos técnicos y metodológicos que la disciplina desarrolló se crearon para investigar sociedades consideradas "primitivas", de menor estratificación social y más homogéneas.

La Antropología Urbana, como especialización disciplinar, es relativamente joven. Su origen entronca dos vertientes principales:

* los estudios norteamericanos denominados "de comunidad", realizados por la Escuela de Chicago (Yankee City Series, Middletown, etc.) en los años 20 y 30,

* los trabajos encargados por la administración colonial británica en Africa, buscando comprender el medio cada vez más urbano sobre el que tenía qué actuar, a principios de los años 30.

En Latinoamérica, la Antropología Urbana llega a las ciudades en la década del '50, siguiendo a los migrantes provenientes de las zonas rurales, especialmente en México y América Central. Se producen atractivos estudios cualitativos de la situación sociocultural de diversos grupos, lo que constituye una real "antropología en la ciudad".

En Argentina, una década más tarde, los orígenes son similares. Los antropólogos desarrollan sus estudios siguiendo a sus informantes desde que son expulsados del medio rural, hasta las "villas miseria" características del espacio urbano porteño. Al calor del proceso de modernización económica y de los complicados momentos políticos, la práctica antropológica predominante se caracteriza por una relación comprometida con los sujetos de estudio.

A esa época pertenecen dos clásicos de la Antropología Urbana en la Argentina: "Villeros y Villas Miseria" y "El Cabecita Negra", ambos escritos por Hugo Enrique Ratier en la década del '70. En ellos, la ciudad es el escenario donde los sujetos pertenecientes a los sectores populares son estigmatizados y segregados por las clases altas, construyéndose estereotipos que aún hoy continúan vigentes y que justifican simbólicamente procesos de exclusión.

La llegada de la dictadura militar de 1976 aborta el desarrollo de trabajos de este tipo, y retrasa totalmente el desarrollo de la Antropología en el país.

Recién con la recuperación democrática y el regreso de los antropólogos exiliados aparecen algunas líneas de recuperación de problemáticas antropológicas en el seno de las universidades nacionales.

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Como consecuencia de esta re-organización, se ponen en marcha diversos Proyectos de Investigación y Desarrollo, especialmente desde CONICET y desde la Universidad de Buenos Aires. Se reactivan las tareas de investigación desde diversos institutos y se comienzan investigaciones en temáticas nunca transitadas por la antropología nacional.

En el partido de Olavarría, a fines de los años '80, Federico Neiburg y Ricardo Rosendo realizan acercamientos antropológicos a Loma Negra y Sierras Bayas, en el marco de un convenio entre la Universidad de Buenos Aires y el Instituto de Investigaciones Antropológicas de Olavarría. Estas investigaciones se suman a un conjunto de trabajos en el ámbito arqueo-lógico, que se desarrollaban tradicionalmente en el mismo instituto.

Si bien ambos antropólogos encuadran sus trabajos en una "antropología de la clase obrera", la tradición disciplinar de los estudios comunitarios hace que las urbanizaciones de los "Sistema de Fábrica con Villa Obrera" (NEIBURG, FEDERICO, 1988 y ROSENDO, RICARDO; 1989) sean también el escenario donde se estructuran prácticas socioculturales de gran complejidad.

Las villas obreras, en tanto asentamientos humanos, son vistas por la Antropología como producto de la estructuración de diversas relaciones sociales de dominación y hegemonía, en el marco de las relaciones capital/trabajo. Este marco determina también la organización espacial y sus patrones de representación simbólica, aunque no sea éste el aspecto privilegiado en estos estudios.

La ciudad de Olavarría como tema, ya no como escenario, ha sido abordada antropológicamente en mi tesis de grado (SARLINGO, MARCELO; 1993). Aquí he tratado de avanzar en una antropología de la ciudad, en tanto considero a la ciudad como un ámbito digno de ser estudiado por sí misma.

Utilizar conceptos, marcos teóricos, lenguajes y referencias que provienen de la Antropología en el estudio de la Ciudad, es lo que caracteriza a este trabajo. Su utilidad es la de complementar enfoques de geógrafos e historiadores (ARENA, CORTES Y VALVERDE, 1967, FERNANDEZ, NELIDA ET AL.; 1985), enmarcando a Olavarría en los procesos culturales que la influyen.

En tal sentido, un acercamiento antropológico, en tanto la Antropología privilegia el enfoque totalizador de la cultura humana, requiere mínimamente un acercamiento al fenómeno urbano desde que éste se origina en la historia humana.

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" ¿Qué es la Antropología Urbana?. Es el estudio de formas de vida urbana, la

descripción y el análisis de la cultura de grupos y comunidades, en pueblos y ciu-

dades, enmarcándola en los procesos económicos y políticos que la influyen".

JULIAN ARTURO Estudios contemporáneos de Cultura y

Antropología Urbana

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3.

No todas las culturas humanas viven y han vivido en ciudades. Ni tampoco todas las ciudades que han existido poseen las mismas características, tanto estructurales o funcionales, y mucho menos estéticas.

Los antropólogos, al referirnos a las maneras en que las culturas se relacionan con el espacio y organizan sus circuitos de apropiación de la naturaleza, hablamos de patrón de asentamiento.

Las ciudades, como una modalidad que puede tomar el patrón de asentamiento dominante en una cultura, no es aleatoriamente elegida. La organización de la ciudad está fuertemente condicionada por la organización social de la cultura que la construye.

Los primeros asentamientos humanos que pueden ser llamados ciudades poseen un origen ligado a la denominada Revolución Neolítica, por lo que están ligadas directa (pero no únicamente) a la adopción de la agricultura. Los primeros grupos agrícolas vivían en aldeas que, como mucho, alcanzaban a pocos cientos de personas.

Pero la aparición del excedente productivo y la articulación con la domesticación de animales introduce un conjunto de procesos que desembocan en la especialización de roles. Unos cuantos miles de años después del surgimiento de la agricultura (hace, aproximadamente, entre 12.000 y 8.000 años) y del paso crucial del sedentarismo, aparecen ciudades como Uruk, Ur y Lagash en la Mesopotamia Asiática, y Mohenjo Daro en el valle del Río Indo, cada una con una población de varios miles de personas. El desarrollo de estos centros urbanos estaba asociado a condiciones ambientales específicas, especialmente recursos hídricos abundantes.

La función predominante de las primeras ciudades tenía que ver con lo ceremonial, pero al mismo tiempo la especialización permitió desarrollar funciones administrativas. Algunas de ellas (como Teotihuacán, Monte Alban y las ciudades mayas de Centroamérica) tenían complejos trazados que reflejaban símbolos religiosos de orden divino o estaban orientadas hacia posiciones astronómicas significativas.

El papel que desempeñaban las estructuras religiosas y sus administradores en la redistribución de los alimentos y, sobre todo, en el control de las familias productoras campesinas, fue un elemento estructurador del crecimiento de la Ciudad.

Estos centros ceremoniales se encuentran prácticamente en todas las sociedades asentadas en la Mesopotamia (3.500 años AP), Egipto (3.000 años AP), el Valle del Indo, China, Perú, Centroamérica y aún en el año 1.000 de nuestra era, en el suroeste de Nigeria, cuando aparecieron las primeras ciudades entre los Yoruba.

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La base ecológica y el excedente alimentario era proporcionado por campesinos residentes en tierras cercanas, y la elite política y religiosa de la sociedad, junto con los administradores y artesanos, constituían la población de las ciudades.

Por supuesto que las diferencias culturales hacen al origen de las ciudades una problemática con muchas variaciones. En el Egipto de las dinastías faraónicas, los campesinos vivían en pequeñas aldeas en zonas rurales. El mismo esquema se repetía, por ejemplo, en Esparta, donde la zona central y administrativa de la ciudad guerrera estaba rodeada por asenta-mientos dispersos de campesinos que alimentaban a la elite militar (MUMFORD, LEWIS; 1966).

Por otra parte, en Mesopotamia y Centroamérica, como parece haber ocurrido en las ciudades mayas (HARRIS, MARVIN; 1989), la mayor parte de la población parece haberse trasladado de las zonas rurales a las ciudades y cultivar las zonas circundantes durante el día, para volver a la noche a sus casas en la ciudad.

Gordon Childe (1950) sintetizó una serie de elementos que caracterizaron a las ciudades en su origen, dejando en claro que la ciudad es el medio geográfico donde se instala la superestructura política-administrativa de una sociedad. Sociedad que ha llegado a un grado de desarrollo técnico y social que permite:

* la existencia de un sistema de clases sociales y de roles especializados,

* un grado de complejidad política que asegure una centralización del control político y la dominación de una clase,

* un sistema de intercambio con el exterior,

* y un sistema institucional de inversión referente a la técnica que posibilita la extracción de excedentes

4.

El surgimiento de imperios y el constante crecimiento de la población y el comercio a pequeña escala condujo a la aparición de lo que se puede llamar ciudades "preindustriales".

Roma constituye, por su escala de concentración (400.000 habitantes en su momento de mayor auge), la ciudad tipo surgida de un imperialismo agrario que implicó el dominio de vastísimas cuencas de producción y el dominio de las vías de comercialización. También ciudades orientales como "... Edo (el Tokio moderno), capital del Imperio Tokugawa desde principios del siglo XVII, probablemente era el doble de grande que Roma..." (PONTIG, CLIVE; 1992).

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Las ciudades preindustriales tenían una serie de características que las diferenciaban de las ciudades industriales modernas. Estaban rodeadas por murallas, de funciones defensivas, y poseían zonas de la ciudad demarcadas para regular el comercio y gravar el intercambio.

Dentro de las murallas, la mayoría de los habitantes vivía en angostas calles que eran poco menos que callejones. El centro de la ciudad estaba compuesto por los edificios públicos y las casas de los ricos. Los pobres vivían en la periferia.

Las zonas residenciales estaban segregadas por ocupación, a veces también por raza o religión.

Interesa destacar especialmente que, sobre la base del mercado y de la fortaleza se organizan instituciones político-administrativas propias de la ciudad y que le dan una consistencia interna y una mayor autonomía con relación al exterior.

"Es precisamente esta especificidad política de la ciudad lo que hace de ella un mundo en sí mismo y define sus fronteras como sistema social. La ideología de pertenencia a la ciudad, prolongada incluso hasta ya avanzada la sociedad industrial, se fundamenta históricamente en este tipo de situación." (CASTELLS, MANUEL; 1974:20).

Pero la aparición de ciudades definidas como preindustriales se puede detectar en muchos otros lugares del mundo. En India aparecen, en el norte, hacia el 1900 Antes del Presente. En el Sureste Asiático, las ciudades preindustriales comenzaron a aparecer durante el primer siglo de nuestra era, principalmente bajo la influencia de comerciantes indios que desarrollaban redes por toda la región.

En China, las grandes ciudades como Nankín datan del siglo II antes de J.C.., y las ciudades americanas halladas por los españoles eran tan grandes como las europeas de la misma época.

"...la ciudad medieval nace de una fortaleza preexistente, en torno a la cual se había organizado un núcleo de habitación y de servicios, y de un mercado, sobre todo a partir de las nuevas rutas comerciales abiertas por las Cruzadas..."

Manuel Castells, 1974:20

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Lo central para explicar las sucesivas evoluciones en esta ciudades se encuentra en las nuevas relaciones sociales que surgieron de las transformaciones producidas en el sistema de distribución del excedente.

"La aparición de una clase mercantil que rompe la verticalidad en la apropiación del excedente, se vincula de otra manera (como intermediaria) con los campesinos, rebasa la economía de subsistencia y acumula autonomía suficiente para invertir en la producción manufacturera..." (PIZZORNO, ALESSANDRO; 1976: 131) es la característica fundamental, sobre todo de las ciudades europeas, que les permite supervivencia, consolidación y posterior expansión.

Pero también otros aspectos originales de la ciudad medieval son los que se transformarían en fundamentales para posibilitar la expansión europea y el proceso de creación del Tercer Mundo. En especial, la invención de nuevas formas institucionales que se van creando, los comportamientos de ahorro y consumo que se cristalizan como valores culturales, los procesos de identificación espacial (la aparición de distritos que confieren a sus habitantes criterios de distinción, como los puertos o arrabales, etc.).

Aspectos antropológicos interesantes pueden derivarse del análisis de las relaciones triangulares entre las nacientes burguesías, las clases nobles y los poderes reales. El control sobre determinadas relaciones sociales y sobre los diferentes espacios productivos determinaba características del desarrollo de los centros urbanos.

Así, por ejemplo, el menor desarrollo de las ciudades comerciales españolas con respecto a las alemanas y a las italianas durante los siglos XVI y XVII, se explica por su rol de simple intermediación (sin poder concreto de decisión) entre la Casa Real y los organismos comerciales de Indias.

Especialmente las ciudades americanas formaron parte integral de las colonias europeas desde su fundación. Estaban basadas en centros ya existentes, como Ciudad de México o Cuzco, o eran ciudades nuevas como las norteamericanas. Las relaciones coloniales fueron centrales para consolidar algunos aspectos estructurales de las ciudades de nuestro continente, especialmente en la difusión de un modelo de urbanización clave para lo que nos interesa analizar.

Pero la ciudad americana será objeto de análisis más adelante. Interesa decir en dos palabras cómo se vivía en la ciudad medieval. El grueso de la población de ésta se componía de emigrados de zonas rurales, muchos de ellos escapando (cuando podían) de los rigores feudales. Se integraban a la vida en la ciudad a través del aprendizaje de oficios, comenzando desde los escalones más bajos de los gremios y sometidos a los intereses de los maestros. Si no conse-guían insertarse en ningún gremio, se convertían en jornaleros.

Pero la masa de trabajadores dependía de las corporaciones de vecinos y propietarios, hombres libres que a su vez establecían relaciones a veces de confrontación y a veces de alianza con las clases nobles.

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Esta organización institucional, la corporación, era el instrumento que permitía independencia de los lazos feudales, y fue una modalidad de organización que funcionó como un sistema institucional relativamente organizado y con objetivos propios.

La eficacia de esta institución propia de la ciudad medieval se trasladó también a América, a través de las Leyes de Indias, y funcionó como modelo de organización de relaciones sociales durante mucho tiempo después que las colonias americanas se inde-pendizaran de las europeas.

Por ejemplo, la primera forma de gobierno político institucionalizada que se dio la ciudad de Olavarría fue la Corporación Municipal, que continuó hasta 1905. Cualquier vecino podía ser miembro de la Corporación, aclarando que la categoría "vecino" sólo alcanzaba a aquellos que eran propietarios de tierras.

En la ciudad medieval la organización productiva giraba en torno al cottage-system, o sea, la producción domiciliaria en talleres. Sobre esta esfera productiva, centrada en el trabajo familiar, se articulaba la burguesía y construía sus modalidades de dominación.

Es justamente la transformación de esta base productiva la que introduce los elementos más significativos para el paso a un nuevo tipo de ciudad, la ciudad industrial.

5.

El desarrollo del capital comercial, la expansión geográfica, los cambios técnicos, el surgimiento de nuevas concepciones acerca del mundo, son todos factores que modifican profundamente la ciudad medieval.

Las necesidades de expansión del capital hacen que se pasen de los monopolios organizados en las ciudades a monopolios que interconectan varias ciudades. Esta es especialmente la experiencia de las ciudades Hanseáticas, cuya capital era el puerto de Hamburgo.

Aquí las instituciones de una sola ciudad dejan de ser el centro de relaciones entre la población urbana y el sistema político y económico global.

Y hay otro aspecto necesario de mencionar que también está en la base de la sociedad industrial. Se trata del paso del cottage-system al factory system.

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Esto consiste en la producción de mercancías en una unidad fabril, una fábrica, abandonando la producción familiar en talleres domiciliarios e inclusive en ámbitos más cercanos a lo rural que a lo urbano.

Este abandono tiene un efecto importantísimo: el quiebre de profundas relaciones de parentesco y de ayuda mutua que protegían a las familias de muchas carencias, inseguridades y de la pobreza indigna.

La unidad productiva de la economía pasa a ser la fábrica, lo que introduce una complejidad notoria en las relaciones sociales al interior de la ciudad.

Es el trabajador individual el engranaje central de la producción y la extracción de la plusvalía la principal herramienta de acumulación.

Las unidades fabriles están jerarquizadas y esta jerarquía va produciendo nuevas modalidades de segregación y segmentación social, las cuales comienzan a reflejarse en el espa-cio con la creación de barrios obreros denominados "slums".

La situación de los grupos de trabajadores, la naturaleza de la mano de obra se modifica profundamente.

El pasaje de la comunidad rural a barrio urbano significa la transformación de todo un sistema de relaciones con el ambiente

físico y humano construido.

La disociación entre lugar de trabajo y lugar de vivienda se relaciona fundamentalmente con reorientaciones en las concepciones acerca de la propiedad y del derecho a la misma. Y especialmente con un conjunto de transformaciones en las condiciones de vida, sobre todo en la clase social denominada "proletariado industrial".

Todas estas transformaciones en la sociedad dan nacimiento a la ciudad industrial, que combina las realizaciones en gran escala de la mentalidad barroca producto de la evolución urbana medieval, con la producción desenfrenada en gran escala, con la superpoblación originada en el vaciamiento rural, con la especialización profunda de sus espacios, territorios dedicados solamente a lo fabril, o solamente al comercio, o solamente a la cuestión habitacional, o solamente a residencia de las clases acomodadas.

También es una ciudad que dota de mayor centralidad aún al poder político. Una escala de ciudad donde ya todo empieza a ser gigantesco, donde el transporte es caótico y donde es imposible una gestión eficiente de los desperdicios y de los subproductos de la actividad.

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La concentración urbana influye profundamente en los mecanismos de segregación, en la profundización de la explotación por abundancia de mano de obra (llegándose a rangos denigrantes de explotación femenina e infantil, jornadas laborales de más de catorce horas, condiciones de habitabilidad infrahumanas por la carencia de servicios y el hacinamiento extremo, etc.,) al tiempo que se daban las condiciones para lo que se denominó "la acumulación originaria" que posibilitaría el desarrollo industrial europeo y que beneficiaría a una burguesía que extendería sus tentáculos a todo el mundo.

Esta realidad fue descripta magistralmente por Friedrich Engels, en su libro "La situación de la clase obrera en Inglaterra", publicado en 1845.

Pero éste texto también refleja otro elemento característico de las condiciones de vida de las ciudades industriales: la emergencia de la polución. En 1892, en otra edición del mismo libro, Engels aclara que la pintoresca imagen del Támesis que describió recién llegado a Inglaterra "...sucedió hace cincuenta años, en la época de los pintorescos navíos a vela; el que ahora llega a Londres, a sus docks, ve el Támesis cubierto de sucios vapores..." (cit. en BALLENT, A. ET AL.; 1993:20). Esta polución, que también afectaba (pero menos) a las clases dominantes, estallaría varias décadas más tarde dando sentido a importantes corrientes críticas sobre la ciudad.

La metrópoli industrial europea, articulada a los esquemas coloniales de los cuáles se obtenía la materia prima para los enclaves fabriles, parece mostrar una imagen caótica.

Sin embargo, el "desorden urbano" no es tal desorden: es una compleja representación espacial suscitada por los mercados y la completa ausencia de control social y político de la actividad industrial. La ciudad (Londres, Manchester, Edimburgo, más tarde las ciudades de la Cuenca del Ruhr,) refleja la lógica de expansión a toda costa de las clases dominantes de la sociedad industrial.

O sea que hay que distinguir, en el escenario de la urbanización industrial, dos efectos bien diferentes: la pauperización y segregación espacial de la mano de obra articulada a la fábrica, por un lado, y la participación de las clases dominantes en una red mundial de vinculaciones económicas.

Claro que esto no fue un proceso lineal, sino que tuvo muchísimas variaciones en los diferentes países que pudieron desenvolver su desarrollo capitalista.

Y sobre todo, fue cualitativamente diferente a la evolución de las ciudades en el Tercer Mundo y en América Latina. La ciudad industrial europea fue el terreno donde se desarrollaron grandes procesos revolucionarios durante el siglo XIX.

Hubo, a partir de la experiencia de desarrollo urbano de la ciudad industrial, imágenes recurrentes que se conformaron en modelos culturales, espejos en los cuales otras ciudades del mundo trataban de reflejarse o aspiraban a ser como ellas.

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Estas imágenes han sido cristalizadas por los urbanistas y arquitectos que la historiografía agrupó en el denominado Movimiento Moderno (KLINGENDER, F.D.; 1983). Así "...la Londres de las aguafuertes de Gustavo Doré, multitudinaria, caótica, sucia, yuxtapues-tos sin orden puentes ferroviarios, arquitectura victoriana y cottages miserables; la París de la luz de gas, de los pasajes de vidrio y hierro y de los carrés haussmannianos; la grilla flexible hasta el infinito de la ciudad americana..." (BALLENT ET AL.;Op. cit.:15) fueron los rasgos imaginarios que permitían diseñar los embriones de los proyectos y legitimar los reclamos y las propuestas de desarrollos futuros.

En Olavarría se encuentran los rastros de estas imágenes, y no sólo en algunas estructuras físicas como los diseños arquitectónicos que los gobiernos conservadores llevan adelante durante la década del '30.

También es posible rastrearlos en anteriores reclamos de "progreso y mayor sociabilidad", presentes en el discurso de vecinos "notables", como el concejal Abolio o Agapito Guisasola (SARLINGO, MARCELO; 1993), en el diseño de espacios verdes como el Parque Mitre, y en la pretensión de mejora constante del pavimento y del alumbrado público, presente ya desde los primeros años del siglo XX.

6.

Las casas hacen una urbe, pero sólo los ciudadanos hacen una ciudad. Por lo que se llama urbanos a todos los que viven en la ciudad, citadinos a aquellos que comprenden los mecanismos de la organización urbana, y ciudadanos a quienes ejercen sus derechos políticos.

Uno de los aspectos más significativos de las consecuencias de los enfoques cuantitativos es que, al aceptar tácitamente la existencia de un continuum rural-urbano, se termina pensando que de la evolución de unidades ecológicas pequeñas (como los pueblos o las aldeas), se desemboca irremediablemente en metrópolis complejas y multifuncionales.

Este esquema de razonamiento ha permeado el sentido común moderno, y las sucesivas aceleraciones del crecimiento demográfico latinoamericano parecían darle sustento empírico.

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El fenómeno aparecía más interesante aún cuandoel crecimiento demográfico alto era superado, como sucedió a lo largo del siglo XX, por el crecimiento de la urbanización en toda Latinoamérica.

Pero los enfoques cuantitativos no alcanzaron para explicar las características del producto actual del subdesarrollo latinoamericano en materia de urbanización.

Una ciudad estratificada y segmentada rígidamente en lo socioespacial, metrópolis militarizadas que organizan los destinos históricos de todo el país. Vastas masas urbanas empobrecidas en la periferia ( y en las últimas décadas, ocupando como viviendas los viejos edificios de los centros históricos coloniales), contrastando al mismo tiempo con espacios resi-denciales poblados de mansiones, con asentamientos bancarios y financieros de vidrio y acero. Terribles asimetrías sociales como resultado de la expoliación y de la concentración de la riqueza.

Este resultado no es ajeno a la realidad de subdesarrollo de todo el continente. Las modalidades de urbanización en América no pueden comprenderse sin referirse a las estrategias coloniales.

La ciudad latinoamericana y las formas espaciales que se organizan a su alrededor han sido creadas a partir de un vacío demográfico, con el fin de controlar poblaciones y territorios conquistados o por conquistar.

En efecto, la erección de las ciudades latinoamericanas post-hispánicas se debe a la necesidad de ofrecer un sitio privilegiado a partir del cual los portadores de los intereses de las metrópolis coloniales puedan cumplir con su misión.

La ciudad latinoamericana proviene de proyectos específicos de explotación de los recursos naturales, de la organización de espacios para extraer y producir mercancías. Se organiza todo una modalidad de producción, estructurada según las necesidades coloniales, y se subordinan grandes poblaciones aborígenes como mano de obra.

Es notable que, cuando no existe población indígena o no es posible fijarla como mano de obra disponible, las ciudades se fundan igual y se importa de otros continentes la fuerza de trabajo necesaria.

En la base de la ciudad latinoamericana se encuentra una experiencia secular de organización espacial, proveniente de los procesos expansionistas europeos.

También Lewis Mumford hace notar que, sobre los límites de varios feudos, los príncipes creaban ciudades para frenar las invasiones de los bárbaros del Norte (MUMFORD, LEWIS;op. cit.).

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Esta ciudad se sitúa en pasajes fronterizos, es un puesto de conquista, es la sede de los representantes del príncipe. Y en sus orígenes, la ciudad latinoamericana responde a esta descripción: se localiza sobre las márgenes del imperio.

La expansión interna de las fronteras nacionales sigue esta lógica de urbanización. No podría ser de otra manera, habiendo heredado un cuerpo de legislación, saberes urbanísticos complejos y toda una experiencia concreta de prácticas de asentamiento.

Sin embargo, hay aspectos en que la experiencia de urbanización americana difiere de la europea. Uno de ellos es el grado de privilegios que los poderes instituidos conceden a los ciudadanos. En Europa, los príncipes otorgan a los burgueses una autonomía relativa, que les permitirá a estos alimentar una oposición política entre la ciudad y el campo (el espacio extramuros).

