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INFORMÁTICA BÁSICA LOS LAICOS, LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA CRISTIANA Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA. REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA. MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA. UNIVERSIDAD CATOLICA CECICLIO ACOSTA. AUTORES: HAROL AÑEZ: 1452720714 LUISANA GIL: 20750365 BELEN RAMIREZ: 22469121

La cristiada belen harol y luisana

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Page 1: La cristiada belen harol y luisana

INFORMÁTICA

BÁSICA

LOS LAICOS, LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA

CRISTIANA Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA.

REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION UNIVERSITARIA.

UNIVERSIDAD CATOLICA CECICLIO ACOSTA.

AUTORES:

HAROL AÑEZ: 1452720714

LUISANA GIL: 20750365

BELEN RAMIREZ: 22469121

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LA CRISTIADA: INTRODUCCION:……………… …………………………………………………………………………………………………………2

LA CRISTIADA: ................................................................................................................................. 3

Ubicación geográfica y temporal ........................................................................................................... 3

Camino a una guerra inevitable ........................................................................................................ 5

PARTICULARIDADES DE LA CRISTIADA ..................................................................................................... 9

Movilización de los cristeros ............................................................................................................ 9

Enfrentamientos del clero contra el gobierno .................................................................................. 9

Finalización de la guerra ............................................................................................................. 10

DESARROLLO DE LA GUERRA CRISTERA CON PERPESTIVAS PERSONALES………………………………….11

Un precursor de la guerra………………………………………………………………………………………..……..12

¿Una iglesia armada y guerrista?.........................................................................................14

¿Qué postura adopto el episcopado ante la lucha armada?...............................................14

PROHIBICIONES DEL ESTADO A LA IGLESIA CATOLICA……………………………………………………………….17

CONCLUSION……………………………………………………………………………………………………………………………18

BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………………………………………………………… …19

ANEXOS…………………………………………………………………………………………………………………………… …..20

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2

INTRODUCCION:

A continuación se desarrollara en el siguiente informe el desenvolvimiento y

los hechos ocurridos en La Guerra Cristera en México que consistió en una fuerte

lucha que duró 3 años entre el Gobierno y la Iglesia y laicos católicos, de la cual se

prohibió hablar durante mucho tiempo en México y también se tienen muy pocos

documentos que hablen de ella.

Después de haber terminado la Guerra de Reforma en 1859 (durante la cual

se enfrentaron dos grupos políticos en México: los conservadores que estaban en

contra de la Constitución de 1857 contra los liberales) y la intervención Francesa en

1867 los gobernantes de México llevaron a la práctica una serie de medidas que

proclamaban la separación entre la Iglesia y el Estado, al igual que disminuyeron el

papel social de la primera ya que se sancionaba a los funcionarios que asistían a

actos religiosos, se confiscaron todas las propiedades eclesiásticas y abolieron las

órdenes monásticas.

La Iglesia estaba en plena expansión cuando comenzó la Revolución de

México. En 1910 tras la victoria de Carranza y Obregón se promulga de la nueva

Constitución, la cual establece una política de intolerancia religiosa que privaba a la

iglesia y a sus laicos de cualquier liberta religiosa, cuyos detalles se verán a

continuación.

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Sin duda, el conocimiento y divulgación de esta etapa histórica llena de

páginas de gran heroísmo de un pueblo que defendió -con su propia sangre- su fe en

Cristo Rey y su devoción a Santa María de Guadalupe.

“La Cristiada” en México fue un conflicto armado que se prolongó desde “1926

a 1929” entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros y

religiosos católicos que resistían la aplicación de legislación y políticas públicas

orientadas a restringir la participación de la Iglesia católica sobre los bienes de la

nación así como en procedimientos civiles.

La Constitución mexicana de 1917 establecía una política que negaba la

personalidad jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política,

privaba a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público

fuera de los templos. Algunas estimaciones ubican el número de personas muertas

en un máximo de 250 mil entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército

Mexicano.

Sin embargo, unos años antes de la “Guerra Cristera” (1926-1929), los

mártires mexicanos de ese entonces fueron modelo para tantos otros cientos de

miles, millones de cristianos aplastados en nuestro siglo por la Revolución en

cualquiera de sus formas, liberal o nazi, socialista o comunista. Es importante

también conocer la persecución religiosa en México, y entender bien la respuesta de

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aquellos católicos admirables, que con su sangre siguieron escribiendo los Hechos

de los apóstoles en América.

