25
LA CULTURA PURHÉ Il COLOQUIO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA REGIONALES Fuentes e historia Francisco Miranda, editor COLEGIO DE MICHOACAN ACTIVIDADES SOCIALES Y CULTURALES DE MICHOACAN (FONAPAS MICHOACAN)

LA CULTURA PURHÉ...Juan Pedro Viqueira VIH Sumario 11. Las fronteras surorientales del imperio purhépecha 173 Guillermo Martínez 12. El caso de la hacienda de Buenavista y Cumuato

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

  • LA CULTURAPURHÉ

    Il COLOQUIO DE ANTROPOLOGIAE HISTORIA REGIONALES

    Fuentes e historia

    Francisco Miranda, editor

    COLEGIO DE MICHOACANACTIVIDADES SOCIALES Y CULTURALES DE MICHOACAN

    (FONAPAS MICHOACAN)

  • LA CULTURA PURHÉI l COLOQUIO

    DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA REGIONALES

    Fuentes e HistoriaFrancisco MirandaCompilador

    14 al 16 de agosto de 1980 - Zamora, Mich.

    COLEGIO DE MICHO ACANFONDO PARA ACTIVIDADES SOCIALES Y CULTURALES DE MICHOACAN

    (FONAPAS MICHOACAN)

  • Sumario

    1. Programa, instituciones participantes, crónica 1Francisco Miranda

    2. Las exploraciones arqueológicas en el área tarasca 15Otto Schóndube, Marcia Castro Leal, com en tarista ;Alvaro Ochoa, re la to r

    3. La Relación de Michoacán y otras fuentes para lahistoria prehispánica de la cultura purhépecha 31Francisco Miranda, Jemia Le Clezio, com entaristas

    4. Viaje a las crónicas monásticas de M ichoacán en buscade los purhépecha 49Luis González, J . Benedict, Warren y Delfina López Sarrelangue, com en taristas

    5. La cultura purhépecha en la historiografía posterior a laindependencia 75Xavier Tavera Alfaro

    6. Escritos y fuentes de la lengua purhépecha 83heneo Rojas Hernández, J . M . G. Le Clezio, com en tarista

    7. Fuentes de la investigación etnom usicológica en M ichoacán 97J . Arturo Chamorro, Catalina Velázquez Morales, re la to r

    8. Fuentes y datos para el estudio de la m edicina purhépecha 121Arturo Arguetay equipo de medicina tradicional, Yolanda Alaniz, re la to r

    9. La visión del mundo y de la vida entre los purhépecha 143Agustín Jacinto Zavala

    10. La muerte en el imperio tarasco vista a través de laRelación de M ichoacán 159Juan Pedro Viqueira

  • VIH Sumario

    11. Las fronteras surorientales del imperio purhépecha 173Guillermo Martínez

    12. El caso de la hacienda de Buenavista y Cumuato vs. lacomunidad e indígenas de Pajacuarán 179Heriberto Moreno García, Beatriz Rojas, com en taris ta

    13. Tenencia y explotación de la tierra en el M ichoacánprehispánico, trabajo compesino entre los tarascos 201Gerardo Sánchez Díaz

    14. Transferencia de excedentes a los evangelizadores a travésde los cargos religiosos en el sistema tradicional de las comunidades indígenas 211Catalina Velázquez Morales, M a. del Carmen Díaz Mendoza, com en taris ta ; Lucila del Carmen Léon Velqsco, re la to r

    15. Las cofradías hospitalarias en la formación de la concienciacom unitaria 225Josefina Muriel

    16. Los religioneros michoacanos 237Alvaro Ochoa

    17. La segunda (cristiada) en M ichoacán 245Jean Meyer

    18. Algunas proposiciones para el estudio de estructurassociales en la meseta tarasca 277Patrick Pasquier

  • 4Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    en busca de los purépecha

  • por Luis González £1 Colegio de MichoacánLa conquista espiritualde los pu rép ech a fue o b ra de pocos y en tusiastas m isioneros de las órdenes de San F rancisco y San A gustín , de la C o m p añ ía de Je sú s y del clero seglar, presid idos po r V asco de Q u irog a . Se dice que los franciscanos v in ieron a M ichoacán a solicitud de cazonci T an g ax o an T sin tsich a en 1525; los agustinos, convidados po r el v irrey A ntonio de M en d o za , en 1537, y los jesu ítas, a invitación de don Vasco de Q uiroga, en 1573, después de la m u erte del obispo que h ab ía estado de ju ez en M icho acán en 1533 y de ilustrísim a de 1538 a 1565. T am b ién hay que m eter en el ajo de la evangelización m ichoacana a m ás de un encom endero , a la S egunda A udiencia , al p rim er virrey y a otros pa troc inadores (1).

    E n el p rim er in ten to evangelizador de los franciscanos figu ran , com o es b ien sabido , fray M artín de C hávez, a qu ien tam b ién se le conoce con los nom bres de M a rtín de Je sú s y de M artín de la C o ru ñ a , P edro de las G arrov illas, Jaco b o D ac iano , J u a n de San M iguel, Je ró n im o de A lcalá, M a tu rin o G ilberti y J u a n de E spinosa. C o ru ñ a predicó la fe, la m oral y los ritos católicos a indios de la M eseta T arasca ; G arrov illas se convirtió en el apósto l del P lan de T ie rra C alien te ; D aciano fue el m isionero de los valles de Z acap u , Y u récu aro , T lazazalca , T an g an c ícu a ro , C h av in d a , G u arach a y anexos; a San M iguel le tocó esparc ir el cristian ism o en el ro sario de paraísos que van de A rio a P eribán , en uno de los cuales fundó a U ru a p a n . A Je ró n im o de A lcalá no le alcanzó la v ida p a ra ser g ran m isionero que sí p a ra p o n er la base de la acción m isional con su conocim iento de la len gu a p u rh é y su libro sobre la cu ltu ra de los pu rh eh ab lan tes . El francés G ilb erti fue el apóstol de los valles de Z in apécu aro , M arav a tío , y otros del rum bo y llegó a ser ducho en siete lenguas del O cciden te de la N u eva E sp añ a y a escrib ir g ram ática del pu rh é . E spinosa tuvo el prestigio de h ab er o rgan izado a las poblaciones de la M eseta T arasca .

    Los frailes de San A gustín , que llegan a M ichoacán poco después de los frailes de S an F rancisco , escogieron com o cuarte l m ayor a T irep e tío d o n de hu bo casa conven tual y de estudio . D esde a llí se d esp a rram aro n po r las diversas regiones m ichoacanas. A lonso de la V erac ru z , F rancisco de V illafuerte y J u a n B au tista M o ya trab a ja ro n en la cristian ización de los

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 51

    indios de la zona del Balsas y del P lan de T ie rra C alien te . F ray D iego de C hávez fue el congregador de los pueblos del Bajío M oreliano y qu ien hizo la lag un a de Y u riria . F ray S ebastián de T ra s ie rra , apóstol en el Bajío Z am orano , puso en su sitio actual al pueblo de J aco n a . F ray R odrigo de M endoza , cuyo principal cam po de operaciones fue la M eseta T arasca , devino el m ayor conocedor de la lengua pu rh é y qu izá h ay a sido el m ás háb il m aestro en cosas relacionadas con la ag ricu ltu ra . Se dice que gracias a los sem bradíos de caña de azúcar que puso en T a re ta n sacó de pobre al convento de T in g am b ato (2).

    Los jesuítas, po r h ab er llegado m ucho después que los frailes, y los clérigos, po r poco tem ple m isional, desem peñaron funciones secundarias en la evangelización. C om o q u ie ra , todos coincidieron en el cam ino a seguir p a ra la conversión de los na tu ra les . C om o principio de cuen tas h ab ía que ap ren d er la lengua de ellos. C om o segundo paso, era ind ispensab le investigar el con jun to de sus tradiciones. En tercer té rm ino , conocido el m odo de vivir de los vencidos, u rg ía a rrem ete r victoriosam ente co n tra él. Los m isioneros, in undados de esp íritu evangélico, ju n ta ro n m in ucio sam en te las an tigüedades de los indios con el propósito de acuchillarlas, sobre todo las de signo opuesto a las novedades tra ídas por los h ispanos (3). Los p r im eros apóstoles de M ichoacán hicieron antropo log ía e h isto ria p reh isp á nica pero sólo uno de ellos no se lim itó a reu n ir saberes de la cu ltu ra pu rhé p a ra uso p rivado de la p ráctica apostólica. F ray Je ró n im o de A lcalá quiso hacer h isto ria crítica, escrib ir lo averiguado acerca de la existencia preolídica de los pu rép echa p ara ayu darse y ay u d ar a sus colegas en la operación de destru ir lo creído po r la sociedad pu rh é , de d a r m uerte a los cultos a C u ricau eri, C u erau áp eri y X a ra tan g a ; de liq u id ar el respeto al pe tám uti; de sup rim ir el festival de las flechas, y o tras dom inaciones y costum bres preh ispán icas que según los frailes olían a diabólicas (4).

