La Cristiandad y Su Cosmovision-PAlfredo

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    P.ALFREDO SAENZ S.J.

    LA CRISTIANDADY SU COSMOVISIN

    BAF

    EDICIONES

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    Hubo un tiempo en que la filosofa del Evangelio gobernaba

    los Estados. Entonces aquella energa propia de la sabiduracristiana, aquella su divina virtud haba compenetrado lasleyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos,impregnando todas las clases y relaciones de la sociedad; lareligin fundada por Jesucristo, colocada firmemente sobre elgrado de honor y de altura que le corresponde, floreca entodas partes secundada por el agrado y adhesin de losprncipes y por la tutelar y legtima deferencia de losmagistrados; y el sacerdocio y el imperio, concordes entre s,

    departan con toda felicidad en amigable consorcio devoluntades e intereses. Organizada de este modo la sociedadcivil, produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavasubsiste la memoria de ellos y quedar consignada en unsinnmero de monumentos histricos, ilustres e indelebles,que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrnunca desvirtuar ni oscurecer.

    Len XIII, Immortale Dei, 1885, 28.

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    PRESENTACIN DEL AUTOREn el ao 1991 dict un curso sobre la Cristiandad a

    solicitud de la Corporacin de Abogados Catlicos. Me pareciun ofrecimiento interesante ya que si bien pululan lasmonografas sobre la Edad Media, apenas s se ha intentadola exposicin de una visin panormica que incluya ladiversidad de los aspectos que caracterizan a dicho perodo.Me puse, pues, a bucear en la abundantsima literaturamedievalista. Y de dicha lectura brot el curso, dictado enocho conferencias, cada una de ellas desdoblada en dos.

    Ms all de mis expectativas, el curso fue seguido por unpblico numeroso, selecto, evidentemente interesado en losdistintos temas que lo jalonaban. Durante el transcurso, yespecialmente al trmino del mismo, varios de los asistentesme preguntaron si no pensaba publicar las ponencias. Mirespuesta, reiterada una y otra vez, fue negativa, ya quepensaba no haber dicho nada original, ni tratarse de un trabajode investigacin cientfica. En las conferencias eslabonabauna cita con otra, no declarando siempre su origen, como esnormal en el estilo hablado. El nico mrito, si lo hubo, loconstitua la sntesis de todo lo ledo, y el abanico de temasque posibilitaba la comprensin de lo que fue laWeltanschauung medieval.

    Pero hubo un hecho, quizs providencial, que me hizorevisar la decisin. Con ocasin de un retiro que estabapredicando en el Monasterio de San Bernardo a las Carmelitasde Salta, fui invitado a cenar con un grupo de conocidos y

    amigos en la quebrada de San Lorenzo. All conversamossobre temas muy diversos, explayndonos en la situacinactual y en lo que pareca esconderse tras las invocaciones alNuevo Orden Mundial. A raz de esto ltimo, una joven allpresente dijo, en un momento dado, poco ms o menos losiguiente: Todos los que estn preocupados por el futuro dela historia expresan sus reservas frente a lo que al parecer sepretende introducir con el Nuevo Orden Mundial. Por otraparte, se sigue denigrando, tanto en las conversaciones comosobre todo en los manuales de historia, lo que fue y lo que

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    signific la Edad Media. No sera interesante que alguienescribiese un libro sobre dicha poca, mostrando que es

    posible que el Evangelio logre de hecho impregnar unasociedad? Porque si no, pareciera que la idea de unasociedad cristiana es una pura utopa.

    Entonces, en ese preciso momento, decid en mi interiorescribir este libro. Porque pens que, dado que dicha jovennada saba acerca del curso que yo haba dictado en BuenosAires, ni del pedido que los asistentes al mismo me habandirigido, por ella me hablaba Dios. Al menos, as creentenderlo. Esta es la razn por la cual Ud., estimado lector,

    tiene este volumen en sus manos.S, eso es lo que pretend al abocarme a su redaccin:mostrar cmo es posible la refraccin temporal del Evangelio,como fue de hecho posible la realizacin de una sociedadcristiana, a pesar de todos los defectos que la mancillaron.Una sociedad donde la cultura, el orden poltico, laorganizacin social, el trabajo, la economa, la milicia, el arte,fueron alcanzados por el influjo de Aquel que dijo: Se me hadado todo poder en el cielo y en la tierra. Hoy estamos lejos

    de ese mundo, pero su recuerdo no slo suscitar nuestranostalgia sino tambin el deseo de ir tendiendo a una nuevaCristiandad, esencialmente idntica a aqulla, si bien diversaen sus expresiones exteriores, dados los cambios evidentesque la historia ha ido produciendo a lo largo de los siglos. Noser eso lo que el Papa nos quiere decir al insistir una y otravez en la necesidad de lanzarnos a una nuevaevangelizacin? O cuando exhort al mundo de nuestrotiempo a abrir de par en par las puertas al Redentor?

    Si en algo este libro puede contribuir a ello, el intentoquedar plenamente logrado.

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    PRLOGOEs sabido que Dios salva al mundo suscitando hombres e

    inspirando obras que contradicen al mundo con la defensa deaquellas causas que cada poca particular tiene por perdidas:el P. Alfredo Senz hace en este libro el elogio de laCristiandad.

    Como va contra la corriente, este fruto de una profundainteligencia y enorme capacidad de trabajo parecer a muchosuna nueva muestra de la mentalidad oscurantista, que hallams gusto en desenterrar fsiles que en ocuparse de lascuestiones actuales o imaginar el porvenir. Y sin embargo, esnecesario considerar el tema de la Cristiandad porque quieneshoy tienen en sus manos (hasta donde ello es posible para lossimples mortales) determinar el rumbo de las naciones,procuran instaurar un Nuevo Orden Mundial que parodia alCristocentrismo Medieval. No sabemos si tal empresa tendrxito esta vez la Escritura ensea que algn da, Dios sabecundo, la Humanidad formar un solo rebao bajo el MalPastor, el Anticristo pero tenemos certeza del significado de

    la mala imitacin que el Nuevo Orden Mundial hace del ordentemporal vigente en los siglos cristianos: la parodia, en estecaso, significa un reconocimiento inconsciente que lo ficticiorinde a algo autntico. La meta por la cual bregaron Papas,Obispos y Reyes tiene tanta actualidad hoy como siglos atrs.

    Cristo hace nuevas todas las cosas; su virtud regeneradorapuede as trasponer a un plano superior una nocin yaconocida por los paganos: la Idea Imperial. Esta expresaba laintencin de reunir a todos los hombres por medio de la

    religin, la cultura y los lazos de sangre. La familia humanareflejara as la unidad del cosmos, que por sus armonas semostr a la reflexin de los filsofos como una gran ciudad.Los esfuerzos ms conocidos para concretar esta aspiracinfueron realizados por Alejandro Magno y Augusto.

    La unificacin religiosa planteaba una grave dificultadporque la ciudad antigua tena sus propios dioses. Pararesolver este problema, los grandes adalides que sepropusieron obtener el cetro del mundo hicieron obligatorio el

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    culto de la ciudad dominadora y del Emperador. Tal es elsignificado de Jpiter Capitolino y del endiosamiento del

    Csar. La Providencia quiso que Pedro confesara por primeravez la Divinidad del Seor en Cesarea de Filipo, donde selevantaba un templo en honor de la Autoridad Romana, paraponer en evidencia el abismo que media entre el verdaderoDios hecho hombre y los hombres que fingen una condicindivina. Pero debemos reconocer que los paganos habanbuscado mal algo bueno. Se haban equivocado en permitirque un hombre intentara subir a los cielos y asentar su tronosobre las estrellas; mas el recuerdo brumoso de los orculosprimitivos los llev a acertar cuando cifraron la salvacin de laHumanidad en la obra de un Pastor de pueblos que uniese ens, de modo misterioso, la naturaleza de Dios y del hombre. LaIdea Imperial fue, pues, un elemento ms de la preparacinevanglica que puso a disposicin de la naciente sociedadcristiana los mejores logros de la civilizacin latina, en la cualhaba aparecido la Iglesia.

    Todos aquellos bienes estuvieron, sin embargo, a punto deperderse para siempre: la filosofa haba desembocado en ladesesperacin de alcanzar la verdad; la cultura consista en

    corromper y ser corrompido; y el poder romano, erigidosobre la base firme de viejas virtudes campesinas y guerrerasse desmoron por obra del desenfreno. El espectculoprovoc la indignada denuncia de Horacio:

    Fecundo en culpas, nuestro siglo manchaEl hogar, las estirpes y las bodas;Y de esta fuente de maldad se ensancha,Fluyendo al pueblo ya la Patria toda.Para probar el carcter nico del Seor, San Pablo lanza a

    los cuatro vientos una afirmacin que tiene la fuerza de unmazazo: Resucit!. Tambin la Cristiandad sali de unsepulcro: ella dio nueva vida a los huesos secos del fracasopagano. De tal modo, la historia confirma la enseanza de lafe: al margen de Cristo, la vida humana corre hacia laperdicin, porque es imposible para la sola creatura detener elavance inexorable de la culpa y la muerte que reinan desde laCada Original. Slo en el Seor las personas y lassociedades pueden alcanzar la salvacin.

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    Debemos considerar el talante espiritual de aquel pequeogrupo de fieles enviados por el Seor como ovejas entre lobos

    y cuyo credo se convirti en el fundamento mstico de unnuevo orden temporal. Su enseanza tiene plena vigencia.Bien sabemos que telogos de renombre afirman que nopodemos mantener la actitud ingenua de los primeroscristianos, pero no hemos avanzado tanto como para dejaratrs al sentido comn, y se nos ocurre que si somoscristianos del ao 2000, ello se debe a que durante veintesiglos ha habido una cadena ininterrumpida de hombres ymujeres que se han tomado la molestia de creer para quetambin nosotros llegsemos a aceptar lo que fue credo portodos, siempre, en todas partes.

    Los paganos encontraron sorprendente la negativa de laIglesia a aceptar cualquier forma de sincretismo: nadie podallamarse con verdad discpulo de Cristo y dar culto a losdioses de Roma. Ese atrevimiento slo poda nacer de unnimo insolente, malvado. Tcito pens que los cristianos eranla hez de la tierra. Estall la persecucin vaticinada por elEvangelio, y al cabo de tres siglos se hizo evidente que unafuerza misteriosa haba sostenido a quienes haban mostrado

    una voluntad absoluta de permanecer firmes en la fe, aun acosta de la vida.

    La sangre de los inocentes expi los crmenes ancestrales,y una vez que la tierra fue purificada de sus culpas, se hizoapta para recibir la simiente de la Palabra de Dios. Ella fuesembrada por los grandes Obispos, quienes se levantaroncomo atalayas del pueblo que Dios les haba confiado.Escrutaron la Verdad Revelada, combatieron incansablementelas herejas, consideraron los grandes problemas de su tiempo

    y se esforzaron por hallar soluciones. Se entiende que estoequivala a predicar la llamada verdad peligrosa, porque laluz del Evangelio provoca la irritacin del mundo. SanAmbrosio excomulg al Emperador. responsable de lamasacre de Tesalnica. San Juan Crisstomo denunci a laEmperatriz como una nueva Herodas. Soport intentos deasesinato, recibi malos tratos y muri semimrtir rumbo aldestierro. Pero la Palabra de Dios no qued encadenada y

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    descubri a quienes haban aceptado recibirla la posibilidad deun nuevo orden cuyo eje es Cristo.