Convendrá, en todo caso, que comencemos nuestra crónica por el principio,

por ejemplo la persecución liberal que empezó en 1810 y con esto se inicia el

proceso que culminaría con la independencia de México. Ya en 1855, se desata la

revolución liberal con toda su virulencia anticristiana, cuando se hace con el poder

Benito Juárez (1855-72), la perduración de Juárez en el poder ocasionó entre los

mismos liberales una oposición cada vez más fuerte. Luego de Benito, llegó al poder

el general Porfirio Díaz –que era, como Juárez, de Oaxaca y antiguo seminarista–,

propugnando como ley suprema la no-reelección del Presidente de la República,

desencadenó una revolución que le llevó al gobierno de México durante casi 30

años: fue reelegido ocho veces, en una farsa de elecciones, entre 1877 y 1910.

En ese largo tiempo ejerció una dictadura de orden y progreso, muy favorable

para los inversores extranjero –petróleo, redes ferroviarias–, sobre todo

norteamericanos, y para los estratos nacionales más privilegiados. También en su

tiempo aumentó el latifundismo, y se mantuvieron injusticias sociales muy graves.

Por lo demás, el liberalismo del Porfiriato fue más tolerante con la Iglesia. Aunque

dejó vigentes las leyes persecutorias de la Reforma, normalmente no las aplicaba;

pero mantuvo en su gobierno, especialmente en la educación preparatoria y

universitaria, el espíritu laicista antirreligioso.

Seguimos con la revolución del general “Venustiano Carranza”, que le llevó a

la presidencia (1916-20), se caracterizó por la dureza de su persecución contra la

Iglesia. En el camino hacia el poder, sus tropas multiplicaban los incendios de

templos, robos y violaciones, atropellos a sacerdotes y religiosas. Todavía hoy en

México carrancear significa robar, y un atropellador es un carrancista.

La orientación anticristiana del Estado cristalizó finalmente en la Constitución

de 1917, realizada en Querétaro por un Congreso constituyente formado únicamente

por representantes carrancistas. En efecto, en aquella Constitución esperpéntica el

Estado liberal moderno, agravando las persecuciones ya iniciadas con Juárez en las

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Leyes de Reforma, establecía la educación laica obligatoria (art. 3), prohibía los

votos y el establecimiento de órdenes religiosas (art. 5), así como todo acto de culto

fuera de los templos o de las casas particulares (art. 24).

Y no sólo perpetuaba la confiscación de los bienes de la Iglesia, sino que

prohibía la existencia de colegios de inspiración religiosa, conventos, seminarios,

obispados y casas cúrales.

El gobierno del general Obregón (1920-24), nuevo presidente, llevó adelante

el impulso perseguidor de la Constitución mexicana: se puso una bomba frente al

arzobispado de México; se izaron banderas de la revolución bolchevique -lo más

progresista, en aquellos años- sobre las catedrales de México y Morelia; un

empleado de la secretaría del Presidente hizo estallar una bomba al pie del altar de

la Virgen de Guadalupe, cuya imagen quedó ilesa.

Después de la presidencia de Juárez (1855-72), México fue gobernado casi

siempre, como hemos visto, por generales: general Porfirio Díaz (1877-1910),

general Huerta (13-14), general Carranza (16-20), general Obregón (20-24). Y ahora,

en forma aún más brutal, va a ser gobernado por el general Plutarco Elías Calles

(1924-29).

En 1925, con apoyo de la CROM se creó la Iglesia Católica Mexicana,

dotándola de edificios, recursos y medios para romper con el Vaticano. Confrontada

con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer una

reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Ellos

llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de

productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería

Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos

daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de

distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran.

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A pesar de todo lo que hicieron los católicos Plutarco Elías Calles sólo reformó

el Código Penal con la Ley Calles de 1926, expulsando así a los sacerdotes

extranjeros, sancionando con multas y prisiones a quienes deban enseñanzas

religiosas o establecían escuelas primarias, o vestían como clérigo o religioso, o se

reunían de nuevo habiendo sido exclaustrados, o inducían a la vida religiosa, o

realizaban actos de culto fuera de los templos.

