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La Empresa Como Misión. Michael R. Baer

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Vivimos en la era de la empresa. La función histórica de las naciones-estado está siendo rapidamente sustituida por la corporación. Los hombres de negocios cristianos tienen hoy oportunidad de jugar un papel clave para transformar la sociedad y propagar el evangelio. Pero para aprovechar esta oportunidad hace falta pensar de una manera distinta acerca de Dios-su reino, sus propósitos en el mundo-y acerca de la empresa. Editorial Jucum ISBN: 978-1-57658-473-6 Autor: Michael R. Baer

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A Cindy, sin cuyo apoyo de toda la vida no habría podido realizar nada de lo que me interesa.

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AGRADECIMIENTOS

Muchas personas han influido en mi peregrinaje y en la escritura de este libro. Como de costumbre, sé que me olvidaré de algunas, y les pido disculpas por anticipado. Mi olvido no es intencional.

Quiero dar las gracias a mis compañeros Gary C. y Tim W. por colaborar conmigo en este proyecto empresarial del reino, a Lee Ja-cobs, por su invitación inicial a visitar Asia Central, en donde Dios comenzó a enseñarme acerca de la empresa como misión, a Pete S., cuya amistad y liderazgo misionero soltó las amarras que echaron a andar todo esto, y a David B., quien estuvo al pie del cañón cuando se fundó esta empresa del reino.

Marit Newton y Warren Walsh, de Editorial JUCUM, también me han prestado una valiosa ayuda. Este es mi primer libro, y ellos creye-ron en él y me asesoraron, con gracia y paciencia.

Finalmente, quiero dar las gracias de una manera especial a mi esposa Cindy por todo su apoyo y su estímulo tanto en éste como en todos mis proyectos en el Señor.

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SUMARIO

Prefacio..................................................................................................xMi empresa: ¿Cristiana o del reino?.....................................................x

Primera Parte: La empresa del reino es vocacional..........................x1. La empresa es algo bueno de parte de Dios.................................xx2. El alto llamado de Dios para la empresa......................................xx

Segunda Parte: La empresa del reino es intencional.......................xx3. Más allá de los beneficios: Defina su objetivo en el reino............xx4. El propósito del reino llevado a la práctica..................................xx

Tercera Parte: La empresa del reino se basa en las relaciones........xx5. La primacía de las relaciones.........................................................xx6. ¿Puede el amor actuar en la empresa?...........................................xx7. HR: El estimar a las personas como Dios las valora....................xx8. El liderazgo servicial: La relación vital.........................................xx

Cuarta Parte: La empresa del reino es operacional........................xx9. Excelencia operacional: La auténtica búsqueda...........................xx10. Ética: Haga brillar su luz...............................................................xx

Quinta Parte: Hacia una empresa del reino....................................xx11. La integración de la empresa como misión................................xxx12. Plan de acción para la empresa del reino...................................xxx

Epílogo...............................................................................................xxxApéndice: Recursos recomendados para

el profesional del reino........................................................xxx

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PREFACIO

Un enjambre de empresarios me abordó cuando acabé de dar una charla ante un grupo de oyentes dedicados a los negocios en Tampa, Florida. Les entusiasmó la posibilidad de poder usar su talento comercial y sus empresas para servir a Dios. Nunca se les había retado en este sentido, pero respondieron al llamamiento. Uno de ellos me dijo: «La comunidad em-presarial cristiana es como un vasto depósito de recursos a la espera de ser extraídos para revertir en la misión mundial».

Un gran movimiento está empezando a barrer América del Norte y el resto del mundo: la economía para el reino de Dios o la

empresa como misión. Digo gran movimiento no porque sea grande, sino porque percibo la mano de Dios en él y veo su gran potencial para afectar el mundo para Cristo.

Imagine lo que podría suceder si cada empresario cristiano re-conociera que Dios tiene un propósito para su empresa más allá de los beneficios, el empleo o la satisfacción de la clientela. Imagine si el gran número de propietarios de empresa y gerentes creyentes entre-garan sus empresas a Dios para la extensión de su gloria. Imagine el poder y el gozo de combinar la empresa y la fe para el reino de Dios.