    El jo ven fray Je ró n im o de A lcalá, descubierto com o au to r po r Ben W arren , hizo, con la ayu da de P edro C u in ie rán g ari y otros expertos indígenas, la Relación de las ceremonias y ritos y población y gobierno de los indios de la provincia de Michoacán, gracias a la cual se supo de donde v in ieron los pu rép echa , de sus dioses y diosas principales “ y las fiestas que les hacían . . . C om o poblaron y con qu istaron esta prov incia los an tepasados del cazonci y. . . l a gobernación que ten ían en tre sí h as ta que v in ieron los españoles” (5). A u nq ue la p rim era p arte de la o b ra de A lcalá se h a p e rd ido lo que qu ed a sigue siendo la m ayor y m ás au to rizad a p in tu ra del estilo de v ida de los h ab itan tes de M ichoacán en los siglos X V y p rim era m itad del X V I. N ing uno de los cronistas religiosos posteriores a Je ró n im o de A lcalá penetró tan to y tan am pliam ente en el m un do pu rh é an te rio r a la conqu ista com o lo ha m ostrado la m ad u ra ponencia de Francisco M ira n da (6). A lcalá, p a ra poder a rra n c a r de cuajo u n a cu ltu ra que sin em bargo ad m irab a , la describ ió adm irab lem en te , com o lo hicieron O lm os y

  • 52 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    M oto lin ía con la civilización náhuatl. El deseo de ex tirp ar un estilo de vida non grato a la m ente cristiana posibilitó la hech ura de u n a ob ra de p r im er o rden sobre el estilo de vida de los pu rép echa .

    El conocim iento fra iluno de la lengua pu rh é y de las o tras costum bres de los na tu ra le s , la ac titud inclusiva de éstos, el d inam ism o apostólico de los hom bres de sayal, la figura carism ática de T a ta V asco y lo que ustedes q u ie ran p rod u jo el m ilagro de la cristianización de los pu rép echa en un clic, en cosa de m edio siglo, de los años tre in ta a los ochen ta del siglo X V I. E n esa m ism a estrechu ra tem p ora l, a causa de ep idem ias, m a ltra tos, abortos y dem ás con tra tiem pos tan m inuciosam en te vistos po r los h isto riadores de la serie crítica, los p u rép echa se redu jeron a la cu a rta parte de los que e ran en su an tig ü ed ad . En poco tiem po sucedió la catástrofe dem ográfica y la e n trad a m asiva de los m ichuaques al redil de la c ris tian dad . E n u n san tiam én los operarios de la cristian ización se q u ed aro n sin m ies. M u erto s o convertidos los indígenas req u erían u n tra to d iferente. P o r lo p ron to , conversos y m enguados, los pu rép echa de ja rían de ser tem a atractivo de tra tad os graves.

    E n el ú ltim o cu arto del siglo X V I, la conversión de los pu rép ech a al cristian ism o llegó a ser un hecho p rác ticam en te consum ado . L a necesidad de escrib ir sobre las viejas ido latrías p a ra ex tirparlas hab ía perd ido v igencia. Sin gente que convertir, el esp íritu apostólico se desinfló m ás de la cuen ta . P a ra rehacerlo com enzó a pensarse en la conven iencia de evocar a fray M a rtín de la C o ru ñ a , fray Alonso de la V eracru z , fray J u a n de E sp inosa, fray D iego de C hávez , fray Jaco b o D ac iano , fray S ebastián de T r a sierra , fray J u a n B au tis ta M oya y dem ás frailes de la p rim era ho rn ad a . S intióse entonces la u rgen cia de h ace r u n a h isto ria de asun to d istin to a los de O lm os, M o to lin ía , N avas, D u rán S ahag ún y A lcalá, ya no p a ra lib ra rse de u n pasado sino con el p ropósito de recu p e ra r valores p re téritos. A sí lo quiso la

    Generación de cronistas de finales del X V Ique tuvo rep resen tan tes ilustres en las diversas prov incias religiosas de la N ueva E sp añ a , que en la de M ichoacán com ienza con un fraile criollo. D iego M u ñ o z h ab ía nacido en C h o lu la hac ia 1540 y 30 años después ya era fraile de S an F rancisco versado en leyes y teología. Fue el p rim er p ro vincial criollo de la prov incia de S an P edro y S an Pablo de M ichoacán y com isario de la Inqu isic ión en to da la N u eva E spañ a . A nduvo m etido en m il quehaceres, algunos apostólicos (7). Q u izá po r su m últip le d in am ism o sólo pu do escrib ir u n a breve Crónica de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán en la Nueva España en resp uesta a lo solicitado po r el pad re general fray F rancisco de G onzaga . E sa crón ica fue hecha en 1583 y h a sido pu b licada po r p a r tid a doble rec ien tem ente (8). M u ñ o z prescin-

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 53

    de de los p u rép echa conversos. Le p reocupan los chichim ecas, adoradores de “ ídolos de p ied ra y b a rro , de feas y ho rrendas figu ras” (9), adictos a los sacrificios hu m anos, com batien tes feroces y verdaderos m onstruos de la n a tu ra leza , pero le p reocu pa m ucho m ás tra za r la v ida y v irtudes de c incuen ta frailes m isioneros. M u ñ o z ofrece un reperto rio de bu enas conductas im itables, dignas de ser im itadas por los religiosos. Sin em bargo , los historiadores de hoy no le ap recian po r ese propósito . Le p restan a lg u na a tención por ser o rig inal, po r no h ab er tom ado su in form ación de otros au to res, por sacar lo poco que cuen ta de sus propios recuerdos y de las re m em branzas de algunos frailes ancianos.

    C om o qu ie ra , la h istoriografía actual priv ilegia a otro orig inal aun qu e casi tan breve com o M u ño z. Francisco R am írez , nacido en L eón a m itad del X V I, llegó a M éxico en 1579 y poco después fue a vivir a la residencia de los jesuitas en P á tzcu aro desde donde despachó , en diversas ocasiones, breves y num erosos inform es sobre m isioneros, neófitos y descarriados (10). E n 1585 se dijo de él: “ T ien e m ediano ingenio, bu en ju ic io y p ru dencia. . . Es suficientem ente docto en sus artes y teología; es bu en a len gua ta rasca y m uy aplicado a ay u d ar a los in d ios” (11). Ese m ism o año escribió la “ R elación sobre la residencia de M ich o acán ” donde, al con trario de M u ñ o z , ded ica tan to a las activ idades m isioneras com o a los indios evangelizados y su con to rno . De la tie rra ta rasca dice: “ Es la m ás tem p lada y ab u n d an te que yo he visto, con u n tem ple apacible y sano y u n a g rande ab u n d an c ia de fru tas así de la tie rra com o de C a s tilla ” . De los indios: “ son gente m ansa y g rand em en te in gen iosa” . A la cu ltu ra a n terio r a la conqu ista le concede apetitosas pág inas. Por ejem plo, re la ta cóm o los dioses hicieron a los seres hu m anos según la m ito logía pu rhé.

    “ Los hom bres decían h ab er hecho los dioses de ocho pelotillas hechas de ceniza, rociadas con la sangre que se sacó de las orejas u n m ensajero que los dioses del cielo env iaron p a ra eso, llam ado C u riti C ah eri, que qu iere decir g ran sacerdote. Al cabo de h ab er ten ido [las pelotillas] a lg u nos días en un bacín , de cuatro salieron varones, y de las o tras cuatro m u jeres; pero sin co y u n tu ra n in g u n a , de m an era que no se podían ni sen tar ni m enear. D espués de haberlos to rn ado o tras dos veces a deshacer los dioses del cielo, po r no estar a su con ten to , la te rcera los destru yeron con un diluvio de cinco días, en que se ab rieron todas las fuentes y ríos, y cayó ta n ta agu a que los consum ió a todos con todas las dem ás cosas de la tie rra . . . [Sólo] se escaparon un hom bre y u n a m u jer sobre u n m onte m uy alto. . . y por no ten er o tra cosa que com er, por haberse todo an eg ado, con los palos que pud ieron h a lla r y cierto in s tru m en to sacaron fuego, y com enzaron a asar venados. Subiendo el hum o al cielo, p regu n tó la m adre de los dioses qué e ra aquello . Siéndole dicho lo que pasab a , envió a su sum o sacerdote a destru irlos, el cual les dio con u n a calabaza en la cabeza, y se to rn a ro n perros.

  • 54 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    “ E ntonces to rn a ro n a m an d a r al sum o sacerdote los dioses p a ra que h iciesen los hom bres la cu a rta vez. T o m an d o otras ocho pelotas de ceniza, haciendo lo m ism o que la vez p rim era , salieron cuatro hom bres y cuatro m ujeres de la m an era que son aho ra . Po haberles con ten tado a los dioses, les h ech aro n la bendición y com enzaron a m ultip licarse . . y p a ra resta u ra r las dem ás cosas, m an d aro n al dios del in fierno que diese orden en eso, y concib iendo su m u jer, vino a p a rir todas las dem ás p lan tas y á rb o les, com o están . . . P uestas pues todas las cosas en o rden , to rnó o tra vez a salir el sol. .