No obstante, los cristeros a mediados de agosto, con ocasión del asesinato

del cura de Chalchihuites y de tres seglares católicos con él, se alzan en Zacatecas

el primer foco de movimiento armado. Y en seguida en Jalisco, en Huejuquilla, donde

el 29 de agosto el pueblo alzado da el grito de la fidelidad: ¡Viva Cristo Rey! Entre

agosto y diciembre de 1926 se produjeron 64 levantamientos armados, espontáneos,

aislados, la mayor parte en Jalisco, Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Zacatecas.

«Ellos no tenían armas a los comienzos, sólo contaban con un machete, o en

el mejor caso una escopeta; pero pronto las fueron consiguiendo de los soldados

federales, los juanes callistas, en las guerrillas y ataques por sorpresa. Siempre fue

problema para los cristeros el aprovisionamiento de municiones; en realidad, no

tenían otra fuente de municiones que el ejército, al cual se las tomaban o se las

compraban».

En 1927, el presidente Calles, promovió la reglamentación del artículo 130 de

la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los

controles que la Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de sujeción

de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes. Estos instrumentos

buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida

pública, pero dadas algunas características de la legislación, en algunos estados se

llegaron a establecer leyes que obligaban a que los ministros de culto fueran

personas casadas y se prohibía la existencia de comunidades religiosas. Es posible

afirmar que la ley tenía un claro sesgo anticatólico por ser esta confesión la única

que en México contaba con ministros célibes y con comunidades en las que las

personas decidían convivir.

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A mediados de 1929 se veía ya claramente que, al menos a corto plazo, ni

unos ni otros podían vencer. Sin embargo, en este empate había una gran diferencia:

en tanto que los cristeros estaban dispuestos a seguir luchando el tiempo que fuera

necesario hasta obtener la derogación de las leyes que perseguían a la Iglesia, el

gobierno, viéndose en bancarrota tanto en economía como en prestigio ante las

naciones, tenía extremada urgencia de terminar el conflicto cuanto antes. Eran, pues,

éstas unas favorables condiciones para negociar el reconocimiento de los derechos

de la Iglesia.

Sin embargo, La historia de los arreglos alcanzados en junio de 1929 sólo

eran simples rumores, hasta que varios Obispos fueron llevados desde Estados

Unidos a México a hablar con el presidente, pero sin obtener grandes resultados.

Entonces ¿inútilmente lucharon con tan grandes pérdidas y sufrimientos los cristeros

y sus familias? El mismo año (1929) el jesuita Eduardo Iglesias, bajo el pseudónimo

Aquiles P. Moctezuma, en el conflicto religioso de 1926, escribía relativamente

satisfecho: «Terminadas felizmente las conferencias entre el Estado y la Iglesia». No

es ésa la interpretación hoy más común. Pero también hay actualmente quienes

estiman que los arreglos «fueron los menos malos posibles dentro de las

circunstancias».

Así lo cree, por ejemplo, Juan Landerreche Obregón, quien además insiste en

que los arreglos «de ninguna manera significaron que el esfuerzo, el sacrificio y la

sangre de los cristeros hayan sido inútiles para la libertad de la Iglesia Católica y el

respeto a la religión y a los fieles. Por el contrario, los cristeros demostraron al

gobierno con sus sacrificios, sus esfuerzos y sus vidas, que en México no se puede

atacar impunemente a la religión católica ni a la Iglesia.

Y todo esto se demostró en forma tan convincente a los tiranos, que los obligó

no sólo a desistir de la persecución religiosa, sino los ha obligado también a respetar

la religión y la práctica y el desarrollo de la misma, a pesar de todas las disposiciones

de la Constitución [de 1917] que se oponen a ello, y que no se cumplen, porque no

se pueden cumplir, porque el pueblo las rechaza... Los frutos [de la Cristiada] se han

recogido y se siguen recogiendo sesenta años después de su lucha y seguramente

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culminarán a su tiempo en la realización plena por la que lucharon quienes dieron

ese testimonio».

En 1993 el gobierno de México concedió a la Iglesia un precario

reconocimiento legal como asociación religiosa, y restableció sus relaciones

diplomáticas con la Santa Sede.

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La Guerra Cristera fue la guerra en México entre 1926 y 1929 en donde el

gobierno de Plutarco Elías Calles restringía la participación de la Iglesia Católica

sobre los bienes de México.