Piense en los recursos financieros, tecnológicos y humanos que entrarían en juego. Imagine cómo sociedades enteras podrían ser transformadas para Cristo. Los que nos tomamos en serio nuestra

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fe y nuestro caminar con Dios, pasamos gran cantidad de tiempo en nuestro negocio o empresa; es más, dedicamos más tiempo a la acti-vidad empresarial que a cualquier otro aspecto de la vida. ¿Queremos que nuestro tiempo se desperdicie y se malgaste o deseamos descubrir cómo emplearlo para honrar cabalmente al Señor? El propósito de este libro es explorar cómo las empresas pueden conformarse a los propósitos de Dios para darle gloria.

Mi propia historia refleja esta trayectoria.Después de hacerme cristiano en la universidad, pasé los prime-

ros catorce años de mi vida adulta en el ministerio pastoral —obra juvenil, fundación de dos iglesias, servicio a una tercera e inicio de una escuela cristiana—. El Señor bendijo mi ministerio, y puedo de-cir honestamente que lo disfruté y que tuve la seguridad de haber sido llamado a esas cosas. Sin embargo, con el paso del tiempo, empecé a sentir que Dios me guiaba a un campo distinto, a desear ministrar «gratuitamente» y dedicarme al mundo empresarial de los perdidos. Deseaba especialmente apartarme de la constante rebaja que se hacía del evangelio cuando las personas a las que yo testificaba creían que mi obligación era compartirlo.

A principios de los años «ochenta» comencé a chapotear en el mundo de los negocios mientras aún ejercía el ministerio pastoral. Tanteé las aguas, por así decirlo, y procuré descubrir lo que Dios que-ría que hiciese. Finalmente, abandoné el cargo formal de pastor y de-diqué los diez años siguientes a la empresa —fundé varias empresas (entre ellas la que hoy es de mi propiedad) y dirigí cambios de rum-bo en corporaciones ajenas—. A Dios le agradó usarme, tanto en la obra pastoral como en el mundo empresarial, y le doy gracias por ello. Abundaron las oportunidades de presentar el evangelio y de animar a los creyentes que conocí por el camino. Fue un tiempo emocionante. Siempre resultaba divertido hablar cómo Dios me había guiado a pas-torear y luego a la empresa —dos aspectos de mi vida aparentemente distintos.

No obstante, lo mismo que sentí la dirección de Dios para dejar la labor pastoral formal e introducirme en los negocios, también co-mencé a sentir que mi vida empresarial no podía limitarse a ser mera-mente un testigo de Cristo en el trabajo. Empecé a orar y a pedir a Dios

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Prefacio

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que me mostrara cómo estas dos partes aparentemente distintas de mi vida podían darse la mano —catorce años en el ministerio y diez en los negocios—. ¿Eran éstos capítulos separados o, más bien, partes de un todo, del «gran plan» que Dios tenía preparado para mí?

La respuesta me llegó en el lugar más extraño. En 1993, fui invi-tado a viajar a una región musulmana de la antigua Unión Soviética para desarrollar e impartir enseñanza sobre liderazgo y administra-ción a estudiantes de medicina. Estando allí viví lo que yo llamo la experiencia de «para esto he nacido». Entendí por fin por qué Dios me había instruido en el seminario y dado experiencia pastoral, así como pasión y éxito en los negocios. Su plan era unir ambas cosas para servirle. Concretamente, él deseaba usarme en la empresa para ministrar a los que de otro modo nunca hubiera podido evangelizar. A través de mi labor de instrucción empresarial, surgieron relaciones y oportunidades de testimonio que nunca me habría podido ima-ginar. Dios empezó a bendecir mi trabajo de una forma poderosa. Por cuatro años consecutivos regresé a la antigua Unión Soviética con equipos de empresarios cristianos líderes y voluntarios para impartir seminarios de empresa y predicar el evangelio a los asistentes.