    Junto al Mrtir y al Obispo, la tercera figura fundacional deuna vida terrena informada por el Evangelio fue el Monje. La feensea que el hombre ha sido creado para ver a Dios y viviren El. Muy pocos piensan seriamente en estas cosas. Quieneshuyeron a los valles solitarios y rincones apartados nocometieron tal error: dejaron todo para encontrar el Todo, laVida, por la que todo vive y cuya delicia es ensimismarse ennuestras almas para hacemos participes de su Secreto. EnFrancia los arquelogos descubren restos de fundacionesmonsticas cada 25 kilmetros. Francia estaba como atrapadaen una red de oraciones. Entre el siglo V y el XVII fueronfundados en Europa 40.000 monasterios.

    Aquella oracin traspas el cielo y permiti que la creaturasintonizara con el Creador. Y slo entonces el esfuerzo porrestaurar el orden perdido dej de ser estril. El Seorconstruy la casa y guard la ciudad. Alrededor de lasAbadas se formaron caseros, que con el paso del tiempo seconvirtieron en ciudades. La regla benedictina inspir leyes einstituciones de aquellos pueblos, que aprendieron a vivir en

    paz. Poco a poco apareci la forma cristiana de todas lascosas. Y si el advenimiento del Evangelio permiti descubrirque el alma es naturalmente cristiana, de igual modo, laimpregnacin de la poltica, la milicia, la especulacin filosficay teolgica, el trabajo y el arte por la fe mostr que tambin elorden temporal es naturalmente cristiano. Bien sabemos quehubo numerosas falencias y miserias, pero ellas se debieronala frgil condicin humana y no son imputables al principiorector de esa estructura. Hasta donde la sociedad fue fiel al

    bautismo comn, produjo bienes superiores a todaesperanza, como dej dicho Len XIII.

    La Escritura ensea que el hombre en la opulencia nocomprende. Cede con facilidad a la seduccin del mundo; sumirada se enturbia por el afn de posesin y dominio. Aspira acomenzar desde s mismo. Esta mala conversin se hacepatente si atendemos a aquellas mismas causas que hicieronposible el surgimiento de la Cristiandad.

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    En lugar de aquella voluntad absoluta de perder todo contal de salvar el movimiento esencial de la vida humana hacia

    Dios, prevaleci una actitud de instalacin en el mundo. Surgiel burgus, enemigo irreductible del modo de vida cristiano.Con frecuencia cada vez mayor, las sedes episcopales fueronentregadas a hombres duchos en la intriga y hbiles para losnegocios. La misma decadencia afect a la vida monstica.Un estudio sobre 236 monasterios ingleses cuya ereccin tuvolugar entre el siglo X y el XIV revela que 14 fueron fundadosen el siglo X. 33 en el XI, 143 en el XII, 42 en el XIII, y slo 4(menos del 2 %) en el siglo XIV. Enrique VIII fue la espada delCielo: el Rey sifiltico y su pandilla pudieron disolver la casitotalidad de los monasterios y apoderarse de aquellas tierrasporque la angurria de riquezas haba ocupado el vaco creadopor el desinters hacia Dios.

    Este olvido de lo Unico Necesario se reflej en el ms altosaber humano, la filosofa. Guillermo de Ockham sentprincipios que cortan el camino por el que la mente va a Dios.Segn el lamentable franciscano, nuestros conceptos sonsignos arbitrarios incapaces de permitirnos conocer las cosasen su verdad:

    Stat rosa pristina nomineNomina nuda tenemus.No en vano esta filosofa ha sido llamada nominalismo: al

    igual que en el Paraso, se trata de dar el nombre a las cosas.Pero esta vez el hombre no se reconoce cooperador de Diosni intenta descubrir la verdad que el Seor ha puesto en suobra, sino que excluye al Creador e interpreta la creacindesde s y para s. La realidad debe estar en consonancia conlos esquemas elaborados para explicarla. Los versos que

    cierran la obra ms famosa de Umberto Eco: la rosaprimigenia est en el nombre, tenemos los nombresdesnudos expresan la coartada de quien ha cifrado labeatitud en el Poder: si nuestros conceptos son arbitrarios,entonces el hombre es el rbitro del mundo. Ello explica unacaracterstica asombrosa de los nuevos tiempos: la primacade la accin sobre la contemplacin; el destierro del que ve yla potestad de ordenar confiada al que hace, es decir, elpredominio del mediocre o del necio, quienes slo pueden dar

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    palazos de ciego e inexorablemente van a parar y conducena los dems al hoyo.

    Desde el siglo XIV hasta el presente la ideologanominalista ha tenido un influjo cada vez mayor sobre lareligin, la poltica y las ciencias. Y ahora la Historia haterminado, nos dice Francis Fukuyama, al comunicarnosgraciosamente la interpretacin de La Ciudad de Dioshecha por el Departamento de Estado. La evolucin ideolgicade la Humanidad reposa en el punto omega: la democracialiberal ya no halla serios adversarios en nuestro planeta eingresamos as en el estado universal homogneo.

    Puede ser que desde el punto de vista de la dialcticahegeliana hayamos llegado a la pacificacin total, pero si enlugar de sumergirnos en Hegel miramos alrededor nuestro,resultar innegable que aquella atmsfera particular deDinamarca que tan desagradable impresin produjo en el

    joven Hamlet es agua de rosas en comparacin con el aromaque traen las tibias brisas de esta primavera de la Historia.Porque cuando han sido superados todos los conflictosinternos del sistema, se agudiza al mximo la oposicin entreel sistema y la naturaleza humana.

    El hombre de nuestro tiempo vive idiotizado por la mentiray es vctima del robo sistemtico cometido por los traficantesde naciones, pero la nota que con ms claridad muestra alestado universal homogneo como un arrabal del Infiernoes el ataque prolijo contra la vida, denunciado entre otros porel Cardenal Ratzinger: la guerra de los poderosos contra losdbiles, que responde por completo a la lgica del pecado.

    Y tambin resulta lgico que el Nuevo Orden Mundialproponga una religin de muerte, ofrecida como una mstica

    humanitaria cuya finalidad es expandir las fronteras de laconciencia para obtener la autorrealizacin. El hombre deAcuario puede construir su propia trascendencia porque elDios con el que busca establecer contacto es la energaprimordial del cosmos, el fondo del que proceden todas lascosas y que llega hasta nosotros por evolucin ascendente.Para conquistar la cumbre del Carmelo, slo se requiereconocer los secretos de la mente, sin necesidad de laEncarnacin, la gracia y el latn, como en otras pocas ms

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    atrasadas. Ahora bien, aunque sea enojoso hacer el papel deaguafiestas, no podemos dejar de sealar los aspectos menos

    humanitarios de esta mstica: el Dios de la era de Acuario noes personal, se halla tan presente en nuestra alma como enun gato o una piedra, y el glorioso trnsito desde esta vidahacia la felicidad de ultratumba es la abolicin del yo, sudisolucin en el campo universal de energa ciega. La NuevaEra New Age es la vieja gnosis que tent a nuestrosprimeros padres en el Edn, y tambin en esta oportunidad labsqueda de una falsa divinizacin conduce a morir demuerte.

    El proceso de apostasa de las naciones cristianas iniciadohace siete siglos ha favorecido la aparicin de falsos profetas.Quienes no quieren aceptar la verdad que los salvara, enseael Apstol, son entregados al poder engaoso de la mentira. Yla mentira tiene por instrumento a aquellos que, al decir deJeremas, curan a la ligera la llaga de mi pueblo,exclamando: Paz, paz!, cuando no hay paz.

    De cuantos propalan fbulas impas y cuentos de viejas,segn la expresin de San Pablo, pocos han influido tantocomo Maritain para falsificar la relacin entre Cristo y el orden

    temporal: la Cristiandad, dice, ya ha sido abolidahistricamente; ahora debemos renunciar a ella como ideal ysustituirla por una nueva concepcin profanocristiana y nosacrocristiana de lo temporal. La idea discernida en el mundosobrenatural a manera de estrella de este humanismo nuevo...no ser ya la idea del Imperio Sagrado que Dios posee sobretodas las cosas, ser ms bien la idea de la Santa Libertad dela criatura, unida a Dios por la gracia. Con todo, nos parecedifcil que pueda recibir la gracia quien se obstina en rechazar

    a Cristo despus de haberlo conocido suficientemente.La atribucin de un carcter mesinico a la Democracia

    Universal niega al verdadero y nico Salvador, e introducesolapadamente una nueva religin. El culto de un poderpoltico cualquiera implica la adoracin del Hombre, porque elEstado es una alta obra de nuestra razn prctica, y de estemodo entroncamos con la supersticin encargada de justificarel Nuevo Orden Mundial.

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    Afortunadamente la actitud del P. Alfredo Senz seencuentra en las antpodas de este modo claudicante. El no

    ha sido fascinado por la riqueza, el confort, los progresos y lasilusiones de una civilizacin que ignora voluntaria mente alRey de Reyes y Seor de los Seores. El Autor de este libro se transparenta en cada pgina de la obra no aceptaconvertirse en vendedor de religin para la sociedad deconsumo a cambio de las treinta monedas de una vidaburguesa, de cuyos horizontes est excluida la posibilidad delconflicto y la persecucin. Predica la verdad peligrosa quecontradice al mundo.

    Y en la milicia a la que se ha entregado para que el Seorreine en las almas y tambin en la sociedad, encontramosalgo caracterstico de los siglos cristianos: el espritu de lacaballera. Este se cifra en la decisin de no ceder ante elpoderoso, porque quien defiende una causa aparentementeperdida se reconoce depositario y testigo de un valor espiritualque no puede traicionar. Y sta es la salvacin del mundo, quemencionbamos en el comienzo de estas lneas: el Evangelionos dice que las tinieblas resisten a la Luz, pero el Seornaci y resucit de noche para dar a entender la victoria de su

    Luz sobre las tinieblas. Por ello, aun en la noche ms cerrada,el cristiano mantiene viva la esperanza de la aurora.

    Tal esperanza es la que ha hecho posible este libro, cuyalectura hace arder el corazn y nos invita a ser comoantorchas en el mundo para que nuestra vida se transforme entestimonio de aquella Luz por la que todo vive y cuya deliciaes ensimismarse en nuestras almas para hacernos partcipesde su Secreto.

    P. Carlos Biestro

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    CAPTULO ICRISTIANDAD Y EDAD MEDIA

    Hemos titulado esta primera conferencia Cristiandad yEdad Media. Trataremos de explicar en ella el sentido deambas palabras, los hitos principales que jalonan su historia ylas caractersticas de la Cristiandad medieval.