La radicalización hizo que en varios estados como Guanajuato, Jalisco,

Nayarit, Aguascalientes, Querétaro, Colima, Michoacán, Yucatán, Zacatecas y la

Ciudad de México se formara un movimiento social que apoyaba los derechos del

culto en el país. Uno de los dilemas que existen es la procedencia de la palabra

“cristero”. Algunos dicen que fue simplemente para identificarse, pero otros expertos

dicen que el nombre es despectivo, es decir es derivado con un significado negativo.

Todo este movimiento Cristero logro que en México hubiese más creyentes de la

Virgen de Guadalupe y que se unieran estos símbolos a ciclos de la historia como el

de Emiliano Zapata.

Los primeros enfrentamientos fueron en los estados Zacatecas, Jalisco,

Guanajuato y Michoacán, pero con el tiempo se sumaron todo el centro de México.

Entre 1927 y 1929 se sumaron más de 8000 activistas en ese entonces a los

Cristeros. Esta cifra es considerable por varias razones:

Los obispos mexicanos no se sumaron a este movimiento: Ellos prefirieron

buscar un convenio de paz con el gobierno de Plutarco Calles y con el

gobierno de Estados Unidos.

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México acababa de pasar un sangriento conflicto armado de 7 años y los

Cristeros no contaban con la ayuda de militares capacitados para hacer una

guerra, ya que no tenían ni las armas ni el entrenamiento para estar en una

guerra.

En 1928 hubo elecciones en el país en donde se daba como absoluto ganador a

Álvaro Obregón y este se decía que quería acabar con la guerra y llegar un convenio

de paz. Lamentablemente, Obregón fue asesinado por José de León Toral en un

restaurante donde Obregón había acudido a un desayuno donde se firmaron varios

pactos, entre los cuales taba el convenio de paz para que se les devolvieran sus

casas a los Cristeros que desistieran a la guerra. Para ese entonces los obispos

mexicanos seguían con la idea del convenio de paz, excepto 3 que tenían mucho

poder y no estaban totalmente de acuerdo con ese convenio de paz.

Bajo la presión de los Estados Unidos, que apoyaban a los obispos, el

presidente Portes Gil decreto que la Iglesia Católica seria sometida a la Ley sin que

la Constitución tuviese ninguna modificación. Sin embargo, no todo termino aquí con

este convenio de paz. La gente llamaba a esta relación “Nicomedia” en relación a

Nicodemo que era el fariseo que se acercaba a Jesús en la noche. Estas relaciones

debieron enfrentar una gran prueba con el famoso Grito de Guadalajara provocado

por Plutarco Elías Calles.

“El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, y la prédica a

la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.-

SIR WINSTON CHURCHILL.

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El movimiento armado en contra de la tiranía callista fue llamado “cristiada”

por el gobierno, en son de burla, aunque sin ninguna razón. Ya que estos se sentían

orgullosos de ser llamados así, por ser relacionado con Cristo y porque se les

llamaba así a los que, negándose a obedecer a los hombres antes que a Dios, se

alzaron contra el absolutismo antirreligioso de Calles.

A los cristeros se les ha juzgado duramente, la Historia “Oficial” -en las pocas

ocasiones que los llega a mencionar- los califica como “rebeldes al gobierno”. Así

que antes de comenzar nuestra contextualización aclararemos una cosa: la Cristera

no fue una rebelión ofensiva, sino una rebelión defensiva, un movimiento en legítima

defensa de los derechos del pueblo a creer en Dios y al libre culto; tampoco fue

rebelión contra un gobierno legítimo, sino contra un gobierno usurpador, un gobierno

impuesto por los grupos anticlericales, un gobierno que el pueblo no había elegido.

El gobierno anticlerical que había aprovechado la Revolución para

encaramarse al poder, lo esperaba todo, menos una resistencia tan fuerte como la

que presentó el pueblo. Para ellos era inconcebible que los cobardes y dóciles

católicos (que ya les habían aguantado miles de atropellos) se organizaran y tomaran

armas para repeler la agresión del gobierno. Líderes como Carranza, Obregón y

Calles tenían el extraño complejo de sentirse infalibles, omnipotentes en sus

caprichos, para ellos la Constitución, por el simple hecho de serlo, tenía el poder de

cambiar la naturaleza de las cosas, y si la Constitución decía que los templos eran

del gobierno, esto era cierto ipso facto. Todos los ataques contra el clero se

invocaban como “cumplir la Ley”, pero un país donde “cumplir la Ley” es lo mismo

que acabar con la Fe del Pueblo, es un país sin libertad. El gobierno pensaba que los

católicos, amantes de la paz, no se animarían a luchar, pero el pueblo amaba la

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Libertad más aunque la Paz, y hay paces que sólo se encuentran del otro lado de la

guerra.