Pese a contar con la bendición de Dios en la obra de los volun-tarios, sentía que aún la escena no estaba completa. En 1997, se me acercaron unos misioneros que trabajaban en esa parte del mundo y me pidieron que desarrollara un programa para que los cristianos empobrecidos y venidos a menos aprendieran a montar sus pro-pios negocios. Su idea era que los creyentes perseguidos pudieran escapar al desempleo (más del 90 por ciento de la comunidad cris-tiana en cierto país), y proveyeran para sus familias, apoyaran a su iglesia local e incluso aprovecharan sus estrenados negocios como plataforma para fundar iglesias en lugares remotos. Lanzamos este programa en 1998, y la obra que resultó de aquel encuentro opera actualmente en más de veinte lugares repartidos por el mundo, y ayuda a minorías cristianas perseguidas a abrir negocios y a pro-veerles inercia económica para sus movimientos indígenas de fun-dación de iglesias. Al mismo tiempo, abandoné la compañía para la que había estado trabajando y fundé una firma de consultoría, mi actual empresa, con el propósito exclusivo proporcionar empleo flexible a los que quisieran formar parte de empresas y misiones en

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el extranjero y al mismo tiempo seguir involucrados en sus negocios en casa.1

Como consecuencia de ello, hoy funciona una sólida firma con-sultora, lucrativa, y una agencia internacional de desarrollo de mi-croempresas. Los miembros del personal y asociados que comparten un compromiso con Cristo y con los negocios del reino trabajan con-juntamente con cientos de voluntarios de otras empresas para apro-vechar su experiencia empresarial y combinarla con ministerios de fundación de iglesias en zonas no evangelizadas.

A través de todo esto he aprendido que no hay «partes» en mi vida. Mi historia puede comprender distintos capítulos, pero todos forman parte de un libro, que contiene una historia unificada, escrita por Dios. Ya no me pregunto por qué Dios me guió a dejar la labor pastoral e ingresar en los negocios. Ya no pienso que haya abandonado el ministerio. Al contrario, he comenzado a distinguir que en el reino de Dios todas las cosas son igualmente santificadas por él y unificadas en él. Para los líderes y empresarios cristianos, esto conduce a lo que llamo «la integración sin costuras de los negocios y la misión». Para ir en pos de esta integración sin costuras, hemos de rechazar la noción no-bíblica de que nuestras vidas se pueden dividir en lo sagrado y lo secular, o que la empresa y la misión son por definición activida-des separadas. La Escritura nos enseña más bien a abrazar la verdad de que todos los siervos de Cristo tienen altos y santos llamamientos igualmente agradables a Dios. Si él nos ha llamado a la empresa, he-mos de descubrir por qué y actuar según ese propósito. Si lo hacemos, la creación de Dios será bendecida, y él, glorificado.

Yo no espero, ciertamente, que todo el mundo esté de acuerdo con lo que tengo que decir. Suelo —para citar a mi esposa— «equi-vocarme a menudo, pero no callarme». Sólo aspiro a estimular ideas y promover un mayor diálogo acerca de estos asuntos cruciales entre los que se sienten llamados por Dios al ministerio empresarial.

1 Debido a las zonas sensibles en que nos movemos, no mencionaremos en este libro los nombres de las empresas, ministerios y países en que trabajamos.

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MI EMPRESA: ¿CRISTIANAO DEL REINO?

Sentados en torno a la mesa del jardín, me animé viendo a propietarios de empresas dispuestos a dedicar el fin de semana a aprender acerca del negocio del reino. Les pregunté que defi-nieran si sus empresas eran seculares, cristianas o del reino. La conversación se animó y noté su profundo interés en responder a la pregunta. Veo que otros muchos empresarios de Estados Unidos y Gran Bretaña igualan su entusiasmo, y estoy oyendo conversaciones similares en todos los países desarrollados. Los propietarios de empresas están despertando al potencial que encierra la construcción de los negocios del reino.

Mucho se ha escrito, en los últimos diez años, acerca del tema del cristiano en la empresa y los negocios cristianos. Más reciente-

mente, han aparecido artículos y libros en torno al tópico de los «nego-cios en el reino». ¿Son éstos la misma cosa definida con nombres distin-tos, o son realmente diferentes? Yo creo que son claramente diferentes y que la distinción de esa diferencia es fundamental para conseguir que nuestras vidas profesionales sirvan plenamente al Señor.