En América Latina, los privilegios concedidos por la Corona y más tarde por los gobiernos nacionales son mucho más extraordinarios. Y es tanta la diferencia que el campo, lugar habitado por los "indígenas bárbaros" y después por los "gauchos vagos y mal entretenidos" aparece en el imaginario como un lugar desierto (MANDRINI Y ORTELLI, 1992). Sus habitantes son ideológicamente naturalizados (RATIER, HUGO; 1989). El campo aparece como un paisaje vacío, pero este vacío es, en realidad, un vacío político.

La expansión sobre vastos territorios latinoamericanos se realiza a escala global, sobre espacios muy amplios.

Aparece aquí otra diferencia con Europa. En ésta, el proceso de dominación territorial se va dando gradualmente a partir de unidades políticas autónomas. Estos municipios luego se articulan y se forman así las regiones y más tarde las naciones.

Particularmente interesante es la organización de los municipios y regiones en los Países Bajos, que permiten obras comunitarias con la envergadura suficiente como para ganar terreno al mar. Esta experiencia de organización lleva cientos de años.

En Latinoamérica, el dominio territorial se hace a la inversa. La Corona Española y más tarde los gobiernos independentistas se aseguran el control sobre vastos territorios con enclaves estratégicos.

Las localidades y pequeñas ciudades autónomas van surgiendo mucho después, como consecuencia de un planificación a priori, y ya con un modo de producción consolidado sobre un amplio territorio y grandes distancias.

En el caso de las ciudades de la llanura pampeana, este proceso se hace relativamente rápido (en menos de doscientos años).

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Estas ciudades fueron pasando, en breve lapso, de puestos fronterizos a centros de relevo mercantil articulados al espacio económico de Buenos Aires.

Comienzan a desarrollarse rápidamente las funciones administrativas (planificadas desde el instante mismo de su fundación), los servicios públicos y privados necesarios para que funcione el comercio interno e inclusive el comercio de exportación.

La llegada del ferrocarril (1880) acelera el proceso de complejización, y durante el momento histórico en que Buenos Aires fue el puerto de salida de las riquezas pampeanas, la función primordial de la ciudad es la servir de centro de articulación a los mercados.

Esta diversificación de funciones hace que vayan coexistiendo diversos clases sociales, estratificación que coloca en su punto más alto a comerciantes y propietarios de tierras.

Esta clase controla la ciudad, excluyendo a los incipientes sectores medios que se vienen formando a partir de su inserción en las esferas públicas y administrativas. Y excluyendo también a una cantidad de habitantes, todavía no demasiado numerosa en términos relativos, que sobrevive en base a tareas artesanales, trabajos no especializados y a la mendicidad.

La crisis de la ciudad latinoamericana se inicia con ese dualismo de funciones que se da entre el origen de puesto de ocupación militar, político y administrativo, y entre su papel de articulación a economías de enclave.

El pleno desarrollo de una economía dirigida solamente al mercado internacional y los impactos de la gran dependencia económica que eso genera, ligado a afluencia migratoria que (sobre todo en el caso de la llanura pampeana) ya encuentra la tierra repartida, va modificando el paisaje de la ciudades.

Las incipientes industrias y talleres enclavadas en el espacio urbano no alcanzan a absor-ber, laboralmente, a tanta población.

Aparece, en los últimos años del siglo, el germen del fenómeno que más tarde se denominaría "marginalidad" . Su expresión arquitectónica, la "villa miseria", caracteriza el paisaje de las metrópolis latinoamericanas.

A medida que la actividad industrial comienza a desarrollarse en los ámbitos urbanos, el fenómeno de la urbanización se acelera.

Pero en la ciudad latinoamericana no es sólo el crecimiento industrial lo que atrae a las poblaciones a las ciudades, sino la conjunción de varios factores.

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La modernización de las explotaciones rurales, y otros procesos de descomposición de las sociedades rurales (imposibilidad de la explotación extensiva de garantizar la reproducción social de las familias campesinas, etc.) influyen fundamentalmente en la expulsión de población rural.

Estos factores se combinan con las instancias de dinamización de la economías urbanas y nacionales.Durante los años 30 y 40 se desata el proceso de sustitución de importaciones. El sector industrial tiende a convertirse en el centro dinámico de la economía, que se torna ahora hacia la generación de mercados internos nacionales.

El Estado asume un papel extraordinariamente dinámico. Se expande la administración pública, incorpora a las masas a la escena política, crece el mercado de trabajo para actividades sin calificación. El espacio urbano se transforma y una nueva organización institucional de la ciudad se organiza rápidamente.

A nivel internacional se estaban dando las condiciones de una expansión del capital sin precedentes. Luego de la Segunda Guerra Mundial este proceso se aceleraría espectacularmente, hasta la crisis de los años '70.

Los espacios urbanos de las ciudades latinoamericanas, por obra de las burguesías nacionales que se articulan al capital internacional, se vuelven grandes espacios de inversión y de desarrollo de infraestructura.

Se van conformando las ciudades de los megaproyectos, inversiones en servicios en gran escala (gigantescas autopistas, aeropuertos, rascacielos destinados a oficinas y a enclaves financieros y administrativos, rediseño de barrios enteros, etc.). Se consolidan las tendencias al gigantismo, al crecimiento constante e ilimitado.

Pero estos procesos son tan acelerados que su misma velocidad requiere de instancias de autoritarismo para imponerse sobre las formas tradicionales de convivencia en la Ciudad.

Así, por debajo de las autopistas, de los edificios supermodernos conectados por satélite a los centros de decisión internacionales, existen formas de economías informales re-significadas y adoptadas como estrategia por los pobres excluidos del consumo. Esta pluralidad y diversidad de la pobreza genera una serie de servicios que son aprovechados por los sectores dominantes.

En lo espacial, esta exclusión genera vastas zonas ocupadas por asentamientos que se pensaron como provisorios desde quienes los construían. Las sucesivas crisis económicas, los procesos de ajuste estatal, los han vuelto permanentes, congelando una aparente dualidad (concentración de la riqueza/expansión de la pobreza) que periódicamente estalla con inusitado dinamismo.

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Las economías informales urbanas y periurbanas son totalmente funcionales a los procesos de acumulación de capital en gran escala. No pueden verse como procesos desgajados de las estrategias de los grupos hegemónicos de la sociedad. No existe tal dualidad, sino una profunda interrelación históricamente construída.

Justamente a estas economías informales el Estado le transfiere gran cantidad de responsabilidades que antes estaban bajo su órbita, en virtud de complejos procesos de construcción de consensos. Así, grupos pauperizados se hacen cargo de instancias de su re-producción, en circunstancias políticas y de dominación ideológica que permiten sepultar progresivamente la idea del Estado de Bienestar, idea que nunca llegó a concretarse plenamente.

El escenario actual de las ciudades latinoamericanas posee cinco puntos destacables. Todos ellos tienen expresión a escala local, en la ciudad de Olavarría. Su puntualización aparece como necesaria para analizar temas que tocaremos más adelante.

El primer aspecto importante es la persistencia histórica de la tendencia de la población y de las actividades económicas a concentrarse en un número reducido de grandes ciudades por país, y también por regiones.

La atracción de las capitales de cada región se ha reforzado, pesar de que los planificadores han insistido, desde la década del '60, en recomendaciones acerca de la descentralización poblacional.

Esto quiere decir que el proceso de urbanización continúa, especialmente en lo que respecta a la expansión urbana y a la génesis de economías de aglomeración. Aunque la población mantenga su crecimiento numérico estancado, los desplazamientos poblacionales se ven facilitados. Simbólicamente, las ciudades continúan atrayendo gente.

El segundo aspecto socioeconómico y político que tiene expresión en la ciudad es la situación de empobrecimiento de las mayorías urbanas. Este empobrecimiento se refleja especialmente en las desigualdades al interior del espacio urbano y del acceso al consumo.

Pero aún más dramático es este tema porque el empobrecimiento y la profundización de las diferencias sociales se expresan en una disminución absoluta del poder adquisitivo del 60 % de la población más pobre.

El futuro a corto plazo de la mayoría de la población latinoamericana es la total imposibilidad de acceso, mediante mecanismos de mercado, a la tierra urbanizada, a la vivienda y a redes de servicios públicos.

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Totalmente articulado al punto anterior se encuentra el tercer punto: el nuevo contexto que emerge desde comienzos de los años 80 es la disminución de los recursos de capital destinados a infraestructura y a servicios urbanos.

En esta disminución intervienen las instancias políticas relacionadas con el peso de las deudas externas de los países latinoamericanos.

Este endeudamiento afecta a las inversiones estatales en obras de infraestructura social, lo cual viene a sumarse a instancias en las que la gran mayoría de la población ha visto reducidos sus niveles de consumo individual en términos absolutos.

Y además, la falta de fondos del Estado y las consecuencias del ajuste frecuentemente bloquean las vías de redistribución de salario indirecto, a la cual los recurren los gobiernos cuando la pauperización masiva amenaza estallar.

El cuarto elemento importante para caracterizar la experiencia urbana latinoamericana es la profundización de los procesos de democratización política.

Este factor es clave para explicar la emergencia de los denominados "nuevos movimientos sociales" (JELIN, ELIZABETH, 1988; GUNDER FRANK, ANDRE, 1989), por la reapertura de canales políticos que posibilitaron la expresión de demandas populares.

Muchas de estas demandas estuvieron reprimidas por décadas, como sucedió en todos los países del Cono Sur. Alimentados por contingentes de población urbana que se instalaron en la ciudad mientras gobernaban las dictaduras militares, los reclamos llegan hoy hasta los más altos niveles del Estado.

Pero, como no siempre estos reclamos son satisfechos, su rechazo alimenta también una dinámica que podemos caracterizar como el quinto punto importante para destacar: la notoriedad del proceso de recomposición de las sociedades civiles, que se consolida durante los últimos diez años.

Este proceso se manifiesta en el surgimiento de una gran variedad de organizaciones independientes, tanto de los gobiernos como de las relaciones económicas formales.

Se trata de instituciones que responden a situaciones de empobrecimiento y marginalización, basadas en el esfuerzo propio (tanto individual como colectivo). Así aparecen organizaciones territoriales empeñadas en mejorar la calidad de vida o en favorecer la generación de ingresos monetarios.

También se han producido readaptaciones de instituciones tradicionales, como la Iglesia Católica en Chile, que comienzan a sustituir funciones tradicionalmente ejercidas por el Estado. Hay una infinita variedad de experiencias

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7.Se mencionó ya que la urbanización de la región pampeana, y en especial la

urbanización de Olavarría, está en relación con el modelo de desarrollo que privilegiaron los grupos hegemónicos nacionales.

Las ciudades fueron el instrumento que posibilitó una lenta pero definitiva ocupación del territorio pampeano.

Se fueron creando así diversos asentamientos que iban dejando de ser la línea de frontera a medida que se les ganaba territorio a los grupos indígenas.

Este proceso de ocupación territorial era el comienzo de otros: el reparto de la tierra "pública", el dominio político y económico de los aborígenes y el aprovechamiento del ganado mediante vaquerías.

La ciudad de Olavarría, en principio un pequeño fortín, fue la frontera sur de la Provincia de Buenos Aires en el momento de su fundación. El decreto que autoriza la misma está fechado en julio de 1868, pero la fundación del núcleo urbano es anterior. La primera instalación fueron cuatro manzanas espontáneamente pobladas, por el año 1855, y la fundación efectiva, por acción de Alvaro Barros, se da el 25 de noviembre de 1867.

Más de treinta años antes se había fundado el Fuerte Independencia, importante centro de operaciones militares, que daría origen a la ciudad de Azul, pero los vaivenes políticos porteños y las alternativas de la ocupación territorial demoraron las medidas tendientes a la organización sociopolítica de la región.

El emplazamiento de Olavarría se decidió en virtud de su ubicación estratégica para la defensa de los núcleos poblacionales creados años antes. Tal es el argumento más conocido y sostenido por la historia "oficial" en torno a la Campaña del Desierto, y coincide totalmente con la funcionalidad que se le asignaba a las ciudades en ese período histórico.

Pero desde sus comienzos la ciudad fue, más que pueblo militar, una agrupación de comercios que acudieron atraídos por el incentivo que les ofrecía la actividad ganadera, actividad a la que no fue ajena la tribu de Catriel.

Es que la zona no era un desierto a ocupar. En este verdadero sistema de articulación interétnica, con un grado de fricción importante, los aspectos militares se retroalimentaban con

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los comerciales: después de la fundación de Olavarría, los comerciantes asentados a orillas del Arroyo Azul extendieron sus operaciones "...intensificando las transacciones delictuosas por la debilidad de la vigilancia..." (SASSONE, SUSANA M., 1981: 31).

El grado de desestructuración económica de algunos grupos indígenas era alto, dependían de las raciones de comerciantes blancos, quienes atravesaban el territorio indio en un ida y vuelta constante de carretas.

La presencia de viajeros y científicos comenzaba a ser frecuente, y "...algunas carretas, en sus cruces, dormían en las tolderías de Catriel, Quentrel, Calfucurá y Namuncurá..." (ARENA, CORTES Y VALVERDE, 1967: 78).

Estos viajeros se alimentaban todo el tiempo de especies animales, y los mismos autores destacan la diversidad.

Empezaba también el aprovechamiento de diversos vegetales como combustibles, por ej. el tan abundante "curro", arbusto que podía llegar a alcanzar 2,50 m. de altura y que constituía uno de los pocos recursos usados para leña, ante la ausencia de árboles.

8.El objetivo primordial de la ocupación territorial sufre constricciones de

operacionalización sobre muchos aspectos. El aspecto que me interesa en este punto se vincula a la estructura urbana y a la forma que ésta toma.

Las ciudades en damero han sido las más aptas para los movimientos de expansión, no sólo en la llanura pampeana sino también para todo el movimiento urbanizador que se activa fuera de Europa y Asia en el siglo XIX.

Desde la época de Felipe II ya existían normativas que determinaban las formas de subdivisión de terrenos, tanto los destinados a espacios privados productivos como las ocupa-ciones públicas.

El modelo de planta cuadriculada era el privilegiado en estos conjuntos de leyes, no por razones teóricas o estéticas (las ciudades europeas, con formas concéntricas o longitudinales, presentaban diseños totalmente diferentes) sino por la practicidad constatada en experiencias cuyo origen se remontan a los textos de Vitrubio.5

La ciudad de Olavarría tuvo su forma determinada desde antes de nacer. Aunque las disposiciones de las Leyes de Indias hubieran caducado, la decantación de las experiencias expansionistas determinó la conveniencia práctica del diseño "tablero de ajedrez".

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El modelo perseguido durante el proceso de urbanización pampeano, contenido en la Ley de Ejidos sancionada el 31 de octubre de 1870, ratifica las características prototípicas de las cuadrículas y sintetiza la continuidad de una experiencia secular.

Al constituirse la organización espacial de los pueblos de frontera, como producto de la institucionalización de formas culturales de relación entre la Sociedad y su ambiente, se refuerza una serie de continuidades históricas y se sientan las bases para, la estructuración de determinadas representaciones sociales.

Esta organización espacial no puede pensarse como resultado de la improvisación. Responde a un patrón de asentamiento largamente arraigado.

Y esta tradición articulada a las necesidades de la expansión acarrean el primer problema, el "Pecado Original" del asentamiento urbano. Por razones estratégicas, se coloca la ciudad en el abra de la sierra, a orillas del Arroyo Tapalqué. Desconociéndose el régimen de éste, y poniendo en segundo plano el riesgo de inundaciones, toda la planta urbana está trazada y edificada sobre zonas inundables.

Esta constricción ambiental funciona uno como de los aspectos de la esfera natural que más impactaría, poco más de un siglo después, en la experiencia de urbanización local.

Desde una supuesta racionalidad "técnica", habría que cambiar la ciudad de lugar. Culturalmente sería imposible, dados los complejísimos procesos de construcción de las identidades que se van dando en esta experiencia urbana.

9.La estructuración de la formación social nacional comienza a desarrollarse

especialmente con la afluencia de la inmigración de ultramar.

Los primeros en llegar fueron los vascos, pero grupos de otras nacionalidades comienzan a instalarse y a ocupar la tierra para destinarla a la producción agroganadera.

En un par de décadas se encuentra la tierra repartida y produciendo. Vascos, españoles y franceses son los que organizan la base productiva del partido de Olavarría, transformando tie-rras vírgenes en espacios aprovechables económicamente. (ALONSO DE ROCHA, AURORA, 1985).

La primera década del siglo encuentra a la ciudad con su papel redefinido totalmente: ahora es el centro de circulación e intercambio de bienes y servicios, proveyendo a las zonas rurales de los insumos necesarios y centralizando la producción para su posterior transporte hacia Buenos Aires, puerta de salida de la producción nacional.

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La ciudad ya empieza a crecer de una manera sostenida, y comienza a mejorar su equipamiento. El servicio de alumbrado público (que data de 1905) y la pavimentación de las cuadras céntricas son dos elementos que se instalan como esenciales durante las dos primeras décadas del siglo.

El servicio de aguas corrientes y cloacas comienza a construirse desde 1912, con aportes de dinero provenientes de la Provincia.

La construcción constante de viviendas hace que a fines de la década del '20 la zona de Pueblo Nuevo, a la que se llega cruzando el Arroyo Tapalqué desde el centro, ya presente una cantidad de manzanas con viviendas edificadas que ronda la centena.

Hacia 1934, la ciudad ya poseía una imagen arquitectónica propia, basada en el art-decó (ARABITO, MARIO Y DEMARCO, SUSANA, 1992). Esta imagen continuaría consolidán-dose hasta la década del '50.

En este momento aparecen nuevas propuestas funcionales (como la casa cajón) y comienzan a darse alteraciones profundas a nivel del diseño urbano, en búsqueda de adaptar la ciudad a las exigencias del crecimiento industrial que se avizoraba y que amenazaba con tran-sformar absolutamente todo.

La etapa de la emergencia de las clases populares a la vida política y social del país genera cambios profundos, reacomodamientos en el tejido social, disputas ideológicas y violencias sociales.

Los cambios en la macroestructura productiva y la expulsión de mano de obra rural muestran signos crecientes: a Olavarría empiezan a llegar de manera más frecuente los migrantes internos. Los argentinos desplazados, provenientes de las provincias, crecen en número, en la medida en que declina la llegada de europeos.

También comienza el germen del crecimiento del sector terciario. El impacto nacional del proceso de sustitución de importaciones y los movimientos de población que genera provo-can incertidumbres locales.

La urbanización de nuevos sectores, el dinamismo a nivel de la ciudad toda en lo cuantitativo y cualitativo (por ej.el cambio en los planteos de las viviendas) obliga a un nuevo reacomodamiento institucional y político. El Estado redefine su rol en todos los niveles.

Hacia mitad de siglo, parecía que la ciudad había logrado eludir las consecuencias del éxodo rural alarmante que el país vivió en el período 1914-1947, había asimilado la segunda ola de inmigrantes que llegó en la década del '20, consolidó su infraestructura edilicia en la década del '30 y del '40, aumentó y diversificó su perfil industrial (hasta ese

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momento basado casi totalmente en la minería extractiva) y desarrolló embrionariamente servicios educativos y sanitarios durante la década del '50.

Todo ello se produjo sin que los sectores dominantes de la ciudad tuvieran que pagar el precio de la "desorganización" urbanística. La ciudad mantuvo una identidad y una historia ar-quitectónica consolidadas, sobre todo en la cuestión de los planteos de las viviendas.

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10.

La redefinición histórica de la expresión local del Estado, en tanto motor central del crecimiento social y económico, no es algo que solamente declamen los políticos desarrollistas.

Esta redefinición se hace realmente efectiva y alcanza también el orden urbanístico: la iniciativa estatal comienza a pesar y toma cuerpo real en la formulación y ejecución de las normativas del Plan Regulador de 1960, el primer cuerpo de normas que contiene una visión global del espacio urbano.

2. El problema del tránsito automotor es uno de los emergentes de la década del 90. No porque no existiera antes, sino porque algunos datos se mantenían ocultos o directamente no se computaban. En el mes de enero, el diario "Ambito Financiero", insospechable de tendencias izquierdistas y desorganizadoras, publicó una nota en donde afirmaba que la República Argentina posee el récord mundial de accidentes de automóviles y de muertos por esta causa. La cifra, que superaba a los cinco mil quinientos decesos anuales, es tan alta que ni siquiera figura en las estadísticas mundiales. El redactor de la nota cita a varios países africanos, considerados el último eslabón del subdesarrollo, como países de máximo riesgo automovilístico, y su promedio de accidentes es mucho menor que el de nuestro país ("Ambito Financiero", 18 de enero de 1995). La OMS consideró a Kenya, con 2.800 muertes al año, como el país más riesgoso. Por supuesto, estas cifras no significan nada sin ver los aspectos simbólicos que juegan en la organización de las normativas sociales en torno al tema.

3. Para quiénes, de diversas maneras, nos dedicábamos a reflexionar y actuar en diferentes ámbitos, los estallidos periódicos y reclamos de soluciones que circulaban por esa arena de disputas que es la "opinión pública", la crisis no era novedosa ni mucho menos. Sus indicios eran muy manifiestos ya antes de que cayera la última dictadura militar. A principios de la década del '80, los militantes de los partidos políticos locales "ganan la calle". Y esta actividad efervescente permitió transparentar lo que ya se conocía indiciariamente. La desinversión casi total, el deterioro económico y del nivel adquisitivo de los trabajadores locales, las pequeñas y medianas empresas al borde de la quiebra, la pobreza inocultable en ciertos espacios de la planta urbana, eran todos temas frecuentes en reuniones como las del Centro Juvenil de Estudios Nacionales, creado en 1982 por jóvenes militantes desarrollistas. Este fue el primer foro de discusión política abierta al público a nivel local. El Centro de Empleados de Comercio cedía un amplio salón, y las figuras políticas del momento a nivel local (Eugenio Lestelle, Carlos Portarrieu, Helios Eseverri y otros) se lucían frente a grupos de jóvenes vírgenes en la militancia. Muchos de los asistentes a esas reuniones serían, pocos años más tarde, quienes engrosarían las filas de centros de estudiantes, gremios, colegios profesionales, y las juventudes políticas de diferentes partidos.

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Comienza también, en esta etapa, el proceso integrador de los migrantes internos y de los grupos expulsados de los países limítrofes.

El crecimiento de los grupos de chilenos y bolivianos que se asientan en la periferia de la ciudad de Olavarría es constante entre los años '60 y '80, y la integración a la sociedad local configura un largo proceso que continúa desenvolviéndose hoy.

Grupos de gran visibilidad social, los migrantes latinoamericanos se insertan en actividades ligadas a la construcción, recorriendo un camino análogo al que describieran los primeros acercamientos antropológicos a la temática de la migración interna (RATIER, HUGO, 1972). Y análogos también son los mecanismos de estigmatización que se desatan en la sociedad receptora 6.

4. La experiencia de la megalópolis moderna es la de una militarización creciente. Los disturbios de Los Angeles en 1992, el acordonamiento de las favelas en Río de Janeiro en 1994 por las Fuerzas Armadas (de intervención necesaria debido a la corrupción de la policía carioca, según voceros gubernamentales), la privatización de la seguridad en la casi totalidad de las áreas urbanas, son variables dependientes de procesos de acumulación económica y de construcción de poder a nivel mundial, y no sólo en los entornos regionales de estas ciudades.

Pero la mayoría de las urbes argentinas que poseen una población de más de 500.000 habitantes, ya muestra un grado de segregación espacial los suficientemente alto como para necesitar de sistemas de vigilancia privada en sus territorios más valorizados culturalmente. Justamente, el atractivo urbanístico de los countries porteños y su legitimación simbólica se encuentra en la privatización y militarización de la cotidianeidad. Esta se fue estructurando durante los años de la dictadura militar, y se legitimó totalmente en el imaginario social luego de los saqueos a supermercados, durante la hiperinflación de 1989.

5. En un texto muy comentado y citado por historiadores y arquitectos, Dan Stanislawski comparó las instrucciones de Felipe II en la Legislación de Indias con los textos del urbanista romano Vitrubio, encontrando que las primeras no se destacaban por su originalidad. El valor de estos cuerpos legales reside en tanto sistematización de usos y experiencias ordenadas, asentadas no sólo en tradiciones sino también en conclusiones derivadas de la observación y experimentación. (STANISLAWSKI, DAN, 1947 pp. 94-105).

6. Como ejemplos hay innumerables, pero es ilustrativo el comentario realizado por un miembro de la colectividad libanesa en ocasión de ser entrevistado para la realización de un trabajo monográfico durante la cursada de la materia Antropología Social Argentina. En esa oportunidad, el entrevistado narró el mecanismo de presidencias rotativas que posee la Asociación que agrupa a todas las colectividades representadas en Olavarría, y explicó que hasta ahora y a pesar de su desacuerdo personal, los chilenos y bolivianos no habían podido ser presidentes de dicha institución "...porque algunos los consideran, injustamente, más primitivos..." (SARLINGO, MARCELO Y GUERCI, MARCELA, 1992)

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Entre 1960 y 1970, la ciudad de Olavarría tuvo una tasa de crecimiento promedio del 49,4 %, ritmo de crecimiento aún mayor que el de Tandil, que fue de un 44,1 % (SASSONE, SUSANA, op.cit.:17), alcanzando la suma de su población a 52.453 habitantes.

El crecimiento poblacional no se detendría nunca, llegando al año 1980 con 64.000 habitantes (VAPNARSKY, CESAR Y GOROJOVSKY, NESTOR, 1989: 87) y al año 1991 con 75.870 habitantes (CAVALIERI, MIRTA, 1991).