Esto explica el furor del gobierno, su despecho y su estupefacción ante la

reacción de la sociedad en masa que les hizo frente, y a su vez reaccionaron

dispuestos, mediante el terror y la fuerza bruta, a hacer valer las “leyes” que ellos

solos habían creado, y que pretendían que el pueblo debía acatar.

Finalmente aparecieron los levantamientos importantes. El primero ocurrió en

Zacatecas. El 14 de Agosto el ejército detuvo al párroco de Chalchihuites, Luis Bátiz,

hombre pacífico y muy querido por el pueblo. Al día siguiente llegó al mercado el

tratante de ganado Pedro Quintanar, personaje influyente y respetado, y los paisanos

le pidieron que liberara al párroco. Quintanar fue a emboscar a los soldados, pero en

el combate murieron los prisioneros que ellos tenían. Quintanar convocó a más

hombres de toda la región, y el 29 de Agosto entraban en Huejuquilla el Alto

(Jalisco), donde derrotaron a un contingente de 50 soldados.

A finales de diciembre se unía a la guerra Anacleto González Flores. Anacleto

no quería la violencia, pero comprendía como muchos acejotaemeros y católicos que

los movimientos iban a ser aplastados por el gobierno si no recibían ayuda, y que

habría represalias en caso de victoria gubernamental.

Al acabar el año de 1926 ya había revueltas en prácticamente todos los

estados del centro del país, desde Durango a Guerrero, desde Veracruz a Jalisco.

Todavía, sin embargo, se hablaba de grupos, de revueltas locales, por estado.

Pero luego de cinco meses de combates esporádicos, el gobierno de Calles no

modificaba su actitud, y entonces, a partir de Enero de 1927 hubo un alzamiento

general e ininterrumpido hasta los “arreglos” de 1929.

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El 22 de julio de 1918 en Guadalajara empezaron los primeros

enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y los católicos. Anacleto defendió en

esa ocasión los derechos del pueblo y no descansó hasta que, después de

prolongadas luchas populares, logró que se cancelaran unos decretos impopulares

del gobernador de Jalisco Manuel M. Diéguez. No pasó mucho tiempo para que

Anacleto sufriera la cárcel por sus ideas sociales, políticas y religiosas.1

Unas interesantes reflexiones sobre este punto las proporciona Aquiles P.

Moctezuma (seudónimo), en su obra El Conflicto Religioso:

“En determinados casos, cuando el abuso de la autoridad contra los

fundamentos esenciales de la sociedad son indudables, gravísimos y permanentes, y

cuando para remediarlos se han agotado infructuosamente todos los medios

pacíficos, la resistencia activa armada no es rebelión sino defensa legítima y lícita.

Más todavía; si del abuso de la tiranía no se sigue tan sólo la ruina material

grave, sino principalmente la perturbación del orden moral, la perversión general de

las conciencias, el extravío absoluto de las ideas, en una palabra, la perdición eterna

del pueblo en masa; entonces nos atreveríamos a afirmar que la lucha armada para

hacer cesar tamaños atropellos de la autoridad, es, no solo lícita, sino obligatoria,

porque la sociedad, lo mismo que el individuo, está obligada a procurar su propia

conservación.

Y hasta nos lanzaríamos a opinar que, cuando el coloso del estado se lanza

brutalmente a exterminar a la religión verdadera y hay peligro de que lo logre y de

que cada día cobre más fuerza; entonces ni siquiera se debe condicionar la licitud de

la defensa al caso del probable éxito, sino que, en este caso extremo, hay que

lanzarse a la heroica y desesperada lucha del enano que, amenazado de muerte por

el gigante, acepta el reto con todos sus peligros.

“Nunca nos preocupó defender nuestros intereses materiales, porque éstos van y vienen; pero los intereses espirituales, éstos sí los defendemos, porque son necesarios para obtener la salvación. No podíamos aceptar que los templos fueran profanados. No podíamos permitir que desterraran a nuestros prelados y sacerdotes, que bautizan a nuestros hijos, nos dan el Pan Eucarístico y en la hora de la muerte nos auxilian con sacramentos para alcanzar la vida eterna”. ANACLETO GONZÁLEZ FLORES, 19271

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Estas deducciones, ciertas en el caso de que el gobernante sea legítimo,

adquieren más fuerza y mayor evidencia si se trata sólo de un gobierno de hecho, es

decir, de un usurpador.