La expresión negocios cristianos suele hacer, normalmente, referen-cia a negocios pertenecientes a cristianos o administrados de acuerdo a principios cristianos. A veces se usa para definir una empresa compro-metida con alguna clase de obra religiosa, como, por ejemplo, dedicada a la música, o una librería cristiana. Por otro lado, cuando hablo de

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negocios o empresas del reino, empleo la expresión para definir un ne-gocio específico, consciente, clara e intencionalmente relacionado con el establecimiento del reino de Cristo en el mundo. Es decir, está direc-tamente involucrado en hacer discípulos de todas las naciones —co-menzando en casa, pero alcanzando proyección internacional.1

Esto les parecerá a algunos que es detenerse en minucias. En cier-to sentido, estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo en que cualquier em-presa verdaderamente administrada conforme a principios bíblicos estará necesariamente conectada con lo que Dios está haciendo en el mundo, por ejemplo, el discipulado de naciones. Jesús, en su última conversación con sus seguidores en la tierra, conocida como la Gran Comisión, les declaró claramente su propósito (véase Mateo 28:18-29). Recuerdo que hace algunos años di una charla en una conferen-cia de misiones. Luego mi hija me preguntó: «¿Cómo puede la gente hacerse llamar discípulos de Cristo y no obedecer la Gran Comisión? ¿No es ésta una parte esencial de lo que Jesús nos mandó hacer? Ella tenía razón, por supuesto, y lo que dijo se aplica también a los ne-gocios cristianos. Si estamos comprometidos a administrar nuestras empresas conforme a las enseñanzas de Jesús, debemos consagrarnos a conectarlas con la Gran Comisión.

Y es precisamente esta lógica lo que me conduce a hilar fino. Aquí se produce un gran fallo que hay que corregir. «Sí —asegura el empre-sario cristiano—, estoy profundamente comprometido con la Gran Comisión. Es más, me estoy esforzando por hurtar más tiempo a mi actividad para dedicarlo a la obra de evangelización». Por admirable que esto pueda parecer, se queda corto en relación con lo que Dios tiene en mente. Él no está tan interesado en que usted aparte tiempo de su trabajo para «dedicarlo al ministerio» como en enseñarle a usar el tiempo que está en el trabajo para servirle a él y a sus propósitos

1 Hay otro ministerio afín, en los Estados Unidos, que se conoce con el nombre de «ministerio del mercado». La fuerza motriz de la enseñanza que aporta este ministerio es fundamentalmente estimular a los cristianos dedicados a la empresa (propietarios y empleados) para que sean más abiertos y eficaces a la hora de compartir el evangelio con sus compañeros. Yo aplaudo esta iniciativa y la apoyo plenamente. Sin embargo, no es lo mismo que empresa del reino, al menos en el sentido que yo doy a la expresión. Para que haya una empresa del reino debe haber una conexión intencional con el pro-pósito eterno de Dios en el mundo, una conexión que conducirá, en última instancia, a una implicación en la misión mundial.

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—que bien pudiera ser su verdadero ministerio—. No sólo agrada a Dios la conexión de nuestras vidas extra-laborales con la Gran Comi-sión; él también desea que conectemos nuestros negocios a su plan. Esta conexión define a una verdadera empresa del reino en contrapo-sición a una meramente cristiana.

El corazón de este libro se centra en una cuestión sencilla pero profundamente vital: ¿Es la mía una empresa cristiana o una empresa del reino?

La empresa del reino manifiesta cuatro características que son las que constituyen el bosquejo de este libro. Usémoslas como un mode-lo que nos ayude a distinguir nuestra empresa de las demás. He aquí esas características:

Una empresa del reino es vocacional; es decir, es algo a lo que Dios nos ha llamado.

Una empresa del reino es intencional; es decir, Dios tiene un pro-pósito específico para cada empresa, pero hay que descubrirlo y en-tregarse a él.

Una empresa del reino se basa en las relaciones; es decir, Dios nos bendice en los negocios con una gran riqueza de relaciones que de otro modo nunca tendríamos. Valoramos a estas personas como Dios las valora.

Una empresa del reino es operacional; es decir, la manera en que operamos nuestro negocio influencia y se refleja en el reino.

La siguiente visión panorámica resume la dirección principal de cada una de las cuatro secciones del libro.