    I.LAS EXPRESIONES EDAD MEDIA Y CRISTIANDAD

    Siempre es conveniente, antes de entrar en materia,delimitar los trminos que se van a emplear. Mxime que eneste caso se trata de palabras muy vapuleadas por el uso y nosiempre bien entendidas.

    1. La Edad MediaBien deca Rgine Pernoud, una de las medievalistas ms

    caracterizadas de la actualidad, que no hay casi da en el queno se tenga ocasin de escuchar frases tales como ya no

    estamos en la Edad Media, eso es volver a la Edad Mediao no tengas mentalidad medieval. Y ello en cualquiercircunstancia, ya se quiera sostener las banderas de laliberacin femenina, como defender ideas ecolgicas, o lucharcontra el analfabetismo (Qu es la Edad Media?; ttulooriginal: Pour en finir avec le moyen ge, Magisterio Espaol,Madrid 1979, 44).

    Digamos de entrada que la misma denominacin de EdadMedia no tiene propiamente sentido alguno. Tomada en su

    acepcin etimolgica, supone una divisin tripartita del tiempo.Tratarase de una edad intermedia entre otras dos edades,una pasada, la Antigedad clsica. Y otra futura, laModernidad. Si con eso se quiere decir que,cronolgicamente, es como un puente entre una edad que laprecede y otra que la sigue, no se afirma con elloabsolutamente nada. Qu poca no es un paso entre la quela antecede y la que la contina? En ese sentido toda edad exceptuadas la que abre la historia y la que la cierra sera

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    edad media. Y nosotros mismos, un da, seremos tambinmedievales para nuestros sucesores.

    Pero las cosas no son tan sencillas. Hay en la frmula unacategorizacin muy determinada, de influjo hegeliano, segnparece insinuarlo la divisin tripartita de la historia, comoprejuzgndose que no habr jams otros perodos en eldevenir histrico. La Edad Media resulta as una edad-vctima,entre otras dos edades, en una posicin de evidenteinferioridad; ella incluira varios siglos de tinieblas despus delos siglos de luz que fueron los de la antigedad clsica, yantes de los siglos de plenitud que son los modernos, en

    continuo progreso hacia una consumacin intrahistrica.Segn se ve, la denominacin de Media para designar ala poca de la Cristiandad no es ingenua ni inocente. Encierratoda una calificacin axiolgica. Cmo fue que se ladenomin as? El calificativo lo impusieron los humanistas delRenacimiento, que consideraron a esa poca como un lapsode mera transicin entre dos perodos de gloria. En elentusiasmo que se despert entre ellos por los valores de laAntigedad clsica, fueron de una injusticia clamorosa para la

    poca que inmediatamente los precedi. La mismadenominacin de gtico, que emplearon para caracterizarauno de los tipos de construccin medieval, no hace sinoconfirmar dicho menosprecio. Las catedrales del perodo deoro medieval fueron llamadas gticas, cosa de salvajes, degodos, de brbaros. Bien seala Daniel-Rops que comomuchos de esos humanistas eran protestantes oprotestantizantes, los prejuicios religiosos escoltaban a loscriterios estticos. Menospreciando una poca que se haba

    inspirado totalmente en la enseanza de la Iglesia, lo que enel fondo pretendan era descalificar a la Iglesia Catlica (LaIglesia de la Catedral y de la Cruzada, Luis de Caralt,Barcelona, 1956, 11).

    Caldern Bouchet, en un magnfico libro dedicado a laEdad Media, al que recurriremos frecuentemente, seala quefue la burguesa la que logr imponer esta denominacindespectiva. Duea del dinero omnipotente, de las plumasvenales y las inteligencias laicas, inund el mercado con una

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    versin de la historia medieval que todava persiste en elcerebro de todos los analfabetos ilustrados (Apogeo de la

    ciudad cristiana, Dictio, Buenos Aires, 1978, 220).Tal es la idea que qued en el vulgo acerca de la EdadMedia, idea hoy todava inculcada en los manuales de historiay fcilmente aceptada por la generalidad. Nos han hechocreer, escribe R. Pernoud, para poner un ejemplo, que todaslas mujeres eran entonces como la reina Fredegunda, cuyadistraccin favorita consista en atar a sus rivales a la cola deun caballo al galope. Todo lo cual nos permite tildar unos tressiglos de tiempos brbaros, sin ms (Qu es la Edad

    Media?... 87).Seala Daniel-Rops que tanto la frmula Edad Mediacomo la idea que contiene, fueron totalmente ignoradas porlos hombres de ese tiempo. Nadie crea en aquel entoncesque pudieran darse cortes dialcticos o parntesis en el cursode la historia. El hombre medieval tena un sentido de lafiliacin, de la fidelidad, infinitamente mayor que el hombremoderno, vuelto ntegramente hacia el porvenir, y que admiteespontneamente que una cosa o una institucin que

    aparezca en el futuro valdr ms que su homloga de la horapresente; en la Edad Media suceda al revs: todo legado delpasado se consideraba respetable y ejemplar. Hasta el sigloXIV, la mayora de los europeos creyeron as que prolongabanla civilizacin antigua en lo que sta tena de mejor (LaIglesia de la Catedral y de la Cruzada... 10).

    Algo semejante afirma C. S. Lewis en un notable librosobre la cosmovisin de la Edad Media. A diferencia delhombre moderno, que cree incuestionablemente en el

    progreso indefinido, el hombre de aquella poca juzgabaque las cosas haban sido mejores en el pasado que en elpresente, sobre la base de que las cosas perfectas sonanteriores a las imperfectas. El amor no es ahora como en lapoca de Arturo, afirmaba Chrestien de Troyes, autor delsiglo XII, en una de sus novelas de caballera. Y sin embargola literatura que de ese perodo nos queda no deja lasensacin de tristeza, de envidia, ni de pura nostalgia omelancola. La humildad se vea recompensada con los

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    deleites de la admiracin (cf. La imagen del mundo;Introduccin a la literatura medieval y renacentista, A. Bosch

    Ed., Barcelona, 1980, 64-140).Algunos autores han llamado la atencin sobre un detalleinteresante relativo a aquel respeto que el hombre medievalexperimentaba por la antigedad. Era tal su aprecio por ellaque relean su propia historia a la luz de los griegos y de losromanos. Cuando Eginardo, por ejemplo, secretario y bigrafode Carlomagno, intent describir los rasgos fsicos yespirituales del gran Emperador, recurri con toda naturalidada la semblanza fsica y espiritual que Suetonio hiciera de

    Augusto. Ms de una vez Tito Livio y Salustio proporcionarona los cronistas medievales las frases y colores con quedescribir un combate caballeresco o una gesta de cruzados.Suetonio y Tcito fueron los modelos de los historiadorescristianos. (Sobre este respecto, cf. C. S. Lewis, op. cit., 133-141).

    Dos reflexiones suscitan estos hechos. Ante todo que nofueron los llamados renacentistas quienes volvieron adescubrir la Antigedad. La Edad Media ya conoca y

    admiraba los tiempos clsicos. La diferencia es que aqullosiniciaron un movimiento de retorno a la antigedad pagana,mientras que los medievales la asumieron releyndola a la luzdel cristianismo. Y la segunda reflexin: la humildad histrica,que caracteriz a los medievales, estuvo en el origen de suinmensa capacidad creadora; a diferencia de losrenacentistas, que se afanaron por imitar lo ms posible alos antiguos, los medievales, inspirndose en ellos, supieronencontrar acentos de verdadera originalidad.

    La Edad Media fue, incuestionablemente, una pocaromntica. Por eso, segn observa C. Dawson, no resultaextrao que su redescubrimiento, luego del menospreciorenacentista, fuese un logro del romanticismo. As como elRenacimiento signific el retorno a la antigedad y el resurgirde la literatura clsica, de manera semejante el movimientoromntico tuvo su primer origen en la vuelta a la Edad Media yen el renacimiento de la literatura medieval. Elredescubrimiento de la Edad Media por los romnticos es un

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    acontecimiento de no menor importancia en la historia delpensamiento europeo que el del helenismo que los

    humanistas llevaron a cabo. Signific una inmensa ampliacinde nuestro horizonte intelectual. Para Boileau y otros, la EdadMedia constitua simplemente un claro en la historia de lacultura. No tuvieron ojos para la belleza del arte medieval niodos para la meloda del verso de la Edad Media. Losromnticos restauraron todo esto para la posteridad(Ensayos acerca de la Edad Media, Aguilar, Madrid, 1960,251).

    El romanticismo es objetable desde diversos puntos de

    vista. Pero al menos posee esto en su haber: elredescubrimiento de la tradicin medieval, trovadoresca,aristocrtica y caballeresca.

    2. La CristiandadTambin la expresin Cristiandad tiene su historia. El

    trmino apareci por primera vez en el sentido que hoy ledamos hacia fines del siglo IX, cuando el Papa Juan VIII, antepeligros cada vez ms graves y acuciantes, apel a la

    conciencia comunitaria que deba caracterizar a los cristianos.Hasta entonces la palabra slo haba sido empleada comosinnimo de doctrina cristiana o aplicada al hecho de sercristiano, pero al superponerle aquel Papa el sentido decomunidad temporal, proyect la palabra hacia un significadoque sera glorioso.

    Fue, pues, a partir del siglo IX que la palabra entr aintegrar el vocabulario corriente. Desde entonces se habl dela Cristiandad, de los peligros que se cernan sobre ella y de

    las empresas que alentaba. Ulteriormente, los Papas que sesucedieron en la sede de Pedro, al utilizar dicho vocablo loenriquecieron con nuevos matices. Gregorio VII introdujo laidea de que la Cristiandad deca relacin a determinadoterritorio en que vivan los cristianos, de modo que habaCristiandad all donde se reconoca pblicamente el Evangelio.Urbano II, al convocar la Cruzada, entendi que unificaba a laCristiandad en una gran empresa comn, orientndola haciaun fin heroico. Pero fue sobre todo Inocencio III quien llev la

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    idea de Cristiandad a su culminacin, al tratar de convertirlaen el sinnimo de una suerte de Naciones Unidas, sobre la

    base del reconocimiento de una misma doctrina y una mismamoral (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de laCruzada, 39).

    Como se ve, la palabra y su contenido conocieron unahistoria enriquecedora. Segn Daniel-Rops, la Cristiandadencontraba su fundamento en el bautismo comn de quienesla integraban. Donde hubiera bautizados haba Cristiandad, o,al menos, el esbozo de una Cristiandad. Los desgarrosprovocados por los cismas o herejas no prevalecieron sobre

    esta idea bsica, hasta el punto de destruirla. CuandoBizancio se separ de la Santa Sede, por ejemplo, ello noimpidi que los Papas ayudasen a los griegos al verse stosamenazados por los turcos. Ms an: los grupos tan lejanosde cristianos herejes perdidos en las entraas del Asia fueronconsiderados como hermanos por los catlicos de Occidente;y as, en su momento, S. Luis entr en tratos, no slo polticossino tambin religiosos, con los mogoles, cristianosnestorianos (ibid. 40).