Y entre 1950 y 1990, la población de Olavarría se incrementó en casi 49.000 habitantes. A fines del siglo pasado, la mayor cantidad de habitantes del partido vivían en zonas rurales, y la población urbana no sobrepasaba los 8.000 habitantes.

En 1950, con el proceso de expulsión de la mano de obra rural ya desencadenado, la población de la ciudad alcanzaba a aproximadamente 27.000 personas.7

Semejantes cifras hicieron pensar que el crecimiento urbano sería constante e imparable. El ritmo cercano a un veinticinco por ciento de nuevos habitantes que la ciudad incorporó durante las décadas de la expansión industrial inquietó a técnicos y dirigentes.

Se pensó también que este ritmo generaría innumerables problemas hacia el año 2000, pero que esos problemas serían resueltos en virtud de la solidez del modelo de desarrollo.

Eran los tiempos del auge del desarrollismo, que no fue solamente un proyecto político, sino que contó con un sostén teórico y técnico que lo distinguió netamente. Este marco conceptual fue provisto por las Ciencias Sociales.

Las elaboraciones teóricas de sociólogos como Gino Germani sirvieron de guía a políticos y a economistas, dando sostén a proyectos de crecimiento regional y generando visiones de riqueza ilimitada.

11.

Desde principios de los años 80 se percibió el estrangulamiento del mercado de trabajo local. También se hizo evidente la desocupación ocasionada por la automatización de los procesos de trabajo de las cementeras.

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Varias obras públicas, como el Aeropuerto Provincial, se revelaron como inversión exageradamente ociosa en virtud del movimiento económico casi paralizado

La economía del partido, tan desestructurada como las arcas del país todo, debió en-frentar dos grandes inundaciones (año 1980 y 1985) que ocasionaron cuantiosas pérdidas.

Pérdidas que, además de las económicas, sepultaron también por un tiempo las esperan-zas de reactivación industrial dado que ningún inversor colocaría su dinero en una zona inundable según la lógica del capital.

Nueva articulación entre el capital y el espacio, diferentes procesos de valorización de

mercancías, el caso es que en los '90 el símbolo del desarrollo y del poder económico occidental ya no es la gigantesca chimenea humeante, sino el ordenador superràpido conectado a una red satelital.

La tasa de reproducción de capital más alta gira en torno a la circulación de la información, y ya no en torno a la producción industrial.

El colapso ambiental que acecha, la reconversión de estilos de vida que se empieza a discutir en tanto se toma conciencia que el modelo de desarrollo occidental no es viable para todas las sociedades, la redefinición de relaciones políticas y étnicas, la decadencia del modelo del Estado-Nación, son ejes que comienzan a atravesar centralmente la cultura occidental.

En la periferia del sistema capitalista, también se sienten y se expresan los profundos cambios operados en todos los niveles de las estructuras productivas y sociales.

De muy diversas formas y maneras, los cambios estallan en la conciencia de los conjuntos sociales que componen y piensan la ciudad. Estallan de manera confusa, generan temores, introducen incertidumbres.

La esposa de un obrero ceramista local, durante una entrevista exploratoria, expresó que:

"...Olavarría es una ciudad que está parada. Hace años que no crece, las fábricas se mueven poco, apenas producen. Se vive mal, es cada vez más insegura, más chata, con menos incenti-vos...la juventud anda a las vueltas, sin conseguir trabajo, y si lo consiguen, apenas subsisten y no avanzan nunca...No sé si esto es en todo el país, porque hay algunos lugares donde hay trabajo todo el año, y los obreros no son echados de las fábricas de la manera que los echan acá...Cada vez hay más pobres, pero los ricos y los políticos hablan y no hacen nada...".

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Sin saberlo, la entrevistada sintetizó en pocas frases los signos, perceptibles a nivel microsocial, del colapso de un programa de crecimiento.

El discurso que predominaba en los políticos locales durante los años '60 era el del creci-miento ilimitado, al calor del desarrollismo expansionista que dominaba el imaginario social.

Algunas facetas de ese discurso siguen circulando, como jirones que han quedado de una ciudad que "... una vez estuvo de pie..." según la expresión de una periodista local 8 .

De esta manera, la crisis permanente que vive la sociedad local se expresa cotidianamente en la disputa por la producción de formas y estructuras espaciales específicas (como, por ej., el debate sostenido a fines del año 1992 en torno al préstamo de 600.000 dólares que el Municipio local otorgaría al Automóvil Moto Club de Olavarría, para las obras de mejoramiento del circuito semipermanente de Turismo de Carretera), deslizando las disputas hacia matrices ideológicas no neutralizables por los marcos de sentido tan efectivos en décadas anteriores.

El slogan "Olavarría-Ciudad del Trabajo-Ciudad del Futuro" pierde aceleradamente su significado frente a un porcentaje de desocupación que oscila entre el 15 y el 20 % de la población activa.

Se va resquebrajando, casi imperceptiblemente, el mito integrador de la cultura pública

olavarriense. Este se apoya en la idea de que los beneficios del desarrollo económico constante van llegando a todas las capas de la población, elevando sin pausa el nivel de vida.

Fue en torno a este mito que los sectores medios y altos (sin prosapia o aristocracia que reivindicar) articularon un discurso de signo modernizante.

Clifford Geertz explicó que la política de un país, de una región, de un grupo social, refleja el sentido de su cultura.

El antropólogo norteamericano entiende por cultura a "las estructuras de significación en virtud de las cuales los hombres dan forma a sus experiencias" (GEERTZ, CLIFFORD; 1973: 246) La política pasa a ser, entonces, el escenario público donde se desenvuelven dichas estructuras.

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La tendencia más fuerte de la política olavarriense ha sido la búsqueda del desarrollo económico. Los indicadores centrales de esta noción han sido el incremento constante de la obra pública y de las infraestructuras, la búsqueda del aumento constante en las ganancias y en los ingresos, la conformación decidida y a toda costa de un perfil industrialista.

En consonancia con la hegemonía ideológica del capitalismo como modalidad de interpretación de la realidad y como marco regulador de la conducta (BADIOU, ALAIN, 1994), la política local se centró, y todavía se centra, en función de esta estrategia "hacia adelante" de búsqueda del Progreso.

En los '90, cuando las propuestas urbanas del orden desarrollista (del tipo "La Máquina de habitar" que propusiera Le Corbusier) terminan de fragmentarse ante el déficit de vivienda local, ante las dificultades para dar respuesta a las necesidades de obra pública (aún recortando los programas sociales y ajustando "el excedente de recursos humanos" en la estructura del Estado), ante el estrangulamiento del mercado de trabajo, el Progreso en una idea sólo presente en el imaginario colectivo.

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CAPITULO 2

MIRADAS, DISCURSOS y PROBLEMAS

En este capítulo se resumen elementos discursivos que describen aspectos verbalizables en el discurso acerca de la crisis urbana y la insatisfacción colectiva que produce. Los trozos de discurso aquí seleccionados son breves indicios, pero constituyen ejemplos de qué tipo de síntesis puede hacer "la gente" a partir de ciertas vivencias de lo urbano.

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14.

La indagación y el rescate de los discursos de diversos actores sociales se convierte en una instancia de gran riqueza. Frecuentemente despreciados por determinadas corrientes sociológicas, debido a su ingenuidad, imprecisión y variabilidad, los testimonios orales aportan interesantes síntesis sobre la realidad que se investiga.

Las representaciones sociales de lo urbano constituyen dominios complejos. Indagando temas recurrentes en medios de comunicación y en el discurso de otros portavoces socialmente legitimados (discursos de funcionarios estatales y de ejecutivos de empresas privadas, dirigentes de cámaras empresariales, de sindicatos y otras instituciones intermedias, docentes y funcionarios de entidades educativas y culturales, etc.) aparecen ciertas recurrencias.

La más llamativa de todas es la coincidencia acerca de un estado de deterioro de la ciudad. Y también deterioro de la vida en la ciudad.

Veamos que explicaciones, que sentidos se vehiculizan, en relación con este estado de deterioro.

Para dos de los más nuevos dirigentes de la Federación de Sociedades de Fomento de Olavarría, la cuestión central de la decadencia local se reduce a la falta de fuentes de trabajo.

La actividad laboral es visualizada como la manera más legítima de vivir y reproducirse en esta sociedad. Pero también esta manera de vivir otorga una serie de derechos. Derechos cuyo ejercicio hace de los trabajadores verdaderos ciudadanos 9 .

9. Silvia Sigal, discutiendo la categoría de marginalidad, explica que son las imposibilidades real de entrar en instancias de negociación por derechos colectivos las que definen las situaciones que la Sociología clasificó como marginales. (SIGAL, SILVIA, 1981).

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Lo que se destaca de sus comentarios es lo siguiente:

"...Yo llevo viviendo en la ciudad treinta y cinco años, y nunca vi una etapa de tanto hambre como ahora..., sí, sí, como ahora...pero también hay gran cantidad de familias separadas, de parejas muy jóvenes que se abren enseguida...Como la mujer esa del otro día, veinte o veintiún años, y le pega una cuchillada al marido por los problemas que tenían...Nunca había visto tanta cantidad de mujeres solas, y eso es porque los maridos no tienen trabajos buenos que puedan sostener la familia...Y pienso que es muy humillante ver que los hijos se estén muriendo de hambre, estén desnutridos y no poder hacer nada...Entonces, cualquier laburo, changa o lo que sea, hay que hacerlo...Y qué pasa cuando no hay nada, ni changas siquiera?. A mí me han venido a despertar a las tres de la mañana, para que lleve a alguien al Hospital, y resultó ser una nena débil, ya enferma de debi-lidad, de muchos días de estar a matecocido... la salita está llena todos los días, y la gente va al control, sabés porqué?...Porque le dan la leche en polvo...algunos la cortan para que les alcance un poco más, la rebajan tanto con agua que no tiene gusto a nada...En el barrio hay algunos casos de desnutrición, y se arreglan fácil...con buenos trabajos y con buena asistencia..." (E.C., 56 años, 9-93).

De este último testimonio hay que resaltar también la fragilidad de las estrategias alimentarias de las familias que carecen de ingresos.

Y otro fomentista, coincidiendo en gran parte con el comentario anterior, agrega algunos elementos:

"...Lo que yo nunca vi, en los veinte años que llevo viviendo en la ciudad, son tantas iniciativas independientes, gente que se corta sola, en los últimos años...Con Alfonsín, era imposible pensar un poquito para adelante, se vivía menos que al día, no alcanzaba nada...Ahora, cuando una familia no tiene tra-bajo, siempre aparece alguien o alguna institución que le tira un cable...Eso es lo que estamos organizando nosotros: que parte de las necesidades de la gente, que tradicionalmente fueron de luz eléctrica, pavimento, gas, o sea obra pública, sigan pasando por nosotros...Algunos son más movedizos en esto...Como O., que ha puesto todo un gran equipo movilizado para cubrir necesidades básicas de la gente que vive en el barrio...Y yo veo esto cada vez más necesario...Te digo más, una de las cosas que yo más hice durante estos años, es ir a la Cooperativa Eléctrica y la Municipalidad para que no le corten la luz a gente que no puede pagar, que es derecha pero que se ha quedado sin trabajo, y está a la espera de una changuita, después va y paga...Y la otra cosa importante, ayudar en la salita...Cuando yo vine acá, la ciudad no era tan grande y había más relaciones entre gente del centro, con plata, y colaboraban con donaciones, nos compraban rifas, se los podía invitar a las fiestas del barrio...incluso durante los gobiernos militares la gente de otros lugares apoyaba más. Hoy, me parece que Olavarría ha crecido mucho... creció mucho pero hay partes que no progresan y hay mucha

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gente que no se conoce, que ya no conoce los barrios, y por eso no hay solidari-dad..." (P. Ch., 47 años, 9-93).

En el horizonte cognitivo de los fomentistas también están presentes las alternativas de subistencia ligadas a lo ilegal, pero tales alternativas son valoradas negativamente en muy alto grado. Aunque manifiesten comprender la angustia del que "roba para comer".

Aquí aparecen como muy importantes dos elementos:

* las maneras progresivas en que los fomentistas, por un sentido de pertenencia al lugar/barrio en el que viven, se solidarizan y se van haciendo cargo de la reproducción de familias fragmentadas y de grupos domésticos.

Estos grupos realmente no tienen manera de acceder a la posibilidad de satisfacer sus requerimientos mínimos mediante la venta de fuerza de trabajo,

* la percepción acerca del cambio de escala de la ciudad, argumento para explicar la permanencia de ciertas condiciones de vida.

Parece una referencia, casi de manual, al mecanismo de funcionamiento del cambio social que Durkheim describiera como el pasaje de la solidaridad mecánica a la solidaridad orgánica.

El crecimiento demográfico, la complejización y el aumento de tamaño, imposibilitan ciertos mecanismos de redistribución y solidaridad entre los conjuntos sociales, básicos para la vida urbana en épocas en que la ciudad mantenía relaciones más estrechas con las economías agrarias tradicionales.

15.Pero el ¿porqué? de esta situación se sintetiza en el testimonio de un agudo observador

de la cotidianeidad local:

"...mi padre trabajó en varios lugares, antes de entrar al ferrocarril, con el peronismo...La ciudad, en ese entonces, era una chacra con asfalto...Me acuerdo que decían así: chacra con asfalto...Pero sólo en el centro, porque después eran todas calles de tierra...No avanzaba nada porque estaba dominada por la Sociedad Rural, que manejaban como querían a los interventores militares, pero eran conservadores que habían perdido el impulso...Luego aparecieron otros dirigentes más interesantes, que se dieron cuenta de que la ciudad necesitaba cambiar porque todo el país cambiaba...Portarrieu y Alfieri la vieron venir y le

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dieron a la ciudad un dinamismo espectacular para la época, generaron apoyo de mucha gente y vencieron resistencias...le dieron una dirección a todo un movimiento industrial y toda esa fuerza hizo que la ciudad creciera. Pero esta dirigencia se puso vieja, y volvieron a predominar otros intereses..., no tanto los productivos... sino que los principales grupos de acá que se beneficiaron con la inversión del Estado, con todas las obras que la Municipalidad hizo... aprovecharon el cambio en el país para apropiarse del trabajo de mucha gente mediante los bancos y las financieras...se dejaron de pagar buenos salarios...y se dejó de invertir en generar trabajo...Hoy Olavarría está parada porque toda la ciudad se movía con el salario del obrero, y hoy obreros casi no hay..." (M.M., 6-94, fomentista y comerciante, ex-militante de una agrupación político partidaria).

Estas percepciones, visiones relacionadas con los tipos de interacciones a que un fomentista se ve impelido a responder (dado su papel social), aparecen notablemente "integradas" discursivamente. Integración en el sentido de operación encubridora del conflicto. Tienen la habilidad de no señalar personalizadamente ningún responsable concreto de lo puntualizan como crítico.

Puede afirmarse que, en el imaginario del ciudadano olavarriense que creció al calor de la expansión urbana de los años 60 a los 80, el trabajo asalariado tiene un carácter verdaderamente central. Esta alta valoración hace que el papel social de trabajador fuera pensado como aspiración por diversos conjuntos sociales.

Pero esta aspiración no se apoyaba sólo en aspectos simbólicos. Los salarios que los trabajadores obtenían en las industrias eran mucho más altos que los de otras actividades, especialmente el comercio. La seguridad en el cobro de los salarios era también un ingrediente que hacía atractivo el trabajo industrial.

Y estos elementos parecían compensar simbólicamente las instancias de desgaste de la salud y las incomodidades que desataban los turnos rotativos en el organismo de los obreros.

En actores sociales que hoy viven en el microcentro, con ingresos que les posibilitaron acceder a estudios secundarios e insertarse más favorablemente en los mercados de trabajo, es posible recoger otras visiones de la crisis urbana más desencantadas.

Estos discursos se presentan (oralmente) más centrados en lo individual, en la idea de ascenso social. En ellos, probablemente, influyen algunos aspectos generacionales, pero la importancia del trabajo asalariado como eje de la vida urbana y vía de ascenso social es notable:

"...cuando yo empecé a trabajar, acá en Olavarría y a los dieciocho años, después de terminar el secundario, el primer sueldo no me alcanzó ni para los

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cigarrillos...Hace quince años que laburo, y si bien ahora tengo dos pibes y puedo mantener una familia, también sigo viviendo al día...¿Cuánto hay qué laburar en esta ciudad para poder respirar un poquito?. No sé, yo veo que el que trabaja no avanza, y lo que me parece es que hay una corrupción general, una corrupción eterna, sí, acá en la ciudad también, que hace que lo que se produzca vaya a manos de los que no laburan...Cómo se entiende sino, que un intendente que a los treinta años trabajaba en una pizzería, haciendo de mozo, que le tuvie-ron que pagar medio año en Buenos Aires para que terminara su carrera de abogado y tuviera la chapa, hoy, seis años más tarde, lo veas por la calle con un auto de cuarenta mil dólares?. ¿Y toda la plata que mueven esas cosas, de adónde salen?. Por eso la ciudad está refundida, con deudas financieras, chata, mediocre, porque no vienen empresas y lo que se genera acá, se va porque la cosa está mal organizada...Así, es lógico que no se arregle del todo la plaza, que las construc-toras roben y no se terminen los barrios, que apenas funcionen las empresas que el Estado financia...sí para cada cosa que se quiere hacer, hay que pagarles peaje a estos señores..." (M.P. 34 años, empleado bancario de una institución privada local).

Y este último entrevistado, para mi sorpresa, agrega una pequeña perla discursiva a sus desencantadas palabras:

"...Me parece que la mejor idea, es que se reparta, que se reparta bastante más...algo tipo socialista, no sé...Tal vez en la práctica no funciona, por una cuestión de corrupción...pero es la mejor idea...Que haya igualdad, y no tanta gente que se muere de hambre...Y no sé el tema de la libertad, porque los rusos matan gente, pero los campeones de la libertad también..." (M.P., 34 años).

Qué este comentario sea verbalizado por una persona sin antecedentes de participación político-partidaria, dedicado a su familia y al trabajo, como él mismo lo explica, no tiene solamente un valor anecdótico.

Es una opinión construída con información proveniente de medios de comunicación y con reflexiones propias, ya que esta persona manifiesta no haber tenido contacto con material teórico que justifique sus ideas. Constituye una re-significación de contenidos que originalmente han sido diferentes.

Y se debe decir que tal re-significación proviene de la reacción a la saturación de per-cepciones de las cosas que "no funcionan" en nuestra forma de vida. Son síntesis estructuradas sobre las percepciones de la vida del hablante en la ciudad.

16.

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Hace quince años (1979-80), cuando este último entrevistado se incorpora al mercado al trabajo, se encontraban en auge las políticas monetaristas implementadas por la dictadura militar.

El salario continuaba siendo la variable de ajuste que encubría diversos procesos de vaciamiento, y un par de años después, cuando se estatizara la fabulosa deuda externa, quedaron al desnudo los efectos de la "bicicleta financiera".

En ese momento, cualquier trabajador o asalariado local asistía a la fiesta de la "plata dulce", ilusión consumista que el dólar barato contribuyó a crear.

Los viajes a Miami, a Brasil y al Caribe con que la clase "media alta" del país se quitaba el stress, eran una cosa frecuente en la dinámica de los sectores medios y medios altos locales, pero no estaban realmente al alcance del salario de un trabajador tipo de ese momento.

Estas imposibilidades de acceso al consumo de bienes y servicios, bienes que estaban siendo valorados y reconocidos como signos de status social, comienzan también a generar diferentes percepciones entre los conjuntos sociales.

Este proceso, sumamente difícil de rastrear, lo resumen varios comentarios de diferentes personas:

"...Antes, viajar a Europa o al Caribe era solamente para la gente de plata...los que tenían mucho campo, los industriales...Por eso el privilegio que tenían de aparecer en los diarios y de ser respetados aquellos que podían pagarse un viaje...Acá, en Olavarría, tal cosa era todo un acontecimiento: salían en las sociales, te pasaban el comentario por la radio, se convertía en algo que te distin-guía: Fulanito fue a Italia, Menganito estuvo en París, en España o en EE-.UU....Hoy me parece que, como más gente pudo viajar y conocer el mundo, y se vio que en muchos lugares se vive peor que acá, se cayeron varias cosas..." (B.M., 11-93)

Un empleado de una fábrica cementera comenta:

"...Igual hace diez o quince años cobrábamos más, pero ya la plata alcanzaba para poco...Yo pude ir a Brasil varias veces, siendo soltero...a Río, que hace unos años no estaba tan feo...y ahorrábamos bastante para viajar, pero fuera del paisaje y el Carnaval no había otras cosas,... estaba todo organizado para el gasto y hasta era aburrido ir a lugares nada más que a comprar remeras...Desde esa vez no me interesó más viajar así, lo que pude ahorrar lo invertí en un trailer, y ahora no podría viajar así,...entonces me voy de pesca a la laguna..." (E.P., 37 años, 1-94).

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También en esa época, el consumo de viajes, como elemento de status, tiene un paralelo con el consumo de cosas importadas, especialmente autos 0 km..

Y como justamente no son los obreros y empleados los que acceden a estos bienes, sino una clase de profesionales (muchos de ellos "recién llegados" a Olavarría) y los sectores que siempre tuvieron poder económico, comenzaron a percibirse los efectos de procesos de acumulación que no estaban ligados a la producción industrial.

En esta época del desarrollo urbano, en que es muy visible el crecimiento del sector terciario y de los servicios educativos, la ostentación de una creciente capacidad de consumo aparece como un fenómeno nuevo.

Pero esta ostentación, ilusión creada por la "plata dulce", se daba desde sectores insertos en servicios, en el aparato financiero, en los esquemas de prestación privada de la salud. Y también en grupos que habían sido contratistas del Estado.

Y es posible que los signos de tal ostentación fueran los primeros indicios de ciertas resquebrajaduras en la utopía urbana local.

Esta utopía, que en estos momentos no puedo describir más que provisoriamente, poseía un aspecto saliente, que está magníficamente sintetizado en el testimonio de un arquitecto que cumplió funciones en el aparato estatal:

"...Si uno llegaba a Olavarría con un título universitario, sobre todo proveniente de una ciudad grande como Buenos Aires o Córdoba, se encontraba un dinamismo interesante...En la época en que Olavarría recibía mucha población, a fines de los años 60 y durante la década del 70, era fácil insertarse en algún -lado... los barrios que se van haciendo reflejan esta facilidad, como si el tejido social fuese permeable, no había casi zonas o territorios exclusivos...por ejemplo, la zona que estuvo definida de entrada como residencial, el Barrio San Vicente, se puede ver que al lado del chalet del médico vive un obrero, un pequeño productor rural, en la otra casa un maestro y muchos comerciantes, mecánicos...Y en mayor o menor medida, en la etapa de dinamismo económico fue así, por eso los barrios que rodean al microcentro son bastante diversos en actividades ocupacionales, y muy heterogéneos en las características de la gente...Claro que había diferencias, pero esas eran notables en el centro, lo que pasa un poco en todas las ciudades, siempre hay diferencias con los que tienen dinero...pero lo cierto es que la sociedad recibía a mucha gente, por la expansión del Estado y de las industrias, inclusive la de la construcción..." (E.C., 4-94)

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Este imaginario centrado en la posibilidad de integración social y económica que el desarrollo económico ofrecía no es, por supuesto, un elemento exclusivamente local.

Por el contrario, la idea de Progreso no sólo posee connotaciones en el terreno de la transformación tecnológica. La Modernidad señala la ruptura con un orden social tradicional y fijo, ligado a las actividades rurales.

En la organización social de las formas productivas agrarias, la movilidad social era escasa o directamente nula. Y en el espacio rural pampeano era sumamente difícil que un peón o un arrendatario se hiciera propietario y transformara, con este gran paso, su ubicación en la escala social.

El capitalismo de base industrial, tanto en sus períodos de organización como en sus fases de evolución posterior, va creando nuevas categorías sociales y posibilita la formación de la clase obrera. Las complejidades del mundo de la producción permiten mecanismos diferentes de movilidad social.

Ser obrero vehiculiza otros significados, entre ellos el de ser parte de grandes transformaciones en la naturaleza y en la sociedad.

El Progreso trae, como ha sido la experiencia en la cultura occidental, anuncios de movilidad social, de acceso al consumo de bienes, una ilusión de libertad asentada sobre la abundancia material.

La utopía local tiene que ver con el disfrute de las comodidades de lo que se entiende por una "vida moderna", con abundancia de servicios y tecnología al alcance de las masas. Pero también con una sociedad en la que "lo industrial" genera una riqueza que promete un nivel de integración social que el mundo rural no permitía.

Esta promesa parece tener anclaje en la realidad a través de ciertos derechos que se reconocen a los individuos. Aunque este reconocimiento sea más aparente que efectivo en muchas áreas de la vida, aspectos básicos ligados a la subsistencia estaban resueltos a partir de la inserción como ciudadanos.

El acceso al gas natural, al pavimento, al agua corriente y al alumbrado público, igualaba en un principio al albañil con el comerciante, al médico con el obrero y al terrateniente con el peón. Sepultaba la vieja categoría de "vecino" con que la Corporación Municipal de fines del siglo pasado (institución que gobernaba la ciudad) distinguía sólo a aquellos que eran propietarios.

Y aquí aparecen algunos elementos que no están ligados sólo a las cuestiones materiales que conforman la realidad urbana, sino que ésta forma una parte indisoluble de un proceso más amplio de producción de sentidos.