Vocacional: Las empresas son un llamado de DiosDurante siglos, y en diverso grado, la iglesia ha mantenido una clara división entre el clero y el laicado, entre lo secular y lo sagrado. Ha tendido a diferenciar entre los que tienen un llamado de Dios para servir en un ministerio «a tiempo completo» y los que básicamente no han sido llamados a nada especial. Durante generaciones, el laica-do ha trabajado en el mercado secular y en el sector agropecuario para generar ingresos para su sustento y apoyar el trabajo sagrado del clero. A pesar de la enseñanza constante de las obligaciones cotidianas del cristiano normal y del sacerdocio de todos los creyentes, la separación

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entre los «llamados» y los «no-llamados» fue en aumento. Y está hoy muy arraigada entre nosotros.

Pregunte a cristianos serios acerca de su llamado y probablemen-te le hablarán de su servicio en la iglesia. Profundice y descubrirá que aunque ellos procuran servir a Dios de alguna manera (normalmente relacionada con la obra en la iglesia), la gente de empresa suele sen-tirse inadecuada o inferior. «Si yo fuera realmente fiel —confiesan— Dios me llamaría al ministerio». El llamado al ministerio y la empresa se perciben como esferas separadas. A menudo he oído a gente que está en el ministerio decir que ha sido llamada de la empresa al «mi-nisterio» para poder servir al Señor. Un misionero me dijo que había sido «liberado» de los negocios.

Los que están en el servicio cristiano a tiempo completo recono-cen la necesidad de financiación y tienen claro que no todo el mundo puede ser llamado al ministerio público. Pero, tristemente, muchos no reconocen que todos sus hermanos y hermanas en Cristo, inclui-dos los empresarios, han sido llamados lo mismo que ellos. Puede que ministren a la comunidad empresarial, que obtengan financiación de la comunidad empresarial, que estimulen el servicio de los líderes de la comunidad empresarial —pero este servicio es aparte de su trabajo diario y normalmente en un contexto de iglesia—. Todo esto confir-ma sutilmente lo que la gente de empresa ha llegado a creer: que en el mejor de los casos, la empresa es un mal necesario que Dios redime de algún modo a través de las donaciones.

La sencilla verdad bíblica es muy distinta a la sabiduría conven-cional de los tiempos. En el reino de Dios, la empresa, como todos los demás aspectos de la vida, está bajo el llamado de Dios y, por lo tanto, puede ser un llamamiento en sí misma. Cristo no es sólo Señor de la iglesia; él ha reclamado su derecho a la autoridad y a reinar sobre la empresa, la familia, el gobierno y toda vida (véase Col. 1:16-20). Re-conocer el señorío de Cristo sobre la empresa es el primer paso para reconocer el llamado de una vida a los negocios.

En Efesios 4:1, Pablo ruega a los creyentes a vivir «de una manera digna del llamamiento [la vocación] que han recibido». Correctamente aplicado, este versículo va dirigido a todos los creyentes —no sólo a los ministros o misioneros—, y les informa que Dios les ha llamado

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a todos. No ha llamado a algunos y dejado a otros sin llamamiento. No ha establecido una distinción entre el clero y el laicado, ni recono-ce una diferencia entre los que prestan un servicio cristiano a tiempo completo y los que dedican todo su tiempo a la empresa. Todos somos llamados. Todos hemos sido designados propiedad de Cristo, para que caminemos con él y vivamos vidas dignas de nuestro llamado.

En las Escrituras no se halla distinción alguna entre llamados y no-llamados, ni tampoco entre los llamados a un ministerio noble y santo y los llamados a un mal necesario. Vemos que todos somos igualmente llamados a algo noble y santo. Esto es exactamente lo que dice Pablo cuando escribe a los cristianos de Roma para comunicarles que han sido «llamados a ser santos» (Rom. 1:7). La traducción literal es que ellos han sido llamados a ser santos o consagrados. Es decir, aquello que Dios le ha llamado a hacer y ser, es exactamente lo que él deseó desde el principio de los tiempos, y es, por definición, santo y perfecto (véase Rom. 12:1-2).