    La Cristiandad quiso heredar, si bien en un nivel mselevado, la unidad del desaparecido Imperio Romano, sobre labase del cristianismo compartido. Lo cual deja entender yesto es fundamental que no hay que confundir Cristiandadcon Cristianismo. Cristianismo dice relacin con la vidapersonal del cristiano, con la doctrina que ste profesa.Cristiandad tiene una acepcin ms amplia, con explcitareferencia al orden temporal. La Cristiandad es el conjunto delos pueblos que se proponen vivir formalmente de acuerdo con

    las leyes del Evangelio de que es depositaria la Iglesia. O, enotras palabras, cuando las naciones, en su vida interna y ensus mutuas relaciones, se conforman con la doctrina delEvangelio, enseada por el Magisterio, en la economa, lapoltica, la moral, el arte, la legislacin, tendremos un conciertode pueblos cristianos, o sea una Cristiandad. Para aclarar laidea: en la China actual, dominada por el ideario comunista,hay Cristianismo (porque hay cristianos individuales que vivenen el herosmo de la fidelidad a pesar de la persecucin) pero

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    no hay Cristiandad (porque el orden temporal est allestructurado con prescindencia, o mejor, rechazo de los

    principios del Evangelio).Quin haba de regir a la Cristiandad? Desde el punto devista espiritual, competa a la Iglesia semejante misin. Sinembargo, debemos dejar bien en claro que as como no es lomismo el Cristianismo que la Cristiandad, tampoco lo son laIglesia y la Cristiandad. La Iglesia es la depositaria de ladoctrina de Cristo y la santificadora del hombre a travs de lossacramentos, que comunican la gracia. La Cristiandad es laorganizacin temporal sobre la base de los principios

    cristianos. Sin la Iglesia, por cierto, no podra existirCristiandad. En cambio, aunque no haya Cristiandad, no porello la Iglesia deja de existir. Es fcilmente perceptible elpeligro y la tentacin de confundir a la Iglesia, sociedadsobrenatural, con la Cristiandad, sociedad temporal iluminadapor la doctrina de Cristo. Dicha confusin estuvo en el origende las grandes luchas doctrinales e incluso polticas quesacudieron a la Edad Media. A ello nos referiremos en sumomento. En vez de dejar que cada una obrase en su mbitopropio, surgi la tentacin de identificarlas, sea porque los

    jefes polticos pretendieron manejar a la Iglesia,subordinndola a sus intereses terrenos, sea porque losdirigentes de la Iglesia se inclinaron a salir del plano espiritualpara actuar indebidamente en el orden temporal (cf. Daniel-Rops, op. cit., 41-42).

    Cerremos este apartado con una ltima distincin. Si bienla Edad Media fue una poca de Cristiandad, y lo fue porexcelencia, es preciso dejar bien en claro que la Cristiandad

    no se identifica con la Edad Media. La Cristiandad es unavocacin permanente de la Iglesia y de los polticos cristianos.No siempre se podr realizar hic et nunc, por ejemplo en lospases comunistas, o incluso en los pases liberales, mientrassigan siendo tales. Pero no por ello la Iglesia y los cristianosque actan en el orden temporal renunciarn definitivamente adicho ideal. Durante las persecuciones de los primeros siglos,o tambin en el transcurso de las invasiones de los brbaros,que duraron dcadas, los cristianos y sus jefes espirituales

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    saban perfectamente, como es obvio, que estaban lejos devivir en un rgimen de Cristiandad y que ese rgimen era por

    aquel entonces irrealizable en lo inmediato. Sin embargo, enmedio de las angustias y la sangre derramada, los mejoreshombres de aquellos tiempos comenzaron a proyectarla. Fueprecisamente en medio del torbellino de los brbarosinvasores que S. Agustn se abocara a escribir su gran obraDe Civitate Dei, donde quedaron esbozados los principiosestructurales de lo que, siete siglos despus, sera laCristiandad medieval.

    Tambin hoy la Iglesia, si bien vive en un rgimen a-

    cristiano o, como quera Pguy, post-cristiano, no puederenunciar para siempre al ideal de Cristiandad, que no es otracosa que la impregnacin social de los principios delEvangelio. Y si, por ventura, apareciese una nuevaCristiandad, sera sustancialmente igual a la de la EdadMedia, aun cuando accidentalmente diferente, atendiendo, a ladiversidad de condiciones que caracteriza a la poca actual encomparacin con aqulla, tanto en el campo econmico comosocial. Todo lo rescatable deber ser salvado. Pero el idealsigue en pie.

    II. RACES Y PROLEGMENOS HISTRICOS DE LACRISTIANDAD

    Antes de adentrarnos en el anlisis mismo de lo que fue laCristiandad nos convendr considerar sus orgenes y susmomentos preparatorios. Porque la Cristiandad no aparecicomo resultado de dos o tres decretos sino que fue laconcrecin de una aspiracin histricamente mantenida y

    acrecentada a lo largo de varios siglos. Como primeraaproximacin y en lneas muy generales podemos decir quesurgi sobre los cimientos de un imperio pagano de laantigedad, el greco-romano. Se desarroll luego gracias a lainfluencia que sobre aqul ejerci la Iglesia, y ello a lo largo deunos 500 aos durante los cuales el catolicismo fue siendoaceptado como la moral y la religin de la naciente Europa. Yno slo de Europa, ya que la Cristiandad rebasara los lmitesdel viejo Imperio Romano que la vio nacer, extendindose

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    hasta zonas donde nunca haba llegado la administracinimperial.

    1. Las races greco-latinasLas ltimas races de la Cristiandad deben ser buscadas

    en el suelo de la cultura griega y de la civilizacin latina. Lacivilizacin cristiana se erigi sobre la base de la ley romana, yla cultura catlica floreci embebida en la sabidura helnica.La civilizacin brota principalmente de la vida activa y lacultura de la contemplativa.

    Refirmonos ante todo al aporte griego. Al comienzo, los

    Padres de la Iglesia mostraron serias vacilaciones en aceptarel contenido del pensamiento heleno, juzgando que con labuena nueva que era el Evangelio ya bastaba y sobraba. Losfilsofos griegos eran considerados poco menos que comoheraldos del demonio. Pero luego dicho prejuicio comenz aceder, y algunos Padres, sobre todo de la Escuela deAlejandra, se abocaron a la tarea de rescatar a Platn,Aristteles, los trgicos y poetas griegos, ponindolos alservicio de la doctrina catlica. Clemente de Alejandra lleg a

    afirmar, no sin cierto atrevimiento, que no eran dos lostestamentos sino tres, el Antiguo Testamento, el NuevoTestamento y el Testamento de la filosofa griega (cf. StromataVI, 17 ss: PG 9, 380 ss). Quin es Platn sino Moiss quehabla en griego? (Stromata I, 22, 148: PG 8, 896). De estemodo, los Padres de la Iglesia constituyeron una especie deeslabn entre la Grecia clsica y la naciente Europa.

    Pero tambin el aporte griego llegara al Occidentemedieval por intermedio del influjo de Bizancio. Los pueblos

    jvenes y semibrbaros de Europa nunca dejaron decontemplar con respeto y admiracin el Imperio de Oriente, alque consideraban heredero y depositario no slo del ImperioRomano sino tambin de la cultura antigua. El prestigio queConstantinopla ejerci sobre la Europa medieval fue realmenteextraordinario. Muchos de los elementos arquitectnicos deBizancio se incorporaran a las iglesias romnicas, y tanto losmosaicos y tapices, como los esmaltes y marfiles de dicha

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    procedencia, seran considerados por los occidentales como laexpresin misma de la belleza.

    Por otra parte, el aporte romano. Los cristianos no pudierondejar de leer sin emocin aquel texto proftico de Virgilio,donde el poeta de la romanidad, inspirndose en el mito de lascuatro pocas, creado por Hesodo, tras decir que,transcurrida la edad de oro, en que los hombres vivieron almodo de los dioses, as como la de plata, que fue la delaprendizaje del cultivo de la tierra, y la de bronce, dominadapor la raza de los guerreros, se haba llegado a la edad dehierro, en que los hombres slo se complacan en el mal,

    preanunciaba en su IV Egloga la anhelada salvacin: Heaqu que renace, en su integridad, el gran orden de los siglos;he aqu que vuelve la Virgen, que vuelve el reinado deSaturno, y que una nueva generacin desciende de las alturasdel cielo. Un nio va a poner fin a la raza de hierro ya traer laraza de oro.

    Nacer bajo el consulado de Polion. Este nio recibir unavida divina y ver a los hroes mezclados con los dioses y sele ver con ellos; y gobernar el globo pacificado por las

    virtudes de su padre*. En correspondencia con la profeca dela famosa Sibila de Cumas, Virgilio haba vaticinado unanueva era, un retorno a la edad primordial. ste es el Virgilioque los romanos transmitieron a los cristianos, el profeta deCristo. Dante no se equivocara al escogerlo como gua hastael umbral del Paraso, es decir, hasta el umbral donde reina laGracia.

    *Puede verse el texto completo de la Egloga, en su originallatino y en su versin castellana de Carlos A. Senz, en

    Gladius 4 (1985) 34-37.He ah uno de los aportes de Roma. Pero no fue el nico.

    Tambin le ofrend la llamada pax romana, tan alabada porS. Pablo. Gracias a la vigencia de la misma, el Evangelioestuvo en condiciones de viajar por las magnficas vas delImperio, y en todas partes, desde Siria hasta Espaa, losapstoles de Cristo pudieron recurrir a una sola ley y hacerseentender en una sola lengua. Era como si Dios, en susinescrutables designios, hubiera ampliado las fronteras del

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    Imperio a fin de disponer una vasta cuna para el cristianismonaciente. S. Len Magno lo expres de manera explcita:

    Para extender por el mundo entero todos los efectos degracia tan inefable, prepar la Divina Providencia el imperioromano, que de tal modo extendi sus fronteras, que asoci as las gentes de todo el orbe. De este modo hall lapredicacin general fcil acceso a todos los pueblos unidospor el rgimen de una misma ciudad (Hom. en la fiesta de losStos. Apstoles Pedro y Pablo, en San Len Magno, Homilassobre el ao litrgico, BAC, Madrid, 1969, 355).

    Un da este Imperio abrazara el cristianismo. Belloc llega a

    decir que la conversin del Imperio a la Fe no fue un episodioentre otros grandes episodios de la historia, ni un captulo msde la misma. Fue la Cosa Determinante, una nueva creacin,en grado y en calidad, e incluso el acontecimiento msimportante en la historia del mundo (cf. H. Belloc, La crisis denuestra civilizacin, Sudamericana, Buenos Aires, 1966, 33 y77).

    2. Las invasiones brbaras

    Aprovechando la senilidad y el resquebrajamiento delImperio Romano, en el siglo V diversos grupos comenzaron ainfiltrarse, en algunos casos, en el mismo, o a invadir, enotros, las diversas regiones desguarnecidas que lo integraban.La mayor parte de ellos eran cristianos, si bien herejes, ya queadheran por lo general al arrianismo. Culturalmente primitivos,vean en el cristianismo no slo la religin del ImperioRomano, sino tambin el orden latino con toda su herenciade derecho y de civilizacin. No deja ello de ser curioso, ya

    que para los mismos romanos el cristianismo erarelativamente un recin llegado. Proceda del oriente helnico,su lengua madre era el griego y su explicitacin teolgicahaba sido principalmente obra de los Padres y Conciliosorientales.