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El reconocimiento, la visualización de la desigualdad social, tal como se presenta fragmenta-riamente en el discurso de entrevistados anteriores, es el referente para pensar en ciertas condiciones de vida que los conjuntos sociales han "naturalizado".

17.

La crisis de hoy se vuelve núcleo discursivo en tanto hace evidentes nuevas y profundas diferenciaciones sociales.

Y tal desigualdad se percibe, justamente, a partir de una realidad concreta, de "lo urbano vivido" (RAPOPORT, A. 1985) como sentimiento de despojo y de diferenciación. Cuando en otros momentos históricos del desarrollo de la ciudad, la desigualdad sirvió como un elemento enriquecedor de la utopía y pudo ser resignificada.

Es claro que las interacciones posibles en la ciudad en que vivimos, en la cual su escala permite que cualquier individuo pueda ir a tomar un café al mismo lugar al que van los legisladores provinciales, los ex-intendentes o los concejales, harían pensar a un observador ex-terno que los espacios urbanos son más igualitarios que en otros lugares.

En la experiencia de vida propia de un área metropolitana, tal situación de interacción es impensable si un sujeto no pertenece a determinados círculos de poder. En muy raras ocasiones un desocupado estaría en el mismo lugar en que desayuna un intendente, o cualquier empleado municipal no se cruzaría diariamente con gerentes y directores representantes de los mayores capitales.

En Olavarría parece posible, y esto es parte de la producción simbólica urbana la coexistencia de las clases en determinados "espacios informales" (ámbitos recreativos, algunos espacios de consumo relativamente igualitarios, en el uso de los equipamientos urbanos colectivos) y otros con cierto grado de formalización.

Un testimonio que sintetiza esto último lo ofrece un empleado de Coopelectric:

"...Olavarría me parece una ciudad bastante participativa...Yo lo veo acá por las comisiones de la Cooperativa...Hay de todo tipo de gente, desde pequeños comerciantes y algunos obreros con algo de experiencia política, hasta profesionales y gente con dinero...La experiencia del presidente anterior, es un poco ésa...La de un tipo que sale de un empleo, que sobrevive y que trabaja y después llega a tener un puesto directivo...Lo que yo conozco me parece así, y también es en el club Estudiantes...En las comisiones hay de todo, hasta en la de

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tenis, que hace un tiempo era un deporte caro, ahora juegan desde hijos de obreros, carniceros, bancarios, y por supuesto, profesionales..." (D.S., 11-93).

Lo que un análisis de la composición de las Sub-Comisiones Directivas revela como cierto, se utiliza como referente imaginario para destacar la movilidad social.

Por ejemplo, en la lista de una de las últimas sub-comisiones de tenis del mencionado club predominan los pequeños comerciantes, hay empleados bancarios, (uno de ellos jerárquico de un banco local que ha participado desde hace más de quince años en la misma comisión), profesores de tenis hijos de empleados fabriles, profesionales.

Uno de ellos preside la Sub-Comisión, es un veterinario hijo de un constructor de casas de origen español. Su antecesor en ese puesto fue el dueño de la principal librería de la ciudad.

Pero este aspecto plural e integrativo que distinguió la experiencia ciudadana de los últimos años puede ser cuestionado. No sólo con referencias particulares a las desigualdades basadas en mecanismos vistos como "ilegales", sino con elementos que hacen más notable a la percepción de los embriones de la estratificación.

El comentario de un sindicalista nos da indicios de algunos de estos elementos:

"...Mientras que hay cada vez más gente que se queda sin trabajo, se puede ver que la crisis no es igual para todos...Yo veo, todos los días, en la calle y a otros niveles también, que hay sectores que han crecido y que acumulan aprovechando la crisis de los demás...Y yo no quiero hacer nombres, pero una de las cuestiones más decadentes de Olavarría está en que sea el sindicato de la seguridad privada, de los empleados de las agencias de seguridad, el que más afiliados tiene...Tiene más de seiscientos, y en su mayoría son ex-policías que votan a Rico...Y los dueños de estas agencias se aprovechan de la incertidumbre y de la necesidad de protección, y muchas veces el servicio que brindan no es tanto, es hijo del miedo...También hubo gente que se enriqueció al amparo de la esperanza de la gente que pierde parte de su salario todos los días...como el capitalista de qui-niela que ahora se blanquea poniendo una radio y haciendo cáscara con una combi...Pero peor aún la cuestión de la especulación, de empresarios locales, pienso en uno de la construcción, muy respetable, que con los aportes jubilatorios de los obreros los ponían a plazo fijo y timbeaban...O el dueño del supermercado que comercializaba el producto de los robos de los piratas del asfalto...todos ellos son gente de gran prestigio, muy respetados y tratados de usted por la calle...No se trata con la misma importancia a un obrero honesto, que no puede andar en un O km....Si uno ostenta que posee dinero, lo ostenta desde la forma de vestirse hasta en la casa o el auto, ahí sí que es respetado...A mí me parece que me aguanto

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más que haya algunos tipos que hacen su negocio por derecha, o algunos médicos que comenzaron en la pobreza, pero que hicieron dinero enajenando los fines de semana en guardias y atendiendo pacientes hasta muy tarde, pero no los que hacen su negocio robándole al Estado, a las Obras Sociales, fundiendo cooperativas hasta que queden mal vistas, ...que sé yo, todas cosas que cuando Olavarría crecía, en otros tiempos, hubieran merecido censura o que implican dejar de ser tratados. Me acuerdo el caso del viejo C., que tenía una frutería y cobró una herencia, y aprovechó para quedarse con el dinero que les tocaba a los hermanos, lo aprovechó en su beneficio, compró camiones, pero llevó esa vergüenza hasta la muerte, hubo gente que dejó de tratarlo y de comprarle cosas, me acuerdo porque de chico siempre se comentó en mi casa...Hoy, estas cosas son comunes, no sorprenden a nadie y no hacen que nadie deje de hacer su nego-cio...Y es que los ejemplos nacionales, desde los guardapolvos de Bauzá hasta lo de la leche en polvo podrida, nos muestran que hay impunidad...Cualquier manera de hacer dinero es buena, total después el dinero lava las manchas..." (B. Z. 12-93).

Esta referencia a la recesión económica, y como a partir de ella se van instalando instancias y mecanismos de corrupción que dejan de ser excepcionales, es una relación que construye también una joven y experimentada periodista local:

"...A Olavarría la voltearon dos cosas: la falta de inversión de los industriales, que sacaron la plata afuera del país, y la inundación del 80...Lo primero generó falta de trabajo, una crisis terrible...Y la inundación la hundió...Ahí yo vi los casos de corrupción así en lo doméstico, vi solidaridad pero también la cuestión de la ventaja...Sobre todo de parte de la clase media...Como que hubo gente que apenas le entraron treinta centímetros de agua a la casa, y después igual le fue a pedir el colchón a Amalita, sacándole la oportunidad al que sí había perdido todo y que no pudo ir a buscar nada porque estaba sacando el barro de la casa...O el que sacó el crédito del Banco Provincia, para inundados, y se fue de viaje por toda Europa...Esto no lo hubiera ninguno de nuestros viejos...esta manera de sacar partido de lo más mínimo e individual, multiplicada por tantos casos, nos hizo perder el rumbo..." (S.M., 32 años, 10-93).

Si bien el contenido de estos discursos ubica los elementos salientes de la crisis de la utopía urbana en elementos pertenecientes al orden de la conducta de los individuos, no se puede caer en el reduccionismo de pensar que las decisiones individuales de los sujetos producen la realidad misma.

El valor de estos discursos y referencias, algunos de ellos/as obtenidos en charlas totalmente abiertas y aleatorias, otras bajo preguntas directas, se centra en que nos muestra

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elementos integrantes de una concepción, podríamos decir presente en el sentido común, acerca de la decadencia de la Ciudad.

Olavarría, según aparece en el discurso de los entrevistados, no parece haber cumplido con las promesas acerca de la "calidad" de las condiciones materiales y espirituales que son propias del contexto de la Modernidad. Y que constituían su base de legitimación.

La consideración de la vida urbana moderna aparece asociada, como marco de sentido colectivo, conceptos como "desarrollo", "mercado", "oferta de bienes y servicios", "libertad", "comodidad y ocio" y otros conceptos reivindicados como opuestos a formas de vida "tradi-cionales".

Estas últimas conllevan una carga simbólica de arcaísmo, autocracia, inseguridad y sufrimiento ante la escasez material.

No existen dudas que la vida urbana olavarriense, especialmente desde la década del 60, representó un mejoramiento de las condiciones de vida de vastos sectores sociales. Y esto debido a sus ventajas comparativas respecto a zonas pauperizadas del campo, y también de otras urbanizaciones de muy pequeña escala, ligada a economías agrarias 10.

Si bien no es la pertinencia de este mejoramiento lo que se pone en duda, la emergencia de problemas crecientes (como hemos visto en el punto anterior) los que deterioran la presencia de la Ciudad en el imaginario de los conjuntos sociales.

18.Es necesario plantear que no es sólo la Ciudad lo que está en crisis. La emergencia de un

cuerpo de posiciones epistemológicas, intelectuales y políticas denominado Post-Modernidad, es un intento de racionalizar signos de incertidumbre que se generalizan en muchos órdenes de la experiencia.

A la crisis de la Ciudad se le acoplan la crisis de los Estados-Nación como modalidad de convivencia política, la crisis ambiental como llamada de alarma a la depredación capitalista de los recursos naturales, y la crisis de identidad de los individuos atrapados en las redes de la sociedad de consumo.

Como respuestas colectivas, vemos el resurgir de lo étnico, la aparición de fundamentalismos religiosos, políticos y hasta ambientales, y una hegemonía del culto al cuerpo y al look.

Y en el ámbito urbano, a nivel mundial vemos cómo las diferentes ciudades, especialmente las metrópolis, aumentan sus procesos de segregación espacial.

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Encontramos así espacios urbanos "militarizados", en dónde se aíslan y se protegen los grupos de las clases dominantes. Al mismo tiempo, los asentamientos de las masas excluidas del consumo padecen enormes dificultades de acceso a servicios y a infraestructuras básicas.

La apropiación de territorios urbanos, visible sobre todo en las grandes ciudades, desata un proceso sumamente dinámico de creación de fronteras espaciales y simbólicas.

Los espacios y los lugares van mostrando así un "lenguaje" de la segmentación: vallas de gran tamaño, accesos restringidos electrónicamente, arquitecturas que privilegian determinados aspectos (cómo por ejemplo la posesión de veloces automóviles individuales) y arquitecturas disuasivas (el triunfo de la reja), sistemas de vigilancia supertecnificados, etc.. Cosas totalmente "naturalizadas" en el sentido común del individuo que habita en una metrópoli.

Pero también estas segmentaciones y diferenciaciones espaciales se van formando en la mente de los habitantes de la ciudad. Incluso de ciudades como Olavarría, que se pretendían "homogéneas" a través del discurso oficial. Este es un proceso de re-significaciones muy complejo.

Dentro de esta complejidad, en la apropiación y resignificación de un espacio urbano juegan las particularidades de los procesos de organización colectivas.

Efectivamente, la apropiación de un territorio urbano y las definiciones de su territorialidad, los estigmas que se desatan, son siempre procesos colectivos y nunca individuales.

Por lo tanto es pertinente analizar algunos aspectos de construcción de los espacios residenciales. Este análisis lo haremos a través del estudio de caso del Barrio Hipólito Irigoyen.

El Barrio Hipólito Irigoyen es un sector que inicialmente comprendía entre las Avenidas Colón, Juan B. Justo, Pellegrini y las vías del ex-Ferrocarril Gral. Roca, hoy propiedad de FerroSur S.A..

La expansión urbana obligó a redefinir sus límites. El territorio se amplió hasta la ruta 226 por el norte, y hasta la Avenida Circunvalación por el este.

Este sector se extiende al NE de la planta urbana de Olavarría. En él viven aproximadamente 13.000 personas, y al interior de los límites mencionados se dan varias zonas de arquitectura homogénea denominadas también "barrios": el Barrio Jardín, el Barrio San Carlos, el Barrio PyM, el Barrio La Loma. Quedan también otras unidades de representación política comprendidas en este territorio, como por ej. la Junta Vecinal Carlos Pellegrini.

Todos estos sectores tienen fronteras espaciales, marcadas por diferenciaciones arquitectónicas. Pero también los habitantes de cada lugar se reconocen como pertenecientes a cada uno de los "barrios" y no se incluyen fácilmente bajo la denominación de "habitante del Barrio Hipólito Irigoyen.

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En un breve análisis de la experiencia de organización colectiva de los habitantes de este sector, trataremos de ver cómo se dan procesos de manipulación de estas categorías, cómo se segmentan y estratifican espacialmente zonas residenciales de la ciudad, y cómo estas segmentaciones van aumentando de complejidad dadas las condiciones de desarrollo de este caso particular.

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CAPITULO 3

CRECIMIENTO DEMOGRAFICO

Y COMPLEJIZACION:

EL BARRIO HIPOLITO YRIGOYEN

En esta parte del trabajo, mediante el análisis de un caso, relato cómo se complejiza un espacio residencial de la planta urbana de Olavarría. El Barrio Hipólito Yrigoyen tiene el proceso de transformación más particular, desde el punto de vista sociocultural, de las últimas décadas. El caso muestra, sobre todo en la etapa más reciente caracterizada por la retirada del Estado, que los conjuntos sociales tienen capacidad de organización. Funcional o no a la reproducción del sistema, esta experiencia barrial merece ser analizada.

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19.

El Barrio Hipólito Yrigoyen registra una muy rica experiencia de trabajo barrial desde mucho antes que se constituyera la Sociedad de Fomento que lleva su nombre.

La experiencia de organización se remonta a las épocas del gran crecimiento urbano local y del importante proceso de industrialización que vivía la región.

A mediados de la década del '60 comienza a poblarse toda la zona ubicada al este de las vías del Ferrocarril General Roca, y especialmente la zona conocida como "Los Mimbres", dado que por allí corrían las aguas de un afluente del arroyo Tapalqué que tenía las riberas totalmente cubiertas con mimbres.

Era un sector con terrenos muy bajos en relación a otras zonas de la planta urbana, pero se fue poblando rápidamente por dos razones.

La primera de ellas fue el gran dinamismo industrial de la ciudad, que multiplicaba la actividad en otras ramas, especialmente la construcción. El bajo precio de los terrenos permitía que obreros y empleados pudieran acceder a la compra del suelo y, si tenía empleo seguro, a la construcción de la vivienda.

La segunda razón fue el intenso accionar del Estado en lo que respecta también a la construcción de viviendas bajo la forma de conjuntos de departamentos o casa fabricadas en serie.

Ese fue el origen de espacios urbanos con una identidad propia: Barrio Jardín, Barrio San Carlos, Barrio Provincia y Municipalidad. Y más recientemente los Barrios Pro Casa.

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Pero este proceso de crecimiento de las zonas urbanizadas no fue lineal, sino conflictivo. Al mismo tiempo que se adjudicaban las viviendas construídas por el Estado, aparecían con más fuerza las demandas del incipiente ejército industrial de reserva que las estructuras económicas locales estaban generando.

Y las respuestas políticas eran, casi siempre, de tono clientelista. Una de estas respuestas fue la de ceder el permiso para urbanizar unas cuadras cercanas al antiguo arroyo "Los Mimbres", a un conjunto de familias cuya inserción laboral y su situación económica era sumamente precaria.

No existe acuerdo sobre la cantidad de familias que formaron parte del grupo original del que más tarde sería uno de los sectores más estigmatizados de toda Olavarría.

Lo cierto es que la manera en que el resto de la ciudad veía a estas familias no era demasiado favorable. Un ex-funcionario de un gobierno municipal, entrevistado en su casa, resume tal visión en el siguiente fragmento de su relato:

"...Las familias que se organizaron para pedir un espacio donde construir su vivienda venían del campo,... algunas eran descendientes de los mas marginales de la ciudad...Siempre hubo pobres, familias sin oficio, que vivían de la mendicidad...Claro, para muchos de ellos era imposible acceder a un empleo cualquiera, menos a un trabajo en la fábrica... la sola mención de su apellido, a veces injustamente, hacía que se le negaran oportunidades...nunca encontraban a nadie que los recomendaran,y no podían salir de la changa de albañil o de ladrillero...además eran terribles los problemas de alcoholismo...a veces para soportar el ocio y otras veces, para aguantarse el trabajo duro...Entonces estas personas aparecían como que no querían trabajar... no tenían iniciativa para hacer otra cosa que no sea pedirle al Estado... en determinado momento todo Olavarría pensó que vivían del robo, de la mendicidad, y quedaron vistos como delincuentes...que además, se llenaban de hijos..." (J.G., jubilado, 8-94).

A pesar de la homogeneidad con que el resto de la ciudad percibe a este primer núcleo de excluidos en el comienzo de la Modernidad local, lo cierto es que el mismo informante destaca la diferenciación interna del grupo y sus capacidades organizativas, sus estrategias:

"...Cuando venían a la Municipalidad a pedir ayuda, lo hacían sin patotear...sus pedidos eran claros: un terrenito y materiales para hacerse las casas...Nosotros les dábamos a través de D.V., que hace poco murió, y que era también medio curandero del barrio, pero era un líder...Los terrenos eran de la Provincia, les dábamos permiso para ocuparlos y luego gestionamos varias veces que nos transfirieran la tierra a la Municipalidad...La Provincia se negó, pero nosotros ya estábamos repartiendo los bloques y las chapas...Esta historia siguió por más de veinte años, y algunas de las familias, ayudados por parientes y amigos,

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consiguió llegar a tener una vivienda digna, con buenos servicios...aún sin tener trabajo estable. Otros siempre pidieron a los partidos políticos, llegábamos nosotros con las chapas, y atrás venían los peronistas con los juguetes, y los radicales con las zapatillas, todos a ver las mismas familias, que en general no nos votaban a nosotros, ... no eran nuestras sino peronistas...Pero por ahí pasaban todos los partidos...pero los peronistas sacaban más ventajas al final...". (J.G., 8-94).

Las familias que se asentaban en La Loma recibían el permiso en un papel manuscrito, con un membrete municipal y con la firma del funcionario de turno.

Con el acuerdo de palabra, sin ningún documento escrito, se construyó el núcleo original del Barrio La Loma. El origen de clase y las carencias visibles de su estilo de vida contribuían a que estas familias fueran percibidas como indolentes y meros receptores de las políticas oficiales.

El barrio adquirió rápidamente un estigma negativo. Las modalidades de urbanización precaria se extendieron entre las calles Sarmiento, R. Fal, Saavedra y Urquiza. Tal precariedad sirvió también como elemento de distinción entre un "nosotros", mayoría de olavarrienses incorporados al mercado formal de trabajo en plena expansión, y "ellos", pobres apáticos que vivieron siempre de prestado.

La apatía enmascaraba las razones estructurales de la exclusión de estas familias. Estas personas no eran pobres porque querían, sino porque la organización de la estructura social no les dejaba posibilidades de acumulación

20.

Amos Rapaport destaca que los procesos de agrupación social se producen en las ciudades como respuestas a las crecientes diferenciaciones en los estilos de vida y a las tensiones que esto genera (RAPAPORT, AMOS, op. cit.).

El mismo autor explica que la relación entre status y hábitat es muy común entre hombres e inclusive otros animales. A partir de ella es posible localizar físicamente la pertenencia social.

La combinación entre una realidad material de escasez y precariedad, de bajos ingresos e inestabilidad laboral, con la estigmatización acerca del bajo rendimiento educativo y la

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subvalorización de las capacidades de los habitantes del sector, hizo surgir un muro de juicios y prejuicios alrededor del barrio La Loma.

Sin embargo, desde los momentos iniciales a su asentamiento, los grupos familiares (generalmente numerosos) del sector desarrollaron diversas estrategias de supervivencia.

Una de ellas fue la de aprovechar esta imagen de pobreza y carencia material tan a "contramano" de las aspiraciones del resto de la ciudad. La urbanización caótica y desordenada que mostraban esas ocho manzanas contradecía el orden que el Municipio trataba de implantar.

Loteos con medidas muy diferentes a las que establecían las normativas, pulmones de manzana ocupados con viviendas, veredas y pisos de tierra. Materiales precarios, muy alejados de la teja y del techo a dos aguas, del frente revestido con granulado de vidrio, éstos últimos dotados de alto valor simbólico.

El barrio "mostraba" un aspecto que era resignificado de manera homogénea por el resto de los habitantes de Olavarría. Mostraba la cara de un atraso material del que la Ciudad toda intentaba alejarse.

Es en La Loma donde se dan los primeros embriones de un trabajo político y social con intervención partidaria y con signos claramente clientelistas.

Sobre la base de reivindicaciones de todo tipo, dado que las carencias de los habitantes del lugar abarcaban desde los servicios elementales (agua corriente, alumbrado público, etc.) hasta el acceso a la salud y a la educación, la actividad político-partidaria encuentra campo fértil para desarrollarse.

De esta manera, desde los primeros años de la década del '70 se hace frecuente la presencia del Partido Justicialista, a través de una Unidad Básica enclavada en el sector, que desarrolló durante varios años intensa actividad social y recreativa.

Desde el aspecto asistencial, esta inserción partidaria fue la instancia principal de resolución de las necesidades individuales de los habitantes de La Loma (alimentos, vestimenta, medicamentos).

Hacia el "afuera" del sector, la cuestión política giraba en torno a la demanda de los títulos de propiedad de los terrenos sobre los que se asentaron las viviendas. A través de mediaciones de tipo político, se realizaron innumerables reclamos ante autoridades municipales y provinciales, gestiones que no dieron resultados durante largos años.

Un testimonio de un actual dirigente del sector trata de reseñar ese proceso:

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"...Yo era muy pibe en esa época...andaba todo el día en la calle...pero me acuerdo perfectamente de las fiestas del Día del Niño, de la carrera del Primero de Mayo, de la fiesta del 17 de Octubre...y cuando empezamos a trabajar ya íbamos a las reuniones que se hacían en las casas...ahí se hablaba de los problemas del barrio,... y se veía cómo juntar plata para que los chicos pudieran ir de campamento, ayudar a tal o cual familia, conseguir kerosén y remedios para el invierno...También algunos entraban enseguida a la Juventud Peronista...yo no entré, pero casi todos mis amigos sí, yo también era peronista, pero no sé porqué nunca me animé a pedir el carnet...Es que yo era orgulloso y no me gustaba pedir nada, ni la leche, todo me gustaba ganarlo yo, trabajando de albañil o juntando botellas, pero quería tener mi propio dinero...Pero cuando había que ayudar, ayudaba...Y la gente de afuera, Barzi y otros, siempre traían muchas cosas al barrio, y todos los días iban a pedir algo a la Intendencia, y recorrían el barrio, ayudaban mucho... También venía el Intendente y todos los peronistas de otros barrios...el principal problema era que la gente no era dueña de las casas, entonces había que reclamar por los terrenos...también la gente y los chicos que se enfermaban...Yo crecí viendo todo eso, y ayudando en algunas cosas...fue como una escuela..." (A.O., 9-94).

Durante la noche de la dictadura militar, la actividad partidaria decreció totalmente. Las demandas colectivas de servicios y mejoras de orden social debieron ser postergadas.

Sin embargo, la asistencia de la Municipalidad a pedidos individuales continuó a igual ritmo que antes. Ya había un conocimiento acerca de cómo gestionar recursos y pequeños bienes que constituían parte del salario indirecto con que el Estado frenaba el estallido de reivindicaciones colectivas.

En este período, toda iniciativa popular de carácter colectivo careció de margen de realización y la asistencia directa a las familias más desfavorecidas se realizaba directamente desde el aparato municipal.

El estigma negativo hacia el sector persistía. Sólo que ahora, el trabajo de base desde el peronismo había dejado algunas enseñanzas para que el sector se organizara de otra manera.

Por el período temporal la expansión urbana había facilitado el poblamiento y la densificación de los terrenos ubicados al Este de la Avenida Urquiza. La construcción de otros barrios, como el Jardín, el Barrio PyM, y más tarde el Barrio San Carlos, otorga una diversidad social significativa a todo el sector.

A lo largo de la década del '70, la política del Estado permite que los grupos sociales con un ingreso estable accedan a viviendas. Los barrios mencionados en el párrafo anterior son construídos de manera homogénea: todas las viviendas casi iguales o directamente iguales dentro de cada barrio. Y a su vez, el diseño de cada barrio totalmente distinto al de los otros conglomerados.

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El panorama residencial de todo el Barrio Hipólito Yrigoyen crece en complejidad. Los procesos de contiguidad espacial dan lugar a claras formas de segregación: se estructuran equipamientos colectivos que son casi de uso exclusivo de los habitantes de un sector. Por ej., los chicos del Barrio La Loma o los del San Carlos no van a jugar a las plazas o los espacios verdes del Barrio Jardín.

Cada barrio va conformando sus circuitos de reunión, sus espacios de tránsito, sus fronteras (generalmente las avenidas) y sus zonas neutrales.

Pero también se van construyendo equipamientos colectivos que posibilitan otras instancias de socialización. El Parque "La Máxima", en donde se instala un zoológico, es un espacio recreativo utilizado por los conjuntos sociales más desfavorecidos del sector.

Comienza a darse en todo el territorio de lo que hoy es el Barrio Hipólito Yrigoyen, otros procesos de diferenciación social. Las barreras simbólicas no impiden que se desarrollen mecanismos de tolerancia y de convivencia, aunque sí aparecen conflictos entre diferentes grupos (por ejemplo, entre los jóvenes del Barrio PyM y de La Loma).