    C om o la tran sc rita , hay varias no tas en el texto de R am írez que de a lgu na m an e ra sup len la p arte p erd ida de la Relación de Michoacán. P or lo m ism o, lo de R am írez es un docum en to precioso p a ra el conocim iento de las creencias p reh ispán icas. T am b ién cuen ta cosas sobre la conqu ista esp iritu a l, y al con trario de los m isioneros de otros pu n tos, no cree que esa conqu ista hay a sido u n fracaso. Según él, en los pu rép echa , en 1585, ya no q u ed ab an “ rastros de id o la tría” . C om o tra ta r de edificar a otros, re fiere m u ltitu d de h istorias edificantes (12).

    P o r lo que m ira a fray P edro de V era , el fraile agustino coevo de los dos an terio res, sólo hay que decir que fue m ucho m ás in teresan te com o person a que com o cron ista . E n E spaña hab ía nacido y en trad o a la o rden de S an A gustín . E n 1574 vino a N ueva E spañ a y concre tam ente a M icho acán donde se volvió el p red icado r m ás asiduo en tarasco. “ N o h ab ía do m ingo ni fiesta que no p red icase” . C om o M u ño z y R am írez escaló todos los puestos que le ofrecía la c ircunstanc ia . Fue p rio r en T acám b aro y C u itzeo y el p rim er jefe de San N icolás T o len tino , la prov incia agusti- n ia n a de M icho acán . D esde este oficio m áxim o despachó su “ R elación fided ign a” , breve y p recu rso ra , com o las de M u ñ o z y R am írez , de las g randes relaciones m onásticas del siglo barroco (13). Lo expuesto po r el franciscano D iego M u ñ o z , el je su ita Francisco R am írez y el agustino P edro V era p re lu d ia la v ida y la ob ra de m edia docena de frailes au to res de crónicas edificantes o pragm ático-éticas. T res constituyen u n a

    Primera generación de cronistas barrocosy m ich uaqu es que floreció en la p rim era m itad del borroso siglo X V II . D el trío u n o fue franciscano , y los dos restan tes , agustinos. D e éstos, el m ás célebre y añoso se llam ó D iego de B asalenque, de la o rden de San A gustín .

    F ray D iego nació en E sp añ a , en T orm es y en el año de 1577; pero siem pre dio la ap a rien c ia de criollo po r h ab er llegado a* N u eva E spañ a m uy n iño . Se educó con los jesu itas en P ueb la y se m etió a la o rden agus- tin a a los qu ince años de edad . D e él po d ría decirse lo que él dijo de su corre lig ionario V era . Profesó en la o rden ag u stin ian a an tes de que el

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 55m undo le hubiese estam pado sus im ágenes. E ra u n “ vaso nuevo en qu ien no hab ía caído el licor del m u n d o ” . A cam bio de m un dan idad es recibió el olor de san tid ad , los m últip les sabores de la cu ltu ra b arroca , el son de la fam a y los ten tácu los del poder (14). D ejó m uchas m uestras de ascetism o o de “ m uerte en v ida p a ra gozar de v ida en la m u e rte ” . Fue un poderoso talen to que se m ovía com o en su casa en los laberin tos de la filosofía, la teología, la E scritu ra , la m úsica, el derecho y la ascética; es decir, .en las grandes y las m enudas sab idu rías. Se acostum bró a ser aclam ado po r sus alum nos a qu ienes les h ab lab a en la tín y po r los indios a qu ienes se d irig ía en tarasco. Fue m aestro , p red icado r, can to r, p rio r y prov incial. A los 60 años se re tiró al convento de C h aro a bien m orir, pero com o d u ra ra en vida m ás de lo p resup uestad o , com puso libros ap arte de los doce o qu ince que hab ía com puesto an tes, en tre otros el que a q u í nos in teresa , y que él hizo po r razones u tilita rias , “ p a ra exh orta r a la san tidad y v irtudes de aquellos pad res p rim ero s” (15). De hecho, B asalenque, según sus prop ias p a lab ras, sólo se p ropuso escribir “ las vidas de los varones insignes a quienes debem os im ita r” (16).

    Según B asalenque, “ no son todos los estudios p a ra todas las edades. . . L a gram ática es estudio de niños, la m etafísica de hom bres de d iscu rso ” , y la h isto ria de viejos (17). En la b u en a edad de los se ten ta años p rodujo la Historia de la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán del orden de nuestro padre San Agustín, hecha a base de lo que le con taron los que conocieron a los p rim eros padres y lo que B asalenque vio y supo po r ex p erien cia (18). A u nq ue m enciona a su con tem poráneo J u a n de G rija lva , el fam oso cron ista agustino , se sirve m uy poco de él. Su h isto ria , po r lo que m ira a las fuentes, no usa de docum entos. A hora le llam aríam os al libro p rim ero h isto ria o ra l, y a los dos restan tes, m em orias. A hora nos gustaría que h u b ie ra recordado a las sociedades indias, de las cuales sólo ve de re filón a dos de ellas: la ta rasca conversa a la que predicó en sus m ocedades, y la pirinda o m atlazinca donde vivía al tiem po de escribir su Historia (19).

    B asalenque com puso su Historia en C h aro , tie rra m atlaz inca . A llí le puso punto final en 1646, cinco años antes de su m uerte . L a edición príncipe (un libro de 219) hojas fue de 1673 y de la casa im presora de la v iud a de B ernardo C a lderón . T uv o b u en a acogida au n q u e no ta n ta com o p a ra ser re im presa d u ran te la colonia. M ás de dos siglos después la reed itó , en tres tom os, la Voz de México, y casi 300 años m ás ta rd e , en 1963, la edito rial J u s con in troducción y no tas de Jo sé B ravo U g arte . C om o libro de su época, se ab re con los sentires, pareceres y censu ras de ocho frailes, la ded icato ria del au to r, u n a advertencia a qu ien leyese y la p ro testa de aca tam ien to al P ap a U rb an o V III . El cuerpo de la o b ra se divide en tres libros su b divididos en capítu los. El p rim ero de éstos se ocupa de la llegada de los padres fundadores a M ichoacán y de la fundación del convento de T irepetío ; el segundo , de la fo rm a com o los agustinos ca teq u izaban a los

  • 56 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacánn a tu ra le s ; el tercero , de las peripecias de sus correlig ionarios en T ie rra C alien te ; el cu arto , de las grand iosas construcciones agustinas, y los dieciséis restan tes del libro I, de la v ida y v irtudes de los frailes A lonso de la V erac ru z , J u a n B au tista , D iego de C hávez y S ebastián de T ra s ie rra y de la fundación de los conventos de T acám b aro , V alladolid , Y u ririap ú n - daro , C u itzeo , T z iro sto , G u ad a la ja ra , San Luis Potosí, e tcétera . Los doce capítulos del libro segundo refieren la vida de la provincia de San N icolás T o len tin o desde que hizo v ida ap a rte de la p rov incia de M éxico; la celeb ración de los diez prim eros capítu los provinciales y las designaciones de V era , Soto, A guila , T o ro , C ab alle ro , Sosa, H u rta d o y del prop io B asalenque. E n el libro tercero sigue hab lan d o de capítu los y frailes p ro v in ciales, ah o ra de la e tap a 1629-1646. A lo largo de la o b ra en tra n y salen religiosos y ra ra vez u n indio. C om o q u ie ra , adem ás de asun tos re lac io nados con p rácticas relig iosas, se p u eden esp igar noticias orig inales acerca de cóm o se ob tuvo la tran scu ltu rac ió n de los pu rép ech a m ed ian te m isas, catecism o, confesión, com u n ió n , alegres cerem onias públicas y costu m b res caseras com o la de recu b rir el jaca l de “ im ágenes, cruces y cruc ifijos” . A p arte de referirse a las levitaciones y a la m an era que ten ía fray J u a n B au tista de hacerse tra s lad a r de un sitio a o tro po r ángeles, B asalenque , com o n in g ú n o tro cron ista , nos p erm ite en trev er la activ idad económ ica de los pueblos, en el siglo de la despoblación. Sin que se a rm en de paciencia, po rq u e es u n a o b ra m uy bellam ente escrita , la lec tu ra de la Historia de B asalenque les d ep a ra a los tarascólogos no m uchos pero sí m uy suculen tos inform es acerca de los indios posth ispán icos.

    F ray J u a n G onzález de la P u en te , o riu nd o de la R io ja , llegado a la N u eva E sp añ a de n iño , parec ía que iba a ser o tro B asalenque. C om o B asalenque, ingresó m uy jo v en y fue m uy san to en la o rden de S an A gustín . C om o B asalenque, m an e jab a con so ltu ra a rtes , filosofías, teologías, g ra m áticas, lenguas clásicas e indígenas y sagradas escritu ras. C om o B asalen qu e , fue m aestro y p rio r (20). Al revés de B asalenque se puso a escrib ir h isto ria en la edad ju v en il, edad poco a p ta p a ra la rem em oración . T a m b ién al con tra rio de fray D iego, fray J u a n G onzález escribió sin d ig re siones nueve biográfías de agustinos e jem plares en te rrado s en la p ro v in cia de S an N icolás T o len tino . Le puso Chrónica augustiniana de Michoacán; fue im p resa en 1624 y p rob ab lem en te a trac tiv a entonces. H oy a nad ie le sup rim e el sueño (21).