    Cul sera el resultado de semejante invasin?Acabaran los brbaros con los restos del Imperio o seasimilaran a l? El que mejor vio en medio de esta barandafue San Agustn, uno de los ms grandes genios del

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    cristianismo, quien dejara una huella indeleble en elpensamiento medieval. Cuando casi todos perdan la cabeza

    ante la desgracia generalizada, cuando el viril S. Jernimo nopoda contener su llanto al enterarse del saqueo de Roma,cuando los brbaros se lanzaban incontenibles a la invasindel Africa cristiana, e incluso cuando su propia sede de Hiponase vea cercada por los vndalos, S. Agustn se puso a escribiruna obra magistral, De Civitate Dei, donde seal que nohaba que desesperarse, ya que lo que conclua era un mundoen buena parte decrpito, y que se haca necesario levantar lamirada por sobre los estrechos horizontes de lo cotidiano, paraconsiderar los hechos contemporneos a la luz de esa granvisin que va del Gnesis al Apocalipsis. La opcin que ahorase presentaba no era: o el Imperio o la nada, sino o con Cristoo contra Cristo, o la Ciudad de Dios o la Ciudad del Mundo.

    As, pues, para el Aguila de Hipona, como lo llam laposteridad, los hechos ruinosos del momento no erandecisivos, sino anecdticos. Ms all del caos sangriento y delas invasiones sin sentido, lo verdaderamente trascendenteera poner los fundamentos de la Ciudad de Dios. Segn l,dos son los gritos que explican la historia: el grito de S. Miguel,Quis ut Deus?, y el grito de Satans, Non serviam!, dos gritosque dividieron a los ngeles, y ulteriormente a los hombres, endos grandes agrupaciones histricas, en dos ciudades,divisin que no pasa tanto por las fronteras geogrficas cuantopor la actitud de los individuos y de las sociedades. Se trataba,pues, de ponerse a trabajar en pro de la Ciudad de Dios. Elespritu de S. Agustn continu viviendo y dando frutos muchodespus que el Africa cristiana hubiese dejado de existir,contribuyendo a modelar el pensamiento del Cristianismooccidental como pocos lo han hecho.

    Algunos se han preguntado si Agustn fue el heredero de lavieja cultura clsica y uno de los ltimos representantes de laantigedad, o ms bien el iniciador de un mundo nuevo y algoas como el primer hombre medieval. Hay parte de verdad enambas apreciaciones. S. Agustn es un puente por el que pasatoda la tradicin antigua al mundo que se va gestando, si bienan en lontananza.

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    3. El Imperio CarolingioAnte el espectculo de la devastacin que llevaban

    adelante los brbaros, desde la lejana Bizancio, legtimaheredera del viejo Imperio en ruinas, uno de sus grandesemperadores, Justiniano, lanz sus ejrcitos a la reconquistade Occidente, comenzando por Africa e Italia, las dos regionesque ms haban sufrido de parte de los invasores. Al comienzofueron recibidos como liberadores, pero pronto lospresuntamente liberados comenzaron a cambiar de opinin,no slo por la opresin fiscal con que fueron gravados, sinotambin porque en los bizantinos ya no vean ms a romanos,

    sino a griegos, que pretendan helenizar el Occidente, sobretodo a Italia, tan orgullosa de su herencia latina.

    Semejante desilusin hizo que los Papas comenzaran avolver sus ojos hacia los pueblos brbaros, para ver si poracaso alguno de ellos era capaz de tomar el relevo del antiguoImperio hecho aicos. Pero antes de seguir adelante seimpone una acotacin retrospectiva. Cuando los brbarosinvasores se fueron instalando en las tierras ocupadas oconquistadas, dado que, como dijimos, la mayor parte de ellos

    eran arrianos, la Iglesia volc su propsito pastoral a laconversin de una tribu concreta, la de los francos, por sercasi el nico pueblo no contaminado por la hereja. No quefueran catlicos; eran paganos, y por tanto ms proclives aaceptar la verdad catlica que los arrianos. La experienciaenseaba que era ms fcil convertir a un pagano que a unhereje. Logrse as la conversin del jefe franco Clodoveo, ysu ulterior bautismo, en 498 o 499, juntamente con su pueblo.Una especie de nuevo Constantino, esta vez un Constantino

    brbaro.El poder franco no dej de irse acrecentando a lo largo delos siglos. Hasta que un descendiente de Clodoveo, si bienalejado de l por varias centurias, Carlomagno, recibi enRoma, el da de Navidad del 800, la corona de Emperador delos Romanos de manos del Papa Len III. La trascendenciadel hecho fue inmensa ya que, segn dijimos ms arriba,desde que desapareci el Imperio de Occidente, losemperadores de Constantinopla, herederos de Augusto, se

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    consideraban como legtimos soberanos del antiguo mundoromano oriental y occidental, no habiendo dejado jams de

    reivindicar dicho derecho. Pero ahora se daba una situacininslita: adems del Papa en Roma y del Emperador enBizancio se eriga en Occidente un monarca, casi brbaro, conpretensiones imperiales. La cosa fue que el ascenso de Carlossignific algo as como la fundacin de un nuevo Imperio, loque implicaba mucho ms que una mera reparticin territorial.Carlos se iba perfilando como un nuevo Augusto, cuyodominio en Occidente encontraba cierta legitimacin militar , asaber, su victoria y seoro sobre numerosas tribus brbaras.Segn era de prever, los bizantinos lo acusaron deusurpacin. Se pudo esperar un choque, ya que las fronterasde los dos Imperios se tocaban. Mas no fue as. En 809, sibien a regaadientes, Bizancio lleg a un acuerdo conCarlomagno. De este modo hubo de nuevo dos Imperios, el deOriente y el de Occidente.

    Como se ve, la coronacin de Carlomagno en Roma fue unacontecimiento de enorme relevancia, constituyendo lo quepodramos denominar el umbral de la Edad Media. Al recibir lacorona imperial de manos del Papa, Carlomagno afirmaba noslo su propio poder sino tambin el origen espiritual delmismo, con la intencin de establecer un orden nuevo. ElPapado haba encontrado un cuerpo, el Imperio se veainformado por un alma. No deja de ser sintomtico que el librode cabecera del fundador de Europa fuese aquel De CivitateDei de S. Agustn. (Para ampliar datos sobre este tema cf. R.Caldern Bouchet, Apogeo de la ciudad cristiana... 112-114).

    Las metas que Carlomagno se propuso en su gobierno

    fueron tres. La primera, consolidar la religin. De todos los quele sucedieron en el poder, Carlos fue el que estuvo mspenetrado del carcter sacro de su misin, esforzndose poredificar el Imperio sobre dos pilares: la administracineclesistica (buenos obispos) y la administracin imperial(buenos condes). Su grito de guerra las llamadasaclamaciones carolingias fue: Christus vincit, Christusregnat, Christus imperat! Sera justamente al son de ese grito

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    que varios siglos despus los cruzados se lanzaran alcombate en Tierra Santa.

    La segunda meta brota de la primera: extender lacivilizacin. Trataremos ampliamente de ello en la prximaconferencia. Y la tercera: instaurar la paz, la vieja paxromana vuelta ahora pax Christi in regno Christi (cf. alrespecto G. de Reynold, La formacin de Europa. VI.Cristianismo y Edad Media, Pegaso, Madrid, 1975, 434-436).

    4. La segunda oleada de invasiones brbarasMucho antes que Carlomagno subiera al trono, un pueblo,

    que por cierto no integraba el mundo llamado brbaro,haba conquistado en el siglo VII al Africa bizantina, laprovincia ms civilizada y cristiana de occidente. Eran losrabes, quienes en buena parte acabaron con la florecienteIglesia africana, gloria de la Cristiandad occidental y latina,que prcticamente desaparecera de la historia. En losprimeros aos del siglo VIII, la invasin musulmana cubra casipor completo la Espaa cristiana, extendindose luego hastaamenazar la misma Galia. La naciente cristiandad se haba

    convertido en una isla, entre el Sur musulmn y el Nortebrbaro.

    Carlomagno haba logrado detener ambos peligros, tantoen la zona meridional como en la boreal. Pero, tras su muerte,se produjo una avalancha de pueblos, piratas o salteadores,quienes aprovechando el caos que se haba desencadenado araz de la desaparicin del gran Emperador, tras poner pie enun territorio, terminaban conquistndolo e instalndose en l.Finalmente, y a costa de penosos esfuerzos apostlicos,

    acabaran siendo ganados por el cristianismo y la civilizacin,convirtindose, tambin ellos, en forjadores de la nuevaEuropa que habra de salir del caos. Pero hasta entonces, yaque estas conversiones recin tendran lugar a lo largo de lossiglos X y XI, qu aos terribles de incertidumbre, de angustiay devastacin debieron soportar las regiones de la Europacentral y occidental!

    Cules fueron esas tribus? Nombremos ante todo a losnormandos, trmino que significa hombres del norte. Eran

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    pueblos paganos, oriundos de las regiones escandinavas(actuales Dinamarca, Noruega y Suecia), que se instalaron en

    Irlanda y parte de Escocia, las costas de Holanda e Inglaterrameridional. Los suecos tomaran un rumbo diverso ya que,surcando el golfo de Finlandia, penetraran en la gran arteriafluvial del Dnieper, llegando hasta Nvgorod y Kiev, las viejasciudades de la Rus. Los descendientes de Carlomagno, porcierto muy inferiores a l, no tuvieron el talento ni el corajenecesarios para equipar flotas capaces de enfrentar los gilesesquifes de los vikingos. Sin embargo poco a poco losnormandos fueron cambiando su actitud de piratas nmadespor la de conquistadores, y, ya cristianos, comenzaron aestablecerse en diversos territorios de Europa occidental,como Normanda, Inglaterra e Italia del sur.

    Mas entonces apareci en lontananza un enemigo msferoz, que provena de las estepas de los Urales, emparentadocon los hunos, el pueblo magiar, al que los europeos,aterrorizados por sus depredaciones, llamaron hngaros,palabra de la que, segn algunos etimologistas, proviene eltrmino ogro. Pero aun ellos acabaran a la larga poraceptar el cristianismo a tal punto que el Papa coronara a surey Esteban, quien sera santo. El antiguo Imperio deCarlomagno era ahora una sombra de lo que haba sido: unimperio sin la ley romana, sin las legiones romanas, sin laciudad y sin el Senado.

    5. Del Imperio Otnico al Sacro Imperio RomanoGermnico

    Si miramos las cosas desde el punto de vista de la

    gestacin de la Cristiandad, la coyuntura poda parecerdesesperante. Pero no fue tal. Se trataba de hechosdolorosos, s, pero eran dolores de parto, ya que de laconfusin de estos siglos naceran los pueblos de la Europacristiana. Por otra parte, los logros del perodo carolingio no sehaban perdido del todo. Quedaba al menos el recuerdo deesos tiempos gloriosos, y en cualquier momento podan serretomados, acomodndose, por cierto, a las nuevascircunstancias.