En las manzanas que limitan con el Barrio La Loma, hay viviendas de gente que pertenece a otra clase social, generalmente más alta. La urbanización individual y privada de muchas manzanas del sector otorgó una variabilidad que favoreció bastante el desarrollo de mecanismos de tolerancia y de cierta convivencia.

También la dinámica de crecimiento relativo a ciertos sectores asalariados permitió que muchas personas del Barrio La Loma se insertaran como empleadas domésticas en los hogares cercanos territorialmente.

Durante los años de la dictadura militar, muchas familias con problemas económicos y afectados por el quietismo y la recesión en que empieza a entrar la economía se ven obligados a consolidar redes de ayuda y solidaridad más estrechas.

Las relaciones de parentesco y vecindad se vuelven aún más importantes. Varios sectores se vuelven aún más homogéneos, por las alianzas que se han dado entre familias.

El prejuicio y los costados conflictivos en torno al Barrio La Loma se mantuvieron muy firmes hasta mediados de los años '80. Veinte años más tarde de formado el asentamiento se sigue percibiendo a sus habitantes como marginales, haraganes que no pagan sus impuestos y que subsisten mediante el delito.

Pero comienzan a verse las bases de un debilitamiento de la estigmatización negativa. Es la diversidad territorial la que introduce factores que ocultan la visibilidad social de los habitantes del barrio. Hay nuevas escuelas, iglesias, comercios. Toda una dinámica social que va generando nuevas instancias de asimilación social, complejización y nuevas diferenciaciones.

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El ocaso de la actividad política barrial inducido por la dictadura demora, pero no aniquila, ciertos procesos de organización colectivos, que dotarían a este amplio espacio residencial de características particulares.

A inicios de los '80, estas características particulares facilitan una recuperación de las experiencias políticas de institucionalización.

En efecto, la movilidad de ciertos conjuntos sociales para efectivizar demandas puntuales ante las autoridades, la capacidad para mantener relaciones de vecindario y de ayuda mutua, etc., fueron factores que permitieron una rápida estructuración de nuevos sistemas clientelares asentados sobre viejas relaciones.

No sólo en La Loma, sino también en otro lugar del Barrio Hipólito Yrigoyen, se instala una Unidad Básica Justicialista. Entre estas dos instituciones partidarias se desarrolla una gran campaña de afiliación y una serie de tareas asistenciales, entre ellas la entrega diaria de leche y pan, atención médica y distribución de medicamentos, clases de apoyo escolar a estudiantes con problemas, etc..

Esta situación de efervescencia se mantuvo durante casi todo el año 1983, hasta las elecciones generales. La derrota del Partido Justicialista generó una serie de desencuentros y de fragmentaciones en los ámbitos partidarios locales.

Estos conflictos alcanzaron la esfera de la militancia y los enclaves barriales se vacían rápidamente. La vía que representaban las unidades básicas para transmitir reivindicaciones hacia estamentos externos al barrio quedó cerrada.

El mismo dirigente que testimonió anteriormente acerca de la actividad política en el barrio durante los años '70, comenta ahora que:

"...De un día para otro, los compañeros que trabajaban en la Unidad Básica se borraron...no repartieron más la leche ni el pan que antes entregaban todos los días...Fue a consecuencia de la derrota, de que perdieron las elecciones contra Alfonsín...Fue una paliza, y dejaron a toda la gente en banda...Había que darle de comer a la gente que venía recibiendo cosas, comida que era su único sustento porque ya se empezaba a ver que no había trabajo, que aparecían comercios y talleres grandes que estaban al borde del cierre...Y éstos se borraron, no aparecieron más y quedamos nosotros poniendo la cara...(A.O., 9-94).

En estos momentos, el sector tenía escasa infraestructura en servicios públicos, carecía

de equipamientos colectivos en materia de salud, y existían diversos problemas puntuales (gran cantidad de terrenos baldíos, carencia de servicios en amplios sectores, calles anegadizas, la situación irregular de los terrenos fiscales donde se asentó la gente que habita el Barrio La Loma etc.).

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21.Estos inconvenientes de carácter colectivo, sumados a la situación social crítica de algu-

nas familias del barrio, fueron conformando un orden de necesidades que favorecieron el proceso de institucionalización del Barrio Hipólito Yrigoyen.

Durante 1982 se hicieron reuniones y rápidamente, al año siguiente, se conformó oficial-mente la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen.

Entre los vecinos que componían la primera comisión directiva se encontraban personas que acreditaban gran experiencia de militancia barrial y sindical, como por ej. Omar Iturregui y Mario Méndez.

Superadas las turbulencias de las elecciones generales y con la efervescencia del regreso democrático, la Sociedad de Fomento comienza a trabajar especialmente en el aspecto de la salud, encarando la construcción de una "sala de primeros auxilios" (así se plantea en ese momento) en base al esfuerzo de los habitantes de ese sector.

Las relaciones de la institución con otras del "exterior" del espacio urbano, sobre todo con las nuevas autoridades municipales, no eran demasiado fluidas. El apoyo que se contaba para emprendimientos como "la salita" era mínimo.

Desde el principio, la Sociedad de Fomento, dirigida por Omar Iturregui, organizó actividades recreativas y culturales, mezclándolas con iniciativas para la obtención de fondos como "La campaña de la botella" (que consistía en recoger las botellas vacías de todas las casas del barrio, para después venderlas), para poder llevar adelante las obras.

El inicio de la institución se caracterizó por una importante cohesión grupal en torno a las actividades generadas por la construcción del equipamiento en materia de salud. En este evento participó voluntariamente un número no determinado de vecinos del barrio, pero dada la envergadura del proyecto de construcción y las características del uso de la mano de obra (totalmente voluntaria) se puede inferir que la participación de los vecinos no fue escasa.

Ciertos conflictos internos desatados en torno a la figura del líder barrial que encabezaba los trabajos de la institución (conflictos ligados a intencionalidades "de orden político" según la visión de algunos actores implicados en este proceso) modifican las relaciones de la institución con los diversos subgrupos del barrio.

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En relación a este punto es observable la presencia de categorizaciones diferenciales que constituyen elementos centrales para la estructuración de roles.

Es en torno a los papeles sociales de fomentista y de dirigente político en donde se aprecian estas categorizaciones diferenciales. El arquetipo del fomentista es el de alguien que vive en el barrio y trabaja sin aspiraciones de cargos públicos remunerados. No lucha por el poder en la estructura del Estado ni por una posición de privilegio.

Los mismos fomentistas atribuyen a los dirigentes políticos una intencionalidad, valorada negativamente, en la ocupación de responsabilidades en las estructuras públicas. En este caso el arquetipo del político es el de alguien que trabaja permanentemente en causas colectivas, pero que se posiciona sacando ventajas personales en este proceso.

Es interesante hacer notar que estas categorizaciones diferenciales se construyen posteriormente a la experiencia de supervivencia a la dictadura militar.

Los militares combatieron los esquemas derivados de la idea de "Comunidad Organizada", en donde no existe esa separación entre dirigentes vecinales y dirigentes políticos, por la sencilla razón que los primeros poseen un lugar de decisión en las estructuras de poder.

En este programa de organización, las organizaciones vecinales participan de la estructuración del poder político partidario y, por medio de éste, en determinados espacios ejecutivos del Estado.

Lo cierto es que esta alteridad conceptual que se introduce entre fomentistas y políticos se profundiza rápidamente, y provoca determinados roces y retrocesos grupales en relación con el liderazgo. Como consecuencia de esta instancia de maduración grupal, hay cambios en la conducción de la joven Sociedad de Fomento.

Estos cambios provocan también transformaciones en la manera de desarrollar los traba-jos colectivos.

Se comienza a contratar mano de obra para realizar las tareas de construcción del efector de salud. Se intensifican las actividades recreativas para recaudar fondos, y progresivamente disminuye la integración de vecinos del sector a los trabajos colectivos.

La explicación de esta disminución está dada por el cambio de modalidad de los trabajos. La gente que participó voluntariamente "...no se sintió bien cuando luego se contrató a otras personas para que hagan el trabajo que ellos empezaron..." (E. F. de M., 8-94) y fue dejando de prestar colaboración.

Como resultado práctico y concreto de esta etapa se inauguran las primeras instalaciones que dieron origen a lo que hoy es la Unidad Periférica nro. 5.

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A fines de 1984, el edificio era sólo un pequeño gabinete destinado a una enfermera, separado por tabiques de madera de un espacio apenas más grande que cumplía funciones de sala de espera.

La atención del lugar se reducía a una enfermera, rentada por la misma sociedad de fomento, que atendía urgencias y prestaciones de enfermería como inyecciones, nebulizaciones, controles de presión arterial, alguna vacunación eventual.

El servicio médico aparece esporádicamente en el sector durante estos años. Algunos integrantes de la residencia del Hospital Coronel Olavarría atienden en los barrios que poseen un mínimo de equipamiento. Al Barrio Hipólito Yrigoyen comienzan a ir dos doctoras algunos días a la semana, por las tardes.

El volumen de atenciones empieza a incrementarse significativamente, y "la salita" se vuelve un servicio definitivamente justificado para el sector. La población del barrio la comienza a percibir como un lugar propio, y la magnitud del uso lo demuestra.

Se crece rápidamente en la cantidad mensual de atenciones, y este movimiento comienza a requerir una mayor organización barrial para poder mantener la infraestructura básica del lugar y luego ampliarla según las crecientes necesidades.

Sobre el inicio de esta etapa, vuelve a la Comisión Directiva Omar Iturregui, el líder desplazado anteriormente. Con él se vuelve a un estilo de trabajo más intenso, en el sentido de que se encaran un mayor número de actividades en muchas áreas, sin restringirse las mismas solamente al tema de la salud.

Este líder tiene la capacidad de movilizar gran cantidad de recursos de otras fuentes alternativas a la estructura municipal, por lo que es aceptado a pesar de su clara inserción en los aparatos partidarios justicialistas.

Aumenta también el diálogo con grupos de vecinos, específicamente la gente de La Loma, y se empiezan a gestionar mejoras en la infraestructura de todo el sector. Se van poniendo las bases de algunos futuros proyectos (que hoy se han concretado definitivamente) y la cohesión interna de la institución se consolida.

22.

Los procesos electorales del año 1987 llevan al peronismo al gobierno local, y esto supone una apertura diferente y un acceso más directo a posibilidades de resolución de problemas barriales.

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Durante los dos primeros años de gobierno peronista esta suposición no se realiza. Las luchas internas de la administración de García Blanco trascienden diversos ámbitos, y uno de ellos es el de las relaciones entre Municipalidad y entidades intermedias. Diversos reclamos de los fomentistas se demoraron en su concreción.

Frente a la nueva administración, la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen retomó una posición sumamente dinámica, sustentada en el "hacer primero y reclamar después", frase que sintetiza el intento de llevar la delantera en los reclamos y las discusiones con las autoridades municipales sobre la base de lo hecho en el barrio mediante actividades voluntarias, como manera de dar legitimidad a las demandas.

En el terreno de la salud es en donde más claramente se pone en práctica este axioma. La táctica es la de conseguir recursos sobre la base de una pluralidad de actividades, destinarlos a incrementar la infraestructura de atención, y con las obras realizadas gestionar el recursos humano a niveles municipales y los fondos necesarios para hacer frente a los salarios.

Esto da resultado cuando se logra incorporar la atención dental a la dinámica de la Unidad Periférica nro. 5.. Primero se consiguieron los recursos materiales (el sillón de ortodoncia, el instrumental) donados por un importante dentista local, y mediante la insistencia constante, la Municipalidad aceptó abonar el salario de un profesional que atendiera en el barrio.

Los procedimientos consolidados bajo esta manera de ver y operar con las problemáticas sociales se pusieron a prueba desde el momento en que la convulsión política y económica de orden nacional atraviesa la realidad cotidiana del barrio. Las repercusiones de los procesos hiperinflacionarios de 1989 se vivieron agitadamente en todo Olavarría.

La brutal restricción en el acceso al consumo, la imposibilidad del Estado de dar respuesta a demandas elementales, la desestabilización de fuentes de trabajo que de la noche a la mañana condenaron al hambre a numerosas familias del sector, obligan a la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen a tomar un protagonismo inusitado.

La movilización de la sociedad que se registra en este momento histórico es de una

importancia singular, sólo comparable a la producida en instancias tan excepcionales como las inundaciones que afectaron la ciudad a principios de la década.

El protagonismo de la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen se despliega sobre numerosos aspectos conflictivos, como la asistencia directa con alimentos a familias, aloja-miento a personas desalojadas dada su imposibilidad de afrontar un alquiler, la prestación de salud a amplios conjuntos sociales, operativización de planes de asistencia social cuyo marco definió previamente el Estado y que dieron margen a la participación comunitaria, etc..

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Este protagonismo se reforzó al articular el accionar a otras instituciones locales. El alcance de esta dinámica de movilización adquirió envergadura local.

Siendo, por su relación histórica, una institución creíble para los grupos más desfavorecidos del Barrio Hipólito Yrigoyen, la Sociedad de Fomento se convirtió en el eje arti-culador de prácticas políticas frente a diversas áreas de disputa.

Las actividades que la institución desarrolló en la etapa de mayor dinamismo fueron numerosas y complejas. La llevaron a ubicarse, en el conjunto de las sociedades de fomento locales, a la cabeza de reivindicaciones importantes y a desarrollar experiencias inéditas en la historia olavarriense.

Tal vez lo más destacable del accionar barrial haya sido la administración del Bono Solidario, según los recursos provistos por el Estado Nacional primero y más tarde por el Municipio.

Dada la densidad demográfica del sector, le correspondían la asignación de más de trescientos bonos solidarios. Con un acuerdo obtenido en asamblea barrial, la Sociedad de Fomento organiza a todos los beneficiarios del Bono para realizar una contraprestación de cuatro horas de trabajo diarias.

Toda esta enorme fuerza de trabajo, equivalente a una empresa de tamaño mediano para las clasificaciones locales, se vuelca a trabajos comunitarios: arreglo de escuelas, mantenimiento del zoológico "La Máxima", construcción de bloques con maquinaria propia que luego son comercializados para generar ingresos, también limpieza de calles, organización de comedores populares y roperos comunitarios, etc..

La importancia de la categoría trabajo y su centralidad en las representaciones colectivas, especialmente en relación a los criterios adoptados para llevar adelante la contraprestación al Bono, es lo que posibilitó que pudiera desarrollarse una modalidad de organización de esta envergadura.

En el momento en que, desde el liderazgo de la institución barrial se propone trabajar para que el Bono Solidario no sea ni un regalo ni una dádiva, el trabajo colectivo es aceptado unánimemente por las casi quinientas personas presentes en la asamblea.

Aún sabiendo que era un salario insuficiente, los habitantes del Barrio aceptan y se comprometen a trabajar ante la presencia del Intendente y de varios concejales.

Este proceso genera otros, menos visibles para más interesantes todavía. En el orden de las relaciones barriales entre la gente de los diferentes conglomerados, la coexistencia en lugares de trabajo permite limar asperezas y posibilita instancias de integración.

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Esto último fue importante por cuanto la gente de todo el Barrio Hipólito Yrigoyen vio trabajar codo a codo a los estigmatizados habitantes de La Loma, quiénes demostraron que ellos también podían contribuir en tareas de servicios.

Las eventualidades vividas durante los años 89 y 90 proyectaron el crecimiento organizativo de la institución, y le permitieron un margen de movilización de recursos que la proyectó a niveles de organización superiores.

Se pensaron proyectos más ambiciosos, como la construcción de una guardería y un jar-dín maternal, la ampliación de la Unidad Periférica nro. 5, y la concreción de un barrio por autoconstrucción.

Todos estos emprendimientos se cumplieron cinco años más tarde. Hoy la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen ha reforzado sus articulaciones con el aparato estatal. Existen profundas relaciones de redistribución y de salario indirecto que permiten paliar la crisis a muchas familias del sector. La guardería funciona a pleno, y con el apoyo municipal han logra-do reproducir la experiencia de autoconstrucción de viviendas.

Existen algunas variables particulares, analizables más profundamente, que dotan de importancia a la experiencia de organización barrial descripta.

Estas variables se ubican en el terreno del liderazgo grupal y de las articulaciones al Estado Municipal que se han dado en el último período.

Lo más significativo de esta articulación es la cooptación del líder barrial por parte del aparato estatal, instancia que ha generado reprobación en los cuadros políticos de la fuerza gobernante y de la oposición.

Sin embargo, la adhesión de este líder al partido que históricamente combatió, no es percibida en su barrio y por sus colaboradores directos como una traición. Se verbaliza perfectamente en el discurso que estas acciones entran en el dominio de lo transaccional. Y también que el fin último de la adhesión al radicalismo es la voluntad de poder seguir mante-niendo el apoyo del aparato municipal.

Este apoyo es clave para la dinámica actual de la entidad barrial. No es posible hablar de una dependencia institucional total, en relación a las transferencias que hace el Estado.

Pero sí es real que la estructura de relaciones y de funcionamiento montada en torno a los servicios que brinda la Sociedad de Fomento, está muy apoyada en un flujo de recursos irregular pero importante.

Más significativo aún que estos aspectos de l realidad material de la institución, aparece la incorporación del saber barrial en la autoconstrucción de viviendas a la operatoria política municipal.

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Como la experiencia de autoconstrucción de 16 viviendas en el sector resultó exitosa, el Municipio incorporó la modalidad como parte de su política de viviendas y contrató al líder vecinal para que la dirigiera.

Se aprovecha así un saber práctico, un conocimiento empírico invalorable, para enfrentar una problemática tradicionalmente compleja y conflictiva. También hay una concepción diferente acerca de la fuerza de trabajo que participa en estas experiencias.

Es difícil adelantar resultados acerca de este proceso de crecimiento institucional y de complejización de las redes de relaciones.

Es cierto que es impensable la generación de una mayor autonomía barrial y de un alto grado de libertad sobre las decisiones de los trabajadores que van estructurando su espacio residencial.

Pero también es claro como los controles políticos externos al barrio eran más simples y más efectivos cuando los habitantes del sector recibían su salario indirecto a través de una estructura política clientelar.

Lo que la institución vecinal ha garantizado con su crecimiento es una posición menos asimétrica de los habitantes del barrio en relación a las maquinarias políticas electorales.

23.Lo que se ha descripto hasta aquí es un proceso de complejización social en un espacio

residencial determinado.

Las particularidades de este sector hacen que esta experiencia no sea generalizable a toda la planta urbana de la ciudad de Olavarría.

Sí quisimos destacar que, frente a los rostros que muestra la crisis local, como consecuencia de los procesos de ajuste de las economías nacionales y sus articulaciones internacionales, se van dando procesos de complejización de realidades territoriales específicas productoras de singularidades.

Esto es importante por lo siguiente:

* Ante el retroceso de las modalidades estatales de regulación de los procesos de acumulación de riqueza a nivel urbano, y ante la desprotección que comienzan a sufrir los sectores populares, aparecen experiencias en donde se da respuesta a necesidades urgentes y concretas,

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* estas respuestas muestran interesantes niveles de estructuración, y justamente comienzan a ser aprovechadas por el Estado Municipal para generar distintas articulaciones, modalidades diferentes y posiblemente alternativas al clientelismo tradicional,

* en términos de conectividad e interacción de los grupos que construyen el espacio residencial denominado colectivamente "Barrio Hipólito Yrigoyen", vemos como este proceso ha ampliado enormemente (en un lapso de poco más de treinta años) para grupos altamente estigmatizados, instancia que se ha dado a la inversa en otros sectores como el Barrio Independencia\104 Viviendas, o el FONAVI Amparo Castro,

* como resultado del proceso de organización institucional colectiva, del cual la Sociedad de Fomento es una parte central pero no el todo (en el sector proliferaron también iglesias de raíz evangélica, pero a un ritmo menor que en otros lugares del espacio urbano), es importante ver que se reforzaron criterios de heterogeneidad en muchos habitantes barriales.

La denominación "Barrio Hipólito Yrigoyen" comenzó a ser importante para distinguir, hacia afuera y hacia adentro del barrio, pertenencias y experiencias singulares.

Lo cierto es que la deriva institucional de la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen ejemplifica una de las características de nuestro sistema social: al mismo tiempo que se consolidan sistemas productivos y estructuras sociales que se pretenden estables, se van creando factores que socavan esta misma estabilidad al desarrollarse plenamente.

24.

La utopía de la Ciudad Moderna es la de un espacio urbano cosmopolita, homogéneo por las oportunidades de disfrute de la vida moderna que estarían al alcance de todos sus habitantes.

También esta utopía conlleva un componente indisoluble de igualdad ante la ley, de rechazo al autoritarismo y de libre acceso a al poder político.

Los discursos sobre la ciudad que rescatamos muestran la manera en que algunos actores sociales perciben el resquebrajamiento de la versión olavarriense de su utopía.

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Los procesos urbanos locales interrelacionan variables muy diversas. Tal cual lo hemos visto en la evolución de la institucionalización del Barrio Hipólito Yrigoyen, que conforma una problemática compleja (y es sólo una de las cuarenta y dos instituciones de representación vecinal que se despliegan en el espacio urbano).

Ambas instancias, las representaciones colectivas acerca de la crisis urbana y el dinamismo en la construcción de un espacio residencial, se encuentran profundamente articuladas.

Esta articulación se produce cuando concebimos a los espacios residenciales urbanos como el lugar donde se reproduce la fuerza de trabajo local. Las personas viven y consumen en sus domicilios, espacios privados, y venden su energía laboral a cambio de un salario.

Pero hemos visto que una de las mayores incertidumbres de la vida urbana actual es la imposibilidad de inserción en el mercado de trabajo. Por lo que la necesidad de reproducir cotidianamente sus energías encuentra a muchos grupos familiares sin los medios de obtención de un salario.

O en los casos en que este salario se obtenga, no es suficiente para garantizar otros factores necesarios que van más allá del simple alimento, como la salud, el acceso al sistema educativo, etc..

La experiencia del Barrio Hipólito Yrigoyen nos muestra de qué manera se van articulando aspectos diversos (distinciones simbólicas, prácticas particulares de los sujetos, necesidades colectivas, presencia en el barrio de maquinarias electorales, etc.) que terminan generando un salario indirecto para los habitantes de determinado territorio urbano.

Encontramos así los ejes que vinculan el aumento de la complejidad social en un territorio residencial con las imágenes de la crisis.

Tales ejes articulan el dominio simbólico de los sujetos, constituido por un conjunto de representaciones acerca de las condiciones de vida en la ciudad, y las prácticas colectivas que se estructuran para enfrentar estas condiciones.

A la crisis de los mercados de trabajo, a la aparición del estigma, la competitividad y la segmentación, determinados conjuntos sociales responden creando mecanismos de integración y pluralidad de prácticas sociales que posibilitan la obtención de salario indirecto.

Pero también hay otros aspectos, vinculados a diversas instancias locales, nacional e internacionales, que son productores de incertidumbre. Abordemos los principales.

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CAPITULO 4

DESECONOMIAS URBANAS

FRAGMENTOS DE LOS ESCENARIOS DEL PRESENTE

Las incertidumbres que genera el modelo de desarrollo adoptado, estallan bajo la forma de diversas problemáticas urbanas. Estos "costos ocultos" del progreso se llaman deseconomías, y en la coyuntura actual de la vida urbana, varias de ellas muestras elementos de envergadura preocupante. Las deseconomías se interconectan con factores de orden sociocultural, y terminan produciendo indicios de posibles tránsitos hacia lo "caótico", hacia modalidades de vida urbana difíciles de contener con las actuales instituciones.

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25.

La calidad de vida en las grandes ciudades es objeto de numerosos cuestionamientos. No es incoherente afirmar que la experiencia de vivir en muchas ciudades del mundo, especialmente las metrópolis y megalópolis contemporáneas, está lejos de considerarse placentera. La modalidad de vida contemporánea de la mayor parte de la población urbana mundial está sujeta a incertidumbre estructurales.

La pérdida de la escala humana, la insignificancia de los sujetos frente a los aparatos de gestión de la vida urbana moderna, el autoritarismo, la exclusión y el conflicto definitivamente incorporados al marco del sentido organizador de la vida en la ciudad, son todos aspectos que van configurando un resultado negativo acerca de lo que las grandes ciudades tienen para ofrecer a sus ciudadanos.

El fracaso metropolitano, tanto en lo económico como en lo ambiental, crea problemas irresolubles en el terreno político. Mega ciudades, megaproblemas.

Pero es necesario tratar de entender por qué la dinámica caótica de hoy, en dónde se dan ciudades que son imposibles de gobernar según las concepciones de legitimidad política asociadas al capitalismo moderno.

Y este porqué no es ajeno a algunos aspectos económicos e ideológicos centrales en este sistema.

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Estructuralmente, la concentración de recursos en las áreas metropolitanas, y los es-tamentos de poder que dominaron la vida política de estas áreas, actuaron siempre como un polo de dominación económica. (LIPIETZ, ALAIN, 1984).

Para los inversores nacionales y extranjeros, la preferencia por las áreas metropolitanas se apoya en que allí encuentran infraestructura, mano de obra diversificada, mercado consu-midor, acceso e ingreso a la administración pública, existencia de servicios bancarios, de comunicaciones, todos ellos factores que facilitan la instalación de nuevas empresas.