Esto quiere decir que si soy un empresario, bien puede ser éste mi llamamiento de Dios, y si es así, no debo buscar más. No debo ser in-ducido a pensar que todas mis actividades en el mundo de las ventas, o la administración, o el empleo o cualquier otra faceta de la empresa queden fuera del llamamiento, o sean inferiores en dignidad. Yo debería percibir mi vida en su totalidad como un alto llamamiento de Dios, y apreciar mi negocio como una parte de esa santa invitación. Debería regocijarme en el hecho de que Dios me ha llamado y, en consecuencia, que él tiene un propósito para ponerme exactamente donde estoy.

Intencional: Dios tiene un propósito singular para cada empresaLuego de reconocer que no somos cristianos de baja calidad, ni per-sonas con llamados de rango inferior por entender que la empresa es nuestro llamado de Dios, estaremos preparados para explorar la siguiente cuestión: ¿Cuál es el propósito concreto que Dios tiene en mente para mi empresa? El llamado de Efesios 4:1 es un llamamiento general a vivir de una manera digna de la gracia de Dios. No obstante, en otra sección de Efesios, Pablo declara que, además del llamamiento general en la vida del cristiano, hay un llamado concreto, un propósi-to específico, algo que Dios quiso que produjera esa vida.

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Pablo nos informa, en Efesios 2:10, que hemos sido «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (cursiva del autor). Las impli-caciones de este versículo son múltiples. En primer lugar, afirma que Dios tiene un plan concebido mucho antes que recibiéramos la exis-tencia. En segundo lugar, que Dios desea que andemos en ese plan, que lo cumplamos haciendo las buenas obras que él preparó para nosotros. Es decir, hemos sido llamados de una manera general (que confirma la naturaleza noble y santa de la actividad que nos ocupa) y también de una manera específica a cumplir el plan de Dios para nuestra vida (lo que define nuestro propósito personal). Dado que algunos hemos sido llamados al mundo de la empresa, por consiguiente hemos de cumplir el propósito de la misma. Más aún, si ese plan me espera y lo voy a llevar a cabo, debo invertir un gran esfuerzo en descubrir exactamente en qué consiste para conectarlo con mi vida y mi empresa. Exploraremos esto más detenidamente en los capítulos 3 y 4.

Si esto es verdad —que Dios tiene un plan singular para mi vida y para mi empresa—, es fundamental que yo lo descubra y lo ejecute. Es fundamental que mi empresa tenga una intención. ¿Por qué? Por-que reconozco que Dios tiene un propósito para la misma.

En la obra con creyentes depauperados y desposeídos en regiones no-evangelizadas o inalcanzadas2, tal como dije en el prefacio, enfati-zamos la necesidad de identificar y articular el «propósito del reino» para sus empresas. Queremos que reconozcan al principio de sus ca-rreras profesionales que sus empresas no son suyas, sino que Dios se las dio, y que no hay nada superior al cumplimiento del propósito para el cual las recibieron. Me sorprendo constantemente del pensamiento visionario y expansivo que muchos de nuestros alumnos hacen gala para llegar a su declaración singular de propósito en el reino.

¿Qué puede usted decir de su empresa o negocio? ¿Sabe cuál es su propósito? ¿Puede explicar por qué Dios la creó y le llamó a dirigirla? Y si conoce ese propósito, ¿lo está llevando a cabo?

2 Los misionólogos debaten acerca del significado exacto de no-evangelizados. Por lo que respecta a este libro, el término alude a los grupos étnicos donde el evangelio es menos conocido, y que normalmente tienen menos de un 2 por ciento de población evangélica y no disponen de una presencia cristiana autosuficiente.

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Algunos de los propósitos más obvios de Dios para crear empresas es financiar las misiones y las actividades de la iglesia, generar benefi-cios que redunden en favor de los necesitados, proporcionar empleo a los desempleados y establecer relaciones (con empleados, vendedores y clientes) a través de las que se pueda comunicar y demostrar el evan-gelio. Otros propósitos menos obvios pueden ser el entablar diálogo político con líderes en el país de origen y en el extranjero, posibilitar la obra humanitaria Cristo-céntrica en regiones desgarradas por la guerra, retar el concepto tradicional de las misiones y fundar nuevas empresas del reino por todo el mundo. Esta lista no es en modo al-guno exhaustiva. El punto principal es reconocer que Dios tiene un propósito —del reino— para su empresa. Él le llamó a los negocios, a una empresa concreta, y planeó antes del principio del tiempo usarla para su gloria. ¿Conoce usted ese plan?