Es cierto que Jesucristo nos enseñó con su palabra y su ejemplo la paciencia,

la resignación, el martirio. A todos nos enseñó la verdadera fraternidad,

consagrándola en la oración sublime del Padre Nuestro. Pero el mismo Jesús que

pidió perdón para sus enemigos desde la cruz, llamó “raza de víboras” y “sepulcros

blanqueados” a los fariseos que, son2 color de patriotismo, pretendían apartar de él a

las turbas sencillas, y arrojó con el látigo a los mercaderes del templo.

Es verdad que Jesucristo nos enseñó que no resistamos al malvado, sino que

al ser heridos en la mejilla derecha presentemos la izquierda. Pero es de advertir que

estos son consejos de perfección, encaminados a destruir en el fondo del corazón

aun los primeros movimientos de odio y venganza. Si se erigieran tales consejos en

leyes obligatorias en todos los casos, se llegaría al absurdo de destruir para el

cristiano todos sus derechos, y de garantizar todos los desmanes de los malvados.

Los obispos jamás autorizaron ni apoyaron la lucha armada. Intentaron evitar

por todos los medios posibles los levantamientos, y estallada la guerra, procuraron

siempre dialogar en aras de terminar el conflicto. Hubo sacerdotes que utilizaron su

influencia espiritual para calmar a los cristeros, e inclusive a veces con enojo y

sorpresa de los propios cristeros.

2 No murieron en vano los mártires cristeros. Gracias a Dios y a la valiente lucha que ellos empeñaron, la religión cristiana en México se salvó y perdura. Ni la hipocresía del gobierno ni la cobardía de sus esbirros pudieron contra la Fe; Cristo cumple la promesa que hizo hablando de Su Iglesia: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra Ella”. PAPA IXV, 1933.

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Los obispos tampoco prohibieron la guerra, cierto, porque sabían que aquella

lucha tenía razón de ser y licitud, pero tampoco podían aprobarla, como pastores, no

era su función definir sobre conflictos armados, y además querían intentar otras

soluciones al problema.

A partir de 1928, y por órdenes del general Gorostieta, los cristeros

empezaron a operar terribles ataques contra los medios de comunicación,

levantando vías y paralizando al ejército, obligándolo a dispararse más para vigilar

las estaciones y los cruces ferroviarios, mucho de lo cual fue logrado con la

complicidad de los propios empleados de las compañías del tren.

En 1929 la Guerra Cristera llega a su apogeo, y la situación fue tan alarmante,

que el presidente Calles tomó medidas extraordinarias, y reclutó y envió enormes

contingentes a Jalisco, el más preocupante de los estados rebeldes. Fueron

destinados para la campaña en Jalisco 35 mil hombres, y en total colocó en el oeste

del país más de 40 regimientos, soportados por batallones de refuerzo, con lo que

casi el total de los ejércitos mexicanos se concentraban en la zona rebelde. Su

propósito era aplastar rápido y definitivamente a los cristeros.

Sin embargo, los cristeros no eran menos que los federales, y se entregaban

con más fervor a su causa, dispersándose y reagrupándose al paso de las columnas

federales, para cansarlas. El gobierno federal, por otra parte, no era precisamente

rico, y le costaba muchísimo dinero mantener a tantos hombres en campaña,

proveerlos de sueldo, municiones y alimentos, mientras que los cristeros reponían

sus municiones con las tomadas a los federales, y la población los alimentaba.

Mientras los cristeros combatían en los montes, en la capital los obispos

mexicanos conferenciaban con el gobierno. Muerto Álvaro Obregón, el presidente

Emilio Portes Gil se mostraba dispuesto a negociar una “paz” entre iglesia y estado.

Mons. Leopoldo Ruiz Flores, ahora delegado apostólico, y Mons. Pascual Díaz,

firmaron unos arreglos con el gobierno, por los cuales se ponía fin al conflicto

religioso.