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    En medio del caos, la Iglesia busc al hombre adecuado,como siglos atrs haba puesto sus ojos en Clodoveo, y luego

    en Carlomagno. El ducado ms poderoso era el de Sajonia,cuyos integrantes, tras haber sido feroces paganos, eranahora cristianos fervorosos, bajo la conduccin de un noblellamado Otn. Dicho prncipe era, por cierto, inferior aCarlomagno, no mostrando el mismo inters que aqul porinstruirse, por civilizarse, sin por ello ser del todo inculto. Era,simplemente, un hombre de guerra. Montado sobre su caballo,con sus cabellos y su barba roja al viento, pareca un guerreroinvencible. Las circunstancias de su vida fueron, con todo,muy semejantes a las de Carlomagno. Ms an, tuvo lavoluntad expresa de llegar a ser un segundo Carlomagno,restaurador del Imperio que aqul haba fundado.

    Y as se hizo coronar Rey de Germanos en 938, bajo elnombre de Otn I. El joven prncipe, tuvo especial cuidado enque la ceremonia se llevase a cabo en la ciudad que duranteel gobierno de Carlomagno haba sido capital del Imperio, Aix-la-Chapelle Aachen, dicen los alemanes, Aquisgrn,nosotros, segn los solemnes ritos eclesisticos. Recuperabaas la tradicin carolingia, agregndole el patriotismo tribal delos sajones, siempre sobre la base de una estrecha armonaentre la Iglesia y la Corona. Invitado por el Papa, Otn sedirigira a Italia en 961 para recibir de manos del Pontfice lacorona imperial.

    A Otn I lo sucedi su hijo, Otn II, a quien aqul habahecho casar con una de las hijas del emperador bizantinoRomano II, la princesa griega Tefana, que llev a Occidentelas tradiciones de la Corte Imperial del Oriente. El hijo nacido

    de esa unin, Otn III, pudo as reunir en su persona laherencia de las dos grandes vertientes del orbe cristiano, labizantina y la occidental. Asesorado por su preceptorGerberto, quien luego sera Papa bajo el nombre de SilvestreII, tuvo el mrito de ir creando una conciencia europeaintegradora de los grandes valores sembrados aqu y all. Eneste sentido Otn III fue un digno continuador del espritu deCarlomagno, ya que durante su reinado las grandestradiciones de las pocas anteriores se unieron e integraron

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    en la nueva cultura de la Europa premedieval. No era todava,por cierto, el logro del ideal, pero el esbozo estaba dado: un

    Imperio como comunidad poltica de los pueblos cristianos,gobernado por las autoridades concordantes e independientesdel Emperador y del Papa. Deseando manifestar mediante unsigno concreto su decisin de empalmar con la vieja tradicindel Imperio Romano, Otn se dirigi a Roma, y tras hacerselevantar un palacio sobre el monte Aventino, reasumintegramente el ceremonial de la corte bizantina, tomando elnombre de Emperador de los Romanos.

    C. Dawson llega a decir que fue en este territorio

    intermedio donde reinaron los Otnidas, que se extendadesde el Loira hasta el Rin, donde naci en realidad la culturamedieval. Tal fue la cuna de la arquitectura gtica, de lasgrandes escuelas, del movimiento monstico, de la reformaeclesistica y del ideal de las cruzadas. Tal fue tambin lazona donde se desarroll el rgimen feudal, el movimientocomunal del Norte europeo y la institucin de la caballera.Fue all donde al fin se logr una admirable sntesis entre elNorte germnico, la doctrina sobrenatural de la Iglesia y lastradiciones de la cultura latina. (cf. C. Dawson, As se hizoEuropa, La Espiga de Oro, Buenos Aires, 1947, 368).

    No deja de ser paradigmtico que el sucesor de Otn elGrande fuese un santo, Enrique II, canonizado junto con sumujer Cunegunda.

    El tiempo no nos permite detallar los acontecimientos quese fueron sucediendo. Baste decir que inicialmente elEmperador fue Rey de Romanos. Pronto su Imperio recibirla elcalificativo de sacro, y ms adelante de germnico. Sera

    el Sacro Imperio Romano Germnico, columna vertebral de laEdad Media propiamente dicha.

    Data asimismo de este perodo la aparicin de los diversosReinos. S. Esteban de Hungra, como ya lo dijimos, recibi delPapa su corona. En Espaa, los seoros que no estaban enmanos de los musulmanes se fueron unificando, con laemergencia de grandes figuras como la del rey S. Fernando.En Sicilia, los antiguos normandos establecieron un reinocristiano con los Guiscard. Y en Francia apareci una familia,

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    la de los Capetos, que durante 300 aos la gobernaran,encontrando su arquetipo en la figura de S. Luis.

    * * *Segn el P. Julio Meinvielle, as como con Pedro, Santiago

    y Juan, los tres apstoles del Tabor y del Huerto, smbolos delas tres virtudes teologales, se form alrededor de Cristo elncleo esencial del apostolado cristiano, del mismo modo, conRoma, Espaa y Francia, qued en sustancia constituida laCristiandad.

    Roma, Espaa y Francia heredaron el genio de esos tresapstoles en la misin que de hecho les toc desempear en

    el curso de la historia del cristianismo. Roma es la Fe por serla sede del apstol en favor del cual Cristo rog para que su feno desfalleciese. Espaa es la Esperanza o Fortaleza porque,conquistada para Cristo por Santiago, hered el mpetu yardor de este apstol, a quien Sto. Toms de Aquino, en sucomentario al evangelio de S. Mateo, llama el principalluchador contra los enemigos de Dios. Francia es la herederadel apstol de la Caridad (cf. J. Meinvielle, Hacia laCristiandad, Adsum, Buenos Aires 1940, 54-55).

    Sin embargo, agrega Meinvielle, es preciso aludir tambinal papel de Alemania, que representa la Voluntad, el brazosecular, la espada al servicio de la Iglesia, como lo mostr conOtn el Grande y S. Enrique (cf. ibid. 69). Podramosasimismo incluir en este listado de naciones que influyeronparticularmente en la construccin de la Cristiandad a las IslasBritnicas, sobre todo por el papel cumplido por la poticaIrlanda, de donde partieron numerossimos monjes paramisionar el entero continente europeo. Y por qu no a la

    naciente Rusia, hija de los terribles vikingos, convertida en lapersona de su prncipe S. Vladimir, quien se bautiz con supueblo en el Dnieper, el ro que baa a Kiev, su capital,aportando a la comunidad de naciones cristianas el amor a laBellezafilocalia, que segn las crnicas haba sido para esepueblo la razn inmediata de su conversin. Por desgracia elcisma, ya prximo, daara sensiblemente su pertenencia algran edificio de la Cristiandad europea.

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    G. Walsh ha sintetizado con perspicacia las diversasvertientes histricas que confluyeron en el Medioevo. Ante

    todo el logos griego, primero sospechado, como dijimos, peroluego asumido, principalmente por obra de los Padres de laEscuela de Alejandra. Luego el foro romano, que estuvotambin al comienzo distanciado del cristianismo, al quepersigui cruelmente, para luego convertirse en la persona deConstantino, y ofrecer a la expansin de la Iglesia toda suinfraestructura. En tercer lugar la fuerza germana, que primerotrajo la sangre con las invasiones, pero ulteriormente, graciasa la conversin de sus pueblos, produjo un S. Benito, un S.Isidoro, un S. Beda, y polticamente un Carlomagno y luego unOtn. Finalmente la fantasa cltica, inicialmente caracterizadapor la pereza y la desidia, pero que luego se puso enmovimiento con S. Patricio y los monjes irlandeses, esafantasa que creara el ideal de la bsqueda del Grial, y queaportara al Occidente su cuota de humor y el espritucaballeresco. La Edad Media sera as una sntesis de lagracia con la sabidura helnica, la eficiencia romana, la fuerzateutnica y la imaginacin cltica. (cf. G. Walsh, HumanismoMedieval, La Espiga de Oro, Buenos Aires, 1943, 27-65).

    III.LOS SIGLOS PROPIAMENTE MEDIEVALES

    Decimos siglos propiamente medievales porque casitodo lo que hemos tratado hasta ahora puede ser incluido enlo que hemos llamado la preparacin, la gestacin delMedioevo.

    Qu siglos abarca el Medioevo propiamente dicho? Paravarios historiadores la Edad Media comenz con las Grandes

    Invasiones de los brbaros, es decir, a comienzos del siglo V,y termin con la toma de Constantinopla por parte de losturcos en 1453. Pero, segn bien observa Daniel-Rops, elloimplicara englobar un milenio que comprende fasesdemasiado diferentes entre s como para constituir un bloquehistrico. Casi por instinto, nos sentimos inclinados aestablecer en ese largo perodo evidentes distinciones.Cuando pensamos en las obras maestras del arte medieval,por ejemplo, solemos referirnos a la parte central de dicho

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    perodo, que va desde mediados del siglo XI a mediados delsiglo XIV. Cuando, por el contrario, evocamos la noche de la

    Edad Media II pensamos en la poca de descomposicin quesigui a Carlomagno.

    Si consideramos, pues, con ecuanimidad aquel presuntomilenio de la Edad Media, advertiremos en l tres perodosbien diferenciados entre s: la poca de preparacin, los siglosde plenitud, y el deslizamiento hacia la decadencia. El primeroes el de los tiempos brbaros, el tercero coincide con lasegunda mitad del siglo XIV y comienzos del XV. Daniel-Ropsprefiere, y a nosotros nos parece muy justo, circunscribir lo

    que propiamente fue la Edad Media a la parte central de aquelmilenario proceso, restringindola a los tres primeros siglosdel segundo milenio, en que la historia alcanz una de suscumbres. Y al titular su libro sobre la Edad Media La Iglesia dela Catedral y de la Cruzada, el autor quiso caracterizar a dichapoca por sus dos realizaciones ms notables.

    Pero el mismo Daniel-Rops seala una ulteriorespecificacin. En el interior de ese perodo ms esplendorosotambin son advertibles diversos momentos. Al comienzo, en

    la segunda mitad del siglo XI, la Cristiandad fue tomandoconciencia del sentido preparatorio que haban tenido losesfuerzos realizados anteriormente; prodjose luego eldespliegue del siglo XII, slido, sobrio y vigoroso; y finalmentese alcanz el culmen, en el siglo XIII, la poca de la ereccinde las grandes Catedrales, de la Suma Teolgica de Sto.Toms y del apogeo del Papado. Las diferencias entre esostres momentos son reales, y a veces los estudiosos los hanopuesto entre s, o se han preguntado cul de ellos fue el ms

    fecundo, si el siglo XII o el siglo XIII, si el siglo de S. Bernardoo el de S. Francisco, si el siglo del romnico o del gtico. Ajuicio del historiador francs, dichas diferencias no prevalecensobre la unidad de fondo. Por lo que juzga preferible atenderms a lo que ana esos momentos diferentes, a lo quemancomun a los hombres durante aquellos tres siglos en unamisma y grandiosa cosmovisin, en la adopcin de los mismosprincipios, las mismas certezas, y las mismas esperanzas (cf.