En un viaje reciente a Indonesia me entreviste con una joven em-presaria cristiana. Ella y su hermano regían una fábrica de muebles en una de las islas más grandes en las que predomina el Islam. Ella me pi-dió que le ayudara a identificar su propósito en el reino. Yo le pregunté de sus empleados —quiénes eran y de dónde procedían—. Ella me dijo que pertenecían a cierta tribu, que resulta ser la menos evangelizada de Indonesia. Le dije que no buscara más. Dios le había concedido un campo de misión personal dentro de los muros de su empresa.

Relaciones: Cristo es glorificado en las relaciones Los dos mandamientos principales, señala Jesús, son «ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» y «ama a tu prójimo como a ti mismo» (Marcos 12:30-31) (Comillas del autor). El Señor afirma claramente que las relaciones son fundamentales en su reino —la relación con Dios y unos con los otros—. ¿Y qué mejor lugar para cultivar las relaciones que en y a través de las empresas?

Las empresas no son sólo fábricas, computadoras, oficinas, balan-ces generales y venta de materiales. Son también relaciones: emplea-dos, accionistas, vendedores, clientes, competidores y funcionarios del Estado. Estas relaciones, sin las que no puede existir la empre-sa, son las áreas en las que Jesús quiere que nos concentremos. ¡Qué

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tremendo don! Dios nos ha llamado para un propósito específico y nos ha insertado en un conjunto de relaciones que él denomina fun-damentales. ¡Qué oportunidad! En medio de las actividades cotidia-nas conocemos a gente que nunca asistirá a la iglesia o a un estudio bíblico para los vecinos. Algunos son creyentes desilusionados o fra-casados que se cuestionan la importancia que tiene Dios en sus vidas. Otros son menospreciadores obstinados del evangelio y enemigos de-clarados de la Cruz que no ven nada valioso en las marcas visibles de la religión cristiana. Algunos son buscadores que tienen un interés genuino en Cristo pero no han sido instruidos en el verdadero cris-tianismo. Otros son ignorantes, nunca han visto ni oído una presen-tación creíble de las buenas nuevas. Cualquiera que sea el caso, Dios nos ha puesto en relación con estas personas únicamente a través de la empresa y su deseo es que las alcancemos en su nombre.

Cuando trasladamos nuestra empresa a una cultura extranjera no-cristiana, se multiplican todos estos factores. Un buen amigo mío define la cultura asiática en la que vive y trabaja como una suma de redes de relaciones. Estas redes son casi imposibles de entrar menos que se encuentre al «hombre clave». Una relación con esta persona concede finalmente acceso a docenas, quizá cientos de individuos, que necesitan el evangelio. En su caso, la manera de hallar al hombre clave es a través de sus relaciones empresariales. Su red se extiende por su fábrica.

No es posible leer la Biblia sin apreciar cuán importantes son las relaciones para Dios, sin encontrar numerosos mandamientos que son explicaciones de cómo se ama al prójimo en la vida real. Amán-dole. Sirviéndole. Tratándole justamente. Perdonándole. Teniéndole como responsable. Animándole. Hablándole de Cristo. Enseñándole. Aprendiendo de él. Honrándole. Viviendo en paz con él. Reconocien-do su autoridad. La lista continúa indefinidamente.

¿Por qué es esto tan importante? Porque no son las palabras ni los actos visibles de la iglesia lo que toca a la gente para Cristo, sino la vida, las actitudes y la conducta exhibida en la existencia cotidia-na. Sepan o no sepan que somos cristianos, llegamos a la gente en el contexto de una relación. Y a través de un amplio número de roces, las personas son atraídas a Dios o alejadas de él. Por lo tanto, una

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empresa del reino pone gran acento en las relaciones personales y las evalúa constantemente —midiéndolas a la luz de la Escritura.