    A hora es m ucho m ás estim ado fray Alonso de la R ea, cuyo apellido pudo ser com o lo escribim os hoy, pero tam b ién L arrea y L arra . O tro m isterio es el año de nac im ien to , pero no cabe d u d a que fue criollo y que vistió el háb ito de S an F rancisco en V alladolid en 1624 y que fue lector de filosofía y teología. C om o sus colegas de generación y de oficio devino ju s to , sabio y poderoso . Su o riundez novo h isp ana no le im pidió ten e r v a rios cargos y d esem p eñ ar encom iendas difíciles com o las de defin idor y

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 57provincial, en tre o tras. E n 1649, fue electo, en T z in tzu n tzan , provincial de la prov incia franciscana de los apóstoles San P edro y San Pablo de M ichoacán . Y a p a ra entonces hab ía escrito la crónica de la p rov incia (22). C om o a G onzález y B asalenque le tocó vivir en el p rim er tercio de la edad barroca que corre de 1620 a 1760. Fue m iem bro de u n a c ircu n stan cia en decadencia , m an ieris ta , con trad ic to ria y au n no dem asiado confusa pero m ucho m enos c lara , y b rillan te que la época de las g randes hazañas de C ortés, G u zm án , O lid y los M ontejo . P a ra 1620 ya im p erab an la inseg u ridad , las m etas cortas, los m étodos sofisticados, la noche de lu na nueva. Pestes, terrem otos, catástrofes dem ográficas, y o tras calam idades pon ían a la N u eva E spaña al borde del abism o, en ac titud de estrem ecim ien to , en zozobra. E n un m edio así fue fácil la aparic ión de los dos libros ya citados y de este hecho p a ra edificación de unos frailes que se volvían contem plativos y m edrosos.

    La Chrónica de la orden de nuestro santo padre San Francisco, Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán en la Nueva España fue escrita po r fray Alonso de la R ea en 1639 y publicada po r la v iuda de B ernardo C alderón en 1643, tre in ta años antes que la Crónica de B asalenque. Al estilo todav ía de los precursores del d inám ico siglo an te rio r, al p rincip io de la crónica del franciscano se describe a la n a tu ra leza m ichoacana en tono m uy ad m ira tivo; da cuen ta sucin ta de las an tigüedades tarascas y de la conqu ista del im perio p u rh é po r los españoles (23). A las vo landas in fo rm a de la ven ida de los franciscanos a M éxico, de su extensión a M ichoacán y de cóm o se erigió la custod ia m ichoacana com o p arte de la ya erig ida prov incia del Santo Evangelio de la N ueva E spaña . T od o lo dem ás, que es lo m ás, son biografías de los prim eros evangelizadores. Sólo de paso hab la de asun tos no frailescos y no edificantes. Al descubridor del L ienzo de Ju c u ta c a to no le in teresaban m u ch o ‘las an tiguallas de los pu rép echa . E n la segunda m itad de su crónica, ni siqu iera de paso vuelve a tra ta r de los indios y de los feligreses en general. T am poco u n a

    Segunda generación de cronistas barrocosen la que sobresalen fray M atías de E scobar y fray Isidro Félix de E sp inosa, fue afecta a n a rra r cosas de indios. Se tra ta de hagiógrafos sin los in d igenism os de los prim eros frailes. A lgunos, encerrados en sus conventos, apenas tuv ieron relación con abo rígen es. O tro s sab ían de indios m atreros que no de los dulces tarascos. Q u izá creían que los pueblos ind ígenas estab an condenados a ex tinguirse y no e ra útil ocu par la p lum a en describ ir m oribundos.

    E n lo m ás negro de la edad barroca le tocó vivir a fray Ja c in to de Avi- lés del que se sabe poco. D e él escribió E scobar: F ue “ defin idor y p resid e n te ” de la p rov incia m ichoacana . E n el p rim er decenio del siglo

  • 58 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    X V III , “ en la cansad a edad de casi ochenta años tom ó com o cisne cano la p lu m a p a ra can ta r las glorias de su m adre ; em prend ió u n a difícil ob ra in ten tan d o añad irle m ás cuerpo a la ob ra de nu estro B asalenque. N o es fácil — dice E scobar— poder añ ad ir o acabarle versos a M aró n ; la clava de H ércu les sólo Alcides la m aneja , el rayo sólo J ú p ite r lo tiene en las m a nos; sólo B asalenque podía prosegu ir, acab a r y m an e ja r sus ob ras, no o tro alguno . Q u itó le la m uerte en C h aro de las m anos la p lu m a después de h ab e r escrito sucesos de la prov incia de San N icolás T o len tin o que van de 1643 a 1706 (24).

    Q u ien escribió acerca de fray Ja c in to y con tra su p re tensión de con tin u a r a B asalenque fue qu ien lo con tinuó . H a b ía nacido cerca de S an ta C ru z de T enerife en 1690 y llegado a la N u eva E spañ a hacia 1701. Ya fraile de S an A gustín , hizo estudios de filosofía en C u itzeo y de teología en V alladolid . T am b ién fue lector de artes en aquél y de teología d o gm ática y E scritu ra en éste. Se dice que m isionó en T iripe tío y C h aro pero seg u ram en te no p a ra convertir indios p u rép ech a y p irindas que ya e ran m ás religiosos que sus frailes. Fue p rio r de V alladolid y cron ista de la p ro v in cia de S an N icolás T o len tino , cuan do aú n no llegaba a los c in cuen ta años de edad pero ya e ra au to r de cinco obras: La cornucopia sacra, Las dos mejores olivas, Los apuntes predicables, Los ocios felices y Voces de tritón sonoro. C om o si eso fuera u n a n ad ería , escribió siete tom os de o ra to ria sacra que se h an ex trav iado y que p rob ab lem en te ex trav iaron a sus aud ito res. E scobar v ivió ocupad ísim o en sus rebuscam ien tos de o rad o r y escrito r y en sus cham bas que llegaron h asta la altísim a de prov incial. C u an d o desem p eñ a b a ésta lo so rp rend ió la m uerte en 1748 (25).

    T a n to en sus serm ones, com o en sus b iografías y crón icas, E scobar se p ropuso ofrecer ejem plos de v ida religiosa p a ra que sus correlig ionarios de la o rden de S an A gustín leyendo las vidas de los frailes ju s to s de la p ro v incia de S an N icolás de M icho acán , “ im ita ran sus co stu m b res” (26). C om o biógrafo e h is to riad o r, al revés de los p receden tes, no bebe en sus prop ias experiencias. El se pone a escrib ir a la vista de lo escrito po r B asalenque, G onzález y Avilés. C onfiesa el robo hecho a los tres an terio res y agrega: “ S ub iré com o Z aqueo , sobre los g randes y ancianos sicóm oros. . . ” B ien en ca ram ad o en las crónicas de B asalenque, G o n zález y A vilés, E scobar se puso a ver, describ ir y ensa lzar m uchas vidas ilustres y e jem plares (27).

    L a Americana Thebaida, vitas patrum de los religiosos hermitaños .de nuestro padre San Agustín de la provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán, escrita po r fray M atías en 1729, se m an tu v o in éd ita h as ta 1890 en que N icolás L eón hizo im p rim irla p arc ia lm en te . F ue im presa de p u n ta a p u n ta en 1970 po r Balsal E d ito res, con u n prólogo de fray N icolás N av arre te donde se lee: “ P ued e m uy b ien com p ararse esta c rón ica a u n re tab le ch u rr igueresco. . . P o r su e s tru c tu ra , estilo y desarro llo . Es irreg u la r en su

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 59

    estru c tu ra po rque no sigue el o rden lógico y cronológico de la h isto ria de la com u nid ad . A d iferencia de su m aestro B asalenque, qu ien nos d a el con jun to histórico de cada periodo provincial, E scobar nos ofrece cuadros separados: uno de los escritores, otro de los obispos y nueve de los conventos fundados en la p rov incia , con la biografía de sus respectivos fu n d a dores, com o si fuese la im ag inería estofada de los colaterales. . . ” C oncluye con la “ invención m arav illosa de M aría S an tísim a N u estra Seño ra de la R aíz que se ven era en el pueblo de nu estro pad re San A gustín de X a c o n a ” . (28) N o obstan te su laberín tica es tru c tu ra , com o los dem ás libros históricos de los frailes m ichoacanos del X V II y p rim era m itad del X V III , no se a p a r ta de la m eta m ayor de m over a los frailes a b u en a con ducta.