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Esos famosos arreglos no solucionaron nada, a la postre. Fue un truco de los

jacobinos, de los cuales Portes Gil no era sino servidor y agente; se intentaba

engañar al México católico, hacerle creer que la persecución terminaba, cuando en

realidad siguió, al principio menos intensa, pero después, creció de nuevo a tal

grado, que nuevamente tuvo que protestar el Papa en persona: engañar y mentir son

las mejores habilidades de los enemigos de la Iglesia.

Astuta como era la maniobra del gobierno, no tardó en dar desastrosos

resultados: los católicos empezaron a indignarse con sus obispos, a quienes perdían

la estima y el respeto, se consideraba traidores a quienes habían pactado con el

gobierno… lo que salvó a México de un cisma, fue que muchos sacerdotes se

oponían abiertamente al “modus vivendi”, y algunos fueron asesinados por el

gobierno, como el p. Epifanio Madrigal, quien tenía fama de santidad, y quien se

dirigió a recibir información de los obispos para transmitir a los ex-cristeros si era

cierto que el Papa aprobaba la paz… pero no regresó, lo mataron agentes federales.

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«Mientras tanto los gobernadores de Veracruz y Tabasco, radicalmente anticlericales, dictaron medidas para limitar las funciones del sacerdocio, decretando que los ministros de culto debían ser casados y mayores de 40 años.» GLORIA M, 1994.

PROHIBICIONES DEL ESTADO PARA LA IGLESIA:

Prohibió el culto público fuera de las dependencias eclesiásticas

El Estado decidiría el número de iglesias y de sacerdotes que habría

Se le negó al clero el derecho de votar

A la prensa religiosa se le prohibió tocar temas relacionados con asuntos públicos

Las corporaciones religiosas y los ministros de cultos estarían impedidos para establecer o dirigir escuelas primarias.

Prohibición de los votos religiosos

Privó a la Iglesia de toda personalidad jurídica

La prohibición a la Iglesia para poseer bienes raíces

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CONCLUSIÓN:

La guerra Cristera al igual que muchos de los levantamientos armados que se

han hecho en el país de México, han estado cubiertos de una serie de intereses

partidistas y religiosos ambas esferas persiguen tintes de dominio por las masas, lo

cual siempre ha traído como resultado perjuicios a los mas desprotegidos tanto en

situación económica como intelectual, desde nuestro punto de vista al gobierno de

Calles como a muchos otros en esa época no les interesaba la religiosidad que se

inculcara a los campesinos, obreros entre otros.

Les preocupaba la ilustración, el conocimiento que estos pudieran obtener a

través de los libros ya que no debemos perder de vista que los mejores ilustrados,

por tener acceso a libros y acontecimientos del mundo eran los religiosos, lo cual

indudablemente sería perjudicial para los sometimientos que el gobierno tenía sobre

el pueblo; posteriormente la iglesia se inclina por educar al pueblo haciéndole ver sus

derechos y fomentando su participación en la política del país, pero siempre con el

tiente de sus ideales cristianos.

Las leyes fueron y han sido creadas por los hombres y han sido ellos mismos

los encargados de irrumpirlas o aplicarlas, lo que más daño a hecho a la humanidad,

son los distintos individualismos que se generan cuando ya están en el poder.

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19

http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Cristera

La cristiada: La guerra de los cristeros Jean A. Meyer (1997) [1973].

↑ Managing Mexico: Economists from Nationalism to Neoliberalism. Princeton

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A gritos y sombrerazos: historia de los debates sobre educación sexual en

México, 1906–1946 (in Spanish). Miguel Angel Porrua. 2002. p. 161

Gutiérrez, Harim B. (2007). Historia de México. Volumen II de la era

revolucionaria al sexenio del cambio.

Delgado de Cantú, Gloria M.. Historia de México: legado histórico y pasado

reciente.

''La bibliografía sobre el movimiento cristero es escasa. Los sucesivos gobiernos e instituciones mexicanas han tratado de borrar su historia. Gracias a Jean Meyer se ha podido reconstruir esta historia y recoger buena parte de los testimonios cristeros.

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ANEXOS:

Entrevista de los jefes Cristeros y el jefe de Operaciones Militares del

Estado de Colima el 21 de Junio de 1929.

Cristeros colgados de postes de luz en Jalisco, 1927.

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Amnistía con el Ejército Federal en San Gabriel, municipio de Jalisco de

las fuerzas de Manuel Michel; el Gral. Matías Villa, 1929.

Bandera utilizada por los cristeros para la guerra.