En una gran aglomeración urbana, los capitales encuentran determinadas condiciones para realizar economías de escala, optimizando la articulación de factores que favorecen la acu-mulación.

Uno de los aspectos esenciales de tal articulación es que los capitales privados consiguen beneficiarse con lo que se denomina las "economías externas", es decir, con las inversiones realizadas por el Estado en materia de infraestructura, servicios, vivienda, etc..

Pero, especialmente en los espacios urbanos, estas articulaciones socioeconómicas no se mantienen inmutables indefinidamente. No sólo son los cambios en los escenarios económicos internacionales los que introducen cambios.

También las acciones de los habitantes de la ciudad (que en términos economicistas son frecuentemente pensados sólo como fuerza de trabajo) otorgan un gran dinamismo, ante el pretendido orden monolítico que quieren instaurar ciertos poderes y aparatos.

Pero aún sin entrar a analizar estas reacciones saludables de los conjuntos sociales ante factores que pretenden reducir lo humano sólo a la dimensión alienante del trabajo o a la triste dependencia del consumo, es posible recoger análisis que demuestran que existen umbrales a la expansión del capital en los espacios urbanos.

Es decir, aparecen limitaciones (de orden ambiental, físico o fisiográficos, de orden jurídico-ideológico, de orden tecnológico o cuali-cuantitativo, etc.) cuya superación provoca una drástica disminución de los beneficios económicos. Generalmente, los efectos negativos de la aparición de estos umbrales se "socializan". Es decir, se reparten entre toda la sociedad.

Estos umbrales se hacen dolorosamente visibles cuando se intenta desarrollar nuevas áreas urbanas. El umbral sería el punto de ruptura en la relación que existe entre el proceso de desarrollo de un ámbito urbano y los costos globales del mismo.

Un ejemplo simplificado ayuda a comprender el concepto, destacando que los casos reales no son tan elementales como este.

Ante la escasez de viviendas, un gobierno municipal X se propone localizar habitantes en un área que no ha sido urbanizada. Anteriores experiencias le indican que el costo por unidad de vivienda le permite afrontar el proceso de construcción con recursos propios.

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Este "Costo Teórico", homogéneo para toda la planta urbana, cuando se lleva a la práctica se ve incrementado por valores extras, o "Costo Adicional".

Este último se genera debido a las condiciones imperantes en el lugar en que se efectuará el desarrollo urbano. Aparece entonces que construir la misma unidad stándard de vivienda en una zona no urbanizada es más caro de lo previsto.

Pero este aumento de precio no es directamente proporcional a la suma de costos adicionales. La complejidad de variables que se empiezan a combinar hace que el costo adicional de urbanizar una nueva zona sea mucho más alto que los valores de cuantificaciones anteriores. Cuando se establece este tope, se denomina umbral.

Hemos puesto un ejemplo en el que es el Estado quien descubre la dolorosa realidad de los umbrales. Los agentes económicos privados, interesados en la maximización inmediata de las ganancias, se encuentran en un contexto favorable, que les permite operar ideológicamente para encubrirlos.

Y frecuentemente generan mecanismos de socialización de la inversión necesaria para superar estos umbrales.

En nuestra sociedad es común ver, en el terreno de la especulación inmobiliaria, instancias de "lobby" ante el Estado para que éste dote de servicios, construya infraestructura o equipamientos colectivos, o simplemente relocalice asentamientos enteros.

Quienes efectúan esa presión organizada cargan a toda la sociedad el costo de obras que harán subir el precio de los terrenos en que han invertido, beneficiándose privadamente de la ganancia de su venta o su usufructo posterior.

Si bien es difícil que estas instancias se presenten tan clara y abiertamente en la dinámica urbana, hay que reconocer que la práctica de la especulación inmobiliaria es uno de los mecanismos de articulación del capital al espacio urbano.

Se generan, por éste y por muchos otros mecanismos, una serie de costos sociales que se mantienen durante un tiempo sin evidenciarse.

Si la economía y la generación de riqueza se expanden más o menos armónicamente, si existe una distribución satisfactoria en el plano ideológico-jurídico, estos costos sociales son pasibles de regulación equitativa.

Pero la experiencia urbana contemporánea demuestra que es muy contraproducente que tales costos sociales se oculten. Dado que más tarde estallan, caracterizando problemas cuya solución es inalcanzable financiera o socialmente.

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Las problemáticas que se originan en la articulación del capital al espacio urbano y que constituyen inconvenientes originados en la dinámica económica, inconvenientes cuya carga se procura transferir a terceros, se llaman deseconomías.

26.

La ciudad de Olavarría, ha visto desmoronarse lo que en los años 60 consideraba su principal motor de crecimiento: la concentración urbano-industrial.

Las razones de ese retroceso, múltiples y complejas, no son ajenas a factores ligados a la misma ineficiencia interna del modelos de desarrollo urbano global. Factores que se pueden pre-sentar teóricamente, pero que para los habitantes de la ciudad constituyen tangibles realidades.

El factor de más peso en este retroceso es el de los costos ocultos de la expansión en el espacio geográfico. Estos costos se presentan (o se hacen evidentes) cuando el ritmo de creci-miento se altera y especialmente, si se detiene. Es decir, tales costos son totalmente dependientes de otros aspectos de la dinámica ecológica y económica.

Las deseconomías se manifiestan en órdenes diversos: desde gastos presupuestarios cre-cientes del poder público, hasta aspectos ligados a la salud física y psíquica de los ciudadanos (incluyendo un aspecto al que, internacionalmente, cada vez se le otorga mayor importancia: el deterioro de los valores estéticos y recreacionales).

Y también hay aspectos en los cuales el cálculo económico no deja ver variables de orden sociocultural que son las que realmente explican el origen de estas deseconomías urbanas.

Una de las áreas donde más claramente se presentan estas deseconomías urbanas es en el ámbito del transporte y la circulación.

Existe la representación colectiva, fácilmente demostrable desde lo empírico, de lo caótico que es el tránsito vehicular en Olavarría.

Las cifras oficiales de accidentes, los esfuerzos represivos desde la comuna, lo que puede observarse de la conducta de los automovilistas, lo que se "amplifica" y sintetiza desde los diversos medios de comunicación, son indicadores de la pertinencia de esta representación.

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En los orígenes de esta situación vivida como caótica se encuentra, muy especialmente, la expansión incontrolada del parque automotor y motociclístico. Más de treinta mil vehículos motorizados para poco menos de 80.000 habitantes crean la ilusión del libre movimiento.

En diseños territoriales que no están preparados para contener la velocidad y potencia de los automóviles modernos (ya que la cuadra está adaptada para el paso del caballo), aparecen rápidamente limitaciones de orden físico: espacios para estacionar, congestiones a la circulación, el preocupante rango de contaminación en horas pico, el desgaste de pavimentos y vías de circulación, etc.. Y especialmente los riesgos a vidas humanas.

No es difícil calcular como repercute esta expansión a nivel de otros subsistemas del Estado: a dos accidentes diarios (por poner un valor caprichoso, pero posible), la cifra anual que Salud Pública desembolsa es superior de 100.000 dólares solamente de aten ción de emer gen cia .

Habría que sumar los costos de internaciones, valores sumamente variables. Para qué contar las horas de lucro cesante de los accidentados, y los aspectos psicológicos y sociales que se resienten. U otros datos que no están disponibles simplemente porque no se ha tomado la decisión política de medir la contaminación.

El mejoramiento de calles y caminos, problema costoso económica y políticamente para cualquier gobierno, requiere de obras de envergadura y de elevado costo directo.

El costo de construcción de 2 kilómetros de camino en una ruta provincial ronda los trescientos mil dólares. Un millón de dólares, en términos de pavimento urbano, es una suma casi insignificante.

Se puede ver entonces que, lo es un producto atractivo en términos de dinámica comercial (hay importantes agencias de venta de automóviles locales que reconocen haber vendido hasta 35 automóviles O kmen un mes) y un factor de constitución esencial para la estructura psicológica del consumidor olavarriense, introduce incertidumbres considerables para la escala de la ciudad.

Desde lo simbólico, la dimensión de la ciudad permite las caminatas y la circulación en bicicleta. Sin embargo, el automóvil es un valor totalmente prestigiado desde lo cultural.

En muchos espacios urbanos, las ventajas de desplazarse en automóvil no son más significativas que las de moverse por otros medios. Sin embargo, toda una tradición local, ligada a la historia del Turismo de Carretera Nacional, más las cuestiones estructurales de la sociedad de consumo terminan produciendo una ciudad donde el automóvil es uno de los principales factores de diferenciación social.

Así, la posesión de un automóvil privado pasa a ser uno de los objetivos importantes de la vida de los ciudadanos olavarrienses. Aunque (en pocos casos) sea un objeto imprescindible

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para las actividades laborales de determinadas personas, para la mayoría es un bien suntuario que cobra importancia en tanto permite evidenciar la posición social de su dueño.

Pero tal símbolo de status, importante para la identidad individual de su poseedor, tiene la capacidad de crear su propia demanda. Demanda de tiempo, de espacio, de dedicación personal. Expulsa a las personas de las calles, despedaza paisajes y obliga a rendirse a la ciudad frente al hormigón armado.

Por ejemplo, el 25 % del territorio holandés está cubierto del hormigón de las autopistas. Sin llegar a tales extremos, existe en Olavarría la representación colectiva de que la ausencia de pavimento es un símbolo de atraso.

La economía local, en los últimos treinta años, se subordinó en gran parte a la expansión de las cuadras de pavimento. Las 1.700 cuadras de tierra que todavía tiene la ciudad son vividas como una vergüenza.

Es que, en realidad, éste ha sido uno de los factores dinamizadores de la economía local. Empresas constructoras, incorporación de mano de obra, circulación de capitales para financiar los procesos de construcción, etc., son aspectos relevantes de la dinámica económica local que crecieron en los años 60, cuando se comenzaron los trabajos para un famoso Plan de 700 cuadras de pavimento.

Esta racionalidad en la creación de fuentes de trabajo y de mano de obra posibilita también que la ciudad pase a ser el dominio del automóvil. Pero los problemas que esto genera luego pasan a ser tan generalizados que no sólo son responsabilidad de los automovilistas.

Y la dimensión de los transportes privados y públicos ofrece un panorama similar. En la búsqueda de una mayor rentabilidad comercial, se introducen ómnibus y equipamientos de mayor envergadura.

Las infraestructuras locales comienzan a revelarse insuficientes para dar cuenta del impacto de las transformaciones tecnológicas en los aspectos vehiculares.

Así, aparece como acertada la respuesta municipal de planificar una nueva terminal, como también se reveló un acierto la transformación del trazado de las principales avenidas (Del Valle, Pringles y Colón).

Pero el costo de tales obras va con cargo al vecino, que puede ser usuario de transportes de larga distancia o no. La rentabilidad que genera un mejor servicio se encubre con un discurso que legitima su atribución a mecanismos de libre empresa.

Pero esta rentabilidad no podría lograrse sin el accionar de un Estado que genera constantemente un marco de infraestructura y equipamientos.

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El efecto final, difícil de anticipar o de planificar, pero no imposible, es que la organización del espacio se determina por necesidades ajenas a los intereses colectivos.

Las deseconomías urbanas en el tema del transporte y la circulación tienen muchas otras facetas analizables. Por ejemplo, constantemente rozan el problema de la libertad del individuo frente a otros aparatos de coacción.

Pero lo que es importante es recordar que no existe una única causa para la aparición de una deseconomía urbana. En realidad, aparecen como efectos que se van unificando, muchas veces sin que existan elementos que permitan preveer su articulación.

27.

Cada grupo humano presiona por satisfacer condiciones de un modelo de vida adaptado a lo urbano. El Estado, en tanto aparato de regulación entre las demandas y los recursos que la sociedad genera, aparece como la garantía de que pueda realizarse tal modelo de vida.

Existen diversos indicadores de la calidad de vida 11 en una sociedad. Sin entrar a analizar puntualmente los modelos que buscan empíricamente este concepto, se puede decir que la existencia de una infraestructura de servicios públicos es uno de los aspectos frecuentemente evaluados para determinarlo.

En esta materia, la ciudad se encuentra también en un umbral, punto de ruptura en el costo de su crecimiento y desarrollo.

Hay dos aspectos en los cuales la realidad local se muestra preocupante. El ritmo de expansión de las redes de agua potable es mucho menor que el crecimiento espacial de la planta

11. La noción de calidad de vida remite especialmente a factores subjetivos, relacionados con el imaginario de los conjuntos sociales. Pero es un concepto comodín, utilizado más frecuentemente como construcción lingüística que vehiculiza sentidos encubridores según las épocas. No posee un sentido unívoco, varía con quién la formula y tiene que ser entendida en relación con su contexto. En la forma en que la expresamos en este trabajo, sus indicadores dependen de la lógica que organiza esta sociedad. Por lo que la calidad de vida se refiere aquí a la satisfacción de estándares consensuados en diversas áreas como la provisión de servicios, relación espacios verdes por habitante, etc.. Que en definitiva remiten a signos de bienestar material. Desde diferentes vertientes ideológicas, la calidad de vida puede definirse mediante otros indicadores. Si, por ejemplo, centraríamos la idea de calidad de vida en la autonomía individual, la creatividad y expresividad de los ciudadanos, el uso participativo de las opciones culturales, el disfrute del ocio y del tiempo libre, la participación igualitaria en la creación de bienes de alto valor simbólico, nuestra calidad de vida mostraría valores realmente vergonzantes.

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urbana, por lo que existe un importante porcentaje de habitantes (superior al 35 %) que no están cubiertos por la red.

Y, a pesar de haberse terminado la planificación de los años 60 en materia de desagües cloacales, las plantas potabilizadoras no soportan un aumento de insumos para procesar. Trabajan al máximo de su capacidad. Y eso teniendo en cuenta que el atraso en inversiones de la red cloacal es todavía mucho peor que el de la red de aguas corrientes: apenas un poco más de un 30 % de la ciudad está cubierto con cloacas.

Ambas problemáticas están conectadas. Aunque Olavarría no aumente significativamente su población, sí se expande territorialmente en la medida en que se van formando nuevas familias, que necesitan nuevas viviendas. Viviendas que por consiguiente requieren una expansión de las redes de servicios.

La ausencia de estos servicios se torna materia de discusión ante "amenazas" de orden externo, como la aparición del cólera, que reavivó debates sobre la insuficiente red cloacal de Olavarría.

Pero estas insuficiencias, que se resuelven con un rango de inversión mucho más alto que una simple extensión de redes. La inversión necesaria para dar respuestas a las carencias actuales ronda los 20 millones de dólares. En un contexto en que el Estado Municipal no accede a financiación externa, esta suma representa la mitad de su presupuesto actual.

Pasar a 20 millones de dólares de inversión representa superar un umbral 12 . Esta posibilidad de superación tiene que ser pensada en relación a dos factores, ambos dinámicos, pero pertenecientes a diferentes subsistemas.

Tanto el déficit de viviendas y la práctica de impulsar la construcción de conglomerados habitacionales, como la capacidad de reproducción natural de los recursos hídricos, son los dos aspectos que están totalmente vinculados al umbral 13 en la expansión de los servicios.

El tema de la vivienda aparece a todas luces como uno de los factores más dinamizantes de la economía. En los últimos años se han perfeccionado mecanismos de descentralización que permiten mejores articulaciones entre empresas constructoras, el Estado Municipal, entidades intermedias y beneficiarios.

Los gobiernos municipales de los últimos treinta se han caracterizado por el impulso dado a la vivienda. Diferentes instrumentos fueron elegidos para sostener este impulso. Desde las obras por administración hasta mecanismos verdaderamente novedosos como el Banco de Tierras Municipal, creación de la primera administración de H. Eseverri (1983/1987).

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de planificadores municipales, la constante demanda de viviendas va superando la expansión posible de los servicios. Se perfila una

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desproporción creciente entre las zonas cuya urbanización está consolidada, y los nuevos barrios.

Cuando la economía de la ciudad estaba floreciente, estos procesos de construcción de nuevos enclaves se visualizaban como uno de los tantos signos de progreso. El Estado no tenía problemas en extender las redes de servicios, dado que era posible sostener altos niveles de endeudamiento.

Sin embargo, en la coyuntura actual, la construcción de un barrio de envergadura, de gran cantidad de viviendas, más bien tiene los efectos de una "huida hacia adelante" socio-económica.

No es posible planificar una política de viviendas que no esté en consonancia con el manejo de los recursos hídricos y naturales, con la planificación puntual de espacios verdes, y con la dinamización del mercado de trabajo que deberá absorber a quienes acceden a la vivienda.

Los gobiernos locales tienen la tendencia a responder reactivamente a las demandas, y las demandas de viviendas y puestos de trabajo son las más fuertes en la Olavarría de hoy.

Esta manera de proceder genera también deseconomías, que vienen a complicar más aún el panorama de la reproducción.

Al buscarse solamente la provisión de una vivienda para familias que no pueden acceder a ella por mecanismos de mercado, no se tienen en cuenta factores ligados a la estratificación clasista que segmentan nuestra sociedad.

Por lo tanto brotan en muchos de estos barrios problemáticas de "convivencia" que derivan en trastornos de seguridad, estigmatización y resentimientos que generan aún más estigmatización. Así es la experiencia del Barrio "Amparo Castro" y también del "104 Viviendas".

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28.

El costo a largo plazo de la segregación espacial, intangible pero siempre creciente, se realimenta con otros tipos de polarizaciones.

De mayor complejidad (no sólo por las características objetivas del problema sino por los aspectos ideológicos que involucra) son las cuestiones referidas a la marginalidad, la desocupación y la exclusión del consumo de sectores particulares de la población.

Olavarría, otrora "ciudad del trabajo", posee un 20 % de su población activa desocupada. Este porcentaje varía constantemente desde principios de los años '90. La explica-ción para este fenómeno, en nuestra región, no proviene sólo de la decadencia económica del país, ni de la falta de inversión.

El tema es mucho más complejo, por cuanto se vinculan elementos ligados a las carac-terísticas de cada rama de producción, el impacto de las innovaciones tecnológicas y las caracte-rísticas de sus ciclos de productividad.

Las industrias que articularon acumulación de capital, innovación técnica y proyecciones hacia una economía de escala, incorporaron tecnología a sus procesos productivos y pudieron bajar costos.

Pero aquellas industrias cuyo crecimiento de la productividad fue más lento y esporádico, que no se diversificaron, sólo pudieron sobrevivir en tanto tuvieran mercados cautivos.

La creciente desprotección de los trabajadores contribuyó para que, en ciertas ramas de la producción, fuera más fácil utilizar la mano de obra y el saber obrero como variables de ajuste.

Similar circunstancia se da para los servicios, los que sólo pudieron mantenerse en tanto no hubiera atisbos de competencia. Tal el caso de los dos grandes bancos locales, que hegemo-nizaron durante décadas los circuitos financieros olavarrienses.

Claro que esta hegemonía no se dio por la eficacia de estas instituciones. Mas bien se heredó. Es decir, los directorios de estas instituciones estaban compuesto por vecinos que dominaban los circuitos agrarios locales. Y también por quienes hicieron interesantes articulaciones entre el auge de la obra pública y el capital acumulado a partir de las explotaciones agrarias y luego derivado a otras ramas de la producción.

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Tal posición social hegemónica les permitió, durante décadas, acumular lo suficiente para realimentar y sostener una actividad bancaria que comenzó embrionariamente a principios de siglo.

Pero la hegemonía de estas instituciones se dio justamente en la medida en que consiguen captar dinero a partir de la dinámica de la expansión urbana.

Ya sea utilizando las masas de dinero generadas por Coopelectric y el movimiento financiero de las cuentas municipales (que deposita en los bancos locales), como captando los recursos generados por metalúrgicas y talleres, los excedentes de salarios de los trabajadores calificados y las ganancias de los comerciantes medianos y pequeños.

Jugaron también a su favor mecanismos de reciprocidad en torno a relaciones sociales todavía cara a cara, y el escaso interés de otras entidades bancarias por disputar la plaza.

Esta situación de hegemonía se reforzó por el escaso desarrollo del gremialismo bancario y su inexistente combatividad. Los directorios de los bancos locales se acostumbraron a desactivar los reclamos sin esfuerzo, favorecieron la "lealtad" por sobre la capacidad y ejercieron un encubierto "clientelismo salarial".

Tal política de personal, mantenida durante décadas, generó trabajadores sin iniciativa personal ni creatividad, temerosos de la sanción ante un error humano, poco solidarios y más proclives a la obsecuencia que al compromiso.

Como resultado de esta escasa visión dirigencial, la estructura de servicios locales careció de dinamismo y de capacidad de adaptación. No se tuvieron en cuenta los saberes ni la formación de nuevos recursos humanos.

Cuando la expansión financiera y el cambio tecnológico volvieron a generar nuevas incertidumbres, las dirigencias de los bancos locales enfrentaron una nueva disyuntiva: o modernizaban sus prestaciones e invertían, o se verían absorbidos por capitales más dinámicos.

El inicio de los años 90 encontró importantes cambios en la participación de los capitales locales en la economía olavarriense. La expansión de otras instituciones los coloca en una situación de competencia.

Sin recursos humanos para enfrentar los nuevos cambios y las complejas normativas técnicas y económicas, las instituciones de servicios locales deben recurrir a técnicos formados en las universidades. Y desprenderse de los viejos trabajadores que ellos mismos anquilosaron mentalmente.

Estalla así una de las caras más crueles de las deseconomías urbanas olavarrienses. Después de años de permanencia en un puesto de trabajo dentro de un sistema que los obligó a hacer todos los días lo mismo, los trabajadores que fueron estimulados a no incorporar saberes tecnológicos o específicos quedan expulsados.

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Al alto índice de desocupación se debe agregar el nulo crecimiento de las oportunidades laborales. En el área servicios, el resquebrajamiento del marco regulatorio y el auge de la oferta selectiva de empleos hace crecer el trabajo del menor, de bajísima productividad y de equivalente nivel de renta. Este crecimiento es cíclico y esporádico, casi insignificante. Es, en realidad, sólo un epifenómeno del alcance de la desestructuración, ya que es imposible que estas modalidades absorban las capacidades de miles de jóvenes cada año.

El problema de la seguridad urbana, indicador importante en lo que respecta a determinados conceptos de calidad de vida, no es ajeno a este fenómeno global de transformación.

Estos elementos se conjugan frecuentemente en un aumento de la criminalidad. En busca de una participación ilusoria en el mercado de consumo ostentoso, muchos jóvenes y adultos excluidos de oportunidades laborales optan por la apropiación fuera de los marcos comerciales establecidos como lícitos.

No están resueltos los cálculos de los valores monetarios que se mueven en torno a la criminalidad, ya que hay infinidad de robos e intentos que no se denuncian.

Pero, por las cifras que pueden estimarse a partir de lo publicado en el diario local, solamente el dinero que se mueve en abigeato ya supera el monto anual de varios planes de promoción de la niñez, de asistencia económica a grupos informales y de capacitación de mano de obra para tareas de cierta calificación.

29.

Como la deseconomía más difícil de estimar se presentan los costos sociales transferidos por contaminación del medio ambiente.

La imposibilidad parcial de traducir los daños sufridos en materia ambiental por los habitantes de la ciudad no está dada por la falta de instrumentos de cálculo, sino por la imposi-bilidad de disponer diagnósticos sobre este tema.

Los organismos del Estado no han estructurado todavía sus subsistemas de planificación ambiental, y en Olavarría el tema posee bajo aún bajo perfil.

En este bajo perfil contribuyen fundamentalmente aspectos ideológicos. Parece ser que cualquiera que lea "Muy Interesante" ya se transforma en autoridad y puede mandar a la gente a fabricar papel reciclado. Se repiten nociones y conceptos sobre los cuales se ignora totalmente

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su significado, y se intenta trasladar experiencias de otras sociedades con sólo copiar un lenguaje.

Se carece, en esta materia, de recursos formados seriamente. Lo ambiental, en tanto terreno de cruce de lo social con lo biofísico, muy frecuentemente queda en manos de ingenieros (profesionales cuya formación no es precisamente fuerte en la comprensión de las dinámicas sociales, muy diferentes de los fenómenos naturales).

En el terreno de la contaminación, y a nivel regional, hoy por hoy no existe un recurso humano que pueda entender todo el proceso. Si hay mucha gente que puede hacer mediciones y establecer valores, que no es lo fundamental (aunque lo parezca).

El desgaste de bienes y de la salud representa una pesada carga en el presupuesto de los conjuntos sociales. El costo provocado por la contaminación tiene diversos aspectos, por razones de síntesis se mencionarán los dos más evidentes: a) el costo de las pérdidas económicas por contaminación, y b) el costo de las medidas y proyectos del poder público tendientes a disminuir los efectos de la contaminación.

Se carece de datos globales acerca de la emisión de contaminantes por procesos in-dustriales, por los medios de transportes públicos y particulares, y los procesos de transformación domésticos.

Algunos valores no son difíciles de estimar: si las veinticinco mil viviendas de Olavarría tuvieran un promedio de 4 habitantes, la producción de basura diaria alcanzaría a 420.000 kg. ( a 500 g. de basura por persona/día, tres veces menos de la basura que se produce por persona en el Primer Mundo) y en el año 153.300.000 kg.. Los datos reales dicen superar esa cifra: el promedio diario de basura recolectada ronda las 70 toneladas, y no todos los lugares de la planta urbana producen basura en igual cantidad, a pesar del enorme impacto de las políticas que alientan al consumo.