    Es inútil bu scar en la Americana Thebaida algo com parab le a la Relación de Michoacán. L a Americana sólo dedica frases sueltas y gen eralm ente elogiosas a los tarascos por artistas y po rque “ jam ás doblegaron la cerviz a p ríncipe ex tran je ro ” (29). R econoce que “ son sus curiosidades en todo el m un do celebradas, pa rticu la rm en te la e scu ltu ra” (30). R econoce que los gachupines los hacen m enos pero que no todos se in tim idan an te el desdén h ispano. C o nsid era a la m ayoría ta rasca tan hum ilde que no osa lev an ta r su b u en a voz y así no sale a oposiciones (31). A cepta que la m arg i- nación de los indios, adem ás de ser hija de la v irtu d de la h u m ild ad , lo es del vicio de la len titu d que hasta cierto pu n to se ju stifica cuan do se vive en “ la m ejor tie rra del m u n d o ” com o es la h ab itad a po r los m ichuaques (32). E n fin, ap arte de p iropos, casi no dice n ad a de éstos. P a ra los b u scadores de lo pu rh é es m enos m alo E spinosa.

    F ray Isidro Félix de E spinosa nació en Q u e ré ta ro en 1679. E stud ió la g ram ática , entonces tan indispensab le p a ra ser escrito r confuso, difuso y profuso. A los 16 años se hicieron de él los franciscanos del C olegio A postólico de P ropaganda Fide de Santa C ruz De Q uerétaro . D izque por qu em arse las pestañas en el estudio perdió su salud y hubo que m andarlo a M ichoacán a recuperarla . U n a vez rehecha la salud en donde se d ab a a raudales, volvió de m aestro de novicios a Q u eré ta ro . E n 1709 fue de m inistro a la m isión de San J u a n del R ío G ran d e y de allí salió a convertir a los nóm adas de T exas que po r poco lo m a tan . P udo fu n d ar cu a tro m isiones en T exas, ap ren d er a lgunas lenguas de a llá , en fren tarse a los f ran ceses y vivir en S an A ntonio m ien tras lo devolvían a su colegio de S an ta C ru z y le d ab an los cargos de calificador de libros p a ra la Inqu isic ión y de cron ista de la prov incia franciscana de M ichoacán . Poco an tes h ab ía dado a las prensas su Chrónica apostólica y seráfica de todos los colegios de propaganda

    fide; E l chérubin custodio del árbol de la vida o sea u n a b iografía de fray A n to nio de los A ngeles, y E l peregrino septentrional atlante, o la v ida y m ilagros de fray M arg il de Je sú s . Poco después, escribió la Crónica franciscana de M ichoacán (33).

  • 60 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    C om o L a R ea , E spinosa se p ropuso con sus libros enseñ ar m oral por ejem plos. Al con tra rio del a u to r de la Americana Thebaida, no todo lo que cuen ta son episodios leídos en crónicas an terio res. Esto no qu iere decir que no h ay a tom ado m uch ísim o, según costum bre de aquellos tiem pos, de otros. E sp inosa reprodu ce , y lo dice, g randes párrafos de J u a n de T or- q u em ad a , A ntonio de H e rre ra , G regorio G arc ía , V e tan co u r, M o to lin ía , G o nzag a , L a R ea y m ás. “ M u cho h a costado a m i deb ilidad , según con fiesa, el sacar y en tre te je r noticias cuya m em oria ocu lta el conocim iento de dos siglos, m ás valiéndom e de los au to res clásicos. . . no q u ed ará defraudad o m i in te n to ” (34). N o le alcanzó la v ida p a ra conclu ir su Crónica. M u rió , con el barroco , en 1755. Escribió acosado por los achaques de la vejez h as ta cum p lir los 75 años de edad .

    L a Crónica franciscana de Michoacán de Isid ro Félix de E spinosa, in com pleta a causa de la m uerte del au to r, com prende desde la llegada de los prim eros franciscanos a M ichoacán en 1527 (35). L a prim era edición d a ta de 1899 y fue in tro d u c id a po r N icolás L eón . L a segunda es de la E d ito ria l S an tiago , de 1945 y con prólogo y no tas de Jo sé Ignacio D áv ila G a- ribi (36). L a com ponen tres libros y pico. El p rim ero recoge noticias referen tes al m u n d o p reh ispán ico , a los p rim eros soldados y frailes y las respectivas conqu istas m ilita r y esp iritual del reino P u rhé . El libro segundo d a cu en ta de las vidas e jem plares de M a rtín de la C o ru ñ a , fray J u a n de S an M igu el, fray Jaco b o D ac iano y dem ás apósto les de la época en que M ichoacán era custod ia de la p rov incia franciscana del San to E vangelio. El libro tercero com ienza con la erección de la custod ia de M ichoacán en P rovincia y co n tin ú a con la serie de m in istros prov inciales que hubo ; el m em oria l de los conventos m ichoacanos; las v irtudes d ignas de im itación de fray M iguel G onzález , fray J u a n de A yora , fray A ngel de V alencia y u n a docena m ás de angelicales c ria tu ras ; la partic ión de la p rov incia m ich oacána en dos prov incias, la de San P edro de M ichoacán y la de S an tiago de Ja lisco , y la h ech u ra del real conven to de S an ta C la ra y otros. El libro cu arto es m ero pegoste. L lega hasta las elecciones cap itu lares que h icieron en 1637 pero no se le escapa el esbozo de algunos frailes de la p ro v incia “ que resp landecieron en sa n tid a d ” . H oy la de E sp inosa es la m ás ce leb rada de las crónicas b arrocas, después de la de B asalenque (37).

    N ing uno de los cronistas barrocos le concede ta n ta a tención a M ich o acán y los m ichuaques com o E spinosa. D estina u n cap ítu lo a la descrip ción geográfica de la p rov incia y seis breves cap ítu los, tom ados de G arc ía , T o rq u e m a d a y H e rre ra , a las an tig üedad es tarascas: P ereg rinac ión az te ca, d isgusto orig inal ta ra sco -n ah u a po r robo de ropas, cu ltu ra p u rh é , solem n idad de las sepu ltu ras reales, valor de los pu rép ech a cu an d o fueron invadidos po r los m exicas y tem o r del rey T an g ax o an a la llegada de los españoles (38). E n otros siete capítu los fray Félix despacha , m ed ian te la transcrip c ión de párrafos de H e rre ra , las conqu istas m ilita r y esp iritual

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 61que v ic tim aron al an tiguo im perio . A p a r tir de esto , p rin c ip ian a esfu m arse los indígenas h asta desap arecer casi del todo en los ú ltim os capítu los (39). De E spinosa no cabe decir que haya descubierto a lgún ángulo de la cu ltu ra ta rasca au n incógnito. P a ra la rem odelación de esa cu ltu ra hay que esperar a los

    Historiadores de las lucesy especialm ente al fraile franciscano que sucedió a E spinosa en el em peño de h isto ria r la p rov incia de San P edro y San Pablo. F ray Pablo de la P u rís im a C oncepción B eaum ont fue hijo de don Blas B eaum ont, m édico francés al servicio de Felipe V . D ebió nacer en el segundo decenio del siglo X V III . Fue estud ian te de m edicina en la U n iversidad de París antes de conocer el N uevo M u n d o . Pasó a la N ueva E spañ a com o profesor de an a to m ía y c irug ía en el hospital de M éxico. E n vísperas de re p a r tir su fo rtun a en tre los pobres y hacerse fraile escribió Exercitaciones anathómicasy esenciales operaciones de la cirujía. Y a de fraile residió en Q u e ré ta ro y en V alladolid . A q u í fue no m brado cron ista (40). A q u í escribió su vasta e inconclusa ob ra con la ayu da m uy visible y m uy vasta de los cronistas franciscanos an terio res. Se trag a , que no d igiere, grandes párrafos de su próx im o antecesor E spinosa, y de los m ás rem otos V etanco ur, L a R ea y T o rq u em ad a . U sa am pliam ente del cam pan ud o cron ista oficial A ntonio de H e rre ra y del no m enos solem ne A ntonio de Solís. R em o n ta a fuentes tan an tiguas com o F ern and o C olón y produce un libro duplex que sus p r im eros editores to m aron com o si fueran dos libros. El Aparato para la inteligencia de la Crónica la editó en 1826 don C arlos M aría de B u stam an te con el título de Historia del descubrimiento de América Septentrional y con la a trib ució n a fray M an u e l de la V ega (41). E n 1855 se reed ita parc ia lm en te el Aparato pero con m enos alteraciones que la p rim era vez (42). En 1873, aparecen publicadas Aparato y Crónica en cinco volúm enes de la B iblioteca H istó rica de la Iberia . L a siguiente edición, tam b ién com pleta , es de 1932. F ue a u spiciada por el A rchivo G enera l de M éxico y p ro logada po r R afael L ópez (43).