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    Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada... 12-13).

    Con todo, la generalidad de los autores coinciden en ver enel siglo XIII el siglo de oro medieval. O. Dawson, por ejemplo,sostiene que nunca ha existido una poca en la cual elcristianismo haya alcanzado una expresin cultural tanperfecta como en aquel siglo. Europa no ha contemplado unsanto ms notable que S. Francisco, un telogo superior aSto. Toms, un poeta ms inspirado que Dante, un rey msexcelso que S. Luis. Es evidente que hubo en aquel siglograndes miserias. Pero no lo es menos que en aquel

    entonces, en mayor grado que en ningn otro periodo histricode la civilizacin occidental, la cultura europea y la religincatlica realizaron una simbiosis admirable; las expresionesms altas de la cultura medieval, sea en el campo del arte,como de la literatura o de la filosofa, fueron religiosas, y losrepresentantes ms eximios de la religin en aquel tiempofueron tambin los dirigentes de la cultura medieval (cf. C.Dawson, Ensayos acerca. de la Edad Media... 218-219).

    Algo semejante sostiene H. Belloc. En su opinin, el siglo

    XIII fund una concepcin del Estado que parecainconmovible. Toda la sociedad se ordenaba de maneraarmnica, cada hombre se senta en su lugar, la riquezaasuma una funcin menos odiosa e incluso noble, lapropiedad estaba bien dividida, y los trabajadores se veanprotegidos por las garantas que les acordaban lascorporaciones y las costumbres. El siglo XIII concluye fueel tipo de nuestra sociedad hacia el cual los hombres despusde sus ltimos fracasos han vuelto la mirada y al que despus

    de todos nuestros errores y desastres modernos tenemos querecurrir otra vez (H. Belloc, La crisis de nuestra civilizacin...89-90).

    Refirindose ms concretamente a Francia escribe G.Cohen: No terminar jams nuestra exaltacin frente a lacatedral ni terminaremos jams de dar gracias por ellas alsiglo de San Luis, al gran siglo, al siglo XIII (La gran claridadde la Edad Media, Huemul, Buenos Aires, 1965, 120).

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    IV. NOTAS CARACTERSTICAS DE LA CRISTIANDADMEDIEVAL

    Podemos sealar cuatro notas que especifican laCristiandad de la Edad Media, y la contradistinguen de otrosperodos de la historia.

    1. Centralidad de la feLa sociedad medieval, a pesar de la clara distribucin de

    sus estamentos, de que hablaremos en otra conferencia,constituy un logrado esfuerzo por integrar todas las clases de

    la sociedad en la unidad de una sola fe. Lo que crea elaldeano, el mendigo y hasta el criminal, era lo que crea elEmperador y el Papa. Precisamente en esto se funda elcomunista italiano Antonio Gramsci para explicar por qu laIglesia logr formar en la Edad Media lo que l llama unbloque histrico: aquello que crea Sto. Toms era lo mismoque crea la viejita analfabeta, a pesar del diverso nivel depenetracin en el contenido doctrinal. El lenguaje comn de lafe, aprendido en el catecismo, colocaba al noble, al aldeano y

    al artesano en idntica relacin con Dios; y era dicho lenguajeel que estaba en el origen de la ciencia, del arte, de la msicay de la poesa. Desde el sacramento del matrimonio hasta laconsagracin del Emperador, la vida social estaba impregnadade espritu religioso.

    La fe era el centro de todo. Daniel-Rops ha explicitado estaafirmacin tan escueta. Si se trataba de la organizacinpoltica, dice, sta era, en su sustancia, absolutamenteinescindible de la fe cristiana. Sobre qu reposaba, en

    efecto, el vnculo feudal que una al siervo con su seor sinosobre una frmula religiosa, sobre un juramento pronunciadosobre el Evangelio? Quin confera al Emperador ya losReyes su carcter de vicarios de Dios sobre la tierra en lo queatae al orden temporal, sino la consagracin litrgica?

    Y si se trataba de la vida social, era en ltima instancia elCristianismo quien asignaba a cada uno de los estratos de lasociedad su papel en la prosecucin del bien comn, as como

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    el que proclamaba las exigencias de la justicia en la relacinentre artesanos y aprendices, entre seores y aldeanos.

    La misma actividad econmica no era independiente de laenseanza de la Iglesia, en su condena de la especulacin yla usura, y en el ejercicio de lo que se dio en llamar el justoprecio.

    Asimismo en el orden domstico fue la Iglesia la queestableci firmemente el valor sacramental de la familia,fundamento de la fecundidad, el mutuo amor y laindisolubilidad del matrimonio.

    Y precisamente por ser catlica, es decir, universal, la

    Iglesia despert tambin en la sociedad esa ansia deexpansin que tanto caracteriz a la Edad Media, tal cual semanifest no slo en el impulso apostlico y misionero de lasOrdenes Mendicantes sino tambin, y sobre todo, en aquellaepopeya, nica en su gnero, y sostenida durante casi dossiglos, que fue la Cruzada.

    La fe constituy asimismo el basamento de la actividadintelectual, de la filosofa y del arte. Como dijo S. Bernardo,desde que el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros,habita tambin en nuestra memoria y en nuestropensamiento (cf. Daniel-Rops. La Iglesia de la Catedral y dela Cruzada, 98-99).

    Por supuesto que en la Edad Media se cometieron gravespecados, pero quienes as obraban tenan, indudablemente, elsentido del pecado, saban que ofendan a Dios. Entre losrelatos de la poca se incluye el caso de aquel Caballero delBarrilito que, cuando ya no pudo ms de blasfemias y decrmenes, se fue a buscar a un ermitao y recibi porpenitencia la orden de llenar de agua un pequeo barril;durante semanas y semanas trat de llevar a cabo aquellaorden, tan fcil, en apariencia, pero era en vano. Cuantasveces sumerga el recipiente en algn arroyo, inmediatamentese vaciaba. Slo el da en que el verdadero arrepentimientohizo que cayera una lgrima de sus ojos, el barrilito se llenhasta desbordar. Ese sentido del pecado que encaminaba alconfesionario a los penitentes, era el mismo que lanzaba porlos caminos de la peregrinacin a incontables arrepentidos, y

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    que suministraba a los trabajos de las catedrales numerososobreros voluntarios que buscaban as la purgacin de sus

    faltas. La sociedad medieval fue, pues, una sociedad ancladaen la fe, teocntrica, que hizo suya la enseanza de S.Agustn acerca de lo que debe ser una ciudad catlica,fundada en el primado de Dios sobre todo lo que es terrenal.Aquellos hombres, escribe Dawson, no tenan fe en smismos ni en las posibilidades del esfuerzo humano, sino queponan su confianza en algo ms que la civilizacin, en algofuera de la historia (As se hizo Europa ... 12). El fin ltimo dela existencia era suprahistrico, la contemplacin de Diosdespus de la muerte, la visin beatfica.

    P. L. Landsberg lo expresa de otra manera: La vida delhombre medieval, afirma, estaba totalmente determinada ensu estilo por una idea clara acerca del sentido de la vida, esesentido cuya desaparicin hace la desgracia del mundomoderno; o, en expresin de Guardini, por el primado dellogos sobre el ethos, el primado del ser sobre el devenir(cf. P. L. Landsberg, La Edad Media y nosotros, Revista deOccidente, Madrid, 1925, 43.48).

    Es esta centralidad de la fe lo que explica el rechazogeneralizado y casi instintivo de la hereja. Aquellos cristianosmedievales no podan soportar las blasfemias de los herejes.Y no slo por lo que ellas tienen de ofensa a Dios, sinotambin, aunque secundariamente, por sus consecuencias enel orden temporal. Dado que el entero rgimen sociopolticodescansaba sobre la fe, la hereja, ms all de ser un pecadoreligioso, apareca igualmente como un atentado contra lasociedad. Cuando los Albigenses, por ejemplo, condenaban la

    licitud del juramento, estaban vulnerando los soportes mismosde la arquitectura social del Medioevo, que reposabaprecisamente sobre la firmeza de aqul.

    Por cierto que no era el Estado quien tena la misin depronunciarse sobre las verdades de la fe y los errores de lasherejas sino las autoridades de la Iglesia, en lo que estabande acuerdo el poder espiritual y el poder temporal. As fuecomo se cre el tribunal de la Inquisicin. Hoy el comn de lagente se escandaliza de que haya existido una institucin

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    semejante. Sobre ella habra mucho que decir, perocontentmonos aqu con recordar lo que asevera Daniel-Rops,

    es a saber, que para comprenderla se requiere ponerse en laperspectiva de la poca, cuando la sociedad aceptaba comoobvio lo que Sto. Toms enseaba desde la ctedra: Muchoms grave es corromper la fe, que es la vida del alma, quefalsificar la moneda, que sirve para la vida temporal (SummaTheologica, II-II, 11,3,c.). Y por aquel entonces los gobiernoscastigaban severamente a los falsificadores de moneda (cf.Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada... 678-679).

    2. Predominio del smboloEn un excelente curso que el Dr. Flix Lamas dictara sobre

    la Cristiandad, se dice que la historia ha conocido tressistemas explicativos de la arquitectura social.

    Existieron, ante todo, sociedades fundadas en el mito, esdecir, que hacan depender de talo cual mito sus valoracionesfundamentales, su concepcin de la vida del hombre y de suhistoria. Ello acaeci y de algn modo sigue acaeciendo

    sobre todo en Oriente, particularmente en la India. Seriainjusto despreciar lisa y llanamente tales sociedades. Confrecuencia esos mitos fundacionales, a pesar de los erroresque incluyen, no carecen de grandeza y armona,constituyendo verdaderos sistemas potico-religiosos. SealaLamas que posiblemente dicha dignidad sea explicable por laproximidad geogrfica de aquellas regiones con el territorio enque tuvo lugar la revelacin primitiva, y de donde parti luegola dispersin de los pueblos.

    Estn, asimismo, las sociedades fundadas en la razn. Laprimera de ellas apareci quizs con Aristteles, cuyaenseanza determin en Grecia el triunfo de la razn sobre elmito. Asimismo el Imperio Romano fue una sociedad racional

    que no hay que confundir con racionalista ya que all larazn se encarn en la organizacin social. De ah que eltriunfo de la Roma imperial y universalista significase lavictoria poltica de la razn, que al triunfar socialmente sobreel mito fue preparando a los pueblos para recibir el misterio.

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    Lo racional que vence a lo mtico entraa un autnticoprogreso. Porque el mito es esttico, no evoluciona; en cambio

    la razn, por tener que estar atenta a las mutaciones de loreal, implica posibilidad de desarrollo, de profundizacin. Elracionalismo, en cambio, en cuanto rebelin de la razn contrael misterio, significa un retroceso.