Aunque la empresa concesionaria del servicio de recolección de residuos se muestre sensible a experimentar sistemas de reciclado y mejore su eficacia constantemente, la política de dejar todo en manos de mecanismos de mercado no es adecuada en este punto. Futuros marcos normativos que aparecerán (especialmente leyes provinciales que regulan la temática del abordaje medioambiental) obligarán al municipio a trabajar seriamente en el tema. Lo prioritario sería establecer criterios para un diagnóstico real.

También se pueden estimar las contribuciones al calentamiento del planeta de las

veinticinco mil chimeneas de los calefactores de Olavarría, las emisiones de gases del parque automotor, e inclusive, una economía racional calcularía los efectos de la contaminación del aire sobre los materiales afectados por procesos químicos y físicos.

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En este tema, solamente al empezar a hablar hay que estimar la corrosión de metales, la decoloración y debilitamiento de tejidos y mallas de material de construcción, disminución de la elasticidad y resistencia de los artículos de plástico y goma, aspectos sobre los cuales no se posee ninguna información y parecen pequeñeces.

Pero sólo en EE.UU se estimaba, para 1949, un costo total de 1.500 millones de dólares anuales de daños provocados por la contaminación del aire solamente. Y a mediados de la déca-da del 60, la estimación ya había crecido a 16.500 millones de dólares anuales. Y el costo para reducir estas pérdidas en un tercio (en equipamientos y planes) alcanzaría a 3.000 millones de dólares al año. (RATTNER, HENRIQUE; 1976:43).

A nivel local, sólo es necesaria la voluntad política y cierto nivel de organización para obtener la información necesaria para la planificación de acciones en este terreno.

Pero a los efectos nocivos de la contaminación sobre la salud de los habitantes no es tan fácil llegar, porque a la voluntad política (que no depende de un solo Intendente o de un par de concejales, sino de un consenso colectivo) se debe sumar la claridad ideológica y la fuerza necesaria para mirar de frente al tema.

Esta es otra deseconomía en la cual los problemas técnicos y financieros son insignificantes frente a la magnitud de las cuestiones culturales y, especialmente, políticas.

Los especialistas clasifican a los efectos nocivos de la contaminación ambiental sobre la salud biológica en cinco categorías: a) incomodidad, perjuicios visibles, que pueden incluso obligar a cambios de domicilio, b) síntomas diversos de irritación sensorial, que pueden provocar la necesidad de concurrir al médico, c) alteraciones de diversas funciones fisiológicas, d) enfermedades crónicas, con daños permanentes en el desenvolvimiento de los individuos, y e) enfermedades agudas y fatales (NOGUEIRA, DIEGO; 1966: 2 y ss.).

En la detección de este tipo de problemáticas es indispensable la actuación de los subsistemas de salud pública. Orientados excesivamente hacia lo curativo, muchas veces los profesionales no tienen margen ni formación para buscar y trabajar con las causas sociales de las enfermedades.

Ni siquiera existen adecuados sistemas de registro más allá de los aspectos biológicos. Generalmente las variables sociales aparecen "de relleno" en los estudios epistemológicos, y por lo tanto se hace mucho más inalcanzable la información.

Pero estos aspectos son abordables con trabajos interdisciplinarios y con adecuados debates a nivel técnico y político.

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Lo referido al punto b), es decir, lo que se gasta en políticas públicas destinadas a disminuir los efectos de la contaminación, no es un simple problema presupuestario, ya que mu-chas acciones del Estado no escapan de emprendimientos centrados en objetivos electorales.

Es que aún se piensa que el tema no es prioritario. Por lo tanto, no se profundiza en planes y proyectos de rediseño urbano, de control y normatización de la reconversión industrial, de planificación del uso y conservación de los recursos naturales, el tratamiento adecuado y progresivo de todo tipo de contaminantes emitidos.

Todos estos aspectos confluyen para estructurar problemáticas ambientales a nivel urbano. La operatoria de los grupos hegemónicos de la ciudad es pensarlos y tratarlos por separado.

De esta manera, el problema de la contaminación del aire aparece como separado de la salud de los trabajadores, o el creciente sedentarismo de los adolescentes y niños se piensa sin relación con la escasez de verde urbano o con la oferta de actividades educativas y culturales.

Los satisfactores a nivel estético en relación a espacios verdes y áreas recreativas no han sido explorados más que bajo procesos electorales.

Los gobiernos municipales se limitan a "cortar el pasto y colocar y pintar los jueguitos", dado que éstos aparecen como necesidades no prioritarias de la gente, en relación al problema económico, a la salud, vivienda y educación.

Pero el costo de los desequilibrios de estos satisfactores revierte al interior de los grupos familiares, sobre la salud física y mental de niños y adultos.

Son todas dimensiones que no están estudiadas en nuestra ciudad, no sabemos todavía el verdadero impacto económico y socio-cultural, ni mucho menos sus progresiones.

30.

En relación a este último punto, Olavarría presenta una serie de ventajas derivadas de su carácter de aglomeración de tamaño intermedio.

Tales ventajas son importantes en cuanto a la posibilidad de combinar los aspectos cuantitativos y cualitativos de la información, la relativa facilidad para obtenerla o construirla, los recursos existentes a nivel local y aún dentro del mismo municipio, el nivel de participación comunitaria que algunas experiencias de trabajo barrial consiguieron generar y que podría recuperarse.

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Los problemas de las deseconomías son atacables con una visión holística y con accio-nes a pequeña escala. Siempre y cuando se establezcan las relaciones adecuadas con los proce-sos estructurales que determinan el desenvolvimiento de nuestra sociedad.

Aún cuando muchos políticos y dirigentes se empeñen en ignorar los límites del crecimiento y los problemas que ésto crea, se está volviendo urgente dejar de emprender acciones aisladas, que dependen más de la buena voluntad de técnicos y científicos.

Es necesario trabajar para derribar estereotipos. Y abrir canales de participación para que afectados y responsables de la generación de estas deseconomías puedan resolver los problemas.

También el Estado debe organizar y ordenar el subistema de planeamiento ambiental. El avance de métodos y técnicas de planificación permite disponer hoy de instancias más con-fiables. En esto, hace décadas que el voluntarismo ha quedado superado. Los países que se han decidido a trabajar en lo ambiental han consolidado redes y estructuras de recursos, como una cuestión de supervivencia.

Pero las técnicas y la información no lo son todo: se requiere una voluntad social y política de enfrentar el tema, de convertirlo en eje de debates y de enfrentar los intereses de manera que impliquen su resolución.

31.

Una de las circunstancias más paradojales de la política urbana contemporánea es que, a medida que se profundizan los efectos nocivos de la "privatización de la vida" (GRASSI, ESTELA, 1992) en la calidad de la existencia de los conjuntos sociales, la noción de mercado se refuerza ideológicamente y se vuelven más hegemónica.

El mercado no puede resolverlo todo, y mucho menos cuando se dan servicios que dependen de recursos que se piensan como renovables, pero que se los consume más allá de su posibilidad de reproducción.

Por eso aparece como peligroso una debilidad de controles y la pérdida de participación comunitaria en temas como la energía y la provisión de agua corriente y servicios sanitarios.

Si el ecosistema regional llena sus acuíferos a un ritmo inferior a lo que se consume, aparece como muy mala estrategia entregar los recursos hídricos a manos privadas. La búsqueda de maximización de ganancias en el menor tiempo posible (lógica que orienta la inversión privada capitalista) termina acelerando el agotamiento de los recursos.

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En este caso, resolver exitosamente en el plano financiero la superación de un umbral de costos de desarrollo, puede conducir en pocas décadas a una situación peor.

Esto pudo verse a escala internacional, con los recursos pesqueros y la introducción de tecnología de avanzada en los procesos de producción. Exitosa estrategia capitalista, terminó agotando los bancos de gran cantidad de especies. Por consiguiente, la rama de producción enfrenta el "riesgo" de años o décadas de prohibición total de pesca en alta mar para permitir la reproducción de los recursos.

Es decir, existen límites materiales a la expansión urbana, al movimiento económico y a la explotación de los recursos naturales. Y existen también límites socioculturales a la concentración de renta, a la desigual distribución de la riqueza y a la hegemonía simbólica.

Los próximos años de la política urbana transcurrirán en una profundización de esta

situación paradojal. De ella puede salirse como se sale de toda paradoja: analizándola sobre la base de información de un contexto más amplio, del sistema que permite ordenarla.

Las dirigencias olavarrienses deberán aprender a pensar globalmente y actuar localmente. No basta con que sólo un Intendente lo haga. La historia local, pasada y presente, registra casos en los cuales las ideas y proyectos de sectores que no tienen el poder se revelan mucho más "adelantadas" que las tendencias de cambio de las clases dirigentes.

Empresarios y políticos locales deberán prestar más atención a los procesos sociales de aprendizaje. Cuando se crea un marco de confianza y de no persecución, se desatan capacidades insospechadas. Muchas muestras de esto, aunque no las suficientes, se encuentran diseminadas en el espacio urbano.

Entre ellas podemos mencionar la experiencia de incorporación de la Calidad Total a la estrategia productiva de la Metalúrgica Mitre (PAZ, CARLOS A., 1994), o el medio centenar de casas construído mediante métodos autogestivos organizado desde el Instituto Municipal de la Vivienda.

O las secuelas de la participación vecinal en la administración del Bono Solidario, durante el año 1989 y 1990. Una de las más interesantes es que, varios más tarde de abortada esta experiencia, cualquier dirigente vecinal hace un diagnóstico social detallado del barrio en que vive, y se vuelve el complemento necesario de cualquier trabajo técnico.

Es indispensable un trabajo más abarcador con el patrimonio cultural local y regional. Esta es una condición clave para la supervivencia en un mundo que se globaliza. Pero es necesario también desarrollar una nueva idea de patrimonio, que no se centre sólo en lo monumental.

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El conocimiento de los complejos procesos sociocomunicacionales y la evolución productiva de la región son elementos claves para sostener un proceso de integración como el que se comienza a dar en todo el centro de la Provincia de Buenos Aires.

Pero en la última década y en lo que va de la presente, las formas de apropiación financiera y consumistas han sido más importantes que las productivas.

La experiencia mundial muestra dolorosamente (con la conformación de las popularmente denominadas "culturas de la renta") cómo esta modalidad sociocultural engendra rápidamente su propia negación.

En un marco en que se profundiza la dinámica capitalista de la competencia y la productividad, los sectores improductivos acostumbrados a captar renta pierden rápidamente su predominio. Sólo pueden mantenerlo mediante articulaciones prebendarias en el aparato político.

A nivel nacional, el tránsito a estructuras atravesadas por capitales multinacionales va reordenando la explotación de los recursos naturales y productivos del país. También se produce un reordenamiento espacial.

Toda la Región Centro de la Provincia de Buenos Aires se encuentra en tránsito hacia nuevas modalidades económicas. La profundización de la lógica capitalista coloca a la Región en una transición entre las modalidades centralizadas de la última década y estructuras económicas apoyadas en los recursos locales y en la capacidad de producción interna articulada a un mercado internacional.

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32.

Explicar el origen último de las deseconomías locales, desde una visión antropológica, implica relacionarlo con procesos de cambio de orden mundial.

La "Epoca de Oro" de la ciudad se desenvuelve enmarcada en un proceso de reestructuración de la base económica del mundo entero. Estos cambios son el resultado de la hegemonía del capitalismo de fin de siglo.

Existen tres mecanismos fundamentales en la construcción de esta hegemonía. El primero de ellos es la expansión planetaria del capital, interconectando sólo aquellos segmentos de cada sociedad que le fueran imprescindibles, y excluyendo al resto.

Este proceso de exclusión agilizó el sistema mundial y redujo los elementos a los verdaderamente necesarios para funcionar según la lógica de acumulación. Cientos de millones de personas se volvieron innecesarios como productores, consumidores o gestores.

El segundo mecanismo fue el endurecimiento de la lógica capitalista, imponiendo una visión monolítica y de falta de alternativas. Se generó una impresionante catarata ideológica, en la cual aparece como única salida a la crisis y al caos un capitalismo duro, sin redistribución ni Estado de Bienestar.

Este mecanismo se refleja, a nivel concreto, en prácticas que son visibles mes a mes en Olavarría. Los sindicatos deben aceptar una serie de condiciones y recortes a los derechos legítimos para que las empresas funcionen, o éstas desaparecen y el capital recrea en otras condiciones su tasa de ganancia.

El tercer mecanismo que permite el reordenamiento de la economía mundial es la aplicación a ultranza de los logros de la revolución tecnológica. La característica de ésta es que actúa más sobre los procesos que sobre los productos. Y, sobre todo, que el eje de esta revolución es la información.

Esto último significa que la capacidad de generar y tratar información compleja es uno de los factores centrales en ester proceso de cambio tecnológico, y uno de los pilares sobre los que se asienta el llamado Capitalismo Postindustrial.

Aquellas sociedades que posean la capacidad tecnológica de producir información estarán en mejores términos para plantear espacios de autonomía. Quienes no puedan hacerlo, enfrentan el riesgo futuro de la total dominación política, y el terrible horizonte de la esclavitud informática.

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La mano de obra local, excluida de los procesos productivos a partir de la incorporación de nuevas tecnologías en las industrias de la zona, configura una muestra dramática de la transición local hacia este sistema endurecido.

También los cientos de pequeños comerciantes locales, de cuentapropistas, y al mismo tiempo productores rurales, empresarios de servicios y todo tipo de intermediarios, hoy en quiebra, condenados a la desocupación y con escasas posibilidades de reinserción exitosa.

Estos últimos sectores son el ejemplo más patético de los efectos de los mecanismos de dominación ideológica. Siempre atentos y temerosos ante las amenazas de las propuestas de las diversas izquierdas, no supieron reconocer que el factor de su propia disgregación se encontraría en la dinámica del mismo sistema al que apoyaron visceralmente.

Afortunadamente, la historia nunca se detiene. El modelo actual, aunque muestra una enorme capacidad para imponer nuevas reglas de juego, también tiene facetas inestables y contradictorias. Esta es una cuestión abierta.

Sin embargo, sabemos cuales son las cosas que es necesario evitar. La copia a-crítica de sistemas y procesos de los países desarrollados, el abandono del intento de conformar un pensamiento propio, la admiración ciega por los brillos de otras sociedades.

Y sobre todo, debemos evitar la renuncia a indagar en las claves de nuestra propia realidad. Lo peor que nos puede pasar es organizar nuestra vida en base a una interpretación prestada.

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CAPITULO 5

FUTURAS PERSPECTIVAS DE

CONSTRUCCIONDE

CONOCIMIENTOS

Una perspectiva ambiental de la historia regional se impone como instancia necesaria para ampliar la mirada. Nuestra sociedad enfrenta coyunturas de regionalización económica y política que están en pleno desenvolvimiento. Una historia que nos muestre la lógica social del uso de los recursos también contribuye a poder planificar mejor su uso. Y también visualizar otras perspectivas futuras.

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33.

"...Por detrás de la historia atropellada de los gobiernos, de las guerras y de las hambres, se dibujan unas historias casi inmóviles a la mirada, historias de débil declive: historia de las vías marítimas, historia del trigo o de las minas de oro, historia de la sequía y de la irrigación, historia de la rotación de cultivos, historia del equilibrio obtenido por la especie humana, entre el hambre y la proliferación..."

MICHEL FOUCAULT, La arqueología del saber.

Parte del trabajo del antropólogo es incursionar en la dimensión normativa. Por lo que entiendo como necesario un planteo acerca de la dirección que deben tomar futuras inves-tigaciones.

La reflexión basada en investigación de la realidad es una necesidad política en la sociedad en que vivimos. La magnitud de los problemas generados en diferentes niveles de la estructura social nos dice que necesitamos de un conocimiento más abarcador.

También es una necesidad política la recuperación de aspectos de nuestro pasado. No la recuperación maniquea y censora, sino un trabajo de articulación dinámico entre una base conceptual (siempre sacudida por el feroz ritmo de la reproducción del conocimiento científico) y una experiencia de terreno intensa y vivencialmente muy fuerte.

Es especialmente en la elección de problematizar nuestra propia sociedad en donde el antropólogo y otros científicos cruzan los caminos. Aún eligiendo "objetos", discursos y prácticas lejanas en el tiempo, aún rescatando huellas perdidas en un pasado que siempre se nos describió como oculto, el antropólogo (o cualquier científico social) hablan del presente.

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Lo que aprendemos del pasado nos muestra más cosas sobre nuestra propia sociedad que lo que nosotros suponemos. Percibir sólo la vastedad de los elementos que se entrelazan en cada elemento del pasado que logramos re-significar, nos lleva a tomar conciencia de que todo lo que obtenemos como dato es, en realidad, un fraccionamiento.

Pero, ¿en qué consiste esta idea del fraccionamiento?. Puede ser explicada de muchas maneras, pero la que me interesa resaltar es la modalidad de explicación que relaciona el fraccionamiento con una situación de cambio. En este marco, toda vez que ocurre un cambio en un ecosistema complejo, en una cultura, o aún dentro de determinados estratos de una cultura, el fraccionamiento es el proceso por el cual un conjunto de elementos resuelve su adaptación a las nuevas condiciones generadas por el cambio.

En esta resolución, el sistema que resulta es diferente al anterior, dado que sólo se conservan aquellos elementos que pueden sobrevivir tanto a las viejas condiciones como a las nuevas.

Esto implica que los meros datos no son suficientes para justificar un trabajo antropológico o histórico. Un dato no puede ser despegado de su contexto y reinterpretado alegremente en base a los valores contemporáneos sin explicitar la intencionalidad de tal proceso. Lo que aprendemos en la escuela en historia, geografía y lo que se enseña en general sobre otras culturas, las nociones de nuestro pasado y de nuestra sociedad con las que hemos crecido, no son más que fraccionamientos ideológicos 14 .

Los antropólogos somos conscientes del fraccionamiento que implica toda situación de contacto cultural. Así, las sucesivas elaboraciones ideológicas de la figura del "indio pampeano", por poner un ejemplo, son recortes cuya eficacia debe ser leída en el contexto en que fueron producidos.

Es necesario destacar hoy que las sucesivas resignificaciones, entre los cuales resalta la idea de la "naturalización" del indio y de lo indígena (RATIER, HUGO, op.cit.), son también

414. Esto opera dramáticamente en varios niveles, pero tal vez en ninguno sea tan condicionante cómo en la propia experiencia de terreno del antropólogo. Quién mejor lo explica es Pierre Bordieu, a quién es oportuno citar a continuación: "...Invitado por las preguntas del antropólogo a efectuar una vuelta reflexiva y semiteórica hacia su propia práctica, el informante mejor informado produce un discurso que contiene dos sistemas de lagunas. En tanto que es un discurso de la familiaridad, deja sin mencionar todo lo que pasa sin comentario; los comentarios del informante toman por sentado las presuposiciones que los agentes históricos toman por sentado...Los informantes inevitablemente están sujetos a la censura inherente en el habitus, un sistema de esquemas de percepción y pensamiento que no pueden dar lo que da para pensar y percibir sin, ipso facto, producir un impensable y un innombrable" (BORDIEU, P. 1977: 18). Paul Dillon completa esta idea, aclarando que: "...Los comentarios de nuestros informantes no son datos capaces de ser analizados científicamente hasta el momento en que conocemos lo que dejan de decir." (DILLON, PAUL;1983: 176).

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operaciones ideológicas que intentan resolver problemáticas simbólicas particulares de la etapa histórica en que se crean.

Ya sea la necesidad de justificar la expoliación y la ocupación, ya sea la necesidad de fabricar los mitos fundantes de una identidad nacional y ejemplar (mitos que tuvieran la capacidad de reducir simbólicamente la entidad de "la Otra Argentina", la de la "anarquía y la barbarie"), estos recortes tienen el valor de decirnos mucho sobre la época en que fueron realizados. De esta manera, las clasificaciones y descripciones que hacen cronistas, viajeros, militares y comerciantes son también una radiografía de los dispositivos con que una sociedad ausculta y recorta de la otra lo que necesita distinguir.

Un buen ejemplo de esto se encuentra en un párrafo muy citado del Diario de Cristóbal Colón, quién para el día 24-10-1492 escribió:

"...según lo que entendí de los Indios la isla de Cuba es muy grande, de gran comercio, muy provista de oro y especies, visitada por grandes navíos...pero yo no entiendo el idioma de los indios..." (PISCITELLI, ALEJANDRO; 1988: 36).

Diversos antropólogos han destacado que lo que Colón "escucha" es lo que está "escrito" en los libros de Marco Polo que el Almirante devorara durante sus periplos por Castilla, Portugal y otras cortes europeas. (TODOROV, TZVETAN, 1988, PISCITELLI, ALEJANDRO, op. cit.). En este punto se pone en evidencia lo que se llama una estrategia finalista de interpre-tación: el sentido total del mundo y de la historia están dados desde siempre, y lo único que queda por hacer es reconstruir el camino que lleva desde el dato o la observación hacia ese sentido total.

Las ideas que aquí se presentan no son en absoluto nuevas, ni originales. Responden más bien a la conciencia acerca de la necesidad que tenemos hoy de replantearnos elementos básicos estructurantes de nuestra identidad. Uno de estos elementos es la relación entre nuestra sociedad y la Naturaleza.

No sólo porque los signos del agotamiento de la idea de Progreso Ilustrado son inocultables 15, sino porque los fraccionamientos a partir de los cuales está construída nuestra historia imposibilitan conocernos a nosotros mismos.

34.

La idea de trabajar una perspectiva ambiental en procesos históricos no es nueva. El ambiente estuvo muy presente en la reflexión de los científicos que interrogaron la relación Sociedad\Naturaleza.

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Durante varias décadas, tal reflexión estuvo dominada por la idea del determinismo geo-gráfico. Esta noción caló muy hondo en la producción de trabajos científicos, y su arraigo en el sentido común occidental permitió la vulgarización y popularización.

Así aparecieron justificaciones del "atraso y el subdesarrollo" de los países colonizados, de acuerdo con las características físicas y geográficas de su territorio, que terminaron formando parte de los basamentos ideológicos de las políticas coloniales.

Simplificaciones tales como "los negros trabajan poco porque en el trópico hace más calor, y por eso tienen menos cosas", que hasta hace muy poco eran repetidas por docentes en las escuelas primarias, son vulgarizaciones de la idea del determinismo geográfico.

Lejos de ser inocentes, estas simplificaciones aderezan procesos ideológicos de re-significación del pasado que terminan favoreciendo modalidades de dominación política en el presente.

En las "ficciones orientadoras" que contribuyeron a formar una identidad nacional vemos como esta oposición entre Naturaleza inculta, sin antropizar, es la antítesis de la Civilización:

"...Respecto de la tierra, los hombres del 37 veían a las pampas argentinas como una fiera que era preciso domesticar...Sarmiento vio en la tierra argentina la fuente primordial de los problemas del país. Escribe que [...el mal que aqueja a la Argentina es la extensión (Facundo, pp.11)].(SHUMWAY, NICOLAS, 1993: 153).

Nociones muy arraigadas acerca de tal alteridad se desarrollan durante todo el siglo pasado y son la estructura ideológica sobre las que se apoyan las concepciones del presente. Brailovsky y Foguelman (1991), a un nivel de divulgación pero valioso y atractivo, describen de qué manera los procesos históricos nacionales pueden ser vistos como una crónica de la expoliación y el mal uso de los recursos naturales, en nombre de cierto criterio de civilización.

Justamente, para superar estos reduccionismos y fraccionamientos es que propongo una mirada que incorpore una perspectiva ambiental de la historia urbana de la ciudad, y también de la región.

Esta mirada apunta, prioritariamente, a ampliar criterios analíticos acerca de un conjunto de procesos históricos de articulación a lo natural, y no simplemente a aceptar acríticamente la explicación que ha proporcionado la "Historia de Bronce" (DELFINO, DANIEL Y RODRIGUEZ, PABLO; 1992) como enfrentamiento de arquetipos buenos y malos, blancos y negros, "nacionales" y "extranjeros", etc..

La entidad de esta propuesta dista mucho de ser original. La perspectiva ambiental en el análisis de los procesos históricos ha sido bastante comentada.

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Roberto Fernández (1994) analiza sintéticamente como se va estructurando una perspectiva histórico-genética de los problemas ambientales, como síntesis de propuestas metodológicas provenientes del materialismo histórico, de la escuela de los "Annales" y otras vertientes diversas.

Una propuesta de historia ambiental para zonas geográficamente cercanas al centro de la Pcia. de Buenos Aires tiene antecedentes en artículos de investigadores como G. Bengoa (1994), para la ciudad de Mar del Plata y P. Ormazábal (1987;1994), aproximándose a la temática de las inundaciones y a la problemática del uso de los recursos naturales. Los aspectos del cambio tecnológico y de la antropización temprana también han sido trabajados rigurosamente, aunque no estrictamente para el centro de la Provincia (GARAVAGLIA, JUAN CARLOS, 1989).

Enrolada más en una investigación antropológica sobre aspectos del imaginario urbano, la problemática ambiental aparece referida en "La ciudad Inconclusa" (SARLINGO, MARCE-LO;1993), y a nivel educativo, la necesidad de documentar las transformaciones en el ambiente está claramente fundamentada en el texto "Proyectos Verdes" (HOUSTOUN, HELENA P.;1994) dirigido a responsables de procesos de educación ambiental.