    El pad re B eaum ont m odifica el enfoque de u tilidad del pasado ad v ertido en M u ñ o z , L a R ea y E spinosa (44). H o m bre del siglo de las luces, no le in teresaba escrib ir vidas ejem plares an tiguas a fin de n o rm ar conductas de frailes m odernos. A él le a tra ía el conocer po r conocer y no tan to la re form a de las costum bres. N o se preocupó en la h ech u ra de u n a o b ra útil. P refirió la voluptas a la utilitas. P or lo m ism o se qu e ja de la falta de in terés de los h isto riadores barrocos en la an tig ü ed ad gentílica de los m ichoaques (45). C ritica a E spinosa po r h ab e r alo jado en su relación hechos ya “ poco verosím iles” , ya “ fundados en trad ic iones vu lg ares” que con sobrado cand or creía el fraile barroco (46). F ray P ablo , tan to po r el m étodo com o

  • 62 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacánpo r el a sun to , se a p a r ta rá de L a R ea , V e tan co u r, T o rq u em ad a y E sp inosa po r m ás que los copie. N o llegará a los niveles de “ ilu strac ió n” o m od ern id ad de jesu itas com o Francisco X av ie r C lav ijero , pero tam poco será u n c ron ista rep resen ta tivo de la serie barroca .

    Los biógrafos, in térp re tes y glosadores de B eaum ont lam en tan que el pad re “ h ay a gastado tiem po y v ida en escrib ir. . . sucesos del descu b rim ien to de A m érica hasta la to m a de M éxico po r C ortés. . . po r ser m a te ria de sobra conocida y tra ta d a po r d isertas p lu m a s” (47). A la exposición, tam b ién con ten ida en el Aparato sobre el origen de los indios de N u eva E sp añ a , L ópez sólo le concede el m érito de ser u n a síntesis tan v ariad a com o p in to resca de las opiniones re inan tes acerca de tan in trincados asun tos (48). C om o can te ra de datos, y especialm ente de datos referentes a los p u rép ech a , las crecidas d isertaciones o Aparato del fraile de origen francés y tendencias afrancesadas, vale pt>co. C om o m u estra de u n a n u eva ac titud an te el pasado ind ígena sí es digno de no ta . Se tra ta de un nuevo m odo de asu m ir las an tig üedad es indias que llegó a su p len itud con la Historia Antigua de México del aba te F rancisco X av ie r C lavijero (49).

    El Aparato fue concluido en 1778 y entonces debió em pezarse la Crónica de Mechoacán qu e pone a los erud itos tem blorosos de rab ia po r la desfachatez del au to r. Q u ien m ás lo ad m ira , dice: “ En lo general, fuera de a lg u nos capítu los referen tes a M icho acán , la Crónica constituye u n a m iscelánea de acon tecim ientos tan variados com o inconexos” (50). Q u ienes lo ven con m alos ojos, rep iten u n a y o tra vez que B eaum ont no escribe crónica a lg u n a , pues sim plem ente transcrib e , casi en su in teg rid ad , la de E sp inosa. El plagio llega h asta los inform es ín tim os y personales. F ray Isidro dice: “ Al tiem po que cercado de enferm edades m e fa ltaban los alientos p a ra vivir. . . ” F ray Pablo afirm a: “ Al tiem po que cercado de enferm edades hab itua les m e fa ltab an los alientos p a ra p roseguir el tesón de la v ida apo stó lica” (51). E spinosa que escribe a m itad del siglo, con fiesa: “ M u cho h a costado a m i deb ilidad el sacar y en tre te je r noticias cuya m em oria ocu lta el conocim iento de dos siglos” (52). B eau m o nt, que escribe hacia finales del siglo, repite com o loro: “ M ucho ha costado a m i deb ilidad el sacar y en tre te je r las no ticias, cuya m em oria ocu lta el conocim ien to de dos siglos” (53). F ray Isid ro Felix, ert el capítu lo I de su Crónica describe el “ re ino de M ichoacán antes de la en tra d a de los m in istros evangélicos” (54). F ray P ablo de la P u rís im a C oncepción recu p era con las m ism as p a lab ras , en el capítu lo V I de su Crónica, el “ reino de M ichoacán an tes de la en tra d a de los m in istros «evangélicos” (55).

    C om o*quiera, el “ ilu s trad o ” no es u n sim ple copista del “ b a rro c o ” . El vo lum en del libro de éste es apenas un tercio del vo lum en del libro de aquél. B eau m o n t in terca la en su m am o tre to m uchas noticias p ro v en ien tes de num erosos cronistas hoy desaparecidos au n q u e esas noticias o r iu n das de fuentes igno tas ra ra vez son sobre M ichoacán y los m ichuaques.

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 63A un así, aq u í y allá saltan las liebres que buscan los tarascólogos. P a ra éstos, la visita al m édico sem ifrancés es penosa po r lacu n ar pero no inútil y no ún icam ente po r las p in tu ras y los m apas que ilustran la Crónica. Las p in tu ra s , copiadas de o tras “ an tiqu ísim as. . . de un indio llam ado C u in i’’ y el m apa de los dom inios del C azonci son de u n in terés subido. L a p arte gráfica de la ob ra lab erin to sa , pesada , desigual, difícil de B eaum ont b ien m erece u n estudio a fondo (56). Lo m ism o cabe decir de la p arte de su texto re la tiva a los pu rép echa preh ispán icos, a los indios conversos po r los frailes en el siglo X V I y sobre todo a la sociedad indígena con tem po rán ea del a u to r, a los restos de u n a sociedad vencida y recelosa de ser despojada de sus tierras. C on todo , los lím ites de un artícu lo p a ra ab rir boca en u n coloquio no au to rizan seguir adelan te con el análisis, y po r lo m ism o, se im pone hacer, au n q u e sea de m odo prov isional

    Una síntesiso conclusión en pocas pa labras. Q u izá no sea necesario decir que los diez cronistas de la N u eva E spañ a traídos a colación son u n a m ín im a p a rte de los qu e ap o rtan noticias valiosas acerca de los m ichuaques o pu rép echa . V arios au tores civiles com o H ern án C ortés, B ernal D íaz del C astillo , Ñ u ño de G u zm án y m edia docena de sus com pinches, M u ño z C am arg o , T ezozom oc, A lonso de Z u rita y A ntonio de H e rre ra , dicen cosas im p o rtan tes acerca de los tarascos (57). A lgunos cronistas religiosos com o M oto lin ía , G onzaga , M en d ie ta , T ello , T o rq u em ad a y V e tan co u r en tre los franciscanos, Jo sé de A costa y otros jesu itas , el dom inico D iego D u rán y el agustino J u a n de G rija lva son fuentes indispensab les p a ra el conocim ien to de la v ida p re y posth ispán ica de los p u rép echa . T am poco se d eben om itir de esta nó m ina de h istorias de asun to p u rh é los lienzos de J u - cu tacato y P átzcuaro y los códices de C a ra p a n , C u a ra , N ah u a tzen , P uácu aro y Sevina y m enos au n las relaciones histórico-geográficas de finales del siglo X V I y a lg un as, m enos nu m ero sas, de los siglos X V II y X V III (58). C om o qu ie ra , la ob ra cum bre de los tiem pos coloniales p a ra cap ta r el estilo de vida p u rem b e es la Relación de Michoacán, o b ra no inclu ida en nuestro itinerario de viaje.

    Los au tores visitados con un m ucho de prisa tienen varias cosas en com ún . T odos sin excepción vivieron en la llam ad a época b a rro ca que va desde las postrim erías de las g randes aven tu ras de descubrim ien to , conqu ista y evangelización h asta las p rim eras in qu ie tudes en p ro de la in dependencia nacional. Los cronistas a q u í tra tad o s fueron huéspedes de u n siglo y m edio de población ra la , poca m ed ra , v ida en silencio, escasez apostó lica y m uch a sun tu osid ad litú rg ica , a rte retorcido y serm ones de ad iv inanza . A bso lu tam en te todos profesaron en a lg un a o rden religiosa y

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 65

    am pliam ente de L a R ea , H e rre ra , T o rq u em ad a , V e tan co u rt y otros. E scobar em perifolla textos de B asalenque, G onzález, G rija lva y Aviles. B eaum ont engulle noticias y textos de F ern an d o C olón , Solís, H e rre ra , T o rq u em ad a , D íaz de la C alle , V e tan co u rt, E spinosa, L a R ea y otros m uchos. N o pocos acud ieron a beb er en fuentes p rim arias; desde luego B eaum ont. Los m ás, com o L a R ea , de jaron “ de escrib ir m uchas cosas m uy grandes por no tenerlas au tén tic a s” (61). M ás de alguno utilizó fuentes directas (pictografías y o tras) de la casta vencida pero siem pre en can tidades m ín im as, pues n u n ca fueron los indios las figuras céntricas de su discurso histórico.

    Se acostum bra decir que los h istoriadores de la época colonial no ten ían sentido crítico, que rea lizab an in gen uam ente las operaciones críticas, que eran dem asiado crédulos. Y no cabe d u d a que no e ran tan duchos com o los actuales p a ra d a ta r y ub icar fuentes, p a ra descu brir au to rías , p a ra restab lecer textos a su form a orig inal y p a ra darse cu en ta de los niveles de com petencia y b u en a fe de los testim onios utilizados. S eguram ente un au to r de aho ra no se h ab ría tragado el cuen to de fray J u a n B au tista qu ien al ir a confesar a u n m oribu nd o , se topó con u n río crecido y sin puentes, pero en el que de p ron to apareció un p u en te , que al ser traspuesto po r el pad re , desapareció po r que el puen te de m arras era u n cocodrilo, que po r órdenes d iv inas, se h ab ía a travesado sobre la corrien te rebosan te de agua. E n estos tiem pos nad ie cree la m u ltitu d de m ilagros que incorpo ran en sus obras los cronistas barrocos de M ichoacán . E n cuestión de m ilagros ellos e ran crédulos y nosotros no. E n otras cosas sucede lo con trario . C om o gente de la casta do m inan te e ran p articu la rm en te críticos con las in fo rm aciones provenien tes de la vox populi.