Hace varios años, se me pidió servir en una junta rectora de uni-versidad de una de las nuevas repúblicas de Asia Central. Una de mis aspiraciones como nuevo miembro de la junta era proporcionar be-cas a estudiantes que las merecieran a través de mi empresa. La rec-tora musulmana de la universidad, me preguntó por qué estaba yo dispuesto a ser tan amable con sus estudiantes y quiso saber si yo era cristiano. Le respondí que sí, y para mi sorpresa, me sonrió y me dijo: «¡Lo sabía!»

Operacional: Una empresa del reino es administrada con excelencia¿Qué decir de la operación básica de nuestra empresa? ¿Habla Dios acerca de esto? ¿Tiene esto una aplicación en el reino? ¡Sí! No basta con conocer el alto llamamiento de Dios para nuestra vida. Con haber descubierto y empezado a llevar a cabo el propósito singular de Dios para nuestra empresa. No basta con procurar sencillamente vivir ante la gente de una manera que honra a Dios. También debemos esfor-zarnos por operar nuestro negocio en todo aspecto de tal manera que Dios se agrade y se glorifique. Considere las palabras de 1 Corintios 10:31: «Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, hágan-lo todo para la gloria de Dios».

Importa la forma de gestionar la empresa. Hemos sido llamados a administrarla con excelencia, a usar las mejores prácticas, a crear una gran compañía, a vivir de tal manera que sus funciones diarias den también testimonio de la presencia de Dios en nuestro medio.

En términos prácticos esto significa que no hay excusa para in-currir en hábitos descuidados. No cabe excusarse diciendo «yo esta-ba haciendo ministerio», para no operar una empresa excelente. Al contrario, si Dios nos ha llamado a este empeño, entonces el funcio-namiento de nuestra empresa debe reflejar esa excelencia. Los proce-sos de ventas deben de ser honorables y eficaces. La administración financiera debe ser honesta y agresiva. La ejecución de beneficios debe destacar. La tecnología debe ser de la más avanzada. Las prác-ticas de empleo deben de ser ejemplares. El pago a los proveedores debe ser puntual y exacto. Los cobros deben estar sometidos a toda

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justificación. La atención al cliente debe reflejar el corazón servicial de Cristo. El trato al empleado debe ser comentado en libros. Por ejem-plo, si el autor récord de ventas Tom Peters tuviera que ir otra vez «en busca de la excelencia», debería llamar a nuestra puerta.

Puede oscilar el tamaño que Dios permite crecer a una empresa, pero la norma de operación será la misma. Es alta. Es clase suprema —mejor dicho, celestial—. En el Antiguo Testamento, Dios dejó muy claro la clase de sacrificios que le eran aceptables; debían ser perfec-tos, sin tacha, no de segunda clase. El mismo principio debe gobernar nuestras actitudes en la operación de una empresa. La administración de la empresa es nuestra ofrenda a él. Por tanto, le debe ser ofrecida con un anhelo de perfección.

¿Cuántas veces hemos visto automóviles con el símbolo del pez cortarnos el paso en la carretera? ¿Cómo reaccionamos? ¿Y cuántas veces hemos visto una similar expresión externa de fe traicionada en los negocios por prácticas deshonestas o transacciones fraudulentas? En efecto, ¡cuán bien recuerdo a un miembro de mi iglesia decirme que prefería no volver a hacer trato con otros cristianos! Al pregun-tarle por qué, él me respondió que esperaba de los incrédulos que se aprovecharan, ante lo cual él se mantenía en guardia; pero al tratar con hermanos y hermanas en Cristo, él bajaba la guardia y acababa siendo engañado.

Una empresa del reino es bien administrada. Se rige sometida a principios del reino y según las normas del reino.

ConclusiónDe modo que las verdaderas empresas del reino se caracterizan por cuatro rasgos: un llamamiento noble y santo, un propósito descu-bierto y ejecutado, un conjunto valioso de relaciones vitales y una exigencia de excelencia operacional. Estas son normas elevadas. Son como hitos a lo largo del viaje. Todos estamos en proceso. Pero éste es nuestro destino.

Que Dios nos bendiga y nos conceda su gracia para animarnos unos a otros en el camino. ¡A Dios sea toda la gloria!

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