El fundamento que puedo sostener para esta propuesta, además de la finalidad supe-radora de fraccionamientos ideológicos, se centra en que entiendo que hay nuevos órdenes de interrogantes que abordar para dar cuenta de los procesos históricos de la región.

Pienso que no basta con encuadrar nuestra historia social, nuestra historia urbana, nuestra historia del contacto cultural, en las series de eventos del orden nacional. No basta simplemente con establecer nexos entre espesas (y a veces frágiles) capas de acontecimientos dispares, con órdenes cronológicos que integran prolijos edificios documentales.

Pienso que es necesario ahondar en la recuperación de un conjunto de procesos locales que poseen rasgos particulares, ampliar la mirada atravesando los relatos que va estructurando una sociedad con soportes de identidad definidos materialmente.

¿Cómo, por ejemplo, explicar la pertinencia histórica de un proceso como el de instauración del popularmente conocido como "Impuesto a la Piedra"?. ¿Acaso es posible encuadrarlo dogmáticamente en un proceso de avance y de apropiación de recursos de los sectores populares, sin poder ver la génesis de la constitución del concepto del recurso minero?.

¿Cómo explicaríamos la deriva particular del obrero residente en la hoy desaparecida Villa Von Bernard, de Calera Avellaneda?. ¿Podríamos reducirlo sólo a instancias de rentabilidad económica, sin analizar las variables que cruzan las justificaciones sociales colectivas de los grupos que vieron y apoyaron el proceso con agrado?.

Y serían infinitas las preguntas y las hipótesis que podríamos desgranar de ellas, las que se eclipsarían sucesivamente, las variables que se astillan y los tiempos que son eludidos.

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Lo que intento recuperar, introduciendo en las historias de la región una perspectiva ambiental es el doble juego que se presenta atravesando toda documentación histórica.

Por un lado, juegan los elementos que produjeron cada movimiento que es hoy para nosotros significativo. Por otro lado, lo que la sociedad consignó de esos movimientos. Buscar esta perspectiva implica construir una doble vertiente en la cual, si lo que historiamos es un recurso natural, vemos qué es lo que ha sucedido y lo que la sociedad dice que ha sucedido.

Llegado este punto es útil referirnos a un proceso muy complejo, que otra vez tiene como protagonistas a los indígenas de la región.

Frecuentemente, y desde que las problemáticas ambientales ocupan mucho espacio en diversos medios de comunicación, los grupos aborígenes que vivieron en la zona son presenta-dos como sociedades con un bajo impacto ambiental.

En contraste con las actividades predadoras y contaminantes de nuestra sociedad capitalista, el catecismo ecológico actual les reserva a los indígenas el lugar de guardianes de "lo natural" y el papel de consumados ecologistas.

Esto obedece más a necesidades actuales, especialmente a la obligación de contraponer un estilo y una concepción de la vida opuesto al derroche consumista que determinados grupos dominantes de nuestra sociedad han desarrollado en un contexto de discusión acerca de la viabilidad de nuestro sistema de vida.

En otro momento histórico, se necesitaba acentuar diversas características negativas de los grupos indígenas, y fueron entre otras, las que designaban su relación con los recursos naturales las que se eligieron. Tomemos, por ejemplo, estos versos del "Martín Fierro":

"Pero pienso que los Pampas deben de ser los más rudos - aunque andan medio desnudos ni su conveniencia entienden - por una vaca que venden quinientas matan al ñudo." (vs. 661-666).

El contexto en que fueron escritos estos versos tiene que ver con un momento en que se estaban planificando y consensuando la Campaña del Desierto y la entrega de tierras para colonización blanca. Más allá de las percepciones particulares de José Hernandez y sus apreciaciones en contra del genocidio de los grupos indígenas 16 , el "Martín Fierro" describe lo que la sociedad porteña necesitaba "ver" de los grupos indígenas.

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De esta manera, recurriendo a los contextos, se nos amplían las posibilidades de inter-pretación de muchos procesos, y de los discursos sobre los mismos. Pero también una perspectiva ambiental implica ver de que manera la Sociedad traba relación con la Naturaleza.

Y aquí es también aplicable el concepto de fraccionamiento que aplicábamos al comienzo. Gregory Bateson sintetiza de manera atractiva el proceso por el cual nos relacionamos con lo natural, asimilándolo a una situación de contacto cultural:

"...El hombre vive en un mundo muy extraño, con árboles, peces, océanos y todo lo demás, tiene algún tipo de contacto cultural con ese extraño mundo y trata de comprenderlo. Lo primero que hace es intentar cuantificarlo, y de eso, como sabemos, es de lo que se ocupa la ciencia. Pero la ciencia también es un elemento de contacto cultural espurio entre el hombre y la naturaleza, espurio porque se simplifican lo más posible las cualidades de la naturaleza clasificándolas de un modo o de otro, preferiblemente mediante máquinas que miden pequeñas cosas, y así es como llevamos la cuenta de las tormentas, de las gotas de agua, de las heladas, de la vegetación, de la altura que alcanza el césped, etc...." (BATESON, GREGORY; 1993:115).

¿Esto último implica que incorporar una perspectiva ambiental requiere de la cuantificación de lo natural en la región pampeana?. En términos generales, una respuesta cabal a este interrogante contiene la dimensión de la apertura y el enriquecimiento de los marcos teóricos estrictamente sociales, y el trabajo con conceptos como ecosistemas, resiliencia y estabilidad, etc., provenientes de disciplinas tradicionalmente enroladas en las Ciencias Naturales.

Pero esta cuantificación conlleva un doble movimiento, no sólo éste que acabamos de señalar a nivel teórico. Sino que coloca en el centro de los análisis un conjunto de instancias ligadas a la conceptualización y gestión de lo natural.

De esta manera, las inundaciones en la Pcia. de Bs. As. y las políticas ambientales que se organizan para controlar sus efectos, no pueden dejar de ser analizadas desde el punto de vista que nos muestra que toda la Provincia es, en términos conceptuales, un "ecotono", una zona de borde entre dos ecosistemas perfectamente definidos (MONTENEGRO, RAUL; 1994, PRUDKIN, NORA; 1994).

La llanura pampeana es una zona de interfase entre los biomas tropicales y ecosistemas más áridos, los de la zona patagónica. Esto le confiere a la región una serie de características, entre las que debemos destacar la alternancia de sequías e inundaciones.

Una de las principales características de los ecotonos es su "inestabilidad" y las particularidades de ciclos de estructuración y de reproducción. Fenómenos como las inundaciones y sequías, los incendios, etc., forman parte de la dinámica "normal" del ecotono pampeano 17.

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Los efectos más visibles de tal variabilidad eran ampliamente conocidos, e inclusive la propuesta de Ameghino, realizada hace 109 años, incluye una serie de elementos que constituyen lo que hoy llamaríamos "abordaje integral". Una propuesta posterior (POSADAS, CARLOS, 1935) plantea un conjunto de intervenciones a escala regional, y desde la década del 40, "el manejo integrado de cuencas hidrográficas" (CASEY, DANIEL H., 1970) es una modalidad de gestión que está ampliamente difundida a nivel internacional.

Sistemáticamente, las propuestas de manejo integral han sido desechadas, en función de prácticas tecnológicas que podían realizarse a escala del productor individual, optando por el uso intensivo de los terrenos más altos de la provincia.

Las razones de esta elección se encuentran en un contexto político que entrelaza elementos de diferentes niveles.

En el primer nivel encontramos todo un conjunto de cambios producidos en el medio físico (de una estepa de pastos altos, por la introducción del ganado y la quema de pastizales, la pampa se transformó gradualmente en terrenos aptos para actividades agrícolas), y en las relaciones socioculturales (de una modalidad de ocupación seminómade a la apropiación estatal y privada del espacio, procesos intensos de poblamiento, consolidación de gobiernos centralizados y estructuras políticas complejas).

Un segundo nivel de análisis de procesos ya nos muestra modificaciones productivas a escala de toda la formación social: articulaciones a mercados, desarrollo de circuitos de extracción, circulación y consumo de recursos, modalidades de introducción de tecnologías, creación de ficciones políticas orientadoras con capacidad reductora ( por ejemplo, aparición de proyectos nacionales hegemónicos).

Un tercer nivel de análisis, o procesos de tercer nivel, lo constituyen las articulaciones entre las políticas nacionales de desarrollo y las condiciones de desenvolvimiento internacionales.

Estas articulaciones actúan condicionando una serie de procesos ubicados en los otros dos niveles, y en la historia de la región se ven claramente las influencias de la internacionalización de capitales en lo que va del siglo, ya sea en la construcción de agrosistemas y otros circuitos productivos, o en el impacto más reciente del paradigma desarrollista a nivel del imaginario urbano olavarriense (SARLINGO, MARCELO, op. cit.).

Aparece una exigencia de holismo, como requisito metodológico, que se hace necesaria para abordar períodos de tiempo amplios, que hacen visibles relaciones entre la dinámica natural y los aspectos socioculturales. Pero esta exigencia no implica sepultar las particularidades, porque los elementos indiciarios son especialmente fértiles. ¿Acaso podríamos dejar pasar un comentario como el que sigue?:

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"...Cuando empezamos los trabajos de limpieza del Arroyo Tapalqué, encontramos que pasando el puente de la Trabajadores [se refiere a la Avenida Juan B. Justo, también llamada de Los Trabajadores] la corriente de agua se volvía muy lenta...era retenida por una impresionante barrera de mimbres...ape-nas se podía meter la mano a través de los mimbres...eran el resultado del crecimiento sin freno, de muchas décadas sin que se arrancara una sola planta, porque antes, en los años 30 había una verdadera industria del mimbre, se fabricaban muchísimas cosas útiles para la casa, de adorno, o útiles para transporte de mano..." (H.E., entrevistado en 12-1993).

Una lectura ambiental nos lleva a un conjunto de relaciones sociales, a preguntas que pueden iniciar futuras investigaciones, y nos permiten también explicar conductas más cercanas a nuestro tiempo:

"...Junto con G.D. nosotros estamos viendo a un linyera, uno de los últimos crotos que viven en la zona y que es posible verlo...Es otra forma de vida, difícil de comprender...pero es uno de los últimos que queda y por eso vamos a ver como vive, con un colchón debajo de un puente...Lo interesante es que sobrevive, y las veces que hemos ido a charlar con él, a la zona de G.L.M., nos costaba ubicarlo...hasta que en una charla nos dice que él está cerca siempre de donde hay mimbre, siempre de algún arroyo...no sólo por el agua, sino también porque puede fabricar algo y venderlo..." (G.M., 6-1994).

Estrategias de supervivencia diversas, utilización del ambiente a diferentes escalas,

percepción diferencial de los recursos, son todos conceptos a los que podemos remitirnos a partir de sólo dos de estos indicios.

Este imperativo de ida y vuelta entre indicios y reconstrucción de procesos está intercalado con la necesaria explicitación del contexto de producción de una perspectiva ambiental de la historia regional.

Este contexto debe partir del reconocimiento de una racionalidad social total (GODELIER, MAURICE, 1974), que hegemoniza las relaciones Sociedad\Naturaleza. El concepto designa sistemas de reglas conscientes e inconscientes que regulan la articulación de cada sociedad con el mundo natural.

De esta manera, aparece un marco que encuadra las conductas de los actores sociales. Podemos analizar el comportamiento de determinados sujetos, ya sea en torno a un recurso, a un proceso de apropiación o a prácticas colectivas de consumo, enmarcándolos como participantes "racionales".

Pero, ya sea en una sociedad de cazadores recolectores, en una formación social tribal o estatal, los sistemas de reglas que pueden identificarse analíticamente no siempre son respetados. Lo que la gente dice no siempre es lo que la gente hace, y en este sentido la

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presencia de lo natural introduce un conjunto de incertidumbres, dado que muchos aspectos de la esfera natural son insuficientemente conocidos u operan a una escala muy diferente de la humana.

Pero, aún insuficientemente conocidos o inabordables sensorialmente, los procesos naturales se encuentran cargados simbólicamente. Estas interacciones se aglutinan bajo el concepto de racionalidad no intencional (GODELIER, MAURICE; op.cit.), que refiere a las respuestas institucionalizadas que los grupos que componen las sociedades humanas esgrimen frente a aquellos factores que desconocen de lo natural y con los que deben relacionarse de diversas maneras.

Generalmente, nuestra historia regional está llena de confrontaciones discursivas, oposiciones de saberes y de prácticas, que ponen en juego ambos conceptos. Como simple ejemplo, es posible referirse a numerosos párrafos de la respuesta que dio Alvaro Barros, refutando la tesis de "la zanja" de Alsina. Veamos algunos:

"...El doctor Alsina no comprendió (por no ser del arte) que el sistema de participación no es aplicable a una extensión de 300, de 100 ni de 50 leguas, de suelo llano sobre todo; menos aún para oponer resistencia a un enemigo que no combate, que huye a la vista y escapa velozmente...Allá en los tiempos de la invasión de los ingleses, apareció un día fondeado en la rada exterior un buque de guerra de aquella nación. Inmediatamente el comandante de nuestra batería, que era un militar especial, mandó a romper el fuego, y como era de esperarse, el proyectil no alcanzó a la mitad del camino. En vista de esto, el comandante dispuso que se pusieran dos balas en el cañón, esperando que donde terminaba el impulso de la primera empezaría el de la segunda, y contando con echar a pique al inglés...Una fortificación unida y espesa, de más de 100 leguas de extensión, que cuando llega a ser perfecta tendrá más de 300 leguas, para resistir a un enemigo que no pelea, es más notable que aquel primer cañonazo disparado contra el buque inglés a tres leguas de distancia...Nuestro soldado...no sólo habrá de luchar con el indio como antes ha luchado sucumbiendo más de una vez sino que habrá de luchar contra el desamparo del desierto, a larga distancia de su base de operaciones y centro de recursos..."(BARROS, ALVARO; 1975: 342 y ss.)

Los argumentos de Alvaro Barros relacionan el conocimiento de las prácticas bélicas del indio y de la naturaleza pampeana, cuyas distancias no podían medirse a escala humana.Toda la "Memoria especial del Ministro de la Guerra" (BARROS, ALVARO; op. cit.) constituye una incesante refutación de saberes, y no sólo una muestra de un debate sobre políticas de ocupación.

El saber que expone Alvaro Barros no es sólo militar. El también demuestra que ha comprendido que las características naturales de la llanura pampeana obligan a desarrollar una racionalidad diferente de la expuesta por Alsina, que representaba a un sector hegemónico que

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no se trababa en lucha directa con el indio ni conocía realmente las dimensiones naturales de la pampa 18 .

36.

Expuestas las cuestiones conceptuales que nos sirven de base para pensar la construcción de una perspectiva ambiental de la historia, es necesario preguntarnos acerca de sus anclajes epistemológicos.

¿Por qué puede ser importante hoy una perspectiva ambiental?. ¿Por qué casi a fines de este siglo y no al principio?. Es que el modelo de sociedad en el cual estamos inmersos ha desembocado en un conjunto de crisis que se realimentan mutuamente. Entre ellas, crisis de gobernabilidad política de los estados nacionales, crisis de los sujetos aplastados por el consumo y la crisis de los cuerpos con la aparición de las nuevas enfermedades, y especialmente la crisis ambiental.

A pesar de nuestra situación periférica en el terreno de lo geográfico, el proceso de globalización nos hace participar en un conjunto de mecanismos que el capitalismo pone en marcha para superar un sinnúmero de situaciones conflictivas. Y nos hace participar de un conjunto de construcciones ideológicas evidentes a diferentes escalas, pero sin duda presentes entre nosotros.

Asistimos, en los últimos meses, a parte de la concreción institucional de un proceso gradual que tiene más de cuarenta años en el mundo, y cuyos signos estructuradores hoy son centrales para nosotros.

La constitución de Azul, Tandil y Olavarría como región no es un simple epifenómeno de la necesidad económica y comercial, aunque estos sean los argumentos que primen en los discursos de los sujetos. Forma parte de una serie de procesos (cuya descripción podría hacerse interrelacionando variables de los niveles descriptos supra) que se vienen planteando hace décadas.

También hoy es más evidente que nunca que muchos de los elementos que definen nuestra identidad se generan a miles de kilómetros de distancia, en regiones con otras características geográficas y culturales. Así van constituyéndose aceleradamente actores sociales que comparten características específicas de su localidad, al mismo tiempo que articulan saberes que les permiten interactuar a nivel internacional.

Las marcas de la identidad que nos hacen reconocibles, como sociedad, en el seno de numerosos procesos sociocomunicacionales son justamente estos elementos que se crean a partir de síntesis entre aspectos planetarios o globales y particularismos localizados.

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Reconocer de que manera estos elementos impactan y operan en una ciudad como Olavarría, en una región como la del Centro de la Pcia. de Bs. As. es crucial no sólo para "historiar el presente". Es crucial porque estos elementos determinarán las futuras derivas de las interpretaciones históricas y de la producción documental.

En función de las exigencias del proceso de globalización, la historia regional será re-interpretada para dotar de sentido a muchos procesos actuales. Aunque a algunos les desagrade esta perspectiva, los problemas que nuestra sociedad enfrenta hoy exigirán la construcción de otras visiones. El accionar de científicos o de estudiosos apasionados no será ajeno a este proceso. Aunque hoy resulte difícil saber quiénes tendrán las voces hegemónicas.

No será extraño que no sólo los grupos indígenas cambien su ubicación en el imaginario cultural. Es que nuestros héroes culturales, transformadores y organizadores de los sistemas productivos, comerciantes y filántropos son producto de las relaciones sociales de nuestra cultura. Por lo tanto, cuando emergen los aspectos negativos de ésta se ponen en evidencia las conductas espúreas de aquellos 19 .

Nuestra sociedad requiere hoy que se hagan visibles las dimensiones de la explotación y el genocidio, las arbitrariedades en el uso de los recursos naturales y en la manipulación política de los conjuntos sociales, la creación simbólica de la "deuda" para ocultar la expoliación y la explicitación de la dádiva para enmascarar un derecho.

Son todos aspectos que también conforman nuestra identidad, y por algunos de ellos somos reconocidos desde las visiones de otras sociedades.

La planetarización de la crisis ambiental y el papel organizador del ecologismo como movimiento (no de la ecología como modalidad de conocimiento) tienen su correlato local en la creciente preocupación por la información y las acciones concretas de las generaciones de jóvenes locales.

Desde los inicios de la década del '90 asistimos, a nivel local, a multiplicación de cursos, proliferación de proyectos, festejos del Día de la Tierra, etc.. Instancias muy superadoras de las primeras acciones aisladas de personas locales con un compromiso muy importante y una perseverancia notable.

Las generaciones de jóvenes que hoy están en contacto con una gran cantidad de información generada desde el movimiento ambientalista y también desde sus detractores tendrán que enfrentar nuevos interrogantes y desarrollar modalidades de gestión del ambiente muy diferentes a las que hemos desarrollado nosotros.

Y esto no es el futuro, sino el presente. Acuíferos casi secos, soluciones al problema hídrico que todavía son pequeños parches, el horizonte de una década para el agotamiento de las reservas nacionales actuales de combustibles fósiles y los consiguientes problemas de provisión de energía que aparecerán, desertificación y desertización de los ecosistemas rurales, alto impacto contaminante de las actividades mineras, desaparición de especies animales por so-

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breexplotación de recursos, acumulación de basura y contaminación, deshumanización del espacio urbano por la hegemonía del automóvil, etc., son todos problemas locales que tenemos que resolver hoy, que nuestra sociedad los oculta o los posterga para más adelante.

Una perspectiva ambiental de la historia regional ya es una cuestión de supervivencia, para nosotros y para las futuras generaciones.

Saber cómo hemos usado los recursos, con qué racionalidad los hemos organizado y distribuido, entender las incertidumbres en nuestra relación con lo natural y como éstas han ido variando, es necesario para dar respuestas pertinentes tanto a los problemas locales como a los que se hagan evidentes por el impacto de la globalización.

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STANISLAVSKY, Dan1977 "Early Spanish Town Planning in the New York".Geographic Review, January,

pp. 94-105.

7.Las cifras numéricas las consigna Aurora Alonso de Rocha en el Tomo 2 de la publicación del Archivo Histórico Municipal, sobre datos preparados por la Arquitecta Mirta Cavalieri, de la Dirección de Planeamiento y Desarrollo de la Municipalidad de Olavarría. Los datos demográficos están consignados con mucho más detalle de lo que en esta tesis me interesa tratarlos, y una mirada más atenta que la mía seguramente los "hará hablar" mucho más. Sólo he tomado lo que puede dar a lo descriptivo nada más que lo necesario para resaltar el dinamismo del proceso de urbanización.

8. A fines de 1992, el diario local publicó informes periodísticos acerca del mercado de trabajo local, dando una gran dimensión (totalmente justificada) a los datos provenientes de la Secretaría de Trabajo. La expresión corresponde a Silvana Melo, joven periodista que hace varios años se desempeña en el diario local.

010. Los casos de las urbanizaciones rurales del Partido de Olavarría, como por ejemplo Espigas, Recalde, 16 de Julio, o las Colonias (Hinojo, San Miguel, Nievas), son interesantísi-mos para documentar el cambio social desde una perspectiva antropológica. Algunas de ellas tuvieron una población mucho mayor durante los momentos de alza de la producción agrícola, hoy expulsan población de manera constante, hacia la cabecera del Partido.

Y es que, en la mayoría de estos lugares, las condiciones de vida para los asalariados rurales no son buenas, por el escaso acceso a servicios de todo orden.

212. La Teoría de los Umbrales ha tenido un uso intenso por planificadores y gestores del desarrollo urbano. Fue formulada inicialmente por el profesor B. Malisz, al analizar el crecimiento de las áreas urbanas polacas. La Universidad de Edimburgo, en Escocia, la tomó como teoría central para la formulación de algunos planes de desarrollo regional y subregional en varios lugares de Europa (ORTUZAR, SANTIAGO; 1979).

313. El concepto de umbral es un concepto formulado estrictamente en términos económicos. Designa los límites en los costos del desarrollo de las áreas urbanas. Pero conlleva también una carga ideológica muy fuerte, dado que tales límites están configurados por lo que una sociedad considera aceptable y lo que no. Y en sociedades complejas como la nuestra, no siempre lo que es aceptable para los grupos dominantes lo es para el resto. En términos de desarrollo urbano, por ejemplo, si el imaginario colectivo permite valorar más la expansión del pavimento urbano que el equipamiento cultural, el costo del desarrollo de nuevas áreas varía: salen más caras pocas cuadras de buen pavimento que la construcción de una escuela medianamente moderna.

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VAPNARSKY, César Y GOROJOVSKY, Néstor1990 El crecimiento urbano en la Argenti na . IIED- Grupo Editor Latinoamericano,

Buenos Aires.

TODOROV, TZVETAN1988 La conquista del otro. Emecé, Bs. As.

515. Algunos aspectos ligados a los recursos naturales muestran cifras alarmantes, sobre todo en los ecosistemas de la zona. El INTA (1991) reconoce que los rendimientos de las tareas de labranza en las tierras pampeanas se hallan seriamente afectados. Algunos datos: 46,7 % de pérdidas de materia orgánica, estructura y percolación en las tierras agrícolas, erosión superficial caracterizada como severa (hasta 20 cm. de espesor del horizonte A) y una tasa anual de pérdida del suelo que alcanza a 70 toneladas.

616. José Hernández era totalmente partidario de un conjunto de modalidades de integración de la civilización indígena al Estado Nacional, y le repugnaba lo suficiente la idea de un genocidio masivo. Y esto, a pesar de compartir cierta visión desvalorizadora de los grupos aborígenes, lo que es explicable dado el etnocentrismo de su sociedad y los marcos culturales o habitus que estructuraban su pensamiento.

717.En términos ecológicos, la estabilidad de un ecosistemas puede ser entendida de dos maneras: como inercia y como elasticidad. En el primer caso, la inercia designa la capacidad de resistir cambios externos sin modificar la estructura y el funcionamiento. Mientras que la elasticidad refiere a la capacidad de retornar a un estado de situación semejante al anterior después de haberse producido una perturbación (PRUDKIN, N.;1994).

818. El mismo Alvaro Barros señala a la ignorancia acerca de las dimensiones territoriales y las características de la pampa como una fuente de ideas y proyectos disparatados. Justamente una idea que quedó en la memoria popular tiene este origen:

"...Eliseo era lo que suele llamarse un hombre original...Nombrado juez de paz, se consideró hombre público, y mediante aquellos conocimientos que tenía de los indios y de la cuestión de las fronteras, resolvió el problema presentando al gobierno un proyecto de seguridad definitiva, que consistía en una gruesa cadena de fierro, estirada desde Bahía Blanca hasta el Paraná. El asunto dio mucho que reír...(BARROS, A., op. cit:35).

919. El mismo comentario puede realizarse a la inversa. Un conocido profesional me comentó personalmente: "...Santificamos a los doctores y denigramos a los basureros...Pero en una sociedad futura que deba reciclar la mayor parte de lo que produce, los cirujas son imprescindibles, y tan o más importantes que los doctores..." (P.B.O.. 11-93).

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Se utilizaron también diversos artículos del Diario "El Popular", "Clarín" y "Ambito Financiero". Las iniciales de los entrevistados no corresponden a sus nombres verdaderos, en algunos casos por pedido expreso de anonimato. Los número indican el mes y año en que fueron entrevistados. Es de destacar que la preocupación por no ser reconocidos en ningún trabajo es también un indicio de cómo se percibe la libertad de opinión, aún sin llegar a extremos orwellianos.

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NOTAS FINALES.