    Finalmente hay sociedades fundadas en el misterio. Siendoste la explicitacin ms rica de lo real, de la verdad revelada,las sociedades que en l se basan sern ms perfectas.Histricamente la primera sociedad que encarn el misterio ensu tejido social fue la juda. Dios se manifest al pueblo que

    haba escogido, estableciendo con l una alianza sobre labase de esa revelacin mistrica. Es asimismo una sociedadde este gnero la islmica, si bien en ella lo mistrico semezcla con lo mtico. Nos queda y ac arribamos al tema denuestro especial inters la sociedad fundada sobre elmisterio plenario, la Cristiandad. Pero, como bien concluyeLamas su agudo anlisis, dicha sociedad no dej de lado larazn, sino que entabl un dilogo fecundo entre el misterio yla razn, buscando su armona. Y, podramos agregarnosotros, en cierta manera asumi tambin lo valedero quepalpitaba en los antiguos mitos, acogiendo a veces suvocabulario, despegado, como es obvio, de los errores quepoda encubrir.

    Como el misterio est inextricablemente unido con elmbito cultual, pudese afirmar que la civilizacin medievalfue, esencialmente, una civilizacin litrgica, en el sentido latodel trmino, una civilizacin del gesto y del smbolo.

    Sobre este tema nos ha dejado H. Huizinga reflexiones

    inspiradas*. El pensamiento simblico, dice, se presenta comouna continua transfusin del sentimiento de la majestad y laeternidad divinas a todo lo perceptible y concebible,impidiendo que se extinga el fuego del sentido mstico de lavida e impregnando la representacin de todas las cosas conconsideraciones estticas y ticas. En un mundo semejantecada piedra preciosa brilla con el esplendor de toda unacosmovisin valorativa. Vvese en una verdadera polifona delpensamiento, en un armonioso acorde de smbolos. El trabajo

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    del humilde artesano se convierte en el eco de la eternageneracin y encarnacin del Verbo. Entre el amor terrenal y

    el divino corren los hilos del contacto simblico**.*Si bien Huizinga, holands protestante, a nuestro juicio nosiempre ha captado bien el espritu de la Edad Media, sinembargo su honestidad intelectual le ha permitido saborearalgunos de sus valores.

    **Cf. H. Huizinga, El otoo de la Edad Media, Revista deOccidente, Madrid, 1967, 317-322. Para una comprensin msacabada de este tema, nos parece fundamental la lectura deA. K. Coomaraswamy, La filosofa cristiana y oriental del arte,

    Taurus, Madrid, 1980, donde el autor ceilands, analizando lasculturas tradicionales, seala que es propio de ellas el conferirsentido simblico aun a los utensilios profanos. Sus casas,vestidos y vehculos eran ms lo que significaban que lo queeran en s. Cf. mi extenso comentario a dicho magnfico libroen Mikael 27 (1981) 101-110.

    En la misma lnea Guardini ha dejado escrito: El hombremedieval ve smbolos por doquier. Para l la existencia noest hecha de elementos, energas y leyes, sino de formas.

    Las formas se significan a s mismas, pero por encima de sindican algo diverso, ms alto, y, en fin, la excelsitud en smisma, Dios y las cosas eternas. Por eso toda forma seconvierte en un smbolo y dirige las miradas hacia lo que lasupera. Se podra decir, y ms exactamente, que proviene dealgo ms alto, que est por encima de ella. Estos smbolos seencuentran por todas partes: en el culto y en el arte, en lascostumbres populares y en la vida social... Segn larepresentacin tradicional, el mundo todo tena su arquetipo

    en el Logos. Cada una de sus partes realizaba un aspectoparticular de ese arquetipo. Los varios smbolos particularesestaban en relacin unos con otros y formaban un ordenricamente articulado. Los ngeles y los santos en la eternidad,los astros en el espacio csmico, las cosas en la naturalezasobre la tierra, el hombre y su estructura interior, y losestamentos y las funciones diversas de la sociedad humana,todo esto apareca como un tejido de smbolos que tenan unsignificado eterno. Un orden igualmente simblico dominaba

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    las diferentes fases de la historia, que transcurre entre elautntico comienzo de la creacin y el otro tan autntico fin del

    juicio. Los actos singulares de este drama, las pocas de lahistoria, estaban en recproca relacin, e incluso en el interiorde cada poca, cada acontecimiento tena un sentido (R.Guardini, La fine dellepoca moderna, Brescia, Morcelliana,1954, 31-32.38ss).

    Por eso la sociedad medieval sinti la necesidad deexpresarse poticamente, como lo hizo en sus grandesSumas: la Teolgica de Sto. Toms, la Lrica de Dante, laEdilicia de las catedrales... Bien dice R. Pernoud, que a

    diferencia de los modernos, que ven en la poesa un capricho,una suerte de evasin, y en el poeta un bohemio, un bichoraro, la gente de la Edad Media consider la poesa como unaforma corriente de expresin, como parte de su vida, algo tannatural como las necesidades materiales. Para ellos el poetaera el hombre normal, ms completo que el incapaz decreacin artstica (cf. R. Pernoud, Lumire du Moyen ge,Grasset, Pars, 1981, 250-251).

    3. Sociedad arquitectnicaLa respublica christiana de la Edad Media era un cuerpo decomunidades que, partiendo de la familia, pasaba por lascorporaciones de oficios, defendidas ambas por los caballerosde espada, y culminaba en la monarqua, reflejo de lamonarqua divina, que confera unidad al conjunto delorganismo social, sin herir sus legtimas pluralidades. SealaLandsberg que la clave que explica esta visin arquitectnica,tan propia del Medioevo, es la creencia de que el mundo es un

    cosmos, un todo concertado con arreglo a un plan, unconjunto que se mueve serenamente segn leyes yordenaciones eternas, las cuales, nacidas del primer principioque es Dios, tienen tambin en Dios su referencia final.Cuando Sto. Toms, el espritu ms grande de los queplasmaron la idea medieval del mundo, quiso definir elpropsito de la filosofa, dijo que su finalidad consista ut inanima describatur totus ordo universi et causarum eius (queen el alma se inscriba todo el orden del universo y de sus

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    causas). El alma era considerada cual un microcosmos, y elorden del alma, un reflejo del orden del universo.

    Abundemos en esta idea tan rica. Dios es uno. Y al crearno puede no reflejarse en su obra. Por eso el mundo, queproviene del Dios uno, es en su conjunto macrocrosmos ymicrocosmos no slo una unidad sino tambin un universo,es decir, algo que se dirige hacia la unidad (versus unum). Enla concepcin medieval, fuera de Dios no haba cosa algunaque fuese un fin ltimo en s misma. Cada cosa serva a otrams alta. As el mundo de los elementos inanimados, juntocon el de las plantas y animales, serva al hombre. A su vez,

    dentro del hombre, lo inferior serva a lo superior: por ejemplola sensibilidad al entendimiento, los instintos a la razn. En elcampo social exista asimismo una jerarqua duradera y slidahecha de seoros y servidumbres. Finalmente, la naturalezatoda, comprendidos el hombre, el animal y el ngel, serva a laglorificacin del Ser Supremo que los haba creado a ellos yasu orden, los conservaba y los guiaba. Todos los seresglorificaban a Dios por su mera existencia y esencia, ya queen ellos se reflejaba la suma bondad. Pero, al mismo tiempo,las criaturas dotadas de razn tendan a Dios como a finltimo de un modo especial, pues podan encaminar su vidahacia El por libre decisin y alcanzarlo con conocimientoamoroso (cf. P. L. Landsberg, La Edad Media y nosotros... 18-26).

    Concluye Landsberg observando cmo en Sto. Toms, queha compendiado bien esta actitud del hombre medieval, lametafsica no slo fundamenta la historia, la tica y la poltica,sino que las incluye dentro de si. La vida del hombre es vivida

    y conocida primariamente en conexiones metafsicas y desdepuntos de vista metafsicos. Es sta una nota esencial quedistingue el pensamiento y sentido modernos de los de laEdad Media. Esquematizando, se podra decir: el pensamientomoderno es histrico, el medieval es metafsico.

    El genial escritor ingls C. S. Lewis, que ha reunido en unlibro varias conferencias suyas pronunciadas en Oxford sobrelo que llama el Modelo medieval, afirma que encontraposicin con nuestra mentalidad, para la cual la tierra es

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    todo, en la concepcin medieval la tierra era pequea.Toda ella se subordinaba al mundo anglico, dispuesto

    jerrquicamente en nueve coros, segn la enseanza deDionisio, y el mundo anglico se subordinaba a Dios. Ensentido inverso, la luz vena de lo alto, de Dios, pasaba por loscoros anglicos y llegaba a la tierra. Una suerte de escala deJacob, que va de la tierra al cielo y del cielo a la tierra. En elpensamiento moderno, que es evolucionista, el hombre ocupala cima de una escalera cuyo pie se pierde en la oscuridad; enel mundo medieval ocupaba el pie de una escalera cuya cimaera invisible a causa de la abundancia de la luz (cf. C. S.Lewis, La imagen del mundo... 74 s. 54 s).

    El orden medieval era, pues, arquitectnico, una grancatedral. Cada cual saba que all donde Dios le habacolocado en la tierra, tena una tarea definida que cumplir, convistas a un fin perfectamente claro, en la certeza de estarcolaborando en una obra que lo superaba. Como se expresatan garbosamente Huizinga: El hombre medieval piensadentro de la vida diaria en las mismas formas que dentro de suteologa. La base es en una y otra esfera el idealismoarquitectnico que la Escolstica llama realismo: la necesidadde aislar cada conocimiento y de prestarle como entidadespecial una forma propia, de conectarle con otros enasociaciones jerrquicas y de levantar con stas templos ycatedrales, como un nio que juega al arquitecto conpequeas piezas de madera (El otoo de la Edad Media...356).

    La Cristiandad fue, as, un tejido de smbolos y dearmonas sintetizadoras: el Imperio, smbolo de la

    universalidad en el campo poltico; la Iglesia, smbolo de lavocacin de unidad salvfica en el mbito religioso; lasgrandes Sumas Teolgicas y Filosficas, smbolos de lasntesis lograda en el nivel del pensamiento; la Catedral, consus agujas apuntando hacia Dios, como toda la sociedadmedieval, smbolo de la unidad artstica, subordinando a s laescultura, la pintura, los vitrales y la msica; la organizacincorporativa de los oficios, donde an no se haba iniciado el

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    antagonismo entre capital y trabajo, smbolo de la unidad en elcampo econmico y social.

    El P. Meinvielle ha credo encontrar un compendioluminoso del espritu arquitectnico y finalista que caracteriza la Edad Media en aquella frase del Apstol: Todo esvuestro; vosotros sois de Cristo; Cristo es de Dios (1 Cor3,22-23). Un orden inferior, el de la multiplicidad, en que lamultitud del macrocosmos se unifica en el microcosmos quees el hombre (todo es vuestro); un orden mediador, que seconcentra en Jesucristo (vosotros sois de Cristo); un ordenfinal, el de la perfecta consumacin (Cristo es de Dios). La

    llave de esta admirable catedral es Jesucristo, el cual, siendoDios, se hizo hombre, y desde abajo