    A quellos cronistas tam poco e ran tan buenos lectores de las fuentes do cum en tales, tan eficaces p a ra fijar el sentido literal e ideal de los textos, com o los h istoriadores de hoy, lo que no qu iere decir que hayan p rescin dido de las operaciones herm enéu ticas. P or lo que m ira a los cronistas m ichoacanos barrocos, po r razones de cercan ía esp iritual y de tiem po a los testigos em pleados en su d iscurso , los com prend ieron sin m ayores dificultades, con m ucho m enos d ificultad de com o los com prendem os hoy. Lo m ism o se puede decir de los personajes que b iografían . H ay en las c rónicas u n a cabal com prensión de ellos. L a dosis de s im patía de L a R ea , B asalenque, E scobar y E spinosa hacia sus correlig ionarios no deja lu g ar a dudas. P o r regla general, se m etieron com o P edro po r su casa a los d is tin tos aposentos de la psique de sus b iografiados, lo cual no significa u n a propalación necesaria de todo lo visto-. Sup ieron p en e tra r en el, a lm a de sus iguales en cu ltu ra y nivel social que no en la de los indios.

    L a explicación de la conducta de los santos varones que pu lu lan en las crónicas del barroco no im p o rtab a m ucho y se practicó poco. E n los p r im eros cron istas, el prov idencialism o y la activ idad d iabólica lo explicaban

  • 66 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    casi todo. E n estos cronistas posteriores, el dem onio aparece m enos veces com o factor explicativo. C om o ya la religión p u rem b e h ab ía sido ex tirp a da, el d iab lo , geren te de aquella relig ión, q u ed a reducido a pobre diablo. L as explicaciones de índole dem o niaca son sustituidas po r in tervenciones d iv inas. Al revés de las d iab lu ras, los m ilagros au m en tan a m ed ida que av an za la edad b arro ca . P or o tra p a rte , adem ás de a las causas p rim eras, se hace in tervenir a las segundas para explicarse esto y aquello. Basalen- que si es ah o ra ten ido en m ucho es po r h ab e r echado m ano de causas económ icas. Los o tros, especialm ente E scobar, p re ten d en hacer su discurso inteligible a fuerza de co m p arar los hechos de sus personajes con los de seres bíblicos y grecorrom anos: “ H ic ieron lo que los apósto les en Je ru sa lé n . . . ” “ C om o o tras T etis. . . ” “ A la m an era que de los m onjes se cu en ta en la v ida del pad re de la T h eb a id a , San A n to n io ” . “ F ueron nuestros venerab les pad res sem ejan tes a aquellas águilas negras que re fiere Plinio. . . ” El parangón de los sucesos m ichoacanos con los de la S ag rada E sc ritu ra , la m ito logía y las h isto rias de la A n tigüed ad y la E dad M ed ia es u n a con stan te penosa hoy, qu izá esclarecedora entonces.

    El tem a cen tra l de los cronistas exam inados no es el indio y la sociedad ind ígena com o lo fue en a lgunas obras del siglo X V I. El asun to p rim o rdial de los libros históricos de M u ñ o z , R am írez , V era , L a R ea , G o n zá lez, B asalenque, E scobar, A viles, E sp inosa y B eau m o nt es la v ida de v a rones v irtuosos, vecinos de M ichoacán y pertenecien tes a las órdenes de San F rancisco , S an A gustín y San Ignacio . E n n in g u n a de las crónicas hay b iografiados indios. Se tra ta en todo m om ento de apósto les y m ártires religiosos de la estirpe españo la , de la casta de los vencedores. L as vidas de hum ildes indios nom ás no p rop orc io naban la u tilidad que p re ten d ían los au to res de aquellos rosarios biográficos. E n las crónicas del barroco , los grupos indios y sus costum bres q u ed an siem pre m uy d istan tes del p r im er p lano . A ntes que ellos se ven figuras individuales de frailes pálidos, fundación y desarro llo de conventos y otros acaeceres. E n a lgunos, lo ind ígena apen as se d istingue en la p en u m b ra . C asi todas aquellas pág inas, a veces im p enetrab les, están casi vacías de hom bres y hechos pu ré- pecha. D e hecho, la in fo rm ación que no se refiere a frailes se d a a c u en ta gotas. L a m arg inación del indio y de lo indio no es exclusiva pues tam b ién ab a rca a los españoles sin háb ito .

    P o r e s ta r inscritos en u n a época a ris to cra tizan te , po r perten ecer a la casta d o m in ad o ra , p o r a r re a r u n estilo de v ida m in o rita rio , po r el p ro p ó sito m ora lizad o r de sus h isto rias, p o r el m étodo frailesco de,análisis h is tó rico, p o r la e s tru c tu ra p rep o n d eran tem en te b iográfica de aquellos libros y po r la m an e ra de expresión confusa y red u n d an te , los au to res revisados en este d iscurso , los cronistas barrocos de M icho acán no pu d ie ro n escrib ir vastas y orig inales descripciones de la cu ltu ra p u rh é .

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 67

    L a crónica b arro ca tuvo que con ten tarse con la inclusión en sus pág inas de breves y deform es collages de los pu rép echa preolídicos. N ing uno de los cronistas tard íos p rodujo algo com parab le al lienzo de fray Je ró n im o de Alcalá que desg rac iadam ente nos ha llegado trun co . C on todo, no faltan en los cronistas posteriores, especialm ente en B asalenque y B eaum ont, noticias aisladas pero im portan tes y novedosas acerca de la edad p reh ispán ica que perm iten el re toque del cuad ro trun co de la Relación de Michoacán, que es p a ra lo tarasco , la principa l visión de los vencidos.

    T am b ién po r la c ircunstanc ia v ivida, el propósito pragm ático-ético y dem ás lim itaciones de los cronistas barrocos no se ob tuvo u n a descripción espectacu lar de la transfigurac ión de la cu ltu ra p u rh é en cu ltu ra cristiana, pero segu ram en te las crónicas exam inadas ofrecen algo del m ateria l útil p a ra reconstru ir la transcu ltu rac ión de los tarascos, p a ra rehacer la en tro nización d ram ática de los antiguos m ichuaques al redil de la c ristiandad . N uestros au tores tam poco ofrecen u n a im agen redon da de la v ida ind ígena posterio r a la c ru zad a de franciscanos y agustinos pero tam b ién , y sobre todo B asalenque, p rop o rc io nan b u en tab iq u e , au n q u e incom pleto, de la activ idad p u rh é posth ispán ica y p re in dep enden tis ta . D ad a la escasez de testim onios directos de la gente de abajo , de las cosas que h icieron y d ijeron los hum ildes y los pobres d u ran te la C o lon ia , las noticias m arg ina les, ind irectas, torcidas de los h isto riadores barrocos se vuelven indispensab les. E n este caso, la ru ta que conduce a la v ida de los vencidos es la hecha con testim onios de los vencedores no obstan te los m endrugos de in form ación que p rop orc io nan . Pese a sus lím ites, los relatos de los frailes, en tre los m uchos de la casta d o m in ad o ra , pu ed en llegar a ser qu izá los m ás fidedignos y fecundos sobre los pu rép echa y sus m odos de vivir an tes, d u ran te y después de la invasión española.

    H as ta aho ra , los h isto riadores del M éxico in dep end ien te in teresados en la cu ltu ra p u rh é se h an servido poco de las crónicas m onásticas del M ichoacán barroco . D esde luego no deja de ser difícil el h u rg a r en esa lite ra tu ra m áxim e que sólo de refilón tra ta de los indios pu rép echa y su cu ltu ra . C on todo , pese al asun to cen tra l de las crónicas y a lo b asu rien to de su lenguaje, el viaje al fondo de ellas, b ien a rm ad o de precisas p re g u n tas, puede depararles a qu ienes ah o ra se in te resan en la génesis, d e sarrollo y defunción de la sociedad pu rh é o ta rasca noticias e in te rp re ta ciones no m enos ab u n d an tes y valiosas que las que p u ed an p rop orc io nar los restos arqueológicos, las escritu ras no h istóricas, los inform es de los prim itivos soldados, colonos y m isioneros, los códices de fac tu ra ind ígena , la Relación de Michoacán, las relaciones geográficas y la trad ic ión tra sm itid a de boca a oído al través de trece generaciones.

  • 68 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán

    NOTAS(1) Un buen resumen de los orígenes de la evangelización en Michoacán es el de José Bravo Ugar-

    te, Historia Sucinta de Michoacán, Jus, México, 1963, vol. II, pp. 45-49.(2) Bravo Ugarte, op. cit. vol. II, pp. 51-58.(3) Propósitos secundarios del estudio de las antigüedades indígenas parecen haber sido el en

    contrar semejanzas entre la religión que se iba y la que llegaba: el recoger las leyes anteriores de la vida civil para seguir gobernando por ellas a los indios, y el de ofrecer a la pública admiración algunos aspectos no religiosos del esplendor prehispánico.

    (4) Sobre la atribución de la Relación de Michoacán a Jerónimo de Alcalá véase el magnífico ensayo de Benedict Warren, ¿ “Fray Jerónimo de Alcalá: autor de la Relación de Michoacán?” en Anuario de la Escuela de Historia de la UniversidadMichoacana (Morelia, 1978), núm. 2, pp. 139-156. Antes se publicó en The Americas (Washington, enero de 1971), vol. XXVII, núm. 3.

    (5) Relación. . . de Michoacán, Madrid, 1956, p. 3.(6) Nos quedamos en el umbral de esta fuente magnífica de la cultura purhé porque no tiene caso

    repetir el viaje al interior de ella hecho por Miranda, cuyo fruto más visible es la reedición de la Relación de Michoacán, Fimax Publicistas, Morelia, 1980.

    (7) Isidro Felix de Espinosa, Crónica franciscana de Michoacán, Editorial Santiago, México, 1945, pp. 345-352.

    (8) Se publicó con el título de “ Misiones o doctrinas de Michoacán y Jalisco. México, en el siglo XVI” en Archivo Ibero-Americano, vol. XVIII, pp. 341-425. De esa edición deriva la de la Junta Auxiliar Jaliscience de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Guadalajara, 1950, 76 pp. Esta edición viene muy bien prologada por don José Ramírez Flores.

    (9) Diego Muñoz, Crónica de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán en Nueva España, Guadalajara, 1950, pp. 12-16.

    (10) Felix Zubillaga (ed), Monumento Mexicana, I, 1570-1580, Romá, 1956, p. 466, sobre su arribo a Nueva España en 1579 y otras noticias biográficas.

    (11) Zubillaga, op. cit., vol. II, p. 475.(12) Ibid., vol. II, pp. 477-538.(13) José Bravo Ugarte, “ Introducción” a Diego Basalenque, Historia de la provincia de San Nicolás

    Tolentino de Michoacán. . .Jus, México, 1963, p. VI.(14) Bravo Ugarte, op. cit., p. VII. Hay muchas biografías de Basalenque. Se tiene en particular

    estima la de Pedro Salguero, Vida del venerable. . . Diego Basalenque de la que se hicieron dos ediciones durante la época colonial, una en México en 1664 por la vda. de Calderón, y la otra en Roma, en 1761.

    (15) Basalenque, Historia de la provincia de San Nicolás Tolentino. . . 1963. p. 8: “ Sentir del R. P. M. fray Francisco de Cantillana’ ’.

    (16) Ibid, p.(17) Ibid., p. 17.(18) Ibid., p. 18.(19) Matías de Escobar, Americana Thebaida, Balsal, Morelia, 1970, p. 142.(20) Gómez de Orozco, Federico. Crónicas de Michoacán, UNAM, México, 1972, pp. 83-84.(21) Juan González de la Puente, Primera parte de la Chrónica Agustiniana de Mechoacan en que se tratan y

    escriven las vidas de nueve varones apostólicos augustinianos, Imprenta del bachiller Juan de Alcazar, México, 1624, 332 hojas de texto.

  • Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán 69(22) Gómez de Orozco, «p. cit., pp. 33-34.(23) Alonso de La Rea, Chrónica de la orden de nuestro santo padre San Francisco, provincia de San Pedro y

    San Pablo de Michoacán en la Nueva España, lmp. de la Viuda de Bernardo Calderón, México, 1643, p. 38: “ Y aun en los pocos tarascos que han quedado se ve el antiguo esplendor. . . se conoce un tarasco, así en la viveza de las palabras como en la sutileza y disposición de sus negocios. Son eminentes en todos los oficios. . . particularmente en la escultura. . . Son eminentes pintores” . Según La Rea, su lado débil es la pusilanimidad.

    (24) Escobar, Americana Thebaida, p. 146.(25) Nicolás P. Navarrete, “ Prólogo” a la Americana Thebaida, pp. 7-10.(26) Escobar, op. cit., p. 30.(27) Ibid., p. 33.(28) Ibid., pp. 9-10.(29) Ibid., pp. 47-48.(30) Ibid., p. 49.(31) Ibid., p. 119.(32) Ibid., pp. 35-44.(33) Datos biográficos de Espinosa en los “ Apuntes bio-bibliográficos” de Nicolás León que pre

    ceden la edición de la Crónica hecha en México en 1945.(34) Espinosa, según el bibliógrafo Beristain “ Fue tan infatigable en la predicación de la palabra

    divina, como en perpetuar los hechos apostólicos de sus hermanos” . Cf. León, op. cit., p. 6.(35) Como quiera, las noticias que da de la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del

    XVIII son pocas. Así y todo es la más completa de las crónicas michoacanas de la época colonial.(36) De la primera edición se tiraron muy pocos ejemplares. La segunda lleva la siguiente portada:

    Crónica de la Provincia Franciscana de los apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, escrita por el R.P. Fr. Isidro Felix de Espinosa, O.F.M . Segunda edición ampliamente mejorada e ilustrada. . . Editorial Santiago, México, D. F., 1945, XII + 532 pp.

    (37) Rafael López, en el prólogo a la obra de Beaumont, escribe: Espinosa “ es notable por el orden del relato y la elegante concisión del estilo” . Gómez de Orozco, en Crónicas de Michoacán, dice: “ La crónica de Espinosa presenta mejor redacción que otras” de la época.

    (38) El capítulo I, cuyo asunto es la geografía de Michoacán, logra estupendas descripciones de paisaje. Desde el capítulo II (“ De la gente que pobló a Michoacán y de donde vinieron” ) hasta el capítulo V (“ En que se demuestra el valor de los tarascos y se cuenta un ardid memorable de guerra contra los mexicanos) hay observaciones sobre los michuaques prehispánicos muy dignos de nota, que no originales.

    (39) Lo original de Espinosa, lo no tomado de otros autores, está en el último tercio de su obra, precisamente en el libro III que sólo es una galería de breves biografías de ilustres franciscanos de Michoacán precedida del “ Memorial de los conventos que tuvo esta provincia. . . ”

    (40) Gómez de Orozco, op. cit., pp. 175-177.(41) Don Carlos María de Bustamante puso en lugar del nombre del autor el del que copió el origi

    nal de la obra.(42) La imprenta de Morelia, en 1855, sólo imprimió los tomos I y II y 184 páginas del III.(43) Pablo Beaumont, Crónicas de Michoacán, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1932. 3 vols:

    XXX + 574, 466 y 469 pp. ilus. y mapas.(44) Sin embargo repite lo dicho sinceramente por Espinosa: “ Todo sea para que el Señor sea ala

    bado en sus ejemplarísimos siervos, y para que los alumnos de provincia tan santa se alienten a la imitación de sus ilustres fundadores. . . “Crónicas de Michoacán, \ ol. I, p. 6.

    (45) Ibid., vol. I, p. 6.(46) Ibid., vol. I, p. 9. Además Beaumont ya habla de eslabonar unos hechos con otros y de la ne

    cesidad de rescatar noticias simplemente curiosas.(47) Rafael López en la “ Introducción” a la Crónica, p. XIII.(48) Ibid., p. XV.(49) Beaumont, como los demás ilustrados, tiende a exaltar, con mayor entusiasmo que los barro

    cos, el pasado indígena aunque sin dejar de reconocer que “ todo lo que tenía de prendas naturales el ingenio del tarasco tuvo de pervertido en idolatrías” , Ibid., vol. II, p. 52.

    (50) López, “ Introducción” a la Crónica, vol. I, pp. XXIV y XXV.(51 )Ibid., I, p. 3. Espinosa, op. cit., p. 15.(52) Espinosa, op. cit., p. 16.

  • 70 Viaje a las crónicas monásticas de Michoacán(53) Beaumont, op. cit., I, p. 4.(54) Espinosa, op. cit., pp. 21-25.(55) Beaumont, op. cit., II, pp. 33-39.(56) Aunque ha sido uno de los cronistas religiosos más estudiados por Rafael López, Federico Gó

    mez de Orozco, Julio Le Riverend, Francisco Esteve Barba y otros, todavía está lejos de ser agotado.(57) Bravo Ugarte, op. cit., I, pp. 8-9; II, pp. 13-14.(58) Ibid., I, pp. 8, 22-25, 49-52, 83-84, 123; II, pp. 13-14, 43-47, 81-84, 120, 133.(59) Cf. Francisco Esteve Barba, Historiografía indiana, Editorial Gredos, Madrid, 1964, p. 197.(60) Espinosa, op. cit., p. 42.(61) La Rea, op. cit., p. XIII.